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Todos los epígrafes son del vals peruano "Ódiame", canción de Rafael Otero, parte del poema "El último
ruego" del poeta Federico Barreto.
El odio es la madre de la violencia y la agresividad, sean cuales fueran sus modalidades,
en la sociedad, en la familia y en la escuela. El odio es una pasión del apetito
concupiscible, es parte de la naturaleza humana, contraria al amor, esa otra pasión,
generadora principal de todas las pasiones.
Del amor al odio sólo hay un paso —reza el popular refrán, que suele ser cierto en
algunos casos—, sin embargo, hay que tenerlo presente: el odio es la pasión contraria al
amor y si el primero es causa y reflejo de la pérdida de valores, sólo a través del amor
como bien en sí mismo, será posible recuperarlos, vivirlos en la recta razón.
El odio ha acompañado al hombre desde su origen, con sus discordias y sus recelos,
aversiones, antipatías, hostilidades, rivalidades, destrucciones. Caín, el hijo de Eva, debió
odiar cordialmente a su hermano Abel para asesinarlo y si desacralizamos a la Biblia,
veremos que hasta el Creador odió:
"Maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu
pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida", dijo Jehová Dios a la
serpiente que engañó a Eva, quien hizo a Adán morder la manzana prohibida y la castigó
con esta sentencia: "Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor
darás a luz a tus hijos". He ahí, pues, visto el origen bíblico del odio.
Hay violencia en la explotación de los trabajadores en empresas privadas, violencia en el
robo que del gobierno, principalmente de funcionarios importantes, al pueblo en general;
hay violencia en la corrupción; hay también violencia en la arbitrariedad policiaca, en los
pistoleros del terrateniente o los gatilleros del narcotráfico, en la miseria, en la ignorancia
de los humildes, en la usura del comerciante, en los fraudes electorales, en los que
protestan, también. Hay violencia y agresividad en el sinaloense, en general, a pesar de
su hospitalidad.
Y no hay violencia sin odio. El odio mueve la mano de los guerrilleros que luchan por la
liberación de sus pueblos, triunfen o no; el odio movió la mano que atentó contra Reagan,
el Papa, Gandhi; el odio atizó a Hitler y a todos los participantes en la Segunda y la
Primera Guerra Mundial.
El odio, pues, y por ende la violencia, no es un simple accesorio en las cualidades del ser
humano ni algo fugaz en la naturaleza del hombre. La vida surge en medio de un grito
desgarrador en un ser que fue arrancado, desalojado del vientre materno entre el rojo
vivo de la sangre y los empujones que lo obligan a dejar el albergue apacible y tiene que
venir a este mundo en medio de ese grito de mujer, obligado por la tortura que produce la
asfixia por la falta de oxígeno. Nace violentamente y las frustraciones que van haciendo
declinar su vida y la llegada de la muerte, irremediable, le crean el instinto de la muerte,
aquella tendencia destructiva que se orienta sobre uno mismo en el deseo de regresar al
estado de reposo cosmológico del que se le desprendió, y hacia los demás de manera
secundaria. Lo primero alcanza tal grado que se llega al suicidio y lo segundo, también de
manera enfermiza, lleva a desear y propiciar la muerte de los demás.
Vivimos una actualidad de violencia masiva, de frustración masiva, de indiferencia masiva
hacia los demás, de ignorancia, de decadencia de los valores humanos, políticos,
sociales, en lo que tienen que ver algunos factores, principalmente económicos, pues si
serenamos el sentimiento y vemos el panorama de la tragedia humana, nos toparemos
con este recinto de desigualdades y de injusticias, cuyo origen de carácter histórico se
empeñan en negar quienes tienen el poder económico y los dueños del poder político en
México y en el mundo.
La agresividad es una cualidad normal del ser humano. Lo grave es si esta agresividad
es constructiva o destructiva. En caso de abandono o de sobreprotección, el joven
apelará invariablemente a la agresividad, en el primer caso como una respuesta
desesperada y en el segundo porque sentirá una sensación de fortaleza, intentará incluso
deshacerse de la sujeción de sus padres al descubrir que el papá no es el superhombre
que creía en la infancia; si hay indiferencia del padre, sentirá que es insignificante y
buscará de alguna manera compensar sus frustraciones emocionales, se impondrá sobre
el medio ambiente por caminos de odio, de destrucción.
¿Cómo o dónde manifiesta el joven su agresividad, a veces reprimida? Para vengarse de
los padres (puede ser por necesidad económica), se convertirá en un ladroncillo o
mentiroso, pues está condenado a vivir en la mediocridad y en la improductividad; se
afiliará a otros jóvenes, formarán la pandilla, la banda y tratarán así, mediante la
violencia, de imponerse a los demás, a los de la misma banda, incluso incluidos ya, a
temprana edad, por alguna droga.
En fin, el joven violento, pandillero, está falto de cariño, tiene muchas frustraciones
emocionales, es improductivo y mediocre y quiere imponerse ante todos con la
agresividad.
