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El médico a palos
Comedia de Moliére
PERSONAJES
DOÑA REGINA
DOÑA PAULA
LEANDRO
ANDREA
BARTOLO
MARTINA
INÉS
LUCAS
ROBERTA
La escena representa en el primer acto un bosque, y en los dos siguientes una sala de casa
particular: con puerta en el foro, y otras dos a los lados.
Acto I
Escena I
BARTOLO, MARTINA.
BARTOLO.- ¡Válgame Dios, qué duro está este tronco! El hacha se gasta, y él no se parte...
BARTOLO.- ¡Demasiado trabajo para mi gusto!... ¿¡Y con este calor!?... Me fatigo, me canso,
me agoto… Así que mejor descanso y bebo, que esta triste vida, es mejor que otro la lleve…
MARTINA.- (SALE) Pero qué veo: ¡Vago, Flojo, Holgazán!, ¿Qué haces ahí sentado, bebiendo,
sin trabajar? ¿Tienes que terminar de cortar esa leña y llevarla a la casa, y ya es cerca de
medio día?
BARTOLO.- ¡Ay, qué trabajo es tener esposa! Bien dice Séneca, que la mejor esposa es peor
que un demonio.
MARTINA.- Ahhhh ¿Para eso sí eres hábil? ¡Para hablar de filósofos y pensamientos!
BARTOLO.- Si soy hábil. A ver dónde encuentras un leñador como yo, que sepa razonar así
las cosas y que haya servido seis años a un médico famnoso.
BARTOLO.- ¡Sí!... ¡¡¡ A ti !!!... Así que ¡Toma!. (DA DE PALOS A MARTINA.)
ROBERTA.- (ENTRANDO) ¿Qué pasa aquí? , pero… ¿Qué es esto?, ¡Malhaya el bribón que
le pega a su mujer!... ¡Mujer no te dejes!
MARTINA.- (A ROBERTA CON LAS MANOS EN JARRA) ¿Y tú por qué te metes donde no te
llaman?
ROBERTA.- Nadie.
ROBERTA.- Nadie.
ROBERTA.- Nada.
MARTINA.- ¡Descarada!, (LE PEGA) ¿Y con qué cara quieres impedir que los maridos le
peguen a sus mujeres?... ¡¿Quién te crees?!...
ROBERTA.- (SE MEDIO RESGUARDA CON BARTOLO) Perdón, perdón… Señor, creo que
tiene todo el derecho para pegar a su mujer. ¡Es más! Yo lo apoyo. ¡Péguele! Dele con todo que
tiene razones para hacerlo. Es más si quiere yo lo ayudo.
BARTOLO.- Es mi mujer…
BARTOLO.- Entérate que Cicerón dijo: “Que entre el árbol y el dedo no conviene poner la
corteza”
MARTINA.- No quiero.
BARTOLO.- Vamos.
BARTOLO.- Malaya sean mis manos que han sido causa de enfadar a mi esposa... Anda:
dame un abrazo. (TIRA EL PALO A UN LADO Y VA ABRAZARLA.)
BARTOLO.- Pero si te estoy pidiendo perdón. Total… Entre dos que se quieren, diez o doce
garrotazos más o menos, no valen nada...
BARTOLO.- ¡Bravo!... Ahora me puedo ir tranquilo… Y me iré al bosque a buscar más leña
para la casa, ya verás.
Escena II
INÉS.- ¿Qué quieres que te diga amigo Lucas? Hay que obedecer a nuestra dueña; sobre todo
si la salud de su hija es la que está en juego... Y la señorita Paula es tan amable, tan alegre, tan
guapa... que todo se lo merece, hasta que un buen médico la cure.
MARTINA.- (APARTE.) ¡Creo que con estos dos puedo armar la venganza que necesito!...
(CON ELLOS) señores, perdonen ustedes, pero… ¿Buscan un médico?
INÉS.- Sí, para una señorita que vive aquí cerca, en la casa de campo junto al río.
MARTINA.- ¡Ah, sí! La hija de Doña Regina. Paulita, ¡Válgame Dios! Pues, ¿Qué tiene?
MARTINA.- ¡Qué lástima! Pues... (INVENTANDO) Pues mire usted, aquí en este pueblo,
tenemos al hombre más sabio del mundo, que hace Milagros con enfermedades incurables.
