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L O S D IS C U R S O S Y L A C U R A

Isidoro Vegh

La serie: lo mismo y la diferencia

Nos encontramos luego de un recorrido. Tuve el gusto de es­


tar con ustedes en la primer reunión pudieron luego escuchar a
varias colegas, todas damas como el público que hoy está reuni­
do. Tendríamos que preguntamos por qué, si bien es algo que
sucede en todo el ámbito de lo que se llama las profesiones libe­
rales, en nuestro campo es más notorio el deslizamiento masivo
hacia el lado de quienes “se dicen mujeres”, como diría Lacan.
Podríamos preguntarnos qué incidencia tendrá en el porvenir del
psicoanálisis.
Conocen el chiste de Lacan, él dice que las mujeres tienen
toda la chance de ser mejores analistas por su condición de muje­
res, siempre y cuando no sean peores.
Escuchando a Silvia Wainsztein, Alba Flesler, Silvia Amigo y
Analía Meghdessian, habrán tenido la oportunidad de advertir
que, si bien hay una dirección en la secuencia de este ciclo que
está gobernado por un título que nos convoca “Los discursos y la
cura”, también hay diferencias. Hay coincidencias y hay, como
dicen los oftalmólogos, diplopias.
Parece que no se escucha bien, mientras arreglan el micrófo­

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

no podemos hablar del partido que jugó Argentina, ¿qué les pare­
ce? ¿Cómo se sienten con el triunfo de Argentina?, ¿están con­
tentas? El triunfo les produce alegría. ¿Por qué? Todos estamos
felices, pero si estamos entre psicoanalistas uno puede hacer es­
tas preguntas insolentes.
-Porque soy Argentina.
Es una buena respuesta, pero puedo duplicar la pregunta: ¿Qué
es ser argentina?
Si la sacamos de una cristalización burocrática ¿qué quiere de­
cir ser argentino? No es tan fácil de responder. Piensen al revés,
en un hombre de un país llamado Yugoslavia, como en la película
Underground, que de pronto, su país, se disuelve. Nos quedamos
sin Argentina, no podemos cantar más el Himno o La Marcha de
San Lorenzo. A mí me pasa cuando voy al colegio de mis hijos,
cantan el Himno o La Marcha de San Lorenzo, me emociono, a
veces hasta las lágrimas, uno puede preguntarse: ¿por qué? Nos
debe afectar en algún lugar importante de nuestra estructura, en
ese enhebrado fino que nos constituye. Fue Freud el que nos ense­
ñó a reflexionar sobre cosas aparentemente banales, fue él quien
dijo que cuando queremos decir una palabra y nos sale otra no es
cualquiera, parece una tontería pero en ella se encuentra la ver­
dad. Recuerdan el olvido de nombre propio Signorelli, resultó que
asociando, llegaba a sexo y muerte. Si siguiera indagando, no voy
a seguir con eso ahora, tocaríamos puntos clave de lo que es la
filiación, que determina gustos, distribuciones del goce. Uno pue­
de, puesto en posición psicoanalítica, situarse con preguntas allí
donde normalmente la gente vive y nosotros también; cuando es­
tamos en medio del obelisco no nos vamos a hacer estas pregun­
tas, pero este espacio es oportuno para formularlas.

De algún modo, sin proponérmelo, hice un anticipó acerca de


cómo comienza un análisis. Un análisis implica, o bien porque el

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ISIDORO VEGH

sujeto ya viene en esa posición o porque el analista lo propicia,


que el sujeto sea puesto ante su propia pregunta, como intenté
hacerlo cuando hablamos del partido: ¿de qué se alegran? Lo dejo
ahí por ahora.

Apenas si voy a escribir una letra $. El análisis comienza con


una de sus condiciones: requiere que en el comienzo el analizante
se encuentre a sí mismo dividido entre lo que dice y lo que sabe
de eso que dice. Por ejemplo ustedes me dicen: - “Sí, nos.pone­
mos contentas porque ganó Argentina”. -¿Por qué se alegran?
-¡Ah! No sabemos por qué. -¿Querés saberlo?, si querés saberlo
y además querés saberlo conmigo, tal vez podamos comenzar un
análisis.
Había comenzado a decir, cuando dijeron que el micrófono
no andaba, que al escuchar ustedes a varias colegas habrían ad­
vertido coincidencias y alguna diplopía, que algún concepto o
una letra fueron mencionados de modos distintos. ¿A qué se debe,
a que no nos pusimos de acuerdo, a que no tuvimos tiempo de
reunirnos? No es el caso, pero podrían decir: -S i hubieran tenido
tiempo lo hubieran dicho todo igual. ¿Será así o hay una-cuestión
estructural que determina la necesariedad de esa diplopía?
Les voy a leer un fragmento del seminario donde Lacan des­
pliega la teoría de los discursos, L ’envers ele la psychanélyse.
Dice Lacan, en la página 95 en el capítulo que se tituló El amo
castrado: “La matemática únicamente puede construirse''a partir
del hecho de que el significante pueda significarse a sí_mismo.
La A que se escribe una vez puede ser significada por su repeti­
ción como A. Ahora bien, esta posición es estrictamente insoste­
nible. Constituye una infracción con respecto a la función del
significante, de la regla siguiente: el significante puede significarlo
todo salvo a sí mismo. Para que se inaugure el discurso matemá­
tico hay que desembarazarse de este postulado inicial” '.

