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LA ÉTICA DEL ANALISTA Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS: EL ANALISTA

CIUDADANO Y SUS INSTITUCIONES

Autor: Giselle A. López


Institución: Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires
Contacto: 011-4331-1441 / 11 51 73 96 00 / gisellelopez@psi.uba.ar
Resumen
El presente artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación UBACyT
Cuestiones éticas de la psicología en el ámbito jurídico y otros contextos
institucionales. Estudio exploratorio descriptivo en base a una investigación cuali-
cuantitativa (Programación científica 2010-2012. Secretaría de Ciencia y Técnica,
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Psicología. Directora: Prof. Gabriela Z.
Salomone). Aquí nos proponemos indagar sobre cuestiones éticas que involucran al
psicólogo en su práctica articulando su responsabilidad social y su participación
activa en el campo de los derechos y la ética del psicoanálisis. Para ello tomaremos
un caso clínico en el que la praxis psicoanalítica se desarrolla en el marco de una
institución muy particular: el Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de
Abuelas de Plaza de Mayo. A partir de esta viñeta, intentaremos delimitar dos
dimensiones: la ética del analista y la ética del psicoanálisis. Para ello pondremos a
jugar dos conceptos: el de “analista ciudadano” y el “deseo del analista”.
Palabras Claves: ÉTICA – PSICOANÁLISIS –DERECHOS - INSTITUCIONES

Introducción
El presente artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación UBACyT
Cuestiones éticas de la psicología en el ámbito jurídico y otros contextos
institucionales. Estudio exploratorio descriptivo en base a una investigación cuali-
cuantitativa1. En esta oportunidad, nos proponemos indagar sobre cuestiones éticas
que intervienen en un análisis que se desarrolla en una institución vinculada al
campo de los Derechos Humanos. Nuestro objetivo es interrogarnos acerca de la
posición del analista en relación a los conceptos de “analista ciudadano” y “deseo
del analista”. El primero es propuesto por Eric Laurent. El segundo, fue desarrollado
1
Proyecto UBACyT Cuestiones éticas de la psicología en el ámbito jurídico y otros contextos
institucionales. Estudio exploratorio descriptivo en base a una investigación cuali-cuantitativa.
Programación científica 2010-2012. Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad de Buenos
Aires. Código de proyecto: 20020090200148. Facultad de Psicología. Directora: Prof. Gabriela
Z. Salomone. www.proyectoetica.org

1
por Lacan en estrecha articulación con la concepción de la ética del psicoanálisis y
de la responsabilidad del analista. Para abordar tal articulación, nos serviremos de
una viñeta clínica proveniente de la práctica que se desarrolla en el marco de una
institución muy particular: la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, institución
emblemática de la defensa de los Derechos Humanos a nivel nacional e
internacional. Nos interesa ubicar al analista inserto en un tiempo histórico y en una
comunidad determinada, coordenadas que le exigen una responsabilidad social y
política, y reflexionar acerca de cómo se articula esto con la ética del psicoanálisis,
para lo cual delimitaremos dos dimensiones: la ética del analista y la ética del
psicoanálisis.
El analista ciudadano y el deseo del analista
Para pensar la posición del analista en su comunidad tomaremos los desarrollos de
Eric Laurent en su conferencia titulada “El Analista ciudadano” (2000). Aquí el autor
destaca la necesidad fundamental del compromiso de los analistas frente a los
debates sobre políticas de Salud Mental.
Nos parece absolutamente pertinente servirnos de algunos de sus lineamientos para
pensar el compromiso ético con la comunidad y la defensa de los Derechos
Humanos de quien encarna una posición de analista en articulación con el deseo del
analista.
Laurent hace una apuesta fuerte: propone destruir la concepción de un analista
distante y ajeno al padecimiento del sujeto y a la subjetividad de la época, analista
que califica de “marginal e inútil”. Para ello, ubica que éste debe ser sensible a las
formas de segregación, sosteniendo que el analista agujero no es un analista
borrado, que debe intervenir con su decir silencioso (lo que es bien distinto del
silencio). Su tesis central, con la que acordamos, sostiene que los analistas tienen
que pasar a la posición del analista ciudadano.
Nos interesa destacar, que esta propuesta de Laurent se enlaza al campo de la
responsabilidad social que la profesión del psicólogo conlleva. Tal aspecto se
encuentra ya consensuado y consignado en la mayor parte de los códigos
deontológicos a nivel internacional 2. Para el caso de Argentina, en el Código de
FePRA3, hallamos que desde el Preámbulo y los Principios Generales se explicita la
posición ética y socialmente responsable que se espera del psicólogo, en tanto los
2
Al respecto, sugerimos ver la compilación de códigos deontológicos de la región y otras regiones del mundo
realizado en el marco de nuestra investigación, en: www.proyectoetica.org
3
Federación de Psicólogos de la República Argentina.

