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Antropología y Consultoría.

Una vertiente para el ejercicio profesional de los antropólogos

Alberto García Espejel


Coordinador

Universidad Autónoma de Querétaro


Editorial Universitaria
Colección Academia
Serie Nodos
Antropología y consultoría.
Una vertiente para el ejercicio profesional
de los antropólogos.

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE querétaro

Dr. Gilberto Herrera Ruiz


Rector

Dr. César García Ramírez


Secretario Académico

Q.B. Magali E. Aguilar Ortiz


Secretaria de Extensión Universitaria

Dra. Blanca Estela Gutiérrez Grageda


Directora de la Facultad de Filosofía

Dra. María Teresa García G. Besné


Directora de Difusión Cultural

José Luis de la Vega Romero


Coordinador de Publicaciones

La publicación de este libro se financió con recursos del PIFI 2011

Diseño y formación editorial: Ricardo Saavedra Chávez

D.R. © Universidad Autónoma de Querétaro


Centro Universitario, Cerro de las Campanas s/n
Código Postal 76010, Querétaro, Qro., México

ISBN: 978-607-513-020-0

Primera edición, julio de 2012


Hecho en México
Made in Mexico

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Antropología y consultoría.
Una vertiente para el ejercicio profesional de los antropólogos.

Índice.

1. Presentación.
Alberto García Espejel. 5

2. Cómo llegar a ser consultor sin morir en el intento


de ser antropólogo.
Griselda Martínez Romero. 41

3. ¿Qué nos corresponde hacer como antropólogos?


Reflexiones y debates en torno a la antropología y la consultoría.
María José Lazcano Vázquez-Mellado y Adriana Ruiz Durán. 55

4. Por qué debe la antropología ser integrada


en los procesos de desarrollo.
María Gabriela Aguirre Ramírez. 71

5. El papel de la consultoría privada en la antropología social.


José Luis Sánchez Muñoz. 93

6. No, la verdad es que no sé lo que hace un antropólogo.


Arturo Noroña Ezeta. 115

7. ¿Por qué vale la pena ser antropóloga?


Rosa María Vázquez-Mellado Castellanos. 133

8. Tres vertientes de aplicación de la antropología.


Alberto García Espejel. 147

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9. Legislación y antropología: una experiencia profesional.
Oscar Banda González. 175

10. Los antropólogos en las instituciones gubernamentales.


María Antonieta Gallart Nocetti. 193

11. Trabajando por contrato. La antropología social en la consultoría.


Beatriz Utrilla Sarmiento. 207

12. La utilidad de la antropología y la inutilidad de los antropólogos.


Ricardo María Garibay Velasco. 219

13. La aplicación de la antropología. Comentarios sobre su enseñanza.


Alberto García Espejel. 233

14. El irreverente arte de la consultoría.


Rosa María Vásquez-Mellado Castellanos. 253

15. Encuentro de disciplinas y profesiones: el antropólogo


en otros campos de trabajo.
Francisco Peña. 265

16. La antropología aplicada frente a los retos


de la modernidad en México.
Juan José Bárcenas Casas 281

17. La formación de jóvenes antropólogos consultores.


Un reto para las escuelas de antropología.
Alberto García Espejel. 293

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PRESENTACIÓN

Alberto García Espejel

...se puede optar por alguna de estas dos


actitudes: limitarse a conocer, como lo hace
el etnólogo, la cultura de la comunidad,
estudiándola científicamente del modo más
objetivo, solo para fines de conocimiento,
pero sin pretender introducir cambios, o
estudiarla también científicamente, pero para
tratar de modificar los aspectos negativos
de esas culturas, para lograr una vida mejor
para los individuos y la comunidad.

Alfonso Caso

La antropología no sólo es una ciencia muy vasta, sino que es una disciplina
inmensamente generosa con los que la ejercemos: se adapta a las circunstancias
que se transforman socialmente en el devenir temporal. Dentro de esta
vastedad y capacidad de adaptación han surgido de un tiempo a la fecha,
una diversidad de temáticas y nuevas posturas teóricas, pero también ámbitos
de aplicación de la ciencia y espacios laborales asociados. Uno de ellos es
la consultoría, ejercicio profesional que demanda habilidades diferentes por
parte de los antropólogos. Justamente el tema central de este volumen es la
consultoría, pero antes de abordarla a partir de los textos que se presentan,
debemos situarla dentro de la esfera de la antropología y el desarrollo pues
con ambos está íntimamente relacionada.

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Es posible reconocer en el desarrollo de la antropología a nivel nacional,
una serie de discusiones paradigmáticas con sus referentes teóricos, los
cuales son resultado del sostenimiento de diversas posturas con respecto no
tan sólo a “x” o “y” teoría, sino a la propia acción práctica que se desprende
tanto de las instituciones como de los propios antropólogos. En todas estas
discusiones están inmersos obviamente los grupos sociales, quienes se
convierten en el objeto de las investigaciones y por lo tanto son uno de los
puntos centrales en dichos debates. Así, la antropología ha transitado por el
indigenismo teórico y práctico, descriptivo y aplicado, todos ellos basados en
el relativismo, el difusionismo cultural y el funcionalismo a decir de Nahmad
(1988), o ha tenido tintes del estructuralismo histórico, el ecologismo cultural,
el dependentismo y el marxismo a decir de Hewitt (1988); se le ha dado
también un enfoque culturalista, debido a que subraya los rasgos culturales
de los grupos indígenas, según señala Stavenhagen (1978); posteriormente
se ha visto influenciada por diversas corrientes marxistas que hablan de
indigenismo de participación y etnodesarrollo, y más recientemente por las
teorías de globalización, multiculturalismo y diversidad, cuyos enfoques han
sido posmodernos. El grupo social que era el eje articulador inicial de los
estudios que se llevan a cabo, fueron los diversos grupos étnicos del país,
posteriormente los antropólogos encontraron que también valía la pena
estudiar a otro grupo importante y más vasto: los campesinos. Ello dio pie al
surgimiento de corrientes campesinistas basadas en la ecología cultural y su
contraparte dicotómica, las descampesinistas con un sustento marxista más
acentuado. Se llegó a hablar incluso de la antropología crítica y se manejaron
corrientes teóricas variadas como el dependetismo, el materialismo histórico,
el evolucionismo multilateral y el neorelativismo, donde se manifiestan
también enfoques clasistas y colonialistas a decir de Stavenhagen (op.cit.).

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El estudio de los campesinos llevó a su vez, al darles seguimiento en su
tránsito migratorio a las ciudades, a estudios de una multiculturalidad de
grupos sociales, así, los obreros se convirtieron en nuevos sujetos de análisis
y posteriormente cualquier otro grupo social: chavos banda, comerciantes,
familias, clases medias, trabajadoras sexuales, etc.

A partir de una mirada somera a las revistas de antropología y a los libros


publicados, compilaciones o memorias de distintos seminarios que se han
realizado, desde 1990 hasta la fecha, tenemos que algunos de los temas
abordados en la antropología mexicana y sus representantes han sido, entre
otros: identidad, cultura nacional y culturas populares (Bartra, Bonfil, López
Austin, García Canclini, etc.); antropología y ciudad, que abarca temas como
actores sociales, metropolización, industrialización, sectores informales,
servicios, desocupación, acción política, dinámica espacial, movimientos
urbano-populares y fiestas entre otros (Nivón, Lucia Bazan, Raúl Nieto,
Margarita Estrada, Agustín Escobar, Carmen Icazuriaga, Amparo Sevilla,
Patricia Arias, Larissa L., etc.); fundamentos teórico-metodológicos e
historiográficos (Vázquez, Krotz, García Mora, etc.); antropología industrial,
cultura y desarrollo tecnológico, organización y trabajo (Carmen Bueno,
Patricia Arias, Rosa María Vázquez-Mellado, María Josefa Santos, Victoria
Novelo, etc.); antropología y vivienda (Bontempo y Amerlinck, etc);
Indigenismo, etnodesarrollo y etnoecología (Aguirre B., Eckart Boege, etc.);
antropología médica (Menéndez, etc.) antropología jurídica (Stavenhagen,
Teresa Valdivia, Chenaud, Teresa Sierra, etc.); antropología del agua (J.
Palerm, Urquiola, A. Escobar, etc.); antropología y género (Lourdes Arizpe,
Ana María Salazar, etc.); antropología visual (Samuel Villela); antropología
y sexualidad (Amuchastegui, Lamas, etc.); antropología y desastres (Macías

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Medrano, V. García, etc.); antropología del desarrollo con temas como
reubicaciones por presas, programas de alimentación, megaproyectos, combate
a la pobreza, etc. (Melville, Greaves, Robinsson, García Espejel, etc.); y más
recientemente la cibercultura (Castells, Subirats, etc.), movimientos sociales
emergentes y toda una gama muy amplia de nuevos temas. Vuelvo a señalar
que este recuento ni con mucho es exhaustivo y que sólo pretende mostrar
algunos de los temas que más frecuentemente son abordados en publicaciones
o discusiones antropológicas.

Dentro de este amplio campo de temáticas, corrientes, posturas teóricas y


sujetos de investigación, el tema del desarrollo a pesar de lo crítico y de lo
criticado que ha sido, sigue constantemente presente. Sin embargo no voy aquí
a ahondar en esa discusión, sólo me interesa señalar algunas características
generales del desarrollo social ya que a final de cuentas, este también es el tema
común en los ejercicios profesionales que se suelen llevar cabo en la vertiente
laboral de la consultoría. Comencemos por aceptar en primer término que
en este país ganó el capitalismo, se impuso el neoliberalismo y nos alcanzó
el desarrollo o el desarrollismo, como se quiera ver. Llamémosle como sea,
desarrollo comunitario, social, humano, económico o sustentable, finalmente
significa una serie de cambios en las esferas de producción, distribución y/o
consumo de las sociedades, lo que trae aparejado a su vez modificaciones
profundas en la vida social y cultural. Con el capitalismo y sus dimensiones
asociadas, neoliberalismo, globalización y desarrollo, unos pocos ganan y
muchos otros pierden, por así decirlo.

Considero necesario que una ciencia antropológica del desarrollo, además


de ser aplicada como se busca en la consultoría, tenga como norma básica el

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que los sujetos más importantes son siempre los actores sociales, es decir, el
desarrollo debe centrarse en la gente. Debe también reconocer que no hay una
sola dirección para el cambio y que es un proceso de continua adaptación.
Asimismo, es importante destacar que la causalidad es compleja y circular,
no simple y lineal; que es fundamental aprovechar la potencialidad de los
actores sociales para la autoorganización y atención de sus problemas; que es
indispensable dimensionar el simbolismo abstracto para llegar a lo concreto,
enfatizando la acción práctica.

A estos aspectos adicionaría que es crucial observar y determinar claramente


las posibilidades de velocidad de cambio (inducido o propio); distinguir
procesos de factores y elementos, proyectándolos en el accionar social;
analizar en su justa dimensión los espacios abordados y sus interrelaciones;
distinguir que la amplia gama de sujetos sociales no son objetos y que el objeto
a atender es el problema en el que se encuentran inmersos, pero no en una
temporalidad estática, sino cambiante. Como ejemplo de esquema analítico
(que no pretende abarcar todo el espectro de estudios antropológicos) puedo
proponer el siguiente cuadro:

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T Grandes Ejemplos
Espacio Sujeto
I problemas de objeto
E Qué es cultura Urbano Obreros, indíge- Relaciones de
M nacional, qué nas en la ciudad, poder, subordinaje,
P la caracteriza, movimientos sobrevivencia,
O cómo se integra urbano-populares, cultura
actualmente y sectores informa- organizacional, etc.
D cómo debiera les, multidiver-
I
integrarse la sidad de grupos,
pluriculturali- etc.
N
dad; cómo se Rural Campesinos, Sobrevivencia,
Á
puede conseguir indígenas, grupos interacciones,
M
el desarrollo de poder, etc. medio ambiente,
I
sustentable, etc. desarrollo, etc.
C
O

Creo que hoy ya no basta con hacer antropología EN el campo mexicano


(entendido este como ámbito urbano y rural), sino hacer una antropología
DEL espacio mexicano que identifique temas realmente prioritarios, que
monitoree las actividades emprendidas y que dicte las políticas de desarrollo
apropiadas a la realidad social de nuestra patria.

Es importante reconocer que dicha antropología está vinculada al Estado,


pero también debemos ver que empieza a relacionarse con la iniciativa privada,
la cual cada vez encuentra mayores posibilidades de aprovechamiento de esta
disciplina (y no necesariamente en el terreno desigual, aunque desigualdades

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siempre van a existir). Cuando uno trabaja de esta forma, por lo menos es
consciente de a quién y qué posibilidades de servicio puede brindar.

La consultoría como espacio laboral trata de poner en práctica, desde el


ámbito de la iniciativa privada o de la prestación de servicios por parte de
entidades académicas, conocimientos de la antropología en relación con otras
ciencias sociales y/o multiplicidad de disciplinas, para participar activamente
en la búsqueda, planeación, consecución, monitoreo y/o evaluación de acciones
y programas de desarrollo. Visto como un posible espacio para el ejercicio
profesional del antropólogo exige ciertas características formativas, algunas
de las cuales son mencionadas en los textos que conforman este volumen.

En buena medida este libro es resultado de un esfuerzo amplio, colectivo, de


mucha participación, discusión, reflexión laboral y académica, pero también
es fruto de la demanda y la inconformidad. Reconozcamos que cada vez es
más común en los ámbitos de formación de antropólogos, el que se manifiesten
por parte de algunos estudiantes inquietudes, aspiraciones, críticas y anhelos
hacia una preparación no tan sólo más sólida académicamente hablando, sino
más práctica, es decir, que les permita tener mayores herramientas para el
ingreso al mercado laboral. La presente obra recoge parte de estas críticas
y/o demandas y trata de darles respuesta, de esta manera se conforma de dos
partes interrelacionadas. Por un lado trata de dar voz a algunos de los jóvenes
inquietos que han transitado por las aulas de la escuela de antropología de la
Universidad Autónoma de Querétaro, quienes justamente reclaman una mejor
formación y en ciertos casos también manifiestan las dudas que les han surgido
después de haber tenido sus primeros ejercicios profesionales. En un segundo
momento, se plantean ideas de profesionistas que se hallan involucrados desde

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hace tiempo en el trabajo de la consultoría antropológica, quienes plantean
sugerencias y hacen también críticas a la formación académica que se lleva
a cabo de manera tradicional, mostrando la posibilidad de nuevos escenarios
para la práctica profesional y señalando las condiciones que estos implican.

La idea de conjuntar ambas posiciones en este volumen surgió como otro


mecanismo para dar respuesta a las inquietudes y críticas manifestadas por
los estudiantes. Señalo que es otro mecanismo, ya que conjuntamente con el
Mtro. Juan José Bárcenas C. organicé en el 2010 un ciclo de 12 conferencias,
las cuales denominamos “El desempeño laboral contemporáneo de los
antropólogos y científicos sociales”. Es éstas participaron investigadores,
consultores, académicos de diversas instituciones, centros de investigación,
dependencias y consultorías, e incluso el gerente de producción de una
empresa, todo ellos amigos que brindaron su apoyo y tiempo para transmitir
sus conocimientos a los jóvenes en formación. La invitación para participar
en este ciclo señalaba:

Actualmente los nichos de trabajo de los antropólogos se están


modificando ante las circunstancias laborales marcadas por el
neoliberalismo, donde prevalecen condiciones de inestabilidad:
“freelancers”, subempleados, asesores, nomadismo laboral,
nulidad de prestaciones, etc. En este contexto es interesante
presentar, para la formación de los estudiantes de antropología de
cualquier nivel, diversas experiencias prácticas de antropólogos
y científicos sociales que se encuentran o que han laborado, en
diversos nichos de trabajo (ámbitos gubernamental, académicos,
de consultoría, ONG’s, etc.) destacando las condiciones

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laborales y las características formativas que se demandan en
cada uno de ellos.

De hecho, varios de los textos que conforman este libro fueron parte de esas
conferencias, por lo que le estamos doblemente agradecidos a los conferencistas;
y aunque otras no fueron incluidas por corresponder a distintos ámbitos
laborales, de cualquier forma resultaron sumamente aleccionadoras como se
podrá percibir en algunos de los textos de los alumnos que se incluyeron.

Dicho ciclo de conferencias se complementó con un seminario académico


optativo, el cual se continua ofertando a los estudiantes de octavo semestre
de la Licenciatura en Antropología de la UAQ, y lleva por título justamente
Antropología y consultoría. En este han salido algunas de las reflexiones
que aquí se reflejan y que son fruto de las discusiones en clase, donde los
estudiantes han cuestionado y criticado algunos de los aspectos expuestos,
por esta razón les estoy sumamente agradecido a todos ellos. De hecho, la
mayoría de los artículos que se presentan en el presente libro por parte de los
alumnos, fueron inicialmente los ensayos con que aprobaron el curso.

Otra situación que complementó la reflexión que ya se venía realizando


sobre el tema y que permitió conformar el presente volumen, fue la realización
de un simposio dentro del Primer Congreso Nacional de Antropología Social
y Etnología, realizado en la UAM en el 2010. Dicho foro fue coordinado de
manera conjunta por el antropólogo Oscar Banda y por quien escribe esto y
fue denominado: “Las consultorías y nuevas praxis de la antropología en
México”. Parte de la descripción que hacíamos del simposio era:

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Actualmente los mercados tradicionales de investigación-
docencia en el ámbito académico y el ejercicio laboral en
dependencias gubernamentales ya no se da abasto para dar
cabida a la multitud de egresados de las diferentes escuelas
formadoras de antropología. Cada vez hay menos plazas en
ambos espacios y hay más oferta de egresados. (…) Ante este
panorama desalentador, las consultorías tanto para organismos
públicos como privados, se están manifestando como una de las
más factibles posibilidades laborales para esa “mano de obra
académica” que no encuentra oportunidad de desarrollo en los
ámbitos tradicionales. Sin embargo, esta praxis de la antropología
presenta condiciones, retos y problemas de diversa índole sobre
los que hay que reflexionar: la competencia que se establece
entre académicos “reconvertidos” recientemente en consultores
contra consultores reales; las implicaciones éticas de quienes
participan y de quienes hacen uso de los servicios; la necesidad de
aprehender realmente a trabajar en equipos multidisciplinarios;
la preparación que se requiere para incidir en los muy variados
ámbitos laborales en donde se demanda su participación; las
nuevas características formativas que deberán enseñarse en
las escuelas de antropología que tienen que ver a su vez, entre
otras cosas, con el desarrollo de habilidades particulares para
el diseño y realización de proyectos aplicados de consultoría y
con el manejo de muy diversos instrumentos metodológicos que
se demandan en dicho ejercicio. En este contexto el presente
simposio pretende, a partir de la participación de consultores
y académicos-consultores, iniciar un diálogo reflexivo sobre

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éstas y otras implicaciones del ejercicio laboral de la praxis
antropológica en consultoría.

En el simposio se presentaron seis ponencias, de las cuales sólo algunas


forman parte de este volumen. Afortunadamente este tuvo muy buena
aceptación tanto por los estudiantes como entre los académicos que asistieron.

Así, podríamos afirmar que este libro es la confluencia y concreción de esos


tres ejercicios mencionados, es decir, conferencias, seminarios y simposio,
los cuales le han dado continuidad a la reflexión colectiva sobre un tema
que cobra cada día mayor relevancia: las difíciles condiciones laborales por
las que constantemente transitamos los antropólogos en México. De igual
forma han permitido dar voz a los investigadores en ciernes y a los que tienen
un camino ya recorrido, constituyendo un canal de expresión de ideas que
no suelen ser manifestadas por el alejamiento que muchos de ellos tienen
respecto a la academia.

Entre los jóvenes antropólogos que alzan su voz, tenemos a Griselda


Martínez Romero quien en su artículo “Cómo llegar a ser consultor sin morir
en el intento de ser antropólogo”, se pregunta e indaga entre sus compañeros
acerca de las motivaciones para estudiar esta disciplina, situación que la lleva
a criticar las formas de selección para el ingreso a la misma:

La percepción que se tiene allá afuera de nosotros es que: “si fue


tu segunda o tercera opción, ¡qué importa!... entraste muy fácil,
la antropología cualquiera la hace y ¡está fácil!”. Aseveraciones
con las que no estoy de acuerdo pues no cualquiera puede hacer

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antropología. ¿Cuándo la antropología será más tomada en
cuenta y al antropólogo se le verá como un sujeto realmente
importante? Considero que cuando el propio antropólogo
comience a valorar su disciplina. Es necesario también que
cambiemos ciertas formas de comportamiento y ciertas actitudes
que supuestamente nos identifican como antropólogos: ser
fachosos, desadaptados, “desmadrosos” y promiscuos, entre
otras.

Aquí se destaca la condición formativa, no tan sólo académica sino personal,


que la antropología proporciona, así como los saberes metodológicos de la
disciplina y el valor en sí del conocimiento antropológico. Esta joven ve la
consultoría como una posibilidad laboral que tiene pros y contras, pero con la
ventaja de que demanda una formación más práctica a la cual ella se adscribe:

Habría que demandar que en la formación del futuro


antropólogo, hubiera aproximaciones cada vez más prácticas
al ejercicio profesional que nos espera allá afuera. Habría que
exigir que no se desvincule la academia de la realidad laboral
externa pues a final de cuentas, quienes salen perjudicados, no
son los investigadores que en las instituciones académicas, en
sus cómodos cubículos rodeados de libros tienen ya resuelta su
vida, sino los estudiantes que apenas estamos vislumbrando la
nuestra.

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Por otro lado estudiantes más recientemente egresadas pero ya con una
experiencia práctica en procesos de desarrollo comunitario, las antropólogas
María José Lazcano Vázquez-Mellado y Adriana Ruiz Durán nos hablan
en “¿Qué nos corresponde hacer como antropólogos? Reflexiones y
debates en torno a la antropología y la consultoría” de la subjetividad, los
intereses y las posturas que intervienen en el trabajo antropológico. Partiendo
de la cultura como la base medular de este, señalan que no sólo se trata de
interpretarla sino de participar en su transformación pero desde una postura
crítica y comprometida socialmente. Ven en la consultoría un ejercicio que
concreta la capacidad de innovar, de intervenir y de trabajar en relación con
otras disciplinas para atender los problemas sociales. Dentro de las críticas
que enuncian a su formación, indican que no se les enseña a vincular la teoría
con la práctica, lo que las lleva a señalar:

Es hasta que algunos tenemos la oportunidad de hacer


antropología aplicada con el fin de implementar un proyecto
de desarrollo para las instancias gubernamentales o para las
iniciativas privadas, que nos damos cuenta de nuestros vacíos
y de nuestras debilidades al enfrentarnos a una realidad que
nos exige atención y soluciones. Salimos pensando que somos
especialistas para ello y que para eso estamos formados, pero a la
hora de la verdad nos damos cuenta que no es del todo cierto. La
realidad es que nos enseñaron a analizar los fenómenos sociales
desde las teorías más populares de nuestra disciplina, aquellas
que han dejado grandes legados epistémicos y conceptuales,
sin embargo, no pensamos que la mayoría de estas surgieron a
partir de una realidad específica, del contacto de los autores esta,

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generando teorías que eran respuesta a dicha realidad. Es este un
gran error de la academia que nos forma, querer aplicar como
fórmulas exactas e invariables al estudio de las sociedades, las
cuales son altamente dinámicas para acabarla de amolar, teorías
que tienen un siglo que se construyeron junto a algunas más
recientes de otros lugares del mundo.

En ese contexto demandan una formación más consciente y responsable. Sin


embargo sólo se quedan en la queja hacia la academia, sino que asumen que a
los propios antropólogos nos corresponde la responsabilidad de autoformarnos,
por así decirlo, de encontrarle utilidad a nuestra ciencia y de comprometernos
con las realidades sociales. Su postura es que los antropólogos debemos
asumirnos como agentes de cambio social, y no sólo ser “…los narradores
de esas realidades distintas a las nuestras”. Retomando su experiencia en
un proyecto de desarrollo comunitario, plantean la importancia del trabajo
multidisciplinario y del aprendizaje y construcción de nuevas metodologías,
señalando también la trascendencia de nuestra disciplina para ayudar a los
marginados.

La antropóloga María Gabriela Aguirre Ramírez, con algunos años ya de


haber transitado por nuestras aulas, ha participado en diversos proyectos de
consultoría y trabaja actualmente en instituciones públicas. En su texto “Por
qué debe la antropología ser integrada en los procesos de desarrollo”,
hace una crítica al concepto de desarrollo y a la inoperatividad que conlleva
cuando se ejecuta a través de políticas oficiales. Extiende su reproche también
a la noción de desarrollo en la iniciativa privada e incluso critica el que la
población no se organice para exigir y gestar verdaderos cambios. En este

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ámbito destaca que los antropólogos deben integrarse a procesos de desarrollo
y reconoce que es a través de la consultoría que esto se puede lograr. Desde
su posición laboral en un organismo público en el que interactúa con diversos
actores (instituciones y centros de investigación; organizaciones de la
sociedad civil tanto nacionales como internacionales y empresas privadas de
consultoría), y sin olvidar su experiencia en diversas instancias incluso de
consultoría, plantea distintas características de cada uno de ellos, destacando
tanto sus contradicciones y fallas, como los aciertos y potencialidades que
poseen para la realización de consultorías, e incluso llega a señalar algunas
sugerencias para hacer más provechosos estos servicios. Como corolario en la
búsqueda de un desarrollo que realmente beneficie a la sociedad y sobre todo
a los más desprotegidos señala:

Desde mi punto de vista, para lograr incidir en los procesos de


cambio sobre todo en estas cuestiones de desarrollo, es necesario
que existan antropólogos en ambos frentes, es decir, que se
encuentren inmersos en los procesos de desarrollo desde las
políticas, planes y programas en las instituciones gubernamentales
(esto con la intención de poder incidir más directamente en las
decisiones), así como en los organismos consultores, trátese de
universidades, ONG’s o consultoras privadas. ¿Y por qué es
importante que el antropólogo participe en esos frentes? Porque
la noción de desarrollo, independientemente de la visión y
perspectiva que se tenga de ella, necesariamente tiene que ver
con la cultura, la organización y estructura de la población a la
que se dirigen los proyectos, población que además constituye
la materia de análisis de la ciencia antropológica. Si realmente

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se quiere lograr un desarrollo sostenible, se debe considerar la
cultura de los grupos con los que se pretende trabajar, de ahí la
importancia de la participación del antropólogo.

Lo anterior sin descuidar la influencia y las condiciones en las que se hallan


inmersos los “tomadores de decisiones”, teniendo cuidado en las críticas sin
sustento que suelen hacerse y prestándole por tanto, particular atención al
análisis holístico e integrador.

Rompiendo con la prevalencia de mujeres jóvenes antropólogas, José


Luis Sánchez Muñoz nos presenta el artículo “El papel de la consultoría
privada en la antropología social”. Estudiante de intercambio en nuestra
escuela, proveniente de la Universidad Autónoma de Madrid, basa parte de su
trabajo en reflexiones provocadas a partir de algunas de las conferencias a las
que asistió dentro del ciclo antes señalado. A dichas reflexiones las nutre con
sus conocimientos de la realidad laboral por la que se transita en España, así
como con las expectativas que tiene sobre su futuro profesional. Inicialmente
da muestra de conocimiento sobre el devenir de la disciplina antropológica
en México y sobre el trabajo de los antropólogos en diversas instituciones
gubernamentales, con el propósito de señalar el contexto en el que se sitúa el
papel que les corresponde a los jóvenes antropólogos actuales, en la sociedad
de hoy y el mercado global en transformación. Ello le permite también criticar
la valoración que otros profesionistas hacen respecto a la antropología:
“Economistas, ingenieros, científicos, profesionales en alza, valorados por
su aportación material en pro del desarrollo, no han dudado en mantener un
trato condescendiente, cuando no desconocedor, hacia la práctica profesional
del antropólogo, considerándola una carrera sin salidas”. Posteriormente

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hace observaciones y críticas al actuar de la antropología dentro de los
muros universitarios que suelen ser tradicionalistas, dando un vistazo a las
características formativas que se están moldeando en Europa, lo que entre
otras cosas significa que “…compañías y fundaciones privadas tendrán luz
verde para dirigir y financiar cursos, postgrados, programas de prácticas,
disponiendo en la universidad de una cantera de mentes afines disponibles
y potencialmente ‘empleables’…” Es justamente en este contexto de crisis,
donde José Luis ve la oportunidad para transformar la labor del antropólogo
y con ello, volver la mirada hacia la consultoría, aunque sin obnubilarse
pues se puede caer en una posición negativa: “¿Serán los antropólogos los
nuevos abogados del diablo en el campo del desarrollo tal como lo han sido
ingenieros y economistas? Llegados a este punto es donde el antropólogo
ha de hacer gala de un posicionamiento ético basado en la buena práctica y
en principios científicos sólidamente argumentados”. De manera interesante,
Sánchez Muñoz nos presenta un breve recuento desde su conocimiento de
posibles espacios donde el antropólogo consultor puede especializarse.
Así, destaca el medio industrial, la mediación intercultural, la promoción y
la conservación y gestión del patrimonio etnológico y cultural, entre otras.
Dentro de las reflexiones finales que realiza considerando el mercado laboral
incierto, destaca el que la consultoría antropológica es un camino en el que
debe prevalecer la ética y la emisión de juicios de valor sólida y científicamente
argumentados.

Otro joven antropólogo, el cual aún se encuentra en formación pero


cuenta ya con una experiencia de participación en un proyecto de innovación
tecnológica, es Arturo Noroña Ezeta, quien en su artículo “No, la verdad es
que no sé lo que hace un antropólogo” nos cuenta de una manera muy amena

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su transitar por la antropología, desde la decisión de estudiar esta carrera
hasta el incipiente pero valioso ejercicio profesional que ha realizado. Este
proceso le permite realizar una reflexión sobre la toma de decisiones que guía
muchas veces a los estudiantes, para definirse profesionalmente, destacando
las actitudes y aptitudes con las que se debe de contar para avanzar dentro de
un ámbito laboral como es la consultoría

Primera y fundamentalmente, se trató de una cuestión de actitud.


Independientemente de la profesión que se desempeñe, mostrar
interés, participar voluntariamente y aprender de sus compañeros,
puede llevar a un empleado más lejos que cualquier tipo de
habilidad técnica para el trabajo que este posea. Fue el hecho
de ofrecerme para trabajar en diversas actividades dentro de la
organización –sin que hubiera dinero de por medio–, además de
mi interés por conocer cada aspecto del funcionamiento de la
misma, lo que constituyó un plus en mi perfil como trabajador.

El enfrentarse a un proyecto que parecía muy alejado del dogma tradicional


de la disciplina, lo lleva a cuestionar más que a la propia ciencia la enseñanza
de ella que se lleva a cabo en la academia:

Por más que busqué en los programas de todas las materias que
se me impartieron a lo largo de tres años, no encontré ni un solo
elemento que me diera alguna pista sobre lo que un antropólogo
podría hacer en este tipo de trabajos. Incluso los textos de la
materia de antropología aplicada parecían anticuados, en todo
caso, versaban sobre estudios clásicos acerca la reubicación de

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comunidades para la construcción de presas, o sobre proyectos
productivos en zonas rurales implementados durante los años
setenta. Pero, ¿dónde estaba mi comunidad?, ¿cómo emplear
mi adorada etnografía, si ni siquiera tenía un grupo humano
con el cual trabajar?, ¿cómo hacer una infalible observación
participante del hábito de ir al baño? Me sentía desarmado.

Al explicar su experiencia en la planeación del proyecto de innovación en


el que participó, da cuenta de los aportes que la disciplina antropológica en
su vertiente aplicada puede realizar, aún en proyectos que parecieran muy
alejados de nuestras temáticas tradicionales:

Mientras exponía escuché varios comentarios de quienes me


rodeaban. “Pues claro” decía la doctora encargada de elaborar
el sustrato químico de la unidad. “Es verdad” decía uno de los
ingenieros en voz baja. Otros, tomaban nota. En general, todos
parecían identificarse con lo que yo exponía: con lo que la
gente había expresado, con lo que los entrevistados pensaban,
con lo que las personas sentían. Aspectos subjetivos pero
esenciales, pues a pesar de tratarse de un proyecto de innovación
tecnológica, no puede hacerse a un lado la idea fundamental de
que la tecnología es, finalmente, una producción cultural con
implicaciones sociales directas.

Ya en el sector de los profesionales de la disciplina que han trabajado por


varios años en la consultoría, Rosa María Vázquez-Mellado Castellanos,
una de las más destacadas consultoras en antropología nuestro país, nos

23
presenta un primer artículo franco, provocativo y aleccionador como ella
suele ser: “¿Por qué vale la pena ser antropóloga?”. Desprendido de
una conferencia dictada en nuestra Facultad de Filosofía en el año 2005,
nos habla de su experiencia formativa, de las inquietudes que tuvo cuando
era estudiante de antropología en torno a la aplicabilidad del conocimiento
que estaba recibiendo, de la imagen del antropólogo en la sociedad, y de
la posición de la propia disciplina en el contexto social. Sus observaciones
al respecto la llevan a catalogarla como una “profesión de tercera”, no de
manera despectiva, sino porque es así como la perciben las otras disciplinas y
los tomadores de decisiones. Sin embargo plantea que esto se debe en buena
medida, a que los propios antropólogos no hemos sabido valorarla y darle su
lugar. “Quienes hemos llegado a la antropología buscamos entender nuestra
propia marginación. Por eso hay empatía con grupos marginados. No obstante,
ahí reside la trampa: nos sentimos jodidos, buscamos el ser “diferentes”, ser
parte de una minoría. Sin embargo, no podremos ayudar a los jodidos a salir
de la jodidez desde la jodidez”. Ella asume una postura de revaloración de la
disciplina a través de las aportaciones que esta puede brindar. En forma amena
nos platica sobre sus primeras experiencias como consultora, y da cuenta de
que ese no saber valorar nuestra ciencia, se refleja en que tampoco sabemos
cuánto cobrar por un servicio. Por otra parte expone algunos de los ejercicios
laborales de consultoría que ha coordinado, demostrando la utilidad y el valor
de la antropología para la resolución de problemas sociales, rescatando de
ellos algunas valiosas enseñanzas.

En “Tres vertientes de aplicación de la antropología”, retomo una


conferencia que presenté en un encuentro sobre antropología aplicada en
Puebla, al que fui invitado por jóvenes estudiantes de aquel entonces. Basado

24
en esa conferencia, la cual no había sido publicada hasta ahora, le agrego
reflexiones actuales a partir de algunos comentarios de colegas y alumnos
a quienes les estoy profundamente agradecido. Haciendo un recuento
general sobre el desarrollo de la antropología aplicada en México, llego a
la conclusión de que hay tres ámbitos principales del ejercicio de ésta: la
que denomino “aplicada institucional”, que tiene que ver con dependencias
gubernamentales; la “académica”, desarrollada en centros de investigación y
universidades y la de “consultoría”, llevada a cabo en la iniciativa privada.
Trato de presentar de cada una de ellas las características principales que
poseen, de las cuales asimismo derivan tanto sus debilidades como fortalezas.
Esto me lleva a hacer una comparación de un total de 22 categorías. Sin
embargo he de señalar que como toda clasificación, por momentos parecen
muy subjetivas y generalizables algunos de las condiciones que marco, pero
el sentido es dar una idea comparativa de esos tres ámbitos.

Oscar Banda González quien trabaja como asesor en un grupo parlamentario


en la Cámara de Diputados, y con quien, como ya señalé, tuve el gusto
de co-organizar un simposio sobre el tema de consultoría, nos habla de su
experiencia práctica en ese terreno profesional en el artículo “Legislación y
antropología: una experiencia profesional”. En este apunta que el debate en
torno a la presencia indígena en el escenario nacional desde la década de los
noventas, estuvo marcado por la presencia de la disciplina y los antropólogos.
A partir de su experiencia como asesor de un grupo parlamentario, señala
los conocimientos y habilidades que se requieren por parte del antropólogo
para realizar tal labor, las características de los propios grupos objeto de la
acción legislativa, y las materias sobre las que se ha legislado y en las que
él ha participado respecto a su diseño. Este texto de manera muy puntual

25
y aleccionadora identifica las condiciones que distinguen a un asesor
parlamentario, situación que tiene que ver con la conformación de iniciativas,
minutas y proposiciones legislativas, pero que no se queda en la sola
perspectiva del derecho constitucional, sino que aporta al debate considerando
las especificidades y características de las comunidades indígenas, así como
la diversidad pluriétnica de nuestro país, teniendo además como condición,
el que se trabaja de manera estrecha con otros profesionistas. Marca así
derroteros posibles para el ejercicio profesional:

La incursión de los antropólogos en el ámbito legislativo, no


solamente puede darse en el tema indígena; la legislación en
materia de cultura, educación y género, son ámbitos en los que
considero que los antropólogos tienen elementos necesarios
para una intervención profesional. Aquí sólo me he referido a lo
indígena, debido a que ha sido desde esta perspectiva en la que
he desarrollado mi actividad profesional dentro de la Cámara de
Diputados.

La antropóloga María Antonieta Gallart Nocetti, quien ha sido funcionaria


gubernamental en varias dependencias donde ha estado a cargo de la
implementación de proyectos de desarrollo, nos platica en su artículo “Los
antropólogos en las instituciones gubernamentales”, algunas de las
situaciones, condiciones y características que reviste el trabajar en este tipo
de nichos laborales. Inicia reconociendo que

El ejercicio de la antropología ha transitado por diversas etapas


en la historia contemporánea de nuestro país, desde el amplio

26
reconocimiento de los antropólogos como los expertos en las
culturas indígenas que auxiliarían a la nación mexicana en su
propia construcción, a través de la política indigenista; pasando
por el rechazo de los propios antropólogos a la tarea aplicada
por motivos éticos e ideológicos, hasta la sobrevaloración de la
práctica académica como la única pertinente y la consecuente
descalificación y aislamiento de otras prácticas profesionales.

A partir de ello, realiza un breve recuento de los ejercicios reflexivos donde


el gremio ha discutido sobre el desarrollo profesional de la antropología, lo
cual da pie a señalar una debilidad que tenemos: “No obstante la preocupación
permanente sobre el tema, como gremio no conocemos a ciencia cierta ni
hemos sistematizado las diversas prácticas profesionales de los antropólogos,
ni en el pasado ni ahora, para contar con un diagnóstico actualizado y
con base en este generar las estrategias para ampliar su participación y
reconocimiento en el mundo del trabajo”. Considerando justamente el ámbito
laboral en el que se desenvuelven algunos antropólogos, en este caso, los
del ámbito gubernamental, Antonieta nos hace partícipes de sus reflexiones
personales entorno a sus inicios como becaria y su posterior incorporación
como investigadora académica en el entonces CISINAH, hasta el amplio
ejercicio laboral que ha tenido por 25 años como funcionaria pública en al
menos nueve dependencias, en las cuales ha participado realizando entre
otras cosas, “…diagnósticos y análisis, diseño de políticas públicas agrarias,
agropecuarias, culturales, rurales, sociales e indígenas; instrumentación de
programas, elaboración de metodologías y evaluación de acciones públicas,
coordinación de equipos interdisciplinarios en campo y en gabinete; he
participado también en conciliaciones y negociaciones agrarias e indígenas,

27
en la promoción cultural, y he dirigido una institución”. Con base en esa
amplia experiencia nos brinda una clasificación de las situaciones entorno a la
práctica profesional del antropólogo en dichas dependencias. Posteriormente
reflexiona sobre el grado de incidencia y contribución del antropólogo en los
proyectos. Por último, cuestiona las razones del por qué, desde su experiencia,
la participación de los antropólogos en las dependencias ha decrecido y, fiel
a su forma de ser, plantea algunas propuestas en lo social, lo gremial y lo
individual para atender esta problemática.

Con mucha experiencia en trabajos tanto académicos como de consultoría,


Beatriz utrilla Sarmiento nos presenta en el artículo “Trabajando por
contrato. La antropología social en la consultoría”, sus reflexiones sobre
el ejercicio de la antropología en procesos de consultoría, particularmente
de aquellos que tratan sobre la conformación de expedientes para conseguir
declaratorias de patrimonio de la humanidad por parte de la UNESCO.
Comienza por destacar el desconocimiento que hay de la disciplina fuera del
ámbito académico donde

[…] las diversas disciplinas suelen observar a la antropología


como una ciencia concentrada en el ámbito académico, que
genera conocimiento en torno a la diversidad cultural, hecho que
es cierto y por ventura se sigue realizando, pero lamentablemente
no se conoce su larga y permanente participación en el ámbito de
las políticas públicas nacionales, su participación colaborativa
con la sociedad civil y las organizaciones locales y su trabajo en
la industria, entre muchos otros espacios en donde la actividad
antropológica es cada día más creciente.

28
Desde su óptica la antropología en la consultoría se ha desarrollado en
tres vías: una en donde los antropólogos trabajando asociados en consultoras
establecidas por grupos de profesionistas de las ciencias sociales; otra a partir
de la subcontratación de antropólogos como especialistas del área cultural y
social para proyectos en consultoras diversas; y la última que cataloga como
más constante: la subcontratación de antropólogos en proyectos adjudicados
a instituciones educativas “de prestigio”. En cada una de ellas trata ciertas
características generales, sin embargo se centra en la segunda, donde aborda
el papel de los antropólogos consultores en la búsqueda de declaratorias de
patrimonio de la UNESCO. Este tipo de declaratorias posibilita, según su
decir, una relación bidireccional entre la academia y la aplicación de los
conocimientos mediada por la consultoría. Entre otras características coincide
con otros autores de esta obra, en que este tipo de ejercicio laboral demanda
el saber trabajar en equipo, el saber manejar los tiempos, el determinar
parámetros de valoración de los elementos culturales, el conocer y utilizar las
normatividades internacionales, el saber argumentar y sobre todo, el valorar
el posible impacto, positivo o negativo, que sobre las comunidades originarias
existirá de conseguirse una declaratoria.

El siguiente artículo es un ameno y provocador escrito de Ricardo María


Garibay V., quien desde el título deja ver una clara postura: “La utilidad
de la antropología y la inutilidad de los antropólogos”. De manera inicial
plantea el anquilosamiento que se vive en la vida académica de la disciplina,
la cual cada vez responde menos a las realidades actuales. Llama la atención
sobre la importancia de desarrollar más la denominada antropología aplicada,
participando así realmente en la solución de problemáticas sociales

29
Porque URGEN antropólogos que hagan propuestas para
orientar las políticas públicas de diversas instituciones
con los conocimientos de la antropología, para atender los
problemas que competen a los antropólogos; porque URGEN
antropólogos como agentes de apoyo, de acompañamiento,
que sirvan de vínculo, de enlace, de correa de transmisión
entre las comunidades, ejidos y organizaciones sociales y las
instituciones, las agencias financiadoras de proyectos, las
instancias de capacitación y transferencia de tecnología. Esa es
una labor que no hacen nuestros académicos y en la que como
gremio hemos estado ausentes.

Demanda el que la academia se transforme para que verdaderamente sirva


a la sociedad, y que en todo caso, se clarifiquen las capacidades de docentes,
maestros, académicos, investigadores y se empleen productivamente en los
ámbitos en que sirvan. A lo largo del artículo lanza una serie de interrogantes
por demás clarificadoras:

¿Por qué la ceguera y sordera de las escuelas de antropología


ante los reclamos de los alumnos para que les enseñen las
herramientas necesarias para incorporarse a un mercado de
trabajo ávido de antropólogos útiles, no de académicos?...
¿existe algún proyecto de esa escuela, departamento o facultad
vinculado a programas gubernamentales de SEDESOL,
SAGARPA, SEMARNAT, SECRETARÍA DE SALUD, etc.?
¿Existen proyectos de esa escuela vinculados a demandas de
las organizaciones campesinas? ¿Existe algún proyecto de

30
esa escuela vinculado a programas que estén desarrollando
Organismos No Gubernamentales? ¿Cuántos proyectos de esa
escuela están vinculados a programas de agencias financieras
nacionales o internacionales? La respuesta a estas preguntas
nos va a permitir saber que tan vinculada está esa escuela,
departamento o facultad de antropología con las necesidades
del país.

Tomando como ejemplo el ejercicio profesional que desde hace mucho


tiempo lleva a cabo en la asesoría para diversas instituciones y organismos
públicos y de la sociedad, sobre el tema del manejo de los recursos naturales,
nos brinda un panorama desalentador para el ejercicio de los antropólogos,
debido justamente a la falta de preparación en cuestiones prácticas y operativas
que contrasta con las necesidades y oportunidades que existen.

En un segundo artículo que escribí, “La aplicación de la Antropología.


Comentarios sobre la enseñanza”, pretendo dar cuenta de la transformación
que se está llevando a cabo en una parte de la trinchera académica
antropológica, por lo menos en la Facultad de Filosofía de la UAQ y en otras
escuelas de provincia. Coincidiendo plenamente con las críticas hechas por
los consultores y antropólogos gubernamentales hacia el anquilosamiento
de la academia, y habiendo transitado por esos espacios laborales, trato de
abordar de manera muy general y esquemática, algunas condiciones, así
como pros y contras del ejercicio profesional de los antropólogos en los
ámbitos gubernamental, académico, de consultoría, en la iniciativa privada
y las ONG’s, relacionando esas condiciones con la formación que se está
brindando a los futuros antropólogos:

31
Esto es, considerando los ámbitos antes enunciados como
espacios para el ejercicio laboral, la lógica implicaría que
hay que preparar a los jóvenes para lo que les espera, sin
embargo, en la enseñanza actual prevalece la formación social
científica, es decir, preparar a los jóvenes antropólogos para
que sean investigadores académicos, cuando la realidad es que
difícilmente lo serán.

De una manera secuencial expongo las principales características de la


enseñanza que comúnmente se lleva a cabo en las escuelas formadoras de
antropólogos y hago un acercamiento a sus debilidades y contradicciones.
Posteriormente aporto desde mi experiencia, algunas consideraciones para
transformar esta situación negativa. Planteo de manera central el cambiar la
visión sobre el rol que juegan y deben jugar los antropólogos, reconociendo la
amplitud de potenciales campos de acción, los cuales demandan antropólogos
preparados con una visión más práctica, es decir, que sepan hacer diagnósticos,
estudios, evaluaciones, monitoreo, asesoría y capacitaciones entre otras cosas.

También en un segundo artículo, Rosa María Vázquez-Mellado nos acerca


a lo que denomina apropiadamente “El irreverente arte de la consultoría”.
Al igual que varios de los autores previos, critica la enseñanza que se le
proporciona a los jóvenes:

[…] la Antropología en México no forma profesionales para


reproducir al sistema, todo lo contrario, nos enseña a analizar y
cuestionar, y en este sentido es robusta y altamente calificada,
no obstante, pierde fuerza y se vuelve “in-útil” al privar a su

32
aprendiz de herramientas prácticas y de sustentos teóricos
para fundamentar propuestas de cambio, lo cual se traduce en
desgaste y frustración cuando sale del aula.

Plantea como posible espacio laboral la consultoría, aunque señala que es


compleja y difícil, y va marcando algunas de las condiciones que se deben de
afrontar para realizarla, las cuales van desde la detección de problemáticas y
la gestión, hasta la venta del servicio. Define que el consultor es irreverente

[…] porque no busca complacer al sistema, ni cubrir sus


expectativas, ni sus requerimientos, al contrario, con habilidad
lo cuestiona, le muestra sus deficiencias y a la vez le da
alternativas. Juega los juegos del poder para mostrar que está
equivocado, es deficiente e ignorante, y que las premisas en las
que se apoya son falsas, para luego darle otras “nuevas”. Busca
resolver, busca servir, y aunque pudiera parecer que apoya a
funcionarios para su lustre personal, en realidad los impulsa a
generar cambios comprometidos con la sociedad, toda una “meta
de ambición”, sabiendo que en la mayoría de las ocasiones, su
aportación permanecerá en el anonimato.

Posteriormente desarrolla tres de las capacidades que a su modo de ver


son fundamentales para el ejercicio como consultor: claridad, autoestima,
y tener conocimiento de otros ámbitos de la ciencia y otras herramientas
metodológicas, destacando la importancia del trabajo multidisciplinario.

33
Francisco Peña en su artículo “Encuentro de disciplinas y profesiones:
El antropólogo en otros campos de trabajo”, nos hace partícipes de sus
reflexiones e interrogantes éticas, teniendo como base su experiencia al
ejercer la disciplina en proyectos multidisciplinarios. Inicia resaltando la
heterogeneidad del ejercicio profesional antropológico, la cual contrasta con
la perdida de espacios laborales en donde señala como ejemplo la CDI. Para
él hay tres modalidades de ejercicio profesional que tienen que ver con la
posición que guarda el antropólogo, es decir: “…antropólogos que trabajan
solos como investigadores o consultores; aquellos que dirigen investigaciones
con un grupo de colaboradores principalmente antropólogos, y aquellos que
dirigen a profesionales de otras disciplinas o campos”. Sin embargo reconoce
que hay un cuarto sector muy amplio, el de los antropólogos que trabajan bajo
el mando de otros profesionistas. Esta posición del antropólogo frente a otras
disciplinas, le permite abordar la discusión sobre los dilemas éticos a que se
suele enfrentar este profesionista. A partir de su experiencia laboral aborda
la conformación de identidades profesionales en las que hay oposiciones
y dicotomías: “…la oposición de prácticos frente a especulativos; críticos
frente a propositivos y modernos ante tradicionalistas”, que no son las únicas,
pero si las que más aluden a los antropólogos. El imperativo de la búsqueda
por soluciones prácticas parece marcar el ejercicio cuando se trabaja con otros
profesionistas, sobre todo, como fue su caso, con ingenieros agrónomos, ello
lo lleva a preguntarse: “¿Cómo pueden construirse ámbitos de colaboración
entre las profesiones que difieren en el alcance de sus obligaciones?”.
Reflexionando a partir de las relaciones laborales con otros profesionistas y a
su vez con los sujetos de estudio, Peña señala que

34
Los dilemas éticos de los antropólogos no se agotan en la relación
con los grupos a los que pretenden estudiar. Una buena parte
del ejercicio profesional se tiene que realizar en colaboración
con otras profesiones que cuentan con sus propias prioridades,
marcos de referencia e imperativos éticos. Esa situación vuelve
más complejo el problema, pues demanda un tipo de relaciones
entre profesionales que significan obligaciones recíprocas. El
antropólogo debe someter a la crítica no solo su comportamiento,
sino el de los otros profesionales con los que trabaja. Pero,
¿cómo hacerlo considerando la naturaleza específica de esas
otras disciplinas?

Continuando con algunas reflexiones alrededor de las nuevas pautas de


enseñanza que se deben brindar a los futuros antropólogos consultores, Juan
José Bárcenas Casas nos plantea en su artículo “La antropología aplicada
frente a los retos de la modernidad en México”, que es necesario aproximar
al estudiante a las posibilidades reales de inserción laboral. Con base en su
ejercicio profesional de más de 25 años, que lo ha llevado a transitar en espacios
laborales de la iniciativa privada, la academia, la asesoría a organizaciones, la
consultoría y la intervención social, señala que

En la investigación académica, se trata, generalmente, de sólo


brindar una aproximación comprensiva de la realidad, una
nueva forma de explicación, una descripción sistemática y
profunda o bien una crítica a los modelos imperantes, pero sin
ir más allá. Por su parte, en la consultoría además de la crítica
se debe hacer un planteamiento de posible solución pero sin

35
llegar a la implementación; la cual le corresponde llevar a cabo
a otra instancia. En cambio, en los procesos de intervención
comunitaria, como su nombre lo dice, se trata de coordinar
las acciones que lleven a la atención práctica de los problemas
sociales con un alto contenido cultural. De hecho, en ocasiones
la consultoría y la intervención social van asociadas y por ello
comparten ciertas cualidades y condiciones.

Teniendo como base esta distinción, aborda algunas condiciones que son
necesarias enseñar a los estudiantes que se quieran preparar en el campo de
la consultoría y la intervención social. Así, nos habla de la conformación de
equipos, de considerar los tiempos de realización, de la importancia de la
gestión y las relaciones públicas, de aspectos administrativos y de la dificultad
que la labor de consultoría conlleva en el mundo globalizado actual.

Finalmente en el artículo “La formación de jóvenes antropólogos


consultores. Un reto para las escuelas de antropología”, planteo la
necesidad de realizar cambios en la currícula de algunas de las escuelas
formadoras de antropólogos. Parto de un doble argumento que tiene que ver
con lo interno, en las instituciones educativas, y con lo externo, en el mercado
laboral. En las escuelas muchos de los programas y también muchos de los
profesores que imparten cátedra, ya están desfasados de la realidad laboral
y las problemáticas sociales que se viven. La enseñanza implica así tratar
de articular la selección de contenidos con las limitantes institucionales, los
intereses del profesorado y de los alumnos, y las demandas de potenciales
usuarios de los estudios, tarea por demás compleja. En lo externo tenemos
un mercado laboral al que van a enfrentarse los egresados, caracterizado

36
por la inestabilidad y la precariedad. Dada esa doble condición negativa,
planteo la consultoría como una opción laboral, aunque señalo algunas de
las características formativas básicas que demanda y que resumo en una
formación diferente sobre todo en aspectos metodológicos, así como en el
manejo competitivo de las circunstancias laborales. En la última parte doy
cuenta de las propuestas para la enseñanza que ya se están llevando a cabo en
el área de antropología de la UAQ.

De alguna manera los artículos aquí presentados coinciden en la


necesidad de modificar, de innovar y de romper paradigmas académicos para
conseguir adaptarnos a las circunstancias actuales, para que la antropología
recobre la pertinencia y el espacio privilegiado que merece, en el análisis
y la transformación de las problemáticas sociales actuales. Los autores que
participamos aquí, tenemos la esperanza de haber sembrado el germen de la
reflexión, dejamos abierta la puerta para que se discutan las ideas y se lleve a
cabo un debate argumentado sobre el contenido.

Sólo me resta dar cuenta de un profundo agradecimiento, a todos los que


colaboraron en la elaboración de este libro, comenzando por todos y cada uno
de los compañeros y amigos que participaron con la exposición de sus ideas
en los artículos que conforman el mismo. Gracias a los jóvenes antropólogos
Griselda Martínez, María José Lazcano, Adriana Ruiz, María Gabriela
Aguirre, José Luis Sánchez y Arturo Noroña, por atreverse a lanzar críticas
justificadas y demandas. Gracias a los amigos, todos ellos profesionales
de la antropología: Oscar Banda, Francisco Peña, María Antonieta Gallart,
Ricardo María Garibay, Rosa María Vázquez-Mellado, Beatriz Utrilla y Juan
José Bárcenas, quienes estuvieron dispuestos a compartir sus experiencias.

37
Gracias también a los muy gentiles dictaminadores Dr. Juan Luis Sariego,
Dra. Sulima Falconí, Dr. José Luis Castilla, Dr. Jaime Nieto, Mtra. Claudia
Lucía Villegas, Mtro. José Ignacio Urquiola y Antrop. Diego Prieto, quienes
con sus lecturas críticas y propositivas hicieron posible que los artículos
mejoraran. Gracias también a los estudiantes de antropología de la UAQ, con
quienes he compartido a lo largo ya de varias generaciones que han pasado
por las aulas, aprendizajes y enseñanzas, críticas y anhelos, sueños y fracasos.
Espero que este texto responda en algo a sus expectativas.

38
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crítica. México: INI.

40
Cómo llegar a ser consultor sin morir en el intento
de ser antropólogo

Griselda Martínez Romero

A manera de introducción: ¿Por qué ser antropólogo?

Quise comenzar el presente escrito, cuestionándome con esta pregunta, porque


creo que es el comienzo del camino para llegar a ser consultor: ¿Por qué ser
antropólogo? ¿Por qué no ser contador, ingeniero, administrador, periodista,
químico, etc.? ¿Por qué la antropología?