¿Hablar de violencia y agresividad es lo mismo? Suelen utilizarse como sinónimo, pero
no lo son. Describir ambos conceptos nos permitirá entender qué es la violencia.
Para las mujeres está muy claro que no es lo mismo hablar de violencia que de
agresividad y este punto de vista está expuesto en el siguiente cuadro, extraído del sitio
web del Instituto Nacional de las Mujeres (INM, s/f). (Ver Tabla 1).
Luz García Alonso (2000) dice que el apetito es el afecto y los apetitos producen
pasiones. El concupiscible es el apetito de lo fácil; produce pasiones como el amor, el
odio, el deseo, la aversión, el gozo, la tristeza.
El irascible es un apetito fuerte. Genera las pasiones del miedo y la audacia, esperanza y
desesperanza, la ira.
El hombre tiene una facultad de conocimiento única, el intelecto, y una facultad de afecto,
la voluntad.
Para comprender mejor lo expuesto, debemos incluir las nociones de ente en acto y ente
en potencia, con el que se construye el sistema tomista, quien las tomó de la filosofía de
Aristóteles. Mauricio Beucho las explica así:
En el sistema del Aquimate todo se estructura con base en esta dualidad de aspectos
ontológicos: lo que está en acto y lo que está en potencia (o en acto pero mezclado de
potencia). Todo lo que es potencia tiende al acto y se desarrolla hacia él; y lo que tiene más
acto es más perfecto que lo que está en potencia. Al mismo tiempo, lo que de potencia hay
en un ente sirve de limitación a lo que en él hay de acto. De esta manera todo el sistema
tomista se nos muestra como un “dinamismo energético” en el que lo que está en potencia
tiende y se ordena a lo que está en acto, o a alcanzar su propio acto, ya sea entitativo (el
existir) o acto operativo (el obrar). Se trata de un orden analógico o de jerarquía, en donde
lo más perfecto es lo que está en acto y lo más imperfecto es lo que está radicado aún en la
potencia, Beuchot, (2004, pág. 25).
El mismo autor expone que el hombre necesita de la sociedad para ejercer estas
funciones y, sobre todo, para que tengan sentido: “En el campo de lo social, los apetitos
son factor prominente para la fundamentación de la sociedad humana. El hombre es por
naturaleza social, y aunque la sociedad no se forma por el solo instinto, sino que además
interviene la convención racional, sin embargo, el apetito natural (de conveniencia) y el
apetito sensitivo (gregario) están en la base. La razón de esto es que incluso para
conseguir los bienes materiales de subsistencia y para defenderse de los peligros, el
hombre necesita de los demás hombres y entra en relación con ellos, en todas las
épocas de su vida, desde que nace". (Beuchot, 2004, pág. 172).
A MODO DE CONCLUSIÓN:
La violencia en general y la agresividad en la escuela en particular, tiene como causa
principal el odio, una de las pasiones del apetito concupiscible, contraria al amor, pasión
generadora de todas las pasiones, incluso la del odio.
Por ser la causa y motivo del odio, el amor es más fuerte que éste, aun cuando en
ocasiones el odio parece más fuerte porque es más sentido, más moles y se manifiesta
más externamente, pero también es más fuerte el amor que el odio, porque sólo el amor
se refiere a la felicidad, el supremo fin del hombre para Aristóteles y el fin último para
Tomás de Aquino.
Una propuesta general para enfrentar a la violencia escolar causada por el odio, es que
en el ambiente reine la pasión del amor, entendido como un acto intencional regido por
leyes axiológicas, o sea, relativas a la teoría de los valores.
BIBLIOGRAFÍA
Beuchot, Mauricio (2004). Introducción a la filosofía de Santo Tomás de Aquino.
Salamanca , España: Editorial San Esteban.
García Alonso, Luz. (2000). El hombre, su conocimiento y libertad. México: Ed.
Universidad Anáhuac del Sur - Porrúa
Griffin, Abdrew. (2015, 20 de febrero). Stephen Hawking: space travel will save mankind
and we should colonise other planets. En: The Indepent. USA.
http://www.independent.co.uk/news/science/stephen-hawking-space-travel-will-save-
mankind-and-we-should-colonise-other-planets-10058811.html
INM (s/f). Diferencia entre violencia y agresión. México: Instituto Nacional de las Mujeres.
http://vidasinviolencia.inmujeres.gob.mx/vidasinviolencia/?q=diferencia
López Gracia, Juan Carlos. (2013-2014). Diplomado Educación y Valores. Nov/2013-
Jul/2014. México: impartido en UPES-Mazatlán.
Manzanedo, Marcos F. (2004). Las pasiones según Santo Tomás. Salamanca, España:
Editorial San Esteban.
SEP. (2014). Acoso escolar. México: Secretaría de Educación Pública.
http://www.acosoescolar.sep.gob.mx/es/acosoescolar/Inicio.