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VALORES EN LA

EDUCACIÓN
José Manuel Frías Sarmiento
(Coordinador)

Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa

Secretaría de Educación Pública y Cultura del


Gobierno del Estado de Sinaloa
ÍNDICE

Prólogo
José Manuel Frías Sarmiento

El docente de hoy y la enseñanza de los valores


Aniseto Cárdenas Galindo
Delfina Cervantes Fajardo

La ética profesional del docente: factor clave para enfrentar el futuro María
Teresa Yurén Camarena

Ensayo sobre ideología, valores y educación


Miguel Ángel Rosales Medrano
Dina Beltrán López
La escuela decente y el valor de los profesores
José Manuel León Cristerna

La ética-filosófica y la cultura consumo-hedonista


Antonio Kitaoka Vizcarra

El valor de pertenecer
María Madrid Zazueta

La honestidad frente a la impunidad y la corrupción en la escuela


Juan Lizárraga Tisnado

Del peligro de la educación o ¿Quién enseñará a los niños


Erick Z. Vargas Castro

¿Cómo se viven los valores?


Omar Contreras Juárez

Valores docentes y atención de la diversidad escolar


Lázaro Armenta Armenta

El desarrollo de valores en la educación básica


Jesús Vidal Ponce

Los valores en los programas de estudios de educación primaria


Alfredo Zañudo Mariscal

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Aproximaciones entre el discurso y la acción valoral
Andrés Moisés González Loyola

Educar en valores: una grata experiencia


Jesús Lamberto Martínez Aldana

Despertando los valores en los estudiantes


José Antonio Chávez Espinoza

Desarrollo personal y convivencia


Sara Eduviges Alcaraz Barreras

La justicia y los valores


María de la Luz Murillo Muñoz

¿Cómo se viven los valores?


Omar Contreras Juárez

¿Dónde se construyen los valores?


Saraly Vega Duarte

Los valores en la escuela y la familia


Oscar Isaac Corral Arias

Los valores sin manual, con puro corazón


Miguel Chávez Pérez

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PRÓLOGO

Los valores son un tema recurrente en los ámbitos educativos. Casi todos los que nos
movemos en estos escenarios, hablamos de la ausencia o de la presencia de los valores en la
vida cotidiana en las escuelas. Periódicamente, aparecen programas para fortalecerlos o
para inculcarlos en los niños y en los jóvenes que atendemos como profesores; atención
que, casi siempre, se desarrolla de una manera inconsciente, sin reflexión filosófica, y
enmarcada en una práctica inspiradora, al margen del análisis pedagógico de las actividades
axiológicas que realizamos con nuestros alumnos.
En ese tenor, y en aras de abonar el terreno para que las virtudes arraiguen y hagan florecer
los valores universales en las aulas y en los diversos ámbitos en los que, de alguna manera,
ejercemos nuestra acción educativa, un colectivo académico de la Universidad Pedagógica
del Estado Sinaloa, ha escrito ensayos y artículos en los que dan cuenta de sus reflexiones
en torno a la filosofía, al origen y a la puesta en práctica de los valores en los ámbitos
educativos en los que todos ellos ejercen su acción educativa, y de la cual extraen sus
miradas y pensamientos axiológicos. Es un Colectivo integrado por profesores e
investigadores de las tres Unidades Académicas de la UPES, y por seis académicos de otras
instituciones educativas a los que se les invitó a colaborar y, con entusiasmo y alegría,
escribieron su pensamiento y enriquecieron con sus textos este primer libro titulado Valores
en la Educación. Un libro editado por nuestra Universidad en el marco del proyecto
“Sintamos los Valores en la UPES”, y como una excelente manera de festejar su Primer
Aniversario de vida.
Doctores con larga y fundamentada trayectoria, funcionarios de primer nivel, maestros
reconocidos por su labor educativa y licenciados en educación, son los 21 autores de los 19
textos que integran este volumen en el que se abordan experiencias de valores, encuestas y
entrevistas que nos proporcionan una visión panorámica de cómo es que suceden los
valores en la cotidianeidad escolar. Con una mirada puntual y abarcadora, trece hombres y
ocho mujeres exponen los orígenes y los asentamientos deontológicos de los que derivamos
muchas de las actitudes que asumimos los educadores, ante la diáspora valoral que hoy nos
agobia en la familia, la escuela y la sociedad, en su conjunto.
Valores en la Educación, es el título, pero también es el anhelo de quienes auspiciamos este
libro: todos queremos ser parte de la realidad trasformadora que marque la diferencia entre
lo que somos y lo que deseamos ser. Si generamos situaciones problemáticas, también
queremos ser parte de la solución. Por eso compartimos lo que pensamos, exponemos lo
que miramos, y analizamos lo que acontece en el plano de los valores que dan pie a la
educación que ahora tenemos, una educación que propicia la indiferencia por los principios
universales que nos proyectarían hacia los seres humanos que aspiramos llegar a ser. Una
educación cuya impronta podemos revertir si nos concentramos en la aplicación inmediata
y permanente de los valores que nos llevarán a vivir las cuatro virtudes esenciales inscritas
en el SIVIVA. Al poner en práctica Virtudes como la Prudencia, Justicia, Templanza y
Fortaleza, generaremos en los escenarios escolares los valores pertinentes para la
convivencia armónica a la que toda educación debiera de aspirar. Cuatro Virtudes que

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alientan las páginas de este libro y que, con mucho calor humano, soportan el pensamiento
axiológico que le dan sustento a las ideas expuestas en él.

José Manuel Frías Sarmiento

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EL DOCENTE DE HOY Y LA ENSEÑANZA DE LOS
VALORES

Aniseto Cárdenas Galindo


Delfina Cervantes Fajardo

“Una verdadera educación


no te enseñará a competir;
te enseñaráá a colaborar.
No te enseñaráá a pelear para llegar primero.
Te enseñaráá a ser creativo, a ser cariñoso,
a ser dichoso sin compararte con los demás.
Osho
En todas las épocas, las generaciones adultas han intentado hacer a su imagen y semejanza
a las nuevas generaciones; es decir, a lo largo de la historia humana, las generaciones
adultas han educado (o conducido e instruido) a las generaciones jóvenes. Y todo indica
que nunca dejarán de hacerlo, o cuando menos de intentarlo; esto último, en razón de que,
por lo regular, los resultados de una acción rara vez se corresponden plenamente con lo que
se espera de la misma.
Por ello, conviene no perder de vista que las funciones de la educación moderna continúan
siendo: a) la socialización de los niños y jóvenes con el propósito de adaptarlos al entorno y
a la estructura social; b) la transmisión de saberes y valores social y estatalmente validados
a través de la certificación correspondiente, y c) la preservación de la cohesión y de la
legitimación social mediante las dos primeras.
Sin embargo, a propósito de los últimos acontecimientos con repercusiones a nivel mundial,
¿con cuáles argumentos los docentes del mundo vamos a enseñar a nuestros alumnos acerca
de los valores universales del género humano, cuando los estadounidenses, por ejemplo,
están dando prueba de que los valores son sólo una ilusión que no hay que tomar demasiado
en serio? ¿Acaso debemos enseñar a nuestros alumnos que Estados Unidos, país
autoproclamado eterno paladín de la libertad, decidió que había que destruir Irak y
controlar su petróleo para que los iraquíes fueran libres? ¿Debemos decirles, además, que
esto era necesario para que fuera posible establecer un régimen democrático? ¿O enseñar
que los musulmanes no tienen derecho a ser distintos a los ciudadanos de los países
occidentales? ¿Acaso nos atreveríamos a afirmar que los países anglosajones son
poseedores de la verdad en relación con la organización que debe tener la sociedad? ¿O que
Dios ayudó a los invasores y que de nada sirvió la fe de los que profesan el Islam?
Hoy los iraquíes sienten en carne propia lo que los anglosajones y sus acompañantes son
capaces de hacer en nombre de la libertad: destruir, precisamente, el derecho a la libertad de
ser distintos; desdeñar, por maldad o ignorancia, el proceso global que dio lugar a la
diversidad étnica y cultural de nuestra especie; masacrar cruelmente a una nación para
liberarla de unos demonios e imponerle otros. Si, ante esta exhibición de irracionalidad y
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barbarie, guardamos silencio por temor o complicidad, no tendremos autoridad moral para
enseñar a nuestros hijos nada que tenga que ver con lo que ha dictado la racionalidad liberal
de los últimos tres siglos, misma que, entre otras cosas, ha orientado a erradicar la
injusticia, la corrupción, el fanatismo, la infamia y la indecencia entre los seres humanos.
También dejará de tener sentido que la escuela eduque a las nuevas generaciones en
valores, pues se correrá el riesgo de convertirla en espacio de simulación moral.
La educación cívica debe ser puesta de nuevo en el centro de la función social de la escuela
y del quehacer docente, de tal manera que haga explícita su vocación humanista y solidaria
con los mejores anhelos y esperanzas de la sociedad, pues se trata de atender el interés de la
sociedad y, en particular, el de los miembros de las nuevas generaciones.
Asimismo, la educación cívica se convierte en asignatura insoslayable de la escuela
contemporánea, porque tiene el potencial de propiciar conciencia crítica, solidaria y
responsable entre las nuevas generaciones, soportada en principios éticos. Además,
coincide con la discursividad de los organismos mundiales relacionados con la educación,
los cuales convocan permanentemente al esfuerzo colectivo y al trabajo y reflexión
colegiados; orientan hacia la vocación y la práctica democrática en la sociedad y ratifican
su compromiso con los derechos humanos, la equidad social y de género, así como el
respeto a la diversidad de credos y de etnias.
Sin duda, resulta deseable que la familia y la escuela se comprometan a mantener el poder
de la razón en la construcción de un mundo mejor, y esto podría ser factible si se pone en el
centro de la formación de las nuevas generaciones una conciencia ecológica y una
conciencia social: la primera, deberá orientar parte de nuestros esfuerzos a la preservación
de la vida en general y, la segunda, al logro de la dignidad y el bienestar del género
humano.
Hoy, casi cualquier persona está en condiciones de entender que el hombre es un animal
más sobre el planeta, y que no tiene ningún derecho a exterminar a las especies que le
estorban, mucho menos a sus semejantes. Por el contrario, precisamente por su capacidad
de raciocinio y de lenguaje, además de su manifiesta superioridad tecnológica, el hombre
tiene la responsabilidad de preservar la vida y su vida sobre la tierra.
Kant, en 1784 (hace más de dos siglos), observó que el planeta que habitamos es esférico, y
consideró con detenimiento las consecuencias de ese hecho banal: como todos estamos y
nos movemos sobre la superficie de esa esfera, señaló Kant, no tenemos otro lugar donde ir
y estamos, por lo tanto, obligados a vivir para siempre en proximidad y compañía de otros.
Mantener distancia entre uno y los otros y, más aún, ampliarla es a la larga imposible: al
movernos alrededor de una superficie esférica, terminaríamos por acortar la distancia que,
en un principio, pretendíamos agrandar. Y por lo tanto, la unificación perfecta de la especie
humana en una ciudadanía común es el destino que la naturaleza eligió para nosotros al
ponernos sobre la superficie de un planeta esférico.
Tarde o temprano, advierte Kant, no habrá ni un rincón de espacio libre para aquellos de
nosotros que se encuentren con que los lugares ya ocupados están demasiado colmados
para brindar confort, son demasiado hostiles, incómodos, o por alguna razón poco
acogedores para buscar en ellos refugio y abrigo. Y esa es la manera como la naturaleza nos

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ordena aceptar la hospitalidad (recíproca) como precepto supremo, precepto que debemos –
y llegado el caso deberemos- abrazar y obedecer como modo de dar fin a la larga cadena de
ensayos y errores, a las catástrofes causadas por los errores y a la devastación que las
catástrofes van dejando a su paso.
Los lectores de Kant podían aprender todas estas cosas en sus libros hace más de doscientos
años. El mundo, sin embargo, ni se enteró. Parece que el mundo prefiere honrar a sus
filósofos con placas conmemorativas en vez de prestar atención a sus enseñanzas y seguir
sus consejos.
Pues bien, en este marco de ideas, de saberes, que desde hace siglos Kant nos heredara; hoy
más que nunca, el hecho educativo, el quehacer del profesional de la educación, nos
convoca a una ciudadanía común, una ciudadanía única en este planeta. Nos convoca a
trabajar, a formar profesionales interesados e implicados en lo local y lo global.
Es decir, formar y profesionalizar hoy día a nuestros niños, a nuestras niñas, a los jóvenes y
demás profesionales; es tarea de todos y de todas, es una tarea compartida que corresponde
a los que habitamos este planeta sin distingos de raza ni condición social. Una tarea que nos
debe ocupar el buscar juntos el tan anhelado bien común que ha manifestado, también hace
muchos años, Aristóteles. Nos debe ocupar, la búsqueda de la felicidad.
Ciertamente, muchas cosas han cambiado desde los tiempos de Aristóteles. Nuestra
comprensión de los mundos de estrellas y de átomos se ha ensanchado más allá de lo que
jamás podríamos creer. Los dioses de los griegos son niños indefensos comparados con la
humanidad de hoy en día y con los poderes que poseemos. Y sin embargo, sobre este tema
tan importante poco ha cambiado en los siglos que han transcurrido. Hoy no sabemos más
acerca de la felicidad de lo que sabía Aristóteles y, respecto a saber cómo obtener esta
condición tan valorada, casi podríamos decir que no hemos realizado ningún progreso.
Sin embargo, expresa Osho; es válido decir que la felicidad se da cuando encajas en tu vida,
cuando encajas tan armoniosamente que hagas lo que hagas te proporciona alegría.
Entonces te das cuenta de que la meditación va tras de ti. Si amas el trabajo que haces, si
amas tu modo de vida, eres una persona de meditación. Entonces nada te distrae. Cuando
las cosas te distraen, eso simplemente demuestra que en realidad no te interesan esas cosas.
La felicidad no tiene nada que ver con el triunfo; la felicidad no tiene nada que ver con la
ambición; la felicidad no tiene nada que ver con el dinero, ni con el poder, ni con el
prestigio. La felicidad está relacionada con tu consciencia, no con tu carácter.

Reflexiones finales
Es preciso señalar que los tiempos que nos toca vivir, son tiempos de cambio, de
rupturas, de crisis y de apremios, aunque también de esperanzas renovadas. Empero, éstas
no valen en la pasividad y sólo adquieren significación si las sociedades participan más
decididamente en la construcción de su propio porvenir. El presente es de competencia por
la economía y por los conocimientos. Quién mejor se desenvuelva en este periodo, tendrá
mejores condiciones de preservar su identidad nacional y estatal, así como de consolidar su

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posición en el espectro político internacional. Sin embargo, el problema fundamental no
está en cómo hacer que funcione mejor la sociedad en que vivimos; sino en cómo
organizarla de tal manera que los valores humanos puedan tener su correspondencia con las
condiciones materiales y espirituales en que se desarrollan las mayorías que siguen
desposeídas.
Recuperar los valores y construir los que demandan los tiempos, exige absoluta claridad
respecto a que esto puede hacerse si asumimos la tarea desde una racionalidad ética de tipo
humanista. Una visión de este tipo, por ejemplo, nos indicaría que una ciencia y una
industria que no estén al servicio del conjunto de la sociedad carecen de sentido ético, pues
tenderían a mantener las causas fundamentales de la crisis de valores: la inhumanidad, la
injusticia y la desigualdad de las relaciones sociales aún dominantes.
Mientras persista la idea de poner a la educación al servicio de la preservación del orden
social, continuarán fracasando los propósitos explícitos de formar hombres buenos y
virtuosos, tal como lo proponía Herbart y como lo sugieren los programas que refieren a la
“educación para la paz”, entre otros no menos importantes. Este tipo de programas
constituyen excelentes iniciativas; no obstante, pierden legitimidad y verosimilitud cuando
los mismos que hablan de paz hacen la guerra bajo consignas como “justicia infinita” o
“democracia duradera”.
En el fondo de este tipo de conflictos subyacen las intolerancias de los modernos
fundamentalismos, los cuales han sido incapaces de aceptar la diversidad cultural, así como
las diferencias entre los modelos éticos que rigen a las naciones contemporáneas. Por ello,
carece de sentido ético combatir el fundamentalismo islámico desde el fundamentalismo
neoliberal.
La evolución de los principios éticos, a lo largo de la historia de nuestra especie, ha
incluido el reconocimiento de la inteligencia, la razón y la cultura como elementos
distintivos de lo humano frente al resto de los animales. Preservar la vida inteligente obliga
a preservar todo lo vivo, pues ése es precisamente nuestro origen, y no hay evidencia, ni
méritos, ni motivos para que una eventual intervención divina salve al homo sapiens de la
autodestrucción, y a toda la vida que conocemos de la destrucción provocada por el
hombre.
Hoy más que nunca, comprendemos que las necesidades educativas son muchas y los retos
del nuevo siglo apremian constantes respuestas, el maestro no puede quedarse con parcelas
de la realidad, no puede permitirse conocer poco, saber poco, porque eso lo llevaría a
enseñar poco. No puede permitirse ser rebasado por los nuevos conocimientos, hoy por hoy,
es imposible conocerlo todo y saberlo todo por el constante flujo de información y por la
especialización del saber que impide un conocimiento totalizante de las cosas.
Pero no se pide que el maestro sea un todólogo, simplemente lo que se busca es que se
encuentre informado y que a su vez, adquiera la capacidad de contextualizar el saber, que
logre ver las relaciones entre las diferentes ciencias, que consiga hacer conocimientos
transversales que le permitan mostrar al alumno el nivel de relación existente entre todas las
cosas, entre su ser y el cosmos, entre la verdad y el error, entre el valor y la cultura. Si logra

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hacer eso, hará posible que el alumno adquiera conocimiento, y con esto, le posibilitará la
oportunidad de vivir mejor.
El mayor reto al que se enfrenta el educador hoy, es llegar a una educación que realice las
condiciones que posibiliten un conocimiento pertinente, esto es, un conocimiento que
permita al alumno resolver problemas, que con su uso logre satisfacer necesidades, que le
permita relacionarse consigo mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea.
El conocimiento debe de salir de los textos, tiene que transformarse en “algo” vivo, que
cambia, que crece, que se desarrolla. Si permitimos que el conocimiento sea reducido a la
esfera del dato, estaremos contribuyendo a alimentar el desasosiego y la desesperanza en
aquellos que no logran ver un porvenir, porque no saben crear estrategias que le permitan
comprender la ineludible incertidumbre.
Ante tal apremio, el compromiso y la responsabilidad que juntos, sociedad y gobierno,
compartimos hoy en día, se contempla en lo que ya expresó el Secretario General de la
ONU, el 26 de septiembre de 2012, al momento de lanzar la iniciativa “Educación
Primero”. El Secretario señaló que esta iniciativa tiene tres prioridades: la primera, que
todos los niños puedan ir a la escuela; la segunda, el mejoramiento de la calidad del
aprendizaje; y la tercera, el fomento de la ciudadanía global. Ése es nuestro compromiso y
nuestra responsabilidad, como bien lo dijo el secretario Ban Ki-moon: “Educación es
esperanza y dignidad. Educación es crecimiento y empoderamiento. La educación es la
piedra fundamental de toda sociedad y el pasaje para salir de la pobreza”.
Referencias bibliográficas
ABBAGNANO, Nicola (1982). Diccionario de filosofía. Ed. Fondo de Cultura
Económica, México.
ABBAGNANO, N. y A. Visalberghi (1982). Historia de la pedagogía. Ed. Fondo de
Cultura Económica, México.
BAUMAN, Zygmunt (2003). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos
humanos. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
DOMINGO, Mota Raúl (2008). Filosofía, complejidad y educación. Ed. Universidad
Autónoma de Nuevo León, México.

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LA ÉTICA PROFESIONAL DEL DOCENTE: FACTOR
CLAVE PARA ENFRENTAR EL FUTURO. 1

María Teresa Yurén Camarena


Presentación
A partir de los años 80, vivimos una forma de modernidad que ha recibido distintos
nombres: segunda modernidad, posmodernidad, modernidad tardía. Para algunos, como
Habermas (1982), la modernidad es un proyecto inacabado, algo que se quedó a medio
camino, pero para otros, como Bauman (2000), en la modernidad podemos distinguir dos
momentos que se adjetivan de acuerdo con una metáfora propia de la Física: la
“modernidad sólida” y la “modernidad líquida”. Según este autor, la modernidad sólida
entró en crisis cuando se empezó a fracturar el modelo fordista de industrialización,
acumulación y regulación en el que el capital y el trabajo estaban fijados a un lugar e
inmovilizados. En la modernidad líquida, el capital se mueve todo el tiempo, y aunque el
trabajo sigue fijado como antes, el lugar al que se anclaba se encuentra en arena movediza.
Cada vez menos, los trabajadores pueden soñar con una plaza segura para toda la vida.
Dicho de manera breve: mientras que en la modernidad sólida la sociedad era arraigada,
estructurada por normas y ordenada por la burocracia, pero brindaba protección al
individuo, en la modernidad líquida, en cambio, se han ido desmantelando las redes
normativas y protectoras del individuo. La modernidad sólida era una época de
compromiso mutuo, en tanto que la modernidad fluida es época de descompromiso. En ella
dominan los más elusivos, los que tienen libertad para moverse a su antojo. Internet
contribuye a ello pues, como hace notar Bauman (1999), mientras que emancipa a algunos
de las restricciones territoriales y les confiere una inédita capacidad de actuar a distancia,
quienes no acceden al ciberespacio quedan confinados, condenados a la insignificancia, y
con dificultades para apropiarse de la única localidad que habitan pues ésta se mueve bajo
sus pies.
Frente a estos grandes cambios, cabe preguntarse si la educación puede y debe ser como
antaño, si el docente puede ser y hacer como aprendió de las generaciones anteriores; si su
responsabilidad se limita a repetir un patrón aprendido como si todo fuera tan sólido como
antes, o si tendrá que construir una ética que le permita seguir siendo responsable en un
mundo en el que más que certezas, asideros y tierra firme donde pisar, se encuentra
incertidumbre, inseguridad y un piso movedizo.

1 En este trabajo se conjugan ideas que han sido expuestas en otros trabajos, especialmente en: a) la
conferencia: “Educar en el presente para la eticidad del futuro” (Simposio sobre Eticidad y Educación,
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 1 de junio de 2009); b) la conferencia “Educación para la
democracia: del ideal a lo real y a lo posible” (Segundo seminario Internacional Reforma del Estado y
ciudadanía. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 4 de noviembre de 2009), y c) “Ethos y
autoformación en los dispositivos de formación de docentes”, en Yurén, T., Navia, C. y Saenger, C. (Coords.)
Ethos y autoformación del docente. Análisis de dispositivos de formación de profesores. Barcelona: Ediciones
Pomares, pp. 19-48.

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Responder a esas preguntas nos conduce irremediablemente a reflexionar sobre la manera
en la que impactan en la educación y en la tarea docente las transformaciones a las que
antes aludimos. A ello nos referiremos en primer término.
La educación y el quehacer docente. 2
A pesar de que las estructuras económicas, políticas y culturales se han
transformado notablemente en las últimas tres décadas, puede decirse que la manera de
ejercer la docencia en todos los niveles ha cambiado poco o nada. Pareciera que se
mantiene incólume la idea de que el profesor es: a) el enseñante de conocimientos ciertos,
seguros y duraderos; b) el socializador por excelencia que con su actividad contribuye a
incorporar a los/as niños/as y jóvenes a las instituciones al tiempo que funge como
depositario de los valores que se heredan a las generaciones jóvenes y como transmisor de
las creencias y tradiciones que dan unidad y cohesión a la nación, y c) el forjador de
personalidades firmes, con un proyecto de vida pleno de sentido. Los breves apuntes que
Bauman (2007) da en torno a la educación bastan para mostrarnos la improcedencia de esa
imagen y esos roles en los tiempos que corren.

El profesor como enseñante


En su papel de enseñante, el docente tiene como materia de trabajo el conocimiento
formalizado bajo la forma de un saber científico que, para ser enseñado, adquiere la forma
de saber académico. El profesor media entre el conocimiento y el aprendiente. Gracias a su
actividad, una parte del saber científico es didactizado y puesto a disposición del educando.
Sin embargo, en la era de la información y las sociedades del conocimiento los usos, el
volumen y la calidad de esa materia de trabajo del profesor se ha transformado.
Como bien advierte Bauman (2007), en la modernidad sólida el conocimiento era una
especie de propiedad y la educación tenía valor en la medida en que se ofreciera
conocimiento duradero. Se suponía que se podía aprender todo aquello que se requería para
un determinado empleo y para moverse en el propio mundo de la vida. Pero, en la
modernidad líquida, el lapso de vida del saber se ha encogido y esto se ha exacerbado por la
mercantilización del conocimiento y del acceso al mismo. El saber es reemplazado todo el
tiempo por otras versiones nuevas y mejoradas.
A lo anterior hay que agregar que lo desconocido ha cambiado de posición: ha pasado del
mundo, que era demasiado vasto y misterioso a la galaxia nebular de la imagen y el
ciberespacio en donde se vuelve inasimilable. Todo está ahí, accesible y al alcance de la
mano, pero ajeno, más allá de toda esperanza de ser comprendido cabalmente alguna vez.
En esa masa se derrumban los mecanismos ortodoxos de ordenamiento (relevancia,
utilidad, autoridad). Los contenidos parecen uniformemente descoloridos. Es difícil separar
la paja del trigo, asignar importancia a las diversas porciones de información. La regla
empírica es guiarnos por la relevancia momentánea del tema (Bauman, 2007).

2 En este apartado, retomo una serie de ideas expuestas en la conferencia:


Educar en el presente para la eticidad del futuro (Universidad Autónoma del
Estado de Morelos, 1 de junio de 2009).

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Dados estos cambios, no queda sino admitir que resulta urgente resignificar el papel del
profesor como enseñante. Ante la explosión de información, el profesor, más que un operar
como un transmisor de saberes, tendría que facilitar a los educandos la adquisición de
habilidades para allegarse información, seleccionarla y organizarla, auxiliándose de las
tecnologías a su alcance. También tendría que contribuir a que los niños/as y jóvenes fueran
capaces de distinguir la paja del trigo, es decir, el conocimiento relevante y objetivo de todo
aquello que no lo es. Más aún, tendría que apoyar a sus alumnos en la tarea de procesar y
elaborar conocimientos, para lo cual habría de abonar el terreno para la problematización y
la crítica. Esto último no resulta sencillo pues alumnos críticos son alumnos cuestionadores,
que ponen en tela de duda lo dicho. Tampoco resulta fácil abandonar la figura de poseedor
de saberes ciertos y seguros para incluirse junto con los educandos en la vía de la duda, la
pregunta, el problema y el proyecto.
El profesor como socializador
Si el papel del profesor como enseñante se ha de modificar, esto resulta aún más
urgente por lo que se refiere a su papel como agente socializador y como transmisor de
tradiciones y depositario de los valores legítimos. Jugar este papel le era posible en la
modernidad sólida porque la racionalidad que se ponía en juego era instrumental: se tenía
claridad sobre los fines que se presentaban con pretensión de universalidad; la
incertidumbre, si la había, era sólo acerca de los medios.
En congruencia con esto, existían los aparatos de autoridad encargados de absolutizar los
valores-fines y velar porque las personas no se desviaran del camino. La forma de lograrlo
era el control, que implicaba los actos de vigilar y castigar, y cuyo símbolo, según
aprendimos de Foucault (1993), era el panóptico. El mundo de la modernidad sólida era el
mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores. Se tenía un proyecto
explícito y se avanzaba hacia él guiados por el líder (Bauman, 2000).
En cambio, dice Bauman (2007), “en nuestro volátil mundo de cambio instantáneo y
errático, las costumbres establecidas, los marcos cognitivos sólidos y las preferencias por
los valores estables, aquellos objetivos últimos de la educación ortodoxa, se convierten en
desventajas” (p. 37). Las metáforas que emplea Bauman (2000) para la modernidad líquida
son ilustrativas del enorme contraste. Ahora, viajamos sin remedio, pero el avión va en
“piloto automático” y no sabemos hacia dónde. Nos invade permanentemente un
sentimiento de incertidumbre respecto de los fines, pero no podemos detenernos porque,
como quien se desliza sobre una delgada capa de hielo, sabemos que es más peligroso parar
y sostener nuestro cuerpo demasiado tiempo en un mismo lugar, que seguir haciendo el
esfuerzo de movernos (Bauman, 2007, 36). Los valores son ahora innumerables y
cambiantes. Si hay incertidumbre no es por los medios sino por los fines, son muchas cosas
las que son objeto del deseo. Una consecuencia de esto es que, a diferencia de la
jerarquización de valores que caracterizaba a la modernidad sólida, en la modernidad
líquida todo lo que se desea fluye de la misma manera, todo parece tener el mismo valor
(Bauman, 2000).
Los grandes y cohesionadores valores-fines de antaño han desaparecido, pero eso no
significa la pérdida de valores, dice Bauman (2000). Por el contrario, la añoranza de los
viejos fines perdidos es el signo de la sobresaturación de valores; sobre el capitalismo
liviano “pende la condena de estar obsesionado por los valores” (p. 67). Pero ahora, por

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paradójico que parezca, lo valioso no es lo que se persigue, sino el desear permanente, la
búsqueda constante y como eso que se desea es venal, entonces la búsqueda se traduce en
compra. No importa ahora que el producto que se obtenga sea durable, como se procuraba
en la modernidad sólida, pues de lo que se trata en la modernidad líquida es de aprovechar
la oportunidad. Lo que mueve a la compra no es la necesidad, sino el deseo mismo. Si antes
se buscaban los satisfactores de las necesidades con la mirada puesta en un ideal de
plenitud, ahora lo que importa no es el satisfactor mismo sino la búsqueda incesante.
En la modernidad sólida, los que marcaban el camino hacia los grandes fines eran los
líderes y autoridades, que utilizaban sin cesar los términos “nosotros” y “bien común”, y
que asumían la responsabilidad de guiar a los demás. En la modernidad líquida, aunque no
ha desaparecido la figura de autoridad, las autoridades son tantas que ninguna de ellas
puede conservar su potestad más que momentáneamente y en ciertos aspectos. No hay líder
que asuma la responsabilidad de la decisión y de sus consecuencias. Cada individuo es
responsable de sí irremediablemente.
En la modernidad sólida se requería del control. La modernidad líquida es una sociedad de
la seducción. Más efectivo que el legislador y el vigilante para asegurar la efectividad de la
eticidad existente es la celebridad (cantante, actor, jugador de futbol, locutor de televisión,
político o participante en un talk-show) quien, por más que su fama sea efímera, es
observada por muchos y, desde el cuasi-etéreo espacio electrónico, dicta no sólo los
cánones de la moda y de lo que es bello o feo, sino también de lo que es bueno o malo,
verdadero o falso. Por ello, dice Bauman (2000) el sinóptico –es decir, el lugar desde el que
unos pocos seducen a muchos-, substituye al panóptico.
Lo que todo esto tiene como efecto es la privatización de la eticidad. Ésta ya no es ni un
producto de la comunidad originaria, ni el resultado del consenso racional en búsqueda de
los fines del nosotros; no es un producto público, sino el resultado de deseos, ideas,
opiniones, experiencias de los particulares convertidos en celebridades; instantáneos
deseos y conflictos de vidas particulares que son publicitados en los medios electrónicos.
Puede decirse que, a diferencia de la modernidad sólida en la que la esfera privada era
invadida y colonizada por la esfera pública, ahora la vida privada invade la esfera pública.
El profesor era, en la modernidad sólida, una especie de guardián y paladín de la eticidad
existente que era tan sólida como las jerarquías de valores que se transmitían, por eso no
extraña su nostalgia respecto de los valores que se han perdido y su insistencia en la
obediencia a un orden que considera legítimo. En la modernidad líquida, su papel habrá de
cambiar: tendrá que aprender y ayudar a otros a aprender a establecer criterios para
distinguir los medios de los fines, los valores venales de aquellos que dignifican. Una tarea
de gran envergadura que toca al profesor es colocar a los educandos en el camino de pensar
y criticar la eticidad existente para construir una mejor eticidad para el futuro. Facilitar a los
educandos el uso crítico de los medios es también una tarea insoslayable, como también lo
es la conformación de espacios que medien entre lo privado y lo público.

El profesor en relación con el cuidado de sí.


En la modernidad sólida se consideraba un deber cuidar la propia salud y procurar la
construcción de una identidad sólida con un núcleo duro relativamente estable que
configuraba el carácter. El individuo tenía un sentido de pertenencia y no había problema
14
en aceptar las identificaciones atribuidas que configuraban identidades para otro (la nación,
la comunidad, el partido). En la modernidad líquida el individuo más que cuidar su salud
busca mantenerse en forma y el núcleo estable de su personalidad es más reducido.
Adquiere formas identitarias diversas dependiendo del lugar y la circunstancia. Asume la
autoidentificación como una tarea individual y acepta el estado de incompletud e
indeterminación con ansiedad pero con la conciencia de que un estado de plenitud es
imposible e indeseable en la medida en que le resta libertad.
En estas condiciones, resulta ilusorio pensar que la educación contribuye a la preparación
para ocupar un empleo específico y sobre todo a la construcción del propio individuo como
si fuera una personalidad sólida con vínculos perdurables. El individuo de la modernidad
líquida difícilmente encuentra un empleo de larga duración; además elude vínculos
durables que siente como restricciones a su libertad de movimiento y pérdida de posibles
oportunidades. Por ello, dice Bauman (2007), los procesos educativos que se consideran
exitosos en la modernidad líquida son aquellos que toman en cuenta que el individuo ha de
comportarse de modo que despierte el interés por “comprar” sus servicios y productos;
mostrarse jovial, abierto o curioso y dueño de aptitudes comunicativas. De lo que se trata es
que se aprenda el arte de “ser uno mismo”, no ser uno más, sino tener ideas insólitas,
proyectos excepcionales.
Según algunos, (Nuñez en Bauman 2007) en la modernidad líquida, la escuela y otros
dispositivos productores de sentido pierden eficacia simbólica, pues si no hay identidad en
sentido sólido, sino multiplicidad de identificaciones parciales, que se reemplazan, se
desplazan y se articulan de manera desigual y combinada, resulta absurdo tratar de forjar un
fondo común de creencias y valores que cohesione, a la vez que homologa.
Sin embargo, creemos que la escuela tiene sentido si el profesor hace propicia lo que Elliot
(1997) llama la apertura a nosotros mismos, que no es sino la preocupación que tiene cada
sujeto por hacerse de los recursos necesarios para manejar con creatividad y autonomía la
incertidumbre y la ambivalencia que le genera lo que vive y la forma en la que lo vive.
Además de forjar competencias para actuar sobre el mundo objetivo e interactuar con los
otros, cada sujeto requiere competencias para actuar sobre sí mismo, resolver las crisis 3 que
origina la cambiante relación identidad-alteridad y oponer resistencia a la racionalidad
instrumental y homogeneizante que obtura las experiencias de subjetivación. Contribuir al
cuidado de sí y acompañar a los educandos en el difícil proceso de conocerse y construirse
en la modernidad líquida es una tarea que demanda del profesor nuevas competencias.
En suma, en la modernidad líquida el profesor más que transmisor, adoctrinador y guía
habrá de ser formador y contribuir a que cada educando se forje como sujeto cuestionador,
reflexivo, crítico y autocrítico, capaz de actuar en el debate y la construcción de lo público,
y de cuidar de sí.

3 Seguimos a C. Dubar (2000) quien define a las crisis identitarias como


ruptura del equilibrio entre diversos componentes; como perturbación de
relaciones relativamente estabilizadas entre los elementos estructurantes de la
actividad de identificación. La perturbación frecuentemente tiene su origen en
crisis del lazo social debidas a situaciones en las que los sujetos viven
situaciones de exclusión o desventaja social.

15
Las tareas del docente en la educación ético-política del
presente
Aprender de la modernidad líquida significa, sin duda, aceptar la importancia del
individuo frente a poderes homogeneizadores, pero también prever que el individuo sólo,
con sus miedos, no podrá sobrevivir en un futuro en el que los bienes serán escasos para
todos. El respeto, la tolerancia y la reciprocidad, valores tan enaltecidos en la modernidad
sólida, serán importantes pero insuficientes para forjar la eticidad del futuro. Se requerirá
de la solicitud por el otro vulnerado, la solidaridad, la apertura real y amplia a la diversidad,
y la aplicación de la equidad que, como decía Aristóteles (1961), es “rectificación de la ley
en la parte en que ésta es deficiente por su carácter general” (p. 130).
En la educación del presente, conviene poner en duda retóricas que hablan del fin de las
ideologías, de las clases y de las utopías, pues como dice Derrida (2004), hemos sido
demasiado complacientes con ellas y eso nos hace olvidar las distancias, disimular las
separaciones, borrar las zonas del mundo, las naciones, los grupos, y los individuos que
masivamente son víctimas excluidas de los beneficios de la globalización. Hacer la crítica
de esas retóricas es necesaria porque, como insiste este autor, “toda elocuencia sobre los
derechos del hombre que no tiene en cuenta la desigualdad económica, es parloteo,
formalismo u obscenidad” (p. 179).
También, habrá que asumir la responsabilidad que nos toca a los docentes en la ardua tarea
que Bindé (2004) resume en la idea de rehabilitar el tiempo como duración. Se trata, dice,
de romper con la lógica de corto tiempo que nos imponen las TIC, las finanzas y los
medios, no sólo porque conlleva un borramiento de la posibilidad del proyecto colectivo y
una deslegitimación de la utopía, sino porque ello implica que la humanidad de hoy se
arrogue los derechos sobre la humanidad del mañana, amenazando su equilibrio y su vida.
Se hace necesario romper con la tiranía de la inmediatez para sumar esfuerzos y resolver
los graves problemas mundiales (como la crisis alimentaria, la pauperización de la
población, la migración y el cambio climático).
Para ello se requiere considerar tres estrategias aconsejadas por Bindé (2004) en las que el
docente juega un papel central. En primer lugar, hay que romper con la idea de que sólo
tenemos obligaciones con sujetos iguales y presentes. Necesitamos considerar la
comunidad ética de sujetos del porvenir respecto de los cuales estamos en posición
asimétrica. De la solicitud hacia ellos, depende la sobrevivencia de la condición humana.
En segundo lugar, hay que reconocer y superar la miopía respecto del tiempo que
predomina en esta época: por una parte, tenemos amnesia respecto del pasado y, por otra,
somos incapaces de inscribirnos en un futuro con sentido. Vivimos ajustándonos y
adaptándonos, sin prospectiva. La suerte de las futuras generaciones dependerá de nuestra
aptitud a lograr una visión de largo plazo y decisiones presentes. Se requiere, pues, de una
auténtica pre-caución (en el sentido de cuidado anticipado) y pre-ocupación (en el sentido
de un hacer ya hoy lo necesario). Esto implica, además del esfuerzo de poner en cuestión la
instantaneidad de la vida, el de recuperar la memoria y ver de manera crítica nuestro
presente.
En tercer lugar, también se requiere una mirada distinta respecto de los valores, pues hemos
de aceptar que lejos de constituir un patrimonio fijo, son una herencia que no está precedida
16
de testamento que nos obligue a considerarlos siempre de la misma manera. Así, sin perder
el lazo con las convicciones durables de la comunidad histórica habrá que atender las
reevaluaciones incesantes que reclaman los cambios de época y de circunstancia con la
emergencia de problemas nuevos. Más que transmitir valores fijos, habrá que transmitir el
impulso de la transmisión, la capacidad de diálogo entre las culturas y las condiciones que
hagan posible que los valores sean objeto de debate y acuerdos entre actores diferentes,
pues ello equivale a preservar la condición humana.
Educar para el futuro significa aceptar el presente sin reconciliarnos con él; dejar de
lamentarnos por el derrumbe de los valores, como nos aconseja U. Beck (1999), y asumir
que la educación puede contribuir a un ejercicio de la libertad en el que la realización
personal, el goce de sí y la preocupación por los otros no se excluyen. En un mundo en el
que todos nos sentimos y estamos de alguna manera desamparados, la reciprocidad es
importante, pero lo es más la solicitud por el otro vulnerado, y por el que todavía no está en
el mundo. El yo subordinado al nosotros a la manera de las instituciones y las
organizaciones del pasado es algo que la educación actual no podría reconstruir, pero, en
cambio, puede contribuir un nuevo sentido del nosotros que se genera con redes vinculantes
y se funda en la promesa hecha al otro extraño y diverso. También tendrá que ser una
educación que no promete puertos seguros sino prepara al individuo para tolerar la
incertidumbre y moverse en ella, y para ejercer una libertad política que asuma como res-
publica la vida en el Planeta, la libertad de todos y, por ende la diversidad. Siendo
cautelosos a la vez con la utopía y la tradición, pero sin renunciar del todo a ellas, la
educación del presente ha de tejer los lazos entre pensamiento y acción. Al docente de hoy
le corresponde la tarea de facilitar la adquisición de disposiciones que hagan posibles la
pre-caución (cuidado anticipado) y la pre-ocupación (acción que anticipa ciertos efectos); la
posibilidad de trabajar en el presente proyectos modestos pero efectivos que, desde el
ámbito local contribuyan a transformar un fragmento, aunque sea pequeño, de nuestra
realidad, cuidando que esa transformación sea de largo aliento.
El docente de hoy tendría que comprometerse en una educación que haga posible una
eticidad futura de clave humana, es decir, una educación para la diversidad y la solidaridad
y para una ciudadanía que trabaja en la localidad inmediata pero con miras y
responsabilidad planetaria. Se trata, también, de una educación que es a la vez ética y
política y que se orienta a favorecer aprendizajes y competencias (como las competencias
discursivas –las lógicas y las comunicativas- y las habilidades para el juicio moral y el
juicio prudencial) que favorezcan el ejercicio de una democracia ampliada y de una
política deliberativa que asuma el debate sobre la justicia y la equidad.
Consideramos que Siede (2007) tiene razón cuando señala que la escuela ha de funcionar
como espacio en el que se construya y se ponga a debate lo público y ha de favorecer que
los niños y jóvenes construyan, con autonomía, criterios para que su actuación en la vida
social se caracterice por la inclusión, la solidaridad y el respeto a la diferencia.
Como bien dice este autor, la educación ético-política que se requiere para el presente con
vistas al futuro demanda del docente una mirada crítica de todo autoritarismo (incluido el
escolar) y un trabajo orientado a educar a sus alumnos/as en el ejercicio del poder, la lectura
del presente inscrito en la historia, el cultivo de la dimensión comunitaria de la política, la
apertura a la diversidad y la no reconciliación con un presente injusto e inicuo.

17
El profesor ha de trabajar, entonces en tres esferas: la ética, que alude a la relación con el
otro; la política, que abarca las relaciones de poder que se juegan en la vida social, y la del
sí mismo con sus identificaciones y sentido de pertenencia, con sus diferenciaciones y su
trabajo de individualización. Entre esas esferas se da un interjuego que puede ser
propiciado por determinadas experiencias educativas innovadoras.
La ética profesional.
Las transformaciones a las que hemos aludido significan necesariamente cambios en la
ética profesional. Ésta es una parte de la cultura profesional que opera como un sistema de
significación formado en la interacción social (Blin, 1997) y se manifiesta como un
conjunto de representaciones relativamente compartidas por quienes ejercen una misma
profesión. Dichas representaciones sirven de pauta de lectura a los actores para dar sentido
a sus actividades y al contexto donde actúan. En las representaciones profesionales, en
general, y de manera particular en aquellas que sirven de base para construir la ética
profesional, se manifiesta la manera en que los sujetos se apropian de la cultura profesional
y la convierten en componente identitario.
La ética profesional abarca varias dimensiones. La primera de ellas es un conjunto de
valores y pautas de valor y de códigos o prescripciones que se van transmitiendo de
generación en generación y que determinan qué está permitido o prohibido, qué se
considera bueno y qué debiera evitarse porque se juzga malo. Esta dimensión es la de la
eticidad de la profesión que constituye la materia de las acciones éticas. A esto le llamaba
Foucault (en Dreyfus y Rabinow, 1988), la sustancia ética. Una segunda dimensión es la
moral, que consiste en un conjunto de procedimientos de juicio conforme a los cuales el
profesional, en cada caso, toma decisiones para llevar a cabo lo que considera correcto.
Estos procedimientos se hacen necesarios cuando entran en conflicto los valores que están
en juego o algunas prescripciones. Esta dimensión es el elemento formal de la acción ética,
es el procedimiento que llevamos a cabo interiormente para reconocer por qué debe hacerse
algo, por qué algo nos parece justo. En esta dimensión entra en juego un componente
identitario al que Foucault (en Dreyfus y Rabinow, 1988: 200-202) se refirió como “la clase
de ser al que aspiramos cuando actuamos moralmente”. Una tercera dimensión es la de los
actos del sujeto o comportamiento moral en el campo profesional. En esta dimensión entra
en juego no sólo la capacidad del sujeto para auto-regularse, sino también la capacidad de
agencia de los sujetos, sus habilidades para ver los medios y los fines y ponderar las
condiciones en las que es posible llevar a cabo la acción.
El elemento nuclear de la ética profesional es el ethos profesional, pero éste, para
conformarse y funcionar, requiere de lo que le brinda la eticidad y de los procedimientos
que configuran la moralidad y, para objetivarse, requiere del comportamiento, el cual mira
necesariamente hacia fines y medios.
Las disposiciones a las que aludimos se van forjando tanto en el proceso de formación,
como en la práctica profesional, cuando el sujeto se enfrenta a problemas socio-morales del
campo correspondiente. Por un lado, reflejan la internalización selectiva de prescripciones,
códigos y pautas de valor, así como las capacidades: a) de juicio moral para ponderar,
conforme a principios, los valores que están en juego en un momento dado; b) de juicio
prudencial, para aplicar sensatamente los principios en situaciones específicas, y c) de auto-
regulación para orientarnos a la acción. Además de estas capacidades, se requieren

18
competencias y motivaciones para poner en acto aquello que el profesional ha juzgado
como valioso, conveniente, justo o prudente; es decir, se requiere capacidad de agencia
pues, sin ella, todo queda en buenas intenciones..
Si, como hemos dicho, la materia de trabajo del profesor se ha modificado, si las tareas que
antes debía realizar se han transformado, si los problemas que enfrenta son distintos a los
que se enfrentaban antes, resulta claro que la ética profesional ha de transformarse. Seguir
actuando como si nada hubiera cambiado significa eludir esa relación con uno mismo que
nos configura como sujetos éticos. Seguir manteniendo el mismo patrón de conducta
supone que la eticidad existente no ha sido puesta en cuestión, que el ideal de ser moral no
se ha actualizado, que las obligaciones y responsabilidades como profesional de la docencia
en un mundo líquido se suponen las mismas que en la modernidad sólida. No revisar todos
estos aspectos equivale a la renuncia como sujeto ético.
El cambio que requieren los nuevos tiempos no ha de venir de programas de la SEP, de
decretos y normas o de cambios curriculares sino del convencimiento del profesor de que
su ética ha de cambiar porque para seguir asumiendo con responsabilidad la delicada tarea
de educar, él mismo ha de poner en tela de juicio su propia eticidad, su ideal de docencia,
sus formas de autorregulación y sus procedimientos de juicio. La eticidad del futuro se
construye sobre la educación del presente y ésta se construye sobre la transformación de la
ética profesional del docente. Por eso, en buena medida, si esperamos un futuro más
humano que el que estamos viviendo, no queda sino revisarnos a nosotros mismos y actuar
ya para poner al día la ética profesional.

Bibliografía

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19
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Bindé, Oú vont les valeurs? Entretiens du XXIe siècle (Vol. II, págs. 169-
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del docente. Análisis de dispositivos de formación de profesores.
Barcelona, España: Pomares.

