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* TROUBADOUR vigencia: (1820-1860)


En la época de la Restauración en Francia, también reapareció el estilo gótico, de influencia
inglesa, llamado “Troubadour” o “Catedral”.
La sociedad francesa se apasionó por la gótica, que aunque era desconocida, estaba más cercana
en el tiempo que la antigüedad clásica.
Además, como el rey Carlos X, deseaba reforzar la influencia de la Iglesia, que durante la
Revolución Francesa y el Imperio, se había debilitado, y también, buscaba despertar los sentimientos
cristianos del pueblo, apoyó esta moda.
Este gusto por las ruinas feudales, las canciones de gesta y las epopeyas caballerescas se
extendió por toda Europa. En principio, esta atracción por la Edad Media, era exclusiva de una minoría
culta. Pero, rápidamente, se convirtió en moda, al ser adoptada la burguesía.
Todo se inició cuando la duquesa María Carolina de Berry, nuera de Carlos X, se vistió de
“reina de la Edad Media”, para asistir a una fiesta; diez años después, organizó en su casa, otro baile
de disfraces, en el que las damas lucían tocas y capirotes, y los caballeros, jubones de terciopelo;
donde se bailaba al compás de la música, ejecutada por “trovadores”.
Para estas fiestas se crearon decorados parecidos a los teatrales, que sólo duraban una noche,
pero pronto, se consideró que vivir en una casa, que recordase a los castillos, era lo mejor.
Pero esta no fue más que una moda, que tomaba prestada la ornamentación y no un autentico
estilo.
Ya que los muebles no eran copias de los construidos en la Edad Media, sino una interpretación
de las formas, de la época Carlos X, con el agregado de ornamentación medieval, más exactamente,
del gótico florido.
Fue en esta época, que el arquitecto E. Violet-le-Duc restaura Carcasona y el castillo de
Pierrefonds.
El rey Luis Felipe llamaba a esta moda: “una curiosa enfermedad de nuestro tiempo”.
En 1843, el fracaso del drama romántico “Los Burgraves” de Víctor Hugo y la llegada de un
estilo más burgués, provoca la declinación de esta moda, que los burgueses siguieron usando hasta
1860 aproximadamente.
* DISEÑO INTERIOR
• Paredes
Las que se ubicaban frente a las ventanas, tenían nichos, en los cuales se ubicaban estantes para
libros.
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Algunas se entelaban y otras se empapelaban. Además otras se estucaban con motivos del gótico
florido.
• Papeles pintados
En algunos se representaba “la epopeya de Rolando en Roncesvalles” o “los Amores de
Abelardo y Eloísa”.
En 1827 el fabricante de papel pintado panorámico Jean Zuber presentó un papel panorámico,
llamado “Vistas de Escocia” o “La dama del Lago”, basado en la obra de sir Walter Scott, que
mostraba un paisaje con una guarda de papel, a modo de friso gótico.
• Ventanas
Las ventanas con tracerías, cuyos vidrios de color o pintados, contenían escudos de armas y
figuras históricas.
• Cortinas
Todos los ambientes se cubrían con cortinas dobles, las internas de muselina, las externas en
telas más pesadas, como terciopelos.
• Techos
Planos, a veces, con una versión plana de la bóveda de abanico del gótico, otras con artesonado
en yeso.
• Objetos decorativos
El entusiasmo por lo gótico invadió todo: la relojería, la orfebrería, la encuadernación, la
cerámica, la cristalería y el esmalte.
El bronce dorado, con el que se podía reproducir el tallado en piedra, era muy apreciado para
relojes de pared. Pero, también se usaba para relojes de arena, en forma de pila bautismal, aceiteras
en forma de relicario, frascos de vidrio o cristal, engarzados en armaduras de bronce, calendarios y
barómetros, en el mismo material. Para completar la ambientación, se compraban gran cantidad de
objetos de cerámica, lámparas de noche, en forma de catedral, decoradas con pastorcillas y trovadores,
tinteros con torres almenadas, etc.
* MOBILIARIO
Actualmente es extraño encontrar muebles auténticos de este estilo. Ya que no se volvieron a fabricar.
• Materiales
Las maderas utilizadas al principio fueron claras: arce, sicomoro, limoncillo y naranjo. Luego
se emplearon las oscuras como la caoba y el palisandro, con marqueterías claras.
• Muebles
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Los muebles de asiento fueron incómodos, pues sus respaldos en formas de ventanales, se
clavaban en la espalda y las cresterías dentadas se enganchaban con los flecos de los chales de las
damas.

Los sillones, con respaldo en forma de arco dentado, y provistos de campaniles, se


transformaron en reclinatorios. El reclinatorio se usó en todos los dormitorios, a partir de 1840.

Los escritorios se realizaron con rosetones y molduras marqueteadas, o con calados de arquerías
trilobuladas, paneles ornamentados con falsas ventanas, decoraban las mesas de despacho.
Las puertas de las bibliotecas, los marcos de los espejos y tocadores adoptaron la forma de
vidrieras ojivales.
Las pantallas de las chimeneas también reproducían vidrieras, que encajadas en armazones de
madera, hacían que el vidrio coloreado resplandeciera con las llamas, produciendo efectos lumínicos.
Los armarios se cubrían de pináculos y se apoyaban en capiteles de hojas retorcidas. Pegadas o
recortadas, estas decoraciones, radiantes y flamígeras, se encontraban en todas partes.

Los tableros de todo tipo de mesas representaban rosetones de marquetería, presentando bordes
ojivales calados y arquerías en los pies.
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La cama remataba con pináculos, gabletes y flanqueada por columnas, se cubría de colchas y
cortinas de seda, bordadas en oro.
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* BIEDERMEIER vigencia: (1815-1848)


En la Viena de 1815, después del fracaso napoleónico, se buscaba restablecer la paz, mediante
una política conservadora y represiva.
La burguesía, entonces, renunció a toda aspiración política y se refugió en sus casas, parta
dedicarse, única y exclusivamente, a la vida privada.
El estilo nació en Viena y se extendió a Hungría y Alemania, a los países nórdicos y a Rusia.
Su bajo precio y su aspecto utilitario determinaron el éxito del mobiliario, entre las familias de
la clase media del sur de Alemania y Austria.
El estilo Biedermeier llevaba el nombre de una historieta “Papá Biedermeier”. Este personaje
nació, en los primeros años del siglo XIX, en una historieta aparecida en una revista popular. Sin
pretensiones de hombre culto, este caballero simbolizaba la intimidad.
El estilo fue una interpretación ingenua de los diseños del Directorio y el Imperio francés. Con
una dosis de decoración campesina alemana. Estos muebles eran más adecuados para la forma de vida
germana, que las rígidas piezas napoleónicas.
Aunque el período comprendido entre 1815 y 1848 se considera como la época de vigencia del
estilo, los mejores diseños se realizaron entre los años 1820 y 1830. Una de sus características fue el
predominio de las curvas.
* DISEÑO INTERIOR
Comodidad y simplicidad doméstica fueron las condiciones principales del estilo.
Un buen salón debía estar dotado de cómodos divanes, mesas, vitrinas para “chucherías” y
recuerdos de viaje y, sobre todo debía contener un amplio y confortable sillón para el dueño de la
casa, donde se reúne alrededor la familia.
Ninguna habitación estaba completa si le faltaban el sofá y el secretaire.
La sala de estar, era el corazón de la casa, allí se vivía, se realizaban reuniones entre amigos y
se practicaban los pasatiempos como la lectura, la costura, el coleccionismo, la pintura o la música.
Cuando se pusieron de moda las alfombras de Bruselas, con grandes dibujos y el color del papel
pintado, se hizo más intenso y las flores se agrandaron, empezándose a usar otomanas orientales, en
las habitaciones, fue que llegó la decadencia del estilo.
• Pisos
Los pisos iban totalmente alfombrados, otros eran de madera con pequeñas alfombras tejidas a
mano.
• Paredes
Las paredes de una habitación tenían que estar empapeladas con papel de colores lisos o dibujos
pequeños y repetidos. Los dibujos más grandes se usaban en los bordes y frisos.
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• Telas
Las telas tenían colores alegres de algodón, las panas y terciopelos se sustituyeron por cretonas,
reps y mohair.
Los colores podían ser claros, aunque para contrastar con los muebles de madera clara se usaron
telas negras o marrones.
• Cortinas
En las ventanas había cortinas de muselina o gasa blanca con volado fruncido y bordes rojos.
• Flores
Las flores y motivos florales aparecían por todos lados; se encontraban en alfombras, papeles
pintados y hasta en manteles. * MOBILIARIO
• Materiales y decoración
El mobiliario se construía en maderas claras, del país, como arce, olmo, nogal, y en particular
maderas frutales como el manzano, cerezo y peral. Llamadas, generalmente, “bois clair”. Con la
elección de este tipo de madera se abarataban precios y se evitaba la pesadez.
La caoba resultaba demasiado costosa y el ébano, por ser importado, también, por lo tanto, fue
sustituido por pintura, frecuentemente negra.
Se empleaba poca talla, incrustación o marquetería. Las molduras eran sencillas y se empleaban
ornamentos de latón.
Al ir progresando el estilo fue admitiendo mayor ornamentación. El tallado apareció en sillas y
mesas, así como las volutas. Los cisnes, cuernos de la abundancia, grifos, hojas de acanto y otros tipos
de follaje se tomaron del Imperio, primero y luego de la Restauración.
• Muebles
Las sillas adoptaron gran variedad de formas, se cuidaba la comodidad de los respaldos, por
medio de investigaciones anatómicas, se proponían centenares de diseños, siendo la más popular, la
que tenía el respaldo en forma de abanico, lira, medallón u hoja de acanto u otro tipo de follaje. Las
patas eran rectas o ligeramente curvadas. La tela de tapicería más usada para las sillas era el mohair,
bordeándola con tachuelas de vidrio blanco.
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Gran cantidad de ebanistas vieneses –en el año 1827, sumaban 914- rivalizaban entre ellos, en
la invención de nuevos motivos, como la forma de abanico y la hoja polilobulada o la de volutas
entrelazadas con grandes huecos o calados.
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El sofá, tomaba las líneas de un antiguo lecho con volutas en los apoyabrazos y con las patas de
sable o de ménsula, generalmente, bien tapizado, de respaldo alto y muy cómodo.