Ya Vázquez-Mellado había escrito una conferencia que llevaba justamente


ese título “¿Por qué vale la pena ser antropólogo?” (Vázquez-Mellado,
2005) y aunque obviamente su respuesta es resultado de una vasta experiencia
laboral como consultora, de cualquier manera pretendí, sin querer descubrir
el hilo negro de la antropología aplicada, sí describir desde mi punto de vista
una realidad que se desprende de una pregunta común entre muchos de los
estudiantes que optamos por esta carrera.

Hablar de mi experiencia como antropóloga sería muy pobre, lo que


supongo también pasa con la mayoría de mis compañeros, quienes quizás
lo más que podrían compartir sería su experiencia en la práctica de campo,
en el servicio social y tal vez en uno o dos proyectos donde trabajaron como
auxiliares, promotores, de “sujeta papeles”, o de “arregla libros” con algún
maestro de la facultad que los incorporó porque “le cayó bien o porque era
destacado”.

41
Este camino de 4 años inició con el deseo de ser alguien, de hacer algo y
también por la presión social de estudiar, aunque fuera cualquier cosa. Muchas
de las historias que a lo largo de estos años escuché de mis compañeros y
amigos del por qué estudiaron antropología me sorprendieron bastante.
Llegué a conocer personas que vinieron de lugares lejanos muchas veces
rurales, con el sueño de ser antropólogos. Sin embargo algunos de ellos no
lograron concluir los estudios por diferentes situaciones, desde económicas
hasta personales. Debido a estas historias, me interesó indagar entre mis
compañeros ¿Por qué antropología? Así que se lo pregunté a tres de ellos y
esto fue lo que me dijeron:

Judith: ujuju, pa cambiar al mundo, ja no sé. Tenía clases de


filosofía y no quería echar a perder mi vida reflexionando,
sabía que no lograría nada en mi rancho y pues, me dieron la
oportunidad; si hubiera conocido más tal vez no me hubiera
metido a antro pero no la cambio por nada, me hace ser mejor
persona; la neta, si con otras carreras te estancas, si quieres
investigas por tu cuenta, pero si no te quedas en el mero
conocimiento duro.

tsi tyadi: pues en primero fue difícil elegir y me la jugué en un


tin marin entre historia y antro, y pues cayó antro, y durante el
curso de inducción me agradó la idea y decidí quedarme en la
carrera, así que así me interesé por la antropología, y vi que sí
me gusta y es muy interesante; bueno, no es por ser mala onda,
me voy, regreso al rato porque tengo una hija que bañar, y ya te
imaginarás que desmadre es eso.

42
Παλλάς Αθηνά: yo al principio no sabía lo que era antropología,
la confundía con arqueología y pues como no entré con ustedes
porque si hubiera entrado antes me hubiera tocado en su salón,
pero bueno en ese año que no estudié me dediqué a buscar que
era o que significaba y pues ya que me enteré pues me interesó
los temas que se manejan, además que no quería llevar una
carrera que llevara matemáticas; pero bueno ahora que ya
estoy adentro me ha gustado mucho porque siento que es la
carrera que he buscado toda la vida y que es la que me puede
llegar a llenar mis expectativas que tengo en la vida.

Cómo podemos ver, estas respuestas distan mucho de tener certeza y de un


interés formativo respecto a la formación antropológica.

Muchos compañeros a quienes escuché hablar de por qué se decidieron por


la antropología, manifestaron no haber sabido exactamente que era esta, pero
que ya estando en el aula y en la práctica de campo, cuando por primera vez
se vieron internados en la sierra, en el semidesierto u otros espacios libres y
lejos de la ciudad, del ruido de ésta y comiendo tortillas hechas a mano y en
el comal, con un plato lleno de frijoles de olla, en la cocina de palo de “Doña
María”, mientras ésta amablemente les relataba su quehacer cotidiano y una
que otra historia triste de su vida, se enamoraron del campo, del quehacer
antropológico, de la antropología y por esa razón decidieron seguir adelante
con los años restantes.

La situación entonces radica en poder entender porqué los jóvenes entran a


la licenciatura sin el mínimo conocimiento sobre qué hace un antropólogo, y

43
por qué aún así y a pesar de que es una licenciatura con poca demanda ya tiene
en Querétaro 10 generaciones y 20 más en maestría. ¿Qué está impulsando
a los jóvenes queretanos a estudiar antropología si no saben siquiera en un
principio qué es?, ¿será que la antropología se entiende como algo exótico y
por lo mismo atrayente?...

“Mi segunda opción es Antropología”

Los antropólogos podremos decir que allá afuera nos necesitan en todo,
desde en una escuelita oculta en un rancho, en las universidades públicas
y privadas hasta en los grandes proyectos de desarrollo auspiciados por el
Banco mundial, la ONU, la FAO, etc. Pero la percepción de los de afuera,
aquellos que alguna vez escuché ser descritos por un colega como los simples
mortales o la gente común, es completamente diferente a la que muchas veces
imaginamos, ¿cómo es posible que nosotros que trabajamos con esa gente no
nos demos cuenta que percepción tienen de nosotros?

La percepción más común que hay sobre nuestra disciplina, de los mismos
alumnos o egresados, surge desde cómo nos vestimos hasta de los lugares
en los que andamos, más allá de nuestro trabajo o de los alcances de nuestra
disciplina. De hecho, nosotros mismos podemos tener muchas veces una idea
falsa, debido a la falta de conocimiento sobre quiénes somos y qué hacemos.

Para ingresar a cualquier universidad se pide cierto número de puntaje,


relacionado con el área a la que el alumno se inclina. Como es bien sabido,
medicina, derecho y otras disciplinas son las más competidas y en las cuales
por tanto se pide un número más alto de puntos. Antropología sin embargo,

44
es una de las que menos exigen en puntaje junto con otras carreras del área
humanística como Bellas Artes y Filosofía entre otras (por lo menos esto
ocurre en la UAQ). La realidad es que muchos que ingresan a la licenciatura
llegaron a ella por el boleto de “segunda opción”.

Allá afuera se tiene la idea, y esto es cultural, de que si no te costó trabajo,


no vale la pena; decir que para antropología necesitas un mínimo esfuerzo para
ingresar y otro mínimo para salir es algo que “supuestamente” no se ve en otras
licenciaturas o ingenierías. ¿Por qué nos sorprendemos cuando escuchamos
que algún conocido logró entrar a medicina, química o ingeniería?, obviamente
porque pensamos que ese conocido no tenía las suficientes capacidades, pero
resulta que sí las tuvo para ingresar a una carrera que demandaba puntajes
altos, mientras que, como ya señalé, en la nuestra puede cualquiera si la puso
como su de segunda opción. Esto me lleva a criticar el proceso de selección
que se implementa en nuestra escuela, pues de entrada, pareciera que demerita
a la propia disciplina. No estoy tampoco proponiendo que en automático se
eleven los estándares de puntaje sino que por lo menos se elimine la entrada
de segundas opciones y mejor aún, se haga un proceso real de selección con
base en las afinidades y las capacidades que demanda la antropología.

La percepción que se tiene allá afuera de nosotros es que: “si fue tu segunda o
tercera opción ¡qué importa!... entraste muy fácil, la antropología cualquiera
la hace y ¡está fácil!”. Aseveraciones con las que no estoy de acuerdo pues
no cualquiera puede hacer antropología. ¿Cuándo la antropología será más
tomada en cuenta y al antropólogo se le verá como un sujeto realmente
importante? Considero que cuando el propio antropólogo comience a valorar
su disciplina. Es necesario que cambiemos ciertas formas de comportamiento

45
y ciertas actitudes que supuestamente nos identifican como antropólogos: ser
fachosos, desadaptados, “desmadrosos” y promiscuos, entre otras.

Para quienes no conocen la antropología ni nunca han escuchado hablar de


ella, esta disciplina les parece exótica, y para quienes la conocen y no están
dentro de ella y sólo conocen a los “típicos antropólogos”, les parece solo
cuestión de desmadre. En una red social popular en internet, leí un comentario
que decía: “Los antropólogos nos hemos vuelto lo exótico en todas partes a
las que vamos. De estudiar al otro diferente, nos volvimos lo diferente, hasta
lo exótico”

El antropólogo en el aula

Muchas historias se pueden relatar en las aulas de clases del por qué
se decidió ser antropólogo, por qué a pesar de todas las criticas externas,
muchos de nosotros felizmente permanecemos 4 años en la escuela, leemos
entusiasmados historias sobre tribus lejanas, etnografías de pueblos que quizás
nunca visitaremos y nos apasionamos en debates sobre multiculturalidad,
identidades, diversidad o cualquier fenómeno social. Querer ser antropólogo
no radica en tener un título que diga “Licenciado en Antropología Social” o
que te llamen “antropólogo” al lugar al que fueres, cuando realmente eso es
lo de menos. En el proceso para ser antropólogo se aprenden muchas cosas
que terminan cambiándonos la vida; se aprende a mirar el mundo con otros
ojos, a ver al otro como alguien diferente pero que no es menos ni más que
tú, aquel al que llamamos otredad; se aprenden muchas cosas que a la larga
vemos como naturales y obvias para entender al otro.

46
Pero en el aula donde se forman antropólogos, se leen caras y sueños
diferentes a los que en un futuro se harán realidad. En una ocasión pregunte a
un colega ¿seré buena antropóloga cuando salga de la escuela?, él me contestó
que antes que me catalogara cualitativamente, me preguntara qué tipo de
antropóloga pretendía ser: ¿contestataria?, ¿comprometida con la realidad
social?, ¿utilitaria?, ¿o solamente interesada en conseguir una chamba
cualquiera para poder sostenerme económicamente?

Cualquiera que sea la respuesta, ser antropóloga me pone en un escenario


complicado por las circunstancias globales del mercado en las que el país y
el resto del mundo se encuentra. En las aulas el antropólogo no ve limitado
su ejercicio, al contrario se da cuenta que puede hacer todo tipo de trabajo
donde se involucre el hombre. Pareciera que los antropólogos queremos
salvar el mundo, pero afuera es distinto: ¿el mundo querrá ser salvado por
los antropólogos? Pese a todo lo que se diga de las maravillas que sabe hacer
un antropólogo la situación es complicada, tenemos las herramientas que
desarrollamos en clase pero debemos saber emplearlas para construir puentes
de diálogo, los cuales realmente sean susceptibles de ser aplicados en la vida
de la gente.

La antropología es una disciplina moderna ajena en buena medida, a la


estricta división de otros campos del saber poco proclives a abordar una
misma problemática desde diferentes ópticas científicas, o incluso, a tomar
nuevas problemáticas. La metodología de la disciplina nos permite poder
conocer más a fondo la problemática social y crear esos puentes de diálogo
que ya había mencionado antes. El saber antropológico posibilita identificar
y explicar las diferencias y similitudes culturales, probar hipótesis y construir

47
teorías que amplíen nuestra comprensión sobre cómo funcionan los sistemas
sociales y culturales.

El antropólogo y la consultoría

Después del camino largo que se vive para poder ser antropólogo, podemos
llegar a hablar ampliamente del trabajo aplicado de nuestra disciplina que se
desarrolla en nuestro país, desde una perspectiva de la antropología mexicana.

Mucho se ha escrito sobre el desarrollo de la antropología en México y


sobre cómo ésta se ha utilizado para diferentes fines, no sólo en nuestro país
sino en el resto del mundo. Así, el desarrollo de la antropología mexicana
tiene su auge para los años 1920-1970 cuando ésta se ve involucrada en la
vida político-administrativo del país (García Espejel, 2001) con trabajos
como los de Manuel Gamio y sus proyectos integracionistas de la población
indígena, cuando la importancia de las políticas de desarrollo trascendieron
los esquemas de la economía política y se enriquecieron con los aportes de las
investigaciones multidisciplinarias.

A esta antropología práctica y enfocada a resolver problemas le llamamos


antropología aplicada. En su sentido más general, la antropología aplicada
incluye cualquier uso del conocimiento y/o de las técnicas de cuatro
subdisciplinas para identificar, evaluar y resolver problemas prácticos. La
práctica de la antropología aplicada vio frutos ya madurados en la época de
los años ochenta, pero no como antropología aplicada-institucional sino como
“consultoría”, término que ya se ha utilizado antes para referirse al trabajo
multidisciplinario de investigación aplicada a un problema, en este caso social.

48
¿Qué ventajas tiene el trabajo de consultoría para un antropólogo?.
Realmente considero que el trabajo aplicado es muy subjetivo puesto
que, para comenzar, aquellos que fueron formados con la idea de que el
antropólogo debe hacer el bien para el pueblo y no venderse, verán esta forma
de investigación poco digna y ética. Sin pretender adentrarnos dentro de la
discusión de la ética antropológica, que dicho sea de paso, por momentos
raya más en una postura política, entiendo que el trabajo del antropólogo
en las consultorías es una de las respuestas al mercado laboral global que se
está comiendo a la antropología “romántica”, la que, al mismo tiempo, deja
a muchos egresados sin saber qué hacer con su conocimiento aprendido en el
aula. En la mayoría de los casos, el trabajo del antropólogo en la consultoría
busca dar una solución a un problema concreto, planteado por alguien que
está incluso dispuesto a pagar para que le ayuden. Por esta razón se debe ir
más allá de explicar, comprender o analizar, pues se deben llegar a proponer
alternativas para la construcción de puentes de diálogo, los cuales posibiliten
una relación más sana entre los actores sociales en conflicto. El antropólogo
consultor transita entre la identificación y elaboración de proyectos, hasta la
evaluación y el monitoreo de los mismos. De esta manera un antropólogo en
una consultoría diseña y formula herramientas necesarias para la elaboración
de proyectos, programas o lo equivalente a estos.

Una de las críticas más fuertes al trabajo antropológico es que se da en


una escala micro y que es tan extenso en tiempo y tan descriptivo, que
termina siendo un libro de muchos tomos sin aplicación, es decir, una
densa descripción meramente académica. Por lo que comprendí después de
revisar la escasa bibliografía al respecto y lo aprendido en un seminario, la
ventaja del trabajo en consultoría es que podemos aplicar el conocimiento

49
antropológico de manera concreta. Cierto es que el trabajo de consultoría
necesita tiempo para consolidarse con buenos clientes y hacer una cartera
confiable, así como también se necesita tener una solvencia económica y
una buena administración que permita solventar las temporadas de “sequía
laboral”. Aunque para muchos el trabajo en consultoría parezca lo mejor en
la investigación antropológica, se debe aclarar que es una moneda de dos
caras, que si bien dará muchas satisfacciones, también puede enfrentar al
antropólogo a carencias económicas. Habría que hacer un análisis sobre las
consultoras en México para conocer cuántos puntos a favor tiene.

Reflexiones finales

Reconozco que no tengo un desarrollo laboral en ese ámbito y que sólo parto de
mi experiencia como alumna en un seminario, de la asistencia constante a un
ciclo de conferencias que al respecto se organizó en la facultad, cuando estaba
estudiando, y de mi interés que me llevó a revisar bibliografía al respecto y a
discutir con amigos, compañeros y egresados sobre las posibilidades laborales
del antropólogo. A través de esto pude ver que la realidad cotidiana para la
gran mayoría de los estudiantes, es la carencia que tenemos de experiencia
práctica. Sin embargo, aún así me atrevo a plantear algunas consideraciones
que, aunque subjetivas y parciales, considero aportan en la medida en que se
convierten en demandas sentidas por muchos de los estudiantes y egresados.

En lo personal creo que conocer el amplio trabajo del antropólogo en “donde


sea”, sea en lo académico o lo aplicado, nos enriquece con un conocimiento
que posteriormente aplicaremos. La consultoría es una alternativa que no
debemos pasar por alto, ya que nos muestra que el trabajo del antropólogo

50
no sólo está en lo académico sino en lo aplicativo, en conjunto con otras
disciplinas o ciencias y que está allá afuera donde se necesitan alternativas
diferentes. El antropólogo tiene a su favor que la formación que tenemos es
tan vasta, y que no es tan sólo de sentido común como parece serlo, que nos
permite tener una visión diferente de los hechos. La labor del antropólogo
no sólo se encuentra en la investigación, sino en el quehacer diario de la
humanidad: hemos llegado a un umbral donde la “modernidad y lo global”
han causado conflictos culturales que necesitan ser explicados, y donde
nosotros podemos ser esos mediadores e intérpretes.

El ser partícipe del ciclo de conferencias, en el que tuve la oportunidad de


estar como oyente, fue una experiencia totalmente diferente a las que viví en
toda la licenciatura. Fue en este, mientras yo cursaba los últimos meses de
la licenciatura, cuando escuche mencionar el trabajo del antropólogo en la
consultoría, donde la antropología aplicada que había aprendido se hacía más
concreta y palpable. Fueron los momentos en las conferencias de Ricardo
Garibay, Rosa María Vázquez Mellado, Oscar Banda, Francisco Peña y Diego
Prieto entre otros ponentes, que entonces esas clases que tomé en la licenciatura
se vieron reflejadas en historias vividas por investigadores que como yo, alguna
vez fueron estudiantes. Lo más interesante de las conferencias fue que entendí
como el conocimiento antropológico era utilizado para resolver diferentes
problemáticas sociales, desde industriales hasta aquellas relacionadas
con el medio ambiente. Asimismo tuve la oportunidad de conocer cómo
cada investigador logró posicionar estos conocimientos antropológicos en
conjunto con otras disciplinas. Fueron para mí momentos de enriquecimiento
intelectual, cuando me di cuenta que la antropología era tan amplia como
muchas veces en clase lo leímos. Encontré en aquellos discursos ejemplos

51
claros y concretos de los ejercicios prácticos que hicimos en la clase optativa
de “Antropología y consultoría”, que enriquecieron mi conocimiento sobre la
practicidad de la antropología aplicada, más específicamente en el trabajo de
consultoría. Las evaluaciones, la identificación, la elaboración de proyectos
y el monitoreo que había oído mencionar en clase, se volvían realidad al ser
aplicadas por investigadores en distintas experiencias. En ese mismo tenor,
fue más gratificante en el momento que nosotros mismos las realizamos como
ejercicio práctico, cuando tuvimos que enfrentarnos a la tarea de elaborar
propuestas, gestionarlas y tratar de “venderlas” y, con esto, comprender que
como antropólogos podíamos hacerlo y aplicarlo cuando se requiriera en el
ejercicio laboral.

Fueron momentos de tensión, de estrés y de grandes satisfacciones los que


vivimos en estos ejercicios, los cuales realizamos en la clase de “Antropología
y consultoría”, considerando que respondían a realidades, como las que habían
comentado los investigadores del ciclo de conferencias.

Habría que demandar que en la formación del futuro antropólogo, hubiera


aproximaciones cada vez más prácticas al ejercicio profesional que nos espera
allá afuera. Habría que exigir que no se desvincule la academia de la realidad
laboral externa pues a final de cuentas, quienes salen perjudicados, no son los
investigadores que en las instituciones académicas, en sus cómodos cubículos
rodeados de libros tienen ya resuelta su vida, sino los estudiantes que apenas
estamos vislumbrando la nuestra.

52
Bibliografía

García Espejel, Alberto. (2001). Tres Vertientes de la antropología. Ponencia


inédita. México.

Vázquez-Mellado, Rosa María. (2002). La antropología: profesión de tercera.


Ponencia inédita. México.

----- (2005). ¿Por qué vale la pena ser antropóloga? Ponencia inédita. México.

53
54
¿Qué nos corresponde hacer como antropólogos?
Reflexiones y debates en torno a la antropología y la consultoría.

María José Lazcano Vázquez-Mellado


Adriana Ruiz Durán

Es de suma importancia crear nuevas perspectivas en cuanto a nuestro quehacer


antropológico entorno a la respuesta social para la realidad que nos ha tocado
vivir, que, como próximos trabajadores en esta disciplina, daremos ante los
retos que las problemáticas actuales nos plantean. La reflexión que provoca
el campo de la antropología y la consultoría, permite acercarnos a la difícil
situación de cómo valorar y vender el saber de las ciencias sociales a quienes
buscan su servicio. Es un llamado al análisis para encontrar la utilidad de ésta
ciencia en situaciones y escenarios sociales reales, complejos y que tienen la
urgencia de ser previstos y resueltos por aquéllos que somos en teoría aptos
para hacerlo.

Diferentes autores como Guillermo Bonfil Batalla (1995), Alberto García


Espejel (2010) y Rosa María Vázquez-Mellado (2010), expresan un punto
de vista claro y firme acerca del papel de la antropología en la actualidad:
sus deberes, responsabilidades, fallas, necesidades y ventajas. La lectura
de sus obras junto al conocimiento adquirido en la academia, nos permiten
posicionarnos y tomar perspectivas críticas en torno a la utilidad de esta
ciencia y resaltar la necesidad de posicionarla como una herramienta para el
cambio social, desde un análisis permeado por las experiencias, las creencias
y valores que a lo largo de la licenciatura se han reafirmado y modificado en
torno a la teoría y la práctica antropológica.

55
En este sentido proponemos que quienes dedicaremos nuestra vida
al ejercicio de las ciencias sociales, las humanidades y todos los estudios
que involucren a la gente y las comunidades, empecemos por asumir que
es inevitable la subjetividad y por tanto, que en todo momento debemos
tener como punto de partida la honestidad para con aquellos con los que
trabajaremos sobre una serie de situaciones: cuáles son los intereses que nos
mueven, qué postura tenemos ante la temática y problema que vamos a atender,
cuál es nuestro nivel de compromiso y qué objetivos perseguimos. De esta
forma, tanto en la práctica como en el análisis teórico dejaremos en claro los
alcances y las limitaciones de nuestro trabajo, para que a su vez otros tengan
la posibilidad de construir nuevas interpretaciones que les lleven a entender
las múltiples realidades y verdades que existen en el mundo. Esperamos guiar
al lector a lo largo de estas reflexiones, con la advertencia de que han nacido
desde el interés personal de dar respuesta a esa serie de preguntas, las cuales
hemos encontrado en las aulas y los escenarios locales.

La antropología y consultoría es un campo laboral que implica llevar a la


acción el saber y la reflexión de la ciencia social, es decir, aplicar el conocimiento
adquirido en una situación para cambiar hábitos y comportamientos. Sin embargo
se debe pensar en cuestiones prácticas no sólo desde la antropología, sino a
partir de todas aquéllas ciencias y metodologías que sean útiles a la resolución
de problemáticas sociales y escenarios urgentes de intervención social.

Para entender el ejercicio de la consultoría, debemos considerar que como


antropólogos nuestro estudio se basa medularmente en la cultura. La cultura
entendida como hábitos, patrones de comportamiento, reglas sociales, legado
material y simbólico, así como tipos y formas de convivencia en una sociedad.

56
Precisamente aquí la consultoría nos plantea una interrogante fundamental:
¿Cómo podemos transformar la cultura? ¿Cómo podemos incidir en ella?
La antropología aplicada es de esta manera el fin último de la consultoría,
desde ella se pretende reafirmar la utilidad del conocimiento, la incidencia
y pertinencia de nuestra ciencia en una sociedad que se ve atravesada por
una serie de problemáticas y escenarios de conflicto que le exigen y plantean
el cambio. Pero entonces, aquí entran en conflicto aquellos paradigmas que
durante años han rodeado a las ciencias sociales, sobre la idea de que nuestro
quehacer se reduce a la interpretación teórica de las culturas, los cuales han
dado por consecuencia la pasividad y el silencio ante los problemas que viven
cada una de las comunidades de nuestro país, junto al hecho de que no seamos
parte de las decisiones que sobre el presente y futuro de esas sociedades
se toman desde gobiernos y sectores privados. La consultoría nos permite
reafirmar nuestra creencia de que somos capaces de innovar, de intervenir en la
realidad, de trabajar en conjunto con otras disciplinas y de emprender acciones
rápidas y eficientes: somos una ciencia que es necesaria y útil en la actualidad.

Ahora la gran pregunta es cómo lograr lo anterior si la mayoría de las


veces no somos conocidos en otros ámbitos, ¡que tan común suele ser que
nos confundan con arqueólogos, paleontólogos, sociólogos… ¡o de plano
muchos no saben ni lo que hacemos! Y lo peor de todo: a veces ni nosotros
mismos lo sabemos. ¿De quién es entonces la responsabilidad de transformar
la realidad, nuestra propia realidad?

No cabe duda de que la responsabilidad es de nosotros mismos, como


individuos pertenecientes a esas realidades y más aún, como científicos sociales
que hemos sido formados para ello ó por lo menos así nos lo prometieron

57
las universidades en las que realizamos nuestros estudios. Sin embargo, ante
los vacíos que tiene la academia por la falta de un enfoque más práctico, es
importante que asumamos el compromiso de seguirnos preparando. Debemos
tener como fin último la aplicación de los conocimientos y el análisis
constante de la realidad que nos rodea y de la cual somos parte, ya que nunca
podremos solucionar una problemática si no la conocemos tanto de manera
teórica como práctica, en donde el conocimiento nos debe llevar a la acción.
Los problemas que enfrenta nuestro país hoy en día, no sólo pertenecen a las
comunidades rurales y los sectores desprotegidos, son parte de una realidad
común, en la que todos tenemos algo que hacer y decir.

La antropología, por medio del trabajo con una consultora, nos permite
ser partícipes en el cambio social y en la toma de decisiones. Nos sitúa en la
posibilidad de ser creativos con nuestras metodologías y estar en constante
construcción y remodelación de los conocimientos para atender, entender,
proponer y responder a los fenómenos que las culturas y las sociedades
enfrentan. Culturas y sociedades siempre dinámicas que plantean por tanto
a nuestra ciencia la necesidad de innovar y estar involucrada en dicho
dinamismo para dar respuesta a estas problemáticas.

Sin embargo, paradójicamente parece que hemos olvidado lo anterior, que


la cultura, las sociedades y realidades están en constante proceso de cambio,
y que aunque por ello pueden parecer en cierto modo impredecibles, son
susceptibles a la previsión y por tanto a la generalización. No obstante la
academia y las instituciones, que nos emplean y nos forman, no se actualizan
ni buscan estar en esa constante renovación.

58
Por otro lado es importante señalar que existen dos tipos de investigaciones
sociales y que por tanto éstas difieren en el tipo de finalidades que persiguen.
Las primeras son los estudios científicos- académicos, con los cuales se busca
hacer una aportación teórica a la disciplina, una documentación de hechos
y lograr el reconocimiento del gremio. Los segundos pretenden ser estudios
aplicados, los cuales también tienen una reflexión teórica pero su fin último
es la aplicabilidad del conocimiento. Siguiendo las reflexiones anteriores
entonces volvemos a preguntarnos: ¿qué tan preparados estamos para
hacernos presentes en la realidad a través de los conocimientos aprendidos
durante nuestra formación? Es necesario por tanto mirar y analizar sobre en
qué medida se nos enseña esto durante los cuatro años ó más de formación
académica en la ciencia antropológica. Desde nuestro punto de vista, podemos
asegurar que en la propia formación poco ha sido el acercamiento a estas
reflexiones, se nos enseña a salir a la práctica de campo y a elaborar un diario
de las experiencias vividas durante esta y otras técnicas, como la observación
participante. Sin embargo no se nos enseña que el conocimiento no debería
de conformarse sólo de la teoría, y como en este caso de una especie de
práctica – la cual muchas veces es una suerte de poner en práctica la teoría,
de practicar la teoría y en el mejor de los casos reconstruir la teoría con lo
aprendido en la práctica – sino de interrelación entre la teoría, la práctica y
la intervención, la cual de como resultado la transformación de la realidad,
formando así una cadena inseparable, integral y subsecuente.

Es hasta que algunos tenemos la oportunidad de hacer antropología aplicada


con el fin de implementar un proyecto de desarrollo para las instancias
gubernamentales o para las iniciativas privadas, que nos damos cuenta de
nuestros vacíos, de nuestras debilidades al enfrentarnos a una realidad que nos

59
exige atención y soluciones. Salimos pensando que somos especialistas para
ello y que para eso estamos formados, pero a la hora de la verdad nos damos
cuenta que no es del todo cierto. La realidad es que nos enseñaron a analizar
los fenómenos sociales desde las teorías más populares de nuestra disciplina,
aquellas que han dejado grandes legados epistémicos y conceptuales, sin
embargo, no pensamos que la mayoría de estos surgieron a partir de una
realidad específica y del contacto de los autores con esta, generando teorías
que eran respuestas a dicha realidad. Es este un gran error de la academia que
nos forma, querer aplicar como fórmulas exactas e invariables al estudio de
las sociedades, las cuales son altamente dinámicas para acabarla de amolar,
teorías que tienen un siglo que se construyeron junto a algunas más recientes
pero provenientes de otros lugares del mundo. Más aún, si pensamos que
América Latina posee una serie de condiciones históricas, políticas y culturales
complejas, es necesario el esfuerzo de formar científicos sociales capaces de
interpretarlas de manera más profunda y cercana, capaces de comprometerse
en la resolución de sus grandes problemas al estar inmersos en ellos y al tener
también, la posibilidad de participar en sus procesos de cambio de manera
directa.

Ahora, no se debe pensar por lo anterior que toda propuesta que salga
de la academia no es válida, por supuesto que lo es, pero en la medida en la
que se articula a la realidad y la transforma, en la medida en la que es puesta
a prueba aplicándola y midiendo su funcionalidad a través de la opinión de
la gente a la cual le puede ser útil. Por ello, una de las primeras cosas que
nos toca hacer como antropólogos, es exigir a las instituciones y personas
que nos preparan académicamente, que nos hagan conscientes de que somos
partícipes y responsables de la realidad en la que vivimos, y así evitar que

60
nuestra ciencia siga condenada al olvido y hoy más que nunca, a morir porque
no ha sido capaz de mostrar su utilidad y pertinencia.

La academia debe cambiar su creencia de que existe una imposibilidad en


los antropólogos, para plantear leyes generales sobre la sociedad. Creemos
que es importante considerar los distintos factores que componen un suceso
social particular, pero se debe permitir que los frutos de estas reflexiones y los
conocimientos que de ellas se derivan, puedan establecer puntos de encuentro
en los diferentes escenarios de estudio, logrando atender y prever las
problemáticas sociales que se desencadenan a través de situaciones comunes,
compartidas por otras culturas y sociedades. Desde que somos estudiantes,
vemos evidente que existe una vinculación o similitud entre movimientos
sociales de distintas partes del mundo, que se pueden explicar en términos
similares, esto no quiere decir que no se tomen en cuenta las particularidades
sociales de cada grupo, sino que se construyan modelos que impliquen un
mayor impacto de la antropología aplicada, al tener esta la posibilidad de
atender distintos escenarios.

Sin embargo no todo es responsabilidad de la academia, como podría


parecer que se enuncia en este trabajo. Existen campos y oportunidades que
como antropólogos tenemos la oportunidad de crear, así como aspectos de la
formación que podemos ayudar a transformar a partir del interés personal.
Precisamente esta es una de las propuestas de Rosa María Vázquez-Mellado,
quien plantea que la actitud y el valor dado por nosotros mismos a los
estudios, es una parte primordial no sólo del posicionamiento sino de la
divulgación actual de la antropología. En este sentido debemos en primera
instancia asumirnos como antropólogos y creer que nuestra ciencia es útil,

61
que puede comprometerse con las realidades que estudia en la acción y que
está a la par de todas las otras ciencias que conocemos. Debemos abrirle paso
en gobiernos y sectores privados, a la convicción de que los problemas que
atraviesan las sociedades actuales no sólo tienen que ver con aspectos técnicos
y económicos, sino con procesos de cambio cimentados en la cultura, las
prácticas y los valores de los seres humanos que los viven.

Muchas veces estamos acostumbrados a ver nuestro estudio como un


pasatiempo, como algo interesante y misterioso, perdiendo de vista que uno
de los fines más importantes de estudiar a las sociedades es indudablemente
la capacidad para incidir en escenarios de conflicto, aportando reflexiones y
soluciones novedosas que nos lleven no sólo a entenderles con la sensibilidad
que nos da el saberlos como procesos humanos complejos, en los que se
entrelazan una multiplicidad de factores, sino a transformarlos en beneficio
de la gente. Esto es urgente en un país como México, donde la marginación
y la inequidad han creado fuertes contrastes, los cuales superan los retos que
habían sido planteados hasta entonces a todas las ciencias.

La responsabilidad social y la solidaridad son también dos aspectos


centrales en nuestro quehacer, constituyen un camino que se debe construir
junto a la acción participativa. Esta última debe partir de un planteamiento
bien estructurado, es decir, de una planeación congruente y un análisis
comprometido, sin dejar de ponerla a disposición de la gente que es a
quien finalmente va dirigida. El ejercicio antropológico lleva esta semilla
de la participación en cada estudio y proyecto que realizamos al lado de
las poblaciones, de las comunidades que junto a nosotros permiten que el
conocimiento se transforme y se renueve, al igual que nuestras metodologías.

62
La consultoría plantea el reto no sólo a la antropología, sino al grueso de
las disciplinas sociales de innovar, de cambiar los cánones establecidos en la
academia en cuanto al conocimiento y el método, porque a diferencia del fin
teórico que estos tienen, en una consultoría lo que se busca es la resolución de
problemas, la práctica de nuestras disciplinas para transformar. Se innova de
alguna manera en la búsqueda de resolución de un problema social en corto
tiempo, pues entre otras cosas se requiere el uso de técnicas, teorías y métodos
un tanto diferentes a los tradicionales. A esto se suma el hecho de que se deben
entregar resultados a quienes nos han contratado en los tiempos establecidos
y que se debe hacer un trabajo de calidad. De esta forma, innovación y calidad
se convierten en el nuevo canon que debemos lograr para insertarnos en el
mundo laboral de la consultoría.

La antropología y consultoría logra ubicarnos como actores sociales en


una realidad laboral, inmersa en aquellos campos de trabajo con empresas
privadas, instituciones gubernamentales, ONG’s y AC’s, donde entran
otros factores que influyen en el desenvolvimiento y reconocimiento de
la antropología. Sin embargo, muchas veces estos sectores no consideran
prioritario tomar en cuenta las necesidades sociales y humanas para el mejor
funcionamiento de sus programas, metas y capitales. Desgraciadamente en la
mayoría de los casos no tendremos control sobre el trabajo y acciones que se
harán a partir de la información proporcionada a estos organismos y peor aún,
muchas industrias y empresas privadas no creerán pertinente el saber de un
antropólogo, para proporcionar mejores condiciones laborales ó para evitar
problemáticas sociales dentro y fuera de su empresa. En épocas actuales el
primer recorte que se hace es el humano, la gente ha pasado a segundo
término y por tanto también las ciencias sociales y las humanidades.

63
Pero no debemos resignarnos como lo hemos hecho, sino que debemos
aprender a “vender” nuestro conocimiento como necesario y trascendente, con
la seguridad de que implica mejores resultados para los programas y acciones
de la iniciativa privada y el sector público, con la convicción de beneficiará
a las personas y sociedades involucradas. Precisamente este es el fin de la
consultoría. Debemos asumirnos como agentes de cambio en todas las áreas
que conforman a una sociedad, y no limitarnos a aquellas construcciones
de lo que se supone deberíamos estar haciendo los antropólogos, como las
etnografías de pueblos originarios. Hoy la antropología tiene la capacidad y
el deber de participar en estructuras complejas de la sociedad rural y urbana:
nos corresponde asumirnos como algo más que narradores de realidades
distintas a las nuestras.

La consultoría nos brinda la oportunidad de expandir nuestros nichos


laborales y de que todas las organizaciones e instituciones mencionadas, vean
en la antropología una disciplina eficiente, analítica y útil. El cambio no será de
un día para otro, eso es cierto, pero mientras la academia incluya cada vez más
estas reflexiones y nosotros nos avoquemos a llevarlas a la práctica, es que irá
transformándose también nuestra realidad como antropólogos. Autores como
García Espejel y Vázquez-Mellado hacen hincapié en sus testimonios, sobre
la importancia de asumir responsabilidades ante nuestra labor antropológica
y elaboran fuertes críticas a la academia, exigiendo que esta se renueve
en sus contenidos y su metodología. La importancia de estas reflexiones
radica en que promueven los alcances y logros de nuestra ciencia desde sus
experiencias, las cuales comparten para que la visión de la antropología pueda
ampliarse y transformarse. De manera central, también permiten abordar la
relación de nuestra ciencias con otros campos del conocimiento, así como en

64
la inter y la multidisciplinariedad, la cual es un tema que viene discutiéndose
en los últimos años, y en donde existen muchos prejuicios que han hecho de
la antropología, una ciencia a veces aislada, minando así sus alcances y su
participación en la actualidad. Impensable que la antropología tantas veces
peque de antropocéntrica.

Son múltiples las ocasiones que a lo largo de la formación profesional,


alguien crea innecesaria o ridícula la implementación de metodologías
distintas a las propias en un trabajo de investigación. A las metodologías y
propuestas teóricas distintas se les invalida, resumiendo como válidas sólo
aquellas cuyo origen es antropológico. Lo que no nos damos cuenta, es que
estamos cerrando la posibilidad de entender la realidad de una manera integral
y más profunda, y nos quedaremos mirándola sólo bajo un ángulo que limitará
la oportunidad de verla en sus múltiples dimensiones.

Hoy en día es fundamental el trabajo con otras disciplinas para enriquecer


las propuestas y lograr un mayor alcance de los proyectos que se quieren
realizar, los cuales exigen conocimientos en distintas áreas de las que son
parte los problemas y situaciones a atender, tanto en los ámbitos tecnológicos,
económicos, políticos, socioculturales, etc. Por otro lado se posibilita una
relación laboral con personas que tienen distintas formas de acercarse a los
fenómenos y de hacer las cosas, poniéndonos el reto tan difícil de aprender
a escuchar diferentes puntos de vista, de abordar los problemas desde otras
perspectivas tan necesarias para generar soluciones más reales, es decir,
que contemplen todos los factores que implica una transformación cuyos
resultados no sean a corto sino a largo plazo.

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Estas y otras reflexiones similares pudimos hacerlas de manera directa
durante el último año de la licenciatura, cuando tuvimos la oportunidad de
formar parte de un proyecto de desarrollo comunitario. En este convivimos con
estudiantes y especialistas de otras ramas de la ciencia, como las ingenierías
y el diseño, tan lejanas hasta el momento para nosotros, y otras como la
historia y la filosofía mucho más cercanas. Con la participación de todos los
integrantes, desde sus campos de conocimiento y sus perspectivas, vivimos
la posibilidad de construir metodologías para el trabajo multidisciplinario, así
como de interpretar y analizar las situaciones con miradas distintas a la propia
y ejecutar acciones que sobrepasarán la formación académica, entendiendo
que para lograr un proceso de desarrollo, no sólo era necesaria la aportación
de los antropólogos sino la de otros especialistas, que al igual que nosotros,
tienen un compromiso social con la realidad.

Dicha experiencia nos llevó a considerar que los equipos de trabajo


multidisciplinarios, son la realidad más real a la que nos enfrentamos hoy
en día en el mundo laboral. En este sentido tenemos que hacer el esfuerzo de
acercarnos e informarnos sobre el trabajo de otras disciplinas, estando abiertos
a la discusión y reflexión desde sus aportes y los que nosotros podemos poner
en la mesa.

Hoy en día en nuestro país existen muchas situaciones de conflicto en


las que podemos incidir, en las que debemos tomar postura, y en las que
necesitamos emprender acciones sabiendo que irán en algunas ocasiones, a
contracorriente. No tengamos miedo de ponerle nombre a las cosas, ni de influir
en la toma de decisiones sobre el rumbo de las circunstancias que vivimos,
ni de tender un puente entre las instituciones y la gente, entre la realidad y

66
la teoría. Sin embargo, tendremos que hacer el esfuerzo de redefinir y fijar
una ética personal, tan indispensable en nuestro accionar porque trabajamos
con otros seres humanos que como nosotros, tienen el derecho a elegir y ser
tomados en cuenta, y en la cual la academia en esto nos ha dejado fórmulas
vagas, confusas y contradictorias.

Finalmente seguimos preguntándonos ¿Qué estamos haciendo entonces lo


antropólogos ante este panorama y qué nos corresponde hacer? Parece que
nos hemos resignado a permanecer desconocidos para la gente y para aquellos
que deciden día a día el rumbo del país. Parece que nos hemos conformado
con una carrera que suena interesante pero nadie sabe lo que hace, a decir que
sí cuando nos preguntan por la Pirámide del Pueblito y los huesos. Entonces,
es tal vez cuando poco a poco vamos olvidando que podemos hacer muchas
cosas, que debemos participar de manera activa en los grandes conflictos que
aquejan al país, y que amenazan con agravarse si no se inician acciones y
propuestas desde distintas trincheras. Las ciencias sociales deben tener aquí
un lugar importante, deben trabajar al lado de esas otras ciencias que ya
dejaron de ser duras y se dan cuenta poco a poco, con la sensibilidad que
los escenarios tan graves que se presentan en nuestro país han aflorado. Hoy
todos tenemos un quehacer y una responsabilidad de acción.

Los antropólogos debemos más que lamentarnos, aprovechar este panorama


para aportar las herramientas en las que nosotros somos especialistas,
interpretando, analizando, conciliando y proponiendo soluciones desde la
cultura, el sentir y la percepción de la gente. No debemos olvidar tampoco
esa exigencia que hizo décadas atrás Guillermo Bonfil Batalla desde la
convicción en su quehacer como antropólogo, de analizar nuestras estructuras

67
políticas-económicas y sociales que reproducen la inequidad y que enmarcan
los problemas, para generar cambios más reales no sólo desde los estudios
académicos sino desde las poblaciones mismas, a partir de una crítica profunda
de las condiciones actuales.

Durante la práctica de campo y la experiencia en el proyecto que hemos


mencionado, nos dimos cuenta de que la antropología tiene la capacidad de
responder y analizar cualquier situación, y más aún, que tiene la posibilidad
de innovar con calidad en los retos que la iniciativa privada hoy plantea a
partir de la consultoría. Por otro lado, no debemos dejar la solidaridad con
esas realidades, las cuales no se podrán resumir jamás a meras interpretaciones
teóricas, existen porque son vividas por grupos casi siempre marginados y
excluidos, que luchan día a día por transformarlas, que exigen el cambio a
los gobiernos y que nosotros deberíamos también asumir como nuestra dicha
exigencia, aportando desde nuestro saber todas aquellas herramientas que
puedan ser útiles para mejorar sus condiciones, y solucionar los problemas
que enfrentan. Sin embargo, sólo podremos lograr esto si reconocemos
la importancia y el potencial de esta ciencia, su utilidad y capacidad para
intervenir en las sociedades y los procesos de cambio, innovando en métodos
y teorías.

68
Bibliografía

Bonfil, Guillermo. (1995). “El pensamiento conservador en la antropología


aplicada. Una crítica”, en: Obras Escogidas de Guillermo Bonfil. Tomo I.
México: INI-INAH-DGCP-Conaculta-Fifonafe-SRA-CIESAS.

García Espejel, Alberto. (2010). La formación de jóvenes antropólogos


consultores. Un reto para las escuelas formadoras de antropología. Ponencia
inédita. México.

Vázquez-Mellado, Rosa María. (2010). El irreverente arte de la consultoría.


Ponencia inédita. México.

-------- (2002) La Antropología: profesión de tercera. Ponencia inédita.


México.

69
70
Por qué debe la antropología ser integrada
en los procesos de desarrollo

María Gabriela Aguirre Ramírez

El presente artículo es producto de algunas experiencias que he tenido desde


que concluí mi formación como antropóloga en la Universidad Autónoma
de Querétaro, en los ámbitos de la consultoría social externa a instituciones
públicas gubernamentales y también interna, es decir, dentro instituciones
públicas en donde formalmente no se lleva el nombre o la etiqueta de consultor
o asesor, pero que dentro de las funciones que se realizan se encuentra implícito.

Lo que a continuación presento no son más que puras reflexiones que he


venido haciendo a partir de mi ejercicio dentro de los campos aplicados de la
antropología. Algunas satisfacciones y también sinsabores que hacen posible
que la vida sea vivida y que representan justamente el reto de los antropólogos:
ser analíticos, críticos pero también propositivos, y poner nuestro granito de
arena en los procesos de cambio.

La integración de la antropología a los procesos de desarrollo no es un tema


nuevo, debemos remitirnos a su participación en los procesos de colonización
que Inglaterra empleó en sus colonias, como parte de sus esfuerzos de
expansión territorial. Sin embargo, la antropología ha ido evolucionando de
tal manera que más recientemente se ha transformado en un instrumento de
crítica y cuestionamiento de aquello que se daba por supuesto y establecido.

71
Esto último es el punto medular a reflexionar: el papel que los antropólogos
debemos desempeñar es esta crítica a los procesos de desarrollo actuales, de
acuerdo a las características de las poblaciones a las que se dirigen, pero la
crítica debe ir acompañada de una aportación, una propuesta de cambio.

Por principio debemos hablar acerca de lo que entendemos por “desarrollo”.


Normalmente, al desarrollo se le han dado varios enfoques, depende de quién
lo define y hacia quién lo dirige. Desde mi percepción este concepto está
actualmente trastocado, es decir, cada sector social lo utiliza en la forma
que más conviene a sus intereses. El sector público, el académico, las
organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general puede entender
algo distinto de lo que significa el desarrollo.

Normalmente cuando se utiliza la palabra desarrollo, casi siempre se tiende


a enfocarlo hacia lo económico. Sin embargo, desarrollo es en la realidad un
concepto bastante amplio, complejo e integrador que implica las estrategias
que debieran ir encaminadas al mejoramiento del bienestar social en general,
lo que involucra no sólo que las condiciones económicas de la población
se eleven para satisfacer las necesidades básicas y con ello reducir niveles
de pobreza, es decir, no sólo es necesario incrementar el empleo, conseguir
aumentar el ingreso per cápita, la producción, y la apertura de mercados, como
señalan los políticos y economistas, sino que también es necesario tomar en
cuenta cuestiones que tienen que ver con el desarrollo humano y cultural de
la población, entorno a educación y salud por ejemplo. Hay que considerar
aquellos aspectos que componen el capital social, la organización o estructura
comunitaria, la ampliación de los procesos de participación de la sociedad
dentro de las decisiones que afectan la vida de una determinada localidad,

72
región, estado o nación, el mejoramiento de los índices de seguridad laboral
y la promoción de los valores culturales. En este sentido podríamos decir que
el desarrollo tiene que ver con “una transición hacia la mejora integral de un
país”. Por lo que la cultura es determinante para lograr el desarrollo.

Por supuesto que la palabra desarrollo implica también el crecimiento de la


infraestructura, de la industria, de las innovaciones tecnológicas, etc., pero no
debe de ninguna manera circunscribirse sólo a ello, como muchas instituciones
públicas lo han manejado, teniendo plena convicción en ello. En este sentido,
aunque el gobierno mexicano cuenta con un plan estratégico de desarrollo
nacional (que se encuentra dividido en cinco ejes rectores: Estado de derecho
y seguridad; economía competitiva y generadora de empleos; igualdad de
oportunidades; sustentabilidad ambiental; democracia efectiva y política
exterior responsable), el cual tendría que ser ejecutado por cada estado de la
república a través de la definición de estrategias de las diferentes secretarías
ligadas entre sí, en la realidad se le da mayor peso a la noción econométrica.

Dentro del sector público en México, el concepto de desarrollo es en cada


dependencia utilizado de acuerdo a sus objetivos, así, tenemos una noción
parcial acorde a cada dependencia: sector agrícola, energético, de salud,
educativo, desarrollo sustentable y económico. No existe transversalidad en
las políticas de desarrollo del país, las leyes e instituciones no se encuentran
vinculadas entre sí, por ello es que cada una trabaja de manera aislada y con poca
coordinación. Así, hay dependencias que tienen objetivos muy similares pero
independientes, eso implica un gasto mayor de los recursos públicos y como
resultado tenemos una administración deficiente de los mismos. También, es
común que en las instituciones se repitan los patrones de desarrollo de hace 20

73
ó 30 años, en los que los proyectos se realizaban a través de la imposición y no
por la inclusión y participación de la sociedad en las decisiones.

Esto es tan real, que en la contraposición de leyes y políticas públicas se


confunde a la población beneficiaria del pretendido desarrollo, y si a ello le
sumamos aquellos grupos que se oponen a este en aras de “salvaguardar” el
patrimonio natural y cultural del país (conservadurismo puro), grupos que
arrastran e influencian directamente las decisiones de políticos y de ciertos
sectores de población, tenemos como resultado la inmovilidad y un sinfín de
conflictos sociales, además de la desconfianza en las instituciones públicas.
Finalmente el principal afectado es la población a la cual supuestamente se
dirigía el desarrollo.

La mayoría de la iniciativa privada en nuestro país, maneja una visión


de desarrollo que tiene que ver fundamentalmente con incremento de las
ganancias con el mínimo de inversión, aprovechamiento de prebendas
oficiales, cooptación de mercados y explotación de los trabajadores gracias
a las modificaciones de las leyes laborales. La parte social es vista más como
un obstáculo a la inversión (más bien a la ganancia), y cuando la consideran
la manejan más como beneficencia con la cual obtener además de deducción
de impuestos, una buena imagen como empresa socialmente comprometida.

La población por su parte no se organiza para exigir y gestar verdaderos


cambios y sólo de vez en cuando, se agrupa para frenar algunos proyectos
que les afectan, por ejemplo, comunidades que han parado obras y grandes
proyectos como los “macheteros” de Atenco o bien, los nahuas del Alto Balsas
con la presa Parota.

74
Esta mezcla de “muchos desarrollos” nos trae graves consecuencias como
país “independiente” y frena nuestros intentos de escalar hacia el primer
mundo, ya que el país que no desarrolla tecnología y no abre mercados no
es capaz de autoabastecerse, pero tampoco puede garantizar la educación y
el empleo. Es un país que depende en gran medida de las cosas que producen
otros, incluidas la investigación científica y tecnológica, además, favorece los
intereses de los países de primer mundo mientras nosotros nos quedamos igual
o peor que como empezamos. Y entonces viene la rebatinga de la discusión
y la confrontación por el concepto de desarrollo, que cada quién desde su
trinchera se ha dedicado a desvirtuar. 

Para acabar de completar el cuadro también tenemos ahora el muy de


moda concepto de desarrollo sustentable o sostenible, ¿cuál es la diferencia?,
¿qué concepto debemos utilizar realmente?, ¿es posible lograr el desarrollo
sostenible dentro de un sistema económico mundial que nos consume
vorazmente y nos envuelve cada vez más?

Por ello, pienso que lo que nos toca hacer es replantear el concepto de
desarrollo y definir qué desarrollo es el que queremos para nuestro país, sin
dejar de lado que somos parte del sistema mundial y así es como funcionamos.

La confusión del concepto se vuelve un problema para diseñar estrategias,


no sólo en la planificación y la formulación de políticas, sino en la definición
de planes, programas y proyectos de los diferentes sectores públicos
gubernamentales que, lejos de unificar sus criterios y vincularse entre sí,
trabajan cada uno de manera aislada ya que la normatividad de nuestro país
lo permite. Sin embargo, hay que empezar a integrar el desarrollo por algún

75
lugar, quizá partiendo de acciones particulares y no de todo un sector pues
sería muy complejo, podría empezarse en un organismo gubernamental con
acciones que impacten y que logren la reproducción de los nuevos patrones y
así, lograr a un plazo más largo la integración de todo el sector gubernamental.
Es indudable que los cambios en las normativas del país tendrían que darse de
esta forma en algún momento.  

Actualmente existe una gran discrepancia entre lo que debemos seguir o no


haciendo, o promoviendo: ¿el desarrollo o la conservación? No acabamos de
entender que lo que se busca no es terminar con los recursos naturales, sino más
bien, buscar estrategias adecuadas para su aprovechamiento que nos permitan
que estos perduren a través de las generaciones. Hoy en día es imposible
entender la vida de los seres humanos en este planeta, sin contemplar la
transformación de la naturaleza en herramientas que permitan que la vida sea
más sencilla y llevadera. Tampoco terminamos todavía de entender de dónde
sale la energía que consumimos todos los días, cómo es que tenemos vehículos
motorizados para trasladarnos de un lugar a otro, cómo es que podemos tener
comunicaciones virtuales con personas al otro lado del mundo, cómo es que
logramos salir a la calle ¡calzados y vestidos! No lo alcanzamos a entender,
porque ni siquiera nos lo preguntamos en la mayoría de las ocasiones. Pero
cuando comenzamos a analizar a fondo los procesos, podemos darnos cuenta
de que nada de lo que la humanidad ha evolucionado hasta ahora desde que
este planeta se pobló por nuestra especie, ha sido posible sin transformar el
medio natural. Definitivamente dependemos de nuestros recursos naturales
para sobrevivir, por esa sencilla razón es que debemos tomar consciencia
de que es fundamental preservarlos el mayor tiempo posible y en el mejor
estado. De lo que se trata es de propiciar un desarrollo integral, aprovechando

76
al máximo lo que se tiene, sin generar tantos desperdicios como sucede
actualmente. Definitivamente no estamos de acuerdo con el conservadurismo
sin razón, no es posible cerrarnos a decir que el desarrollo no puede darse
más a partir de este momento, y mantener intacta la naturaleza, de no ser
así podríamos proponer a todos aquellos que están absolutamente negados al
desarrollo que vayan eligiendo la cueva en la que quieren vivir, se despojen
de todo lo material que les ha rodeado hasta ahora, y vivan como cazadores
recolectores, es decir, vuelvan a empezar.

Hasta este momento he abordado algunas de las implicaciones de la noción


de desarrollo, sin embargo, aún no hemos entrado al terreno de cómo los
antropólogos podemos integrarnos a las dinámicas de desarrollo del país.

La antropología tiene un gran campo de aplicación, ya sea en el medio


rural o urbano, y los procesos de desarrollo, se llevan a cabo necesariamente
en estos dos ámbitos. Desde los años ochenta los antropólogos comenzaron
a inmiscuirse en cuestiones de desarrollo, dentro de grandes organizaciones
internacionales como el Banco Mundial. En México, un vastísimo campo,
aunque actualmente es limitado el espacio y bastante competido, es el sector
público, esto nos permite incidir más directamente en las decisiones quizá no
en los niveles más altos de la política pero sí a niveles más operativos, llámese
por ejemplo de planificación de proyectos. Esto nos posibilita el tener voz
y aportar acerca de las alternativas y los posibles escenarios que se pueden
presentar, teniendo varias opciones de acción. 

En los sectores públicos podemos aparecer como asesores o consultores,


ya sea dentro de la misma organización o como externos, es decir, dentro

77
de una empresa consultora, o una universidad o un centro de investigación
especializado y por qué no, dentro de una Organización No Gubernamental.

La consultoría resulta ser bastante útil y los trabajos suelen servir de gran
ayuda para los tomadores de decisión, siempre y cuando se lleve a cabo por
personal especializado, que cuente realmente con la experiencia en el campo
para lo cual ha sido requerido, pero sobre todo que tenga grandes principios
éticos y profesionalismo.

Habiendo estado inserta en ambos lados (dentro y fuera de las instancias


gubernamentales), he podido percibir el accionar y características de los
diferentes agentes que se dedican a la consultoría:

1. Instituciones y/o centros de investigación.

2. Organizaciones de la Sociedad Civil, nacionales e internacionales.

3. Empresas privadas de consultoría.

En este caso, me referiré a cada una de ellas en razón de mi actual ejercicio


profesional, dentro de un organismo público, el cual me ha llevado a interactuar
con estos diversos agentes, que he denominado ya genéricamente.

1. Instituciones y/o centros de investigación

En primer lugar, me referiré a los centros de investigación o universidades.


