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SÓCRATES
R econstrucción de la atopía socrática
E D I T O R I A L T R O T T A
El socratism o com o fenóm eno histórico es indisociable de la
singularísima rareza de su (involuntario) fundador, el cual
atraía a unos con la misma fuerza con que repelía a otros, p ro
vocando tanto la adhesión entusiasta como la condena mili
tante. Sócrates era en efecto, a los ojos de sus contem porá
neos, alguien indefinible e inclasificable: un átopos. El reto
que dejó pendiente a sus seguidores fue mantener a salvo la
conmoción filosófica despertada por esa singularidad. Tal fue
el origen del extraordinario y novísimo fenómeno cultural de
los «diálogos socráticos». ¿Consiguieron éstos preservar la
frescura del fisgonear incansable de Sócrates por las calles de
Atenas, cuando ponía a prueba las almas de sus coetáneos?
Sólo en parte. Lo cierto es que tras su muerte el daímon de
Sócrates no tardó en dar lugar a un Sócrates daim ónico, con
lo cual la corrosiva extrañeza de su atopía se travistió en m o
tivo de veneración religioso-filosófica. Y en la m edida en que
un átopos no puede servir com o m odelo de vida, no faltaron
los dispuestos a sustituir la reflexión sobre el contenido de su
mensaje por la veneración de su icono. En no pocos ámbitos
el socratism o se redujo a un manual académico de filosofía.
En otros, a un conjunto de anécdotas y dichos memorables.
L a presente obra busca dar cuenta de la fascinación y la
conm oción despertadas por Sócrates y contraponer la atopía
socrática a lo que la historia no para de hacer con él cuando
intenta, paradójicam ente, dar coherencia a su rareza.
Abriendo así la perspectiva epocal que, en diversos m om en
tos históricos, traslucen las representaciones literarias, filo
sóficas y artísticas de Sócrates, pretende recoger el conti
nuamente fracasado intento de explicar el mito fundador de
la filosofía.
E D I T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
S e r ie F ilo s o fía
ISBN: 8 4 -8 1 6 4 -7 0 5 -5
Depósito Legal: M . 4 0 .7 8 6 -2 0 0 4
Impresión
Fernández C iudad, S.L.
La vie est courte et l’A rt long! E t puis, à qu oi bon? N ’im porte,
«il faut cultiver notre jardin». L a veille de sa m ort, Socrate
priait, dans sa prison, je ne sais quel m usicien de lui enseigner
un air sur la lyre: «À qu oi bon — dit l’autre— , puisque tu vas
m ourir?». «A le savoir avant de m ourir», répon dit Socrate.
V oilà une des choses les plus hautes en m orale que je connais
se et j’aim erais m ieux l’avoir dite que d ’avoir pris Sébastopol.
C ro n o lo g ía ........................................................................................................ 11
I. Sócrates, el p r e s u n to ............................................................................ 15
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do, de 1726, una carta remitida desde el más allá por Aristóteles en
la que, sin demasiado respeto por la cronología — todo hay que
decirlo— , confiesa entre otras cosas que «mil veces» le había dicho
a Sócrates «en sus hocicos» mientras estaban vivos «y notaba yo las
voltariedades de su idea: Socratis parva cura habenda est, veritatis
autem m axim a»7. Por lo visto, el Estagirita ya había notado algo
raro en este Sócrates al que tanto le gustaba dar vueltas, y por eso le
dice, anticipando el famoso Amicus Plato sed magis amica vertías,
que años después lanzará contra Platón, algo así como «no hay que
perder el tiempo con Sócrates, sino dedicar toda nuestra atención a
la verdad». Pero si ni tan siquiera en tiempos de Aristóteles era
posible entender la verdad — es decir: la verdad de su tiempo—
excluyendo de su horizonte las implicaciones de la recepción de la
herencia socrática, ¿qué hemos de decir de nuestro tiempo? Tam
poco hoy es posible ocuparse de la verdad ignorando a Sócrates,
porque el espacio mental en el que pensamos lo verdadero y lo
falso es el que él comenzó a roturar.
Los artistas han representado a Sócrates feo, muy feo. Y los elabora-
dores de anécdotas han encontrado en su fealdad un caudal inagota
ble de inspiración. Se cuenta, por ejemplo, que cierta vez una mujer
de la aristocracia, que pasó a su lado, no pudo reprimirse y le dijo:
— ¡Qué feo eres, anciano!
El le contestó:
— Si tú no fueras un espejo oxidado, reflejarías la belleza de mi
forma8.
Cicerón, ferviente y confeso socrático, relata en sus Tusculanas
el encuentro de Sócrates con Zópiro, el primer fisionomista de la
historia, que era capaz de reconocer el carácter de cada persona por
su aspecto y de leer lo más profundo de su alma en las huellas de su
rostro. En el de Sócrates descubrió que su corazón era un saco de
vicios9. El mismo Platón, en Fedón (116b), dice que tenía «ojos
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Sócrates, a quien nunca había tratado, pronunció que era estúpido y lascivo [...]. El
m ism o Sócrates defendió a Z óp iro, asegurando que éste realmente había comprehendi-
do los vicios que tenía p or naturaleza; pero que él había corregido la naturaleza con
razón y el estudio. [...] diciendo que Sócrates era estúpido, evidentemente erró el fallo.
[...] naturalm ente era agudísim o y de sublime ingenio; con que el fisionom ista en esta
parte desbarró torpem ente, y la confesión del filó sofo sólo pudo caer, siendo verdade
ra, sobre la propensión a la incontinencia, la cual, a la verdad, suele figurarse m ayor a
los que con m ás cuidado la reprim en» (Teatro crítico universal [1729], t. Ill, pp. IX -X ).
10. Sinesio de Cirene, E logio de la calvicie 68b y 81a.
11. T usculanas 4, 80.
12. A teneo 14, 6 5 f; D L VI, 16 (tanto en n ota com o en texto, D L = D iógenes
Laercio).
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[...] entre los altos docum entos de Sócrates, uno dellos era que nin
gún discípulo suyo osase decir «ésta es mi tierra», ni «aquella es mi
patria»; porque, según él decía, p or evitar de decir «esto es m ío» y
«esto es tuyo», no quiso N aturaleza darnos plum a con que nos cu
briésem os, ni casas a do m orásem os, sino que después acá los hom
bres am biciosos y cobdiciosos, la tierra, que es común a todos p artie
ron entre sí mesmos.
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tes (Fedón 60b). Cuenta que cuando fue liberado de los grilletes que le
sujetaban las piernas entumecidas, se sentó sobre su lecho para darse
unas friegas y favorecer la circulación de la sangre, y dijo:
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[Sócrates] dezia que porque la sapiencia es cosa lim pia y santa no nos
conviene de la facer sino en las almas vivas, et no en los pellejos de
los anim ales muertos. E t por esso no fizo libro ninguno ni lo que
m ostraba a sus discípulos no gelo m ostraba p or libro, sino por p ala
bra solam ente. Esto aprendiera de su m aestro Tim eus, que le dixo
quando era m oço: ¿Por qué no me dexas meter en libro lo que oyo
de ti de sapiencia? E díxole: ¿C óm o quieres mucho los pellejos de las
bestias muertas y aborreces los pensam ientos vivos?
Para saber leer en las almas vivas Sócrates (DL II, 33) animaba a
los jóvenes que le acompañaban a contemplarse en un espejo, a fin
de que, si se veían bellos, se hiciesen dignos de tal belleza, si feos,
intentasen compensar con el incremento de su virtud las carencias
de su físico. Obligaba también a los borrachos a contemplar su
rostro deformado en un espejo (DL II, 39). Este símbolo del espejo
socrático es recogido y recargado de nuevos sentidos por los neo-
platónicos37 y por los renacentistas38.
En el Renacimiento tanto en Italia como en España abundaron
imágenes en las que se mostraba a Sócrates ofreciéndole un espejo a
un discípulo. Según Erasmo, Sócrates recomendaba a los jóvenes
«que se mirasen muchas veces al espejo, y el que fuese hermoso y
gentil hombre se guardase de hacer cosa que fuese contra su buen
3 6 . L a Fontaine se basará tam bién en Sócrates al com poner sus Am ours de Psyché
et de C upidon (1 6 6 9 ), que es, de hecho, una gran fábula. Aunque la fuente de la
historia es, ciertam ente, Apuleyo, se inspira en el Sócrates de Platón para construir la
figu ra de un viejo filó sofo que dialoga con Psique, así com o para confeccionar diferen
tes escenas.
37. V er, p o r ejem plo, A puleyo, A pología X III-X V .
38. S. M elchior-Bonnet, H istoria del espejo, H erder, Barcelona, 1996.
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En los m om entos difíciles era, sin duda, no sólo superior a mí, sino a
todos los demás. C uando estábam os escasos de alim entos, nadie re
sistía m ás que él y cuando había abundancia, nadie les sacaba más
partido, sobre todo a la bebida.
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Añade que soportaba con idéntica fortaleza los rigores del in
vierno que los del verano y cuando era preciso dar muestras de
valor, las daba con creces:
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donde escribió esta obra a finales del siglo II teniendo com o referencia principal el
Banquete de Platón y el de Jen ofon te. L a editio princeps es de 1 524. Ver B. Baldwin,
«Athenaeus and his w ork», en Studies in Greek an d Rom an H istory and Literature,
A m sterdam , 1 9 8 5 , pp. 41 7 -4 3 8.
5 0 . Banquete 22 0 e.
5 1 . Tucídides IV, 96.
5 2 . A ristófanes, L a s nubes 362.
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5 5 . PH erc 1 008, cols. X X I-X X III. H a sido estudiado por E. A costa M éndez y A.
Angeli en su Testim onialize su Socrate, N ap oli, 1991. N o ha sido recogido por Gia-
nanntoni. V er, sobre esta cuestión, L. Rossetti, «Sulle tracce della letteratura socrática
antica»: G iornale Italiano di Filología 45 (1993), pp. 263-274.
56. Filodem o parece tener presente la A spasia de Esquines.
57. L. R ossetti, «L a rhétorique de Socrate», en G. Rom eyer D herbey (dir.) y J.-B.
G ourinat (ed.), Socrate et les socratiques, cit., p. 167.
5 8. República 337a.
5 9. G orgias 4 8 9 d .
60 . V er tam bién República 335c.
