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N ú r ia B e n a c h

RICHARD PEET
GEOGRAFÍA CONTRA
EL NEOLIBERALISMO

Ic a ria $ ESPACIOS CRÍTICOS


Este libro ha sido impreso en papel 100% Am igo de los bosques, proveniente de bosques
sostenibles y con un proceso de producción deTCF (Total Chlorin Free), para colaborar en una
gestión de los bosques respetuosa con el medio ambiente y económicamente sostenible.

Diseño e ilustración de la cubierta: A driana Fábregas a partir de una foto


de M ain Street, W orcester (Mas.), de N uria Benach

© N uria Benach
© D e los textos de Richard Peet: indicados a pie de página
© Traducción del inglés de los anículos de Richard Peet,
N uria Benach

© D e esta edición
Icaria editorial, s. a.
Are de Sant C ristófol, 11-23
08003 Barcelona
www. icariaeditorial. com

ISBN: 978-84-9888-457-9
D epósito legal: B-25.872-2012

Prim era edición: octubre de 2012

Fotocomposición: Text Gráfic

Im preso en Romanyá/Valls, s. a.
Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)

Printed in Spain. Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial.


ÍN D IC E

Introducción 9

I. Con rum bo fijo: trayectoria intelectual


de Richard Peet 15
Geografía económica «convencional» en Berkeley 18
De California a Massachusetts: el despertar de la geografía
radical 23
Antipode: la consolidación de una geografía marxista 27
Cápitalismo global y desarrollo 41
Crisis económica y neoliberalismo 45

II. El marxismo como positivismo radical:


una conversación con Richard Peet 55

III. Antología de textos: 91


Una nueva geografía de izquierdas 91
Desigualdad y pobreza: una teoría geográfico-
marxista 95
Los orígenes sociales del determinismo ambiental 114
Cultura, imaginario y racionalidad en el desarrollo
económico regional 181
Editorial: la neoliberalización del conocimiento 225
Locura y civilización: capitalismo financiero global
y el discurso anti-pobreza 229
Modernismo crítico y desarrollo democrático 256

IV. Texto inédito 265


Crisis financiera y catástrofe ambiental 265

V. La geografía al servicio de la transform ación social:


contribuciones al debate 287
Defender el marxismo 289
La crítica postestructuralista y el postmodernismo
«extremo» 294
El desarrollo como discurso y el modernismo crítico 301
Por una economía cultural 305
Lo que la geografía debe ser 308

Selección de la bibliografía de Richard Peet 315


IN T R O D U C C IÓ N

Richard Peet, geógrafo nacido en G ran Bretaña y que ha desa­


rrollado casi toda su carrera académica en los Estados Unidos
de América, emblematiza como pocos un posicionamiento in­
telectual y político crítico a lo largo de cuatro décadas. Algunos
de sus trabajos de los años 1970, escritos en los m omentos
álgidos de la llamada geografía radical, fueron traducidos al
español casi de inm ediato.’ Sin duda, el impacto de la revista
Antipode,1 de la que Peet era director, y la atmósfera política
del m om ento contribuyeron a la difusión en otros contextos
geográficos de aquellos trabajos que versaban sobre las raíces
de la pobreza en el sistema capitalista o sobre la geografía de la
liberación humana. La trayectoria reciente de Peet, sin embar­
go, permanecía prácticamente inédita en español hasta la pu­
blicación de La maldita trinidad,3 un durísimo alegato sobre
el nefasto papel que desempeñan en la regulación económica

1. El primer número de Documents d’Analisi Metodológica en Geografia del


Departamento de Geografía de la Universitat Autónoma de Barcelona (1977) fue
precisamente dedicado, bajo los auspicios de Maria Dolors García Ramón, a la
«Geografía Radical Anglosajona».
2. Muestra de ello son las tempranas publicaciones de la revista Geocritica
de la Universitat de Barcelona editada por Horacio Capel donde se dieron a co­
nocer algunos influyentes anículos pocos años después de su publicación original
en Antipode y que asimismo se hizo amplio eco de sus objetivos (por ejemplo,
Ma'ttson, 1978).
3. Publicado por Editorial Laetoli (Pamplona) en 2004.

9
mundial la tríada del Fondo M onetario Internacional, el Banco
M undial y la Organización M undial del Comercio.
E sto sería más que suficiente para defender la trascenden­
cia y la actualidad del pensamiento y la obra de Richard Peet.
A unque tal vez sea justo señalar que la chispa definitiva que
desencadenó la realización de este volum en fue el lanzamiento
en 2008 de la nueva revista H um an Geography, una revista no
solo con tintes radicales, marxistas y definitivamente críticos,
sino una revista que se sitúa a contracorriente de las revistas
académicas, captadas hoy casi en su totalidad por grandes
editoriales que han logrado convertir el conocimiento acadé­
mico en un negocio más (y, por cierto, bastante lucrativo). Así
que a su relevancia en la historia del pensamiento geográfico
y a la actualidad de su trabajo, se añadía aquí una faceta más,
relacionada con el activismo académico y la denuncia política
que siempre le ha caracterizado. Esos tres ejes — la relevancia,
la actualidad y el activismo— son precisamente sobre los que
hemos querido construir nuestra visión de la personalidad y la
obra de Peet en este libro.
Com o es habitual en esta colección, la estructura del li­
bro persigue un acercamiento por diferentes vías al autor y
a su obra. El prim er capítulo, que hemos denominado «Con
rum bo fijo: trayectoria intelectual de Richard Peet» pretende
precisamente hacerse eco de esos viajes vitales e intelectuales:
desde la travesía océanica que llevó a Peet desde E uropa al
continente americano a la trayectoria intelectual que le con­
dujo a posiciones irreductiblemente marxistas sin perder sus
orígenes neopositivistas. Le sigue una entrevista, fru to de di­
versas conversaciones mantenidas con Peet y en la que hemos
intentado m antener al máximo el tono provocativo y la fuerza
verbal que le caracteriza.
A continuación, la selección de textos traducidos al espa­
ñol persigue una aproximación a los principales temas que han

10
sido objeto de preocupación de Peet y, a la vez, un cierto reco­
rrido —de ninguna manera exhaustivo dada la inmensidad de
su producción académica— por sus fases intelectuales. Hem os
seleccionado algunos textos fundamentales que m uestran tan­
to los temas que le han ocupado en su dilatada trayectoria y
que dan fe de la radicalidad de su discurso como de su faceta
como editor de revistas clave como ha sido Antipode desde su
fundación o la más reciente H um an Geography. El excelente
texto inédito que Peet ha elaborado generosamente para este
volumen, «Crisis financiera y catástrofe ambiental», constitu­
ye una nueva muestra de la actualidad y la fuerza política de
su pensamiento.
Finalmente, un quinto capítulo que hemos titulado «La
geografía com o herramienta de transform ación social: contri­
buciones al debate» pretende situar el pensam iento de Peet en
el contexto de vivos debates intelectuales en los que siempre ha
participado de m anera m uy intensa y con una expresión m uy
clara y directa de sus ideas.
Porque si algo puede afirmarse de Richard Peet es que es
un tipo que no se anda po r las ramas. Q uizá po r sus orígenes
en el seno de una familia de clase obrera de una localidad cer­
cana a Liverpool de los que ha heredado un sentido práctico de
la vida, quizá porque sus preocupaciones intelectuales siempre
están teñidas de un sentido de lo urgente y de una necesidad
de tom ar partido, su expresión tanto verbal como escrita es de
una claridad meridiana.
C uando surgió la idea de este libro, no conocíamos perso­
nalmente a Richard Peet. Y aunque habíamos leído sus traba­
jos y admirábamos su trayectoria, bien es cierto que le prece­
día una cierta fama de personaje algo adusto. Sin embargo, su
obstinado posicionamiento crítico a lo largo de décadas nos
hizo pensar que bien valía el intento. Com o sucede a menudo,
la realidad desmintió las ideas preconcebidas. Encontram os a

11
un Peet afable e irónico, tan abierto a la discusión como dem o­
ledor en sus juicios pero definitivamente cordial y afectuoso
con quien reconoce de su mismo lado.
La coherencia m ostrada a lo largo de su carrera le ha con­
vertido en un intelectual respetado, incluso por aquellos que
no están de acuerdo con sus ideas. Su larguísima trayectoria
en la Clark University le ha convertido en un referente ge­
neralizado, en un profesor que ha sabido atraer a los mejores
alumnos de todo el m undo (hoy profesores a su vez en nu­
merosos rincones del planeta) y en un amigo querido por sus
compañeros de generación.
También descubrimos a un profesor que deslumbra a sus
alumnos; no hay otro remedio que estar m uy atento en una
clase en la que el profesor transmite sus ideas con calculada sen­
cillez mientras se mueve por todo el espacio del aula, gesticula,
interroga, blasfema, salta sobre sus pies mientras escribe con
aparente espontaneidad en la pizarra y solo da un breve respiro
después de unos momentos cumbre para resumir los principales
argumentos desplegados ... ¿quién dijo power p o in t?
Peet acogió de buen grado la propuesta de este libro; su
siempre alerta visión crítica, su inmediatez y su socarronería
convirtieron cada conversación en un reto que puso a prueba
nuestros reflejos y sobre todo en una ocasión privilegiada para
aproxim arnos más a ese personaje tan directo como agudo
y posicionado políticamente. U n acercamiento que se vio
inmensamente facilitado, además, por los gratos momentos
compartidos en su entorno familiar, de modo que un agrade­
cimiento muy especial debe dirigirse en prim er lugar a Elaine
H artw ick (a su vez, profesora de Geografía en la Framingham
State University), y a Eric y Anna Peet.
Este libro pudo iniciarse gracias a una estancia de tres meses
en la Clark U niversity de W orcester (Massachusetts) en el o to­
ño de 2010, financiada por una beca «Salvador de Madariaga»

12
del Programa Nacional de Movilidad de Recursos Hum anos
de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Q uien escribe tuvo además la inmensa fortuna de estar acom ­
pañada por Josep Escolano, y por O riol y Roger Escolano
Benach que afrontaron con insólita m adurez la peculiar vida
cotidiana que tem poralmente les tocó vivir en «Wuuster».
Brenda N ika-H ayes, secretaria del D epartam ento de
Geografía de la Clark University, facilitó las cosas al máximo
con enorm e amabilidad y simpatía. Del todo impagable fue el
tiempo que nos dedicaron David Angel, A nthony Bebbington,
Jody Emel, Dianne Rocheleau y R obert Ross desde la misma
Clark University, gracias a los cuales pudimos entender me­
jor la persona y su papel como universitario. También fueron
una gran fuente los comentarios y aportaciones de antiguos
alumnos de Peet, hoy profesores en distintas universidades:
Thom as Ponniah (H arvard University), W aquar Ahm ed
(M ount H olyoke Collage, South Haley, Massachusetts) y
Ann O berhauser (West Virginia University). Brent M cCusker
(West Virginia University), por su parte, nos hizo llegar asi­
mismo valiosos comentarios de quien, al conocer a Peet con
m ayor distancia, había quedado fuertem ente impresionado
por su fuerza, combatividad y capacidad para la polémica.
Muchos otros respondieron con extraordinaria amabi­
lidad y celeridad a nuestras peticiones. A udrey Kobayashi
(Q ueen’s University, O ntario) y Philip Steinberg (Florida
State U niversity) tuvieron la gentileza de enviarnos sus útiles
textos sobre la figura intelectual de Peet. Clark Akatiff, inquie­
to agitador en la revolucionada universidad norteamericana de
finales de los años 1960, interrogado sobre los orígenes y los
presentes en la fotografía de la U nión de Geógrafos Socialistas
de Toronto de 1974, nos sorprendió agradablemente con una
avalancha de materiales, recuerdos y comentarios de quien vi­
vió en prim era línea mucho de lo que aconteció en los inicios de

13
la geografía radical norteamericana. Eric Sheppard (University
of Minnesota) y Linda Peake (York University, Toronto) nos
perm itieron utilizar su texto inédito sobre la geografía crítica
norteamericana. Kirk M attson, estudiante de la Simon Fraser
University de Vancouver a principios de los años 1970, nos
supo trasm itir una impagable im presión del am biente vivido
en aquellos vibrantes años.
N uestro agradecimiento se hace extensivo a David Saurí
(Universitat Autónom a de Barcelona), que fue estudiante de
D octorado en la Clark University a finales de los 1980, y que
también nos obsequió con numerosos recuerdos y anécdotas.
Este libro quiere ser también la ocasión para dejar cons­
tancia de un reconocim iento muy especial a H oracio Capel
(Universitat de Barcelona) y a Maria Dolors García Ramon
(Universitat A utónom a de Barcelona) por sus pioneros tra­
bajos sobre el pensamiento geográfico radical a mediados de
los años 1970 que despertaron el interés de los lectores his­
panohablantes sobre otras maneras de pensar y de practicar
la geografía; conocedores de este proyecto, ambos anim aron
cálidamente a su realización.
Finalmente, este tercer volumen de la colección «Espacios
Críticos» debe su form a actual a Abel Albet que animó a su
realización y se involucró en su elaboración de principio a fin,
completando informaciones, estructurando la bibliografía y
leyendo y m ejorando todo el texto antes de su edición final.
La editora Anna M onjo, con el entusiasmo habitual, hizo el
resto.

14
I. C O N R U M B O FIJO : T R A Y E C T O R IA
IN T E L E C T U A L D E R IC H A R D PE E T

There’s a change in the wind, and a split in the road,


You can do what’s right or you can do what you are told,
And the prize of the victory will belong to the bold,
Yes, these are the days of decision.
Phi! Ochs, Days of Decisión (1965)

Nacido en el seno de una familia obrera inglesa, Richard


Peet (Southport, 1940) pudo realizar sus estudios universi­
tarios en la acreditada London School of Economics (LSE)
de Londres, donde se licenció en Ciencias Económicas (con
mención en Geografía) en 1961. Inmediatamente después
viajó a Norteam érica, donde realizó sus estudios de Máster
en Vancouver (British Columbia University, 1963) y de
D octorado en la University of California en Berkeley (1968).
En 1967 se trasladó a Massachusetts para ocupar un lugar en el
D epartam ento de Geografía de la Clark University en el que
ha permanecido desde entonces.
A principios de los años 1960 fue una accidentada trave­
sía océanica la que le llevó de su Inglaterra natal a América
tras term inar sus estudios de licenciatura en la LSE.1 Pero
hubo también una intensa travesía intelectual que prim ero
le hizo descubrir la «nueva geografía» neopositivista (teoré­
tica o cuantitativa) que había irrum pido explosivamente en
la geografía anglosajona desde mediados de los años 1950 y
después, desde aquel neopositivismo más ferviente en el que

1. Véase la entrevista publicada en este mismo volumen.

15
militó, fue pasando a una posición marxista con la que, aunque
enriquecida por múltiples aportaciones, se sigue m ostrando
irreductible. U na posición que, según afirma, no solo no es
antipositivista sino que combina el marco explicativo del
marxismo con algunas de las aspiraciones más genuinas del
positivismo relacionadas con el comprom iso del conocim ien­
to científico y con la mejora de la situación material y moral
de la humanidad. N o obstante, hay que decir que, pese a que
no haga especial ostentación de ello, Peet ha sido capaz de ir
incorporando selectivamente algunas de las ideas y posiciones
llamadas «postestructuralistas» (y también de rechazar con
contundencia algunas de ellas si le parecían que se alejaban
demasiado del proyecto de transform ar el estado de las cosas
actual para alcanzar una sociedad más justa).
En este capítulo nos proponem os analizar esas trayec­
torias vitales e intelectuales a través de los tres grandes mo­
mentos que han definido la geografía hum ana en los últimos
cincuenta años y, por ende, tam bién la carrera de Peet: la
geografía neopositivista de los años 1950 y 1960, la crítica
demoledora que supuso la geografía radical a finales de los
1960 y su desarrollo como geografía marxista en los 1970, así
como el cuestionam iento postestructuralista desde mediados
de los 1980 con el que Peet, por otra parte, se ha m ostrado
generalm ente receloso pese a haber incorporado cautelosa­
m ente algunas ideas a su pensamiento. En esos tres períodos
la voz de Peet ha estado muy presente, con una participación
vehemente en muchos de los debates intelectuales y ha dejado
un poso que ha ido enriqueciendo tanto su propia perspectiva
como el conjunto de la geografía hum ana en general. Su tra­
yectoria, emblemática de tantas otras que desde los años 1960
han seguido un curso intelectual parecido, perm ite reseguir las
corrientes de pensam iento que se han ido abriendo paso a cada
m om ento tanto como los cambios en el contexto económico

16
y político y la consiguiente emergencia de nuevos temas de
preocupación científica. Así, tras una prim era etapa que hoy el
mismo Peet denomina como dedicada a la «geografía econó­
mica convencional» (aunque debe aclararse que en su m om en­
to de «convencional» tenía más bien poco), relacionada con
la afirmación de los enfoques neopositivistas, la construcción
de modelos y las aplicaciones de la llamada teoría locacional,
su «conversión» a la geografía radical vino marcada por su
sensibilización política y por su interés por los problemas
sociales como fueron en un prim er m om ento, por ejemplo,
las cuestiones relacionadas con la geografía de la pobreza.
Posteriorm ente, y coincidiendo con la adopción (tam bién el
aprendizaje) de marcos explicativos abiertam ente marxistas,
Peet desplazará su interés a cuestiones relacionadas con el de­
sarrollo y la globalización. D urante este período la contribu­
ción de Peet a la difusión de esa perspectiva radical y marxista,
en tanto que editor de la revista Antipode, fue importantísima.
En los años siguientes, aplicará todo su empeño a desvelar las
claves de los mecanismos de gobierno del capitalismo global y
el neoliberalismo, a m enudo en conexión con la crisis ambien­
tal que, en su interpretación, no es sino consecuencia directa
de la misma voracidad del capitalismo. En paralelo, Peet no
ha dejado nunca de reflexionar sobre cuestiones relacionadas
con el desarrollo de la teoría social, los enfoques filosóficos,
la influencia de la ideología en determinados planteamientos
científicos, etc. en las que ha podido dem ostrar su aptitud para
el debate y la polémica — encendida si es necesario— junto a
una disposición a abrirse también a nuevas aportaciones inte­
lectuales siempre que no olviden su misión primordial: la de
contribuir a entender y transform ar el mundo. Com o atinada­
mente resume A udrey Kobayashi en su semblanza de Peet, su
enorm e influencia ha sido el resultado tanto de la profundidad
de su pensam iento como de su liderazgo intelectual y político

17
en m omentos clave de la historia de la disciplina geográfica
(Kobayashi, 2009: 1 14).

G e o g r a f ía e c o n ó m ic a « c o n v e n c io n a l» e n B e rk e le y

Peet inició sus estudios universitarios, como ya se ha señalado,


en la acreditada LSE. De modo un tanto azaroso, la mezcla de
economía y geografía que allí aprendió le convirtió casi ine­
vitablemente en un especialista en geografía económica. A
mediados del siglo XX, ese era aún un campo enormemente
dom inado por trabajos descriptivos, huyendo de los cuales
Peet encontró su fuente de inspiración y su lugar natural en el
neopositivismo que llegó a dom inar la geografía anglosajona
en la década que media entre finales de los 1950 y finales de
los 1960, y que desarrollaría fundamentalmente a partir de su

La década de los 1960


marcó la trayectoria intelec­
tual y vital de Richard Peet.
Recién licenciado en la LSE
en 1961, pasó por Vancouver
y Berkeley hasta instalarse en
1969 en la Clark University
de Massachusetts en la que ha
permanecido hasta la actuali­
dad. La fotografía muestra a
Richard Peet a mediados de
los sesenta. [Foto cedida por
R. Peet]

18
estancia en la Universidad de British Colum bia en Vancouver
(UBC) y que culminaría con una tesis doctoral durante su estan­
cia californiana en la Universidad de California en Berkeley.
Cuando Peet llegó a la UBC, en 1961, el ambiente intelec­
tual que encontró era el de un departam ento que ya se había
iniciado en la nueva geografía teorética y cuyo vocabulario y
prácticas no dejaban de sorprender a un neófito como era él
entonces:

Recuerdo a Walter Hardw ick [en la UBC] que acababa de


volver de M innesota y que era un apóstol bastante firm e de
la revolución cuantitativa. Recuerdo que em pezó a hablar
de modelos. C uando yo estaba en la LSE, acostum brába­
mos a trabajar con mapas. Teníamos aquellos mapas que
eran modelos de tres dimensiones, con montañas y for­
mas así. Allí había un tipo llamado H arrison Church, que
siempre nos decía: «Chicos, ¡no os apoyéis en los modelos!
¡No pongáis nuevos valles donde Dios no los ha creado!»
Cuando Walter hablaba de modelos yo creía que hablaba
de aquellos mapas. Y luego, poco a poco, gradualmente
me di cuenta de lo que estaba pasando, especialmente a
propósito de la teoría de los lugares centrales, en la que
Walter era un experto. (Com unicación personal en Barnes,
2004: 580)

Y es que «lo que estaba pasando» es que, desde el punto de


vista puram ente intelectual, tam bién los años 1960 y 1970 fue­
ron de una más que notable agitación, en la que nuevas gene­
raciones de geógrafos se m ostraban especialmente beligerantes
con la geografía tradicional, a la que tachaban de descriptiva,
incapaz de explicar nada sustancial y en descrédito creciente en
el sistema universitario, tal como relató enérgicamente Peter
Gould, uno de sus principales proponentes (Gould, 1979).

19
Peet nunca se ha m ostrado condescendiente (ni siquiera
caritativo) con la geografía tradicional de la prim era mitad
del siglo XX, a la que dedica apenas unas escasas páginas en la
introducción de su concienzudo estudio sobre el pensamiento
geográfico m oderno (Peet, 1998) y a la que, lastrada por su
insistencia en lo único, lo particular y lo excepcional, no con­
cede ninguna relevancia ni reconocim iento científicos. Para él,
la historia del pensamiento geográfico que merece ser contada
se inicia precisamente en la segunda mitad de siglo XX cuando
emerge una «nueva geografía» que ataca las bases de la mera
descripción geográfica y sienta las de una geografía que se pre­
tendía verdaderamente científica, las de una «ciencia espacial»
que fuera capaz de form ular leyes y teorías explicativas de los
procesos y distribuciones espaciales.
Aquella «nueva geografía» encontró irónicamente sus
principales fuentes de inspiración en obras clásicas publicadas
décadas atrás cuya relevancia parecía haber pasado inadvertida:
los casos más llamativos fueron las recuperaciones de la «teoría
de los lugares centrales» del geógrafo Walter Christaller (1933),
de la «teoría de la localización industrial» del economista
A lfred Weber (1909) y la «teoría de localización y el modelo de
usos del suelo agrícola» del terrateniente Johann H einrich von
Thünen (1826). Este último fue el autor que llamó la atención
y sobre el que trabajó con gran dedicación Richard Peet du­
rante su etapa prerradical, la dedicada a la geografía económica
«convencional». Al igual que otros geógrafos norteamericanos
y británicos del m omento, Peet se lanza de lleno a colaborar
en la construcción de una geografía teorética con un trabajo en
el que aplicaba a una escala global las teorías de Von Thünen
sobre la localización de los cultivos agrícolas alrededor de los
núcleos urbanos en una serie de zonas concéntricas.
Finalizados sus estudios de máster en la UBC, recaló en
California sumiéndose en la agitación política de la universi­

20
dad de Berkeley de mediados de los años 1960. Ese período
fue clave en la vida y en la trayectoria intelectual de Peet. Por
una lado, le perm itió consolidar sus trabajos teóricos en los
que había form ulado su análisis de las teorías de Von T hünen a
escala global, y, por otra, lo allí vivido sería el desencadenante
de un cambio de intereses temáticos y de aproximaciones teó­
ricas que hallarán plasmación cuando a finales de la década se
traslade a Massachusetts, a la Clark University, de donde ya
no se moverá.
El D epartam ento de Geografía de la Universidad de
California en Berkeley, uno de los más prestigiosos de la geo­
grafía norteamericana en los años 1930 y 1940, en la década de
los 1960 se encontraba dom inado aún por la escuela cultura-
lista desarrollada por Carl Sauer y era manifiestamente hostil
a las nuevas aproximaciones teóricas. Algo a contracorriente,
aunque ayudado por algunos colegas y en especial por Allan
Pred,2 Peet logró presentar su tesis doctoral en 1968 con el tí­
tulo de «La expansión espacial de la agricultura comercial en
el siglo XIX: un análisis teórico de las zonas de importación
británicas y el desplazamiento de los cultivos a los Estados
Unidos» ( «The Spatial Expansion of Commercial Agriculture
in the N ineteenth Century: a Theoretical Analysis of British
Im port Zones and the M ovement of Farming into the Interior
United States»). Peet estaba ahí aplicando las teorías de Von
Thünen a la expansión mundial de la agricultura comercial en

2. Trevor Barnes, que ha estudiado ampliamente la geografía cuantitativa


norteamericana, se ha referido al Departamento de Geografía de Berkeley como
uno de los más «resistentes» a aceptar los cambios del nuevo paradigma. En 1962,
sin embargo, decidieron contratar a Allan Pred, que había hecho su tesis doctoral
en la Universidad de Chicago con Brian Berry —uno de los grandes nombres de la
geografía cuantitativa—, como un «peaje» necesario para cubrir los contenidos de
aquella nueva geografía económica que ya se estaba imponiendo en los principales
departamentos de geografía de Estados Unidos (Barnes, 2004: 581).

21
el siglo XIX, y ya mostraba un interés por esa escala global que,
pese al cambio de temas y de enfoque, ya no lo abandonaría.
U n año más tarde, en 1969, cuando la geografía radical ya había
eclosionado, Peet aún publicaba su artículo sobre Von Thünen
en torno a la expansión espacial de la agricultura comercial en
el siglo XIX que, resumiendo lo esencial de su tesis, apareció
en la revista Economic Geography editada precisamente en la
Clark University a la que se acababa de trasladar y en la que,
de hecho, continuaría publicando —por razones pragmáticas
relacionadas con su posición académica, como él mismo ad­
m ite— trabajos relacionados con ello hasta 1972. Defendía
entonces Peet que las ideas de Von Thünen no habían sido aún
demasiado aplicadas a la form ación de regiones agrícolas co­
merciales y proponía la idea de una «ciudad mundial Thünen»
en G ran Bretaña, E uropa occidental y el nordeste de Estados
Unidos, rodeada de una serie de grandes zonas agrícolas con­
céntricas, que se irían expandiendo a medida que aumentasen
las necesidades urbanas de productos agrícolas y de materias
primas. U n elaborado trabajo empírico más la aplicación del
modelo le permitía concluir que éste proporcionaba la clave de
la conexión entre el factor causal de la revolución industrial en
Europa occidental y la invasión consiguiente de grandes áreas
interiores por parte de la agricultura comercial (Peet, 1969).
En todos aquellos trabajos de aplicación a una escala glo­
bal de una teoría concebida para una escala m ucho más local
(Von Thünen solo pretendía explicar la distribución de los
usos agrícolas en torn o a las ciudades), Peet m ostraba ya su
interés por las conexiones interescalares que manifestó poste­
riorm ente en el estudio de otros temas cuando su trabajo había
virado a enfoques radicalmente diferentes.
Curiosamente, ese mismo año 1969 en el que Peet p u ­
blicaba su trabajo teórico sobre Von Thünen, vería la luz la
revista Antipode, que desempeñaría un papel fundamental en

22
la difusión de los nuevos enfoques radicales y que m uy pronto
el mismo Peet pasaría a dirigir. La coincidencia de fechas entre
la publicación de aquel artículo teórico de corte neopositivista
y su participación en la nueva revista radical llama fuertem en­
te la atención y señala con claridad la convivencia simultánea
de posiciones aparentem ente m uy contrastadas, propia de un
m omento de cambios sociales e intelectuales tan rápidos como
profundos.

D e C a lif o r n ia a M a s s a c h u s e tts : e l d e s p e r t a r
d e la g e o g ra f ía r a d ic a l

En la California efervescente de finales de los 1960, en un


entorno intelectual prestigioso pero clásico y tradicional, los
modelos locacionales eran aún algo que había que defender.
Fuera del D epartam ento de Geografía de Berkeley, el am­
biente estaba m uy caldeado políticamente y Peet no quedaría
inmune a los eventos políticos del momento, de m odo que
pronto seguiría la estela de otros amigos y colegas que bus­
caban fuentes de inspiración alternativas. Desde principios de
los años 1960, Berkeley había sido uno de lo!¡ m ayores focos
de agitación estudiantil relacionada con las grandes cuestiones
que encendieron la sociedad norteamericana a lo largo de toda
la década: las persecuciones anticomunistas llevadas a cabo por
el Com ité de Actividades Antiamericanas, las luchas por los
derechos civiles de los afroamericanos, el m ovim iento estu­
diantil por la libertad de expresión («free speech movement»),
las acciones contra la guerra del Vietnam, el ascenso del «black
power» o la progresiva propagación de la contracultura y el
movimiento hippy. ¡Todo en la misma década! Y aunque el
D epartam ento de Geografía siempre pareció mantenerse ajeno
a esos movimientos, algunos de sus miembros, Peet entre ellos,

23
quedaron fuertem ente marcados por lo acaecido, por el senti­
m iento de colectividad generado, por la tensión académica y la
represión policial que vivieron y por la consolidación de una
creciente sensibilidad hacia todo tipo de problemas sociales y
políticos: desde la segregación racial a los movimientos pacifis­
tas pasando por la constante reivindicación de un pensamiento
crítico y alternativo.
Y aunque Peet culminó su estancia en Berkeley con la
presentación de una tesis doctoral relacionada con la teoría
locacional que en poco reflejaba todo aquello, su vida y su ma­
nera de ver el m undo quedaron definitivamente marcadas por
dichos acontecimientos. En pocos años, y coincidiendo con su
traslado a la Clark University en W orcester (Massachusetts),
Peet se convirtió en un animador incansable de la geografía
radical, luego explícitamente geografía marxista, a través
de su dedicación a la revista Antipo.de, al tiempo que conti­
nuaba y diversificaba sus líneas propias de trabajo. En 1967,
Peet realizaba de nuevo una larga travesía, esta vez por vía
terrestre, atravesando el territorio norteamericano con su fa­
milia de costa a costa, del Pacífico al Atlántico, de California
a Massachusetts. Su llegada a la Clark University marcó su
carrera a partir de entonces.
El D epartam ento de Geografía de la C lark de finales de
los años 1960 pasa por ser la cuna de la geografía radical,
afirmación que quizá requiera algún m atiz.3 Algunos de los

3. Aunque Antipode había tomado un papel preponderante, existían desde


luego iniciativas geográficas de corte radical más allá de la Clark University, desta­
cando especialmente el papel de las expediciones geográficas de Detroit que lideró
William Bunge. David Harvey se ha hecho eco de la atmósfera vivida a principios
de los 1970, recordando que había «un choque entre los geógrafos británicos de
formación académica (como yo mismo) y los animadores estadounidenses con
mayor orientación a la calle y a la gente (...) Yo aprendí de Bunge la importancia de
estar en la calle» (comunicación personal recogida en Sheppard, 2009).

24
profesores allí presentes, tales como Jim Blaut, David Stea o
el mismo Peet, eran auténticos agitadores (tanto en sentido
intelectual como político) en aquel m om ento álgido del movi­
miento contra la guerra del Vietnam. Ilustra bien esa atmósfera
un episodio tan curioso como la participación de esos enton­
ces jóvenes geógrafos en la famosa Marcha sobre el Pentágono
del 21 de octubre de 1967 en W ashington,4 una manifestación
pacifista que reunió a centenares de miles de personas (con ac­
ciones deliberadamente hilarantes y provocativas por parte del
activismo yippie5 como el supuesto intento de hacer levitar el
Pentágono utilizando la energía psíquica de los manifestantes).
U n episodio que no solo fue recogido por narradores como
N orm an Mailer en su «The Steps of the Pentagon» sino que
fue objeto de una inusual investigación geográfica por parte de
C lark Akatiff (geógrafo m uy cercano al indóm ito e inclasifi­
cable William Bunge con el que colaboraría en la Expedición
Geográfica de D etroit) que llegó a publicar (de m odo insó­
lito en la muy oficial Annals o f the Association o f American
Geographers) un análisis espacial, con cartografía incluida, de
los niveles de compromiso, acción y confrontación que hubo
en aquella manifestación (Akatiff, 1974).
A propósito de ese episodio, el mismo Peet ha narrado
cómo, tras haberse manifestado con regularidad contra la gue­
rra en la Main Street de W orcester (donde se halla precisamen­
te la Clark University), en aquella ocasión algunos compañe­
ros del departam ento decidieron observar el acto de protesta
sobrevolando W ashington en un avión pilotado por el mismo

4. Cuarenta años más tarde, en 2007, más de 20.000 personas repitieron la


Marcha al Pentágono, esta vez demandando poner fin a la guerra contra Iraq.
5. Partidarios del Youth lnternational Party, partido político antiautoritario,
pro libertad de expresión y antimilitarista, altamente teatral, de mediados de los
años 1960 en Estados Unidos, que contrastaban su activismo político con la pasivi­
dad y autoexclusión de los hippies.

25
Jim Blaut, al parecer con tan poca pericia que Peet decidió
realizar el camino de vuelta... ¡en tren! (Peet, 2006). Es en ese
hervidero político donde lo inverosímil llegaba a ser posible:
en 1969 un grupo de profesores (encabezados por Jim Blaut y
David Stea) junto con algunos estudiantes de postgrado ini­
ciaron la revista Antipode: A Journal o f Radical Geography,
movidos por la necesidad de tomar partido y de incidir des­
de la geografía en los problemas sociales del m om ento, tales
como la guerra del Vietnam, el racismo o la contaminación. Tal
como señala el que fue el director de la revista durante sus dos
primeros años de existencia, Ben Wisner, en sus «memorias del
subsuelo» (en alusión a la oficina en el subterráneo donde se
elaboraron de modo totalm ente artesanal los prim eros núm e­
ros ciclostilados), al principio la revista no estaba guiada por
un ideario claro sino que más bien se ocupaba eclécticamente
de temas diversos que reflejaban todo tipo de preocupaciones
sociales (Wisner, 2006). Así, en los prim eros años de existencia
de Antipode, los artículos versaban sobre temas como «la geo­
grafía de la pobreza, los guetos, el acceso a los servicios socia­
les, la ingeniería social, el planeamiento, las minorías, regiones
subdesarrolladas como los Apalaches, la guerra del Vietnam,
el Tercer M undo y la crítica de las instituciones geográficas»
(Peet, 2006), pero esos temas eran tratados sin necesidad de
buscar un marco de análisis propio y los planteamientos polí­
ticos que llevaban asociados no podían ser catalogados sino de
«reformistas». Después de todo, el editorial del prim er núm e­
ro de Antipode lo dejaba así de claro:

N uestro objetivo es un cambio radical: la sustitución de las


instituciones y el ajuste institucional de nuestra sociedad,
instituciones que no pueden ya responder a las cambiantes
necesidades sociales que ahogan los intentos de darnos
unos patrones de vida más viables, que frecuentemente no

26
sirven más que para perpetuarse a sí mismos. N o tratamos
de sustituir las instituciones existentes por otras que adop­
tarán inevitablemente la misma forma; mas bien tratamos
de encontrar una nueva ordenación de medios de acuerdo
con un nuevo conjunto de objetivos. (Stea, 1969: 1)

A pesar de ello, aquellos geógrafos se veían a sí mismos


como «una nueva clase de intelectuales» cuya principal pre­
ocupación era la relevancia social de su trabajo en «unos años
de comprom iso político y efervescencia intelectual únicos en
la historia m oderna de la geografía» (Peet, 1998: 68).
C on los años, aquella efervescencia radical se fue convir­
tiendo en una sólida geografía marxista no exenta de polémica
que se consolidó y adquirió poder en las estructuras acadé­
micas. Aquellos geógrafos que rechazaban las tram pas del
poder académico (y que, por ejemplo, se sentían incómodos
con la manera en que esa estructura de poder se manifestaba
espacialmente en los congresos m ultitudinarios realizados en
los más prestigiosos hoteles de las grandes ciudades) se vieron
de repente en el centro de esas estructuras. «¿Cóm o íbamos a
saber que en solo una década nos convertiríamos en los nue­
vos dioses de la intelectualidad geográfica, invitados en todo el
m undo para dar educadas conferencias sobre la revolución?»
(Peet, 1998: 68).

A n tip o d e . l a c o n s o lid a c ió n d e u n a g e o g ra f ía
m a rx ista

Peet se hizo cargo de la dirección de Antipode en 1970 y estuvo


al frente de ella hasta 1985, ayudado por sucesivas generacio­
nes de estudiantes de postgrado, muchos de los cuales llegarían
a desarrollar exitosas carreras académicas.

27
Portada del primer número de Antipode, la revista de geografía radical de la
que Peet se hizo cargo como director entre 1970 y 1985.

El objetivo de realizar un análisis marxista sistemático y


riguroso de las bases del capitalismo se emprendería solo cuan­
do Peet, que hasta el m om ento había estado involucrado de
manera periférica en el proyecto, toma las riendas de la revista
al tiempo que empiezan a abundar las contribuciones de nom ­
bres tan destacados como el mismo Jim Blaut o David Harvey,
quienes influyeron y legitimaron, con la autoridad científica
que les caracterizaba ya entonces, la línea de reflexión que
progresivamente iría adquiriendo la revista (Wisner, 2006;
Peet, 2006). '
Pero ese fue un proceso de aprendizaje que llevaría algún
tiempo. La tradición marxista era totalm ente inexistente en
Estados Unidos: ni el movimiento por los derechos civiles
ni el de oposición a la guerra que tan intensamente se habían
desarrollado a lo largo de toda la década de los 1960 no tenían
nada de marxistas; de hecho, no podían serlo de ningún modo
porque Marx era totalm ente desconocido en Estados Unidos
(García-Ramon, 1977).6 El mismo Peet reconoce que «tu­
vieron que construir sobre la nada», que «no sabían nada de
sus predecesores cuando iniciaron la geografía radical» y que
«la misma idea que podía existir una geografía radical fuerte­
m ente enraizada en las tradiciones anarquista y marxista solo
emergió gradualmente al cabo de die,z años» (Peet, 2006). El
prim er núm ero de Antipode, no obstante, ya incluía algunos
artículos que adquirirían notable impacto: el ensayo de Peet
sobre «Una nueva geografía de izquierdas»/ entre ellos. En
él, Peet se lamentaba de la escasa presencia y relevancia de la
voz geográfica ante los graves problemas sociales y llamaba
a desarrollar propuestas de cambio «tanto dentro como fuera
de la disciplina» guiadas por la consecución de la justicia y la
igualdad.

6. En el mantenimiento de la llama marxista cabe destacar el papel desem­


peñado por historiadores y economistas tales como Paul M. Sweezy, en Estados
Unidos, y Maurice Dobb o Edward Thompson, en el Reino Unido (García-
Ramon, 1977: 61).
7. Traducción al castellano en este mismo volumen.

29
Pero ese «programa de izquierdas» quedaba lejos de un
paradigma geográfico marxista como el que m uy pronto les
ofreció David Harvey, que ya se había ganado el respeto y
la autoridad en la comunidad científica tras la publicación
de su compendio de geografía neopositivista Explanation in
Geography en 1969. El papel de David Harvey en esos prim e­
ros compases de la geografía radical fue determinante (Peet,
2006; Sheppard y Peake, en prensa; Walker, 1989). Harvey,
británico de origen, se había trasladado de Bristol (un lugar
icónico de la cuantificación) a la Johns Hopkins University
de Baltimore en 1969 y la realidad urbana que allí descubrió
contribuyó a su giro desde el positivismo a la justicia social,
y de ahí, progresivamente, al marxismo. Desde Baltimore,
Harvey entró pronto en contacto con los geógrafos de la Clark
University y en 1972 publicó en Antipode uno de los artículos
más fundamentales e influyentes para el consolidación de una
perspectiva marxista en la incipiente geografía radical (Harvey,
1972)8 que dio lugar a numerosas respuestas y comentarios en
la misma revista. Desde aquel m om ento, ha señalado Peet:

El énfasis de la geografía radical pasó de intentar involu­


crar la disciplina en investigaciones socialmente relevantes
a intentar construir una filosofía radical y una base teórica
para una disciplina com prom etida social y políticamente.
Esta base se encontró cada vez más en la teoría marxista
que algunos geógrafos británicos habían estado leyendo
ya desde finales de los años 1960 y que muchos geógrafos
estadounidenses empezaron a leer a principios de los 1970.
(Peet, 1977: 17)

8. Debe remarcarse la temprana traducción al castellano (1976) de ese artículo


fundamental.

30
Ya desde su misma llegada a la Clark University en 1967
antes, pues, de su «iniciación» en el marxismo, Peet se había
venido interesando por la cuestión de la pobreza en Estados
Unidos e incluso program ó una asignatura sobre el tema que
llegó a ser extremadamente popular entre el alumnado y que
llenó masivamente süs clases durante algunos años. Publicó
algunos artículos sobre el particular a principios de los años
1970 (Peet, 1970; 1971 ) y, poco después, en la teoría marxista
halló nuevas vías interpretativas sobre la cuestión que le lleva­
ron a publicar un influyente análisis teórico sobre las causas
de la desigualdad y la pobreza (Peet, 1975).9 Poco antes, en
1972, Peet se había encargado de coordinar un núm ero m ono­
gráfico sobre la pobreza en Estados Unidos («Geographical
Perpectives on American Poverty») en el que se incluía el artí­
culo de David Harvey sobre la distribución de la justicia social,
que en su m om ento fue descrito «como un esfuerzo pionero
de los geógrafos para empezar a explorar cuestiones sensibles
política y socialmente» (Holcom b, 1974: 162). Ese m onográ­
fico había sido el resultado final de una recordada sesión que
el mismo Peet organizó sobre «Perspectives on Poverty» en el
Congreso Anual de la Asociación de Geógrafos Americanos
de Boston de 1971 y en la que David Harvey presentó su co­
municación sobre «Justicia social y sistemas espaciales».10
De aquel congreso de Boston, hoy cabe recordar dos he­
chos clave para entender la implantación de una perspectiva
marxista en la geografía anglosajona. En prim er lugar, la afir­
mación por parte de Harvey de que el paradigma positivista no

9. Traducido al castellano en este volumen y que en su día ya fue incluido en


el monográfico sobre «Geografía Radical Anglosajona» de Documents d’Analisi
Metodológica en Geografía, 1977.
10. Publicado en Peet (1972) y posteriormente como capítulo 3 de Harvey
(1973).

31
estaba funcionando en absoluto para explicar nada socialmen­
te relevante (Harvey, 1972a) y que era necesario moverse hacía
un marco basado en la teoría marxista: esto es algo que debió
retronar de m anera escandalosa en aquel congreso. En segun­
do lugar, y no menos importante, es preciso señalar que sus
palabras tuvieron gran im pacto y encontraron un amplísimo
eco entre la audiencia. Peet recuerda la situación:

[...] la sala estaba llena, había centenares de personas... Y


quedaba claro lo que estaba sucediendo. Recuerdo a David
decir que tenía una decena de copias de su comunicación. Era
la primera versión mimeografiada de lo que luego sería Social
Justice. Dijo que tenía diez copias y hubo una auténtica pelea
para hacerse con una. Al menos 70 personas se lanzaron al
estrado para conseguirlas. Yo pensé: «Dios, lo hemos conse­
guido». (Comunicación personal en Barnes, 2004)

Y lo que se había conseguido, afirma Barnes, es «la conver­


sión de la geografía radical en geografía marxista, el antimundo
de la geografía cuantitativa» (Barnes, 2004: 590).
Pero no solo la geografía- cuantitativa era objeto de crítica
severa sino también las aproximaciones «reformistas» como
las que estuvieron presentes en los prim eros años de Antipode.
Harvey criticó duram ente a ese tipo de trabajos a los que ca­
lificó de «contrarrevolucionarios» llamando precisamente a la
adopción de un paradigma marxista revolucionario (Harvey,
1972b). Y su llamada encontró el campo abonado para tener el
efecto deseado. Tal como señalan Sheppard y Peake (en pren­
sa), «a mediados de la década, leer a Marx se había convertido
en un de rigueur para los geógrafos norteamericanos radicales,
y Antipode iba tom ando un tono cada vez más marxista»:
prueba de ello fue el núm ero 7(1) de Antipode (1975) dedicado
a la geografía marxista.

32
A partir de 1972, pues, los geógrafos con mayores pre­
ocupaciones sociales y políticas se vuelcan a la lectura directa
de las fuentes, empezando por el mismo M arxl a la búsqueda
de elementos para un análisis del espacio que pronto daría
como resultado una evolución desde aquella óptica liberal de
izquierdas a un enfoque abiertamente marxista. En Antipode
se puede observar esta evolución de la que dio puntual cuenta
H ector Giroux en un artículo publicado en 1977 en la revista
Hérodote (que desde su fundación en 1976 jugó un papel en
Francia similar al de Antipode en Estados Unidos). Giroux
hacía un repaso de los temas tratados: algunos de índole más
social (como el estudio de las minorías étnicas o la cuestión
de la mujer) y otros más estrictamente geográficos (como la
crítica de los polos de crecimiento). Pero tam bién mostraba
la existencia de tendencias diversas: las posiciones liberales de
izquierda (a su parecer algo que, de m odo más bien oportunis­
ta, practicaron algunos geógrafos tradicionales que no querían
quedar «descabalgados» de la nueva corriente); la posición
reformista, con una fuerte orientación pragmática en temas
como el tercermundismo, que podía encarnar los trabajos de
Jim Blaut o la defensa de los derechos ciudadanos ejemplifi­
cado en la obra de Julian Wolpert; la tendencia anarquista y la
del feminismo exacerbado, que Giroux conecta con las expedi­
ciones geográficas de Bill Bunge; y, finalmente, las tendencias
marxistas que, según el mencionado Giroux, serían las que, de
la m ano de David Harvey, aportarían m ayor solidez al enfo­
que (Giroux, 1977: 151-152).
Ya desde finales de 1973, Peet afirma (1977: 21) que la geo­
grafía radical empieza a ser sinónimo de geografía marxista, la
cual pasa a concentrar sus esfuerzos en detectar las manifesta­
ciones espaciales de los procesos sociales, con avances teóricos
en la teoría del desarrollo capitalista, en la teoría del subdesa-
rrollo y del imperialismo, en las desigualdades espaciales, etc.

33
Ello da lugar también a algunas primeras aplicaciones de la
teoría a problemas sociales como la pobreza o el mercado de la
vivienda (Peet, 1977: 23).
Además de Marx, otra fuente im portante de inspiración la
constituyó la recuperación de la tradición anarquista, con las
figuras destacadas de Élisée Reclus o Piotr Kropotkin, de los
que se reprodujeron sendos textos en la antología de geografía
radical que coordinó Peet (1977). El mismo Peet publicó en
1978 su «Geografía de la liberación humana» en un número
monográfico de Antipode dedicado a la geografía anarquista y
coordinado por M yrna Breitbart. En él, Peet realizaba un aná­
lisis de las principales tradiciones revolucionarias, el anarquis­
mo y el marxismo, a través de sus dos principales proponentes,
K ropotkin y Marx, donde señalaba la sorprendente coinciden­
cia en sus respectivas descripciones de la naturaleza humana
pese a partir de marcos filosóficos completamente diferentes:
ambos llegaban a destacar la cooperación como elem ento fun­
damental del desarrollo hum ano individual y colectivo. Com o
resultado, Peet osaba proponer una form a sintética de radica­
lismo, consistente en un anarco-marxismo que tuviera como
objetivo la consecución de una base comunista de la liberación
hum ana (Peet, 1978).
O tro punto culminante en este proceso de progresiva ad­
quisición de una base teórica marxista, no siempre exento de
tensiones o contradicciones, fue la fundación en 1974, bajo la
iniciativa de los estudiantes de postgrado de Vancouver, de la
U nión de Geógrafos Socialistas (USG en sus siglas en inglés;
nótese el uso del térm ino «socialista» en lugar del habitual
«radical»).11 La hoy mítica fotografía tomada frente a la sede

11. Según el mencionado artículo de Giroux, la USG respondió a la «necesi­


dad de crear un marco organizativo más estructurado, en el que las tendencias
anarquistas y liberales no estuvieran representadas. (Giroux, 1977: 152).

34
de la Toronto Geographical Expedition al final de las reunio­
nes del nuevo grupo (reproducida en este volumen) ha sido
objeto de nostálgico comentario en clave personal por parte
de Clark Akatiff (al parecer único depositario del original
de esa fotografía en tamaño póster que, por su obvio interés
histórico, ha tenido luego una amplia circulación en form ato
digital). Akatiff aparece en el centro de la fotografía, rodeado

Fotografía de algunos miembros de la Unión de Geógrafos Socialistas en la


reunión fundacional de Toronto en 1974. En ella aparece Richard Peet (en la tercera
fila con gafas y puño en alto) junto a destacadas figuras del pensamiento geográfico
como William Bunge, James Blaut o David Harvey, entre otros muchos. [Foto
cedida por C. Akatiff]

35
de nom bres tan destacados como William Bunge, Jim Blaut,
David Harvey, Richard Peet (segundo por la derecha en la ter­
cera fila), W ilbur Zelinsky, Gunnar Olsson, Jim Lyon y Ron
H orvath, junto a otros geógrafos y estudiantes, algunos de
ellos aún sin identificar. La USG mantuvo su prim era reunión
en Toronto entre los días 26 y 28 de mayo de 1974 y sobrevivió
hasta el año 1981, cuando fue sustituida por un grupo de geo­
grafía socialista en la Asociación de Geógrafos Americanos.
En 1977 Peet hacía lo que bajo la perspectiva actual no po­
demos considerar sino un esperanzado balance de los logros
de la joven geografía radical norteamericana:

La geografía radical ha reflejado (en miniatura) el desa­


rrollo de la ciencia radical. En particular, hemos tenido
grandes dificultades para escapar de la tram pa de la teoría
ideológica, y nos enfrentamos al gran problema de explicar
nuestra filosofía a otros geógrafos a causa de la naturaleza
poderosa aún cuando confusa de la ideología en geografía.
Hem os tenido que pasar por un extenso período liberal
antes de poder alcanzar un radicalismo teórico más p ro ­
fundo, mientras que otros científicos sociales radicales han
podido acudir directamente al marxismo, al anarquismo
o a otras perspectivas teóricas verdaderamente radicales.
Aun así, hemos logrado finalmente alcanzar una base teó­
rica radical y estamos ocupados desarrollándola y aplicán­
dola. (Peet, 1977: 28)

La década de los 1980, sin embargo, marcaría un dra­


mático punto de inflexión en aquel proceso. Peet regresa de
Australia, donde pasa el período 1979-1980 en la Universidad
N acional A ustraliana de Canberra, y a su vuelta encuentra
una sociedad norteam ericana que parecía haberse transfor­
m ado tan rápida com o profundam ente. En 1980 Ronald

36
Reagan accede a la presidencia de los Estados U nidos, y
junto con M argaret Thatcher, su contraparte en el Reino
U nido, marcan el inicio de un neoliberalismo económico
y cultural desbocado que tendrá repercusiones en todas las
esferas. A nivel colectivo, «los valores de cooperación y el
‘buen rollo’, el estilo de vida cuasi-hippie de los 1960 y p rin ­
cipios de los 1970 habían sido abandonados en favor del in­
dividualismo, el profesionalism o y la competitividad» (Peet,
2006). Tampoco andaban las cosas m ejor en lo académico:
«A mi vuelta de Australia en 1980, me encontré con que la
cultura radical que había existido en la C lark hasta finales
de los 1970 había desaparecido definitivamente. Mi asigna­
tura sobre «geografía de la pobreza americana», que había
llegado a tener 250 estudiantes a mediados de los 1970, ahora
solo tenía 20»\\ Incluso la insigne A ntipode debía afrontar
num erosas dificultades ante la caída de las suscripciones y
de los artículos para publicar. Y aunque, intelectualmente, la
geografía radical se había colocado en un lugar de privilegio
dentro de la disciplina, en el camino se habían ido perdiendo
aquellos objetivos revolucionarios. C uatro fueron los m oti­
vos que, al decir de Peet y T hrift (1989) provocaron la pérdi­
da de com batividad de la geografía radical: el eco que halló la
crítica a la que el mismo pensam iento marxista fue sometida
por parte de las posiciones postm odernistas; el fracaso de los
estados socialistas que evidenció la dificultad de conseguir
aquellos objetivos revolucionarios; la profesionalización de
la disciplina, menos proclive a aceptar a geógrafos radicales;
y^a integración de muchos de aquellos radicales de los 1960 y
1970 en la corriente hegemónica que desde entonces pasaron
a publicar con regularidad en las revistas académicas institu­
cionalizadas (Walker, 1989: 619).
A ello habría que añadir, además, el proceso de profe-
sionalización y comercialización de las revistas radicales

37
como Antipode. Peet se había hecho cargo de la revista como
director en 1970, una tarea que ejerció con autoridad y efi­
cacia hasta 1985 cuando la revista, acuciada por problemas
económicos, pasa a ser editada comercialmente. 12 Peet decide
en aquel preciso m om ento dejarla en manos de dos codirecto-
res, Eric Sheppard (University of M innesota) y Joe D oherty
(University of Saint Andrews, en el Reino Unido), de ma­
nera que definitivamente deja de estar vinculada a la Clark
University donde había nacido.13 D urante la quincena de años
en los que Peet estuvo al cargo, Antipode fue la referencia in­
ternacional clave para la geografía radical, algo que en alguna
medida ha continuado siendo hasta la actualidad, aunque los
artículos de contenido radical o de izquierdas tienen hoy m u­
chos otros foros donde expresarse. Según Sheppard y Peake
(en prensa), el año 1986 marca un punto crítico de inflexión
en la geografía radical anglosajona, no solo por la comercia­
lización de A ntipode sino también por la importancia que ad­
quiere la crítica a la insensibilidad de la ortodoxia marxista con
las voces feministas, antirracistas, anarquistas y ambientalistas
que, por otra parte, no hacían sino reflejar los mismos movi­
mientos sociales que ya habían emergido en los años 1960. Es
el m omento en el que la geografía radical queda subsumida en
una corriente más amplia y diversificada que sistemáticamen­
te pasará a ser denominada desde entonces como «geografía
crítica». Este es el térm ino que, sin ir más lejos, adoptará el

12. Primero se hizo cargo de ella la editorial Basil Blackwell y, finalmente, la


revista acabó en manos de John Wiley.
13. Durante la estancia de Peet en Australia en 1978-80, se hicieron cargo de
la revista Phil O’Keefe (1978-1980) y Neil Smith (1979). Después de Eric Sheppard
(1986-1991) y Joe Doherty (1986-1992), tomaron el mando sucesivamente Richard
Walker (1991-1999), Linda McDowell (1993-1999), Jamie Peck y Jane Wills (2000­
2003) y, desde entonces, Wendy Lamer Paul Chatterton, Vinay Gidwani, Nik
Heynen, Rachel Pain y Katherine McKittrick.

38
grupo que, bajo los auspicios de Caroline Desbiens y Neil
Smith, conform a el International Critical Geography G roup
que desde 1997 organiza reuniones periódicas y es un referente
internacional de la geografía crítica.
El nuevo milenio traerá algunas nuevas iniciativas de
revistas de geografía explícitamente crítica o radical que se
sitúan a contracorriente de la creciente adquisición de las
revistas académicas por parte de las grandes empresas edi­
toriales.14 A nte esta realidad, en 2008 el mismo Peet decide
em pezar otra vez desde la misma Clark U niversity una nueva
revista que, con el nom bre de H um a n Geography: A N e w
Journal o f Radical Geography,n pretende situarse al margen
del control comercial del conocim iento científico. El editorial
de su prim er núm ero (Peet, 2008)i6 es un alegato sin paliati­
vos contra la privatización de la difusión del conocim iento,
cada vez más concentrado en unas pocas manos y som etido a
las directrices de grandes conglom erados empresariales m ul­
tinacionales.
En este contexto político y académico de cambio, Peet
continúa trabajando en diferentes frentes, haciéndose eco de
los problemas más urgentes, incorporando algunas ideas de los
nuevos enfoques que le parecen útiles pero dem ostrando una
enorm e confianza en su posición y sin moverse un ápice en
sus convicciones. Desde mediados de los 1980, Peet dedicará
su trabajo a profundizar en la teoría del subdesarrollo y el im­
perialismo, la globalización y el capitalismo neoliberal, y más
recientemente, la crisis ambiental.

14. En este sentido, cabe señalar la aparición de la revista multilingüe de libre


acceso ACME: An International E-Journal for Critical Geographies.
15. Obsérvese que comparte subtítulo con Antipode con el añadido de
«New».
16. Traducido al castellano en este volumen.

39
Richard Peet en su despacho de la Clark University, donde ha ejercido su rol
como docente, investigador e incansable animador de debates intelectuales durante
más de 40 años. [Foto: N. Benach]

40
C a p ita lis m o g lo b a l y d e s a r r o llo

Com o ya se ha señalado, Peet nunca abandonará su interés


por la escala global, manifestado ya en sus trabajos iniciales
sobre los modelos locacionales. Así, a raíz de su estancia en
Australia a finales de los 1970, realizó una lectura, desde la
geografía, de las grandes aportaciones llevadas a cabo por las
teorías marxistas del subdesarrollo y formuladas por autores
tan influyentes en su m omento como André G under Frank,
Arghiri Emmanuel o Samir Amin. Fruto de unas jornadas
celebradas en la Universidad de Canberra en 1979, Peet co­
ordinó la publicación de un volumen sobre dicha cuestión
(Peet, 1980), planteado como una guía acerca de las principales
aportaciones de la teoría marxista sobre el tema; aunque no
ofrecía novedades importantes, suponía un esfuerzo remar­
cable de difusión (O ’Toole, 1983) y marcaría el inicio de una
reflexión sobre la economía global que ha continuado hasta la
actualidad. Desde entonces prácticamente todos sus trabajos
mantienen ese contexto global como marco explicativo.
En 1987 coordinó un volumen sobre el capitalismo inter­
nacional y la reestructuración industrial (Peet, 1987) con un
análisis de la nueva geografía industrial del capitalismo (in­
dustrialización de algunas áreas del Tercer M undo y de áreas
periféricas de los países industrializados acompañados de la
consiguiente desindustrialización de algunas áreas centrales
de las economías «avanzadas») profundam ente basado en la
teoría del sistema mundial y el desarrollo desigual. El libro
tenía especial cuidado en destacar las consecuencias negativas
para los trabajadores y se mostraba, desde luego, totalm ente
com prom etido con una perspectiva política marxista (Storper,
1988).
En el m om ento cumbre de la geografía neopositivista, los
británicos Richard C horley y Peter H aggett habían elaborado

41
un volumen que, bajo el título de Models in Geography (1967),
se convirtió en una referencia clave acerca de cómo la teoría
y la aplicación de modelos había alcanzado todos los ámbitos
del trabajo geográfico. Más de veinte años después, Richard
Peet junto al británico Nigel Thrift coordinó la publicación de
una obra colectiva que, de algún modo, pretendía convertirse
en un nuevo referente, con el evocativo título de N e w Models
in Geography: the Political Economy Perspective. Su intención
era precisamente asentar la perspectiva de la economía polí­
tica (marxista en un sentido amplio) para la geografía (Peet y
Thrift, 1989). Form ado por una treintena de capítulos escritos
por reconocidos especialistas, buscaba cubrir todo el espectro
geográfico y era una afirmación del avance realizado en la
elaboración de una formulación alternativa de la perspectiva
geográfica dentro de las ciencias sociales. Aquella geografía ra­
dical que se había iniciado «con críticas y una lectura entusias­
ta de textos básicos», había ido dando lugar a una perspectiva
de economía política que, según apuntaba Doreen Massey en
el prólogo a dicha obra, «había progresado a gran velocidad,
generando su propio marco de conceptos y de análisis, con
preguntas y debates propios» (Massey, 1989: ix).
En la misma línea, Richard Walker afirmaba en 1989: «La
izquierda puede atribuirse una buena parte de la respetabilidad
de la geografía fuera de la disciplina y puede reivindicar una
parte de liderazgo intelectual, incluso hegemonía, en ciertos
subcampos geográficos» (p. 620). Y es que pese a los enormes
cambios que la década de los 1980 había conllevado a todos
los niveles y la perplejidad que algunos geógrafos radicales
m ostraban ante el cambio de atmósfera social y política, Peet
entre ellos, no puede decirse, sin embargo, que nada había sido
en balde: la deuda de la geografía actual con el trabajo de la
geografía radical en los 1970 y 1980 es innegable y en el caso de
Peet ha continuado inspirando su trabajo hasta la actualidad.

42
A principios de la década de los 1990, Peet estaba anali­
zando las teorías del desarrollo, lo que le perm itió unir aquella
dimensión global que le interesó desde sus prim eros trabajos
con la teoría marxista. Así, en 1991 publicó Global Capitalism:
Theories o f Societal Developm ent, un condensado texto en el
que, motivado por la persistencia de la pobreza masiva en m u­
chas partes de m undo, abordaba los grandes enfoques que han
producido las ciencias sociales para explicar el desarrollo y la
economía global: el funcionalismo y la teoría de la m oderni­
zación, las teorías de la dependencia y del sistema mundial y,
especialmente, el marxismo estructuralista, con el que abier­
tamente se identificaba. Para Peet, las teorías tradicionales
desarrollistas no habían hecho sino legitimizar el orden social
capitalista, por lo que era imprescindible buscar m odos al­
ternativos de desarrollo fuera de la lógica capitalista. La gran
cantidad de críticas y cuestionamientos que la teoría marxista
del desarrollo había ya recibido en aquel m om ento hizo que,
precisamente, dedicara el capítulo final a responderlas, algo
que abrió un debate en el que se implicará durante largo tiem ­
po. Las ideas al respecto fueron sucesivamente reelaboradas
en los libros publicados en 1999 y en 2009, junto con Elaine
H artw ick (Theories o f D evelopm ent)17 en los que abundó en
los argumentos de la controversia entre desarrollo y m oderni­
dad. Aún siendo ferozmente críticos con los usos ideológicos
de la idea de progreso y de desarrollo, Peet y H artw ick se
m uestran especialmente incómodos con las teorías postm o-
dernas que niegan la posibilidad de la razón, la ciencia y el
progreso, y que quedan atrapados fácilmente en una trampa
reaccionaria. De modo que, de acuerdo con su planteamiento,
lo que hace falta es repensar los términos del problema, pro ­

17. Con traducción parcial al castellano en este volumen.

43
poniendo una posición que denom inan como de «m odernis­
mo crítico» que libere la noción de desarrollo de sus cadenas
neoliberales porque el desarrollo, en tanto que principio de la
m odernidad (con su confianza en que la racionalidad podía y
debía cambiar el m undo para mejor) «significa hacer una vida
mejor para todo el mundo» (Peet y Hartw ick, 2009: 1).
Por otro lado, pese a esa siempre presente reticencia ante
los postulados postm odernos, bien es cierto que, desde p rin ­
cipios de la década de los 1990, Peet se sumerge en la tras­
cendencia de los discursos y de las relaciones de poder, y en
la importancia de la ideología para com prender los procesos
materiales: «las verdades son afirmaciones dentro de discursos
socialmente producidos más que ‘hechos’ objetivos sobre la
realidad» (Peet y Watts, 1996). Peet muestra ahí con claridad la
progresiva incorporación de ideas provenientes del postestruc-
turalismo y de la teoría crítica a su perspectiva general cimen­
tada en la economía política marxista. A la vez, crecientemente
preocupado por las urgentes cuestiones ambientales, une
ambos intereses en el volumen que coeditó con Michael Watts
Liberation Ecologies que, en muchos sentidos, no era sino una
exploración de la intersección entre la ecología política y la
teoría del discurso (sin abandonar por ello la tradición radical
que ponía en relación las anteriores con la economía políti­
ca). Posteriorm ente, en 2011, coeditó junto a Paul Robbins y
Michael Watts su Global Political Ecology que, sin abandonar
esa misma óptica, reunía una única colección ensayos sobre
sostenibilidad, márgenes urbanos y suburbios, políticas am­
bientales, guerra y seguridad, energía, agua, y transgénicos.
La importancia del discurso y de la ideología no era sin
embargo algo nuevo para Peet, que ya había abordado en 1985
la relación entre las cuestiones ambientales y el discurso en su
análisis del contenido ideológico del determinism o ambiental
(Peet, 1985) y en el demostraba las conexiones entre el impe­

44
rialismo de finales del siglo XIX con la irrupción del darwinis-
mo en las ciencias sociales.
El contenido ideológico del conocim iento científico es una
cuestión recurrente en gran parte de su obra, presente, por
ejemplo, en su dem oledor artículo sobre la idea de la ventaja
comparativa ' de David Ricardo (Peet, 2009) que constituye la
base de la ideología del libre mercado. En aquel artículo m os­
traba con gran convicción el poder de una idea intelectualmen­
te endeble y de escasa consistencia lógica pero con gran poder
persuasivo y que se había convertido en algo indiscutible y que
prácticamente no dejaba espacio para la crítica, a saber: la idea
de que la especialización económica y el libre mercado propor­
cionan beneficios universales, lo que constituye el gran punto
de partida de la teoría económica convencional y una prescrip­
ción básica de las políticas neoliberales. Concluía que, desde el
prim er m om ento, la «inocente» idea de la ventaja comparativa
no había sido sino un mero artefacto ideológico para justificar
el dom inio de unos pocos países hegemónicos sobre el resto.
A esa cuestión de cómo el neoliberalismo responde a las crisis
económicas y de cómo las instituciones globales sirven para
justificarlo ha dedicado también una parte m uy notable de sus
trabajos más recientes.

C ris is e c o n ó m ic a y n e o lib e ra lis m o

En 2003 publicaba la que, hasta la fecha, ha sido su única obra


traducida al castellano con el título de La maldita trinidad.
E l Fondo M onetario Internacional, el Banco M undial y la
Organización M undial del Comercio, en la que m ostraba
el papel de estas instituciones globales que legitiman y dan
carta de naturaleza a las políticas neoliberales. D e nuevo Peet
dem ostraba cóm o había abierto su punto de vista marxista

45
para incorporar elementos del análisis postestructuralista,
fundam entalm ente a partir del uso del concepto de discurso
hegemónico basado en Gramsci y en Foucault. El neolibera-
lismo es presentado como la form a hegemónica de globali-
zación basada en la no intervención estatal, la liberalización
comercial, y la lim itación de los déficits presupuestarios
estatales. La fuerza de su análisis reside en cóm o demuestra
que, al tiem po que la ideología neoliberal produce una «ver­
dad» económica indiscutible, deja sin margen la posibilidad
de discursos alternativos que apenas pueden enfrentarse a la
doctrina neoliberal de inevitabilidad y de que «no hay alter­
nativa». El libro contiene un m inucioso trabajo que escudri­
ña los entresijos del funcionam iento de las tres grandes orga­
nizaciones mencionadas y las condiciones en las que ejercen
su poder, junto a un análisis de los circuitos de producción
y disem inación de su discurso. D e nuevo, la voz de Peet
resuena claro y alto cuando se trata de denunciar lo que es
flagrantem ente cruel e injusto. El libro recogió, además, crí­
ticas notoriam ente positivas y bastante unánim es po r parte
de la comunidad académica, algo que resulta m uy destacable
dado que se trata de un libro escrito para no expertos. Señala
Roger Lee que estamos frente a un libro «políticam ente im ­
plicado, teóricam ente sofisticado, analíticam ente incisivo,
em píricam ente rico, verdaderam ente com prom etido y lleno
de agudezas devastadoras que alientan la lectura. La energía
de este libro recuerda a una actuación en directo de un grupo
de músicos de gran talento [en alusión a la participación en su
elaboración de un grupo de alum nos de la C lark University]»
(Lee, 2005).
Casi como una continuación de L a maldita trinidad, puede
leerse Geography o f Power (2007), libro en el que aborda los
fundamentos institucionales del neoliberalismo para sostener
su tesis de que en el m undo se ha impuesto ya un nuevo siste-

46
La maldita
trinidad

Portada de La maldita trinidad, un alegato sin fisuras contra el poder ejercido


por las instituciones reguladores globales (OMC, FMI y BM) y único libro de Peet
que ha sido traducido al castellano hasta la fecha.

ma de poder económico. El poder se ha acumulado a nivel glo­


bal en una serie de organismos (el G 7/G 8, la U nión Europea,
las instituciones de Bretton Woods y las Naciones Unidas)
que controlan las economías y las vidas de la gente a través
de mecanismos políticos como el ajuste estructural, las ins­
pecciones periódicas por parte de expertos y otras estrategias

47
HECHOS EXPERIENCIAS CAMPOS
HISTÓRICOS LUGARES DE ESTUDIO
Ni
o

Crisis global
Presidencia de Obama
11-S
Ni

Presidencia de Bush
o
o
o

Google
Creación de la OMC
Guerra del Golfo
co
co

Neol haralismn, gnhemanza, gf>npnl¡t¡ra, rrisis


o

Cafda muro de Berlín


Explosión Chemobil
Primera intifada
Perestroika
co
00
o

Rev. islámica
SAN FRANCISCO

Watergate
Golpe militar en Chile
VAI JCOUVER
co
->1
o

Mayo francés

Capitalismo gl<

F
Pobreza y problemas
LONDRES

Vietnam
Muro de Berlín
co
O)
o

Geogr. econí>mica convencional


Rev. cubana
SOUTH PORT----------------- ►
Descolonización
CJ1
CO

o
Bomba atómica
Bretton Woods
I Guerra Mundial
8
autores OBRAS FASES EDICIÓN
CLAVE PRINCIPALES CARRERA REVISTAS
Global Political Human 2010
Ecology Geograhy
(editor)
Michael Watts
Unholy Trinity

Theories of
Development 2000
Modern Geographical Economic
Micfreí Foucault Thought
Geography
Antonio Gramsci
Global Capitalism (co-editor)
5
New Models in 1990
Geography

1980
Louis Althusser
Karl Marx
David Harvey
1970

1960

1950

1940

49
similares. De nuevo Peet combina el análisis marxista de clase
con el análisis foucaultiano de las instituciones: el capitalismo
global debe entenderse atendiendo a esta geografía del poder
a través de la cual sus discursos, normas y prácticas devienen
hegemónicas y se extienden por todo el globo. El uso de las
ideas de Foucault no implica, desde luego, ninguna renuncia
ni introduce más dudas de las necesarias. C om o ha señalado
Sheppard, desde el punto de vista epistemológico:

Su aceptación del énfasis en el discurso de Foucault no


conlleva que acepte el escepticismo postestructuralista
sobre la verdad y las metanarrativas. Su ataque al conoci­
miento hegemónico no se plantea como una contraposi­
ción de diferentes ideologías sino como una pugna entre
las falsas ideologías de los poderosos y el conocimiento
verdadero, la ideología de resistencia, que puede ser eman­
cipadora. (Sheppard, 2009: 423)

Entre las resistencias, Peet sitúa discursos de diferente


alcance: «subhegemónicos» como el del Congreso Nacional
Africano en Sudáfrica o «contra-hegemónicos» como los de la
Bolivia de Morales, la Venezuela de Chávez o el M ovimiento
de los Sin Tierra en Brasil.
Y de nuevo Peet se dirige abiertamente a una audiencia no
académica, para la que se esfuerza en definir con cuidado cada
uno de los conceptos clave que utiliza. En la contraportada de
Geography o f Power, N eil Smith señala que Peet mezcla Marx
con Foucault pero que ¡escribe m ucho más claro! Son muchas
las contribuciones intelectuales de Peet a lo largo de toda su
dilatada carrera pero un elemento que le distingue de la m ayo­
ría de académicos es su insistencia en hablar (también) para los
no entendidos, sin contar con los cuales no hay, desde luego,
esperanza posible de cambio social.

50
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54
II. EL M A R X ISM O C O M O iW lf lV IS M O jR A D I C A L :
U N A C O N V E R S A C IO N C O N R IC H A R D PEET*

Jo sóc fill de familia molt humil,


tan humil que d’una cortina vella
una samarreta em feren: vermella.
D'enfá, per aquesta samarreta,
no he pogut caminar ja per la dreta.
Ovidi Montllor, La samarreta (1978)

Richard Peet es de los que afirma que no escribe si no tiene


algo que decir, y del mismo modo, añadiríamos, es de los
que no habla por hablar. En la conversación, Peet se muestra
rotundo y firme en sus opiniones, pero a la vez atento con
su interlocutor, marcando las discrepancias pero buscando
complicidades. Las diversas conversaciones mantenidas en su
abarrotado despacho de la Clark University han sido sinteti­
zadas en la presente entrevista que intenta m antener ese brío
argumentativo que le caracteriza.

— Usted es hoy un geógrafo que cuenta con un amplio reco­


nocimiento mundial, conocido tanto por su trabajo académico
como por su claro posicionamiento político radical. M e gustaría
saber cómo decidió ser geógrafo. Usted mismo ha escrito que
cuando era joven todo lo que le parecía interesante estaba fuera
de la Geografía. ¿ Q ué le condujo a ella?
—Bueno, yo crecí en una zona de clase obrera del norte
de Inglaterra y de algún m odo u otro superé eso que llamaban

* Entrevista basada en diversas conversaciones mantenidas entre los meses de


agosto y octubre de 2010.

55
el examen de 11+, que era el sistema que los británicos utili­
zaban para detectar a aquellos que podían ser de utilidad para
el Imperio. Pasé el examen y fui a una escuela secundaria, lo
que quiere decir una m uy buena educación; en Inglaterra una
de las principales disciplinas dentro de este período educativo
era la geografía. Sin embargo, no planeé estudiar eso: yo quería
hacer Económicas porque pensé que así podría conseguir un
empleo y ganar un buen sueldo. En aquel m om ento eso era
m uy im portante para mí, de modo que incluso pensé en dejar
la escuela a los 16 años, pero al final decidí ir a la universidad.
Lo creas o no, eso era a finales de los años 1950.
Q uise acceder a la London School of Economics (LSE),
de m odo que hice la solicitud y, al llenar el formulario, suce­
dió que tenía que escoger otra materia además de Economía.
Recuerdo que en la lista que me dieron estaba antropología
social: yo entonces no tenía ni idea de lo que era eso. A rriba de
la lista estaba geografía y pensé «Oh, esto sí que se lo que es» y
lo marqué. Y aquí estoy. Realmente en buena parte fue un acci­
dente, un accidente estructurado. Sabía lo que era la geografía
y me interesaba, tenía que ver con cosas materiales reales, el
tipo de cosas interesantes para un chico de clase obrera, cosas
sustanciales, m uy prácticas y relacionadas con la economía, de
modo que pensé que podría combinar la geografía con la eco­
nomía. Y eso fue lo que realmente hice en la LSE. Pero luego
me gusto, sí. Incluso cuando no lo entendía m uy bien, tenía
esa clase de materialidad, tratabas con cosas prácticas, con am­
bientes, con procesos materiales muy comprensibles. Porque
yo no era demasiado especulativo ni abstracto; no me gustaba
todo lo que ahora sí me gusta. Entonces, eso era lo que quería,
conocimientos muy prácticos. Aunque, para decir la verdad,
no fui atraído por ese motivo: entré ahí por accidente, y luego
resultó que me gustó.

56
— Pero ¿qué es lo que encontró en la geografía que no halló
en la economía? Las dos tienen una base material, ¿es que des­
cubrió en el espacio algún tipo de esencia material que estaba
ausente en la economía?
— N o estoy de acuerdo con eso, yo no creo que la
Economía esté basada en lo material, en absoluto. Trata de p ro ­
cesos materiales, sí, pero es tan abstracta, tan «en el aire», nada
que ver con cosas como el movimiento de recursos. Solíamos
dibujar mapas con las plantas siderúrgicas y tenías carbón y
hierro, y tenías un mercado, y usabas pequeñas tablas donde
los pesos se movían y la localización estaba en el m edio... a mí
me parecía que todo eso tenía más sentido que, por ejemplo,
la utilidad marginal o aquellos conceptos abstractos, incluso
estúpidos, que no se basaban en la realidad empírica.

Richard Peet charlando con Nuria Benach en la Clark University, durante una
de las entrevistas que han formado parte del proceso de elaboración de este libro
[Foto: B. Nika-Hayes]

57
— De modo que terminó sus estudios en la LSE. •.
— . . . con un grado en Economía y una mención en
Geografía, y no tenía ni idea de lo que podía hacer a conti­
nuación, de m odo que fui a ver a mi tutor y le pregunté por
aquello que llamaban «trabajo de postgraduación» y me dijo
que se trataba de otro título. Yo le pregunté «¿es que hay
otros títulos?». Me dijo «sí, claro, puedes hacer un máster».
Le pregunté si se podía ganar dinero con eso. Tomó un pe­
dazo de papel de su escritorio y me dijo «Tengo una carta de
un lugar llamado British Columbia». Yo le contesté «Y eso,
¿dónde está?». «Está en Vancouver, Canadá». Bueno, para
un chico de clase obrera, Vancouver sonaba muy, muy lejos,
pero ofrecían 2.200 dólares de m odo que dije «¿Cóm o puedo
ir?» Me escribió una carta y, viniendo de la London School of
Economics, me adm itieron sin problema. Trabajé para pagar­
me el pasaje, trabajé repartiendo helados en la City de Londres
hasta que tuve suficiente dinero para pagarme el billete en un
buque polaco para viajar a América, igual que los trabajadores
emigrantes habían hecho tantas veces antes. El viaje duró diez
días porque al cruzar el Atlántico alguien se cayó al agua; se
rom pió la pierna y tuvimos que regresar a Cork, desembarcar
a ese pobre tipo y empezar de nuevo. Y el mar era enorme y
todo el m undo estaba mareado. ¡Fue todo un viaje!