20
ENSAYO SOBRE IDEOLOGÍA, VALORES Y EDUCACIÓN

Miguel Ángel Rosales Medrano


Dina Beltrán López
La civilización humana inició a partir de que algunos
de los miembros de esta especie fueron capaces de construir,
desde el intelecto y el lenguaje, nociones de principios
destinados a explicar y justificar la vida y el orden social.
(MARM)

Presentación.
En este ensayo sostenemos que la diversidad de maneras de pensar que tienen las distintas
culturas y las personas dentro de éstas, responden al modelo de pensamiento heredado y/o
asumido por la respectiva sociedad y los sujetos histórico-concretos que son parte de ella.
La misma propensión a insertarnos en modelos se detecta cuando intentamos comprender
qué y quiénes somos, a partir de la manera que somos; cómo conocemos y validamos
nuestros saberes; qué y cómo hacemos lo que hacemos; cómo y por qué expresamos interna
y externamente lo que sentimos; o cuándo y en función de qué nos comportamos o
actuamos en sociedad de tan diversas maneras.
La tendencia a modelizar es un rasgo estructural del género humano semejante al
gregarismo, a la capacidad de lenguaje o a la prohibición del incesto. (ROSALES, 2008:
96). Ello la convierte en algo inherente a la naturaleza humana que se expresa como fuerza
de la herencia y del desarrollo cultural. La razón por la que somos de esta maneras e
explica por la tensión que se genera entre la necesidad de certidumbre y el temor a la
incertidumbre, propia de nuestra especie. De ahí que tendamos a construir y reconstruir los
modelos que requerimos para nuestra supervivencia. Así, a través de las épocas hemos
creado modelos religiosos, políticos, científicos, éticos, estéticos, educativos, etc.
Los modelos éticos encierran valores, mismos que suelen recuperarse en los modelos
educativos, que a su vez se articulan con la época y modelo social respectivo. Así, hablar de
educación en valores obliga a tener un marco de referencia amplio y preciso a la vez, pues
partiendo del principio de que la educación no es neutral (siempre se educa para algo y de
determinada manera), se deduce que tampoco lo son los valores que se inculcan a través de
ella. Desde esta perspectiva se comparten las siguientes reflexiones.

21
• Ideologías en religión y política

Al abordar el tema de las ideologías y los valores resulta ineludible referirse a la religión y
a la política. Con respecto a la primera, racionalmente se puede sostener que ninguna
religión entre las existentes es la verdadera, todas son válidas en mayor o menor medida, y
con más o menos fieles, sin que esto sea determinante para adjudicarles su valor ético y
lógico-racional. Ello en razón de que el problema de las causas primeras del universo, está
muy distante del papel y la importancia que en esta cuestión pueda tener el género humano.
Al respecto, la versión materialista de la filosofía del siglo XIX, y en particular la del
materialismo dialectico planteado por Marx y Engels, por regla general ha intentado
apegarse a los avances de la ciencia en esta materia. Una interesante forma de abordar la
cuestión la encontramos en el célebre intelectual mexicano José Revueltas: “La gran
revolución de la naturaleza, la más alta y extraordinaria de sus transformaciones
cualitativas, ocurre cuando ella misma comienza a pensarse con el hombre y es ya, a partir
de entonces una naturaleza consciente” (1982: 49).
De esta manera, los dioses o modelos divinos asumidos por la humanidad sólo tienen valor
histórico, pues son relativos, transitorios. También poseen valor ético, aunque sólo durante
el tiempo que ejercen hegemonía o presencia importante en una realidad social
históricamente determinada. En otros términos, ninguna de las religiones conocidas es
capaz de abordar los asuntos de lo trascendente, a menos que acepten su historicidad.
Las religiones han constituido cuerpos de principios morales cuyo origen profundo
conducía, más que a la salvación del alma, a la preservación del grupo humano. Esto se
tradujo en una tendencia, presente en todos los grupos étnicos, cuyo principio básico
consistía en otorgar identidad y sentido divino a la existencia de cada pueblo creyente de
una religión determinada. Así se explica el surgimiento de una diversidad de mitos y
preceptos morales que fueron y han sido soporte de la cosmogonía y la teología de las
naciones a través de los tiempos.
Las religiones han sido los productos culturales a través de los cuales el hombre creó una
gran variedad de mitos acerca de su origen y destino, lo que le ha permitido asumir y
justificar sus acciones a partir de una supuesta superioridad otorgada por el dios o dioses de
su Fe. Es decir, las fantasías humanas sobre su propia existencia han llevado al hombre
-incluido el contemporáneo- a suponer que Dios lo escogió como el “rey de la creación” y
lo dotó de inteligencia y libre albedrío para que organizara la vida en la tierra como mejor
le acomodara. Sólo que en este intento se ha encontrado con semejantes que creen en otros
Dioses, y que también se consideran portadores de la verdad. Éste es precisamente el fondo
y origen de los llamados fundamentalismos religiosos, aunque ahora también pueden
advertirse fundamentalismos de tipo político.

Respecto a la perspectiva política de las ideologías, el problema se presenta vinculado al


hecho de que, por regla general, cada una de éstas suele responder a los intereses y
necesidades de los núcleos dominantes en los distintos agrupamientos sociales. Así, por
ejemplo, los problemas de inequidad, explotación, crueldad, marginación, represión,
rebelión, injusticia, etc., que es posible percibir a lo largo de los milenios entre los
poseedores y los desposeídos en su condición histórica de males de las sociedades de

22
clases, de inicio y de fondo, no se generan en lo esencial en el campo de las ideas, sino en
la estructura social y productiva asumida por los núcleos dirigentes de los pueblos y
naciones.
Toda ideología se soporta en principios y valores, lo que tiende a conducirlas a la asunción
de una postura ética. Aunque conviene precisar que esta última no es un asunto de
individuos aislados, sino fundamentalmente de las colectividades. Cualquiera que sea su
contenido, las éticas de cada época, por lo regular, se construyen a partir de las
racionalidades que disputan en torno a la visión verdadera del mundo. Y estas visiones
suelen responder a las necesidades de preservación del grupo o grupos humanos que las
postulan.
Uno de estos modelos éticos de gran influencia en el mundo Occidental, y más tarde a
escala mundial, es la que Max Weber identifica como ética protestante, referida a aquella
que fue fundamental para establecer las reglas de la economía capitalista y el tipo de
organización social que derivó de ella. Para este autor un acto de economía capitalista “se
apoya en la expectativa de una ganancia producto del juego de recíprocas posibilidades de
cambio, en clásicas probabilidades pacíficas lucrativas” (1985: 10) El capitalismo en
Occidente era desconocido en otras partes del mundo, pues se trataba “de la organización
racional capitalista del trabajo básicamente libre” (Ídem: 12)
Así, las éticas o modelos éticos que circulan entre la humanidad contemporánea, responden
a racionalidades políticas y culturales desde las que las naciones protagonistas se han
enfrentado a lo largo de los últimos quinientos años, y que aún hoy mantienen ciertas
condiciones de beligerancia; empero, en el proceso han aprendido a coexistir, lo que abre
una cobertura para que en el futuro cercano hagan uso de la ciencia y de la técnica en la
perspectiva de asegurar la construcción consciente y colectiva del porvenir.
Por ello, la conciencia no sólo tiene la virtud de hacerle comprender al hombre la realidad
en que vive, sino que -ocasionalmente- también lo saca de ella llevándolo a los extremos
del deber ser y del ideal de "perfección" social e individual; esto es, lo conduce al campo de
la utopía, cuyo soporte suele ser ideológico. Las utopías con frecuencia nos hacen olvidar
que el hombre antes que razón es pulsión, es decir, antes que equilibrio racional es ente
pulsional, aunque queda la posibilidad de que eventualmente puede ser civilizado por los
saberes y valores que logre adquirir al internalizar su herencia cultural.
• ¿Qué nos hace humanos?
Para Humberto Maturana, notable biólogo chileno, “los seres humanos somos seres
culturales, no biológicos, aunque seamos biológicamente Homo sapiens sapiens. (...) lo
humano surge en la historia evolutiva de los primates bípedos a que pertenecemos, con el
lenguaje. Cuando esto ocurre, el vivir en el lenguaje se hace parte del fenotipo ontogénico
que define nuestro linaje como linaje cultural” (1997: 280-281).
El lenguaje, entonces, es producto de la relación entre organismos y no un fenómeno del
sistema nervioso, pues ocurre en el fluir de las coordinaciones conductuales entre dos o más
organismos; estas coordinaciones aparecen como resultado de la convivencia. Por otra
parte, el fenómeno del conocer, como el del lenguaje, no es un fenómeno neurofisiológico,

23
sino de la relación entre el organismo y la circunstancia en la que éste conserva capacidad
de organización y de adaptación.
Por ello, para Maturana “lo humano no es un fenómeno físico, es un fenómeno relacional.
Es decir, históricamente lo humano se da y surge en la dinámica de relación de los seres
vivos como sistemas autopoiéticos determinados estructuralmente con el origen del
lenguaje. Sin embargo, aunque la existencia humana surge en una dinámica determinista, su
ocurrir es un fenómeno histórico, y por lo tanto no está predeterminado” (Ídem: 200-201).

De ahí que la vida de cada organismo es una historia de interacciones recurrentes, de


continuo cambio estructural con conservación de la congruencia entre el sistema y su
circunstancia, en la que sistema y circunstancia cambian juntos de manera congruente hasta
que el sistema se desintegra. De donde este científico concluye: “Los seres vivos nos
morimos cuando ya no sabemos vivir” (Ídem: 207).

Lo que llamamos mundo psíquico o mental pertenece al espacio de las relaciones del
organismo; por ello las categorías psíquicas como emociones, conciencia, sentimientos y
memoria, pertenecen a la descripción que un observador hace de la forma en que opera el
organismo, y no al sistema nervioso. De ahí que los sueños o los razonamientos silenciosos
sólo sean comprensibles desde nuestra vida de relación en el lenguaje, esto a menudo nos
sumerge en un espacio de creencias donde, por ejemplo, “asignamos existencia operacional
independiente a fenómenos relacionales como intencionalidad o simbolización, que son
secundarios al surgimiento del lenguaje y no generadores de él” (Ídem: 2003-204).
• Fundamento biológico y cultural de la moral

Lo hasta aquí señalado constituye el marco para proponer la siguiente explicación al


surgimiento de la moral entre los seres humanos: el Homo sapiens sapiens es producto de
una serie de mutaciones que a lo largo de millones de años se dieron en el género homo y
sus ancestros. La función de estas mutaciones estuvo fundamentalmente asociada a la
propensión biológica de esta especie inteligente por asegurarse condiciones de adaptación
para la preservación.

La historia del género humano revela que sus desventajas físicas frente al resto de los
mamíferos superiores, las compensó mediante su superioridad técnica e intelectual. En
torno a la aparentemente obsesiva compulsión del homo sapiens sapiens por el dominio y
utilización indiscriminada de los demás seres vivos en su beneficio, y eventualmente de sus
semejantes, existe la posibilidad de que esto no responda a una cuestión genética de la
especie, sino sea resultado de las implicaciones que trajo consigo la evolución y
particularmente su arribo a la fase de grandes conglomerados humanos. Al respecto debe
tenerse en cuenta que nuestros antecesores, durante la mayor parte de su proceso evolutivo,
fueron presa de los distintos predadores y, en tiempos recientes, de agresiones por
miembros de la propia especie.
Aun cuando es altamente probable que la propensión humana a destruir y autodestruirse
tenga que ver con ciertos condicionamientos genéticos, también resulta plausible considerar
que dicha agresividad pueda ser producto de una combinación de elementos heredados y de
actitudes culturalmente adquiridas. Esto último, en razón de que la historia de los diversos

24
grupos humanos muestra una amplia variedad de comportamientos éticos, que van desde la
más conmovedora integración y respeto por el medio ambiente, la contemplación y el
pacifismo más sorprendentes, hasta el guerrerismo más irracional.
Cualquiera que sea la explicación acerca de la permanente o latente agresividad del ser
humano frente a sus congéneres, todo indica que la especie generó instintivamente
elementos y mecanismos de protección contra los riesgos de autodestrucción, mismos que
se han manifestado como reglas o principios de comportamiento moral, colectivas e
individuales, tales como: la prohibición del incesto, la protección de los menores, el respeto
a los mayores, la división del trabajo entre los géneros, la lealtad y defensa del grupo, entre
otros.
Por otra parte, los cambios en la biología humana resultaron fundamentales para la
diferenciación física de los géneros masculino y femenino; no obstante, al correr de los
milenios, estas diferencias fueron magnificadas a partir de ciertas necesidades sociales y,
más tarde, por los mitos que se construyeron alrededor de ellas. Así, las necesidades
emanadas de la sociedad patriarcal, que surge como producto del incremento de la
capacidad productiva en los distintos grupos humanos, dieron lugar a una serie de sistemas
morales que coincidieron en recluir gradualmente a la mujer en el gineceo o en las labores
domésticas. Dicho en otros términos: como resultado de la aparición de la propiedad
privada aparece la familia monógama, y con ella una suerte de división del trabajo familiar
que asignó a la mujer la responsabilidad de cuidar a los hijos y de atender las tareas del
hogar.
A partir de ese momento la identidad de género ha sido un producto más social y cultural
que biológico, y más psicológico que social y cultural, aunque los cuatro elementos (lo
biológico, lo social, lo cultural y lo psicológico) se convierten en factores constituyentes de
dicha identidad. Lo anterior significa que la identidad de género es multicausal y
multirreferencial. Pese a ello, recientemente se han presentado estudios que nos hablan de
las diferencias existentes en la biología del cerebro del hombre y de la mujer.

• Origen y naturaleza de los modelos éticos.


Como se indicaba arriba, de acuerdo con Maturana el hombre se hace humano a través del
lenguaje y de la adquisición de la cultura; de esta forma nuestra posibilidad de conocer
tiene que ver con las disposiciones genéticas heredadas, aunque el conocimiento,
propiamente, dicho lo adquirimos durante el proceso de crianza y educación. Es,
precisamente, en este proceso donde las generaciones adultas transmiten a las nuevas tanto
los conocimientos y habilidades como las creencias y valores indispensables para
sobrevivir y preservar el modelo social heredado (Durkheim, 1990: 70).
El surgimiento y desarrollo de ciertos principios morales estuvo aparejado a la aparición de
formas de convivencia social generalmente lideradas por jefes guerreros o sacerdotes. En la
medida que las sociedades humanas fueron requiriendo de una organización más compleja,
los primitivos depositarios de las reglas de la colectividad (el brujo, el hechicero o el
chamán), gradualmente se fueron convirtiendo en sacerdotes; es decir, pasaron a constituir
el clero de las primeras religiones y de las primeras sociedades teocráticas. Cuando esto
ocurrió, se institucionalizaron los principios morales (Código de Hammurabi, los Diez

25
Mandamientos, etc.), lo que implicó la aparición de modelos éticos que se convirtieron en
la ética social dominante de cada cultura donde este proceso tuvo lugar.
Así puede entenderse que el “no matarás”, por ejemplo, se refería a prohibir la agresión
mortal entre individuos del mismo pueblo o nación, aunque matar apareciera plenamente
justificado cuando se trataba de un acto guerrero de defensa o ataque contra otras
colectividades, o cuando se cumplía con la ley del talión de “ojo por ojo, diente por diente”.
Esta manera de distinguir lo que resultaba aceptable en la moral de los pueblos antiguos, no
ha cambiado mucho con relación a la moral de las naciones contemporáneas.
Si bien la institucionalización de los principios morales dio origen a las primeras religiones,
algunas de éstas lograron desarrollarse de manera compleja y diversa, tal es el caso del
budismo y el taoísmo, quienes mantienen importantes puntos de confluencia. En cambio,
las tres grandes religiones de nuestros tiempos (cristianismo, islamismo y judaísmo)
históricamente han compartido muchos de sus preceptos y mandamientos, y pese a su
origen común, han asumido un nivel de dogmatismo que no ha permitido que sus principios
morales y modelos éticos disminuyan los niveles de confrontación entre sus creyentes.

Los diversos modelos religiosos creados a lo largo de la historia humana, en realidad han
constituido poderosos instrumentos ideológicos instituidos para el control y la justificación
del orden social dominante en los distintos tipos de sociedad, de tal forma que en cada una
de ellas, la moral derivada del estado de cosas imperante aparecía avalada por la divinidad
respectiva, bajo la férrea y eficaz administración de la clase sacerdotal correspondiente.
En todos los grupos, tribus, pueblos y naciones el bien se ha identificado con todo aquello
que favorece la preservación de la existencia de quienes lo asumen como regla de vida, y lo
aceptan a sabiendas de que tendrán momentos de angustia e incertidumbre, combinados con
etapas de seguridad relativa y confianza en la protección de un creador(a) durante y más
allá del tramo existencial. Por otra parte, lo que históricamente ha sido identificado como el
mal, en sus orígenes tuvo que ver con todo aquello que pusiera en riesgo al grupo y a cada
uno de sus integrantes. Así, se considera malo todo aquello que amenace a los miembros de
la colectividad, la muerte incluida, aun cuando dejar de existir fuera parte de lo que el
grupo acepta de manera natural. Si esto ocurría, por ejemplo, en virtud de la agresión de
otro grupo, el acto justifica una respuesta violenta que se califica como buena, de frente a la
maldad de los atacantes.
En síntesis, el proceso de conformación e institucionalización de los principios morales con
pretensiones universales, cobijados tanto en las religiones dominantes en cada época y
región del llamado mundo civilizado como en las leyes de las naciones modernas, puede ser
explicado a partir de dos elementos: desde la perspectiva de una predisposición genética de
carácter biopsíquico; y desde la lógica del desarrollo cultural de nuestra especie. En ambos
casos, regularmente, se manifiesta la obsesión de los seres humanos por asegurar la
supervivencia de sus descendientes.

• Verdad y ciencia

El ser humano inició su desarrollo cultural, filosófico y científico cuando fue capaz de
observar regularidades y frecuencias en el movimiento de la realidad material. Muchas de

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estas regularidades se hicieron previsibles de tal manera que se convirtieron en verdades,
principios, postulados o axiomas que dieron forma y sentido a los modelos iniciales
empleados por nuestra especie para conocer la realidad.
En las etapas de la historia humana donde ya están presentes las ciudades, la verdad fue
objeto de disputa entre los religiosos y los filósofos, y, a partir del siglo XIV de nuestra Era,
entró en este debate, al principio muy subrepticiamente, un nuevo protagonista: la ciencia.
Pese a ello, la verdad no es en estricto un problema de la ciencia, sino más bien de las
religiones, la política y la filosofía. A la ciencia le interesa principalmente el conocimiento
obtenido o deducido mediante procedimientos rigurosos. De ahí que desde una perspectiva
científica, la validez del conocimiento debe determinarse desde criterios epistemológicos,
fácticos y lógico formales.
De lo anterior se puede concluir que la verdad, en última instancia, tiende a ser una
valoración subjetiva con relación a lo objetivo, a lo científico y a lo socialmente pertinente,
tanto en el campo del saber riguroso como en las ideologías; ésta puede ser compartida en
sus respectivos ámbitos por feligreses de alguna religión, por miembros de comunidades
académicas y profesionales, por adherentes de partidos, corrientes políticas y sindicales,
grupos de empresarios y funcionarios articulados e instalados en las esferas
gubernamentales, entre otros.
Las verdades éticas y científicas no necesariamente tienen puntos de confluencia con las
verdades políticas, pues éstas no apuntan a ser asunto sólo de individuos o de grupos de
sujetos que aspiran al poder y a la riqueza, sino que responden fundamentalmente a las
colectividades. Cualquiera que sea su contenido, la ética siempre se construye a partir de
racionalidades que, desde distintas visiones del mundo, se orientan a la preservación del
grupo o grupos humanos de que se trate, con sus correspondientes principios, normas y
valores.

Un rasgo esencial de los seres humanos de nuestros días, y de la mayor parte del pasado, es
la asunción de “verdades” sociales, religiosas, éticas y políticas que, por lo regular, se
reducen a la preservación de mitos que satisfacen las necesidades de certidumbre de la
gente, o se orientan a la construcción de nuevos modelos o propuestas de deber ser,
destinados a cubrir las mismas necesidades. Así, cuando los mitos y modelos han sido
adecuada y suficientemente difundidos entre la masa, logran que la necesidad de
certidumbre de ésta quede eficazmente satisfecha. De manera que cuando la satisfacción de
dicha necesidad se logra a través de modelos sociales, religiosos, éticos, políticos y
educativos, las naciones quedan a merced de la alienación y la manipulación de sus elites,
las cuales también se alienan y manipulan entre sí.
El problema de fondo en el conocimiento riguroso de lo social es determinar o clarificar si
el movimiento de la sociedad obedece a leyes semejantes a las que gobiernan los
fenómenos naturales, o se trata, en todos los casos, de tendencias susceptibles de ser
modificadas por la praxis humana. De ahí que resulta obligado preguntarse por los límites y
las posibilidades de la acción consciente de hombres y mujeres por transformar su realidad;
de igual forma continúa siendo válido intentar responder a la vieja interrogante sobre la
fuerza de las tendencias objetivas que apuntan a imponerse en la realidad y sobre su
pretendida inmutabilidad.

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Entendemos la ciencia como comprensión y explicación de la realidad moviente, y no como
transformación consciente de ella, pues dar cuenta de una realidad que se modifica a sí
misma a partir de la compleja interacción entre las fuerzas, tendencias y sujetos sociales es
función de la ciencia, mientras que los intentos por transformarla desde proyectos
previamente diseñados corresponde a la acción productiva y/o política de grupos humanos,
los cuales pueden asumir un rol protagónico en los procesos de transformación de la
realidad; no obstante, esto último también puede ser objeto de estudio científico.
Precisamente por lo anterior, la ciencia en ningún momento puede estar al margen de la
ideología; es decir, su quehacer por regla general responde a una perspectiva ético-política.
El conocimiento científico es aquel que puede ser verificado de acuerdo con los métodos de
las ciencias fácticas, que puede ser demostrado desde la perspectiva lógico-formal o que
posee capacidad comprensivo-explicativa de la realidad a partir de un modelo teórico
epistemológicamente válido. Así, conocimiento verdadero es aquel cuya calidad de tal se
otorga desde criterios lógico-formales y/o desde perspectivas ético-políticas, y puede
referirse tanto al conocimiento científico como a saberes propios del campo axiológico. Por
ello es posible hablar de verdad científica, de verdad lógica, de verdad religiosa y de verdad
moral.
Sobre lo anterior, conviene apuntar la distinción que Agnes Heller establece entre verdad y
conocimiento verdadero. Ésta afirma que, precisamente, la falsa identificación entre la
búsqueda de una y otro, es lo que ha llevado a este último al desprestigio en las discusiones
filosóficas. “La verdad –plantea la autora- no es meramente teórica. Es también práctica
(moral). Sin embargo, nunca es pragmática. La verdad puede ser considerada como
absoluta, como perenne y también como histórica, pero es siempre subjetiva en el sentido
que tiene impacto sobre toda nuestra existencia.”La búsqueda del conocimiento verdadero,
en cambio -considera Heller- “tiene una ambición distinta que es “Mantenerse fiel su
ambición, a su proyecto propio, es el único requisito cuyo cumplimiento puede esperarse de
las ciencias sociales, nada más. Pero esto sigue siendo aún una gran ambición, un gran
proyecto.” (1989: 68)
La búsqueda ideológica, filosófica y científica más importante del ser humano siempre será
aquella que pone en el centro dos interrogantes: ¿quiénes somos? y ¿cuál es el sentido de
la existencia? Esta búsqueda está estrechamente relacionada con la religiosidad propia de
nuestra especie y, en última instancia, se traduce en la necesidad de satisfacer la natural
curiosidad humana que, en realidad, significa y/o revela la tensión siempre presente entre la
necesidad de certidumbre y el miedo a la incertidumbre. Por ello, cuando el ser humano se
dedica a la búsqueda de la verdad sea sacerdote, filósofo, maestro o científico, por lo
regular, está en busca de certidumbres; ellos mismos, cuando enfrentan y tratan de entender
la incertidumbre, cambian la perspectiva y ya no buscan la verdad sino el conocimiento.
• Inevitabilidad de las ideologías

Los niveles de racionalidad alcanzados por el género humano, por lo regular se


corresponden con los niveles de desarrollo cultural alcanzados por determinadas
sociedades, mismas que suelen irradiar su influencia más allá de su propia existencia
histórica. De ahí que “lo natural” en la sociedad sea el predominio de determinadas
maneras de producción de bienes materiales y de convivencia social, las cuales son

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soportadas por cuerpos de valores y de normas que nutren las ideologías y los sentidos
existenciales de la sociedad de que se trate.

Todo modo de pensar (filosófico, religioso, científico, político, social, cultural, etc.)
contiene ideología, pero no una sola ideología, sino diversas, tantas como naciones,
pueblos, clases, sectores y grupos sociales que tengan o hayan tenido necesidad de construir
una concepción del mundo y de la vida, ética y/o racionalmente fundamentada. Las
ideologías en su desarrollo, difusión y aplicación llegan a la gran masa y ejercen en ella
distintos grados de influencia, de tal forma que regularmente su contenido original es
modificado y ajustado por los usos de la vida cotidiana. En otras palabras, las ideologías
surgen de una interpretación empírica de la cotidianidad y, en ella misma, prueban su
carácter necesario o su obsolescencia; en ambos casos pueden arraigar en sectores
importantes de la población, de ahí su carácter objetivo. (Rosales, 2009: 17)

Desde esta perspectiva puede afirmarse que las situaciones de privilegio social propician
elaboraciones conceptuales y enunciados éticos que justifican esa desigualdad, pero al
mismo tiempo impelen a la reproducción de sus propias condiciones materiales de
existencia. La primera, en sentido estricto, sería la producción de ideología, y la segunda, la
producción material orientada desde esa ideología; de esta manera, ambos aspectos de la
actividad social aparecen ideologizados, y confirman que todo conocimiento se produce y
se reproduce desde una perspectiva ideológica.
Así, toda ideología es justificación o crítica de un determinado estado de cosas, sustentada
en ciertos valores morales y principios éticos. Las ideologías no son un fenómeno exclusivo
de las sociedades de explotación, por el contrario, son algo inherente a todo grupo humano.
Las ideologías trascienden las sociedades de explotación, pues tienen que ver con las
creencias y valores de las personas en su vida cotidiana, y se expresan en toda acción
humana desarrollada en una sociedad históricamente determinada.
¿Por qué en ciertas épocas se ha creído con plena convicción, por ejemplo, en la
legitimidad de la esclavitud o en el derecho divino de los reyes? La pregunta anterior
relativa a realidades inconcebibles, muestra el formidable peso de la ideología en la
conciencia humana. La ideología es lo que soporta y le da sentido a las formas de ser social
históricamente determinadas. La ideología es inherente a la naturaleza humana, y con
frecuencia se transforma en mitos de carácter religioso o civil, desde donde se justifica
cualquier acción de dominio, sea este de orden ideológico, político o militar.
Al ser parte de la naturaleza humana la ideología es un fenómeno históricamente
insuperable. La ideología aparece desde el momento en que surge el hombre capaz de
comunicarse por medio del lenguaje, y habrá ideología mientras éste sobreviva. Es
altamente probable que algún día dejen de tener influencia las ideologías vigentes, pero
necesariamente serán sustituidas por otras. Ya se advierten indicios de disminución del peso
de las ideologías hasta ahora dominantes, probablemente debido al impacto de la actual
revolución tecnológica en la mentalidad de la población mundial; con esto se abren
enormes posibilidades de desarrollo general para la humanidad, aunque también se
incrementa el riesgo de alienación total. El caos incontrolable y el posible auto exterminio
son un potencial destino si nuestra especie resulta incapaz de dotarse de valores idóneos
para rehacer la civilización acorde con la ética que reclaman estos tiempos.

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• Ética de la filosofía liberal

El liberalismo surgió como la síntesis del pensamiento que durante los siglos XVII y XVIII
cuestionó las ataduras de la sociedad a la razón divina, y fundamentó el derecho del hombre
a construir racionalmente su propio destino. Fue creado como el sustento filosófico e
ideológico destinado a orientar la política y la economía de la naciente sociedad capitalista.
Apareció también como respuesta de la sociedad industrial frente a los restos de la sociedad
feudal y a todo aquello que atentara contra la libertad del individuo, la igualdad política, la
democracia como principio y el “sagrado” derecho a la propiedad privada.
Los postulados fundamentales del liberalismo pueden resumirse en los siguientes: a)
libertad política, b) derecho a la propiedad, c) igualdad ante la ley, d) límites a la
intervención estatal en los asuntos de particulares y e) obligación del Estado de
salvaguardar los bienes, la integridad y los derechos del individuo. Estos postulados, sin
duda, constituyen la gran contribución del liberalismo al pensamiento político y a la
organización social de la humanidad contemporánea.
Entre los rasgos distintivos de la doctrina liberal se encuentran: 1) la promesa de una
sociedad de abundancia y bienestar para todos; 2) la prioridad que otorga a la libertad y al
individuo por encima de la igualdad y de la sociedad; 3) concebir a la desigualdad como
diferenciación necesaria, producto de la actividad meritoria de los individuos en una
sociedad libre; 4) declararse adversaria de todo proyecto de sociedad que tienda a la
igualdad en detrimento de la libertad; y 5) conjugar la forma de Estado democrático con los
ideales liberales, reduciendo el ejercicio de la democracia al derecho de la población a
nombrar a sus gobernantes.
Conviene no perder de vista que el pensamiento liberal fue fundamentalmente desarrollado
por las sociedades protestantes; no obstante, durante los últimos dos siglos también las
sociedades católicas se adhirieron a alguno de los modelos estatales surgidos del
liberalismo, de tal forma que a estas alturas prácticamente todos los países del mundo
cristiano, y un importante número de pueblos no cristianos, han incorporado a sus cartas
magnas los principios de organización social de esta doctrina civil.
Además, existen importantes diferencias de desarrollo científico, tecnológico e industrial
entre las sociedades mayoritariamente protestantes y las sociedades católicas, entre éstas
últimas particularmente las latinoamericanas. La distancia a favor de las primeras, sin duda
puede ser explicada en parte por las diferencias entre los valores medulares que soportan a
la ética protestante y a la ética católica. La primera históricamente ha puesto en el centro
los valores de trabajo, ahorro, disciplina, orden, empresa, progreso y religión. La segunda,
en cambio, se ha apoyado en valores como religión, fe, obediencia, tradición, resignación,
sumisión y confesión.
Si en el Estado liberal el poder está en manos de individuos que establecen una relación de
dominio sobre el resto de individuos que componen la sociedad, y si en la sociedad existen
condiciones que posibilitan la desigualdad económica y social, resulta evidente, entonces,
que el objeto fundamental de este Estado es asegurar la existencia de esa desigualdad,
concediendo igualdad de derechos a los individuos desiguales para que, desde la ilusión de
la igualdad política, defiendan el statu quo.

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Sin la intención de ser exhaustivos con relación al modelo ético del liberalismo, se pueden
destacar los siguientes elementos contenidos en la propuesta ética liberal:
a. La libertad es un concepto abstracto, polémico y polisémico, que corresponde a
determinada racionalidad histórica.
b. La igualdad es un concepto semejante, pero cuyo contenido histórico suele ser más
concreto y más objeto de simulación y ocultamiento.
c. En la relación libertad-igualdad, en la medida que se tienda a mayor libertad tendremos
menor igualdad, y mientras más igualdad social exista menos libertad tendrán los
dueños de los medios de producción.
d. La desigualdad física y talentosa que Rousseau reconoce entre los humanos puede
atenuarse mediante el contrato social. Ello pese a que en la tradición liberal se habla
más de igualdad jurídico-política que de igualdad económico-social, lo cual deja
pendiente el aspecto ético del problema de la desigualdad.
e. El cultivo del individualismo y del consumo a ultranza, en detrimento de una visión
social cooperativa y de cuidado de la naturaleza y el medio ambiente.

• Crisis general de valores


Todos percibimos la existencia de una crisis mundial de valores que, con mayor o menor
intensidad, flagela a las naciones contemporáneas con su secuela de violencia, injusticia,
pobreza, enfermedades, drogadicción, destrucción ambiental, etc. La incertidumbre y la
desesperanza, justificadamente, campean por el mundo. El hombre moderno, sin duda,
parece necesitar de nuevo creer en algo. Esta situación no es ajena a la población de
México, por el contrario, rasgos de esta crisis planetaria están particularmente presentes en
nuestro país.

La crisis mundial y nacional de valores tiene como marco la creciente y abismal


desigualdad tecnológica y de consumo entre las naciones, así como la desigualdad social y
material existente al interior de los países y de sus centros de población, particularmente en
aquellas naciones donde existen economías atrapadas por los mercados, pero sin
posibilidades reales de concurrir y competir en ellos con sus productos.
En esta situación ha jugado un papel importante la revolución científico técnica que
impacta las vidas de la humanidad contemporánea, pues no sólo ha mundializado la
economía, sino que ha generalizado el consumo de tecnología, cuyo soporte es la ideología
del consumismo como propósito de vida, con la alienación social correspondiente. Esta
nueva realidad ha sido conscientemente construida y programada, aunque sus creadores aún
no parecen advertir sus potenciales y devastadores efectos, y ha colocado en la cúspide del
poder político y económico internacional y de las potencias industriales a los líderes de un
nuevo tipo de conservadurismo.
Sin duda, una línea de reflexión sobre el consumo de drogas a nivel mundial estriba en
preguntarnos: ¿de qué realidad intentan escapar los consumidores de estupefacientes al auto
inducirse nocivos estados alterados de conciencia? Valdría considerar en una posible
respuesta que su vida cotidiana y su futuro existencial carecen de sentido, pues los valores
socialmente aceptados se contradicen entre sí y se contraponen a la realidad que viven.

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Así, el problema de los valores pasa por la existencia de un desaliento generalizado
respecto del presente que las actuales generaciones adultas han construido y del futuro qué
están ofreciendo a las nuevas generaciones. Los altísimos niveles de enajenación a que
están sujetos los niños y los jóvenes de nuestra época, pasan inadvertidos para la mayor
parte de los adultos, lo que evidencia el mismo problema en ellos.
Un ejemplo ilustrativo puede ser el siguiente: pese a que ciertos sectores del mundo adulto
ilustrado se han percatado de que para los niños y los jóvenes de esta época resulta
alienante buena parte del entretenimiento que ofrecen los medios de difusión de imágenes e
información, con su carga de mensajes donde se hace apología de la violencia y se inundan
los espacios de información chatarra, no suelen participar o compartir las preocupaciones
de los escasos núcleos de población que, desde hace décadas, han advertido sobre el
fenómeno en cuestión.
Para cualquier profesional atento, los contenidos de los programas llamados de
entretenimiento disminuyen ostensiblemente la capacidad de pensamiento autónomo de las
nuevas generaciones, al tiempo que destruyen y/o alteran el efecto de los valores con que se
les intenta formar. Alarma la capacidad de sobrevivencia y adaptación de las nuevas
generaciones a los ambientes de frivolidad y estulticia social que les estamos heredando.
El resultado de esta generalizada indolencia de los funcionarios del Estado y de la mayoría
de los ciudadanos, es la propensión casi enfermiza al consumismo sin control, el cual tarde
o temprano impele, sobre todo a jóvenes provenientes de familias asalariadas, a delinquir
para consumir. La otra parte del problema está en que en aras de preservar la libertad de
empresa, nadie se ocupa en serio de parar a los mercaderes que negocian con productos
cuyos contenidos son evidentemente destructores de valores.
Son muchas las atrocidades cometidas en nombre de la democracia y de la libertad, éste es
el actual nivel de descomposición moral del otrora revolucionario pensamiento liberal. Lo
notable de la cuestión está en que los Estados y principales beneficiarios del sistema
capitalista, han convertido la defensa de la moderna democracia liberal, que en realidad
es neoliberalismo, en un fundamentalismo de nuevo tipo.
• Educación, política y valores
Como se indica arriba, la educación del hombre moderno y sus familias ha girado
sustancialmente en torno de los postulados filosóficos, políticos y económicos del
liberalismo, algunas veces desde la utopía, tomando distancia de los principios liberales que
sustentan la estructura económica y el orden social, pero siempre dentro de los límites
materiales, éticos y conceptuales propios del gran periodo histórico que se abrió con el
capitalismo.
Asimismo, conviene no perder de vista que las funciones de la educación moderna
continúan siendo:
a) la socialización de los niños y jóvenes con el propósito de adaptarlos al entorno y a la
estructura social;
b) la transmisión de saberes y valores social y estatalmente validados a través de la
certificación correspondiente, y
c) la preservación de la cohesión y de la legitimación social mediante las dos primeras.
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Además, la escuela ha evolucionado de ser la institución encargada de asegurar la cohesión
social -pasando por periodos de objetivos deslumbrantes como formar buenos ciudadanos,
nacionalistas, patriotas, democráticos, amantes de la paz, críticos y transformadores- hasta
convertirse en instrumento imprescindible de la producción, aunque sin el compromiso de
los empleadores de generar los puestos de trabajo necesarios. ¿Cómo se podría explicar que
en nuestro país la mayor parte de los jóvenes que delinquen se encuentran entre los 16 y 24
años de edad?

Quizás la respuesta a la interrogante anterior, parcialmente se encuentre en el propósito


empresarial y gubernamental de vincular educación y aparato productivo. Pese a la
recurrencia con que este objetivo es planteado en los círculos oficiales de la mayoría de los
países del mundo -cuya evidencia hoy la constituye el llamado enfoque de competencias-,
la educación aparece cada vez más articulada en sus contenidos y objetivos a las posiciones
conservadoras, con la eventual inclusión de algunas posiciones progresistas. La crisis
mundial de valores desde hace tiempo ha generado declaraciones y, ocasionalmente,
políticas, encaminadas a poner en el centro del quehacer educativo el rescate de algunos
valores fundamentales de la civilización occidental, particularmente los relativos a la
integración familiar.
A lo largo de su historia, en Estados Unidos los sectores conservadores han cuestionado las
políticas socialdemócratas, particularmente las impulsadas por países de Europa y América
Latina durante la llamada guerra fría; esto ocurrió durante las décadas de los años 50s a los
80s del siglo XX. En esta etapa, la potencia estadounidense promovió una serie de golpes
de Estado en varias naciones latinoamericanas. Los ideólogos neoliberales aún insisten en
descalificar esta política porque consideran escasos y contraproducentes los resultados de
su aplicación en el desarrollo de los países de la región. Su preocupación pudiera ser
legítima, aunque al parecer no han reparado en el empobrecimiento generalizado de la
población de éstas y otras naciones, como consecuencia de haber atendido las
recomendaciones de un modelo económico diseñado para incrementar la prosperidad de los
empresarios.
En la misma perspectiva, se encuentra en marcha un proceso de sustitución de valores
académicos y sociales, tales como: inteligencia, reflexión crítica, desarrollo intelectual,
libre pensamiento, creatividad científica y estética, ciencia al servicio de la humanidad,
igualdad de acceso al conocimiento, etc. por “valores” que más bien encierran actitudes y
aptitudes: calidad, audacia, toma de decisiones, emprendedor, competencia profesional,
creatividad tecnológica, ciencia al servicio de la industria, selección de los más aptos,
eficiencia, control, jerarquía, rendimiento, etc.
De ahí la pertinencia de revisar la vigencia de los valores propios del liberalismo original,
el mismo que durante las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX combatió el
fanatismo y la ignorancia propiciados por la nobleza y el clero, entre estos valores destacan:
libertad, justicia, igualdad, fraternidad, bondad, bien común, felicidad, honor, honradez,
deber, libertad de conciencia, verdad y honestidad intelectual. Éstos han sido transmitidos
a las nuevas generaciones por la escuela pública, y hoy son precisamente los que el nuevo
liberalismo o neoliberalismo está empecinado en eliminar o transformar de facto en su
contenido esencial.

33
Precisamente por lo anterior, de lo que se trata ahora es de impulsar ejercicios de reflexión
colectiva sobre la situación expuesta, de tal forma que nos aboquemos a crear las
condiciones necesarias para contrarrestar los efectos nocivos de la crisis de valores que se
vive a nivel global. Para ello habrá que considerar el papel fundamental que en esta tarea
pueden desempeñar nuestras dos principales instituciones: la familia y la escuela.
Se requieren medidas de carácter internacional, aunque cada Estado puede tomar las que
considere pertinentes, tendientes a erradicar del mercado toda imagen o mensaje
apologéticos de agresividad o crueldad entre los miembros de nuestra especie y para con el
resto de los seres vivos; y sustituirlas por otras cuyo contenido oriente a una toma de
conciencia planetaria, ecológica, de solidaridad sin distingos para con los pueblos y las
personas, que anteponga la sobrevivencia a la autodestrucción.
• La educación y su futuro previsible

Durante milenios las mujeres y los hombres de los distintos grupos étnicos han aprendido
sin preocuparse por la naturaleza de los procesos de aprendizaje. Los padres enseñaban a
sus hijos, los maestros artesanos a los aprendices y el sacerdote a sus feligreses, y nadie se
preocupaba por construir una teoría del aprendizaje. Simplemente se felicitaba a quien
hacía bien las cosas y se reprendía al que fallaba. Empero, cuando apareció la escuela
pública de masas -hace poco más de siglo y medio-, también surgió la preocupación por la
enseñanza que se impartía y por los aprendizajes que los escolares debían realizar en ella.

Desde que se formalizó la educación en las escuelas, los maestros han sido conscientes de
las deficiencias en los aprendizajes escolares, del desinterés de los alumnos por aprender lo
que la escuela les ofrece, de los autoritarismos que han debido ser empleados para que los
estudiantes aprendieran los contenidos de los planes y programas, y del desagrado con el
que muchos niños y jóvenes asistían y asisten a la escuela.
Además, un interesante fenómeno hizo acto de presencia: los temas y materias que se
enseñaban en las escuelas eran diferentes de lo que se aprendía en la vida cotidiana. La
utilidad de la escuela, durante décadas, no aparecía evidente, excepto por los procesos de
socialización y de transmisión de valores que generaba. Aparentemente, éste era, pues, el
propósito y función de la escuela pública.
El papel fundamental que, junto con la familia, ha tenido la escuela en este largo periodo,
ha conducido a generar interés público por mejorar las estrategias de enseñanza empleadas
por los maestros. En nuestros días, por ejemplo, ya no se trata de imponer sino de estimular
el aprendizaje. Cuando se aborda la problemática de la escuela, se hace considerando el
componente humano: maestro, alumno, directivos y personal de apoyo técnico; de igual
forma se considera el componente técnico y profesional: enseñanza, aprendizaje, material
didáctico, evaluación, etc. En estas formas de abordar los problemas de la enseñanza y los
aprendizajes han desempeñado un importante papel los pedagogos, psicólogos, sociólogos,
filósofos y hasta historiadores. De ahí que resultara inevitable la aparición de las ciencias
de la educación.
En esta posibilidad corresponde a la educación, como fenómeno social contemporáneo,
proporcionar los saberes suficientes y pertinentes para que los sujetos se integren

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adecuadamente capacitados a la vida en sociedad, y lo hagan en posesión de los valores
pertinentes para que coexistan "civilizadamente” con sus contemporáneos. Aunque, por otra
parte, también resulta pertinente señalar que la educación debe entenderse como un proceso
de formación que ocurre en la familia y en los distintos ámbitos del entorno social, donde
los sujetos se educan a través de la influencia cotidiana del contexto de crianza. Además, se
educa de manera formal e institucional en las escuelas, de manera general y diferenciada,
dependiendo de las condiciones de acceso a los niveles establecidos en el sistema educativo
y en los distintos tipos de centros escolares.
Por otra parte, resulta obligado señalar algunas de las causas profundas del malestar social
en México, de ellas destacamos las siguientes: estructura social que genera desigualdad;
aumento constante de condiciones de pobreza y marginación social; crisis general de
valores; el individualismo como modelo de vida; la propensión al consumismo;
descomposición nacional y estatal del aparato de Estado; núcleos sociales operando como
poderes fácticos; escape social a través de las drogas, y crisis de la institución familiar.
Es importante insistir en que debido a la presencia de una diversidad de valores en la
sociedad contemporánea y sus espacios institucionales, no es posible hablar de una sola
pedagogía; es decir, de una sola teoría de la educación, sino de tantas como explicaciones e
interpretaciones puedan darse en torno a un fenómeno tan polémico, polisémico y complejo
como lo es la educación. En todo caso, habrá que acostumbrarnos a realizar acercamientos
a la problemática y a los fenómenos educativos desde distintos enfoques teórico-
metodológicos, así como desde diversas posiciones ético-políticas, como ocurre en todas
las disciplinas sociales que convencionalmente han logrado ser reconocidas como ciencias.

Se logre o no lo anterior, en el corto o mediano plazo, conviene a todos los profesionales de


la educación y de la investigación social propiciar el debate pedagógico, cuya razón de
fondo ha estado en la disputa por conducir los procesos educativos con dos orientaciones
básicas enfrentadas: formar para adaptar e incorporar a la producción a un sujeto
cosificado, o formar para recuperar la dimensión humana que la sociedad de clases ha
extraviado.
Algunas conclusiones y propuestas.

La vida suele ser irracional en su comportamiento, aunque su surgimiento tiene sentido


racional. Los más fuertes siguen alimentándose de los más débiles y éstos compensan su
desventaja siendo más prolíficos que los demás. En las sociedades humanas -con las
peculiaridades que les son propias- esto también ocurre, y sólo queda la esperanza de que
las desigualdades físicas y talentosas entre los hombres y mujeres sean atenuadas mediante
la aplicación generalizada del principio de la organización ético-racional de la estructura
social, y la práctica de los valores que deriven del mismo.
Los tiempos que corren en este principio de milenio son tiempos de cambio, de rupturas, de
crisis y de apremios, aunque también de esperanzas renovadas. Empero, éstas no valen en
la pasividad, y sólo adquieren significación si los pueblos participan más decididamente en
la construcción de su propio porvenir. Sin embargo, el problema fundamental no está en
cómo hacer que funcione mejor la sociedad en que vivimos, sino en cómo organizarla de tal

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forma que los valores humanos puedan tener su correspondencia con las condiciones
materiales y espirituales en que se desenvuelven las mayorías que continúan desposeídas.

Recuperar los valores perdidos y construir los que demandan los tiempos, exige absoluta
claridad respecto de que esto puede hacerse si asumimos la tarea desde una racionalidad
ética de tipo humanista. Una visión de este tipo nos indicaría, por ejemplo, que una ciencia
y una industria que no estén al servicio del conjunto de la sociedad, carecen de sentido
ético, pues tenderían a mantener las causas fundamentales de la crisis de valores: la
inhumanidad, la injusticia y la desigualdad de las relaciones sociales aún dominantes.
Mientras persista la idea de poner la educación al servicio de la preservación del orden
social, continuarán fracasando los propósitos explícitos de formar hombres buenos y
virtuosos, tal como lo proponía Herbart y como lo sugiere un programa con aprobación
internacional referido a la “educación para la paz”, y otros no menos importantes. En el
fondo de este tipo de conflictos subyacen las intolerancias de los modernos
fundamentalismos, los cuales han sido incapaces de aceptar la diversidad cultural, así como
los derechos de los desposeídos y las diferencias existentes entre los modelos éticos que
rigen a las diversas naciones contemporáneas. Por ello carece de sentido ético combatir al
fundamentalismo islámico desde el fundamentalismo neoliberal.

Sin duda, resulta deseable que la familia y la escuela se comprometan a mantener el poder
de la razón en la construcción de un mundo mejor; y esto podría resultar factible si se pone
en el centro la formación de las nuevas generaciones con una conciencia ecológica y con
una conciencia social: la primera orientaría parte de nuestros esfuerzos a la preservación
de la vida en general, y la segunda al logro de la dignidad y el bienestar del género humano.
La evolución de los principios éticos a lo largo de la historia de nuestra especie, ha incluido
el reconocimiento de la inteligencia, la razón y la cultura como elementos distintivos de lo
humano frente al resto de los animales. Preservar la vida inteligente obliga a preservar todo
lo vivo, pues ese es precisamente nuestro origen, y hasta ahora no existe evidencia, ni
hemos hecho méritos, para que una eventual intervención divina salve al homo sapiens
sapiens de la autodestrucción, y a la vida que conocemos de los efectos de la destrucción
provocada por el hombre.
Hoy casi cualquier persona está en condiciones de entender que el hombre es un animal
más sobre el planeta y que no tiene ningún derecho de exterminio y mucho menos contra
sus semejantes. Por el contrario, precisamente por su capacidad de raciocinio y de lenguaje,
además de su manifiesta superioridad tecnológica, le corresponde la responsabilidad de
preservar la vida y su vida sobre la tierra.