61. F. M . C ornford, Teoría platón ica del conocim iento, P aidós, Barcelona, 1982,
p. 74.
6 2. I. M . C rom bie, A nálisis de las doctrinas de Platón, Alianza, M adrid, 1979, p.
24 8 .
63. W. Jaeger, Paideia, F C E , M éxico, 1967, p. 501.
64. T. Buchheim (ed.), G orgias von Leontinoi, Reden, Fragm ente und Testim o
nien, Felix, M einer, H am burg, 1 989; G. B. Kerferd y H . Flashar, «D ie Sophistik», en H.
Flashar, Grundriss der Geschichte der Philosophie. D ie Philosophie der Antike, Basel,
1998, pp. 44-53.
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1. A pología 41b.
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2.2. Aspasia
3. Para Plutarco, Alcib. 3 9, el nom bre de esta mujer fue Tim andra.
4. Fernando de R ojas, L a Celestina VI. La prim era edición de esta obra es de
1499. L a anécdota parece tom ad a de Petrarca (Rerum m em orandum libri. Petrarcbae
O pera, Basiiea, t. I, p. 532).
5. Varia historia I, XII.
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alm a fuera profunda, tenía que vérselas con ardorosos dolores cuan
do visitaba la casa de A spasia; y no pudo encontrar rem edio alguno,
a pesar de haber descubierto los principales cam inos de la lógica15.
Era previsible que el fam oso Sócrates m ostrara un alto interés por la
danza, si se acepta que no tenía ningún reparo en aprender también
lo insignificante, ya que incluso asistía a las escuelas de las flautistas y
no consideraba indigno de aprender algo noble de una mujer hetera,
A spasia.
Parece que fue entre los primeros cínicos donde surgió la sin duda
calumniosa sospecha de que la milesia daba consejos a Sócrates para
atrapar a Alcibiades en sus redes, con tan escaso éxito, por cierto, que
tendrá que consolarlo también en el momento del fracaso:
¿Por qué estás bañado en lágrim as, querido Sócrates? ¿Es que te
zarandea, com o un huracán, el deseo que reside en tu pecho, que
brantado p or el semblante del muchacho invencible? Yo te prom etí
que lo dejaría dom ado para ti18.
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21. A teneo 5 89e, rem itiéndose a un testim onio del socrático Antístenes, hoy per
dido.
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curso fúnebre sobre los m uertos del prim er año de guerra contra los
espartanos. [...]
— M uchas veces he tratado con Aspasia — concluye M enexeno— y
sé cuál es su capacidad.
22. M áxim o de T iro X X X V III, 4. V er también T eod oreto, Curación de tas enfer
m edades griegas I, 17.
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23. J.-F . B alau dé, «C om m ent savoir avec Socrate?», en G. Rom eyer Dherbey
(dir.)y J.-B . G ourin at (ed.), Socrate et les socratiques, V rin, Paris, 2 0 0 1 , p. 133.
24. V er J. Sales, A la flam a del vi, Barcelonesa d ’Edicions, Barcelona, 1 9 96, p. 3.
2 5 . D iotim a fue venerada de Sócrates, p o r eminente, leem os en el p rólogo de
M aría de Z ay as y Sotom ayor a N ovelas am orosas y exem plares, de 1637.
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2.4. Jantipa
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34. P odem os añadir entre m uchos otros ejem plos el de Petrus Crinitus y su De
H onesta D isciplina, de 1504.
3 5 . «Son — escribe Fernando Savater— anoréxicos eróticos» («Un puritano d i
vertido», en L a Jo rn a d a Sem ana!, 1 de febrero de 1998).
36. L a anécdota se encontraba en el Aureolus de nuptiis, de T eofrasto, obra p er
dida, pero de gran repercusión en la literatura m isógina m edieval. Se encuentra tam
bién recogida en el Adversus Jovian um de san Jerónim o.
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Sócrates tenía una mujer que se decía X antipa, la cual era muy brava
y riñosa, y p or eso le dijo Alcibiades que p or qué sufría tal cosa en su
casa. El respondió: Ya estoy hecho a los gritos y p or tanto no recibo
m ás pena p or esto que el carretero p or la rueda de su carreta o el
hortelano p or la rueda de su noria45.
elim ina sus defectos, posee una mujer m ás llevadera; m ientras que quien los soporta,
se m ejora a sí m ism o con su trato».
4 5 . A potegm as..., cit., p. 51.
46. E nsayos XIII.
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4 7 . Jen ofon te, Banquete II, 10. En su versión de la anécdota, Francisco T am ara
considera a Ja n tip a una «m ujer m al acondicionada» {A potegm as..., cit., p. 52).
4 8 . V er E rasm o, A p o tegm as..., cit, p. 56.
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rían por Atenas al leer que Platón presentaba a Sócrates como coma
drona. N o me atrevo a pensar en la reacción de Jantipa, si es que
llegó a leer el texto de Platón.
Aunque la mayoría de los testimonios no tienen reparos en pre
sentar a Jantipa desnuda de toda virtud, Diógenes Laercio (II, 36) nos
cuenta, casi de pasada, dos versiones de un mismo gesto que sugiere
que esta mujer era más compleja de lo que pretendían sus muchísi
mos enemigos literarios. Por una parte resalta que si tenía que aten
der alguna demanda de su marido, no la cumplía sin haber protesta
do previamente de manera airada: «¿N o tengo razón al decir
—preguntó Sócrates a sus amigos después de que una Jantipa refun
fuñante le sirviera el agua que le había pedido— que cuando Jantipa
estalla en truenos acaba produciendo agua?».
En la segunda versión, añade que, tras increpar violentamente a
su marido, Jantipa acabó llorando y abrazada a su cuello, y fue en
tonces cuando Sócrates dijo lo de: «¿No tengo razón al decir que
cuando Jantipa estalla en truenos acaba produciendo agua?».
El mismo Diógenes Laercio (II, 34) recoge una anécdota que de
ser cierta justificaría no poco a Jantipa. Una vez Sócrates invitó a
comer a un grupo de hombres adinerados. Añadamos que no eran
escasos entre sus acompañantes los que gozaban de una más que
holgada posición económica. Jantipa se encontró de repente con los
invitados en la puerta de casa y la despensa vacía. Deprisa y corrien
do se las compuso para apañar la escasa comida que había en casa y,
con vergüenza, se quejó a su marido de la situación en la que se veía.
«No te preocupes —le contestó él— , si son gente sencilla, con poco
se contentarán; si son engreídos no tenemos por qué preocuparnos
por ellos.» ¿Y si Jantipa estaba pensando en la comida de sus hijos de
ese día y del siguiente?
Recojamos también las que en el Gnomologio Vaticano (743 , n.°
478) constan como las últimas palabras que le dedicó el Sócrates mo
ribundo a una Jantipa llorosa, que no paraba de lamentarse de que su
marido iba a morir injustamente. Esta podría haber sido una ocasión
perfecta para reconciliarse con ella, pero prefirió hacer un uso impla
cable de su ironía y contestarle, delante de sus más íntimos amigos:
«¿Hubieras preferido que muriese justamente?».
La tradición musulmana exagera aún más la misoginia de Sócra
tes49. Abundan las anécdotas que lo muestran o despreciando a las
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5 9 . Sigo la edición de M .-J. Lem archand, L a ciudad de las dam as, Siruela, M a
drid, 22 0 0 1 , pp. 180-181.
60. Ibid., p. 9.
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2.5. Mirto
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6 9. En las fuentes m usulm anas, encontram os esta referencia a las m ujeres tanto
en Ibn Abi U saibi’ah com o en Ibn al-Quifti.
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70. P orfirio F 2 1 5 , 10-14 Smith. El fragm ento en T eod oreto, Graecorum affec
tionum curatio 12, 65.
71. Jeró n im o , Adversus lovianum I, 48.
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cuando las encontraba chillando, las azuzaba para hacer que se tira
ran del pelo y se burlaba de ellas, viendo que se disputaban por un
hombre tan sucio. D e m odo que un día, m ientras se burlaba así de
ellas que se arrancaban los cabellos, las dos de com ún acuerdo deja
ron de pelearse, se le echaron encima, lo tendieron en el suelo y lo
pelaron, de m odo que de los pocos pelos que tenía no le quedó uno
solo en la cabeza.
2.6. Fenarete
Causante de ello dicen que fue Artemis, que era casada y asistía a los
partos. Y a las estériles no les concedió este arte, porque la naturaleza
humana no puede adoptar un oficio del que no se tiene experiencia;
por eso concedió este don a las mujeres que, por su edad, ya no
pueden parir (149b).
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3.2. Alcibiades
Alcibiades5 (ca. 450-404 a.C.) fue l’enfant terrible de una Atenas que
con milagrosa fecundidad, fue capaz de producir y dar cobijo en
poco más de cien años a algunos de los personajes más notables,
geniales y pintorescos de toda la historia de la humanidad, tanto en
las artes como en la política, dando lugar así a esa singularidad histó
rica conocida como «siglo de Pericles». Dudo que en ninguna otra
época fuera posible encontrar en una misma ciudad más genios por
metro cuadrado. En una ciudad así destacó Alcibiades6, a quien Larra
definió como «el calavera más perfecto de Atenas»7.
Poseemos varias versiones de su vida. Tucídides o Lisias son muy
severos con él, mientras que Platón y, sobre todo, Plutarco, parecen
concederle la misma indulgencia que le brindó el pueblo de Atenas.
Tucídides habla de la enormidad de anomalías que practicaba en su
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N adie lo conoce tan bien com o yo. T o d o s sabéis cuánto le gustan los
jóvenes herm osos, y que siem pre anda alrededor de ellos, pero no
busca sólo la belleza, pues si un joven sólo tiene este don, lo despre
cia, así com o desprecia los dones que persigue la muchedumbre. Pasa
su vida ironizando y burlándose de los hombres, pero cuando habla
con seriedad y se le puede ver tal com o es, entonces no sé si alguien
habrá visto algo m ás herm oso p or dentro. Yo pude ver p o r dentro
la estatua de este sileno y m e pareció tan herm osa, tan de oro, tan
extrañam ente bella y adm irable, que creí que era divina. Alguna
vez pensé que estaba en am orado de m í y, sintiéndom e alagado,
una vez que tuve ocasión de estar a solas con él, yo, que tan orgullo
so me sentía de mi juventud, despedí a mi acom pañante para poder
intimar con Sócrates. Esperaba que inm ediatam ente se pusiera a de
cirme cosas lisonjeras, pero nada de esto pasó, sino que me habló de
la m ism a m anera que lo hacía siempre y cuando terminó, se fue y me
dejó solo. C om o no estaba yo dispuesto a renunciar, me las ingenié
y, com o un amante que acecha a su am ado, una noche le obligué a
que se quedara en mi casa y a acostarse en un lecho contiguo al mío.
