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MODELOS ECONOMICOS EN MEXICO (1940 – 1982)

MODELO DE SUSTITUCION DE IMPORTACIONES

El modelo de sustitución de importaciones surgió como consecuencia de la segunda


guerra mundial esto debido a la gran depresión por la que se encontraba el país, al
igual también surge por los problemas de la balanza de pagos de los países
subdesarrollados y su deseo de industrializarse.

El gobierno para impulsar nuevamente la economía reorienta el proyecto de


desarrollo nacional dando lugar a una estrategia de industrialización a la cual se le
conoce como el “modelo de sustitución de importaciones” la cual consistía en
sustituir los artículos manufacturados de procedencia extranjera que hasta ese
momento habían satisfecho el consumo local, por artículos de la misma naturaleza
fabricados por la industria nacional.

El objetivo principal era convertir la actividad industrial en eje del desarrollo


económico y de la acumulación del capital, así se podía pasar de una economía en
agricultura y minería a otra en la que la industria pudiera proveer al mercado interno,
además de que en las exportaciones se estableciera una variedad de productos
agropecuarios.

Este modelo acelero la inversión industrial, además de establecer un control de los


precios del mercado, con acceso al financiamiento y a las importaciones. La
expansión de este modelo se relacionó directamente con el comportamiento de la
economía mundial.

Este modelo fue adoptado en los años 40’s bajo el sexenio de Manuel Ávila
Camacho, dicho modelo impulso el crecimiento de la industria ligera productora de
bienes de consumo no duradero, lo cual se convirtió en el eje de la acumulación de
capital. Es así como se desarrolló una industrialización “auto centrada” o “hacia
adentro”.

El gobierno mexicano apoyo por medio de subsidios y con medidas proteccionistas


a la industria, también destinó gran parte del presupuesto público, dando prioridad
al sector industrial y marginando al sector agricultor, todo con la finalidad de apoyar
con el proceso de industrialización del país.

En el año de 1955 se promulga una ley para el fomento de las industrias nuevas y
necesarias cuyo ordenamiento permitió que se estableciera un importante número
de empresas industriales y fundamentalmente medianas y pequeñas, y que un gran
número de talleres y artesanías se transformaran en pequeñas empresas, por lo
cual el estado instauro mecanismos financieros para poder atender a la demanda
de créditos de las pequeñas y medianas empresas de tipo industrial, generando un
rápido proceso de industrialización en nuestro país.
Durante esta etapa (1940 -1955) la política económica de nuestro país estaba
orientada a promover la expansión y desarrollo de la industria en México.

Consecuencias del modelo de sustitución de importaciones en México.

Si bien durante un tiempo se vivió una etapa de riqueza en alguna región,


principalmente en el norte y noroeste de la república, logrando la autosuficiencia, la
realidad es que solo beneficio a una parte de los productores, mientras que se
margino a la mayoría de los campesinos.

Las consecuencias de esta nueva política no se hicieron esperar en corto tiempo se


presentó un acelerado desplazamiento de la mano de obra agrícola hacia zonas
urbanas, al igual que una fuerte migración hacia EE.UU.

Por fortuna de nuestra economía, durante esos años se firmó un convenio entre los
gobiernos de México y Estados Unidos que permitió la contratación legal de
trabajadores mexicanos, este convenio en cierta forma ayudo a mitigar la demanda
nacional de empleo.

A principio de los años sesenta se presentó un estancamiento en la economía


mexicana, por lo que se decidió fomentar a la industria pesada del país desplazando
a la industria menos rentable.

Las consecuencias de esta nueva política se tradujeron en el incremento de


desempleo y genero un impulso a la migración hacia E.U.

Declive del modelo de sustitución de importaciones en México

A principio de los años 70´s el país se encontraba con un crecimiento económico


moderado, pero con recalcados desequilibrios financieros internos como externos.

La imagen de la economía de México en el exterior se fue develando al igual que la


fama que había generado el país en el extranjero donde se le reconocía como el
creador y beneficiario de “el milagro mexicano” todo esto fue desapareciendo poco
a poco al darse a conocer la situación interna del país, en donde la pobreza afectaba
cada vez más a millones de mexicanos, y en donde el desempleo y la inflación eran
cada vez más evidentes.

El beneficio económico del que tanto se había hablado solo llego a unos cuantos
mexicanos, el desarrollo económico era ajeno a la mayoría de los mexicanos.