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1991, México.
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Editora, 1985, Puebla, México.

37
LA ESCUELA DECENTE Y EL VALOR DE LOS
PROFESORES

José Manuel León Cristerna


¿Por qué el respeto hacia uno mismo es el bien primario básico?
Porque sin él no tiene sentido hacer absolutamente nada.
Si no se tiene respeto hacia uno, no se tiene noción del valor
ni se siente que la vida tiene sentido.
Avishai Margalit

Introducción

Los profesores y profesoras en México son seres llenos de valentía y de necesidad.


Voy a hablar en primera persona con la intención de mantenerme cercano e involucrado en
el tema, pues también yo estoy implicado hasta el tuétano en esta cuestión y hablar de los
otros es hablar de mí mismo; la crítica es simultáneamente autocrítica. Todo el tiempo
jugaré entre la objetividad y la subjetividad.
La ignorancia pedagógica es un bálsamo que insensibiliza a una gran cantidad de
profesores; como diría Don Silverio, el viejo cura de mi pueblo, que a la menor
provocación repetía la frase: “perdónalos señor, no saben lo que hacen”. Imposible dar un
dato “duro”, una cantidad que refleje la aludida realidad, pues no he realizado ni conozco
una investigación que se haya enfocado en este asunto que, seguramente, a muy pocos les
parecería un problema digno de ser investigado. Es algo tan “normal” que a nadie
sorprende ni motiva. Digo, en descargo, que, docente al fin, por varias décadas, he visto
infinidad de casos en los que se respalda lo dicho; por supuesto, no es un dato científico que
se reconozca desde la parcela positivista, puedo vivir con eso. La cantidad de profesores y
profesoras que se incluyen en esa situación es tan grande, que me parece significativa.
Imaginemos esto: de una planta de cincuenta profesores al menos el 50 por ciento entra en
esta categoría. Me refiero no a una sino a varias escuelas, de diferentes niveles: secundaria,
bachillerato y profesional. Estoy hablando no sólo del presente, sino de varias etapas que
van desde los postreros años 70 del siglo pasado, hasta el mordisco que llevamos ya de la
segunda década del siglo XXI. El problema es persistente, por ello interesante, pero es más
interesante aún porque parece que a nadie le interesa. El tema de los valores es un buen
pretexto para reflexionar sobre este asunto, que está muy relacionado con los propósitos y
la calidad de la educación.
En este documento se aborda el tema de los valores en educación desde aspectos que tocan
el ejercicio profesional y, en ese sentido, se expresa como se viven y como se perciben
algunas acciones y actitudes cargadas de valoración. Al final, se propone, desde la
perspectiva de la sociedad decente de Margalit (2010), el impulso de una escuela decente.

38
¿Ignorancia pedagógica?
Todo lo que no sabemos es ignorancia. Pero si a alguien se le atribuye el calificativo de
ignorante, sentirá molestia y enojo, sobre todo, si se le agrega el tono peyorativo a la
expresión. Aquí usamos la palabra ignorancia en el sentido de no saber algo. El sistema
educativo está lleno de casos, en todos los niveles, de profesionales que no pudieron o no
quisieron emplearse en el campo de su profesión y se convirtieron en maestros, en
profesores, en docentes o catedráticos. Reitero, deliberadamente, las palabras más usuales
con las que se les designa o etiqueta. Si un abogado, un sociólogo, un economista, un
ingeniero, un informático o cualesquier otro profesionista, se dedica únicamente a dar
clases y nunca ejerce su profesión: ¿qué es? ¿Profesionista o profesor, maestro, docente o
catedrático? Para resolver esta duda, prefiero preguntar: ¿dime qué haces y te diré quién
eres? Hay quienes ejercen su profesión y también imparten clases, aquí no hay duda: se
cumple una doble función. Pero los que más abundan en las aulas, son los profesores que
creen que son profesionistas porque tienen un título y una cédula profesional, aunque no
ejerzan. En estos casos existe un problema de identidad. Piensan como profesionales,
actúan como profesionales, hablan como profesionales (cada quien en su rama), pero son
“profes”. Lo cual, siempre que se puede, permanece en el lado oscuro de la luna y, por
ejemplo, al presentarse ante otras personas o instituciones se usa preferentemente el título
profesional: ingeniero, sociólogo, economista, abogado, etcétera, o bien, el genérico
“licenciado”. Ahora hasta los profesores (los que estudiaron esa carrera) son licenciados.
Cuando los problemas de identidad no trascienden el ámbito personal, no implican ningún
problema, al fin y al cabo, cada quien tiene que soportar sus propios rasgos identitarios.
Pero todo cambia cuando el problema de identidad repercute en los procesos educativos.
Hay casos de profesionistas que al dedicarse preferentemente a la educación, decidieron
también formarse como docentes y asisten a cursos, diplomados, especializaciones,
licenciaturas, maestrías e, incluso, doctorados en el campo educativo, con lo cual se
provoca un cambio de perfil: de profesional X a profesional de la docencia. Esto es actuar
con coherencia y pertinencia porque se asume el nuevo papel con todas sus implicancias.
En la mayoría de los casos ocurre lo contrario, se estacionan en la identidad profesional
original, que sirve como carta de presentación, como escudo y justificación para evadir la
responsabilidad que deben asumir, ahora, como profesionales de la educación.
Todo profesionista que no esté ligado a la educación tiene derecho a ignorar lo que es la
pedagogía, no es su obligación, pero cualquier profesionista que se dedique, total o
parcialmente, a la enseñanza, tiene la responsabilidad personal de adquirir saberes
pedagógicos y didácticos. En la práctica, muchos se escudan diciendo: “Es que yo no sé
eso”, “Yo soy abogado, no domino ese campo”, “Esos asuntos son para los profes, no para
mí, que soy profesional”, “La pedagogía y las cuestiones didácticas no son de mi campo”,
“¿Elaborar secuencias didácticas, eso no es lo mío?”. Ésas, y muchas otras frases parecidas,
se consideran excusas perfectas para evadir la responsabilidad de formarse como docentes.
Incluso, cuando acuden a cursos o talleres que organizan las instituciones educativas donde
trabajan, su presencia es de “bulto”, van para cumplir, para descalificar la medida que los
“obliga” o para firmar y que no les descuenten por inasistencia, no llevan la menor
intención de aprehender. ¿Dónde se gesta este comportamiento monstruoso, deforme, del

39
profesional/docente? Seguramente hay muchas fuentes; se puede atribuir a una ausente o
débil vocación de educador, también a la falta de oportunidades laborales en los diferentes
campos profesionales, lo cual conduce a la resignada frase “pues aunque sea voy a trabajar
de maestro”.
No obstante, el sistema educativo en sus diferentes ámbitos, con sus criterios formales e
informales para la selección del personal docente, es el mayor responsable de que este
fenómeno esté tan extendido con su correspondiente impacto en la llamada calidad
educativa. A esta situación se tiene que sumar a un número indeterminado de profesionales
de la educación; es decir, los que estudiaron las licenciaturas, maestrías o doctorados en
educación y que, por decisión propia, ejercen su profesión de forma superficial, sin el
compromiso inherente a la deontología del educador.
Antes de continuar debo aclarar que, afortunadamente, son muchos los profesores que
asumen su papel y función con ética profesional y son responsables a carta cabal;
lamentablemente, se notan más las malas prácticas docentes y por los menos se generalizan
las críticas.
Quienes trabajamos impartiendo clases, quienes nos dedicamos a la educación, no tenemos
derecho a la ignorancia pedagógica. Durkheim (2002), en sus lecciones sobre educación
moral, dedicadas a los profesores de educación básica de la Francia de fines del siglo
antepasado, delimitó el campo de la pedagogía con criterios que no han perdido su
vigencia. La pedagogía, dice, no es una ciencia, no es sociología, no es psicología y
tampoco se puede afirmar que es el arte de enseñar. ¿Entonces qué es la pedagogía? El
papel y campo de la pedagogía se establecen en la orientación. Acorde con los
planteamientos de Kant sobre la educación, Durkheim atribuye a la pedagogía la función de
plantear los fines, la finalidad de la educación; es decir, que la pedagogía se debe más a la
teleología que al ejercicio práctico de la enseñanza. Es por eso que todo profesor, sea cual
fuere su origen profesional, o sea, su formación inicial, debe estar al tanto de los fines
educativos, por lo menos los que correspondan al nivel en que se desempeña. Si el docente
está incorporado a la educación superior y, por tanto, adscrito a una institución que forja
profesionales, es indispensable que conozca el plan de estudios de la carrera, el enfoque y
modelo pedagógico en el que se sustenta. De no ser así, se convertirá literalmente en un
extraño que, en lugar de contribuir, puede llegar a entorpecer el cumplimiento de los
propósitos institucionales.
No se requiere hacer estudios especiales para tener las nociones básicas de pedagogía. Se
requiere disposición y compromiso con la actividad que tenemos encomendada. Las dos
características enunciadas, en términos de Valor, se expresan en la responsabilidad. Este
valor se concreta en acciones cotidianas sencillas: conocer el plan de estudios de la carrera,
conocer y manejar el perfil profesional de egreso, planear oportunamente los cursos que se
imparten, relacionar los cursos impartidos con el perfil de egreso, seguir las orientaciones
del modelo pedagógico asumido curricularmente, diseñar estrategias didácticas acordes con
las orientaciones pedagógicas, diseñar o seleccionar recursos didácticos apropiados al curso
y los lineamientos pedagógicos, mantener una actitud abierta hacia la mejora permanente
del desempeño docente y evaluar los cursos, mediante procedimientos pertinentes a la
práctica docente y los contenidos que se abordaron. Todo lo anterior, preferentemente, debe
hacerse en colaboración con los otros docentes, mediante el trabajo colegiado en el que

40
todos aprendemos de todos. Ésta es la tarea docente. Ejemplifiqué con el caso de la
educación superior pero, con pequeñas variantes, es la misma lógica en los otros niveles
educativos. Ningún docente debe ser un ignorante pedagógico y, mucho menos, fingir la
ignorancia.
Ser profesor requiere mucho valor. Valor en el sentido de valentía, porque el docente se
enfrenta a un grupo de niños y de padres de familia o de jóvenes adultos que quieren ser
profesionistas; en ambos casos, su acción es pública, evidente, por tanto se expone a la
crítica social inmediata o mediata. Inmediata, frente a sus alumnos y las autoridades
educativas del plantel; mediata, cuando se somete a la valoración de los padres y a la
valoración social. Las armas del profesor son su preparación y responsabilidad o su
cinismo. Si se es un profesor debidamente capacitado, competente, su fortaleza proviene de
esta cualidad; la responsabilidad es el complemento lógico. Si por el contrario, el docente
no cuenta con la preparación adecuada, pero no tiene otro modus vivendi, si ya decidió vivir
del trabajo como profesor y no tiene la menor intención de capacitarse para mejorar sus
competencias como educador, el único recurso que le queda es el cinismo, que disfrazará
convenientemente según sea la situación: puede permanecer en silencio, porque si no, todo
lo que diga puede ser en su contra; puede convertirse en un docente “agresivo” contra las
autoridades inmediatas, de esa manera lo tratarán con “pinzas” y no se meterán con él por
ningún motivo; puede decir que sí a todas las indicaciones que le den y no cumplir con
ninguna; se puede escudar en la libertad de cátedra y decir que él trabaja a su modo, con sus
propios lineamientos metodológicos, aunque realmente no lo haga, o seguir la más cínica
de todas: declararse completamente ignorante y, por tanto, incapacitado para cualquier tarea
de mejora educativa, menos para cobrar. Para ser cínico, también se requiere mucho valor.
Además de valentía, el profesor requiere estar bien pertrechado de valores. Es un
profesional que trabaja desde una plataforma de valores para promover la formación de
valores en los educandos. Pero los valores no son contenidos simples; son constructos
complejos que tienen una arista cognitiva, pero lo que realmente los distingue es su carga
ética, que se expresa en un cuadro actitudinal; es decir, que los valores no son sólo discurso,
sino comportamiento situado. Los valores son integrales. Este carácter se expresa en la
unicidad de concepto y comportamiento; es decir, en la coherente correspondencia entre lo
que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.
El comportamiento situado, hace referencia a una respuesta actitudinal específica frente a
una situación concreta. Las situaciones son múltiples y variadas, no obstante, la base de
respuesta es única: la plataforma de valores del sujeto actuante. Esta plataforma no es
estática, se actualiza permanentemente, consolidando la estructura de valores. La
actualización afirma y refuerza los valores existentes, también puede modificar el sentido
de los valores pre-existentes, aunque esto último requiere un acto de conciencia, que pasa
por un proceso de crítica y auto-crítica que representa un punto de quiebre e inicio de una
nueva tendencia subjetiva.
La incoherencia entre el discurso y la respuesta actitudinal demuestra la debilidad de la
estructura de valores del sujeto actuante.
Por otra parte, el carácter complejo de la estructura de valores trasciende la esfera
individual; los valores siempre son sociales aunque se expresen individualmente, de ahí

41
deriva su complejidad, la cual implica un concepto de ser humano, un concepto de la vida
humana en la tierra y su interacción con la naturaleza, un concepto de sociedad y de la
interacción social, especialmente, las relaciones de poder.
Pedantería frente a pedagogía
Savater (1997) plantea con mucha claridad la contradicción entre pedantería y
pedagogía, lo cual revela con nitidez uno de los problemas que se vive con mucha
frecuencia en las aulas. Dice Savater:
(…) yo creo que la principal causa de la ineficacia docente es la pedantería
pedagógica. No se trata de un trastorno psicológico de unos cuantos, sino de la
enfermedad laboral de la mayoría. Después de todo, la palabra “pedante” es voz
italiana que quiere decir “maestro”, sin ninguna connotación peyorativa en
principio, tal como la define Covarrubias en su Tesoro de la lengua o la utiliza
Montaigne en el ensayo Du pédantisme (p. 121).
Después de plantear esto, Savater concluye que la pedantería “nace de la vocación de
enseñar” y se le endosa como “una tentación o un eco maligno” que puede esterilizar la
acción educativa. Y ése es el punto: ¿cuántos profesores caen o caemos en la pedantería?
Rasgos de la pedantería, según Savater:

 Se exalta el conocimiento propio por encima de la necesidad docente.


 Se prefieren los ademanes intimidatorios de la sabiduría a la humildad paciente y
gradual que la transmite.
 Se centra en la formalidad académica y menosprecia la estimulación cordial hacia el
neófito.
Y Savater confirma:
Es pedantería el confundir, deslumbrar o inspirar reverente obsecuencia con la tarea
de ilustrar, de informar o incluso de animar al aprendizaje. El pedante no abre los
ojos a casi nadie, pero se los salta a unos cuantos. Todo ello, por qué no, con buena
intención y siempre con autocomplaciente suficiencia (p. 122).
Como decimos coloquialmente, los pedantes juegan al “yo-yo” y presumen
permanentemente. En apariencia, parece una actitud no deliberada, una especie de “forma
de ser”. “Así es fulano y ni modo”, se dice con resignada aceptación. Me atrevo a sostener
que en muchos casos la pedantería es deliberada, es una pantomima de autosuficiencia, que
se utiliza como escudo para esconder las deficiencias docentes en un aparente dominio
teórico a nivel de especialista o en un manejo didáctico pedagógico amplio y sustentado.
Actualmente tenemos el uso de las TIC´s como parte de esa pedantería, pero, en épocas
anteriores, la planeación por objetivos, las dinámicas grupales, el constructivismo y hasta
los grupos operativos se utilizaron con ese sentido. El uso y abuso de un lenguaje
“especializado” y la mención de una gran cantidad de autores, cuyas propuestas teóricas,
técnicas o metodológicas “se manejan” como sustento propio, es parte de la pedantería.

42
Si la pedantería fuese un acto individual privado no vendría al caso este comentario, pero,
en el marco de la orientación y práctica educativa, se debe mencionar su influencia nociva,
porque implica a los otros, a los educandos. Las prácticas educativas, acertadas o erróneas,
por ser públicas y masivas, tienen un efecto multiplicador. Si la pedagogía, en su noción
más general, es la orientación hacia los cauces formativos, hacia la promoción de la sed de
saber, la pedantería ocasiona efectos contrarios. Los docentes somos “pedantes” que no
debemos caer en la pedantería. Para utilizar la frase de Savater, el valor de educar exige de
los educadores el uso de valores que eliminen y disminuyan, entre otras, las actitudes de
pedantería.
Valores, situación y proyecto
Los valores no son cosas, ni vivencias ni esencias, afirma Frondizi (2007); él los
define como cualidad estructural, que es aquella que, con base en factores empíricamente
reconocibles y sus cualidades, en una situación determinada, emerge como forma y
significado reconocible como entidad polar, pues los valores tienen esta característica,
siempre se puede identificar su lado positivo y negativo (p. 19). La noción de estructura de
Frondizi es la siguiente:
La estructura no equivale a la suma de las partes, aunque depende de los miembros
que la constituyen; tales miembros no son homogéneos. La estructura no es
abstracta, como son los conceptos, sino concreta, individual. Una orquesta es un
claro ejemplo de estructura. [La cualidad estructural depende] de las cualidades
empíricas en que se apoya pero, al mismo tiempo, no puede reducirse a tales
cualidades (p. 19).
Desde la perspectiva de Frondizi no existen valores eternos, éstos dependen siempre de una
situación determinada, tienen carácter histórico y social; por supuesto, tampoco existe una
entidad extra-humana de la cual emanen, ni el hombre posee una dimensión pura de la cual
emerjan valores eternos impolutos y deseables. Los valores son creaciones humanas en
concordancia con referentes espacio-temporales: “Ni la valoración ni las vivencias que la
acompañan son fijas, sino cambiantes, y mantienen entre sí relación mutua” (p. 200).
No se pueden comprender los valores sin identificar las características de la situación en
que se generan:
La situación no es un hecho accesorio o que sirve de mero fondo receptáculo a la
relación del sujeto con las cualidades objetivas. Afecta a ambos miembros y, por
consiguiente, al tipo de relación que mantienen. De ahí que lo ‘bueno’ puede
convertirse en ´malo’ si cambia la situación… (p. 213).
Los elementos determinantes de la situación, que identifica Frondizi, son el ambiente físico,
el ambiente cultural, el medio social, las necesidades y el factor espacio temporal. El
ambiente físico hace referencia desde aspectos aparentemente nimios, como la temperatura,
hasta casos catastróficos como la ocurrencia de un huracán o un terremoto; el cambio
gradual o repentino de las condiciones físicas altera el comportamiento de los seres
humanos y su escala de valores. La cultura, entendida en sentido amplio como toda la
creación humana, se presenta con características específicas si la relacionamos con un
tiempo, un lugar y un grupo humano específico. La cultura está en concordancia con un
43
determinado medio social, con sus estructuras políticas, sociales y económicas; estas
características locales, regionales, nacionales o de identidad grupal como la religión o las
creencias políticas, las tradiciones y las costumbres, influyen en la naturaleza y significado
de los valores. Frondizi afirma:
El conjunto de necesidades, expectativas, aspiraciones y posibilidades de
cumplirlas, forman el cuarto factor constitutivo de la situación. Tiene un margen
muy amplio, pues va desde la escasez de ciertos productos esenciales hasta las
aspiraciones sociales y culturales de una comunidad. Este factor influye en nuestro
comportamiento y condiciona nuestra escala de valores (p. 215).
El factor espaciotemporal es el quinto elemento de la situación. En la consideración de este
factor se reflexiona sobre la influencia de ciertos hechos, ocurridos en un lugar y tiempo
determinados, sobre la conducta moral de los sujetos. La conducta humana ha sido
diferente en cada época de la historia y dentro de un momento histórico determinado. En
nuestra actualidad, por ejemplo, a pesar de la sincronía que implica vivir en la misma
época, la conducta humana puede variar según el lugar en que se encuentre el individuo: no
es lo mismo estar en Caracas, Kiev o Siria que en Miami o la tierra caliente (literalmente)
de Michoacán. “Esto se debe- diría Frondizi-, a que somos seres sociales e históricos y no
individuos aislados e inmutables” (p. 219).
Las dos conclusiones importantes del planteamiento de Frondizi, para esta reflexión, son las
relativas al concepto de valor y de situación. Sobre el primero afirma:
El valor es, pues, una cualidad estructural que tiene existencia y sentido en
situaciones concretas. Se apoya doblemente en la realidad, pues la estructura valiosa
surge de cualidades empíricas y el bien al que se incorpora se da en situaciones
reales. Pero el valor no se reduce a esas cualidades ni se agota en sus realizaciones
concretas, sino que deja abierta una ancha vía a la actividad creadora del hombre (p.
221).
Acerca de la situación su planteamiento es el siguiente:
Se denomina situación al complejo de factores y circunstancias físicas, sociales,
culturales e históricas, sostenemos que los valores tienen existencia y sentido sólo
dentro de una situación concreta y determinada (p. 220).
Si llevamos los planteamientos anteriores al campo de los valores en educación, requerimos
de la idea de proyecto para dar sentido a una propuesta de desarrollo de los valores en una
situación concreta. La idea de proyecto, en este contexto, hace referencia a una proposición
o propuesta general que siembra las mojoneras que van a orientar un conjunto
indeterminado de acciones. Aunque en términos netamente administrativos, el proyecto
apunta muy estrechamente al nivel operativo, aquí se rescata la idea de proyecto en un
sentido social amplio, se enfoca más a los lineamientos estratégicos que a los
programáticos. Es por eso que podemos hablar del proyecto educativo de México en el
primer lustro de la segunda década del siglo XXI, o del proyecto educativo de Sinaloa para
esa parcela temporal.

44
¿Qué implica tener un proyecto educativo? Todo proyecto de esta naturaleza requiere su
propio concepto; es decir, un marco filosófico social apuntalado en una concepción del ser
humano, de la sociedad, del Estado- gobierno y de los ciudadanos que se requieren para
dotar de cuerpo, sangre y espíritu a esta idea, que representa también, en su formulación,
implícita o explícitamente, una selección de los valores que serán el factor aglutinante de
esta argamasa constitutiva. Los valores, entonces, no son una especia que se puede agregar
en mayor o menor cantidad para darle sabor al caldo, cuando éste está ya a punto de
ebullición o cuando, al probarlo, nos ofende lo insípido de su consistencia; los valores son
parte de la estructura proposicional del proyecto educativo.
La propuesta de moral laica, que Durkheim transmitió a los profesores de educación básica
franceses a fines del siglo XIX, tenía exactamente la intención de formar valores que se
distinguieran del sentido común tradicional y de la moral religiosa. Es muy conocida la idea
de Durkheim acerca de la responsabilidad que debe asumir el Estado-gobierno en las tareas
educativas; para garantizar la continuidad y el desarrollo de la sociedad, es necesario educar
a todos los ciudadanos: se requiere promover la socialización primaria y secundaria a fin de
que se formen el ser individual y el ser social. La sociedad, a través del Estado, debe formar
a los ciudadanos que requiere para poder mantenerse. En sus libros, la Educación moral
(2002) y Educación y sociología (1990), se detallan sus reflexiones y sugerencias. Por esta
idea se ha calificado su teoría como sociocentrista, adjetivo que reduce mucho la amplitud
y la intención original de su proposición. Durkheim, integrado al Estado- gobierno de su
país, actúo como intelectual orgánico, diría Gramsci, al comprometerse a desarrollar un
proyecto educativo que no sólo cumplía metas inmediatas, sino que establecía estructuras
socioculturales de largo aliento.
Dewey, en otro espacio y casi al mismo tiempo que Durkheim, está preocupado por el
desarrollo de su país, los Estados Unidos de América. Él se guió por el ideal de un país
democrático; la democracia, consideraba, era el camino adecuado y necesario para poder
crecer; sus reflexiones y proposiciones se enfocan a trazar lineamientos y construir los
cimientos y bases educativas cuyos alcances irían mucho más lejos que el propio tiempo
vital de su autor. Estas preocupaciones y proposiciones de Dewey, se perciben en gran parte
de su obra pero, especialmente, en su libro Democracia y educación (2004), cuya lectura
aún sigue aportando ideas, sugerencias y propuestas. Se le calificó de pragmático, tal vez
por no alejarse demasiado de la realidad concreta; a la distancia espacio temporal, se ve
como visionario.
En la actualidad, también hay propuestas que implican proyectos de largo alcance. Los siete
saberes necesarios para la educación del futuro (1999), libro que la UNESCO pidió a Edgar
Morin que escribiera, contiene, desde el enfoque del pensamiento complejo, un proyecto
educativo que no es solamente para un país, tiene en perspectiva a todo el mundo, pues
según su idea, la humanidad se encuentra ya en una etapa que él denomina “era planetaria”,
donde los ciudadanos, por su conciencia social, son ciudadanos del mundo, ciudadanos
planetarios.
En la lógica de este análisis se distinguen al menos tres niveles de proyectos educativos: los
de alcance mundial o planetario, los de un país y los que corresponden a una entidad
federativa. Generalmente los proyectos educativos de una entidad federativa se alinean con
el proyecto educativo del país, y éste con algún proyecto o con lineamientos de carácter

45
mundial. Una reflexión pertinente de los valores se tiene que dar en el marco de estos
proyectos y no en abstracto; se discute el proyecto y su intencionalidad en términos de
valores y, en ese orden de cosas, las conductas cargadas de valor de los políticos y
administradores de la educación, de los profesores y el alumnado. Querer transmitir los
valores como si fueran recetas de cocina que hay que seguir al pie de la letra, nos remite a
la catequización, donde la repetición de una oración no implica que realmente se sienta y se
comparta. No es lo dicho, son las acciones, son las conductas las que revelan el valor de los
sujetos. ¡Por sus obras los conoceréis!
Deontología del profesor
Savater (1998), menciona la existencia de, por lo menos, dos niveles de la ética, la ética
general, “ética en términos más absolutos” (p. 44) y las éticas concretas propias de las
sociedades complejas. Todos manejamos los dos niveles, desde la ética general se toman un
determinado conjunto de valores:
No utilizar a los demás como instrumentos, como meras herramientas para nuestros
fines, sino considerarlos a sí mismos como personas que son fines también en sí
mismas. Que son semejantes, que tienen sus propios objetivos y que, por
consecuencia, no pueden ser simplemente manipulados en beneficio de los nuestros
(p.44).
Por otra parte, para designar a las éticas concretas, que se deben a la actividad o puestos
sociales que se cumplen, se utiliza la palabra deontología, que proviene “de la expresión
griega taderontak, que significa lo debido, lo que corresponde a un grupo determinado” (p.
45).
La deontología no es entonces una ética global o general para todo el mundo, sino el
código ético que tiene un tipo de persona determinada que hace una acción
determinada, por lo que hay límites deontológicos para unas profesiones, o para
unos puestos en la vida, que no corresponden en cambio a otros (p. 45).
En este orden de ideas, los profesores, como gremio, como grupo que comparte un campo
profesional y las actividades que corresponden, deben reflexionar y delinear la ética de su
profesión, su deontología. Existen libros y muchos comentarios acerca del “deber ser” de
los profesores, pero el abordaje sistemático, no de reflexión, sino de construcción de la
deontología es una asignatura pendiente. Si se visualiza a los docentes como actores
fundamentales en la promoción de los valores, entonces ellos deben predicar con el
ejemplo. No obstante, cada uno de los docentes se conduce de acuerdo con su libre
albedrío, por lo general sin tomar la referencia de los otros, de sus pares. Sabemos que la
deontología es necesaria, no para que se convierta en un código penal, sino en una
orientación que establezca referentes claros sobre el comportamiento apropiado de los
docentes en el campo educativo. En su vida privada, cada quien podrá determinar si se
mantiene o se aleja de la conducta que le exige la profesión; lo previsible es que se
mantenga la coherencia en las diferentes esferas vitales. La discusión de la deontología de
los profesores sería el primer paso, muy edificante, para avanzar a otros niveles de disenso
y consenso en el curso y discurso de los procesos educativos.
Por una escuela decente
46
La idea de una escuela decente nació de la propuesta de Avishai Margalit (2010) de una
sociedad decente:
¿Qué es una sociedad decente? La respuesta que propongo es, a grandes rasgos, la
siguiente: una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las
personas. Y distingo entre una sociedad decente y una sociedad civilizada. Una
sociedad civilizada es aquella cuyos miembros no se humillan unos a otros, mientras
que una sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas
(p. 15).
De esta propuesta y de esta definición nace la pregunta: ¿podemos aplicar estos conceptos
en el nivel microsocial, a nivel de escuela o de Universidad? En principio, se considera que
no hay problema, como dice Morin: “el todo es a la parte como la parte al todo”.
Margalit formula la idea de sociedad decente como una posibilidad deseable. De la misma
manera, se cree que la escuela decente es posible y se desea que haya una institución con
esas características; es decir, una escuela cuyas instituciones (se plantea la idea de
instituciones dentro de la institución escolar, lo cual no es descabellado) no humillen a las
personas.
¿Acaso existen escuelas o universidades no decentes? Daremos por sentado que sí las hay.
Para corroborar lo dicho se utilizarán los conceptos de humillación, derechos y honor que
propone Margalit, “la humillación es un tipo de conducta o condición que constituye una
buena razón para que una persona considere que se le ha faltado al respeto” (2010; 21).
En consecuencia, Margalit sostiene que:
Una sociedad decente es aquella que combate las condiciones que justifican que
quienes forman parte de ella se consideren humillados. Una sociedad es decente si
sus instituciones no actúan de manera que las personas sujetas a su autoridad crean
tener razones para sentirse humilladas (2010: 22).
En las escuelas y universidades se puede y se debe hacer uso de este concepto. Las
relaciones humanas positivas se beneficiarían en gran medida. En las escuelas se dan
múltiples situaciones, en las cuales el trato entre las personas pude pasar de cordial a
humillante en un simple cambio de forma. La sentencia que dice: “forma es contenido” aún
es vigente.
Las “instituciones” en las escuelas se remiten a los aspectos normativos, a las normas
escritas. Los reglamentos y los manuales de procedimientos son su medio fundamental. No
obstante, la escuela en su desarrollo, establece “usos y costumbres”, que si bien no son
normas estrictu sensu, muy frecuentemente encarnan rituales y formas que implican
deferencia hacia el personal docente e, incluso, administrativo, que por su antigüedad en la
institución, por su preparación académica, por su compromiso institucional, por sus saberes
práctico-operativos o por sus obras, reciben un trato que resalta su dignidad y hace
inflexión en una diferencia que, por lo general, es mínima pero muy significativa. En estas
formas, en este trato de distinción se construye el respeto; obviar la forma adecuada,
aceptada institucionalmente como la forma debida, conduce a la humillación.

47
La aplicación fría, directa y con todo el rigor que implique la observancia de una regla, es
lo correcto, pero no necesariamente lo decente.
Margalit plantea dos posiciones paradigmáticas extremas: la anarquista y la estoica. Para
los anarquistas, toda regla establecida, vigilada y aplicada por los que gobiernan reprime la
autonomía e implica coerción, por tanto, atenta contra la dignidad de los gobernados; en ese
sentido, toda regla es humillante (cfr. Op. cit. P. 24). En la esquina contraria, los estoicos se
basan en su concepto de respeto propio; es decir, el respeto que cada quien se otorga a sí
mismo. Este respeto, entendido como honor personal, no depende de otras personas, se basa
en la conciencia individual de asumirse como ser humano; de ahí que los estoicos no
pueden ser humillados por nadie, ni por otro individuo ni por institución alguna. Para ellos,
la sociedad humillante simplemente no existe. Estos modelos son hipotéticos o, como diría,
Weber, son tipos ideales, la realidad se encuentra en cualquier punto intermedio entre estos
extremos; allí están la sociedad decente o la escuela decente que sugerimos.
Los derechos son otro de los elementos inherentes a la idea de sociedad decente y, por
tanto, de la escuela decente que se propone. Siguiendo su modelo de formulación Margalit
propone:
(…) una sociedad decente se puede definir como aquella que no transgrede los
derechos de las personas que dependen de ella. La idea es que sólo una sociedad que
posea un concepto del derecho puede tener las nociones de respeto hacia sí misma y
de humillación que toda sociedad decente necesita. Así, la empresa de una sociedad
decente sólo tiene significado si se aplica a una sociedad con una noción clara de lo
que son los derechos (p. 35).
En este caso, la conciencia de la humillación pasa necesariamente por la conciencia de la
violación de los derechos, lo cual implicaría el reconocimiento de derechos que
salvaguardan determinados intereses. Por eso, el que no conoce sus derechos no está en
condiciones de defenderlos y su ignorancia lo imposibilita para sentir humillación, lo cual
no implica que ésta no exista; otros, que si son conscientes y el perpetrador de la violación
de los derechos perciben la humillación claramente. El que viola los derechos de los otros
intencionada y conscientemente es un indecente. El que conoce sus derechos y no los
defiende es un servil e, incluso, puede llegar a sentir la humillación y tolerarla a costa de la
degradación del respeto propio, el respeto hacia sí mismo.
En el mundo de las escuelas y de las universidades, el derecho de los trabajadores circula
en el claroscuro de una legislación no siempre nítida y precisa. Concurren diferentes leyes y
reglamentos secundarios, que pretendiendo esclarecer y puntualizar la ley, dan pie a
interpretaciones diversas y frecuentemente contradictorias. A lo cual hay que agregar, las, a
veces, malintencionadas e interesadas interpretaciones de la institución, o sea, de sus
directivos. Cuando una ley o reglamento acepta más de una interpretación, introduce un
nivel de ambigüedad que pervierte la intención original de la ley o reglamento e incrementa
la incertidumbre institucional de los actores escolares. Esta situación incrementa las
posibilidades de humillación de los subordinados e incrementa la posibilidad de
arbitrariedad de las autoridades. Para los directivos autoritarios, la lógica del amo y el
esclavo será siempre una tentación.

48
Otro factor de la sociedad decente que considera Margalit es el concepto de honor. El
planteamiento es el siguiente: “La idea es que una sociedad decente es aquella que otorga a
cada persona el honor que se le debe. (…) una sociedad decente sería, en este caso, aquella
cuyas instituciones otorgan a todas las personas el honor que merecen” (p. 45). Dado que el
concepto de honor se puede interpretar en diversas condiciones y circunstancias, el autor,
después de analizarlo, hace la siguiente acotación:
“En síntesis, el concepto de honor relevante para la sociedad decente es el concepto
de dignidad humana. Este es un tipo de honor que las personas deberían tener, y su
violación es una razón para sentirse humillado” (p. 46).
La humillación por deshonor proviene de la violación del respeto hacia uno mismo,
de la disminución de la autoestima e integridad y por ofensa a la dignidad humana
(cfr. p. 47).
Sólo puede ser honorable una persona que se respete a sí misma. Todos los seres humanos
son dignos de respeto sólo por el hecho de serlo. Todos respetamos a uno porque es nuestro
semejante, uno es el otro que no soy yo. Pero el respeto a sí mismo es una construcción
simbólica que cada sujeto se atribuye reconociéndose frente a preguntas como éstas: ¿Soy
integro? ¿Soy leal? ¿Soy digno? ¿Respeto el derecho de los otros? ¿Soy honorable? ¿Soy
humillante? ¿Soy servil?
¿Se puede perder el respeto a sí mismo conscientemente? Por supuesto que sí, quien incurre
en esta práctica, generalmente, tiene una buena excusa o justificación. Quien está en
posición de poder, generalmente, se escuda en el rol: “hago lo que hago porque ése es el
papel que me toca jugar en la institución, no porque yo quiera; si fuese cosa personal no lo
haría”. Desde la perspectiva del subordinado, es frecuente escuchar ideas como ésta: “Sé
que están pisoteando mis derechos pero no protesto porque puede ser peor, el patrón la
puede agarrar contra mí”.
Margalit presenta un ejemplo que relaciona la autoestima con el respeto hacia uno mismo;
afirma que es posible tener autoestima y, al mismo tiempo, carecer de respeto propio. Se
reproduce porque es un caso que se presenta mucho en el mundo escolar:
Todos conocemos personas que se valoran mucho por los logros alcanzados, pero
que sin embargo están dispuestas a arrastrarse ante cualquiera que tenga poder
suficiente para hacer algo por ellas. El servilismo es una forma de adulación en la
que una persona lisonjea a otras para darles una falsa impresión de superioridad,
favoreciendo así sus mezquinos intereses. Los serviles se humillan a sí mismos para
conseguir, a costa de su propio respeto, otros beneficios que, por otra parte, podrían
aumentar su autoestima (p.47).
La integridad es consustancial al respeto propio. Ser como se es, bajo criterios morales que
no impliquen humillar a otros o a sí mismo, representa la integridad de la persona. Margalit
lo dice así:
Una persona íntegra es alguien a quien no se puede corromper. Una sociedad
humillante es la que somete a chantaje a sus miembros y les fuerza a acciones
despreciables. Por ejemplo, si uno se afilia al partido sus hijos tendrán el privilegio

49
de asistir a una “buena” escuela; sólo si uno firma una declaración contra su colega
podría conservar su puesto de trabajo (p. 50).
Existen en las escuelas muchísimos ejemplos en los cuales las personas pierden su
integridad, la comprometen o sacrifican en la búsqueda de intereses inmediatos, de corto
alcance pero, tal vez, de mucha significación económica a subjetiva; el juego de roles y de
estatus es una moneda de cambio muy común. No hay persona corrupta sin un corruptor,
que siempre es una persona con poder, en el mundo escolar son los directivos. La
corrupción es doblemente humillante: se humilla tanto el corrupto como el corruptor. En la
lógica de Margalit, que haya instituciones sociales que faciliten e incluso promuevan este
tipo de conductas, es lo que cataloga a una sociedad (o escuela, según nuestro interés) como
no decente.
Autoestima, integridad y dignidad son aspectos del respeto hacia uno mismo. Margalit
establece: “la dignidad es el aspecto externo del respeto hacia uno mismo” (p.51). Desde
esta perspectiva colegimos que la dignidad se nota, se ve porque la persona con dignidad lo
muestra en su conducta, lo manifiesta en su forma de ser y en lo que expresa. Cuando una
persona ha sido humillada, cuando su honor ha sufrido una afrenta, saca la casta y se
defiende, en este acto se manifiesta el respeto hacia sí mismo. Por el contrario, dice
Margalit:
Una persona digna demuestra su respeto hacia sí misma mediante acciones positivas
que no responden a ninguna provocación. De esta forma, da a entender que se
defenderá con uñas y dientes si alguien trata de arrebatarle su respeto hacia sí misma
(p. 52).
La idea de Margalit, de promover el establecimiento de una sociedad decente, es muy
sugerente porque nos plantea la necesidad de relaciones sociales y humanas que no se
anclen exclusivamente en los derechos que, por una parte, no se ejercen y que, por otra,
cuando se ejercen desatan procesos de humillación. Promover la sociedad decente implica
un proceso de reeducación, como lo dicen algunos autores, implica un proceso en el que se
desaprendan y se eliminen las instituciones que facilitan y hasta exigen la humillación y,
por otro, se aprendan las nuevas formas de relacionarse y de comportarse en una sociedad
decente. Podemos iniciar por las escuelas, sus dimensiones, que facilitan la relación cara a
cara y sus instituciones, que no son demasiado complejas, permitiría sin duda un buen
ejercicio de verdadera readaptación social. Sería todo un proceso de reeducación moral, al
fin y al cabo, aprendizaje de valores. ¿Es utopía? ¡Pues sí lo es! ¿Y qué? ¿Acaso no
tenemos la creatividad y la disposición para emprender una aventura tan significativa y
necesaria?

Referencias
Dewey, John. ( 2004). Democracia y educación. Sexta edición. España. Editorial Morata.
Durkheim, E. (2002). La educación Moral. España. Editorial Morata. Primera publicación
de esta obra, 1925. (p. 13-45).

50
Durkheim, E. (1990). Educación y sociología. España. Ediciones península. Tercera
edición. Primera edición en español, 1975. (P.43-94).
Frondizi, Risieri. (2007) ¿Qué son los valores?. México. Editorial Fondo de Cultura
Económica.
Margalit, Avishai. (2010). La sociedad decente. México. Paidós.
Morin, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Francia.
UNESCO.
Savater, Fernando. (1997). El valor de educar. Cuarta edición. España. Ariel.
Savater, Fernando. (1998). Ética, política, ciudadanía. México. Grijalbo.

51
LA ÉTICA-FILOSÓFICA Y LA CULTURA CONSUMO-
HEDONISTA

Antonio Kitaoka Vizcarra


Introducción

En estos momentos de violencia extrema y generalizada, se constituye en una necesidad


social e individual poner en la mesa de las discusiones la irrupción de valores non gratos
para los principios éticos que nos rigen en nuestro país. Que un sector de la sociedad
abiertamente se manifieste a favor de las actividades ilícitas no nos está enviando un
mensaje favorable de una sociedad que educa con el ejemplo. Adolescentes asesinándose
entre sí, presagian un futuro indeseable para nuestra nación. Es por eso, que el tema de la
ética se vuelve indispensable. Como formador de educadores, busco la manera de mostrar
mis ideas con profundidad, pero también con claridad; además, es importantísimo que en
mis actos se encuentre la congruencia de lo que digo. Ahora bien, en consonancia cognitiva
con Gianni Vattimo, me puse a investigar el tema de la ética (ethos, carácter, manera de ser,
costumbre, hábito) y, según el Diccionario Enciclopédico Quillet (1983) que me acompaña
desde varias décadas, la ética es “parte de la filosofía que trata de las obligaciones morales
del hombre y analiza el problema del bien y del mal” (p.199, vol.V).

Como se ve, la ética tiene sus raíces filosóficas desde donde se estudia y se prescribe
teóricamente a la moral, esto es, las buenas o malas costumbres de una sociedad
determinada. Vattimo (2002) encuentra el concepto de la ética muy polisémico y la manera
de tratarlo para su entendimiento, también. Sin embargo, la postura pedagógica abierta,
creativa y plural de este filósofo italiano, me fascinó. Él observa que es muy difícil educar
en la ética o en valores mediante textos de ética filosófica o con manuales –antologías-.
Propone que la formación ética puede ser fomentada, animada o inducida a través de la
lectura de novelas, cuentos, fábulas o poesía. Sugiere que una ética puede ser enseñada
también fuera de la ética filosófica, en la literatura, en el arte, etc.: “Es una gran experiencia
ética leer a Dostoievsky, Tolstoi o Mann” (p.77). De igual manera, consideré no sólo
utilizar en mi exposición el discurso científico, sino también el literario, a través de citas de
renombrados escritores de novelas y poesía. Ilustré la segunda mitad de mi ensayo con
diapositivas a las cuales agregué comentarios y observaciones críticas. Espero que este
ensayo de género mixto, diría posmoderno, en el buen sentido estético y pedagógico,
despierte motivaciones y anhelos de seguir investigando los graves problemas éticos que se
viven en la actualidad.

1. De la ética rural a la ética urbana

Los problemas morales de mi época, en mi niñez, adolescencia, juventud y madurez,


ubicados en el siglo pasado, no parecen ser los mismos en esta época actual del siglo XXI.

52
Iniciando el primer año de este nuevo milenio, un 11 de septiembre, se vinieron abajo las
torres de la gran seguridad; voló en pedazos la fragilidad de la sólida modernidad. El ulular
de las sirenas anunciaba la llegada de la líquida época posmoderna. Ya Sartori (2010),
Bauman (2006, 2007, 2010), Vattimo (2002), Delors (1997), Berger y Luckman (1997) y
Savater (1997); autores que he escogido por su consonancia cognitiva con mi forma de
pensar, se planteaban este choque complejo a nivel mundial del estado de seguridad,
certeza, verdades únicas, mega narrativas ideológicas que salvarían a los pobres de este
mundo de injusticias sociales; todo esto, contra el estado difuso, inseguro, incierto, de
verdades y realidades múltiples, en donde los mesías y los profetas capitalistas, socialistas y
los iluminados metafísicos vendrían a la baja en sus ventas de la ilusión mitificante y
mitigante de las penurias de los pueblos pauperizados. Por qué les digo todo esto, pues para
darle mayor significación a los que les voy a contar.

Cuando niño, mi seguridad, certezas y solidez de mis creencias y valores los obtenía de la
trilogía paternal: mi padre progenitor, mi padre espiritual, el sacerdote; y, de mi segundo
padre, el profesor. No había mediadores culturales virtuales porque no escuchaba la radio,
ni leía los periódicos y la televisión; Internet y celulares todavía no existían ni habían sido
escritos por los autores futuristas de ciencia y ficción de aquel entonces. Así es que, me
comportaba de acuerdo a lo que veía, comía, oía y a lo que me ordenaban mis formadores
en mi entorno inmediato. Toda esta forma de concebir y de vivir lo que yo pensaba que era
bueno, debido a que las personas de mi cariño y respeto, hacían; eso para mí, era la buena
moral, la buena costumbre (mores) que debía seguir.
Posteriormente, de un pueblo tranquilo y bonachón, cercano a las faldas de la Sierra Madre
Occidental, pasé a un puerto bullanguero, carnavalero y con un paradisiaco malecón que
abría sus enormes ventanas a un mar cuyos límites se perdían en el infinito. El despertar de
la adolescencia se me vino prematuramente. Las buenas costumbres o la buena moral de mi
pueblo perdieron solidez ante una moral más relajada y liberal que se vivía en ese babélico
lugar en el que diferentes razas, culturas, lenguas, se cruzaban ante mí. Una cultura, una
moral, una lengua, una verdad, que eran los elementos idiosincráticos de mi terruño de
origen, se colapsaron y me fundí en el crisol porteño de la multidiversidad cultural. El
incidente crítico en esta etapa autobiográfica, lo constituyó la migración de un espacio
cultural a otro. El vivir y convivir con otros valores golpeó y contaminó mi prístina y pura
moral. Aunque actuara siguiendo los preceptos éticos anteriores, ya no tenían la fuerza
simbólica de imponerme una forma rígida y absoluta de pensar, sentir, actuar y soñar. Por
ejemplo, la seguridad, certeza, y la confianza en mis vecinos y amigos de mi sosegado
pueblo se perdieron en la inseguridad, desconfianza e incertidumbre de la inhumana
indiferencia ciudadana de la cuasi megalópolis, para mí en aquel entonces, de la cual mis
padres veían como causante de los más grandes males del mundo; sin embargo, a mí me
atraían todas las diversiones que ofrecía la gran ciudad en donde la moral, esto es, las
costumbres que eran satanizadas en mi pueblo, en esta ciudad eran alabadas. La moral
cambia según el país en que te encuentras y la paremiología toma mucho sentido porque al
país que fui hice lo que vi. Claro que dentro de uno hay un conflicto interior en donde se
enfrenta la moral anterior con la moral actual; lo que fue bueno ayer y lo que es bueno hoy.