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

Lacan construye los cuatro discursos con cuatro letras que se


reparten en cuatro lugares. Esas letras que llama maternas tienen
la misma estructura que las letras del álgebra, son letras que toma
de la operatoria matemática pero que se introducen en la pers­
pectiva del psicoanálisis y, como sucede siempre con su ense­
ñanza, agradece al campo al cuál acude pero no deja de devolver­
le aquello que desde el nuestro aparece como su límite. Lacan
dice: necesito los maternas para que funcionen como balizas donde
podamos acudir, para encontramos con lo mismo. Si yo quiero
encontrarme con el discurso histérico me voy a encontrar siem­
pre con la misma fórmula. Pero como en el psicoanálisis las le­
tras no definen una relación biunívoca consigo mismas, la letra
A no representa a la letra A, porque si hay una A = A, el matemá­
tico dice son lo mismo pero el psicoanalista dice: no, esta A es
una A que está antes del signo igual y esta es la que viene luego,
no es la misma, implica algo que es idéntico y algo que es dife­
rente, la repetición introduce una diferencia. Esto quiere decir
que para nosotros la repetición de un significante ya implica que
son clos significantes. Si son dos, en nuestro campo, significa que
entre uno y otro juega un hiato que llamamos sujeto. Es una cues­
tión estructural para nuestro campo, que no reniega de la función
del sujeto sino que la reintroduce en el campo de la ciencia: no
hay un significante que se signifique a si mismo. Por eso no hay
posibilidad que cuando decimos los maternas, -no dije cuando
los escribimos- los digamos del mismo modo, algo va a ser igual
y algo diferente. Si lo queremos llevar a una postulación más
general, diremos que el psicoanálisis avanza en dos piernas: una,
que tiene que ver con el materna y sus formas, como puede ser: la
teoría de los nudos, la topología de superficies, los grafos, la que
atañe a la dimensión lógica del psicoanálisis. La otra subraya
cómo se dice cada una de- esas, escrituras, atañe a una retórica.
Camina entonces en dos piernas: donde la lógica le hace límite a

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ISIDORO VEGH

la retórica y la retórica le hace límite a la lógica. Necesitamos de


esas balizas para volver a acudir al mismo punto, pero al mismo
tiempo aceptamos la necesariedad de que esas balizas se digan
de distinto modo. Eso es reintroducir la dimensión del sujeto.

Rotación y emergencia del discurso analítico

Es mi anhelo retomar esta perspectiva lacaniana de los cuatro


discursos para ver cuál es su movimiento en la dirección de la
cura. Voy a partir de una cita donde Lacan nos propone:
“Al analista y sólo a él se dirige esa fórmula que he comenta­
do tan a menudo: ‘Wo Es war, solí Ich werden’”. Fue clásicamen­
te traducida por la Ego-Psychology, Escuela americana del psi­
coanálisis como: “donde el Ello estaba que venga el Yo”. Lacan
la traduce de otro modo: “donde Ello estaba entonces el sujeto
llegue a ser” 2. ¿Qué sujeto? El sujeto del Inconciente, el sujeto
del deseo. Advierten la diferencia entre dedicamos a propiciar
un Yo autónomo o lograr que el sujeto se encuentre con su deseo.
Son dos perspectivas muy distintas. Lacan luego agrega: ... “si el
analista trata de ocupar este lugar arriba a la izquierda que deter­
mina su discurso, es precisamente porque no está ahí en absoluto
por sí mismo, es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del
otro a donde yo en tanto profiero el acto psicoanalítico debo lle­
gar”. Repito toda la frase completa: “Al analista y solo a él se
dirige esa fórmula que he comentado tan a menudo ‘Wo Es war,
solí Ich werden’, si el analista trata de ocupar este lugar arriba a
la izquierda que determina su discurso

