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Lóbulo temporal: áreas y

funciones.

El lóbulo temporal se sitúa bajo la cisura de Silvio, por delante del lóbulo occipital.

Cortex auditivo. El lóbulo temporal contiene el área auditiva primaria (40 y 41 de Brodmann),
secundaria y de asociación.

Área auditiva primaria. Se encuentra concretamente en las circunvoluciones transversas de


Herschl. Recibe la información que le llega de los órganos auditivos (oído) y permite tomar
conciencia del sonido. Tiene una organización tonotópica. Lesiones en esta zona provocan una
pérdida de conciencia conservándose la reacción refleja al sonido (información que se procesa a
nivel subcortical). Una lesión unilateral produce sordera parcial en ambos oídos con mayor pérdida
del lado contralateral.

Área auditiva secundaria y de asociación. Se encuentran en la circunvolución temporal superior.


Incluye el área de Wernicke, que influye en la decodificación auditiva del lenguaje (comprensión).
Lesiones en éstas áreas conllevarán problemas en la capacidad para seleccionar o reconocer
determinados elementos auditivos, principalmente. Lesiones en la corteza de asociación izquierda
pueden dar lugar a sordera extrema para las palabras (reconocimiento alterado). Lesiones en el
área de Wernicke darán lugar a la llamada afasia de Wernicke, en la que el paciente tendrá un
lenguaje fluido pero carente de significado.

El lóbulo temporal medial incluye estructuras como la región hipocampal (hipocampo), la corteza
perirrinal, entorrinal y parahipocampal. Estas estructuras y su conexión con la corteza cerebral se
han relacionado con la memoria. Lesiones en el hemisferio izquierdo se han asociado a dificultades
para recordar información de tipo verbal y en el hemisferio derecho para recordar patrones de
información no verbal. Síntomas como la pérdida de memoria en pacientes con demencia están
relacionados con la degeneración de neuronas del lóbulo temporal. Lesiones en estas regiones
pueden causar amnesia principalmente anterógrada.

Área de asociación parieto-temporo-occipital. Esta situada en el punto de unión de los tres


lóbulos cerebrales en cuestión. Relaciona la información de los sistemas visual, auditivo y
somatosensorial (de las áreas primarias y secundarias) y envía información a otras áreas como por
ejemplo la corteza prefrontal o el sistema límbico. Es una área relacionada con muchas funciones
complejas, como por ejemplo, la percepción espacial, atención dirigida, integración visomotora,
situación corporal propia en el espacio, relación de información auditiva, visual… con aspectos de
tipo verbal y memorístico, etc. Lesiones en esta región pueden causar problemas en el buen
funcionamiento de todas estas funciones, como por ejemplo, prosopagnosia (déficit en el
reconocimiento de caras familiares), dificultades en la organización de la información verbal y no
verbal, hemiasomatognosia.

Área de asociación límbica. Se encarga de la integración de la información de las áreas primarias y


secundarias con experiencias afectivas y memorísticas (experiencia). También relacionada con el
control de la conducta y la motivación. Añade componente afectivo, por ejemplo, a la información
de dolor que proviene del lóbulo parietal, aportando un cariz negativo (sentimiento de disgusto
hacia el dolor) con el fin de favorecer la supervivencia. Interviene en la regulación de
las emociones y del comportamiento sexual, también en el aprendizaje. Lesiones en estas zonas
pueden causar problemas en la regulación del afecto y cambios en la personalidad de la persona
afectada. También problemas en la regulación del comportamiento sexual (indiscriminado) y de la
motivación (apatía). Un síndrome descrito debido a la lesión de esta región es el de Klüber-Bucy.

