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Felipe Krebs Gualda

INMANUEL KANT

Inamnuel Kant nació en Konigsberg, Prusia, el día 22 de abril de 1724. Fue el


cuarto de nueve hermanos y recibió por parte de sus padres y la escuela a la que
asistió una educación religiosa muy estricta, por lo que en su niñez al menos, el
estudio de las ciencias fue opacado por el de la religión.

Entró a la universidad en 1740, con la edad de 16 años y fue en ese entonces


cuando comenzaron sus investigaciones académicas, donde puso en tela de juicio
todo lo anteriormente aprendido. Terminó sus estudios universitarios en 1747,
período tras el cual tuvo que trabajar como preceptor para ganarse la vida,
viviendo una vida relativamente paupérrima.

Sin perjuicio de lo anterior, fue capaz de paralelamente ir estudiando, lo que


posibilitó que en 1755 pudiera ejercer como profesor de la Universidad de
Koningsberg, curso que enseñó durante 15 años, hasta que finalmente le
aceptaron su tesis, pudiendo dedicarse finalmente a lo que realmente le
apasionaba: la investigación con miras al conocimiento. Es dicho año cuando
comienza a constituirse el sistema de pensamiento kantiano y tendría su fruto
culmine el año 1781, con la finalización de la Crítica de la razón pura.

Los escritos de Kant suelen ser divididos en dos categorías: los precríticos y los
críticos. Dentro de los escritos precríticos destacan: Pensamientos sobre la
verdadera valoración de las fuerzas activas de 1746, Historia natural universal y
teoría del cielo de 1755 , De Igne (que fue su tesis del doctorado) de 1755, Los
terremotos de 1756, Sobre el optimismo de 1759, De mundi sensibilis atque
intelligibilis forma et principiis (aquel que le brindó la cátedra universitaria en
1770).

Luego, dentro de los escritos críticos, encontramos: la Crítica de la razón pura de


1781, Fundamentación de la metafísica de las costumbres de 1785, los Principios
metafísicos de la ciencia de la naturaleza de 1786, la Crítica de la Razón práctica
de 1788, la Crítica del Juicio de 1790, la Metafísica de las costumbres de 1797,
entre otros.

Si bien en la década de los noventa Kant se encontraba bastante delicado de


salud, fue el 12 de febrero de 1804 cuando falleció, habiendo quedado casi ciego y
perdido gran parte de su capacidad mental. Sobre su tumba se gravó un epitafio
que dice: “el cielo estrellado por encima de mí y la ley moral que hay en mí”, el
cual es sumamente representativa de su pensamiento.

Para entender la real importancia que tiene Kant en la filosofía, es menester hacer
referencia al contexto en que se sitúa su pensamiento. Lo anteceden las corrientes
de pensamiento filosófico del racionalismo europeo del siglo XVII y el empirismo
británico del siglo XVIII. El primero señalaba la identidad entre las ideas emanadas
del intelecto y la realidad, y por lo mismo señalan la posibilidad de llegar a
demostrar la existencia de Dios desde una actividad meramente intelectual. Por su
parte, el segundo señala que el conocimiento humano tiene como fuente la
experiencia, por lo que descarta todo el sistema racional construido, incluyendo los
principios que este había elaborado. Kant, sin embargo, da un paso más y
construye un sistema propio.

En orden a entender el pensamiento de este filósofo de manera completa y su


manera en que aporta a la secularización, debemos hacer el recorrido que tuvo su
pensamiento desde el comienzo hasta el final.

En la universidad su conocimiento intelectual fue guiado por un profesor llamado


Martin Knutzen, quien le enseñó por una parte la física de Newton y por otra la
metafísica de Leibniz y Wolff. Es aquí cuando comienza a percatarse que las
ciencias van avanzando y logrando ciertos conocimientos afianzados, empero la
metafísica no genera el mismo avance. Con miras a suplir dicha deficiencia,
intenta extender la posibilidad de lograr conocimientos reales de la ciencia a la
metafísica, a través de una reformulación metodológica de la misma.

Cabe destacar dentro de sus escritos que expresan dicho intento, la Historia
natural universal y teoría del cielo de 1755 tiene especial importancia, toda vez
que atribuye como causa física originaria del universo una nebulosa, dando al
mismo tiempo por supuesto la obra creadora anterior de Dios. En el mismo rumbo
sigue con Principiorum primorum cognitionis metaphysicae nova delucidatio, en la
cual expresa ciertos principios aplicables a la metafísica al más puro estilo de
ciencia. De esta forma y hasta 1769, va a realizar intentos por extrapolar ciertos
aspectos de las ciencias particulares a la metafísica, sin perjuicio de que en
paralelo, de forma inconsciente y muy preliminarmente va realizando ciertos
diagnósticos acerca de los fundamentos de la metafísica.