Yo había sido picado p or el am or en el lugar m ás doloroso, el cora
zón, y por ello decidí prescindir de sutilezas y expresarle directam en
te mis deseos.
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— ¿Sócrates, duermes?
— N o — me respondió.
— ¿Sabes lo que he pensado?
— ¿Qué?
— Que sólo tú eres digno de ser mi amante, y yo estoy dispuesto a
com placerte en todo lo que me pidas.
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¿Por qué estás siem pre tan pendiente, adm irable Sócrates,
de este muchacho? ¿N o conoces nada superior?
¿Por qué tu m irada lo contem pla con tanto amor,
com o si vieras a los dioses?
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3.3. Antístenes
19. J . M . G esner, Socrates Sanctus Paederasta, Utrecht, 1769. El libro fue reim
preso en 1 8 7 7 en francés con el edulcorado título de Socrate et l ’am ou r grec, Liseux,
Paris, 1877.
2 0 . Sobre este origen cuenta F rancico T am ara que una vez alguien pretendió
insultar a Antístenes por su m estizaje. A esto respondió Sócrates: «<Y cóm o es que
piensas que un varón tan excelente pod ía nacer de padre y m adre atenienses?». D an do
a entender que m ás presto p od ía salir un excelente varón de una mujer escita o bárbara
que de una ateniense (Erasm o, A potegm as..., cit., p. 45).
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Siem pre que hablo de filosofía o escucho a los dem ás hablar de ella,
adem ás del provecho que creo obtener, siento un placer extraordina
rio, pero cuando siento hablar de cuestiones corrientes, relacionadas
con el dinero o los negocios, me siento confundido y me apiado de
los que se ocupan de estas cosas, porque creen saber algo y no saben
nada.
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3.6. Aristodemo
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garrulo mendigo que tiene ideas para todo excepto para procurarse
un tentempie». La exacerbación de la acritud puede explicarse, qui
zás, porque la conducta de Sócrates era para Aristófanes y Amipsias
una curiosa y excéntrica novedad, mientras que para Eupolis ya
comienza a ser una lata39. Esto no significa que los dos primeros
coincidieran en sus apreciaciones. Mientras Aristófanes parece des
cubrir un filón de situaciones cómicas en la conducta cotidiana de
Sócrates, Amipsias, si bien resalta que hasta los zapateros estaban
hartos de él porque al ir siempre descalzo parecía haber nacido para
fastidiarlos, le guarda un cierto respeto, reconociéndolo como un
«varón intrépido que por mucha hambre que tuviera no se rebajó
nunca a hacer vida de parásito».
Eupolis tuvo una relación primero de colaboración y después de
enfrentamiento con Aristófanes, pues acabaron acusándose mutua
mente de plagio. Parece que atacó también a Alcibiades, a resultas de
lo cual se cuenta la poco creíble historia de que éste lo lanzó al mar.
Duris de Samos explica que tal hecho tuvo lugar cuando Alcibiades
navegaba de Grecia a Sicilia.
Basándose en la obra de Amipsias la tradición modeló la imagen
de un Sócrates músico. Quintiliano en sus Instituciones oratorias (I,
X) cuenta que aprendió a tocar la lira. En E l cortesano (127-8) este
instrumento es la vihuela, y para Cristóbal de Villalón, en El escolás
tico (IV, XIII), el laúd.
Los testimonios de los cómicos son también relevantes por sus
silencios. El primero que prestó atención a lo que no dijeron fue
Ateneo40:
39. J . Burnet, «D octrina socrática del alm a», en J. Burnet y A. E. T ay lor, "Varia
Socrática, U N A M , M éxico, 1 9 90, p. IB.
4 0 . Ateneo V 319a-c. Tradu cción de L. Rodríguez-N oriega, cit., pp. 359-360.
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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EL CIRCULO SOCRATICO
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
3.8. Aristóteles
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EL CIRCULO SOCRÁTICO
¿Por qué razón todos aquellos que han sido hom bres de excepción,
bien en lo que respecta a la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la
poesía o las artes, resultan ser claramente m elancólicos hasta el pun
to de hallarse atrapados por las enferm edades provocadas p o r la bilis
negra?
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3.9. Arquelao
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EL CIRCULO SOCRATICO
3.10. Cármides
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EL CIRCULO SOCRATICO
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3.12. Clitofonte
54. A ntología griega VII, 4 7 1 . V er tam bién Sexto Em pírico, C ontra los profeso
res, 48.
55. C icerón, Tusculanas I, 34-38. La anécdota será posteriorm ente recogida por
Agustín, L a ciu d ad de D ios I, X X II, y Lactancio, Divin. Inst. Ill, 1 8 ,9 .
56. Aristófanes, L as ranas 9 6 7 , y Aristóteles, Constitución de los atenienses, 3 4 , 3.
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EL CIRCULO SOCRATICO
Muchas han sido las críticas a este texto. Algunas niegan que sea
platónico, aunque no aporten ningún argumento filológico convin
cente. Pero esto tampoco es del todo relevante para nosotros. Lo deci
sivo es que nos pone de manifiesto una opinión sobre la confusión que
creaba Sócrates entre algunos de sus seguidores. Tanto Jenofonte
como Trasímaco insisten en esto. El primero cuenta en sus Memorabi
lia (IV, 4, 9, 1-2) que Hipias, el sofista, se dirigió un día enfadado a
Sócrates con unas palabras que resumen las de Clitofonte:
¡Ya está bien de que te estés riendo siem pre de los dem ás, preguntán
doles a todos y exam inándolos, y tú sin querer nunca darle a nadie
razón ni cuenta ni m anifestar tu opinión sobre nada!
[...] algunos creen de Sócrates, según un parecer que a veces se ha
expresado por escrito acerca de él y que se ha expuesto con apoyo de
ciertos testim onios, que en exhortar a los hombres hacia la virtud no
ha habido ciertamente otro m ás hábil, pero que de guiarlos hasta ella
no era ya capaz.
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
Mucho más tarde al-Farabi parece recoger las ideas del Clitofon-
te en un texto muy interesante, según el cual Platón se interesó por la
manera de transmitir el saber político, dudando de si era preferible el
método de Sócrates o el de Trasímaco. Sócrates empleaba un método
científico de interrogación con el objeto de poner de manifiesto la
ignorancia de los hombres. Aunque era capaz de conducir la indaga
ción sobre la justicia y otras cualidades, carecía de habilidad para
educar a los jóvenes y a la gente del pueblo. Trasímaco era mucho
más eficaz que Sócrates en esta tarea. Platón dedujo de esto que el
filósofo, el rey y el legislador deberían ser capaces de emplear ambos
métodos: el de Sócrates al tratar con los aristócratas y el de Trasíma
co para tratar con los jóvenes y las gentes del pueblo57. Strauss, como
veremos en el apartado que le dedicamos más adelante, concede tanta
relevancia a este texto que lo convierte en una de las claves de su
interpretación del socratismo.
3.13. Critias
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3.14. Critóbulo
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EL CIRCULO SOCRATICO
— ¿N o tenías tú, Jen ofon te, a Critóbulo m ás com o una persona sen
sata y equilibrada que por un insensato; m ás com o un hom bre cabal
que com o un tem erario?
— ¡Así es!
— Pues ahora tendrás que verlo com o un fanático de sangre ardiente,
ya que no hay nada que lo pueda parar.
— ¿Por qué dices eso?
— ¿N o es él el que se ha atrevido a dar un beso a Alcibiades?
— M e parece que yo también me atrevería a afrontar ese peligro.
— ¡D esdichado! ¿Sabes lo que te puede pasar después? Serás esclavo
en vez de libre; un derrochador y ya no tendrás tiem po para ninguna
ocupación decente.
— ¡Qué terrible es el poder de un beso!
3.15. Critón
Critón fue el jefe de una familia que se afilió al completo a las filas
del socratismo. Tenía la misma edad que Sócrates, era de su mismo
démos y fue su amigo desde la infancia, haciéndose seguidor suyo
posteriormente junto a sus hijos Critóbulo (en compañía del cual
asistió a su proceso y muerte67), Hermógenes, Epígenes y Ctesipo.
Gracias a la larga fidelidad de su amistad compartió con Sócrates la
intimidad de sus momentos finales. Hemos de suponer, por lo tanto,
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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EL CÍRCULO SOCRATICO
SÓCRATES: ¿Qué horas son éstas, Critón, no es aún muy tem prano?
C r it ó n : Sí.
S ó c r a t e s ·. ¿C ó m o de tem p ran o ?
CRITÓN: Está clarean d o.
SÓCRATES: ¿Y te h a d e jad o p a sa r el carcelero?
C r i TÓN: D espués de tanta visita, ya tenem os confianza, y él me debe
algún favor...
SÓCRATES: ¿Desde cuándo estás aquí?
C r it ó n : D esde hace un rato.
SÓCRATES: ¿Y p o r qué n o m e h as d e sp e rtad o en seg u id a, en vez de
e sp e rar ah í se n tad o ?
C r it ÓN: ¡Por Z eus, Sócrates! A mí no me apetecería estar sin pegar
ojo en una situación com o la tuya. A dem ás estabas durm iendo a
pierna suelta. ¡C óm o te iba a despertar! M uchas veces he envidiado
tu form a de ser, pero ahora, en estas circunstancias, tu com porta
miento es asom broso.
SÓCRATES: Tengo edad suficiente, Critón, com o p ara no enfadarm e
porque las cosas lleguen a su fin.
CRITÓN: N o to d o s lo s de tu e d a d se c o m p o rtan c o m o tú en situ a c io
n es sem ejan tes.
SÓCRATES: A sí es, pero, dime, ¿por qué has venido a estas horas?
C r it ÓN: Porque traigo malas noticias, Sócrates. Sabiendo cóm o eres,
no sé si serán malas para ti, pero para m í y tus am igos, son las peores.
SÓCRATES: ¿De qué se trata? ¿N o habrá llegado ya la nave de Délos
que anuncia mi muerte?
