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Lóbulo Temporal
Lóbulo Temporal
funciones.
El lóbulo temporal se sitúa bajo la cisura de Silvio, por delante del lóbulo occipital.
Cortex auditivo. El lóbulo temporal contiene el área auditiva primaria (40 y 41 de Brodmann),
secundaria y de asociación.
El lóbulo temporal medial incluye estructuras como la región hipocampal (hipocampo), la corteza
perirrinal, entorrinal y parahipocampal. Estas estructuras y su conexión con la corteza cerebral se
han relacionado con la memoria. Lesiones en el hemisferio izquierdo se han asociado a dificultades
para recordar información de tipo verbal y en el hemisferio derecho para recordar patrones de
información no verbal. Síntomas como la pérdida de memoria en pacientes con demencia están
relacionados con la degeneración de neuronas del lóbulo temporal. Lesiones en estas regiones
pueden causar amnesia principalmente anterógrada.
LÓBULOS TEMPORALES
De los cuatro lóbulos cerebrales, frontal, parietal, temporal y occipital, el temporal es el que, al
parecer, tiene mayores conexiones con el sistema límbico, aparte de albergar en él estructuras
subcorticales que, como la amígdala y el hipocampo, pertenecen por sí mismas al sistema límbico.
El polo anterior del lóbulo temporal está considerado como el área de asociación del sistema
límbico y, a excepción del área órbito-frontal del lóbulo frontal, que posee fuertes conexiones con
este sistema, son los trastornos de la función del lóbulo temporal los que producen más síntomas
relacionados con emociones, estados de ánimos y conductas emocionales.
Probablemente, una de las experiencias que nos hace más humanos es la sensación de la propia
personalidad, del yo, de la mismidad o como quiera llamársele a ese sentimiento de la identidad
personal que, para muchos, sigue siendo un misterio. Nada en la naturaleza parece permanente,
todo fluye, incluidos los tejidos de nuestro propio cuerpo. Y sin embargo, tenemos la sensación
subjetiva de que somos los mismos en cuerpo y mente desde la niñez hasta la senectud, a pesar de
saber que el cuerpo se renueva constantemente y que en el terreno mental, nuestro conocimiento
del entorno, nuestra memoria, nuestras creencias y actitudes ante el mundo van cambiando a lo
largo de la vida.
Cierto es que genética e inmunológicamente somos singulares, pero no existe ninguna prueba que
establezca una relación entre la sensación subjetiva del yo con los factores genéticos o
inmunológicos. Más bien parece que esta sensación subjetiva depende de las funciones cognitivas
del cerebro. Y, dentro del cerebro, parece fuera de duda que en esta sensación de la propia
individualidad el lóbulo temporal juega un papel predominante.
Pero antes de pasar a explicar los trastornos que implican una modificación de esta sensación
subjetiva de la propia personalidad, empecemos por describir lo que ocurre en animales cercanos
a nosotros cuando se extirpan ambos lóbulos temporales, incluidos la amígdala y el hipocampo y
las áreas corticales adyacentes. En monos, esto fue realizado en 1939 por Klüver y Bucy, y los
resultados de esta ablación han pasado a la literatura científica bajo el nombre de síndrome de
Klüver-Bucy.
Tras la lesión, los animales desarrollaron lo que se llamó una “ceguera psíquica”, consistente en la
aproximación sin vacilaciones a objetos tanto animados como inanimados y explorarlos con la
boca en vez de con las manos, no importando si los objetos eran alimentos, heces, una serpiente
(que normalmente produce pavor en estos animales) o una bombilla eléctrica.
Otros síntomas típicos son la compulsiva atención a cualquier estímulo visual que se les
presentase, y la falta de respuestas normalmente asociadas a estímulos que producen miedo o
cólera.
Por otro lado, estos monos mostraban igualmente una desinhibición de conductas hetero y
homosexuales, tratando de copular incluso con animales de otras especies, como gatos o gallinas.
En la conducta social, estos animales, tras la lesión del lóbulo temporal, descienden rápidamente
en la jerarquía de dominancia que se establece en las colonias de monos, pero también son
capaces de luchar con los monos más fuertes y dominantes de la colonia, lo que conduce a ser
lesionados gravemente por ellos. En resumen: toda una mina para la psicopatología.
