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RETIRO PARROQUIAL: TESTIGOS DE LA ESPERANZA

(F. X. Nguyen van Thuan)


Meditaciones

SEGUNDA CHARLA: LA SANTIDAD Y LA PALABRA DE DIOS

- ¿Qué es la esperanza? La esperanza es la virtud infusa por la cual el cristiano confía vivir como hijo
de Dios y alcanzar la bienaventuranza. El cristiano esta en camino, en movimiento orientándose
hacia la eterna bienaventuranza.
- ¿Qué he de esperar en este mundo? La propia santidad. Por un lado, necesitamos de Dios y, por
otro lado, necesitamos actuar.

CAPÍTULO VI: EL MOMENTO PRESENTE (1 Co 10, 31)


Por tanto, ya coman, ya beban o hagan cualquier cosa, háganlo todo para gloria de Dios

- Primera dificultad: O vivimos en el pasado (recuerdos) o vivimos en la espera del futuro (proyectos).
Nos olvidamos de vivir el presente… y si lo vivimos lo hacemos para matar el tiempo:
 Sin embargo, nuestra riqueza es el presente
 Además, otra certeza, la muerte llegará en cualquier momento
 Por lo tanto, hemos de aprovechar las ocasiones que se presentan cada día para realizar
acciones ordinarias de modo extraordinario.
- “A cada día su propio afán”:
 Vivir el presente de la salvación que se nos ofrece: “Hoy se ha cumplido esta Palabra”. El
Señor me ama hoy, el Señor me ofrece hoy su perdón: Ahora es el tiempo de salvación.
Hemos de vivir el HOY en amistad con Jesús, en comunión con Dios.
 Esto implica escuchar a Dios para hacer su voluntad: Discernir entre las distintas voces
íntimas la de Dios (cf. GS 16), para hacer su voluntad en el presente, es un ejercicio continuo,
al cual los santos se han sometido dócilmente. Y en este ejercicio continuo, el discernimiento
se hace cada vez más fácil porque la voz de Dios dentro de nosotros se amplifica, se
robustece (p. 67) ¿Cómo discernir la voz de Dios? Callando las otras voces que rondan en
nuestro interior. Ahora bien, esto es un continuo ejercicio en el cual los acontecimientos
confirmarán lo que Dios quiere de nosotros.
 ¿Cómo llenar cada momento de amor? Poniendo intenso amor en cada acción. ¿Rezo con
intensidad? ¿Laboro con intensidad? ¿Estudio con intensidad? Por lo tanto, obrar
alegremente lo que Tú quieres ahora de mí, aunque supera inmensamente mis fuerzas y aún
cuando me pidas la vida.

CAPÍTULO VII: SER PALABRA


Mis palabras son espíritu y vida

- Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo (Lc 9, 35) ¿Por qué Dios nos pide escuchar a su Hijo? Porque
Él es la Palabra, porque sus palabras dan la vida espiritual, la vida eterna. Por eso, el evangelio nos
enseña que las palabras de Jesús no son como las de los hombres. Por consiguiente, Jesús es la
Palabra del Padre que se da al hombre no solo en la proclamación, sino también en la comunión
eucarística: Palabra hecha carne para ser escuchada y para realizar la salvación. En efecto, la palabra
está vinculada a la acción: ¿Estoy convencido de que la Palabra fortalece, ilumina la mente, confirma
la voluntad, enciende el corazón, en definitiva, renueva la vida?
- ¿Quiero ver frutos en mi vida? Acoge y vive la Palabra. Pero no con los oídos, sino con el corazón.
Solo así, el orante la OBEDECE, aunque CUESTE. ¿Por qué costaría? Porque denuncia el modo de
pensar y de obrar humano, y nos introduce en el nuevo estilo de vida de Cristo (Mt y Lc). La respuesta
ha de ser la de san Pablo: Ya no vivo yo, es cristo quien vive en mí. Así, las palabras en la Palabra
comunicamos la Palabra: ¡Coherencia de vida!

Para reflexionar: ¿De qué cosas me lamento de mi pasado? ¿Con qué cosas fantaseo? ¿Caigo en la
pereza fácilmente? ¿Esto afecta en mi vida espiritual? ¿Vivo consciente de que soy contingente?
¿Vivo el HOY con intensidad y en la presencia de Dios? ¿Qué tan dispuesto estoy para acoger la
salvación de Dios? ¿Mi vida glorifica a Dios? ¿Hago todo para la mayor gloria de Dios? ¿Me preocupo
por leer la Palabra de Dios? ¿Acojo y vivo la Palabra? ¿Me convierto en palabra para los demás?