El hecho que marca un antes y un después en la vida intelectual de este filósofo


es lo que él atribuye el nombre de “revolución copernicana”. Este antes y después
también va a ser marcado en la historia de la filosofía, puesto que este sistema
permite superar las corrientes de pensamiento vigentes a la época, tales como el
racionalismo, el empirismo o el escepticismo.
Lo que Kant propone en sus escritos críticos es una teoría del conocimiento en un
sentido filosófico, es decir, qué conocimiento es verdadero, cómo se obtiene aquel
conocimiento y claramente la argumentación correspondiente. Kant va más allá
de las corrientes epistemológicas de aquellos tiempos, en el sentido que si bien
las comprende en parte, agrega lo suyo propio, para crear un sistema
epistemológico completo. De esta forma señala que el conocimiento verdadero en
el sentido que se logra en las ciencias, se logra por medio de la aplicación de
conceptos que se elaboran con el uso de las facultades intelectivas a las
experiencias sensoriales que nos entregan los sentidos. De este modo logra
combinar los dos sistemas precedentes: empirismo y racionalismo, pero
agregando lo suyo propio, para crear un sistema epistemológico íntegro.

En el sentido anterior, Kant señala que hay que distinguir entre el conocimiento
sensible y el conocimiento inteligible. El conocimiento sensible es aquel que se
obtiene a través de los sentidos y el objeto del conocimiento aquí llega
directamente al sujeto receptor, de manera pasiva. Por su parte, el conocimiento
inteligible es aquel que mediante el uso de las facultades intelectivas se
representan cosas que no pueden ser obtenidas por los sentidos, aquí el objeto es
pasivo frente al sujeto, actuando este último como principio activo en la relación.

De esta forma, la fuente legítima de conocimiento real y objetivo no son ni la razón


ni la experiencia por sí solas, sino que ambas se complementan en la búsqueda
de conocimiento, de modo tal que “el entendimiento es incapaz de intuir y los
sentidos son incapaces de pensar”1, por lo que vemos que se necesita de ambos
para producir conocimiento. De esta forma, la realidad exterior se le plantea al
sujeto que recibe mediante los sentidos para ser adquirida a través de la
utilización de conceptos que crea la capacidad intelectiva propia del sujeto y aplica
a esta realidad que le presentan sentidos. Así, el conocimiento se da en una
especie de subjetividad objetiva, en la que el objeto se adecúa a una serie de
conceptos a priori que tiene el sujeto. En este mismo sentido se expresa en su
teoría de los juicios, señalando que son el fundamento del conocimiento aquellos
juicios sintéticos y a priori, puesto que sólo aquellos aumentan el conocimiento en
un sentido científico.

En resumen, el objeto lo conoce el sujeto a través de un filtro, que es el


entendimiento el que elabora estos juicios a priori que van a adecuar la recepción
de la realidad en el sujeto que conoce a través de los sentidos. Esta cosa
denomina noúmeno (la cosa en sí misma), que permanece, la cual se representa a
través de sensaciones al sujeto el que utilizará el entendimiento del intelecto, para
elaborar el fenómeno en un espacio y tiempo determinado, esto es, la cosa que

1
Inmanuel Kant, Crítica de la razón práctica, p. 78
conozco. Entonces, nunca vamos a tener acceso al noúmeno, más sí al
fenómeno.

Es en razón de lo anterior que Kant en su crítica de la razón pura deduce que las
dudas acerca de la existencia de Dios, no pueden demostrarse y por lo mismo, no
son válidas, puesto que estaríamos utilizando las categorías del intelecto a
realidades que trascienden la experiencia, por lo que no podemos afirmar la
existencia de algo que no puede ser fenómeno para nosotros.

Vemos entonces la importancia que ha de tener este filósofo en el proceso de


secularización, puesto que señala que el objeto de la metafísica son
trascendentes, es decir, objetos que no pueden ser captados por los sentidos, de
modo tal que no se les puede aplicar las categorías del intelecto (propias de la
ciencia y por ende del conocimiento real y objetivo), por lo que las respuestas que
la metafísica formule acerca de la existencia de Dios, no puede predicarse una
verdad absoluta, toda vez que no le son aplicables las categorías de la ciencia,
puesto que no son fenómenos en tanto no pueden ser conocidos por la
experiencia. Así, el filósofo niega la posibilidad de una metafísica como ciencia y
por lo mismo, la validez de la existencia de Dios como verdad teórica según esta
metodología de conocimiento. Esto postula en la Crítica de la razón pura

Sin perjuicio de lo anterior, mucho más acerca de este proceso de secularización


va a tener que decir Kant en su obra Crítica de la razón práctica. En esta señala
que el mundo nouménico, que escapa de la razón pura, puede ser alcanzado a
través de los postulados de la razón práctica (los cuales son en definitiva,
ciertos supuestos con un enfoque práctico que admiten por la vía de la concesión
ciertos conceptos. Entonces, el acceso a lo metafísico va a venir dado por Kant ya
no de la experiencia de los fenómenos, sino de la experiencia moral.