MARTINA.- Sí señora.
MARTINA.- no es eso, sino que… Es un hombre extravagante y lunático que hace esfuerzo en
parecer ignorante y bruto porque no quiere que conozcan el talento maravilloso que Dios le dio.
INÉS.- Eso es admirable… Es que todos los grandes hombres tienen siempre algún toque de
locura mezclada con su ciencia.
MARTINA.- Así como lo oyen… Y les aseguro que si no le caen a palos, jamás reconocerá que
es un medico. Si le ven que está obstinado en negarlo, tome cada uno un buen garrote, y ¡¡¡ Zurra
con él !!!, y verán como confiesa.
MARTINA.- ¿”Curas” dice usted? “Milagros” se pueden llamar. Habrá dos meses que murió en
el pueblo vecino una pobre mujer, y cuando ya iban a enterrarla, quiso Dios que este hombre
estuviese por casualidad en una calle por donde pasaba el entierro. Se acercó, examinó a la
difunta, le echó en la boca una gota de yo no sé qué, y la muerta se levantó tan alegre.
MARTINA.- Vayan, vayan… Pero eso sí: Acuérdense de los garrotazos. (TOMA EL PALO DE
BARTOLO) Aquí tienen el que yo uso para recordarle que es médico, se los presto.
INÉS.- (TOMA EL PALO) Gracias… Lástima que éste sea el método para hacerlo reaccionar.
MARTINA.- Sí. (AGARRA OTRO PALO Y SE LO DA A LUCAS) Y usted tome otro porque a
veces se pone necio y es mejor darle por partida doble.
BARTOLO.- (VOZ EL OFF. CANTA) Beber, beber, beber es una gran placer, el agua para las
ranas y pa’ los patos, que nadan bien.
Escena III
INÉS, LUCAS.
INÉS.- Mira, retirémonos uno a un lado, y otro a otro, para que no se nos pueda escapar. Y
vamos a tratarlo con la mayor cortesía del mundo. ¿Lo entiendes?
LUCAS.- Sí.
INÉS.- Y sólo en el caso de que sea absolutamente necesario... ¡Zas! (CON EL PALO)
INÉS.- Ahí llega. (SE OCULTAN A LOS DOS LADOS DEL TEATRO.)
Escena IV
INÉS Y LUCAS ESCONDIDOS, BARTOLO SALE DEL MONTE CANTANDO, CON EL HACHA Y
LAS ALFORJAS AL HOMBRO; SIÉNTASE EN EL SUELO EN MEDIO DEL TEATRO Y SACA DE
LAS ALFORJAS UNA BOTA O GARRAFA DE VINO.
BARTOLO.- (CANTANDO) Beberrrr, beberrrr, beber es un gran placer, el agua para las ranas y
pa’ los patos que nada bien… (NORMAL) Ya trabajé suficiente, así que ahora un descanso.
(BARTOLO BEBE, VA A PONER LA BOTA AL LADO, POR DONDE SALE LUCAS, EL CUAL LE
HACE CON EL SOMBRERO EN LA MANO UNA CORTESÍA. BARTOLO, SOSPECHANDO QUE
ES PARA QUITARLE LA BOTA, VA A PONERLA AL OTRO LADO)
INÉS.- Y con todo respeto, y con la veneración más humilde... Venimos a implorar su auxilio.
INÉS.- Favor que usted nos hace... Pero, cúbrase usted, que el sol está fuerte.
LUCAS.- Venimos en su busca porque sabemos del sobresaliente talento que usted tiene...
INÉS.- ¡Un hombre estudiado como usted cargando leña! ¡Un hombre tan sabio!
LUCAS.- ¿Tan insigne médico por qué le esconde al mundo los talentos que usted tiene?
BARTOLO.- (MIRA A LOS LADOS) ¿Quién, yo?
BARTOLO.- Ustedes serán los médicos, que yo en mi vida lo he sido. (APARTE.) Estos están
borrachos.
BARTOLO.- Estén ustedes como estén, ¡Yo no soy médico, ni lo he sido jamás!
BARTOLO.- Pues, les repito que etán locos y no soy médico . (SE LEVANTA, QUIERE IRSE,
ELLOS LO ESTORBAN Y SE LE ACERCAN, DISPONIÉNDOSE PARA APALEARLE.)