CRITÓN: Aún no, pero los que vienen del cabo de Sunión aseguran
que no tardará mucho. H oy mismo estará aquí, y m añana deberás
m orir, Sócrates.
SÓCRATES: ¿Y qué le vam os a hacer? ¡Que sea lo que dios quiera! Pero
me extrañaría que llegase hoy.
CRITÓN: ¿Por qué dices eso?
SÓCRATES: P o rq u e y o ten go q u e m orir, ¿n o es así?, al día siguien te de
la lle ga d a de la nave...
C r it ÓN: A sí dicen los en ten d id os.
SÓCRATES: Yo creo que llegará mañana. Acabo de tener un sueño
prem onitorio. ¡H as hecho bien en no despertarm e!
C ríTÓN: ¿De qué trataba ese sueño?
SÓCRATES: So ñ é que u n a h e rm o sa m ujer, vestid a de b lan co, se ace rca
b a a m í y m e decía: Só c rates, al fértil p aís cu y o n o m b re es F tía irás en
el tercer d ía72.
7 2. litad a IX , 3 63.
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3.16. Esquines
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3.18. Eurípides
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3.19. Fedón
3.20. Hermógenes
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3.21. Jenofonte
Jenofonte, que según la opinión más extendida nació poco antes del
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EL CÍRCULO SOCRÁTICO
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
O trossí léesse de un rey que llam avan Senefón, que, estando fazien-
do sacrificio a sus dioses, fuele dicho com o su fijo el mayor, que
llam avan Gétulo, muriera en una batalla. Las cuales nuevas oídas,
solam ente quitó el dicho rey de su cabeça la corona de oro que tenía,
en señal de agund sentimiento que p or ende havía, pero non dexó
por esso el sacrificio que havía com ençado. E después preguntó cóm o
m uriera, e sabido que m uriera peleando reziamente e com o noble
108
EL CÍRCULO SOCRÁTICO
C reo que merece la pena recordar con qué actitud deliberada reac
cionó Sócrates, cuando fue citado a juicio, tanto en lo relativo a su
defensa com o ante su muerte. Es verdad que otros han escrito ya
sobre ello, y todos han coincidido en la altanería de su lenguaje, lo
que dem uestra evidentemente que es así como se expresó, pero una
cosa no dejaron suficientemente clara, y es que había llegado a la
conclusión de que p ara él la muerte era ya en aquel m om ento prefe
rible a la vida; si no se entiende esto, no se com prende tam poco la
altanería de su lenguaje. Sin em bargo, lo que ha contando sobre él su
com pañero H erm ógenes, hijo de H ipónico, explica que su lenguaje
altanero se correspondía con su manera de pensar.
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P a r r a s io : P e ro , S ó c r a t e s , ¿ c ó m o s e r ía im ita b le , si n o tie n e s im e tr ía ni
c o lo r n i n a d a d e lo q u e tú a c a b a s d e d e c ir , si e n u n a p a la b r a , n o es
v isib le ?
SÓCRATES: Y sin em bargo, ¿no suelen expresar las m iradas tanto
afecto com o odio?
PARRASIO: Sí.
SÓCRATES: ¿Es que no se puede copiar una m irada?
3.24. Platón
Platón es, sin duda, el más grande de los socráticos, y para la tradi
ción el legítimo heredero del legado de Sócrates, a la ve/ que el
verdadero padre de la tradición filosófica occidental113. Para sus con
112
EL CIRCULO SOCRATICO
Platón era dem asiado aristócrata. ‘N adie intenta hacerse daño a sí m ism o; por eso,
todo lo m alo acontece involuntariam ente. Ei que obra mal, se daña a sí m ism o; no lo
haría si supiese que lo m alo es m alo. Por consiguiente, el m alo es m alo por error;
quitadle este error, y necesariam ente se hará bueno’ . T al m odo de argüir huele a plebe
[...]. Platón hizo cuanto pudo para adornar con una interpretación delicada y aristo
crática la tesis de su m aestro, y se puso m anos a la obra con todo em peño; recogió a
Sócrates de la vía pública, com o se recoge un anim al curioso para describirlo, o una
canción popular para glosarla; es decir, que puso en él todos sus puntos de vista y su
propia m ultiplicidad».
114. «'Sócrates sincero’, a s í debía haberle llam ado — escribe C ioran— . Sócrates
renunciando al Bien, a las fórm ulas y a la C iu dad, convertido al fin en psicólogo
únicam ente. Pero Sócrates — incluso sublim e— es aún convencional; perm anece sien
do m aestro, m odelo edificante. Sólo D iógenes no propone nad a; el fondo de su acti
tud y la esencia del cinism o están determ inados por un horror testicular al ridículo de
ser hom bre» («Breviario de podredum bre», en Adiós a la filosofía y otros textos, Alian
za, M ad rid , 1998, pp. 130-133).
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3.25. Pródico
Pródico nació en la isla de Ceos, en las Cicladas, entre los años 460-
465. Era más joven que Protágoras y algún año mayor que Sócrates,
al que sobrevivió.
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3.26. Querofonte
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qué otra lana es m ás suave que la ática, si entre los bactrianos hay
algunos m ás fuertes que cam ellos, o si existe alguien más chato que
Sócrates. A quienes hacen esta clase de consultas, el dios los fustiga
con tino.
122
IV
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1. D L I I , 7.
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2. Pericles, 32.
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14. Plutarco, Vida de C oriolano 14, 6, 2 2 0 b ; D iod oro XIII, 64, 8; Aristóteles,
Constitución de A tenas 2 7 , 4-6.
15. D L I I , 4 3 ; D io d o ro X IV , 3 7, 7.
16. D L II, 4 3 . Ver Tertuliano, Apologético X IV , 8.
17. Lisias, C ontra los com erciantes de trigo 8.
18. M an uscrito núm ero 1 4 .6 5 8 . V er F . F. Bruce, The N ew Testam ent D ocu
ments: Are They R eliable?, InterVarsity Press, D ow ners G rove, 1 972, p. 114; F. Till,
«The ‘Testim ony’ o f M ara B ar-Serapion »: The Skeptical Review 4 (1995).
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27. E n la prim era m itad del siglo IV aparecieron en torno a 150 títulos de logoi
sokratikoí, es decir, unos tres por año. V er L. Rossetti, Aspetti della letteratura socrá
tica antica, Chieti, 1 9 7 7 , pp. 78-82.
28. V er F. W ehrli, D ie Schule des Aristoteles I-X , Basel/Stuttgart, 1944-1959.
133
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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PROCESO Y MUERTE DE SÓCRATES
Así Teram enes abandonó la vida com o un hom bre que m uere en su
p ropio lecho en su casa; sus enem igos creían haberlo castigado, pero
si tenem os en cuenta su com portam iento, simplemente habían pues
to punto final a sus días.
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del alma. Jesús teme quedarse solo y sabe que lo negarán hasta sus
más íntimos. Con una calma irónica Sócrates bebe la cicuta y anima a
su amigo Critón a ofrecerle un gallo a Asclepio. Jesús se lamenta,
angustiado, con las palabras del salmo: «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?». Y muere lanzando un grito37. Sócrates se
despide de este mundo y recibe la muerte sin agonía. O al menos así
es como nos lo quiere presentar Platón, cuyo «evangelio», el Fedón,
rechaza todo elemento patético, a diferencia de los evangelios de los
discípulos de Cristo.
138
PROCESO Y MUERTE DE SÓCRATES
H e r a c l e s : H a y u n s e n d e r o , u n c o r to y b ie n h o lla d o c a m in o a b a se d e
m a ja y m o r te r o .
D i o n i s o : ¿ T e r e fie r e s a la c ic u ta ?
H e r a c l e s : E fe c tiv a m e n te .
D i o n i s o : ¡N o ! É s e es u n c a m in o d e m a s ia d o m o r ta lm e n te f r í o ; n o h a s
h e c h o m á s q u e in ic ia r lo y y a sie n te s e n tu m e c id a s la s p a n to r r illa s.
139
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
42. Ver para una confirm ación de estos efectos B. M . G raves et al., «H em lock
Poisoning: Tw entieth Century Scientific Light Shed on the D eath of Socrates», en K. J.
Boudouris (ed.), The Philosophy o f Socrates, International Center for G reek P hiloso
phy and Culture, Athenai, 1 9 9 1, pp. 156-168.
43. E. Bloch, «H em lock Poisoning and the D eath o f Socrates: D id Plato T ell the
Truth?», en Th. C. Brickhouse y N . D . Sm ith (eds.), The Trial an d E xecution o f Socra
tes. Sources and Controversies, O xfo rd University Press, O xford , 2 002.
44. Sobre la dificultad de identificar con precisión los nom bres de las plantas
griegas, ver R. M . Daw kins, «The Sem antics o f G reek N am es for Plants» : Jo u rn al o f
Hellenic Studies 65 (1936).
140
PROCESO Y MUERTE DE SÓCRATES
4 5 . Bloch aduce que H ipócrates utiliza estos térm inos en un sentido diferente del
platónico. V er H ipócrates, L a enferm edad sagrada 1 0 .30-11.26.
4 6 . E. P. Krenzelok, T. D. Jacob sen y J. M . Aronis, «H em lock Ingestions: The
M o st D eadly Plant E xposu res»: J . Toxicol. Clin. Toxicol. 34 (1 9 9 6 ), pp. 601-602.
47. T eo frasto , H istoria de las p lan tas 9.16.8.
48. Ver I. Alón, Socrates Arabus. Life an d Teachings, The H ebrew University o f
Jerusalem , Jerusalem , 1995.
141
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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PROCESO Y MUERTE DE SÓCRATES
51. G aleno dice en su com entario sobre el juram ento de H ipócrates que éste le
sacrificaba gallos a A sclepio (Al-Biruni, F i tahqiq m a lil H ind 2 6 , 1).
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V
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6. Poética 1447b 2.
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
zo del segundo decenio del siglo iv, lo que esta literatura pretendía
básicamente era delimitar la responsabilidad de Sócrates en la educa
ción política de Alcibiades y Critias10. En el segundo grupo de textos,
más filosóficos, convendría quizás diferenciar entre las diatribas y los
diálogos.
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12. A. Diès, A utour de Platon II, Paris, 1 927, pp. 40 0 -4 4 9 . V er tam bién M agal-
haes-Vilhena, Socrate et ta légende platonienne, PUF, Paris, 1952.