El secretaire, el mueble más importante, ya que según la moda, todos se comunicaban mediante
cartas y escribían sus memorias. Usualmente, tenían forma geométrica, a veces, divididos en dos
cuerpos, con el superior remetido y tapa abatible. Otros estaban flanqueados por columnas ebanizadas.
Los armarios, cómodas y bibliotecas tenían diseño sencillo y forma rectilínea, con frontones
arquitectónicos.
Existieron muchos modelos de mesas y mesitas que se colocaban en todas partes, para dar mayor
comodidad al ambiente. Los tableros tenían forma oval o circular. Escritorios, “mesitas de trabajo o
costureros”, con tablero deslizante, que descubría una bolsa porta-objetos;
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“de música”, con cajoncitos que ocultaban atriles; “de toilette” o las que servían de apoyo para
las lámparas u otros elementos de iluminación y que se ubicaban junto a los sofás y sillones.
La firma Danhauser, además de otros muebles ofrecía gran cantidad de tipos de mesa. Entre sus
ofertas se encontraban 64 mesas de diván, 42 mesitas de té, 28 mesas florero, 22 mesas extensibles,
15 mesas de toilette, 35 mesas de centro y 38 de trabajo.
Las formas preferidas fueron las redondeadas y las patas también tomaban formas sinuosas,
generalmente, de madera curvada.
Estas mesitas y demás objetos pequeños, tomaban el nombre de “Nähtische”, (al alcance de la
mano).

Quizás el más famoso diseñador de mobiliario Biedermeier fue el vienés Josef Danhauser
(1780-1829), que fundó su firma en 1814 y continuó su actividad junto a su hijo Josef, pintor histórico
y de género (1805-1845), hasta 1837. Cuyas piezas tuvieron la más alta calidad. Muchos de sus
diseños fueron notorios por el empleo de formas curvas.
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* BIBLIOGRAFÍA

❖ Bennett Oates, Phyllis, Historia dibujada del Mueble Occidental, Ed. Blume, España 1984.
❖ Claret Rubira, José, Muebles de estilo francés, Ed. Gustavo Gili, España 1974.
❖ Coradeschi, Sergio, Guía de Muebles, Ed. Grijalbo, España 1989.
❖ Feduchi, Luis, Historia del mueble, Ed. Blume, España 1986.
❖ Ginsburg, Madeleine y otros, Historia de los textiles, Ed. Libsa, España 1993.
❖ Lucie-Smith, Edward, Breve historia del mueble, Ediciones del Serbal, España 1988.
❖ Mc Corquodale, Charles, Historia de la Decoración, Ed. Stylos, España 1985.
❖ Montenegro, Riccardo, Muebles, Ed. Anaya, España 1994.
❖ Payne, Christopher, Concise Encyclopedia of Furniture, Ed. Conran Octopus, Great Britain
1989.
❖ Varios, El mundo de las antigüedades (Tomo IV), Ed. Planeta-Agostini, España 1989. ❖
Wills, G., Baroni, D., Chiarelli, B., El mueble, historia, diseño, tipos y estilos, Ed. Grijalbo, España
1985.
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* SEGUNDO NEOCLÁSICO: REGENCY


El rey Jorge III, afectado por un desorden mental, no siendo dueño de sus actos, dejó en 1811
el trono a su hijo, quien ejerció la regencia hasta 1820, en que al morir el rey, su padre, ocupó el trono
con el nombre de Jorge IV (1820-1830).
El período de la regencia y el reinado, estuvo unido a las guerras napoleónicas, internamente se
evitó una nueva guerra civil, dando la emancipación a los católicos y preocupándose por el aumento
de mercados a la industria y comercio británicos.
Aunque, prácticamente, toda Europa aceptó el estilo Imperio, conservando en algunos casos,
influencias anteriores, pero hubo una excepción: Inglaterra.
Estaba aferrada a su tradición y en lucha abierta contra Napoleón, por lo tanto, continuó
desarrollando sus estilos característicos, sin deshacerse de las influencias de la época Reina Ana.
Conservando coquillas, soles, abanicos, cuernos de la abundancia, guirnaldas, pequeñas
coronas, etc. También se usaban las tallas en bajorrelieve y se empleaban marqueterías de maderas
claras sobre fondos de caoba.
Sin embargo, al desarrollarse el estilo empezaron a aparecer las líneas rectas y las esquinas
cuadradas, se redujo el empleo de curvas y de esta forma se inició la introducción del segundo
neoclásico en Inglaterra.
El diseñador Thomas Sheraton se distinguió por sus formas, que fueron próximas al Directorio,
y por el frecuente empleo del pie de trípode de inspiración antigua.
El estilo Regency, siguiendo la influencia del Imperio Francés, adoptó las características
egipcias.
Aquella delicadeza en el diseño impuesta por Adam, Hepplewhite e inclusive por Sheraton
desapareció y los muebles se volvieron arquitectónicos, cuadrados e imponentes.
Las maderas pintadas dejaron de gustar y se usaron el cobre y otros metales como ornamento,
en forma de hojas de acanto, cabezas humanas o patas de león.
Como consecuencia de las guerras napoleónicas, el país estaba empobrecido, y la mano de obra
se volvió escasa y cara, por lo tanto, los talleres de ebanistería, comenzaron a utilizar máquinas para
trabajar la madera, lo que reduce los precios, pero disminuye la calidad del mueble.
Hacia 1807, Thomas Hope, arquitecto-decorador y gran aficionado a la antigüedad clásica,
publicó el libro de diseños: “Household Furniture and Interior Decoration”, que se conoce como la
base del estilo Regencia.
Sin embargo, en el estilo, que se prolonga durante los primeros veinticinco años del siglo XIX,
se encontraban las tendencias que se impondrían a lo largo de todo el siglo: comodidad, orientalismo,
exotismo e influencia de estilos de distintas procedencias.
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Tras las victorias navales obtenidas por los ingleses, entre los años 1807 y 1820, apareció un
sub-estilo de mobiliario, llamado “Trafalgar”, caracterizado por la inclusión de ornamentación
marítima y naval, e imitación de sogas y nudos, delfines, y cocodrilos.

