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La ley 80 de 1993, a diferencia del decreto 222 de 1983, no reguló los tipos de
contratos estatales, pues se limitó a definir algunos de ellos, entre los cuales se
encuentran los de consultoría y de prestación de servicios, indicando, en todo
caso, que la relación de contratos prevista en el art. 32 es apenas enunciativa,
pues también son contratos estatales los previstos en el código civil y en el de
comercio, entre otras normas. Son contratos de consultoría los que celebren
las entidades estatales referidos a los estudios necesarios para la ejecución de
proyectos de inversión, estudios de diagnóstico, prefactibilidad o factibilidad
para programas o proyectos específicos, así como a las asesorías técnicas de
coordinación, control y supervisión. Son también contratos de consultoría los
que tienen por objeto la interventoría, asesoría, gerencia de obra o de
proyectos, dirección, programación y la ejecución de diseños, planos,
anteproyectos y proyectos. Ninguna orden del interventor de una obra podrá
darse verbalmente. Es obligatorio para el interventor entregar por escrito sus
órdenes o sugerencias y ellas deben enmarcarse dentro de los términos del
respectivo contrato.
En principio se puede establecer una diferencia sustancial entre estos dos tipos
de contratos, pues, el de consultoría consiste, básicamente, en la realización
de estudios, diseños y en la asesoría técnica al control y supervisión de
proyectos, así como en la interventoría y en la gerencia y dirección de obras o
proyectos, lo cual encierra una variedad muy amplia de actividades, todas ellas
regidas por un común denominador de índole técnico y cargadas de un matiz
especializado en la ejecución de este tipo de contratos. De este modo, el
contrato de consultoría se caracteriza porque sus obligaciones tienen un
carácter marcadamente intelectual, como condición para el desarrollo de las
actividades que le son propias, aunque también se asocia con la aplicación de
esos conocimientos a la ejecución de proyectos u obras. De otro lado, el
contrato de prestación de servicios tiene un contenido más amplio, porque la
ley 80 establece, en forma general, que su objeto consiste en el desarrollo de
“... actividades relacionadas con la administración o funcionamiento de la
entidad”, contexto en el cual se pueden incluir actividades técnicas y no
técnicas, profesionales o no, pues lo que determina esta clase de contratos es
que las obligaciones se relacionen con la administración y/o el funcionamiento
de la entidad. Adicionalmente, es requisito legal para celebrar estos contratos,
con personas naturales, que la entidad pública no cuente con personal de
planta para ejecutar las tareas o que se requieran conocimientos
especializados. Puede deducirse de todo esto que el criterio de distinción entre
un contrato de consultoría y uno de prestación de servicios, cuando se
presentan conflictos sobre el tipo de los mismos, parte de un criterio residual,
que se formula de la siguiente manera: Todos los contratos que se encuadren
en la descripción legal sobre lo que es una consultoría corresponderá a dicho
tipo legal; los demás serán contratos de prestación de servicios. La razón de
ese criterio reside en la especialidad de la definición, ya que la noción de
contrato de consultoría es de menor alcance y más concreta que la de
prestación de servicios. Además, la distinción entre estos dos contratos
también se expresa en otros aspectos, como por ejemplo: i) en los contratos de
consultoría no se pueden pactar cláusulas exorbitantes, porque la ley no lo
autoriza; mientras que en los contratos de prestación de servicios es posible
que las partes las pacten -art. 14, num. 2, inc. 2-, ii) para celebrar un contrato
de consultoría, que sea producto de un concurso público, es necesario que los
oferentes estén inscritos en el RUP -art. 22, inc. 1-, mientras que los contratos
de prestación de servicios no lo requieren -art. 22, inc. 6-, iii) los contratistas de
prestación de servicios requieren estar afiliados al régimen de seguridad social
en salud y de pensiones, mientras que los de consultoría no lo requieren -art.