BARTOLO.- No señor.
BARTOLO.- No.
BARTOLO.- No.
LUCAS Y INÉS SE MIRAN COMO SI NO TUVIERAN MÁS REMEDIO.
INÉS.- Pues, amigo, con su permiso, tendremos que valernos del remedio que nos dieron para
que lo reconociera... (EN UNA ORDEN) Lucas.
LUCAS.- Éste. (DANLE DE PALOS ; COGIÉNDOLE SIEMPRE LAS VUELTAS, PARA QUE NO
SE ESCAPE.)
BARTOLO.- ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!... (QUITÁNDOSE EL SOMBRERO.) ¡Basta! ¡Claro que soy médico,
soy médico, doctor, internista y todo lo que ustedes quieran!
INÉS.- Pues, bien, ¿Por qué nos obliga usted a esta violencia?
BARTOLO.- El trabajo es para mí que los llevo... Pero, señores, ¿Qué es esto? ¿Es una
broma, o están ustedes locos?
BARTOLO.- ¡Ay!, ¡ay! ¡Pobre de mí! (PÓNESE DE RODILLAS, JUNTANDO LAS MANOS, EN
ADEMÁN DE SÚPLICA.) Sí que soy médico. Sí señor, soy médico.
BARTOLO.- Sí señor, y cirujano también, pediatra, urólogo, enfermero y todo lo que quieran.
INÉS.- ¡No se arrepentirá! Mire que le pagaremos muy bien su trabajo y quedará contento.
BARTOLO.- Pero, hablando ahora en paz, ¿Es cierto que soy médico ?
INÉS.- Certísimo.
BARTOLO.- ¿Seguro?
INÉS.- ¿Y el muchacho que cayó de una torre y se hizo la cabeza una tortilla?
LUCAS.- También.
INÉS.- Así que lo que le traemos será fácil para usted, señor doctor. Se trata de curar a una
señorita muy rica, que vive en la casa cerca del molino. Usted sólo tiene que venir con nosotros y
tendrá comida, bebida, hospedaje y se le tratará como un rey.
BARTOLO.- Pues, señor, vamos allá… (CAMINA Y SE FRENA) ¡Un momento! ¿Y mi ropa de
médico?
INÉS.- Nosotros tenemos en casa. Tantos médicos ya han ido que tenemos ropajes de sobra.
BARTOLO.- No, poco a poco. (INÉS RECOGE LAS ALFORJAS Y EL HACHA. BARTOLO LE
QUITA LA BOTA Y SE LA GUARDA DEBAJO DEL BRAZO.) La bota se va conmigo.
BARTOLO.- Claro, es mi medicina preferida… Así que cuidado con llevarme la contraria…
¡Qué yo soy el médico! Así que andando y a saltitos.
BARTOLO.- Sí, así se mejora la circulación de la sangre. Así que por prescripción médica: ¡A
saltitos!
Acto II
Escena I
LUCAS.- Todos los médicos que hemos visto no le llegan ni a los tobillos.
DOÑA REGINA.- Me dejan aturdida con ese personaje. Ya estoy impaciente de verlo.
Escena II
ANDREA.- ¡Ay, señora! Que aunque el médico sea un pozo de ciencia, me parece a mí que no
hacemos nada.
DOÑA REGINA.- ¿ A qué novio, impertinente? ¿En dónde está ese novio?
ANDREA.- ¡Qué rápido se le olvidan a usted las cosas! ¿Pues qué, no sabe usted que Leandro
la quiere, que Leandro la adora, y ella le corresponde? ¿No lo sabe usted?
DOÑA REGINA.- La fortuna del tal Leandro está en que no le conozco, porque desde que tenía
ocho años no le he vuelto a ver... Y ya sé que anda por aquí acechando y rondándome la casa;
pero como lo encuentre... (CON DESPRECIO) ¡Leandro! ¡Vaya partido! ¡Con un imberbe que
acaba de salir de la universidad y que no tiene ni un cuarto en el bolsillo!