B C ÍE U í FREUDSAN k D I BUENOS AIRES


BIBLIOTECA y CENTRO DE DOCUMENTACION
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LOS DISCURSOS Y LA CURA

a -------- > %
S 1 < ------------- S 2
es precisamente porque no está ahí en absoluto por sí mismo,
es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del otro a donde yo,
en tanto profiero el acto psicoanalítico, debo llegar” 3. Con esto
quiero decir que el analista no está desde el inicio en ese lugar, a
eso debe llegar, la dialéctica de la cura si todo avanza acorde al
fin que la cura se propone, permitirá que el analista se sitúe en
ese lugar.
Otra cita del mismo seminario. Hay que leer a Lacan con mucha
atención sino es fácil deslizar el error. Dice en la página 45 del
capítulo que se tituló Saber medio del goce : “la posición del psi­
coanalista, llevó a articularla de la siguiente forma, digo que
sustancialmente esta hecha del objeto a”. ¿Cuál es el sapo que
podríamos tragarnos si no conociéramos a Lacan? No dijo única­
mente del objeto a 4, dijo sustancialmente que no es lo mismo, no
son sinónimos, si la juntamos con la otra frase que les dije: “qiie
a ese lugar del a, yo que profiero el acto analítico, debo llegar”,
esta claro que antes estoy en otros lugares.
Tercera y última cita, del seminario Encoré, donde Lacan da
la fórmula última de los cuatro discursos, la que va a quedar cómo
stándar en la parroquia psicoanalítica. En la página 20 dice: “y
bien yo diré ahora que de este discurso psicoanalítico hay siem­
pre alguna emergencia en cada pasaje de un discurso a otro” L Lo
que concierne al discurso psicoanalítico no queda reducido a lo
que escribimos como el discurso del analista, sino que en cada
cambio de discurso emerge este discurso que al final de un análi­
sis tomará la dominancia. Pero ahí debo llegar:
Si partimos de estos conceptos vamos a ver cómo podría ser

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ISIDORO VEGH

el recorrido. Voy a tomar como ejemplo de un análisis el mismo


que Lacan nos propone en El banquete6, diálogo platónico que
seguramente muchos de ustedes deben haber leído. Es un diálo­
go platónico que cuenta cómo se reúnen un grupo de pensadores,
poetas, trágicos, para festejar el triunfo de un gran poeta, Agatón.
Entre los invitados se encuentra Sócrates. Hacia el final de la
reunión, cuando están ya todos bastante tomados por el vino,
irrumpe en el lugarel joven general victorioso, Alcibíades. Lacan
toma el amor pasional de Alcibíades por Sócrates como el proto-^
tipo de lo que podemos llamar el amor de transferencia; con un
solo agregado: para Lacan la transferencia no es sino el amor de
transferencia. Años después, añadió que un verdadero amor in­
cluye también el odio7.

El inicio de un análisis

Vamos a tomar algunas pinceladas de esa relación pasional de '


Alcibíades y Sócrates como Lacan nos la propone, ejemplo que__
retom a desde la antigüedad griega, lo que sería la estructura-
prototípica de un análisis, donde Sócrates tendría la posibilidad
de sostener ese lugar que es propio del analista y Alcibíades el
lugar del analizante. A
¿Qué determmaul primer movimiento de una cura? Lo deter­
mina la insolencia. Una insolencia que se atribuye al destino:
-¿por qué tengo yo que sufrir este síntoma? O una insolencia que
provoca un analista, como cuando les pregunté: ¿por qué se ale­
gran si ganó Argentina? Para que el sujeto pueda comenzar a
situarse en una perspectiva que haga posible un análisis.
Alcibíades le toca el timbre a Sócrates para decirle: cuánto te.
admiro, que inteligente eres, cómo me gustaría ser amado por tip
mira que hermoso que soy, un triunfador, cuántas riquezas tengo

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

y todas podría ponerlas a tu disposición, para ti que eres un hom­


bre sabio. Sócrates le responde: te felicito Alcibíades, me enor­
gullece verte con esas medallas, pero además de juntar laureles y
medallas ¿has hecho algo por ti? Advierten la insolencia de esa
pregunta. También Sócrates le dice: Alcibíades, si tienes tanta
belleza, tantas medallas, tantos laureles, ¿para qué quieres mi
saber?, ¿cómo una medalla más?, no te va a servir para saber
sobre ti mismo. Alcibíades confiesa: yo he escuchado a otros
hombres sabios que hablan muy bien, como Pericles, y sin em­
bargo sólo ante Sócrates me conmuevo. ¿Por qué? Porque Sócrates
le dirige la pregunta al sujeto. Nosotros psicoanalistas tenemos
un solo objeto con el cuál trabajamos. Por ejemplo ¿cuál es el
objeto de la física atómica? El átomo. Bien, el objeto del psicoa­
nálisis no es el objeto a, es el sujeto y Sócrates se dirige al sujeto.
¿Por una cuestión de crueldad? No, por eso no dije insolencia a
secas, dije insolencia socrática. Sitúa al sujeto ante su pregunta
para que avance en el encuentro con su esencia, su deseo. Si lo­
gramos eso, si logramos, por ejemplo, cuando el paciente viene y
nos cuenta que está frente a una angustia que no le permite salir a
la calle, un claro síntoma fóbico, si conseguimos que el sujeto
hable y se interrogue: ¿con quién vivo en mi casa?, ¿qué me pasa
con ellos? y ¿esto cuando comenzó?, es posible que logremos
que por primera vez se sitúe como aquí lo escribimos, sujeto di­
vidido entre lo que dice y lo que sabe.

