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REPARACIÓN HISTÓRICA PARA JUBILADOS Y PENSIONADOS: EL VALOR DE

TÍTULO:
LA COSA JUZGADA ANTE EL CONVENIO TRANSACCIONAL
AUTOR/ES: Torti Cerquetti, Patricio J.; Fantini Albarenque, Juan A.
PUBLICACIÓN: Temas de Derecho Laboral y de la Seguridad Social
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: 473
MES: Noviembre
AÑO: 2017

TRANSACCIÓN. ANSES. PROGRAMA NACIONAL DE REPARACIÓN HISTÓRICA PARA


JUBILADOS Y PENSIONADOS. HOMOLOGACIÓN JUDICIAL. SENTENCIA FIRME.
AUTORIDAD DE COSA JUZGADA. DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA

Se rechaza la homologación del convenio transaccional de reparación histórica suscripto por el titular del
beneficio y la ANSeS en razón de su ineficacia, en la medida en que la misma versaba sobre un pleito ya
resuelto por sentencia firme. Es que la atenta lectura de las cláusulas del convenio arrimado llevó a la
conclusión de que las partes, luego de haber incitado la jurisdicción, pretendieron sustituir o modificar los
alcances de lo decidido con autoridad de cosa juzgada.
Cuando las cláusulas acordadas en un convenio introducen modificaciones en los índices fijados en la sentencia
recaída en los autos principales para el ajuste de la prestación previsional, corresponde el rechazo del pedido
de su homologación. En ese sentido, la Corte Federal ha descalificado un pronunciamiento en el que se avaló el
método utilizado por el organismo previsional para liquidar la sentencia al verificar que este se apartó de lo
resuelto anteriormente e introdujo así una modificación en el derecho del titular, vulnerando la garantía
consagrada en el artículo 17 de la Constitución Nacional.
FARÍAS, RAMÓN C/ANSES S/INCIDENTE - JUZG. FED. SEG. SOC. - Nº 5 - 4/5/2017 - CITA DIGITAL
IUSJU017188E

REPARACIÓN HISTÓRICA PARA JUBILADOS Y PENSIONADOS: EL VALOR DE LA COSA JUZGADA


ANTE EL CONVENIO TRANSACCIONAL

Nota al fallo

Patricio J. Torti Cerquetti(*)


Juan A. Fantini Albarenque(**)
I - Introducción
La Magistrada a cargo del Juzgado Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social N°5, en la causa
que a continuación se comenta(1), resolvió rechazar la homologación de un acuerdo de reparación histórica de
un jubilado que contaba con una sentencia firme a su favor.
Para así resolver, la jueza se fundó en que la sentencia anterior se encontraba firme consentida y pasada
en autoridad de cosa juzgada y que la transacción(2) pretendida no estaría recayendo sobre un objeto dudoso o
litigioso. De esta forma las partes buscarían modificar los alcances de lo decidido de conformidad con los
términos acordados mediante el acuerdo homologatorio, con posterioridad a la conclusión del proceso judicial.
Es de mencionar que el acuerdo celebrado entre el jubilado y la ANSeS modificaba los índices de reajuste
fijados en la sentencia que posee carácter definitivo con fuerza de verdad legal y autoridad de cosa juzgada,
siendo que a la postre el jubilado pasaba a cobrar un haber reajustado inferior al que habría que percibir por la
plena aplicación de lo decidido en la sentencia en cuestión.
La conclusión a la que arriba la Magistrada en la causa derivó del análisis de dos institutos procesales. Por
un lado, el de la cosa juzgada y, por el otro, el de la transacción.
Respecto del primero de los institutos, replicó la doctrina del maestro Couture(3), quien trataba los
conceptos inimpugnabilidad(4), inmutabilidad(5) y coercibilidad(6) como elementos de la eficacia de la sentencia
judicial.
En relación con el segundo instituto estudiado, la señora Juez recurrió al Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación(7) y al Código Civil y Comercial de la Nación(8) para explicar la naturaleza y la procedencia de la
transacción.
Luego, el fallo explica que no habría una restricción de la autonomía de la voluntad del jubilado ni
afectación de la competencia conferida por la ley 27260(9) a la Administración para celebrar acuerdos
transaccionales, pero sí objetó que las partes pretendan un pronunciamiento de la jurisdicción cuando esta ya
cumplió su cometido.
Finalmente, la jueza resistió la homologación del convenio transaccional en razón de su ineficacia, de
conformidad con lo expuesto en los considerandos de su fallo.
Anticipándonos a lo que será la conclusión de este comentario, consideramos prima facie fundamentado a
derecho y procesalmente aceptable el decisorio de la sentenciante, pero nada sencillo de llevar a cabo a la luz
de los conceptos que a continuación se detallan.
Asimismo, los firmantes del presente artículo entienden que resulta por demás valioso reflexionar sobre los
alcances de la cosa juzgada en materia previsional, como así también traer a colación algunos fallos que se han
dictado sobre una temática novedosa y compleja, amén de las particularidades de los derechos en juego y
condiciones propias de los justiciables.
II - La cosa juzgada
Consideramos necesario en primer término aclarar qué se entiende por cosa juzgada.
Este instituto impide al actor plantear nuevamente cuestiones que ya fueron resueltas, y al juez
resolverlas, es decir que, en principio, no sería viable volver sobre el estudio de una cuestión debatida sobre la
que se dictó sentencia y ha quedado firme (principio non bis in idem).
De esta forma, si una cuestión ha quedado definitivamente resuelta en sentencia firme, no puede ser
nuevamente examinada y menos decidida en sentido distinto. No resulta entonces jurídicamente posible volver
sobre lo que ha pasado a ser un fallo irreversible.
Esta regla posee raigambre constitucional por cuanto aparece íntimamente vinculada con el derecho al
debido proceso del artículo 18 de la Constitución Nacional y consiste en la “autoridad y eficacia de una
sentencia judicial cuando no existen contra ella medios de impugnación que permitan modificarla”.(10)
Al resolverse la contienda judicial de manera definitiva, el pronunciamiento hace que el litigio no pueda ser
planteado nuevamente ante el mismo juez, ni ante ningún otro. La sentencia pasa a ser cosa juzgada en virtud
de la autoridad que adquiere.
La cosa juzgada no es más que la duración de la vigencia de las sentencias judiciales, originada por la
prohibición impuesta a los órganos de Estado de derogarlas por medio de otras normas jurídicas posteriores.(11)
El respeto por este instituto responde a una consideración esencial de orden público: la necesidad de que
el orden y la paz reinen en la sociedad poniendo fin a los litigios y evitando que los debates entre partes se
renueven indefinidamente.
La cosa juzgada está íntimamente ligada a la seguridad jurídica, representa una exigencia vital de orden
público, tiene jerarquía constitucional y es uno de los presupuestos del ordenamiento social cuya ausencia
pondría en crisis la íntegra juridicidad del sistema.(12)
Vale agregar que la cosa juzgada no nace al tiempo en que es dictada la resolución judicial sino después,
al adquirir la firmeza. Se trata de una cualidad de la sentencia, porque es algo más que se suma a la decisión
para concederle una estabilidad jurídica de la que no estaba dotada al pronunciarla el magistrado.
De ello se derivan sus atributos de inimpugnabilidad, inmutabilidad y coercibilidad(13), al tratarse de una
solución definitiva, concluyente, determinada. Es la última palabra de la justicia, la aplicación de la voluntad de
la ley para el caso concreto, que no cabe alterar, variar o modificar.
Encontramos importante mencionar que la cosa juzgada no solo alcanza a todas las cuestiones planteadas
y debatidas en un proceso, y expresamente decididas por los jueces, sino que abarca, incluso, aquellas que,
pudiendo haber sido propuestas, no lo fueron; cubre entonces lo aducido y lo aducible.(14)
Para la procedencia de la aplicación del instituto en análisis, el examen integral de las dos contiendas debe
demostrar que se trata del mismo asunto sometido a decisión judicial o que, por existir continencia, conexidad,
accesoriedad o subsidiariedad, la sentencia firme ya ha resuelto lo que constituye la materia o la pretensión
deducida en el nuevo juicio que se promueve.(15)
La jurisprudencia, al referirse a la estabilidad de las decisiones judiciales, vincula la sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada con la paz y el orden social -tal como fuera dicho más arriba-, en la medida en que
constituye un presupuesto ineludible de la seguridad jurídica.
