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Pablo Aracil
Violeta Cano
Elena Iranzo
Sandra García
Lucía Pérez
Miquel Salvà
Índice:
1) Introducción:
2) Definición de conceptos:
o Definición: ¿Qué es el Apego?
o Primeras teorías:
- Perspectiva Conductista
- Perspectiva Psicoanalítica
- Perspectiva Cognitivo-evolutiva
- Perspectiva Etológica
o Tipología del apego
o Componentes:
- Conductas de apego
- Representación mental de la relación
- Sentimientos
o Funciones del apego
o Interacción entre padres e hijos y formación del vínculo de
apego:
- Rasgos de interacción padres-niños
- Rasgos de interacción niños-padres
4) Reflexión y conclusiones
5) Bibliografía
1) Introducción:
En este trabajo queremos hablar sobre el apego infantil. Vamos a investigar sobre qué
es, cuál es su función y la influencia que puede tener en el desarrollo emocional del
niño y en sus relaciones de amistad futuras. Del mismo modo queremos comprobar la
relación que existe entre los tipos de apego y la adaptación a la escuela, así como las
diferencias existentes entre los niños escolarizados antes de los tres años y los
escolarizados a partir de los tres.
Para ello vamos a definir el apego y su origen según las teorías conductista,
psicoanalítica, cognitivo-evolutiva y etológica. Después repasaremos diferentes
investigaciones acerca del apego infantil y las herramientas de interacción de que
disponen padres e hijos.
2) Definición de conceptos:
El ser humano es un ser social, que establece vínculos con las personas con las que se
relaciona. El vínculo afectivo que establece el bebé con las personas que se ocupan de
él, cubren sus necesidades básicas, le cuidan y le dan seguridad emocional, se llama
apego o vínculo de apego.
Las figuras de apego son aquellas que le ofrecen seguridad emocional y a las que el
bebé recurrirá en caso de desconcierto. Por ello pueden ser la madre o el padre, pero
también una abuela, un tío, una cuidadora, una educadora, etc.
Primeras Teorías:
- Perspectiva conductista:
Las teorías conductistas sostienen que el apego responde a una conducta aprendida.
Para ello se basan en dos fundamentos:
- Perspectiva psicoanalítica:
- Perspectiva cognitivo-evolutiva:
Desde este punto de vista, más funcional, se plantea que la habilidad para formar un
vínculo afectivo depende de las capacidades cognitivas del niño. Según esto, el niño
tiene que discriminar a la figura materna de los desconocidos y reconocerla como
permanente más allá de sus percepciones para establecer el lazo estable. Defiende que
en cierto modo el niño nace programado para establecer el vínculo de apego.
Desde esta perspectiva el establecimiento del apego requiere de competencias
intelectuales, pero no significa que no esté programado, es decir, que la formación de
este vínculo requiera de unos meses, no significa que las personas no vengan
genéticamente preparadas para establecerlo.
- Perspectiva etológica:
Para los etólogos el apego es una tendencia conductual innata que se ha instaurado en
el bagaje hereditario de la especie humana por su valor de supervivencia a lo largo de
la evolución. Esta perspectiva es, de todas las conocidas, la más ampliamente aceptada
e influyente.
Lorenz (1971, extraído de Berk 1999) describió con gran precisión esta conducta en
diferentes especies de aves y mamíferos, en ellos nos dice que es necesario distinguir
dos mecanismos:
Persecución de la madre por parte de la cría, para mantener la proximidad física y
percibirla sensorialmente.
Identificación de las crías por parte de la madre, y reconocimiento de forma innata
de sus necesidades y de las respuestas necesarias para su cuidado.
Según Bowlby, la relación del bebé con la persona adulta se inicia con una serie de
señales innatas en el bebé que reclaman la atención del cuidador.
Fase de formación del apego: Entre las 6 semanas y los 6/8 meses, el bebé
manifiesta preferencia por las personas que le son familiares e interacciona de
forma privilegiada con ellas sin rechazar todavía a las desconocidas.
La interacción privilegiada se produce con la madre. Son pruebas del
reconocimiento la sonrisa diferencial, las vocalizaciones diferenciales, el llanto
diferencial y la interrupción diferencial del llanto.
Fase del apego bien definido: Tiene lugar entre los 6/8 meses y los 18 meses. A los
8 meses muestran ansiedad de separación, que aparece cuando la figura de apego
se aleja, el miedo a las personas extrañas es frecuente a esta edad, siendo frecuente
que lloren ante una persona desconocida. Por otra parte se puede observar que
hasta este punto del desarrollo el bebé rara vez reacciona de manera negativa
(rechazo, evitación, temor, etc.) ante extraños. Se observa, entonces, una relación
entre el establecimiento del apego específico y el comportamiento negativo hacia
personas desconocidas. Sin embargo, incluso alcanzada esta etapa, un bebé puede
reaccionar positivamente frente a un extraño, sobretodo si la madre habla
positivamente de éste o el desconocido se acerca con cautela y actitud amistosa.