Las estructuras responsables de estas conductas son las estructuras profundas de los lóbulos
temporales, especialmente la amígdala. Precisamente por estos datos y muchos otros se ha
llegado a la conclusión que la amígdala es la estructura por la que los estímulos sensoriales
adquieren una significación afectiva y motivacional.
En seres humanos este síndrome nunca se da completo. Marlowe y cols. Describieron por vez
primera el síndrome de Klüver-Bucy en un paciente humano con meningoencefalitis. Su paciente
examinaba los objetos, incluidas sus manos, colocándolos en su boca y chupándolos o
masticándolos. Tenía un apetito insaciable y comía casi cualquier cosa que estaba a su alcance,
incluidas envolturas de plástico, materiales de limpieza, comida para perros y heces. La extensión
de su hiperoralidad podía ser grave y peligrosa para la vida. Mendez y Foti describieron dos
pacientes con el síndrome de Klüver-Bucy, uno se asfixió tras rellenar la boca con gasa quirúrgica,
servilletas, papel higiénico y tazas de plástico, y el otro por aspiración de una gran cantidad de
alimentos que había ingerido.
Existe, sin embargo, un caso, referido por Terzian y dalle Ore en 1955, de un joven paciente que
sufrió una lobectomía temporal bilateral para controlar sus ataques epilépticos. Este joven
reprodujo prácticamente el síndrome de Klüver-Bucy. Su agnosia visual fue muy grave, el paciente
era incapaz de reconocer a las personas, incluida su madre a la que tenía gran afecto y a la que se
dirigía con la palabra “Madam” cada vez que la veía. También sufría de una amnesia retrógrada
profunda, pareciendo carecer de memoria de todo su pasado.
Otro caso de destrucción bilateral del lóbulo temporal ha sido descrito por Antonio Damasio y
colaboradores en el año 1985, esta vez debido a una encefalitis por herpes. El paciente tenía
también una amnesia retrógrada y anterógrada que afectaba solamente la memoria episódica,
pero no a la semántica. Tampoco reconocía las caras de personajes muy conocidos e incluso
describió una foto de su mujer como si fuera la de su suegra. Curiosamente, este paciente no
desarrolló el síndrome completo de Klüver-Bucy.
Las lesiones de las partes inferiores del lóbulo temporal conducen a agnosia visual, ya que estas
regiones son áreas asociativas del sistema visual; en algunos de estos pacientes se desarrolla una
agnosia específica para determinados objetos, pero no para otros. Por ejemplo, algunos pacientes
tienen enormes dificultades en reconocer animales, como mamíferos, aves o insectos, pero ningún
problema en reconocer objetos hechos por el hombre, como herramientas, objetos caseros,
muebles o vestidos. Al parecer el denominador común de estos pacientes es la lesión de la corteza
temporal ínferobasal.
Pero también es cierto que la lesión de la amígdala conduce a un embotamiento de las respuestas
emocionales, lo que no hace más que corroborar el papel que esta estructura juega en nuestra
vida emocional. La enfermedad de Urbach-Wiethe en humanos que implica una calcificación de
ambas amígdalas hace que los pacientes afectados no puedan, por ejemplo, identificar las
emociones de miedo que transmiten caras humanas, o que no puedan dibujar una cara miedosa.
Otros pacientes afectados por esta rara enfermedad no muestran el aumento normal de la
memoria cuando se trata de almacenar material emocional, lo que se sabe depende de los
receptores beta-adrenérgicos en la amígdala.
Otro de los síndromes típicos del lóbulo temporal es el síndrome de Gastaut-Geschwind, que se da
en un subgrupo de pacientes afectados por epilepsia del lóbulo temporal. Este tipo de epilepsia
puede transcurrir sin convulsiones y sin pérdida de consciencia, siempre y cuando quede
delimitado a las estructuras subcorticales del sistema límbico. En cuanto sobrepasa estas
estructuras y se extiende a la corteza cerebral, el ataque se generaliza y el paciente pierde la
consciencia. La epilepsia del lóbulo temporal también se ha denominado epilepsia psicomotora o
epilepsia parcial compleja. El síndrome de Gastaut-Geschwind es un síndrome interictal, con
síntomas que aparecen entre ataque y ataque, y su nombre se debe a que estos dos autores, uno
francés y el otro norteamericano, llamaron la atención sobre estos síntomas que son
fundamentalmente trastornos de la función sexual, hiperreligiosidad, hipergrafia, preocupaciones
filosóficas exageradas e irritabilidad. Aparte de los trastornos de los instintos fisiológicos, como la
sexualidad, la agresividad y el miedo, en estos pacientes aparecen «intereses intelectuales
nuevos» con una preocupación por los temas religiosos, morales y filosóficos.