Esta política se siguió aplicando durante los sexenios siguientes provocando la


precipitación de una nueva crisis económica.
MODELO DE DESARROLLO ESTABILIZADOR
El desarrollo estabilizador son los 15 años que van de la devaluación de 1954 y
hasta 1970. El crecimiento promedio fue de 6.8%, la producción industrial creció 8%
y la inflación solamente fue 2.5 por ciento. En realidad, fue un periodo de oro del
capitalismo, las economías desarrolladas crecieron 4% anual, pero en esa ocasión
México sí pudo participar de la bonanza gracias a las políticas económicas internas
de esa época, que pueden servir de inspiración a políticas actuales que sirvan para
que la economía del país logre crecer, después de décadas de estancamiento. Un
documento excepcional para conocer dicha experiencia, de primera mano, es el
testimonio El Desarrollo Estabilizador: Reflexiones de una Época, que publicó
Antonio Ortiz Mena en el FCE en 1998. Dos excelentes reseñas que incorporan la
visión de los autores sobre lo que sucedió en esa etapa son las que publicaron
Eduardo Turrent en el Trimestre Económico y Carlos Tello en la revista de la UNAM
Economía Informa.
El plan que elaboró Ortiz Mena en 1958 para el presidente electo, López Mateos,
tenía la finalidad de resolver los problemas de alta inflación y la caída de la demanda
de los productos mexicanos, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.
El programa pretendía incrementar el ingreso de campesinos y obreros, diversificar
las actividades productivas del país, promover la industrialización, incrementar la
productividad, estabilizar el tipo de cambio, generar nuevas fuentes de
financiamiento para las empresas y garantizar la estabilidad interna.
Una parte central de la propuesta fue limitar la deuda al financiamiento de proyectos
de inversión pública con claros rendimientos sociales, no como en años recientes,
en los que se ha utilizado para pagar por el gasto corriente.
El ahorro interno, en el modelo, debería ser el motor de la inversión. Para ese fin,
se desarrolló el sector financiero privado, pero también la banca pública, para
financiar el desarrollo.
El desarrollo del campo era fundamental por varios motivos, para mantener
balances comerciales, pero también para incrementar el consumo de la población
de granos básicos.
El Desarrollo Estabilizador se basaba en una división del trabajo entre el gobierno,
los empresarios, los obreros, la burocracia y los campesinos. El gobierno ofreció a
los agentes económicos reglas claras y la capacidad de construir consensos. Los
salarios de los trabajadores organizados crecían en términos reales y se les
ofrecieron prestaciones, servicios educativos, de salud y de seguridad social.
Se mejoraba la situación de todas las clases sociales, aunque se mantenían las
desigualdades en términos de ingreso.
Carlos Tello señala que esto fue posible gracias a que, en esa época, la tradición y
artes políticas que no estuvieron meramente al servicio de la clase dominante, por
el contrario, promovieron con gran eficacia los intereses de ésta. El objetivo, en
palabras de Ortiz Mena, era abatir la pobreza por medio de la incorporación de la
población de menores recursos a la clase media.
La política de Ortiz Mena incluyó una profunda reforma al gasto público, para
mantenerlo bajo control, especialmente del sector paraestatal, pero también para
incrementar la inversión pública.
Se mejoró sustancialmente la posición financiera de Pemex por medio de políticas
de control presupuestal. Al mismo tiempo, se capitalizó a la empresa con impuestos
que no había pagado al Estado en años anteriores. La idea era que Pemex pagara
impuestos sólo por sus utilidades reales.
A finales de la década de 1970, el modelo de desarrollo estabilizador mostró señales
de crisis por motivos diversos. Algunos externos, como el alza de las tasas de
interés en Estados Unidos, pero también la desigual distribución de los beneficios
del crecimiento. Es decir, la continua expansión del crecimiento económico no
implicó una distribución adecuada del ingreso y riqueza, lo que impidió reducir de
manera más rápida la pobreza.
El desarrollo tecnológico fue escaso en sectores no petroleros, y no se generó una
industria de bienes de capital.
Se señala que un proceso de apertura comercial gradual hubiera sido necesario
para ganar competitividad en ciertos sectores. De hecho, la industria se desarrolló
en México, pero su contribución a las exportaciones nacionales fue relativamente
escasa, el país todavía dependía de la exportaciones agrícolas y mineras. No se
llevó a cabo una reforma fiscal que redujera la dependencia de los ingresos
petroleros y permitiera financiar de manera sana políticas sociales universales y
mayor inversión en infraestructura.
El proyecto económico liderado por Ortiz Mena en los años 50 y 60 del siglo pasado
deja muchas lecciones útiles para plantear un proyecto que logre reactivar la
economía nacional actual, que registra niveles de crecimiento muy bajos, que tiene
un sector exportador muy grande pero que, debido al bajo contenido nacional, no
está ligado a la mayoría de los sectores económicos y regiones del país, lo que
genera empleos con niveles salariales muy bajos.
Los gobiernos actuales, por ejemplo, han abandonado la planeación, lo que ha
hecho prácticamente imposible desarrollar grandes proyectos de inversión. Se logró
incrementar el consumo interno porque el salario mínimo creció 6% y el industrial
3.5 por ciento. Los salarios de los trabajadores formales se incrementaron,
gradualmente, debido al incremento de la productividad, por la mayor inversión y la
coordinación entre sindicatos y empresas (Ortiz Mena fundó el Centro Nacional de
Productividad), la protección al empleo y mejores prestaciones laborales.
Una idea central que explica el crecimiento de la economía durante el desarrollo
estabilizador es que las exportaciones y la sustitución de importaciones lograron