Se resume de la siguiente manera: la libertad es condición del imperativo


categórico del deber moral, de manera tal que si no admitimos la existencia de
aquella no admitimos la existencia del imperativo categórico, pero como sabemos
que el deber moral existe, entonces la libertad también.

En cuanto a la existencia de Dios, esta se asume por la siguiente vía: para Kant el
sumo bien es la combinación entre virtud y felicidad, pero la virtud no produce la
felicidad sino solo la susceptibilidad de ser digno de poseerla. Sin embargo
resultaría absurdo ser digno de una felicidad sin poder obtenerla. Por lo mismo, se
plantea la existencia de un Dios que entrega aquella felicidad acorde a la virtud
que entregó la dignidad de ser poseedor de la misma.

Entonces, se llega al convencimiento de la existencia de Dios por medio de la


realidad moral del hombre y por lo mismo se acuña con esto el concepto de fe
racional, es decir, fe porque hay una convicción de Dios que radica en el mismo
sujeto, puesto que no puede ser demostrado científicamente, pero al mismo
tiempo sí es alcanzada por la razón, en el sentido expresado anteriormente.

De este modo para comprender de forma completa el significado real de Kant en


el proceso de secularización, debemos estudiar tanto sus estudios sobre la razón
pura como sobre la razón práctica, puesto que la segunda suple muchas
deficiencias con las que se encontró la primera, por la vía de la existencia de una
realidad moral.

Entonces, vemos que el rol definitivo y último que tiene Inmanuel Kant en el
proceso de secularización, se encuentra en que la creencia de Dios la alcanza ya
no por la vía de un conocimiento científico, sino que la funda en presupuestos
prácticos, tales como la felicidad y la moralidad.

Hasta aquí no se entra en un grave conflicto con la religión. Sin embargo, el


sistema moral que plantea deja fuera la existencia de la moralidad cristiana
existente hasta ese entonces, toda vez que la fuente del deber moral del actuar
humano proviene ya no de una ley divina (al menos de manera directa), sino que
de un ideal universal e igualitario que se encuentra impregnado en la naturaleza
humana y que expresado en normas de actuar toma el nombre de imperativo
categórico. Este deber ser ya no va a ser entregado por la tradición ni las
costumbres, sino que de la propia naturaleza humana, postulando de esta forma
un sistema moral propio y autónomo. En este sentido Hegel se expresa
numerosas veces2, “entre el desalmado ortodoxismo y el misticismo que aniquila a
la razón, la doctrina de fe bíblica, tal como puede verse desarrollada por medio de
la razón a partir de nosotros mismos, constituye la verdadera doctrina religiosa
que se funda en el criticismo de la razón práctica e incide con una fuerza divina en
el corazón de todos los hombres de cara a un mejoramiento sustancial,
haciéndolos confluir en una Iglesia universal (aunque invisible)”. De este modo el
pensamiento de Kant es bastante revolucionario, puesto que plantea una
superación de la religión como había sido entendida hasta ese entonces.

En definitiva, “aunque el infinito kantiano conserve el lazo con la divinidad, este


lazo es ya bastante débil en comparación con el que operaba en el Medioevo e
incluso en la modernidad de Pascal, pues Dios ha de ser postulado como garante
del sumo bien, sólo en virtud de un infinito indiscutible y estéticamente perceptible,
el del yo nouménico.”3

2
Georg Hegel., Fenomenología, p. 461
3
Catalina González, Secularización e infinito en Pascal y Kant, p. 314
Entonces, si bien no se persigue una cancelación absoluta de la religión, sí se
pretende una superación de la misma en el sentido que era entendida hasta aquel
entonces. Así es como el pensamiento de Kant da un pequeño paso hacia la
secularización de la sociedad, encontrando como fuente de conocimiento científico
la razón y como medida de la moralidad de los actos, los imperativos categóricos,
ya no presentes en la tradición y costumbre que venía dada por la religión, sino
por la naturaleza humana. Así, ciertos ámbitos que antes eran entregados a la
religión, ahora se entregan a la razón.

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