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BECCARIA
d. Igualdad de los nobles, burgueses y plebeyos ante la ley penal; la pena debe ser la
misma para todos: Beccaría afirma que las penas que deben establecerse contra los
delitos de los nobles deben ser las mismas para el primero que para el último
ciudadano. Sostiene que toda distinción, sea en los honores, o en las riquezas, para
que sea legítima, supone una anterior igualdad fundada sobre las leyes, que
consideran a todos los súbditos como igualmente dependientes de ella. No desconoce
que los nobles tengan más ventajas, pero dice que no deben temer menos que los otros
el violar aquellos pactos por lo que han sido elevados por encima de los demás.
Además, debe tenerse en cuenta que la sensibilidad del reo no es la medida de la pena,
sino el daño público.
Esta expresión de Beccaría, tiene en nuestro ordenamiento jurídico reconocimiento
constitucional al consagrarse la igualdad ante la ley.
Pero para que la igualdad asegure a los hombres los mismos derechos se requiere:
a) que el Estado remueva los obstáculos de tipo social, cultural, económicos que de hecho
limitan la libertad y la igualdad de los seres humanos.
b) que exista un orden social y económico justo y se allanen las posibilidades de todos los
hombres para su desarrollo.
También niega que la gravedad del pecado intervenga en la medida de los delitos, basándose
para sostener tal negativa en el análisis que hace de las relaciones entre los hombres y entre
los hombres y Dios, advirtiendo que las primeras son relaciones de igualdad, la sola
necesidad ha hecho nacer del choque de las pasiones y de las oposiciones de intereses la idea
de utilidad común, que es la base de la justicia humana; y las segundas son relaciones de
dependencia de un ser perfecto y creador. La gravedad del pecado depende de la malicia del
corazón, la que no puede ser conocida por los seres finitos, por lo que es imposible que se le
tome como norma para castigar los delitos.
Este principio de que la verdadera medida de la gravedad de los delitos, y por consiguiente,
de la dureza de la pena, que debe guardar proporción con la gravedad del acto delictivo es el
daño social producido por ellos. No se trata tanto de castigar al que realizó una acción mala
como al que hizo algo socialmente dañoso.
f. NO POR SER MÁS CRUELES LAS PENAS SON MÁS EFICACES; HAY QUE
MODERARLAS. IMPORTA MÁS Y ES MÁS ÚTIL UNA PENA MODERADA Y
DE SEGURA APLICACIÓN QUE OTRA CRUEL PERO INCIERTA. HAY QUE
IMPONER LA PENA MÁS SUAVE ENTRE LAS EFICACES, SÓLO ÉSTA ES
UNA PENA JUSTA ADEMÁS DE ÚTIL. HAY PUES QUE COMBINAR LA
UTILIZACIÓN Y LA JUSTICIA: para Beccaría el fin de las penas no es castigar al
delincuente porque obró mal, sino que es impedir que el reo vuelva a hacer daño a sus
conciudadanos y evitar que los demás cometan delitos, para ello se debe escoger
aquellas penas y aquel método de inflingirlas que, guardada la proporción, produzca
la impresión más eficaz y más duradera sobre los ánimos de los hombres, y la menos
atormentadora sobre el cuerpo del reo, es decir, que no se trata tanto de aplicar la pena
“merecida” sino la que es “eficaz o útil” desde el punto de vista preventivo
ejemplificador, y para que una pena consiga ese efecto basta con que el mal de la
pena, exceda al bien que nace del delito, y en este exceso de mal debe calcularse: la
infalibilidad de la pena y la posible pérdida del bien que el delito produciría.
La certeza de un castigo, aunque éste sea moderado, hará siempre mayor impresión que el
temor de otro más terrible pero unido a la esperanza de la impunidad. En conclusión de todo
lo expuesto podemos decir que la “pena justa” para Beccaría es aquella que es eficaz, útil
para evitar futuros delitos.
g. LA PENA NO DEBE PERSEGUIR TANTO EL CASTIGO DEL DELINCUENTE
COMO LA REPRESIÓN DE OTROS POSIBLES FUTUROS DELINCUENTES, A
LOS QUE ELLA DEBE DISUADIR DE SU POTENCIAL INCLINACIÓN A
DELINQUIR: este precepto guarda una estrecha correlación con el anterior, en el
sentido de que para Beccaría la pena debe cumplir una función preventiva y
ejemplificadora.