Fase de formación de una relación reciproca: Los niños van construyendo
representaciones mentales de los objetos, personas y fenómenos que conforman su
entorno. En esta fase ya han elaborado una representación interna del vínculo de
apego establecido y tienen una serie de expectativas sobre su disponibilidad en
momentos de estrés, la sensibilidad de la figura de apego hacia sus necesidades y
la posibilidad de recibir su apoyo si les hace falta. La formación de una relación
recíproca se inicia hacia los 18 meses. Hacia los 2 años ya puede entender y prever
que su madre volverá.
Tipología de apego:
Siguiendo los trabajos realizados por Bowlby; Ainsworth y Witting (1969, extraído de
Cantero 2006) desarrollaron una situación experimental llamada “situación extraña”
para evaluar la calidad del apego que el niño desarrolla con su cuidador.
Se supone que las reacciones del niño, especialmente en los reencuentros con la madre,
reflejan el grado en que su modelo interno de relación con el cuidador le proporciona
unos sentimientos de seguridad o confianza (Cantero, 2006).
Estudiando las respuestas de los niños antes estas distintas situaciones se ha llegado a
identificar distintos tipos de apego:
Apego seguro: Utilizarán a la madre como base segura a partir de la cual explorar
el entorno no familiar. Cuando la madre sale de la habitación lloran debido a la
ausencia de ésta ya que la prefieren por encima de cualquier persona. Y no
reaccionan con el extraño que les consuela con la misma eficacia que con la madre.
Cuando la madre vuelve el niño busca su contacto y deja de llorar.
Apego evasivo: Niños inseguros huidizos. Estos niños cuando la madre está
presente no le hacen mucho caso y cuando esta se va no lloran, reaccionan igual
con la madre que con un extraño. Cuando la madre vuelve, a éste le resulta
indiferente y si le coge en brazos no la abrazan. Muestran falta de interés por su
figura de apego y elevada conducta exploratoria.
En principio se identificaron estos tres tipos diferentes de apego, aunque una posterior
revisión de las conductas que muestran los niños en la situación extraña (Main y
Solomon, 1986, 1990; extraído de Cantero, 2006), permitió ampliar la clasificación
tradicional describiendo un nuevo tipo de apego:
Componentes:
- Conductas de apego:
Las conductas de apego son aquellas que se utilizan para alcanzar o mantener el
vínculo: lloros, sonrisas, vocalizaciones, gestos táctiles, contacto visual, etc. La cantidad
de conductas de apego humanas son muy amplias y flexibles, respecto a otras especies,
e irán variando a medida que el individuo avanza en el desarrollo cognitivo.
- Sentimientos:
Estos tres componentes constituyen lo que Bowlby (1969, citado en López, 1999)
denomina “el sistema de apego”, que funciona principalmente como un sistema de
mantenimiento de seguridad, que apoya la exploración y aprendizaje del entorno,
mientras garantiza la protección del niño.
Desde un punto de vista subjetivo, la función del apego consiste en buscar seguridad
en la presencia y el contacto de una figura de apego. La ausencia, definitiva o
momentánea, de esta figura resulta amenazante. Por eso estas figuras se convierten en
la base a partir de la cual se explora el ambiente, se interactúa y se superan miedos.
La figura de apego como influencia decisiva en el desarrollo social: El vínculo afectivo
que se crea entre la figura de apego y el niño favorecen la empatía y son a su vez un
En el caso de los bebés existe una desestabilización en los primeros meses de vida
acompañados de profundas reorganizaciones cerebrales, los signos de esta
desestabilización son una necesidad de contacto físico, hipersensibilidad o hipo
sensibilidad a los estímulos, irritación, llanto y labilidad del sueño.
Para los niños, aun estando los primeros meses en un estado de semi-consciencia, es
una forma de participación activa en la formación del vínculo afectivo.
Estas muestras de malestar y desazón por parte del niño tienen el objetivo de obtener
la atención de la madre, que intentará calmarlo cantándole, acercándole objetos
estimulantes, realizando protoconversaciones, etc. Estas acciones de la madre
constituyen una fuente de estímulos para la maduración de la mente del bebé.
Frente a este comportamiento del bebé algunas madres actúan calmando al bebé o
distrayéndole con recursos visuales o lingüísticos. Otras, en cambio, reaccionan con un
alto nivel de estrés y ansiedad, interpretando erróneamente las demandas infantiles y
produciendo, por tanto, un desajuste emotivo entre madre e hijo que tendrá con-
secuencias neurobiológicas para el cerebro en formación del bebé.
Por tanto se puede decir que el establecimiento del apego viene dado por la respuesta
de la madre a una serie de comportamientos del bebé que, en principio, serían
universales y serían desencadenados por factores instintivos y evolutivos.
