Está en la página 1de 244

Sepan C u a n to s ...

11
Los que leen, goz,an;
los que estudian, aprenden.

P. A n g e l Ma r ía Ga r iba y K.

* * *

U L T IM O S T IT U L O S P U B L IC A D O S :

156
HOFFM ANN
CUENTOS
PRÓLOGO DE

R O S A M A R IA P H IL L IP S
U n v olum en de x x v i i , 315 págs., retrato . R ústica: $ 15.00

157
E D M U N D O D E A M IC IS
CORAZON
PRÓLOGO DE

M A R IA E L V IR A B E R M U D E Z
U n volum en de x x x in , 163 págs. R ústica: $ 8 .0 0

158
B E N IT O P E R E Z G A L D O S
E P I S O D I O S N A C IO N A L E S
N A P O L E O N E N C H A M A R T IN — Z A R A G O Z A
NOTA P R E L IM IN A R I)F.

T E R E S A S IL V A T E N A
U n volum en de xxv, 239 págs. R ústica: $ 15.00

159
JU A N JA C O B O R O U S S E A U
E M I L I O O D E L A E D U C A C IO N
E S T U D IO P R E L IM IN A R DE

D A N IE L M O R E N O
U n volum en de x l v , 385 págs. R ústica: $ 15.00
DIDÁCTICA MAGNA
JU A N A M Ó S C O M E N IO
(R e tra to p o r R e m b ra n d t)
PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
® BIBLIOTECA DIGITAL DE PEDAGOGÍA
“ESTIMADO LECTOR ESTE DOCUMENTO REPRESENTA UNA COPIA PRIVADA
QUE SÓLO PUEDE UTILIZARSE CON FINES EXCLUSIVAMENTE EDUCATIVOS”

El servicio gratuito que brinda la Biblioteca Digital De Pedagogía; Pedagogium Didáctica, es motivo de tres objetos
de estudio que a continuación se presentan:

 OBJETO PRIMARIO: Difundir el conocimiento Pedagógico a los profesionales de la educación, a las


nuevas generaciones académicas que se desempeñan en el estudio del campo Pedagógico y a
toda persona interesada en el conocimiento de la disciplina.

 OBJETO SECUNDARIO: Facilitar y fomentar en las personas el hábito cultural de la lectura


proporcionando vía on-line materiales informativos y educativos como; Libros, Revistas, Manuales,
Guías y Test de relevancia para situaciones de necesidad doméstica, de formación intelectual y
de fortalecimiento profesional.

 OBJETO TERCIARIO: Contribuir de manera voluntaria al apoyo solidario de personas nacionales e


internacionales que provienen o radican en regiones y sectores más desposeídos y que por
motivos de economía, de territorios geográficos, de discriminación y de Necesidades
Educativas Especiales (NEE) no tienen la posibilidad de acceder a bibliotecas públicas de
carácter gubernamental como a las privadas de carácter empresarial.

Una vez leído el documento digital, el lector deberá borrar permanentemente el material de su PC,
Laptop, Tablet, Celular o Dispositivo USB, ya que el préstamo del ejemplar solicitado queda absolutamente
vencido después de su uso. No hacerlo inmediatamente, usted se hace responsable de los perjuicios que tal
incumplimiento genere.

Pedagogium Didáctica, le recomienda que en caso de que usted tenga posibilidades de financiar el
material, compre la versión original en cualquiera de las librerías de su país, ya que algunos materiales
publicados en la Biblioteca son ligeramente reducidos como cumplimiento del tamaño reglamentario
que establece la Red Social, lo que resulta de manera inconveniente en algunas partes del material
digitalizado y escaneado, estas se vean borrosas o no muy claras para el lector. Si las leyes de su país
prohíben este tipo de préstamo, absténgase de seguir utilizando totalmente los servicios gratuitos de
esta Biblioteca. El proyecto Pedagogium Didáctica, no genera ningún interés económico de forma directa
como indirecta, ni de sus usuarios, ni de la red social ni tampoco de la publicidad de la Biblioteca.

“QUEDA PROHIBIDA LA VENTA, DISTRIBUCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN TOTAL DE ESTE


DOCUMENTO SIN PREVIA AUTORIZACIÓN”
JUAN AMÓS COMENIO

D idáctica M ag
P R O L O G O

DE

G A B R IE L D E L A M O R A

E D IT O R IA L P O R R Ú A , S. A.
A V . R E P Ú B L IC A A R G E N T I N A , 15
M E X IC O , 1971
P rim era ed ició n : M adrid, 1922

Derechos reservados

Copyright © 1971

I^as características de esta edición son propiedad de la


EDITORIAL PORRÜA, S. A.
Av. República Argentina, 15, México 1, D. F.

Queda hecho el depósito que marca la ley

IM PR E SO E N MÉXICO
PRLNTED IN MEX ICO
PRÓLOGO
“A l escribir su D idáctica M agna, C ontenió
contribuyó a crear una ciencia de la edu­
cación y una técnica de ¡a enseñanza, conio
disciplinas a u tó n o m a s"
Je a n P i a g e t

L a D id áctica M agna de Com enio, q u e el lector tiene en las m anos,


es e l lib ro q u e transform ó a la Pedagogía en la Ciencia d e la Educar
ción e hizo que los pedagogos, de sim ples ayos que eran, se constitu­
yeran en profesionales forjadores de ciudadanos. Este lib ro colocó al
n iñ o com o cen tro del fenóm eno educativo, haciendo que to d o concu­
rrie ra a su servicio: m aestros, textos, aulas y m étodos. A este lib ro se
debe la creación de la escuela p o p u lar, en la que todos tienen acceso
a la educación: hom bres y m ujeres, pobres y ricos, párvulos y adultos,
superdotados y atípicos. A quí se im p lan ta el m étodo activo >— ap ren ­
d er haciendo— p o r el que el alum no crea su propio conocim iento cop
la m em oria de la experiencia, antes q u e con la m em oria de la p alab ra.
C om enio fue el p rim e r p ro m o to r del desarrollo de la com unidad;
se preo cu p ó p o r elevar el nivel económ ico del pueblo, n o lim itan d o su
acción ed u cativ a al recinto de la escuela, sino haciéndola llegar a to d o
el ám bito de la com unidad. P ero tiene o tro s m éritos m ás. Es el p r e ­
cursor de los jard in es de n iños, p uesto que quiso que cada h ogar fuera
u n a escuela m atern a, y, al ilu stra r con im ágenes sus textos escolares,
fue tam b ién el p rim ero en u tiliz a r los m ateriales audiovisuales,, q u e
ah o ra son esenciales en la educación. Q u e ría que toda la h um anidad
fuese u n a sola fam ilia, con u n a lengua com ún, u n a m ism a educación
y u n solo gobierno. La U nesco lo reconoce p recu rso r y la O n u lo
p roclam a tu telar, puesto que diseñó am bas organizaciones. D e ah í, q u e,
al cum plirse en 1970 tres siglos de la m u erte de Com enio, la C onfe­
rencia G en eral de la O n u haya in v itad o a los Estados m iem bros a
q u e conm em oren la o b ra de este insigne m aestro que “ consid erab a a
la educación com o u no de los m edios m ás im portantes p a ra establecer
un a m ejor com prensión de los p u eb lo s” (O n u , R esolución 24 1 2 .)
M éxico no p o d ía q u ed ar al m argen de este aniversario. L a edición
de esta o b ra cum bre de Com enio, q u e la E d ito rial P o rrú a h ace asequi­
ble a los estudiosos de la disciplina educativa, es su aportación al
A ño In tern acio n al de la E ducación. A ntes de ad en tram o s en su lec­
tu ra , detengám onos en el a u to r, p a ra qu e, enterados de la calid ad del
árb o l, gustem os m ás del fru to .
L EL CORAZÓN D E EU R O PA

La n atu raleza dejó proyectado el co ntinente eu ropeo hacia el N ue­


vo M undo. Los litorales le d an u n a configuración de u n ser en adem án
de lan zarse al m a r occidental, com o q u erien d o re to m a r al continente
am ericano, de donde se dice que lo separó el h u ndim iento legendario
de la A tlán tid a. C iertam ente E u ro p a es dinám ica en todo su organis­
m o. Y el corazón de E u ro p a es C hecoslovaquia.
E n efecto, la R epública de C hecoslovaquia está situada e n el cen­
tro geográfico de E u ro p a. R ondan sus lím ites H un g ría, A u stria, Ale­
m an ia, P olonia y R usia, con cada u n a de las cuales tiene algo de co­
m ú n , p o rq u e C hecoslovaquia h a recib id o de ellas los elem entos que
in teg ran su ser. Sólo lam en ta la carencia de u n o , el m ar, pues n o p u ed e
recostarse sobre ninguna playa p a ra rec ib ir e l b añ o de los oleajes to­
nificantes.
Su territo rio está v erteb rad o p o r el tó rax m ontañoso de los A ltos
T a tra s, los Beskides y los C árpatos, e irrig ad o p o r la red a rterial del
M oldava q u e lo cruza, del D anubio q u e lo lim ita p o r el su r, y de los
m anantiales del O d er y del E lba q u e n acen en su seno. La epiderm is
de p rad eras o n d u lan tes y de espesos bosques parece d ila ta r la enso­
ñ a d o ra línea del h orizonte hacia el in fin ito , con la nostalgia que es la
ú n ica expresión de lo introvertido de su espíritu.
C hecoslovaquia nun ca h a conseguido proyectarse al exterior como
ella quisiera. Com o es u n paso obligado de E u ro p a, p o r su suelo h an
desfilado innúm eros ejércitos de los m ás grandes im perios. Esto la h a
h echo volverse sobre sí m ism a, h asta constituirse en u n m icroscom os,
p letórico d e v id a in te rio r, q u e genera p atrio tism o en sus h ab itan tes
y deseos de re to m a r en los turistas que la visitan; p ero incapaz como
n ación de m an ten er p o r largo tiem po su autonom ía.
L a exigüidad territo ria l, de cerca de 128 0 00 km*, p o d ría com pa­
rarse a u n a en tid a d m exicana, p o r ejem plo D urango; esto es, q u e en
la R epública M exicana cab rían quince C hecoslovaquias. Sólo que m ien­
tras en el E stado de D urango hay m edio m illón de h ab itan tes, distri­
b uidos en c u aren ta m unicipios, en C hecoslovaquia viven catorce m illo­
nes de seres h um anos, q u e p u eb lan doce m il m unicipios.
C hecoslovaquia es u n a de las naciones m ás civilizadas del orbe.
L a h isto ria registra la fam a de su cu ltu ra ancestral. E n deportes, Mé­
xico fue testigo d e su adelanto. E l to q u e de ex q u isita fem inidad d ad o
p o r la cam peona V era C aslavska en los X IX Juegos O lím picos de 1968,
vinculó todavía m ás a M éxico con C hecoslovaquia, al elegir ella a nues­
tro país p a ra fija r su destino en el m atrim onio contraído en la h istó­
rica cated ral m etropolitana, cuyo recinto se ilum inó con la presencia
de la m irtácea diosa checa.
P a ra sim plificar térm inos, utilizarem os la denom inación d e C he­
coslovaquia al referim o s a to d o acontecim iento p retérito ocurrido den­
tro del ám bito geográfico q u e actualm ente ocu p a este país. Poco antes
d e n u estra era in v ad iero n a C hecoslovaquia, p o r el poniente, los cel-
PRÓLOGO XI

tas, cuya trib u boyense dio a la región occidental el nom bre d e Bohe­
m ia, con q u e se designó p o r siglos al p aís, y p o r el oriente los escitas.
C uando las legiones de Julio C ésar p e n e traro n en territorio checo, de
paso hacia las G alias, cam biaron al país en su política y en su cu ltu ra.
Posteriorm ente los b árbaros lo cru zaro n en todas direcciones, antes de
lan zarse a la conquista de Rom a. A sí fu e com o se convirtió el país
checo en el cam po de b atalla de la descom unal pugna germ ano rom ana.
U na vez q u e las victoriosas h o rd as b árb a ra s desalojaron el cam po, le
tocó el tu m o a u n a trib u eslava, la cual descendió p o r la cu enca del
D an u b io y, al arraig ar, conjugó su cu ltu ra oriental con la occidental
de los celtas. Se generó entonces u n foco político y c u ltu ral d e eslavos
occidentales, conocido con el no m b re d e la G ra n M or avia. A p rin ci­
pios del siglo ix se integró u n poderoso im perio que dilató sus fro n ­
teras — siem pre en busca del océano— h a sta los m ares A d riático y
Báltico. C im entaciones y restos arquitectónicos descubiertos, m u estran
lo adelan tad o de la c u ltu ra de este im perio.
Com o se ve, en C hecoslovaquia la h isto ria h a m arch ad o siem pre
al paso m arcad o p o r los redobles bélicos d e los tam bores de m il e jé r­
citos. H ay q u e reconocer, sin em bargo, q u e los conquistadores sucesi­
vos no sólo asolaron todo, sino q u e tam b ién construyeron m uchas cosas
nuevas. Podem os verlo en el florecim iento actu al. C hecoslovaquia es
el tínico país d e E u ro p a que aparece com o el m ás rico m useo de co­
lecciones de fuentes históricas arquitectónicas de todas las épocas, a
p a rtir del p rim e r año de n u estra era. E n el castillo de P raga se adm i­
ra n cuadros del V eronés, de R ubens y d el T in to reto ; en el M useo N a­
cional existe la p a rtitu ra original de u n concierto de H ay d n p a ra vio-
loncello; recientem ente fue descubierto en la B iblioteca de M ladá Vo-
zice el m anuscrito de “ El D u q u e de G a n d ía ” , que C alderón d e la Barca
escribió en h o n o r de San F rancisco de B orja, tercer G en eral de los
jesuítas. T o d o esto, y m uchos tesoros culturales que se conservan ocul­
tos, fu ero n rescatados de la rap iñ a del nazism o invasor en la Segunda
G u erra M undial.
A pagadas las llam as de esta conflagración y oreado el m ar dé san­
gre, la heroica R epública de C hecoslovaquia cobró nuevos b río s, rea­
lizando u n a asom brosa actividad so b re la base o b jetiva del cam po
científico. Y a desde el R enacim iento, en la época de R odolfo el Al­
quim ista, la ciencia hizo acto de presencia en C hecoslovaquia. Copér-
nico y K epler in iciaro n la revolución astronóm ico-heliocéntrica, base
d e las asom brosas conquistas espaciales q u e la h u m an id ad está reali­
zando actualm ente. E n Praga actu aro n Bolzano, B arranda y M endel.
G oethe efectuó allí investigaciones geológicas. E n estos tiem pos des­
taca Jaroslav H eyrovsky, Prem io N obel de Q u ím ica 1959, reconocido
com o el cread o r de la polarografía.
A l lad o <jel desarrollo científico, a tra e la atención m undial el p ro ­
greso educativo. P ara com p ren d er el ansia de cu ltu ra y de educación
q u e se d esarro lla en tre el p u eb lo checoslovaco, es necesario retro ced er
h asta los tiem pos d e Com enio.
H. E N LA FRA G U A ESCO LA R

H ay hom bres q u e son como el acto en el cu al todo u n m undo de


posibilidades se realiza. Juan A m ós C om enio es u n o de ellos. S inte­
tiza el genio d e C hecoslovaquia. Com o su p a tria , Com enio fu e toda la
v id a víctim a. E sta n o es u n a expresión hip erb ó lica, sino verídica, exac­
ta , p o r eso se c ap ta espontáneam ente, d ado q u e hay m uchas naciones
víctim as, a l igual que m uchos hom bres elegidos. E l m agisterio come-
n ian o trasciende las edades y las fro n teras p a ra gu iar h acia la excelsi­
tu d a todo hom bre qu e, aun sin n acer en la privilegiada C hecoslova­
q u ia, tiene la o p o rtu n id ad de lu ch a r p o r la redención c u ltu ral en su
p a tria.
L a in fan cia de Com enio tra n sc u rrió en la E slovaquia m orava, re­
gión rica en cantares y leyendas, cuyos h ab itan tes son tenaces en el
tra b a jo y valientes sin m enoscabo d e su p ied ad . Estas cualidades es­
tru c tu ra n el carácter de los checos. N o o bstante las controversias exis­
tentes acerca del lugar de su nacim iento, se h a com probado científi­
cam ente que Ju an Am ós nació en N ivnice, el d ía 28 de m arzo del
año 1592, u n siglo después del descubrim iento de A m érica.
C uando apenas tenía unos días d e nacido, sus padres pasaron a ra ­
dicarse al p o b lad o de U nersky Brod, en donde recibió el b autism o de
la H erm an d ad M orava, p o r lo que quedó constituido m iem bro de esta
iglesia evangélica. E l hecho de h a b e r sido descubierta en esta pobla­
ción la fe d e su bautism o, hizo su p o n er a m uchos h istoriadores q u e
Com enio h a b ía n acido aquí; y así corre im preso en num erosas o b ras;
p ero investigadores serios testifican su o rig en n ivnicita.
Se le im puso el nom bre de Juan en h o n o r de H u s, al q u e q u erían
sus padres q u e im itara, com o de hecho lo em uló. El apellido Am ós, de
origen israelí, confirm a su ascendencia ju d ía , ya q u e sangre de la es­
tirp e de D av id circulaba p o r sus venas y m an tu v o p alp itan te su inm enso
corazón en u n a longevidad sostenida p o r Jahveh, com o testim onio de
bendición. El cognom ento de K om enshy se deriva de la localidad m o­
rav a de K om na — de donde era o riu n d a la fam ilia— , y q u e al latin i­
zarse se hizo Com enius, de donde proviene la fo rm a española de Co­
m enio, q u e le es fam iliar a todo m aestro m exicano.
La agitación social circu n d an te sacudió su cu n a. G avillas de b a n ­
doleros y com andos de guerrilleros asolaban e n ese tiem po a M orovia.
Aldeas en llam as, hom bres m asacrados, m ujeres rap tad as, e ra n im á­
genes que se fu ero n in cru stan d o en el in tern o yo del infante, q u e se
sobresaltaba an te los relatos llenos d e crudeza q u e n a rra b a n los m a­
yores, y que p erd u ra ro n de p o r v id a a sem ejanza de las escoriaciones
en el tronco de u n árbol. A los doce años de ed ad quedó huérfano.
Los tutores n o p u d iero n atender su educación com o lo h u b ieran hecho
sus pad res y lo req u ería la ex trao rd in aria inteligencia del pupilo.
Llegó p o r fin el d ía de su ingreso en la escuela de Straznice. Cor-
tésm ente saludó al m aestro y pasó a to m ar asiento en el b an co asig­
nado. El ro stro se ilum inó ante la explicación de la lección. E stab a a
gu sto en el aula. E ra m anifiesta su vocación p o r el estudio. Desgracia*
dam ente la paz escolar fue tu rb a d a p o r el tro p el de gente en fu g a. C ada
p a d re arre b a ta b a a su h ijo p a ra h u ir an tes que las llam as consum ieran,
al p o b lad o . F ue el bautism o de fuego de Com enio. N u n ca olv id ará
este incidente. E l recuerdo de S traznice irá asociado al fuego q u e de­
voró las casas y a los m étodos m em orísticos con que su m aestro les
obligaba a ap re n d e r pasajes bíblicos, cánticos religiosos y p reguntas
de catecism o, m ientras que la enseñanza de la lectura, escritu ra y c á lc it
lo era relegada a segundo p lan o , como si fuese com plem entaria, con
procedim ientos incom prensibles q u e exigían años de ap rendizaje ver­
b alista, cu an d o podía aprenderse en unos cuantos m eses con u n a m o­
tivación interesante, com o es la u tilid ad q u e p restan en la v id a dichas
disciplinas, y m étodos activos q u e p erm itieran a los alum nos c o n stru ir
su p ro p io conocim iento.
Lo excepcional d e su aplicación a tra jo la atención de nobles p ro ­
tectores de la H erm an d ad M orava, los cuales enviaron a C om enio a
la escuela secu n d aria de Prevov, com o becado. T am bién esta escuela
tenía los defectos propios de la época. C on to d o , Com enio logró asi­
m ilar a los clásicos latinos y griegos, y pro fu n d izó en el estudio de la
h istoria de todos los pueblos. A d q u irió adem ás los rudim entos de di­
versas lenguas. Sólo q u e el m artirio que le pro d u cía la m em orización
de reglas ininteligibles, le hizo reaccio n ar posteriorm ente, red a ctan d o
m anuales p a ra ap ren d er lenguas de u n a m an era n atu ral, com o se ap ren ­
de la p ro p ia en la infancia, a base de frases, no de reglas. Las reglas
d eberá red actarlas posteriorm ente el ap ren d iz, u n a vez que h ay a do­
m inado la lengua aprendida.
Com o prem io a su aprovecham iento, C om enio fue seleccionado p a ra
ir a estu d ia r a la U niversidad de H e rb o m , de donde sobresalió en tre
todo el alum n ad o , y posteriorm ente a la de H eidelberg, en d o n d e vol­
vió a triu n fa r d u ran te el trienio de 1611 a 1614. El filán tro p o C arlos
Z ero tin costeó estos estudios. C om enio le agradeció de p o r v id a, pues
hace frecuentes m enciones de este p ro tecto r. F ueron catedráticos su­
yos los em inentes m aestros Juan F ischer y Juan E nrique A lsted. -La­
m entablem ente fue tu rb ad a la p a z q u e debía rein ar en esas casas de
estudios superiores. Se reflejab an en los m uros universitarios las llam as
de u n a g u erra cruel q u e red u jo a cenizas al país. E ra creencia ge­
n eral m uy arraig ad a la del Q uiliasm o, según la cual, el cúm ulo de
desgracias y sufrim ientos no e ra n o tra cosa que los dolores d e p a rto
de los q u e esta b a naciendo la e ra de m il años, en la q u e deb ía rein ar
C risto.
D u ra n te este período, C om enio absorbió con avidez los conoci­
m ientos de las ciencias n atu rales, que g irab an en to rn o a la teología,
logrando adem ás desenvolver su perso n alid ad con la lib ertad d e espí­
ritu q u e él deseaba. Especial interés le despertó el “ M em orial” de
R atke, en el* q u e este pedagogo alem án hacía la exposición de u n n u e­
vo m étodo p a ra enseñar de acu erd o con los principios q u e C om enio
seguía en su tare a de sistem atización de la Pedagogía q u e ya com en­
zaba a esbozar. A sí logró co ro n ar sus estudios universitarios con la
p-*' ■■
■ ■■
■ ' . ; -•
XTV PRÓ LO GO

m áxim a distinción q u e unánim em ente le hizo el claustro d e catedrá­


ticos. D espués d e este triu n fo reto m ó a su tierra.
Poco antes de d ejar su q u erid a U niversidad de H eidelberg com ­
p ró , con el dinero que tenía reserv ad o p a ra su pasaje de regreso, el
m anuscrito d e C opérnico sobre “ Las revoluciones orbitales de los as­
tro s” , A Com enio le in d u jo a esta adquisición el interés q u e ponía en
todos los descubrim ientos que la ciencia hacía en aquellos difíciles tiem ­
po s del im perio de la m etafísica escolástica. E l recorrido lo hizo n a tu ­
ralm ente a p ie. P ero n o sintió el cam ino. A bsorto com o ib a p o r el
p lacer de llevar consigo e l m anuscrito, no ad v irtió el centenar d e kiló­
m etros que se deslizó b ajo sus p lantas.
A quellas páginas de C opérnico fu ero n toda u n a p roclam a de la
revolución astronóm ica q u e com enzó a to m ar c a rta de ciud ad an ía en
las m entes cultivadas. C opérnico dem ostraba su teoría heliocéntrica,
según la cu al el cen tro de nu estro sistem a p lan e tario no era la T ierra,
com o se venía creyendo desde antiguo, sino e l Sol. E n tre jo m a d a y
jo m a d a de aq u ella larga cam inata, C om enio dedujo p o r analogía q u e
el centro d el sistem a escolar no era el m aestro, com o se consideraba
entonces, sino el alum no, en to rn o del cu al debe g irar to d a organiza­
ción escolar. H eliocentrism o en A stronom ía y paidocentrism o en Pe­
dagogía, fu ero n dos revoluciones contem poráneas q u e m ucho h a n be­
neficiado a la h u m anidad.
Este p ro fu n d o interés p o r el conocim iento científico y el deseo de
q u e n ad a en este m undo constituyera u n secreto ante la investigación
del hom bre, fue el criterio que C om enio sostuvo d u ran te la época de
su form ación u n iv ersitaria y que h a b ría de proyectarse h asta su m ás
avanzada edad. La fragua escolar forjó su c a rácter con u n a recie­
dum b re tal, que q uedó p rep arad o p a ra la v id a q u e le esperaba, llena
de sufrim ientos y de lágrim as.

OT. EN EL C R IS O L DEL DOLOR

Feliz com ienzo p a ra su ed ad ad u lta, fu e el hech o de h a b e r ejercido


Com enio la profesión de in stru cto r e n Prevov, d u ran te los años de
1614 a 1618; p o rq u e n a d a ayuda tan to al ap rendizaje com o el com ­
prom iso de u n a cáted ra. A quel m aestro v ein tiañ ero reb u llía de reac­
ciones en c o n tra del sistem a pedagógico im p eran te en las escuelas. N o
sólo recordaba lo negativo de los sistem as en que h ab ía sido educado,
sino q u e h a b ía concebido con nitid ez genial to d o u n sistem a nuevo,
h um ano, científico, que atendía a las necesidades del alum no y velaba
p o r sus intereses, con preferencia a los del m aestro. Pero, virtuoso
com o era Com enio, esperaba con p ru d en cia el m om ento de actuar.
E ntre tan to , ru m iab a sus concepciones pedagógicas y precisaba los li­
ncam ientos de su sistem a revolucionario.
E n F u ln ek , p eq u eñ a ciudad m orava en donde perm aneció hasta
1621, em pezó a ap licar su m étodo activo, que era totalm ente desco­
nocido. E n vez de am ed ren tar a los alum nos con la v a ra en la m ano,
PRÓ LO GO XV

C om enio los a traía luciendo la m ás rad ia n te de las sonrisas; y en lu ­


gar d e hacerlos rep etir cosas d e m em oria, p ro cu rab a explicarles p ri­
m ero la lección p a ra que la en tendieran; en seguida ay udaba a los
alum nos a q u e ellos mism os elab o raran los conceptos explicados, h as­
ta q u e q u ed a b an fijos en la m em oria; y finalm ente los p o m a a ejerci­
tarlos en cosas prácticas de la vida. Estos tres pasos: com prender, re­
ten er y p rac tic a r, constituyen el trip ié sobre el que descansa el sistem a
com eniano. Q u ed aro n sintetizadas en sus correspondientes voces grie­
gas que C om enio repetía a m enudo: autopsia, autocracia y au to p rax ia.
Los ópim os fru to s que ren d ía este m étodo en el aprendizaje de las
lenguas, sobre todo d el latín , que era el idiom a oficial en las u niver­
sidades, rep o rtaro n p a ra Com enio u n a fam a tal d e sab id u ría, q u e la
H erm an d ad M orava a la que pertenecía, en vista de las cualidades que
lo ad o rn ab an , tales com o p ro b id ad , celo apostólico, cu ltu ra universi­
taria y afán d e investigador científico, lo eligió m inistro evangélico.
R ecibió el O rd e n Sacerdotal a los vein ticu atro años de ed ad . A unó
así, com o C risto, dos profesiones sublim es: la d e m aestro y la de
sacerdote.
C om enio d io preferencia siem pre a su m inisterio escolar, pues con­
sideraba a la educación com o el facto r p rin cip al p a ra la pacificación
de la h u m an id ad y el progreso del país. N o p o r ello descuidó el m i­
n isterio sacerdotal, sino que predicaba con la m ism a intención con que
im p artía u n a clase, haciendo del p ú lp ito u n a cáted ra p a ra la p az y el
progreso. P or eso lo seguía la gente. E nseñaba a vivir. P o rq u e p a ra
Com enio era m ás im p o rtan te sab er vivir q u e saber m orir. Y n a d ie m ás
in dicado p a ra esta m isión que e l m aestro.
Este m aestro consagrado tom ó sobre sí, a m anera de cru z , los pa­
decim ientos y necesidades de todas las p ersonas con las q u e convivía
y cuyas alm as qu ería salvar. Le im presionaba m ucho ver cóm o to d o
aquel sufrim iento d el pu eb lo pro v en ía del orgullo y del egoísm o de
los q u e se creían aristócratas p o r estar ahitos de todo. N o h a y cosa
que tan to odien los pobres, los despojados, com o ese desdén olím ­
pico de los ricos q u e todo lo tienen. P or eso llega u n m om ento en q u e
se u n en e n tre sí p a ra h a c er estallar su ira co n tra la p irám id e d e aris­
tócratas hasta volcarla y dejarlos a todos h undidos en el caos. Es
cuando se genera la revolución. C om enio lo sentía, de ah í q u e ju n to
con la docencia en la cátedra y la p redicación en la iglesia, n o dejara
de escrib ir p a ra elevar los ánim os de tan to com patriota abatido. Pedía
en sus oraciones a C risto que d iera a los pobres aquella protección
que los poderosos de la tierra les negaban. R epetía a m enudo: “ G ra­
cias te doy, o h P ad re E terno, p o rq u e h a s encubierto estas cosas a Iqs
poderosos de la tierra y se las has revelado en cam bio a los m eneste­
rosos com o y o ”.
Con tan ta sabiduría y tan sublim e san tid ad , n o es extraño q u e a
Com enio se le nom b rara en F ulnek, O bispo de la H erm an d ad Mo­
rav a y R ecto r del Colegio A lem án. N o p erd ía o p o rtu n id ad p a ra prose­
g u ir sus ensayos en favor del m ejoram iento de la enseñanza, no o bstan­
te que p o r sus cargos n o p o d ía estar, com o él lo deseaba con toda h u ­
m ild ad , en contacto dirécto con los escolares. A provechaba todo tiem po
líb re p a ra volverse a conectar con los niños. T o d av ía está la v ereda
p o r la q u e Com enio solía llevar a los niños q u e se allegaban a é l, a
u n p a ra je som breado en donde, bajo la fro n d a de u n a haya, los ap rem ia­
b a a conocer directam ente la n atu raleza y los h acía ju g ar llenos de
júbilo.
A ú n se conserva en F ulnek el lu g ar en donde Com enio instaló col­
m enas con el fin de enseñ ar a los niños la técnica de la ap icu ltu ra.
M ás de u n enjam bre tra tó de posarse en su incipiente b a rb a que co n
los años se h a ría p a triarc al. H ab ía u n p acto d e n o agresión entre las
abejas y él. Y si alguna in su b o rd in ad a osaba p ro b ar el efecto de su
fisga, el estoicism o del am o era reproche saludable. E n estos deta-
„lles, aparentem ente insignificantes, el pueblo detectaba la inm ensa v ir­
tu d de Com enio. P o rq u e la gente acudía, ju n to con sus hijos, a recib ir
las enseñanzas d el m aestro. Com enio fu e así el p rim er p ro m o to r del
desarrollo d e la com unidad, dado qu e, antes de in stru ir, él qu ería
¿levar el nivel económ ico del pueblo. P o rq u e decía: “ P rim er d eb er es
com er, antes que ser cristian o ” .
P ara la com unidad de F ulnek, C om enio era u n a fu en te inagotable
d e enseñanzas y beneficios. E ra el centro de todo. A cudían a él p a ra
todo. P ero a Com enio le faltab a algo. E n la Biblia releía las loas d iv i­
nas al m atrim onio: “ N o es conveniente q u e el hom bre esté solo” ,
afirm a el G énesis. C risto fue engendrado p o r M aría la esposa de José, y
su prim er m ilagro lo hizo en la b o d a de C aná. Com o discípulos llam ó
a casados. ¿ Q u é le reten ía, p ues, a C om enio p a ra fu n d a r u n h o g ar
ejem plar? E l im pacto que en su sensibilidad pro d u cía la presencia de
M agdalena, v irtu o sa joven que descollaba so b re la floración de la fe­
m in id ad fu lk e ñ a p o r su herm osura y su silencio, fue la voz celestial
que Com enio escuchó p a ra elegirla p o r esposa. La boda fu e sencilla,
p e ro significativa, de acuerdo en todo al ritu a l de la H erm an d ad Mo-
rav a . El pueb lo en tero acudió a ella. C om enio casado inspiró todavía
m ás confianza. C om enzó a ser u n hom bre norm al d en tro de su perfec­
ción evangélica.
C on la d e rro ta q u e sufrió el p u eb lo checo en la M ontaña Blanca
el año de 1620, term inó p a ra C om enio el ú n ico período apacible d e su
vida. U n destacam ento de soldados, a las órdenes del em perador C ar­
los V , cayó sobre F ulnek, con la o rd en de n o d ejar p ied ra sobre pie­
d ra en aquel red u cto del P rotestantism o. C om enio se vio p recisado a
esconderse en los bosques. Los soldados lo b u scab an p a ra extinguir
su luz. T en ían especial encargo p a ra ello. O lfateab an todos los ca­
m inos, u rg ab an todos los recodos, p e ro el pu eb lo en tero se encargó de
salv ar de la m u erte al m aestro.
H ay u n a escena enternecedora en la vida de Com enio; fue cuando
ab razó p o r vez p o stre ra a su esposa M agdalena en F ulnek. Llevaba
ella en los brazos al prim ogénito y en su seno al segundo q u e estaba
p o r nacer. D ebió de nublarse la faz de Com enio, siem pre lum inosa,
fren te al prim ogénito am ado. ¡Se p arecía ta n to a él! E l p ad re estaba
im paciente p o rq u e p asaran los años p a ra que los balbuceos d el n iñ o
se to m a ra n en voces bien tim b rad as, com o j a suya d e m e s t r o ; |>«|*
enseñ arle lenguas ex tran jeras, com o lo h a c ía con los m illares d e aluiBr*
no s; p a ra tran sfu n d irle sab id u ría y v irtu d ; p a ra enseñarle, e n fin , a
ser u n h o m b re excepcional. ¡Inm ensa ilusión la d e C om enio an te
hijo! Pero la g u erra h u n d ía im placable su espada de dos filos en tro
C om enio y su fam ilia, p a ra se p arar lo q u e D ios h a b ía unido. C om éalo
abrazó con tern u ra a M agdalena y besó reverente al pequeño q u e H
tendía los brazos, com o adem án de sú p lica de q u e le p erm itiera co*
rre r los m ism os riesgos. E lla insistió en acom pañarlo, p e ro su estado
de av an zad a gravidez obligó a l esposo a recom endarle, a o rd en arle;
que perm aneciera en F ulnek al cuid ad o d e su p ro le y de sus escrito?,
M agdalena obedeció anegada en llan to . Com enio p artió tra n sid p m
do lo r ru m b o al destierro, acom pañado d e u n p u ñ ad o d e herm anos nq&;
ravos cuyas vidas co rrían el m ism o peligro. N u n ca m ás volvió a Vi*’
a los suyos.
A l co n firm ar los soldados q u e C om enio h a b ía escapado, e s tr e c h a
ro n to d av ía m ás el cerco d e m u erte en to m o a F ulnek. T a l vez p o r
ham bre, ta l vez p o r la peste, pero ciertam ente p o r la soledad, m u ltó
M agdalena al d a r a luz. C on la m ad re, perecieron los dos hijos íle
Com enio. E l sep u ltu rero recogió el cadáver de la m adre, sobre cuyóa
pechos estab an los cuerpos de los pequeños, con las b o q u itas hundi*
das p o r el h am b re m o rtal; y los arro jó a la fo sa casi llena en d o n d e
fu ero n sep u ltad as las víctim as d e F u ln ek . ,y
Los invasores lograron, al fin de larg a b ú sq u ed a, d a r con la casa
de Com enio. R em oviendo la tie rra localizaron, d en tro de u n arcó n i$*
cu b ierto d e b rea, los valiosos m anuscritos del m aestro. N i s iq u te rf
se en tretu v iero n en pen sar q u é destino les d arían . L a o rd en tentó*
nan te de la In q u isició n estaba en pie: " S i alguno se atreve a g u a rd te
libros d e herejes, qued a excom ulgado” . P or la noche, en la plaza p &
blica d e F u ln ek , bajo la sola m irad a de las estrellas, u n a h o g u era c o p -
sum ió el arcó n d onde C om enio h a b ía depositado sus o b ras. In ten to
vano, adem ás de injusto, p o rq u e com o escribió el m aestro m exicano
don Jaim e T o rres Bodet:

"E l libro, m aestro m u d o pero constante,


hasta en las llam as donde lo arrojan los dictadores,
su cuerpo estoico, quem ado en vano, despide luz.” Á

Sin lib ro s y sin hijos, com pletam ente solo — sin esposa— , a q ü $
m aestro evangélico, d e trein ta años d e ed ad , después de u n largo pere­
grinar, en co n tró albergue en Brandys n a d O rlicí, en la casa d el piadoSó-
C arlos d e Z e ro tín , m iem bro d e la H erm an d ad M orava. A q u í lib ró C o ­
m enio u n doloroso d uelo en su in te rio r, an te la desesperación sin IÍ7
m ites q u e lo estru jab a in tern am en te y la cerrazón exterior q u e rife
dejaba en trev er n in g ú n p o rv en ir m ejor. E sta fu e p a ra Com enio la noche
oscura del esp íritu de q u e h a b la n los m ísticos y que en esa m ism á
época describió m agistralm ente el tam bién perseguido S an Juan
la C ruz.
E n este tiem po C om enio acrisoló d efinitivam ente su tem ple de hom ­
b re perfecto, b ase d e la estatu ra colosal q u e alcanzó com o m aestro
d e todos los pueblos de la tierra. L o elevado de su gigantesca talla
exigía u n cim iento prop o rcio n ad o ; de a h í la p ro fu n d id ad insondable
q u e el dolor cavó en su alm a. A la ten u e luz de u n a candela escribió
u n a c a rta llena d e consolación p a ra su am ad a esposa M agdalena y de
encargos p a ra sus hijito s, la que envió a F ulnek, sin saber que hacía
tiem po que ella y los niños h ab ían fallecido. C uando regresó el m en­
sajero, exangüe y m u d o , Com enio se echó sobre él p resin tien d o u n a
fata l noticia. C uando el m ensajero h ab ló y confirm ó lo que Com enio
sospechaba, éste n o soportó m ás y se echó a llo ra r com o n u n ca lo h a­
b ía hecho.
Las víctim as se m ultiplicaban. E l cielo de C hecoslovaquia se ponía
cada, vez m ás som brío. Las hum aredas de los incendios im pedían q u e
e l sol se v iera. E n to d o el país reso n ab an lú g u b res los llan to s y se
reg ab an con lágrim as los cam pos. C om enio siente flaq u ear su fe. E l
v e r q u e los instintos m ás bestiales se satisfacían a rienda suelta; al cer­
ciorarse d e q u e los crím enes m ás atroces q u ed ab an im punes, com o si
d u rm iera la ju sticia d iv in a, le hizo d u d a r de la existencia d e Dios.
E l desaliento no sólo h u n d ió a Com enio en la d u d a, sino q u e lo dejó a
m erced de la desesperación. Así lo confiesa co n sinceridad e n las p á ­
ginas que escribió con lágrim as y q u e p o r lo m ism o se leen con reve­
re n te silencio. D esde lo p ro fu n d o de su ser lan zab a a la ca ra de Dios
e sta p reg u n ta d ictad a p o r su in so p o rtab le dolor: “ ¿P iensas acaso, oh
D ios, que m i corazón es de ac ero ? ”
D e esta torm entosa época d a ta su célebre lib ro “ El lab erin to del
m u n d o ” , en el q u e C om enio, e n m edio de su to rb ellin o , se guarece
d e n tro del refugio íntim o de su castillo in terio r, com o los grandes m ís­
ticos d e todas las religiones. E sta sentencia de C om enio: "P e n etra en
l a m o rad a d e tu corazón y cierra la p u e rta detrás d e ti” , inspiró al
poeta m exicano E n riq u e G onzález M artínez e l soneto de El A lcázar,
q u e concluye así:

"E chados los cerrojos, levantaré el rastrillo,


y al fo so que circunda los m uros del castillo
una noche de orgullo arrojaré las llaves . .

D espués de siete años de vida clandestina en su p a tria , Com enio


se vio obligado a c ru zar la fro n tera en u n a fría noche d el invierno
de 1628. Pero antes tom ó u n p u ñ ad o de tie rra checa, á la q u e besó
reverente, y la envolvió en su pañ u elo , p a ra colocarlo en la alforja
de erran te desterrad o . D ejó así la p a tria en pos del éxodo d e tre in ta
m il fam ilias expulsadas p o r los severos decretos dictados en co n tra
de los no católicos.
M ás p o r com pasión q u e p o r am or, co n trajo segundas nupcias con
la abnegada m oza exiliada q u e lo asistía con p ied ad filial. Junto con
num erosos com patriotas fugitivos, Com elio y D orotea rad icaro n en la
c iu d a d polaca de Leszno. E l conde R afael Leszczynski, señor de aque-
I k ciu d ad , com probó la valía d e m uchos ilustres refugiados, e n tre los
q u e descollaba Com enio, y fue dándoles cargos adecuados a su p ro fe­
sión. A C om enio lo com isionó com o m aestro de escuela.

IV . VEDA, E ST A M O S E N P A Z

La estancia de Com enio en Polonia fu e fecunda. G racias a l re­


m anso de p a z q u e le p ro p o rcio n ó el con d e Leszczynski y a la eficaz
colaboración d e su am anuense D orotea, p u d o Com enio d a r a la h u ­
m anidad el acervo riquísim o de sus obras. Precisam ente aquí en Polonia
com enzó a d ifu n d irse la noticia de que C om enio escribía, y fuerori
num erosos los países que le in v itaro n p a ra que los visitara y les orieü-
ta ra en lo q u e el m aestro llam aba reform a educativa.
E l p rim e r país q u e visitó C om enio p a ra este fin fue In g laterra.
E stan d o allí recibió la invitación q u e el C ardenal R ichelieu le hizo p a ra
que p asara a F ran cia a fin de que lo a u x iliara en la organización de
u n a escuela p ansófica que el p u rp u ra d o proyectaba; pero n o aceptó
C om enio debido a q u e estaba com prom etido a ir antes a Suecia. A de­
m ás F ran cia estab a im buida d el catolicism o, en nom bre del c u al se
perseguía al refo rm ad o r Com enio; en cam bio Suecia le b rin d a b a com­
p leta seguridad, m áxim e que el que lo in v itab a era el llam ado “ F ilá n - !.
tro p o de E u ro p a ” , nom b re con q u e se designaba a l m agnate i n d u s tr ia l,
holandés, L uis de G eer, p o r la generosa solicitud con q u e acogía a to ­
dos los exiliados checos.
E n Suecia tu v o p o r p rim era alu m n a a la p ro p ia reina C ristin a, la
cual al poco tiem po dio público testim onio de los adelantos q u e h ab ía
logrado en sus estudios lingüísticos, gracias a los m étodos q u e C om enio
exponía en sus m anuales. El entusiasm o de la reina contagió en ta l
form a a la corte, que el C anciller A xel O x en stiem , conocido com o el
“ Á guila del S ep ten trió n ” , se declaró tam b ién alum no del ilu stre pe­
dagogo checo. E n esta fo rm a se inició en Suecia la refo rm a educativa,
b asad a en C om enio, que revolucionó los m étodos, los textos y las es­
cuelas, de u n a m anera paid o cén trica, q u e m ucho benefició a la ed u ca­
ción p o p u lar.
F ue en la ciu d ad sueca de Leyden, en d o n d e se entrevistaron Co­
m enio y D escartes — el revolucionario de la Pedagogía y el revolu- .
cio n ario de la Filosofía— p a ra in tercam b iar im presiones en u n diá­
logo co rd ial de trascendencia educativa. A quél p o n ía com o cen tro de
la educación al alum no, en lu g ar del m aestro; éste establecía com o
p u n to de p a rtid a del conocim iento a la razó n , en vez de la revelación.
L a m odestia d el m aestro Com enio c o n trastab a con la p restan cia del
filósofo D escartes. Sin em bargo, am bos coincidieron en la p latafo rm a
com ún d e la filosofía baco n ian a, so b re la cual fincaban sus lucubra*
ciones científicas. Las siluetas de los dos reform adores se rec o rta b a n
— dialogando— en el ocaso m edieval de la escolástica, la cual se eclip­
saba p a ra siem pre en la noche de los tiem pos. D e este diálogo su rg ie­
ro n los filósofos y, consecuentem ente, los pedagogos, q u e en la edad
m m , *7* 1 /;* c fr ;g $ j w
*TW ‘ ' * * ¿ * ó 4 -ú

i m o d ern a gu iaro n a la razón y a la co n d u cta d e los hom bres occiden­


tales sobre los senderos d e la experiencia. D escartes reco rd ará con agrá-
■ d o esta entrevista, según lo expresó en sus escritos posteriores. Com enio
ratificó la veracidad y corrección de su posición, al grad o de que allí
m ism o retocó s u p lan pansófico, p a ra explayarlo en su reto m o a C he­
coslovaquia.

. Com o el C anciller O x en stiem insistiera en que C om enio debería
pro lo n g ar su estancia en Suecia, éste acep tó de g rado y fijó su resi­
den cia en E lblag, en d o n d e vivió d u ran te los años de 1642 a 1648.
A llí escribió nuevos m anuales p a ra el ap ren d izaje del L a tín , que la
: - ©Orte sueca le ped ía y agradecía. L a n ecesidad económ ica m antenía a Co~
jtnenio escribiendo textos escolares, de in m ed iata rem uneración. H u b iera
sido m ejor si, com o se lo pedían sus amigos de Inglaterra, se hubiese
. dedicado d e lleno a escribir la E nciclopedia Pansófica q u e tenía en
■ proyecto y q u e n u n ca llegó a escrib ir; p o rq u e h a b ría sin d u d a alguna
Constituido u n a innovación útilísim a p a ra la c u ltu ra de todos los hom -
bres d el p laneta.
La dinám ica hum anista de C om enio le d ictab a internam ente q u e
h a b ía algo m ás im p o rtan te q u e escrib ir y q u e él p o d ía realizar, com o
, e ra la u n ificación d e todos los hom bres. D eseoso de conseguir ésta
¿neta in ap lazab le p a ra salvaguarda de la h u m an id ad , planeó y logró
rea liz a r el C ongreso de T o ru n el año d e 1645. D esgraciadam ente p o r
Set el p rim er in ten to de unificación in tern acio n al y p o r co n stitu ir de
suyo u n ard u o problem a, dados los intereses nacionalistas q u e estaban
, en juego, n o o btuvo resultados positivos. N o le dolió ta n to el fracaso
su frid o , sino e l com probar q u e sus anhelos y actividades ecum enistas
le trajero n la anim osidad de m uchos suecos aferrados a su n acio n a­
lism o exclusivista. C onsecuencia de esta anim osidad sueca, fu e el hecho
d e q u e en el T ra ta d o de W estfalia, en 1648, ni. siq u iera fu era incluida,
en la agenda de suntos p o r tra ta r, la cuestión de C hecoslovaquia, q u e
m uy bien h u b iera p o d id o ser p resen tad a en Suecia. E n v an o insistió
' C om enio a n te el C anciller O xenstiem . P or lo que, desilusionado, de­
cidió reg re sar a su p a tria a como diera lugar.
D e reto m o a C hecoslovaquia, cae enferm a y m uere su esposa D o­
ro tea que tan to le h a b ía ayudado en su labor. L a sepulta a la v era del
cam ino y, n u evam ente solo, con sus m anuscritos b a jo el b razo , se esta­
blece p o r segunda vez en la ciu d ad polaca de Leszno. A llí recibe u n
ten u e rayo de esperanza procedente de la T ran silv an ia que regía Ra-
: koczi. A Com enio le pareció que el in tré p id o P ríncipe Segism undo p o ­
d r í a encabezar u n m ovim iento de liberación checa en co n tra de los
H absburgos, puesto q u e estab a pro m etid o a la hija de Federico V .
S in p érd id a de tiem po m archó p a ra H u n g ría a fin de asistir a la b oda
q u e se celebró en 1650. Logró exponer su p la n a l Príncipe, q u ien le
p ro m etió m ed itarlo . E n tre tan to , Com enio se instaló en Sarospatak, en
d onde se dedicó u n a vez m ás a im p artir clases.
E n esta ciu d ad h ú n g ara apareció en C om enio la faceta de dram a­
turgo. H izo experim entos teatrales con la m ira pedagógica de in tro d u ­
cir. al tea tro com o instru m en to au x iliar p a ra el ap ren d izaje escolar. Fue
a q u í en d o n d e escribió su fam osa o b ra “ O rbis P ictu s” , q u e m u l t ó e l
p rim e r tex to de educación audiovisual q u e se conoce en la h isto ria '•
d e la Pedagogía. Sus obras dram ático-pedagógicas se releen co n interés
y deleite. ¡C uánto debieron g u sta r a los escolapios que p resenciaban
su escenificación! <
A l m o rir intem pestivam ente el P rín cip e Segism undo, y poco des»
pués su jo v en esposa, Com enio puso sus esperanzas em ancipadoras en
e l herm ano m enor, el P ríncipe Jorge; p e ro los Rakoczi n o e ra n los se­
ñ alados p o r la h isto ria p a ra em presas de esta índole. D esilusionado, ,
C om enio vuelve a Leszno en 1654, en d onde la H erm an d ad M orava lo
retiene p a ra aprovechar sus últim os años. " ¿
E n Suecia la rein a C ristina h a b ía ab d icad o a favor de su hijo
C arlos G ustavo, con lo que e n tró en la historia u n a fu erza nueva. E l
m o narca C arlos X declaró al p u n to la guerra al rey de P olonia, J u a n ,
C asim iro. A l in v ad ir a P olonia los ejércitos suecos p asaron p o r Lesznof .
sin e n tra r, p o r el respeto que le g u ard ab an a C om enio a la sazón resi* :J
d ente allí. E n cam bio, los ejércitos polacos to m aro n poco d espués a ■
Leszno, castigando duram ente a la ciudad p o r h a b e r albergado a l “ hé*'
reje” . A l q u e d a r Leszno convertida en llam as, Com enio tuvo q u e salte, ,
n o sin antes e n te rra r sus m anuscritos, con el fin de volver p o r ellos
u n a vez p a sad a la persecución. P ero resu ltó q u e al ard er la casa en -
d onde se h a b ía ocultado, el fuego calen tó a tal grad o la tierra, q u e
sus escritos su friero n las consecuencias del calor. Se d añó sobre to d o
“ E l T esoro de la Lengua C heca” , o b ra en la q u e h ab ía tra b a ja d o asi*
duam ente p o r espacio de c u aren ta años. Com enio lam entó el resto de
su vida tam añ a p érd id a.
D e a h í en ad elan te tran scu rriero n varios años en los q u e C om em o
cam inaba en la m endicidad, solo y agobiado, con la senectud a cues*
tas. Los enem igos, la peste y el h am b re lo acosaban p o r d oquier. E n
esta p o stració n recibió la invitación del holandés L orenzo de G eer, hijD
de L uis, q u ien le b rin d ó u n m ecenazgo en la ciu d ad de A m sten iam 1
que estaba entonces en su apogeo. C om enio in m ortalizará la m agnaw *
m i dad de su M ecenas a l dedicarle las O b ras D idácticas C om pletas q u e
editó allí y cuya rep ro d u cció n facsim ilar p u b licó C hecoslovaquia en
1957, al cum plirse el tercer centenario d e su ap arició n . ¿
H o lan d a, estado libre desde h acía p oco tiem po, com enzaba a v iv ir .
u n a época d e oro, gracias a su navegación y a su com ercio. AHÍ le
dieron a C om enio u n a residencia en la q u e pasó sus últim os años. G ra ­
cias a este p erío d o de p az y b o nanza logró recopilar sus escritos peda-
gógicos qu e, com o acabam os d e decir, la fam ilia d e G eer y los r e g id o r a A -
del ayuntam iento de A m sterdam decidieron p u b lic a r en 1657, bajo él
títu lo de “ O p e ra D id actica O m n ia ” , a la cabeza de las cuales p u so •
C om enio su o b ra cum bre, “ L a D idáctica M agna” q u e el lector tiene |
en las m anos, con esta dedicatoria: “ A A m sterdam , la ciu d ad adm i- .■}
rab ie, q u e 'es orgullo de H o lan d a y gloria d e E u ro p a ” . ^
T o d av ía en este tiem po hizo C om enio su ú ltim a ten tativ a p a ra J k ,y¡
b e rta r a C hecoslovaquia de los H absburgos. D espués de las b atallas ^
de las dos gu erras agotadoras en q u e estab an trab ad as In g laterra y " |
.H olanda, am bas naciones contendientes enviaron delegados a la Junta
d e B reda p a ra las pláticas sobre la m anera d e lo g rar la p a z . Com enio
se apresuró a e n v iar u n a ponencia, sim bólicam ente titu la d a “ El á n ­
gel d e la p a z ", en la q u e conjuraba a los contendientes a q u e sus p lá ­
ticas fu eran ab iertas y francas., ya que los acuerdos allí logrados
ten d rían g ran d e interés p a ra toda E uropa, p e ro p rincipalm ente p a ra la
o p rim id a C hecoslovaquia.
C on esto, C om enio creyó h ab er hecho todo lo posible p a ra lib e rar
a su p a tria y p o r ed u c ar a la h u m an id ad en el am or, que es la base
d e la paz. T o d av ía hace v ib ra r a la h u m an id ad su m ensaje de perenne
actualidad: “ Si todos som os conciudadanos d e u n m u n d o en donde
los hom bres se unen en conjuntos cada vez m ás grandes, ¿ q u é nos
im pide esp erar q u e alg ú n día logrem os co n stitu ir u n a com unidad d u ­
rad e ra , bien organizada, u n id a p o r los lazos de u n a ciencia com ún y
d e u n as m ism as leyes?”
Los días estab an contados. Com enio sabía q u e le q u edaba poca v ida,
p ero estab a tran q u ilo . A sí lo revela la efigie esp iritu al del retrato que
p in tó el célebre Juriaen O w ens, rep ro d u cid o en el dintel d e esta o b ra,
e n el q u e Cofnenio irra d ia nobleza y delicadeza, com o u n p atriarca d el
p u eb lo escogido, al que él pertenecía. D espués de escrib ir sus “ Con­
fesiones” y de d ictar las últim as cartas p a ra m an ten er en la hum a­
n id a d la conciencia d e la p az, el gran p en sad o r, el pedagogo insigne, el
p red icad o r pro fético , el p a sto r am oroso, p arecía rep etir co n el po eta
m exicano A m ado Ñ ervo:

“M u y cerca de m i ocaso, y o te bendigo, vida,


porque nunca m e diste, n i esperanza fallida
n i trabajos injustos, n i pena inmerecida;
porque veo al fin a l de m i rudo cam ino
que y o fu i el arquitecto de n ú propio destino.
H allé sin duda largas las noches de m is penas;
m as n o m e prom etiste tan sólo noches buenas
y, en cam bio, tuve algunas santam ente s e r e n a s.. .
A m é , fu i am ado, el sol acarició m i faz.
¡Vida, nada m e debes! ¡Vida, estam os en paz!"

Su m uerte acaeció sin n in g u n a convulsión, apaciblem ente, cual


si durm iera u n sueño p ro fu n d o , el d ía 15 de noviem bre de 1670, cuan­
d o h a b ía cu m plido 78 años de edad. Su cu erp o inm óvil y corpulento,
cual m o n tañ a sagrada, fue sepultado en la iglesia de N aard en , en
H o lan d a.
L a persecución en co n tra de Com enio, q u e lo acosó d u ran te toda
su v ida, n o perd o n ó q u e ei pueblo se diera cita en to m o a su tum ba.
P a ra im pedir el c u lto p o p u lar d e las m ultitudes devotas de Com enio, la
p equeña iglesia de N aard en fue convertida en cuartel. Los guardias,
com o en el sepulcro de C risto, custo d iab an el cu erp o de Com enio,
ah uyentando a todo devoto que se acercaba p a ra v en erar los restos
del m aestro.
E l filósofo alem án L eibnitz, que d u ran te su ju v en tu d h a b ía p ro ­
fesado u n a veneración filial a Com enio, al en terarse de su d e te so es­
crib ió u n poem a en h o n o r d el m aestro, del c u al entresacam os estos
versos:

"G anar la universal sabiduría te cupo en suerte;


p o r eso tu palabra de paz sobrevivirá a tu m uerte.
A q u ello s hom bres q u e quieran contarse entre los buenos,
realizarán, oh Com enio, tus esperanzas y tus sueños.
T iem p o s vendrán en que las m ultitudes de hom bres de bien *
reandarán tu s cam inos; y en ti honrarán también,
adem ás de tus obras, tu deseo y tu esperanza,
ai ver cóm o de todos los hom bres se ha hecho una alianza.’’

El p o lvo del olvido cu b rió después su tum ba. P asaro n los siglos
sobre aq u ella láp id a em polvada, h a sta q u e n o h ace m ucho tiem po q u e,
gracias a la colaboración y diligencia que p usieron sabios checos y
holandeses, fu e descubierta y restau rad a con el decoro deb id o a ta n
insigne ciu d ad an o del m undo. A ctualm ente es u n precioso m useo
a b ierto a todos los com eniólogos del o rb e. A llí flota su esp íritu ecu­
m énico. A llí luce nuevam ente ese hom bre qu e, h erid o , luchaba; y que,
m u erto , h a resucitado.

V. JjA SUMA PEDAGOGICA

C om enio fue u n hom bre de e x trao rd in aria actividad. Algo p arecid o


a lo q u e actualm ente es u n Secretario G en eral de las N aciones U n id a s ,,
Su a n h elo e ra llegar a v er a todos los hom bres conviviendo pacífica-
m ente, com o lo p ropugna la O n u . V iajó d e u n país a o tro con ese fía .
H asta logró re u n ir el C ongreso In tern acio n al d e T o ru n en 1645 p a ra
negociar la p a z m u n d ial. P ero viéndose fracasad o en la acción p o lític a
se refugió en la enseñanza, p o rq u e él estab a convencido de q u e la
educación de los hom bres es el m ejor cam ino p a ra la p az, com o a h o ra
lo sostiene la U nesco. D esgraciadam ente tam b ién en la enseñanza lo
h iciero n fra c a sa r los enem igos. N o le q uedó entonces o tro recurso
m ás que escribir.
D esde la p en u m b ra de sus refugios, siem pre acosado p o r los per­
seguidores, o ra en u n país, o tra en o tro , su p lu m a llenó de lu z páginas
y m ás páginas q u e son faro de salvación p a ra las naciones. E scribió
p a ra todos los hom bres, de todos los tiem pos. L a colección de escritos
com enianos son p a ra la Pedagogía, lo q u e los tratad o s de Santo T om ás
de A q u ín o son a la Teología, esto es, su e stru ctu ra y sistem atización.
C onstituyen u n a verd ad era Sum m a, v a le decir, u n cuerpo de doctrina-
que sirve 'de alm a a u n sistem a ideológico. L a “ O p era D idactica O m - !
n ia ” , a la que nosotros hem os denom inado u n a Sum m a Pedagógica, es
fu en te o b ligada d e consulta, n o sólo p a ra los docentes, sino tam bién
p a ra los estadistas internacionales.
, T ratarem o s d e esb o zar u n a guía p a ra q u e los estudiosos de C o­
n ten ió tengan u n a noción d e las o b ras del. p ad re de la Pedagogía. M uy
d e lam en tar es q u e la m ayoría d e los escritos d e Com enio haya sido
p a sto d e las llam as. L ograron m uchos salvarse d e la destrucción. D e
loa existentes, n o todos se h a n editado. P erm anecen valiosos m anus­
c rito s ocultos b a jo el polvo del olvido en oscuras bibliotecas. Los es­
c rito s conocidos se clasifican en tre s grupos: o b ras pedagógicas, obras
políticas y obras p astorales. E n estas últim as están incluidos sus ser­
m ones y, sobre todo, sus cartas llenas de d o ctrin a y d e unció n . Com o
Último obispo de la H erm an d ad M orava, tuvo la m isión d e levantar
el espíritu de cada h erm an o abatido p o r el caos reinante.
D ados los lím ites de este prólogo, prescindim os del acervo epis-
' te la r y hom ilético de Com enio, p a ra d eten em o s únicam ente en sus
tratad o s pedagógicos y políticos. L a enum eración general d e éstos irá
seguida de u n a reseña breve, a m odo de guía.
H e aq u í el catálogo de las ob ras conocidas, p o r ord en cronológico:

1. Regias gram aticales m ás fáciles: Es la p rim era o b ra' q u e Co-


m enio p u b lica cu an d o ten ía vein ticu atro años d e ed ad , en 1616. Estos
p recep to s gram aticales siguen u n proceso in d u ctiv o , esto es, de los
casos particu lares se deduce la regla; en contraposición del sistem a an-
; tiguo q u e m an d ab a m em orizar p rim ero la regla p a ra ap licarla después
‘ a los casos particulares.
2 . L a p u erta abierta d e las lenguas: E scrita en 1631, fu e la p ri­
m era o b ra fam osa de Com enio q u e se in tro d u jo en todos los palacios
y q u e fue trad u cid a a varias lenguas. Se tra ta d e u n cu ad ern o de lec­
t u ra bilingüe, con base en el latín , de cien títulos, con diez frases cada
u n o , q u e a rro jan u n to tal d e m il sentencias. A lgunos títulos son: O ri­
gen del m u n d o , E l firm am ento, E l fuego, Las aguas, L a tie rra , Las
p lan ta s, Las .aves, Los peces, Los anim ales dom ésticos, E l cu e rp o h u ­
m an o , Las enferm edades, Las artes, L a ganadería, L a pesca, L a avi­
cu ltu ra, Los viajes, El com ercio, La herrería, E l hogar, E l p a rto , L a
econom ía, La ciu d ad , El gobierno, L a paz, L a escuela, E l m useo, Las
ciencias, Las v irtu d es, La conversación, Los deportes, L a m u erte, etc.
3. L a escuela m aterna: E n el m ism o año de 1631 p u b lica esta
o b ra en la q u e C om enio tra ta de la educación d u ran te los seis prim e­
ro s años del niñ o , con el fin de p rep ararlo p a ra el ingreso a la escuela
¡ p rim aria. E sta educación dom éstica h a de realizarse d en tro d el hogar,
p o r lo q u e toda m ad re debe ser an te todo ed u cad o ra. Con esta o b ra
C om enio se constituye en el p recursor de los jard in es d e niños, a los
¡que él les dio este nom bre.
4 . L a puerta abierta d e la sabiduría: E n 1637 escribe esta p ro ­
p ed éu tica p a ra aquellos q u e q u ieran alcan zar el verdadero saber. Sa­
b id u ría viene d e “ sáp ere” , que significa saborear; y consiste en gustar
internam ente los conocim ientos sum inistrados p o r la ciencia. E l cien­
tífico es e ru d ito , acum ula conocim ientos; el sabio es contem plativo,
tu rn ia lo conocido.
5 . E l aprendizaje del L a tín : El m ism o a ñ o aparece este m an u al
escrito p a ra q u e los niños in iciaran el estu d io d el L atín p o r m e d io d e
conversaciones latinas. La novedad de su m étodo consiste en c o m e n z a r ' :
h ab lan d o , com o el n iñ o aprende la lengua m atern a, en lugar de e m ­
p ezar m em orizando reglas.
6 . E l estudio d el Latín: E n 1638 Com enio escribe este curso su­
p e rio r p a ra los aprendices infantiles. Em pieza el estudio de las decli­
naciones y d e las conjugaciones, así com o pequeñas traducciones de
trozos elem entales escogidos. /
7. P ródrom o d e la Pansofía: Se tra ta de u n a introducción a Ib
sabiduría universal q u e d a n a i hom bre los años, p a ra q u e los ad u lto s
q u e la h a n ad q u irid o faciliten su consecución a los jóvenes. L a p u b licó :
C om enio en 1638, p o rq u e n o soportaba v e r que se enseñaba, n o con­
form e a los jóvenes que ap ren d ían , sino d e acu erd o con la p etu lan cia
d e lo s-v iejo s q u e enseñaban. Tales m aestros — dice Com enio— con­
v ierten las ‘sxolas in xolas, id est, Iudos in cruces” ; lo que se trad u ce:
q u e la escuela, en vez de ser u n lu g ar ag rad ab le, resu lta u n lu g ar de
torm entos, com o definen los escolásticos a l infierno. N aturalm ente^
u n a o b ra a sí ten ía q u e d espertar polém icas. H asta e l m ism o D escartes :
criticó a C om enio p o rq u e confundía la filosofía con la teología; ya n o i
digam os los H erm anos M oravos, los cuales lo tach aro n de im pío, p o r
tra ta r de d estro n ar a la teología de su rango d e reina de todas la*
ciencias. D esde entonces — todavía h a sta la fecha— Com enio h a s id o .
signo d e co ntradicción d e corrientes opuestas. A los m aterialistas les
m olesta todo el equipaje b íblico de sus o b ras, com o el d e la D id ác­
tica M agna q u e el lector tiene en las m anos; m ientras q u e los evangé­
licos n o so p o rtan las bases baconianas d e su sistem a. Este equilibrio
de Com enio, que en sí es u n a v irtu d , es la razó n p o r la q u e pocos lo .
aceptan plenam ente. r
8. E l cam ino d e la luz: E scrito d u ra n te la estancia de C om enio
e n In g laterra el año de 1641. Es u n tra ta d o de política trascendente en
el q u e confía su apasionada convicción de q u e ilu stran d o a la hum a* '
n id ad en tera, se elevarán los niveles de c u ltu ra y m oralidad en e l m un­
do; p o r tan to , las guerras q u ed arán p ro scritas y rein ará la p az en to d as
las naciones. E n este lib ro Com enio d elinea y p id e el establecim iento :
de u n Consejo de la Luz o academ ia m u n d ial de sabios — lo qué
ah o ra es la U nesco— q u e form aran u n a liga internacional. Jean P iaget,
con m uy ju sta razó n , le d a a C om enio e l títu lo de P recu rso r d e la
Unesco.
9 . T ratado sobre las oportunidades q u e hay para proseguir la in­
vestigación didáctica: El añ o d e 1643 d a a la im prenta esta o b ra c o a '
la m ira de q u e los m aestros no se contenten con im p artir asignaturas,
sino que estu d ien a cada alum no p a ra d arle u n a respuesta ad ecuada
a sus exigencias personales. N o deben sólo in stru ir, sino sobre to d o
form ar. '
10. L a dilucidación pansófica: E scrita en Suecia en 1643, explica
p o r q u é C om enio gusta de llam ar T em plo a la enciclopedia d el cono­
cim iento u niversal. T em plo proviene de “ Tu-em plum : tu en d u m am-'
XXVI PRÓLOOQ

p lu ra sp atiu m ” , es decir, ten er an te los ojos u n a grande explanada.


G rad ú a aq u í e l ingreso a él: P órtico, P u erta, P rim er A trio , Segundo
A trio , T ercer A trio , S an tu ario y F uente. T érm inos que usa en m uchos
títu lo s de sus obras. E l itinenario arra n c a de la naturaleza, p a ra llegar
al hom bre, a D ios y a la Sabiduría.
11, C om pendio d e Física proyectada hacia D ios: El m ism o año
de 1643 aparece este m an u al en el que C om enio reform a la filosofía
n a tu ra l, p a ra d arle u n a proyección d e cosm ología espiritualizada q u e
eleve al hom bre h acia el C riador.
12. M oderno m éto d o lingüístico: E scrito en 1648, es u n a especie
de g ram ática de tre in ta capítulos en los q u e C om enio d iserta sobre el
concepto, variedades, prerrogativas de algunas lenguas, en p articu lar
de la latin a, de la q u e expresa el m étodo m ás reciente p a ra enseñarla.
M uestra cierta reserva hacia los autores paganos. D efiende las lenguas
vernáculas y a lab a a los hom bres poliglotos. E n e l capítulo vigesimo-
q u in to luce u n ejem plo de lo gráfico que es Com enio en sus explica­
ciones. Esclarece el concepto de escuela diciendo q u e es e l taller en
donde se fo rjan los hom bres: “ Schola h u m an itatis officina esse di-
c itu r” . La p a la b ra escuela en griego se expresa p o r u n a voz que sig­
n ifica juego; p o r tan to , en toda escuela los niños deben estar contentos,
com o si jugaran. O ficina o talle r es aquel lugar en donde, m ediante
ciertos instrum entos, los artesanos h acen lo que tienen que h acer, con­
form e a las reglas de su arte. Se req u ieren tres cosas: instrum entos,
operarios y m étodos. H u m an id ad es la n atu raleza hum ana con sus tres
operaciones: pensar, o b ra r y h ab lar. E stas tres acciones: “ Sapere,
A gere, L oqui” , fo rm an la voz SA L con sus iniciales. L a sal es u n
elem ento n a tu ra l que preserva d e la corrupción, com o d eb e hacerlo
tam bién la escuela. Ingeniosam ente hace C om enio u n acróstico con el
e n e sta fo rm a :

Sapienter C on sabiduría
C ogitare : pensar.
H oneste : C on honestidad
L a escuela es p ara
O p e ra n : actuar.
Loqui : H ab lar
A rgute : con propiedad.