En tal sentido, se ha dispuesto que “la inmutabilidad de una sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada no implica la imposibilidad absoluta de resolver nuevas cuestiones que puedan suceder entre idénticas
partes, sino el sucesivo y reiterado juzgamiento de las mismas. La seguridad de la cosa juzgada, una vez
consentido el fallo, obliga incluso a quienes lo dictaron”.(16)
El Máximo Tribunal ha sostenido reiteradas veces que el instituto de la cosa juzgada es uno de los pilares
fundamentales sobre los que se asienta nuestro régimen constitucional y, por ello, no es susceptible de
alteración ni aun por invocación de leyes de orden público, toda vez que la estabilidad de la seguridad jurídica
es también exigencia de orden público con jerarquía superior.(17)
Siguiendo la misma lógica -ya en el ámbito del fuero de la seguridad social- también se dijo que “la
seguridad de la cosa juzgada, una vez consentido el fallo, obliga incluso a quienes lo dictaron (cfr. ‘Buenos
Aires, Pcia. de c/Arturo Julios’ - CSJN - 11/12/1990). De otra manera, cualquier cambio de criterio judicial
llevaría al magistrado interviniente a revisar sus propias sentencias una y otra vez para adecuarlas a la
pretensión del litigante, a quien de ese modo se lo faculta para reiterarla cada vez que, por el devenir de los
hechos, su efectividad no le conviene -o le conviene menos de lo esperado-, con evidente detrimento de su
colitigante, que nunca verá concluidas las actuaciones a su respecto”.(18)
Al respecto, el doctor Chirinos es de la opinión de que, “en principio, la cosa juzgada debe ser respetada,
ello obedece al derecho a la seguridad jurídica y en general a la libertad frente a las cosas nacidas
precisamente del derecho de propiedad. Este principio de la cosa juzgada frente al derecho de la propiedad
privada entiendo que es inamovible porque estamos en el mundo de los intereses privados, regulado por el
gran principio de la libertad y de la autonomía de la voluntad de las partes. Pero cuando el instituto de la cosa
juzgada se enfrenta ante derechos sociales, o derechos humanos, distinta ha de ser la solución, máxime
cuando estos derechos también tienen rango constitucional”.(19)
Conforme este lineamiento, cabría entender que las particularidades del derecho previsional permitirían
que el tratamiento del instituto de la cosa juzgada, cuando las sentencias tuviesen un resultado desfavorable
para el beneficiario, no sea tan estricto como en otros supuestos. Esto así, pues primaría la búsqueda del
correcto reconocimiento de los derechos de los beneficiarios del sistema, máxime cuando se hace referencia a
un sector de la sociedad sumamente vulnerable y casi siempre postergado.
El sentido de la eficacia de la cosa juzgada no es tanto impedir la apertura de nuevos procesos, cuanto que
en ellos no se desconozca lo resuelto en otros o, dicho de otra manera, no decidir de modo contrario a como
antes se ha fallado. Se trata de impedir que la jurisdicción se vea expuesta a contradicción, lo que podría
ocurrir si se somete a decisión dos veces la misma pretensión. Más allá de alguna consideración en cuanto al
alcance temporal de la cosa juzgada en materia previsional.(20)
Así, mediante la inmutabilidad de la cosa juzgada, se evita la reiteración indefinida de juicios y con ello la
posibilidad del escándalo jurídico, cuestión sobre la cual la Corte Suprema ha resuelto que, en materia
previsional, lo decidido por los tribunales judiciales no puede ser revisado indefinidamente.(21)
De tal razonamiento parece desprenderse que siempre debe prevalecer la cosa juzgada, no obstante los
vicios que pudiera presentar la sentencia. Ello así pues la firmeza de los actos procesales es una necesidad
jurídica que justifica su validez.(22)
La Suprema Corte tiene dicho que “apartarse del principio de cosa juzgada a efectos de arbitrar una
resolución que se estime más equitativa puede significar, más allá de tan elevados propósitos, un modo de
sentar precedentes que en su oportunidad se vuelvan contra los ocasionales beneficiarios de hoy, los que
también reciben las ventajas permanentes de la seguridad jurídica”, agregando que “los argumentos basados
en la equidad y la justicia no son eficaces para afectar la estabilidad de las decisiones jurisdiccionales que, en
la medida en que constituye un presupuesto ineludible de la seguridad jurídica, es exigencia de orden público y
posee jerarquía constitucional”.(23)
Se puede decir, en suma, que el instituto de la cosa juzgada sirve a la certeza y seguridad jurídica, de las
cuales tiene necesidad el derecho y en especial la jurisdicción. El arribo de las decisiones judiciales a un
determinado momento en el que pasan a ser definitivas e inmodificables resulta indiscutible.
Admitir lo contrario, facultándose a debatir en el futuro nuevas cuestiones que bien pudieron serlo antes,
sería desconocer los efectos de la inmutabilidad de la cosa juzgada al poner en discusión argumentos o
excepciones no utilizadas.
III - La transacción en el Código Civil y en el actual Código Civil y Comercial
Comúnmente se alude al vocablo “transacción” como sinónimo de convención o acuerdo, pero su
naturaleza jurídica permite brindar más certeza a dicho término.
Sobre este tema, un importante sector de nuestra doctrina(24), influenciado por lo preceptuado en el
artículo 1101 del Código de Napoleón(25) y por la opinión de sus primeros comentaristas(26) reserva el nombre de
contrato para las convenciones que crean obligaciones y, por lo tanto, como la transacción no crea las
obligaciones a las que se refiere, considera que no es un contrato sino un acto jurídico extintivo de
obligaciones, esto es, una convención extintiva o liberatoria.(27)
Por otro lado, una segunda corriente(28), dominante en nuestro país, sosteniendo un concepto amplísimo de
contrato, en concordancia con el artículo 1321 del Código Civil italiano(29), consideraba que la transacción
encuadraba dentro de esa categoría, por adecuarse a la letra del artículo 1137 del ya no vigente Código
Civil(30), en la cual quedaría comprendido todo acto jurídico bilateral patrimonial.
Volviendo al viejo código de fondo, el artículo 832 expresaba que “la transacción es un acto jurídico
bilateral, por el cual las partes, haciéndose concesiones recíprocas, extinguen obligaciones litigiosas o
dudosas”.
Esta definición legal resultaría ser imprecisa e incompleta: por un lado, porque lo decisivo en la
transacción no es extinguir obligaciones, aunque a veces así lo haga, sino poner fin a la incertidumbre sobre
relaciones jurídicas litigiosas o dudosas; por otro, porque su campo de acción no se limita a las relaciones
jurídicas obligacionales, sino que se extiende a los derechos reales, intelectuales e incluso a ciertos derechos
extrapatrimoniales.(31)
Precisando el concepto, transacción es una convención específica que se define por el fin perseguido y por
los medios escogidos para alcanzarlo: el fin, dar certeza a una relación jurídica litigiosa o dudosa; los medios,
concesiones recíprocas entre las partes.(32)
Teniendo en cuenta estas ideas, el instituto aquí analizado se revelaría como una convención,
caracterizada por las concesiones recíprocas que las partes realizan, de manera de dar certeza a relaciones
jurídicas dudosas o litigiosas, evitando así futuras disputas o bien poniendo fin a los ya existentes entre ellas.
Vale agregar que con las concesiones recíprocas se pueden crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas
distintas de aquellas que originalmente formaron el objeto de la controversia entre las partes.
El CCyCo.(33), por su parte, conceptualiza la transacción como el “contrato por el cual las partes, para
evitar un litigio, o ponerle fin, haciéndose concesiones recíprocas, extinguen obligaciones dudosas o litigiosas”.
Como se desprende del propio artículo, esta significación jurídica posee una finalidad inmediata, la de
extinguir obligaciones o relaciones jurídicas litigiosas o dudosas. Si bien más adelante se volverá sobre el
tema, resulta interesante agregar aquí que el concepto de transacción en el derecho positivo se refiere a los
derechos litigiosos o dudosos anteriores a la sentencia, ya que con posterioridad a ella no se podría “transar”
propiamente.
Siendo más exactos, este instituto también tiene como fin conferir certidumbre a derechos y obligaciones
que las partes disputan entre sí y que para ellas son dudosas o están sometidas a algún litigio.(34)
Toda vez que posee tal finalidad, tiene vocación universalista, es decir, tiende a comprender todas las
relaciones jurídicas dudosas o litigiosas, sean estas patrimoniales o extrapatrimoniales, siempre que no se
encuentre comprometido el orden público.
En este contrato en particular, prima la autonomía de la voluntad, que es ante todo libertad contractual, lo
que en la práctica significa la libre opción del individuo de contratar o no y la libertad para dotar de contenido
al acuerdo.