LÓBULOS TEMPORALES

La corteza de asociación del lóbulo temporal derecho interviene en el reconocimiento y


comprensión de material no verbal, en la discriminación visual fina, en la organización de datos
complejos o formulación de planes multifacéticos. La lesión del lóbulo temporal derecho puede
provocar desorientación espacial y dificultad para reconocer objetos fragmentados, incompletos o
presentados desde una perspectiva inusual (alteraciones que también pueden ser consecuencia de
lesiones parietales), así como alteración de la discriminación de olores, de la memoria no verbal y
amusia (de aspectos perceptivos). La lesión del lóbulo temporal izquierdo puede ocasionar
disnomia y otras deficiencias de la memoria verbal (episódica, semántica y de largo plazo), afasia
de Wernicke y dificultades para el aprendizaje de secuencias manuales. Una lesión bilateral
selectiva de la circunvolución temporal superior dará lugar a una "sordera cortical" en la que,
como ocurre en la "ceguera cortical de Anton", el paciente muestra anosognosia de su defecto. En
los casos con lesión de la parte lateral superior del lóbulo temporal de cualquier hemisferio
pueden aparecer paracusias o alucinaciones auditivas elementales (sonidos diversos, murmullos,
etc.), mientras que las alucinaciones complejas (temas musicales p. ej.) se relacionan más con
lesión del hemisferio dominante. Las lesiones situadas en la zona temporooccipital pueden
ocasionar agnosia visual, sin alteración de la capacidad de localización visuoespacial. Las lesiones
del lóbulo temporal que involucran la sustancia blanca subcortical pueden acompañarse de
cuadrantanopsia homónima superior contralateral. En algunas personas, tras padecer una
encefalitis herpética o un traumatismo craneoencefálico, quedan destruidas zonas amplias de los
lóbulos temporales, que si incluyen de manera bilateral la amígdala cerebral y el uncus del
hipocampo, producen un síndrome de Klüver-Bucy. Muestran un aspecto de placidez, con
pasividad ante los estímulos del exterior; conducta hiperoral, con ingesta excesiva de alimentos e
incluso de cosas no comestibles; hipermetamorfosis por la que, al ser estimulada su atención por
cualquier estímulo irrelevante, tocan todos los objetos de manera impulsiva; e hipersexualidad, a
veces indiscriminada. La demencia semántica constituye una degeneración cerebral circunscrita
que se localiza en los lóbulos temporales, con notable predominio del dominante (generalmente el
izquierdo). Los pacientes presentan un trastorno selectivo de la memoria semántica y cursan con
afasia fluente progresiva. Esta combinación de manifestaciones juega un papel muy importante en
el desempeño de todas las funciones intelectuales, por lo que el sujeto cumple pronto criterios de
demencia. La memoria semántica se ubica en el neocórtex temporal y almacena los conocimientos
sobre objetos, hechos y conceptos, sus nombres y su significado. El enfermo presenta anomia y
alteración de la comprensión del lenguaje oral y escrito. Conserva algunos aspectos del lenguaje,
como la fonología y la sintaxis, así como la memoria episódica y autobiográfica, memoria de
material no verbal y funciones visuoperceptivas y visuoespaciales. Su lenguaje es fluido, con
articulación y prosodia normales, sin errores gramaticales, pero de contenido pobre y a veces
repetitivo, con dificultad para encontrar palabras (especialmente nombres de personas, objetos y
lugares) y, en fases no iniciales, con parafasias semánticas. Ofrecer pistas de tipo fonético no
mejora la dificultad para recordar nombres. Esta dificultad anómica, objetiva en el lenguaje
espontáneo y cuando se solicita la denominación por confrontación, provoca frecuentemente el
uso de algunos vocablos capaces de referirse inespecíficamente a cualquier otro, como "cosa",
"chisme", "eso", etc. Existe una mayor dificultad en generar palabras de una determinada
categoría (animales o ciudades, por ejemplo) que en recordar palabras que comiencen por una
letra concreta. La dificultad de comprensión es proporcional a la complejidad conceptual del
mensaje, independientemente de su estructura sintáctica. En general, la comprensión de números
y el cálculo se conservan. La repetición no se altera o se altera poco, de forma variable. La lectura
en voz alta puede ser normal, alterándose la comprensión de lo leído en función de la complejidad
semántica del texto, igual que ocurre con la comprensión oral. En la escritura muestra las mismas
dificultades que en lenguaje oral, conservando una sintaxis correcta y cometiendo errores de tipo
semántico al escribir nombres y algunos verbos. Al progresar la enfermedad se puede llegar a una
situación de afasia global y mutismo. La atrofia bilateral de la región amigdalar cerebral puede dar
lugar en ocasiones a manifestaciones del síndrome de Klüver-Bucy. Cuando la atrofia progresiva de
los lóbulos temporales predomina en el no dominante, incluyendo la región temporooccipital, el
cuadro clínico puede comenzar como una prosopagnosia progresiva. Los pacientes presentan, de
forma gradual y selectiva, dificultad para reconocer rostros conocidos, a pesar de identificar bien
los personajes si oyen su nombre o su descripción verbal, aunque este aspecto también se
deteriora al progresar la enfermedad. Son capaces de reconocer visualmente elementos de otras
categorías, como animales o flores de una especie determinada, o lugares famosos, lo que señala
el carácter modal-específico del trastorno. Puede deberse a un tipo de agnosia asociativa o, más
probablemente, a la dificultad para acceder al engrama mnésico que contiene la información
visual de los rostros. Lesiones vasculares y tumorales focales de la región occipitotemporal,
derecha o bilateral, son otras causas más frecuentes de prosopagnosia.