C uando T om ás M asaryk leyó esta o b ra, com entó: “ P ara C om enio


la escuela es u n talle r fo rjad o r de hom bres — “ o fficina h u m an itatis”— ;
es decir, su m isión es elevar al hom bre, no solam ente com o individuo,
Sino tam bién com o m iem bro de u n a com unidad.”
13. L éxico portátil: E n 1650 aparece este vadem écum p a ra uso
d e viajeros, en el q u e se explican en latín y alem án m uchas voces de­
rivadas.
14. E l testam ento: Es u n a o b ra p asto ral, especie d e serm ón, q u e
C om enio escribió en 1650, dolorido p o r el T ra ta d o de W estfalia que
' , .v * ’ ■• - „ ' < t ' , - v
bbóLooo „■■
■ ¡ ' ■ --■■■ ,■ -t jsx ik '-tí

hum illó a C hecoslovaquia. C on la esperanza h ech a jirones, este hom ­


b re acongojado n o vacila y todavía en cu en tra p alab ras de alien to p a ra ,,
aquellos com patriotas con quienes com partió el destierro. E ste “ ruego 1
d e la m ad re m o rib u n d a — q u e es la H erm an d ad M orava— p ide la
un id ad de los checos” . P or tres siglos n u trió la fe de generaciones
d e checos h a sta q u e lograron el triu n fo fin a l de la justicia, acaudilla­
dos p o r el Presidente M asaryk.
15, M andam ientos para evitar el m al: Lo dio a luz en 1653, co
la intención d e q u e los hom bres vivan con b uenas costum bres.
16. L a felicid a d de la nación: Com enio dedicó esta o b ra en 16
a l P ríncipe Jorge; describe la perso n alid ad de u n gobernante sabio y
p ru d en te, al tiem po que delinea los cam inos q u e dicho m an d atario
debe seguir p a ra d arle a su pueblo el bien estar.
17. L a clase juego: L a p reocupación de C om enio p o r h acer de
la escuela u n lu g ar agradable, le hizo escrib ir esta o b ra teatral, con el
fin de llevarla a la escena, no obstante lo extensa que es. L a com puso
el año de 1655, después del incendio de Leszno.
18. Panegírico d e Carlos G ustavo: E n 1655 escribió tam bién esta
pieza o rato ria en h o n o r del rey C arlos G u stav o X , q u e ascendió al
tro n o cu an d o la rein a C ristina abdicó la corona d e Suecia. A gradecido
e l m onarca p o r esta distinción d e Com enio, respetó a Leszno, ciu d ad en
donde se alo jab a Com enio, cu an d o los ejércitos suecos in vadieron a
Polonia.
19. V estíb u lo d e la lengua latina: E n 1656 p ublicó esta in tro d u c­
ción bilingüe, en latín y alem án, de la siguiente obra.
20. Puerta d e la lengua latina: D espués del vestíbulo bilingüe de
las cosas, con el léxico respectivo, C om enio expone en esta o b ra, apa- i
recida el m ism o añ o q u e la an terio r, las nociones de G ram ática. D e­
fine ésta com o el a rte de h a b la r correctam ente. La divide en tres
p artes, según sus oficios: E tim ología, q u e distingue las partes de la
oración; S intaxis, que construye oraciones; y O rtografía, q u e pro n u n ­
cia: verbalm ente, O rto to n ía; y p o r escrito, O rtografía, Las p artes d e
la oración son: N om bre, que designa la cosa; A dnom bre, que designa el
m odo de la cosa; P ronom bre, vicario del nom bre; V erbo, q u e designa
el m ovim iento de la cosa; P articip io , que designa la acción con su
agente o la p asió n con su paciente: es u n v erbo hecho adnom bre; A d­
verbio, q u e designa el m odo del m ovim iento; Preposición, q u e indica
relación; C onjunción, que señala conexión, e Interjección, q u e es ab re­
viación de m uchas voces, p o r ejem plo, ¡O lé!: alabo lo hecho. C on
esta concisión prosigue Com enio explicando to d a la G ram ática en los
setenta y seis capítulos de que consta la obra.
21. A d n o ta cio n es gramaticales: C om plem ento de la anterior.
22. O p e r a d i d a c t i c a o m n a : Las O b ras D idácticas C om pletas
que en 1657 p ublicó en A m sterdam L orenzo de G eer, las reeditó fo-
tolitográficsftnente la A cadem ia de Ciencias de P raga, p o r acu erd o del ■
G obierno de la R epública de C hecoslovaquia, al cum plirse el tercer
centenario de su aparición. Se tra ta de u n a bella edición conm em ora­
tiva en tres volúm enes, todos ellos en latín , en los cuales están conte-
-nielas diversas obras didácticas de Com enio. E l a u to r dedica esta co-
lección “A la ciudad d e A m sterdam , celebérrim o em porio d el orbe, y a
su sapientísim o S enado” . E n la in troducción afirm a: “ H e vivido se­
senta y cinco años; n o sé si logre v iv ir siq u iera sesenta y cinco días
■m ás. E sta es u n a m agnífica ocasión p a ra rem em orar m i v ida. H a sido
b astan te el tiem po que h e callado en público; tiem po es ya de h a b lar
e n público. H ace trein ta años que com encé a escribir. D e to d o lo es­
crito lo que m ás m e satisface es la D idáctica M a g n a /’ Efectivam ente,
esta o b ra encabeza la colección. D e ella hablarem os en el siguiente
Inciso.
23. D iccionario latino: E n 1657 p u b licó este m anual d e setecie
tas frases con las letras d el alfabeto.
> 24. T em p lo d e la latinidad: E n esta m aq u eta del tem plo de la
latin id ad , C om enio v a g rad u an d o ejercicios en latín , en el o rd en que
acostum bra: P órtico, A trio , V estíbulo y S antuario.
25. D isertación d e l L a tín : Es u n o de tan to s ap u n tes q u e Com enio
escribió p a ra facilitar el aprendizaje del L atín . A iirm a el autor: “ E l
. fin d e estos apuntes es h a c er expedito el estudio d el latín , p resen tan d o
las cosas antes q u e las p alab ras. P o rq u e las p alab ras sin las cosas son la
so m b ra sin el cuerpo o el cu erp o sin el alm a. A los seis años e l n iñ o
d eb e h a b la r el latín d e cu alq u ier m odo; su tex to es el V estíbulo. A
los doce, lo h a de h a b la r con pro p ied ad , después d e h a b e r trasp u esto
la P u erta. A los dieciocho, con elegancia, p u esto q u e está en el Pa­
lacio. Y a los v ein ticu atro con elocuente p ersu asió n , ya que posee el
T esoro. T erm in a con los avisos a los precep to res, en u n o d e los cuales
, asienta que “ el q u e enseña, n o debe en señ ar cuanto sabe, sino cuan­
to p u ed a ap ren d er el alu m n o ” .
2 6 . El m u n d o ilustrado en im ágenes (O rb is P ic tu s): E n 1658
apareció editado este valiosísim o lib ro que C om enio tenía escrito des­
d e su estancia en H u n g ría. Es el p rim e r texto escolar ilu strad o que
aparece en la h isto ria de la Pedagogía. H a servido de m odelo p a ra los
textos escolares posteriores. D u ran te siglos ap ren d iero n en este lib ro
la s generaciones de los países occidentales. G oethe expresaba la opi­
nió n de q u e después d e la Biblia nun ca tuvo d u ran te su ju v en tu d u n
lib ro tan excelente com o éste. G ustavo D o ré lo contem plaba adm i­
rad o ; de él sacó la técn ica q u e perfeccionó genialm ente. L a o b ra de­
m u estra n o sólo la com prensión de Com enio h acia lo q u e era necesario
h acer p a ra lo g rar q u e la educación fuese atractiv a y eficaz, sin o tam ­
b ién su p ro fu n d o interés en u tilizar los recursos audiovisuales p ara
la form ación del joven. C onsta de trescientas lám inas en las cuales
están num erados los objetos que se especifican en cu a tro lenguas:
latín , checo, alem án y húngaro. C on este lib ro C om enio conquista el
títu lo de p recu rso r d e la educación audiovisual.
27. E l laberinto d e l m u n d o y paraíso d el corazón: E scrito en che­
co desde 1623, poco tiem po después del desastre de la M ontaña Blanca
(1 6 2 0 ), apareció este lib ro hasta el año de 1663. Es u n reflejo de
aq u ella sociedad p ro fu n d am en te tra sto rn ad a, llena de injusticias y
d e abusos. D escribe al m undo com o u n a ciu d ad en donde p o r cada .
rm ó i& tíb . ' » ta& |
». \'ty
calle p u lu la gente d e diversas profesiones. C om enio se finge tra
grino q u e reco rre u n a s calles p a ra ex am in ar los defectos hum anos.
C ensura la falta d e o riginalidad y las estériles disp u tas de los teólogos^
así com o el esp íritu d e riñ a del clero. R ecrim ina a los m ilitares el que
se jacten de ser los profesionales de la g u erra, en vez de ser los guar­
dianes de la paz. Les .gusta — dice Com enio— p ro v o car guerras n ad a
m ás p a ra ro b a r y enriquecerse. C hantajean con la m uerte p a ra des­
po jar y acrecer fortu n as. D iagnostica los m ales, sugiere soluciones con&-
tructivas: “ Es necesario un cam bio ra d ic a l." La reform a social h a de
hacerse p o r m edio de la educación. Com o prem isa p a ra e l cam bio, Co­
m enio satiriza con u n a sagacidad q u e h a sta en nuestros días pega en
el blanco. H a sido trad u cid o a varias lenguas.
28. T ratado universal para la reform a d e la hum anidad: C on es
lib ro C om enio escaló la cum bre. P o rq u e se trata d e u n a o b ra q u e trans­
m ite el p o strer esfuerzo de Com enio p a ra ayu d ar a los hom bres a sa lir !
del gran desorden babilónico en que están perdidos. C oncibió esta
o b ra al term in ar la G u e rra de T re in ta A ños. Perm aneció p erd id a p o r
varios siglos hasta q u e fu e descubierta después de la Segunda G u e rt¿
M undial p o r el sabio checo Cyzevskij, q u ien la encontró en los archivos
del orfelin ato de H alle. Consta de varias p artes, d e las cuales re se ñ a -^
rem os dos: y
— La Pam pedia: Es la p a rte cu arta d e la a n terio r, tra ta d e la edu­
cación universal de todo el género h u m an o . P a ra los griegos, “ p aid eia”
significaba la form ación de los hom bres, y “ p a n ” qu iere decir univer- ¡
salidad. C om enio asienta la necesidad d é in stru ir a todos, en todo> to- vi­
talm ente. E l p lan de educación que p ro p o n e aquí es m ás am plio q u é
el de la D idáctica M agna, p o rq ü e no lo restringe a la sola escuela, sino ‘
que lo am plía a toda la v ida. L a educación que debe com enzar d e n tro ¿,
del vientre m atern o , n o debe term in ar sino con la m uerte. E l m u n d o
es u n a escuela p a ra ap re n d e r toda la v ida. L a P am pedia responde al
siguiente p lan : Exposición de objetivos; N ecesidad, p o sibilidad y fa­
cilidad d e u n a cu ltu ra general p a ra todos; E xigencia de escuelas, textos
y m aestros; Escuelas q u e educan al hom b re d u ran te su v id a; V entajas
de este sistem a. C om enio hace u n a trip le recom endación, a saber: lo»
Q u e la educación se im p arta a todos, sin excepción alguna; 2o. Q u e
se intruya en todo aquello q u e hace al hom bre sano, sab io y santo,
3o. Q u e la instrucción im p artid a sea u niform e, o sea, de u n a m a n e »
universal, p a ra q u e los q u e viven m arginados en las tinieblas recib an
la luz. T erm in a diciendo: “ Se necesita d ifu n d ir la v erd ad q u e hace
libre al pueblo. P orque son contadas las gentes que actú an p o r cc®- -
vicción, sobre la base de la realid ad ; la m ayoría se va com o p o r inercia
tras las opiniones de los dem ás” . L o asertad o de estas recom endado-'
nes hace exclam ar así a le a n Piaget: “ Com enio es de esos autores & ¡'
los que n o es necesario actualizar; basta trad u cirlo . Lo q u e m ás ad m iro .
en él, es h a b e r diseñado la organización intern acio n al de la instruc­
ción p ública en la fo rm a com o la realiza hoy la U nesco.”
— L a Panotorsia: Es la sexta p a rte , significa “ R enovación U niver- (
sal” . La escribió en 1644, en m edio de la confusión y devastación
rein an tes. C om enio dice: “ A som braos d e q u e yo, el m ás insignificante
de todos los q u e peregrinan, p reten d a p o rta r u n a nueva antorcha, o
p o r lo m enos nuevos destellos.” A n te la lam entable realid ad de q u e
la sola educación no pued e consum ar la refo rm a social, Com enio ad ­
vierte la necesidad de apoyarse en u n a organización internacional,
con u n idiom a com ún, p a ra que se estrechen los vínculos fraternales
d e todos los hom bres. H e aq u í el esquem a de esta o b ra: P lan de re­
fo rm a universal; R eform a filosófica, política y religiosa; A yudas inter­
nacionales p a ra conseguirla; R eform a ind iv id u al, fam iliar, escolar, re­
ligiosa y cívica; C reación del Consejo U niversal com o coronam iento
1d e la reform a. E n lo q u e se refiere al trib u n al de justicia, Com enio
afirm a: “ Este trib u n a l tiene la m isión de q u e la sab id u ría im pere en
todo, a fin de p o d e r conservar in alterab le a la sociedad hum an a, y
d e que la justicia se d ifu n d a entre todos los pueblos del m u n d o , por­
q u e sólo así rem a rá la paz. A este trib u n al p o d ría dársele el nom bre
de Senado de los Poderes o A reópago M undial. A sus integrantes p o ­
d ría llam árseles: Á rb itro s suprem os de la paz. El nom bre de cuerpo
consultivo m u n d ial, que C icerón d ab a al senado rom ano, conviene
m ás a nuestro trib u n a l, porque a éste lo in teg ran todas las naciones
d el m u n d o ” . P o r esta o b ra, la O n u le rin d e hom enaje de in sp irad o r
y tu telar a Com enio.
, 29. L o ú n ico necesario•' Es u n p ro fu n d o y conm ovedor testam ento
'ésp iritu al, a la vez q u e su confesión pú b lica an te el m undo, en el que
co n la im p asib ilid ad q u e d a la vejez, desde la cu m b re en que lo colocó
el estoicism o con q u e soportó tan to d o lo r, h ace el p o stre r encargo a la
hu m an id ad : “ R eprim id toda violencia. A m aos los unos a los otros.
Solam ente u n a cosa es necesaria: la salvación de la h u m an id ad .”

v
V t LA D ID A C T IC A M AGNA

A ntes de C om enio ser pedagogo era u n dicterio; después de Co-


m enio, ser pedagogo es u n privilegio. P orque antiguam ente la Pedago­
gía, com o su nom bre lo indica, era u n qu eh acer de ayos. N o tenía
o tra función que v ig ilar a los niños, llevarlos y traerlos; a lo sum o,
sum inistrarles nociones p o r m edio de la m em orización. D e ah í lo subes­
tim ados que eran los pedagogos. U n proverbio de la antigüedad latin a
decía*. “ A aquel m o rtal q u e q uieren castigar los dioses lo d estinan a
cu id a r n iñ o s.” La sociedad veía con lástim a a todo pupilero. E jercían
la pedagogía aquellos que fracasab an en repetidos intentos de ser
alguien, los ineptos p a ra los carreras profesionales, los rem ansados p o r
inútiles.
T ran sfo rm ar a este m enospreciado queh acer en hon ro sa profesión
n o fue tarea fácil. H ab ía q u e h acer antes ciencia lo que se conside­
ra b a arte tu telar. A Com enio le cupo en suerte esta h azañ a. T uvo el
m érito de hacer de la enseñanza de los niños u n a ciencia, conform e
lo asevera Jean Piaget con estas palab ras que nos sirvieron de epígrafe:
" A l escrib ir su D idáctica M agna, Com enio contribuyó a crear u n a
PRÓLOGO ■ ' ; " ■"■■'XXXI;:':

ciencia de la educación y u n a técnica de la enseñanza, com o disci­


plinas autónom as.” L a D idáctica M agna es el p rim er m an u al de la
técnica de la enseñanza, basada sobre principios científicos, q u e h acen
de la educación u n a ciencia.
A esta o b ra cum bre, Com enio la div id e en tres partes, a saber:
D idáctica G en eral, que com prende los capítulos del p rim ero al décim o-
nono; D idáctica E special, del capítulo vigésim o al vigésim o cu arto ; y
O rganización E scolar, q u e abarca los restan tes capítulos h a sta el tri­
gésim o tercero, q u e es el últim o. E ste esquem a o rien tará al lecto r en
su recorrido p o r los capítulos de la D idáctica M agna, que le d a rá n la
pasión que Com enio vertió en ellos al escribir.
Prim ero la escribió en checo d u ran te los años d e 1627 a 1630.
P osteriorm ente la vertió al latín , que es el texto clásico, p u b licad o en
la edición príncipe de las O bras D idácticas C om pletas hecha en Am s­
terd am en 1657, cuya reproducción facsim ilar se encuentra en to d a
em bajada checa y en las bibliotecas de m uy contados com eniólogos.
D e esta versión latin a es la traducción literal y castiza que el lector
tiene en las m anos.
Se debe al esfuerzo de don Saturnino López Peces, ju risconsulto
español y excelente p rofesor. Es tan exacta, que si Com enio hubiese
h ab lad o la lengua de su contem poráneo C ervantes, la hubiese red ac­
tad o en esta form a. H asta las acotaciones m arginales son literales.
Ú nicam ente nos perm itim os h a c er u n a observación q u e esperam os
d ejará satisfecho al lector. E n la prelu sió n “ A los lectores” , C om enio
dice que D id áctica es lo m ism o que “ artificiu m docendi” , lo que Sa­
tu rn in o López Peces tra d u jo p o r " a rte de en señ ar” , apoyado en la
sentencia del N acianceno que viene en la siguiente página: “ tecné tec-
n o o n ” , que los rom anos trad u cían “ ars a rtiu m ” , y q u e en castellano
decim os “ el arte de todas las artes’.’ P ero C om enio no usó la p alab ra
“ a rs” sino “ a rtificiu m ” , (de “ artifex ” , el artífice) q u e significa h ab i­
lid ad e in d u stria. N osotros en 1970 traducim os el “ artificium docendi”
p o r técnica d e la enseñanza, que es el térm ino usual. López Peces, q u e
tra d u jo la o b ra al com enzar el siglo veinte, n o disponía, com o ninguno
de los diccionarios latinos d e entonces, del térm ino “ técnica” que es de
reciente cu ñ o , según lo confirm a M artín A lonso en su Enciclopedia
d el Idiom a.

V II. B IB L IO G R A F IA A N T O L 6 G IC A

Las obras h a sta aq u í reseñadas constituyen sólo la décim a p arte


de las escritas p o r Com enio, cuyo to tal asciende a trescientas. D e és­
tas, m ás de la m itad aún n o h an sido descubiertas, n o obstante la
afanosa b ú sq u ed a que realizan los com eniólogos.
El entusiasm o p o r Com enio se despertó a p a rtir del siglo xix. Juan
K vacala es el in iciad o r de este renacim iento. A él se debe el descu ­
brim iento de im portantes obras. Le siguió en 1931 el profesor Soucek,
de la U niversidad de Brno, con el hallazgo de m anuscritos en Lenin-
grado. E n 1933, el p ro feso r T u tn b u ll, d e la U niversidad d e Sheffield,
: descubrió en L ondres las cartas q u e C om enio escribió a su am igo
Sam uel H artlib , las cuales constituyen u n acervo considerable. E n va-
. rias d e ellas h ace m ención Com enio de su D id áctica M agna.
L a literatu ra com eniana es vastísim a. Q u ien desee p ro fu n d izar en
el estudio d e C om enio p u ed e consultar "A rch iv p ro b ad an i o Z ivote
a dile J. A . K om eneskeho” , conocido tam b ién com o “ A cta Com enia-
n a " , q u e el G o b iern o d e la R epública de C hecoslovaquia h a estado
p u b lican d o con m otivo del tercer centenario de la m uerte de Com enio.
Pxaga sigue siendo la p rin c ip al fu en te com eniana y el epicentro de los
com eniólogos d el m undo.
P a ra que esta bibliografía resultase funcional, om itim os las obras
escritas p o r Com enio q u e h a n sido p u blicadas en diversos países y
é p o cas, cuyo catálogo d io a conocer la U nesco en 1957, restrin g ién d o ­
nos exclusivam ente a las ob ras q u e tra ta n de C om enio y que circulan
en M éxico, p o r lo que su adquisición es fácil. Las acom pañam os d e u n
e x tra cto del pensam iento p rin cip al q u e encierran.

1. A gram onte, D iccionario Cronológico Biográfico Universal,


A guitar, M adrid 1961: C ronológicam ente sintetiza la v id a y las obras
en el artícu lo titu lad o Com enius. A m erita dos correcciones. D ice q u e
C om enio nació en U ivnitz, y debe decir N ivnice, y que m u rió en 1671,
cu an d o e l año de su m u erte fue el d e 1670.
2 . C u a u h tli H écto r Cam pillo, M anual d e H isto ria d e la E duca­
ción, Fernández, M éxico 1962: " L a D idáctica M agna es la o b ra su­
p rem a de Com enio. Es u n tra tad o sistem ático de enseñanza, de soli­
dísim a e stru ctu ra in tern a y, sin d u d a, el p rim er avance decisivo sobre
el " T ra ta d o de la E nseñanza” de Luis V ives, a u to r a q u ien C om enio
debe m ucho au n q u e lo cite poco. L a visión d el hecho pedagógico es
en Vives m ás científica; en Com enio, m ás m ística. L a teoría del fin es
la m ism a, au n q u e m ejo r construida en el checo. E n la m etodología
general y en la organización escolar, C om enio rep resen ta u n progreso
considerable sobre e l siglo an terio r. P ero hay u n aspecto en el que C o­
m enio q u ed a m anifiestam ente p o r debajo del español. P ara éste la
¿uestión esencial de la educación es eí m aestro; p a ra Com enio, es el
m étodo; siendo así el p recursor del m etodologism o ingenuo que a tra ­
vés de Pestalozzi y F roebel h a llegado h asta nosotros com o u n a peste
de la pedagogía b u ro crática, escolástica y m ercan til.’'
3. Chateau Jean, L o s grandes pedagogos, Fondo d e C ultura E co­
nóm ica, M éxico 1960: El año de 1592 señala u n a fech a privilegiada
en la historia de la pedagogía. M ientras se extinguía M ontaigne, venía
a l m undo Com enio. M ontaigne h ab ía d ado cien v ueltas, sin conseguir
u n a d o ctrin a sistem ática n i u n p lan de organización escolar, a su idea
pedagógica dom inante; " L a m ayor d ificu ltad y la im p o rtan cia de la
h u m an a ciencia p arecen hallarse en ese sector q u e se refiere a la ali­
m entación y a la enseñanza de los n iñ o s.” C orrespondía a Com enio
m edirse con esta g ran d ificu ltad y su p erarla p u b lican d o su D idáctica
M agna o tra tad o de enseñar todo a todos. C om payré llam a a Com enio
*'el Bacon d e la Pedagogía” , y M ichelet, " e l G alileo de la educación” ,
p o r los p rin cip io s fecundos enunciados y analizados en la D id áctica
M agna. C uando al cab o de m ás de tres siglos se lee esta o b ra, Come­
nio aparece com o u n p rofeta; profeta ap asionado del advenim iento de
u n a inteligencia e n tre los pueblos y de la creación de la escuela demo­
crática que p rep araría el cam ino a aquélla; p ro feta creyente en la pe­
dagogía que tiende la m ano a la política, en ten d id a ésta en el sentido
etim ológico y m ás noble de la palab ra, p a ra h acer de cada h o m únculo
u n hom bre p erfecto .”
4 . El M aestro, R evista de la Secretaria d e E ducación P ública de
M éxico, N ú m ero 12, 1970: “ Com enio es u n o de los m ás grandes edu­
cadores de la h isto ria hum ana, com parable a los filósofos griegos que
m arcaron n uevas ru ta s a los sistem as de enseñanza. Su o b ra fu n d a ­
m ental, la D idáctica M agna, es la elaboración sistem ática de sus ideas
pedagógicas. C om enio la escribió en su lengua n atal, y posteriorm ente
la trad u jo al latín . E n español es m ás conocida la traducción de Reus,
ed itad a en M ad rid .” Conviene rectificar q u e se tra ta de la trad u cció n
de S aturnino López Peces, que se reed ita aq u í; Reus es la editorial
m adrileña que la p ublicó en 1922.
5. Espasa-Calpe, Enciclopedia U niversal Ilustrada, M adrid, 1926:
N o obstante que fija com o lugar de nacim iento de Com enio a U hersky
Brod, en donde únicam ente fue bautizado a los pocos días de h ab er
nacido en N ivnice, el artículo “ K om ensky” es ilustrativo. C oncluye
así: “ Sólo la época m oderna h a sabido ap reciar debidam ente, en toda
su extensión, la im p o rtan cia pedagógica q u e tien en las obras de K o­
m ensky, en p rim er lu g ar su D idáctica, en la cual se fu n d a to d a la
m etódica m o d ern a de la enseñanza, a base de la lengua m atern a y el
m étodo in tuitivo, que sistem áticam ente enlaza lo concreto con lo a b s -.
tracto, h aciendo la instrucción accesible a todas las clases sociales.”
6 . G anelin, L a asim ilación consciente en la escuela, G rijalbó,
M éxico 1968: “ Y a Com enio se d ab a cuenta de q u e n o se pued e im a­
g inar de fo rm a aislada la asim ilación consciente com o p rin cip io fu n ­
dam ental de la didáctica. Algunos historiadores de la pedagogía, al
estudiar el sistem a pedagógico de Com enio, p asan p o r alto la asim i­
lación consciente. Sin em bargo, h ab lar d el sistem a pedagógico de C o­
m enio y n o m encionar la asim ilación consciente significa o lv id ar lo
m ás im p o rtan te. Es v erd ad q u e Com enio n o em plea el térm ino d e asi­
m ilación consciente, p e ro hay q u e a b o rd ar el problem a n o literalm ente,
sino realm ente. L a revolución que Com enio llevó a cabo en la pedago­
gía consistió en desenm ascarar a la escuela y pedagogía m edievales,
basadas en la p ercepción dogm ática, p o r p a rte de los alum nos, de las
lecciones sin m ed itarlas, sin com prenderlas, apoyándose exclusivam en­
te en u n a retención m em orística p u ram en te m ecánica. E n opinión de
Com enio, el'c o n o c im ien to de los hechos sin u n a com prensión de las
conexiones en tre ellos n o p resupone una asim ilación consciente. Co­
m enio traza ya las tres etapas del acto de la asim ilación consciente: la
com prensión, la fijación y la aplicación. L a asim ilación consciente,
' XXXIV PRÓLOGO

según la entiende Com enio, v a estrecham ente relacionada con el p r in ­


cipio de conform idad con la n a tu ra le z a .”
7. H u b e rt R en é, H istoria d e la Pedadogía, K apelusz, B uenos
A ires 1952: “ C om enio es realm ente el p rim er g ran pedagogo de los
tiem pos m odernos. U na educación basad a en la naturaleza del n iñ o y
siguiendo su desarrollo, orien tad a h acia el conocim iento de las cosas
con m iras a su utilización, tal es la pedagogía de Com enio. E n la re­
form a de la enseñanza de la gram ática, C om enio se inspiró en la o b ra
d el jesu íta B ath, m uerto en 1614, el cual h a b ía pu b licad o en 1611 u n a
“ P u erta de las lenguas” , sim ple colección de sentencias q u e reu n ían
las palabras m ás im portantes de la lengua latin a. Com enio es conside­
ra d o como el teórico de la educación realista p o r las cosas, el defensor
de la educación n a tu ra l ad ap tad a al desarrollo espontáneo del niño, el
inventor de los m étodos intuitivos y activos, el p artid ario de u n a en se-1
ñ an za p o p u lar generalizada. Su influencia en la o rien tació n de las ins­
tituciones escolares en la A lem ania m oderna, así com o en la evolución
de las doctrinas p ropiam ente dichas, n o p o d ría ser exagerada.”
8 . Labor, D iccionario d e Pedagogía, Barcelona 1964: “ Com enio
g uarda fid elid ad al p rin cip io de los preceptores d e su época, según el
cual, el reino de D ios ven d rá después de la u n ió n de todas las nacio­
nes bajo u n a sola religión, u n idiom a y u n am or fratern o . L a instruc­
ción del hom bre, en todas las etapas de su v id a, se coronará con la
educación m oral y religiosa, a la que concede ex trao rd in ario valor,
, pues el fin últim o del hom bre es la vida esp iritu al, a la q u e se llega p o r
m edio de la ciencia, la v irtu d y la p ied ad ."
9. Larroyo Francisco , H istoria G eneral de la Pedagogía, Porrúa,
M éxico 1968: "G ran d e s son los rendim ientos históricos de Com enio.
N os encontram os en él la m ás extensa y rica de todas las doctrinas
pedagógicas h asta entonces form uladas. C laro q u e n o todo es original
en su pensam iento: V ives, Bacon, R atke, A ndrea, h an inspirado y
o rien tad o la o b ra pedagógica del g ran checo. P ero en su sistem a las
ideas de éstos v an en co n tran d o su p ertin en te acom odo, a la vez que u n
nuevo y m ás fecu n d o sentido. C om enio descubre en la relación de los
m étodos de las ciencias con la teoría antropológica, el p rin cip io de la
didáctica. A dvierte que las aptitudes del n iñ o deben ser desenvueltas
en su o rd en n a tu ra l y en perm anente contacto con las cosas; q u e la
educación com ienza con el nacim iento y que el n iñ o pued e y debe
a d q u irir los prim eros fundam entos de la cu ltu ra. Se eleva con viva
conciencia del hecho a la idea de la co n tin u id ad del proceso educativo
y al p lan o m oderno d e la escuela unificada. R educe a su ju sto v alo r
el ap rendizaje de las lenguas, poniendo en p rim er p lan o la lengua
m aterna. A dem ás: en to rn o del postulado de u n agrupam iento concén­
trico de las m aterias de enseñanza, postula la idea del aprendizaje
autoeducativo. Pensam ientos todos de innegable valor, poco im porta
que Com enio haya in ten tad o asociarlos a u n a concepción m ística y utó­
p ica del m undo, cu an d o creía que a la realización de s u o b ra to d a la
h u m an id ad sería com o u n a estirpe, u n p ueblo, u n a casa y u n a escuela
de Dios. O , com o dice él m ism o, en to n o profético: “ Entonces los
PRÓLOGO XXXV

paganos se co n v ertirán ; los judíos reconocerán las tinieblas; todos


los países se som eterán a la soberanía de D ios; el m undo e n tero dis­
fru ta rá de paz; éste será el siglo v erdaderam ente dorado; el Sábado
de la Iglesia, el séptim o m om ento del m undo, antes de q u e resuene
la llam ada de la sagrada etern id ad .” E n fin , el carácter integral de su
pedagogía hace de él u n o de los reform adores sociales m ás im p o rtan ­
tes de la época. H ay, m ás: es el pro feta de la m od ern a escuela demo­
crática, dado que reconoce igual dignidad a todos los niveles educativos
e igual derecho de todos los hom bres a la educación.”
10. Luzuriaga L orenzo, D iccionario d e Pedagogía, Losada, B uenos
A ires 1962: “ C om enio h a sido u n a de las personalidades m ás salientes
de la pedagogía. Es e l creador de la D idáctica en u n sentido realista.
Con este fin crea u n m étodo de enseñanza b asad o en la observación
y la intuición. O rganiza la educación en cu a tro grados, correspondien­
tes a los períodos del desarrollo: infancia, p u ericia, adolescencia y
ju ventud, a cada u n o d e los cuales corresponde u n tip o especial de es­
cuela: m atern a, p ú b lic a , G im nasio y A cadem ia,”
11. M antovani Juan, Filósofos y Educadores, A teneo, Buenos
A ires 1961: “ C om enio es el p recursor de la educación del pueb lo . U no
de los m ás grandes educadores que h a conocido el m undo. D e todas
sus obras, la q u e h a conquistado u n lu g ar im perecedero en la historia
del pensam iento h u m an o es la D idáctica M agna, en la q u e aparece
h asta en el títu lo cierta inspiración b aco n ian a; se tra ta del p u n to de
p a rtid a del esfuerzo p o r d a r a la pedagogía u n a estru ctu ra científica.
A este respecto el pedagogo italiano G iovani C aló h a dicho q u e Co­
m enio, p o r la vigorosa huella q u e h a d ejado en el cam po teórico y en
el terren o p ráctico d e la educación, es u n p ionero, “ el prim ero en
h ab er querid o d a r a la pedagogía las características de u n a verd ad era
ciencia” . P ara C om enio el hom bre es la culm inación de la o b ra de
D ios, la síntesis m aravillosa de lo divino y d e lo hum ano. E sta m ism a
excelencia dem uestra q u e su fin últim o n o está en esta vida sino en la
de m ás allá; su p asajera existencia debe convertirse en prep aració n
p a ra la vida etern a. N u estra m ism a constitución física dem uestra que
no es b astan te to d o lo q u e en esta vida tenem os. Vivim os u n a tri­
p le vida: vegetativa, sensitiva e intelectiva. L a n atu raleza h a p uesto
en nosotros la sem illa de los tres elem entos q u e necesitam os p a ra al­
canzar la p rep aració n que nos lleva a la eternidad: ciencia, v irtu d y
religión. Se h a dicho que p a ra ser ed u cad o r es necesario sen tir u n a re­
ligiosa confianza, p arecid a a la fe, en la h u m an id ad , y creer en la
p erfectib ilid ad del hom bre y en los frutos de la educación. T odo esto
lo sintió C om enio, q u e fu e u n gran m aestro; tam bién era esclarecedor
de los principios de la ciencia de la educación, u n pen sad o r de los
problem as de la enseñanza y representó en su tiem po u n progreso
y el origen, de u n a nueva época educativa, p o r lo que con justicia ha
podido llam ársele el in iciad o r de la pedagogía m od ern a.”
12. M ayer Federico, Pedagogía C om parada, Cesarman, M éxico
1967: "E n tre los reform adores m ás ilustres de la h isto ria hay q u e si­
tu a r en lu g ar privilegiado a Com enio. Fue in flu id o p o r R atich, el cual
•-'. <v t>«T v r-• '"v f ”, ■ - 1 •■í' ■'U's "¡ ¡> -
XKXVl ‘ ’■ K _ fR Ó LO O O

creía en el uso del idiom a vernáculo y n o gustaba de la com pulsión


en la educación, favorecía u n sistem a de instrucción experim ental y se
oponía al m em orism o m ecánico que p redom inaba en esos tiem pos, re ­
calcó la im portancia del interés p o r p arte del estudiante y el hecho
d e que sin la m etodología apro p iad a n o p u ed e h ab er u n progreso
efectivo en la educación. Com enio era esencialm ente optim ista. M ien­
tra s la m ayoría de los teólogos destacaba la m ald ad del h o m b re, Co­
m enio exaltaba su grandeza y ponía a la educación com o el m edio m ás
eficaz p a ra darle al hom b re esta excelsitud. In sistía en q u e debía
gastarse m ás d in ero en escuelas que en cualquier o tra cosa, ya que la
m ejor inversión de la sociedad era en m aestros, y que todos los m ate­
riales pedagógicos, inclusive los libros de texto, se deberían d istrib u ir
g ratuitam ente, consciente de que la educación creadora es el suprem o
b ien de la h u m an id ad .”
13. M ora G abriel d e la, C om enio y su D idáctica M agna, Edicio­
nes Oasis, M éxico 1970: “ T odo en to m o a C om enio era religioso, p o r­
qu e — como dice Spranger— ‘entonces la religión era la v id a ’. Efecti­
vam ente, antes de C om enio la religión era la vida; después de Co­
m enio la vida es fru to de la educación. A horcajadas sobre el filo de
la R eform a, C om enio contem pló dos vertientes: la escolástica, q u e
se h u n d ía en la teneb ro sid ad m edieval, y la técnica, proyectada hacia la
in fin itu d de u n espacio surcado p o r naves trip u lad as. E sta técnica p o r­
tentosa h a sido p ro d u cto de la educación, p uesto que n o se concibe
u n técnico sin el m aestro q u e lo h a adiestrado. La p rio rid ad que la
educación tiene en la v id a m oderna, hizo a C om enio sistem atizar a
la Pedagogía, convirtiéndola en la C iencia de la Educación, esto es, u n
conjunto de conocim ientos verdaderos, ordenados y sistem atizados, b a­
sados en principios y leyes, que se refieren al proceso social de la ense­
ñ an za en toda su am p litu d e integridad. Es tal la densidad doctrinal
d e este insigne m aestro checo, que todo rep a ro polém ico em anado de
sus circunstancias se esfum a ante su p ere n n id ad .”
14. M useo Pedagógico d e la Secretaría d e E ducación Pública de
M éxico", Jeja D olores U ribe Torres, 1965: “ C hecoslovaquia h a pagado
trib u to a su gran h ijo reu n ien d o u n a convención de científicos de todas
las latitu d es del m un d o ; con el cuño de m onedas conm em orativas y
u n a em isión especial de sellos postales p o r m edio d e num erosas expo­
siciones, conferencias y reuniones, colocando placas alusivas en todos
los sitios en que vivió y trab ajó Com enio y con la erección de su es­
tatu a esculpida p o r M akousky, en N aarden. E n el d ía de su nacim iento
celebra C hecoslovaquia el D ía del M aestro. T an to el año p asado cuanto
el actual h a n sido dedicados p o r el Consejo M undial d e la Paz com o
aniversarios culturales en escala internacional, en cuya celebración la
U nesco tom a p a rte activa. Y así debe ser. C om enio m iró con am or a
las fu tu ras generaciones de todas las latitudes, p o r esto su voz, llena
de am or, todavía resuena a lo largo del m undo: “ Es necesario que
todas las naciones lu ch en p o r el bien com ún y que b usquen la paz, la
v erd ad y el am or del p ró jim o .” P alabras que todavía expresan la es­
peranza de la h u m an id a d .”
PRÓLOGO ' k x x v tt'

