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Cignetti M, ANTROPOLOGIA 1°

DEFINICIONES, INDEFINICIONES Y PEQUEÑO SABERES

La antropología social se caracteriza actualmente por varios procesos, entre los cuales sobresale la
situación de crisis y/o de malestar permanente, que desde mediados de los setenta se ha instalado
como parte de la perspectiva antropológica.

Desde su creación, el estatus de nuestra disciplina se definió a través de las condiciones


económico-políticas, ideológicos- culturales e institucionales que dominaban las relaciones entre
los países capitalistas desarrollados y las sociedades periféricas, y que fueron estableciendo el
contenido, los problemas, los sujetos de estudio y las metodologías antropológicas. Pero hasta las
décadas de 1950 y 1960 este transparente proceso de articulación entre las condiciones sociales y
la producción de conocimiento no preocuparon demasiado a los antropólogos ni alteró su
confianza en la disciplina, porque el trabajo antropológico se basaba en evidencias reconocidas
como dadas y no como dudas.

Los antropólogos comenzaron a vivir su disciplina en términos de malestar más o menos


permanente cuando dejaron de aceptar acríticamente las condiciones sociales dentro de las cuales
se constituyeron su sujeto (objeto) de estudio y las relaciones no solo científicas sino sociales e
ideológicas establecidos con dicho sujeto.

ANTROPOLOGIA SOCIAL COMO SABER DIFERENCIADO

En el caso de la antropología el malestar ha sido consecuencia de la continua inclusión de nuevos


sujetos y problemas, y de la incertidumbre de las cuales son realmente sus aportes y funciones,
dado que la casi totalidad de los sujetos se caracteriza no solo por la subalternidad y/o su
diferencia, sino por vivir su cultura en condiciones de pobreza, de marginación y de discriminación.

Esta situación de malestar emerge paradójicamente durante un periodo en el cual la antropología


aparece como una disciplina reconocida por sus aportes diferenciales respecto del conjunto de las
ciencias sociales e históricas, dado que algunas de sus características más distintivas emergen de
los años sesenta y setenta como posibilidades teórico- metodológicas para la descripción e
interpretación de los procesos sociales en un momento en que son cuestionadas las tendencias
teóricas y metodológicas predominantes a nivel de la generalidad de las ciencias sociales e
históricas.

Este proceso de profesionalización y de malestar se relacionan con el descubrimiento de que


nuestra disciplina era difícil de ser legitimada en términos epistemológicos, y que su diferenciación
y autonomía estaban basadas en un proceso de institucionalización académica articulado a
determinados procesos ideológicos y económico-políticos. Esto significaba asumir que dicho
conocimiento era inseparable de las condiciones sociales e históricas dentro de las cuales se
instituyó.

La relación entre contexto social y producción de conocimiento es evidente desde la constitución


de la antropología como disciplina diferenciada, ya que tanto las definiciones de su objeto de

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estudio inicial, el primitivo, como las primeras problemáticas organizadas expresan no solo
intereses académicos, sino concepciones ideológicas respecto de un sujeto de estudio. Desde esta
perspectiva debe asumirse que las principales ciencias sociales se organizan a partir de una
división técnica e ideológica del trabajo intelectual que, remite a las sociedades complejas,
civilizadas, desarrolladas respecto de las cuales se constituyeron la sociología, las ciencias políticas,
la economía, y en gran medida, la historia y por otra, remite a las sociedades primitivas, ágrafas,
no complejas, etnográficas que serian el objeto de estudio de la antropología. De tal manera que
se constituye caso simultáneamente un grupo de disciplinas para el estudio de “nosotros”, los
civilizados, y una disciplina para el estudio de “los otros”, los primitivos, con una particularidad
que tanto el estudio de “nosotros” como el de “los otros” es desarrollado inicialmente por
investigadores de los países centrales (“nosotros”), los cuales mantendrán la hegemonía en la
producción teórica y etnográfica durante todo el desarrollo de nuestra disciplina hasta la
actualidad.