— H a mencionado sus orígenes obreros. ¿ Cómo era su en­


tono?
—Nací en un lugar llamado Southport, cerca de Liverpool.
Es una estación balnearia, es bastante especial porque allí hay
gente con un m ontón de dinero y mucha gente trabaja a tiem ­
po parcial en la industria turística. Mi padre trabajaba a tiem ­
po parcial en el turism o y luego a tiempo parcial conduciendo
una camioneta, recogiendo plumas de los desplumadores. En
aquella época era algo m uy descentralizado: alguien tenía que

58
ir a recoger las plumas húmedas de las máquinas y llevarlas a
Mánchester, a la fábrica de colchones de plumas. Él trabajaba
para un tipo que tenía un negocio de recogida de plumas; yo
también trabajé en eso, conduciendo la camioneta y escamo­
teando cada penique que podía.
Me identifico con la clase obrera y aún ahora pienso en mí
mismo como perteneciente a ella, porque los prim eros años de
mi vida fueron, definitivamente, de clase obrera. Vivía en un
barrio obrero donde todo el m undo era más o menos como
nosotros, quizá tenían algo más de dinero que mi padre; de
hecho nosotros estábamos en la banda baja de ingresos, pero
crecí en una comunidad que tenía un fuerte sentido de barrio,
y todo el m undo conocía a todo el m undo. Las personas se
cuidaban unas a otras aunque, claro, también había sus par­
tes malas: eran demasiado curiosos, sabían demasiado sobre
uno. Pero jugar en las calles era totalm ente seguro, la gente te
vigilaba y si pensaban que estabas en algún peligro, ensegui­
da te advertían «¡Eh! ¡No hagas eso!». Por otra parte, tanto
mi padre como mi madre eran originalmente de clase media.
Mi abuelo paterno era empleado del juzgado de la ciudad, mi
abuelo materno era un trabajador cualificado y su hermana era
maestra de escuela. De modo que eran como una clase media
dentro de la clase obrera y siempre tuvieron cierta capacitación
intelectual.
N osotros éramos cuatro hermanos viviendo en una casa
de cuatro estancias con dos dorm itorios, de m odo que todos
los niños dormíamos en la misma habitación, y luego vino el
m arido de mi hermana, cuando se casaron, incluso él estaba en
la misma habitación ... era como una casa rural, sin cuarto de
baño ...

— ¿Diría que esta atmósfera de clase obrera en su niñez le


hizo una persona politizada?

59
— En mi caso ello es parte de la explicación. Pero también
creo que me convertí en una persona de clase obrera politi­
zada leyendo a Marx. Creo que leer teoría puede crear una
personalidad política. N orm alm ente tiene que haber algo en
tus orígenes pero puedes tom ar eso y exagerarlo y convertirte
en un ferviente luchador de clase incluso aunque de niño no lo
sepas. También es verdad que conozco a algunos que crecie­
ron en ambientes bastante privilegiados y que se convirtieron
durante su adolescencia o a los veintitantos; algo les pasó, o
leyeron algo, y entraron en un proceso de conversión política
aunque su entorno no fuese para nada de clase obrera. Pero
yo confío más en la gente que ha nacido en el seno de la clase
obrera y se convierten en izquierdistas radicales que no en los
conversos... [risas]

— De vuelta a Vancouver, ¿cómo le fu e allí?


— Hice el M áster en Geografía. En el departam ento eran
m uy amables, m uy sim páticos... nos invitaban a sus casas,
¿te puedes imaginar? Y nos invitaban a comer y a beber, de
hecho intentaban convertirnos en jóvenes intelectuales, era
realmente trem endo. En aquella época, esto era del todo in­
usual. Además, yo era un chico tím ido de clase trabajadora
y no podía hablar delante de la gente; acostumbraba a son­
rojarm e cada vez que hablaba frente a más de tres personas y
yo tenía que ser profesor ayudante en un grupo enorm e para
ganar dinero. N unca había hablado delante de más de tres
personas en mi vida así que fui hasta allí, miré el aula y había
como cuarenta personas ahí sentadas. Me quedé tom ando aire
durante diez minutos sin poder entrar, al final me dije «vamos,
tienes que hacerlo» ... en parte porque necesitaba el dinero. Así
que finalmente entré, farfullé algo y conseguí hablar durante
quince minutos, y al final me dije «bueno, ya está». Me fui
pensando que aquello era completamente inútil, otro británico

60
más llegando a las colonias ... Y luego hice mi segunda clase,
y luego la tercera ... Solo tenía que encontrar un tema inte­
resante que, en aquel m omento, era si Canadá debía unirse a
Estados Unidos o permanecer independiente como parte de la
Com m onwealth británica. H oy parece algo pasado de moda
pero en aquella época era un tema candente en Canadá. Yo lo
introduje de m anera tentativa pero de golpe todo el m undo en
el;}ula quería hablar. Al final, ¡me aplaudieron! Así que pensé:
«Bueno, realmente puedes hacerlo». Y ese m om ento clave en
el que realmente te das cuenta que puedes manejar una sesión
larga y difícil fue fantástico.
Y luego tuvimos un seminario sobre la historia del pensa­
m iento geográfico y yo no dije ni palabra durante dos o tres
semanas: me sentaba por ahí mientras todo el m undo decía es­
tupideces, estaba tan aburrido que me dije «en el próxim o se­
minario voy hablar y decir lo que pienso». Y lo hice. De hecho
tuvieron que hacerme callar. Y ese fue otro de esos momentos
que te da fuerzas para seguir. De modo que maduré casi como
un intelectual en la Universidad de British Columbia; fue fan­
tástico.

— Y luego se trasladó a California.


— Sí. Por casualidad visité San Francisco y San Francisco
en los años 1960 era una ciudad fantástica. Y pensé, ¿cuál es la
universidad más cercana a San Francisco, que sea una buena
universidad? Era Berkeley, claro. De modo que envié solicitu­
des a Berkeley, a Wisconsin y a todos los sitios buenos habi­
tuales. Com o era un buen estudiante de la UBC, me escribie­
ron excelentes cartas y entré en Wisconsin, pero en el último
m omento alguien renunció en Berkeley y me escribieron casi
inesperadamente. ¡Fantástico! Les dije a Wisconsin que había
cambiado de opinión, realmente se enfadaron, pero me insta­
lé en Berkeley y — ahora te voy a dar envidia— me fundí en

61
medio del movim iento po r los derechos civiles, el movimiento
contra la guerra... Allí había un buen departam ento, yo no era
uno de aquellos geógrafos culturales anticuados de Berkeley,
sino parte de una nueva generación que trabajaba con la teoría
de la localización con Allan Pred, que era interesante y además
¡una persona realmente amable! A veces, estábamos sentados
ahí, en nuestros despachos y venía y decía «¿Vamos a por un
café?» ¡Incluso nos invitaba! Y nos íbamos y manteníamos dis­
cusiones teóricas en un pequeño café italiano de la zona norte
del campus de Berkeley. En aquel tiempo él estaba haciendo
teoría de la localización pero tam bién empezaba a dedicarse a
cosas más interesantes. Luego derivó, según mi opinión, hacia
una dirección un poco rara, pero yo estuve con él en este pe­
ríodo que hubo entre lo más convencional y lo más extraño, en
un período realmente m uy innovador.

— Pero en aquel mom ento el departamento debía estar


m uy absorto por la geografía cultural de Sauer...
— Sí, era así para la mayoría, ya lo creo. Los dos únicos que
no lo estaban eran James Vanee, un geógrafo urbano que segu­
ro que conoces, y Allan Pred. Y Allan publicaba muchísimo y
de alguna manera logró sobrevivir ahí, aunque desde luego en
el departam ento no era muy popular. El departam ento se de­
dicaba a aquella geografía cultural de Sauer y yo simplemente
iba con la gente que hacía otras cosas. Había un tipo llamado
Clarence Glacken, un tipo realmente encantador, tan vulnera­
ble que no lo creerías... pero al menos era amable, de modo
que él era mi geógrafo cultural y era receptivo al tipo de cosas
que yo hacía: así es como sobreviví.
Cuando finalmente hice mi examen oral, hubo una enorme
discusión sobre si la teoría era posible en geografía y la mayoría
decían que no, que la geografía era una disciplina idiosincrática
e idiográfica: esta cosa concreta, y luego esta, y luego esta... ya

62
sabes. Cualquier intento de crear una teoría a partir de ello...
bueno, estaban asustados, eran sus últimas horas y ninguno de
ellos era tan bueno como Sauer. El día después de mi examen
oral, que por cierto superé delante de todo el departam ento
más un par de personas que lo visitaban porque se suponía que
aquello era una gran ocasión (creo que fui el prim ero en hablar
de teoría en aquel departam ento), el director del departam ento
vino hacia mí. Yo había trabajado en la teoría de la localización
y escribí, como sabes, sobre el modelo de Von Thünen a escala
global. El jefe del departam ento vino a mí en medio del pasillo
y me dijo «Bueno... ha sido interesante». Obviam ente no le
había gustado nada, y luego añadió «Tengo un gran tem a para
ti, para tu tesis». Yo dije «Ah ¿sí?». Dijo «Sí. .. ¿sabes?, los co­
nejos están teniendo un gran efecto sobre la vegetación de esas
islas de la costa de California». Ya ves, conejos y vegetación...
¡no bromeo! Rom pí a carcajadas mientras él miraba cabizbajo
mientras yo me reía, de m odo que le dije «Bueno, ya pensaré
en ello...» [risas]. H ubo un tipo que escribió su tesis sobre un
palm o cuadrado de vegetación, la geografía de un palmo cua­
drado de hierba....

— Bueno, depende del enfoque...


—¿Tú crees? ¡Yo no creo que un palmo cuadrado de hier­
ba pueda ser interesante bajo ninguna circunstancia! [risas] De
m odo que este era el tipo de cosas raras que estaban haciendo
ahí. A fortunadam ente yo pude trabajar con Allan Pred y hacer
mi tesis sobre el modelo Von Thünen a escala global.

— En aquel mom ento usted estaba interesado por la geo­


grafía económica y, particularmente, por la construcción de
modelos espacíales al estilo de la geografía neopositivista.
Desde mi perspectiva de hoy, esta geografía que se pretendía
objetiva y neutral para ser más científica, a menudo se asocía-

63
ba con posiciones políticas conservadoras, pero usted ha estado
siempre a la izquierda. ¿Cómo se podía estar en los dos lados al
mismo tiempo?
—Bueno, es que yo no creo que el positivismo conlleve
una posición conservadora para nada. Al contrario, los conser­
vadores siempre han tem ido a los científicos. Fueron los cien­
tíficos los que liberaron al m undo de la tradición conservado­
ra, por ejemplo, liberando la mente del misticismo y la religión
y creando un instrum ento de pensamiento racional para hacer
del m undo un lugar mejor. Y la m ayoría de los positivistas
que conocí en los sesenta en Geografía eran gente realmente
progresista, y cuando llegaron los años 1970 y la disciplina em­
pezó a fragmentarse y la gente empezó a enfrentarse, aquellos
positivistas en conjunto (con un par de excepciones com o...
bueno, con un par de excepciones) nos apoyaron y, de hecho,
nos salvaron de ser despedidos de nuestras universidades por­
que ellos mismo, de hecho, eran progresistas. Además, ¡el mar­
xismo es m uy positivista! Cree en la ciencia, se ve a sí mismo
como una interpretación científica del m undo, solo que una
interpretación diferente... Así que yo siempre he pensado que
la ciencia era progresista.
Y cuando estaba trabajando en el asunto de Von Thünen a
escala global lo que quería era entender la producción de ali­
mentos y materias primas de un m odo progresista mediante la
m ejor teoría que yo conocía. Incluso cuando me convertí en
marxista, aún publicaba teoría de la localización. En parte era
una cuestión pragmática; aunque el marxismo estaba creciendo
y era interesante, aún no estaba establecido como parte del sis­
tema académico formal, así que si publicabas cosas marxistas
podía ser una tram pa política más que una contribución cien­
tífica, de m odo que lo mejor, al menos durante un tiempo, era
hacer cosas más o menos convencionales para al menos poder
obtener una plaza en la universidad. Por otra parte, yo creo

64
que el marxismo tiene fuertes similitudes con el positivismo:
está cuidadosamente argum entado, es lógico, utiliza datos em­
píricos, etc. Y no es especulativo ni tiene que ver con modas, es
mucho más cuidadoso, racional y controlado. En gran medida,
el marxismo es un positivismo radical.

— Pero hoy ya no creemos en una sola idea, una sola teoría,


una sola solución que sirva para todo el m undo en todos los
momentos, ¿verdad?
— ¿Ah, no? Pues yo, sí. Básicamente, creo que hay una sola
buena teoría y ésta es la teoría marxista. Pero adm ito que haya
teorías de otro tipo que pueden ser útiles. Pero yo no tengo
una estructura teórica miscelánea con un poco de esto y un
poco de aquello. Creo que esta form a de tocar muchas cosas
produce una imaginación m uy pobre.

— Siguiendo con lo de antes, a finales de los sesenta, usted


estaba en Berkeley, uno de los epicentros de protesta política y
de pensamiento revolucionario. Paradójicamente, la geografía
como disciplina parecía quedar fuera de ello. ¿ Cuán impor­
tantes fueron las preocupaciones políticas de este tiempo en
ese lugar concreto en la reorientación de su trabajo de los■años
siguientes?
— La respuesta es: muy, muy importante. Por un lado,
esto es lo que yo hacía: teoría de la localización. Por otra, en
la universidad, había una revuelta masiva; era el movimiento
por la libertad de expresión, el movimiento por los derechos
civiles, el ascenso del movim iento negro... Propusim os candi­
datos alternativos para el congreso en Berkeley creo que, por
primera vez, el m ovim iento contra la guerra estaba en marcha,
había manifestaciones masivas, intentamos cerrar el puerto de
Oakland que era el principal puerto de salida de soldados a
Vietnam, etc. De m odo que aunque estuviéramos haciendo

65
geografía cultural anticuada y teoría de la localización, que
estaba en la frontera, por otro lado casi cada día había una
gran manifestación dentro de la universidad aunque fuera del
departam ento, de modo que dejabas la tranquilidad del depar­
tam ento y te ibas al campus y siempre había una gran agitación
por todas partes.
La contradicción entre lo que hacía la geografía y lo que
pasaba en el m undo no era tan obvia en aquellos sitios donde el
proceso revolucionario iba más despacio o quedaba más lejano
o la gente no lo vivía; lo leían en los periódicos y decían «ahí
van, los malditos estudiantes otra vez liándola...». N o hubiera
sido tan claro pero cuando estás en el mismo centro, lo vives,
lo respiras, trabajas en ello, te gasean, te pegan, vas a manis...
entonces llegan las contradicciones entre la geografía que tra­
ta con los malditos graneros o las regiones vinícolas, antiguos
rasgos culturales y demás, y lo que la geografía debería estar
abordando, temas como el desarrollo, la pobreza, las relaciones
ambientales, etc. Las contradicciones devienen particularmente
vívidas. N o te llevan inmediatamente a querer un cambio. La
reacción inmediata es de esquizofrenia, en la que llevas una vida
revolucionaria pero no la aplicas a la geografía, simplemente so­
brevives en la geografía y vas tirando, piensas que realmente de­
berías ser un antropólogo o un filósofo o algo así... N o piensas
que estés haciendo un trabajo valioso y socialmente progresista
porque estás atrapado en una disciplina anticuada y otras per­
sonas tienen mucho más que decir, y la mayoría de gente con la
que hablas son de otras disciplinas como la filosofía o sociología
en la que están mucho más comprometidos.
La idea de salir fuera y hablar estaba completamente fuera
de mi alcance por dos razones: prim ero porque yo todavía era
un chico de clase obrera, y segundo, apenas sabía nada en el
nivel en el que ellos hablaban. ¡Yo sabía de teoría de localiza­
ción! Recuerdo que una vez estaba hablando con alguien en

66
Berkeley y yo dije «yo hago teoría de la localización» y me
dijeron «y ¿eso qué es?». Yo dije que en esencia era cómo está
organizado el espacio como, por ejemplo, la minimización de la
distancia. Me dijeron «¿qué quiere decir eso?», yo dije «es por
ejemplo cuando vas de compras, en una distancia minimizada
para adquirir las cosas». Dijeron «¿de verdad que es eso lo que
haces?». Dije «Sí...», «Bueno, pues no me parece gran cosa.
¿Eso es todo lo que has encontrado? ¿que la gente no va lejos
a comprar?». Fue como si de golpe te dieran un mazazo en la
cabeza, pero el tipo tenía toda la razón del m undo y es uno de
esos momentos en los que quedas destrozado por la crítica de
alguien pero, o bien te enfadas o reconoces q u e ... ¡lleva razón!

— ¿ Y estuvo m uy implicado políticamente durante esos


años californianos?
— En esa épo,ca iba a las manifestaciones pero no hubiera
hablado delante de grandes concentraciones ni cosas así. U n
m otivo es que tenía miedo de que me expulsaran del país, de
m odo que intenté que no me arrestaran; yo aún era británico,
o sea que tenía razones muy pragmáticas. Yo era un socialista,
un socialista radical, pero no un marxista. Yo me encontré con
el marxismo en la LSE y me pareció odioso, no entendía ni una
sola palabra de lo que decían. H ablaban en términos filosó­
ficos y yo era m uy pragmático, simplemente pensé que eran
pretenciosos. C onfundí la filosofía con la pretenciosidad, lo
cual no es difícil porque mucha filosofía es pretenciosa; no dice
nada de nada pero lo dice en palabras largas y frases difíciles.
Yo creo que la filosofía debe hablar de cosas reales y todo lo
que dices debe poder aplicarse a los problemas urgentes; en
aquel m om ento yo no creía que lo estuvieran haciendo.

— H e observado que en todo su trabajo su manera de escri­


bir siempre intenta evitar esa pretenaosidad de la que habla y

67
que siempre se expresa de una manera m uy directa. ¿ Tiene eso
algo que ver con sus orígenes obreros y con su aproximación
pragmática a la v id a ?
—Sí, eso es exactamente lo que hago. Lo que has dicho
es lo que yo hubiera dicho: como, trabajo, escribo, como una
persona de clase obrera. Me gusta la gente de clase obrera, no
me gusta la gente de clase media y odio de verdad a la clase di­
rigente, especialmente a la británica; no la soporto, no soporto
su acento ni la manera en que se com portan ni su aspecto ...
les 'abofetearía en toda su cara y eso que soy pacifista, imagina
cómo me llegan a cargar... [risas]. Me gusta la gente de clase
obrera, debo reconocer que prefiero a los de antes, que aún
están politizados y que aún les interesa el trabajo. N o puedo
soportar esas personalidades consumidoras, solo saben hablar
de lo próxim o que van a com prar y todas esas tonterías... Me
gusta la gente real e intento escribir para ellos, relacionarme
con ellos y considerarme a mí mismo parte de ellos. Incluso
cuando estoy escribiendo de m anera filosóficamente abstracta,
pienso en esos términos.

— En 1967 se traslada de Berkeley a la Clark University


en Massachusetts, que en aquel mom ento era un sitio también
muy politizado. En el departamento de Geografía se edita la
revista Antipode: creada en 1969, en 1970 usted se convierte en
su editor principal y la revista pasa rápidamente a ser un refe­
rente mundial. ¿ Q ué expectativas tenían cuando empezaron?
—H ubo varias revistas que em pezaron en aquel momento
pero la m ayoría no sobrevivieron. Esa idea de crear una revista,
de crear una nueva línea de pensamiento, etc. apareció en m u­
chos lugares, pero en Clark de m odo especial por dos motivos:
en prim er lugar había una potente escuela medioambiental y
los prim eros geógrafos de tipo ambientalista tendían a venir
aquí; hacían un tipo de investigación bastante convencional,

68
con Robert Kates trabajando sobre la adaptación y cosas así.
Además, estaba ese tipo llamado Jim Blaut; estaba aquí casi
por accidente porque él fue originalmente a Yale y él era un
intelectual marxista sofisticado, m ucho antes que el resto de
nosotros. C uando empezamos nuestra revista, probablem ente
era un poco mejor y más com prom etida que las otras pero
podía haber desaparecido fácilmente. M ucha gente empezó
revistas, les gustaba durante uno o dos años pero luego lo
iban dejando y al final abandonaban. Y eso empezaba a pasar
en parte aquí. Entonces hice ese núm ero monográfico sobre
pobreza y luego pensé «esto va a desaparecer» y a la vez me
iban diciendo que yo podía hacer cosas, que era una persona
práctica y que mejor que me encargara de dirigirla, de modo
que lo acepté. Convertirlo en algo exitoso diría que viene con
el tiempo, con el com prom iso con las causas radicales (que he
tenido toda mi vida, no en la geografía sino en todas partes)
y queriendo que eso fuera geografía radical y queriendo que
contribuyera al cambio social. Por otro lado, era la primera vez
que podía realmente probarm e a mí mismo haciendo cosas que
ayudé a iniciar, que organicé y lo hice bien. N unca había tenido
la oportunidad antes, siempre había estado en los bordes y era la
primera vez que tomaba algo y me decía «esto va a ser fantásti­
co y voy a hacerlo lo mejor que pueda». Lo puedes interpretar
como ambición pero no en el sentido habitual de ambición, es
más en el sentido de que era la primera vez que podía hacer algo
de cierta relevancia, y quise hacerlo lo mejor que pude.

— Y sin embargo, 1969 era aún un mom ento m uy tempra­


no para la geografía radical. El mismo D avid H a rvey publi­
caba su Explanation in Geography, la biblia de la geografía
positivista en ese año.
— Sí, eso era la corriente hegemónica. Aunque la geografía
positivista tenía su com ponente progresista y de conciencia

69
social. N o olvides que esa gente eran científicos que creían que
la ciencia podía hacer mejor el mundo. La teoría de la localiza­
ción orientada a la planificación mejoraría el espacio para todo
el m undo, incluidos los lugares pobres; no se ocupaba particu­
larmente de la clase obrera pero mejoraba el espacio para todo
el mundo. De m odo que cuando iniciabas un movimiento
radical, muchos de ellos lo miraban con simpatía. De hecho,
nos salvaron un par de veces. Era estupendo tener a personas
como, por ejemplo, G unnar Olsson de nuestro lado. Además,
David Harvey se había pasado en 1970 al marxismo, él que
era «Míster Geógrafo Positivista,» acababa de llegar a la Johns
H opkins y ya estaba renegando de su libro. Me lo encontré y
le dije «tengo tu libro, aún no lo he leído pero me voy de vaca­
ciones y finalmente lo podré leer». Y me dijo «N o te molestes,
ya he dejado eso. A hora soy marxista». Yo dije «¿Quéeeee?»
[risas]. Era fantástico tenerlo ahí porque él era muy poderoso
en la geografía positivista (poderoso en la teoría: él era la única
persona del grupo que podía hablar filosóficamente sobre el
positivismo; el resto podíamos hacer el trabajo pero éramos
incapaces de filosofar; y la filosofía es poderosa).
David era el que tenía más poder pero teníamos también
algunos conocidos teóricos de la localización. Leslie King, por
ejemplo, nos salvó una o dos veces ... ya sabes, gente bastante
convencional que nunca fueron radicales pero que ayudaban.
Estaban a tu lado cuando realmente los necesitabas y cuando
la disciplina estaba a punto de aniquilarte. Ellos se plantaban,
eran buena gente, hacían buenas cosas. Q uiero decir, yo estaba
trabajando entonces con la pobreza y ellos pensaban «¡Esto
es el tipo de cosas que debemos hacer! ¡Al diablo con la teoría
de los lugares centrales! En lugar de localizar ciudades co­
merciales, ¡estudiad la pobreza!» Al menos tenían el coraje de
darse cuenta. Cuando hice ese curso llamado «Geografía de la
pobreza en Estados Unidos», simplemente escribí el título en

70
un papel, antes incluso de saber nada sobre el tema. Y tuve 160
estudiantes en mi clase y fue el m ayor curso en toda la historia
del campus: una vez hubo hasta 250 estudiantes en el principal
salón de actos.

— Desde que llegó a Massachusetts en 1967, ya no se ha


movido. ¿No es extraño en un país donde la movilidad, la de
los profesores universitarios en particular, es tan elevada?
—Me gusta Massachusetts. Solo hay tres áreas en los
Estados Unidos donde las personas racionales en su sano
juicio pueden vivir. U na es Massachusetts, la otra es Boulder
(Colorado) y luego hay un par de lugares en la costa oeste, tan­
to Seattle como Berkeley y tal vez Los Ángeles. En cualquier

Richard Peet con sus hijos vacaciones


2010. [Foto cedida por R. Peet.]

71
otro lugar no puedes sobrevivir. N o puedes sobrevivir cultu­
ralmente porque es m uy aburrido, no puedes sobrevivir polí­
ticamente porque todo el m undo es reaccionario, y no puedes
sobrevivir en la universidad. Ahora se puede, pero en aquella
época no se podía. Los norteamericanos pueden ser bastante
nefastos. Por otro lado, esta universidad se ha portado muy
bien conmigo, ha sido muy tolerante. N unca me han dicho
que no hablara de algo o que no debía hacer trabajo político,
nunca me hicieron ningún comentario político y, al contrario,
me prem iaron con distinciones. Me han dejado enseñar lo que
quería y los estudiantes aquí son muy brillantes. Es la Clark la
que me ha mantenido aquí, los estudiantes de grado siempre
han sido m uy abiertos, muy de izquierdas, y los graduados,
desde que llegué aquí para trabajar con Kates, siempre han
sido los mejores estudiantes del mundo. De modo que, ¿para
qué moverse?

— ¿ Cómo se fu e abriendo hacia otros temas? ¿ Tiene que


ver con los lugares en los que ha estado o con las personas que
ha encontrado?
— En general, he tom ado mis propias decisiones. N o se
trata de sentarse ahí y de pensar qué es lo que voy a hacer a
continuación, pero hay un m ontón de cosas sobre las que tra­
bajar y siempre ha habido razones bastante pragmáticas para
ir cambiando mis intereses. Por ejemplo, impartí el curso y
escribí un par de artículos sobre pobreza y desigualdad en los
Estados Unidos, y tuve aquellos cursos masivos y todo lo que
escribía se publicaba porque era realmente un buen tema, y
estuve en esto hasta los setenta y luego estuve fuera tres años.
C uando volví de Australia impartí de nuevo el curso sobre
pobreza, pero la secretaria del departam ento me dio un aula en
la que solo cabían 15 personas. Antes de irme a Australia tenía
matriculadas 200 personas en mi curso y ocupaba la sala de

72
actos más grande del campus, de modo que le dije que debía de
haber un error, que ahí no iban a caber mis alumnos. La pobre
me dijo que solo había 12 personas en el curso ...
Y es que entre 1978 y 1980 Estados Unidos había cambiado,
el interés por los problemas sociales se había evaporado, ya no
digamos en los ochenta con Reagan, etc. Así que cuando volví
me concentré en el desarrollo del Tercer M undo, tema que guar­
daba cierta relación, pero la razón del cambio fue de índole más
bien práctica. Ya no podía seguir con los problemas sociales de
Estados Unidos, tener clases numerosas y dar una buena ense­
ñanza. Las cosas habían cambiado muy rápidamente en 1979.
Además, todos estábamos cautivados po r el marxismo y
trabajábamos sobre teoría, filosofía, queríamos acercarnos
seriamente al marxismo y no teníamos ninguna guía. Apenas
había ningún texto introductorio en aquel m om ento, tenías
que empezar con E l Capital, volumen 1 página 1, lo que es
espantosamente difícil y costaba como 1O años convertirte
en un buen pensador marxista. Así que yo quedé fascinado
por la teoría y eso es lo que quise hacer: leer Marx, aplicar
Marx. Había áreas donde el marxismo era aplicable de manera
bastante obvia, como la teoría de la dependencia con la que
era bastante fácil trabajar; la teoría de la dependencia es m uy
geográfica y la cosa funcionó bastante bien. Y estoy contento
con el cambio que hice. Además, cuando estuve en Australia
hice algún trabajo sobre el Pacífico, escribí un artículo sobre el
cambio cultural en Fiyi.

—Fiyi???
— Sí, ya lo sé. .. Fiyi es el Tercer M undo pero ... ¡es tan
bonito! [risas].

— El marxismo de aquel tiempo era particularmente es-


tructuralista.

73
— Sí, el marxismo que yo hacía estaba influenciado por
el marxismo estructuralista de mediados de los setenta. Me
gustaba la idea de un argumento altamente estructurado, den­
samente establecido y que se aplicara a un m ontón de casos
diferentes. Era m uy atractivo: yo quería hacer aquello. Luego
vino toda la crítica postestructuralista, mucha gente dejó en
seco todo aquello en lo que había estado trabajando en los úl­
timos quince años e inmediatamente se convirtieron y pasaron
a ser postestructuralistas postm odernos y te aplastaban si tú
no hacías lo mismo. Pero ¡yo no estaba convencido de lo que
decían! Me gustaban algunas cosas ... y, las que me gustan, las
uso. Pero su actitud política y la flojedad de sus argumentos ...
¡las odio! Y algunas personas piensan que estaba equivoca­
d o ... ¡Al diablo! Yo sé que no estaba equivocado, que estaba
completamente en lo cierto.

— Alguien le llegó a calificar como un «estructuralista im ­


penitente». ¿ Cóm o se definiría a si mismo?
— ¡Com o un estructuralista impenitente! [risas] Y o me des­
cribiría a mí mismo como un marxista com prom etido, abierto
a todas las ideas que son útiles política e intelectualmente y que
son sintetizables con un proyecto esencialmente marxista. Si
encaja, lo hace mejor y lo uso. Si va en contra de él, si lo hace
peor, si lo convierte en una teoría más débil, no lo uso.

— Claro, pero eso a veces no es tan fácil. H ay veces en que


las cosas no encajan fácilm ente de entrada pero cuando trabajas
en ello puedes contribuir a crear ideas nuevas, otras form as de
ver las cosas.
—Sí, es verdad. De hecho, si es difícil de encajar, tanto
mejor porque te obliga a repensarlo, a reformularlo. Es como
cuando empecé a leer a Foucault, creo que era La arqueología
del conocimiento, allí donde empieza a hablar de «el enuncia­

74
do». ¡Yo no sabía qué quería decir con enunciado! Foucault es
muy difícil de leer porque no te lo pone fácil y hasta que llegas
a la página 242 no entiendes realmente de qué está hablando.
A hora creo que entiendo las nociones de «discurso», «actos
de habla serios» y «enunciado». Es m uy bueno, ¡me encanta!
Lo utilizo todo el tiempo: al enseñar, al escribir, en todo. Pero
cuando me enfrenté a ello por prim era vez no lo entendí y,
claro, no me gustó.

— Además del tem a del desarrollo sobre el que ha trabaja­


do dilatadamente, ¿de qué otros grandes temas se ha ocupado?
— He trabajado sobre gobernanza global, el Fondo
M onetario Internacional, el Banco M undial y ese tipo de co­
sas. Y luego siempre me han interesado la filosofía y la teoría,
siempre he creído que este es un gran campo en el que trabajar
y que te hace poderoso. En mi opinión, si puedes entender las
cosas filosóficamente, puedes entender las cosas teóricamente,
y si las puedes entender teóricamente, entonces puedes enten­
der cualquier cosa. Creo en una imaginación filosófica y siem­
pre me he sentido un poco en falso porque no tenía formación
filosófica. Cuando empiezas a filosofar, a intentar establecer
enunciados filosóficos piensas que no vale nada, que la gente
te va a rechazar, que te dirán que eres estúpido, que te harán
pedazos, que te dirán que no sabes de lo que hablas. Siempre
me he sentido vulnerable ante este tipo de ataques y en más de
una ocasión los he sufrido.
Recuerdo que en 1970 organicé una sesión sobre ideolo­
gía ... ¡y yo no sabía lo que era! Hice una rápida introducción
y me di cuenta que la gente me miraba como pensando «¿pero
qué es lo que te pasa?». Porque no tenía claro el concepto: esto
sucede cuando estás haciendo algo nuevo. Pero poco a poco, al
entrar en los años ochenta, me convertí en una persona más fi­
losófica y progresivamente fui aplicando este trabajo filosófico

75
al pensamiento geográfico y al final escribí un libro considera­
ble sobre la historia del pensamiento geográfico.

— A un cuando usted no pareció estar m uy interesado en la


parte realmente histórica de dicho pensamiento geográfico...
— ¿Lo viejo? N o, lo viejo como la geografía regional, en mi
opinión, tiene m uy poca calidad. Y toda esa gente... se supone
que son geógrafos famosos pero la m ayor parte de esa tradi­
ción no es buena. Por ejemplo, se supone que Carl Sauer era
el geógrafo más brillante de su tiempo pero lo leo ahora y ...
Incluso cuando yo estaba en Berkeley y le oía hablar y le leía,
pensaba... todo esto es realmente m uy pobre.

——Yo siempre he oído decir que Sauer era un profesor m uy


impactante...
— Sí, bueno... pero en mi opinión no lo era. La gente le
tenía miedo y cuando la gente tiene miedo de alguien, tiende a
construir leyendas ...

— Bueno, al menos en Europa teníamos la geografía fra n ­


cesa. ..
— Sí, una parte de ella, tal v ez... tal vez. Vidal de la Blache
estaba bien y todos esos pequeños trabajos, ya sabes, sobre
esos malditos pequeños lugares ... tal vez ... disfrutaban del
vino y la comida local cada vez que iban po r allí, ¿no? [risas].
Lo único que hay que destacar de todo esto es la reacción con­
tra aquello que nos parecía tan carca, es todo lo que hace falta
decir. N osotros construimos la geografía básicamente desde la
nada; aquella gente solo estorbaba, solo proporcionaba ejem­
plos ridículos ... Una vez escribí eso en un artículo: que eran
ejemplos de lo que la geografía no debía ser...

— En lugar de «lo que la geografía debe ser...»

76
— Cierto. Aprendim os a no ser como ellos y de hecho
cuando escribí aquello tenía cierta persona en mente, el tipo
de persona a quien no deberías parecerte. Y esa misma persona
se me acercó hace algunos años para preguntarm e «¿De quién
hablabas en ese artículo?» [risas].

— En ese libro sobre la historia del pensamiento geográfico,


usted se detiene constantemente para definir cada término o
concepto que utiliza...
— ¡Desde luego! ¿Por qué iba a escribir u n libro que nadie
pueda entender? Yo procedo de la clase obrera y creo que hay
que escribir para las personas sencillas, yo quiero que la gente
lo entienda. Me recuerdo a mí mismo la prim era vez que leí
sobre cuestiones filosóficas...

— Bueno, pero usted no escribe para todo el m undo, escribe


para los académicos, los estudiantes, los colegas...
— Pero sé que un m ontón de estudiantes vienen a mi de­
partam ento, tom an un curso sobre la historia del pensamiento
geográfico y utilizan mi libro. A m enudo no tienen formación
en filosofía, ni siquiera en teoría y por tanto si mencionas un
térm ino abstracto y difícil. .. ¡mejor decirles de qué se trata!
Luego pueden ir entendiendo y progresar muy rápido a un
nivel más elevado de comprensión. De otro m odo, se pierden
en el prim er capítulo.

— ¿ Tiene la sensación de que paga un precio por ser tan


claro, en el sentido de tener que simplificar sus ideas?
—N o, no la tengo. Creo que uno de los principales m o­
tivos por los que la gente escribe de manera tan abstracta y
difícil de entender es porque ellos mismos no entienden de lo
que hablan, así que disfrazan su ignorancia utilizando term i­
nología abstracta bien difícil... Mira, ¡yo podría escribir de la

77
manera más enrevesada que hayas leído en toda tu maldita
vida! ¡Si quisiera! Pero también puedo escribir de manera que
lo entiendas...
— Usted ha sido el editor de revistas importantes duran­
te mucho tiempo (Antipode, Economic Geography, H um an
GeographyJ. Este es un trabajo que toma muchísimo tiempo y
que no tiene la misma recompensa que la de otras tareas acadé­
micas. ¿Cómo describiría su experiencia?
— De hecho, cuando concursé para la cátedra e n l a Clark y
dije que había sido el editor de Antipode, el tribunal lo ignoró
totalm ente porque no era una revista form al y, po r tanto, no
contaba para nada, ¿puedes creerlo? No: yo he sido editor
por razones políticas, porque quería hacer una revista con un
mensaje político definido. Antipode era indudablemente polí­
tica. H u m a n Geography es indudablemente política. Economic
Geography había entrado en una especie de declive y no iba
demasiado bien; estaba en una línea positivista muy anticuada.
Y aun cuando nunca fue claramente política, al menos sí era
relevante socialmente, por lo menos eso. De modo que siem­
pre he contem plado eso de ser editor como una tarea política
y la recompensa llega cuando se crea un movimiento político.
C uando era editor de Antipode, yo era la persona que creó
un movimiento geográfico radical y lo hice sobre todo — mis
propios escritos aparte— siendo editor. En otras palabras, un
editor activista. Y si estoy activo en algo y realmente creo en
ello, estoy dispuesto a trabajo muy, m uy duro. N o olvides que
he escrito diecisiete libros...
— Hace unos años decidió empezar la nueva revista H um an
Geography «para recuperar nuestro conocimiento»...
— Estamos intentando em pezar algo nuevo. Sería fantás­
tico si todo un conjunto de revistas com o A ntipode o H um an
Geography estuvieran producidas por una organización que
nosotros, intelectuales críticos de izquierdas, controlára­

78
mos. Pero sucede que en la actualidad las ideas producen
un m ontón de dinero. El control sobre el conocim iento da
grandes beneficios y ahora está en manos de grandes em pre­
sas de comunicación y, sin embargo, se trata esencialmente
de nuestro trabajo, nuestro trabajo intelectual que produce
la mercancía que ellos venden. Y lo hacen con una tasa m uy
alta de explotación. N os explotan y obtienen una tasa m uy alta
de beneficio con nuestras ideas. Debem os quedarnos con ese
dinero y utilizarlo para subvencionar nuestra propia investi­
gación. Así, no tenemos que prostituirnos para tener dinero.
Podrem os decidir lo que realmente querem os hacer, seremos
honestos y a la vez tendrem os dinero porque controlarem os
los fondos.

Portada de uno de los


números de 2010 de Human
Geography, la revista de
geografía radical alejada de
los circuitos comerciales que
Peet inició en 2008.

79
— Incluso A ntipode pertenece ahora a una de esas grandes
compañías...
— ¿John Wiley? John Wiley es la editorial más grande de
Estados Unidos. Desde que soy editor de H um an Geography,
diez o quizá quince personas se han dirigido a mí para decirme
«No he podido publicar esto en Antipode, lo he intentado pero
no lo han aceptado p o r... ser demasiado marxista».

— Sigamos con debates científicos en los que haparticipado.


Uno de los principales debates en los que se ha visto implicado
es el que hubo entre materialismo e idealismo. El giro discur­
sivo ha conducido a debates m uy agrios y usted ha sido muy
directo con los defensores de la idea delpaisaje como texto como
Trevor Barnes o James Duncan. Pero Barnes, en m i opinión, no
estaba contra el marxismo, creo que solo buscaba nuevas ma­
neras de enriquecerlo. ¿ Cree que, después de todo, ha quedado
algo positivo de ese giro lingüístico/discursivo?
— Era el principio de la entrada de las ideas postestructu-
ralistas y llegaron por la vía del paisaje como texto. N o creo
que fuera la mejor vía y con certeza no fue la mejor manera
atacando aquel marxismo estructuralista althusseriano. Parece
que exageraron lo que era algo temporal hasta convertirlo en
explicación para todo y nos hicieron pasar por su propia cons­
trucción del asunto. Creo que el responsable fue especialmente
Duncan, aunque una vez Trevor [Barnes] me dijo que cuando
era estudiante en Inglaterra y Antipode llegaba, todos se pre­
cipitan a la biblioteca y la devoraban, así que obviamente él es
uno de los nuestros. Creo que D uncan es otro caso. D e todos
modos, la idea del paisaje como texto es una interpretación
bastante simplista tanto del paisaje como del conocim iento y
del texto, y ponerlo todo junto no fue particularm ente produc­
tivo. Soy crítico con la idea de textualizar en exceso algo como
el paisaje, que es profundam ente material, y poner demasiado

80
énfasis en todo el conjunto de ideas de la lingüística moderna;
él estaba en contacto con ellas porque su mujer enseñaba eso;
la idea era m uy pretenciosa pero m uy simplista.

— A unque a m í no me parece tan sencilla...


— Cuando lo leí la prim era vez, no lo entendí, tienes razón,
se tarda un poco en saber de qué va. Y cuando lo entendí, no
creí que fuera gran cosa. Luego escribí un artículo en Annals o f
the Association o f American Geographers para m ostrar cómo
debería realmente hacerse. Lo hicieron marxistas como Denis
Cosgrove y todos los marxistas culturales. Pero leía a aquellos
y no podía encontrar ni una frase que fuera realmente buena.
Recuerdo estar leyendo y pensar «solo necesito un buen pá­
rrafo», es todo lo que necesito, aunque fuera una sola frase.
M ucho de todo aquello podía hacerlo yo por mí mismo. Y
luego la crítica de D uncan y Ley realmente no la valoré en
absoluto. Además, gente como David Ley que en los setenta se
llamaba a sí mismo un fenomenologista existencial, él siempre
estaba rondando por allí intentando entrar en el «club» crítico,
siendo amable y tal... De golpe, se descuelga con esa crítica
tremenda sin avisar a nadie y lo publica en los Annals. Quise
escribir una contracrítica pero alguna gente me recom endó no
hacerlo para no empeorar las cosas.

— Es que fu e un debate m u y áspero, incluso a nivelperso-


nal...
— Sí. .. Diría que las réplicas y contrarréplicas que salieron
en los dos o tres números posteriores de los Annals eran m uy
buenas y yo iba a enviar un artículo grande de respuesta pero
varios de mis colegas me dijeron «no lo hagas, olvídalo». Solo
los criticamos indirectamente. Por ejemplo, el tema del pai­
saje como texto. Hice una reseña del libro de D uncan en los
Annals: lo hice pedazos...

81
— Una vez usted escribió que la intertextualidad era «el
opio de la intelligentsia»...
— N o recordaba que había dicho eso... Me gusta, ¡estoy
de acuerdo! Si afirmas que no hay nada más allá del texto, yo
creo que te equivocas. H ay procesos materiales y personas que
trabajan y luchan. Los hay que llegan a decir que incluso el
trabajo es textual. Pero el trabajo es tam bién físico...

— Acaba de decir «también»...


—Acepto cierto grado de textualidad pero la idea de dis­
curso y de texto en la dirección que estaba tom ando se alejaba
mucho de la noción de ideología. Y lo que yo quería hacer era
tom ar esas ideas y devolverlas en la dirección de la ideología.
Yo veo a Foucault y su idea de discurso como las claves aquí.
Hubiera sido infinitamente más productivo y mucho mejor si
no hubieran ido a lo textual sino a lo discursivo.

— ¿ Ve alguna conexión entre ello y la falta de compromiso


político de personas que se supone que están en la izquierda
pero que realmente no se implican y muestran esa tendencia a
decir cosas interesantes pero enigmáticas?
—Sí, ya lo creo. La sutileza es el opio del intelectual me­
diocre.

— Un m om ento... hace un rato ha dicho que lo era la in-


tertextualidad...
—Ya lo ves, pues eso es intertextual. .. [risas]... ¡con mi
propio texto!

— Una vez escribió que los marxistas son los que hoy
pueden avanzar mientras que los «posts» siempre están m i­
rando atrás. Esto es una manera m uy sugerente de revertir
ciertas ideas habituales pero, ¿qué marxismo es el que puede

82
hacerlo? Usted se ha aproximado al trabajo de Gramsci y de
Foucault.
— Yo leí a Gramsci hace mucho tiempo; cuando te con­
viertes en marxista, Gramsci es muy importante. Y luego leí
de m odo serio a Foucault, creo que en los noventa. Y luego
volví a leer a Gramsci después de Foucault, de m odo que hice
una lectura foucauldiana de Gramsci. C uando empecé a leer a
Foucault, me dije: «voy a odiar a este tipo», y al principio fue
así. Empiezas a leer sus libros, lees 20 páginas y no entiendes
nada. O dio eso, odio la arrogancia de esta gente que escribe
así, deberían ser mucho más claros... Pero luego leí un par de
libros sobre Foucault dejándoles el trabajo de entresacar sus
ideas, y luego lo pude leer porque ya veía de lo que hablaba.
Y entonces es cuando llegas a la idea de que los discursos son
m uy poderosos y de que tienes que entender esa parte dis­
cursiva del análisis materialista porque es tan poderosa que
tiene enorm es consecuencias materiales y, po r tanto, necesitas
un conocimiento sofisticado de la ideología, la hegemonía y
el discurso. Escribí un par de libros sobre ello criticando las
principales instituciones.
A propósito de Foucault, hay dos clases de gente: algunos
lo usan para deleitarse, otros para hacer un análisis m uy serio
básicamente de fundam entación marxista. Así que, si tuviera
que escoger, me decantaría por los marxistas prácticos y no
por los postestructuralistas postm odernos. En segundo lugar,
yo no estuve inmerso en Foucault durante cinco años, como
hizo Chris Philo, o inmerso en estudios sobre Gramsci como
las personas que dedican su vida entera a leer los Cuadernos
de la cárcel y a interpretarlos en diferentes contextos. Hay
encuentros enteros sobre Gramsci pero yo no he estado en
ninguno de ellos; lo que yo pretendía era leerlo para tom ar
aquellas ideas y utilizarlas, porque el m undo está en unas
condiciones terribles y necesitamos muy buenas ideas con ur­

83
gencia. N o tengo cinco años para leer a Foucault. ¡Al demonio
con Foucault...! Toma lo que necesites de él en cinco meses.

— Se ha referido al debate cultura/economía en muchos


de sus escritos. A ún hoy cómo integrar lo cultural y lo eco­
nómico continúa siendo un gran tem a para los marxistas. Su
posición ha sido m uy abierta, teniendo en cuenta que procede
del campo de la geografía económica, incluso ha sido m uy ex­
plícito al afirmar que el marxismo economicista no nos lleva
a ninguna parte.
— La cultura es m uy im portante para entender los hechos
históricos, pero necesitas una definición bastante clara de cul­
tura y una teoría para entenderla: quién la produce, quién la
controla, quién la construye, qué fuerzas, qué instituciones.
Obviam ente hay instituciones que construyen cultura porque
están interesadas en el poder porque la cultura es el sistema
de creencias de la gente y la m anera en que se m uestran esas
cosas en artefactos, etc. Si no crees que sea im portante cómo
se crean las creencias, entonces, ¿qué demonios es im portan­
te?, qué puede ser más im portante que el sistema de creencias
creado por la gente, toda esta estructura interpretativa a través
de la cual las personas experimentamos el mundo.

— Una parte importante de su trabajo ha sido precisamente


el estudio del papel de la ideología en la construcción de in­
terpretaciones del mundo. Ejemplos de ello han sido sus textos
sobre los orígenes sociales del determinismo ambiental o su ca­
tegórico ataque a la idea de libre comercio y las ventajas com­
petitivas como una idea aproblemática e incuestionable. Usted
ha defendido la necesidad de denunciar el contenido ideológico
de esas ideas. Si una piensa en su artículo sobre Ricardo, sin
embargo, se da cuenta de que cuesta mucho trabajo desmontar
una sola idea por simple que sea...

84
— Sí, pero esa sola estúpida idea de la ventaja competitiva es
responsable de todo el desarrollo de los sistemas globales, y de
una manera pésima en mi opinión. Ya sabes, el Tercer M undo
se especializa en materias primas, nosotros en la industria...
la distribución global en el espacio está esencialmente basada
en las ideas de Ricardo sobre la economía. Era una aportación
estúpida pero tuvo resultados tremendos. D e m odo que al­
guien tiene que criticarlo, y tienes razón: no es fácil aunque es
divertido. C uando escribía eso sobre Ricardo, me lo pasé muy
bien haciéndolo.

— ¿ Y cómo fueron recibidas este tipo de críticas por la co­


m unidad científica?
— C reo que probablem ente me consideran demasiado
crítico, demasiado izquierdista, demasiado radical, etc.
Algunas personas son rechazadas com o si fueran locas o
idiotas. N o creo que a mí me puedan hacer ascos tan fá­
cilmente porque el trabajo está demasiado bien hecho, este
es el objetivo de trabajar duro. Si haces un trabajo flojo, es
peor que si nunca hubieras hecho nada. Pero si haces una
crítica realm ente concienzuda, incluso la gente que no está
de acuerdo contigo y a la que no le gusta el trabajo crítico, al
menos te adm iran y reconocen que eres un buen académico
y un buen intelectual.

— Dese los años cincuenta ha habido enormes debates en


geografía humana: el inicio de los radicalismos, luego toda la
crítica postmoderna, todo tipo de giros (cultural, lingüístico,
psicológico...). Para usted que ha analizado en profundidad la
historia más reciente delpensamiento geográfico, ¿cuálcree que
ha sido el fru to de todo ello ? Mirando atrás, todo esos debates
duros, a veces incluso amargos, ¿han sido lo productivos que
deberían?

85
— Sí, creo que sí. Aunque es una lástima la manera en que
se ha hecho. Se ha hecho de un m odo demasiado personal y
mezquino. Por otra parte, esos debates son necesarios. Creo
que el debate filosófico teórico es im portante para producir un
nivel más profundo y coherente de teorización y para sinteti­
zar un núm ero m ayor de ideas. El m odo en que esto ha pasado
a m enudo ha sido a través de nuevas ideas que eran las más re­
cientes de una serie de modas pasajeras: no me gusta nada eso.
Creo que si hay un conjunto de ideas que es realmente bueno
y un par de alternativas, todo el m undo debería tom arlo seria­
mente; si es lo último o no, no significa nada. Si es bueno, es
bueno. Si tienes un conjunto de ideas y encajas las críticas tie­
nes dos cosas: añades nuevas ideas y además mientras piensas
lo que dicen, si te tomas las críticas seriamente, puedes mejorar
tus propias ideas iniciales porque te obliga a no ser gandul y
cosas que te dices a ti mismo como «oh, ya lo pensaré luego» o
«bueno, nadie va a notarlo» ya no funcionan.
Toma, por ejemplo, la teoría del valor de Marx. Y los re­
cursos, ¿qué? N o tenemos un cálculo global del uso de la na­
turaleza, de la producción de la existencia... ¡vale ya! H ay un
tipo llamado Stephen Bunker que básicamente hizo una crítica
de la teoría del valor-trabajo diciendo que hay que contar el
uso de los recursos y, por tanto, hace que el marxismo aparez­
ca como opresor, ambientalmente opresor. ¿N o es fantástico?
Yo mismo había pensado eso pero no lo había pensado sufi­
ciente y eso me forzó a pensarlo.
O toda la idea del determinism o económico, tan simplísti-
camente determinista; por ejemplo, en la teoría de los modos
de producción, de la base económica salen las ideas y la ideo­
logías. ¿Cóm o demonios salen de la base económica? ¿quiénes
son los agentes, quién las produce? ¿quién construye el gran
esquema de esa interpretación? Interpretas la realidad material
pero no piensas en todo, solo piensas en esos grandes bloques

86
del modo de producción y luego te critican por ser demasiado
determinista. Yo aún lo soy, pero un determinista m uy com ­
plicado. ¡Existe un deterninism o complejo! De modo que
aprendes de ello, aprendes y aprendes, y cambias.

— Usted ha dirigido los más despiadados ataques a los geó­


grafos postmodernos.
— En ellos hay fragmentos, ideas, que son fantásticas. Pero
no me gusta ni la actitud intelectual ni la actitud política de
los postmodernistas. Proceden de contextos que normalmente
son de izquierdas, pero no de una izquierda fiable, consistente
y profunda. Demasiado hablar y poco compromiso. ¡Y de­
masiado frívolo! Algunas personas pueden pasar de una cosa
a otra y a otra... intentando estar siempre a la última. Pero
lo últim o no significa que sea lo mejor. En mi opinión, los
mejores geógrafos culturales son los que se definen inequí­
vocamente como marxistas, como Denis Cosgrove o como
D on Mitchell. Y los peores, en mi opinión, son esos británicos
poco rigurosos, y que no voy a citar, pero que siempre están
a la última. Chris Philo era un poco así pero luego pasó a ser
m ucho más serio: su trabajo sobre Foucault es fantástico y es
un tipo realmente apreciable. Pero no me gusta la generación
que le siguió.
Creo que el problem a de todo ello es que eso condujo a
sostener una actitud frívola por todas partes. Jugaban con las
ideas, con los enunciados y, de hecho, a m enudo ni tan solo
con las ideas: solo con las palabras. A veces pasa que escribes
algo porque suena bien y lo dejas ahí, pero si escribes algo que
suena bien y es una estupidez, tienes que abandonarlo aunque
la frase sea estupenda. Aquella situación llevó a m antener una
actitud superficial hacia el m undo y a una falta de compromiso
político. Mucha de esa gente son de izquierdas pero no de una
izquierda profunda ni seria. Proceden de una izquierda post-

87
m oderna postestructuralista y frívola, y eso que a m enudo son
m uy brillantes y podrían hacer un trabajo trem endo si actua­
ran juntos y pensaran de una manera seria y fundamentada. Y
es particularm ente trágico que lo peor de ello venga de G ran
Bretaña porque esos chicos han pasado por un sistema educa­
tivo muy bueno pagado por el Estado, después han obtenido
un empleo en la universidad y ahora son poderosos y bastante
bien pagados; no tienen muchas clases, tiene mucho tiempo
libre y no deberían utilizarlo con modas pasajeras.

— ¿ Quiere decir que tienen una especie de obligación mo­


ral?
—Sí, tienen una obligación; especialmente en Inglaterra,
que tenía una fantástica tradición socialista. En mi opinión,
son parcialmente responsables de esa pérdida de tradición
socialista y deberían estar avergonzados de sí mismos. Son un
grupo privilegiado que vive bien y no tiene muchas responsa­
bilidades. A m enudo tienen un origen de clase obrera y aún así
hacen un trabajo insustancial y, finalmente, sin sentido.

— Esta idea de la urgencia de ocuparse de problemas reales,


de no dedicar nuestro tiempo a cosas menores, está m uy presen­
te en su trabajo...
— Sí. .. cosas socialmente relevantes, como el desarrollo, la
pobreza, y cosas así. Y luego, cada vez más, la crisis ambien­
tal.

— A sí que, en su opinión, ¿son esos los temas importantes


que requieren nuestra atención inmediata?
—A finales de los noventa y principios de los dos mil el
tema principal era el control de la economía global, y no solo
por parte de las empresas multinacionales que ya lo tenían de
antes, sino por parte de dos grupos emergentes: uno, el capital

88
financiero y dos, las instituciones de gobierno globales. Y yo
pensé, y aún lo pienso hoy, que necesitábamos recuperar el
control de la economía global. N o soy antiglobal, solo quiero
algo global que funcione para todo el m undo, del que todo el
m undo se beneficie y le perm ita tener una vida mejor. Y esta
era mi urgencia tras los libros que publiqué, The Geography
o f Power, The Unholy Trinity... esto es a lo que me dediqué
entonces.
Y en los últimos tres o cuatro años he estado trabajando
sobre ecología política y la urgencia de la contradicción am­
biental. La posibilidad de una crisis ambiental me ha impac­
tado m ucho y ahora creo que vivimos un m om ento en el que
estamos viendo el inicio de esa crisis. Y creo que los medios
que tenemos para afrontarla son total y completamente in­
adecuados, tanto teórica como institucionalmente. La gente
que controla el m undo es la gente equivocada porque son los
que lo están destruyendo. De m odo que me he convertido en
un medioambientalista furibundo; no en térm inos personales
(no necesito comer arroz integral) sino en térm inos de pensa­
m iento: mi principal dedicación en la actualidad es el medio
ambiente.

— ¿ Y cómo podemos contribuir?


—Si tus ideas están m uy bien formuladas y muy bien ex­
presadas, éstas pueden tener un efecto. D e manera que hacer
un trabajo de gran calidad que esté tam bién inform ado por lo
urgente, y hacer las ideas más atractivas y poderosas... esto
es lo mejor que podemos hacer porque no tenemos poder
institucional; ni siquiera los más reconocidos científicos natu­
rales ambientales tienen demasiado poder, van a conferencias
internacionales y son ninguneados por los políticos. Puedes
tener 10.000 personas hablando en Copenhague, produciendo
todo tipo de buenas ideas y tan pronto como Obam a llega,

89
todo se acaba, y él y cinco más zanjan todos los temas. Pero el
único medio que tenemos para cambiar esa estructura de p o ­
der es producir ideas buenas, poderosas y persuasivas. Com o
dije, vamos a vivir tiempos muchísimo peores antes de tener
siquiera la oportunidad de tom ar las cosas seriamente. El p ro ­
blema con el tema medioambiental es que no puedes entrar
en el proceso: cuando te das cuenta de lo que estás haciendo
es demasiado tarde porque la crisis ya ha empezado por su
cuenta. Es un tipo de crisis en el que no puedes dem ostrar cada
punto porque lo que no puedes probar es tan horrible, las con­
secuencias son tan dramáticas e independientes de los efectos
subsecuentes, que, para intentar cambiar las cosas, tienes que
arreglarte con las pistas que ya tienes. N o puedes esperar a
poder dem ostrar cada punto concreto. Es un poco diferente de
las crisis sociales. La naturaleza tiene su independencia.

90
111. A N T O L O G ÍA D E TEX TO S:

U na n u e v a g e o g r a f ía d e iz q u ie r d a s *

Richard. Peet

Los temas que preocupan a la Nueva Izquierda apenas están


presentes en las revistas geográficas. ¿Dónde están nuestros
posicionamientos sobre la geopolítica de la guerra del Vietnam,
o la continuada conquista y colonización israelí del territorio
árabe? Nos podemos preguntar en qué hemos contribuido
— más allá de unos cuantos estudios testimoniales— al análisis
de la pobreza local y regional en Estados Unidos. O al de la
formación de guetos. O al del dom inio regional del ejército y
sus socios industriales. O al del imperialismo económico nor­
teamericano en América Latina. En un m undo intolerable he­
mos logrado encontrar nichos académicos confortables desde
los que ocasionalmente m iramos afuera para m ostrar una señal
de desaprobación o una m irada compasiva, o para refunfuñar
sobre temas poco com prom etidos como la denuncia de la con­
taminación ambiental (¿quién podría estar en contra?).
Sin embargo, una nueva generación de licenciados ha
emergido de las universidades en los últimos años, alimentada
por los conversos del neoliberalismo durante el tiempo de re­

* © Antipode, traducido del original en inglés «A New Left Geography»,


Antipode (1)1, 1969; pp. 3-5.

91
presión (¿Berkeley? ¿Birmingham? ¿Detroit? ¿Los .Ángeles?),
por m iem bros de los restos de los partidos de la vieja izquierda
norteamericana, y po r inmigrantes de países donde la izquier­
da es más factible. Este grupo se caracteriza por un nuevo nivel
de comprom iso con el movimiento por la igualdad social y
económica. En lugar del viejo modelo liberal de abandono de
los principios (de pacto, de un conveniente cambio de punto
de vista, de «responsabilidad», y de una fusión gradual con
un «establishment» que prim ero se pretendía cambiar desde
dentro y que finalmente ha acabado siendo apoyado en su
totalidad), este nuevo grupo de izquierdas cree en un cambio
radical a corto plazo sin recompensa directa para aquellos
que lo lleven a cabo. N o creemos que el sistema actualmente
en funcionamiento en los Estados Unidos pueda remendarse
con una serie de parches liberales para acercarnos al modelo
que deseamos. En su lugar, hay que descartar lo obsoleto y
construir de nuevo, reunir aquellos elementos de los sistemas
existentes que sean coherentes con nuestros ideales y crear
nuevos componentes cuando los existentes sean inadecuados.
En resumen, la Nueva Izquierda difiere del viejo liberalismo
en su nivel de com prom iso (no, no es solo ese entusiasmo
juvenil que se «atempera con la edad») y su confianza en un
proceso de cambio más radical.
La naciente N ueva Izquierda en geografía puede con­
tribuir a la causa de tres maneras fundamentales. Podemos
ayudar a diseñar una sociedad más equitativa en la que la po­
breza, el sufrimiento y el m ortecino sentimiento de inutilidad
y desesperanza sean erradicados, y en la que las personas libres
alcancen un nivel superior en su existencia. Para llegar a ello,
necesitamos un conjunto de premisas completamente diferen­
tes y construir nuevas teorías de cómo deberían ser las cosas,
una actitud de las personas que conduzca más a la democracia
participativa, una distribución de las actividades agrícolas e

92
industriales que lleven a la igualdad económica en el espacio,
una localización de las instituciones educativas y culturales
que contribuyan a m ejorar la experiencia de vida de la mayoría
de la población; en resumen, una geografía enteramente nueva
basada en los preceptos de la igualdad y la justicia.
N uestra segunda contribución debe ser la consecución de
un cambio radical. H ay diversos puntos de vista a propósito
de cómo se producirá ese cambio pero, dado que la idea de una
revolución en el sentido clásico es ridícula en el contexto nor­
teamericano, la forma más probable es a través de la persuasión
y la «conversión». Los geógrafos pueden desempeñar un rol
particularm ente im portante generando un torrente constante
de críticas y propuestas para el cambio tanto dentro como
fuera de la disciplina. Aunque nos enfrentamos con una tarea
tremenda ya que hay que sacudir a una mayoría amodorrada
en la complacencia por un sistema eficazmente controlado de
recogida y distribución de noticias, y cuyos sentidos están
adormecidos por la exposición a una realidad artificial y que
recibe con indiferencia o resignación la propuesta de que las
cosas deberían ser enteramente diferentes. Evidentemente,
bajo estas circunstancias, debemos ser tan imaginativos como
convincentes, empleando todas las técnicas a nuestra disposi­
ción con el fin de destruir y luego reconstruir la estructura de
la opinión convencional.
En tercer lugar, debemos organizarnos para conseguir una
acción efectiva dentro de la geografía académica. Nuestras
asociaciones regionales y nacionales están dirigidas por con­
servadores y no tienen impacto alguno en la opinión pública.
Esto tiene que cambiar. En la mayoría de los departamentos
de geografía, los estudiantes y los graduados no tienen nin­
guna influencia efectiva en las decisiones que se toman «para
ellos» po r gente que, en cualquier contexto menos en el suyo
inmediato, están todos a favor de la «democracia». Aquellos

93
tienen que organizarse. G rupos pequeños pero bien organi­
zados pueden ser efectivos allá donde la injusticia sea evidente
y, pese a ello, prevalece la apatía (una paradoja que se produce
con demasiada frecuencia).
Se necesita una asamblea radical para trabajar en esas
líneas. Este boletín se ofrece para diseminar ideas e inform a­
ciones dejadas de lado y como una plataforma para propuestas
de acción directa. Si estás de acuerdo con nuestros objetivos,
suscríbete, escribe y organízate en tu departam ento.

94
D e s ig u a l d a d y p o b r e z a : u n a t e o r ía
GEOGRÁFICO-MARXISTA*
Richard Peet

Este artículo intenta sintetizar dos conceptos: el principio


marxista de que la desigualdad y la pobreza están inevitable­
m ente producidas p o r las sociedades capitalistas, y la idea
sociogeográfica de que la desigualdad puede pasar de una
generación a otra a través del entorno de oportunidades y
servicios en que nace cada individuo. El objeto de este tra ­
bajo es, pues, com binar una explicación teórica convincente
sobre los orígenes de la desigualdad con algunas generali­
zaciones empíricas sobre quién es pobre y cóm o persiste la
desigualdad bajo las condiciones del capitalism o «avanza­
do». Las nuevas ideas que una síntesis así proporciona son
m uy necesarias, ya que anteriores teorías de la desigualdad
(cultura de la pobreza, ciclo de privación) han sido ya o b ­
jeto de severas críticas académicas, pese a lo cual continúan
siendo la base teórica de las políticas antipobreza diseñadas
para cam biar la familia y el individuo, más que la estructura
social y económica, en la m ayor parte de los países occiden­
tales.1 U na teoría m arxista es tam bién necesaria, dentro de
los estrechos límites de la disciplina geográfica, com o base

* © Annals of the Association of American Geographers, revisión de Nuria


Bcnach a partir de la traducción de M.D. Coraminas del original inglés «Inequality
and Poverty: a Marxist-Geographic Theory», Annals of the Association of American
Geographers65(4), 1975;pp. 564-571(publicada enDocuments d’Analisi Metodológica
en Geografia, 1, Universitat Autónoma de Barcelona, 1977, pp. 181-196).
1. Sobre la cultura de la pobreza, ver Charles Valentine (1968), Culture and
Poverty: Critique and Counter-Proposals. Chicago: University of Chicago Press.
La tesis del ciclo de privación es criticada en Bill Jordan (1974), Poor Parents: Social
Policy and the Cycle of Deprivation. Londres: Routledge and Kegan Paul.

95
de un punto de vista conceptual alternativo a los que aún
predom inan en este campo.

U n a teo ría m a rx ista de la desigualdad

Para el marxismo, la desigualdad es inherente al m odo de p ro ­


ducción capitalista. La desigualdad se produce inevitablemen­
te en el funcionam iento norm al de las economías capitalistas,
y no puede ser eliminada sin alterar de m odo fundamental los
mecanismos del capitalismo. Además, form a parte misma del
sistema, lo que significa que quienes detentan el poder tienen
intereses creados en m antener la desigualdad social. Tiene poco
sentido, pues, destinar la energía a defender políticas que se
ocupan solamente de los síntomas de la desigualdad sin alterar
sus causas básicas. De ahí la necesidad de una revolución social
y económica, de derrocar el capitalismo y de sustituirlo por un
método de producción y un género de vida que esté organiza­
do en torno a los principios de igualdad y justicia social.

Desigualdades intraclasistas
Según Marx, la desigualdad de ingresos es inherente al régimen
de trabajo asalariado. En el capitalismo se trata a la fuerza de
trabajo humana —la vida, el esfuerzo, el pensamiento y la pre­
ocupación— como una mera mercancía que compra un emplea­
dor a cambio de un precio o salario determinado. Marx sostenía
que los salarios deben cubrir no solo el sustento básico para la
manutención del cuerpo sino también unas necesidades defi­
nidas socialmente que mantengan al trabajador relativamente
satisfecho y estimulen el crecimiento económico. Además, los
salarios incluyen los costes de sustitución de los «trabajadores
que ya no sirven por otros nuevos», y el coste de criar y educar
a los niños, es decir, el desarrollo de la fuerza de trabajo futura

96
a través de la educación y la adquisición de capacidades.2 Del
mismo modo que diferentes tipos de trabajo requieren diferen­
tes niveles de educación y calificación, así también los salarios
deben ser distintos entre las distintas categorías de trabajadores.
Por tanto, y como primer resultado, la desigualdad de ingresos
es necesaria para producir la variedad de fuerza de trabajo nece­
saria en los distintos niveles de multitud de actividades econó­
micas diferentes. En segundo lugar, el sistema capitalista asegura
un desigual acceso a la jerarquía de cualificaciones dentro de la
clase obrera al repartir los costes de reproducción social a través
del mecanismo salarial y al perm itir que cada «grupo de traba­
jadores» produzca su reemplazo. En tercer lugar, la desigualdad
de acceso a la educación y cualificación permite que los grupos
de asalariados y perceptores de ingresos exageren las diferencias
de ingresos inherentes a la jerarquía cualificada al monopolizar
parcialmente y restringir la oferta de trabajos a ciertos niveles
de la jerarquía de trabajo. La desigualdad de ingresos y de opor­
tunidades dentro de la clase de asalariados se fundamenta en el
régimen de trabajo asalariado. Por ello Marx afirmó:

Pedir una retribución igual o simplemente una retribución


equitativa sobre la base del sistema de salarios es tanto
como pedir libertad sobre la base de un sistema fundado
en la esclavitud. Las opiniones sobre lo que es justo o
equitativo no han lugar. El problem a está en saber qué es

2. Karl Marx. Wage-Labour and Capital. Nueva York: International


Publishers, 1933; p. 27 [traducción castellana: Trabajoasalariadoy capital. Madrid:
Ricardo Aguilera Ed., 1968; pp. 36-37). Fue publicado originariamente como una
serie de artículos en 1849. La palabra «educación» está usada en su sentido más
general en este artículo. Significa el suministro de todo tipo de experiencia de
aprendizaje necesaria para preparar a los niños para un determinado papel en la
vida, incluyendo varios tipos de experiencia social y cultural, así como la más obvia
educacional formal.

97
lo necesario e inevitable dentro de un sistema determinado
de producción.3

¿Y cuál es la conclusión política para la clase obrera?:

En lugar del lema conservador: ¡Un salario justo p o r una


jornada justa de trabajo!, deberá escribir en su bandera esta
consigna revolucionaria: ¡Abolición del sistema de trabajo
asalariado!4

Desigualdades interclasistas
A cambio de salarios, el capitalista recibe fuerza de trabajo
viva, la fuerza creativa por la que el trabajador no solo repro­
duce lo que consume sino que también produce un excedente
que acumula el capitalista. En realidad, el propio capital (las
materias primas, los instrum entos y la maquinaria de produc­
ción) es el producto del excedente de la fuerza de trabajo en
el pasado. El capital es fuerza de trabajo histórica acumulada
por la clase capitalista porque ha podido pagar el trabajo con
un valor inferior a los bienes producidos por los trabajadores,
es decir, ha podido explotarles. Una economía de empresa p ri­
vada, por consiguiente, contará inevitablemente con grandes
desigualdades de ingresos entre la clase capitalista, la cual con­
trola el uso del trabajo anterior acum ulado y recibe parte de la

3. Karl Marx «Wages, Prices and Profits» en Karl Marx y Fredrich Engels.
Selected Works. Moscú: Progress Publishers, 1969; Vol. 2, p. 57 [traducción caste­
llana: Salario, precio y ganancia. Madrid: Ricardo Aguilera Ed., 1968, p. 53]. Este
ensayo fue presentando en 1865 por primera vez y publicado en 1898.
4. Marx, op. cit., pie de pág. 2, p. 75 [trad. castellana, pág. 86]. Estas frases de
Marx fueron incorporadas en la constitución de la Industrial Workers ofthe World
(Trabajadores Industriales del Mundo) de 1905. Aparte de la I^WW, que fue una
unión sindicalista revolucionaria, se puede afirmar con justicia que los sindicatos
americanos solo han ambicionado el objetivo «conservador» de «(un salario justo»
por «una jornada de trabajo justa».

98
producción de m ultitud de trabajadores en forma de beneficio,
y el proletariado, «mero poseedor de la fuerza de trabajo», que
percibe ingresos solamente en forma de salario.5
Marx sostiene que, con el tiempo, a medida que el capital
va acumulándose, las desigualdades entre las clases aumentan.
Admite que los ingresos del obrero aumentan en ciertos mo­
mentos como, por ejemplo, en períodos de rápido desarrollo
económico en los que la pobreza tiende a disminuir, pero sos­
tiene que, a largo plazo, la acumulación de capital permite una
participación cada vez m ayor en los ingresos nacionales por
parte de los propietarios de los medios de producción. La situa­
ción material del obrero puede mejorar, pero a costa de cambiar
su posición social relativa.6 Así, pues, en términos de igualdad
de clase, los intereses del capital y los intereses del trabajo en el
desarrollo económico son diametralmente opuestos.

Las funciones de la desigualdad


Desde luego que la desigualdad social resulta extrem ada­
m ente útil ya que sirve de estím ulo a los asalariados para
esforzarse cada vez más, particularm ente en un país con­

5. Se podría argumentar que el incremento enlos salarios reales en los Estados


Unidos de América desde los años 1930 ha permitido a los trabajadores comprar
acciones y obtener una parte de sus ingresos de los beneficios, y así llegar a ser,
en efecto, parte de la clase dominante —«ahora todo el mundo es un capitalista».
Aunque mucha gente tiene unas pocas acciones, subsiste una marcada división
y grandes desigualdades entre las grandes familias de accionistas y el resto de la
población. Tres cuartos de los dividendos y de las ganancias capitalistas («ingresos
capitalistas») siguen yendo al 2% de la población. Dos tercios de los ingresos de
los que ganan más de 100.000 dólares al año llega en forma de ingresos capitalistas
y el 15% en forma de salarios y sueldos, pero solo el 3% de los ingresos de la gente
que gana menos de 20.000 dólares al año es un ingreso capitalista y el 90% lo es en
forma de salarios y sueldos. Un tercio de todas las inversiones en valores pertene­
cen a 200.000 familias, y los más ricos, 1,4 millones de familias, poseen el 65% de
los valores. De ahí que aún exista una profunda división entre la clase más alta, que
monopoliza la*propiedad de los medios.de producción, y el resto de la población.
6. Marx, op. cit., nota a pie de página 2, p. 40 [trad. castellana, pp. 69-70].

99
sum ista de alto nivel adquisitivo com o Estados U nidos de
América. Nuevas tendencias de consum o se introducen
constantem ente en los eslabones superiores de la jerarquía
social, de donde se difunden hacia la base por m edio de un
sistema muy eficaz de medios de com unicación orientados al
consum o, hasta que incluso la gente más pobre se contagia
de esa manía de tener el artículo más reciente. La inmensa
m ayoría de la gente ha quedado atrapada en una lucha sin fin
para ganar lo suficiente com o para consum ir de un m odo o
en una cuantía sim ilar al ritm o que marca el grupo de consu­
mo superior. Este tipo de desigualdad es altam ente funcional
ya que asegura la realización de incluso el trabajo más des­
agradable y apura hasta la últim a gota la fuerza de trabajo.^
Al final, esto es tam bién una fuente de debilidad sistemática,
pues la desigualdad solam ente es funcional m ientras los
«desiguales» creen que hay posibilidad de poder alcanzar
al menos un nivel de consumo parecido al de las clases más
altas. La desigualdad es el origen de una enorm e frustración
y alienación entre los grupos que ya no creen más en esta
posibilidad, y los problem as sociales que resultan de dichos
sentim ientos representan una de las contradicciones más
fundam entales del capitalismo avanzado.

U n a teo ría m a rx ista d e la p o b reza


Marx explicó tam bién cómo el funcionamiento normal del ca­
pitalismo produce necesariamente una subclase* más o menos
perm anente de desempleados y, por tanto, de pobres.

7. Herbert J. Gans (1972), «The Positive Functions of Poverty», American


Journal of Sociology, 78; pp. 278-279.
* «Underclass» en el original en inglés. [N. de la T.]

100
Los efectos de la mecanización
El ansia de beneficio, sostenía Marx, lleva al capitalista a redu­
cir constantem ente los costes de producción por medio de una
m ayor división del trabajo y la introducción y perfecciona­
m iento de la maquinaria. La mecanización aumenta el exceden­
te explotable por los propietarios de los medios de producción
al increm entar la productividad del trabajo, y aum entar así el
capital disponible para reinvertirlo en más m aquinaria, servi­
cios y materias primas. Los costes de producción representan
cada vez más los costes de la depreciación de la maquinaria
y cada vez menos los costes del trabajo asalariado a medida
que el capitalismo se desarrolla y que se utiliza la maquinaria
a ritm o creciente. Marx habla de un cambio en la composición
orgánica del capital inherente al crecim iento de la riqueza
social: el capital constante (dinero utilizado para adquirir y
depreciar maquinaria, edificios y materias primas) aumenta
en relación al capital variable (dinero para adquirir fuerza de
trabajo).8 Así pues, la demanda relativa de trabajo disminuye
a medida que aumenta el desarrollo económico capitalista. Se
necesitan tasas de crecimiento económico cada vez más rápidas
para absorber las nuevas entradas en el mercado de trabajo, o
incluso para m antener los puestos ya existentes. Cada vez más
aparece un excedente relativo de población.9 Se puede retrasar
el crecimiento de una fuerza de trabajo no deseada, innecesaria
y excedente a través de un desarrollo económico m uy rápi­
do. ■Esto es lo que sucedió con la expansión de la frontera de

8. Ernest Mandel (1970). Marxist Economy Theory. Nueva York: Monthly


Review Press; Vol. 1, p. 155 [trad. cast.: Tratado de economía marxista. México:
Era, 1969, vol.1, p. 143].
9. Karl Marx (1967), Capital. Nueva York: lnternational Publishers, Vol. 1,
pp. 628-640 [trad. cast.: El Capital. México: F.C.E., 1946, trad. deW. Roces, Vol. 1,
pp. 532-542]. El volumen 1de El Capital fue publicado por primera vez en alemán
en 1867 y en inglés en 1886.

101
Norteam érica en el siglo XIX y principios del XX, o durante el
período de suburbanización y compra masiva de bienes de con­
sumo que siguió tras la Segunda Guerra Mundial. Pero confiar
en la frenética compra de bienes de consumo para mantener
la marcha de la economía conlleva el riesgo de que la gente
se canse finalmente del consumo, o de que la presión sobre la
base de los recursos naturales disponibles llegue a ser demasia­
do grande y el crecimiento se colapse. H ay amplias muestras
recientes de esto último, y el economista marxista Paul Sweezy
afirma que este fenómeno ha venido produciéndose durante
algún tiempo; sin el enorm e gasto militar, la economía de los
Estados Unidos habría estado «tan profundam ente deprimida
como estuvo en la gran Depresión».10 La teoría marxista, pues,
pronostica que el crecim iento sin trabas del capitalismo genera
una masa de parados y desemboca finalmente en un alejamien­
to generalizado de los obreros de los medios mecanizados de
producción de riqueza, hecho que creará las condiciones nece­
sarias para la revolución social.

El ejército de reserva industrial


Marx afirmó que las economías capitalistas, para su funcio­
nam iento habitual, necesitan de un «ejército de reserva in­
dustrial», una reserva de gente pobre que pueda ser utilizada
y desechada a voluntad del capitalista. Bajo el capitalismo, el
desarrollo económico no avanza de m odo uniform e. Cuando
se abren nuevos mercados se producen m om entos de súbita
expansión; incluso viejas industrias en declive prosperan de
nuevo en época de auge económico. En una situación así, la
economía necesita un rápido trasvase de m ano de obra; tiene

1O. Paul Sweezy «On the Theory of Monopoly Capitalism», en Paul Sweezy
(ed.) (1972), Modern Capitalism and Other Essays. Nueva York: Monthly Review
Press, p. 27.