Í5 . Piaget Jean, L a actualidad d e C om enio, Uttesco 1957: “ L a


actualidad m ás sorprendente d e Com enio está en h a b e r asen tad o los
fundam entos de u n a educación para todos los hom bres y p a ra todos
los pueblos; y, lo que es m ás asom broso, en h a b e r p lan ead o la orga­
nización in tern acio n al de la instrucción p ú b lica en la form a com o la
realiza hoy la Unesco. Com enio es considerado com o u n gran p recu rso r
de los designios contem poráneos de colaboración intern acio n al sobre
el terren o de la educación, de la ciencia, y de la cu ltu ra. Al escrib ir su
D idáctica M agna, Com enio contribuyó a crear u n a ciencia de la ed u ­
cación y u n a técnica de la enseñanza, com o disciplinas autónom as.
Com enio es de esos autores que n o es necesario corregir p a ra m oderni­
zarlos, sino q u e b asta solam ente con trad u cirlo s.”
16. Ponce A n íb a l, E ducación y lucha de clases, Solidaridad, M éxi­
co 1969: “ AI consejo solem ne lanzado p o r A grícola dos siglos atrás:
"C o n sid erar com o sospechoso cu an to se o s h ay a enseñado h a sta hoy” ,
hacían coro en el m ism o siglo Bacon, D escartes y Pascal; afirm an d o
el prim ero que la v erd ad va cam biando con el tiem po; aconsejando el
segundo n o rendirse n a d a m ás que a la evidencia; in vitando el tercero
a in tro d u cir el experim ento com o criterio seguro de las ciencias. El
N ovum O rganum de Bacon es de 1620; e l D iscurso sobre el m étodo,
de D escartes, de 1637; el Fragm ento de u n tra tad o sobre el vacío, dé
Pascal, de 1651. Con ligeras diferencias de años, la filosofía y la cien­
cia in te rp re ta b a n los profundos cam bios que la econom ía ib a creando
en el subsuelo social. P ero algo m ás faltab a todavía, q u e fu e lo últi­
m o en l l e g a r .. . U n p asto r de la iglesia p ro testan te d e M oravia — pas­
to r p a ra que se d estacara m ejor el carácter to d av ía indeciso de la b u r­
guesía q u e ib a siendo cada vez m ás revolucionaria sin saberlo— se
p ro p u so d ar en el terren o de la educación el c u arto lib ro q u e faltab a:
la D idáctica M agna. N o im p o rta q u e en el cap ítu lo tercero C om enio
afirm e que la v id a presente es tan sólo u n a prep aració n p a ra la eterna;
el título del cap ítu lo decim onono lo m arca d e sobra como h ijo de su
siglo: Bases p a ra fu n d a r la rapidez de la enseñanza con ah o rro de tiem ­
po y de fatiga. Los m ecánicos — dice Com enio—- n o dan al aprendiz
u n a conferencia sobre su oficio, sino que lo p o n en d elante de u n m aes­
tro p a ra q u e vea cóm o se h ace; entonces coloca u n in stru m en to en sus
m anos, le enseña a usarlo y a q u e lo im ite. Sólo haciendo se puede
ap ren d er.”
17. Sainz d e R obles Federico, D iccionario d e la Literatura, A gui-
lar, M adrid 1950: E n el tom o tercero, dedicado a los autores ex tran ­
jeros, no españoles n i hispanoam ericanos, dedica u n a fich a a Com enio,
en la q u e hace u n a su cin ta biografía y u n a reseña de sus obras, sin
com entario alguno.
18. Scj,acca M iguel Federico, E l problem a d e la educación, Mira-
ele, Barcelona, 1962: “ A lm a viviente y cereb ro exim io, apóstol sincero
de la religión y de la educación, esp íritu in q u ieto y tenaz en su o b ra de
escritor y de refo rm ad o r, algo cercano a B runo p o r el entusiasm o de la
b úsqueda, el a p aren te desorden de las ideas y la v id a de exiliado, es
xxxvm PRÓLOGO

el obispo p ro testan te Com enio, a q u ien puede considerarse, m ejor q u e


G alileo, el Bacon de la pedagogía.”
19. Spranger E duardo, C ultura y Educación, Colección A ustr
N ú m ero 824, Espasa-Calpe: "O c u rre con los siglos com o con las estre­
llas: se nos h acen visibles y desaparecen según leyes determ inadas,
vida se alza ah o ra su pasión, el im pulso cap ital d e su espíritu, lo mis-
H asta hace p oco e l siglo x v i i estab a oculto a n u e stra m irad a. Ese siglo
qu e, justam ente com o el nuestro , fue p a ra A lem ania u n siglo trágico.
E ntonces la h u m an id ad estaba p rofundam ente escindida, n o como en
n uestros días p o r oposiciones económ icas, sino p o r convicciones reli­
giosas, y religión era entonces la vida. E l siglo x v i i poseía lo q u e n o ­
sotros buscam os: religión. Se pulsa ese siglo en el alm a d e Com enio.
N o es sólo el apóstol de la intuición y de la experiencia que h a hecho
d e él la pedagogía d e los m anuales. C om enio n o era alem án, p ero
tam poco era m oravo: era u n peregrino del m un d o . ‘M i vida fue u n
erra r, no tuve p a tria .’ P ero del curso laberínticam ente extraviado de
la vida se alza ah o ra su pasión, el im pulso capital de su espíritu, lo mis­
m o q u e fu e p a ra P lató n el eros, p a ra P lotino el éxtasis. ‘D oy gracias
a m i D ios p o rq u e m e h a hecho ser a lo largo de m i vida entera u n
h o m b re apasionado.’ E l contenido de esta pasión n o es o tra cosa que
la reducción d e la p lu ralid ad a la u n id ad , del m u n d o a D ios, del alm a
a Jesucristo. Los hilos de A riad n a q u e debían sacarlo del laberinto
del m undo, sólo e ra n en el fondo el único que ya h ab ía guiado a
San A gustín p o r su v id a terren a: ‘M i alm a está in q u ieta h a sta que
encuentre reposo, Señor, en ti.’ A ctualm ente tenem os u n a didáctica
elab o rad a h asta en los m ás finos detalles. Los sueños m ás audaces
de Com enio en esta dirección están superados. P ero es, a pesar de
toda psicología, u n a rte sin alm a. N o llega a las h o n d u ras del alm a
h u m an a. E l esp íritu d e la técnica, u n espíritu inteligente, p e ro lim i­
tado, h a en trad o tam bién en la educación. D etrás d e todos los experi­
m entos de u n m odo m ejor de ed u car y enseñar, qued a sin em bargo
sin respuesta la p reg u n ta: ‘¿ P o r q u é vivim os?’ Las raíces q u e se
h u n d en én lo m etafísico están cortadas. E n la superficie se m ueve algo.
P ero, ¿cu án to tiem po m arch ará sin alm a el a p arato de relojería? Sólo
u n a educación q u e esté p en etrad a del sentido au tén tico y vivido con
h o n d u ra de la v id a, p u ed e d esp ertar a la vida, P e ro u n a educación
sem ejante volverá a ser religiosa, au n q u e debe ser totalm ente acón-
fesional.”

Sirvan estas p a lab ras d e Spranger, u n o de los com eniólogos que


m ás h a n pen etrad o en el alm a de Com enio, com o la m otivación ade­
cuada p a ra q u e el lector se adentre en la lectu ra de la D idáctica M agna.

G a b r ie l d e l a M o r a
DIDACTICA MAGNA
C A P IT U L O P R IM E R O

EL H O M BRE ES LA C R IA T U R A P O S T R E R A , L A M Á S A BSO ­
L U T A , L A M Á S E X C E L E N T E D E TOD A S LA S C R IA T U R A S

1. A l pron u n ciar Pittaco, en la antigüedad, su famoso S e fin g ió q u e


<78 o u t o v (rtosce te ipsum , conócete a ti m ism o), aco­ e l « C o n ó cete a
gieron los sabios con tan to entusiasm o dicha sentencia, que ti m is m o » h a ­
para entregarla a la plebe afirm aron que había descendido b ía b a ja d o d e l
cielo.
del cielo, y cuidaron de que fu era inscripta con letras de oro
en el frontispicio del T em plo de A polo en D elfos, adonde
concurría gran m ultitud de hom bres. F ue prudente y p iad o ­
so proceder, pues aunque en realidad era u n a ficción, se en­
cam inaba a la verdad, que es m ás clara p a ra nosotros que
para ellos,
2. ¿Q ué es sino u n a voz celestial la que resuena en la S in e m b a rg o ,
Sagrada E scritura, diciendo: ¡Oh, hom bre, si me conocieras, re a lm e n te des*,
te conocerías? Y o, la fuente de la eternidad, de la sabiduría, c e n d ió d e l cie ­
de la bienaventuranza; tú, m i hechura, m i im agen, m i de­ lo.
licia.
3. T e elegí com o com pañero m ío en la eternidad, dispu­ Sublimidad
se p ara tu uso el cielo, la tierra y todo cu an to contienen, d e la n a tu ra le t
reuní en ti solo cu an to brilla en cada una de las dem ás cria­ za h u m an a .
turas: la esencia, la vida, el sentido y la razón. T e eregí sobre
todas las obras de mis mano®; subyugué a tus plantas todas
las cosas: ovejas, bueyes, bestias del campo, aves del cielo y
peces del m ar; p o r igual razón te corone de gloria y honor.
(Salm o 8.) Finalm ente, p a ra que n ad a faltase, m e u n í a tí,
yo mismo, en hipostático lazo, juntando eternam ente m i na-
turazela a la tuya, com o n o acaece a ninguna de las criaturas
ni visibles ni invisibles. ¿H ay alguna criatu ra n i en el cielo ni
en la tierra que pueda gloriarse de tener a D ios revelado en
su carne y m ostrado a los Ángeles (1, Tim ., 3. 1 6 ), no sólo
p ara que estupefactos vean al que deseaban v er (1. Pet., 1.12),
sino p ara que adoren a Dios, m anifestado en carne, al hijo
de Dios y del hom bre? (H ebr., 1, 6, Juan, 1, 52, M at. 4.
11.) E ntiende, pues, que tú eres el colofón absoluto de mis
obras, el adm irable epitom e, el V icario entre ellas y Dios, la
corona de mi gloria.
. 4. ¡O jalá todas estas cosas queden esculpidas, n o en las D eb en ser
puertas de los tem plos, ni en las portadas de los libros, ni e x p u estas a n te
en los o jos,,lenguas y oídos de todos los hom bres, sino en lo s o jo s d e los
sus corazones! C iertam ente hay que p ro c u rar que todos h o m b res.
aquéllos que tienen la m isión de form ar hom bres hagan vivir
a todos conscientes de esta dignidad y excelencia y dirijan
todos sus m edios a conseguir el fin de esta sublim idad.

1
C A P IT U L O II

EL F IN DEL HOM BRE E S T A F U E R A D E E S T A VIDA

L a sum a cria­ 1. L os dictados de la razón nos afirm an que criatura ta n


tura debe nece­ excelsa com o lo es el hom bre, debe estar necesariam ente
sariam ente tener destinada a u n fin superior al de todas las dem ás criaturas; a
un fin sum o. saber, que unida a Dios, cúm ulo de toda perfección, gloria y
bienaventuranza, goce con É l eternam ente de la gloria y bea­
titud m ás absolutas.
A s í claramen­ 2. Y aunque esto se halla suficientem ente expresado en
te se deduce: la Sagrada E scritura y nosotros creem os firm em ente que así
acaece, no será labor en balde que reseñem os, aunque m uy
a la ligera, los m odos m ediante los cuales D ios nos ha re ­
presentado en esta vida nuestro últim o fin.
1. D e la h is ­ 3. E n p rim er lugar, p o r cierto, aparece esta representa­
t o r ia d e la C re a ­ ción en ia C reación m isma. D ios n o m andó al hom bre se­
ción. cam ente que existiese, sino que, previa una solem ne resolu­
ción, le form ó con sus propios dedos u n cu eip o y le inspiró
u n alm a de Sí mismo.
2. D e n u e s­ 4. N u estra m ism a constitución dem uestra que n o nos es
tra p ro p ia cons­ b astante to d o lo que en esta vida tenem os. Vivim os aquí una
titu c ió n . vida triple: vegetativa, anim al e intelectiva o espiritual, la
prim era de las cuales jam ás se m anifiesta fuera del cuerpo;
la segunda se dirige a los objetos p o r las operaciones de los
sentidos y m ovim ientos; la tercera puede existir separada­
m ente, com o ocurre en los Ángeles. Es evidente que este
suprem o grado de la vida esté en nosotros oscurecido y
com o dificultado p o r los demás, y debem os suponer que h a
de existir algo donde esta vida intelectiva alcance su m ayor
desarrollo (in «k<s>ijv deducatur).
3. D e to d o 5. T odas las cosas que hacem os y padecem os en esta
c u a n to hacem os vida dem uestran que en ella n o se consigue nuestro últim o
y p ad ecem o s. fin, sino que todas ellas tienden m ás allá, com o nosotros
mismos. C u an to somos, obram os, pensam os, hablam os, idea­
mos, adquirim os y poseemos n o es sino una determ inada
gradación, en la que, lanzados m ás y m ás allá, alcanzam os
siem pre grados superiores, sin que jam ás lleguem os al su­
prem o. E n u n principio, n ad a es el hom bre, com o nada exis­
tió en la eternidad; tiene su iniciación en el ú tero de la m a­
dre, de la gota de sangre paterna. ¿Qué es el hom bre al p rin ­
cipio? U n a m asa inform e y bruta. E ntonces em pieza la deli­
ncación del corpúsculo, pero sin sentido ni m ovim iento. C o­
m ienza después a m overse, hasta el m om ento en que p o r la
fuerza de la naturaleza es expelido al exterior, y poco a poco
van entrando en función los ojos, los oídos y los dem ás sen-
DIDÁCTICA MAGNA

tidos. C on el transcurso del tiem po se m anifiesta el sentido


interno cuando se d a cuenta de que ve, oye y siente. M ás
tarde ejercita su entendim iento, ad virtiendo las diferencias de
las cosas; finalm ente, la voluntad asum e su función de direc­
tora, aplicándose a ciertos objetos y apartándose de otros.
6. Y aun en cada una de estas operaciones existe tam ­ E n to d o esto
bién la gradación. P ues el m ismo conocim iento de las cosas h a y u n a g ra d a ­
va insensiblem ente apareciendo, com o el resplandor de la ció n , p e ro s in
aurora, surge de la oscuridad profunda de la noche, y ú ltim o té rm in o .
m ientras d u ra la vida (a no ser que se em brutezca de un
m odo absoluto) recibe continuam ente m ás y m ás luz hasta
la m isma m uerte. N uestras acciones,' en u n principio, son te ­
nues, débiles, rudas y en extrem o confusas, y paulatinam en­
te se desarrollan después las potencias del alm a con las fuer­
zas del cuerpo, de tal m anera que m ientras tenem os vida
(salvo el caso de quien es atacado de u n entorpecim iento
extrem o y sepultado viv o ), no nos falta qué hacer, qué pro ­
poner, qué em prender, y todo esto, es un espíritu generoso,
siem pre se dirige m ás allá, pero sin que se vea el térm ino. N o
se encuentra en esta vida fin ninguno de nuestros deseos ni de
nuestras maquinaciones.
7. D e un m odo experim ental lo com probarem os, cual­ E s tá d e m o s­
quiera que sea la dirección en que lo considerem os. Si uno tr a d o p o r la e x ­
ansia bienes y riquezas, n o hallará satisfacción de sus deseos p e rie n cia .
aunque posea el m undo entero; claro nos lo dice el ejemplo
de Alejandro. Si la am bición de los honores inquietase a
otro, n o h allará reposo aunque el universo le adore. Si a los
placeres se entregase, encontrará tedio en todas las cosas
aunque inunden sus sentidos m ares de deleites, y su apetito
pasará de u n a a otra cosa. Y el que dedicase su espíritu al
estudio de la sabiduría, jam ás llegará al fin, porque cuanto
m ás vaya conociendo, m ás aún verá que le falta p o r cono­
cer. Sabiam ente afirm ó Salom ón que no se sacia el ojo vien­
do ni el oído se llena oyendo. (E cdesiastés, 1 . 8 . )
8. El ejem plo de los m oribundos nos dem uestra que no N i a ú n la '
todo acaba con la m uerte. A quellos que piadosam ente pasa­ m u e rte p o n e f i n '
ro n aquí su vida se alegran de m arch ar a o tra m ejor; los que a n u e stra s co­
se hallaban dom inados p o r el am or de esta vida presente y sas. '
ven que han de abandonarla y pasar a o tra parte, em piezan a
tem blar, y del m odo que aún pueden se reconcilian con Dios
y con los hom bres. Y aunque el cuerpo quebrantado por los
dolores languidece, los sentidos vayan oscureciéndose y la
m ism a vida se escape, la m ente, sin em bargo, realiza sus fun­
ciones con más vigor q u e nunca, tratando piadosa, circuns­
pecta y gravatnente de sí mismo, de la fam ilia, bienes, asun­
tos públicos, etc., de tal suerte que el que ve m o rir a un
hom bre piadoso y prudente ve desm oronarse u n poco de
tierra; pero al oírle parece que escucha a u n ángel; y preciso
es confesar que en tal caso acontece que, al ver avanzar el
derrum bam iento de la cabaña, se dispone la salida del que
la habita. A sí tam bién lo entendieron los gentiles, y p o r eso
los rom anos, según asegura Festo, llam aban a la m uerte
viaje, y los griegos em pleaban frecuentem ente ocx^w ai, que
significa m archar, en vez de fallecer o m orir. ¿Por qué sino
íí:sk wr?
J U A N AM Ó S C O M ÍN ÍO

porque sabem os que m edíante la m uerte nos trasladam os a


o tra parte?
E t e je m p lo de 9. Esto es m ucho m ás evidente p a ra nosotros, los cris­
Q risto , h o m b re, tianos, sobre todo después que, con su m ism o ejem plo, nos lo
n o s m u e s tra q u e dem ostró C risto, Hijo de D ios vivo, enviado del C ielo para
e l h o m b r e se
rep arar en nosotros la perd id a im agen de D ios. Concebido y
d e b e a la e te r­
n id a d .
d ado a luz vivió en tre los hom bres; después de m uerto resuci­
tó y subió a los Cielos, y ya la m uerte n o le dom inó más. É l
se llam a y es N uestro Precursor (H ebreos, 6. 20.) P rim ogénito
entre los hermanos. (R om . 8. 29.) Cabeza de sus m iem bros.
(Efes., 1, 22.) A rq u etip o de los que han de ser reform ados a
la im agen de Dios. (R om . 8, 29.) Y de igual m odo que Él
no vivió aquí, p o r estar, sino para, u n a vez term inada su m i­
sión, pasar a la m ansión eterna, así tam bién nosotros, consor­
tes suyos, n o hem os de perm anecer aquí, sino que hem os de
ser llevados a o tra parte.
' T r ip le m an­ 10. T riple hem os dicho que es la vida de cad a u no de
s i ó n del hom ­ nosotros, y triple es tam bién la m ansión de esta m ism a vida:
b re. el útero m aterno, la Tierra y el Cielo. D el prim ero se va a
la segunda p o r el nacim iento; d e la segunda a la tercera por la
m uerte y la resurrección; de la tercera n o se sale jam ás p o r
toda la eternidad. E n el prim ero recibim os la vida solam en­
te con el m ovim iento inicial y el sentido; en la segunda, la
vida, el m ovim iento, el sentido con las prim icias del entendi­
m iento; en la tercera, la plenitud absoluta de todas las cosas.
T r íp lic e vida. 11. L a vida prim era de las m encionadas es preparatoria
de la segunda; la segunda lo es de la tercera, y ésta existe
por sí m ism a, sin tener fin. El tránsito de la p rim era a la se­
gunda y de la segunda a la tercera es angustioso y con do­
lor; en u n a y o tra hay que abandonar despojos o envolturas
(allí las secundinas, aquí el cadáver m ism o ), com o el pollo
nace rom piendo el cascarón. Finalm ente, la prim era y se­
g unda m ansión son a m odo de laboratorios en los que se
p rep ara el cuerpo p a ra su ejercicio en la vida siguiente, en la
prim era, y el alm a racional en la segunda, disponiéndola
p ara la vida sem piterna. L a tercera estancia lleva en sí mis­
m a la perfección y el goce de las otras.
L o s is ra e li­ 12. D e m odo sem ejante, los israelitas (y perm ítasenos
ta s so n e je m p lo presentar la historia de este pueblo com o ejem plo) fueron
v iv o d e lo d i ­ engendrados en Egipto, llevados de allí al desierto con las
cho. penalidades de los m ontes y el M ar Rojo, construyeron T a ­
bernáculos, recibieron la Ley, pelearon con diversidad de
enemigos, y p o r fin, pasado el Jordán, fueron hechos dueños
de la tierra da C anaan, abundantísim a de leche y miel.
C A P IT U L O III

E S T A V ID A E S T A N SÓ L O P R E P A R A C IÓ N D E L A V ID A E T E R N A

1. V am os a dem ostrar, aduciendo el testim onio de N o s­ T e s tim o n io & v


otros m ismos, del M u n d o y de la Sagrada Escritura que esta d e ello .
nuestra vida actual, al encam inarse a un m ás allá, n o es vida,
propiam ente hablando, sino el prólogo de o tra vida verdade­
ra y sem piterna.
2. Si investigam os en nosotros m ism os llegarem os a ob­ N o s o tro s m is- .
servar que todo se desarrolla en nosotros de m an era tan m os.
gradual que u n antecedente cualquiera despeja el cam ino al
que le sigue. P o r ejem plo: N u estra vida prim era tiene su
existencia en las entrañas m aternales; pero, ¿en razón de
qué? ¿A caso de sí m isma? N ad a m enos cierto. A q u í se trata
solam ente de que el corpúsculo se prepare a ser habitación
e instrum ento adecuado del alm a p a ra su fácil em pleo en la
siguiente vida que hem os de d isfru tar bajo el firm am ento.
T an p ro n to com o aquello está conseguido, salim os a la luz,
porque ya nada tenem os que h acer en tales tinieblas. De
igual m odo esta vida exterior es sólo preparación de la vida
eterna, con el fin, sin duda, de que el alm a prepare, m edian­
te el auxilio del cuerpo, todo cuanto le es preciso p a ra la
o tra vida. E n cuanto esto se realiza, m archam os de este
m undo, porque lo que en él hagam os después n o tiene ya
finalidad alguna. Y si algunos se ven arrebatados estando
desprevenidos, son m ás bien em pujados a la m uerte, a se­
m ejanza de los fetos abortivos que p o r mil causas suelen ser
expelidos del útero, n o vivos, sino m uertos ya; lo que en uno
y otro caso acontece p o r culpa de los hom bres, aunque con
perm iso de Dios.
3. C ualquiera q u e sea la p arte del M u n d o visible que E f m u n d o vi­
exam inem os nos llevará a la conclusión de que n o h a sido sib le, S em ina-
creado p ara o tro fin m ás que el de servir de rio , R e fec to rio
y E scu ela d e los
G eneración ................. i h o m b re s . ' i,
C rianza ....................... V al género hum ano.
Ejercicio ..................... J
Com o n o plugo a D ios crear en el m ism o m om ento a
todos los hom bres, conform e hizo con Jos Ángeles, sino un
solo varón y u n a sola hem bra p ara que ellos, co n su bendi­
ción y unidas sus fuerzas, se m ultiplicasen po r generación;
fue preciso señalar u n tiem po determ inado a estas genera­
ciones sucesivas, y se concedieron unos m illares de años. Y
p ara que este tiem po n o fu era confuso, oscuro, ciego, exten­
dió los cielos dotados del sol, la luna y las estrellas, y m an­
J U A N ÁMÓS COM EN IO

dó que, girando en derredor, se m idiesen las horas, los días,


los meses y los años. Y com o esta C riatu ra corpórea había
de necesitar lu g ar p ara vivir, espacio p ara respirar y mover­
se, alim ento p a ra crecer y vestido p a ra cubrirse, dispuso (en
el m undo in ferio r) un pavim ento sólido: la tierra; la rodeó
del aire y la regó con las aguas e hizo germ inar m ultiform es
plantas y anim ales, n o solam ente p ara satisfacer las necesi­
dades, sino p a ra recreo de los sentidos. H abiendo form ado
al hom bre a su im agen y semejanza, dotado d e entendi­
m iento p a ra que n o careciese este entendim iento de su ob­
jeto propio, distribuyó todas las criaturas en m últiples espe­
cies, con lo cual este m undo visible h ab ía de ser p ara él
com o u n espejo del infinito Poder, Sabiduría y B ondad de
Dios cuya contem plación h ab ía de arrebatarle en adm iración
hacia el C reador, le m overía a su conocim iento y avivaría su
am or, dejando ver a través de las cosas visibles la invisible
solidez, belleza y dulzura oculta en el abism o de la eternidad,
ofreciéndole verla, tocarla y gustarla. N o otra cosa es este
M u n d o sino nuestro Sem illero, nuestro R efectorio, nuestra
Escuela. Luego existe u n más allá, adonde hem os de pasar
desde las clases de esta Escuela, esto es, A cadem ia eterna.
Los divinos oráculos nos afirm an tam bién que así ocurre.
D io s m ism o 4. E l m ism o D ios nos dice p o r boca de Oseas que los
en su p a la b ra. cielos existen por la tierra; la tierra p o r el trigo, el vino y el
aceite, y éstos por los hombres. (Oseas, 2, 21. 22.) Todo,
pues, tiene existencia p o r causa del hom bre, aun el tiem po
mismo. El m undo no h a de tener m ayor duración que la ne­
cesaria p a ra com pletar el núm ero de los elegidos. (A poc., 6.
11.) E n cu an to esto se h ay a realizado, el C ielo y la T ierra
pasarán y no hab rá lugar p ara ellos. (A poc., 20. 7.) Surgirán
un nuevo C ielo y u n a nueva T ierra, en los que h ab itará la
justicia. (A poc., 21, 1 y 2 Petr., 3. 13.) P o r últim o, la Sa­
grada E scritu ra designa a esta vida con denom inaciones que
claram ente indican que únicam ente la considera com o pre­
paración de la otra. L a llam a Camino, M archa, Puerta, E s­
peranza, y a nosotros, Peregrinos, Extranjeros, Inquilinos
que esperan otra ciudad. (G énes. 47. 9.— Salm., 39. 12.—
Job, 7. 12.— Luc., 12. 34.)
La expcrien- 5. E sto m ism o nos enseña nuestra condición, expuesta
: cía. ante los ojos de todos los hom bres. ¿Q uién, de entre todos
los nacidos, n o h a vivido y vuelto a desaparecer? Y , sin em ­
bargo, estam os destinados a la eternidad. Es, pues, necesa­
rio que nuestra vida sea sólo u n trán sito po r aquí, puesto
que estam os reservados p a ra la eternidad. P o r eso dijo Jesu­
cristo: E stad dispuestos, ignoráis la hora en que el hijo del
hom bre ha de venir. (M at., 24. 44.) Y esta es la razón, como
vim os en la Sagrada E scritura, de que el Señor se lleve a al­
gunos aun en la p rim era edad, sin duda, cuando ya los en­
cuentra dispuestos, com o Enoch. (G en., 5. 24. o Sab., 4.
14.) ¿Por qué, en cambio, tiene benignidad p ara los malos?
Sin duda, porque n o quiere abatir al desprevenido, sino que
tienda al arrepentim iento. (2 P etr., 3. 9 .) Si, n o obstante,
alguno intentase abusar de la paciencia divina, ordenará
su m uerte.
D ID Á C T ICA M A G N a 7

6. C ertísim o es, pues, que la estancia en las entrañas de la C o n c lu sió n .


madre es preparación para la vida corporal , y no lo es m enos
que la vida corpórea es tam bién preparación para otra exis­
tencia que sigue a ésta, y que ha de durar por siem pre jamás.
¡Dichoso aquel q u e saca sus m iem bros bien conform ados del
vientre de su m adre! ¡Feliz m il y m il veces el que saque de
este m undo su alm a llena de perfecciones!
C A P IT U L O IV

C O N O C E R S E , R E G IR S E Y E N C A M IN A R S E H A C IA D IO S , T A N T O
A S Í P R O P IO C O M O T O D A S LA S D E M Á S COSAS C O N U N O
M IS M O , S O N L O S T R E S G RA D O S D E L A P R E P A R A C IÓ N PA R A
LA E T E R N ID A D

¿ C ó m o cono- 1. Q uedó y a suficientem ente dem ostrado que e l fin últim o


c e re m o s q u e del hom bre consiste en la Bienaventuranza eterna con Dios,
lo s fin e s secu n ­ y tam bién es fácil deducir cuáles son los fines secundarios y
d a rio s d e l h o m ­
adecuados a esta vida transitoria, tom ándolo de las mismas
b re se su b o rd i­
n a n a l p rin c ip a l
palabras de la divina resolución al fo rm a r al hom bre: Haga­
( l a e te rn id a d ) ? m os — dijo— al hom bre a nuestra im agen y sem ejanza para
que dom ine a los peces del m ar y a las aves de los cielos y
a las bestias, y a la tierra y a todo anim al que anda sobre la
tierra. (G én., 1. 26.)
T re s son; 2. C laram ente se desprende de lo dicho que el hom bre
. q u e se a ; 1'.' C o ­ está colocado entre las criaturas visibles p a ra que sea:
n o c e d o r d e to ­
d a s las cosas; I. C riatu ra racional.
2* S e ñ o r d e si II. C riatu ra señora de las criaturas.
m is m o ; 3» D e ­ III. C riatu ra im agen y deleite de su Criador.
lic ia d e P í o s . Y de tal m anera están estos tres m iem bros enlazados en­
tre sí que n o pued e adm itirse entre ellos separación alguna,
porque en ellos se asienta la base de la vida presente y de la
futura.
, ¿ Q u é es se r 3. Ser criatura racional es ser observador, denom inador
c ria tu ra r a c i o ­ y clasificador de todas las cosas; esto es, conocer y poder
n a l? nom brar y entender cuanto encierra el m undo entero, com o
se dice en el Génesis, 2. 19. O conform e enum era Salomón
(Sab. 7. 17, etc.) C onocer la constitución del m u n d o y la
fuerza de los elem entos; el principio, el fin y el m edio de los
tiem pos; ¡a m utación de los solsticios y la variedad de las tem ­
pestades; el circuito del año y la posición de las estrellas;
las naturalezas de los vivientes y el ser de las bestias; las
fuerzas de los espíritus y los pensam ientos de los hombres;
las diferencias de las plantas y las virtudes de las raíces; en
una palabra , cuanto existe, ya oculto, ya m anifiesto, etc. A
esta cualidad corresponde la ciencia de los artífices y el arte
de la palabra, p a ra que, com o dice Jesús de Sirach, en nin­
guna cosa, lo m ism o pequeña que grande, nada haya que sea
desconocido. (Eccles., 5. 18.) Así, pues, en realidad, de ver­
dad puede ostentarse la denom inación de anim al racional si
se conocen las causas de todas las cosas.
¿ Q u é es s e r 4. Ser dueño y señor de las criaturas consiste en poder
s e ñ o r d e la s disponer de ellas conform e a sus fin es legítim os para utilizar­
c ria tu ra s ? las en provecho propio; portarse entre las criaturas y en to-
. y.--*, .-" .v v : ' i 1
d id a c Y ic a m a g n a

das partes de u n m odo regio; esto es, grave y santam ente y


g uardar la dignidad otorgada (poniendo sobre sí la adora­
ción de u n solo C riador; considerando a su nivel a los Á nge­
les, consiervos suyos, y teniendo m uy p o r bajo de sí a todas
las dem ás cosas); n o som eterse a ninguna criatura, ni aun a
la propia carne, sirviéndose generosam ente de todas ellas y
n o ignorar dónde, cuándo, de qué m odo y h asta qué punto
se debe prudentem ente utilizar cada cosa; dónde, cóm o, de
qué m odo y h asta dónde hay que condescender con el cuer­
p o; dónde, cóm o, de qué m odo y hasta qué p unto se debe
servir al prójim o. E n u n a palabra: poder m oderar con pru ­
dencia los m ovim ientos y las acciones, tan to internas com o
externas, tanto propias com o ajenas.
5. F inalm ente, ser la im agen de D ios es representar viva­ ¿ Q u é es 9ex. -
m ente el prototipo de su perfección, com o Él m ism o dice: im agen d e ‘
Sed santos, porque Y o, vuestro Dios, soy santo, (L ev. 19. 2.) D io s ?
6. D e todo lo cual se saca la conclusión de que los requi­ L as tres a n - i
sitos genuinos del hom bre son los que siguen: I. Q ue sea feria res se re-'
conocedor de todas las cosas. II. D ueño de ellas y de sí m is­ d u c en a
m o. III. Encam inarse él y todas las cosas hacia Dios, origen
I. E ru d ic ió n .
de todo. L o que puede expresarse en estas solas tres pala­
II. V ir tu d .
bras de todos conocidas: II I . P ie d ad .
I. E R U D IC IÓ N .
II. V IR T U D O C O S T U M B R E S H O N E S T A S .
III. R E L IG IÓ N O P IE D A D .