El CCyCo. reafirma y reconoce la presencia y el valor de la autonomía de la voluntad al expresar que “las
partes son libres para celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la
ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres”.(35)
A la luz de la definición que nos brinda el CCyCo. en su artículo 1641, para poder hablar de transacción,
resulta indispensable la concurrencia de tres elementos esenciales propios, a saber: a) un acuerdo de partes,
b) la existencia de obligaciones dudosas o litigiosas y c) la realización de concesiones recíprocas.
a) Respecto del primero de los mencionados, la transacción, como especie de contrato, requiere para su
existencia un acuerdo de voluntades entre las partes con una finalidad jurídica específica: extinguir
obligaciones dudosas o litigiosas.
Sin acuerdo de partes no hay transacción, sin perjuicio de que pueda haber un acto jurídico unilateral
como, por ejemplo, un reconocimiento, una ratificación, una confirmación o un desistimiento.
Puede decirse que es un modo de composición de controversias y de definición de situaciones dudosas,
caracterizado por la renuncia de lo propio en pos del reconocimiento de lo ajeno, buscando un medio que
provoque la satisfacción del interés de cada parte.
Por intermedio de este acuerdo, las partes zanjan situaciones controvertidas a través de actos que
implican abdicar en sus pretensiones originales respecto de cuestiones que son dudosas o que están sometidas
a litigio, al tiempo que le otorgan certidumbre sobre sus derechos y obligaciones.
b) Asimismo, es necesario que existan obligaciones dudosas o litigiosas.
El concepto de obligaciones dudosas resulta ser dificultoso, ya que está controvertido si comprende solo
aquellas obligaciones que subjetivamente las partes tienen como tales, o si son dudosas cuando
objetivamente, y a través de la opinión de especialistas, pudieran parecerlo.
La doctrina considera que es suficiente que las partes reputen incierto su derecho para que exista
transacción, sin necesidad de requerir la opinión de los expertos.(36)
De esta forma, para la validez de la transacción, es suficiente que el derecho sea dudoso en el
pensamiento de las partes que transigen, aunque el mismo no presentara ese carácter a los ojos de un tercero
desinteresado o de un especialista.
Por lo tanto, la cuestión de saber si el derecho que hace al objeto de la transacción es o no dudoso debe
ser apreciada de una manera totalmente subjetiva. De ahí que se hable de una duda subjetiva por oposición a
una duda objetiva, entendiéndose por esta última la que resulta para todo el mundo, para un juez o para un
jurisconsulto.
Continuando con el tema, resulta importante mencionar que una transacción hecha sobre derechos que no
tienen absolutamente nada de dudosos o sobre pretensiones evidentemente sin ningún fundamento debe ser
considerada, sea como carente de objeto, sea como desprovista de causa y, por consiguiente, como sin valor.
El trato hecho sobre derechos que no tienen absolutamente nada de dudosos puede, aunque ineficaz como
transacción, valer, según las circunstancias, como una simple renuncia.
Por otro lado, se consideran obligaciones litigiosas aquellas que son materia de un juicio contradictorio,
que esperan ser dilucidadas por los tribunales.(37)
El Código Civil y Comercial legisla sobre la transacción tanto de derechos litigiosos cuanto dudosos, sin
embargo, los códigos de procedimientos solo legislan sobre la transacción de derechos litigiosos, ya que se
refieren a la misma como un modo anormal de terminación del proceso.(38)
Se puede afirmar que la transacción vale por sí misma, pero para tener valor respecto de terceros debe
ser presentada a juicio. Mientras las partes no comparezcan ante el magistrado o presenten el acuerdo
instrumentado, se podrá desistir de la transacción.
Ahora bien, si la transacción versare sobre derechos ya litigiosos -dispone el art. 838, CC, actualmente art.
1643 del CCyCo.-, no podrá hacerse válidamente, sino presentándola al juez de la causa, firmada por los
interesados. Antes de que las partes se presenten al juez exponiendo la transacción que hubiesen hecho o
antes de que acompañen la escritura en que ella conste, la transacción no se tendrá por concluida y los
interesados podrán desistir de ella.(39)
c) Por último, tenemos las concesiones recíprocas, que son quizá el requisito más típico de la transacción
como tal, permitiendo distinguirla de otras figuras jurídicas como el reconocimiento y la renuncia. Asimismo, se
trata de una condición esencial.
En nuestro derecho positivo no deben confundirse las concesiones recíprocas, exigidas por la naturaleza de
la transacción, con las obligaciones recíprocas, pues, mientras estas son siempre patrimoniales, aquellas
pueden ser además extrapatrimoniales.
La reciprocidad supone bilateralidad, pero esta última no implica que deba existir necesariamente una
equivalencia de las obligaciones que las partes contraen entre sí, pues la ley no lo exige.
Sin perjuicio de ello, los contratos de transacción, como acuerdos esencialmente discrecionales, están
sometidos a las reglas generales sobre nulidad y no escapan a la anulabilidad por vicio de lesión.(40)
Cabe aclarar que si solo una de las partes cediese o abdicara a sus derechos o pretensiones, no se trataría
de una transacción, sino de un acto unilateral, una liberalidad, aun cuando se realice bajo una forma
contractual. No se daría el requisito de reciprocidad, esencial para la configuración de esta modalidad
contractual.
Se ha dicho que “en un sentido técnico la transacción es un convenio específico, que se define por la
finalidad que tiene y por los medios escogidos para alcanzarla: el fin es conseguir la certidumbre acerca de un
derecho o relación jurídica pendiente; los medios son los sacrificios recíprocos que efectúan las partes para
lograr aquel resultado, por lo que es dable concebir a la transacción como un intercambio de sacrificios o
renunciamientos, y es justamente el intercambio de sacrificios lo que caracteriza a la transacción; si una sola
de las partes sacrificara algún derecho suyo, ello sería una renuncia y no una transacción que requiere que
medien concesiones recíprocas; basta que exista una reciprocidad de sacrificios, no importa la cuantía de ellos
ni su equivalencia o desigualdad: la ley no exige que haya paridad de concesiones, ni ello podría imponerse
porque la importancia del sacrificio que cada cual realiza es de apreciación eminentemente subjetiva, no
habiendo pauta válida para su medición que las concesiones recíprocas pueden crear, modificar o extinguir
relaciones diversas de la que ha constituido objeto de la pretensión y de la oposición de las partes, es decir que
pueden afectar a relaciones no controvertidas, y aun cuando sean extrañas a lo discutido, siendo amplio el
poder dispositivo de las partes en dicho sentido, claro está que ello no tanto en el sentido de involucrar efectos
en orden a relaciones extrañas a la controversia, cuanto en el sentido de destinar, a los fines de la composición
entre las partes, también relaciones extrañas a la materia de la litis, actual o virtual, y no cuestionadas”.(41)
Recapitulando, la transacción se encontraba regulada en el artículo 832 del ya derogado Código Civil como
un medio extintivo de las obligaciones, mientras que en el nuevo Código Civil y Comercial se la trata en el
artículo 1641 como un contrato con efectos extintivos.
De esta forma, se daría por concluida la discusión existente en la doctrina de nuestro país sobre las
transacciones, las cuales para una parte eran consideradas como un acto jurídico bilateral extintivo de
obligaciones y para otra como un contrato, primando finalmente la segunda.(42)
Sobre ello, la Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró la transacción como un contrato y sostuvo
que como tal no puede perjudicar a terceros por aplicación del efecto relativo; no obstante lo cual, desde el
punto de vista procesal, extingue al proceso, de modo que puede y cabe distinguir los efectos sustantivos
inoponibles de los procesos oponibles, ya que se trata de un contrato con repercusiones procesales.(43)
Párrafo aparte merece la oponibilidad en materia de honorarios.(44)
Para completar lo hasta aquí explicado en torno a este instituto, resta agregar que tanto el Código Civil(45)
ya derogado como el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación(46) afirman que la transacción produce para
las partes los efectos de la cosa juzgada.
Pero no debe confundirse “efectos de la cosa juzgada” con “ejecutoriedad”. Ya decía Morello hace tiempo
que es erróneo atribuirle a la transacción los efectos de una sentencia; autoridad de cosa juzgada no equivale
a sentencia pues ambas son distintas; “la cosa juzgada carece de fuerza ejecutiva y su única propiedad
consiste en fijar, definitivamente, la relación que une a las partes. Procesalmente, pone fin al pleito sin
sentencia, de la cual es un subrogado contractual, careciendo por tanto del imperium propio de la decisión
jurisdiccional ... la acto iudicati que de ellas emerge solo tiende a la obtención de una nueva sentencia de
condena”.(47)
IV - La transacción en el Código Procesal Civil y Comercial. La homologación
La transacción, conforme lo comentado hasta aquí, no solo resulta relevante desde la perspectiva del
derecho de fondo, sino que también impacta en el derecho procesal por cuanto constituye un modo anormal de
terminación del proceso, debiendo recordar aquí que el modo normal de terminación del proceso lo constituye
la sentencia que dicta el juez.(48)
La transacción judicial posee las características de un acto procesal, incluso cuando sea realizada fuera del
proceso para ser presentada luego en el mismo, toda vez que dicho carácter procesal no depende
necesariamente de que se verifique formalmente dentro del proceso, sino que basta con que valga para el
proceso.