B 51
a 52

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ISIDORO VEGH

Entonces dirá: “lo necesito”. Nos buscará como el otro al que


dirige su discurso. “Busco en usted quien me guíe en los próxi­
mos pasos”. Esto es lo que Lacan nos propone como S, significante
amo, que no debemos confundir con un amo. El amo se propone
en la escena real encamando ese significante pero la recíproca no
es válida, no siempre que emerja el Sl estamos en presencia de
un amo. Cuando un sujeto demanda un análisis, si se inicia, si el
analista propicia que la demanda se convierta en una demanda de
análisis, el sujeto se sitúa como se sitúa la histérica con su sínto­
ma, dice su síntoma pero ignora su razón, dirige al otro la pre­
gunta por su sufrimiento. Además le supone, al otro, eso que que­
da bajo la barra: “el saber” . Así comienza un análisis. Las histé­
ricas precipitan en el psicoanalista, en Freud, un saber que por sí
mismas y en este tiempo, no pueden resolver: la verdad del sufri­
miento, un goce que insiste. El discurso histérico se caracteriza
por su impotencia, el saber no alcanza a dar cuenta de ese goce.
En términos freudianos llamamos. Fixierung, fijación, a ese goce
que ancla al analizante en la vigencia de un síntoma. Este es un
tiempo necesario y así comienza un análisis, si de un análisis se
trata. Lleva implícito el concepto que Lacan llama Sujeto supuesto
Saber. El analizante, si está perfilada la perspectiva del inicio,
sitúa en el lugar del analista el saber que escapa a su aprehensión.

Emergencia del Inconciente

Si todo va bien se producirá una rotación que es apenas de un


cuarto de circunferencia: S, que estaba en el lugar del otro pasa
al lugar del agente.

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

imposible
s
a

¿Qué significa S, en ese lugar? Que si el sujeto acepta que hay


un saber que se le escapa y adopta el procedimiento que le suge­
rimos, la regla fundamental, comenzará a aflorar en su palabra lo
que escribimos como S[ que acá representa la emergencia del
Inconciente. En este lugar el significante amo es el Inconciente
como producto que retoma, son las formaciones del Inconciente.
En el lugar del agente, las formaciones del Inconciente se dirigen
al otro en tanto de él aguarda el saber que dé cuenta de su valor.
El relato de un sueño es una demanda que porta el deseo de inter­
pretación. Contar un sueño en la posición de analizante realiza
una enunciación: “pido una interpretación, quiero alcanzar el sen­
tido del sueño”. Comienza un movimiento que coloca en primer
plano la emergencia del Inconciente, el lugar del goce que en el
comienzo se encontraba bajo la barra del analizante, goce que
sostenía su síntoma, objeto a del cuál la barra de la represión lo
apartaba, pasa a situarse por primera vez del lado del otro, el
■analista. Plus de goce donde el sujeto estaba atado, allí “yo, el
analista, debo llegar”. Pero debo llegar, no llegué desde el co­
mienzo.
Acá se produce una diferencia: Lacan sitúa arriba de la barra
un imposible. La impotencia tiene que ver con lo reprimido bajo
la barra y es levantable, se puede resolver. Una de tantas defini­
ciones que podemos dar de la dirección de un análisis dice según
Lacan, que es transformar la impotencia imaginaria en el encuentro
con lo real imposible. En cambio lo imposible no esta bajo la
barra, lo imposible quiere decir eso que es en lo real, y es de lo
real que es imposible que entre el S, y el S2 se establezca una

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coalescencia. Porque la función del St, de eso que llamamos el


Inconciente como producción es precisamente descompletar el
sentido de lo que el sujeto dice, descompletar su saber. Por ejem­
plo, el analista le interpreta, el analizante se va a la casa y cuenta
la interpretación; sabemos que un sueño interpretado, una vez
que está contado no tiene el mismo el valor. Le cuenta al marido
o a la esposa: mi analista me dijo esto y fue bárbaro, el otro lo
^unira pensando ¿qué es lo bárbaro? En la interpretación juega
más que el enunciado la enunciación. En el relato se:invierte. El
S, queda absorbido por el S2 y se gesta un nuevo Sl5 que si vuelve
a hacer cópula con el conjunto del saber engendra otro S,, y así al
infinito. Esto es lo que se llama el Essaim de S,, el enjambre de
S,, es una manera de decir que si uno es neurótico la producción
Inconciente nunca termina.

S ] ( S , —» ( S , —> (Sj —» S 2)))

Entonces lo imposible no es algo que hay que resolver, lo que


hay que resolver de lo imposible es como se sitúa el sujeto ante
él. En este segundo tiempo, si siguiéramos con la historia de
Alcibíades y Sócrates, Alcibíades sería el que relata sus repeti­
ciones, el que si estuviera en un diván contaría sus sueños, habla-
_ ría de sus lapsus, que le abrirían el camino a su verdad.

