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En los albores del s.

XXI la Historia se enfrenta a desafíos que conmueven sus


cimientos. Son los mismos intelectuales de la disciplina los que lo reconocen,
preocupándose y ocupándose en sus escritos de ello. La misma Historia de la Historia
confirma que su legitimación como ciencia no ha sido un camino fácil. Cuestiones tales
como el método, el objeto, la veracidad han sido y son temas que llevaron a grandes
debates epistemológicos.

Hace un poco mas de cuarto de siglo se levantan voces frente a la ilusión que
había supuesto pretender conformar una disciplina siguiendo el modelo de las ciencias
naturales. Si bien el debate no es nuevo trae aparejado una gran incertidumbre y duda en
la epistemología de la Historia. Desde el círculo de historiadores se reflexiona en torno
a la función del relato en su quehacer historiográfico.

Para Revel la cuestión del relato en la Historia jamás estuvo realmente ausente.
Sostiene que por más intento cientificista tendiente a neutralizar el relato en los trabajos
de historia, los historiadores nunca pudieron desprenderse de él, de modo subliminar o
con diferentes modalidades siempre cayeron en el relato. Del mismo modo, Roger
Chartier afirma que no puede haber retorno allí donde nunca hubo un
distanciamiento; es decir que acepta la íntima relación entre Historia y narración,
asevera que cualquiera sea la forma en que se escriba y cualquiera sea el objeto
siempre el historiador, quiera o no, narra.

En la década del 70’ Hayden White es uno de los que critica de manera radical a la
Historia, negando que haya un género específico del conocimiento histórico, al punto de
equipararlo con la novela o el mito 1. Según él, el discurso de la Historia no era más que
una puesta en “intriga” de los acontecimientos. El mismo Veyne, inclusive antes,
considera que a los sumo, la Historia producía dichas “intrigas” 2. Ambas ideas en su
momento fueron muy mal recibidas porque confrontaban con las modalidades canónicas
del uso del relato, sin mencionar que provenían de un ámbito historiográfico y
académico lejano al que llevaba la bandera del paradigma dominante.

Las reacciones ante tan fuertes acusaciones contra el conocimiento histórico


fueron muchas, las más importantes, sin lugar a dudas, son las de Carlo Ginzburg y
Arnaldo Momigliano. El primero de ellos relaciona la “emergencia silenciosa […] de un
modelo epistemológico”3, proponiendo la originalidad, basada fundamentalmente en la
localización de indicios discontinuos, testimonios y elementos únicos, “huellas” de la
experiencia cotidiana. Destacándose la observación y la necesidad de un relato capaz de
interpretar esas experiencias. Por ello, para Ginzburg el relato era inseparable de este
modo de conocimiento particular.

1
Chartier, Roger La Historia hoy en día: desafíos, propuestas. Conferencia dictada en la Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 16 de setiembre de 1994, traducción Solana, María
Teresa
2
Revel, Jacques Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social. 1º Edición, Bs. As.,
Ed. Manantial, 2005, pp. 231
3
Revel, Jacques Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social. 1º Edición, Bs. As.,
Ed. Manantial, 2005, pp. 230
Por su parte Momigliano, que polemizó con Hayden White suponía que los usos
del relato eran una elección. Así dicha elección que realizaba el historiador en cuanto a
la organización narrativa y la puesta en intriga correspondía a un determinado modelo
de inteligibilidad.

En este sentido Revel, al referirse que nunca la Historia se separo del relato,
sostiene que es importante distinguir la transformación que acompaña a la escritura de
la historia, desde la retórica, en su edad dorada, a la forma pretendidamente neutral.
Asegurando que en la actualidad el relato se encuentra mas bien asociado a
implicaciones cognitivas.

Vale decir que antes del s. XVIII los historiadores no encontraron contradicción
entre la historia y el relato. El conocimiento histórico y la forma en que se presentaba
eran, de un modo evidente, constitutivo del género histórico.

Es en el s. XIX en que esa relación armoniosa historia-relato se quiebra debido al


desmedro con el que se comienza a reconocer a la retórica, por superficial y ornamental.
Toma un lugar privilegiado en el transcurso del siglo la erudición, prevaleciendo el
hecho histórico. Aquí la organización narrativa adquiere una forma específica más
exigente y rígida, con relatos neutros, orden cronológico. La escritura del Historia deja
de ser un problema.

La Historia estructuralista y galileana cree haber alcanzado la tan ansiada


“cientificidad” a través de tablas, series cuantitativas, citas, etc. Fue difícil para estos
historiadores aceptar que la Historia pertenece, al género narrativo. Sin embargo,
criticas como las de Hayden White para quien el discurso histórico era una operación
ficcional, fueron rotundamente rechazadas, a pesar de las profundas preocupaciones y
reflexiones que trajo la cuestión a todo el campo académico. Pues entonces se planteaba
cómo separar el conocimiento histórico del mito, de la fabula. E inclusive sembraba
dudas sobre un área muy sensible para la Historia, porque siempre fue muy criticada: la
posibilidad de la verdad.En realidad no dejaba de ser el mismo problema de siempre: la
relación entre el historiador y su objeto de estudio.4

Carlo Ginzburg representó la resistencia más tenaz contra lo que denomino


“máquina de guerra escéptica” concluyendo que la forma narrativa de la Historia no
significaba su condición de conocimiento verdadero, construido a partir de ciertas
pruebas y controles.5

