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UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR CICLO II 2017

FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES MATERIA: INTRODUCCION A LA ECONOMIA


DEPARTAMENTO DE FILOSOFIA DOCENTE: EMILIO MELARA
ALUMNOS:
CAMPOS JUAREZ CARLOS HERIBERTO
CHÁVEZ RUIZ JORGE LUIS
BUSTILLO PERDOMO SULEYMA SARAI
HERNANDEZ MIRA DANIELA GUADALUPE
JIMENEZ HERNANDEZ WALTER ALEXANDER
MENDOZA LEMUS JOHAN ELI ML18043
MONJE CAMPOS JENNY STEFFANY

EL ESCOLASTICISMO
Como mejor se comprende la doctrina económica escolástica es teniendo en cuenta el
contexto de su época, que se extiende desde antes de la caída del Imperio Romano hasta los
comienzos del mercantilismo en Europa occidental. Analizaremos algunas de las
principales características de la sociedad medieval que influyeron en la naturaleza y la
importancia del escolasticismo.

Los fundamentos feudales del pensamiento escolástico


El tipo de actividad económica que observamos hoy en las zonas industrializadas del
mundo apenas existía en la Edad Media. En concreto, aunque la producción de bienes para
venderlos en el mercado aumentó durante este periodo, no desempeñaba un papel
preponderante en la vida diaria. La economía feudal se basaba en la agricultura de
subsistencia en una sociedad en la que el elemento de cohesión no era el mercado sino la
tradición, la costumbre y la autoridad. Esta sociedad estaba dividida en cuatro grupos: los
siervos, los terratenientes, la nobleza y la Iglesia. Toda la tierra era fundamentalmente
propiedad de la Iglesia Católica Romana o del rey. El rey entregaba en usufructo las tierras
de su propiedad a los señores o los nobles y éstos tenían que cumplir a cambio ciertas
obligaciones con la autoridad central. Estas obligaciones, que no se basaban en contratos
(como en la economía de mercado moderna) sino en la tradición y en la costumbre,
consistían en suministrar servicios y bienes. El derecho de usufructo, con sus
correspondientes obligaciones, se transmitía por derecho de nacimiento de padres a hijos.
Como la autoridad central laica nunca tuvo mucho poder durante la Edad Media, el señor
era en gran medida el que mandaba en sus dominios. La relación entre el señor y el siervo
también venía dictada por la costumbre, la tradición y la autoridad. El siervo estaba atado a
la tierra por tradición y pagaba al señor por su uso con trabajo, cosechas y a veces dinero. A
cambio, el señor lo protegía de los intrusos en tiempos de guerra. Cada feudo o propiedad
era una unidad económica y política casi absoluta. Normalmente tenía su propia iglesia,
construida por el señor y gestionada en parte bajo la influencia del señor, ya que nombraba
al pastor. La Iglesia, al ser la mayor terrateniente de Europa occidental, tenía una gran
influencia en los asuntos terrenales. En general, sus propiedades estaban mejor
administradas que las de los señores feudales, debido en parte a que los clérigos eran la
única clase que sabía leer y escribir con fluidez.
La mayoría de los individuos aceptaba el puesto que ocupaba en la sociedad sin apenas
ponerlo en cuestión. Hubo algunos casos dispersos de rebelión de los siervos contra sus
señores, pero fueron casos excepcionales. Toda la tierra pertenecía a Dios, que la había
puesto bajo la custodia o bien de un hombre que era el rey por derecho divino, o bien de la
Iglesia. No aceptar la autoridad de los superiores era oponerse a la voluntad de Dios, que
les había otorgado autoridad y poner en peligro la salvación en la otra vida. En ese sistema,
la tierra, el trabajo y el capital no eran como hoy mercancías que se compraban y vendían
en un mercado y apenas se producían bienes para venderlos en el mercado.
Aunque en la sociedad feudal existían poderosos elementos que reforzaban la tradición y
eran hostiles al cambio, otros factores comenzaron a erosionar los fundamentos del
feudalismo. La mayoría de los historiadores económicos consideran que el cambio
tecnológico fue la causa principal del declive del feudalismo. Los cambios de la tecnología
agrícola tuvieron una influencia negativa en el feudo. Surgió la producción manufacturera,
basada en la sustitución de la fuerza de tracción humana y animal por fuerza mecánica
hidráulica o eólica. La sociedad se transformó, pues, durante la Edad Media y especialmente
durante los quinientos años anteriores a 1450.
Los autores escolásticos eran monjes cultos que trataban de dar pautas religiosas para
aplicarlas a actividades terrenales. Su objetivo no era tanto analizar la escasa actividad
económica que se realizaba como prescribir unas normas de conducta económica
compatibles con el dogma religioso. El más importante fue Santo Tomás de Aquino.