53
Toda esta narrativa intimista, subjetiva, muy propia, sirve de preámbulo para mostrarles mi
reflexión adulta o ya cargada de más experiencia y conocimientos con respecto a los
Problemas de la Ética Actual vista desde mi subjetividad.
2. De la Ética Feudalista a la Ética Capitalista
Desde la reflexión axiológica autobiográfico-comparativa que estoy exponiendo donde
empiezo con mi micro-cosmos, la moral de mi pueblo giraba alrededor de los preceptos
religiosos dictaminados e interpretados por el exégeta católico de la parroquia. La lectura
que el sacerdote hacía de la Biblia era la verdad, única ley universal para todos. Una cultura
teocéntrica cubría nuestras mentes y acciones. Las dudas vulgares o las dubitaciones
cartesianas no eran gratas a los delegados eclesiásticos, los cuales exigían inmediatamente
eliminar esas herejías de sus pensamientos y boca sustituyéndolas por el acto de fe, ya que
eran misterios insondables e incuestionables. En cambio, la cultura antropocéntrica y
hedonista del jacarandoso Puerto pisoteaba al son de la tambora las disposiciones divinas y
acostándose en la sábana santa de la playa, veneraba al Dios Dionisio.
Estas dos culturas, dos morales, las del pueblo y las de la ciudad; me sirven para ilustrar la
analogía, advirtiendo de la gran distancia histórica, entre la ética católica-feudal y la
protestante-capitalista. Max Weber (1988) nos habla de la ética protestante ligada al espíritu
capitalista desde su cultura alemana. Ofrezco una breve explicación mediante un marxismo
didáctico, esto es, no complejo ni dialéctico, sino más bien, ilustrativo para mostrar
sintéticamente, la transición de una ética católica a una ética protestante. Si una sociedad
cambia la forma de vida, también cambia su forma de pensar, de sentir y de actuar; claro,
esto es un proceso lento, múltiple y complejo: Si la formación económico-social del
feudalismo, en donde primó la ética católica, cambió por procesos socioeconómicos y
culturales a una formación capitalista, entonces, por ende, modificó su superestructura
jurídico-política e ideológica, y su ética, de la que estamos hablando. A partir de esa
evolución transicional, ahora sí, la exégesis protestante de la Biblia católica se resemantizó
a partir de los intereses y necesidades de una nueva clase burguesa que ponía en tela de
juicio la prohibición de obtener riqueza material en vez de la espiritual; así como el
rechazar la obligación de soportar el matrimonio de por vida. Gracias a esto último, el rey
Enrique VIII pudo casarse las veces que quiso sin tener que esperar al juicio eclesiástico de
que la muerte los separe; derivado de esto, se le facilitó decirle adiós a Catalina y, vengan
cinco mujeres más. También se justificó la usura, el enriquecimiento, y, de esa manera, un
rico podrá entrar al cielo antes que lo hagan el camello y la aguja; esta época deja claro que
“al empresario burgués no sólo le estaba permitido el afán de lucro, sino que debía guiarse
por él, (…) siempre y cuando no se saliera de los límites de la corrección formal, se
comportara con irreprochable ética, y el uso de sus riquezas no fuese indecoroso” (Weber,
1988, p.109).
3. La ética posmoderna: individualista, posdeóntica y hedonista
Según Lipovetsky (En Bauman, 2006, p.8), ideólogo de la liberación posmoderna, nos
encontramos en la era del vacío, de lo efímero, de lo light, en donde nada es seguro, cierto o
absoluto. No se valoran el respeto a los deberes religiosos, institucionales o familiares;
vivimos en una etapa posdeóntica, en que las tradiciones culturales del amor y respeto a los
ancianos, padres, profesores, sacerdotes, gobernantes, se están diluyendo. Una nueva forma

54
de pensar, una nueva moral, que ha dejado de creer en las promesas mesiánicas y ha
abandonado los deberes infinitos, divinos, patrios, se extiende por todo el orbe atropellando
con su individualismo, su falta de conciencia social, su hedonismo y ambición personales, a
todo aquel que se le pone en su camino de una manera totalmente deshumanizada. En esta
época actual, “se ha deslegitimado la idea de autosacrificio, no se está dispuesto a alcanzar
ni ideales o valores morales; los políticos se han convertido en pragmáticos. Vivimos en la
era del individualismo más puro, en la búsqueda de la buena vida”. (Bauman, 2006, pp. 8-
9).
De la moralidad que era vivida tan fuertemente en el pasado siglo XX, hoy la vemos
reducida a su máxima expresión, a una moral minimalista, a punto de extinción. El mercado
de valores universales está a la baja; la honradez, el respeto y la justicia se están
devaluando y confundiendo. Se ve como natural o familiar el ostentamiento de riqueza
ilícita que se toma como ideal por nuestras juventudes, la prepotencia y el rompimiento de
normas morales y jurídicas queda impune, la descarga de una andanada de balas a los
enemigos sin importar que al lado se encuentre gente inocente, nos muestra la brutalidad
perversa del proceder infrahumano de un gran sector de nuestra sociedad.
Este gran malestar o esta epidemia que tiende a transformarse en una pandemia social
necesitan del rescate del valor de volver a ser uno mismo, en el sentido más humano del
término. Hemos estado viendo lo que los “administradores del dominio simbólico de las
masas”, diría Giovanni Sartori (2006), quieren que veamos. Desean convertirnos en objetos
alienados que respondamos a sus intereses comerciales; no obstante, es hora de voltearnos a
ver a nosotros mismos, de lo contrario, seguiremos perdidos en las bajas pasiones de la
vanidad, la lujuria, la avaricia, la pereza, y continuar siendo dominado por extraños. El
poeta mexicano Octavio Paz (1998) coincide con Bauman (2010) acerca del tema del
consumismo que aliena al hombre y lo aleja de los valores que lo hacen ser humano y no un
objeto uniformizado del mercado neoliberal de mercancías.
El mercado ha minado todas las antiguas creencias, pero en su lugar no ha instalado
sino una sola pasión: la de comprar cosas y consumir este o aquel objeto. Nuestro
hedonismo no es una filosofía del placer sino una abdicación del albedrío…el
hedonismo no es el pecado de las democracias modernas: su pecado es su
conformismo, la vulgaridad de sus pasiones, la uniformidad de sus gustos, ideas y
convicciones (Paz, 1998, p.132).
No podemos echarle la culpa al milenario mal, ni decir que la especie humana nace con el
pecado de los genes del mal; ni los genes ni los astros, ni el universo son culpables. El mal
se construye en la inconsciencia de los hombres, hay que hacer consciente lo inconsciente.
Este ensayo tiene esa pretensión. Hemos familiarizado lo que no es familiar. Vemos como
ético, lo no ético. Por lo tanto, mi mirada sociológica y filosófica tiene como finalidad
ética, hacer visible lo invisible, porque el grave problema es que en esta civilización
enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual.
“¡Ésta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión, ya no se
sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?” (Sabato, 2001, p. 110).
4. La sociedad archipiélago es cautiva de los delincuentes

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Una sociedad aterrorizada es presa fácil de los malhechores. Pierde la capacidad de
organizarse y autodefenderse. Por lo tanto, queda a merced de los criminales, pero,
también, presa de sus miedos. Lo que aflora no es la necesidad de ayudarse colectivamente,
sino protegerse con una actitud pragmática e individualista; esto es, de que se muera mi
comunidad a que me muera yo, que se muera primero mi comunidad; sí, pero, después o
quizás antes del después, tarde que temprano, te caerán a ti y a todos. A los criminales les
conviene esa “moral individualista y egocéntrica” que nos divide y nos aísla, dejándonos
indefensos en los islotes desguarnecidos de nuestros miedos.
En vez de una autodefensa cívica en colectivo, el mensaje individualista del pánico
ciudadano se refleja en la venta de casas en cotos protegidos, los cuales están proliferando
en demasía. La gente, ante la inseguridad, busca la protección en estos lugares
habitacionales; sin embargo, si la ciudadanía no se une en la autodefensa de su propia
comunidad, terminará no sólo enclaustrándose en estos cotos residenciales; sino que la
creciente y expansiva delincuencia hará que, dentro del coto, recelé de sus vecinos y haga
de su casa un mini-coto o pequeños cotos feudales recluidos en sí mismos; finalmente,
nuestras sociedades permanecerán internadas dentro de un fastidioso cotorreo demencial.
5. La encrucijada de la ética actual
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, este mandamiento es analizado por Zygmunt
Bauman (2010) con respecto a la ética del individuo en la aldea global. Como vimos en la
vida en los Cotos habitacionales, la inseguridad, la desconfianza, la impunidad, la
injusticia, el miedo al otro, ha hecho de esta máxima religiosa un absurdo por su dificultad
en cumplirlo; ya que sólo puedo amar al prójimo que es próximo a mí, que su moral, su
ética es semejante a la mía; a los demás, lo dudo, más cuando se burla de mí o me intimida.
De aquí, que como dice Freud (en Bauman, 2010): “Qué sentido tiene un precepto
enunciado con tanta solemnidad si ni siquiera se puede recomendar su cumplimiento como
algo razonable” (p.52). Por supuesto que este mandamiento contiene la clave fundamental
de la convivencia humana, porque cuando muere un ser humano también muere dentro de
uno mismo esta parte esencial de la vida planetaria. Sin embargo, el paso de la conciencia
individual a la social; y luego a la conciencia planetaria es enorme.
Ahora bien, como decía al principio de este escrito, si la moral empieza en casa, entonces,
la formación que nos dieron nuestros padres y personas cercanas a nosotros ¿nos preparó
realmente para la vida en este mundo donde los valores son múltiples y variados? No es
fácil la respuesta, debido a que en este mundo hipermoderno, los valores inculcados por la
familia se enfrentan a los valores consumistas del mundo global. Si nosotros, nuestros hijos,
nietos y generaciones venideras, quedamos atrapados en una ética individualista, hedonista
y del consumo de la cual no podemos salir porque hemos aceptado este infierno ego-
maníaco; y por ende, formamos parte de él; consecuentemente, no veremos más allá de las
respuestas que este infierno nos dé. En esta posmodernidad líquida, asumimos una postura
ético-ideológica e inmediatamente, de acuerdo a nuestro pragmatismo individualista y
volátil, nos vamos a otra. Nos parecemos a la Chimoltrufia de El Chavo del 8 en que, así
como decimos una cosa, decimos otra. Es demasiado el cinismo político o la desvergüenza
moral con la que actuamos. El mundo se ha convertido en una fábula en donde no hay
hechos sólo interpretaciones irresponsables, tendenciosas y no muy éticas. Como dice
Ernesto Sabato (2001): “Hoy todas las interpretaciones son válidas y las palabras sirven

56
más para descargarnos de nuestros actos que para responder por ellos” (p.51). De aquí que
somos esclavos de nuestras bajas pasiones, de nuestros oscuros intereses individualistas,
influidos por la homogeneización tecnocratizada del mundo globalizado que nos dicta una
sola manera legitimada de pensar, sentir y actuar; pero si abrimos nuestra mente a las
inmensas posibilidades de descubrir otras formas de vivir en la aldea global en que nos
encontramos y nos atrevemos a construirlas por nosotros mismos, otro sería nuestro destino
en este mundo tan alienado y arbitrario. De acuerdo con Zygmunt Bauman, “éstas sólo se
nos pueden ocurrir si antes creemos que el mundo que nos rodea no nos viene ‘dado’ sin
más y para siempre, sino que es posible cambiarlo y que nosotros mismos podemos
cambiarnos si nos aplicamos a la labor de cambiar el mundo” (Bauman, 2010, p.176).
6. Los retos de la educación en el mundo globalizado. La inequidad educativa
El modelo educativo en ese país está a punto de convulsionarse. La economía, la
política y la cultura están siendo infiltradas por el nefasto espíritu neoliberal y la ética
deshumanizada. El mercado globalizado está convirtiendo a los valores fundamentales de la
humanidad en valores de cambio, mercantiles. Lo que antes se consideraba éticamente
sagrado o valioso, hoy se ve como redituable o útil. La mano negra del Rey Midas está
convirtiendo en oropel todo lo que toca. En este modelo consumista neoliberal, la
educación se ha vuelto un productivo negocio. Los jóvenes se han dado cuenta de esto, sus
manifestaciones exigiendo una educación de calidad y equidad están enviando señales de
alerta, pues han visto cancelado sus sueños de obtener un futuro mejor, se percataron de
que, cada vez más, se les está marginando de las posibilidades de acceder a niveles
educativos superiores por la ambiciosa elevación de los costos escolares. La pirámide
social, en donde se ubican en la cúspide sólo a los privilegiados y en la ancha base a la
enorme clase baja, se ve reproducida en la pirámide escolar: la escuela sigue favoreciendo a
los favorecidos y desfavoreciendo a los desfavorecidos.
Toda esta problemática económica, sociocultural y política se expone a continuación
mediante imágenes que muestran las diversas maneras de expresarse una cultura hedonista
y consumista. El papel de todo ciudadano, en este caso del docente, será el de contribuir a
la trasmutación de los valores que se han señalado arriba y que reclaman una acción y
postura ético-filosóficas cuyo objetivo sea la develación de los mecanismos de
mistificación y alienación que ocultan las perversas intenciones de convertir en objeto de
consumo y explotación a los seres humanos.
7. REFLEXIONES CRÍTICAS DE LA CULTURA GLOBALIZADA
A TRAVÉS DEL ANÁLISIS DE IMÁGENES

7.1. Mundo consumista y cultura hedonista

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58
59
60
7.2.La multidiversidad y sus enemigos: la Misoginia, la homofobia y el
fundamentalismo

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62
BIBLIOGRAFÍA
Bauman, Z. (2006). Ética Posmoderna. (2ª. ed.). México: Siglo XXI.
---------------. (2010). Mundo Consumo. México: Paidós.
Berger, P.L., Luckmann, T. (1997). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. México:
Paidós.
Paz, O. (1995). Itinerario. México: Fondo de Cultura Económica.
Sabato, E. (2001). La resistencia. México: Seix Barral.
Sartori, G. (2006). Homo Videns. La sociedad teledirigida. México: Punto de lectura.
Vattimo, G. (2002). Tecnica ed esistenza. Una mappa filosófica del novecento. Milano,
Italia: Bruno Mondadori.
Weber, M. (1988). La ética protestante. (7ª. ed.). México: Premià.

63
EL VALOR DE PERTENECER

María Madrid Zazueta


“Para pensar lo universal hay que enraizarse en lo particular,
pero sólo entra en lo particular quien sabe buscar lo universal”
Carlos Díaz

En el momento presente se viven diversas circunstancias en las esferas sociales, políticas,


económicas y formativas que justifican el auge que se impulsa, desde instituciones públicas
y privadas, para trabajar en conjunto con la sociedad en rescatar, y de ser necesario
reestructurar, los valores bajo los cuales se están rigiendo las nuevas generaciones.
Sin embargo, cada ámbito amplia la gama de valores bajo los cuales se rigen, por ello se
hace necesario delimitar aquellos valores que más convergen en armonía con todas las
interacciones sociales dentro y fuera de los distintos ámbitos. Además, hay valores que a la
vez se definen como virtudes, y viceversa. Por ejemplo, la justicia es al mismo tiempo una
virtud y un valor.

64
Partiendo del planteamiento de Aristóteles, acerca de que las virtudes son los grupos
cardinales que rigen la conducta moral, se define a los valores como las formas en las que
se manifiestan dichas virtudes a través de las acciones que se realizan. Dice Aristóteles, que
es en el acto donde se práctica la moral, no en la teoría. Lo cual no me ayuda a precisar la
cantidad de conceptos que definen todas las acciones a la que se les denominan valores.
Así que, en honor a la verdad, no tengo claridad de si el sentido de pertenencia sea un valor
o sólo una necesidad emocional de sentirte parte de algo. De todas las cualidades, virtudes
y valores existentes de las que tengo razón, me parece que sentirse parte de un entorno es
una de las necesidades más importantes que los seres humanos debemos cubrir. Porque le
da sentido al ser…, que no puede llamarse tal si no es ubicado en un contexto, en virtud de
otros que también son seres.
A la luz de las definiciones en torno a lo que significa el sentido de pertenencia, encuentro
que los valores como el respeto y la honestidad, así como la justicia, son esenciales para
que éste se desarrolle. Puesto que el sentido de pertenecer a algo nace de ser aceptado; es
decir, respetado en su esencia, en lo que le da identidad y, al mismo tiempo, lo lleva a ser
alguien valioso, también, para su entorno. Algunos autores dicen que el sentido de
pertenencia vuelve valioso aquello de lo que te sientes parte, le da sentido a la existencia y
se vuelve una razón para vivir. Incluso defender, y morir, por la permanencia de aquello que
atesoras.
Si alguien se siente respetado, entonces siente que lo que recibe es justo. Pues la justicia
conlleva dar a cada quien lo que le corresponde. Mientras que estos dos valores le dan
sentido a la honestidad. No se puede respetar a nadie, si se le niega la verdad, o si se
rebasan los límites de lo que es lo propio y lo que es lo ajeno. Y a quien se le niega la
verdad tampoco se siente respetado. Es parecido a un ciclo que alguien tiene que empezar o
re-empezar.
Este texto habla más del sentido de pertenencia por ser un tema que recobra significado
personal. Recién lo descubro en mí, y esto me lleva a pensar que todos lo necesitamos. Nos
guste o no la idea. Nos creamos los seres más cosmopolitas o más ermitaños del mundo.
Pero no trataré de convencerlos de esto; sino, como siempre, expresaré cómo percibo su
ausencia y por ende sus implicaciones. Si con ello se suscita alguna reflexión, es mera
coincidencia.
Por eso tiene sentido que recuerde que hoy, al despertar de ese letargo llamado sueño, al
abrir mis ojos descubro que soñé un lugar, y a un chiquillo que identifico como un ex
alumno, soñé hasta a la directora. Revivo todo el proceso de interacciones que en un tiempo
tuvimos en común. Pero, simplemente, ya no pertenezco allí. Sea cual sea la situación, no
es más mi asunto. Es un sueño y, sin embargo, son personas reales. Es un lugar real. Todo
en él me es familiar porque existe. Existió para mí. Alguna vez, por un tiempo, por algunas
circunstancias fue parte de mi mundo.
Y pienso ¿siento nostalgia? Tengo que recordar que renunciar a este lugar de trabajo no fue
una decisión arbitraria, ni mucho menos impulsiva. Más bien fue una reflexión fermentada
a la sazón de varios años, varias instituciones y escuelas, acontecimientos, desconciertos,
logros y fracasos. Dudas y certezas. Así que fue bajo la luz de una conciencia lúcida, y

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agotada, la que me llevó a romper con lo que he dejado de creer, con lo que, evidentemente,
ya no tiene que ver conmigo.
No siento nostalgia. No extraño lo que he dejado. No importa si era un empleo con ciertas
garantías, sueldo fijo, vacaciones pagadas… sólo era un empleo. A pesar de las
implicaciones de ser desempleada, lo más difícil de transcender y sobrellevar, es el
rompimiento con las personas que se quedan atrás. Lo difícil es mirar al futuro y sentir la
incertidumbre de toparme con ellas. Cosa que, evidentemente, no he aprendido a superar.
Es el ser humano quien sigue siendo el motivo de mis duelos más profundos y las alegrías
más remotas. Al que más extraño en todos los rumbos. Son mis amigos y mis hermanos a
los que siempre quisiera encontrar sea cual sea el camino a seguir.
Sin embargo, a veces son inevitables las rupturas sociales. Romper relaciones afectivas que
son afectadas por nuestras más contundentes decisiones de cambio. Pese a todo sé que
existen otros grupos, otras personas en el mundo a las que -“sí pertenezco o soy parte junto
con ellos de algo en lo que sí creo”. La familia, la vecindad, una religión, una causa, el
planeta en el que nos tocó vivir. Algo debe ser mi hogar.
Gran parte de mi vida la he pasado en escuelas, en espacios educativos de los que he
formado parte, pero he descubierto, no sin cierto dolor, que todo ello tan sólo representa un
mundito dentro de uno más grande que a la vez pertenece a otro más grande. Del cual
también he sentido que renuncio unas veces, porque otras me he sentido expulsada. Como
muchos poetas, filósofos, hombres de ciencia y hasta hombres de fe, lo han expuesto.
Ha pasado por mi cabeza, como lo he escuchado decir a cada vez más compañeros y
amigos, la necesidad de dejar esta ciudad. Dejar a las personas con las que ya no es posible
entenderse. Las situaciones que incomodan o que laceran el alma. Dejar esta ciudad con su
lucrativo auge económico. Su ruido. Sus noches sin dormir. Dejar atrás los trabajos que no
tienen sentido más allá de ser una pieza, una herramienta de trabajo. O los otros, en los que
se considera a las personas un servidor público, como lo es la docencia, con menos,
infinitamente, menos sueldo y prestaciones que muchos que se han enriquecido en puestos
públicos “sin mover un solo dedo”.
Más allá de las instituciones educativas y el impulso de escalar puestos magisteriales, o
tener influencia política, son los procesos de formación en las interacciones humanas los
que me importan. No mengua con la experiencia, sino que se adhiere más a mí ese impulso
de ser parte de lo que forma a los demás. Por eso soñé a este chico que extraño. Porque
además, al formar a otros, también me sigo desarrollando yo misma. Ése es mi mundo. De
ese mundo sí siento nostalgia. A ese mundo me gustaría pertenecer.
De allí surge este texto. De la necesidad de hablar del sentido de pertenencia y de lo que
atenta a este sentido. Este escrito se empezó a formar en uno de los extraordinarios
momentos que el ser desempleada me da el lujo de tener. Estaba lavando los platos que usé
en el desayuno, mientras tarareaba “…Te quise amar. Y tu amor no era fuego, no era
lumbre, las distancias apartan las ciudades. Las ciudades destruyen las costumbres…”,
cuando se acompañó mi canto con una detonación de lo que debe ser una R-15 o un arma
de ese tipo que se han vuelto parte de los “sonidos naturales” de este pequeño gran mundo
mío.

66
Mientras escuchaba la ráfaga, pensé que no hay duda, hasta este momento, mi casa es
Culiacán. Pertenezco a este mundo. Lo cual no significa que aquí quiero seguir. Y esta
reflexión viene al caso ante las discusiones entre familiares, entre compañeros de trabajo y
de clase, entre vecinos y conocidos, incluso, con los amigos, paisanos o no. Los sinaloenses
fuimos noticia mundial, por el asunto de que un grupo de la población marchó a favor de
un delincuente, con el que visiblemente gran parte de la entidad ha mostrado simpatía. El
punto a debatir entre nosotros mismos y con el mundo es ¿Qué representa para nosotros los
sinaloenses, ser parte o no de estas marchas? ¿Por qué?
Esta cavilación también parte de las noticias en diferentes espacios que muestran a personas
en manifestaciones diferentes. Por un lado, éstas a favor de un delincuente. Por otro lado,
las que se manifiestan para exigir la destitución de personajes que ocupan puestos públicos.
Y esas son las que laceran todavía más. Estos movimientos sociales se están dando no sólo
a escala nacional sino a nivel internacional. Ello sin dejar de lado que nunca antes, en este
país, me enteré de como un representante nacional ha sido tan desprestigiado por su propio
pueblo. Que la gente está tan visiblemente manifestándose. Que nunca antes las naciones
habían quitado a gobernantes de sus puestos por la presión de la masa social. Como está
sucediendo en este siglo en naciones de los diferentes continentes.
Este texto, también tiene que ver con conocer el extraño mundo que he tenido la
oportunidad de contemplar de aquellos maestros en el arte de no ser parte de nada, de no
tener una nómina quincenal, un lugar en las interminables filas del Seguro Social, no
aspiran a prestaciones del Infonavit, ni a vacaciones pagadas. Ni sueldo, ni casa, ni trabajo
“seguro”. ¿Por qué esta gente ha decidido renunciar? Me consta que son personas de
elevada capacidad en diferentes áreas: sociales, artísticas, científicas, culinarias, docentes,
filosóficas. ¿Por qué ante sus evidentes atributos están fuera de las instituciones? La
mayoría por irrevocable decisión propia. ¿Pero por qué?
Por mi formación profesional, dentro y fuera de instituciones públicas y privadas, a lo largo
de casi dos décadas, me doy cuenta que ser parte del sistema educativo implica participar
en procesos formativos en los que no se trata de ponerse de uno u otro lado en estos
debates. No, ante aquellos individuos a los que ayudo a formar. Se trata de reflexionar en
conjunto, y en lo personal, el por qué de la gente de decidir o no a formar parte de algo o
apoyar una causa, por más descabellada o arriesgada que sea, cuando está en su poder tal
oportunidad.
Las nuevas generaciones son diferentes a las de antaño en esta carencia de sentido de
pertenencia. Desde finales de los años 60’s, se han manifestado más que nunca a escala
mundial. Como un mismo movimiento que ha llevado un largo y tortuoso proceso. Pero ha
permanecido. Las represiones sólo han servido para que busquen nuevas formas de
manifestar las inconformidades. Lo que ha desencadenado ver al sistema autoritario con
desconfianza y no sin una sensación de creciente repugnancia.
Ni las autoridades gubernamentales, desde sus puestos de mando, están logrando usar su
poder como antaño en las sociedades modernas; ni tampoco en los centros formativos
logran implementar los sentimientos nacionalistas para despertar el anhelo de pertenencia a
una patria que, cada vez, les queda más chica. Al contrario, son estas mismas instancias
políticas a quien más recelo se le tiene. Se aprecia en las manifestaciones más fuertes que

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se están dando en países donde son, de nuevo, los jóvenes quienes se rebelan contra las
imposiciones de políticos y sus prácticas que han hartado a la sociedad con sus
corrupciones, que desembocan en sentimientos de injusticias y desigualdades sociales.
Como bien puede verse en las recientes manifestaciones de Ucrania y Venezuela. La
anhelada y utópica democracia suele quedar, según voz de mismos jóvenes, como la ramera
al servicio de cierto sector del sistema político- económico.
Por otro lado, las instituciones religiosas han perdido su importante papel formativo y, en
cierto grado, de patriarcado. Las masas sociales se manifiestan en libre oposición a todo
pensamiento de pertenencia a dogmas en los que han dejado de creer. A lo mucho, son las
instituciones religiosas las que, para su propia sobrevivencia, han tenido que reestructurar y
hacer más flexibles sus estructuras y dogmas, para ajustarse a los cambiantes dilemas
morales de estas nuevas generaciones e intentar contener entre sus adeptos a una, cada vez
más, menguante población.
Los dogmas religiosos, como toda acción o discurso moralizante, han perdido su papel
como guía en la conciencia de las nuevas generaciones quienes han adoptado, en el mejor y
remoto caso, el uso de un servicio religioso local. Eso, si así resulta conveniente para
cumplir con cierto protocolo de acuerdo al nivel o estatus social al que pertenezca. Aspecto
que, cada vez, se difumina más en vista de las crecientes uniones matrimoniales fuera de
toda instancia civil y religiosa.
Nuevas formas de trabajo han surgido. Dejando de lado las empresas ilegales, aunque
lucrativas, están aquellas corporaciones formales y perseguidas por los deseosos de hacerse
ricos en menos tiempo y que consisten en sistemas de inversiones a corto o mediano plazo.
Como las bolsas de valores donde la gente cada vez es más rica con dinero que ni siquiera
se necesita tocar. Donde el respeto a los objetos o patrimonios ecológicos, históricos,
ambientales y sociales, suele ser efímero porque todo depende de los estándares que dicten
lo que se esté vendiendo en el momento. Así que un requisito indispensable es no tener
apego a nada ni a nadie. No, si quiere tener mayor poder y control sobre otros. Sobre todo,
lo que genere más valor comercial, que es el valor que parece regir la vida de millones de
personas en la actualidad.
Ahora mismo, ni los lazos familiares pueden contener los reclamos de l@s jóvenes hacia el
derecho de su independencia. Muchos padres se sienten incapaces de heredar a sus
descendientes, más allá de los recursos que les permitan seguir su propio camino. Lo que
incluye apegarse a sus propios dogmas, mantenerse en trabajos que ellos mismos decidan
tener. Incluso, muchas de las veces, tomar decisiones que, por desgracia en una
considerable cantidad de jóvenes, han repercutido en consecuencias que han atentado
contra su propia dignidad cuando no contra su vida. Con todo, se defiende más que nunca
el derecho hasta el extremo de que cada quién es dueño de su vida. En el peor de los casos,
de su muerte.
Pero todo esto, no hace sino acrecentar más la necesidad de un sentido de pertenencia. Los
hombres modernos, son los de mentes autodenominadas, libres de la enajenación política,
religiosa, comercial y, por lo tanto, los que parecen ser más sensibles. Son éstos los que
participan a favor del medio ambiente, la conservación de especies y apoyan el respeto a la
vida. A veces, hasta influyen en los procesos políticos para salvar la vida de personajes que

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se hacen noticia mundial. Sin embargo, estos mismos hombres y mujeres que hacen alusión
de pertenecer al mundo, de ser ciudadanos universales, entre dejan ver en su visión de
respeto a la libertad un sentido de negación al compromiso y a la responsabilidad, más allá
del que les permita mantener su individualidad.
Y las personas que no encajamos en estos estándares cada vez más globales ¿Dónde vamos
a parar? ¿Dónde va a parar esta falta de pertenencia o apego a lo que antaño se consideraba
lo más valioso de la existencia: la familia? ¿Qué papel le toca desempeñar a la escuela?
¿Realmente le toca a la escuela hacerlo? ¿Por qué?
Antes de cerrar este texto, me di a la tarea de revisar un correo que el compañero en la
UPES, Juan Pablo González Renaux, nos hizo el favor de enviarnos sobre un material del
español Carlos Díaz. Por ello, aunque en un principio no lo consideré necesario, ahora sí
cobra sentido retomar de este mismo autor aspectos que parecen responder a estas
interrogantes.
Citando a Andrés Majón, Carlos Díaz plantea que para educar hay que amar. Y educar es
penetrar en la entrañas de la otra persona. Para eso se debe de dar un clima de confianza y
respeto. Volvemos a lo mismo que se está perdiendo y es preciso rescatar. Pero no el
respeto sólo a los jóvenes, sino a las propias figuras de autoridad, refiriéndome aquí no sólo
a los maestros en los que se centra Díaz, sino a los propios padres. Para esto, como lo dice
de nuevo el autor, es vital recuperar “las relaciones genuinas entre la gente”. Entre padres
e hijos, maestros y alumnos. ¡Y por qué no entre autoridades y población!
Afirma Díaz que “se desampara un niño cuando no se está con él”. Y esta necesidad no
sólo corresponde a los maestros satisfacer. Los hijos, en primer lugar, requieren sentirse
parte de una familia. Si el hogar no se vuelve su primer lugar de apego, si no le da sentido
de pertenencia ¿Acaso algo lo hará después? Bien dice el compañero Mariano Lizárraga
Brito, que “las casas de hoy se convirtieron en los dormitorios de las familias”. Y esto da
lugar a privar a los miembros de rutinas y espacios de interacción. ¿No es esto ya
desamparar a un niño de un derecho primordial?
Díaz manifiesta que “Cuando el respeto desaparece, la enseñanza empeora”. Y esto cobra
sentido no sólo en las escuelas. Si no hay respeto entre los miembros de una familia, no hay
confianza. Y la falta de confianza cierra la posibilidad de tener esperanza. La esperanza es
vital para darle sentido a la vida. Amar a la vida es el sentimiento que nos ayuda a querer
preservarla.
El respeto a la vida. A la vida de nuestros alumnos y nuestros hijos, nos hace sentir la
necesidad de asumir “la responsabilidad por el otro” como dice el autor. Si no nos mueve
a ello educar. Entonces no tiene ningún sentido ni ser padres ni ser educadores. En tal caso,
¿Educadores de qué seríamos? Por ello, reconsidero lo que Díaz asume como consecuencia
de educar: “Si decides llevar cuenta de tu valía personal, incluye en ella a tus profesores.
Mucho de ellos, de lo bueno de ellos y de lo malo de ellos, hay en ti”. En ti, en mí, en
todos. Y eso heredaremos a las nuevas generaciones, lo mejor y lo peor de nosotros
mismos.
Díaz manifiesta que las profesiones que impactan a la sociedad siguen siendo: las
religiosas, la docencia y la medicina. Porque en ellas hay un trato directo con las personas.
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Trabajas con toda la esencia de tu ser y del otro. Si se ha perdido la fe en estas instancias es,
precisamente, porque se ha perdido el respeto ante la corrupción que se ha desbordado en
todos los ámbitos de la sociedad pero, sobre todo, en estas instancias. Hago propias las
palabras del autor cuando señala “Mas quien no es necio demuestra tener valor y no
precio”.
Si algo da más sentido a nuestra propia necesidad de sentirnos pertenecer a algo, es hacia
aquello que podemos respetar. Porque dentro de nuestro parámetro siempre seguimos a lo
que admiramos. Por desgracia, la mayoría, sino es que todos, descubrimos que ser
honorables, respetuosos y justos, no nos ha llevado, aparentemente, a granjearnos la
simpatía y reconocimiento de las élites a las que nos gustaría pertenecer. Pero, también es
cierto, que dichas élites tienen una jerarquía que no es la vida misma, sólo creen serlo. La
realidad sigue siendo que nosotros, seamos adultos, jóvenes o niños, sentimos, dentro de
nosotros mismos, que hay una vida que realmente lo es donde quisiéramos estar con
aquellos a los que amamos. Y eso se llama Sentido de Pertenencia.

LA HONESTIDAD FRENTE A LA IMPUNIDAD


Y LA CORRUPCIÓN EN LA ESCUELA

Juan Lizárraga Tisnado

EN BUSCA DE LA HONESTIDAD
De cuando en cuando, a la biblioteca de la Unidad Mazatlán de la Universidad
Pedagógica del Estado de Sinaloa, llegan usuarios solicitando temas que hace 17 años me
parecían rarísimos, como etnografía, constructivismo, etc.4 "Hay que buscar. Paciencia", les
digo. Y, sí, en la mayoría de los casos, el usuario sale loco de contento con su cargamento
bibliográfico, como el jibarito del “Lamento borincano”.

4 Entré a trabajar en la biblioteca en el año 1996, donde permanecí hasta el


2000 y retorno a ella en este 2014.

70
Hace poco más de quince años, un alumno de primaria y su mamá, llegaron como perdidos
a la biblioteca y el muchacho me preguntó si tenía algo sobre la honestidad, porque su
profesor (supongo que de civismo) le pidió que escribiera tres páginas sobre el tema (¡tres
páginas!). Así, de pronto, no se me vino a la memoria ningún libro que tratara directamente
sobre la honestidad... luego pensé, si convive uno con la honestidad y si uno es... bueno...
Paciencia. ¡Vamos a buscar!

Un diccionario... pero trae muy poco; ni para un cuarto de página. Busco en los libros sobre
valores... sobre ética... Nada de honestidad. Consulto a los maestros asesores que llegaban y
¡no tenían referencia de libro alguno que tratara de la honestidad!

¡Ah! Por ahí andan varios folletos (31 cuadernos) del Instituto Federal Electoral que hablan
de los valores, casualmente el número uno se titula "Principios y valores en la democracia".
(Woldenberg Salazar, 1997) ¡Lo tengo! Los valores de la democracia son: libertad,
responsabilidad, igualdad, tolerancia, justicia, pluralismo, participación..., quizá
responsabilidad y justicia se acercan a la honestidad, pero en la explicación sobre esos
valores no consideran a la honestidad. En el folleto se habla también de otros valores:
solidaridad, diálogo, acuerdo, legalidad, respeto. ¡Nada de honestidad! Con razón los
políticos son como son.

Me daba por derrotado y, con pena les digo, al muchacho y a su mamá, que aquí, en la
biblioteca, no hay nada de honestidad. Les informé que existe un libro de Oscar Wilde
titulado "La importancia de llamarse Ernesto"; que yo había escuchado que el libro en
realidad debía traducirse como "La importancia de ser honesto", pero deshonestamente
tergiversaron la traducción. "Consigan el libro" —les recomendé—, pero al buscar en la
obra de Oscar Wilde descubrí que ésta (soy honesto si reconozco que apenas la leí) en
inglés realmente se titula "The importance of being earnest" (Wilde, 1994), que en español
significaría "La importancia de ser serio (o formal o franco)" y ni siquiera una sola vez, ni
en español ni en inglés (lo sé gracias a la magia de internet), se menciona la palabra
honestidad.

Se despiden los solicitantes de honestidad y me dejan intrigado.

¿Honestidad, honestidad, honestidad? ¡Así se llama la calle trasera de mi domicilio!


¡Honestidad! La tengo a mis espaldas, porque vivo por la calle Autodeterminación,
¡paralela a la Honestidad!, entre Democracia e Independencia en la colonia Puesta del Sol,
que originalmente se debió llamar "Genaro Estrada", pero como nos ganó otra colonia con
el nombre, pues...

Me quedé con el desaliento y con la sola definición que saqué de entre los 11 tomos
gigantescos de la Gran Enciclopedia Larousse, que define a la honestidad como "cualidad
de lo honesto", y a lo honesto de las siguientes cuatro maneras:

1. Conforme a lo que exige el pudor y la decencia o que no se opone a las buenas


costumbres;
2. Honrado, incapaz de robar, estafar o defraudar;
3. Escrupuloso en el cumplimiento de deberes profesionales, y
4. Razonable, moderado.
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Me dolió el corazón con tal violencia que varios días me quedé, como Julio Jaramillo,
preguntándome: ¿Dónde estás honestidad..., no te veo?, ¿Dónde estás honestidad..., no te
hallo? Y buscaba y rebuscaba en los libros de ética y de moral sin encontrar nada.

Por esos días visitó la biblioteca el profesor Jorge Domínguez (qepd) elogiando un libro de
reciente adquisición: "Educación en valores. Metodología e innovación educativa" que
María Nieves Pereida de Gómez (2000) escribió en septiembre de 1997. Se lo llevó por un
día para una pequeña consulta y dice el profesor Domínguez que lo leyó de un "acostón"
por la noche. Es un libro bien realizado, con reflexiones, tablas y ejercicios sobre los
valores.

Pues el citado libro trae un esquema axiológico en el que se tipifican los valores (físicos,
intelectuales, estéticos, ¡éticos! y afectivo-sociales) y se señalan indicadores o actitudes
para ubicarlos. Enlista 11 valores éticos y ¡ahí está la honestidad! entre la bondad, la
verdad, la prudencia, la justicia, la trascendencia, la gratuidad, el respeto a las leyes justas,
la productividad, la conciencia moral madura, la tolerancia ante los distintos códigos
morales, el conocimiento de los grandes componentes de la moral, la dignidad y el valor de
la persona humana y el criterio moral.

¡La honestidad encabeza la lista de los valores éticos! Y se le es fiel cuando: a) Se actúa con
verdad en cualquier situación; b) Se tiene dignidad y moderación en las palabras y en las
acciones; c) Se guarda respeto y responsabilidad ante la propiedad personal y comunitaria,
y d) Se tiene cuidado de las cosas que han sido encomendadas o prestadas. (Pereira de
Gómez, 2000, pág. 120)

¡Honestidad! ¡Al fin te encontré! Pero, ¿de dónde surgiste?, ¿dónde ubicarte?

LA HONESTIDAD, VALOR DE LAS


VIRTUDES JUSTICIA Y TEMPLANZA

Como todo valor, la honestidad debe ser un principio que oriente nuestro
comportamiento para realizarnos como persona. Su práctica debe producirnos satisfacción
y plenitud, independientemente de que estemos rodeados por su antónimo, la
deshonestidad.
En la filosofía occidental, Sócrates fue quien dedicó mayor esfuerzo al análisis del
significado de la honestidad, la cual es, entonces, un valor ético que encontramos en las
cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza), esbozadas primero
por Platón, “perfeccionadas” por Aristóteles y retomadas luego por Tomás de Aquino. A la
honestidad se le ubica en la justicia por aquello de dar a cada quien lo que se debe y por su
relación con las intenciones, y en la templanza, porque pone límite a los deseos y los
placeres, pero, hay que recalcarlo, está presente en todas las virtudes.
La anterior es la perspectiva de los valores del realismo filosófico, en la cual se fundamenta
el “Programa SIVIVA. En Sinaloa se viven los valores”. El gobierno del Estado de Sinaloa,
a través de la Secretaría de Educación Pública y Cultura, trata de que se practiquen los
valores en el ámbito escolar mediante este proyecto. A la fecha se han realizado dos
congresos internacionales en Mazatlán sobre el tema, mediante un diplomado, diseñado por

72
Juan Carlos López Gracia, se intenta certificar en valores a casi dos mil escuelas en el
estado para aterrizar estos valores, y bajo varios programas y proyectos se trabaja en
distintos niveles del sistema educativo.
En el programa se señala que hay diversas interpretaciones y errores conceptuales a la hora
de definir a la honestidad, tanto en el ámbito académico como en el social, y se olvida que
los valores tienen jerarquías y categorías. No son iguales. Es a través de la virtud que se les
ordena y jerarquiza. SIVIVA adoptó las virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, templanza
y justicia) postuladas, como se señaló antes, por Aristóteles y enriquecidas por Santo
Tomás. Estas virtudes las señala el Acuerdo número 592, 5 el Plan Estatal de Desarrollo y el
Programa Sectorial 2011-2016 Educación, como una derivación de lo estipulado por al
artículo tercero constitucional relativo a la convivencia social. (SEPYC, 2012).
Para determinar los valores que más deben promoverse en la entidad y las acciones para
fortalecerlos, la SEPYC aplicó un cuestionario en 14 instituciones de educación media
superior y superior. Los resultados enlistan a los siguientes valores: respeto, honestidad,
solidaridad, tolerancia, responsabilidad, igualdad, justicia, equidad, amor, humildad y
democracia. (SEPYC, 2012, pág. 38).
Como se ve, la honestidad se ubica en el segundo lugar, después del respeto. En un folleto
difundido en la comunidad escolar, al valor honestidad lo ubican en la virtud justicia, la
cual se conceptúa como “Dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”, “lo que debe
hacerse de acuerdo con el derecho y la razón”, señala el libro y explica que la educación en
valores está concentrada en la asignatura “Formación Cívica y Ética” del campo de
formación “Desarrollo Personal y para la Convivencia” (SEPYC, 2012). En la Universidad
Pedagógica del Estado de Sinaloa se elaboró un proyecto titulado “Sintamos los valores en
la UPES”, para trabajar con los valores respeto y honestidad.

La definición de honestidad puede ser, sencillamente, armonizar las palabras con los
hechos, tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo, o aceptar las
definiciones de la Gran Enciclopedia Larousse, expuestas antes. Lo difícil es ser honesto.
La corrupción y la impunidad son dos de los principales obstáculos a los que nos
enfrentamos al momento de ejercitar la honestidad.
HONESTIDAD, CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD

La corrupción y la impunidad son parte de los grandes problemas sociales de la


humanidad. Para desconsuelo de la honestidad, la corrupción y la impunidad van siempre
de la mano. Se nada en el mar de la corrupción sin ningún freno porque nadie es castigado
por ello y, luego, esa impunidad alimenta a la corrupción. En el mundo —mayormente en
México— ambas libran una permanente contienda contra la honestidad, una guerra en la

5 Se alude a “El compromiso social por la calidad de la educación”, suscrito


entre las autoridades federales y locales el 8 de agosto de 2002: “formar
ciudadanos que aprecien y practiquen los derechos humanos, la paz, la
responsabilidad, el respeto, la justicia, la honestidad y la legalidad”. (SEP,
2011, págs. 8-9).

73
cual se gana y se pierde en un círculo difícil de romper, en el que la honestidad es sometida,
vulnerada, pulverizada por la corrupción y la impunidad, y a la vez, la honestidad es la
mejor arma para combatirlas.
En este accionar entre honestidad, corrupción e impunidad, parece que damos vuelta en los
círculos de Prometeo y de Sísifo, el primero, dios griego tramposo que engañó a Zeus, el
amo y señor del Olimpo, quien movió influencias para castigarlo por traidor y por querer
engañar a la muerte, por lo cual fue encadenado a una alta montaña donde, cada jornada,
una águila hambrienta le devoraría el hígado, órgano que, por ser Prometeo inmortal, le
crecía de nuevo, así que cada noche volvía el cruel depredador a comérselo, con lo cual el
sufrimiento era inimaginable y eterno; al segundo, Sísifo, condenado por mentiroso, se le
impuso una tarea que no le permitiese ni un minuto de descanso: empujar montaña arriba
una enorme piedra, que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima y
así, perpetuamente, desciende por la ladera para retomar la piedra y recomenzar su tarea sin
fin y sin objetivo.
En el rastreo de la temática por la red, tuvimos la fortuna de encontramos con Rosa María
Torres del Castillo, quien asegura que tan corrupto es el político que encubre los malos
manejos de sus coidearios,6 como la madre de familia que encubre las trampas escolares de sus
hijos. De lo anterior se deduce que lo que ocurre en la sociedad, se refleja, se reproduce
fatalmente, entre los sujetos que interaccionan en el ambiente escolar: padres de familia,
alumnos, maestros, funcionarios educativos, personal administrativo y de todo tipo.
Torres del Castillo afirma con una claridad hiriente que “la corrupción evoca mañas, manejos
dolosos, fraude, engaño, estafa, soborno, tráfico de influencias, cohecho, mentira, plagio, eva-
sión, robo, malversación, abuso de poder, falta de ética y de moral. Si bien mal generalizado
en nuestros días, la corrupción tiene larga trayectoria en el mundo. Si bien tema de adultos, la
corrupción no es una práctica que se improvisa en la vida adulta, sino una aptitud que se
cultiva desde la infancia. El aparato escolar, sutil y abiertamente, cotidiana e imperceptible-
mente, con la complicidad de autoridades, profesores y padres de familia, promueve entre los
niños valores y comportamientos que le hacen el juego a la corrupción". (1992).

"Nuestros corruptos adultos —añade— empiezan siendo corruptos niños,


apropiándose del trabajo ajeno, mintiendo al profesor, copiando en la prueba,
delatando por lo bajo al compañero, fabricando artimañas para el examen, engañando a
los padres, cepillando al rector, adulando a la maestra: todas ellas son cosas que
entonces se creen pequeñas e irrelevantes, pero que tienen poderosas repercusiones en
la vida". (Torres del Castillo, 1992).
Luisa Pernalete lo explica así: “La impunidad en la escuela trae como consecuencia el
enseñoramiento del que transgrede, la desmoralización del que cumple y el sentimiento de
impotencia del ofendido, si fuera el caso”. http://convivenciapacifica.gumilla.org/hagamos-las-
paces-gestion-para-la-paz-escolar/

6 Persona que comparte la filosofía o la ideología del sujeto, miembro de una


misma organización política o corriente ideológica.
http://www.palabrita.net/coideario.

74
Una muestra clara, pero que parece imperceptible de deshonestidad e impunidad, la
encontramos en nuestra relación con las normas, en la sociedad y en la escuela: antes que a
las normas, se prefiere la adhesión al grupo, como una secuela de la adhesión a la pandilla
en el barrio, a los familiares en el hogar y en el peor de los casos se considera honesta esta
adhesión en lugar del respeto a la norma.

De las normas para la convivencia social pacífica trata el artículo 3° de la Constitución,


fracción II, inciso c). La educación en México, dice: “Contribuirá a la mejor convivencia
humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la
persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los
ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de
religión, de grupos, de sexos o de individuos”. Ha de resaltarse que las normas no fueron
consensuadas. Ni siquiera son comprendidas o, al menos, conocidas por todos los actores
de la comunidad y es más fácil transgredir una norma a la que no se le encuentra el sentido.

Para Elizondo es preciso "profundizar más en las escalas de valores vigentes en las escuelas
mexicanas, donde —recordémoslo— existe (o más propiamente, persiste) un estatus donde
las nociones de valor de maestros y alumnos inciden en la interpretación de la
normatividad, distorsionan su percepción de la ley y le dan formas muy particulares a las
relaciones que establecen entre sí, en tanto sujetos y actores del proceso de enseñanza
aprendizaje. Uno de tales valores indica, por ejemplo, la preeminencia de la honestidad
concebida como una forma de respeto al grupo y no a la norma". (Elizondo, Rodríguez Mc
Keon, & Gómez Montero, 2010, pág. 118).

Explican los autores que mientras para los estudiantes de Estados Unidos la noción de
honestidad hace referencia prioritariamente a la normatividad, para los jóvenes mexicanos
dicha noción se relacionaba con el grupo. (Elizondo, Rodríguez Mc Keon, & Gómez
Montero, 2010, pág. 119). Esta aseveración trae a la memoria una anécdota que gusta narrar
Melvin Cantarell Gamboa, estimado filósofo, maestro y periodista, autor de un libro sobre
deontología: Los mexicanos en Estados Unidos tienen distintas conductas. Un niño que
viajaba en un autotransporte por territorio norteamericano, al terminarse su refresco
embotellado preguntó a su madre si ya podía arrojar el envase por la ventanilla, ante lo cual
la madre lo desautorizó categórica. Tan pronto el vehículo pasó la frontera al lado
mexicano, le dijo con presteza: "ahora sí, puedes tirar el envase".

Se transgreden las normas, se transgreden los acuerdos de convivencia sin que haya sanción
alguna. Por corrupción, la honestidad se sacrifica en aras del beneficio personal o del
grupo; gracias a la impunidad, se deja constancia de que se pueden violar las leyes y
traicionar los compromisos sin que ocurra nada.

LA HONESTIDAD EN LA ESCUELA,
EL SER Y EL QUÉ HACER

¿Es factible la educación en valores en la escuela? Por supuesto y hay que pugnar por ello.

Pero no es tan sencillo. Los valores se viven, sí, más la práctica y el ejemplo tienen su
fundamento teórico y deben ser producto de programas bienintencionados.