13. Aristóteles, fr. 72 R ose = S S R I A 1.
14. L. Rossetti, «Le dialogue socratique in statu nascendi»: Philosophie Antique 1
(2001), pp. 11-35.
152
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
15. V er L. Rossetti, Aspetti della letteratura socratica a n tic a , Chieti, 1977, pp.
78-82.
16. D e la adivinación I, LIV, 122-123.
153
GUIA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
5.2.2. El neoplatonismo
24. D L III, 37. Algunos dicen que Filipo de O punte copió las Leyes, que estaban
en tablillas de cera, y dicen que el E pín om is es de él. N o faltan, sin em bargo, los autores
m odernos que lo incluyen en el corpus platónico. Entre estos podem os citar, por su
relevancia, a C. F. H erm ann (P lato D ialogi V, Leipzig, 1929) y E. des Places (Platon.
Œuvres complètes X II, Paris, 1956).
25. Ver G. Luri, «El m edio entre dos», en W .A A ., Lectures de filosofía, B arcelo
nesa d’Edicions, Barcelona, 2 0 0 3 , pp. 47-68.
26. Tam bién para los etruscos los dem onios son interm ediarios entre dioses y
hombres. Porfirio conocía la dem onología etrusca y, a través de él, se transm itió a
Proclo (ver Com entario a l Tim eo de P latón 142 D ), llegando hasta Pselos.
2 7. Genere anim alia, anim o passiu a, mente rationalia, corpore aeria, tempore a e
terna, Calcidio, en su Com entario a l Tim eo de Platon X X X V , escribe: D aem on est
anim al rationabile im m ortale patibile aetbereum diligentiam hom inibus impertiens.
156
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
2 8. D e praesagio Socratis.
29. Am ico numine.
30. A puleyo quiere reforzar en este contexto la presencia del térm ino semeîon en
los escritos de Platón y Jenofon te.
3 1 . N i Platón, ni Jenofon te, ni A ristoxeno se atrevieron a decir algo semejante.
Sin em bargo, la analogía entre el daím on de Sócrates y la M in erva de A quiles se en
cuentra tam bién en M áx im o de T iro (X IV , 5) y Plutarco (D egen io Socratis 580c). Los
dos únicos testim onios que m encionan la visibilidad del daím on de Sócrates son los de
A puleyo y Plutarco (De genio Socratis 580c).
32. Se trata del protagonista del d iálogo hom ónim o de Platón.
157
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
33. Cebes y Sim m ias son los am igos tebanos de Sócrates. V er Fedón.
34. Terpsión de M egara, com pañero de Sócrates que perm aneció a su lado en sus
últim os días. Ver Fedón 59c y tam bién Teeteto 124a.
3 5. Zeus del agora, lugar de la Asam blea y, p o r lo tanto, guardián de ésta. V er I. F.
Stone, E l juicio de Sócrates, M on dadori, M ad rid, 1 988, pp. 223-224.
36. En ningún otro texto aparece relatada esta anécdota.
37. H ay aquí un anacronismo que no pudo pasarle desapercibido a Plutarco. Lam
pocres no murió antes que Sócrates.
158
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
T rofon io38 después de realizar los ritos que exigía el oráculo. Perma
neció bajo tierra dos noches y un día y cuando la gente ya había
perdido la esperanza de volver a verlo y su fam ilia estaba lam entando
su muerte, él regresó una mañana, radiante35. A doró al dios y, tan
pronto com o se liberó de la multitud, nos contó un gran número de
cosas asom brosas que había visto y oído.
Eliano40 (siglos ii-iii d.C.) cuenta que estando cierto día Sócrates
hablando con Teages, Demodoco y varios otros, dijo:
Este daím on es una voz divina, que con frecuencia me hace escuchar
el destino; cuando golpea mis orejas lo hace siem pre para impedirm e
actuar, nunca para animarme. Si lo escucho cuando alguno de mis
am igos me presenta un proyecto, deduzco que no es del agrado de
los dioses. Q uiero poneros de testigo de cuanto digo a Cárm ides, hijo
de Glaucón. Un día vino a preguntarm e si debía disputar el prem io
en los juegos Ñ em eos. En cuanto comenzó a hablar, escuché la voz.
Intenté disuadirlo de su proyecto, pero él no m e hizo caso y su
testarudez no le proporcionó ningún beneficio.
159
GUIA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
Esto es cuanto los com entaristas han dicho con respecto a los genios
y los espíritus guardianes, por nuestra parte nos esforzarem os en
ofrecer una interpretación adaptada a las circunstancias presentes.
Pues también Sócrates fue condenado a beber el veneno por haber
propagado entre los jóvenes divinidades no reconocidas por el E sta
do. N uestra opinión debe ser, p or lo tanto, que el daím on que nos ha
tocado en suerte es la conciencia, que constituye la esencia más pura
del alma y la única parte en nosotros que está libre de pecado, un juez
sin piedad y un testigo perfecto de cuanto ocurre aquí abajo hasta
que comparezcamos ante M inos y Radam antis.
V ;·
El uso del término daímon se había vuelto peligroso. Y Olimpio
doro era consciente de que podía ser denunciado como adorador de
demonios si no establecía un claro paralelismo entre los espíritus
guardianes y los ángeles guardianes43:
Sin duda Sócrates estaba poseído por un espíritu extraño, puesto que
cuentan que un demonio le acom pañó desde su niñez, verdadera
mente pésimo maestro. Sócrates sólo fue sabio porque estaba poseído
por un demonio. La auténtica sabiduría reside en la afirm ación del
saber cristiano, a cuyo soplo se derrum ba todo el poder de los dem o
nios.
160
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
161
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i
L
I
47. NM 257.
162
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
A partir del siglo III, que fue la edad más creativa de la retratística,
se comenzó a reservar para el filósofo un tratamiento específico, re
saltando sus diferencias con el resto de los ciudadanos. Se lo muestra
163
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
5.4.1. El estoicismo
165
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
52. Cf. Suda s.v. Z enón n .° 78 = SSR I C 505 y Suda s.v. Theón n .° 204 = SS R I
C 505.
53. Cicerón, De oratore III 62 = SVF 4 1 4 . Para el Sócrates de las fuentes estoicas:
S S R I C 5 0 4 - 5 4 9 = G. Giannantoni, Socratis et Socraticorum reliquiae I, N apoli, 1990,
pp. 190 ss. Para la representación de la im agen de Sócrates en la literatura estoica de la
época imperial ver K. D öring, Exemplum Socratis, Franz Steiner, W iesbaden, 1 9 7 9 ;
Id., «Sokrates, die Sokratiker und die von ihnen begründeten T rad ition en », en H .
Flaschar (ed.), Grundriss der Geschichte der Philosophie. Die Philosophie der Antike,
Basel, 1998, pp. 1 39-364. Para el Sócrates de Epicteto: F. Schw eingruber, «Sokrates
und Epiktet»: Hermes 78 (1943), pp. 5 2 -7 9 ; A. Jag u , Epictète et Platon. Essai sur les
relations du stoïcisme et du platonisme à propos de la morale des «Entretiens», Paris,
1946; F. Decleva Caizzi, «L a tradizione antistenico-cinica in Epitteto», en G. G iann an
toni, Scuole socratiche minori e filosofía ellenistica, Il M ulino, Bologna, 1977. Para la
transmisión de la imagen cínico-estoica de Sócrates en la Segunda Sofística, ver A. Bran-
cacci, «Dio, Socrates and Cynism », en S. Sw ain, Dio Chrysostom. Politics, Letters and
Philosophy, O xford University Press, O xford , 2 0 0 0 , pp. 2 4 0 ss. V er tam bién F. Alesse,
«Socrate dans la littérature de l’ancien et du m oyen stoïcism e»: cit., pp. 119-135.
54. D L V I I 121 y 13 1 ; Filodem o, De stoicis X X , 1 2; Ateneo X III 561 C = SV F I
2 70 y 263.
55. Estobeo, Eclogae IV 3 2, 21 = SV F 2 7 3 .
56. Sostiene W ilam ow itz-M oellendorff que el zapatero Sim ón es la im agen ar-
quetípica de los artesanos con los que Sócrates dialogaba. V er Kleine Schriften III, pp.
41-47; Giannantoni, SSR IV, N apoli, 1990, p. 120. Sobre la historicidad de Sim ón, ver
D. B. T h om pson, «T he H o u se o f Sim on the Sh o e m ak er»: Archaeology 13 (1 960),
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
— «N o son las cosas las que atorm entan a los hom bres, sino las
opiniones que se tienen de ellas. Por ejem plo: la muerte (bien consi
derada) no es un m al; porque, si lo fuera, lo habría parecido a Sócra
tes com o a los dem ás hom bres» (V).
— «C uan do tengas que hacer con alguna persona de calidad, consi
dera (antes de em prenderlo) lo que hicieran Sócrates y Zenón en
ocasión semejante. Si obras así, seguro estarás de no haber hecho
cosa que no sea conform e a razón» (X X X III, 12).
— «En cualquiera parte que estés no digas nunca que eres filósofo ni
te pongas a hablar delante de ignorantes de las m áxim as que sigues;
haz solam ente lo que ellas te ordenan. C uando se está en un banquete
no es ocasión de hablar de com er con crianza, se debe com er con
crianza sin decirlo. Sócrates no reparaba en la ostentación. Jam ás
hubo persona que sufriese de otros con tanta constancia. Cuando
algunos (por m enosprecio que hacían de él y de su doctrina) le venían
a rogar que los condujese a casa de los otros filósofos y em please para
ello su recom endación, en lugar de disuadirlos los conducía con mu
chísima cortesía. M uy poco se le daba que prefiriesen la doctrina de
otros a la suya» (X L VI, 3 : se trata de una referencia a la escena inicial
del Protágoras).
— «Acuérdate, sobre todo, de aquellas herm osas palabras que dijo
p p . 2 3 5 ss.; R. G oulet, «T rois cordonniers ph ilosoph es», en Id., Etudes su r les vies de
philosophes de l’Antiquité tardive, Vrin, Paris, 2 0 0 1 , pp. 145-149.
5 7. D L II, 105 = S S R I I I A 1 y D L II, 122 = S S R V I B 87.
5 8 . J.-B . G ourinat, «Le Socrate d ’Épictète»: Philosophie Antique 1 (2001), pp.