Síntomas de la disfunción del lóbulo temporal

De los cuatro lóbulos cerebrales, frontal, parietal, temporal y occipital, el temporal es el que, al
parecer, tiene mayores conexiones con el sistema límbico, aparte de albergar en él estructuras
subcorticales que, como la amígdala y el hipocampo, pertenecen por sí mismas al sistema límbico.
El polo anterior del lóbulo temporal está considerado como el área de asociación del sistema
límbico y, a excepción del área órbito-frontal del lóbulo frontal, que posee fuertes conexiones con
este sistema, son los trastornos de la función del lóbulo temporal los que producen más síntomas
relacionados con emociones, estados de ánimos y conductas emocionales.

Probablemente, una de las experiencias que nos hace más humanos es la sensación de la propia
personalidad, del yo, de la mismidad o como quiera llamársele a ese sentimiento de la identidad
personal que, para muchos, sigue siendo un misterio. Nada en la naturaleza parece permanente,
todo fluye, incluidos los tejidos de nuestro propio cuerpo. Y sin embargo, tenemos la sensación
subjetiva de que somos los mismos en cuerpo y mente desde la niñez hasta la senectud, a pesar de
saber que el cuerpo se renueva constantemente y que en el terreno mental, nuestro conocimiento
del entorno, nuestra memoria, nuestras creencias y actitudes ante el mundo van cambiando a lo
largo de la vida.

Cierto es que genética e inmunológicamente somos singulares, pero no existe ninguna prueba que
establezca una relación entre la sensación subjetiva del yo con los factores genéticos o
inmunológicos. Más bien parece que esta sensación subjetiva depende de las funciones cognitivas
del cerebro. Y, dentro del cerebro, parece fuera de duda que en esta sensación de la propia
individualidad el lóbulo temporal juega un papel predominante.

Pero antes de pasar a explicar los trastornos que implican una modificación de esta sensación
subjetiva de la propia personalidad, empecemos por describir lo que ocurre en animales cercanos
a nosotros cuando se extirpan ambos lóbulos temporales, incluidos la amígdala y el hipocampo y
las áreas corticales adyacentes. En monos, esto fue realizado en 1939 por Klüver y Bucy, y los
resultados de esta ablación han pasado a la literatura científica bajo el nombre de síndrome de
Klüver-Bucy.

Tras la lesión, los animales desarrollaron lo que se llamó una “ceguera psíquica”, consistente en la
aproximación sin vacilaciones a objetos tanto animados como inanimados y explorarlos con la
boca en vez de con las manos, no importando si los objetos eran alimentos, heces, una serpiente
(que normalmente produce pavor en estos animales) o una bombilla eléctrica.