Dichas instituciones concentran conocimientos especializados en diferentes

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disciplinas y ramas científicas, sin embargo, hay aquí un problema de fondo que
no debemos pasar por alto. La vinculación entre academia y las instituciones
que promueven el desarrollo es casi inexistente en nuestro país, es decir,
tenemos a los académicos encerrados en su mundo intelectual y por otro lado,
a los promotores del desarrollo hechos una maraña de confusiones porque
carecen de recursos humanos suficientes y especializados, que les permitan
cubrir cabalmente los objetivos de desarrollo planteados en sus políticas,
planes y programas, o siquiera formular planes adecuados de desarrollo.
Asimismo existe problema que ya comentamos, sobre el desconocimiento de
lo que significa en realidad “desarrollo”.

Por lo anterior, es importante una mayor vinculación laboral a través de


las consultorías entre los centros de investigación y universidades con los
organismos gubernamentales, debido además a las siguientes razones:

Primero, porque como ya mencioné, las instituciones públicas no tienen


a la mano o no concentran suficientes profesionistas que cuenten con
conocimientos especializados en las diferentes disciplinas, y por otro lado,
porque actualmente se ha vuelto primordial que instituciones reconocidas a
nivel nacional e internacional y con alto nivel académico, realicen trabajos
de investigación y de consultoría ante la desconfianza que existe por parte
de distintos sectores de la sociedad hacia las instituciones públicas, donde
se ha reconocido que éstas no pueden ser juez y parte dentro del proceso
que están desarrollando. Es decir, cuando los centros de investigación y las
universidades participan en proyectos de desarrollo de cualquier tipo, existe
un respaldo académico, serio y objetivo por decirlo de alguna manera, en los
estudios y el trabajo que realicen de corte técnico, ambiental, económico,

79
social, político, etc. Por esta razón, aparentemente es más sencillo que los
resultados sean aceptados por la sociedad, aunque esto no es de ninguna
manera una garantía de que los proyectos serán exitosos.

Las ventajas para las universidades y centros de investigación son varias,


por un lado, obtienen recursos para generar investigación; por otro, participan
activamente conociendo los procesos de desarrollo de las instituciones
públicas, lo que es una buena forma de irse integrando en dichos procesos.
Además, existe la posibilidad de hacer sugerencias y propuestas para mejorar
los procesos. Sin embargo la clave de esto es ser asertivo para poder incidir
en los cambios que se requieren.

Existen también problemas cuando los institutos y centros de investigación


son proveedores de servicios de consultoría, a veces porque el promovente de
los proyectos o el que va a formular las políticas no tiene completamente claro
el objetivo, es decir, tiene una idea de lo que requiere pero no sabe con exactitud
qué es lo que va a pedirle al centro de investigación, y por lo tanto, tampoco
tiene una idea clara de qué es exactamente lo que se le debe de entregar, por lo
que cuando finalizan los trabajos, el resultado puede ser abismalmente distinto
a lo que en un principio se tenía en mente. Esto es un problema grande, ya que
normalmente los trabajos de consultoría son costosos y los recursos que gastan
las instituciones son públicos, así que cuando no hay claridad desde el inicio y
los resultados no son los óptimos, ocurre una pérdida de recursos.

En mi experiencia con organismos públicos, he notado un comportamiento


algo contradictorio cuando se contratan centros de investigación o universidades
para hacer consultorías, debido a que estas o algunos de los investigadores

80
participantes manifiestan explícitamente su postura de rechazo hacia los
proyectos de desarrollo, o simplemente su desconfianza ante las instituciones
públicas que los promueven. Sin embargo, lejos de rechazar la realización de
los trabajos que se están solicitando los aceptan, ¿por qué? Me parece que
es por la entrada de recursos que significa para los centros de investigación,
dinero que tanta falta les hace; pero, ¿no es esto faltar a sus principios éticos,
según las ideologías que profesan?, ¿no es abusar de los recursos públicos
cuando están plenamente en contra de lo que van a realizar sólo para tener
entrada de recursos, en donde finalmente los resultados serán tendenciosos y
no servirán de mucho para los fines a los que la consultoría fue contratada?

Es terrible también el observar que algunos centros de investigación y


universidades, o sus investigadores participantes, en el afán de conseguir
recursos para sus instituciones o sacar ganancias personales, están dispuestos
a legitimar las acciones y decisiones de los organismos públicos, aunque no
necesariamente sean las más adecuadas en aras del desarrollo social. Ello
demerita el prestigio y reconocimiento de la institución educativa.

Es también común que en las consultorías académicas de una manera un


tanto contradictoria, no se logre un enfoque integrador debido a que participan
expertos en diferentes áreas de especialización que, curiosamente por estar
encerrados en sus cubículos, especializándose en sus temas, no saben trabajar
en equipo: en estas consultorías académicas es frecuente que los resultados se
entreguen por separado en vez de hacer un análisis integrado. Esta situación
definitivamente no le permite al promovente ver las problemáticas como
parte de un todo, y mucho menos, le servirá para plantear soluciones o tomar
decisiones adecuadas.

81
Otra característica es que los investigadores que poseen conocimientos
científicos especializados, no están acostumbrados a escribir para un gremio
que no sea el científico, y por lo tanto, en sus resultados se presentan términos
técnicos y elevados, que convierten los reportes en densas descripciones.
Evidentemente estos no son adecuados para los tomadores de decisiones, por
lo que las más de las veces, lejos de ser herramientas que sirvan para mejorar
las decisiones, sólo servirán para guardarse en gavetas.

Otra condición negativa que hay que resaltar es que es común que las
instituciones académicas van aprendiendo sobre la marcha a elaborar
estos trabajos, es decir, como no tienen experiencias previas, el proceso de
aprendizaje es gradual, lo que suele ser una desventaja para las instituciones
públicas que contratan sus servicios, ya que tienen un cierto tiempo de
ejecución debido al ejercicio de los recursos. Una consultoría académica que
va aprendiendo sobre la marcha genera que: los trabajos no salgan a tiempo,
no tengan el grado de especialización que se requiere, los resultados suelen
estar incompletos, algunos investigadores se desvían hacia los temas que más
les interesan y en que más experiencia tienen, y, en definitiva, los resultados
desafortunadamente ya no corresponden con el objetivo real.

Considero que en esta vinculación entre la academia y los promoventes


del desarrollo de los organismos públicos, hay que buscar caminos de
entendimiento. Uno podría ser a partir de una capacitación por parte de las
instituciones que impulsan el desarrollo para las universidades consultoras
con las cuales se trabaja. Como ya se ha mencionado, a veces las universidades
aceptan realizar las consultorías sin tener mucha idea de lo que hace la
institución y de los procesos que desarrolla, y creo que sería muy útil el

82
capacitarlos para que por lo menos, conozcan lo que se realiza y puedan hacer
mejores aportaciones en su consultoría. Con ello habría un doble beneficio,
pues sería mucho más sencillo para los contratantes conseguir trabajos de
calidad, dirigidos hacia la consecución de sus objetivos desde el inicio, y por
parte de las universidades consultoras se facilitaría conocer que es lo que
requiere la institución para una futura consultoría.

Otro camino de vinculación es a partir de aprovechar de mejor manera el


potencial humano que se está preparando en los centros académicos y las
universidades. Deberíamos hacer que sea una práctica constante el que se
integren jóvenes de servicio social y jóvenes investigadores en formación,
a los procesos de consultoría en que participan estos centros, de tal manera
que el servicio social deje de ser un mero requisito para liberar un trámite
administrativo necesario para egresar, y se muestren las habilidades y aptitudes
de los pasantes para incluirlos dentro de prácticas públicas serias, los cuales
les sirvan verdaderamente para su formación profesional.

2. Organizaciones de la Sociedad Civil nacionales e internacionales

Actualmente podemos encontrar una gama inmensa de organizaciones, que


originalmente surgieron para cubrir los vacíos que las instituciones públicas
no podían cubrir debido a las carencias de recursos financieros y humanos,
pero sobre todo porque se enfrentaban a temas que estaban fuera de la agenda
pública, es decir, que no eran de gran interés o de atención prioritaria para
los gobiernos como para incluirlos dentro de las políticas públicas, planes,
programas y proyectos. Además de ello, la creciente falta de empleo en el
país hizo posible que profesionistas de diversas disciplinas y también técnicos

83
no profesionistas, se inclinaran hacia estas agencias como una posibilidad de
conseguir ingresos, lo cual es completamente válido.

A pesar de que existen ONG’S tanto nacionales como extranjeras con trabajos
excepcionales que merecen todo mi respeto y admiración, y que han trabajado
durante años para mejorar algunas situaciones e incidir verdaderamente en
las políticas públicas (generando con ello cambios significativos en beneficio
de la sociedad), también, desafortunadamente, encontramos ONG’S que han
desvirtuado fuertemente la labor benéfica para la que originalmente surgieron,
pero ¿porqué me refiero a esto y sobre todo en relación con la consultoría?
Porque estas organizaciones también están participando ya en la realización
de consultorías para los organismos públicos, por lo cual me es interesante
abordar algunas de sus características.

Por su carácter de organizaciones sin fines de lucro, no existe un organismo


público o de otra índole que pueda regularlas, esto es bastante atractivo para
quienes ven en este tipo de organizaciones una forma de manipular a ciertos
sectores de la sociedad así como de abusar del verdadero objetivo que deberían
tener. Así, tenemos grupos ecologistas que ostentan ser “protectores del
medio ambiente, del agua y los territorios”, otros “defensores de los derechos
humanos”, o “de los pueblos indígenas”, y organizaciones campesinas con
liderazgos que son casi cacicazgos, por citar algunos ejemplos, aunque hay
una gama impresionante con todos los títulos que se puedan ustedes imaginar.

Es relativamente sencillo constituir una ONG, basta con juntarse varios


interesados, tener un nombre, registrarlo ante la secretaría de relaciones
exteriores y conseguir un acta legal constitutiva. Es interesante señalar que

84
existen agencias financiadoras que pueden cubrir los gastos constitutivos,
así como también hay las que ofrecen financiamiento para la conservación
de recursos naturales, defensa de territorios, de recursos en zonas indígenas,
derechos humanos e indígenas, entre otros. Pero, ¿por qué hay tantas
instancias financiadoras principalmente europeas y norteamericanas?,
¿nunca nos hemos hecho estos cuestionamientos?, ¿será posible que estas
organizaciones con tan buenas intenciones nos “regalen” sus recursos
financieros para tan nobles causas sin nada a cambio? o ¿será más bien
que invierten sus recursos financieros para un futuro?, ¿no será que están
viendo de qué países extraer recursos naturales en un lapso de tiempo no tan
lejano? En México aún existen muchas zonas que conservan sus recursos
naturales, los cuales bien pueden ser o no aprovechados, pero aprovechados
¿por quién? Finalmente somos un país que ha dependido, desde la época
de la colonia de los europeos y actualmente de los estadounidenses, ¿acaso
sería raro que quisieran que sigamos dependiendo de ellos y que además se
lleven lo que nos queda en recursos naturales? Pero, ¿cómo lo harían? Pues
frenando nuestro propio desarrollo, manipulando acorde a sus intereses para
evitar cualquier intervención que tenga que ver con proyectos de desarrollo
endógeno y, por supuesto, aprovechando la desconfianza de la población
hacia las instituciones públicas. Para ello no es necesario que se manifieste
explícitamente un interés declarado, ¡no! Lo único que hace falta es tener
una visión de largo plazo, contar con recursos financieros para invertir en
los momentos actuales, guiándolos hacia sus intereses, y participar formando
líderes acorde a su visión.

Estoy plenamente convencida de que las ONG’s también tienen la obligación


de rendir cuentas a la sociedad de la labor que realizan, no solamente en

85
cuestiones financieras sino fundamentalmente de las acciones que llevan a cabo
y los intereses que pretenden. Necesitamos de manera urgente un organismo
que regule su actuar, aunque no podría decir que un organismo público, quizá
uno que surja también de la propia sociedad civil. Finalmente, las instituciones
no gubernamentales tienen también el derecho de aprovechar los recursos
naturales para el desarrollo de la población que habita el país, pero de la mejor
manera, y eso es lo que nosotros como sociedad debemos exigir y vigilar.

En razón de las consultorías que llevan a cabo las ONG’s, he de señalar


que no es mi intención descalificarlas por descalificarlas, ¡no!, simplemente
pretendo dar una opinión sobre ellas, con base en algunas experiencias que
he tenido y que me han dado elementos para hacer mis propias reflexiones.
Evidentemente el lector tendrá y hará las propias.

Justamente he podido observar que, al igual que algunas consultorías


académicas, las que brindan las ONG’s presentan en mayor grado todas las
deficiencias que antes enumeré: están en contra del desarrollo institucional,
suelen buscar sólo el allegarse de recursos financieros, no están preparadas
para el trabajo, carecen de los conocimientos para realizar una consultoría, y
no cuentan con personal capacitado.

Dentro de las ventajas que suelen tener, se puede mencionar el que algunas
de ellas tienen amplia experiencia de trabajo con la gente, así como un gran
conocimiento de los temas que trabajan y de las áreas donde desarrollan
sus actividades. Sin embargo, es común también que mantengan con cierto
recelo los datos que poseen y que por lo mismo, no se manifieste el pleno
conocimiento que manejan en los reportes que entregan.

86
Por todo lo que acabo de comentar, creo firmemente que debemos tener
mucho cuidado al hacer uso de estas consultorías, teniendo muy claro el
objetivo de lo que queremos obtener de ellas, y sobre todo conociendo el
perfil de cada una y analizando las tendencias ideológicas para hacer la mejor
selección.

3. Empresas privadas de consultoría

Es momento de hablar acerca de las empresas consultoras. Y en este punto


habríamos de discernir muy bien entre las consultorías de empresas que son
las que ofrecen trabajos integrales, y aquellas que se dedican a hacer trabajos
especializados, específicos en algunas áreas del conocimiento.

Las primeras a las que me refiero son aquellas cuyos profesionistas se sienten
suficientemente capacitados para realizar cualquier tipo trabajo, llámese de
temáticas propias de las ciencias sociales, políticas, biológicas, técnicas,
etc., por ello me referí a “trabajos integrales”. En este sentido, hay que ser
muy cuidadoso para elegir empresas de este tipo, se debe revisar y analizar
perfectamente el perfil de cada uno de los integrantes de la consultora, es decir,
su formación profesional, la experiencia y los casos de éxito. Normalmente
este punto suele ser muy delicado porque resulta ser una desventaja o una
gran debilidad que la consultora no cuente con personal especializado, puesto
que entonces no existiría capacidad técnica para ofrecer resultados de calidad
de acuerdo con los objetivos planteados por los contratantes.

Las segundas, al ser especializadas suelen distinguirse por su capacidad,


aunque también comúnmente son pequeñas, además de que esa misma

87
especialización a veces no les permite concursar por proyectos más amplios
e integrales, a menos que se asocien con alguna otra compañía, sacrificando
con ello algo de su independencia operativa.

Una característica por demás desafortunada, y muy común nuestro país, es


que prevalece un vicio que parece tener cartilla de identidad: muchas de las
empresas de consultoría privada realmente no cuentan con capacidad, sino con
relaciones. Resultan ser formadas por funcionarios durante o posteriormente,
su ejercicio en cargos públicos, o bien por amigos, familiares, socios o
allegados, quienes al tener relaciones con servidores públicos se hacen
fácilmente de los contratos. Esto se trata del clásico sistema de favoritismos
o compadrazgos, por llamarlo de alguna manera. Aquellos que forman las
empresas consultoras saben que tienen clientes asegurados dentro de las
instituciones públicas y no les importa en nada la calidad de los trabajos, ni
tampoco quien integra la consultora que va a desarrollar los estudios. De los
resultados de estas consultoras, ¡mejor ni hablemos!

Hemos de reconocer que existen empresas consultoras que se dedican


realmente a realizar trabajos serios en los que se anteponen los principios
éticos y los resultados suelen ser objetivos, pero desafortunadamente, por su
escasa capacidad de relaciones políticas, pasan constantemente penurias para
conseguir algún contrato.

De la misma manera que a las ONG’S, se necesita hacer un análisis


minucioso del perfil de los integrantes de una consultora privada para ver qué
tanta capacidad técnica existe para obtener los resultados más óptimos.

88
Reflexiones finales

Desde mi punto de vista, para lograr incidir en los procesos de cambio sobre
todo en estas cuestiones de desarrollo, es necesario que existan antropólogos
en ambos frentes, es decir, que se encuentren inmersos en los procesos
de desarrollo desde las políticas, planes y programas en las instituciones
gubernamentales (esto con la intención de poder incidir más directamente en las
decisiones), así como en los organismos consultores, trátese de universidades,
ONG’s o consultoras privadas. ¿Y por qué es importante que el antropólogo
participe en esos frentes? Porque la noción de desarrollo, independientemente
de la visión y perspectiva que se tenga de ella, necesariamente tiene que ver
con la cultura, la organización y la estructura de la población a la que se dirigen
los proyectos, población que además constituye la materia de análisis de la
ciencia antropológica. Si realmente se quiere lograr un desarrollo sostenible,
se debe considerar la cultura de los grupos con los que se pretende trabajar, de
ahí la importancia de la participación del antropólogo.

Es fundamental que los antropólogos que participen como consultores


externos, brinden su punto de vista y su opinión de forma objetiva,
anteponiendo los principios éticos, y analizando muy bien la posición de cada
parte interesada dentro de los procesos de desarrollo. Se debe siempre evitar el
sesgo de desconfianza que de antemano parece tenerse hacia las dependencias
públicas del país, pues quien participa con ideas y tendencias preconcebidas,
no puede ser objetivo en su análisis. No todas las decisiones que se toman,
ni todas las estrategias a desarrollar dentro de las instituciones públicas son
arbitrarias y tienen tendencias perversas, a veces se busca el mayor beneficio
social. El papel de los consultores asesores cobra relevancia aquí si está

89
basado en análisis fundamentados y reales, pues influirá adecuadamente en la
toma de mejores decisiones.

Sin embargo, hay que reconocer que existe el problema de que muchos de
los tomadores de decisiones son personas que no fácilmente están dispuestas
a cambiar su forma de pensar, lo que se trata de un problema de egocentrismo,
dónde sólo ellos tienen las respuestas y las mejores soluciones a los problemas.
Normalmente los tomadores de decisiones estratégicas llevan en sus cargos
más de 20 años por lo que están formados en “la vieja escuela”, o sea que,
como aprendieron a formarse es como continúan actuando. Por esta razón no
están en completa disposición para deshacerse de sus formas y sus prejuicios
respecto a cómo hacer las cosas, ni les interesa mucho la dinámica de la
sociedad, a pesar de que las situaciones actuales de oposición a los proyectos
de desarrollo son indicadores de que las formas de operar ya no son efectivas,
pero que si bien los cambios en este sentido son absolutamente necesarios.
Ante esto, debemos entender que estas personas ellos comenzaron a ejercer
en circunstancias sociales distintas y no se han detenido a reflexionar en
que las condiciones sociales actuales no son las mismas de hace 20 años y
por tanto, que las cosas no pueden hacerse de la misma manera en como
ellos se formaron y se acostumbraron. Por esa razón es que el quehacer del
antropólogo consultor se hace necesario, cuando está bien fundamentado,
tiene lógica y ante todo, es propositivo. Nadie dice que la lucha es fácil pero
debemos comenzar a retribuirle algo a la sociedad que contribuyó para que
pudiéramos formarnos profesionalmente. Los cambios siempre son graduales
y no debemos dejar de insistir y tratar de incidir en la mejor toma de las
decisiones encaminadas al verdadero desarrollo de la sociedad, en todos los
sentidos.

90
A pesar de que la antropología es hoy día un instrumento de crítica y
cuestionamiento, debemos ser muy cuidadosos, sobre todo cuando criticamos
“procesos”. Este es un tema complejo que debe ser analizado desde varias
aristas, es decir, no podemos criticar sin tomar en cuenta a los diversos
actores y partes interesadas en los procesos de desarrollo. En este sentido
no debemos criticar únicamente el actuar del promovente del desarrollo,
que normalmente suelen ser las instituciones públicas gubernamentales, sin
analizar la política nacional, estatal, regional y los antecedentes históricos
de cómo se han llevado a cabo sus procesos y y sobre todo, cuáles han sido
los elementos clave que han dado pie a estos cambios. Tampoco sería justo
hacer únicamente el análisis de aquellos actores a los cuáles van dirigidos los
procesos de desarrollo, esto representaría un error garrafal puesto que nuestro
análisis estaría sesgado y sería tendencioso y, lejos de ayudarnos a analizar,
nos haría perder la oportunidad de plantear propuestas objetivas. Si fuera así
este trabajo sería en vano, porque no serviría para ayudar a tomar mejores
decisiones.

Desde mi punto de vista, cuando perdemos la capacidad de analizar “el


todo”, o nuestras tendencias ideológicas no nos permiten ser más objetivos
ni ver más allá al realizar críticas, estamos siendo poco asertivos y corremos
el riesgo de quedar únicamente a nivel de la “crítica sin sentido”, que en sí
misma ¡no aporta nada! Difícil tarea la de ser antropólogo consultor.

91
92
El papel de la consultoría privada en la antropología social1

José Luís Sánchez Muñoz

Introducción

En las últimas décadas, la práctica antropológica tradicional atraviesa una


crisis en cuanto a medios, ámbitos de estudio y legitimidad. A la luz de las
transformaciones globales producidas por la privatización de lo público, el
creciente peso de los mercados en la toma de decisiones y la irrupción de
programas de desarrollo, la antropología está llamada a ser la piedra angular
en la observación y resolución de los problemas sociales contemporáneos
bajo un prisma cada vez más con el enfoque multidisciplinar. En este escrito
pretendo ofrecer una visión resumida sobre el nuevo papel que ha de adquirir
la práctica antropológica hoy en día, una vez haya sido revisada su utilidad
en la realidad actual. Este nuevo papel corresponde a la iniciativa privada
y autónoma, cada vez con mayor peso a raíz de las dinámicas sociales y
mercantiles que se dan en nuestros días. Se me permitirá cierto distanciamiento
respecto a los paradigmas que en el pasado han orientado los estudios de
campo, así como ofrecer una sugerencia para el análisis crítico de la realidad:
el cuestionamiento hacia uno de las axiomas que antropólogos de todas las
escuelas han mantenido en el transcurso de sus estudios, a saber, la falta de un
posicionamiento claro, comprometido y con base científica hacia los sujetos
de estudio y sus interlocutores.

1 Este artículo es fruto de la asistencia y de las ideas surgidas tras el Ciclo de Conferencias sobre el Desempeño
Laboral Contemporáneo de Antropólogos y Científicos Sociales, realizado del 29 de enero al 7 de mayo de 2010, en
el Aula Magna de la Facultad de Filosofía en la Universidad Autónoma de Querétaro.

93
Este escrito no pretende ser un ensayo sino un interruptor. Mi intención es
alentar a los jóvenes egresados de antropología y a los antropólogos alejados
de su vocación inicial, a que reconsideren tanto el papel que les corresponde
en la sociedad, como la oportunidad que les puede ofrecer un mercado laboral
global y en transformación. En la primera parte del artículo, se exponen los
puntos que permiten reconsiderar la vigencia de los marcos institucionales, en
los que se ha realizado la práctica antropológica hasta hoy. A continuación y
en función de los puntos anteriores, se describirán las condiciones que hacen
posible el surgimiento de la práctica antropológica privada en un contexto
marcado por el neoliberalismo. Por último se considerarán los inconvenientes
y los obstáculos a los que esta práctica necesariamente ha de enfrentarse.

El Paradigma dominante en antropología

Desde su surgimiento como disciplina científica, la antropología aplicada


ha sido partícipe de una tragedia, y como tal, requiere de una profunda
catarsis con el fin de afrontar el protagonismo que merece en un mundo en
transformación. Centrando nuestra atención en las tres esferas dentro de las
cuales se ha venido desarrollando la práctica antropológica hasta nuestros
días, el panorama no puede mostrar mayor asimetría y desaliento. Por un lado
encontramos la esfera estatal y la esfera académica, feudos históricos de la
labor etnográfica desde que Malinowsky encallara en Kiriwina. Por otro lado
encontramos la esfera desconocida de la incipiente práctica privada, en sus
más diversas e inexploradas formas (García Espejel, 2001).

94
En primer lugar, a pesar de enarbolar la bandera de la imparcialidad en
su interés por el otro, la historia demuestra que los estudios etnográficos
amparados por el Estado no han sido del todo desinteresados. Del mismo
modo, es más que improbable que las instituciones gubernamentales tengan
capacidad para ser la meta profesional de todos aquellos recién egresados.
La razón es sencilla: no hay presupuesto para mantener a un nutrido número
de funcionarios antropólogos, pese a si haberlo para otros turbios menesteres
tales como una burocracia pesada y del todo ineficiente.

En lo que respecta a la primera idea, la intencionalidad original de la


antropología ha sido desvirtuada con el tiempo y relegada a ser mera comparsa
en iniciativas políticas de oscuros designios, amparadas por no menos oscuras
disciplinas. Cuando ha dejado de ser una herramienta puesta al servicio de
potencias coloniales, para controlar mejor a sus salvajes e indisciplinados
súbditos, ha sido relegada en favor de los discursos que en mayor medida
justificaban la preeminencia de la modernidad y del desarrollo. También ha
sido un eficaz instrumento para justificar las políticas de los mismos Estados
y los intereses académicos y corporativos en boga. Por citar varios ejemplos,
encontramos aquellos que constituyen los motivos que han estado detrás de la
labor de los antropólogos, los cuales son tan dispares como la consolidación
del poder por parte de las autoridades en territorios hostiles o desconocidos,
o la denominada integración de los pueblos indígenas carentes de sentido de
la patria (Gamio, 1960), o recientemente, la compatibilidad entre la ayuda
ligada -también denominada ayuda oficial al desarrollo- y las condiciones
socioculturales locales (Escobar, 2005). Bajo esta perspectiva, podríamos
afirmar que la producción antropológica viene siendo de un tiempo a esta
parte, más un medio que el fin en si mismo defendido en sus orígenes.

95
Esta mencionada disposición del antropólogo al servicio de las instituciones
estatales, no viene más que a reflejar una forzada adaptación del científico
social a los problemas creados por el mismo Estado y no a los problemas
observados por el propio profesional. Sólo bajo una condición esta situación
puede dar lugar a un buen trabajo, a saber, que las inquietudes del antropólogo,
sean equivalentes a aquellos temas que el Estado considera como prioritarios
en su agenda. Esto se hace palpable en el trabajo de algunos antropólogos
indigenistas en el primer tercio del siglo XX, entre los que destaca
Manuel Gamio. Pionero de la práctica antropológica en México y sin duda
comprometido con el conocimiento de los pueblos indígenas, Gamio resultó
ser el precursor de las políticas indigenistas estatales cuyo fin era integrar
al Estado en construcción a los mismos sujetos que él estudiaba (Gamio,
1960; Warman, 1970). La aplicación de la llamada teoría de la aculturación
integrativa, fruto de una visión homogeneizadora para construir la nación
basada en el etnocidio y en la homogeneidad nacional, ha demostrado ser no
obstante un rotundo fracaso (Nahmad Sitton, 1988) además de constituir la
causa de las mayores catástrofes mundiales tenidas lugar en los últimos dos
siglos.

En la actualidad, las instituciones estatales parecen haber enmendado los


errores del pasado y son garantes de un rigor, y de una labor investigadora,
de indudable calidad sobre importantes problemas sociales. En este sentido
cabe destacar la labor de Oscar Banda, Antonia Gallart y sobre todo Marcela
Lagarde, antropóloga, parlamentaria, catedrática especializada en estudios de
género en la UNAM, quien no sin mucho batallar, ha logrado incluir el Delito
de Feminicido en el Código Penal Federal y sacar adelante la Ley General de

96
Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia2. A pesar de contados
logros, en la esfera pública aún pesa el carácter marginal de las dotaciones
financieras en materia antropológica al mismo tiempo del desgaste que supone
la losa de la burocracia para su puesta en práctica. Oscar Banda denuncia el
peso del Estado al afirmar que “…de las 53 iniciativas de Ley en torno al
desarrollo de los derechos de pueblos indígenas presentadas en la Legislatura
pasada, únicamente dos de ellas fueron dictaminadas en Comisiones y sólo
una se aprobó”3. El mensaje de Banda es, sin duda, desalentador para todo
antropólogo que pretenda depender de instituciones gubernamentales para
realizarse en su vida profesional.

En este sentido, es del todo injusto que el antropólogo, para producir


conocimiento deba obtener el permiso y las facilidades legales por parte del
burócrata, quien no produce nada. Las demandas de un desarrollo sostenido,
sin duda una de las bazas de la práctica antropológica en la actualidad,
siguen siendo persistentes pero se ven ensombrecidas por la inoperancia de
la administración y de los largos y complicados procesos de aprobación. Una
inoperancia que difícilmente, está encaminada a cumplir las expectativas
laborales de la mayor parte de antropólogos y antropólogas que se licencian
cada año. Al mismo tiempo, el hecho de trabajar bajo el paraguas del Estado
conlleva una serie de riesgos, entre ellos el de degenerar en una pérdida de
inquietud o en una mala praxis, debido al acomodamiento que supone el estar
respaldado por un contrato laboral vitalicio, aquel del que, para bien o para
mal, gozan la mayoría de empleados públicos a ambos lados del Atlántico.

2 Información extraída de la conferencia realizada en el Rectorado de la Universidad Autónoma de Madrid, el 28


de abril de 2011.
3 Información extraída de la conferencia realizada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma
de Querétaro, el 5 de febrero de 2010.

97
A este respecto me cabe hacer una última observación de índole claramente
personal, respecto al ciclo de conferencias en el cual se basa este escrito. En
su transcurso, he de hacer una clara distinción entre el entusiasmo y la energía
que me transmitieron las experiencias de los ponentes que habían decidido
entregarse a la consultoría antropológica privada, que habían decidido
mojarse y hacer camino, y el aburrimiento y lo previsible de las aportaciones
de aquellos que habían tenido o siguen teniendo puestos de responsabilidad
en organismos públicos. Aun respetando su trabajo, sinceramente no puedo
evitar mostrarme escéptico entorno a sus verdaderos logros.

En segundo lugar, tras la relativa consolidación de un modo de pensamiento


posmoderno en las ciencias sociales, los antropólogos contamos con una
producción literaria lo suficientemente completa con el fin de rebelarnos, no
sólo contra los paradigmas que hasta ahora se han venido desarrollando dentro
de la disciplina, sino también contra las fuerzas que han llevado al mundo
contemporáneo a regirse por dogmas ajenos al respeto de los pueblos y la
preservación de la cultura, en pro de las teorías desarrollistas y del crecimiento
bajo sus más diversas formas. No sólo es palpable la servidumbre respecto a
los centros de toma de decisiones y el conformismo con el establecimiento
de jerarquías, sino que también es incómodo para un antropólogo ver cómo
su labor ha sido ninguneada, relegada a un segundo plano, condenada a un
inmerecido ostracismo por parte de aquellos que han adquirido las riendas
en la conformación de una sociedad basada en el racionalismo economicista
y en la tecnología, en la apropiación de lo público, la destrucción del medio,
la dependencia y la desigualdad. Economistas, ingenieros, científicos,
profesionales en alza, valorados por su aportación material en pro del
desarrollo, no han dudado en mantener un trato condescendiente, cuando no

98
desconocedor, hacia la práctica profesional del antropólogo, considerándola
una carrera sin salidas. Incluso hemos llegado al punto de concebirnos a
nosotros mismos como profesionales de tercera (Vázquez Mellado, 2005). Es
posible hablar de toma de decisiones que por su índole claramente cultural,
debían estar en manos de científicos sociales, pero que sin embargo han sido
tomadas por burócratas o por los profesionales menos indicados para tal
menester, cuando no ignoradas o carentes de la atención debida.

También la labor etnológica impuesta desde arriba y el rezago profesional


mencionado, han degenerado en un progresivo distanciamiento real respecto a
nuestros sujetos de estudio, limitándonos a una actitud de meros espectadores,
puestos a merced de la institución estatal o académica que financia nuestra
estancia en el campo o nuestra tesis, y por ende, víctimas de las ataduras
que nosotros mismos hemos creado con nuestras meritocráticas sociedades.
Ello nos inhibe a la hora de emprender cualquier iniciativa de intervención
respaldada por la fortaleza y la imparcialidad que en cambio, sí proporciona
la práctica autónoma.

En tercer lugar nos hemos percatado de que el papel desarrollado por las
instituciones académicas, si bien necesario, autónomo e imparcial por lo que
respecta a investigación y divulgación, no es suficiente para una adecuada
expansión más allá de este tradicional dominio de la antropología. Del mismo
modo que ocurre en la esfera pública, la universidad no puede esperar a dar
cabida a tan ingente volumen de trabajo o de inquietudes.

La universidad siempre ha sido el baluarte, el feudo donde la antropología


nació y hoy sigue fortaleciéndose, la fuente de donde emana su legitimidad.

99
Pero a la vez, la universidad no se halla carente de cierto afán elitista, un
afán alejado de los problemas reales de la sociedad y que parece manifestarse
únicamente en los propios ámbitos académicos. Sin dudar en ningún momento
de su necesidad, las instituciones universitarias insisten en dificultar la libre
disposición del conocimiento a los sujetos de estudio en particular y a la
sociedad en general. Aunque también, habría que tomar en consideración hasta
qué punto una sociedad idiotizada y alienada, volcada en el materialismo, en
el crecimiento y en el entretenimiento, puede ser seducida por los libros y el
placer que proporciona el conocer más de si misma y de las otras.

Los ámbitos académicos imponen a su vez una particular visión sobre


la realidad, donde conocimiento y aportaciones se ordenan de una manera
jerárquica, densa e ininteligible, en donde prima un lenguaje demasiado
técnico que no siempre es comprendido. Es aquí donde los profesionales de
las ciencias sociales no debemos conformarnos con ser buenos antropólogos
o historiadores, sino además buenos divulgadores y comunicadores. Pero algo
que rara vez proporciona la universidad, es la formación de profesionales
integrales. Por lo tanto, para romper con los dogmas establecidos, el
antropólogo no sólo ha de ser especialista en su área, sino también debe
convertirse en gestor, comunicador y experto en marketing.

Es sabido que tanto en México como en Europa existe una creciente y activa
participación de indígenas y no occidentales en estudios antropológicos,
así como un creciente número de antropólogos provenientes de áreas tales
como la administración, la psicología, la arquitectura e incluso las ingenierías
(Nahmad Sitton, 1988). Es posible que estos nuevos receptores y sujetos del
trabajo etnográfico, tengan mucho que decir sobre los resultados de diversos

100
estudios previos y de aquellos que se vienen desarrollando en la actualidad.
De este modo, es posible vislumbrar uno de los pilares de la antropología
hoy en día, a saber, el de considerar como destinatarios de la divulgación
científica social a una amplia variedad de usuarios, y no sólo a aquellos
sabios correctores acomodados en sus vetustas cátedras.

Cantos de sirena en el futuro inmediato

Como se puede comprobar el panorama descrito no es demasiado alentador


y la primera sensación que percibimos, al recibirnos como antropólogos, es
de desaliento. Pero como predijo Einstein, “…es en la crisis donde nace la
inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Sin crisis no hay
méritos. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”.
Conviene aquí hacer un alto para describir brevemente el crudo contexto
económico y social, en el que ha de desenvolverse la práctica antropológica
en las futuras décadas. A efectos de este artículo, me limitaré a dar una leve
pincelada remitiéndome a ciertos casos representativos.

En Europa, la presencia del capital corporativo en las instituciones viene


siendo un hecho, y ello está desencadenando más de un encendido debate entre
aquellos defensores trasnochados de un Estado niñera en crisis, y las posturas
neoliberales del laissez fare. Sólo cabe mencionar dos ejemplos para definir
la actual coyuntura. El Plan Bolonia, cuyo fin va más allá de establecer un
espacio europeo de educación superior, no viene más que a allanar el camino
de una tendencia que se venía implantando desde la pasada década, pero que
aún no gozaba de un pleno respaldo público e institucional. A partir de ahora y
en virtud del mismo, compañías y fundaciones privadas tendrán luz verde para

101
dirigir y financiar cursos, postgrados, programas de prácticas, disponiendo en
la universidad de una cantera de mentes afines potencialmente “empleables”.
Por un lado, supone una merma del carácter libre, neutral e independiente de
la universidad, a favor, según los mencionados detractores, de una corriente
dogmática y usurpadora por parte de los mercados. Sin embargo, al mismo
tiempo se soluciona un problema que últimamente se venía haciendo cada vez
más y más incómodo: la financiación (MEC, 2003).

En un segundo ejemplo, existe una menguante dotación en los presupuestos


estatales en cuanto a materia sociocultural se refiere, España por ejemplo, se
halla a la cola de Europa en fondos destinados a la investigación universitaria.
Ello se traduce en una baja remuneración y en una mengua de los medios
disponibles. La precariedad de gran parte de los investigadores se refleja en
que no perciben salario, sino que trabajan como becarios (Moreno, 2005). No
cabe duda de que la entrada del capital privado transformará esta situación. La
puesta en peligro de la autonomía universitaria conviene ser discutida aparte.

En muchos ámbitos, entre ellos el de la antropología, estos hechos pueden


resultar claramente dramáticos siempre y cuando, no se produzca una
transición ordenada o un cambio de manos públicas a manos privadas. En
otras palabras, podemos vislumbrar un modelo diferente de financiación, un
nicho de mercado o un mejor postor, que a priori permita a investigadores
sociales la realización de su trabajo y la remuneración afín por su servicio,
siempre que cumplan con unas expectativas que a nosotros nos corresponde
juzgar como éticas o justas.

102
Otra de las coyunturas presentes es el creciente endeudamiento del
Estado, a expensas del mantenimiento de una monstruosa e ineficiente
administración pública, y de una política de gastos inadecuada. Es este un
hecho patente a raíz de la reciente crisis económica, financiera y ante todo
moral que vive Europa. Una vez más, se cae en la tentación de contravenir
el muy respetable paradigma, sostenido por los defensores de derechos tan
duramente conseguidos, de afirmar que el único camino para conseguir un
estado eficiente y desarrollado, es deshacerse de los lastres que no vienen
más que a constituir un serio perjuicio a largo plazo para las cuentas públicas
y por ende, para la economía de cualquier nación. Me refiero aquí al peso
de la burocracia y de la administración, así como a los estragos producidos
por el despilfarro, al mal gobierno, a la política fiscal y a un largo etcétera, y
no necesariamente a la provisión de sanidad, educación y servicios sociales,
rúbricas necesarias, intocables y creadoras de riqueza en el largo plazo.
La contracción del Estado debería suplirse con una mayor intervención de
agentes privados, y una inevitable tendencia a la mercantilización de áreas
que hasta ahora estaban bajo el paraguas del primero.

Mi intención no es declararme a favor o en contra de esta creciente


tendencia global hacia la mercantilización. Ello constituye un hecho, al
igual que es un hecho la multiplicación de profesionales freelance decididos
a vender su trabajo al mejor postor. Mi intención más bien consiste en
remarcar el hecho de que esa misma mercantilización, es compatible con el
nuevo papel profesional del antropólogo como investigador y que es sobre
el mercado, donde el profesional de las ciencias sociales debe reinventarse.
Es en este contexto de crisis de las esferas tradicionales de desenvolvimiento
antropológico donde debemos considerar nuestra labor como antropólogos.

103
La desregulación estatal y la falta de oportunidades como trabajadores
asalariados, como burócratas, como docentes o como becarios, evidentemente
conlleva una serie de problemas. Sin embargo, supone al mismo tiempo una
ruptura del orden establecido, un campo abonado para nuevas oportunidades y
maneras de desarrollar nuestras inquietudes profesionales. Este es sin duda un
buen comienzo para hacernos partícipes de la sociedad que nos ha tocado vivir.
Una vez que somos conscientes de esta realidad, debemos hallar la manera
mediante la cual nos pueda beneficiar en nuestra práctica profesional, y una de
esas maneras, posiblemente la más obvia, es la de convertirnos en empresarios.

Puntos fuertes y débiles de la consultoría en antropología

Llegados a este punto, conviene referirse de una vez por todas a la incipiente
e inexplorada tercera vertiente de la antropología, la de la práctica autónoma
y profesional, aquella aplicada y adaptada a los requerimientos que impone
un capital cada vez más omnipresente en lo que atañe a la investigación en
ciencias sociales. La práctica de la antropología en el marco de la consultoría
privada, capaz de ofrecer productos específicos ante necesidades concretas,
presenta perspectivas alentadoras y supone sin duda un aliciente para que
aquellos antropólogos y antropólogas que opten por desarrollar sus carreras
en el mundo empresarial, se decidan a dar el salto fuera del lugar al que el
paradigma vigente les ha confinado.

A priori, la consultoría privada puede adolecer de los mismos problemas


atribuidos a las otras dos esferas de actividad mencionadas. Al fin y al cabo,
¿qué es la consultoría sino un servicio a disposición de terceros?, ¿no supone
ello que la toma de decisiones final, tanto en lo que respecta a la contratación

104
como a la difusión final del producto, vendrán de fuera? ¿Contribuiremos
con ello a favorecer intereses opuestos a los pueblos y a la preservación
de la diversidad cultural? ¿Serán los antropólogos los nuevos abogados
del diablo en el campo del desarrollo, tal como lo han sido ingenieros y
economistas? Llegado a este punto es donde el antropólogo ha de hacer gala
de un posicionamiento ético, basado en la buena práctica y en principios
científicos sólidamente argumentados. Siempre podremos pensárnoslo dos
veces a la hora de adentrarnos en proyectos que no satisfacen un código ético
en menor o mayor medida consensuado4, aunque ello suponga renunciar a las
mieles ofrecidas por el mercado. Del mismo modo también es posible crear
una respuesta concreta, ambiental y socialmente respetuosa, y ofrecerla como
producto a una determinada organización.

Hay quienes pondrán el grito en el cielo o cargarán enérgicamente contra


la osadía de considerar nuestro trabajo como un producto, al vernos como
meros instrumentos al servicio del entramado corporativo capitalista. Y bien,
¿qué otras salidas tenemos a nuestro alcance? Sin duda, una de las ventajas
que poseemos como antropólogos es la de plantear desde perspectivas sólidas
y argumentadas, el cuestionamiento de aquellos paradigmas precedentes en
nuestra disciplina, los cuales pocas veces responden los embates de un mundo
cada vez más cambiante e interdependiente. Si lo hacen son susceptibles de
ser derribados y sustituidos, pues cualquier paradigma, por muy bien asentado
y aprobado que esté por la comunidad científica o la sociedad civil, siempre
será vulnerable en la medida de que existan voces discordantes.

4 Ante la falta de colegios profesionales o asociaciones de antropólogos en el mundo hispano, propongo como
referencia el código ético establecido por la American Anthropology Association.

105
Conviene por tanto, preguntarse acerca de las ventajas y los inconvenientes
de aceptar los hechos tal como son, así como empezar a considerar la opción
de vender nuestro trabajo. En primer lugar nos acecha la incertidumbre de si en
realidad existe ese mercado o aquellos contratantes, que al igual que nosotros,
hayan tenido la idea de considerar como vendible nuestro conocimiento. La
evidencia empírica nos demuestra que efectivamente dicho mercado existe,
aunque por un momento pueda parecer que está oculto o acaparado por las
instituciones académicas, en un tipo de competencia que bien podría ser
tachada de desleal desde un punto de vista económico, y que en absoluto
nos favorece. Por poner un ejemplo, la variable sociocultural debería ser un
requisito indispensable para la consecución de cualquier proyecto de desarrollo
(Cernea, 1995), y como tal viene incluida en la definición de Evaluación
de Impacto Medioambiental (o EIA en sus siglas en inglés), siendo un
requisito legal previo a la realización de cualquier obra, al menos en Europa.
Lamentablemente y en el caso de existir, los proyectos siempre se llevan a
cabo por profesionales que ni son antropólogos ni poseen las destrezas y los
conocimientos metodológicos para realizarlos. Del mismo modo también cabe
mencionar la fingida legitimidad que agencias gubernamentales y empresas,
han depositado en los estudios dirigidos desde las instituciones académicas.
La academia no sólo es entonces nuestro lugar de origen como profesionales.
A partir de ahora será también nuestra competencia más directa.

El terreno de la consultoría privada ha sido recién descubierto por


profesionales vinculados a la esfera pública, lo cual arroja cierto optimismo
sobre sus expectativas de futuro. Si una persona con tanta experiencia decide
pasar a la acción, por algo será. La antropóloga María Antonieta Gallart, con
una eminente trayectoria en instituciones gubernamentales, desde 2009 es

106
consultora independiente en proyectos de investigación cualitativa y evaluación
de programas públicos en materia indígena, en el tema de desarrollo social
y educativo. Su caso es sin duda ejemplo del hastío profesional que puede
producir en un antropólogo una atadura indefinida bajo la tutela del Estado.
Al mismo tiempo he aquí una facilidad que los viejos burócratas tienen y
los recién licenciados no: la disposición de una tupida red de contactos y
un volumen considerable de capital social5 que puede ser aprovechado en
beneficio propio.

Otro aspecto a discurrir es la importancia de nuestro trabajo, es decir,


cómo es visto por profesionales pertenecientes a otras ramas y en qué medida
puede ser de utilidad. Como ya he mencionado, el trabajo del antropólogo
es subestimado hoy en día, cuando no ignorado o relegado a un segundo
plano (Vázquez Mellado, 2005). ¿Seguirá siendo así en caso de convertirnos
en consultores independientes? No en la medida en que un consultor haga
público su trabajo y se de a conocer con el fin de captar clientes, o en la medida
que participe en proyectos con un profundo calado social del que puedan
hacer eco los medios. Sin embargo, este es un cambio que tardará décadas en
gestarse. Si bien al oficio de antropólogo no se le concede la importancia que
merece, en el ámbito profesional, se dispone de la capacidad necesaria para
que comience a tenerla.

Continuando con la cuestión acerca de si existe mercado para la práctica


etnográfica, no sólo es patente aquel que acaparan otros en nuestro nombre,
sino que además es posible dar cuenta de un filón de oportunidades allí donde

5 Este concepto se interpreta, no en el sentido contable mercantil del importe monetario o el valor de los bienes
aportados por un número de socios, sino como variable que mide la colaboración social entre los diferentes grupos
de un colectivo humano.

107
en principio parece no haberlas o donde no tenemos la destreza de verlas.
Ello se da en virtud de un paradigma dominante que ignora la importancia
de los estudios sociales, incluso en los más insospechados rincones de la
sociedad. A este respecto, el profesional de las ciencias sociales debe adquirir
un papel activo como gestor, haciendo llegar a esas empresas o instituciones
gubernamentales la importancia de los estudios antropológicos, ya sea para
aumentar el éxito de sus proyectos o para mejorar la implantación de sus
políticas. Uno de los ámbitos en que esto está sucediendo es dentro de las
corporaciones. Precisamente entre las intervenciones más interesantes del ciclo
de conferencias referido, estuvo la del Ingeniero Antonio Vázquez Ferruzca,
pionero en un campo que vincula industria y cultura organizacional, en donde
la antropología aplicada independiente está dando sus primeros frutos. Sin
restar importancia a la labor de los psicólogos sociales o a los responsables
de los recursos humanos en las grandes compañías, se abre aquí un campo
de investigación multidisciplinar en el que los antropólogos tenemos mucho
que aportar. Patentes son los primeros trabajos en materia de antropología
industrial y cultura organizacional, que tanto en Europa como en América
Latina se han ido asentando dentro del campo de la consultoría privada.
Un pionero en este campo es sin duda Salomón Jorge Babor, reconocido
emprendedor que ha hecho de la colaboración con la empresa privada en los
más distintos ámbitos, desde la capacitación a la coordinación de grupos en
distintos contextos sociales hasta la comunicación, la cual es su verdadero
campo de investigación.

Tal vez este sea el campo donde los antropólogos tengamos un mayor
desempeño, debido al auge experimentado por la empresa transnacional y su
en principio aparente disponibilidad de recursos. Pero no conviene olvidar

108
otros campos en los que el antropólogo consultor puede especializarse. Tal es
el caso de la mediación intercultural y la resolución de conflictos en lugares
tan dispares como escuelas, centros de inserción, instituciones penitenciarias y
comunidades rurales, o de los desplazamientos de población, o asentamientos
involuntarios, en ámbitos sociales de migración, las relaciones interétnicas,
las políticas de igualdad de género, la conciliación de vida laboral y personal,
el riesgo de exclusión social, los proyectos de desarrollo, etcétera. Este tipo de
profesionales son cada vez más necesarios con el fin de solucionar problemas
antropológicos mediante una aproximación externa a la organización, y
por tanto independiente y autónoma. Para las organizaciones públicas,
sujetas a cada vez mayores recortes presupuestarios y a la imposibilidad de
contratar personal de plantilla, el medio más asequible de obtener este tipo de
asesoramiento a partir de la contratación de profesionales externos. Igualmente
aquí son varias las pequeñas empresas que se han formado bajo esta misión,
tanto en España como en el mundo anglosajón, pudiendo citar Magenta
Consultoría de Género y Mediación Social e Intercultural, JB Intercultural
Consulting, Dinamia Consultoría Social, Cross Cultural Consulting y Harnett
Tannam Consultancy. Una breve visita a sus sitios web permite obtener una
panorámica general de todos los servicios relacionados con la mediación
social e intercultural, y así conocer la labor de unos científicos sociales que, si
bien poseen vínculos con la esfera gubernamental o académica, permanecen
libres y autónomos en su práctica profesional.

Otro campo de aplicación de los servicios de consultoría en antropología es


la promoción, conservación y gestión del patrimonio etnológico y cultural. Sin
duda, es este un campo de especialización con futuro en el caso de la República
Mexicana, por razones más que evidentes. Los esfuerzos llevados a cabo en

109
este ámbito por los agentes federales y estatales, se ven complementados por
la financiación de fundaciones extranjeras y personalidades con vocación
filantrópica. Es aquí donde de un tiempo a esta parte, son varios los
antropólogos que han intervenido como consultores externos.

Consideremos la decisión primordial que lleva a un funcionario a contratar


nuestros servicios. Cualquier evaluación, diagnóstico, definición de políticas
de desarrollo o propuesta será efectuada en un marco de imparcialidad e
independencia. El sometimiento a requerimientos académicos metodológicos,
a un lenguaje técnico y elaborado no tiene cabida en consultoría. La rigidez
impuesta por una adaptación forzosa a los esquemas de trabajo planteados por
un sistema asalariado, dará paso a la innovación y a la originalidad que supone
la práctica etnográfica libre y autónoma. Los honorarios serán sustanciosos y
con ellos las penalidades económicas que nos impedían invertir en nuestro
trabajo, serán cosa del pasado. Precisamente esos valores de creatividad e
innovación se convertirán en los valores por los que compitan las futuras
consultoras en antropología. Como profesionales vinculados a un mundo en
constante cambio, hemos de superar las limitaciones derivadas de un trabajo
pura o meramente escrito. Para ello se requiere una continua adaptación a
las innovaciones que las tecnologías de la información y las aplicaciones
informáticas ofrecen. Además de investigadores, debemos ser editores
y montadores de video, expertos en sistemas de información geográfica
informatizada, bloggeros y comunicadores, por citar sólo unos ejemplos.
La formación continua en los más insospechados ámbitos que hace décadas
seríamos incapaces de adivinar, ha pasado a ser un requisito de primer orden.

110
En último lugar conviene referirse a una de las consecuencias que se
derivan de la práctica profesional autónoma de la antropología, que no
es otra que la de vernos en condiciones de poder emitir juicios de valor,
de posicionarse a favor o en contra de nuestros sujetos de estudio o de la
actitud de nuestro empleadores. Si un antropólogo es contratado para algún
servicio en concreto, una vez que se ve respaldado por un trabajo de campo
exhaustivo y convenientemente documentado, una vez obtenidas una serie de
conclusiones sólidas, el antropólogo es el profesional más adecuado a la hora
de emitir juicios de valor o en el momento de definir políticas, recomendar
actuaciones o descartar programas, siempre sobre la base de un conocimiento
previo. ¿Acaso no ha sido contratado para ello? Si se le contrata, al fin y
al cabo se hace con el objetivo de que se pronuncie. Es su obligación dar
su aprobación sobre algo que está bien, así como también lo es denunciar
alguna actuación que en su opinión resulte una fechoría. Del mismo modo, un
antropólogo hará bien en pronunciarse sobre algún acto deleznable cometido
por las autoridades, al igual que puede verse en la postura de rechazar su
participación en un proyecto de desarrollo que suponga el desplazamiento
forzoso de una comunidad o ponga en peligro la subsistencia de la misma.

A modo de conclusión, es una tarea de los antropólogos de hoy dedicarse a


su disciplina alejándose del paternalismo académico y académico estatal, que
hasta hoy han alentado (o perjudicado) los estudios antropológicos. Muchos de
los futuros antropólogos y antropólogas nos vemos en una difícil elección al
enfrentarnos a un mercado laboral saturado, en un contexto de crisis económica
marcado por la eventualidad y la precariedad. No parece que las jerarquías vayan
a desaparecer mañana, pero sin duda puede haber un modo de aprovecharse de
ellas. ¿Es esto moralmente ético? Corresponde a nosotros la labor de delimitarlo.

111
La diferencia entre el modo “tradicional” de hacer antropología y este
nuevo modo, radica en que esta última tiene en consideración las ventajas que
aporta tanto el posicionamiento como los juicios de valor del antropólogo.
Si la consultoría permite ser autónomos, la antropología debería ser un
instrumento que posibilitara reflejar los juicios propios de los profesionales
que la practican en los trabajos por los que se les contrata, siempre que
dichos juicios estén sólida y científicamente argumentados. A pesar de que en
ocasiones sean impuestos una serie de términos de referencia previos, o una
metodología específica para analizar un determinado problema o diagnosticar
las necesidades de una comunidad, el ejercicio autónomo de nuestra profesión
permitirá tomar una papel activo en el transcurso del trabajo etnográfico, será
posible darle un cariz propio, un reflejo del modo según el cual creemos que
deben hacerse las cosas. Dejar traslucir en nuestros estudios una voluntad de
cambio y transformar la realidad a través del convencimiento sutil de nuestros
empleadores.

112
Bibliografía

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113
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Ponencia inédita. México.

Warman, Arturo. (1970). “Todos santos y todos difuntos. Crítica histórica de


la antropología Mexicana”, en: Eso que llaman Antropología. México.

114
No, la verdad es que no sé lo que hace un antropólogo

Arturo Noroña Ezeta

«No, la verdad es que no sé lo que hace un antropólogo»

Esas fueron las primeras palabras que escuché de mi compañero de trabajo en


la reunión inicial para la planeación de un proyecto financiado por el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología. Se trataba de un mercadólogo de cuarenta
años de edad que pensaba que la disciplina que yo practico se especializa
en el descubrimiento de fósiles, en el hallazgo de ruinas arqueológicas o,
en el mejor de los casos, en el estudio de costumbres y tradiciones humanas
primitivas y exóticas.

Para ningún estudiante o practicante de la antropología resulta extraño este


tipo de situaciones; después de todo, es normal que el grueso de la gente
desconozca el quehacer de un antropólogo cuando en todo el estado de
Querétaro, sólo un reducido grupo de poco más o menos veinte personas se
gradúa cada año.

Conforme pasa el tiempo, uno comienza a adiestrarse en el arte de explicar


a la gente lo que un antropólogo hace, en pocas y comprensibles palabras. Sin
embargo, nunca deja de ser un reto en aquellos casos en que la persona poco
familiarizada con esta disciplina es aquel de quien depende tu contratación,
o aquel que será tu compañero en el trabajo dentro de un proyecto de

115
investigación. No sólo se trata de saber explicar lo que puede hacer un
antropólogo, sino de saber vender las habilidades y capacidades de este. Y
es que cuando se trata de ganarse la vida, de poco sirve presumir muchos
conocimientos, si éstos resultan de poca utilidad en el mercado laboral.