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El Centro Estatal de Investigación y Desarrollo Educativo de Sinaloa (CEIDES) sostiene
que la crisis de valores es una realidad que se percibe en todos los estratos y tipos de
sociedad, ya sean éstas de carácter local, estatal, regional, nacional o mundial, por lo que es
necesario reforzar la práctica de los valores dentro del ambiente escolar. (SEPyC, 1999).

Existen voces, como la de Silvia Schmelkes, que sostienen que la escuela debe proponer
explícitamente la educación en valores, "de no hacerlo —afirma— simplemente se simula
una falsa neutralidad. La simulación, estaremos de acuerdo todos, es antítesis de calidad
educativa, porque es antítesis de la búsqueda continua de la verdad". (2004, pág. 50).

Por su lado, Teresa Yurén Camarena opina que la educación conforme a valores no debe
concebirse como una “disciplina” pedagógica o como una “asignatura” más, sino como
parte esencial de un proceso educativo complejo y cómo una tarea propia de todo educador
que asume su quehacer de cara al futuro. Sostiene, entonces, que no existe educación
valiosa si no es educación conforme a valores. (1995, pág. 247)

La problemática es compleja y la propuesta debe ser integral, es decir, debe implicar los
valores cívicos, éticos y morales. Respecto a los “Valores nacionales”, Pablo Latapí explica,
en la presentación del libro de Ana Hirsch Adler (1999), que la autora los entiende como
aquéllos que el Estado transmite y pretende inculcar a través de sus mensajes, tales como
los símbolos patrios, los rituales cívicos, la historia oficial con sus héroes y antihéroes; su
discurso, en suma, que conlleva una idea de nación. Este conjunto de valores compite con
los de otras instancias sociales; en tiempos de crisis estos valores se debilitan y su agente
fundamental, el Estado, pierde credibilidad; las personas y grupos se vuelven hacia la
familia, las tradiciones y otras instituciones en busca de referentes. (Hirsch Adler, 1999,
pág. ii).

Para Ana Hirsch Adler, los valores constituyen un ingrediente ineludible de la cultura.
"Conocerlos nos permitirá, entre otras cosas, diseñar más adecuadamente los planes,
programas y textos del sistema educativo nacional, aprovechar mejor los medios de
comunicación colectiva, tomar decisiones más adecuadas con respecto a las estrategias de
desarrollo social, buscar mejores opciones para la participación cívica y política y entender
los problemas y disputas que hoy nos aquejan. Nos permitiría comprender, por fin, que no
basta con transmitirlos, sino que para todos nosotros, es imprescindible reflexionarlos y
tomar conciencia de ellos". (1999, pág. 208).
La educación no puede reducirse al aprendizaje de conocimientos y saberes instrumentales
únicamente orientados por criterios de competitividad, enfatiza Miguel Martínez (2000) y
agrega que hoy no es suficiente el contrato a través del cual el profesorado está obligado
laboralmente y, a la vez, se protege de aquello que pueda lesionar sus derechos. "Es
necesario avanzar hacia un nuevo modelo de relación que incorpore elementos éticos y
morales y que denominamos por ello contrato moral". (Martínez Martín, 2000, pág. 9).

Mientras lo anterior es tema de la reforma educativa en México, el cuadro de corrupción e


impunidad subsiste en el sistema educativo mexicano y en el de varios países
latinoamericanos. Lo dibujó muy bien Rosa María Torres (1992) a principio de los noventa y
coincidimos con ella en que tan corrupto es el funcionario público que vende favores y cargos,
como el profesor que vende calificaciones y pases de materia, semestre y año, y el padre o
76
madre de familia que se prestan a ello. Tan corrupto es el intelectual que plagia una obra ajena,
como el niño o niña que copia la tarea del compañero y la presenta como propia.

Es irresistible la tentación de anotar textualmente la relación que nos ofrece Rosa María
Torres de acciones en la escuela que se convierten en la semilla futura de la corrupción y la
impunidad en perjuicio de la honestidad y que nos recuerdan los círculos de Prometeo y
Sísifo:

> Se manda a hacer un trabajo en grupo. Sólo uno hace el trabajo, los otros ponen el
nombre. Toda la clase sabe quién trabajó y quién no. A menudo, los padres y el profesor
también. Pero nadie dice ni hace nada. Semilla para el futuro aprovechador del trabajo
ajeno, para el explotador, el cínico y el oportunista.
> El que copia puede sacar igual y hasta mejor nota que el que hace solo y con sus propias
ideas. Ambos aprenden que el esfuerzo, la originalidad, el propio criterio, no valen nada.
Semilla para el futuro plagiador, para el futuro vividor a costa de las ideas de otros.
> El alumno que confiesa que no hizo el deber saca cero y es sancionado. El que no lo hizo,
pero lo copió de otro a último momento, no tiene problema. Así aprenden niños y niñas
que ser honesto es ser pendejo, que la verdad y la franqueza son motivo de castigo,
mientras que la mentira y el engaño dan rédito. Semilla para el futuro engañador,
falsificador, defraudador.
> Una mala calificación puede mejorarse o un aviso de pérdida de año remediarse
milagrosamente con una llamada, un regalo, un favor, una lisonja. Los niños portan el
regalo, perciben la sonrisa e intuyen el pacto consumado en la libreta de calificaciones.
Semilla para el futuro sobornador, comprador y vendedor de favores, traficador de in-
fluencias, abusador del poder.
> El que delata al compañero que llegó tarde, lanzó el avión, dijo una mala palabra o no
trajo el libro, recibe felicitaciones y recompensas, y hasta es puesto como ejemplo frente a
los demás. Así se desestimulan los valores de la cooperación, la lealtad, la solidaridad.
Semilla para el futuro delator, para el futuro traidor, para el que trepa a fuerza de
servilismo y mecanismos clientelares.
> Son bien vistos los niños y los padres que no reclaman, que no dicen lo que piensan, que
callan. Son mal vistos los que opinan, discrepan, proponen, participan con iniciativas
propias. Así se aprende que es mejor ser pasivo, conformista, acrítico, indolente. Semilla
para el futuro hipócrita, para el futuro adulador y mojigato, para el que hace del quedar
bien con los demás el trampolín de su ascenso y bienestar personal.
> Alumnos con estrella (dinero, papás en algún buen puesto, blanquitos, con padrinos)
gozan de preferencias, a la vista de todos. Amistades y palancas consiguen cupos que no
habían, tratos especiales, favores. Semilla para el futuro arribista a cualquier costo, para el

77
que, a su vez, cuando llegue arriba, usará su cuota de poder para ubicar a amigos,
conocidos y familiares. (Torres del Castillo, 1992).7

La lista de actos que atentan contra la honestidad es enorme. Aquí —a la carta y sin viñetas,
para ahorrar espacio— la que nos ofrece Antonio Ramírez Días, en Facebook, que es lo
mismo decir Juan Pueblo:

Solicitar lo que no me corresponde, pedir apoyo para ingresar cuando no he pasado


el examen, presentar documentos falsos para obtener una plaza, solicitar constancias
de lo que no consta pero que de todos modos se obtiene, no comprobar los
documentos que se reciben, pasar sobre los derechos de los demás, contratar o
influir para que contraten a mis hijos, esposo, esposa, hermano, practicar el
nepotismo, pues; amenazar a los compañeros para que voten a favor, permitir que no
se apliquen las leyes y reglamentos, dar mordidas, aprobar lo que dice la autoridad
por el solo hecho de decirlo a fin de que me mantenga en el empleo para el cual no
estoy capacitado, firmar recibos de lo que no se recibió, extender constancias de
estudios y de trabajos que no se realizaron, pedir cuotas y no dar recibos, cobrar dos
o más veces por un servicio, negar un servicio para favorecer a mis amigos, no
atender las peticiones, no contestar oficios, repartirse las plazas entre sí y entre los
amigos, porque si se hacen boletines es un proceso muy lento, no protestar ante las
injusticias en el servicio, no trabajar y seguir cobrando, cobrar más de lo permitido
por la ley, hay quienes cobran en la SEP 60, 80 y hasta 100 horas, pero nadie sabe
nadie supo, ni el que hace los cheques ni el que los paga, vender plazas, heredar
plazas, esconder plazas para que no salgan a concurso, solicitar pase automático y
plaza también, no estudiar y exigir altas calificaciones, dejar tareas que sabes que no
se harán, poner calificaciones que no se han obtenido pero que me aportarán
regalos, sonrisas y otras cosas más sustanciales, acosar a los alumnos, acosar a los
profesores, tener doble plaza de tiempo completo contra la normatividad, sin cubrir
el perfil y sin cumplir en ninguna de las dos, pérdida del mobiliario y equipo, bienes
de activo fijo, sustraídos muchas veces por el propio personal...y muchos etcétera si
el lector agrega los que no se han incluido.

Reflexión y propuesta

Para allanar el camino a la honestidad es necesario erradicar los principales


obstáculos que le representan la impunidad y la corrupción. El correctivo es más
honestidad. Solamente intensificar las acciones honestas permitirá romper el círculo de
Prometeo y de Sísifo.

7 Rosa María Torres del Castillo: Originaria de Ecuador, pedagoga, lingüista,


periodista educativa, activista social. Investigadora y asesora en temas de
educación, cultura escrita y aprendizaje a lo largo de la vida. Ex-Ministra de
Educación y Cultura. Coordinadora del Pronunciamiento Latinoamericano por la
Educación para Todos.

78
La escuela —junto o no a la familia y la sociedad—, debe fertilizar su campo y abonarlo
con honestidad para que, como producto de la semilla que cultiva en su tierra, nazcan y
crezcan ciudadanos comprometidos con la sociedad, en la convivencia pacífica y en el
respeto a los valores nacionales y democráticos.

Basta ya de sembrar las semillas de la impunidad y la corrupción que sólo arrojan como
fruto al aprovechador del trabajo ajeno, al explotador, al cínico y al oportunista; al plagiador,
al vividor a costa de las ideas de otros; al engañador, falsificador, defraudador; al sobornador,
comprador y vendedor de favores, al traficante de influencias, al abusador del poder; al
delator, traidor, al que trepa a fuerza de servilismo y mecanismos clientelares; al hipócrita,
adulador y mojigato, al que hace del quedar bien con los demás el trampolín de su ascenso y
bienestar personal; al arribista a cualquier costo, el que, a su vez, cuando llegue arriba, usará
su cuota de poder para ubicar a amigos, conocidos y familiares.

A nivel nacional, bueno es asomarse a las propuestas hechas por Pablo Latapí en 2001,
consistentes en seis puntos, tres de los cuales están directamente relacionados con los
valores:

 Exigir en toda escuela lo que llamamos “la normalidad mínima”, que significa
simplemente que la escuela funcione como debe: que los maestros asistan todos los
días y sean puntuales, que dediquen el tiempo debido a la enseñanza efectiva y
cubran enteramente el programa; que el director desempeñe bien sus funciones y los
padres de familia las suyas; que las instalaciones materiales sean adecuadas,
etcétera. En muchísimas escuelas esta normatividad elemental está lejos de
cumplirse.
 Combatir en el sistema educativo la simulación en todas sus formas, lo que tiene
que ver tanto con las evaluaciones fraudulentas como con las complicidades de
algunos supervisores, los favores y sobreprotecciones del SNTE a sus miembros y
otras perversiones que atentan de muchas maneras contra el derecho de los alumnos
a aprender.
 Revisar con honestidad los criterios y mecanismos de la Carrera Magisterial con
objeto de que garanticen la calidad de los profesores y los motiven a mejorar sus
capacidades profesionales. (Latapí, 2001).
A estas alturas, no es suficiente la “normalidad mínima” propuesta por Latapí. Se requiere
que en cada estado del país, en cada municipio, en la escuela de las zonas más apartadas, en
todos los niveles educativos, se trabaje en el combate a la corrupción y a la impunidad, bajo
la bandera de la honestidad.

En lo que respecta al ámbito local, deben ampliarse e intensificarse las acciones del
programa “SIVIVA. En Sinaloa se viven los valores”, que tiene como objetivo, justamente,
organizar y desarrollar acciones de formación en valores en los centros educativos de todos
los niveles y modalidades en la entidad.

El reto es gigantesco para los sujetos interactuantes en el sistema educativo mexicano,


como lo es para nuestro país, todo, el problema de la impunidad y la corrupción. Pero exigir

79
educación de calidad sin acciones que inciten a la honestidad que haga frente a estos
nefastos fenómenos, es vivir en la condena perpetua de Prometeo y de Sísifo.

REFERENCIAS

Elizondo, A. H., Rodríguez Mc Keon, L., & Gómez Montero, S. (2010). Encuentros y
desencuentros: ética, docentes y escuela. México: UPN-SEP. Colección horizontes
educativos.
Hirsch Adler, A. (1999). México: valores nacionales. Visión panorámica sobre las
investigaciones de valores nacionales. México: Gernika.
Latapí, P. (Diciembre 9 de 2001). "El examen de la OCDE: seria llamada de atención.
PROCESO.
Martínez Martín, M. (2000). El contrato moral del profesorado. Condiciones para una
nueva escuela. México: Secretaría de Educación Pública. Biblioteca para la
actualización del maestro.
Pereira de Gómez, M. N. (2000). Educación en valores. Metodología e innovación
educativa. México: Trillas.
Schmelkes, S. (2004). La formación de valores en la educación básica. México: SEP -
Biblioteca para la actualización del maestro.
SEP. (2011). Acuerdo 592 por el que se establece la Articulación de la Educación Básica.
México: Secretaría de Educación Pública.
SEPyC. (1999). Familia - valores - escuela. Exploración del esquema valoral de la
comunidad escolar de primaria y secundaria en Sinaloa. México: Centro Estatal de
Investigación y Desarrollo Educativo de Sinaloa (CEIDES).
SEPYC. (2012). Programa SIVIVA. En Sinaloa se viven los valores. México: Secretaría de
Educación Pública y Cultura.
Torres del Castillo, R. M. (13 de 02 de 1992). La corrupción en la escuela. Obtenido de
Aula adentro: http://otra-educacion.blogspot.mx/2010/09/corrupcion-en-la-
escuela.html
Wilde, O. (1994). The importance of being earnest. London: Penguin Popular Classics.
Woldenberg Salazar, J. L. (1997). Principios y valores en la democracia. México: Instituto
Federal Electoral. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática.
Yurén Camarena, M. T. (1995). Eticidad, valores sociales y educación. México: UPN.

DEL PELIGRO DE LA EDUCACIÓN O ¿QUIÉN ENSEÑARÁ


A LOS NIÑOS?
Erick Z. Vargas Castro

80
Poca gratitud se tiene por el maestro cuando
se continúa siendo siempre alumno.
Nietzsche

¿Quién “educa” a las nuevas generaciones al día de hoy? La televisión por cable, las
telenovelas, las revistas de espectáculos, la Internet, las Redes Sociales, los amigos, la
Escuela, los padres, los abuelos, los compañeros de aula, la sirvienta, los profesores, la
nana, el cine, los celulares, las aplicaciones para interface, el futbol, el béisbol, la novia, el
novio; o todos ellos.
Todavía a mediados del siglo XX, cuando la Internet (y su inconmensurable carretera de la
información), las video-conferencias, los teléfonos celulares, el Iphone, Ipad y toda esta
gama de gadgets que antes pertenecían al entramado de novelas propias de ciencia ficción o
espías internacionales (véase James Bond); la educación de los hijos recaía
indisolublemente en el núcleo familiar, liderada por las figuras de sus progenitores, quienes
padeciendo más dudas que certezas desde su incipiente paternidad, “educaban” a sus
retoños bajo los ideales imperantes de la época; pero siempre anhelando que llegaran a
convertirse en hijos respetuosos, buenos ciudadanos y alumnos sobresalientes; eso sí bajo la
imperecedera sentencia de que si no se aplicaban o fallaban en alguna encomienda, los
cintarazos harían acto de presencia (cuenta la leyenda que al aplicar esta faena, como por
arte de magia se cubría el déficit socio-familiar), situación que fue reproducida durante
décadas para “ajustar” la conducta del hijo con la validación que proveía la siempre atinada
frase de “me va a doler más a mí que a ti”.
En la actualidad, estas y otras viejas costumbre han sido arrastradas por el cambio en los
paradigmas culturales. Como si fuera un “segundo renacimiento”, hemos atestiguado la
aparición de una vorágine de cambios tecnológicos y científicos, la evolución acaecida en
los anquilosados roles sociales que debían cumplir hombres y mujeres; existiendo para
éstas últimas una mayor inserción en espacios laborales, políticos o empresariales; así como
la diáspora mutación de la “familia” remitida de núcleo elemental de la sociedad, en otros
tiempos inamovible, hacia axiomas mucho más heterogéneos. No obstante, el ingreso a esta
nueva era ha impactado sensiblemente a sus principales agentes educadores, es decir,
Familia y Escuela. Para el primero, significó el despojo de la rectoría en el control de la
información que se proveía a los hijos, reservado stricto sensu a los padres de familia,
quienes la dosificaban según sus intereses, prejuicios o principios. En contraste, ahora los
hijos comparten este etéreo poder debido a la creciente apertura en el acceso a la
información cuyo ingreso fue permitido, curiosamente, por los mismos progenitores.
Esta nueva “emancipación filial” que viven los niños y adolescentes “conectados” a las
tecnologías de la información, tiene por supuesto sus riesgos y efectos negativos, toda vez
que ante la ausencia de los adultos encargados de su potestad -sean quien fueren- al tener
que salir a ganarse el pan de cada día y dejar a sus vástagos en manos de la abuelita (o la
divina providencia en el peor de los casos), se verán en medio de una sempiterna soledad
que les permite gozar de una autonomía sin reservas durante el tiempo que transcurra hasta
su regreso. Tiempo en el que contarán como mejor amigo, confidente, fuente de consulta,
consejero, doctor corazón, anexas y conexas, a los dispositivos móviles o fijos,
conformando una nueva forma de relacionarse con el mundo exterior (literal) que simplifica
y amplifica esta “interacción virtual” en la ya famosa Internet, donde no existe alguna

81
limitante de tiempo o espacio, ni el reconocimiento de fronteras. En la última década, han
sido las redes sociales su espacio sincrónico natural por excelencia, teniendo como
consigna extraoficial y permanente “subir” o publicar” todos y cada uno de los aspectos de
la vida (efímeros o relevantes) de cualquier persona, mismos que, cosa curiosa, al obtener
el mayor número de comentarios alcanzan la validación y pueden ser admitidos como
evidencia del paso por este espacio intangible, mientras se comparten cualquier cantidad (y
calidad) de información.
Los efectos resentidos en el seno familiar (sea lo que signifique hoy día), cuando se hace
presente la “resaca paternal” en los adultos al caer en cuenta del vacío de cariño y compañía
que padecen sus hijos, les pueden orillar a tratar de llenar esos “vacíos” con dinero,
compras, paseos o cualquier bien material que les permitan serenar su alma ante la
emergencia de un sentimiento de culpa y al mismo tiempo racionalizar su rol de padre
responsable. Sin embargo, esta actitud puede derivar, consciente o inconscientemente, en
un ejemplo de vida para los hijos, en tanto la necesidad de obtener dinero para sufragar
dichas necesidades les fomente un tipo de valores y principios tergiversados, donde la
asunción de “felicidad” se relacione con la cantidad de dinero que se puedan agenciar como
si fuera el fin último de nuestra existencia, cumpliéndose el vaticinio de una de las máximas
del sistema capitalista: “lo importante no es lo que necesitas, sino lo que puedes comprar”
(Marx señalaría sonriendo: “se los dije”), por lo que, en el peor de los escenarios,
desarrollarían una necesidad casi obsesiva por llegar a ser una persona rica y poderosa sin
que importe mucho qué se tenga que hacer o a quién se tenga que pisotear.
En este sentido, dicho riesgo encuentra su génesis en la conversión de una sociedad
insaciable que ha adoptado “estándares frívolos”, muy alejados a los del “México real”, que
miden el éxito o la felicidad idealizada por muchos medios de comunicación, quienes ya no
enfatizan los valores que antaño promovían el esfuerzo, el trabajo honrado, el respeto a los
demás, la sana convivencia, la nobleza, etc., por considerarlos -desde una visión
mercadotécnica- tópicos para viejitos aburridos; en contraparte, se publicitan programas
que incluyen contenidos donde se burlan de las leyes, hay escenas de sexo explícito, actos
de corrupción, vidas opulentas, residencias palaciegas, belleza y juventud; todo
suministrado bajo el permanente mensaje de que “mientras más tienes más vales”. En el
caso específico de la sociedad sinaloense, se suma un fenómeno suigéneris que ha
promovido la adopción de una falsa “identidad regional”, alimentada por la fantasía
apológica de una narco-cultura exaltada en películas y narco-corridos, donde se enaltece la
delincuencia, la violencia desmedida, el menosprecio por la vida humana y el
enriquecimiento vertiginoso, aún a costa de la vida de seres inocentes.
Así pues, el modelo a seguir exige tener un “camionetón” del año, ropa de marca, joyas
exuberantes, acompañarse siempre de unas plebonas (o plebones según los gustos), beber
wiski o coñac y tener celulares con tecnología de punta, para ser visto por los demás como
alguien exitoso; todo lo cual ha envilecido a gran parte de la población en el estado,
principalmente adolescentes, quienes, deslumbrados por el espejismo de los lujos y placeres
desmedidos, no reflexionan las verdaderas consecuencias que acarrea este tipo de vida o
simplemente le dan poca importancia a la estela de muerte, adicción, prostitución y
violencia que muchos han sufrido en carne propia durante los últimos años, ya que a ellos
no les ha pasado nada.

82
Por otro lado, en la Escuela, como agente formativo, el impacto se incrusta en su
destitución del monopolio para el acceso y manipulación del conocimiento formal que
privilegiaba a sus diferentes niveles, sistemas y subsistemas la prerrogativa de moldear las
mentes de los alumnos para hacer prevalecer el modelo de sociedad a la que servía. El
desmoronamiento de estas exenciones, no requirió de una reforma o contrarreforma
Luterana, sino que sucumbió, de igual forma, al paso progresivo que nos enfiló hacia la
sociedad de la información, cuya joya de la corona, punta de lanza y mayor oponente de los
profesores en sus clases, reside en el pequeño y aparentemente inofensivo teléfono celular,
suministrado una vez más por los padres de familia, el cual con sólo tener una conexión a
Internet les genera la sensación de tener al mundo en la palma de su mano.
Ahora bien, sin ser fatalista, pero si realista, al encontrarse estos dos agentes en el mismo
escenario y converger las problemáticas señaladas, percibimos, quienes estamos dentro del
ámbito educativo, un abandono de los valores que en otros tiempos formaban parte de la
vida de los alumnos; siendo manifestado en el trato que algunos hijos le otorgan a sus
padres sin que medie el respeto y, por el contrario, les profieren cualquier cantidad de
insultos e improperios como reclamo si no les dieron lo que ellos querían en el momento y
el lugar que se les antojó. Así que las madres (en mayor cantidad) o padres de familia,
teniendo en la Escuela y en los profesores a los naturales e históricos aliados “educadores”,
llegan a visitar a la maestra(o) para quejarse que sus retoños no le hacen caso y
(aprovechando la visita) solicitarles algún consejo sobre cómo hacerle para controlar a sus
propios hijos, dado que se han convertido en “pequeños dictadores”, a pesar de los pocos
años que pueden contar en su vida; condición que podrá emerger plenamente durante la
jornada escolar y evidenciar los problemas que tengan para aceptar la autoridad, al no
reconocer límites a sus deseos y un voraz consumismo enmarcado por una actitud altanera
y retadora hacia cualquier figura adulta, llámese papás, abuelos, tíos, profesores, policías,
panaderos, encargada de tiendita o hasta la que vende ceviches en el centro.
A pesar de la re-evolución social, educativa y familiar que se ha comentado, puede
afirmarse que continua aceptándose, por un gran número de personas, el propósito de la
Escuela como ente formador y socializador de las generaciones más jóvenes; de ahí que
sigan enviando a sus hijos con la idea de que se los van a “educar”, acreditando el arraigo
que mantiene en el imaginario colectivo, el objetivo elemental que debe cumplir. Los
profesores, por su parte, al verse en desventaja por la creciente expansión de la tecnología
y haber perdido su hegemonía como “templos del saber ambulantes”, han visto
incrementarse el nivel de dificultad en sus labores, debido a la posibilidad de confrontar
alumnos que han pasado horas y horas navegando en el ciber espacio, revisando,
procesando y aprehendiendo cuanta información esté a su alcance -verdadera o falsa,
valiosa o pura basura-, asumiendo una actitud de “perdonavidas”, dándole más crédito a las
opiniones de sus amigos, sin contar con el apoyo de los padres y una apatía por seguir los
estudios como impulsores de la vida dada su afición al dinero fácil, lo cual pone en jaque su
ejercicio al sentirse en desventaja formativa e intelectual. Todos estos argumentos, permiten
cuestionarnos lo que podría vislumbrarse si este tipo de alumnos al paso del tiempo,
habiendo rebasado la formación escolar básica y media, llegarán a insertarse en la
formación inicial docente o inclusive transformarse en profesores titulares de grupo en la
educación primaria.

83
Es decir, los alumnos formados en dichos espacios de libre albedrío (nativos de la
tecnología), con “educación” dentro y fuera del seno familiar y escolar, habiendo
interiorizado “valores” deformados, creyendo conocerlo todo y menospreciando a quienes
no saben ni manipular un procesador de textos (migrantes de la tecnología); pueden estar
hoy día engrosando las filas de profesores frente a grupo o, por lo menos, permanecer en la
etapa formativa de la formación inicial, lo cual es una probabilidad que se apuntala con el
recorrer del tiempo y la renovación de las plantas docentes. La pregunta que quedaría en el
aire sería si estos “nuevos” profesores acarrearán dichas particularidades a su práctica en el
aula, las cuales derivarían en una variable distinta del perfil de ingreso-egreso en la
trayectoria docente, además de factor crítico para su formación al combinarse con reformas
educativas de corto plazo, formación inicial limitada o una responsabilidad profesional
inmersa en la opacidad.
¿Nuevos? docentes
Podemos suponer que el estereotipo del profesor viejito, con lentes, pelo cano, utilizando
libros que parecen competirle en edad, lleno de polvo de gis y un saber desbordante, ha
dejado de ser una impronta de la profesión docente en la actualidad, siendo relegada a
simples añoranzas melancólicas. En su lugar encontramos a un número creciente de
profesores(as) que podrían perderse en un grupo de bachillerato, apareciendo con rostros
juveniles, cabelleras peinadas al último grito de la moda, sin rastros de canas y utilizando lo
mas “in” de la tecnología. Si ubicamos a esta camada de docentes como “productos” del
nuevo ciber-espacio-formativo cuando fueron hijos de “familia”, algunos de ellos, muy
posiblemente, habrían puesto en tela de juicio el saber y la capacidad de los docentes,
burlándose de alguno de ellos, menospreciando la utilidad de los contenidos escolares o
haciéndole difícil la vida sólo para pasar el rato. Por supuesto que no queremos decir con
esto que no existan toda una pléyade de alumnos responsables, a quienes su aprendizaje les
importó lo suficiente como para aprovechar cada una de las horas, asignaturas y contenidos
escolares para llegar a ser personas de bien, teniendo, por consiguiente, en gran estima a
muchos de sus profesores.
¿Qué es lo que puede pasar por la mente de un “nuevo” profesor con un sistema de
creencias conformado en ese mundo material?, un escenario sumamente peligroso sería que
mantuviera los falsos ideales que interiorizó cuando niño o adolescente, siguiendo con la
utilización de un lenguaje vulgar, “tirando barrio”, presumiendo joyas, justificando y hasta
“marchando” a favor del crimen organizado, dado que, al haber terminado como un
“malandrín” frustrado, no le importaría ser un mal docente y peor ejemplo con su
comportamiento, motivando la imitación de su “estilo de vida”; más aún si fue obligado a
cursar la Normal sólo por presiones familiares, escondiendo un permanente rencor y
fracaso por tener que checar una tarjeta, sentirse asalariado o empleado de gobierno que
tiene que aprender a dar clases, asistir a talleres o cursos insufribles e inútiles y, además,
lidiar con niños indisciplinados que nunca le agradecen nada, teniendo que aguantarlos
todos los días de la semana sin que le importe si aprenden, siguen igual o peor de
ignorantes, ya que en su ideal de vida debería seguir disfrutando de lo lindo, saliendo de
fiesta, jugando arrancones, gastando dinero, bebiendo hasta quedar inconsciente,
enamorando mujeres u hombres según sea el caso, en fin, todo lo que “aprendió” por lo que
valía la pena vivir.

84
O, por el contrario, cabría la posibilidad de estar ante un docente quien, entendiendo su
compromiso social y los riesgos que se derivan de vivir bajo una violencia desenfrenada,
cayera en cuenta que todo lo escuchado y observado, en el transcurso de su vida, no es para
nada lo que quisiera para sus alumnos e inclusive para sus propios hijos, por lo que daría un
giro copernicano dejando atrás los falsos modelos con los que creció hasta la edad adulta y,
en su lugar, aplicaría todo su esfuerzo en combatir los antivalores que se sigue
reproduciendo y apropiando de la niñez sinaloense. Llegando, inclusive, a hacer un examen
de conciencia, mediante un profundo ejercicio de introspección que toque las fibras más
sensibles de su ser, al experimentar y entender las mismas incertidumbres, presiones, dudas
o frustraciones que sus anteriores profesores confrontaron y así le sea revelado, en un
momento de “iluminación vocacional”, el enorme compromiso que carga sobre su espalda,
por la vital responsabilidad de su labor como docente para la educación de sus alumnos;
quienes, tal vez sin saberlo, tengan en su persona un paladín del conocimiento, un último
héroe que les salve de un destino funesto que, de pronto, pareciera irremediable; aún
cuando descubra el abandono del que puede ser objeto al ser denostado su trabajo y
profesión por la sociedad, los padres de familia, otros profesores, así como por sus propios
estudiantes quienes, como si fuera justicia poética o divina, le harán pagar todas y cada una
de las que le hizo a sus profesores en su trayectoria escolar hasta antes de abrazar la noble
profesión; pero, a pesar de todo, esto tendrá el valor y la fortaleza suficiente para
levantarse, una y otra vez, sin que su espíritu se vea desgastado, dejando la vida en cada
lección.
Todo educamos
Podemos pensar que no estamos tan mal como parece, podemos cerrar los ojos y negar lo
que se presenta a diario en cada rincón del estado donde vivimos, podemos seguir sin hacer
nada, ya que nunca se va a acabar la corrupción, la delincuencia, la maldad; o, en su lugar,
podemos decidirnos a corregir el rumbo, cambiando primero nosotros mismos en nuestro
comportamiento personal, familiar, profesional, académico y después, con este mismo
ímpetu y esfuerzo, provocar que las cosas cambien para bien de los demás, fomentando
valores de honradez, responsabilidad, perseverancia, puntualidad, tolerancia, respeto, etc.,
predicando, así, con el ejemplo y enseñando a las generaciones que nos siguen la diferencia
entre el bien y el mal; asimismo, en el caso de quienes tengan la grandísima oportunidad de
pisar un salón como profesores, requieren analizar las incesantes “realidades” en las que
interactúa la sociedad y se aloja la Escuela, obligándose a meditar que estarán ante el
umbral de una vida profesional que les apremiará para tomar la decisión del tipo de docente
que quieran llegar a ser, dado el momento histórico en el que viven, logrando configurarse
en uno que, al enfocar la mirada hacia el camino por recorrer, no se amedrenten si arrecia la
tormenta y, cuando emerjan nuevos problemas, como sucede en cada generación, al
levantar la sociedad su voz exigiendo ¿Quién enseñará a los niños?, no duden en pronunciar
prestos, con orgullo y resolución ¡Aquí está un profesor!

VALORES DOCENTES Y ATENCIÓN DE LA DIVERSIDAD


ESCOLAR

85
Lázaro Armenta Armenta

Hablar de valores no es un asunto menor, es esculcar en una montaña de teorías,


fundamentos, ensayos, filosofías, prácticas, políticas, reglas, derechos, normatividades,
relaciones humanas, concepciones, culturas, sociologías, antropologías, psicologías…. etc.
Adentrarnos a estos terrenos axiológicos conlleva a reflexionar sobre la esencia del ser
humano. De acuerdo con Cristóbal Holzapfel, “Los que nos distingue, nos determina y nos
define a los humanos, es que tenemos una relación con el ser o, como dice Heidegger, que
“nos va” el ser. Por de pronto, nos va el ser de distintas cosas, fenómenos, situaciones,
sucesos, eventos, y demás; y este irnos el ser supone a la vez que nos incumbe, nos importa,
nos preocupa”8.
En el presente ensayo se hacen algunas reflexiones en torno al docente, como sujeto
formado profesionalmente para ser quien dirija en la escuela el desarrollo de competencias
para la vida de niños y jóvenes que ingresan con diversas creencias, actitudes y niveles o
grados de responsabilidad personal, capacidades intelectuales, físicas, y cada uno de éstos
de un ambiente familiar cuyas características ideológicas y culturales son muy específicas.
Situar los valores en la escuela, para el caso que en este texto incumbe: el docente como un
profesional formado sea maestro o autoridad escolar, permite hacer algunas reflexiones en
torno al asunto de los valores del docente como un profesional y su relación con la atención
de la diversidad de educandos, no desde las concepciones y construcciones de autores de
gran calado, sino desde un punto de vista sencillo, la experiencia que sitúa al sujeto en un
ambiente o cultura llena de consideraciones relativas al deber ser, al sujeto bueno, al que no
altera las relaciones humanas, al profesional en relación al niño que aprende, al adulto que
actúa, a la sociedad que concibe al profesionalismo, al maestro que respeta e interviene
adecuadamente. Al “yo” único y que internaliza las relaciones humanas y al deber hacer las
cosas buenas y no las malas. A la dignidad humana del hombre o mujer. Y el entendido de
que ser maestro tiene un sentido lógico ese “nos va” la intención, la atención y el respeto a
la diversidad de alumnos que requieren de una educación con equidad.
Aún desde esta postura sencilla, es necesario fundamentar teóricamente, para ello se retoma
la reflexión de María Teresa Yurén Camarena sobre la concepción de lo que es valioso, a lo
que se refiriere de la siguiente manera:
“Son valiosos los objetos materiales, las acciones e interacciones, las formas de
integración social, las regulaciones sociales, las ideas, los sentimientos, las
actitudes, las cosmovisiones, los saberes, las costumbres, las estructuras de la
personalidad en tanto que: a) favorecen la realización de la libertad de todos y
cada uno de los seres humanos, y por ende, la revocación de toda forma de
dominación; b) contribuyen a elevar el nivel de conciencia y autoconciencia de
los sujetos; c) hacen propicia la interacción humanizada de las personas entre sí
y su relación con la naturaleza; d) facilitan la objetivación del ser humano y su
conformación como sujeto; e) favorecen la síntesis del particular (la persona

8 Ser-humano (Cartografía antropológica). Cristóbal Holzapfel, pág. 9. En


http://cristobalholzapfel.cl/libros/SER-HUMANO.pdf

86
total) con el universal (el género humano). Además, puesto que la condición
ultima para la satisfacción de estas condiciones radicales es la
autoconservación, es valioso también aquello que satisface necesidades
existenciales, esto es, que contribuye a mantener la vida de la especie humana
en particular y la vida en el planeta, en general”9.
Situar esta concepción dentro del ámbito escolar, lleva a considerar a la escuela como
un espacio donde las relaciones que se generan involucran considerablemente a un
heterogéneo grupo o sistema donde coinciden sujetos (alumnos, padres de familia,
docentes y otros agentes) de diferentes contextos o distintas condiciones sociales. En
este microsistema convergen creencias y principios nunca homogenizados aún en un
espacio con marcos normativos, reglas de operación y formación regulada e
implementada en planes y programas de estudio regulados por el Estado.
El Plan de Estudios 2011, propone doce principios pedagógicos que lo sustentan y los
antepone como condiciones esenciales para la implementación del currículo, la
transformación de la práctica docente, el logro de aprendizajes y la mejora de la
calidad educativa. De éstos retomamos dos, con relevancia para fomentar la
valoración de la diversidad y la cultura de inclusión, como condiciones para el
enriquecimiento social y cultural: el principio 1.8. Favorecer la inclusión para
atender a la diversidad y 1.9. Incorporar temas de relevancia social.
El primero, 1.8), hace hincapié de que la educación es un derecho fundamental y una
estrategia para ampliar las oportunidades, instrumentar las relaciones interculturales,
reducir las desigualdades entre grupos sociales, cerrar brechas e impulsar la equidad.
Al docente le delega la responsabilidad de promover entre los estudiantes el
reconocimiento de la pluralidad social, lingüística y cultural como una característica
del país y del mundo en el que viven, y fomentar que la escuela se convierta en un
espacio donde la diversidad pueda apreciarse y practicarse como un aspecto de la vida
cotidiana y de enriquecimiento para todos. A su vez menciona que a Educación
Básica le corresponde crear escenarios basados en los derechos humanos y el respeto
a la dignidad humana, en los que cualquier estudiante, independientemente de sus
condiciones, se desarrolle intelectual, social, emocional y físicamente. Invitando al
docente a desarrollar empatía hacia las formas culturales y necesidades del alumnado
que pueden ser distintas a sus concepciones.
En el principio 1.9 Incorporar temas de relevancia social. Derivados de los retos de una
sociedad que cambia constantemente y requiere que todos sus integrantes actúen con
responsabilidad ante el medio natural y social, la vida y la salud, y la diversidad social,
cultural y lingüística. Estos temas favorecen aprendizajes relacionados con valores y
actitudes sin dejar de lado conocimientos y habilidades, y se refieren a la atención a la
diversidad, la equidad de género, la educación para la salud, la educación sexual, la
educación ambiental para la sustentabilidad, la educación financiera, la educación del

9 (1996) Educación centrada en valores y dignidad humana. María Teresa Yuren Camarena.
ISSN 0212-5374. Pág. 217. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?
pid=bibliuned:20513&dsID=educacion_centrada.pdf

87
consumidor, la prevención de la violencia escolar –bullying–, la educación para la paz y los
derechos humanos, la educación vial, y la educación en valores y ciudadanía10.

Como podemos apreciar, el Sistema Educativo propone para Educación Básica algunos
referentes para trabajar en valores. No es sólo reforzar la parte del contenido como
formación del alumno, sino aquello que es parte fundamental y complemento para el
desarrollo de competencias en éstos, y que el docente, como principal agente formativo en
la escuela, genere las condiciones para ello; además, tiene en su quehacer metodológico y
actitudinal licencia para fomentar, ejercer y motivar a las mejores relaciones y formación en
valores: responsabilidades, respeto, tolerancia y otros relacionados con el amor, la paz, la
humildad, la libertad, la puntualidad, la sencillez, la tolerancia social, y el trabajo.
Sabemos que la enseñanza en la escuela está fundamentada en actos o cosas buenas para el
educando, que le permitirán transitar por dificultades, resolver problemas, buscar solución
o alternativas para ser competente en la vida. Nunca intentar y menos en una escuela,
formar alumnos malos, que no funcionen en otros ámbitos o carentes de aprendizajes para
continuar su vida académica, social o laboral. He aquí un asunto de valores, ética y moral.
Conceptos éstos, que no intentaremos definir, pues no es la intención, puesto que al hablar
de valores, intrínsecamente aparecen la ética y la moral, la cívica y otros en relación.
Los principios éticos en el profesional docente y la construcción de persona generada en su
desarrollo familiar, cultural e ideológico otorgan la convicción del actuar del profesorado
para con sus discípulos. En este sentido la educación formal, la que se da en la escuela no
es pura, está influenciada de la educación no formal y de la informal. Igual la formación del
docente y su formación profesional tienen influencia de lo no formal e informal.
La educación como un medio para el logro del desarrollo del hombre y la mujer, busca
influir en su mejora personal y social acorde a lo considerado institucionalmente, presupone
patrones, objetivos y fines, además de valores, es decir, fines y valores definidos. Cuando
hablamos de educar en la diversidad, no es sólo atender en la escuela a todo el alumnado,
independientemente de su condición; en estos asuntos, las creencias y juicios de cada
docente o autoridad entran en juego. Por ello, el profesionalismo o situar a la profesión
docente como tal, no deberían de requerir que recibiera indicaciones para que actuara en
consecuencia de una buena intervención académica, en tanto se supone que es una cuestión
adherida a su función o labor docente, (pregunta: ¿entonces por qué emergen programas de
atención a migrantes, personas con discapacidad, aptitudes sobresalientes, y otros grupos en
desventaja relativos a la realidad social y cultural de México?).
Dice Fernando Savater que
“a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y
elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno,
es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente.
Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los
castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente
fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos

10 Plan de estudios 2011. Educación Básica. SEP.

88
permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman
ética”. 11
Respecto a la concepción de lo bueno y lo malo que es un asunto ético, el ser humano ha
sido sumergido históricamente entre lo que debe y no debe hacer. Entonces, aquí entran
asuntos de la conciencia, Paul Ricoeur centra su análisis especialmente en el concepto de
‘mancha’, “aludiendo con éste a que el mal, al manifestarse y hacerse visible, se presenta
como una mancha, es decir, una suciedad o impureza, ocurriendo ello en cualquiera de los
dos momentos de la externalidad. Por la contraparte, el bien se presenta como pureza, como
lo inmaculado, diáfano, impoluto, cristalino12” en este sentido, los parámetros morales y
éticos está en lo puro y lo impuro.
Ser un humano integro, situado, consciente en valores, es un elemento que favorece la
condición de vida. En este sentido, ser humano es preocuparnos de vivir en una condición
fundamentada en las buenas relaciones y hábitos congruentes, desarrollando y fomentando
en nuestros sucesores conocimientos relativos al tipo de sujetos de futuro que la sociedad
necesita. La familia, la escuela, la iglesia y dentro de estos ámbitos, los actos, programas
institucionales y doctrinas tienen un lugar especifico en la formación de valores; sin
embargo, los asuntos de la moral están presentes, pues entra lo que debemos hacer o
podemos evitar para mantener nuestra condición de estabilidad.
Es sorprendente como la evolución de la raza humana va concibiéndose y como ciertas
creencias y comportamientos van evolucionando. Actualmente se intenta hablar de valores
modificados o violentados como si éstos cambiaran, mutaran o se reconstruyeran. O de
culturas con sus subculturas y hasta contraculturas como algo dividido en un solo espacio
geográfico. La humanidad entendida como organización o sistema complejo, desde sus
formas de vida y oportunidades básicas de subsistencia, enriquece las investigaciones que
sobre ella se hacen, situadas en un bagaje amplio y concreto, donde las situaciones variadas
alrededor del concepto valor están en constante cambio. Ello es lo que hace enmarañado el
tema cuando pretendemos abordarlo aun delimitando desde una concepción y narrativa
simplista.
Los valores no cambian, no se modifican, pero sí las conductas, las actitudes y
comportamientos. El hombre es bueno por naturaleza, diría Juan Jacobo Rousseau en el
Emilio, ¿realmente será bueno o podría ser malo por naturaleza? La construcción de un
sujeto se sitúa en sus relaciones interpersonales, en este sentido nada da la seguridad de la
formación de sujetos buenos o sujetos malos. Pinocho fue creado por un hombre bueno, su
conciencia, Pepe el Grillo, siempre estaba al pendiente de su buen comportamiento; sin
embargo, el honrado Juan (el zorro) y Gedeón (el gato) hacen lo imposible por timarlo, y
Polilla, su amigo en la isla de los juegos, éste ultimo el clásico conocedor de mundo que
incita a pinocho a las malas conductas. Éste es un cuento donde otros personajes forman

11 Pag. 7. Ética para Amador. Fernando Savater.


http://www.escatep.ipn.mx/Documents/ClubLectura/Frente%20al%20espejo/
%C3%89TICA%20PARA%20AMADOR.pdf

12 Ibid. Pág. 51

89
parte de la construcción del sujeto, llegando al final con la formación de un Pinocho que,
viviendo una serie de dificultades, termina siendo un niño de carne y hueso luego, de haber
rescatado a su padre Geppetto del interior de una ballena. Constituyéndose así al ser
humano.
El pasaje de la persona para llegar a constituirse como ser humano debe cumplir una serie
de características, la formación que va recibiendo puede marcar sus acciones en relación
con los contextos donde se desarrolla. Las condiciones en que se desenvuelve dicho sujeto
pueden, mas no es una formula, originar que una persona adquiera ciertas características y
formas de expresar o manifestarse ante los demás. La formación del sujeto, como la
formación profesional basada en valores no es pura ni clara, en ésta tienen que ver aspectos
como el origen cultural, las creencias, la economía, la educación, el apego a una religión,
etc.
Aunque la escuela fundamente en gran medida su actuar basado en valores, tampoco le es
ajena la formación inicial del sujeto, pues cada alumno o alumna que ingresa llega con
ciertas características personales, modelada en gran medida por la familia y su comunidad
inmediata. En este sentido, podemos decir que la escuela es un contexto donde interactúa
una diversidad de alumnos y profesores tanto en creencias personales y religiosas,
capacidades intelectuales, condiciones y capacidades físicas, situaciones emocionales,
condiciones económicas, étnicas, y otras tantas numerables una a una.
Alumnado y docentes son diversos, igual cada sujeto que interactúa con ellos. No obstante,
es esta diversidad lo que caracteriza a la humanidad. Pero cada sujeto es un ser, cuyas
especificidades se relacionan como lo hemos comentado con su pasado reciente y sus
relaciones. En este sentido la enseñanza que da un maestro, va cargada de valores
independientemente del curriculum, pues éste manifiesta actitudes y conductas observables
en la escuela como en la comunidad cercana, donde su figura ocupa un lugar fundamental
en la sociedad, y es ejemplo para sus discípulos y demás.
Desde la figura situada en el más alto mando de una institución de cualquier índole hasta la
de más bajo perfil, hablando específicamente de aquellas relacionadas con autoridades que,
forzosamente, se formaron en instituciones escolarizadas, hace suponer que vivieron la
formación en valores en su diversidad, y que se han constituido como seres humanos
hechos: sin embargo, esto conlleva a discutir el porqué se tiene que trabajar continuamente
para la inclusión de grupos sociales, personas en específico en distintas condiciones físicas,
sociales e intelectuales, entre otras muchas. Si los valores son universales, entonces…
¿quién rechaza a los grupos migrantes, a las personas con discapacidad, a los que viven en
pobreza, a las mujeres u hombres vulnerables, a los alumnos en condiciones de desventaja,
y demás?
En el caso específico de los docentes y de las escuelas, entendiendo que no solamente
laboran profesores, se tiende a denigrar la condición de algunos sujetos. La palabra Educar,
en ocasiones, no es entendida en la dimensión que toma el concepto en el ámbito escolar. Y
se deja de lado la intervención consciente de la escuela en relación de quien lo requiere. Es
aquí donde el asumir nuestra responsabilidad y compromiso social toma auge y donde,
realmente, se manifiesta el ser.