Otros síntomas típicos son la compulsiva atención a cualquier estímulo visual que se les
presentase, y la falta de respuestas normalmente asociadas a estímulos que producen miedo o
cólera.

Por otro lado, estos monos mostraban igualmente una desinhibición de conductas hetero y
homosexuales, tratando de copular incluso con animales de otras especies, como gatos o gallinas.

En la conducta social, estos animales, tras la lesión del lóbulo temporal, descienden rápidamente
en la jerarquía de dominancia que se establece en las colonias de monos, pero también son
capaces de luchar con los monos más fuertes y dominantes de la colonia, lo que conduce a ser
lesionados gravemente por ellos. En resumen: toda una mina para la psicopatología.

Las estructuras responsables de estas conductas son las estructuras profundas de los lóbulos
temporales, especialmente la amígdala. Precisamente por estos datos y muchos otros se ha
llegado a la conclusión que la amígdala es la estructura por la que los estímulos sensoriales
adquieren una significación afectiva y motivacional.

En seres humanos este síndrome nunca se da completo. Marlowe y cols. Describieron por vez
primera el síndrome de Klüver-Bucy en un paciente humano con meningoencefalitis. Su paciente
examinaba los objetos, incluidas sus manos, colocándolos en su boca y chupándolos o
masticándolos. Tenía un apetito insaciable y comía casi cualquier cosa que estaba a su alcance,
incluidas envolturas de plástico, materiales de limpieza, comida para perros y heces. La extensión
de su hiperoralidad podía ser grave y peligrosa para la vida. Mendez y Foti describieron dos
pacientes con el síndrome de Klüver-Bucy, uno se asfixió tras rellenar la boca con gasa quirúrgica,
servilletas, papel higiénico y tazas de plástico, y el otro por aspiración de una gran cantidad de
alimentos que había ingerido.

Existe, sin embargo, un caso, referido por Terzian y dalle Ore en 1955, de un joven paciente que
sufrió una lobectomía temporal bilateral para controlar sus ataques epilépticos. Este joven
reprodujo prácticamente el síndrome de Klüver-Bucy. Su agnosia visual fue muy grave, el paciente
era incapaz de reconocer a las personas, incluida su madre a la que tenía gran afecto y a la que se
dirigía con la palabra “Madam” cada vez que la veía. También sufría de una amnesia retrógrada
profunda, pareciendo carecer de memoria de todo su pasado.

Otro caso de destrucción bilateral del lóbulo temporal ha sido descrito por Antonio Damasio y
colaboradores en el año 1985, esta vez debido a una encefalitis por herpes. El paciente tenía
también una amnesia retrógrada y anterógrada que afectaba solamente la memoria episódica,
pero no a la semántica. Tampoco reconocía las caras de personajes muy conocidos e incluso
describió una foto de su mujer como si fuera la de su suegra. Curiosamente, este paciente no
desarrolló el síndrome completo de Klüver-Bucy.

Las lesiones de las partes inferiores del lóbulo temporal conducen a agnosia visual, ya que estas
regiones son áreas asociativas del sistema visual; en algunos de estos pacientes se desarrolla una
agnosia específica para determinados objetos, pero no para otros. Por ejemplo, algunos pacientes
tienen enormes dificultades en reconocer animales, como mamíferos, aves o insectos, pero ningún
problema en reconocer objetos hechos por el hombre, como herramientas, objetos caseros,
muebles o vestidos. Al parecer el denominador común de estos pacientes es la lesión de la corteza
temporal ínferobasal.

