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Directores
Carlos Ferro Soto (Universidad de Vigo)
Ángeles López Cabarcos (Universidad de Santiago de Compostela)
Vigo, 2017
AGRADECIMIENTOS
La realización de esta tesis doctoral no habría sido posible sin la inestimable colaboración
e infinita paciencia, comprensión y disposición de los profesores Carlos Ferro Soto y
Ángeles López Cabarcos.
Debo agradecer, además, el ánimo y apoyo mostrado por todas esas personas que, con sus
palabras de fuerza, me dieron aliento para continuar en esta gran aventura. Por último,
expresar todo mi agradecimiento a mi familia por su apoyo incondicional, los sabios
consejos y, en general, por creer en mi fielmente.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 3
i
CAPÍTULO 2. ANTECEDENTES DEL BURNOUT ............................................................... 65
ii
4.2. Procedimiento y muestra ....................................................................................................... 127
4.5. Análisis de las propiedades psicométricas del modelo de medida .................................. 150
iii
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1.4. Predictores del Agotamiento Emocional en relación a la naturaleza del contacto
interpersonal .......................................................................................................................................... 59
Tabla 4.6. Estructura familiar por hijos y dependientes a cargo ................................................. 132
Tabla 4.7. Cuerpo de personal y vinculación contractual distribuido por género ................... 133
Tabla 4.11. Definición de las variables y escalas utilizadas en el modelo de investigación .... 136
iv
Tabla 4.13. Instrumentos de medida del Burnout ......................................................................... 141
Tabla 4.15. Ítems de la escala del Compromiso Afectivo (CA) .................................................. 149
Tabla 4.17. Resumen de ítems por variable latente del modelo (original) ................................. 152
Tabla 4.18. Estadísticos de bondad de ajuste del modelo AFC de un único factor ................ 153
Tabla 4.19. Validez convergente y fiabilidad del instrumento de medida ................................. 156
Tabla 4.21. Estadísticos de bondad de ajuste del modelo de medida ........................................ 159
Tabla 5.1. Estadísticos de bondad de ajuste del modelo teórico ................................................ 164
Tabla 5.2. Resultados del contraste de hipótesis referidas a las relaciones estructurales del
modelo teórico .................................................................................................................................... 165
Tabla 5.3. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
CT-AE-CA .......................................................................................................................................... 169
Tabla 5.4. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
CT-AE-IA............................................................................................................................................ 170
Tabla 5.5. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
CFR-AE-CA ........................................................................................................................................ 171
Tabla 5.6. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación CFR-
AE-CA.................................................................................................................................................. 172
Tabla 5.7. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
CFR-AE-IA ......................................................................................................................................... 173
Tabla 5.8. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación CFR-
AE-IA ................................................................................................................................................... 173
Tabla 5.9. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
AE-CA-IA ........................................................................................................................................... 174
v
Tabla 5.10. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación AE-
CA-IA ................................................................................................................................................... 175
Tabla 5.11 Resultados del contraste de los efectos mediadores ................................................. 176
Tabla 5.13. Efectos moderadores del Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) en la
relación Conflicto de Rol (CFR) - Agotamiento Emocional (AE) ............................................. 179
vi
ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 4.1. Modelo de Investigación e hipótesis sobre las relaciones estructurales ................. 126
Figura 5.2. Efectos de regresión entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento Emocional
(AE) en función de diferentes niveles de Posibilidad de Desarrollo (PD) ................................ 181
Figura 5.3. Efectos de regresión entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento Emocional
(AE) en función de diferentes niveles de Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) .......... 182
vii
INTRODUCCIÓN
Analía López Carballeira
INTRODUCCIÓN
En efecto, las transformaciones ocurridas en los diversos planos del contexto social
propiciaron la construcción de relaciones alternativas entre las distintas partes del sistema. Por
un lado, los cambios en el entorno socio-económico y en el mercado laboral han causado un
crecimiento significativo del sector servicios, así como la creación de nuevas formas de
trabajo. Estos nuevos modelos laborales se identifican con la necesidad de trabajar más
tiempo en contacto con los clientes, por lo que, la implicación emocional de los individuos se
intensifica. Por su parte, los cambios tecnológicos y la introducción de las tecnologías de la
información y comunicación (TIC) (Moreno-Jiménez y Rodríguez Carbajal, 2013) derivan en
la reconfiguración del puesto de trabajo o en la reducción de personal.
3
Introducción
factores de riesgo provocan la pérdida de recursos para hacer frente a las demandas intensas
que se generan en el entorno laboral y, cuyo desequilibrio conduce a la manifestación de
sentimientos negativos hacia el trabajo (Chirico, 2016). En consecuencia, los cambios y
transformaciones en la naturaleza del trabajo influyen en la vulnerabilidad de los sujetos en
manifestar comportamientos y actitudes asociadas al Burnout (ten Brummelhuis et al., 2012).
Más concretamente, los colectivos ocupacionales proclives al desarrollo del Burnout se sitúan
en las profesiones asistenciales, tales como la sanidad, la educación, los trabajadores sociales,
los funcionarios de prisiones o los policías (Maslach y Leiter, 1997; Schaufeli y Greenglass,
2001).
En virtud de lo expuesto, se colige que el desequilibrio entre las demandas y los recursos
laborales presenta un efecto directo y positivo sobre el Agotamiento Emocional, aspecto
central del Burnout. Al mismo tiempo, altos niveles de Burnout influyen de manera directa y
negativa sobre el Compromiso Afectivo mientras que con la Intención de abandono se pone
4
Analía López Carballeira
de manifiesto una relación directa y positiva. Por último, cabe destacar el efecto directo y
negativo que mantienen el Compromiso Afectivo y la Intención de Abandono. En definitiva,
la manifestación del Burnout adquiere especial relevancia dentro del contexto laboral debido
al impacto que ocasiona en los indicadores de bienestar organizacionales.
Por consiguiente, la presente investigación tiene por objeto determinar el efecto que ejercen
las demandas y recursos laborales sobre los sentimientos asociados al Burnout y, en concreto,
el Agotamiento Emocional y, simultáneamente, identificar las relaciones de causalidad
existentes entre el Agotamiento Emocional y los indicadores de bienestar organizacional tales
como el Compromiso Afectivo y la Intención de Abandono. Paralelamente, la investigación
desarrollada persigue explorar si los recursos laborales tales como las Posibilidades de
Desarrollo y el Control sobre el Tiempo de Trabajo ejercen un efecto moderador entre la
relación causa-efecto preestablecida entre el Conflicto de Rol y el Agotamiento Emocional.
Finalmente, el estudio también se marca como objetivo la evaluación de la capacidad de
mediación del Agotamiento Emocional entre la Carga de Trabajo y el Conflicto de Rol sobre
los indicadores organizacionales (Intención de abandono y Compromiso Afectivo), así como
la mediación del Compromiso Afectivo sobre el Agotamiento Emocional y la Intención de
Abandono.
5
Introducción
6
Analía López Carballeira
El desarrollo de esta tesis doctoral consta de seis capítulos cuya distribución se realiza de
manera estructurada. El contenido de los capítulos se deriva de la revisión de la literatura
previa en relación a las variables objeto de estudio. En este sentido, el capítulo uno se centra
en describir de manera exhaustiva la realidad que conforma la variable central del modelo de
investigación, el Burnout. Con arreglo al acervo teórico, este apartado detalla la aproximación
al Burnout tal como su origen, la base conceptual o los modelos comprehensivos que
desgranan el desarrollo del fenómeno, entre otros. El capítulo dos se ocupa de analizar las
variables que interfieren en la manifestación del Agotamiento Emocional, dimensión clave en
el modelo tridimensional de Maslach y Jackson (1981, 1986). En este sentido, se identifican
los factores de riesgo que influyen en el desarrollo del Burnout, en este caso, la Influencia, la
Carga de Trabajo, el Conflicto de Rol, las Posibilidades de Desarrollo y el Control sobre el
Tiempo de Trabajo. En esta línea, el capítulo tercero se centra en examinar el impacto que
provoca la aparición del Burnout en el bienestar laboral. Así, se profundiza en la relación que
mantiene el Agotamiento Emocional con el Compromiso afectivo y la Intención de
Abandono. En el capítulo cuatro se describe el modelo de investigación cuyo diseño se
elabora en función de la revisión de la literatura previa, se desarrolla la metodología seguida
para el contraste de las hipótesis planteadas anteriormente, se definen las variables y medidas
de las escalas utilizadas y, por último, se analizan las propiedades psicométricas del modelo
estructural. A continuación, en el capítulo cinco se procede al contraste de las relaciones
directas, los efectos mediadores y los efectos moderadores mediante la estimación del modelo
estructural diseñado, a fin de confirmar las hipótesis planteadas, derivadas de la revisión de la
literatura realizada. Finalmente, en el capítulo siete se procede a la interpretación de los
resultadas obtenidos a modo de conclusiones, identificando la contribución derivada de la
investigación tanto sobre el ámbito gerencial como el científico. En este capítulo también se
presentan las limitaciones de la investigación que condicionan la interpretación de los
resultados y se proponen líneas futuras de investigación.
7
CAPÍTULO 1.
EL BURNOUT
Analía López Carballeira
CAPÍTULO 1. EL BURNOUT
A partir de mediados del siglo XX se dedica especial atención a un fenómeno rara vez
comentado y tratado en el mundo académico con anterioridad, cual es el “Burnout” o
“Síndrome del Quemado”. En efecto, este fenómeno comienza a cobrar importancia en la
literatura sobre la década de los setenta a través de la disciplina de la Psicología. Esta
visibilidad del Burnout surge como resultado de una serie de cambios económicos, sociales y
culturales acaecidos durante la primera mitad del siglo XX (Salanova y Llorens, 2008;
Schaufeli et al., 2009).
Las primeras señales sobre la presencia del Burnout se identifican con los avances de carácter
social, económico y cultural acaecidos durante los años sesenta en Estados Unidos (Schaufeli
et al., 2009), aunque no adquiere protagonismo hasta los años setenta (Freudenberger, 1974).
La popularidad inicial del Burnout obedece a la descripción de las condiciones de los
empleados en profesiones con alto grado de contacto con terceros. En este sentido, Perlman
y Hartman (1982) sugieren que esta preocupación responde a las características de las
profesiones de ayuda; la presencia creciente en la prestación de los servicios de ayuda
(Maslach, 1978); las características de las organizaciones del sector público; y el impacto físico
y psicológico del estrés en los empleados. De forma más genérica, Maslach y Leiter (1997)
consideran que la notoriedad del Burnout resulta de las políticas empresariales como
consecuencia de la globalización económica. El éxito de este sistema radica en la superioridad
de la productividad y la maximización de los beneficios frente al bienestar de los Recursos
Humanos que, a la postre, se traduce en una reducción en los niveles de confianza y
compromiso respecto a las organizaciones empleadoras.
11
El Burnout
En cualquier caso, la evolución del tratamiento del Burnout en la literatura atraviesa por
distintas etapas que presentan características básicas que las singularizan. Mientras que la
primera etapa se encuentra relacionada con las descripciones clínicas del Burnout, la segunda
se centra principalmente en la investigación sistemática y la valoración particular de este
constructo. El desarrollo, tanto teórico como empírico, del progreso temporal de las
perspectivas, bajos las cuales se ha prestado atención en la investigación sobre el fenómeno
del Burnout, permite integrar el concepto de Burnout dentro de otros marcos conceptuales.
Los primeros trabajos sobre el Burnout se desarrollan en los Estados Unidos a mediados de
los años setenta del siglo XX (Freudenberger, 1974). Durante esta etapa, las investigaciones se
concentran en describir, de manera rudimentaria, el fenómeno emergente del Burnout y,
finalmente, alcanzan a demostrar su carácter de respuesta genérica en determinados entornos
laborales (Maslach y Schaufeli, 1993). Fruto de estas consideraciones, la articulación del
fenómeno se deriva de las observaciones precedentes que determinan, en última instancia, la
naturaleza exploratoria del Burnout. Dichos estudios se apoyan en experiencias reales
ilustradas por profesionales relacionados con el sector servicios; a saber: la sanidad, la
educación, el trabajo social, la abogacía o los agentes de policía (Schaufeli y Salanova, 2014).
La práctica de estas profesiones pone de manifiesto la pérdida de energía que sufren los
miembros de estas organizaciones, así como la minusvaloración de su propio trabajo
(Schaufeli et al., 2009).
12
Analía López Carballeira
trabajar en una clínica gratuita, no puede dejar que sus recursos personales y sus emociones se sobrecarguen
tanto que se venga abajo” (Freudenberger, 1973:53).
En efecto, los profesionales orientados a la salud se sienten superados por las contrariedades
de los “usuarios” que, además, se ven sobrepasado cuando los “cuidadores” se muestran
comprometidos con su trabajo. En este sentido, se esboza un perfil profesional próximo al de
un héroe, víctima de su propio celo e idealismo, que paga un elevado precio por su alto
rendimiento (Freudenberger, 1974; Farber, 1991). Con la intención de describir ese patrón
conductual, Freudenberger opta por una expresión empleada, también, para referirse a los
efectos del consumo crónico de sustancias tóxicas de abuso, esto es, “Burnout”, cuya
traducción al castellano equivale a “estar quemando”, “consumido” o “apagado” (Carlin y
Garcés de los Fayos Ruíz, 2010).
Desde esta perspectiva, tanto para Freudenberger (1974) como para Maslach y Jackson
(1981), consideran que el Burnout se acomoda, fundamentalmente, en las profesiones
asociadas a los servicios y los cuidados, cuyo aspecto central, se articula en torno a la relación
entre el proveedor y el receptor (Maslach, 1982; Schaufeli y Salanova, 2014). En este sentido,
la manifestación del Burnout obedece a una experiencia estresante como resultado de la
interacción del individuo con el lugar de trabajo en oposición a las respuestas individuales
(Maslach et al., 2001; Maslach, 2003). Al mismo tiempo, este contexto interpersonal permite
obtener información sobre las emociones que muestran los sujetos, así como todos los
vínculos que subyacen bajo la relación laboral con terceros (Maslach et al., 2009). Por
consiguiente, el Burnout posee “el poder evocador de capturar la realidad psicológica de las experiencias
de los individuos en el lugar de trabajo” (Maslach et al., 2009:87).
13
El Burnout
Así las cosas, la trayectoria investigadora de esta etapa sugiere que la manifestación del
Burnout se deriva de situaciones estresantes en el ámbito laboral que, en última instancia,
reflejan un “problema social real” (Maslach, 2003:189) frente a derivaciones de índole académico
(Leiter y Maslach, 2004). Los primeros estudios sobre el Burnout provienen de técnicas de
investigación de carácter descriptivo y cualitativo cuyos resultados mostraban una imagen real
sobre la pérdida de energía en el trabajo (Muheim, 2013). En definitiva, el Burnout se trata de
un “un fenómeno de base” (Maslach y Goldberg, 1998:64) que describe la realidad de las
experiencias de los sujetos en el contexto laboral (Maslach, 2003). Sin embargo, la
consideración “popular” del término obstaculiza la incorporación del fenómeno al ámbito
académico (Maslach et al., 2009) que, a la postre, dificulta la obtención de una definición
estándar sobre el Burnout (Maslach y Goldberg, 1998).
La falta de acuerdo sobre una conceptualización estándar del Burnout motiva la aparición de
desafíos a la hora de realizar investigaciones sistemáticas respecto al fenómeno. En cualquier
caso, los análisis y observaciones extraídas en este periodo proporciona información relevante
acerca de las aspectos centrales del Burnout (Maslach, 1982). Desde esta óptica, los elementos
comunes presentes en las diferentes definiciones del Burnout aluden a una respuesta
psicológica que conllevan sentimientos, actitudes y expectativas; se manifiesta a nivel
individual y, por último, se refiere a una experiencia perjudicial para los individuos (Maslach
et al., 2009).
La nueva etapa, que se inicia en la década de los ochenta, constituye un periodo mucho más
constructivo y empírico que el anterior, dado que se plantean modelos explicativos, una nueva
metodología y se amplían las poblaciones de estudio. Todos estos aspectos dieron lugar al
desarrollo y difusión de medidas estandarizadas o la precisión en la conceptualización de las
definiciones (Maslach et al., 2001). En este sentido, la evaluación del Burnout adquiere
especial relevancia en la investigación puesto que, a través del diseño de instrumentos de
medida fiables y válidos como el Maslach Burnout Inventory (Maslach y Jackson, 1981) y el
Tedium Measure (Pines et al., 1981), se consiguen estudios sistemáticos y generalizables
(Maslach et al., 2009).
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Analía López Carballeira
A este respecto, la escala de medida con mayor aceptación, debido a su calidad psicométrica,
se identifica con el Maslach Burnout Inventory (MBI). En línea con las primeras
investigaciones, Maslach y Jackson (1981) diseñaron un cuestionario con el fin de evaluar el
desgaste que presentaban los empleados que mostraban algún tipo de relación con los clientes
en el campo de la salud (Halbesleben y Buckley, 2004), denominado Maslach Burnout
Inventory-Human Service Survey (Maslach y Jackson, 1981). En esta primera versión, se
define el Burnout a través del Agotamiento Emocional, la Despersonalización y la Realización
Personal (Maslach y Schaufeli, 1993). Al mismo tiempo, cabe destacar que este fenómeno se
restringe a las profesiones de ayuda, de manera que la aplicación del MBI se refiere a este tipo
de contexto ocupacional en particular (Maslach y Jackson, 1981).
La popularidad del MBI-HSS participa en el desarrollo de nuevas adaptaciones para otro tipo
de profesiones como pueden ser los entornos educativos (Gil-Monte y Peiró, 1997). Fruto de
esta consideración, la segunda edición del MBI presenta un formato específico para
profesores, denominado MBI-Education Survey (MBI-ES) (Maslach y Jackson, 1986). Esta
adaptación se basa en los mismos aspectos definitorios del MBI-HSS cuya única discrepancia
se manifiesta en la sustitución del término “destinatarios” por la expresión “estudiantes”.
Paralelamente, ambos cuestionarios mantienen la conceptualización inicial (Agotamiento
Emocional, Despersonalización y Realización personal), así como su implementación,
cumplimentación, corrección y codificación (Gil-Monte y Peiró, 1997; Schaufeli y Buunk,
2003). Finalmente, la última versión, denominada MBI-General Survey (MBI-GS) (Maslach et al.,
1996) sugieren un formato de carácter genérico, debido al creciente interés mostrado por el
fenómeno del Burnout fuera del ámbito asistencial y que no trabajan con personas (Gil-
Monte, 2005b). A pesar de conservar la estructura tridimensional del MBI, el MBI-GS
describe aspectos relativos al trabajo en general y no como respuesta a las crisis que se
generan entre el individuo y los sujetos de su entorno (Gil-Monte, 2005b).
La investigación desarrollada en esta etapa presenta diversas vertientes, aunque todas ellas se
pueden agrupar en tres tendencias. En primer lugar, el concepto de Burnout se asocia a una
crisis de los sujetos con su trabajo en términos generales, por lo que, se deduce que no se
limita a profesiones únicamente de ayuda. De este modo, el Burnout se manifiesta en una
amplia variedad de ocupaciones entre los que prevalecen los policías, los funcionarios de
prisiones, el personal de las bibliotecas, los militares, los gerentes, el personal de ventas, entre
15
El Burnout
otros (Maslach y Schaufeli, 1993; Maslach et al., 2001; Salanova y Llorens, 2008; Maslach et
al., 2009). En segundo lugar, la aplicación de los modelos estructurales ha permitido presentar
las complejas relaciones que se generan entre los factores organizativos y los componentes del
Burnout. Por medio de esta herramienta estadística, ha resultado posible analizar de forma
adecuada los aspectos que conducen al Burnout y las consecuencias para la organización
(Maslach et al., 2001). En tercer lugar, los estudios longitudinales contribuyeron a examinar
los sentimientos de un individuo en un espacio de tiempo claramente diferenciado en el
ambiente de trabajo. De esta forma, se han podido evaluar el impacto de las técnicas de
intervención con el propósito de reducir el efecto del Burnout (Maslach et al., 2001). Sin
embargo, para Maslach y Schaufeli (1993), el tránsito del Burnout psicológico al laboral ha
favorecido cierto olvido de la conexión proveedor-receptor, lo que podría desdibujar el
sentido inicial del estudio y alejar a los investigadores de la parte psíquica del individuo.
Con el inicio del siglo XXI, se mantienen las líneas de investigación abiertas en periodos
anteriores tal como la continuación de los estudios longitudinales o la conservación del
16
Analía López Carballeira
ámbito laboral como actor fundamental en la manifestación del Burnout (Weber y Jaekel-
Reinhard, 2000; Muheim, 2013). Al mismo tiempo, se incorporan nuevos hallazgos que
contribuyen a la comprensión del fenómeno. Así, los estudios se centran en ampliar los
grupos de riesgo a profesiones poco exploradas como el deporte y, en concreto, el atletismo o
ámbitos determinados del contexto sanitario tal como la radiología (Lim y Pinto, 2009; Carlin
y Garcés de los Fayos Ruíz, 2010), así como en la determinación de la naturaleza individual,
grupal y/u organizacional del fenómeno (Gil-Monte, 2005b). Por otro lado, se incide en la
realización de diagnósticos adecuados que permitan discriminar el Burnout de otras
patologías, entre las que se encuentran la depresión, la alienación, el tedio, la neurastenia, la
ansiedad o la fatiga crónica (Weber y Jaekel-Reinhard, 2000; García García y Herrero
Remuzgo, 2010). Por último, los esfuerzos empíricos se completaron con programas de
prevención (Gil-Monte, 2005b; García García y Herrero Remuzgo, 2010; Awa et al., 2010) y
estrategias de intervención (Weber y Jaekel-Reinhard, 2000), dirigidos al entorno de trabajo en
detrimento de la perspectiva individual.
17
El Burnout
Burnout personal, el Burnout relacionado con el trabajo y el Burnout relacionado con los
clientes (Kristensen et al., 2005). Este instrumento de medida enfatiza la contribución que
cada individuo, afectado por niveles altos de desgaste, le otorga a cada escenario. En este
caso, la aparición del Burnout se refleja en el ámbito personal, laboral o, de manera más
específica, en profesiones asistenciales (Salanova y Llorens, 2008; Maslach y Leiter, 2016).
Finalmente, el Spanish Burnout Inventory (SBI) considera que el Burnout se desarrolla como
resultado del estrés laboral crónico derivado de las relaciones que se establecen entre los
profesionales en contacto con clientes (Gil-Monte, 2005a, b). La manifestación del Burnout
se caracteriza por el deterioro cognitivo (disminución del entusiasmo hacia el trabajo) y
emocional (agotamiento psicológico), así como por actitudes y comportamiento de
indiferencia e indolencia. No obstante, en algunos casos pueden aparecer emociones
asociados a la culpa (Gil-Monte y Figueiredo-Ferraz, 2013).
El concepto del Burnout se ha definido, tradicionalmente, a través de los síntomas que este
fenómeno suscita entre los individuos que lo experimentan (Schaufeli y Buunk, 2003). En este
sentido, Freudenberger (1973, 1974) ya anunció, en sus primeras aproximaciones, sobre la
descripción del Burnout que las formulaciones del fenómeno se caracterizaban por ser
imprecisas, contradictorias o extremadamente comprensivas. De acuerdo con Schaufeli y
Buunk (2003), la definición del Burnout basadas en los síntomas presenta inconvenientes,
dado que excluyen aspectos esenciales del constructo y, en última instancia, tienden a ignorar
el proceso que se lleva a cabo en el desarrollo del Burnout.
Sin embargo, a pesar de que no existe una conceptualización que cuente con el beneplácito
unánime de los invetigadores, existe cierto consenso al considerar el Burnout como un
respueta al estrés laboral crónico (Gil-Monte y Peiró, 1997) cuya incidencia se refleja en
mayor medida en las profesiones asistenciales (Maslach y Leiter, 2016). Al mismo tiempo, la
manifestación del Burnout se asocia con “una experiencia subjetiva interna que conlleva un deterioro
de las condiciones del individuo (en especial de su autoevaluación profesional), de sus efectos y emociones, y de
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Analía López Carballeira
sus actitudes hacia el cliente de la organización y hacia el contexto laboral” (Gil-Monte, 2005a:54). Por
último, los síntomas conductuales y fisiológicas que se derivan de la aparición del Burnout
ocasionan consecuencias nocivas tanto para la organización como para el individuo (Gil-
Monte y Neveu, 2013; Schaufeli y Salanova, 2014; Maslach y Leiter, 2017). En cualquier caso,
a continuación, se describen las principales aportaciones conceptuales en torno al Burnout.
La primera aproximación acerca del Burnout en el área asistencial fue realizada por Maslach y
Jackson (1981). Así, estos autores consideran el Burnout como un síndrome de Agotamiento
Emocional, Despersonalización y baja Realización Personal cuya manifestación ocurre entre
individuos que trabajan con personas. Tal como se indica, el Burnout consta de tres
dimensiones fundamentales que representan las distintas etapas o fases por las que atraviesan
los sujetos. En consecuencia, el Agotamiento Emocional alude a los sentimientos de estar
sobre-exigido o a la pérdida de recursos causados por las demandas interpersonales (Maslach
et al., 2009; Schaufeli y Salanova, 2014). La Despersonalización apunta a actitudes poco
sensibles y cínicas hacia los destinatarios de los servicios (Maslach, 1998; Maslach y Leiter,
2016). Finalmente, la baja Realización Personal se asocia a la tendencia de los individuos a
evaluarse negativamente (Leiter y Maslach, 2001a; Maslach et al., 2001).
19
El Burnout
Por su parte, Brill (1984) propone al Burnout como “un estado disfuncional y disfórico relacionado
con el trabajo en una personal que no padece otra alteración psicopatológica mayor, en un puesto de trabajo en
el que antes ha funcionado bien, tanto en el rendimiento objetivo como en la satisfacción personal que luego ya
no puede conseguirlo de nuevo sin la ayuda de una intervención externa o de un reajuste laboral; y que está
relacionado con las expectativas precisas” (p. 12). En cambio, Pines y Aronson (1988) concluyen
que el Burnout se refiere al agotamiento físico, emocional y mental como resultado de la
exposición prolongada a experiencias estresantes. Mientras que el agotamiento físico se asocia
a una baja energía, fatiga crónica y debilidad, el Agotamiento Emocional está relacionado con
sentimiento de desesperanza y, finalmente, el agotamiento mental se caracteriza por el
desarrollo de actitudes negativas hacia uno mismo, el trabajo y la vida (Schaufeli y Buunk,
2003).
Al mismo tiempo, Schaufeli y Buunk (1996, 2003) interpretan el Burnout como un proceso
multidimensional que se caracteriza por un comportamiento negativo dentro de la
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Analía López Carballeira
organización, perjudicando no sólo al sujeto que lo sufre, sino también a la propia empresa en
la que desempeña su trabajo. Del mismo modo, Gil-Monte y Peiró (1999) consideran al
Burnout como una respuesta laboral crónica en donde el individuo desarrolla aspectos
asociados al fracaso profesional, Agotamiento Emocional y actitudes negativas hacia terceros.
Por otra parte, Schaufeli y Enzmann (1998), recogen que el Burnout es “estado mental,
persistente, negativo y relacionado con el trabajo, en individuos ‘normales’ que se caracteriza principalmente por
agotamiento, que se acompaña de malestar, un sentimiento de reducida competencia y motivación y el desarrollo
de actitudes disfuncionales en el trabajo” (p. 36).
Por último, Shirom (2003) conceptualiza el fenómeno del Burnout como una reacción
afectiva a un estrés prolongado cuyo aspecto central se identifica con la pérdida progresiva de
energía. El desgaste de dichos recursos energéticos se refleja a través del Agotamiento
Emocional, la fatiga física y el cansancio cognitivo. Esto es, Shirom (2009) entiende que el
Burnout es una variable que muestra las experiencias relacionadas con el estrés desde el punto
de vista organizacional. Posteriormente, Shirom (2011) circunscribe el fenómeno a un
problema habitual en las economías de mercado, reclamando una intervención preventiva y
posiciones claras en la política pública.
Si bien las distintas definiciones sobre la naturaleza del Burnout (Tabla 1.1) presentan claras
diferencias en cuanto a su trascendencia, precisión y dimensionalidad, por el contrario, los
diferentes investigadores elaboran sus tesis a partir de aspectos habituales (Schaufeli y Buunk,
2003) En este sentido, Schaufeli y Enzmann (1998) apunta a que gran parte de las
descripciones realizadas sobre el Burnout se articulan en función de los síntomas que
experimentan los individuos en el ámbito laboral. No obstante, existe un denominador
común que gira en torno: (i) al predominio de los sentimientos emocionales; (ii) la relevancia
los síntomas mentales y conductuales; (iii) influencia de las actitudes negativas sobre la
eficacia; (iv) Vinculación del Burnout con el trabajo y desarrollo en los sujetos (Schaufeli y
Enzmann, 1998; Schaufeli y Buunk, 2003). Fruto de estas consideraciones, el Burnout se
configura como un constructo teórico único, integrado por elementos contrapuestos, aunque
relacionados todos ellos entre sí (Shirom, 2003).