* DISEÑO INTERIOR
• El royal Pavilion
El gusto del príncipe Jorge, estaba representado por el Royal Pavilion, de Brighton.
En 1790, el príncipe de gales, futuro Jorge IV, amaba la moda chinesca, que se había difundido
en Inglaterra, desde el siglo XVIII, por obra de William Chambers, por lo tanto, encargó la realización
de un salón chino, para su palacio de Londres, Carlton House.
El arquitecto W. Holland cubrió de formas exóticas, una estructura, que en realidad, era clásica.
Doce años después, realizó una galería, para exponer papeles pintados chinos y le dio carácter exótico,
a algunas de las salas, introduciendo muebles de bambú y elementos chinos, como decoración.
En 1803, el arquitecto Porden, proyectó para el príncipe, un pabellón en Brighton, totalmente
chino, pero también utilizó el estilo hindú para las caballerizas, el picadero y la cochera, que fueron
las primeras construcciones. Finalmente, fue John Nash, quien realizó la obra. El pabellón fue
completado en 1812.
En sus interiores se encontraban serpientes enroscadas en columnas, patas de sillas, de mesas y
pies de lámparas. Dragones, hojas de banano y bambú, en hierro fundido, como ornamento. Se
encontraban, en todo el lugar, flores de loto, campanillas, nenúfares, mandarinos y pájaros exóticos.
Los materiales fueron lacas, porcelanas, bronce dorado y sedas.
De este pabellón derivó la moda de muebles de bambú, o de madera tallada y trabajada para
imitar el bambú.
• Paredes
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En el primer tiempo el diseño fue sencillo. Las paredes planas, de yeso, sustituyeron a los
paneles de madera de la época georgiana.
Para aumentar más el efecto de riqueza, los cortinajes se extendieron a través de paneles de
espejos, situados en los entrepaños de las ventanas y se remataron con cornisas doradas. En las
habitaciones con influencia china, esta cornisa era laqueada.
• Puertas
Los marcos de las puertas fueron lisos y reemplazaron a los de tipo arquitectónico con frontones
partidos.
• Ventanas
El que los arquitectos construyeran casas con ventanas más amplias tuvo como consecuencia,
un tratamiento más importante de los cortinajes.
• Cortinas
Las cortinas cubrieron grandes partes de las paredes. Gracias al telar mecánico, se podía
disponer de una mayor cantidad de materiales decorativos. Satén, damasco, brocado, lustrina (seda
acordonada), y seda con franjas de satén aparecieron en las ventanas.
En los dormitorios el algodón estampado y el percal ponían la nota de color.
Se disponían formando grandes guirnaldas y volantes y en colores contrastantes
• Colores
Los colores favoritos fueron: lila, verde pálido, canela, azul pálido, terracota, rojo, crema y
amarillo.
• Chimeneas
Las chimeneas clásicas de mármol blanco sustituyeron a las de madera tallada. *
MOBILIARIO
• Materiales
La madera de uso común fue la caoba, con marquetería de limoncillo, pero también se usó el
palisandro, palo de rosa, satín (satinwood) y haya o peral pintados o teñidos para imitar el ébano.
Muchos de los muebles llevaban unas pequeñas ruedas, para facilitar su traslado.
• Muebles
En los muebles de asiento, las patas desde el suelo subían hasta los brazos, en una sola pieza,
tenían forma de cabeza de esfinge, con garra de león, patas delanteras acanaladas, pero curvadas hacia
adentro.
Los brazos eran rectos hasta apoyar sobre las patas, los apoya-brazos curvos y en doble voluta
hasta apoyar en el asiento. Posteriormente, terminados en gran voluta muy cerrada, como en la
Restauración francesa.
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Los respaldos con motivos livianos, siempre horizontales, con listones en “X” curva, o con
sectores rectangulares de esterilla, y hacia el fin del estilo con marqueterías cubriendo el mueble.
Otras sillas tenían patas muy abiertas, remedando la “X”. No abundaron los muebles tapizados,
y en general los asientos fueron de esterilla.
Los sofás o chaise-longues, tapizados con maderas vista doradas y decoración clásica.

Las mesas fueron grandes con una pata central, terminada en cuatro pies, cuando eran largas
tenían dos patas en forma de lira y un travesaño torneado entre ellas, las patas llevaban ornamentación
de bronce y rueditas para mover el mueble.
• La silla en el siglo XIX
El arquitecto austríaco Adolf Loos resumía uno de los problemas principales que dieron lugar
a la transformación del mueble y la decoración interior durante el siglo XIX.
“...son unos verdaderos virtuosos del descanso. En este último siglo han ideado más tipos de
silla, de los que se han inventado en todos los demás países del mundo, a través de los tiempos. Según
el principio de que a cada diferente tipo de cansancio corresponde un asiento diferente, en la
habitación inglesa no encontramos nunca los mismos tipos de silla. En una sola habitación están
representados los tipos más variados. Cada cual puede elegir el asiento que le parezca más cómodo.
Son la excepción aquellas salas que se utilizan ocasionalmente: la sala de baile y el comedor. En la
sala se encontrarán sillas fácilmente desplazables, porque no están destinadas al descanso, sino que
deben ofrecer la posibilidad de sentarse durante una conversación agradable y animada...”
Los muebles de asiento anteriores al siglo XVIII, no se construían para la comodidad del
cuerpo, en cambio los asientos rococó se adaptan a las formas del cuerpo.
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Los artesanos ingleses del siglo XIX se basaban en la bergère, la marquise y la chaise-longue
del rococó para realizar sus muebles de descanso. En estos muebles van a desaparecer las maderas
vistas, bajo almohadones y acolchados y las patas se cubrían con flecos y volados.
La chaise-longue, de principios del siglo XIX, por influencia pompeyana, es más rígida; pero a
través del siglo con los neo-estilos: egipcio, gótico, griego, Luis XIV, vuelve a tener más flexibilidad,
ya que se adaptaron mecanismos para regular la inclinación de sus respaldos y se tapizaron
totalmente.
A los sillones y divanes se les añadieron atriles regulables para adecuarlos a la lectura, a la
escritura o al descanso. Así se incorporarán atriles regulables, reposacabezas, mamparas,
candelabros, lámparas, etc.
La moda del mueble cubierto de tapicería posiblemente tenga la influencia de Oriente, aunque
ésta ya existía en Inglaterra desde el siglo XVI, pero recién a fines del siglo XVIII se inició la
fabricación de muebles en ese estilo. Durante el reinado de Luis XV se había usado un sillón
denominado “turquoise” compuesto de almohadones que formaban los asientos y otros que formaban
el respaldo. Thomas Sheraton tenía entre sus proyectos un sofá turco ubicado en una entrante del
muro en forma de “U”.

Los tapiceros ingleses siguieron a los franceses, creando así una serie de sillones de fantasía:
sillas en forma de “S” para dos o más personas, sillones de doble asiento para conversaciones, etc.
* THOMAS SHERATON (1751-1806)

Se llama estilo Sheraton al que imperó en Gran Bretaña durante los últimos años del siglo
XVIII. Thomas Sheraton fue el más destacado teorizador del mueble inglés.
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Nacido, en el año 1751, en Stockton-on-Tees, condado de Durham y habiéndose dedicado, de


joven, a la ejecución de tallas, llegó a Londres, en 1790 y se estableció en el Soho, como diseñador.
Comentarista sobre una gran variedad de temas religiosos y estéticos, escritor incansable, ferviente
Bautista, e incluso ocasional predicador, Sheraton no llegó a abrir taller en Londres, vivió en la mayor
estrechez económica, y falleció en 1806. Hay piezas que pasan por ser hechas por él, pero esto es
dudoso. Pero, su obra principal fue: “The cabinet-maker and upholsterer’s drawing-book”, publicada,
en 1791 y reeditada en 1793 y en 1802, que tuvo un gran éxito, ya que se vendía por suscripción,
obteniendo en ese momento, 650 suscriptores. Entre 1802 y 1803, Sheraton publicó “The cabinet
dictionary”, presentando todos los términos usados en ebanistería, noticias sobre las clases de
maderas, etc. En 1804, antes de morir, preparaba la edición de otro diccionario “The cabinet-maker,
upholsterer, and general artist’s encyclopedia”.
Al principio de su actuación se inclinó a la línea Luis XVI, tanto en la forma, ornamentación y
en la pintura de sillas y sillones, pero luego se volcó hacia el Directorio y el empleo de la caoba.
Los motivos ornamentales más usados fueron las líneas entrecruzadas en diagonal y elementos
clásicos como: urnas, liras, hojas de laurel, abanicos, valvas, guirnaldas, etc.
En los muebles de asiento predominó la línea recta. La forma rectangular del respaldo fue
característica, apareciendo una ornamentación en la zona central, a base de jarrones de forma clásica
o disponiendo barras verticales que imitaban pequeñas columnas, otros respaldos característicos
fueron los de lira o los de medallones con pinturas.
Los asientos tapizados o esterillados. Los brazos de los sillones, altos y curvados, apoyaban
sobre balaustres. Las patas rectas y finas de sección cuadrangular o circular, estípite, con estrías.
Carecen de chambranas o travesaños.