102
que haber una reserva de m ano de obra para convertirla en
fuerza de trabajo cuando se necesita, y despedirla rápida­
m ente tan p ronto como dism inuya la demanda o así lo exija
la mecanización. La utilización de la reserva de m ano de obra
en épocas de rápido desarrollo económ ico impide que la
plusvalía vaya a parar al trabajo en lugar de a la acumulación
del capital.
M arx divide a este ejército de reserva industrial en tres ti­
pos: latente, flotante e interm itente. En prim er lugar, la parte
latente del ejército de reserva industrial es el resultado de la
mecanización agrícola que produce un excedente de población
rural «constantem ente abocada a convertirse en proletariado
urbano o industrial, y al acecho de circunstancias propicias
para esta transform ación».11 E n el siglo XIX y principios del
XX, el campesinado europeo form ó una reserva de trabajo la­
tente para la industria americana, y los negros del sur y otros
grupos rurales m inoritarios han desempeñado el mismo papel
durante los últimos cincuenta años.12 En segundo lugar, la
reserva flotante está compuesta por trabajadores, a veces ne­
cesitados po r la industria m oderna y rechazados en otras; en
tiempos de Marx, eran sobre todo niños y gente mayor, pero
ahora se trata en gran parte inmigrantes recién llegados a la
ciudad y de antiguos emigrantes marginados que subsisten
gracias a los seguros sociales. En tercer lugar, la reserva de
trabajo intermitente es una parte del ejército de m ano de obra
activa que tiene un empleo sumamente irregular. Contratados
por salarios mínimos (debido a la competencia acuciante de las
masas de trabajadores latentes o flotantes), las condiciones de
vida de este grupo están po r debajo de la m edia del resto de la
clase obrera. En tiempos de Marx, la fuerza de trabajo inter­

11. Marx, op. cit., nota a pie de página 9, p. 643 [trad. cast.: p. 544].
12. Dan M. Lacy (1972), The White Uses of Blacks in America. Nueva York:
Athenium.

103
m itente se utilizaba principalmente en industrias domésticas
pequeñas e irregulares, aunque también era utilizada como
reserva potencial de mano de obra barata en las industrias
regulares. H oy en día se utiliza en la «economía periférica» o
en el «mercado de trabajo secundario», donde los trabajadores
tienen productividad baja, salarios por debajo del estándar y
empleos inestables.13 De nuevo, los grupos de minorías cultu­
rales y raciales constituyen una parte im portante de la reserva
de trabajo intermitente.!4
Así pues, la esencia del razonam iento marxista es que la
desigualdad no es un «mal temporal» ni la pobreza una «pa­
radoja sorprendente» de las sociedades del capitalismo avan­
zado; al contrario, la desigualdad y la pobreza son vitales para
el funcionamiento normal de las economías capitalistas. La
desigualdad es necesaria para producir una fuerza de trabajo
diversificada por su papel en la producción de un excedente
expropiable y por su función como incentivo para trabajar.
La mecanización, la autom atización y el ritm o desigual del
desarrollo económico producen inevitablemente desempleo,
subempleo y pobreza. La desigualdad está en la base de todo
nuestro sistema económico de vida.

M edio y desigualdad
La teoría marxista afirma que la desigualdad es un producto
inevitable del sistema capitalista. Es una metateoría que trata
de las grandes fuerzas que configuran millones de vidas, y que

13. David M. Gordon (1972), Theories of Poverty and Underemployment.


Lexington, Massachusetts: D. C. Heath; cap 4.
14. Harold M. Baron (1971), «The Demand of Black Labor: Historial Notes
on the Political Economy of Racism», Radical America, 5(2) (marzo-abril), pp.
1-46.

104
significa poco para la persona a menos que pueda ver cómo su
vida y las circunstancias particulares que le rodean encajan en
los modelos generales que predijo M arx.15 La teoría del medio,
o teoría geográfica, se ocupa de los mecanismos que perpetúan
la desigualdad desde el punto de vista del individuo. Se ocupa
del complejo de fuerzas, tanto estímulos como fricciones, que
directamente m oldean el curso de la vida de una persona. Se
trata de un análisis a microescala que complementa perfecta­
mente el análisis de Marx a macroescala.

El medio de los recursos sociales


La lucha individual por ganarse la vida se desarrolla en un
cierto medio físico, social y económico. Este medio puede ser
entendido como un conjunto de recursos —servicios, contac­
tos y oportunidades— con los que interacciona el individuo.
El resultado consiguiente de esta interacción es la producción
de bienes para la sociedad y de ingresos para el individuo.
Los componentes más importantes del medio físico son la
casa y el barrio, los cuales influyen en la productividad indi­
vidual a través de factores tales como la salud física y mental.
Las escuelas, las universidades, los institutos técnicos y otros
centros de formación profesional son las influencias socioinsti-
tucionales más importantes, aunque una amplia variedad de ins­
tituciones influyen en la preparación del individuo para el traba­
jo. Estos «factores ambientales» vienen a ser los que determinan
el «potencial de percepción de ingresos» de la persona, es decir
su productividad de ingresos teórica dada una oportunidad eco­
nómica ilimitada. Sin embargo, antes que se pueda llegar a esta
productividad, el individuo debe poseer alguna conexión con las
actividades económicas. Las conexiones más significativas pro­

15. Richard Flacks (1974), «Making History vs. Making Life: Dilemas of an
American Left», Working Papersfor a New Society, 2(2) (verano), pp. 56-71.

105
ceden de la gente conocida, es decir de los amigos y parientes de
la propia red social».16 La red social proporciona información
sobre las oportunidades económicas y es una puerta a ellas. Las
instituciones del entorno y las redes de información forman en
conjunto los «recursos sociales» de los que dispone el indivi­
duo. La interacción con las actividades económicas produce,
por tanto, los ingresos y la cantidad de estos ingresos influye a
su vez en el acceso a los recursos sociales.
U n aspecto central de la idea de una geografía de la des­
igualdad es entender que un individuo, al prepararse para el
mercado de trabajo, solo puede aprovechar los recursos so­
ciales de un área limitada de espacio.17 Esta idea queda mejor
explicada por el modelo tiempo-espacio de H agerstrand que
describe el «entorno de la vida cotidiana» alrededor del lugar
de residencia de una persona cuyos límites quedan fijados por
las fricciones físicas de la distancia y las fricciones socio-espa­
ciales de clase y raza. 18 Cada grupo de edad, clase social, grupo
social y sexo tiene un «prisma» diario de diferente tamaño en
el que se mueven. Para la clase inferior y más discriminada, el
prisma se convierte en una prisión desde el punto de vista del
espacio y los recursos.

16. Por ejemplo, los amigos y los parientes son sin dúdala fuente más frecuen­
te de información sobre trabajos que se solicitan y trabajos conseguidos por des­
empleados; H. Sheppard y A.H. Belitsky (1966), TheJob Hunt. Baltimore: Johns
Hopkins Press). Sobre la importancia de los amigos y parientes para la información
del mercado de trabajo de jóvenes con pocos ingresos, ver Paul Bullock (1973),
Aspiratwn vs. Opportunity: «Careers» in the Inner City. Ann Arbor, Michigan:
Institute of Labor and Industrial Relations; capítulo 5.
17. Richard Peet (1972), «Sorne Issues on the Social Geography of American
Poverty», en Richard Peet (ed.), Geographical Perspectives on American Poverty.
Antipode Monographs in Social Geography, 1, Worcester, Massachusetts:
Antipode; pp. 8-10.
18. Torsten Hagerstrand (1970), «What About People in Regional
Science?», Papers. Regional Science Association, 24; pp. 7-21; y Allan Pred (1973),
«Urbanization, Domestic Planning Problems and Swedish Geographic Research»,
Progressin Geography, 5; pp. 36-50.

106
El modelo simple de Hagerstrand solo incluye algunos de los
factores que limitan el alcance del entorno cotidiano de una
persona. Sin embargo, no se trata de adornar el modelo de
tiempo-espacio relacionándolo con otros modelos de interac­
ción sino de aplicar este concepto a la explicación de la trans­
misión de la desigualdad. Está claro que un individuo debe
obtener servicios, informaciones y relaciones del complejo de
recursos sociales que forma el conjunto de gente y de institu­
ciones del entorno cotidiano a su alcance. N o obstante, y en
prim er lugar, la extensión del medio aprovechable varía con la
movilidad y esta, a su vez, varía con los ingresos iniciales. En
segundo lugar, la densidad de los recursos sociales varía según
los entornos. En tercer lugar, y es lo más importante, la calidad
de los recursos también es distinta: algunos sistemas escolares
son mejores que otros, determinadas redes sociales proporcio­
nan más información y de m ayor calidad que otras, etcétera.19
Podemos pensar, p o r tanto, que una persona ya viene marcada
—por un determinado medio, de ciertas dimensiones, densi­
dad y calidad— cuando entra en interacción con una superficie
de oportunidades económicas que a su vez varía en tamaño,
densidad y calidad. El medio social interacciona a través del
individuo con el nivel de oportunidad económica para p rodu­
cir ingresos. Las deficiencias de calidad de cualquier superficie
originan ingresos bajos. A su vez, unos ingresos bajos influyen

19. Los servicios sociales más importantes en los Estados Unidos los pro­
porcionan los gobiernos locales ayudados por los impuestos sobre la propiedad.
Como la riqueza imponible varía principalmente con los ingresos, las áreas más
ricas pueden por lo tanto mantener una calidad más alta en los servicios. Se supone
que el gobierno estatal y el federal son los que nivelan tales «variaciones», pero
la evidencia existente de la financiación de las escuelas sugiere lo contrario, que
refuerzan los diferenciales de gastos basados en la renta local; Joel S. Burke (1971),
•The Current Crisis in School Finance; lnadequacy and lnequity», Phi Delta
Kappan, 53 (septiembre); pp. 2-7. J.W. Guthrie et al. (1971), Schools and lnequity.
Cambridge: M.I.T. Press; p. 128, demuestra que las escuelas de los distritos más
ricos reciben más dinero federal por alumno que las de los distritos más pobres.

107
en el acceso a un medio de recursos sociales, su calidad y el
nivel de oportunidades económicas. Así, lo que no es sino un
proceso de círculo vicioso viene a fijar de hecho los parám e­
tros de ingresos para la inmensa m ayoría de gente.

La influencia de la clase social


Así pues, los recursos del medio de una persona y su consi­
guiente acceso a un nivel de oportunidades económicas depen­
den m ucho de los ingresos iniciales o de la clase social de sus
padres. En otras palabras, la posición de clase se hereda de los
padres a través de la calidad del medio social y económ ico-ins­
titucional en el que se vive durante los prim eros años de vida.
Los padres luchan por mejorar el medio de sus hijos, confian­
do así en proporcionarles los instrum entos para que ascien­
dan socialmente. Este esfuerzo por aum entar la categoría del
medio familiar puede tener lugar in situ, haciendo mejoras en
el barrio (invirtiendo en servicios locales), o bien emigrando
a otro vecindario que proporcione un entorno diario con las
características deseadas. Ambas situaciones requieren que los
padres sacrifiquen un consumo inmediato para invertir en el
futuro de la familia. La familia, pues, tiene un enorm e interés
en el medio local, ya que representa tanto los sacrificios del pa­
sado como la esperanza para el futuro de la familia. El ámbito
de vida (conjunto de medios cotidianos) que utiliza un cierto
grupo de familias de la clase obrera, por ejemplo, representa
una fuente escasa de movilidad social y su disfrute está fuerte­
mente protegido contra otros grupos que podrían debilitar o
«contaminar» los recursos básicos contenidos en el dom inio.20
Esta reacción frente a los «forasteros», que en los Estados

20. La lucha por la integración escolar en los Estados Unidos es paradigmática


de la resistencia de la clase obrera blanca a que las clases negras bajas utilicen los
escasos recursos sociales del barrio.

108
Unidos tom a la forma clara de discriminación racial y étnica,
se puede rem ontar a la práctica de la reproducción de la fuerza
de trabajo por el régimen de trabajo asalariado y se intensifica
por una falta general de movilidad social. A quí es dónde la
teoría del medio debe enlazarse con el análisis marxista que ex­
plica el contexto en el que el hom bre interacciona con el medio
socioeconómico en los países capitalistas.

Síntesis de teorías
El funcionamiento normal del sistema económico capitalista
produce un conjunto de clases sociales que tienen distintas
funciones y que son desiguales con respecto a sus ingresos,
poder y status. Se perm ite que cada clase, incuso cada capa
dentro de una misma clase, se reproduzca a sí misma valién­
dose de una parte de los ingresos de la generación actual para
criar, educar y preparar a la generación de futuros participan­
tes en el sistema de producción. La generación adulta invierte
en el medio de recursos sociales que es, a su vez, utilizado por
la generación que sube. Y como la suma de dinero asignada a
cada clase varía, así tam bién lo hace la suma que se puede ser
invertir en recursos sociales dando lugar a medios desiguales
que perpetúan el sistema clasista.

La jerarquía de medios
La jerarquía de diferentes medios de recursos que com ponen
la geografía social de la ciudad m oderna constituye, pues,
una respuesta a la demanda jerárquica de trabajo de la eco­
nomía urbana. Del mismo m odo que el sistema capitalista de
producción origina una estructura de clase social jerárquica,
así tam bién proporciona medios diferenciados de recursos
sociales en los que cada clase se reproduce a sí misma. El
cambio en la jerarquía de medios, y por tanto en la estruc­

109
tura socioespacial de la ciudad, tiene lugar bajo la influencia
del cambio en la demanda de trabajo que se produce en el
desarrollo económico. En épocas de crecim iento económico,
la dem anda aum enta para ciertos tipos de trabajo, creando
una escasez tem poral, unos salarios elevados y, p o r tanto,
incentivando una m ayor oferta de esta clase de obreros. El
desarrollo tam bién proporciona los fondos necesarios para
reorientar aquellos sistemas de oferta de mano de obra y
producir obreros con la cualificación necesaria con el dinero
canalizado a través de salarios superiores. Al confiar bási­
camente en el régimen de trabajo asalariado para producir
nuevas ofertas de trabajo, el capitalismo necesariamente
m antiene las desigualdades sociales.
A pesar de su estructura inherentem ente desigualitaria,
este proceso no produce ineludiblemente grandes tensiones
sociales siempre que todos los medios vayan m ejorando y
siempre que exista alguna posibilidad de pasar de una capa a
otra y de un medio a otro. Los problemas solo aparecen cuan­
do una depresión económica invierte el proceso (produciendo
salarios bajos, recortes de servicios y así sucesivamente), o
cuando el aplastante descubrimiento de la falta de movilidad
destruye el mito de que «todo el m undo tienen oportunidad si
trabaja lo bastante». C uando grupos enteros se dan cuenta de
que no tienen ninguna oportunidad de mejorar su suerte, de
que un barrio bajo en el centro de la ciudad o un deteriorado
barrio proletario va a ser su hogar o el de sus hijos para toda la
vida, existe el potencial para una amplia protesta. U na protesta
semejante ocurrió en los años sesenta en las áreas negros de las
ciudades americanas. ¿Por qué?

Los orígenes de las protestas negras


Marx indicó que a medida que el desarrollo económico avan­
za bajo el capitalismo, la composición orgánica del capital

110
tiende a cambiar, perdiendo importancia el capital variable y
adquiriéndola el capital constante. En términos de clase, esta
creciente importancia del capital constante crea nuevas opor­
tunidades de empleo en el sector servicios (en la organización,
administración, supervisión y ventas), pero produce un des­
censo en la dem anda relativa del trabajo industrial y especial­
mente de obreros de la producción.21 Desde la Segunda Guerra
M undial los recursos del medio han mejorado sumamente en
barrios de trabajadores del sector servicios e incluso en algu­
nos del secundario para poder satisfacer la demanda requerida
de trabajo más educado y más «culturalizado». Las áreas ru­
rales más pobres y los barrios bajos del centro de las ciudades
han sido descuidados debido a la falta de demanda de este tipo
de mano de obra. Por tanto, los salarios están por debajo del
nivel de subsistencia actual y no dejan ningún excedente para
invertir en la mejora del medio local. Desde luego, el sector de
servicios y las industrias marginales continúan necesitando de
mano de obra no cualificada, pero la mecanización ha elimi­
nado los incentivos para elevar la cualificación de esta mano
de obra para prepararla para entrar en la economía industrial
normal. La reproducción de la mano de obra no cualificada
solo necesita de un medio que pueda m antener meramente
la vida inculcando la mínima cualificación e inyectando una
fuerte dosis de ética del trabajo. Así, las zonas de clases más
bajas se ven privadas del dinero necesario para poder llegar a
los altos niveles de salud, educación y cualificación que tienen
las zonas de la clase media. Son reservas internas para el ejér­
cito de reserva de los empleados precariamente: son áreas que

21. Entre 1950 y 1973 el número de empleos del sector servicios en los Estados
Unidos aumentó de 22,4 a 39,9 millones, mientra que el número de empleos indus­
triales solo aumentó de 23,3 a 29,4 millones, y el número de obreros fabriles varió
de 12,1 a 14,2 millones.

111
periódicamente estallan con violencia y que pueden constituir
la base geográfica de una revolución.

P lanificación de u n a sociedad ig u alita ria


La consecución de la igualdad social significa mucho más que
la política liberal de redistribuir la riqueza por medio del sis­
tema de impuestos. La verdadera igualdad social solo puede
alcanzarse cambiando las fuerzas que generan la desigualdad;
como estas son fundamentales para el funcionamiento del
sistema de producción capitalista, la igualdad social implica
necesariamente grandes cambios en este sistema y, de modo
especial, el control social sobre los medios de producción
de riqueza. N o obstante, la revolución igualitaria supondrá
incluso m ucho más que esto. Cuando los ingresos vengan a
reflejar las necesidades de las familias más que las necesidades
de un sistema de producción de propiedad privada, se tendrán
que idear nuevos métodos para la reproducción social de una
fuerza de trabajo con diferente cualificación.
La socialización del control sobre la reproducción del tra­
bajo y, por consiguiente, del medio es, pues, un corolario de la
equiparación de los ingresos.
Los geógrafos pueden acelerar la consecución de la igual­
dad creando modelos alternativos y convincentes para plani­
ficar y controlar el medio. El modelo alternativo más obvio es
incrementar el control central y estatal sobre la inversión en
el medio de recursos sociales para asegurar que la igualdad se
logre. El problem a de ese modelo, sin embargo, es la burocra-
tización y la consiguiente falta de sentido de control sobre el
propio medio. U n modelo alternativo y atractivo, elaborado
en su form a más sofisticada por los anarquistas, implica la
propiedad por parte descentralizada de los medios de produc­
ción y un sistema entrelazado de control com unitario sobre el

112
medio.22 U n debate entre todos los que proponen estos m ode­
los espaciales alternativos ayudaría a crear ideas convincentes
a propósito del control popular sobre el medio, el trabajo y
la vida. Las personas se desenvuelven en respuesta al medio
y aquellos que somos de izquierdas creemos que los actua­
les medios impiden un desarrollo hum ano pleno. Podemos
ayudar de la mejor m anera a hacer realidad nuestra visión del
«hom bre total» ideando modelos de medios que sean iguali­
tarios y liberadores; igualitarios en tanto que proporcionen
la base para una igualdad inherente, y liberadores, al perm itir
también el desarrollo pleno de cada individuo como persona
única. N os enfrentamos pues, con una tarea casi abrumadora;
no obstante, la geografía de la igualdad futura exige nuestra
dedicación.

22. Las primeras versiones completas de este modelo fueron desarrolladas por
P.J. Proudhon y el geógrafo-anarquista Peter Kropotkin. Para una introducción
al anarquismo ver Daniel Guérin (1970), Anarchism: From Theory to Practice.
Nueva York: Monthly Review Press [trad. cast.: El anarquismo. Buenos Aires:
Proyección, 1970]. Sobre el tema hay dos versiones recientes en Murray Bookchin
(ed.) (1971), Post-Scarcity Anarchism. Londres: Wildwood House; y Colin Ward
(1974), Anarchy in Action. Nueva York: Harper and Row. Como prueba empírica
de que una economía anarquista descentralizada puede funcionar realmente véase
Sam Dolgoff (1974), The Anarchist Collectives: Workers Self-Management in the
Spanish Revolution 1936-1939. Nueva York: Free Life Editions.

113
LOS OIÚGENES SOCIALES DEL DETERMINISMO
AMBIENTAL"'
Richard. Peet

Es difícil estudiar la sociedad de m odo científico. El conoci­


m iento se convierte en ciencia cuando com prende con preci­
sión la estructura y la dinámica de una parte o un aspecto de la
realidad. Este nivel de precisión fue alcanzado primeramente
por la ciencia natural; así, la teoría de Darw in recogía la diná­
mica esencial de la evolución orgánica. La ciencia social, sin
embargo, estudia un objeto particularm ente difícil, porque el
organismo hum ano es un sujeto — un ser con conciencia, del
que nunca se puede contar con que responda de m odo idéntico
a las mismas situaciones objetivas. Esta subjetividad se extien­
de a las teorías intelectuales sobre el ser humano. Incluso aque­
llos intelectuales que activamente buscan la verdad más que la
notoriedad no pueden separar su entendimiento científico del
resto de su conciencia. El descubrimiento de la teoría es una
parte de la conceptualización de la vida; la ciencia es parte de
la cultura.
Por «vida» queremos decir sociedad, y por sociedad una
entidad regida por clases. La fuerza social principal, la clase que
posee los medios de reproducción económica de la sociedad, tie­
ne que ejercer el control también sobre los medios de reproducir
sus ideas hegemónicas. Tiene medios directos a su disposición,
tales como la financiación de la investigación y la propiedad d e '
los medios de comunicación, así como medios indirectos como
la capacidad de dirigir el foco de atención social. La clase diri-

* © Annals of the Association of American Geographers, traducido por Nuria


Benach del original en inglés «The Social Origins of Environmental Determinism»,
Annals ofthe Association of American Geographers; 75(3), 1985; pp. 309-333.

114
gente tiene la responsabilidad final de asegurar la reproducción
social misma, y es en el interés material inmediato de incluso
la crítica más feroz del orden social existente que la economía
funciona efectivamente. De modo que hay un interés general,
casi un consenso, en la construcción de una ideología general,
una comprensión estructurada del mundo, en apoyo del modo
actual de conducir la vida social. Ello se extiende a fondo en el
m undo científico donde se generan ideas que simultáneamente
explican y legitiman el curso de los hechos sociales. La filosofía
social se realiza como teoría de la legitimación.
Por legitimación no quiero decir ante todo la producción
deliberada de propaganda por parte de una intelligentsia m er­
cenaria. Los intelectuales necesitan más que pensam iento para
vivir. Com o todo el m undo, deben intercambiar su producción
— ideas— dentro de la división de trabajo y las relaciones de
producción existentes. Su integración económica sostiene un
acuerdo fundamental con el orden social existente. Inmersos
en su economía y su cultura, los intelectuales propagan los
objetivos de la sociedad que los rodea como los suyos propios
incluso si están buscando una «verdad neutral». La teoría p ro ­
tege la base material de su existencia.
Las consecuencias de ello para la ciencia son considera­
bles. La sociedad estructura la dirección que la teoría toma
planteando grandes temas de un m odo determinado. Si la
teoría empieza a adoptar una posición demasiado crítica con
la sociedad, se tom an medidas contra los teóricos culpables.
La necesidad de ser funcional social y políticamente lleva la
investigación en direcciones productivas de ideología pero no
necesariamente productivas de principios científicos. El en­
tendimiento científico puede ser obstaculizado si supone una
amenaza al orden social existente.
Este artículo presenta un estudio de caso de la conversión
de la ciencia en una ideología de legitimación. El determinismo

115
ambiental fue la entrada de la geografía a la ciencia moderna.
El determinismo intentó explicar los sucesos imperialistas del
capitalismo de finales de siglo XIX y principios del XX de un
m odo científico. Sin embargo, para tener una posición pro­
m inente en la reproducción masiva de las ideas, la geografía
tuvo también que legitimar la competencia intersocietal y la
conquista de unas sociedades por otras. La disciplina tom ó
prestado de la biología evolucionista, la principal ciencia del
momento, la form ulación de sus principios básicos recurrien­
do al uso de la analogía orgánica. Esta analogía se dem ostró
incapaz de captar las características esenciales y diferenciado-
ras que son específicas de la sociedad humana. Por tanto llevó
la geografía en una dirección científicamente improductiva.
N o obstante, continuó siendo utilizada gracias a su función
legitimadora, es decir, perm itiendo que el imperialismo fuera
legitimado como una fase necesaria en la evolución hacia un
nivel superior de existencia.
«La supervivencia de los mejor adaptados fue utilizada en
el pasado m ayorm ente en apoyo a la competencia en casa; hoy
se utiliza en apoyo de la expansión afuera» (Hofstadter, 1955:
203). Las lagunas de esta «ciencia» fueron cubiertas p o r la re­
tención de ideas religiosas y místicas (precientíficas), especial­
mente en las áreas de la conciencia hum ana y las intenciones
humanas. El fracaso científico sucedió en el m om ento de su
emergencia moderna. Ello ha tenido drásticas consecuencias
para a trayectoria subsecuente de la disciplina de la geografía.
Este artículo examina solo ciertos elementos e individuos
de este proceso histórico general. La «sociedad» se simplifi­
có en dos tipos de contexto para el desarrollo de la geografía
moderna: los procesos sociopolíticos concretos que dem an­
daban racionalización científica y las ideas científicas más
generales que respondían tanto a este proceso social como
inmediatamente impactaban en la geografía. En términos de

116
esta preferencia por el historiador intelectual — el gran indivi­
duo— el artículo se centra en Lamarck y Darwin, creadores de
la biología evolucionista, en Spencer como filósofo general del
darwinismo social, y en Ratzel y Semple, como proponentes
claros de las ideas spencerianas en geografía. Sostendré que el
determinismo ambiental fue la contribución de la geografía a la
ideología del darwinismo social, proporcionando una explica­
ción naturalizada de qué sociedades fueron las más fuertes en
la lucha imperial por el dom inio del mundo.

El c o n te x to socio-político
La urgente necesidad de explicaciones de la sociedad surge de
sus actividades más fundamentales. La producción material y
la reproducción social deben ser entendidas por aquellos cuya
existencia continuada depende de estos procesos. La transfor­
mación de la naturaleza durante la producción y la superación
de la distancia natural durante la actividad espacial son las rela­
ciones ambientales que estudia la geografía. También son obje­
to reconocido de la producción de la teoría de la legitimación.
U na disciplina académica alcanza fama si responde de ma­
nera efectiva a las necesidades sociales, y fortuna si responde a
las expresiones de las necesidades de los que detentan el poder
y la influencia. En el capitalismo de finales de siglo XIX, ello
quería decir la necesidad de expansión geográfica de la socie­
dad capitalista expresada por la clase dominante, la burguesía
industrial y aquellos otros componentes de clase del poder del
Estado que apoyaban una economía fuerte y una nación pode­
rosa — intereses fundiarios y vestigios aristocráticos feudales
por una parte y una clase media satisfecha por la otra. La con­
secución de la m odernidad en geografía significó responder
a la expresión de la necesidad social de explicación en la era
imperial por parte de esos grupos de clase.

117
En las tres últimas décadas del siglo XIX, el capitalismo entró
en un período de crisis marcado por las recesiones económicas
de 1873-1878, 1884 y 1893-1896. Se produjo un cambio en la
forma de la sociedad, desde la competencia en la juventud del
capitalismo al m onopolio en sus años de m adurez (Sweezy,
1968; Baran y Sweezy, 1966). Este significativo cambio en las
formas sociales conllevó cambios radicales en la expresión espa­
cial de la sociedad. La estructura espacial del capitalismo cambió
hacia una mayor aglomeración en el centro y a una periferia más
amplia y más estrechamente controlada (Harvey, 1975; 1982). El
imperialismo y el colonialismo fueron las relaciones exteriores
necesarias para un capitalismo monopolista (Lenin, 1975).
D urante el largo siglo XIX, los europeos aum entaron el
control del espacio del m undo de un 35% en 1800 a un 85%
en 1914 (Fieldhouse, 1973: 3). El período de 1870 en adelante
vio una lucha particularm ente dura por la conquista de los
espacios exteriores finalizando en un control euro-americano
sobre casi todas las sociedades no europeas. Ello conllevó la
eliminación de grupos humanos enteros precapitalistas (los
aborígenes de Tasmania), la destrucción de las civilizaciones
antiguas (China) y el dom inio de los destinos de continentes
colonizados enteros (África). Estos dramáticos sucesos pedían
una explicación. Era necesario justificar lo que a m enudo no
eran sino acciones humanas inexcusables.
La intensificación de la experiencia europea del m undo no
europeo se desarrolló en un contexto de un aplastante sentido
del poder:

Allá donde los sentimientos de superioridad habían des­


cansado una vez en poco más que arrogancia religiosa y
xenofobia corriente, ahora podían ser apuntalados por
una superioridad demostrable en poder y conocimiento.
El resultado para el pensamiento occidental fue una ola de

118
arrogancia cultural incuestionada que creció sin cesar hasta
bien entrado el siglo XX (Curtin, 1972: xv).

La estrecha identidad entre el centro del poder y los orí­


genes regionales de ciertos grupos étnicos sesgaron la expli­
cación hacia el nacionalismo, el racismo y el ambientalismo.
Simultáneamente, la necesidad de proteger la forma dominante
de la sociedad llevó a la mistificación del proceso socio-econó­
mico; la economía social fue minusvalorada en la teoría en com­
paración con el análisis biológico del impulso hum ano natural.
La necesidad de escapar de la culpa por la destrucción de las
vidas de otros pueblos, una culpa que ha pervivido incluso en
una visión racista del mundo, significó que los motivos de las
acciones debían radicar en fuerzas que estaban más allá del con­
trol humano: en «Dios», en la «Naturaleza», o en una mezcla de
ambos. Lo que empezó como una explicación científica de las
bases y las causas de la competencia y la conquista entre socie­
dades term inó como su justificación naturalista. La función de
legitimación convirtió a la ciencia en ideología mística.

El co n te x to in telectu al
La geografía m oderna emergió como parte de una nueva inter­
pretación «científica» del m undo en contraste con las anterio­
res formas religiosas de entendimiento. Esta transformación
ha sido ya teorizada (Gillespie, 1979) en términos de cambio
de paradigma de Kuhn (1970) y de cambio de episteme de
Foucault (1970). Yo propondría de modo más simple que un
nuevo m odo de producción que implica una nueva estructura
de experiencia social necesitaba ser articulada por un nuevo
modo de interpretación: el capitalismo era explica por la cien­
cia positivista. N o quiero decir que el m odo de producción y
el m odo de conocimiento teórico encajen exactamente en la

119
esencia de su contenido y en el tiempo de cambio. Aunque al­
gunas ideas (técnicas) dirijan la producción, las formas sociales
más generales de conocimiento teórico tienden a rezagarse: el
grueso de la gente interpreta en términos de ayer. Ciertamente,
es este movimiento diferencial de la física, la biología, la eco­
nomía, la sociología y la geografía en el siglo XIX lo que cons­
tituye el tema de este artículo.
N o obstante, hubo un período específico en el que la
mistificación feudal del m undo dejó paso finalmente a su me­
dición positivista. El positivismo se había desarrollado como
la «lógica en uso» desde los inicios del capitalismo en el siglo
XVII. Su ascenso a hegemonía metodológica, sin embargo, solo
se alcanzó con Darwin, cuando el evolucionismo positivista
se m ostró más productivo que el creacionismo sobre las vi­
siones más fundamentales de los orígenes y evolución del ser
hum ano (Gillespie, 1979). La explicación de W ittfogel (1929)
sobre el paso a una interpretación material, positivista, es ilus­
trativa. Argum enta que los prim eros m odelos mecanicistas de
la revolución industrial negaban el libre albedrío al mismo
tiem po que el materialismo eliminaba a Dios como la fuerza
m otriz de la historia. Solo «la naturaleza» se mantuvo como
un determinante general de los sucesos. Lo que Wittfogel
llama «materialismo geográfico» devino así una base filosó­
fica im portante para la nueva ciencia burguesa. M ontesquieu,
Herder, Hegel, e incluso Ritter confiaban al menos en parte en
las diferencias ambientales para explicar el desarrollo históri­
co regional. Sin embargo, continúa W ittfogel, los elementos
idealistas (religiosos) perm anecieron en el materialismo geo­
gráfico, especialmente en las teorías form uladas en Alemania,
donde los fuertes elementos feudales (clase, Estado, ideología)
persistieron largamente durante el siglo XIX. Las limitaciones
metodológicas también preservaron misticismos naturales de
tipos diversos en el nuevo análisis. Las fuerzas1puram ente ma­

120
teriales de la naturaleza asumieron la forma ideológica de una
naturaleza activa, causal.
Q uisiera poner el acento en que la desviación desde la
ciencia a la religión y al misticismo natural ocurrió en un con­
texto de una función de legitimación de la explicación en una
sociedad clasista. La burguesía tenía que descubrir el m undo y
simultáneamente ocultar su explotación. La ciencia adoptó su
apariencia mística cuando la Conciencia o el Propósito entra­
ron en el escenario de la historia. Com o ello sucedió a menudo
durante la fase imperial, la tendencia a la desviación mística fue
particularm ente clara en el desarrollo científico de la época.
En los próximos apartados seguiré el curso de este movimien­
to desde la biología evolucionista, la disciplina puntera de la
nueva ciencia positivista (y por ello la principal fuente tanto
de explicación como de legitimación), a través del darwinismo
social, la principal ideología socio-explicativa del capitalismo
victoriano, a la geografía tal como emergió con atuendo m o­
derno en form a de determinismo ambiental.

L a biología ev o lu cio n ista


Las dos teorías de la evolución que llevaron a cabo la trans­
form ación final del creacionismo al positivismo evolucionista
m arcaron también fases diferentes en el desarrollo (parcial)
de una interpretación materialista. En la teoría de Lamarck
(1914), los hábitos ambientalmente inducidos causaban cam­
bios en la forma y organización del organismo — la jirafa que
estira intencionadamente su cuello para alcanzar las hojas de
las copas de los árboles en las regiones semiáridas. La repro­
ducción entre individuos que compartían las mismas caracte­
rísticas adquiridas preservó y acumulo así estos rasgos fisioló­
gicos. A esos procesos puram ente materiales de cambio de los
organismos, Lamarck añadió la tendencia inherente de la vida

121
orgánica a hacerse crecientemente compleja; el ser hum ano era
la realización más alta del «poder de la vida» (Barthelemy-
Madaule, 1982). Los dos aspectos teóricos se cruzaron en la
estructura explicativa de la evolución de Lamarck:

La naturaleza, al producir sucesivamente todas las especies


de animales, empezando por el más imperfecto o el más sim­
ple para terminar su trabajo con el más perfecto, ha conver­
tido su organización en gradualmente más compleja; y con
esos animales generalmente esparcidos por todas las regio­
nes habitables del globo, cada especie recibió, de la influen­
cia de las circunstancias en las que se hallaba, los hábitos que
ahora les atribuimos y las modificaciones de sus partes que
la observación nos muestra. (Burkehardt, 1977: 150)

Lamarck desarrolló una concepción realmente materialis­


ta, po r burda y poco desarrollada que fuera, del «poder de la
vida». Creía que era un error atribuirlo al propósito o inten­
ción de la naturaleza. A unque también creía que la naturaleza
estaba ejecutando el «deseo de su sublime autor» (Burkehardt,
1977: 185). Su teoría retenía, de manera confusa, la idea esen­
cialmente religiosa de un desarrollo ordenado, el sentido de un
propósito teleológico típico de la era feudal.1
Darwin también mantuvo conceptos religiosos en sus ideas
sobre una ley diseñada, la adaptación perfecta, e incluso en la
división entre causas primarias y secundarias (por ejemplo, al

1. La idea de características adquiridas («aprendidas») pareció especialmente


aplicable al proceso de la evolucion cultural humana como la analogía biológica
más próxima, lo que se aprendía en una generación era transmitido a la siguiente a
través de la enseñanza y la escritura (Gould, 1983: 70-71). La idea de adquisición
directa del carácter a partir del medio tuvo también un fuerte atractivo para los
geógrafos. Y finalmente los conceptos de designio y propósito que conllevaba
el Lamarckismo lo hicieron una fuente muy pertinente de legitimación social
(Livingstone, 1984).

122
asumir que existían causas primarias que no se pueden cono­
cer).2 Pero en D arw in el sentido de una desarrollo preordenado
era mucho menos claro. Para él, la cuestión científica principal
a tratar no residía en los orígenes sino en los procesos, no de
dónde procedía la variación orgánica sino en cómo se producía.
Su teoría evolucionista se centraba en los mecanismos naturales
a través de los cuales las variaciones aleatorias se mostraban be­
neficiosas en una lucha malthusiana por la existencia:

A causa de esta lucha, las variaciones, por pequeñas que sean


y cualesquiera que sea su causa, si son provechosas en algún
grado para los individuos de una especie en sus relaciones
infinitamente complejas con otros seres orgánicos y para
sus condiciones físicas de vida, tenderán a la preservación
de dichos individuos, y generalmente serán heredadas por
sus descendientes. Estos a su vez, tendrán así mejores opor­
tunidades de supervivencia, ya que periódicamente nacen
muchos individuos de una especie pero solo un pequeño
número logra sobrevivir. H e llamado a este principio, según
el cual toda variación pequeña, si es útil, es preservada, con
el térm ino de Selección N atural. (Darwin, s.f.: 52}

Esta lucha puede tener diversos resultados, incluyendo


la extinción de la especie. De Darwin procede, por tanto, un
sentido de terror existencial; la existencia dependía del éxito
competitivo y de la ventaja natural.3

2. Incluso el abandono parcial de la religión ocasionaba grandes dificultades y


mucha ansiedad. Sobre la lucha personal de Darwin para abandonar la idea religio­
sa de la armonía de la naturaleza entre la lectura de Malthus en 1838 y el cambio de
su pensamiento a mediados de los años 1850, ver Ospovat (1981).
3. Esta lección no se perdió en los Darwinistas Sociales. T.H. Huxley (en
Kropotkin, s.f.: 332) describe así la vida entre los primitivos humanos como «una
continua lucha libre... la guerra hobbesiana de uno contra todos era el estado nor­
mal de la existencia.» Incluso el logro de la civilización apenas modificó «el profun­
do impulso orgánico que impele el hombre natural a seguir su curso inmoral.»

123
¿Cómo pudo Darwin llegar a una teoría que posteriorm en­
te la genética demostró más científicamente que era correcta?
¿Recurrimos al mito del pensador genial? ¿O debemos argu­
mentar aunque sea de modo poco concluyente que la teoría de
Lamarck se gestó en Francia durante el calvario de su revolución
burguesa mientras que la de Darwin representaba las realizacio­
nes científicas e industriales de una sociedad burguesa madura
en la Inglaterra de mediados del siglo XIX? Darwin pudo basarse
en una tradición biológica y geológica más larga, más desarrolla­
da y más demostrada empíricamente que Lamarck. Q uizá aún
más importante, Darwin (s.f.: 13) se basó en la economía clásica
que se había desarrollado para entender la revolución capitalista
de la producción; describió la lucha por la existencia, la fuerza
m otriz de la selección natural como «la doctrina de Malthus
aplicada a todo el reino animal y vegetal». La teoría de Darwin
resonaba con temas que habían sido convertidos en lugares
comunes por el ascenso a la hegemonía del modo capitalista de
producción con «sus guerras internacionales, sus luchas políti­
cas intestinas y la guerra de clase, su desinhibida competencia
económica y su rápido camino hacia el cambio científico y tec­
nológico». (Harris, 1968: 105).
El capitalismo en su fase competitiva más agresiva propor­
cionó el modelo social para un nuevo m odo de interpretación
natural. A cambio, la ciencia natural proporcionó la legitima­
ción para m antener la vida social de form a encarnizadamente
competitiva.
Incluso antes de que la teoría de Darw in apareciera publi­
cada, H erbert Spencer estaba utilizando principios biológicos
como base para una nueva interpretación sociológica. Pero
como señala H ofstadter (1995: 4), después de 1859:

El darwinismo estableció un nuevo enfoque sobre la natu­


raleza y proporcionó un nuevo impulso a la concepción de

124
desarrollo; impulsó a los hombres a intentar explotar sus
hallazgos y métodos para la comprensión de la sociedad a
través de las ideas del desarrollo evolucionista y las analo­
gías orgánicas.

La teoría de Darw in era atractiva porque era empírica


y racional, igual que la manera de llevar a cabo actividades
comerciales de la burguesía victoriana. También era atractiva,
quisiera argumentar, porque parecía justificar la competencia y
las luchas interclasistas e intercapitalistas como parte necesaria
de la lucha entre las especies por la supervivencia. Tal como
concluye M ontagu (1952: 32), Darw in «proporcionó, sin ser
consciente de ello, una racionalización suprema a su época
— una racionalización, sin embargo, que tenía una base cientí­
fica desarrollada.»

H e rb e rt Spencer y el darw in ism o social


El filósofo fundamental de la reaplicación4 de la biología a la
ciencia social fue H erbert Spencer, padre de la biología m o­
derna y padrino de la geografía m oderna (Herbst, 1961).5 Su
mecanismo metodológico central, la analogía entre la natura­
leza y los procesos sociales, le perm itió aplicar los principios

4. Re-aplicación porque Darwin utilizó el principio de crecimiento de la


población humana de Malthus como la dinámica tras la lucha por la existencia y
la selección natural. Nótese además que Malthus fue un importante ideólogo del
desarrollo sin restricciones del capitalismo competitivo (Harvey, 1974a).
5. La principal función ideológica de Spencer, el intento anarquista de de­
rechas «de reforzar el laissez faire con los imperativos de la biología» ha sido tan
meticulosamente tratado por Hofstadter (1955: 4(0-41) que es asumido en lo que
sigue, permitiendo concentrarnos en la relación medio-sociedad en el pensamiento
de Spencer. Para una visión general de los trabajos de otros autores que siguen la
vena spenceriana, ver Harris (1968: cap. 5). Sobre la historia de la analogía orgánica,
ver Coker (1910).

125
científicos de la evolución de los organismos concebidos por
Lamarck y Darw in al desarrollo del «organismo social». El
objetivo filosófico era dem ostrar científicamente que un con­
junto de principios comunes se aplicaba al universo entero.
Esta ciencia de la totalidad se contraponía a la religión como
una clase (superior) de comprensión (materialista) (Spencer,
1864).6
Para Spencer, todos los objetos podían ser interpretados en
térm inos de una interacción puram ente física entre las fuerzas
internas y las externas. Las especies o la sociedad cambiaban
«bajo las influencias combinadas de su naturaleza intrínseca
y las acciones del entorno, inorgánicas y orgánicas» (Spencer,
1882: 9). Los factores de la evolución eran (1) originales, los
cuales se dividían en extrínsecos (por ejemplo, el clima, las
cualidades de la superficie) e intrínsecos (el carácter físico e in­
telectual), y (2) secundarios o derivados — un conjunto de fac­
tores que ponía en juego la misma evolución social, tales como
las modificaciones del entorno, el tamaño y densidad del con­
junto social y las reacciones entre sociedades. La ciencia de las
interacciones de Spencer sistematizaba el trabajo especulativo
anterior de los materialistas geográficos sobre los efectos del
medio en la sociedad humana. Por ejemplo, los m uy discutidos
efectos del clima quedaron especificados como grados de ra­
diación solar, «la fuente de esas fuerzas a través de las cuales la
vida... tiene lugar... la fuente de las fuerzas visibles en la vida
humana y por tanto en la vida social» (Spencer, 1882: 21 ).

6. No obstante, ni siquiera Spencer, con el perfil materialista, anti-religioso


y radical del cientificismo burgués, fue capaz de superar el misticismo fundamen­
tal de atribuir el origen a una fuerza que no se puede conocer. Así, en sus First
Principies (1864b), que intentaban nada menos que una síntesis de la evolución
biosocial con la física de la conservación de la energía, Spencer quedó forzado a
recurrir al misterioso principio de la «persistencia de la fuerza» mediante el cual
hacía referencia a «la persistencia de alguna causa que sobrepasa nuestro conoci­
miento y concepción.»

126
La contribución teórica concreta de Spencer reside en su
distinción entre evolución orgánica, crecimiento, madurez
y declive de un organismo individual en respuesta a las in­
teracciones externas, y a la evolución superorgánica, «todos
aquellos procesos y productos que implican las acciones
coordinadas de muchos individuos — acciones coordinadas
que pueden alcanzar resultados que exceden en extensión y
complejidad aquellos alcanzables por acciones individuales»
(Spencer, 1882: 4). Este segundo orden de evolución, más ele­
vado y particularm ente caracterizado po r la cooperación y la
división del trabajo, se encontraba entre los animales sociales
pero alcanzaba una extensión, importancia y grado de compli­
cación en la sociedad hum ana que convertía todos los logros
anteriores en relativamente insignificantes.
N o obstante, tras reconocer esta diferencia fundamental
entre la evolución orgánica y la superorgánica e incluso des­
pués de añadir que los humanos conservan una independencia
física y mental del c o n ju n to / Spencer procedió a derivar los
principios de lo superorgánico y lo sociológico por analogía
con lo orgánico y lo biológico.8 Señaló que ambos experimen­
taban un crecimiento continuo, m ostrando necesariamente un
incremento en su estructura (especialización y diferenciación)

7. En Principies of Psychology (1883), Spencer dividió la psicología entre un


tipo objetivo, que trataba de las relaciones entre el aparato neuromuscular y el
medio, y un tipo subjetivo, relacionado con las sensaciones, ideas, etc., que eran los
concomitantes directos e indirectos de ese ajuste visible de las relaciones internas
con las externas. Nótese que la analogía orgánica se rompe en el punto del «ajuste
indirecto», y que Spencer se vio obligado a conceder que la conciencia era una
cuestión radicalmente diferente de la biología y que por tanto, la psicología subje­
tiva era un campo de estudio separado.
8. Spencer, sin embargo, sacó importantes conclusiones políticas de la
conciencia individual de las unidades humanas de la sociedad. Como no había
«sensorium social», el bienestar del conjunto social no era un fin a perseguir. Al
contrario, la sociedad existía para el beneficio de sus miembros individuales más
que no sus miembros para el beneficio de la sociedad. De aquí, el anarquismo de
derechas.

127
al evolucionar. El aumento en el tamaño de una sociedad era
así acompañado por un incremento de la heterogeneidad y
por el crecimiento de órganos sociales — para la producción
(el sistema industrial), defensa exterior (gobierno-ejército) e
intercambio (el sistema distributivo). Este desarrollo, como la
evolución orgánica de la teoría de Darwin, era inducido por la
presión de la población sobre el medio. Los medios ricos per­
mitían que el tamaño, la densidad y la heterogeneidad se logra­
ran más fácilmente y, por tanto, se alcanzara la civilización.
Me concentro aquí en los aspectos ambientales del argu­
m ento de Spencer. Las partes funcionales del organismo social
surgen por la misma razón y en el mismo orden que las partes
de cualquier otro organismo. Todos los organismos viven por
apropiación de la materia de la tierra. El sistema industrial
desempeña así el mismo papel en el sustento social que el tubo
digestivo en el cuerpo hum ano, y son leyes comunes las que
dan cuenta de ello:

¿Cuál es la ley de evolución en el sistema digestivo de un


animal tal como generalmente se explica? Q ue todo el tubo
digestivo se adapta en estructura y en función a la materia,
animal o vegetal, que es puesta en contacto con su el inte­
rior y, por tanto, que sus diversas partes se adaptan para
manejar esas materias en fases sucesivas de preparación: es
decir, que las sustancias ajenas que sirven para el sustento,
en las que opera su interior, determinan las características
generales y especiales de ese interior. Y ¿cuál es, en simila­
res términos, la ley de evolución en el sistema industrial de
una sociedad? Que, como conjunto, se encarga de activi­
dades y estructuras correlativas, determinadas por minera­
les, animales y vegetales, con los que están en contacto su
población obrera; y que esta especialización industrial en
partes de su población, está determinada por diferencias,

128
orgánica o inorgánica, en los productos locales que esas
partes tienen que manejar. (Spencer, 1882: 523)

Los organismos vegetales presentan un contraste entre las


partes que están bajo y sobre tierra causado originalmente por
las relaciones con los agentes ambientales, mientras que en los
animales la diferenciación se produce en los órganos del siste­
ma de alimentación. Seguía Spencer:

En el organismo social, la localización de las diversas in­


dustrias que conjuntamente sostienen el conjunto está
determinada de manera análoga. A nte todo, la relación con
las diferentes partes de los medios orgánico e inorgánico,
normalmente no iguales en todo el área que cubre, dan lu­
gar a diferencias en las ocupaciones que se llevan a cabo. Y,
secundariamente, la cercanía a los distritos en los que hay
establecidas sus industrias, fijan las posiciones de otras
industrias que requieren específicamente sus productos ...
D onde no se basan en ventajas naturales como la energía
hidroeléctrica, las manufacturas generalmente se agrupan en
o alrededor de regiones donde la abundancia de carbón hace
que la energía de vapor sea barata. Y si se necesitan los dos
materiales, la localización queda determinada por ambos
conjuntamente. (Spencer, 1882: 518-519; cf. Weber, 1929)

Los órganos de los animales y las regiones de producción


de las sociedades tenían estructuras espaciales internas similares,
estaban conectadas por sistemas de circulación similares, etc.
El sistema regulador (nervo-m otor en animales, gobier­
no-m ilitar en sociedades) estaba desarrollado por relaciones
antagonísticas (a través del espacio) con las entidades de su
entorno. Del mismo modo que los órganos de las sensaciones
y la coordinación se desarrollaban a partir de la lucha com ­

129
petitiva por la supervivencia entre organismos individuales,
el sistema regulador de un conjunto político evolucionaba a
través de guerras entre organismos sociales. Este proceso que­
daba dificultado, en el caso del organismo social, po r la falta
de cooperación entre grupos dispersos que ocupaban territo­
rios yermos y estaba reforzado por la fecundidad natural y la
densidad de población. La riqueza ambiental condicionaba así
el poder combativo de ciertos organismos sociales en la lucha
por la existencia. Llamaré a eso «la teoría de la intensidad» de
Spencer.
En el sistema de Spencer, las sociedades estaban dispues­
tas en orden jerárquico según su grado de integración (por
ejemplo, simple, compuesto) y su nivel de heterogeneidad.
Estaban clasificadas según el sistema que fuera dom inante
— el industrial o el militar. Cada sociedad era modificada por
factores condicionantes, incluyendo el hábitat local y el medio
intersocietal. La metamorfosis social era el resultado de la va­
riaciones en las fuerzas relativas de los dos principales sistemas
de órganos en respuesta al cambio ambiental. N o obstante,
cuando el organismo social se aproximaba a su estado comple­
to, su modificabilidad se atrofiaba y se iniciaba su lento decli­
ve. Las viejas sociedades desaparecieron o fueron absorvidas al
ser incapaces de com petir con las más jóvenes, más dinámicas
y más agresivas. La supervivencia del más adaptado cedió el
paso finalmente a una sociedad muy desarrollada en la que un
poderoso sistema industrial era utilizado no para la agresión
belicosa sino para «actividades superiores». Esta utopía estaría
caracterizada por cambiar la creencia de que la vida es para
trabajar por la de que el trabajo es para vivir (Spencer, 1882:
596).9

9. O, como en otras partes (Spencer, 1864), la evolución solo podría terminar


con el establecimiento de la mayor perfección y la felicidad más completa.

130
De este modo, la teoría de Spencer elaboraba y volvía cien­
tíficas las antiguas creencias sobre la influencia de la naturaleza
en la sociedad utilizando los principios de la biología evolu­
cionista de Darw in y especialmente de Lamarck. Este prés­
tamo de la biología perm itió la emergencia de una sofisticada
ciencia de relaciones ambientales. Sin embargo, esta analogía
entre la evolución orgánica y la superorgánica, estaba cargada
de problemas y la discusión subsiguiente estuvo totalm ente
sesgada en una dirección naturalista. Spencer (1882: 614) pudo
argumentar que la analogía orgánica era un mero andamio teó­
rico para perm itir la construcción de un cuerpo coherente de
inducciones sociológicas. C uando el andamio fuera retirado,
argumentaba, las inducciones quedarían en pie por sí mismas,
como partes de leyes universales comunes a toda la existencia
y teorizables a través de la ciencia deductiva. Pero más que un
m ero andamio, para Spencer los principios biológicos fueron
los fundam entos de la ciencia de la sociedad. Los problemas
inherentes a la interpretación biológica — la falta de distin­
ción entre los procesos humanos y otros procesos orgánicos
de evolución— form aban parte de las teorías disciplinares
concretas que el darwinismo social contribuyó a generar. Ello
fue especialmente evidente en la nueva ciencia alemana de la
antropogeografía.

A n tro p o g e o g ra fía
La influencia de la biología evolucionista en el desarrollo del
pensamiento geográfico m oderno esta hoy ampliamente acep­
tada. Stoddart (1966) ha señalado que la biología de Darwin
desempeñó un papel fundamental en establecer el rol de los
humanos en la naturaleza, permitiendo el mismo desarrollo de
la geografía como una ciencia. La analogía orgánica superó el
problema metodológico inherente al estudio de las relaciones

131
entre el medio y los humanos, el dualismo entre los fenómenos
naturales y los humanos (Stoddart, 1967: 159). Para Campbell y
Livingstone (1983), el resurgimiento selectivo de las doctrinas
lamarckianas (neolamarckismo) tuvo una influencia particular­
mente importante en el patrón determinista del primer pensa­
miento m oderno angloamericano. Livingstone (1984: 17) agu­
damente añade que el neolamarckismo perm itió la permanencia
de los conceptos religiosos de designio holístico y propósito te-
leológico, facilitando la «transición del designio providencialista
a la ley natural como fuente de legitimación social».

La cuestión contextual
Se ha tardado m ucho en reconocer estos vínculos en una dis­
ciplina que durante largo tiem po ha interpretado su historia
en gran parte en térm inos de un proceso aislado de auto-de­
sarrollo (por ejemplo, H artshorne, 1939). A un nos falta, no
obstante, una conciencia contextual más amplia (cf. Kearns,
1984). Al examinar el efecto del pensamiento de D arw in sobre
la geografía norteamericana, Stoddart (1981) solo se ocupa de
las corrientes de influencia entre grandes hombres, ignorando
el terreno social que form ó a esos individuos y canalizó las
conexiones intelectuales entre ellos. Campbell y Livingstone
(1983: 270) consideran que es im portante apreciar las razones
de la popularidad del neolamarckismo a finales del siglo XIX
pero se limitan a una comparación puram ente intelectual en­
tre las teorías de Darw in y las de Lamarck. En la medida en
que reconocen aplicaciones sociales pragmáticas, Campbell
y Livingstone ven el «lamarckismo social» principalmente
como el estímulo intelectual de movimientos para la mejora
de la condición de la humanidad. Pero no llegan a explorar la
cuestión de clase que sigue: ¿mejora para quién?
El proceso geopolítico de la lucha entre imperios y de
conquista societal que alcanzó su punto culminante en la

132
Primera G uerra M undial proporciona diversos temas im por­
tantes para el análisis geográfico: los orígenes ambientales de
la superioridad de ciertas civilizaciones, las bases locacionales
y de recursos del poder de los imperios, la historia espacial de
la expansión imperialista. Así, H udson (1977: 12) argumenta
de forma convincente que el ascenso de la geografía moderna,
de modo casi simultáneo en Europa occidental, los Estados
Unidos y Japón, tuvo como objetivo prim ordial «servir a los
intereses del imperialismo en sus diversos aspectos incluyendo
la ganancia territorial, la explotación económica, el militaris­
mo y la práctica de la dom inación de raza y de clase.» M urphy
(1948) expone de m odo similar que la derrota de Francia en
la guerra con Prusia y la necesidad de reestablecer la nación
como poder imperial m undial fueron los factores que m oti­
varon la repentina popularidad de la geografía francesa en los
años 1870. Estos estudios contribuyen a explicar los temas de
intensa preocupación geográfica, los puntos urgentes que pe­
dían explicación. En términos de aproximación a esos temas,
Harvey (1981: 9) afirma que las relaciones espaciales del ca­
pitalismo imperialista se explicaron en términos de una teoría
«que rompiera con todas las conexiones directas con las reali­
dades diarias de la circulación del capital y sus contradicciones
y la sustituyera por una teoría organicista del Estado (atrapada
en la lucha por la supervivencia, necesidad de Lebensraum,
etc.) y las doctrinas relacionadas del destino manifiesto, la car­
ga del hom bre blanco, la superidad de raza y similares». Del
mismo m odo Kearns (1984: 26) sostiene que el pensamiento
evolucionista procuró credibilidad intelectual al debate públi­
co sobre lo que eran cuestiones esencialmente espaciales en las
teorías de intelectuales destacados como Turner y Mackinder.
Además, yo argumentaría que una teoría social (en oposición a
una sociobiológica) podría haber planteado cuestiones críticas
sobre la necesidad sistémica del conflicto entre sociedades, la

133
división social de los beneficios derivados del control sobre
otras sociedades, los costes sociales del conflicto imperial, y así
sucesivamente. El darwinismo social y el lamarckismo social
pueden haber tenido defensores liberales pero las versiones
dominantes de ambos aceptaban el imperialismo como un es­
tadio natural en la evolución de la sociedad, necesario para el
establecimiento de la civilización (europea) en el mundo. Las
raíces biológicas de la geografía le perm itieron servir como un
com ponente muy significativo de la teoría de la legitimación
en el m oderno naturalismo del período post-D arw in, cuando
la ciencia más que la religión legitimaba las acciones socia­
les. El cumplimiento de esta función ideológica junto con la
provisión de capacidades prácticas (como la exploración, la
realización de inventarios, los mapas y el trazado de fronte­
ras) hicieron de la geografía una ciencia moderna, reproducida
masivamente.

El papel de Ratzel
C on una form ación en zoología, geología y anatom ía com pa­
rada adquirida de Darwin/Spencer en los años 1860, Ratzel
se hallaba en una posición ideal para establecer la geografía
sobre una base «científica» m oderna.10 Su biógrafo Wanklyn
(1961: 7, 19) afirma que aunque no estaba preparado para
«aceptar completamente las opiniones de D arw in o Spencer»,
Ratzel estaba «convencido de la importancia de la idea de la
evolución, y gran parte de su pensamiento y trabajo escrito
sobre la aplicación de la idea de la evolución orgánica a la
sociedad humana derivaba de su permeabilidad a la ciencia

10. Ratzel era miembro de un grupo de científicos guiado por Haeckel que
produjo una avalancha de conferencias, artículos y libros que hicieron extremada­
mente influyente el darwinismo como una filosofía popular en una Alemania que
se industrializaba rápidamente (Kell, 1981).

134
contemporánea». Este préstamo de la biología no aparece
seriamente contradecido. Más discutible es el aspecto político
del trabajo de Ratzel. Dickenson (1969: 64, 71), que califica a
Ratzel como «la m ayor contribución individual al desarrollo
de una geografía del hombre», también afirma que su «término
Lebensraum, pese a su distorsión por parte de los nazis, es uno
de los conceptos más originales y fructíferos de la geografía
moderna». Fuera de la disciplina, diversos autores se han refe­
rido más críticamente a los frutos de la originalidad teórica de
Ratzel. M attern (1942: 62) afirma que la influencia de las con­
tribuciones de Ratzel fue «una racionalización que reforzaba
y acogía positivamente la historia expansionista de los poderes
mundiales ... y ... de la incursión inminente de Alemania en
esa dirección». A propósito de la Primera Guerra Mundial,
Strausz-Hupé (1942: 32-33) advierte que las teorías de Ratzel
«contribuyeron a la lista de objetivos de guerra alemanes, uno
de los cuales sobresalió con más claridad a medida que los otros
palidecían: ‘Lebensraum’». Una valoración completa de la con­
trovertida contribución de Ratzel a la ciencia geográfica está di­
ficultada por la extraña ausencia de un estudio completo y serio
en inglés de esta gran figura (con la excepción de Hunter, 1983).
Podemos, no obstante, valorar las ideas de Ratzel considerando
sus visiones sobre el Estado, las cuales han sido extensamente
examinadas en el m undo de habla inglesa.11

Geopolítica
Resulta evidente la profunda influencia de la analogía orgánica
en el pensamiento antropogeográfico de Ratzel. Ratzel conce­
bía el Estado como un organismo vivo ligado a la tierra sujeto

11. Las ideas más generales antropogeográficas de Ratzel se examinan a través


de la reinterpretación de Semple en la siguiente sección del artículo. Pero véase
también Ratzel (1896).

135
a las leyes que gobernaban la evolución de todos los organis­
mos. Así, un grupo de personas vivía en un trozo de territorio
y obtenía su sustento de él. Cada cuerpo social estaba en un
estado de perpetuo movimiento interno que causaba movi­
mientos masivos líquidos en el espacio en la búsqueda de le-
bensraum (espacio vital). La gente también estaba unida unos
con otros por lazos espirituales y a la tierra. Lo que Ratzel lla­
mó el «motivo espacial» (raum motiv), una tendencia hacia la
expansión que dependía de la cohesión natural-mística entre el
estado y el suelo, era la causa principal del desarrollo histórico.
«La expansion geográfica, incluso la política, tienen todas las
características distintivas de un cuerpo en movimiento que se
expande y contrae alternativamente en regresión y progresión»
(Dorpalen, 1942: 69). Los estados solo podían crecer con, y a
través, de la consecución de Kultur, una característica basada
en el crecimiento de la población y la densidad (cf. Spencer) y
que él reservaba solo para los europeos (con la única excepción
de China). El crecimiento de estados poderosos se producía
por la fusión de pequeños estados en unos mayores, sirviendo
la frontera como el órgano periférico del Estado; la dirección
de la expansión tendiría a las regiones de m ayor valor. Los
estados primitivos recibían el impulso para el crecimiento a
partir de influencias que emanaban de los estados mayores que
ya poseían Kultur. De aquí la tendencia de que el crecimiento
de los organismos fuera transm itido de Estado a Estado, cre­
ciendo el ansia por crecer en cada transmisión.
Wittfogel (1929) argumenta que el error fundamental de
Ratzel fue poner el Estado y la tierra en relación directa sin de­
sarrollar las mediaciones económicas que las unen. El lenguaje
de Ratzel, siempre claro y racional, toma un tono místico en lo
que al Estado se refiere. Dorpalen (1942: 50) afirma que Ratzel
era consciente de los defectos de su analogía orgánica; al igual
que Spencer, se vio forzado a adm itir que los individuos hum a­

136
nos conservaban su independencia del conjunto sociopolítico.
Pero el alemán Ratzel reaccionaba a esta discrepancia de m a­
nera diferente que el filósofo materialista inglés Spencer, que
simplemente ignoró sus implicaciones. C on Ratzel, el Estado
deviene un «organismo moral y espiritual» sujeto al análisis
místico más que a un análisis científico-materialista.12 Ratzel
eludió esta inconsistencia en su sistema científico. Dorpalen
sostiene que ello fue debido a que su teoría proporcionaba una
justificación útil para las exigencias políticas del momento:

Politische Geographie fue concebida en los años 1880 y


1890, en un tiempo en el que el imperialismo alemán empe­
zó a alcanzar su plenitud en su fase más activa. El concepto
de Estado de Ratzel dotaba a esas demandas de expansión
de la autoridad de una ciencia aparentemente objetiva. El
clamor alemán por las colonias y el poder mundial no fue
sino el resultado el desarrollo biológico natural — era un
síntoma de crecimiento que experimenta todo ser joven y
fuerte y, por tanto, plenamente justificado. En otras pa­
labras, la biogeografía ofreció una coartada perfecta para
las ambiciones políticas del Reich. (Dorpalen, 1942: 50-51;
véase también Strausz-H upe, 1942: 31)

La antropogeografía, el «estudio del hom bre orgánico, del


Estado orgánico y de un m undo orgánico» (Gyorgy, 1944: 149)
asumió una forma cuasicientífica, incluso pseudocientífica. La
nueva «ciencia» de Ratzel necesitó poca distorsión por parte

12. El argumento de Ratzel recae en el misticismo justo en los puntos crucia­


les para la legitimacióon del nacionalismo y el expansionismo alemán: el vínculo
«espiritual» entre la sociedad y una parte de la naturaleza y la «coherencia entre
el Estado y la tierra» como la fuerza tras el crecimiento espacial. Véase también el
tratamiento de Ratzel de la «filosofía panfísica» en Hunter (1983).

137
de su estudiante Kjellen y del hijo de su amigo H aushofer para
proporcionar im portantes elementos místicos y «científicos»
al Mein K a m p f de H itler (1943, especialmente caps. I-11 y II-
2, 4).13 Es im portante que los geógrafos conozcan este período
reprimido de la infancia de su ciencia, que ha dejado su marca
en el carácter actual de la disciplina.
Los problemas de la analogía orgánica que prim ero encon­
tró Spencer m aduraron en Ratzel, y llegaron a su punto cul­
m inante en el trabajo de la que merecidamente ha sido la más
famosa determ inista ambiental, Ellen C hurchill Semple.

El d e te rm in ism o a m b ie n ta l de Sem ple


Estudiante de Ratzel en los años 1890 (Bronson, 1973), de
Semple se acostumbra a decir que fue la introductora de las
ideas ratzelianas en la geografía norteamericana dom inante.14
Ella dom inó el período ambientalista de la disciplina a princi­
pios del siglo XX (H artshorne, 1939: 23, 122) y «formó a una
gran parte de aquellos que se convirtieron en los cabecillas de
la profesión durante el período que medió entre las dos gran­
des guerras» Qames, Bladen y Karan, 1983: 29). Su principal

13. Sería erróneo atribuir los excesos organicistas y racistas a una única escuela
aberrante alemana de geografía. En momento tan tardío como 1931 Mackinder aún
encontró quien le publicara su afirmación de que «en la llanura inglesa tenemos
una típica región natural... En esta región natural tenemos la sangre inglesa, un
fluido, el mismo a lo largo de lo siglos, cedido ahora a los 40 millones de cuerpos
de la actual generación. John Bull, en su aislamiento, es el ejemplar de la miriada de
sangre y savia separada, siendo cada flujo la esencia de la variedad local de especies
de animales y plantas» (Mackinder, 1931: 326).
14. Semple era solo la más eficaz de un prominente grupo de deterministas
ambientales en Estados Unidos en el cambio de siglo. El otro determinista desca-
tacado, William Morris Davis, halló que «una relación entre un elemento de con­
trol inorgánico y uno de repuesta orgánico» expresada en términos de «relación
explicativa o causal» era el «principio unificador más definitivo, si no el único, que
puede darse en geografía» (Davis, 1954: 8).

138
trabajo teórico, Influences o f Geographic Environm ent (1911)
tuvo u n dilatado y extenso uso en la educación geográfica
(Wright, 1966). Podemos asegurar sin riesgo a equivocarnos
que tuvo un efecto significativo en la trayectoria del pensa­
m iento geográfico norteamericano pero, a diferencia de m u­
chos de sus admiradores, no podemos asumir que su influencia
se debiera únicam ente a su brillantez personal. Al contrario,
sostendría que estaba en contacto con algunas convincentes
ideas y que sus teorías sirvieron significativamente a intereses
sociopolíticos.

Alcance metodológico
En la introducción metodológica de Influences, Semple inten­
tó distanciarse del darwinismo social anunciando su intención
de eliminar las bases spencerianas de la antropogeografía de
Ratzel:

La teoría orgánica de la sociedad y el Estado impregna


la Antropogeographie porque Ratzel form uló sus princi­
pios en un m om ento en que H erbert Spencer ejercía una
gran influencia en el pensam iento europeo. Esta teoría,
hoy generalmente abandonada por los sociólogos, debía
ser eliminada de cualquier reelaboración del sistema de
Ratzel. Aunque originalmente fue aplicada a m enudo con
gran detalle, se m antuvo no obstante como un andamio
alrededor del edificio acabado; y la estabilidad del edificio
después de retirar el andamio muestra lo superfluo que
era. La teoría desempeñó, sin embargo, un gran servicio
al inculcar la vivificante conexión entre la tierra y la gente.
(Semple, 1911: vi-vii)

Así, Semple giró inteligentem ente la m etáfora del andamio


de Spencer contra su influencia en Ratzel. Aunque continuó

139
definiendo la geografía como «la investigación científica de las
condiciones físicas de los hechos históricos» (Semple, 1911:
10) — ¡exactamente esa «conexión vivificante entre la tierra y
la gente» en la que Spencer había tan profundam ente influi­
do!15 En la práctica, a diferencia de sus intenciones, solo pudo
modificar la influencia de Spencer en la antropogeografía. Para
ello se basó en la filosofía social más avanzada de finales del
siglo XIX, especialmente la existente en su país.

N aturalism o evolucionista
U n conjunto bien definido de ideas que Fine (1979) llama
«naturalismo evolucionista» y Persons (1958) «la mente na­
turalista», constituyó el paradigma dom inante de la ciencia
social de finales del siglo XIX y principios del XX. Esta escuela
creía que había alcanzado el nivel de ciencia positivista. Estaba
com prom etida con un conocimiento verdadero y objetivo de
la totalidad de los fenómenos sociales y naturales. Del conjun­
to de leyes naturales objetivas que operaban a través de esta
totalidad, la ley del cambio evolutivo era fundamental. Pero
tal como señala Persons (1958: 276), «la m ente naturalista con
sus supuestos biológicos dedicaba mucha atención a los pro ­
blemas raciales y concedía un lugar im portante en su teoría so­
cial general a supuestas características raciales». La evolución

15. Además, Semple investigó esta relación con una metodología e incluso
con categorías analíticas remarcablemente similares a las de Spencer —de ahí, sus
fuerzas internas de la raza y sus fuerzas externas del habitat y los factores intrínse­
cos y extrínsecos de Spencer, los efectos indirectos sobre el medio de Semple y los
factores secundarios de la evolución superorgánica de Spencer, etc. Las similitudes
se debían obviamente no solo a la absorción de las ideas del darwinismo social por
parte de Ratzel (y de ahí transmitidas a Semple) sino también a la influencia directa
que recibió Semple en sus estudios de sociología, economía e historia (Bronson,
1973) en una ciencia social norteamericana impregnada del pensamiento spenceria-
no (Hofstadter, 1955; Bannister, 1979). No obstante, véase también Hunter (1983:
cap. 5) quien sostiene que fue Semple más que Ratzel la que estuvo influida por
Spencer.

140
social era conceptualizada como una serie de estadios, con
características raciales de base ambiental que determinaban el
estadio alcanzado por una sociedad.

La evolución social era un proceso por el cual una m ulti­


plicidad de grupos hum anos se desarrollaba a lo largo de
líneas que en general seguían la dirección de las formas
sociales y culturales de Europa occidental. En el camino,
diferentes grupos habían divergido o retrocedido, se ha­
bían parado o incluso se habían extinguido, al haber teni­
do que afrontar situaciones ambientales diversas dentro de
los límites de sus capacidades raciales específicas, que sus
distintas historias ambientales habían, de hecho, creado.
(Stocking, 1968: 119)

En el «racismo científico» neolamarckiano del momento,


las características físicas como la pigmentación o la textura
del pelo fueron perdiendo fuerza en favor de las cualidades
mentales como factores que diferenciaban los grupos raciales
del conjunto hum ano común. Los neolamarckianos creían que
los fenómenos culturales se llevaban en la sangre, como ins­
tintos o propensiones temperamentales. La tendencia era a la
extensión de la teoría de Lamarck de la adquisición y herencia
del carácter físico a las características y capacidades psicocul-
turales (Stocking, 1968: 119). El nivel de cultura adquirido por
una generación de una raza influenciaba así el poder del pen­
samiento de la siguiente. De m odo que la superioridad racial
se acumulaba. Mientras que el lamarckismo era atacado por la
teoría del «plasma germinal» de Weismann en los años 1890 y
por el nuevo modelo resultante del redescubrimiento de la ge­
nética mendeliana en los primeros años del siglo XX, la visión
neolamarckiana de que las características (mentales) adquiri­
das podían transmitirse hereditariam ente no fue abandonada

141
po r muchos científicos sociales norteamericanos hasta bien
entrado el siglo XX. H a quedado en las explicaciones popula­
res de la supuesta superioridad e inferioridad nacional y de las
similitudes entre padres e hijos.
El «enfoque psíquico» del neolamarckismo se desarrolló
en parte como alternativa a la sociobiología de Spencer.16 N o
obstante, retuvo su confusión entre los reinos biológico y so-
ciocultural. Hacia fines de siglo, se inició un intento de sepa­
rarlos con el prim er desarrollo de la sociología pragmática de
Ward (1893; 1898), Ross (1905), y otros. 17 El neolamarckismo
incluía, de m odo similar, la noción de que el conocimiento se
acumulaba a través de mecanismos de transmisión puram ente
socioculturales, como el lenguaje. Esta línea de pensamiento
finalmente llevaría a un énfasis no biológico en la interacción
social en sociología y al concepto de cultura en antropología.
Semple, sin embargo, llegó en un estadio tem prano, quedán­
dose prim ordialm ente con la versión racial-biológica del neo-
lamarckismo.
P or tanto, Semple se basó en la ciencia social conven­
cional más avanzada de su tiempo para su reelaboración de
Ratzel. Pero ello no era más que un neolamarckismo, a su vez
profundam ente influido por Spencer. Spencer era el defensor
más prestigioso de Lam arck a finales de siglo XIX (Stocking,
1968: 240). Spencer mismo había examinado (1883) las bases

16. Así, Ward (1893: 243) sostiene que la ciencia social existente (spenceriana)
se equivocó en «prácticamente ignorar la existencia de una facultad racional en el
hombre, mientras que sus acciones quedaban sujetas a leyes naturales, lo que las
complicaba tanto que ya no podían entrar en las simples fórmulas que era suficien­
tes para el cálculo de los motivos meramente animales». Con ello puede verse la
contradicción inherente en la dicotomía de Spencer entre las psicologías objectiva
y la subjetiva (nota 7) cuando empezaron a madurar.
17. La rama de la sociología en la que se mantuvo más tiempo la analogía
biológica, la escuela de Chicago (Mathews, 1977), tuvo una enorme influencia en
la geografía (urbana).

142
ambientales de las diferencias psicológicas humanas. Por tan­
to era virtualm ente imposible que Semple cumpliera su tarea
metodológica dentro del campo de una ciencia socialmente
aceptable. Stoddart ( 1966: 694) lleva razón cuando concluye,
en referencia a las ideas spencerianas de Semple, que «sus es­
critos están impregnados por ese pensamiento». Sin embargo,
Stoddart no indaga más en por qué las ideas sociobiológicas
permanecieron tan fuertes o en po r qué Semple persistió en
transm itir las ideas de Spencer en la geografía dom inante, a
pesar de su intención personal contraria a ello. Estas preguntas
deben ser respondidas en términos del contexto sociopolítico
y la necesidad de legitimación. Para ello, habrá que trazar cual
era el carácter del capitalismo de los Estados Unidos en la últi­
ma década del siglo XIX y la prim era del XX, en las que Semple
produjo su influyente trabajo.

El imperialismo de Estados Unidos


En el caso de los Estados U nidos, la expansión llevada a cabo
en la m ayor parte del siglo XIX se limitó al reclam ar como
territorio nacional zonas del continente norteamericano. El
últim o tercio de siglo vio esa reclamación cum plida de mane­
ra notable: «Los americanos colonizaron más tierra durante
los 30 años después de 1870 que en los 300 años anteriores»
(Lafeber, 1963: 12). Sin embargo, el territorio ya estaba ocu­
pado por los indios americanos y los pueblos hispano-ame-
ricanos. La rápida y sangrienta conquista de esos pueblos y
sus hábitats hicieron acuciante la necesidad de legitimación.
A menudo ello tom ó una forma popular pragmática y burda,
como cuando Theodore Rooselvelt habla de la imposibilidad
de evitar el conflicto con una «raza más débil» de «miserables
salvajes» (los indios americanos) cuyo uso esporádico de las
praderas y bosques no constituía una propiedad (en Sanford,
1974: 89). N o obstante, se necesitaban también otras maneras

143
más sofisticadas de justificación teórica. La ideología religiosa
de legitimación de la prim era parte del siglo, el «destino mani­
fiesto» — la práctica idea de que la expansión había estado ya
prevista en el cielo sobre un área no muy bien definida (Merk,
1963: 24)— ya no era suficiente en una era de ciencia burgue­
sa. La ideología debía actualizarse para incluir ideas naturales
«científicas» sobre la evolución social y la expansión geográ­
fica. Com o señala Weinberg (1935: 2), la expansión estaba le­
gitimada por «dogmas metafísicos de una misión providencial
y ‘leyes’ cuasi-científicas de desarrollo nacional, concepciones
del derecho nacional e ideales de deber social, racionalizacio­
nes legales y llamamientos a ‘la ley más alta’, propósitos de
extender la libertad, y designios de extender el absolutismo
benevolente».
El cierre de la frontera nacional en los años 1890 estuvo
acompañada por un repentino surgim iento del interés de los
Estados Unidos por el territorio extracontinental de la cuen­
ca del Pacífico, el Caribe, y América central (Merk, 1963:
231 ). Al m ism o tiem po la atención del interés económico
pasó de la tierra, la preocupación central de un capitalismo
agrícola, a los m ercados y a las materias primas im portantes
para el capitalismo industrial de finales del siglo XIX. A pe­
sar de que ello no eliminó la tom a de posesiones coloniales
(Hawai, las Filipinas, Guam , Puerto Rico), proporcionó un
perfil predom inantem ente comercial (mercantilista) a la ver­
sión estadounidense del imperialismo exterior. Tal como lo
señalaba un observador contem poráneo (A lbert Beveridge)
utilizando la típica mezcla de análisis económ ico y místico,
«las fábricas americanas producen más de lo que la gente
americana puede usar; el suelo americano produce más que
lo que pueden consumir. El destino ha escrito nuestra polí­
tica; el comercio del m undo debe ser y será nuestro» (Merk,
1963: 232). La opinión política cambió a la velocidad de la luz

144
para encajar con esta realidad económica, desde el desdén por
el colonialismo y el imperialismo de los años 1870 y 1880, a
la popularidad masiva de conceptos imperialistas com o «la
carga del hom bre blanco» en los años 1890 (Weinberg, 1935:
252-253; W eston, 1972).
Los principales portavoces intelectuales del nuevo im ­
perialismo estadounidense fueron Frederick Jackson Turner,
J osiah Strong, Brooks Adams y Alfred Thayer Mahon; «los
escritos de esos hom bres eran representativos de y en algu­
nos puntos directamente influyentes en el pensamiento de los
políticos americanos que crearon el nuevo imperio» (Lafeber,
1963: 63). Semple era un m iembro (menor) de ese grupo de
intelectuales que hablaban «no solo por ellos mismos sino
para las fuerzas que guiaban su sociedad» (Lafeber, 1963: 62).
Su contribución a la teoría de la legitimación se realizó a dos
niveles. En un nivel general, form uló las conexiones (lamarc-
kianas) entre el medio, la raza y la sociedad, explicando así la
base natural de la superioridad nacional y la expansión. En un
nivel más inmediato, ella ejemplificó estos principios en el caso
de la expansión norteamericana del siglo XIX y evaluó «cien­
tíficamente» las posibilidades para su continuación en el XX.
Examinemos con más detalle estas dos contribuciones.