21
El Burnout
Edelwich y Pérdida progresiva del idealismo, energía y razones en las profesiones de ayuda,
Brodsky (1980) como consecuencia de las condiciones laborales.
“Estado disfuncional y disfórico relacionado con el trabajo, en donde el sujeto no padece otra
alteración psicopatológica mayor que (a) ha desarrollado su puesto de trabajo a un desempeño y
Brill (1984)
unos niveles afectivos adecuados a ese mismo contexto laboral; (b) no recuperará los niveles previos
sin ayuda externa o una nueva disposición ambiental” (p. 12)
Pines y Un estado caracterizado por agotamiento físico, emocional y mental como resultado
Aronson (1988) de la exposición a experiencias estresantes
Una reacción afectiva a un estrés prolongado cuyo aspecto central se identifica con
Shirom (2003)
la pérdida progresiva de energía.
En líneas generales, la versión más completa y extendida sobre la naturaleza del Burnout se
identifica con la definición realizada por Maslach y Jackson (1981, 1986), a pesar de no ser
universalmente aceptada. Así, el Burnout se entiende como aquella respuesta prolongada a los
22
Analía López Carballeira
23
El Burnout
dimensiones (Shirom, 2009). En cambio, Maslach (1993) rehúsa la idea de limitar el estudio
del Burnout únicamente al Agotamiento Emocional, ya que los valores y la sintomatología se
ajustan en gran medida a la definición más ortodoxa del estrés. Así, los hallazgos empíricos
verifican la existencia de elementos afines a la literatura general sobre el estrés que causan
escepticismo y recelo entre los académicos (Jackson et al., 1986). En consecuencia, el estrés y
el Agotamiento Emocional comparten, en esencia, una naturaleza común que no explican en
su totalidad el concepto de Burnout (Maslach, 1993). Para Maslach (1998), el Burnout no sólo
capta la experiencia de estrés individual, si no que se envuelve la concepción de uno mismo y
los demás dentro de un contexto de relaciones sociales complejas.
Otros autores (Shirom, 2003; Ashill y Rod, 2011; Leiter et al., 2013) apuntan al Agotamiento
Emocional y Despersonalización como un modelo más apropiado, basándose en argumentos
metodológicos y conceptuales. En esta línea, Taris (2006) constata que el núcleo o esencia del
Burnout se localiza en estas dos dimensiones. Por el contrario, la falta de Eficacia Profesional
muestra unas cualidades que la convierten en un aspecto confuso, pues todavía no está claro
si es un componente del Burnout o debería analizarse cómo una posible consecuencia
(Cordes et al., 1997). Fruto de esta consideración, Demerouti et al. (2001) y Bresó et al. (2007)
expresan la ambigüedad que genera este aspecto sobre su participación en el modelo de los
tres factores por diversos motivos. Por un lado, la experiencia clínica sugiere que el
Agotamiento Emocional y la Despersonalización aparecen juntos, a diferencia de la baja
Realización Personal, cuya presencia se desarrolla con menor frecuencia. Por otro, desde el
punto de vista empírico, los resultados muestran una correlación alta entre el Agotamiento
Emocional y la Despersonalización mientras que la falta de Eficacia Profesional mantiene una
relación débil con otras variables (Lee y Ashforth, 1990; Lee y Ashforth, 1996). Por último,
desde un enfoque conceptual, la baja Realización Personal se entiende como un constructo
derivado de la personalidad y la afectividad (Cordes y Dougherty, 1993; Shirom, 2003). En
esta línea, Shirom (2009) entiende que la combinación de síntomas tan diversos asociados al
término de afectividad no facilitan la comprensión del significado de la tercera dimensión.
24
Analía López Carballeira
la mayoría de las ocasiones en función de las combinaciones que surjan entre las tres
dimensiones (Agotamiento Emocional, Despersonalización y Realización Personal) y las
variables organizacionales (estresores laborales, demandas emocionales o conflictos
interpersonales). En esta línea, la Sobrecarga de trabajo y los conflictos sociales dan lugar a la
presencia de sentimientos de Agotamiento y Cinismo en los empleados, a diferencia de la
Ineficacia Profesional, donde la carencia de recursos en el trabajo o la pérdida de Apoyo
Social motivan la sensación de falta de Realización Personal (Lee y Ashforth, 1990). Por el
contrario, Schaufeli y Enzmann (1998) consideran que las demandas laborales influyen en
mayor medida en el Agotamiento Emocional que en las otras dos dimensiones
(Despersonalización y Realización Personal) (Brenninkmeijer y VanYperen, 2003). Fruto de
estas experiencias profesionales, cabe destacar la complejidad del entorno laboral y su
influencia ejercida en los individuos (Maslach, 2003).
Por consiguiente, no existe un consenso claro sobre la dimensionalidad del Burnout. Una
parte de la investigación aboga por un modelo multidimensional (Maslach y Jackson, 1981;
Leiter y Maslach, 1988; Lee y Ashforth, 1996; Cordes et al., 1997; Salanova et al., 2000;
Toppinen-Tanner et al., 2002) frente a aquellos que optan por la teoría unidimensional
(Freudenberger, 1974; Pines y Aronson, 1988). En este sentido, Maslach y Jackson (1981,
1984) y Maslach y Schaufeli (1993) argumentan que el modelo unidimensional origina pérdida
de información, rica y compleja, que se muestra a través de las posibles correlaciones entre las
dimensiones del Burnout y las variables de carácter organizacional (Gil-Monte y Peiró, 1997).
En consecuencia, el modelo de un solo factor imposibilita valorar el Burnout como un
indicador de la medida de la eficacia en la organización. Por medio de este índice, no se
obtendrían resultados relacionados con el bienestar del empleado, las actitudes, la salud y el
comportamiento (Lee y Ashforth, 1996; Alarcon et al., 2009; Maslach y Leiter, 2016).
El estudio del Burnout nace como resultado de los problemas laborales asociados a las
profesiones asistenciales (Weber y Jaekel-Reinhard, 2000). Dichas circunstancias presentan
contextos laborales complejos que generan gran inestabilidad en los miembros de la
organización, por lo que, la manifestación de riesgos psicosociales como la Carga de Trabajo,
el Conflicto de Rol, Posibilidad de Desarrollo, Control sobre el Tiempo de Trabajo, entre
25
El Burnout
otros, tiende a visibilizarse en mayor medida (Moncada et al., 2005; Moncada et al., 2011).
Con el objetivo de facilitar la comprensión del Burnout, el análisis y evaluación del Burnout
como un problema social y no como una línea de investigación académica permite
profundizar en la conceptualización del fenómeno desde diversas disciplinas como la
organización industrial, la psicología social o la sociología (Maslach, 2003). En este sentido,
cuantiosa literatura (Cherniss, 1980; Golembiewski et al., 1986; Maslach et al., 2001) propone
la delimitación del Burnout en función de la naturaleza clínica o psicosocial y cuya
combinación ofrece enfoques alternativos acerca de la definición del Burnout (Gil-Monte,
2005a; Muheim, 2013).
La perspectiva clínica considera que el Burnout se asocia a un “estado al que llega el individuo
como consecuencia del estrés laboral” (Gil-Monte y Peiró, 1997:14). Bajo esta óptica, la definición
del Burnout se identifica con un conjunto de sentimientos y comportamiento relacionados
con el estrés, en donde, el Burnout se considera un fenómeno estático (Carlin y Garcés de los
Fayos Ruíz, 2010). En esta línea, Freudenberger (1974) entiende que el Burnout se
corresponde con un estado de agotamiento de energía experimentado por los profesionales
de la salud cuando se ven sobrepasados por los conflictos con los “usuarios”. Paralelamente,
Pines y Aronson (1988) definen el Burnout como un estado de Agotamiento Emocional,
físico y mental derivado de la implicación de los individuos en situaciones estresantes. Fruto
de estas consideraciones, Gil-Monte (2005a) sugiere que el enfoque clínico centra su atención
en la evaluación del nivel de Burnout frente a otro tipo de análisis de carácter preventivo o
intervencionista. A través de este criterio, se obtiene información relevante de los síntomas
propios del Burnout y los aspectos vinculados con el bienestar emocional y psicológico de los
sujetos (Maslach et al., 2001; Muheim, 2013).
26
Analía López Carballeira
comprensión del proceso que se desencadena por la aparición del Burnout, desde su inicio
hasta su progreso y, mediante el cual, el sujeto experimenta diferentes etapas en función de
los síntomas que presente (Gil-Monte, 2005a). Paralelamente, cabe indicar que esta respuesta
no emerge de manera espontánea sino que cada uno de los elementos que forman parte de
este proceso se exterioriza gradualmente, contribuyendo con mayor o menor intensidad a la
manifestación del Burnout (Álvarez Gallego y Fernández Ríos, 1991a).
Así, Cherniss (1980) postula que el Burnout está constituido por una secuencia de tres
estadios; a saber: la fase de estrés, de agotamiento y de afrontamiento. La primera de ellas
consiste en un desequilibrio entre las demandas de trabajo y los recursos de los que dispone el
sujeto para hacer frente a determinados sucesos. La segunda fase, de agotamiento, está
relacionada con la reacción emocional derivada de los desajustes, materializada en sensaciones
tales como la ansiedad, la fatiga o el agotamiento que refleja el individuo. Finalmente, la
última fase, de afrontamiento, se caracteriza por los cambios en el comportamiento del
trabajador, mostrando un trato cínico, frío e impersonal hacia los usuarios de organizaciones
asistenciales.
Golembiewki, Munzenrider y Carter (1983), por su parte, elaboran un modelo formado por
tres dimensiones cuales son la Despersonalización, la baja Realización Personal y el
Agotamiento Emocional. Los empleados padecen sentimientos negativos que les lleva a
establecer una serie de mecanismos con el fin de protegerse de las presiones laborales.
Entonces, Golembiewki, Munzenrider y Carter (1983) entienden que el mejor aspecto que
define y predice el Burnout es la Despersonalización, seguido de la baja Realización Personal
y, por último, el Agotamiento Emocional. Paralelamente, cabe destacar que estos autores
consideran que el Burnout no es exclusivo para las profesiones asistenciales, sino que también
se puede dar en espacios profesionales heterogéneos (comerciales, directivos…).
Por el contrario, Leiter y Maslach (1988) observan que el Burnout se inicia con sentimientos
de Agotamiento Emocional que conducen a la aparición de actitudes despersonalizadas. La
frecuencia de estas situaciones genera la pérdida de compromiso que, en situaciones límite,
afectan a la realización de las tareas. Fruto de estas consideraciones, Leiter y Maslach (1988)
destacan el Agotamiento Emocional como el aspecto imprescindible que activa el proceso.
Sin embargo, cabe destacar que la intensidad o gravedad del Burnout oscila, en gran medida,
27
El Burnout
por las interacciones que se constituyan entre los estresores y las dimensiones de
Agotamiento Emocional, Despersonalización y Realización Personal.
En sentido opuesto, Leiter (1993) plantea que el Agotamiento Emocional destaca como
respuesta de las presiones recibidas en el ámbito laboral. En caso de que estos sentimientos se
conviertan en crónicos, los empleados padecerán actitudes de Despersonalización. En
cambio, Leiter y Maslach (1988) subrayan que la Despersonalización no media entre el
Agotamiento Emocional y la baja Realización Personal, sino que, diferentes agentes como los
estresores laborales, la falta de Apoyo Social y de oportunidades inciden directamente en la
baja Realización Personal.
Por su parte, Lee y Ashfoth (1993) desarrollan un modelo que juega con las tres dimensiones
en sentido contrario a Leiter y Maslach (1988) y Golembiewki, Munzenrider y Carter (1983).
Para Lee y Ashfoth (1993), los estresores laborales conducen al Agotamiento Emocional en
los individuos y éste, a su vez, actúa sobre la Despersonalización y la baja Realización
Personal. Los sentimientos de Agotamiento Emocional representan el estrés mientras que la
Despersonalización se relaciona con las tácticas de afrontamiento que despliega el empleado
para hacer frente a los acontecimientos. Al mismo tiempo, el Agotamiento Emocional
profundiza en la baja Realización Personal.
Así las cosas, tanto Leiter y Maslach (1988) como Golembieswki et al. (1983) consideran que
el Burnout se explica en tres fases consecutivas como son el Agotamiento Emocional, la
Despersonalización y la Realización Profesional, si bien no presentan la misma dimensión
como precursor del inicio del Burnout. En este sentido, mientras que Golembieswki et al.
(1983) consideran que la Despersonalización es el elemento central del desarrollo del
Burnout, Leiter y Maslach (1988) sugieren que el Agotamiento Emocional se corresponde
con la dimensión precedente. Por el contrario, Lee y Ashfoth (1993) y Leiter (1993) coinciden
en afirmar que el Burnout se constituye en dos fases encabezadas por el Agotamiento
Emocional.
Por último, Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1995) exponen que los profesionales asistenciales
experimentan, paralelamente, un incremento del Cansancio Emocional y falta de Realización
Personal. Este tipo de sentimientos derivan en conductas de Despersonalización.
Consecuentemente, Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1995) entienden el Burnout como una
respuesta al estrés laboral derivado de una mala gestión de las estrategias de afrontamiento.
28
Analía López Carballeira
29
El Burnout
Así, mientras que el estrés laboral se puede entender como un término genérico referido al
proceso de adaptación temporal que sufre un individuo (Schaufeli y Buunk, 1999, 2003). El
Burnout, en su defecto, es una respuesta prolongada a estresores emocionales e
interpersonales crónicos en el ámbito laboral (Maslach et al., 2009; Maslach y Leiter, 2016).
En efecto, el Burnout se origina como consecuencia de un desajuste entre las demandas de
trabajo y los recursos con los que cuenta el individuo para hacer frente a esos estresores
(Schaufeli y Buunk, 1999). Por el contrario, Brill (1984) sostiene que el Burnout no sólo es un
estrés laboral prolongado, si no que puede ser considerado como una etapa final debido a la
inadaptación producida por un desequilibrio a largo plazo entre las demandas y recursos
laborales. Por su parte, Maslach y Schaufeli (1993) plantean como posible delimitación
conceptual la variable tiempo cuya discriminación es posible en el caso de que la adaptación
se haya realizado con éxito (estrés laboral) o haya sido un fracaso (Burnout). Sin embargo,
Shirom (2003, 2009) entiende el Burnout como una reacción afectiva a un estrés dilatado en
el tiempo. En otras palabras, el Burnout es el resultado de un patrón de respuestas cuyo
epicentro de actividad se encuentra en el estrés laboral.
Por su parte, el Burnout y la depresión presentan ciertas semejanzas entre sí, en especial, en
aspectos relacionados con el cansancio, el retiro social y los sentimientos de fracaso (Gil-
Monte y Peiró, 1997). No obstante, la práctica clínica justifica la diferenciación de ambos
fenómenos; a saber: los sujetos que manifiestan síntomas de depresión tienden a estar
30
Analía López Carballeira
abrumados por la inestabilidad y el letargo, a diferencia de los individuos con Burnout, donde
se presentan más agraviados y decepcionados (Schaufeli y Buunk, 1999). Desde el enfoque
clínico, la sintomatología de la depresión reactiva se asocia con sentimientos de culpa, frente
al Burnout, que se vincula con entornos de ira tal como sugiere Freudenberger (1981). Al
mismo tiempo, el Burnout se desarrolla, al menos inicialmente, en ambientes laborales,
mientras que la depresión, se exterioriza en cualquier esfera de la vida (Pines et al., 1981;
Maslach y Leiter, 2016). Por último, cabe destacar la importancia del componente
multidimensional del Burnout, dado que incorpora emociones disfuncionales que no se
encuentran en la depresión (Schaufeli y Buunk, 1999; Tourigny et al., 2010).
Asimismo, la investigación empírica en relación a la validez discriminante del MBI sugiere que
el Agotamiento Emocional está substancialmente relacionado con la depresión, a diferencia
de las otras dos dimensiones (Maslach y Schaufeli, 1993; Martínez Pérez, 2010). Otras
revisiones (Schaufeli y Enzmann, 1998; Hakanen et al., 2008) consideran a la depresión como
una consecuencia negativa del Burnout. En cualquier caso, a través de los hallazgos se
enfatiza el distanciamiento conceptual entre la depresión y la validez del modelo
multidimensional del Burnout. Así, se establece una línea divisoria entre el Burnout y la
depresión por medio del dominio (multidimensionalidad) (Maslach y Schaufeli, 1993).
En lo que se refiere al tedio o aburrimiento, las diferencias con el Burnout dependen, en gran
medida, de las circunstancias en las que se hallen. Pines et al. (1981) indican que el tedio
deriva de las presiones físicas o psicológicas de carácter crónico en el ámbito laboral del
sujeto, por lo que, la parte material adquiere mayor importancia. En cambio, Maslach y
Jackson (1981) sugieren que las tensiones emocionales reiteradas provocan situaciones
estresantes. Fruto de estas consideraciones, Pines et al. (1981) limitan el uso del término
Burnout para las profesiones asistenciales, mientras que, emplean el Tedio para referirse al
mismo fenómeno cuyo objeto de trabajo se aplica a cualquier tipo de ocupación.
Posteriormente, Pines el al. (1981) amplían el concepto de Burnout hasta incluir el Tedio, de
manera que, este constructo pasa a ser un síntoma propio del Burnout (Pines y Aronson,
1988). No obstante, no todos los investigadores son partidarios de esta sugerencia, pues
identifican el tedio como un indicador del Burnout. En consecuencia, la hipótesis sobre la
equivalencia de los constructos cobra especial relevancia (Gil-Monte y Peiró, 1997).
31
El Burnout
De otro lado, desde el punto de vista teórico, la alienación se desarrolla debido a la falta de
libertad de un individuo para llevar a cabo una determinada tarea que es posible realizar. Por
el contrario, el Burnout ocurre como resultado de una excesiva autonomía por parte del
empleado para efectuar una labor imposible (Cherniss, 1993). Ahora bien, desde el punto de
vista empírico, Gil-Monte y Peiró (1997) destacan la importancia de discernir estos dos
constructos. Por una parte, la alienación está influida por variables de corte organizacional y
asociadas a la carrera del empleado (política organizacional, distribución de las tareas, sistema
organizacional…), y, por otro, el Burnout es un fenómeno específico de una profesión cuya
gravedad depende de los factores situacionales. En este sentido, estos autores concluyen que
el origen del Burnout no se encuentra en la organización como tal, sino en el impacto que
ésta provoca en el proceso de interacción entre el profesional y el cliente.
Desde la aparición del Burnout en la literatura psicológica (Freudenberger, 1974), han surgido
múltiples corrientes teóricas de investigación de este fenómeno con el objetivo tanto de
describir sus causas como de entender su proceso de desarrollo (Manzano-García y Ayala-
Calvo, 2013). La proliferación de estos modelos teóricos en torno al Burnout responde a la
necesidad de explicar los factores que participan en su desarrollo, así como a la importancia
de integrarlos en marcos teóricos más amplios (Gil-Monte y Peiró, 1997; Carlin y Garcés de
los Fayos Ruíz, 2010; García y Herrero Remuzgo, 2010).
A este respecto, Maslach y Leiter (2016) indican que las investigaciones iniciales sobre la
taxonomía del Burnout se centran en analizar la relación que mantienen las dimensiones de
dicho fenómeno entre sí. Posteriormente, los análisis se orientan a la configuración de
modelos basados en la teoría del estrés y los desequilibrios que causan la manifestación del
Burnout. En este sentido, Cherniss (1993) elabora el primer modelo que ejerce de puente
conceptual entre la naturaleza secuencial del Burnout y estos desequilibrios. Por último, la
modificación de las características determinantes del ámbito laboral como son las demandas y
los recursos justifican la aparición de dos modelos que contribuyen a explicar el desarrollo del
Burnout (Maslach y Leiter, 2016); a saber: Teoría de Demandas y Recursos Laborales
(Demerouti et al., 2001; Bakker y Demerouti, 2016) y la Teoría de Conservación de Recursos
(Hobfoll y Freedy, 1993).
32
Analía López Carballeira
En definitiva, los modelos teóricos relativos al Burnout se centran en dar respuesta a las
cuestiones que suscitan los sentimientos de desgaste y, en última instancia, articular una teoría
adecuada a la etiología del Burnout (López Ríos y Ortega Ruiz, 2004). Al mismo tiempo, cada
uno de los marcos teóricos reflejan la importancia del binomio persona-trabajo cuya relación
se manifiesta a través de variables como la Competencia, la Efectividad percibida, la
Motivación, la Despersonalización, la Autoeficacia percibida, la Autoconciencia, la Emoción,
las Habilidades, la Culpabilidad, entre otros (Manzano-García y Ayala-Calvo, 2013). En esta
línea, Peiró y Gil-Monte (1999) plantean una categorización de los modelos etiológicos en
cuatro líneas de investigación; a saber: Teoría Sociocognitiva del Yo, Teoría del Intercambio
Social, Teoría Organizacional y Teoría Estructural. En una revisión reciente, Gil-Monte y
Neveu (2013) incluyen un marco teórico adicional, representado por la Teoría de Demandas y
Recursos laborales. Dentro de cada uno de estas corrientes se recogen diversos modelos
explicativos del Burnout (Tabla 1.2).
33
El Burnout
34
Analía López Carballeira
expectativas iniciales. Si esta situación se mantiene en el tiempo, dará lugar al Burnout que,
por retroalimentación, impulsará el desarrollo de los factores barrera, de modo que la eficacia
percibida y la motivación serán menores.
De otro lado, el Modelo de Pines (1993), en la misma línea argumental que el Modelo de
Competencia de Harrison (1983), considera que aquellas personas con fuertes estímulos se
incorporan en la esfera laboral con metas y expectativas elevadas, que pueden ser de carácter
universal, derivarse de la propia profesión o ser de naturaleza personal. Mediante la
combinación de todas ellas, el empleado aspira a que su trabajo le otorgue sentido a su vida.
Por tanto, en un ambiente donde se maximizan las cualidades positivas, los profesionales
motivados podrán alcanzar sus objetivos y satisfacer plenamente sus expectativas. Como
consecuencia de ese éxito profesional, encontrarían un significado existencial que se traduciría
en un mayor estímulo. En cambio, si los empleados motivados por su labor e identificados
con su trabajo, fracasan en el logro de sus objetivos, se frustran y sienten que no son capaces
de realizar ningún tipo de contribución a la vida. Este proceso de desilusión donde el sujeto
es incapaz de adaptarse resulta un poderoso desencadenante del Burnout. Ahora bien, cabe
precisar que un trabajador que no se encuentre inicialmente muy motivado puede llegar a
experimentar otro tipo de sentimientos tales como depresión, fatiga, alienación, pero no
necesariamente Burnout.
En lo referente al modelo elaborado por Cherniss (1993), el autor sostiene que las
características del ambiente laboral interactúan con los aspectos propios del sujeto y con
factores extra-laborales, tales como el Apoyo Social o las demandas externas. Así, la respuesta
a la combinación negativa de todos estos elementos favorece el desarrollo del Burnout. Por
medio de este Modelo, es posible establecer una relación causal entre la incapacidad del
empleado para manifestar sentimientos de competencia o éxito personal y el Burnout. Para
ello, Cherniss (1993) introduce el concepto de autoeficacia en el paradigma, variable vinculada
al compromiso y la motivación. De esta forma, los trabajadores con fuertes sentimientos de
Autoeficacia percibida experimentan menos estrés en escenarios desafiantes. Al mismo
tiempo, estas situaciones se vuelven menos estresantes cuando los profesionales las afrontan
de manera positiva. En definitiva, el modelo pone de manifiesto que la consecución
independiente y exitosa de las metas aumenta la autoeficacia, mientras que el fracaso en
alcanzar esos objetivos deviene en baja autoeficacia y, a la postre, en la aparición del Burnout.
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El Burnout
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El Burnout
La Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001) sostiene que “los
individuos se esfuerzan por obtener, conservar, fomentar y proteger aquellos recursos que valoran” (p. 516).
Estos recursos clave son indispensables para afrontar el funcionamiento y organización de sus
relaciones sociales o la adaptación al ámbito organizacional (Hobfoll, 2011). Dichos recursos
dependen de los sujetos y conectan, en la mayoría de las circunstancias, con situaciones y
experiencias personales (Halbesleben et al., 2014). En este sentido, Hobfoll (1989) pone
especial énfasis en el análisis de los recursos, dado que son un aspecto central para la
comprensión de la Teoría y, en última instancia, de la psicología del estrés.
38
Analía López Carballeira
amor, el afecto y la confianza (Hobfoll, 1988). En tercer lugar, las condiciones son recursos
buscados y valorados (Hobfoll, 1989), entre los cuales se encuentran el matrimonio, la
tenencia, la seguridad laboral o la antigüedad (Hobfoll, 1988; Hobfoll y Shirom, 2000). En
último lugar, las energías son recursos valiosos para la adquisición de otros recursos (Hobfoll,
1989), dentro de cuya categoría se encuentran el dinero, la competencia social, el crédito o el
conocimiento (Hobfoll, 1988; Hobfoll y Shirom, 2000).
De estos dos principios (Hobfoll, 1988, 2001) se desprenden cuatro corolarios que ayudan a
entender la complejidad de la Teoría de Conservación de Recursos (Halbesleben et al., 2014).
Los dos primeros corolarios se asocian con la primacía de la pérdida de recursos y el proceso
de inversión de recursos mientras que los dos corolarios restantes se corresponden con la
espiral de pérdidas y ganancias de recursos (Hobfoll, 1988). El primer corolario establece que
aquellos individuos con mayores recursos son menos vulnerables a la pérdida de recursos y,
en consecuencia, tienen la capacidad de atraer más recursos. En cambio, aquellos que poseen
menos recursos son más sensibles a la pérdida de recursos y, por consiguiente, la captación de
recursos se vuelve más laboriosa (Hobfoll, 1988; 2001). Por su parte, el segurndo corolario
sugiere que los sujetos que carecen de recursos no sólo son propensos a la pérdida de más
recursos, sino que también la pérdida inicial origina pérdidas futuras (Hobfoll, 2001).
Asimismo, el corolario 3 sigue la línea del anterior corolario, aunque en sentido contrario
(Halbesleben et al., 2014). En efecto, de acuerdo con Hobfoll (2001), el tercer corolario
39
El Burnout
afirma que los individuos que gocen de recursos no sólo están mejor posicionados para lograr
mayores recursos, sino que también la ganancia inicial conduce a beneficios futuros. De este
modo, en términos generales, la Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 2001)
predice que la espiral de pérdidas y ganancias de recursos se caracteriza por efectuarse con
fuerza y celeridad. Este proceso dinámico adquiere mayor fortaleza e impulso a medida que
aumenta la frecuencia de las interacciones (Westman et al., 2004; Halbesleben et al., 2014).
Por último, el cuarto corolario sostiene que aquellos sujetos que son sensibles a la pérdida de
recursos, manifiestan comportamientos defensivos a la hora de invertir recursos futuros
(Hobfoll, 1988, 2001) (Tabla 1.3).
Nombre Descripción
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Analía López Carballeira
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El Burnout
dinámicas (Halbesleben et al., 2014). En este sentido, Shirom (2003) considera que los
individuos que pierden recursos se caracterizan por ser más vulnerables a exteriorizar
comportamientos asociados al Burnout. En consecuencia, los empleados buscarán otros
métodos para atraer conductas positivas que eviten la pérdida de recursos, debido al impacto
negativo que esto provoca en el bienestar laboral (Halbesleben et al., 2014). Por lo tanto, el
supuesto sobre la primacía de las pérdidas introduce en su formulación, por un lado, el
aspecto motivacional, clave en el proceso del Burnout (Wright y Hobfoll, 2004) y, por otro,
colabora en la comprensión tanto del estrés como del Burnout (Halbesleben y Buckley, 2004;
Hobfoll, 2001).
Bajo esta perspectiva, la Teoría de la Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001;
Hobfoll y Freedy, 1993) propone que el estrés y el Burnout ocurren debido a la amenaza que
perciben los individuos sobre aquello que valoran (Halbesleben y Buckley, 2004). De acuerdo
con Hobfoll (1989), el estrés se desarrolla en tres escenarios fundamentados en (1) que los
recursos se encuentran amenazados; (2) que se pierden los recursos, o (3) que los individuos
no logran obtener recursos suficientes después de realizar una inversión significativa de
recursos. Fruto de estas consideraciones, Hobfoll (2001) plantea que estas tres condiciones
proporcionan una plataforma para elaborar una teoría adecuada a la realidad del Burnout. Así,
la combinación y cumplimiento de estos tres elementos estresantes conducen al desarrollo del
Burnout (Westman et al., 2004).