En este breve escrito describo mis andares y tropiezos por este camino que
recién comienzo en el estudio y la práctica de la antropología, desde el momento
en que decidí embarcarme en esta aventura ―hace casi cuatro años― hasta el
día de hoy, pocos meses antes de graduarme, momento en el que soy testigo
del marcado contraste entre lo aprendido a través de cientos de horas dentro del
aula y las exigencias del mundo laboral contemporáneo. Con ello, busco generar
un diálogo entre dos extremos: aquél caracterizado por el pragmatismo en
donde se ubican los que piensan que estudiar una carrera como la antropología
es, por de facto, una limitación futura para todo estudiante debido a que lo
aprendido dentro de esta área del conocimiento resulta inaplicable en el entorno
productivo actual; y aquél en donde se ubican quienes, por el contrario –y en el
otro extremo– estudian y enseñan la antropología haciendo de la academia una
isla que permanece ajena a la realidad y a las necesidades de la sociedad actual
y por ende, del mercado laboral.

La universidad como un fin en sí mismo


«¿Y de qué vas a vivir?»

La pregunta más frecuente que recibí de familiares y amigos cuando les


dije que estudiaría antropología fue esa: ¿Y de qué vas a vivir? Lo anterior,
más allá de la creencia de que no existe demanda alguna de antropólogos en
el mercado laboral actual, responde al hecho mismo de que, en general, la

116
educación superior es concebida únicamente como un medio para obtener un
empleo bien remunerado que posibilite satisfacer las necesidades económicas
básicas del individuo.

Yo mismo me cuestioné al respecto y debo admitir que no fue sino hasta


los últimos semestres de mi carrera, cuando comencé a hacerme una idea
de lo que realmente podría hacer como antropólogo fuera de la academia.
Sin embargo, fueron esos primeros momentos de incertidumbre los que me
hicieron caer en la cuenta de que la elección de mi carrera, a diferencia del
grueso de estudiantes de nivel superior, no estaba basada en el hecho de
hacerme de una herramienta que me permitiera obtener un “buen trabajo”
cuatro años más tarde, mismos que en aquel momento, parecían demasiado
lejanos. Por el contrario, el estudio de mi carrera era un fin en sí mismo.

Tomar una decisión tan importante como esta, basada en lo anterior, supuso
algo insensato para gran parte de las personas que me rodeaban quienes no podían
dejar de concebir a la universidad como un medio cuyo principal beneficio se
obtiene una vez que los estudios se han finalizado, cuando se accede a un empleo
que permite la independencia económica y el ascenso en la escala social. Esta
concepción supone, como bien apunta Jesús Zúñiga García (2003: 14), que “…
la universidad debe subordinarse al ámbito económico y ponerse al servicio de
las reglas del mercado y, lo que es más grave, que el ser humano no es otra cosa
que un engranaje de la maquinaria económica que es nuestra sociedad”.

En cambio, una vez convencido de lo inconveniente de tomar una decisión


basada en el supuesto anterior, y después de haber realizado un año de
frustrantes estudios técnicos en telemática, me aseguré de que el principal

117
criterio para elegir mi carrera fuera el de disfrutar de cada minuto que le
dedicara a su estudio, sin sobrevalorar objetivos a largo plazo en detrimento
del gusto y la pasión por hacer las cosas día con día.

Lo anterior no significa de ninguna forma demeritar el valor de la


planificación o del planteamiento de metas y objetivos, los cuales sin duda
son importantes y ayudan a encauzar las decisiones que tomamos a lo largo
de nuestra vida. Sin embargo, me queda claro que el camino es tan importante
como el destino y que el fin no siempre justifica los medios.

De esta forma, después de revisar detenidamente el plan curricular y haber


cursado el propedéutico para la licenciatura, decidí iniciar mis estudios en
antropología, lo cual se convirtió después, en una de las experiencias más
satisfactorias de mi vida.

Pero la dulzura de estudiar lo que a uno le es apasionante puede amargarse


en ocasiones, particularmente hacia el final de la licenciatura, cuando se
descubren las difíciles condiciones de inserción en el mercado laboral,
-especialmente para antropólogos y otros profesionales afines-, y cuando se es
consciente de que mucho de lo aprendido a lo largo de cuatro años de estudios
no representa una ventaja para conseguir un empleo fuera de la academia.

Enfrentar la realidad
«Se solicita un antropólogo»

A diferencia de lo que sucede con carreras como la administración o la


contabilidad, en México es casi imposible encontrar un anuncio en el

118
periódico que diga “Se solicita un antropólogo”, a menos que se trate de un
puesto dentro de la academia. Sin embargo, para ejercer como docente en
una institución de educación superior, se requiere de al menos un grado de
maestría. ¿Qué hace entonces un estudiante que cursa los últimos semestres
de la licenciatura de antropología para conseguir trabajo? ¿Dónde buscar?

Llegado este momento, debo admitir que yo corrí con algo de suerte.
Inicié como voluntario en una organización de la sociedad civil poco después
de comenzar el quinto semestre de la carrera, lo cual ocurrió gracias a una
invitación que recibí de una antigua profesora de la preparatoria. Pero la suerte
nunca es suficiente si no se acompaña de trabajo responsable y habilidad para
saberse colocar. Como diría mi maestro Alberto García Espejel, sin aptitud y
actitud no se puede avanzar.

Comencé haciendo lo que cualquiera llamaría talacha: me encargaba de


preparar café y galletas para los talleres que se impartían en las oficinas de la
organización, así como de verificar que nada le hiciera falta a los participantes
de los mismos, mientras asistía como oyente a los mismos. Con el tiempo
me fueron encomendando más responsabilidades, como la de redactar
los antecedentes o la justificación para los proyectos que se hacían en la
organización. Estos giraban en torno a dos vertientes: la solicitud de fondos
a fundaciones norteamericanas para ser ejercidos por organizaciones civiles
en México, las cuales eran clientes nuestras; y la investigación realizada en
conjunto con otros organismos, como instituciones de educación superior
y empresas privadas, que participaban en diferentes convocatorias del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y otros organismos nacionales e
internacionales.

119
Finalmente, y aprovechando que se actualizaba el acta constitutiva de la
organización, me invitaron a formar parte de la misma, de manera oficial.
Así pues, fui nombrado Asociado Consultor de la organización. Poco tiempo
después de recibir mi nombramiento, y con más de seis meses de trabajo
no remunerado (económicamente), se me comunicó que el proyecto de
investigación que yo había ayudado a elaborar había sido seleccionado para su
financiamiento por el CONACYT, en cuya realización podría por fin aplicar,
hasta cierto punto, lo aprendido durante la universidad.

Comenzar a recibir dinero por mi trabajo como antropólogo, incluso


antes de graduarme, sin duda representó una gran satisfacción personal,
particularmente después de tantos meses en los cuales mis actividades en la
organización poco tenían que ver con mi formación profesional.

Sin dejar de reconocer las condiciones favorables que rodearon mi inserción


en el mercado laboral, debo señalar que existieron determinados factores que
sin duda impulsaron mi trayectoria inicial en la organización, y que permitieron
distinguirme de otros universitarios que también eran voluntarios en ese entonces.

Primera y fundamentalmente, se trató de una cuestión de actitud.


Independientemente de la profesión que se desempeñe, mostrar interés,
participar voluntariamente y aprender de sus compañeros, puede llevar a un
empleado más lejos que cualquier tipo de habilidad técnica para el trabajo que
éste posea. Fue el hecho de ofrecerme para trabajar en diversas actividades
dentro de la organización –sin que hubiera dinero de por medio–, además de
mi interés por conocer cada aspecto del funcionamiento de la misma, lo que
constituyó un plus en mi perfil como trabajador.

120
A lo anterior debo sumar otros aspectos de orden práctico. Mi dominio del
inglés fue esencial para el trabajo con fundaciones norteamericanas, las cuales
únicamente reciben proyectos en dicho idioma. Asimismo, mi capacidad de
síntesis y buena redacción constituyeron elementos fundamentales para la
elaboración de propuestas y solicitudes. Finalmente, fue el hecho de conocer
la metodología necesaria para realizar una investigación lo que me permitió
desenvolverme con relativa soltura durante la realización del proyecto.

Esa capacidad para la investigación sin duda es fruto de varios cursos de


metodología y particularmente, de las prácticas de campo y los seminarios
de investigación impartidos en la universidad. Sin embargo, nunca deja de
ser difícil aterrizar lo aprendido en el aula para un proyecto concreto y que, a
primera vista, poco tiene de antropológico.

Lo que no te enseñan en la universidad


«¿Dónde está mi comunidad?»

Trabajar en un proyecto de investigación no sólo requiere de saber investigar,


especialmente si se participa en su planificación y en la administración de los
recursos que existen para implementarlo. Como estudiante que apenas se iniciaba
en el trabajo, debo admitir que no tenía idea de lo que un acta constitutiva
significaba, tampoco sabía qué era el Impuesto Sobre la Renta, ni cómo darme
de alta en Hacienda, ni lo que significaban los honorarios asimilables a salarios.
Afortunadamente, con el tiempo y la necesidad, se comienzan a dominar
las reglas –y también las mañas– administrativas y fiscales implícitas en la
investigación financiada por el Estado. Sin embargo, es preciso apuntar que gran
parte de las instituciones de educación superior que preparan profesionales de

121
las humanidades y las ciencias sociales, omiten por completo el adiestramiento
administrativo-fiscal que todo ciudadano trabajador debería tener.

Pero más allá de los aspectos técnicos como los mencionados, existió
otra limitante en mi formación como antropólogo, la cual se hizo patente
al momento de hacer una propuesta para el proyecto que mencioné en el
apartado anterior. Dicho proyecto consistía en la elaboración de una Unidad
Sanitaria Ecológica que sustituyera al WC tradicional, mediante el uso de un
sistema de almacenaje y descomposición especial, el cual permitiera procesar
las excretas humanas sin la necesidad de utilizar agua de por medio. Siendo
éste un proyecto de innovación tecnológica, mi jefe me preguntó “¿Cómo le
vas a hacer? ¡Si este proyecto no tiene nada de antropológico!”.

Si bien la antropología ofrece una amplia gama de herramientas para la


investigación y puede, en potencia, abordar cualquier objeto de estudio referente
al quehacer humano, gran parte de los programas que se ofrecen en la actualidad,
siguen sujetos a los temas de estudio clásicos que dieron origen a esta ciencia.
Por supuesto que no hay nada de malo en revisar los textos de los padres de
nuestra disciplina, pues el problema no es que la mayoría de los antropólogos
sigan interesados en estudiar la diversidad multiétnica de las regiones más
recónditas del país, por mencionar un ejemplo, el problema real que existe es
que al finalizar la carrera pocos empleadores pagarán por hacer este tipo de
investigaciones, y mucho menos lo harán en un contexto como el actual, donde
el gobierno neoliberal de nuestro país invierte cada vez menos en desarrollo y en
investigación social. Así pues el antropólogo de hoy ha debido explorar nuevas
alternativas para investigar y por las cuales, sea más factible ser remunerado
económicamente. Y es aquí en donde, desde mi perspectiva, la academia se

122
ha quedado atrás, adiestrando a los alumnos para el estudio de comunidades
rurales, cultos religiosos, tribus urbanas, y demás objetos (y sujetos) de estudio
que, en la práctica, y una vez fuera de la universidad, rara vez se tendrá la
oportunidad de estudiar por lo que ya he mencionado líneas arriba.

Lo anterior se me vino a la mente al instante de escuchar los cuestionamientos


de mi jefe sobre el quehacer de un antropólogo en un proyecto de innovación
tecnológica. “¿Qué demonios hago para un desarrollo de excusados? ¿De
qué me sirve lo que estudié durante todo este tiempo?” La verdad es que
yo, al igual que mi jefe, dudaba de la capacidad de un antropólogo –de mi
capacidad–, para aportar algo útil y significativo a esta clase de proyectos. Por
más que busqué en los programas de todas las materias que se me impartieron
a lo largo de más de tres años, no encontré ni un solo elemento que me diera
alguna pista sobre lo que un antropólogo podría hacer en este tipo de trabajos.
Incluso los textos de la materia de antropología aplicada parecían anticuados,
en todo caso, versaban sobre estudios clásicos sobre la reubicación de
comunidades para la construcción de presas, o sobre proyectos productivos
en zonas rurales implementados durante los años setenta. Pero, ¿dónde estaba
mi comunidad?, ¿cómo emplear mi adorada etnografía, si ni siquiera tenía un
grupo humano con el cual trabajar?, ¿cómo hacer una infalible observación
participante del hábito de ir al baño? Me sentía desarmado.

Más allá de la cultura


«Tu carrera es sólo una embarradita»

Los cuestionamientos –propios y ajenos– respecto a la utilidad de la


antropología, sin duda me implicaron salir de la zona de confort en la cual

123
un estudiante se mueve a lo largo de su carrera, preocupado únicamente por
aprobar materia tras materia y dando gusto a cada profesor a lo largo de cuatro
años. Sin embargo esa incomodidad, por llamarla de algún modo, representa
tal vez la única forma de generar cierto grado de innovación en nuestra
disciplina, y tal vez, en cualquier otra.

En el mismo tenor, sería ingenuo pensar que cuatro años de estudio nos
proveerán la información y las herramientas suficientes para que seamos
capaces de enfrentarnos al mundo laboral y triunfar en el intento. Por el
contrario, la disciplina no se agota con la licenciatura y siempre es necesario
ir más allá. Y al decir esto, no me refiero únicamente a realizar estudios de
posgrado, sino a no conformarse con lo aprendido en las horas de clase, a
indagar por nuestra cuenta y así expandir, por interés o por necesidad (como
en mi caso), nuestra comprensión sobre aquellas áreas del conocimiento
que no dominemos. La carrera sólo representa, como bien dijo uno de mis
profesores, una embarradita, lo que en ningún caso será suficiente para hacer
frente a los retos y a las demandas del mercado laboral.

De esta forma, en los ratos libres que me dejaba la escuela y el trabajo,


comencé a investigar sobre lo que los antropólogos contemporáneos estaban
haciendo en materia de innovación tecnológica. Descubrí que, si bien ninguna
materia que cursé hasta el momento tenía contenidos específicos al respecto,
sí había algunos profesores de mi universidad familiarizados con el tema,
mismos que siempre mostraron gran disposición en ayudar a un antropólogo
en ciernes que hacía sus pininos en la profesión. Sin su apoyo, probablemente
no habría obtenido los satisfactorios resultados que conseguí durante la
realización de este proyecto.

124
Así pues, inicié la lectura de autores contemporáneos que exponían el reto
de la antropología para abordar la complejidad del mundo actual. Un mundo
en el que, para explicarlo, era necesario problematizar las categorías teóricas
a partir de las cuales se analizaban los fenómenos sociales tradicionalmente,
mismas que, en el caso de la antropología, datan incluso de finales del siglo
XIX. Comprendí entonces la importancia de no casarse con ningún concepto
o teoría, pues éstos son válidos, afirmarían Popper y Kuhn, en la medida en
que son falsables.

Lo primero que hice entonces, fue deshacerme de la idea de que como


antropólogo estudioso de la cultura, forzosamente debía tener una comunidad
en donde hacer observación participante. Siguiendo el planteamiento del
historiador de la antropología George Stocking (2002), puse en tela de juicio
la idea de una cultura como concepto explicativo global que se le atribuye a
cada individuo en función de su autoadscripción a un grupo humano, el cual
se identifica y delimita a partir de la pertenencia a un lugar.

Con base en este cuestionamiento, me fue necesario plantear un concepto


tal vez menos ambicioso pero lo suficientemente flexible, que diera cuenta de
aspectos más “sutiles” como el de la disposición de la gente para adquirir o
no un sanitario de ciertas características.

Ahora bien, por mucho que una idea como la anterior pueda dar inicio a una
disertación teórica interesante y apreciada dentro de la academia, no representa
de ninguna manera, una forma de dialogar –y mucho menos de convencer– a
un interlocutor poco familiarizado con la disciplina o el trabajo académico.
Puede incluso ser contraproducente e interpretarse como una artimaña del

125
investigador quien, con palabrería y vaguedades, busca impresionar con un
discurso rebuscado pero vacío; léase: choro; o, en el mejor de los casos, un
dejo de presunción innecesario.

Por el contrario, mi experiencia y trato continuo con mis compañeros de


trabajo, quienes desconocían por completo el quehacer de un antropólogo, me
enseñó que cuando se trata de convencer a los demás de la importancia de la
investigación cualitativa, debe hacerse de una forma clara y sencilla, como
haría un vendedor de aspiradoras que expone las bondades de su producto a
un ama de casa sin la necesidad de explicar el mecanismo interno del motor
eléctrico del aparato. Y es que, a final de cuentas, lo que cualquier trabajador
exitoso debe hacer es vender la utilidad de su conocimiento. Lamentablemente,
esto nunca deja de ser un reto para los antropólogos y profesionistas afines.

Vender la profesión
«Lo que haces no es representativo, no sirve.»

¿Por qué es tan difícil convencer a un empresario de la utilidad y ventajas de un


estudio antropológico? Definitivamente existe cierto grado de desinformación
en el sector empresarial respecto al quehacer de un antropólogo, pero por
otro lado, también hay un gran déficit de información sobre los proyectos
de antropología aplicada que se llevan a cabo en el mismo sector, los cuales,
por su misma naturaleza no son difundidos con igual amplitud que un trabajo
académico. José Luis García Chagoyán (2005), comunicólogo y antropólogo
de la Ciudad de México, después de una revisión exhaustiva de la bibliografía
de estos casos aplicados, en la cual no encontró información relevante sobre
la forma en que se implementan, concluye que “…la literatura publicada

126
sobre la antropología aplicada parece estar hecha en un formato adecuado
para abundar en la reflexión académica sobre problemáticas sociales, pero
sin someter a examen quién hizo el estudio y cómo lo realizó” (Chagoyan,
2005: 81). En ese sentido y siguiendo lo propuesto por Marisol Pérez Lizaur
(2003), García Chagoyán (2005) supone que el hecho de que los consultores
antropólogos divulguen dicha información representaría una desventaja en un
mercado tan competido, en el mismo sentido en el que un laboratorio nunca
revelaría la metodología empleada para sintetizar cierto tipo de medicamento
patentable, pues esto supondría una desventaja competitiva.

Dicha falta de información es sin duda en detrimento de aquellos antropólogos


–particularmente estudiantes– que buscan posicionarse en este sector sin haber
recibido un adiestramiento previo en consultoría; entre los cuales me incluyo.

En mi caso, cuando fue el momento de que hiciera una propuesta para


el proyecto, planteé como objetivo general el conocer las motivaciones
socioculturales (costumbres, usos, valores y creencias) que determinaran la
aceptación o el rechazo a la compra y al uso de la unidad sanitaria que se
estaba desarrollando.

Antes de comenzar siquiera con la investigación, hubo que convencer al


director de la organización (un administrador de empresas) de la importancia
de realizar un estudio como éste. Tarea difícil, pues él estaba convencido de
que un estudio de mercado era la mejor opción para determinar la posible
aceptación o rechazo del producto; las palabras costumbres, valores, y
creencias, no figuraban en su vocabulario empresarial pues se trataban de
cuestiones subjetivas incapaces de ser medidas.

127
Para ello, me di a la tarea de justificar mi investigación sin descartar por
completo su idea de realizar un estudio de mercado. De esta forma, le planteé
por escrito que gran parte del fracaso de la inserción de nuevas tecnologías
se debía precisamente a la poca o nula consideración que existe, durante su
desarrollo, de las verdaderas necesidades del sector poblacional en el cual se
pretende ubicar el producto innovador. Afirmé entonces que el conocimiento
profundo de la realidad social que se pretende impactar, es la clave para el
éxito de un proyecto como el que teníamos en manos, independientemente
del grado de innovación y de la calidad del producto. Asimismo propuse
que para la aprehensión de dicho conocimiento, era necesario ir más allá
de la investigación cuantitativa y el estudio de mercado tradicional, para
hacer indagaciones que permitieran “…contar con información profunda y
holística que revele el sentir, el pensar y el por qué […] de las acciones de los
diferentes segmentos poblacionales.” (Carballo y Riva, 2003).

Finalmente mi jefe accedió pero hizo hincapié en dos cuestiones: que el


escrito no diera a entender que la investigación cualitativa era en algún modo
“superior” a la cuantitativa y que modificara la afirmación de que “…es el
conocimiento profundo de la realidad social la clave del éxito para este tipo de
proyectos, independientemente del grado de innovación y calidad del producto
desarrollado”, pues de ninguna forma, dijo, podía menospreciar el grado de
innovación tecnológica en un proyecto cuya parte esencial era precisamente ésa.

De esta manera, modifiqué el texto afirmando que es a través de una


investigación interdisciplinaria que contemple un estudio tanto cuantitativo
como cualitativo, que se logran descifrar las motivaciones y frenos subyacentes
que determinan si un sector social acepta o rechaza cierto producto.

128
Una vez aprobada la propuesta general, planteé un trabajo de varias etapas,
la primera de ellas empleaba como herramienta de investigación la entrevista
profunda no estructurada a jefes de familia, con el fin de conocer el perfil
general de los compradores potenciales del sanitario, así como la información
general sobre usos, costumbres y percepciones que los mismos tenían respecto
al agua y su escasez, así como respecto a las estrategias “amateur” para su
ahorro. También planteé como objetivo de esta etapa, conocer el grado de
familiarización de los entrevistados con las nuevas tecnologías pro-ecológicas.
En su conjunto, pretendía aportar las primeras nociones de la disposición que
existe para la compra y uso del prototipo que se desarrollaba.

En teoría, cuando se hace investigación cualitativa, uno no establece


muestras que sean numéricamente representativas. En el caso de la entrevista
profunda, se aplica el instrumento el número de veces que sea necesario
hasta que la información comience a repetirse. A esto hay que agregar que
es prácticamente imposible que un solo investigador realice un número
de entrevistas profundas lo suficientemente grande, como para que éste
constituya una muestra numéricamente representativa, especialmente si se
tiene en cuenta que este tipo de interacción con el informante puede extenderse
durante horas.

Para el caso de la investigación que realicé, la información comenzó a ser


repetitiva a partir de la décima entrevista, pero continué entrevistando hasta
alcanzar la número veinte. El problema vino cuando mi jefe, obsesionado con
la información numérica representada en gráficas y porcentajes, consideró
que “sólo” veinte entrevistas, eran insuficientes y que la información era muy
vaga. “No es representativo, no sirve”, afirmó.

129
Lo anterior ha sido una crítica recurrente al estudio antropológico. ¿Hasta
qué punto es útil una investigación que trabaja sobre muestras tan pequeñas?

Con este cuestionamiento en mente, me di a la tarea de demostrar por


qué representatividad y validez no son sinónimos. Por el contrario, un
estudio puede ser numéricamente representativo y no por ello sus resultados
automáticamente válidos, pues esto último depende de factores que van más
allá del tamaño de la muestra. En el caso de la investigación antropológica,
se busca que las muestras sean pequeñas para lograr que la indagación sea lo
más profunda posible.

Habiendo dicho esto, expliqué a mi jefe que el hecho de que el número de personas
entrevistadas fuera en apariencia pequeño, era precisamente lo que me permitía
hacer una investigación mucho más detallada y detectar elementos importantes
en la gente que, de otra forma, serían imposibles de analizar. Le convencí de que
a través de este método “microscópico”, obtendríamos información relevante que
una encuesta –con todo y su representatividad–nunca arrojaría.

A manera de conclusión
«…no pensé que esto de la antropología fuera así.»

Finalmente concluí satisfactoriamente ésta y las etapas posteriores que


había planteado sin más cuestionamientos similares por parte del director de
la organización. Pocos días antes de finalizar el tiempo para la realización
del proyecto, se organizó una reunión con el director general de éste y los
representantes de las otras instituciones que colaboraron en su realización,
para presentar los resultados obtenidos durante el trabajo y la investigación.

130
Cuando fue mi turno, expuse los resultados, un poco intimidado por la
presencia de profesionales al ser yo el único estudiante de la reunión. Todos
miraban atentos hacia la pared blanca en donde se proyectaban las diapositivas
que había preparado con los resultados de la investigación antropológica.

Mientras exponía escuché varios comentarios de quienes merodeaban.


“Pues claro” decía la doctora encargada de elaborar el sustrato químico de la
unidad. “Es verdad” decía uno de los ingenieros en voz baja. Otros, tomaban
nota. En general, todos parecían identificarse con lo que yo exponía: con lo
que la gente había expresado, con lo que los entrevistados pensaban, con lo
que las personas sentían. Aspectos subjetivos pero esenciales, pues a pesar
de tratarse de un proyecto de innovación tecnológica, no puede hacerse a un
lado la idea fundamental de que la tecnología es, finalmente, una producción
cultural con implicaciones sociales directas.

Definitivamente es la antropología la ciencia idónea para el estudio de estos


aspectos, tan poco asibles y tan rara vez considerados por otras áreas del saber.
Los antropólogos tenemos en manos la gran posibilidad –y responsabilidad–,
de proveer los elementos que contribuyan a la comprensión, no sólo del otro
lejano y exótico, sino del otro que es cercano, del otro que nos es similar
y cotidiano. Hoy más que nunca, esa comprensión es fundamental para el
desarrollo de cualquier actividad que como seres humanos emprendamos y,
si bien tenemos en contra un medio agreste que desconoce por completo lo
que hacemos y lo que podemos aportar, es nuestro deber generar los espacios
necesarios dentro y particularmente fuera de la academia, que permitan
exponer al mundo la pertinencia e importancia de nuestro trabajo en el mundo
actual.

131
Cuando hube finalizado mi exposición ante el resto del equipo de trabajo,
el director general del proyecto –un hombre mayor pero aún imponente– me
dijo: “Muy bien niño, te felicito. Está muy interesante lo que hiciste, no pensé
que esto de la antropología fuera así.”

132
Bibliografía

Carballo, David y Gabriela de la Riva. (2003). “La Investigación


Antropológica como fuente de nuevos productos”, en: Segmento, Revista de
mercadotecnia del ITAM. Año 5. Núm. 25, febrero-abril. México DF.

García Chagoyán, José Luis. (2005). “Antropología Aplicada en un despacho


de consultoría: una revisión metodológica de casos aplicados en México”,
en: Cuicuilco. Vol. 12. Núm. 35, septiembre-diciembre.

Pérez Lizaur, Marisol. (2003) ¿A quién tenemos en mente cuando hacemos


antropología aplicada?: un análisis y algunas reflexiones. Presentación en
el Congreso de la UNICAES, s/l.

Stocking, George W. (2002). Delimitando la Antropología: Reflexiones


Históricas acerca de las Fronteras de una Disciplina sin Fronteras. Revista
de Antropología Social. Núm. 11. Madrid: Universidad Complutense de
Madrid.

Zúniga García, Jesús. (2003). “Politeia Esti Paideia”, en: Cuadernos de la


Viga. Núm.18. México DF.

133
134
¿Por qué vale la pena ser antropóloga?1

Rosa Ma.Vázquez-Mellado C.

La mayoría de las veces que me presento en un foro universitario, se debe a


la invitación que me hacen alumnos de antropología. Por eso, es a ustedes a
quienes me dirijo. Mi ponencia es para ustedes. Les pido que al concluir se
sientan con la confianza para preguntar y compartir, que sea el momento de
iniciar el diálogo.

Soy antropóloga y me gusta ser antropóloga, eso no quiere decir que serlo
haya sido fácil y como antropóloga aplicada, menos. Sin embargo, no me
arrepiento de mi elección y estoy orgullosa de lo que hago.

Mis inicios en la antropología

Cuando ingresé a la Licenciatura en Antropología Social, tenía en mente


fuertes ideales de justicia social. Quería encontrar la manera de aportar
algo para resolver la inequidad. Durante los cuatro años de mi preparación,
de manera reiterada pregunté a mis profesores sobre la utilidad de la
investigación antropológica para los sujetos de estudio, la respuesta era la
misma: “el conocimiento, las aportaciones científicas para el entendimiento
de los fenómenos sociales”. Y yo insistía “¿y eso para qué le sirve a la
población con la que trabajamos?”. Las respuestas siempre iban al mismo

1 Conferencia brindada en la Facultad de Filosofía de la UAQ, en octubre de 2005.

135
punto: “Los antropólogos no podemos intervenir en procesos de cambio, solo
los estudiamos”. Sustentaban sus aseveraciones con historias de antropólogos
que habían participado en cambios y alteraron de tal manera la cultura original
que ese grupo había desaparecido, o casos de estudiantes de Antropología que
habían promovido movimientos políticos en comunidades campesinas que,
tiempo después de que ellos se hubieran marchado, habían sido arrasadas
por el ejército. ¡Quién no ha oído hablar del Plan Camelot en Chile, cuando
después del golpe militar de Pinochet fueron utilizados antropólogos para
identificar líderes comunitarios, que luego fueron asesinados, con lo que
desarticularon ¡cualquier levantamiento de la población!

Mis inquietudes jamás fueron respondidas en los cuatro años de licenciatura


ni en los dos de la maestría. Mis profesores estaban preocupados por la
intervención del antropólogo en los procesos de cambio y las consecuencias
en la cultura, en los grupos humanos.

No obstante, durante los años de estudio, siempre gocé profundamente


con todas y cada una de las materias que llevé. El acercamiento que tiene la
antropología social para comprender los fenómenos sociales es fascinante.
Las lecturas me abrían un mundo hasta entonces desconocido para mí: tribus
africanas sin Estado que regulaban la conducta de sus miembros a través de
creencias mágicas, grupos polinesios en donde la filiación cultural con el
hermano de la madre era más importante que con el padre biológico, indios
norteamericanos que quemaban enormes pilas de mantas de algodón como
signo de prestigio, costumbres africanas arraigadas en comunidades de la
costa de Guerrero, obreros mexicanos que no eran obreros sino campesinos.

136
Por otro lado, la mejor parte fue que aprendí a ver con otros ojos y a vivir
de otra manera: siempre he creído que la antropología me cambió hasta la
manera de caminar. Aprendí a mirar diferente. A pensar con otros esquemas
mas igualitarios al comprender la diversidad cultural, a entender “la otredad”.

Quiero compartir con ustedes mis hallazgos como antropóloga durante


más de 20 años. Comenzaré con explicarles cuál es el lugar que ocupa la
antropología en la sociedad, para pasar después a platicarles sobre los
conflictos de gremio y finalmente presentarles mi propuesta profesional, la
cual es coherente con mis ideales y principios de vida.

No crean que he olvidado que inicié hablando sobre mi búsqueda de


respuestas para ayudar a generar cambios. Con mi presentación los iré llevando
a comprender la relevancia de la antropología aplicada y del contexto en el
que trabajo cotidianamente: la consultoría.

La imagen del antropólogo en la sociedad

Las sociedades por las que transitamos no creen en los antropólogos. No creen
que tengamos mucho que aportar. Los grupos con los que hacemos trabajo de
campo nos aprecian, nos hacen compadres, pero no creen que lo que fuimos a
hacer pueda servirles de algo. Solamente somos considerados, algunos, como
buenas personas, agradables, y por eso nos ayudan: “¡Ay hombre! Contéstale
a la güerita, no ves que es para la escuela.”

En este país, los tomadores de decisiones en la iniciativa privada como


en el sector público, no buscan asesorarse por antropólogos, son biólogos,

137
psicólogos, comunicólogos, actuarios y hasta ingenieros, quienes se convierten
en “expertos” para atender y “resolver” los problemas sociales.

La antropología no figura en esos ámbitos, en nuestra sociedad está


considerada como profesión de tercera, tenemos trabajos de tercera y nos
pagan con salarios de tercera. Fuera del gremio nadie quiere escuchar lo que
tenemos que decir, y a veces ni dentro. Esto obedece a dos grandes razones:
la primera, compuesta por tres aspectos, tiene que ver con los valores que
prevalecen hoy en día en la sociedad:

• En primer lugar de importancia está el dinero, luego entonces las


carreras como medicina, administración de empresas y contabilidad,
ocupan ese lugar de prestigio. ¿Cuántas personas venden sus sueños,
principios y valores por dinero?

• Le sigue en importancia la tecnología, con el brillo que le da a las


ingenierías. ¿Cuántas empresas reemplazan personal por maquinaria
para hacer más eficientes los costos, es decir, para ganar más dinero?

• En un tercer lugar encontramos al ser humano, y junto con él se sitúan


las ciencias sociales. “Los programas gubernamentales funcionarían
mejor si no hubiera gente, ese es el elemento que estorba para el logro
de los objetivos, son un mal necesario.”

La segunda gran razón de que la antropología esté considerada como profesión


de tercera tiene que ver con nosotros los antropólogos: ¿por qué hemos permitido
esta valoración? o, más bien, ¿por qué escogimos una carrera de tercera?

138
En una ocasión alguien me dijo que cada persona que accedía a una
carrera, la escogía para resolver algo en su interior. Quienes hemos llegado a
la antropología buscamos entender nuestra propia marginación. Por eso hay
empatía con grupos marginados. No obstante, ahí reside la trampa: nos sentimos
jodidos, buscamos el ser “diferentes”, ser parte de una minoría. Sin embargo,
no podremos ayudar a los jodidos a salir de la jodidez desde la jodidez.

A lo largo de 20 años de ser antropóloga, he aprendido que la antropología


Social puede ayudar a que la sociedad, a que el ser humano, tomen el primer
lugar en la escala de valores. ¿Por qué digo que podemos a ayudar a que el ser
humano regrese al primer lugar de la estima en la sociedad?

En primer lugar porque la mayoría de nosotros escogimos esta profesión en


busca de generar justicia social, iniciamos teniendo un compromiso para con
los demás. Quién sabe qué le sucede a la mayoría de los antropólogos que,
con el pasar del tiempo, se les olvida su sueño.

En segundo lugar porque nuestras técnicas de investigación cualitativas –


entrevista y sobre todo observación participante-, establecen relaciones cara
a cara con el otro, partiendo de que lo que hace y dice es importante para
nosotros, quienes tenemos que mostrar un interés honesto, ya que de no ser
así, la información obtenida no será confiable.

Como tercer punto están los fundamentos de nuestro trabajo: la visión


emic y etic, la búsqueda de la objetividad, el entendimiento de las diferencias
culturales sin categorizar valorativamente la “otredad”.

139
Estas son grandes aportaciones que hacemos al mundo, no solamente se trata
de teorías y una metodología científicas, sino de un acercamiento igualitario
con una base racional perfectamente bien estructurada y muy robusta.

La consultoría: opción para el desarrollo de la antropología social

Soy consultora independiente, tengo mi propia empresa y durante 11 años de


trabajo tanto para la iniciativa privada como para el sector público, junto con
los compañeros aventureros con los que he incursionado por terrenos vírgenes,
hemos mostrado a los clientes a distinguir que el otro no es inferior ni superior,
solamente es diferente; a que los juicios de valor les impiden entender al otro,
pues la valoración de las conductas diferentes a la propia es como un tapón
que impide el reconocimiento de las causas del comportamiento.

Al inicio de la plática les dije que me gusta ser antropóloga y sobre todo
aplicada, pero no ha sido fácil. En efecto, las dificultades comenzaron cuando
me interné en un terreno para el que no me habían preparado en el aula, porque
permítanme anticiparles: a los antropólogos en este país nos enseñan a hacer
investigación académica lo que, en principio, solamente nos sirve para eso y
para la docencia. No nos muestran otros caminos principalmente porque los
profesores los desconocen y, en su mayoría no les interesa.

Así que retomando, como les decía, me hice sobre el camino, o más bien,
he ido haciendo el camino y así aprendí a elaborar propuestas, a cotizar, a
negociar, a obtener resultados rápidos y a entregar documentos en los códigos
del cliente. Espero que comprendan que aprender ha significado muchos, pero
muchos fracasos por el camino. Uno de los más fuertes fue cambiar mi forma

140
de acercamiento, de uno fuerte y contestatario, en constante pugna con la
figura de autoridad, a un discurso fuerte y firme pero conciliador, respetuoso y
maduro, con el fin de sensibilizar a los tomadores de decisiones para abrirlos
a un cambio en su concepción de la otredad, de su personal o de la población.

Soy antropóloga social especializada en Antropología Industrial. En 1991,


viví mi primera experiencia como consultora para una empresa trasnacional. El
proyecto lo solicitó un corporativo con el fin de encontrar alternativas al fuerte
índice de ausentismo en su personal. Cuando el director me preguntó por el
costo–beneficio de mi trabajo, no supe qué contestar. Los choques culturales
continuaron. Tuve que resolver cómo escribir la propuesta y lo mas aterrador,
cuánto cobrar. Un par de amigos antropólogos me dijeron: “¡cobrar! ¡si deberías
estar agradecida con que te dejen entrar!”. Decidí pedir 150% más de lo que
ellos sugerían y el gerente que recibió la propuesta sonrió, pensó que lo que
pedía era un cobro mensual y no global, sin chistar me lo dio. Tiempo después
me di cuenta que estaba cobrando un poco más que la secretaria del gerente.

El Diagnóstico de Clima Laboral que entregué fue muy bueno, según yo,
pero para los ejecutivos trastocó el frágil equilibrio con el que mantenían
sus relaciones de poder: evidencié la ineficiencia del gerente de Recursos
Humanos y hostilicé su actitud hacia mí. Como resultado, no volví a ser
requerida para “apoyar” la resolución de problemas y mi trabajo fue guardado
en un cajón para después pasar a la basura. La búsqueda de la verdad sin
cuidar cómo decirla, se convirtió en mi primer gran fracaso.

Desde entonces, he realizado proyectos de consultoría tanto en el sector


público como en el privado, en proyectos de comunidad, evaluando programas

141
y elaborando diagnósticos de cultura organizacional. Ha sido una larga
travesía, este es el aprendizaje que hoy quiero compartir con ustedes.

Ejemplifico: un gerente de recursos humanos en una empresa suele etiquetar


a los empleados como flojos, irresponsables o desleales. Cuando he realizado
investigaciones que muestran cómo las conductas así calificadas responden a
ineficiencias de la administración, los ejecutivos se sorprenden enormemente
y su actitud hacia el personal cambia. En el futuro buscarán soportar la toma
de decisiones con mayor objetividad, pero sobre todo, viendo más de cerca a
las personas.

Otro ejemplo: el Programa de Paludismo de la Secretaría de Salud ha


trabajado durante más de 40 años, con características de verticalidad hacia su
personal y hacia las comunidades. En una investigación que realizamos en las
costas de Oaxaca durante el 2001, encontramos:

Primero, un desconocimiento sorpresivo del paludismo por parte de las


comunidades y segundo, la existencia de un choque cultural entre las creencias
y costumbres de la gente y la concepción occidental de la medicina moderna,
la cual impide la integración del Programa como parte de su cotidianidad.

Los funcionarios responsables del Programa se sorprendieron enormemente.


Por primera vez habían buscado un acercamiento diferente a las comunidades,
y se pudieron percatar que las premisas sobre las que está asentado el Programa
no han permitido incidir en los hábitos de salud de la población y que los
costos de atención han sido muy elevados.

142
Como consecuencia de este estudio propusimos la necesidad de hacer
otro complementario al anterior, igualmente en Oaxaca: “La comunidad y
el personal del Programa de Control: dos visiones del paludismo” (2002).
Había por primera vez un reconocimiento de la necesidad de incorporar a
la cultura organizacional de los trabajadores, como elemento básico en la
definición de estrategias de acercamiento a la población, logrando que esta
participara en las estrategias de prevención.

Los dos proyectos anteriores fueron financiados por el Internacional


Development Research Centre de Canadá. Lamentablemente, no obstante
que los resultados eran muy interesantes, la Dirección de Enfermedades
Transmitidas por Vector no tomó en cuenta los resultados, no era suficiente
hacer buena investigación aplicada, hacía falta algo más.

En la actualidad esperan fundamentar el Programa con participación


comunitaria. Por supuesto sabemos que para el logro de ese objetivo,
requerirán, antes que nada, reconocer a la comunidad con sus diferencias
culturales. Deberán conocer, entender y aceptar, su concepción del proceso
salud-enfermedad y buscar la manera de adaptar el Programa de Control,
Prevención y Atención del Paludismo a esa concepción.

Al terminar la primera investigación, mi cliente directo, un alto funcionario


del Instituto Nacional de Salud Pública, ya manifestaba respeto por mi trabajo,
lo que me permitió pasar a otro nivel con posibilidades de ser escuchada, de
incidir en la toma de decisiones. Me convertí en asesora. Desde esa posición
pude impulsar el desarrollo de otro proyecto: “La participación comunitaria
en el Control del Paludismo en los Focos Hiperendémicos de la Costa del

143
Océano Pacífico”. Este ha sido el proyecto más importante que ha realizado
COMINCAP, mi empresa de consultoría. Su duración fue de 15 meses.
Hicimos trabajo de campo en tres estados de la República: Michoacán, Nayarit
y Chihuahua. Las aportaciones de esta investigación son:

• Necesidad de un acercamiento diferenciado a las poblaciones en zonas


endémicas por tipo cultural, definimos tres: indígena tradicional,
indígena en transición y mestiza.

• Definición de autoridades legítimas por tipo.

• Aceptación de la diferencia de concepción del proceso salud-


enfermedad de la población indígena, para realizar adecuaciones en el
discurso de la Secretaría de Salud respecto a este sector.

• Reconocimiento de la influencia de la cultura organizacional de los


programas de control, para definir la mejor forma de relacionarse
con la población y así, lograr que esta colabore en las acciones de
prevención.

El más importante de todos:

• Abrimos la discusión de los aspectos socioculturales con las


aportaciones de la perspectiva antropológica.

Como pueden ver, la antropología sirve de puente entre las culturas: somos
traductores culturales de gran valor.

144
No obstante, hemos visto que nuestra profesión se encuentra en una baja
estima social. Mi invitación es a reconsiderar que lo que sabemos hacer es
de gran valor. Nos hemos sentado en la idea de que lo que hacemos es tan
agradable y “fácil” que cualquiera lo podría hacer, pero no es así.

Los antropólogos antes que nada tenemos un compromiso social diferente al de la


mayoría de los administradores de empresas, al de los ingenieros o los contadores.
Sabemos acercarnos a las personas de una manera singular, con la observación
participante, la cual nos distingue de la forma en que lo hacen otros profesionistas.
Entablamos una relación cara a cara que nos compromete con el otro, que le dice
“Me eres tan importante que vengo a escuchar lo que tienes que decir, lo que
sucede en tu cotidianidad; escucho tus problemas y los anoto. Además, me quedo
acompañándote para ver lo que haces, todo esto para poder entender qué pasa
en tu interior.” Ya de entrada, estamos considerando al otro como un ser valioso.
Las encuestas por su parte, definen relaciones anónimas y frías, en ellas el sujeto
es un número más, y en donde solamente importa sí, no, o cuántos, ocasionando
que el individuo se pierda en las gráficas y porcentajes. La forma del compromiso,
si lo hay, es distante, por lo que el investigador no podrá transmitir al interlocutor
lo que sucede con la gente, no podrá entender el entramado de relaciones y la
complejidad cultural, imposible de conocer a través de técnicas cuantitativas.

Durante mi trayectoria como consultora, me he podido percatar que:

1. Lo que sabemos hacer hace mucha falta.

2. Que cuando egresamos de la escuela, no salimos preparados para proveer


de nuestros servicios a las empresas e instituciones.

145
3. Que instituciones y empresas han comenzado a reconocer la importancia
de lo social.

4. Los espacios que se han abierto los están ocupando administradores de


empresas, ingenieros, actuarios y biólogos. Ellos hablan de cultura y de
cambios sociales.

¿Qué características debe tener un antropólogo que desee hacer consultoría?

• Alta estima.

• Reconocimiento de la utilidad de la antropología.

• Claridad en las técnicas.

• Formación teórica que permita interpretar los fenómenos sociales


observados.

• Pero sobre todo, compromiso y profesionalismo.

La consultoría es una opción laboral para los antropólogos con la que


ganamos todos: nosotros, los contratantes y los usuarios, es decir, el universo
para el que se realiza el estudio.

En la mayoría de los países americanos, existen consultoras de


antropólogos que ofrecen servicios especializados, pero en México somos
escasas las empresas de este tipo. La demanda de nuestros servicios comienza

146
evidenciarse. Sé de una empresa de comunicólogos que ofrece, con bastante
éxito, la etnografía a la iniciativa privada. En Estados Unidos, una de las
empresas de consultoría más grandes en el mundo, Andersen Consulting,
contrata antropólogos año con año.

En México, los antropólogos no están preparados para hacer consultoría, es


decir, antropología aplicada, que implica, en comparación con la académica:

• Tiempos más cortos.

• Lenguaje sencillo y esquemático.

• Metodología no antropológica, variedad de técnicas.

• Resultados rápidos y estructurados de acuerdo a las necesidades del


cliente.

• Propuestas prácticas de solución.

• Habilidades para el trabajo en equipo.

• Adaptación a códigos ajenos a los nuestros: vestido, lenguaje, normas.

• Actitud de servicio y humildad.

• Relación con la autoridad de reconocimiento y respeto. Acatar normas.

147
No obstante, podemos aprender. El antropólogo es un aventurero que sabe
cómo abrir puertas, lo único que requiere es identificarlas, saber en dónde
están, porque como dije antes, no sabe que lo que sabe es de gran utilidad para
la sociedad, y la sociedad no sabe que lo que sabemos hacer puede ayudar
enormemente.

A pesar de lo duro y de lo difícil, me siento muy orgullosa de ser antropóloga,


no me arrepiento de mi elección, esta es mi manera de colaborar con lo mejor
de mí, para que en el mundo haya un poco menos de injusticia e inequidad.

Queda mucho por aprender, hay ahí un amplio horizonte, lleno de retos, de
sorpresas, y aceptarlos se convierte también en una manera de vivir la vida.

148
Tres vertientes de aplicación de la antropología1

Alberto García Espejel

Cada quien habla,


según le va en la feria.
Refrán popular.

En ocasiones se ha discutido en algunos seminarios y foros, sobre la


pertinencia de llamar a la antropología que se desarrolla en nuestro país como
Antropología en México o bien antropología de México. La primera opción
implica obviamente, que el país es considerado únicamente en su noción de
espacio geográfico que sirve de forma para la aplicación de técnicas y métodos,
y para la comprobación de teorías preparadas en otras partes del mundo.
Es decir, nuestro país es visto como un gigantesco laboratorio social. La
segunda posición por su parte reclama una presencia también en el contenido,
aportando algunos conceptos, técnicas, métodos y/o teorías al conocimiento
antropológico universal. Los que abogan por esta segunda opción señalan
como uno de los aportes más claros de la antropología mexicana, los estudios
de carácter aplicativo.

La antropología aplicada en nuestro país tiene ya larga tradición. Lameiras


(1979) señala como “primera praxis social de la antropología”, la época
que va de 1920 a 1940, donde los antropólogos comienzan a intervenir en

1 El presente artículo se basa en una ponencia presentada en el Encuentro sobre Antropología Aplicada “Antropología
a la Mexicana”, llevado a cabo en Puebla, Puebla, en octubre de 2001. La versión que presento en esta ocasión
la realicé después de una revisión detallada, considerando los comentarios que han hecho algunos colegas, y
actualizando y reformulando algunas ideas como resultado de la experiencia acumulada.

149
la vida político-administrativa del país, consiguiendo la institucionalización
de esa praxis y de su enseñanza. En esta etapa intervienen antropólogos tan
destacados como Antonio Caso, Miguel Othón y Mendizabal, Moisés Sáenz,
Villa Rojas y Aguirre Beltrán, aunque muy especialmente en la noción
práctica el iniciador es Manuel Gamio. Posteriormente a esa primera praxis
social se afianza, siguiendo con la clasificación de Lameiras, la actividad
institucional hasta llegar a una crisis de la disciplina junto con otras ciencias,
en 1968. Esta periodicidad de la antropología, se lleva a cabo en consonancia
con las disputas paradigmáticas que se presentan en la teoría antropológica
nacional entre las corrientes culturalistas-particularistas, el estructuralismo
histórico, el funcionalismo, el indigenismo y el marxismo ortodoxo, y
posteriormente, entran en la disputa la ecología cultural y el marxismo
revisionista (Hewitt,1988).

Tenemos entonces que la antropología aplicada o práctica que nos ocupa


tuvo sus inicios en el ámbito político-administrativo, desligándose en cierta
medida del ámbito académico propio de las universidades y centros de
investigación. Este distanciamiento generó críticas de uno hacia el otro lado,
en ocasiones cargadas sólo de epitafios y carentes de razonamientos. No
pretendo reconstruir aquí dicha discusión, pues esta se encuentra registrada
en las diversas reseñas que se han hecho sobre el desarrollo de nuestra ciencia
en México (García Mora, 1987; García Espejel, 1996; Krotz, 1992 y 1995;
Lameiras, 1979; Medina, 1995; Nahmat Sitton, 1988; Vázquez León, 1987;
Varela, 1989, por citar sólo algunos). Lo que me interesa es justamente señalar
algunas de las diferencias prácticas que a mi entender, se encuentran entre
diferentes posiciones. Antes quiero aclarar otro hecho, que es el surgimiento
de una tercer posición: la antropología aplicada desarrollada en consultoras.

150
Como decía, si bien la antropología aplicada surge en el ámbito político-
administrativo, participando en las políticas integracionistas y desarrollistas del
estado mexicano, posteriormente, a partir de la segunda mitad de los ochentas
y más claramente a partir del neoliberalismo salinista, se ha ido desligando
en parte de ese ámbito y ha pasado a desarrollarse en la iniciativa privada
por medio de consultoras. Esta situación es la que en cierta medida genera
la tercer posición, pues no es lo mismo hablar de la antropología «aplicada-
institucional», la cual se realiza en dependencias ligadas a los gobiernos
estatales o federales (Casas de Cultura, Culturas Populares, Secretarías de
Estado, sobre todo las de “desarrollo”, y en particular el ex- INI, actualmente
CDI, que es donde tiene su origen), que de la realizada en las consultoras
y luego de estas y la llamada antropología «académica» (desarrollada en
universidades y centros de investigación)2.

Comencemos por señalar algunas características de la que denominamos


académica, pero antes he de aclarar que, como cualquier esfuerzo de
categorización general, se escapan ciertas particularidades y distinciones en
cada categoría, asimismo algunos aspectos de mi clasificación podrán parecer
exagerados. Sin embargo, el sentido es tratar de abarcar las condiciones
principales que le dan identidad por así decirlo, a esta categorización. La
antropología que denomino académica desarrolla estudios principalmente,
2 Aquí señalo dos aspectos. Por una parte, que no se aborda el caso de los trabajos que los antropólogos están
realizando en las denominadas ONG’s, pues he de reconocer que desconozco tal ámbito laboral (sólo tengo algunas
nociones superficiales, lo que no es así de los otros tres ámbitos donde sí he tenido oportunidad de trabajar); y en
segundo lugar distinguir como un caso aparte al INAH. De acuerdo a mi apreciación, si bien es una institución
federal cuya función es “preservar el patrimonio cultural” (con lo que podría pensarse que entra en la antropología
que he denominado institucional), en lo referente a la antropología social que me interesa y que es donde enfoco la
discusión sobre la aplicabilidad de los conocimientos, el INAH puede ser ubicado en el sector académico dado que
no conozco ningún trabajo de investigación social con carácter aplicativo realizado por él; su margen de aplicabilidad
se circunscribe a la difusión de las diversas manifestaciones culturales de los pueblos y grupos étnicos. De hecho,
son relativamente pocos los estudios de antropología social que se llevan a cabo en el INAH (que no en la ENAH)
ya que predominan los trabajos de arqueólogos y antropólogos físicos.

151
aunque no es lo único, sobre los más diversos aspectos de la superestructura,
no obstante, también le dedica mucha atención a los estudios estructurales de
economía y de relaciones sociales de producción. Este tipo de antropología
tiene como distintivo que en ella abunda la descripción detallada y las
discusiones conceptuales; ante todo pretende ser teórica y seguir un esquema
rígido de hacer ciencia, privilegiando el llamado método científico3.
Desafortunadamente, en la práctica esta manera de “hacer ciencia” se limita
las más de las veces, a copiar el modelo propuesto por algún autor de moda,
y a tratar de comprobar la existencia o aplicabilidad de este en el área que
el investigador escogió. No se aporta nada o casi nada a la generación de
conocimiento científico, sólo se busca comprobar lo que otros dicen.

En la gran mayoría de los casos no pretende de manera directa resolver


problemas sociales sino solamente explicarlos, aunque con sus hallazgos y
de manera tangencial contribuye a la atención de esos problemas. La mayoría
de los investigadores de esta corriente (todos ellos universitarios), señalan
que la meta de la ciencia es el conocimiento profundo de la realidad, es decir,
la “búsqueda de la verdad”, la cual inicia con una descripción, y únicamente
llega a una explicación de la misma. En razón de esto se le ha criticado
su falta de valor ético para responsabilizarse de sus resultados, y sobre
todo su falta de utilidad en países como el nuestro. En parte, a este tipo de
investigación es a la que le correspondería el epitafio de García Mora (1987:
84), quien destacaba que en las últimas décadas se ha desarrollado “el estudio

3 Aunque se manifiesta casi siempre lo contrario, en la práctica se parte de la idea de que, cumpliendo con todos
los puntos que a manera de listado se enuncian como método científico, se está haciendo ciencia, es decir, con que
se ponga por lo menos una Enunciación y Definición del Tema a tratar, Objetivos, Hipótesis, Método, Desarrollo
o presentación de los datos (contenido), Resultados, Conclusiones y Bibliografía, ya se está cumpliendo con la
elaboración de un documento “científico”, aunque con ello se cae en una confusión entre lo que es el método y lo
que es meramente un esquema de presentación de resultados.

152
del huarache”, expresión relativa a “…ciertos estudios, caracterizados por
dedicar lustros de esfuerzos descriptivistas sobre temas que pueden parecer
exageradamente especializados [...]”. Esta antropología señala que la ciencia
sólo se elabora a partir de seguir los cánones establecidos ortodoxamente
en la labor antropológica. Es decir, se debe insertar el antropólogo en una
comunidad a estudiarla por lo menos durante un año, para poder comprender
la realidad analizada en su totalidad; debe, de ser posible, vivir con una familia
para apreciar la dinámica que se desarrolla en ésta y para poder describir y
comprender todas las actividades realizadas4.

Otro distintivo de ésta es que por lo general sus estudios se circunscriben


a comunidades o espacios limitados, o a grupos sociales muy reducidos5,
aunque los resultados las más de las veces son presentados como realidades
más generales y similares a otros espacios. A esta antropología también se
le ha denominado “de gabinete”, tal vez debido a que contradictoriamente a
lo que establece en teoría sobre la permanencia en el campo, la mayor parte
del tiempo los investigadores se la pasan en la oficina6, preparando el marco
teórico-conceptual y las temporadas de campo, y posteriormente, elaborando
los distintos manuscritos del informe en sus diversas variantes, pues es común
que un reporte final de investigación de la antropología académica, llegué a
tardarse varios años en ver la luz. En el transcurso de estos, partes del material
son ocupados en la elaboración de artículos y ponencias que eran presentados
4 Para los que inician en la investigación antropológica, conviene remitirse para un acercamiento más profundo pero
a la vez sencillo, a las condicionantes del trabajo de campo compiladas en el trabajo de Jacinta Palerm citado en la
bibliografía, lo cual no implica necesariamente que la autora se enmarque dentro de esta tendencia antropológica.
5 A veces es tal la profundidad del estudio por la permanencia que los investigadores tienen en una localidad o
dentro de un grupo social (pueden ser varios años de visitas, así sean esporádicas) que es común que se expresan con
términos como “mi comunidad” o “mis indios” y que incluso se manifiesten sentimientos de pertenencia, “negando”
o manifestándose en contra de la entrada de otros investigadores.
6 Explicado en buena medida porque no suele haber recursos financieros para realizar investigaciones en campo, y
menos las que demandan amplias estancias; condición sobre todo en las instituciones de provincia.