DOÑA REGINA.- ¡Vete al instante de aquí, lengua deL demonio! (ANDREA SE APARTA)
LUCAS.- (BAJITO CON ANDREA) ¡Siempre tienes que tocar ese tema, Andrea! Cállate, y no
discutas con la dueña de la casa, tú no entiendes que la señora no necesita de tus consejos para
hacer lo que quiera. Doña Regina es la madre de su hija, y su hija es su hija, y su madre es la
señora. ¿Entiendes?
Escena III
ENTRAN INÉS Y BARTOLO, ÉSTE, VESTIDO CON CASACA ANTIGUA, SOMBRERO DE TRES
PICOS, Y BASTÓN.
INÉS.- Aquí tiene usted, Doña Regina, al estupendo médico, al doctor infalible, a la lumbrera
del mundo.
DOÑA REGINA.- Me alegro mucho de conocerlo, señor doctor. (SE HACEN CORTESÍAS UNO
A OTRO, CON EL SOMBRERO EN LA MANO.)
BARTOLO.- Sí señora.
BARTOLO.- ¿No?
BARTOLO.- ¿No? Pues ahora verás como te conviertes en médica. (ARREMETE HACIA ELLA
CON EL BASTÓN LEVANTADO, EN ADEMÁN DE DARLE DE PALOS . HUYE DOÑA REGINA;
LOS CRIADOS SE PONEN DE POR MEDIO, Y DETIENEN A BARTOLO.)
DOÑA REGINA.- Sí, pero que se vaya al infierno con esas bromas.
INÉS.- Mire usted, señor facultativo, esta señora es nuestra dueña, y madre de la señorita que
usted va a curar. La que va a pagar.
DOÑA REGINA.- No, no ha sido nada... Por ahora… (A LUCAS E INÉS) ¿Seguro que no está
loco? (ELLOS NIEGAN) Pues, señor, a nuestro asunto…Yo tengo una hija muy mala...
BARTOLO.- Muchas madres se quejan de lo mismo, que las hijas son malas.
DOÑA REGINA.- Viva usted mil años, que yo le estimo su buen deseo.
BARTOLO.- ¡Paulita! ¡Lindo nombre para curarse!... (POR ANDREA. APRECIÁNDOLA.) Y esta
doncella tan hermosa, ¿Quién es?
DOÑA REGINA.- Bueno, ahora voy a hacer que salga la niña para que usted la vea.
Escena IV
BARTOLO.- ¡Y qué frescota que es!... Y que... Regocijo da el verla... Y que… ¡Hermosa boca
tiene!... ¡Qué dientes tan blancos, tan igualitos, y qué risa tan graciosa!... ¡¿Y los ojos?! ¡En mi
vida he visto un par de ojos más habladores, ni más traviesos!
BARTOLO.- Tranquilo buen hombre, tranquilo. Que yo solo la veo con ojos “médicos”, y la
analizo con el pensamiento de la ciencia “médica”… Y si la toco, sera con pura y santa sabiduría
“médica”…
Escena V
BARTOLO.- ¡Bueno! ¡Gran señal! ¡Gran señal! Cuando el médico hace reír a las enfermas es
que todo va muy bien... A ver, ¿Qué la duele a usted?
DOÑA PAULA.- (MUDA. DICE COSAS INDESCIFRABLES) hag, neg, nib gog…
BARTOLO.- ¿Hag, neg, nib, gog? ¿Qué idioma es ese? Yo no entiendo palabra.
DOÑA REGINA.- Pues ése es su mal. Habla de esa manera, sin que se pueda saber la causa.
Vea usted qué desconsuelo para mí.
TODOS.- ¿Cómo?
BARTOLO.- ¡Una mujer que no habla es un tesoro! ¿Cómo hago para que mi mujer se
contagie? Si mi esposa tuviera esta enfermedad, lo pensaría dos veces antes de curarla.
DOÑA REGINA.- (MEDIO MOLESTA) A pesar de eso, yo le suplico a usted que aplique todo su
esmero para curarla.
BARTOLO.- Se curará, pierda usted cuidado. Pero, esta curación que no se hace así como así.
¿Come bien?
BARTOLO.- ¿No? ¡Malo!... ¿A ver el pulso?... ¡Ajá! este pulso indica... ¡Claro! Está claro.
BARTOLO.- ¡Muda!