Sobre el tema, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación dispone en su artículo 308 que “las partes
podrán hacer valer la transacción del derecho en litigio, con la presentación del convenio o suscripción del acta
ante el juez. Este se limitará a examinar la concurrencia de los requisitos exigidos por la ley para la validez de
la transacción, y la homologará o no. En este último caso, continuarán los procedimientos del juicio”.
Queda claro que para hablar de transacción judicial esta debe poner fin a un litigio ya existente. Es decir,
resulta necesaria la existencia de derechos litigiosos, sujetos a un proceso judicial.
Del artículo referido del CPCCN se desprende que la transacción no está sujeta al cumplimiento de
formalidades extrínsecas, pudiendo ser celebrada por cualquier forma que la ley autoriza, salvo para el caso de
los bienes inmuebles, en los que resulta necesaria la escritura pública.
En general, en los Códigos de Procedimiento Civiles y Comerciales se prevé la posibilidad de homologación
del convenio transaccional solo sobre derechos litigiosos, ya que presupone la existencia de un litigio y poner
fin al mismo.(49)
Las facultades del juez para resolver el pedido de homologación judicial de la transacción se limitan a
examinar la concurrencia de los requisitos materiales y formales demandados por la ley, como ser la
naturaleza del derecho que se pretende transigir o la capacidad de las personas intervinientes. Superados esos
recaudos, se debe tener en cuenta la autonomía de la voluntad de las partes, aunque no medie sinalagma
perfecto(50) y homologar la transacción.
Falcón dice que la transacción que versa sobre derechos litigiosos no está alcanzada por la autoridad de la
cosa juzgada, hasta que el juez la homologue. En cambio, en las transacciones que versan sobre derechos
dudosos, es decir, convenios privados, la homologación no es necesaria, según la jurisprudencia mayoritaria,
pero en algunos casos se la ha admitido.(51)
Siguiendo esta doctrina, en varias oportunidades, la jurisprudencia ha resuelto que, “si se trata de
derechos litigiosos, la transacción no está alcanzada por la autoridad de la cosa juzgada hasta que el juez la
homologue”.(52)
De esta forma, en el caso de derechos litigiosos, sería necesaria la homologación del juez de la causa para
que la transacción obtenga autoridad de cosa juzgada material sobre la pretensión objeto del negocio jurídico
transado. En ausencia de resolución homologatoria, el proceso no se extinguiría y tampoco cabría la posibilidad
de obtener el cumplimiento de la transacción por la vía de la ejecución de sentencia.
El juez ha de examinar de manera cautelosa y conforme a las constancias del expediente el convenio
escrito que le es presentado por las partes y, en caso de que lo estime procedente, lo homologará. Si lo hace,
el proveído que así lo dispone se trata de una providencia simple, en caso contrario, en el supuesto de que no
lo homologue, deberá dictar una sentencia interlocutoria o resolución que exponga los fundamentos por los
cuales no considera procedente la homologación de la transacción. Cabe señalar que la homologación reviste
los mismos caracteres que una sentencia definitiva.
Se ha dicho que la transacción es pasible de nulidad o anulabilidad por fallas concernientes al sujeto, al
objeto o a la forma del acto y con independencia de su homologación, que puede ser atacada mediante los
recursos procesales, con prescindencia de la validez o eficacia en sí de la transacción como negocio jurídico y
que, cuando la transacción es nula por causas materiales o impugnable por defectos de la voluntad, carece de
virtualidad para la terminación del proceso.(53)
Resulta interesante recordar que el requisito de la homologación judicial de la transacción es una
formalidad destinada a revestir del carácter de sentencia al acuerdo al que las partes han arribado, pero que su
omisión no la invalida(54), pues el perfeccionamiento de una transacción y sus efectos extintivos se producen
por la presentación de dicho convenio y sin necesidad de previa aprobación u homologación(55), y sin que sea
obstáculo para ello la circunstancia de haber sido traída al proceso por una sola de las partes(56), máxime
cuando el artículo 1642 del CCyCo. indica que "la transacción produce los efectos de la cosa juzgada sin
necesidad de homologación judicial", sin perder de vista que mientras el instrumento no sea presentado las
partes pueden desistir de ella conforme al artículo 1643 del CCyCo.(57)
Continuando con el análisis procesal de la transacción, el artículo 347 del Código de rito, en su inciso 7),
contempla a este instituto como una de las excepciones de previo y especial pronunciamiento que puede
oponer el demandado. Se observa entonces la importancia que juega el acto procesal de la homologación de la
transacción, pues al ser homologada y quedar firme el proveído que así lo dispone, la transacción pasa a tener
a la autoridad de cosa juzgada material. En caso de que se inicie un juicio posterior relacionado con la materia
sobre la cual versó la transacción, y esta haya sido homologada y el pronunciamiento respectivo se encontrara
firme, el accionado puede oponer esta excepción previa, que tiene el carácter, dentro de la clasificación de las
excepciones, de perentoria. Si el juez admite esta excepción, se pone fin al proceso.(58)
Por su parte, el artículo 500, inciso 1), del mismo Código, inmerso en la temática relativa a los procesos de
ejecución(59), establece que las disposiciones de este título serán aplicables a la ejecución de transacciones o
acuerdos homologados.
Claramente se aprecia entonces el valor y el peso que posee la homologación dentro de la transacción, por
cuanto, una vez firme la providencia que homologa, pasa a tener los mismos efectos que una sentencia
definitiva, adquiriendo el carácter de cosa juzgada. A partir de entonces puede ser ejecutada, en caso de
incumplimiento, mediante el procedimiento de ejecución de sentencia contemplado en los artículos 499 y
siguientes del CPCCN.
V - Ley de reparación histórica: generalidades y notas del caso
En un artículo previo respecto al Programa Nacional de Reparación Histórica, fueron volcadas algunas
consideraciones acerca de las directivas y objetivos que la ley 27260 pretende aplicar al sistema previsional
actualmente operante.(60)
Resulta interesante mencionar que la ley 27260(61) crea el Programa Nacional de Reparación Histórica para
Jubilados y Pensionados “con el objeto de implementar acuerdos que permitan reajustar los haberes y cancelar
las deudas previsionales con respecto a aquellos beneficiarios que reúnan los requisitos establecidos por la
presente ley”.(62)
Leyendo la norma y específicamente el artículo referido, dos observaciones salen a la luz casi de manera
inmediata: la intención de la Administración de mejorar la situación de vulnerabilidad de la clase pasiva y el
reconocimiento del Estado una deuda con este sector de la sociedad.
Por este medio se buscó compensar, parcialmente, el daño causado por la implementación de los
sucesivos regímenes previsionales que básicamente generaron un crédito a favor de los beneficiaros en razón
de la ineficacia del método de determinación del primer haber -haber inicial-, su movilidad posterior y la
aplicación de límites al beneficio -haber previsional máximo-, al que se agregaron los límites al cálculo de las
prestaciones que componen el haber en los términos de la ley 24241.(63)
Recordando que el ingreso al programa es voluntario, aquellos que optaren por adherir a la reparación
histórica, han de recibir una propuesta de pago teniendo en cuenta el esquema que prevé la ley, definiendo
tres grupos de beneficiarios: los que tienen sentencia firme con anterioridad al 30/5/2016(64), los que hubieren
iniciado juicio antes del 30/5/2016 que no tengan sentencia firme(65) y aquellos que no hayan iniciado juicio con
anterioridad al 30/5/2016.(66)
Surgiría un cuarto colectivo, formado por aquellos beneficiarios que promovieron juicio después de la fecha
prevista legalmente y que técnicamente podrían adherir a la reparación histórica, en la medida en que el
programa permaneciese vigente.