Las influencias del m edio geográfico


La antropogeografía de Semple estaba concebida como una
contribución teórica a la ciencia evolucionista como conjunto.
Las primeras páginas de su reelaboración de los principios de
Ratzel resonaban con las frases y categorías de este enfoque:
los humanos no podían ser estudiados científicamente de m a­
nera aislada de la tierra; el estudio del medio físico debía usar
métodos científicos modernos; los complejos factores geo­
gráficos no podían analizarse sino a partir de la evolución; la

145
N aturaleza era la variable oculta en la ecuación del desarrollo
hum ano (Semple, 1911: 2, 11, 12). Su posición científica básica
era la siguiente:

En cada problem a de la historia hay dos factores principa­


les, diversamente señalados como herencia y ambiente, el
hombre y sus condiciones geográficas, las fuerzas internas
de la raza y las fuerzas externas del hábitat. Pero el elemen­
to geográfico en esta larga historia de desarrollo humano
ha estado operando fuertem ente y lo ha hecho de modo
persistente. A quí reside su importancia. Es una fuerza es­
table. N unca descansa. Este m edio natural, esta base física
de la historia, es inmutable para todos los objetivos y p ro ­
pósitos en comparación con el otro factor del problema:
el hom bre cambiante, maleable, que avanza y retrocede.
(Semple, 1911: 2)

C om o científica moderna, Semple intentó una categoriza-


ción más completa y cuidadosa de las influencias del medio,
basándose en datos fiables de toda la larga y amplia historia
humana. Su objetivo académico era reivindicar el lugar de la
geografía como ciencia de las condiciones naturales de los
hechos históricos en la emergente división del trabajo. Este es­
tudio había caído en descrédito por su anterior extravagancia,
sus generalizaciones no científicas, por su fracaso al reconocer
la multiplicidad e interactiva complejidad de las influencias
geográficas en la historia. Los factores geográficos trabajaron
de manera directa para alterar las características raciales, y de
manera indirecta, para m odelar el destino de sus pueblos. Las
características adquiridas de los medios geográficos (espacio
y form a así como las cualidades de la naturaleza local) fueron
selectivamente preservados y acumulados durante varios desa­
rrollos evolutivos, como las migraciones.

146
U n tema constante en el discurso de Semple es la in­
fluencia de la tierra en el m ovim iento y situación de grupos
de gente. Las migraciones eran el resultado del «crecimien­
to natural de la población más allá del nivel de subsistencia
local» de M althus, y de un «desarrollo del espíritu luchador
en el esfuerzo por asegurar una subsistencia más abundante»
de Spencer (Semple, 1911: 226). Por un lado, las migraciones
sometían los diferentes grupos raciales a las influencias de
medios diferentes (Lamarck). Por otro, servían como proce­
so de selección, dejando solo a las razas mas enérgicas y más
adaptadas (Darwin). Los pueblos dom inantes (ingleses, fran­
ceses, rusos y chinos) asimilaban a los más débiles y ocupaban
amplios territorios. A quí la función explicativa del geógrafo
era rastrear cada raza (por ejemplo, los «arios») a través de
los medios que habían ocupado, hasta sus mismos orígenes.
U n pueblo era el p roducto de un país que habitaba y aquellos
ocupados por sus antepasados que habían «dejado su marca
en la raza actual en forma de aptitudes heredadas y costum ­
bres tradicionales adquiridos en esos hábitats ancestrales re­
motos» (Semple, 1911: 25). La suya era pues una contribución
ambientalista al neolam arckism o de su época, m anteniendo el
acento en las «aptitudes raciales» (heredadas) pero em pezan­
do a poner el énfasis en las «costumbres tradicionales» (cultu­
rales) com o mecanismo de transmisión en la acumulación de
las características humanas.
Semple m antuvo la teoría de la intensidad de Spencer casi
intacta en su segundo tema: las relaciones entre el medio, la
sociedad y el Estado. Las condiciones geográficas influyeron
en el desarrollo económico y social a través de la calidad de los
recursos naturales disponibles, la productividad hum aha, y las
posibilidades naturales para la industria y el comercio. Estos
factores fueron especialmente importantes para determ inar el
tamaño de un grupo social que, cuando estaba limitado por

147
regiones espacialmente restringidas o pobres en recursos, que­
daba tam bién lim itado en significado político.
¿Cóm o estaba constituida la sociedad en el discurso de
Semple? El antropogeógrafo, decía, reconocía las variadas
fuerzas sociales, económicas y psicológicas que los sociólogos
veían como el cemento de la sociedad pero tenían algo más
fundamental que añadir. Para Semple era natural que la tem ­
prana filosofía de la historia se hubiera ya fijado en las bases
geográficas de los acontecim ientos históricos.

Buscando lo perm anente y lo com ún en lo aparentemente


cambiante, encontraba siempre en la base de los hechos
cambiantes la misma sólida tierra. La biología había teni­
do la misma experiencia. La historia de las formas vivas
del m undo lleva siempre de vuelta a la tierra en la que esa
vida surgió, se extendió y luchó por su existencia. (Semple,
1911:68)

La diferencia entre los humanos y los animales, sin embar­


go, era que las relaciones de los humanos con el medio eran tan
«infinitamente más numerosas y complejas» que requerían un
estudio especial: «la antropogeografía estudia la existencia en
diversas regiones del espacio terrestre» (Semple, 1911:, 1, 10).
La tierra era el vínculo material subyacente que m antenía uni­
da una sociedad y determinaba sus actividades fundamentales.
El territorio com ún era una fuerza integradora —débil como
la de un organismo animal prim itivo en sus prim eros estadios
de evolución social y más fuerte a medida que la civilización
progresaba con sus relaciones ambientales más complejas, sus
densidades de población más elevadas, usos más diferenciados
del suelo, y relaciones exteriores más variadas. C uanto más
amplia y rica fuera la base territorial, más compleja serían las
conexiones entre sociedad y medio y entre los diversos elemen-

148
t0s de la sociedad. Así, fue la creciente densidad de población
en regiones ricas en recursos la que hizo necesario el Estado
para reducir las fricciones internas y asegurar la base territorial
contra enemigos externos (Semple, 1911: 65-66). Los estados
faltos de energía y de sentido de voluntad nacional para la
protección fueron forzados por las presiones malthusianas a
la deformidad social mientras que aquellos que se expandieron
pudieron utilizar el m undo entero para alimentar a su pueblo.
Com o Spencer, Semple se las ingenió para encontrar de interés
general esta expansión.

Mientras que en casa la nación se está convirtiendo en una


unión a través del vínculo común de la patria, en el m undo
en general la hum anidad está desarrollando una frater­
nidad de hombres por la unión de cada uno a través del
creciente lazo común de la tierra. Por tanto no podemos
soslayar la cuestión: ¿estamos en un proceso de desarrollar
una idea social más vasta que la nacionalidad subyacente?
(Semple, 1911: 68)

La tierra ofrecía pues una base sólida para una teoría de


progreso. Y com o la civilización im plicaba una creciente
explotación de las ventajas naturales y relaciones más estre­
chas entre la tierra y la gente, era erróneo que los hum anos
pudieran emanciparse del control de la naturaleza al desa­
rrollarse. Al contrario, al dism inuir la fuerza de cada depen­
dencia concreta de la naturaleza el hom bre m ultiplicaba su
cuenta general: «Al ser más num erosos sus lazos, tam bién se
convierten en más flexibles» (Semple, 1911: 70; cf. Ripley,
1899: 10-13).
En todo ello, Semple perm aneció dentro de un marco
naturalista, rechazando reconocer las diferencias fundam en­
tales entre lo hum ano y otros procesos evolucionistas. Su

149
discurso tam bién llevaba implícito el misticismo natural que
ya estaba presente en la teoría geopolítica de Ratzel. Además
de «estimular», «prom over» y «desarrollar» las cualidades
humanas, la naturaleza tam bién «conspiraba» y «atraía» a
la gente hacia ciertos tipos de acciones. C om o afirmó en su
pasaje más citado:

El hom bre es un producto de la superficie terrestre. Ello


quiere decir que no solo es un hijo de la tierra, polvo de
su polvo, sino que la tierra le ha mimado, alimentado, le
ha encomendado tareas, dirigido sus pensamientos, le ha
enfrentado a dificultades que han fortalecido su cuerpo y
afilado su ingenio, le ha creado problemas de navegación
o de irrigación, y al mismo tiempo le ha insinuado su so­
lución. Ella ha entrado en sus huesos y sus tejidos, en su
mente y en su alma. (Semple, 1911: 1)

¿La conciencia humana refleja y la acción humana sigue


el propósito de la naturaleza? Esto es lo que Semple sugería
constantemente, con frases como «dirigía sus pensamientos»,
«afilaba su ingenio», «entraba en ... su mente y su alma», «le
creaba problemas». Licencias poéticas que, sin embargo, le
perm itían sugerir lo que de otro m odo hubiera sido inmedia­
tamente descartado por no científico. Consiguió así fusionar
la ciencia evolucionista con el misticismo natural en una teoría
que legitimaba lo inexcusable en la historia. El dom inio de al­
gunos pueblos sobre otros se atribuía a una fuerza sobrehum a­
na — la voluntad de la naturaleza, tal como se expresaba en la
diversidad de capacidades ambientales, las habilidades raciales,
y las mentalidades.
En otras partes, en su tercer y cuarto temas, intentaba
análisis más directam ente «científicos» sobre los efectos
exactos del m edio sobre la psique y la conciencia hum a­

150
na. Semple entendía las influencias geográficas ejercidas
s0bre los hum anos de una m anera similar (lamarckiana) a
la de su acción sobre todos los seres: «Ciertas condiciones
geográficas, más visiblem ente las climáticas, ejercen ciertos
estímulos a los que el hom bre, al igual que los animales in­
feriores, responde con una adaptación de su organism o a ese
medio» (Semple, 1911: 22). C om o buena neolam arckiana,
encontraba que los efectos psicológicos eran más variados
e im portantes que los efectos físicos. D e m odo general, los
efectos psicológicos eran interpretados com o las caracterís­
ticas mentales, perm anentes o duraderas, de las razas — lo
que ella norm alm ente llamaba diferencias en el «punto de
tem peram ento» de la gente. Su p u n to de vista m etodológico
en Influences p ro n to olvidó esa relación, dejando el efecto
psicológico directo sobre el medio como un asunto de con­
jetura. En la práctica, no obstante, a lo largo de su discurso
empírico, jugó un papel extrem adam ente im portante, una
creencia en las «energías mentales» y los «tem peram entos»
diferentes de los grupos étnicos y raciales. C om o afirm ó en
un m om ento dado:

N o cabe duda acerca de la influencia del clima sobre el


tem peram ento de la raza, tanto como efecto directo como
indirecto... En general hay una estrecha correspondencia
entre el clima y el temperamento. Los pueblos de la Europa
septentrional son enérgicos, prudentes, serios, reflexivos
más que emocionales, cautelosos más que impulsivos. Los
meridionales de la cuenca mediterránea subtropical son
despreocupados, carentes de previsión excepto en caso de
necesidad aprem iante, alegres, emocionales, imaginativos,
cualidades todas ellas que entre los negros del cinturón
ecuatorial degeneran en graves fallos raciales. (Semple,
1911: 620)

151
Com o Ratzel, Semple creía que los hum anos habían na­
cido en los trópicos pero se habían desarrollado en la zona
templada, donde la naturaleza les obligaba. Aquellas razas que
permanecieron en los trópicos, con pocas excepciones, sufrie­
ron un desarrollo atrofiado («su vivero les m antuvo como ni­
ños»), un efecto que ella extendía por lo menos a los europeos
que vivían en tierras cálidas y húmedas.
Más allá del «temperamento racial» derivado de la naturale­
za, los efectos psíquicos incluían reflexiones sobre el medio en
«la religión del hombre y su literatura, en sus modos de pen­
samiento y sus figuras retóricas» — es decir, en los contenidos
específicos de la cultura (Semple, 1911: 40). Para Semple, había
una relación directa entre el medio y la cultura; así, la mitología
de los polinesios era calificada de «eco» del océano que los ro­
deaba, el infierno de los esquimales era un lugar de frío intenso,
el de los judíos un lugar de fuego eterno. Una versión más sofis­
ticada, mediatizada, de los orígenes de la mitología llegó luego
en su Geography o f the Mediterranean Región (1933). Las reli­
giones primitivas, señalaba, representan los primeros esfuerzos
del hombre no instruido por explicar el m undo externo. Había
mitologías que expresaban las condiciones naturales en la tierra
natal de la gente. Los dioses eran concebidos como representan­
tes de las fuerzas de la naturaleza y la geografía proporcionaba la
arcilla con la que eran modeladas las deidades. Grupos de religio­
nes con características comunes crecieron en regiones naturales
bien definidas como la cuenca mediterránea donde la frecuente
amenaza de sequía, la incapacidad de la gente para entenderla
en términos meteorológicos, y la desesperanza resultante ante la
fuerza abrumadora de la naturaleza, se confabularon para unir
lluvia y religión en la mentalidad antigua. Los principales dioses
bajo las condiciones climáticas del Mediterráneo se convirtieron
así en dioses con el poder de conceder o negar el agua para la vida
del cielo (Semple, 1933: 495-511 ).

152
Los humanos eran sujetos pasivos ante esta influencia
ambiental directa en las primeras fases de desarrollo. C uando
devenían más activos, las influencias indirectas que «moldea­
ban su mente y su carácter po r medio de su vida económica y
social» se convertían en más importantes. Pero como hemos
visto, la vida social tenía tan poca autonom ía que su inter­
mediación raramente interrum pía la influencia directa de la
Naturaleza, y la falta de una dinámica social definida permitía
que la historia fuera interpretada en términos naturalistas. Este
defecto en el razonam iento de Semple derivaba de la continua­
da influencia de la analogía orgánica. Cuando las limitaciones
de la analogía se hacían evidentes, el misticismo natural era
añadido poéticamente como compensación. Era necesario que
fuera así. La función de la teoría geográfica de la historia era
legitimar la expansión espacial de los poderes imperialistas do­
minantes como predestinada naturalmente. Esta legitimación
era especialmente im portante para Semple cuando el liderazgo
expansionista pasó a un poder en el nuevo m undo —unos
Estados Unidos jóvenes, agresivos y activos.

L as condiciones geográficas de la h isto ria


am erican a
American H istory (1903) examinaba la influencia del medio
natural en el curso de la historia de los Estados Unidos. Las
categorías «científicas» de su argumentación eran las carac­
terísticas raciales y culturales originales de los europeos,
especialmente los anglosajones, y el poder transform ador de
las condiciones geográficas norteamericanas. Europa era un
continente altamente articulado de regiones protegidas, con­
finadas, donde la densidad de población y la intensidad de la
vida socioeconómica perm itió un desarrollo tem prano de un
sentido de Estado. Los inmigrantes europeos a los Estados

153
Unidos llevaron consigo «su mejor capital en los elementos
de civilización europea. Com o exponentes de esta civilización,
representaban las fuerzas de la herencia» (Semple, 1903: 337).
U na interacción adicional, pues, tenía lugar entre la raza y las
características especiales del lugar de América del N orte; «las
condiciones geográficas, en los efectos acumulativos de su ac­
ción directa e indirecta, devenían factores tan fuertes que eran
determinantes incluso para la férrea energía de la raza anglo­
sajona. U n pueblo menos vigoroso difícilmente habría podido
responder a las influencias educativas de este medio concreto
(Semple, 1903: 226; véase también Semple, 1901). Las diferen­
cias en las condiciones geográficas rápidamente diferenciaban
los colonos del grupo inicial; Semple creía que había una co­
nexión directa entre el clima, el suelo, la economía, y las ideas
sociales y políticas en Norteamérica. En particular, el estrecho
contacto con la naturaleza en la frontera hacía jóvenes a los
americanos, m ientras que la sociedad inglesa se rehacía de una
form a puram ente democrática:

El aislamiento y las condiciones de vida salvaje dejaron


una huella parecida en todos. La igualdad de oponuni-
dades y recursos, la coincidencia de trabajos y peligros, y
la simplicidad impuesta sobre todas las clases excluidas, y
en el vigor, empuje e independencia del desarrollo masivo.
(Semple, 1903: 81-82; cf. Turner, 1962)

La característica más distintiva de las condiciones antropo-


geográficas americanas, la abundancia de tierra libre, tuvo así
un efecto estimulante, fom entando el espíritu de democracia
y juventud en toda la nación. Aunque las mismas condiciones
hubieran actuado de m odo diferente sobre los indios ameri­
canos (¡a pesar de la «inmutabilidad de la naturaleza»!). El
tam año y aislamiento del continente, la falta de un medio geo­

154
gráfico propicio habrían mantenido a los indios en el salvajis-
m0 o en los estadios inferiores del barbarismo. C on una escasa
población y una débil tenencia de la tierra, ello significaba
solo un leve obstáculo para el avance de los angloamericanos.
Además, hacia el sur las razas latinas tenían una limitada capa­
cidad para el liderazgo, y en el caso particular de México, los
españoles originales se habían debilitado por su absorción en
la población nativa. Semple concebía todo esto como la base
de una ciencia exacta de la expansión. Al describir el proceso
constante de colmatación de la frontera (a expensas de las ha­
bitantes originales), ella estaba simplemente investigando «una
frontera más científica». Hacia el oeste, el Pacífico era la única
«frontera absoluta»; hacia el sur el río Gila «representaba un
avance de una frontera acientífica a una científica» (Semple,
1903: 235-236).
El único com petidor peligroso en la lucha por el espacio
norteam ericano, G ran Bretaña, estaba ocupado en otros luga­
res, siendo su base canadiense demasiado periférica y el clima
septentrional demasiado severo para perm itir la densa pobla­
ción necesaria para la fuerza geopolítica. N ada podía evitar,
por tanto, la realización del «destino manifiesto» (derivado
de la naturaleza) del pueblo americano para ocupar el conti­
nente de océano a océano (Semple, 1903: 224). La siguiente
cuestión para los señores de la lucha po r el espacio era cómo
utilizar en el futuro su fuerza adquirida. El país m iró hacia
el sur. Las islas del C aribe serían las siguientes en caer en el
dom inio político; «esto es lo que podríam os llam ar la ley de
gravedad político-geográfica» (Semple, 1903: 403). Semple
esperaba que el gran imán de la naturaleza finalmente arras­
traría los fragm entos insulares hasta el poder del continente
y esperaba el día en que su localización en el «M editerráneo
americano» sería explotada por los Estados Unidos al límite
de sus posibilidades.

155
El mismo tipo de geopolítica era de aplicación a la cuenca
del Pacífico la cual, sin embargo, sería explotada sobre la base
de las posiciones ya establecidas en el Atlántico. Semple (1903:
421) enunciaba el principio científico de que «aquellos países
que tuvieran un punto de apoyo en ambos océanos tenían
ventaja ; y su fuerza potencial estaría en proporción a la lon­
gitud y proximidad de sus dos frentes oceánicos y la inventiva
de sus hinterlands respectivos». Ella evaluaba las desventajas
geográficas y raciales de los poderes en competencia — China
dom inada por gente nómada, demasiado aislada y no vitaliza­
da por el Atlántico; el Japón, falto de extensión y de población;
Canadá, aunque de sangre anglosajona, demasiado septentrio­
nal. Señalaba las ventajas de las posesiones estadounidenses en
las Filipinas y Samoa. «La gravedad política» llevó a las islas
de Hawai a la dom inación de los Estados Unidos, mientras
que una cadena de sucesos históricos «sobre todo geográficos
en sus causas, determinó que las Filipinas fueran el canal de la
influencia americana al este» (Semple, 1903: 430, 433). Su libro
term inaba con una nota de fervor nacionalista, alabando las
cualidades de la naturaleza en Norteam érica y las cualidades
raciales derivadas del entorno de la rama americana de los
anglosajones, en una ávida anticipación de la consecuencia de
preeminencia política de los Estados Unidos en el Pacífico, «el
océano del futuro».
Los escritos de Semple tuvieron u n atractivo inmediato
para las fuerzas sociales dominantes de su tiempo; como afirma
Colby (1933: 233), American H istory fue «ampliamente leído y
debatido». Ella explicaba la superioridad nacional en los nuevos
términos de la «ciencia» natural, concretamente al proporcionar
una versión ambiental del «racismo científico». Proporciona
una nueva versión del destino manifiesto al atribuir la expansión
estadounidense a la predestinación natural: «El liderazgo de los
Estados Unidos en la enunciación de la D octrina M onroe tiene

156
su base última en las condiciones geográficas» (Semple, 1903:
237).18 Ella excusaba las acciones sangrientas que conllevaba la
expansión como la difusión de un orden más alto de civilización
y e 1 establecimiento de una «vanguardia científica». Ocultaba
la naturaleza de clase del capitalismo estadounidense bajo una
apariencia de avanzadilla democrática. Si Turner y Mahon no
hubieran hablado ya mucho de ello, Semple habría sido la en
vez de una ideóloga del prim er período imperialista de los
Estados Unidos. Tal como fue, ella orientó la geografía norte­
americana hacia una dirección ambientalista/evolucionista. Pero
antes de entrar en ello, debemos detenernos a criticar con ma­
yor detalle toda la posición intelectual y política adoptada por
Spencer, Ratzel, Semple y la geografía determinista ambiental de
principios del siglo XX.

U n a crítica m a rx ista
El capitalismo y el imperialismo fueron objeto de un segundo
análisis, el materialismo histórico de Marx, Engels y Lenin.

18. Como señala Smith (1984: 11), la naturaleza llegó a ser no solo el texto de
Dios, sino Dios mismo en el «naturalismo cristianizado» del siglo XIX. La ideología
del destino manifiesto, afirma, estaba basada en esta fundación filosófica. Creo que,
sin embargo, al avanzar el siglo, Dios fue dejado atrás como causa original, mien­
tras que para autores como Semple devino la causa crecientemente efectiva. He su­
gerido que, en Semple, incluso podemos ver la idea de una «naturaleza consciente».
Como el lenguaje utilizado para describir esto es siempre (necesariamente) poético,
es difícil adivinar la proporción exacta de divinidad y naturalismo. Sí se encuentra
en Semple, no obstante, la creencia de que la naturaleza sabe más que los humanos.
Así, en una elogiosa explicación del imperialismo japonés, en la que sus métodos
coloniales son descritos como «animados por un espíritu inteligente y bondadoso
para proteger a los nuevos sujetos de Japón y para desarrollar los recursos de las
recién adquiridas tierras», también leemos que «la política de Japón no deja margen
para ciertas fuerzas naturales que ven más el futuro del desarrollo nacional que el
más inteligente de los gobiernos» (Semple, 1913: 255). Nótese también que, sobre
|a base de un análisis de recuento de palabras, Hawley (1968) sostiene que la natu­
raleza asumió un papel activo en los escritos de Semple a partir de 1911.

157
Aparte de ciertos aspectos de la crítica de Febvre (1925) al deter-
minismo ambiental,19 la geografía estaba al margen de esta alter­
nativa, pese a que una versión bastante completa estaba disponi­
ble en la brillante exposición de Wittfogel (1929).20 La geografía,
por tanto, ha tenido una tendencia continuada ' a infravalorar o
malentender la sociedad que intercede entre la naturaleza y lo
humano. Y eso que el efecto de la naturaleza en los humanos
está siempre mediado por la sociedad: los efectos naturales va­
rían con el nivel y la forma de organización social. Además, el
contexto natural está modelado por la actividad social: los hu­
manos están crecientemente condicionados por lo que, colectiva
e históricamente, han hecho de la naturaleza —es decir, por una
«segunda naturaleza»; U na explicación de las relaciones entre el
m undo natural y la vida humana requiere así «una teoría social
elaborada o al menos algunas suposiciones sobre el proceso his­
tórico de desarrollo social» (Dunford y Perrons, 1983: 66). En el
materialismo histórico, esta teoría es proporcionada por el con­
cepto de Marx de actividad productiva social. El trabajo social
proporciona el eslabón perdido entre la naturaleza externa y las
cualidades internas de los seres humanos:

19. Febvre (1925: 236-237, 367) sostenía que la conformación del género hu­
mano por las condiciones naturales debía tratarse como los humanos haciéndose a
sí mismos a través del trabajo. O más generalmente, el ser humano estaba dotado
de una actividad de su propia capacidad de crear y producir nuevos efectos, con lo
que es el fin de la determinación en el sentido real de la palabra», es decir, «no hay
necesidades sino posibilidades por todas partes».
20. En la importante reformulación de Marx por Wittfogel (1929), la natu­
raleza objetiva de la Naturaleza determina la dirección seguida por la actividad
productiva al proporcionar materiales naturales y, más importante, las fuerzas na­
turales de producción. Como diferentes organismos sociales encuentran diferentes
medios en sus entornos, sus modos de producción son diferentes —por ejemplo,
las variaciones ambientales fueron el origen del desarrollo social multilineal. Ello
llevó finalmente a Wittfogel (1957) a que su concepción cuasi-marxista de «despo­
tismo oriental» estuviera fundada, como el modo de producción asiático de Marx,
en la necesidad condicionada ambientalmente de irrigación y, por tanto, los prime­
ros desarrollos del Estado despótico en las organizaciones sociales hidráulicas.

158
La teoría de Marx de las relaciones entre la producción
social y el medio ha sido ampliamente discutida en otros luga­
res (Prenant, 1943; Schmidt, 1971; Timpanero, 1975; Parsons,
1977; Burgess, 1978; Walker, 1979; A. Sayer, 1979; Smith y
O ’Keefe, 1980; Quaini, 1982; London G roup, 1983; Smith,
1984). Para el fin que nos ocupa, es más relevante una com­
paración del materialismo histórico de Marx con el enfoque
organicista natural. Ello nos dará la oportunidad de criticar
el darwinismo social y el determinismo ambiental de la única
forma aceptable —desde la sólida posición de una perspectiva
alternativa.

Generalización histórica
El darwinismo social fue toda una manera de entender el m un­
do. Perseguía el descubrimiento de un conjunto de principios
naturales que fueran aplicables tanto al m undo natural como
al humano-social. La historia de la hum anidad a la que daba
resultado era vista en térm inos de una evolución orgánica eter­
na. Sus generalizaciones la hicieron atractiva intelectualmente
para una mente burguesa impresionada por la ciencia natural,
mientras que la misma cualidad le dio importantes funciones
legitimadoras. Aunque cuando el hechizo sociobiológico se
rom pió por el curso de los acontecimientos científicos y so-
ciopolíticos, la naturaleza dogmática de sus generalizaciones
hizo que el determinismo ambiental se volviera de golpe poco
convincente mientras que la geografía, por reacción, se movía
en la dirección de una idiosincrasia idiográfica incluso más
acientífica en los años 1930 y 1940.
En el materialismo histórico, en comparación, había una
distinción entre los niveles históricos y transhistóricos de la
teoría y las categorías analíticas (D. Sayer, 1979; G ibson y
H orvath, 1984). Todas las épocas históricas tienen ciertas ca­
racterísticas comunes. Cuando «son filtradas por la compara­

159
ción», pueden separarse los «elementos que no son generales ni
comunes», de modo que las diferencias esenciales permanezcan
cuando las dos se combinan en afirmaciones generales (Marx,
1973: 85 ). Para Marx, la similitud transhistórica surge de las
relaciones que todos los individuos humanos deben tener: una
relación con la naturaleza, especialmente como apropiación o
propiedad, que le proporciona la base material de la existencia;
y una relación con otros, como en las relaciones sociales de
producción, que aseguran la continuación y perm ite la mejora
de la existencia material. Pero la relación con la naturaleza está
siempre mediatizada por la pertenencia individual a un grupo
social definido que ocupa un territorio determinado. Así, la
apropiación de la naturaleza tiene lugar dentro y a través de
una fo rm a histórica específica de sociedad. Ello lleva a Marx
(1973: 471-514) a un análisis de la formas sociales de la historia
humana y de las diferentes relaciones de propiedad o maneras
de apropiarse la naturaleza que las caracterizan (Peet, 1981).
Las generalizaciones sobre las relaciones ambientales se hacen
dentro de esta metodología histórica particular —como parte
de una ciencia de la historia social más que natural.

La estructura de la sociedad
En la elaboración del análisis sociobiológico, la analogía entre el
organismo y el organismo social jugaba un papel fundamental.
Las comparaciones analógicas entre lo teorizado y lo que estaba
en gran parte sin teorizar pueden crear avances en la compren­
sión; pero estos avances pueden darse en direcciones equivoca­
das, especialmente bajo circunstancias sociopolíticas que favo­
recen determinados tipos de analogía como la base de teorías
de legitimación. De modo más general, no obstante, la analogía
es un mecanismo metodológico burdo, incapaz de aportar un
análisis de las diferencias esenciales entre grupos de fenómenos.
En este caso, la analogía orgánica se mostró incapaz de propor­

160
cionar un análisis científico de la conciencia humana, que en el
caso de Semple era una mera versión aceptada, localizada, de la
voluntad de la naturaleza. Además, la analogía reducía la estruc­
tura social a un conjunto de funciones biológicas y hacía de la
localización una cuestión puram ente de determinación natural.
Las deficiencias de esta «sociología» burda, naturalista, funcio-
nal-estructural que inició Spencer, devinieron especialmente
obvias cuando se «explicaba» la dinámica del organismo social.
Simplemente se desarrolló cuando podía de modo natural en
las condiciones de competencia imperantes. Además, las dife­
rencias regionales en el desarrollo histórico solo podían ser ex­
plicadas por variaciones raciales en las capacidades, implantadas
directamente por factores ambientales naturales. De modo que,
a medida que el siglo XIX llegaba a su fin, lo que empezó como
materialismo geográfico se vio forzado al idealismo geográfico,
el misticismo natural, y la pseudociencia de la raza. Además, en
el siglo XX, incluso los aspectos científico-evolucionistas del
trabajo de Ratzel y de Semple se perdieron, los frecuentes saltos
daban lugar a un racismo simplista y torpe, con afirmaciones
que no han estado a la altura científica de la geografía:

Allí donde los negros son mayoría [en América Latina]


han quedado, en su m ayor parte, atrasados. Son propen­
sos a ser pueriles, inactivos e indiferentes al progreso.
Viviendo en las tierras tropicales de América Latina, don­
de la naturaleza es generosa para satisfacer sus necesidades
inmediatas, tienen pocos estímulos para el esfuerzo a pesar
de que la esclavitud ya haya pasado. Form an un elemento
de difícil asimilación en una economía basada en los estilos
de vida europea (Fleure et al., s.f.: 194).

Una afirmación com o ésta, tomada de un libro de texto


editado por prominentes geógrafos británicos y dirigido a es­

161
colares, no solo es el resultado de la aberración de su propio
autor sino de la adhesión a una form a de análisis que acentuaba
las cualidades naturales del ser humano. Al igual que el estudio
de los efectos naturales de los medios regionales, el racismo era
la versión geográfica de esa teoría. Los naturalistas de orienta­
ción regional se vieron forzados al racismo como la base de la
explicación social.
El materialismo histórico tam bién aspira a la ciencia. A
diferencia de Spencer, sin embargo, empieza con una versión
específicamente humana de la relación con la naturaleza como
apropiación y transform ación a través del trabajo consciente.
Marx trata esta relación en su afirmación más general (trans-
histórica) sobre el proceso de trabajo humano:

El trabajo es, ante todo, un proceso entre el hom bre y


la naturaleza, un proceso m ediante el cual el hom bre,
m ediante sus propias acciones, interviene, regula y con­
trola el m etabolism o entre él mismo y la naturaleza. Se
enfrenta a los materiales de la naturaleza com o una fuer­
za de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales
que pertenecen a su propio cuerpo, sus brazos, piernas,
cabeza y manos, para apropiarse de los materiales de la
naturaleza de form a que se adapte a sus propias nece­
sidades. A través de este m ovim iento, actúa frente a la
naturaleza externa y la cambia, y de este m odo sim ul­
táneam ente cambia su propia naturaleza. D esarrolla las
potencialidades adorm ecidas en la naturaleza, y se som e­
te al juego de sus fuerzas para su propio poder soberano.
(Marx, 1976: 283)

La conciencia humana, para Marx, es una potencialidad


natural desarrollada a través del proceso de trabajo social y
estructurada por las características de ese proceso. El propó­

162
sito de la conciencia guía pues las siguientes interacciones con
la naturaleza:

U na araña realiza operaciones que se parecen a las de un


tejedor, y una abeja haría avergonzar a más de un arquitec­
to hum ano por la construcción de las celdas de un panal de
miel. Pero lo que distingue al peor arquitecto de la mejor
de las abejas es que el arquitecto construye las celdas en su
mente antes de construirlas en cera [es decir, en forma de
modelo]. Al final de cada proceso de trabajo, se produce
un resultado que ha sido ya concebido de entrada por el
trabajador, de m odo que ya existía idealmente. El hom bre
no solo ejerce un cambio en la form a de los materiales de
la naturaleza; tam bién realiza su propio propósito en esos
materiales. (Marx, 1976: 284)

Para Marx, hay una diferencia fundamental entre las ac­


tividades hum anas y otras actividades naturales, expresada
en la frase (modificada) «los humanos se hacen a sí mismos».
Los humanos son capaces colectivamente de controlar las
condiciones de su existencia de m odo que ya no están bajo la
determinación directa de las fuerzas naturales. Ello cambia el
sentido del análisis pertinente desde la naturaleza externa a las
características sociales internas — es decir, al m odo en que las
colectividades humanas (sociedades) están organizadas y con­
troladas. Para Marx, el nivel de desarrollo de las fuerzas p ro ­
ductivas y las relaciones de producción determinan la estruc­
tura global de la sociedad. La conciencia se acumula a partir de
experiencias históricas condicionadas socialmente, aunque en
escenarios naturales diferentes. La expansión geográfica es el
resultado no de un impulso natural o de un aumento natural de
los efectivos sino de las contradicciones sociales de un modo
de producción histórico concreto.

163
Esta última cuestión recorre la filosofía social del siglo XIX
como una corriente de fondo poco popular. Puede encontrarse
en Hegel, von Thünen, y Marx (Harvey, 1981). Bajo las con­
diciones imperialistas de finales del siglo XIX y principios del
XX, se desarrollaron diversas versiones en la literatura radical.
Basándose en el pensamiento liberal crítico, Lenin (1975)
puso el acento en la superabundancia de capital que forzó
la adquisición de colonias en una lucha nacional intercapita­
lista por el control del m undo que culminaría en la Primera
Guerra Mundial. Luxemburg (1951) apuntó a la necesidad de
mercados externos y por tanto una tendencia del capitalismo
a capturar y a disolver las sociedades no capitalistas del m un­
do. O tros escritores marxistas han remarcado las necesidades
de la sociedad de recursos y trabajo adicionales por parte de
los poderes imperialistas dominantes (Brewer, 1980). El tema
com ún de estas teorías es la necesidad social, más que natural,
de la expansión imperialista. Por tanto, el análisis adecuado es
social y económico más que biológico. El propósito social es el
producto de las decisiones de clase tomadas con fines de clase
determinados, más que la voluntad de la naturaleza manifesta­
da en las diversas propensiones y capacidades.

Conciencia
A bordando la dimensión más difícil de la ciencia social, el
marxismo sostiene que el m odo de producción y no directa­
mente el medio natural es el origen prim ario de la conciencia.
Reconocerlo hace posible contem plar el descubrimiento de le­
yes científicas sociales del desarrollo del pensamiento. Cuando
la existencia humana estaba dominada por una dependencia
inmediata de la naturaleza (en un nivel bajo de desarrollo de
las fuerzas productivas), la conciencia estaba de modo similar
dominada por la naturaleza. Marx (1976: 173) especifica la for­
ma de dominación como la deificación de las fuerzas natura­

164
les. En los «organismos sociales de producción antiguos», las
limitaciones reales (naturales) sobre la acción hum ana estaban
reflejadas en el «antiguo culto a la naturaleza». Al aumentar
la fuerza productiva humana, surgió la posibilidad para una
interpretación científica de la naturaleza. Pero la conciencia
estaba también determinada por las relaciones sociales de
producción. Las relaciones de dom inio de clase requieren que
incluso la teoría natural esté socialmente legitimada — de ahí,
el énfasis inicial de Darw in en la competencia en la natura­
leza. La liberación potencial de la conciencia de la opresión
religiosa y mística fue, por tanto, solo realizada parcialmente
(Peet, 1985). La mayoría de científicos naturales retuvieron las
teorías religiosas y místicas en una poco fácil alianza con su
ciencia. El entendim iento social en particular estaba necesaria­
mente mistificado.
El materialismo histórico no niega la base biológica del ser
hum ano (Timpanero, 1975) o del proceso de evolución natu­
ral; de hecho, M arx quería dedicar El Capital a Darwin. Lo
que propone en su lugar es la adición de una dimensión espe­
cíficamente social al análisis natural; el trabajo social dirigido
concientemente marco una nueva era en la historia de la evo­
lución. La reproducción material form a la base de la sociedad.
La dialéctica de la lucha social es su dinámica. El materialismo
dialéctico aspira así a una ciencia social de la existencia y el
desarrollo humano.

La tra y e c to ria de u n a disciplina


El interés de la disciplina por las relaciones hum anos-m edio es
anterior a Ratzel y Semple (H artshorne, 1939: 39-101), al igual
que el uso de analogías orgánicas en geografía (Stoddart, 1967:
514-518). Sin embargo, la definición de la geografía com o la
ciencia de las relaciones hum anos-medio, con el uso de la

165
analogía orgánica para ilum inar esta relación científicamente,
pertenece al último tram o del siglo XIX y principios del XX.
Este enfoque no fue el resultado exclusivo ni siquiera principal
de la dinámica interna del desarrollo de la geografía, sino de los
descubrimientos de la biología evolucionista y de la urgente
necesidad de una teoría que legitimara las relaciones sociales
capitalistas, la lucha entre sociedades, y la expansión geopolíti­
ca en una época imperialista.
U n m odo de conocim iento teórico com pletam ente di­
ferente relacionado con los orígenes y el desarrollo de la
vida hum ana creció d entro del capitalismo haciendo añicos
los viejos modelos de la tierra y sus habitantes que habían
sido apropiados para formas sociales anteriores. Incluso las
versiones burdas de la nueva ciencia burguesa eran suficien­
tes para vencer lo viejo en disciplinas com o la sociología y
la geografía, que estuvieron dom inadas po r el naturalism o
evolucionista durante la segunda m itad del siglo XIX. Pero
más que la form ulación de D arw in, fue la analogía orgánica
de Spencer y la concepción de Lam arck de la adquisición
directa de características del m edio las que desem peñaron
el papel principal en la geografía. La antropogeografía de
Ratzel era una versión espacial de la teoría del organism o
social. El determ inism o ambiental de Semple, el paradigma
dom inante de la geografía angloamericana de finales del siglo
XIX y principios del XX, sacaba su inspiración intelectual de
la corriente de pensam iento biológico, y especialmente social
darw inista, que se extendió en las ciencias sociales en las dé­
cadas post-D arw in.
La adhesión a este paradigm a no fue el resultado solo
de su poder de persuasión científica. La era de la hegemonía
intelectual de la biología fue tam bién la era de la expansión
imperialista y creciente conflicto entre sociedades. Desde una
posición m arxista, estos procesos pueden entenderse cientí­

166
fic a m e n te e n t é r m in o s de la s c o n t r a d i c c i o n e s in h e re n te s de

u n a s o c ie d a d h is t ó r ic a c o n c r e t a — la n e c e s id a d d e c o n q u is t a r

a o t r o s p r o v i e n e d e la n e c e s id a d d e m a n t e n e r y e x p a n d i r u n a

s o c ie d a d b a sa d a en c la se s. D e sd e una p o sic ió n d a r w in ista

s o c ia l, e n c o m p a r a c i ó n , la e x p a n s i ó n y la c o m p e t e n c i a eran

c o n te m p la d a s com o c a r a c te r ístic a s n a tu r a le s de to d o s lo s

o r g a n ism o s, com o m o m e n to s n e c e sa r io s en la e v o lu c ió n

h a c ia un n iv e l s u p e r io r d e c iv iliz a c ió n . ( A q u í e n c o n tr a m o s

un v e stig io d e u n a c o n c e p c ió n r e lig io s a d e la n a t u r a le z a . A l

e x a m in a r la n a t u r a le z a , s e p o d í a a d iv in a r n o s o lo lo s e fe c t o s a

la r g o p la z o d e la s fu e r z a s p u r a m e n t e m a te r ia le s s in o ta m b ié n

o b t e n e r e l m e jo r in d ic io d e la v o lu n t a d d e D i o s — lo q u e e r a

n a tu r a l ta m b ié n e ra m o r a l). L e jo s d e p r o d u c ir u n a te o r ía c r í­

tic a d e l i m p e r i a l i s m o , e l u s o p r e d o m in a n te d e l p e n sa m ie n to

n a tu r a lista fu e le g itim a r el p o d e r e x p a n s io n ista de lo s m ás

a d a p t a d o s . E l p a p e l d e la g e o g r a f í a e n la f o r m a c ió n d e e sta

i d e o l o g í a f u e e l d e e x p l i c a r la a d a p t a c i ó n e n l o s n u e v o s t é r m i ­

n o s « c ie n t íf ic o s » d e c a u s a c ió n a m b ie n t a l — d e a h í, la a te n c ió n

d e la d i s c i p l i n a e n l o s d e t e r m i n a n t e s g e o g r á f i c o s d e la s o c i e ­
d a d y la h is t o r ia .

L o s p r o b le m a s in h e re n te s a e sta « c ie n c ia » d a r w in is ta s o ­

c ia l s u r g ía n d e s u in c a p a c id a d p a r a c o m p r e n d e r la s p r o f u n d a s

d ife r e n c ia s e n tr e lo s s e r e s h u m a n o s y e l r e s to d e la n a tu r a le z a .

E s t a s r e s id e n e n la in t r in c a d a n a t u r a le z a s o c ia l y e l p o d e r p r o ­

d u c tiv o d e l p r o c e s o d e tr a b a jo h u m a n o y el d e s a r r o llo d e u n a

c o n c ie n c ia q u e p e r m it e q u e e ste p r o c e s o se a a u to d ir ig id o . E n

e l c a s o d e l o s h u m a n o s , p o r t a n t o , la d e t e r m i n a c i ó n n a t u r a l e s t á

r e b a t id a p o r la d e t e r m in a c ió n s o c ia l. L a t e o r ía n a t u r a l d e b e s e r

c o r r e g id a p a r a in c lu ir u n a c ie n c ia s o c ia l e sp e c ífic a m e n te h u ­

m a n a . L a a n a lo g ía o r g á n ic a se m o s t r ó in h e re n te m e n te in c a p a z

d e p r o p o r c i o n a r la b a s e p a r a u n a t e o r ía a s í, p e s e a lo c u a l se

m a n tu v o p o r q u e e ra u n a h e r r a m ie n ta m e t o d o ló g ic a m e n te ú til

e n la t e o r í a d e la le g i t i m a c ió n . E s t a in c a p a c i d a d i n h e r e n t e lle v ó

167
a la «ciencia» sociobiológica en la dirección del misticismo
natural: el m otor subyacente de la historia se convirtió en la
fuerza activa de una naturaleza consciente. En ausencia de una
teoría adecuada de los orígenes sociales de la conciencia y el
propósito hum ano, los darwinistas sociales se vieron forzados
a m antener una creencia en una conciencia sobrehum ana para
explicar la dinámica de la historia.

Geografía cultural
El determinismo ambiental devino cada vez más socialmente
disfuncional en los años 1920 después de que los principales
asuntos de la dominación imperialista del m undo se hubieran
zanjado con la Primera Guerra M undial.21 Al mismo tiempo,
estaba sujeto a la crítica académica teórica. Seguiré aquí una
parte de esa crítica en la geografía cultural estadounidense.
Barrows (1923: 2; Koelsch, 1969) inició una tibia crítica desde
dentro de la escuela ambientalista señalando que las relaciones
entre los humanos y el medio debían verse desde el punto de
vista de la adaptación hum ana ya que era «más fácil que esta
diera lugar al reconocim iento y adecuada evaluación de todos
los factores implicados, y especialmente, minimizara el peligro
de conceder una influencia determinante que no tienen a los
factores ambientales. Sauer (1963: 320) prosiguió con la argu­
m entación más contundente de que la transposición de una
ley divina a una ley natural om nipotente había causado que
«la adhesión entusiasta a la fe de la causación» sacrificara sus
preocupaciones iniciales en nom bre de un «riguroso dogma de
cosmología naturalista, más notablemente en la fisiografía y

21. Sin embargo, una geopolítica ambientalista mantuvo su poder, tanto en la


sociedad como en la disciplina de la geografía, donde los movimientos imperialistas
y expansionistas habían sido mayormente frustrados: Alemania (Dorpalen, 1942)
y Japón (Takeuchi, 1980).

168
antropogeografía norteamericana». Com o él mismo añadiría
más tarde, «la ley natural no es de aplicación a los grupos so­
ciales» (Sauer, 1963: 359). En lugar de ello, lo que los humanos
hacían en un área implicaba el papel activo de la cultura en
el m odelado del paisaje (Sauer, 1963: 343). La naturaleza solo
proporcionaba los materiales que establecían los límites den­
tro de los que quedaban muchas posibles opciones. La adapta­
ción podía ser ayudada por las «sugerencias que el hom bre ha
obtenido de la naturaleza, quizá por una proceso imitativo, en
buena medida subconsciente» (Sauer, 1963: 343). Pero también
era el producto de hábitos adquiridos o inventados, habilida­
des aprendidas que se difundieron por el espacio. Finalmente,
lo hum ano se convirtió en el «dominante ecológico», una
fuerza que «afectó el curso de la evolucion orgánica» (Sauer,
1956: 49).
La crítica de Sauer desempeñó un papel central para acabar
con el determinismo ambiental como la teoría hegemónica de
la geografía e inició una redefinición como «ciencia social, in­
teresada po r... la diferenciación espacial» (Sauer, 1924: 17). La
cuestión, no obstante, es si Sauer proporcionó una alternativa
teórica adecuada para la geografía. Cosgrove ha criticado a
Sauer por no proporcionar una teoría concreta de la emer­
gencia y la naturaleza de la cultura; tanto Vidal de la Blache
como Sauer, señala, veían a la cultura como «especies de mera
inventiva humana» (Cosgrove, 1983: 3). Así, Sauer (1969: 2-3):
«El hom bre comió el fruto del Á rbol del Conocim iento y por
tanto em pezó a adquirir y transm itir el aprendizaje, o ‘cultu­
ra’... De vez en cuando, surgía una nueva idea en algún grupo
y se convertía en habilidad e institución». Estaría de acuerdo
con Cosgrove en que, para la geografía cultural, era difícil una
teoría de la conciencia no mística. Com o resultado, la geogra­
fía cultural fue incapaz de establecer una base filosófica segura
para la comprensión del uso hum ano de la tierra y ha m ostrado

169
una tendencia continuada a degenerar en un eclecticismo p ro ­
vinciano. 22

L a g eografía regional y la g eo m etría espacial


Libre de un efecto disciplinar de una clara función social, con
el determinismo ambiental criticado pero no reemplazado de
m odo efectivo, la geografía derivó durante los años 1930, 1940
y 1950 hacia una versión regionalista de lo que a m enudo ha
permanecido como una agenda oculta determinista. La conti­
nua influencia de la «geografía clásica» era visible, por ejemplo,
en el diseño de los libros de texto de geografía que «empiezan
con cosas como geología de las rocas y el clima, siguen con la
vegetación y los suelos y term inan con los asentamientos, la
agricultura, la industria y el transporte — una secuencia expo­
sitiva perfectamente lógica en ‘térm inos clásicos’ que lo es m e­
nos cuando se abandona el punto de vista ‘clásico’» (Wrigley,
1965: 7). La geografía perdió su posición como teoría principal
de legitimación prim ordial cuando las necesidades urgentes
de la sociedad capitalista viraron de la conquista imperialista
a los problemas sociales internos generados por la falta de una
válvula de seguridad externa que estuviera siempre perm ane­
ciera abierta. Com o Harvey (1974b: 21) señala, el interés del
Estado empresarial m oderno por la gestión del crecimiento
económico y la contención del descontento fueron contes­
tados en el período posterior a la Segunda G uerra M undial

22. Es sintomático de la influencia duradera de Spencer que Sauer adoptara


lo que Duncan (1980) ha llamado una «teoría superorgánica de la cultura» toma­
da de Kroeber, quien a su vez la había tomado de Spencer como su alternativa al
determinismo ambiental asimismo ¡profundamente influido por Spencer! Con el
tiempo, la tendencia fue a quitar fuerza a los «factores originales» de Spencer (la
influencia del medio en las cualidades raciales) y enfatizar sus factores secundarios
(«superorgánicos»). La misma Semple formaba parte de este cambio de énfasis en
el pensamiento post-spenceriano.

170
por una geografía que crecientemente centró su atención en
lo urbano, lo regional, y la gestión ambiental. A finales de
los años 1950 y en los 1960, el énfasis de la disciplina cambió
drásticamente a la geometría del espacio como fundam ento
teórico para las nuevas funciones sociales. Ello también puede
verse, sin embargo, como parte de una reacción interna con­
tra la insolvencia del determ inism o ambiental en la teoría y
finalmente en el práctica. A unque con su supuesto displicente
de una superficie homogénea, la geometría espacial creó un
nuevo dualismo dentro del concepto de ambiente, entre na­
turaleza y sociedad. La analogía con la física, que subyace en
el análisis espacial, se dem ostró igualmente inaplicable porque
los «átomos» interactivos tienen conciencia y se com portan
de modo imprevisible, a la vez que el espacio no es absoluto
sino re-creado socialmente. La nueva «ciencia» de relaciones
espaciales había perdido el interés original de la geografía por
las siempre cambiantes cualidades de la superficie de la tierra y
con los orígenes del com portam iento humano. Además, como
la disciplina fracasó en encontrar la clave teórica para desvelar
los secretos de su más profunda cuestión (ambiental), cayó en
un embarazoso silencio justo cuando la relación entre socie­
dad y naturaleza entraba en un estado de contradicción y crisis
durante los años 1960 y 1970. Lo que debía haber sido el mejor
m om ento para la geografía fue, en cambio, el m om ento de su
fracaso absoluto — la disciplina jugó un papel secundario en el
debate ambiental de los años 1970.

U n a ciencia social de relaciones am bientales


Pero el entendim iento teórico sigue un camino complicado.
Las vías m uertas pueden convertirse en nuevos puntos de
arranque o nuevas versiones de caminos abandonados en
la carrera original para emular a la biología. ¿Q ué es lo que

171
distingue a los hum anos de los animales? El nivel de concien­
cia que perm ite a los hum anos entender, controlar e incluso
destruir la naturaleza. ¿Q ué caracteriza la independencia
típicam ente hum ana de la naturaleza? Las fuerzas y las rela­
ciones intrincadam ente sociales de producción que se inter­
ponen entre los individuos y el m undo natural. Y finalmente,
¿cómo están conectados estos dos tipos de particularidades
humanas? Al actuar sobre la tierra durante la producción de
sus vidas, los hum anos no solo transform an la naturaleza ex­
terna sino que encuentran y desarrollan su propia naturaleza
interna. D ilucidar este proceso haría posible una ciencia de
las relaciones hum anos-m edio capaz de guiar con precisión
la práctica política.

A g radecim ientos
G ran parte de esta investigación y trabajo para este artículo
fue llevada a cabo durante mi período sabático en 1983-1984.
Reg Golledge proveyó un entorno cómodo en la Universidad
de California, Santa Bárbara, en el otoño de 1983, y Mansell
P rothero ayudó de m odo análogo en la Universidad de
Liverpool en la primavera de 1984. Una prim era versión de
este artículo fue sensiblemente mejorada por los comentarios
de G erry Kearns y Phil O ’Keefe. Las observaciones críticas de
David Harvey fueron particularm ente significativas en un mo­
mento crucial de la elaboración del artículo. Muchas gracias a
todos ellos por su ayuda.

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180
CULTURA, IMAGINARIO Y RACIONALIDAD EN
EL DESARROLLO ECONÓMICO REGIONAL*
Richard Peet

Los marxistas se aproxim an al resbaladizo tema de la cultu­


ra a través de la tortuosa vía de la ideología. ¿Q uién podría
olvidar la últim a parte del prim er capítulo de El Capital
que trata de los reflejos religiosos del m undo real? En unos
pocos párrafos M arx esboza las condiciones materiales para
los diferentes tipos de religión: el culto a la naturaleza como
un sistema de dioses, el culto a la hum anidad engrandecida
como Espíritu. Bajo condiciones de dom inación, tanto si es
por fuerzas naturales como por relaciones sociales deificadas,
deidades ficticias inventadas explican lo que de otro m odo
es inexplicable: las razones de los hechos, el propósito de la
existencia, incluso los significados aparentem ente inherentes
a la vida. Com o M arx en su día, tam bién ahora, en el apogeo
de nuestra era actual, encontram os que la cultura científica
m oderna tom a formas religiosas, místicas y misteriosas.
N unca hemos sido m odernos... porque nunca hemos sido
com pletam ente racionales. Más bien, la m odernidad com bina
el pensam iento racional y el religioso en simbiosis totalm ente
increíbles. Aquí, en las variopintas síntesis regionales entre la
creencia y la lógica, es donde podem os descubrir las fuentes
culturales de la economía.
La sim bolización y el imaginario son m om entos cultura­
les de relativa libertad, lugares donde conceptualizar nuevos
sistemas políticos y económicos. Poner el acento en la sim­

* © Environment and Planning A, traducido por Nuria Benach del original


inglés «Culture, Imaginary and Rationality in Regional Economic Development»,
Environment and Planning A, 32 (2000); pp. 1.215-1.234.

181
bolización da lugar a un nuevo tipo de marxismo, en el que la
cultura, la ideología y la conciencia son causales tanto como
resultantes. Enfatizar 1-a interpretación abre el marxismo al
significado, a la em oción y al sentim iento. En conjunto, un
nuevo énfasis cultural hace del m arxismo la base teórica de
una política más libre, más democrática. N os encontram os
ante una nueva fase del pensam iento radical, liberado de los
grilletes de la corrección política po r el colapso de la U nión
Soviética.
En este artículo trato algunas ideas, térm inos y relaciones
que implican un análisis cultural de los sistemas económicos
a partir de varios años de investigación empírica sobre el
desarrollo de N ueva Inglaterra. D urante esta investigación
he llegado a la conclusión de que la geografía radical, en la
tradición de la economía política, debe hacer uso de térm inos
culturales com o sím bolo, imaginario y racionalidad para en­
tender procesos económicos fundam entales com o la mercan-
tilización, la industrialización y el desarrollo. Em pezaré mi
argum entación criticando las limitaciones del giro cultural en
la geografía económica. Indagaré a continuaciónn en la teoría
marxista de la cultura, reexaminando a Gramsci, Thom pson
y Williams, poniendo especial atención en la experiencia, en
la hegemonía y en las estructuras del sentir. A bordaré tér­
minos clave implicados en el análisis económ ico-cultural,
especialmente los m om entos creativos de interpretación,
sim bolización e imaginario. Sugeriré luego cóm o la imagi­
nación se convierte en la racionalidad y en la lógica de los
sistemas económicos. Existe una conexión aquí con nociones
weberianas com o las racionalidades formales y sustantivas.
El argum ento quedará ejemplificado finalmente con una bre­
ve presentación de las bases calvinistas del desarrollo econó­
mico de N ueva Inglaterra. C oncluiré abogando p o r un nuevo
tipo de economía política.

182
La c u ltu ra e n la g eografía económ ica
Aquí me estoy refiriendo al giro cultural en geografía económica
(Lee y Wills, 1997; Mitchell, 1995; Saxenian, 1994; Schoenberger,
1997). La tradición positivista en geografía económica contem­
plaba la producción como una esfera material separada, guiada
por factores impersonales tales como la oferta y la demanda, la
tecnología y la productividad. Cuando las limitaciones inheren­
tes a ese enfoque mecanicista se hicieron evidentes, el interés
giró en dirección a la cultura. Andrew Sayer y Richard Walker
(1992: 164, 178), pese a reconocer que las formas de organi­
zación del capital llevaban la huella de las relaciones sociales
locales, mantenían que el eterno término etéreo de «cultura»
servía como cajón de sastre para todo lo que de otro modo era
inexplicable; para ser eficaces, los teóricos tendrían que mostrar
exactamente «cómo las características culturales se traducían
e n alta productividad». N o obstante, el interés por un enfoque

cultural de la economía continuó creciendo en dos direcciones


principales. Por un lado, los estudios a partir de las nociones de
redes sociales y «embeddedness»* desarrollados en sociología
económica (Granovetter, 1985). Por ejemplo, el excelente estu­
dio de Katharyne Mitchell (1995: 379) sobre el «embeddedness»
social de las prácticas económicas entre la selecta sociedad china
comercial (Hong Kong): aquí la atención se centraba en «las
conexiones de las redes de las familias extensas, las sociedades
fiduciarias, y la importancia de las conexiones socioculturales en
el uso del crédito y la información». Por otro lado, hay estudios
más relacionados con el materialismo cultural en la tradición
de Edward P. Thom pson o Raymond Williams. Por ejemplo,
el innovador trabajo de Erica Schoenberger (1997: 119-123)

" En ausencia de un acuerdo sobre una versión española de este término (a


menudo traducido como embebido, empotrado, incrustado o encuadrado), hemos
optado por dejar el término original. [N. de la T.]

183
sobre las estructuras y las estrategias empresariales: la cultura
produce conciencia práctica, el «marco tácito para las relaciones
sociales diarias» y los «procesos de interpretación y la construc­
ción de conocimiento». Los dos enfoques pueden relacionarse
al contemplar que las redes, los marcos y las formas prácticas
de conciencia comercial son aspectos de culturas regionales más
integradas, que reflejan algo muy básico en las experiencias de
los grupos de personas. Ello depende, sin embargo, de abarcar y
hacer intervenir algunos conceptos, tal como espero mostrar.
Más estrechamente vinculado a este trabajo, los estudios
sobre la formación del cinturón industrial norteamericano
se han realizado habitualmente a una escala y con un énfa­
sis económico que parece descartar factores culturales (por
ejemplo, Smith y Dennis, 1987). Algunos trabajos reconocen
que las economías industriales se im plantaron en contextos
sociales, pero la «economía política clásica» del Medio Oeste
norteamericano de Page y W alker (1991: 282) sostiene que
«la creciente productividad en la industria y la agricultura
es la principal fuerza m otriz del desarrollo regional». En una
economía política como ésta, una fuerza anónima llamada
«productividad» se teoriza como agencia. En cuanto a las
investigaciones sobre Nueva Inglaterra, podemos utilizar la
geografía histórica de David Meyer. En sus trabajos iniciales,
M eyer (1983) ve el prim er crecimiento de la Costa Este como
el resultado de una serie de estímulos económicos abstractos.
U n pasaje típico sería:

En las primeras décadas del siglo XIX las regiones de la


Costa Este se industrializaron, y en cada nueva región
colonizada fueron emergiendo sucesivamente sistemas
industriales. La creciente demanda regional estimuló el
desarrollo de manufacturas diversas, orientadas a los mer­
cados regionales. Simultáneamente, surgió un sector p ro ­

184
ductor de bienes duraderos para abastecer a las industrias
crecientes. Las regiones del Este tenían las primeras pocas
industrias de mercado nacional/multiregional porque eran
más accesibles a los mercados extrarregionales que las re­
giones fronterizas ...

Típico de su tiempo, este estudio, empíricamente rico, era


teóricamente pobre en términos de cultura y agencia: las in­
dustrias «emergían» porque había demanda para sus produc­
tos, los sectores «surgían» para «abastecer» a otros sectores,
y así sucesivamente. En un tratam iento del tema como este,
las personas eran las «variables» m ientras que la oferta y la
demanda eran los «agentes». La cultura regional que p rodu­
cían los agentes humanos, que realmente eran los que la hacían
surgir y funcionar, brillaba por su ausencia. Así era la geografía
histórico-económica positivista.
El trabajo posterior de M eyer (1998) subsume la teoría clá­
sica de la localización en un m arco de economía política que
se inspira en el concepto de «embeddedness» (Granovetter,
1985). En esta mejorada aproximación, M eyer ve los distritos
industriales como form ándose sobre una base de recursos hu­
manos de individuos instruidos y técnicamente competentes.
Los lazos sociales se mantienen y la información circula en
redes sociales localizadas mientras que redes más ampliadas
refuerzan la probabilidad de form ación de distritos industria­
les. U n fragm ento típico sería:

Las redes sociales con cohesión interna refuerzan la pro ­


babilidad que surjan empresas cooperativas (concesiones,
subcontrataciones) en los distritos. N o obstante, las redes
sociales con vínculos con otras redes refuerzan el distrito
industrial porque expanden su rango de posibles empresas.
(Meyer, 1998: 35)

185
La cultura y la agencia obtienen aquí un fugaz reconoci­
miento antes de desaparecer ante la rápida caída de una cortina
de economicismo. Pero la idea de que los actores hacen cosas
porque tienen información es ingenua en un doble sentido.
En sus propios términos, presupone actitudes hacia la infor­
mación, y capacidades para utilizarla, que son especificidades
culturales más que atributos universales, incluso en el com­
portam iento hum ano culto. En Nueva Inglaterra estos atri­
butos deben buscarse en la cultura protestante que dio lugar
a la población más instruida del m undo más allá de la Escocia
calvinista (Brown, 1989). Los flujos de información necesitan
una contextualización cultural antes de que puedan contribuir
a entender la agencia económica. En térm inos teóricos más ge­
nerales, el análisis de M eyer ignora toda la gama de creencias,
actitudes y racionalidades que form an la base motivacional de
la acción económica. Los agentes tienen que tener ganas de
empezar y estar preparados para la innovación antes de que
la información desencadene una acción económica. Y esta
«preparación» es el resultado de una larga y agitada historia
cultural. En general, el análisis de redes sociales que surge de la
sociología económica enfatiza en exceso la forma social (redes)
frente el contenido cultural (ideas comunicadas a través de re­
des) y el contexto (la base ideológica de las relaciones sociales).
Las redes que aumentan las probabilidades y expanden las po­
sibilidades son escasamente diferentes de las ideas positivistas
tradicionales que entendían las personas como variables, y la
demanda y la oferta como agentes.

Teorías m arx ista s de la c u ltu ra


El estudio cultural de la actividad económica conlleva un
análisis diferente, tanto en términos de tema — la cultura es
principalmente una práctica simbólica— como de actitud — la

186
cultura trata temas subjetivos más que objetivos. Los estudios
culturales de la economía deben adoptar enfoques históricos
sobre las dinámicas regionales en períodos dilatados, porque
la cultura es un proceso continuo de cambios secuenciales y
acumulativos, y las relaciones culturales retienen su contenido,
en formas nuevas, durante períodos considerables de tiempo.
De m odo que podem os continuar la discusión sobre cultura
y economía volviendo al materialismo histórico de Marx, que
contiene esas características que estamos buscando. En los
propios trabajos de Marx la expresión «conciencia social» se
acerca a los significados contem poráneos del térm ino «cul­
tura»; el pronunciam iento más directo de Marx (1970: 20-21)
sobre el tema es el siguiente:

En la producción social de su vida, los hom bres entablan


determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que se corresponden
con una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de
producción constituye la estructura económica de la socie­
dad, la base real sobre el que se levanta la superestructura
política y jurídica y a la que corresponde determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de
la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política e intelectual en general. N o es la conciencia de los
hom bres la que determ ina su existencia, sino al contrario,
su existencia social determina su conciencia.

Q uizá las interpretaciones más convincentes de pasajes


como éste son las que los colocan en su contexto filosófico-
discursivo. Louis D u p ré (1983) realiza una de las mejores
interpretaciones contextuales de la crítica de la cultura de
Marx.

187
Las interpretaciones del progreso histórico de la Ilustración
francesa, afirma Dupré, contem plaban las ideas tanto respon­
diendo a las necesidades materiales determinadas geográfica­
mente (Montesquieu) como respondiendo más directamente a
las condiciones económicas (Rousseau, C ondorcet y, especial­
mente, D estutt de Tracy). En el idealismo rom ántico alemán,
nacionalistas como Herder, discípulo de Kant, veían a los pue­
blos nacionales expresando verdades permanentes en formas
históricas como complejos culturales únicos, en una especie de
teleología regional. (Creo que esto llegó a la geografía alemana
del siglo XIX a través de Ritter [ver H artshorne, 1939: 38, 51­
54] y, por tanto, a la geografía regional). En el idealismo he-
geliano, por el contrario, la conciencia de grupo expresaba de
m odo erróneo la conciencia total del m undo llamada Espíritu
— de ahí la posibilidad de conciencia ideológica y alienada.
Marx siguió la cuestión del condicionamiento social de las
ideas pero quiso especificar m ejor los modos de conciencia de
clase: el trabajo físico y mental como base material del dua­
lismo entre el cuerpo y las ideas; las ideologías como reflejos
y ecos de las prácticas reales de la existencia; los sistemas de
pensamiento que malinterpretaban sus propios orígenes; la
naturaleza lingüística de todas las actividades conscientes;
etcétera. Marx veía las estructuras económicas como formadas
por personas inteligentes e imaginativas, de modo que la prin­
cipal distinción no residía entre realidad física y conciencia no
material, sino entre actividad consciente y su racionalización.
Pese al predom inio de interpretaciones arquitectónicas de
la afirmación del Prefacio de Marx, D upré (1983: 253-258),
siguiendo a O llm an (1976), se decanta por una «concepción
orgánica» que integre los diversos procesos de socialización
sin reducir unos a otros.
Este tipo de conclusión compleja ha sido alcanzada de d i­
versas maneras. Frente a las ideas althusserianas de relaciones

188
«mecánicas» entre la base «económica» como una esfera «ma­
terial» separada, E.P. Thom pson prefirió la idea de la «esencia
de relaciones humanas características» (explotación, dom i­
nación, codicia) situada en el corazón de cualquier m odo de
producción. Para Thom pson, «los procesos y las relaciones de
producción que constituyen un m odo de producción se expre­
san en una lógica «moral» así como «económica», en valores
característicos y m odos de pensamiento así como en modelos
específicos de acumulación e intercambio» (W ood, 1990: 137).
Thom pson (1978: 294) afirmaba que la sociedad capitalista se
fundaba en «formas de explotación que eran simultáneamente
económicas, morales y culturales». La ideología y la cultura
tenían una «lógica» que, en parte, estaba autodeterm inada de
modo que, por ejemplo, aun cuando la evolución capitalista no
era el mero resultado de un ideal burgués, esta lógica era, no
obstante, un com ponente real de una historia inconcebible sin
ella. Para Thom pson, las determinaciones objetivas se conver­
tían en cualidades humanas subjetivas a través de la mediación
de la «experiencia». La clase social existía cuando personas
con experiencias comunes (heredadas o compartidas) sentían
y articulaban la identidad de sus intereses. D e modo que la
conciencia de clase, para Thom pson (1966: 9-10) era la manera
en que las experiencias determinadas por la producción se ma­
nejaban en términos culturales — «encarnadas en tradiciones,
sistemas de valores, ideas y form as institucionales». De form a
más general, la clase era una form ación social y cultural. Debe
decirse, sin embargo, que el uso que hacía Thom pson del tér­
mino «experiencia» era a m enudo confuso, algunas veces que­
riendo decir conciencia y otras indicando mediaciones entre el
ser social y la conciencia (Anderson, 1980: 26).
O tra línea de pensamiento marxista sigue a Gramsci (1971)
al hallar la relación entre la base económica y la superestructu­
ra política e ideológica como recíproca, compleja y cambiante.

189
La política, las ideas y la cultura eran contempladas como
poseedoras de poderes materiales. C on Gramsci la «sociedad
civil» era un sistema de instituciones (familia, iglesia, escuela,
etc.) que estaba situada tanto entre la base económica y la su­
perestructura política como junto al Estado, en una concep­
ción más amplia de la superestructura civil y política. Gramsci
creía que la hegemonía ideológica se establecía prim ordial­
mente en la sociedad civil. U n concepto determinado de rea­
lidad difundido por las instituciones cívicas proporcionaba la
base para los valores , costumbres e ideales espirituales que
inducían, en todos los estratos de la sociedad, a una aceptación
«espontánea» del statu quo. La hegemonía era una visión del
m undo, tan concienzudam ente difundida que se convertía, al
internalizarse, en «sentido común». Gramsci parece incluir la
form ación de tipos de com portam iento económico en la «so­
ciedad civil»: «Cada forma social tiene su hom o economicus»
(Gramsci, 1971: 208). Gramsci (1971: 412-413) contemplaba
la racionalidad económica como respuesta a las necesidades
materiales, que constituía un complejo de convicciones y
creencias a partir de las cuales se proponían objetivos concre­
tos a la conciencia colectiva. Pero esta relación material tenía
un m om ento significativo de libertad relacionado con la cul­
tura y operaba a través de pasiones y sentimientos esenciales
que llevaban a las personas a realizar determinadas acciones a
cualquier precio.
Encontram os una argumentación más consistente en la
sutil reinterpretación de R aym ond Williams (1977, 1980) de la
metáfora de base-superestructura en la teoría cultural marxista.
Para Williams el modelo de objeto-reflejo (economía-cultura)
del marxismo mecanicista quedaba cuestionado por las ideas
alternativas de mediaciones como elementos constitutivos ac­
tivos (proyección, encubrimiento o interpretación). Williams
veía la noción de hegemonía de Gramsci como refiriéndose a

190
la profunda saturación de la conciencia o a «un conjunto com­
pleto de prácticas y expectativas sobre el conjunto de nuestra
existencia... un sistema vivido de significados y valores... un
sentido de la realidad ... una ‘cultura’. .. que también debe ser
contemplada como la dom inación y subordinación vividas de
unas clases determinadas» (Williams 1977: 110). Para Williams,
la hegemonía hacía que la actividad cultural ya no fuera una
expresión superestructural sino un proceso form ativo básico
de las estructuras económicas y sociales. Sin embargo, insistía
en que «lo hegemónico» no era ni total ni excluyente sino que
continuaban existiendo culturas alternativas o de oposición
(las contrahegemonías de Gramsci). Estas podían ser «residua­
les» en el sentido de experiencias vividas sobre la base de las
culturas de formaciones sociales previas o «emergentes» en el
sentido de creación de nuevos significados y valores, nuevas
significaciones y experiencias, todo lo cual no podía ser plena­
mente incorporado en lo dominante. De m odo que: «ningún
modo de producción y por tanto ningún orden social dom i­
nante y por tanto ninguna cultura dom inante puede realmente
incluir o agotar toda la práctica humana, la energía humana, la
intención humana» (Williams, 1977: 125).
Williams reaccionó críticamente a aquellas expresiones ha­
bituales de la cultura y de la sociedad como si estuvieran m uer­
tas. La conciencia práctica (la realmente vivida) siempre era
más que el manejo de formas culturas fijas. A m enudo existía
tensión con las interpretaciones heredadas. Para Williams, los
cambios culturales derivados de la conciencia práctica podían
definirse como cambios en las «estructuras del sentir» o «es­
tructuras de la experiencia». Estos eran los potentes términos
que se referían a las relaciones variables entre «significados y
valores tal como eran activamente vividos» y «creencias siste­
máticas y formales». Williams utilizaba la idea de «sentimien­
to» no como antítesis a «pensamiento» sino como «pensado

191
como sentido», y «sentido como pensado», mientras que el
térm ino «estructura» se refería a un conjunto de elementos
con relaciones internas específicas, entrelazadas y en tensión, a
la vez como una experiencia total en proceso. La estructura del
sentir era una hipótesis cultural en los dos sentidos del térm ino
(Williams, 1977: 128-135; ver también Inglis, 1995).
Para algunos lectores, interpretaciones marxistas com o
estas pueden parecer com pletam ente pertenecientes a vie­
jas nociones de m odo de producción que, de m anera m uy
simplificada, dejan a la cultura com o una «superestructura»
reflexiva. Sin embargo, «reflexión» tiene dos significados: re­
flejo e interpretación. El reflejo se refiere a la determ inación
por parte de la estructura económica, pese a que los reflejos
norm alm ente engañan. La interpretación se refiere a la expe­
riencia y a las estructuras del sentir. De m odo que yo alegaría
que Thom pson, Gramsci, Williams y otros redefinen con
fortuna las afirmaciones más mecánicas de M arx para incluir
ideologías, valores, form as de conciencia social e imaginacio­
nes como fuerzas de producción. Reform ulada así, la teoría
del m odo de producción reintegra la cultura a la economía,
aunque conserva las nociones de estructuras de la existencia.
La geografía cultural radical necesita revisitar la teoría del
m odo de producción.

La c u ltu ra com o sim bolización


Convencionalmente, la «cultura» tiene una gran amplitud de
significados, desde estado de ánimo al conjunto de las artes
o a los modos de vida en su conjunto Qenks, 1993a; 1993b).
Tal com o D on Mitchell justificadamente afirma, la cultura lo
incluye todo (Mitchell, 1995: 104-105). Y tal como sostiene
Williams, cultura es una de las palabras más complicadas de
la lengua inglesa. Pero en lugar de descartar el término, como

192
parece ser el caso de la antropología contemporánea, la cultura
puede definirse simplemente como el orden simbólico que
una sociedad construye para representar su existencia. Esta
definición es similar a la de Williams ( 1981: 13) según la cual:
«el sistema significante m ediante el cual. .. un orden social es
comunicado, reproducido, experimentado y explorado». N o
está muy lejos de la denotación fenomenológica de cultura de
Clifford Geertz (1973: 89) como «un modelo de significados
transmitido históricamente, representado en sím bolos...» La
definición de Geertz sitúa a la construcción social de signifi­
cados como un proceso cultural íntegramente interpretativo.
Sin embargo, tal como el sociólogo John B. Thom pson (1990:
12-13) sostiene, en los escritos de Geertz la manera en que las
formas simbólicas están estructuradas por relaciones de po­
der no resulta siempre del todo clara. Desde una perspectiva
estructuralista, el análisis cultural es el estudio de la consti­
tución significativa de form as simbólicas contextualizadas
socialmente, con símbolos que llevan la huella de sus condi­
ciones de producción sociales y políticas. Incluso así, términos
como «constitución significativa» implican también procesos
subjetivos de interpretación. Quisiera realmente enfatizar la
«simbolización profunda» que hay en el corazón de la cultura,
con lo que se quiere aludir a la form ación de símbolos a partir
de las interpretaciones actuales que han existido durante largo
tiempo de todo tipo de experiencias, incluyendo las más p ro ­
fundas, a m enudo expresadas en térm inos religiosos, y siempre
presentes en las luchas po r el poder. Esta concepción más polí­
tica y radical de la simbolización como interpretación política
es más acorde con las nociones marxistas, pero también per­
mite que los conceptos fenomenológicos y postestructuralistas
de poder, símbolo y discurso encuentren acomodo en las ideas
estructurales y estructuracionistas. Permite que la producción
cultural pueda ser contemplada como un proceso de interpre­

193
tación profunda, alimentada por cuestiones de clase, género o
etnia. La idea de estructuración social de la práctica simbólica
es un antídoto imprescindible ante la tendencia a desvincular la
cultura y el discurso de sus bases material y social.

El im a g in a rio social
Llegados a este punto, la cuestión principal es relacionar la
cultura con la agencia económica. Ello significa vincular teó­
ricamente los procesos culturales de simbolización profunda
con racionalizaciones y con la formación de intencionalidades
económicas. Este vínculo podría hallarse en el concepto de
imaginarios sociales y económicos. Para el filósofo francés
Cornelius Castoriadis ( 1991: 41), cada sociedad crea un sis­
tem a de significados, o significaciones imaginarias sociales,
que organiza el m undo natural (presocial, biológicamente
dado), instituye un orden social (articulaciones, reglas y pro­
pósitos), establece maneras en la que se form an los individuos
humanizados y socializados, y llena la conciencia con los m o­
tivos, valores y jerarquías de la vida social. Para Castoriadis,
conocer una sociedad significa reconstituir el m undo de sus
significaciones imaginarias sociales. El térm ino «imaginario
social» enraíza la imaginación en lo social, lo material y lo
experimentado, como un tipo de construcción significativa de
formas simbólicas socialmente contextualizadas, al tiempo que
coloca la imaginación en el lado creativo de la cultura. Aunque
Castoriadis probablem ente haga excesivo hincapié en la singu­
laridad y la especificidad, y el térm ino clave de «significación
imaginaria social» quede a su vez vagamente definido.
U n a alternativa sería utilizar ese potente térm ino de
«imaginario social» en una concepción de «formas sociales de
imaginación», más definida y cultural sin dejar de ser política.
Los imaginarios sociales son formas colectivas de conciencia

194
estructuradas po r medios naturales y sociales específicos. Los
imaginarios tom an formas regionales; es decir, que la imagina­
ción usa materiales (imágenes, recuerdos, experiencias) desde
lo familiar para crear lo que norm alm ente son versiones dife­
rentes (aunque no siempre) de lo conocido (véase Peet y Watts
( 1996) sobre los «imaginarios ambientales»). N o obstante, a
pesar de esa estructuración, «lo imaginario» implica creativi­
dad e interpretación imaginativa —proyectando interpretacio­
nes de experiencias relacionadas con el lugar en la imaginación
de lo escasamente conocido— de m odo que los imaginarios
sociales son fuentes vitales de una dinámica tanto transform a-
cional como reproductiva. Para que la proyección de la imagen
en imaginación sea comprendida de una manera no mística, el
reino de lo imaginario tiene que ser visto como una tensión
entre una lógica visionaria y una más material, entre el cono­
cimiento recibido y las interpretaciones emergentes, entre las
creencias fundamentales y las fantasías antiguas y salvajes de lo
que no puede ser. Los imaginarios sociales deben ser valorados
como reinos terrenales de relativa libertad.
Conceptos como el de imaginario social, deliberadamente
mantienen una profundidad vertical en el análisis cultural; los
significantes expresan significados en el nivel de las creencias
sobre las relaciones fundamentales con la realidad material
en la tradición estructuralista, más que una significación
form ando un horizonte de representaciones interactuando
todas esencialmente en el mismo nivel, en la tradición postes-
tructuralista de la intertextualidad (Derrida, 1974; 1978). Esa
noción de profundidad insiste en que, pese al escepticismo
postm oderno, la cultura expresa las creencias de la gente so­
bre las grandes cuestiones de la existencia humana; la religión
simboliza los orígenes de la vida, los propósitos y el destino
final; la ética representa las elecciones que derivan de relacio­
nes sociales axiomáticas, como las del propio ser y de los otros.