' El fracaso del saber

Si el análisis avanza, este que suele ser un período muy grato,


tanto el analista como el analizante, en general, se encuentran a
gusto, en una tarea conjunta como diría el maestro Freud, el
analista en colaboración con la parte sana del analizante trabaja
los sueños, los lapsus, los fallidos: ¡qué bien lo que vimos hoy!

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

En tanto la estructura poética del síntoma se descubre emerge la


verdad y el síntoma se apaga. Está muy bien, es un objetivo del
análisis. ¿Pero qué sucede? Sucede eso que dicen los que están
cerca del paciente: “Nena te analizás, muchos sueños, muchos
fallidos, pero nena seguís igual que el primer día, yo no te aguan­
to”. Entonces empieza otra etapa, se van a sorprender porque en
el tiempo siguiente, voy a poner como parte del análisis lo que en
la parroquia lacaniana parece ser una mala palabra: el discurso
universitario. Es un discurso que tiene como agente al saber. Para
evitar los prejuicios, porque nosotros como cualquier parlétre
tenemos los nuestros, sería mejor nombrar a los discursos no como
los nombra Lacan sino por el significante que está como agente:
así sería discurso del sujeto, discurso del significante amo, dis­
curso del saber y discurso del objeto. ¿Qué pasa en este discurso
que en el lugar de agente encuentra al saber?

S 2-------------► a

Quiero aclarar que Lacan propone un orden de las letras que


es irremediable. Ese orden que es siempre el mismo tiene esta
secuencia: $, S b S2, a.
Ahora el sujeto no se dirige al analista por un saber, como
sucedía antes, no viene a contar un sueño para que se lo interpre­
te, apela a la presencia del analista, la transferencia se empieza a
poner espesa, es el momento en el que los analistas nos pregunta­
mos lo que nos preguntan las tías: ¿quién me mandó a meterme
en esto? Empieza el tiempo pasional, cuando el sujeto hace la
experiencia del fracaso de su saber para dar cuenta del goce que

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lo retiene. Eso mismo incrementa su demanda al analista, que


juega en el terreno del amor, demanda pasional, invoca su pre­
sencia. Es el tiempo en que clama: -M e fui enojada la vez pasa­
da, me corto la sesión demasiado rápido: —Por qué me hizo espe­
rar tres segundos, a la otra la atiende más que a mí. En El Ban­
quete, Alcibíades delante de todos denuncia a Sócrates: “cuíden­
se, este hombre es un insolente, nos hace creer a los efebos que
nos ama, nosotros confiados, nos acercamos y resulta que es al
revés, terminamos amándolo”. Efectivamente, si el análisis avanza
el sujeto va a pasar del lugar de erómenos (amado) que es como
llega al análisis, con la pretensión de ser amado y va a emerger
como erastés, (deseante o amante). Se dirige entonces al analista
en tanto alberga el carozo de goce que mueve la pasión, el lugar
donde el objeto a emerge.
Pero esto no es algo que podamos lograr con la estrategia del
psicodrama, esto es propio de la dialéctica de la cura, no puedo
programarme para la próxima sesión emerger como el objeto a
en tanto mirada, y entonces a toda dama que aparece le reviso la
cartera. No es así, no sé qué especie del objeto va a emerger en el
discurso, puede que emerjan, como dice Lacan las tetas de
Tiresias, porque lo que está en juego es el objeto a en tanto el
objeto de la pulsión oral, no lo podemos anticipar, es un producto
del discurso. La verdad del saber S2del que el sujeto advierte su
fracaso, es el Sj, producción Inconciente. Por eso lo que deman­
da desde su discurso pasional, al analista no habrá de enojarlo,
sabe que una estructura lo sostiene.
En este tiempo la $ bajo la barra del otro, el analista, indica
que el analista sólo soporta su lugar si pone en juego al extremo
su deseo. Es la función “deseo del analista” la que permite soste­
ner este tiempo pasional del análisis en que es invocado como
presencia. Es el deseo de Sócrates lo que lo lleva a reiterar este
juego con los efebos, su famosa mayeútica. ¿Qué es la mayeútica

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

en la lógica que estamos desplegando? Sitúa al sujeto ante las


preguntas que su propio discurso le formula. Para que pueda avan­
zar y ordenarse en la perspectiva de su deseo.