2
códigos encuentran una referencia jerárquicamente superior en las normas jurídicas, las
cuales a su vez están afectadas por la legislación internacional (Salomone, 2006), donde
el principio último superior es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es
decir, la deontología se pronuncia velando por los derechos fundamentales, en un intento
por resguardar al ser humano. Sin embargo, se esperará que el psicólogo conduzca su
práctica velando por dichos Derechos, en una verdadera posición ética y no por mera
obediencia a las normas4.
Tomaremos ahora el concepto de deseo del analista. Esta noción apunta a un
deseo muy particular: deseo como x (Lacan, 1964). Se trata de un lugar vacío, un
lugar donde algo podrá venir a alojarse, donde ese ‘algo’ es el deseo del paciente como
deseo de su Otro, el de la historicidad propia del analizante (Rabinovich, 2007).
Este deseo del analista, tal como sitúa Adriana Rubinstein (2008), “es neutral y no es
neutral”: no es neutral en el sentido de que responde a una política, la de hacer
advenir el deseo del analizante. Es neutral, en tanto no opera por prejuicios ni juicios
de valor del analista. Con Lacan, ubicamos que para que pueda emerger un sujeto
es necesario que el analista haga semblante de objeto (a), para lo cual debe
sustraer de la escena analítica su juicio más íntimo, su persona (Lacan, 1958). En
este sentido, retomando a Eric Laurent, el analista es agujero en tanto vacío que
aloja al sujeto que padece, haciendo lugar a su deseo (al del paciente), sosteniendo
la apuesta de que un cambio de posición subjetiva en relación a la modalidad
particular de goce, es posible. El deseo del analista promueve una ética, ética del
psicoanálisis que se opone a todo furor sanandis, que no busca el ideal del bien del
paciente, que no se rige por la moral del analista ni apunta a lograr una identificación del
paciente con su persona.
Nos interesa indagar acerca de cómo se conjuga, entonces, el deseo del analista,
sostenido en lo que Freud ubicara como principio de neutralidad 5, con una posición
decidida del analista comprometido, para lo cual recurriremos a una viñeta clínica. El
caso se refiere a un sujeto que – habiendo sido apropiado ilegalmente al nacer
durante la última dictadura militar argentina- consulta al equipo de salud mental que

4
Si bien excede el marco del presente artículo, debemos situar que nuestra conceptualización de la ética
profesional no se agota en la dimensión deontológica, sino que la definimos a partir de una doble dimensión en
permanente tensión dialéctica que incluye tanto la Deontología como la dimensión clínica, es decir, aquella que
hace lugar a la singularidad del sujeto (Salomone, 2006).
5
Salomone, G. Z. El principio de neutralidad y la regla de abstinencia: la perspectiva freudiana. Ficha de
Cátedra.