195
Desde esta perspectiva, las representaciones — el lenguaje, los
discursos o artefactos materiales realizados como imágenes de
creencias— son culturalmente poderosas en la medida en que
transm iten valores fundamentales y culturalmente innovado­
res hasta el punto de que modifican o transform an las ideas
sentidas en el nivel de la emoción profunda (es decir, las creen­
cias). En la tradición de la geografía cultural, los órdenes sim­
bólicos eran originalmente específicos de grupos étnica y geo­
gráficamente segregados en el sentido de cultura de Carl Sauer
(1963: 359) como «la actividad aprendida y convencionalizada
de un grupo que ocupa un área», aunque esta especificidad
esté ahora sujeta a las intensas fuerzas de universalización y
homogeneización que — yo añadiría— también implican una
difusión consumista de la ausencia de profundidad (compárese
con Jameson, 1984). Aunque hay resistencia, perpetuación de
lo local y reaserciones de lo fundamental, junto a tendencias a
la universalización y la localización fundiéndose en hibrida­
ción cultural. Y, finalmente, con Gramsci, la cultura es quizá
la dimensión más im portante de la dom inación humana: las
guerras de clase y de género tienen lugar sobre imágenes que
inundan los imaginarios y las interpretaciones que intentan

Im a g in a rio y racio n alid ad


A quí nos interesamos por las relaciones entre las formas de
cultura del imaginario social y la economía, conceptualiza-
das norm alm ente como un sistema de prácticas materiales.
Com o siempre, el problema conceptual consiste en tender el
puente entre lo material y lo mental. Hem os alterado una las
posiciones de anclaje de este dualismo al enraizar en relaciones
sociales incluso el aspecto imaginario de la cultura. En lo que
se refiere a la otra posición de anclaje, la economía, esta puede

196
redefinirse como «una institución compuesta de sistemas de
producción, poder y significación. La economía no es solo, ni
siquiera principalmente, una entidad material. Es, sobre todo,
una producción cultural, una m anera de producir sujetos hu­
manos y órdenes sociales...» (Escobar, 1995: 59). Tal como
sugiere A rtu ro Escobar, una conexión entre la producción
cultural y la material pasa por la relación entre significación y
subjetividad. Desde la perspectiva de lo argum entado más arri­
ba, una línea prom etedora de esa relación consiste en ver cómo
la significación y la simbolización construyen culturalmente la
subjetividad de los agentes económicos.
En trabajos anteriores he sugerido que la conexión funda­
mental entre la significación cultural y la agencia económica
reside entre lo imaginario y la racionalidad — siendo la raciona­
lización una form a de simbolización socialmente estructurada
(Peet, 1997). La racionalidad económica es una lógica simbó­
lica que forma parte de los imaginarios sociales, de la cultura.
La racionalidad económica incluye los motivos sistémicos
que mueven a los grupos de actores económicos, los métodos
sociales y técnicos de control sistemático de la producción
(específicamente, los métodos de coordinación del capital y el
trabajo), aunque también creencias éticas que subyacen en los
sistemas motivacionales. Las racionalidades económicas derivan
de amplias experiencias interpretadas de personas socializadas
y aculturadas; son signos de las identidades y aspectos de las
subjetividades. Pero las racionalidades económicas tienen la
particularidad de que producen las materialidades que constitu­
yen los contextos para nuevas experiencias, esquemas interpre­
tativos e imaginarios. Esta interacción toma la siguiente forma.
Mediante la repetición constante, las acciones racionalizadas
crean la lógica de los sistemas económicos. Subsecuentemente,
esta lógica disciplina el comportamiento económico al hacer
que algunos modos de comportamiento sean «racionales» en

197
un sentido más formal — o sea, que se correspondan a la lógica
dominante de la reproducción material (como en Gramsci). De
m odo que hay una estructura — relación de agencias en la que el
comportamiento racionalizado interactúa con la lógica del sis­
tema— mutuamente constituyéndose uno a otro. En el capita­
lismo, sin embargo, hay una tendencia de la lógica económica a
devenir emergente, trascendente o incluso alienada, en el sentido
de escapar de la autoridad o incluso de los actores económicos
poderosos. Los sistemas basados en el comportam iento egoísta
y coordinados a través de mercados autorregulados (Polanyi,
1944) pueden presentar racionalidades formalmente eficientes
pero, en un sentido más amplio que incluya las relaciones so­
ciales y ambientales, lo técnicamente racional puede convertirse
en sistémicamente irracional. Ello toma la apariencia del sistema
mismo imaginando su propia irracionalidad emergente. Y como
siempre, las apariencias engañan. Y ahí reside el dilema central
de nuestros tiempos.

L a racio n alid ad w eb erian a


La racionalidad cuenta con una larga historia en la ciencia
económica y en la sociología económica. En la economía
neoclásica predom inan modelos «ligeros» del com portam ien­
to optim izado de individuos aislados en contraposición a los
minoritarios modelos «densos» de las intencionalidades de
los agentes económicos en contextos de valores y creencias.
Los modelos «densos» (o profundos) ponen el acento en la
inmersión del actor económico en las relaciones sociales y
culturales, en el agente como una identidad compleja cons­
truida socialmente, más que como simplificado como un
maximizador de la utilidad o un m inim izador del coste, como
sucede con el individualismo metodológico del neoclasicismo
dom inante (H echter y Kanazawa, 1997). Los modelos densos

198
más sofisticados parecen derivar de la escuela histórica alema­
na de economía (H utchinson, 1953; Peet con Hartw ick, 1999).
Joseph Schumpeter pensaba que el análisis de la dinámica
económica necesitaba conceptualizar un tipo de racionalismo
empresarial basado en el deseo de encontrar un nuevo terreno,
el deseo de conquistar y pelear, el deseo de crear nuevas cosas:
hay aquí similitudes con la celebración del poder y el deseo de
Nietszche. Siguiendo a Schumpeter, la economía, en su visión
sociológica, tiene que reconocer la psicología y la motivación
humana en un nivel diferente que el utilitarismo de la vida
cotidiana (Schumpeter, 1934; Shioya, 1977). Desde la perspec­
tiva schumpeteriana, la racionalidad empresarial implicaba la
organización creativa de las fuerzas productivas, los materiales
y las oportunidades de modelar hechos futuros. Pese a que la
creatividad misma fuera un enigma para Schumpeter.
Yo encuentro este «enigma» innecesariamente aquiescente
con la falsa profundidad de lo misterioso. De m odo que, aún
de mala gana, he llegado a preferir una segunda corriente de
pensamiento económico-sociológico, tam bién influida por
la escuela histórica alemana: la idea de «racionalización de la
acción económica» en la tradición weberiana, como la fuer­
za m otriz bajo la agencia económica (véase Habermas, 1984:
cap. 2). A quí hay que hacer una advertencia. La sociología
económica weberiana, especialmente en su reencarnación
Parsoniana, glorifica los logros del centro euroamericano al
tiempo que ignora la dependencia occidental de las ideas,
recursos y excedentes de las sociedad periféricas subdesarro-
lladas: por ejemplo, la afirmación weberiana de David Landes
(1998: 513) de que la fuerza m otriz tras los últimos doscientos
años de progreso ha sido «la civilización occidental y su difu­
sión: el conocimiento, las técnicas, la política y las ideologías
sociales». En su lugar, el racionalismo de Weber debe ponerse
en todo el contexto de la geografía histórica de la conciencia.

199
Propuesto originalmente como liberación del conocimiento
del misticismo medieval (desencanto), el racionalismo euro­
peo se convirtió, con el tiempo, en una manera de denigrar
otras formas de pensam iento tachadas como no racionales o
pre-racionales (imperialismo cultural). Más im portante aún es
el paso de la racionalización del conocim iento a la racionali­
zación de la conciencia. U na conciencia aplicada solo a gente
considerada como racional, a la manera europea, se m ostró
capaz de actos económicos y políticos feroces contra los otros
no-europeos «pre-racionales». Este tipo de eurocentrism o en­
démico explica solo una parte de mis reservas. Pero incluso así
hay m ucho que aprender de Weber.
Para Weber (1947: 88), la sociología es «una ciencia que
intenta la com prensión interpretativa de la acción social»
— «acción» que incluye todo tipo de com portam iento hum a­
no al que los individuos conceden un significado subjetivo.
La acción social toma diversas formas de interacción: acción
económica cuyo significado principal es conseguir utilidades;
acción ética que fundam entalmente persigue objetivos nobles;
acción religiosa, com portam iento orientado a alcanzar la sal­
vación o algún otro fin último; todas estas categorías de ac­
ción son artefactos culturales (Wuthnow, 1994). Weber estaba
particularm ente interesado en los tipos culturales de acción
económica, especialmente en los orígenes religiosos de las ra­
cionalidades que orientaban el com portam iento económico en
las sociedades occidentales y, particularmente, en las relaciones
entre el calvinismo y el capitalismo. En el calvinismo, sostenía
Weber, el mundo era tratado como una realidad separada de
Dios («trascendencia»), privada de misterio, de significación
simbólica, de evidencia mágica de la sabiduría de Dios y de
líneas de acceso del deseo de Dios. En su lugar, aquellos que
actuaban como miembros de los elegidos (es decir, aquellos
que pensaban que alcanzarían la gracia eterna) consideraban

200
el m undo como un conjunto de objetos resistentes que ponían
a prueba su capacidad de orden y dominio. La doctrina calvi­
nista de predestinación (la creencia que la ascendencia al cielo
estaba predeterm inada más que basada en el registro de buenas
obras) indujo a un acusado sentido de separación de los otros
a causa de una intensa ansiedad sobre la posición espiritual del
individuo. La personalidad m oderna llegó a estar motivada
por el intelecto más que po r la costum bre o el sentimiento,
con una orientación planificada a largo plazo, una actividad
continua más que interm itente y con una responsabilidad por
los resultados que recaía en el individuo más que en el destino.
Debajo había una simple intuición: el individuo demostraba
ser miembro de los elegidos actuando al m odo de Dios, en el
sentido de relacionarse con el m undo (incluyendo al individuo
mismo) tal corno Dios lo hace, esto es a través del dominio,
la distancia y la perspectiva a largo plazo. Los calvinistas se
consideraban a sí mismos corno éticamente obligados a m an­
tener la rentabilidad sobre una serie de operaciones a través
de una actividad empresarial sistemática, sostenida, regular e
incesante. Se esforzaban por alcanzar los máximos retornos
de los activos al tiempo que se abstenían del placer inmediato
sobre los frutos de su trabajo. De ahí que el capital acumula­
do a través de inversiones continuas y la represión del senti­
miento de solidaridad, demasiado humano, hacia los demás
— «el empresario está éticamente autorizado, verdaderam ente
obligado, a actuar individualísticarnente» (Poggi, 1983: 73). O
corno afirmó Weber (1978: 164): «la concepción puritana de
la vida... favorecía la tendencia hacia el estilo de vida burgués
económicamente racional. .. Estuvo en el origen del ‘hom bre
económico’ moderno». En resumen:

La valoración religiosa del trabajo sistemático, regular e


incesante en la vocación material de uno, es el medio más

201
elevado de ascetismo y como al mismo tiempo ofrece la
prueba más visible y más segura de ... la fe de un hombre,
debe haber constituido el instrum ento más poderoso para
la afirmación de la concepción de la vida que he denom ina­
do el ‘espíritu’ del capitalismo. (Weber, 1958a: 172)

Weber (1947: 185) dividió el racionalismo económico en


«formal» (calculable cuantitativamente) y en «sustantivo»
(orientado a fines últimos, incluyendo valores éticos). Las
interpretaciones contemporáneas (Schluchter, 1979: 14-15)
normalmente lo amplían a una división tripartita: racionalismo
científico-técnico, que se refiere a la capacidad de controlar el
m undo mediante el cálculo basado en el conocimiento em pí­
rico; racionalismo ético-metafísico en el sentido de los inten­
tos de las personas cultas de com prender el m undo como un
«cosmos con sentido»; y racionalismo práctico, referido a la
consecución de un estilo de vida metódico. Weber estaba inte­
resado en cómo la capacidad ética y científica afectaba los tipos
de racionalismo económico, práctico. Para Weber, la capacidad
humana de adherirse a una conducta racional práctica depen­
día no solo de los modos socialmente definidos de satisfacer
sus intereses sino de las interpretaciones acerca de la posición
relativa en relación con los dioses y el m undo. El mismo Weber
(1958b: 280) estableció esta relación del siguiente modo:

Los intereses, tanto materiales como ideales, no solo direc­


tam ente las ideas, controlan la acción. Pero las imágenes
del mundo, que son producto de las ideas, han servido a
m enudo como canales a lo largo de los cuales la acción es
generada por la dinámica de los intereses.

Leyendo pasajes como estos, muchos intérpretes de Weber


ven al empresario capitalista como caracterizado por la «ra­

202
cionalidad instrumental» en el sentido de la búsqueda siste­
mática y racional de la ganancia económica, la dependencia en
el cálculo, la subordinación del consumo a los intereses de la
acumulación de capital (Martinelli, 1994: 478). Muchos hacen
hincapié en los efectos del instrumentalism o en las formación
de instituciones modernas y eficientes como las empresas.
Pero hay una concepción weberiana más amplia, más allá de
lo instrumental, una noción de la racionalidad que combina
concepciones de com portam iento económico eficiente, ethos y
religión en una visión del m undo coherente. Siguiendo a ésta,
Weber puede ser interpretado no como principalmente inte­
resado en el papel de las creencias (previas) protestantes en la
formación original del capitalismo, sino en cómo el calvinismo
reaccionó a un capitalismo ya en formación, reconstruyendo
culturalmente la base ética de la racionalidad y recreando sim­
bólicamente los imaginarios económicos de los agentes. Esta
concepción más amplia es similar a las nociones de simboliza­
ción fundamental y estructuración social de los imaginarios y
las racionalidades, teorizadas anteriormente. Seguir a Weber,
me perm ito sugerir, facilita establecer el vínculo final entre
experiencia, interpretación, simbolización, imaginario y las
racionalidades que motivan las acciones económicas.

R egión, religión y racio n alid ad


Desde mi perspectiva la geografía debería desempeñar un
papel central en investigar esta complejidad: encontrar cómo
diferentes sistemas económicos regionales se originan en las
creencias, imaginarios y racionalidades de actores que habi­
tan regiones culturales específicas, cómo los sistemas econó­
micos regionales están situados a lo largo de trayectorias de
desarrollo, cómo estas economías culturales diferentemente
organizadas form an finalmente sistemas globales organizados

203
jerárquicam ente y, de m odo aún más im portante, cómo la arti­
culación sistémica se convierte en alienación estructural (cómo
la racionalidad individual deviene irracionalidad sistémica). En
particular, la geografía debe investigar los orígenes de los nue­
vos sistemas económicos como racionalidades emergentes en
regiones de diferencia cultural (Peet, 1999). En pocas palabras,
el nuevo giro económico-cultural debería fijarse en las imagi­
naciones económicas regionales. Estas ideas pueden explorarse
m ejor a través de una breve geografía histórica de la Nueva
Inglaterra calvinista.
Los ingleses que fundaron la N ueva Inglaterra angloameri­
cana en las décadas de 1620 y 1630 eran protestantes calvinistas
extremadamente separatistas. Pese a estar inmersos en la revolu­
ción económica de la primera modernidad, estaban decididos a
construir una comunidad cristiana, una ciudad sobre una colina
(Bremer, 1976). Tal como Christopher Hill ha sostenido, la tra­
dición puritana inglesa ha sido siempre burguesa y democrática
(Kaye, 1984: 100). En Nueva Inglaterra, los puritanos constru­
yeron una sociedad que desde el principio fue económicamente
democrática, en el limitado sentido de una generalizada titulari­
dad masculina de las propiedades (con herencia divisible), y po­
líticamente democrática en el sentido (también limitado) de en­
cuentros ciudadanos con las autoridades y de la elección de los
pastores. La suya era una sociedad civil controlada moralmente
por 720 iglesias congregacionalistas (calvinistas) al final del pe­
ríodo colonial. El deseo colectivo, es decir, la interpretación de
la experiencia regional a través de la mediación de los textos sa­
grados, formulado por un pequeño y poderoso grupo de doctos
clérigos, estaba especificada como un código de comportamien­
to moral y adecuado, enérgicamente reforzado por una «orden
permanente» de ministros, mercaderes y magistrados. En
N ueva Inglaterra intencionadamente encontramos en su forma
socialmente más desarrollada, lo que el historiador Perry Miller

204
(1953: x; Delfs, 1997) describe como la producción decidida de
un nuevo tipo de sociedad en un nuevo entorno, lo que noso­
tros podemos llamar la proyección de un imaginario social en
una paisaje repensado como natural. En N ueva Inglaterra esta
variante distinta de la cultura europea protestante, imbuida de
una racionalidad descarnadamente religiosa alteró la acción eco­
nómica y social durante cientos de años, a través de discusiones
fuertes y en ocasiones violentas, llegando hasta la actualidad en
formas más secularizadas.
Existe la tendencia a contem plar regiones como N ueva
Inglaterra de m odo aislado, con el resultado de que el éxito
económico final fue algo completamente merecido. Pero hay
que recordar que los puritanos fueron invasores de una «tierra
salvaje» largamente ocupada y que las tribus indias perm ane­
cieron como una potente fuerza en la región (C ronon, 1983:
cap. 8). También que los comerciantes de Boston, Salem,
N ew buryport y Providence acumularon la riqueza como
parte del comercio triangular entre Europa, África occidental
y el Caribe y que, por tanto, com partieron las plusvalías eco­
nómicas generadas por el trabajo de los esclavos (Frank, 1979:
14-16). O cultas tras las ideas de moralidad, ética y comunidad
expresadas por los puritanos y sus sucesores, se daba la hipo­
cresía más retorcida sobre la aplicabilidad étnica de la dignidad
humana. Ello llevó finalmente a una violenta reacción contra
la inmigración no-anglo en Nueva Inglaterra.
La primera N ueva Inglaterra ha sido interpretada de mane­
ras diferentes por los nuevos historiadores sociales de los años
1970 y 1980: comunitaria, pre-capitalista e incluso como cam­
pesina (por ejemplo, Lockridge, 1970); como «moderna nata»,
capitalista, competitiva e individualista (por ejemplo, Cronon,
1983). El peso de la evidencia parece apoyar esta última visión.
Los análisis más convincentes proceden del historiador Stephen
Innes (1995). Innes está de acuerdo con la intuición de Weber de

205
que la ética social calvinista modeló de modo decisivo la cultura
económica de Nueva Inglaterra. Innes atribuye el éxito econó­
mico de la Colonia de la Bahía de Massachusetts a una «ecología
cívica» particular establecida por los colonos calvinistas, en la
que la familia, la iglesia, la ciudad y la mancomunidad estaban
unidos en una seria de pactos federales. Colocada entre la fami­
lia patriarcal y el Estado, la ecología cívica calvinista posicionó
al individuo éticamente autónom o en un marco cultural gober­
nado por la ley, pero también regulado por el mercado. Sn em­
bargo, la «ecología» también comunicaba un sistema distintivo
de creencias. Sigue Innes (1995: 7):

La Bahía de Massachusetts fue una m ancom unidad que


floreció en gran parte porque su noción de comunidad
redentora dotaba al desarrollo económico de imperativos
morales, espirituales y religiosos. El providencialismo de
los colonos — la creencia de que estaban participando en
el desarrollo de los designios de D ios— hicieron de todo
trabajo y de toda empresa un «negocio divino», que debía
perseguirse agresivamente y ser juzgado por los estándares
más exigentes ... La dinámica form ativa fue el vínculo entre
el éxito externo y la convicción interna de estar en paz con
Dios. La doctrina de la vocación abrazada por los santos
(los elegidos de Calvino) hicieron sagrado el trabajo y ba­
saron todo com portam iento esforzado en una obligación
comunitaria.

Innes (1995: 7) ve a los «santos» como salvando la «dua­


lidad de la existencia humana» de Durkheim , la coexistencia
en la misma persona de acciones altruistas y motivadas por
el propio interés. Los calvinistas de Nueva Inglaterra lo hi­
cieron construyendo un capitalismo moral y completo, con
redes, normas y sistemas de confianza que hicieron posible la

206
actividad comercial, aunque con individuos muy motivados
por una cultura económica de base religiosa que alimentaba
un com portam iento industrioso y esforzado, junto con altas
tasas de ahorro e inversión facilitadas por la prescripción reli­
giosa contra un consumo excesivo. La doctrina calvinista de la
«vocación» requería que todo el m undo ejerciera la ocupación
escogida, siguiendo las indicaciones de Dios, metódicamente y
sin pausa. Trabajar en Nueva Inglaterra era tanto una función
económica como una expresión espiritual. La región, afirma
Innes, produjo una personalidad m oderna cuya codicia estaba
disciplinada por un fuerte sentido de obligación comunitaria.
Al crear una cultura del desarrollo que estaba basada meta-
físicamente y que era socialmente vinculante, los colonos de
Massachusetts diseñaron una potente máquina de desarrollo
hum ano y económico.
La prueba de fuego de esta nueva versión de la raciona­
lidad capitalista llegó con la industrialización, una fase de la
historia económica de la región que se desarrolló con una
velocidad e intensidad que solo puede ser explicada por la
ética del trabajo calvinista (Figura 1). Según gran parte de
las publicaciones sobre este tema, la élite industrial de Nueva
Inglaterra, emergiendo de la clase comercial de Boston, Salem
y N ew buryport buscaron conscientemente un nuevo tipo de
economía rentable pero moral (Dalzell, 1987; Farrell, 1993;
Goodm an, 1996; Lamoreaux, 1994; W right y Viens, 1997).
Esta visión fue contestada dentro de la élite por ideologías
interpretativas alternativas como el trascendentalismo (Birch,
1995; Clark, 1995; Guilmore, 1982; Neufeld, 1984). Fue con­
testada fuera de la élite por una conciencia de clase obrera
creciente (Blewett, 1988; Dublin, 1979; Zonderman, 1992),
incluyendo una huelga generalizada de los trabajadores del
algodón en 1834. A pesar de ello, las protestas de clase esta­
ban frenadas por la inclusión de todo en el contexto cultural

207
común del racionalismo religioso de Nueva Inglaterra. En las
primeras décadas de la revolución industrial americana, una
élite masculina socialmente consciente, mayormente con sim­
patías religiosas de tipo congregacionalista, unitario o episco-
paliano, empleó trabajo m ayorm ente femenino, procedente de
las granjas y las pequeñas ciudades de N ueva Inglaterra para
trabajar en un sistema económico conducido enérgicamente
para obtener beneficios y acumular capital, aunque caracte­
rizado por el paternalismo, la decencia y la equidad en el tra­
tamiento de los trabajadores. Fascinados por la idea m oderna
de progreso económico racional, los capitalistas comerciales
y los artesanos-empresarios de N ueva Inglaterra retrocedie­
ron de horror ante las consecuencias sociales de la revolución
industrial británica. Conscientemente intentaron un sistema
industrial diferente compatible con su sentido de la moralidad
calvinista, especialmente el unitario, algo que les convencía a si
mismos de que tenían más en común con el experimento social
de R obert O w en que con el M anchester de Friedrich Engels.
La industria textil se organizó a finales del siglo XVIII y
principios del XIX con un sistema de fábricas situadas en prácti­
camente cada salto de agua del Sur de Nueva Inglaterra. Esta era
una región donde la desbordante explosión de espíritu empresa­
rial calvinista interactuó con un medio abundante en pequeños
ríos, lagos glaciales y saltos de agua (Steinberg, 1991). También
era un área donde una élite económica relativamente pequeña
formaba parte de familias extensas y redes de parentesco (Farrell,
1993). ¿Qué valores económicos comunitarios fueron preserva­
dos en esta apretada red social de relaciones de los Brahmanes
de Boston?* En el sistema Waltham-Lowell, constituido por

* El término de «Boston Brahmin» es utilizado desde finales del XIX para


aludir al estrato social más alto de Boston. [N. de la T.]

208
grandes complejos fabriles sobre grandes saltos de agua iniciado
por capitalistas comerciales (los Boston Associates) en 1813 y
empleando mujeres granjeras como trabajadoras temporales,
el ideal moral parece haber sido la formación de comunidades-
modelo libres de la degradación industrial (Mathews, 1991: 142).
U no de los fundadores de Lowell, una nueva ciudad industrial
sobre el río Merrimack, lo expresaba así:

La introducción a gran escala de la manufactura del algo­


dón en este país fue una idea nueva. Su efecto en el carác­
ter de nuestra población fue un tema de gran interés. Los
obreros en las ciudades manufactureras de Europa eran
claramente del tipo más bajo, tanto en inteligencia como en
moral. Por tanto, la cuestión que surgió, y que fue profun­
dam ente considerada, era si la degradación era el resultado
de la ocupación concreta o de otras y diferentes causas. N o
pudimos percibir por qué las características de este trabajo
en particular debían tener otros efectos sobre el carácter
que las de otras ocupaciones. Había poca demanda para
empleo femenino, ya que la m anufactura familiar había
sido superada po r las mejoras en la maquinaria. En Nueva
Inglaterra había un fondo de trabajadores, bien educados
y virtuosos. N o se veía que un empleo provechoso pudiera
tener ninguna tendencia a deteriorar el carácter. Se adopta­
ron las mejores garantías al establecer casas de huéspedes a
costa de la Compañía, a cargo de mujeres respetables, y se
cubrieron todas las necesidades para el culto religioso. En
estas circunstancias, las hijas de los granjeros respetables
eran fácilmente persuadidas para ir a las fábricas por un
período temporal. El contraste en el carácter de nuestra
población manufacturera, en comparación a la de Europa,
ha sido la admiración de los extranjeros más inteligentes
que nos han visitado. (Appleton, 1858: 15-16)

209
Figura 1
El encuentro del calvinism o con los saltos de agua: el desarrollo industrial
en Nueva Inglaterra 1809-1850

Hilaturas de
algodón, 1809

Industria textil
Número de husos de algodón, 1831
O 51 0 0 -6 9 5 0
C' 2300 - 2950
1750 - 2299
g 1250 - 1749
o — 8 3 0 -1 2 4 9
520 • «29
= 2 8 0 -5 1 9
140 - 279

de
empleados . ¡¡$

capital de Boston

Fuente: redibujado con permiso de R.G. Leblanc Location of Mnufacturing in New


Englandin the 19th Century, Dartmouth Publications in Geography, número 7, 1974; pp.
44, 47, 58, 83).

210
Afirmaciones como esta pueden leerse con escepticismo,
como una clase de ideología cuya intención era ocultar un m o­
tivo bastante más m ezquino como el de aumentar el retorno
del capital previamente invertido en actividades marítimas.
Concediendo gran parte de razón a ello, muchas investigacio­
nes también m uestran que el sistema fabril W altham-Lowell
fue resultado de un nuevo tipo de imaginario capitalista en un
experimento social que combinó la producción fabril moderna
con los patrones familiares de la sociedad tradicional (Dalzell,
1987: 226). Relaciones sociales morales paternalistas prevale­
cieron en los centenares de fábricas que aparecieron por todo
el sur de N ueva Inglaterra durante los años 1820, 1830 y 1840.
En to rn o a la base de esta economía moral se construyó una es­
tructura política que enfatizaba las políticas públicas, la filan­
tropía y un sistema educativo insuperable Qaher, 1982: 15-16;
Hall, 1997). Las autoridades civiles y políticas debatieron con­
tinuam ente sobre los efectos sociales de la industrialización
(Siracusa, 1979). En resumen, el liberalismo político y econó­
mico de Massachusetts, incluso su concepción de la salud y la
higiene (Van Buren, 1977) estaba fuertem ente imbricado con la
cultura religiosa protestante.
D entro de la economía moral, las mujeres trabajadoras criti­
caron la vida industrial desde posiciones ancladas en principios
morales de base religiosa que compartían con los propietarios.
Las «chicas de fábrica» de Nueva Inglaterra defendieron el sis­
tema fabril contra la queja conservadora de que trabajar en la
fábrica conducía a las mujeres a la condenación y a la infamia, al
colocarlo dentro, en lugar de fuera, del orden moral del capita­
lismo congregacionalista. Ellas insistieron en que eran mujeres
dignas y virtuosas, «hijas de hombres libres», que compartían
con los ideales de los dueños de prevenir la creación de una po­
blación fabril moralmente corrupta (Murphy, 1992: 207-208).
U n obrero describió Lowell en 1840 com o formado por:

212
U na clase de chicas que solo en esta ciudad se cuentan por
miles, y en muchas de nuestras ciudades más pequeñas, por
centenares; chicas que generalmente proceden de casas de
campo tranquilas, donde las mentes y los modos se han
form ado bajo los ojos de dignos hijos de los peregrinos y
sus virtuosos padres, y que regresan de nuevo para con­
vertirse en las esposas de los inteligentes granjeros libres
de Nueva Inglaterra... Los círculos de mejora, el liceo y
el instituto, las reuniones religiosas sociales, las bibliote­
cas móviles o de otro tipo, son testim onio de que el poco
tiem po del que disponían se empleaba de la mejor manera.
Nuestras iglesias y salas de lectura siempre llenas, y el ele­
vado carácter de nuestros clérigos y profesores, dan fe de
que el estado moral y de inteligencia no es bajo. (A Factory
Girl, 1840: 188, 190)

Asimismo, mientras que muchos experimentos utópicos


eran reacciones críticas contra la nueva competitividad, estos
también tenían preocupaciones materiales sujetas incluso a
guías morales más firmes (Clark, 1995: 14). La conciencia crí­
tica apelaba al trascendentalismo y al idealismo, como en los
ensayos de Ralph Waldo Emerson sobre riqueza y reforma,
mas que al socialismo o al materialismo (Gilmore, 1982). Los
sindicatos y los partidos obreros fueron lentos en desarrollar­
se en la región, el Partido del Trabajador solo consiguió 3459
votos en las elecciones del Estado de 1833, principalmente
en los distritos agrícolas descontentos (Foner, 1947: 140). La
agitación del movimiento po r las diez horas de los años 1840
y 1850 fue expresada en términos de preservar la inteligencia,
la virtud y la energía de los trabajadores fabriles. El deseo por
algo diferente se expresó en recuerdos nostálgicos de un su­
puesto pasado agrario, cuando la moralidad era más pura, la
vida más simple, la naturaleza más prístina. La cultura produjo

213
una idea de cultura que sirvió como ideología de legitimación
(com parar con D. Mitchell, 1995).
H u b o un intento de construir una form a ética de produc­
ción capitalista que combinaba la búsqueda agresiva de benefi­
cios con el m antenimiento de la compasión religiosa hacia los
obreros en el seno de la «civilización de N ueva Inglaterra».
Pero como la disponibilidad de trabajo regional llegó a ser
insuficiente, se animó a los trabajadores irlandeses y franco-
canadienses (católicos) a migrar a las florecientes ciudades in­
dustriales de la región. El caso fue que la sensibilidad ética era
específica de grupos sociales culturalmente homogéneos: un
comentarista describió posteriorm ente la «invasión inmigran­
te» en términos de: «Masas de extranjeros que no hablan inglés
abarrotando cada centro industrial y borrando la población
antigua (de Yankees), como el contenido de una botella que se
derrama estropea la página escrita» (Brewer, 1926: 228-229).
De m odo creciente, la disciplina industrial debía irse im po­
niendo a un proletariado cada vez más reacio, cuyas diferen­
cias culturales les perm itían ver el calvinismo como una ideo­
logía de clase dom inante más que como fuente universal de
ilum inación espiritual. Así, en la segunda m itad del siglo XIX,
la economía m oral de decencia común de N ueva Inglaterra
devino una cultura de clase de lucha étnica y de género (Hall,
1982). N ueva Inglaterra estalló en violencia étnica y de clase
a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue testim onio de
las batallas entre los «señores yankees» (llevando pistolas para
«defender a sus mujeres») y las «bandas irlandesas» cada año
durante los desfiles del 4 de julio de Boston a finales del siglo
XIX. Renegando de la conciencia, los obreros tuvieron que ser
disciplinados con medios consumistas fordistas que repug­
naban a la persuasión moral de la cultura anterior (Haskell
y Teichgraeber, 1933). Incluso así, este período épico de la
racionalidad m oderna dejó su huella en la lógica subsiguiente

214
del desarrollo económico nacional: el capitalismo americano
continuó su mezcla de valores individualistas y comunitarios
de modos particularm ente efectivos — «efectivos» en términos
de control social, aunque los términos reguladores parecen
demasiado pasivos para describir los procesos culturales que
producían identidades económicas. El imaginario social es
mejor.

E co n o m ía c u ltu ra l
La economía no es una esfera separada, aunque sea en cierto
modo dominante, de otras dimensiones de la existencia social.
La economía es solo ese conjunto de prácticas materiales y
culturales que están más directamente implicadas en la repro­
ducción de la existencia. ¿Cóm o conceptualizar las relaciones
entre partes de la vida que se funden unas con otras? La noción
de «embeddedness» de la acción económica funciona, especial­
mente la visión de los actores económicos inmersos en redes
de relaciones sociales. Y aunque esto describe la form a espacial
que toman las relaciones sociales, explican poco de las ideas,
de la confianza y de los valores que se comunican a través de
ellas. El «embeddedness» en las relaciones sociales necesita
«embeddedness» en los valores culturales. ¿Cóm o hacerlo,
desde un punto de vista teórico?
En este artículo he defendido una serie de conceptos que
relacionan la cultura con la economía a través de las nociones
de interpretación, simbolización, imaginario y racionalidad.
Inicialmente, el argum ento siguió el discurso marxista: el
modo de producción fue reinterpretado, especialmente en lo
que se refiere a la idea de conciencia social que «refleja» es­
tructuras económicas al hacer hincapié en la intermediación
de la experiencia, las estructuras del sentir, y la producción de
sentido com ún, en una versión cultural del materialismo his­

215
t ó r ic o . E l l o lle v ó a l a r g u m e n t o d e q u e la v a g u e d a d e t é r e a q u e

p a r e c e in h e re n te e n el té r m in o « c u ltu r a » p o d ía s e r m itig a d a al

c e n t r a r s u d e f in ic ió n e n la p r á c t i c a s im b ó lic a , o p r o d u c c i ó n s o ­

c ia l d e la s r e p r e s e n t a c io n e s . P e r o a q u í lo s c o n c e p t o s e x is t e n t e s

se m o stra ro n in s a t is fa c t o r io s : ta n t o p o r q u e la r e p r e s e n t a c ió n

tie n e q u e c o n te m p la r s e c o m o p r á c tic a s c u ltu r a le s e s tr u c tu r a ­

das p or r e la c io n e s d e p o d e r com o p o rq u e la r e p r e s e n t a c ió n

es p ro fu n d a m e n te in te r p r e ta tiv a de la e x p e rie n c ia . E s d e c ir ,

que lo s s iste m a s d e c r e e n c ia s so n a d ic io n e s sim b ó lic a s s e d i­

m e n ta d a s en la c o n c ie n c ia por in te r p r e ta c io n e s p o d ero sas,

a tr a c tiv a s y s a t is fa c t o r ia s d e la s e x p e r ie n c ia s . A s í, e n e l c a s o

d e l c a lv in is m o , la s im b o l i z a c i ó n t o m ó t r e s f o r m a s p r in c ip a le s :

la s in t e r p r e t a c io n e s d e la r e l a c ió n d e D i o s c o n la t ie r r a y s u s

h a b it a n t e s ( t r a s c e n d e n c ia ) , la s in t e r p r e t a c io n e s d e la r e la c ió n

d e la s g e n t e s c o n la e t e r n id a d ( p r e d e s t in a c ió n ) , y la s in t e r p r e ­

t a c i o n e s d e la r e l a c ió n d e la g e n t e c o n s u t r a b a j o e n la v id a (la

v o c a c ió n ) . A d e m á s , la s i m b o l i z a c i ó n com o in te r p r e ta c ió n en

e l n iv e l d e lo s s ig n if ic a d o s y la s c r e e n c ia s p u e d e c o n c e p t u a li-

z a r s e d e m o d o m á s e x a c to e n té r m in o s d e im a g in a r io s s o c ia le s,

o fo r m a s c o le c tiv a s d e c o n c ie n c ia e stru c tu ra d a s por m e d io s

s o c ia le s y n a tu r a le s e sp e c ífic o s, d e m a n e r a q u e lo s im a g in a r io s

to m a n fo rm a s re g io n a le s. E l té rm in o « im a g in a rio » im p lic a

c r e a tiv id a d im a g in a tiv a c o m o u n m o m e n to d e lib e r ta d r e la tiv a

e n lo s e s q u e m a s in te r p r e t a tiv o s , p e r o ta m b ié n o r ie n ta la im a ­

g in a c ió n d e l t e ó r ic o e n la d ir e c c ió n d e f o r m a s d e r a c io n a lid a d

so c ia lm e n te p r e sc r ita s.

E n e ste p u n t o c r u c ia l, e n e l q u e el a n á lis is p o d ía s e g u ir en

d i v e r s a s d i r e c c i o n e s , la s i d e a s d e W e b e r s o b r e la r a z ó n c o m o

d e se n c a n to p a r e c ie ro n ad ecu ad as, p o rq u e e stá n m uy b ie n

fo r m u la d a s y p o rq u e se a p lic a n d ire c ta m e n te al ca so b a jo

c o n sid e r a c ió n : lo s o r íg e n e s c u ltu ra le s de la e c o n o m ía am e­

r ic a n a en N ueva In g la te rr a . W e b e r r e la c io n a la r a c io n a lid a d

e c o n ó m ic a en su se n tid o « s u s t a n t iv o » (é tic a , m o t iv a c io n e s ) a

216
la r a c i o n a l i d a d e n s u s e n t i d o « f o r m a l » ( c á l c u l o , o r g a n i z a c i ó n )
p r o p o r c i o n a n d o u n p u e n t e c o n c e p t u a l e n t r e la s f o r m a s s o c i a ­

le s d e la im a g in a c ió n ( lo s u b s t a n t iv o ) y lo s t i p o s p a r t ic u l a r e s

d e a c c ió n e c o n ó m ic a (lo fo r m a l). E llo se a c e rc a a m i p ro p ia

p r e c o n c e p c ió n d e la r a c io n a lid a d e c o n ó m ic a c o m o u n t ip o d e

ló g ic a sim b ó lic a fo r m a d a e n la c u lt u r a . L a r a c io n a lid a d eco­

n ó m ic a in c lu y e lo s m o tiv o s , lo s m é to d o s y la é t ic a d e r iv a d a
d e la s e x p e r ie n c ia s d e a g e n t e s s o c i a l i z a d o s y a c u l t u r a l i z a d o s .

Las a c c io n e s r a c io n a liz a d a s crean la ló g ic a de d e s a r r o llo de

lo s s is te m a s e c o n ó m ic o s . H a y u n a r e la c ió n e str u c tu r a - a g e n c ia

e n tr e la s a c c io n e s c o o r d in a d a s p o r la s c o n c e p c io n e s c o r r ie n te s

d e r a c io n a lid a d e c o n ó m ic a y la ló g ic a s is t é m ic a , la s d o s c o n s t i ­

t u t iv a s u n a d e la o t r a . E l l o p a r e c e s e r u n a m a n e r a d e in v e s t ig a r

g e o g r á fic a m e n te la s t r a y e c t o r ia s d e lo s s iste m a s e c o n ó m ic o s

r e g io n a le s.

L le g a d o s a e ste p u n t o , m e d ir ig í a e x a m in a r u n a ló g ic a d e

d e s a r r o llo r e g io n a l c o n c r e t a — e l c r e c im ie n t o d e la e c o n o m í a

in d u str ia l m o d e r n a e n N u e v a In g la te rra . A q u í, h e c a m b ia d o

el é n fa sis h a b itu a l e n el p r o te sta n tism o com o in ic ia d o r del

c a p ita lism o com o siste m a e c o n ó m ic o in m a n e n te , p ara dar

u n a in te r p r e ta c ió n m á s c o m p le ja d e la c o n s t r u c c i ó n c u lt u r a l

d e u n s iste m a e c o n ó m ic o r e g io n a l c o n s tr u id o m e d ia n te in te r ­

p r e t a c io n e s r e lig io s a s , e c o lo g ía s c ív ic a s y r a c io n a lid a d e s é tic a s .

La N ueva In g la te r r a c a lv in ista , s u p o n g o , fo r m ó una c u ltu ra

d e p r o d u c c i ó n q u e s in t e t iz ó la m o r a lid a d c o n e l b e n e fic io d e

u n a m a n e ra e le g a n te , r e fin a d a y c iv iliz a d a . A u n q u e e s t a e c o ­

n o m ía m o r a l e r a e sp e c ífic a d e c ie rta s r e la c io n e s é tn ic a s y de

g é n e r o d e n tr o d e lo q u e s e c o n te m p la b a c o m o la c iv iliz a c ió n
d e N u e v a I n g la t e r r a . M á s t a r d e , la e c o n o m ía m o r a l d e N u e v a

In g la te rra s e t r a n s f o r m ó , e s p e c ia lm e n te p o r la s r e a c c io n e s a
la i n m i g r a c i ó n , e n u n siste m a c la sista m ás e v id e n te . P ero el

c a lv in ism o d e jó su h u e l l a e n la e s t r u c t u r a s u b s i g u i e n t e d e la

e c o n o m í a a m e r i c a n a . D e v i n o la f o r m a c u l t u r a l d o m i n a n t e d e l

217
c a p ita lis m o en el sig lo X X ju sta m e n te p o r q u e c o m b in a b a u n a

in te n sa o r ie n ta c ió n a l b e n e fic io c o n u n a p r e te n s ió n d e v a lo r e s

s o c ia le s m o r a le s .

L a te s is q u e q u ie r o d e fe n d e r e s q u e c a d a r e g ió n c o n tr ib u y e

con una c u ltu r a e c o n ó m ic a d ife re n te y d istin tiv a a l s iste m a

g lo b a l c a p it a lis t a . A d e m á s , q u e la s e c o n o m ía s r e g io n a le s f o r ­

m an una u n id a d con d ific u lta d e s en unos siste m a s g lo b a le s

y n a c io n a le s in e sta b le s, a n a liz a b le s a tra v é s de la d ia lé c tic a

e sp a c ia l e c o n ó m ic o - c u ltu r a l. E n d e fin itiv a , e n una fra se que

n u n c a p e n s é q u e d ir ía , la e c o n o m í a p o lí t ic a d e b e c o n v e r t ir s e

e n e c o n o m ía c u ltu ra l.

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224
E D IT O R IA L : L A N E O L IB E R A L IZ A C IÓ N

D EL C O N O C IM IE N T O *

Richard Peet

E n el p a s a d o , lo s m e d io s d e p u b lic a c ió n d e a r tíc u lo s d e r e v is ­

ta s a c a d é m ic a s e s t a b a n c o n t r o la d o s p o r lo s a c a d é m ic o s y la s

in stitu c io n e s p r o fe s io n a le s . P e r o e n lo s ú ltim o s v e in te a ñ o s el

c o n tr o l s o b r e la d ifu s ió n d e l c o n o c im ie n t o c ie n t ífic o s e h a v is ­

to c r e c ie n te m e n te p r iv a tiz a d o . E l a c c e s o a l c o n o c im ie n to p u ­

b lic a d o p a s a c a d a v e z m á s a tra v é s d e e m p r e sa s p r iv a d a s, c o m o

T h o m p so n R e u te r s, u n c o n g lo m e r a d o g ig a n te d e e m p r e sa s d e

c o m u n ic a c ió n /n o tic ia s /in fo r m a c ió n , con « lín e a s de p rod u c­

t o » q u e v a n d e s d e la in fo r m a c ió n fin a n c ie r a y e m p r e s a r ia l a l

ín d ic e d e c it a c io n e s d e c ie n c ia s s o c ia le s(social Science citation


index). P u b l i c a e l I n f o r m e d e C i t a c i o n e s d e R e v i s t a s (Journal
Citation Report) y e l I n f o r m e d e U s o d e R e v i s t a s (Journal Use
Report) c o m o p a r t e d e s u « R e d d e C o n o c i m i e n t o I S I » ( I S / Web
o f Know ledge ). L a s r e v i s t a s q u e e s t a e m p r e s a n o i n d e x a b i e n
p o d r ía n n o e x is tir . L o s a u t o r e s q u e n o s o n c o n s id e r a d o s p o r

e s t a e m p r e s a e s c r ib e n e n la n a d a . N u e s t r o tr a b a jo no se c o ­

n o c e si e llo s d e c id e n n o v e r n o s . S o m o s ju z g a d o s , c la sific a d o s

y o r d e n a d o s p o r c r ite r io s q u e dependen d e u n a e m p re sa d e

c o m u n ic a c ió n .

L a s r e v ista s a c a d é m ic a s q u e u n a v e z fu e r o n el p r o d u c to d e

la s u n iv e r s id a d e s y la s a s o c ia c io n e s p r o f e s i o n a l e s y a c a d é m ic a s

h a n lle g a d o a s e r p r o d u c id a s p o r e d ito r ia le s q u e e stá n c r e c ie n ­

te m e n te c o n c e n tra d a s en m an os de unos pocos c o n g lo m e ra ­

d o s m u ltin a c io n a le s d e c o m u n ic a c ió n : R o u tle d g e ( T a y lo r a n d

* © Human Geography, traducido por Nuria Benach del original inglés:


•Editorial: The Neoliberalization of Knowledge», Human Geography, 1(1), 2008;
PP. 1-2.

225
F r a n c is ) , p o r e je m p lo , p u b l ic a 9 5 0 d e e lla s. B la c k w e ll S y n e r g y ,
q u e « a lb e r g a m á s d e u n m illó n d e a r tíc u lo s d e m á s d e 8 5 0 re ­

v i s t a s » , e s p a r t e d e W ile y I n t e r S c ie n c e , « u n d e s t a c a d o r e c u r s o

in te r n a c io n a l d e c o n te n id o s d e c a lid a d p r o m o c io n a n d o el d e s ­

c u b r im ie n to a tra v é s d e t o d o el e s p e c tr o d e e s fu e r z o s c ie n tífic o s,

t é c n ic o s , m é d ic o s y p r o f e s i o n a l e s » . L a p r i v a t i z a c i ó n d e la d i f u ­

sió n d e l c o n o c im ie n t o s ig n if ic a q u e e m p r e s a s d e c o m u n ic a c ió n

c o n tr o la n el a c c e s o a g r a n d e s p a r te s d e l fo n d o d e c o n o c im ie n to

p r o d u c id o p o r el t r a b a jo a c a d é m ic o . E s te fo n d o es c a d a v e z m á s

u n a im p o r ta n te y lu c r a tiv a fu e n te d e p o d e r p o lític o , c u ltu ra l y

e c o n ó m ic o . Y n o s e n c o n t r a m o s c o n q u e la p r i v a t i z a c i ó n d e la

d ifu s ió n d el c o n o c im ie n to se r e m o n ta c a d a v e z m á s a su m ism a

p r o d u c c ió n , al se r p e n s a d o s lo s c o n o c im ie n to s- m e r c a n c ía p a r a

s u v e n ta e n in te r n e t. E l l o c o n lle v a e l d e t e r io r o d e la r e f le x ió n , e n

la q u e e l p e n s a m i e n t o p r o f u n d o o b ie n c e s a d e l t o d o o b ie n s e

c o n v ie r te e n u n m e r o e n tr e te n im ie n to .

P a r a lo s a c a d é m ic o s r a d ic a le s la p r iv a t iz a c ió n d e l c o n o c i ­

m ie n to p la n te a el p r o b le m a a d ic io n a l d e q u e lo s a g e n te s c a u s a ­

le s d e la s c o n t r a d ic c io n e s c a p it a lis t a s c o n t r o la n e l c o n o c im ie n ­

to p u b lic a d o s o b r e su s c r isis. D e m o d o q u e ta m b ié n n o s o t r o s ,

com o tr a b a ja d o r e s a c a d é m ic o s , debem os so m e te rn o s a un

o r d e n s o c ia l d e p u b lic a c io n e s q u e e ra y c o n tin ú a s ie n d o e litis­

ta e n té rm in o s d e su c o n tr o l p o r p a r te d e « a c a d é m ic o s r e p u ­

ta d o s y e s t a b le c id o s » p e r o q u e a h o r a e s ta m b ié n c u a n tific a d o

en té r m in o s d e fa c to r e s d e e x p o s ic ió n y c ita c ió n en u n n u e v o

siste m a c a d a v e z m á s te c n ific a d o , p r iv a tiz a d o , e m p r e sa r ia liz a -

do y m e r c a n tiliz a d o . E llo sig n ific a ta m b ié n que la p lu s v a lía

(m o n e ta r ia ) p r o d u c id a p o r el tr a b a jo a c a d é m ic o que e sc r ib e

el c o n te n id o d e la s r e v is ta s a c a b a c o m o b e n e fic io d e l c a p ita l

d e lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n . E s te v a lo r ¿ p o d r ía q u iz á se r

r e c a p tu r a d o p o r lo s p r o d u c to r e s d e l c o n o c im ie n to - r iq u e z a ?

¿ N u e s tr a c o n c lu s ió n ? N e c e sita m o s re te n e r el c o n tr o l d e l

v a lo r p r o d u c id o p o r el tr a b a jo a c a d é m ic o . E s ta m o s d e c id id o s

226
a r e s is tir e sta te n d e n c ia p r iv a t iz a d o r a — « R e c u p e r a r N u e s t r o

C o n o c im ie n to » . P or e llo hem os fu n d a d o una e m p re sa s in

á n im o d e lu c r o « ln s t it u t e f o r H u m a n G e o g r a p h y ln c .» c o m o

p ro p ie ta ria d e e sta r e v is ta — lo s r e s p o n s a b le s de la e m p r e s a

p r o v ie n e n d e l c o m ité e d ito r ia l. E l I n s titu to n o e sta b le c e r á r e ­

la c io n e s d e n in g u n a c la s e c o n e d it o r ia le s c o m e r c ia le s . S e a m o s

c la ro s, n o e sta m o s p r o p o n ie n d o u n a r e v ista d e a c c e s o a b ie r to

b a s a d a e n la w e b . S in e m b a r g o , la s s u s c r ip c io n e s in d iv id u a le s

se o fr e c e n a b a jo c o s t e (4 0 d ó la r e s al a ñ o p a r a p e r s o n a s c o n r e n ­

ta s m á s e le v a d a s y 1 5 - 2 0 p a r a lo s q u e tie n e n m e n o s in g r e s o s ) ,

y la s s u s c r ip c io n e s in stitu c io n a le s a u n c o s t e m o d e r a d o (1 0 0

d ó la r e s e n n u e s t r o p r im e r a ñ o , a lg o m á s e n a ñ o s s u b s ig u ie n ­

te s ) , m u y le jo s d e lo q u e a c o s t u m b r a n a v a le r e n la a c t u a lid a d

— la s e d it o r ia le s m u lt in a c io n a le s c o b r a n a la s in s t it u c io n e s c o n

ta r ifa s d e su s c r ip c ió n a n u a le s q u e v a n d e lo s 2 5 0 a lo s 5 .0 0 0

d ó la r e s p o r a ñ o . U n a s o la r e v ista p u e d e g e n e r a r d e m e d io a u n

m illó n d e d ó la r e s d e b e n e fic io a l a ñ o . P o d r ía m o s u tiliz a r e ste

d i n e r o p a r a f i n a n c i a r i n v e s t i g a c i o n e s r a d i c a l e s . . . p e r o s o l o s i la

p r o p ie d a d y el c o n tr o l s o b r e el c o n o c im ie n to q u e p r o d u c im o s

q u e d a fu e ra d e m an o s e m p r e sa r ia le s. T a n p ro n to com o te n ­

g a m o s b e n e f ic io s a n u n c ia r e m o s la d is p o n ib ilid a d d e a y u d a s a

la i n v e s t i g a c i ó n g e o g r á f i c a - r a d i c a l y d e s i g n a r e m o s u n c o m i t é

p a r a a d m in istr a rla s.

D e m odo q u e a n u n c ia m o s el in ic io d e e sta n u e v a r e v ista

lla m a d a Human Geography. E s te es n u e str o p r im e r n ú m e ro .

C o n c e b im o s u n a r e v ista c o m o e sta d e m o d o a m p lio , c u b r ie n ­

do te m a s q u e v an d e s d e la g e o p o l ít i c a a la e c o lo g ía p o lít ic a

p a s a n d o p o r c u e stio n e s c u ltu ra le s y e c o n ó m ic a s. Im a g in a m o s

u n a r e v is t a in t e le c t u a l b ie n e s c r ita , c r ít ic a , n o d e m a s ia d o lle n a

d e d e ta lle s e m p ír ic o s, y n o c a r g a d a d e d e m a s ia d a s c ita s, u n a r e ­

v is ta q u e p u e d a le e rse e n s u to ta lid a d . E s ta r e v ista s e r á e v a lu a d a

p o r e x p e r to s p e r o q u e r e m o s e v a lu a c io n e s d e lo s a r tíc u lo s q u e

se a n p o s itiv a s y ú tile s, y n o q u e e sto s se a n a ta c a d o s o r e c h a ­

227
z a d o s p a r a s u p u b l i c a c i ó n s o b r e la b a s e d e a s p e c t o s m e n o r e s

r e a liz a d o s p o r e v a lu a d o r e s q u e se e sc o n d e n tr a s el a n o n im a to

(e l e litism o a l q u e n o s r e fe r ía m o s m á s a rr ib a ). P la n e a m o s u n a

m e z c la d e a r t íc u lo s la r g o s d e h a s t a 7 .5 0 0 p a la b r a s y o t r o s m á s

c o r t o s d e h a s t a 3 .0 0 0 p a l a b r a s , c o n tr a b a jo s a c tu a le s d e o p i­

n ió n y re se ñ a s d e lib r o s in te r c a la d o s en el c u e r p o d el te x to

b á sic o d e la r e v is t a . P o r e l m o m e n t o , p la n e a m o s u n a v e r s ió n

d e la r e v i s t a e n p a p e l , q u e s e r á s e g u i d a e n b r e v e p o r . u n s i t i o

w e b c o n c o n te n id o m u ltim e d ia .

L la m a m o s a v u e s tr o in te ré s, c o m e n ta r io s y a p o y o . L a s d o ­

n a c io n e s s e r v ir á n p a r a s u s te n t a r e l a r r a n q u e d e la r e v ista : p o r

f a v o r m a n d a d a y u d a s a l I n s t it u t e f o r H u m a n G e o g r a p h y , IH G ,

P .O . B ox 307, B o sto n , M a ssa c h u se tts, 0 1 7 4 0 -0 3 0 7 , E sta d o s

U n id o s ; 1 0 0 d ó la r e s d a r á n d e r e c h o a d o s a ñ o s d e su sc rip c ió n .

I n v ita m o s a e n v ia r a r tíc u lo s , t e x t o s d e o p in ió n , r e se ñ a s y e d i­

t o r ia le s a n u e s t r o c o n s e jo d e r e d a c c ió n . S i te n é is id e a s p a r a u n a

c o n tr ib u c ió n , h a c é d n o sla s s a b e r p a r a te n e r n u e str a r e s p u e s ta

in m e d ia ta : p o r f a v o r e n v ia d u n e m a il c o n v u e s tr a s p r o p u e s t a s

o a r tíc u lo s a lo s e d ito r e s c o r r e s p o n d ie n te s :

Director de Human Geography: Richard Peet, Gradúate School of


Geography, Clark University.
Responsable de ensayos y opiniones: Derek Gregory, Department
of Geography, University of British Columbia.
Responsable de reseñas de libros: Salvatore Engel-DiMauro,
Department of Geography, SUNY New Paltz.
Responsables regionales:
Swapna Banerjee-Guha, Tata lnstitute of Social Sciences (Asia me­
ridional).
Jerónimo Montero, Durham University (América Latina).
Erik Swyngedouw, Manchester University (Europa).
Wing Shing Tang, Hong Kong Baptist University (Asia oriental).

228
L O C U R A Y C IV IL IZ A C IÓ N : C A P IT A L IS M O F IN A N C IE R O

G L O B A L Y E L D I S C U R S O A N T IP O B R E Z A it

Richard Peet

E l fin a l d e l s ig lo X X h a v is t o e m e r g e r u n n u e v o t ip o d e s o c ie ­

dad. U n c a p ita lism o d o m in a d o p o r e n o rm es e m p re sa s p ro ­

d u c ie n d o m e rc a n c ía s y s e r v ic io s h a sid o su b stitu id o p o r un

c a p ita lis m o d o m in a d o por en o rm es e m p re sa s q u e c o n tr o la n

el a c c e s o a lo s c a p ita le s d e in v e r sió n . E n e l n u e v o « c a p ita lis m o

f in a n c ie r o g l o b a l » la s f in a n z a s s o n la p a r t e m á s im p o r t a n t e d e l

c a p it a l; lo s g o b ie r n o s y la s in s t it u c io n e s d e g o b e r n a n z a g lo b a l

so n p arte in te g r a l d e l a p a r a to fin a n c ie r o , r e sc a ta n al se c to r

fin a n c ie r o e in c lu s o se u n e n a é l e n tie m p o s d e c r isis; e l c a p ita ­

lis m o fin a n c ie r o o p e r a n o r m a lm e n t e a e sc a la g lo b a l; p o r ta n to ,

el c a p it a lis m o fin a n c ie r o t o m a la fo r m a d e u n s iste m a e s p a c ia l

y p o lític o - e c o n ó m ic o - fin a n c ie r o - é tic o - c u ltu r a l. El té rm in o


« c a p ita l fin a n c ie r o » fu e acuñado o r ig in a lm e n te por el m ar­

x ista a u s tr ía c o R u d o lf H ilfe r d in g (1 9 8 1 ). C o n e se té r m in o se

r e fe r ía a la c r e c ie n te c o n c e n tr a c ió n y c e n t r a liz a c ió n d e c a p ita l,

en su fo r m a in stitu c io n a l d e e m p r e sa s , c á r te ls , tr u s ts y b a n c o s

que o r g a n iz a r o n la e x p o r t a c ió n de e x c e d e n te s de c a p ita l d e

lo s p a íse s in d u str ia liz a d o s , e sp e c ia lm e n te G ran B re ta ñ a , en

b ú sq u e d a d e ta sa s d e b e n e fic io s m á s e le v a d a s e n o tr a s p a r te s.

M á s r e c ie n te m e n te , D a v id H a r v e y (2 0 0 5 ) h a s o s t e n id o q u e en

la s e m p re sas c a p it a lis t a s , la p r o p ie d a d (lo s a c c io n ista s) y la

g e stió n (lo s d ir e c to r e s e je c u t iv o s d e la s e m p r e s a s ) h a n lle g a ­

d o a f u n d ir s e y a q u e la g e s t i ó n d e m á s a lt o n iv e l s e r e t r ib u y e

c o n « s t o c k o p t io n s » . E l a u m e n to d e l p r e c io d e la s a c c io n e s se

* © Human Geography, traducido por Nuria Benach del original inglés:


«Madness and Civilization: Global Finance Capitalism and the Antipoveny
Discourse», Human Geography, 1(1), 2008; pp. 82-93.

229
c o n v ie r te e n el o b je tiv o d e f u n c io n a m ie n t o d e la e m p r e s a . Y

la s e m p r e s a s p r o d u c t i v a s , d i v e r s i f i c a d a s e n c r é d i t o s , s e g u r o s y

s e c t o r in m o b ilia r io , c r e c ie n te m e n te se c o n v ie r te n en fin a n c ie ­

r a s e n su o r ie n ta c ió n . E llo e stá r e la c io n a d o c o n u n e sta llid o d e

a c tiv id a d e n u n s e c t o r fin a n c ie r o c r e c ie n te m e n te d e s r e g u la d o

y r á p id a m e n te g lo b a liz a d o en « la fin a n c ia c ió n de a b so lu ta ­

m e n t e t o d o » , l o q u e s i g n i f i c a e l c o n t r o l d e t o d a s la s á r e a s d e la

e c o n o m ía g lo b a l p o r p a r t e d e la s fin a n z a s . L o s e s t a d o s - n a c ió n ,

in d iv id u a lm e n t e ( c o m o lo s E s t a d o s U n i d o s ) o c o le c t iv a m e n t e

( c o m o el G 7 / 8 ) , tie n e n q u e a p o y a r a la s in s titu c io n e s fin a n c ie ­

r a s y la in t e g r id a d d e l s is t e m a f in a n c ie r o y a q u e e llo e s lo q u e

h a c e f u n c io n a r la e c o n o m ía (co m o a te s t ig u a la in te r v e n c ió n

m a s iv a d e lo s b a n c o s c e n t r a le s e n la c r is is fin a n c ie r a d e 2 0 0 7 ­

0 8 ). E n e l m a r c o d e e ste s is t e m a c a p it a lis t a p r e - f ija d o , H a r v e y

o b se rv a q u e e l p o d e r d e lo s a c c io n is ta s d ism in u y e , m ie n tr a s

que e l d e lo s d ir e c t o r e s e je c u t iv o s d e la s e m p r e s a s , e l d e lo s

m ie m b r o s c la v e d e lo s c o n s e jo s d e a d m in is tr a c ió n y e l d e lo s

fin a n c ie r o s, a u m e n ta . E l tr e m e n d o p o d e r e c o n ó m ic o d e e sta

n u e v a c la s e e m p r e s a r ia l- f in a n c ie r a le s p e r m i t e u n a a m p lí s im a

in flu e n c ia s o b r e lo s p r o c e s o s p o lític o s (H a r v e y , 2 0 0 5 : 3 1 - 3 8 ).

L a p r in c ip a l d ife re n c ia e n tre el c a p ita l fin a n c ie r o de

H ilf e r d in g y e l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l a c tu a l e s la m a y o r

a b s t r a c c ió n d e l c a p it a l d e s u b a s e p r o d u c t i v a o r ig in a l, la m a y o r

v e lo c id a d con la q u e e l d i n e r o s e m u e v e a t r a v é s d e e s p a c i o s

m á s a m p lio s y d iv e r s o s , la in t e n s i d a d y la f r e c u e n c ia d e la s c r i­

s is q u e t o m a n a h o r a f o r m a s m á s fin a n c ie r a s q u e p r o d u c tiv a s ,

y la e x t e n s ió n d e la e s p e c u l a c i ó n y d e la s a p u e s t a s e n t o d a s la s

e s f e r a s d e la v id a . H e m o s v i s t o t a m b i é n la « d e m o c r a t i z a c i ó n »

d e l c a p ita l a tr a v é s de la i n c l u s i ó n en e l e jé r c it o de reserv a

d e lo s fin a n c ie r o s a m illo n e s d e p e r s o n a s q u e se b e n e fic ia n a

t r a v é s d e la p r o p i e d a d d e la v iv ie n d a , in v e r s io n e s en fo n d o s

d e p e n s io n e s , fo n d o s d e in v e r s io n e s y fo n d o s d e e d u c a c ió n .

Y a n o te n e m o s a p e c e s g o r d o s n i tip o s lis to s m a n ip u la n d o lo s

230
p r e c io s d e la s a c c i o n e s s i n o a m illo n e s d e « c u a s i - c a p i t a l i s t a s »

p r e o c u p a d o s t o d a s la s n o c h e s p o r s u s a h o r r o s d e j u b i l a c i ó n o

p o r s u s p r e c io s d e v iv ie n d a to ta lm e n te in fla d o s . P o r u n la d o , el

c a p ita lis m o fin a n c ie r o h a d e s a r r o lla d o g r a n d e s y s o fis tic a d o s

m e c a n ism o s d e c o n tr o l so c ia l y c u ltu ra l s o b r e lo s g o b ie r n o s ,

la s c la s e s y la s p o b l a c i o n e s r e g io n a le s , d e m o d o q u e la r e s p u e s ­

ta p o lí t ic a c r ít ic a a la s c r e c ie n t e s d e s i g u a l d a d e s e in e s t a b i l i d a ­

d e s p u e d e s e r la r g a m e n te s ile n c ia d a : v iv im o s e n u n tie m p o d e

c o o p ta c ió n g lo b a l. P o r o tr a p a r te , e l n iv e l y la p r o fu n d id a d

d e la c r i s i s f i n a n c i e r a h a a u m e n t a d o , e l « e s p a c i o d e la c r is is »

se h a a m p lia d o p a r a in c lu ir v ir tu a lm e n te to d a s la s e c o n o m ía s

n a c io n a le s, y el « e s p a c io d e la s v íc tim a s » ( d ir e c t a s e in d ir e c ­

ta s) e s a h o r a v ir tu a lm e n te u n iv e rsa l. L a in te r s e c c ió n d e e sta s

te n d e n c ia s c r e a u n a s e n s a c ió n d e ir r e a lid a d y d ista n c ia m ie n to

e n la q u e la s c r is i s s o n ab o rd ad as con m a y o r su p e rfic ia lid a d

c u a n to m á s a u m e n ta s u in te n sid a d . L a s c r isis, q u e s o n e s tr u c ­

tu r a le s y e n d é m ic a s, p a r e c e n ir r u m p ir e n el e sc e n a r io p o lític o -

e c o n ó m ic o c o m o s u c e so s a p a r e n te m e n te e sp o n tá n e o s. P e r o en

r e a lid a d la s c r is is s e a c u m u la n p o r q u e n o s o n n i c o m p r e n d id a s

n i c o n tr o la d a s , n i s iq u ie r a h a y d e m a sia d a v o lu n ta d p o p u la r d e

c o n tr o la r la s, p o r q u e m u c h a g e n te c o m b in a el d o b le p a p e l d e

p e r p e tr a d o r y d e v íc tim a , y el s iste m a fin a n c ie r o es ta n g r a n d e

y a m o r f o q u e p a r e c e in e x p u g n a b le . I n e v it a b le m e n t e , la d e s id ia

t ie n d e a la c a t á s t r o f e .

A l ig u a l q u e e n el s is t e m a lib e r a l g lo b a l d e fin a le s d e l s ig lo

XIX, el s iste m a n e o lib e r a l d e fin a le s d e l XX e in ic io s d e l XXI


o p e r a g lo b a lm e n te b a jo el d o m in io d e u n so lo e sta d o - n a c ió n

« d e m o c r á t ic o » h e g e m ó n ic o . E l c a m b io d e la P a x B r it a n n ic a a

la P a x A m e ric a n a m a n tie n e una e str u c tu ra p o lític a e se n c ia l­

m e n te p a r e c id a p e r o e l p o d e r m ilit a r d e la s f u e r z a s a r m a d a s

d el e sta d o fin a n c ie r o h a a u m e n ta d o , m ie n tr a s q u e el tie m p o

n e c e s a r io p a r a lle v a r a c a b o u n a in te r v e n c ió n h a d ism in u id o

r a d ic a lm e n t e c o n la s n u e v a s t e c n o lo g ía s d e la g u e r r a . L a s t r a n ­

231
s a c c io n e s in sta n tá n e a s d el c a p ita lis m o fin a n c ie r o c o r r e n e n p a ­

r a le lo a r e s p u e s ta s a r m a d a s c a si in sta n tá n e a s. Y r e c ie n te m e n te

lo s p r in c ip a le s e s t a d o s c a p it a lis t a s f in a n c ie r o s se h a n m o s t r a d o

p r o c liv e s a la in te r v e n c ió n g e o p o lític a en la c r e e n c ia d e q u e

e stá n sie n d o a ta c a d o s p o r u n c o n tr a - m o v im ie n to o r g a n iz a d o ,

ta m b ié n g lo b a lm e n te o r g a n iz a d o , y p rep arad o p ara u tiliz a r

m e d io s d e d e s tr u c c ió n m a siv a .

E s te a r tíc u lo p r o p o r c io n a a lg u n o s té r m in o s y p e r s p e c ti­

v a s q u e p u e d e n c o n tr ib u ir a u n a n á lis is c r ític o d e l c a p ita lis m o

fin a n c ie r o g lo b a l. T ra s r e p a s a r a lg u n a s d e su s c a ra c te r ístic a s

b á sic a s y su g e r ir a lg u n o s té r m in o s p a r a o r g a n iz a r el d e b a te

fu tu r o , el a r tíc u lo c o n tin ú a c o n lo q u e p o d r ía lla m a r s e u n a s o ­

c io - p s ic o lo g ía d e la s fin a n z a s c o n te m p o r á n e a s , e sp e c ia lm e n te

el m a n e jo d e l s is te m a h a c ia la t o m a d e r ie s g o s y la e s p e c u la c ió n

q u e lle v ó a la c r is is d e 2 0 0 7 - 2 0 0 8 : « l o c u r a » . E l a r t í c u l o p r o s i ­

g u e a fir m a n d o q u e in c lu s o la s s o c ie d a d e s d e s q u ic ia d a s tie n e n

u n a c o n c i e n c ia , y e llo s e e x p r e s a e n e l, d i s c u r s o a n ti- p o b r e z a

g lo b a l q u e c o n fo r m a u n a p a r te m a n ifie s ta d e l siste m a fin a n ­

c ie ro g lo b a l: la « c iv i l i z a c i ó n » . N o o b stan te , u n s iste m a eco­

n ó m ic o c o r r u p t o n e c e s a r ia m e n te s ig n ific a q u e la s e x p r e s io n e s

d e b e n e v o le n c ia se c o n v ie r te n e n p o lític a s a n tip o b r e z a c a r a c ­

te r iz a d a s p o r s u « b e n e v io le n c ia » . D e m o d o q u e la s p o lít ic a s

q u e a p a r e n t e m e n t e s e d ir i g e n a p e r d o n a r la d e u d a d e l T e r c e r

M undo y a «acab ar con la p o b r e z a a h o r a » * lle v a n a lo con­

t r a r io : la in c lu s ió n e n u n a e c o n o m í a g lo b a l c a r g a d a d e n iv e le s

im p o sib le s d e d e u d a y , en to d o c a so , m a y o r e s n iv e le s a ú n d e

d e u d a y d e c r e c ie n te in se g u r id a d . E l a r tíc u lo c o n c lu y e c o n u n

b r e v e c o m e n t a r i o s o b r e q u é h a c e r c o n la p o b r e z a g l o b a l d e s d e

u n a p o s ic ió n r a d ic a l d e iz q u ie r d a s .

* End Poverty Now es una organización no gubernamental de ámbito mun­


dial y con base en Montreal dedicada a aliviar la pobreza. [N. de la T.]

232
F orm aciones sociales y regím enes políticos
E s t e n u e v o c a p it a lis m o f in a n c ie r o a p a r e c ió e n la e sc e n a g lo b a l

en m e d io d e u n e sta llid o d e e x h u b e r a n c ia e c o n ó m ic a y c u ltu ra l

q u e s o lo p u e d e s e r a d m ir a d o (v e n e r a d o ) c o m o u n s ig n o d e lo s

n u e v o s tie m p o s g lo b a le s p o r p a r te d e u n p ú b lic o a te m o r iz a d o .

A l m e n o s e s o e s lo q u e a p a r e c e e n lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n

q u e so n p arte fu n d am e n ta l d e u n s iste m a d e l q u e se s u p o n e

q u e in fo r m a n . P e r o e n to n c e s el c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l

p u e d e s e r lla m a d o c a p it a lis m o m e d iá t ic o g lo b a l y a q u e la m e -

d ia tiz a c ió n es ta n im p o r ta n te c o m o la f i n a n c i a c i ó n , y la s d o s

c o m p a r te n e se a ir e d e ir r e a lid a d fa n tá s tic a q u e h a s u s t it u id o lo

q u e u n a v e z s e lla m ó « v id a c o t id ia n a » . D e m o d o q u e la s n o t i­

c ia s d e d e p o r t e s d is p o n e n d e m á s t ie m p o y d e s g r a c ia d a m e n t e

d e m á s a te n c ió n , q u e la s n o tic ia s s o b r e la s g u e r r a s . Q u e n o te

m a te n e n s á b a d o : n a d ie se e n te r a r á . Y a u n a sí, c o m o M a r x c a si

d ijo u n a v e z , a n a liz a r s ig n if ic a r o m p e r el fa s c in a n t e r e s p la n d o r

d e l e sp e c tá c u lo g lo b a l d ir ig ie n d o la a te n c ió n a d e s c u b r i r la

e se n c ia e s tr u c tu r a l.

E l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l e m e r g e d e c a m b io s e str u c ­

tu r a le s c o m p r e n sib le s . P a r a lle g a r a e s o s c a m b io s e str u c tu r a le s

n e c e sita m o s u tiliz a r u n par de té r m in o s ta q u ig r á fic o s : u n a s

p o c a s p a la b r a s q u e d e s c r ib a n u n a in fin id a d d e c o sa s, d e m o d o

q u e n u e str a m e n te n o p ie n s e e n lis ta d o s . H a s t a a h o r a h e m o s

h a b la d o d e fo r m a s h is tó r ic a s d e u n a to ta lid a d c a p ita lista p o -

lític o - c u ltu r a l- e c o n ó m ic a ta le s c o m o fo r m a c io n e s so c ia le s e n

u n m o d o d e p r o d u c c ió n en g e n e r a l. P a r e c e q u e h a h a b id o tre s

fo r m a c io n e s s o c ia le s in tr a c a p ita lis ta s e n lo s ú ltim o s c ie n a ñ o s

m á s o m e n o s: el c a p ita lis m o in d u str ia l c o m p e titiv o , y a e n d e s ­

a p a r ic ió n a fin a le s d e l sig lo X IX p e r o a ú n p r e se n te e n el m a r g e n

d e la s p e q u e ñ a s e m p r e s a s y e n la f r o n t e r a in n o v a d o r a d e l n u e ­

v o c a p ita lis m o d e r ie sg o ; el c a p ita lis m o in d u str ia l e m p r e sa r ia l


q u e a s u m ió la h e g e m o n ía a fin a le s d e l s ig lo X IX y q u e p e r s is t e

aún hoy com o una b a se p o d e r o s a , a u n q u e d e p e n d ie n te , d e

233
a c tiv id a d p ro d u c tiv a ; y el c a p ita lism o fin a n c ie r o g lo b a l, q u e

to m a el p a p e l h e g e m ó n ic o y d o m in a n te en la r e p r o d u c c i ó n

d e l c a p it a lis m o a p a r t ir d e lo s a ñ o s 1 9 8 0 y 1 9 9 0 : la t r a n s ic ió n

e sta b a o c u lta p o r u n h ip o b la sto d e h ig h - te c h , te c n o lo g ía d e

la in f o r m a c ió n - in t e r n e t , q u e e r a e n p a r t e in d u s t r ia l, e n p a r t e

m e d iá tic o , y e n p a r te fin a n c ie r o .

U n a t e r m in o lo g ía m á s d ir e c t a d e s c r ib e la s in s t it u c io n e s e

id e o lo g ía s q u e c o n stitu y e n « r e g ím e n e s» m á s c o n c r e to s d e n tr o

d e (a v e c e s e n tra n sic ió n e n tre ) fo r m a c io n e s so c ia le s c a p ita ­

lista s. A q u í p o d e m o s d e s ta c a r v a ria s d im e n sio n e s c o m o por

e je m p lo lo s r e g ím e n e s d e im a g e n , e n u n a n á lis is id e o ló g ic o -

im a g in a r io m á s o r ie n t a d o h a c ia lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n .

P ero quedém onos de m o m e n to en el banal m undo de lo s

« r e g ím e n e s p o lític o s» : lo s m e c a n ism o s p o lític o -e c o n ó m ic o s

(in s titu c io n e s , id e o lo g ía s, d isc u rso s) de poder m e d ia n te lo s

c u a le s lo s g o b ie r n o s y la s in s t it u c io n e s g u b e r n a m e n t a le s in ­

te n ta n d ir ig ir el c a m b io e c o n ó m ic o y so c ia l e n u n a fo r m a c ió n

so c ia l. U n r é g im e n p o lític o a lu d e a: u n a a p r o x im a c ió n siste ­

m á t ic a a la f o r m a c ió n p o lít ic a d e u n c o n ju n t o g u b e r n a m e n ta l

o de in stitu c io n e s de g o b ie r n o ; a lg o que tra ta un c o n ju jlt O

d e a su n to s lim ita d o y d e fin ib le ; a lg o q u e p r e v a le c e c o m o el

m arco r e g u la d o r /in te r v e n c io n is ta d o m in a n te ; c u e s tio n e s q u e

a b a r c a n u n p e r ío d o h istó r ic o d e al m e n o s v a r ia s d é c a d a s. L o s

r e g ím e n e s p o lít ic o s t o m a n c o h e r e n c ia p o r la s in t e r p r e ta c io n e s

p o lít ic o - e c o n ó m ic a s s u b y a c e n t e s d e la s c a u s a s d e u n c o n ju n t o

d e p r o b le m a s s o c io - e c o n ó m ic o s r e la c io n a d o s ; d ic h a s in te r p r e ­

ta c io n e s re p re se n ta n lo s in te r e se s d e u n a fr a c c ió n d e c a p ita l

(P e e t, 2 0 0 7 : 4 -1 0 ).