50, ley 789 de 2003-, iv) el contrato de consultoría exige, cuando el valor
supera la menor cuantía, que sea celebrado por el proceso de concurso
público, mientras que el de prestación de servicios se puede celebrar en forma
directa, en las condiciones previstas en el art. 24.1, lit. d), entre otras
diferencias, como las de tipo fiscal, contenidas en el Estatuto Tributario. Nota
de Relatoría: Ver sentencia C-154 de 1997 de la Corte Constitucional
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
ANTECEDENTES
1. LA DEMANDA
Se pactó un pago, en favor del contratista, del 30% del mayor valor
recaudado.
Por otro lado, en cuanto al pago del impuesto recibido por el Municipio,
el mismo no se debió a la gestión del contratista sino a la actividad propia de la
entidad territorial, tal como lo afirma la empresa EMGESA SA ESP.
En cuanto a la nulidad del contrato, dijo que las causales para declararla
son taxativas y que no puede acudirse a causales diferentes a las establecidas
en el artículo 44 de la ley 80 de 1993; como, en este caso, las mismas no
fueron probadas, no hay lugar a dicha declaración.
En ese orden de ideas el plazo máximo con que contaba el actor para
presentar la demanda era el primer día hábil judicial del año 2001, pero la
demanda se presentó el 10 de mayo de ese año.
6. CONSIDERACIONES.
1
Al respecto dice el numeral 2 del artículo 14 de la ley 80: “2. Pactarán las cláusulas
excepcionales al derecho común de terminación, interpretación y modificación unilaterales, de
sometimiento a las leyes nacionales y de caducidad en los contratos que tengan por objeto el
ejercicio de una actividad que constituya monopolio estatal, la prestación de servicios
públicos o la explotación y concesión de bienes del Estado, así como en los contratos de obra.
En los contratos de explotación y concesión de bienes del Estado se incluirá la cláusula de
reversión.” (Negrillas fuera de texto)
estipulación significa que los poderes exorbitantes no existen. Este grupo está
integrado por los contratos de prestación de servicios y suministro 2.
2
Dice el numeral 2 del artículo 14 que “Las entidades estatales podrán pactar estas
cláusulas en los contratos de suministro y de prestación de servicios.”
Esta situación genera, necesariamente, el siguiente interrogante: ¿es
posible pactar las cláusulas exorbitantes en los contratos que pertenecen a
este cuarto grupo? Para la Sala la respuesta debe ser negativa, por las
siguientes razones:
Sentadas las bases teóricas que rigen el estudio de este caso, se pasará
a analizar el problema concreto.
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En este hipotético caso la caducidad habría operado este día, teniendo en cuenta que a
partir del 1 de diciembre de 1998 se contarían los 4 meses de que se dispone para lograr la
liquidación bilateral, más 2 meses para realizar la liquidación unilateral, y a partir de allí 2 años,
que vencerían el 1 de junio de 2001.
“OBJETO: el Contratista se compromete para con el Municipio
de Gama a prestar los servicios profesionales para: Asesorar y
coordinar todas las acciones de carácter administrativo que el
Municipio desarrolle dentro de los procesos de jurisdicción
coactiva, contra las entidades generadoras de Energía
Eléctrica, para la consecución del pago del impuesto de
Industria y Comercio y Avisos y Tableros, con que estas
empresas estén gravadas dentro de la jurisdicción municipal.
La asesoría objeto del presente contrato básicamente se
describe en los siguientes aspectos: a) Estudio de la situación
jurídica de las Empresas como contribuyentes, frente a la
normatividad existente. b) Preparación y formulación del
proyecto de acto administrativo para el cobro al contribuyente.
c) Asesoría en el desarrollo de los procedimientos para agotar
la vía gubernativa, e iniciación de los procesos de ejecución
del cobro por la vía de jurisdicción coactiva de conformidad
con la norma, d) Asesoría para elaborar el inventario de
bienes susceptibles de acciones legales para decretar las
medidas precautelares del caso. e) Asesoría en el
procedimiento de conciliación, pago o compromisos que se
adquieran para la solución del conflicto. f) Asesoría en la
elaboración de los actos administrativos pertinentes para la
liquidación y pago del valor de las obligaciones adquiridas por
el contratante mediante el presente contrato.” -fl. 26, cdno. 2-
Definidas así las cosas, y teniendo en cuenta que, en este aspecto, debe
prevalecer la realidad del contrato sobre la calificación que, al mismo, le dan las
partes, nada impedía la inclusión que se hizo de las cláusulas exorbitantes,
pues el numeral 2, inciso 2, del artículo 14 de la ley 80 dispone que “las
entidades estatales podrán pactar estas cláusulas en los contratos de
suministro y de prestación de servicios.”