En función de su situcionalidad económico-política, especialmente referida a la exposición colonial


las principales sociedades dentro de las cuales se desarrolló nuestra disciplina impulsaron
antropologías nacionales caracterizadas por el dominio de determinadas problemáticas y teorías.
No debe considerarse un hecho secundario y/o anecdótico que la antropología y las ciencias
sociales alemanas impulsaran sobre todo concepciones teóricas historicistas cíclicas o
morfológicas y fenomenológicas frente al evolucionismo y funcionalismo de las corrientes
británicas, expresa algo, la existencia inicial de varios centros de producción antropológica
(Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU) con similar significación, que además utilizaban marcos
teóricos referenciales diferentes directamente relacionados con la situacionalidad histórica.

La producción antropológica se expresó a través de tres idiomas básicos: inglés, francés y alemán.
Pero esta situación inicial que iba a dar lugar a la constitución del modelo antropológico
reconstructivo o conjetural, se continuó a través de todo el desarrollo de la producción
antropológica, en la medida en la que la influencia mutua de los procesos académicos y sociales
será constante en las modificaciones de los sujetos de estudio, de los problemas, de las
metodologías, e incluso de las orientaciones teórico-ideológicas utilizadas por nuestra disciplina a
nivel general y nacional.

Debe subrayarse que Alemania gestó desde finales del siglo XIX la primera tendencia
antropológica que realmente articuló el trabajo de campo y la reflexión teórica a partir de un solo
sujeto llamado etnólogo. La denominada primera guerra mundial no solo dejó a Alemania sin
colonias, sino que constituyó posiblemente el principal referente macro social y experiencial de las
críticas al evolucionismo, a la idea de progreso y al tipo de racionalidad asociada al pensamiento
occidental.

En gran medida, el malestar actual de la antropología refiere por lo menos, en parte al


“descubrimiento” de que tanto sus padres fundadores, como las propuestas desarrolladas entre
los años veinte y cincuenta, así como la transformación de de sus sujetos de estudio y su propia
situacionalidad respecto de los mismos, fueron constantemente orientados y/o condicionados por

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procesos económicos-políticos e ideológicos. Pero mientras en los sesenta se pensaba en la


producción de un saber antropológico que incluyera y “superara” dichos condicionamientos, a
partir de los setenta, y sobre todo en los ochenta, se decide convivir más o menos cínica y/o
profesionalmente con los mismos. La articulación del empirismo/posmodernismo etnográfico
consolidará una perspectiva según lo cual dado aparece legitimado por la hegemonía de una
concepción relativista de la realidad.

A partir de éstos y otros procesos las ciencias antropológicas se constituyeron en torno al


“primitivo”, pero en la medida en que este sujeto fue modificando y diferenciando sus
características socioculturales, la antropología necesitó incluir constantemente “nuevos” actores.
Y así en la década de 1930, la antropología estudió grupos étnicos y grupos folks, en los años
cuarenta pasó a incluir protagónicamente al campesinado, en los cincuenta a los marginales
urbanos y en los sesenta a diferentes estratos sociales. Una amplia variedad de proceso sociales
condujo a la modificación de los sujetos de estudio de nuestra disciplina; éstos proceso van desde
las consecuencias de la migración rural urbana, donde parte de los “primitivos” y de los grupos
étnicos se convertirán en “marginales urbanos”, hasta en cambio en el estatus de los sujetos
dentro de la sociedad global, donde una parte de los grupos étnicos pasarán a ser considerados
campesinado.

A su vez, algunas de estas modificaciones tendrán que ver con el desarrollo de especialidades que
propondrán sus propios sujetos de estudio hasta entonces ignorados o incluidos en categorías
generales. Estos cambios suponen redefiniciones del sujeto que estudia el antropólogo respecto
de la sociedad de donde proceden los antropólogos; este nuevo estatus dará lugar a la
modificación de las relaciones antropólogo/sujeto de estudio a partir de las diferentes situaciones
en las cuales dicha opera. Las modificaciones en el sujeto de estudio expondrán al antropólogo a
situaciones en las que se modifica su propio estatus socio profesional.