Santo Tomás de Aquino


Aunque los escolásticos, en su intento de adaptarse a los incipientes cambios económicos
de la época, engendraron un corpus algo diverso de ideas económicas, abordaron
esencialmente las mismas cuestiones económicas básicas: la institución de la propiedad
privada y los conceptos de precio justo y usura. Con algunas salvedades de poca
importancia, es razonable caracterizar y resumir esta literatura como una lucha por
conciliar las enseñanzas religiosas de la Iglesia y la actividad económica, que iba
aumentando poco a poco en aquella época. Los escritos escolásticos representan una
aceptación gradual de ciertos aspectos de la actividad económica, que comenzaron a
considerarse compatibles con la doctrina religiosa modificando sutilmente esa doctrina
para que fuera acorde con las circunstancias económicas. La importancia de las ideas de
Santo Tomás de Aquino radica en su fusión de las enseñanzas religiosas y los escritos de
Aristóteles, que dieron a la doctrina económica escolástica una gran parte de su contenido.
Santo Tomás de Aquino, al intentar conciliar la doctrina religiosa y la institución de la
propiedad privada y la actividad económica, tuvo que tener en cuenta numerosas
afirmaciones bíblicas que condenaban la propiedad privada, la riqueza y la búsqueda del
beneficio económico. Basándose en el Nuevo Testamento, los primeros cristianos pensaban
que la propiedad comunitaria era acorde con la ley natural y que la propiedad privada no
se ajustaba a este ideal. Por lo tanto, las primeras sociedades cristianas, inspiradas en la
vida de Jesucristo y su apóstoles, eran comunitarias. Pero los primeros autores escolásticos
llevaban mucho tiempo tratando de demostrar que no era incompatible con las enseñanzas
religiosas que los seglares tuvieran alguna propiedad privada.
En el siglo XIII, después de que se introdujeran de nuevo los escritos de Aristóteles en
Europa occidental, Santo Tomás de Aquino, adaptando el pensamiento aristotélico a sus
propios escritos, fue capaz de argumentar convincentemente que la propiedad privada no
era contraria a la ley natural. Aunque admitió que en la ley natural toda la propiedad es
comunitaria, sostenía que el crecimiento de la propiedad privada no era contrario a la ley
natural sino una añadidura que la complementaba.
Santo Tomás de Aquino sostenía que estar desnudo era conforme a la ley natural y que la
ropa era una añadidura a la ley natural y que se había ideado para beneficiar al hombre. El
razonamiento era el mismo en el caso de la propiedad privada.
Podríamos decir que el que el hombre esté desnudo es acorde con la ley natural, porque la
naturaleza no le dio ropa, pero el arte la inventó. En este sentido, se dice que la propiedad
de todas las cosas... es acorde con la ley natural, a saber, porque la distinción de la
propiedad... no [fue] realizada por la naturaleza sino ideada por la razón humana en
beneficio de la vida
humana.
Una vez más, siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás de Aquino era partidario de la
regulación de la propiedad privada por parte del Estado y aceptaba su distribución
desigual. Sin embargo, siguiendo a Platón, abogaba por la pobreza y la vida comunitaria
como ideal para los que tenían un profundo compromiso religioso, porque la vida
comunitaria les permitía dedicar la mayor parte de sus energías a las actividades religiosas.
A Santo Tomás de Aquino y otros escolásticos también les interesaba otro aspecto del
aumento de la actividad económica, el precio de los bienes. A diferencia de los economistas
modernos, no trataron de analizar la formación de los precios en una economía o de
comprender el papel que desempeñan en la asignación de los recursos escasos. Centraron
la atención en el aspecto ético de los precios que plantea cuestiones relacionadas con la
equidad y la justicia. ¿Prohibía la doctrina religiosa a los comerciantes vender bienes por
más de lo que pagaban por ellos? ¿Eran la obtención de beneficios y de intereses actos
pecaminosos? En el análisis de estas cuestiones, Santo
Tomás de Aquino combinó el pensamiento religioso con las ideas de Aristóteles y llegó a la
conclusión de que cuando se realizan intercambios en el mercado para satisfacer las