153
con pequeños cambios en diversos foros. Justamente la tardanza en la
aparición de los resultados de una investigación realizada de esta manera,
hace que éstos se encuentren desfasados con respecto a la realidad estudiada,
pues ésta es dinámica, cambiante.

Otra característica que queremos destacar sobre este tipo de antropología,


es que al ser la que predomina en el ámbito académico, es decir, en las
universidades, es la que más ampliamente se difunde y se repite, de tal
manera que los estudiantes suelen ser preparados fundamentalmente en la
realización de estudios culturalistas (en el sentido de atender las causas,
orígenes, desenvolvimiento y posible proyección de infinidad de elementos
de la cultura de los diversos pueblos y grupos sociales de la nación), eso
sí muy detallados, pero con pocas posibilidades de aplicación. En menor
medida también se les prepara en la realización de estudios que den cuenta,
las más de las veces de manera incipiente, de alguna problemática social, es
decir, se les enseña hasta la fase descriptiva de la problemática que, aunque
es un avance, queda todavía limitada. En síntesis, se les enseña a los alumnos
a pensar en términos de “realización de estudios” (ello porque los maestros
obviamente enseñan lo que aprendieron y lo que a ellos les resultó, pues
consiguieron trabajo como profesores aunque no necesariamente les sucederá
lo mismo a los estudiantes), y no se les enseña en función de “resolución
de problemas”. De allí que una de las demandas recurrentes del un sector
estudiantil, sobre todo en los últimos años de la carrera, es saber a dónde
saldrán a obtener trabajo una vez concluidos sus estudios, pero muchas veces
no encuentran respuesta en su profesorado. De igual manera es destacable que
en la gran mayoría de los casos, las investigaciones sean realizadas por un

154
investigador y en todo caso por “su equipo”7, por lo que no hay una discusión
y/o participación multidisciplinaria, o por lo menos esta es mínima8.

Creo que algunas otras de las características de este tipo de antropología


académica, son que además suele ser conservadora y que tiene un repertorio
de defensas contra las discordancias que se le presentan, las cuales se pueden
catalogar en un proceso que inicia con la especialización (únicamente se enfoca
a lo suyo, no quiere ver más allá), la simplificación (limitando el análisis sólo
a lo que creen “lo concerniente” y a los criterios que ellos establecen, por lo
que en muchas ocasiones no se pasa de una simple medición de criterios),
el rechazo (que se puede manifestar en varias formas como el ridículo,
persecución, definición de fronteras y mantenimiento de lo que se considera
lo adecuado) y por último, cuando ya las evidencias les desbordan, recurren a
la asimilación (usando métodos familiares para modificar, describir y ofrecer
una nueva salida con un cierto número de discordancias, lo que permite que
el resultado sea expuesto como si fuera una extensión del paradigma normal),
características que Chambers (1988) mencionó acerca de lo que denominó
“Profesionalismo normal”.

7 Asociado a estas condiciones, se suele presentar en algunos profesores una especie de actitud que yo denominaría
de “caciquismo intelectual”, es decir, un maestro-investigador suele realizar “su investigación” en “su comunidad”,
pero curiosamente, después de un cierto tiempo, deja de asistir al trabajo de campo y solo envía a los estudiantes
de “su equipo” a que saquen información, bajo el pretexto de que de esa manera ellos van a ir aprendiendo. El
investigador utiliza la información que le traen los estudiantes sin darles, en la mayoría de los casos, los créditos. Me
ha tocado incluso observar investigadores que elaboran ponencias, o bien “ofertan su información” en dependencias,
como sí ellos hubieran obtenido los datos.
8 Aunque también aquí cabe aclarar que, de acuerdo a las normas que el CONACYT está pidiendo para aprobar
proyectos académicos, esta situación (conformación de equipos multidisciplinarios), junto con la elaboración de
investigaciones comunitarias y la no aplicabilidad de los resultados, está provocando que algunos investigadores
estén cambiando su forma de proceder si quieren acceder a los apoyos, aunque también se da el caso de que por
ello muchos investigadores en ciencias sociales no se atreven a solicitar estos apoyos o bien son rechazados en las
evaluaciones.

155
En descargo de estas situaciones manifestadas sobre la antropología
académica, podemos señalar la permanente carencia de recursos para realizar
sus investigaciones, así como la necesaria inserción del investigador en la
modalidad de acumulación de puntos (llámese SNI, escalafón o apoyo a la
investigación) para poder subsistir9. Sin embargo, es justo señalar que esta
antropología en cierto sentido está cambiando en varios aspectos, como
veremos líneas adelante.

Por su parte, la antropología aplicada desarrollada en diversas instituciones,


fue catalogada como la “antropología grasienta”; y también como “tradición
socioantropológica de concepción pragmática, la búsqueda de una ciencia
que ayude a resolver los mayores y más urgentes problemas nacionales”
(Medina, 1995). No obstante, para muchos de sus detractores esta antropología
presenta una confusión entre ciencia y política, además de que carece de
manera general de una “metodología científica” por lo que “necesariamente”
presenta un bajo nivel de elaboración teórica. Para esos mismos críticos esta
antropología es populista, pues sólo sirve a los intereses de los gobernantes
en turno para acallar algunas demandas sociales. Es la antropología que sirvió
para determinar los métodos más adecuados de “sometimiento” para algunos,

9 Guillermo Sheridan en un ya añejo pero excelente artículo que mantiene su valor, titulado “Ganando puntos” (La
Jornada Semanal del domingo 23 de febrero de 1997), resume magistralmente la situación de los investigadores del
SNI (caso que es aplicable al sistema de puntos que se han adoptado en diversas instituciones educativas para apoyar
a sus investigadores) en esa carrera de “puntitis” en que se ha convertido la academia: “La impartición de cursos, el
merecimiento de grados, las publicaciones y los premios, han aumentado en proporción directa a los estímulos en
subasta. Y no es que haya una súbita bonanza del conocimiento: lo que hay es bonanza de puntos disponibles. En
una bolsa tan especulativa como la de valores aumenta la inversión en currícula, no necesariamente la producción
de inteligencia. Debido a los estímulos, un maestro comprime su seminario de 40 horas en un diplomado de cuatro
y/o en una conferencia de una hora. [...] Los puntos en disputa varían según la naturaleza de los eventos: un curso
de 40 horas da puntos y su versión conferenciada da otros. Si la misma conferencia se encoge a ponencia y entra
a un simposio, da más puntos; si al simposio se invita a alguien de Xalapa, aumentan porque es interinstitucional;
si se invita a un ictiólogo, aumentan porque es interdisciplinario; si viene un amigo de la University of Texas,
aumentan porque es internacional; si hay memorias -y siempre las hay-, aumentan porque hay publicación, etc. Los
coordinadores ganan con todo.” (el subrayado es mío).

156
o de “incorporación o asimilación a la sociedad mayor” para otros, de los
grupos indígenas y de los grupos marginados. Sería asimismo la que sirvió
de guía para la implementación de programas como Coplamar, Solidaridad o
más recientemente Oportunidades.

Si bien esta antropología cuenta con recursos en algunos casos (no es lo


mismo hablar de Oportunidades-SEDESOL que de la CDI y menos aún de
Culturas Populares-SEP), éstos nunca son suficientes para poder implementar
los programas propuestos, o bien no llegan a tiempo los recursos para la
realización de las actividades. Además, muchas de las ideas que genera se
quedan en el escritorio a expensas de las jefaturas en turno o de los equipos
directivos a cargo, que sí tienen intereses políticos. Esta posición antropológica
presenta además como característica el que muchos de sus estudios son de
carácter regional, aunque ello no implique que dejen de lado los estudios de
comunidad, sino que se trata de incorporar a éstas a un espacio más amplio, el
cual pueda ser atendido en un contexto más manejable.

Otra condición es que el tiempo que lleva hacer una investigación es (o


debe ser), comparativamente más corto que el empleado por los académicos,
debido a su misma condición de aplicabilidad, lo cual marca también el hecho
de incorporar a las investigaciones acciones o propuestas de otras disciplinas e
incluso métodos (por ejemplo acciones de difusión, exposición, capacitación,
promoción; y métodos estadísticos sociológicos, principalmente). Esto ha ido
propiciando como una condición indispensable, el que los antropólogos se
incorporen a equipos multi o interdisciplinarios.

157
Dicha posición también se adentró cada vez más a nuevos campos de estudio
y nuevos espacios, lo cual le acarreó críticas por parte de los académicos
más ortodoxos, quienes no consideraban como antropológicos los estudios
de las ciudades, con temas sobre grupos populares-urbanos, chavos banda,
niños de la calle, o estudios sobre obreros, industria o del espacio urbano
mismo10. Posteriormente, y de una manera algo convenenciera, la antropología
académica ha ido cambiando como señalamos anteriormente, aceptando e
incorporando estos nuevos campos y espacios, en parte por la “comodidad”
que representan al investigador, pues ya no es necesario irse a meter a una
comunidad sin servicios.

En esta corriente es donde muchos antropólogos, y en general muchos


egresados de carreras de carácter social, encontraron posibilidades de trabajo
pues las plazas para poder ser investigador académico, por simple lógica,
eran y son muy reducidas. Sin embargo, el haber entrado a dependencias
institucionales que requerían otra lógica de acercamiento a la problemática
social, e incluso de pensamiento, para la que no fueron preparados los que se
incorporaban, provocó que en muchas ocasiones se manifestara desagrado por
la preparación académica que se recibió y que, también, no se pudiera acceder
a cargos importantes pues no se estaba preparado en esa línea, es decir, se
incorporaban a las fuentes de empleo como lo que podríamos denominar “mano
de obra intelectual”, donde tenían que ir escalando posiciones a partir de toda
una red de relaciones y no por méritos académicos o su nivel de preparación.
Esta situación sin embrago, también se ha visto ampliamente restringida

10 Hay que recordar que la antropología tradicional tenía como campo de investigación casi exclusivo el espacio
rural y los grupos indígenas y campesinos; se llegó a la ciudad siguiendo a esos grupos, analizando como vivían y
se desenvolvían en ella. Posteriormente fue cuando se comenzaron a interesar en otros grupos de ese nuevo espacio
urbano.

158
en México a raíz de la crisis económica, de los mandatos de organismos
financieros internacionales, así como el acatamiento que de ellos hace nuestro
gobierno, los cuales implican adelgazamiento del aparato burocrático, por lo
que incluso las nuevas generaciones de “científicos sociales” ven reducida sus
posibilidades de fuentes de empleo.

La tercera de las corrientes a la que nos hemos referido, la antropología


aplicada pero en su vertiente de consultoría, si bien comparte muchas
características con la antropología aplicada gubernamental, adquiere otras
condiciones que tienen mucho que ver con el empleador y las necesidades
que tiene. Este es variable, desde dependencias oficiales: IMSS, SS, PEMEX,
DDF, etc., (las cuales poco a poco están prefiriendo contratar a consultoras
por cuestiones presupuestales insertas en el modelo económico neoliberal que
se maneja, además de considerar que un consultor no crea responsabilidades
ni derechos laborales para la dependencia contratante, y en cambio, ésta si
puede reclamar la calidad de la investigación además de condicionar otras
situaciones como la temporalidad, la veracidad y la aplicabilidad de los
resultados11), hasta empresas privadas (industriales y comerciales) de muy
diversa índole.

Es cada vez más frecuente el que en diversos ámbitos empresariales y en


algunas dependencias gubernamentales que antes no lo hacían12, se están
percatando que los planes, programas y acciones que se emprenden no se

11 Aunque por otro lado, hay que mencionar que en algunas dependencias gubernamentales sólo quieren que se
les valide el trabajo, como mero requisito, por lo que están prefiriendo contratar a “académicos”, los cuales se
encuentran “avalados” por la institución educativa, llámese universidad o centro de investigación, estableciendo
con ellos una relación diferente, donde no hay exigencia pues el estudio es sólo un requisito y se archivará, por lo
que se busca que tenga un menor costo. Esta idea se toca de nueva cuenta con otras implicaciones, líneas adelante.
12 Como ya señalé, en algunas dependencias gubernamentales sí se venía realizando una investigación aplicada e
incluso, ello permitió el impulso inicial de la antropología de este tipo.

159
pueden realizar cabalmente o bien, en el peor de los casos fracasan, si no se
considera el factor social. Esto es, los diferentes grupos sociales intervienen
siempre, contrariamente a la visión que se tenía de que eran seres pasivos.
Ahora, el pretender un cambio tecnológico en una empresa, el implementar
una tecnología moderna para incrementar la productividad; el tratar de llevar a
cabo un programa de construcción de vías de comunicación en general (llámese
metro, libramientos, carreteras, etc.) o de obras de infraestructura social o
privada (presas hidroeléctricas, aeropuertos, desarrollos turísticos, estadios,
etc.); el tratar de hacer viables programas de atención social en el terreno
educativo o médico; el diagnosticar las necesidades reales para implementar
programas sociales diversos; el realizar estudios físicos exploratorios con fines
mineros o petrolero, o el pretender cambiar sistemas productivos, constituyen
situaciones que necesariamente tienen una respuesta de las personas que se ven
o se sienten afectadas o alteradas, sean obreros, empleados, líderes, colonos,
vecinos, tianguistas o grupos de diversa índole, ya sea porque trabajan en
la empresa, porque realizan alguna actividad relacionada con el sistema o
simplemente porque viven en un espacio determinado, lo que los convierte en
actores sociales inmersos en el proceso.

Decíamos líneas arriba que esta visión antropológica aplicada en


consultoras, presenta otras condiciones diferentes de la que se lleva a cabo
en el ámbito gubernamental (y más todavía de las características del ámbito
académico), entre las que destacamos las siguientes:

- Tiempo. En todos los casos, las investigaciones que se contratan con una
consultora cuentan con un tiempo relativamente corto para realizarse (o por
lo menos más corto que en los dos casos anteriores) pues cuando se decide

160
contratarla, es porque se requieren respuestas inmediatas para un problema
que ya está afectando los intereses del empleador. En la gran mayoría de las
ocasiones, el consultor contará únicamente con uno a tres o cuando mucho
seis meses para realizar la propuesta, llevar a cabo la investigación y exponer
los resultados. Dependerá de su habilidad negociadora el poder explicar
al contratante, que algunos aspectos son aplicables en el mediano plazo y
requieren de un seguimiento. Además, es común que las más de las veces
durante el desarrollo de la investigación, el consultor social esté a expensas
del tiempo de los técnicos, de los supervisores, de los encargados de las obras,
a quienes les suele parecer poco importante el trabajo social, por lo que llegan
a retardar los trabajos de investigación. Por si esto fuera poco, es común
que si la consultoría no se puede llevar a cabo en los tiempos estipulados, el
contratante imponga multas, quitando con ello parte de las posibles ganancias,
cosa que no suele suceder cuando se establece el vínculo con una institución
académica.

- Espacios y grupos sociales investigados. Casi todas las investigaciones en


las que se contrata una consultora tienen que ver con espacios no diferenciados.
Lo mismo se pretende obtener datos y planteamientos de resolución en zonas
urbanas, suburbanas o rurales y de características indígenas o mestizas,
pues generalmente los problemas que tienen los contratantes no respetan
los límites espaciales. Por tanto, el consultor debe considerar en el manejo
metodológico de la investigación y en la propia exposición de los resultados,
estas condicionantes espaciales.

- Lenguaje. Este es un aspecto que en muchas ocasiones vuelve problemático


el desarrollo de la consultoría. En las más de las veces, el contratista o

161
empleador provienen de ámbitos académicos completamente ajenos a las
ciencias sociales y por tanto, se les dificulta incluso el manifestar que es lo que
pretenden con un estudio, no les es fácil a veces el indicar cuál es el problema
social que los afecta, o bien, no alcanzan a comprender los resultados por la
manera en que están manifestados e incluso, también hay confusiones por el
empleo de ciertos conceptos13. Los científicos sociales las más de las veces
tratamos de explicar la propuesta y sobre todo los resultados, con un lenguaje
sumamente descriptivo y casi siempre teórico, lo que lo vuelve confuso (o
“rollero”), para alguien que por su parte maneja un lenguaje más esquemático.
Esta situación provoca que el consultor tenga necesariamente que aprender
algunos elementos del lenguaje técnico, conocer conceptos y temporalidades
diferentes, es decir manejar un lenguaje que le permita comunicarse con esos
técnicos y con otros profesionistas.

- Metodología. Este es uno de los cambios nodales. Ya no es posible seguir una


metodología puramente antropológica o netamente ortodoxa. Los problemas
sociales son complejos y requieren para su explicación, el acercamiento a partir
de diversos caminos y el manejo de una variedad de técnicas que nos brindan
también diferentes ciencias. Si bien, la antropología aplicada institucional
incorporó a su metodología antropológica tradicional sobre todo metodologías
sociológicas, las cuales actualmente en las consultoras se están aplicando
(sobre todo el aspecto estadístico mediante encuestas y sondeos), junto con
metodologías geográficas, históricas y de otras disciplinas que parecían
tan ajenas como las de la ciencia de la comunicación y la mercadotecnia,
es el caso de los grupos focales por ejemplo. Esta situación sin embargo,

13 Como ejemplo puedo citar discusiones que se han presentado en algunas consultorías que hemos brindado, por el
manejo de conceptos tales como “afectación”, “impacto”, “alteración”, “corrupción”, “beneficio”, etc.

162
no deslegitima a la ciencia antropológica sino que la nutre, revitalizando el
propio método antropológico. Además, otro problema para poder aplicar solo
el método antropológico y que tiene que ver con los lenguajes y concepciones
diferentes, es que la mayoría de las veces el contratante no entiende el método
y lo considera poco válido, por el tiempo que emplea, para brindar resultados
adecuados.

- Costos. Este es otro de los aspectos nodales. La antropología aplicada


tiene un costo, pues la solución de los problemas sociales justamente reduce
otros costos que podrían ser mucho más elevados en todos los ámbitos (costos
políticos, sociales e incluso financieros) para las empresas y dependencias. En
éstas y sobre todo en aquellas manejadas por tecnócratas, los directivos saben
que las respuestas a sus problemas tienen un costo. Desafortunadamente
existe en el terreno antropológico (y en general en las ciencias sociales), un
desconocimiento valorativo del trabajo realizado, además de una competencia
desleal. Expliquemos brevemente este aspecto. Algunas dependencias (y ya
también algunas empresas privadas) se han dado cuenta que pueden incorporar
el análisis social que requieren, invitando a sus proyectos a los centros de
investigación académicos (justamente los que conforman el primer ámbito:
la antropología académica), sin tener que invertir grandes sumas, pues en
muchas ocasiones a los académicos sólo se les da una ayuda o compensación
extra (ya que tienen su salario base en las universidades o centros donde
trabajan). La dependencia que requiere del trabajo gana porque no invierte
mucho capital y obtiene su investigación social, aunque sea generalmente para
cumplir con el requisito. Por su parte, la institución educativa cumple uno de
sus propósitos de «vinculación con la sociedad” y recibe parte del pago por

163
la investigación14. El investigador recibe un pago extra (aunque sea mínimo),
incrementa así su curriculum y tiene materiales para seguir acumulando puntos
en su carrera escalafonaria o para mantenerse en los sistemas de investigación
antes señalados, aunque para ello generalmente deba restarle tiempo a sus
actividades académicas normales e incluso, llegar a emplear mano de obra
de los propios estudiantes a cambio de una calificación. Todos salen ganado,
supuestamente.

Los “únicos” que salen perdiendo son el resto del gremio, es decir, la
inmensa mayoría que no labora en las universidades o centros de investigación
(pues sólo algunos cuantos trabajan en los centros académicos). Sin embargo,
hay que reconocer que los que más pierden son los consultores, y lo que es
peor: estamos convencidos que sale perdiendo la disciplina antropológica en
su conjunto, pues el trabajo que desarrolla seguirá viéndose por los mandos
directivos de las dependencias y empresas, como complementario y de costos
ínfimos, por lo que no se revaluará, y por lo que en muchas ocasiones, sólo se
encargará para cubrir un requisito15.

Además de esta desvaloración de la disciplina existen y hay que decirlo,


envidias de uno hacia el otro lado del gremio: los unos, académicos y burócratas
creen que los consultores obtienen millonarias ganancias con cada proyecto,
aunque no consideran las inversiones que se realizan y hacen disminuir las
ganancias, así como el que normalmente las consultoras se tardan meses en

14 El porcentaje que reciben las universidades y centros en un proyecto llega a ser del 40%, el restante se distribuye
entre los investigadores.
15 Parece ser que parte de la cultura empresarial implica que “lo que no cuesta, no vale”. En proyectos globales de
consultoría conjunta con ingenieros, hemos tenido oportunidad de ver los altísimos costos que éstos marcan por sus
trabajos, donde el “componente social” es sólo una pequeña parte del costo global; en contraparte, también hemos
visto como algunos colegas “académicos”, sufren al momento de establecer los costos de un proyecto, por no saber
qué presupuestar.

164
conseguir participar en un concurso para obtenerlo y otro tanto en poder
adjudicárselo, además de que desconocen las dificultades que implica el ganar
un proyecto16; y los consultores por su parte, envidian la estabilidad laboral y
remunerativa de aquellos y critican su falta de productividad.

- Resultados. La preparación de los resultados debe de ser además de rápida,


estructurada de acuerdo a las necesidades y al tipo de cliente. Generalmente
se debe entregar además de un reporte completo y detallado, un resumen
ejecutivo (justamente para los ejecutivos de la empresa que no tienen tiempo
para leer todo el manuscrito) y se debe realizar una presentación adecuada a
las circunstancias en una reunión para tal fin. Para ésta se requiere preparar
también una serie de esquemas, gráficos y/o flujogramas que faciliten la
comprensión. Sin embargo, lo más destacable en la elaboración y presentación
de los resultados, son las propuestas prácticas de solución a los problemas
planteados. Justamente el contratante-contratista se va a fijar más en esto
y exigirá, que se le profundicen los detalles de las propuestas de acciones
para resolver el problema social que le aqueja. Aquí es justamente donde el
investigador-consultor debe de poner en juego toda su capacidad de resolución,
relación e inventiva, para proponer ideas claras, concretas y factibles.

- Recursos. En una consultoría se debe contar con infraestructura


(computadores, equipo telefónico, fax, fotocopiadora, vehículos, etc), con
servicios asociados (secretariales y de diseño gráfico principalmente), pero

16 Las dificultades de hecho aparecen desde el conseguir entrar en los concursos, de los cuales a veces por carecer
de red de relaciones, no se tiene conocimiento. A diferencia del académico que, como ya señalamos, le puede llegar
el trabajo sin buscarlo, mediante los departamentos de vinculación de las instituciones, el consultor debe establecer
una serie de relaciones y alianzas para que lo inviten a los concursos, lo que implica incluso el contar con una
presencia, una presentación impecable y el manejo de un lenguaje adecuado y seguro para vender su producto: las
ciencias sociales.

165
sobre todo se debe tener recursos financieros para arriesgar, pues cuando se
gana un proyecto, en ocasiones es posible que se tenga que brindar una fianza,
lo que implica el dar como garantía propiedades inmobiliarias que se pueden
perder si el contratante considera inadecuados los servicios. En la antropología
académica aplicada, generalmente los investigadores hacen uso de los recursos
que la propia institución les brinda y nunca se arriesga una fianza.

- Otros. Existen otras condicionantes del trabajo en consultoría que suelen


alterar el desarrollo de una investigación, tales como las propias «grillas
internas» dentro de las dependencias y empresas, donde las diferentes
áreas tienen sus intereses y ven al consultor como un ente negativo y ajeno
que les está «robando» el trabajo. También podríamos hablar con mayor
profundidad de las implicaciones éticas en las diferentes corrientes que
hemos mencionado, por ejemplo las implicaciones éticas de “validar” un
trabajo gubernamental mediante un estudio que será archivado, y que por
lo mismo será mal elaborado y no será cuestionado por el contratante pues
sólo cubre un requisito. Asimismo están las implicaciones educativas que
cada una de estas corrientes tienen y deberían tener, en la preparación de
futuros antropólogos17, o bien, de las modalidades que se podrían establecer
para conseguir proyectos mediante agentes, e incluso de las dificultades para
preparar un proyecto como consultora (costos, metodologías, presentación,
etc.). Sin embargo, debido al espacio de la ponencia no se pueden abordar
éstos y otros aspectos más, así como no se puede profundizar y desarrollar
más a detalle los puntos antes enunciados. De hecho, algunos otros puntos
sólo se enuncian en el cuadro anexo.

17 De hecho, en los artículos de Garibay, Vázquez-Mellado y en otro escrito por un servidor, abordamos justamente
parte de estas implicaciones formativas.

166
Reflexiones finales

Es difícil hablar de una conclusión, pues cada una de las diferentes variantes
de la disciplina tiene sus pros y sus contras, mismos que hemos tratado de
mostrar. Creemos que lo indispensable en este momento, es hacer de las tres
visiones antropológicas una sola. No está peleada la aplicación práctica de
ninguna disciplina, pues de hecho la ciencia nace para explicar los fenómenos,
comprenderlos, dimensionarlos y transformarlos en beneficio de la sociedad.
Una ciencia que no se renueva mediante la solución práctica a problemas,
desaparece poco a poco, pasa del inicial empuje que le da sentido hacia una
etapa enciclopédica y hacia un desuso gradual de sus conocimientos generados.
La antropología es una ciencia que se ganó un espacio en el conocimiento
universal, pero que, desafortunadamente, todavía no puede competir con
otras carreras sociales que han venido recibiendo un fuerte impulso, lo que
las hace más conocidas para los directivos de dependencias y empresas, los
cuales prefieren contratar a esos profesionistas (sociólogos y psicólogos
sociales principalmente) que se han proyectado, pues desconocen la labor que
los antropólogos pueden hacer. Es el momento de cambiar la imagen general
de que el antropólogo es el sujeto extraño y exótico que descubre “huesitos”,
“tepalcates” y “pirámides”, por la del científico social que dimensiona y
propone acciones adecuadamente para atender la dinámica situación social.

167
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169
Antropología Antropología
Características Antropología “institucional”
“académica” “consultoras”
En dependencias ligadas
Empleador
a los gobiernos estatales o
variable y en
federales (Casas de Cultura,
En universidades expansión:
1. Lugar de Culturas Populares, Secretarías
y centros de iniciativa
trabajo de Estado, sobre todo las de
investigación. privada y
“desarrollo”, y en particular
dependencias
la CDI que es donde tiene su
públicas.
origen).
Supuestamente
dedicada en esencia
a preparar nuevas
generaciones de
Dedicada a atender problemas Negocio.
antropólogos.
sociales.
2. Fines
Aplicación del
explícitos Realizar investigación.
La investigación (si la hay) es conocimiento
para la acción. antropológico.
Difusión del
conocimiento
científico
antropológico.
Pretende
No pretende resolver Sirve de guía para la resolver
3. Fines
problemas sociales, implementación de programas problemas
implícitos
sino sólo explicarlos. sociales. existentes o
prevenirlos.

170
Antropología Antropología Antropología
Características
“académica” “institucional” “consultoras”
Propuestas prácticas a
“Mano de obra
problemas planteados.
intelectual”.
Ampliamente crítica Capacidad de
4. Condiciones No preparada para
y analítica, poco resolución, relación e
necesarias línea de mando y toma
propositiva. inventiva para proponer
de decisiones.
ideas claras, concretas
y factibles. Diseño de
Disponibilidad.
escenarios.
Temas más
Nuevos temas y Variedad de temas y
5. Temas tradicionales y que
espacios de estudio. áreas de estudio.
después se renuevan
Estudios se
circunscriben a Estudios comunales,
6. Espacios comunidades o Estudios comunales y regionales (los más
estudiados espacios limitados, o regionales. frecuentes) y/o
a grupos sociales muy nacionales.
reducidos.

Lenguaje sumamente Lenguaje menos Lenguaje escasamente


7. Lenguaje
académico. académico. académico.

171
Antropología Antropología Antropología
Características
“académica” “institucional” “consultoras”
Confusión entre ciencia y
política.
Esquema rígido Uso indiscriminado
de hacer ciencia, Carece de manera general de diversas
privilegiando el de una “metodología metodologías.
8. Metodología
llamado método científica” y hace uso de
científico y el método otros métodos. Baja elaboración
antropológico. teórica.
Bajo nivel de elaboración
teórica.
Escasa descripción,
poca discusión
Descripción detallada Escasa descripción,
conceptual,
9. Método junto con discusiones pocas discusiones
tratamiento de
conceptuales. conceptuales.
aspectos más
prácticos.
Estudios y aplicación
Estudios y aplicación
10. Método Estudios de gabinete en campo, aunque con
en campo intensivo.
lentitud.
11. Forma de Trabajos Equipos Equipos
trabajo individuales. multidisciplinarios. multidisciplinarios
12. Tiempo de Estudios de mucho Estudios de corta Trabajos de muy corta
trabajo tiempo. duración. duración.
Resultados muy
13. Tiempo de Resultados poco o nada Resultados
desfasados en el
resultados desfasados en el tiempo. inmediatos.
tiempo.

172
Antropología Antropología Antropología
Características
“académica” “institucional” “consultoras”
Resultados
Resultados
Resultados específicos específicos
presentados como
14. Fines de los para la realidad y para la realidad
realidades más
resultados espacio “estudiado” o y espacio
generales y similares
atendido. “estudiado” o
a otros espacios.
atendido.
Informe general,
resumen
ejecutivo y
Académicos: libros,
15. Presentación de Técnicos (reportes, presentación
ponencias, artículos
resultados folletos, manuales). ejecutiva.
(algunos repetitivos).

Frecuentemente
confidenciales.
Difusión mínima. Nula difusión.
Ampliamente
16. Difusión de difundida pues
Suele no haber No hay
resultados predomina en el
“traducción” “traducción
ámbito académico.
académica. académica”.
Escasez de recursos.
Recursos
Recursos financieros
Muchos “abundantes”
para aplicación (no
17. Recursos investigadores pero
para estudio), aunque
no saben o les da “condicionados”
insuficientes.
“flojera” conseguir (fianzas).
fondos.

173
Antropología Antropología Antropología
Características
“académica” “institucional” “consultoras”
“Consultorías”
Costos más elevados
en competencia
(infraestructura, mano
desleal. Bajos costos
de obra calificada y/o
18. Costos (infraestructura, mano No aplican.
capacitación, salarios
de obra estudiantil,
de investigadores, pago
compensaciones a
impuestos).
investigadores).
Salarios según
Buenos y estables más Salarios mínimos.
consultoría, aunque en
“Puntitis” curricular.
19. Salarios general altos.
Prestaciones
Prestaciones amplias. básicas.
Sin prestaciones.
Estabilidad y derechos
laborales. Inestabilidad y nulidad
Estabilidad y
de derechos laborales.
20. Estabilidad derechos laborales
Difícilmente hay
Laboral (aunque cada vez
exigencias (aunque Posibilidades de ser
menos).
la situación está demandados.
cambiando).
Folklórica, sumamente Innecesaria, costosa
21. Imagen al Mano de obra
“rollera”, poco práctica,
exterior buena y barata.
revoltosa. “snobismo”, “caché”.

174
Antropología Antropología Antropología
Características
“académica” “institucional” “consultoras”
“Estudios del
huarache”. “Antropología
grasienta”.
“Genocidio social”.
“Caciquismos
intelectuales”: los “Populista”, sirve
Sirve a los intereses de
22. Epítetos investigadores se a los intereses de
los que están en el poder
adueñan de temas y los gobernantes en
para explotar a las clases
áreas. turno para acallar
bajas.
algunas demandas
Explotación de sociales.
alumnos.

175
176
Legislación y antropología: Una experiencia profesional

Oscar Banda González

I. Legislación y Pueblos Indígenas

La década de los años noventa del siglo pasado, como nunca antes se había
visto en la historia del país, estuvo marcada por una presencia inusitada de los
pueblos indígenas en las discusiones académicas y políticas. Esto se debió,
entre otros factores:

1) Al activismo político desarrollado por organizaciones indígenas del país


en los primeros años de los noventa, en torno al rechazo de la conmemoración
oficial por los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón al continente
americano.

2) La configuración de derechos colectivos de los pueblos indígenas en


diversos instrumentos de derecho internacional1.

3) La incorporación en el marco jurídico nacional de derechos indígenas, al


firmar el Estado Mexicano el Convenio 169 de la Organización Internacional
del Trabajo, y la adición al artículo cuarto de la Constitución Política de los

1 - Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales, adoptado
el 27 de junio de 1989; Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas.
- Proyecto de Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas (en julio de
1993, Naciones Unidas acordó el proyecto de declaración y lo presentó a la Subcomisión de Prevención de
Discriminaciones y Protección a las Minorías, el cual fue aprobado en 1994 por la Subcomisión y presentado
a la Comisión de Derechos Humanos para su examen, donde también fue aprobado en el año 2007).
- Proyecto de Declaración de la Organización Estados Americanos sobre Pueblos Indígenas, aprobado para su
análisis el 27 de Febrero de 1997 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

177
Estados Unidos Mexicanos, reconociendo la composición pluricultural de la
Nación mexicana sustentada en los pueblos indígenas2;

4) La promoción de derechos indígenas desarrollada por el extinto Instituto


Nacional Indigenista (INI), en la década de los noventa.

5) El levantamiento Zapatista, los Diálogos de San Andrés Larrainzar y la


iniciativa de ley de la Comisión de Concordia y Pacificación sobre Derechos
y Cultura Indígena.

En los debates desarrollados a lo largo de esta década, la antropología y los


antropólogos jugaron un importante papel. Se discutieron las viejas posturas
de la disciplina, el indigenismo integracionista, y se fortalecieron otras, la
autonomía indígena.

El resultado de este proceso se tradujo en el año 2001, en reformas


y adiciones al artículo segundo de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Sin embargo, se reconoce limitadamente el derecho a
la libre determinación de los pueblos y las comunidades indígenas. Esto no
dejó satisfechas a las organizaciones del Movimiento Indígena Nacional, ni
a los académicos e intelectuales que participaron durante la década de los
noventa en la construcción de una agenda nacional de derechos indígenas. De
las limitaciones a estas reformas se han realizado diferentes análisis (López
Bárcenas, 2005; González Galván, 2002; Díaz Polanco y Consuelo Sánchez,
2002), por lo que no habré de abundar al respecto.

2 Decreto por el se reforma el artículo cuarto constitucional. http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/


ref/dof/CPEUM_ref_122_28ene92_ima.pdf, consultado en línea en junio del 2008.

178
En la Cámara de Diputados, a partir de estas reformas, se han trazado tres
grandes líneas de trabajo legislativo:

Aquella que pugna por consolidar las reformas legislativas del 2001,
trasladando a las leyes secundarias los efectos de estas reformas.

La que pretende recuperar los contenidos legislativos de los Acuerdos de


San Andrés Larrainzar, así como la iniciativa de Ley sobre Derechos y Cultura
Indígena de la Comisión de Concordia y Pacificación.

Aquella que propone incorporar en la legislación nacional nuevos derechos


de los pueblos indígenas, es decir, aquellos que no fueron enunciados en los
instrumentos antes señalados, entre los cuales están: la consulta, el desarrollo,
la representación política, los territorios y medios de comunicación.

II. El Quehacer Legislativo

Es en este contexto, en el que he desarrollado una práctica profesional a lo


largo de tres años como asesor parlamentario especialista en derechos de los
pueblos indígenas. Cabe preguntarse si mi inserción laboral en este espacio
tiene que ver con mi perfil profesional como antropólogo social o es producto
de alguna otra circunstancia.

Para dar respuesta a esta pregunta, habré de desarrollar diferentes factores


que me permitirán contestar esta interrogante: 1) las funciones que realizo
profesionalmente en mis actividades laborales; 2) los conocimientos y
habilidades que se requieren para el tratamiento de estos; 3) las características

179
del sujeto de la acción legislativa: los pueblos indígenas y sus comunidades y,
4) las materias sobre las que se han presentado acciones legislativas durante
el periodo 2006-2009, en el que me he desarrollado profesionalmente dentro
la Cámara de Diputados.

Como señalé, trabajo en calidad de especialista en derechos de los pueblos


indígenas para un Grupo Parlamentario3 de la Cámara de Diputados. Es mi
responsabilidad proporcionar a los diputados de este Grupo, los elementos
necesarios para la toma de decisión en sus diferentes quehaceres legislativos,
como son:

Su participación en las tareas que desarrolla la Comisión de Asuntos


Indígenas4, instancia responsable de recibir, analizar y elaborar propuestas de
dictamen sobre las iniciativas legislativas5, minutas6 y Puntos de Acuerdo7
3 El Grupo Parlamentario es el conjunto de diputados según su afiliación de partido. Ley Orgánica del Congreso
General de los Estados Unidos Mexicanos. http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/marco.htm, consultada en
línea en agosto 2010.
4 La Cámara de Diputados cuenta con 40 comisiones ordinarias, con la finalidad de elaborar dictámenes, informes,
opiniones o resoluciones, contribuyen a que la Cámara cumpla sus atribuciones constitucionales y legales: Agricultura
y Ganadería; Asuntos Indígenas; Atención a Grupos Vulnerables; Ciencia y Tecnología; Comunicaciones; Cultura;
Defensa Nacional; Derechos Humanos; Desarrollo Metropolitano; Desarrollo Rural; Desarrollo Social; Economía;
Educación Pública y Servicios Educativos; Energía; Equidad y Género; Fomento Cooperativo y Economía Social;
Fortalecimiento al Federalismo; Función Pública; Gobernación; Hacienda y Crédito Público; Justicia; Juventud y
Deporte; Marina; Medio Ambiente y Recursos Naturales; Participación Ciudadana; Pesca; Población, Fronteras y
Asuntos Migratorios; Presupuesto y Cuenta Pública; Puntos Constitucionales; Radio, Televisión y Cinematografía;
Recursos Hidráulicos; Reforma Agraria; Relaciones Exteriores; Salud; Seguridad Pública; Seguridad Social; Trabajo
y Previsión Social; Transportes; Turismo, y Vivienda. Artículo 39 de la Ley Orgánica del Congreso General de los
Estados Unidos Mexicanos. Artículo 39, Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos.
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/marco.htm, consultada en línea en agosto 2010.
5 La iniciativa de ley “…es un escrito que contiene un proyecto de normas jurídicas que ha de ser sometido al
procedimiento legislativo. La posibilidad de iniciar leyes o decretos corresponde: a) Presidente de la República; b)
Diputados y Senadores y c) Legislaturas de las entidades federativas”. Martínez Morales, Rafael. (2006). Diccionario
jurídico General. Tomo 2. México: IURE Editores, UNAM.
6 Minuta es el “Documento que contiene el proyecto de ley o decreto que ha sido aprobado por la cámara de origen
y que es sometido a la consideración de la cámara revisora para su discusión y probable aprobación”. Sistema de
Información Legislativa, Secretaría de Gobernación. http://sil.gobernacion.gob.mx/Glosario/glosario.php?filter=M.
Consultado el 20 de septiembre del 2009.
7 Las Proposiciones con Punto de Acuerdo “…son aquellas proposiciones que no son iniciativas de ley, en este caso

180
del presupuesto anual federal en la materia.

a) Análisis y posicionamiento parlamentario del Informe de Gobierno que


presenta el ejecutivo anualmente.

b) Elaboración de la propuesta legislativa del Grupo Parlamentario al


inicio de cada periodo ordinario de sesiones8.

c) Elaboración de iniciativas de ley y proposiciones con Punto de Acuerdo


en la materia, a propuesta de los diputados.

d) Dictaminación de propuestas de iniciativas y Proposiciones de Punto


de Acuerdo de diputados del Grupo Parlamentario en la materia.

Para el óptimo desarrollo de las funciones señaladas, es necesario tener


conocimiento de los contenidos en los instrumentos Internacionales de
Derecho en la materia, la legislación de América Latina, las demandas de
incorporación legislativa de derechos de las comunidades y organizaciones
indígenas, así como del marco jurídico nacional y de los procedimientos
legislativos9 de la Cámara de Diputados.

pueden recaer sobre cuestiones políticas o de orden interno, problemas coyunturales, que adquieren la característica
de un acuerdo y que hacen llegar a los órganos administrativos correspondientes”. Manual de procedimientos
legislativos y sus formatos”. Coordinación Jurídica del Grupo Parlamentario del PRD. (s/f). México. Pág. 2.
8 Conforme a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Cámara de Diputados tiene la obligación
de reunirse en sesión plenaria a fin de dos veces por año, la primera a partir del 1o. de septiembre de cada año y hasta
el 15 de diciembre; la segunda desde del 1o. de febrero hasta el 30 de abril de cada año. A cada uno de estos eventos
se les denomina periodo ordinario de sesiones.
9 El procedimiento legislativo, “…es la secuencia que sigue toda la iniciativa de ley o decreto en el Congreso
de la Unión desde su recepción, discusión, aprobación, promulgación y hasta su publicación. Puede concluir con
rechazo o aplazamiento…”. Martínez Morales, Rafael. (2006). Diccionario Jurídico General. Tomo III. México:
IURE Editores, UNAM.

181
Como sabemos, la nación mexicana tiene una composición pluricultural
y multiétnica expresada en la presencia de al menos 68 pueblos indígenas10,
hablantes de 364 variantes lingüísticas11, con un número indeterminado de
comunidades con diversas formas de organización social, sistemas jurídicos
y relaciones específicas establecidas con el Estado nacional de acuerdo a
circunstancias históricas propias. No es la misma la relación del Estado con
el pueblo yaqui, a la de los zapotecos del istmo o los ñhañhö del estado de
Querétaro, sólo por señalar algunos casos.

Los pueblos y comunidades indígenas, han generado una agenda legislativa


que demanda la superación de las limitaciones de la reforma Constitucional
del 2001, en donde sean considerados como sujetos de derecho público, así
como la inclusión en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
del derecho a la libre determinación, que implica: 1) el reconocimiento a sus
formas de gobierno; 2) elección de autoridades; 3) sistemas normativos; 4)
territorios y 5) representación en las instancias de decisión nacional, entre
otros.

Las diferentes posiciones señaladas respecto al rumbo de la legislación


indígena en la Cámara de Diputados, se reflejan en distintas acciones
legislativas presentadas durante el periodo comprendido en los años 2006-
2009, en las cuales he colaborado.

10 De acuerdo al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), existen en el país 68 pueblos indígenas o
agrupaciones lingüísticas, además de un conjunto de variantes lingüísticas. http://www.inali.gob.mx/catalogo2007/,
consultado el 11 de agosto del 2010.
11 Diario Oficial de la Federación (DOF). Primera Sección. 14 de enero del 2008, México. Pág. 42.

182
En este periodo se presentaron 53 asuntos legislativos concernientes a
pueblos y comunidades indígenas. Estos fueron turnados a diversas Comisiones
Legislativas de la Cámara de Diputados para análisis y dictaminación: 24
iniciativas de ley, 13 minutas enviadas por la Cámara de Senadores y 16
proposiciones con Punto de Acuerdo. Las materias que tratan son:

a) Iniciativas

El número de iniciativas de ley y los temas que estas abordan son muy
diversos: cuatro iniciativas sobre la Comisión Nacional para el Desarrollo de
los Pueblos Indígenas; cuatro sobre educación indígena; tres sobre lenguas
indígenas; representación política, tres; una iniciativa en los siguientes temas:
territorios indígenas, conocimientos tradicionales, presupuesto, sistemas
normativos, recursos fitogenéticos; pueblos indígenas como sujetos de
derechos y consentimiento previo, libre e informado, medios de comunicación
indígena, Centro de Estudios Legislativos en Pueblos Indígenas, instauración
del 12 de octubre como “Día de los pueblos indígenas y comunidades negras”
y una más que incluye diversas materias (territorio, educación y pueblos
indígenas como sujetos de derecho).

De las 24 iniciativas presentadas, sólo ocho atienden temas de fondo


para el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas: territorios
indígenas; pueblos indígenas como sujetos de derecho, consentimiento libre,
previo e informado; representación política de los pueblos indígenas y medios
de comunicación indígena.

183
b) Minutas

La Cámara de Senadores envió a la de Diputados -para análisis, estudio y


dictaminación-, 13 minutas en materia de pueblos indígenas, correspondiendo
al mismo número en iniciativas de Ley.

Las reformas contenidas en estas minutas, impactan y adicionan a 14


leyes (Fomento para la Lectura, Fomento y Acceso a la Información Pública
Gubernamental, Fomento de la Microindustria y la Actividad Artesanal,
Población, Asentamientos Humanos, Desarrollo Sustentable, Agraria,
Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura, Orgánica del Congreso General
de los Estados Unidos Mexicanos, Federal del Trabajo, General de Vida
Silvestre, Defensoría Pública, General de Derechos Lingüísticos de los
Pueblos Indígenas y General de Educación) y un código (Procedimientos
Civiles). Además, se propone, la creación de la ley de “Consulta a Pueblos y
Comunidades Indígenas” así como la de “Acceso y Aprovechamiento de los
Recursos Genéticos”.

El número de iniciativas contenidas en estas minutas, propuestas por los


Grupos Parlamentarios representados en el Senado de la República son: ocho
del PRI, cuatro del PAN y una de Convergencia. Estas pretenden, entre otros
aspectos:

1) Integrar la opinión de los pueblos y comunidades indígenas en


la toma de decisión institucional.

2) Incorporar a integrantes de los pueblos indígenas a los órganos

184
institucionales como son: a) Consejo Nacional de Fomento a
la Lectura y del Libro; b) Consejo Consultivo Nacional para
la Conservación y Aprovechamiento Sustentable de la Vida
Silvestre.

3) Establecer bases de concertación (Secretaría de Economía/


comunidades indígenas).

4) Consultar a pueblos y comunidades indígenas respecto a los


contenidos de planes y programas de desarrollo estatal y
municipal. Destaca la iniciativa de ley que pretende crear una
Comisión Bicamaral, con la finalidad de realizar consultas
legislativas a los pueblos y comunidades indígenas.

5) Incorporar las figuras de intérprete o traductor para posibilitar


el acceso a la información pública, crear sociedades y firmas de
contratos y defender sus garantías individuales.

6) Conservar los recursos naturales, biodiversidad y servicios


ambientales existentes en territorios indígenas, considerando el
disfrute preferente de las comunidades indígenas, establecido
en el Artículo 2º Constitucional.

7) Dotar de materiales educativos en lenguas indígenas a las


escuelas donde se concentra mayoritariamente la población
indígena, así como apoyar la edición de textos en estas lenguas.

185
Como se observa, en este listado de minutas presentadas a dictaminación
por la Cámara de Senadores, sólo una propone incorporar derechos de los
pueblos indígenas en el marco jurídico nacional: la consulta indígena en la
elaboración de las leyes.

c) Proposiciones

En la LX Legislatura de la Cámara de Diputados, se presentaron 14


proposiciones: seis del PRI, cinco del PRD, dos del PAN, una de Nueva
Alianza y dos de la Junta de Coordinación Política. Son variados los temas
que tratan las proposiciones:

- Incremento del presupuesto destinado a pueblos y comunidades


indígenas.

- Impulso al desarrollo de la comunidad de Tlacuitoltepec, Puebla.

- Instar a los congresos estatales a legislar en materia indígena.

- Creación de programas para la atención a indígenas que viven en


ciudades.

- Reconocimiento de las comunidades Chavajeval, Las Delicias y


Álvaro Obregón en Chiapas, como indígenas.

- Destinar el edificio que albergó al Instituto Lingüístico de Verano


como sede del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas.

186
- Inclusión de programas en lenguas indígenas en el marco del
Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución
Mexicana.

- Investigar al proyecto desarrollado en el Estado de Oaxaca “México


Indígena”.

- Solicitar información a la CDI sobre la pertinencia de elaborar un


programa de atención a pueblos y comunidades indígenas que vivan
en el bosque.

- Crear una unidad de género en la Comisión Nacional para el Desarrollo


de los Pueblos Indígenas.

- Solicitar al Poder Ejecutivo y a todas sus instituciones que armonicen


las normas y políticas públicas con la Declaración de Naciones Unidas
sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, así como que los Grupos
Parlamentarios incluyan esos derechos en la Reforma del Estado, y
que la Cámara de Diputados apoye su difusión.

- Exhortar al Ejecutivo Federal para decretar el 1º de marzo como


“Día Nacional de la Educación Intercultural Bilingüe para todos los
Mexicanos”.

Como se puede observar a lo largo de este recorrido, aún cuando la materia


legislativa se refiere a los pueblos indígenas y sus comunidades como un solo
actor, la gama de temas contenidos en las iniciativas legislativas señaladas

187
es muy amplia. Por esta razón se requiere investigar de manera exhaustiva
cada uno de estos temas, a fin de atender adecuadamente las opiniones que
deben ser presentadas a los diputados para la toma de decisión legislativa, lo
cual precisamente es parte de mis funciones desarrolladas en la Cámara de
Diputados.

Consideraciones finales

Para elaborar la legislación en materia de derechos de los pueblos indígenas,


a la cual me he referido en el desarrollo de este trabajo, y dada la versatilidad
temática así como la escasa legislación que existe en este campo, es evidente
que no sólo se requiere de especialistas que conozcan del sistema jurídico
nacional y de la formulación de leyes, como son los profesionistas en derecho
constitucional y parlamentario.

Debido a la especificidad y a las características de los pueblos y comunidades


indígenas, así como a su reciente incorporación en el marco jurídico nacional
para la creación de leyes sobre sus derechos, se requiere de profesionistas que
posean conocimientos y herramientas metodológicas, además de capacidad
para comprender la diversidad pluriétnica que configura la nación mexicana.
De esta manera se logrará el objetivo de elaborar una legislación acorde a
dicha realidad y en aras de su reconocimiento, fortalecimiento y desarrollo.
Este aporte lo pueden hacer los antropólogos, ya que ellos han trabajado,
como uno de sus ámbitos de estudio, dentro de la realidad de los pueblos
indígenas.

188
Las consideraciones que aquí presento, surgen a partir de mi colaboración
en la Cámara de Diputados en calidad de especialista en derechos de los
pueblos indígenas. Para desempeñar esta labor ha sido necesario el trabajo
interdisciplinario con otros profesionistas, con quienes en lo cotidiano se
intercambian conocimientos y se realiza investigación permanente sobre la
realidad de los pueblos indígenas del país. Dicha investigación se hace en
torno a las temáticas que se requieren en un momento dado conocer y se
incursiona en el campo del derecho parlamentario, con la finalidad de obtener
un mejor desempeño profesional.

Considero que el trabajo legislativo implica una perspectiva profesional


diferente para el antropólogo social. Sin embargo, todavía sigue siendo un
ámbito escasamente incursionado: es reducido el número de antropólogos
sociales vinculados al ámbito legislativo, ya sea como asesores parlamentarios
o consultores en la formulación de la legislación indígena. No obstante son
sobresalientes las aportaciones realizadas por antropólogos sociales en este
campo, como podemos ver en los trabajos realizados en congresos locales de
los estados de San Luis Potosí, Oaxaca, Querétaro e Hidalgo, por mencionar
algunos casos.

La incursión de los antropólogos en el ámbito legislativo, no solamente


puede darse en el tema indígena; la legislación en materia de cultura,
educación y género, son ámbitos en los que considero que los antropólogos
tienen elementos necesarios para una intervención profesional. Aquí sólo me
he referido a lo indígena, debido a que ha sido desde esta perspectiva en la que
he desarrollado mi actividad profesional dentro de la Cámara de Diputados.

189
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193
194
Los antropólogos en las instituciones gubernamentales1

Ma. Antonieta Gallart Nocetti

Preámbulo y contexto

Celebro que el Departamento de Investigaciones Antropológicas de la


Universidad Autónoma de Querétaro, haya tomado la iniciativa de realizar
este ciclo de conferencias sobre el desempeño laboral de los antropólogos
y científicos sociales. Lo celebro por varias razones. En primer lugar por la
preocupación que origina estas charlas, respecto a que los nichos laborales
en los que se insertan los antropólogos se están modificando, conduciéndose
hacia situaciones de inestabilidad tales como “…freelancers, subempleados,
asesores, nomadismo laboral, nulidad de prestaciones, etc.”. En segundo
lugar porque pienso que esta iniciativa, articulada a la preparación del Primer
Congreso Nacional de Antropología Social y Etnología, a celebrarse en
septiembre de este año, puede situar en términos gremiales las problemáticas
de la práctica profesional de la antropología, la cual es muy diversa, y tomar
algunas acciones que favorezcan una mejor inserción de los antropólogos en
el mundo del trabajo y una mayor contribución, con su tarea, a la sociedad.

El ejercicio de la antropología ha transitado por diversas etapas en la


historia contemporánea de nuestro país, desde el amplio reconocimiento de

1 Ponencia presentada en el Ciclo de Conferencias Antropología 2010: El desempeño laboral de los antropólogos
y científicos sociales. Febrero de 2010.

195
los antropólogos como los expertos en las culturas indígenas que auxiliarían
a la nación mexicana en su propia construcción, a través de la política
indigenista; pasando por el rechazo de los propios antropólogos a la tarea
aplicada por motivos éticos e ideológicos, hasta la sobrevaloración de la
práctica académica como la única pertinente y la consecuente descalificación
y aislamiento de otras prácticas profesionales.

En los últimos treinta años, especialmente a partir del surgimiento del


Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. (CEAS), se han realizado
eventos y reflexiones sobre la práctica profesional de la antropología, desde
diferentes ángulos, pero hasta donde yo recuerdo no ha sido todavía abordada
la perspectiva estrictamente laboral.

Por supuesto que estos eventos están precedidos por los grandes debates de
la antropología en la década de los años setenta, después del movimiento del
68, cuando, según lo comenta Andrés Fábregas, con motivo del 30 aniversario
del Colegio, los antropólogos cuestionaban el sentido de su actividad y
su práctica profesional. Las confrontaciones inter-gremiales, ríspidas e
ideológicamente polarizadas, condujeron sin embargo, a que se ampliaran los
espacios de trabajo para los antropólogos, a través de la creación de nuevas
instituciones de investigación y docencia, tanto en el Distrito Federal como en
otras ciudades, así como la ampliación de campos temáticos y el nacimiento
del propio Colegio para la vigilancia del ejercicio de la disciplina.

Para reflexionar sobre la práctica profesional de la antropología y los nuevos


campos temáticos dentro de ella, se realizaron encuentros al inicio de la década
de los ochenta. En esta se estudiaban no sólo los indígenas y campesinos sino

196
los trabajadores de la industria y sus sindicatos, las organizaciones urbanas,
los empresarios y los pares institucionales.

El tercero de estos encuentros se organizó con el propósito de presentar


y confrontar el quehacer antropológico con los grupos sociales estudiados.
El compromiso del antropólogo fue dar el eje de las discusiones, a partir de
preguntas como ¿a quién sirve la antropología?, ¿al Estado, a los explotados?,
¿cómo conciliar el compromiso del antropólogo cuando el sujeto de su estudio
es un grupo hegemónico de la sociedad, como la burguesía y la burocracia?
De esta forma se enfatizó la necesidad de no sólo comprender la realidad
social sino de transformarla, a través de la praxis y tomar conciencia del papel
intelectual del antropólogo junto con los grupos explotados, especialmente
los campesinos.