El nom bre de Erudición com prende el conocim iento de


todas las cosas, artes y lenguas; el de buenas costum bres, no
sólo la externa urbanidad, sino la ordenada disposición in­
terna y externa de nuestras pasiones; y con el de R eligión se
entiende aquella interna veneración p o r la cual el alm a del
hom bre se enlaza y une al Ser Supremo.
7. E n estos tres enunciados se halla encerrada to d a la E sto s tres ele* .
excelencia del hom bre, p orque estos son los únicos funda­ m e a to s f o r m a n 1
m entos de esta vida presente y de la fu tu ra ; todo lo dem ás e l t o d o d e l
(Salud, vigor, figura, riquezas, dignidades, amistades, éxitos h o m b re e n esta
y larga vida) n ad a representan sino añadiduras y adornos de v id a ; lo d e m is
la vida extrínseca, si D ios las d a con lo prim ero; o superfluas s o n a d ita m e n ­
vanidades, inútil carga, im pedim entos m olestos p ara quien, to s.( ir a p tp y a )
sintiendo excesivo apego a ellas, las desea y se deja dom inar
por ellas olvidando y dejando a u n lado lo m ás principal.
8. P ara la m ejor com prensión veam os algunos ejemplos. Se c o m p ru e ­
El reloj (y a sea el solar o el autom ático) es u n instrum ento b a c o n e l ejem ­
elegante y muy necesario p a ra m edir el tiem po y cuya subs­ p l o ( 1 ) d e l re- •
tancia o esencia está en la ingeniosa proporción de las m e­ loj. !
didas. L a caja en que se encierra, las esculturas, pinturas,
adornos de oro, etc., son cosas accesorias que si algo añaden
a su belleza nada aum entan a su bondad. Sería risible la pue­
rilidad de aquel que sin p a ra r m ientes en la grandísim a uti­
lidad del aparato quisiera m ejor u n reloj bonito que bueno.
Asimismo, el valor de u n caballo está en su vigor, unido a ( 2 ) d e l caba- J’ .
su nobleza, agilidad y p ro n titu d en m overse a capricho del lio . :
jinete; la cola ondulante o recogida en nudo; la crin peinada
o erguida; bridas áureas; m antas recam adas de o ro y cuales-
V
ló JU A N ÁMÓS CO M EN IO

quiera otros bellos jaeces con que se le adorne son cosas


tan accidentales que con razó n calificarem os de estúpidos a
quienes p reten d an que en ellas estriba la excelencia de un
( 3 ) d e la sa­ caballo. P o r últim o, nuestro perfecto estado de salud de­
lu d . pende de la com pleta digestión de los alim entos y de una
buena disposición interna; dorm ir muellem ente, vestir con
lujo y com er con regalo n ad a añaden a nuestra salud; antes
bien, la ponen en peligro; y podem os llam ar loco a quien
busca m ás lo deleitoso que lo saludable. D em ente es y d a­
ñoso en gran m anera el que, deseando ser hom bre, se pre­
ocupa m ás de los adornos que de la esencia hum ana. P o r
eso el Sabio declara estultos e im píos a quienes consideran
nuestra vida com o cosa de juego o m ercado lucrativo, asegu­
rando que de ellos h u ye la alabanza y bendición de DIOS.
(Sab., 15, 12, 19.)
C o n clu sió n . 9. Conste, pues, que cuanto m ayor sea nuestro em peño
en esta vida para alcanzar Erudición , V irtud y Piedad, tanto
m ás nos aproxim arem os a la consecución de nuestro últim o
fin. Estos tres han de ser los objetivos de nuestra vida
( e p y o v ) ; todo lo dem ás son pom pas vanas, inútil carga, torpe
engaño.
C A P IT U L O V

LA N A T U R A L E Z A H A P U E S T O E N N O SO T R O S L A S E M IL L A D E
LOS ELEM ENTOS A N T E D IC H O S (E R U D IC IÓ N , V IR T U D Y
R E L IG IÓ N )

1. Entendem os aquí p o r n a t u r a l e z a , no la corrupción L a p rim itiv a


inherente a todos después del pecado (p o r la que som os lla­ n a tu ra le z a d e 1
m ados hijos de la ira p o r naturaleza, incapaces de pensar h o m b re fu e
algo bueno de nosotros mismos com o tales), sino nuestra b u e n a y a e lla
h e m o s d e v o l­
prim era y fundam ental constitución, a la que hem os de vol­ ver.
ver. En este sentido dice Luis Vives: ¿Qué es el cristiano sino
un hom bre cam biado de naturaleza, com o si dijéram os resti­
tuido a su prim itivo ser, del que había sido despojado por el
Diablo? (L ib. I de C oncordia et D isc.) Y en igual sentido
puede interpretarse lo que Séneca escribió: L a sabiduría
consiste en volvernos hacia la naturaleza y restituirnos a aquel
estado de que fu im o s desposeídos por el público error (esto
es, del género hum ano en la persona del prim er h o m b re).
D ice asim ismo: N o es bueno el hombre, pero es creado para
el bien; con el fin de que acordándose de su origen procure
asemejarse a D IO S. A nadie está vedado intentar subir al sitio
de donde había descendido. (Epist. 93.)
2. Entendem os tam bién por voz de la N aturaleza la uni­ P o r la v irtu d
versal providencia de D IO S, o el influjo incesante de la bon­ d e la P ro v id e n ­
dad divina para obrar por com pleto en todas las cosas; esto cia e te rn a q u e
es, en cada una de las criaturas todo acuello p ara lo que la le v a n ta a los
destinó. P ropio es de la divina sabiduría n o h acer nada en caídos.
balde, o sea sin fin alguno y sin los m edios proporcionados
p ara conseguirle. P or lo tanto, todo cuanto tiene existencia
existe p ara algo y está dotado de los órganos y elem entos
necesarios p a ra obtener su determ inado fin; tanto que hab rá
dolor y m uerte si m ediante cualquier violencia im pides que
algo vaya a su fin con expedición y agrado p o r el m ismo
instinto de la naturaleza. Así, pues, es cierto que el hom bre
ha sido creado con aptitud para la inteligencia de las cosas,
para el buen orden de las costum bres y para el am or de
D IO S sobre todas las cosas (acabam os de ver que está desti­
nado a todo esto) y que lleva dentro de sí las raíces de los
tres principios enunciados co m o los árboles tienen las suyas
enterradas.
3. Y para que con m ayor evidencia aparezca lo que quie­ L a s a b id u ría
re decir Sirach, cuando afirm a que la Sabiduría puso fu n ­ d iv in a p la n tó e n
dam entos eternos en el hom bre (Eclesiást. 1. 1 0 .), vam os a e l h o m b re r a í­
ver cuáles son los fundam entos de erudición, virtud y reli­ ces etern as.
gión puestos en nosotros y que hacen del hom bre u n m ara­
villoso instrum ento de la Sabiduría,
JU A N AM ÓS CO M ÉN IO

I 4. E s u n principio adm itido p o r todos q u e el hom bre


nace con aptitud para adquirir el conocim iento de las cosas,
;> H a c ié n d o le en p rim er lu g ar porque es imagen de Dios. L a im agen, si es
a p to p a ra a d ­
fiel, debe representar y reproducir todos los rasgos de su m o­
q u i r ir e l c o n o ­
c im ie n to d e las
delo, de o tro m odo n o sería verdadera im agen. E ntre todas
cosas. las dem ás cualidades de Dios, ocu p a u n lugar preem inente
E s to es ev i­ la Omnisciencia; luego necesariam ente debe aparecer en el
d e n te p o rq u e le hom bre alguna señal de dicha cualidad. ¿Y cóm o? El hom bre
h iz o : está realm ente colocado en m edio de las obras de Dios, te­
1. A su im a ­ niendo su lum inoso entendim iento a la manera de un espejo
gen. esférico suspendido en lo alto que reproduce las imágenes de
todas las cosas. E s decir, de todo lo que le rodea. P ero ade­
más, n u estro entendim iento n o solam ente es ocupado p o r las
cosas próxim as, sino tam bién se deja im presionar p o r las re ­
m otas (y a e n el tiem po, ya en el espacio), acom ete las difí-1
ciles, indaga las ocultas, revela las desconocidas e intenta
investigar las inexcrutables; por lo tanto, es en cierto m odo
infinito e ilim itado. Si se concediera al hom bre u n a existencia
de mil años, durante los cuales, aprendiendo sin cesar, si­
guiera deduciendo u n a cosa d e otra, jam ás carecería de ob­
jeto a que dirigirse; ta n inm ensa es la capacidad de la m ente
hum ana que puede com pararse a u n insondable abismo.
N uestro débil cuerpo ocupa un reducido espacio; la voz se
extiende p o co m ás allá; la altura del firm am ento lim ita nues­
tra vista; pero al entendim iento n o se le pueden fijar lím i­
tes ni en el cielo n i m ás allá del cielo; lo m ism o asciende
hasta los cielos d e los cielos que desciende al abism o de los
abism os; y aunque estos espacios sean m illares de veces m ás
extensos los recorre con increíble rapidez. ¿N egarem os que
todo le es fácil? ¿H abrem os de negar que tiene capacidad
p ara todo?
2 . C o m p en ­ 5. E l hom bre ha sido llamado por los filósofos m icrocos­
d io d e l U n i­ m o (/«KpíjKocr.uos), com pendio del Universo, que encierra
verso.
en sí cu an to p o r el m undo aparece esparcido. Y a en otra
parte dem ostram os la verdad de esta afirm ación. El entendi­
m iento del h om bre al venir a este m undo h a sido com parado
m uy acertadam ente a la sem illa o germ en; en el cual, aun­
que en el m om ento n o exista la figura de la hierba o árbol,
en realidad de verdad hay en él u n árbol o hierba, com o
claram ente se com prueba cuando, depositada la sem illa en la
tierra, em ite raicillas p o r abajo y tallos hacia arriba, que, en
virtud de la fuerza nativa, se convierten después en troncos
y ram as, se cubren de hojas y se ad o rn an con flores y frutos.
N ada, pues, necesita el hom bre tom ar del exterior, sino que
es preciso tan sólo desarrollar lo que encierra oculto en sí
m ism o y señalar claramente la intervención de cada uno de
sus elem entos. Y en confirm ación de lo dicho, nos refieren
que Pitágoras acostum braba decir que era tan n atu ral al
hom bre el saber todas las cosas, que si interrogam os con ha­
bilidad a u n niño de siete años acerca de todas las cuestiones
de la Filosofía p o d rá responder acertadam ente a todas ellas;
sin duda, p orque sola la luz de la razón es fo rm a y regla sufi­
ciente de todas las cosas, p o r m ás que ahora, después del
v*l'¡ . :. '. tfí'j
:''W :
M 0 A C T IC A M A G N A

pecado, velada y obscurecida, n o sabe desem barazarse, y


quienes debían desem brollarla la envuelven m ás.
6. A d em á s de todo esto estam os dotados de ciertos órga­ 3. D o ta d o de
nos a m odo de vigilantes u observadores p ara que auxilien a sen tid o s.
nuestra alm a racional du ran te su estancia en el cuerpo, a fin
de que m ediante ellos p u ed a el alm a hum ana ponerse en rela­
ción con el m undo exterior, y son la vista, oído, olfato, gusto
y tacto, y así n ad a h a b rá referente a las criaturas que se es­
cape a su conocim iento, puesto que en el m undo visible nada
existe que no se pueda v er u oír, oler, gustar o tocar, y, p o r
tanto, conocer qué y cóm o sea; y de esto se sigue que todo
cuanto el m undo encierra puede ser conocido p o r el hom bre
dotado de entendim iento y de sentido.
7. Es inm anente en el hom bre el deseo de saber, y no 4. E s tim u la ­
solam ente tiene tolerancia en los trabajos, sino inclinación a d o p o r el d eseo
ellos. R esalta esto de u n m odo visible en la p rim era edad y d e a p re n d e r.
no nos abandona d u ran te toda la vida. ¿Q uién n o p rocura
oír, ver o tra ta r siem pre algo nuevo? ¿A quién n o agrada ir
diariam ente a algún sitio, conversar con alguien, contarle al­
guna cosa o re ferir de nuevo cualquier otra? Así, efectiva­
m ente, ocurre: L o s ojos, los oídos, el tacto, el m ism o enten­
dim iento, buscando siem pre objeto en que em plearse, se diri­
gen en todo m om ento al exterior, siendo igualm ente intole­
rable para la naturaleza viva el ocio que la imposibilidad. ¿Y
p o r qué razón los idiotas adm iran a los varones doctos; de
qué es señal esto m ism o sino de que experim entan el estím ulo
de cualquier deseo natural? Ellos querrían p articip ar tam ­
bién de este estím ulo, y viendo que no pueden conseguirlo,
lo lam entan y envidian a quienes ven por encim a de sí.
8. L o s ejem plos d e quienes se instruyen por sí m ism os P o r lo cu al, .
dem uestran con toda evidencia que el hom bre puede llegar a m u ch o s lle g a n ,
investigarlo todo con el solo auxilio de la N aturaleza. H ay, p o r sí m ism o s,
efectivam ente, quienes sirviéndose ellos m ismos de m aestros a l c o n o cim ie n ­
to m ú ltip le d e
o, com o dice Bernardo, con las hayas y las encinas p o r cate­
la s cosas.
dráticos (es decir, paseando y m editando en las selvas) que
h an program ado m ucho m ás que otros con u n a laboriosa
ayuda de preceptores. ¿A caso n o es esto clara dem ostración
de que en él hom bre se encierran todas las cosas? E s com o
una lám para con su candelera, aceite, pábilo y to d o su apa­
rato: prim ero sabría h acer saltar la chispa y encender la luz;
después vería, en agradabilísim o panoram a, los adm irables
tesoros de la D ivina Sabiduría, tan to en sí com o en el m undo
exterior (de qué m odo se halla todo dispuesto p a ra el n ú ­
m ero, la m edida y el p eso ). A h o ra bien; n o puede proce-
derse de m odo distinto a com o se procede cuando n o se en­
ciende en el h om bre su luz interna, sino que está rodeado
de las lám paras de las opiniones ajenas, a sem ejanza del que
está encerrado en u n a cárcel obscura que se halla rodeada
d e hogueras,' que percibirá los rayos que entren p o r las ren­
dijas sin que pu ed a d isfru tar la luz total. E n este sentido
afirm ó Séneca: E xisten dentro de nosotros los principios de
todas las artes; D ios nuestro M aestro calladam ente revela los
ingenios.
14 JU A N A M O S CO M EN JO

N u e s tr o en- 9. L o s objetos a que se asemeja nuestro entendim iento nos


■te n d im ie n to es enseñan lo m ism o. ¿P or ventura la Tierra ( a la que la Sa­
c o m p a rad o : grada E scritura com para con frecuencia nuestro corazón) no
recibe gérm enes de todas clases? ¿A caso n o pueden sem ­
( 1 ) a la T ie rra .
brarse en u n m ism o huerto, hierbas y flores d e todas especies
y arom as? Ciertam ente; si el hortelano no carece de saber y
( 2 ) a una h u e r­
ta. cuidado. Y cu an to m ayor sea la variedad m ás herm oso será
el espectáculo para los ojos, más suave el deleite del olfato,
m ayor el placer del corazón. A ristóteles com paró el alm a
( } ) a u n a ta b la del hom bre a una tabla rasa, en la que nada hay escrito,
rasa. pero en la que pueden inscribirse m uchas cosas. Y de igual
m odo que en u n a tabla lim pia puede escribirse lo que el es­
crito r quiere o pintarse lo que desea el pintor conocedor de
su arte, así en el entendim iento hum ano puede, con igual
facilidad, fijarlo todo aquel que n o ignore el artificio de
enseñar. Y si esto no se realiza no será ciertam ente p o r culpa
de la tabla (a no ser que esté estro p ead a), sino p o r ineptitud
del p in to r o escritor. Conviene tener en cuenta que en la
tabla n o se pueden tra z a r más lineas que las q u e perm ita su
extensión, m ientras que p o r m ás que se escriba o grabe en
el entendim iento jam ás se hallará térm ino, porque (com o
antes hem os dicho) es ilimitado.
A la cera, en 10. M uy acertadam ente h a sido com parado nuestro en­
la q u e p u e d e n tendim iento, com o laboratorio de pensam ientos, a la cera,
im p rim irs e in fi­ que lo m ism o adm ite la im presión de u n sello que se deja
n ito n ú m e ro d e m odelar en variadas figurillas. A sí com o la cera es capaz de
sello s. adm itir toda clase de form as y p erm ite ser conform ada y
transform ada del m odo que se quiera, de igual m anera nues­
tro entendim iento al recibir las im ágenes de todas las cosas
recibe en sí cuanto contiene el universo entero. Y esto nos
perm ite conocer de u n m odo claro qué es nuestro pensa­
m iento y qué n uestra ciencia. T odas las sensaciones que im ­
presionan mi vista, olfato, oído, gusto o tacto son a m anera
de sellos que dejan im presa en m i cerebro la im agen d e lo
percibido. Y p o r eso, desaparecido de m is ojos, oídos, nariz
o m anos el objeto que causaba la im presión, queda en m í su
im agen; y necesariam ente tiene que ser así, salvo el caso de
que una atención im perfecta haya contribuido a que la im ­
presión se efectúe débilm ente. P o r ejem plo: Si he visto o h a­
blado con algún hom bre; si yendo de cam ino he adm irado
u n m onte, visto u n río, atravesado u n cam po o un bosque o
conocido u n a ciudad, etc.; si he escuchado grandes truenos,
dulces m úsicas o elocuentes discursos; si he leído con aten­
ción a cualquier autor, etc., etc.; todas estas sensaciones se
im prim en en m i cerebro de tal m an era que cuantas veces se
presente ocasión de recordarlas m e p arecerá claram ente que
están ante mis ojos, que resuenan en mis oídos o que expe­
rim ento su sabor o contacto. Y aunque estas im presiones se
verifiquen en m i cerebro unas antes que otras, se reciban
con m ayor d a rid a d o evidencia o se retengan con m ayor
fuerza, sin em bargo, cada cosa se recibe, representa y retiene
de algún modo.
L a cap acid ad 11. E n lo que tam bién tenem os q u e adm irar el reflejo
d e n u e stro en- de la D ivina Sabiduría es en disponer que u n a tan reducida
>. , ■^
DIDÁCTICA MAGNA ■ 1* *

m asa com o la de nuestro cerebro sea capaz de recibir tantos tendimiento es


miles de millones de im ágenes. T odo lo que cada un o de u n m ila g ro d e
nosotros (en especial los dedicados a las letras) pudo du­ D io s .
rante tantos años ver, oír, leer, deducir p o r experiencia o
raciocinio y que puede recordarse com o cosa conocida, todo
ello está evidentem ente encerrado en el cerebro; esto es, allí
h a n sido recibidas las im ágenes de todas las cosas anterior­
m ente vistas, oídas, leídas, etc., de las que existen miles de
millones y que se m ultiplican casi hasta lo infinito viendo,
oyendo, leyendo, experim entando, etc., algo nuevo cada día.
¿A qué se debe esto sino a la insondable Sabiduría de la
O m nipotencia divina? C ausaba la adm iración de Salom ón el
que todos los ríos fuesen a p a ra r al m ar y que, sin em bargo,
éste no se llenaba jam ás (Ecles. 1. 7 .); y quién será el que no
experim ente m ayor adm iración al cons;derar el profundo
abism o de nuestra m em oria, que todo lo traga y todo lo de­
vuelve sin que jam ás se llene n i vacíe po r com pleto? Así,
realm ente, nuestro entendim iento es m ayor que el m undo a
la m anera que el continente es necesariamente m ayor que lo
contenido.
12. P o r últim o, n u estro entendim iento es parecidísim o N u e s tro e n ­
al ojo o al espejo, puesto que si pones en su presencia un te n d im ie n to , u n
objeto, sea cual fuere, su form a y color presenta en sí una espejo.
im agen com pletam ente igual, a n o ser que el objeto se halle
en la obscuridad, o vuelto, o excesivam ente elevado a m ayor
distancia de la conveniente, o dificultada su reflexión o alte­
rad a p o r el m ovim iento; en este caso, claro es que n o acon­
tece lo antes afirm ado. H ablam os en el supuesto de la exis­
tencia de luz y de la n atu ra l y acostum brada situación del
objeto. D e igual m odo, pues, que el ojo sin trabajo alguno
se abre y m ira tos objetos, y, com o ansioso de la luz, se re­
crea en la m irada; se basta p ara todas las cosas (a n o ser que
se vea confundido por el excesivo y sim ultáneo n ú m ero de
ellas) y jam ás se saciará de ver, así nuestro entendim iento
está sediento de objetos, los desea con ansia, tra ta siem pre
de investigar, y recibe, m ejor dicho devora, todas las cosas;
siem pre infatigable, con tal de que se le ofrezcan a su consi­
deración ordenadam ente u n a detrás de o tra sin ofuscarle con
sim ultánea m ultitud.
13. L o s m ism os paganos vieron ya que era natural al II
hom bre la arm onía de costum bres, y aunque desconocían la
o+ra luz venida del cielo y considerada guia m ás cierta de la L a r a íz d e la
vida eterna, estim aban (vano intento) estas ligeras chispas h o n e s tid a d en
com o teas brillantes. A sí dice C icerón: E xisten en nuestros e l h o m b re es la
espíritus gérm enes innatos de virtudes, y si pudieran desarro­ a rm o n ía .
llarse la m ism a naturaleza nos conduciría a la vida bienaven­
turada. (¡E sto es dem asiado!) Pero ahora, apenas salim os a
la luz, nos aplicamos a toda suerte de maldades que n o parece
sino que con la leche de la nodriza se nos infunden todos los
errores. ( 3 .’T u sc .) D os son las razones en que nos fundam os
p a ra asegurar que son innatos en el hom bre ciertos gérm enes
de virtudes: prim ero, que el hom bre se com place con la arm o­
nía, y segundo, que el m ism o hom bre no es sino arm onía por
dentro y por fuera.
¡P re p * * !' •* -.ff í i* " T i ' 4 r-, i ' • 1 ” ,

J tíA H A Í* 6 S C O M t íi tó

( l ) C o n la 14. Se dem uestra que la armonía agrada al h om bre y que


. q u e s e d e le ita con em peño intenta alcanzarla. Pues, ¿quién es el q u e no con­
s ie m p re : co n lo tem pla con agradable satisfacción a u n hom bre herm oso, un
. ■v isib le . vigoroso caballo, una bella im agen o u n bonito cuadro? ¿Y
cuál es el m otivo sino la arm ónica proporción de sus ele­
m entos y colores? Este encanto de los ojos es n atu ral en ex­
, lo a u d ib le . trem o. A h o ra pregunto, ¿a quién n o conm ueve la música?
¿Cuál es la causa de este sentim iento? A no dudarlo, la a r­
m onía de las voces que produce u n a agradable consonancia.
lo sá p id o . ¿A quién n o agradan los platos bien condim entados? E s que la
m ezcla de los sabores afecta gratam ente al paladar. Todo el
m undo experim enta bienestar con un suave calor o una agra­
lo tan g ib le . dable frescura, o con una cóm oda postura de los m iem bros.
¿Por qué razón? Porque todo lo que es m oderado y orde­
nado es apacible y saludable para la N aturaleza m ientras que
resulta odioso y nocivo lo desm esurado y sin m oderación.
las m ism a s v ir­ Y si adm iram os las virtudes en los dem ás (pues a u n los faltos
tu d e s . de ellas envidian la virtud en los otros, aun cuando no los
im iten juzgando im posible de vencer su hábito hacia el m al),
¿por qué n o h a de am ad a cad a u no en sí mismo? ¡Cuán ciegos
estamos al n o ver que existen en nosotros las raíces de toda
armonía!
( 2 ) A rm o n ía 15. E l h o m b re m ism o n o es sino arm onía, ta n to respecto
, q u e h a lla en sí del -cuerpo co m o del alma. Así com o el m undo entero es a
x m is m o : ya re s­ m odo de u n inm enso reloj, form ado p o r m uchas ruedas y
p e c to a l c u e r­
cam panas tan ingeniosam ente dispuestas que p a ra obtener
po .
la perpetuidad del m ovim iento y la arm onía se hacen de­
p ender unas de otras p o r to d o el universo, de igual m odo
puede ser considerado el hom bre. E n cuanto a su cuerpo,
form ado con maravilloso ingenio, su p rim er m óvil es el cora­
zón, fuente de Ja vida y de todas las acciones y del cual re­
ciben los dem ás m iem bros el m ovim iento y el ritm o de este
movim iento. L a pesa que causa los m ovim ientos es el cere­
bro, que sirviéndose de los nervios com o de cuerdas, atrae
y separa las dem ás ruedas (los m iem b ro s). L a variedad de las
operaciones internas y externas es la m ism a ordenada p ro ­
porción de los m ovimientos.
ya re sp ec to al 16. D el m ism o m odo, la rueda principal en los m ovi­
alma. m ientos del alm a es la voluntad; las pesas que la m ueven son
los deseos y afectos que la inducen hacia uno u o tro lado.
L a razón es el m uelle que detiene o im pide el m ovim iento y
regula y determ ina qué, adónde y en qué m edida debe apro­
xim arse o separarse. Los dem ás m ovim ientos del alm a son
com o ruedas m enores subordinadas a la principal. P o r lo
cual, si n o se pone dem asiado peso con los deseos y afectos,
y la razón com o llave regula y cierra sabiam ente, n o puede
menos de resultar la arm onía y consonancia de las virtudes;
esto es, u n a suave ordenación de las acciones y pasiones.
L a a rm o n ía 17. ¡H e aquí, pues, que realm ente el hom bre no es sino
a lte ra d a p u e d e armonía en sí m ism o! Y así com o u n reloj o u n órgano m u­
s e r restab lecid a. sical, hecho p o r las hábiles m anos de u n insigne artista, si
llega a estar estropeado o desafinado n o decim os p o r eso
que no pu ed a ser ya jam ás usado (puede ser reparado y com ­
puesto), así tam bién el hom bre, u n a vez corrom pido p o r el
d id á c t ic a m a g n a

pecado, debem os pensar que con di auxilio de D ios puede


reform arse p o r medios ciertos.
18. V am os a dem ostrar que naturalm ente existe en el III
hom bre la reúz de la religión, toda vez que es la im agen de D e m o stram o s
Dios. L a im agen indica sem ejanza y es ley inm utable de q u e las raíces
d e ja R e lig ió n
todas las cosas que cada uno se com place con su sem ejante
se e n c u e n t r a n
(E cc. 13, 1 8 ). C om o el h om bre n o tiene nada que se le ase­ en e l h o m b re :
m eje a n o ser A quél a cu y a im agen fué creado, es evidente ( 1 ) P o r la
que no encuentra adonde dirigir sus deseos com o no sea a n a tu ra le z a d e la
la fuente de donde procede, siem pre que la conozca de un im a g e n .
m odo suficiente.
19. C laram ente lo indica el ejem plo de los gentiles, los ( 2 ) P o r lá
cuales, desprovistos de to d a noción de Dios, sin em bargo, in n a ta re v ere n ­
p o r el solo instinto oculto de la N aturaleza, conocían, vene­ cia a la D iv ítii- V
d ad.
rab an y deseaban la D ivinidad, aunque se equivocasen en el
núm ero y m otivo del culto. Todos los hom bres tienen idea de
los dioses y todos ellos asignan el lugar suprem o a una cual­
quiera de las divinidades, escribe A ristóteles en el libro I,
de Coelo, cap. III. Y Séneca afirm a (E pis. 9 6 ) : L o prim ero
es el culto de los dioses, creer en ellos; después, atribuirles la
majestad, adornarlos con la bondad sin la cual no hay majes­
tad alguna, saber que son ellos los q u e presiden el m undo, los
que ordenan el universo com o cosa suya, los que ejercen la
protección del género hum ano. ¡C uán poquito se separa esto
del dicho del Apóstol! (tte b r. 11, 6) : A l acercarse a D ios hay
que creer que D ios existe y que es rem unerador de los que
le buscan.
20. P latón se expresa d e este m odo: D ios es el su m o bien ( 3 ) P o r él
sobre toda substancia, toda naturaleza y a quien todas las d eseo d e l b ie n ■
cosas se dirigen (P latón en T im eo ). Y esta es u n a verdad tan su m o ( q u e es
evidente (q u e Dios es el sum o bien adonde tienden todas las D io s ).
cosas) que hace exclam ar a C icerón: L a prim era maestra de
la piedad es la naturaleza (1 D e la N aturaleza de los D ioses).
S in duda porque (com o L a c ta n d o afirm a, lib. IV , capí­
tulo X X V III) som os engendrados bajo esta condición: que
rindam os a D ios nuestro creador la justa y debida reveren­
cia, a É l sólo conozcam os y sigamos. E nlazados con este
vínculo de piedad quedam os fu ertem en te ligados a Dios, de
lo cual tom a su nom bre la Religión.
21. H a y que confesar, sin em bargo, que aquel n atu ral N o e x tin g u i­
deseo de D io s,. com o sum o bien, se encuentra corrom pido d o a pesar de
por el pecado y se h a convertido en un cierto rem olino in­ la c aíd a d e l g é ­
capaz de volver jam ás a la rectitud p o r su propio esfuerzo; n e ro h u m a n o .
p ero en aquellos a quienes D ios ilum ina de nuevo con su
palabra y espíritu, se vuelve a excitar continuam ente, com o
D avid cuando exclam a dirigiéndose a D ios: ¿Qué hay para
nú en el cielo y fuera de ti, qué he querido sobre la tierra?
¡D esfalleció m i carne y m i corazón! ¡Oh roca de m i corazón
y m i porción, D ios para siem pre! (Sal. 72.)
22. A l tra ta r de los rem edios de n uestra corrupción po r S on i m p í o s ;
el pecado no se nos argum ente en contra con la m ism a co­ lo s p r e t e x t o s
rrupción, puesto que D ios N u estro Señor puede sanam os de c o n tra e l a m o r '
ella p o r su E spíritu con la intervención de adecuados m e­ a la P ie d a d .
dios. Y de igual m odo que a N abucodonosor al serle qui­
18 JU A N AM ÓS CO M EN lO

tado el sentido hum ano y m udado su corazón e n bestial, se


le dejó, sin em bargo, la esperanza d e volver a ad q u irir en­
tendim iento h um ano y, m as todavía, a ser repuesto en la
dignidad real en cuanto conociese que el señorío estaba en
los cielos (D an ., 4. 2 6 ); tam bién a nosotros, árboles cortados
del P araíso de Dios, se nos han dejado raíces q u e puedan
germ inar si reciben la lluvia y el sol de gracia divina. ¿Por
ventura D ios, inm ediatam ente después de la caída y decre­
tad a nuestra perdición (el castigo de la m u erte), n o abrió en
nuestros corazones los renuevos de la nueva gracia? (la pro­
m esa de la descendencia ben d ita). ¿N o envió a s u H ijo, po r
quien hab ían de levantarse los caídos?
N o s e lev an te 23. ¡Q ué vergüenza, infam ia y evidente ingratitud! ¡N os­
e l v ie jo A d á n otros arrastrándonos siem pre hacia la corrupción y aparen­
c o n tra e l n u e ­
tando la reparación! ¡Correr tras lo que el viejo A d á n puso en
vo.
nosotros y n o buscar lo que Cristo, nuevo A dán, nos dejó!
M uy acertadam ente dice el Apóstol en su nom bre y en el de
los regeneradores: Todo lo puedo en C risto que m e da fuerza
(F il., 4. 13). Si es posible que germ ine y dé fruto el renuevo
injertado en u n sauce, espino u o tro cualquier arbolillo sil­
vestre, ¿qué h a de acontecer con el sem brado en su propia
raíz? E sta es la argum entación del A póstol (R om ., 11. 2 4 ). Y
si D ios puede despertar hijos a A braham a un de las piedras
(M at., 3. 9 ), ¿cóm o n o ha de p oder despertar p a ra toda
buena ob ra a los hom bres, hechos desde su creación hijos
de D ios, adoptados nuevam ente por C risto y reengendrados
p o r el E spíritu de la gracia?
N o re s is ta ­ 24. ¡Ah! ¡Tengam os cuidado de n o co artar la gracia de
m o s la g r a d a Dios que está dispuesto a derram ar generosam ente sobre
d e D i o s , sin o nosotros! P ues si nosotros, injertados en C risto p o r la fe y
c o n o z c á m o s la
adoptados p o r el E spíritu Santo, nosotros, repito, nos de­
co n a g ra d o .
claram os incapaces, con nuestra descendencia, p ara todo
aquello que afecta al R eino de Dios, ¿cóm o afirm ó C risto
de los niños que de ellos era el R ein o de Dios? ¿Y cóm o nos
los pone p o r m odelo m andando volvernos y hacernos niños
si querem os entrar en el reino de los cielos? (M at,, 18. 3.)
¿Por qué el A póstol llam a santos a los hijos de los cristianos
(au n siendo solam ente u no de ellos fiel) y niega que sean im ­
puros? (I C or., 7. 14.) Antes bien, aun de aquellos que ante­
riorm ente estaban contam inados de gravísim os vicios se
atreve el A póstol a afirm ar: A s i erais antes, en verdad; pero
ahora ya estáis limpios, ya estáis santificados, y a estáis justi­
ficados en nom bre de Jesús N uestro Señor por el E spíritu de
D IO S nuestro. (1 C or. 6. 11.) P o r lo cual, si declaram os
aptos p a ra recibir las semillas de la eternidad a los hijos de
los cristianos (n o a la progenie del viejo A dán, sino a la des­
cendencia del A dán nuevo, hijos de Dios, herm anos y her­
m anas de C risto ), ¿habrá alguno a quien p arezca imposible?
C iertam ente no pedim os los frutos al sauce, sino que ayuda­
m os a los renuevos injertados en el Á rbol de la vida para
que produzcan en Él inm anentes frutos.
C o n c lu sió n . 25. Conste, pues, que es natural al hom bre ser sabio, ho­
nesto y santo, y que p o r la gracia del E spíritu Santo se está
m ás libre de que la m aldad posterior pueda im pedir su pro­
DIDÁCTICA MAGNA

greso; todas las cosas to m a n fácilm ente a su ser n atural. Esto


es tam bién lo que enseña la Sagrada E scritura: Con facilidad
ven la sabiduría aquellos que la am an; m ás aún, sale al en­
cuentro de los que la desean para ser antes conocida, y los que
la esperan la encontrarán sin trabajo sentada a sus puertas.
(Sab., 6. 13. 14.)
Sabido de todos es aquello del poeta venusino:
N ad ie es tan fiero que n o pueda am ansarse,
C on tal que aplique a su cultura paciente oído.
C A P IT U L O VI