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Dispuso esta cláusula: “Caducidad, modificación y terminación unilateral: El
municipio se regirá conforme a lo dispuesto en la ley 80 de 1993.”
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En el caso concreto, sólo quedó por fuera la cláusula de interpretación unilateral, pues
de la reversión y el sometimiento a las leyes nacionales no es posible que las partes dispusieran
de ellas.
Como se puede advertir, la actividad profesional que debía realizar el
contratista debía cumplirse en relación con los procesos de jurisdicción
coactiva, de manera que, bajo esta óptica, se analizará el trabajo que realizó en
favor del municipio, en cumplimiento de las obligaciones contractuales.
- Decreto 2291 de 1995, por medio del cual se fija la proporción en que
debe distribuirse entre los municipios afectados el impuesto de industria y
comercio que debe pagar la Central Hidroeléctrica El Guavio.
Tal es el caso de la asesoría que dice haber prestado con ocasión del
trámite de un proyecto de acuerdo que redefinió el tema de los impuestos en
dicho municipio, intervención que dice haberse realizado a finales del año
1995.
Sobre el entendimiento del artículo 254 del CPC, aplicable en los procesos contencioso
administrativos, ha dicho esta Sala que: “Sobre el valor probatorio de las copias prescribe la ley:
“Artículo 254 (modificado por el D.E. 2282 de 1989, art. 1º, num. 117).
“Las copias tendrán el mismo valor probatorio del original, en los siguientes casos:
“1) Cuando hayan sido autorizados por notario, director de oficina administrativa o de policía, o
secretario de oficina judicial, previa orden del juez, donde se encuentre el original o una copia
autenticada.
“2) Cuando sean autenticadas por notario, previo cotejo con el original o la copia autenticada que se le
presente.
“3) Cuando sean compulsadas del original o de copia autenticada en el curso de inspección judicial, salvo
que la ley disponga otra cosa.”
“Los documentos allegados con la demanda deben valorarse en su conjunto, pues todos
conforman el presunto título ejecutivo complejo. De allí la importancia de establecer si
constituyen una prueba idónea de la existencia de una obligación clara, expresa y exigible a
favor del ejecutante, como lo establece el artículo 488 del C.P.C.
“Resulta pertinente aclarar que la vigencia del artículo 11 de la ley 446 de 1998 y la del artículo
25 del decreto 2651 de 1991, en nada modifica lo afirmado, pues el primero de ellos se refiere
sólo a documentos privados, y el segundo, como bien lo ha establecido la Corte Constitucional,
alude a documentos originales y no a copias.
“En efecto, la Corte, mediante sentencia de febrero 11 de 1998, en la que declaró exequibles los
numerales segundo del artículo 254 y tercero del artículo 268 del Código de Procedimiento
Civil, aclaró que:
“ ‘El artículo 25 citado se refiere a los “ documentos” y hay que entender que se trata de
documentos originales. En cambio, las normas acusadas versan sobre las copias, como ya se ha
explicado. Sería absurdo, por ejemplo, que alguien pretendiera que se dictara mandamiento de
pago con la copia simple, es decir, sin autenticar, de una sentencia, o con la fotocopia de una
escritura pública, también carente de autenticidad.
“ ‘Un principio elemental que siempre ha regido en los ordenamientos procesales es el de que
las copias, para que tengan valor probatorio, tienen que ser auténticas. Ese es el principio
consagrado en las normas del Código de Procedimiento Civil que regulan lo relativo a la
aportación de copias de documentos.