137-165.
59. Diatribas III, 7, 34.
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64. Por ejem plo: Socrates dixit: Si nihil discis, dediscis (3, 6).
65. Ju lian o, D iscurso de Antioquia 2 4. Por cierto que Ju lian o utiliza la com para
ción entre Sileno y Sócrates en una de sus obras, el Banquete.
66. Libanio, D iscurso de em bajada a Ju lian o 2 6. Se ha dicho que estos tres filóso-
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
fos form aban la biblioteca ideal del em perador. V er J. Bouffartigue, L ’em pereur Julien
et la culture de son tem ps, Institut d’Études Augustiniennes, Paris, 1992.
67. Juliano, Sobre la realeza 35.
68. Libanio, Discurso fúnebre por Ju lian o 155.
69. A m ia n o X X V 3 , 15-23.
70. Libanio, Discurso fúnebre p o r Ju lian o 2 7 2 . Sigo la traducción de Ángel G o n
zález Gálvez para la Biblioteca C lásica de G redos.
172
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
173
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
tenes. Y hay todavía m uchas otras opiniones que sería muy largo
relatar.
71. S. Pines, Studies in Arabic Versions o f Greek Texts, H ebrew University and
Brillj, Jerusalem , 1 9 8 6 ; Y. Shayegan, «The Transm ission o f G reek Philosophy into the
Islamic W orld», en S. H . N asr y O. Leam an (eds.), History of Islamic Philosophy, Rout-
ledge, London, 1 9 9 6 ; R. W alzer, Greek into Arabic, H arvard University Press, C am
bridge, 1962.
174
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
72. V er al-Suyútí, Jalál al-Dín, Hnsn al-muhádarah fí ta’rikh Misr w al-Q ábirab,
Al-Qahira, 1 967, I 6 0 , 7.
73. Son bien conocidas las fuertes objeciones que presenta al-Gazali (1058-1111)
al racionalism o de la filosofía griega. Están expuestas en su Tahafut al-Falasifa (La
incoherencia de los filósofos), que dará m otivo a Averroes a escribir su refutación Taha
fut al-tahafut (La incoherencia de la incoherencia). Al-Gazali critica especialm ente a
quienes dejándose guiar por la razón abandonan la religión y los preceptos rituales,
alejándose del cam ino de D ios y rechazando la creencia en la vida futura. L a fuente de
su incredulidad se encuentra en Sócrates, H ipócrates, Platón, Aristóteles y otros. En su
Al-Munquid min Addalal, al-Gazali considera heréticas las tres categorías en las que
incluye a tod os los filósofos: los m aterialistas, los naturalistas y los teístas. A este último
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
grupo pertenecerían Sócrates, Platón y Aristóteles. Sin bien los teístas han puesto de
m anifiesto y refutado los errores de los anteriores, deben ser considerados herejes,
com prendidos sus sucesores entre los m usulm anes, com o Avicena o al-Farabi. Frente a
al-Gazali, A verroes defiende la dignidad de aquella sabiduría hum ana que Sócrates se
atribuye en la Apología platónica, llegando a considerar a la filosofía com o la m anifes
tación suprem a de la religión.
74. Ibn al-N adim , al-Fihrist 2 4 5 , 22. V er tam bién Ch. E. Butterw orth, «Socrates’
Islam ic C onversion»: Arab Studies Journal 4/1 (1 996), pp. 4-11.
7 5. Ibn al-N adim , al-Fihrist 2 6 0 , 4.
7 6. I. Alon, Socrates Arabus. Life and Teachings, cit.
7 7. Al- ‘Am iri, Al-Amad 'ata al-Abad, N ew H aven, pp. 70-74.
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
charon para preguntarle «por algunas cosas del alma». «Fueron fa-
blando enello fasta que cumplió la su razón muy complidamente»,
desgranando sus argumentos tal como acostumbraba en tiempos de
mayor alegría. Y todos se maravillaban de que no dejaba de buscar la
verdad. «E dixole Sumenes (es, decir, Simmias) en preguntar vos
aquí seyendo desta guisa semeja nos grave cosa & fea. Otrosy en
dexar vos de preguntar es a nos grand perdida que non ha hombre
en la tierra saber sy non tu.» Sócrates le pidió que no dejara de
preguntar cuanto quisiera, «que la pregunta es a mi alegría».
Siguieron hablando sobre las almas hasta que, una vez resuelto
cuanto les preocupaba de este tema, pasaron a otros. «Preguntaron le
por el estado del mundo & por los movimientos de los cielos & por
el conocimiento de los elementos.» Encontramos aquí, como puede
verse, una referencia al Timeo que le sirve al autor de los Bocados
para ascender hasta «los saberes diuinos», con los que Sócrates con
cluirá la conversación filosófica con sus discípulos.
«E despues que acabo esto dixo: Creo que es llegada la hora de
mi muerte. Quiero me bañar & fazer oracion por tal que non aya
ninguno de lazerar en em bañar despues de la mi muerte & vos
ydvos a vuestras compañas.» Mientras Sócrates cumplía con estos
menesteres, sus discípulos lamentaban la gran pérdida que suponía
para ellos la muerte de este sabio y padre piadoso, «que fincarían
despues de su muerte como huérfanos». Tras el baño, llamó a sus
hijos y a su mujer, los aconsejó y se despidió de ellos. «E dixo Ecli-
ton: que nos mandas fazer de tu muger & de tus fijos & de todas tus
cosas.» Le contestó Sócrates que no les pedía que hicieran ninguna
otra cosa de lo que acostumbraba a pedirles y que se reducía a un
consejo: «Toda via pugnad de endereçar vuestras animas».
«E vino vn hombre de los onze juezes 8c dixole. Socrates: bien
sabes tu que non so yo el que te mato sy non los onze juezes que me
lo mandan fazer. Tu eres el mejor hombre que llego a este lugar.
Bebe la melezina & sufre lo que no puedes estorcer.» Sócrates estuvo
de acuerdo con estas palabras. Cuando sus discípulos lo vieron beber
«venció los el llorar & denostolos Socrates & predicóles & dixoles:
yo non embie de aquí las mugeres sy non por que non fiziessen lo
que vos fazedes. &c Callaron se por muy grand verguença del & por
obedescer le la su palabra & sufrieron del fuerte pesar en perder tal
hombre como él».
Tras beber la cicuta, Sócrates comenzó a andar hasta que sintió
los pies pesados, «& echóse & el su honbre pungióle con vna aguja
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GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
en los pies & dixole: Este pungimiento que agora te fago con el
aguja en tus pies sientelo. E dixole Socrates non». Le pinchó en las
piernas y Sócrates repitió que no sentía el pinchazo. «& fue crecien
do el frío fasta que llego a sus costados. & dixo Socrates quando
llegare el frío a mi coraçon morre.» Clitón le pidió que mientras
tuviera conciencia les aconsejara, pero Sócrates respondió que ya les
había aconsejado bastante. «& desy tendió la mano a la mano de
Ecliton & puso la sobre su rostro &c dixole Ecliton: manda me lo
que tu quisieres & non respondio ninguna cosa. Desy alço los ojos
al cielo & dixo: do la mi anima al recebidor de las animas de todos
los sabios & murió & cerróle Ecliton los ojos & apretóle sus
carrillos.»
Tras relatar el final de Sócrates, el autor de Bocados de oro nos
informa que dejó doce mil discípulos y discípulos de sus discípulos, y
nos ofrece esta curiosa descripción:
E fue Socrates de berm eja color & de buen grandor & co ra & de
ferm oso rostro & espaldudo & ossudo & de poca carne & los ojos
prietos & vagaroso de palabra & de m uchocallar & de m iem bros
quedos. Q uandodo andaua cataua a tierra de mucho pensar. Q uando
fablaua m ouia el dedo que es dicho jndex.
La imagen de la Edad Media como una edad oscura que habría dado
la espalda al clasicismo greco-romano hace décadas que ya no se
tiene en pie. José Antonio Maravall, en un artículo titulado «La
estimación de Sócrates y del saber literario en la Edad Media españo
la»94 defendió convincentemente que la peculiaridad de la cultura
medieval sólo puede entenderse en su estrecha dependencia de los
antiguos, por eso cuando la literatura medieval recurre a Sócrates lo
hace como quien cede la palabra a un contemporáneo. El Renaci
miento rompió esta comunidad con la creación de la conciencia
histórica. Si el hombre medieval tiene un contacto directo e inmedia
to (aunque puede que profundamente deformado) con los antiguos,
el renacentista es consciente de la distancia histórica que separa Flo
rencia de Atenas.
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101. R. M arcel, «Saint Socrate, patron de l’H um anism e», en Um anesim o e Scienza
Politica, M arzorati, M ilan o, 1 9 51, pp. 5 2 1 -5 2 8 . Ver J. A. M aravall, art. cit., p. 53.
102. Francisco C rosas (ed.), Vida y costum bres de los viejos filósofos: la traducción
castellana cuatrocentista del D e vita et m oribus philosophorum , atribuido a W alter
Burley, Iberoam ericana, M ad rid, 2 0 0 2 .
103. Guillaum e Lorris; Je an de M eun, E l libro de la R osa, Siruela, M adrid, 1986,
p. 131.
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109. Y ehuda ha-Levi y Abraham ibn’ Ezra, Poesía bispanohebrea tudelana, C aja de
N avarra, Pam plona, 2 0 0 3 , p. 31.
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N o tan solamente los vapores que salen de los ojos de los basiliscos
son venenosos: mas también de otras muchas serpientes. Ansí dice
Aristóteles en el Libro de las Propiedades de los Elem entos y de las
Plantas: que en el tiem po del rey Filipo, todos los cam inantes que
pasaban por un camino que estaba dentro de dos m ontes luego peres-
cían. La cual viniendo noticia de Sócrates hizo hacer un vaso grande
de vidrio: en el cual entró y hizo que le llevasen a aquel cam ino y
estando en el camino vio dos serpientes, una de las cuales estaba en
un monte, la otra en otro, las cuales vistas, conoscio Sócrates que el
daño que venía a los cam inantes era por causa destas serpientes.
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
D esta historia claramente se colige que hay animales que con su vida
em pozofian.
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113. T res años antes de la llegada de Pletón al concilio de Ferrara (1438), C ósim o
de M edicis ya disponía de una traducción de Las vidas de D iógenes Laercio que le
había vertido al latín A m brosius Traversarius.
