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Impresiones de viaje

ARMAUIRUMQUE
Una joya cretense

De la villa minoica de Agia Triada el ritón de forma oblonga, un


vaso de piedra serpentina conocido por el nombre "de los
cosechadores", hallado en 1902 y exhibido en el Museo de Heraclión.
Sin asas, con cuello y boca cuidadosamente modelados,
probablemente no tenía pie y fue realizado en tres piezas entalladas
entre sí (la inferior se ha perdido).
En la parte central del relieve vemos 27 personas. Y comenzamos
con las interpretaciones: el Carmen saeculare de Horacio fue cantado
al alimón, en el Capitolio ante el Palatino, el último día del ritual de
los Juegos Seculares el 3 de junio del año 17 a. C., después de que
este dios fuera ofrendado con 9 pasteles de tres clases diferentes, es decir, 27, por 27 muchachas y 27
muchachos, todos vírgenes y no contaminados por la muerte (es decir, con sus padres todavía vivos). El
número 27 es el cubo de tres (valga recordar el carácter mágico de dicho número con la cita de los versos
acrósticos mencionados por San Agustín, De Civ. Dei XVIII, 23, 1, provenientes de los Oracula Sibyllina, que
Agustín hace proceder de la Sibila de Eritrea).
Esta procesión de lugareños ruidosos, todos probablemente
más o menos borrachos con el vino embriagador de Creta, dando
patadas en el
suelo hacia
adelante en una
procesión y
ritmados con la
melodía de un
sistrum, agitado
por uno de ellos,
probablemente
un sacerdote, y
de sus propias
voces, pues
gritan
ruidosamente al
marchar. En Egipto el sistro se asocia estrechamente a los
sacerdotes, de hecho la palabra ihy significa «músico» o «el que
toca el sistro». El sistro que se representa es muy sencillo, sólo
tiene una barra, al contrario que la mayoría de los sistros egipcios
que tenían tres o cuatro. En el vaso de los cosechadores el sistro
se utiliza como un instrumento musical con una connotación religiosa, una asociación con algún ritual
cretense, muy parecida a la que el sistro tiene en Egipto y tal vez deba entenderse como un instrumento
musical utilizado en diferentes rituales para invocar a la divinidad. A partir de la época del Minoico Medio
es cuando se comienzan a apreciar unas influencias más notables entre Egipto y el Egeo, y cuando se
documenta un número considerable de objetos egipcios en Creta, y a su vez objetos minoicos en Egipto. Las
fases del Minoico Medio I y II (Evans) o período protopalacial (N. Platon) corresponden a lo que se
denomina época de los primeros palacios o de los antiguos palacios. Este vaso se data en el período
Neopalacial o Minoico medio III o tardío I, II (=1700-1400 a. C.)
En su cabeza lucen unos gorros planos, especie de boinas,
y sobre sus hombros llevan instrumentos de tres extremos
puntiagudos (¿mayales, bieldos, varas u otros aperos
agrícolas para aventar, trillar o cosechar?) Así, el principal
problema es determinar qué son estos utensilios de cara a la
interpretación cabal de la escena. Visten prendas ligeras, unos
taparrabos enrollados y remetidos en la cintura o sujetos por
un cinturón (lo que nos sugiere que la escena es al inicio del
verano); su corifeo, un anciano de pelo largo, porta un cayado
grande, va con la cabeza descubierta y viste un capote pesado
decorado con escamas y flecos, símbolo de su status
sacerdotal. Los sacerdotes mediaban entre los adoradores y
las deidades y se distinguían de los creyentes ordinarios por
su atuendo.
Para algunos estudiosos se trata de una procesión
celebrando una fiesta del fin de la cosecha de grano, aceitunas
o de la siega (R. C. Bosanquet, N. M. Tod: Archaeology in
Greece 1901-1902, Journal of Hellenic Studies, XXII, (1902) pp.
378-394). Otra interpretación original de Luigi Savignoni (Il
Vaso di Hagia Triada, Monumenti Antichi, Vol. XIII, (1903), pp.
77- 182) considera la escena como el regreso de una próspera
incursión militar —posiblemente marítima, dado el carácter
de la talasocracia minoica—, donde los segadores no serían
otra cosa que marineros de una tripulación desfilando
en su bienvenida a casa tras una operación exitosa.
La vida en este pequeño relieve es extraordinaria.
Nos hace ver a las figuras patear el suelo al mismo
tiempo que elevan sus piernas al aire en una especie
de parada militar, no de manera solemne, sino de
forma rápida, y uno puede percibir sus gritos y sentir
la atmósfera festiva que los envuelve.
Es, quizá, la obra maestra del arte minoico, al
menos en la escultura en bajo relieve. La composición
es dinámica, fuerte, rítmica y enérgica, demuestra un
sentido extraordinario de la síntesis y la exactitud en
el reflejo de la anatomía. La sensibilidad del artista
aparece expresada en detalles exquisitos, como la
representación de un hombre que gira su cabeza
hacia atrás para reírse de su compañero que
probablemente perdió el paso y tropezó. Se ven tres,
incluso cuatro cabezas, uno detrás de los demás para
dar sensación de profundidad. Incluso los mejores
relieves egipcios están muy superados por éste en su
técnica.

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