detonar las cadenas de la mayoría de los sectores e industrias. Un enfoque moderno
de política debería plantear que, en un contexto de apertura, se busque incrementar
el contenido nacional de lo que el país produce y exporta.
MOVIMIENTOS SOCIALES
En el contexto sociopolítico del Cono Sur de finales de los años 1970 y comienzos
de los años 1980, en los procesos de transición de las dictaduras hacia las
democracias, tienen lugar múltiples manifestaciones públicas y demandas
democráticas realizadas por diversos actores de la sociedad civil. En este momento,
la lucha por los derechos ciudadanos en las democracias por venir, reflejada en las
demandas que surgieron de distintos sectores sociales, adquieren un lugar central
en la esfera pública.
Surgen en esta coyuntura los llamados nuevos movimientos sociales
latinoamericanos. Elizabeth Jelin, en el artículo: “Otros silencios, otras voces: el
tiempo de la democratización en la Argentina” (en: F. Calderón Gutiérrez
(comp.), Los movimientos sociales ante la crisis. Buenos Aires,
UNU/CLACSO/IISUNAM, 1986), nos da una definición de movimientos sociales
como aquellas “acciones colectivas con alta participación de base que utilizan
canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo que van elaborando sus
demandas, van encontrando formas de acción para expresarlas y se van
constituyendo en sujetos colectivos, es decir, reconociéndose como grupo o
categoría social.” (p. 18).
El concepto de los movimientos sociales ocupa una parte central en el trabajo que
realiza Jelin. Su enfoque de los movimientos sociales muestra el carácter socio-
dinámico de los movimientos en comparación con el resto de las acciones
colectivas, y su aspecto de resistencia como de protesta social. Esta perspectiva
permite comprender que los movimientos sociales no son puntos fijos de la sociedad
que poseen lógicas lineales cotidianas, sino que, por el contrario, son alianzas
sociales, muchas veces inesperadas, que se hacen y rehacen de múltiples formas,
y que están sujetas siempre a intereses coyunturales.
El significado e interés analítico de los movimientos sociales reside, sobre todo, para
la autora, en poder buscar en ellos evidencias de transformación profunda de la
lógica social, pues lo que está en cuestión es tanto una nueva forma de hacer
política como una nueva forma de sociabilidad. (p. 21).Por lo tanto, desde la óptica
de Jelin, los movimientos sociales son sobre todo movimientos de resistencia y
de protesta social.
Alrededor de los movimientos sociales, Jelin logra establecer una línea de
investigación que conecta lo que habían sido sus estudios sobre protesta social, en
especial sobre protesta obrera y, más adelante, sobre movimientos barriales, con la
transición política hacia la democracia. Jelin no sólo centra estos estudios en el caso
de la Argentina, sino que extiende sus investigaciones más allá de los límites
nacionales. Cuando estudia el lugar de las mujeres dentro de los movimientos
sociales, lo hace a una escala latinoamericana. Actualmente, la autora se refiere a
"movimientos sociales transnacionales" para definir un campo más amplio de
análisis que trasciende las fronteras e intereses nacionales del caso argentino. En
este aspecto, es central la publicación: Más allá de la nación: las escalas múltiples
de los movimientos sociales (Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003).
Los movimientos sociales tanto en la Argentina como en el resto de países
latinoamericanos que Jelin ha estudiado pueden agruparse, dentro de su obra, en
cuatro grandes tejidos de movimientos sociales –estos tejidos se subdividen entre
ellos, se separan o interconectan cuando toman partido en luchas específicas–: el
tejido de los movimientos urbanos –barriales, de obreros, de sindicalistas, de base,
de piqueteros, de las minorías sexuales…–, el de los movimientos de mujeres –
sindicalistas, feministas, de mujeres en el Estado, de mujeres en el MERCOSUR…–
, el de los movimientos de derechos humanos, y el de los movimientos de gente y
migraciones. Por ejemplo, en los años 1980, muchos movimientos tenían como
objetivo central la lucha por la democracia, a pesar de que cada uno de ellos, por
ejemplo, el movimiento feminista, atendía una agenda de intereses todavía más
específica.
Más adelante, en las marchas en la conmemoración del 24 de marzo, el papel de
las madres de los desaparecidos es crucial en la Argentina. Esta unión de los
diferentes tejidos dice Jelin, establece una especie de escenario político de luchas
por quienes son las voces que van a ser escuchadas socialmente. Primero, las
madres, luego los hijos de los desaparecidos y de los exiliados, los exmilitantes, los
sobrevivientes y una multiplicidad de voces de otras organizaciones sociales y otras
partes de la sociedad argentina que también están reclamando la posibilidad tanto
de conmemorar, como de hacerse escuchar. Entonces, dice Jelin, si uno va a una
de las marchas de conmemoración del 24 de marzo, uno se va a encontrar con que
la columna de madres –la columna de hijos–, es absolutamente minoritaria y se va
a encontrar con cuadras de piqueteros, montones de organizaciones sociales de
todo tipo: barriales o políticas, que van a la marcha como van todos, o sea, como
que esa dictadura no tiene dueño. Entonces la memoria de la dictadura no tiene un
dueño legítimo, sino que de alguna manera, todos podemos –y tenemos derecho–
a conmemorar o a darle sentido a ese pasado elaborando una narrativa de memoria.
Con respecto al primer tejido de los movimientos urbanos, Jelin distingue en ellos
diversas etapas de constitución. En la entrevista, la autora llama la atención al
menos de tres aspectos relacionados con este punto. En primer lugar, habría que
estudiar la relación entre migración campo y ciudad y los movimientos sociales
barriales y de base que se constituyeron posteriormente a estas migraciones en los
centros urbanos. En segundo lugar, Jelin distingue entre desplazamiento social y
movimiento social.