Este proceso de modificación de sujetos y problemas, fue en cierta medida conjurado por la
antropología al generar una serie de orientaciones teóricas que tendieron a producir un sujeto
(objeto) de estudio caracterizado por una serie de rasgos que lo homogeneizaban. La antropología
colocó en ese momento (1920-1950) su refundación académica, pasando la producción de dicho
período a ser considerada como “la” antropología.

La institucionalización de esta manera de pensar y hacer antropología condujo a reconocer las


modificaciones en el sujeto de estudio, pero al mismo tiempo a secundarizar o directamente a no
incluir dichas modificaciones en el proceso de producción antropológica, de tal manera que la
situación colonial o explotación económica permanecieron excluidas de las etnografías generales
durante este lapso.

La antropología social se ha caracterizado por haber sido casi la única ciencia social que durante su
trayectoria sostuvo la pertinencia de una aproximación holística a través del conjunto de sus
corrientes teóricas; por el casi exclusivo uso de las descripciones y análisis cualitativos hasta
considerarlos inherentes al trabajo antropológico; por desarrollar un trabajo de campo de larga
duración que implica una aproximación personalizada por parte del investigador; por desarrollar el
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trabajo de investigación sobre el “otro” en el campo del “otro” . De tal manera que la
diferenciación de la antropología respecto de las otras disciplinas sociohistoricas se dio por el
énfasis colocado en los aspectos señalados y, sobre todo, por haberse constituido en torno al
estudio del otro.

Algunas de las características enumeradas potenciaron la constitución del trabajo de campo como
uno de los elementos centrales de identificación antropológica: “la identidad contemporánea de la
profesión de antropólogo se centra en el trabajo de campo. Solamente este trabajo de campo es el
epitome de los que hacen los antropólogos cuando escriben”. Esta identidad se constituyó durante
este período, y no formaba parte de la concepción del trabajo antropológico durante el dominio
del modelo reconstructivo (1880-1920)

La concepción del trabajo de campo como principio de identidad de los antropólogos se basó en
una serie de presupuesto generalmente no explicados que, en gran medida, son producto de la
relación antropólogo/sujeto de investigación. La producción antropológica se caracterizó por el
dominio de una fuerte creencia en la objetividad del trabajo antropológico; el antropólogo no se
preocupaba por el papel de su subjetividad y/o de su ideología, pero aun cuando lo hiciera
consideraba que observaba y describía las cosas como son.

Mas que la objetividad, al antropólogo le preocupaba la mayor o menor seguridad en la obtención


de información, que generalmente refería a las condiciones del trabajo de campo, especialmente a
su duración y continuidad, que darían por resultado información más estratégica y de mayor
calidad que las generadas a través de otras formas de investigación. De tal manera que los
antropólogos se acercarían a sus “objetos” de estudio sin cargas valorativas, sin categorías sociales
comunes y por lo cual la diferencia cultural radical constituiría el principal factor que garantiza la
objetividad antropológica.

La posibilidad de poner este distanciamiento como el principal garante de la objetividad


disciplinaria radica en eliminar la situación colonial o en considerarse inmunes a la misma. De tal
manera que las consecuencias de la expansión europea y de la constitución de la relación
colono/colonizado, fueron normalizadas a través de un proceso de socialización donde los futuros
antropólogos incluyeron no conscientemente representaciones y prácticas estereotipadas y
frecuentemente negativas hacia el mundo colonizado.

Al antropólogo le ha preocupado sobre todo lo que se describe y no cómo se describe, esta actitud
se expresa en la escasez de trabajos metodológicos hasta los sesenta, comparado con la
sociología, así como en la mínima y frecuentemente nula información proporcionada por el
antropólogo respecto de cómo hizo su investigación. Congruentemente con esta perspectiva la
metodología suele identificarse exclusivamente con el trabajo de campo y con un enunciado de
técnicas.