90
Suponemos que la escuela tendría que generar las condiciones para que la diversidad sea
atendida sin restricciones, sin embargo, tienen que emerger programas destinados a
favorecer a esta población, lo que no garantiza en mucho o queda como paliativo y sólo, en
algunos casos, como experiencias exitosas.
Actualmente, las políticas invitan a las escuelas a ser inclusivas y equitativas, entendiendo
la Inclusión como
El conjunto de acciones encaminadas a incorporar al sistema educativo nacional a
niñas, niños y jóvenes que, por alguna otra causa de índole social, cultural, de
desigualdad de género y/o económica, no tienen acceso al sistema educativo y/o se
encuentran en riesgo de exclusión de los servicios educativos. Es un proceso de
abordaje y respuesta a la diversidad de las necesidades de todo el alumnado a través
de la creciente participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y de
la reducción de la exclusión dentro y desde la educación; y por Equidad, la igualdad
de oportunidades para incorporarse y permanecer en el sistema educativo nacional.
Hace referencia al tratamiento igual, en cuanto al acceso, permanencia y éxito en el
sistema educativo para todos y todas, sin distinción de género, etnia, religión o
condición social, económica o política13.
Lo anterior, en una suerte de ver al ser humano como un profesional o no, el concebir al
otro como un sujeto que requiere de educación u formación con equidad, sin ver diferencias
pero sí requerimientos específicos, lleva a rechazar políticas educativas que generan
presupuestos económicos destinados a la inclusión de personas que las propias instituciones
oficiales han excluido históricamente. No es una crítica al sistema, pero sí al juego al cual
entran las instituciones en un afán de favorecer la eliminación o minimización de barreras
culturales, que si analizamos quien excluye y es inequitativo con dichos grupos es el propio
Estado.
Cerrando, más que la búsqueda o promulgación de leyes, programas y acuerdos, lo que
definiría una intervención eficiente o al menos sustentada desde una formación profesional
en cuanto a lo educativo sería una formación teórica y práctica en educación (inclusiva 14),
donde el plan curricular de las escuelas formadoras de docentes incluyera de forma
explícita la atención de dichos grupos considerados como vulnerables, y no como algo que
se propone de forma oficial a la escuela, donde hay responsables de aplicar los
presupuestos destinados asesorando y dando seguimiento. Esto lleva a concebir la
intervención educativa como algo relativo a la especialización, lo que no es conveniente
cuando hablamos de inclusión educativa y atención a la diversidad en una misma escuela.
En tanto que lo que se requiere es de docentes cuya intervención educativa favorezca a
todos en la misma aula, en la escuela y comunidad, desarrollando acciones fundamentadas

13 ACUERDO número 711 por el que se emiten las Reglas de Operación del
Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa.

14 La palabra inclusiva resulta desde la visión personal como algo de más al


hablar de educación.

91
en prioridades detectadas en cuanto a la necesidad específica de aprendizaje y participación
de todo el alumnado, desde el de mayores capacidades hasta aquel que enfrenta serias
barreras educativas o sociales. Es decir, que la escuela, al momento de centrar su
intervención en la diversidad del alumnado, debe asumir las diferencias y particularidades
de éstos como un referente que habrá de desarrollarse, lo que no deja de ser una cuestión de
actitudes y valores éticos de la vida práctica del profesorado.
Finalmente, a los maestros que asumen ese “no va” el ser, son particularmente a los que les
preocupa su “yo” y el de sus beneficiarios, les importa, les incumbe el buen desarrollo, la
buena formación, las buenas actitudes, las buenas prácticas, los aprendizajes favorables,
independientemente de la condición del otro, la vida en valores; maestros que asumen su
ética de ser docente y en ello se “les va” la profesión.

92
EL DESARROLLO DE VALORES EN LA EDUCACIÓN
BÁSICA: ALCANCES Y PROSPECTIVAS

Jesús Vidal Ponce


Aspectos preliminares
La temática de los valores ha sido siempre motivo de análisis, refiere Adela Cortina “el
mundo de los valores no sólo es espinoso, sino también muy variado”. De acuerdo con
Frondizi, la disciplina que los estudia –la axiología- ensaya sus primeros pasos en el siglo
XIX, no obstante, también fueron motivo de inspiración desde los planteamientos
filosóficos de Platón. En el devenir histórico, los escenarios para su abordaje pueden ser
disimiles, lo cierto es que en esta sociedad globalizada su inclusión en el actuar del ser
humano se torna urgente, el desarrollo económico, científico y tecnológico, generalmente,
no van acompañados de un la integración de una sociedad justa equitativa, democrática, de
convivencia y vivencia plena de valores.

Al ámbito educativo, le corresponde asumir un compromiso importante. Su papel resulta


incuestionable, de ahí que los elementos aquí proyectados intentan convertirse en un aporte
más para la reflexión y búsqueda de alternativas ante las problemáticas que, día a día,
aquejan nuestra sociedad.

El papel de la educación en la actualidad


Coexistimos en un mundo complejo, que se caracteriza por una heterogeneidad de
cambios, que exigen a los sistemas educativos el impulso de modelos vanguardistas en sus
políticas, que den cuenta de los avances, necesidades y demandas del nuevo milenio;
sistemas que deberán recuperar la conciencia y el compromiso social de una transformación
plena del ser humano. Se reconoce que, en el siglo XXI, el conocimiento y las capacidades
del ciudadano constituyen el motor que impulsa el desarrollo de las naciones y el bienestar
del planeta. No obstante, paralelo a esa perspectiva, diariamente se experimentan diversas
problemáticas producto, quizás, de la misma evolución, entre éstas; el deterioro del medio
ambiente, la manifestación de la violencia en formas muy variadas que trastocan la
convivencia y la seguridad de las personas, la trasgresión a los derechos humanos, la
inequidad de género, el menoscabo de aspectos valorales que van en detrimento de la
construcción de una sociedad más respetuosa, tolerante, humana.

Ante esa complejidad social, los sistemas educativos, se han planteado, al menos como
decreto, un ideal de individuo íntegro, capaz de implicarse activa y asertivamente en el
mundo que le toca vivir, que desarrolle actitudes, valores y nuevas formas de interacción.
Así, las funciones de la educación para el siglo XXI sitúan, como uno de sus ejes
93
esenciales, el fomento de los valores y las actitudes, en aras de hacer posible una
convivencia más justa y democrática. Estos postulados paulatinamente se han centrado en
el diseño de planes y programas de estudio, libros de texto y en la necesaria formación
docente, aunque en la práctica persisten dificultades, esta visión se relativiza, excluyendo
su concreción. Aspecto que se abordará posteriormente.

En función de las exigencias sociales, la educación se constituye como un pilar importante


que puede favorecer la cooperación, el respeto, la igualdad y solidaridad, como elementos
que propician la construcción de una sociedad más participativa, democrática, de
coexistencia pacífica, utilizando para este fin y como una herramienta fundamental el
desarrollo del potencial humano. Sus fines deberán tener como ideal la formación de
individuos competentes, personal y profesionalmente, que puedan actuar éticamente en
todos los ámbitos en que se desenvuelven. Concierne a la escuela responder a este desafío,
como lo sugiere el Programa Nacional Escuela Segura (2009:9), “configurando una
experiencia formativa y un espacio de aprendizaje social en el que se prevengan y atiendan
los riesgos y problemas; se dote a las nuevas generaciones de herramientas para aprender a
vivir, a ser, a aprender y a convivir en un entorno complejo”.

Educación y valores: un breve marco referencial


Los estudios sobre la importancia de la formación valoral y sus implicaciones, han sido
objeto de explicación y análisis de tendencias psicológicas, filosóficas, sociales,
ideológicas, culturales, incluso de políticas públicas.

Organismos internacionales como la ONU, UNESCO, OEI, ORELAC, (UNESCO, 2008)


entre otros, han efectuado foros de análisis, de los que han derivado diagnósticos acerca de
realidades que se presentan respecto a la convivencia e interacción solidaria entre los
individuos en la sociedad. Los resultados han sido desalentadores, los índices de violencia
y el deterioro del medio ambiente van en aumento, aspectos que posiblemente estén en
relación con la diversidad de situaciones conflictivas que mundialmente se viven.

Una de las medidas adoptada por casi todos los países miembros de la ONU, para contribuir
a la creación de una perspectiva donde los individuos interaccionen en un ambiente de no
violencia, ha sido plantear programas que propicien, fomenten y fortalezcan una educación
sustentada en los valores universales. Para su concreción los sistemas educativos han tenido
que realizar reformas curriculares o, bien, incluir esta perspectiva en sus programas. Así, la
educación, elemento indispensable para el progreso del ser humano, se convierte en
instrumento clave para la toma de conciencia sobre el ejercicio de los derechos y
responsabilidades de los ciudadanos (UNESCO/OREALC: 2008; 14).

Delors (1996; 93) afirma que la formación de los individuos implica favorecer el desarrollo
de los cuatro pilares del conocimiento (aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a
vivir juntos, aprender a ser), aspectos que le llevarán a descubrir, despertar e incrementar
sus posibilidades creativas, las cuales suponen trascender la visión puramente instrumental
de la educación y considerar su función en toda su plenitud, esto es, la realización de la
persona que, toda ella, aprende a ser. Estos elementos otorgan a las futuras generaciones

94
herramientas para entender, rescatar, valorar y actuar acertadamente en esta sociedad
cambiante.

Pertinencia de la formación de valores en educación


Diversos autores explican la pertinencia de la inclusión de los valores en la educación
(González,1991; Trilla,1997; Schmelkes,1997; Bolívar,1999; Buxarrais, Martínez y
Puig,1997:) todos coinciden en señalar que éste es un tema de importancia creciente no sólo
en México, sino en muchos países del mundo. En una idea similar, Schmelkes (2004)
refiere que la formación en valores debe buscar que cada persona construya de manera
autónoma su propio esquema valoral, pero habiendo pasado por un proceso reflexivo,
dialógico de descubrimiento de los valores universales y habiéndolos complementado desde
su cultura y personalidad, con intención de que forjen su proyecto de vida particular. En
este sentido, como se ha expresado, los sistemas educativos deben asumir su compromiso
ineludible; la educación básica: forja los cimientos.

Pascual (1998), considera que es necesario pensar en nuevos modelos educativos, donde los
valores de la persona y de la comunidad sean finalidades y objetivos realmente alcanzables;
sistemas que tengan en cuenta los valores que se generan en la misma organización escolar;
que establezcan principios metodológicos coherentes con las disposiciones, habilidades y
actitudes que se desean conseguir; y que en la formación de maestros se atiendan los
aspectos de desarrollo de la personalidad. Existe un verdadero reto al respecto, la educación
no deberá centrarse en la mera transmisión de contenidos declarativos, en verdades
acabadas, en el plano discursivo; se requiere del desarrollo de juicios críticos donde
maestros y alumnos participen, se involucren en el diálogo, en la participación democrática.

El desarrollo moral y la formación en valores


El desarrollo moral constituye uno de los aspectos en los que se reflexiona poco cuando en
la práctica educativa se “trabaja” la formación en valores. En lo general, los programas y la
intervención pedagógica atienden de manera parcializada el fomento de valores (o de “un
valor”).

Como ya se reconoce, Kolhberg hace una contribución especial en este sentido; explicar
cómo evoluciona el juicio moral en los individuos, entendido éste como un proceso que
permite reflexionar sobre los propios valores y ordenarlos en una jerarquía lógica, que
además, no se limita a algunos momentos de la vida, sino que es parte activa del proceso de
pensamiento, que posibilita dar sentido a cada vivencia y conflicto que se presentan en la
vida diaria. Este autor estableció la existencia de seis estadios progresivos de juicio moral.
No obstante, es importante reflexionar que su aprendizaje no se favorece con el solo
crecimiento de los individuos o el paso por las etapas. Su adecuado desarrollo implica la
movilización de competencias psicosociales; afectivas, lingüísticas, cognitivas,
comunicativas, las cuales se dan en interacciones e intervenciones especificas.

Estos referentes deben constituirse como el elemento medular para quienes pretenden
trabajar la formación de valores en la educación básica. Es necesario, reconocer que existen

95
aspectos previos que deben favorecerse, tales como la participación social y asunción de
roles, sólo así la persona puede desarrollar la capacidad de asumirse y situarse en la
perspectiva del otro. Pasar de la moral heterónoma a la autónoma.

A la escuela le corresponde esta formación; reconocer que el desarrollo moral del niño no
se facilita en el decálogo o adoctrinamiento mecánico, que requiere de un proceso
educativo sistematizado, sustentado, fortalecido en la experiencia práctica cotidiana, en el
aula, la escuela y familia; de esta manera, se favorece el desarrollo de habilidades sociales
proactivas y la capacidad para reflexionar y actuar asertivamente. Sólo así puede decirse
que existe un desarrollo armónico de las facultades del ser humano, argumentar que los
fines de la educación se han concretado.

La inclusión de la formación valoral en el currículum de la educación básica en


México

En nuestro país, la tendencia hacia la formación en valores, adquiere relevancia especial en


la década de los noventa. En 1999, se incorporó en educación secundaria la asignatura de
formación cívica y ética (Latapí, 2004), sustituyendo la asignatura académica de civismo.
Los nuevos planes y programas se empezaron a aplicar en el ciclo escolar 1999-2000 (DOF,
1999) y las reformas curriculares posteriores la incluyen como elemento explícito de sus
fundamentos (Programa de Educación Preescolar 2004, Plan de Estudios 2009, Educación
Primaria).

El Plan de Estudios 2011 de Educación Básica, incorpora en sus principios pedagógicos el


aprendizaje colaborativo, la inclusión a la diversidad y los temas de relevancia social que
sustentan la importancia de actuar con responsabilidad ante el medio natural y social, la
vida y la salud, la diversidad social, cultural y lingüística. Estos elementos, dentro de otros,
reflejan la preocupación del sistema educativo por atender las necesidades locales y
nacionales, dar cuenta de los requerimientos que la sociedad demanda a los individuos.

La inclusión de los temas de relevancia social forman


“parte de más de un espacio curricular y contribuyen a la formación crítica,
responsable y participativa de los estudiantes en la sociedad. Favorecen aprendizajes
relacionados con valores y actitudes sin dejar de lado conocimientos y habilidades,
y se refieren a la atención a la diversidad, la equidad de género, la educación para la
salud, la educación sexual, la educación ambiental para la sustentabilidad, la
educación financiera, la educación del consumidor, la prevención de la violencia
escolar –bullying–, la educación para la paz y los derechos humanos, la educación
vial, y la educación en valores y ciudadanía”. (SEP, Plan de Estudios 2011.
Educación Básica; 37).

El mapa curricular de la Educación Básica se organiza en cuatro campos de formación:


Lenguaje y comunicación, Pensamiento matemático, Exploración y comprensión del
mundo natural y social, y Desarrollo personal y para la convivencia. Horizontalmente
plantean la secuencia y gradualidad de las asignaturas que forman parte de Básica, y de
manera vertical, los periodos escolares, que indican la gradualidad de los estándares

96
curriculares de Español, Matemáticas, Ciencias, Segunda Lengua: Inglés, y Habilidades
Digitales.

El campo formativo que se corresponde con la formación de valores es Desarrollo personal


y para la convivencia, cuya finalidad es el desarrollo del juicio crítico a favor de la
democracia, libertad, paz, respeto a las personas, la legalidad y a los derechos humanos.
También implica el manejo armónico de las relaciones personales y afectivas, que
posibilitan el desarrollo de la identidad personal y la construcción de su identidad y
conciencia social. Este campo es genérico, para todos los niveles educativos, (preescolar,
primaria y secundaria), así cada nivel, de acuerdo a los aprendizajes esperados que debe
concretar, asumirá las especificidades respecto a la dosificación de contenidos,
imprimiendo estilos de intervención diferenciados que podrán dar o no, cuenta de ese ideal.

De los planteamientos teóricos a las propuestas prácticas

Indiscutiblemente el Plan y Programas de Estudio 2011, incluye propósitos y temáticas que


se dirigen al fomento de valores. No obstante, en el quehacer diario, existen aspectos que
dificultan su concreción, producto quizás, de la falta de referentes y/o formación de los
maestros, de la opacidad con que se actúa, o las exigencias que plantea el currículum hacia
el logro de competencias y habilidades cognitivas. Las experiencias escolares cotidianas,
sugieren la necesidad de repensar esa intervención, de modificar el “camino”. Por tanto, el
cambio tiene que seguir orientándose hacia la complementariedad y trabajo con ambos
elementos (cognitivo y valoral) en la práctica cotidiana.

Finalmente, el trayecto bosquejado hasta este momento permite dilucidar algunas


consideraciones, a título de propuestas, que pueden considerarse como parte del hacer
cotidiano de quien aspire trabajar una educación en valores.

La educación en valores debe procurar, como refiere Martínez, “un deuteroaprendizaje, un


aprender a aprender…propiciar condiciones que favorezcan el aprendizaje en valores y no
tan sólo enseñar valores” (2000; 41). Un programa de valores, debe coincidir con los fines
de la educación y el papel de la escuela, orientar su formación en una perspectiva que
rescate el enfoque humanista y el desarrollo de habilidades sociales, que potencie el
desarrollo del juicio moral paralelamente con el aspecto cognitivo, que favorezca el
contacto directo y vivencial con las realidades sociales y ambientales para que trasciendan
los escenarios escolares, en este sentido, contribuir al desarrollo de un individuo pleno e
íntegro. Que maestros y educandos asuman con conciencia crítica la realidad que viven y
requieren transformar. Que la escuela se convierta en un espacio democrático y
socializador. Que el docente y la escuela vivan los valores. Que la educación privilegie la
formación de sus individuos en el compromiso y la responsabilidad que históricamente les
toca vivir en esta sociedad cambiante.

Si cada docente, de acuerdo a su formación, experiencias e interacciones, imprime un estilo


particular a su práctica, es importante se le involucre en un proceso de autorrevisión
permanente para que incorpore los cambios e innovaciones necesarias en su quehacer
educativo. Por tanto, será importante favorecer el desarrollo de sus competencias

97
personales y profesionales, en el sentido que plantea Perrenoud (2004:121-123), para que
contribuyan a redefinir su profesionalidad “no sólo para el futuro sino para el presente”,
que generen las condiciones de un trabajo escolar productivo, que promuevan un modelo
escolar donde los alumnos puedan aplicarlo aquí y ahora. Hacer posible estas competencias,
implica brindarles herramientas para el manejo de la perspectiva valoral, sus
conceptualizaciones, estrategias de trabajo, entre otras: “proveer de condiciones, generar
climas y ayudar, como el andamio lo hace al que trabaja y construye, a recrear valores, …
orientar para que el que aprende sea capaz no sólo de encontrar su lugar en el mundo sino
además ser autor y, sobre todo, sueño de sus actos” (Martínez; 200:49)

Referencias bibliográficas:
 Buxarrais Ma., Martínez M., Puig J., Trilla J. (1997) La educación moral en primaria y
en secundaria. Una experiencia española. México. SEP. Biblioteca del Normalista.
 Cortina Adela” Valores morales y comportamiento social” En: Siglo XX: Mirando
hacia atrás para ver hacia adelante. García de Cortázar (Coord.) (2001) Edit, FAES
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales España. Fundación Dialnet
 Delors Jacques, Coord. (1996) La educación encierra un tesoro. México.
 Frondizi Risieri (1958) “¿Qué son los valores? Ed. Fondo de Cultura Económica.
Tercera Edición 2005.
 Martínez, M. Miquel. (2000). El contrato moral del profesorado. México. Biblioteca
para la actualización del maestro.
 Perrenoud P. (2007). Diez nuevas competencias para enseñar. Barcelona. Editorial
Grao.
 Plan Estatal de Desarrollo 2011-2016. Gobierno del Estado de Sinaloa
 Pascal V. Antonia. “La educación en valores desde la perspectiva del cambio”, en:
Clarificación de valores y desarrollo humano. Madrid, Narcea. 1998
 Schmelkes, Sylvia. 2004 La formación de Valores en la educación básica. México.
SEP. Biblioteca para la Actualización del Maestro.
 Schmelkes, Sylvia (1997). La escuela y la formación valoral autónoma. México.
Castellanos editores.
 SEP. Plan de Estudios 2011. (2011) Educación Básica. México
 SEP. (2009). Programa Escuela Segura (P.E.S.). México
 UNESCO/ORELAC. (2008) Educar en cultura de paz. Chile.

98
LOS VALORES EN LOS PROGRAMAS DE ESTUDIOS DE
EDUCACIÓN PRIMARIA

Alfredo Zañudo Mariscal


Actualmente, se escucha entre algunos docente de primaria, la frase de que hay crisis de
valores, que éstos se han ido perdiendo. Sin embargo, esta frase invita a la siguiente
reflexión. ¿Se han perdido por qué? ¿Qué no se especifican los valores de manera explícita
e implícita en los programas de estudios? ¿Acaso no existe una asignatura en la que
especifique la enseñanza de éstos (si es que se pueden enseñar) o, bien, se puedan practicar
los valores mediante la guía de un documento oficial? ¿O a través del ejemplo?
Las reflexiones anteriores, invitan a realizar hacer un análisis de la asignatura de Formación
Cívica y Ética que contienen los programas de educación primaria, porque, en algunos de
los propósitos para el estudio en esta materia, se especifica con claridad que se pretende que
los alumnos se asuman como sujetos dignos, capaces de desarrollarse plenamente mediante
el disfrute y cuidado de su persona, de tomar decisiones responsables y autónomas para
orientar la realización de su proyecto de vida y su actuación como sujetos de derechos y
deberes que participan en el mejoramiento de la sociedad.
El logro de este propósito dentro de la práctica docente implica: Que maestras y maestros
comprendan y reconozcan que todas las acciones realizadas dentro del aula, (y también
fuera de ella), permitan a los alumnos crecer como personas a través del ejercicio docente,
ya que si se analizan los valores, desde el punto de vista filosófico, toda persona es digna,
por el sólo hecho de existir, es decir por su propia naturaleza.

En otro de los propósitos se menciona que es necesario reconocer la importancia de que los
alumnos ejerzan su libertad y tomen decisiones con responsabilidad, ante los diferentes
sucesos que se le presenten en su vida cotidiana. Además de regular su conducta de manera
autónoma para favorecer su actuación apegada a principios éticos, el respeto a los derechos
humanos y los valores democráticos.

Si se toma de referencia que la Ética es la ciencia que estudia la moral, pues entonces es
necesario enseñar y practicar en la escuela primaria con los distintos tipos de valores, sobre
todo los éticos o morales, los cuales se refieren a la persona en su globalidad y en su
unidad. Es decir, apuntan a la dignidad del ser humano, a su realización plena como tal y a
sus derechos fundamentales.

99
Asimismo, el programa de Formación Cívica y Ética de educación primaria contiene un
enfoque didáctico al cual lo orientan los siguientes principios:

 El trabajo en torno a valores inscritos en el marco constitucional. Esto indica que la


orientación ética del programa tiene como referencia los principios del Artículo
Tercero Constitucional, que plantea que los alumnos sean capaces de lograr la
convivencia armónica con sus semejantes y obtener una educación integral,
producto de lo que aprende en la escuela y en la familia.
 Otro de los principios es la formación de la personalidad moral como un proceso
dinámico de interrelación entre el individuo y la sociedad.

En este sentido, desde la Educación Básica se pretende contribuir al proceso de desarrollo


moral de los alumnos, estimulando el examen crítico de los principios y valores en la
organización social y la manera en que se asumen en la actuación cotidiana. Pero, para ello,
es necesario relacionar las experiencias escolares con los contenidos de la asignatura de
Formación Cívica y Ética. Por otra parte, el enfoque también se orienta bajo el principio de
la construcción de valores dentro de un ambiente de aprendizaje basado en la comunicación
y el diálogo.

Por lo tanto, si se asume que el papel de la escuela es impulsar en los alumnos su desarrollo
como personas, pues es necesario realizar reflexiones de las circunstancias que se les
presentan en las aulas diariamente y que a los alumnos les plantean conflictos de valores.
Es en esta parte, donde se pueden emplear, por ejemplo, los dilemas morales o juicios
dilemáticos, de acuerdo a la teoría de la moral que plantea Lawrence Kohlberg.

Otro elemento de la estructura del programa de Formación Cívica y Ética son los ejes
formativos. Uno de ellos se titula la Formación Ética. Este eje tiene la intención de que los
alumnos aprecien y asuman un conjunto de valores y normas que conforman un orden
social incluyente. Por lo tanto, se orienta al desarrollo de la autonomía ética, entendida
como la capacidad de las personas para elegir libremente entre diversas opciones de valor,
considerando como referencia central los derechos humanos y los valores que permitan el
respeto irrestricto de la dignidad humana, la preservación del ambiente y el enriquecimiento
de las formas de convivencia

Los ejes formativos de la asignatura de Formación Cívica y Ética, favorecen el desarrollo


gradual y sistemático de ocho competencias cívicas y éticas durante los seis grados de
educación primaria. Algunas de ella son las siguientes:

 Conocimiento y cuidado de sí mismo. Mediante el desarrollo de esta competencia se


pretende que los alumnos identifiquen sus características físicas, emocionales y
cognitivas, para que comprendan que cada persona singular e irrepetible, por lo cual
es necesario el cuidado de su salud y de su integridad personal.

 A través de la competencia de Autorregulación y ejercicio responsable de la


libertad. Se espera que el alumnado pueda discernir los intereses y motivaciones
personales respecto de los demás, así como el análisis de conflictos entre valores.

100
 La competencia de Respeto y valoración de la diversidad. Se refiere a las facultades
cognitivas y sociales que el alumnado debe desarrollar para reconocer la igualdad de
las personas en dignidad y derechos, así como a respetar y valorar sus diferencias en
su forma de ser, actuar, pensar, sentir, creer, vivir y convivir.

 El Sentido de pertenencia a la comunidad, la nación y la humanidad, consiste en la


posibilidad de que los alumnos se identifiquen y enorgullezcan de los vínculos de
pertenencia a los diferentes grupos de los que forman parte, y que sirva de referente
en la construcción de su identidad personal.

 La competencia de Manejo y resolución de conflictos, se refiere a la facultad para


resolver conflictos cotidianos sin usar la violencia, privilegiando el diálogo, la
cooperación, la negociación y la mediación en un marco de respeto a la legalidad.

Si bien es cierto que en la mayoría de las competencias descritas no se mencionan


explícitamente los valores, sí están presentes de manera implícita ya que el actuar de los
alumnos de manera positiva, en la escuela, el hogar y en la sociedad dará cuenta de que sí
están siendo educados con valores.
¿Pero, qué son las competencias? Son las que movilizan y dirigen todos los componentes,
conocimientos, habilidades, actitudes y valores hacia la consecución de objetivos concretos.
Por ejemplo, un objetivo de la asignatura de español, es que el alumnado reconozca la
importancia del lenguaje como medio que permite construir conocimientos y desarrollar los
valores culturales. Por lo tanto, el desarrollo de cualquier competencia se manifiesta cuando
el alumno pone en juego lo aprendido en la escuela o en la familia. Es decir se manifiesta
en la práctica.

Asimismo, el programa de Formación Cívica y Ética está estructurado por otro apartado
llamado organización de los aprendizajes, el cual es el punto de partida para los maestros,
porque toman de base éste para planificar la acción docente, mediante una secuencia de
actividades, que tienen como objetivo principal el logro de los aprendizajes esperados y
contenidos de este programa para alcanzar, a lo largo de la educación primaria, el desarrollo
de las competencias mencionadas anteriormente.

Ahora bien, ¿cuál es el rol que juega el docente en cuanto a la práctica de estos valores? De
acuerdo con Frondizi, el valor es una cualidad estructural que tiene existencia y sentido en
situaciones concretas. Por lo tanto, si los valores tienen relación con todo lo que es bueno,
con la propiedad de las cosas o con los seres humanos, entonces las y los docentes tenemos
que aportar con nuestros ejemplos para lograr, aparte de la educación integral de los
educandos, su felicidad completa.

No nada más se trata de lograr que los alumnos obtengan aprendizajes a través del
conocimiento científico, porque esto significa estudiar las cosas por sus causas próximas; lo
ideal es estudiar las cosas o sucesos por sus causas últimas, desde el punto de vista de la
filosofía.

101
Sabemos que en la escuela primaria se implementan varias estrategias didácticas para el
desarrollo de los valores. Una de ellas, por ejemplo, es la lectura del valor de la semana, en
la que algunos alumnos, durante el homenaje escolar, leen el concepto del valor respeto, por
ejemplo, y, posteriormente, leen alguna historia relacionada con éste.

¿Pero cómo se van a desarrollar estos valores cuando algunos maestros, en su práctica
docentes, no respetan a sus alumnos? En este sentido, se requiere predicar con el ejemplo,
con acciones que nos hagan crecer como educandos y que los alumnos perciban que reciben
un tarto igualitario por parte de los maestros.

Asimismo, existen programas que apoyan los contenidos del programa de estudios
relacionados con valores. Tenemos el programa SIVIVA (Sinaloa Vive los Valores), el cual
brinda bastante información sobre el origen de los valores y hace una clasificación de éstos,
basada en las cuatro virtudes cardinales. Asimismo, sugiere algunas estrategias didácticas
que los maestros pueden aplicar durante el ciclo escolar. Por ejemplo:

 Establecer Lunes Cívicos con Valores.

Con esta actividad se pretende que las y los docentes integren a sus actividades,
informes de los comportamientos de los alumnos que se registren en la semana, en
donde se distingan los pertinentes a los valores de respeto a la legalidad o normatividad
de la escuela, honestidad, responsabilidad, justicia y compañerismo, entre otros.

 Elaborar Cuadros de Honor.

Generalmente los cuadros de honor que promueven algunas escuelas de primaria, dan a
conocer a los alumnos que han destacado académicamente. Sin embargo, en los cuadros
de honor también es necesario destacar a los alumnos que se distinguen por su conducta
cívica y ética en el ámbito escolar, familiar y social.

 Realizar festejos escolares con valores

Los días festivos oficiales, deberán ser momentos propicios para destacar la
participación de la comunidad escolar, donde se demuestren acciones relevantes en el
campo de los valores.

Y todavía, para comprobar si se están practicando los valores en la educación básica, la


SEPyC lanzó una convocatoria sobre experiencias exitosas en la práctica de los valores, con
lo cual se pretende socializar estas experiencias mediante el diseño, aplicación y ejecución
de un proyecto, elaborado por las escuelas, en las que den a conocer en diferentes etapas
cómo se está ejecutando.

Claro que para ello, los planteles educativos deben presentar evidencias de lo que se ha
realizado, porque, mediante éstas, pueden obtener el primer lugar, lo cual les permitirá dar
a conocer su experiencia en el Tercer Congreso Internacional en Valores que se realizará en
la ciudad de Mazatlán, durante el mes de octubre del presente año.

102
APROXIMACIONES ENTRE EL DISCURSO
Y LA ACCIÓN VALORAL
Expresiones de los docentes, estudiantes y padres de familia respecto a la práctica de
valores en 6º grado de educación primaria

Andrés Moisés González Loyola


Introducción

Los resultados de la entrevista diagnóstica estructurada que a continuación se exponen,


forman parte de un trabajo de investigación más amplio cuyo propósito consistió en
detectar los valores presentes en las exposiciones orales y las actuaciones de los profesores
de 6º grado de educación primaria. Los entrevistados laboraron en una escuela pública
urbana y otra del medio rural, ubicadas en el municipio de Culiacán, Sinaloa. Los
indicadores de la entrevista aludieron a sus interacciones en los procesos de la enseñanza y
el aprendizaje escolares cotidianos. Con el fin de garantizar el anonimato y
confidencialidad, se reservan los datos de identificación de los participantes.

En este trabajo heurístico se entrevistó a los profesores de 6º grado de las escuelas A y B,


dos en total, también se eligió entrevistar a informantes clave: dos estudiantes de alto
rendimiento, dos de bajo rendimiento y dos no polarizados en cada grupo escolar
observado. La muestra se constituyó por seis estudiantes de la escuela A; tres hombres y
tres mujeres y seis educandos de la escuela B, también tres hombres y tres mujeres; en total,
participaron 12 estudiantes diferenciados según sexo, rendimiento escolar y contexto
urbano y rural. Complementariamente, se entrevistó a un padre de familia y 11 madres de
familia de los estudiantes seleccionados en ambos contextos. Todos ellos aceptaron
participar de manera voluntaria en las entrevistas diagnósticas realizadas en cada contexto
escolar.

Los resultados de la investigación de campo fueron realizados años atrás, sin embargo, por
la vigencia del referente empírico, se abre la posibilidad de dar continuidad a los hallazgos
que se exponen, actualizando la información y ampliando nuevas líneas de investigación en
el campo de la educación en valores.

Temas a explorar durante la entrevista

A todos los participantes se les interrogó acerca de los siguientes puntos básicos:
1. Definición de valor, 2. Funciones de los valores, 3. Valores prioritarios en la práctica
pedagógica del docente, 4. Actividades realizadas por el docente para fomentar valores, 5.
Actividades que realiza el docente y/o el padre de familia para fomentar el respeto y la

103
responsabilidad, 6. Aspectos que se toman en cuenta para saber si hay o no presencia de
valores en los estudiantes, 7. Valores que deben adquirirse en 6º grado de educación
primaria, 8. Formas adecuadas para fomentar valores, 9. Argumentación de las formas
adecuadas para fomentar valores, 10. Actividades que realizan el docente y/o el padre de
familia para fortalecer la disciplina en los estudiantes, 11. Apoyo que otorgan los padres
de familia en el fortalecimiento de valores en sus hijos, 12. Elaboración del reglamento
escolar, 13. Reglas principales que incluye el reglamento escolar, 14. Propósito de los
homenajes escolares, 15. Conductas más castigadas en la escuela, 16. Formas de castigo
presente en la escuela, y 17. Comentarios de los participantes.

Respuestas frecuentes de los participantes

A continuación, se concentran de manera general los hallazgos presentes en las respuestas


dadas por cada tipo de informante clave, se exponen ordenados de manera resumida y
jerárquica por su frecuencia de aparición.

En referencia a la definición de valores, los docentes dicen que son actitudes que forman
hábitos y costumbres y que nos ayudan a ser mejores; los estudiantes señalan que son
derechos que todos los seres humanos tenemos, así como el tener respeto a las personas
mayores; los padres de familia los ubican en el ámbito de los derechos, el respeto y la
responsabilidad que nos hacen mejores personas.

En relación a la funcionalidad de los valores, los docentes la sitúan para servir de ejemplo
y comportarse correctamente a fin de mejorar las relaciones consigo mismo y con los
demás; los estudiantes dicen que sirven para ayudar a otros, respetarlos, ser buenos y ser
mejores, además de actuar con honestidad al no tomar lo que no les pertenece; los padres
de familia enuncian que sirven para salir adelante, respetar a todos, ser personas de bien y
ayudar a los demás.

Los valores prioritarios en la práctica pedagógica del docente, desde su punto de vista
son: respeto, responsabilidad, disciplina y cooperación; los estudiantes afirman: respeto a
sí mismo y a los demás, responsabilidad y confianza; los padres de familia dicen: respetar
a las demás personas y a ellos mismos, tener tolerancia, disciplina, honestidad, aprendizaje
y buen comportamiento.

Las actividades que realiza el docente para fomentar valores son dar clases de valores,
platicar con los estudiantes, buscar la integración de ellos como grupo y aprovechar las
situaciones cotidianas para valorar la actuación correcta en cada caso; los estudiantes dicen
que el maestro platica con ellos, los aconseja, les dice que respeten a las personas, les lee
párrafos y les pide que se aprendan algunos valores; los padres de familia creen que el
maestro platica con sus estudiantes, les dice que respeten a las personas y que se porten
bien, que sean limpios y que cumplan con las tareas.

Las actividades que realiza el docente y/o los padres de familia para fomentar el respeto
son, desde la versión del mismo docente: promover la igualdad entre todos los estudiantes
respetando a los compañeros de clase y diciéndoles que todos tenemos derecho a ser
respetados; los estudiantes afirman que su maestro les dice que respeten a sus mayores y

104
que todas las personas deben ser respetadas por igual; los padres de familia afirman que
les piden a sus hijos que respeten a las personas mayores, que no sean groseros, que saluden
y contesten de buen modo.

En relación con las actividades que realizan el docente y/o los padres de familia para
fomentar la responsabilidad son, desde la perspectiva del docente: hacer entender a los
estudiantes que todos tenemos derechos y obligaciones, enfatizan el cumplimiento de tareas
y otorgan puntos extra para motivar a los más cumplidos; los estudiantes afirman que su
maestro les dice que cuiden sus pertenencias, que cumplan con sus tareas, y que a veces, los
castiga dejándolos sin recreo cuando no cumplen; los padres de familia afirman que les
piden a sus hijos que sean ordenados con sus cosas y las recojan cuando las tiran, les exigen
el cumplimiento de tareas y les dan consejos al platicar con ellos.

Los aspectos que se toman en cuenta para saber si hay o no presencia de valores en los
estudiantes, desde la percepción de los docentes son: las actitudes y comportamientos que
muestran con sus compañeros de clase; los estudiantes señalan que su maestro se fija en
las actitudes que muestran con sus compañeros, en el cumplimiento de las tareas, y sobre
todo la atención y el comportamiento que muestran durante las clases; los padres de
familia, para saber si sus hijos aprenden valores, se fijan en su comportamiento al ser
respetuosos con las personas, al no ser groseros y ser honestos al devolver el dinero
sobrante cuando los mandan a la tienda.

Desde la versión de los docentes, con respecto a los valores que deben adquirirse en 6º
grado de educación primaria, priorizan el respeto y la responsabilidad, en menor
frecuencia la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia y la honestidad;
los estudiantes otorgan prioridad al respeto a los mayores y a la responsabilidad en sus
deberes, la amabilidad con los demás y la tolerancia; los padres de familia también
enfatizan el respeto a las demás personas, la responsabilidad, la disciplina, el aprendizaje de
la lectura y la escritura y la honestidad.

Las formas adecuadas para fomentar valores, dicen los docentes que son practicándolos en
el aula mediante el trabajo en equipos y en la resolución de conflictos; los estudiantes
afirman que platicando con ellos, haciendo reflexiones acerca del comportamiento
inadecuado y el adecuado y, mediante la lectura y el estudio de libros de valores; los padres
de familia dicen que mediante el buen ejemplo, platicando con ellos acerca de lo que está
bien y está mal hecho, y dándose a respetar con ellos.

Los docentes argumentan las formas adecuadas para fomentar valores diciendo que al
practicar los valores se adquieren hábitos y que mediante el trabajo en grupo se originan
situaciones propicias para fomentar los valores humanos; los estudiantes dicen que cuando
les explican con claridad las cosas que están bien y las que están mal ellos las aprenden y
las evitan, además cuando les platican con un lenguaje claro ellos entienden que son los
valores; los padres de familia dicen que siendo respetuosos a ellos también los respetarán,
sirviendo de buenos ejemplos y que mediante castigos y golpes no se logra nada bueno.

La actividades que realiza el docente y/o el padre de familia para fortalecer la disciplina
en los estudiantes son, desde la expresión del docente, planificando las actividades de la

105
clase y fomentando el cumplimiento del reglamento escolar, además, haciendo conciencia
acerca de los derechos y las obligaciones; los estudiantes enfatizan en que sus maestros los
amenazan y/o castigan dejándolos sin recreo, bajándoles puntos en los exámenes,
regañándolos o expulsándolos por tres días cuando no actúan con la disciplina que su
maestro les pide; los padres de familia dicen que platican con ellos dándoles consejos para
que cumplan con sus deberes, en otras ocasiones les piden que sean ordenados con sus
cosas y cuando no hacen caso los castigan prohibiéndoles la televisión y portándose rígidos
con ellos.

El apoyo que otorgan los padres de familia en el fortalecimiento de valores en sus hijos,
desde la mirada del docente es poco el apoyo, argumentan que los padres de familia
trabajan, cuando más apoyan lo hacen platicando con sus hijos y aconsejándolos; los
estudiantes dicen que sus papás platican con ellos, los aconsejan y les piden que sean
respetuosos con las personas mayores, además de que les ponen a leer libros y si no las
estudian los castigan, por su parte, los padres de familia dicen que los docentes no les
piden apoyo para fomentar valores en sus hijos, sólo para ayudarlos en el cumplimiento de
las tareas escolares, para ello, afirman que platican con sus hijos, les inculcan el respeto, el
estudio, el buen comportamiento y el ser atentos con las demás personas.

Con respecto a la elaboración del reglamento escolar, los docentes afirman que los
estudiantes participaron activamente para elaborar el reglamento; los estudiantes de la
escuela A niegan haber participado en la elaboración del reglamento escolar argumentando
que lo elaboraron los niños de la tarde, el docente lo retomó para que todos lo obedecieran,
en el caso de la escuela B, los estudiantes señalan que no tiene reglamento en el grupo; los
padres de familia expresan opiniones diferentes, en la escuela A afirman que sí hay
reglamento, una mayoría de padres de familia dicen que sí hay reglamente en el grupo, otra
parte dicen que no se cumple al 100%, y otra parte más dicen que hay reglas a cumplir en la
escuela y en los grupos, que al inicio del ciclo escolar les dieron a firmar una hoja con el
reglamento, que lo elaboraron entre padres, maestros y alumnos, en la escuela B por
mayoría dicen que no hay reglamento aunque sí conocen alguna reglas básicas a cumplir en
la institución.

Las reglas principales que incluye el reglamento escolar, según los docentes son: traer el
uniforme, la puntualidad, conservar limpia y en buen estado la escuela, respetar a los
compañeros, ser disciplinado y cumplir con las tareas escolares; los estudiantes dicen que
las reglas son no pelear, no platicar en clase, no brincarse la barda escapándose de la
escuela, traer el uniforme, no comprar fuera de la escuela ni tirar basura; los padres de
familia aceptan que hay reglas en la escuela, por ejemplo, traer el uniforme, respetar a las
maestras, no decir groserías, no tirar basura, no llevar juguetes ni navajas a la escuela, ser
aseados y cumplidos con los trabajos.

El propósito de los homenajes escolares, a decir de los docentes consiste en inculcar


valores y amor a la patria; los estudiantes dicen que los homenajes se hacen para respetar a
la bandera y a los símbolos patrios, y festejar las fechas conmemorativas; los padres de
familia dicen que los homenajes sirven para rendir honores y respeto a la bandera nacional.

106
Con relación a las conductas más castigadas en la escuela, los maestros dicen que son la
indisciplina y las que están en contra del reglamento escolar; los estudiantes expresan que
pelear, decir groserías, escaparse de la escuela y faltar el respeto a los maestros; los padres
de familia dicen que más se castiga pelear, ser groseros, salirse del salón y portarse con
indisciplina.

En referencia a las formas de castigo presentes en la escuela, los docentes expresan que a
los estudiantes que infrinjan el reglamento se les orienta, se les hace un reporte y se
involucra al padre de familia para que apoye en mejorar la conducta de su hijo; los
estudiantes señalan que cuando se portan mal los dejan sin recreo, los ponen parados en la
pared, los corren de la escuela, los ponen a juntar basura en la escuela, los regañan, no los
dejan salir a educación física y los mandan a la dirección; los padres de familia dicen que
cuando sus hijos se portan mal en la escuela los mandan llamar para platicar con ellos o
para castigarlos, éstos dicen que no les dan domingo, ni los dejan salir a jugar.

Otros comentarios que hacen los estudiantes inciden en solicitar mesabancos, biblioteca,
computadora, más árboles en la escuela y que los maestros no sean tan enojones; los
padres de familia piden que el director de la escuela A sea más estricto con los estudiantes
y los docentes en cuanto al cumplimiento del reglamento escolar, los padres de familia de
la escuela B solicitan mayor vigilancia, que los maestros pongan mano dura con los
estudiantes, necesitan maestros de apoyo y que el director y los docentes aclaren las
entradas y salidas de dinero en la escuela. Por su parte, los docentes entrevistados se
reservaron sus comentarios al ser entrevistados.

Reflexiones finales

Se observa en la triangulación de respuestas dadas por los participantes algunas diferencias


en términos contradictorios, por ejemplo, mientras que los docentes dicen que para
fortalecer la disciplina en el aula planifican las actividades de la clase y fomentan el
cumplimiento del reglamento escolar, los estudiantes enfatizan que sus maestros los
disciplinan con amenazas y/o castigos dejándolos sin recreo, bajándoles puntos en los
exámenes, regañándolos o expulsándolos por tres días cuando no actúan con la disciplina
que su maestro les pide.

Con relación al reglamento escolar, los docentes afirman que los estudiantes participaron
activamente para elaborar el reglamento; los estudiantes de la escuela A, por su parte,
niegan haber participado en proponer el reglamento escolar argumentando que lo
elaboraron los niños de la tarde y el docente lo retomó para que todos lo obedecieran, en el
caso de la escuela B, los estudiantes señalan que no tienen reglamento en el grupo. Otra
contradicción se observa en las formas de castigo presentes en la escuela, mientras los
docentes expresan que a los estudiantes que infrinjan el reglamento se les orienta, se les
hace un reporte y se involucra al padre de familia para que apoye en mejorar la conducta de
su hijo, los estudiantes señalan que cuando se portan mal en la escuela, sus maestros los
dejan sin recreo, los ponen parados en la pared, los corren de la escuela, les mandan a juntar
basura en el patio del plantel, los regañan, no los dejan salir a educación física y los envían
a la dirección.

107
Los docentes dicen que para fomentar valores al dar clases lo hacen platicando con los
estudiantes, buscando la integración de ellos como grupo y aprovechando las situaciones
cotidianas para valorar la actuación correcta en cada caso; incluso, los mismos estudiantes
aceptan que sus maestros platican con ellos, los aconsejan, les dicen que respeten a las
personas, les leen párrafos y les piden que se aprendan algunos valores. Sin embargo,
durante las observaciones etnográficas realizadas en clase se detectaron con mayor
frecuencia gritos, llamados de atención, ciertas burlas e ironías, y más que trabajos
cooperativos, exaltación de esfuerzos individuales con los caballitos de batalla. También se
reconoce que en otras observaciones de clase se detectaron espacios de reflexión acerca del
comportamiento de algunos estudiantes, aquí, ciertamente los docentes platicaron con el
grupo en términos de aconsejarlos y sugerirles mejores formas de conducta. Hasta aquí es
fácil observar diferencias importantes entre el discurso y la acción de los docentes en
términos del fortalecimiento de valores en los estudiantes.

Heurísticamente en el ámbito de la formación, inculcación, transmisión y actuación valoral,


resulta interesante continuar haciendo triangulaciones entre el discurso de diferentes actores
educativos y la acción de los mismos, esto al observar sus desempeños cotidianos en
diversos contextos, indudablemente que en muchos casos es posible encontrarnos con la
deseabilidad social en las expresiones de ciertos participantes, es decir, con la tendencia a
responder dando una imagen demasiado favorable de sí mismos o de una necesidad
pensada y sentida de aprobación social.

108
EDUCAR EN VALORES: UNA GRATA EXPERIENCIA

Jesús Lamberto Martínez Aldana


La educación en valores es imprescindible en toda la sociedad y en todos los niveles
educativos, ya que es el eje principal para el saber ser y para estar inserto en la comunidad.
Los valores los adquiere la persona desde los primeros años de vida en la familia y después
se confirman en la escuela. Desde la edad temprana se tienen que ir asimilando los
lineamientos morales trazados en la sociedad.

El proceso de formación valoral de la persona no se limita a ninguna de las etapas de la


vida, ni tampoco en las etapas del nivel superior de la educación, la persona siempre está
en este proceso. Los valores son principios con alto grado de relatividad y jerarquización,
que se fundamentan en convicciones profundas y en creencias que involucran nuestros
sentimientos y emociones, son resultado del pensamiento más elevado de la humanidad a
través de la historia; son determinantes en la formación del individuo,

Para quien llega a la etapa profesional, puede significar la última posibilidad formal para
reflexionar y afianzar los principios éticos en el desempeño de sus tareas como
profesionistas y ciudadanos, porque los valores son la expresión más excelsa del
humanismo. En la Constitución Política de nuestro país, están declarados en las garantías
individuales.

Para el caso de los que ejercemos la docencia, los valores son imprescindibles en la
formación de los educandos, sin ellos sería imposible desarrollar la vida académica. Para
que los asimilen los estudiantes en su formación, se requiere de la aplicación de diferentes
estrategias y actividades para introyectarlos a los sujetos en formación, para que se les
permita abordar circunstancias difíciles de la vida comunitaria. Por esto es que me permito
comentar una serie de actividades que se llevaron a cabo con los estudiantes, para
involucrarlos en su enseñanza y que no quedaran nada más en lo teórico, como ocurre en la
mayoría de los casos, que nada más se invocan de mero dicho, o se decretan de manera
simbólica, colgando en las paredes el nombre de los valores para cada día de la semana, o
se escriben en los pizarrones o diapositivas con la tecnología. A continuación, enumero una
serie de actividades que se realizaron con los estudiantes de la Licenciatura en Educación
Primaria de la Escuela Normal de Sinaloa, para que vivenciaran los valores y con ello
superar la forma tradicional de enseñarlos.

1. Primero, para poner en práctica el ejercicio de la democracia, se les consultó si


estaban de acuerdo en hacer la actividad, a lo que todos estuvieron de acuerdo.