En líneas generales, el proceso se inicia con la amenaza o pérdida de los recursos cuyo
afrontamiento se formaliza a través de la inversión en recursos (Halbesleben y Buckley, 2004;
Westman et al., 2004). En caso de no efectuarse la inversión con éxito, los individuos
comienzan a manifestar aspectos relativos al estrés (Westman et al., 2004). Así, en esta etapa,
los sujetos entran en la espiral creciente de pérdidas que, a la postre, ampara la aparición del
Burnout (Halbesleben y Buckley, 2004). De acuerdo con Westaman et al. (2004), cada
periodo de pérdida contribuye al desarrollo de este fenómeno, dado que los sujetos no
poseen los recursos suficientes para hacer frente a las amenazas. En esencia, la amenaza o
pérdida de recursos inicial desembocan en altos niveles de estrés, mientras que, la pérdida o
amenaza continúa de los recursos, en especial, tras una gran cantidad de inversión en
recursos, favorece el desarrollo del Burnout (Hobfoll, 2001). Por consiguiente, la Teoría de
Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988; 1989, 2001; Hobfoll y Freedy, 1993) se extiende
42
Analía López Carballeira
más allá de la noción de estrés y se sitúa al Burnout como una secuela principal del estrés
crónico (Hobfoll, 2001; Halbesleben y Buckley, 2004).
Una amplia variedad de investigaciones (Leiter y Maslach, 1988; Lee y Ashforth, 1996;
Alarcon, 2011; Halbesleben y Wheeler, 2011; Halbesleben y Wheeler, 2015) han empleado el
marco de la Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001) como soporte
teórico y empírico dentro del contexto organizacional (Westman et al., 2004; Halbesleben y
Buckley, 2004). Las primeras observaciones realizadas por Shirom (1989) plantean la
incorporación del fenómeno de Burnout en el marco de la Teoría de Conservación de
Recursos con el propósito de analizar las implicaciones teóricas, empíricas y prácticas
(Westman et al., 2004). Para ello, Shirom (1989) destaca la idea de integrar en su formulación
la premisa empresarial sobre la maximización de beneficios y la reducción de las pérdidas. Así,
este autor refleja que los individuos experimentan los síntomas del Burnout en el momento
en que éstos pierden sus recursos más valiosos sin poseer la capacidad de recuperarlos
(Westman et al., 2004). Además, Shirom (1989) establece que la Teoría de Conservación de
Recursos introduce en la conceptualización del Burnout los recursos energéticos,
identificados en energías físicas, emocionales y cognitivas. En consecuencia, Shirom (1989;
2003) entiende el Burnout como “una reacción afectiva a un estrés prolongado, cuyo contenido medular
es el agotamiento gradual de los recursos energéticos intrínsecos de los individuos en el transcurso del tiempo,
incluyendo la expresión de agotamiento emocional, fatiga física y cansancio cognitivo” (p. 1).
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El Burnout
aquí, los sujetos entran en una espiral de pérdidas cuyo final desemboca en la aparición del
Burnout (Hobfoll y Freedy, 1993). Cabe destacar, además, la naturaleza dinámica e intensa
que adquiere el desarrollo del Burnout debido, fundamentalmente, al desequilibrio que se
presenta entre la velocidad con que los factores laborales inciden en los recursos y su
reposición (Freedy y Hobfoll, 1994).
En cambio, Shirom (2003) aborda las causas y consecuencias del Burnout, así como el propio
proceso que conlleva la manifestación del fenómeno en el contexto laboral. En consonancia
con la Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001). Shirom (2003)
sostiene que la merma de los recursos se origina en la etapa inicial de la espiral creciente de
pérdidas que, en escenarios prolongados, causan el desarrollo del Burnout (Westman et al.,
2004). Al mismo tiempo, Shirom (2003) introduce la idea de entrelazar el proceso del
Burnout y las conductas de afrontamiento. La combinación del modelo de Burnout y la
Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001) sugiere que los empleados
dedican esfuerzos directos e indirectos con el objetivo de compensar el desgaste de la energía,
resultado de los primeros síntomas del Burnout (Westman et al., 2004). Ahora bien, si estos
esfuerzos no llegan a buen término, los empleados participan de comportamientos defensivos
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Analía López Carballeira
de naturaleza emocional que se canalizan mediante las tres dimensiones del Burnout como
son el Agotamiento Emocional, la Despersonalización y la Realización Personal (Maslach y
Leiter, 2017).
En consonancia con la visión teórica, Lee y Asforth (1996) ratifica que las variables asociadas
a las demandas laborales (Sobrecarga laboral, conflicto o presión) muestran una fuerte
relación con el Agotamiento Emocional frente a los recursos (Control, Posibilidades de
Desarrollo o Apoyo Social). Por otra parte, Lee y Asforth (1996) indican que las demandas
laborales no presentan una relación significativa con la Despersonalización y la Realización
Personal mientras que los recursos se asocian positivamente con estas dos dimensiones
(Halbesleben y Buckley, 2004). Igualmente, el meta-análisis de Lee y Asforth (1996) sostiene
que la naturaleza de los recursos fomenta actitudes positivas, por lo que, la necesidad de
45
El Burnout
A este respecto, Halbesleben y Bowler (2007) hallaron que altos niveles de Burnout conducen
un menor desempeño laboral debido a la política de inversión de recursos. Por el contrario, la
inversión estratégica favorece la correlación positiva entre el Burnout y el Comportamiento
de la Ciudadanía Organizacional como consecuencia del concepto de reciprocidad
(Halbesleben y Buckley, 2004; Halbesleben y Wheeler, 2015) que se desprende de la Teoría de
Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001; Hobfoll y Freedy, 1993). Los
empleados valoran adecuadamente la recepción y ofrecimiento de ayuda (criterio de
reciprocidad), dado que perciben la disponibilidad de recursos valiosos (Halbesleben y
Wheeler, 2015). Por ello, el criterio de reciprocidad actúa como instrumento mediante el cual
los empleados aseguran la compensación de su inversión (Halbesleben y Buckley, 2004;
46
Analía López Carballeira
Así las cosas, se colige que la Teoría de Conservación de Recursos (Hobfoll, 1988, 1989,
2001) proporciona un marco teórico general que impulsa la comprensión del Burnout
(Schaufeli y Buunk, 2003). Dicha Teoría articula una estructura común en torno a una serie de
enfoques y perspectivas, a través de la cual, se profundiza en el concepto de Burnout, sus
antecedentes y consecuentes (Westman et al., 2004; Wright y Hobfoll, 2004). En
consecuencia y en sintonía con la Teoría de Conservación de Recursos, el Burnout se
entiende como un proceso gradual y dinámico resultante del estrés asociado al agotamiento
de recursos y el empobrecimiento (Westman et al., 2004). Al mismo tiempo, la investigación
empírica no sólo constata la asociación entre los supuestos de la Teoría de Conservación de
Recursos (Hobfoll, 1988, 1989, 2001) y el modelo procesual del Burnout (Westman et al.,
2004), sino que también revela información adicional relativa a las estrategias de
afrontamiento, oportunidades de intervención dentro de la organización y la prevalencia de
los recursos valiosos (Shirom y Ezrachi, 2003).
47
El Burnout
Por su parte, el Modelo de Cox, Kuk y Leiter (1993) se desarrolla bajo el entendimiento de
que el Burnout es una respuesta al estrés laboral debido a la ineficacia de las estrategias de
afrontamiento empleadas por el individuo para controlar el estrés y sus efectos. Este modelo
está enfocado desde el punto de vista transaccional, en el cual, se incluyen dos tipos de
variables. La variable “sentirse gastado” hace referencia a los sentimientos de cansancio,
confusión y debilidad emocional. Por el contrario, la otra variable asociada a “sentirse
presionado y tenso” se encuentra vinculado a sentimientos de amenaza, tensión y ansiedad.
Todas estas impresiones se conectan directamente con el proceso de evaluación de los
estresores, con la respuesta emocional por parte del empleado y con las tácticas de
afrontamiento. Fruto de estas consideraciones, Cox, Kuk y Leiter (1993) consideran que la
variable “sentirse gastado” se asocia, desde un punto de vista teórico y empírico, al
Agotamiento Emocional. La Despersonalización, por otra parte, son todas aquellas estrategias
48
Analía López Carballeira
49
El Burnout
El Modelo de Gil-Monte, Peiró y Valcarcel (1995) analiza el Burnout a través de una serie de
variables de distinta naturaleza tales como las organizacionales, personales y estrategias de
afrontamiento. De esta forma, el Burnout es considerado como una respuesta al estrés que
resulta de una mala gestión de las estrategias de afrontamiento. La reacción de los sujetos ante
situaciones amenazantes se dirige como variable mediadora entre el estrés percibido y las
consecuencias tanto para la organización como para el individuo (falta de salud, baja
Satisfacción Laboral, etc.).
La otra línea de actuación, por su parte, postula que los procesos psicológicos subyacentes,
referidos a las demandas y a los recursos laborales, desempeñan un papel significativo en el
desarrollo del deterioro de la salud y el proceso motivacional (Bakker y Demerouti, 2013)
(Figura 1.1.).
50
Analía López Carballeira
51
El Burnout
No obstante, investigaciones recientes (Crawford et al., 2010; Schaufeli y Taris, 2014) sobre
las demandas laborales apoyan la necesidad de distinguir las demandas obstaculizadoras y las
desafiantes. Así, las demandas obstaculizadoras se definen como “las circunstancias de trabajo que
implican restricciones excesivas o indeseables que interfieren o inhiben la capacidad de un individuo para lograr
objetivos sociales” (Cavanaugh et al., 2000:67). En esta línea, Crawford et al. (2010) indican que
las demandas obstaculizadoras, como el Conflicto de Rol, Ambigüedad de Rol, política de la
organización, la burocracia y molestias (Schaufeli y Bakker, 2004) representan estresores cuya
finalidad se centra en frustrar el desarrollo profesional, el aprendizaje y el logro de las metas
laborales. Desde el punto de vista de la Teoría de Demandas y Recursos Laborales, la
descripción de este tipo de demandas se asemeja al concepto de demandas laborales y, en
consecuencia, hacen referencia a la parte negativa de éstas (Demerouti y Bakker, 2011; Bakker
y Demerouti, 2016). Por el contrario, las demandas desafiantes son aquellos estresores que
impulsan el dominio, el crecimiento o los beneficios potenciales (Crawford et al., 2010), por
lo que, se identifican con experiencias gratificantes. Fruto de esta consideración, Van de
Broeck et al. (2010) sostienen que estos elementos apelan a un estilo de afrontamiento basado
en el problema y, como resultado, favorecen la consecución de los objetivos laborales.
Dentro de las demandas desafiantes se circunscriben la elevada Carga de Trabajo, la presión
del tiempo, y los altos niveles de responsabilidad de trabajo (Schaufeli y Bakker, 2004). .En la
Teoría de Demandas y Recursos Laborales, las demandas desafiantes mantienen una alta
correspondencia con los recursos laborales, debido a la característica estimulante que
comparten ambas definiciones (van den Broeck et al., 2010), considerándose elementos de
estrés positivos (Demerouti y Bakker, 2011).
En definitiva, mientras que las demandas desafiantes se asocian con la percepción de disfrutar
de oportunidades para aprender y alcanzar las metas laborales, por el contrario, las demandas
obstaculizadoras son interpretadas por los empleados como aspectos que dificultan su
ascenso hacia la consecución de sus objetivos o que impiden la obtención de recompensas
tras haber sido evaluados como un actor eficaz (Crawford et al., 2010).
En lo que se refiere a los recursos laborales, estos se refieren a los “aspectos físicos, psicológicos,
sociales, organizacionales o sociales del trabajo que pueden (a) reducir las exigencias del trabajo y los costes
fisiológicos y psicológicos asociados, (b) ser decisivos en la consecución de los objetivos del trabajo o (c) estimular
el crecimiento personal, el aprendizaje y el desarrollo” (Demerouti et al., 2001: 501). Por consiguiente,
52
Analía López Carballeira
los recursos laborales no sólo son importantes para sobrellevar las demandas de trabajo, sino
que también influyen en el bienestar de los empleados (Bakker y Demerouti, 2013, 2016). En
línea con estas consideraciones, la Teoría de la Conservación de Recursos sostiene que la
motivación humana debe estar enfocada hacia el mantenimiento y la acumulación de
recursos. En este sentido, los recursos laborales se caracterizan por ser el medio a través del
cual se alcanzan o protegen otros recursos valiosos o se aprecian por su propio derecho
(Hobfoll y Freedy, 1993). De acuerdo con Hobfoll y Freedy (1993), los recursos pueden estar
situados a nivel de la organización (salario, oportunidades de carrera, seguridad laboral), a
nivel interpersonal y social (el Apoyo del supervisor y compañero de trabajo, o el espíritu de
equipo), a nivel de la organización del trabajo (la Claridad de Rol o la Participación en la toma
de decisiones), y a nivel de la tarea (la información sobre el rendimiento, la variedad de
habilidades, la significación de tareas, la identidad de la tarea o la Autonomía). Estas últimas
características laborales asociadas a la tarea mantienen la misma línea argumental que los
trabajos clásicos de Hackman y Oldham (1980), quienes destacan el valor de potenciar la
estimulación de los recursos laborales mediante el Modelo de las Características Laborales
(Bakker y Demerouti, 2007).
A mayores, en las últimas revisiones del Modelo de Demandas y Recursos Laborales, diversos
autores (Demerouti y Bakker, 2011; Bakker y Demerouti, 2016) proponen la inclusión de los
recursos personales como elemento explicativo del proceso. Para ello, los investigadores
aluden al enfoque psicológico como principal causa de la integración de aspectos relativos al
individuo, pues el comportamiento humano se define por la interacción de factores tanto
personales como ambientales (Schaufeli y Taris, 2014). Desde esta perspectiva, para Hobfoll
et al. (2003), los recursos personales se definen como “las autoevaluaciones positivas vinculadas a la
resiliencia referidas a la percepción de la capacidad propia para controlar e influir en el entorno” (p. 632). Al
igual que los recursos laborales, los recursos personales posibilitan la consecución de los
objetivos laborales y colaboran en el crecimiento personal dentro de la organización
(Schaufeli y Taris, 2014).
53
El Burnout
asociado al deterioro de la salud, las altas demandas laborales se caracterizan por activar un
proceso, a través del cual, el esfuerzo y las exigencias excesivas provocan costes físicos y
psicológicos a los empleados que, en última instancia, conducen al Agotamiento Emocional y
a la aparición de problemas de salud (Demerouti et al., 2001; Bakker et al., 2003; Schaufeli y
Bakker, 2004; Bakker y Demerouti, 2007). Esta pérdida de energía y el aumento de la tensión
laboral devienen en una incapacidad de responder adecuadamente a las demandas, por lo que,
los miembros de la organización tienden a desarrollar conductas negativas como el Burnout
(Bakker y Demerouti, 2007; Crawford et al., 2010). En esta línea, Hockey (1993) indica que
los empleados recurren a las estrategias de protección cuando están bajo la influencia de las
demandas. En este sentido, dichas estrategias representadas por la combinación de la
activación y el esfuerzo (costes de compensación) durante un plazo prolongado provocan la
pérdida de energía en los individuos que, en último extremo, ocasiona efectos perjudiciales en
la eficacia y desempeño laboral (Bakker y Demerouti, 2007, 2016; Bakker et al., 2011).
54
Analía López Carballeira
frente a las demandas, así como de protegerse de los factores estresantes (Lee y Ashforth,
1996). Por el contrario, aquellos miembros de la organización con recursos limitados serán
más proclives a acumular tensión y, por tanto, a padecer sentimientos de desgaste (Crawford
et al., 2010).
A pesar de que las demandas y los recursos laborales inician procesos distintos, también
pueden tener efectos conjuntos relevantes para el desarrollo de la tensión laboral (Burnout) y
la motivación (Bakker y Demerouti, 2007). La Teoría de Demandas y Recursos Laborales
sugiere que estas dos características laborales interactúan a la hora de predecir el bienestar
laboral (Bakker y Demerouti, 2013). Así, una de las interacciones que propone la Teoría es
aquella en virtud de la cual los recursos laborales moderan el impacto de las demandas y el
Burnout (Bakker et al., 2005; Demerouti et al., 2001; Xanthopoulou et al., 2007). En este
supuesto, aquellos empleados que dispongan de amplios recursos enfrentarán las demandas
diarias con mejor disposición (Bakker y Demerouti, 2013). Ahora bien, mientras que en la
Teoría de Demandas y Recursos Laborales se considera que los diferentes recursos laborales
desempeñan la moderación en función de las distintas demandas (Bakker y Demerouti, 2007),
en cambio, el Modelo de Demandas-Control (DCM) (Karasek, 1979) restringe el impacto de
los recursos sobre las demandas laborales únicamente al Control de las tareas y la Sobrecarga
de trabajo. Por ello, el Modelo de Demandas y Recursos Laborales eleva las observaciones
55
El Burnout
específicas propuestas por Karasek (1979) a nivel genérico. Por consiguiente, la relación entre
las demandas y recursos laborales dependen en buena medida de la naturaleza de la
organización y las funciones propias del puesto de trabajo (Bakker y Demerouti, 2013).
Por otra parte, la otra interacción entre las dos características laborales (demandas y recursos
laborales) contemplada en el segundo supuesto de la Teoría de Demandas y Recursos
Laborales, se fundamenta en que las demandas laborales adquieren especial interés en
condiciones exigentes, dado que amplifican el resultado de los recursos sobre la motivación
(Bakker y Demerouti, 2013). En este sentido, los recursos laborales influyen en la motivación
cuando las demandas son altas (Bakker y Demerouti, 2007; Demerouti y Bakker, 2011;
Hakanen et al., 2006).
De acuerdo con Maslach (2009), los profesionales de estas ocupaciones se identifican por
seguir ciertas pautas a la hora de realizar su labor que, en última instancia, configuran un perfil
común para estas profesiones. Así, el perfil de este tipo de profesionales se circunscribe en
torno a un carácter desinteresado y a la priorización de las necesidades de terceros, así como a
trabajar horas extras y ayudar a los clientes, pacientes o alumnos, según el caso, hasta límites
56
Analía López Carballeira
Por cuanto se ha dicho, se colige que el contexto social y las relaciones interpersonales son
dos factores claves que favorecen la aparición en aquellas profesiones que impliquen
responsabilidades extremas (trabajos peligrosos, de precisión o por turnos) (Felton, 1998), y
57
El Burnout
no solo en las ocupaciones asistenciales (Maslach y Jackson, 1984; Maslach y Leiter, 1997;
Maslach, 2009). Bajo una perspectiva más amplia, numerosos estudios sugieren que el
Burnout puede ser pertinente para otras áreas de la vida tales como la relación entre los
miembros de un matrimonio o con los hijos (Halbesleben y Buckley, 2004). Asimismo,
Bakker et al. (2004) asumen que todas las ocupaciones poseen sus propias características
laborales asociadas al Burnout.
En esta línea argumental, Cordes y Dougherty (1993) clasifican una serie de ocupaciones en
función de su grado de vulnerabilidad ante el desarrollo del Burnout en base a la frecuencia y
la intensidad del contacto interpersonal (Tabla 1.4). En este sentido, mientras que la
frecuencia del contacto intersprsonal alude al número de interacciones que se realiza con el
cliente en el contexto laboral, la intensidad del contacto interpersonal indica el nivel de
actividad con los clientes (Cordes y Dougherty, 1993). Fruto de estas consideraciones, Cordes
y Dougherty (1993) sugiere que las profesiones cuya combinación se sitúe en bajos niveles de
frecuencia y de intensidad en el contacto interpersonal favorece el desarollo del Burnout tal
como el Agotamiento Emocional. Por el contrario, las profesiones con altos niveles tanto en
intensidad como en frecuencia en el contacto interpersonal se caracterizan por ser más
propensas a manifestar el Agotamiento Emocional. Paralelamente, esta aproximación sugiere
que existen otro tipo de ocupaciones fuera del ámbito asistencial que conducen a la aparición
del Burnout e, incluso, niveles altos de Burnout como el caso de las profesiones relacionadas
con el servicio al cliente.
En efecto, las ocupaciones asistenciales tal como médicos, psiquiatras, profesores, enfermeros
o asistentes sociales se caracterizan por ser sensibles a la aparición del Burnout (Maslach y
Leiter, 2016; Maslach y Leiter, 2017). Ene este sentido, Schuafeli (2007) sostiene que gran
parte de las profesesiones caracterizadas por su orientación a las persones se enmarcan dentro
del ámbito de la sanidad, debido a la alta frecuencia e intensidad que manifestan en el
contacto interpersonal (Cordes y Dougherty, 1993). Paralealmente, el crecimiento
exponencial de la tecnología de la información, los recortes de personal, el rediseño de los
sistemas de cuidado y las organizaciones, así como los cambios en los patrones demográficos
de los pacientes han contribuido a la modificación de las condiciones laborales de los
profesionales sanitarios que, en última instancia, se corresponde con del desarrollo de
sentimientos negativos hacia el trabajo (Aiken et al., 2001; Williams et al., 2011).
58
Analía López Carballeira
Dentro del ámbito sanitario, no todas las ocupaciones manifiestan los mismos índices de
Burnout (Grau-Alberola et al., 2010). Así, las profesiones relacionadas con la medicina, la
enfermería o las urgencias poseen un mayor riesgo de manifestar síntomas asociados al
Burnout (Aiken et al., 2001; Embriaco et al., 2007). En esta línea, el estudio realizado por
Grau-Alberola et al. (2009) constata que los niveles de Burnout en los médicos se sitúan en el
12,1%, en las enfermeras un 7,2% y tanto en los dentistas, psicólogos como en los
nutricionistas la presencia es menor, alcanzado un 6%. Además, Grau-Alberola et al. (2009)
indica que, entre los profesionales de la medicina, los médicos de urgencias y los especilialistas
en medicina interna encabezan los mayores niveles de Burnout.
Respecto a las dimensiones del Burnout, los hallazgos sugieren que los profesionales
sanitarios experimentan los sentimientos de Agotamiento Emocional en mayor medida que la
Despersonalización o la Realización Personal (Kalliath et al., 2000; Ben-Zur y Michael, 2007;
Grau-Alberola et al., 2010; Kozak et al., 2012; Lee et al., 2013; van Bogaert et al., 2014). En
cambio, otros estudios (Bakker et al., 2005) indican que el núcleo central del Burnout se
encuentra en el Agotamiento Emocional y la Despersonalización, a diferencia de los
investigadores que consideran la Realización Profesional como fuente principal del desarrollo
del Burnout (Schmitz et al., 2000; Piko, 2006).
59
El Burnout
60
Analía López Carballeira
Finalmente, la presencia del Burnout en el contexto sanitario repercute sobre los objetivos y
resultados de la organización. Entre los indicadores organizacionales más comunes, se
encuentra la Satisfacción Laboral (Lee y Ashforth, 1996; Piko, 2006; Lee et al., 2011;
Figueiredo-Ferraz et al., 2012), el Compromiso Organizacional (Kalliath et al., 1998; Adams y
Bond, 2000; Wright y Hobfoll, 2004) y la Intención de Abandono (Janssen et al., 1999;
Knudsen et al., 2008; Leiter y Maslach, 2009; Green et al., 2013; van Bogaert et al., 2014).
61
CAPÍTULO 2.
ANTECEDENTES DEL BURNOUT
Analía López Carballeira
Las investigaciones sobre el Burnout han tratado casi exclusivamente con la naturaleza
individual del análisis, siendo pocas las excepciones que consideran las potencialidades de
explorar el fenómeno desde una perspectiva organizacional (Cordes y Dougherty, 1993; Leiter
y Maslach, 1988). A este respecto, Shirom (1989) apunta que cierta parte de la literatura señala
la necesidad de comprender y aclarar los factores que contribuyen a la manifestación del
Burnout no sólo en el contexto de los servicios asistenciales sino también en el entorno
industrial y corporativo. En esta línea, el conocimiento teórico de este fenómeno depende, en
gran medida, de los mecanismos que se hayan establecido previamente para afrontar el
Burnout desde tres sectores fundamentales; a saber: individuos, dirección y organización
(Collins, 1999).
A pesar de ello, el nexo de unión entre los factores organizacionales y el Burnout se puede
examinar a través de una doble condición (Maslach y Jackson, 1984). De un lado, la relación
que se establece entre el cliente y el profesional debe redefinirse como consecuencia de las
exigencias en la mejora de la calidad de los servicios, en especial, en el contexto asistencial
(Gil-Monte, 2005a). En este sentido, Maslach (1978) propone una serie de motivos por los
que el rol de los usuarios son fuentes claras de tensión: a) los tipos de problemas del usuario
caracterizados por su gravedad y la elevada probabilidad de cambio; b) la relevancia personal
de los problemas, dada la implicación emocional requerida; c) las normas reguladoras de la
relación cliente-profesional, tanto implícitas como explícitas y, d) la conducta cliente, en
función de si es pasiva o activa. De otro lado, debe prestarse atención a la asociación presente
entre la parte profesional y el entorno organizacional, entendido éste último como un sistema
laboral y personal (Moreno-Jiménez et al., 2001). Atendiendo a esta interpretación del
Burnout desde la óptica interpersonal se favorece la comprensión del constructo (Maslach y
Jackson, 1984). En cambio, Maslach y Leiter (1997) sugieren que los síntomas del Burnout se
65
Antecedentes del Burnout
experimentan a nivel individual, aunque es posible establecer las causas de su origen más allá
del sujeto.
En efecto, autores como Maslach y Leiter (1997) y Shirom (2009) consideran que la Teoría de
Sistemas Abiertos contribuye a explicar cómo se desarrollan las conductas dentro de la
organización y cómo interviene el sistema social sobre ellas (Gil-Monte, 2005a). De acuerdo
con esta Teoría, la conducta de los individuos deriva de la relación e interacción entre
elementos de cualquier sistema, sus subsistemas y un sistema más inclusivo (McGrath, 1976).
Gil-Monte (2005a) plantean que cada uno de los sistemas que determinan el contexto de la
organización se definen a través del entorno físico-tecnológico, el medio social-interpersonal
y el sistema personal de los miembros de la organización cuya combinación origina tres
subsistemas. Mientras que la interacción del entorno físico-tecnológico con el medio social-
interpersonal deviene en el contexto comportamental, el sistema personal y el entorno físico-
tecnológico representan las tareas organizacionales y, por último, la interacción entre el
sistema personal y el entorno social-interpersonal simbolizan los roles organizacionales. En
consecuencia, Gil-Monte (2005a) concluyen que la conducta de los individuos obedece a la
interacción de la tarea, el rol y el contexto organizacional.
66
Analía López Carballeira
López Ríos y Ortega Ruiz, 2004) que, en última instancia, devienen en procesos de
interacción social (Gil-Monte, 2005a). A lo largo del tiempo, todas estas transformaciones se
institucionalizan, convirtiéndose en hechos sociales reales. En consecuencia, la conducta se
corresponde con “una realidad socialmente construida” frente a la realidad objetiva que manifiesta
la Teoría de Sistemas (Gil-Monte, 2005a:64).
Los conflictos organizacionales son inevitables en cualquier sistema, puesto que resultan de
situaciones recurrentes a lo largo del tiempo (Olabarría y Mansilla, 2007). Cuestionar la
manera de hacer, conflictos con las tareas o la indecisión de incorporar nuevos elementos
dentro de la organización justifican la presencia de crisis en las organizaciones. De este modo,
se establece un marco de relaciones que favorece la manifestación de los síntomas del
Burnout (Olabarría y Mansilla, 2007).
Halbesleben y Buckley (2004) llaman la atención sobre el hecho de que una buena parte de la
investigación en la materia se ha centrado en elaborar modelos específicos que mostrasen la
relación entre el Burnout y las variables implicadas en su desarrollo, así como las
consecuencias que ocasiona la manifestación del fenómeno. En efecto, dada la naturaleza
compleja del Burnout (Maslach y Jackson, 1984), el análisis de los correlatos contribuye a un
mayor conocimiento del fenómeno (Halbesleben y Buckley, 2004). Consecuentemente, se
pone de manifiesto la necesidad de identificar variables que juegen un papel destacado tanto
en la manifestación como en el desarrollo del Burnout (Gil-Monte y Peiró, 1997; Schaufeli y
Buunk, 2003). En esta línea, Maslach y Jackson (1984) indican que el “éxito” se sitúa en logar
“una mejor comprensión de las causas del Burnout” (p. 145). Bajo esta perspectiva, cualquier estresor
del entorno laboral puede ser un elemento de tensión y, en consecuencia, erigirse en predictor
del Burnout (Gil-Monte y Peiró, 1997; Bakker et al., 2006).
67
Antecedentes del Burnout
Desde esta perspectiva, Maslach et al. (2001) proponen un modelo teórico cuyo propósito se
sitúa en integrar la naturaleza organizacional e individual del Burnout (Angerer, 2003). La
articulación de este modelo permite la comprensión del Burnout en estas dos esferas a través
de seis áreas representativas tales como la Carga de Trabajo, el Control, las Recompensas, la
Comunidad, la Equidad y los Valores (Maslach et al., 2001; Maslach y Leiter, 2017). Así, los
desequilibrios que se manifiesten entre los sujetos y el contexto laboral, independientemente
de las características específicas de la ocupación, generan sentimientos negativos hacia la
organización que, en última instancia, derivan en el desarrollo del Burnout (Maslach y Leiter,
2017). Por consiguiente, un correcto ajuste entre ambas partes se deriva de la “compatibilidad
entre un individuo y un entorno de trabajo que ocurre cuando las características son adecuadas” (Kristof-
Brown et al., 2005: 281).