Algunos pacientes epilépticos con un foco témporo-límbico tienen la impresión de que las cosas
adquieren un significado especial, generalmente exagerado. Estos pacientes son serios, sin humor,
y tienen un interés intenso en temas filosóficos, morales o religiosos. Ocasionalmente, los
pacientes epilépticos experimentan conversiones o experiencias religiosas múltiples. Algunos
muestran relaciones interpersonales alteradas, incluida una preocupación excesiva (obsesiva) por
el detalle, circunstancialidad en el lenguaje, y una tendencia a prolongar los encuentros
interpersonales («viscosidad»). Los pacientes epilépticos pueden emplear mucho tiempo en llegar
a lo esencial, dan informaciones de fondo detalladas con múltiples citas, o escriben copiosamente
sobre sus pensamientos y sentimientos (hipergrafía).
Otro síndrome fruto de la disfunción del lóbulo temporal es el síndrome de Capgras, descrito en
1923 por el psiquiatra francés Jean Marie Joseph Capgras como «illusion de sosies». La palabra
francesa «sosies», que significa «doble», proviene de la comedia de Plauto Anfitrión, en la que
Mercurio se persona en la forma del siervo Sosia. Este síndrome se caracteriza porque el enfermo
posee la falsa creencia en dobles. Generalmente, el fondo de esta falsa creencia es la negación de
la identidad de otra persona. Por ejemplo, el enfermo puede idealizar a su mujer de tal manera
que la crea perfecta; cuando algo contradice esa creencia, el paciente percibe a su mujer como
una impostora, como un doble. En casos más raros, el doble es el mismo paciente, por lo que el
caso se convierte en el de doble personalidad, tan bien descrito en la novela de Dostoievsky El
doble.
Otra condición rara y parecida al síndrome de Capgras es la autoscopia o ilusión o alucinación del
yo. La diferencia fundamental con el síndrome de Capgras es la identidad psicológica entre el yo
real y el doble, que en la autoscopia no es impostor, sino otro yo al que se le suelen proyectar
todas las características no queridas por el yo real. En la literatura dicen haberlo experimentado
Goethe, Shelley, Guy de Maupssant y Edgar Allan Poe.
Todos estos ejemplos nos indican que, muy probablemente, el sentido del yo sea el resultado de la
función de una de estas estructuras profundas del lóbulo temporal, posiblemente el hipocampo,
que recibe tanto aferencias internas a través del septo, como externas, de la corteza entorrinal,
aferencias que convergen en las células piramidales de esta estructura, que, está relacionada con
la memoria. La memoria, lógicamente, es un factor determinante en esta sensación de
continuidad de nuestro sentido del yo. De ahí que no sea extraño que este sentido sufra cuando se
lesionan las estructuras límbicas del lóbulo temporal.
La importancia de estas estructuras para nuestras vidas cotidianas nos lo indica asimismo la
función de la amígdala. Sus neuronas son multimodales, es decir, reciben aferencias de todas las
áreas asociativas, y sus células, al igual que en la región ínfero-temporal, reaccionan a estímulos
geométricos, como cruces, triángulos y círculos, así como manos y ojos. De ahí que probablemente
el hombre de Cro-Magnon haya pintado en las paredes de las cuevas prehistóricas todos estos
símbolos, que estarían asociados con los sentimientos de temor y reverencia.
Tanto el hipotálamo como la amígdala contienen numerosos receptores para las sustancias
opiáceas, lo que explica que en respuestas al dolor, al estrés, al miedo o al terror, se segreguen
grandes cantidades de opiáceos, que explican por qué los animales, una vez presos por los
predadores, se dejan tranquilamente despedazar sin una protesta o por qué los mártires en el
circo romano morían cantando.
Lejos estamos aún de entender el funcionamiento de todas estas estructuras límbicas, pero es
evidente que encierran toda una gama de síntomas, una vez activadas, que explican muchas
conductas humanas hasta ahora inexplicables.
Es de esperar que esta ignorancia dé pronto paso a conocimientos que contribuyan a que
podamos entendernos mejor a nosotros mismos.