En una síntesis de dicho Encuentro que se elaboró para el Boletín del Colegio
(Año 2-2, 3ª época, mayo de 1984), se concluyó que la antropología está
ligada al sujeto de estudio, a través de la relación que se establece en el trabajo
de campo, por lo que existen cuatro compromisos: 1) individual, que puede
ser personal, político, académico o económico; 2) social, que tiene que ver
con la organización o con los movimientos; 3) laboral, que tiene que ver con la
institución u organización que financia la investigación o que la contrató; y 4)
político, que llevaría a la reconstrucción de una conciencia histórica del grupo
estudiado, hasta llegar a la participación política con el mismo.

Ya en 1986 se consideraba que la antropología como profesión estaba


encarando grandes problemas, especialmente la falta de recursos para la
investigación y la docencia, así como la pérdida de espacios de trabajo y el

197
desempleo, en particular de los recién egresados de los centros de enseñanza
de la disciplina, que en ese momento eran 14. Con la idea de apoyar a los
centros de docencia y sobre todo a los campos profesionales en los que los
antropólogos participaban, se organizó una mesa redonda sobre el estado de la
docencia de la antropología (CEAS 30 aniversario, La antropología mexicana
y la práctica profesional a través de los Consejos Directivos del CEAS, 1976-
2006, septiembre de 2006).

En más de treinta años de existencia del CEAS, la preocupación sobre


el ejercicio de la profesión ha sido constante, y se ha expresado, tanto en
encuentros como los señalados, como en coloquios, mesas redondas, foros
y publicaciones, a veces enfatizando la formación, a veces los enfoques
teóricos, los nuevos campos temáticos y siempre la ética. El boletín especial
que publicó con motivo de su 30 aniversario, es una lectura ampliamente
recomendable para el tema de este ciclo de conferencias, ya que contiene
varios artículos que revisan tanto la trayectoria del propio organismo gremial
y sus preocupaciones sobre el ejercicio profesional de la antropología, como
el campo laboral de esta en México.

No obstante la preocupación permanente sobre el tema, como gremio no


conocemos a ciencia cierta ni hemos sistematizado las diversas prácticas
profesionales de los antropólogos, ni en el pasado ni ahora, para contar con
un diagnóstico actualizado y con base en este, generar las estrategias para
ampliar su participación y reconocimiento en el mundo del trabajo.

En la administración pública ha participado un número considerable de


antropólogos, tanto en los centros públicos de investigación y docencia,

198
como en las dependencias y entidades federales y estatales, por lo que la
cancelación de plazas de trabajo es especialmente preocupante cuando ésta
ocurre en las instituciones que contratan antropólogos tradicionalmente. Esto
afecta en mayor medida a las ramas de la antropología que se ocupan de
asuntos que por disposiciones legales o reglamentarias son exclusivos de
la federación, destacadamente la arqueología. Para los antropólogos sociales
esta situación ha significado de todo, desde innovación y diversificación de
campos profesionales, hasta desempleo y renuncia definitiva a la práctica de
la disciplina.

En muchas ocasiones los antropólogos se han autoexcluido de la práctica


profesional en el gobierno por motivos ideológicos, pero también por prejuicios
y desconocimiento. La reprobación social del gremio hacia los antropólogos
“gubernamentales” también ha influido en esto. El caso contrario también es
cierto: los funcionarios públicos en instituciones que establecen poco contacto
con antropólogos, no tienen idea de la necesidad de contratar a estos o bien,
sostienen prejuicios sobre su incorporación.

Los campos laborales distintos a la investigación académica en los que


se han insertado, sólo en algunos casos han sido deliberadamente abiertos
por el perfil de las políticas públicas o buscados los propios antropólogos.
En otros casos, la coyuntura y las relaciones personales han jugado su parte.
Esta circunstancia, más casuística que gremial, tiene consecuencias sobre la
contracción de los espacios de trabajo cuando las redes de reclutamiento se
restringen.

199
Mi experiencia

Me gustaría retomar más adelante los retos de la profesión para abrir nuevos
campos de trabajo, y concentrarme ahora en mi experiencia como antropóloga
y funcionaria pública en las instituciones gubernamentales.

Habría que comenzar con una pregunta que me hice y tengo la certeza,
se hacen todos los antropólogos que no se desempeñan en la investigación
académica: ¿estoy preparada(o) para una práctica profesional distinta?, ¿en
mi formación adquirí los elementos para ese desempeño profesional? La
pregunta hay que hacerla porque la formación del antropólogo no tiene esa
orientación. Se le prepara generalmente para la investigación básica, para
emprender el escrutinio de problemas y temas de manera directa, en contacto
con los grupos sociales y con el apoyo de teoría y método exclusivos de la
disciplina.

Ya en la práctica profesional diversa y particularmente en las instituciones


gubernamentales, lo que encontramos son equipos compuestos por
profesionales de diversas áreas donde son predominantes los enfoques de
esas otras disciplinas. Entonces ocurre que no siempre podremos seleccionar
libremente los temas a investigar o aplicar; que no se trata de investigar sino
de diseñar, operar o evaluar programas públicos y que seguramente, nuestros
resultados no se publicarán a nuestro nombre porque son propiedad de las
instituciones para las que trabajamos. Asimismo no podremos sistematizar
nuestra experiencia para que retroalimente la formación de otros antropólogos,
porque estaremos dispersos y los ritmos de trabajo serán tan intensos, los
plazos para obtener resultados tan cortos, etc.

200
Mi experiencia en las instituciones gubernamentales ha sido afortunada
y puedo, a la luz de 35 años de práctica profesional, compartir con ustedes
reflexiones y sobre todo lecciones. Algunas de ellas que retomo las vertí en
un breve artículo que denominé “¿Antropología aplicada o antropólogos
aplicando?” (Boletín 4, CEAS, Nueva Época, Primer semestre del 2001).

En primer lugar les diré que tuve la fortuna de formarme con un grupo de
extraordinarios antropólogos en la Universidad Iberoamericana, allá por el
año de 1970, sólo por nombrar a algunos: Angel Palerm, Arturo Warman,
Andrés Fábregas, Luis Reyes, Pepe Lameiras, Shoko Doode, Mercedes
Olivera, Virginia Molina, Carmen Viqueira. Como les comenté antes, era una
época de efervescencia y debate, de apertura de nuevos campos temáticos
e instituciones. Nuestro programa de formación incluía intenso trabajo de
campo, dos meses cada año y un semestre de tesis y al crearse el CISINAH,
(hoy CIESAS), muchos de nosotros nos incorporamos como becarios y luego
como investigadores a la nueva institución.

Con ello quiero decirles que para mi generación fue sencillo el paso de
estudiantes de antropología a antropólogos profesionales, y que comencé
mi práctica profesional en la investigación académica. En esos primeros
años hice investigación básica en el Centro de Investigaciones Superiores
del Instituto Nacional de Antropología e Historia -CISINAH- (1974-1977 y
1981-1983), e investigación aplicada en el Centro de Investigaciones para
el Desarrollo Rural -CIDER- (1978-1980), en el que participamos varios
antropólogos convocados por Arturo Warman, quien fue nombrado director
por ser un experto en los problemas rurales y campesinos. Este Centro
pertenecía a la Secretaría de Programación y Presupuesto y tenía como tarea,

201
realizar investigaciones aplicadas sobre los procesos rurales y evaluaciones de
campo de los programas de desarrollo, destacadamente sobre el Programa de
Inversiones para el Desarrollo Rural (PIDER). Predominaban los agrónomos
y los economistas, los antropólogos éramos pocos, pero contábamos con la
ventaja de que nuestro director era un antropólogo y las tareas se desplegaban
en el campo, en distintas regiones.

Me extiendo en esta primera experiencia no académica porque fue para


mí una especie de transición, ya que los retos principales eran integrar
equipos multidisciplinarios para llevar a cabo tareas comunes, y mostrar que
la antropología poseía herramientas teóricas y metodológicas pertinentes
para el diagnóstico, la obtención de información de campo y la solución de
problemas.

No los voy a aburrir con la parte casuística de mi inserción en las instituciones


gubernamentales, sólo quiero indicar brevemente las tareas que he llevado
a cabo: de 1984 a 2009 realicé diagnósticos y análisis, diseño de políticas
públicas agrarias, agropecuarias, culturales, rurales, sociales e indígenas;
instrumentación de programas, elaboración de metodologías y evaluación de
acciones públicas, coordinación de equipos interdisciplinarios en campo y en
gabinete; he participado también en conciliaciones y negociaciones agrarias e
indígenas, en la promoción cultural y he dirigido una institución.

Esas tareas fueron desempeñadas en orden cronológico, en la Secretaría de


Programación y Presupuesto (jefe de departamento y subdirectora de evaluación);
en el Instituto Nacional Indigenista (asesora y coordinadora de asesores); en
la Procuraduría Agraria (coordinadora de asesores); en el Registro Agrario

202
Nacional (directora en jefe); en la Secretaría de Desarrollo Social (directora de
operación de delegaciones); FONAES (directora general de empresas pecuarias,
forestales y pesqueras); Presidencia de la República (secretaria técnica del
Consejo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas); Comisión Nacional para
el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (titular de la Unidad de Planeación y
Consulta) y CONACULTA (directora de Culturas Populares).

Algunas de estas instituciones han sido y son nichos preferentes para la


incorporación de antropólogos. Varias fueron dirigidas por Arturo Warman,
con quien tuve la fortuna de trabajar (CIDER, INI, Procuraduría Agraria y
RAN).

Basada en mi propia experiencia, he propuesto una clasificación de


situaciones de la práctica profesional en las instituciones gubernamentales:

• Cuando se participa en investigaciones aplicadas en las que el


problema de investigación, los productos y los tiempos los define la
institución solicitante, pero el diseño y la ejecución de la investigación
se conduce por antropólogos. Aquí el reto es que el método y las
técnicas empleadas respondan a las preguntas que se han formulado,
a la precisión y oportunidad que se demandan, y a encontrar si de los
resultados de investigación pueden derivarse propuestas viables.

• Cuando se formula una investigación aplicada a partir de otra disciplina


o en equipos interdisciplinarios, donde hay que decidir de manera
conjunta el enfoque, la metodología y las técnicas adecuadas para los
problemas a indagar, el tiempo disponible, la cobertura geográfica,

203
el número de participantes, etc. Aquí el antropólogo puede aportar
variables relevantes, combinación de técnicas, interpretación de datos
y recomendaciones para mejorar programas o nuevas propuestas de
política pública para ciertos grupos y regiones.

• Cuando se participa en acciones de colaboración entre instituciones


académicas e instituciones gubernamentales, que se proponen realizar
proyectos de interés mutuo.

• Instrumentación de programas de desarrollo (cultural, social, rural,


agrario, regional, indígena) con tarea de campo y de gabinete. Aquí
la condicionante es si el estudio o diagnóstico que sirvió para el
diseño del programa, se realizó con herramientas antropológicas y si
el antropólogo puede contribuir, tanto en la organización del trabajo
y la operación del programa, como en el análisis y explotación de los
resultados.

• Una variante es no participar en la instrumentación del programa en


cuestión, pero acceder a sus resultados para evaluar y proponer, a
partir de éstos, nuevos enfoques o nuevas tareas públicas.

Algunas reflexiones y retos

De acuerdo a las diversas circunstancias que he vivido en las instituciones


gubernamentales, resumo que el grado de incidencia de los antropólogos en
éstas es variable y depende de factores tanto institucionales como personales.
Los factores institucionales tienen que ver con las funciones de la institución,

204
con la posición del antropólogo ante la toma de decisiones y con la presencia
y preeminencia de otros antropólogos o de otros profesionales. Dentro de
los personales influye la propia capacidad del profesional, tanto para detectar
cuál puede ser su contribución en ese ámbito, como si realmente cuenta con
la disposición y la preparación para realizarla.

El conocimiento antropológico me ha sido fundamental e invariablemente


útil a lo largo de mi desempeño profesional. Algunas lecciones de mi
experiencia, indican que los antropólogos contribuimos a los equipos de trabajo
de las instituciones gubernamentales con nuestro enfoque metodológico, con
una noción holística de la cultura, con una visión que identifica procesos e
intereses de los diferentes actores sociales, y el compromiso con los grupos
que requieren resolver discriminación, desigualdad y marginación

A pesar de que los espacios institucionales crecieron en tres décadas, no


lo han hecho lo suficiente para atender la oferta laboral de los antropólogos,
o ha variado la composición de los profesionales que se incorporan. En las
instituciones donde tradicionalmente han trabajado, se percibe que el número
de antropólogos ha decrecido en favor de profesionales de otras disciplinas.

Esta realidad nos lleva a preguntarnos si sólo hay menos oportunidades


profesionales en general, o han decrecido las de los antropólogos.
Independientemente de las dificultades económicas del país y la falta de empleo
o de empleos bien remunerados, la necesidad de contratar un antropólogo no
está en la agenda de muchas instituciones.

205
El cuestionamiento es fuerte, por lo cual debemos preguntarnos en
las diversas dimensiones, social, gremial e individual, si es un valor ser
antropólogo, si hemos hecho lo necesario para que nuestra labor sea conocida
y valorada positivamente por sectores sociales específicos, y en el caso que
hoy tratamos, en los espacios públicos. Pero sobre todo ¿qué tendríamos que
hacer para que se abran más oportunidades de trabajo para los antropólogos
en las instituciones gubernamentales?

No pretendo aportar una lista exhaustiva de propuestas, pero sí algunas ideas, que
simplemente enumero y que corresponden a lo social, lo gremial y lo individual:

1. Identificar y sistematizar la información sobre las instituciones, el


número de antropólogos y las diferentes prácticas profesionales que
hay en nuestro país. Necesitamos un mapa de la práctica profesional
antropológica en el país

2. Retroalimentar con el análisis de esa información a las universidades


y centros de enseñanza para incorporar a los planes de estudio,
conocimientos y herramientas útiles para estas prácticas. Auxiliar a
modificar los programas académicos.

3. Integrar un catálogo de conocimientos pertinentes, habilidades y


capacidades de los antropólogos en situaciones concretas y diversas
en la sociedad contemporánea, ¿por qué contratar un antropólogo?
Hay que contagiar a otros para que contraten a un antropólogo, pero
hay que decirles para que servimos… y para que no servimos. Crear
una especie de Sistema de Competencias Antropológicas.

206
4. Analizar los diferentes puestos que se concursan, vía servicio
profesional de carrera en las Secretarías de Estado y otras
instituciones, para identificar en cuáles podría ser pertinente el perfil
profesional de un antropólogo.

5. Acreditar el trabajo propio con responsabilidad, compromiso,


eficiencia y ética para lograr un efecto de demostración y hacer
deseable la contratación de antropólogos.

6. Ser solidarios entre antropólogos para abrir oportunidades laborales


y profesionales. No amiguismo, no compadrazgo, solidaridad.

7. Revalorar entre los propios colegas las prácticas profesionales


no académicas. Hay un desprecio dentro del gremio, hay una
discriminación de la práctica profesional de los antropólogos que
laboran en el gobierno y en los ámbitos aplicados también. Eso hay
que resolverlo dentro del gremio, porque no hay espacios suficientes
para la práctica académica.

Hay que mirar a la pluralidad de prácticas profesionales del antropólogo


y acompañar desde la universidad tratando de brindar herramientas, pero
también desde el gremio y desde otras instituciones para que se puedan abrir
espacios profesionales en diversos ámbitos, de manera adecuada.

207
Bibliografía

Boletín del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (1984) Año 2-2, 3ª


época, mayo de 1984. México.

Boletín del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (2001). Boletín 4,


CEAS, Nueva Época, Primer semestre del 2001. México.

Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales –CEAS-. (2006). La


antropología mexicana y la práctica profesional a través de los Consejos
Directivos del CEAS, 1976-2006, 30 aniversario. Septiembre de 2006.
México.

208
Trabajando por contrato.
La antropología social en la consultoría

Beatriz Utrilla Sarmiento

Es importante hoy reflexionar sobre la práctica de la antropología, pues muchas


han sido las rutas y huellas que ha dejado en la historia política de nuestro país
y sin embargo, pareciera que el conocimiento del hacer antropológico más
allá del gremio -en especial de la antropología social- es muy escaso. Hoy
incluso en los espacios académicos, las diversas disciplinas suelen observar
a la antropología como una ciencia concentrada en el ámbito académico, que
genera conocimiento en torno a la diversidad cultural, hecho que es cierto y
por ventura se sigue realizando, pero lamentablemente no se conoce su larga y
permanente participación en el ámbito de las políticas públicas nacionales, su
participación colaborativa con la sociedad civil y las organizaciones locales,
su trabajo en la industria, entre muchos otros espacios en donde la actividad
antropológica es cada día más creciente. Los antropólogos sociales más o
menos sabemos que el ámbito de nuestras actividades ha aumentado en su
diversidad, pero esta información no se ha difundido a un entorno mayor de
profesionistas de otras áreas, y aunque siempre ha sido común el trabajo con
otras disciplinas del conocimiento (lo que se refleja incluso en la presencia
constante de profesionistas de distintas ramas de la ciencia en los posgrados
de antropología), es todavía muy reducida la difusión y el impacto de nuestro
quehacer.

209
Hasta ahora, la participación de antropólogos sociales específicamente
en trabajos de consultoría, no es un hecho que se conozca ampliamente ni
en nuestro propio gremio, a pesar de que constituye ya un espacio laboral
importante. Es de resaltarse que en el ámbito internacional la presencia de
antropólogos en diversas consultoras es cada día más cotidiana, no obstante,
en México ha sido un pesado camino a transitar.

En nuestro país el trabajo de consultores antropólogos se da principalmente


por tres vías: la asociación en consultoras establecidas por grupos de
profesionistas de las ciencias sociales; la subcontratación como especialistas
del área cultural y social para proyectos en consultoras diversas, y la que
a últimas fechas observo como la más constante: la subcontratación en
proyectos adjudicados a instituciones educativas “de prestigio”. Sobre esta
última vía hay que destacar que era común que las instituciones académicas
en un principio, al no tener en sus filas profesionales con experiencia en este
tipo de trabajo, subcontrataban para las conformación de los equipos y por
proyecto únicamente, a antropólogos que tuvieran experiencia en consultorías.
Así, a la par que se llevaban a cabo los proyectos asignados (como son las
evaluaciones de programas de gobierno, los estudios de impacto social, los
diagnósticos sociales, los estudios aplicados de diversos tópicos, entre muchos
otros), se iba preparando al propio personal de la institución, lo que llevó en
algunos casos, a la consolidación de equipos dentro del ámbito académico
institucional para la realización de estos trabajos.

De la primera vía se puede mencionar que el antropólogo consultor, al


formar parte de un equipo más amplio (donde frecuentemente prevalecen
directrices, enfoques e incluso intereses de otras disciplinas), aunque sabe

210
que su labor es valiosa, esta suele ser minimizada, llegando a considerarse
en ocasiones sus aportes como simples requisitos a cubrir. Allí, la labor del
antropólogo consultor no es tan sólo convencer de la importancia de sus
contribuciones a los contratantes externos, sino incluso convencer al resto del
equipo, e irse ganando, por así decirlo, un espacio más específico.

En la segunda vía que mencioné y que es en la que particularmente centraré


mis comentarios, pues a ella en buena medida me he dedicado en las últimas
consultorías realizadas, ubico la consultoría de antropólogos en el ámbito del
patrimonio cultural y en especial del llamado patrimonio cultural inmaterial.
Este constituye un espacio laboral que considero natural y hasta tradicional
de la antropología social y la etnología –podría incluso decir que es nuestra
obligación disciplinar ser los especialistas naturales en estos temas-, y en años
recientes está siendo un frente importante del trabajo antropológico.

En los últimos sexenios los gobiernos estatales han incluido como un


elemento importante de sus políticas, el impulsar la empresa turística como
una herramienta para fortalecer sus economías regionales, con este fin entre
otras acciones, han puesto la mirada en destacar las culturas locales como una
forma para la atracción de visitantes y con ello, han aumentado la plusvalía
de varios sitios de nuestro país. Siguiendo esta línea de intereses, se han
incrementado los trabajos de conformación de expedientes para obtener
declaratorias de patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, con el fin de
otorgar mayor visibilidad y estatus a los territorios estatales. Las declaratorias
sin lugar a dudas son una probada herramienta para la atracción de visitantes1.

1 En Querétaro a partir de la obtención de la declaratoria de patrimonio cultural de su Centro Histórico y las


Misiones de la Sierra Gorda, se observó un aumento considerable de número de visitantes al estado.

211
A partir de la creación en el 2003 de la Convención de Salvaguarda del
Patrimonio Cultural Inmaterial en la UNESCO, se dio inicio a una lista de
aquellos bienes culturales que, por su valor cultural para toda la humanidad,
requieren ser protegidos. De hecho, actualmente este organismo en el plano
internacional, propone dos listas: la “lista representativa del patrimonio
cultural inmaterial de la humanidad”, y la “lista del patrimonio cultural
inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguarda”. La conformación
de ambas listas ha permitido a su vez que se incremente la participación de
antropólogos sociales y etnólogos, así como de diversos especialistas del arte
popular y la música, además de videastas, entre otros, para la realización de
los expedientes, antes dominio de arquitectos e historiadores. Hoy podemos
ver en cada uno de estos trabajos, que son principalmente antropólogos de
diversas especialidades quienes están generando los argumentos centrales de
las propuestas presentadas.

¿Pero, qué implica realizar estos trabajos en el ámbito de la consultoría? El


primer reto en la realización de expedientes de patrimonio cultural en general,
es lidiar con los intereses de políticos y gobiernos y por tanto, el antropólogo
consultor debe estar capacitado para atender estos imponderables. Si bien
en otros países se están proponiendo, por parte de las propias comunidades
locales, los elementos del patrimonio cultural2 para ser considerados en la
lista de patrimonio inmaterial de la humanidad, en México todavía no es
lo más común (aunque esperemos que pronto sea un proceso frecuente, en
donde los antropólogos jueguen un papel relevante de acompañamiento a las
comunidades). Aquí, por lo regular, la búsqueda de las declaratorias implica

2 La UNESCO utiliza el concepto de “elemento cultural” para nombrar a las diversas expresiones culturales que
se proponen.

212
la existencia de proyectos impulsados por gobiernos estatales, que si bien
plantean el reconocimiento de las culturas regionales, en su mayoría están
ligados como dije, a intereses que buscan tener atractivos culturales para
incentivar el turismo en sus regiones. Actualmente más que la cultura, son los
intereses económicos y políticos los que más pesan. Es necesario revertir esta
tendencia, siendo una tarea en la que los antropólogos debemos de participar
más activamente.

El tema del patrimonio cultural constituye un ámbito en el que la investigación


etnográfica es fundamental, asimismo permite la relación bidireccional entre
la academia y la aplicación de resultados mediante la consultoría. Es aquí
en donde se puede conectar el hacer académico de largo aliento, en el cual
participan investigadores con extensas trayectorias en el estudio de las culturas
de nuestro país, con la conformación de los expedientes técnicos que se
requieren. En este entorno se refleja la necesidad de investigaciones profundas
y detalladas, realizadas en torno al elemento cultural elegido para buscar la
declaratoria de patrimonio de la humanidad. La ventaja es que los resultados
de la investigación no quedaran sólo en una extensa etnografía académica, sino
que se deberá hacer el ejercicio de seleccionar los componentes principales
para dar sustento a una propuesta viable.

Los antropólogos que cuentan con un amplio y profundo conocimiento


de la diversidad cultural, pueden realizar este tipo de consultoría, incluso
los investigadores que han estado y están fundamentalmente en el ámbito
académico. Sin embargo, considero que al consultor con experiencia le es más
fácil atender estos trabajos, ya que no sólo se trata de realizar un documento
que dé cuenta de la complejidad e importancia de un elemento cultural,

213
sino que también se debe mostrar de manera clara, sintética y precisa, las
características que son valoradas por los organismos internacionales.

Otra cualidad que es cada vez más importante en la consultoría, y que se


manifiesta plenamente en aquella que realiza la búsqueda de declaratorias, es
el saber trabajar en equipo, ya que por lo regular son grupos multidisciplinario
quienes realizan los expedientes. Hay que saber aportar, ceder, negociar,
asimilar y conciliar lo que cada uno de los integrantes contribuye desde el
ámbito de su especialidad para la argumentación del expediente.

En este ámbito lo primero que debe hacer el antropólogo es valorar el


elemento cultural a proponer como patrimonio cultural de la humanidad, y
ver la factibilidad de realizar el expediente tomando en cuenta el tiempo en
el que el financiador del proyecto pretende ingresarlo a las convocatorias de
la UNESCO. La definición del tiempo real de realización de un expediente
depende mucho de si hay información, investigaciones profundas o muy
generalas sobre el elemento o si hay tener que realizarlas. Para definir lo anterior
es mucho más fácil si se ha tenido cercanía con la investigación etnográfica
y con este tipo de proyectos. Además se debe pensar en las necesidades en
tiempo y recursos del resto de los participantes como videastas, fotógrafos y
diseñadores con los que se tiene que trabajar de manera coordinada, ya que
por ejemplo, si es una fiesta la que se va a proponer y no se tienen imágenes
de calidad sobre la misma, hay que realizar el registro in situ y considerar que
éstas se llevan a cabo en tiempos predeterminados que son inamovibles.

Es importante también tener en cuenta que para participar en la realización


de una propuesta para la UNESCO, conocer de las culturas locales no es

214
suficiente, es fundamental también estar informado sobre las normatividades
internacionales, los requisitos que esta institución solicita, los formatos,
lenguajes, fechas de convocatorias y procesos internacionales, y saber
argumentar de manera clara resaltando aquellos aspectos que se saben son
observados con mayor cuidado por los evaluadores internacionales.

Recordando que parte esencial de esta forma de consultoría es lidiar con


los intereses políticos de los que financian los proyectos, el antropólogo
debe tener conciencia de que en la búsqueda de estas declaratorias, hay otros
intereses además del de valorar un elemento cultural. Como mencioné, hoy el
turismo es en la mayoría de los casos el móvil, ¿esto qué significa?, que como
antropólogos que buscamos el respeto por las culturas y que estamos interesados
en el mejoramiento social de las comunidades de nuestro país, debemos
aquilatar si los intereses que impulsan estos proyectos pueden provocar altos
riesgos para las localidades. Por ventura, hoy los organismos internacionales
han puesto como principal requisito la participación y autorización de los
poseedores del elemento cultural, para impulsar una propuesta que forme
parte de la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Esto
nos lleva a otro aspecto importante: se necesita que quien realice el proyecto
conozca sobre la elaboración de consultas y trabajos participativos con las
comunidades, para retomar y considerar sus perspectivas e intereses. Gracias
a este requisito se ha facilitado la decisión de colaborar en estos proyectos,
ya que si después de un trabajo serio de consulta con la población ésta se
encuentra interesada en la declaratoria de un elemento cultural, entonces se
puede realizar un trabajo intenso en el que la colaboración de los poseedores
del elemento es fundamental. Dicho sea de paso, en mi experiencia cuando
se hace una consulta no he visto que ningún grupo rechace la posibilidad

215
de ser incorporado a la declaratoria, más aún, éste se siente orgulloso de
sus tradiciones. Sin embargo, sí he visto que hay detractores dentro de las
comunidades cuando no se realiza la consulta. Por ello, creo que en el ámbito
del patrimonio cultural esta debe ser la mayor exigencia de los antropólogos
participantes, es decir, que se cumpla de manera real la consulta a la población
y no sólo sea un trámite que se realice de manera tramposa o amañada.

Es interesante ver que en el caso de Perú, existe un inventario de patrimonio


inmaterial en el que son las comunidades quienes solicitan el registro a partir
de documentos sencillos, y en ocasiones son asesorados por antropólogos.
Esperemos llegar algún día a estos niveles de participación de la gente, en el
que esta colabore más en los procesos de autogestión y organización de los
expedientes y no seamos nosotros los que realicemos todo el proceso.

En México, como ya he señalado, lo común es que los políticos quieran


resaltar elementos que ellos consideran relevantes y aparte, que quieran
hacerlo en poco tiempo. Este rasgo es frecuente en la política mexicana, en la
cual no se observan muchos planteamientos a largo plazo en torno a la cultura.
Considero por tanto que debemos asesorar a los políticos cuando se realizan
estos proyectos, con argumentos sólidos, bajándolos a la realidad sobre las
propuestas que se pueden alcanzar, así como las que pueden ser convenientes
para los grupos sociales poseedores del elemento cultural.

Un ejemplo práctico que puedo comentar brevemente, fue cuando el gobierno


de Chiapas tuvo la idea de llevar la propuesta de la Fiesta Grande de Chiapa
de Corzo a la UNESCO, para que ésta fuera incluida como patrimonio cultural
inmaterial de la humanidad, y su plan era realizar el expediente en seis meses.

216
El grupo de consultores invitados hicimos una primera valoración
bibliográfica y en campo. Debo aclarar que la consultoría antropológica,
implica utilizar desde el inicio nuestro método de investigación como es el
trabajo de campo, para definir el proyecto a realizar y hacer diagnóstico in situ
con algunos sectores de la población involucrada. En este caso la valoración
inicial de todos, fue que realizar el expediente para declarar la Fiesta Grande
era algo muy complejo, ya que esta festividad involucraba a una diversidad
importante de elementos culturales, lo que hacía imposible realizar un
expediente serio en seis meses. Pero lo fundamental de la valoración fue el
identificar que en todo ese complejo ritual que es la Fiesta Grande, el centro
y motor era la organización de Parachicos3, por lo que como especialistas
consideramos que ese era el elemento que habría que proponer, ya que es
el que aglutina e impulsa a los “chiapacorceños” a la reproducción de la
cultura local, no sólo en el momento de la fiesta, sino en toda la vida diaria.
Concordamos que si bien este elemento -la organización parachicos- no se
encuentra en riesgo, la intromisión cada día mayor de personas ajenas a las
cuadrillas de danzas el día de la fiesta, fenómeno en enorme crecimiento, está
ocasionando algunos problemas que alteran su sentido social y cultural, y que
sobre todo estos hechos preocupaban a la organización local. Otro aspecto
que justificaba plenamente la realización del expediente de los parachicos,
fue que la población de Chiapa de Corzo mantiene un enorme orgullo por
este elemento cultural, por lo que impulsarlo a entrar a la lista del patrimonio
inmaterial era un importante reconocimiento al esfuerzo y amor de una
población entera por su cultura.

3 Cuadrillas de danzantes de gran tradición en Chiapa de Corzo, Chiapas.

217
En largas discusiones con los financiadores del trabajo (gobierno estatal),
por fin aceptaron que el expediente que debía y podía realizarse en tiempo y
forma, era el de Los parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa
de Corzo, como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y no la Fiesta
Grande de Enero.

Así, el trabajar en expedientes de patrimonio cultural nos lleva a este tipo de


negociaciones, las cuales no son fáciles de realizar, pero en las que considero
debe prevalecer el interés de los poseedores del elemento cultural. Asimismo,
la argumentación de los especialistas también debe contener una reflexión
profunda sobre los beneficios e impactos, que una declaratoria de este tipo
puede propiciar en la población.

Son muchos los detractores de estas declaratorias, ya que las consideran


herramientas de comercializadores de la cultura, que provocan serias
alteraciones y que en algunos casos llegan a desajenar a sus poseedores
de sus propios elementos culturales. Ejemplos que sustentan estas críticas,
debo decirlo, son varios, pero no se puede negar también el hecho de que
comunidades en diversos lugares del mundo, han logrado por medio de la
visibilización de su cultura y por la promoción de la misma, generar proyectos
alternativos en el ámbito turístico para el mejoramiento de sus familias, hecho
que también se ha visto es posible. Por lo anterior, el análisis de impacto
social y cultural debe ser forzosamente incluido en el hacer del consultor. En
otras palabras, si se observa que los financiadores del proyecto no tomarán
en cuenta, para nada o mínimamente, a las poblaciones, yo diría que los
riesgos de afectarlas negativamente es amplio, además de que es muy difícil
participar en estas condiciones, por lo que, si no se logra el cambio de actitud

218
del financiador considero es mejor retirarse o se correrá el riesgo de validar
procesos erróneos.

Así, en la realización de expedientes para la UNESCO, y como creo que


le sucede casi siempre al que realiza una consultoría, se debe enfrentar una
toma de decisiones importantes y éticas. La crítica en ocasiones más feroz,
proviene de los propios colegas y sobre todo de aquellos que trabajan en el
ámbito académico.

Una circunstancia común en la mayoría de las consultorías, y la de patrimonio


cultural no escapa a ella, es que el reconocimiento a los investigadores
participantes es limitado o muy poco frecuente, e incluso, el reconocimiento
al propio elemento cultural se suele escatimar. Por lo menos en nuestro país el
conseguir una declaratoria, se ostenta como triunfo de los políticos y se asocia
de alguna manera a la importancia del elemento cultural. Muchos tuvimos
la oportunidad de ver en todos los medios de comunicación al gobernador
de Veracruz, durante la asamblea de la UNESCO en los Emiratos Árabes
Unidos, pavonearse cuando fue declarada la inclusión de los voladores de
Papantla a la lista de patrimonio cultural de la Humanidad. No se diga la
promoción que realizó el gobernador de Chiapas ante la declaratoria de los
danzantes de parachicos.

En el terreno político de la declaratoria el proceso parece ser el siguiente:


los políticos que financian y participan en estos proyectos quedan “bien
parados” cuando el elemento cultural se reconoce mundialmente; la población
poseedora del bien cultural se pone muy contenta y orgullosa sobre todo
cuando hubo consulta; y los investigadores posiblemente obtendrán algún

219
crédito en una publicación de lujo de muy escasa circulación. La satisfacción
o insatisfacción del consultor quedará en la intimidad de su hacer.

Debido a la gran riqueza cultural que existe en México, elegir el


reconocimiento mundial de un elemento cultural específico que represente a
nuestro país, es una tarea muy difícil. Sabemos que cada expresión cultural
resume memorias, creencias, conocimientos, saberes y tiene un valor
incalculable para sus poseedores. Definir cual destaca más que otro en esa
amplia gama, es sumamente subjetivo y realmente se convierte en un juego
de intereses, pero también de estrategias que podemos aprovechar para el
bienestar de las poblaciones. Considero que es posible pensar en conseguir el
reconocimiento de las culturas locales no sólo como proceso de salvaguarda
(concepto utilizado en la UNESCO), sino a partir de la noción de revitalización
y reforzamiento cultural. Debemos reflexionar cómo el conjunto de tantos
y tan variados bienes culturales que poseen las comunidades mestizas y
principalmente indígenas, quienes han resguardado en sus entrañas grandes
saberes, artes y valores, logra reforzar la cultura propia y nacional a la par que
la va revitalizando. El reconocimiento del capital social y cultural de estas
comunidades, no puede estar desligado de la posibilidad de que sean éstas
las que compartan sus expresiones culturales, no sólo por el reconocimiento
mundial sino por la posibilidad de que esto redunde en el mejoramiento de
sus familias.

220
La utilidad de la antropología
y la inutilidad de los antropólogos

ERicardo María Garibay V.

Mi intención con este trabajo es que sea de utilidad y provecho para los
alumnos de antropología. No estoy tratando de quedar bien para que me
den la constancia de participación y con ello aumentar los puntos para el
SNI. Tampoco pretendo ser “políticamente correcto”, así que voy a llevar al
extremo muchas de mis aseveraciones con el único objetivo de generar una
necesaria discusión, respondiendo a las expectativas de algunos estudiantes y
de quienes me invitaron por parte de la Universidad de Querétaro, por lo que
les estoy agradecido. Una última aclaración, lo que aquí presento está basado
en el conocimiento que tengo del Departamento de Antropología Social de la
UAM- Iztapalapa, de la cual soy egresado.

No hay peor alcohólico que el que no acepta su alcoholismo. Creo que algo
similar le sucede a la antropología en estos momentos, que no acepta que
está anquilosada, enquistada, refundida en su “academia”, “protegida” en su
academia, y con ello, aislada de la vida real y de los problemas que hay allá
afuera, los cuales necesitan que tratemos de aportar algo para solucionarlos, y
no sólo que los abordemos como “interesantes” temas de investigación.

Lo grave del asunto es que muchos “académicos” llevan años sin salir de
sus dorados cubículos, como decía Arturo Warman, están enfrascados en

221
discusiones en torno al tema que han trabajado y que no trasciende los muros
de la universidad o de los congresos, y cuya utilidad sólo se traduce en puntos
para aumentar sus salarios.

El conocimiento es valioso por sí mismo, dirán los académicos, y tienen


razón, pero sólo en parte. Los académicos y las investigaciones básicas son
necesarios, pero son más necesarios los académicos que se vinculan a los
problemas sociales más allá de lo estrictamente académico.

¿Por qué hay entonces que mirar a la que podríamos llamar “la otra
antropología”, la antropología aplicada? Porque URGEN antropólogos que
hagan propuestas para orientar las políticas públicas de diversas instituciones
con los conocimientos de la antropología, para atender los problemas que
competen a los antropólogos; porque URGEN antropólogos como agentes
de apoyo, de acompañamiento, que sirvan de vínculo, de enlace, de correa
de transmisión entre las comunidades, ejidos y organizaciones sociales y
las instituciones, las agencias financiadoras de proyectos, las instancias de
capacitación y transferencia de tecnología. Esa es una labor que no hacen
nuestros académicos y en la que como gremio hemos estado ausentes.

Si aceptamos que la sociedad está en constante transformación, entonces


la universidad no sólo puede, sino que debe sentirse obligada a incidir en
ese proceso de cambio permanente poniendo el conocimiento, la sabiduría
y la “academia” al servicio de la sociedad. No basta con publicar artículos
ni libros porque en el mejor de los casos, sólo serán leídos por los mismos
académicos del gremio.

222
En este sentido, la responsabilidad de las escuelas de antropología resulta
obvia, ya que casi por definición el antropólogo trabaja con el sector más
desprotegido. Está bien estudiar a ese sector, de algún lado debe salir la
información si somos congruentes con el método de nuestra disciplina,
está bien hacer investigaciones, tesis y ponencias, pero en algún momento
estas investigaciones, tesis y ponencias tendrían que aportar algo a los
“informantes”, y no me refiero a una copia de la tesis recién salida del horno,
que dicho sea de paso, con trabajos la lee el mismo director.

Todos los que trabajan en alguna universidad se sienten académicos y como


sus responsabilidades incluyen el impartir cursos, también algunos de ellos se
sienten maestros, pero habría que aclarar que si bien imparten cursos, esto no
hace maestros a todos, lo que significa que no porque impartan cursos, quiere
decir que sepan enseñar. Esto lo planteo a partir de mi experiencia en la UAM-
Iztapalapa. Ahí me tocaron brillantes académicos que eran pésimos maestros,
así como también grandes maestros que se asumieron como tales y nunca
pretendieron más que FORMAR antropólogos. Conocí maestros que no dejaron
ningún rastro en publicaciones de sus excelentes trabajos de investigación, que
se orientaban a ser aplicados en comunidades campesinas e indígenas para
resolverles problemas. Asimismo, tuve colegas que fueron fundamentales
para impulsar procesos de autogestión comunitaria, pero que eran incapaces
de redactar una cuartilla. Hubo aquellos a quienes los atacaba el pánico
escénico ante más de diez “académicos”, pero que asesoraban y orientaban a
organizaciones campesinas enteras. Tuve otros maestros que eran académicos
en serio, es decir, verdaderos teóricos, que además se metieron a las tripas de la
burocracia e hicieron aportaciones importantes en ambos campos, me refiero a
Ángel Palerm, Arturo Warman, Guillermo Bonfil y Margarita Nolasco.

223
¿Qué quiero decir con lo anterior? Que hay diferentes tipos de capacidades,
de inteligencias, y que también, hay múltiples necesidades en nuestro país
en las que puede incidir un antropólogo. Cada una es tan importante como la
otra.

Sin embargo, en muchas escuelas de antropología se ha privilegiado


la formación académica sobre los demás conocimientos que debería tener
un antropólogo. No estoy negando la necesidad de contar con una buena
formación académica. Lo que trato de decir es que no hay por qué privilegiar
lo académico sobre otras funciones que podrían desempeñar los antropólogos.
¿Por qué? Porque no es mejor ser académico que ser antropólogo aplicado,
porque no todos sirven para académicos, porque no hay trabajo para tantos
académicos, pero sobre todo porque urgen antropólogos con una buena
formación académica, pero que se dediquen a un sinnúmero de actividades
de las que están carentes un sinnúmero de instituciones gubernamentales, de
ONG´s, de agencias financiadoras y de organizaciones sociales.

A partir de esta aseveración debo hacer varias aclaraciones:

1.- Es imprescindible una buena y sólida formación teórica. Eso no se


cuestiona.

2.- Es imprescindible una buena formación en los métodos de investigación


de gabinete y de campo. Eso nos hace antropólogos.

3.- Es imprescindible que las escuelas de antropología tengan claro para qué
y para quién están formando antropólogos.

224
4.- Es imprescindible que a los académicos que forman parte de los
cuerpos docentes en las escuelas de antropología, les quede claro que la
antropología es mucho más que la academia.

5.- Para que esto suceda, es necesario que en las escuelas de antropología se
conozcan los diferentes programas que existen en las diversas Secretarías
de Estado: SEMARNAT, SAGARPA, SECRETARÍA DE SALUD, etc.,
es decir, que conozcan el mercado de trabajo, y que diseñen la currícula
profesional en función de las necesidades del país.

5.- Se ha deformado al alumno en el prejuicio de que tiene más prestigio


ser investigador de una universidad que funcionario, servidor público o
burócrata, como quieran llamarle.

6.- Pero también deben saber los alumnos, que trabajar en una universidad
es tan importante como trabajar en una oficina gubernamental. Deben
saber que si bien es más glamoroso ser “académico”, también es muy
importante andarse metiendo con organizaciones de productores que lo
obliguen a uno a ir al campo, y lo comprometan más allá de sus cómodos
horarios y cubículos que les permiten dobletear en otros trabajos.

Pero sobre todo, los alumnos deben saber que la “academia” libra a sus
maestros de ensuciar sus pulcros curriculums con trabajos burocráticos en
administraciones priistas, panistas y hasta perredistas. Ellos no se queman,
sus funciones se limitan a analizar la suciedad de la sociedad, entiéndase, son
académicos.

225
Sólo a manera de ejemplo se presentan los siguientes datos: El Departamento
de Antropología de la UAM-I tiene 30 años de existencia, de él han egresado
alrededor de 400 antropólogos. ¿Saben cuántos exalumnos del Departamento
se han incorporado a la planta docente de la UAM como académicos? No
rebasan los cinco. Siguiendo por esa línea podríamos seguir preguntando
¿Cuántos exalumnos del Departamento hay trabajando como “académicos”
en otras instituciones? Con toda seguridad no pasan de diez.

Con este panorama, a qué viene la necedad de formar académicos para un


mercado de trabajo inexistente. ¿Por qué la ceguera y sordera de las escuelas
de antropología ante los reclamos de los alumnos para que les enseñen las
herramientas necesarias para incorporarse a un mercado de trabajo ávido de
antropólogos útiles, no de académicos?

La respuesta es la siguiente: porque existe un desconocimiento de esos


“académicos” sobre las diferentes áreas, programas y proyectos de los
gobiernos federales y estatales, de las necesidades de las organizaciones
sociales, ejidos y comunidades indígenas, de las cada vez más numerosas
agencias financieras nacionales e internacionales que están dispuestas a apoyar
a los productores, a apoyar procesos organizativos para la autogestión, para la
capacitación y para encontrar vías de comercialización de sus productos. En
todos estos ámbitos podrían incorporarse los antropólogos egresados de las
diversas escuelas en las que se enseña antropología, pero esto lo desconocen
los “académicos” de esas mismas escuelas.

Lo anterior no quiere decir que los “académicos” o las escuelas de


antropología deban buscarles “chamba” a los antropólogos egresados de

226
sus aulas, el desconocimiento del mercado de trabajo al que me refiero, es
producto del desconocimiento que tienen los “académicos” sobre lo que
sucede en el mundo real, y esto se ha traducido en algo más grave que el
empleo o desempleo de los antropólogos egresados de estas escuelas. Se ha
traducido en una de las causas de la crisis de la antropología mexicana: quedar
rebasada por los movimientos sociales porque está rezagada con respecto a
las necesidades de las instituciones y organizaciones sociales, al dedicarse las
universidades a “formar” “investigadores” y “académicos” que no han podido
responder a las necesidades del vasto campo en el que se puede desarrollar
un antropólogo.

Han existido grandes antropólogos mexicanos como los creadores de la


“Escuela Mexicana de Antropología”, quienes eran teóricos pero también
hacían antropología aplicada. Abrieron brecha, crearon instituciones
académicas, centros de investigación y oficinas gubernamentales que fueron
punta de lanza para otros países. No sólo trabajaron como funcionarios,
también diseñaron las políticas públicas que atendían a los indígenas por
ejemplo, o a la cultura popular, quizá criticables ahora pero en su momento
eran las únicas y fueron elaboradas por antropólogos. Ellos también sacaron
adelante diversas instituciones y centros de investigación, como el Instituto
Nacional Indigenista, el CISINAH ahora CIESAS, el INAH, la Dirección
General de Educación Indígena, la Dirección de Culturas Populares y el
Museo de Culturas Populares, entre otras.

Cuando yo era estudiante, por influencia de los maestros, se veía con


mucho desdén al INI, ahora CDI. Era considerado la última alternativa y
un desprestigio trabajar en él, ni siquiera se estudiaban temas relacionados

227
con los indígenas, ya que estaba de moda la “economía campesina” y la
“proletarización del campesinado”. Esto también ha tenido un costo: tal es
el descrédito de la antropología por sus escasas aportaciones en las últimas
décadas, que los cuatro o cinco últimos directores del INI y los tres que lleva
la CDI no fueron ni son antropólogos.

Las escuelas de antropología, tendrían cuando menos que estar aportando


la fuerza de trabajo para llenar los espacios que les corresponderían a los
antropólogos aplicados, ya que quienes están ocupando esos lugares en la CDI
son desde contadores hasta veterinarios. La necesidad de llenar esos espacios
no está orientada, repito, a conseguirles trabajo a los alumnos, el afán debe
estar puesto en incorporar a jóvenes antropólogos a esas instituciones que
trabajan con los indígenas, incidiendo en el diseño de las políticas públicas,
orientando a los veterinarios, contadores e ingenieros en cómo desde la
antropología se debe abordar el tema indígena, para no seguir haciendo
indigenismo, folklorismo ni asistencialismo.

Sería interesante hacer el ejercicio de revisar cuantos antropólogos están


trabajando en la CDI, menciono a la CDI porque tendría que ser un ámbito
obligado para los antropólogos, aunque también podría serlo SEDESOL,
SAGARPA, la Secretaría de Salud y SEMARNAT, entre otras.

En el mismo sentido podríamos preguntarle a cualquier escuela de


antropología lo siguiente: ¿existe algún proyecto de esa escuela, departamento
o facultad vinculado a programas gubernamentales de SEDESOL, SAGARPA,
SEMARNAT, SECRETARÍA DE SALUD, etc.? ¿Existen proyectos de esa
escuela vinculados a demandas de las organizaciones campesinas? ¿Existe

228
algún proyecto de esa escuela vinculado a programas que estén desarrollando
Organismos No Gubernamentales? ¿Cuántos proyectos de esa escuela están
vinculados a programas de agencias financieras nacionales o internacionales?
La respuesta a estas preguntas nos va a permitir saber que tan vinculada está esa
escuela, departamento o facultad de antropología con las necesidades del país.

Este es el resultado de un enfoque academicista con el que se diseñan


los planes de estudios de muchas escuelas de antropología, así como de las
pocas herramientas con las que salen los egresados para incorporarse a un
mercado de trabajo que no sólo requiere académicos, sino también y en mayor
proporción antropólogos aplicados.

Llevo 25 años trabajando el tema de manejo de recursos naturales en


comunidades campesinas e indígenas, he pasado por ONG´s, centros de
investigación y desarrollo, organismos financieros internacionales y oficinas
gubernamentales, y he sido investigador y docente en distintas universidades,
todo lo cual me permite tener una amplia visión de las necesidades que existen
en el campo con respecto a este tema, así como el perfil del profesional que
se requiere para abordarlo. Puedo asegurar que la antropología podría aportar
los profesionistas que se requieren urgentemente para llenar un vacío que
están ocupando una multiplicidad de personas que tienen las formaciones más
variadas (hay de todo menos antropólogos).

Pongamos el ejemplo de la SEMARNAT, que no se encarga de la ecología,


sino de la relación entre la sociedad y la naturaleza. La SEMARNAT tiene
aproximadamente 30,000 trabajadores distribuidos por todo el país en 32
delegaciones, así como 32 delegaciones de la Procuraduría Federal de

229
Protección al Ambiente (PROFEPA), y 32 delegaciones de la Comisión
Nacional Forestal (CONAFOR), y la Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas (CONANP), con más de 150 ANP´s, más el Instituto Mexicano
de Tecnología de Agua (IMTA), la Comisión Nacional del Agua (CNA), la
Comisión Nacional de Biodiversidad (CONABIO) y el Instituto Nacional de
Ecología (INE).

Casi la totalidad de los temas que atiende la SEMARNAT requieren de


profesionistas de las ciencias sociales, y entre estos los antropólogos tendrían un
papel relevante por tratarse de una institución que tiene bajo su responsabilidad
la relación entre la sociedad, el medio ambiente y el manejo de los recursos
naturales, pero solamente hay en la SEMARNAT cinco antropólogos.

La antropología está perdiendo este campo de trabajo, así como la posibilidad


de hacer aportaciones en el diseño de las políticas públicas relacionadas con el
manejo de los recursos naturales. Los biólogos tomaron fácilmente este lugar
a través de los estudios de etno-botánica, siendo un tema también obligado
para la antropología. ¿En qué podría trabajar un antropólogo dentro de la
SEMARNAT? Entre otros temas, en los siguientes:

• Ordenamientos ecológicos comunitarios.

• Evaluaciones rurales participativas.

• Estudios de impacto socioambiental.

• Planes de manejo forestal.

230
• Planeación comunitaria.

• Ecoturismo.

• Normatividad ambiental y derechos de los pueblos indios.

• Derechos colectivos de propiedad intelectual.

• Áreas naturales protegidas y sus programas de manejo.

• Unidades de manejo ambiental.

• Elaboración y gestión de proyectos ambientales.

• Capacitación en temas como identidad y ecosistemas, autogestión


territorial y cultural, maíz, medio ambiente y desarrollo.

Todos estos temas tienen que ver con la relación sociedad-naturaleza. No


obstante, si hay quienes no se quieran “ensuciar” en una oficina gubernamental,
estos mismos temas se pueden trabajar desde las ONG´s, las agencias
financieras internacionales y por supuesto, en las organizaciones indígenas
y campesinas que se encuentran urgidas de antropólogos útiles y con una
buena formación académica, así como con herramientas prácticas para apoyar
procesos comunitarios autogestivos.

¿Tienen conocimiento los antropólogos de los procesos de autogestión que


se están llevando a cabo en México, a partir del manejo autogestivo de los

231
recursos naturales? ¿Conocen algo sobre los procesos de recuperación del
territorio, de bosques, selvas y agua, a partir de propuestas ambientalistas?
¿Han oído hablar de los procesos de reconstitución étnica e identitaria a partir
del manejo de la fauna silvestre? Todos son procesos que están sucediendo
en diversos lugares del país y que abarcan temas en los que los antropólogos
podrían estar aportando mucho.

Si lo que no quieren los antropólogos académicos es ensuciarse las manos o


la conciencia trabajando para el gobierno, existen muchas Organizaciones de
la Sociedad Civil, Organizaciones de Productores, agencias internacionales o
instancias autónomas como la CNDH que estarían interesadas en especialistas
antropólogos.

La política neoliberal y el consecuente adelgazamiento del estado ha


dejado sin gente a las dependencias gubernamentales, las cuales tienen que
contratar consultores independientes, ONG´s y asesores externos para ejercer
sus presupuestos. El problema con el que se enfrentan esas dependencias es
que las consultorías que existen carecen de especialistas en ciencias sociales,
y entre ellos, de antropólogos capacitados en cuestiones prácticas, por lo cual
quienes los sustituyen son biólogos o agrónomos.

En diversas ocasiones he propuesto al menos tres líneas o áreas de


especialización que podría echar a andar el Departamento de Antropología
de la UAM-I:

• Antropología y manejo de recursos naturales.

232
• Antropología jurídica.

• Antropología médica.

La SEMARNAT, la Secretaría de Salud y la CNDH están urgidas de


antropólogos especialistas en estos temas, además de las ONG´s, las
organizaciones sociales y las agencias internacionales entre otras.

Si bien las universidades, repito, no tienen la obligación de conseguirle


trabajo a sus egresados, si tienen obligación de diseñar los planes de estudio a
partir de lo que sucede en la vida real para formar y ofrecer especialistas en éstas
áreas, ¿para qué?: en el peor de los casos para buscar un mercado de trabajo
para sus alumnos, y no crearles falsas expectativas como futuros “académicos
investigadores” cuando en realidad los están lanzando al desempleo (pero en
el mejor de los casos ojalá fuera para incidir en el mejor diseño de las políticas
públicas, impulsando que se insertaran nuestros profesionistas en las diversas
instancias que he mencionado).

Sabemos que las Secretarías de Estado no van a acudir a las universidades,


y que los políticos sólo leen oficios, nunca un documento que pase de tres
cuartillas y que además hay suficientes desempleados para llenar el sitio que
debería ocupar un antropólogo, porque tampoco saben esos altos funcionarios
a ciencia cierta, qué es lo que hace un antropólogo. Son las universidades las
que deben acercarse a las instituciones de gobierno para ofrecer proyectos,
programas y antropólogos capacitados para llevarlos a cabo, para hacer valer
y reivindicar nuestra disciplina.

233
Curiosamente esto sí ha sucedido en algunas escuelas de antropología que
están en provincia, ya que la cercanía con el campo y sus problemas es mayor,
por lo cual hay una obligada vinculación con él. En el DF la relación es tan
distante que les permite a los antropólogos estudiar los problemas sociales
desde la “academia” solamente, manteniendo una prudente distancia del
compromiso ético que debe acompañar al quehacer antropológico.

La universidad es una trinchera privilegiada desde donde se podrían estar


promoviendo muchas cosas, pero tengo la sensación de que esa trinchera se
está desperdiciando. Se confunde trinchera con refugio. No se percibe un
espíritu de grupo al interior del gremio, ni siquiera se percibe un afán de formar
a los antropólogos que necesita el país, porque los mismos “académicos” no
saben en dónde urgen esos antropólogos.

No niego la utilidad de la academia, pero ojalá que las investigaciones


de nuestros colegas “académicos”, tengan además alguna derivación y
aplicación práctica, en la que se puedan incorporar los alumnos para salir
mejor armados a ocupar los lugares que como antropólogos les corresponden.
La antropología es muy útil, ojalá que las escuelas de antropología formen
antropólogos útiles.

234
La aplicación de la antropología.
Comentarios sobre su enseñanza

Alberto García Espejel

La aplicación del conocimiento


constituye no sólo una de las razones
fundamentales de la ciencia, sino
también una de las condiciones
esenciales de su existencia y de su
progreso.

Ángel Palerm

La antropología es una disciplina que de manera innata tiene utilidad social,


pues una de sus grandes fortalezas es su capacidad de penetrar al funcionamiento
interno de una sociedad a partir de su núcleo central: la cultura. Sin embargo,
de manera un tanto desafortunada se ha centrado desde hace un buen número
de años en los estudios culturalistas, se ha encerrado en las aulas y ha olvidado
en parte, la aplicabilidad del conocimiento, disminuyendo así los beneficios
sociales que podría aportar.