Así las cosas, existe una gran aceptación general a considerar que las condiciones adversas del
entorno laboral conducen a la aparición del Burnout (Schaufeli y Enzmann, 1998;
Halbesleben y Buckley, 2004; Maslach y Leiter, 2016). En este sentido, las evidencias
empíricas demuestran que el Burnout se debe en gran medida a la naturaleza del trabajo
frente a las características individuales de cada empleado (Maslach et al., 2001; Schaufeli y
Buunk, 2003). Por el contrario, Shirom (2009) supone verosímil admitir que los aspectos
68
Analía López Carballeira
individuales interactúan con los factores organizacionales y ambientales, dado que acentúan la
predisposición de los sujetos a desarrollar el Burnout. Así, en un contexto particular de crisis
económica, ante el cual la Dirección opta por requerir a los empleados un mayor esfuerzo
para garantizar la supervivencia de la organización, aquellos individuos que disfruten de una
elevada autoestima tendrán menos probabilidades de manifestar los síntomas del Burnout
(Cordes y Dougherty, 1993).
En definitiva, la revisión del cuerpo téorico indica que las variables de naturaleza
organizacional y la relación del invididuo con el trabajo adquieren especial relevancia en el
desarrollo del Burnout (Maslach y Leiter, 2016; Pervez y Halbesleben, 2017). En
consecuencia, la presente investigación se centrará en analizar de manera exhaustiva las
variables organizacionales que inciden en la manifestación del Burnout y los factores
individuales más influyentes de acuerdo con la revisión teórica.
Pese a que las investigaciones sobre el origen del Burnout prestan especial atención a los
factores organizacionales, sin embargo, cabe poner de relieve que las variables personales no
solo ejercen una importante influencia en la aparición del Burnout (Bakker et al., 2006;
Moreno-Jiménez et al., 2006), sino que también la efectúan en la predisposición del sujeto al
Burnout (Álvarez Gallego y Fernández Ríos, 1991a). Por tanto, es ineludible considerar la
interacción que se establece entre los elementos propios del entorno laboral y los aspectos
relativos a las variables de personalidad (Gil-Monte y Peiró, 1997).
69
Antecedentes del Burnout
(Bakker et al., 2006). Por ello, la inclusión de las variables de personalidad se asocia a diseños
de investigación poco sistemáticos (Zellars et al., 2000) que, en última instancia, refrendan la
debilidad de estos factores como predictores del Burnout (Maslach y Goldberg, 1998). En
consecuencia, la literatura no ofrece una relación coherente entre la personalidad y el
Burnout, por lo que, no existe un campo de actuación claro de estos dos constructos (Bakker
et al., 2006). Con la intención de solventar este contraste, desde el ámbito psicológico se ha
intentado reforzar la idea del valor de incorporar estos conocimientos a las revisiones
empíricas como posibles desencadenantes del Burnout (Kim et al., 2007).
Con el inicio del siglo XXI, el campo de la psicología ha impulsado una nueva tendencia que
ofrece una visión desconocida sobre los aspectos positivos de la personalidad (Garrosa et al.,
2010). De este modo, no sólo se mejora la comprensión de los procesos del Burnout
(Maslach et al., 2001; Schaufeli y Bakker, 2004; Kim et al., 2007), sino que también permite
identificar los individuos en riesgo de manifestar estos síntomas (Bakker et al., 2006). En este
sentido, el Modelo Big Five o de los 5 Factores propone determinar y analizar el número de
dimensiones que describen y evalúan el constructo de la personalidad. Los defensores de este
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Analía López Carballeira
modelo (Gil-Monte, 2005a; Alarcon et al., 2009; Bui et al., 2011) agrupan las propiedades en
torno a cinco factores básicos, cuales son la Extraversión, la Afabilidad o Agrado, el Tesón, el
Neurocitismo o Inestabilidad Emocional y la Apertura Mental o Experiencia.
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Antecedentes del Burnout
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Analía López Carballeira
Trabajo-Familia, entre otros (Pfennig y Hüsch, 1994; Lee y Ashforth, 1996; Schaufeli y
Enzmann, 1998; Demerouti et al., 2001; Schaufeli y Taris, 2014; Maslach y Leiter, 2016).
Pese a que los datos no son concluyentes, un alto porcentaje de estudios (Seltzer y Numerof,
1988; Atance Martínez, 1997; Maslach et al., 2001; Ahola et al., 2006; Maslach, 2009; Losa
Iglesias et al., 2010; Hamama, 2012) defienden la conexión inversa de la edad con el Burnout
de modo que los sujetos experimentan menores niveles de Burnout a medida que aumenta su
edad. En esta línea, Schaufeli y Enzmann (1998) destacan que el desarrollo de los síntomas
del Burnout en empleados jóvenes se debe a circunstancias tales como el choque con la
realidad, el efecto del trabajador sano o poco éxito en la socialización. Por consiguiente, no
todos los autores pueden aseverar que los empleados de mayor edad son más proclives a
manifestar el Burnout (Felton, 1998). En cambio, Attafar et al. (2011) sostiene que los valores
de Realización Profesional son más elevados a partir de los cincuenta años, resultado
obtenido a partir de un estudio realizado en un grupo de bibliotecarios iraníes. Sin embargo,
Bui et al. (2011) presenta un estudio en donde no se identifica ningún tipo de relación entre la
edad y el Burnout.
Al igual que la edad, la variable demográfica del sexo no se propone como un predictor sólido
del Burnout (Maslach, 2009). En este sentido, algunos autores sugieren que los datos no
demuestran el impacto del género sobre las dimensiones del Burnout (Cebrià et al., 2001; Bui
et al., 2011; Hamama, 2012). Por el contrario, otros análisis (Seltzer y Numerof, 1988; Atance
Martínez, 1997; Maslach et al., 2001; Maslach, 2009; Purvanova y Muros, 2010; Vassos y
Nankervis, 2012) indican que el Agotamiento Emocional tiende a ser más común entre
mujeres mientras que la Despersonalización representa en mayor medida al género masculino.
Los motivos de estas diferencias puede ser consecuencia, por un lado, a los estereotipos
establecidos en el rol de género y, por otro, a la confusión entre el sexo y las ocupaciones
(Maslach et al., 2001; Schaufeli y Greenglass, 2001). Asimismo, Greenglass et al. (1998) se
apoyan en esta idea para justificar los resultados de su estudio sobre la combinación de esta
variable con otros elementos tales como el Apoyo Social o el Control interno.
En relación al estado civil, los individuos que son solteros (especialmente los hombres)
parecen estar más expuestos al Burnout en comparación con los que viven en pareja
(Schaufeli y Enzmann, 1998; Maslach et al., 2001; Ahola et al., 2006; Maslach, 2009; Bui et al.,
2011). Las argumentaciones teóricas que evidencian la influencia de esta variable se hallan en
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Antecedentes del Burnout
el apoyo que ofrece contar con alguien en momentos de estrés, puesto que los individuos lo
emplean como herramienta de protección frente al Burnout (Seltzer y Numerof, 1988;
Schaufeli y Buunk, 2003). Ahora bien, no todos los autores consideran que existen relaciones
estadísticamente significativas entre ambas variables (Atance Martínez, 1997; Hamama, 2012).
74
Analía López Carballeira
75
Antecedentes del Burnout
Respecto al contexto organizacional, las tareas laborales no son ajenas a las propiedades de la
organización, dado que su desarrollo se enmarca dentro de la asignación de unos recursos,
una jerarquía y unas normas de funcionamiento (Chen et al., 2012). La fuerza de todos estos
componentes ocasiona situaciones contraproducentes, en especial, cuando las expectativas
básicas de justicia e igualdad se trasgreden. Asimismo, la incorporación de este enfoque al
análisis contextual permite resaltar la importancia del valor implícito de los procesos y
estructuras organizativas y cómo éstos favorecen las relaciones emocionales y cognitivas que
los individuos desenvuelven en su empleo (Maslach et al., 2001). En este sentido, Maslach y
Leiter (1997) sostienen que las estructuras y procesos de las organizaciones mantienen una
correlación alta con el Burnout. Este hecho refleja que el Burnout actúa como indicador de la
estructura disfuncional de una organización o proceso en lugar de los factores individuales
tradicionales (Leiter y Maslach, 2001b).
El contexto de las organizaciones también está formado por fuerzas sociales, culturales y
económicas cuya alteración causa efectos significativos en la vida de los empleados (Maslach
et al., 2001). Los cambios producidos en las organizaciones perjudican la conservación en
buen estado del contrato psicológico, puesto que se fractura la percepción de reciprocidad
entre ambas partes. Así, mientras que los empleadores apuntan a que los empleados
aumenten la inversión en cuanto a tiempo, esfuerzo, habilidades y flexibilidad debido a las
crisis organizacionales, los miembros de la organización no obtienen los mismos resultados
en términos de oportunidades de empleo, seguridad laboral o empleo de larga duración
(Rousseau, 1995). En consecuencia, esta dinámica deriva en sentimientos negativos para los
empleados de la organización que, finalmente, repercuten en el Burnout (Maslach et al.,
2001).
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Analía López Carballeira
desembocan, en periodos prolongados, en el Burnout. Por otra parte, Chen et al. (2012)
consideran que la cultura del respecto y la Autoestima se identifican como señales de la
equidad dentro de la organización. En este sentido, Maslach et al. (2001) comprueban que la
carencia de equidad incide en la manifestación de síntomas graves asociados al trastorno y
Agotamiento Emocional que, en última instancia, conducen al Cinismo/Despersonalización.
De igual manera, Li y Shi (2003) verifican que existe una fuerte correlación entre la equidad
en las organizaciones y la presencia del Burnout, puesto que la equidad posee una alta
capacidad explicativa sobre la varianza del Agotamiento Emocional, la Despersonalización y
la Realización Personal, respectivamente.
En efecto, una nutrida investigación empírica (Lee y Ashforth, 1996; Bakker et al., 2003;
Schaufeli y Bakker, 2004; Hakanen et al., 2008; Crawford et al., 2010; Alarcon, 2011; Hu et al.,
2011; Lizano y Mor Barak, 2015) sostiene que las características laborales como la Sobrecarga
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Antecedentes del Burnout
2.2.1. Influencia
El concepto de Influencia sobre el trabajo ocupa una posición relevante en el ámbito del
diseño del trabajo y el Comportamiento Organizacional (Sparks et al., 2001). Desde la
perspectiva del contexto laboral, la Influencia de trabajo alude a los aspectos relativos a la
toma de decisiones y las condiciones de trabajo asociadas al orden, la metodología, las tareas a
realizar y la cantidad de trabajo, entre otras (Moncada et al., 2002). En este sentido, la
Influencia refleja la capacidad que poseen los sujetos de poder elegir sus acciones (Ganster y
Fusilier, 1989; Park et al., 2014) y, en última instancia, indica el grado de control sobre las
actividades laborales (Fernet et al., 2004; Kozak et al., 2012).
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Analía López Carballeira
jornada laboral” (p. 289) y se articula en torno a los conceptos de Autoridad de decisión, así
como la Habilidad Discrecional (Pinto et al., 2014; Wong y Laschinger, 2015). De acuerdo
con Santavirta et al. (2007), la Autoridad de decisión se describe como “las posibilidades de una
persona de influir en el contenido del trabajo y en cómo se hace el trabajo” (p. 214). Por su parte, la
Habilidad Discrecional refleja la oportunidad de los individuos de aprender y de desarrollar
habilidades nuevas para afrontar las tareas laborales (Santavirta et al., 2007; Pinto et al., 2014).
En definitiva, la Influencia o la Latitud en la toma de decisiones, en la literatura internacional,
resalta la libertad en el proceso de toma de decisiones, la capacidad de ser creativo y la
manifestación de habilidades tanto profesionales como personales con el propósito de
alcanzar los objetivo laborales (Leiter y Maslach, 2004; Kowalski et al., 2010).
Paralelamente, el nivel de Influencia sobre el trabajo depende, en gran medida, del diseño de
la estructura organizacional, dado que incide en el comportamiento de los individuos (Gil-
Monte, 2005a). Las estructuras descentralizadas y participativas delegan la Influencia sobre el
trabajo en cuanto a las actividades laborales a los niveles inferiores de la organización que, a la
postre, originan mayor autonomía en el proceso de toma de decisiones (Knudsen et al., 2006).
En contraste, las estructuras de poder centralizadas y jerárquicas concentran en unos pocos
miembros de la organización la toma de decisiones, por lo que, los empleados no tienen la
capacidad suficiente de intervenir en las tareas relevantes acerca de trabajo. Fruto de estas
consideraciones, la Influencia sobre el trabajo está condicionada a la cadena de mando, puesto
que las decisiones adoptadas respecto al trabajo deben ser aprobadas por los supervisores
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Antecedentes del Burnout
(Hage y Aiken, 1967). En cualquier caso, tanto la falta como la centralización de la toma de
decisiones conducen al desarrollo de sentimientos y conductas negativas que inciden en la
salud y el bienestar laboral (Sparks et al., 2001).
Por último, cabe destacar la investigación empírica realizada por Knudssen et al. (2006) y
Weinberg et al. (1983) cuyos resultados demuestran que la toma de decisiones presenta una
relación directa y positiva con el Agotamiento Emocional. A este respecto, tanto Knudssen et
al. (2006) como Weinberg et al. (1983) consideran que tanto la centralización como la
dificultad en la toma de decisiones actúan como predictores del Burnout.
Así las cosas, de acuerdo con la Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Demerouti et al.,
2001), nos encontramos en condiciones de plantear la siguiente hipótesis:
80
Analía López Carballeira
No obstante, la descripción del Rol como un conjunto de expectativas indica que se trata de
un concepto de naturaleza social e interpersonal. De modo que, cada uno de los miembros de
la organización (persona focal) interacciona con otros sujetos o grupos que poseen
expectativas sobre el comportamiento de la personal focal (Kahn y French, 1970). Este
proceso se denomina conjunto de rol y consiste en "el complemento de relaciones de rol en las que las
personas están implicadas por virtud de ocupar un estatus social particular" (Merton, 1957:110).
Así las cosas, el Modelo de Episodio de Rol propuesto por Kanh et al. (1964) profundiza
tanto en el proceso como en el conjunto de relaciones que se establecen como consecuencia
del Rol. En este sentido, un sujeto emite unas expectativas de conducta (emisor de rol) en
función de su estatus cuyo propósito se centra en que esas expectativas sean desarrolladas por
otro individuo (personal focal). En línea con las exigencias planteadas por el emisor del rol, la
persona focal desempeña el rol, completándose, así, el proceso interpersonal. Desde un
contexto laboral, el emisor de rol se corresponde con los responsables, los jefes, superiores o
compañeros de trabajo, que constituyen, a la postre, el conjunto de rol cercano a la personal
focal.
Paralelamente, el Modelo de Episodio de Rol (Kahn et al., 1964) proporciona una base
teórica para su aplicación en el ámbito organizacional. En este sentido, la personal focal y el
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Antecedentes del Burnout
Paralelamente, el conjunto de rol se vincula con otro tipo de conceptos tales como las
Expectativas de Rol, las Presiones de Rol, el Rol emitido, las Fuerzas del Rol, el
Comportamiento de Rol, la Ambigüedad de Rol y el Conflicto de Rol (Kahn et al., 1964).
Entre todos estos términos, el Conflicto de Rol y la Ambigüedad de Rol son considerados
como los principales factores causales del Estrés de Rol dentro de una organización (Rizzo et
al., 1970; Gil-Monte et al., 1993; Cravens et al., 2004). No obstante, cabe destacar que la
Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Demerouti et al., 2001) sugiere la inclusión como
estresor de rol a la Sobrecarga de Rol, junto al Conflicto de Rol y la Ambigüedad de Rol
(Singh et al., 1994; Singh, 2000; Fogarty et al., 2000; Bhanugopan y Fish, 2006; Rod y Ashill,
2009; Ashill y Rod, 2011).
De acuerdo con la Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Demerouti et al., 2001), los
estresores de rol pertenecen a la categoría de demandas laborales cuya presencia en el ámbito
laboral genera la manifestación de sentimientos negativos hacia el trabajo (Demerouti y
Bakker, 2011). En esta línea, la Sobrecarga de Rol, el Conflicto de Rol y la Ambigüedad de
Rol influyen de manera positiva en el desarrollo de síntomas asociados al Burnout. (Singh et
al., 2012; Portoghese et al., 2014; Chen y Yu, 2014; Chong y Monroe, 2015; Huang et al.,
2016; Lizano y Mor Barak, 2015).
Con respecto a los estresores de rol, la Ambigüedad de Rol se define como una condición de
estrés motivada por la confusión sobre las expectativas en relación a las responsabilidades
propias del empleo (Low et al., 2001; Shepherd et al., 2011; Singh et al., 2012). De acuerdo
con Kanh et al. (1964), la Ambigüedad de Rol se manifiesta cuando el Rol no está claramente
definido y, en consecuencia, existe una gran incertidumbre tanto en los objetivos como en los
medios para alcanzarlos (Cordes y Dougherty, 1993). Las causas de la ambigüedad son
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Analía López Carballeira
múltiples, aunque las más comunes son la falta de objetivos y procedimientos a seguir, la
descripción del puesto resulta complicada o los procesos de comunicación son inadecuados
(Kahn et al., 1964; Rizzo et al., 1970).
De acuerdo con Ghorpade et al. (2011), la Ambigüedad de Rol constituye un estresor muy
potente en profesiones asociadas a los servicios sociales. Por su parte, Fernet et al. (2004)
indica la existencia de una relación positiva entre la Ambigüedad y el Agotamiento Emocional
en ambientes universitarios, a diferencia del entorno sanitario, cuya influencia se encuentra en
los sentimientos de baja Eficacia Profesional (Gil-Monte et al., 1993; Gil-Monte, 2005a;
Garrosa et al., 2010). Por otro lado, Peiró et al. (2001) justifica que no solo la Ambigüedad de
Rol interviene en sentido positivo sobre la Realización Personal, sino que también se muestra
Agotamiento Emocional en los individuos. Por último, Pfennig y Hüsch (1994) verificaron en
su meta-análisis que la Ambigüedad de Rol tiene poder explicativo sobre la varianza del
Agotamiento Emocional, el Cinismo y la Eficacia Profesional.
Así, el Conflicto de Rol ha sido una de las variables más analizadas en relación al Burnout
(Flores, 2008; Lee y Ashforth, 1996). Diversos estudios (Jackson et al., 1986; Leiter y Maslach,
1988; Fogarty et al., 2000; Fernet et al., 2004; Kozak et al., 2012; Kemp et al., 2013) han
confirmado la existencia de una relación positiva y significativa entre el Conflicto de Rol y el
Agotamiento Emocional en ocupaciones diversas tales como la contabilidad, la enfermería, la
educación o entre los conductores de camión. Otras investigaciones (Gil-Monte et al., 1993;
Peiró et al., 2001; Piko, 2006; Ghorpade et al., 2011) demuestran que los altos niveles de
Conflicto de Rol en el ámbito laboral se ponen de manifiesto en los empleados a través de
sentimientos de Agotamiento Emocional y Despersonalización. Por su parte, Hollet-
Haudebert et al. (2011) comprueban que el Conflicto de Rol interviene positivamente en la
Cinismo en una muestra representada por el personal de ventas. Finalmente, Pfenning y
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Antecedentes del Burnout
Hüschs (1994), en una revisión de 49 estudios, concluyen que el Conflicto de Rol posee un
elevado poder explicativo sobre la varianza del Agotamiento Emocional, del Cinismo y de la
Eficacia Profesional.
Por consiguiente, los resultados indican que el Conflicto de Rol explica la mayor parte de la
varianza del componente afectivo del Burnout (Agotamiento Emocional y
Despersonalización) frente a los otros tipos de estresores de rol. Fruto de esta consideración,
se deduce que el Conflicto de Rol se encuentra vinculado a respuestas de carácter emocional
o afectivo a diferencia de la Ambigüedad de Rol, cuyo papel se centra en la parte cognitiva-
aptitudinal (Gil-Monte et al., 1998).
En cuanto a la Carga de Trabajo, dicha variable indica la relación entre el volumen de trabajo
y el tiempo disponible para realizarlo. En este sentido, la limitada distribución de los tiempos
deriva en altas exigencias para los miembros de la organización que se manifiestan a través de
ritmos de trabajo elevados o la acumulación de tareas (Moncada et al., 2002). Desde un
enfoque más genérico, la Carga de Trabajo se asocia en la literatura internacional con el
término Sobrecarga de rol cuyo desarrollo se determina cuando el empleado debe atender
excesivas tareas y demandas sin tiempo suficiente para realizarlas (Cordes y Dougherty, 1993).
Desde esta perspectiva, la Sobrecarga de Rol puede ser analizada por medio de una visión
cuantitativa o cualitativa. Así, la Sobrecarga de Rol cuantitativa hace referencia a la percepción
por parte del trabajador de que el volumen de trabajo supera su capacidad para desempeñarlo
en el tiempo estipulado (Kahn et al., 1964; Pines y Maslach, 1978; Maslach y Jackson, 1984).
Por su parte, la Sobrecarga de Rol cualitativa afecta a aquellos individuos que sienten que
carecen de las habilidades necesarias o talentos suficientes para completar la tarea con eficacia
(Bhanugopan y Fish, 2006). Paralelamente, Derks y Bakker (2010) sugieren que las
tecnologías de la información y comunicación constituyen nuevas formas de trabajo que
obligan a actualizar o reconfigurar la clasificación de la Sobrecarga de trabajo, agrupando en
Sobrecarga de información, Sobrecarga de trabajo y Sobrecarga social. La Sobrecarga de
información surge en el momento en que los individuos almacenan una cantidad de
información superior a la capacidad de procesamiento que poseen, mientras que, la
Sobrecarga de trabajo se origina cuando “el volumen de mensajes recibidos y el tiempo necesario para
responder apropiadamente exceden el tiempo disponible para hacerlo” (Demerouti et al., 2014:5). Por
último, la Sobrecarga social nace como resultado de la incapacidad del individuo de
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Analía López Carballeira
interactuar con otros contextos y roles sociales distintos, debido al exceso de mensajes de
correo electrónico (Derks y Bakker, 2010).
En cualquier caso, la revisión de la literatura en esta materia permite colegir que los
investigadores articularon posibles combinaciones entre los diferentes tipos de estresores de
rol y las dimensiones del Burnout. Así, Fogarty et al. (2000), Low et al. (2001) y Chong y
Monroe (2015) comprobaron la relación existente entre Conflicto y Ambigüedad de rol con
las tres dimensiones del Burnout. Por su parte, Greenglass et al. (1998) y Kirk-Brown y
Wallace (2004) demostraron la incidencia positiva y significativa del Conflicto de Rol y
Ambigüedad de Rol con el Agotamiento Emocional. Asimismo, Law (2008) confirmó la
influencia de la Sobrecarga de rol y el Conflicto de Rol en el Agotamiento Emocional, en un
estudio desarrollado entre contables públicos. Paralelamente, Griffing et al. (2010) identificó
la existencia de correlaciones entre los tres estresores y los sentimientos de Agotamiento
Emocional y Despersonalización entre funcionarios de prisiones.
H2: La Carga de Trabajo ejerce un efecto directo y positivo sobre el Agotamiento Emocional.
H3: El Conflicto de Rol ejerce un efecto directo y negativo sobre el Agotamiento Emocional.
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Antecedentes del Burnout
Así las cosas, las Posibilidades de Desarrollo reflejan la oportunidad de los individuos de
aprender y de desarrollar habilidades nuevas para afrontar las tareas laborales (Santavirta et al.,
2007; Pinto et al., 2014). La evaluación del empleo como una fuente de oportunidades
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Analía López Carballeira
depende, en gran medida, de las características asociadas a las tareas (Moncada et al., 2002).
En este sentido, los puestos de trabajo de naturaleza rutinaria, estandarizada o monótona
genera sentimientos negativos, a diferencia de aquellos que se caracterizan por su complejidad
y creatividad, dado que contribuyen a la manifestación de situaciones desafiantes para el
empleado (Bakker et al., 2011). La complejidad de las profesiones respecto a las funciones y
estructuras de red, el papel de la tecnología de la información y la variedad de tareas permite
generar nuevas habilidades (Demerouti et al, 2014) que fomentan, a la postre, la motivación
en los empleados (Hackman y Oldham, 1976). Por consiguiente, “los entornos de trabajo en donde
los empleados poseen amplias oportunidades de desarrollo proporcionan un importante recurso laboral”
(Bakker et al., 2011:172). Paralelamente, desde un punto de vista organizacional, la búsqueda
de Posibilidades de Desarrollo por parte de los sujetos permite conservar a los Recursos
Humanos valiosos, pues se convierte en un elemento crítico en la negociación de las
condiciones laborales (Bakker y Demerouti, 2016).
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Antecedentes del Burnout
88
Analía López Carballeira
(Sparks et al., 2001). En consecuencia, estas condiciones laborales ocasionan mayor sensación
de inseguridad entre los trabajadores no sólo en relación al puesto de trabajo sino también en
las opciones de futuro (Hartley et al., 1991).
Dentro de la literatura, Davy et al. (1997) sostienen que la Inseguridad laboral se identifica
con “las expectativas del empleado acerca de la continuidad en una situación laboral” (p. 323). De
manera análoga, Van Vuuren y Klandermans (1990) definen la Inseguridad laboral como “la
preocupación por la permanencia futura del trabajo” (p. 133), sobre lo que matizan Heaney et al.
(1994) puntualizando que este fenómeno responde a “la percepción de una amenaza potencial para
la continuidad en su puesto de trabajo actual” (p. 1431). Por consiguiente, el concepto de
Inseguridad Laboral refleja la visión global acerca de la preocupación general respecto a la
existencia continuada del trabajo en el futuro (Sverke et al., 2002). En cambio, para Davy et
al. (1997), las características laborales relacionadas con los factores de riesgo, tales como la
falta de oportunidades de promoción, las condiciones de trabajo actuales y las oportunidades
de carrera a largo plazo, derivan en sentimientos de percepción de Inseguridad Laboral.
En este contexto, la Inseguridad Laboral no sólo incluye las características laborales, sino que
muestra la pérdida involuntaria del empleo. Esto revela que los empleados que busquen la
migración a otra organización, que confíen en sus posibilidades de empleabilidad o por
cualquier otro motivo, mantienen una posición de Seguridad Laboral dentro de la
organización (Sverke et al., 2002). Fruto de esta consideración, la Inseguridad Laboral refleja
la disconformidad entre el nivel de Seguridad Laboral que experimenta una persona y el nivel
preferible de Seguridad Laboral (Hartley et al., 1991; Kozak et al., 2012).
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Antecedentes del Burnout
En cualquiera de los casos, la Inseguridad Laboral actúa como estímulo estresante relacionado
con el trabajo (Hu et al., 2011; Kozak et al., 2012; Vander Elst et al., 2012). Las
investigaciones indican que la Inseguridad Laboral no sólo causa bajos niveles de bienestar
entre los empleados, sino que también provoca reacciones negativas asociadas al trabajo
(Cheng y Chan, 2008). De acuerdo con la Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Bakker
y Demerouti, 2016; Demerouti et al., 2001), altos niveles de demandas laborales impulsan un
proceso que provoca excesivas exigencias y esfuerzos que, en última instancia, suponen un
menoscabo de la energía (Schaufeli y Bakker, 2004; Bakker y Demerouti, 2007). Esta pérdida
de energía y la presencia de tensión laboral ocasionan la incapacidad de responder
adecuadamente a la Inseguridad Laboral, de manera que, los miembros de la organización
manifiestan sentimientos negativos como el Burnout (Bosman et al., 2005; Kozak et al., 2012;
Schaufeli y Taris, 2014; Piccoli y de Witte, 2015).
En línea con Schaufeli y Taris (2014), dentro de los recursos laborales existe una larga lista de
variables que no sólo contribuyen a dar forma al modelo de Demandas y Recursos Laborales
(Demerouti et al., 2001), si no que influyen en el desarrollo del Burnout, cuya manifestación
repercute en el bienestar de la organización (Bakker et al., 2003; Bakker y Demerouti, 2007,
2013, 2016; Demerouti y Bakker, 2011; Bakker et al., 2011). Por consiguiente, debido a la
amplia variedad de recursos laborales, esta revisión literaria se centra en describir el Apoyo
Social y la Claridad de Rol en cuanto a recursos laborales y la Estima como recurso personal.