Muchos antropólogos consideraron las teorías como un agregado a sus datos, y otros han
considerado la teoría innecesaria, como una suerte de discurso ideológico que no aporta
demasiado. En determinadas tendencias no solo se desarrolló una actitud ateórica, sino

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antiteórica, colocando a todo el peso en la producción de información o en la importancia de las


acciones prácticas. Es en función de ello que una parte de la antropología investigó temas y
problemas sin cuestionarse demasiado la representatividad de sus datos, ni las dificultades
técnicas para obtenerlos. Su escasa teoricidad, su énfasis en la etnografía, su radical confianza en
la descripción de lo evidente, así como otros aspectos entre los cuales el más relevante es las
producción de información significativa y/o estratégica respecto de los problemas analizados,
coincidirá con determinadas orientaciones teórico-metodológicas desarrolladas durante los años
sesenta por alguno de los principales exponentes de la producción filosófica o epistemológica en
ciencias sociales. Estas características desarrolladas a través del trabajo antropológico, articuladas
con procesos sociales e institucionales, irán estableciendo la antropología como disciplina
diferenciada.

CRISIS ACTUAL O CRISIS PERMANENTE: CRISIS ERAN LAS DE “ANTES”

Personalmente estoy de acuerdo en dar prioridad a los problemas, pero esto por sí solo no explica
por qué se mantienen y se agudiza las diferencias institucionales entre las disciplinas, la
importancia de los problemas y la capacidad de cada disciplina para interpretarlos no explica por
qué hay una distribución diferencial de los recursos económicos y de poder entre los diferentes
campos disciplinarios. Considero que las causas del mantenimiento de las especificidades
disciplinarias no refieren exclusivamente a criterios de tipo epistemológicos ni a la
problematización de la realidad, sino a las condiciones de la institucionalización profesional de las
ciencias.

Debe subrayarse que el mantenimiento de la identidad disciplinaria se reforzó con el proceso de


institucionalización y profesionalización, acentuando aun más la identidad antropológica, durante
un periodo en que las modificaciones en el sujeto de estudio conducían a que la sociología y la
historia se proyectaran sobre alguno de los principales sujetos estudiados hasta entonces por la
antropología, que esta disciplina pasara a estudiar sujetos que hasta la década de 1940 eran
estudiados por la sociología. Esto dio lugar a un intenso proceso de dispersión y difusión de
teorías, técnicas y sujetos; se reforzaron las identidades profesionales, y la antropología, como
cualquier otra actividad institucionalizada, trató de garantizar su propia reproducción, lo cual no
necesariamente refiere a una racionalidad científica de convergencia, sino a una racionalidad
profesional de diferenciación.

Hay una segunda razón por la cual la diferenciación es significativa, ya que para el imaginario
antropológico la especificidad de su disciplina está basada en la calidad diferencial del trabajo
antropológico. Es por ello que considero que lo que ha entrado en crisis es el imaginario y no la
actividad académica antropológica, dado que el proceso de institucionalización y
profesionalización evidencia una notoria expansión de nuestra disciplina en términos de
producción académica.

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Analizar la antropología en términos de crisis implica aclarar primero qué entendemos por crisis, y
segundo si está planteada exclusivamente para esta disciplina a si expresa a nivel particular una
crisis social más general.

Personalmente considero que las crisis como espacios y procesos de ruptura de las continuidades
ideológico-teóricas dominantes, rupturas que posibilitan el acceso a reflexiones y acciones que
cambiarían el signo de los interrogantes y tal vez de las respuestas hasta entonces hegemónicas.
La crisis supone un proceso, que al cuestionar la continuidad, posibilita su modificación, pero solo
posibilita, dado que le ejercicio de transformación dependerá de los sectores sociales que asuman
el proceso de transformación.

Desde esta perspectiva, las crisis son potencialmente necesarias, ya que constituyen una
posibilidad de revisar los antiguos interrogantes, así como de incluir los nuevos problemas
planteados desde otras perspectivas y hasta entonces relegados y/o negados. Las crisis expresan
las situaciones en que pueden emerger el cuestionamiento de lo aceptado como saber
institucionalizado, así como la posibilidad de la crítica a su institucionalización tanto en la vida
cotidiana como en la vida académica y profesional.

Todo esto supone la posibilidad de transformación, entendida la crisis como proceso, y no como
acontecimiento.