necesidades de las partes que comercian (utilizando la concepción de necesidad de
Aristóteles), no se plantea ninguna cuestión ética. Pero cuando los individuos producen
para el mercado previendo la obtención de un beneficio, sólo actúan virtuosamente si sus
motivos son benéficos y sus precios son justos. Si el comerciante pretende utilizar los
beneficios que obtenga para su manutención, para hacer obras de caridad o para contribuir
al bienestar público y si sus precios son justos, de manera que tanto el comprador como el
vendedor se benefician, el comerciante ha actuado correctamente.
Los historiadores de la teoría económica tienen diferentes interpretaciones del concepto
escolástico de precio justo. Algunos sostienen que los escolásticos, incluido Santo
Tomás de Aquino, consideraban que el precio justo equivalía al coste del trabajo. Otros
afirman que equivale a la utilidad y otros consideran que equivale al coste total de
producción. Por lo tanto, el concepto escolástico de precio justo se considera un precursor
de la teoría del valor trabajo de Ricardo y Marx o de la teoría de la utilidad marginal o de la
idea implícita en la teoría clásica y neoclásica de que los mercados competitivos generan
precios justos ideales. Según otra opinión muy general, el concepto escolástico de precio
justo constituía una parte integral del conjunto de fuerzas sociales y económicas que
mantenían la jerarquía del feudalismo. Según esta teoría, si todos los precios del mercado
fueran precios justos, nadie podría cambiar de estatus social por medio de la actividad
económica. La ausencia de análisis económico en el escolasticismo impide saber
exactamente qué se entendía por “precio justo”. Según nuestra interpretación, para el
escolasticismo, en general, y para Santo Tomás de Aquino, en particular, el precio justo era
simplemente el precio vigente en el mercado. Sin embargo, si eso es correcto, como los
escolásticos no tenían ninguna teoría con la que explicar las fuerzas que determinan el
precio de mercado, no es posible extraer ninguna conclusión útil sobre el contenido
económico y ni siquiera sobre el contenido ético del concepto de precio justo.
Un corolario del concepto de precio justo es el concepto escolástico de usura. Las posturas
de la Iglesia sobre el precio justo y la moralidad en la conducta económica eran en su
mayor parte suficientemente generales para no afectar a la creciente economía.
Pero sus opiniones sobre la usura eran específicas y lo suficientemente importantes para
originar conflictos entre la iglesia y la comunidad empresarial emergente. El significado del
término usura ha cambiado desde los tiempos del escolasticismo. Tal como se emplea hoy,
significa cobrar un tipo de interés excesivo, pero en la doctrina escolástica tiene el sentido
bíblico y el sentido aristotélico de cobrar cualquier tipo de interés. La propia doctrina
escolástica sobre la usura se deriva en gran parte de la Biblia y de los escritos de
Aristóteles. La condena bíblica de la usura tiene su origen en el riesgo de que los fuertes se
aprovechen de los débiles. Aristóteles había afirmado, además, que cobrar intereses por los
préstamos no era natural, ya que el dinero es estéril.
La postura escolástica, que al principio del periodo prohibía estrictamente la percepción de
intereses fue moderándose gradualmente hasta aceptarla –al menos con fines
empresariales más tarde. renó el avance del pensamiento económico al poner el énfasis en
las cuestiones éticas y centrar la atención en la filosofía moral; por otra, impulsó la
economía y todas las ciencias sociales con su uso del pensamiento abstracto. Stephan
Worland señala el uso de la abstracción en Santo Tomás de Aquino:
Deja en gran parte de lado el marco institucional en el que tiene lugar la actividad
económica y trata esa actividad simplemente como si fuera la conducta de particulares...
Centrando la atención en las cuestiones de los principios fundamentales, limita su
investigación económica a un grado relativamente alto de abstracción... Concibe un sistema
económico como una serie de miembros indiferenciados de la especie humana unidos por
las instituciones básicas –la propiedad privada, la división del trabajo, el intercambio– que
son “naturales” al hombre