En este sentido, es decir sobre la ejecución de actividades previas a la
suscripción de un contrato, ha dicho la Sala -sentencia de octubre 5 de 2005,
exp. AP. 01588, Actor: Procuraduría General de la Nación- que:
“ ‘De otra parte, la certeza de los hechos que se trata de demostrar con prueba documental, y en
particular, con copias de documentos, está en relación directa con la autenticidad de tales
copias. Tal certeza es el fundamento de la eficacia de la administración de justicia, y en últimas,
constituye una garantía de la realización de los derechos reconocidos en la ley sustancial.
“ ‘Si el artículo 25 hubiera querido referirse a las copias así lo habría expresado, porque en el
derecho probatorio es elemental la diferencia entre documentos originales y copias. Pero, no lo
hizo, como se comprueba con su lectura …’ ” (Subraya la Sala) (Sección Tercera. Auto de 11 de
marzo de 2004. Exp. 26.182)
8
CONSEJO DE ESTADO, SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO,
SECCIÓN TERCERA, Sentencia de 29 de enero de 1998, Exp. 11099, C.P. Daniel Suárez H.: “la
ausencia de suscripción por escrito del convenio comportaba una ineficacia negocial, en el
entendido de que dicha formalidad contiene la voluntad contractual de las partes y sin ella no
puede hablarse, se reitera, de la existencia del contrato, pues en este aspecto sabido se tiene que
para las partes no opera el principio de libertad de forma, pues la solemnidad escrituraria hace
parte de la definición del tipo negocial por razones de seguridad y certeza en atención a que se
trata de la disciplina normativa reguladora de la contratación de las entidades públicas.”
De otro lado, tampoco está acreditada la gestión realizada por el
contratista, una vez suscrito el contrato, pues los documentos aportados para
acreditar la ejecución, en su mayoría, también se encuentran en copia simple.
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Se debe aclarar que en el expediente obra copia auténtica del contrato y de las
resoluciones que impusieron la caducidad, lo mismo de que de la solicitud de revocatoria
directa, de la cuenta de cobro entregada al municipio, entre otros documentos. No obstante,
esta información no se analiza en este apartado, pues lo que se debe estudiar, en términos del
recurso de apelación, es si en el proceso se acreditó el cumplimiento de las obligaciones del
contrato, a cargo del actor, de tal manera que se hubiera desvirtuado la presunción de legalidad
de los actos que declararon la caducidad del contrato.
distribuya el cobro del impuesto de industria y comercio, ii) gestión en relación
con el concejo municipal para lograr un mejoramiento en el Acuerdo que
reglamentaría los impuestos municipales, iii) incluso se habla de la
presentación de una demanda de inconstitucionalidad contra la ley 56 de 1981,
tareas estas que si bien se refieren al impuesto de generación de energía
eléctrica, nada tienen que ver con las obligaciones concretas que asumió el
actor, esto es, la asesoría “... dentro de los procesos de jurisdicción coactiva...”.
FALLA
Para iniciar por el último aspecto enunciado, estimo importante destacar -y así
creo que ha debido señalarlo explícitamente el fallo en cuestión-, que la
necesidad y la importancia de distinguir entre el objeto de los contratos
estatales de consultoría y el objeto de los contratos estatales de prestación de
servicios, no se reduce a un ejercicio eminentemente académico con
repercusiones exclusivas en el campo teórico, sino que la tarea -aunque
difícil-, reviste el mayor significado tanto para la práctica contractual que a
diario desarrollan, cada vez con mayor énfasis, las entidades estatales, como
para el cumplimiento de las funciones atribuidas a los jueces que,
permanentemente, deben conocer de los litigios derivados de esa clase de
vínculos. Dicha distinción se concreta, básicamente, en la viabilidad legal de
que las partes de los contratos estatales de prestación de servicios puedan
incluir -de manera convencional, por estar expresamente facultados por la ley
para el efecto-, cláusulas excepcionales a cuyo ejercicio, por ende, podrán
proceder válidamente, con arreglo a la ley, las respectivas entidades estatales.