Los sofás fueron parecidos a los sillones, con respaldos de rejilla o de barrotes.
Las mesas, circulares o rectangulares, estaban provistas de un soporte central abalaustrado que
apoyaba en cuatro pies curvados hacia afuera.
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Las mesas auxiliares, pequeñas, con frecuencia estaban sostenidas por un frente ondulado o
semicircular con patas cuadrangulares o circulares apuntadas.
La mesa de bolsa o mesa costurero fue otra de sus creaciones, poseía una bolsa de seda
suspendida en el centro de la armadura.
Con respecto a los escritorios, tuvo distintos modelos: mesa-escritorio con cajones con forma
de riñón, bureaux con tapa cilíndrica o de persianilla, etc.

Se complacía en inventar muebles de uso múltiple, llenos de mecanismos: mesas de juego, que
se convertían en escritorio, toilettes que se abrían, llevando en su interior divisiones y cajones, “high-
boys” con cajones secretos y dobles fondos, mesas que se convertían en escalera para biblioteca,
mampara-escritorio para señora, mesas Pembroke, de tapa cuadrada, rectangular y redonda, etc.
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* THOMAS HOPE (1769-1831)


A diferencia de Adam, Thomas Hope no era arquitecto, sino un rico aficionado y coleccionista,
cuyo principal interés fue crear un ambiente adecuado para sus colecciones.
Hope pertenecía a una conocida familia holandesa de banqueros. Nació en 1769 y pasó su
juventud buscando restos clásicos por Europa y el Cercano Oriente, como era la moda, por la cual los
jóvenes realizaban el “Grand Tour”, que era el viaje de visita a los sitios de hallazgos arqueológicos.
En 17956, Holanda fue invadida por los franceses, entonces su familia emigró hacia
Inglaterra.
En 1801, compró una parte de la colección de vasos griegos de sir William Hamilton, que instaló
en sus casas. Poseía dos: una casa en Londres, en la calle Duchess Street, y la otra era una casa
campestre, en Surrey, “The Deepdene”.
La casa de Londres había sido decorada por Adam, pero fue remodelada completamente, pues
Hope, la consideraba impura y ecléctica. Mandó a hacer muebles, según sus propios diseños, para las
habitaciones.
Con sus conocimientos de arqueología, produjo mobiliario egipcio, griego y romano, pero a
pesar de que sus diseños eran llamativos, las habitaciones tenían aspecto teatral o de museo.
En 1807, publicó un libro llamado “Household Furniture and Interior Decoration”, donde ilustra
su casa de Londres, que se demolió en 1851, aunque sus muebles se conservaron en “Deepdene”,
hasta 1917, en que fueron subastados.
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Hope quería dar a sus muebles tres cualidades: carácter, belleza y sentido práctico apropiado, a
pesar de estas cualidades, no eran cómodos. Pero sus ideas ejercieron gran influencia, principalmente
en George Smith, que en 1808 publicó el libro “A collection of design for Household Furniture and
Interior Decoration”. Smith popularizó las ideas de Hope, presentándolas en forma práctica y
utilitaria, aunque sus diseños y muebles, también están hechos para una elite.

* GEORGE SMITH
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Según los historiadores este artesano decía ser tapicero del príncipe de Gales. En 1808, un año
después de la apareció del libro de Hope, George Smith publicó “A collection of Design for
Household Furniture and Interior Decoration”, con más de 150 láminas en color, basadas en los
diseños de Hope.
La influencia de Hope es notable en “A collection of Ornamental Desings after the Antique”,
publicado en 1812. Su preparación como tapicero, le hizo dar más importancia a los muebles tapizados
o cubiertos con telas. Utilizó las decoraciones zoomorfas en mesas, sillas, aparadores y sofás, agregó
patas aladas a armarios escritorios y mesitas, también aplicó motivos griegos y romanos.

Aplicaba líneas rectas a sillas, dándoles aspecto clásico, provocando que éstas perdieran
comodidad.
También usó el gótico, presentando en su libro un grupo de estos dibujos, que se caracterizan
por su decoración, mientras que la forma fue clásica.
En 1826, publicó “Cabinet-maker and Upholsterer’s Guide”, con ciento cincuenta y tres láminas
con interiores egipcios, griegos, etruscos, romanos góticos y Luis XIV, donde se puede ver el cambio
producido en el gusto decorativo.
Popularizó las mesas de comedor circulares, los sillones otomanes, los espejos circulares
convexos y los chiffonieres.
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* NEO-GÓTICO
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Cuando el clasicismo del Regency comenzó a perder importancia, apareció nuevamente “el
estilo nacional inglés”, el gótico.
Se usaron para esto terminaciones florales, arcos ojivales y arcos polilobulados. El representante
de este “revival” fue Augusto W.N. Pugin (1812-1852).
A los 15 años, intervino junto a su padre, en la realización del mobiliario para el palacio de
Windsor, que incluía una serie de sillas fabricadas por “Morel & Seddon”.
Así comenzó una intensa actividad laboral hasta que en 1841 se convirtió al catolicismo,
entonces se dedicó al estudio de la técnica medieval de ensambladura y procedimientos constructivos
distintos a los usados en ebanistería. Entre sus obras está su casa en Salisbury, algunas casas de campo
e iglesias. Además, junto con Charles Barry, realizó la decoración interior del Parlamento.
Escribió numerosos libros teóricos sobre arquitectura religiosa, como: “Los verdaderos
principios de la arquitectura ojival o cristiana”, “Apología del revival de la arquitectura cristiana”,
“Contrastes o paralelismos entre los majestuosos edificios de la Edad Media y las correspondientes
construcciones de nuestro tiempo, que muestran la decadencia del gusto actual”. Donde sostenía que
hay que revivir el gótico auténtico y rechazar toda imitación.
También se dedicó a la creación de muebles, publicando “El mueble gótico del siglo XV”, cuyos
diseños ejercieron gran influencia.

Sus armarios llevaban puertas con casetones decorados con fronda gótica y sostenidas con
goznes de hierro, grandes arquibancos y mesas de aspecto arqueológico.
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Su padre también publicó un libro, “Mueble gótico”, sus muebles fueron pintorescos y
decorativos, pero influenciados por el Regency.
En el continente, el arquitecto E. Violet-le-Duc fue el protagonista del movimiento gótico
“Troubadour” francés.
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* BIBLIOGRAFÍA

❖ Bennett Oates, Phyllis, Historia dibujada del Mueble Occidental, Ed. Blume, España 1984.
❖ Brian, Estilos de la decoración, Ed. L.E.D.A., España 1980.
❖ Claret Rubira, José, Muebles de estilo inglés, Ed. Gustavo Gili, España 1982.
❖ Coradeschi, Sergio, Guía de Muebles, Ed. Grijalbo, España 1989.
❖ Feduchi, Luis, Historia del mueble, Ed. Blume, España 1986.
❖ Ginsburg, Madeleine y otros, Historia de los textiles, Ed. Libsa, España 1993.
❖ Lucie-Smith, Edward, Breve historia del mueble, Ediciones del Serbal, España 1988.
❖ Mc Corquodale, Charles, Historia de la Decoración, Ed. Stylos, España 1985.
❖ Montenegro, Riccardo, Muebles, Ed. Anaya, España 1994.
❖ Olivar Daydí, M., Historia del mueble inglés, Ed. Seix Barral, España 1949.
❖ Payne, Christopher, Concise Encyclopedia of Furniture, Ed. Conran Octopus, Great Britain
1989.
❖ Varios, El mundo de las antigüedades (Tomo III), Ed. Planeta-Agostini, España 1989. ❖
Wills, G., Baroni, D., Chiarelli, B., El mueble, historia, diseño, tipos y estilos, Ed. Grijalbo, España
1985.