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Analía López Carballeira
En efecto, el meta-análisis llevado a cabo por Lee y Asforth (1996) confirma que las
dinámicas del Apoyo Social vienen validadas por las numerosas investigaciones asociadas al
Burnout (Leiter y Maslach, 1988; Schaufeli y Enzmann, 1998; Lee y Ashforth, 1996; Janssen
et al., 1999; Garland, 2004; Schaufeli et al., 2009; Jiménez Figueroa et al., 2012; Hamama,
2012; Singh et al., 2012). Asimismo, a raíz de este meta-análisis, Lee y Asforth (1996)
distinguen entre el Apoyo Social de supervisores y compañeros. Por una parte, los resultados
muestran que el escaso Apoyo Social del supervisor posee una gran capacidad explicativa
sobre la varianza del Agotamiento Emocional y, en menor medida, sobre la
Despersonalización y la Realización Personal. Por otra, el Apoyo Social del compañero no
tiene un gran poder explicativo sobre la varianza de Agotamiento Emocional, la
Despersonalización y la Realización Personal. Sin embargo, otros estudios (Schaufeli y
Bakker, 2004; Llorens et al., 2006) muestran que aquellos empleados que sufren falta de
Apoyo Social por parte de sus compañeros revelan una mayor predisposición a sufrir
Agotamiento Emocional y Despersonalización.
Ahora bien, el Apoyo Social no sólo permite un impacto directo y significativo sobre el
Burnout si no que, de forma indirecta, puede mitigar los efectos estresantes del entorno
laboral y el Burnout (Cordes y Dougherty, 1993; Halbesleben, 2006). Cabe destacar a este
respecto, que los individuos pueden optar por redefinir sus estrategias con el propósito de
reducir los daños causados por la situación estresante o enfrentarse a la realidad por medio de
la cesión de recursos necesarios gracias a la colaboración de otros actores (Cordes y
Dougherty, 1993). De esta forma, algunos autores (Jackson et al., 1986; Jansen et al., 1996;
Um y Harrison, 1998; Demerouti et al., 2001; Bakker et al., 2005; Lingard y Francis, 2006;
Xanthopoulou et al., 2007; Devereux et al., 2009; Karatepe, 2011; Choi et al., 2012) enfatizan
el papel moderador que juega el Apoyo Social entre los estresores de rol y las dimensiones del
Burnout.
En síntesis, la literatura relativa al Apoyo Social presenta una dicotomía entre los académicos
que consideran el Apoyo Social como un componente central en el Modelo de Burnout
91
Antecedentes del Burnout
(Maslach y Jackson, 1984) y aquellos que optan por entenderlo como un recursos dentro de la
Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Halbesleben y Buckley, 2004). En concreto,
Bakker y Demerouti (2007) sitúa al Apoyo Social como la variable moderadora más
importante sobre el Burnout. En cualquier caso, cada uno de estos modelos simboliza un
proceso cuyo impacto sobre el bienestar laboral tiene como máximo exponente al Apoyo
Social (Cordes y Dougherty, 1993).
et al. (1971) establecen que la Claridad de Rol muestra el “grado en el que se proporciona la
información destacada sobre cómo se espera que el empleado realice su trabajo” (p. 355). En cualquier
caso, la Claridad de Rol alude al grado en el que un sujeto recibe y entiende la información
adecuada con la intención de ejecutar sus tareas (Kelly y Hise, 1980).
92
Analía López Carballeira
Shirom, 2000). De acuerdo con Janssen et al. (1999), la Estima muestra una actitud de
aprobación o desaprobación e indica el nivel de capacitación que revela el sujeto de ser
significativo, exitoso y digno. Desde el punto de vista organizacional, la Estima se define
como “el grado en que los miembros de la organización creen que pueden satisfacer sus necesidades mediante
la participación en los roles dentro del contexto laboral” (Pierce et al., 1989:625).
El cuerpo teórico sugiere que los individuos con baja Estima son extremadamente
vulnerables a las condiciones exigentes, dado que son particularmente dependientes de la
aceptación general y tienden a la autodestrucción (Janssen et al., 1999). Por el contrario, los
sujetos con niveles altos de Estima presentan un mayor dominio sobre los factores
estresantes del trabajo y sus secuelas, pues consideran una oportunidad el desafío que
manifiestan los entornos retadores (Hobfoll y Freedy, 1993; Huang et al., 2016). En
consecuencia, los síntomas de pérdida de Estima conducen a sentimientos negativos que, en
última instancia, derivan en el Burnout (Janssen et al., 1999; Xanthopoulou et al., 2007). Sin
embargo, Rosse et al. (1991), Janssen et al. (1999), Xanthopoulou et al. (2007) y Huang et al.
(2015) concluyen que la Estima no actúa como moderador ni mediador entre los factores de
estrés y el Burnout. Este hecho confirma que poseer niveles significativos de Estima no
influye en la protección contra el desgaste o en los trastornos de la salud (Rosse et al., 1991).
2.2.4.3. Liderazgo
El Liderazgo constituye un proceso a través del cual un individuo influye sobre sus
seguidores, de tal forma que contribuyan a la consecución de los objetivos fijados y al éxito
organizacional (House et al., 2002). De ahí que, el liderazgo se considere un concepto
significativo para comprender los comportamientos en el contexto laboral (Peiró y Rodríguez,
2008). En este sentido, el estilo de Liderazgo determina, en gran medida, el nivel de estrés de
los subordinados, de modo que, si el líder orienta sus prácticas hacia conductas inadecuadas,
93
Antecedentes del Burnout
En investigaciones iniciales, la estrategia del líder se asoció con actuaciones relacionadas con
el Apoyo Social más que con la teoría integral y multidimensional del Liderazgo (Stordeur et
al., 2001). Una vez superada esta etapa, el modelo que se ha convertido en la corriente
principal en las investigaciones sobre Liderazgo se denomina “Teoría Multifactorial del
Liderazgo” (MQL) (Kanste et al., 2007; Stordeur et al., 2001). Esta Teoría abarca una serie de
comportamientos característicos de los líderes, representados por nueve dimensiones que
comprenden el liderazgo transformacional (inspiración, estimulación intelectual,
consideración individual y la influencia conductual y de comportamiento), transaccional
(recompensas y gestión activa o pasiva por evitación) y Laissez-Faire (Bass, 1985).
La implantación de este tipo de liderazgo puede ocasionar situaciones negativas tanto para los
individuos como para la organización. En efecto, los empleados dirigidos por el Liderazgo
Pasivo se caracterizan por realizar tareas de mala calidad y cantidad (Einarsen et al., 2007).
Fruto de estas consideraciones, una parte importante de los investigadores consideran que el
Liderazgo Laissez Faire se puede incluir en la categoría de Liderazgo “destructivo”, pues el
comportamiento pasivo de los líderes presenta indicadores organizacionales e individuales
negativos (Einarsen et al., 2007; Skogstad et al., 2007; Courtright et al., 2014)
94
Analía López Carballeira
En definitiva, las prácticas y conductas de los líderes indican, en mayor o menor medida, los
niveles de Burnout dentro de la organización. A este respecto, el rol del líder no sólo
repercute notoriamente sobre el bienestar de los empleados, también posibilita la moderación
de los efectos de los estresores sobre el Burnout (Peiró y Rodríguez, 2008).
95
Antecedentes del Burnout
96
Analía López Carballeira
En relación al Burnout, la investigación empírica (Howard y Cordes, 2010; Cole et al., 2010;
Lambert et al., 2010; Andela y Truchot, 2017) confirma que la Justicia Organizacional se
revela como un fuerte predictor del Burnout. En este sentido, un trato justo con los
empleados favorece el aumento de los recursos disponibles por parte de éstos, de tal manera
que los trabajadores son menos propensos a desarrollar la sintomatología del Burnout. De
97
Antecedentes del Burnout
acuerdo con Lambert et al. (2010) y Andela y Truchot (2017), la Justicia Distributiva y
Procedimental repercuten en el desarrollo del Burnout cuando éstos indicadores son bajos.
Por su parte, Howard et al. (2010) verifican que la Justicia Distributiva y la Procedimental
ejercen un efecto negativo sobre el Agotamiento Emocional, mientras que Cole et al. (2010)
constatan que bajos niveles tanto de la Justicia Distributiva, Interpersonal, y de la
Información influyen en la manifestación del Agotamiento Emocional.
98
CAPÍTULO 3.
CONSECUENTES DEL BURNOUT
Analía López Carballeira
Ahora bien, existe cierta confusión a la hora de diferenciar los síntomas propios del Burnout
y las consecuencias derivadas del mismo (Moreno-Jiménez et al., 2001). Esta ambigüedad se
deriva de la problemática relacionada con la definición del fenómeno y de los términos en que
se formalice. La línea divisoria entre estos dos enfoques puede resultar difusa y arbitraria pues
depende, en gran medida, de la conceptualización y operacionalización del fenómeno
(Schaufeli y Buunk, 2003).
En cualquier caso, las referencias sobre la clasificación de los consecuentes del Burnout
dentro del acervo teórico son bastante imprecisas. Cordes y Dougherty (1993) distingue los
101
Consecuentes del Burnout
Las personas que padecen el Burnout se caracterizan por no lograr los estándares mínimos en
el contexto laboral, así como el incorrecto desempeño de sus tareas (Adriaenssens et al.,
2015). Por ello, los empleados pierden meticulosidad, comenten mayor número de errores y
102
Analía López Carballeira
103
Consecuentes del Burnout
104
Analía López Carballeira
se percibe como un buen predictor de variables asociadas a las actitudes laborales tal como la
Rotación y la Satisfacción Laboral (Williams y Hazer, 1986; Williams y Anderson, 1991;
Campbell et al., 2013).
105
Consecuentes del Burnout
106
Analía López Carballeira
a los que no están dispuestos a renunciar o, por otro, perciben que la disponibilidad de
alternativas laborales es escasa (Meyer y Allen, 1984; Johnson et al., 2010). En el supuesto de
abandono de la organización, los aspectos relativos al tiempo, esfuerzo y/o dinero que el
empleado invierte en la entidad (Allen y Meyer, 1990) o la falta de opciones en el mercado
laboral se perciben como un coste (Becker, 1960). Fruto de estas consideraciones, el
Compromiso aumenta en relación a la cantidad de inversiones que realiza el individuo (Alutto
et al., 1973), debido al coste percibido que supone el abandono de la organización. En esta
línea, Reichers (1985) matiza que “el Compromiso es una función de los beneficios y costes asociados con
la pertenencia a la organización, los cuales suelen aumentar a medida que la antigüedad dentro de la
organización aumenta” (p. 468).
No obstante, la fuerte discrepancia presente en las revisiones literarias ocasiona dudas sobre
la conveniencia de inclinarse por un el análisis de un núcleo central o diferenciar las
dimensiones entre sí. Tradicionalmente, de los tres componentes propuestos por Allen y
Meyer (1990), el Compromiso Afectivo ha concentrado el mayor interés en el entorno
107
Consecuentes del Burnout
Ya en un ámbito más focalizado, las investigaciones ofrecen evidencias sólidas sobre el efecto
directo y negativo que vincula el Burnout y el Compromiso Organizacional. En concreto, una
parte de los académicos (Lee y Ashforth, 1996; Cropanzano et al., 2003; Kemp et al., 2013)
concluyen que el Agotamiento Emocional predice de manera significativa el Compromiso
Organizacional. En cambio, Ashill y Rod (2011) demuestran que la manifestación de actitudes
despersonalizadas motiva la aparición de sujetos poco comprometidos con la organización.
108
Analía López Carballeira
de mantener la misma línea argumental (Low et al., 2001; Halbesleben y Buckley, 2004;
Hollet-Haudebert et al., 2011).
Así las cosas, analizadas las principales consecuencias del Burnout y en base a la Teoría de la
Conservación de Recursos, nos encontramos en condiciones de plantear las siguientes
hipótesis:
Uno de las primeras investigaciones asociadas a la Intención de Abandono fue realizado por
March y Simon (1958) cuyas aportaciones introducen, como novedad la articulación de un
cuerpo teórico sólido, así como la identificación de aspectos determinantes en el abandono
del empleo tales como la función del deseo y la facilidad de movimiento. A partir de estos
hallazgos, las investigaciones posteriores se centran en describir los procesos psicológicos que
conducen a los trabajadores a su salida voluntaria de la entidad.
109
Consecuentes del Burnout
En esta línea, la Intención de Abandono cobra especial relevancia dentro del campo de las
ciencias sociales, en especial, en dos contextos opuestos. El nivel micro ofrece argumentos de
naturaleza psicológica y sociológica al fenómeno de la rotación, mientras que, desde la
perspectiva macro, se analiza esta situación en el ámbito de la economía y la administración
de empresas (Felps et al., 2009). En este último caso, la literatura económica asocia la
Intención de Abandono a factores empresariales tales como las prácticas y políticas de
Recursos Humanos, la organización del trabajo o la retribución.
110
Analía López Carballeira
A este respecto, Direnzo y Greenhaus (2011) proponen que la interacción entre el deseo de
movimiento y la facilidad de movimiento conduce a dos respuestas diferentes. Por un lado,
Mobley (1977) considera que la toma de decisiones en cuanto a la intención de abandono se
vincula a través de aspectos relacionados con pensar en abandonar el empleo, la evaluación de
la utilidad de buscar un nuevo empleo, el desarrollo de intenciones de búsqueda, la
participación en la búsqueda activa de empleo, evaluar las alternativas de trabajo, realizar
comparaciones con el trabajo actual y expresar la intención de abandonar la organización o
permanecer en ella. Por su parte, los sujetos con intención de abandonar la organización
deben tener en cuenta la facilidad de movimiento, esto es, las oportunidades existentes en el
mercado laboral y la empleabilidad del trabajador (Trevor, 2001). En este sentido, Trevor
(2001) destaca que la facilidad de encontrar alternativas depende, en gran medida, tanto de las
capacidades que muestre el individuo en el trabajo como de sus atributos personales.
111
Consecuentes del Burnout
precisa las etapas que engloban esta dinámica. El primer paso se inicia en el instante en que el
trabajador considera la opción de abandonar su empleo. Esta reflexión lleva aparejada la
evaluación de buscar un nuevo trabajo que, una vez estimada esta utilidad, conduce al
desarrollo de las intenciones de buscar. A continuación, el sujeto decide participar en la
búsqueda activa de un nuevo empleo en cuyo proceso se valoran las distintas alternativas de
trabajo y se comparan con el empleo actual que, en última instancia, significa expresar la
intención de abandonar el trabajo actual o de permanecer en él. En el supuesto de consumar
esta decisión, el último paso consiste en traspasar las fronteras de las intenciones y ejecutar la
decisión de cesar en el empleo (Sager et al., 1998). Por este motivo, Mobley (1977) indica que
la extinción del contrato de trabajo individual se circunscribe a la etapa final de la Intención
de Abandono.
112
Analía López Carballeira
Así las cosas, la voluntariedad del abandono de la organización adquiere especial relevancia,
dado que no todas las salidas de la organización se realizan mediante la elección deliberada del
individuo (Tett y Meyer, 1993). Fruto de estas consideraciones, las causas que determinan el
abandono de la organización dependen, en gran medida, del proceso de decisión de las
organizaciones (Campion, 1991) que se sustantiva en despidos o jubilaciones (Batt y Colvin,
2011; Tett y Meyer, 1993). Las distintas formas de extinción de la relación laboral referidas en
el marco jurídico laboral de cada país presentan elementos que favorecen la aparición de
actitudes y comportamiento relacionados con la Intención de Abandono (Batt y Colvin,
2011).
113
Consecuentes del Burnout
organización (Green et al., 2013). En esta línea, Sharma y Nambudiri (2015) y Kessler (2014)
confirman la relación inversa significativa que se deriva de la Satisfacción Laboral y la
Intención de Abandono para una muestra de informáticos. En suma, Direnzo y Greenhaus
(2011) indican que la presencia de bajos niveles de Satisfacción Laboral en la organización
representa “un indicador del deseo de las personas a abandonar su organización” (p. 567).
Al mismo tiempo, gran parte de la investigación empírica (Meyer et al., 2002; Juma y Lee,
2012; Trinchero et al., 2014; Tirelli y Goh, 2015; Yousaf et al., 2015; Biswas, 2015) constata
que la dimensión del Compromiso con mayor influencia en la Intención de Abandono se
halla en el Compromiso Afectivo. Así pues, el Compromiso Afectivo se relaciona de manera
negativa con la Intención de Abandono debido al efecto inmediato que esta conducta tiene en
el éxito de la organización (Meyer et al., 2002).
114
Analía López Carballeira
En efecto, un cuantioso número de estudios (Fogarty et al., 2000; Schaufeli y Bakker, 2004;
Babakus et al., 2009; Choi et al., 2012; Kim et al., 2012; Herda y Lavelle, 2012; Chen y Yu,
2014) establecen la existencia de una relación positiva entre las tres dimensiones del Burnout
y la Intención de Abandono. En cambio, algunos autores (Lambert et al., 2010; Laschinger et
al., 2009; Lee et al., 2011) sugieren la importancia del Agotamiento Emocional y
Despersonalización como predictores de la Intención de Abandono, frente a Moneta (2011)
cuya investigación confirma la influencia de la Despersonalización y la Realización Personal
sobre la Intención de Abandono. Paralelamente, Leiter y Maslach (2009) constatan el efecto
de la Despersonalización sobre la Intención de Abandono de los empleados, a diferencia de
otros resultados, apoyan la tesis de la Intención de Abandono como consecuente principal del
Agotamiento Emocional (Jackson et al., 1986; Lee y Ashforth, 1993b; Gil-Monte et al., 1998;
Wright y Cropanzano, 1998; Cropanzano et al., 2003; Huang et al., 2003; Jaramillo et al.,
2011; Green et al., 2013), uno de los componentes claves del Burnout (Leiter y Maslach,
2001a; Maslach et al., 2001).
115
Consecuentes del Burnout
(2010) describen este fenómeno como una sensación subjetiva que muestra el grado de
complacencia entre las necesidades de los trabajadores y las tareas asignadas.
A este respecto, Spector (1997) considera que la Satisfacción Laboral se puede entender como
“los sentimientos globales hacia el trabajo o una constelación de actitudes relacionadas con diversos aspectos o
facetas del trabajo” (p. 2). A través de esta división, Spector (1997) sugiere que el enfoque global
se manifiesta cuando la actitud de los empleados mantiene la misma línea de interés, mientras
que, el enfoque de la faceta se centra en diagnosticar qué partes del trabajo generan
satisfacción o, por el contrario, insatisfacción. En consecuencia, la Satisfacción Laboral no
sólo repercute en los sentimientos de los miembros de la organización, sino que también,
existen factores de riesgo tanto organizativos como individuales que influyen en el desarrollo
de la Satisfacción Laboral (Sesen et al., 2011). Desde este punto de vista, Arnold y Feldman
(1986) destacan la presencia de seis variables que inciden en la manifestación de este
fenómeno; a saber: el salario, la naturaleza del trabajo, la promoción, las oportunidades, el
estilo de gestión, el grupo de trabajo y las condiciones de trabajo. En esta línea, Spector
(1997) amplia esta clasificación e incluye factores tales como la apreciación, la comunicación,
los compañeros de trabajo, los beneficios complementarios, las condiciones de trabajo, la
naturaleza del trabajo en sí, las políticas y procedimientos de una organización, la
remuneración, el crecimiento personal, las oportunidades de promoción, el reconocimiento, la
seguridad y la supervisión. Por consiguiente, los valores obtenidos en la Satisfacción Laboral
dependen en, gran medida, de las interacciones que se generen entre los aspectos sociales y
profesionales, así como variables determinantes del contexto laboral (Adams y Bond, 2000).
Respecto al Burnout, numerosos estudios han concluido que la asociación entre ambas
variables es negativa. Esto es, conforme los sentimientos del Burnout se muestran con mayor
evidencia, la satisfacción en el entorno laboral decrece (Cherniss, 1980; Tsigilis et al., 2004;
116
Analía López Carballeira
Srivastava, 2011; Figueiredo-Ferraz et al., 2012; Kim y Back, 2012). A pesar de que tanto el
Burnout como la Satisfacción Laboral manifiestan una alta correlación, Spector (1997)
constata que ambas variables son diferentes conceptualmente, dado que “la Satisfacción Laboral
es una respuesta actitudinal, el Burnout es más una respuesta emocional al trabajo” (p. 65).
En cuanto a las dimensiones del Burnout, los resultados indican que la Satisfacción Laboral
está relacionada negativamente con el Agotamiento Emocional y la Despersonalización, a
diferencia de la Realización Personal, cuyo vinculo es positivo (Griffin et al., 2010). No
obstante, diversas investigaciones manifiestan una intensa divergencia al determinar que, por
una parte, el Agotamiento Emocional y la Satisfacción Laboral mantienen una
correspondencia más intensa (Schermuly et al., 2011) frente a otra parte que consideran la
Realización Personal un indicador significativo de la Satisfacción Laboral (Iverson et al., 1998;
Shepherd et al., 2011). Según Ashill y Rod (2011) y Alarcon (2011), el Agotamiento
Emocional y la Despersonalización inciden en los niveles de Satisfacción Laboral, en
contraposición a los resultados hallados por Rutherford et al. (2011), quienes demuestran que
la Despersonalización no influye en los niveles de Satisfacción Laboral.
En cualquier caso, las dimensiones del Burnout se revelan como predictoras de la Satisfacción
Laboral (Wolpin et al., 1991; Lee et al., 2011). Desde este punto de vista, Fogarty et al. (2000)
justifican esta afirmación basándose en elementos teóricos. En primer lugar, el Burnout
deriva de un proceso, mediante el cual, el individuo evalúa las demandas laborales junto con
sus recursos. La valoración de esta situación impacta de una manera u otra tanto en la
psicología como en el bienestar laboral de los empleados. En segundo lugar, los dos
constructos surgen como consecuencia de respuestas emocionales, razón por la cual, se
hipotetiza la idea de que los sentimientos de Burnout se corresponden con la Satisfacción
Laboral (Fogarty et al., 2000; Tsigilis et al., 2004). Por el contrario, para otros autores la
Satisfacción Laboral es antecedente del Burnout (Piko, 2006). En este sentido, Figueiredo et
al. (2012) sugieren que estos supuestos no son decisivos, dado que los estudios transversales
sobre los que se sustenta, no permiten establecer relaciones en términos de causalidad o
direccionalidad.
117
Consecuentes del Burnout
118
Analía López Carballeira
disposición de ayudar a los colegas y compañeros de trabajo y la disposición de cooperar de forma variada y
mundana para mantener las estructuras organizadas que rigen el empleo” (Organ, 1997:92). Fruto de
estas consideraciones, Organ (1988) describe el Comportamiento de la Ciudadanía
Organizacional como “un comportamiento individual discrecional y que no está directa o explícitamente
reconocido por el sistema de recompensa formal, y que, en el agregado, promueve el funcionamiento eficiente y
efectivo de la organización” (p. 4). En cambio, Wilson (2000) destaca que el Comportamiento de
la Ciudadanía Organizacional alude a todas aquellas actividades que implican un mayor
compromiso que únicamente la asistencia espontánea, en donde, el tiempo libre se dedica en
beneficio de otra persona, grupo, organización o causa. Por último, Organ (1997) admite
dificultades en la conceptualización del Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional,
por lo que, reinterpreta este término como un comportamiento que contribuye "a la
conservación y la mejora del contexto social y psicológico que apoya la ejecución de tareas" (p. 91).
En cualquier caso, este fenómeno muestra una serie de conductas comunes dentro de la
organización tales como actividades extra-laborales, cumplir la normativa en el lugar de
trabajo o apoyar a los compañeros hasta actuar bajo las políticas y procedimientos de la
organización (Organ y Ryan, 1995). De tal manera que, las instituciones que promuevan este
tipo de comportamientos se identifican con lugares más atractivos para trabajar que, a la
postre, favorecen la contratación y retención de mejores empleados (Gilbert et al., 2010). En
esta línea, Cabrey (2005) sostienen que las conductas positivas entre compañeros en un
contexto asistencial contribuyen al funcionamiento efectivo de la organización a través del
apoyo en la ejecución de tareas. En consecuencia, estas actuaciones proporcionan tanto ayuda
como asistencia (Castanheira y Chambel, 2010) y, por otro, favorecen el desarrollo de un
sistema organizativo más efectivo dentro de la empresa (Organ, 1988; Organ et al., 2006;
Podsakoff et al., 2009).
119
Consecuentes del Burnout
los niveles mínimos requeridos en materia de asistencia, puntualidad u obedecer las reglas
íntegramente; asimismo la Deportividad significa mantener una actitud positiva y sacrificar el
interés personal frente a situaciones incómodas; y, finalmente, la Virtud Cívica indica la
participación constructiva de los empleados en el proceso político de la organización.
Williams y Anderson (1991), en cambio, crean una escala bidimensional para medir los niveles
de Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional en relación a la conducta. Por un lado,
el Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional Individual que se vincula con prácticas
que benefician a los individuos directamente y, en última instancia, influyen en la propia
organización. De acuerdo con Halbesleben y Bowler (2005), el Comportamiento de la
Ciudadanía Organizacional Individual dota a los empleados de medios para articular sistemas
de apoyo y poder equiparse de recursos. Por otro, el Comportamiento de la Ciudadanía
Organizacional de la Organización agrupa a todos aquellos comportamientos que favorecen a
la institución tales como las actitudes positivas, la puntualidad o la aportación de sugerencias
(Williams y Anderson, 1991). Paralelamente, Masterson et al. (2000) elabora una escala donde
distingue entre la dimensión del Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional de la
Organización y el Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional del Supervisor. La
dimensión del Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional de la Organización reúne
todos los aspectos beneficiosos para la organización mientras que el Comportamiento de la
Ciudadanía Organizacional del Supervisor agrupa a todos aquellos procedimientos ventajosos
para los supervisores.
120
Analía López Carballeira
No obstante, los hallazgos obtenidos con respecto a las dimensiones que componen el
Burnout se caracterizan por su heterogeneidad. Así, algunos autores (Emmerik et al., 2005;
Sesen et al., 2011) encontraron que sólo la baja Realización Personal influye de manera
negativa en el Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional. Sin embargo, los hallazgos
de Chiu y Tsai (2006) indican que el Agotamiento Emocional y la baja Realización Personal
repercuten en el nivel de Comportamiento de la Ciudadanía Organizacional de los empleados.
Por último, Sesen et al. (2011) demostraron que la Satisfacción Laboral es un mediador
relevante entre la baja Realización Personal y Comportamiento de la Ciudadanía
Organizacional respecto a la dimensi Organización. Por su parte, Chiu y Tsai (2006) hallaron
la existencia de un efecto indirecto de la participación laboral entre el Comportamiento de la
Ciudadanía Organizacional y dos de las tres componentes del Burnout, cuales son el
Agotamiento Emocional y la Despersonalización.
121
CAPÍTULO 4.
MODELO DE INVESTIGACIÓN
Analía López Carballeira
El núcleo vertebrador sobre el que gravita esta parte de la investigación responde al interés de
desarrollar un modelo comprehensivo respecto al desarrollo del Síndrome de Burnout en el
Sistema Sanitario Gallego. En concreto, el paradigma propuesto se identifica en el
Agotamiento Emocional, aspecto principal de la composición tridimensional del Burnout,
incluyendo relaciones en ambos sentidos. El primero de ellos se centra en la correspondencia
que se manifiesta con la Influencia sobre el trabajo (IT), la Carga de Trabajo (CT) y el
Conflicto de Rol (CFR) sobre el Agotamiento Emocional y, por otro, el impacto del
Agotamiento Emocional sobre el Compromiso Afectivo (CA) y la Intención de Abandono
(IA). Paralelamente, el modelo refleja, de manera colateral, la relación existente entre el
Compromiso Afectivo (CA) y la Intención de Abandono (IA). Con este propósito, se
pretende testar seis hipótesis planteadas como consecuencia de la revisión de la literatura
previa, tal como indica la Figura 4.1.
Junto a estas relaciones directas, cobra especial relevancia la existencia de cinco efectos de
mediación. En este caso, el modelo considera el Agotamiento Emocional (AE) y el
Compromiso Afectivo (CA) como variables mediadoras en este proceso. En este sentido, el
Agotamiento Emocional (AE) actúa como elemento intermedio entre los factores de estrés
(Influencia sobre el trabajo, Carga de Trabajo y Conflicto de Rol) y los indicadores de
bienestar (Compromiso Afectivo e Intención de Abandono). Por su parte, el emplazamiento
del Compromiso Afectivo (CA) se ubica como mediador entre el Agotamiento Emocional
(AE) y la Intención de Abandono (IA). Finalmente, la revisión teórica apunta a que el Control
sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) y las Posibilidades de Desarrollo (PD) no sólo pueden ser
antecedentes del Burnout, sino que también puede ejercer de moderadores entre el Conflicto
125
Modelo de investigación
126
Analía López Carballeira
En consonancia con los objetivos que se pretenden alcanzar a través de este estudio, con el
modelo de investigación planteado y con las hipótesis asociadas al modelo, se ha diseñado
una investigación cuantitativa. Para ello, se ha elaborado un trabajo de campo a partir de un
cuestionario estructurado, cuya composición se fundamenta en escalas validadas de los
constructos asociados al modelo de investigación comúnmente utilizadas en investigaciones
dentro de este campo de conocimiento. Con la intención de obtener la máxima información
posible, se incorporaron en el cuestionario una serie de preguntas de perfil, de naturaleza
sociodemográfica y laboral, incluyendo preguntas en cuanto a la edad, al género, a la
estructura familiar, al tipo de contrato laboral, a la experiencia y la antigüedad en la empresa,
al centro de trabajo, a la jornada laboral y al turno de trabajo.