3
funciona en el Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza
de Mayo6.
Una época: última dictadura militar argentina
El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado dio inicio a la última dictadura militar
argentina, la cual se caracterizó por el empleo del secuestro, la tortura y la
desaparición forzada de personas como modo sistemático de imponer el terror y
destruir al enemigo político. Sin embargo, el crimen no terminó allí: un plan
sistemático de robo de niños fue la modalidad que los responsables del genocidio
eligieron para tratar a los hijos de los llamados “subversivos”. Incluso, en muchos de
los centros de detención y exterminio se instalaron “maternidades clandestinas” 7
donde estos niños “nacidos en cautiverio” eran entregados a militares o individuos
relacionados directa o indirectamente con las Fuerzas de Seguridad Nacionales,
para que fueran criados en hogares “no subversivos”, arrancándolos de su inserción
en la cadena generacional, quebrando sus lazos filiatorios (Lo Giúdice, 2005),
privándolos de conocer el lugar de deseo que ocuparon para sus padres y su familia.
A pesar del retorno de la democracia en 1983, la lógica concentracionaria de los
campos se replicaría y continuaría al interior de aquellos hogares, lógica que ordena
la convivencia con el apropiador, que instituye un estado de excepción como norma
de vida y que se extiende hasta nuestros días en aquellos aproximadamente 400
casos en los que aún no se ha podido develar la situación de apropiación, de modo que
se mantiene así, en la actualidad, uno de los modos de la dictadura (Lo Giúdice, 2005).
Una institución: Abuelas de Plaza de Mayo
A partir de estos hechos, un grupo de mujeres subvierte la lógica del terrorismo de
Estado y lleva al plano de lo público el reclamo por la aparición con vida de sus hijos
y nietos. Es así como en 1977 surge la asociación Abuelas de Plaza de Mayo,
institución que se fue consolidando en base a un esfuerzo de investigación
silencioso y artesanal, aguardando el retorno de la democracia para efectivizar sus
denuncias por vía judicial8.

6
El Centro de Atención por el Derecho a la Identidad es el dispositivo que instaló el equipo de salud mental de la
institución, un dispositivo psicoanalítico que tiene por objetivo atender las demandas propias de la institución y
estar abierto a las de la comunidad. Fue inaugurado el 20 de agosto de 2003.
7
Lejos de respetar algún derecho o prioridad de las mujeres embarazadas detenidas, la lógica perversa que
imperaba en el campo de concentración hacía que ellas fueran trasladadas a unas habitaciones especiales, se les
pedía que nombraran al niño por venir, que redactaran una carta determinando a qué familiar debía ser entregado
el niño, incluso en algunos casos, les obsequiaban un ajuar lujoso (Calveiro, 2008).
8
Actividad y reclamo que perduran hasta nuestros días.

4
Con el tiempo se confirman las sospechas: el robo y apropiación ilegal de niños no
se trató de casos aislados. Es de destacar que es recién el 28 de febrero de 2011
cuando comienza -en la Ciudad de Buenos Aires- el juicio oral y público en el que se
investiga la existencia del plan sistemático de robo de bebés.
A pesar del inédito trabajo de los organismos de Derechos Humanos en Argentina 9,
la dictadura dejó marcas en nuestra sociedad y en especial el desconocimiento de lo
ocurrido en las generaciones más jóvenes. Sin embargo, los profesionales del
campo de la salud mental no podemos desconocer lo acontecido. En este sentido, el
psicoanálisis en su transmisión muchas veces también es presentado como ajeno a
las problemáticas históricas y actuales de la comunidad en que se desarrolla, razón
por la que nos parece fundamental recuperar la concepción de analista comprometido que
desarrolla Eric Laurent, aquel que no puede sustraerse a las problemáticas de su época.
El caso Pablo10
Pablo es un joven de 25 años que solicita entrevista en el Centro de Atención por el
Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo. Habiendo sido apropiado por
un militar en 1976 e inscripto como recién nacido, su restitución jurídica se produjo
en el año 2000. Casado y con hijos, durante el primer tiempo no demuestra interés por
su familia de origen y es recién después de un año que acepta conocerlos. La consulta
se produce un año más tarde.
En la entrevista refiere que él siempre “estuvo del otro lado”. Dice sentirse muy
angustiado de que su padre esté preso “por su culpa” (cabe señalar que él emplea el
término “padre” cada vez que se refiere a su apropiador). También se siente culpable
por “tener la cabeza en otro lado” y no cuidar adecuadamente a sus hijos. Confiesa
que tiene miedo a las correcciones de la psicóloga, ya que tiempo atrás, había
iniciado un tratamiento en un hospital, pero la psicóloga lo corregía cada vez que
llamaba “padre” a su “apropiador”. Cuenta que hay momentos en que se desespera y
siente que se ahoga. Le pregunta a la analista: “¿Podrás hacer algo por mí?”