BARTOLO.- No importa. Aristóteles dijo: Bonus bona bonum, uncias duas, mascula sunt
maribus, honora medicum, acinax acinacis, est modus in rebus. Amarylida sylvas. Que quiere
decir que esta falta de coagulación en la lengua la causan ciertos humores que nosotros
llamamos humores... acres, proclives, espontáneos, y corrumpentes. Porque, como los vapores
que se elevan de la región... (SE EMOCIONA HABLANDO Y SE PIERDE) ¿Dónde están ustedes?
BARTOLO.- Ah, si… Continúo: De la región lumbar, pasando desde el lado izquierdo donde
está el hígado, al derecho en que está el corazón, ocupan todo el duodeno y parte del cráneo; de
aquí es, según la doctrina de Ausias March y de Calepino, que la malignidad de dichos vapores...
¿Me estoy explicando?
BARTOLO.- Pues, como digo; supeditando dichos vapores las carúnculas y el epidermis,
necesariamente impiden que el tímpano comunique al metacarpo los sucos gástricos. Doceo,
doces, docere, docui, doctum, ars longa, vita brevis: templum, templi: augusta vindelicorum, et
reliqua... ¿Qué tal? ¿He dicho algo?
DOÑA REGINA.- Creo que dijo usted que el corazón está al lado derecho y el hígado al
izquierdo; y en verdad que es todo lo contrario.
BARTOLO.- ¡Mujer Ignorante!, ¡Ignorancia de los ignorantes! ¿Ahora me sale usted con esas
antigüedades? ¡Eso era antes! Ahora ya se sabe que es al revés.
DOÑA REGINA.- ¿Y qué le parece a usted que debemos hacer con la enferma?
BARTOLO. -Primeramente harán ustedes que se acueste, luego le darán unas buenas friegas
con alcohol... Y después, una gran sopa de vino.
ANDREA.- ¡¿Qué?!
INÉS.- Es verdad...
DOÑA REGINA.- Algún ángel le ha traído a usted a mi casa, señor doctor; vamos, hijita que ya
querrás descansar... Al instante vuelvo señor don...
DOÑA REGINA.- Vamos, hija mía. (VANSE DOÑA REGINA, DOÑA PAULA, ANDREA Y INÉS)
Acto III
Escena I
DOÑA REGINA.
DOÑA REGINA. (ENTRA.) No hay forma de poderla convencer para que se acueste.
(BARTOLO GRITA DEL SUSTO) No, pero no se enoje que ya le están preparando la sopa de vino
que usted mandó. Veremos lo que resulta.
DOÑA REGINA.- Usted, amigo don Bartolo, será tratado como un príncipe; y entre tanto,
quiero que tenga usted la bondad de recibir estas monedas de oro. (SACA BOLSA Y SE LA DA)
BARTOLO.- Bueno ya que son de oro de verdad, no le hare el desprecio (LOS GUARDA.)
DOÑA REGINA.- Ahora bien, quede usted con Dios, que voy a ver si hay novedad, y volveré...
Me tiene tan inquieta esa niña, que no sé qué hacer. (SALE)
Escena II
LEANDRO ENTRA.
LEANDRO.- Señor doctor, hace largo rato que lo estoy buscando apra implorar su auxilio...
BARTOLO.- ¿Y eso qué?, Qué más me da a mí que usted se llame Leandro o Juanbimba?
BARTOLO.- (IRRITADO, Y ALZANDO MÁS LA VOZ.) ¿Cómo?... ¿Yo?... ¡Un médico ! ¡¿Un
hombre importante como yo hacer de alcahueta?!... Quítese usted de ahí.
LEANDRO.- Señor.
BARTOLO.- ¡Un falta de respeto! Agradezca usted que... (SE PASEA INQUIETO.)
LEANDRO.- ¡Válgame Dios, qué hombre!... Probemos a ver si... (Saca un bolsito de monedas)
BARTOLO.- ¿Qué errar? ¡Un sujeto como usted! ¡Qué disparate! Vaya, con que...
LEANDRO.- Pues, señor, esa niña vive infeliz. Su padre no quiere pasarla por no dar ninguna
herencia. Se ha fingido enferma; han venido varios médicos a visitarla, la han recetado cuántas
pócimas hay en la botica; ella no toma ninguna, como es fácil de presumir, y por último hostigada
de sus visitas, de sus consultas y de sus preguntas impertinentes, se ha hecho la muda, pero no
lo está.