Para que una pena sea justa, no debe tener más grado de intensidad que los suficientes para
apartar de los delitos a los hombres. Es decir que la pena conminada debe producir un efecto
intimidante en el resto de la población refrenando los atisbos de comportamiento antisocial.
Dicho en otras palabras, la pena impuesta al delincuente en particular sirve de ejemplo para
que aquellos de sus miembros que intenten o que estén tentados de delinquir no lo hagan por
temor a sufrir el mismo daño.
h. Hay que lograr una rigurosa proporcionalidad entre delitos y penas: Beccaría entiende
que la falta de proporción entre delitos y penas además de injusto es socialmente
perjudicial, porque ante delitos de igual pena y de diferente gravedad, el delincuente
se inclinará siempre por el más grave que probablemente le reportará un mayor
beneficio o satisfacción. Y un principio a tener en cuenta para estrechar aún más la
conexión entre el crimen y la pena, es que ésta sea lo más conforme posible a la
naturaleza del delito.
i. La pena de muerte es injusta, innecesaria y menos eficaz que otra menos cruel, más
benigna. Hay que suprimir casi por entero: Beccaría se cuestiona la utilidad y la
justicia de la pena de muerte en un gobierno organizado y se pregunta cuál puede ser
el derecho que se atribuyen los hombres para matar a sus semejantes.
Para él, no es la intensidad de la pena lo que hace mayor efecto sobre el ánimo humano, sino
su duración. Así, no es el terrible pero pasajero espectáculo de la muerte de un criminal, sino
el largo y penoso ejemplo de un hombre privado de su libertad lo que constituye el freno más
fuerte contra los delitos. La pena de muerte produce una fuerte impresión en la sociedad, pero
no durante mucho tiempo, por esa tendencia que tiene el hombre a olvidar, pero en cambio
las penas moderadas y justas son más adecuadas los efectos ejemplificadores.
Sin embargo hay que tener en cuenta, que Beccaría considera necesaria la muerte de un
ciudadano solo en dos casos:
1.- Cuando aún privado de libertad tenga todavía tales relaciones y tal poder, que interese a la
seguridad de la Nación; y
2.- Cuando su existencia pueda producir una revolución peligrosa en la forma de gobierno
establecida.
j. Es preferible, y mas justo prevenir que penar; evitar el delito por medios disuasivos:
este es otro de los puntos fundamentales del pensamiento penalista de Beccaría. Para
él la represión no es ni la única, ni la mejor forma de evitar que se cometan delitos,
procura evitarlo por otros medios, siempre preferibles al castigo.
Este es el fin principal de toda buena legislación, que es el arte de conducir a los hombres al
máximo de felicidad o al mínimo de infelicidad posible.
Beccaría esboza distintas pautas para prevenir los delitos entre las que se encuentran la
necesidad de hacer leyes claras y sencillas y que toda la fuerza de la Nación esté concentrada
en su defensa y ninguna parte de aquella sea empleada para destruirlas, pero considera que el
más seguro pero más difícil medio de prevenir los delitos es perfeccionar la educación.
“Al paso que los castigos son más crueles, los ánimos de los hombres, que como los fluidos
se ponen a nivel con los objetos que los rodean, se endurecen, y la fuerza siempre viva de las
pasiones es causa de que, al fin de cien años de castigos crueles, la rueda se tema tanto como
antes la prisión. Para que una pena obtenga su efecto, basta que el mal de ella exceda al
bien que nace del delito, y en este exceso de mal debe ser calculada la infalibilidad de la
pena y la pérdida del bien que el delito produciría. Todo lo demás es superfluo y, por tanto,
tiránico. Los hombres se regulan por la repetida acción de los males que conocen, y no por
la de aquellos que ignoran. Supongamos dos naciones, y que en la una, en la escala de penas
proporcionadas a la escala de delitos, la pena mayor sea la esclavitud perpetua, y en la otra
la rueda. Yo afirmo que la primera tendrá tanto temor de su mayor pena como la segunda; y
si hay razón para transferir a la primera las penas mayores de la segunda, la misma razón
servirá para acrecentar las penas de esta última, pasando insensiblemente desde la rueda a
los tormentos más lentos y estudiados, y hasta los últimos refinamientos de la ciencia
demasiado conocida por los tiranos. Otras dos consecuencias funestas y contrarias al fin
mismo de estorbar los delitos se derivan de la crueldad de las penas.” Cesare Beccaria,
pág.53
7. ¿Es la pena de muerte útil, indispensable y necesaria para mantener la seguridad y el orden
social?