Ahora bien, el acopio de información primaria a través de encuestas puede ocasionar errores
en el método de medición, debido a la varianza común del método. Este aspecto genera
sesgos en la investigación de mayor relevancia que la varianza derivada de los propios
constructos empleados en la medición de las variables. En consecuencia, estos sesgos se
caracterizan por ser indicadores de presencia de fuentes de error en la medida cuyos efectos
se manifiestan en los resultados empíricos y, en última instancia, influyen en la validez y
legitimidad de las conclusiones a propósito de las relaciones teóricas establecidas en el
modelo de investigación propuesto a estimar. Fruto de estas consideraciones, cabe destacar la
importancia del diseño del procedimiento de la investigación, puesto que se convierte en un
instrumento de prevención y control de los sesgos que pueden derivarse del método
(Podsakoff et al., 2003). Con el propósito de solventar esta situación, se desarrollan una serie
de acciones encaminadas a evitar los sesgos comunes como resultado del método de la
investigación (common method biases). El objetivo de estas prácticas se centra en conseguir que
los empleados participantes en la encuesta no perciban la sensación de estar siendo juzgados.
De tal manera que, se les anima a contestar de forma honesta a las preguntas con la intención
de no intervenir en la percepción sobre los objetivos de la investigación (Podsakoff et al.,
2003).
En efecto, la primera de las acciones se sitúa en asegurar el anonimato de las respuestas de los
empleados participantes, así como la honestidad a las preguntas planteadas en el cuestionario.
Por otro lado, la encuesta se distribuye de tal forma que las variables dependientes se ubican,
127
Modelo de investigación
128
Analía López Carballeira
Intención de Abandono, con “Algunas veces” respecto a las ISTAS21 y, por último, con
“Algunas veces al mes” para el Agotamiento Emocional.
129
Modelo de investigación
130
Analía López Carballeira
Los participantes de esta investigación constituyen una muestra de 512 individuos mayores de
edad y profesionales sanitarios pertenecientes a la Comunidad Autónoma de Galicia. El
análisis descriptivo de la población muestral se distribuye en tres bloques; a saber: un bloque
relativo al género y edad; otro relacionado con la estructura familiar y, un tercer bloque
referido a aspectos asociados al ámbito profesional.
En una primera aproximación, se ha podido comprobar que, de entre el total de los sujetos de
estudio, 160 individuos son hombres (31,25%) y 352 son mujeres (68,75%). Al mismo
tiempo, la edad promedio de los varones se sitúa en los 48,86 años mientras que las mujeres
se ubica en los 46,14 años, siendo la edad media del total de la muestra de 46,99 años (Tabla
4.4).
131
Modelo de investigación
En relación a los hijos a cargo, 310 sujetos de la muestra sugieren que poseen hijos a su cargo
(60,55%) entre los que 28 viven solos (25,23%) y 282 viven en pareja (74,77%). Aquellos que
manifiestan no tener hijos a su cargo representan el 39,45%, 83 de los individuos se
corresponde con sujetos que viven solos (74,32%) y 119 en pareja (29,68%). Paralelamente,
84 de los encuestados que declaran tener dependientes a cargo (16,41%), 15 viven solos
(13,51%) mientras que 69 de ellos viven en pareja (17,21%). En cambio, 428 individuos
indican que no tienen dependientes a cargo (83,59%) entre los que 96 viven solos (86,49%) y
332 viven en pareja (82,79%) (Tabla 4.6).
En el tercer bloque se agrupan todos aquellos elementos vinculados al contexto laboral, tales
como el cuerpo de personal al que pertenecen los individuos, vinculación contractual,
experiencia laboral, antigüedad en el servicio, nivel profesional y turno de trabajo (Tabla 4.7).
Dicha información, permite describir el perfil profesional de la muestra y, en última instancia,
obtener una imagen nítida del profesional sanitario en Galicia. En este sentido, casi la mayoría
de los participantes de la muestra afirman pertenecer al cuerpo de personal estatutario
(92,38%) cuya proporción se disgrega entre el 96,88% para los varones y el 90,34% para las
mujeres. Al mismo tiempo, los valores apuntan a que el 78,32% de los participantes se
encuentran con una vinculación contractual de carácter fijo entre los que, 130 se caracterizan
por ser hombres (81,25%) y 271 mujeres (76,99%).
132
Analía López Carballeira
En lo que respecta a los turnos de trabajo, 253 personas del total de la muestra cuentan con
un turno fijo (49,41%), entre los que 96 son hombres (60%) y 157 son mujeres (44,60%).
Otros 160 sujetos presentan un turno rotatorio complejo (turnos de mañana, tarde y noche)
cuya distribución por género se encuentra en el 19,38% los hombres y 36,65% para mujeres.
Por otro lado, 47 personas del total de la muestra afirmaron tener un turno rotatorio simple
(turno de mañana y tarde) (9,18%) de las que 9 se caracterizan por ser hombres (5,63%) y 38
por ser mujeres (10,80%). Otras opciones de turnos de trabajo como el de 12 horas y la
133
Modelo de investigación
Supervisión general han alcanzado bajas puntuaciones, obteniendo para cada uno de los casos
el 1,37% del total respectivamente. Por último, 38 sujetos han declarado que su turno de
trabajo se vincula a otro tipo de reparto de horas (7,42%), donde el cómputo global, se
dispone en torno al 11,25% para los hombres y 5,68% para las mujeres (Tabla 4.9).
Finalmente, la experiencia laboral que muestran los sujetos encuestados se sitúa en más de 20
años, alcanzado para el total de la muestra un 51,17%. De acuerdo con la distribución por
género, los varones se encuentran en el 60,63%, a diferencia del sector femenino, que obtiene
un 46,88% (97 y 165 individuos respectivamente del total de la muestra). En cuanto a la
antigüedad en el servicio, el valor más frecuente se corresponde con individuos que cuentan
con más de 20 años de experiencia (25%), entre que los que, el 33,75% se identifican con
hombres y el 21,02% a mujeres (54 y 74 individuos del total de la muestra). Otros 126
participantes de la encuesta (24,61%) confirman que su antigüedad en el servicio radica entre
1 y 5 años (17,50% para hombres y 27,84% para mujeres). Entre los restantes sujetos de la
muestra, 113 presentan una antigüedad en el servicio sobre 6 y 10 años (22,07%), de los que
el 18,13% son hombres y el 23,86% mujeres. Un peso menor tiene aquellos individuos que
cuentan con una antigüedad de entre 11 y 15 años (35 individuos que representan el 14,26%)
de los cuales el 17,50% corresponde a varones y 12,78% a mujeres; y los que se hallan entre
los 16 y 20 años de antigüedad (37 individuos que representan el 7,23%), comprendiéndose
con un 8,75% de hombres y un 6,53% de mujeres. Por último, los encuestados que informan
134
Analía López Carballeira
estar en el servicio menos de un año representan el 6,84%, cuyo reparto por género es del
4,38% y 7,95% de hombres y mujeres, respectivamente (Tabla 4.10).
En definitiva, el perfil que se puede extraer de los datos de la muestra se asocia al de mujer
(68,71%), perteneciente al personal estatutario (90,34%), con un contrato de trabajo (76,99%)
y turno fijo (44,60%). Al mismo tiempo, su nivel profesional corresponde al personal
sanitario no facultativo (67,61%), con una experiencia profesional de más de 20 años
(46,88%) y una antigüedad en el servicio entre 1 y 5 años (27,84%).
La estructura general del modelo se configura a través de cuatro constructos cuya medición
corresponde a escalas procedentes de adaptaciones de trabajos previos. A propósito del
análisis del modelo causal propuesto en esta investigación, se ha realizado una exhaustiva
revisión de la literatura en donde se han identificado los instrumentos de medida adecuados
para cada uno de los constructos. Fruto de estas consideraciones, Moncada, Llorens y
135
Modelo de investigación
Kristensen (2004, 2006) realizaron una versión en lengua castellana del cuestionario
psicosocial de Copenhague (COPSOQ) para las características laborales, Maslach y Jackson
(1981, 1986) para el Burnout, de Frutos, Ruiz y San Martín (1998) para el Compromiso
Organizacional y Mobley, Horner y Hollingsworth (1978) para la Intención de Abandono
(Tabla 4.11).
136
Analía López Carballeira
El instrumento de medida de la evaluación de los riesgos laborales “debe tener una base conceptual
clara y explícita basada en evidencias científicas, debe medir exposiciones a factores de riesgo (y no a otros
posibles factores para los que no haya evidencia suficiente de que afecten la salud), y debe estar razonablemente
validado” (Moncada et al., 2005:19). Una metodología válida, susceptible de ser implementada
y adaptable contribuye a entender cuáles son las condiciones críticas dentro de la
organización, de manera que, la elección de una herramienta válida y confiable propicia la
elaboración de medidas correctivas adecuadas (Moncada et al., 2011). En este sentido, el
Cuestionario Psicosocial de Copenhague–COPSOQ (Kristensen et al., 2005) supuso un gran
avance respecto a la heterogeneidad de instrumentos de medida instrumentalizados en
cuestionarios estandarizados, en exámenes clínicos, en métodos de observación, en registros,
en datos secundarios y en entrevistas cualitativas (Kristensen et al., 2005).
Ambas versiones del cuestionario COPSOQ poseen una adaptación española denominada
COPSOQ-ISTAS21 realizada por Moncada et al. (2005, 2014). La primera aproximación de la
137
Modelo de investigación
escala COPSOQ-ISTAS21 (Moncada et al., 2005) incluye dos dimensiones (Doble presencia y
Estima) frente a la versión original de Dinamarca (Moncada et al., 2005), mientras que, la
segunda adaptación del cuestionario (Moncada et al., 2014) incorpora ligeras modificaciones
con la intención de ajustar la dimensión de Apoyo Social y, por otro, elimina la dimensión de
Demandas Sensoriales. A pesar de las transformaciones respecto a la versión original,
Alvarado et al. (2009) y Moncada et al. (2005) coinciden en afirmar que la adaptación
española del cuestionario está diseñada para cualquier tipo de ocupación en el contexto actual.
Así las cosas, con arreglo a los objetivos planteados al inicio de esta investigación y la revisión
teórica, se ha optado por considerar las dimensiones de Carga de Trabajo, Influencia,
Posibilidades de Desarrollo, Control sobre el Tiempo de Trabajo y Conflicto de Rol como
actores principales de la Escala COPSOQ-ISTAS21. Por ello, se han seleccionado aquellos
ítems representativos de estos factores (Tabla 4.12). En definitiva, la escala utilizada para
medir las características laborales en el modelo teórico se configura a través de 20 ítems que
se corresponden en idéntica proporción a los factores contenidos en la escala COPSOQ-
ISTAS21 de Moncada et al. (2014).
138
Analía López Carballeira
139
Modelo de investigación
del término “Burnout” como resultado del conjunto de síntomas físicos y mentales, en un
estudio llevado a cabo entre los empleados de clínicas. A pesar de este primer acercamiento,
el método de observación no obtuvo el suficiente respaldo debido a la hegemonía de las
medidas de autoinforme (Schaufeli et al., 1993).
Ahora bien, a pesar de la confusión sobre la definición del Burnout, la descripción original
realizada por Maslach y Jackson (1981), denominada Maslach Burnout Inventory, obtuvo una
gran acogida entre el círculo académico y profesional. Estas autoras sugieren que el Burnout
se caracteriza por la aparición de niveles altos de Agotamiento Emocional, alta
Despersonalización y bajos niveles de Realización Personal (Gil-Monte, 2005b). La revisión
posterior de Perlman y Hartman (1982) confirma y contribuye al éxito de este método de
investigación, dado que verifican la definición aportada por Maslach y Jackson (1981), así
como el planteamiento de un análisis empírico respecto a la estructura tridimensional,
formada por Agotamiento Emocional, Despersonalización y Realización Personal, cuyos
resultados demuestran la veracidad de las propuestas (Schaufeli et al., 1993; Gil-Monte,
2005b).
140
Analía López Carballeira
Al mismo tiempo, cabe destacar las advertencias propuestas por una parte de la literatura
sobre las limitaciones conceptuales derivadas del desarrollo de instrumentos de medida del
Burnout. En este sentido, Perlman y Hartman (1982) subrayan que las descripciones
formuladas respecto al fenómeno del Burnout no recogen en su totalidad los síntomas y/o
componentes que lo identifican, tales como la baja moral, el enfado, las actitudes negativas
hacia los clientes, la suspicacia, la depresión o la rigidez entre otros (Gil-Monte, 2005a, b).
Paralelamente, Schaufeli et al. (1993) sugieren una revisión de las cuestiones metodológicas
referentes al Burnout, estableciendo una imagen global del estado de la evaluación del
fenómeno. En este sentido, Schaufeli et al. (1993) destacaron la relevancia de una
investigación más exhaustiva de las propiedades psicométricas de la medida del Burnout.
Paralelamente, se contempla la necesidad de desarrollar instrumentos alternativos que sean
validados con el Maslach Burnout Inventory, así como la elaboración de herramientas
específicas que posibiliten su aplicación fuera del ámbito de las profesiones asistenciales
(Halbesleben y Buckley, 2004).
141
Modelo de investigación
robustez psicométrica adquiere especial relevancia, pues, reúne un gran consenso respecto a
su grado de confianza y, en consecuencia, contribuye a un mayor volumen de investigación
(Gil-Monte, 2005b). Por ello, los cuestionarios que gozan de una mayor aceptación y
popularidad dentro del contexto académico y profesional se identifican con el “Burnout
Measure” (BM) (Pines et al., 1981) y el “Maslach Burnout Inventory” (MBI) (Maslach y Jackson,
1981).
El “Burnout Measure” (BM) (Pines y Aronson, 1988) se presenta como antecedente inmediato
del “Tedium Scale” (TS) (Pines et al., 1981) debido a la distinción realizada entre el Tedio y el
Burnout. Esta diferencia proviene de la similitud que existe en la sintomatología de ambos
fenómenos a pesar de que su origen es diferente. Tras diversos análisis, Pines y Aronson
(1988) concluyeron que no cabe divergencia e incluyeron el Tedio dentro del concepto de
Burnout. Por consiguiente, Pines y Aronson (1988) entienden el Burnout como “un estado de
Agotamiento físico, emocional y mental causado por la implicación a largo plazo en situaciones que son
emocionalmente exigentes” (p. 9), por lo que el BM se caracteriza por ser una construcción
tridimensional que comprende estos tres elementos. Sin embargo, el cuestionario actúa como
un instrumento unidimensional, dado que los valores que se obtienen en cada una de las
subescalas se suman para, así, alcanzar una puntuación única del Burnout (Schaufeli y Buunk,
2003). Fruto de estas consideraciones, Schaufeli y Dierendonck (1993) evalúan la relación
entre el BM y el MBI cuyos resultados confirman la relevancia del Agotamiento Emocional
en el BM frente al aspecto actitudinal presente en el MBI.
No obstante, el cuestionario del “Burnout Measure” (BM) (Pines y Aronson, 1988) presenta
ciertas restricciones en su aplicación. Por un lado, debido a su fácil administración y
puntuación, su uso se extiende a todo tipo de talleres pues los propios participantes poseen la
capacidad de valorar su nivel de Burnout. Esta circunstancia permite la presencia de cierto
sesgo en la muestra, dado que la gran parte de los sujetos proceden de muestras no aleatorias
(Pines, 1993). Por otro, el marcado carácter de autodiagnóstico y la voluntad de interpretar las
puntuaciones ofrecen la posibilidad de su uso individual que, de acuerdo con Schaufeli et al.
(1993), “no es recomendable porque no existen normas válidas de MB” (p. 206). En cualquier caso, “el
BM es un instrumento de investigación fiable y razonablemente válido que indica el nivel de agotamiento del
individuo” (Schaufeli et al., 1993) que, a la postre, refleja el aspecto central del Burnout
(Shirom, 1989). Cabe destacar, además, que la aplicación de este cuestionario no se extiende
142
Analía López Carballeira
El “Maslach Burnout Inventory” (MBI) de Maslach et al. (1981, 1986) se caracteriza por ser el
instrumento de medición del Burnout utilizado con más frecuencia y que ha generado un
mayor volumen de investigaciones (Collins, 1999; Lee y Ashforth, 1990; Schaufeli y
Enzmann, 1998). A través de la elaboración de este cuestionario, se normaliza la definición de
Burnout como un síndrome caracterizado por el Agotamiento Emocional,
Despersonalización y baja Realización Personal. Este éxito radica, en gran medida, en las
conclusiones extraídas por Perlman y Hartman (1982) respecto a las definiciones sobre el
Burnout, quienes consideran este fenómeno como “una respuesta al estrés crónico que tiene tres
componentes: a) agotamiento emocional y/o físico, b) baja productividad laboral, y, c) una excesiva
despersonalización” (p. 5), consideración tal, que mantiene la factorización del MBI.
En líneas generales, las versiones del MBI demuestran ser un instrumento válido, fiable, con
gran aceptación internacional y facilidad para su administración (Gil-Monte y Peiró, 1999;
Gil-Monte, 2005b; Maslach et al., 2009). Así, Schaufeli y Enzmann (2003) apuntan a que el
análisis de los indicadores de validez convergente y factorial muestra unos resultados “bastante
alentadores” (p. 53) respecto a la calidad psicométrica del MBI. Ahora bien, a pesar de ser un
instrumento consolidado en el contexto académico (Halbesleben y Buckley, 2004), el MBI no
está exento de problemas psicométricos que conducen a la aparición de fisuras (Gil-Monte,
2005a). En efecto, las primeras dudas sobre la consistencia interna del MBI surgen como
consecuencia de los bajos niveles que presenta la dimensión de Despersonalización en
algunos estudios, en especial, en muestras fuera del ámbito anglosajón (Leiter y Maslach,
1988; Gil-Monte y Peiró, 1999; Gil-Monte, 2005a). De manera ocasional, el coeficiente que
representa la fiabilidad de la escala de medida se encuentra por debajo de los estándares
fijados en otras investigaciones relacionadas (Lee y Ashforth, 1996; Maslach et al., 1996),
como consecuencia de la problemática que refleja la reducción de los ítems de
Despersonalización y la interpretación de significado que se derivan de los diferentes
formatos del MBI (Schaufeli et al., 1993; Schaufeli y Enzmann, 1998). Por lo tanto, un mismo
instrumento de medición genera modelos teóricos alternativos debido al desdoblamiento
conceptual que sufre la dimensión de la Despersonalización (Gil-Monte, 2005a).
143
Modelo de investigación
144
Analía López Carballeira
Voces críticas destacan que este planteamiento no logra captar la esencia ni la complejidad del
fenómeno, debido a la pérdida de información que se genera como consecuencia de la visión
parcial sobre la conceptualización del Burnout (Maslach y Jackson, 1981; Maslach, 1993). En
este sentido, Leiter (1993) indica que “una medida unidimensional del Burnout proporciona comodidad
a costa de la precisión conceptual” (p. 239). De acuerdo con Shirom (2003, 2009), la solución de los
tres factores se adapta mejor a los datos que otro tipo de propuesta factorial (Shirom, 2003;
Shirom, 2009). A propósito del enfoque unidimensional, Maslach y Jackson (1986) plantean
que “las puntuaciones de cada subescala se consideran por separado y no se combinan en una única
puntuación total” (p. 2). Por consiguiente, cada una de las dimensiones que forman la escala de
medición del Burnout se corresponde con tres subescalas independientes cuyo cálculo se
realizada por separado (Maslach et al., 1996).
En cualquier caso, el MBI no está exento de problemas de medición que ponen en duda su
calidad psicométrica como instrumento de medida. De modo que, se ha propuesto un
cuestionario alternativo denominado “Oldenburg Burnout Inventory (OLBI)” (Demerouti, 1999,
2001, 2003), cuyo objetivo se centra en superar las limitaciones del MBI y de sus diferentes
versiones. Este instrumento de medida mantiene un modelo conceptual similar al MBI y
concibe el Burnout como un “síndrome de experiencias negativas relacionadas con el trabajo que, incluye,
sentimientos de Agotamiento y Desvinculaciónt” (Bakker et al., 2004:84). Así, la estructura factorial
del OLBI incluye evaluaciones relacionadas con los aspectos cognitivos y físicos del
agotamiento, en tanto que, el MBI apunta al análisis de los componentes afectivos del
Agotamiento Emocional (Maslach et al., 2009). Paralelamente, Demerouti et al. (2001)
advierte de los sesgos de respuesta y la agrupación artificial de los factores en el MBI como
consecuencia de una mala redacción de las preguntas. Por ello, el OLBI reformula la
orientación de las preguntas con el objetivo de solventar este desequilibrio (Halbesleben y
Buckley, 2004; Maslach et al., 2009). No obstante, a pesar de las diferencias, se ha confirmado
la validez convergente entre ambos instrumentos de medida (Demerouti et al., 2003) y el
apoyo en la estructura bifactorial del OLBI (Demerouti et al., 2001). Por consiguiente, el
OLBI puede proporcionar una opción respecto al MBI, puesto que no sólo aborda las
145
Modelo de investigación
cuestiones relacionadas con la redacción, sino que, también “amplía el dominio del Burnout más
allá del componente afectivo del Agotamiento” (Halbesleben y Buckley, 2004:869).
Así las cosas, de acuerdo con los objetivos planteados al inicio de esta investigación y la
revisión teórica, se ha procedido a considerar la dimensión de Agotamiento Emocional como
la variable central del modelo teórico. La escala de medida seleccionada ha sido la adaptación
española de la última versión del MBI-HSS (Maslach et al., 1996) para profesionales de la
salud realizada por Gil-Monte (2005a) y cuya estructura factorial consta de Agotamiento
Emocional (9 ítems), Despersonalización (5 ítems) y Realización Personal (8 ítems). De
manera particular para esta investigación, la subescala utilizada se identifica con la de
Agotamiento Emocional que representa el componente afectivo de la escala MBI-HSS
(Maslach et al., 1996). La elección de esta escala deriva de la calidad psicométrica que presenta
el Agotamiento Emocional en cuanto a validez convergente, discriminante y consistencia
interna (Schaufeli y Enzmann, 1998), así como la nutrida investigación que avala la
preferencia del Agotamiento Emocional frente al resto de subescalas (Halbesleben y Bowler,
2007; Howard y Cordes, 2010; Acker, 2012; Green et al., 2013). Los sujetos han de valorar
cada uno de los nueve ítems del cuestionario con una escala tipo Likert, mediante el cual, se
observa la frecuencia con la que han experimentado la situación descrita en el ítem durante el
último año. La frecuencia de respuesta y puntuación se compone de siete grados que van
desde 0 (Nunca) a 6 (Todos los días) (Tabla 4.14).
146
Analía López Carballeira
En cualquier caso, el Modelo de los tres componentes de Meyer y Allen (1991), sustantivados
en el Compromiso Afectivo, Normativo y Calculado, se ha convertido en el principal “modelo
dominante para el estudio del Compromiso Organizacional” (Jaros, 2007:7) respaldado por un
cuestionario cuyo propósito se centra en medir el nivel de Compromiso Organizacional
(Allen y Meyer, 1990). Así, Allen y Meyer (1990) han incluido en su investigación evidencias
empíricas sobre la validez discriminante de las tres dimensiones de la escala de Compromiso
Organizacional por medio del análisis factorial exploratorio. En virtud de los resultados de
este análisis, Allen y Meyer (1990) detectaron la presencia de una estructura factorial
tridimensional que, en última instancia, concuerda con la línea teórica previa asociada a las
dimensiones Afectiva, Normativa y Calculada. Paralelamente, diversos autores como de
Frutos, Diaz y Castellanos (1998), Meyer et al. (1993) y Jaros et al. (1993) validaron la
estructura factorial de Allen y Meyer (1990) mediante un análisis factorial confirmatorio.
147
Modelo de investigación
(Allen y Meyer, 1990) e, incluso, modelos configurados por cuatro factores (McGee y Ford,
1987).
Cada uno de estos modelos refleja diversas variaciones respecto al modelo popularizado por
Allen y Meyer (1990). En el caso del Modelo de un solo factor, tanto la dimensión afectiva
como la calculada forman parte de una misma realidad, dado que ambos aspectos se
corresponden con los extremos de una sola dimensión. Este planteamiento indica que todas
las particularidades o formas del Compromiso se alinean con la estructural unidimensional.
Por otra parte, el modelo de los dos factores se construye a través de la combinación de los
ítems que representan al Compromiso Afectivo y Normativo frente a los ítems que evalúan la
dimensión Calculada (de Frutos et al., 1998). Finalmente, el Modelo de los cuatro factores
desglosa el Compromiso Calculado en dos nuevas dimensiones, “uno para los ítems que evalúan el
Compromiso Calculado basado en los costes del abandono (la pérdida de los beneficios acumulados o debidos a
la organización) y otro para los ítems que evalúan el Compromiso Calculado basado en la percepción de
escasez de empleo alternativo (posibilidades de encontrar otro empleo)” (de Frutos et al., 1998:349). No
obstante, cabe destacar que los modelos caracterizados por dos y cuatro dimensiones
manifiestan mejores indicadores de bondad de ajuste a diferencia de los restantes (de Frutos
et al., 1998).
148
Analía López Carballeira
149
Modelo de investigación
El modelo teórico de esta investigación sugiere una última variable latente final denominada
Intención de Abandono, cuya medición se realiza a través de la escala desarrollada por
Mobley, Horner y Hollingsworth (1978) (Tabla 4.16). Con el propósito de analizar la
intención de abandono de los empleados, esta escala consta de tres ítems; a saber: “Pienso a
menudo en abandonar el ámbito sanitario”, “Estoy buscando de forma activa un nuevo
trabajo fuera del ámbito sanitario” y “Tan pronto como sea posible, dejaré el ámbito
sanitario”. Un nutrido número de investigaciones (véanse Michaels y Spector, 1982; Cohen,
1993, o Carmeli y Weisberg, 2006) han contribuido al auge y expansión de esta escala. En este
sentido, Miller et al. (1979) confirmaron la elevada validez predictiva, así como la moderada
consistencia interna de la escala planteada por Mobley, Horner y Hollingsworth (1978).
150
Analía López Carballeira
objeto de identificar la presencia de varianza ocasionada por sesgos comunes originados por
el método de investigación (common method biases).
El análisis de las frecuencias a través del software estadístico SPSS 21.0 sobre las 603
encuestas recibidas muestra la existencia de datos perdidos. Por ello, se procede a la
eliminación de 68 casos debido a que gran parte de los ítems se presentaron sin contestación.
Por otra parte, los casos donde el número de datos perdidos era pequeño se realizaron
imputaciones siguiendo el método de regresión lineal con imputación múltiple de tipo
MonteCarlo-Markov Chain (MCMC). En consecuencia, de esta primera depuración de la base
de datos se han obtenido un total de 535 casos válidos de un total de 603 respuestas recibidas.
Por su parte, para la detección de los valores atípicos se utilizó el test de la distancia de
Mahalanobis (Mahalanobis distance) bajo un punto de vista multivariante, con el propósito de
determinar las observaciones más alejadas del centroide. El test de la distancia de
Mahalanobis es una medida estadística de la distancia multidimensional de un individuo
respecto al centroide o media de las observaciones. A tal fin, se ha considerado un umbral
muy conservador de 0,001 para la identificación de los casos atípicos (Hair y Suárez, 1999).
Fruto de estas consideraciones, se ha considerado la necesidad de proceder a la eliminación
de 23 casos, resultando un tamaño muestral de 512 observaciones.
151
Modelo de investigación
presenten una alta colinealidad con otras variables, garantizando de este modo su validez
convergente.