Michel de Certau, en su libro La escritura de la Historia, fue otro que reflexionó


sobre esta cuestión. Sosteniendo que la historiografía, en su misma palabra carga con la
paradoja que se le critica, es decir “historia” y “escritura”, evidenciando la tensión entre
lo real y el discurso. No obstante, el no quita a la historia su carácter científico. Sostiene
la importancia de las “citas”, las referencias, las notas, los documentos, que dan
convalidación al conocimiento, confiabilidad. De esta manera el historiador construye

4
Revel, Jacques Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social. 1º Edición, Bs. As.,
Ed. Manantial, 2005, pp. 241
5
Chartier, Roger. La Historia o la lectura del tiempo,pp 23
su objeto de estudio, pues son prácticas propias de su tarea. Las “reglas” y “controles”
hacen de la historia un saber definido por criterios de prueba de validez universal.6

El peligro esta dado, cree Chartier en la apropiación que el relato ficcional hace de
las técnicas que son propias del historiador, dando a su escritura una “ilusión
referencial” que la acerca a la Historia. Muchas son las obras literarias que tienen una
“intención de verdad”, creando efectos de realidad. Desde el ámbito de la Literatura
consideran que la Historia fue integrándose a la escritura a partir de su manifestación
referencial y que es la Literatura la que contribuye a leer la Historia desde otro ángulo,
la ficción.

María Isabel Larrea en su escrito “Historia y Literatura en la narrativa


Hispanoamericana”, en su objetivo de comprender el uso del relato asegura que “el
lenguaje tiene una función reconstructora de la historia”. Fundamenta esto en las ideas
de Hayden White que, como ya hemos dicho, ponía en igualdad de condiciones historia
y relato, puesto que no consideraba al discurso histórico ni verdadero ni falso, si no que
creía que se trataba mas bien, de una gran metáfora y de estrategias que permitían
comprender el pasado7 . Aquí la pregunta que surge inevitablemente es ¿qué convierte
entonces al discurso en Historia? Para Hayden y muchos literatos es el relato del pasado
lo que convierte un discurso en historia. Desdeñan la capacidad que tiene de explicar un
acontecimiento fuera de la mediación del lenguaje, reduciéndola a una forma más de
ficcionar.

Frente a estos argumentos provenientes de la Literatura, la gran mayoría de los


historiadores afirman la irreductibilidad del conocimiento histórico a las prácticas
propias de los discursos.

Se plantea dentro de la Historia, diríamos, una tensión que le es inherente, por un


lado la pretensión de objetividad e imparcialidad, a través de la adecuación a los hechos
que sucedieron en el pasado; y por otro, la representación que el historiador hace del
pasado. Aquí la Historia se enfrenta, como lo hacen muchas otras disciplinas dentro de
las ciencias sociales, a la difícil relación entre forma y contenido (esta mención si bien
puede resultar simplista, permite la comprensión de estas dos lógicas también dentro de
la historia, ¿forma es contenido?). Es decir, el modelo narrativo que el historiador elige
no es azaroso imprime un sentido particular. Chartier, de alguna manera, también
menciona esto al referirse a la “física social”- estructuras objetivas- y a la
“fenomenología social”- representaciones subjetivas; pero él complejiza aun mas la
cuestión al incluir al lector y los efectos de sentido, que los mismos dispositivos de la
escritura puedan significarle (esto no sorprende de un intelectual que se dedicó al
estudio de la historia del libro, su producción, circulación y lectura)

Volviendo a lo que se plantea como la irreductibilidad de la Historia (en realidad


de la experiencia humana toda) la temporalidad es el elemento que más complicaciones
trae, pues obliga a los historiadores a situarse a un nivel metahistórico, a los cuales no
están acostumbrados. Así los hechos propios de la Historia, que implican obviamente

6
Chartier, Roger. La Historia o la lectura del tiempo.

7
Larrea, María Isabel O. Historia y literatura en la narrativa hispanoamericana, Documentos
Lingüísticos y Literarios.
manejar categorías temporales, escapan, a decir de Revel, al discurso inmediato de una
fenomenología (representaciones) y requieren del “discurso indirecto del relato”8, pues
de otro modo no podría ser posible su enunciación. En consecuencia, el relato se vuelve
completamente necesario pues el tiempo, se vuelve tiempo humano en la medida que se
presenta de una manera narrativa.
A decir de George Reisch, la complejidad de los modelos de causalidad histórica
y, podríamos agregarle, la pluralidad del tiempo social, hacen que el relato sea la única
modalidad para dar cuenta lo que realmente pasó. 9 Y es esto lo que plantean los
historiadores en la actualidad redimir al relato como un recurso que permita la
comprensión de los hechos que intenta explicar el historiador, pero siempre teniendo
presente la importancia de una interpretación critica, “vigilancia epistemológica”. Lo
fundamental no es renegar del género literario, sino explorar nuevas formas que
permitan una mayor inteligibilidad de los hechos que se nos presentan de manera
caótica, como grandes masas documentales, pluralidad de tiempos, escenarios,
simultaneidades, causalidades, en fin…ese vasto mundo exclusivo de las experiencias
humanas y por supuesto de las ciencias sociales.

8
Revel, Jacques Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social. 1º Edición, Bs. As.,
Ed. Manantial, 2005, pp. 246
9
Revel, Jacques Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social. 1º Edición, Bs. As.,
Ed. Manantial, 2005, pp. 249

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