LEANDRO.- Inés no me conoce, porque hace muy poco tiempo que entró en la casa. La
señora que cuida de ella, “Andrea”, si sabe el secreto; pero su marido, no lo sabe, a lo menos lo
sospecha y calla, pero puedo contar con uno y con otro.
BARTOLO.- Pues, bien, yo haré que hoy mismo quede usted casado con Doña Paulita.
BARTOLO.- ¿No le he dicho a usted que sí? Le casaré a usted con ella, con su madre, y con
toda su parentela y familia... Yo diré que es usted... Es… ¡Boticario!
BARTOLO.- No. Ellos me han examinado de un modo particular; pero, con examen y todo, la
verdad es que no soy lo que dicen. Ahora, lo que importa es que usted esté por ahí cerca, que yo
le llamaré a su tiempo.
Escena III
ANDREA.- Señor médico, me parece que la enferma lo quiere dejar a usted muy mal…
BARTOLO.- Como no me dejes mal tú, niña de mis ojos, lo demás importa un pito, porque si tú
dejas que yo te cure a ti, pues que se muera el resto del género humano. (SALE POR LA
DERECHA LUCAS; VA ACERCÁNDOSE DETRÁS DE BARTOLO Y ESCUCHA.)
ANDREA.- No sé porque insiste con eso, porque a mí no tiene nada que curarme.
BARTOLO.- Pues entonces mejor será curar a tu marido... ¡Qué es bruto, celoso, impertinente!
BARTOLO.- ¿Y por qué a ese torpe le va a pertenecer, este cuerpecito tan gracioso? (SE
ENCAMINA A ELLA CON LOS BRAZOS ABIERTOS, EN ADEMÁN DE ABRAZARLA. ANDREA
SE VA RETIRANDO, LUCAS AGACHÁNDOSE, PASA POR DEBAJO DEL BRAZO DERECHO DE
BARTOLO, VUÉLVESE DE CARA HACIA ÉL , Y QUEDAN ABRAZADOS LOS DOS. ANDREA SE
VA RIENDO)
LUCAS.- ¿No le he dicho a usted, señor doctor, que no quiero que haga estas bromas?...
LUCAS.- Con malicia o sin ella, le voy a abrir a usted la cabeza de un trancazo, si vuelve a
mirar a mi mujer. ¿Lo entiende usted?
BARTOLO.- Entiendo.
Escena IV
DOÑA REGINA.- ¡Ay, amigo don Bartolo!, que mi pobre muchacha no se alivia. No ha querido
acostarse. Y desde que tomó la sopa en vino está mucho peor.
BARTOLO.- ¡Que bien, eso es bueno! Eso es señal de que el remedio va trabajando. Hay que
tener paciencia. (LLAMA, ENCARÁNDOSE A LA PUERTA.) Don Casimiro, Don Casimiro.
BARTOLO.- Un excelente Boticario... Eminente profesor... Lo mandé llamar para que prepare
una cataplasma de flores, astringentes, dialécticas, pirotécnicas y narcóticas, que será necesario
aplicar a la enferma.
DOÑA PAULA, ANDREA, INÉS, SALEN. DOÑA REGINA, BARTOLO, LEANDRO, LUCAS
BARTOLO.- Don Casimiro, tome el pulso de su corazón, obsérvela bien y luego hablaremos.
DOÑA REGINA.- Parece un muchacho muy hábil. ¿Eh? (VA LEANDRO, Y HABLA EN
SECRETO CON DOÑA PAULA, HACIENDO QUE LA PULSA. ANDREA TERCIA EN LA
CONVERSACIÓN. QUEDAN DISTANTES A UN LADO BARTOLO Y DOÑA REGINA, Y A OTRO
INÉS Y LUCAS.)
DOÑA REGINA.- Me lo imagino. Cuando usted es quien lo necesita, pues no será una rana.
DOÑA REGINA.- ¿Qué? (VOLVIÉNDOSE HACIA DONDE ESTÁ SU HIJA.) ¿Es una ilusión
mía?... ¿Mi hija está hablando?
