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ENSAYO

DEBATE DE AGUSÍN LAJE Y NICOLAS MARQUÉZ CONTRA LOS CUATRO


ZURDOS
Esta iniciativa tenía un sentido pedagógico y de defensa de derechos fundamentales, sin
embargo, impulsó una ola de movilización en defensa de la concepción tradicional de familia
compuesta por hombre y mujer, y en contra de la llamada “ideología de género” que pretendía
instalarse en el país a través del reconocimiento de derechos de las personas con identidades
de género diversas. Los viejos principios socialistas de lucha de clases, materialismo
dialéctico, revolución proletaria o violencia guerrillera, ahora fueron reemplazados por una
rara ingesta intelectual promotora del «indigenismo ecológico», el «derecho-humanismo»
selectivo, el «garantismo jurídico» y por sobre todas las cosas, por aquello que se denomina
como «ideología de género», suerte de pornomarxismo de tinte pansexual, impulsor del
feminismo radical, el homosexualismo ideológico, la pedofilia como «alternativa», el aborto
como «libre disposición del cuerpo» y todo tipo de hábitos autodestructivos como forma de
rebelión ante «la tradición hetero-capitalista» de Occidente.

Toda esta ensalada vanguardista se escuda bajo lemas de apariencia noble, tales como el
igualitarismo, la inclusión, la diversidad o los derechos de las minorías: verdaderas caretas
de la ideología de género, cuyo contenido constituye la prioridad militante en esta izquierda
desarmada que resolvió canalizar su odio por medio de grupos marginales que ella captura y
adoctrina para sí , con el fin de vehiculizarlos de manera funcional a su causa y, de esta forma,
dominar la academia, hegemonizar la literatura, monopolizar las artes, manipular los modos
del habla, modificar hábitos e influir en los medios de comunicación. La nueva izquierda no
busca más secuestrar empresarios sino el sentido común; no persigue tomar una fábrica sino
la cátedra, y ya no trata de confiscar cuentas bancarias sino la manera de pensar: todo lo
demás vendrá por añadidura, vaticinan sus cultores." A este debate se sumaron otras
iniciativas recientes que se han empeñado en reversar lo que ya la Corte Constitucional ha
decretado en relación con dos temas que guardan estrecha relación ya que protegen los
derechos de parejas del mismo sexo y otros asuntos relacionados en gran parte de América
Latina, mencionan que los valores que promueven las iglesias católicas y cristianas son los
que rigen el modelo de familia hegemónico, sin embargo, la investigación sobre la imagen
de la portada de “El Libro Negro de la Nueva Izquierda” afirmó otra perspectiva o arista
sobre los intereses que protege la campaña contra “la ideología de género”: si bien es cierto
que tales valores se fundamentan en los roles de género asignados para hombres y mujeres,
y que existe un temor implícito en el colapso cultural que ocasionaría la desestabilización de
dichos roles, otros intereses, de orden puramente político-económico, se encuentran
fuertemente imbricados. Lo que los grupos de derecha no pueden y no quieren aceptar es una
sociedad compartida de modo equitativo, es decir, una sociedad donde los recursos y los
bienes materiales, así como los espacios y los derechos de participación, son repartidos de
manera homogénea.

Para estas personas la competencia, la acumulación y el escalamiento social como forma de


poder, hacen parte o son su horizonte de sentido, y cualquier modo de existencia que amenace
dicho horizonte debe ser aniquilado. Esta forma de pensamiento transmitida por el sistema
global de capital, ha formado una alianza perfecta con las iglesias guardianas del statu que
especialmente en nuestra región, pues la vigilancia moral sobre los cuerpos y los
comportamientos que dichas instituciones ejercen, es la que permite las condiciones óptimas
para que todo siga igual.