Por ejemplo, en el período de migraciones masivas del campo a la ciudad, la


movilización de una cantidad de mujeres a la ciudad y la ocupación de la mayoría
como empleadas domésticas no llega a tener los rasgos ni de movimiento social, ni
de movimiento de mujeres. Un tercer aspecto tiene que ver con el hecho de la mayor
visibilidad que pueden adquirir los movimientos en los centros urbanos. El
movimiento de los piqueteros, que es a grandes rasgos un movimiento de
trabajadores desocupados, venía gestándose, dice Jelin, en lugares alejados de la
ciudad de Buenos Aires, aproximadamente diez años antes del 2001, que es cuando
aparecen en la capital argentina.
El tejido de los movimientos de gente y migraciones es una categoría mucho más
reciente y conforma una de sus investigaciones actuales. Se ha estudiado aquí
sobre todo el tema de los derechos de los inmigrantes en los países limítrofes con
la Argentina. Jelin se refiere en este aspecto a dos tendencias dentro de las
instituciones del Estado, una que promueve la discriminación, y otra que sí recibe
las demandas de los emigrantes cuando se sienten discriminados.
Un tercer tejido lo constituyen los movimientos de mujeres: mujeres sindicalistas,
mujeres de la iglesia católica, mujeres indígenas, mujeres en el MERCOSUR,
mujeres académicas, mujeres ligadas a los gobiernos o mujeres feministas. Uno de
los principales puntos a entender aquí es la crítica al hecho de que las luchas de las
mujeres y su participación social han sido interpretadas en un sentido social, como
trabajo social, y no en un sentido político. Jelin critica la dicotomía de espacios
separados por género que identifica a lo público con lo masculino y a lo privado con
lo femenino. En los movimientos de mujeres, la autora establece una diferencia
entre mujeres en movimientos sociales, movimientos de mujeres y movimientos
feministas. En la entrevista, se refiere a 4 lógicas de grupos de mujeres que pueden
combinarse entre ellos y conformar un campo no resuelto: la lógica de las
sindicalistas, que se extiende al papel de las mujeres en el MERCOSUR, la de las
de académicas, la de las políticas, que comprende el grupo de mujeres ligadas a
los gobiernos, y la de las feministas.
Frente a la formación del MERCOSUR existen muchísimos actores sociales o
movimientos sociales: el del ambientalismo, el de las universidades, el del
sindicalismo. Jelin distingue en sus investigaciones dos vanguardias o dos grupos
de mujeres que se sumaron a la conformación del bloque regional MERCOSUR,
que incluye cuatro países: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; y además Chile
y Bolivia, como países asociados. Uno es el grupo de las mujeres sindicalistas que
ha estado intentando armar redes regionales para avanzar en el mundo del poder
dentro de la conformación del MERCOSUR. El otro grupo es el de las mujeres
académicas, el cual ha tenido la iniciativa de organizar reuniones y seminarios sobre
el significado del MERCOSUR para las mujeres en términos de empleo y de
garantías sociales, entre otros. Jelin hace referencia a que, en el campo del
MERCOSUR, el movimiento feminista se quedó un poco atrás.
Un ejemplo de mujeres ligadas a los gobiernos lo constituye en la Argentina un
grupo que, durante el gobierno de Menem, conformó una ONG regional, cuyo
principal objetivo fue “copar los lugares” dentro de la política formal. La dinámica
política de cada uno de estos grupos transnacionales –porque son alianzas
transnacionales de mujeres– ha tenido una lógica muy distinta y ha querido ocupar
los espacios para objetivos muy diversos.
Por último, se encuentra el movimiento de derechos humanos que ocupa un lugar
central tanto en la actualidad como en el trabajo de Jelin. El movimiento de los
derechos humanos se conecta en una parte con el movimiento de mujeres en la
Argentina a raíz de la salida de las madres a la esfera pública. La mujer, a través de
su rol tradicional, se convierte en sujeto político y su labor llega a constituir en gran
parte el emblema del movimiento de derechos humanos. El movimiento de los
derechos humanos es mucho más complejo en la Argentina y se constituye en una
fuerza importante de transición política. Recientemente, Jelin ha publicado: Los
derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la
construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales (en: Cuadernos del Ides,
núm. 2, octubre, 2003.). Como el título lo indica el tema de los derechos humanos
está completamente ligado a los movimientos que luchan por la memoria y, en
especial, por la memoria de la represión.