109
2. Posteriormente, se les aplicaron los instrumentos para saber cuáles eran los valores
más importantes para los estudiantes.
3. Se recogieron los resultados, se contaron y resultó que el respeto, la
responsabilidad y la tolerancia son los más importantes para ejercer la docencia,
aunque la democracia resultó ser de las de menor importancia.
4. Se les solicitó que fueran congruentes con su significado, porque el asunto de los
valores, no es decirlos, sino vivirlos.
5. Posteriormente, se hizo la toma de lista, se les pidió que permanecieran callados y
atentos durante el desarrollo de la clase, ya que, por ser una modalidad escolarizada,
su asistencia es obligatoria y se tiene que registrar en las listas.
6. Después se les explicó que con este gesto de poner atención a las sugerencias
hechas, se estaban viviendo los valores que ellos habían contestado en el
instrumento; porque el respeto se manifestaba con no hacer ruido para que se
escuchara la toma de lista, a la vez se daba la responsabilidad porque habían tomado
la decisión consciente de aceptar las consecuencias que se impusieran en el aula, y,
por último, la tolerancia que se lograba con la capacidad de saber escuchar y aceptar
lo pactado; todo esto era con el único fin de lograr el mejor aprovechamiento de los
propósitos del curso. Esta actividad fue exitosa.

Con esta acción se dejaron ver como se viven los valores, haciendo hincapié del significado
que tienen para su formación, así como otros para el desarrollo de cualquier actividad.
Después se les pidió que plantearan alguna otra situación que tuviera que ver con el proceso
de su formación, ya fuera en el aula o en su vida cotidiana; la mayoría planteó el problema
de la limpieza del aula, porque en repetidas veces se encontraba sucia en la mañana y no
había quien hiciera el aseo, ya fuera porque faltaba algún intendente o se desatendía de su
responsabilidad; esto se daba debido a que, en la tarde anterior, los estudiantes de la
Licenciatura de Preescolar y Secundaria del turno vespertino, hacían fiestas para festejar el
aniversario de alguien; se planteó la discusión y se propusieron algunas acciones, para
conservar las aulas limpias y superar este problema. Se organizaron para que dos personas
por semana, vigilaran que diario estuviera el aula limpia y así cumplir con el acuerdo del
grupo que era muy elemental:
 no tirar basura en el piso, y
 colocarla dentro del cesto.

Se les explicó que esta actividad era muy importante, porque cumplía con algunos
contenidos establecidos en las asignaturas de ciencias naturales, en lo referente al tema de
la contaminación y, también, con los valores como el respeto, la responsabilidad, la
tolerancia y la democracia, que habían sido consideradas en el instrumento aplicado, y
tenían que ver con la formación ética y cívica. A esta actividad se denominó “conserva
limpia tu aula” y se aplicó durante un semestre a dos grupos de primer grado que atendía.

Durante ese período cada semana los responsables de cada grupo, que eran dos, informaban
de la situación de la limpieza y fue muy halagadora la actividad, porque durante las
semanas del referido período, la constante fue la limpieza porque el grupo ayudó mucho al
acatar los acuerdos tomados por ellos; aunque, algunas veces, los responsables tuvieron que
llamar la atención a algunos compañeros por sus actitudes, el grupo de manera democrática

110
acordó imponer multas a quienes no cumplieran con los acuerdos establecidos, y llegaron a
multar con $ 5.00 a los que violaron los acuerdos, tenían que acatarlos, porque era el
consenso de todos. Así que cuando amanecía el aula sucia, entre todos la limpiaban y no se
atenían a que hubiera o no intendente.

Para darle más sustento al tema de la educación en valores, se hizo otra actividad que fue el
acopio de ropa nueva y usada, juguetes, víveres y material escolar, como un gesto de apoyo
para los niños y las familias de los contextos más desprotegidos y con mayores problemas
económicos de las escuelas primarias. La respuesta fue sorprendente, ya que los estudiantes
con gran entusiasmo apoyaron esta acción, hubo gran acopio de todo lo que se propuso, que
hasta ni cabía en el espacio para embodegar que asignó la escuela. Mientras nos
organizábamos con los representantes del grupo y maestros para llevarlos en un camión a
los lugares más vulnerables que ocupaban de este apoyo, con este gesto se ponía en práctica
el valor de la solidaridad, que aunque no apareció en los resultados del diagnostico, es un
valor preceptuado en el Art. 3° constitucional como solidaridad internacional, aunque esta
solidaridad fue institucional.

Ambas actividades se desarrollaron en el período de un semestre, y fueron muy plausibles


por sus excelentes resultados, fue una gran experiencia y una de las mejores que he vivido
como docente, ya que pocas veces enseñamos el tema de los valores a como se requiere, de
manera involucrada para que se garantice el resultado real del proceso de enseñanza
aprendizaje, ya que para apropiarnos de los valores, tenemos que practicarlos
constantemente hasta convertirlos en hábito para después desarrollar esa actitud. Lo
importante fue que se dio inicio a lo que comúnmente no se hace.

Con base en esta experiencia, estamos conscientes de que este tema requiere de actividades
continuas y sistemáticas, porque existen muchos problemas que se viven diariamente en el
aula como son: ausencia de disciplina, colaboración, orden, atención, amabilidad hacia las
personas, respeto, diálogo, desconfianza, gratitud, convivencia; y otras muy marcadas como
la intolerancia, la indiferencia, el individualismo, la falta de solidaridad, la irreflexión, entre
otras. Con las actividades realizadas, se hizo conciencia en los alumnos de la importancia
que tienen los valores en la educación, porque si nos involucramos con ellos, los
practicamos y los vivimos continuamente, serviremos mejor a la humanidad. Las
actividades desarrolladas dan fe y manifiestan la presencia de la enseñanza en los valores.

La temática sobre la educación en valores, en las instituciones formadoras de docentes no


es muy socorrida, por ejemplo, en los documentos recepcionales de la Licenciatura de
Educación Primaria de la ENS, de tres generaciones que egresaron en los ciclos 2003, 2004
y 2005; respecto al tema de los valores, se encontró que de 346 documentos recepcionales
de las tres generaciones, solamente 19 se referían a los valores, y 11 en lo específico hacían
alusión al respeto, esto equivale al 5.5% del total. Esto revela que el tema de los valores, es
de los que menos se trabaja, aunque las asignaturas de formación cívica y ética en las
Escuelas Normales y primarias, son prometedoras para los futuros ciudadanos, lo que
obliga a que el maestro amplíe la cultura escolar más allá del espacio áulico e impulsar la
formación de los estudiantes con una conciencia ciudadana, haciendo análisis de
situaciones críticas donde los estudiantes tengan que reflexionar.

111
La actuación del profesor es muy importante para crear las condiciones que promuevan el
desarrollo moral, hay que admitir su relevancia pero no hay que olvidar que cada persona
tiene sus propios modos de pensar, según su etapa y las circunstancias en que se encuentre,
por lo que cada quien los ha de aprender por sí misma. Para ello se hace necesario que el
profesor le ayude haciendo preguntas, por ejemplo: ¿Qué crees que debe hacerse en
relación con la limpieza? Para justificar racionalmente su elección, los estudiantes tendrán
que destacar las razones que hay detrás de sus opiniones, ¿Por qué piensas que deben
mantenerse limpias tus aulas? Es importante que las preguntas se resuelvan primero de
manera individual y después hacer la discusión grupal, debe generar más interrogantes para
motivar el debate y para mantenerlo, tiene que animar a los alumnos a que interaccionen,
por ejemplo, preguntando ¿Estás de acuerdo con lo que dice tu compañero o tu compañera?
Ya que es frecuente que los estudiantes ante estas situaciones permanezcan callados ya sea
por timidez, indecisión o indiferencia, el profesor debe evitar que participen sólo unos
cuantos, debe motivar a que participen cuando menos la mayoría, claro que debe actuar con
buen tacto para saber si debe insistir o no en determinados momentos y con determinados
alumnos, debe estar atento en que no decaiga la motivación para discutir y evitar que haya
desviaciones en el tema, además de no contaminar con sus intervenciones y decanten el
ambiente. De tal manera que con esta estrategia de respeto y moderación, se permite que
los alumnos se familiaricen con este método, lo valioso de esta actividad es dejar que los
alumnos lleguen solos a conclusiones porque participan entre iguales. El profesor debe
someterse a la crítica de los alumnos, su opción serán las razones que lo justifiquen y esto
dará libertad de pensar y opinar con libertad con respecto al tema en cuestión, dice
(Cantillo, J. 1995: 38) que “nunca podremos olvidar que educar para la libertad no es
educar en el relativismo del todo vale, sino enseñar a distinguir entre lo valioso y lo
deseable”.

La educación en valores, exige respetar la diversidad de las características de los alumnos


de manera efectiva y lograr que desarrollen al máximo sus capacidades; se hace necesario
que los profesores diversifiquen los métodos de trabajo para adecuar la práctica educativa.

Cabe mencionar que el profesor, al educar en valores, requiere de alta capacidad para
introyectarlos y resignificarlos en el estudiante, para que lleve una secuencia lógica de los
objetivos o propósitos de las distintas asignaturas, también requiere que se establezca un
clima de confianza y relación que favorezca la autoestima, el respeto, la disciplina y la
creatividad para que el educando sienta placer por el autoestudio, mejore la comunicación
con sus compañeros y, a la vez, sienta compromiso por las reglas acordadas en el grupo,
para favorecer la disciplina y el ambiente de trabajo.

La educación en valores hace que el individuo se comporte como persona, que sepa
jerarquizar las cosas, dándole preponderancia al valor que sea más importante; por esta
razón, los valores son relativos, así, de esta manera, se promueven el respeto de sí mismo y
de la colectividad, de la libertad, de la justicia y de la democracia, entre otros.

Los auténticos valores que se ejercen con libertad, ayudan a aceptar y estimar tal como
somos; es fundamental que la escuela se interese y se ocupe de la educación moral de los
estudiantes, debido al distanciamiento que cada día aumenta entre padres e hijos, por
razones de trabajo o problemas sociales. El estudio de los valores en la escuela corresponde

112
al campo de la identidad ética, y los docentes de todos los niveles debemos destacarlos
tanto en lo social como en lo personal, debido a que es una condición social y de justicia
para la persona que se vincula y trasciende en la sociedad.

Desde hace algún tiempo se ha estado abordando el problema de los valores con mayor o
menor éxito, dependiendo fundamentalmente del maestro, la familia y la escuela, según sea
la situación. Con la educación en valores, el estudiante logrará mejorar sus aprendizajes e
incrementará sus conocimientos, que se traducirán en mejores divisas que lo llevarán a
escalar a mayor nivel y encumbrarlo en los triunfos de la vida.
Se hace importante conocer las circunstancias en que viven los sujetos en la sociedad, para
conocer sus distintas problemáticas personales, emocionales, políticas, económicas,
democráticas o liberales, entre otras; ya que durante los últimos tres siglos, la ciencia ha
impuesto a las personas de la sociedad moderna capitalista cierta visión de la realidad; en
su intento por superar el pensamiento dogmático al negar la superstición y sofistería,
también le ha negado al individuo su espiritualidad, llegando al grado de que hoy es un
instrumento, un robot-hombre- a quien se le induce o enajena para que responda de tal o
cual manera. La pedagogía del siglo XX no fue suficientemente moral para consigo
mismo, para formar un hombre que viera por él y su entorno, que le tuviera amor a su vida,
al prójimo y a la naturaleza; sino fue todo lo contrario, lo proyectó a un proceso de
autodestrucción realizando una gran depredación generalizada de los recursos naturales,
-plantas y animales- que ha extinguido del planeta en gran proporción, por su ignorancia y
por su irresponsabilidad.
La educación actual se ha desviado del sentido del ser y de la vida, y se ha orientado a otros
modelos o tradiciones distintas que tienen más que ver con el fortalecimiento del sistema
económico, político y social que ha puesto a las clases sociales a un nivel tan polar, que se
dejan ver las contradicciones más antagónicas del sistema en todo el entorno global;
causando gran desequilibrio emocional a todas las personas. El comportamiento de las
nuevas generaciones es diferente a las anteriores, ya que necesitan tener un mayor dominio
de habilidades, capacidades, competencias, conocimientos y actitudes; para poder competir
con los requerimientos que exige la planta productiva de la sociedad actual, y si no se les
relega; quienes no soportan esta situación, pueden incurrir en conductas funestas que
alteren el orden social como el suicidio o el homicidio.

Los padres de familia de antes no estaban sujetos a las exigencias de la modernidad,


convivían más con sus hijos, ahora existe la posibilidad de que trabajen los dos, de tal
manera que la familia que antes vivía en la zona rural, que producía para el autoconsumo,
ahora vive en la zona urbana y tienen que viajar largas distancias para llegar a los centros
de trabajo, esto los mantiene por más tiempo fuera de casa, por lo que el ambiente social se
ha complicado mucho. La escuela, de manera emergente, asume esa función de potestad
que los padres de hoy, por vivir en grandes urbes, no pueden cumplir.

La educación es un medio que tiene el poder de reducir la pobreza y la desgracia, prevenir


la delincuencia juvenil y promover el bienestar del individuo, el uso inteligente del
sufragio, mejorar la riqueza y la estabilidad del estado; por eso se considera un antídoto
contra los males de la mente humana y es una aliada para el logro de todas las causas justas;

113
además, es un espacio para promover los valores nacionales, la identidad cultural, la justicia
y una conciencia igualitaria y participativa; aunque esto último, se ha dejado un poco de
lado, al no impulsar una cultura democrática abierta a todas las corrientes del pensamiento,
porque la modernidad impulsa más al individuo a través de la mercadotecnia, al consumo
de lo material que la inculcación de lo espiritual. Por la función tan noble que cumple la
escuela moderna, es inadmisible que se dé la imposición de cualquier opinión, por más
racional que sea, porque la conduciría a su desvirtualización e ineficacia, además de la
manipulación que se ejerce sobre las personas.

La educación se considera niveladora de las diferencias sociales, por lo que el estado y


otras instituciones deben atender e impulsar las demandas sociales que beneficien a la
mayoría de la sociedad, dotando a las instituciones de la tecnología adecuada para difundir,
promover y preservar los valores de nuestra cultura, y aspirar a que la educación llegue
hasta los últimos rincones, convirtiéndose en un medio de superación. En México, la
educación básica se ha convertido tanto en un derecho, como una obligación

Todos los implicados en la educación, maestros y padres de familia, debemos participar en


forma efectiva y coherente, porque tenemos el compromiso de educar, y ese hecho reclama
el ineludible conocimiento mutuo de padres y maestros. Es necesario plantear determinados
objetivos, aunque sean mínimos, sobre ideales educativos y valores; sólo así
conseguiremos, además de enseñar y educar, a guiar a la construcción de una personalidad
humana sólida, dice (Gómez, María Teresa. 2006: 21) que “es imposible educar sin
principios educativos y sin valores. Es impensable la existencia de la educación si no se
basa en principios, si no se respetan los valores que den sentido a las ideas del hombre, del
mundo, de la vida y del sentido de la historia”. Sin embargo, la ignorancia, la pobreza, la
falta de oportunidades y la corrupción, no han hecho posible concretar el esfuerzo realizado
durante varias décadas por mejorar la educación.

Lograr este reto no es nada fácil, presenta ciertas dificultades para alcanzar sus propósitos,
hay cierta resistencia para enfrentar y vencer las prácticas culturales enraizadas en nuestra
cotidianidad. Para modificar y cambiar dichas prácticas, se tiene que enfrentar a
instituciones, personas, valores y normas. Si queremos que la humanidad avance con
audacia para elevarla a un nivel distinto del que le ha impuesto el imperio, tiene que
impulsar profundamente la educación en valores.

BIBLIOGRAFÍA
Cantillo Carmona, José y otros. (1995). Los dilemas morales: un método para la
educación en valores. Valencia: Editorial Nau Ilibres.

Gómez, María Teresa (2006). La educación en valores. España: Grao


Constitución de los Estados Unidos Mexicanos

114
DESPERTANDO LOS VALORES EN LOS ESTUDIANTES

José Antonio Chávez Espinoza


En la actualidad, en una era donde se percibe una pérdida de valores al interior de las
sociedades de manera considerable en comparación a décadas anteriores, sumado a la
tecnificada forma de proceder de las generaciones actuales producto del acelerado
desarrollo tecnológico, es preciso que las instituciones, principalmente educativas, retomen
el camino y se conduzcan en buscar estrategias que permitan dignificar las relaciones
sociales, en todos los sentidos, siendo un camino viable para ello el fomento de los valores
universales. Pudiera parecer infinitamente pequeño para un profesor dedicar unos minutos a
reflexionar en clase con sus estudiantes sobre este tema, pero ése puede ser el punto de
partida para, poco a poco, sembrar en ellos una pequeña noción de la importancia de vivir
compartiendo con nuestros semejantes la sonrisa pérdida.
De manera reciente, algunos organismos a nivel internacional se han ocupado por orientar a
las instituciones, principalmente educativas, sobre los aspectos importantes que se deben
contemplar para sumar hacia el desarrollo, la armonía y una buena convivencia entre las
comunidades. Tal es el caso del Proyecto Tuning (2014), impulsado y coordinado por
académicos de diversas regiones de Europa, pero focalizado en la construcción de un
Espacio de Educación Superior en América Latina a través de la convergencia curricular.
Dentro de los objetivos de este proyecto están la reforma curricular hacia un enfoque por
competencias, desarrollar perfiles de egreso de profesionistas con bases en las nuevas
demandas y necesidades sociales aumentando las oportunidades de empleo, así como la
búsqueda de la innovación y mejoras metodológicas en los procesos de enseñanza
aprendizaje. Pero, para el tema que nos ocupa, el Proyecto Tuning desarrolla dos
perspectivas de competencias para trabajar de manera colaborativa: la primera, una lista de
competencias genéricas consensadas entre académicos, estudiantes y demás actores de la
educación; y, la segunda, el desarrollo de competencias específicas dirigidas a diversas
áreas, donde podemos encontrar a la educación y la promoción de la competencia número
15: Educación en valores, en formación ciudadana y democracia (Tuning, 2014).
¿Pero cómo aterrizar esto en los estudiantes? ¿Cómo despertar en ellos el amor al prójimo,
la convivencia en armonía y el fomento de los valores perdidos?
Les comparto una experiencia que, como asesor del grupo 402 de la Licenciatura en
Intervención Educativa (LIE), tuve la oportunidad de vivir a finales de mayo del 2013.
Durante ese semestre se me asignó el curso La Tecnología y las Necesidades Educativas
Específicas, un seminario tipo taller que, dentro de sus temas, contempla el desarrollo de
saberes y habilidades en los estudiantes en su experiencia directa con el entorno, “esto
implica el desarrollo de actividades prácticas dentro y fuera de la escuela como centros de

115
rehabilitación, hospitales, casas-habitación, empresas, calles, entre otros lugares.” (UPN,
2012; 3).
Al inicio del semestre, al darme cuenta de los temas y las actividades propuestas a
desarrollar, propuse a los estudiantes del grupo 402 la posibilidad de asistir a un Centro de
Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT) con la idea de conocer la infraestructura con que
cuentan, instalaciones, ambiente y forma de operar. La idea propuesta fue unánime y
eufóricamente aceptada por parte de los estudiantes, quienes de inmediato empezaron a
hacer planes. Para ello planeamos el viaje a la ciudad de Guadalajara y asistir al CRIT
Occidente, con el cual se empezó a hacer comunicación para la posibilidad de que nos
atendieran. Teníamos suficiente tiempo, ya que apenas era el inicio del mes de febrero y
podíamos programar actividades para obtener fondos y estar listos para finales del mes de
mayo. El transcurso de los meses fue de trabajo, preparación, actividades por parte del
grupo, y contacto con el personal que nos atendería.
Por fin llegó el día jueves 30 de mayo del 2013. La cita para estar listos fue a las 6:00 a.m.
en el lugar donde nos recogería el autobús. Todavía no eran las seis de la mañana y ya
empezaban a llegar emocionados cada uno de los estudiantes; los padres y familiares de
ellos se acercaban para desear un buen y feliz viaje. Al estar todo listo, salimos con destino
a la ciudad de Guadalajara. El grupo 402 siempre se caracterizó por su fraternidad, amistad
y por la armonía, lo cual salió a relucir en las primeras horas de viaje. Todos compartían sus
alimentos, cantaban, reían y disfrutaban emocionados el viaje de estudios. 13 horas de viaje
bastaron para arribar a nuestro destino, llegar al hotel reservado y descansar para al día
siguiente asistir al CRIT Occidente.
El día viernes 31 de mayo, en punto de las 7:30 a.m., nos dispusimos a desayunar para estar
listos y salir hacia el centro de rehabilitación cuyas instalaciones estaban un poco retiradas
del lugar donde nos hospedamos. Alrededor de las 10:00 a.m., después de un viaje por
avenidas y calles de la ciudad, vimos a lo lejos el edificio que alberga tan noble labor.
Conforme nos acercamos la emoción crecía entre los estudiantes. Al llegar vimos lo
imponente de las instalaciones, modernas con grandes áreas verdes y construidas en una
colina que le daban realce y elegancia. Ingresamos a la recepción del lugar y de inmediato
fuimos atendidos por la persona que estaría a cargo de mostrarnos y orientarnos en nuestra
visita.
La sola experiencia de estar en un lugar de esa jerarquía ya era parte del aprendizaje,
despertando en los estudiantes valores como el amor, justicia y respeto hacia las decenas de
personas que se encontraban en el lugar. En la recepción del CRIT se nos explicaron las
reglas de la visita, las formas de proceder, los tiempos y cómo deberíamos comportarnos.
Como era un grupo numeroso, se nos dividió en dos partes para no interferir en alguna
actividad durante el recorrido y se apreciara de la mejor manera cada una de las
explicaciones que se nos darían. Llegó el momento y pudimos ingresar a las primeras áreas
acompañados de una persona, quién amablemente explicaba la función del departamento en
el que nos encontrábamos. Algo muy grato fue percibir la buena vibra y el ánimo de todas
las personas con las que nos encontrábamos, tanto pacientes, padres de familia y personal
de asistencia del CRIT. Fue una muestra de plena armonía y amor que permeó en cada uno
de nosotros, despertando esos valores que deben caracterizar en todo momento a nuestra

116
raza humana. Fue un recorrido lleno de emociones, de aprendizaje, de satisfacción y de
crecimiento profesional y personal, un momento inolvidable.
Terminado el recorrido se nos concentró en un pequeño auditorio donde se dio una plática
de orientación, de intercambio de experiencias, explicación de cómo operan y deben
conducirse quienes deseen ingresar como pacientes al CRIT. Se proyectó un video de un
caso muy especial de un pequeño que había tenido un problema al sufrir un accidente, la
historia conmovió a todos. Al final de la plática, el grupo se organizó para hacer una
donación que pudiera aportar un apoyo para alguien que lo necesitara, para algún equipo o
atención en alguna discapacidad, que tiempo después se nos comunicó que la beneficiada
de la donación hecha por los estudiantes fue una personita llamada Cindy, de la cercana
ciudad de Juan José Ríos, parte que corresponde al municipio de Ahome, Sinaloa.
Terminada la gratificante charla nos despedimos de nuestra guía y antes de salir de las
instalaciones del CRIT ingresamos a un área donde se puede adquirir algún recuerdo de
nuestra visita al lugar.
¿Por qué hago toda esta remembranza? La respuesta es sencilla: en cada uno de los
momentos que se vivieron al interior del CRIT, en el viaje hacia Guadalajara, en la estancia
en el hotel, y en cada momento se vivió un clima de hermandad entre el grupo, destacando
el despertar de valores que el momento y la experiencia vivida hicieron florecer. Considero
que para cada uno de los estudiantes es fundamental vivir estas experiencias, interactuar
con el entorno, con las realidades, y eso va formando y transformando conciencias, muestra
de ello son las reflexiones que, en el informe que se les pidió sobre el aprendizaje adquirido
en el viaje de estudios, los estudiantes me hicieron llegar mensajes como estos:
La experiencia vivida en la visita al CRIT Guadalajara en lo personal fue
maravillosa, sorprendida con las instalaciones, la coordinación del lugar. En el
recorrido conocimos todas las salas de terapia, así como sitios destinados para la
recreación y otras actividades que llevan a la mejoría de los menores que sufren
alguna discapacidad. Fue una experiencia inolvidable y hermosa, mirar a esos niños
con todo el entusiasmo y las ganas de seguir, son admirables y todo un ejemplo a
seguir.
AleydaLermaArenivaz.

El viaje de estudio fue de gran ayuda para todos, nos formó una idea y un modo de
vivir la realidad que existe fuera de nuestra ciudad, amplió nuestros horizontes para
trascender y ayudar a más personas, la necesidad hoy en día es comprendida por
pocas organizaciones, el apoyo debe ser mutuo para todos en común, no sólo en un
órgano tan grande como Teletón, también en todas esa pequeñas organizaciones que
ponen su propia iniciativa para dar apoyo ayudando a quien sea o a lo que sea, en
tanto de mi parte el hambre de apoyar y aportar una mejor manera de pensar sigue
presente y lo seguirá estando, trascender es la idea y ayudar la meta y este viaje es
un pilar más en mi formación.
Juan Ángel Espinoza Castro.

117
La experiencia que vivimos en el CRIT fue lo mejor, ya que nos dimos cuenta que hay
muchas personas discapacitadas y no se limitan para tener una vida “normal”. En lo
personal a mí me motivó para seguir adelante y no rendirme nunca.
Leonor Bañuelos Martínez.

En nuestras vidas conocíamos lo que era un CRIT, un lugar donde ayudaban a niños
con diferentes discapacidades, algunos mirábamos los programas en la televisión,
así año tras año sin causar algo extraordinario en nosotros. Nuestro profesor
organizó un viaje a la ciudad de Guadalajara con la intención de observar la
infraestructura y alta tecnología que en ese lugar utilizan. Como alumnos nos
emocionamos en ir a conocer ese lugar.
Ariana Martínez Sánchez, Yuliana Gil Pérez, Román Aguilar Zamora y Jassely Arzate
Quintero.

Como interventores educativos, creemos sumamente importante el apoyo de cada


persona en este país, para la inclusión y la mejora de estos niños con discapacidad,
consideramos que cada pequeño o adolescente merece tener una buena calidad de
vida. De igual manera fomentar a las personas para que ayuden y aporten cada año,
mucho o poco es de ayuda.
Jael Barroso Murillo, Betsy Ramírez Armenta y Alejandra Ávila Ramírez.

A mí, en lo personal, me dejó mucha enseñanza y reflexión de como a veces nos


quejamos por cosas tan pequeñas o decimos que no podemos hacer las cosas,
actuamos con flojera o coraje y personas que muchas veces no tienen nada o,
simplemente, les falta una parte del cuerpo no los detiene nada. También estos viajes
fomentan el convivio en compañerismo en el grupo, pues se sintió más unido pues el
motivo del viaje avivó el sentimiento de cambio y apoyo entre nosotros.
Lizeth Ortíz Borboa

El Teletón es una fundación con bastantes valores y logré valorar lo que tengo ya
que hay muchos niños que, aparte de su discapacidad, tienen pobreza extrema y aún
así sus familias hacen todo el esfuerzo para llevarlos a sus terapias y darles la ayuda
necesaria. La experiencia que viví en la ciudad de Guadalajara en el CRIT fue algo
con mucho aprendizaje, ya que nos explicaron a detalle en lo que consta el Teletón y,
a pesar de que fue poco el tiempo, creo que a todos nos sirvió de igual manera ya
que nos concientizaron de como las niños con discapacidad tienen la misma
oportunidad de integrarse tanto a su familia, escuela y laboralmente.
Paloma López Estrada

Teletón es un proyecto de unidad nacional, el cual a través de los valores como amor,
generosidad y solidaridad ha logrado convocar a todo México con el firme propósito
de fomentar una mejor calidad de vida para los niños y jóvenes con discapacidad.
Teletón representa la oportunidad de renovar la confianza en las personas y en las
instituciones, simboliza la unión y el compromiso de diferentes sectores de la
sociedad en torno a esta causa social.
Wendy Vargas Gaxiola y Lisbia Parra Castro

118
Respecto a la labor, muchos de ellos lo hacen sólo por ayudar al prójimo sin recibir
nada a cambio, sólo la sonrisa de un niño o un gracias que es el regalo más bonito y
la recompensa más grande que te pueden dar. Esas niñas que nos presentaron para
finalizar, a mí me dejaron una gran lección, que a pesar de la discapacidad que se
tiene físicamente no es ningún impedimento realizar las cosas que te propones en la
vida, sino todo lo contrario eso no importa porque a pesar de como estés, ellas salen
adelante y nos demostraron que todo se puede a pesar de adversidades y de los
obstáculos que te presenta la vida. Fue una experiencia muy importante para nuestra
formación profesional y algo muy bien que te hará crecer como persona y sobre todo
algo que jamás vas a olvidar.
Yennifer Gallegos Romo

Al final de todo, nuestra guía nos dejó tarea: divulgar lo que más nos gustó;
descubrir la necesidad y ayudar; un compromiso de decisiones en lo personal; un
aplauso a todos y tener siempre presente que sí se puede, no decir no quiero, decir
siempre voy a lograrlo.
Magda Hernández Valdez y Gladys Verduzco López
Todo esto nos deja una gran enseñanza y nos hace ser mejor personas, unas
personas más sensibles y aprendemos a aceptar a toda persona sin importar la
enfermedad que la persona presente, nos damos cuenta de que todos somos iguales y
que, con un poco de ayuda y esfuerzo, podemos cambiar la vida de algún niño que
tiene tanto tiempo deseando mejorar su vida.
Jessica Borboa Castro
¡La mayor experiencia de nuestra carrera hasta el momento!
Sindy Magaña, Norma Rodríguez, Karime Cantú, Lluvia Bedolla, Kenia Fuentes,
Laura López, Edwin Márquez, Iris Parra, Sonia Díaz, Javel Torres, Paola Urías, Lidia
Douriet, Verónica Velarde.
Referencias
Gobierno del Estado de Sinaloa, Secretaría de Educación Pública y Cultura, Sistema DIF
Sinaloa. (2012). Programa En Sinaloa se viven los valores. Pp. 1-77. Recuperado
a partir de http://cieva.sepyc.gob.mx/2014/media/Libro_SIVIVA.pdf
Tuning. (2014). Innovación Educativa y Social. Tuning América Latina 2011-2013.
Recuperado a partir de http://www.tuningal.org/

UPN. (2012). Programa Indicativo LIE. La Tecnología y las Necesidades Educativas


Específicas. Pp. 1-5.

119
DESARROLLO PERSONAL Y CONVIVENCIA

Sara Eduviges Alcaraz Barreras


Respaldado en los planteamientos del Artículo Tercero Constitucional, la Ley General de
Educación y el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, el Objetivo Uno del Plan Sectorial
de Educación, plantea asegurar la calidad de los aprendizajes en la educación básica y la
formación integral de todos los grupos de la población.

La descripción de dicho objetivo señala que, más allá de su tarea en la preparación


académica de sus alumnos, los profesores son ejemplo y guía para la formación en valores
y en derechos humanos, por tanto, les corresponde hacer efectivos los planteamientos
curriculares que, respecto de la temática, establece el plan y los programas de estudio
vigentes.

En ese sentido, le corresponde al profesor contribuir en la formación de sus alumnos para


que se desarrollen como personas y como seres sociales.

Los aspectos a trabajar en la educación básica se puntualizan en el campo de formación


“Desarrollo Personal y para la Convivencia”, el cual incluye las asignaturas de formación
cívica y ética, educación física y educación artística, con cuyo tratamiento o estudio, se le
abona a la socio-afectividad y al hecho de aprender a ser y a vivir.

Dicho campo de formación permite el desarrollo de la conciencia de sí (autoconocimiento),


la convivencia (valores universales), y el sentido de pertenencia.

Asimismo, el plan de estudios recomienda el establecimiento de ambientes propicios para


el aprendizaje regidos por los principios y valores de la democracia y los derechos
humanos. En dicho ambiente, el alumno se reconoce como sujeto de derechos y como
partícipe de manera individual y colectiva en la solución de problemas, el mejoramiento del
entorno y las normas de convivencia.

Se recomienda al profesor trabajar para lograr una convivencia escolar sana, en donde las
relaciones interpersonales, entre los integrantes de la comunidad educativa, favorecen el
clima escolar propicio para que el aprendizaje tenga lugar. Por ello se le sugiere involucrar
a los alumnos en dilemas y conflictos cognitivos, éticos y afectivos para integrar el cuerpo,

120
la razón y la sensibilidad. Se propone, también, valorar el consenso y el disenso,
promoviendo el auto cuidado y la responsabilidad hacia los demás.

Así, de manera transversal, se demanda trabajar la integralidad, el carácter significativo y


vivencial, práctico y transformador; poner énfasis en la persona, en el aprendizaje grupal y
cooperativo, en el juego como medio educativo y en el autocuidado y la promoción de
estilos de vida saludables.

Bajo este fundamento legal y pedagógico, la escuela se propone explícitamente la


formación valoral y asume que, si no forma en valores, descuida su función socializadora.
En ese sentido, una escuela que asume el reto de la formación valoral:

1. Reconoce que la formación en valores no puede logarse de manera prescriptiva, ya


que implica el desarrollo de sujetos autónomos, capaces de constituir sus propias
estructuras de valores y sus propios criterios para juzgar sus actos y los de los
demás.
2. Entiende a la formación valoral como la que promueve el desarrollo de la capacidad
de formar juicios morales y de actuar en consecuencia, y no como un
adoctrinamiento o transmisión de valores.
3. Asume a la formación valoral como un objetivo, porque trabaja para lograr una
educación de calidad.
4. Sabe que una educación de calidad no es posible si no incluye la formación valoral.
5. Tiene en cuenta que el desarrollo moral, requiere del desarrollo cognitivo y, si la
escuela no es capaz de ofrecer los requerimientos de desarrollo intelectual, no se
puede esperar el desarrollo deseado en el ámbito valoral.
6. Está consciente de que formar seres humanos con juicio autónomo y criterios
propios de congruencia supone prácticas continuamente problematizadoras, que
propicien la reflexión individual y el diálogo colectivo, orientadas a comprender e,
incluso, a resolver problemas.
7. Inculca la conciencia sobre la problemática de su medio inmediato y mediato.
8. Se preocupa por toda la comunidad educativa.
9. Abre múltiples oportunidades de ponerse en el lugar del otro para juzgar desde
perspectivas muy diferentes.
10. Lucha contra toda forma de simulación.
11. Supone que la forma como se organiza y el tipo de relaciones que propicia y que
sanciona, son consecuentes con lo que se desea lograr en el ámbito de los valores.
12. Reconoce que para poder formar en valores, debe cumplir con dos condiciones:
primera, que los profesores se formen en valores y, segunda, que la estructura
escolar y la vida cotidiana de la escuela se conviertan en fuentes de formación en
valores.
13. Acepta y pone en práctica la sugerencia de Reimer (1983)…. “Favorecer el juicio
cognitivo como condición para el juicio moral”.
14. Involucra a los padres y madres, a las familias de sus estudiantes.
15. Utiliza como estrategias didácticas al planteamiento certero de dilemas morales; el
asumir roles; concesión de la presencia de programas psicológicos, el
establecimiento de una comunidad justa para dialogar y discutir sobre los
problemas.

121
Ante tales compromisos, la educación valoral es una preocupación porque no es tarea
sencilla, dado que la mejor manera de educar en valores es explicitar los propios y vivirlos
en forma cotidiana. Así, cada uno de los integrantes de la comunidad educativa, a través de
sus propios actos, pone su granito de arena para que en ese espacio se aprenda a valorar el
más grande regalo que tiene el ser humano… la vida.

Por ello, le corresponde al personal docente, directivo y de apoyo a la educación ayudar a


los estudiantes para que:

a. Aprendan a tomar decisiones satisfactorias y efectivas;


b. Desarrollen los principios morales que sustentarán sus decisiones y acciones;
c. Resuelvan conflictos morales;
d. Tengan responsabilidad social al tener conciencia de las consecuencias de sus actos;
e. Sean congruentes entre lo que valoran y la forma cómo actúan;
f. Participen en una sociedad democrática;
g. Valoren el pluralismo;
h. Sean respetuosos y acepten a los otros;
i. Sean equitativos y justos.

Además, la escuela debe poner en práctica acciones que permitan generar el clima propicio
para la formación valoral. Por lo tanto, la escuela se obliga a:
- Ser una escuela afectuosa, cálida y respetuosa.
- Estimular virtudes y progresos.
- Ser reflexiva.
- Promover la autoevaluación y el diálogo sobre el mundo, la vida, los seres humanos
y sus actos,
- Ser una escuela con oferta de oportunidades para poder elegir.
- Promover el desarrollo integral de sus estudiantes.
- Ser una escuela de calidad, equitativa y justa.
- Consolidarse como escuela incluyente dado que es condición para la democracia y
la justicia.
- Fortalecer a la comunidad escolar.
- Ser solidaria.
- Inculcar el amor a la vida.
- Promover el cuidado del medio ambiente.
- Observar el respeto, la solidaridad, la democracia, la justicia, la templanza, la
humildad, la estabilidad, la paciencia, la bondad, la compasión y, los otros adornos
que embellecen a las personas y las hacen grandes.

Una escuela que forma en valores, debe ser una escuela amorosa y promotora de la fe en sí
mismos y en los demás.

La escuela que forma en valores, lleva a sus alumnos a que abran las puertas de su corazón
para que razonen de acuerdo a la naturaleza inteligente y sabia que llevan dentro, en la idea
de que vigilen sus pasos.

122
La escuela que forma en valores, produce individuos virtuosos y felices porque los sienta
sobre las bases del amor, y baña sus corazones con las cascadas de aguas cristalinas que
brotan de los manantiales en los que se convierten los integrantes de la comunidad
educativa, quienes, en un acto de fe, riegan el árbol de la vida de cada uno de los
estudiantes, convencidos de la pelea que deben darle a los antivalores y a la indiferencia.

La escuela que forma en valores, es una escuela en donde se disfruta la estancia en ella y se
es feliz. Es una escuela inundada por la alegría y la armonía, es una escuela en donde el frío
del invierno y el calor del verano, se disipan con el abrazo fraterno, la mano amiga y el
consuelo de la sabiduría y el buen juicio.

Bibliografía

Hernández Trillo, Rubén. Ensayo Pedagógico. Conoce tu maldad eterna. Servicios


Editoriales Once Ríos. México, 2011.

Schmelkes, Silvia. La formación en valores en la educación básica. SEP. México, 2004.

Plan y Programas de Estudio 2011. SEP. 2011.


Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018.
Plan Sectorial de Educación 2013-2018.

123
LA JUSTICIA Y SUS VALORES

María De La Luz Murillo Muñoz

INTRODUCCIÓN

Al tratar a las personas conforme a su naturaleza, y a las cosas conceptualizarlas como


tales, es necesario volver al análisis de dichos enunciados. ¿Qué significa tratar a las
personas conforme a su naturaleza? Al trasladarnos a la sociedad actual. ¿Qué sucede?
Nos encontramos con una realidad donde predomina el brindar valor a lo útil; es decir se
le da mucho valor a las cosas materiales; hay personas preocupadas por tener, tener en el
sentido de poseer los carros más caros y casas lujosas. Se quiere tener y conseguir lo
material, a veces a como dé lugar, sin detenerse a pensar en las formas bajo las cuales se
llegan a adquirir dichos objetos.
Dice Fromm que “El modo de existencia de tener no se establece mediante un proceso
vivo, productivo entre el sujeto y el objeto; hace que el objeto y el sujeto sean cosas”
(1978; 84). El sujeto ahora ya no se conceptualiza como tal, sino que lo que posee, o sea
sus propiedades, constituyen la identidad, por lo tanto “se es un objeto.”
Es triste notar que el panorama anterior se propaga cada vez más en el actuar de los
humanos, cual si se tratara de una epidemia; ahora el actuar de forma no alienada,
utilizando la razón, es vista cada vez con más rareza o excepción. “La actividad no alienada
consiste en dar a luz algo, en producir algo y permanecer vinculado con lo que se produce”
(Savater, 1978: 94). Ser alienado a las prácticas, se muestra en nuestra sociedad como algo
muy normal.
El hombre se visualiza como un hombre pasivo, incompleto, dependiente y sometido. En la
actividad productiva, como sinónimo de actividad no alienada, las personas productivas
animan lo que tocan, dan vida a las personas y cosas, donde la codicia, el poder, el dinero,
pasan a otro nivel de interés.
Desafortunadamente, el ser ahora se materializa y cada vez son más las personas que se
ocupan por tener para sí mismos; por ejemplo, cuidar su exterior. Es decir, predomina la

124
frase de “como te ven te tratan”, se valora la forma como te vistes, cómo es tu apariencia
física, y, por ello, hay personas que asisten a los gimnasios, toman medicamentos, se
someten a cirugías, todo con la intención de obtener cuerpos esculturales que proyecten
una apariencia “deseable a la vista”. Identifican su imagen física como su carta de
presentación.
Estamos, pues, en una sociedad que se preocupa y ocupa por el goce, y vive en el placer
de todo tipo. Una sociedad con personas a las que sólo interesa el yo, en donde los
demás están pero no interesan, donde la necesidad del poder, de adquirir es lo más
importante. La frase “eres lo que tienes”, adquiere fuerza para utilizar la diferencia en
cuestiones materiales para discriminar y menospreciar a las personas, así como realizar
actividades ilícitas para lograr la satisfacción del tener. ¿Qué sucede, entonces, con la
naturaleza humana? ¿Qué pasa con esa capacidad de raciocinio que permite la diferencia
del resto de los seres vivos?

NATURALEZA HUMANA

Ceder la razón a la naturaleza humana, es tener la certeza de que sólo el hombre puede
transmitir características adquiridas; es comprender significados, y dicha adquisición de
conceptos y significados es posible a través de la educación, ya que ni las plantas ni los
animales son capaces de lograrlo.

Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de


aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos,
técnicas, valores, memorias, hechos…) que pueden ser sabidos y que
merecen ser, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio
del conocimiento. (Savater, 1997; 8)

Son los humanos, los únicos seres a quienes se les atribuye dicha característica: la razón.
Son seres capaces de gobernar sus actos, de decidir a voluntad si quiere o no quiere hacer
las cosas, de moldearse poco a poco y procurar la perfectibilidad a través del uso del
pensamiento. A diferencia del resto de los seres vivos, el ser humano, además de presentar
las dimensiones de éstos (crecer, nutrirse, reproducirse y utilizar la dimensión sensitiva que
caracteriza a los animales), es el único ser que presenta una dimensión que ni las plantas ni
los animales las podrían tener: la racional.

Es el único que puede razonar, lo cual le conviene para alcanzar su meta y lograr el motivo
que lo hace estar en la tierra: ser feliz. ¿Cómo lograr la felicidad? ¿Serán las formas de
vida actual las que le conduzcan a la felicidad?

JUSTICIA: VIRTUD DE LAS RELACIONES HUMANAS.

Desde la época de Aristóteles se menciona que en la lucha del ser humano por alcanzar
la felicidad, aparecen tres formas de ver la vida: la placentera, la política y la vida
contemplativa.

125
Vida placentera”, es decir, un primer estadio en que la capacidad de percepción
de la realidad está basada en los sentidos y su estrecha relación en término de la
adaptación del hombre mediante la información que le aportan los cinco sentidos
para adaptarse el medio ambiente (Aristóteles, 1981; 14).

Lo ideal sería lograr el punto medio, porque las personas que brindan prioridad a una vida
basada en el placer a través de los sentidos, confunden la felicidad con el placer.

La segunda forma de ver la vida, según Aristóteles, es la del hombre común, la de la “vida
política”, poniendo en marcha la recta razón: poniendo en marcha al cuerpo, las emociones
y la mente. Era la vida política la que preparaba para dirigir a los hombres a la vida
armónica y feliz.

Siguiendo con las ideas del mismo filósofo, se menciona a la vida contemplativa, como la
forma de vida que lleva a la verdadera felicidad, la que lleva a la autentica vida filosófica,
la de los verdaderos santos religiosos. Se entiende que la vida virtuosa, es de unos cuantos,
sin embargo, tampoco se trata ser santos, ni de ir al extremo que es dejarse llevar por la
vida placentera; se trata, más bien, de ser felices, de lograr el equilibrio o el punto medio,
como lo menciona el autor. ¿Cómo hacerlo? ¿Por qué es más fácil adquirir los vicios que
las virtudes?

Las virtudes que adquirimos por medio de la práctica son, por ejemplo, las que
adquirimos cuando aprendemos y dominamos un determinado acto, ya que hay
cosas que tenemos que aprender antes de poder realizarlas, (….) nosotros nos
volvemos hombres justos si realizamos acciones justas, somos hombres sobrios si
realizamos acciones sobrias. (Aristóteles, 1981,32).

Una virtud implica decisión, constancia, perseverancia, un acto voluntario; los vicios, no,
éstos no requieren el menor esfuerzo y suponen placer a sí mismo. ¿Cómo se entiende la
virtud justicia? “Es la virtud perfecta, pero no absolutamente, sino con relación al otro. Y,
por esto, la justicia nos parece a menudo ser la mejor de las virtudes; y ni la estrella de la
tarde ni el lucero del alba son tan maravillosos (…) en la justicia está toda virtud en
compendio. (Aristóteles, 1981,59).

Es entonces la virtud de las interacciones, de las relaciones humanas que permiten conocer
y reconocer al otro, permiten “ponerse en los zapatos del otro”. Dejar de pensar
únicamente en el bienestar propio y comprender al otro; a dicha virtud la regula la
voluntad, que es el querer hacer las cosas, decidirse. Aristóteles, (1981) menciona que la
virtud justicia “es perfecta, porque el que la posee puede practicar la virtud con relación a
otro, y no sólo para sí mismo, porque muchos pueden practicar la virtud en sus propios
asuntos, pero no en sus relaciones con el otro” .

Es entonces dejar de lado los egoísmos, la discriminación, el desinterés y la apatía para


pensar y tomar en cuenta a los demás como seres únicos y pensantes. La justicia como
virtud, comprende algunos valores que se refieren a las interacciones con los demás, por
ejemplo: la solidaridad, el respeto y la honestidad. Mismos que, al desarrollarlos, permiten
un ambiente de armonía, de sana convivencia con los otros.

126
VALOR RESPETO Y HONESTIDAD

El primer paso sería, reconocer nuestro motivo de estar, es recuperar el ser a través de los
valores. ¿Qué es un valor? ¿Cuál es la diferencia entre un valor y una virtud?

La diferencia entre una virtud y el valor, la dictamina precisamente la práctica, la


frecuencia, o el hábito que caracteriza a la virtud; por otro lado, el valor se conceptualiza
como lo más óptimo, considerado como mejor opción ¿Qué se entiende por valor? Los
valores emanan del deseo del ser, de las posibilidades o potencialidades más propias del
ser humano, aquellas que lo realizan en su propia “humanidad”, en su propio ser”
(González y Landa, 2006, 37).

Las realidades presentes en el mundo se interpretan asignándoles una preferencia y


significado; entonces, el valor se refiere a la elección de lo bueno, de lo mejor, de lo
conveniente. Y lo conveniente hace alusión a lo inútil, y no a lo útil o material; es decir, se
centra en el ser, no en el tener.
Valor, es lo que te hace más y mejor persona de acuerdo a la naturaleza humana. Valor
viene de la verdad, de lo correcto. Los valores no están a discusión, no son negociables: o
sea, que decir algo con mayor frecuencia, avalado por una gran cantidad de personas, no
significa que sea verdad. El valor implica un juicio, sostenido por la racionalidad. Los
valores son pautas y guías de nuestra conducta. ¿Qué se entiende entonces por el valor
Respeto?
Ser respetuoso es una actitud, una forma de ser solidarios con los demás, es plasmar
la estima, generosidad y sinceridad de lo mejor de la persona, para enriquecer al yo
de los demás. Para ello será necesario que en primer lugar, la persona se respete a sí
mismo para poder, en segundo lugar, demostrarlo y aplicarlo a los demás.”
(Romero, 1997; 111).
Respeto, sería ver con ojos de igual forma al otro, encontrando la dignidad propia en la del
otro.
Por otro lado, Fromm, (2000) argumenta que:
“Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de
la palabra (respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener
conciencia de su individualidad…el respeto implica la ausencia de explotación”
(p.23).
Anteriormente, se confundía el respeto con el temor. A los adultos se les tenía respeto,
ahora sabemos que se trataba más bien de miedo o temor.
El respeto, como parte importante del amor, debe existir en la humanidad, junto con otros
valores como la responsabilidad; es estar listo y atento a responder, es el cuidado, el
conocimiento de la persona y el elemento dar, no en relación a lo material; sino, más bien,

127
tratar a la otra persona como un dador y que ambos tengan la satisfacción; es un poder que
produce amor.
El respeto fomenta la armonía y la felicidad, es valorar al otro sin creerse superior, es
escuchar a los demás apoyando al que está en situación desfavorable, es evitar las actitudes
egoístas, las relaciones deshumanizantes y los malos modos.
Relacionado con lo anterior, cabe mencionar que Decir la verdad, incluye el respeto al otro
y a sí mismo, Decir la verdad, hace libres a las personas y muestra una mejor relación con
los demás.
La honestidad es una cualidad de calidad humana que consiste en comportarse y
expresarse con coherencia y sinceridad (decir la verdad), de acuerdo con los valores
de verdad y justicia. Se trata de vivir de acuerdo a como se piensa y se siente. En su
sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la
verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la
honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto
consigo mismo. (Morrillas García, 2011).