9
Al respecto, tan sólo el trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo ha producido importantes contribuciones a los
discursos jurídico, científico y psicoanalítico. Para ampliar, ver: Lo Giúdice, A. (2005). Derecho a la Identidad.
En Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación. Centro de Atención por el Derecho a la Identidad. Alicia Lo
Giúdice (comp.). Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 2005 y Lo Giúdice, A. (2008). Desplazando los
límites del discurso, en Lo Giúdice, A. (Comp.) (2008) Psicoanálisis: Identidad y Transmisión Centro de
Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.
10
Este caso fue presentado por la Lic. Alicia Lo Giúdice en el marco del Seminario de Extensión de la Facultad
de Psicología de la Universidad de Buenos Aires “Derecho a la Identidad. Restitución, apropiación, filiación”,
dictado durante el primer cuatrimestre de 2010.

5
Se inicia el tratamiento, no sin dificultades e interrupciones. Pablo muestra un fuerte
lazo identificatorio con el apropiador, oscilando entre la admiración por la familia que
lo crió y el registro de la violencia naturalizada que imperaba en dicha familia. Trae
fotos de los padres; cuenta que le sorprende la búsqueda de la familia de origen. Pablo
se pregunta: “¿Qué hago con todo esto?” “Los adoro, pero tendrían que pagar, ¿no?” Se
siente dividido.
Queremos destacar en el caso la importancia de la cuestión del nombre. Su
apropiador lo nombró Jorge Nicolás. El paciente cuenta que su apropiador siempre
ofrecía todo un relato acerca de dicho nombre, que configuraba una suerte de ficción
heroica sobre su llegada a la familia. Sin embargo, el nombre elegido por sus padres
había sido Santiago Pablo. Luego del otorgamiento del Documento Nacional de
Identidad, insiste una pregunta: “Al final, ¿quién soy yo?”
Pablo establece un lazo de amistad con una persona de la institución que le pone un
sobrenombre. Éste le causa risa. Ahora, cada vez que firma en la institución
pregunta a la analista “¿Cómo firmo hoy?” Finalmente, se arma un nombre: Pablo
Nicolás y pide que se lo llame así.
Observamos cómo durante este tratamiento se arman múltiples preguntas, que
dividen al sujeto y que éste dirige a la analista. Las preguntas le son devueltas,
intentando conmover su posición subjetiva. Estas intervenciones que apuntan a
sostener la división subjetiva, proponemos pensarlas al modo de un decir silencioso
que, como sostiene Eric Laurent, es distinto del silencio 11. Un decir silencioso del
analista en tanto intervención calculada para no obturar con respuestas, ni inducir al
uso de determinados significantes, incluso sobre qué nombre debe usar. Esta
intervención se sostiene en el deseo del analista que ofrece una hiancia posibilitando
así el despliegue del inconciente, hiancia que a la vez aloja al sujeto y respeta sus
tiempos.
La analista escucha a Pablo, se presta a nombrarlo del modo en que él lo pide
(pedido que se modifica en diferentes momentos del tratamiento, posibilitados por la
transferencia). A diferencia del tratamiento anterior, la analista lo escucha sin juzgar
los significantes que trae. La analista muy bien sabe que “apropiador” no es “padre”.
Que padre es quien dona una falta, quien ejerce una función transmitiendo la ley y
anudándola a un deseo, y que un apropiador jamás será eso en tanto ha usurpado
11
Podemos agregar que hay un silencio bien distinto y que es aquel propio del discurso renegatorio de los
crímenes cometidos por quienes aún sostienen la inexistencia de los campos, las desapariciones y las
apropiaciones de niños.