DOÑA REGINA.- ¡Bendito sea Dios! ¡Hija mía! (ABRAZA A DOÑA PAULA, Y VUELVE LLENO
DE ALEGRÍA HACIA BARTOLO, EL CUAL SE PASEA LLENO DE SATISFACCIÓN.) ¡ Nuestro
Médico admirable!
BARTOLO.- ¡Y qué trabajo me ha costado curar esa dichosa enfermedad! Aquí hubiera yo
querido ver a toda la ciencia médica reunida, a ver qué hacían.
DOÑA REGINA.- Paulita, hija, ya puedes hablar, ¿Es verdad? (VUELVE A HABLAR CON SU
HIJA, Y LA TRAE DE LA MANO.) Anda, di algo.
INÉS.- (APARTE A LUCAS.) Aquí me parece que hay gato encerrado... ¿Eh?
DOÑA PAULA.- Sí madre mía, he recuperado el habla para decirte que amo a Leandro, y que
quiero casarme con él .
DOÑA REGINA.- ¡Que maravilla! (SE CORTA DE GOLPE) ¿Qué?... ¿Cómo?... ¿Qué es esto?
DOÑA PAULA.- Si puede ser, y no importa lo que me digas. Yo quiero casarme con un hombre
que me idolatra. Si tú me quieres de verdad, concédeme tu permiso.
DOÑA REGINA.- ¡Pero qué pelotón de palabras salen ahora de su boca!... ¡Pues no te dare el
permiso!
DOÑA PAULA.- Pues cuenta conque ya no tienes hija, porque me moriré de tristeza.
BARTOLO.- Eso ya no se puede hacer. Lo que sí se puede hacer es ponerla a usted sorda
para que no la oiga.
DOÑA REGINA.- (ENOJADÍSIMA) ¡Eres una falta de respeto! ¡Soy tu madre y me tienes que
obedecer!
BARTOLO.- No hay que irritarse, señora, que todo se echará a perder y créame que se pondrá
peor. Lo que importa es distraerla y divertirla. Déjela usted que vaya a coger un rato el aire por el
jardín, y verá usted como poco a poco se la olvida ese demonio de Leandro... Vaya usted con ella,
don Casimiro, y cuide usted no pise alguna mala yerba.
DOÑA REGINA.- Vayan ustedes también. (A LUCAS Y INÉS, LOS CUALES, CON DOÑA
PAULA, LEANDRO Y ANDREA, SE VAN.)
Escena VI
BARTOLO.- Éso es consecuencia del mal que ha estado padeciendo hasta ahora. La última
idea que ella tenía cuando enmudeció, fue sin duda la de su casamiento con ese tunante de
Leandro;
BARTOLO.- ¡Claro!... Seguro que cuando se quedó muda, se le quedaron todas esas palabras
atoradas en la cola, y hasta que se vacíe y se desahogue no volverá a la calma.
Escena VII
DOÑA REGINA.- ¿Qué dicen? ¡Pobre de mí! ¿Y ustedes, brutos? ¿Dejaron que se la llevara
sin hacer nada?
DOÑA REGINA.- (CON BARTOLO) ¿Y tú? Ese no era ningún boticario y tú: ¡Eres un Pícaro de
médico!
BARTOLO.- (APARTE LLENO DE MIEDO.) Creo que por ahí viene la tercera paliza.
DOÑA REGINA.- Pues inmediatamente aten bien de pies y manos al doctor; aquí en esta
silla... (BARTOLO quiere huir, y LUCAS y INÉS le detienen.) Y lo amarran bien fuerte.
INÉS.- Pierda usted cuidado. Vamos, señor Bartolo. (LE HACEN SENTAR EN LA SILLA, Y LE
ATAN DANDO MUCHAS VUELTAS A LA SOGA.)
DOÑA REGINA.- Voy a buscar a la bribona de mi hija.. Voy a hacer que avisen a la justicia, y
mañana sin falta ninguna, este pícaro médico tiene que morir ahorcado... Andrea corre, asómate a
la ventana del comedor, y mira si los descubres por el campo. Yo veré si los del molino los vieron.
Y ustedes, no pierdan de vista a ese perro. (SE VA DOÑA REGINA Y ANDREA . LUCAS E INÉS
SIGUEN ATANDO A BARTOLO.)