* COLONIAL RIOPLATENSE
• Iconografía de Buenos Aires
La iconografía argentina es una de las más escasas de América Meridional. De otros países,
como el Perú o Brasil, se conservan numerosos detalles gráficos relativos a los diversos aspectos de
sus territorios o de sus costumbres.
La iconografía argentina se reduce, casi exclusivamente, a la de Buenos Aires, la pampa que la
rodeaba, a los habitantes y animales que la poblaban y a los medios de locomoción y transporte, tales
como las típicas carretas que, en largas caravanas, atravesaban la gran llanura.
La pobreza de nuestra iconografía tiene relación con lo que fue la ciudad de Buenos Aires en
los primeros siglos de su existencia.
El primer documento gráfico en el cual se encuentra estampado el nombre de Buenos Aires,
apareció en el año 1599, en un libro editado en Nüremberg, con la crónica de Schmidel, sobre la
primera fundación de Buenos Aires.
Ulrico Schmidel fue un joven alemán que formó parte de la expedición de Pedro de Mendoza,
y asistió a la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires, permaneciendo durante veinte años en
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América del sur y participando en distintos viajes expedicionarios. Cuando regresó a su Baviera natal,
escribió sus memorias, que se publicaron por primera vez en 1567 y luego en 1597 fueron incluidas
en la famosa colección de viajes, publicados por Teodoro de Bry. Luego apareció en 1599, una serie
de grandes viajes, con láminas, y finalmente, el libro aparecido en Nüremberg, que tenía diecinueve
láminas grabadas y un mapa de América meridional.
Entre esas láminas se encontraba la que representaba a la ciudad de Buenos Aires.
La vista de la población se repitió en otra lámina que mostraba la destrucción de la ciudad por
los indios. En ambas, el autor representó imaginativamente una ciudad, que ocupaba un terreno un
poco mayor que una manzana actual, encerrada con un cerco de barro, que protegía las habitaciones
de los fundadores, en realidad, esta habitaciones eran chozas de barro con techos de paja totora.

Desde 1617, con la creación de la Gobernación de Buenos Aires, el puerto comenzó a crecer,
a pesar de las trabas comerciales impuestas por el monopolio, implantado por España. Este sistema
comercial hacía que cada ciudad americana comerciara solo con la capital del reino, por lo tanto, hizo
nacer el contrabando, que aumentó con el asiento de negros y el establecimiento de los portugueses
en Colonia del Sacramento, situada a diez leguas de Buenos Aires, provocando constantes conflictos.
Esa población fue el foco del contrabando, que se realizó en gran escala, llegando a ser un buen
negocio, hasta para las autoridades, complicadas en el fraude.
Naturalmente, a la pobre población de Buenos Aires fue llegando la riqueza, a pesar, que en
1621, se cerró el puerto, por orden del rey Felipe III.
Buenos Aires, por su ubicación, era una puerta abierta sobre el océano, con una comunicación
hacia el mundo exterior y a gran parte del interior sudamericano. La plata de Potosí encontró en ella,
una salida más fácil, que la de Perú, y durante dos siglos la ciudad debió gran parte de su existencia
al comercio en el Alto Perú.
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Una nueva representación gráfica de la ciudad, fue la del tercer decenio del siglo XVII, pintada
a la acuarela y salida del estudio de Juan Vingboons, famoso cartógrafo holandés. Éste preparaba
planos, mapas o vistas dedicadas a las compañías holandesas de las Indias Orientales y Occidentales.
Se conocen cinco grandes repertorios salidos de este estudio, que se conservan en la Biblioteca del
Vaticano, allí se encuentra la vista panorámica de Buenos Aires, que abarca desde el Riachuelo de los
Navíos hasta el sitio, que posteriormente se llamó el Retiro. Se dedujo que la fecha fue en 1628, allí
nos da una idea bastante aproximada de lo que era Buenos Aires, a mediados del siglo XVII.
En la acuarela de Vingboons, el título traducido dice: “Así aparece la ciudad de Buenos Aires,
ubicada en el Río de la Plata”. En el centro aparece una construcción circular, es el Fuerte primitivo;
a la izquierda: está la primera iglesia de San Francisco, a la derecha, la casa de la Catedral, todavía
sin construir, y la primera Merced, hacia el extremo derecho, la ermita de San Sebastián, que se
levantó en el sitio de la actual plaza San Martín.
Abajo, a la izquierda se destaca un velero con la bandera de Holanda y la corsaria. En el espejo
de popa, tiene esculpido el escudo de la provincia de Zelanda.

Transcurre así, más de un siglo sin darse ningún documento representativo del aspecto de la
ciudad.

En 1776, se creó el Virreinato del Río de la Plata, con capital en la ciudad de Buenos Aires, la
extensión de éste era la cuarta parte de América del Sur.
Pedro de Cevallos, primer virrey, al mando de una gran expedición, tomó definitivamente
Colonia del Sacramento, cesando de esta forma el contrabando.
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Se declaró el libre comercio del Río de la Plata con la Península y las otras colonias americanas,
aumentando el comercio en Buenos Aires y creciendo considerablemente la población de la ciudad,
que se triplicó en veinte años.

Fue en el año 1794, cuando se pintaron a la aguada, dos vistas de Buenos Aires que fueron la
más fiel representación de la ciudad, el artista fue Fernando Brambila.
Estas fueron realizadas durante la segunda visita de las corbetas que al mando de Malaspina,
llegó al Río de la Plata.
Alejandro Malaspina, nacido en 1754, de noble familia italiana, fue uno de los más famosos
marinos españoles. En 1788, concibió el plan de realizar un viaje científico y político alrededor del
mundo, que mereció la aprobación del Gobierno Español. En la expedición se embarcaron marinos,
hombres de ciencia y pintores, para tomar apuntes de los pueblos visitados, de sus habitantes, de su
fauna y flora. Fernando Brambila era uno de estos artistas.

En la aguada de Brambila, llamada “Vista de Buenos Aires desde el Río”, las iglesias y
conventos ya estaban construidos. En el centro aparece la Fortaleza, detrás de la Catedral, de perfil
con la cúpula en el centro, sin fachada, ni torres, demolidas en 1778, enseguida el Cabildo, antes de
la construcción de la Recova (1804); San Francisco; Santo Domingo, con una sola torre, a la derecha
del Fuerte, la Merced, San Nicolás y las Catalinas; y sobre la curva del río, en el extremo de la
imagen la gran casa del retiro. Construida por el gobernador Robles, como casa de descanso, luego
fue depósito de negros.
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Entre los libros de viajeros que nos visitaron hasta el año 1820 se destaca: “Picturesque
Ilustrations of Buenos Ayres and Montevideo, etc.”, por Emeric Essex Vidal, publicado en Londres
en 1821. Donde, además de la buena información, hay grabados sacados del natural, coloreados,
referidos a aspectos y costumbres de la ciudad y sus alrededores.
Cuando Vidal llegó a Buenos Aires se encontró con que no era como lo había imaginado. La
arquitectura era pobre y el interés pictórico estaba en el habitante de la ciudad y la campaña, en sus
tareas camperas, en los animales que poblaban las pampas. Por esta razón, el paisajista se transformó
en pintor de figura y animalista. Este hombre era un marino, aficionado a la pintura, pero fue el único
que realizó la representación de los habitantes de la ciudad.
Todas sus ilustraciones muestran escenas de exteriores, la ciudad, los edificios públicos, las
calles, los habitantes, no representó interiores, tal vez por su condición de extranjero.
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* LOS PRINCIPIOS
La primera fundación de Buenos Aires fue realizada por Pedro de Mendoza, en 1536, pero este
fuerte tuvo poca vida, pues el lugar fue abandonado por orden del gobernador Irala, que hizo trasladar
a los pocos habitantes que quedaban hacia la ciudad de Asunción, en 1541.
Durante este período de luchas con los indios y demás problemas, los conquistadores no se
ocuparon del mobiliario, ni de la decoración. Pero se supone que con ellos llegaron algunos
carpinteros, ya que se trasladaban en naves de madera, y a éstas había que repararlas.
La única referencia con respecto al mobiliario, fue el relato del confesor de Mendoza, que relató:
que éste tenía una cama con baldaquín rojo, guarnecido con flecos, cordones y borlas negras; y en
las paredes colgaban un crucifijo y cuadros religiosos.