Durante la década de 1920 y 1930 se desarrollaron movimientos culturales centrados en la


reivindicación cultural de lo étnico. Estos procesos fuertemente antiimperialistas y
anticolonialistas resinificaron su orientación a partir de las crisis económicas ocupacional de 1929,
que favoreció la emergencia y posterior consolidación político-ideológica de los fascismos y del
estalinismo en los países europeos. El acceso al poder de estas concepciones supuso no solo el
desarrollo y consolidación de cúpulas burocráticas, sino también el notable uso intencional de la
ideología como medio de socialización, de movilización, de control y de identificación de masas.

La capacidad del evolucionismo para articularse con concepciones liberales, socialistas y/o
fascistas evidencia la significación ideológica de una concepción que dio lugar a diferentes tipos de
interpretaciones y de usos técnicos-políticos a través de la eugenesia, del saber biomédico y de la
propia antropología entre finales del siglo XIX y 1990.

Durante este periodo, la antropología es generada por varios centros de producción entre los
cuales sobresalen el británico, el alemán, el norteamericano y el francés; mientras que en Gran
Bretaña y Francia dominaran perspectivas estructuralistas y estructural-funcionalistas, en
Alemania seguirá dominando el historicismo. En l caso norteamericano dominaran tendencias
culturalistas y funcionalistas, y se generarán desarrollo de una perspectiva psicoanalista.

Desde principios del siglo XX una serie de antropólogos norteamericanos plantearon la necesidad
de tomar en cuenta al individuo.

El uso de un concepto de sujeto que reduce o modifica el papel del inconsciente y de la represión,
articulado con el relativismo cultural que tenía que ver con la necesidad de recuperar y enfatizar la

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responsabilidad individual frente al avance del fascismo centrado en la prioridad absoluta del
estado. La inclusión del papel del individuo y la descripción de comportamiento individuales y
micro grupales por antropólogos puede observarse en términos paradigmáticos en la obra
publicada por Homans en 1950 sobre el grupo humano, en la cual subraya el papel del individuo
respecto del sistema social, concluyendo que en la interacción entre los sujetos que debemos
encontrar a explicación de los procesos sociales sustantivos.

La tendencia a recuperar el papel del individuo es una característica comparativa del pensamiento
norteamericano evidenciada no solo a través de la descripción de los diferentes tipos de
articulación sujeto/sociedad, sino también de las concepciones de la subjetividad de los actores
estudiados. La significación del sujeto se expresó a través de nuevas técnicas utilizadas, desarrollo
de biografías y autobiografías.

En este período la antropología social abandona casi definitivamente el término “primitivo”, que
comienza a ser remplazado por otros referidos a características culturales y/o productivas, y de los
cuales los más extendidos fueron los de “grupo étnico”, “grupo folk” y “campesinado”.
Correlativamente durante este lapso se incrementa la aplicación de la antropología a las
denominadas “sociedades complejas”, que supondrá en trabajo con nuevas unidades de
descripción y análisis.

Pese a estas tendencias el núcleo del trabajo antropológico se realizará sobre sociedades y
culturas consideradas como grupos étnicos y caracterizados por el distanciamiento cultural
existente entre antropólogo y nativo, y por constituir una investigación en el campo del “otro”.

FASCISMO Y ANTROPOLOGIA O LOS USOS DE LA ETNICIDAD

El desarrollo de las investigaciones sobre las clases de edad, sobre sectas y sociedades secretas
masculinas, sobre brujería, magia y religión, sobre el mito, etc., evidencian los intereses
académicos de la antropología, pero también expresan los intereses por determinados problemas
cruciales que emergían en las sociedades donde se construía el pensamiento antropológico.

Posiblemente el ejemplo más impactante de esta tendencia sea la obra de W. Schmidt sobre la
existencia de un “alto dios” en las culturas primitivas, que no solo trató de fundamentar la
prioridad del monoteísmo, sino cuestionar y distanciarse del judaísmo como la principal fuente
directa del cristianismo. Este “alto dios” en casi toda la cultura, permitía encontrar en la propia
cultura germana antecedentes monoteístas de cristianismo alemán y excluir al judaísmo como la
fuente única de una religiosidad que era considerada parte fundamental de la identidad étnica
alemana.