Escena VIII
INÉS.- Perfectamente.
MARTINA.- (ENTRA CON ROBERTA POR LA PUERTA.) Dios los guarde a ustedes, señores.
ROBERTA.- Lo bueno de eso es que así los hombres que lo vean lo pensarán dos veces antes
de pegarle a una mujer.
BARTOLO.- No hagas caso. Lo que sucede es que acabo de hacer una curación asombrosa. A
una niña que estaba melancólica y muda, le he devuelto el habla y la felicidad y en vez de darme
una maestría de médico, quieren colgarme.
Escena IX
DOÑA REGINA.- Ya he llamado a la gente de la ley y esta noche sin falta vendrá la justicia, y
se llevarán a este bribón... ¿Y ustedes han visto a mi hija y a Leandro?
DOÑA REGINA.- Ni yo tampoco... He preguntado y nadie me sabe dar razón... Voy a volverme
loca... (DANDO VUELTAS POR EL TEATRO, LLENA DE INQUIETUD.) ¿Adónde se habrán ido?...
¿Qué estarán haciendo?
Escena X
DOÑA PAULA, LEANDRO, ENTRAN. DOÑA REGINA, BARTOLO; ANDREA, LUCAS, INÉS,
MARTINA
LEANDRO.- (SE ARRODILLAN A LOS PIES DE DOÑA REGINA.) Queremos corregir un error.
LEANDRO.- íbamos a casarnos a escondidas, pero no quiero que digan que yo me robe a su
hija y que el honor de Paula quede manchado.
ANDREA.- Lástima, las mujeres con tal de ser felices qué importa una mancha.
LEANDRO.- Yo quiero que usted me conceda la mano de su hija. Así que aquí está ella
dispuesta a hacer lo que usted la mande; pera le advierto, que si no la casa conmigo, su
sentimiento será de pura tristeza como si le quitara la vida. Y si usted nos complace no hay que
hablar de herencia ni dinero.
DOÑA PAULA.- Él me quiere mucho madre, tanto como para no pensar en dotes, ni herencias,
ni dinero.
DOÑA REGINA.- Hija yo quería que te casaras con alguien de Buena posición y con mucho
dinero porque nosotras estamos en quiebra. Tu padre no nos dejó casi nada, y lo poco que tenía
lo pagué a este médico de mentira.
DOÑA REGINA.- Pero si les digo que sí, ¿Quién los va a mantener, badulaques?
LEANDRO.- Mi tío nos ayudará y nosotros mismos haremos poco a poco nuestra dicha.
DOÑA REGINA.- Entonces… (LO PIENSA Y DECIDE) No se hable más… ¿Qué le vamos a
hacer? , los dos de pie y frente a mí (ELLOS LO HACEN) Leandro, atrevido, ladrón de amores, y
amante incondicional de mi hija… Yo te la concedo como esposa.
ANDREA.- Sí, que lo suelten para que piropee a su mujer, (MEDIO REGAÑADO A BARTOLO)
que ella tiene que ser la dueña de todos sus piropos… (DESATAN A BARTOLO.)
ROBERTA.- ¿Y esta por qué dice eso, Martina?... Ponle ojo a ese marido.
BARTOLO.- (CON ROBERTA) Mal de ojo el que tú tienes, así que aléjate de mi vista.
DOÑA REGINA.- Y yo, porque estos lo dijeron, lo creí también, y admiraba cuanto decía como
si fuese una eminencia.
BARTOLO.- O sea que a ti también te debo, los palos que me dieron. (APRECE QUE LE
FUERA A PEGAR PERO LEANDRO SE PONE EN EL MEDIO)
LEANDRO.- Pero el resultado de toda esta broma ha sido demasidado alegre para guardar el
menor resentimiento.
BARTOLO.- (AL PÚBLICO) Es verdad… (A MARTINA) Te perdono los palos recibidos, pero
prepárate a vivir de ahora en adelante respetándome como un doctor muy competente… Y no
olvides que: (AL PÚBLICO) Muchos son los que dan opiniones y consejos sin ser doctos ni
doctores, pero la culpa no es de ellos si no, de quienes lo siguen. A más de uno admira la gente,
no por su sabiduría, si no por la ignorancia de ellos mismos.
FIN