Tabla 4.17. Resumen de ítems por variable latente del modelo (original)
Intención
Carga de Conflicto Agotamiento Compromiso
Influencia de
Variable Trabajo de Rol Emocional Afectivo
Abandono
CT IT CFR AE CA IA
CT1 IT1 CFR1 AE1 CA1 IA1
CT2 IT2 CFR2 AE2 CA2 IA2
CT3 IT3 CFR3 AE3 CA3 IA3
CT4 IT4 CFR4 AE4 CA4
Ítems AE5 CA5
AE6 CA6
AE7 CA7
AE8
AE9
Nº ítems 4 4 3 9 7 3
Fuente: Elaboración propia
152
Analía López Carballeira
Una vez depurados estos ítems, la estimación de la varianza derivada de los sesgos comunes
ocasionados por el método en la investigación (common method biases), se llevó a cabo mediante
el test de un factor único de Harman (Harman, 1967). Este test supone la ejecución de un
análisis factorial exploratorio donde se incorpora la totalidad de los factores del modelo
teórico a fin de detectar la existencia de un único factor responsable de la mayor parte de la
varianza (Christmann, 2000). En este caso, el análisis volvió a evidenciar la presencia de seis
factores cuyos autovalores iniciales son superiores a uno, y que explican el 60,68% del total de
la varianza, de la cual tan solo el 22,16% viene explicada por el primer factor. Este análisis se
completa con la estimación de un modelo ficticio en el cual se cargan todos los ítems de
todos los factores sobre un único factor (ficticio) con el objetivo de evaluar el ajuste
resultante del modelo del análisis factorial confirmatorio (AFC) de un único factor. Este
modelo AFC de un único factor sólo ajustaría bien en el caso en el que la varianza derivada
del método común en la investigación sea la principal responsable de las relaciones existente
entre las variables (Korsgaard y Roberson, 1995). Para el caso de las variables latentes
manejadas en el modelo teórico de esta investigación, los resultados del análisis confirman
que el modelo de un solo factor no ajusta bien los datos (Tabla 4.18) y, por lo tanto, la
varianza derivada del método común en la investigación no es la principal responsable de las
relaciones entre las variables.
Tabla 4.18. Estadísticos de bondad de ajuste del modelo AFC de un único factor
χ2
(g.l) GFI RMSEA AGFI NFI TLI CFI CMIN/DF
p-valor
3164,703
(299) 0,596 0,137 0,525 0,373 0,341 0,393 10,584
0.000
Fuente: Elaboración propia
153
Modelo de investigación
confirmatorio (AFC) de primer orden para valorar las propiedades psicométricas del modelo
de medida. En la segunda etapa se analizaron las relaciones estructurales propuestas entre las
variables latentes del modelo teórico propuesto, mediante un sistema de ecuaciones
estructurales.
Con el objeto de optimizar la composición de las escalas de medida de los factores del
modelo, se ejecutó un análisis factorial confirmatorio. De dicho análisis no se desprende la
necesidad de realizar ninguna depuración más en ninguna de las escalas que intervienen en el
modelo teórico a mayores de las ya realizadas en el análisis preliminar. En efecto, el análisis
factorial confirmatorio, permitió corroborar la aceptación de todos los ítems por cuanto que
presentan cargas factoriales aceptables superiores a 0,5 (Steenkamp y van Trijp, 1991) y cargas
factorial superior a 0,6; además de que, atendiendo al indicador alpha de Cronbach, la
eliminaron de ningún ítem mejoraría considerablemente el valor del indicador (Bagozzi y Yi,
1988; Bagozzi y Baumgartner, 1994; Hair y Suárez, 1999), salvo para el caso de la variable
latente Compromiso Afectivo, para la cual la desaparición del ítem CA1 supondría pasar de
un α = ,859 a otro α = 8,62. Pese a ello, se consideró oportuno mantener dicho ítem
atendiendo a la consideración general de mantenimiento del mayor número de ítems de las
escalas originales, porque además presenta un término de correlación mayor que 0,3 y el valor
del alpha de Cronbach es más que aceptable, por encontrarse por encima del nivel mínimo de
0,6 (Bagozzi y Yi, 1988) e incluso superando el valor recomendado de 0,7 (Nunnally, 1978;
Churchill, 1979).
Consecuentemente, el modelo de medida a estimar, conformado por los ítems finales de cada
una de las variables latentes del modelo teórico propuesto en esta investigación tras todo este
análisis preliminar al de la dimensionalidad de la escala, se recoge en la Figura 4.2.
154
Analía López Carballeira
El modelo de medida así configurado cumple con los criterios de validez convergente de las
escalas en la medida en que todos los ítems muestran cargas factoriales por encima de 0,5
(Steenkamp y van Trijp, 1991), presentan ponderaciones significativas al nivel del 1% (t >
155
Modelo de investigación
156
Analía López Carballeira
De otro lado, la evaluación de la fiabilidad del modelo del instrumento de medida mediante
los α de Cronbach (Cronbach, 1951), el índice de la fiabilidad compuesta (IFC) y la variable
extraída promedio (AVE) (Tabla 4.19) permite concluir que dicho modelo de medida cumple
los criterios de fiabilidad. En efecto, la fiabilidad medida a través de los α de Cronbach de
cada uno de los factores que intervienen en el modelo teórico queda ratificada por cuanto que
todos los alpha arrojan valores por encima del nivel mínimo de 0,6 recomendado por Bagozzi
y Yi (1988) y también, en algunos casos, mayores al valor de 0,7 recomendado por Nunnally
(1978) o Churchill (1979). Asimismo, el índice de fiabilidad compuesta (IFC) permite también
confirmar la fiabilidad del instrumento de medida por presentar este indicador valores
superiores a 0,7 recomendado por Fornell y Larcker (1981) para todas las variables.
Finalmente, la varianza promedio extraída (AVE) presenta valores próximos a o superiores a
0,5, que es el umbral recomendado por Fornell y Larcker (1981). Los factores para los cuales
los valores varianza promedio extraída (AVE) son inferiores a ese valor de corte
recomendado por Fornell y Larcker (1981) no ponen en tela de juicio la fiabilidad del
instrumento de medida, puesto que dichos factores presentan valores aceptables tanto para el
alpha de Cronbach como para el índice de la fiabilidad compuesta (IFC). Además, debido a
que el modelo teórico induce a su inclusión, se decide seguir manteniendo dichos factores a la
hora de estimar el modelo estructural.
Finalmente, se puede confirmar la validez discriminante del modelo de medida (Tabla 4.20).
Efectivamente, el test del intervalo de confianza entre cada par de factores no incluye el valor
1 (Anderson y Gerbing, 1988). Además, la varianza promedio extraída (AVE) para cada
variable latente es mayor al cuadrado de la correlación entre cada par de factores (Fornell y
Larcker, 1981; Hair et al., 2010). El cumplimiento, entonces, de los criterios del test del
intervalo de confianza junto con el de la comparativa entre la varianza promedio extraída
(AVE) y el cuadrado de las correlaciones, permite confirmar la consistencia interna entre las
variables que conforman el modelo del instrumento de medida. En definitiva, se asegura que
los indicadores de las escalas utilizadas miden los conceptos teóricamente justificados para el
modelo.
157
Modelo de investigación
En lo que se refiere al ajuste global del modelo, la Chi-cuadrado resulta ser el índice de ajuste
por excelencia en los modelos de análisis factorial confirmatorio. Al respecto, el valor del
indicador Chi-cuadrado, que permite valorar el ajuste absoluto del modelo, pone de
manifiesto que un nivel de bondad de ajuste inadecuado (p < ,001) del modelo planteado en
esta investigación (Tabla 4.21). Ahora bien, debido a que este indicador basado en la Chi-
cuadrado presenta una serie de limitaciones (Long, 1983; Marsh et al., 1988), se ha optado por
evaluar el ajuste global del modelo de forma conjunta con otros indicadores como el Índice
de bondad de ajuste (GFI), Índice de bondad de ajuste corregido (AGFI), el Índice de
bondad de ajuste comparativo (CFI), el Índice de ajuste normalizado (NFI), el Índice de
Tucker-Lewis (TLI), el Error de aproximación de la raíz cuadrada media (RMSEA) y la Razón
Chi-cuadrado/grados de libertad (CMIN/DF), siguiendo las recomendaciones de los
expertos (Hoyle y Panter, 1995; Byrne, 2010) sobre la utilización conjunta de múltiples índices
de ajuste como pruebas concluyentes de bondad del ajuste del modelo. Esta opción se adopta
en la medida que el índice de bondad de ajuste absoluto del modelo Chi-cuadrado es
extraordinariamente sensible a desviaciones de la normalidad multivariante,
fundamentalmente en casos de curtosis excesiva. En esta investigación, como ya se ha
indicado, la condición de normalidad multivariante de los datos no fue satisfecha. Además, el
valor de la Chi-cuadrado es también altamente sensible al tamaño de la muestra, y cuando
supera las 200 observaciones como en este caso (N = 512), los índices de bondad de ajuste
158
Analía López Carballeira
tienden a ser peores (James et al., 1982; Hair et al., 2010). En cualquier caso, el índice Chi-
cuadrado valora la bondad de ajuste basándose en una hipótesis nula altamente restrictiva
referida al ajuste perfecto de la población, pese a que cualquier modelo no es más que una
aproximación de la realidad (Long, 1983; Marsh et al., 1988).
Atendiendo a los valores tomados por estos indicadores, los índices de bondad ajuste GFI y
AGFI resultan indicativos de un ajuste adecuado por cuanto que superan el valor de 0,9
dentro de una horquilla de oscilación entre 0 y 1 (Hoyle y Panter, 1995). Por su parte, la
parsimonia del modelo evaluada mediante el estadístico RMSEA, indica que el ajuste del
modelo teórico y básico puede ser considerado como adecuado debido a que el valor tomado
por este estadístico se encuentra por debajo del valor de 0,08 (Schumacker y Lomax, 2004).
Asimismo, el índice comparativo entre el modelo teórico y el modelo de base (CFI) muestra
un valor por encima el mínimo requerido para aceptar el modelo de 0,9 (Byrne, 2010).
Además, para Bentler (1990) los valores de este índice cuando se encuentran próximos a 1
son reveladores de un muy buen ajuste. Refrendan este resultado de buen ajuste del modelo
los valores en torno a 0,9 y superiores mostrados por índices NFI y TLI respectivamente
(Bentler y Bonett, 1980).
Finalmente, la prueba del Chi-cuadrado relativo (CMIN/DF), dividido por los grados de
libertad) no presenta valores inferiores a 2 en el modelo de medida que estamos evaluando, lo
que resulta indicativo de que no nos encontramos ante un buen ajuste del modelo
(Schumacker y Lomax, 2004). Ahora bien, algunos autores (Carmines y McIver, 1981) han
encontrado que se puede considerar que el ajuste es aceptable cuando el valor tomado por el
Chi-cuadrado relativo se encuentra dentro de la horquilla de 3 a 1, condición ésta que se
159
Modelo de investigación
cumple para el modelo de medida propuesto en esta investigación al tomar un valor próximo
a 2.
Por último, se comprueba comparando los valores de ajuste resultantes del modelo del
análisis factorial confirmatorio (AFC) de un único factor con los del modelo multifactorial,
que aquel no ajusta bien el modelo y, además, arroja unos indicadores peores. Así las cosas, se
puede concluir que la varianza derivada del método común en la investigación no resulta ser
responsable de la relación que exista entre las variables.
160
CAPÍTULO 5.
RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN
Analía López Carballeira
La segunda parte del análisis estadístico de los datos comporta la inclusión de las relaciones
estructurales propuestas entre los factores recogidas en el modelo teórico, a fin de proceder a
su análisis a través de un sistema de ecuaciones estructurales (Anderson y Gerbing, 1988). El
modelo estructural representado en la Figura 5.1 se estimó mediante el método de máxima
verosimilitud y la técnica bootstrapping, debido al incumplimiento de la condición de
normalidad multivariante. La aplicación de la técnica bootstrapping permite corregir los
problemas de falta de normalidad multivariante (Batista Foguet y Coenders Gallart, 2000),
además de mejorar el poder estadístico en los efectos de mediación (Wood et al., 2008).
163
Resultados de la investigación
La estimación del modelo teórico pone de relieve que se trata de un buen ajuste (Tabla 5.1),
puesto que el valor del Chi-cuadrado relativo (CMIN/DF) resulta ser inferior a 2 (Carmines y
McIver, 1981; Schumacker y Lomax, 2004); y los valores de los índices comparativos CFI y
TLI presentan valores por encima de 0,9 y prácticamente alcanza ese umbral por redondeo el
índice NFI (Bentler y Bonett, 1980; Bentler, 1990; Byrne, 2010). En cuanto a la parsimonia
del modelo, el índice RMSEA presenta un valor por debajo de 0,05, lo que resulta indicativo
de que se trata de un muy buen ajuste del modelo teórico y básico. Por último, los índices de
ajuste GFI y AGFI superan el umbral de 0,9, lo que en valoración de Hoyle y Panter (1995)
pone de manifiesto que el ajuste entre el modelo teórico y básico resulta adecuado.
164
Analía López Carballeira
Tabla 5.2. Resultados del contraste de hipótesis referidas a las relaciones estructurales del
modelo teórico
HIPÓTESIS RELACIÓN CONCLUSIÓN
H1 Influencia (IT) Agotamiento Emocional (AE) No aceptada
H2 Carga de Trabajo (CT) Agotamiento Emocional (AE) Aceptada
H3 Conflicto de Rol (CFR) Agotamiento Emocional (AE) Aceptada
H4 Agotamiento Emocional (AE) Compromiso Afectivo (CA) Aceptada
H5 Compromiso Afectivo (CA) Intención de abandono (IA) Aceptada
H6 Agotamiento Emocional (AE) Intención de abandono (IA) Aceptada
De este modo, la estimación del modelo estructural permitió confirmar la influencia directa
positiva y significativa de la variable Carga de Trabajo (CT) sobre Agotamiento Emocional
(AE) (H2: β = ,486; p < 0,001) prevista en la segunda hipótesis tal y como se ha evidenciado
en la revisión de la literatura en este trabajo. Este efecto ya se ha confirmado en
investigaciones previas (Janssen et al., 1999; Bakker et al., 2003; Bakker et al., 2004;
Xanthopoulou et al., 2007; Tayfur y Arslan, 2013) elaboradas en diferentes ámbitos
profesionales como la educación (Bakker et al., 2005), los call-centers (Bakker et al., 2003), en
contextos asistenciales (Xanthopoulou et al., 2007; Garrosa et al., 2010; Tayfur y Arslan,
2013) y entre empleados de diversos sectores (Bakker et al., 2004). Por último, Lee y Asforth
(1996) corroboran en su meta-análisis que la Sobrecarga laboral posee un elevado poder
explicativo sobre la varianza del Agotamiento Emocional.
165
Resultados de la investigación
Por su parte, se confirma también que el factor Agotamiento Emocional (AE) ejerce una
influencia directa, negativa y significativa sobre el Compromiso Afectivo (CA) (H4: β = -
,221; p < 0,001). Esta relación ya se había puesto de manifiesto en la revisión de la literatura
llevada a cabo en este estudio, tal y como se plasmó en la hipótesis cuarta, a raíz de las
evidencias encontradas en investigaciones previas. En efecto, Lee y Asforth (1996),
Cropanzano et al. (2003) y Tourigny et al. (2003) comprueban la relación que se establece
entre la primera dimensión del Burnout y uno de los componentes del Compromiso
Organizacional. Esta correlación se ha ido ajustando al modelo tridimensional del
Compromiso Organizacional diseñado por Meyer y Allen (1991), en la medida en que
numerosas investigaciones centraron su interés en la incidencia negativa y significativa del
Agotamiento Emocional sobre el Compromiso Organizacional (Wright y Bonett, 1997; Cole
et al., 2010; Chen y Kao, 2012; Campbell et al., 2013; Kemp et al., 2013).
Finalmente, el modelo estimado ratifica la sexta y última hipótesis (H6) que establecía la
presunción de que el Agotamiento Emocional (AE) ejerce una influencia directa positiva y
significativa sobre la Intención de abandono (IA) (H7: β = ,233; p < 0,001). Numerosas
investigaciones apoyan la tesis de la Intención de Abandono como consecuente principal del
166
Analía López Carballeira
Agotamiento Emocional (Jackson et al., 1986; Lee y Ashforth, 1993b; Gil-Monte et al., 1998;
Wright y Cropanzano, 1998; Huang et al., 2003; Jaramillo et al., 2011; Green et al., 2013;
Tourigny et al., 2013). Al mismo tiempo, la revisión teórica sugiere que el efecto directo,
positivo y significativo también se extiende hacia todas las dimensiones del Burnout y la
Intención de Abandono (Lee y Ashforth, 1996; Fogarty et al., 2000; Schaufeli y Bakker, 2004;
Babakus et al., 2009; Choi et al., 2012; Kim et al., 2012; Herda y Lavelle, 2012; Chen y Yu,
2014).
Los efectos mediadores entre las variables latentes del modelo se han analizado siguiendo el
procedimiento determinado por Baron y Kenny (1986) para dicho análisis de mediación. En
virtud de este procedimiento, una relación de mediación completa (full mediation relationship) se
confirma cuando se demuestra técnicamente su significatividad estadística. A tales efectos,
Baron y Kenny (1986) establecen el cumplimiento de tres criterios, cuales son (1) que exista
una asociación significativa entre la variable predictora y la variable mediadora; (2) que exista
una asociación significativa entre la variable mediadora y la dependiente, y (3) que exista una
asociación significativa entre la variable predictora y la dependiente, de tal modo que dicha
asociación pierda su efecto totalmente en el momento en que incorpore la variable mediadora
al modelo a estimar. Pese a ello, si se mantuviera la influencia significativa de la variable
predictora sobre la dependiente, se podría considerar la existencia de una mediación parcial
(partial mediation relationship). En efecto, Hair et al. (2013) defienden la presencia de una
mediación parcial solo y cuando la proporción del efecto total de la variable predictora sobre
la dependiente venga explicada por la mediación (Variance Accounted For –VAF-) en un rango
del 0.20-0.80. A este respecto, Hair et al. (2013) establecen que de superarse el valor máximo
de este rango se estaría en presencia de una mediación total, mientras que si se está por
debajo del valor mínimo habría que entenderse como ausencia total de mediación.
Al objeto de proceder al contraste de los efectos mediadores que se derivan del modelo
propuesto en esta investigación, atendiendo al cumplimiento de los criterios de Baron y
Kenny (1986), se lleva a cabo las estimaciones de tres modelos. El primer modelo (Modelo 1
–mediación parcial-), analiza las relaciones estructurales entre todas las variables latentes (la
variable exógena, la variable endógena y la variable mediadora) que intervienen en la
167
Resultados de la investigación
Paralelamente, se llevó a cabo un contraste estadístico basado en el test de Sobel (Sobel, 1982)
a fin de valorar la significatividad de los efectos indirectos de las variables exógenas sobre las
endógenas a través de las variables mediadoras. Este contraste permite confirmar la existencia
de los efectos mediadores, examinando si la relación entre la variable predictora y la variable
dependiente se reduce significativamente cuando se incluye en el modelo de regresión la
variable mediadora.
A fin de testar las relaciones de mediación derivadas del modelo propuesto, se procede a
contrastar cinco relaciones de mediación, cuales son: (A) mediación del Agotamiento
Emocional (AE) entre Carga de Trabajo (CT) y Compromiso Afectivo (CA); (B) mediación
del Agotamiento Emocional (AE) entre Carga de Trabajo (CT) e Intención de Abandono
(IA); (C) mediación del Agotamiento Emocional (AE) entre Conflicto de Rol (CFR) y
Compromiso Afectivo (CA); (D) mediación del Agotamiento Emocional (AE) entre
Conflicto de Rol (CFR) e Intención de Abandono (IA), y, por último, (E) mediación del
Compromiso Afectivo (CA) entre Agotamiento Emocional (AE) e Intención de Abandono
(IA). Obviamente, no ha lugar a testar ninguna mediación entre Influencia (IT) y
Agotamiento Emocional (AE), debido a que, en el modelo testado, finalmente no resultó
estadísticamente significativa la relación de causalidad directa establecida entre ambos
factores, lo que supone el incumplimiento del segundo criterio fijado por Baron y Kenny
(1986) que exige la existencia de una asociación significativa entre la variable mediadora y la
dependiente.
Así las cosas, el contraste del efecto mediador del Agotamiento Emocional (AE) en la
relación marcada entre Carga de Trabajo (CT) (variable predictora) y Compromiso Afectivo
(CA) (variable dependiente), arroja los coeficientes de regresión mostrados en la arroja los
168
Analía López Carballeira
Tabla 5.3. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
CT-AE-CA
Coeficientes estandarizados y valores t
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Carga de Trabajo (CT)-Compromiso Afectivo (CA) -,014(-0,18)*** -,082(0,009)
Carga de Trabajo (CT)-Agotamiento Emocional
,578(11,12)*** ,578(11,12)***
(AE)
Agotamiento Emocional (AE)-Compromiso
-,208(-3,01)*** -,216(-4,08)***
Afectivo (CA)
Nota: Modelo 1: mediación parcial; Modelo 2: efectos directos; Modelo 3: mediación total.
** p < 0,01, *** p < 0,001
Fuente: Elaboración propia
169
Resultados de la investigación
que en el modelo 2 (de efectos directos) la asociación entre la variable exógena Carga de
Trabajo (CT) y la endógena Intención de Abandono (IA) no resulta ser estadísticamente
significativa. Se deviene entonces, que no existe una relación de causalidad directa
significativa entre ambos factores. Nuevamente, estos resultados imposibilitan contrastar esta
mediación por incumplimiento del tercer criterio establecido por Baron y Kenny (1986), el
cual exige la presencia de esta asociación directa significativa entre la variable predictora
(Carga de Trabajo) y la dependiente (Intención de Abandono). También en este caso, el
resultado es coherente con el modelo general contratado en esta investigación en el cual no se
consideraba dicha relación directo por no derivarse de la revisión de la literatura llevada a
cabo. De nuevo, y pese a este resultado, el escrutinio del efecto mediador permite también
confirmar el resultado del modelo estructural general, en virtud del cual se ponía de
manifiesto la significatividad de las relaciones de causalidad directas establecidas entre Carga
de Trabajo (CT) y Agotamiento Emocional (AE), así como entre Agotamiento Emocional
(AE) Intención de abandono (IA).
Por su parte, en lo que respecta al efecto mediador del Agotamiento Emocional (AE) entre
Conflicto de Rol (CFR), que actúa como variable predictora, y Compromiso Afectivo (CA),
que opera como variable dependiente, se ha encontrado la existencia de un efecto de
mediación total. Efectivamente, los resultados mostrados en la Tabla 5.5, referidos a los
coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación CFR-AE-
CA, permiten comprobar cómo la relación directa entre Conflicto de Rol (CFR) y el
170
Analía López Carballeira
Al mismo tiempo, el contraste estadístico mediante el test de Sobel (1982) para valorar la
significación de los efectos indirectos también confirmó la existencia del efecto mediador
(Sobel z-value= -3,67, p <.001). Consecuentemente, se asegura que la relación existente entre
el Conflicto de Rol (variable predictora) y el Compromiso Afectivo (variable dependiente) se
redujo significativamente ante la inclusión del Agotamiento Emocional (variable mediadora)
en el modelo de regresión.
Al mismo tiempo, también se comprueba en la Tabla 5.6 que la chi-cuadrado del Modelo 1
(mediación parcial) (χ2 = 158,730, gl = 83) es menor que la chi-cuadrado del Modelo 3
(mediación total) (χ2 = 161,656, df = 84), pero, en este caso, la diferencia no es significativa (Δ
χ2 = 2,93, Δ gl = 1, n.s.). Entonces, al no existir una diferencia de ajuste significativa, y
tampoco resulta significativa la relación entre Conflicto de Rol (CFR) y Compromiso
Afectivo (CA) en el modelo de mediación parcial (Modelo 1), aunque su parsimonia es mayor,
entonces no se puede aceptar que el Modelo 1 (mediación parcial) es una buena elección.
Consecuentemente, se puede refrendar que la relación entre el Conflicto de Rol (CFR) y el
Compromiso Afectivo (CA) esté mediado por el Agotamiento Emocional (AE) de forma
total.
171
Resultados de la investigación
Tabla 5.6. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación CFR-
AE-CA
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Estadístico
(mediación parcial) (efectos directos) (mediación total)
χ 2 (gl) 158,730 (83) 239,379 (85) 161,656 (84)
GFI 0,961 0,943 0,96
RMSA 0,042 0,06 0,043
AGFI 0,943 0,919 0,943
NFI 0,944 0,916 0,943
TLI 0,965 0,93 0,965
CFI 0,972 0,944 0,972
CMIN/DF 1,912 2,816 1,924
Fuente: Elaboración propia
172
Analía López Carballeira
A la par, los indicadores de bondad de ajuste recogidos en la Tabla 5.8 indican que la chi-
cuadrado del Modelo 1 (mediación parcial) (χ2 = 93,261, gl = 48) es inferior que la chi-
cuadrado del Modelo 3 (mediación total) (χ2 = 97,091, df = 49), pero, nuevamente en este
caso, la diferencia no resulta ser significativa (Δ χ2 = 3,83, Δ gl = 1, n.s.). Puesto que la
diferencia de ajuste no resulta ser significativa, y tampoco lo es la relación entre Conflicto de
Rol (CFR) e Intención de Abandono (IA) en el modelo de mediación parcial (Modelo 1), pese
a que su parsimonia muestra unos valores superiores a los del modelo 3 de mediación total,
consecuentemente no resulta posible aceptar que el Modelo 3 (mediación total) sea una buena
elección. Por tanto, se puede afirmar que el efecto del Conflicto de Rol (CFR) sobre
Intención de Abandono (IA) está mediado por el Agotamiento Emocional (AE) de forma
total.
Tabla 5.8. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación CFR-
AE-IA
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Estadístico
(Mediación Parcial) (Efectos Directos) (Mediación Total)
χ 2 (gl) 93,261 (48) 183,154 (50) 97,091 (49)
GFI 0,971 0,947 0,969
RMSA 0,043 0,072 0,044
AGFI 0,952 0,917 0,951
NFI 0,958 0,917 0,956
TLI 0,971 0,917 0,970
CFI 0,979 0,937 0,977
CMIN/DF 1,942 3,663 1,981
Fuente: Elaboración propia
173
Resultados de la investigación
Por último, en lo que respecta al efecto de mediación del Compromiso Afectivo (CA)
ejercido entre el Agotamiento Emocional (AE) y la Intención de abandono (IA), se puede
confirmar la existencia de una situación de mediación parcial. En efecto, atendiendo a los
resultados mostrados en la Tabla 5.9 se colige que la relación directa entre Agotamiento
Emocional (AE) y la Intención de abandono (IA) no desaparece cuando se incorpora en el
modelo de regresión el Compromiso Afectivo (CA) como variable mediadora. Esto supone el
incumplimiento del tercer criterio establecido por Baron y Kenny (1986) para la presencia de
una mediación total. Adicionalmente, el contraste estadístico mediante el test de Sobel (1982)
para valorar la significación de los efectos indirectos (Sobel z-value= 3,3655, p < ,001)
confirmó la presencia del efecto mediador.
Tabla 5.9. Coeficientes de regresión de los modelos estructurales del análisis de la mediación
AE-CA-IA
Coeficientes estandarizados y valores t
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Agotamiento Emocional (AE)-Intención de Abandono
,229(4,58)*** ,279(5,58)***
(IA)
Agotamiento Emocional (AE)-Compromiso Afectivo
-,216(-4,08)*** -,220 (-4,15)***
(CA)
Compromiso Afectivo (CA)-Intención de Abandono
-,244(-4,60)*** -,299 (-5,75)***
(IA)
Nota: Modelo 1: mediación parcial; Modelo 2: efectos directos; Modelo 3: mediación total.
*** p < 0,001.
Fuente: Elaboración propia
174
Analía López Carballeira
mediado de forma total por el Compromiso Afectivo (CA). A su vez, estos resultados que
sugieren una mediación parcial quedan refrendados por un valor del VAF de 0,2 que se
encuentra justo al límite dentro del margen inferior del rango 0.20-0.80 propuesto por Hair et
al. (2013).
Tabla 5.10. Bondad de ajuste de los modelos estructurales del análisis de la mediación AE-
CA-IA
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Estadístico
(Mediación Parcial) (Efectos Directos) (Mediación Total)
χ 2 (gl) 184,537 (83) 230,186 (85) 220,394 (84)
GFI 0,954 0,941 0,948
RMSA 0,049 0,058 0,054
AGFI 0,933 0,917 0,926
NFI 0,942 0,928 0,935
TLI 0,958 0,942 0,950
CFI 0,967 0,953 0,960
CMIN/DF 2,223 2,708 2,469
Fuente: Elaboración propia
En definitiva, de los cinco efectos mediadores testados se ha podido confirmar que entre las
variables manejadas se aprecia la presencia de dos efectos de mediación total y uno de
mediación parcial, mientras que dos de los efectos mediadores no han podido contrastarse
por incumplimiento de los criterios establecidos por Baron y Kenny (1986) (Tabla 5.11). En
efecto, se han comprobado los efectos de mediación total que ejerce la variable Agotamiento
Emocional (AE) tanto entre Conflicto de Rol (CFR) y Compromiso Afectivo (CA), como
entre Conflicto de Rol (CFR) e Intención de abandono (IA). Igualmente, queda demostrada la
existencia de una mediación parcial ejercida por el Compromiso Afectivo (CA) entre
Agotamiento Emocional (AE) e Intención de abandono (IA). Finalmente, el contraste puso
de relieve la inexistencia de ningún tipo de efecto mediador del Agotamiento Emocional (AE)
ni entre Carga de Trabajo (CT) y Compromiso Afectivo (CA), ni entre Carga de Trabajo (CT)
e Intención de abandono (IA).