C O N V IE N E F O R M A R A L H O M B R E S I D E B E S E R T A L

L as sem illas 1. C om o ya hem os visto, la N aturaleza nos d a las semi­


n o so n to d av ía llas de la C iencia, honestidad y religión, pero no proporciona
lo s fru to s. las m ism as Ciencia, Religión y V irtud; éstas se adquieren
rogando, aprendiendo y practicando. D e aquí se deduce que
no definió m al al hom bre el que dijo que era un A n im a l dis­
cip lin a re, pues verdaderam ente n o puede, en m odo alguno,
form arse el hom bre sin som eterle a disciplina.
La a p titu d 2. Pues si consideram os la ciencia de las cosas, veremos
p a r a la cien cia que es propio de D ios únicam ente conocer todas las cosas
n ace con el sin principio, sin progreso, sin fin, en una sim ple y sola in­
h o m b re , n o la
tuición, y esto n o puede hallarse ni en el H o m b re ni en el
c ien cia m ism a.
Ángel, porque en ellos n o puede darse n i la infinitud ni la
eternidad; esto es, la divinidad. N o es poca la excelencia del
Angel y del H o m b re con h ab e r recibido la luz de la M ente,
gracias a la cual pueden apreciar las obras de D ios y reunir
el tesoro de la inteligencia. N os consta que los Ángeles
aprenden con la contem plación (1 Pet., 1.12.— Efes., 3.10.—
1 Rey., 22.20.— Job, 1.6), y de aquí que su conocim iento, de
igual m anera que el nuestro, es experim ental.
S e d e m u e stra 3. N adie p u ed e creer que es u n verdadero hom bre a no
q u e e! h o m b re ser que haya aprendido a form ar su hom bre; es decir, que
fia d e s e r f o r ­ esté apto p ara todas aquellas cosas que hacen el hom bre.
m a d o p a r a la
h u m a n id a d : 1.
Esto se dem uestra con el ejem plo de todas las criaturas que,
P o r e l e je m p lo aunque destinadas a usos hum anos, no sirven para ello a no
,d e la s d e m á s ser que nuestras m anos las adapten. P or ejem plo: L as piedras,
c ria tu ra s. que nos son dadas p ara construir nuestras casas, torres,
m uros, colum nas, etc.; pero que no sirven p ara ello a n o ser
que nuestras m anos las corten, las tracen, las labren. D e igual
modo, las perlas y piedras preciosas destinadas a ornam en­
tos hum anos deben ser cortadas, talladas y pulim entadas
p o r la m ano del hom bre; los M etales em pleados p ara nota­
bles usos de nuestra vida, h an de ser necesariam ente rebus­
cados, licuados, purificados y de vario m odo fundidos y ba­
tidos, y sin esto, tienen p a ra nosotros m enos aplicación que
el m ismo b arro de la tierra. De las Plantas tenem os alimento,
bebida, m edicina; pero de m anera que las hierbas h an de
sem brarse, cultivarse, recogerse, triturarse, etc., y los Á rb o ­
les deben ser plantados, regados, estercolados y sus frutos
recogidos, secos, etc., y m ucho m ás, si hay que obtener algo
p ara la m edicina o la construcción, porque en tal caso deben
ser preparados de m uchos y diversos m odos. Y aunque pa­
rece que los A nim ales, p o r estar dotados de vida y movi­
miento, hab ían de sernos suficientes con esto; sin em bargo,
si querem os utilizar su trabajo, p o r el que nos son concedi­
dos, hem os de p ro c u ra r antes su aprendizaje. Si no, veamos:
el caballo nació apto p ara la guerra, él buey p ara el tiro, el
asno p ara la carga; p a ra la guarda y caza el p errc ; p ara la
cetrería el halcón y el m ilano, etc., y de m uy poco nos val­
drán si no am aestram os a cada un o de ellos p ara su oficio.
4. El hom bre es a propósito para el trabajo en cuanto a su 2. D e l h o m ­
cuerpo, pero vem os que al nacer sólo hay en él una sim ple ap­ b re m is m o en
titud y poco a poco h a de ser enseñado a sentarse, tenerse c u a n to a las co­
en pie, andar y m over las m anos p ara servirse de ellas. ¿De sas c o rp o ra les. ’
dónde, pues, procede esa prerrogativa de nuestra M ente de
existir perfecta p o r sí y ante sí sin preparación anterior? P or­
que es la ley de todas las criaturas tener su principio en la
n ada y gradualm ente irse elevando tanto en cu an to a su
esencia com o en cu an to a sus acciones. Pues ciertam ente sa­
bem os que los Ángeles, cercanos a D ios en perfección, no
conocen las cosas sino al cam inar gradualm ente en el cono­
cim iento de la adm irable sabiduría de Dios, com o antes hi­
cim os observar.
5. Tam bién está claro que para el hom bre fu é el Paraíso 3. Y p o rq u e
una escuela m anifiesta antes d e la caída, y p o co a po co apro­ ya a n te s d e la
vechaba de ella. Pues aunque al prim er hom bre, en cuanto c aíd a e ra nece-/
fué producido, no le faltó ni la m archa, ni el lenguaje, ni el s a rio e l e je rci­
cio, m u c h o m ás
raciocinio, sin em bargo carecía del conocim iento de las cosas
a h o ra d esp u és
que proviene de la experiencia, com o lo atestigua el coloquio d e l p ecad o .
de É v a con la serpiente, en el que, si ella hubiese tenido
m ayor experiencia, no h ab ría accedido ta n sencillam ente sa­
biendo que no era propio el lenguaje de tal criatura y, p o r
lo tanto, que existía engaño. M ucho m ás necesitará esto
ahora en el estado de pecado, que si hem os de saber algo
hay que aprenderlo; y teniendo, ciertam ente, n uestra m ente
com o tabla rasa, n ad a sabem os hacer, n i hablar, ni entender,
sino que hay que excitarlo todo desde su fundam ento. Y esto
nos es m ucho m ás difícil que había de serlo en el estado de
perfección, puesto que las cosas nos están obscurecidas y las
lenguas confusas (ta n to que en vez de u n a hay que aprender
varias si alguno quiere, m ovido por la ciencia, conversar con
diversa gente, ya viva, ya m u e rta ), aun las lenguas corrientes
convertidas en m ás difíciles, y nada de esto nace con nos­
otros.
6. H ay ejem plos de que algunos, robados en su infancia 4. Y p o rq u e
por anim ales fieros y criados entre ellos, nada sabían m ás que lo s e je m p lo s d e ­
los brutos ni podían usar la lengua, m anos y pies de m odo m u e s tra n q u e el
diverso que ellos, hasta n o estar de nuevo algún tiem po entre h o m b re s in e n ­
los hombres. Señalaré algunos ejem plos: Sobre el año 1540 señ a n za n o es
en u n a aldea de Asia, situada en m edio de las selvas, ocurrió sin o u n b ru to .
que p o r descuido de los padres se perdió u n niñ o de tres
años. Algunos años después observaron los campesinos que
andaba con los lobos u n cierto anim al diferente p o r su form a
y que te n ía 'c a ra hum ana, aunque e ra cuadrúpedo; y com o
atendiese a la voz, fueron enviados p o r el P refecto del lugar
a ver si podían cogerle vivo de alguna m anera. E n efecto; fue
aprehendido y llevado al P refecto y después al L andgrave
i: ■ V -Vv"' . JU A N AM ÉS tO k ÍB N iC f
> ¡

Casselas. A l ser introducido en la estancia del P ríncipe, se


desasió, huyó y se m etió debajo de u n asiento m irando tor­
vam ente y lanzando tétricos aullidos. EL P ríncipe o rd e n ó que
se le diera de com er entre los hom bres; hecho lo cu al, poco
a poco fue am ansándose la ñ era, com enzó a sostenerse sobre
las extrem idades posteriores, y a andar en posición bípeda,
y, p o r últim o, a h ab lar conscientem ente y a hacerse hom bre.
Y entonces él recapacitó, en cuanto po d ía acordarse, que
había sido ro b ad o y alim entado p o r los lobos y se había
acostum brado a ir con ellos en busca de presa. D escribe esta
historia M . D ressero en el libro de N u ev a y A ntigua Disci­
plina, y tam bién la recuerda Carnerarios H oris suc., tom o I,
cap. LX X V , añadiendo o tra m uy parecida. T am bién Guiar-
tino (en las m aravillas de nuestro siglo) refiere q u e el año
1563 acaeció en F ran cia que, habiendo salido varios nobles a
cazar m ataron dos lobos y cogieron con lazos a un m uchacho
com o de siete años, casi desnudo, de piel rojiza y cabellos
crespos. T enía las uñas encorvadas com o las del águila; no
poseía ningún lenguaje a n o ser cierto mugido inusitado.
Llevado al castillo, tuvieron que encadenarle, tan feroz era;
(pero castigado d u ran te algunos días po r ham bre, em pezó a
am ansarse y a los siete meses próxim am ente com enzó a h a ­
blar. Se le llevaba p o r los contornos a que lo vieran, con no
pequeño gasto de los dueños. Le reconoció com o suyo u n a
m ujer pobre. C ierto es lo que dejó escrito Platón (1. 6 de las
le y e s ): que el hom bre es el anim al extrem adam ente m anso y
divino si ha sido am ansado con la verdadera disciplina; pero
si n o tuvo ninguna o fu e equivocada, es el m ás fero z anim al
que produce la tierra.
. E s n ece sa ria 7. E n general a todos es necesaria la cultura . Pues si con­
la d i s c i p i i n a : sideram os los diversos estados del hom bre hallarem os esto
( 1 ) A lo s ne- mismo. ¿Q uién d u d ará que es necesaria la disciplina a los es­
i,' tío s y a los túpidos para corregir su natural estupidez? P ero tam bién los
. p r u d e n te s inteligentes necesitan m ucho m ás esta disciplina p o rq u e su
entendim iento despierto, si no se ocupa en cosas útiles, bus­
cará las inútiles, curiosas o perniciosas. Así com o el cam po
cuanto m ás fértil es tanto m ayor abundancia de cardos y es­
pinas oroduce, de igual m odo el ingenio avisado está repleto
de conocim ientos curiosos si no se cultivan las semillas de la
ciencia y la virtud. Y lo m ism o que si n o echam os grano en
u n m olino rotatorio p ara h acer harina se m uele él m ism o e
inútilm ente se pulveriza con estrépito y chirrido, y tam bién
con ru p tu ra y división en partes, así el espíritu ágil despro­
visto de cosas sirias se enreda com pletam ente en cosas vanas,
curiosas y nocivas y será causa de su m uerte.
( 2 ) L o s ricos 8. Los ricos sin sabiduría, ¿qué son sino puercos hartos
y lo s p o b re s. de salvado? Y los pobres sin inteligencia de las cosas, ¿qué
son m ás que asnillos llenos de cargas? Y el herm oso no edu­
cado, ¿qué es sino papagayo adornado de plum a o, com o al­
guien dijo, vaina de oro que encierra arm a de plomo?
( 3 ) L os q u e 9. L o s que alguna vez han de dom inar a otros, com o re­
h a n d e d o m in a r yes, príncipes, m agistrados, pastores de las iglesias y docto­
a o tro s y a u n res, tan necesario es que estén im buidos de sabiduría com o
lo s sú b d ito s. estar dotado de los ojos p a ra guiar el cam ino, la lengua in-
d e s Ac t íc a m a g n a .. " . '. ¿ I* '

•.v
térprete de la palábra, la trom peta p a ra el sonido, la espada
p a ra la batalla. D e igual m odo los súbditos tam bién deben es­
tar ilustrados p ara saber prudente y sabiam ente obedecer a
los que m andan; n o obligados de m odo asnal, sino voluntaria­
m ente p o r am or. N o hay que guiar con voces, cárcel o azotes
a la criatura racional, sino con la razón. Si se obra de m odo
contrario, redunda en injuria de D ios, que puso en ellos igual­
m ente su im agen, y las cosas hum anas estarán llenas, com o lo
están, de violencias e inquietud.
10. Quede, pues, sentado que a todos los que nacieron T o d o s sin
hom bres les es precisa la enseñanza, porque es necesario que n in g u n a excep-
sean hom bres, no bestias feroces, no brutos, no troncos ción.
inertes. D e lo que se deduce que tanto más sobresaldrá cada
uno a los dem ás cuanto m ás instruido esté sobre ellos. A cabe
el sabio este capítulo: E l que n o aprecia la sabiduría y la dis­
ciplina es un mísero; su esperanza (es decir, el conseguir su
fin ) será vana, sus trabajos infructuosos y sus obras inútiles.
(Sab., 3.11.)
C A P IT U L O V II

LA F O R M A C IÓ N D E L H O M B R E SE H A C E M U Y F Á C IL M E N T E
E N LA P R IM E R A ED A D , Y N O P U E D E H A C E R S E S IN O E N ÉSTA

R a z ó n d e se ­ 1. Se deduce claram ente de lo dicho que la condición


m e ja n z a d e l del hom bre y la de la p lan ta son sem ejantes. P ues así com o
h o m b r e y Ja u n árbol fru tal (m anzano, peral, higuera, vid) puede desarro­
p la n ta . llarse p o r sí mism o, pero silvestre y d ando frutos silvestres
tam bién; es necesario que si h a de d ar frutos agradables y
dulces sea plantado, regado y podado p o r un experto agri­
cultor. D e igual m odo el hom bre se desarrolla p o r sí mism o
en su figura hum ana (com o todo b ru to en la su y a ); pero no
puede llegar a ser A n im a l racional, sabio, honesto y piadoso
sin la previa plantación de los injertos de sabiduría, hones­
tidad y piedad. A hora hay que dem ostrar que esta plantación
debe efectuarse cuando las plantas son nuevas.
La fo rm a ­ 2. Seis son los fundam entos de lo afirm ado en cuanto a
c ió n d e l h o m ­ los hom bres: Prim ero. L a incertidum bre de la vida presente,
b re debe em ­ de la que sólo sabemos de un m odo cierto que hem os de
p e z a rse co n la
salir, pero el dónde y cuándo es desconocido. E s cosa de tan
edad p r im e r a .
1. P o r la in cer-
gran peligro que n o puede corregirse para que a cualquiera
tid u ro b re d e la coja descuidado. E l tiem po presente nos ha sido dado para
v id a p re se n te . que con él se gane o se pierda la gracia de D ios p o r toda una
eternidad. Y así com o en el ú tero m aterno se fo rm a el hom ­
bre de tal m anera, que si alguno n ó sacase de allí cualquier
m iem bro habría necesariam ente de carecer de él p o r toda la
vida, así el alm a en nosotros vivientes se form a p a ra el cono­
cim iento y participación divina de tal m odo, que si alguno
n o llegara a conseguirlo aquí, no h ab ría de quedarle al salir
del cuerpo ni lu g ar ni tiem po p ara alcanzarlo. T ratándose en
esta vida negocio de tan ta im portancia, es necesaria gran
prisa p a ra n o ser adelantado.
2 . Q u e se 3. Pero aunque no sea inm inente la m uerte y se esté se­
i n s t r u y a p a ra guro de una vida larguísima, sin em bargo debe, naturalmen­
las acciones d e te, em pezarse la form ación, puesto que la vida ha de pasarse,
la v id a an tes no aprendiendo, sino operando. Es conveniente com enzar a
d e em pezar a instruirnos p ara las acciones de la vida, n o sea que nos veam os
o b ra r. forzados a decaer antes de haber aprendido a obrar. Pues
aunque agrade a alguno pasar la edad aprendiendo, es infi­
n ita la m ultitud de cosas que el au to r de ellas ofrece a nues­
tra grata especulación; tanto, que si alguno alcanzase la vida
de N ésto r ha de tener m ucho que hacer, descubriendo p o r
doquier los inagotables tesoros de la divina sabiduría y
haciendo acopio de ellos p ara la bienaventuranza. L o s h o m ­
bres deben reservar sus sentidos para la contem plación de las
ft

cosas, lo cual tiene m u c h o que conocer, experim entar y con­


seguir.
4. L a condición de todo lo nacido es que m ientras está i . T o d a s tas
tierno fácilm ente se dobla y conform a; si se endurece resiste cosas m á s f á ­
el intento. L a cera b lan d a consiente ser form ada y m odelada; c ilm e n te se f o r ­
m an m ie n tra s
endurecida la quebrarás fácilm ente. Los arbolitos perm iten
so n tiern as.
plantarlos, tra s p la n ta rlo s , podarlos, doblarlos a u n o y otro
lado; el árbol ya hecho lo resiste en extrem o. Así, si quere­
m os retorcer un nervio vegetal conviene escogerle nuevo y
verde; el reseco, árido o nudoso de ningún m odo puede to r­
cerse. Los huevos recién puestos rápidam ente se incuban y
sacan pollos; en balde esperarás esto de los atrasados. Él
jinete, el labrador, el cazador, escogen m uy jóvenes y nuevos
p ara su trabajo al caballo, los bueyes, los p erro s y los h alco ­
nes (com o el vagabundo el oso p a ra el baile y la solteroná a
la urraca, el cuervo y el lo ro para im itar la voz h u m a n a ); si
fueran viejos trabajo h ab ría de costaiies.
5. E videntem ente se obtienen todas estas cosas de igual El h o m b re
m odo en el hom bre mismo, cuyo cerebro (q u e antes dijim os m ism o .
que se asem ejaba a la cera en recibir las im ágenes de las co­
sas p o r m edio de los sentidos) está húm edo y b lando en la
edad pueril, dispuesto a recoger todas las im presiones; y poco
a poco se reseca y endurece hasta el punto de que la expe­
riencia testifica que de un m odo m ás difícil se im prim an o
esculpan en él las cosas. D e aquí aquel dicho de C icerón:
L os niños recogen rápidam ente innum erables cosas. Así, lo
mismo las m anos que los dem ás m iem bros solam ente pueden
ejercitarse y educarse p ara las artes y los trabajos durante
los años de la infancia, en que los nervios están m ás dúcti­
les. El que pretenda ser buen escribiente, pintor, sastre, ar­
tesano, m úsico, etc., debe dedicarse al arte en la prim era
edad, durante la cual la im aginación es ágil y los dedos flexi­
bles; de o tra m anera jam ás llegará a serlo. D e igual m odo hay
que im buir la piedad, du ran te los prim eros años, en aquel
corazón en que haya de arraigar; el que deseam os que resalte
por la elegancia de las costum bres h a de ser educado en
tierna edad; el que ha de h acer grandes adelantos eñ el es­
tudio de la sabiduría debe dedicar a ello sus sentidos en la
niñez, durante la cual hay m ayor ardor, ingenio rápido, m e­
m oria tenaz. Torpe y ridículo es un viejo que em pieza; ha de
preparar el joven; ha de utilizar el viejo — dice Séneca en la
Epístola 36.
6. Para que el hom bre pudiese form arse para la H u m a ­ 4. N o h ay
nidad le otorgó D ios los años de la juventud, en los que inhá­ q u e e m p le a r d e
bil para otras cosas fuera tan sólo apto para su form ación. o tro m o d o el
E n efecto; el caballo, el buey, el elefante y otros m uchos ani­ g ra n e s p a c io
de ad o lescen cia
males alcanzan entre el prim ero y el segundo año su estatu ra c o n c e d i d o al
com pleta; el hom bre es el único que lo hace de los veinte a h o m b re.
los treinta. Y si alguno cree que esto viene de u n m odo fo r­
tuito o p o r no sé qué otras segundas causas, n o se asom bre.
Si a todas las dem as cosas h a dado D ios su medida, ¿ha de
perm itir ta n sólo al hom bre, señor de las mismas, que gaste
su tiem po tem erariam ente? ¿O hem os de pensar que había
de o to rg ar graciosam ente a la N aturaleza lo que había de
-u; T" v ' 1®“ * :i .v í ' f ' i ; v¡f .; ' r

■í-:’ ' ^ ' '■ a m ó s c » M E fíte

perfeccionarla para fo rm a r al hom bre m ás fácilm ente con


actos lentos. Es así que co n poco trabajo desarrolla en algu­
nos meses los cuerpos m ayores. Luego no nos q u ed a sino
pensar que nuestro C reador tuvo a bien concedernos gracio­
sam ente, con deliberado propósito, al retard ar el tiem po de la
adolescencia, que fuese m ayor el espacio destinado al ejercicio
de nuestra educación y nos hizo durante tanto tiem po inhá­
biles para los cuidados económicos y políticos, a fin de que
con ello nos hiciéram os m ás aptos p a ra el tiem po restante
de la vida (es decir, p ara la eternidad).
S ó lo es fitm e 7. U nicam ente es sólido y estable lo que la prim era edad
lo q u e e n la asimila; lo que se dem uestra con ejemplos. L a vasija con­
p r im e r a e d a d se serva, hasta que se rom pe, el olor de lo que contuvo cuando
a p re n d e . nueva. El árbol conserva p o r m uchísim os años, h asta que las
cortan, las ram as que siendo tierno extendió hacia arriba,
hacia abajo y p o r los lados. L a lana guarda de un m odo tan
tenaz el color que tom ó prim ero que n o sufre el teñirse de
nuevo. L a curvatura endurecida de la rueda saltará en mil
pedazos antes de to rn ar a la rectitud. D e igual m odo en el
hom bre, las prim eras im presiones de tal manera se fijan que
casi es un milagro que puedan modificarse, y es convenien-
tísim o dirigirlas desde la prim era edad hacia las verdaderas
norm as de la sabiduría.
N o educar 8. Finalm ente, es asunto en extrem o peligroso n o imbuir
r e c t a m e n t e , es en el hom bre los sanos preceptos de la vida desde la m ism a
cosa d e g ran cuna. P orque el alm a del hom bre, en cuanto los sentidos ex­
p e lig ro . teriores em piezan a ejercer su función, n o puede en m anera
alguna perm anecer quieta, no podrá contenerse; de suerte
que ¿i no se em please en cosas útiles se entregaría a otras
vanas y aun nocivas (guiándose de los malos ejem plos de
nuestro siglo corrom pido), y com o ya hem os observado,
p erder estas costum bres sería, o im posible o, por lo menos,
dificilísimo. Por esto el m u n d o está lleno de enorm idades;
para resistir a las cuales n o bastan ni los M agistrados políti­
cos ni los M inistros de la Iglesia en tanto n o se dediquen se­
rios trabajos a cegar los prim eros manantiales del mal.
C o n c lu s ió n . 9. Puesto que a cada uno, en cuanto a su prole, com o a
los gestores de los negocios hum anos en el orden Político y
Eclesiástico, les está encom endada la salud del h um ano li­
naje, así deben apresurarse a proveer a ellos, y com o a plan­
tas del Cielo, plantarlas, podarlas y regarlas a su tiem po de­
bido, y com iencen a form arlas con prudencia p ara obtener
éxitos felices en literatura, costum bres y piedad.
C A P ÍT U L O V III

E S P R E C IS O F O R M A R A LA J U V E N T U D C O N J U N T A M E N T E
E N E SC U E L A S

1. D em ostrado que las plantas del Paraíso, la juventud E l c u id a d o


cristiana, n o pueden desarrollarse de m odo selvático, sino d e lo s h ijo s co­
que necesitan cuidados, vam os a ver ahora a quién le incum ­ rre s p o n d e p r o ­
p ia m e n te a los
ben. C orresponden, naturalm ente, a los padres; los cuales, ya
p a d res.
que fueron autores de la vida n atural, deben tam bién serlo
de la vida racional, honesta y santa. D ios testifica que esto
era costum bre de A braham , diciendo: L e conocí en que edu­
caba a sus hijos y a su fam ilia tras sí, para observar el ca­
m ino de Jehová ejerciendo la justicia y el derecho. (G en. 18.
19.) Y esto m ism o recom ienda D ios a los padres en general,
ordenándolo así: H ondam ente grabarás m is palabras en tus
hijos; y hablarás de ellas cuando estés sentado en tu casa, y
cuando andes por el cam ino, cuando estés echado y cuando te
levantes. (D eut., 6. 7.) Y p o r el A póstol: Y vosotros, padres,
no provoquéis a la ira a vuestros hijos, sino criadlos en la
enseñanza y tem or del Señor, (E phes., 6. 4.)
2. P ero com o son raros, siendo tan m últiples los hom ­ A lo s cu ales
bres com o los asuntos hum anos, aquellos que o sepan, o p re sta n a y u d a
puedan, o estén sin ocupaciones p a ra entregarse a la ense­ lo s M aestro * d e
ñanza de los suyos, h a tiem po que con avisado propósito se las escuelas.
estableció que personas escogidas, notables por el conoci­
m iento de las cosas y p o r la ponderación de costum bres, se
encargasen de educar al m ism o tiem po a los hijos de otras
m uchas. Y estos form adores de la juventud se llam aron Pre­
ceptores, M aestros, Profesores; y los lugares destinados a estas
com unes enseñanzas: Escuelas, Estudios literarios, A u d ito ­
rios, Colegios, Gim nasios, Academ ias, etc.
3. Josefo afirm a que después del D iluvio el P atriarc a O rig e n y d e s ­
Sem abrió la prim era escuela, que después fue llam ada H e ­ a r ro llo d e las
brea. ¿Quién ignora que en Caldea, especialm ente en Babilo­ escuelas.
nia, hubo bastantes escuelas en las que se enseñaban las ar­
tes, entre otras la A stronom ía? Cuando, posteriorm ente (en
tiem po de N abucodonosor), D aniel y sus com pañeros fueron
adiestrados en esta ciencia de los caldeos (D an., 1. 2 0 ), com o
igualm ente en Egipto, donde M oisés fue educado. (A c., 7.
22.) E n el pueblo de Israel, por m andato divino, se creaban
escuelas, llanjadas Sinagogas, donde los Levitas enseñaban la
ley; éstas du raro n hasta Cristo, conocidas p o r las predicacio­
nes de Él y las de los Apóstoles. D e los egipcios, los griegos,
y de éstos, los romanos, tom aron la costum bre de fu n d ar
escuelas; y principalm ente de los rom anos partió la admirable
costum bre de abrir escuelas por todo su Im perio, especial­
m ente después de propagada la religión de Cristo p o r el pia­
doso cuidado de los Príncipes y Obispos. La h isto ria nos
refiere q u e Cario M agno, así que som etía gentes paganas,
ordenaba a los Obispos y Doctores la creación d e tem plos y
escuelas; y siguiendo este ejem plo otros cristianos Em pera­
dores, Reyes, Príncipes y M agistrados de las ciudades, au­
m entaron de tal m odo el núm ero de escuelas q u e hoy son
innumerables.
Se d e m u e s ­ 4. Y es de gran interés p ara toda la R epública Cristiana,
tra q u e d e b en n o sólo conservar esta santa costum bre, sino aum entarla de
a b rirs e escuelas tal m anera q u e en to d a reunión bien ordenada d e hom bres
p o r to d a s p a r­ (bien sea ciudad, pueblo o lugar) se ab ra una escuela com o
tes.
I educatorio com ún de la juventud. Y esto lo exige:
1. £1 p rin c i­ 5. E l adm irable orden de las cosas. Pues si el padre de
p io d e o rd e n fam ilia n o se dedica él a to d o aquello que hace relación a la
q u e e n to d as casa, sino que utiliza diversos artesanos, ¿por qué no ha de
: p a rte s d e b e ser proceder en esto de sem ejante m anera? C uando necesita h a­
o b se rv ad o . rina busca al m olinero; si carne, al carnicero; si agua, al
aguador; si vestidos, al sastre; calzados, al zapatero, y si
construcciones, tabiques, herrajes, etc., al carpintero, albañil,
herrero, etc. Y si p ara instruir a los adultos en la religión
tenem os Tem plos, y p ara resolver las causas de los litigantes
o convocar al pueblo p a ra inform arle de algo poseem os el
P retorio y la C uria, ¿por qué n o hem os de ten er escuelas
p a ra la juventud? D el m ismo m odo que cada u n o de los
campesinos no lleva a p acer sus vacas y puercos, sino que
los encom iendan a los vaqueros que presten el servicio a
todos a u n tiem po, m ientras ellos se entregan a sus ocupa­
ciones sin distraerse en ello. Esto es, que es m uy ú til la re­
ducción del trabajo cuando cada uno hace una sola cosa sin
distraerse en otras; y de este m odo cada cual puede servir a
m uchos y m uchos a cada uno.
2. La n ece­ 6. E n segundo lugar la Necesidad. Y puesto que m uy
s id a d . raram ente los m ismos padres tienen condiciones o tiem po
p a ra educar a los hijos, debe haber, p o r consiguiente, quie­
nes hagan esto exclusivam ente y p o r lo m ism o sirvan a toda
la com unidad.
3. La u tili­ 7. Y aunque no faltarán padres que p uedan dedicarse
dad. com pletam ente a la enseñanza de sus hijos, es m u ch o m ejor
que se eduque la juven tu d reunida, porque el fru to y la satis­
facción del trabajo es m ayor cuando se tom a el ejem plo y el
im pulso de los dem ás. E s naturalísim o h acer lo que otros
hacen, ir adonde vemos que van los dem ás y seguir a los que
van delante, com o adelantarse a los que nos siguen.
E l fuerte caballo corre bien una vez abierta su cuadra
cuando tiene a quienes seguir o a quienes adelantarse. M ás
con ejem plos que con reglas se guía a la edad infantil. Si
algo preceptúas, poco queda; m as si m uestras que otros hacen
algo, lo verás im itado aun sin m andarlo.
4. L os eje m ­ 8. F inalm ente, la N aturaleza nos ofrece adm irable ejem ­
p lo s p e rp e tu o s plar al hacer que se produzcan en cada sitio las cosas que de­
d e la N a t u r a ­ ben existir abundantem ente. Así los árboles nacen con profu­
leza. sión en las selvas, las hierbas en los cam pos, los peces en las
, *
DIDACTICA MAGNA

aguas, los m etales en las entrañas de la tierra. Y sin u n bosque


produce abetos, cedros o encinas, lo p roduce en abundancia,
sin que puedan con igual facilidad desarrollarse allí otras
clases de árboles; la tierra que produce oro n o da los dem ás
metales con igual plenitud. A ú n m ás claro se ve esto que de­
cim os en nuestro cuerpo, donde es necesario que cada m iem ­
bro tom e su porción correspondiente del alim ento consu­
mado; pero no se le entrega su p a rte cruda p ara que él la
prepare y asimile, sino que hay otros m iem bros destinados
com o a oficina p ara que tom en los alim entos p a ra to d o el
cuerpo, los calienten, cuezan y, finalm ente, distribuyan a los
dem ás m iem bros el alim ento así preparado. A sí el estómago
form a el quilo; el hígado, la sanare; el corazón, el espíritu
vital, y el cerebro, el anim al; y asi preparados, corren cóm o­
dam ente por todas partes y conservan la vida por to d o el
cuerpo. ¿Por qué, pues, así com o los talleres form an los arte­
sanos, los tem plos conservan la piedad y las curias adm inis­
tran la justicia, no han las escuelas de avivar, depurar y m u l­
tiplicar las luces de la sabiduría, y distribuirla en to d o el
cuerpo de la com unidad hum ana?
9. Por últim o, en las cosas artísticas tam bién observamos
esto m ism o cuando se procede racionalm ente. E l arboricultor,
recorriendo las selvas y jarales, no p lanta la sem illa en cual­
quier p arte que es a propósito p a ra la plantación, sino que
preparada la lleva al jardín y con otras ciento las cuida al
m ism o tiem po; así tam bién el que se dedica a la m ultiplica­
ción de peces p ara la cocina construye una piscina y los hace
criar a millares; y cuanto m ayor es el jardín m ás felizm ente
suelen crecer los árboles, y cuanto más grande es la piscina
m ayores son los peces. P o r lo cual, así com o es indispensable
la piscina para los peces y el vivero para los árboles, así las
escuelas son precisas para la juventud.
C A P IT U L O IX