El objeto como agente

Si todo va bien, un nuevo cuarto de giro nos lleva a lo que es


sustancialmente el discurso analítico.

imposible
a
S

Subrayo como ha rotado la posición del objeto a: primero bajo


la barra del sujeto dividido $ es la escritura del síntoma, digo lo
que sufro, pero no sé por qué lo sufro. En el discurso siguiente, el
del Inconciente, el discurso amo, el objeto a pasa a situarse bajo
la barra del lado del otro que es el analista; en un movimiento
posterior ya no se trata de dirigirse al analista para una demanda
de saber, apela a la presencia del analista.
Ahora se trata de una última vuelta, última para esta perspec­
tiva teórica, es una manera de pensar la dirección de la cura, no la
única. En la medida que nos sirve para avanzar la utilizamos.
Ahora el objeto es el agente.
En el discurso del saber situamos una impotencia, el sujeto no
puede en ese tiempo resolver qué gobierna su reclamo pasional.
¿Cuándo va a alcanzar la razón de su posición pasional? Recién
en esta última vuelta en la cuál el analista aparece sosteniendo el
lugar donde emerge el objeto a, pero disponible para un tiempo

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ISIDORO VEGH

distinto del que estaba como presencia, como cuota de goce, cuan­
do el sujeto reclamaba: quiero ser mirado, quiero escuchar su
voz, deme la teta. Cuando un analista está dominado por su pro­
pia estructura fóbica tiende a racionalizar, para eludirlo, este tiem­
po y lo racionaliza alegando por el tiempo que sigue que es el de
pérdida de goce, el encuentro de un vacío. Pero esto es un resul­
tado y para lograrlo, para llegar al tiempo donde el analizante
diga, “le agradezco todo lo que hemos hecho juntos, ya no preci­
so ni de su voz, ni de su mirada, ni de su teta”, primero hay que
pasar por la mirada, la voz, la teta, que el analista sostiene como
semblante, objeto a como presencia. Sino son esos análisis en '
que el analizante puede contar todo de la mamá, el papá, el her- ■'
manito, pero no cambia nada, todo sigue igual, es una pura
intelectualización.
En este tiempo final, este lugar, el del objeto, se constituye .
como un lugar de pérdida, es su destino final, el analista aceptan­
do que él no era más que el representante de la representación del
objeto pulsional. No era más que el producto de un artificio que .
es el dispositivo del análisis. Acá otra vez vuelve a aparecer lo
imposible, pero esta vez arriba de la barra, no es algo que hay qué
levantar. Lo imposible no es lo inexistente, o lo irrealizable, es lo : -
real, lo que no puede ser cubierto ni por la palabra ni por la ima­
gen. Es la relación que el objeto a, como pérdida de goce, implica
en la causación del sujeto como deseante. ¿Cuál es la condición
para emerger como ,un sujeto deseante, para desear algo, qué es
lo que primero debe suceder? Me tiene que faltar. Por eso en este
momento al objeto a en vez de llamarlo plus de goce lo vamos a
llamar objeto causa del deseo, el sujeto advierte cuál es la razón
de su deseo, cuál es su esencia. Su condición: el saber, el saber
inconciente, que se sitúa en el lugar de la verdad. Esto quiere
decir que se ha jugado bien no solo desde el enunciado, eso sería
una pura intelectualización, sino desde la enunciación. Cuando“

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

termina un análisis, si hizo un buen recorrido, lo que uno puede


contar del propio análisis es muy poco, pues lo esencial se juega
en un medio decir, como dice Lacan midire, porque no es solo
qué se dice sino desde qué lugar se dice y a quién se dirige, lo que
llamamos la enunciación. Por ejemplo esta misma charla que doy
ante ustedes, los mismos enunciados, puedo presentarlos con dos
enunciaciones distintas, puedo hacerlo como Alcibíades para ver
cuantos laureles soy capaz de cosechar, o bien puedo presentarlo
al modo socrático como un intento de avanzar juntos ustedes y
yo, para encontrar nuevas preguntas que nos deshagan un confort
estéril. Son los mismos enunciados pero con otra enunciación.
En el segundo caso sería acordarnos que nos dedicamos a una
profesión muy difícil, nos dedicamos a acompañar el dolor del
parletre, el dolor de existir y sus modos de situarse ante él. Si
podemos recordarlo puede ser que podamos sustraernos del gus­
to absolutamente humano por las medallas, a todos nos gustan; el
problema es cuando las medallas no nos dejan ver, Alcibíades
tiene tantas que le tapan los ojos, no ve lo esencial.
Letras de un discurso relacionan el objeto causa y el sujeto;
en el lugar de la producción aparece el significante S¡. Lacan en
algún lugar dice: “¿en última instancia que produce un análisis?:
si todo anduvo bien produce un significante nuevo”. Por ejemplo
si con mi pregunta ¿por qué se alegran de ser argentinos y que
gane Argentina?, si pudiera lograr de ustedes y de mí, redefinir
qué es ser argentino, le sacara el sentido cristalizado, quizás po­
dríamos estar de otro modo en la Argentina. Los Argentinos su­
frimos de algo que a un francés o a un inglés les sorprende, yo no
escuché nunca a un inglés que dijera de Inglaterra: este país es
una mierda. En cambio los argentinos decimos: este país es uña
mierda, como si fuera del otro. Esto tiene su historia, no sé si les
ha pasado, a mí si, que cuando éramos chicos nos emocionába­
mos con la bandera argentina y después con los años comenza-