Dependiendo de la respuesta de la madre a este comportamiento, se desarrollaría un
tipo de apego determinado u otro. (López y Cantero, 2004b)
- Fase de protesta:
Comienza cuando el niño toma conciencia de que se queda solo. Durante esta fase el
niño intenta recuperar su figura de apego llevando a cabo conductas de búsqueda y
llamadas: lloros fuertes, intentos de huida, ansiedad expresada mediante conductas
regresivas.
Rechazan los cuidados de sus nuevos cuidadores, incluso respondiendo con hostilidad
a sus ofrecimientos de ayuda.
Cuando se produce el reencuentro con la figura de apego, los niños suelen manifestar
numerosas conductas de apego, rechazar más fuertemente a los extraños y mostrarse
más ansiosos ante posibles nuevas separaciones.
- Fase de ambivalencia:
Cuando el niño permanece separado de su figura de apego durante un período más
largo, suele pasar a una segunda fase en la que pierde vigor su protesta y muestra un
comportamiento ambivalente ante sus cuidadores.
El niño parece perder la esperanza de encontrar a sus figuras de apego, pero sigue
deprimido por su ausencia.
Empieza a aceptar la ayuda que se le ofrece, aunque de manera esporádica e
imprevisible la puede rechazar.
Si durante este periodo reencuentra a su figura de apego, la recibirá con desinterés o
incluso con hostilidad como reproche ante el abandono.
- Fase de adaptación:
Si la separación se prolonga el niño se adapta a la nueva situación, superando su
ansiedad y estableciendo nuevos vínculos afectivos con quienes le cuidan.
La separación más universal para los niños durante este período es la incorporación a
un centro de educación infantil. Así pues el eje organizador de la educación infantil
debe ser la seguridad emocional, puesto que es la necesidad psicológica más
importante en la infancia. La seguridad emocional depende de los vínculos de apego,
las relaciones con los iguales y la autoestima.
En relación a esto la escuela infantil puede convertirse en una amenaza para la
seguridad emocional o puede contribuir positivamente a ella.
La guardería es un lugar con el que no están familiarizados, y esto les hace sentir
inseguros. A continuación se enumeran los elementos que pueden desencadenar un
proceso de inseguridad:
Para controlar estos riesgos y favorecer la seguridad emocional pueden tomarse varias
medidas:
Desde la perspectiva infantil, las niñas y niños experimentan la relación de apego como
una relación en la que se niegan la separación y la autonomía en favor de una relación
ansiosa con la cuidadora principal. La conducta de apego está dominada por la
incertidumbre de si serán satisfechas las necesidades y por la ambivalencia expresada
por una conducta de aferramiento y al mismo tiempo de control.
Las implicaciones para el aprendizaje de este grupo vienen dadas por el elevado nivel
de ansiedad e incertidumbre en el aula. Respecto al profesor presentan la necesidad de
ganar su atención y dependencia aparente de este. Pueden sentir hostilidad hacia él
cuando sienten frustración o incapacidad para centrarse en la tarea por miedo a perder
su atención. Esta conducta genera probabilidad de fracaso escolar, lenguaje
desarrollado por debajo de su nivel de progreso y bajo nivel aritmético.
4) Reflexión y conclusiones:
Así pues, podemos concluir que existe una relación bidireccional entre el estadio de
desarrollo emocional del niño y el entorno escolar. Esto es debido a que, dependiendo
del tipo de apego que se haya establecido entre el cuidador y el niño en base a las
primeras experiencias, se dará un comportamiento diferente en cada niño frente al reto
de la escolarización. Por otro lado, hemos observado el efecto de la escuela en la
consecución del desarrollo emocional pleno y en la atenuación de los perfiles
emocionales inseguros.
5) Bibliografía:
Berk, Laura E. (1999). Desarrollo emocional. Desarrollo del niño y del adolescente. Madrid:
Prentice Hall.
Cantero, M.J. (2006). Desarrollo socioafectivo. Córdoba, A.I., Descals, A. y Gil, M.D.
(Coords.). Psicología del desarrollo en la edad escolar. Madrid: Pirámide.
Eceiza, A., Ortiz, M.J. y Apodaca, P (2011). Apego y afiliación: la seguridad del apego y
las relaciones entre iguales en la infancia. Infancia y Aprendizaje. 34(2), 235-246.
Geddes, H. (2010). El apego en el aula: Relación entre las primeras experiencias infantiles, el
bienestar emocional y el rendimiento escolar. Barcelona: Ed, Graó.
López, F. y Ortiz, M.J. (1999). El desarrollo del apego durante la infancia. López,F.,
Etxebarría, I., Fuentes, M.J. y Ortiz, M.J. (Coords.). Desarrollo afectivo y social. Madrid:
Pirámide.
López, F.; Cantero, M.J. (2004a). Periodo de adaptación escolar: descripción del proceso
y su supuesta universalidad cuando los menores ingresan a los 3 años. Infancia y
Aprendizaje, 27(1), 27-41.
López, F.; Cantero, M.J. (2004b). La importancia de las emociones en los períodos
sensibles del desarrollo. Infancia y Aprendizaje, 27(1), 105-114.