6
una función, renegando del verdadero origen del niño, aspecto siniestro en su
vinculación con el asesinato de sus padres. El analista ciudadano, comprometido,
bien sabe todo esto y sin embargo, espera. Lugar de la espera en que le toca
situarse al psicoanalista (Rabinovich, 1994), espera que no es sinónimo de
indiferencia, sino que implica que el analista sabe que el apurar los tiempos del
sujeto puede obstaculizar toda posibilidad del trabajo analítico. Su espera implica
una apuesta: que el sujeto pueda ir más allá de las marcas de la apropiación,
aunque no sin ellas.
Desde el sentido más común, respecto de un analista trabajando en una institución
con una explícita posición de enunciación política, podría suponerse que éste
adherirá a dichos valores, pero sobre todo, podría calcularse que su práctica estará
guiada por estas convicciones personales e ideológicas. Podrán suponerlo quienes
llegan a consultar a la institución. El marco institucional podrá operar como un
elemento que permita un primer encuentro, a partir de la dimensión más imaginaria
de la transferencia. En el mejor de los casos facilitará la instalación del sujeto
supuesto saber. Sin embargo, para que haya un trabajo analítico y se produzca el
despliegue del saber inconciente, el analista deberá correrse de dicho lugar. Con
Lacan, diremos que aquel que quiera ocupar el lugar de analista, deberá asumir el
costo de dejar por fuera de la situación analítica sus convicciones, sus valores y su
posición de ciudadano participativo, para causar el trabajo del analizante desde una
posición que le es propia y que se sostiene en el deseo del analista.
Por eso, el caso de Pablo es muy claro para situar cómo la analista no busca
“educar” al sujeto sobre lo acontecido, ni intenta demostrar lo perverso del discurso de
los apropiadores, menos aún imponer significantes “adecuados”. Se descomponen así
dos dimensiones: la ética del psicoanálisis y la ética propia de cada analista.
Por último, ponemos de relieve el arduo trabajo de Pablo en armarse un nombre:
construcción - creación en una de cuyas caras advertimos el doloroso trabajo que
implica comenzar a cuestionar las identificaciones, a hacerse y hacer preguntas, así
como las dificultades para separarse del discurso alienante de los apropiadores,
quienes a pesar de la impostura, ofrecieron significantes que posibilitaron la vida. En
el reverso de este armado observamos una decisión de comenzar a reinsertarse en la
trama del origen, esbozo de un cambio en la posición subjetiva, posibilitado por el
trabajo del sujeto y por una escucha analítica.
Conclusiones

7
El analista agujero no es un analista borrado en tanto la operación de sustraerse
como sujeto en el análisis no lo exime de una toma de posición frente a las
cuestiones socio-políticas del tiempo y lugar en que está inmerso. En esta decisión
de asumir su responsabilidad social, ubicamos a la ética del analista: aquel que en lo
personal, pero especialmente, en la formalización y transmisión de su práctica
promueve valores de respeto por la condición humana. La ética del psicoanálisis
quedará situada a partir del deseo del analista, concepto fundamental para pensar la
praxis analítica, que mantiene toda su vigencia. La ética del psicoanálisis no es
incompatible con una concepción de analista comprometido social y políticamente,
analista ciudadano. Muy por el contrario, si nos orientamos a partir de la enseñanza
de Lacan (1953), diremos con él que más vale “renuncie quien no pueda unir a su
horizonte la subjetividad de su época”.
Es un desafío permanente, entonces, en especial para quienes nos iniciamos en
esta práctica, estar atentos para advertir las coordenadas socio-históricas
particulares de la época, para continuar pensando qué herramientas puede aportar
el psicoanálisis a las problemáticas de la sociedad contemporánea, para seguir
trabajando fuertemente por los sujetos que padecen, ubicando como eje al deseo del
analista, única garantía de la ética del psicoanálisis.

BIBLIOGRAFÍA
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Argentina. Buenos Aires: Colihue.
Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En
Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2008.
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Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2008.
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Lo Giúdice, A. (Comp.) (2005) Psicoanálisis: restitución, apropiación, filiación. Centro de
Atención por el Derecho a la Identidad. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.

8
Lo Giúdice, A. (Comp.) (2008). Psicoanálisis: Identidad y Transmisión Centro de
Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires:
Abuelas de Plaza de Mayo.
Rabinovich, D. S. (1999). El deseo del psicoanalista. Libertad y determinación en
psicoanálisis. Buenos Aires: Manantial.
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rostros de la transferencia. (pp. 40 – 61). Buenos Aires: Manantial.
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(Compilación) (pp. 83 – 91). Buenos Aires: JVE Ediciones.
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Salomone, G. Z. et al. (2010). Informe Final: Variables jurídicas en la práctica psicológica:
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exploratorio descriptivo. UBACyT P431. Programación Científica 2008-2010. Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires.
Salomone, G. Z. El principio de neutralidad y la regla de abstinencia: la perspectiva
freudiana. Ficha de Cátedra. Recuperado de:
http://www.proyectoetica.org/descargas/textos_y_articulos/Principio_neutralidad_Sal
omone.pdf

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