MODELO DE DESARROLLO COMPARTIDO


CIUDAD DE MÉXICO. - En 1970, Luis Echeverría tomó posesión como presidente.
La sucesión presidencial no fue sólo el cambio de hombre, sino el cambio de
retórica. En palabras de la maestra Valeria Zepeda: “El Desarrollo Compartido fue
un plan de corte populista que buscaba compartir los beneficios del crecimiento y
una alianza entre obreros y campesinos”.
En los primeros meses de la presidencia de Echeverría el nivel de actividad
económica estaba deprimido, en parte por el menor gasto gubernamental por ser
inicio de sexenio. Para poner en marcha a la economía se decidió llevar a cabo
varios proyectos de inversión, aun cuando éstos no fueran relevantes. El objetivo
era aumentar la producción en el corto plazo.
Como economistas, más que el nivel del PIB o su tasa de crecimiento, lo que
debemos analizar es el bienestar de los individuos. La reactivación de la economía
vía gasto del gobierno aumentará la producción, pero si este gasto no es utilizado
en la creación de bienes o en la inversión de proyectos lo suficientemente valiosos
para la sociedad, entonces el gobierno tan sólo empeorará la situación de las
personas pues estará desviando recursos a actividades de poca productividad.
Para el año siguiente, la recaudación aumentó, pero el gasto público se incrementó
en más del doble (10.4% contra 21.2%). El déficit fue cubierto, en cierta medida, por
la emisión de billetes del Banco de México. Tanto la política fiscal, como la política
monetaria tuvieron un sesgo expansionista. El PIB creció 8.5% en ese año.
La inercia de estas políticas continuó en los años siguientes. A medida en que el
gasto crecía, éste fue cubierto vía la emisión monetaria del Banco Central, pero
también mediante deuda externa (la cual de 1974 a 1976 se duplicó). Con ello se
generaron presiones sobre el tipo de cambio, que comenzaba a estar sobrevaluado.
Debido a ello, las importaciones se volvieron relativamente más baratas en relación
a la producción local, propiciando así déficits en la balanza comercial. El proceso de
reajuste cambiario se vislumbraba inevitable.
Ante este escenario, los inversionistas decidieron retirar sus capitales ante la
inminente depreciación del peso. Si mantenían sus inversiones en México, éstas
valdrían menos en relación con las inversiones hechas en alguna otra moneda. Esto
desató una fuga de capitales, a pesar de los incentivos fiscales para contener su
salida.
La presión cambiaria culminó en septiembre de 1976 cuando el tipo de cambio se
devaluó 59%; esto en medio de una fuerte tensión entre el gobierno y el sector
privado. Con el objetivo de evitar mayores conflictos políticos, Echeverría decidió
subir los salarios, decisión que hizo más largo y doloroso el reajuste económico: la
actividad industrial disminuyó, el consumo privado cayó y se generaron presiones
inflacionarias.
Dos meses después, Echeverría dejó la presidencia para que José López Portillo la
ocupara (vale la pena señalar que fue el único candidato registrado en dicha
elección presidencial). La recuperación de las relaciones del gobierno con el sector
privado fue de suma importancia para la nueva administración, así como la
estabilización de la economía. El programa propuesto por el Fondo Monetario
Internacional para recuperarse de la crisis fue cabalmente cumplido. El déficit en la
balanza de pagos disminuyó, pero algo pasó a inicios de 1978: se descubrieron
enormes yacimientos de petróleo en el sureste del país.
A López Portillo le gustaba decir: “los países del mundo se dividen en dos tipos: los
que tienen petróleo y los que no lo tienen, y México tiene petróleo”. Así es como la
economía retomó una vez más la senda del crecimiento inflacionario, el gasto del
sector público aumentó más de 30% en ese año, en tanto que los ingresos fiscales
no crecieron de manera significativa. Uno de los destinos del gasto fue el Sistema
Alimentario Mexicano (SAM), programa cuyo objetivo era lograr la autosuficiencia
en la producción de alimentos, es decir, se buscaba encauzar los ingresos de la
exportación de petróleo para la producción del campo, con la consigna básica de
“sembrar el petróleo”.
El desequilibrio externo se hizo patente a través de una balanza de pagos deficitara
y una constante sobrevaluación del tipo de cambio. Es curioso notar cómo una
época de bonanza, como el descubrimiento de mantos petrolíferos, concluyó en un
deterioro de la estructura económica. A este tipo de fenómenos se les conoce como
la “enfermedad holandesa”.
La situación se volvió insostenible cuando en mayo de 1981 se dio una ligera caída
en el precio del petróleo. Si bien la caída no fue muy grande, el problema fue el error
de diagnóstico tanto del gobierno como de una parte del sector privado. Ambos
consideraron que la caída de los precios del petróleo era un fenómeno transitorio,
por lo que mantuvieron su nivel de gasto y financiaron el déficit vía deuda. En
realidad, dicha caída inauguraría un periodo de bajas sistemáticas en el precio del
petróleo que terminaría por volver insostenibles los niveles de gasto público y
elevaría los niveles de endeudamiento del sector público y del privado.
Una nueva devaluación se hizo presente. En febrero de 1982, el peso perdió casi la
mitad de su valor frente al dólar. Las intenciones del gobierno por evitar una recesión
fueron incongruentes. Por un lado, anunciaba el recorte en el gasto; pero, por otro,
decidía aumentar los salarios. Parece que la historia se repite seis años después:
devaluación, estrategias erróneas por contener la crisis y tensiones con el sector
privado.
En esta ocasión, el conflicto fue con el sector bancario. En septiembre de su último
año de gobierno, López Portillo tomó la inesperada decisión de expropiar a
los bancos comerciales. Su razón (o excusa) fue que ellos provocaron la fuga de
capitales que desembocó en la devaluación.