Ya Guillermo Bonfil (1995) criticaba el pensamiento conservador en la


antropología mexicana, señalando: que tenía una “tendencia psicologista” que
realzaba demasiado las ideas y creencias propias de las tradiciones, en vez de
analizar las causas estructurales; que planteaba que los cambios socioculturales
debían ser lentos para evitar la desorganización social; que el relativismo cultural

235
impedía emitir juicios de valor que impedían la solución de problemas; que
manifestaba una imposibilidad de emitir leyes generales por lo que se mantenía
en particularismos. Catalogaba incluso que se trataba de una “antropología de
la miseria” ya que en realidad sólo la mejoraba pero no intenta acabar con ella;
y que la antropología se había convertido más en un instrumento de difusión
de proyectos de asistencia, que en buscar alternativas rápidas y concretas de
desarrollo. Obvio que fiel a su costumbre, junto con las criticas venían las
propuestas, así señalaba que la antropología aplicada debe ser dinámica y
progresista; que debe buscar el cambio inducido de forma radical, debe aprender
a trabajar bien y rápido; que debe tener la capacidad de generalizar, y debe
buscar su aplicabilidad en la realidad y no sólo repetir esquemas.

En mi caso, desde que leí autores como Bonfil y Palerm, dos clásicos de
la antropología mexicana, me identifiqué inmediatamente con esta visión de
lo que debería ser una parte del ejercicio profesional del antropólogo. Digo
una parte, pues me parece que la otra también debe ser la academica. Lo ideal
sería que una cosa no estuviera desligada de la otra. Considero que no hay
mejores formadores que aquellos que han llevado a la práctica el ejercicio
de atención y resolución de problemas sociales, y que posteriormente, han
tenido la oportunidad de transmitir esas experiencias, y sí fue de manera
reflexiva, ordenada, sistematizada e incluso crítica, entonces se logró no sólo
la educación sino la formación de los estudiantes1.

Justamente a partir del ejercicio profesional que me permitió transitar de


la burocracia a la consultoría privada y a la academia, es que me permito

1 Por educación entiendo la mera transmisión de conocimientos, mientras que por formación planteo que se
transfieren además, valores, normas, hábitos, actitudes, es decir, aspectos más profundos.

236
hacer las siguientes reflexiones que tienen que ver con el ámbito laboral
aplicado de la antropología. Por ello, centraré buena parte de la crítica que
presento, en la investigación y la formación académica que actualmente se
está llevando a cabo en muchas escuelas de antropólogos, pues considero que
está preparando en las aulas y con su ejemplo, un enorme ejército de jóvenes
para el desempleo.

Primero, he de aclarar que si bien no soy antropólogo de formación sino


geógrafo converso, tuve la dicha de trabajar en varios equipos multidisciplinarios
y dentro de ellos, conocer el valor de la antropología. Esto me llevó a buscar
un posgrado dentro de esta rama del conocimiento y posteriormente a ejercer
profesionalmente ya como antropólogo en proyectos de desarrollo.

Desprendido de esta formación es que me atrevo a señalar como primer idea,


que cualquier estudio social debería tener como fuente analítica el Espacio,
el Tiempo y la Cultura, triada indispensable para realizar el análisis social, y
con ello, destaco la importancia de conocer aspectos de la Geografía (como
la ciencia del Espacio), la Historia (ciencia del Tiempo) y la Antropología
(ciencia de la Cultura). Es indudable que todo proceso y/o proyecto de
desarrollo social afecta y se ve afectado por la cultura del grupo donde se
lleva a cabo; que tiene una representación y genera cambios en el espacio;
y que para comprenderlo en su justa dimensión es indispensable conocer su
devenir histórico. De ahí la importancia o trascendencia de realizar estudios,
tanto los teóricos como los aplicados, con la confluencia de estas tres ciencias.

Ahora bien, las investigaciones sociales que se realizan pueden tener una
doble finalidad: ya sean estudios académicos científicos, o bien, estudios

237
aplicados; aunque es común que en un momento dado se confundan o se
mezclen ambos fines. Y aquí comienzan los primeros problemas que tienen
que ver con los mercados laborales, pues justamente la finalidad de esas
investigaciones sociales estará determinada por el contratante.

Ya en otro artículo abordé las características de tres vertientes que a


mi entender existían como posibilidad principal de aplicabilidad de la
antropología (trabajar en dependencias gubernamentales, en la academia y/o
en la consultoría), vertientes que, con el transcurrir de los años he incrementado
con dos nuevos ámbitos laborales (propiamente la iniciativa privada y los
llamados organismos no gubernamentales -ONG’s-). Los aspectos que
caractericé en ese entonces que diferenciaban a las vertientes abordadas,
considero que se mantienen en estos otros dos ámbitos laborales aunque con
matices particulares, por lo que aquí sólo marcaré algunas condiciones que
limitan o amplían las posibilidades de los egresados en antropología para
acceder a esos mercados laborales.

Habría que iniciar señalando que en las dependencias gubernamentales2,


se parte de la premisa básica de que existe una necesidad de atención de
problemas sociales (el estado está para atender problemas sociales), la
cual implica aplicabilidad del conocimiento. Con ello parecería entonces
que hay fuentes de trabajo para los antropólogos aplicados, sin embargo,
el problema central radica en que desde el “triunfo” del modelo neoliberal
en nuestro país, que implicó el adelgazamiento del aparato burocrático, se
cerró casi por completo este mercado y con esto, las pocas plazas que hoy

2 Aclaro que en este caso hablo de las posibilidades de acceso laboral a estas dependencias en los niveles operativos
por así decirlo, pues el acceso a puestos directivos contiene condiciones que pasan casi inexorablemente por la red
de relaciones políticas.

238
existen están muy ligadas, no a las capacidades y habilidades que adquirieron
durante su formación los antropólogos, sino a la red de relaciones que tengan
(compadrazgos y amiguismos tan comunes en nuestra vida laboral y que de una
vez menciono, se presentan como condiciones también en los otros ámbitos
laborales que abordaremos, aunque con intensidades diferenciadas). Además,
en este ámbito laboral cada día hay menos plazas fijas pues éstas implican
prestaciones que el estado ya no está dispuesto a brindar. Sin embargo, los
problemas se siguen presentando, la función de atención social del estado se
sigue manteniendo y con ello la necesidad de científicos sociales (entre ellos
antropólogos), aunque ahora el mecanismo que se ha implementado es el de
la contratación de servicios de especialistas sociales “por fuera” (asesorías,
consultorías, outsourcing)3; o bien trasladar el trabajo hacia las ONG’s.

Por su parte en la academia, compuesta por centros de investigación y


docencia, lo que se requiere es hacer estudios, investigaciones sociales de
supuesta importancia para la ciencia o la sociedad, y claro, enseñar la propia
disciplina. Aquí el problema es que desafortunadamente en nuestro país hay muy
pocos Centros académicos dedicados a la Investigación en Ciencias Sociales y
también sufren la escasez de plazas. Pretender entrar a alguno de los contados
centros que existen implica necesariamente competitividad curricular, la
“meritocracia” de los grados académicos. Cabe hacerse una pregunta: ¿cuántos
egresados de los programas de posgrado de calidad de las propias instituciones
académicas, tienen la oportunidad de convertirse en investigadores en una
universidad o centro? Estoy seguro que el porcentaje es bajísimo4.

3 Esta contratación de la que hablo, como señalé también implica amiguismos y compadrazgos aunque tiene un
elemento adicional: competencia, es decir, el competir contra otros en la búsqueda de contratos.
4 En una conferencia una destacada antropóloga señalaba a manera de chiste que se requería matar o esperar a que
se muriera el “titular C”, para poder competir por una de esas plazas.

239
Claro que lo que queda como “premio de consolación” para estos
profesionistas de excelencia, y para el resto de los antropólogos que no cuentan
con posgrados de calidad, es dedicarse no a la investigación académica sino a
la docencia, la cual sigue siendo el principal campo vigente del ámbito laboral
de los antropólogos. Aquí el pero (parece que en todo hay un pero) es que el
mercado preponderante se encuentra en nivel medio y medio superior, pues
existen muy pocas plazas en nivel universitario.

Cuando un antropólogo trabaja en consultorías, ya sea de manera esporádica


(como desafortunadamente suele suceder) o bien de manera permanente, la
condición básica es, además de una fuerte preparación metodológica, una
amplia visión aplicativa del conocimiento. Se trata de comprender y analizar
pero también de proponer una solución a los problemas sociales.

Nuestro cuarto ámbito laboral, la iniciativa privada, demanda como


condición esencial la capacidad de resolución de problemas sociales, lo cual
implica necesariamente no sólo proponer alternativas de solución, sino buscar
la aplicabilidad del conocimiento, es decir, ejecutar las soluciones. En nuestro
país, este ámbito laboral tradicionalmente tiene poco campo de acción para los
antropólogos, aunque está en crecimiento. Se contratan además de consultores
y asesores, a antropólogos que se integren al personal de planta siempre y
cuando cumplan con la premisa básica de atender y resolver problemas. Esto
requiere una visión menos academicista y más práctica, así como un cambio de
enfoque para la preparación de profesionistas que se dediquen a este ámbito.

Por último, el trabajo antropológico en Organismos No Gubernamentales


se está incrementando, pues la atención social que el estado ya no realiza

240
la están llevando a cabo primordialmente estos. Aquí el pero, es que es un
campo que se está saturando rápidamente, ya que cada vez más profesionistas
al no encontrar trabajo, deciden incursionar en este ámbito. Obvio que
también demanda la preparación de antropólogos con una visión de atención
y resolución de problemas.

Una vez enunciadas algunas características de los ámbitos laborales actuales


donde el antropólogo puede encontrar trabajo, me interesa pasar a la crítica sobre
la formación que se está brindando a cientos de jóvenes cuyo interés es formarse
en el análisis cultural, lo cual tiene que ver con el ejercicio laboral del sector
académico antropológico en los centros de investigación y las universidades.

Partamos del hecho de que en la mayoría de los ámbitos laborales


(organismos gubernamentales, iniciativa privada, consultorías y ONG’s) se
demanda por parte de los antropólogos el que no sólo analicen (como sucede
en la academia), sino que propongan y en su caso ejecuten las soluciones a
problemas sociales. Considerando esto, entonces ¿por qué se ha privilegiado
la formación academicista en las escuelas?, ¿por qué no se les brindan a los
antropólogos en formación las herramientas prácticas que les permitan tener
mayores posibilidades de empleo? Habría que hacer un examen de conciencia
entre los formadores (profesores-investigadores de tiempo completo que
tienen a su cargo la elaboración y revisión de los planes de estudio), muchos
de los cuales privilegian sus intereses por sobre las necesidades e intereses de
los educandos.

Considerando los ámbitos antes enunciados como espacios para el ejercicio


laboral, la lógica implicaría que hay que preparar a los jóvenes para lo que

241
les espera. Sin embargo, en la enseñanza actual prevalece la formación
social científica, es decir, preparar a los jóvenes antropólogos para que sean
investigadores académicos, cuando la realidad es que difícilmente lo serán.

Así, los enseñamos a realizar descripciones densas, los preparamos para


que repitan y/o confirmen ideas de destacados investigadores, los hacemos
que realicen interminables etnografías de poca aplicabilidad, poca incidencia
o impacto en una línea de intervención social, pero no los preparamos para
que tengan incidencia en los “tomadores de decisiones”. Obvio que ello
se debe a que los académicos sólo repetimos lo que sabemos hacer. Si un
académico se ha dedicado toda su vida a leer, a prepararse académicamente,
a analizar la realidad mediante marcos teóricos elaborados por la “vaca
sagrada” del momento, ¿qué enseñanza práctica le puede aportar a los jóvenes
estudiantes? Al respecto cabe señalar que es cada vez más común el caso de
jóvenes antropólogos destacados que al salir de la licenciatura y no encontrar
trabajo, posponen su ingreso al mercado laboral estudiando como becados
una maestría y después un doctorado, y que luego, una vez obtenido su grado
de doctor, se conviertan en profesores dentro de las universidades. ¿Qué
enseñanza podrán entonces aportar a la formación, y no tan sólo educación
-como ya aclaré- de sus estudiantes?

Otra característica de los científicos sociales, que también repetimos en


la enseñanza, es que se dedican en la mayoría de los casos a exponer una
supuesta explicación de un suceso ya acontecido, una descripción a “toro
pasado” de los complejos procesos que se vivieron. Este tipo de descripciones
son lo común en las ciencias sociales. Obviamente no estoy en contra de
ellas, pues son valiosas y dejan constancia de lo acontecido para que futuros

242
investigadores las consulten y vean el devenir de la cultura y en ciertos casos,
la serie de errores y aciertos que se cometieron en aras de la búsqueda de
cierta visión de desarrollo o cambio cultural. Pero seamos sinceros: están
destinadas para un minúsculo núcleo que se podrá dedicar a la investigación
académica, ya que de manera muy desafortunada, son muy pocos los futuros
encargados de las obras y procesos de desarrollo (que generalmente no son
investigadores sino funcionarios o bien alguien recomendado de alguno de
ellos), que leerán esas descripciones y que sobre todo, intentaran rescatar
y estructurar una lógica de los procesos presentados por ellas, para poder
desarrollar las acciones pertinentes que minimicen el impacto social en el
proceso en que ellos son actores sociales.

Una característica más de la investigación, que también repetimos


en la enseñanza, es supuestamente el llevar a cabo lo que denominaría
observación “indirecta-directa”. Les decimos a los estudiantes que en aras
de la imparcialidad y objetividad científica, el investigador debe observar
“desde fuera el proceso”, aunque, contradictoriamente, con métodos
denominados como observación directa y/o participante. El mantenernos
“alejados-cercanos”, “distantes pero participantes” es una manera de evadir
responsabilidades. Considero que la objetividad e imparcialidad pretendida
por la academia es demasiado subjetiva, pues casi siempre se parte ya desde
una posición pero que no se quiere asumir. De hecho, la simple elección de
la temática a investigar ya demuestra una posición. Si el investigador y el
estudiante en formación no asumen un papel activo, que si bien puede ser
minúsculo en los procesos que están estudiando-analizando, difícilmente
podrán apreciar en su plena dimensión esos procesos que se viven y presentan.
No se trata tampoco de generar activistas políticos y sociales, pues eso es

243
irse al otro extremo inoperante, sino de preparar con ejemplos prácticos a los
estudiantes en el ejercicio que posiblemente les espera profesionalmente. Por
lo menos se debe propiciar la reflexión sobre este tópico.

Esta característica a su vez implica el discutir la posición del investigador,


la cual transita desde la ya señalada de pretender ser “observador imparcial-
científico”, que de alguna manera Barabas y Bartolomé catalogaron como
“…productores de la llamada ‘literatura gris’, que sólo representa una
contribución ritual, sin mayores repercusiones sobre el proceso de toma
de decisiones” (1992:13), hasta llegar a convertirse en asesores directos (y
a veces encubiertos) de las comunidades; pasando por la posibilidad de ser
asesores de los tomadores de decisiones. Independientemente de la posición
que se juegue, si lo que se está analizando es un proceso de desarrollo, esto
implica a su vez una desventaja para conocer los aspectos internos que se
manejan en las otras posiciones.

Es indudable que la investigación social en las universidades se está


convirtiendo más en un requisito que en una realidad. En el caso de los
“investigadores” se trata de cubrir el requisito de tener registrada una
investigación en su centro de trabajo, lo que le da validez a su honroso
nombramiento, aunque he de señalar que me ha tocado observar durante
algunos proyectos que hubo “investigadores” y por ello los entrecomillo, que
nunca se pararon en la zona de estudio y la información que manejaban era
la que les aportaban los estudiantes que habían ubicado en el área y a los
cuales “asesoraban” para realizar sus tesis; y en el caso de algunos estudiantes
la intención es cubrir el requisito de hacer su tesis y obtener el grado. No
obstante sobre este último punto hay que aclarar también que, a partir del

244
interés de los organismos educativos oficiales de incrementar el número de
titulados y con ello también el nivel educativo del país, se han implementado
numerosas formas de titulación (en la UAQ contamos con 10), por lo que
muchos estudiantes nunca se enfrentan al requisito de hacer una investigación
sino que se titulan por otros mecanismos.

Relacionado muy estrechamente con la crítica anterior, está el hecho de


que para nuestra disciplina existen muy pocos fondos de financiamiento.
Actualmente las fuentes de financiamiento para la investigación social y con
ella la antropológica, son muy escasas (Conacyt, algunas fundaciones y, de
manera muy variable pero siempre acorde a sus intereses políticos, los gobiernos
de los estados vía organismos como los consejos estatales de investigación).
Las universidades de provincia no suelen destinar fondos a la investigación,
ya que apenas cuentan con recursos para sostener su nómina. Además, estos
financiamientos generalmente tienen como condiciones: la búsqueda de
aplicabilidad que a su vez está asociada a encontrar usuarios comprometidos
de los resultados; la gestión de Fondos Concurrentes, es decir, el que varias
entidades incluidas las propias universidades y los posibles usuarios aporten
una parte de los recursos necesarios para la investigación. Además están los
aspectos administrativos, los cuales suelen convertirse en una tortura para los
investigadores que se atreven a concursar, ya que aparte de ser investigadores-
profesores, deben convertirse en gestores-administradores, e incluso deben
aprender a comprender y manejar formatos muy extensos y “rígidos”, a
cumplir en los tiempos y formas estipuladas la entrega de los productos de
la investigación, a entregar informes parciales a todos los financiadores, y
además comprometerse a asesorar a posibles tesistas. El resultado de esta
situación es que existe poca investigación, o bien se realizan “investigaciones

245
de gabinete” (porque no hay recursos para salir a campo), o “investigaciones
de nombre” (que están registradas pero en la práctica no se llevan a cabo por
carencia de recursos), o, como el investigador no consiguió financiamientos,
va realizándolas muy lenta y paulatinamente cuando tiene oportunidad, por
lo que se convierten en estudios interminables. Estas situaciones tienen como
resultado negativo asociado, el que exista una mínima preparación práctica de
los estudiantes, quienes podrían participar como asistentes o investigadores
en formación, por lo que se presenta una contradicción en el discurso de la
importancia de la enseñanza con la práctica.

Otras críticas muy vinculadas con la enseñanza tienen que ver con
algunos aspectos de la preparación de los estudiantes. Comúnmente al futuro
científico social lo “preparan” para buscar contribuciones a la teoría más que
en el ejercicio práctico o la resolución de problemas; si tiene oportunidad
de vincularse con proyectos operativos, contará con la fortuna de prepararse
para buscar apoyos institucionales, pero si no cuenta con ella, igual y no
aprenderá lo que implica la gestión de recursos. En teoría también se le
prepara para que busque contacto con colegas de intereses similares, aunque
en la realidad normalmente se mantiene aislado y no sabe trabajar en equipo.
Desafortunadamente, a pesar de que muchos estudiantes sólo tendrán como
expectativa de trabajo real la docencia, muchas veces ni siquiera para ella
se le preparará. De manera un tanto contradictoria, a pesar de que en el
ámbito académico se requiere redactar y publicar resultados, generalmente
los estudiantes no son preparados ni impulsados para ello, además de que
difícilmente reciben oportunidades de publicar. Una última condición es que
no se le prepara para buscar empleo y mucho menos para generárselo.

246
Vázquez-Mellado en alguna charla comentaba las contradicciones que
existen entre los empleadores y los investigadores, cuando se llevan a cabo
proyectos de investigación aplicados o de vinculación entre instituciones y
academia. Así, los primeros suelen manifestar las siguientes quejas (las cuales
se traducen en por qué no contratan a los científicos sociales): los tiempos
para investigación son muy largos; las investigaciones son muy amplias
y confusas, nada concretas; no se plantean resultados con información
accesible; son lentos en proporcionar información; generalmente se manifiesta
simpatía con el grupo objeto que los convierte en “defensores”, y, suelen ser
intolerantes con instituciones y con procesos innovadores. Por su parte, los
segundos recurrentemente se quejan de que no se les proporciona el tiempo
que se requiere para hacer adecuadamente una investigación; sólo se les
llama cuando ya está presente una crisis y en muchos casos para fungir como
mediadores, o bien, para “justificar socialmente” decisiones ya tomadas.
También se quejan de que el trabajo aplicado, limita la investigación.

Ante estas situaciones negativas del modelo de enseñanza que limitan


la formación de los jóvenes antropólogos, y que limitan la vinculación de
la academia con la práctica laboral desarrollada en instituciones de diversa
índole, es indispensable la búsqueda de nuevos horizontes desde la propia
academia y ello implica, una más fuerte vinculación con las posibles fuentes
de trabajo, lo que a su vez nos lleva a la búsqueda de la aplicabilidad del
conocimiento. Antes de continuar quiero volver a reafirmar que no estoy
en contra de que se continúen haciendo estudios que tienen en si el valor
intrínseco de hacer ciencia, pero me parece que si pensamos no tan sólo en
razón del interés del investigador, sino del de los estudiantes que egresarán al

247
desempleo y de la propia sociedad en su conjunto, debemos voltear un poco
más la mirada hacia la utilidad del conocimiento.

Ahora bien, ¿cómo hacer para tratar de transformar la situación negativa


descrita? Considero que es necesario transformar la visión del propio
antropólogo, desde la formación académica.

Según Michael Cernea (1989: 6) los antropólogos y en general los científicos


sociales han transitado por los siguientes roles: han sido el “defensor”
sugerido por Malinowski, el “colaborador” manifestado por Radcliff-Brown,
el “intérprete” planteado por Mónica Wilson, el “proveedor de datos para
los que hacen las políticas” conjuntamente con el “investigador de hechos
posteriores”. Él por su parte propone que se convierta en: “formulador de
políticas” para el desarrollo organizacional de amplia escala; “planificador”,
lo que implica el conocimiento antes del hecho para que guíe y determine
con certeza qué cosas podrán pasar conociendo los sucesos actuales, y que
por lo tanto también diseñe los planes; “creador de decisiones”, que con sus
conocimientos realice los juicios profesionales necesarios que hagan efectivos
los planes y componentes de un proyecto, y por último que asuma el “rol de
manager”, es decir, que conduzca la implementación completa del proyecto.
Para conseguir lo anterior, Cernea propone que es necesario desarrollar
lo que se denominaría Ingeniería Social, que “…obliga a los científicos
sociales a descender del reino de las generalidades y producir conocimientos
utilizables en la práctica”. El traslado de las investigaciones antropológicas
-etnográficas o teóricas- a Guías Operacionales para proyectos de desarrollo,
se enfrenta a dificultades epistemológicas y metodológicas que muchas veces
no son fáciles e incluso muchas veces no son posibles de resolver. Según él,

248
la llave metodológica que permitiría esta conversión es el moverse “…de la
naturaleza particular o individual del campo de trabajo encontrado hacia una
proposición general; de la descripción a la prescripción; y de la identificación
del problema y su análisis a la formulación de acercamientos para la solución
de problemas” (Cernea, 1990).

Es obvio que no es nada fácil hacer esta transformación de roles con la


conversión metodológica que se requiere, y generarla desde la academia,
pues implicaría cambiar al propio docente. Desafortunadamente hay muchos
vicios que se arrastran en el ámbito laboral académico, por ejemplo, muchos
docentes ya no preparan sus clases y sólo se limitan a repetir la información
que ya conocen y, para colmo, como no tienen experiencias prácticas de
investigación aplicadas se les dificulta transmitir una visión de este tipo.
Sin embargo, es necesario ir rompiendo las inercias (y en cierta medida el
replanteamiento y la discusión de los tópicos precedentes, es un inicio de
cambio). Confiemos en que será posible comenzar a incorporar a las diversas
escuelas de antropología, si bien tal vez no como tiempos completos con
todas las prestaciones que ello conlleva sino como profesores de asignatura,
a los antropólogos que estén preparados en el terreno práctico y que tengan el
ánimo e interés de ir formando nuevas generaciones de jóvenes inquietos en
el ejercicio profesional aplicado de la disciplina.

Los campos de acción potenciales para el antropólogo que se dedica


a la aplicabilidad del conocimiento son muchos, pues en la sociedad cada
vez hay más proyectos de desarrollo de diferente magnitud que conllevan
problemas sociales que alguien debe atender. Proyectos como la construcción
o establecimiento de presas, diques, ciudades nuevas, puertos, infraestructura

249
urbana, depósitos de residuos peligrosos, minas, plantas industriales, vías
férreas y carreteras, canales de la irrigación, aeropuertos, parques nacionales
y/o áreas protegidas. Los refugiados de desastres naturales, de guerra o de
disputa civil son también tareas que demandan atención social. En estos y
otros proyectos las tareas de los antropólogos van desde la elaboración de
Diagnósticos Sociales (que consiste en obtener una “radiografía” de la situación
para evitar o aminorar conflictos sociales); Estudios (describir condiciones
problemáticas existentes en algún proceso o programa, planteando alternativas
de solución pertinentes. Auxiliar en el diseño de planes y programas de
atención social gubernamentales); Evaluaciones (determinar si los programas
se realizan conforme a lo planeado. Sirve para corregir rumbos); Monitoreo
(dar seguimiento pertinente, permanente y puntual a planes y programas
de un proyecto. Determinar “desviaciones”); Asesorías (brindar soluciones
concretas realizables y viables, prácticas y oportunas a problemas sociales);
Capacitaciones (brindar adiestramientos sobre temas que le son relevantes
a las dependencias o instituciones. Pueden estar dirigidos al personal de la
dependencia para mejorar en su ámbito de atención, o bien directamente a la
población objetivo).

Para poder participar en estas tareas el antropólogo debe reunir varias


condiciones: tener clara la información que a la institución le interesa;
proporcionar la información técnica que le solicita; saber cuál es el límite
de sus recomendaciones; cómo afrontar problemas concretos y debe
ser ético. Además, debe aprehender a pensar, lo que a su vez significa
desarrollar las siguientes habilidades: resolución de problemas, personales de
autoconocimiento y de sensibilidad a las necesidades de otros, integradoras,
lo que a su vez conlleva bases de comunicación, medios de información y

250
tecnología. También tiene que tener capacidades de: abstracción (capacidad
de descubrir procesos y significados); de pensamiento sistemático (lo que
propicia la habilidad para la toma de decisiones); generar y probar supuestos e
hipótesis; colaboración (el funcionar en equipo, en pro del nosotros; construir
con los otros).

Es obvio que existen muchas dificultades para conseguir el paso de una


formación academicista a una de mayor aplicabilidad, y que no todas las
escuelas deberían de buscar esa transformación, pues aún es indispensable el
conocimiento básico de la cultura y la actualización de etnografías sobre la
diversidad de los grupos actuales. Sin embargo, considero que ya es tiempo
de que algunas escuelas, como afortunadamente está sucediendo en la de
Querétaro, en las de Yucatán y Quintana Roo, se den a la tarea de discutir esta
vía alterna, que no contrapuesta, dentro de la antropología contemporánea.
Como profesores investigadores recordemos que en alguna ocasión fuimos
estudiantes con temores a la hora de buscar trabajo, jóvenes en búsqueda
de alternativas. Preocupémonos por brindarles mejores expectativas a los
estudiantes. Ese es un buen reto.

251
Bibliografía

Bonfil Batalla, Guillermo. (1995). “El pensamiento conservador en la


antropología aplicada. Una crítica” en: Obras escogidas de Guillermo Bonfil.
Tomo 1. Obra publicada. México: INI, INAH, DGCP, CNCA, FIFONAFE,
SRA, CIESAS.

Barabas y Bartolomé. (1992). “Antropología y Relocalizaciones”, en:


Alteridades. Reacomodos y Construcción de Presas. Año 2. Núm. 4. México:
Universidad Autónoma Metropolitana. Iztapalapa. Pág. 5-16.

Cernea, Michael. (1989). Anthropology, Policy and Involuntary Resettlement.


BASAPP British Association for Social Antrhopology in policy and practice.
Newsletter 4.

Cernea, Michael. (1990). From Unused knowledge to policy creation: the


case of population resettlement. Development discussión paper. Núm.
342. Cambridge, Massachusetts USA: Harvard University. Institute for
International Development.

Consultora Diebold (Grupo Daimler Chrysler). (2000). “Herramientas de


Antropología aplicadas a la Consultoría”, Madrid.

Utrilla Sarmiento, Beatriz. (2004). La investigación académica y la


Antropología Aplicada. Toluca

252
Vázquez-Mellado, Rosa María . (2003). Organización de la Empresa. Artículo
inédito. México.

Viola, Andreu. (2000). Antropología del Desarrollo. Teorías y estudios


etnográficos en América. España: Paidós.

253
254
El irreverente arte de la consultoría1

Rosa María Vázquez-Mellado C.2

Un consultor (del latín consultus que significa “asesoramiento”) “es un pro-


fesional que provee de consejo experto en un dominio particular o área de
experiencia…” (www.es.wikipedia.org/wiki/Consultor). Cuando un profesio-
nista ha logrado el reconocimiento de experto, de ser digno de confianza para
asesorar a un funcionario ubicado en un puesto de toma de decisiones signi-
ficativo para el país, está ante la posibilidad de incidir fuertemente, en la vida
de la población: ¡toda una responsabilidad! Toda una oportunidad para poner
el conocimiento y la experiencia al servicio de otros, de la gran mayoría. Lo-
grarlo es un verdadero reto que pocos científicos sociales intentan, y más aún,
de esos pocos, sólo algunos lo han logrado realizar, como es el caso de Salo-
món Nahmad, Arturo Warman y Ángel Palerm, entre otros. El objetivo de este
artículo es mostrar algunas de las razones por la cuales pocos antropólogos
incursionan en este “campo de batalla” voluntariamente, y mostrar ciertos
requerimientos para quienes estén interesados.

Por lo general, el mercado de trabajo para antropólogos aplicados, está


diseñado para que nos insertemos en empleos que solamente reproducen
al sistema y en muchos casos, con nuestra sola presencia justifiquemos las

1 Ponencia presentada en el I Congreso Nacional de Antropología Social y Etnología. Ciudad de México, del 22 al
24 de septiembre de 2010.
2 Consultora, especialista Social Ambiental del Proyecto Servicios Integrales de Energía, electrificación con ener-
gías renovables para comunidades indígenas. Secretaría de Energía – Banco Mundial – GEF. laguzceltic@yahoo.
com, rmvazquez@energia.gob.mx.

255
decisiones que ya han sido tomadas. Aceptar ofertas de trabajo, así como
realizar proyectos ya diseñados, significa reaccionar para cubrir demandas
preexistentes, que no necesariamente parten de bases conceptuales robustas
ni buscan resolver, en términos reales, problemáticas sociales.

La generación de propuestas de cambio para resolver problemáticas


sociales, es compleja y complicada, pero más aún desde estas posiciones,
desde empleos asalariados. El antropólogo comprometido requerirá de un gran
esfuerzo para lograr reconocimiento y credibilidad en ambientes laborales
difíciles, donde las luchas de poder son el día a día, y la descalificación del
quehacer y saber de otros, son un peldaño sobre el que muchos apoyan el pie
para impulsarse; de entrada, el antropólogo goza ya de ese favor, por el simple
hecho de ostentar la profesión. Quienes no han pasado por experiencias de
empleo, principalmente jóvenes recién egresados, se enfrentan al choque
cultural y el desgaste por la sobrevivencia, al enfrentarse a trabajos para los
que no están calificados.

Por lo pronto, la Antropología en México no forma profesionales para


reproducir al sistema, todo lo contrario, nos enseña a analizar y cuestionar, y
en este sentido es robusta y altamente calificada, no obstante, pierde fuerza
y se vuelve “in-útil” al privar a su aprendiz de herramientas prácticas y de
sustentos teóricos para fundamentar propuestas de cambio, lo cual se traduce
en desgaste y frustración cuando sale del aula. No cabe duda que al terminar
la licenciatura hemos desarrollado una capacidad crítica y nos mostramos
ante la sociedad como “inadaptados” porque la despreciamos, hemos sido
formados para hacerlo, y lo evidenciamos con los códigos propios del gremio:
en el vestir, el hablar y la manera como nos conducimos.

256
Nuestros formadores –docentes- se refugian en el salario cómodo y
“estímulos” gratificantes –Sistema Nacional de Investigadores- que provee
el sistema, para que puedan continuar reproduciendo los códigos del gremio
y solo “hablando” en contra de él, a través de la producción de conocimiento
científico, lo cual los torna en “inofensivos”, mientras que las masas de
egresados nos golpeamos de frente, desprovistos de herramientas para
generar cambios y desprotegidos ante los requerimientos de la sobrevivencia
inmediata.

Requerimos empleos, salarios, vivir de algo y conocer los códigos del


sistema nos permitiría manejarlo para definir estrategias que posicionen
nuestra presencia, para generar cambios y dignificar nuestro quehacer como
profesionales ya que tenemos mucho que aportar.

Existe una posibilidad de ocupación que brinda ingresos sustanciosos,


cuando el antropólogo logra insertarse en un lugar de poder, que es más
compleja, difícil, y por lo mismo atractiva por los retos que implica: la
consultoría. En principio, la posibilidad es comenzar por responder a solicitudes
de proyectos ya diseñados, repitiendo el esquema que justifica al sistema,
pero aprovechando el espacio de aprendizaje, ya que siempre cada proyecto
es una gran escuela. La alternativa, la más difícil y la más necesaria, es tomar
como punto de partida la identificación de una problemática social, buscar
el ámbito de toma de decisiones al que corresponde, llegar al funcionario
–sector público- o ejecutivo –iniciativa privada- responsable, convencerlo
de la relevancia del tema y la importancia de desarrollar un programa que
la atienda y resuelva, y obtener su apoyo para generar un proyecto que dé
sustento a la propuesta.

257
Esto implica un proceso de venta de consultoría, el cual queda incompleto
si el consultor no logra que ese trabajo se convierta en el sustento para
un programa social o una política pública que apoye la resolución del
problema social, o de menos, lo aborde con base en premisas sustentadas
en investigación aplicada que incluya a la población, respete la diferencia
cultural, dignifique las relaciones humanas y busque soluciones, y que
además incorpore la manera de operar los cambios propuestos en términos
de factibilidad operativa, institucional, económica y política. Lograr esto
es, en suma, un verdadero arte, y como todo arte requiere de preparación,
trabajo, experiencia, disciplina, pero sobre todo convencimiento en que el
compromiso social da sentido al quehacer científico.

El consultor irreverente lo es porque no busca complacer al sistema, ni


cubrir sus expectativas, ni sus requerimientos, al contrario, con habilidad lo
cuestiona, le muestra sus deficiencias y a la vez le da alternativas. Juega los
juegos del poder para mostrar que está equivocado, es deficiente e ignorante,
y que las premisas en las que se apoya son falsas, para luego darle otras
“nuevas”. Busca resolver, busca servir, y aunque pudiera parecer que apoya a
funcionarios para su lustre personal, en realidad los impulsa a generar cambios
comprometidos con la sociedad, toda una “meta de ambición”, sabiendo que
en la mayoría de las ocasiones, su aportación permanecerá en el anonimato.

Artífices (“persona que tiene arte para conseguir lo que desea”, Diccionario
de la lengua española) de éstos, realmente hacen mucha falta en nuestro país,
en un México que se encuentra en plena crisis social. Lamentablemente
hay muy pocos antropólogos sociales que comprenden el irreverente arte
de la consultoría, y menos aún, quienes se aventuren a incursionar por

258
ahí. La principal razón, a mi parecer, tiene que ver con el compromiso, un
compromiso a prueba de fracasos y esfuerzos extremos, con un empeño que
lleva al consultor a reconocer el valor del saber y el “quehacer” antropológico,
porque responde a necesidades específicas para resolver problemas y hacer
aportaciones a la sociedad. Sin embargo, cada intento está lleno de retos que
le muestran las deficiencias de su formación y la necesidad del desarrollo
de capacidades para poder atender de manera más puntual y precisa, los
requerimientos de los ámbitos en los que ha decidido incidir. En principio,
abordaré tres que considero fundamentales:

1. Un atributo esencial es la claridad, que el antropólogo sepa hacia dónde


se dirige y creea que vale la pena caminar por ahí. Significa saber qué aporto
como profesionista a la sociedad y cómo puedo ser generador de cambios. Por
lo general, en los salones de clase, este “qué” y “cómo” no son abordados, así
que responderlos se convierte en un quehacer personal complejo para quien
sólo ha sido formado para analizar y cuestionar. Sin embargo, el compromiso
sostenido, da claridad y certeza en el contacto directo con la realidad social,
una realidad que salta a los ojos y le habla a uno al oído durante el trabajo de
campo.

2. Tener autoestima para sobreponerse a la descalificación inicial que harán


otros profesionistas sobre sus capacidades, pero sobre todo, con relación
a la utilidad de su conocimiento y recomendaciones. Es común que en la
mayoría de los ámbitos laborales, el antropólogo carezca de credibilidad.
Hay una falta de reconocimiento de su utilidad, y de la oportunidad de un
papel de liderazgo para apoyar la resolución de problemas sociales. En parte
esto es resultado de la ausencia de un enfoque en su quehacer, para apoyar

259
a otras disciplinas en la comprensión de fenómenos sociales, así como a la
ausencia de propuestas de solución. Por lo general, el antropólogo es formado
exclusivamente para producir conocimiento y competir dentro del gremio,
pero que resulta ininteligible para los demás, este es uno de los motivos por
los que carecemos de credibilidad.

La falta de preparación en el aula, con metodología de investigación


que brinde resultados con agilidad y sustento, y apoye la aplicabilidad del
conocimiento, lleva al antropólogo a tener que improvisar cuando se encuentra
en puestos públicos o en ámbitos que requieren soluciones inmediatas. El
resultado es torpeza, desacierto, descalificación y con ello una posición débil
e insignificante, hasta que con el tiempo el antropólogo hábil, el que analice
y comprenda las relaciones de poder del lugar en el que se encuentre y sepa
como posicionarse, podrá ganar credibilidad. Este camino parece difícil, y
además doloroso, y en realidad lo es. Demasiado talento y preparación que
requieren adecuaciones para impactar positivamente en la sociedad.

Cuando señalo “autoestima” como una capacidad indispensable para ser


un consultor irreverente, me refiero a que, en primer instancia el antropólogo
tendrá que valorar y apreciar quién es y lo que sabe, pero sobre todo tener
claro cuál es el sentido de su quehacer e ir creando un lugar de reconocimiento
con profesionalismo. El gremio requiere reforzar su imagen en la sociedad y
definir claramente su compromiso, sea cual fuere su ámbito de desempeño.

Durante 20 años como consultora, me he encontrado cuatro variables


de la estima en la que nos tienen en ámbitos laborales: 1) instituciones en
donde hay una pésima imagen del antropólogo, como alguien incumplido y

260
conflictivo, pero al que hay que contratar por que así lo indica alguna norma o
requerimiento; 2) instituciones que aprecian las aportaciones aunque muchas
veces no saben qué hacer con ellas y que dependerá de la habilidad del
antropólogo para guiar la aplicabilidad; 3) empresas de la iniciativa privada
que aceptan con gusto algo “nuevo” de “vanguardia”, que esperan les resuelva
lo que otras disciplinas no han podido, encuentran fascinante la observación
participante y la calidad de la información, pero desconocen la aplicabilidad
del conocimiento que les brindan, e 4) instituciones internacionales como
el Banco Mundial, que bien saben de lo que somos capaces y por ello nos
encierran en formularios y reglas para que nos mantengamos ahí, para que
controlemos las relaciones comunitarias y los proyectos cumplan con sus
especificaciones.

Es evidente que hay serios cuestionamientos hacia los antropólogos,


muchos de ellos sustentados en hechos, pero otros sólo son prejuicios. Ambas
condiciones nos llevan a tener que construir la credibilidad para poder incidir
en las decisiones que definen la vida de este país, en los ámbitos privado y
público.

3. Por otro lado, es necesario reconocer la necesidad de otros conocimientos


provenientes de ámbitos como la administración de empresas, finanzas,
contabilidad, política, y de herramientas como planeación, capacitación y
recursos metodológicos ajenos a la antropología. Para fungir como consultor
y más aún si se quiere ser irreverente, es necesario aprender a manejar al
sistema, conocer sus herramientas, sus formas y sus principios.

261
La venta de proyectos de consultoría requiere conocimientos de
mercadotecnia, pero más aún, implica comprender que ofrecer los servicios
como consultor es más que “venderse”, es comprometerse con la mayoría
de la población, y no usarla para beneficio personal. Eso no significa que el
consultor deba regalar su trabajo, todo lo contrario, deberá buscar la manera
de mostrar el valor de su quehacer y lograr que el tomador de decisiones
esté dispuesto a pagar sumas altas, dado que en su concepción de “valioso”
está que haya que pagar mucho, y si es aparejado a lo que cobran ingenieros
en sistemas o consultores de procesos de producción, por ejemplo, mucho
mejor, significará que el antropólogo ha logrado demostrar que lo que ofrece
puede ser útil y por lo mismo “valioso”. En el mercado laboral la profesión
está devaluada, así que con habilidad y precisión, el consultor cuando vende
requiere de todo su conocimiento y experiencia para analizar rápidamente las
relaciones de poder en las que se inserta su interlocutor, identificar el ámbito
en el que es débil y ofrecerle que su oferta de proyecto le dará mayor presencia
al ayudarle a resolver alguna problemática social que afecte su estatus. Lograr
la venta de un proyecto de consultoría de este tipo es un verdadero arte, un
irreverente arte.

Conocimientos de administración de empresas y de la administración


pública, permitirán comprender los “fundamentos conceptuales” de los
tomadores de decisiones, hablar el mismo idioma para que en su idioma
podamos decirles que son insuficientes y plantearles nuevos paradigmas. En
cuanto a finanzas y contabilidad, es de mucha ayuda conocer la lógica del
manejo del gasto público, el origen del financiamiento, así como sus reglas
para el gasto y comprobación, pues de lo contrario el proyecto o programa
que se diseñe tendrá serios problemas para su operación. Asimismo, es

262
necesario que una propuesta de política pública contemple costos y partidas
presupuestales, así como financiamientos y apoyos a la operación. Por otro
lado, todo antropólogo debería conocer principios fiscales para poder controlar
al contador en lo tocante a obligaciones, y no sea él quien controle y maneje
la situación.

Es común que el antropólogo aplicado, ya sea en el ámbito de la consultoría


o en algún empleo, trabaje dentro de equipos multidisciplinarios. Es sabio
reconocer que uno aprende mucho y espera aportar también. Aquí vale la
pena hacer un paréntesis: por lo general, el antropólogo suele confundir la
autoestima con la arrogancia, la arrogancia descalifica a los demás y devalúa
sus aportaciones, solamente fija la atención en fallas y errores, y desde ahí
es imposible construir propuestas integradas e integrales. La autoestima
permite reconocer debilidades y fortalezas, propias y ajenas, en cuanto a uno
mismo requerirá revisar las propias y modificar lo necesario. En cuanto a
los demás, será necesario aprender a lidiar con sus debilidades y aprender
de sus capacidades, y cuando haya aprendido a hacer crecer su figura y la
credibilidad en su conocimiento, podrá definir mejores relaciones de trabajo
y afianzarse para obtener una posición de poder con el fin de hacer propuestas
y negociar el desarrollo de proyectos de cambio. En suma, esta es la manera
como un artífice se construye a sí mismo, sabiendo que la próxima vez, será
mejor.

En el intercambio con otros, el consultor claro de sus metas, encontrará


el valor que hay en herramientas de otras disciplinas, necesarias para
fortalecer su manera de comprender, abordar y guiar, lo que desea cambiar.
Desafortunadamente la antropología carece de herramientas para promover,

263
evaluar y readecuar procesos de cambio. Por eso la antropología aplicada
suele apoyarse en algunas de ellas, como es el caso de la planeación y la
capacitación.

La planeación, con sus variantes de la planeación estratégica y el balance


score card, entre otras, brinda datos valiosos para un buen análisis cualitativo,
pero también facilita al antropólogo plantear en un contexto común al que
manejan los tomadores de decisiones, la nueva dirección de un programa,
área o empresa, y a su vez identificar los ámbitos en los que ha de insertarse,
en suma, debe lograr la institucionalización de la propuesta.

En cuanto al ámbito de la capacitación, es una pena que en ningún programa


académico de antropología social en el país, exista la preparación formal
para desarrollar programas de capacitación, porque, invariablemente, todo
antropólogo free lance requerirá de esta herramienta para apoyar su economía
en momentos de crisis, así como incluirlos en sus proyectos. La conducción
de cursos y talleres, así como el manejo de técnicas participativas, son
indispensables en la construcción de cambios sociales.

Estos, entre otros, son conocimientos y herramientas por los que puede
optar un consultor irreverente para apoyar su objetivo. El punto central es que
mantiene el enfoque porque ha podido constatar la necesidad del cambio en
un ámbito de la sociedad, y convencido del valor de su participación, no cejará
hasta haberlo logrado. Mirará en silencio, escuchará con avidez lo que sucede,
desarrollará su capacidad analítica con todos los recursos necesarios, cercanos
y distantes, aún pasando por encima de información confidencial, haciéndose
de relaciones y posiciones de poder, así como de alianzas estratégicas. Un

264
consultor irreverente es un baluarte indispensable en esta sociedad, que se
cae pero se levanta, que se dobla pero no se quiebra, y siempre, pero siempre,
busca la coherencia y consistencia entre lo que dice y hace, y sobre todo,
disfruta su quehacer.

265
266
Encuentro de disciplinas y profesiones:
el antropólogo en otros campos de trabajo1

Francisco Peña

Pretendo en esta comunicación escrita no limitarme sólo a relatar mi


experiencia laboral individual, sino ofrecer un ámbito problemático para
reflexionar sobre la formación de antropólogos en México. Luego de intentarlo
de otras maneras, opté por buscar qué podría tener mi experiencia profesional
de común y contrastante con la de otros antropólogos, para discutir el tema
que nos ha reunido en esta serie de charlas organizadas por el Mtro. García
Espejel a quien agradezco la oportunidad de dirigirme a ustedes.

Una primera conclusión que me sirvió de punto de partida es que el


ejercicio profesional de nuestra disciplina en México es tan heterogéneo, que
para evaluar el tipo de formación que debe ofrecerse y los retos éticos que
se enfrentan, deberíamos considerar esa diversidad. Dicha heterogeneidad se
vio ampliada significativamente durante las últimas dos décadas, al mismo
tiempo que con el adelgazamiento del estado mexicano se perdían algunos
de los espacios laborales tradicionalmente cubiertos por antropólogos en el
sector gubernamental, razón por la cual los nuevos egresados han tenido que
buscar otros espacios de trabajo.

1 Ponencia presentada en el Ciclo de Conferencias Antropología 2010: “El desempeño laboral de los antropólogos
y científicos sociales”. Febrero de 2010.

267
Lo sucedido en el ya extinto Instituto Nacional Indigenista (INI) en términos
de la disminución de sus funciones e importancia, así como el hecho de que
cuatro de sus últimos seis directores, antes de cambiar a Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) hayan sido profesionales
ajenos a la antropología, es solamente el ejemplo más evidente de esa pérdida
de algunos espacios profesionales. Como sabemos, en sus orígenes el INI
fue pensado como una agencia gubernamental que sería dirigida por los
antropólogos, quienes tendrían como responsabilidad coordinar a equipos
multidisciplinarios para la atención de lo que en aquel tiempo se consideró el
problema indígena.

La diversidad, sin embargo, no se agota en la diferencia entre aquellos


que trabajan en instituciones académicas de investigación y docencia, y los
que están involucrados en organismos públicos y privados que se proponen
algún tipo de “intervención” social. Aunque esta es la distinción más
atractiva que todavía convoca a discusiones acaloradas entre investigación
“aplicada” o “dirigida” y “pura” o “académica”, oculta otras diferencias en
el ejercicio profesional que pueden apreciarse sobre todo por el papel que
tengan los antropólogos en instituciones específicas, públicas o privadas, de
investigación o no.

Simplificando, podemos hablar de tres modalidades de ejercicio


profesional que tenemos más presentes: antropólogos que trabajan solos como
investigadores o consultores; aquellos que dirigen investigaciones con un
grupo de colaboradores principalmente antropólogos, y aquellos que dirigen a
profesionales de otras disciplinas o campos. Creo que ha faltado referirnos con
más detenimiento a los antropólogos que trabajan en proyectos dirigidos por

268
profesionales que no son antropólogos y que incluso en muchos casos no son
científicos sociales. Es importante explorar esta posibilidad por tres razones:
una buena parte de los egresados de las escuelas de antropología trabajan en
instituciones en donde la disciplina hegemónica es otra; existe un creciente
número de antropólogos que trabajan aunque sea temporalmente bajo la dirección
de economistas, demógrafos, politólogos, historiadores, comunicadores u otros
profesionales; y finalmente, algunos de los casos recientes más controvertidos
sobre el desempeño ético de los antropólogos se han presentado precisamente
en el desarrollo de proyectos en donde el profesional de la antropología colabora
con un equipo más amplio bajo la dirección de médicos, epidemiólogos,
urbanistas o profesiones semejantes. Es el caso, por ejemplo, del escándalo
en torno al papel de los antropólogos en la investigación del genetista James
Neel entre los Yanomami en Venezuela. Chagnon y otros de sus colegas fueron
acusados, cuando menos, de solapar un conjunto de atropellos contra ese pueblo
de la Amazonía, incluyendo la expansión, por premeditación o descuido, de
epidemias graves. Otro caso semejante, aunque no con los mismos alcances, se
ha dado con las acusaciones de negligencia profesional contra los antropólogos
que evaluaron el impacto sobre la población local de la construcción de un
embalse, Ralco-Ralco, en el sur de Chile.

Mi objetivo es abordar la construcción profesional del antropólogo como un


proceso de diferenciación práctica y simbólica frente a las otras profesiones,
en un contexto de relaciones tensas, que permiten reflexionar sobre los dilemas
éticos desde una perspectiva comparada. Discutir sobre los dilemas éticos de la
antropología, sin relacionarlos con los que enfrentan otras profesiones, puede
llevarnos a un callejón sin salida, pues el ejercicio profesional del antropólogo
se realiza en muchos casos en el marco de equipos multidisciplinarios. Hay

269
tres ideas sobre las que deseo insistir: el papel de la ética en la formación de la
identidad profesional; la relación entre ética profesional y perspectiva teórica,
y los retos que en ese campo enfrenta el antropólogo en la práctica de equipos
multiprofesionales en su propio país.

El antropólogo mexicano entre propios y ajenos

Por obvio, a veces no se insiste en el hecho de que los antropólogos mexicanos,


a diferencia de los británicos, franceses o norteamericanos, generalmente
investigamos y trabajamos en nuestro propio país2. En ese sentido, trabajamos
entre propios, antes que con otros. O para decirlo mejor, la distancia con
la alteridad de los sujetos de estudio es menor que la que enfrentan otros
colegas, en otras partes del mundo. Varios autores han insistido sobre lo que
ese tipo de práctica profesional significa en términos de la generación de
conocimiento. Se ha señalado por ejemplo la complejidad que existe en el
ejercicio de construir un distanciamiento epistémico que permita recuperar la
capacidad de asombro, para poder después reconstruir una nueva comprensión
de los fenómenos estudiados, alejándonos tanto de la curiosidad anecdótica,
como de la mirada rutinaria de quien comparte muchos elementos con los
grupos estudiados. También se ha alertado sobre la pérdida que significa para
la disciplina el abandono de los ejercicios comparativos con otras sociedades,
y del relativo ensimismamiento con lo que sucede en nuestro país.

No ignoro las diferencias sociales, étnicas, regionales, de género y


económicas que se mantienen entre los antropólogos mexicanos y los grupos

2 Aunque existen excepciones notorias y notables, la tendencia general es la que aquí mencionamos. Y no
necesariamente tiene relación con vivir o no fuera de México por un tiempo, pues existen casos de antropólogos que
aún estudiando en el extranjero, su investigación doctoral la realizan sobre alguna localidad mexicana.

270
que estudian. Sólo anoto que la pertenencia al mismo país da un carácter
distinto a esas diferencias que existen entre el investigador y el investigado.
Esa mayor cercanía funciona incluso como un atenuante de lo que podríamos
llamar la “angustia ética” de trabajar con otros, que se manifiesta para juzgar
a los antropólogos de las metrópolis. Se supone, implícita o explícitamente,
que compartir la nacionalidad con los grupos sociales que estudiamos,
puede eximirnos de tener hacia nuestros compatriotas las malas intenciones
o los comportamientos impropios que sospechamos o documentamos en el
antropólogo extranjero. Este es uno de los supuestos que estuvo en el ejercicio
profesional de los antropólogos mexicanos desde Manuel Gamio: no podrían
existir dilemas éticos significativos en el entendido que el ejercicio profesional
estaría animado por propósitos nobles y patrióticos. Recordemos la forma
airada en que algunos representantes del indigenismo mexicano respondieron
frente a la acusación de “colonialismo interno” (cfr. Aguirre Beltrán, 1976).

Aunque es cierto que la crítica a la antropología indigenista ocasionó


durante el fin de la década de los sesenta y los años setenta, una revisión de
varios puntos de los temas de investigación, los enfoques y la responsabilidad
profesional de los antropólogos en distintos programas oficiales, la conmoción
pasó relativamente pronto. En la última década, la discusión sobre los
compromisos del profesional de la antropología ha vuelto a ser urgente,
debido sobre todo a los cambios sociales que han puesto en mayor fragilidad
a las personas con las que trabajamos, víctimas de la violencia de orígenes
diversos; baste mencionar a título de ejemplo la violencia brutal y sistemática
sobre los migrantes que atraviesan México, la cual se halla ampliamente
documentada.

271
Además de ejercer en su propio país o de investigar temas de su propio
país, existen bastantes antropólogos que trabajamos en un contexto de
colaboración con otras profesiones, a menudo bajo la coordinación o
dirección de un profesional que no es antropólogo. En ese sentido, trabajamos
con profesiones que tienen enfoques, agendas de investigación, prioridades,
rutinas y rituales, diferentes. Estamos simultáneamente entre propios y
ajenos, tanto en contextos académicos como no académicos. Es un punto
sobre el que quizá no hemos reflexionado lo suficiente, ¿qué significan esas
circunstancias en el perfil profesional? En esa interacción, no sólo se evalúan
personas, sino que también se construyen relatos para valorar profesiones.
Por cierto que esas interacciones pueden explicar el tipo de incursión laboral
de los antropólogos en el sector público y privado, pues son contratados por
las expectativas que se tiene de su desempeño y en esto influye la imagen
que proyecta la antropología hacia otras profesiones. Llama la atención, por
ejemplo, que hoy un número creciente de antropólogos es demandado para
evaluar políticas públicas, bajo el supuesto de que son más sensibles y están
mejor capacitados para evaluar los impactos a escala humana (en la familia,
en los individuos) de la aplicación de los programas gubernamentales.

Los ejemplos

Anotaré brevemente mi experiencia para señalar algunos puntos que me


parecen dignos de consideración. Pocos meses después de terminar mis
estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, me incorporé
a trabajar en la Universidad Autónoma Chapingo, institución dedicada a la
formación de agrónomos en México y a la investigación de temas agrícolas,
pecuarios y forestales. Su perfil y organización académica actual se construyó

272
al calor de la revolución verde, y jugó un papel importante para formar a
los agrónomos especializados en cada una de las ramas vinculadas al
paquete tecnológico de aquellos años. El objetivo mismo de la institución y
la composición mayoritaria de su personal académico, hace que el espacio
institucional esté dominado académicamente por las distintas especialidades
agronómicas. Los profesores que provienen de otras carreras tienen un papel
auxiliar en los procesos de formación de recursos humanos e investigación.

En la universidad son contados los espacios dedicados a las ciencias sociales


y los que hay casi siempre se ven obligados a declarar una especificidad que
aluda al objetivo de la institución. De esa manera existe sociología rural,
economía agrícola, maestría en desarrollo rural regional y otros programas
semejantes. Este ambiente supone también la existencia de ciertos códigos
de comunicación, prácticas y saberes legítimos, que al ser más o menos
compartidos por la mayoría de los académicos, señalan marcos de interacción
para sus integrantes. Esa cultura institucional incluye también, consideraciones
no explícitas sobre la manera en que la universidad debe cumplir con sus
objetivos, lo que se traduce a su vez en la proyección de un modelo ideal
de académico y por lo tanto en expectativas y exigencias pautadas. Como
ha señalado Douglas, la institución “piensa”, en el sentido de que en ese
marco de interacción unas ideas parecen sensatas y otras descabelladas, unas
prácticas son despreciables y otras estimuladas, algunas soluciones parecen
obvias y otras resultan inaceptables3.

