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La ley Plaetoria, del año 186 a. C, concedía una acción pública contra los que se
aprovechaban de la inexperiencia de estos adolescentes, y los tachaba de infames,
pero el acto seguía siendo válido. Finalizando la República se les concedió la “in
integrum restitutio” por el cual el estafado de entre 14 y 25 años podía reclamar que
se volvieran las cosas al estado anterior al negocio realizado, lo que producía tanta
incertidumbre que nadie quería contratar con ellos.
El varón púber sui iuris era plenamente capaz, conforme al derecho civil, para realizar toda clase
de negocios jurídicos; capacidad ésta que comenzaba desde el momento en que había cumplido
catorce años de edad, lo cual se explica por el hecho de que en los primeros tiempos los actos
jurídicos eran bastante raros, ya que el comercio no se había desarrollado; y porque los actos
jurídicos estaban llenos de solemnidades que requerían a menudo la presencia del magistrado
y frecuentemente la de personas que sirvieran de testigos; todo lo cual resultaba de hecho una
protección indirecta para los menores.
Pero no fue lo mismo desde el día en que por virtud del desarrollo del comercio y de la
simplificación de las formas primitivas, los actos jurídicos fueron más numerosos, más
frecuentes y más fáciles de realizar; pues entonces la necesidad de proteger al menor de
veinticinco años de edad se hizo sentir, y tal fue el objeto de la Lex Plaetoria, del siglo VI de
Roma, que da contra cualquier persona que engaña a un menor de veinticinco años, una acción
pública, que implica junto con la infamia ciertas privaciones políticas.
Según algunos autores la Lex Plaetoria acordó al menor una acción para hacerse
devolver lo que hubiera dado en cumplimiento de un convenio doloso que hubiera celebrado; y
después de introducido el procedimiento formulario, habría podido rehusarse a cumplir su
obligación oponiendo una excepción de dolo a la parte contraria que lo hubiera demandado
judicialmente para lograr tal cumplimiento. Pero, según opinan otros, la Lex Plaetoria no
establecía más sanción que la imposición de una pena al infractor, o sea que había sido una ley
minus cuam perfecta.
EI derecho pretoriano llegó más lejos que la Lex Plaetoria, pues permitió al menor no
solamente engañado, sino simplemente lesionado por el acto que había realizado, obtener la
resolución del mismo por decisión del magistrado; siendo sólo necesario para que se acordara
esta restitución lo siguiente:
A partir del emperador Marco Aurelio, pasó la curatela de especial y accidental a ser
permanente; tendiendo a asemejarse más a la tutela. Sin embargo, no se impuso al menor en
forma general, pues constituyó una regla el que los menores no tenían curador contra su
voluntad.
Excepcionalmente podía ser obligado el menor a asistirse de un curador, a petición de
la parte contraria, para actos que no pudiera realizar más que con él y para los cuales se pudiera
exigir ésta garantía de hecho contra la ulterior nulidad del acto; tales eran: la rendición de
cuentas de la tutela, la realización de un pago al menor o un juicio contra el mismo menor
A partir del emperador Diocleciano,se distinguieron dos clases de menores: los que
tenían curador y los que no lo tenían.
Los menores con curador eran incapaces, como los pupilos en mayor infancia y como
los pródigos, ya que ellos por sí mismos podían mejorar su condición, pero no podían
empeorarla sin el “consensus curatoris”.
Los menores que no tenían curador eran plenamente capaces para mejorar su condición
y para empeorarla, sin asistencia de nadie.
Estas dos clases de menores se asemejaban sin embargo desde dos puntos de vista:
a) que podían en caso de lesión hacer rescindir sus actos por la vía de la in integrum restitutio;
y, b) que la oratio Severi se aplicaba a las dos clases de menores en cuanto a la enajenación
de los inmuebles rurales y los situados en los barrios de la ciudad, ampliada por Constantino a
los inmuebles urbanos y a los muebles preciosos.
EI “consensus curatoris” era la adhesión del curador a un acto ejecutado por un menor.
Este modo de intervenir el curador era especial para el curador del menor, o sea el sujeto entre
14 y 25 años, pues los otros curadores no procedían sino por la gestio, o sea, que reemplazaban
al incapaz y no lo asistían. Esta forma de intervenir apareció el mismo día en que la Lex Plaetoria
proveyó al menor de un curador para actos jurídicos determinados.
La Venia Aetatis
La “venia aetatis” era una institución que tenía por fin conferir a un menor de veinticinco
años de edad una capacidad casi completa, antes de esa edad. Parece que fue creada por
Septimio Severo y por Caracalla, pero recibió su forma definitiva bajo Constantino.
1) Determinada edad, o sea veinte años para los hombres y dieciocho años para las
mujeres.
2) Un rescripto imperial.
Para el menor que estaba en curatela, la venia aetatis le hacía salir de su minoridad y lo
hacía capaz; además, lo privaba del beneficio de la in integrum restitutio. Para el menor que no
estaba en curatela, la venia aetatis no producía ese último efecto.
Además, el menor, a partir de la venia aetatis seguía sometido a la oratio Severi y a las
agravaciones ulteriores establecidas por Constantino. En esto es en lo que difería del mayor de
veinticinco años.
En el derecho romano los menores de veinticinco años y mayores de catorce
son considerados incapaces para realizar algunos actos jurídicos puesto que no
los pueden realizar con la diligencia debida, sin embargo, no están sujetos a
tutela puesto que ésta es prevista para menores de 14 años o impúberes.
Es importante mencionar que este tipo de curatela se refiere a los varones que
se encuentren entre los 14 y 25 años, puesto que tratándose de mujeres al
superar la pubertad se sujetan a la tutela perpetua.
La cura minorum, surge en principio, mediante la lex Plaetoria, para proteger al
menor y se le concede una acción para el caso en que, sin mediar un curador
que le asista, se celebre un acto jurídico que le perjudique.
Inicialmente, el curador se designaba a petición del mismo menor y para un
negocio en particular (Iglesias, 1972: 590), siendo que la contraparte en el
negocio solamente podía solicitar el nombramiento o intervención del curador ya
durante el proceso de ejecución de la obligación.
Posteriormente, se estipuló la designación de un curador permanente para los
menores de veinticinco y no solamente para los negocios específicos.
En materia procesal era obligatorio un curador
a) Curatela de los Pupilos.
El impúbero en tutela puede por excepción tener un curador en los siguientes casos:
1) Cuando el tutor logra excusarse temporalmente da lugar al nombramiento de un
curador, que sólo administra; si hiciere falta autorizar, entonces se procede a
nombrar un tutor especial. 2) Cuando ha sido rechazada una excusa al tutor y éste
apela al magistrado superior, mientras se resuelve su apelación se da un curador al
pupilo. 3) Cuando el tutor sostiene un proceso contra su pupilo. 4) Cuando un tutor
es incapaz, aun siendo fiel, se le adjunta un curador.