CUARTA CHARLA: LA EUCARISTÍA, JESÚS CON NOSOTROS TODOS LOS DÍAS

CAPÍTULO XIV: CONCORPÓREOS Y CONSANGUÍNEOS CON CRISTO


Mi carne para la vida del mundo

- Mediante la eucaristía, el hombre puede vivir la vida de Dios. ¡Ya sabemos cuál es la vida de Dios! El
amor misericordioso. La eucaristía es la máxima entrega en el amor al Padre y a nosotros expresada
en su sacrificio. Un ejemplo de esto, es la experiencia del cardenal van Thuan que celebraba en la
palma de su mano con tres gotas de vino y una de agua. Entendió las palabras de la plegaria
eucarística: Que Él nos transforme en ofrenda permanente. San Agustín compara el alimento
material y el alimento espiritual indicando su diferencia.
- La eucaristía nos hace Iglesia: Porque uno solo es el pan, aun siendo muchos, un solo cuerpo somos,
pues todos participamos del mismo pan. Por tanto, la eucaristía nos hace uno en Cristo:
concorpóreos y consanguíneos con Cristo.
- La eucaristía realiza la comunión. Por eso, antes de recibirla decimos el padrenuestro y el pan
nuestro. Así, eucaristía y comunión son las dos caras de una misma moneda. Cuando los cristianos
no ofrecen la esperanza, los demás la buscan en cualquier lado, pero allí es falsa. ¡Hemos de ofrecer
un testimonio claro y fuerte! ¿Cómo lo podemos hacer? En primer lugar, saliendo al encuentro del
hermano que sufre; y, en segundo lugar, cambiando estructuras injustas (educación).

CAPÍTULO XV: CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS


Jesús viviente en su Iglesia

- Hay muchos que dicen: Cristo sí, la Iglesia no. Sin embargo, hemos de decir con el Papa Pablo VI: Es
una dicotomía absurda querer vivir con Jesús sin la Iglesia, seguir a Jesús fuera de la Iglesia, amar a
Jesús sin la Iglesia. Jesucristo está en la Iglesia. Su presencia no es estática, un estar-aquí y nada
más, sino relacional, presencia que reúne y unifica y que, por ello, espera nuestra respuesta.
- Vivir con Jesús en medio significa actualizar desde ahora el designio de Dios sobre toda la historia
de la humanidad. ¿Cuál es esta? La fraternidad vivida. En ella, los cristianos manifiestan la presencia
de Jesús en la Iglesia. La presencia de Jesús no es inoperante:
 Atención a los débiles
 Corrección fraterna
 Oración en unidad
 El perdón sin límites
- En la presencia de Cristo en medio de nosotros se encuentra la esperanza: esa esperanza no
defrauda. En nosotros, Jesús ha de salir de los sagrarios y hacerse presente para quienes nos rodean.

Para reflexionar: ¿Soy consciente de lo que Jesús ha hecho por mí? (Jn 13, 1-15) ¿Estoy convencido
de que se ha quedado en la eucaristía para hacerme uno con Él? (Ga 2, 16-21) ¿Crezco cada día más
en aquella consciencia de recibir el Cuerpo de Cristo para ser santo? (Jn 6, 51-58) ¿Vivo el amor de
Jesús en su Iglesia? ¿O pienso en la Iglesia como una mega estructura no querida por Cristo? (Ef 5,
25) ¿Vivo la unidad con los hermanos? (Hch 4, 32) ¿Me doy cuenta de que Cristo nos cohesiona
cuando vivo el mandamiento del amor? (Jn 13, 34)

SEXTA CHARLA: ABANDONADO POR EL PADRE, CONVERSIÓN DEL CORAZÓN

CAPÍTULO X: ABANDONADO POR EL PADRE


Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

- ¿En qué situaciones nos sentimos abandonados? Cuando no nos comprenden, cuando nos
defraudan, cuando nos traicionan… o lo más triste: peligros entre falsos hermanos (2 Co 11, 26). La
Palabra sale a nuestro encuentro: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero
si muere, da mucho fruto. La muerte de Cristo fue real, pero aún más real es la vida en abundancia
que brotó de aquella muerte.
- Mirar la Cruz: Jesús en su agonía exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Misterioso grito del Hijo que se siente abandonado por su Padre: Se puede decir que estas palabras
sobre el abandono nacen en el terreno de la inseparable unión del Hijo con el Padre, y nacen porque
el Padre “cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros” (Is 53, 6) y sobre la idea de lo que dirá san
Pablo: “A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros” (2 Co 5, 21). Junto con este horrible
peso, midiendo todo el mal de dar la espalda a Dios contenido en el pecado, Cristo, mediante la
divina profundidad de la unión filial con el Padre, percibe de modo humanamente inexplicable este
sufrimiento que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios (Salvifici doloris, 18). En
la angustia del abandono de Dios, nos reconcilia y une la humanidad entera por gracia de Dios: Cristo
nos rescató de la maldición de la ley haciéndose él mismo maldición por nosotros (Ga 3, 13); A quien
no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros (2 Co 5, 21). Por consiguiente, ese es el amor del
Hijo hacia el Padre que le impulso dar la vida por nosotros. ¿Yo doy la vida por Cristo?
- El abandonado se abandona en el Padre: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).
Congenian la separación más grande con la unidad más plena con el Padre.
- Unidos en su Pasión para llegar a la resurrección: El amor extremo de Jesús nos empuja a vivir como
Él y en Él todo dolor. Si tan solo reconociéramos que cada dolor personal y ajeno es una sombra de
su infinito dolor, podemos hacerlo. Y todo ello en favor de la Iglesia: Completo lo que falta a las
tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24).