El interés central de la antropología y de los estudios de religión en el campo de lo “irracional”,


arranca desde el inicio de nuestra disciplina, pero en los años veinte, y, sobre todo, en los treinta
da un giro radical al desarrollar investigaciones etnográficas especificas sobre la brujería, la magia,
el mito y al generar un intenso interés por las ceremonias y rituales religiosos, no solo en la
religión durkheimiana, sino también en la alemana, cuyo interés por el ritual y los ceremoniales no

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se limitó a la dimensión mágico-religiosa sino que incluyó rituales políticos religiosos. Frobenius, el
principal etnólogo-etnógrafo alemán, desarrolla el concepto del paideuma que define a la cultura
en términos parecidos a los de la concepción del mundo, pero entendida como una entidad viva y
autónoma que atraviesa estadios cíclicos de desarrollo que implican potencialidades creativas
diferenciales, ya que la capacidad creadora de una cultura se constituye básicamente en la
primera etapa del desarrollo de una sociedad, cuando los pueblos producen sus mitos y tienen sus
mayores fuerzas y posibilidades de conmoción creativa.

Frobenius propone trabajar a través de la intuición y de la empatía, según él, la realidad no puede
entenderse a partir de la descripción y análisis de factores, ya que produce un conocimiento
superficial, el verdadero conocimiento se obtiene a través de la intuición.

Los trabajos de Frobenius tuvieron un notable impacto no solo en la etnografía, sino en el


pensamiento alemán, correlacionándose con toda una serie de propuestas y críticas referidas en
particular al papel negativo/limitativo de la razón y a la necesidad de revitalización cultural. Sus
concepciones fueron utilizadas por el nazismo de forma directa o a través de etnólogos influidos
por Frobenius y que adhirieron a la ideología nazi.

Toda una serie de autores trabajaron en Alemania en la dirección de la recuperación activa del
mito y de los rituales, como el caso de Hauer, historiador de las religiones y militante nazi, que
impulso la institucionalización de la denominada “fe religiosa alemana” dentro de una concepción
racista que propugnaba la ritualizacion de la fiesta de la primavera, de la conmemoración de los
muertos, de las bodas, etc., con el objetivo de “zambullirse” a través de los rituales en “el fondo
originario del espíritu” en el cual encontrar la voluntad primordial del pueblo alemán, lo cual
coincidía con el programa del nazismo.

Esta ritualizacion fue desarrollada a nivel sociopolítico. Cada acción política tiene un ritual
particular, y así toda la vida se inundó súbitamente en la marejada de nuevos ritos, los cuales eran
tan rigurosos, regulares e inexorables como los ritos de las sociedades primitivas. Nadie podía
andar por la calle, nadie podía saludar a su vecino o a su amigo sin ejercitar un rito político. El mito
y sus rituales fundamentaron una comunidad imaginaria de iguales organizada en torno a la raza,
según la cual todos los miembros, pertenecen a la raza aria que los unifica y homogeneíza.

Desde esta perspectiva, los intentos nazis de modificar, y sobre todo de reemplazar a las iglesias
cristianas por nuevas religiones “volkisch” expresan el reconocimiento del papel de la religión
como agente unificador, integrador y de organización social, como una de las principales
instituciones socioideologicas que promueven a identidad y la continuidad cultural, sobre todo a
través de rituales.

Los nazi promovieron o facilitaron el desarrollo del movimiento de la “fe alemana” caracterizado
por su anticristianismo y por la reivindicación de formas religiosas germanas, así como también
promovieron el movimiento de los cristianos alemanes que trataron de germanizar las iglesias
cristianas. En ambos casos se impulsó el desarrollo de rituales en ámbitos públicos y domésticos.

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Desde esta perspectiva, el nazismo y una parte de la ciencia que produjo, incluida la antropología,
no constituyó un fenómeno patológico, sino una de las posibilidades de desarrollo ideológico
implícito en las tendencias de dicha sociedad. El nazismo no negó la ciencia, por el contrario, la
utilizo política e ideológicamente a partir del trabajo de los propios científicos con fines de
estigmatización y de exterminio.