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raos a sentir un rechazo por ella. Cuando gobernaron los milita­


res, hubo una campaña masiva en todos los taxis: en plena época
del mundial había una banderita que decía que los argentinos so­
mos derechos y humanos, empezó a gestarse una metonimia: mi­
litar - San Martín - República Argentina - Manuel Belgrano, dic­
tadura, y uno se sentía extranjero, ellos eran la Argentina y noso­
tros extranjeros. ¿Tendrá algo que ver con que digamos “este país
es una mierda”? Si es un país que me expulsa porque no pienso
como esos señores yo me defiendo diciendo que este país es una
mierda. Si podemos interrogar por qué me alegra que ganó Ar­
gentina, quiere decir que yo no le regalo mi país a estos señores,
es más, hasta podríamos cuestionarlos, yo no diría que no son
argentinos, diría que son malos argentinos, nos hacen pasar ver­
güenza ante el mundo. Tal vez transformemos argentino en un
S 1; ya no cristalizado, ya no un símbolo de los militares, lo
resignificamos y podemos concluir: no, mi abuelo, mi padre, tra­
bajaron en este país, gastaron su vida en construirlo, es mi país,
le enseñaré a mis hijos a que lo quieran. Lacan diría que hemos
logrado la producción de un significante nuevo y llega a decirlo
fuerte: ¿un análisis qué produce?, apenas eso: un significante
nuevo. Es una manera eufemística de decir que ese significante
nuevo redefine una posición y esta es la otra cuestión: si al co­
mienzo dijimos que un análisis tiene por objeto al sujeto, noso­
tros somos especialistas en el sujeto, un análisis avanza propi­
ciando cambios en la posición del sujeto. El sujeto varía de posi­
ción, desde el lugar donde está como agente de la escena domina­
do por sus síntomas, pasa bajo la barra a este otro donde aparece
situado en el deseo del analista, luego a este otro donde emerge
como sujeto deseante. Hay un cambio de posición, será un sujeto
disponible, ¿para qué? Para la creación. Pero también podríamos
decir para el cambio de discurso, porque ninguno de estos dis­
cursos es en sí mismo ni bueno ni malo, lo malo es la persistencia

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

en uno de ellos. Si lo dijera de un modo más laxo, diría que el


sujeto tendrá mas swing, podrá variar sus pasos. Cambio de dis­
curso, no quiere decir que siempre le voy a dar la razón al otro,
pero estoy disponible para hacer su rotación.

Cuestiones

Pregunta: Cuando usted dice que en el final del análisis emerge


un nuevo significante, ¿es el significante que el sujeto tiene
de sí mismo?
I. V.: Es un significante que representa al sujeto, que se caracteri­
za por su sin sentido, y que por re-flexión del saber del Otro
ahora está disponible. Si seguimos con el ejemplo que irrumpió
porque hoy ganó Argentina, sería: -bien, yo soy argentino:
como argentino, yo ¿qué quiero hacer? Tengo la libertad de
formularlo, ¿cómo hago para situarme como argentino, cuál
es mi deuda simbólica con este país que recibió a mis abuelos,
o a mis bisabuelos, este país que espero dejarle a mis hijos,
este país que también nos maltrató bastante, cómo juego, como
argentino, mi partido? Por eso Lacan dice que un final de aná­
lisis es apenas el comienzo de la vida.
Pregunta: ¿Por qué un discurso se llama universitario?
I. V.: Se llama discurso universitario porque ustedes saben que cuan­
do Lacan juega con los discursos, por un lado nos propone una
lógica del discurso inherente a los distintos tiempos de una cura,
pero también propone una lógica de los discursos tal como se
presentan en la escena social. Entonces hay un discurso que se
llama discurso del amo, tiene largos desarrollos respecto del
amo antiguo, del de nuestros días que es el capitalista, del amo
que es el burócrata de la sociedad rusa y lo mismo hace con ese
discurso que tiene como agente al saber que domina en la uni­