Es evidente que un antropólogo trabajando en el Instituto Nacional de


Antropología e Historia o en el Instituto Nacional Indigenista en los primeros

3 En particular, dice Douglas, las instituciones se ocupan de los criterios clasificatorios (1996: 135-160)

273
años de su fundación, tendrá una posición profesional diferente que un
antropólogo, arqueólogo o etnólogo en las condiciones descritas para la
Universidad de Chapingo. Posición diferente también con respecto a colegas
que trabajan en instituciones como el CIESAS, donde la disciplina hegemónica
es la antropología. El contexto institucional otorga diferentes significados a la
profesión del antropólogo y le puede plantear también retos distintos.

La condición de auxiliares o complementarias, que se asigna en Chapingo


a todas las disciplinas no agronómicas, ocasiona una tensión entre los
profesionales que las representan. No sólo por las implicaciones políticas que
en el espacio institucional tiene una situación semejante, sino sobre todo por
lo que significa en términos de diálogo y/o subordinación a otras prioridades,
y a una manera distinta de identificar problemas relevantes así como a la
forma de resolverlos. Se presenta entonces, simultáneamente, un proceso de
colaboración y disputa que trasciende el campo específico en que se presentan
las diferencias –la discusión de un programa de estudios, la evaluación de una
práctica de campo, el diseño de un proyecto de investigación, la aplicación de
una encuesta, las entrevistas a los agricultores-, para interesar a los perfiles
profesionales en su conjunto.

Aunque ninguna profesión es homogénea y monolítica, en un equipo


donde colaboran profesionales de las ciencias sociales y agrónomos, por
mi experiencia creo que es posible identificar la construcción de algunas
oposiciones, que representan un tipo de concebir las diferencias y otorgan
sentidos para marcar identidades. Me quiero referir en particular a tres
de ellas: la oposición de prácticos frente a especulativos; críticos frente a
propositivos y modernos ante tradicionalistas, no son las únicas, pero son las

274
que aluden más directamente a los antropólogos. Otras distinciones, como
la que opone al investigador de escritorio frente al investigador de campo,
pueden ser dirigidas hacia economistas o filósofos, de la que si bien el
antropólogo puede salvarse bajo el supuesto de que siempre estará dispuesto a
“ir al campo” (aunque esa premisa signifique algo diferente para unos y otros).
En las prácticas escolares, en los recorridos de campo o en otras actividades
de investigación, se hacen referencias frecuentes a esas diferencias, pero
no para explicarlas, sino para evidenciarlas, se trata de cosas sabidas, del
comportamiento “natural” y esperado de los otros profesionales.4

Esas distinciones pueden marcar identidades estigmáticas para las minorías


profesionales y aluden a las preguntas de ¿cómo conocer? y sobre todo ¿para
qué conocer? En general, se puede decir que en un contexto institucional
como el que he relatado, se espera que cualquier actividad de docencia e
investigación concluya en un resultado tangible, inmediato, que “sirva para
algo”. Además, se espera que ese “algo” sea mucho más que un señalamiento
crítico o la identificación de un problema, y pueda traducirse en un dispositivo
técnico, en una instrucción para realizar, en una solución “práctica”, “real”,
“concreta”.

Por supuesto, es una demanda que no siempre se cumple, ni siquiera entre


las propuestas formuladas por los agrónomos. Pero en el imaginario colectivo
parece que de esa carencia adolecen solamente las otras profesiones. Esta
exigencia se traduce en comportamientos muy heterogéneos pero que apelan

4 Seamos justos, no se trata de una diferenciación que solo acostumbran los agrónomos. También un antropólogo
puede ofrecer juicios sobre otros profesionales, considerándolos “cuadrados”, “empíricos”, “oficialistas”, u otros
calificativos semejantes. Un estudio antropológico de esas relaciones profesionales podría dar luz sobre varios
aspectos del ejercicio antropológico en las instituciones públicas y privadas.

275
al imperativo de los resultados “concretos” como el relato de justificación.
Pueden ir desde la entrega a la comunidad de un ejemplar del estudio realizado,
hasta el caso de un profesor que ofreció en una asamblea de ejidatarios a los
alumnos en calidad de ayudantes para la parcela, con el argumento de que
si no podían aportar nada como agrónomos, cuando menos no estorbarían y
podrían colaborar en la faena del día.

El ejercicio profesional del agrónomo es impensable sin un componente


de asesoría y capacitación hacia los agricultores, lo que marca también sus
rituales de desempeño. Por supuesto, sugerir soluciones prácticas demanda
tener claros cuales son los problemas que se enfrentan. Mientras que para los
agrónomos no se trata “sólo” de criticar sino de proponer, para las disciplinas
sociales puede ser que justamente lo más importante sea ejercer la crítica.

Relativistas moderados y hombres de acción

En esas condiciones, la demanda de soluciones prácticas se vuelve un


imperativo. Uno de los puntos que resultaban incomprensibles para mis
colegas agrónomos es por qué los sociólogos5 insistían en darle “tantas
vueltas a un problema” y no pasaban a proponer acciones, si los lugares de
estudio y los sujetos con los que se trabajaba eran mexicanos y, por lo tanto,
sabíamos bastante más de ellos y de su situación que lo que nosotros mismos
suponíamos. Ese era –también a su juicio- uno de los defectos en el desempeño
de la docencia, pues no se insistía lo suficiente en formar hombres de acción,
que resolvieran problemas, y más bien se prevenía contra tomar a la ligera

5 Categoría en la que incluían a todos los profesionales de ciencias sociales, alguno con muy buen sentido del
humor acuñó la diferenciación sociócratas versus tecnócratas.

276
medidas cuyas consecuencias a mediano y largo plazo desconocíamos. Uno
de mis amigos, con una mezcla de ironía, siempre dice “para qué preguntarle
tanto a la gente, sólo la pones a pensar sobre lo pobre que está y encima se
queda triste. Hay que darle soluciones”.

Mientras que para unos profesionales es inadmisible que nos limitemos a


estudiar un problema y que las soluciones las dejemos para después, nuestro
compromiso con la gente –se dice- es proponerles alguna salida; para los
otros sería poco responsable proponer cualquier solución, sin calcular sus
posibles riesgos, sobre todo porque no se trata –argumentan- únicamente
de una solución técnica, sino de implicaciones sociales más profundas. Lo
importante en este caso es que no se trata sólo de responder a una exigencia
gubernamental, sino de la manera en que se concibe a sí misma la agronomía.

¿Se trata de que algunos poseen un alto sentido ético del que los otros carecen?
¿O es más bien que cada profesión construye de manera distinta los sentidos
de compromiso y responsabilidad con los otros, en un contexto de desempeño
profesional al que no son ajenos otros actores? ¿Cómo pueden construirse
ámbitos de colaboración entre las profesiones que difieren en el alcance de
sus obligaciones? No estamos hablando aquí de que unos profesionales se
propongan experimentar con un grupo social y otros se opongan a ese intento,
sino de cómo entienden sus compromisos y cómo pretenden cumplirlos, en un
contexto de estudios dentro del propio país. En esos niveles, el debate y sus
implicaciones éticas se vuelve más difícil porque los resultados son menos
obvios que si un grupo de médicos extranjeros decide probar una vacuna entre
nativos de la Amazonía o la península de Yucatán.

277
A mi juicio, la práctica de la antropología en el propio país en el contexto
de este tipo de grupos multi profesionales, hace que los dilemas éticos se
presenten en el tono de una gama casi imperceptible de grises, más que
en la evidencia del contraste rotundo. Se trata más bien de decisiones
éticas “menudas”, antes que de esas disyuntivas en las que la “ética queda
suspendida”, como ha dicho Nancy Scheper (1992) para referirse a eventos
“claramente brutales y antiéticos”. Las relaciones que aquí he relatado aluden
más bien a una discusión sobre las consecuencias en el largo y mediano plazo,
en donde los espacios de incertidumbre son mayores.

Pero no es sólo un dilema de práctica profesional, sino también de


perspectiva teórica6, o dicho de otra manera, los dilemas son más complejos
si consideramos la perspectiva teórica del antropólogo en un escenario de
diversidad profesional.

Ética y antropología

La visión de la historia como línea ascendente hacia el progreso tiene hoy muy
pocos adeptos en las ciencias sociales. Han desaparecido las certidumbres
teóricas y más bien dominan las variantes del relativismo. El periodo de
búsquedas en nuestra disciplina ha llegado incluso a favorecer relativismos
extremos que han provocado la reacción virulenta de autores como Llobera,
quien lanzó fuertes críticas contra la obsesión por la “corrección política” de
los antropólogos (1999). Esa situación de las ciencias sociales, no sólo de la
antropología, ha aumentado el escepticismo de la profesión hacia la propuesta

6 Aunque tampoco es sólo de perspectiva teórica. En los últimos años trabajé con colegas agrónomos “campesinistas”,
muy críticos de la revolución verde y que sin embargo también expresaban su interés por las soluciones prácticas, a
las que parecían muy lejanos “los sociólogos”.

278
de soluciones a problemas sociales definidos. En general, la antropología
puede identificar una pluralidad de posibilidades de acuerdo a la diversidad
cultural de los grupos sociales, aceptando la diversidad de criterios con las
que operan para juzgar lo apropiado en cada caso.

Pero no todas las disciplinas y profesiones comparten las mismas


reflexiones; o no con la misma intensidad. Aunque en la agronomía se abren
paso nuevas propuestas que son menos optimistas sobre cualquier tipo de
solución técnica, estas ocupan todavía espacios relativamente marginales
al interior de las universidades dedicadas a la docencia e investigación
agronómica. En general, se trata de profesiones en dónde la confianza en
determinado tipo de soluciones técnicas es parte del ethos y se explica por
la historia de la conformación del cuerpo profesional en el país, vinculado
estrechamente a las políticas de fomento agropecuario. El relativismo cultural,
sólidamente asentado ahora en la antropología7, no tiene el mismo lugar en
esos grupos profesionales, donde puede ser confundido con inacción o falta
de compromiso.

Uno de los rasgos que enorgullecen a nuestra disciplina es su relativismo


para dar el respeto debido a todas las culturas y pueblos. Sin exagerar,
podemos decir que ese rasgo se ha convertido en un elemento fundamental de
la identidad de la antropología y es quizá la característica que más seduce a
los nuevos estudiantes. Pero, ¿en qué medida ese relativismo corre el riesgo
de convertirse en indiferencia frente a los sujetos de estudio y en cierta medida

7 Decimos “ahora” porque también la antropología vivió un largo periodo como profesión de estado, con el
imperativo integracionista, que tenía bastante diluidas sus consideraciones de relativismo cultural.

279
en otra forma de irresponsabilidad ética? ¿Tenemos otros compromisos
que cumplir, que no necesariamente sean ir sugiriendo soluciones?, ¿cómo
cumplir con esos compromisos?

Los dilemas éticos de los antropólogos no se agotan en la relación con


los grupos a los que pretenden estudiar. Una buena parte del ejercicio
profesional se tiene que realizar en colaboración con otras profesiones que
cuentan con sus propias prioridades, marcos de referencia e imperativos
éticos. Esa situación vuelve más complejo el problema, pues demanda un tipo
de relaciones entre profesionales que significan obligaciones recíprocas. El
antropólogo debe someter a la crítica no solo su comportamiento, sino el de
los otros profesionales con los que trabaja. Pero, ¿cómo hacerlo considerando
la naturaleza específica de esas otras disciplinas?

Palabras finales

Actualmente en México una gran cantidad de antropólogos no trabajan en


instituciones dedicadas a la antropología. Parte de ellos se dedica a la docencia
e investigación en colaboración con otros profesionales, incluso bajo la
dirección de ellos. Trabajan en condiciones de cooperación y conflicto por la
definición de muchas cosas, aunque aquí me he concentrado en la percepción
de las obligaciones que se tienen frente a los grupos sociales con los que se
trabaja. He utilizado el ejemplo de una institución dedicada a la agronomía,
pero creo que lo mismo puede ser válido para otros campos como la medicina.

Para un tipo de ejercicio profesional antropológico quizá sea suficiente con


no perturbar el mundo de los que nos abren sus puertas y contestan nuestras

280
preguntas, aunque es posible que eso no sea realmente posible. Dar a conocer
el nombre de nuestros informantes cuando su vida o su familia puede correr
peligro, callar y colaborar en casos de experimentación con seres humanos y
otros acontecimientos cada vez más graves, han sido piedras de toque para
juzgar la práctica de nuestra profesión en términos del comportamiento ético.
Pero qué hacer con esa antropología cotidiana, sin grandes dilemas, hecha en
el propio país. ¿No tiene también que resolver algunos dilemas que pasan por
el tipo de soluciones que puede proponer?

Nancy Scheper-Hughes propone la práctica de una etnografía “moralmente


responsable”. Un poco respondiendo a la inquietud de si no sólo entristecemos
a los hombres y mujeres que aceptan hablar con nosotros, sugiere que la
principal responsabilidad es dar voz a los que no la tienen: “…ver, escuchar,
tocar, registrar, pueden ser, si se practican con cuidado y sensibilidad, actos
de fraternidad y hermandad, actos de solidaridad. Por encima de todo, es
el trabajo del reconocimiento. No mirar, no tocar, no registrar, es la actitud
hostil, el acto de la indiferencia y de volver la espalda”.

281
Bibliografía

Aguirre Beltrán, Gonzalo. (1976). Obra polémica. México: Instituto Nacional


de Antropología e Historia.

Douglas, Mary (1996). Como piensan las instituciones. Madrid: Alianza


Universidad.

Llobera, Joseph. (1999). La identidad de la antropología. Barcelona:


Anagrama.

Scheper-Hughes, Nancy. (1992). Death Without Weeping. The Violence of


Everyday Life in Brazil. University of California Press.

282
La antropología aplicada frente
a los retos de la modernidad en méxico

Juan José Bárcenas Casas

En los últimos años, el planteamiento de hacia adonde va la antropología en


México se ha convertido en un tema de debate importante para esta disciplina,
así como debe serlo para otras también en el campo de las ciencias sociales y
humanísticas ante las actuales circunstancias dominadas por la globalización y
el neoliberalismo. La antropología se encuentra en un proceso de redefinición
de su objeto de estudio, de la metodología, de los campos de estudio, y en
sí, de la problemática como disciplina científica. En ese concierto, las ideas
expuestas en el presente escrito parten de una serie de consideraciones
sobre el quehacer de la denominada antropología aplicada, reflexiones que
son resultado de un transitar, particularmente de la experiencia en trabajo
de investigación y docencia, asesoría a grupos y organizaciones sociales, la
participación en actividades de consultoría y la realización de acciones de
intervención social comunitaria bajo la propuesta de impulsar una antropología
del desarrollo en diferentes espacios y con actores sociales diversos.

Considero que mi ejercicio profesional que data de más de 25 años en


empresas privadas, en instituciones de gobierno y académicas, además de
trabajar por cuenta propia, me permite tener una visión desde diferentes
perspectivas laborales. Aquí mi interés es tratar de mostrar cómo es que
se están ampliando los horizontes profesionales aún en el propio campo
académico institucional, lo que está generando incluso, la revitalización de
un campo de conocimiento: la antropología aplicada.

283
En los “nuevos” tiempos marcados por la modernización dentro del contexto
de globalización, en el ejercicio profesional del antropólogo la antropología
aplicada se abre como una opción laboral que va más allá de los campos
“clásicos” y tradicionales, como son la docencia e investigación académica,
o bien la inserción en instituciones de gobierno, la cual hasta hace algunos
años era el espacio ideal de los antropólogos. Es decir, estamos viviendo en
momentos en que los horizontes laborales se amplían, pero ello demanda a su
vez, una formación diferente. Creo que es tiempo de que quienes estamos en
la academia demos un giro en la transmisión de conocimientos, y acerquemos
al estudiante a las posibilidades de inserción laboral real. Para ello, tal vez
sería pertinente el que nosotros mismos miremos hacia atrás y, de manera
crítica, retomemos lo que ha sido nuestro propio ejercicio, y que haciendo
una selección aleccionadora, transmitamos las enseñanzas plausibles para las
circunstancias actuales.

En ese sentido, tal vez valdría la pena señalar que mi ejercicio profesional
se inició en los campos de la iniciativa privada, lejos de la academia y
mucho más de la consultoría, como parte del staff en el área de recursos
humanos y selección de personal. Es quizá, por un llamado interno propio
de formación profesional y una vocación de carácter más social, que me
incorporé posteriormente a laborar en programas gubernamentales en áreas
de desarrollo comunitario, lo que implicaba además de un extenso e intenso
trabajo en comunidades rurales marginadas, una interrelación plena con los
sujetos de la intervención social para tratar de cambiar hábitos, y generar
mejoras en las condiciones de vida de los beneficiarios de estos programas.
A la par que laboralmente desarrollaba estas acciones, estudiaba un posgrado
en antropología y ello me permitió ir vinculándome con el mundo académico.

284
Recibí una invitación por parte de una investigadora para laborar como su
auxiliar de investigación y, posteriormente, para incorporarme ya como
investigador asociado y después como investigador titular a un centro de
investigaciones en una institución de educación superior.

Incorporarme en el campo académico como investigador y posteriormente


como profesor, sin duda es una satisfacción personal y profesional en este
proceso formativo. La posibilidad de “pisar” otros espacios, estar, convivir,
compartir experiencias de investigación académica con diversos especialistas
y en algún momento con las llamadas “vacas sagradas” de diferentes tópicos
en espacios variados (foros, congresos y eventos académicos tanto locales,
estatales, nacionales e internacionales) nos lleva por los caminos del efímero
“éxito” académico.

Sin embargo, esto no quedó así. La interacción, por la naturaleza de la


investigación que desarrollaba con diversos actores sociales, me llevó y me
sigue llevando a trabajar en otros campos de formación profesional, como son
las asesorías a grupos, organizaciones, asociaciones sociales y culturales. Esta
interacción en buena medida enriqueció mi proceso formativo, destacando
sobre todo las implicaciones en cuanto al compromiso y el trabajo con y hacia
las organizaciones de la sociedad civil.

Dentro del proceso personal que vengo platicado, fue a finales de los
90´s, más por afortunada casualidad que por interés personal, que inicié con
actividades vinculadas al trabajo de la antropología en diversas consultorías
no sólo para instancias de gobierno federal sino también para empresas
privadas. Estas experiencias me vincularon con un campo para el cual estaba,

285
profesionalmente hablando, escasamente preparado, pues en mi formación
académica ni siquiera había abordado sutil o superficialmente tópicos al
respecto. Es por ello, que la participación en ese tipo de labores demandó una
mayor atención de mi parte. Hubo que abandonar viejos esquemas de trabajo
y tratar de mantenerme abierto al aprendizaje de nuevos modelos, siempre
con el esfuerzo que ello requería. Tal vez la posibilidad previa de trabajar
en diversos ámbitos laborales, me auxilió a que el proceso de aprendizaje
fuese menos traumático, aunque no dejó de tener su dificultad. El romper
con viejas inercias, con la resistencia al cambio, debería de ser una premisa
profesional. Y aquí me permito manifestar una primera enseñanza desprendida
de mi ejercicio laboral, y sobre todo del trabajo en consultoría: hay que estar
dispuesto a romper con esquemas tradicionales y estar abierto a nuevas formas
de abordaje de la realidad, a nuevas formas de trabajo, a la interrelación entre
factores y actores, y hasta a nuevas formas de análisis de diversas realidades.

Desde mi perspectiva, y dado que se me invitó a reflexionar sobre el


ejercicio profesional en consultoría, considero que algunas de las condiciones
que demanda la labor en este ámbito profesional serían las siguientes.
En consultoría se pretende tener incidencia no sólo en el análisis de una
problemática social, cultural y/o económica en diferentes ámbitos de la
realidad local, regional, estatal y nacional; no se trata de dirigir la atención
sólo a la comprensión y discusión, sino de elaborar propuestas de atención
y solución a esas problemáticas. Este ejercicio laboral por su naturaleza
es demandante en su aplicación, de lo cual se desprenden algunas otras
condiciones. Así, la metodología a emplear no puede seguir los cánones
tradicionales de la antropología, sino que debe incorporar aquellas técnicas
e instrumentos que mejor se adecuen al abordaje rápido de una realidad

286
estudiada, pues en consultoría los tiempos son demasiado cortos. De igual
manera, la sistematización de la información debe de ser muy organizada a
fin de facilitar resultados a corto plazo. El análisis en sí de la problemática
debe de ser lo más preciso posible, interrelacionando los aspectos que son
los ejes de dificultad y/o conflicto social, con los elementos y componentes
principales de esa dificultad y con los actores que se encuentran inmersos,
proponiendo escenarios de atención plausibles.

Asimismo, en este proceso formativo y laboral, en su momento se abre la


posibilidad de participar en procesos de intervención social comunitaria, que
es para mí, una fase posterior y/o diferente a la consultoría misma y no se
diga a la investigación. La dinámica de esta experiencia es cuantitativamente
diferente a las anteriores, sin que por ello el compromiso comunitario deje
de estar presente. Me explico. En la investigación académica, se trata,
generalmente, de sólo brindar una aproximación comprensiva de la realidad,
una nueva forma de explicación, una descripción sistemática y profunda o
bien una crítica a los modelos imperantes, pero sin ir más allá. Por su parte, en
la consultoría además de la crítica se debe hacer un planteamiento de posible
solución pero sin llegar a la implementación; la cual le corresponde llevar a
cabo a otra instancia. En cambio, en los procesos de intervención comunitaria,
como su nombre lo dice, se trata de coordinar las acciones que lleven a la
atención práctica de los problemas sociales con un alto contenido cultural. De
hecho, en ocasiones la consultoría y la intervención social van asociadas y por
ello comparten ciertas cualidades y condiciones.

Una de estas condiciones del trabajo de intervención que es similar al trabajo


en consultoría, son las jornadas de trabajo arduo en períodos de tiempo cortos

287
con resultados tangibles y medibles. Se pretende que haya cambios en las
comunidades en corto y mediano plazo ya que las instituciones financiadoras
que participan en diferentes ordenes, requieren resultados de carácter técnico-
administrativo más allá de los resultados efectivos que se puedan obtener con
las poblaciones de impacto, o bien como coloquialmente se denominan, con
la “población beneficiada”, es decir con poblaciones a quienes va dirigido una
intervención social comunitaria efectiva.

Otra característica del trabajo de intervención que comparte la consultoría,


es la labor en equipos multidisciplinarios de preferencia, y por ello es
importante considerar también, que en la conformación de los equipos de
trabajo de intervención social, desde mi perspectiva, éstos tienen que estar
“sincrónicamente” integrados, es decir, considerar que los especialistas que
participen provengan de varias disciplinas y además que tengan la capacidad de
trabajar al mismo tiempo, en los espacios comunitarios y los que denominaría,
institucionales (trabajo de campo y de gabinete). En los equipos es necesario
además que, quien esté a cargo de coordinar, tenga la capacidad de organizarlo
en base a capacidades, lo que conlleva saber hacer una selección de personal.
El contar con un equipo multidisciplinar y altamente competitivo es una
condición básica de cualquier consultora y equipo de intervención.

Una tercera condición que comparten ambas posibilidades laborales, y que


debe de tomarse en cuenta para la formación de futuros antropólogos en este
campo, es la preparación que se requiere en potenciar la capacidad de gestión:
el que los futuros antropólogos sepan “moverse” con soltura en diferentes
ámbitos sociales para que establezcan redes que les permitan enlazar posibles
trabajos, y el crear una “cartera” de “clientes” potenciales a quienes ofertar

288
los servicios. Los ingresos por consultoría son atractivos, se reciben buenas
remuneraciones cuando se logra obtener un contrato de esta naturaleza y, por
lo mismo, la competencia se hace alta. El buscar contratos y gestionarlos
es una cualidad indispensable. Son importantes las relaciones públicas que,
alguno o algunos de los integrantes del equipo consultor deben tener y/o
cultivar, a fin de contar con el mínimo deseable de relaciones para funcionar
de acuerdo a los objetivos que se deseen perseguir en el ofrecimiento sobre
todo, de los servicios de consultoría. Tal vez parecerá excesivo el comentario,
pero hay que destacar que en mi experiencia, las relaciones públicas que se
puedan tener determinan en buena medida el éxito laboral que se obtendrá.
La experiencia nos ha llevado a encontrar que más allá de las capacidades que
un equipo de consultores pueda tener sobre otro, están las relaciones que se
establecen con diferentes instancias, públicas o privadas. Tan es así que las
licitaciones para participar en un concurso de esta naturaleza y la posterior
asignación del contrato, quedan, y/o bien pueden estar, en función de este tipo
de relaciones.

Aunque parezca fuera del ámbito académico, pero si se pretende formar


consultores e interventores sociales con posibilidades de éxito, es necesario
prestarle atención en su formación, al desarrollo de las actividades necesarias
para la crear una oficina que ofrezca dichos servicios. ¿Cómo se pone un
despacho de consultoría?, ¿cuáles son incluso las implicaciones hacendarias
que conlleva?, ¿cuál es la inversión en incubación que se requiere?, ¿cuáles
son las necesidades mínimas de infraestructura que deben tenerse? Éstas,
entre otras cuestiones prácticas, son necesarias que se aborden en los procesos
de preparación.

289
Sin duda que esta alternativa de trabajo es muy noble en su perspectiva
como campo laboral, sin embargo, a través de la experiencia de trabajo
se han enfrentado también una serie de contratiempos y problemas en el
ejercicio de la misma, y por ello conviene mencionar también, por lo menos,
uno de los más importantes. Como ya se señaló, habría que destacar que la
competencia laboral en el medio es grande, desde hace años existen en el país
un considerable número de despachos de consultoría que ofrecen servicios
especializados. Tuve oportunidad de trabajar para despachos importantes. En
este sentido encontré que la inserción en el medio es un gran reto, competir
con empresas constituidas con una amplia experiencia en el campo de la
antropología a través de la consultoría, hace que el ejercicio de la misma sea
más demandante y por ende competitivo. Un camino cada vez más común, es el
que se presente la subcontratación de consultorías más pequeñas por empresas
de mayor alcance. Esta es una realidad frecuente que lleva a que los ingresos
no puedan ser tan sustanciosos como los que se llevan las firmas acreditadas.
No podemos dejar pasar por alto que estas firmas capitalizan y guardan un
determinado monopolio sobre el quehacer de la antropología aplicada, a través
de la consultoría como alternativa laboral en el mundo moderno.

Consideraciones finales

Innegable la problemática por la que atraviesa la economía en nuestro país y la


sociedad en su conjunto, más allá de la apuesta oficial por las cifras y los datos
fantasiosos sobre el supuesto avance económico de la nación. Esta situación
ha sido el resultado de la aplicación de diferentes políticas económicas y
sociales implementadas en aras del neoliberalismo y la globalización. La
“otra” realidad de México del siglo XXI nos habla de crisis.

290
En este contexto, es innegable también que debe existir el compromiso de
las instituciones formadoras de antropólogos para incidir en una preparación
acorde a los tiempos, y en una formación que conlleve a la participación
en los diferentes campos de la antropología del desarrollo. Considero que
justamente ese debe de ser uno de los ejercicios profesionales del antropólogo.
El antropólogo aplicado puede y debe aportar al planteamiento de políticas
sociales de más largo alcance, al considerar la dimensión cultural del desarrollo.

Una política social de auténtico desarrollo humano plantea la necesidad de


articular las medidas que tiendan a incentivar la producción y el crecimiento,
con aquellas que posibiliten la redistribución de la riqueza y la creación de
oportunidades de desarrollo para quienes no las tienen, no en el sentido de las
políticas neoliberales sino de la justicia social. La antropología es una ciencia
de incontrovertible valor y en su faceta aplicada permite tener diagnósticos
y propuestas concretas sobre realidades muy particulares, así como también
facilita el propiciar cambios más profundos para un desarrollo social efectivo
en diferentes órdenes.

Sin embargo, para que los antropólogos realmente participen activamente


en este escenario de toma de decisiones, es necesario que se preparen a
profundidad, con una visión de profesionalización de las ciencias sociales y
humanísticas, vinculada con una formación técnica. He allí la importancia que
reviste la enseñanza de la antropología aplicada y más aún, en el ámbito de la
consultoría. El camino no es fácil, pues hace falta sistematizar experiencias
de consultores para poder llevarlas a las aulas dejando de lado la envidia
por el usufructo de las ideas. El presente texto, es un breve esbozo y una
aportación al respecto.

291
Está claro que con las políticas neoliberales que implican una mayor apertura
del mercado laboral, se está presentando también la transformación plena del
ejercicio profesional. La antropología debe de responder, adecuándose a estas
circunstancias.

292
Bibliografía

De la Fuente, Julio. (1990). “La Antropología Aplicada”, en: Educación,


antropología y desarrollo de la comunidad. México: INI/CONACULTA.

Viola, Recasens. (2000). “La crisis del desarrollismo y el surgimiento de la


Antropología del Desarrollo”, en: Antropología del Desarrollo. Teorías y
estudios etnográficos en América Latina. Barcelona: Paidós.

293
294
La formación de jóvenes antropólogos consultores.
Un reto para las escuelas de antropología1

Alberto García Espejel

Breve aclaración

Más que presentarles los resultados de un estudio sobre currícula académica


con datos cuantitativos que le den “validez” a mis aseveraciones, como
demanda la “ciencia”, pretendo mostrar a través de una reflexión personal lo
que considero es un no tan nuevo pero sí viable, derrotero para la formación
de jóvenes antropólogos. Esta reflexión surge por las pláticas, demandas y
observaciones que he tenido y realizado con ex alumnos y alumnos de la
Licenciatura en Antropología en Querétaro, los cuales me han manifestado sus
desconciertos y expectativas. Asimismo parto de mis propias inconformidades
y sensaciones cuando era un recién egresado, y de las circunstancias
académicas que observo en general no tan sólo en la escuela de la cual yo
formo parte en mi labor como profesor-investigador, sino en otros espacios
académicos a partir de charlas con colegas y amigos. Teniendo en cuenta
estos aspectos quise plantear lo que pienso es necesario tomar en cuenta, para
la conformación de nuevas líneas terminales en los programas educativos de
la ciencia antropológica, que den cause a algunas de las demandas de los
jóvenes antropólogos.

1 Ponencia presentada en el I Congreso Nacional de Antropología Social y Etnología, realizado en al ciudad de


México del 22 al 24 de septiembre de 2010

295
¿Es viable profesionalmente la formación académica actual?

Las escuelas formadoras de antropólogos y en general de científicos sociales,


desafortunadamente se encuentran desfasadas respecto a la realidad.
Los procesos sociales, las necesidades del mercado laboral, e incluso las
inquietudes de los jóvenes estudiantes, superan con mucho los contenidos
de los planes de estudio e intereses de los profesores-investigadores que los
idearon y de los que los ponen en práctica. Los programas de estudio en buena
medida se encuentran estructurados respondiendo a una lógica clásica, a la
manera en que los profesores fueron educados. Y no se diga los programas de
las materias. “Yo enseño lo que sé, como me enseñaron; no en razón de lo que
se necesita”, parece ser norma de muchos profesores.

Cuando se habla de modificaciones y/o actualizaciones de los programas


educativos, es frecuente que se presente la discusión en la búsqueda de
balance: ¿cómo hacer para incluir planteamientos actuales tanto en contenidos
y lecturas, sin descuidar la incorporación de conocimientos eruditos y lecturas
clásicas, contenidos mínimos de los que se tiene la noción de que es básico
que todo estudiante conozca? Esta problemática, de alguna manera selectiva,
se agrava cuando además las disposiciones oficiales son tratar de enseñar más
en menos tiempo. Mientras cada vez se incorporan más conocimientos al
acervo de los estudios antropológicos, nuevas tesis, nuevos enfoques, nuevas
perspectivas, las escuelas cuentan con menos años para enseñar a los jóvenes
y ahora incluso, con menos materias en los planes de estudio. El esfuerzo
selectivo, de síntesis, implica necesariamente discriminación y generar un
enfoque más centrado en ciertos aspectos que se pretendan privilegiar: ¿se
les enseña más contenidos teóricos o prácticos?; ¿se ven las lecturas clásicas

296
o los enfoques recientes?, ¿se les trata de formar en técnicas, herramientas y
metodologías clásicas o actuales?; ¿se privilegia la enseñanza de contenidos
o se propicia la generación de habilidades?, e incluso, ¿se les lleva a prácticas
de campo desde el inicio o hasta el final de la carrera?

Otra arista de la problemática tiene que ver con lograr la confluencia de los
intereses de los profesores. Cuántos de ellos no abogan sólo por el privilegio de
que “sus materias”, las cuales dominan y ya tienen preparadas, se incorporen
y/o se mantengan en los renovados programas. Preparar nuevas clases e
incorporar nuevos contenidos demanda más tiempo, lo que implica que se
descuide la trascendencia de otra labor de mayor significación para muchos
colegas: la investigación. Son bastantes los profesores que no preparan sus
clases, que no actualizan contenidos, que incluso llegan al descaro para cubrir
su carga horaria, de impartir clases de materias que no dominan: “tengo unos
apuntitos” he escuchado decir en reuniones de profesores.

Además de las circunstancias que se han señalado (la selección de contenidos,


las limitantes institucionales y los intereses del profesorado), también
debemos señalar otros dos aspectos a considerar que complejizan la situación
en la formación académica. Por un lado, como ya se señaló, es cada vez más
común que las inquietudes e intereses de los alumnos en cuanto a temáticas
suelen ser muy disímbolos. Muchos de los estudiantes no se contentan con
estudiar temáticas clásicas y con enfoques clásicos: indigenismo, identidad,
género, campesinado, artesanías, etc.; ahora quieren abordar problemas
sobre “culturas de table dance”, formas de “fiestar”, fútbol, drogadicción,
violencia, deportes extremos, comportamientos sexuales actuales y variados,
ovnis, etc., con enfoques de otras disciplinas que nada tienen que ver con la

297
antropología. ¿Vale la pena incorporar y/o tan sólo considerar estas temáticas
y esos enfoques? No son pocos los profesores que se oponen.

Por último, y no menos importante para completar las aristas del análisis
que pretendemos, tenemos las demandas que potenciales usuarios hacen
de los estudios. A usuarios tanto del espectro de la iniciativa pública como
privada, suele interesarles el que los estudios tengan alguna aplicabilidad,
aporten a la resolución de problemas sociales, si no, no les interesa invertir.
Ello ha generado a su vez diversas situaciones: por un lado, una respuesta
inicial de grupos de investigadores que se oponen a que sus estudios sean
“contaminados” por la demanda, quieren seguir estudiando temáticas que a
ellos le son interesantes por su valor intrínseco al conocimiento cultural de la
sociedad. Desafortunadamente cada vez hay menos centros de investigación
que realmente tengan recursos para aportar a esos estudios, lo que implica
sumarse a la competencia por la consecución de fondos mixtos y/o sectoriales
de CONACYT, y/o gestionar y mantener una red de contactos en dependencias
e instituciones para conseguir asignación de proyectos. En nuestra universidad
claramente se nos ha manifestado que no hay fondos para investigar y que
los investigadores debemos conseguirlos. Tenemos el “honroso título” de
“profesores-investigadores” y en la carga horaria se señala nuestra obligación
de investigar, pero no hay fondos para ello. Si un investigador no compite por
estos en la única instancia nacional que los saca a concurso y además, no tiene
la capacidad para gestionar con potenciales usuarios de la iniciativa privada
o pública, ¿cuál es su función real?, ¿cómo hacer investigación sin dinero?

Por otro lado, la demanda de aplicabilidad de conocimiento, como ya se


señaló, implica la capacidad inicial de gestionar ante diversas instancias.

298
Ahora, además de profesores-investigadores, debemos ser gestores. El
problema es que muchas de esas instancias no sacan a real concurso proyectos
que les ayuden a atender sus problemas, sino que lo asignan directamente a
conocidos y/o a “instituciones de prestigio”. La trascendencia de manifestar
estos problemas, está en el hecho de que consideramos que no hay mejor
enseñanza que la práctica. Si un profesor-investigador tiene proyectos con
financiamiento público o privado, es lógico que incorporará a estudiantes, los
cuáles se irán formando y adquiriendo conocimientos no sólo teóricos sino
prácticos. Pero desafortunadamente son pocos los “privilegiados”.

Sostenemos que la suma de todas estas aristas hace cada día más claro,
que muchos de los contenidos teóricos y metodológicos que se imparten en
las escuelas, ya no responden plenamente a la dinámica laboral actual a la
que se enfrentan los jóvenes egresados antropólogos. ¿Qué hacer ante tal
circunstancia?

Condiciones del mercado laboral

¿Cuántos de nuestros egresados encuentran realmente trabajo como


antropólogos?, y ¿a cuántos de los profesores-investigadores que poseen una
plaza estable, les importa si lo que enseñan le sirve o no a los educandos?
Desafortunadamente vivimos en una sociedad catalogada como neoliberal,
algunos incluso la catalogan de posmoderna, donde las condiciones de casi
cualquier ámbito laboral están regidas por la inestabilidad o precariedad. Cada
vez más los jóvenes egresados se deben contentar con ser contratados durante
periodos de corta duración, en proyectos donde participan como encuestadores,
como “facilitadores” en talleres, levantando registros, y realizando entrevistas

299
dirigidas y, si bien les va, como coordinadores operativos en campo de algún
proyecto. Incluso, en ocasiones, aprenden y se preparan sobre la marcha
para poder realizar estas actividades. Para ellos, conseguir como hasta
hace algunas generaciones, un trabajo estable (plaza o base), con salario y
prestaciones, es poco menos que mera ilusión. Ahora prevalecen procesos
laborales tales como: “outsorcing”, “freelancers”, “asesores”, subempleados,
subcontratados, nomadismo laboral y contratos por honorarios con nulidad
de prestaciones, pero con amplias implicaciones fiscales todas ellas para el
trabajador. La competencia laboral es cada vez más encarnizada por decirlo
de alguna manera, y demanda una mayor preparación.

Ya en un ensayo previo “Tres vertientes de aplicación de la Antropología”,


presentado en un evento estudiantil al que fui invitado en Puebla en el 2001,
analicé tres ámbitos que a mí me parecían, eran en los que se encontraban
posibilidades laborales: la “antropología aplicada institucional” (trabajar
en dependencias federales y estatales), la “antropología académica”
(universidades y centros de investigación) y las “consultorías” (trabajar para
la iniciativa privada e incluso para las propias dependencias gubernamentales
que ya no contratan especialistas de base). Señalaba además que a ellas se
debería agregar el trabajo en organizaciones de la sociedad civil (OCS) pero
que, como no lo había explorado personalmente no me permitía abordarlo en
el análisis. Mencionaba también alrededor de 20 condiciones comparativas
acerca de lo que implicaba trabajar en cada uno de estos espacios, desde
los lugares de trabajo, pasando por los fines explícitos e implícitos que
manifiestan, las condiciones necesarias para llevar a cabo la investigación,
temas, espacios estudiados, lenguaje, metodología, método, formas de
trabajo, tiempos; fines, presentación y difusión de los resultados, recursos,

300
costos, salarios, estabilidad laboral, imagen al exterior, hasta los epítetos con
los suelen descalificarse estas vertientes entre ellas mismas. Destacaba el tipo
de trabajo que se demandaba y las condiciones y exigencias académicas que
se requerían para su realización. Ahora, con el transcurso de casi una década,
reafirmo que esos cuatro ámbitos siguen siendo las posibilidades de encontrar
trabajo para nuestros egresados, pero que ahora hay más competencia y se
necesita una preparación más específica. Las exigencias académicas se han
ampliado.

¿Cuántos de nuestros egresados de licenciatura van a poder “colarse” en


las dependencias? ¿Existe posibilidad real de que ingresen de alguna manera
a centros de investigación o a que den clases en universidades? La respuesta
en ambos casos es que muy pocos lo conseguirán y, desafortunadamente
en muchos casos, estará más supeditado a su red de relaciones que a sus
capacidades. La gran mayoría que quiera ingresar al ámbito académico, sólo
conseguirá llegar a ser maestro en los niveles de preparatoria y bachillerato.
Los que logren entrar a la burocracia con plazas, generalmente será en las
categorías de tabuladores más bajos. Esta circunstancia ha significado que
muchos pospongan su ingreso al mercado laboral, continuando con sus
estudios en posgrados. Cada vez hay una mayor demanda de ingreso sobre
todo en los posgrados de calidad, ante la expectativa de conseguir una beca
que les permita obtener un ingreso comparable en muchos casos, con los
pagos por servicios en proyectos o por trabajos burocráticos. “De que me
paguen seis mil pesos por trabajar ocho o más horas, a que me den siete mil
pesos por estudiar, prefiero lo segundo”, es el comentario de varios de mis
ex-tesistas.

301
Otra posibilidad que se ha abierto, es que los egresados se vuelvan gestores
de sus propios trabajos. Al no encontrar trabajo estable, se han creado
infinidad de ONG’s, OSC y otras formas similares. Intentan “jalar” recursos
de fundaciones nacionales e internacionales y de los propios gobiernos
estatales y federales, para realizar las acciones de filantropía y/o de atención
social que han sido desatendidas por el estado. Aunque desafortunadamente,
muchas de estas organizaciones suelen tener una corta duración al carecer
de la capacidad de gestión y de la indispensable red de relaciones que se
requiere. El panorama como vemos, es un tanto gris.

La consultoría. ¿Una opción?

En mi ejercicio profesional inicial, durante un periodo de tiempo de unos 15


años, trabajé como burócrata en diversas dependencias de gobierno federal
(INEA, Culturas populares y el extinto INI), teniendo la fortuna de “ganar”
una plaza en las dos primeras, a las cuales renuncié por las inquietudes de
aventurarme en nuevos retos, nuevos escenarios de aprendizaje. La juventud
me aventuraba a no pensar en la estabilidad. Posteriormente, y tras un periodo
de desempleo de unos 4 meses, tuve la fortuna de ser invitado a participar en
una consultoría por una de las profesionistas que indudablemente ha abierto
brecha en esta vertiente, la antropóloga Rosa María Vásquez-Mellado. Ya
desde mi trabajo en el INI, el cual consistía en asesorar en megaproyectos
de desarrollo para construcción de presas, perfilaba claramente que el
conocimiento antropológico tiene aplicabilidad. A partir de estos trabajos,
me quedó claro que la consultoría constituía una opción muy viable ante
las circunstancias laborales prevalecientes, pero que tenía por lo menos dos
implicaciones principales: por un lado, demandaba una formación diferente,

302
la cual abordar sobre todo aspectos de orden metodológico más amplios y
diferentes a los cuales había sido formado; por otro lado, implicaba el manejo
de muchas circunstancias laborales en las competencias por contratos,
formación de la cual carecía también. En ambos aspectos el aprendizaje fue
sobre la marcha, por momentos, muy complejo y desgastante, pero sin lugar
a dudas valió la pena.

En la parte metodológica me significó la necesidad de replantearme


caminos, formaciones, validez de instrumentos, renuncia de viejos paradigmas
y continuar aprendiendo e incorporando discriminadamente conocimientos.
En la parte de circunstancias laborales fue más complejo el aprendizaje, pues
mientras la implicación anterior podía resolverla de manera individual o
colectiva en las discusiones con mis compañeros de aventura, ésta segunda
dependía de circunstancias ajenas.

La consultoría es muy difícil de realizar en un país como el nuestro, en donde


no se está acostumbrado a valorar el trabajo social, en donde en general no se le
ve utilidad a las ciencia sociales porque los propios investigadores sociales no
hemos sabido hacer valer nuestra posición, y aquí hago un paréntesis obligado
por las circunstancias, para destacar que en el ámbito de la cultura y en general
de los estudios sociales, al día de hoy cada vez hay menos intelectuales en
los cargos de decisión, y cada vez hay más administradores tecnócratas que
no saben valorar el trabajo. Las dependencias en donde tradicionalmente
encontraban trabajo los antropólogos ahora son “dirigidas” por embajadores,
administradores, ingenieros y políticos a los que lo que menos les interesa es
el conocimiento que puede aportar el análisis antropológico. Claro ejemplo de
que no hacemos valer nuestra opinión.

303
Retomando el discurso, las consultorías son difíciles de desarrollar en
nuestro país pues, además de la desvaloración en general de los estudios
sociales, implican el tener la capacidad de gestión para mantener las relaciones
convenientes y para acceder incluso a la competencia en búsqueda de contratos.
Ya señalaba en el artículo antes referido, que este aspecto de competencia
se complica ante el proceso que denominaría de “reconversión”, por el cual
“académicos” que en su vida han realizado consultoría, y que incluso en
algún momento llegaron a criticarla, ahora la llevan a cabo respaldados por
el prestigio institucional y no necesariamente por su capacidad. Es decir,
es cada vez más frecuente que dependencias, sobre todo las públicas que
requieren estudios sociales, busquen “instituciones de prestigio” para que
hagan trabajos de consultoría y, dentro de estas instituciones se asigna el
proyecto a académicos que no están preparados y que en el mejor de los
casos, subcontratan a consultores o freelance para que hagan el trabajo. Como
vemos esta reconversión académica está asociada a lo que en ese artículo
denominaba competencia desleal de la propia academia.

Con el paso del tiempo yo mismo me volví académico, por lo que incluso
fui criticado al irme con “la competencia”, al convertirme en competencia
desleal para los que con gran esfuerzo han creado sus consultorías. En mi
caso personal la estabilidad ahora sí le gano al ánimo de aventura. Asumo la
crítica en cierta medida, pues a partir de esa nueva trinchera he intentado ser
congruente con mis ideas. Trato de enseñar a los jóvenes estudiantes lo que
sé, no me guardo nada, busco siempre la aplicabilidad y trato de inculcarles
que una posibilidad laboral en estos tiempos es la consultoría, pero que esta
implica nuevas vías y capacidades formativas, nuevos y mayores esfuerzos.
Obvio que también les aclaro que la consultoría no es la panacea, ni invalida

304
a las otras opciones sino que tan sólo es otra vía más. Que cada quien defina
su camino.

Las propuestas formativas

Desde hace dos semestres alumnos de la Licenciatura en Antropología de


Querétaro, conociendo sobre mi trayectoria profesional, me han pedido que
les imparta una materia optativa sobre Consultoría y Antropología. Cuando
me buscaron por primera vez para ello y platicaron conmigo, lo que me llamó
la atención es la demanda manifiesta de que “les enseñara cosas útiles”, cosas
que les sirvieran para conseguir trabajo una vez que egresaran. No es que
renegaran de su formación académica ni mucho menos, sino que demandaban
explorar nuevos horizontes.

El hecho de reflexionar sobre el asunto para darle cause a sus solicitudes,


me llevó a plantear dos alternativas en el corto plazo que consideré
complementarias, así como una propuesta de más largo alcance: incidir en la
reestructuración del plan de estudios de nuestra licenciatura, el cual estaba en
proceso por esa época.

Sobre las alternativas de lo inmediato, por un lado organicé en conjunto con


el Mtro. Juan José Bárcenas, quien también ha participado en consultorías,
un ciclo de 12 conferencias que denominamos “El desempeño laboral
contemporáneo de los antropólogos y científicos sociales”, el cual se desarrolló
cada viernes laborable de enero a mayo de ese años, y en donde tuvimos la
suerte de contar con la participación de amigos investigadores, consultores y
académicos de diversas instituciones, centros de investigación, dependencias y

305
consultorías. Participaron la Mtra. Guadalupe Escamilla por el CEAS; el Mtro
Diego Prieto del INAH-Qro; el Antrop. Oscar Banda, asesor en la cámara de
diputados; la Antrop. Antonieta Gallart, asesora en el CIESAS y con amplia
trayectoria como funcionaria; el Mtro. Ricardo Garibay, destacado consultor
en medio ambiente; el Dr. Héctor Robles, en ese momento coordinador de
un centro de investigación en la cámara de diputados; el Dr. Francisco Peña,
investigador del Colsan; el Mtro. José Antonio McGregor, ex funcionario,
consultor y gestor cultural; la Mtra. Patricia Greaves, asesora en programas
de desarrollo; la Dra. Carmen Icazuriaga, investigadora del CIESAS; el Ing.
Antonio Vázquez, gerente en industrias Harada; y la Antrop. Rosa María
Vásquez-Mellado, directora de la consultoría COMUNICAP. En este ciclo
se habló de las perspectivas laborales de los antropólogos, del papel de los
antropólogos en diversas instancias de gobierno, de la labor en la cámara de
diputados y su influencia en la toma de decisiones. Asimismo se cuestionó la
tradicional utilidad de la antropología y la inutilidad de los antropólogos, se
reflexionó sobre las implicaciones del trabajo de los antropólogos al laborar
con otras disciplinas, se habló de la práctica antropológica y de su incidencia
en el tercer sector, del papel en la gestión cultural, en la investigación en
centros del sistema Conacyt, en la industria y en el ámbito de las consultorías.
En general, en varias de las exposiciones, se reflexionó no sólo sobre las
condiciones que demanda el trabajo, sino sobre la ética de su realización.
Tratamos de allegarle a los alumnos las experiencias de viva voz de destacados
antropólogos y algunos otros profesionistas, que comprenden y valoran el
trabajo de nuestra ciencia, que ya han transitado por la practica laboral con
diversas perspectivas, actividades y ópticas, para que vieran la amplia variedad
de espacios a los que pueden acceder, siempre y cuando se preparen para ese
fin pues, si algo les quedó claro de esta variedad de temas y conferencias, es

306
que se requería una sólida formación académica para poder incorporarse con
posibilidades de éxito al mercado laboral.

La segunda alternativa que propuse tuvo que ver con la conformación del
programa de la materia. ¿Qué enseñarle a los jóvenes que les fuera de utilidad
práctica, como demandaban? La materia se planteó a manera de seminario,
lo que ya implicaba un ejercicio práctico. Inicialmente se reflexionó sobre
las posibilidades de inserción de trabajo de la práctica antropológica en
ámbitos no académicos, dentro del sector público y privado. Posteriormente
se pensó en el abordaje de la descripción de las características del trabajo en
consultoría, iniciando en el análisis de los sujetos que interactúan, institución
o dependencia contratante, la conformación de equipos de investigación
destacando en este caso, la importancia de determinar las actitudes y aptitudes
de los integrantes, y la población sujeto de estudio. En cada uno de estos
actores o sujetos, se analizaron las características que los definen. Otra unidad
de análisis fue la descripción de los tipos de investigación, estudio o consulta
para los que se suele contratar a las consultorías (diagnósticos, estudios,
monitoreos, evaluaciones, capacitaciones). Se continuó reflexionando sobre
las condiciones y estructuras en la conformación de propuestas para competir
por un contrato. La siguiente unidad abordó el análisis de los diversos
instrumentos y herramientas metodológicas que se requieren en este tipo
de trabajo, pretendiendo reflexionar sobre la adaptación de la metodología
antropológica a las necesidades de la consultoría. Asimismo, en la parte
teórica, se discutió el planteamiento de las condiciones y características de los
resultados que se presentan. Finalmente, en esta parte, se realizó una discusión
analítica sobre las diferencias entre proyectos de desarrollo y proyectos de
investigación.

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Como ejercicio práctico del seminario se programó la conformación de
equipos que trabajaran desde el diseño de un plan de negocios y diseño de
imagen para constituirse como consultora, y se les proporcionó ejemplos de
consultorías realizadas para que como consultoras constituidas plantearan
todo el proceso para concursar por su asignación, desde concertar entrevistas
hasta la conformación de propuestas con los instrumentos requeridos. Es
decir, se definieron los pasos de promoción, negociación y venta de proyectos,
necesarios en la consultoría.

Fue interesantísimo ver como se fueron modificando comportamientos


de los estudiantes, como el allegarlos a un ejercicio práctico que incluía el
que supieran acordar una entrevista con posibles contratantes, el que incluso
modificaran su forma de vestir para acudir a la entrevista-ejercicio acordada, el
analizar posteriormente cual fue su comportamiento durante la misma, errores
y aciertos, la realización de presupuestos y aprender a cotizar su trabajo, fue
por demás aleccionador no tan sólo para ellos, sino para el profesor.

Por su parte, la propuesta que considero de más largo alcance tiene que
ver con la oportunidad de participar en la comisión de restructuración del
plan de estudios de nuestra licenciatura. En ella, afortunadamente tuvo
bastante receptividad la propuesta de generar una línea terminal de estudios
que denominamos “Planeación y Desarrollo” (las otras dos líneas terminales
son: Etnicidad y Cultura; y Diversidad Cultural) y que tiene que ver con
la aplicabilidad del conocimiento antropológico. En esta línea se pretende
en síntesis que el alumno conozca y analice los procesos socioculturales
que se generan a partir de políticas, programas y proyectos de desarrollo,
y sus particularidades en los ámbitos urbanos, rurales, medioambientales

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y de organización social; y que se generen las capacidades para que pueda
participar en su formulación. Para conseguirlo pretendemos que el alumno
desde su tercer semestre defina, apoyado en su tutor, materias de una batería
opcional que tratan tópicos de la línea, como: Cultura, sociedad y desarrollo;
Medio ambiente y cambio sociocultural; Intermediación sociocultural;
Turismo sociocultural y ecológico; Organizaciones sociales emergentes;
Políticas Públicas; Diagnósticos y evaluaciones cualitativas socioculturales;
Capital social y cultura; Cibercultura; Procesos de metropolización y ciudades
globales; Políticas de esarrollo urbano; Culturas emergentes en el espacio
urbano; Pobreza, equidad y estado de bienestar; Migración y desarrollo;
Megaproyectos y su impacto sociocultural; Organización, Tecnología y
cultura; Debates contemporáneos del desarrollo; Administración y gestión
pública e Implicaciones sociales de los desastres; entre otras.

He de destacar que la propuesta de la línea tuvo una amplia aceptación,


en buena medida porque bastantes de nuestros docentes tanto de asignatura
como tiempos completos, han realizado en algún momento de su trayectoria
profesional, labores de consultoría sobre diversas áreas y temas; con lo cual
no se sentían desplazados en su labor. La reestructuración del Programa fue
aprobada recientemente en el consejo universitario y estamos en la fase de
que nuestra primera generación bajo este plan, acaba de entrar.

El futuro, resurgir del pasado

Cuando platico con colegas y amigos que realmente han desarrollado


consultorías, me percato de la fascinación que suele provocar por los
retos que implica. Es un tanto adictivo el enfrentarse a problemáticas que

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demandan resultados que den respuesta a problemáticas, en tiempos cortos.
Ya no se trata de hacer largos estudios que posteriormente no serán leídos
ni siquiera por los colegas, sino de participar en la solución de problemas
actuales. Se trata de dar respuestas operativas a problemas sociales. Por lo
menos, alguien, el que nos contrató y sus subalternos, leerán los estudios y
decidirán si los aplican o no. Es claro al revisar la historia de la antropología
en México, que ésta no es un área novedosa ni mucho menos, sino más bien
es el resurgir de una faceta que siempre ha estado latente en el corazón de la
antropología mexicana. Hace falta fortalecerla para que nuevas generaciones
de antropólogos encuentren mejores condiciones en su práctica laboral y
profesional. El reto está en nuestras escuelas.

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Este ejemplar se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos
de la Universidad Autónoma de Querétaro.
(Prolongación Pino Suárez 467-E, Col. Ejido Modelo, Querétaro, Qro.),
con un tiraje de 1000 ejemplares, más sobrantes para reposición.

Julio de 2012

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