MODELO DE ALIANZA PARA LA PRODUCCION


Dado que en el periodo de Luis Echeverría se genere una crisis económica y
social muy aguda, en el periodo de José López Portillo se propuso una estrategia
para superar los estragos de la crisis que vivía el país como consecuencia de la
devaluación ocurrida a finales de 1976, por lo que se estableció como solución un
nuevo proyecto económico denominado alianza para la Producción

Política económica
López Portillo propuso este modelo, en el que su eslogan era “La solución somos
todos”, lo que significaba que para superar lo estragos económicos era necesario
establecer compromisos con los distintos sectores de la población siguiendo un
desarrollo más equitativo que garantizara:
-Alimentación
-Vestido
-Vivienda
-Educación
-Asistencia medica
Los objetivos que configuraron su política económica fueron:
Para el año de 1976, se descubrieron importantes yacimientos petrolíferos en
Chiapas y Tabasco, con esto México se convirtió en uno de los principales países
exportadores de petróleo; esto le permitió contar con nuevos créditos con el
exterior
Las divisas obtenidas por la venta del petróleo crudo permitieron enfrentar los
rezagos económicos heredados del régimen anterior
Reforma económica
Para poder reactivar la economía se hizo un llamado a la concordia y solidaridad
social por medio de la Alianza Popular Nacional y Democrática, la cual buscaba
superar la crisis con una mayor participación de los factores de producción, como
parte de la reforma económica de Alianza para la Producción
Este periodo se centró en una reforma administrativa que planteaba la
descentralización de algunas actividades del sector público, eliminando la
duplicidad de funciones y trámites burocráticos que obstaculizaban el desarrollo
económico y social del país

Reforma política
Otro cambio importante fue la reforma política, la cual:

-Promovió una mayor participación de la sociedad civil y la legalidad de grupos y


partidos políticos que actuaban en forma clandestina.
Para octubre de 1977, el presidente en turno, José López Portillo presentó al
Congreso su iniciativa de reformas a la Constitución, que contenía su proyecto de
nueva ley electoral promulgada el 28 de diciembre del mismo año con el nombre
de Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LFOPPE).
El objetivo central era:
-Favorecer a los grupos minoritarios mediante el acceso al sistema político de
nuevas organizaciones.
Además, ofrecía a todos los partidos mayores posibilidades de representación en
la Cámara de Diputados que otras reformas anteriores.
También se establecieron nuevos vínculos con los empresarios, ya que se
buscaba alentar la inversión privada y modernizar el aparato productivo.
Para ello se recurrió a la exención fiscal y a la liberación de precios, con lo que se
vieron afectados principalmente los productos básicos, pues durante estos años
disminuyó el ritmo de reparto de tierras.
Alimentación
Aunque se implementaron nuevos sistemas de riego, la producción no se
incrementó, debido a que el eje del desarrollo económico era el petróleo, esto
agudizó aún más la crisis agrícola y aumentó la importación de productos básicos.
Para resolver los problemas de alimentación en materia de autosuficiencia se creó
el SAM y se promovió la explotación y comercialización de productos pesqueros
con el objetivo de introducirlos cada vez más en la alimentación de la población
mexicana.
También se crearon de igual forma dos canastas básicas para elevar los niveles
nutricionales de la población de escasos recursos
Durante este periodo, se promulgó la Ley de Fomento Agropecuario con la
finalidad de:
-Organizar y planear las actividades relativas a la agricultura y la pesca.
Sin embargo, esto solo quedó en el intento, pues no se cumplió con ninguno de
los objetivos propuestos en materia de alimentación.
Otro rasgo característico de este periodo fue la creación de algunas instituciones
sociales que, de algún modo, justificaron el aumento del gasto público.
Aunque se redujo el fomento al desarrollo económico, hubo un incremento
considerable de los gastos administrativos del gobierno federal; no obstante, se
experimentó un superávit, sin contemplar el crecimiento de la deuda, debido, por
una parte, al aumento del circulante y, por otra, al crecimiento de la deuda pública
que tuvo la finalidad de crear una plataforma de explotación del petróleo.
En el año de 1980, el Impuesto al Valor Agregado (IVA) sustituyó al Impuesto
sobre Ingresos Mercantiles y, junto con el Impuesto Sobre la Renta (ISR), se
convirtió en el medio más importante para captar ingresos.
Con esto se registró un incremento sustancial en los impuestos como resultado
de la creciente inflación, por lo que se agudizó más la crisis económica y se
deterioró la calidad de vida de la población al perder su poder adquisitivo.
De igual manera se observó un incremento exagerado en el circulante monetario,
para recuperar la confianza entre ahorradores e inversionista, y esto afectó a las
clases sociales de menos recursos, sin contar que continuaba la política de la
flotación del peso, que se tradujo en constantes devaluaciones, sobre todo en el
último año de gobierno (1982) cuando superó el 200%.
Por otro lado, por indicaciones del FMI se establecieron los topes salariales, que
deterioraban aún más el poder adquisitivo y afectaban en especial a obreros y
campesinos.
Dentro de los proyectos sociales que se llevaron a cabo durante este periodo,
destacó:
-La creación de Coplamar, que prendía ampliar los servicios sociales básicos
como alimentación, salud y vivienda.
Es importante mencionar que durante este sexenio se experimentaron cambios
sustanciales en la planeación económica, como intento inicial se formuló el primer
Plan Global de Desarrollo.
RELACIONES DE MEXICO CON ORGANIZMOS FINANCIEROS
INTERNACIONALES (F.M.I, B.I.D, BM)

Fondo Monetario Internacional (FMI)

En relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a México se le recuerda


principalmente por una sucesión de crisis de balanza de pagos graves y
traumáticos.
Hay otra historia menos conocida y más constructiva respecto de la vinculación del
país con los organismos financieros internacionales. Ese recuento se remonta a la
propia fundación del FMI y del Banco Mundial, cuando México recibió el honor de
que el tercero de los comités de la conferencia de Bretton Woods fuera presidido
por el Secretario de Hacienda, Eduardo Suárez.

En Bretton Woods fue por iniciativa de la delegación mexicana que los países de
América Latina formaran un bloque para defender sus intereses en forma común.
Esa estrategia consiguió que, sin tener la aportación suficiente, América Latina
obtuviera dos de los 12 asientos en el Directorio Ejecutivo del organismo. En Bretton
Woods la delegación mexicana también luchó porque entre los objetivos del Banco
Mundial se le otorgara igual importancia al desarrollo que a la reconstrucción.