En 1580, Juan de Garay, refundó la ciudad, vinieron con él, aproximadamente trescientos
pobladores, entre los cuales había algunos artesanos.
Las primeras viviendas fueron ranchos de adobe con techos de paja y pisos de tierra, los muebles
eran los indispensables para dormir, sentarse y apoyar algo, posiblemente en estilo renacimiento
español.
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La ciudad comenzó a vivir su propia vida, y en 1616 se contrató a un carpintero para que
construyera la Iglesia Mayor (Catedral), pues el primer edificio se había desplomado; comenzaron las
obras de la iglesia de Santo Domingo; en 1623, los jesuitas, que habían construido su primera iglesia
y colegio sobre las tierras del Adelantado (parte este de la Plaza de Mayo), se instalaron en la esquina
de Bolivar y Alsina; el Cabildo se siguió construyendo y lo mismo se hizo con el Fuerte.

En 1621, al cerrarse el puerto por orden del rey Felipe III, provocó que la ciudad se
proporcionara lo necesario gracias al contrabando, fomentado por los gobernadores que así se
enriquecían; además desde ese momento y hasta 1640, en que Portugal, dejó de ser parte del reino de
España, se permitía la entrada de carpinteros portugueses.

Recién cuando el puerto de Buenos Aires pudo disfrutar de libertad de comercio, comenzó el
avance de la región, pero esto ocurrió en el siglo XVIII.

* DISEÑO INTERIOR
Al principio las edificaciones fueron ranchos de adobe, techados con paja totora, sostenidos con
palmas del Paraguay.
A partir del siglo XVII, el rancho fue evolucionando. En algunos lugares se comenzó a edificar
elevando paredes de tapia o adobes, eran bloques de barro apisonado dentro de moldes, secados al
sol, que alcanzaban a veces hasta un metro de espesor, y se cubrieron con techos de cañas y paja. Más
adelante, con el empleo de la cal y la fabricación de ladrillos y tejas, se mejoró la construcción de los
edificios.
La casa fue más sólida y amplia, y adoptó la distribución de la casa española de una sola planta:
un zaguán, un patio con plantas, rodeado de habitaciones corridas, bordeando los patios, había galerías
cubiertas, y en el fondo, el huerto o el corral, con las habitaciones de servicio.
Los frentes eran dobles, estaban formados por grandes muros lisos, de ladrillos. Coronaba la
parte superior una cornisa y sobre ella la balaustrada de la azotea formada por pilastras rematadas por
un motivo en forma de vaso, piña o perillón.
Un gran portal en el centro, rodeado de molduras. Sobre este se elevaba el frontis, adornado con
florones y pináculos que sobrepasaban el techo.
La mayoría las casas tenían amplias salas a cada lado de la puerta, con una sala para el estrado
y otra para la tertulia.
• Pisos
Eran de tierra apisonada o estaban cubiertos con toscos ladrillos muy amplios.
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• Alfombras
Sobre los pisos se extendían alfombras turcas, de Alcaraz y otras semejantes.
Cuando el comercio con el interior se intensificó, llegaron mantas y alfombras tejidas con
dibujos y colores de caracteres aborígenes, estos ejemplares alternaban con los importados.
• Paredes
De los muros estaban revocados con tierra mezclada con arena y estiércol. Eran de color barro,
sin blanquear, se empezó a blanquear las paredes en el siglo XVII, se suspendían espejos y cuadros
traídos de España o Flandes; durante esta época los temas de los cuadros, eran en su mayoría,
religiosos.
Se usaron guadameciles y cordobanes españoles para cubrir las paredes. Hay muy pocos
detalles, en esta época, sobre papeles pintados.
• Ventanas
Las ventanas, de piedra traslúcida (berenguela o alabastro), dejaban filtrar los rayos solares.
• Cortinas
La mayoría de las ventanas no tenían vidrios, por lo tanto se cubrían con cortinas para evitar los
vientos. Las telas más usadas fueron el damasco o el brocado, orladas con flecos, cordones y borlas
de seda.
• El brasero
Desde antiguo las chimeneas fueron acompañadas por los braseros. Ya que una chimenea no
alcanzaba para calentar el ambiente, si este tenía una gran superficie.
Se atribuye a los romanos la obtención de carbón vegetal y su utilización para la calefacción, ya
que no produce demasiado humo y por lo tanto, el uso de un recipiente para contenerlo, el brasero.
Este era un recipiente plano metálico, con patas altas, donde se quemaba lentamente el carbón.
Se sabe que los griegos usaron elementos semejantes a los braseros, llamados “escarias”, que
posiblemente fueron copiados de los existentes en Oriente, como el “rangri”, recipiente cubierto con
un paño grueso que se colocaba debajo de la mesa.
Derivados del brasero eran los “maridillos”, “clérigos”, “frailes” y “tumbillas”, que se usaron
para calentar la cama antes de acostarse.
También era una pieza característica en las casa de la América española. Como se instalaba en
el centro de las habitaciones, los artesanos demostraron su maestría.
Se realizaban totalmente en metal o en madera con un recipiente de hierro o bronce, móvil, en
el centro, para el carbón.
Los que tenían el borde de madera, se llamaban “de tarima”, esta era ancha, estaba ricamente
ornamentada con clavos, o placas de metal caladas.
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Sobre la tarima apoyaban los pies las damas, que se sentaban a su alrededor.
Para el estrado se utilizaban braseros de plata, siempre pequeños, en los que se quemaban
huesecillos de aceitunas (carozos), o mezclas de distintas hierbas, que cada señora realizaba y
guardaba la receta celosamente.
También por su misma calidad de criados íntimos, tenían trabajos como mantener encendidas
las brasas de los braseros. Esto requería habilidad para lucirse. La emulación aguzó la inventiva y
algunas esclavas llegaron a sobresalir soplando a dos carrillos por entre las manos a la vez que emitían
notas suaves, especie de canto. Era tarea delicada y como tal se encargaba a mujeres jóvenes

• Techos
Eran planos, formados por vigas y viguetas.
* MOBILIARIO
• Materiales y decoración
A orillas del Riachuelo crecían árboles que no servían para hacer muebles; en el Delta del
Paraná, había buenos árboles, pero allí dominaban los indios, igual que en el Chaco y Misiones, por
esta razón era más práctico y barato importar.
En el norte había nogal, jacarandá, algarrobo y cedro, también se usó el roble, el peteribí y la
araucaria (llamada también pino Brasil, pino Paraná o pino Misiones).
Se llama jacarandá a varias especies, el blanco es una madera blanco- amarillenta que luego de
cortada oscurece. Los europeos lo llaman palisandro.
Una decoración de origen oriental fue el enconchado, que llegó hasta América desde
Filipinas.
Existen dos tipos:
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➢ La incrustación de pequeños trozos de nácar o taracea, sobre superficies lisas, formando


dibujos geométricos o con temas florales.
➢ El enconchado propiamente dicho o laminado, con el que se cubren superficies lisas,
estas láminas son tan finas como hostias.
Este trabajo lo practicaron, desde la antigüedad, los pueblos que vivían cerca del mar.
En Hispanoamérica se usó muchísimo, en Perú, Colombia y las Misiones jesuíticas. Pero en el
Perú, fue donde se logró la perfección combinando esta técnica con marquetería de cobre, ébano,
carey y marfil, además de hilos de oro y plata, y en otros ejemplares con el agregado de vidrios o
espejos.
Existieron muebles enconchados de todo tipo, pero el más común era la papelera de dos cuerpos
con cajoncillos y un nicho central, en el frente, generalmente, con la imagen de un santo.
Si la papelera era de un solo cuerpo, se instalaba sobre una mesa, también enconchada.
Existieron enconchados en bargueños, arcas, contadores, mesas, arquillas, espejos y armarios
de gran tamaño, éstos generalmente, llevaban importantes cresterías barrocas, donde se ubicaba el
escudo heráldico de su poseedor, por dentro, el mueble, también podía llevar esta técnica.
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De la gran cantidad de objetos orientales llegaron a América, los que tuvieron más éxito fueron
los de laca, siendo muy imitados.
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La palabra laca viene del persa “lak”: tinte. Es un barniz extraído del árbol “Rhus vernicífera”,
que se tiñe y aplica en capas, como protección contra la humedad, sobre objetos, generalmente, de
madera.
Las lacas rojas recibieron el nombre de “Coromandel”, aunque eran chinas, éstas llegaron a los
puertos de Coromandel, en la India y de allí se enviaban a otras partes del mundo.
Los temas representados eran naturalistas: pájaros, mariposas, pagodas, puentes, árboles, etc.
Generalmente, pintados en dorados sobre fondo oscuro. También llevaban incrustaciones de oro,
plata, estaño, coral y marfil.
La técnica del lacado era conocida por los aborígenes americanos, que usaban una resina
extraída de un insecto, que llamaban “aje”, a la que mezclaban con aceite vegetal.
En América, la laca recibió el nombre de “maque”, que deriva del nombre que tiene la “Rhus
vernicífera”, en España: “Zumaque”.