114. «R esulta bastante hum orístico pensar — escribe Lacan— que durante cerca de
veinticuatro siglos de m editación religiosa no haya habido una sola reflexión sobre el
am or, ya sea entre los libertinos o entre los curas, que no se haya referido a este texto
inaugural [Banquete). A hora bien, al fin y al cabo, este banquete, tom ado en su aspecto
exterior, para alguien que se introduzca ahí sin estar sobre aviso [...] representa, desde
luego, una especie de asam blea de m ariconas, com o se suele decir, es una reunión de
viejas locas» (J. Lacan, El seminario VIII. La transferencia, P aidós, Buenos Aires, 2 0 0 3 ,
p. 52).
115. M . J. B. Allen, Synoptic Art: Marsilio Ficino on the History of Platonic Inter
pretation, O lschki, Firenze, 1998.
116. C. V asoli, Filosofía e religione nella cultura del Rinascimento, G uida, N ap oli,
1 9 8 8 , p. 29.
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118. Cancionero castellano del siglo XV, II, N ueva Biblioteca de A utores Españoles,
M ad rid , 1915, p. 171.
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KtiMf
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Sócrates Filósofo en tod a su vida fue visto reír ni llorar. Siem pre
m ostró una m ism a com postura de rostro. Y es mucho de considerar
que ni al tiem po que se casó m ostrasse alegría, ni el día que bevió la
ponçofia condenado por los atenienses a muerte m ostró tristeza. Y es
m ás de adm irar que no le perturbasse la condición de la muger,
áspera y insufrible, ni los hijos que tuvo, faltos de juizio y entendi
miento, siendo la causa que parecían m ás a la madre, que era atrona
da, que al padre filósofo, porque en su com postura puso ella más
parte, siendo fuerte y robusta, que no él, que por los estudios estava
flaco y debilitado. Y esta es razón precisa porque los padres sabios
engendran hijos necios. N ad a desto perturbó a Sócrates para m udar
su rostro, sino que todo fue prueva de su continencia. Es de Sabélico,
libro cuarto120.
Sócrates Filósofo se estava algún día desde que salía el sol hasta que
se ponía en pie sin m udarse de un puesto. Y preguntado qué fin tenía
en hazer esto, dezía que se ensayava para cuando le sucediessen casos
ásperos y dificultosos, que los sufriesse pacientemente y sin descom
ponerse. ¡Oh, quién viera a este filósofo lavado con el agua del
Bap tism o!121.
120. D iscurso 2 0 , 4.
121. D iscurso 62, 1.
202
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[...] tant laid il estoit de corps & ridicule en son maintien, le nez
pointu, le reguard d ’un taureau: le visaige d ’un fo l: simple en meurs,
rusticq en vestemens, pauvre de fortune, infortuné en femmes, inepte
à tous offices de la republicque: tousiours riant, tousiours beuvant à
un chascun, tousiours se guabelant, tousiours dissim ulant son divin
sçavoir. M ais ouvrans ceste boite, eussiez au dedans trouvé une celeste
& impreciable drogue: entendement plus que humain, vertu mervei
lleuse, couraige invincible, sobresse non pareille, contentement cer
tain, asseurance parfaicte, desprivement incroyable de tout ce pour-
quoy les hum ains tant veiglent, courent, travaillent, navigent &
bataillent.
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126. Ver E. M cG rath, «The D runken Alcibiades: R ubens’ Picture o f P lato’s Sym
posium»·. Jou rnal o f the W arburg an d C ou rtaald Institutes 4 6 (1983), pp. 228-235.
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I '
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5.7. Siglo xm l
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134. V oltaire, D iccionario filosófico II, ed. de A. M artínez Arancón, Tem as de H oy,
M ad rid , 2 0 0 0 , pp . 5 4 9 -5 5 1 .
214
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137. J. Seznec, «Le Socrate im aginaire», en Essa/s sur Diderot et l’Antiquité, Claren
don, O xford , 1957, pp. 1-22; B. Boehm, Sokrates im 18. Jahrhundert, cit.; M . M ontuo-
ri, «D e Socrate ju ste d am nato»: The Rise o f the Socratic Problem in the Eighteenth Cen
tury, Gieben, A m sterdam , 1 9 81; Ch. Grell, Le dix-huitième siècle et l’antiquité en
France. 1 6 8 2 -1 7 8 9 , V oltaire Foundation, O xford, 1 995, pp. 1 0 9 8 -1 1 0 9 ; G. Oberreu-
ter-Kronabel, D er Tod des Philosophen, W ilhelm Fink, M ünchen, 1986, pp. 25-36.
219
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SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
141. A. Arkush, M oses Mendelssohn an d the Enlightenm ent, Suny Press, N ew York,
1994. M endelssohn, que abre la historia m oderna de la relación entre judíos y alem a
nes fue conocido com o «el Sócrates de Berlín»; ver D. Borrel, M oses M endelssohn. L a
naissance du judaïsm e moderne, G allim ard, Paris, 2 0 0 4 .
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5.7.3. La iconografía
222
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142. C item os a Jacqu es G am elin (Sócrates bebiendo ¡a cicuta, Burdeos, M usée des
Beaux-Arts) y a G aetano G andolfi (Muerte de Sócrates, colección Trenta, Bolonia).
143. S. Allard, «L a m ort dans l’âm e. E ssai sur la représentation des derniers m o
ments de Socrate dans la peinture française du xviii siècle»: Philosophie Antique 1
(2001), pp. 183-204.
224
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
225
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'XV
Jean-Baptiste Regnault,
Sócrates arrancando a Alcibiades del abrazo de la Voluptuosidad (1785)
145. F. Auvray, Socrate détachant Alcibiade des charmes de la volupté, M usée des
Beaux-Arts, Valenciennes. A este au tor es atribuida tam bién una M uerte de Sócrates
que se encuentra en este m ism o m useo.
226
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5.8.1. Iconografía
227
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Le philosophe est assis dans un bocage, loin des hom m es et près d ’un
ruisseau qui murmure. O n voit voler derrière lui et se pencher à son
oreille son génie ou dém on familier, qui n’était peut-être que la soli
tude elle-même et le recueillement dans lesquels les vrais sages ont
toujours retrem pé leur âme et puisé des inspirations profon des146.
228
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229
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230
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147. F. Schleierm acher, «Über den W ert des Sokrates als Philosophen», en Säm tli
che Werke. D ritte Abtheilung. Z u r Philosophie, vol. 2, Berlin, 1 838, pp. 287 -3 0 8 .
148. Schleierm acher’s Introductions to the D ialogues o f P lato, Th oem m es Press,
Bristol, 1992.
149. V er tam bién F. Schleierm acher, Über die Philosophie P latons, M einer, H am
burg, 1996.
150. E sta opinion será retom ada por A st (1816), Socher (1820), Zeller (1846) y,
en Francia, por V ictor C ousin. Ver H . K räm er, Platon y los fundam entos de la m etafí
sica, M on te Avila, C aracas, 1 9 96, pp. 85 ss.
231
GUÍA PARA NO ENTENDER A SÓCRATES
151. Sobre Aristóteles com o fuente, ver Th. D em an, L e temoignage d ’Aristote sur
Socrate, Paris, 1942.
152. V er E. Spranger, H egel und Sokrates, Berlin, 1938.
153. «U ntersuchungen zum Sokrates-Prozess», en Sitzungsberichte der Wiener A k a
demie, 1 9 0 2 , pp. 7 ss.
154. D ie Athener und Sokrates, Berlin, 1837.
155. Sokrates und sein Volk, M ünchen, 1899.
156. Ragione e fede, T o rin o, 1942.
232
SÓCRATES EN LA HISTORIA DEL SOCRATISMO
157. S. K ierkegaard, D e los papeles de alguien que todavía vive. Sobre el concepto
de ironía, T rotta, M ad rid , 2 0 0 0 , p. 77.
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los griegos, revestido con el pomposo título de era trágica. Ahí está el
testimonio de su juvenil ensayo Die Philosophie im tragischen Zeital
ter der Griechen. Resulta clarificador ordenar cronológicamente al
gunos de los hitos más relevantes de la configuración nietzscheana
del socratismo:
1. El 19 de abril de 1869 Nietzsche llega a Basilea. Acaba de
obtener la cátedra de lengua y literatura griega. En una carta a Ritschl
confiesa: «Con la lectura del Fedón, tengo ocasión de infectar de
filosofía a mis escolares».
2. Pronuncia dos conferencias en Basilea el 18 de enero y el 2 de
febrero de 1870 con los títulos de El drama musical griego y Sócrates
y la tragedia.
3. El 16 de febrero de 1871 escribe en Lugano Sócrates y la
tragedia griega. En octubre entrega este texto al editor con el título
de E l nacimiento de la tragedia. En los esbozos preliminares exploró
diversas analogías entre Apolo y Sócrates que permitirán el desarro
llo de la imagen de un Sócrates apolíneo.
4. En 1872 Wilamowitz-Moellendorf critica las tesis de Nietz
sche en un opúsculo titulado Filosofía del futuro donde, tras desme
nuzar sus argumentos, lo anima a que «se atenga a lo que dice, que
empuñe el tirso, que vaya de la India a Grecia, pero que baje de la
cátedra desde la que debe enseñar la ciencia. Que reúna a sus pies
tigres y panteras, pero no a la juventud filológica de Alemania»10.
Inmediatamente Erwin Rohde sale en ayuda de su amigo y responde
a Wilamowitz con otro panfleto, titulado Pseudofilología (Leipzig,
1872).
5. En 1873 publica L a filosofía en la época trágica de los griegos.
En marzo, Wilamowitz responde a Rohde. Nietzsche queda muy
desacreditado como filólogo.
6. Dos años después, en las notas del verano de 1875, Nietzsche
escribe: «He de confesar que me siento tan cerca de Sócrates que casi
siempre estoy en lucha con él» (8, 97)163. El esbozo de una reconcilia
162. Sobre la incidencia de W ilam ow itz en la configuración teórica del Estado pla
tónico del nazism o, ver L. C anfora, Ideología de los estudios clásicos, Altai, M adrid,
1 991, pp. 2 2 6 ss. L a construcción de la im agen de un Platón político por parte de
W ilam owitz tiene m ucho que ver con la Usurpation nazi del platonism o. V er también
K. T öpner, Gelehrte Politiker und politisierende Gelehrte, Göttingen, 1970; y M . Isnar-
di Parente, «R ileggendo il ‘P laton’ di Ulrich von W ilam ow itz-M oellendorf», en Annali
della Scuola N orm ale di Pisa, 1973, p. 150.