CAPÍTULO XI: PARA QUE EL MUNDO CREA


¿ACASO UN CUERPO PUEDE ESTAR DIVIDIDO?

- La conversión de corazón es una intervención especial del Espíritu Santo en el corazón del hombre
que le determina alejarse de todo aquello que le aleje de Dios. Para disponernos a esta conversión
de corazón es necesaria una integridad del corazón: Ningún criado puede servir a dos señores,
porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y al Dinero (Lc 16, 13); Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y
amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero
(Mt 6, 24). Con la eucaristía, Cristo había hecho del pueblo de Dios su Cuerpo. Con el don del Espíritu
Santo, había forjado el instrumento para reunir a todas las gentes en una sola familia. Integridad de
corazón significa no división: ¿A quién pertenece mi corazón?
- Algunas actitudes negativas que manifiesta división de corazón:
 La autosuficiencia: ¿Siento que no necesito de los demás o me creo superior a ellos? Para
erradicar esto, hemos de vivir la acogida.
 El aislamiento: ¿Tengo las puertas de mi corazón cerradas y no me identifico en la
comunidad? Para erradicar esto, hemos de vivir la apertura.
 La ceguera espiritual: ¿Los demás tienen la culpa de mis males, de mis desgracias? Para
erradicar esto, hemos de vivir el reconocimiento y el perdón.
 La frivolidad espiritual: ¿Vivo con indiferencia los sufrimientos ajenos, cierro mis entrañas
al hermano débil? Para erradicar esto, hemos de vivir la caridad.

OCTAVA CHARLA: EL ESPÍRITU SANTO, MAESTRO DE LA VIDA ESPIRITUAL

CAPÍTULO XIX: PARA RENOVAR LA FAZ DE LA TIERRA


Recibirán al Espíritu Santo

- Renovar: regresar a su estado original.


- El Espíritu Santo en los Papas. Él guía el ministerio y el magisterio de los Papas: León XIII (1878-
1903), Pío X (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922), Pío XI (1922-1939), Pío XII (1939-1958), Juan
XXIII (1958-1963), Pablo VI (1963-1978), Juan Pablo I (1978), Juan Pablo II (1978-2005).
- El Espíritu Santo en la historia de la Iglesia: La rápida difusión del cristianismo en los primeros siglos;
la acción especial del Espíritu en los concilios ecuménicos; su impulso en el origen del monacato; en
la Edad Media suscita las Órdenes mendicantes; en los grandes santos fundadores y en mujeres
inspiradas como Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresa del Niño Jesús; el surgimiento de
movimientos eclesiales y laicales.
- El Espíritu Santo se derrama cuando nos reunimos en el cenáculo como los Apóstoles en
Pentecostés. Ahora bien, el Espíritu Santo NOS SORPRENDE.
- Sin el Espíritu no podemos hacer nada. Hemos de pasar del primer entusiasmo a la respuesta de fe
sin condiciones, ni pegas, ni subterfugios, ni escapatorias. Para ello, vivir la fe íntegramente: Sin el
Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo está en el pasado, el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una
simple organización; la autoridad, una dominación; la misión es propaganda; el culto, una evocación,
y el obrar cristiano, una moral de esclavos (…) Pero en Él… Cristo Resucitado está aquí, el Evangelio
es fuerza de vid, la Iglesia quiere decir comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la
misión es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el obrar humano está deificado
(Ignazios Hazim, La Risurrezione e l’uomo di oggi, pp. 25-26).
- La Iglesia se renueva y se purifica continuamente bajo la guía del Espíritu Santo (GS, 21). La
renovación tiene su fundamento en la fidelidad a las raíces.
- La fuerza del Espíritu nos consuela y conforta para superar todo tipo de pruebas.

Para reflexionar: ¿Soy consciente de que soy templo del Espíritu? (1 Co 6, 12-19); El Espíritu obra la
unidad, ¿cuántas veces he entristecido al Espíritu? (Ef 4, 30-32) ¿Con mi pesimismo y tristeza he
extinguido el fuego del Espíritu? (1 Tes 5, 14-22)

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