S E D E B E R E U N I R E N L A S E S C U E L A S A TO DA LA J U V E N T U D
DE U N O Y OTRO SEXO

L as escuelas 1. Lo que a continuación expondrem os nos dem ostrará


d e b e n s e t re ­ cum plidam ente que no sólo deben adm itirse en la s escuelas
c e p tá c u lo s c o ­ de las ciudades, plazas, aldeas y villas a los hijos d e los ricos
m u n e s d e la ju ­
o de los prim ates, sino a todos p o r igual, nobles y plebeyos,
v e n tu d .
ricos y pobres, niños y niñas.
1. P o rq u e 2. E n p rim er lugar, porque todos los que h an nacido
to d o s d e b e n ser hom bres lo fu ero n con el m ism o fin principal, a saber para
ed u c a d o s a la que sean hom bres; esto es, criaturas racionales, señores dé las
im a g e n d e D io s. dem ás criaturas, im agen expresa de su C reador. T odos, por
lo tanto, h an de ser preparados de tal m odo que, instruidos
sabiam ente en las letras, la virtud y la religión, p uedan atra­
vesar útilm ente esta vida presente y estar dignam ente dis­
puestos p ara la futura. E l m ism o D ios nos asegura siem pre
que ante £1 no hay acepción de personas. P o r lo cual, si nos­
otros adm itim os a algunos pocos, excluyendo a otros, al cul­
tivo del ingenio, com etem os injuria, no sólo contra nosotros
mismos, consortes d e ellos en su naturaleza, sino contra
Dios, que quiere ser conocido, am ado y alabado p o r todos
aquellos en quienes se im prim ió su im agen. Porque, cierta­
m ente, con tanto m ayor fervor se h a rá cuanto m ás viva es­
tuviere la luz del conocim iento. Es decir, tanto am am os
cuanto conocem os.
2. T o d o s h a n 3. A dem ás, n o nos es conocido el fin a que destinó la
d e se r p re p ara ­ Providencia divina a uno u otro. E sto nos lo dice D ios, que
d o s e n lo s o f i­ en ocasiones h a revelado com o eximios instrum entos de su
cios d e su v o ­ gloria a seres paupérrim os, despreciados y obscuros. Im ite­
cació n f u tu ra . mos, pues, al sol del cielo, que alum bra, calienta y vivifica la
tierra toda, a fin de que cuanto en ella pueda vivir, crecer,
florecer y fructificar, viva, crezca, florezca y dé sus frutos.
3. A d em ás, 4. Y n o es obstáculo que haya algunos que parezcan por
p o r q u e h a y a l­ naturaleza idiotas y estúpidos. P o rq u e esto m ism o es lo que
g u n o s ( lo s im ­ hace m ás recom endable y urgente esta cu ltu ra general de los
b é ciles y m a lig ­ espíritus. P o r lo m ismo que hay quien es de naturaleza m ás
n o s d e n a tu r a ­ tard a o perversa, hay que ayudarle m ás p ara que en lo p o ­
le z a ) a lo s q u e
sible se vea libre de su brutal estupidez. N o h a y que suponer
h ay p r i n c i p a l ­
m e n te q u e ay u ­
que exista ta n ta negación del ingenio que n o se pu ed a dis­
d a r. m inuir con la cultura. Y , en efecto, com o el vaso poroso la­
vado m uchas veces si no conserva nada de agua, sin em bargo,
puede lim piarse y purificarse, así los im béciles o estúpidos
si n o hacen grandes adelantos en las letras pueden, sin em­
bargo, aprender a regir sus costum bres de tal m odo que
DIDÁCTICA MAGNA 31

sepan obedecer a los M agistrados políticos y a los M inistros


de la Iglesia. Más aún: la experiencia atestigua que m uchos
tardos p o r naturaleza han llegado a dom inar la ciencia de las
letras de tal m odo que h an aventajado a los de m ayor inge­
nio; con gran verdad ex d a m ó el poeta: T odo lo vence el tra­
bajo continuado. E n efecto, unos durante su infancia tienen
g ran desarrollo de cuerpo y m ás tarde enferm an y adelgazan;
otros, p o r el contrario, arrastran su cuerpecillo juvenil en­
ferm izo y después sanan y se m anifiestan con prosperidad;
así tam bién se ha com probado en cuanto al ingenio que algu­
nos son precoces, pero p ro n to se agotan y caen en lo obtuso;
otros, en cambio, al principio están atontados y después se
agudizan y razonan válidam ente. Además, en los viveros no
preferim os sólo a los árboles que dan el fru to m ás tem prano,
sino tam bién a los m edianos y tardíos; porque cada uno
halla la alabanza a su tiem po (com o dice en algún lu g ar Si-
rach ) y no vivió en vano quien se m anifestó alguna vez, aun­
que tarde. ¿Por qué, pues, en el Jard ín literario hem os de
querer adm itir una sola clase de ingenios precoces y ágiles?
N ad ie debe ser excluido, sino aquellos a quienes D ios negó
en absoluto el sentido o el conocim iento.
5. N o existe ninguna razón por la que el sexo fem enino ¿ H a de ad­
(y de esto diré algo en especial) deba ser excluido en absoluto m itirs e a l o tro
de los estudios científicos (y a se den en lengua latina, ya en se x o a las le ­
tras ? A firm a ti­
idiom a p a trio ). E s tam bién im agen de Dios, partícipe de su
v a m e n te.
gracia y heredero de su gloria; está igualm ente dotado de
entendim iento ágil y capaz de la ciencia (a veces superiores
a nuestro sexo) y lo m ism o destinado a elevadas misiones,
puesto que m uchas veces h a n sido las mujeres elegidas po r
D ios p a ra el gobierno de los pueblos, para d a r saludables
consejos a los Reyes y los Príncipes, p ara la ciencia de la
M edicina y otras cosas saludables p ara el hum ano linaje, le
encom endó la profecía y se sirvió de ellas p ara increpar a los
Sacerdotes y Obispos. ¿P or qué hem os de adm itirlas a las
prim eras letras y hem os de alejarlas después de los libros?
¿Tenem os m iedo a su ligereza? C uanto m ás las llenem os de
ocupaciones tanto m ás las apartarem os de la ligereza que
suele tener p o r origen el vacío del entendim iento.
6. Sin em bargo, no se le ha de llenar de un fárrago de C o n q u é p re ­
libros (com o a la juventud del o tro sexo; lo que hay que de­ cau ció n , sin em ­
plo rar que hasta ahora n o h ay a sido m ás cautam ente evita­ b arg o .
d o ), sino libros en los que, al m ismo tiem po que adquieran
el verdadero conocim iento de D ios y de sus obras, puedan
perpetuam ente aprender las verdaderas virtudes y la verda­
dera piedad.
7. N adie m e objete aquello del A póstol: N o p erm ito en­ Se c o n t e s t a
señar a la m ujer (1. Tim . 2. 1 2 ), o lo de Juvenal en la Sá­ u n a objeció n .
tira 6? ¡>
“N o tenga afición a h ab lar la m atro n a que ju n to a ti duer­
m a, ni retuerza el entim em a con lenguaje rotundo, ni sepa
todas las historias.”
N i aquello o tro que pone E urípides en boca de H ipólito:
O dio a la erudita; n o h ay a jam ás en m i casa m ujer que sepa
JU A N AMÓS CO M EN IO

m ás de lo q u e conviene a u n a m ujer, pues ella tien e m ayor


astucia que los eruditos chipriotas.
T odas estas cosas no son pruebas co n tra nuestro aserto,
puesto que nosotros pretendem os educar a la m ujer, n o para
la curiosidad, sino p a ra la honestidad y santidad. Y de todo
esto lo que m ás necesario les sea conocer y poder, ya para
proveer dignam ente al cuidado fam iliar, com o p a ra prom o­
ver la salvación propia, del m arido, de los hijos y de la
familia.
8. Si alguno dijera: ¿Qué va a ser esto si se hacen litera­
tos los artesanos, los cam pesinos, los gañanes y hasta las m u­
jercillas? R espondo: O cu rrirá que form ada de u n m odo legí­
tim o esta universal instrucción de la juventud, a n adie han
de faltarle ideas p a ra pensar, desear, conseguir y obrar el
bien; todos sabrán en qué hay que fijar todas las acciones y
deseos de la vida, p o r qué cam inos hay que an d a r y cóm o
proteger la posición de cada uno. A dem as, se preocuparán
todos, aun en m edio de sus obras y trabajos, de la m edita­
ción de las palabras y obras de D ios, y evitarán peligrosas
holganzas a la carne y a la sangre con la profusión de las
Biblias y la lectura de otros buenos libros, con lo que estos
pensam ientos m ejores arrastrarán a aquéllos ya descarriados.
F inalm ente y p a ra decirlo de una vez: aprenderán a ver a
D ios en todas partes, a alabarle por doquier, a am arle siem ­
pre; y por lo m ism o pasarán m ás alegrem ente esta vida pe­
sada y aguardarán con m ayor deseo y esperanza la vida eter­
na. ¿Y no sería p ara nosotros este estado de la Iglesia com o
una representación del Paraíso, tal com o es posible tenerla
bajo la bóveda celeste?
C A P ÍT U L O X

LA E N S E Ñ A N Z A E N LA S E S C U E L A S D E B E S E R U N IV E R S A L

1. A h o ra tócanos dem ostrar que: E n las escuelas hay que Q ué hay que
enseñar todo a todos. N o h a de entenderse con esto que juz­ e n t e n d e r p o r
guem os necesario que todos tengan conocim ientos (especial­ lo d o p a ra en se­
m ente acabados y laboriosos) de todas las ciencias y artes. ñ a rlo y a p re n ­
E sto ni es útil p o r su m ism a naturaleza n i posible d ad a la dcueela. rlo e n la e s ­
brevedad de la hum ana existencia. Y a sabemos que si se
pretende conocer ta n extensa com o m inuciosam ente cual­
quier arte (com o la Física, A ritm ética, G eom etría, A strono­
m ía, etc., o la A gricultura o A rboricultora, e tc.), aun a los
ingenios m ás despiertos pu ed e ocuparles toda la vida si h an
de entregarse a especulaciones y experim entos; com o acae­
ció a Pitágoras con la A ritm ética; a A rquím edes, en la M e­
cánica; a A grícola, en los M etales, y a Longolo, en la R etó­
rica, m ientras se dedicó a esto solo p a ra hacerse u n cicero­
niano perfecto. P o r tanto, todos los que hem os venido a este
m undo, no sólo com o espectadores, sino tam bién com o ac­
tores, debem os ser enseñados e instruidos acerca de los fu n ­
dam entos, razones y fines de las m ás principales cosas que
existen y se crean. Y hay que atender a esto, y especial­
m ente atenderlo p a ra que n o ocurra nada, durante nuestro
paso p o r este m undo, que nos sea tan desconocido que n o
lo podam os juzgar m odestam ente y aplicarlo con prudencia
a su uso cierto sin dañoso error.
2. Desde luego, y sin excepción, hay que tender a que C u á le s so n í
en las escuelas, y después to d a la vida gracias a ellas: I. Se las cosas q u e
instruyan los entendim ientos en las artes y las ciencias. c o m p r e n d e la.
H. Se cultiven los idiomas. III. Se fo rm en las costum bres con c u ltu ra d e t o d o .
el h o m b re.
sum a honestidad. IV. Se adore sinceram ente a DIOS.
3. Sabiam ente habló el que dijo que las escuelas eran Sa b i d u r í a , .
t a l l e r e s d e l a HUMANIDAD, laborando p a ra que los hom ­ P r u d e n c i a , .
bres se hagan verdaderam ente h o m b r e s ; esto es (y recorde­ P i e d a d .
mos las prem isas antes estab lecid as): I. Criaturas racionales.
II. Criatura señora de las dem ás criaturas (y aun de sí mis­
m a ). III. Criatura delicia de su Criador. Y esto se logrará
si las escuelas p ro c u ran fo rm a r hom bres sabios de entendi­
m iento, prudentes en sus acciones, piadosos de corazón.
4. Estas tres cosas deben ser im buidas a to d a la juven­ S e p r u e b * •'
tud en todas las escuelas. L o dem ostraré tom ando funda­ q u e estos t r « 'í
m ento: i fu n d a m e n to s n o ''
I. D e las cosas que nos rodean. d e b e n s e r s e -i;
p a ra d o s. .M
II. D e nosotros mismos.
III. D e C risto SacevBpíoT™, ejem plo perfectísim o de nues­
.-"'i
tra perfección. ■í;.*<í

3
34 JU A N AMÓS C Q M EN IC

1. L a cohe­ 5. Tres son los grupos que pueden hacerse de las cosas en
re n c ia d e las cuanto toca a nosotros. U nas solam ente se ofrecen a nuestra
• cosas m ism as. contem plación, com o el cielo, la tierra y lo que h ay en ellos.
O tras a la im itación, com o el orden adm irable q u e se halla
en todo y que el m ism o hom bre está obligado a g u ard ar en
sus acciones; otras, p o r últim o, al goce com o la protección
divina y su m últiple bendición aquí y en la eternidad. Si el
hom bre ha de ser sem ejante a estas tres cosas, es preciso
que se le enseñe: ya a conocer las cosas que se ofrecen a la
adm iración en este adm irable anfiteatro; y a a hacer lo que se
le presenta hacedero; ya, p o r últim o, a gozar de todo aquello
que el C riador con generosa m ano le ofrece a él com o hués­
ped en su casa.
2 . D e la m is­ 6. S i nos exam inam os nosotros m ism os, deducirem os
m a c o m p le x ió n igualm ente que a todos nos com peten del m ism o m odo la
d e n u e s tr a a l­ erudición, las costum bres y la piedad, bien estudiem os la
m a. esencia de n uestra alm a o bien indaguem os el fin d e nuestra
creación y colocación en este m undo.
7. L a esencia del alm a está form ada p o r tres potencias
(q u e parecen hacer relación a la T rinidad in c re a d a ): E nten­
dim iento, V oluntad y M em oria. El entendim iento se aplica a
estudiar las diferencias de las cosas (hasta p o r las m enores
n o tas). L a voluntad tiene p o r oficio la opción de la s cosas,
p ara elegir las provechosas y reprobar las dañinas. L a m em o­
ria guarda p a ra usos futuros todo cuanto alguna vez fue ob­
jeto de la V oluntad y del E ntendim iento y hace que el alm a
tenga presente su dependencia (que viene de D ios) y sus de­
beres; y en este aspecto se llam a tam bién Conciencia. Y p ara
que estas facultades p uedan ejercer diestram ente sus funcio­
nes es necesario dotarlas claram ente de aquellas cosas que
ilum inen el E ntendim iento, dirijan la V oluntad y estim ulen la
Conciencia, con lo que el entendim iento ahondará m ás, la
voluntad elegirá sin erro r y la conciencia dirigirá todas las
cosas hacia Dios. D el m ismo m odo que estas facultades (En­
tendim iento, V oluntad y Conciencia) n o pueden separarse
porque constituyen el alm a m ism a, así tam poco pueden estar
desunidos los tres adornos del alm a: Erudición, V irtud y
Piedad.
Y d e l f in d e 8. Y si consideram os p a ra qué hem os sido puestos en
n u e s tra m is ió n este m undo, de nuevo resaltará el triple fin; esto es, para
en e l m u n d o . servir a D ios, a las c r i a t u r a s y a n o s o t r o s m ism os, y go­
zar de los bienes que provienen de D ios, de las c r i a t u r a s y
de NOSOTROS.
1. P a ra s e r­ 9. Si querem os servir a Dios, al prójim o y a nosotros
v ir a D io s , a l m ismos, es necesario que tengam os piedad respecto a Dios,
p ró jim o y a honestidad para con el prójim o, ciencia para nosotros m ismos.
n o s o tro s m i s ­ A unque es evidente que estas cosas están ta n unidas que de
m o s. igual m an era que el hom bre debe ser no sólo p rudente con­
sigo m ismo, sino tam bién honesto y piadoso; así tam bién,
n o sólo las costum bres, sino la ciencia y la piedad deben
em plearse con el prójim o, y en h o n o r de D ios no sólo
la piedad, sino las costum bres y la ciencia h a n de ejer­
citarse.
DIDACTICA MAGNA

10. Tocante a este deleite, ya hem os visto que p a ra él 2. P a r a g o ­


destinó D ios al hom bre en la creación, cuando no sólo le zar d e u n tr i­
colocó en u n m undo que antes h ab ía dotado de to d a clase p le d e le ite q u e
de bienes y adem ás hizo el P araíso p ara su delicia; y, p o r úl­ p ro v e n g a .
tim o, determ inó hacerle partícipe de su eterna bienaventu­
ranza.
11. H ay que entender que este deleite de que hablam os
n o es el del cuerpo (au n q u e aun éste, que n o es sino el vigor
de la salud y la dulzura de la com ida y el sueño, no puede
provenir m ás que de la virtud de la T em planza), sino el del
alm a que resulta o de las cosas que nos rodean, o de nos­
otros m ismos o, finalm ente, de Dios.
12. E l deleite que proviene de las cosas es aquella alegría a ) D e las co­
d e los pensam ientos que experim enta el varón sabio. E n todo sas m ism as.
lo que se em plea, cuanto se ofrece a su m ente, todo lo que
dem anda su consideración, en todas partes y en todas las
cosas encuentra pensam ientos de tan ta alegría que a m enudo
arrobado fuera de sí se olvida de sí mismo. E s aquello que
dice el libro de la sabiduría: N o tiene amarguras la conver­
sación de la sabiduría, ni tedio el a ella dedicado, sino ale­
gría y gozo (Sab., 1. 16.) Y el sabio gentil o c¡)iXo<roipeiv o
uSev ijStov ev flim (F ilosofar es cantar el him no durante toda
la v id a ) .
13. E l deleite en uno m ism o es aquella dulcísim a satisfac­ b) D e n o s­
ción que con su excelente disposición interior experim enta o tro s m ism o s.
el hom bre dado a la virtud al verse dispuesto a lo que exige
la justicia. E sta alegría es m ayor al principio conform e a
aquello: la buena conciencia es un perpetuo banquete.
14. E l deleite en D ios es el grado suprem o de alegría en c ) E n D io s. .
esta vida, cuando el hom bre, viendo a D ios eternam ente p ro ­
picio, de tal m anera se alegra d e su am or paterno e inm uta­
ble que el corazón se derrite en am or de D ios y n ad a hace,
desea ni conoce, sino que, sum ergiéndose todo entero en la
m isericordia de D ios, suavem ente descansa y saborea el
gusto de la vida eterna. E sta es la p az de D ios que supera a
todo lo com prendido (FU., 4. 7 ) y n ad a m ás sublim e puede
desearse ni pensarse. Estas tres Erudición, V irtud y Piedad
son otras tantas fuentes d e d onde nacen todos los arroyos
de los goces perfectísim os.
15. Finalm ente, D IO S, m anifestado en carne m ortal (p a ra 3. D e l ejem­
m ostram os en sí las norm as y form as de to d o ), nos enseñó plo d e C risto
con su ejem plo que en todas y en cada una de las cosas de­ n u e s tro m o d e ­
bían existir estas tres. E l E vangelista nos dice que al crecer lo.
en edad crecía tam bién en sabiduría y gracia ante D ios y los
hom bres (L uc., 2 .5 2 ). ¡H e aq u í la triad a bienaventurada de
nuestros adornos! ¿Q ué es la Sabiduría sino el conocim iento
de las cosas com o ellas son? ¿Q ué quiere decir Gracia ante
los hom bres sino am abilidad de costumbres? ¿Q ué nos da la
gracia de D ios sino el T em o r del Señor? Esto es la íntim a,
Seria y ferviénte Piedad. Sintam os, pues, en nosotros lo que
en Jesucristo: que es la im agen absolutísim a de toda perfec­
ción a la que debem os ajustam os.
16. P o rq u e É l dijo: A p ren d e d de n ú (M ateo, 11-29). Y
puesto que C risto fue dado al género hum ano com o D octor
■ ' " ':■■"■ JU A N AMÓS C O M BN IO

ilum inadísim o, S acerdote santísim o y R ey poderosísim o, está


■'V
fu era de duda que los cristianos deben form arse a im agen de
Cristo, haciendo que sean esclarecidos de entendim iento,
santos de conciencia, poderosos en sus hechos (c a d a cual en
su v o ca ció n ). Así, pues, cristianas tienen que ser las escuelas
si han de hacernos sem ejantes en lo posible a C risto.
D iv o rc io in- 17. D onde quiera que los dichos tres elem entos no estén
' fe liz . enlazados con diam antino lazo hab rá u n divorcio desgraciado.
¡M ísera erudición la que n o tiende a las buenas costum bres
y a la piedad! ¿Q ué es la literatura sin buenas costum bres?
E l que gana en letras y pierde en costum bres más pierde que
gana, dice u n viejo adagio. Así, pues, podem os decir del li­
terato de m alas costum bres lo que Salom ón dice d e la m ujer
herm osa, pero que pierde la razón: D iadem a de oro en rostro
d e puerco es la erudición en hom bre que desprecia la virtud
(Prov., 11.22). A sí com o las piedras preciosas no se engastan
en plomo, sino en oro, y entre ambos irradian con m ayor
esplendor; así la ciencia n o debe juntarse a la disolución, sino
a la virtud, y añade h o n o r la una a la otra. Si a am bas se
junta la verdadera piedad, com pletará la perfección. El tem or
del Señor es el principio y fin de la sabiduría, com o tam bién
el pináculo y corona de la ciencia, porque la plenitud de la
sabiduría es tem er al Señor (Prov, 1. Syr. 1 y en otros lu­
gares) .
C o n c lu sió n . 18. E n resum en: puesto que toda la vida depende de la
prim era edad y de su educación, se h ab rá perdido si todos
los espíritus no fueren aquí preparados p ara todas las cosas
de la vida. Y com o en el ú tero m aterno se form an a cada
hom bre los m ism os m iem bros, manos, pies, lengua, etc. aun­
que todos no h a n de ser artesanos, corredores, escribientes
u oradores, así en la escuela deberán enseñarse a todos
cuantas cosas h acen referencia al hom bre com pleto, aunque
unas hayan de ser después de m ayor uso p ara unos que
para otros.
C A P IT U L O XI

H A STA A H O R A H E M O S C A R E C ID O D E E S C Ü E L A S Q U E R E S­
P O N D A N P E R F E C T A M E N T E A S U F IN

1. E n extrem o presuntuoso p arecerá seguram ente el ha­ C u á l es la es-


cer esta afirm ación. P ero invito a considerar el caso y te bago, c u ela q u e exac-
lector, juez de él, quedándom e con el papel de actor. L lam o ta m e a te re s­
p o n d e a su f in .
escuela, que perfectam ente responde a su fin, a la que es un
verdadero taller de hom bres; es decir, aquella en la que se
bañan las inteligencias de los discípulos con los resplandores
d e la Sabiduría p ara p oder discurrir prontam ente p o r todo
lo m anifiesto y oculto (com o dice el lib ro de la Sabiduría,
7 .1 7 ); en la que se dirijan las alm as y sus afectos hacia la
universal arm onía de las virtudes y se saturen y em briaguen
los corazones con los am ores divinos de tal m odo que todos
los que hayan recibido la verdadera sabiduría en escuelas
cristianas vivan sobre la tie rra una vida celestial. E n u n a pa­
labra; escuelas en las que se enseñe todo a todos y totalm ente. *■
2. P ero ¿hay alguna escuela que se haya propuesto llegar Se p r u e b a ':
a este grado de perfección, cuanto m enos que lo haya con­ q u e la s escu e­
seguido? P a ra que no se nos diga que perseguim os ideas pla­ las d e b ía n se r
tónicas o que soñam os u n a perfección que n o existe y que así, p e ro , sin ^
em b arg o , n o lo
tal vez n o podam os esperar en esta vida, vam os a dem ostrar
son.
con otros argum entos que las escuelas deberían ser com o
dejam os dicho y no com o son hasta ahora.
3. L utero, en su exhortación a las ciudades del Im perio 1. C o n la o p i­
p ara que erigiesen escuelas (a ñ o 1525), exige respecto a ellas, n ió n d e L u t e r ó . '
entre otros, estos dos requisitos: Prim ero. Q ue en todas las
ciudades, plazas y aldeas se creen escuelas para educar a toda
la ju ven tu d de uno y otro sexo (com o nosotros razonam os en
el cap. IX que debía h a c erse ); de tal manera, que aun aque­
llos que estuviesen dedicados a la agricultura o a los oficios,
acudiendo diariamente a la escuela durante dos horas, se ins­
truyesen en letras, costum bres y religión. Segundo. Q ue se es­
tablezcan las escuelas con algún m étodo, m ediante el cual,
no sólo n o se les haga huir de los estudios, sino que, por el
contrario, se les atraiga con toda suerte de estímulos; y con­
form es dice que n o experim enten los niños m enor placer en los
estudios que el que gozan jugueteando el día entero a las nue­
ces, la pelota o la carrera. A sí se expresa.
4. ¡Consejo extrem adam ente sabio y digno de varón tan 2 . E l te s ti­
esclarecido! Pero, ¿quién no ve que, hasta ahora, no h a pa­ m o n io d e las
sado m ás allá de su opinión? ¿D ónde están esas escuelas uni­ c o s a s m ism a s;
versales? ¿D ónde se encu en tra el m étodo suave que p re ­ pues
coniza?
"'y 3 8 , JU Á N AMÓS COMENIO

« ( 1 ) L as es- 5. E n cam bio vemos todo lo contrario, puesto q u e toda­


v c u elas n o e stá n vía n o se h a n creado escuelas en las localidades pequeñas,
crea d as to d a v ía aldeas o lugares.
e o to d a s p a rte s.
( 2 ) y ta m ­ 6. D o n d e existen escuelas n o son juntam ente p a ra todos,
p o c o s e p ro c u ­ sino p a ra algunos pocos, los m ás ricos, en realidad; porque
ra , d o n d e las siendo caras, los pobres n o son adm itidos a ella, a n o ser
' h a y, q u e se a n
p a ra to d o s.
en algún caso, por la com pasión de alguno. Y en ellas es
fácil que p asen y se p ierd an algunos excelentes ingenios con
daño de la Iglesia y de los Estados.
{ 3 ) N o son 7. P a ra educar a la juventud se h a seguido, general­
re c re o s sin o pe- m ente, u n m étodo tan d u ro que las escuelas han sido vul­
1 sad as p i e d r a s
garm ente tenidas p o r terro r de los m uchachos y destrozo de
d e m o lin o .
los ingenios, y la m ayor p arte de los discípulos, tom ando
h o rro r a las letras y a los libros, se h a apresurado a acudir a
los talleres de los artesanos o a tom ar o tro cualquier género
de vida.
4 . J a m á s se 8. Los que se quedaron (unos, obligados p o r la voluntad
en señ an t o d a s de sus padres o instigadores; otros, con la esperanza de ob­
las cosas, n i si­ tener en algún tiem po alguna dignidad a causa de las letras;
q u ie ra d e u n
m o d o e le m e n ­
otros, p o r fin, m ovidos p o r u n espontáneo im pulso hacia
tal. estas profesiones liberales) n o obtuvieron su cultura sino de
u n m odo poco serio, n ad a prudente, m ás bien de m ala m a­
nera y falsam ente. Pues lo que principalm ente debía arrai­
garse en sus almas, la piedad y las buenas costum bres, se des­
cuidaba p o r com pleto. N o hubo el m enor cuidado acerca de
esto en todas las escuelas (y lo m ism o en las academ ias, que
convenía que fuesen la cum bre de la cultura h u m an a), tanto
que m uchas veces, en lu g ar de m ansos corderos, salieron de
allí asnos salvajes, indóm itos y petulantes mulos, y e n lugar
de inclinación encam inada a la virtud, sacaban u n a afectada
urbanidad de costum bres, algún lujoso y exótico vestido y
los ojos, las m anos y los pies diestros p ara todas las hum a­
nas vanidades. ¿C óm o se le iba a o cu rrir a nadie que aquellos
pobres hom bres instruidos durante tan largo tiem po en las
letras y en las artes habían de ser m odelos p ara los dem ás
m ortales de tem planza, castidad, hum ildad, hum anidad, p ru ­
dencia, paciencia, continencia, etc., etc.? ¿Y de qué provenía
esto sino de que en las escuelas n o se plantea cuestión alguna
acerca de bien vivir? T estim onios de ello son la disoluta dis­
ciplina de casi todas las escuelas; las licenciosas costum bres
en todos los órdenes; las quejas, suspiros y lágrim as de m u­
chos piadosos varones. ¿H abrá aú n quien defienda el estado
actual de las escuelas? Estam os invadidos desde n u estro ori­
gen po r u n a enferm edad hereditaria que, desdeñando el árbol
de la vida, nos lleva a desear desordenadam ente el árbol de la
ciencia tan solo. G uiadas las escuelas p o r este desordenado
apetito no h a n hecho h asta ahora m ás que perseguir la
ciencia.
5. N o co n 9. Y aun p a ra conseguir esto, ¿qué orden se h a seguido?
m é to d o su av e, ¿Con qué éxito? E n realidad, de tal m anera que lo que la
■sino v io le n to . m ente hum ana es capa z de conocer en el espacio de un año,
entretenía d u ran te cinco, diez, m uchos. L o que puede infil­
trarse e infundirse suavem ente en las alm as se introducía vio­
DIDÁCTICA MAGNA

lentam ente, o m ejor, se em butía y m achacaba. L o que podía


ser expuesto clara y lucidam ente se ofrecía a los ojos de m odo
obscuro, confuso, intrincado com o verdaderos enigm as.
10. C allándom e lo actual, apenas se vio jam ás alim entado 6 . la e ru d i-
el entendim iento con la verdadera esencia de las cosas; se le c í ó n e s m á s
llenaba las m ás veces con la corteza de las palabras (u n a lo­ v e rb a l q u e real.
cuacidad vacía y de lo ro ) y con la p a ja o el hum o de las opi­
niones.
11. Si nos fijam os en el estudio de la lengua latina (au n ­ 7 . e l e stu d io
que no sea m ás que a la ligera y com o ejem plo), ¡gran Dios, d e la le n g u a la ­
q u é intrincado, trabajoso y prolijo lo han hecho! C ualquier tin a e n e x tre ­
aguador, cantinero o zapatero de viejo, entre los oficios de m o p r o l i j o y
c o m p le jo .
b aja condición, culinaria, m ilitar o de cualquier o tra índole,
aprenden antes una lengua diferente de la suya, y aun dos o
tres, que los alum nos de las escuelas con gran tranquilidad y
sum o esfuerzo llegan a conocer tan sólo la latina. ]Y con qué
aprovecham iento ta n distinto! A quéllos al cabo de unos p o ­
cos m eses y a charlan de lo lindo sus idiom as; éstos, después
d e quince y aun veinte años, sostenidos con los andado­
res de sus gram áticas y diccionarios, apenas si pueden ex­
p resar en latín unas pocas cosas, y esto n o sin du d a y titu ­
beos. ¿De dónde puede provenir esta lastimosa pérdida de
tiem po y trabajo sino de un m éto d o vicioso?
12. Con sobrada razón escribe acerca de esto el ilustre Q u e ja d e L u-
E ilardo Lubin, D o cto r en Sagrada Teología y P rofesor en la b in acerca d e
A cadem ia de Rostock: L a fo rm a corriente de educar a los esto m ism o .
m uchachos en las escuelas m e parece ciertam ente co m o si se
hubiese m andado a alguno que, concentrando su trabajo y es­
tudio, averiguase el m odo y m anera que tanto los profesores
co m o los alum nos no llegasen a conocer la lengua latina sino
a fuerza de grandísim o trabajo, de inm enso fastidio, de infi­
nito esfuerzo y a costa de un largo espacio de tiem po.
C uanto m ás repito una cosa o la repaso de m ala gana tanto
m ás m e exacerbo y estrem ezco en todo m i ser.
Y afirm a a continuación; Y reflexionando no una vez sola,
sino con frecuencia acerca d e esto, confieso que he llegado a
pensar que estoy com pletam ente persuadido de que algún ge­
nio maligno, enem igo del género hum ano, ha introducido este
m étodo en las escuelas. E sto dice este autor, a quien he que­
rid o citar aquí com o u no de los m uchos testim onios entre
las gentes m ás preclaras.
13. A unque, ¿qué necesidad tenem os de buscar testigos? E l a u to r m is ­
L o som os todos los que hem os salido de las escuelas y aca­ m o .
dem ias con u n ligero barniz literario. E n tre m uchos m ües yo
m ism o soy uno, m ísero hom brecillo, cuya riente prim avera
de la vida, los florecientes años de la juventud pasados en
las vaciedades escolásticas fu ero n desdichadam ente perdidos.
¡A h, cuántas veces, después q u e m e h a sido dado com pren­
derlo m ejor, me h a llenado el pecho de suspiros, los ojos de
lágrim as y el corazón de p en a el recuerdo de la edad perdi­
da! ¡Ah, cuántas veces el sentim iento m e obligó a exclam ar!:
¡Oh, si Júpiter m e devolviera los años pasados!
14. P e ro todos estos deseos son inútiles; el día que p asa L as q u e ja s j
no h a de volver. N inguno de nosotros, cuyos años pasaron, lo s d eseo s de-
r ; - ; ? . - . ■-■■.f •
40 JU A N AMÓS C O M EN IO

ben cam b iarse vuelve a hacerse joven p a ra rehacer su vida e instruirse con
; en el empeño m ejor provecho; u o hay ningún remedio. Sólo nos resta una
de mejorar. cosa, solamente hay una cosa posible, que hagam os cuanto
podam os en beneficio de nuestros sucesores; esto es, que co-
' nociendo el cam ino p o r el que nuestros Preceptores n o s han
inducido a error, señalem os el m edio de evitar esos errores.
H agam os esto en el nom bre y con la guía de Aquél, que es
el único que puede contar nuestros defectos y corregir nues­
tras desviaciones (E cles., 1.15).
C A P IT U L O X II

LAS E SC U E L A S P U E D E N REFO RM A RSE PA R A M E JO R A R L A S

1. Es penoso y difícil, y casi tenido p o r imposible, cu rar Si tie n e n re ­


las enferm edades crónicas. Si alguien descubriese u n rem edio m e d io las e n ­
que hiciese esperar tal cosa, ¿habría enferm o que lo recha­ fe rm e d a d e s cró­
zara? ¿N o desearía tenerle a m ano cuanto antes? Sobre todo n icas.
si ve que su m édico no procede con tem eridad, sino con
fu n d ad a razón. Así tam bién nosotros vam os a proceder en
n uestro petulante propósito m anifestando: prim ero, Q ué pro­
m etem os, y despues, C on qué razones.
2. P rom etem os una organización de las escuelas con Q u é e s lo q u e
la que: e l a u to r p ro p o ­
n e y o frece.
I. P ueda instruirse toda la ju ven tu d (a n o ser aquella a
quien D ios negó d entendim iento).
II. Y se instruya en todo aquello que puede h acer al
h om bre sabio, probo y santo.
III. Se h a de realizar esta preparación de la vida de m odo
que term ine antes de la edad adulta.
IV . Con tal procedim iento, que se verifique sin castigos
ni rigor, leve y suavem ente, sin coacción alguna y co m o de
u n m odo natural. (A sí com o el cuerpo vivo efectúa el au­
m ento de su estatura sin disgregación ni distensión de los
m iem bros, puesto que si con p rudencia se aplican los alim en­
tos, rem edios y ejercicio, el cuerpo obtiene su estatura y vigor
p oco a poco, sin sentir, de igual m odo si al espíritu se le
aplican sus alim entos, rem edios y ejercicios, espontánea­
m ente se transform an en Sabiduría, V irtud y Piedad.)
V . Q ue se le prepare para adquirir un conocim iento ver­
dadero y sólido, n o falso y superficial; es decir, que el ani­
m al racional, el hom bre, se guíe por su p ropia razón, n o por
la ajena; n o se lim ite únicam ente a leer y aprender en los
libros pareceres y consideraciones ajenos de las cosas, o a re­
tenerlas en la m em oria y recitarlas, sino que sea capaz de
p en e trar h asta la m édula d e las cosas y conocer de ellas su
verdadera significación y em pleo. E n igual m edida hay que
atender a la solidez de costum bres y piedad.
V I. Q ue esta enseñanza sea fá cil en extrem o y nada fati­
gosa; b astando cuatro horas diarias de ejercicios públicos y
d e suerte que u n solo P receptor sea bastante p a ra instruir a
cien alum nos con diez veces m enos trabajo que el que actual­
m ente em plean con u n solo.
3. ¿Q uién creerá esto antes de verlo? Sabida es la condi­ La o p in ió n
ción de los m ortales que antes d e que sea descubierta alguna d e la s g e n te s
nueva cosa se preguntan adm irados có m o se podrá descubrir. resp ecto a las
JU A N AM ÓS C Ó M EN IO

in v en c io n es se y después de inventada se adm iran de q u e no lo haya sido


m a n ifie s ta con antes. C uando A rq ü ím ed es prom etió al rey H ierón arrastrar
e l e je m p lo d e la al m ar, con u n a sola m ano, u n a enorm e em barcación que no
m á q u in a d e A r-
podían m over algunos cientos de hom bres, fue acogido con
q u ím id e s,
risas; pero al verlo después se m udó la risa en asom bro y
estupor,
c o a e l d escu ­ 4. N ingún rey, excepto el de C astilla, quiso escuchar a
b rim ie n to d e l Colón que vislum braba nuevas islas en Occidente, y menos
N uevo M undo,
aún ayudarle u n p oco intentándolo. Sus m ism os com pañeros
de navegación, según refiere la historia, perdieron m uchas
veces la esperanza y en poco estuvo que arrojasen a Colón
al m ar y tom asen sin concluir su em presa. Y , sin em bargo,
después de descubierta tan extensa porción del m u n d o nos
adm iram os todos ahora de que durante tanto tiem po haya
podido perm anecer oculta. A q u í viene bien una graciosa ocu­
rrencia del m ism o Colón, que durante u n banquete e ra objeto
de frases m ortificantes p o r p arte de los españoles, q u e envi­
diaban al italiano la gloria de tan gran descubrim iento; y
com o, entre otras cosas, llegase a oír que el descubrim iento
del otro hem isferio n o era debido a la ciencia, sino a la ca­
sualidad y que, p o r lo tanto, otro cualquiera p o d ría descu­
brirle, propuso este sutil problem a: D e qué m odo podría un
huevo de gallina sostenerse en pie sobre uno de sus extrem os
sin ningún otro apoyo. T odos lo intentaron en vano, y en­
tonces él, golpeándole ligeram ente sobre u n plato, quebró u n
poco la cáscara y le hizo tenerse en pie. R ieron todos, excla­
m ando que tam bién p o d rían hacerlo ellos, a lo que les con­
testó C olón: Podéis ahora porque habéis visto que podía ser,
¿por qué n o lo hicisteis antes que yo?
e í d e l a r te tip o ­ 5. L o m ism o hubiera ocurrido seguram ente si Juan
g rá fic o , Fausto, el inventor de la tipografía, hubiese em pezado a ex­
p oner su invento diciendo que era la manera con la que un
solo hom bre podía escribir en ocho días m uchos m ds libros
que diez peritísim os copistas en un año, resultando los libros
escritos con toda elegancia, todos los ejem plares iguales, hasta
en lo más m ínim o, y corregidos en todo con tal que uno de
ellos lo estuviese, etc. ¿Q uién le hubiera creído? ¿A quién
n o hubiera parecido todo esto un verdadero enigm a o una
vana y ridicula jactancia? Y, n o obstante, ah o ra es u n a cosa
evidente hasta p a ra los niños.
d e la p ó lv o ra, 6. Si Bartoldo Schw artz, inventor de las m áquinas b ro n ­
cíneas, se hubiera dirigido a los saeteros con estas palabras:
Vuestros arcos, vuestras ballestas, vuestras hondas sirven
para m u y poco. Y o os daré un instrum ento que sin fu erza
ninguna de los brazos, únicam ente por m edio del fuego, no
sólo podrá lanzar piedras y hierro, sino que lo enviará m u ­
cho más lejos, dará con m ás seguridad en el blanco y destro­
zará y derribará con m ayor potencia, ni u no solo hubiera
dejado de tom arlo a risa. T an corriente es re p u ta r m aravilloso
e increíble todo lo nuevo y n o acostum brado.
d e la e sc ritu ra . 7. T am poco los am ericanos llegaban a im aginar de u n
m odo cierto cóm o u n hom bre podía com unicar sus senti­
m ientos a otro sin h ab e r m enester la p alab ra o u n m ensajero,
m ediante el sencillo envío de una carta, que entre nosotros
DIDÁCTICA MAGNA 43

conocen h asta los más rudos. A sí bien podem os afirm ar q u e


en todas partes

lo que pareció inaccesible antiguam ente


sirve de risa a la posteridad.