En lo concerniente a aquellas personas que hubieran iniciado una acción judicial y decidiesen no ingresar al
programa, la ley 27260 dispone que la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSeS) se compromete
a continuar abonando los correspondientes reajustes de haberes en cumplimiento de las sentencias firmes,
conforme a lo establecido en la ley 24463 y en el orden de prelación establecido en el artículo 9 de la
mencionada ley.(67)
Para la reparación histórica se postula una solución transaccional, de manera que los beneficiarios que
decidan participar y la Administración (ANSeS) celebren acuerdos de carácter transaccional tendientes a poner
fin a los litigios previsionales.(68)
Estos acuerdos definirán el monto del ajuste de los haberes previsionales, mediante la nueva
determinación del haber inicial, actualizándose las remuneraciones sobre las que se calcula mediante la
utilización de índices diversos.(69)
Más allá de las críticas que pueda hacérsele a la ley de reparación histórica, lo cierto es que una sus
virtudes es la decisión de ofrecer una solución -desde la visión de la litigiosidad previsional- ante la realidad en
que se encuentra el fuero de la seguridad social. Participamos de la idea de que, para los casos de aquellas
personas que no hubieran promovido acciones judiciales hasta la sanción de la norma, en principio, no se
debería haber requerido homologación judicial para adquirir fuerza de cosa juzgada. Su exigencia solo ha
recargado más a los tribunales de causas previsionales, aun cuando son en formato digital.
De esta manera, aquellas causas de personas que tuviesen juicios iniciados sin sentencia firme serían las
únicas en las que la procedencia y admisión de un modo anormal de extensión de procesos resulta indudable e
incuestionable.
Ahora bien, respecto del colectivo de beneficios que cuentan con sentencias firmes consentidas y pasada
en autoridad de cosa juzgada, la pretendida resolución por vía de transacción no sería admisible, para lo cual el
jubilado y/o pensionado cuenta con la facultad de continuar con su juicio(70), siendo una consecuencia obligada
de la lógica por la que las sentencias deben ser cumplidas tal como han sido dictadas.
Frente al escenario de emergencia vigente en la normativa(71) la decisión del legislador evidencia, tal como
ocurriese con la sanción de la ley 23982 sobre consolidación de deudas del Estado, la existencia de una
transformación (¿novación?) mediante la cual una deuda a priori impagable se convierte en pagable.
Sin perjuicio de los análisis jurídicos y económicos que pudieran hacerse frente a las decisiones como la
aquí trabajada, lo cierto es que la implementación del Programa de Reparación Histórica viene despertando
cada vez mayores interrogantes.
En lo concerniente al caso que estamos comentando, ¿podría el Juzgado, que rechaza la homologación
planteada, ejecutar de oficio su propia sentencia? De ser así, ¿dónde se ubicaría la voluntad del beneficiario
que decide aceptar la propuesta de la ANSeS?
Este tipo de decisiones no hacen más que comprobar lo complejo que resulta el obligatorio(72) tratamiento
judicial que el programa pretende implementar a efectos de obtener la garantía de la cosa juzgada en pos de la
seguridad jurídica de la Administración.
Continuando con la temática, otra cuestión interesante de analizar sobre la reparación histórica surge
entorno de la modalidad de pago aplicable a aquellos beneficiarios con juicio en trámite o que ya obtuvieron
una sentencia firme. Sobre estos dos supuestos, más allá de las quitas o reducciones que puedan surgir de la
oferta de reparación, el sistema denota un defecto en el momento de realizarse el pago de las retroactividades,
abonando un 50% en efectivo y un 50% en cuotas (12 trimestrales)(73), lo que genera incógnitas sobre su
efectividad con el transcurso del tiempo.
Esto así, pues ese período de 36 meses es mucho tiempo, económica y vitalmente hablando, máxime
cuando durante el transcurso de dicho plazo puede ocurrir algún acontecimiento económico que afecte el valor
de las sumas a pagar por la Administración, de manera tal que no fuesen suficientes los incrementos por
movilidad, o incluso la no poco probable muerte del beneficiario.
Tal situación pondría en jaque el valor de la cosa juzgada del acuerdo homologado en especial respecto de
aquellas personas que contaban con sentencia firme, consentida y pasada en autoridad de cosa juzgada,
siendo que, económicamente, deviene en mejor derecho aquella persona con resolutorio de la justicia, respecto
de aquella sujeta a la novación producida por la reparación histórica.
Para decirlo claramente, una vez homologado un acuerdo, ¿cuál cosa juzgada tiene más valor? ¿Qué
parámetros deben evidenciarse frente a la naturaleza de los derechos en juego?
Como vemos, no basta solo con buenas intenciones, en temáticas que atañen a la situación de jubilados y
pensionados, se debe estar a la altura de los derechos involucrados, teniendo en miras las necesidades y
realidades propias de las personas de la tercera edad. De lo contrario, en última instancia, estas cuestiones
caerán en el ámbito judicial, el cual habrá de enfrentarse al dilema de un laberinto donde las claves para
encontrar una salida exceden lo jurídico.
En un caso resuelto por uno de los coautores(74), el actor tenía un expediente de reajuste iniciado y con
sentencia firme, consentida y pasada en autoridad de cosa juzgada, con fecha junio de 2015. Luego en enero
de 2017, aparece en el sistema web del Programa de Reparación Histórica un acuerdo por el cual el actor
habría percibido sumas en concepto de retroactividad por sentencia judicial. Finalmente, en abril el accionante
lo pretende rectificar. Cabe resaltar que en todas las presentaciones el actor tuvo el mismo asesoramiento
letrado.
Al momento de fallar, en atención a la expresa voluntad del actor de rectificar el convenio, el Magistrado
procedió a rechazar la homologación, debiendo continuar la tramitación del expediente principal.
En otro caso resuelto con cierta analogía al anterior(75), se daba la circunstancia de que la actora cobraría
prácticamente la misma cifra en su haber de pasividad, reajustado por vía judicial o por aplicación de la
reparación histórica. La beneficiaria, de 90 años, percibió un haber mejorado por la Administración en el marco
de la ley 27260, no obstante lo cual oportunamente manifestó su rechazo. En ese contexto y en atención a la
edad de la beneficiaria, siendo una de las ventajas del programa la redeterminación y ajuste del haber y su
pronta respuesta al pago, el Magistrado falló a favor de llevar adelante la ejecución, pero debiendo el
Organismo Previsional poner al pago de la actora el haber reajustado conforme la metodología resultante del
Programa de Reparación Histórica. Agregándose que, frente a una sentencia judicial pasada en autoridad de
cosa juzgada, no cabe más que su cumplimiento por parte de la accionada, resultando improcedente el dictado
de una nueva resolución mediante uno de los medios anormales de extinción de procesos. Tal medida no
estaría más que cumpliendo con lo que corresponde y materializando uno de los objetivos de la ley 27260, la
reducción y/o eliminación de la litigiosidad en materia previsional.(76)
Por último, en una causa aún más reciente(77), con similitudes al caso “Farías”, además de encontrarse la
sentencia firme, consentida y pasada en autoridad de cosa juzgada, el actor había dado inicio a la ejecución de
sentencia. En virtud de ello, se aprobó el haber mensual reajustado del titular, así también el concepto de
diferencias retroactivas, y se mandó a llevar adelante la ejecución en los términos del artículo 499 y siguientes
del CPCCN.
Sin perjuicio de ello, de las constancias obrantes surge que se habría firmado el acuerdo transaccional
agregado al incidente del expediente principal, donde se le reconoce un haber mensual levemente inferior al
que surgiría de la sentencia judicial, misma situación aplicaría al retroactivo ofrecido por la ANSeS.
Aclarado que fue por parte del Magistrado que, “en virtud de lo dispuesto por el artículo 166 del CPCCN,
habría concluido su competencia respecto del objeto del juicio”, asimismo que, “habiendo finalizado el pleito
por el medio normal como lo es la sentencia, no cabría una nueva resolución mediante uno de los medios
anormales de extinción de los procesos”, el juez interviniente, como director del proceso, “a fin de no causar
mayores dilaciones que perjudiquen al beneficiario, quien exhibe una clara intención de que se homologue su
convenio”, resolvió tratar la petición y finalmente hacer lugar a la pretensión del actor relativo al acuerdo
transaccional.
VI - Conclusión
Lo expuesto hasta aquí ha servido a modo de marco teórico-práctico para comprender los alcances de
estos dos institutos en análisis, resta entonces realizar una interpretación armónica de los mismos que permita
arribar a una resolución virtuosa en cada caso concreto.
La jurisprudencia ha dicho que la homologación judicial constituye un modo de terminación del proceso
que integra la decisión inicial de las partes proveyéndola de autoridad de cosa juzgada, siendo que se trata de
un sometimiento jurisdiccional voluntario, tiene por objeto otorgar al acuerdo conciliatorio, transaccional o
extrajudicial el efecto propio de una sentencia(78). Siguiendo esta lógica, la homologación judicial le otorga
entonces a la transacción el valor de cosa juzgada y le confiere además el carácter de título ejecutorio.