D e sd e la S e g u n d a G u e r r a M u n d ia l, e l m u n d o c a p ita lista

h a c o n o c id o d o s p r in c ip a le s r e g ím e n e s p o lític o - e c o n ó m ic o s:

la d e m o c r a c ia k e y n e s ia n a , p r e d o m in a n t e e n t r e 1 9 4 5 y 1 9 7 3 , y

la d e m o c r a c i a n e o li b e r a l, p r e d o m i n a n t e e n t r e 1 9 8 0 y la a c t u a ­

lid a d ; lo s a ñ o s 1 9 7 3 -8 0 r e p r e se n ta n u n p e r ío d o d e tr a n sic ió n ,

234
c u a n d o lo s d o s r e g ím e n e s c o m p e t ía n p o r la h e g e m o n ía . E n el

r é g im e n d e p o lític a s k e y n e s ia n a s, u n E s t a d o in te r v e n c io n is ta

c o m p r o m e t id o e n a lc a n z a r e l p le n o e m p le o y s u e ld o s e le v a d o s
p a r a t o d o s u tiliz ó p o lític a s m a c r o - e c o n ó m ic a s c o n tr a - c íc lic a s

en u n c a p ita lis m o b á sic a m e n te d e lib r e e m p r e sa . E s t e r é g im e n

d e p o lític a s r e sp o n d ió a la D e p r e s ió n d e lo s a ñ o s 1930, un a

c r isis q u e d e s le g itim iz ó la r a c io n a lid a d t e ó r ic a y la s i n s is t e n ­

te s d e m a n d a s d e l r é g im e n p r e c e d e n t e , u n d u r a d e r o r é g im e n

p o lític o lib e r a l ( lib r e c o m e r c io ) , a l u t iliz a r la a u t o r id a d del

E sta d o p ara e sta b iliz a r la a c u m u la c ió n y d e m o c r a tiz a r lo s

b e n e f i c i o s e c o n ó m i c o s . L a s d if e r e n c ia s r e g i o n a l e s e n la t r a d i ­

c ió n te ó r ic o - in te r p r e ta tiv a y p o lític o - e c o n ó m ic a d ie r o n p ie a

tre s v a r ia n te s p r in c ip a le s : el k e y n e s ia n is m o s o c ia l d e m o c r á t i­

c o e n lo s p a ís e s d e E u r o p a o c c id e n ta l y s u s a n tig u a s c o lo n ia s ;

el k e y n e s ia n is m o d e m o c r á tic o lib e r a l e n lo s E s ta d o s U n id o s ;

el k e y n e s ia n is m o d e s a r r o llis ta e n J a p ó n y m u c h o s p a ís e s in ­

d u stria liz a d o s d e l T e rc e r M u n d o (C h a n g y R o w th o r n 1995;

K o h li 2 0 0 4 ).

E l r é g im e n d e p o lític a s n e o lib e r a le s re v iv e el lib e r a lis m o d e

lib r e c o m e r c io d e f in a le s d e l s i g l o XIX, a p a r e n t e m e n te m e d ia n ­

te la r e n u n c ia d e l E s t a d o - n a c i ó n a la g e s t ió n m a c r o e c o n ó m ic a

en b e n e fic io d e lo s m e c a n ism o s d e m e r c a d o . P e r o e sta a p a r e n te

r e n u n c ia d e l E s t a d o a la e c o n o m ía e s c o n d e u n m o v im ie n t o q u e

m e jo r p u e d e d e s c r ib ir s e c o m o una r e o r ie n ta c ió n d e la in t e r ­

v e n c ió n g u b e r n a m e n t a l p a r a s e r v ir lo s in te r e se s d e la s in s t it u ­

c io n e s d e g o b e r n a n z a g lo b a le s . S in e m b a r g o , « r e o r ie n t a c ió n »

es s o lo el b a r n iz d e u n p r o fu n d o p r o c e s o d e c o n tr o l d e l E s ta d o

p o r p a r te d e g e n te a d in e r a d a , e m p r e sa s, b a n c o s y c o m p a ñ ía s

d e g e stió n d e in v e r s io n e s y , e s p e c ia lm e n te , d e lo s b a n c o s d e

in v e r s io n e s b a jo u n s is te m a d e « d e m o c r a c ia e m p r e s a r ia l» , q u e

e m p ie z a c o n el c o n tr o l s o b r e el p r o c e s o e le c to r a l p o r p a r te d e
la s g r a n d e s d o n a c io n e s y e l c o n t r o l s o b r e e l p r o c e s o le g is la t iv o

a tra v é s d e l « lo b b y in g » (P e e t, 2 0 0 7 : 9 4 -9 8 ).

235
El régimen de políticas neoliberales respondió sin duda a la
globalización de la economía, la sociedad y la cultura de finales
del siglo XX. Desde luego que el neoliberalismo ayudó a orga­
nizar la emergencia de una globalización que beneficia a una
nueva clase re-emergente, superadinerada, financiero-capita­
lista, que m ayorm ente vive en los principales países occiden­
tales, especialmente en los Estados Unidos de América, pero
que opera transnacionalm ente en términos del ámbito de su
actividad de inversión. Concentrém onos en el m om ento de in­
terpretación de los regímenes de políticas vistos como agentes
creativos colectivos en la reorganización de la sociedad capita­
lista. El keynesianismo interpretó la crisis político-económica
de los años 1930 como resultado del miedo a un futuro im-
predecible. Para Keynes, la incertidum bre de los empresarios
provocó incoherencias y retrasos en la compra de maquinaria
y bienes de equipo. C on la extensión del fordismo en el perío­
do de postguerra, las deficiencias sistémicas en la demanda se
originaron más en la inadecuación e inestabilidad de la compra
masiva de bienes de consumo. En el contexto de la democracia
social y liberal de postguerra, los estados respondieron ' ese
infraconsum o a través de la gestión keynesiana de la deman­
da. Las políticas se centraron en una redistribución masiva de
los ingresos de la gente rica hacia los consumidores-votantes
de clase obrera, gente que, en virtud de la necesidad o la per­
suasión, ¡tenía que gastar cada centavo que tenía ... y más! El
principal mecanismo para la redistribución de los ingresos fue
una fiscalidad federal progresiva sobre las rentas: la tasa fiscal
marginal sobre la banda impositiva más alta bajo el régimen
de políticas suavemente keynesianas en los Estados Unidos
fue del 70 al 92% en el período entre 1945 y 1981. En vez
de añadirse a la riqueza acumulada, los ingresos se reciclaban
inmediatamente en consumo. Ello perm itió el funcionamiento
del ciclo de producción-consum o y alimentó altos niveles de

236
c r e c im ie n to e c o n ó m ic o . T u v o e fe c to s g e o g r á fic o s e sp e c ta c u ­
la r e s , c o m o la e c lo s i ó n d e e s p a c io s d e c o n s u m o a llá d o n d e la

g e n t e s e r e u n í a o v i a ja b a : a s í, la s a u t o p i s t a s f u e r o n c o r r e d o r e s

d e fe liz e x c e so c o n su m is ta .

L o c o n v e n c io n a l es a fir m a r q u e d u ra n te lo s años 1970

el k e y n e sia n ism o e n tró en c r isis. E l té rm in o u tiliz a d o p ara

d e sc r ib ir lo e s e sta n fla c ió n : a lta s ta s a s d e in fla c ió n ju n to con

a lta s t a s a s d e d e s e m p le o . A d e m á s , la c o n v e n c ió n a fir m a q u e el

k e y n e s ia n is m o fu e s u s titu id o p o r u n r é g im e n d e p o lític a s n e o ­

lib e r a le s m á s e fe c tiv o . P e r o la s c o n v e n c io n e s a n a lític a s s u r g e n

a p a r t ir d e in t e r p r e t a c io n e s o p u e s ta s b a s a d a s e n in te r e s e s , a la s

q u e s e le s d a d if e r e n t e c r é d it o e n la t o m a d e d e c is io n e s , s e g ú n

el t a la n te p o lít ic o y c u ltu r a l d e l m o m e n to . R e c u é r d e s e q u e lo s

g o b ie r n o s , la s e c o n o m ía s , lo s s is t e m a s s o c ia le s y la s c u ltu r a s

e n la s d e m o c r a c ia s p o lít ic a s o c c id e n t a le s a f r o n t a r o n c o n tin u a s

p r o t e s t a s m a s iv a s e n lo s a ñ o s 1 9 6 0 y p r in c ip io s d e lo s 1970.

E m pezan do con e l m o v im ie n to p o r lo s d e r e c h o s c iv ile s y la

o p o s i c i ó n a la g u e r r a d e l V ie t n a m , la p r o t e s t a lle v ó a l r e c h a z o

m a s iv o de lo s v a lo r e s c o n su m is ta s d e l c a p ita lism o fo r d ista -

k e y n e s ia n o c a d a v e z m á s v isto s c o m o c o n tr a d ic to r io s c o n u n

m e d io n a t u r a l f a t ig a d o . A la v is t a d e la e s c a la d a d e c o n f lic t iv i-

d a d q u e a m e n a z a b a e l o r d e n s o c ia l, c u lt u r a l y p o lí t ic o , la é lite

c a p it a lis t a s e c o m p r o m e t i ó e n la a c t i v id a d c o n t r a r r e v o l u c i o n a ­

r ia . « D u r a n t e lo s a ñ o s 1 9 7 0 , e l a la p o l í t i c a d e l s e c t o r e m p r e s a ­

r ia l d e la n a c ió n m o n t ó u n a d e la s c a m p a ñ a s m á s n o t o r ia s p o r

la c o n q u i s t a d e l p o d e r d e la h is t o r ia r e c ie n t e » d e m o d o que

a p r in c ip io s d e lo s 1 9 8 0 « la s e m p r e s a s te n ía n u n n iv e l d e in ­

flu e n c ia n u n c a v is t o d e s d e lo s d ía s d e l boom d e lo s a ñ o s 1 9 2 0 »

( E d s a ll, 1 9 8 5 : 1 0 7 ; H a r v e y , 2 0 0 6 ) . U n p a r t e e se n c ia l d e e llo e ra

la i n t e r p r e t a c i ó n h e c h a s o b r e l a s c r i s i s e c o n ó m i c a s q u e r e c o ­

n o c ía q u e la s p r in c ip a le s c o n tr a d ic c io n e s e str u c tu r a le s r e s id ía n

e n la f a lt a d e in v e r s ió n e n e c o n o m ía s p o c o a c tiv a s L o s e s t a d o s

r e s p o n d ie r o n c o n p o lític a s e c o n ó m ic a s n e o lib e r a le s c e n tr a d a s

237
en la redistribución de las rentas hacia los ricos (Figura 1). Así,
la Ley del Impuesto de Recuperación Económica (Economic
Recovery Tax Act) de 1981 recortaba la tasa fiscal marginal de
la banda de mayores ingresos al 50%, seguida m uy pronto por
la Ley de Reform a Fiscal de 1986 que reducía aún más la tasa
máxima al 28%, la cual se elevó durante las administraciones
demócratas en los años 1990 al 39,6% para ser recortada de
nuevo al 35% por la Ley de Reconciliación de crecimiento
económico y alivio fiscal (Economic Growth and Tax R elief
Reconciliation Act) de 2001. En ■comparación con el keyne­
sianismo (tasas fiscales marginales del 70-90% ), el régimen
de políticas neoliberales bajó las tasas fiscales marginales de
las rentas más elevadas al 28-50%. Las apariencias ideológicas
de esta redistribución eran «recuperación, reforma, crecimien-

F ig u r a 1
Primeros fractile s de proporción de ingresos (incluidas las ganancia
de capital) en los Estados Unidos, 1 9 1 3 -2 0 0 5

eu
o
a
e
o
0

C

Grupo de ingresos

Fuente: Saez, 2007.

238
to», términos que sugieren un régimen al servicio de intereses
amplios, populares, nacionales e internacionales. La realidad
fue estancamiento en los ingresos reales de la clase obrera y la
gente pobre.

L o c u ra económ ica
Este régimen de políticas neoliberales contribuyó a producir
un capitalismo financiero global. En los años 1980, las rentas
fueron deliberadamente reorientadas hacia gente que no po­
dían gastarlas, no im porta cuanto lo intentaran (apartamentos
de 20 millones en centros financieros que se convirtieron en
multiplicadores de los precios inmobiliarios); solo podían
ahorrar dichas rentas e invertirlas. De modo que, bajo el neo-
liberalismo, cada año un billón de dólares fue a parar a cuentas
de inversión en manos de solo unos pocos centenares de miles
de personas ya m uy ricas Qohnston, 2005). Las instituciones
financieras com piten por el uso de fondos de inversión sobrea-
cumulados por millonarios y por los ahorros de los trabajado­
res en fondos de pensiones, en seguros, etc. Las empresas com ­
piten por atraer capital de inversión no tanto por ofrecer altos
dividendos sino por el rápido aum ento del precio de las accio­
nes de las empresas. Los directores ejecutivos de las empresas
y los consejos de administración van y vienen, prosperan o no,
en gran parte sobre la base ya no de cómo manejan la empresa
sino de cuanto pueden hacer subir el precio de las acciones de
la empresa a corto plazo. El capital empresarial experimenta
esta competencia por las inversiones como una obligación ex­
terna originada en la fracción financiera dom inante del capital:
los directores ejecutivos que fracasan en el cumplimiento de
esta obligación están sujetos a escrutinio por parte de em pre­
sas de capital privado que ganan dinero com prando empresas
que no funcionan, reestructurándolas sin piedad (por ejemplo,

239
d e s p id ie n d o tr a b a ja d o r e s ) y lu e g o v e n d ié n d o la s p a r a o b te n e r

u n b e n e fic io r á p id o q u e r e p o r t e a lto s r e n d im ie n to s a lo s in v e r­

so res. C o m o e llo s u g ie r e , e l a lc a n c e d e l p o d e r f in a n c ie r o (e n

to d o s su s a s p e c to s) se h a e x p a n d id o , d e s d e s u s b a se s c a p ita ­

lis ta s o r ig in a le s e n lo s p a ís e s in d u str ia le s a v a n z a d o s h a c ia u n

c a m p o d e ju e g o g lo b a l, e n el q u e b illo n e s d e d ó la r e s se m u e v e n

c a d a d ía c o n fa c ilid a d y v e lo c id a d e n b ú s q u e d a d e a lto s r e n d i­

m ie n to s . E s te c a m p o d e ju e g o g lo b a l p a r a el c a p ita l e stá a ú n

c la r a m e n te d e lim it a d o p o r lím ite s p o lít ic o s y c u ltu r a le s . P e r o ,

c a d a v e z m á s , d e n tr o d e l e sp a c io d e in v e r s io n e s g lo b a l e sta b le ­

c id o , lo s p a ís e s s o n ju z g a d o s m e r a m e n te c o n r a tio s d e r ie s g o /

b e n e fic io y, a l s e r a sí in c lu id o s e n lo s c á lc u lo s d e b e n e fic io , lo s

e sta d o s p ie r d e n s ig n ific a d o a m e n o s q u e a c tú e n c o m o p r o t e c ­

t o r e s d e la s a c c i o n e s d e s t in a d a s a la b ú s q u e d a d e b e n e f i c i o s d e l

c a p ita l g lo b a l. E s ta n u e v a v e r s ió n d e l c a p ita lism o fin a n c ie r o

e stá c e n tra d a en el d e sp lie g u e de gran d es a c u m u la c io n e s de

r iq u e z a p o r p a r te d e in stitu c io n e s e sp e c ia liz a d a s c o m o b a n c o s

d e in v e r sio n e s y e m p r e sa s a se s o r a s d e r ie sg o s , c o n c e n tr a d a s en

u n a p o c o s c e n tr o s d e p o d e r fin a n c ie r o : el e sc a ló n m á s a lto d e

la s « c iu d a d e s g lo b a le s » .

S in e m b a r g o , in c lu s o c o n la s in c u r s io n e s m á s b r u ta le s e n

b u sc a d e b e n e fic io s q u e lle v a n a c a b o la s e m p r e s a s c o m o m o -

d u s o p e r a n d i, el m e r c a d o d e v a lo r e s es u n m e r c a d o d e in v e r ­

sio n e s r e la tiv a m e n te e sta b le y s e g u r o . L a b o ls a d e v a lo r e s e stá

r e g u la d a p o r el E s ta d o y en lo s E s ta d o s U n id o s d e A m é ric a

por una a g e n c ia g u b e r n a m e n ta l: la Securities and Exchange


Comission e sta b le c id a en 1 9 3 4 , tras u n a n te rio r e p iso d io de
c r isis. L a s s o c ie d a d e s d e g e s tió n d e in v e r s io n e s q u e c o n tr o la n

lo s a c tiv o s c o le c tiv o s en fo rm a de, p o r e je m p lo , f o n d o s de

in v e r s ió n , e stá n ta m b ié n r e g u la d a s p o r la L e y d e S o c ie d a d e s

d e I n v e r s ió n d e 1 9 4 0 . S in e m b a r g o , b a jo el n e o lib e r a lis m o , lo s

s u p e r r i c o s h a n e n c o n t r a d o c a d a v e z m á s la m a n e r a d e e v ita r

la s r e g u la c io n e s e s t a t a le s d e la s in v e r s io n e s . L o h a c e n e n p a r t e

240
e s c a p a n d o d e la s j u r i s d i c c i o n e s n a c i o n a l e s c o m o la s s e d e s s o ­

c ia le s d e e m p r e s a s fa n t a s m a e n lu g a r e s c o m o la s I s la s C a im á n .

Y e sc a p an de la r e g u la c ió n en su s p r o p io s p a íse s de o r ig e n

fo rm a n d o e x ó tic o s v e h íc u lo s de in v e r sió n . En lo s E sta d o s

U n id o s , lo s fo n d o s d e in v e r s ió n se ab ren a un pequeño nú­

m ero (m e n o s de un c e n te n a r) de « in v e r so r e s a c re d ita d o s»

y lo s fo n d o s c o n fo rm a d o s por «co m p rad o res c u a lific a d o s»

(c o n sistie n d o la c u a lific a c ió n en m ás de c in c o m illo n e s de

d ó la r e s e n a c tiv o s d e in v e r sió n ) n o e stá n s u je to s a r e g u la c ió n

g u b e r n a m e n ta l m á s a llá d e l r e g is t r o c o m e r c ia l. D e m o d o q u e

la s in v e r s io n e s t e m p o r a le s e n el m e r c a d o d e v a lo r e s (la b o ls a )

p r o p ic ia n u n b e n e fic io r á p id o p a r a lu e g o v e n d e r y a sí c o m p e tir

c o n o t r o s fo n d o s d e in v e r s ió n lib r e m u c h o m á s e sp e c u la tiv o s

y e sc a sa m e n te r e g u la d o s, c o n c o m p a ñ ía s d e v a lo r e s p r iv a d a s,

con p a q u e te s d e h ip o te c a s d e a lto r ie sg o , fu tu r o s , d e r iv a d o s ,

o p e r a d o r e s d e d i v i s a s , e tc . E n el c o n t e x t o d e la g lo b a liz a c ió n ,

d e lo s « m e r c a d o s e m e r g e n te s» y d e lo s m e r c a d o s d e in v e r s io ­

n e s e x ó tic a s, se e s p e r a q u e lo s fo n d o s d e in v e r s ió n te n g a n u n

re to rn o d e al m e n o s el 2 0 % a n u a l, d o b la n d o la r iq u e z a d e la s

é lite s c a d a c u a t r o o c in c o a ñ o s . A s í p u e s , v iv im o s e n s o c ie d a ­

d e s e n la s q u e la d in á m ic a d e la f r a c c ió n d o m in a n t e d e l c a p it a l

e s la c o n s e c u c ió n , p o r c u a lq u ie r m e d io , d e m á s d in e r o p a r a

a q u e llo s q u e y a tie n e n d e m a s ia d o . E s t a p e r s e c u c ió n te m e r a r ia

d e d in e r o p a r a te n e r m á s d in e r o e s lo c u r a fin a n c ie r a , so c ia l.

S o lo p u e d e te n e r c o m o r e s u lta d o el d e sa stre .

P o r q u e el p r e c io d e lo s a lto s b e n e fic io s e s ... e l r ie s g o e te r­

n o . C u a lq u ie r f o n d o d e in v e r s ió n q u e n o g e n e r a a lto s r e t o r n o s

y por ta n to , n o to m a r ie sg o s e x tre m o s, su fre una d e sin v e r ­

s ió n en lo s m ercad o s a lta m e n te c o m p e titiv o s , e n lo s que el

d in e r o c a m b ia d e m an os con so lo t o c a r u n a te c la . A s í, h a y

una c o m p u lsió n c o m p e titiv a p ara to m a r r ie sg o s te m e r a r io s

c r e c ie n te s e n b ú s q u e d a d e a lto s r e to r n o s q u e te m p o r a lm e n te

a tr a e n in v e r s io n e s . L a e sp e c u la c ió n , el r ie s g o y e l m ie d o s o n

241
e str u c tu r a lm e n te e n d é m ic o s del c a p ita lis m o fin a n c ie r o . El

m ie d o m ism o se c o n v ie r te en fu e n te de m ás e sp e c u la c ió n

— co m p ran d o o ro o f u t u r o s , p o r e je m p lo . L a e s p e c u la c ió n y

el ju e g o se e x t ie n d e d e s d e W a ll S t r e e t a t o d o s lo s s e c t o r e s d e

la s o c ie d a d : e l p r e c io d e la v iv ie n d a , la s lo t e r ía s d e l E s t a d o ,

c a sin o s, b in g o s, p o r r a s , c a rta s d e P o k e m o n ; to d o el m u n d o

ju e g o , in c lu so lo s n iñ o s. E l e n tr e la z a d o d e e sp e c u la c io n e s es

la f u e n t e d e s u in tr a ta b ilid a d y d e la a m p lia c ió n d e l e sp a c io

d e s u s e f e c t o s . D e m o d o q u e la c r is is f in a n c ie r a d e 2 0 0 7 - 2 0 0 8

tie n e lo s s ig u ie n te s m o m e n to s: v iv ie n d a s m u y a so b r e p r e c io

e sp e c ia lm e n te c e rc a d e lo s c e n tr o s fin a n c ie r o s en a u g e ; c o m p e ­

te n c ia e n tr e in s titu c io n e s fin a n c ie r a s p a r a o fr e c e r c r é d ito fá c il

a t o d o e l m u n d o ; el e m p a q u e ta d o d e h ip o te c a s d o m é s tic a s en

p a p e l n e g o c ia b le ; n iv e le s m u y a lto s d e c o m p r a s a p a la n c a d a s ; y

el u s o d e a c tiv o s c u y o v a lo r p u e d e d e s a p a r e c e r e n el in sta n te

d e titu liz a r o tr a s in v e r s io n e s in c lu s o a u n m á s a r r ie sg a d a s . N o

e s s o lo q u e la c r is i s s e e x t ie n d a d e u n s e c t o r a o t r o . E s m á s b ie n

q u e la c r is i s e n u n s e c t o r ( c o m o e l in e v it a b le fin d e la b u r b u ja

in m o b ilia r ia ) tie n e e f e c t o s e x p o n e n c ia le s e n lo s d e m á s ( b a n c o s

d e in v e r s ió n d e s p la z a d o s a e sp e c u la c io n e s d e a lto r ie s g o ) h a sta

el p u n t o q u e la s p é r d id a s s e a c u m u la n m á s a llá d e l p o d e r d e

r e s c a t e d e lo s e s t a d o s y la s in s t it u c i o n e s fin a n c ie r a s . D e a h í la

t e n d e n c ia h a c ia la c a t á s t r o f e .

C iv iliz a c ió n y fila n tr o p ía

C u a n d o la e s p e c u l a c i ó n y e l j u e g o se c o n v ie r te n e n a lg o n o r ­

m a l , la f u e n t e o r ig in a l d e la c r e a c ió n d e v a lo r , e l t r a b a j o r e a l i z a ­

d o s o b r e r e c u r s o s d e l m e d io , s e p ie r d e e n la m e m o r ia . E l d in e ­

r o s a le d e la n a d a e s p e c u la t iv a m á s q u e d e la s a c t i v id a d e s r e a le s ,

v isib le s y c o n o c ib le s. L a e sp e c u la c ió n fin a n c ie r a n o r e g u la d a

e s lo m á s c e r c a n o a u n a e c o n o m ía d ir i g id a p o r la a g r e s ió n y el

p r o p io in te r é s e g o ís ta (c f. F r e u d , 1 9 6 6 ). L o s fin a n c ie r o s g a n a n

242
m ás en unos seg u n d o s al te lé fo n o que el 9 9 % de n o so tro s

p u e d e g a n a r en to d a u n a v id a de d u ro y e n tre g a d o t r a b a jo .

L o s tr a b a ja d o r e s s o n d e s p e d id o s , lo s p r o p ie t a r io s d e v iv ie n d a s

d e s p o s e í d o s , p e r o e l g e s t o r d e lo s f o n d o s n o e s t e s t i g o d e e s o s

a tr o c e s h e c h o s , n i s iq u ie r a le im p o r t a n . H a y m u c h o s o t r o s in ­

te n ta n d o ir r u m p ir a h í d o n d e el in v e r s o r é tic o te m e h a c e r d a ñ o .

Y si la in t e r m e d ia c ió n d e la s m e r c a n c ía s e n la s r e l a c io n e s d e

p r o d u c c ió n c o n d u c e a u n a s o c ie d a d a lie n a d a (M a r x , 1 9 6 7 : c a p .

1) y la i n t e r m e d i a c i ó n d e la s i m á g e n e s c o n d u c e a u n a s o c i e d a d

h ip n o t iz a d a ( D e b o r d , 1 9 6 7 ), la in t e r m e d ia c ió n d e l d in e r o y el

ju e g o e n la s r e la c io n e s s o c ia le s c o n d u c e a u n a s o c ie d a d c o r r u p ­

ta q u e h a c a íd o e n la lo c u r a . I n c l u s o a sí, la c o r r u p c i ó n n o a liv ia

d e l t o d o al c a p ita lis m o fin a n c ie r o d e r e m o r d im ie n to s d e c o n ­

c ie n c ia . S o lo c o r r o m p e e s a « c o n c ie n c ia » y t o d o lo q u e e m e r g e

d e e sa tu r b ia m o r a lid a d .

E n la tr a d ic ió n c a lv in is ta o c c id e n ta l, la fila n tr o p ía es la

m a n e r a e n la q u e la g e n t e r ic a s a lv a s u c o n c ie n c ia . E n e l c a p i­

ta lism o fin a n c ie r o g lo b a l, a e se g e s to fila n tr ó p ic o se a ñ a d e u n

b a r n iz e m o t iv o , id e a lis t a y m o r a lis t a . E n la é p o c a f o r d i s t a d e l

c o n s u m i s m o y la p u b l ic id a d , la s p e r s o n a s e s t á n e n s in t o n ía c o n

la i m a g e n , la s u g e s t i ó n y la e x a g e r a c i ó n s u b j e t i v a e n t o d a s la s

e s f e r a s d e la v id a , in c lu y e n d o la f il a n t r ó p ic a . L a im a g e n , lo s

m e d i o s d e c o m u n i c a c i ó n y e l e s p e c t á c u l o s e a p r o v e c h a n d e la

p r e o c u p a c i ó n d e la g e n t e a p a r e n t e m e n t e p a r a b u s c a r a p o y o s a

la a c c i ó n g l o b a l y , d e m o d o m e n o s e v id e n t e , p a r a c a n a liz a r lo

q u e p o d r ía c o n v e r tir se e n ir a c o le c tiv a e n u n a in te r v e n c ió n s e ­

g u r a y r e s p o n s a b le lim it a d a a la s in s t it u c io n e s . E l g i r o s im b ó li­

c o d e l m ile n io h a s i d o t e s t im o n io d e u n a e s c a la d a d e la lá s t im a ,

in stitu c io n a liz a d a en u n c o m p le jo fila n tr ó p ic o g lo b a l q u e c o n ­

f u n d e la « a y u d a » c o n e l « f in d e la p o b r e z a » y e l « d e s a r r o l l o » .

E l p a n ó p t ic o g e o f in a n c ie r o ( O ’T u a th a il, 1 9 9 7 ) s e r e f le ja e n u n

p a n ó p tic o g e o fila n tr ó p ic o . L o s p a ís e s c a p ita lis ta s h e g e m ó n i-

c o s , la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r n a c io n a le s , lo s p r in c ip a ­

243
le s m i e m b r o s d e la s f i n a n z a s g l o b a l e s y la é l i t e i n d u s t r i a l , l o s

a c a d é m ic o s fa m o so s, la d e slu m b r a n te c o le c c ió n de e str e lla s

p o p . .. t o d o s lo s g r u p o s c u lp a b le s q u ie r e n « e l fin d e la p o b r e z a

a h o r a » . E n el FM I y e n el B a n c o M u n d ia l, e l a ju s t e e s tr u c tu r a l

se r e b a u tiz ó c o m o « c r e c im ie n t o y r e d u c c ió n d e la p o b r e z a » .

L a D e c la r a c ió n d el M ile n io d e N a c io n e s U n id a s se c e n tr ó en

r e d u c ir a la m it a d la p o b r e z a e x t r e m a p a r a 2 0 1 5 . J e f f r e y S a c h s

(2 0 0 5 ), «e l e c o n o m ista d e l d e s a r r o llo m á s d e s ta c a d o d e n u e str o

t ie m p o » , e s c r ib ió u n lib ro a m p lia m e n te le íd o e n el q u e a fir m a

q u e la p o b r e z a g lo b a l p o d r í a a c a b a r s e p a r a 2 0 2 5 . D e s p u é s d e

u n a p r e s ió n p o p u la r m a siv a , o r g a n iz a d a p o r lo s c o n c ie r to s d e

r o c k L iv e 8 p o r c a n ta n te s c o m o B o n o y B o b G e d o lf, lo s p a íse s

d e l G 7 / G 8 a c o r d a r o n c o n d o n a r lo s 4 0 .0 0 0 m illo n e s d e d ó la r e s

q u e s e d e b ía n a la s a g e n c ia s in t e r n a c io n a le s . E n 2 0 0 6 , W a r r e n

B u ffe t , la t e r c e r a p e r s o n a m á s r ic a d e l m u n d o , p r o m e t i ó 3 1 .0 0 0

m illo n e s d e d ó la r e s a la F u n d a c ió n B il l y M e lin d a G a t e s , f u n ­

d a d a p o r la p e r s o n a m á s r ic a d e l m u n d o c o n e l o b je t iv o d e a c a ­

b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l. Y e n 2 0 0 7 la s N a c i o n e s U n i d a s h a n

a fir m a d o q u e se h an r e a liz a d o p r o g r e s o s sig n ific a tiv o s e n la

c o n s e c u c ió n d e lo s o b je t iv o s d e la D e c l a r a c i ó n d e l M ile n io , e s ­

p e c i a lm e n t e e n e l c a m p o d e la r e d u c c i ó n d e la p o b r e z a g lo b a l.

¿ P o d e m o s a c e p ta r e sto s a c to s a m p lia m e n te a p la u d id o s d e

b e n e v o le n c ia a ltr u is ta e n s u s p r o p io s té r m in o s o p t im is t a s ? ¿ O

es q u e «acab ar con la p o b r e z a a h o r a ... el m u n d o no puede

e s p e r a r » e s u n a a p a r ie n c ia c iv iliz a d a p a r a u n a b ú s q u e d a d e u n

in te r é s p e r s o n a l e sp e c u la tiv o c a d a v e z m á s b r u ta l? L o s p a íse s

r ic o s m ir a n d e sd e lo a lto a lo s p o b r e s y , c o m p a d e c ié n d o lo s , se

d e d ic a n a « a c a b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l» c o n d e c la r a c io n e s o ,

c u a n d o s o n p r e s io n a d o s , a tr a v é s d e m e d io s sin r ie s g o s c o m o

la e d u c a c ió n , f in a n c ia n d o la in v e s t ig a c ió n c o n t r a e l H IV - sid a ,

e tc . A l m is m o t ie m p o , a c a b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l e s u n p r e ­
te x to p a r a e x te n d e r el d o m in io d e l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo ­

b a l: p a c if ic a n u e v o s e s p a c io s d e e x p lo t a c ió n . E s d e e s te m o d o ,

244
y de m ucho otros, como se relacionan el capitalismo financie­
ro global, el neoliberalismo, la antipobreza, y las políticas de
condonación de la deuda.

E l d is c u r s o s o b r e la p o b r e z a

Difícilmente podríam os saberlo a partir de los informes de las


noticias. Pero esta «cancelación de los 40.000 millones que se
deben a organismos internacionales» equivale básicamente a la
refinanciación de la deuda por parte de la iniciativa HIPC (acró-
nimo de «Heavily Indebted Poor Countries», países pobres
m uy endeudados) del FMI y el Banco Mundial. La iniciativa
HIPC empezó en 1996 después de una crítica ampliamente
extendida de las instituciones de B retton Woods por parte de
Jubilee 2000, una coalición religiosa que creía que el 2.000° ani­
versario del nacimiento de C risto señalaba el m om ento opor­
tuno para el perdón de las deudas. El program a HIPC combina
la reducción de la deuda con «reformas políticas» dirigidas a
aumentar los niveles de crecimiento económico y «por tanto»
a reducir la pobreza en los países más pobres de m undo. Así,
en varios de sus encuentros anuales recientes, los ministros de
finanzas de los países del G7/G8 han acordado financiar el
Banco Mundial, el FMI y los Bancos de Desarrollo Regional en
apoyo de la iniciativa HIPC. Ello llevará finalmente a la cance­
lación de las obligaciones de la deuda pendiente de los países
más pobres del mundo. H ay muchas críticas a propósito de
que solo una pequeña parte de la deuda de los países pobres va
a ser condonada, y que el alivio de la deuda va a tardar mucho
tiempo. Pero cualesquiera que sean los problemas de ritm o y
cobertura, este com prom iso de term inar con la deuda inter­
nacional de los países más pobres tiene sus componentes de
generosidad. H ay que reconocer el intento benévolo. Pero hay
que m irar más allá de los titulares, al final de la lista de con­

245
c lu s io n e s d e lo s M i n is t r o s d e F in a n z a s d e la r e u n ió n d e l G S d e

ju lio d e 2 0 0 5 , p o r e je m p lo , e l p u n t o 2. D ic e a sí:

R e a fir m a m o s n u e str a v is ió n d e q u e p a r a r e a liz a r p r o g r e ­

so s en el d e sa rr o llo e c o n ó m ic o y s o c ia l, e s e se n c ia l q u e

lo s p a ís e s e n d e s a r r o llo pongan e n m a r c h a p o lític a s p a ra

el c r e c im ie n to e c o n ó m ic o , el d e sa rr o llo s o ste n ib le y la

r e d u c c ió n d e la p o b r e z a : p o lí t ic a s e in s t it u c i o n e s s ó lid a s ,

r e s p o n sa b le s y tra n sp a re n te s; e sta b ilid a d m acro eco n ó -

m ic a ; a u m e n to d e la t r a n s p a r e n c ia f is c a l p a r a a f r o n t a r la

c o r r u p c ió n , e stim u la r el d e s a r r o llo d el se c to r p r iv a d o y

a t r a e r in v e r s io n e s ; u n m a r c o le g a l c r e íb le ; y la e lim in a c ió n

d e la s b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a , t a n t o in t e r n a c o m o

e x te rn a . (G 8 , 2 0 0 5 )

E l a sp e c to d e l p u n to 2 q u e lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n

c o n v e n c io n a le s d e s ta c a n s o n la s « p r á c tic a s d e b u e n g o b ie r n o »

c o m o la t r a n s p a r e n c ia , lo s m a r c o s le g a le s c r e íb le s y la a n t ic o ­

r r u p c ió n , e n el s u p u e s t o d e q u e la p o b r e z a e s e l r e s u lt a d o d e

c h a n c h u llo s . O t r o s a s p e c t o s d e l p u n t o 2 c o m o la e s t a b ilid a d

m a c r o e c o n ó m ic a , e l d e s a r r o llo d e l s e c t o r p r iv a d o y la s u p r e ­

s ió n d e b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a , n a c io n a l e in t e r n a c io ­

n a l, ju n t o c o n la s c u e s t io n e s d e lib r e c o m e r c io y a b e r t u r a d e

m e r c a d o s q u e s e m e n c io n a n m á s a d e la n te , s o n o m itid o s y a q u e

s e d a n c o m p le t a m e n t e p o r s e n t a d o s e n m e n t e s p o s e í d a s p o r la

id e o lo g ía n e o lib e r a l. L o s p a ís e s HIPC tie n e n q u e d e m o s t r a r a

lo s e c o n o m is t a s d e l FMI y d el B a n c o M u n d ia l q u e h a n a d o p ­

tad o y q u e e stá n lle v a n d o a c a b o p o lític a s q u e s o n ju z g a d a s

com o « s ó l i d a s » p o r la « c o m u n i d a d in te r n a c io n a l» . E s ta « c o ­

m u n id a d » so n la s In stitu c io n e s F in a n c ie r a s In te r n a c io n a le s

y , tra s e lla s, el S e c r e ta r io del D e p artam e n to del T eso ro de

lo s E sta d o s U n id o s de A m é ric a , el M in is tr o de H a c ie n d a

B r itá n ic o y lo s M in is t r o s d e E c o n o m ía d e lo s o t r o s p o d e r e s

246
o c c id e n ta le s y , tra s e llo s, lo s in te r e se s fin a n c ie r o s q u e c o n tr o ­
la n lo s p r in c ip a le s e s t a d o s c a p it a lis t a s . L a s p o lí t ic a s q u e s e j u z ­

g a n c o m o s ó lid a s s ig u e n , e se n c ia lm e n te , e l p r o g r a m a n e o lib e ­

ral d e l C o n s e n s o d e W a sh in g to n . A q u í e n c o n tr a m o s lo s p a ís e s

d e l G 7 / G 8 , o m á s b ie n a su s D e p a r t a m e n t o s d e F in a n z a s , en

c o n n iv e n c ia c o n la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r n a c io n a le s ,

d ic ie n d o a lo s p a ís e s p o b r e s cóm o deben c o n d u c ir su s eco­

n o m ía s s i q u ie r e n b e n e f i c i a r s e d e la c o n d o n a c i ó n d e la d e u d a .

D e l m is m o m o d o q u e a lo s « p o b r e s d ig n o s d e a y u d a » le s h a c e n

a r r a str a r s u a r r e p e n tim ie n to si q u ie r e n o b te n e r u n a lim o sn a , o

lo s s in t e c h o f in g e n u n a t e a t r a l c o n v e r s ió n c r is t ia n a p a r a te n e r

u n a c a m a d o n d e p a s a r la n o c h e , a h o r a n o s e n c o n t r a m o s a l o s

p a ís e s r ic o s d ic ie n d o a lo s p a ís e s p o b r e s d e l m u n d o c ó m o d e ­

b e n « r e f o r m a r s e » p a r a o b t e n e r s u c o n d o n a c ió n d e la d e u d a .

U n a c l á u s u l a c la v e d e la d e c la r a c ió n d e l G 8 s e r e f ie r e a « la

e lim in a c ió n d e la s b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a t a n t o n a c i o ­

n a l c o m o e x t r a n je r a » . L a p o lít ic a a n t ip o b r e z a fila n t r ó p ic a g l o ­

b a l o p e r a c o n d ic io n a n d o e l a l iv io d e la p o b r e z a a la a p e r t u r a d e

lo s m e r c a d o s d e c a p it a le s , p e r m it ie n d o la r e p a t r ia c ió n lib r e d e

lo s b e n e fic io s . E l c a p it a l fin a n c ie r o lim p ia s u c o n c ie n c ia a p o r ­

ta n d o n u e v a s fu e n te s d e r ie sg o y d e b e n e fic io e n lín e a . P e r o

la g l o b a l i z a c i ó n d e la c o n c i e n c ia e n s a n c h a e l e s p a c io d e c r is i s .

D e m o d o q u e la s c r isis s e a g r a v a n a n te la s r e s p u e s ta s o fr e c id a s

p o r la f a ls a c o n c ie n c ia q u e a t r a v ie s a e l b r a z o f i l a n t r ó p i c o d e l

r é g im e n d e p o lític a s n e o lib e r a le s.

S i la s p o lít ic a s n e o lib e r a le s r e c e t a d a s p o r la s in s t it u c io n e s

fin a n c ie r a s in t e r n a c io n a le s f u n c io n a r a n r e a lm e n t e , la h i p o c r e ­

s ía d e l g e s t o a n t i - p o b r e z a d e la é lit e f i l a n t r ó p i c a ( d a n d o a y u d a

p ara o b te n e r aú n m á s d in e r o ) p r o b a b le m e n te p o d r ía p e r d o ­

n arse. P e ro p a r a o b te n e r su d in e r o , lo s p a íse s p o b r e s d e b e n

a c c e d e r a a b r i r s u s m e r c a d o s a la c o m p e t e n c i a e x t r a n je r a , p r i -

v a tiz a r la s e m p r e s a s p ú b lic a s , a p a r t a r a l E s t a d o d e la p r o v is ió n

d e se r v ic io s , r e d u c ir lo s d é fic its p r e s u p u e s t a r io s d el E sta d o ,

247
r e m o d e la r su s e c o n o m ía s o r ie n tá n d o la s a la e x p o r ta c ió n ,

« fle x ib iliz a r » su s m ercad o s d e t r a b a jo , s u p r im ir la s b a r r e r a s

a lo s m o v im ie n t o s d e c a p it a l y f l u jo s d e b e n e fic io s , e tc é te r a ,

s ig u ie n d o u n a lista e sc r ita b a jo la c r e e n c ia q u e lo s m e r c a d o s

y la lib r e c o m p e t e n c ia p u e d e n c o n d u c i r la e c o n o m ía a l r e in o

m á g ic o d e l c r e c im ie n to e c o n ó m ic o . P e r o la a p e r t u r a d e m e r ­

c a d o s s ig n ific a p e r d e r p u e s to s d e tr a b a jo p r o t e g id o s — o se a ,

c r e a r d e s e m p le o e n n o m b r e d e la « e fic ie n c ia » e n p a ís e s e n lo s

q u e e l tr a b a jo y a e stá in fr a u tiliz a d o . L a p r iv a tiz a c ió n s ig n ific a

in t r o d u c ir la b ú s q u e d a d e l b e n e fic io e n , p o r e je m p l o , e l s u b m i ­

n istr o d e a g u a o e le c tr ic id a d , y c o r ta r lo a q u ie n n o p u e d a o n o

q u ie r a p a g a r la s a lta s t a s a s — m u c h a g e n t e h a s id o t ir o t e a d a p o r

p r o t e s t a r c o n t r a e llo . R e d u c i r lo s a b u lt a d o s d é f ic it s d e l E s t a d o

e n n o m b r e d e la r e s p o n s a b ilid a d fis c a l p u e d e s o n a r b ie n h a s t a

q u e s e r e c u e r d a q u e h a y g e n te d e s e s p e r a d a q u e d e p e n d e d e lo s

s u b s id io s d e c o m id a y d e la a t e n c ió n s a n it a r ia d e l E s t a d o p a r a

v iv ir . Y en c u a n to a e x p o r ta r m ás, el p r o b le m a es « ¿ e x p o r ta r

q u é ? » . C h in a m o n o p o liz a la s in d u s t r ia s d e t r a b a jo b a r a to y lo s

p r e c io s d e la m a y o r ía d e p r o d u c t o s t r o p ic a le s y s u b t r o p ic a le s

c o m o e l c a fé , el c a c a o y e l a lg o d ó n , q u e s o n v o lá tile s y a la la r g a

h a n id o c a y e n d o , d e m o d o q u e lo s p e q u e ñ o s a g r ic u lto r e s se

p a r t e n la e s p a l d a p o r m e n o s q u e n a d a . ( N ó t e s e q u e a l m i s m o

t ie m p o la p r o d u c c i ó n lo c a l d e a lim e n t o s s e v e r e b a ja d a p o r la

c o n c e n tr a c ió n en c u ltiv o s de e x p o r ta c ió n y la s u p r e s ió n de

p r o te c c io n e s a r a n c e la r ia s , d a n d o lu g a r a u n a p e lig r o s a v u ln e ­

r a b ilid a d m a siv a a e p iso d io s de h a m b r u n a s .) La fle x ib ilid a d

d e l m e r c a d o d e tr a b a jo s ig n ific a a ta c a r a lo s s in d ic a to s , p a g a r

s a la r io s m á s b a jo s y e lim in a r la s p o c a s le y e s q u e p u e d a n e x is t ir

p a r a p r o te g e r a lo s tr a b a ja d o r e s : ¡b o n ita m an era de «acab ar

c o n la p o b r e z a » ! L a a p e r t u r a d e l o s m e r c a d o s d e c a p it a le s d e ja

a t o d o s lo s p a ís e s d e l m u n d o e n e l e s p a c io d e la s c o n ta g io s a s

c r isis fin a n c ie r a s. Y fin a lm e n te , in c lu s o el r e s u lta d o e sp e r a d o ,

e l c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o , n o r e d u c e n e c e s a r ia m e n t e la p o b r e ­

248
za, e sp e c ia lm e n te c u a n d o el c r e c im ie n to s ig u e u n d ise ñ o n e o li­

b e r a l. E n s u lu g a r , d a c o m o r e s u l t a d o u n a r é p lic a d e s u o r ig in a l

e sta d o u n id e n se : e sta n c a m ie n to d e s a la r io s p a r a la m a y o r í a y

m á s i n g r e s o s p a r a lo s q u e y a s o n r ic o s . E n o t r a s p a l a b r a s , p a r a

c o n s e g u ir la c o n d o n a c ió n d e la d e u d a , lo s p a ís e s s o lic ita n te s

tie n e n que re e stru c tu ra r su s e c o n o m ía s n e o lib e r a lm e n te , d e

m o d o q u e r e c o m p e n s e n a l c a p it a l e x t r a n je r o . L a c o n d o n a c ió n

d e la d e u d a e n s u f o r m a a c t u a l , b a jo la t u t e la d e la s i n s t it u c i o ­
n e s f in a n c ie r a s in t e r n a c io n a le s , p r o d u c e la p o b r e z a a la q u e

s u p u e s t a m e n t e p o n e fin . E n e l e n lo q u e c id o m u n d o d e l c a p it a ­

lis m o fin a n c ie r o , la b e n e v o le n c ia e s b e n e v io le n c ia .

¿ E s q u e , b a jo e l n e o li b e r a lis m o , la p o b r e z a h a d i s m in u id o

r e a lm e n te , ta l c o m o a fir m a n la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r ­

n a c io n a le s y el P r o g r a m a d e D e s a r r o llo d e N a c io n e s U n id a s ?

E l r e c ie n te a n á lis is d e S a n ja y R e d d y y C a m ilia M in o iu (2 0 0 7 )

c o n c lu y e q u e , a c a u s a d e la s im p r e c is io n e s e n lo s m é t o d o s u t i­

liz a d o s p a r a m e d ir lo s n iv e le s d e p o b r e z a ( i n g r e s o s d e u n o y

d o s d ó la r e s d i a r i o s p o r p e r s o n a ) y la s d e f ic ie n c ia s e n lo s d a t o s

r e c o g id o s, « la p o b r e z a g lo b a l p u e d e o n o h a b e r d is m in u id o .

E l g r a d o d e l a u m e n to o d ism in u c ió n e s t im a d a e n la p o b r e z a

d el m u n d o e s to ta lm e n te d e p e n d ie n te d e lo s s u p u e s to s a d o p ­

t a d o s » . E n u n e x a m e n m u y im p o r ta n te d e lo s d a to s s o b r e p o ­

b r e z a d e l B a n c o M u n d ia l, R o b e r t W a d e (2 0 0 4 ) c o n c lu y e : « L a

m a g n it u d d e l a u m e n t o d e la p o b l a c i ó n m u n d ia l e n lo s ú l t i m o s

v e in t e a ñ o s e s t a n g r a n d e q u e la s c if r a s d e p o b r e z a d e l B a n c o

te n d r ía n que e sta r enormemente in fr a e s tim a d a s p ara que la

ta sa de p o b reza del m u n d o h u b ie r a d ism in u id o . C u a lq u ie r

a fir m a c ió n m á s p r e c isa s o b r e el n ú m e ro e x a c to d e p erso n as

q u e v iv e n e n la e x t r e m a p o b r e z a y el c a m b io a lo la r g o del

tie m p o d e s c a n s a s o b r e b a se s p o c o s ó lid a s .» L o q u e sab em o s

con c e rte z a es q u e el n e o lib e r a lism o e stá a so c ia d o con una

c r e c ie n te d e s ig u a ld a d : e n lo s E s t a d o s U n id o s y e n o t r o s p a ís e s

r ic o s, p e r o ta m b ié n de m odo m ás gen eral en el c a p ita lism o

249
g lo b a l. U tiliz a n d o lo s d a t o s r e c o g i d o s p o r e l P r o y e c t o s o b r e

D e s i g u a l d a d d e la U n i v e r s i d a d d e T e x a s s o b r e la s e s t r u c t u r a s

n a c io n a le s de s u e ld o s , G a lb r a ith (2 0 0 7 : 587) e n c u e n tra un

« m o d e l o m u n d i a l d e d i s m i n u c i ó n d e la d e s i g u a l d a d e n t r e 1 9 7 1

y 1 9 8 0 , s e g u id o p o r u n la r g o y a c u s a d o p e r ío d o d e d e sig u a ld a d

c r e c ie n te d e s d e 1 9 8 1 h a s t a e l fin d e l s ig lo » , u n a t e n d e n c ia q u e

é l a s o c ia c o n la c a m b i a n t e « m a c r o e c o n o m í a g l o b a l » .

M i p ro p ia in v e stig a c ió n r e c ie n te e stá r e la c io n a d a con la

I n d ia d e s d e la a d o p c i ó n d e la N u e v a P o lít ic a E c o n ó m i c a en

1991. E l nuevo r é g im e n p o lític o in c lu ía m e d id a s de a ju s t e

e s t r u c t u r a l e s t á n d a r ( n e o lib e r a le s ), b a jo la t u te la d e l FMI y el

B M ( d e s p u é s d e u n c r é d ito d e u r g e n c ia e n 1 9 9 1 ), in c lu y e n d o

la d e v a lu a c ió n d e la r u p ia , u n a u m e n to e n la s ta s a s d e in te ­

r é s , la r e d u c c ió n d e la in v e r s ió n p ú b l ic a , la r e d u c c i ó n d e la s

a y u d a s a lo s a lim e n to s y lo s fe r tiliz a n te s p o r p a r te d e l s e c to r

p ú b l ic o , la r e e s t r u c t u r a c ió n d e l s e c to r in d u str ia l, el a u m e n to

d e la s im p o r ta c io n e s y la in v e r s ió n e x t r a n je r a e n a c tiv id a d e s

d e a lt a t e c n o l o g í a e in t e n s i v a s e n c a p it a l, y la a b o lic ió n d e la s

ayudas c o m p e n sa to r ia s de c a ja p a r a la s e x p o r ta c io n e s. H ay

m u c h ís im a s in te r p r e ta c io n e s q u e v e n e ste p r o g r a m a d e n e o li-

b e r a l i z a c i ó n e c o n ó m i c a c o m o u n a t r a n s f o r m a c i ó n a .m e jo r d e

la . e c o n o m í a q u e c o n d u c e a u n a u m e n t o s u s t a n c ia l d e la t a s a

de c r e c im ie n to e c o n ó m ic o de la In d ia (d e h e c h o , lo s d ato s

su g ie r e n q u e el r á p id o c r e c im ie n to e c o n ó m ic o d e la I n d i a s e

i n i c i ó a n t e s d e la t r a n s f o r m a c i ó n d e l r é g i m e n d e p o l í t i c a s d e la

I n d ia ). Y el c a s o d e la I n d ia se u t iliz a a m e n u d o c o m o la p r in ­

c ip a l h is t o r ia d e é x it o d e la s r e f o r m a s n e o lib e r a le s d e l r é g im e n

d e p o lí t ic a s d e u n p a ís . P e r o la c u e s t ió n e s q u ie n s e b e n e fic ia

d e e ste n u e v o r é g im e n d e c r e c im ie n to y si p u e d e m e jo r a r d e

m o d o s ig n if ic a t iv o la s c o n d ic io n e s d e v id a d e lo s 3 5 0 m illo n e s
d e p e r s o n a s c o n u n a re n ta in fe r io r a u n d ó la r d ia r io , o d e lo s

8 0 0 m illo n e s c o n m e n o s d e d o s d ó la r e s d ia r io s . C o n lo s c r ite ­
r io s d e v a lo r a c ió n c o n v e n c io n a le s, se tr a ta ría d e u n a e c o n o m ía

250
q u e h a c r e c id o r á p id a m e n te d u r a n te u n a p e r ío d o lo s u fic ie n ­

t e m e n te l a r g o c o m o p a r a q u e p r o b l e m a s s o c ia le s c o m o la p o ­

b r e z a m o str a r a n s ig n o s c la r o s d e h a b e r se r e d u c id o . A p r im e r a

v is ta é s te p a r e c e s e r e l c a s o . L a c if r a d e p e r s o n a s e n la I n d ia p o r

d e b a jo d e l u m b r a l d e p o b r e z a ( d e fin id o e n té r m in o s d e in g e sta

d ia r ia d e c a lo r ía s) s u p u e s ta m e n te a u m e n tó e n 8 m illo n e s d u ­

r a n te lo s a ñ o s 1 9 7 0 , d is m in u y ó e n 2 1 ,8 m illo n e s e n lo s 1 9 8 0 ,

a u m e n t ó e n 13 m i l l o n e s a p r i n c i p i o s d e l o s 1 9 9 0 p e r o d i s m i n u ­

y ó d e n u e v o e n 6 0 m illo n e s d e m e d ia d o s a fin a le s d e lo s 1 9 9 0 .

S in e m b a r g o , e x is t e u n c o n s id e r a b le e s c e p t ic is m o s o b r e la f i a ­

b ilid a d d e la s e s t im a c io n e s s o b r e la p o b r e z a , h a s t a e l p u n t o d e

q u e la s ta sa s d e p o b r e z a p o d r ía n se r el d o b le se g ú n el m é to d o

d e m e d id a u tiliz a d o . E s im p o sib le a fir m a r a p a r tir d e lo s d a to s

d is p o n ib le s s i la p o b r e z a e n la I n d ia h a a u m e n t o o h a d is m i­

n u id o d e s d e 1 9 9 1 (P a lm e r - Jo n e s y S e n , 2 0 0 1 ). C o n m a y o r c e r­

t i d u m b r e s e s a b e s i la d e s i g u a l d a d h a c a m b i a d o a p a r t i r d e la s

r e f o r m a s n e o lib e r a le s d e p r in c ip io s d e lo s a ñ o s 1 9 9 0 . T a l c o m o

a f ir m a u n a u t o r , e l « e x c e p c i o n a l c r e c i m i e n t o a g r e g a d o » d e la

In d ia h a id o a c o m p a ñ a d o d e u n a c r e c ie n te d e s ig u a ld a d (B a s u ,

2 0 0 8 ) y ta l c o m o s e ñ a la n o t r o s , la s d e s ig u a ld a d e s r e g io n a le s d e

la I n d ia p e r m a n e c ie r o n e n g r a n p a r t e s in c a m b i o s d u r a n t e lo s

a ñ o s 1 9 8 0 p e r o a u m e n t a r o n d r a m á t ic a m e n t e t r a s la a d o p c i ó n

de la s r e f o r m a s ( K a r y S a k th iv e l, 2 0 0 7 ). E n un in fo r m e de

2007, Inequality in Asia, el B a n c o p a r a el D e sa r r o llo A siá tic o

(2 0 0 7 ) s e ñ a la q u e e n la ú lt im a d é c a d a la m a y o r í a d e p a ís e s a s iá ­

tic o s, e sp e c ia lm e n te lo s m á s p o b la d o s , C h in a e In d ia , h a n e x ­

p e r im e n t a d o u n a u m e n t o e n la d e s ig u a ld a d , e s p e c ia l m e n t e e n

la d e s i g u a l d a d a b s o l u t a ( p o r e je m p l o , d if e r e n c ia s a b s o l u t a s e n

la r e n t a d e l 2 0 % d e la p o b l a c i ó n m á s r ic a r e s p e c t o e l 2 0 % m ás

p o b r e ). T a l c o m o el B a n c o p a r a el D e s a r r o llo A s iá t ic o a fir m a ,

de m o d o s u a v e : « L o s a u m e n t o s e n la d e s ig u a ld a d r e d u c e n el

im p a c t o d e la r e d u c c ió n d e la p o b r e z a d e u n c a n t id a d d e t e r m i­

n a d a d e c r e c im ie n to » . P o d e m o s a ñ a d ir lo q u e e s o b v io , a u n q u e

251
e l B D A n o l o h a g a : e s a « r e d u c c i ó n » s u c e d e p o r q u e c a s i t o d a la

r iq u e z a p r o d u c id a p o r el c r e c im ie n to n e o lib e r a l v a a p a r a r a

u n o s p o co s n eo s. '

¿ Q u é puede hacerse?
¿C óm o p u e d e la i z q u i e r d a i n f l u i r e n e l d e b a t e a n t i p o b r e z a ?

D e e n tr a d a , c r itic a n d o la s e x p l i c a c i o n e s e x i s t e n t e s y la s p r o ­

p u e sta s p o lític a s com o d isc u rso s s u p e r fic ia le s que sirv e n a

fin e s id e o ló g ic o s . P a r a e llo n e c e s ita m o s p o c o m á s q u e a p o r t a r

in fo r m a c ió n fid e d ig n a p o rq u e el n e o lib e r a lis m o fra c a sa en

su s p r o p io s té r m in o s d e c la r a d o s d e r e d u c c ió n d e la p o b r e z a .

P e r o d e c o n str u ir el n e o lib e r a lism o y su s p o lític a s a n tip o b r e z a

m e d ia n t e la c r ít ic a e s s o l o e l p r in c ip io d e la lu c h a id e o l ó g i c a

c o n t r a - h e g e m ó n ic a . Q u i z á m á s im p o r t a n t e s e a la r e c o n s t r u c ­

c ió n d e l im a g in a r io e c o n ó m ic o d e la iz q u ie r d a d e m o d o q u e

p o d a m o s a p o r ta r p o lític a s m á s p r o fu n d a s y m á s tr a n sfo r m a ­

d o r a s e s t r u c t u r a lm e n t e p a r a a c a b a r c o n la p o b r e z a , t r a z a n d o

m o d e lo s a lte r n a tiv o s d e d e s a r r o llo . E llo p u e d e h a c e r se a d o s

n iv e le s r e l a c io n a d o s e n t r e e llo s : c o n id e a s d e la iz q u ie r d a lib e ­

r a l p a r a m e jo r a r la s c o n d i c i o n e s d e la g e n t e t r a b a ja d o r a d e n t r o

d e l c a p it a lis m o g lo b a l e x iste n te ; y c o n id e a s d e u n d e s a r r o llo

a lte r n a tiv o b a s a d o e n lo s id e a le s p o lític o s s o c ia lis ta s d ir ig id o s

a tr a n s fo r m a r el c a p ita lism o g lo b a l. E n té rm in o s d e l p r im e ­

r o , e n c o n t r a m o s la c o m p e t e n c ia e n t r e e m p r e s a s p a r a v e n d e r

m e r c a n c ía s a lo s p r e c io s m á s b a jo s p r o d u c ie n d o lo q u e se h a

lla m a d o u n a « c a r r e r a h a c ia a b a j o » — la c o m p e t e n c i a e n t r e p a í ­

se s p a r a m a n te n e r b a jo s lo s s a la r io s . L a e s tr a te g ia a p r o p ia d a !

d e n tro d e l s iste m a e x iste n te e s s u b ir lo s e sta n d a re s d e v id a j


d e lo s t r a b a ja d o r e s q u e e s t á n e n e l n iv e l m á s b a jo d e la e sc a la i

s a la r ia l g lo b a l. P a ra e llo s u g ie r o u n a c a m p a ñ a p o r el « sa la r io ,

m ín im o g lo b a l» lle v a d a a c a b o p o r lo s m o v im ie n to s so c ia le s

(sin d ic a le s, a m b ie n ta le s, d e c o n su m id o r e s , e stu d ia n tile s) c o n

252
el o b je t iv o d e c o n se g u ir el c o m p r o m is o g u b e rn a m e n ta l p o r

u n o s e s t á n d a r e s m ín im o s p a r a lo s t r a b a ja d o r e s e n la e c o n o m ía

g lo b a l. E n té r m in o s d e l s e g u n d o , el tr a b a jo r e c ib e u n a p a r te

c r e c ie n te d e l p o d e r e c o n ó m ic o s o lo c u a n d o el v a lo r p r o d u c id o

p o r lo s t r a b a ja d o r e s c ir c u la fu n d a m e n ta lm e n te d e n tr o d e lo s

siste m a s d e p r o d u c c ió n - c o n s u m o r e g io n a le s y n a c io n a le s, en

lo s q u e la p r o d u c t i v i d a d d e l tr a b a jo puede r e la c io n a r s e c o n

lo s i n g r e s o s d e lo s t r a b a ja d o r e s , c o m o e n e l r é g im e n d e p o l í ­

tic a s s o c ia ld e m ó c r a t a s - fo r d is t a s d e l p e r ío d o 1 9 4 5 -1 9 8 0 . E ste

v í n c u l o s e r o m p i ó p o r la g l o b a l i z a c i ó n d e la p r o d u c c i ó n b a jo

el r é g im e n s u b s e c u e n te d e p o lític a s n e o lib e r a le s. L a e str a te g ia

a p r o p ia d a e s e sta b le c e r « siste m a s d e v a lo r e s r e g io n a le s » p o r

g r u p o s d e p a ís e s , p r o t e g id o s p a r c ia lm e n t e d e la c o m p e t e n c ia

in te r n a c io n a l, q u e c o m p a r ta n un c o m p ro m iso e n la p r o d u c ­

c ió n q u e a u m e n te el p o d e r d e lo s t r a b a ja d o r e s y s u s in g r e s o s : el

s iste m a q u e a c tu a lm e n te e stá e m e r g ie n d o en V e n e z u e la , C u b a ,

B o liv ia y E c u a d o r in d ic a el c a m in o . L a p r o t e c c ió n m e d ia n te

a ra n c e le s , in te r v e n c io n e s n o a r a n c e la r ia s , c o n tr o le s d e c a p ita l,

e tc . e lim in a p a r c ia lm e n t e a g r u p o s d e p a í s e s d e la c o m p e t e n c ia

in te r n a c io n a l. E llo p e r m it e a lo s e s t a d o s in te r v e n c io n is ta s e s ­

ta b le c e r s u s p r o p io s p r in c ip io s p o lít ic o - e c o n ó m ic o s q u e g u íe n

su s p o lític a s d e d e s a r r o llo y a n t ip o b r e z a . P e r o la p r o t e c c ió n

ta m b ié n c o n lle v a , n e c e sa r ia m e n te , el rech az o a in v e r tir p o r

p a r te d e l c a p ita l fin a n c ie r o g lo b a l: u n a e sp e c ie d e « lo c k o u t»

d e l c a p ita l g lo b a l. E n el c o n te x to a c tu a l, e sta e str a te g ia d e v a lo r

r e g io n a l s o lo p u e d e fu n c io n a r d o n d e lo s fo n d o s d e in v e r s ió n

se g e n e r e n lo c a lm e n t e , c o m o e n la s á r e a s q u e c o n t r o la n lo s r e ­

c u r s o s c la v e n e c e s a r io s p a r a la e c o n o m í a g lo b a l. A la r g o p l a z o

d e b e m o s e x ig ir u n b a n c o d e d e s a r r o llo g lo b a l q u e in v ie r ta en

d e s a r r o llo a lte r n a tiv o . Y e llo r e q u ie r e un a m b ie n te p o lític o

b a s t a n t e d if e r e n t e d e l d e la e r a n e o lib e r a l, u n o q u e r e a c c io n e

c o n tra la s tr á g ic a s c o n se c u e n c ia s de la s a v e n tu ra s p o lític a s

n eo c o n se rv ad o ras y de lo s te r r ib le s erro res de la s p o lític a s

253
e c o n ó m ic a s n e o lib e r a le s y m ir e h a c ia e l s o c ia lis m o , la s o c ia l-
d e m o c ra c ia y u n c o m p r o m is o re a l p a ra a c a b a r c o n la p o b r e z a
g lo b a l, e lim in a n d o las ra íc e s d e la d e s ig u a ld a d .

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255
M o d e r n is m o c r ít ic o y d e s a r r o l l o d e m o c r á t ic o *

Richard. Peet y Elaine Hartwick

L o s te ó r ic o s c lá sic o s d el c a p ita lism o m o d e r n o c o n c e n tra n su

a t e n c i ó n e n la s p o l í t i c a s p a r a a l c a n z a r c r e c i m i e n t o e c o n ó m i c o .

P o r « c r e c im ie n to » se e n tie n d e u n a u m e n to e n el v o lu m e n to ta l

d e b ie n e s y s e r v ic io s p r o d u c i d o s e n u n p a ís . E l c r e c im ie n t o , se

a fir m a , p e r s ig u e a lc a n z a r u n o s e stá n d a re s m a te r ia le s d e v id a

s u p e r io r e s. A u n q u e h a y v a ria s v e r sio n e s d ife r e n te s — te o r ía d e

la m o d e r n iz a c ió n , e c o n o m ía n e o c lá s ic a y n e o lib e r a lis m o , p o r

n o m b r a r s o l o t r e s — . la i d e a c o m ú n a la t e o r í a d e l c r e c i m i e n t o

e c o n ó m ic o m od ern o es que el c o m p o rta m ie n to e c o n ó m ic o

c o m p e titiv o r a c io n a l, c o o r d in a d o p o r lo s m e r c a d o s , es el q u e

c o n d u c e la s in v e r s io n e s q u e lle v a n a l a v a n c e t e c n o ló g ic o y a l

c r e c im ie n to e c o n ó m ic o . L a c la se e m p r e sa r ia l q u e o r g a n iz a e ste

p ro ceso b ie n tie n e q u e ser re c o m p e n sa d a p o r su s e sfu e rz o s:

el p e n s a m ie n to e c o n ó m ic o a su m e q u e lo s e m p r e sa r io s to m a n

r ie s g o s al h a c e r in v e r s io n e s p a r a g a n a r d in e r o . D a d o q u e e se

p e n s a m ie n t o e c o n ó m ic o s e d a e n s o c ie d a d e s e n la s q u e la g e n t e

v o t a , la c o n d i c i ó n a a ñ a d i r e s q u e lo s b e n e f i c i o s m a t e r i a l e s g o ­

te e n d e lo s r ic o s a l r e s to , a u n q u e e llo lle v e u n tie m p o . E n e sta

a r g u m e n t a c ió n d o m in a n t e , la c r e c ie n t e d e s ig u a ld a d (lo s r ic o s

s e h a c e n m á s r ic o s e in v ie r t e n m á s ) « a liv ia » la p o b r e z a a tr a v é s

d e l c r e c i m i e n t o . E l « d e s a r r o l l o » e s la c a r a a m a b l e q u e p o n e ­

m o s a e s t e tip o d e a c t u a c ió n o r ie n t a d a a l b e n e f i c i o e n la q u e el

c r e c im ie n to e c o n ó m ic o se v is te d e « o b je t iv o s d e l M ile n io q u e

d e b e r ía m o s in te n ta r a lc a n z a r » , « s o s te n ib ilid a d » , « p r o g r a m a s

© The Guilford Press, Nueva York, 2009, traducido por Nuria Benach del
original inglés, fragmento del capítulo 8 «Critica! Modemism and Democratic
Development» en Richart Peet y Elaine Ha^wick (2009), Theories of Development.
Contentions, Arguments, Alterrnatives. Nueva York: The Guilford Press; pp. 277-282.

256
d e p r o te c c ió n s o c ia l» , « m a y o r p a rtic ip a c ió n » , « r e d u c c ió n de

la p o b r e z a » , u o t r o s t ó p ic o s p r e p a r a d o s p a r a h a c e r m á s d i g e r i ­

b le s la s p o lít ic a s q u e d e lib e r a d a m e n t e p r o d u c e n d e s ig u a ld a d e s

( v é a s e la F i g u r a 1 ) * y c o m p á r e s e c o n la t e n d e n c i a e n la p r o p o r ­

c ió n d e la d is t r ib u c ió n d e lo s i n g r e s o s e n lo s E s t a d o s U n i d o s

d u r a n te lo s ú ltim o s 3 0 a ñ o s). L o s p a ís e s d e l T e r c e r M u n d o « s e

d e s a r r o lla n » c o p ia n d o el m o d e lo d e m o d e r n iz a c ió n , c o m p e ­

te n c ia , r e a liz a c ió n d e b e n e fic io s e in d u s t r ia liz a c ió n q u e y a h a

d e m o s t r a d o s u e f e c t i v i d a d e n la h i s t o r i a m o d e r n a d e l o s p a í s e s

d e l P r im e r M u n d o . A s í, la m o d e r n iz a c ió n y e l d e s a r r o llo q u e ­

d a n in c o r p o r a d o s a u n a ú n ic a e x p e r ie n c ia h is tó r ic a e te r n a m e n ­

te r e p e t id a e n « e l fin d e la h is t o r ia » y « e l fin d e la g e o g r a f í a » ,

ta l c o m o s e h a d e s c r it o e n t ie m p o s r e c ie n te s .

S in e m b a r g o , a p a r t ir d e l r e n o v a d o r é c o r d d e c o n f u s i ó n e n

el s ig lo XXI, e stá c la r o q u e la h is t o r ia n o se h a t e r m in a d o , q u e

la s d if e r e n c ia s d e b a s e g e o g r á f i c a c o n t i n ú a n e x is t ie n d o ( a v e c e s

d e m o d o in c lu s o m á s v io le n to q u e a n te s), y q u e e l m o d e lo d e

d e s a r r o llo n e o lib e r a l q u e d o m i n a e n la a c t u a l id a d n o e n c a ja e n

to d a s la s c ir c u n s t a n c ia s . La m o d e r n iz a c ió n c a p ita lis ta d e ja a

2 0 0 m illo n e s d e p e r s o n a s e n la p o b r e z a e n e l m is m o c o r a z ó n

d e la m o d e r n id a d , ¡e n lo s lla m a d o s p a í s e s a v a n z a d o s ! E s t a c i­

fr a m u e stra q u e d a r c o m o sa tisfa c to rio el a c tu a l m o d e lo es s o ­

c ia lm e n te p o c o r a z o n a b le y é tic a m e n te ir r e s p o n s a b le . D e s p u é s

d e 2 0 0 a ñ o s d e fu n c io n a m ie n to a p le n o g a s , 2 .8 0 0 m illo n e s d e

p e r s o n a s v iv e n e n la p o b r e z a ( c o n e l e q u iv a le n t e a m e n o s d e d o s

d ó la r e s d ia r io s ) b a jo el c a p ita lism o in d u str ia l. E l p r o c e s o de

m o d e r n iz a c ió n a c tu a l c o n d u c id o p o r O c c id e n te y a n o p u e d e
c o n tin u a r. A u n q u e un c r e c im ie n to n o rm a l « e x ito so » con el

* Se corresponde con la Fig. 1 de la página 238, reproducida también ori­


ginalmente en el artículo «Locura y civilización: capitalismo financiero global y
discurso antipobreza». [N. de la T.]

257
modelo de consumo actual llevase a multiplicar por cinco o
por seis los ingresos globales en 50 años, el uso de los recursos
y la contaminación de los medios naturales ya estarían más allá
de su capacidad. Este escenario futuro muestra la imposibili­
dad natural de copiar sin fin el modelo occidental: sigamos con
eso y la historia de la humanidad acabará del todo ... en catás­
trofe ambiental. Con todo, el dom inio del optim ism o neoli­
beral tiene tal prevalencia que las crisis en la economía global
solo llevan a versiones depuradas, algo más «liberales», del
mismo enfoque m odernizador: modelos con incluso menor
redistribución de la renta, con incluso más «incentivos» (re­
corte de impuestos para los más ricos) son recitados como un
saber profundo por parte de los «expertos económicos» (los
adalides de la teoría del desarrollo convencional). Mientras,
se limpian las conciencias proporcionando mosquiteras a los
pobres africanos. El pensamiento convencional sobre la m o­
dernidad, el crecimiento y el desarrollo, tal como están defi­
nidos, está completa, peligrosa y perversamente cerrado a ver
las deficiencias estructurales y carece de alternativas reales que
sean tomadas seriamente en cuenta en los centros de poder.

A ltern a tiv a s
La ortodoxia neoliberal debe ser cuestionada po r alternativas
políticas teóricas formuladas por parte, y en nombre de, mo­
vimientos sociales innovadores prácticos. En este libro nos
hemos fijado en tres posiciones alternativas principales:

1. Las teorías marxistas y neo-marxistas sostienen que la


m odernidad proporciona altos estándares materiales de
vida para unos pocos en detrim ento de la mayoría —la
desigualdad es causa de pobreza— al tiempo que el medio
ambiente se degrada, la naturaleza de destruye, la cultura

258
se e n v ile c e , d e n u e v o p a r a s a t is f a c e r lo s a n t o jo s c o n s u m i s ­

ta s d e la s p e r s o n a s m á s r ic a s d e l m u n d o . E n s u lu g a r , lo s

so c ia lista s p ropo n en el c o n tr o l r a c io n a l d e l p ro ceso de

d e sa rr o llo a tra v é s de la p r o p ie d a d c o le c tiv a , el c o n tro l

p ú b l ic o , la p la n if ic a c ió n y e l r a z o n a m ie n t o d e m o c r á t ic o .

2. L a teoría postestructuralista d e f ie n d e q u e la r a z ó n , e l c o n o ­

c im ie n t o y la id e a d e p r o g r e s o q u e s u b y a c e n e n el p r o y e c ­

to m o d e r n o e stá n ta n im b u id a s d e p o d e r o c c id e n ta l q u e el

« d e s a r r o l l o » s e h a c o n v e r t id o e n la f u e n t e d e m u c h o s d e

lo s p r o b le m a s d e l m u n d o e n v e z d e e n s u s o lu c ió n .

3. L as teorías feministas m a n tie n e n que la razó n m o d ern a

es m a s c u lin id a d c o n d is fr a z ló g ic o , c o n u n a s p r á c tic a s d e

d e s a r r o llo q u e s u b y u g a n a la s m u je r e s m ie n tr a s fin g e n h u ­

m a n it a r is m o . P a r a la m a y o r í a d e f e m in is t a s , e l o b je t i v o e s

r e p e n s a r el s ig n if ic a d o y la s p r á c t ic a s d e l d e s a r r o llo d e s d e

u n a p e r s p e c t iv a c r ític a d e g é n e r o q u e v a lo r e la s e x p e r ie n ­

c ia s y lo s d e s e o s d e la s m u je r e s a s í c o m o d e lo s h o m b r e s ,

m ie n t r a s q u e la s fe m in is t a s p o s t m o d e r n a s abogan p o r el

a b a n d o n o to ta l d e l té rm in o « d e s a r r o llo » .

T odas la s a p r o x im a c io n e s c r ític a s ven el d e sa r r o llo , ta l

c o m o e s e n t e n d id o e n la a c t u a l id a d , c o m o u n e r r o r d e p r o p o r ­

c io n e s g lo b a le s (n a tu r a le s y s o c ia le s ). L o s d iv e r s o s g r u p o s d i­

fie r e n e n lo q u e h a y q u e h a c e r. L o s m a r x is t a s q u ie r e n r e s c a ta r

la m o d e r n i d a d d e l c a p i t a l i s m o a b o g a n d o p o r n u e v a s f o r m a c i o ­

n es s o c io p o lític a s d e tip o so c ia lista . L o s p o s tm o d e r n o s d e se a n

p r e c i p i t a r l a c a í d a t o t a l _d el p r o y e c t o m o d e r n o a t r a v é s d e la

c r ític a d e c o n s tr u c tiv a . E l p o s t m o d e r n is m o y el fe m in is m o d a n
a p o y o a lo s c o n o c im ie n t o s d e lo s c o le c t iv o s s o m e t id o s y a lo s

m o v im ie n t o s s o c ia le s d e o p o s ic ió n d e m o d o q u e la s p e r s o n a s
p u e d a n c o n s t r u ir s u s p r o p i o s fu t u r o s . E n el a c tu a l c lim a in te ­

le c tu a l y p o lít ic o , d o m in a d o p o r el n e o lib e r a lis m o (e l m e r c a d o


s o lu c io n a t o d o s lo s p r o b le m a s ) y n e o c o n s e r v a d u r is m o (llé v a ­

259
le s la « d e m o c r a c i a » , la q u i e r a n o n o ) , la s a f i r m a c i o n e s d e d e s a ­

r r o llo a lte r n a tiv o , e n te n d id a s c o m o in te r v e n c io n e s c o le c tiv a s

e n lo s p r o c e s o s e c o n ó m ic o s , c u lt u r a le s y s o c ia le s e n n o m b r e

d e o b je tiv o s p o lític o s d e fin id o s en to rn o a la ju s t ic i a s o c ia l,

h a n s id o s ile n c ia d o s h a sta el p u n to d e q u e c a si h a n d e s a p a r e ­

c id o d e la m e m o r ia . N o o b sta n te , d a d o s lo s im p o r ta n tís im o s

p r o b le m a s que a fro n ta n m ás d e 2 .0 0 0 m illo n e s d e p e r s o n a s

d e s e sp e r a d a m e n te p o b r e s , e ste tip o d e a m n e sia in sta n tá n e a es

u n a t r a g e d ia d e la p o lí t ic a ( e n té r m in o s d e p é r d id a d e c o m ­

p r o m is o d ir e c to ) y u n a p a r o d ia d e la ju s tic ia (e n t é r m in o s d e l

o l v i d o d e lo s o t r o s , o d e p é r d i d a d e v i s i ó n d e lo u r g e n t e e n la

b ú s q u e d a d e s e s p e r a d a d e la c o m p le jid a d t e ó r ic a , la r e p u t a c ió n

a c a d é m ic a , o la ú l t i m a m o d a in t e le c t u a l) .

E n e s t e lib r o h e m o s lle g a d o a u n a c o n c lu s ió n d ife re n te , o

s e a , la d e q u e h a y q u e r e p e n s a r e l p r o y e c t o d e d e s a r r o l l o m á s

q u e d e sc a r ta rlo . Q u e r e m o s r e c o n sid e r a r el d e s a r r o llo c o n p le ­

n o c o n o c im ie n t o d e la s c r ític a s fe m in is t a s y p o s t d e s a r r o llis t a s ,

u tiliz a n d o r e a lm e n te e sa s c r ític a s p a r a e la b o r a r u n a p e r s p e c ti­

v a q u e sig a sie n d o m o d e r n a p e r o q u e se a m á s p o d e r o s a y m á s

p e rsu a siv a m e n te c r ític a . L a d e m o c r a c ia , la e m a n c ip a c ió n , el

d e s a r r o llo , el p r o g r e s o , so n m a g n ífic o s p r in c ip io s m o d e r n o s.