Lo anterior en cuanto el inciso segundo (2º) del artículo 14 de la Ley 80 señala,
de manera expresa, que “[l]as entidades estatales podrán pactar … en los
contratos …de prestación de servicios”, las “… las cláusulas excepcionales al
derecho común de terminación, interpretación y modificación unilaterales, de
sometimiento a las leyes nacionales y de caducidad”. Por el contrario, en los
contratos de consultoría no resulta legalmente posible la inclusión y menos el
ejercicio de tales facultades excepcionales, como quiera que ese específico
tipo contractual no pertenece al grupo de aquellos contratos en los cuales es
imperativa la inclusión de dichas cláusulas excepcionales, como tampoco
pertenece al grupo de contratos en los cuales esa estipulación es potestativa
de las partes, por estar autorizada expresamente por la ley, todo lo cual se
encuentra expresamente regulado por el numeral 2º del artículo 14 de la Ley
80. Otro aspecto significativo, de orden práctico, que justifica la necesidad de
diferenciar entre los contratos estatales de prestación de servicios y los
contratos estatales de consultoría, dice relación con el procedimiento
administrativo que deba observarse para la celebración de unos u otros. En
efecto, mientras los contratos de prestación de servicios profesionales pueden
celebrarse de manera directa, esto es prescindiendo de licitación, por razón de
la autorización expresa y autónoma que al respecto recoge la letra d) del
numeral 1º del artículo 24 de la Ley 80, sucede que en el caso de los contratos
de consultoría, la regla general indica que su celebración debe estar
antecedida del procedimiento administrativo de selección contractual
denominado concurso, de conformidad con los dictados tanto del inciso 1º del
numeral 1º del artículo 24 como aquellos del parágrafo del artículo 30, ambos
de la Ley 80, por manera que para celebrar este tipo de contratos en forma
directa se requiere la configuración de alguna otras de las hipótesis exceptivas
contempladas a lo largo del citado numeral 1º del artículo 24. (…) La mayoría
de la Sala, en una posición que respetuosamente considero equivocada e
incluso reduccionista, planteó la diferencia entre los contratos estatales de
consultoría y los contratos estatales de prestación de servicios, en términos de
una relación de especie a género. Naturalmente esa forma de presentación,
que nada resuelve acerca de la distinción sustancial que existe entre los
aludidos tipos contractuales, desvirtúa por completo la lógica que sustenta el
tratamiento diferente que el legislador brinda a cada figura, puesto que si
realmente los contratos estatales de prestación de servicios debieren tenerse
como un género al cual perteneciere la especie de los contratos estatales de
consultoría, habría que concluir -en cuanto la especie participa de las
características del género-, que en los contratos estatales de consultoría
resultaría perfectamente válida la estipulación de cláusulas excepcionales,
como quiera que la autorización legal que faculta dicha inclusión se encuentra
consagrada para toda clase, especie o tipo de contratos estatales de
prestación de servicios.
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
Si bien compartí la decisión con la cual la Sala puso fin, en segunda instancia,
al proceso judicial citado en la referencia, en el sentido de revocar el fallo de
primera instancia y en su lugar denegar las pretensiones de la demanda, dado
que el actor no aportó pruebas que permitieran concluir que él dio cumplimiento
a sus obligaciones contractuales y, por tanto, no desvirtuó la presunción de
legalidad que acompaña a los actos administrativos contractuales expedidos
por la entidad estatal contratante, cuya declaratoria judicial de nulidad deprecó,
estimo importante destacar algunos aspectos que me llevaron a separarme
parcialmente de las motivaciones consignadas en la Sentencia aludida y, por
ende, procedo a explicarlos en cuanto constituyen las razones que
determinaron mi aclaración de voto.
“En este punto la Sala precisa que la omisión respecto del trámite
del presupuesto del contrato, traduce en el incumplimiento de una
obligación de la entidad pública, que le fue impuesta por la ley (art.
41, ley 80 de 1993) y, en este caso, también por el contrato.
10
Miguel S. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, tomo III A, tercera edición actualizada, Ed.
Abeledo Perrot, Buenos Aires 1992, pág143.