En lesiones unilaterales lo que se pone de manifiesto es la especialización funcional de los


hemisferios, siendo el hemisferio izquierdo en la mayoría de las personas el que es dominante por
lo que respecta al lenguaje y a la elaboración de material verbal, incluidas las regiones que no son
esenciales para el lenguaje, mientras que el hemisferio derecho o no dominante por lo que
respecta al lenguaje, está especializado en la elaboración de material no verbal. Esto significa en la
práctica que el hemisferio derecho tiene una ventaja sobre el izquierdo para la percepción visual,
sobre todo para el reconocimiento de caras y de las expresiones faciales emocionales.
Precisamente por esta especialización funcional hemisférica, sólo las lesiones de la corteza
temporal derecha afectan a las funciones visuales superiores.

Pero también es cierto que la lesión de la amígdala conduce a un embotamiento de las respuestas
emocionales, lo que no hace más que corroborar el papel que esta estructura juega en nuestra
vida emocional. La enfermedad de Urbach-Wiethe en humanos que implica una calcificación de
ambas amígdalas hace que los pacientes afectados no puedan, por ejemplo, identificar las
emociones de miedo que transmiten caras humanas, o que no puedan dibujar una cara miedosa.
Otros pacientes afectados por esta rara enfermedad no muestran el aumento normal de la
memoria cuando se trata de almacenar material emocional, lo que se sabe depende de los
receptores beta-adrenérgicos en la amígdala.
Otro de los síndromes típicos del lóbulo temporal es el síndrome de Gastaut-Geschwind, que se da
en un subgrupo de pacientes afectados por epilepsia del lóbulo temporal. Este tipo de epilepsia
puede transcurrir sin convulsiones y sin pérdida de consciencia, siempre y cuando quede
delimitado a las estructuras subcorticales del sistema límbico. En cuanto sobrepasa estas
estructuras y se extiende a la corteza cerebral, el ataque se generaliza y el paciente pierde la
consciencia. La epilepsia del lóbulo temporal también se ha denominado epilepsia psicomotora o
epilepsia parcial compleja. El síndrome de Gastaut-Geschwind es un síndrome interictal, con
síntomas que aparecen entre ataque y ataque, y su nombre se debe a que estos dos autores, uno
francés y el otro norteamericano, llamaron la atención sobre estos síntomas que son
fundamentalmente trastornos de la función sexual, hiperreligiosidad, hipergrafia, preocupaciones
filosóficas exageradas e irritabilidad. Aparte de los trastornos de los instintos fisiológicos, como la
sexualidad, la agresividad y el miedo, en estos pacientes aparecen «intereses intelectuales
nuevos» con una preocupación por los temas religiosos, morales y filosóficos.

Algunos pacientes epilépticos con un foco témporo-límbico tienen la impresión de que las cosas
adquieren un significado especial, generalmente exagerado. Estos pacientes son serios, sin humor,
y tienen un interés intenso en temas filosóficos, morales o religiosos. Ocasionalmente, los
pacientes epilépticos experimentan conversiones o experiencias religiosas múltiples. Algunos
muestran relaciones interpersonales alteradas, incluida una preocupación excesiva (obsesiva) por
el detalle, circunstancialidad en el lenguaje, y una tendencia a prolongar los encuentros
interpersonales («viscosidad»). Los pacientes epilépticos pueden emplear mucho tiempo en llegar
a lo esencial, dan informaciones de fondo detalladas con múltiples citas, o escriben copiosamente
sobre sus pensamientos y sentimientos (hipergrafía).

La viscosidad puede ser la característica más importante del síndrome de Gastaut-Geschwind.


Significa una «viscosidad» de procesos de pensamiento o una adherencia a una idea y una
viscosidad en las relaciones interpersonales o adhesión social aumentada. Los pacientes muestran
una circunstancialidad, tienen dificultades en terminar las conversaciones, y tienden a prolongar
los encuentros interpersonales (por ejemplo, interviús con médicos) más allá del tiempo indicado
por las normas sociales.