• Muebles
En los primeros tiempos se usó el mueble de asiento frailero con asiento y respaldo de vaqueta.

La ropa y objetos pequeños se guardaban en arcones con herrajes y cerraduras de hierro, a la


manera española, realizados en madera tallada o con incrustaciones de nácar, hueso o marfil.
El bargueño, papelera o contador era un escritorio, con una tapa abatible y cantidad de
cajoncitos interiores.
Además se usaba un nicho-oratorio apoyado sobre la cómoda-papelera o sobre una mesa de
arrimo.
En la habitación donde se reunía la familia (comedor), había una mesa de centro, larga y angosta,
a la que se acercaban dos bancos y una silla de brazos a cada extremo.
Las cujas eran camas con patas de tijera, de una o dos plazas, con baldaquín.

• El estrado
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El estrado fue una elevación arquitectónica o un mueble transportable. Cualquiera de las dos
formas tenía, como consecuencia, la postura en cuclillas o con las piernas cruzadas, o recostada, nunca
sentada en los bordes con las piernas hacia abajo.
Esta posición fue común en Oriente, hasta el trono o lecho de estado (como lo llamaban los
ingleses), fue un lecho de patas cortas en el que el soberano se tendía.
En los países orientales esta forma de ubicarse fue general, tanto para hombres como para
mujeres, mientras que en España y América era privilegio sólo de las mujeres nobles.
En Oriente sobre los estrados o divanes masculinos se encontraban pipas (narguiles) y
contadores, en los femeninos, platos con pétalos, elementos de belleza, siempre todo sobre alfombras
y almohadones, además de ubicarse en habitaciones separadas.
El estrado español fue una costumbre heredada de los árabes, que sólo usaban las mujeres, ya
que recibir recostada de esta forma era propio de la nobleza. Esta costumbre fue trasladada por los
conquistadores hacia América.
En todas las casas de cierta categoría se instalaba en una de las salas, en una de sus esquinas,
una tarima espaciosa, de más o menos cincuenta centímetros de altura, casi siempre rodeada por
balaustrillos, llamados “manconillas”, y que podía tener patas.
El conjunto no estaba completo, si no llevaba alfombras y tapices de Turquía, almohadones de
terciopelo rojo o verde bordeados de galones de oro o plata, cortinajes, cielos o techos de género, que
podían tener una lámpara suspendida en el centro, doseles, espaldares (colgaduras ricas, largas y
angostas, que se ponían en las paredes para apoyar las espaldas), los respaldos o “arrimos” podían ser
de telas o papel pintado, las cenefas eran de madera dorada y tallada, además se colgaban cornucopias
en las esquinas, para aumentar la luz.
Sobre el estrado se instalaban pequeños muebles llamados “ratones” y en el centro se ubicaba
un brasero, pequeño, de plata, o una mesita.
En él, la dueña de casa, recibía a las damas de su amistad, y a veces, por excepción a algún
caballero, merecedor de singular deferencia.
Subir al estrado era una señal de distinción, a la cual no se podía pretender fácilmente; de donde
viene la expresión, que se conserva aún en América: “persona de estrado”, para indicar a una persona
distinguida.

* INFLUENCIA LUSO-BRASILEÑA (siglo XVIII)


• La ciudad virreinal
El tratado de Utrecht declaraba lícito y libre el comercio con Gran Bretaña, pero como España
no lo cumplió y los ingleses aprovecharon el asiento de esclavos para introducir sus manufacturas y
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extraer en pago cueros, sebo y mientras les fue permitido, oro y plata. Alegando lo limitado del
mercado de esclavos en la ciudad de Buenos Aires, obtuvieron, así, la autorización para negociarlos
en el interior. Permiso, que naturalmente aprovecharon para vender los géneros que pretendían llevar
para que usaran los esclavos.
Según las crónicas, la ciudad de 1783 se veía así:
“las calles principales tienen vereda o bien empedrada o enladrillada; pero hablando en general,
son malas, en tiempo de lluvias o de seca, pues cuando cesan aquellas por esta, se levantan polvaredas
tan sutiles que incomodan lo que sabe bien...Todo Buenos Aires está edificado de ladrillos, adobes y
tierra pisada...
...Ningún edificio hay en Buenos Aires que merezca el nombre de magnífico...
No se ve lo magnífico, pero tampoco miserable; se entiende en el casco de la ciudad, pues, de
tierra, es la mayor parte de los ranchos. Las casas de Buenos Aires comprenden en lo general una
superficie cuadrilátera; las principales dan por zaguán, entrada a un patio al que caen viviendas que
en circunstancia apreciable y muy ventajosa miren las ventanas y las puertas hacia el norte. Son
buenas casas y capaces; la mayor ocupará media cuadra. Las de segundo orden siguen el mismo estilo
y también comunican a las calles sin zaguán, sino inmediatamente por salas y cuartos...

Últimamente en Buenos Aires hay ya cafés, confitería y posadas públicas...

Los diversos viajeros que han dejado testimonio de la ciudad, afirman que los únicos edificios
altos que sobresalían del plano uniforme, proporcionado por las casas de una sola planta, alterado en
pocos lugares por las casas de dos pisos, eran las iglesias...

Otro dice:...que las casas bajas o altas eran bastante desahogadas y muchas bien edificadas, con
buen moblaje que traen de Río de Janeiro, por la Colonia del Sacramento...

* ARQUITECTURA
Las fachadas de las viviendas eran lisas, por lo común, no muy altas y de extensión variable.
Cubiertas con tejas cocidas, que favorecían el acumulamiento del polvo que, gracias a la humedad del
ambiente, dejaba crecer hierbas y hasta arbustos.
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Como material de construcción lo más empleado era el adobe, o el ladrillo crudo. Los edificios
de mayor categoría eran de ladrillo cocido, asentados casi siempre en barro.
Los ladrillos fueron de variadas medidas hasta comienzos del siglo XIX, en que se reglamentó
su tamaño, fijándose dos, según si eran para muros o para pisos. Aunque podían hacerse de distinta
forma, en caso de encargo especial.
La mayoría de las casas tenían un solo piso, cada una ocupaba una superficie de 36 metros de
frente por 72 metros de fondo.
En las fachadas amplias, la puerta ocupaba el centro.
A veces, era un ancho portón, con un motivo arquitectónico elevado, presentando en el centro
una cartela, como decoración, aunque a veces, podía ubicarse un escudo heráldico y la fecha de
construcción de la casa, llevando como coronamiento, dos copones (cráteras) más o menos grandes.

Las hojas del portón, dos o cuatro, eran, generalmente, de algarrobo macizo u otra madera dura,
cuya única decoración fueron los casetones o cuarterones, moldurados. Era extraño que el portón se
abriera totalmente, ya que durante el día se abría un postigo, que se encontraba en una de sus hojas.
Carecían de “llamadores”, en la ciudad era costumbre gritar, acompañándose de algunas palmadas,
para ser oído por los perros o los esclavos que acudían para atender.
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Ubicadas a cada lado de la puerta, se encontraban las ventanas, dispuestas simétricamente,