“El Consejo de Estado en varias providencias,11 al evaluar los cambios
introducidos por la ley 80 de 1993 respecto de la existencia y ejecución del
contrato estatal, afirmó que este nace a la vida jurídica cuando se cumplen
las condiciones previstas en el primer inciso del artículo 41, a pesar de
que no se hayan cumplido los requisitos necesarios para su ejecución,
tales como el relativo al registro presupuestal.
“(…)
11
Al efecto pueden consultarse lo manifestado sentencias proferidas el 6 de abril de 2000, expediente
12775 y en sentencia proferida el 3 de febrero de 2000 expediente 10399.
12
Expediente 14935.
en el artículo 2º del decreto ley 111 de 1996 de la misma ley 179 de
1994, que establece:
“El contrato estatal no es una especie de acto administrativo, pues aunque los dos
sean actos jurídicos, el primero es esencialmente bilateral en tanto que el
segundo es eminentemente unilateral. Lo que permite afirmar, como
acertadamente lo hace Gordillo, que: “El contrato es una construcción demasiado
específica como para subsumirla fácil y totalmente dentro de la categoría genérica
de los actos jurídicos administrativos.”13
“La Sala encuentra que la ley 80 de 1993, mas que contrariar las normas
del Estatuto Orgánico de Presupuesto, las desarrolla, porque: i) condiciona
la apertura de los procedimientos de selección del contratista a la
realización de estudios que analicen, entre otros aspecto, su adecuación a
los planes de inversión, de adquisición, de compras y presupuesto (art. 30)
y porque ii) exige el registro presupuestal para la ejecución del contrato
(inciso 2, art. 41), en consideración a que las entidades públicas no
pueden gastar lo que no tienen.
13
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, El acto administrativo; 1ª edición colombiana;
Fundación de Derecho Administrativo; Biblioteca Jurídica Diké, Medellín, 1999, p. 31.
“Así, el registro presupuestal, que consiste en la certificación de
apropiación de presupuesto con destino al cumplimiento de las
obligaciones pecuniarias del contrato; es un instrumento a través del cual
se busca prevenir erogaciones que superen el monto autorizado en el
correspondiente presupuesto, con el objeto de evitar que los recursos
destinados a la financiación de un determinado compromiso se desvíen a
otro fin.
14
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera.
Sentencia fechada en 28 de septiembre de 2006. Radicación No. 73001-23-31-000-
1997-05001-01. Referencia 15.307. Magistrado Ponente, Dr. Ramiro Saavedra Becerra.
2.1.- Importancia y consecuencias prácticas de diferenciar entre los
contratos estatales de prestación de servicios y los contratos
estatales de consultoría.
Para iniciar por el último aspecto enunciado, estimo importante destacar -y así
creo que ha debido señalarlo explícitamente el fallo en cuestión-, que la
necesidad y la importancia de distinguir entre el objeto de los contratos
estatales de consultoría y el objeto de los contratos estatales de prestación de
servicios, no se reduce a un ejercicio eminentemente académico con
repercusiones exclusivas en el campo teórico, sino que la tarea -aunque
difícil-, reviste el mayor significado tanto para la práctica contractual que a
diario desarrollan, cada vez con mayor énfasis, las entidades estatales, como
para el cumplimiento de las funciones atribuidas a los jueces que,
permanentemente, deben conocer de los litigios derivados de esa clase de
vínculos.
Como fácilmente puede apreciarse con la simple lectura de los apartes que
acaban de transcribirse, la mayoría de la Sala, en una posición que
respetuosamente considero equivocada e incluso reduccionista, planteó la
diferencia entre los contratos estatales de consultoría y los contratos estatales
de prestación de servicios, en términos de una relación de especie a género.
La dificultad para establecer las diferencias que existen entre esos tipos
contractuales se incrementa por razón de los múltiples aspectos de
coincidencia que los aproximan, cuestión apenas obvia si se tiene en cuenta
que en realidad se trata de dos especies distintas de un mismo género: los
contratos estatales; sin embargo, dicha complejidad no encuentra solución
satisfactoria con el establecimiento de una relación artificial e inexistente entre
ellos, de género a especie, sino que debe descubrirse a través de las
diferencias específicas que justifican y determinan la consagración legal de
esos dos (2) tipos contractuales autónomos e independientes.