Por otro lado, se ha considerado a la cosa juzgada como la inmutabilidad o irrevocabilidad que adquieren
los efectos de la sentencia definitiva cuando contra ella no procede ningún recurso (ordinario o extraordinario)
susceptible de modificarla o ha sido consentida por las partes.(79)
A simple vista, en el fallo aquí comentado(80), la transacción pretendida -como expresión de la autonomía
de la voluntad de las partes- se encontraría enfrentada con la cosa juzgada -presupuesto necesario en materia
de seguridad jurídica-.
El conflicto entre ambos institutos se vuelve aún más arduo por cuanto la ley que crea el Programa
Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados(81) establece la posibilidad de realizar un acuerdo
transaccional, incluso en los supuestos en los cuales el beneficiario hubiera obtenido ya una sentencia
definitiva.
En su oportunidad, esta circunstancia fue observada y cuestionada por diversos expertos en la materia, en
el entendimiento de que resultaría inviable postular que el juez posee facultades para homologar el acuerdo
transaccional una vez que ya dictó sentencia definitiva sobre el caso, pues finiquitado el litigio, la transacción
carecería de su objeto(82). Con el mismo razonamiento también se expuso que “rechazamos la posibilidad de
transacciones en el caso de sentencias firmes. Se opone a ello la definición legal de transacción del nuevo
Código Civil y Comercial de la Nación, cuyo artículo 1641 dice: ‘La transacción es un contrato por el cual las
partes, para evitar un litigio, o ponerle fin, haciéndose concesiones recíprocas, extinguen obligaciones dudosas
o litigiosas’”.(83)
Completando esta idea, se ha puesto de manifiesto que, “en suma, la posibilidad de homologar convenios
por parte del Poder Judicial solo opera en aquellos casos en que se pretende poner fin a un proceso
pendiente”.(84)
En el caso “Farías” existe una sentencia firme anterior a la celebración del acuerdo transaccional con
ANSeS, resultando ilustrativo recordar que no pueden coexistir dos medios de terminación del proceso, uno
normal -la sentencia- y otro anormal -la transacción-.
Ahora bien, con posterioridad a la sentencia, no se puede “transar” propiamente hablando; podrán las
partes ponerse de acuerdo en cómo ejecutarán la sentencia(85), inclusive se podrá renunciar expresamente a
sus efectos, cuando el derecho sea exclusivamente patrimonial y no afecte el orden público. Pero aunque
suene reiterativo, ya no podrá haber transacción en los términos descriptos porque los derechos y su
interpretación han dejado de ser litigiosos o dudosos para convertirse en legítimamente existentes y
garantizados por la jurisdicción.
Por lo tanto, participamos de la idea de que las partes libremente pueden realizar este tipo de acuerdos,
sin embargo, tomando en consideración que ya existe cosa juzgada dada por el dictado de una sentencia firme,
no sería posible pretender su homologación. Ello, por cuanto la homologación justamente reemplaza a la
sentencia y tiene la virtualidad de erigir al convenio en cosa juzgada.
En suma, toda vez que en las actuaciones principales ha mediado un pronunciamiento definitivo que ha
resuelto la controversia existente entre las partes con fuerza de ley y en tal sentido la decisión cuenta con la
autoridad de la cosa juzgada, se puede concluir que la transacción que se pretende realizar resultaría inviable
por no recaer sobre un objeto dudoso o litigioso, debiendo prevalecer la estabilidad de las sentencias en cuanto
constituyen un presupuesto ineludible de la seguridad jurídica, compartiendo así lo resuelto por la señora
Magistrada en el fallo analizado.
Más allá de ello, no resulta ocioso el análisis comparativo entre las disposiciones del nuevo y del anterior
Código Civil, toda vez que resulta imprescindible determinar a la luz de cuál normativa deben resolverse los
pedidos de homologación, partiendo de la base de que la situación jurídica en la casi totalidad de los casos se
consolida en vigencia del Código Civil velezano(86), sin embargo, la decisión legal de la ley 27260 y el convenio
respectivo se sancionaron y suscribieron respectivamente en vigencia del nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación.(87)
Asimismo, la posible “novación” que podría implicar el negocio jurídico en cuestión(88) acentuaría la
necesidad de ser prudente al evaluar la procedencia o no del mismo, a riesgo de poner en peligro la percepción
de sumas de evidente naturaleza alimentaria.
Motivada la intervención del Magistrado judicial en los casos como el que aquí estamos trabajando(89), en
que una persona cuenta con sentencias judiciales firmes y consentidas, la única conducta estatal esperable es
la de dar cabal cumplimiento de la manda judicial.
Tratándose de un Estado de derecho constitucional, no cabe otra posibilidad válida que la de contar con un
Poder Judicial independiente, que no limite su intervención a configurar en una suerte de escribanía en la que
el juez vea reducido su marco de acción a una actividad actuarial sin siquiera contar con la presencia de las
partes, siendo una de ellas la que da fe de la voluntad de la otra.
Otro tanto ocurre con el Ministerio Público Fiscal, respecto del cual, no obstante tener por función
“promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad, de los intereses generales de la sociedad, en
coordinación con las demás autoridades de la República”(90), el Poder Ejecutivo decreta: “Una vez homologado
el acuerdo, el juez de la causa podrá notificar, por medios electrónicos y/o digitales al Ministerio Público
Fiscal”(91), dándole una relevancia casi mínima a la participación de este órgano de poder.
También resalta como inconveniente la notificación e intervención del representante del Ministerio Público,
expresamente consignada por la Corte en la Acordada 38/2016, sin atender a la falta de adhesión al sistema
de notificación electrónica y al programa informático extendido en todo el país.(92)
Si bien la emergencia en materia de litigiosidad previsional declarada por el legislador ha sido al solo
efecto de la celebración de los convenios transaccionales, ello no resulta completamente demostrativo de la
situación en que se desarrolla la actualidad jurisdiccional sobre dicha materia.(93)
Durante un estado de emergencia, la función de administrar justicia adquiere un más elevado análisis de
prudencia e imparcialidad, máxime cuando no se trata aquí de un negocio jurídico celebrado entre particulares,
sino que una de las partes es el Estado.
El justiciable es traído por el propio Estado, quien a la postre fuera generador de la situación que se
pretende solucionar, colocando al Magistrado en la dicotomía de tener que ejercer el mayor control de legalidad
en aras de la seguridad jurídica o permitir que se lleve adelante el negocio jurídico pretendido ante el pedido
de quienes no pueden o no quieren esperar y hacer frente a sus necesidades, ya que tienen la clara intención
de mejorar su situación económica.
Así las cosas, el Programa de Reparación Histórica cuya intencionalidad resultaría ser que el Estado ponga
fin a la situación de vulnerabilidad de una gran número de jubilados y pensionados, formulando un
reconocimiento estatal de una deuda, “natural” con el sector pasivo de nuestra sociedad, en los términos del
mandato que impone el artículo 14 bis de nuestra Carta Magna, parece plantear más interrogantes a futuro
que las soluciones efectivas que aporta en el presente.
Al tiempo de la conclusión de este artículo, la Sala II de la Excelentísima Cámara Federal de la Seguridad
Social se expidió en las actuaciones “Farías, Ramón”, resolviendo el recurso de apelación deducido por la
ANSeS.
La Alzada critica el fallo de primera instancia, argumentando que la Magistrada se habría apartado de las
normas de fondo y forma que reglamentan el acuerdo celebrado entre las partes con miras a extinguir
obligaciones litigiosas o dudosas.
Asimismo, la Sala interviniente resta -por no decir anula- toda valoración referida a la cosa juzgada, al
reconocer en varios pasajes de su decisorio que las partes de común acuerdo habrían modificado los términos
de este instituto mediante el acuerdo transaccional que se pretende homologar.
Para destacar también cómo en este fallo el Tribunal resalta las implicancias disvaliosas que representan
para las expectativas del jubilado el rechazo de la homologación solicitada y la demora en la resolución del
incidente generado.
Más allá de esto, no cabe mucho para desmenuzar del resolutorio de la Sala II, por cuanto sus
“considerandos”, casi podría decirse, pecan de escuetos. Una lástima que así sea pues argumentos más fuertes
o elaborados de la Alzada podrían servir de faro para aquellos que deben impartir justicia en el fuero, en
especial a la primera instancia, frente al abanico de posibilidades que se presentan como producto de la
implementación del Programa de Reparación Histórica y la sucesión de interrogantes que esto va generando.
Precisamente, lo que habrá de generar la sentencia de Cámara es más interrogantes, por ejemplo, al no
resolver ella misma la homologación del acuerdo y devolver los actuados ante la jueza de grado, ¿que habrá de
decidir la Magistrada?, ¿decidirá homologar sin más trámite?, ¿habrá de rechazarla por otros argumentos? ¿o
entenderá que ya emitió opinión y debe otro magistrado emitir decisión? Salvo la primera opción, seguirá
transcurriendo tiempo sin que el justiciable obtenga una respuesta.