Bretton Woods fue el punto de partida para una tradición de participación activa e
innovadora por parte de México en la política financiera internacional. A principios
de los 70, México tuvo una intervención activa en el Comité de Reforma del Sistema
Financiero Internacional, en la conformación del Grupo de los 24 y en la creación
en 1974 del Comité de Desarrollo del Banco Mundial y del FMI, en contraparte del
Comité Interino de ese último organismo. El Ministro de Hacienda David Ibarra fue
posteriormente presidente de ese órgano.
Banco Internacional de Desarrollo (BID)

El BID y México han compartido una historia de más de cinco décadas de trabajo
ininterrumpido, de compromiso a largo plazo y de metas comunes con el desarrollo
equitativo y sostenible. Esta historia de éxito contempla el financiamiento de
programas y proyectos con miras a disminuir la pobreza, apoyar reformas al sistema
financiero, consolidar la agenda de México en áreas como la educación, la salud, el
agua y el cambio climático, y fortalecer los gobiernos de estados y municipios.
A lo largo de 50 años el BID ha aprobado operaciones para México por más de
US$25.000 millones, monto que lo convierte en el mayor receptor de préstamos y
desembolsos del BID en América Latina y el Caribe, además de constituir el mayor
volumen de financiamiento en la historia de la relación bilateral.
Durante el 2009 y el 2010 se actualizó la estrategia del BID en México, que incluye
áreas estratégicas para la modernización del sector laboral y del Estado, la
eliminación de las barreras competitivas a empresas, el apoyo a la consolidación de
la agenda de cambio climático y el fortalecimiento de la sostenibilidad de la política
fiscal mexicana, entre otras.
El BID está impulsando la modernización del sector social de México para reducir la
pobreza, a través del financiamiento del programa Oportunidades, implementado
por el gobierno federal. Asimismo, el BID apoya programas en favor de la educación,
la salud y la nutrición de niños y jóvenes y el campo.
Para ampliar los márgenes de participación de la iniciativa privada, y con ello
fomentar el desarrollo sostenible de particulares, el BID ha financiado programas
con miras a eliminar barreras a la competitividad en los sectores de vivienda,
agricultura y energía.
El cambio climático se ha convertido en un tema prioritario para México y es parte
fundamental de la estrategia. Por ello el BID apoya al gobierno federal para definir
y consolidar la agenda de cambio climático mediante la aprobación de una serie de
préstamos de reforma de políticas de carácter programático, con dos operaciones
individuales aprobadas y una en diseño para el sector.
Esta estrategia también comprende la estructuración de programas financieros en
eficiencia energética y energías renovables a través de la banca de desarrollo y la
banca comercial. El BID también busca, mediante asistencia técnica, consolidar la
fortaleza institucional, tanto nacional como de estados y municipios, para lograr una
implementación efectiva de programas de mitigación y adaptación al cambio
climático.
En cuanto al desarrollo de energías limpias en México, el BID ha jugado un papel
fundamental en la consolidación del marco regulatorio y de programas federales
relacionados con la eficiencia energética y las energías renovables, dentro de las
cuales se destaca el financiamiento de proyectos eólicos en Oaxaca.
Banco mundial (BM)

México fue el país que mayores recursos recibió del Grupo Banco Mundial(BM)
para respaldar su recuperación económica. Al cierre del ejercicio fiscal 2011, que
terminó en junio, obtuvo 2,700 millones de dólares que representan 18.37% del
total.
Este financiamiento buscó generar oportunidades para todos a través de programas
para el incremento de la productividad, creación de nuevos puestos de trabajo de
alta calidad, y asistencia para aquellos con mayores necesidades a través de
transferencias condicionadas en efectivo, utilizadas por primera vez en la región.
México, con 2,700 millones de dólares, y Brasil, con un total de 2,500 millones,
fueron los mayores prestatarios de la región. La mayor parte del financiamiento se
asignó a servicios de salud y sociales, administración pública y marco legal, y
transporte. El respaldo a la región representó un tercio de los préstamos del BIRF y
22% por ciento de los préstamos totales del BIRF/AIF.
El BM también puntualizó que la región de América Latina y el Caribe experimentó
uno de los periodos de crecimiento más fuertes en un siglo entre los años 2002 y
2010, gracias a sus políticas macroeconómicas adecuadas y al aumento en el precio
de las materias primas.
El crecimiento se recuperó rápidamente luego de la recesión mundial, llegando a
6% en 2010, dijo la institución por medio de un comunicado. Como resultado, más
de 50 millones de personas dejaron la pobreza atrás entre 2002 y 2010, y por
primera vez se logró avanzar en la lucha contra la desigualdad. Se estima que el
crecimiento económico alcanzará una tasa de 4 a 5% en 2011.

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