175
Resultados de la investigación
Así las cosas, a pesar de que no se han encontrado evidencias empíricas que justifiquen el
efecto mediador del Agotamiento Emocional entre la Carga de Trabajo, la Intención de
Abandono y el Compromiso Afectivo, los datos muestran cierta controversia al respecto. Por
un lado, Fogarty et al. (2000) revelan que el Burnout no actúa como mediador entre Carga de
Trabajo y el Intención de Abandono, mientras que Hang-Yue et al. (2005) constatan el efecto
mediador total del Agotamiento Emocional. En esta dirección se mantiene Moore (2000),
pues reproduce el efecto indirecto a través de una mediación parcial. Por el contrario, no
existe evidencia empírica que demuestre que el Agotamiento Emocional cause mediación
entre la Carga de Trabajo y el Compromiso Afectivo. Paralelamente, la existencia de
mediación del Agotamiento Emocional sobre el Conflicto de Rol y la Intención de Abandono
se encuentra fuertemente validada en empleados de distinta ocupación (Fogarty et al., 2000;
176
Analía López Carballeira
Moore, 2000; Babakus et al., 2008; Babakus et al., 2009). Este resultado contradice la versión
de Hang-yue et al. (2005) cuyo hallazgo indica que los empleados que experimentan una
Carga de Trabajo elevada son propensos a reportar una mayor Intención de Abandono,
debido a los altos niveles de Agotamiento Emocional. En esta misma línea, Kemp et al.
(2013) confirman que el Agotamiento Emocional proporciona una explicación para el vínculo
de la Carga de Trabajo y el Compromiso Organizacional en una muestra de conductores de
camión.
177
Resultados de la investigación
De este modo, y en aras de testar si los efectos moderadores son significativos, se procedió a
la realización de dos análisis de regresión distintos mediante la introducción de cada una de
las variables independientes en dos bloques separados y los términos de la interacción en el
tercer bloque en cada caso (Cleary y Kessler, 1982). En el supuesto de resultar significativo el
término de la interacción, se confirmaría que la variable moderadora es un moderador
estadísticamente significativo de la relación lineal establecida entre la variable exógena y
endógena (Aiken y West, 1991).
La Tabla 5.12 recoge información sobre el cambio en la R2, los coeficientes de regresión
estandarizados y su significatividad para cada modelo, oportuna para el análisis del efecto
moderador de la variable Posibilidad de Desarrollo (PD) en la relación directa establecida
entre la variable exógena Conflicto de Rol (CFR) y la variable endógena Agotamiento
Emocional (AE). A tenor de dichos valores, se pone de manifiesto que la interacción de la
Posibilidad de Desarrollo (PD) y el Conflicto de Rol (CFR) ejerce un impacto significativo
sobre el Agotamiento Emocional (AE), esto es, que la Posibilidad de Desarrollo (PD) es una
variable moderadora entre las otras dos variables latentes consideradas.
178
Analía López Carballeira
Por su parte, la Tabla 5.13 pone de relieve que la interacción del Control sobre el Tiempo de
Trabajo (CTT) y el Conflicto de Rol (CFR) también presenta un impacto significativo sobre el
Agotamiento Emocional (AE).
Tabla 5.13. Efectos moderadores del Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) en la
relación Conflicto de Rol (CFR) - Agotamiento Emocional (AE)
Efecto principal de Conflicto de Rol (CFR) y efecto moderador del Control sobre el Tiempo
de Trabajo (CTT) sobre Agotamiento Emocional (AE)
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3
Conflicto de Rol (β) 0,319*** -0,292*** 0,304***
Control sobre el Tiempo de Trabajo (β) -0,183*** -0,179***
Conflicto de Rol (β) X Control sobre el Tiempo de
-0,095(0.023)
Trabajo (β)
R cuadrado ajustado 0,102 0,134 0,143
F 57,626*** 39,479*** 28,276***
gl (regresión y residual) 510 509 508
*** p <0.001
Fuente: Elaboración propia
179
Resultados de la investigación
En definitiva, los resultados arrojados por las estimaciones previas a los efectos de testar los
efectos moderadores, ponen de manifiesto que la relación establecida entre Conflicto de Rol
(CFR) y Agotamiento Emocional (AE) varía en función del nivel de Posibilidad de Desarrollo
(PD) o del Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT). Los términos de interacción son
coeficientes positivos, por lo que cabe esperar que serán más positivos a medida que la
medida en que se incrementen la Posibilidad de Desarrollo (PD) o el Control sobre el
Tiempo de Trabajo (CTT).
Ahora bien, esta interpretación realizada exclusivamente a través del análisis de los
coeficientes no permite prescribir cómo es esa diferencia, ni tampoco conocer la fuerza ni la
naturaleza exacta de los efectos moderadores que se están contrastando. A fin de enriquecer
la interpretación de tales efectos, se procede a la examen e interpretación visual de los
gráficos de los efectos de regresión (Dawson, 2014). Para ello se generaron dos nuevas
variables de agrupación al objeto de categorizar en tres niveles –bajo (1), moderado (2) y alto
(3)- tanto la Posibilidad de Desarrollo (PD) como el Control sobre el Tiempo de Trabajo
(CTT). De esta forma se puede predecir la relación existente entre Conflicto de Rol (CFR) y
Agotamiento Emocional (AE) basándose en los tres niveles de las variables moderadoras
utilizadas en el modelo, obteniéndose tres grupos diferentes de regresión.
La Figura 5.2 pone de relieve como un nivel de Posibilidad de Desarrollo (PD) alto (3-high)
ejerce un débil efecto de regresión (R2 Lineal = 0.043) sobre la asociación entre Conflicto de
Rol (CFR) y Agotamiento Emocional (AE) (coeficiente de correlación = 0.2073). Por su
parte, el R2 Lineal de Posibilidad de Desarrollo (PD) moderado (2-mod) es igual a 0.094
(coeficiente de correlación = 0.3065), y el R2 Lineal de Posibilidad de Desarrollo (PD) bajo
(1-low) es igual a 0.199 (coeficiente de correlación = 0.4460). Así las cosas, se ha puesto de
manifiesto como la relación entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento Emocional (AE) es
siempre positiva, pero esta relación será más débil para aquellos trabajadores que
experimentan niveles más altos de Posibilidad de Desarrollo (PD) en su trabajo, frente a
aquellos otros que sienten niveles más bajos de dicha posibilidad.
180
Analía López Carballeira
Figura 5.2. Efectos de regresión entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento Emocional
(AE) en función de diferentes niveles de Posibilidad de Desarrollo (PD)
Por su parte, la Figura 5.2 pone de manifiesto como un nivel alto (3-high) de la variable
Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) también ejerce un débil efecto de regresión (R2
Lineal = 0.031) sobre la relación establecida entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento
Emocional (AE) (coeficiente de correlación = 0.1760), al igual que ocurría con la variable
moderadora Posibilidad de Desarrollo (PD). Asimismo, se observa que el R2 Lineal para un
nivel moderado (2-mod) de Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) es igual a 0.151
(coeficiente de correlación = 0.3885), y que el R2 Lineal de un nivel bajo (1-low) de Control
sobre el Tiempo de Trabajo (CTT) es igual a 0.146 (coeficiente de correlación = 0.3820).
Consecuentemente, se ha evidenciado como la relación entre Conflicto de Rol (CFR) y
Agotamiento Emocional (AE) es siempre positiva, siendo más fuerte para aquellos
181
Resultados de la investigación
trabajadores que presentan niveles más bajos de Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT),
que para aquellos otros que experimentan niveles superiores de dicho control de tiempo.
Figura 5.3. Efectos de regresión entre Conflicto de Rol (CFR) y Agotamiento Emocional
(AE) en función de diferentes niveles de Control sobre el Tiempo de Trabajo (CTT)
182
Analía López Carballeira
183
CAPÍTULO 6.
CONCLUSIONES
Analía López Carballeira
CAPÍTULO 6. CONCLUSIONES
En este sentido, los hallazgos de este estudio muestran la existencia de una relación
estadísticamente significativa, directa y positiva de la Carga de Trabajo y el Conflicto de Rol
sobre el Agotamiento Emocional. Por el contrario, el contraste no ha permitido confirmar la
correlación entre la Influencia y el Agotamiento Emocional. Con respecto a los indicadores
del bienestar de la organización, el contraste realizado ha corroborado la relación directa e
inversa del Agotamiento Emocional sobre el Compromiso Afectivo, mientras que, el
Agotamiento Emocional mantiene una relación directiva y positiva con la Intención de
Abandono. Cabe destacar, además, la correlación estadísticamente significativa, de carácter
directo e inverso, entre el Compromiso Afectivo y la Intención de Abandono.
Al mismo tiempo, del análisis de los efectos mediadores inducidos por las relaciones
estructurales propuestas en el modelo teórico estimado, se puso de manifiesto la presencia de
187
Conclusiones
un efecto mediador total del Agotamiento Emocional actuando entre la variable Conflicto de
Rol y las variables organizacionales Compromiso Afectivo e Intención de Abandono. En
cambio, no se ha podido constatar que el Agotamiento Emocional intervenga como factor
mediador entre la Carga de Trabajo y los indicadores organizacionales. Respecto al
Compromiso Afectivo, se observa que dicha variable actúa como mediador parcial entre el
Agotamiento Emocional y la Intención de Abandono.
Los hallazgos han puesto de manifiesto como la Carga de Trabajo mantiene una relación
estadísticamente significativa, directa y positiva con los sentimientos de Agotamiento
Emocional. En consecuencia, a través de los resultados obtenidos, se evidencia que el
desarrollo de Agotamiento Emocional por parte de los individuos de una organización
deviene, en gran medida, del papel estresante que juega el exceso de Carga de Trabajo. Estos
resultados resultan coherentes con investigaciones previas como las de Bakker, Demerouti y
188
Analía López Carballeira
Schaufeli (2003), Garrosa et al. (2010), Kowalski et al. (2010) y Tayfur y Arslan (2013), entre
otras. De igual modo, el contraste realizado ha permitido verificar la hipótesis planteada
acerca del impacto directo y positivo que ejerce el Conflicto de Rol sobre el Agotamiento
Emocional. La significatividad estadística que se deriva de los resultados aporta información
relevante sobre el perjuicio que representa el Conflicto de Rol en esta dimensión del Burnout
tal como proponen Fernet et al. (2004), Rutherford et al. (2011), Kozak et al. (2013) o Kemp
et al. (2013), entre otras investigaciones en la materia. Respecto a la Influencia, el modelo
estructural estimado no ha podido demostrar el efecto de causalidad cuando se considera
dicha variable como predictor significativo del Agotamiento Emocional. Cabe señalar la
discrepancia mostrada en la revisión literaria acerca de esta relación no sólo en su
significatividad sino, también, en su sentido. Así, mientras que Ito et al. (2003) declara que la
Influencia no se asocia directamente con esta dimensión del Burnout, por su parte Kowalski
et al. (2010) y Kokaz et. al (2012) constatan que sí existe dicho impacto estadísticamente
significativo de la Influencia sobre el Agotamiento Emocional, pero que es directo y negativo.
En cambio, Knudsen et al. (2006) encuentran que esta relación es directa, positiva y
estadísticamente significativa.
No obstante, cabe precisar que ambas variables no presentan la misma capacidad predictora
de acuerdo con la carga estimada que refleja el modelo estructural. De manera que, a la luz de
los datos, se puede deducir que una parte del Agotamiento Emocional proviene de una
excesiva Carga de Trabajo en el ámbito asistencial. La influencia de esta variable se encuentra
respaldada por el meta-análisis elaborado por Lee y Asforth (1996) cuyas deducciones
muestran que la Sobrecarga Laboral tiene poder explicativo sobre la varianza del Agotamiento
189
Conclusiones
Emocional. Desde el ámbito sanitario, Kowalski et al. (2010) y Tayfur y Arslan (2013),
concluyen que la excesiva Carga de Trabajo absorbe parte de la energía dedicada a finalizar la
tarea y, en consecuencia, facilita la aparición de Agotamiento Emocional.
Respecto a los efectos moderadores, el modelo estructural estimado sugiere que tanto las
Posibilidades de Desarrollo como el Control sobre el Tiempo de Trabajo moderan la relación
entre el Conflicto de Rol y el Agotamiento Emocional. Estos hallazgos se hallan en
consonancia con la Teoría de Demandas y Recursos Laborales (Demerouti et al., 2001) cuyas
suposiciones constatan que los recursos laborales debilitan el impacto de las demandas
laborales sobre aspectos relacionados con el Agotamiento Emocional.
190
Analía López Carballeira
Además de los efectos directos que prevalecen sobre la Intención de Abandono, tomando
como factores antecedentes con fuerte poder explicativo el Agotamiento Emocional y el
Compromiso Afectivo, los resultados de esta investigación han permitido confirmar la
presencia de un efecto indirecto proyectado a través de la mediación parcial que el
Compromiso Afectivo ejerce entre el Agotamiento Emocional y la Intención de Abandono.
Por consiguiente, es plausible afirmar que el Agotamiento Emocional influye en la Intención
de Abandono por medio del Compromiso Afectivo, tal como indican Tourigny et al. (2013) y
Cole et al. (2010).
191
Conclusiones
Así las cosas, se colige del modelo estructural estimado que la manifestación de Agotamiento
Emocional entre los Recursos Humanos genera actitudes y comportamiento negativos hacia
la organización como la Intención de Abandono e influye en el nivel de compromiso de los
individuos para con la organización. A tenor del contraste realizado, se comprueba que tanto
los bajos niveles de Compromiso Afectivo como la fuerte intención de abandonar la
organización se originan como respuesta al Agotamiento Emocional, de acuerdo con la
Teoría de Conservación de Recursos. En este sentido, los sujetos agotados emocionalmente
se encuentran desprovisto de la suficiente energía para realizar las tareas organizacionales, por
lo que desarrollan mecanismos con el propósito de preservar los recursos necesarios.
Asimismo, la política de inversión de recursos favorece sentimientos y actitudes positivas
cuyos resultados se traducen en niveles adecuados de bienestar laboral. Desde esta
perspectiva, el Compromiso Afectivo constituye un elemento de adquisición de recursos de
carácter emocional que, a la postre, actúa como mediador entre el Agotamiento Emocional y
la Intención de Abandono.
Por último, del modelo estructural estimado se desprende la aceptación del efecto de
mediación total del Agotamiento Emocional entre el Conflicto de Rol y los indicadores
organizacionales. En este sentido, el contraste no ha podido verificar la mediación del
Agotamiento Emocional entre la Carga de Trabajo y los dos factores de bienestar laboral
presentes en el modelo, Compromiso Afectivo e Intención de Abandono, debido a la
ausencia de relaciones directas estadísticamente significativas entre Carga de Trabajo y
Compromiso Afectivo, en el primer caso, y entre Carga de Trabajo e Intención de Abandono,
en el segundo caso. Tampoco las evidencias empíricas en la literatura resultan ser
concluyentes respecto al peso de esta mediación. Por un lado, Moore (2000) y Cho et al.
(2014) verifican la mediación parcial del Agotamiento Emocional en la relación directa
existente entre la Carga de Trabajo y la Intención de Abandono, mientras que Hang et al.
(2005) halla la existencia de una mediación total. Por otro lado, Hu et al. (2011) coinciden en
apoyar la mediación total del Agotamiento Emocional entre la Carga de Trabajo y ambas
variables organizacionales.
192
Analía López Carballeira
193
Conclusiones
Desde esta perspectiva, la pérdida continua de recursos refleja niveles bajos en cuanto al
Compromiso Afectivo y una mayor intención de abandonar la organización. En esta línea, los
miembros del personal sanitario que manifiestan síntomas de Agotamiento Emocional
poseen menos recursos para afrontar las tareas laborales que, a la postre, incide en el
Compromiso Afectivo y en la Intención de Abandono. La amenaza de los recursos
condiciona la política de inversión de dichos recursos, pues, los miembros de la organización
deben seleccionar acciones que les proporcionen un mayor estímulo. En consecuencia, los
sujetos realizan una redistribución estratégica de sus recursos con el objetivo de mantener el
apego con la organización; a saber: mejorar el Compromiso Afectivo y reducir la tasa de
Intención de Abandono.
194
Analía López Carballeira
195
Conclusiones
diagnóstico inicial los responsables de Recursos Humanos podrán evaluar la orientación que
ha de guiar la determinación de las políticas de prevención y dirigir las estrategias de
intervención a la figura laboral correspondiente. Así, Schaufeli y Buunk (2003) coinciden en
afirmar que los programas de intervención se destinan, fundamentalmente, a individuos y/o
organizaciones.
Mediante el diseño de estrategias individuales, los gestores podrán desarrollar las capacidades
de los sujetos con el objetivo de afrontar situaciones amenazantes en el ámbito laboral.
Consecuentemente, el diseño de las estrategias de prevención, cuya finalidad se basa en
proporcionar conocimientos, generar competencias y desarrollar habilidades para afrontar la
pérdida de recursos, deberán tener al individuo como eje vertebrador. Desde esta perspectiva,
el Burnout se concibe como un proceso cognitivo, mediante el cual, los sujetos vulnerables
responden desafiando las situaciones estresantes o, en último caso, conviviendo con el
Burnout. Por lo tanto, el desarrollo de estrategias de prevención por parte de la dirección de
Recursos Humanos ha de conllevar la aceptación del hecho de que el Burnout emerge como
un fenómeno afín al sujeto frente a un posible origen social. En consecuencia, un enfoque
estrictamente individual cede la responsabilidad de solventar el problema al empleado y no a
la organización, por lo que, la victima de desgaste tiende a culpabilizarse.
Los resultados del análisis realizado en este trabajo de investigación conducen a sostener que
tanto el diseño de técnicas encaminadas a la gestión de los tiempos (Control sobre el Tiempo
de Trabajo) como el aprendizaje (Posibilidades de Desarrollo) dotan a los miembros de la
organización de habilidades que proporcionan beneficios prácticos y emocionales a los
individuos. Fruto de estas consideraciones, los sujetos obtienen nuevos mecanismos para
enfrentarse a los síntomas del Agotamiento Emocional que, en última instancia, contribuyen a
la capacitación profesional. Desde este punto de vista, los profesionales sanitarios que
apliquen estrategias asociadas a la gestión de los tiempos y el aprendizaje poseen mayor
control y libertad en la toma de decisiones sobre sus tareas que, en última instancia, favorece
la aparición de sentimientos positivos hacia el trabajo.
Ahora bien, la dirección de Recursos Humanos también puede optar por seleccionar un
programa de prevención e intervención del Burnout dirigido a los aspectos organizacionales.
En este supuesto, la organización se convierte en el objeto de actuación en cuanto al diseño e
implantación de medidas preventivas cuyo propósito se centra en mejorar la situación laboral.
196
Analía López Carballeira
Desde este enfoque, el Burnout se desarrolla en respuesta a la presión del medio social en
donde interactúan los miembros de la organización y no por las acciones aisladas de un
empleado. La complejidad que define al Burnout impide a los individuos disponer de la
suficiente capacidad para transformar el contexto laboral y, por ende, el propósito de las
medidas de intervención que deben implementar los responsables de Recursos Humanos
debe apoyarse en la redefinición de la estructura de las organizaciones. En este sentido, y en
consonancia con Leiter y Maslach (2000), sostenemos que los recursos a programas de
prevención organizacionales también pueden influir positivamente en la calidad del entorno
laboral, con la ventaja de que poseen un alcance más amplio que la terapia personalizada.
Ahora bien, la puesta en marcha de esta opción suele encontrarse de frente con la resistencia
de las organizaciones al cambio de las condiciones objetivas del sistema organizativo.
Por todo cuanto se ha descrito anteriormente, se coligue que las organizaciones empresariales
poseen la capacidad de elaborar estrategias orientadas a reducir los sentimientos de Burnout a
partir de la modificación de las características laborales, cuyos efectos se reflejan en los
indicadores de bienestar. A tenor de los hallazgos arrojados por los contrastes realizados, la
dirección de Recursos Humanos y, en especial, en el ámbito sanitario, debería centrar
esfuerzos en aras de conseguir una distribución adecuada de la Carga de Trabajo y en la
implantación de políticas relacionadas con el Conflicto de Rol y la Carga de Trabajo por
cuanto que ocasionan menores niveles de Agotamiento Emocional con palmarios efectos
sobre el aumento del Compromiso Afectivo y la reducción de la Intención de Abandono por
parte de los miembros de la organización.
197
Conclusiones
Como todos los trabajos de investigación, esta tesis doctoral también se ha desarrollado
encorsetada en medio de una serie de limitaciones naturales con el afán de asegurar su
viabilidad. Ahora bien, un trabajo de estas características no es un punto final en la carrera de
cualquier investigador si no, más al contrario, supone el punto de partida para empezar a
dotar de más cuerpo a la línea de investigación iniciada, desencorsetándose paulatinamente de
tales limitaciones.
En segundo lugar, tal y como se ha indicado en la revisión de la literatura, son numerosas las
variables influyentes en el clima laboral, en general, y, en el Burnout, en particular.
Lamentablemente, la inclusión de todas ellas en el modelo de investigación supone aumentar
la complejidad del modelo teórico testado. Esta situación determina, en gran medida, la
viabilidad de poder estimar un modelo con una bondad de ajuste adecuada en términos
estadísticos, cercenando toda posibilidad explicativa. Estas limitaciones metodológicas
debidas a la técnica estadística del modelo de ecuaciones estructurales como instrumento para
el contraste de las hipótesis planteadas en la investigación, genera restricciones a la hora de
elaborar modelos más complejos y generales que, a la postre, incluyen un mayor número de
variables explicativas del fenómeno que se está analizando. Así, en este caso, no se ha
contemplado la introducción de características laborales desencadenantes del Burnout como,
el Sentido del Trabajo, la Claridad de Rol, el Apoyo Social, la Estima, la Justicia
Organizacional o el Liderazgo Pasivo (Laissez-Faire). De igual modo, la manifestación del
Burnout incide en otros indicadores organizacionales no incluidos en la presente
investigación como la Satisfacción Laboral o como el Comportamiento de la Ciudadanía
Organizacional.
198
Analía López Carballeira
respecto, se debe a las limitaciones de complejidad, espacio y tiempo que rodean el desarrollo
de una tesis doctoral. Asimismo, las características personales asociadas al contexto
psicológico, tales como la resistencia, el locus de control, la conducta Tipo A, la autoestima, la
motivación o el modelo de los cinco factores (Extraversión, Agrado, Tesón, Inestabilidad
Emocional y Apertura Mental) tampoco han sido incorporadas por cuanto que su inclusión
en el cuestionario utilizado para el acopio de información lo alargaría demasiado, poniendo en
riesgo el éxito en el número de respuestas válidas obtenidas que asegurasen la validez de los
resultados del estudio desarrollado.
Los hallazgos arrojados por el modelo de investigación asientan las bases adecuadas para
realizar un completo análisis sobre el desarrollo del Síndrome de Burnout, sus antecedentes y
los efectos que provoca en la organización. No obstante, en investigaciones futuras sería
interesante profundizar, por un lado, en la réplica del modelo de investigación en otros
ámbitos profesionales o geográficos con el propósito de sistematizar la teoría y, por
consiguiente, testar la universalidad de los resultados obtenidos.
199
Conclusiones
laboral. En este caso, tanto el Modelo de Demandas y Recursos Laborales como el Modelo
de Conservación de Recursos ofrecen una amplia variedad de demandas y recursos laborales
que permiten realizar multitud de interacciones relevantes desde una perspectiva
organizacional, interpersonal e, incluso, desde niveles inferiores, tales como la organización
del trabajo y la tarea. Al mismo tiempo, sería deseable considerar estudios posteriores que
repliquen el modelo estimado considerando la introducción del modelo tridimensional del
Burnout, de manera que, se pueda conocer el grado de implicación de las tres dimensiones
referidas al Agotamiento Emocional, la Despersonalización y la Realización Personal.
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255
ANEXO
Analía López Carballeira
ANEXO
Edad
□ Soltero/a □ Viudo/a
En caso de que vivas sólo, estás…
□ Separado/a o Divorciado/a
□ Fijo/a □ Interino/a
Señala cuál es tu vinculación contractual
□ Eventual
259
Anexo
¿Cómo es tu turno □ Turno fijo □ Turno rotatorio simple □ Turno rotatorio complejo
de trabajo? □ Turno 12 horas □ Supervisión General □ Otros…
Por favor, lee detenidamente las siguientes preguntas relacionadas con las condiciones de
trabajo y elige la respuesta que consideras más adecuada (marcándola con una –X).
Algunas veces
Muchas veces
Solo una vez
Siempre
Nunca
¿Tienes que trabajar muy rápido? □ □ □ □ □
¿La distribución de tareas es irregular y provoca que se le acumule
□ □ □ □ □
el trabajo?
¿Tienes tiempo de llevar al día tu trabajo? □ □ □ □ □
¿Tienes tiempo suficiente para hacer tu trabajo? □ □ □ □ □
¿Tienes mucha influencia sobre decisiones que afectan a tu
□ □ □ □ □
trabajo?
¿Tienes influencia sobre la cantidad de trabajo que se te asigna? □ □ □ □ □
¿Se tiene en cuenta tu opinión cuando se te asignan tareas? □ □ □ □ □
¿Tienes influencia sobre el orden en que realizas las tareas? □ □ □ □ □
¿Tu trabajo requiere que tengas iniciativa? □ □ □ □ □
¿Tu trabajo permite que aprendas cosas nuevas? □ □ □ □ □
¿La realización de tu trabajo permite que apliques tus habilidades
□ □ □ □ □
y conocimientos?
¿Tu trabajo es variado? □ □ □ □ □
¿Puedes decidir cuando haces un descanso? □ □ □ □ □
¿Puedes coger vacaciones más o menos cuando tú quieres? □ □ □ □ □
¿Puedes dejar tu trabajo para charlar con un compañero/a? □ □ □ □ □
Si tienes algún asunto personal o familiar, ¿puedes dejar tu puesto
de trabajo al menos una hora sin tener que pedir un permiso □ □ □ □ □
especial?
¿Haces cosas en el trabajo que son aceptadas por algunas
□ □ □ □ □
personas y no por otras?
¿Se te exigen cosas contradictorias en el trabajo? □ □ □ □ □
¿Tienes que hacer tareas que tú crees que deberían hacerse de
□ □ □ □ □
otra manera?
¿Tienes que realizar tareas que te parecen innecesarias? □ □ □ □ □
260
Analía López Carballeira
Por favor, lee detenidamente las siguientes preguntas relacionadas con la intención de
abandono de la profesión y elige la respuesta que consideras más adecuada (marcándola con
una –X).
En desacuerdo
Totalmente en
Totalmente de
De acuerdo
desacuerdo
Indiferente
acuerdo
Pienso a menudo en abandonar el ámbito sanitario □ □ □ □ □
Estoy buscando de forma activa un nuevo trabajo fuera del ámbito
□ □ □ □ □
sanitario
Tan pronto como sea posible, dejaré el ámbito sanitario □ □ □ □ □
Por favor, lee detenidamente las siguientes preguntas relacionadas con tu grado de
compromiso con el centro de trabajo al que perteneces y elige la respuesta que consideras
más adecuada (marcándola con una –X).
En desacuerdo
Totalmente en
Totalmente de
De acuerdo
desacuerdo
Indiferente
acuerdo
Me gustaría continuar el resto de mi carrera profesional en este centro □ □ □ □ □
Siento de verdad que cualquiera problema del centro
es también mi problema □ □ □ □ □
Trabajar en este centro significa mucho para mi □ □ □ □ □
En este centro me siento en familia □ □ □ □ □
Estoy orgulloso/a de trabajar en este centro □ □ □ □ □
No me siento emocionalmente unido/a a este centro □ □ □ □ □
Me siento parte integrante de este centro □ □ □ □ □
261
Anexo
Por favor, lee detenidamente las siguientes preguntas relacionadas con los sentimientos que
te genera tu trabajo y elige la respuesta que consideras más adecuada (márquela con una -X).
Pocas veces a la
Una vez al mes
Pocas veces al
año o menos
Una vez a la
o menos
semana
semana
Nunca
mes
Me siento emocionalmente agotado/a por mi trabajo □ □ □ □ □ □ □
Me siento cansado/a al final de la jornada de trabajo □ □ □ □ □ □ □
Me siento fatigado/a cuando me levanto por la
□ □ □ □ □ □ □
mañana y tengo que ir a trabajar
Trabajar todo el día con muchos pacientes es un esfuerzo □ □ □ □ □ □ □
Me siento agobiado/a por mi trabajo □ □ □ □ □ □ □
Me siento frustrado en mi trabajo □ □ □ □ □ □ □
Creo que estoy trabajando demasiado □ □ □ □ □ □ □
Trabajar directamente con personas me produce estrés □ □ □ □ □ □ □
Me siento acabado/a □ □ □ □ □ □ □
262