La decisión de revocar la resolución de grado que rechazó la homologación del acuerdo transaccional
suscripto entre las partes, en todo cuanto fue materia de agravios sin más, no hace otra cosa que convertirse
en una “no solución” y precisamente no es la respuesta que un sector vulnerable de nuestra sociedad requiere
-y además merece- en estos tiempos.

Notas:
(*) Especialista en Derecho Judicial. Diplomado en Seguridad Social. Docente Adjunto de las materias Derecho de la
Seguridad Social (UNLZ) y Derecho Constitucional I y II (UCES).
Secretario de la Fiscalía Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social N°1
(**) Juez a cargo del Juzgado Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social N° 6. Docente universitario de las
materias Derecho Constitucional (UBA, UCES y UNLZ) y Derecho de la Seguridad Social (UNLZ). Director Académico
del Curso Superior Práctico (UK). Docente invitado a posgrados (UBA, USAL y UM)
(1) “Farías, Ramón c/ANSeS s/incidente” - JFSS, Expte. 18520/08 - Cita digital IUSJU017188E
(2) Conf. la L. 27260, se crea el Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados, “con el
objeto de implementar acuerdos que permitan reajustar los haberes y cancelar las deudas previsionales con respecto a
aquellos beneficiarios que reúnan los requisitos establecidos por la presente ley”
(3) Couture, Eduardo J.: “Fundamentos del derecho procesal civil” - 3ª ed. - 1958 - Depalma - págs. 257/9
(4) Dice el autor: “La cosa juzgada es inimpugnable, en cuanto la ley impide todo ataque ulterior tendiente a obtener
la revisión de la misma materia: non bis in eadem. Si ese proceso se promoviera, puede ser detenido en su comienzo
con la invocación de la propia cosa juzgada esgrimida como excepción”
(5) Continua diciendo: “También es inmutable o inmodificable. Como se verá en el momento oportuno, esta
inmodificabilidad no se refiere a la actitud que las partes puedan asumir frente a ella, ya que en materia de derecho
privado siempre pueden las partes, de común acuerdo, modificar los términos de la cosa juzgada. La inmodificabilidad
de la sentencia consiste en que, en ningún caso, de oficio o a petición de parte, otra autoridad podrá alterar los
términos de una sentencia pasada en cosa juzgada”
(6) Agrega que “la coercibilidad consiste en la eventualidad de ejecución forzada. Tal como se expondrá en su
momento, la coerción es una consecuencia de las sentencias de condena pasadas en cosa juzgada. Pero esa
consecuencia no significa que toda sentencia se ejecute, sino que toda sentencia de condena es susceptible de
ejecución si el acreedor la pide”
(7) Art. 308, Tít. “Modos anormales de terminación del proceso”
(8) Art. 1641 y ss.
(9) Ley de reparación histórica para jubilados y pensionados
(10) Couture, Eduardo J.: “Fundamentos del derecho procesal civil” - 3ª ed. - 1958 - Depalma - pág. 401
(11) Falcón, Enrique M.: “Cód. Proc. Civil y Comercial de la Nación, anotado, concordado y comentado” - T. III - arts.
346 a 605, nota al pie de págs. 52/5 - Ed. Abeledo Perrot - 1997
(12) “Administración Aquilino c/Barberis, L.” - CNCiv. - Sala C - 2/3/1995
(13) Estos tres conceptos fueron desarrollados por Couture como elementos de la eficacia de la sentencia judicial al
referirse a la cosa juzgada y sirvieron de fundamento a la Sra. Magistrada para arribar a su decisorio en el fallo
“Farías” aquí comentado
(14) Falcón, Enrique M.: “Cód. Proc. Civil y Comercial de la Nación, anotado, concordado y comentado” - Ed. Abeledo
Perrot - 1997 - T. III - pág. 175 y ss.
(15) Conf. art. 347, inc. 6), CPCCN
(16) “Buenos Aires, Pcia. de c/Arturo Julios” - CSJN - 11/12/1990
(17) Fallos: 307:1289; 308:139; 312:122, entre otros
(18) “Amaya, Leopoldo c/ANSeS s/reajustes varios” - CFSS - Sala II - 28/3/2006 - Cita digital IUSJU024700B
(19) Chirinos, Bernabé L.: “Tratado de la seguridad social” - LL - T. I - págs. 296/7
(20) En igual sentido, ver Fantini, Juan: “Caso Badaro: implicancias y alcances respecto de beneficios que
oportunamente fueron reajustados con motivo de sentencias judiciales” - RJP - T. XVII - 693
(21) “Cortiñaz, Susana Emilia c/ANSeS s/reajustes varios” - CSJN - 9/8/2005; “Andino, Basilio Modesto c/ANSeS
s/reajustes varios” - CSJN - 9/8/2005 - Cita digital IUSJU017612B
(22) Sobre este tema debemos manifestar que, si bien, en principio, la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada
es un bien que queda incorporado al patrimonio del interesado, esta no es absoluta, pues en aquellos supuestos en
que recae sobre una decisión que contraría en forma evidente el orden público puede dejársela de lado dando
preeminencia a este último. De ello se deriva la posibilidad de acudir a la cosa juzgada írrita, supuesto en el cual la
cosa juzgada debe ceder por tratarse de una solución irracional y alógica, que choca contra hechos indiscutidos y
principios jurídicos mayoritariamente aceptados. Tema sumamente interesante y de amplio desarrollo, pero que
excede el marco del presente artículo
(23) "Noguera, Carlos Julio c/Empresa Nacional de Correos y Telégrafos” - CSJN - 6/10/1992, criterio replicado por la
CFSS, en autos “Pennachini, Alfredo c/ANSeS s/reajustes varios” - Sala II - SD 141.902 del 26/4/2011
(24) Lafaille, Machado o Colmo
(25) Art. 1101 - "El contrato es una convención por la cual una o varias personas se obligan, con una o varias otras,
a dar, a hacer o a no hacer alguna cosa"
(26) Conf. Marcadé, Víctor N.: “La definición que este artículo da de contrato y que le era conveniente (poco más o
menos) en otro tiempo es profundamente inexacta y demasiado estrecha en el sistema del Código de Napoleón, que
ha ensanchado singularmente el sentido de la palabra ‘contrato’ y la ha hecho volverse sinónimo de la palabra
‘convención’”
(27) Moisá, Benjamín: “La transacción como convención de fijación de certeza” - LL - 2011-D - 1176
(28) Salvat, Galli, Bibiloni, Llerena, Segovia, De Gasperi, Morello, Borda, Llambías
(29) Art. 1321 - "El contrato es el acuerdo de dos o más partes para constituir, regular o extinguir entre ellas una
relación jurídica patrimonial"
(30) Hoy art. 957 del CCyCo.
(31) Gherzi, Arabela: “La transacción y los acuerdos de pago” - DJ - 7/12/2011
(32) Llambías, Jorge J.: "Tratado de derecho civil. Obligaciones" - Ed. Abeledo Perrot - T. III - pág. 71 y ss. - N° 1804
(33) Art. 1641, CCyCo.
(34) Highton, Elena I. en Highton y Arean (Dirs.): “Código Procesal Civil y Comercial comentado” - 2B - Parte general:
Obligaciones - Ed. Hammurabi - 2004
(35) Art. 958
(36) Belluscio-Zannoni: “Código Civil comentado” - Ed. Astrea - T. III - pág. 707
(37) Belluscio-Zannoni: “Código Civil comentado” - Ed. Astrea - T. III - pág. 706
(38) Gherzi, Arabela: “La transacción y los acuerdos de pago” - DJ - 7/12/2011
(39) Palacio, Lino E.: “Manual de derecho procesal civil - 17ª ed. actual. - Ed. Lexis Nexis-Abeledo Perrot - pág. 551
(40) Art. 332, CCyCo. - “Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los actos jurídicos cuando una de
las partes, explotando la necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. Se presume, excepto prueba en contrario, que
existe tal explotación en caso de notable desproporción de las prestaciones. Los cálculos deben hacerse según valores
al tiempo del acto y la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda. El afectado tiene opción para
demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio, pero la primera de estas acciones se debe transformar en
acción de reajuste si este es ofrecido por el demandado al contestar la demanda. Solo el lesionado o sus herederos
pueden ejercer la acción”
(41) “Press Porteña SA c/The Hartford Corp SA s/ordinario” - CNCom. - Sala D - 3/4/2009
(42) Conf. “Código Civil y Comercial comentado” - T. IV - Infojus - págs. 338/9
(43) CSJN, Fallos: 329:1191; 330:4970
(44) “Murguía, Elena Josefina c/Green, Ernesto Bernardo s/cumplimiento de contrato” - CNCiv. - M.2056.XXXVIII -
Cita digital IUSJU030381A
(45) Art. 850
(46) Art. 1642
(47) Morello, Augusto M.: “La transacción desde la perspectiva procesal” - Revista del Colegio de Abogados de La Plata
- 1963 - T. VI - Nº 11 - pág. 875 y ss.
