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Don Ventura PDF
Don Ventura PDF
SAr.IPER
lJRTtGA
SELECCION SAMPER ORTEGA DE lll'ERATURA COLOMBIANA
N.o 23
EUGENIO
DIAZ
UNA RONDA
D~ DON V~NTURA A~UMADA
Y OTROS CUADROS
23 POI'<.
EUGENIO DIAZ
- TERCERA EDICION
EDITORIAL MINERVA S. A.
BOGOTA ·COLOMBIA
*
©Biblioteca Nacional de Colombia
~ELECC ION SAMPF R ORTEG A DE LITERATURA COLOMBIANA
CUADROS DE COSTUMBRES
N. 0 23
EUGEN IO DIAZ
1ERCERA EDICJON
E DITORIAL MiNERVA S. A .
BOGOTA - COLOWBIA
tro del cual nos saludamos y nos sentamos, uno al lado del
otro, eché una rápida ojeada por toda la persona de mi vi-
sitante. Era un hombre de edad madura: las canas de su
cabeza acusaban en él cincuenta a sesenta años; pero la vi-
vaz mirada de sus ojos, que atravesaba poderosamente los
lentes de sus espejuelos, le daba un aspecto juvenil que con-
trastaba con su cabeza blanca. Venía primorosamente afei-
tado y aseado. Vestía ruana nueva de bayetón, pantalo-
nes de algodón, alpargatas y camisa limpia, pero sin cor-
bata y sin chaqueta.
cEste vestido, que es el de los hijos del pueblo, no enga-
ñaba, porque él lo llevaba con desembarazo. Se veía sin
dificultad que si así vestía, era por costumbre campesina;
pero su piel blanca, sus manos finas, sus modales corteses,
sus palabras discretas, anunciaban que era un hombre edu-
cado.
e-Por acá me manda don Ricardo Carrasquilla, me dijo-
al sentarse.
e-Viene usted de buena parte. ¿Y qué órdenes da Ri-
cardo,
e-Que me haga amigo con usted. Yo soy Eugenio Díaz
e-Cuente usted, señor don Eugenio, con que la letra es-
tá aceptada a la vista, contesté viendo aqueJa ire apacible,
de hombre no sólo bondadoso sino honrado, no sólo honra-
do sino inteligente, tres cualidades que se encuentran raras
veces reunidas.
e-Fui esta mañana a casa de don Ricardo, continuó él
con su franca mirada y su cordial sonrisa, a proponerle que
diéramos un periódico literario, y me dijo que viniera a
h abiar con usted.
«-¿Conque usted .... es escritor?
e-De «costumbres del campo», nada más.
e-Como quien dice «no tengo más riqueza que una mt-
na de oro»_ ¿Y ha escrito usted ya algo?
e-Sí señor. Aquí traigo la «Manuela».
-«-¿Qué cosa es la Manuela?
<-Una colección de cuadros de «trapiche, la «ro:a de
pOR
EUGENIO DIAZ
CAPITU! ,O l
UN CAPITULO
CAPITU LO II
LA DELACION
CAPITULO II I
-Sin duda.
-¿Y será justo desper tar a la esposa y a los vecinos al
aclarar el día con horrendos golpes de portón ?
-Para eso yo me llevo la llave las más veces.
-Y si hay un incendio, o alguna enfermedad repenti na?
-Mi criada tiene otra, y mi esposa otra.
-Tres llaves equiva len a tres puerta s en la casa. Su casa
está entonces como algunas de Tocaim a o Guataq uí, cuyos
muros son de cerca de palos; y esta es una fortificación que
no presta segurid ad en donde hay preciosidades como sus
hijitas, y asaltan tes como los cachacos .
-¡Pero , señor! ¿Y la educación del corazón no será bas-
tante?
-Enton ces, no cierre ni tranqu e nunca. . . . Mire, Ca-
rrión, continu ó don Ventur a, poniéndole la mano en e[
hombr o al artesan o· yo le tengo a usted cariño, y le acon-
sejo que se deje de juego. Usted es hombr e de bien, y por
lo mismo está expues to a ser víctim a de los pillos. ¿O es
que usted entiend e de pillerías?
-¿Yo? señor. . . . ¡Ni pensarlo!
-¡Tan to peor! Y usted no debe jugar nunca. Los arte-
©Biblioteca Nacional de Colombia
CUADROS DE COSTUMBRES 21
LA CELDA DE FIQUE
del caso. Al día siguiente pas6 don Ventura Ahumada con tropa
en solicitud del señor Vargas Tejada, preguntándolo a todos; pero
no habiendo cogido sino la bestia ensillada, apareci6 con la tropa
otra vez en la hacienda y al ver en la puerta al auxiliador, les dijo
a sus secuaces.
-Suelten ese machito al potrero, y entreguen aquí la montura
p11ra que me la guarden.
Y luégo, volviéndose al hacendado con un semblante entre risue-
ño y compasivo, le dijo:
-¿Lo conoce?
En la hacienda se supo que las ejecuciones de los conspiradores
y las prisiones de los c6mplices y auxiliadores eran inexorables. Se
esperaba de un momento a otro un resultado terrible; pero los días,
las semanas y los meses se pasaban; y por último, el hecho qued6
en silencio. debido a algunos cortos obsequios anteriores de aquella
hacienda, que don Ventura no había olvidado Don Ventura busc6
con una prolijidad inaudita al pr6fugo; pero no falt6 a la gratitud.
Las casas de campo son en la Nueva Granada institutos de caridad;
pero no todos son agradecidos como don Ventura.
CAPITULO VII
LA RO!'..TDA
SERENATA
En mí fue la locura
Creer en su jurame nto:
Feliz en mi conten to
Yo amaba su beldad.
Como una sombra oscura
Que huyó en el mismo instant e,
Así pagó mi amante
Mi amor y mi lealtad .
Y camina ndo con cautela, llegó el señor jefe de la policía
hasta los músicos antes de ser adverti do de nadie.
-¿Qué hacen ustede s?-les preguntó.
-Divir tiéndo nos, señor.
-¿Ustedes solos?
-No más.
-Enton ces ¿por qué no se diviert en en sus casas? .... Es
un ~um<?r muy consta nte el de ustedes, por cierto, que ni
el fno, ntla soledad, ni la dureza de las piedras los aterra ..
y una diversión tan triste y sin relaciones con terceras! ¿No
es eso?
-Tal vez nos oirán.
-Y suspira rán y se desvelarán, y los maridos o padres
celosos rabiará n, y habrá inquiet udes por causa de ustedes
-De la armoní a de la música, si es que tiene esa virtud
señor don Ventur a. '
-¡Y qué buscan ustedes! ¿Unas horas ? ....
-Pero esta liberta d de la voz y de los dedos. . . . y de no
dormir , si se quiere ....
-¿Será n ustedes filológicos, cuando menos, no? ¡Pues
cuidado, cuidado! Y no es malo que ustedes se retiren a sus
camas, que el sereno puede ser dañoso, y las trasnoc hadas
tambié n, para las imaginaciones exaltad as por la polític a
y el amor.
CAPITULO IX
EL CONVE NTO
CAP ITU LO X
LA CELDA VERDADERA
CAPIT ULO XI
EL CORO