P e r o h a n s i d o c o r r o m p i d o s p o r la f o r m a s o c ia l q u e h a t o m a d o

la m o d e r n i d a d : e l c a p i t a l i s m o com o u n s iste m a p a tr ia r c a l d e

c la s e , u n t ip o d e s o c ie d a d q u e s o l o o p e r a e n e l in t e r é s d e la é lite

m a s c u lin a , b a s a d o e n la b ú s q u e d a d e b e n e fic io c o n la e x c lu s ió n

d e p r á c tic a m e n te to d o e l r e s t o . E l p r o b le m a p r in c ip a l c o n la

d e m o c r a c ia e s q u e n u n c a s e h a a lc a n z a d o : ¿ e n q u é s o c ie d a d la s

p e r s o n a s c o n t r o la n d ir e c t a m e n te la s in s t it u c io n e s y lo s lu g a r e s

( t r a b a jo , fa m ilia , b a r r io ) e n lo s q u e p a s a n la m a y o r p a r te d e s u s

v id a s ? ¿ C ó m o p u e d e s e r d e m o c r á tic o u n p a ís c o m o lo s E s ta d o s

U n id o s d e A m é r ic a e n e l q u e 1 5 0 .0 0 0 p e r s o n a s r ic a s e lig e n d e

hecho lo s q u e se rá n lo s c a n d id a to s p r e sid e n c ia le s « se rio s» a

t r a v é s d e c o n t r i b u c i o n e s a la s c a m p a ñ a s , d o n d e la s c a m p a ñ a s

260
e le c to r a le s se h a c e n c o n e sló g a n e s y v id e o c lip s en m e d io s d e

c o m u n ic a c ió n c o n t r o la d o s y c a r o s , y d o n d e la s e m p r e s a s g a s ­

ta n m ile s d e m illo n e s c a d a a ñ o e n lo b b y s q u e s e g ú n d ic e n s o lo

le s p r o p o r c i o n a n « a c c e s o » a l o s p o l í t i c o s ? D e la m i s m a m a n e ­

r a , e l p r o b le m a c o n la e m a n c ip a c ió n e s q u e s e d ir ig e a lo s p r i­

v ile g io s d e u n o s p o c o s e n v e z d e a lo s d e r e c h o s d e la m a y o r ía .

L a e m a n c ip a c ió n s ig n ific a p r o m o v e r lo s « d e r e c h o s h u m a n o s »

d e lo s q u e y a s o n p r iv ile g ia d o s . I g u a lm e n te , lo d e fic ie n te d e l
d e s a r r o llo r e s id e e n s u s lim ita d o s o b je tiv o s ( a b u n d a n c ia d e c o ­

s a s ) , la t i m i d e z d e s u s m e d i o s ( c o p i a r a O c c i d e n t e ) y e l a lc a n c e

d e s u s c o n c e p c io n e s (lo s e x p e r to s lo p la n e a n ). Y en c u a n to al

p ro g reso , es p o co m ás que un c lic h é r e p e t id o a d ia r io en el

p a r lo t e o e t e r n a m e n t e o p t im is t a d e la s f ig u r a s d e la t e le v i s ió n y

e je c u t iv o s d e e m p r e s a s s ie m p r e s u b ié n d o s e a l c a r r o y s ig u ie n ­

do a d e la n te . T a l c o m o a c e rta d a m e n te re c la m a n lo s te ó r ic o s

p o s te s tr u c tu r a lista s, e sto c o n ce p to s de d e sa rr o llo m od ern o

n o tie n e n a r r e g lo s i s e c o n s id e r a n c o m o s e p a r a d o s d e la s id e a s

(sig n ific a n te s r e la c io n a d o s s o lo c o n o tr o s sig n ific a n te s). P e r o

ced er el «p ro g re so » a lo s o p tim is ta s e s t ú p id o s e s a b a n d o n a r

u n a id e a m a n t e n id a p o r lo s o p t im is t a s s e r io s e n a q u e l n iv e l d e

c r e e n c ia q u e a ú n e n c u e n t r a q u e e l r a z o n a m ie n t o , la c ie n c ia , la

t e c n o l o g í a y la d e m o c r a c i a r e p r e s e n t a n u n p o t e n c i a l r e a l p a r a

u n a v id a m e jo r p a r a to d o e l m u n d o . Y m ie n tr a s q u e u n a v id a

m e jo r , e n t é r m in o s d e s u fic ie n c ia m a t e r ia l, p u e d e s e r f á c ilm e n ­

te m e n o s p r e c ia d a p o r a q u e llo s q u e y a v iv e n e n la a b u n d a n c ia ,

es u n su e ñ o e sp e r a n z a d o p a r a a q u e llo s q u e n u n c a h a n c o n o c i­

d o u n a e x iste n c ia se g u ra . P a r a n o so tr o s , « m o d e r n id a d » y « d e ­

s a r r o llo » s o n té r m in o s q u e a ú n e stá n lle n o s d e s ig n ific a d o .

M od ern ism o crítico


L a t e o r í a d e l d e s a r r o l l o m o d e r n i s t a c r ít ic o s e b e n e f i c i a d e la s

c r ític a s m a rx ista s, p o s te s tr u c tu r a lista s y fe m in is ta s a la m o ­

261
d e r n id a d , p e r o hace h in c a p ié en el p o te n c ia l d el d e s a r r o llo

c o n t e m p o r á n e o , m á s q u e e n la p r á c t ic a .

El m o d e r n is m o c r ític o im p lic a una c r ític a del s iste m a

d e p o d e r c a p ita lis ta e n té r m in o s so c ia lista s d e p r o p ie d a d de

c la se d e lo s r e c u r s o s p r o d u c tiv o s , e n té r m in o s fe m in is ta s d e

d o m in io m a sc u lin o , y e n té r m in o s p o s te s tr u c tu r a lis ta s d e h e ­

g e m o n í a d e lo s d i s c u r s o s e im a g i n a r i o s d e la s é lit e s . A ú n a sí,

y a d ife r e n c ia d e la m a y o r ía d e o tr a s c r ític a s , c o n v ie r te a e s to s

a s p e c t o s n e g a t iv o s e n e le m e n to s p o s it iv o s d e u n c o n ju n t o d e

p r o p u e s ta s p o lític a s s o b r e c ó m o c a m b ia r e l s ig n if ic a d o y la s

p r á c tic a s d e l m o d e r n is m o . E l m o d e r n is m o c r ític o d e s c o n fía d e

t o d a é lite , s e a e m p r e s a r ia l, b u r o c r á t ic a , c ie n t ífic a , in t e le c t u a l,

r a c ia l, g e o g r á f ic a o p a t r ia r c a l. E l m o d e r n is m o c r ít ic o a p o y a la s

v is io n e s d e la g e n t e o p r i m i d a d e t o d o tip o : d e sd e lo s m o v i­

m ie n t o s s o c ia le s c a m p e s in o s , a la s o r g a n iz a c io n e s in d íg e n a s , a

la s a s o c ia c io n e s d e m u je r e s p o r lo s d e r e c h o s r e p r o d u c t iv o s , a

lo s m o v im ie n t o s o b r e r o s . C o n t o d o , « a p o y a r » o « v a l o r a r » la s

id e a s d e lo s p u e b lo s o p r im id o s n o sig n ific a c r e e r t o d o lo q u e

s u s líd e r e s d ic e n a m o d o d e u n r o m a n tic is m o « n e w - a g e » q u e

v e b r i l l a r la s a b i d u r í a e t e r n a e n la p l e g a r i a d e u n c h a m á n . Y al

t ie m p o q u e lo s m o v im ie n t o s d e la g e n t e p o b r e d e b e c o n t e m ­

p la rs e en su s p r o p io s té r m in o s y c o n te x to s , el m o d e r n is m o

c r ít ic o fa v o r e c e la s a lia n z a s q u e u n a n la s fu e r z a s d e la m a y o ­

r ía o p r im id a p a r a c o n tr a r r e s ta r lo q u e d e o t r o m o d o s e r ía el

p o d e r a b r u m a d o r d e la m in o r ía e x p l o t a d o r a . E l m o d e r n i s m o

c r í t i c o e s c u c h a lo q u e la g e n t e t ie n e q u e d e c ir . S in e m b a r g o ,

y d e fo r m a p o lé m ic a , p r e te n d e c o m b in a r lo s d is c u r s o s p o p u ­

la r e s d e m o v im ie n to s s o c ia le s d iv e r s o s c o n la s id e a s lib e r a ­

d o r a s d e u n m o d e r n is l,lo e n te n d id o él m ism o s o lo d e m o d o

a u to c r ític o . E l m o d e r n is m o c r ític o e n c u e n tra v a lo r e n to d a s

la s e x p e r ie n c ia s .
P e r o e s te e s c u c h a r ta m b ié n e s d e a p lic a c ió n a la e x p e r ie n c ia

o c c id e n t a l d e la m o d e r n i d a d , s o l o q u e e s a c r ít ic a e s a ú n m á s

262
n e c e sa r ia ( « y a h e m o s v is t o el fu tu r o , y s a b e m o s q u e s o lo fu n ­

c io n a e n p a r t e » ) : p o d e m o s a p r e n d e r m u c h o d e la e x p e r ie n c ia

m o d ern a de O c c id e n te . Sob re to d o , el m o d e r n ism o c r ític o

c o n tin ú a sie n d o m o d ern o en c u a n to a apoyar una a c titu d

h a c ia e l m u n d o b á s ic a m e n t e c ie n tífic a y r a c io n a l, e s d e c ir , q u e

r e q u ie r e a lg ú n tip o d e e v id e n c ia p a r a c r e e r a n te s q u e a c e p ta r

s o b r e la b a s e d e la fe , c o m o e n e l c o n o c im ie n t o p r e m o d e r n o ,

o negando to d a v a lid e z a la v e r d a d p ro b ad a, co m o en gran

p arte del p o ste stru c tu r a lism o . Si hay que e sc o g e r e n tre la

« m i r a d a i n t e r i o r d e la f e » , o la « v i s i ó n e x t e r i o r d e la r a z ó n » , e l

m o d e r n is m o c r ít ic o s e q u e d a c o n la s e g u n d a , s o l o q u e e l o jo

m ir a c r ític a m e n te a l m u n d o . E l m o d e r n is m o c r ít ic o c r e e e n el

r a c io n a lism o e n té rm in o s d e u n p e n s a m ie n to te ó r ic o , ló g ic o ,

c u id a d o s a m e n te fo r m u la d o , so b re c u e s tio n e s de la m á x im a

im p o r t a n c ia c o m o la p o b r e z a g lo b a l o la c a t á s t r o f e a m b ie n t a l.

L a ló g ic a y la e x p e r ie n c ia s o n la b a s e d e s u s t e o r ía s .

L a c r ític a r a d ic a l d e l c a p ita lis m o , c o m o fo rm a c o rru p ta

d e m o d e r n is m o , p e r m ite re te n e r lo s h a lla z g o s m o d e r n is ta s d e

n u e v a s m a n e r a s : e n p r im e r lu g a r , e m a n c ip a c ió n , d e m o c r a c ia ,

r a z o n a m ie n t o y p la n if ic a c ió n ; e n s e g u n d o lu g a r , c ie n c ia , te c ­

n o lo g ía , p r o d u c tiv id a d , m á q u in a s, c e r te z a m a te r ia l, m e d ic in a

y h o s p ita le s . E l a s p e c to id e a lis ta d e e sta r e te n c ió n (se le c tiv a ) e s

q u e el p r o y e c t o m o d e r n o c o n lle v a r a z o n a m ie n t o s é tic o s e in ­

t e n c io n e s p o l í t i c a s q u e v a le la p e n a r e s p e t a r y a p o y a r . E l a s p e c ­

to m a te r ia l e s q u e el m o d e r n is m o y a h a d a d o c o m o r e s u lta d o

b e n e fic io s p a r a u n g r a n n ú m e r o d e p e r s o n a s q u e v iv e n m u c h o

m e jo r e s v id a s q u e e n s u a u s e n c ia ... y p o d r ía d a r m u c h o s m á s.

Y e l a s p e c t o p r á c t ic o e s q u e la c ie n c ia y la d e m o c r a c ia s o n a h o ­

r a c e n t r a le s e n la m is m a e s t r u c t u r a d e la c u l t u r a p o lí t ic a g lo b a l

y n o d esap arecerán s o lo p o r q u e te ó r ic o s c o n se n tid o s y m a l­

c r ia d o s se h a y a n c a n s a d o d e e lla s a u n q u e s e b e n e fic ie n d e lo

li n d o c r i t i c a n d o a la m o d e r n i d a d ( la t e o r í a p o s t e s t r u c t u r a l i s t a

h a s id o u n a m in a p a r a u n o s c u a n t o s a c a d é m ic o s p r iv ile g ia d o s).

263
D e a h í la n e c e s id a d d e u n c o m p r o m i s o c r ít ic o y m á s a c t iv o c o n

la m o d e r n id a d c o m o u n a f o r m a d e p r á c t ic a c a p i t a lis t a g u ia d a

p o r r e la c io n e s s o c ia le s , m á s q u e c r it ic a r la m o d e r n id a d c o m o

u n a fo r m a c ió n d isc u r s iv a . ¡D e b e m o s a p r e n d e r a v iv ir c o n la

m o d e r n id a d c r itic á n d o la y c a m b iá n d o la !

264
IV . T E X T O IN É D IT O

C r is is f in a n c ie r a y c a t á s t r o f e a m b ie n t a l *

Richard Peet

L a so c ie d a d c a p it a lis t a g lo b a l r e s p o n d e a la s c r isis g e n e r a d a s

m e d ia n te d o s c o n tr a d ic c io n e s. P r im e r o , u n a d e p r e sió n e c o n ó ­

m ic a , c a u s a d a d e m o d o d ir e c t o p o r la a g i t a c ió n fin a n c ie r a q u e

n i lo s e s t a d o s n i lo s m e r c a d o s h a n p o d i d o r e s o lv e r . S e g u n d o ,

u n a c a tá s t r o f e s o c io - n a t u r a l e m e r g e n te , m a r c a d a p o r u n a s e r ie

de c r isis a m b ie n ta le s cau sad as por el c a le n ta m ie n to g lo b a l.

¿ R e s p o n d e n la s d o s c r is is , e n t i e m p o y e n e fe c t o , a la m a g ia d e

la c a s u a lid a d ? o ¿ tie n e n s u o r ig e n e ri la s m is m a s c a u s a s e s t r u c ­

tu r a le s ? L a r e s p u e s ta se r ía o b v ia , si n o fu e r a p o r u n o s m e d io s

d e c o m u n ic a c ió n q u e c o n fu n d e n a l in fo r m a r . L a r e s p u e s t a e s:

la d e p r e s ió n e c o n ó m ic a y la c a t á s t r o f e a m b ie n ta l s o n el re ­

s u lt a d o d e lo s r ie s g o s e x tr e m o s q u e d e b e n a s u m ir lo s a c to r e s

p o d e r o s o s b a jo el c a p ita lis m o fin a n c ie r o : « d e b e n a s u m ir » s ig ­

n ific a q u e a q u e llo s q u e n o c o r r e n t o d o el r ie s g o s o n a p a r t a d o s

d e l p o d e r . Y « t o d o el r ie s g o » q u ie r e d e c ir a r r ie sg a r to d o , t o d o

lo q u e lle v a a u n a e x is te n c ia h u m a n a c o n tin u a d a . L a s c r is is q u e

am en azan a la h u m a n id a d so n e str u c tu r a lm e n te e n d é m ic a s

al c a p ita lis m o fin a n c ie r o . D e m odo q u e la d e s t r u c c ió n d e la

n a tu r a le z a n o e s e n e se n c ia u n a s u n t o é tic o q u e p u e d a r e m e ­

d ia r s e c o n la d e t e r m in a c ió n m o r a l d e v iv ir m á s s e n c illa m e n t e

y r e c ic la r m á s . N o e m p ie z a e n el d is c u r s o ( « c a m b i a la p a l a b r a ,

c a m b ia el m u n d o » * * ) . L a d e s tr u c c ió n es el re su lta d o d e u n a

" Traducido del original inglés por Nuria Benach.


En inglés, juego de palabras «change the word, c\tange the world». [N. de
la T.]

265
f o r m a a lie n a d a d e p r o d u c c i ó n d e la e x is t e n c ia h u m a n a , q u e n o

e stá c o n tr o la d a d e m o c r á tic a m e n te , q u e se o r g a n iz a in d ir e c ta ­

m e n te a tr a v é s d e lo s m e r c a d o s , q u e s e b a s a e n la o b te n c ió n

e g o ís t a d e b e n e fic io s , y q u e tie n e q u e c r e c e r p a r a so b r e v iv ir .

H a e m p e o r a d o c o n el d e s a r r o llo d el c a p ita lis m o fin a n c ie r o en

la s d o s ú ltim a s d é c a d a s ... u n o s c u a n to s m ile s d e i m p la c a b le s

e sp e c u la d o r e s se h a n e m p e ñ a d o e x c lu siv a m e n te e n h a c e r q u e

e l d in e r o c o n t r o le u n m u n d o q u e r e a lm e n t e n o le s im p o r t a . S i

q u e r e m o s e n te n d e r lo q u e e stá p a s a n d o c o n el m e d io a m b ie n ­

te , t e n e m o s q u e e n t e n d e r lo s o r íg e n e s , e l d e s a r r o llo , la e s t r u c ­

t u r a y la d in á m ic a d e l c a p it a lis m o , y e l a s c e n s o d e la s f in a n z a s

a su a c tu a l p o s ic ió n d e d o m in io t o t a l. D e b e m o s e n t e n d e r la s

e x ig e n c ia s s iste m á tic a s d e u n m o d o d e v id a e n el q u e e sp e c u la r

s o b r e la d e u d a e s la f u e r z a m o t r i z p r in c ip a l.

O tra vez M arx

¿ D ó n d e e m p e z a r ? P o d e m o s in te n ta r lo c o n M a r x , o se a K a r l.

B r e v e m e n t e , s ig u ie n d o a M a r x ( 1 9 6 7 ) y la t e o r í a m a r x i s t a , el

c a p ita lis m o e s u n s iste m a s o c io - e c o n ó m ic o e n e l q u e el c a p ita l

se in v ie r te p a r a c o m p r a r t r a b a jo a s a la r ia d o c o n el o b je t o d e f a ­

b r i c a r m e r c a n c í a s p a r a v e n d e r l a s e n e l m e r c a d o . E n la v e r s i ó n

d e M a r x d e la t e o r í a c lá s ic a d e l v a lo r , e l t r a b a jo tie n e e l p o d e r

d e p r o d u c ir n o s o lo m e r c a n c ía s o s e r v ic io s v a lio s o s a c a m b io

d e lo c u a l se r e c ib e u n s a la r io , s in o ta m b ié n u n a p lu s v a lía p o r

e n c im a d e l v a lo r d e lo c r e a d o p o r e l o b r e r o . C u a n d o lo s p r o ­

p ie t a r io s d e l d in e r o ( lo s c a p it a lis t a s ) c o n t r o la n la s c o n d ic io n e s

b a jo la s que el tr a b a jo p ro d u ce la s m e r c a n c ía s c o n tr o la n d o

la s fá b r ic a s , la s o fic in a s, e tc . (lo s m e d io s de p r o d u c c ió n ), la

p lu s v a lía p u e d e se r e x p r o p ia d a (o to m a d a ) d e lo s p r o d u c to r e s

r e a le s d e v a lo r ( lo s t r a b a ja d o r e s h u m a n o s ) p a r a g e n e r a r el b e ­

n e f i c i o q u e e s e l a u t é n t i c o o b j e t i v o d e la p r o d u c c i ó n c a p i t a l i s ­

ta: M a r x lo lla m a « e x p lo t a c ió n » . Y e s t o p u e d e e x t e n d e r s e a la

266
c u lt u r a , a la s in s t it u c i o n e s s o c ia le s y a la n a t u r a le z a : la e s e n c ia
d e l c a p ita lism o e s la n e c e s a r ia e x p lo t a c ió n d e to d o . N o o b s­

ta n te , b a jo c o n d ic io n e s d e m e r c a d o , t o d o c a p ita lis ta in d iv id u a l

tie n e q u e p r o d u c ir la s m e r c a n c ía s a lo s p r e c io s r e g u la d o s p o r

la c o m p e t e n c ia in t e r c a p it a lis t a . E s t o o b li g a , in c lu s o a l c a p i t a ­

lista m á s c o n c ie n c ia d o s o c ia l y a m b ie n ta lm e n te , a p r o d u c ir al

p r e c io m á s b a jo , s in i m p o r t a r la s c o n s e c u e n c ia s « e x t e r n a s » . L a

c o m p e t e n c ia o b li g a a la e x p lo t a c ió n d e la n a t u r a le z a y d e lo s

r e c u r s o s ... d e p r is a , ¡a n te s d e q u e o t r o lo h aga! D e ahí que,

p ara M a rx , el d e sa rr o llo c a p ita lista sea un p ro ceso v io le n to

y c o m p l e t a m e n t e c o n t r a d i c t o r i o , e s e n c i a l m e n t e a c a u s a d e la

n a t u r a le z a c o n tr a d ic t o r ia d e la s r e la c io n e s s o c ia le s q u e lo d e ­

fin e n : la e x p lo t a c ió n y la c o m p e t e n c ia . M a r x c o n c e p t u a liz ó el

d e s a r r o llo c a p ita lis ta c o m o s o c ia lm e n te in ju s t o ( lo s b e n e fic io s

se d istr ib u ía n d e m o d o d e sig u a l), g e o g r á fic a y te m p o r a lm e n ­

te d e s ig u a l (se d a e n a lg u n o s lu g a r e s y e n a lg u n o s m o m e n to s

m á s q u e e n o tr o s ), e x p a n s io n is ta (in v a d ie n d o y c o n tr o la n d o

so c ie d a d e s en to d o el m u n d o ), a m b ie n ta lm e n te d e str u c tiv o

( d e v o r a n d o r e c u r s o s , e m itie n d o r e s id u o s d e t o d o t ip o ) y lle n o

d e c r isis (r e c e sio n e s y d e p r e s io n e s ) p e r ió d ic a m e n te n e c e sa r ia s

p a r a r e s t a b l e c e r la s c o n d i c i o n e s d e r e n t a b i l i d a d q u e la c o m ­

p e te n c ia e n c a r n iz a d a d e stru y e (M arx , 1967; H arv ey , 1982;

B e c k e r , 1 9 7 7 ; W e e k s, 1 9 8 1 ).

O ríg en es del p ro b lem a


E s t e s is t e m a c o m p e t it iv o y e x p l o t a d o r s e o r ig in a e n la d e s t r u c ­

c ió n d e s iste m a s s o c ia le s a n te r io r e s (e l fe u d a lis m o e n e l c a so

de E u ro p a o c c id e n ta l), y en la fo r m a c ió n g ra d u a l (d u ra n te

p ro ceso s h is tó r ic o s lle n o s de lu c h a s d e c la s e s ) d e u n nuevo

s iste m a d e p r o d u c c ió n . E n el tr a b a jo d e Ja s o n M o o r e (2 0 0 0 )
la c r i s i s e c o l ó g i c a s e o r i g i n a b a e n la t r a n s i c i ó n a l c a p i t a l i s m o

d e l s ig lo XVI c o m o u n a « b r e c h a e c o ló g ic a » : u n a r u p tu r a c a d a

267
vez m ás p ro fu n d a d e l c ic la je d e n u t r ie n t e s e n tr e e l c a m p o y

la c iu d a d . A l p r in c ip io , la e c o n o m ía c a p it a lis t a m a n u f a c t u r e r a

e r a u n a e x t e n s ió n d e la e c o n o m í a n a t u r a l a n t e r io r , e n e l s e n t i ­

d o d e q u e la s m á q u in a s t e x t ile s e s t a b a n h e c h a s d e m a d e r a , la

e n e r g ía q u e la s m o v ía e r a la h id r á u lic a , y e l a l g o d ó n y la la n a

e ra n m a te r ia s p r im a s q u e p r o v e n ía n d e u n a a g r ic u ltu r a m a y o r ­

m e n te s in m e c a n iz a r . A q u í p o d e m o s u t il iz a r la n o c ió n d e E .A .

W rig le y (1 9 8 8 ; 2 0 0 0 ) de p aso de una « e c o n o m ía o r g á n ic a »

in ic ia l a u n a « e c o n o m ía d e e n e r g ía d e b a s e m in e r a l» p o s te r io r .

E n la s e c o n o m ía s o r g á n ic a s la f u e n t e ú ltim a d e t o d a r iq u e z a e s

la T ie r r a y la c o n v e r s ió n d e la e n e r g ía d e l S o l m e d ia n t e la f o t o ­

s ín te s is p o r lo s c u ltiv o s y lo s a n im a le s. C a s i t o d a s la s fu e r z a s

m o tr ic e s q u e im p u ls a b a n J a p r o d u c c ió n se d e r iv a b a d e fu e n te s

o r g á n ic a s : fu e r z a a n im a l y h u m a n a , s u p le m e n ta d a p o r v ie n to

y agua, con c a lo r p r o c e d e n t e d e la c o m b u s t i ó n d e la m a d e r a .

E l c r e c im ie n to e c o n ó m ic o e sta b a c o n d ic io n a d o p o r e sta d e ­

p e n d e n c ia u n iv e r s a l d e la s m a te r ia s p r im a s y ta l c o m o se ñ a la

W rig le y (1 9 8 8 : 2 9 ), « la s e c o n o m ía s o r g á n ic a s e sta b a n s u je ta s a

u n a r e t r o a lim e n t a c ió n n e g a t iv a e n la q u e e l m is m o p r o c e s o d e

c r e c im ie n t o c o n lle v a b a c a m b i o s q u e h a c ía n a ú n m á s d ifíc il el

p o s te r io r c r e c im ie n to a c a u sa d e u n o s r e n d im ie n to s m a r g in a ­

le s d e c r e c i e n t e s » . C o n la r e v o l u c ió n in d u str ia l d e l sig lo XIX,


el c r e c im ie n to e n tr ó e n u n n u e v o t ip o d e e c o n o m ía d e e n e r g ía

d e b a s e m in e r a l, lib e r a d a d e la s lim it a c io n e s a l c r e c im ie n t o d e

la f a s e a n t e r i o r p o r e l u s o e x t e n s iv o d e l c a r b ó n . E s t a e c o n o m í a

d e e n e r g ía d e b a s e m in e r a l e s ta b a s u je t o a e fe c to s d e r e tr o a li-

m e n ta c ió n p o s itiv o s , en lo s q u e c a d a p a s o r e a liz a d o fa c ilita b a

el s ig u ie n te . E l p u n t o c r u c ia l fu e c u a n d o lo s tr a b a ja d o r e s q u e

p r e v ia m e n te h a b ía n e s ta d o u t iliz a n d o h e r r a m ie n ta s m a n u a le s

p a s a r o n a u tiliz a r m á q u in a s a c c io n a d a s p o r el v a p o r p r o d u c id o

p o r la c o m b u s t i ó n d e l c a r b ó n , y m á s t a r d e p o r la e le c t r ic id a d

gen erad a por la c o m b u stió n de to d o tip o de c o m b u s tib le s

fó s ile s . M uch as de la s m ay o res in d u str ia s m o d ern as, se ñ a la

268
Wrigley, quedaron liberadas de su dependencia de las materias
primas vegetales o animales. Así, los bienes de capital pasaron
a ser hechos principalmente de metal, cemento y ladrillos y
los bienes de consumo, de metal o de plástico. El problem a
para el medio ambiente es que la disponibilidad de minerales
—las materias primas de muchos productos manufacturados
(arcilla, petróleo y carbón)— no es ilimitada, a la vez que con­
vertir esos materiales para uso hum ano implica gastar grandes
cantidades de energía con resultados contaminantes. De modo
que el paso desde una economía exclusivamente orgánica fue
un sine qua non para alcanzar la capacidad para un crecimiento
exponencial y un deterioro ambiental masivo (Wrigley, 2000:
139).
Observando las evidencias históricas constatamos lo que
Wrigley quiere decir. La economía británica era ocho veces
mayor en 1900 de lo que era en 1800, la producción industrial
aumentó trece veces y la producción de carbón, diecisiete
(Mitchell, 1988: 247-249, 431-432, 822). La revolución indus­
trial produjo sociedades completamente diferentes de todo lo
que había existido hasta entonces. Esta revolución industrial
de energía de vapor, mecanizada y conectada por ferrocarril
produjo la fábrica del diablo, las escenas de humaredas que do­
minan nuestra memoria ambiental. Así que en G ran Bretaña,
por tom ar solo un indicador de efecto ambiental, el dióxido de
carbono producido en una de sus formas principales, como las
emisiones de la quema los combustibles fósiles, aumentó en
diecisiete veces durante el siglo XIX, de 7,3 millones de tonela­
das de carbono por año a 114,6 millones de toneladas (CDIAC,
2009). Es decir, que en el siglo XIX la contaminación aumentó
el doble de rápido que la producción.
El problem a de consideraciones pomo estas, sin embar­
go, es la tendencia al determ inism o tecnológico en el sentido
de que los m ayores sistemas contam inantes intensivos en

269
recursos se convirtieron en inevitables a causa de su m ayor
productividad: otra vez las etapas de desarrollo universales
de W.W. R ostow (1960). Similares form ulaciones de determ i-
nism o tecnológico aparecen tam bién en algunos escritos de
Marx. Pero com o las ideas de M arx fueron m adurando du­
rante el trem endo trabajo de escribir El Capital — el análisis
crítico más riguroso de su tiem po, y quizá del nuestro— hay
un cambio en el énfasis a favor de las relaciones sociales y la
lucha social como causas principales. P or tanto, para Marx,
la competencia es la fuerza coercitiva externa que obliga al
capitalismo a la constante revolución tecnológica. Tal como
M arx y Engels afirmaron: «La burguesía no puede existir sin
revolucionar constantem ente los instrum entos de produc­
ción y, po r tanto, las relaciones de producción y, con ellas, el
conjunto de relaciones de la sociedad. El m antenim iento de
los viejos m odos de producción de form a inalterada fue, por
el contrario, la prim era condición de existencia para todas
las clases industriales previas» (Marx y Engels, 1969: 115 ).
En otras palabras, la economía industrial de uso intensivo de
energía, mecanizada, consum idora de recursos y contam i­
nante que se desarrolló en el siglo XIX surgió de la com peten­
cia entre capitalistas y entre economías capitalistas, como en
G ran Bretaña, Alemania y los Estados U nidos de América.
Los capitalistas tuvieron que m ecanizar para sobrevivir, y la
m ecanización significaba intensificación energética... aunque
la racionalidad competitiva, «eficiente» y práctica usada cada
día en el capitalismo fuese en sentido inverso a la raciona­
lidad m edioam biental necesaria para sostener la existencia
social continuada a largo plazo. Sacrificamos el futuro po r el
beneficio inmediato. La diferencia entre el análisis histórico
basado en Marx y otros análisis reside en el énfasis en las
relaciones sociales más que en la inevitabilidad tecnológica.
Todo esto estaba protegido, ayudado y am parado po r el

270
E s ta d o lib e r a l s u p u e s ta m e n te de laissez / aire, u n E s ta d o q u e
e n r e a lid a d d e jó e l m á x im o d e lib r e s a la s e m p re s a s c a p it a ­
lis ta s , c la r a m e n te e n 't é r m in o s d e r e g u la c ió n a m b ie n t a l, p e r o
q u e a c t u ó e n s u n o m b r e c o le c t iv o e n t é r m in o s d e e x p a n s ió n
im p e r ia lis t a .

F o rd ism o y keynesianism o
A ú n a sí, h a b ía lí m it e s a l c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o y a l u s o d e
re c u rs o s b a jo e l c a p it a lis m o in d u s t r ia l c lá s ic o (d e E u r o p a o c c i­
d e n ta l) . L o s lí m it e s a l c r e c im ie n t o n o e s ta b a n f ija d o s p r i n c ip a l­
m e n te p o r la te c n o lo g ía o p o r las lim it a c io n e s ( d e l m o m e n t o )
e n lo s re c u rs o s , n i t a m p o c o lo s lí m it e s a l c r e c im ie n to e s ta b a n
im p u e s to s d e n in g ú n m o d o p o r u n o s e s ta d o s im b u id o s d e r a ­
c io n a lid a d c o le c tiv a y d e p r o g r e s o . L o s lí m it e s a l c r e c im ie n to
fu e ro n e s ta b le c id o s p o r las m is m a s re la c io n e s s o c ia le s q u e
im p u ls a r o n la e fic ie n c ia c a p ita lis ta . P o r q u e e n e l s ig lo X IX
« e fic ie n c ia » s ig n ific a b a l i m i t a r lo s s a la rio s d e lo s tr a b a ja d o re s
in d u s tr ia le s , c o n la c o n s ig u ie n te f a lt a d e d e m a n d a i n t e r io r
p a ra lo s p r o d u c to s fa b ric a d o s , u n a in s u f ic ie n c ia in t e r m it e n ­
te m e n te a liv ia d a p o r las e x p o r ta c io n e s a u n « T e r c e r M u n d o »
e n d e s a r r o llo , n o in d u s t r ia liz a d o y p e r if e r a liz a d o . E l m o d o
e n e l q u e se r e s o lv ió esta c o n t r a d ic c ió n está b ie n d e s c r ito en
las te o ría s d e la E s c u e la N e o m a r x is ta d e la R e g u la c ió n ( B o y e r ,
1 9 9 0 ; L i p ie t z , 19 85 ; 1 9 8 6 ; 1 9 8 7 ; A g lie t t a , 1 9 7 9 ). L o q u e esta
e s c u e la lla m a « f o r d is m o » ( t é r m in o o r ig in a lm e n t e a c u ñ a d o p o r
G r a m s c i) f u e p r o m o v id o p o r H e n r y F o r d e n lo s a ñ o s in m e d ia ­
ta m e n te a n te r io r e s a la P r im e r a G u e r r a M u n d i a l y se g e n e r a li­
z ó e n lo s E s ta d o s U n id o s a p a r t i r d e lo s a ñ o s 19 2 0 . F o r d u n ió
d o s in n o v a c io n e s : la c a d e n a d e m o n ta je s e m i- a u to m á tic a y u n a
d u p lic a c ió n d e l s a la rio im p e r a n te . L a e x p a n s ió n d e la p r o d u c ­
t iv id a d d e r iv a d a d e la c a d e n a d e m o n ta je f u e c o m p e n s a d a p o r
u n c r e c im ie n to ig u a lm e n te e n o r m e d e l c o n s u m o , p r i m e r o c o n

271
los a s a la ria d o s b ie n p a g a d o s ( y c r e c ie n te m e n te s in d ic a d o s ) de
la in d u s t r ia d e l a u t o m ó v il y d e s p u é s p o r m u c h o s o t r o s s e c to re s
d e p o b la c ió n . E n su a p o g e o , e l f o r d is m o c o n s is tía e n produc­
ción en masa y consumo en masa e n e l in t e r i o r d e l p a ís, c o n u n
a b a n ic o d e in s titu c io n e s y p o lí t ic a s q u e a p o y a b a n e l c o n s u m o
e n m asa , in c lu y e n d o políticas económicas e s ta b iliz a d a s y u n a
g e s tió n keynesiana d e la d e m a n d a q u e g e n e ra b a d e m a n d a n a ­
c io n a l y e s ta b ilid a d s o c ia l; t a m b ié n in c lu í a u n c o m p r o m is o d e
c la s e o c o n t r a t o s o c ia l q u e c o n lle v a b a e s ta b ilid a d d e e m p le o s
y s a la rio s q u e p o d ía s o s te n e r c o n f o r t a b le m e n t e a las fa m ilia s ,
lle v a n d o a u n a p r o s p e r id a d a m p lia m e n te c o m p a r t id a : e l in c r e ­
m e n to e n lo s in g re s o s e s tu v o r e la c io n a d o c o n la p r o d u c t iv id a d
n a c io n a l de sd e fin a le s d e lo s a ñ o s 1 9 4 0 h a s ta p r in c ip io s d e lo s
19 70 . E l m o d e lo d e e c o n o m ía f o r d is t a e s ta d o u n id e n s e ( m e ­
d id o e n t é r m in o s d e PIB re a l) t e n ía e s e n c ia lm e n te e l m is m o
ta m a ñ o e n lo s a ñ o s 1 9 3 0 q u e a fin a le s d e l s ig lo XIX, c u a n d o ya
h a b ía s u p e ra d o a G r a n B re ta ñ a p a ra c o n v e r t ir s e e n la m a y o r
e c o n o m ía d e l m u n d o . L u e g o t r i p l i c ó su ta m a ñ o e n tr e 1 9 4 0 y
1 9 8 0 ( H i s t o r ic a l S ta tis tic s o f th e U n it e d S tates, ta b la C a 9 - 1 9 ).
O , t r a d u c ié n d o lo e n t é r m in o s a m b ie n ta le s , la s e m is io n e s d e
d i ó x id o d e c a r b o n o d e lo s E s ta d o s U n id o s , q u e y a e s ta b a n
e n u n n iv e l d e 5 0 0 m illo n e s d e to n e la d a s d e c a r b o n o p o r a ñ o
e n 19 40 , se d u p lic a r o n a m p lia m e n te h a s ta lo s 1 .3 0 0 m illo n e s
d e to n e la d a s e n 1 9 8 0 (CDIAC, 2 0 0 9 ). L a r e v o lu c ió n e n la p r o ­
d u c c ió n h a b ía y a c re a d o e n o rm e s c o m p le jo s in d u s tr ia le s e n e l
p a is a je . L a r e v o lu c ió n e n e l c o n s u m o c o n v ir t ió a esas e n o rm e s
e c o n o m ía s e n v o ra c e s y e x p a n s iv o s g ig a n te s .
L a re s is te n c ia a lo s e x c e s o s d e l c a p it a lis m o (e s p e c ia lm e n te
el n o r te a m e r ic a n o ) g e n e ra d a e n tre lo s m o v im ie n t o s s o c ia le s y
p o lí t ic o s de iz q u ie r d a e n lo s años 1 9 6 0 y 1 9 7 0 se a m p lió en
e l m o v im ie n t o p o r lo s d e re c h o s c iv ile s y c o n t r a la g u e r r a d e l
V ie tn a m y, d e a llí , p a s ó a c r ític a s c u ltu r a le s m á s a m p lia s a ce rca
d e l c o n s u m o y la d e s t r u c c ió n a m b ie n ta l. A s í e l p r i m e r D í a de

272
la T ie r r a (e n 1 9 7 0 ) c o n t ó c o n la p a r t ic ip a c ió n d e 20 m illo n e s
d e p e rs o n a s . T a l e ra la a tm o s fe r a p o p u la r d e l m o m e n t o q u e
la n o c ió n d e u n a r e g u la c ió n k e y n e s ia n a a m p lia d a a u n m a r c o
m a y o r d e in t e r v e n c ió n e s ta ta l, q u e p o d ía in c lu i r la g e s tió n a m ­
b ie n ta l, lle g ó a se r s o s te n id a p o r p e rs o n a s d e t o d o t i p o d e c o n ­
v ic c ió n p o lí t ic a . I n c lu s o p o r p a r te d e p a r tid o s c o n s e rv a d o re s :
la A g e n c ia de P r o t e c c ió n A m b ie n t a l d e lo s E s ta d o s U n id o s ,
f u n d a d a e n 1 9 7 0 , f u e a p ro b a d a p o r le y p o r e l p r e s id e n te r e ­
p u b lic a n o R ic h a r d N i x o n . L a s e m p re s a s se e n fre n ta b a n ca d a
v e z m á s c o n tr a b a ja d o re s o r g a n iz a d o s y c o n c o n s u m id o r e s
d is p u e s to s a n o c o m p r a r . L o s e s ta d o s im p e r ia lis t a s se e n ­
c o n tr a b a n c o n la r e s is te n c ia d e s o c ie d a d e s ru ra le s a las q u e
« b o m b a rd e a b a n h a s ta h a c e rle s v o l v e r a la E d a d d e P ie d r a » .*
L o s m o v im ie n t o s s o c ia le s a m b ie n ta le s p a s a r o n d e u n e x t r e ­
m is m o r id í c u lo a u n a c t iv is m o p o p u la r e n e s p a c io d e p o c o s
a ñ o s. E l o r d e n s o c ia l c a p ita lis ta in d u s t r ia l se d e s m o r o n a b a en
sus m á rg e n e s e s p a c ia le s p e r o t a m b ié n e n sus s a n tu a rio s c e n tra ­
les: p o r e je m p lo , las u n iv e rs id a d e s d e é lite q u e r e p r o d u c e n la
cla se d ir ig e n t e se c o n v ir t ie r o n e n c a ld o d e c u l t i v o d e r e s is te n ­
c ia . E x is tía la p o s ib ilid a d d e q u e e m e rg ie ra u n t i p o d ife r e n te
d e s o c ie d a d s o b re lo s p e d a z o s d e la v ie ja . E l r é g im e n p o lí t ic o
k e y n e s ia n o e ra n e c e s a rio p a ra m a n te n e r e l c a p it a lis m o in d u s ­
t r i a l e n a lg ú n t i p o d e o r d e n r e g u la t o r io q u e a p u n ta ra , e n sus
v e rs io n e s s o c ia ld e m ó c ra ta s , h a c ia lo q u e d e b ie r a p a re c e rs e a
u n a a lte r n a tiv a p o lí t ic a : p la n if ic a c ió n e c o n ó m ic a q u e in c lu y e r a
la n a c io n a liz a c ió n d e las in d u s tr ia s c la v e , a te n c ió n s a n ita ria
s o c ia liz a d a , e d u c a c ió n g r a tu it a y d e c a lid a d , lo s in ic io s d e u n a
r e g u la c ió n a m b ie n t a l, e tc. p a r a d a r s o lo u n o s p o c o s e je m p lo s
d e u n s is te m a s o c ia liz a d o q u e c o m p a t ib iliz a r a e l c o n s u m o
in d iv i d u a l c o n e l g a s to s o c ia l. D u r a n t e a lg u n o s p o c o s a ñ o s ,

* Frase pronunciada por el General Curtis LeMay durante la Guerra de


Vietnam. [N. de la T.]

273
e x is tió esa p o s ib ilid a d de u n c a m b io t r a n s f o r m a d o r e n lo s
n u e v o s m o v im ie n t o s s o c ia le s de los países d e l P r im e r M u n d o ,
in c lu y e n d o u n g r a n y c re c ie n te m o v im ie n t o a m b ie n ta l, y u n o s
m o v im ie n t o s c u ltu r a le s y s o c ia le s ra d ic a le s y m a s iv o s e n tre lo s
p u e b lo s d e l T e r c e r M u n d o .

R eacción
P e ro e n to n c e s , e n la s e g u n d a m it a d d e lo s a ñ o s se te n ta , e l a m ­
b ie n te p o lí t ic o c a m b ió d rá s tic a m e n te , r e p e n tin a m e n te , fa t a l­
m e n te . L a s em p resa s r e a c c io n a ro n c o n tra e l E s ta d o d e l b ie n e s ­
t a r k e y n e s ia n o d e l q u e p e n s a b a n q u e h a b ía id o d e m a s ia d o le jo s :
lo s in g re s o s se h a b ía n r e d is t r ib u id o h a c ia la clase tr a b a ja d o r a e n
lu g a r d e h a c ia e llo s ; y e l E s ta d o h a b ía to le r a d o , in c lu s o m im a d o ,
las p ro te s ta s d e tra b a ja d o re s y e s tu d ia n te s , in c lu y e n d o e l in c i­
p ie n te m o v im ie n t o a m b ie n ta l. D e m o d o q u e lo s ú lt im o s añ os
d e lo s s e te n ta f u e r o n te s tig o s d e u n g ir o s e c u la r e n la o p in ió n
e c o n ó m ic o - p o lít ic a e n to d a s las c a p ita le s d e O c c id e n te . H a b ía
m u c h o s lu g a re s , c o m o la C o m is ió n T r ila te r a l o la B u s in e s s
R o u n d t a b le , * d o n d e se d is c u tía n esas « te n d e n c ia s p e r tu r b a d o ­
ras» en la s o c ie d a d . P e ro la a m p lit u d d e la r e a c c ió n d e la é lite ,
y lo s te m a s e n c o m ú n q u e te n ía n , in d ic a q u e se esta ba g e s ta n d o
u n a m p lio c o n s e n s o p o r p a r te d e m ile s d e p e rs o n a s c o n s e rv a ­
d o ra s y d e id e a s p a tr ió tic a s e n el s e n tid o d e q u e las cosas te n ía n
q u e c a m b ia r d rá s tic a m e n te . P a ra e n to n c e s ta m b ié n el c a p ita lis ­
m o , c o m o m o d o d e p r o d u c c ió n , se e m p e z ó a tra n s fo rm a r. L a
p r o d u c c ió n se r e o r ie n t ó h a c ia lo s m é to d o s y lo s p r o d u c to s d e
a lta te c n o lo g ía . L a g lo b a liz a c ió n in te n s ific ó la in te n s id a d d e la
c o m p e te n c ia . E l c a p ita l f in a n c ie r o e sta ba e n ascenso. L a c o n ­

* Asociación de los directores ejecutivos de las principales empresas de los


Estados Unidos de América. [N. de la T.]

274
t r a r r e v o lu c ió n d e p r in c ip io s d e lo s o c h e n ta n o s o lo c o n v e rtía
e n a c e p ta b le s las a d h e s io n e s d e re c h is ta s s in o en « n ece saria s
p a ra s a lv a r a la s o c ie d a d » e n c o n tra s te c o n e l e x tr e m is m o de la
d e m o c ra c ia p o p u lis ta . L a d e re c h a g a n ó la g u e rra d e las p a la b ra s
c o n tr a la c u ltu r a p o lí t ic a d e « lo s sesenta» y t o d o lo r e la c io n a d o
c o n la p r o te s ta c o n t r a la g u e rr a , e l im p e r ia lis m o y la d e s tru c c ió n
a m b ie n ta l. E n to n c e s s ig u ió u n a c a m p a ñ a d e p r o p a g a n d a m a s iv a
c o n tr a la « c o r r e c c ió n p o lític a » , la s o c ia ld e m o c ra c ia , e l k e y n e s ia ­
n is m o d e iz q u ie rd a s , la r e g u la c ió n e sta ta l, la iz q u ie r d a e n g e n e ­
ra l, y e l m a r x is m o e n p a r tic u la r . C o m o p a r te d e e llo , lo s m e d io s
d e c o m u n ic a c ió n p e r d ie r o n to d a im p a r c ia lid a d q u e h u b ie r a n
p o d id o te n e r, y m o s t r a r o n u n a c la ra te n d e n c ia d e d e re c h a s , c o n
c o n te n id o s c re c ie n te m e n te e s tú p id o s y s u p e rfic ia le s .
L a e x p lic a c ió n c o n v e n c io n a l es q u e la re g u la c ió n k e y n e s ia n a
d e la e c o n o m ía e n tr ó e n u n a c ris is c a ra c te riz a d a p o r la e s ta n ­
c a c ió n (a lta s tasas d e in f la c ió n c o in c id ie n d o p o r a lta s tasas de
d e s e m p le o ) c u y a s o lu c ió n fu e u n n u e v o k e y n e s ia n is m o d e t ip o
m ilit a r : la lla m a d a Star Wars ( G u e r r a d e las G a la x ia s ) d e lo s añ os
o c h e n ta . L a c o n t r a r r e v o lu c ió n d e fin a le s d e lo s s e te n ta y p r i n c i­
p io s d e lo s o c h e n ta h iz o q u e la a fe c c ió n d e re c h is ta n o s o lo fu e ra
a c e p ta b le s in o in c lu s o n e ce sa ria p a ra la g e s ta c ió n d e p o lític a s : se
n e ce s ita b a u n in te le c to d e d e re ch a s p a ra f o r m u la r p o lític a s de
d e re c h a s . L a c o n t r a - r e v o lu c ió n p o s ic io n ó a c ie n to s d e think-
tanks en el c e n tro d e la p r o d u c c ió n d e p o lític a s , d o n d e a ú n están.
L le g a r o n p o lí t ic o s c o m o M a r g a r e t T h a t c h e r e n G r a n B re ta ñ a y
R o n a ld R e a g a n en los E s ta d o s U n id o s y u n a f o r m a d e e c o n o m ía
p o lític a lla m a d a n e o lib e r a lis m o ( H a r v e y , 2005; P ee t, 2 0 0 7 ).

N e o lib e r a lis m o y c a p ita lis m o f in a n c ie r o

E l n e o lib e r a lis m o r e v iv e la s it u a c ió n d e fin a le s d e l s ig lo XIX


( c o n e l lib e r a lis m o c lá s ic o d e lib r e c o m e r c io ) , a h o r a b a jo la
a s u n c ió n d e q u e lo s m e r c a d o s d e b e n g o b e r n a r s e in t e r n a ­

275
m e n te m ie n tr a s q u e lo s e s ta d o s in t e r v ie n e n e x te rn a m e n te .
I n t e r n a m e n te , e l n e o lib e r a lis m o e m p le a la e c o n o m ía m o -
n e ta r is ta b a jo la c re e n c ia c o n c e p tu a l de q u e lo s p r o b le m a s
m a c r o e c o n ó m ic o s , c o m o la in f l a c ió n y la d e u d a , s o n r e s u l­
ta d o de u n g a s to g u b e r n a m e n t a l e x c e s iv o ( d é f i c it fis c a l) .
El E s t a d o - n a c ió n r e n u n c ia a la g e s t ió n m a c r o e c o n ó m ic a
e x c e p to e n t ie m p o s d e p r o f u n d a c r is is p o lí t ic o - e c o n ó m ic a .
P e r o t a m b ié n la n o c ió n d e r e g u la c ió n d e la e c o n o m ía p o r
p a r t e d e l E s ta d o se h a c o n v e r t id o e n u n a n a te m a e n t o d o
el m u n d o e n lo q u e se h a c o n o c id o c o m o e l C o n s e n s o d e
W a s h in g t o n ( W illia m s o n , 1 9 9 0 ). A c a m b io , a lg u n o s p o d e re s
r e g u la d o r e s s o b r e la s e c o n o m ía s se d e s p la z a n h a c ia a r r ib a ,
h a c ia las in s t it u c io n e s in te r n a c io n a le s (F M I, B a n c o M u n d i a l,
G 7 / 8 / 2 0 ) d e n t r o d e u n a « c o m u n id a d g lo b a l» d o m in a d a p o r
lo s E s ta d o s U n id o s , E u r o p a o c c id e n t a l y J a p ó n . E l « a ju s te
e s t r u c t u r a l» ( u n c o n ju n t o d e p o lí t ic a s n e o lib e r a le s im p u e s ­
tas s o b r e lo s p a íse s p o r p a r te d e l F M I y e l B a n c o M u n d i a l)
r e f u e r z a estas p o lí t ic a s n e o lib e r a le s e n to d a s p a rte s . A u n q u e
p e r s is te n la s v a r ia c io n e s re g io n a le s e n v e lo c id a d d e a d o p ­
c ió n y n iv e l d e a d h e s ió n , e l r é g im e n n e o lib e r a l r e s p o n d ió
d e l t o d o a la g lo b a liz a c ió n d e la e c o n o m ía , la s o c ie d a d y
la c u lt u r a a fin a le s d e l s ig lo X X . V e r d a d e r a m e n te , el n e o li-
b e r a lis m o a y u d ó a o r g a n iz a r la g lo b a liz a c ió n e n b e n e fic io
d e u n a c la s e c a p it a lis t a - f in a n c ie r a , s ú p e r r ic a y n u e v a m e n te
re - e m e r g e n te , q u e v iv e p r i n c ip a lm e n t e e n lo s p a íse s o c c i­
d e n ta le s p u n t e r o s , e s p e c ia lm e n te lo s E s ta d o s U n id o s , p e r o
q u e o p e r a n t r a n s n a c io n a lm e n t e e n t é r m in o s d e a c t iv id a d de
in v e r s ió n (P e e t, 2 0 0 9 ). L a g lo b a liz a c ió n n e o lib e r a l d io c o m o
r e s u lt a d o la d e s in d u s t r ia liz a c ió n d e l P r im e r M u n d o , y la i n ­
d u s t r ia liz a c ió n d e d iv e rs a s p a rte s d e l T e r c e r M u n d o ( B r a s il,
C o r e a d e l S u r, C h in a , I n d ia ) y p o r t a n t o u n a u m e n to e n o r ­
m e de las e m is io n e s e n u n a e s p e c ta c u la r g lo b a liz a c ió n de la
d e s t r u c c ió n a m b ie n t a l. L a s e m is io n e s de d i ó x id o de c a r b o n o

276
d e C h in a p ro c e d e n te s de la q u e m a de c o m b u s t ib le s fó s ile s
a lc a n z a r o n lo s 4 0 7 m illo n e s d e to n e la d a s d e c a r b o n o e n 1 9 8 0
y 1 .6 5 5 m illo n e s d e to n e la d a s e n 2 0 0 6 ; la I n d i a p a s ó d e 95
m illo n e s d e to n e la d a s e n 1 9 8 0 a 4 1 1 m illo n e s ( CDIAC, 2 0 0 9 ).
Y , s in e m b a r g o , b a jo e l n e o lib e r a lis m o e n c o n tr a m o s q u e la
r e g u la c ió n e s ta ta l d e l d e s a r r o llo y sus r e la c io n e s c o n e l m e d io
a m b ie n te s o n m e n o s s ig n if ic a t iv a s a c a u s a d e l c a m b io e n las
c re e n c ia s s o b r e lo s g o b ie r n o s , lo s m e rc a d o s y las p o lí t ic a s . Y
e llo in c lu y e las c re e n c ia s de la g e n te . D e a h í q u e el m o v i m ie n ­
t o d e l T e a P a r t y e n lo s E s ta d o s U n id o s e sté f u n d a d o s o b re la
id e a d e u n g o b ie r n o m e n o s in t e r v e n c io n is t a y m á s p e q u e ñ o
e n u n m o m e n t o e n e l q u e la in t e r v e n c ió n e s ta ta l e n f o r m a d e
r e g u la c ió n a m b ie n t a l es t o d o l o q u e te n e m o s c o m o re s p u e s ta
c o le c t iv a a la d e s t r u c c ió n de la N a tu r a le z a . M a r x h a b la b a d e
« fa ls a c o n c ie n c ia » . E s t o s e ría m á s b ie n u n a « c o n c ie n c ia i n ­
v e rs a » , lo c o n t r a r io d e lo - q u e d e b e ría e x i s t i r e n la m e n ta lid a d
p o p u la r . ¿ O q u iz á « c o n c ie n c ia p e rv e rs a » ? P e r v e r t id a sí es.
C o m o r e s u lt a d o d e la s p o lí t ic a s n e o lib e r a le s , e l c a p it a lis ­
m o c a m b ió d e f o r m a h a c ia u n c a p it a lis m o f in a n c ie r o g lo b a l,
lo q u e s ig n if ic a q u e la s fin a n z a s s o n la f r a c c ió n d ir ig e n t e d e l
c a p ita l, las fin a n z a s o p e r a n n o r m a lm e n t e a e sca la g lo b a l, y
lo s g o b ie r n o s y las in s t it u c io n e s de g o b e r n a n z a g lo b a l s o n
p a rte s in te g r a le s d e ese c a p ita l. A s í , e l n e o lib e r a lis m o d e b e
s e r in t e r p r e t a d o m á s p r e c is a m e n te n o c o m o u n a r e n u n c ia
d e l E s ta d o s in o c o m o u n r e d ir e c c io n a m ie n t o d e l E s t a d o d e
u n t i p o d e k e y n e s ia n is m o p a ra la é lit e . L o s e s ta d o s - n a c ió n ,
in d iv id u a lm e n t e ( c o m o lo s E s ta d o s U n id o s ) o c o le c t iv a m e n ­
te ( c o m o e l G 7 / 8 / 2 0 ) , t ie n e n q u e s o s te n e r las in s t it u c io n e s
f in a n c ie r a s y la in t e g r id a d d e l s is te m a f in a n c ie r o , p o r q u e
e llo es lo q u e m a n tie n e e n f u n c io n a m ie n t o a la s e c o n o m ía s .
E l t r e m e n d o p o d e r e c o n ó m ic o de la n u e v a c la s e p o l í t i c o - f i ­
n a n c ie r a - e m p r e s a r ia l p o s ib ili t a u n a v a s ta in f lu e n c ia s o b r e e l
p r o c e s o p o lí t ic o .
L a g lo b a liz a c ió n de este t ip o f in a n c ie r o n e o lib e r a l s ig n ific a
q u e las tasas d e c r e c im ie n to e c o n ó m ic o d e c re c e n e n e l c e n tro
d e s in d u s tr ia liz a d o , p e r o a u m e n ta n d e m o d o r á p id o , c o n tasas
d e 8 - 1 0 % a l a ñ o , en a lg u n o s países p e r ifé r ic o s e n in d u s t r ia liz a ­
c ió n . L a e c o n o m ía c h in a se m u l t i p li c ó p o r c a to rc e e n tre 19 80 y
2 0 0 6 hasta u n e q u iv a le n te d e u n P N B d e 4 ,4 b illo n e s d e d ó la re s ;
la e c o n o m ía d e la I n d ia se m u l t i p li c ó p o r seis h a s ta 1,2 b illo n e s
(IMF, 2 0 0 9 ) c o n e m is io n e s d e d ió x id o d e c a r b o n o q u e se c u a d r i­
p lic a n e n a m b o s países ( CDIAC, 2 0 0 9 ). G r a n p a r te d e esta p r o ­
d u c c ió n y c o n ta m in a c ió n e stá n c o n e c ta d a s c o n e l c o n s u m o en
e l P r im e r M u n d o : e l 4 0 % d e la p r o d u c c ió n d e C h in a y e l 2 0 %
d e l d e la I n d ia se e x p o r ta , e n t a n to q u e a m b a s e c o n o m ía s se h a n
o r ie n ta d o d rá s tic a m e n te a la e x p o r ta c ió n . D e m o d o q u e h e m o s
a s is tid o a la g lo b a liz a c ió n d e la e c o n o m ía , q u e está t o d a v ía f o c a ­
liz a d a e n s e r v ir a l c o n s u m o d e lo s países d e re n ta s eleva das. E llo
h a lle v a d o a u n a in te n s ific a c ió n d e la g lo b a liz a c ió n d e la c o n t a ­
m in a c ió n , ta l c o m o m u e s tr a n las e m is io n e s d e d ió x id o d e c a r­
b o n o . E n 2 0 0 6 las e m is io n e s d e c a r b o n o d e c o m b u s tib le s fó s ile s
a lc a n z a ro n lo s 8 .2 3 0 m illo n e s d e to n e la d a s m é tric a s d e c a rb o n o .
E n té r m in o s g lo b a le s , d e sd e 17 51 , 3 2 9 .0 0 0 m illo n e s d e to n e la d a s
d e c a r b o n o se h a n la n z a d o a la a tm o s fe ra p ro c e d e n te s d e la q u e ­
m a d e c o m b u s tib le s fó s ile s y la p r o d u c c ió n d e c e m e n to , la m it a d
d e las cua le s se h a n p r o d u c id o de sde m e d ia d o s d e lo s a ñ o s 1970
c u a n d o y a se e m p e z a b a a s a b e r q u e e l e fe c to in v e rn a d e ro ' e ra la
causa d e l c a le n ta m ie n to g lo b a l (S c h n e id e r, 1 9 76 ). L a c u e s tió n es
q u e la c o n ta m in a c ió n a m b ie n ta l es c o n s e c u e n c ia d e la n e c e s id a d
e c o n ó m ic a b a jo e l c a p ita lis m o . E s n e c e s a rio c o n t a m in a r p a ra
h a c e r d in e r o . E n e l c o n t e x t o p o lí t ic o - e c o n ó m ic o a c tu a l, u n a
c a íd a d rá s tic a d e la c o n t a m in a c ió n s o lo p u e d e se r e l re s u lta d o
d e u n a re c e s ió n e c o n ó m ic a . A s í, e n tre 2 0 0 8 y 2 0 0 9 h u b o u n
d e sce n so t e m p o r a l d e l 5 ,9 % e n las e m is io n e s g lo b a le s d e d i ó x i­
d o d e c a r b o n o d e c o m b u s tib le s fó s ile s . E ll o fu e a c o m p a ñ a d o
d e u n a b a ja d a d e l 2 ,5 % e n el PIB g lo b a l, u n a c a íd a d e l 1 1 ,5 %

278
e n el ín d ic e d e p r o d u c c ió n in d u s tr ia l, y u n a r e d u c c ió n d e l 4 0 %
e n la p r o d u c c ió n s id e rú rg ic a b á sica (U S E n e r g y I n f o r m a t i o n
A d m in is t r a t io n , 2 0 0 9 ). C o n t o d o , es p o lí t ic a m e n t e im p o s ib le
p a ra p a r tid o s y g o b ie r n o s s u g e r ir q u e el p r e c io n e c e s a rio p a ra
a ca b a r c o n la d e s tru c c ió n a m b ie n ta l sea, en e fe c to , la c a la m id a d
e c o n ó m ic a y s o c ia l. D e n u e v o la « s o lu c ió n » es d e s p la z a r e l d e ­
b a te « h a c ia a rrib a » , d e la esca la n a c io n a l a la in te r n a c io n a l. M á s
q u e e s ta b le c e r in s titu c io n e s p o d e ro s a s , c o m o s u c e d ió c o n lo s
a c u e rd o s d e B r e t t o n W o o d s s o b re la r e g u la c ió n d e la e c o n o m ía
g lo b a l, e l d e s p la z a m ie n to h a c ia a r r ib a e n e l d is c u rs o a m b ie n ta l
to m a n e c e s a ria m e n te la f o r m a d e c o n fe re n c ia s d e las N a c io n e s
U n id a s , « c u m b re s d e la T ie r r a » y P r o t o c o lo s s in f u e r z a le g a l. L a
n e c e s id a d e c o n ó m ic a p r o d u c e in f in it a s eva siva s p o lític a s s o b re
el m e d io a m b ie n te .

El fin de la H isto ria

E s te n u e v o p o d e r f in a n c ie r o g lo b a l está e s e n c ia lm e n te e je r c id o
m e d ia n te e l c o n t r o l d e l a cce so a las m a y o r e s a c u m u la c io n e s d e
c a p ita l e n e l m u n d o y la d ir e c c ió n d e f lu jo s d e c a p it a l e n f o r ­
m as d iv e rs a s ( c o m p r a d e v a lo re s , v e n ta d e b o n o s , in v e r s io n e s
d ire c ta s , e tc .) h a c ia lu g a re s y p e rs o n a s q u e e s tá n b ie n v is to s
p o r la e s tr u c tu r a a n a lític a fin a n c ie r a ( W a ll S tr e e t, la C i t y de
L o n d r e s , e tc .). E l c o n t r o l s o b re lo s c a p ita le s d e in v e r s ió n y la
p e r ic ia té c n ic a d a n u n e n o r m e p o d e r a l c a p ita l f in a n c ie r o y a
sus re p re s e n ta n te s b a n c a rio s s o b re la e la b o r a c ió n de p o lític a s ,
s o b re las e c o n o m ía s , s o b r e e l e m p le o y la re n ta , s o b re la p u b l i ­
c id a d y p r o d u c c ió n d e im a g e n . .. s o b r e to d a s las cosas. L a p r o ­
d u c c ió n , e l c o n s u m o , la e c o n o m ía y e l u s o d e l m e d io a m b ie n te
e s tá n s u je to s a c á lc u lo s d e p o d e r m á s a b s tra c to s , m á s a le ja d o s
d e la r e a lid a d , e n e l q u e la c a p a c id a d d e c o n t r i b u i r a l b e n e fic io
f in a n c ie r o a c o r t o p la z o se c o n v ie r te e n e l p r i n c ip a l o b je t iv o ,
y las c o n s e c u e n c ia s a la r g o p la z o n o s o n t a n t o ig n o ra d a s c o m o

279
e n c u b ie rta s , « lim p ia d a s e c o ló g ic a m e n te » g ra c ia s a u n a p u b l i ­
c id a d e m p r e s a r ia l s o fis tic a d a , p r o p a g a n d a d e « t h in k ta n k s » y
p ro p a g a n d a p s e u d o e c o lo g is ta ( « n o s o tr o s t a m b ié n n o s p r e ­
o c u p a m o s d e l m e d io » ) . C u a n d o las c o n tr a d ic c io n e s d e l c a p ita ­
lis m o f in a n c ie r o g lo b a l lle v a r o n e l s is te m a a la c ris is , c o m o en
2 0 0 7 -2 0 1 1 , e l E s ta d o a c u d e a re s c a ta r e l c a p ita l, la r e s u r r e c c ió n
d e l c r e c im ie n to c o n t in u o es la p r i o r id a d u r g e n te , m ie n tr a s q u e
e l m e d io a m b ie n te es la v í c t im a n e ce sa ria . E n c a m b io , se d ic e
q u e lo s p r o b le m a s q u e e l c a p it a lis m o e n c u e n tr a p e r ió d ic a m e n ­
te s o n s o lu c io n a b le s a tra v é s d e lo s m e c a n is m o s d e l m e r c a d o
( c o m e r c io d e c a r b o n o ) d e lo s q u e lo s p o c o s c r í tic o s ra d ic a le s
q u e q u e d a n d ic e n q u e s o n s u causa.
Y a h o r a lle g a m o s a lo v e r d a d e r a m e n te p e lig r o s o . E l c a ­
p it a l e m p r e s a r ia l e x p e r im e n ta e l c a p it a lis m o f in a n c ie r o c o m o
u n a o b lig a c ió n e x te rn a : lo s d ir e c to r e s e je c u tiv o s q u e fra c a s a n
e n o b t e n e r a lta s tasas d e b e n e fic io d e s a p a re c e n a l in s ta n te ,
s u s t it u id o s p o r p r a g m á tic o s « m á s a g re s iv o s » . I n v e r t i r e n e l
m e rc a d o d e v a lo re s (la b o ls a ) d e este m o d o t e m p o r a l (es d e c ir,
r e a liz a n d o u n a lto b e n e fic io y lu e g o v e n d ie n d o ) c o m p it e c o n
« o p o r tu n id a d e s d e in v e r s ió n » a ú n m á s e s p e c u la tiv a s ( h ip o t e ­
cas d e a lto rie s g o , f u t u r o s , d e r iv a d o s , d iv is a s , e tc .) p a ra g e n e ra r
a lto s r e t o r n o s y m o n u m e n ta le s s a la rio s . D e m o d o q u e v iv im o s
e n s o c ie d a d e s e n las q u e la d in á m ic a d e la f r a c c ió n p r in c ip a l d e l
c a p it a l c o n s is te e n la b ú s q u e d a , p o r c u a lq u ie r m e d io , d e m á s
d in e r o p a ra a q u e llo s q u e y a t ie n e n d e m a s ia d o . E s ta in s e n s a ta
b ú s q u e d a d e d in e r o p a ra te n e r m á s d in e r o es lo c u r a s o c ia l, f i ­
n a n c ie ra . S o lo p u e d e te n e r c o m o r e s u lta d o e l d e s a s tre . .
P o r q u e e l p r e c io d e lo s a lto s r e n d im ie n to s es . . . e l rie s g o
e te rn o . C u a lq u ie r fo n d o d e in v e r s ió n q u e n o g e n e ra a lto s r e n ­
d im ie n to s y q u e , p o r t a n to , n o a s u m e rie s g o s e x tre m o s ,- s u fre
la d e s in v e rs ió n en m e rc a d o s a lta m e n te c o m p e t it iv o s d o n d e el
d in e r o c a m b ia d e m a n o s c o n s o lo a p re ta r u n a tecla. P o r ta n to ,
h a y u n a c o m p u ls ió n c o m p e t it iv a p a ra t o m a r c re c ie n te s rie s g o s

280
en b ú s q u e d a d e a lto s r e n d im ie n to s q u e a tra ig a n te m p o r a lm e n te
las in v e rs io n e s d e lo s fo n d o s p r o p ie d a d d e la g e n te ric a p e r o
t a m b ié n d e lo s fo n d o s s o cia le s (p e n s io n e s , s e g u ro s ) q u e d e b e n
u n ir s e al fr e n e s í p a ra d e m o s tr a r q u e t a m b ié n s o n re n ta b le s . L a
e s p e c u la c ió n , e l r ie s g o y e l m ie d o s o n e s tr u c tu r a lm e n te e n d é ­
m ic o s a l c a p ita lis m o f in a n c ie r o . E l m ie d o m is m o se c o n v ie r te
en fu e n te d e m ás e s p e c u la c ió n ( c o m p r a n d o o r o o f u t u r o s , p o r
e je m p lo ). L a e s p e c u la c ió n y las a p ue sta s se e x tie n d e n de sd e
W a ll S tre e t a to d o s lo s s e c to re s d e la s o c ie d a d ( p r e c io s d e las
v iv ie n d a s , lo te ría s d e l E s ta d o , c a s in o s , b in g o s , ap u e sta s, ca rta s
d e P o k e m o n ) t o d o e l m u n d o ju e g a , in c lu s o lo s n iñ o s . L a c u ltu r a
c a p ita lis ta d e v ie n e lle n a d e rie s g o s , d e c o r t o p la z o en m e m o r ia
y a n tic ip a c ió n , e im p r u d e n t e e n sus c o n s e c u e n c ia s : v i v i r e l m o ­
m e n to , s in te n e r e n c u e n ta e l f u t u r o m e d io a m b ie n ta l p o r e je m ­
p lo . E l e n tra m a d o e s p e c u la tiv o es la fu e n t e d e s u in tr a ta b ilid a d .
N o es s o lo q u e la c ris is se e x tie n d a d e u n área a o tra . E s m á s b ie n
q u e la c ris is e n u n á re a ( c o m o e l in e v it a b le f i n d e la b u r b u ja de
lo s p r e c io s in m o b ilia r io s ) tie n e e fe c to s e x p o n e n c ia le s s o b re las
d e m á s (b a n c o s d e in v e rs io n e s q u e se h a n d e d ic a d o a o p e r a c io ­
nes e s p e c u la tiv a s d e a lto rie s g o ) h a sta e l p u n t o d e q u e las p é r d i­
das a c u m u la d a s e stá n m á s a llá d e la c a p a c id a d d e re sca te d e lo s
esta d o s y las in s titu c io n e s d e g o b e rn a n z a . D e a h í q u e e l rie s g o
e x t r e m o tie n e la te n d e n c ia d e lle v a r a la c a tá s tro fe e c o n ó m ic a .
C o n t o d o e llo , p o d e m o s esca p a r d e esta s u p e ra b u n d a n c ia
ir r a c io n a l m e d ia n te m e ra s re c e s io n e s p e rió d ic a s , ca íd a s s a lp i­
cadas p o r e s p e ra n z a d o ra s y o p tim is ta s re c u p e ra c io n e s e n lo s
m e rc a d o s . T o d o e llo c o n lle v a te r r ib le s c o n s e c u e n c ia s s o cia le s en
té r m in o s d e m illo n e s d e p e rs o n a s q u e h a n p e r d id o su e m p le o ,
su casa y su d ig n id a d . P e ro lo p e o r está a ú n p o r lle g a r, p o r q u e el
m e d io a m b ie n te c o n tra a ta c a . E l rie s g o e n d é m ic o d e l c a p ita lis m o
f in a n c ie r o se e x tie n d e a u n a s re la c io n e s a m b ie n ta le s a rrie sg a d a s.
Las c o r p o r a c io n e s que to m a n d e c is io n e s e x tre m a d a m e n te
a rrie sg a d a s e n lo q u e a c o n s e c u e n c ia s m e d io a m b ie n ta le s se r e ­

281
fie r e (c o m p a ñ ía s p e tro le r a s q u e p e r fo r a n en aguas p r o fu n d a s ,
p o r e je m p lo ) g a n a n (c o n b e n e fic io s p o r e n c im a d e la m e d ia ) la
« c o n fia n z a d e l m e rc a d o » q u e les p e r m it e e n d e u d a rs e , in v e r t ir ,
e x p a n d irs e y p a g a r b ie n a sus e je c u tiv o s d e m a y o r n iv e l. L o s
d ire c to re s e je c u tiv o s q u e re a lm e n te p o n e n e n p r á c tic a su c o n ­
c ie n c ia a m b ie n ta l n o o b tie n e n la c o n fia n z a d e lo s m e rc a d o s . E l
rie s g o a m b ie n ta l ( m it ig a d o p o r u n a s b u e n a s re la c io n e s p ú b lic a s
q u e e x c u s e n « lo s e rro re s o c a s io n a le s » ) re p re s e n ta e l lí m it e d e la
o b t e n c ió n d e b e n e fic io s y d e l é x ito d e lo s n e g o c io s . C a d a v e z
q u e u n d e s a s tre d e l t ip o BP e n la c o s ta d e l G o lf o d e M é x ic o se
lim p ia , se e xcu sa y se o lv id a , e l n e g o c io d e l rie s g o v a a m e jo r , es
m e jo r e n te n d id o y es m á s f in o en sus o p e ra c io n e s p o lí t ic o - c u l­
tu ra le s . A s í q u e m ie n tra s q u e BP re c u p e ra b a la c o n fia n z a d e lo s
in v e rs o re s e n e l v e r a n o d e 2 0 1 0 , la c o m p a ñ ía a n u n c ia b a la v e n ta
d e sus o p e ra c io n e s d e p e r fo r a c ió n e n t ie r r a p a ra c o n c e n tra rs e
a ú n m á s en la p e r fo r a c ió n en aguas p r o fu n d a s . E l rie s g o q u e
p r o d u c e c a tá s tro fe e c o n ó m ic a ta m b ié n cre a c ris is a m b ie n ta l.
C o n to d o e llo , a ú n p o d e m o s s o b r e v iv ir p a ra c r it ic a r el
s is te m a u n a v e z m á s. E l p o d e r o s o c o m p le jo e m p re s a s -e s ta d o s -
m e d io s d e c o m u n ic a c ió n , lid e r a d o p o r e l c a p ita l f in a n c ie r o , y
lle v a d o p o r la b ú s q u e d a d e s u p e r - b e n e fic io s y fa n tá s tic o s i n ­
g re s o s , s o lo p u e d e se r d e s a fia d o c o n a lg ú n g r a d o d e é x ito p o r
m o v im ie n to s s o c ia le s s u r g id o s d e u n p u e b lo in f o r m a d o , i n ­
d ig n a d o y ra c io n a l. N o o b s ta n te , tie n e q u e s e r u n « N o s o tr o s »
a c tiv is ta r a c io n a l y c r í t ic o p a ra q u e « N o s o tr o s » s a lv e m o s el
m u n d o . P o r q u e la o t r a c a ra d e l c a p it a lis m o f in a n c ie r o es el
e x c e s o c o n s u m is ta p o s ib ilit a d o p o r las m e rc a n c ía s b a ra ta s q u e
m a n a n d e la p r o d u c c ió n g lo b a liz a d a . E l c o n s u m is m o es u n a
a d ic c ió n s o c ia l. L a c u lt u r a d e l c o n s u m is m o está d is e ñ a d a p a ra
p r o d u c ir u n a e s tu p id e z p o p u la r m a s iv a (« m e g u s ta » e n lu g a r
d e « p ie n s o » ) y u n in d iv i d u a li s m o e g o ís ta y ra d ic a l.
L a « re a lid a d » es e s p e c tá c u lo . T o d o es e n t r e t e n im ie n t o . E l
« n o r te a m e r ic a n o m e d io » está d e m a s ia d o g o r d o p a ra s a lir d e

282
su c o c h e p a ra i r a las b a rric a d a s , d e jé m o s le s o lo . Y c o m o ca d a
m e rc a n c ía tie n e q u e te n e r u n c u e r p o d o n d e a lo ja r s u m e n s a je ,
y ca d a s e r v ic io es in te n s iv o e n el u s o d e e n e r g ía ... el c o n s u -
m is m o , la s o b r e p r o d u c c ió n y la c o n s ig u ie n te s o b r e e x p lo ta c ió n
d e re c u rs o s c re a n u n r ie s g o a m b ie n ta l a n iv e l s o c ia l m a s iv o .
T o d o e llo q u e d a e x c u s a d o e n lo s m e d io s de c o m u n ic a c ió n q u e
c o n f ía n e n la p u b lic id a d d e b ie n e s d e c o n s u m o p a ra s o b r e v iv ir
en a m b ie n te s d e a lto s b e n e fic io s . L o s m o v im ie n to s s o c ia le s
d e m asas e n lo s c e n tro s d e a lto c o n s u m o s o lo p u e d e n s u r g ir
d e esta c u lt u r a d e lo c u r a c o n s u m is ta in d iv id u a lis t a y e g o ís ta ,
p o r q u e e s to es t o d o lo q u e q u e d a d e lo q u e u n a v e z fu e casi
« p e n s a d o » . D e m o d o q u e si e l T e a P a r t y tie n e u n a id e o lo g ía
c o h e r e n te , ésta es q u e lo s g o b ie r n o s so n d e m a s ia d o g ra n d e s y
la r e g u la c ió n e s ta ta l ( in c lu y e n d o la r e g u la c ió n a m b ie n ta l) c o a r­
ta la « lib e r ta d » h u m a n a . E n la C o n s e r v a tiv e P o lit ic a l A c t i o n
C o n fe r e n c e ( c o n v e n c ió n d e l T e a P a r t y ) e n f e b r e r o d e 2 0 1 1 , el
a n t ig u o p o r t a v o z d e la C á m a r a y c a n d id a to p r e s id e n c ia l r e p u ­
b lic a n o N e w t G in g r ic h d e n o m in ó la A g e n c ia d e P r o t e c c ió n
A m b ie n t a l d e E s ta d o s U n id o s c o m o « u n a ase sin a d e e m p le o s ,
u n a m á q u in a c e n tr a lis ta d e l i t i g i o id e o ló g ic o y d e r e g u la c ió n
q u e b lo q u e a e l p r o g r e s o e c o n ó m ic o » y a f ir m ó q u e esa a g e n c ia
d e b ía s e r e lim in a d a . L o q u e e s to y d ic ie n d o es q u e la c a p a c id a d
d e la m a sa d e g e n te q u e v iv e e n lo s c e n tro s g lo b a le s d e l p o d e r
p a ra r e s p o n d e r d e u n a m a n e ra s o c ia lm e n te r a c io n a l, c o le c tiv a
y r a d ic a l (p a ra c o n t r o la r d e m o c r á tic a m e n te u n E s ta d o a c tiv is ta
e in te r v e n c io n is t a , p o r e je m p lo ) se h a e s fu m a d o .
A t la s S h ru g g e d * c e r r ó la ta p a d e su m ó v il y fu e a p o r o t r o
p e d a z o d e p iz z a c o n in g r e d ie n te s v a ria d o s . Y e l m u n d o h u m a ­
n o se d e s in te g r ó e n u n a n a tu r a le z a d e v a s ta d a .

" Referencia a la novela de 1957 de Ayn Rand del mismo título y que es un
alegato contra el intervencionismo estatal (en castellano traducida como La rebe­
lión de Atlas). [N. de la T.]