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ISIDORO VEGH

versidad, un discurso que hace presente las citas, que propone


la multiplicidad de los saberes y deja bajo la barra dónde se
origina ese saber, el S, que está bajo la barra, el científico que
no es el profesor universitario, el pensador que no es el profe­
sor de filosofía, el artista que no es el crítico de arte. Toma lo
que dice el investigador, el S¡ que está bajo la barra y lo cuenta.
Lacan a ese discurso lo llama discurso universitario y en el
lugar del objeto a sitúa al alumno que ocupa un lugar parecido
al que en la antigüedad ocupaba el esclavo, lo homologa al
subproletariado. Están a expensas de eso que el saber propone.
Y ustedes saben qué estudiábamos en la facultad, no era lo que
queríamos sino la ficha que nos daba el profesor, la ficha para
aprobar, una renuncia a nuestra palabra. Nada de ir en posición
de sujeto. Ahora, no todo lo que se hace en la universidad es
discurso universitario. Lacan daba su enseñanza en la Facultad
de Derecho, pero no hay duda que la exposición de él no sirve
como libro de texto. Supongan que yo les dijera: para la próxi­
ma vez estudien los capítulos donde Lacan habla del Sj, ten­
drían que recorrer toda la obra porque está disperso por todos
lados, no se presta a lo que es prototípico en una enseñanza
académica. Les habrá pasado, en los seminarios de Lacan, si
uno quiere leer un tema, se pregunta: ¿dónde lo encuentro?,
está por toda su obra, en un lugar lo dice de una manera, en otro
parece decirlo al revés J ia y que hacer un esfuerzo enorme de
lectura y sin embargo lo daba en la Facultad de Derecho. No
hagamos homologaciones simplistas, es el discurso que domi­
na en la transmisión universitaria, pero no todo lo que sucede
en la universidad es discurso universitario.
Pregunta: En el segundo tiempo, ¿cómo se sitúa el sujeto ante lo
imposible?
I. V: Se lo voy a dar con un ejemplo clínico que ustedes conocen,
el caso Dora. Dora acude al consultorio de Freud, el padre la

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LOS DISCURSOS Y LA CURA

llevó para que Freud la domesticara. Dora le dice a Freud,


muy acongoj ada, que había querido suicidarse, que estaba muy
mal, y añade: -Yo le puedo contar lo que me pasa pero no sé
para qué, no sé si me va a creer. -Cuente, dice Freud. -Bueno,
mi padre con un señor que se llama K. han hecho un intercam­
bio de mujeres, mi padre sale con la señora K. y a cambio de
eso me entregó al galanteo y los juegos amorosos del señor
K.. Yo sufro por eso.
Freud le responde: -yo le creo.
-Bueno, entonces si me cree no sé que podemos hacer porque
esto es así.
-Estoy de acuerdo contigo esto es así, esto es real, lo que va­
mos a ver es como te situás ante esto que es así.
Un ejemplo más simple, viene un paciente y les dice; -m i
desgracia comenzó cuando yo nací, en el parto murió mi ma­
dre. Eso es real, ¿qué podemos hacer con que se murió su
madre en el parto?, nada. Ahora, qué hace usted con esa histo­
ria, eso sí, la misma historia se puede contar de muchos mo­
dos distintos, que deciden la posición del sujeto.
Pregunta: Lo imposible, ¿una forma de nombrarlo serían esos
pacientes que a veces se llaman “caños”?
I. V: Generalmente los pacientes que se llaman caños son pacientes
con mucha dificultad en cambiar. Imposible no quiere decir en
la terminología lacaniana inmodificable o inexistente que es lo
que habitualmente homologamos. En la terminología de Lacan
“imposible es lo real”. Se los digo con un ejemplo que muchas
veces he citado, de Spinoza: la palabra perro no ladra. Eso que
está más allá de la palabra perro, eso que suponemos es decir
que está puesto por debajo de la palabra perro, es de lo real, por
lo tanto es imposible. ¿Imposible de qué? Imposible de ser to­
talmente cubierto por la imagen o la palabra.
Vamos a decir un ejemplo que siendo la mayoría de ustedes

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ISIDORO VEGH

damas les va a gustar. Supongamos que viniera de pronto un


hijo o una hija nuestra adolescente y nos dijera: ¿qué es el
amor? -Y mirá querida es la felicidad. -Y qué es la felicidad.
-Y bueno, qué podría decirte, es como llegar al cielo con las
manos, una alternancia de un ocaso y una aurora. -S í mamá,
¿pero qué es?
En realidad habría que decirle: -Bueno nena viví el amor y si
es con alguien que te ame será aún mejor, entonces tendrás tu
respuesta.
Lo real no puede ser cubierto con la palabra o con la imagen.
Les dejo una frase como enigma, ya que tocamos ese tema al
final:
El arte hace de lo imposible, lo real; el psicoanálisis hace pre­
sente al sujeto que lo real es lo imposible.

Bibliografía

1 Lacan, Jacques. Le Séminaire livre XVII. L ’envers de la psychanalyse.


Éditions du Seuil, Paris, 1991. P. 103.
2 Lacan, Jacques. Écrits. Éditions du Seuil, Paris, 1966. P. 416 / 417
3 ■ Lacan, Jacques. Le Séminaire livre XVII. L'envers de la psychanalyse.
Éditions du Seuil, Paris, 1991. P.59
4 Idem anterior. P. 47
5 Lacan, Jacques. Le Séminaire livre XX. Encore. Éditions du Seuil,
Paris, 1975. P. 21.
6 Platon. Le Banquet. Oeuvres complètes. Tomo I. Éditions Gallimard,
Francia, 1950. P. 172.
7 Lacan, Jacques. Le Séminaire livre XX. Encore. Éditions du Seuil,
Paris, 1975. P. 84.
8 Idem anterior. P. 130.

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