(48) Luego de que se encuentren producidas las pruebas ofrecidas y de presentados los alegatos o, en su caso,
vencido el término para su presentación
(49) Gherzi, Arabela: “La transacción y los acuerdos de pago” - DJ - 7/12/2011
(50) La teoría general del derecho supone que, en los casos de contratos de prestaciones recíprocas, tanto en los de
ejecución inmediata como los de tracto sucesivo (de cumplimiento inmediato como cumplimiento diferido en el
tiempo), las prestaciones tienen que ser equivalentes y, si se pierde la equivalencia entre ellas, el derecho tiene
algunos mecanismos para reponer esa equivalencia perdida; por ejemplo, la institución de la lesión. Cuando se pierde
la proporción o la equivalencia entre las prestaciones, se produce la lesión, se incurre en una operación contractual
lesiva, el perjudicado tiene entonces el derecho de ir al juez a pedirle o que reponga la equivalencia en las
prestaciones o que resuelva el contrato, sencillamente da marcha atrás en su consentimiento. Esto supone entender
como una teoría que el intercambio se produce en equilibrio con prestaciones equivalentes y que, por consiguiente,
una pérdida de equilibrio supone una injusticia respecto de otra persona y por ello la lesión repone esta situación de
desequilibrio, impide el aprovechamiento económico de uno por otro y permite un avance armónico de la sociedad
(51) Falcón, Enrique M.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado, concordado y anotado” - 2ª ed. -
Ed. LexisNexis - T. III - 2008 - págs. 629/32
(52) CNCiv. - Sala C; CCiv. y Com. Salta - Sala 2; CCiv. y Com. Rosario - Sala 2
(53) Morello, Augusto M.: "La transacción desde la perspectiva procesal" - Revista del Colegio de Abogados La Plata -
N° 11 - pág. 387, nota 27; "Ollivier, Pablo J. J. y otro c/Dieppa, César L. y otros” - CNCiv. - Sala B - 12/9/1989
(54) "Gómez, Juan c/Fernández, Justo" - CNCom. - Sala B - 8/7/1977
(55) Art. 1643, CCyCo.
(56) "Calvo, Adolfo G. c/Caja de Jubilaciones, Subsidios y Pensiones del Personal del Banco de la Provincia de Buenos
Aires" - SCBA - 21/12/1982
(57) Kielmanovich, Jorge L.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y anotado” - 6ª ed. - Ed.
Abeledo Perrot - T. I - Tít. V - Cap. III - 2013
(58) Ponce, Juan M.: “La transacción. Su tratamiento en el Código Civil y en el Código Civil y Comercial de la Nación.
Semejanzas y diferencias con la conciliación. Consecuencias y efectos procesales” - Temas de Derecho Civil, Persona y
Patrimonio - ERREIUS - marzo/2017 - Cita digital IUSDC285080A
(59) CPCCN, Libro Tercero: Procesos de ejecución. Título I: Ejecución de sentencias. Capítulo I: Sentencias de
tribunales argentinos
(60) Torti Cerquetti, Patricio J.: “Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados. ¿Fin de la
litigiosidad previsional?” - ERREIUS online - marzo/2017 - Cita digital IUSDC285111A
(61) BO: 22/7/2016
(62) Art. 1
(63) Conf. Picone, Javier B.: “Breves consideraciones en torno al procedimiento administrativo y judicial del Programa
Nacional de Reparación Histórica” - ERREIUS - agosto/2017 - Cita digital IUSDC285352A
(64) Art. 7, inc. a), L. 27260
(65) Art. 7, inc. b), L. 27260
(66) Art. 7, inc. c), L. 27260
(67) Art. 3 in fine
(68) Art. 4
(69) Respecto de los beneficios acordados en los términos de la L. 18037, las remuneraciones serán actualizadas
conforme el art. 49 de aquella norma mediante el Índice Nivel General de las Remuneraciones (INGR) para el supuesto
de los haberes previsionales otorgados conforme la L. 24241, se aplicará un índice combinado que tendrá en cuenta el
INGR para el período entre el 1/4/1991 y el 31/3/1995 y luego con el índice del RIPTE hasta el 30/6/2008, aplicándose
de allí en más las variables de movilidad establecidas por la L. 26417 (ley de movilidad de las prestaciones). Se
sugiere ver el art. 5 de la L. 27260 en materia de índices
(70) Ver arts. 3 y 9, L. 27260
(71) El art. 2 de la L. 27260 expresa: “Declárase la emergencia en materia de litigiosidad previsional, a los únicos
fines de la creación e implementación del programa dispuesto en la presente ley, con el objeto de celebrar acuerdos
en los casos en que hubiera juicio iniciado, con o sin sentencia firme, y también en los que no hubiera juicio iniciado.
El estado de emergencia tendrá vigencia por tres (3) años a partir de la promulgación de la presente ley”
(72) Ver art. 1, tercer párr; art. 4, primer párr. y art. 6, primer párr., L. 27260
(73) Conf. el art. 6, in fine, L. 27260
(74) Conf. “Liñon, Pedro c/ANSeS s/incidente” - Juzgado Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social N° 6, a
cargo del juez Juan Fantini - 27/6/2017, Expte. 111462/2010
(75) Conf. “Pérez, Lidia Dora c/ANSeS s/reajustes varios” Juzgado Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social
N° 6, a cargo del juez Juan Fantini - 28/6/2017, Expte. 25542/2011 - Cita digital IUSJU017787E
(76) Ver. arts. 1 y 2 de la L. 27260
(77) “Odriozola, Roberto Alcides c/ANSeS s/incidente de acuerdo transaccional” Juzgado Federal de Primera Instancia
de la Seguridad Social N° 6, a cargo del juez Juan Fantini - 15/8/2017, Expte. 90540/2011 - Cita digital
IUSJU020036E
(78) “Luján Cruz, Omar Enrique y otro c/Consorcio de Prop. Sarmiento 1723/25/27 y otro” - CNCiv. - Sala E -
5/11/2008
(79) Palacio: “Derecho Procesal Civil” - Abeledo Perrot - 1975 - T. V - pág. 498
(80) “Farías, Ramón c/ANSeS s/incidente” - JFSS, Expte. 18520/08 - Cita digital IUSJU017188E
(81) L. 27260
(82) “En estos términos, por la naturaleza jurídica del instituto bajo análisis y en consideración a los elementos
constitutivos ya referidos, los acuerdos transaccionales parecerían ser procedentes únicamente en los supuestos de
beneficiarios que hubieran iniciado juicio de reajuste pero sin haber tenido aún sentencia definitiva, ya que solo allí
cabría hablar de derechos dudosos o litigiosos”, véase Torti Cerquetti, Patricio J.: “Programa Nacional de Reparación
Histórica para Jubilados y Pensionados. ¿Fin de la litigiosidad previsional? - ERREIUS online - Cita digital
IUSDC285111A
(83) Jáuregui, Guillermo J.: “Comentarios a la ley 27260 de reparación histórica en la parte relacionada con los
acuerdos transaccionales de los jubilados”
(84) “Raíces Cooperativa de Vivienda c/Lobo, Nilda E. s/homologación convenio” - Cám. de Apelaciones Civil y
Comercial de Mar del Plata - Sala 1 - 14/5/1998 - Cita digital IUSJU047907A y “Meotto, Jorge L. c/Dorado, Lucía M.” -
CNCiv. - Sala C - 10/5/2007
(85) Supuesto expresamente contemplado en el art. 511, CPCCN
(86) Ver art. 3
(87) Ver art. 7
(88) Transacción en los términos del CCyCo., art. 1641
(89) “Farías, Ramón c/ANSeS s/incidente” - JFSS, Expte. 18520/08 - Cita digital IUSJU017188E
(90) Art. 120, CN
(91) Art. 7, D. 894/2016, reglamentario de la ley 27260 sobre reparación histórica
(92) Conf. Picone, Javier B.: “Breves consideraciones en torno al procedimiento administrativo y judicial del Programa
Nacional de Reparación Histórica” - ERREIUS - agosto/2017 - Cita digital IUSDC285352A
(93) En cuanto a la actualidad normativa, ver: ¿Es momento de codificar en materia previsional? - elDial.com -
publicado el 31/8/2017

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