Con el fin de lograr ese objetivo, sin duda, como lo señala la sentencia en
mención, resulta necesario identificar los elementos que a cada tipo le atribuye
la normatividad vigente.
De hecho, buena parte de esas mismas expresiones son las que la propia ley
utiliza para describir el ejercicio de la profesión de ingeniería, lo cual evidencia
el carácter técnico que les corresponde y el contexto dentro del cual deben ser
entendidas.
Este era el mismo sentido con el cual, aunque con expresiones ligeramente
diferentes pero que sirven actualmente para ilustrar el contenido que lo
caracteriza, el contrato de consultoría se encontraba tipificado en el artículo
115 del Decreto-ley 222 de 1983, a cuyo tenor:
15
Así manifestó la Sala en la página 12 de la sentencia a la cual se refiere la presente aclaración de voto:
“De este modo, el contrato de consultoría se caracteriza porque sus obligaciones tienen un carácter
marcadamente intelectual, como condición para el desarrollo de las actividades que le son propias,
aunque también se asocia con la aplicación de esos conocimientos a la ejecución de proyectos u obras”.
carácter marcadamente intelectual respecto de las prestaciones que integran
su objeto.
Así las cosas, la diferencia específica que permitirá distinguir con claridad entre
un contrato estatal de prestación de servicios y un contrato estatal de
consultoría, aunque en principio y en teoría en el objeto de ambos contratos
se incluyan actividades similares -como por ejemplo brindar asesoría, cumplir
labores de control y supervisión, ejercer la interventoría de otro contrato, etc.-,
estará dada por el campo en el cual han de desarrollarse tales actividades.
Así pues, al margen de que las actividades que deba realizar el contratista
particular no exijan un esfuerzo marcadamente intelectual (aseo; celaduría;
mantenimiento de maquinaria o equipos; preparación de alimentos básicos;
clasificación de correspondencia; atención de conmutadores; etc.), o que, por
el contrario, puedan catalogarse como notoriamente intelectuales (asesorías
jurídicas, contables, financieras; interventoría o supervisión de dichas
asesorías; representación judicial; elaboración de memorias; clasificación de
archivos; diseño y divulgación de campañas publicitarias; edición de
publicaciones; capacitación de personal; etc.), lo cierto es que el respectivo
contrato estatal será de prestación de servicios en cuanto tales actividades
se encuentren directamente relacionadas -como lo exige el texto de la ley- “…
con la administración o funcionamiento de la entidad”.
De esta manera cabe señalar, entonces, que no será la calificación que las
partes le atribuyan al contrato lo que determinará su tipo, como tampoco podrá
admitirse para ello que la entidad estatal -de manera inadvertida o deliberada-,
pueda o pretenda confundir con contratos estatales de consultoría, los
contratos que en realidad son contratos de prestación de servicios que
celebre, por vía de ejemplo, con profesionales del Derecho, con profesionales
en Finanzas o con profesionales en Contaduría, cuyas actividades y
prestaciones deban orientarse a asesorar a la entidad en el manejo jurídico de
sus actividades contractuales; en el manejo jurídico de las relaciones laborales
con sus propios servidores públicos; en el análisis y adopción de decisiones
para invertir sus excedentes de tesorería; en el manejo contable y tributario
que deba darle a sus diversas operaciones comerciales, etc., porque es claro
que todas esas actividades se ubican en el campo administrativo y de
funcionamiento de la entidad contratante, sin que pueda argumentarse,
infundada y peregrinamente, que como a tales asesores o contratistas se les
formulan consultas acerca de temas o materias relacionados con sus
respectivas especialidades, entonces deban tenerse como consultores.
Fecha ut supra
RESPETUOSAMENTE,
MAURICIO FAJARDO GOMEZ
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
16
Sentencia proferida el 27 de marzo de 1958.