La higiene racial fue un fenómeno internacional y no exclusivamente alemán, durante la década de


1920 la higiene racial se enseñaba en el 75% de las universidades de los Estados Unidos. Durante
este lapso todas las medicinas de los países avanzados en el campo biomédico realizaban sus
investigaciones con seres humanos, en su mayoría eran seleccionados con criterios racistas,
clasistas.

Lo que hizo el nazismo fue radicalizar la aplicación de las medidas eugenésicas y expandirla a otros
sectores y sujetos sociales no incluidos en las legislaciones de otros países como el caso de los
judíos y gitanos. Estas acciones fueron asumidas por científicos y profesionales, antropólogos y
médicos, quienes tuvieron un rol protagónico en la decisión de quienes debían ser esterilizados.

El pensamiento alemán, especialmente el de la antropología, desarrollo como uno de sus


principales conceptos el de etnicidad, pensado a través de la constituvidad histórica, como
articulación de lo biológico y lo cultural, ya que entendían lo étnico como una comunidad de tierra
(suelo), sangre, raza y tradición cultural para lo cual constituyeron el concepto de “pueblo racial”.
La mayoría de los científicos no tuvo problemas en adecuar este concepto continuamente a las
necesidades de integración y de expansión político-cultural germana.

Según Hauschild, la antropología alemana se constituyó a través de la invención de otro, que en el


cao alemán fueron dos otros, uno referido a los “pueblos naturales” y otro al judío, entendido
como otro distinto y peligroso.

HACIA UNA REFORMULACION DE LA PERSPECTIVA ANTROPOLOGICA

Consideramos que la noción dominante de la antropología aplicada durante este periodo


ha sido bien sintetizada por Mair (1968) al proponer que es todo conocimiento sobre las
poblaciones estudiadas, que puede ser útil para los encargados de tomar decisiones sobre
dichos grupos que según los casos analizados por esta antropóloga conciernen
exclusivamente a grupos étnico no occidentales.

Es justamente a través de la antropología aplicada que podemos observar con mayor


transparencia lo señalado previamente respecto de las orientaciones dominantes en
antropología.

El relativismo cultural, que fue nuevamente recuperado e los setenta por una parte del
denominado posmodernismo, también se constituyó como concepto central durante este
lapso, al igual que toda una serie de conceptos impulsados por las diferentes tendencias

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antropológicas, no puede ser entendido en su significado antropológico, si su análisis solo


se reduce a la producción académica en sí. En gran medida, el relativismo cultural, fue
cuestionado o recuperado descontextualizadamente, sin observar los usos y significados
que tuvo durante el periodo en que se institucionalizó como parte de la perspectiva
antropológica.

Considero que el relativismo cultura expresa de forma paradigmática lo que ocurre con la
mayoría d las teorías significativas; que su orientación es dada no por la teoría en sí, sino
por los objetivos y por las fuerzas sociales que se hacen cargo de las mismas. El relativismo
cultural subraya la diversidad, la diferencia, la particularidad, pero dicho énfasis pueden
ser usados para posibilitar, o no, la hegemonía o importancia de concepciones liberales
aticistas o incluso étnicos-racistas. No pueden entenderse conceptos como etnicidad o
raza, sino se los observa sistemáticamente a través de sus usos académicos y sociales. De
tal manera que a partir de mediados de la década de 1940 Alemania dejo de ser uno de
los principales productores de la teoría antropológica y etnográfica hasta la actualidad.

Este proceso significo un empobrecimiento de los estudios etnológicos, sociológicos, de


historia de las religiones y de los grupos folk, ya que con ellos desaparecieron las
tendencias historicistas, fenomenológicas e interpretativas de mayor desarrollo teorico-
metodologico dentro de esas disciplinas. Desapareció la única tendencia antropológica
que hasta entonces proponía explícitamente una aproximación hermenéutica a través de
las categorías de intuición y empatía que implicaban un concepto de cultura muy similar al
que ulteriormente redescubrirán autores como Geertz.