LA HISTORIA DE SARA WINTER, DE FEMINISTA RADICAL A PRO-VIDA

Se hace llamar Sara Winter, pero su nombre real es Sara Fernanda Giromini, es brasileña, ex
candidata a diputada federal por el partido de derecha Demócratas, actual funcionaria pública
del gobierno del presidente evangélico y ex militar de extrema derecha Jair Bolsonaro; se
autodefine como “ex feminista” y “pro-defensa”, esto último, dice porque defiende la
dictadura militar de Brasil. Grupos ultra conservadores religiosos promovieron su visita en
Ecuador para realizar una amplia agenda de medios y eventos públicos para hablar de la
familia, los valores, contra el feminismo, la despenalización del aborto, el matrimonio
igualitario. Un discurso ultra conservador que la extrema derecha de Brasil busca exportar, y
en Ecuador algunos políticos y medios de comunicación lo han tomado con una facilidad que
asombra: sin preguntas, sin verificación, sin contextualización.
Además, se la vio con las frases «fui prostituta: ¿merezco morir?» marcadas en su cuerpo.
Estas actitudes llamaron la atención de la prensa, con la que ganó relevancia mediática al
pasar por distintos programas de televisión, radio y entrevistas para portales digitales. Sin
embargo, al poco tiempo toda su imagen feminista comenzó a caer cuando fue cuestionada
por haberse declarado en sus redes sociales como admiradora de Plínio Salgado, fundador de
la Acción Integralista Brasileña, partido de extrema derecha inspirado en el fascismo italiano
y por haber elogiado a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher. Al mismo tiempo,
llamó la atención un tatuaje que tenía en el pecho de la cruz de hierro, considerada una
condecoración nazi. Winter reconoció a los medios brasileños haber pertenecido a grupos de
simpatizantes neonazis en plataformas digitales. Incluso, se la acusó de usar su pseudónimo
en honor a Sarah Winter, una militante nazi-fascista en Inglaterra durante la Segunda Guerra
Mundial. Al mismo tiempo agrupaciones feministas de Brasil criticaron en ese momento
duramente las posiciones asumidas por Winter al frente del movimiento Femen porque
consideraban que “no conocía con profundidad el feminismo y defiende banderas
contradictorias, o que no tienen sentido para la realidad brasileña». Hasta se la cuestionó por
un texto firmado por ella en 2011 –antes de liderar manifestaciones de Femen– donde
criticaba las protestas sin ropa y se reconocía parte de la «derecha nacionalista».

Cabe destacar que la agrupación ucraniana fundada en 2008 ha sido cuestionada en


numerosas ocasiones por grupos feministas tradicionales de Europa por supuestos vínculos
con neonazis, su ideología radical y por su acción en escena solo con mujeres de belleza
hegemónica y de raza blanca. Al mismo tiempo, feministas negras organizadas de Brasil
rechazaron desde el minuto cero tanto a Winter como a Femen. De hecho, en las imágenes
de las protestas de todo 2012 solo se puede ver menos de una decena de mujeres blancas con
pancartas en un país donde más del 60 por ciento de la población es negra. Luego de una gran
cantidad de insostenibles escándalos, la ucraniana fundadora de Femen Alexandra
Shevchenko, terminó expulsando a la brasileña y en una entrevista al diario Zero Hora dijo:
«No tenemos más Femen Brasil, la persona que nos representaba, Sara Winter, no forma
parte de nuestro grupo, tuvimos muchos problemas con ella. No está lista para ser líder. Sara
Winter no respetó la ideología del grupo, y la acusó de no rendir los fondos que la
organización le brindó. Ya alejada de Femen, fundó Bastardxs en 2013, otra agrupación que
denominó «feminista que aceptaba hombres», donde criticó las protestas sin ropa «porque a
la gente ya no le gustaba» y aseguró que se respetaba que los integrantes practiquen religión.

Y, a pesar de haber protestado en el pasado en contra de la alienación social que causaba el


programa de televisión Gran Hermano Brasil, se inscribió para ingresar a la casa en 2014
generando un alto revuelo mediático. “Me arrepiento de haber abortado y hoy pido perdón”.
A partir de allí dijo regir su vida por los 10 mandamientos, por Jesús y por la Virgen María,
se convirtió en activista contra el aborto y en 2018 se lanzó en la política por el partido
Demócratas (DEM), uno de los partidos de derecha más conservadores del parlamento
brasilero, fue candidata a diputada federal por Río de Janeiro.

“Este es el movimiento más intolerante que he conocido en la vida. Él sólo da soporte a las
mujeres que siguen una cartilla específica: tiene que ser de izquierda, no puede ser cristiana,
no puede ser heterosexual y tiene que comenzar a reconstruir su estética. Si la mujer se alisa
el pelo, se pinta, usa tacón alto, tiene que parar. Algunas mujeres se sienten cómodas así,
otras no. Pero si lo hace, tendrá más voz dentro del movimiento. Entonces ellos deshacen su
estética, su creencia, su orientación sexual, su posición política.”

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