quedando, a veces, separadas por una pilastra. Cubiertas por rejas sencillas, con el único adorno de
las “SS” encontradas, en el centro. Si las rejas sobresalían del muro se llamaban “voladas”, muchas
veces, éstas, hacían peligrar a los caminantes descuidados, provocando graves caídas.
A lo largo del frente había una cornisa, de distintos espesores según la casa, y sobre las ventanas
aparecían guardapolvos que hacían juego con las molduras de los contramarcos.
A fines del siglo, casi todas las casas de blanqueaban, y comenzaron a aparecer algunas casas
de azotea y otras con una balaustrada sobre el frente que, de esta forma, ocultaba las tejas.
También se construyeron las primeras casas de alto, convirtiéndose en “punto de ubicación”,
dentro de la ciudad, “los Altos de Escalada”, “los Altos de Riglos”.
En el amplio zaguán de las casas importantes, era costumbre que hubiera un banco de material,
adosado al muro, a veces, revestido de azulejos portugueses de varios colores.
Sujeto a uno de los muros, se encontraba un faro con vela de sebo o “velón” de grasa de potro,
para “iluminar” el lugar. Luego se colocaron “cancelas” de hierro para cerrar la entrada al patio, a
modo de protección.
El patio ocupado por gran cantidad de macetas y tinajas, en cuyo centro se ubicaba el aljibe,
elemento, éste, que no se encontraba en todas las casas, ya que era un lujo poseerlo. Estaba, el patio,
rodeado de habitaciones principales.
Las habitaciones principales o “de los señores”, consistían, generalmente, en un escritorio,
abierto a la calle, al costado de la puerta de entrada, dos o tres dormitorios, dos salones, uno para el
estrado y el otro para la tertulia, un comedor, al lado de este, en las casas, cuyo dueño tenía mayor
nivel económico, había un oratorio, cerrado por una gran puerta de dos hojas, donde un sacerdote,
amigo de la familia, venía a rezar la misa del domingo, y donde la familia se reunía todas las tardes
para rezar el rosario.
El segundo patio, generalmente, era un jardín. La construcción que lo rodeaba estaba dividida
en habitaciones para los hijos de la familia.
Sobre el patio del fondo, daban las cocinas, los cuartos de las esclavas domésticas, era el lugar
dominado por ellas, que lo recorrían permanentemente.
Y atravesando el otro zaguán, se encontraba la huerta, donde se criaban animales y había árboles
frutales.
Era raro, pero había casas donde el dueño podía darse el lujo de tener un carruaje, por lo tanto,
el escritorio estaba convertido en cochera, abriéndose hacia la calle.
* DISEÑO INTERIOR
• Pisos
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Los pisos podían ser de ladrillos, losetas cerámicas o de madera, según el poder adquisitivo del
dueño de la casa. Los pisos se enceraban con cera de abeja, aromatizada con flores de azahar.
• Paredes
Las paredes se blanqueaban con cal o se podían cubrir con telas o con cueros a la manera
española.
De las paredes pendían cuadros con motivos religiosos o paisajes de Flandes y espejos de
Venecia, ubicados sobre consolas.
• Espejos
Generalmente, se ubicaban sobre las consolas, se importaban de Venecia, medían un metro y
medio de alto, por un metro de ancho, el marco estaba formado por trozos de espejo de la misma
clase, superpuestos y recortados.
• Telas
Los salones podían estar tapizados con damasco rojo, con franjas de plata, y las sillas podían
llevar tapizado de terciopelo rojo.
• Chimeneas
En esta ciudad de clima templado, no se usaban demasiadas chimeneas, pero si se usaban los
braseros, la mayoría eran de bronce, aunque los hubo de plata.
• Ventanas
Las ventanas principales tenían rejas salientes, donde las damas aparecían por las tardes para
respirar aire fresco y satisfacer su curiosidad. Las ventanas, en el siglo XVIII, estaban provistas de
vidrio y postigos de madera y daban acceso a balcones de hierro.

• Techos
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Eran planos, no demasiado altos, y durante este siglo se comenzaron a ocultar las vigas.
En la sala principal de la casa, colgaba de la parte central del techo, una araña de cristal con
caireles, las más simples contaban con cuatro brazos unidos a un eje central.
* MOBILIARIO
La influencia luso-brasileña en el mueble del Río de la Plata fue posible por medio del tráfico
marítimo, hasta que Portugal se separó de España en 1640.
Reapareciendo en Buenos Aires en 1680, luego de haberse cerrado el puerto, a través del
contrabando. Esta influencia llegó hasta las provincias del norte, pero donde más fuerza tuvo fue en
el litoral y en Buenos Aires, principalmente, durante el siglo XVIII y principios del XIX.
En el siglo XVII se había afirmado en Portugal y luego en Brasil, un estilo de transición entre
el Renacimiento y el Barroco. La madera más utilizada fue el jacarandá, también se usaron palo de
rosa, cedro y nogal.
Las sillas tenían estructura recta con respaldo y bastidor de cuero de vaqueta labrado, unidos a
la madera por medio de “tachones” decorativos.

Las mesas no eran demasiado grandes y llevaban patas torneadas y tapa no muy gruesa con
faldones simples, con el Barroco sus torneados tomaron formas salomónicas y aparecen las bolachas,
que eran discos aplanados, también surgieron unas tallas, en los faldones, con forma de “zig-zag”,
llamados “tremidos”.
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Las líneas de estos muebles se fueron curvando hasta transformarse, durante el siglo XVIII, en
el Barroco, con influencia del “estilo Reina Ana” inglés y durante el Rococó, tomó la influencia del
“estilo Chippendale” inglés.
El primer período, el mueble de asiento tuvo patas cabriolé, que salían del faldón, que formaba
una cintura de madera, rodeando todo el asiento. Las patas terminaban en “pie de porra”, que aquí se
las llama “pata de burro”, el respaldo salía del bastidor y tenía “pala entera”, con forma de balaustre,
rematando en altos coronamientos con motivos decorativos de vegetales, centrados, simétricos,
corresponden al reinado de Juan V (1706-1750). Se le llama estilo “Don Juan”.

El segundo período corresponde al reinado de José I (1750-1777), tomando la influencia del


ebanista inglés Thomas Chippendale. Se le llama estilo “Don José”.
El mueble fue más pequeño, con curvas más suaves, pero asimétricas, como en el rococó. Los
respaldos fueron más bajos y anchos, las patas se tallaban y calaban, los coronamientos llevaban tallas
de motivos vegetales, pero asimétricos. La pata formaba parte del faldón y tomaba la característica
“curva de ballesta”, integrada por las dos patas y el faldón, podían o no llevar travesaños, terminando
en pie de “garra y bola”, aquí se las llama “pie de cabra”.
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Las cómodas y cómodas-escritorio combinaban los cajones de la parte inferior con una parte
superior, con tapa abatible y dentro, los nichos necesarios para guardar los elementos para escribir. El
frente se veía como un bloque continuo, que podía ser ondulado y las aristas estaban achaflanadas,
presentando tallas profundas y características, terminando en patas de ménsula, cortas y talladas.
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Las camas presentaban cuatro patas cabriolé, cortas. Estas sostenían el bastidor, que poseía un
faldón perimetral festoneado, quedando unido a las patas por la “curva de ballesta”. El cabecero tallado,
con motivos vegetales, enmarcando una cartela, que solía tapizarse con damasco, este motivo se unía
a los montantes, que eran la prolongación de las patas de atrás, talladas con estrías.
Junto con los montantes de las patas delanteras, formaban las columnas que sostenían el
baldaquín.
El baldaquín poseía un borde de madera con las mismas tallas, de motivos vegetales y se cubría
formando un “cielo” de tela, con cenefas y cortinas.

Muchos de los muebles pequeños, llamados “ratones” o “enanos”, se utilizaron en los estrados y
fueron realizados por carpinteros y ebanistas portugueses en estilo “Don José”.

* BIBLIOGRAFÍA
50

❖ Bomchil, Sara; Carreño Virginia, El mueble colonial de las Américas y su circunstancia


histórica. Ed. Sudamericana, Argentina 1987.
❖ Brian, Estilos de la decoración, Ed. L.E.D.A., España 1980.
❖ Feduchi, Luis, Historia del mueble, Ed. Blume. España 1986.
❖ Gammalsson, Hialmar Edmundo, Los pobladores de Buenos Aires y su descendencia,
Municipalidad de Buenos Aires, Argentina 1980.
❖ Ginsburg, Madeleine y otros, Historia de los textiles, Ed. Libsa, España 1993.
❖ González Garaño, Alejo B., Iconografía Argentina, Ed. EMECÉ, Argentina 1943.
❖ Pappolla, Romeo y otros, El mueble en América del sur, Ed. Centurión, Argentina 1948.
❖ Taullard, A., El mueble colonial sudamericano, Ediciones Peuser, Argentina 1947.
❖ Zabala, Rómulo, de Gandía, Enrique, Historia de la ciudad de Buenos Aires, Tomo I y II,
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina 1980.
Lunes a viernes de 9 a 21 h.
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C1426DQG - CABA
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