163. R. Safranski, Nietzsche. Biografía de su pensam iento, T usquets, Barcelona,
2 0 0 1 , p. 151.
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1 66. Sobre los estudios platón icos en Inglaterra ver: A. Gatti, «E t in Britannia Pia
to. Sulla tradizione platón ica nella storia del pensiero inglese»: G iornale Critico della
Filosofía Italian a X X (2 0 0 0 ), pp. 5 7 -8 7 ; A. Baldwin y S. H utton (eds.), P latonism and
the English Im agination, C am bridge University Press, Cam bridge, 1 9 9 4 ; M . B aldi,M /W
senior to the World. Stoicism o e origenismo nella filosofía platón ica del Seicento ingle
se, M ilan o, 1 9 6 6 ; M . C anto-Sperber, «L a redécouverte de Platon à l’époque victorien
ne (1 8 3 5 -1 8 6 5 )», en Id., Éthiques grecques, PUF, Paris, 2 0 0 1 , pp. 305-368.
167. A. M om igliano, «G eorge G rote and the Study o f G reek H istory», en Studies
in Flistoriography, H arp er &c Row , N ew Y ork, 1 9 66, pp. 5 6 -7 4 . V er tam bién Id.,
«G eorge G rote et l’étude de l’histoire grecque», en Problèm es d ’historiographie ancien
ne et m oderne, pp. 3 6 1 -3 8 2 .
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181. H .-I. M arro u , H istoire de l’éducation dans l ’Antiquité I, Seuil, Paris. Sin olvi
dar, en Francia, a C . R am n oux («N ouvelle Réhabilitation des soph istes», en É tudes
Présocratiques, Klincksiek, Paris, 1 970, pp. 175-188).
182. J. de Rom illy, Les G rand Sophistes dans l’Athènes de Périclès, Fallois, Paris,
1988.
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191. «The Socratic Elenchus»: O xford Studies in Ancient Philosophy 1 (1983), pp.
27-58.
192. «Socrates’ D isavow al o f K now ledge»: Philosophical Q uarterly 35 (1985), pp.
1-31.
193. V er tam bién «Is the ‘Socratic F allacy’ Socratic?»: A ncient Philosophy 10
(1990), pp. 1-16 y «The H istorical Socrates and Athenian Dem ocracy»: P olitical Theory
11 (1983), pp. 49 5 -5 1 5 .
194. Socrates. Ironist an d m oral philosopher, C am bridge University Press, C am
bridge, 1 9 9 1 , pp. 4 7 -4 9 . Ver tam bién D. N ails, «Problem s with V lastos’s Platonic De-
velopm entalism »: Ancient Philosophy 13 (1993), pp. 2 7 3 -2 9 1 ; J . Beversluis, «V lastos’s
Q uest for the H istorical Socrates»: Ancient Philosophy 13 (1993), pp. 293 -3 1 2 . Contra
las tesis de V lastos C. H . K ahn ha defendido la im posibilidad de establecer ningún
periodo propiam ente socrático en los diálogos de Platón. Su propu esta, adem ás de una
interpretación unitaria del corpus platónico, requiere la negación del testim onio artis-
totélico sobre la singularidad de Sócrates (la definición de la virtud com o conocim ien
to, la negación de la akrasta, y la investigación sobre las definiciones universales) así
com o del de Jen ofon te, que son, y no p o r casualidad, los testigos principales de V las
tos. V er C. H . Kahn, P lato an d the Socratic D ialogue: The Philosophical Use o f Literary
Form , C am bridge University Press, C am bridge, 1996.
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Por último, para concluir con este tan sintético repaso, dirigire
mos nuestra atención hacia Leo Strauss (1899-1973)205, el pensador
político de origen alemán cuya escuela de pensamiento no ha dejado
de crecer en las últimas decadas tanto en los Estados Unidos como en
Europa. De los muchos aspectos de su compleja obra, creo que debe
resaltarse especialmente su crítica de la Modernidad y su decidida
toma de partido por los antiguos no por un afán de erudición libres
ca, sino porque cree necesario volver a conquistar su perspectiva
para contemplarnos a nosotros mismos desde su mirada. Sin embar
go, en decidida oposición a Nietzsche y Heidegger, Strauss no fija su
atención en los presocráticos, sino en Sócrates, Platón y Aristóteles.
«We are impelled — escribe en su The city and man, donde explica
los motivos profundos de su retorno a los antiguos-— to do so by the
crisis of our time, the crisis of the West.» Pero este retorno no puede
iniciarse desde los presupuestos implícitos en nuestra imagen de Só
crates y Platón porque en la medida en que han sido construidos por
la Modernidad forman parte de aquello que ha de ser superado. De
ahí que Strauss se aferre a la vía alternativa que le ofrece al-Farabi.
Leo Strauss ha encontrado en al-Farabi una vía no dogmática de
acceso a la cuestión socrática que ha tenido una gran relevancia entre
sus discípulos206. Al-Farabi habría sabido leer correctamente a Platón
porque fue el primero en comprender la complejidad de su escritura.
Para filosofar tras la condena de Sócrates, Platón se vio obligado a
desarrollar un doble discurso en el que lo patente, dirigido al lec
tor común, no necesariamente coincide con lo latente (dirigido al
lector filósofo). En un mismo texto Platón aprendió a transmitir
2 0 5 . V er L. Strauss, «The Spirit of Sparta or the Taste of X enoph on»: Social Research
6 (1939), pp. 5 0 2 -5 5 3 ; On tyranny. An interpretation o f X enophon’s ‘H iero’, N ew
Y ork, 1 9 4 8 ; Socrates an d Aristophanes, University o f C hicago Press, C hicago, 1 966;
X enophon’s Socratic discourse. An interpretation o f the ‘O econom icus’, Ithaca, N ew
Y ork, 1 9 7 0 ; X enophon’s Socrates, Ithaca, N ew York, 1 972; Studies in Platonic political
philosophy, University of C hicago Press, C hicago, 1 9 8 3 ; «O n the M in os», en T. L.
Pangle, The roots o f political philosophy. Ten forgotten Socratic dialogues, Ithaca, N ew
Y ork, 1 9 8 7 , pp. 6 7 -7 9 ; «The problem o f Socrates: five lectures», en The rebirth o f
classical political rationalism : an introduction to the thought o f Leo Strauss, University
o f C hicago Press, C hicago, 1 9 89, pp. 103-183. V er también L.-A. D orion, «L ’exégèse
straussienne de X én oph on : Le cas paradigm atique de M em orables IV, 4 »: Philosophie
Antique 1 (2001), pp. 8 7 -1 1 8 ; R. Brague, «O ikonom ia et enkrateia. À p ro p o s du com
m entaire de Leo Strauss sur VÉconomique de X én oph on »: Archives de Philosophie 3 7
(1 9 7 4 ), pp. 27 5 -2 9 0 .
2 0 6 . L. Strauss, «F arabi’s Plato», en L o u is Ginzburg Jubilee Volume, Am erican A ca
dem y for Jew ish Research, N ew Y ork, 1945, pp. 3 5 7 -3 9 3 ; D . Tanguy, Leo Strauss.
One biographie intellectuelle, G rasset, Paris, 2 0 0 2 , p. 101.
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O ·'
Hommage à Satîe
¡kMeternvsïfiçr· , " ;
I—
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________ Jld
G. Braque, Guitarre et verre. Anciens titres: Socrate;
N ature morte à la partition de Satie, 1921.
Centre Pom pidou-M N A M -C CI, Paris
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, i ä t ' kf ¡i Γ
n
214. P odríam os añadir tam bién dos im ágenes de Sócrates de Brancusi o los erotiza-
dos Sócrates de Paul Avirl (1906) o S. Christiaenssens (1994).
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ron como él en las tierras de Chequia, sino todos nosotros, los euro
peos que estemos dispuestos a escucharle y a transmitir su voz a las
generaciones que nos siguen.
La filosofía de Jan Patocka es una originalísima tentativa de me
diación entre la fenomenología y la tradición platónica. Nacido en
1907, en Bohemia, a finales de los años treinta, Patocka pudo cono
cer en la Sorbona a Edmund Husserl, gracias a Alexandre Koyré. El
impacto que le produjo fue tan considerable que decidió completar
sus estudios a su lado, manteniendo de esta manera un estrecho
contacto con algunos de sus discípulos, entre los que se encontraban
E. Fink, M. Heidegger y H. Arendt. A su regreso a su patria fundó el
Círculo Filosófico de Praga. En 1947 respondió con su Sócrates215 al
polémico libro de Gigon sobre el filósofo griego. El «Sócrates de
Praga» no pretende hacer erudición sobre el «Sócrates de Atenas»,
sino demostrar la radical actualidad de su exhortación al cuidado de
sí, de la necesidad de recuperar su conmoción para dotarnos del
coraje suficiente para no renunciar a vivir la vida tal como se debe.
En la invitación socrática a vivir en la verdad, a conocerse a uno
mismo y hacerse cargo de la propia vida encuentra Patocka una
actualidad trágica, porque asumir esa invitación significa estar dis
puesto a pagar un precio. El conflicto entre Sócrates y la ciudad no
fue un conflicto ateniense, sino un conflicto esencialmente político
que se reactualiza en la permanente colisión entre la conciencia de la
responsabilidad y las demandas de la ley. El evento esencial de esta
historia es la muerte de Sócrates. Sócrates es para Patocka un símbo
lo de libertad y al mismo tiempo un destino, que se desvela en las
frases conclusivas de este libro:
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ÍN D IC E G E N E R A L
C o n te n id o ................................................................................................... 9
C ro n o lo g ía ............................................................................................................... 11
I. S ócrates, el presunto....................................................................... 15
1.1. Las máscaras de Sócrates........................................................ 15
1.2. Aspecto físico de Sócrates....................................................... 19
1.3. La pobreza de Sócrates........................................................... 23
1.4. ¿Sócrates ágrafo?...................................................................... 26
1.5. Sócrates guerrero .................................................................... 31
1.6. La peculiar ironía socrática.................................................... 34
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In d i c e g e n e r a l
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