La relevancia del escolasticismo

Las cuestiones éticas planteadas por la escuela medieval siguen siendo relevantes hoy.
Desde un punto de vista muy general, seguimos preguntándonos qué constituye “la buena
vida” y con qué criterio debemos evaluar la calidad de nuestras experiencias y actividades
como seres humanos.
Las relaciones con la familia y con los amigos, las buenas obras y los altos ideales son
aspectos de nuestra vida que no son económicos y que pueden considerarse o no en el
contexto de una determinada doctrina religiosa. La iglesia medieval temía que la creciente
actividad económica alejara la mente y los corazones de los hombres de las preocupaciones
religiosas y éticas y las acercara al materialismo.
En Estados Unidos, ha cambiado desde la Segunda Guerra Mundial la actitud hacia las
motivaciones económicas y no económicas, especialmente en el caso de los jóvenes adultos.
En el periodo inmediatamente posterior a la guerra, tras la guerra y la Gran
Depresión, los jóvenes adultos daban una gran prioridad a los valores económicos. Sin
embargo, en la década de 1960 muchos jóvenes comenzaron a censurar el interés de la
generación más mayor por los valores económicos. Después hubo una “brecha
generacional” en toda la sociedad, en la que los líderes de la juventud aconsejaban a los
jóvenes que no confiaran en nadie de más de treinta años. En la década de 1980, el péndulo
osciló de nuevo y los jóvenes adultos volvieron a adoptar los valores económicos del
periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las escuelas de administración de
empresas fueron las que más crecieron en muchas universidades. La preocupación de los
escolásticos por la justicia o injusticia del sistema de precios es aplicable al sistema social y
económico actual. La regulación de los servicios públicos constituye un intento de la
sociedad de garantizar a través del Estado la justicia de las tarifas del teléfono, la
electricidad y el consumo de agua. Las comisiones reguladoras generalmente tratan de fijar
unos precios “justos”, en el sentido de que reflejan solamente los costes de producir esos
servicios, incluidos los costes de suministrar capital a las empresas que los producen.
Cuando bajaron los tipos de interés a finales de los años 80 y principios de los 90, algunos
defensores de los consumidores comenzaron a preocuparse por los tipos de interés fijos
que cobraban las compañías emisoras de tarjetas de crédito. Los tipos de interés de los
créditos hipotecarios, los tipos de interés de los préstamos a empresas y los intereses
generados por la deuda pública y la deuda de empresas disminuyeron considerablemente,
pero los tipos de interés cobrados por las compañías emisoras de tarjetas de crédito
siguieron siendo de un 18 por ciento aproximadamente. La mayor parte de los análisis de
estas cuestiones se formuló en términos éticos. Otros dos ejemplos que dan muestra de
cómo las consideraciones éticas pueden tener más peso que las económicas son (1) los
programas agrícolas que permiten a los agricultores pedir créditos a tipos de interés más
bajos que los que se cobran a las empresas y (2) los programas de préstamos destinados a
los estudiantes y a las empresas pertenecientes a miembros de minorías étnicas.

RESUMEN
Durante la Edad Media, se tradujeron muchos escritos griegos al árabe y del árabe al latín.
Los estudiosos árabes influyeron, pues, en el pensamiento escolástico en los campos de la
filosofía, la ética, las ciencias y la economía hasta un grado que no se ha reconocido
totalmente hasta los últimos cincuenta años. Y aunque la doctrina religiosa musulmana y la
cristiana eran esencialmente hostiles a la actividad económica, no pudieron eliminar todas
las actividades económicas. Al-Ghazali e Ibn Khaldun, al tratar de comprender su época,
consiguieron, pues, aportar algunas ideas útiles sobre la actividad económica y
contribuyeron así al largo proceso histórico de construcción de los cimientos del
conocimiento de la economía.
La doctrina escolástica no intentó analizar la economía; su objetivo era establecer unos
criterios religiosos con los que juzgar la conducta económica. En una sociedad en la que
apenas había actividad económica, en la que la tierra, el trabajo y el capital no se
comerciaban en mercados y en la que la costumbre, la tradición y la autoridad
desempeñaban un importante papel, parecía haber –al menos para los clérigos cultos– un
“bien superior” a los bienes económicos. Sin embargo, las consecuencias negativas del
cambio tecnológico estaban alterando lentamente el orden feudal y la vida económica
estaba planteando un reto cada vez mayor a la vida espiritual.
A mediados del siglo XV, las ideas escolásticas sobre la vida virtuosa chocaban con la
práctica económica vigente y los juicios éticos de la Iglesia parecían fuera de lugar en las
economías en desarrollo de Europa occidental. No obstante, la doctrina escolástica sí
aportó ideas sobre el funcionamiento de la creciente economía de mercado y contribuyó a
sentar las bases para el desarrollo de un enfoque más analítico.
Tuvieron que ocurrir algunas cosas antes de que la economía de mercado pudiera
desarrollarse plenamente y generar la enorme oleada de bienes inherente a los recursos
naturales que había para utilizar y los conocimientos y la tecnología que había para
explotar. Uno de los cambios más cruciales fue la gran transformación de la estructura
institucional de Europa occidental. La libertad fue el elemento clave en este cambio:
liberación de las ataduras de la fría mano de la tradición que ahogaba el cambio, liberación
de la ideología de las enseñanzas religiosas que no veían con buenos ojos la actividad
económica, liberación del poder político y económico de la
Iglesia que se oponía a la aparición de nuevos intereses económicos y liberación del
gobierno que creaba y apoyaba el monopolio y se dedicaba a otras actividades que
retrasaban el avance económico. Retrospectivamente, la doctrina escolástica representa un
lento repliegue en favor de una aceptación mayor de las actividades económicas.
La economía tuvo que liberarse de la Iglesia tanto en el terreno intelectual como en el
práctico.

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