Otro síndrome fruto de la disfunción del lóbulo temporal es el síndrome de Capgras, descrito en
1923 por el psiquiatra francés Jean Marie Joseph Capgras como «illusion de sosies». La palabra
francesa «sosies», que significa «doble», proviene de la comedia de Plauto Anfitrión, en la que
Mercurio se persona en la forma del siervo Sosia. Este síndrome se caracteriza porque el enfermo
posee la falsa creencia en dobles. Generalmente, el fondo de esta falsa creencia es la negación de
la identidad de otra persona. Por ejemplo, el enfermo puede idealizar a su mujer de tal manera
que la crea perfecta; cuando algo contradice esa creencia, el paciente percibe a su mujer como
una impostora, como un doble. En casos más raros, el doble es el mismo paciente, por lo que el
caso se convierte en el de doble personalidad, tan bien descrito en la novela de Dostoievsky El
doble.

Otra condición rara y parecida al síndrome de Capgras es la autoscopia o ilusión o alucinación del
yo. La diferencia fundamental con el síndrome de Capgras es la identidad psicológica entre el yo
real y el doble, que en la autoscopia no es impostor, sino otro yo al que se le suelen proyectar
todas las características no queridas por el yo real. En la literatura dicen haberlo experimentado
Goethe, Shelley, Guy de Maupssant y Edgar Allan Poe.

También asociados a la disfunción del lóbulo temporal se encuentran fenómenos de


despersonalización y desrealización; en el primer caso, el paciente se extraña a sí mismo, su propio
cuerpo o el entorno; en el segundo caso, aunque el sentido del yo se mantiene, el paciente tiene la
sensación de que todo lo que ocurre es irreal. A veces, estas experiencias ocurren en personas
normales, especialmente en condiciones de gran fatiga, de gran pena o aflicción, cuando se recibe
un diagnóstico de una enfermedad terminal o al sobrevivir a un accidente grave; también cuando
la persona se ha librado de un gran peligro, p.ej., de ser devorado por una fiera, o de ser salvado
de un incendio.

Todos estos ejemplos nos indican que, muy probablemente, el sentido del yo sea el resultado de la
función de una de estas estructuras profundas del lóbulo temporal, posiblemente el hipocampo,
que recibe tanto aferencias internas a través del septo, como externas, de la corteza entorrinal,
aferencias que convergen en las células piramidales de esta estructura, que, está relacionada con
la memoria. La memoria, lógicamente, es un factor determinante en esta sensación de
continuidad de nuestro sentido del yo. De ahí que no sea extraño que este sentido sufra cuando se
lesionan las estructuras límbicas del lóbulo temporal.

La importancia de estas estructuras para nuestras vidas cotidianas nos lo indica asimismo la
función de la amígdala. Sus neuronas son multimodales, es decir, reciben aferencias de todas las
áreas asociativas, y sus células, al igual que en la región ínfero-temporal, reaccionan a estímulos
geométricos, como cruces, triángulos y círculos, así como manos y ojos. De ahí que probablemente
el hombre de Cro-Magnon haya pintado en las paredes de las cuevas prehistóricas todos estos
símbolos, que estarían asociados con los sentimientos de temor y reverencia.

Su activación anormal produce alucinaciones aterradoras, así como estados disociativos de


sensaciones de estar fuera del cuerpo, de despersonalización y de presencia de seres espirituales
que infunden temor y miedo.

Tanto el hipotálamo como la amígdala contienen numerosos receptores para las sustancias
opiáceas, lo que explica que en respuestas al dolor, al estrés, al miedo o al terror, se segreguen
grandes cantidades de opiáceos, que explican por qué los animales, una vez presos por los
predadores, se dejan tranquilamente despedazar sin una protesta o por qué los mártires en el
circo romano morían cantando.

Lejos estamos aún de entender el funcionamiento de todas estas estructuras límbicas, pero es
evidente que encierran toda una gama de síntomas, una vez activadas, que explican muchas
conductas humanas hasta ahora inexplicables.

Es de esperar que esta ignorancia dé pronto paso a conocimientos que contribuyan a que
podamos entendernos mejor a nosotros mismos.

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