Dice BECCARIA que la pena de muerte es hecho, no derecho, mediante un
argumento entre otras cosas harto deleznable que no es del caso entrar a analizar aquí,
pues por ahora solo nos interesa analizar las consecuencias que él desprende de esta
aparente verdad.
La primera consecuencia es que por ser solo un hecho, de ella no debe buscarse sino la
utilidad que persiguen quienes la aplican. Ahora bien: siendo este el criterio racional más
importante, como ya lo dejamos sentado, si se encuentran más argumentos en contra que
en pro de la aplicación de esta pena, ella no tendría razón de ser en el nuevo sistema.
Veamos cuáles son, según BECCARIA, los argumentos que están en contra de la
pena de muerte.
Los presupuestos de los que él parte son:
a) El fin de la pena es impedir al reo causar nuevos dai!os y retraer a los demás de
cometerlos (cap. XII)
b) "No es lo intenso de la pena lo que hace el mayor efecto sobre el ánimo sino su
ex-tensión" (cap. XXVIII).
c) "El imperio de la costumbre es universal sobre todo ente sensible, y como por su
enseñan.za el hombre habla y camina, y provee a sus necesidades, así las ideas
morales no se imprimen en la imaginación sin.durables y repetidas percusiones” (cap.
XXVIII).
Y este es el corolario de los presupuestos:
a) "No es el freno más fuerte contra los delitos el espectáculo momentáneo, aunque
terrible, de la muerte de un malhechor, sino el largo y dilatado ejemplo de un hombre
que, convertido en bestia de servicio y privado de libertad, recompensa con sus fatigas
aquellas sociedades que ha ofendido" (el subrayado es nuestro, cap. XXVIII).
(Inutilidad de la pena de muerte, utilidad de la esclavitud).
b) "La pena de muerte es un espectáculo para la mayor parte y un objeto de
compasión mezclado con desagrado para algunos; las resultas de estos diferentes
sentimientos ocupan más el ánimo de los concurrentes que el terror saludable que la ley
pretende inspirar" (cap. xxvm). (Límite de la pena, el sentimiento de compasión).
e) "Muchos miran la muerte con una vista tranquila y entera (...) ; pero ni el fanatismo
ni la vanidad están entre los cepos y las cadenas (...) ; y el desesperado no acaba sus
males si no los principia" (cap. xxvm). (Inutilidad de la muerte frente al tesón,
utilidad de la esclavitud para corroerlo ).
d) "No es útil la pena de muerte por el ejemplo que da a los demás de atrocidad" (cap.
xxvm). (La pena de muerte puede convertirse en una especie de bumerang que se devuelve
contra quien la ejecuta).
Nos dice BECCARIA que por solo dos motivos encuentra necesaria (útil) la pena de
muerte: uno, "cuando aun privado de la libertad, tenga tales relaciones y tal poder
que interese a la seguridad de la nación; cuando su existencia pueda producir una
revolución peligrosa en la forma de gobierno establecida"; Y el otro, que la muerte
"(...) fuese el verdadero y único freno que contuviese a otros, y los separase de
cometer delitos”.
En realidad este segundo motivo se subsume en el primero, porque de todos modos y
aplicando rigurosamente su teoría, debe ponerse en peligro inmediatamente la seguridad de
la nación. Así, pues, todo acto humano que ponga en peligro la segundad de la nación,
merece la pena de muerte. La pregunta es entonces: ¿Con qué actos se pone en peligro
la seguridad de la nación? ,¿ Quién define estos actos? L a primera respuesta que salta a
la mente es que todo acto que la ley defina como atentado a la nación, es tal; y por tanto
el legislador es el encargado de definirlo y atribuirle la pena de muerte. Pero esto no
es cierto según la teoría del Marqués, pues -aunque erróneamente- él considera que la
pena de muerte es hecho, no derecho, y que por tanto la necesidad (utilidad) de la muerte
de un hombre solo se dará. “(...) cuando la nación recupera o pierde la libertad o, en el
!lempo de la anarquía, cuando los mismos desórdenes tienen lugar de leyes", es decir,
en el estado de guerra: "La guerra de la nación contra un ciudadano". Así, pues, es el
estado de guerra el que convalida la pena de muerte; el vencedor solo se obliga en
los tenemos que él quiera, y evidentemente en una guerra tal, el Estado, ese cuerpo
etéreo, ese sobrepoder inmaterial, será el vencedor.