LA PÉRDIDA DE LA VIRGINIDAD COLONIZADORA: LOS AÑOS SESENTA

Muchas regiones del tercer mundo se convirtieron en lugares problemáticos para el


trabajo antropológico; la problematicidad, l peligro y el compromiso del trabajo
antropológico no se dio recientemente como parecen sugerir algunos trabajos
antropológicos realizados por antropólogos recientes; sino que un sector de los
antropólogos de los países periféricos iban a vivir su trabajo antropológico durante los
años sesenta y setenta en términos de peligrosidad, una peligrosidad que llevo al
encarcelamiento, al exilio, a la desaparición y a la muerte de muchos científicos sociales
en América Latina y en otros contextos nacionales y regionales.

Durante este lapso a nivel ideologico-politico, especialmente en el tercer mundo, dominan


posiciones populistas y nacionalistas, incrementándose la presencia de concepciones
socialistas y comunistas incluso e una parte de las orientaciones populistas.

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El etnocidio se convirtió en los años sesenta y setenta en una de las temáticas de la


antropología que comenzaba a describir este tipo de proceso social a nivel profesional
dentro de los centros hegemónicos de producción antropológica.

Es en este periodo cuando los antropólogos “descubren” que su trabajo se desarrolló y


desarrolla dentro de poblaciones que han sufrido diferentes tipos de violencias
impulsadas, por el país y/o sociedad de origen de antropólogo. Los antropólogos
descubren que sus etnografías no hacen referencias a los procesos de violencia y
exterminio de los grupos nativos, y no solo respecto del periodo de expansión colonial
gestado durante el siglo XIX, sino de los proceso desarrollados entre las décadas de 1930 y
1950. Que la antropología francesa no incluye ni menciona las masacres de decenas de
miles de africanos llevadas a cabo por Francia en la década de 1940, que lo antropólogos
británicos no narran los procesos ocurridos en Sudan, India o Sudáfrica antes y durante la
2daGM. Se evidencia que la producción antropológica omite describir los procesos de
dominación económica, política y/o militar, así como los diferentes tipos de reacciones
sociales, incluidos los movimientos nativos anticoloniales desarrollados entre los finales
del siglo XIX y la década de 1950.

El empirismo y la objetividad antropológica son radicalmente cuestionados por algunas


tendencias.

La antropología no solo asume que sus sujetos de estudio y sus problemas se han ido
modificando. En una parte donde trabajan los antropólogos han ido surgiendo
antropólogos nativos, nacidos en sociedades que estudian los antropólogos. Esto crea la
posibilidad de un nuevo tipo de antropólogo, que estudia su propia cultura, lo cual ya
había sido desarrollada. La mayoría de los antropólogos nativos son parte de
determinados estratos sociales a nivel de la sociedad global.

Desde nuestra perspectiva nos interesa subrayas dos hechos: primero el descubrimiento
por nuestra disciplina de las consecuencias de la situación colonial para los sujetos
estudiados y para el trabajo antropológico ejercido hasta entonces, y segundo el hecho de
que esta reflexión emergiera tan tardíamente dentro de la antropología. Lo relevante fue l
surgimiento tardío del análisis de este proceso y sus consecuencias en la producción
antropológica.

Analizando el desarrollo de la antropología británica, Stauder concluye que “la mayoría de


los antropólogos aceptaron el marco de trabajo establecido por el imperialismo, de tal
manera que la explotación y la dominación violenta fue clausurada por una retorica y una
mitología que formulaba las relaciones entre los gobernantes y gobernados y entre
explotadores y explotados en términos de una armonía de intereses”. Más aún, señala

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que los servicios prestados por los antropólogos al colonialismo fueron mucho más
significativos que sus aportes a los pueblos colonizados.

Es importante recordar que el problema ideológico y ético de la investigación


antropológica fue discutido en este lapso con una radicalidad sin precedentes, y colocó a
la antropología en el lugar más cuestionado respecto del conjunto de las disciplinas
sociales e históricas.

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