Desde el punto de vista personal, ambos valores están estrechamente relacionados; una
persona al ser respetuosa, actuaría también de forma honesta, si considera al otro desde la
verdad y sinceridad.

CONCLUSIÓN

Para lograr la felicidad en las relaciones con los demás, habrá que actuar conforme a la
virtud de la justicia, lo cual implica incluir a los demás, tomarlos en cuenta. Así mismo, se
debe de considerar al respeto y a la honestidad como parte importante de dicha virtud, por
tratarse de valores que se interesan por esas interacciones con los demás.
Actualmente, la convivencia, las relaciones e interacciones con los demás, se presentan
muy distantes y, en algunos casos, cuesta mucho trabajo establecer relaciones solidarias,
respetuosas y honestas. Predomina, por diversas circunstancias, el individualismo y, por
ende, la poca aceptación a los demás. Cuesta trabajo reconocer las cualidades de los demás.
Reconocer al otro como alguien importante, que piensa y actúa diferente a uno mismo y
que habrá que reconocerle sus méritos, sus acciones.
En otros casos, dichas convivencias se basan de acuerdo con la utilidad o beneficios que le
puede acarrear dicha “convivencia”, olvidándose del respeto que se merece por el sólo
hecho de ser, lo cual acarrea problemas de convivencia.
El no reconocimiento a los demás y la deshonestidad, muestran una sociedad apática e
indiferente a lo que sucede a nuestro alrededor. Las evidencias son la problemáticas que
afectan a las nuevas generaciones, mismas que son cada vez más preocupantes; puesto que
se presentan casos en el ámbito social, escolar, familiar que denotan una falta de
conocimiento de la justicia como la madre de las virtudes. Una virtud que es muy
importante, ya que es la que determina la relaciones entre los seres humanos.

128
Por eso concluyo con la advertencia de que debemos de brindarle un mayor peso a dicha la
Justicia y a todos los valores que representa, principalmente, el Respeto y la Honestidad.

BIBLIOGRAFÍA
ARISTÓTELES (1981). Ética Nicomáquea, Editorial Porrúa. México, DF.

FROMM, Erich (1978). ¿Tener o ser?, Fondo de la cultura económica. México D.F

GONZÁLEZ, Juliana y Landa Josu (2006). Los valores humanos en México. Editorial
Siglo XXI, México D.F.

ROMERO, Eduardo (1997). Valores para vivir. Editorial Ces, Alcalá, Madrid.
SAVATER Fernando (1997). El valor de educar. Editorial Ariel, S. A. Córcega, Barcelona.
Páginas electrónicas

MORRILLAS García, Laura (2011), Honestidad radical. (Extraído el 24 de marzo de


2014). (https://n-1.cc/file/download/1058927

129
¿CÓMO SE VIVEN LOS VALORES?
Omar Contreras Juárez
En las diversas épocas de la historia, los valores han sido una guía para generar las normas
de convivencia y bienestar social, siendo promovidos, inicialmente, en el seno familiar y
escolar.
La palabra Valor, según la Real Sociedad de la Lengua Española, proviene del latín valor-
oris, y se refiere a las cualidades y virtudes que poseen las personas para favorecer al
bienestar en común. Dicho de esta forma, los valores son, por mucho, los pilares de la
convivencia en sociedad, ellos garantizan la razón y la armonía en las diversas
instituciones.
Los valores se adquieren a temprana edad y se van fortaleciendo conjuntamente con el
desarrollo personal. Existen valores que son destacados desde el núcleo familiar los cuales
son el punto de partida, posteriormente, cuando se accede a una institución educativa, éstos
se acrecientan y se desarrollan de forma sistemática y convencional.
En los contextos recientes, la sociedad se encuentra situada en una lucha envolvente de
inventos, modas y tendencias que sitúan a los individuos en un afán por consumir, imitar y
demostrar orgullo al emplear diversas formas para dialogar de las maneras menos
convencionales. En este punto, los medios han tenido gran relevancia para llegar a la
difusión de esta escasez cultural y, definitivamente, incidir en una desvalorización social en
general.
La falta de valores trae consigo la aparición de anti-valores, la mayoría de las personas
están conscientes de la gravedad del problema, los maestros en sus aulas a menudo viven la
realidad de los daños que ocasionan este déficit en la formación de valores; son comunes
las peleas entre alumnos en las escuelas, el uso de drogas, el hostigamiento personal e,
incluso, amenazas a los docentes como forma de chantaje para mejorar sus situación
académica.
Estos anti-valores son cultivados a diario por diversos medios, que hasta resulta normal que
los niños y jóvenes se formen en ellos, ya que cuando acceden a un medio fundamental de
diversión como lo es la televisión, tienen una puerta para aprender antivalores como la
violencia, la infidelidad, el adulterio, la irresponsabilidad y diversas formas de manifestarse
irrespetuosamente.

130
No ha pasado mucho tiempo desde cuando en los programas de televisión, las palabras con
un lenguaje no admisible eran sustituidas por un sonido o timbre; lo que en la actualidad
sería un problema pues, debido a la gran cantidad de palabras altisonantes, se quedarían por
grandes lapsos sin diálogo y se formaría una especie de sinfonía musical.
Otro medio que también impacta de forma negativa en la formación de los valores es el
Internet. Ahí no existe censura y cualquier persona puede acceder a contenidos
inapropiados y a la promoción de un sinnúmero de anti-valores. En este recurso se
encuentran las famosas redes sociales que han cubierto en forma prolongada el pasatiempo
favorito de los jóvenes y no tan jóvenes. Estas redes han logrado que la mayoría de los
jóvenes lleven una vida sedentaria pues, aunque suene contradictorio, socializan pero, a la
vez, llevan una vida sedentaria ya que permanecen aislados en sus cuartos sin necesidad de
salir a realizar actividades al aire libre y, en conjunto, se encuentran conectados
ciertamente, pero sólo a través de la tecnología.
Asimismo, mediante las redes sociales se incita a la realización de diversas acciones que
pasan a hacer anti-valores, como el ir a realizar, pintas a monumentos históricos, llevar a
cabo marchas con violencias, etc. Con lo anterior, no es que se satanice a los medios
influyentes como la televisión o el Internet, pero si es claro que su uso no está siendo el
adecuado y que no ha servido para difundir y fortalecer los buenos valores.
Los jóvenes también han dejado de lado el valor de la salud, con mucha frecuencia buscan
adicciones que los llevan a dañar su cuerpo, los tatuajes y las perforaciones son vistos como
un símbolo y una propia identidad, sin saber, a veces, de las consecuencias médicas a las
que conllevan. En este mismo sentido, al parecer, existe una carrera por ver quien se
desgasta la salud más cada día, entre ellos se presumen los números de cajetillas fumadas,
las noches de desvelo o amanecidas, las horas sin consumir alimentos, las bebidas
alcohólicas ingeridas etc.
Es posible que en alguna parte de nuestra historia se haya confundido la libertad con el
libertinaje, existe la tendencia de que todas las personas quieren hacer lo que quieran; ello
se ve reflejado en los números de divorcios que se han llevado a cabo en los últimos años,
donde, según cifras del INEGI, al 2011 se registraron 91 mil 285 divorcios y,
en 2010, fueron 86 mil 042 y en 2009 la cifra se ubicó en 84 mil 30.
Sin lugar a dudas, estamos ante una de las etapas de la sociedad más críticas, en la que,
cada vez más, se agudiza esta deficiencia general de valores, donde el monstruo tiende a
generar muchas cabezas que desencadenan la decadencia en cada acto y evento deplorable
en la sociedad.
¿Pero qué hacer? ¿Cómo solucionar este problema?
Afortunadamente, las buenas costumbres nunca han dejado de existir, pero es una
responsabilidad compartida el mantenerlas vigentes y acrecentarlas; corresponde, entonces,
a todos el emprender esta lucha por fomentar los valores, maestros, padres de familia,
autoridades y sociedad en general.
El primer paso para fomentar el valor debe de ser reconociendo la parte que nos
corresponde a cada quien. A los padres les pertenece la responsabilidad de estar al

131
pendiente de las actividades que realizan sus hijos, de ver su círculo social; es decir, estar al
tanto de con quien se relacionan, ya sea presencial o virtualmente. De igual forma, a ellos
les compete revisar el contenido de lo que miran en la televisión y checar las páginas a las
que acceden. A la escuela corresponde moldear y suscitar el aprecio por las buenas
costumbres y las normas de convivencia, promoviendo la concientización de los alumnos;
tomando en cuenta que los valores no son aprendizajes esperados que se tengan que
aprender, ni son sólo un relleno dentro del encuadre curricular. Los valores se tienen que
sentir. Los valores se tienen que vivir.
Es la propia conciencia la que, finalmente, lleva a una persona a dar valor a las cosas
vivenciales que se le presentan de manera individual y como parte de un grupo. No existe
un manual que haga sentir como necesidad el apoyar a un compañero en la escuela, el
ayudar a levantarse a una persona que tropieza, el cooperar voluntariamente para la
operación de un indigente, el mostrar el cariño a sus abuelos, el cantar una canción de cuna
a un hijo. Por ello, es importante propiciar en las nuevas generaciones la virtud para
identificar las acciones que están bien y las que están mal, para llevar a cabo un ejercicio
objetivo de conciencia que conlleve a sentir el valor para vivirlo.
Una de las estrategias más significativas para promover los valores es, sin duda alguna, el
predicar con el ejemplo; a través de esta técnica se logra concientizar y valorizar las
acciones a terceros: los maestros en las aulas no pueden pedir que sus alumnos muestren
virtudes y cualidades que ellos tampoco han demostrado para con sus alumnos; al igual que
los padres de familia deben de formar a sus hijos en valores partiendo de su propio
proceder.
Finalmente, a las autoridades les correspondería el diseñar proyectos y políticas
innovadoras, en las que sean tomados en cuenta valores como el respeto por la diversidad
cultural y el uso de las buenas costumbres, para una socialización armónica que promueva
una calidad de vida decorosa.

132
¿DÓNDE SE CONSTRUYEN LOS VALORES?
Saraly Vega Duarte
En los últimos días, en la Universidad en la que trabajo, he escuchado constantemente
hablar de valores y observo carteles con definiciones del valor de la honestidad, el valor del
respeto, el valor de la justicia como virtud universal. Al paso de los días, el tema de
“valores” se ha vuelto importante para directores, administrativos y para los alumnos que
no dejan de expresar su inquietud y su deseo por formar parte de tan apreciable búsqueda,
conocimiento y práctica de valores.
Pero, en realidad, sabemos ¿en dónde se construyen, o de dónde nacen los valores?
Considero que es importante empezar por conocer su origen, para dar continuidad a lo que
hoy está en boca de todos los académicos y administradores de la Universidad Pedagógica
del Estado de Sinaloa (UPES) y, más aún, en muchas escuelas sinaloenses con el programa
implementado por la SEPyC: “En Sinaloa se Viven los Valores” (SIVIVA).
Para poner en práctica los valores con las personas que nos rodean, es necesario iniciar con
uno mismo, ¿cómo hablar de respeto, si no soy capaz de respetarme a mí mismo? Para esto
es necesario definir qué es el respeto, saber poner límites, aceptar la forma en que cada
individuo ha decidido vivir sin criticar ni juzgar; pues sólo cada persona conoce sus
motivos, conscientes e inconscientes, para escribir su propio guión de vida. Por lo tanto, es
necesario respetarme a mí mismo como persona con potencialidades, con capacidades, con
las ventajas y los límites del cuerpo y la mente; con nuestros sentimientos, deseos, actitudes
y acciones; con mi trabajo, mi familia, mi profesión. Si soy capaz de poner límites y
respetarme, en esta medida, podré respetar a los demás y, por consecuencia, los demás se
dirigirán a mí con respeto. Hay un dicho muy común que se expresa de la siguiente manera:
“A cómo me tratas te trato”; sin embargo, emocional y psicológicamente, el dicho debería
expresarse así: “A cómo me trato a mí mismo, seré tratado por los demás”; o, bien, “Cómo
quieras ser visto ante los ojos de otras personas, voltea a verte a ti mismo”.
Los valores nacen de la necesidad emocional y psicológica del ser humano de poner
límites, de reprimir pulsiones agresivas y destructivas que le permitan al individuo estar en
una sociedad civilizada donde se necesitan límites, reglas, tolerancia a la frustración, juicio,
regulación y control de instintos y afectos, para que, de esta manera, podamos convivir de
manera armónica y civilizada entre los seres humanos, permitiéndonos ser parte de una
cultura. A esto le podemos llamar razonamiento, y esto es lo que nos hace diferentes de los
seres no razonables. El razonamiento se organiza emocionalmente como consecuencia de la
influencia del medio ambiente, y tiene la capacidad para evaluar y comprender la realidad,

133
permitiéndole al sujeto superar las amenazas internas y externas, internalizando las reglas
sociales.
Uno puede dudar de que sea posible en general, o de que lo sea ahora, en el estado
actual de nuestro dominio sobre la naturaleza, establecer semejantes normas
culturales; puede preguntar de dónde vendrían esos conductores superiores, serenos
y abnegados que actuarían como educadores de las generaciones futuras, y
espantarse ante el enorme gasto de compulsión inevitable hasta el momento en que
se alcanzaran tales propósitos. No es posible poner en entredicho la grandiosidad de
ese plan, su gravitación para el futuro de la cultura humana. Tiene una base cierta en
la intelección psicológica de que el ser humano está dotado de las más diversas
disposiciones pulsionales, cuya orientación definitiva es señalada por las vivencias
de la primera infancia. Los límites de la educabilidad del ser humano son por eso,
también, los de la eficacia de un cambio cultural así concebido. (Freud, 1927; 8).

Ahora bien, junto con el razonamiento existe otra instancia formadora de los valores, dicha
instancia es la moral, que se guía por el principio del deber, y su función es regular las
pulsiones que pondrían en peligro la estabilidad en la sociedad. Y, por lo tanto, es el reflejo
de los padres y producto de la socialización, así como vehículo de la tradición cultural.
Freud menciona que la moral es esencialmente una formación de reacción contra la maldad
inherente al hombre; razona que el hombre tuvo que desarrollar normas éticas a fin de hacer
posible la vida en la sociedad.
Ya mencioné de dónde nace la necesidad de formar valores; ahora bien, ¿dónde se
construyen? También comentamos que forman parte del razonamiento y de la moral por la
necesidad de estar en una cultura civilizada, formar una familia y educar a los hijos, etc.
Estos valores se construyen y desarrollan en el núcleo familiar por medio de los procesos
de identificación emocional de los hijos hacia los padres. Los padres, emocionalmente,
constituyen en los hijos el amor propio, la autoestima, la conciencia moral, la culpa, el
sentirse orgulloso de sí mismo y los valores.
González Núñez (2008), define la identificación como el proceso que utiliza el yo
(razonamiento) para poner en sí mismo aspectos que desea de un objeto externo. Es un
fenómeno que permite que el sujeto tenga la posibilidad de relacionarse con el medio
externo. En este sentido, se refiere al grado o satisfacción de tener uno mismo las
características del otro; además de permitir el desarrollo del yo como ser individualizado,
permite la comunicación con los demás.
En este sentido, el niño se identifica con los padres durante los primeros años de vida, por
considerarlos superiores y porque son fuente de expectativas y deseos del niño. Los padres
son el ejemplo a seguir, si ellos se respetan como pareja, en la familia y, posteriormente, en
el mundo que los rodean, transmiten tolerancia, solidaridad, sinceridad, confianza, los hijos
se identifican con aspectos positivos y quieren empezar a actuar como lo hacen los padres.
El proceso de identificación de los infantes con los padres inicia alrededor de los 03 y 06
años, edad en la que desean parecerse al papá o a la mamá, y empiezan por imitar
conductas, actitudes y actúan las actividades que la madre o el padre realizan; por ejemplo,

134
cuando la mamá está cocinando, la niña se interesa en apoyarla, si la madre no lo permite la
niña se siente rechazada; en cambio, si acepta y brinda ese espacio le da la oportunidad de
identificarse con ella, siente que sus intereses y deseos son respetados. De ahí viene el
gusto de los hijos de ayudar y de apoyar. Y es importante que así sea, dejarles que ellos
decidan y no porque los padres imponen u obligan alguna actividad.
Por lo tanto, es importante que los padres sean congruentes y realistas en la educación
emocional que se les brinda a los hijos, que envíen mensajes claros, que pongan limites y
reglas dentro del alcance de los niños, que éstas sean justas, y explicar cuáles acciones
llevan a dicha regla, que respeten su juego, su espacio, su desarrollo, sus emociones y
sentimientos; brindarles la oportunidad de ser escuchados, y transmitirles seguridad, de
desarrollar lazos afectivos de ternura y amor estables con los hijos para que tengan
confianza en sí mismo. Pero sin que se conviertan en niños temerosos o conformistas, ni
transformarse los padres en exigentes y quisquillosos.
En este sentido, el niño internaliza emocionalmente afectos positivos de los padres que le
permiten sentirse seguro en el mundo que lo rodea y confiar en sí mismo; y así va
desarrollando los valores consigo mismo y, por ende, con las demás personas.
Mencionamos al núcleo familiar como la principal base constructora de la formación de
valores; en segundo lugar, se encuentra la escuela como una instancia importante que
permite el fortalecimiento y la práctica de valores que se han vivenciado en la familia. La
escuela juega un papel imprescindible para la incorporación de un nuevo ser humano a la
civilización.
La escuela es una institución que propicia frustraciones positivas; ¿Por qué frustraciones?
porque nos impone (obliga) a seguir reglas, obedecer, tolerar, respetar, seguir cierta
normatividad, ser puntuales, aprender a controlar impulsos, etc.; pero es positiva porque
cumple un proceso de socialización imprescindible, e impulsa a formar al ser humano para
promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido
con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.
De ahí deriva que los roles o papeles que juegan los docentes, pedagogos, educadores y
directores de escuelas, es para los alumnos un papel subliminal, ya que, simbólicamente, se
vuelven modelos de identificación a seguir para los alumnos. F. Dolto, decía que el respeto
al niño sólo es posible si existe una colaboración entre el adulto y él. Esta concepción
implica una responsabilización recíproca, así como una experiencia basada en la vivencia,
el ejemplo dado por el adulto. “Lo importante de la educación no es en absoluto el
“porqué” sino el “cómo”. (Dolto, 1973; 100).
Por lo tanto, quiere decir que la función del educador, docente, pedagogo, no es sólo
conducir al niño, sino enseñarle a conducirse, cómo ser honesto, cómo ser justo, cómo ser
respetuoso, cómo ser responsable etc.; y conducirlo, sí, a una civilización, pero a una
civilización genuinamente humana, donde se les permita expresarse y ser escuchado, donde
tengan el permiso de crear sus propios juicios.
Como conclusión, podemos consignar que los valores nacen por la necesidad del hombre de
poner límites a los impulsos agresivos del ser humano, en un afán de vivir en armonía y de
ser personas genuinamente humanas, con la finalidad de pertenecer a un mundo civilizado.
135
Así, la familia construye los cimientos para que los hijos adquieran las base que les lleven a
formar y a pertenecer a una sociedad civilizada; de igual manera, la escuela se convierte en
un lugar en el que se construyen distintas formas de interacción social, de relación con el
conocimiento y la realidad, y en el que el maestro se considera capaz de ser agente de su
propia transformación; pero, también, con su autonomía y capacidad de creación, forma
parte de la transformación de los alumnos.

LOS VALORES EN LA ESCUELA Y LA FAMILIA

Oscar Isaac Corral


Arias
-Presentación
Problemas sociales de toda índole: corrupción, narcotráfico, analfabetismo, deserción
escolar, desintegración familiar, contaminación, drogadicción, impunidad, extorsión entre
muchos otros, nos obligan a hacer una retrospección sobre lo que está pasando en nuestros
lugares de convivencia diaria: casa, comunidad y escuela.
Vivimos en una época marcada por una creciente globalización económica y tecnológica,
ello implica, entre otras cosas; una dependencia cada vez mayor de unos pueblos a otros,
así como la influencia de unas culturas y otras, y un flujo de interacciones más activas y
dinámicas.
Estas interacciones culturales no resultan equitativas y homogéneas sino al contrario;
tienden a ser desiguales y heterogéneas. Desiguales porque a raíz de los avances
tecnológicos y la dependencia económica, el contacto entre diferentes pueblos supone una
influencia que no necesariamente implica cambios con la misma importancia para ambos.
En especial, aquellos países llamados desarrollados o de primer mundo. Éstos suelen verse
como modelos a seguir para naciones pequeñas y con ritmos de crecimiento menores. Y
heterogéneas en virtud de que cada pueblo retoma de otro, ciertos elementos que no son los
mismos: mientras que para uno, el consumo es la palanca del desarrollo; para otro, el
modelo a seguir es el trabajo basado en la moral o, bien, en ciertos códigos de ética.
Los problemas citados al inicio del texto, no toleran explicaciones llanas y simplistas. Todo
lo contrario. Sus causas residen en procesos complejos y en múltiples factores que resultan
imposibles de enumerar en el texto actual. No obstante, hay un tema obligado a revisar
cuando hablamos de éstos y otros tantos problemas que nos aquejan día a día, tanto a nivel
internacional como a nivel local, me refiero a los valores.
La reflexión que nos acompaña no tiene su origen en las modas pasajeras que exaltan los
valores como la redención y cura de todos los males; sino, más bien, se apega a una visión
transversal que implica entender a los valores como parte inherente de toda actividad
humana.
136
Este texto propone traer a la reflexión a la escuela, vista como medio para la formación de
valores con cierto propósito. Ya nos resulta demasiado complicado delimitar cuál o cuáles
son las finalidades que busca la escuela primaria, por las grandes expectativas que la
sociedad le ha conferido y que, a su vez, la escuela ha asumido. Pero de lo que no hay duda,
es que esas finalidades conllevan a una práctica de valores.
VALORES y ESCUELA
Hay muchas cuestiones que salen al paso cuando reflexionamos sobre el papel de los
valores en la escuela, tanto en su pedagogía como en su práctica. Del mismo modo, no son
pocos los problemas que se derivan de las dos situaciones anteriores. Lo que queda claro,
como señala Schmelkes, es que la escuela por su carácter sistemático y deliberado en la
enseñanza; es un sitio privilegiado para la formación de valores (2004, 8), de allí que deba
asumir su responsabilidad al respecto.
Los valores no se crean en la escuela
Si pretendemos asumir la responsabilidad de la formación y práctica de valores para con los
alumnos, debemos entender bien qué son los valores. Desde luego, el concepto alude a
múltiples significados que van desde lo material hasta lo moral. Risieri Frondizi precisa que
el valor como tal no existe por sí sólo, sino éste necesita de un depositario (1995,12), es
decir, puede ser un objeto, una persona o bien, un hecho.
En la dimensión en la que nos abocaremos principalmente es esta última, a la de los hechos.
El juicio y reflexión de lo que se hace y la toma de decisiones que conlleva cuando éstas se
hacen con base en los valores más elementales o, bien, aquellos considerados como
universales. En esta idea, es importante señalar que, dado el carácter transversal de los
valores, no podemos concebirlos como productos de manufactura escolar. Si bien, Frondizi
señala que éstos no existen por sí mismos, es posible reconocer su presencia en varios
ámbitos de la vida de los individuos, y por ende, de los estudiantes.
Por otra parte, la escuela no permanece haciendo las veces de un espectador, sino más bien
refuerza ciertos valores, impone otros e, incluso, relega algunos. Es importante reconocer,
por su parte, que los valores ya vienen acompañados con los estudiantes de forma
inherente. Todos los estudiantes practican valores, algunos con mayor grado que otros, pero
en ningún caso se puede hablar de estudiantes carentes de valores. Acaso muchos de ellos
encuentran dificultad en la adaptación de ciertas normas que exigen la práctica de
determinados valores dentro de la escuela. Por ejemplo, el respeto hacia las democracias
cuando se toman decisiones dentro del grupo que, a su vez, demanda equidad, igualdad y
tolerancia.
Las familias como institución formadora
Si la escuela asume el papel de formar valores, no puede negar y, mucho menos,
desconocer el vínculo indisociable que representa la comunidad y el hogar. En estos
lugares, especialmente en el hogar, es donde existe un intercambio afectivo y solidario entre
los individuos que conforman el seno familiar. Aquí es donde los alumnos forman nociones
sobre los valores. Desde luego, las condiciones en las que se desenvuelve cada familia son

137
muy particulares, eso supone que los valores que se ponderan entre una y otra familia son
diferentes.
Las situaciones por las que cada familia establece determinado esquema valoral, son
muchas. Algunas, son los niveles socio-económicos, la escolaridad de las personas que
integran la familia, el tipo –nuclear o mono parental-, las costumbres, el lugar donde se
vive, entre otros. En este sentido, con dicha argamasa de factores, entre los cuales existen
muchos más, se moldean los valores que los alumnos manifiestan desde antes de ingresar a
la educación formal, a lo largo de su tránsito por la escuela y hasta su egreso.
Chapela define las funciones que tiene la familia, señala que “A través de la familia, las
sociedades transmiten sus valores y costumbres a los hijos. La lengua, el modo de vestir, la
manera de celebrar los nacimientos o de enterrar a los muertos, las estrategias para el
trabajo y la producción, la manera de pensar y de analizar la historia” (1999: 41-49). Pero,
sobre todo, sentencia la autora, una función vital es la socialización.
Como señalábamos anteriormente, los cambios a niveles micro y macro sociales,
económicos, políticos, tecnológicos, entre otros, influyen en la función que tiene la familia.
En suma, resulta complicado, y hasta errático, sostener que la familia ha venido cumpliendo
su rol de la misma forma a través de los años y que lo seguirá haciendo así en el futuro. La
familia como institución, busca adaptarse a los retos que implica vivir en una sociedad
donde los cambios son vertiginosos, donde los modelos de vida se globalizan y los límites
culturales son más difíciles de reconocer, con todo y eso, la familia forja valores. Algunos
ceden terreno a otros y también existen aquellos que permanecen por su fuerte arraigo. En
este sentido, los esquemas y jerarquías que forja y establece la familia varían
constantemente.
Para algunos autores, la familia atraviesa por una crisis. Los cambios y procesos de
adaptación anteriormente descritos, suponen la causa por la cual actualmente existen
infinidad de problemas sociales. Sin embargo, para Ortega y Mínguez, esto se debe a una
visión fatalista que se tiene sobre el concepto de familia. Ellos refieren que la familia, a
partir de los siglos XX y XXI, que son los siglos donde los cambios empiezan a cobrar
mayor vertiginosidad, tienden a un proceso de adaptación dinámico. Los autores señalan
que ya no podemos hablar de “la familia”, entendida como un concepto único, sino que
debemos hablar de familias. De tal forma, que la noción de familia se pluraliza y se torna
mucho más compleja que antes.
En su artículo titulado Familia y transmisión de valores, Ortega y Mínguez son enfáticos
cuando analizan las responsabilidades que la familia moderna ha desplazado hacía la
educación escolar. Arguyen que las familias han delegado su papel socializador y formador
de valores a la escuela, y que ésta a su vez no ha podido cumplir con las nuevas exigencias
(2003:39). Muchas de ellas necesitan de manera indispensable la participación familiar para
su tratamiento, como la violencia por ejemplo. Es difícil concebir una solución viable
donde no involucre a la familia.

La escuela y el desarrollo de los valores

138
Ante un panorama social trastocado en sus más elementales valores por diversas causas, la
escuela tiene ante sí un reto enorme. Por un lado, la sociedad le ha conferido esa
responsabilidad, acaso porque las familias –si bien no han renunciado a su obligación- sí
han actuado con más laxitud en cuanto a sus deberes con los niños en la formación de
valores, y por otro, la incorporación de una enseñanza planificada y sistemática apegada al
desarrollo de valores.
Por su parte, Schmelkes (2004:34-35) ofrece por lo menos tres razones que justifican la
necesidad del abordaje de los valores en la escuela. En primer lugar, numerosas
investigaciones indican que la escuela ayuda al desarrollo de los valores en los individuos,
ya que éstos no se logran de forma aislada; escuela y familia son indisociables. En segundo
término, Schmelkes habla de una falsa neutralidad si se propone el desarrollo de los valores
a partir del currículum oculto; según la autora, esto debe ser explícito y claro, pues de otra
manera no se pueden evaluar ni rendir cuentas. Y, por último, se resalta la congruencia entre
la enseñanza de valores y la exigencia de su presencia en otras instituciones y procesos
sociales.
En el caso de nuestro país, y más particularmente en la educación básica, los planes de
estudio vigentes hacen explícita la intención de desarrollar ciertos valores. En el caso de
educación primaria y secundaria, la asignatura de Formación Cívica y Ética pone de relieve
dichos valores. Entre los propósitos para educación básica, se pueden leer valores como:
dignidad, responsabilidad, autonomía, libertad, igualdad y solidaridad (SEP, 2011:165).
Con respecto a los propósitos de educación primaria, se leen prácticamente los mismos
valores, ambos, apegados a una visión de la democracia como una forma de vida.
En cuanto al enfoque didáctico, la asignatura de Formación Cívica y Ética privilegia el
desarrollo de valores: inscritos en un marco constitucional, formando la personalidad
moral, fortaleciendo una cultura de prevención, el aula y la escuela vistas como sitios de
aprendizaje de la democracia y la construcción de valores a partir la comunicación, el
diálogo y la reflexión. También el plan de estudios señala el carácter transversal de la
enseñanza de la educación cívica y ética, por lo que su enseñanza, en lo que respecta a la
educación primaria, se organiza en ámbitos.
Cuadro 1. Ámbitos que se proponen para favorecer la Formación Cívica y Ética en el Plan
de estudios 2011

139
140
141
Temáticas o elementos a estimular
 Toma de decisiones
 Formulación de juicios éticos
• El aula
 El análisis
 La compresión crítica
 El diálogo
• Educación ambiental para la sustentabilidad.
• Educación para la paz y los derechos humanos.
• Educación intercultural.
• Perspectiva de género.
• El • Educación para la salud.
trabajo • Educación sexual.
transversal • Consumo ético.
. • Educación económica y financiera.
• Educación vial.
• Transparencia y rendición de cuentas.
• Cultura de la prevención.
 Uso racional y ético de la tecnología.
En el cuadro 1
• El respeto a la dignidad de las personas.
se puede
• La resolución de conflictos y la negociación de
observar una
• El intereses personales y comunitarios.
lista extensa de
ambiente • La equidad y la inclusión.
elementos o
escolar. • La participación.
contenidos
• La existencia de normas claras y construidas de
temáticos
manera democrática.
propuestos por
• Cuidado de sí mismo, identidad y expectativas
el plan de
personales y familiares.
estudios y que
• La vida • Derechos y responsabilidades en el hogar, en la
la escuela
cotidiana comunidad y en el país.
pretende
del • Respeto y valoración de la diversidad, participación
desarrollar.
alumnado. y resolución de conflictos.
Siguiendo el
• Los alumnos, la familia y los medios de
análisis que
comunicación.
hacen Ortega y
Mínguez sobre la familia, observamos que dentro de la lista aparecen temas que la escuela
asume como responsabilidad educativa pero que también, más que la escuela, la familia
juega un papel determinante. Encontramos el diálogo, la cultura de la prevención, consumo
ético, el respeto a la dignidad de las personas, la resolución de conflictos y la negociación
de intereses personales y comunitarios, derechos y responsabilidades en el hogar, en la
comunidad y en el país.

Si bien, la selección anterior se presta a debate y está lejos de ser última y determinante, es
importante señalar que todos estos temas o elementos se apegan más a la formación desde
casa (familiar) que desde la escuela, no obstante, esto no quiere decir que ésta niegue el
acompañamiento a los alumnos en este renglón.

142
Lo cierto es que, hacer explícitas dichas finalidades tanto en el nivel primario como en el
básico, según la propuesta de Schmelkes, es hacer, si bien, la educación más integral y
holística; también más prolija y extensa. Los objetivos para la educación en valores, por lo
menos en el currículum se antojan amplios, ambiciosos y algunos hasta pretenciosos. La
escuela primaria al fijar metas complejas en cuanto al desarrollo de valores tiende, por una
parte, a la incertidumbre sobre sí efectivamente cumple o no un objetivo; dado sus
acotaciones poco claras y la dificultad para evaluar aspectos subjetivos como los valores: y,
por la otra parte, al retomar responsabilidades que conciernen a la familia como institución,
la escuela asume los costos sociales; es decir, acaso la imposibilidad de resolver ciertos
problemas sociales alude a la eficacia de la educación que se brinda en los planteles.

En esta tesitura, la educación que se imparte en nuestro país parte de grandes expectativas
plasmadas tanto en los planes de estudio como en la sociedad misma. Los valores, por su
parte, se encuentran en un estado crítico, dado los serios problemas que se sufren tanto a
nivel nacional como en el estatal y local. Sin embargo, poco se ha reparado en la figura del
docente, finalmente él es el responsable de llevar a la práctica las propuestas, y así cumplir
con las funciones que le ha delegado la sociedad en su conjunto.

El docente y sus (anti) valores

El docente del siglo XXI en nuestro país ya no es aquel maestro abnegado, sacrificado,
aquel apóstol de la educación, con una vocación inquebrantable y un profundo compromiso
con la comunidad en la que se encontraba establecido. Si bien, el análisis sobre el alto
status social del que gozaba el maestro de nuestro país a mediados del siglo XX, es extenso,
algunos historiadores centran sus observaciones en la verdadera vocación por servir de los
profesores rurales, quienes acudían, se establecían y contribuían al progreso de la
comunidad sin importar su ubicación geográfica, gran parte de estos maestros impulsados
por el espíritu revolucionario (Mejía Zúñiga, 1981: 202). Mientras, en otro plano, el análisis
se centra en el auge corporativo como mecanismo de control político, ubicando al maestro
como pieza clave del sostenimiento del partido oficial y, en congruencia, un discurso
edificante y enaltecedor por parte del gobierno.

Hoy día, el prestigio de la figura del docente es endeble. Muchos son los factores que han
contribuido a esta percepción del magisterio. De lo que no hay duda es que este cambio se
deba a un hecho fortuito, nada más alejado de la realidad. En cuanto a los valores, el
profesor de antaño se caracterizaba por su imposición a la disciplina, respeto, orden,
esfuerzo y constancia. A las malas conductas y actitudes consideradas como faltas de
respeto, la sanción era clara: castigos psicológicos o físicos. Así pues, el docente no
encontraba su labor abrumada por currículos extensos y plagados de amplios propósitos,
sino su labor se centraba en el desarrollo de las comunidades en planos económicos,
sociales y culturales.

En contraste, el docente de hoy día no puede ignorar la globalización de las formas de vida,
y, con ello, el predominio de unos valores por otros. El docente, antes que docente es
persona, y en ello media gran parte de su actuación como profesional. Los valores que el
profesor promueve tanto consciente como inconscientemente están influidos, como se

143
señaló al principio del texto, por muchos factores. Edgar Morín citado por Lipovetsky
señala “la cultura de masas (…) ha funcionado como agente acelerador del debilitamiento
de los valores tradicionales y rigoristas (…) ha exaltado la vida del ocio, la felicidad y el
bienestar individuales, ha promovido una ética lúdica y consumista de la vida” (2012: 252).
En ese sentido, el docente visto como individuo trae consigo una serie de valores que
llevará y desembocará en la práctica con los estudiantes.

Los profesores del siglo XXI se encuentran en un momento crucial, las expectativas sobre
su función son muy altas. Se espera que el docente, por su cuenta, forme a los futuros
ciudadanos, que contribuya a la creación de una conciencia ecológica, que reduzca los
niveles de obesidad a partir de una educación para el cuidado personal, que forje
demócratas, agentes de cambio social y demás. Ahora bien, para desarrollar valores, debe
haber congruencia entre los valores que se promueven y los que se practican. El verbalismo
didáctico para la enseñanza de valores es obsoleto. La conceptualización de los valores
debe ir a la par de su práctica en la vida escolar y comunitaria, en situaciones concretas. El
docente actual es fácilmente envuelto en los mecanismos que evalúan su desempeño y que
éstos, a su vez, no garantizan una evaluación real de la apropiación de los valores por parte
de los alumnos. ¿Acaso se puede medir el aprendizaje de valores con exámenes de opción
múltiple?

Hoy día no se puede encasillar al docente en un estereotipo. Los hay muchos y diferentes.
Desde los que tienen un alto sentido de compromiso por su profesión, hasta los más laxos
en sus prácticas. No obstante, hay prácticas que parecen una constante, por ejemplo, la
comunidad como proyecto del docente está lejos de ser aquella de mitad del siglo XX. Gran
parte de los docentes de hoy ven a las comunidades rurales como lugares de paso; y sin
embargo, exigen compromiso a sus alumnos con sus labores escolares. Habría que realizar
investigaciones más amplias para ver los efectos de este tipo de acciones, sin duda su
repercusión en el aprendizaje es más directa de lo que se podría imaginar. Por otro lado, los
docentes tenemos la responsabilidad de desarrollar la democracia como forma de vida, pero
en la práctica el sentido es contrario. Señala Schmelkes “La escuela en América Latina
todavía es autoritaria; en su forma de comportarse cotidianamente, educa en la obediencia
ciega, en la disciplina a ultranza, en la rigidez y en el autoritarismo.” (2004: 26). Este par
de situaciones son tan sólo unos ejemplos de la falta de congruencia que imposibilita una
verdadera enseñanza de valores en la escuela.

La autocrítica constante, la detección de puntos débiles y la planificación-ejecución de


diversas acciones para atajar esas debilidades, es lo que hará transitar hacia una mejor
enseñanza de valores. Es necesario reconocer que el problema de los valores es complejo, y
que el docente debe hacer ejercicios de retrospección profundos, reflexionar sobre su
práctica y ofrecer lo que se tiene, ser congruente con que enseña.

En años recientes, organismos públicos y privados han puesto los ojos en la función del
docente. Los valores han cobrado una relevancia inusitada. Especialmente las empresas, la
iglesia y el estado han hecho campañas fuertes de valores. En su mira se encuentran la
escuela primaria, los niños y sus maestros. Nuestro país se encuentra en el subdesarrollo
con miras hacía el desarrollo; esto significa, entre otras cosas, que nuestra economía busca
depender menos de las actividades económicas derivadas de la extracción de materias

144
primas y centrarse más en la distribución de bienes y servicios. Como es sabido, las grandes
economías están basadas en las actividades económicas de este tipo, sin embargo, dichas
actividades demandan competencias para la convivencia, ciertos valores y códigos de ética.
¿A quién le gustaría ser tratado de una forma poco cortés en su viaje de vacaciones?

Precisamente Delors, en el informe de la UNESCO (1994), señala como uno de los pilares
de la educación el aprender a vivir, que implica un ejercicio constante de entendimiento del
otro, una serie de actitudes de comprensión y respeto a la diversidad; en suma, un ejercicio
permeado de los valores universales. Las empresas son conscientes, ellas se benefician con
una población honesta, responsable, comprometida, plural y pacífica.

Por otro lado, el estado de derecho se fortalece cuando la práctica se apega a valores como
respeto, justicia, equidad, responsabilidad, entre otros. La escuela, por su parte, no debe
pensarse como un ente pequeño e intrascendente a las grandes aspiraciones que se
proponen desde diversos ámbitos. En el cumplimiento de grandes objetivos deben
fortalecerse las relaciones locales e inmediatas, aquí es donde la escuela, familia y
comunidad deben intervenir en el desarrollo de los valores considerados más elementales,
aquellos que permiten bienestar, paz y armonía.

El crecimiento de nuestras sociedades en esta época de lo efímero, de lo vertiginoso,


inestable e imprevisible, debe ser armónico. Si bien, en esta era se pondera un
individualismo implacable, la necesidad por encontrarnos con el otro, con su forma de
pensar y de ver el mundo, es mayúscula. Estamos aún lejos de erradicar las guerras, de
acabar con las desigualdades sociales, de promover estilos de vidas sustentables con el
ambiente. Sin embargo, se tiene que reconocer que la práctica de acciones tendientes a
resolver dichos problemas debe ir acompañada de actitudes. No se entienden soluciones a
los grandes problemas sociales sin una actuación bajo un marco valoral, al contrario,
cualquier solución que no se apegue a estos principios universales caerá en el grave riesgo
de ser corrupta, intrascendente e infructuosa.

La esperanza de una vida en la cual los valores rijan nuestras relaciones, no recae sólo en la
escuela, ni sólo en la familia, recae en cada uno de nosotros y todos juntos a la vez; en
actuaciones individuales y colectivas, momentos pequeños y grandes, en el aula, en la
comunidad.

Los valores deben permear todos los rincones de nuestra vida, en todo ámbito y en todo
momento, en la medida que la enseñanza de valores dé lugar al aprendizaje de valores,
estaremos más cerca de hacer frente a los grandes problemas sociales.

Bibliografía
Chapela, M. (1999). Cuadernos de población. México: CONAPO.
Frondizi, R. (1995). ¿Qué son los valores? México: Fondo de Cultura Económica.
Lipovetsky, G. (2012). El imperio de lo efímero. Barcelona: Anagrama.

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Mejía Zúñiga, R. (1981). La escuela que surge de la revolución. En F. Solana, R. Cardiel, &
R. Bolaños, Historia de la educación pública en México (págs. 183-233). México:
SEP.
Ortega, P., & Ramón, M. (2003). Familia y transmisión de valores. Teoría educativa, 33-56.
Schmelkes, S. (2004). La formación de valores en educación básica. México, D.F.: SEP.
SEP. (2011). Planes y programas 2011. México: SEP.

LOS VALORES SIN MANUAL,


CON PURO CORAZÓN

Miguel Chávez Pérez


Cuando hablamos de valores, nos referimos a un bien o a un atributo que nos distingue del otro. En
este sentido, pensamos que la persona que tiene más valores, vale más en medida que lo va
incrementando; es decir, una persona con valores es valiosa. Pues bien, un deseo permanente del
individuo es acumular valor, ya sea material, espiritual o humano. Pero cuando alguien adquiere
valores, ¿cómo se mide, con referencia de los que no los tienen? ¿O es, acaso, posible no contar con
valores? ¿Los valores se pierden? ¿Cómo es que se pierden? ¿Cómo se identifica a alguien valioso?

Si bien existen los valores universales, lo cierto es que cada sociedad define y establece sus propios
valores; es decir, valora la actitud del individuo de acuerdo a su parámetro de convivencia
socialmente aceptada. Esto nos lleva a pensar que los valores no representan sólo concepto, sino que
conllevan una actitud social definida que es compartida por la mayoría del grupo social al que
pertenece.

Mucho se escucha que las nuevas generaciones han perdido los valores, principalmente, los de
respeto, justicia, solidaridad, y otros que evidencian una ruptura con el modelo social de la
generación adulta. La historia social indica que la generación adulta educa a los jóvenes y éstos
presentan resistencia al modelo educativo impuesto por los adultos.

La verdad es que cada grupo social jerarquiza y resignifica su esquema valoral, de acuerdo con los
intereses sociales más significativos. Entonces, cuando hablamos de que alguien no tiene valores,
seguramente nos referimos a que su actitud no es aceptada socialmente en el grupo que lo valora.

Estaríamos un poco de acuerdo en que todo individuo cuenta con actitudes sociales, aceptadas o no
por los otros o por quienes determinan el patrón cultural y social del grupo. ¿Entonces el que roba,
asesina, miente, extorsiona, etc., no cuenta con valores? ¿Si en su grupo delictivo es solidario,
respetuoso y amable con sus superiores y compañeros delincuentes, en dónde está el valor? ¿Será que
tiene que ver con el significado social asignado en el para qué de las actitudes del individuo?

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El concepto de valor en ocasiones se presenta polisémico en razón de las diversas miradas que lo
pueden representar; sin embargo, existe un marco del cual no se puede salir que es el social. Y no
puede salirse porque requerimos de la presencia del otro para manifestar valores. Un individuo sólo,
aislado no evidencia valores, no los requiere para su existencia, toda vez que se presenta único. José
Saramago, en su libro Ensayo sobre la ceguera relata la condición del hombre que no ve, que sabe
que están y existen los otros, pero como no se ven, se desata la condición humana de adaptarse a la
nueva situación y reglas de convivencia social.

El sistema educativo nacional pondera la formación por sobre la información. Es, pues, su misión
educar más que informar sobre contenidos educativos; sin embargo, se presenta la paradoja de que se
evalúa al estudiante más por sus saberes académicos que por sus actitudes en el aula y en la escuela.
En este caso, nos encontramos con alumnos que saben de teorías educativas y de estrategias
didácticas, pero no evidencian una formación valoral que exige el curriculum. Esta situación se
presenta por los indicadores establecidos en el ejercicio docente: asistencias (más del 80%), controles
de lectura y ensayo o examen. La pregunta sería ¿Cómo definir con ello los valores o actitudes
socialmente aceptadas por el sistema educativo? ¿Cuáles son los valores que debe tener o impulsar el
nuevo educador?

Si la escuela actual se limita al conocimiento del contenido educativo, y no diseña ni aplica


instrumentos metodológicos que registren las actitudes de los estudiantes respecto a la práctica de
valores, no podrá tener una acción formativa integral del alumno. De ninguna manera se pretende que
la escuela deje la atención del conocimiento disciplinar, se propone incluir en sus preocupaciones la
formación valoral de los alumnos, toda vez que serán los ciudadanos que habrán de validar la actitud
social más adecuada a nuestras necesidades como entidad y país.

México vive en estos momentos una de las más grandes crisis en valores que marca su historia, si
bien somos una sociedad con un historial de violencia (Independencia, Revolución Mexicana,
movimientos armados, etc,) lo cierto es que ese historial se presentó con una razón o un ideal,
contando con el aval de sectores que integran nuestra sociedad, según el caso. Actualmente, la
juventud no cuenta con íconos que resalten los valores que nuestro país requiere; el poco respeto a la
vida, la adicción a las drogas, la dependencia del alcohol, la acumulación de bienes materiales y de
poder, han hecho de nuestra cultura una cultura del espectáculo, de la apariencia más que la esencia
del individuo. Nuestros jóvenes están indefensos ante el ataque brutal de la mercadotecnia que los
abruma con los modelos sociales que presenta, y que saben que la escuela y sus expectativas de
movilidad social nunca les cumplirán. Mucho se ha dicho que el Estado debe de regular la
publicidad que se ofrece a la ciudadanía, para que en ella no resalte la apoteosis del tener para valer
más. Nada se ha logrado, los intereses económicos superan las intenciones del estado.

Para cerrar esta reflexión sobre los valores, quiero manifestar que para que la educación cumpla su
cometido de ser el pilar del desarrollo de la sociedad y del individuo, es necesario resignificar el
actuar de los agentes del sistema educativo (profesores, alumnos, padres de familia y autoridades
educativas y Estatales), apegándose a lo que marcan la Constitución y las Leyes de Educación, que
establecen que el papel formativo de la educación y la escuela, debe ser garante en el impulso de los
valores como una estrategia de convivencia armónica entre los colectivos escolares y sociales.

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