283
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285
V. LA G E O G R A F IA A L SE R V IC IO D E
LA T R A N S F O R M A C IÓ N SO C IA L :
C O N T R IB U C IO N E S A L D EBA TE

U n a r e v o lu c ió n es más
que la d e m o lic ió n de u n ré g im e n p o lític o .
Im p lic a el d e sp e rta r de la in te lig e n c ia hum ana,
a u m e n ta r el e s p íritu de in v e n tiv a
d ie z , cien veces [ ...]
Es una re v o lu c ió n de las m entes,
m u c h o más p r o fu n d a q ue la de las in s titu c io n e s .

P. K ro p o tk in , L a conquista del pan (1913)

El pensamiento de Peet se siente deudor tanto de los grandes


clásicos de las teorías revolucionarias como de aquellos que
han intentado llevar esas ideas a la práctica. En las dedicato­
rias de los libros que Peet ha publicado encontramos mención
a Marx (a quien dedica M odern Geographical Thought), a
K ropotkin (a quien dedica Radical Geography) pero también
a H ugo Chávez, Evo Morales y Joao Stédile junto a «millo­
nes de personas valientes que luchan con ellos por un m undo
mejor» (objetos de la dedicatoria de Geography o f Power). La
admiración que profesa hacia esas personas que, con aciertos
y errores, dedican su vida a intentar transform ar el m undo, es
evidente.
Pero Peet también es un convencido de la fuerza de las
ideas, de su capacidad de persuasión y de transformación, si
es que están correctamente formuladas y son inteligibles para
sus destinatarios. Por ello, a la propia autodisciplina que Peet
parece im ponerse para realizar un trabajo tan riguroso en su
elaboración como claro en su expresión, hay que añadir su

287
p re s e n c ia h a b itu a l e n t o d o t ip o d e d e b a te s in te le c tu a le s d o n d e
h a c e r o í r esas id e a s. E n to d a s las c o n tie n d a s a c a d é m ic a s e n las
q u e p a r tic ip a , P e e t se m u e s tr a in c is iv o y ta ja n te . H a b la c la ro ,
a lto y se co ; d a la im p r e s ió n d e n o h a b la r si n o es q u e tie n e
a lg o q u e d e fe n d e r y a rg u m e n ta r , y d e n o q u e d a rs e n u n c a a
m e d ia s tin ta s c u a n d o lo ha ce. L a c o n t u n d e n c ia q u e m u e s tra
e n sus p a la b ra s , a n te la c u a l a lg u n o s h a ce n e v id e n te s u in c o ­
m o d id a d , c o n s t it u y e y a u n ra s g o d i s t i n t iv o q u e le id e n tific a : es
f á c il le e r o b s e rv a c io n e s , n o s ie m p r e b e n e v o le n te s , ta le s c o m o
« y a sabes . .. s u e lta las v e rd a d e s , g u s te o n o » , « t í p ic o P e e t: ‘ e s to
es lo q u e p ie n s o : a p á ñ a te la s ’ » Q o n e s I I I , 2 0 0 1 : 7 6 2 ), « s ie m p re
a sa co » , « s ie m p re ta n d ir e c t o » , « P e e t p u e d e ser b r u t a l. ..»
(B a s s e tt, 19 99 : 2 5 2 ), e tc . L a f ir m e z a d e la q u e hace gala es a
m e n u d o o b je to d e c ie r ta d is p lic e n c ia e n u n m u n d o a c a d é m ic o
q u e m u c h a s vece s p a re c e v a lo r a r lo s m a tic e s y la s o fis tic a c ió n
p o r e n c im a d e l p r o p i o m e n s a je , p e r o P e e t a p a re n ta n o e s ta r
m u y p e n d ie n te d e lo q u e o p in a n d e é l c u a n d o , ta l y c o m o n o
se ca n sa d e r e p e tir , h a y t a n t o p o r d e c ir y p o r h a c e r.
E n c o n t r a m o s a m p lia m u e s tra d e sus in te r v e n c io n e s en lo s
d e b a te s q u e se h a n s u c e d id o e n las re v is ta s a ca d é m ic a s d e g e o ­
g r a fí a e n las ú ltim a s d é ca d a s. E n e lla s a p a re c e u n a e n o r m e c a n ­
t id a d d e c o m e n ta r io s , c r ític a s , ré p lic a s y c o n t r a r r é p lic a s q u e lo s
tr a b a jo s d e P e e t o lo s d e o t r o s h a n s u s c ita d o . P o r q u e t a m b ié n
e n c o n tr a m o s , y e llo n o s p a re c e e s p e c ia lm e n te d e f i n i t o r i o d e su
p e r s o n a lid a d y d e su « c o m p r o m is o in te le c tu a l» , a u n P e e t q u e
es a u t o r d e u n a c a n tid a d in s ó lit a (e n u n a c a d é m ic o d e su r a n g o
y r e c o n o c im ie n t o ) d e reseñas y c o m e n ta r io s d e o b ra s ajenas,
e n lo s q u e s ie m p re d e ja la h u e lla d e su p r o p i o p e n s a m ie n to . A
p a r t i r d e sus p o s ic io n e s en e sto s d iv e rs o s d e b a te s p r o p o n e m o s
e n este c a p í tu lo f in a l u n r e c o r r id o p o r a lg u n a s d e las c u e s tio n e s
q u e h a n s id o o b je t o d e s ta c a d o d e p o lé m ic a , e m p e z a n d o p o r el
p r in c ip a l c a b a llo d e b a ta lla : las a p o r ta c io n e s y las p é r d id a s q u e
h a c o n lle v a d o la c r í tic a a l m a r x is m o , p r im e r o e n f o r m a d e c r í ­

288
tic a a l e s t r u c t u r a lis m o y d e s p u é s c o m o c r í tic a t o ta l a l m o d e lo
m o d e r n o d e e x p lic a c ió n e n f o r m a d e p o s t m o d e r n is m o . A c o n ­
t in u a c ió n a b o rd a m o s o tr a s d o s c u e s tio n e s q u e h a n o c u p a d o
u n p a p e l p r e e m in e n te e n la t r a y e c t o r ia d e P e e t: lo s d e b a te s
s o b re e l d e s a r r o llo y las d is c u s io n e s a p r o p ó s it o d e la r e la c ió n
e n tre e c o n o m ía y c u ltu r a . F in a liz a m o s e l c a p í tu lo h a c ié n d o n o s
e c o d e c ó m o , p a ra P e e t, e l t r a b a jo c ie n t í f ic o (la g e o g ra fía e n su
c a s o ) d e b e p e n s a rs e , a n te s q u e n a d a , c o m o u n a h e r r a m ie n ta al
s e r v ic io d e la t r a n s f o r m a c ió n s o c ia l.

D efen d er el m arx ism o


U n a d e las b a ta lla s m á s c ru e n ta s q u e se l i b r ó e n la n u e v a g e o ­
g ra fía m a r x is ta d e la d é c a d a d e lo s s e te n ta n o v in o p r o v o c a d a
p o r lo s a ta q u e s d e l s e c to r p o lí t ic a m e n t e m á s c o n s e r v a d o r d e
la g e o g ra fía (e s to s se d a b a n n a t u r a lm e n t e p o r d e s c o n ta d o s ,
a u n q u e n o d e jó d e d a r a lg u n o s e je m p lo s m e m o r a b le s c o m o el
fu e g o c r u z a d o e n tre B r ia n B e r r y y D a v id H a r v e y ) 1 s in o d e la
m is m a iz q u ie r d a , e s p e c ia lm e n te a tra v é s d e la c r í t ic a a l m a r x is ­
m o e s tr u c tu r a lis ta .
P e e t s ie m p r e se h a m o s t r a d o c o n f ia d o e n e l p o t e n c ia l e x ­
p lic a t iv o y c la r if ic a d o r d e l m a t e r ia lis m o e s t r u c t u r a lis ta pe se a
q u e , se ñ a la , éste h a y a s id o e s p e c ia lm e n te m a lin t e r p r e t a d o :

E l e s t r u c t u r a lis m o p r o d u jo u n a n u e v a c la s e d e g e o g ra fía
m a r x is ta , h a c ie n d o h in c a p ié e n d e te r m in a d a s c a te g o ría s

1. El tono fue más que agrio. Mientras Brian Berry juzgaba el libro Social
Justice and the City de Harvey adviertiéndole que podía «sentarse largo tiempo
esperando a la revolución», Harvey respondía en un tono no menos acre, acusando
a Berry de utilizar críticas retóricas y poco convincentes con el único fin de «defen­
der las ideas dominantes de la clase dirigente» (Antipode, 6(2) 1974, pp. 142-149).
Peet, como editor de la revista, ha recordado cómo con el tiempo se llegó a arre-
pentir de haber suprimido determinadas expresiones «inadecuadas» que fueron
utilizadas entonces (Peet, 2006a).

289
analíticas como modo de producción o formación social, y
enfatizando las interrelaciones entre elementos en conexio­
nes significativas. El paso al estructuralismo en geografía
humana, que nunca llegó a completarse del todo, repre­
sentó una búsqueda de m ayor rigor y coherencia teórica.
Es también el período más tergiversado e infravalorado del
pensamiento geográfico y social. (Peet, 1998: 112)

Especial mención merece aquí la influencia ejercida por


el teórico marxista Louis Althusser (que, al decir de muchos,
fue siempre extremadamente m alinterpretado antes de caer
directamente en el olvido) y, en especial, por su teorización

Peet no solo es autor de una ingente producción científica sino que ha par­
ticipado intensamente a lo largo de su carrera en los debates intelectuales que se
han generado en el contexto de la geografía y las ciencias sociales. En la fotografía,
trabajando en su oficina de la Clark University. [Foto: N. Benach]

290
s o b re e l p a p e l d e la e c o n o m ía c o m o d e t e r m in a n t e in d ir e c t o
d e la p o lí t ic a , la id e o lo g ía y la c u lt u r a ( r e c o n c e p t u a liz a n d o la
d e te r m in a c ió n e n s u id e a c la v e d e « s o b r e d e te r m in a c ió n » ) . Y
si A lt h u s s e r h a b ía c o n c e n tr a d o sus e s fu e rz o s e n t e o r iz a r las
re la c io n e s e n tre e s tru c tu r a s , lo s g e ó g ra fo s m a rx is ta s in t e n t a ­
r o n h a c e r lo p r o p i o p e n s a n d o las re la c io n e s e n tre m o d o s d e
p r o d u c c ió n y e s p a c io . L a o b r a La cuestión urbana de M a n u e l
C a s te lls , q u e se h a b ía f o r m a d o e n F r a n c ia , f u e f u n d a m e n t a l
c o m o a p lic a c ió n d e l r a z o n a m ie n to a lth u s s e r ia n o a l e s p a c io
u r b a n o . E l p r o p i o P e e t, s ie m p r e m á s in te r e s a d o e n c u e s tio n e s
a m b ie n ta le s y en la r e la c ió n d e la s o c ie d a d c o n la n a tu r a le z a
q u e n o e n e l e s p a c io u r b a n o e n p a r tic u la r , h i z o s u p r o p ia in t e r ­
p r e ta c ió n d e l a s u n to e x te n d ie n d o la id e a d e a u t o n o m ía r e la tiv a
d e A lt h u s s e r a l e s p a c io y a las re la c io n e s e s p a cia le s (P e e t, 19 7 8 ,
1 9 8 1 ). P e e t p r o p o n í a la e s p e c ia liz a c ió n d e la g e o g ra fía e n d o s
re la c io n e s fu n d a m e n ta le s q u e f o r m a n p a r te d e la t o t a lid a d q u e ,
p o r d e f in ic ió n , es o b je t o d e e s tu d io d e l m a r x is m o : la r e la c ió n
d ia lé c tic a e n tr e f o r m a c io n e s s o c ia le s y e l m u n d o n a t u r a l, y las
re la c io n e s d ia lé c tic a s e n tre fo r m a c io n e s s o c ia le s in te g ra d a s e n
d ife r e n te s m e d io s .
C o n lo s exce so s y lo s d e fe c to s p r o p io s d e u n p e n s a m ie n to
q u e se ib a f o r m a n d o s o b re la m a r c h a , e l im p a c t o y la in flu e n c ia
d e l e s t r u c t u r a lis m o fu e e n o rm e , y su le g a d o e n la g e o g ra fía , se
q u ie r a o n o , está a ú n p re s e n te : « ••• e l e n fo q u e e s t r u c t u r a lis ta
h a d e ja d o u n a h u e lla p e r m a n e n te e n p o s ic io n e s g e o g rá fic a s
a c tu a le s p o r p a r te d e m u c h o s q u e n o se lla m a r í a n n u n c a a sí
m is m o s e s tr u c tu r a lis ta s » (P e e t, 19 98 : 1 2 4 ). E s a es p re c is a m e n te
la im p r e s ió n q u e se o b t ie n e re v is a n d o , a l c a b o d e 30 a ñ o s , lo s
g ra n d e s e n fr e n ta m ie n to s d ia lé c tic o s a p r o p ó s it o d e la v a lid e z
d e l e s t r u c t u r a lis m o e n g e o g ra fía . A u n q u e las c r í tic a s s u r g ie r o n
p o r d ife r e n te s b a n d o s , r e p r o d u c ie n d o e n p a r te lo s d e b a te s en
el p e n s a m ie n to s o c ia l (e s p e c ia lm e n te tra s la in c o r p o r a c ió n d e
las id e a s d e A n t o n i o G r a m s c i o tra s la fé rre a c r í tic a a A lt h u s s e r

291
por p a r te de E d w a rd Thom pson, c o n te s ta d a por P e rry
A n d e r s o n y q u e d io lu g a r a u n o d e lo s m á s cé le b re s d e b a te s en
la te o r ía s o c ia l), u n a d e las m a y o re s fu e n te s d e c o n t r o v e r s ia en
g e o g ra fía p r o v in o d e la d e n o m in a d a g e o g ra fía h u m a n is ta .
E l a r t í c u lo q u e e n 1 9 82 p u b lic a r o n Ja m e s D u n c a n y D a v id
L e y , u n a c r í t ic a e n to d a r e g la d e l e s t r u c t u r a lis m o e n g e o g ra fía ,
c a y ó c o m o u n a b o m b a y le v a n tó u n a a u té n tic a p o lv a r e d a e n tre
e l c o le c t iv o d e g e ó g ra fo s m a rx is ta s . Se tr a ta b a d e u n a c r í tic a
a p a re n te m e n te r ig u r o s a e n té r m in o s f ilo s ó f ic o s p e r o q u e c la ­
r a m e n te ib a d ir ig id a a d e s a c re d ita r e l m a r x is m o e n g e n e ra l m ás
q u e a c u e s tio n a r e s p e c ífic a m e n te e l m a r x is m o e s tr u c tu r a lis ta
e n g e o g ra fía . E n e l c a m in o , n o o b s ta n te , a u to re s e m b le m á tic o s
c o m o D a v id H a r v e y o e l m is m o P e e t e ra n b la n c o d e c rític a s
d e s c a rn a d a s p o r p a r te d e a q u e llo s a u to re s . Y a u n q u e P ee t,
m u y d o lid o e n su m o m e n t o p o r a q u e lla c r í tic a , ta n d u r a c o m o
in e s p e ra d a , n o q u is o r e s p o n d e r in m e d ia ta m e n te a ese a r t í c u -
lo , 2 sí lo h iz o a ñ o s m á s ta rd e . L o h iz o e n 1 9 8 9 e n u n t e x t o a
p r o p ó s it o d e lo s p r o b le m a s c o n c e p tu a le s p re s e n ta d o s p o r el
n e o m a r x is m o , y e n e l q u e ju s tific a b a la a u s e n c ia d e re s p u e s ­
ta a D u n c a n y L e y e n su m o m e n t o : «Su a r t í c u lo n o p r o v o c ó
re s p u e s ta d e lo s p r in c ip a le s g e ó g ra fo s ‘ e s tr u c tu r a lis ta s ’ c ita d o s
(H a rv e y , Peet y o tro s ) p o rq u e n o n o s re c o n o c im o s com o
a d e p to s a esa v e r s ió n d e la ‘ f ilo s o f í a d e la e s tr u c tu r a y e l h o lis -
m o ’ » (P e e t, 19 89 : 3 7 ).
E n 1 9 9 8 r e t o m ó e l te m a . E l t ie m p o t r a n s c u r r id o h a b ía
e n f r ia d o s in d u d a lo s á n im o s p e r o n o h a b ía r e b a ja d o la c o n ­
t u n d e n c ia d e lo s a r g u m e n to s . P e e t s e ñ a la q u e la le c t u r a h e c h o
p o r D u n c a n y L e y e ra e x tr e m a d a m e n te p a r c ia l, s im p lis t a y

2. Sí aparecieron respuestas inmediatas por pane de Chouinard y Fincher


(1983) que el mismo Peet califica de excesivamente tibias (Peet, 1998: 143). Ver asi­
mismo los comentarios de Peet sobre la polémica en la entrevista que publicamos
en este volumen.

292
c a r ic a tu r e s c a , y s u a ta q u e fu e c o n te s ta d o e n to n c e s p o r P e e t
c o n d ia t r ib a s d e l t i p o « n o c r it ic a n a l m a r x is m o e s t r u c t u r a lis ta
s in o a u n p r o d u c t o h e g e lia n o d e su p r o p i a im a g in a c ió n » , o
« c o n m e n te s in fe s ta d a s p o r im a g in a r io s e s p ir it u a le s y f a n ta s ­
m a g ó r ic o s , D u n c a n y L e y m a lin t e r p r e t a n t o t a lm e n t e e l m a r ­
x is m o e s t r u c t u r a lis ta » , o « D u n c a n y L e y c o n f u n d e n s u p r o ­
p ia m a lin t e r p r e t a c ió n id e a lis t a ( r e lig io s a y d e ba se m í s tic a ) d e
c o n c e p to s c o m o h o lis m o y d e t e r m in a c ió n c o n u n m a r x is m o
e s t r u c t u r a lis t a q u e e n r e a lid a d es s o b r e d e t e r m in is t a , m a t e r ia ­
lis ta (es d e c ir , a te ís ta ), d ia lé c t ic o y n o t e le o ló g ic o » (P e e t 19 9 8 :
1 4 4 -1 4 5 ). Y p e s e a las d e b ilid a d e s a r g u m e n ta le s q u e p r e s e n ­
ta b a , la c r í t ic a d e D u n c a n y L e y — y ese f u e e l p r i n c i p a l p r o ­
b le m a e n s u m o m e n t o — e n c o n t r ó a m p lio e c o e n u n a m b ie n te
c a d a v e z m á s g e n e r a liz a d o d e c r í t ic a a l p e n s a m ie n to m a r x is ta ,
c u e s t io n a d o s o b r e t o d o p o r e l c o n s e r v a d u r is m o p o lí t ic o , e
h iz o m e lla e n u n a g e o g r a fía h u m a n a m a r x is ta q u e e s ta b a
p e r d ie n d o la u n id a d y la c o n f ia n z a . D e s d e la p e r s p e c tiv a d e
h o y , e l a r t í c u lo d e D u n c a n y L e y c o n t ie n e a f ir m a c io n e s s o r ­
p r e n d e n te s c o m o la a c u s a c ió n de a b s tra c c io n e s r e ific a d o r a s
y a le ja d a s d e la r e a lid a d e m p ír ic a q u e a s u p a r e c e r m e re c e n
c a te g o ría s com o « c a p ita lis m o , t r a b a jo , fo r m a c ió n s o c ia l,
m odo de p r o d u c c ió n c a p it a lis t a , c o n t r a d ic c io n e s , e s ta d o ,
c la s e , s o c ie d a d y m e r c a d o » ( D u n c a n y L e y , 1 9 8 2 : 36 ). A la
v is t a d e l u s o , a ve ce s u n t a n t o d e s e n fr e n a d o , d ¿ m e tá fo r a s y
a n a lo g ía s d e l q u e h a h e c h o g a la la t e o r í a s o c ia l p o s t e r io r m e n ­
te , e l a r g u m e n t o d e D u n c a n y L e y p r o d u c e c ie r ta h ila r id a d
y n o se p u e d e s in o c o i n c i d i r c o n P e e t e n e l im p o r t a n t í s im o
le g a d o c o n c e p tu a l q u e esa e ta p a c o n lle v ó p a r a la g e o g r a fía y
p a ra la t e o r í a s o c ia l e n g e n e r a l. S in e m b a r g o , las c r ític a s m a s
d e m o le d o r a s a la g e o g r a fía m a r x is ta e s ta b a n a ú n p o r v e n ir ,
lle g a n d o a f o r m u la r s e c o n to d a s sus c a rg a s de p r o f u n d id a d a
p a r t i r de m e d ia d o s d e lo s a ñ o s o c h e n ta . P e e t, n a t u r a lm e n t e ,
e s tu v o a h í p a r a r e s p o n d e r .

293
L a c r í tic a p o s t e s t r u c t u r a lis t a y e l p o s tm o d e r n is m o
« e x tre m o »

E n m u c h a s o c a s io n e s P e e t h a d e ja d o c o n s ta n c ia d e s u d is g u s to
e x p lí c it o a n te c ie rta s p o s ic io n e s a n tim o d e r n a s q u e c u e s tio n a n
lo s p r in c ip io s d e la r a c io n a lid a d y la p o s ib ilid a d d e a p lic a r el
c o n o c im ie n t o a la m e jo r a d e la s o c ie d a d h u m a n a . Y a u n q u e es
m á s q u e r e c e p t iv o c o n d e te rm in a d a s id e a s p o s t e s t r u c t u r a lis -
tas (e n e s p e c ia l, las r e la c io n a d a s c o n la te o r ía d e l d is c u r s o d e
F o u c a u lt y su r e la c ió n c o n e l p o d e r ) , sus p o s ic io n e s c o n tr a r ia s
a l p o s t m o d e r n is m o se h a n m o s t r a d o c o n t o d a s u r o t u n d id a d
( in c lu s o « b r u t a lid a d » ) a p r o p ó s it o d e c u e s tio n e s c o m o la te x -
t u a lid a d o la c r í tic a a l d e s a r r o llo .
A u n q u e s ie m p r e e x p o n e sus id e a s c o n c la r id a d , q u iz á es
en Modern Geographical Thought (1 9 9 8 ), p u b lic a d o c u a n d o
y a se h a b ía n lib r a d o m u c h a s d e las b a ta lla s d ia lé c tic a s s o b re
esas c u e s tio n e s , d o n d e su p o s ic io n e s a p a re c e n d ib u ja d a s c o n
m a y o r n itid e z . A f i r m a P e e t q u e , a u n q u e las c re e n c ia s m o ­
d e rn a s a p r o p ó s it o d e l p o t e n c ia l li b e r a d o r d e la c ie n c ia , d e su
o p t im is m o y su fe e n u n p r o g r e s o i n f i n i t o h a n s id o c u e s tio ­
n a d a s e n m u l t i t u d d e o c a s io n e s a lo la r g o d e t ie m p o , p o c a s
lo h a n h e c h o c o n la v ir u le n c ia q u e u t il iz a r o n las p o s ic io n e s
re la c io n a d a s c o n el lla m a d o g i r o p o s t m o d e r n o . L a r e a c c ió n
c o n t r a e l e s t r u c t u r a lis m o y el m a r x is m o , h e re n c ia d ir e c ta d e l
e s ta d o c o n t e m p la t iv o q u e el p o s t - m a y o d e l 6 8 s u m ió a g ra n
p a r te d e la in te le c tu a lid a d d e l m o m e n t o , se m a n ife s tó c o m o u n
r e c h a z o s in c o n c e s io n e s a la r a z ó n m o d e r n a , a lim e n ta d a p o r
la r e c u p e r a c ió n d e las f ilo s o fía s a n tim o d e r n a s y e n e s p e c ia l d e
N ie tz s c h e .
Y , a u n q u e r e c e p t iv o a d e te rm in a d a s p o s ic io n e s p o s te s tr u c -
tu r a lis ta s c o m o la q u e c o n lle v a la n e g a c ió n d e la e x is te n c ia de
u n a v e r d a d o b je tiv a in d e p e n d ie n te d e las re la c io n e s de p o d e r,
a m e n u d o e n c o n tr a m o s a u n P e e t e n tre d is g u s ta d o y p e r p le jo
q u e se re s is te a a c e p ta r el a b a n d o n o d e t o d o lo q u e la c ie n c ia

294
m o d e r n a h a c o n s t r u id o a lo la rg o d e lo s ú lt im o s do s s ig lo s :
« L a f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a [ . . . ] es m á s q u e u n a c r í tic a d e la r a ­
z ó n , es u n a c r í tic a d e la h u m a n id a d m o d e r n a , u n a c r í tic a d e lo s
id e a le s h u m a n o s e x is te n te s , u n a c r í tic a d e lo q u e c o n o c e m o s y
d a m o s p o r s e n ta d o d e s d e e l s ig lo X V III» (P e e t, 19 98 : 19 6).
P e e t d is t in g u e e n tr a u n a f ilo s o f í a p o s t e s t r u c t u r a lis t a q u e
c r it ic a las c e rte z a s in c u e s tio n a b le s d e l m u n d o m o d e r n o y u n a
f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a q u e p r o p u g n a u n a r e s is te n c ia n i h il is t a
a las f u e r z a s d e la m o d e r n id a d . R e p r e s e n ta n te s d e s ta c a d o s
d e la p r im e r a s o n lo s t a n in f lu y e n t e s G e o rg e s B a t a ille y
F r ie d r ic h N ie t z s c h e y , s o b r e t o d o , M ic h e l F o u c a u lt , a l q u e
c o n s id e r a el filó s o fo p o s t e s t r u c t u r a lis t a de m ayor e n v e r­
g a d u r a y d e l q u e re s c a ta p r in c ip a lm e n t e sus id e a s s o b r e la s
p r á c tic a s d is c u r s iv a s . L a f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a , e n c a m b io , es
p r e s e n ta d a c o m o u n a f o r m a m á s e x t r e m a d e e s c e p tic is m o f i ­
lo s ó f ic o , y a ú n r e c o n o c ie n d o s u d iv e r s id a d , t ie n d e a a d o p t a r
p o s ic io n e s p o lí t ic a s m á s a n t i- m o d e r n a s q u e a n t ic a p it a lis ta s ,
n ih ilis t a s m á s q u e ra d ic a le s , la s c u a le s s o n a s u p a r e c e r d e l
t o d o in a d m is ib le s . M á s a ú n p a re c e d o le r le la lle g a d a d e esas
id e a s p r e c is a m e n te d e la m a n o d e t e ó r ic o s q u e m a d u r a r o n e n
u n a c u l t u r a d e iz q u ie r d a s e n la s q u e e l m a r x \ s m o se d a b a p o r
s e n ta d o c o m o p u n t o d e p a r t id a . P e e t n o lo g r a e n t e n d e r la
e x is te n c ia d e c ie rta s p o s ic io n e s si n o es q u e e s tá n m o tiv a d a s
e n b u e n a p a r te p o r c ir c u n s ta n c ia s y d e c is io n e s q u e t ie n e n q u e
v e r c o n lo p e r s o n a l m á s q u e c o n lo c ie n t í f ic o ; e n e l s ig u ie n te
p á r r a f o , q u e d e d ic a a lo s a n t ig u o s p e n s a d o re s c r í t ic o s i z ­
q u ie r d is t a s lu e g o c o n v e r t id o s a l e s c e p tic is m o , se m u e s tr a , e n
su m e jo r e s t ilo , e s p e c ia lm e n te a cre :

[e l p o s t m o d e r n is m o ] h a c e f r e n t e a l m a r x is m o c o n u n a f u ­
r ia in n e c e s a ria , e x p lic a b le e n g r a n m e d id a p o r e l c in is m o
d e la m e d ia n a e d a d , q u e se re ju v e n e c e c o n u n a v e n g a n z a
s u r g id a d e la a m a rg a d e s ilu s ió n r e v o lu c io n a r ia y c o n u n a

295
c o m p le jid a d m o t iv a d a p o r la b ú s q u e d a de r e c o n o c im ie n t o
in d iv id u a l. (P e e t, 19 98 : 2 1 6 )

La p r im e r a e n tra d a d e l p e n s a m ie n to p o s tm o d e rn o en
g e o g ra fía fu e e l r e s u lta d o d e la in c o r p o r a c ió n d e las id ea s d e l
in f lu y e n t e a r t í c u lo d e F r e d r ic J a m e s o n s o b re la ló g ic a c u lt u r a l
d e l c a p it a lis m o t a r d í o (1 9 8 4 ). U n a u t o r q u e fu e in s p ir a c ió n ,
e n tre o t r o s , p a ra d o s o b ra s m a y ú s c u la s q u e a p a r e c ie r o n en
1 9 89 : The Condition o f Postmodernity d e D a v id H a r v e y y
Postmodern Geographies de E d w a r d S o ja (vé a se B e n a c h y
A lb e t , 2 0 1 0 ). T a n t o lo s tr a b a jo s d e H a r v e y c o m o los d e S o ja
in c o r p o r a b a n n u e v a s p r e o c u p a c io n e s a u n p e n s a m ie n to g e o ­
g r á fic o d e ba se m a r x is ta , e l p r im e r o d a n d o m a y o r e n tr a d a a
c u e s tio n e s c u ltu r a le s e n su r ig u r o s o m a t e r ia lis m o y e l s e g u n d o
a m p lia n d o sus id e a s p re v ia s s o b re la d ia lé c tic a s o c io -e s p a c ia l
c o n m a y o r é n fa s is e n H e n r i L e f e b v r e y en M ic h e l F o u c a u lt.
E so s tr a b a jo s s o b re e l p o s t m o d e r n is m o p o r p a r te d e a u to r e s
« m o d e r n o s » , c o m o lo s c a lif ic a c o n e v id e n te s im p a tía P e e t,
f u e r o n e n o r m e m e n te in flu y e n t e s y h a n q u e d a d o c o m o o b ra s
c la v e d e la g e o g ra fía . S in e m b a rg o , c o m o se a fa n a e n s e ñ a la r
P e e t, la lle g a d a d e la d é c a d a d e 1 9 9 0 t r a jo la a p a r ic ió n d e u n a
n u e v a g e n e ra c ió n d e g e ó g ra fo s c r í tic o s ( s in f o r m a c ió n m a r x is -
ta ), in c lu s o d e iz q u ie r d a s , p e r o q u e v e ía n el m a r x is m o c o m o
p a r te d e l p r o b le m a m á s q u e la s o lu c ió n (P e e t, 19 98 : 2 2 6 ).
P e e t se h a m o s t r a d o e n o r m e m e n te c r í t ic o c o n la te n d e n c ia
d e m u c h o s g e ó g ra fo s p o s t m o d e r n o s a re c re a rs e e n la in t e r p r e ­
ta c ió n d e las p a la b ra s de o t r o s , a caer e n u n a c a d e n a in t e r m in a ­
b le d e c ita s d e tr a b a jo s q u e a s u v e z se b a s a n e n o t r o s , y q u e a l
f in a l e n p o c o c o n t r ib u y e n a u n m e jo r e n t e n d im ie n t o d e n a d a .
E n el m e jo r de lo s caso s, d ic e P e e t, esta g e o g ra fía p o s tm o d e r n a
ilu m in a a lg u n a p e r s p e c tiv a fr a g m e n t a r ia d e a lg ú n a s p e c to d e l
m u n d o p o s t m o d e r n o . E n e l p e o r, «la g e o g ra fía p o s t m o d e r n a
es u n t i p o d e a u t o g r a t if ic a c ió n p r iv ile g ia d a y e g o ís ta , m o s tr a d a

296
e n e n s a y o s q u e s e rp e n te a n e n tre la id io s in c r a s ia p e r s o n a l y p e ­
re z o s o s p e d a z o s d e in v e s tig a c ió n , p r in c ip a lm e n t e c o n s is te n te
e n e l t r a b a jo d e le c tu r a d e o t r o s tr a b a jo s » (P e e t, 19 98 : 2 2 6 ).
P e e t se m u e s tr a n a d a c o n d e s c e n d ie n te c o n este t ip o d e g e o ­
g r a fía p o s tm o d e r n a , a u n q u e lle v a c u id a d o d e n o g e n e r a liz a r y
d e v a lo r a r e l t r a b a jo r e a liz a d o p o r a lg u n o s g e ó g ra fo s b r i t á n i ­
cos c o m o C h r is P h ilo , p a r tic u la r m e n te e n su c o n c e p c ió n d e
« g e o g ra fía s m o ra le s » y s u e xé g e sis d e F o u c a u lt. P r e c is a m e n te
e l p e n s a m ie n to d e F o u c a u lt ( e n p a r t ic u la r su n o c ió n d e e sp a -
c ia lid a d d e l p o d e r ) h a b ía h e c h o u n a e n tra d a f u lm in a n t e en
g e o g ra fía h u m a n a d e la m a n o d e l m is m o a n á lis is d e P h ilo y, u n
p o c o a n te s , d e E d w a r d S o ja e n la y a m e n c io n a d a Postmodern
Geographies. H a y q u e s e ñ a la r q u e P e e t, q u e h a s id o c a lif ic a d o
e n m á s d e u n a o c a s ió n c o m o « m a r x is ta im p e n it e n t e » , 3 h a s id o
m u y r e c e p t iv o a a lg u n a s d e esas id e a s , e n p a r t ic u la r a la u t i l i ­
d a d d e in c o r p o r a r la n o c ió n d e d is c u r s o d e F o u c a u lt a l a n á lis is
« m a te ria lis ta » .
L a p o te n c ia d e l a n á lis is d e l d is c u r s o d e r iv a d a de F o u c a u lt
c o n tra s ta fu e rte m e n te , p a r a P e e t, c o n la escasa a p o r ta 'c ió n d e l
g i r o lin g ü í s t ic o q u e t a n t o p a r e c ió d a r d e sí e n g e o g ra fía e n su
m o m e n t o . P e e t se m u e s tr a e s p e c ia lm e n te i r r i t a d o c o n u n u s o
d e l le n g u a je m u c h a s vece s e n re v e s a d o y p r o c liv e a re c re a rs e
e n sí m is m o y q u e in e lu d ib le m e n te aca b a p a r c o n lle v a r u n a
d o s is c o n s id e r a b le d e e lit is m o in te le c tu a l. P o r e je m p lo , e n u n a
d e sus re se ñ a s c r ític a s s o b re u n l i b r o q u e a b o rd a b a c u e s tio n e s
a m b ie n ta le s d e sd e u n a p e r s p e c tiv a « p o s t» , P e e t s e ñ a la b a q u e
« e sto s e n s a y o s n o lo s p u e d e le e r c u a lq u ie r p e rs o n a , s in o q u e
r e q u ie r e n a ñ o s d e c a ra p r e p a r a c ió n , la c r e a c ió n d e m e n te s d e
é lit e a fin a d a s c o n las c a d e n c ia s d e l p e n s a m ie n to f ilo s ó f ic o ,

3. Él mismo bromeó con el epíteto al replicar la crítica a uno de sus artículos


con el título «Confesiones de un marxista impenitente» (Peet, 1986).

297
m e n te s capaces de v e r a tra v é s de la d e n s a m a ra ñ a de fra se s
a b s tra c ta s . .. m e n te s ca p a ce s d e re e la b o r a r la s e n t é r m in o s a u n
m á s a b s tra c to s a l p a s a r a u n d is c u r s o h a b la d o , e s p e c ia lm e n te
e s c r ito . L a f ilo s o f í a p o s e s t r u c t u r a lis t a es e l le n g u a je d e u n a
n u e v a é lite in te le c tu a l c o n sus p r o p io s e s tá n d a re s d e e n tra d a ,
sus p r o p io s ritu a le s d e p o d e r , sus p r o p ia s p a la b ra s y sus p r o ­
p ia s id e a s h e g e m ó n ic a s » (P e e t, 1 9 9 7 b : 4 7 8 ). E n a lg u n a o c a s ió n ,
in c lu s o lle g a a a f ir m a r q u e la in t e r p r e t a c ió n d e las in t e r p r e t a ­
c io n e s d e las in te r p r e ta c io n e s n o h a c e s in o d e s v ia r la a te n c ió n
d e lo s te m a s u rg e n te s y q u e « ¡la in t e r t e x t u a lid a d es e l o p io de
la in te llig e n t s ia !» (P e e t, 1 9 9 9 ).
P e ro si a lg u n a c u e s tió n fu e o b je to e s p e c ífic o d e la r g o d e b a te
d e n t r o d e l m u n d o a c a d é m ic o d e la g e o g ra fía , esta es la q u e se
r e la c io n a b a c o n e l p a is a je . L a p ro p u e s ta d e Jam e s D u n c a n (q u e
y a h a b ía p a r tic ip a d o e n a q u e lla d e s p ia d a d a c r í tic a a l p o s te s tr u c -
t u r a lis m o c o n D a v id L e y ) y T r e v o r B a rn e s d e t e o r iz a r e l « p a isa ­
je c o m o te x to » (B a rn e s y D u n c a n , 19 9 2 ) f u e o b je to d e re c h a z o
s in p a lia tiv o s p o r p a rte d e a u to re s c o m o P eet. E n p a r tic u la r , la
id e a d e « le e r» el p a is a je e x a c ta m e n te d e l m is m o m o d o c o m o se
le e u n te x to , d e s o s te n e r q u e lo s « te x to s » c o n s t it u y e n d e h e c h o
la re a lid a d , era a lg o t o t a lm e n t e in a c e p ta b le p a ra q u ie n d e fie n d e
- la m a te r ia lid a d d e la v id a s o c ia l y, p o r ta n to , la p o s ib ilid a d de
t e o r iz a r la . B a rn e s y D u n c a n , p o r e l c o n t r a r io , s irv ié n d o s e d e las
c rític a s al o b je tiv is m o , n o m o s tr a b a n re p a ro a lg u n o e n a f ir m a r
q u e , y a q u e lo re a l s o lo p u e d e e x p re s a rs e e n té r m in o s te ó ric o s ,
« n o tie n e s e n tid o c o n tra s ta r la te o ría c o n u n m u n d o n e u tr a l
e x te rio r » q u e p a ra estos a u to re s es en c o n s e c u e n c ia in e x is te n te .
P o rq u e , c o m o a firm a D u n c a n , lo s pa isa je s n o s o n u n m e ro r e f le ­
j o d e la c u ltu r a ( c o m o p o d ía e n te n d e rs e en la g e o g ra fía c u ltu r a l
tr a d ic io n a l) s in o q u e s o n c o n s tru c c io n e s lin g ü ís tic a s , n a rra tiv a s
d e la o rg a n iz a c ió n s o c ia l ( D u n c a n , 1990).
L o s p a is a je s , a f ir m a P e e t e n u n a d u r ís im a re s e ñ a c r í tic a d e l
l i b r o d e D u n c a n (P e e t, 1 9 9 3 ), p u e d e n d e s e m p e ñ a r u n p a p e l

298
id e o ló g ic o de p r i m e r o r d e n n a t u r a liz a n d o e l o r d e n s o c ia l p e r o
este p r o c e s o p u e d e p a s a r in a d v e r t id o a m e n o s q u e e l in v e s t ig a ­
d o r se c e n tr e e n d e s e n m a s c a ra r y d e s n a tu r a liz a r esos a s p e c to s
id e o ló g ic o s ; d e lo c o n t r a r io , « p o d r ía s u c e d e r q u e u n a p e r s ­
p e c tiv a p o s t e s t r u c t u r a lis t a c o n u n a p o s ic ió n a p a r e n te m e n te
c r ític a , n o h ic ie r a s in o s e r v ir a in te re s e s p o lí t ic o s n e o c o n s e rv a -
d o re s » (P e e t, 19 93 : 18 4).
P e e t se m u e s tr a m u y c r í t ic o c o n la « in t e r t e x t u a lid a d » , q u e
n o le p a re c e s in o u n a n u e v a f o r m a d e id e a lis m o : «S i lo s te x to s
n o e x p re s a n la e x p e rie n c ia s o c ia l d e l m u n d o re a l, a u n q u e sea
e n fo r m a s m u y m e d ia tiz a d a s , e n to n c e s ¿ c o n q u é e s tá n r e la c io ­
n a d o s ? C o m o e n D e r r id a , la re s p u e s ta es ‘ c o n o t r o s t e x t o s ’ »
(P e e t, 19 93 : 1 8 7 ). P o r e l c o n t r a r io , u n a v ía in te p r e ta tiv a c a p a z
d e r e la c io n a r e l p a is a je c o n las re la c io n e s d e p o d e r, in s p ir a d a
p o r e l m a t e r ia lis m o c u lt u r a l d e R a y m o n d W illia m s o e l m a r x is ­
m o e x is te n c ia l d e J o h n B e r g e r es p a ra P e e t m u c h o m á s r e le v a n ­
te p o r s u c a p a c id a d d e r e la c io n a r e l p a is a je c o n e l c a p it a lis m o
y las re la c io n e s c a p ita lis ta s ( u n e je m p lo d e esa v ía d e a n á lis is
f u e d e s a r r o lla d a p o r e l m is m o P e e t e n su t r a b a jo s o b r e u n m o ­
n u m e n to ic ó n ic o e n e l p a is a je d e N u e v a I n g la t e r r a (P e e t, 1 9 9 6 )
d o n d e e la b o r a el e x p r e s iv o c o n c e p to d e « r e g u la c ió n d is c u r s i­
v a » ). E n é l h a c e a b u n d a n te u s o d e las id e a s d e M ic h e l F o u c a u lt,
C o r n e liu s C a s to r ia d is y d e la s e m ió tic a e s p a c ia l, a la q u e , en
c o n tr a s te c o n la id e a d e l « p a is a je c o m o t e x to » sí c o n c e d e u n a
n o t a b le u t il id a d a l p e r m i t i r c o n e c ta r c u e s tio n e s d e cla se, g é n e ­
r o o e d a d c o n las c o n c e p c io n e s d e l e s p a c io (P e e t, 1 9 9 4 b ).
H a y q u e d e c ir , s in e m b a r g o , e n h o n o r a la v e r d a d , q u e
D u n c a n ( q u iz á e n r e c u e r d o d e s u p a r t ic ip a c ió n e n e l a r t í c u ­
lo j u n t o a L e y q u e e n c e n d ió lo s á n im o s ) h a s id o u n b la n c o
p r e d ile c t o d e la s ira s d e P e e t, m ie n t r a s q u e B a rn e s p a re c e
m e r e c e r le u n a c o n s id e r a c ió n a lg o d ife r e n te . N o en v a n o ,
e l m is m o B a rn e s e n s u re s p u e s ta a la c r í t ic a d e P e e t, tra s
c o n t e s t a r m a t iz a d a m e n t e p u n t o p o r p u n t o la s o b je c io n e s d e

299
é ste , s e ñ a la q u e a p e s a r de las d is e n s io n e s , n o tie n e re p a r o s
e n m a n if e s t a r su a c u e r d o c o n la u t il id a d d e u n a p e r s p e c tiv a
m a r x is ta y d e fie n d e s u t r a b a jo c o m o u n a c o n t r i b u c ió n a esa
t r a d i c ió n (B a r n e s , 1 9 9 4 ).
M ie n t r a s a lg u n o s , c o m o B a rn e s , p a re c ía n t e n d e r la m a n o ,
m u c h o s o t r o s la c e rra b a n . P e e t se h a m o s t r a d o a m b iv a le n te ,
a b ie r to a n te las id e a s q u e m e jo r a n y c o m p le ta n su p e n s a m ie n ­
t o , p e r o c o m p le ta m e n te b lin d a d o a n te las q u e lo d e s v ía n . E n
p a r tic u la r , t o m a a q u e lla s id e a s d e l « p o s t e s t r u c t u r a lis m o » q u e
p r e s e r v a n y e n r iq u e c e n la base m o d e r n is ta , p e r o re c h a z a las
d e u n « p o s t m o d e r n is m o » q u e p r o d u c e te o ría s in ba se o n t o ló -
g ic a y q u e se d e s e n tie n d e d e la p o lí t ic a d e l p r o y e c t o m o d e r n o
d e m e jo r a d e la c o n d ic ió n h u m a n a . L a h o s t ilid a d h a c ia lo s
c o n s ta n te s ju e g o s d e p a la b ra s s in p r o f u n d id a d a lg u n a d e la
q u e h a c e n g a la a lg u n o s p o s t m o d e r n is ta s e x tr e m o s y su f a lta
d e c o m p r o m is o p o lí t ic o e n fu r e c e a P eet: « C u a n d o e l d is c u r s o
es e l m a y o r e n e m ig o y la in t e r p r e t a c ió n se p o s t u la c o m o el
p r in c ip a l a c to p o lí t ic o , e l p o s t m o d e r n is m o c o m o id e a lis m o
d is c u r s iv o d e g e n e ra e n n ih ilis m o e n e l m e jo r d e lo s caso s, y en
u n a e s p e c ie d e c o n s e r v a d u r is m o a c a d é m ic o e lit is t a e n e l p e o r»
(P e e t, 19 9 8 : 2 4 2 ).
L a s p o s ic io n e s se h a n m o s t r a d o e x tr e m a d a m e n te b e li­
g e ra n te s la s m á s d e las ve ce s. Y , s in e m b a r g o , e l t r e m e n d o
in t e r c a m b io d e g o lp e s d ia lé c t ic o s n o le h a h e c h o p e r d e r n i
un á p ic e d e c o n f ia n z a e n las p o s ib ilid a d e s d e l m a r x is m o
com o h e r r a m ie n t a in t e r p r e t a t iv a y tra n s fo rm a d o ra . En el
a ñ o 2 0 0 0 a f ir m a b a c o n m o r d a c id a d : « A h o r a se s u p o n e q u e
[ e l m a r x is m o ] está m u e r t o y e n t e r r a d o [ . . . ] E n su lu g a r t e n e ­
m o s e l n e o lib e r a lis m o e n la d e r e c h a y e l p o s t m o d e r n is m o e n
la iz q u ie r d a , lo s d o s ig u a l d e in e fic a c e s p a r a p o n e r r e m e d io
a l h a m b r e d e lo s n iñ o s y a la d e s t r u c c ió n d e la n a tu r a le z a »
y s e g u ía c o n u n a v is i ó n c ie r ta m e n te e s p e ra n z a d a d e l e s ta d o
a c tu a l d e l m a r x is m o :

300
H o y h a y u n c lim a in te le c tu a l m ás s a lu d a b le e n lo s c í r c u ­
lo s m a rx is ta s . E n c o m p a r a c ió n , lo s p o s tm o d e r n is ta s e stá n
a ta s c a d o s e n e l p a s a d o , r e v e r e n c ia n d o a D e le u z e , D e r r id a
y L a c a n , ta n n e c e s a rio s p a ra e s ta r a l d ía c o m o e n s u d ía
l o f u e r o n p a ra s e r c o r r e c to s las c ita s d e M a r x , L e n in y
A lth u s s e r . R e a lm e n te , p o d e m o s c o n c lu ir q u e los m a rx is ta s
s o n m á s lib re s p a ra d e c ir lo q u e q u ie r e n , u t il iz a r lo q u e d e ­
se a n , y a c a b a r d o n d e q u ie r e n , m á s q u e n in g ú n o t r o g r u p o
c o h e r e n te d e te ó ric o s s o c ia le s . ¡ N u e s t r o « d e c liv e y ca íd a »
n o s h a h e c h o lib r e s ! (P e e t, 2 0 0 0 b : 4 9 8 )

E l d e s a r r o llo c o m o d i s c u r s o y e l m o d e r n i s m o c r í t i c o

L a c u e s tió n d e l d e s a r r o llo h a c o n s t it u id o u n e je d e r e f le x ió n
q u e a tra v ie s a la c a r r e r a d e P e e t d e s d e lo s o c h e n ta y q u e se ha
n u t r i d o d e s d e e l p r i n c ip io d e las te o ría s m a rx is ta s d e s a rro lla d a s
e n o tra s d is c ip lin a s s o c ia le s . Y a e n 1 9 8 0 , d u r a n te su e s ta n c ia en
A u s t r a lia , c o o r d in a u n v o lu m e n s o b r e las te o ría s m a rx is ta s d e l
d e s a r r o llo (P e e t, 1 9 8 0 ) q u e n o p r e te n d ía i r m u c h o m á s a llá d e
p r e s e n ta r c r ític a m e n te id e a s e n to n c e s e n c ir c u la c ió n c o m o las
d e A n d r é G u n d e r F r a n k s o b re la d e p e n d e n c ia , las d e A r g h i r i
E m m a n u e l s o b re e l in te r c a m b io d e s ig u a l o las d e S a m ir A m i n
s o b re la a c u m u la c ió n c a p ita lis ta m u n d ia l. P o s te r io r m e n te ,
P e e t s ig u ió e n e l te m a p u b lic a n d o su Global Capitalism.
Theories o f Societal Developm ent (1 9 9 1 ) e n e l q u e — m a rc a de
la casa— in te n t a d e c ir « e l m á x im o d e cosas e n e l m e n o r e s p a c io
p o s ib le » y e n e l q u e sus c r í tic o s d e s ta c a ro n t a n t o la e x c e le n te
c o m p e te n c ia d e P e e t e n la p re s e n ta c ió n c r í tic a d e las te o ría s d e
la m o d e r n iz a c ió n c o m o su a fe c c ió n p o r e l m a r x is m o e s tr u c -
t u r a lis t a , p o r la c u a l r e c ib ió , s in e m b a r g o n u m e ro s a s c r ític a s
( N ie ls e n , 1 9 9 1 ; M c G e e , 1 9 9 2 ).
M u c h o m á s c o n t u n d e n te se m o s t r ó S tu a r t C o r b r id g e , c o n
q u ie n P e e t h a m a n te n id o d iv e r s o s in te r c a m b io s c r í tic o s b a s ­

301
ta n te c o r re o s o s ( p o r e je m p lo , P e e t, 1 9 9 4 a ). C o r b r id g e la n z a
u n a ta q u e e n to d a re g la a l li b r o d e P e e t de sd e to d o s lo s fla n c o s
( a t r ib u y e fa lsa s o p in io n e s a o t r o s a u to re s , te n d e n c io s o p o l í t i ­
c a m e n te , r e v e re n c ia l c o n la t e o r ía m a r x is ta , in c a p a z de re c o g e r
lo s a r g u m e n to s a je n o s . . . ) lo q u e s u g ie re n o s o lo u n n o ta b le
g r a d o d e a n tip a tía p e r s o n a l c o n e l a u t o r q u e re s e ñ a s in o su
u s o c o m o c a b e z a d e t u r c o id e a l p a ra a ta c a r t o d o e l m a r x is m o
e s t r u c t u r a lis ta ( C o r b r id g e , 1 9 9 2 ). E ll o e v id e n c ia q u e t a m b ié n
estas te o ría s d e l d e s a r r o llo f u e r o n b la n c o f a v o r i t o d e las c r í ­
tic a s p o s t e s tr u c tu r a lis ta s , y a q u e o fr e c ía n la o c a s ió n p e rfe c ta
p a ra m o s t r a r a b ie r ta m e n te s u e s c e p tic is m o a n te lo q u e n o era
s in o u n a id e a c e n tr a l d e l p r o y e c t o m o d e r n o .
La a p lic a c ió n de la s id e a s f o u c a u lt ia n a s s o b re p o d e r,
d is c u r s o y c o n o c i m ie n t o d i e r o n de ll e n o e n p la n te a m ie n t o s
s o b r e e l d e s a r r o llo q u e , p a r a u n r e c o n o c id o a u to r c o m o
A r t u r o E s c o b a r ( 1 9 8 4 ), n o e r a n s in o e l ú l t i m o c a p í t u lo d e
la la r g a h i s t o r i a d e e x p a n s ió n d e la r a z ó n o c c id e n t a l: e l p r o ­
y e c t o d e e m a n c ip a c ió n g lo b a l d e la r a z ó n t e n ía s u la d o o s ­
c u r o e n la d o m in a c ió n (P e e t, 1 9 9 8 : 2 3 5 ). D e h e c h o , E s c o b a r
p r e t e n d í a in c o r p o r a r la c r í t ic a d e l d is c u r s o a la c u e s t ió n d e l
d e s a r r o llo . S in e m b a r g o , i n i c i ó u n a a v a la n c h a d e c r í tic a s a
las te o ría s d e l d e s a r r o llo e n f o r m a de c r í tic a s a l e s t r u c t u r a -
lis m o . E n 1 9 9 4 , e l m is m o P e e t a f ir m a b a q u e « la t e o r í a d e l
d e s a r r o llo e stá e n c r is is » , a s e v e r a c ió n q u e r e s p o n d í a t a n t o
a l fr a c a s o d e la s p o lí t ic a s d e d e s a r r o llo e n e l T e r c e r M u n d o
c o m o a la c a n t id a d d e c r í tic a s q u e se v e n ía n p r o d u c ie n d o a
las te o ría s e x is te n te s p o r su in c a p a c id a d de t r a t a r la c o m p le ­
ji d a d d e l m u n d o re a l.
L a s « n u e v a s d ire c c io n e s en la te o ría d e l d e s a r r o llo » , ta l
c o m o re z a b a e l t i t u l o d e u n v o lu m e n re s e ñ a d o p o r P ee t (P e e t,
1 9 9 4 a ) in c lu í a n así c u e s tio n e s ta n d iv e rs a s c o m o la t e o r ía d e
la r e g u la c ió n , e l p o s t im p e r ia lis m o , lo s e n fo q u e s o r ie n ta d o s a l
a c to r, lo s e s tu d io s d e g é n e ro , e l d e s a r r o llo s o s t e n ib le . . . c u y o

302
o b je t iv o era g e n e ra r tr a b a jo s q u e p u d ie r a n d a r c u e n ta d e la
d iv e r s id a d n a c io n a l, de g é n e ro , de cla se o la h e te r o g e n e id a d
d e las e s tr u c tu ra s a g ra ria s . E n fo q u e s s e m e ja n te s e ra n in c lu id o s
e n o t r o s v o lú m e n e s ca si c o e tá n e o s s o b re e l m is m o te m a , e n e l
q u e se m o s tr a b a d e n u e v o la f u e r z a d e l a n á lis is d e l d is c u r s o
p a ra e x a m in a r e l d e s a r r o llo . P e e t m u e s tra a b ie r ta s im p a tía p o r
el n u e v o e n fo q u e p e se a s e ñ a la r las d ific u lt a d e s c a s i in s a lv a b le s
p a ra e s ta b le c e r lo s m e c a n is m o s m e d ia n te lo s c u a le s e l p o d e r y
la c u lt u r a c o n d ic io n a n e l d is c u r s o . E ll o es d e b id o , a d u c e P e e t,
a la in s u f ic ie n t e s ín te s is d e las te o ría s m a rx is ta s d e la id e o lo g ía
c o n e l a n á lis is d e l d is c u r s o d e F o u c a u lt, d e m o d o q u e « m á s q u e
a b a n d o n a r lo , c o m o h a h e c h o la m a y o r p a r te d e te o r ía p o s te s -
t r u c t u r a lis t a , la t e o r í a d e l d e s a r r o llo d e b e s e r a n a liz a d a , in c lu ­
so s a c u d id a d e a r r ib a a b a jo , e n t é r m in o s d e c o n t r a d ic c io n e s
p a ra lib e r a r sus in te n c io n e s , te c n o lo g ía s y p rá c tic a s p o t e n c ia l­
m e n te e m a n c ip a d o ra s » (P e e t, 19 97a: 2 5 9 ). C o n esta in t e n c ió n
lle g a a u n a r e f o r m u la c ió n d i d e s a r r o llo m e d ia n te e l c o n c e p to
d e « m o d e r n is m o c r í tic o » , u n c o n c e p to p e n s a d o p r e c is a m e n te
p a ra p e r m i t i r ese d iá lo g o e n tr e e l m a t e r ia lis m o y la te o r ía d e l
d is c u r s o p o s te s tr u c tu r a lis ta .
En 19 99 , Peet p u b lic ó (e n c o la b o r a c ió n con E la in e
H a r tw ic k ) Theories o f Development, u n li b r o q u e se in ic ió
com o una r e v is ió n d e s u G lobal Capitalism tra s lo s d e b a te s
h a b id o s s o b r e e l te m a p e r o q u e a c a b ó c o n v ir t ié n d o s e en a lg o
c o m p le ta m e n te n u e v o . U n a n u e v a e d ic ió n e n 2 0 0 9 c u lm in a r ía
el p r o c e s o d e r e v is ió n p e r m it ie n d o la in c lu s ió n d e la s p o lé m i­
cas y c o n tro v e r s ia s g e n e ra d a s a lo la r g o d e l t ie m p o . A s í, esa
ú l t i m a v e r s ió n se o c u p a d e r e v is a r las te o ría s c o n v e n c io n a le s
s o b re e l d e s a r r o llo (d e s d e la e c o n o m ía c lá s ic a y n e o c lá s ic a ,
e l p a s o d e l k e y n e s ia n is m o a l n e o lib e r a lis m o , y e l d e s a r r o llo
v is t o c o m o m o d e r n iz a c ió n ) , las te o ría s c r ític a s s o b re e l d e s a ­
r r o l l o (e l m a r x is m o y e l s o c ia lis m o , e l p o s t e s t r u c t u r a lis m o ,
p o s t c o lo n ia lis m o y p o s t d e s a r r o llo , y las te o ría s fe m in is ta s

303
d e l d e s a r r o llo ) , p a ra f in a liz a r c o n la p r o p u e s ta m e n c io n a d a d e
« m o d e r n is m o c r í t ic o » . 4
E n esta o b ra , P e e t y H a r t w i c k d e fie n d e n fé r re a m e n te lo s
p r in c ip io s « e m a n c ip a d o re s » d e l d e s a r r o llo (e l l i b r o se in ic ia
c o n la a f ir m a c ió n d e q u e « e l d e s a r r o llo s ig n ific a h a c e r u n a v id a
m e jo r p a ra t o d o e l m u n d o » ) a b o g a n d o p o r esa p o s ic ió n « m o ­
d e r n is ta c r ític a » q u e re s c a te e l d e s a r r o llo t a n to d e lo s n e o lib e r a ­
les c o m o d e lo s n e o id e a lis ta s , t a n t o d e las m a n o s d e lo s a u to re s
n e o c lá s ic o s lib e ra le s y a g e n cia s c o m o e l B a n c o M u n d ia l, c o m o
d e lo s t r a ta m ie n to s d e m o d a y p o c o s u s ta n c ia le s p o r p a r te de
a lg u n o s a u to re s p o s tm o d e r n o s . E l li b r o f u n c io n a b ie n c o m o
p r e s e n ta c ió n d e las p r in c ip a le s te o ría s s o b r e e l d e s a r r o llo a lo
la r g o d e l t ie m p o , c o m o r e c o n o c e n to d a s las c r ític a s re c ib id a s .
O t r a co sa es c ó m o es in te r p r e ta d a su a b ie r ta o p o s ic ió n a lo s
a r g u m e n to s a n tid e s a r r o llo . L a c r ític a m ás la r g a y e la b o ra d a
fu e la q u e les d e d ic ó J o h n P ic k le s , q u ie n les a c u s ó d e a d o p ta r
u n a p o s ic ió n m u y c e rra d a a n te las c r ític a s p o s tm o d e r n a s , p o s -
te s tr u c tu r a lis ta s , p o s tc o lo n ia le s y p o s td e s a r r o llis ta s , c o m o si
« p a ra lo s a u to r e s e x is tie ra n lo s m a rx is ta s y n e o m a rx is ta s p o r u n
la d o y to d o s lo s ‘ p o s t ’ d e u n t i p o u o t r o , p o r el o t r o » ( P ic k le s ,
2 0 0 1 : 3 8 6 ). A f ir m a P ic k le s q u e lo s a u to re s p a re c e n s e n tirs e
m ás c ó m o d o s c o n u n a lín e a d e s e p a ra c ió n b ie n m a rc a d a e n tre
e l m o d e r n is m o y e l p o s t m o d e r n is m o , lo q u e a su p a re c e r les
h a c e r p e r d e r p o s ib ilid a d e s e x p lic a tiv a s y fu e r z a a r g u m e n ta tiv a .
S eñ ala q u e ta l v e z esos a u to re s a lo s q u e c o n d e n a n , p u e d e q u e
esté n a b ie rto s a fo r m a s d e c r ític a y p rá c tic a p o lí t ic a q u e p u e d a n
r e f o r z a r o r e f o r m a r e l m is m o p r o y e c t o d e m o d e r n is m o c r í t ic o
q u e d e fie n d e n P e e t y H a r t w ic k . D e s p u é s d e to d o , n o está c la r o
q u e lo s a n tid e s a r r o llis ta s re c h a z e n u n a n o c ió n d e d e s a r r o llo
c o m o la q u e d e fie n d e n (« la m e jo r a d e las c o n d ic io n e s d e v id a d e

4. Este mismo volumen incluye una traducción parcial de dicha obra.

304
to d o el m u n d o » ) . E ll o n o o b s ta n te , a g ra d e c e la c a p a c id a d d e lo s
a u to re s p a ra a p e la r a l a c t iv is m o in te le c tu a l y a la a c c ió n , c u a n d o
les c ita : « C r it ic a d lo t o d o , c o n v e r t id las c r ític a s e n p ro p u e s ta s ,
c r it ic a d las p ro p u e s ta s , p e r o d e to d o s m o d o s h a c e d a lg o » . U n
lib r o m ilit a n t e , a lg o q u e im p lic a fo rta le z a s p e ro t a m b ié n d e b i­
lid a d e s p a r a P ic k le s , y q u e c o n tie n e e l b r í o a r g u m e n t a t iv o q u e
P e e t d e s p lie g a e n to d a o c a s ió n .
E n su c r í t ic a d e l c o n o c id o y e x ito s o li b r o d e J e f f r e y Sachs
El fin de la pobreza (2 0 0 5 ), P e e t re c o n o c e la v a lía d e u n a o b r a
q u e a f ir m a d e b e le e rs e m u y e n s e rio p e r o c o n la q u e se m u e s ­
t r a in d ig n a d o a n te a lg u n o s d e lo s a r g u m e n to s q u e c o n tie n e ,
r e la t iv o s a l p r o p i o b e n e fic io q u e s u p o n e p a ra lo s países r ic o s la
in v e r s ió n e n lo s pa íses p o b r e s (e n t é r m in o s d e s e g u r id a d , p a ra
e v ita r b a n c a r ro ta s , p a ra p r e v e n ir e l t e r r o r is m o ) , u n « p r a g m a ­
tis m o c r u e l q u e pa sa p o r r a z o n a m ie n to m o r a l» . P e e t e s ta lla :
«D ebem os in v e r t i r e n e l\o s . . . ¿ p o r q u e les te m e m o s ? ¡P o r
f a v o r ! » . Y re m a ta : « E l d e s e o d e a s is tir a l T e r c e r M u n d o d e b e
p r o c e d e r d e u n s e n tid o d e ju s t ic ia g lo b a l, d e la c o m p r e n s ió n
c r ític a d e q u e la r iq u e z a d e u n o s p o c o s ca u sa la p o b r e z a d e
m u c h o s . T ie n e q u e p r o c e d e r d e u n s e n t im ie n t o a n t iim p e r ia ­
lis ta , n o d e la r e im p o s ic ió n d e u n im p e r ia lis m o b e n e v o le n te »
(P e e t, 2 0 0 6 b : 4 5 3 ).5

P o r u n a econom ía c u ltu ra l
S a m ir A m in , u n o d e lo s a b a n d e ra d o s d e la te o r ía d e l in t e r ­
d e s ig u a l, p u b lic ó e n 2 0 0 3 Obsolescent Capitalism:
c a m b io
Contemporary Politics and Global Disorder, u n a o b r a e n la

5. Véase su artículo «Locura y civilización: capitalismo financiero global y


discurso antipobreza» (traducido al castellano en este volumen) en el que denuncia
con el nervio habitual los intereses ocultos tras los discursos paternalistas sobre la
pobreza.

305
q u e ib a m u c h o m á s a llá de la t e o r ía m a r x is ta t r a d ic io n a l y
e n la q u e A m i n b u s c a b a a r g u m e n to s p a ra d e m o s tr a r , ta l v e z
ilu s a m e n te d e s d e la p e rs p e c tiv a a c tu a l, q u e e l n e o lib e ra J is m o
e s ta b a p e r d ie n d o a p o y o s a n te e l e s ta d o d e p e r m a n e n te d e s o r­
d e n e n e l q u e h a b ía e n tr a d o e l c a p ita lis m o . P e ro si lo tr a e m o s a
c o la c ió n a q u í es p o r lo s c o m e n ta r io s q u e P e e t le d e d ic ó (P e e t,
2 0 0 5 a ). E n p r im e r lu g a r, d e n u e v o P e e t c r it ic a lo q u e le p a re ­
ce u n m o d o d e e s c r ib ir p o c o d e m o c r á tic o , e lit is t a y d e d i f í c il
c o m p r e n s ió n . Y e n s e g u n d o lu g a r, a lg o ir ó n ic a m e n te , P e e t le
c r it ic a p o r e x c e s iv a m e n te e c o n o m ic is ta u n c o m e n t a r io d e l q u e
e n o t r o c o n t e x t o é l m is m o p o d r í a h a b e r s id o o b je to :

P ese a s u p r o f u n d id a d s o c io p o lí t ic a , y a m e n c io n a d a , e l
li b r o p e rm a n e c e d e n t r o d e u n e s tilo d e a n á lis is li m it a d o
p o r sus o ríg e n e s e n e l m a r x is m o e c o n o m ic is ta . C o n e llo
n o q u ie r o d e c ir q u e e l m a r x is m o sea u n m a l c o m ie n z o p a ra
u n a n á lis is g lo b a l, a l c o n t r a r io . L o q u e q u ie r o d e c ir es q u e
la e c o n o m ía p o lí t ic a t ie n e q u e c o n v e r t ir s e e n e c o n o m ía
c u lt u r a l p a ra p o d e r c o m p r e n d e r la g lo b a liz a c ió n c o n t e m ­
p o rá n e a . (P e e t, 2 0 0 5 a : 3 8 4 )

P a r a a lg u ie n q u e te n g a e n m e n te u n a v is i ó n d e P e e t c o m o
a q u e l « e s tr u c tu r a lis ta im p e n it e n t e » , este é n fa s is e n lo c u lt u r a l
d e s d e la e c o n o m ía p o d r í a ser s o r p r e n d e n te . N o o b s ta n te , u n a
m ir a d a a lg o m á s a te n ta a la t r a y e c t o r ia d e P e e t p e r m ite , d e s ­
v e la r q u e la d im e n s ió n c u lt u r a l h a e s ta d o m u y p r e s e n te e n su
o b r a y a d e sd e m e d ia d o s d e lo s n o v e n ta . Y lo d e jó m á s c la r o
q u e n u n c a e n su a r t í c u lo s o b re la e c o n o m ía m o r a l de N u e v a
I n g la t e r r a , 6 t a n t o e n e l m is m o p la n te a m ie n t o d e l a r t í c u lo ,
c o m o p o r la e x p re s iv a s e n te n c ia c o n la q u e c ie r r a e l a r tíc u lo :

6. Traducido al castellano en este volumen,

306
« E n u n a fra s e q u e n u n c a p e n s é q u e d iría , la e c o n o m ía p o lí t ic a
d e b e c o n v e r tir s e e n e c o n o m ía c u lt u r a l» (P e e t, 2 0 0 0 a ). L a a u ­
s e n c ia d e esa s e n s ib ilid a d h a c ia lo c u lt u r a l es la q u e P e e t o b s e r­
v a , p o r e je m p lo , e n lo s tr a b a jo s d e la e s c u e la d e la r e g u la c ió n
fra n c e s a , a la q u e d e d ic a s o c a rro n a s o b s e rv a c io n e s :

Y a q u e la te o ría d e la r e g u la c ió n d ic e t r a t a r d e c o s tu m b r e s ,
c re e n c ia s y v a lo r e s e n su c o n c e p to c e n t r a l d e « in s t it u c ió n » ,
p o d ía m o s e s p e ra r q u e e l l i b r o fu e ra p r o fu n d a m e n t e c u l t u ­
ra l, in c lu s o e x is te n c ia lis ta . [ . .. ] L a p a la b r a « c u ltu r a » , p o r
e je m p lo , n o a p a re c e , m ie n tr a s q u e « v a lo r» s o lo se c o n t e m ­
p la en e l c o n t e x t o d e las te o ría s m a r x is ta s d e f o r m a c ió n d e
p re c io s . (P e e t, 2 0 0 3 : 4 7 4 ) ,

E n d iv e rs a s o tra s o c a s io n e s h a a p r o v e c h a d o p a ra h a c e r o í r
este m is m o m e n s a je ( p o r e je m p lo , e n P ee t, 2 0 0 5 b ) , n o h a c ie n ­
d o s in o r e p e t ir e n o t r o s c o n te x to s d e d e b a te lo y a e s c r ito en
sus p r o p io s tr a b a jo s a p r o p ó s it o d e l p a p e l d e lo s im b ó lic o y
lo c u lt u r a l e n e l d e s a r r o llo e c o n ó m ic o . 7 A s im is m o , t a m b ié n ha
lle v a d o c o n v in c e n te m e n te la in te g r a c ió n d e l e n fo q u e e c o n ó ­
m ic o c o n la te o r ía s o c ia l p o s t e s t r u c t u r a lis t a en e l e s tu d io d e
la r e la c ió n e n t r e s o c ie d a d y n a tu r a le z a p u b lic a d o c o n e l t í t u l o
de Liberation Ecologies y e d ita d o j u n t o c o n M ic h a e l W a tts
(1 9 9 6 ).
En Geography o f Power. The m aking o f Global
su
Economic Policy (2 0 0 7 ), P e e t in te g r a d e n u e v o la e c o n o m ía
p o lí t ic a m a r x is ta c o n el a n á lis is f o u c a u lt ia n o d e l d is c u r s o , d e ­
m o s t r a n d o la a u s e n c ia t o t a l d e c o n t r a d ic c ió n e n tre e l a n á lis is
d e cla se y e l a n á lis is d e l d is c u r s o . E s ta v e z , las c rític a s r e c ib id a s
f u e r o n m u c h o m á s m a tiz a d a s y a la b a r o n su n iv e l d e c o m p r o ­

7. Véase su artículo «Cultura, imaginario y racionalidad en el desarrollo eco­


nómico regional», traducido al castellano en este volumen.

307
m is o y c a p a c id a d de p r o v o c a c ió n . E r ic S h e p p a rd , le jo s d e re a ­
li z a r u n e lo g io s in s u s ta n c ia d e la o b r a (a la q u e , p o r e je m p lo ,
le r e p r o c h a su te n d e n c ia a la s im p lif ic a c ió n e n b e n e fic io d ^ la
c la r id a d d e l a r g u m e n to ) , r e c o n o c e la f u e r z a y e l n e r v io d e l a u ­
to r: «Geography o f Power está e s c r ito c o n p a s ió n y b r í o p o r
u n a u t o r q u e t ie n e la ra ra h a b ilid a d , e n tr e lo s a c a d é m ic o s , d e
d a r v id a a las p á g in a s » (S h e p p a r d , 2 0 0 9 : 4 2 3 ).

L o q u e la g eografía d ebe ser


E n e l a ñ o 2 0 0 0 , la r e v is ta Environment and Planning A e d itó
u n n ú m e r o m o n o g r á f ic o d e d ic a d o a la g e o g ra fía ra d ic a l. E n él,
P e e t e s c rib ía u n b re v e c o m e n t a r io a p r o p ó s it o d e lo s 30 a ñ o s
d e e x is te n c ia d e la g e o g ra fía r a d ic a l (P e e t, 2 0 0 0 c ). E c h a n d o la
v is ta a trá s , P e e t id e n tific a b a d iv e rs a s fases d e l d e s a r r o llo d e la
g e o g ra fía ra d ic a l: de sd e la p r im e r a i r r u p c ió n a fin a le s d e lo s
s e se n ta e n la q u e la g e o g ra fía se im p lic ó e n lo s te m a s c a n d e n ­
tes d e l m o m e n t o ( lo s d e re c h o s c iv ile s , la g u e r r a d e l V ie tn a m ,
la c o n t a m in a c ió n a m b ie n ta l) , la c o n s o lid a c ió n d e u n a s bases
m a r x is ta s e n lo s s e te n ta , la c r í tic a d e l e s t r u c t u r a lis m o a p r i n c i ­
p io s d e lo s o c h e n ta , y la e n tra d a d e l p o s t e s t r u c t u r a lis m o ( p a r te
de c u y a s id e a s f u e r o n a d o p ta d a s p o r lo s g e ó g ra fo s m a rx is ta s )
y d e l p o s t m o d e r n is m o e n lo s n o v e n ta . P e e t re c u e rd a c ó m o esa
ú l t i m a fa se se d e s a r r o lló c o n g ra n d e s d o s is d e a s p e re z a y c r í t i ­
cas p e rs o n a le s y a b o g a p o r u n a s u p e r a c ió n d e d is p u ta s in ú t ile s
q u e lle v e a u n p e n s a m ie n to m á s p r o d u c t iv o . A s í p u e s , P e e t
h a c e u n a p r o p u e s t a a ce rca d e c ó m o d e b e ría se r la s ig u ie n te
fa se (la q u in t a ) de la g e o g ra fía ra d ic a l:

N o d e b e s e r d e m a s ia d o «a la m o d a » e n e l s e n tid o d e e s­
c o n d e r lo s te m a s b a jo m is te r io s o s v e s tid o s f ilo s ó f ic o s . N o
d e b e b a sa rse t a n to e n n u e v o s a u to re s fra n c e s e s a ú n p o r
c ita r. N o d e b e ser e x c e s iv a m e n te a b s tra c ta h a s ta e l p u n t o

308
q u e lo s a r t í c u lo s s o lo p u e d a n s e r le íd o s p o r a u d ie n c ia s q u e
a n h e le n e l r e t o r n o d e la p a la b r a d ic h a y s ig n if ic a t iv a q u e
b r o te d ir e c ta m e n te d e l p e n s a m ie n to . E n su lu g a r, h a y u n a
n e c e s id a d de r e c o n c ilia c ió n y re s p e to m u t u o q u e se p u e d e
a lc a n z a r m e d ia n te h í b r id o s f ilo s ó f ic o s y e s tu d io s c o m p a ­
r a tiv o s . H a y u n a n e c e s id a d de u n r e c o m p r o m is o c o n u n
c o n ju n t o r e v iv id o d e v a lo re s p o lí t ic o s r a d ic a le s . Y , lo m ás
im p o r t a n t e , h a y u n a n e c e s id a d ca si d e s e s p e ra d a d e u n a
n u e v a r o n d a d e re le v a n c ia s o c ia l. (P e e t, 2 0 0 0 c : 9 5 2 -9 5 3 )

P e e t se h a ce e c o d e l d e n o m in a d o g ir o « n e o p r a g m á tic o » ,
q u e p o n e h o y e l a c e n to en e l c o m p r o m is o d e lo s a c a d é m ic o s
ju n t o a las r e iv in d ic a c io n e s d e lo s m o v im ie n t o s y o r g a n iz a c io -

Además de haber ejercido un papel de primer orden como investigador y


como editor, Peet destaca por sus reconocidas dotes docentes. La fotografía corres­
ponde a una de sus clases sobre globalización en la Clark University, en el otoño
de 2010. [Foto: N. Benach.]

309
nes p o p u la r e s p a ra t r a n s f o r m a r e l m u n d o . N a d a n u e v o p a ra
u n in t e le c tu a l c o m o P e e t c u y o e n fo q u e p o lit iz a d o se r e m o n ta
a lo s a ñ o s sesenta (G la s s m a n , 2 0 0 8 ).
D e P e e t d e s ta c a s ie m p r e s u c la r id a d d e id e a s , su t o n o
p r o v o c a d o r , e m o t iv o y p o lé m ic o , s u im p a c ie n c ia a n te lo q u e
le p a re c e t r i v i a l y la p a s ió n c o n la q u e d e s e m p e ñ a su tr a b a jo .
C o m o c e rte ra m e n te s e ñ a ló P h i lip S te in b e r g a p r o p ó s it o d e su
f ig u r a : « Y a sea r o d e a d o d e e s tu d ia n te s c o n fe c c io n a n d o c o p ia s
d e A n t p o d e e n lo s b a jo s d e la C l a r k U n iv e r s it y , in c it a n d o a sus
a lu m n o s a p e n s a r s o b re las g e o g ra fía s d e l p o d e r e n sus v id a s ,
o c u e s tio n a n d o a u n c o n fe r e n c ia n te e n u n c o n g re s o p r o f e s io ­
n a l, P e e t lle n a la g e o g ra fía r a d ic a l d e u n e x c e p c io n a l n iv e l de
e n tu s ia s m o y d e p a s ió n ju n t o a l r i g o r a c a d é m ic o » (S te in b e rg ,
2 0 1 0 ). Se p u e d e e s ta r m á s o m e n o s d e a c u e rd o c o n é l, p u e d e o
n o g u s ta r s u m a n e ra d ir e c t ís im a d e e x p re s a rs e y d e in te r p e la r .
P e r o lo q u e es s e g u ro es q u e , e n u n c o n t e x t o de d e s c o n c ie r to
in te le c tu a l n o ta b le a n te la b r u t a lid a d q u e m u e s tr a n las p rá c tic a s
n e o lib e r a le s a c tu a le s , h a y m u c h o q u e a p r e n d e r y m u c h o q u e
r e f le x io n a r a p r o p ó s it o d e u n g e ó g r a fo q u e h a p u e s to t o d a su
e n e rg ía y d e te r m in a c ió n , c o m o in v e s tig a d o r , e d it o r y d o c e n te ,
a l s e r v ic io d e u n a ú n ic a cau sa: la s u p e r a c ió n d e las d e s ig u a ld a ­
des y las in ju s t ic ia s so cia le s. Q u iz á n a d a lo d e fin a m e jo r q u e
la c ita d e S te p h e n H y m e r (1 9 7 8 ) c o n la q u e él m is m o c e rra b a
u n o d e sus a s e rtiv o s a r t í c u lo s d e fin a le s d e lo s s e te n ta : « N o
h a y d ife r e n c ia e n tr e se r u n r a d ic a l o s e r u n c ie n t í fic o : t o d o es
c u e s tió n d e in t e n t a r i r a la r a íz d e l a s u n to » (P e e t, 1 9 7 9 ).

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* La autora ha confeccionado una bibliografía completa de Richard Peet


que se puede consultar en el enlace de este libro en la página web de Icaria:
www.icariaeditorial.com.

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