8. N o h a de acaecer cosa distinta a esta prom esa nues­ E1 in v e n to d e


tra; tenem os ya el presentim iento, y en p arte hemos com en­ u n m é to d o p e r ­
zado a sufrirlo. N o faltará quien se adm ire de que haya hom ­ f e c t o tam b ién
bres que encuentren im perfecciones a las escuelas, libros y m ere ce c e n s u ­
ras.
m étodos usuales, y se atrevan a prom eter n o se sabe qué cosas
insólitas e increíbles.
9. F ácil había de sernos encontrar testigos p ara p ro b a r C óm o hay
n uestro aserto (D ios m ed ian te), p orque anteriorm ente y a es­ q u e c o m b a tir­
cribim os, no p a ra el vulgo necio, sino p a ra el prudente, que las.
es posible llegar a conseguir que toda la ju ven tu d se instruya
en letras, costum bres y piedad sin ninguna de las molestias
y dificultades que con el m étodo corriente se ocasionan tan­
to a m aestros com o a discípulos.
10. L a base de toda la dem ostración es u n a tan sólo, £1 fu n d a m e n ­
pero es más que suficiente: E s evidente que todas las cosas to d e la d e m o s­
se dejan fácilm ente ser llevadas adonde la N aturaleza las in­ tra c ió n c ie n tífi­
clina; m ás aún, se precipitan con un cierto deleite que se ca,
torna en dolor si se trata de impedir.
11. N a d a es preciso idear p ara que el ave vuele, el pez e x p lic ad o ,
nade y la fiera corra. Lo hacen, naturalm ente, en cuanto
sienten que tienen el suficiente vigor los m iem bros a tales
actos destinados. N o hay que h acer nada p a ra que el agua
co rra p o r las pendientes; el fuego ard a si tiene m ateria y
aire; la piedra redondeada vaya hacia abajo y la cuadrada se
esté quieta; el ojo y el espejo reflejen los objetos, si tienen la
necesaria luz, y la sem illa germ ine con hum edad y calor.
C ad a cosa tiende espontáneam ente a o b ra r conform e a la
aptitud con que fue creada, y o b ra seguram ente si se le
ayuda, aunque sea m uy poco.
12. Puesto que (según vim os en el capítulo V ) los gér­ y a p lic ad o .
m enes de la Ciencia, C ostum bres y Piedad h an sido puestos
por la N atu raleza en el corazón de todos los hom bres (n o
hablam os de los m onstruos h u m an o s), necesariam ente se de­
duce que no tienen necesidad sino de u n ligerísimo im pulso
y una prudente dirección.
13. P ero no se hace un M ercurio de cualquier leño, me O b je c ió n 1*
dirán. A lo que respondo: Pero de u n h om bre á se hace otro
hom bre, si n o hay corrupción.
14. Sin em bargo, argum entará alguno, nuestras fuerzas O b je c ió n 2*
y energías interiores enferm aron y se debilitaron grandem ente
con el pecado de origen. A lo que contesto: Pero no se anula­
ron n i desaparecieron. Así m ism o ocurre cuando las energías
corporales se debilitan, que de sobra sabemos que pueden
recobrar su prim itivo vigor m ediante paseos u otros estudia­
dos ejercicios. Y si bien es cierto que el prim er hom bre
apenas fue creado pudo andar, h ab lar y pensar, y nosotros
n o podem os hacerlo hasta que estam os enseñados por el
uso, n o hay de deducir po r ello la conclusión de que esta en-
I 'v í l i . ' 1 ’ ; ■ JU A N A M Ó S C O M E N 10

; señaliza tenga forzosam ente que ser intrincada y laboriosa.


Pues si aprendem os sin ninguna gran dificultad cu an to se
relaciona con el cuerpo, com o com er, beber, andar, saltar,
¿por qué hem os de h allar los obstáculos en lo que h a c e lela-
í ción al entendim iento siem pre que se em plee la enseñanza
adecuada? D iré m ás aún. U n desbravador necesita apenas
unos meses p ara enseñar a u n potro a andar, correr, saltar,
girar y ajustar sus m ovim ientos al m andato del látigo. H ace
el falaz charlatán b ailar a u n oso, tocar el tam b o r a u n a liebre
y arar, luchar, adivinar, etc., a un perro; la frívola solterona
enseña al papagayo, a la urraca o al cuervo a reproducir la
voz hum ana o fáciles melodías, y todo esto se verifica a pesar
de la naturaleza p ropia d e los anim ales y en corto tiempo.
¿N o ha de poder el hom bre ser instruido con facilidad en
aquello a que su propia naturaléza, no digo le llama o guía,
sino verdaderamente le em puja y arrebata? V ergüenza causa
tener que dem ostrarlo p ara que se burlen de nosotros con
sus risas los dom adores de animales.
O b je c ió n 3* 15. M e dirán: La m ism a dificultad de las cosas hace que
no todos puedan com prenderlas. Y digo yo: ¿D ónde está la
dificultad? ¿Existe, p o r ventura, algún cuerpo en la N atu ra­
leza de u n color ta n extrem adam ente obscuro que n o pueda
ser reflejado por el espejo si se le coloca convenientem ente
ilum inado? ¿H ay algo que n o pueda reproducirse en u n cua­
d ro si el que debe p in tarlo dom ina el arte de la pintura? ¿Se
nos puede p resentar alguna sem illa o raíz que n o p u ed a ser
recibida p o r la tierra y germ inar con su ayuda con tal de
que haya quien sepa dónde, cóm o y cuándo hay q u e h acer
cada operación? M ás diré: N o hay en todo el m undo roca ni
torre de tal altura a la que n o pueda subir quien tenga pies,
con tal que se em pleen escaleras adecuadas o se caven en la
roca escalones bien dispuestos, guarnecidos de parapetos
contra los peligros del precipicio. P o rq u e siendo m uchos los
que em prenden el cam ino con espíritu valeroso lleguen po­
cos a la cum bre de la ciencia, y los que llegan n o lo hacen
sino a fuerza de trabajo, anhelo, desm ayos y vahídos, ca­
yendo y volviéndose a levantar, n o hay que asegurar que
existe sigo inaccesible p a ra el espíritu hum ano, sino que los
escalones n o están bien dispuestos, son estrechos, llenos de
agujeros, ruinosos; es decir, el m étodo es pésim o. E s evi­
d ente que cualquiera puede llegar a la m ás elevada altura
p o r grados bien colocados, com pletos, sólidos y seguros.
O b je c ió n 4* 16. D irás: E s que hay entendim ientos tan obtusos que no
es posible inculcarles nada. Y yo te contesto: N o existe es-
R esp. i . pejo, p o r m uy estropeado que esté, que n o reciba las im á­
genes de alguna m anera; no hay tabla en la que de cualquier
m an era n o pueda dibujarse absolutam ente nada, p o r m uy
áspera y desigual que tenga su superficie. A m ás de esto, si
el espejo se encuentra cubierto de polvo o m anchas, lím -
R esp . 2 piese antes; si la tabla es áspera y desigual, puede ser cepi­
llada; de este m odo ya n o h a b rá dificultad p ara su uso. Igual
razonam iento es aplicable a la juventud: si se pule y estim ula
antes, unos serán pulidos y estim ulados p o r los otros p ara
que todos aprendan todas las cosas. (Sigo firm e en m i aser-
d id á c t ic a m a g n a \ : ■■■/■■:V ' ' -4|[

rióre porque firm e sigue el fu ndam ento.) E n esto estará la di­


ferencia que los m ás tardos se darán cuenta de algunos co­
nocim ientos, y los de ingenio m ás vivo, extendiendo su in­
clinación de unas cosas a otras, p en etrarán m ás y m ás en
ellas y deducirán nuevas y útilísim as observaciones. P o r úl­
tim o, hay espíritus com pletam ente ineptos para la cultura, Resp. 3
co m o hay troncos tan torcidos que no sirven para ser labrados.
N uestra afirm ación es siem pre cierta respecto a los espíritus de
m ediana condición, de los que gracias a D ios hay siem pre
gran abundancia . E s tan ra ro h allar seres en absoluto faltos
de entendim iento com o faltos d e algún m iem bro p o r la na­
turaleza. En realidad, la ceguera, sordera, cojera o m ala sa­
lud m uy rara vez nacen con el hom bre, p o r lo com ún se
adquieren p o r culpa nuestra; de igual m odo la extrem ada
estupidez del cerebro.
17. Todavía llegarán a objetar: A algunos no es aptitud Objeción 5*
para el estudio lo que les falta, sino afición, y por eso es inútil
y fastidioso obligarlos en contra su voluntad. A esto respondo:
A sí refieren de un filósofo que tenía dos discípulos: u no in­
dócil y o tro petulante; y despidió a los dos, p orque el u no Resp.
queriendo no podía y el o tro pudiendo n o quería. ¿Qué he­
mos de decir si los m ismos preceptores son la causa de la
aversión a las letras?
Aristóteles afirm ó que era innato en e l hom bre el deseo de
saber; y así lo hem os expuesto en el capítulo V y en el X I,
q u e antecede. Pero, bien p orque la indulgencia de los padres
tuerce la natural inclinación de los hijos; bien porque la pre­
sunción de los com pañeros les inculque vanos conocim ientos,
y a tam bién los mismos m uchachos se desvían de los estím u­
los innatos en el alm a p o r sus ocupaciones corteses o pala­
ciegas o p o r el espectáculo d e cualesquiera otras cosas exte­
riores; de aquí proviene q u e no h ay deseo de lo que se
desconoce y no pueden fácilm ente recobrarse. (A sí com o la
lengua afectada fuertem ente p o r u n sabor n o puede con fa­
cilidad distinguir otro, de igual m anera el entendim iento
preocupado en u n sentido n o atiende suficientem ente lo que
provenga de o tra dirección.) Si intentam os corregir en tales
individuos aquella torpeza adventicia, y volver la naturaleza
a su prim itivo vigor, seguram ente se aparecerá la inclinación
a saber. P ero ¿piensa todo el que se dedica a form ar la ju­
ventud en hacerla antes apta p a ra recibir la form ación? El
to rn ero desbasta el tronco antes d e tornearlo; el herrero
ablanda el hierro antes de forjarlo; el tejedor limpia, lava y
c ard a la lan a antes de hilarla y tejerla; el zapatero extiende
y pule el cuero antes de coser el zapato; y razonando de un
m odo sem ejante, ¿qué preceptor p re p ara al discípulo antes
de sus lecciones haciéndole apetecer la cultura y apto p ara
ella y, p o r lo tanto, som etido a él en todo? C ada u no .casi
com o le enau en tra le acom ete; luego le tornea, después le
forja, le peina, le teje, en seguida le aplica sus reglas y quiere
que al m om ento esté pulim entado y brille; y si esto n o ocu­
rre ta n p ro n to com o se desea (¿y cóm o va a suceder, digo
y o ?), se indigna y enfurece. ¿Y aun nos asom bram os de que
46 JU A N AM ÓS COM EN IO

haya quienes aborrezcan y huyan esta enseñanza? M ás de­


biéram os adm iram os d e q u e haya quien la p u e d a aguantar,
S eis especies 18. Viene aquí m u y a punto la ocasión de decir alguna
d i f e r e n t e s d e cosa acerca de la diferencia de los ingenios; esto es, que unos
lo s in g en io s. son agudos y otros obtusos; unos blandos y dúctiles y otros
duros y quebradizos; algunos ávidos de las letras y otros más
aficionados a las cosas mecánicas, y de esta ú ltim a doble es­
pecie en los tres m odos anteriores resultan seis tem peram en­
tos de los ingenios.
19. E n p rim er lu g ar están los agudos, ávidos y dúctiles;
éstos son los únicos entre todos m ás aptos para los estudios, a
quienes n o hay m ás q u e sum inistrar el m anjar de la Sabidu­
ría y crecen com o u n a vigorosa planta. Solam ente hay que
proceder con prudencia, p ara no perm itirles ir m ás de prisa
de lo conveniente, a fin de que n o decaigan p rem aturam ente
y se tornen estériles.
II 20. O tros son agudos, pero lentos, aunque com placientes.
Éstos sólo necesitan espuela.
III 21. E n tercer lu g ar están los agudos y ávidos, pero brus­
cos y tozudos . fistos son corrientem ente odiados en las es­
cuelas y m uchas veces no se tiene esperanza de sacar nada
de ellos; sin em bargo, su d e n resultar hom bres grandes si se
Ies educa con acierto. L a historia nos señala el ejem plo de
Tem ístocles, el gran jefe de los atenienses; que cuando joven
era de un ingenio brusco (ta n to que hizo exclam ar a su pre­
ceptor: N iñ o , no has de tener térm ino m edio: serás un gran
bien para la república o un gran mal). Y com o algunos se
m aravillasen después de sus cam biadas costum bres, solía
decir: L o s potros indóm itos suelen salir buenos caballos si se
les adiestra rectam ente. A sí ocurrió con Bucéfalo, el caballo
de A lejandro M agno. V iendo A lejandro que su pad re Filipo
desechaba po r inútil un caballo en extrem o indóm ito, que
n o aguantaba sobre su lom o a ningún jinete, exclam ó: ¡Qué
caballo pierden p o r no saberle dom inar! Y h abiendo m ane­
jado aquel caballo con gran arte, sin latigazos consiguió que,
n o sólo entonces, sino siem pre, fuera su cabalgadura, y no
puede hallarse en to d o el orbe u n caballo m ás generoso y
m ás digno de tan insigne héroe. Plutarco, que nos refiere
esta historia, añade: E ste caballo nos enseña q u e m uchos in­
genios que nacen despiertos perecen por culpa de sus educa­
dores, que convierten a los caballos en asnos porque no
saben gobernar a los rectos y libres.
IV 22. E n cuarto lu g ar se hallan los que son sim páticos y
ávidos de aprender, pero tardos y obtusos. Éstos pueden,
desde luego, seguir los pasos de sus com pañeros, y p ara que
les sea posible hay que condescender con su debilidad, no
im poniéndoles n ad a con severidad ni exigiéndoselo con du­
reza, m ás bien hay que tener u n a tolerancia benigna en todo,
estim ulando, apoyando y levantando su espíritu para que no
decaigan. C iertam ente éstos tard arán m ás en llegar a la m eta,
pero llegarán m ás form ados, com o acaece con los frutos tar­
díos. D e igual m odo que u n sello se im prim e difícilm ente en
el plom o, pero persiste du ran te m ás tiem po, así tam bién
estos jóvenes son a m enudo m ás tenaces q u e los d e ingenio
DIDÁCTICA MAGNA

despierto y con dificultad dejan p erd er las cosas u n a vez que


las aprendieron. P o r todo lo cual, n o se debe alejarlos de las
escuelas.
23. E l quinto grupo es el de los obtusos que al m ism o V
tiem po son indolentes y perezosos, los cuales, a pesar de todo,
í>ueden ser corregidos con tal de que n o haya en ellos per­
tinacia. P ero éste es u n trabajo que requiere m ucha pru d en ­
cia y paciencia extraordinaria.
24. E n últim o lugar están los obtusos y adem ás de torcida V I
y malvada índole, perdidos la m ayor parte de las veces. E s
cierto que en la N aturaleza encontram os antídotos p ara los
venenos y que un racional y adecuado cultivo hace fructífe­
ras las plantas q u e eran estériles, y p o r ello n o hay que des­
esperar en absoluto de que estos casos tengan rem edio, sino
que debem os in ten tar corregir y ex tirp ar la pertinacia. Si no
se consigue, hab rá que arro jar el torcido y nudoso leño, del
q u e n o podem os esperar h a c er u n M ercurio. N o es prudente
cultivar ni tocar la tierra podrida, dice C atón. N o obstante,
apenas hallarás entre m illares u n ingenio de tal naturaleza
y de tam añ a degeneración, lo cual es u n testim onio elocuen­
te de la bondad de Dios.
25. T o d o lo dicho se condensa en la frase de P lutarco:
N adie tiene en su m ano disponer có m o han de nacer los hijos,
pero es facultad nuestra que se hagan buenos con una recta
educación. D ebem os fijarnos bien: dice facultad nuestra. E n
verdad, el arboricultor puede obtener u n árbol de cual­
q u ier raíz viva si em plea racionalm ente su arte en la plan­
tación.
26. E n los cuatro párrafos q u e siguen vam os a de­ D e c u a tro
m ostrar que con un solo y m ism o m étodo se puede instruir m o d o s se d e ­
y fo rm a r una juven tu d de índole tan diversa com o queda m u e s tra q u e to ­
d o s e d e b e tra ­
enunciado. ta r con. ig u a l
27. Prim eram ente: T odos los hom bres han de ser enca­ a r te y m éto d o .
m inados a los m ism os fin es de Ciencia, C ostum bres y San­ I
tidad.
28. E n segundo lugar: T odos los hombres, sea cualquiera II
la diferencia que presenten en sus cualidades, tienen una única
e igual naturaleza hum ana dotada d e los m ism os órganos.
29. T ercero: L a expresada diversidad de cualidades no III
es sino exceso o defecto de la arm onía natural; de igual m odo
que los excesos m orbosos del cuerpo son húm edos o secos, ar­
dientes o helados. P o r ejem plo: L a viveza de ingenio n o es
o tra cosa que u n a cierta sutilidad y agilidad del espíritu en
el cerebro que, recorriendo con rapidez los sentidos, co­
noce velozm ente las cualidades de las cosas. Y acontece que
esta agilidad, si n o se cohibe de alguna m anera, llega a des­
p arra m ar el espíritu, debilitando o em botando el cerebro.
P o r esto vem os con alguna frecuencia que los ingenios p re­
coces suelen ser arrebatados po r p rem atu ra m uerte o agota­
dos caen e n 'la estupidez. E l ingenio tardo, p o r el contrario,
procede de una viscosa gordura y obscuridad del espíritu en
el cerebro que necesita ser despejado e ilum inado m ediante
u n a m ás insistente excitación. L a petulancia y la tozudez,
¿qué son sino la excesiva firm eza del corazón en no ceder
;!-4 $ " ' jü a n a m ó s e o iíÉ ííío

' que debe y puede quebrantarse coa la disciplina? ¿Q ué es la


indolencia m ás que u n a excesiva laxitud del corazón que ne­
cesita vigorizarse? P o r lo cual, así com o la m ejor m edicina
p ara el cuerpo n o es aquélla que opone rem edios contrarios
(porque entonces se excita m ayor violencia), sino la que pro­
cu ra com pensar los efectos contrarios p ara que n a d a falte
p o r u n lado a i sobre p o r otro; así el rem edio m ás a propósito
para los vicios del entendim iento hum ano será un M é to d o tal
que los excesos y defectos del espíritu se com pensen y se orde­
nen todas las cosas a la consecución de la m ayor arm onía y
concierto. C on este propósito nuestro m étodo está adaptado
a los entendim ientos interm edios (que son siem pre el m ayor
n ú m ero ), sin que falten recursos p ara contener y su jetar a los
m ás vivos (a fin de que n o se malogren prem aturam ente) ni
estím ulos y aguijones p a ra excitar a los m ás tardos.
IV 30. P o r últim o, es m ás fá cil atender a los aludidos excesos
y defectos del espíritu cuando son recientes. A sí com o en la
m ilicia se m ez d a n los bisofios con los veteranos, los débiles
con los robustos, los torpes con los ágiles, se les m anda pe­
lear bajo las m ism as banderas y regirse p o r los m ism os p re ­
ceptos m ientras dispuestas las tropas se desarrolla la batalla;
pero u n a vez conseguida la victoria cada uno persigue al
enemigo hasta donde quiere y puede y hace el botín a su
albedrío; así conviene proceder en esta milicia literaria, que
los tardos se m ezclen con los ligeros, los obtusos con los m ás
sagaces, los tozudos con los dóciles y se gobiernen p o r los
mismos principios y ejem plos m ientras tienen necesidad de
giiía. U n a vez que hayan abandonado la escuela, cada uno
siga el restante curso de sus estudios con la actividad y de­
nuedo que pueda.
P r u d e n c ia 3 1 . N o solam ente respecto al lugar debe entenderse la
que se debe te- mezcia de que hablam os, sino especialm ente en lo tocante al
ner al poner m utuo auxilio; es decir, que el m aestro encom iende al que
j u n ta s e s p íritu s vea m ¿s despierto el cuidado de instruir a dos o tres m ás
dolé lveísa in tardos; a aquél en el que observe u n buen natural el de vi­
gilar y regir a otros de p eo r índole. A sí se proveerá a unos
y otros, atendiendo, desde luego, el Profesor p ara que todo
se haga conform e a los dictados de la razón. Pero y a llegará
tiem po de explicar esto.
C A P IT U L O X III

EL FU N D A M E N T O DE LA R E FO R M A D E LAS ESC U ELA S ES


PRO CURA R E L ORDEN E N TODO

1. Si consideram os qué es lo que hace que el U niverso E1 o rd e n , a l­


con todas las cosas singulares que encierra, se m antenga en m a d e la s cosas.
su propio ser, notarem os que n o hay o tra cosa sino orden,
q u e es la disposición de las cosas anteriores y posteriores,
superiores e inferiores, m ayores y m enores, sem ejantes y di­
ferentes en el lugar, tiem po, núm ero, m edida y peso a cada
u n a de ellas debido y adecuado. D e aquí que alguno, con
acierto y elegancia, haya llam ado al orden el alm a de las
cosas. Lo que está ordenado, conserva su estado e incólum e
existencia m ientras m antiene este orden. Si el orden falta, des­
fallece, se arruina, se cae. M últiples ejem plos de la N atu ra­
leza y de las artes lo prueban. Veamos,
2. ¿Q ué es lo que hace, pregunto yo, que el M u n d o sea Se c ita n com o
tal y p erd u re en toda su plenitud? Pues es realm ente que eje m p lo s : I. E l
cada criatu ra se contiene d entro de sus límites conform e al M u n d o .
m andato de la N aturaleza, y p o r este respeto del orden p a r­
ticular se conserva el orden de to d o el U niverso.
3. ¿Q uién hace que transcurran los siglos d e los tiempos, I I . E l F irm a-
con intervalo tan exacto de años, meses y días, sin confusión m eato.
alguna? E l solo orden inm utable del Firm am ento.
4. ¿Q ué induce a las abejas, horm igas y arañas a ejecu­ I I I . L o s s u ti­
ta r o b ras de ta n ta sutileza que en ellas encuentra el ingenio les tra b a jo s d e
del h om bre m ás que adm irar que p oder im itar? N a d a m ás c ie rto s a n im a li-
que la destreza innata p ara g uardar en todas sus operaciones tos.
el orden, núm ero y m edida.
5. ¿Q ué hace que el cuerpo del hom bre sea u n órgano tan IV . E l c u e r­
m aravilloso que sea capaz de infinitas acciones aun sin estar p o d e l h o m b re .
dotado de instrum entos infinitos; es decir, que con los pocos
m iem bros de que está form ado pueda ejecutar obras de ad­
m irable variedad sin en co n trar que falte algo o que debiera
ser de o tro m odo? Es el resultado de la sapientísim a pro p o r­
ción de todos los m iem bros, tan to en tre sí co m o en conjunto.
6. ¿Q ué es lo que hace posible que u n solo entendim iento, V. N u e s tra
de q u e estam os dotados, sea suficiente p ara gobernar al m en te .
cuerpo y proveer a tantas acciones al m ism o tiem po? N o es
o tra cosa sino el orden en virtud del cual todos los m iem ­
bros están enlazados p o r vínculos perpetuos y han de obrar
en consonancia con el prim er m ovim iento que procede de la
mente.
7. ¿Q ué hace que u n solo hom bre, sea R e y o Em perador, V I . E l re in o
pueda gobernar a pueblos enteros? ¿Q ue siendo tantas inten- sa b ia m e n te a d ­
m in istra d o .

4
50 JU A N AMÓS CO M EN IO

d o n es com o cabezas todas sirvan a la intención de aquél


solo y que necesariam ente, si él adm inistra bien, sean bien
adm inistradas todas las cosas? El orden, solam ente el orden,
m ediante el cual, unidos todos por los vínculos de las leyes y
de los deberes, unos pocos están próxim os a aquel ú n ico M o­
d erador p a ra ser regidos inm ediatam ente; aquellos a otros,
y así consiguientem ente h asta el últim o. A sem ejanza de la
cadena en la que u n eslabón arrastra a otro, de m an era que
m ovido el p rim ero se m uevan los dem ás y p arado el prim ero
se detengan todos los restantes.
V II. La m á­ 8. ¿Cuál fue la causa m ediante la cual H ieron pudo él
q u in a d e A r- solo traslad ar de lugar, a su arbitrio, aquella ingente mole
q u ím e d e s. que habían intentado en vano m over tan to s cientos de hom ­
bres? U n a pequeña m áquina verdaderam ente ingeniosa com ­
puesta de cilindros, poleas y cuerdas, de tal m odo que unos
elem entos ayudasen a los otros p ara obtener la m ultiplica­
ción de las fuerzas.
V III. L as 9. Los terribles efectos de las fulm inantes bombardas,
b o m b a rd a s í g ­ con las que se cu artean los muros, se derrum ban las torres
neas. y se destrozan los ejércitos, n o provienen sino de u n cierto
orden en las cosas y la aplicación de los elem entos activos a
los pasivos; esto es, la adecuada m ezcla del n itro con el azu­
fre (el u no frío y el o tro ard ien te); la debida proporción de
la m áquina o bom barda; la suficiente dotación de pólvora y
balas, y, p o r últim o, la sab ia dirección h a d a el objeto. Si
falta alguna de estas co n d id o n es todo el ap a rato será inútil.
I X . E l a rte 10. ¿Q ué es lo que d a la perfección al arte tipográfico que
tip o g rá fic o . perm ite m ultiplicar los libros con rapidez, elegancia y co ­
rrección? E n realidad el orden en esculpir, fu n d ir y pulim en­
ta r los tipos de bronce de las letras, distribuirlos en las cajas,
com ponerlos según la escritura, m eterlos en la prensa, etc., y
p rep arar el papel, m acerarle, extenderle, etc.
X . E l carro . 11. Y p ara referim o s tam bién a la m ecánica, ¿por qué el
carro, esto es, u n poco de m adera y hierro (pues de ellos se
com pone), sigue tan rápidam ente a los caballos a él uncidos
y presta tan grande utilidad p a ra tran sp o rtar personas y c a r­
gas? N ad a hay e n ello sino u n a ingeniosa coordinación de la
m adera y el hierro en ruedas, ejes, lanza, yugos, etc. R oto o
estropeado uno de ellos, la m aquina queda inservible.
X I . L a nav e. 12. ¿P or qué los hom bres se entregan al furioso m a r em ­
barcados en frágil leño, llegan hasta los antípodas y re to r­
n an salvos? Sólo p o r la ordenada disposición en la nave de
la quilla, m ástiles, antenas, velas, rem os, tim ón, áncoras, b rú ­
julas, etc., perdido algo de lo cual sobreviene el peligro de
xas olas, el naufragio y la m uerte.
X II. El reloj. 13. ¿C uál es la causa, en el instrum ento de m edir el
tiem po, el reloj, de que el hierro diversam ente colocado y
engranado produzca m ovim ientos espontáneos, m arq u e a r­
m ónicam ente los m inutos, horas, días, meses y h asta años,
n o solam ente m ostrándolo a la vista, sino indicándolo a los
oídos y aun señalándolo en m edio de las tinieblas? ¿P or qué
tal instrum ento despierta al hom bre a la h o ra que éste desea
y hasta puede encender u n a lám para p ara que al despertar
vea desde luego la luz? ¿Por qué m arcando el tu m o de los
DIDÁCTICA MAGNA 51

fastos y efem érides puede señalar ios novilunios y plenilu­


nios, todos los cursos de los planetas y los eclipses de los
astros? ¿Q ué h ab rá digno de adm iración si esto n o lo es?
¿C óm o u n m etal, cosa tan inerte p o r sí, puede producir m o­
vim ientos ta n naturales, constantes y regulares? ¿P or ventura
antes de su descubrim iento n o sería tenido p o r ta n absurdo
e im posible com o el afirm ar que los árboles podían an d a r y
las piedras hablar? Sin em bargo, nuestros ojos son testigos
d e que ocurre com o hem os dicho.
14. ¿H ay acaso p a ra ello alguna oculta fuerza? N inguna T o d o e l m is ­
en absoluto, sino el orden m anifiesto que aquí dom ina. U n a te r io d e l re lo j
disposición tal de todos cuantos elem entos le integran, en su e strib a e n e l o r­
den .
exacto núm ero, m edida y orden, que cad a u no d e ellos tiene
fin determ inado y p ara este fin los adecuados m edios y p re­
ciso em pleo de estos m edios; u n a escrupulosa proporción de
unos y otros y la debida coherencia entre cada un o d e ellos
co n su correlativo y m utuas leyes p ara com unicar y devol­
ver la fuerza. Así m archa todo; tan exactam ente com o un
cuerpo vivo anim ado p o r su propio espíritu. P ero si algo se
descom pone, rom pe, quiebra, retrasa o tuerce, aunque sea
la m ás pequeña rueda, el m ás insignificante eje, el m ás dim i­
n uto clavo, al m om ento se p ara o hace con erro r todas sus
indicaciones. D e u n m odo evidente se dem uestra aquí que
todas las cosas dependen de u n único orden,
15. N o requiere o tra cosa el arte de enseñar que u n a in­ H a y q u e con­
geniosa disposición del tiem po, los objetos y el m étodo. Si f ia r q u e se h a ­
podem os conseguirla, n o será difícil enseñar to d o a la juven­ lla r á u n a o rg a ­
n iz a c ió n d e las
tu d escolar, cualquiera que sea su núm ero, com o n o lo es
« c u e l a s sem e­
Henar mil pliegos diariam ente de correctísim a escritura va­ ja n te a la d el
liéndonos de los útiles tipográficos; o utilizando el artificio re lo j.
de A rquím edes trasladar casas, torres o cualesquiera otros
pesos; o em barcados atravesar el O céano y llegar al N uevo
M undo. N o h a n de m arch ar las cosas con m enor facilidad
que m arc h a el reloj de pesas bien equilibradas. T a n suave y
n aturalm ente com o suave y natural es el m ovim iento de di­
ch a m áquina; con tanta certeza, p o r últim o, com o puede te­
nerse con instrum ento tan ingenioso.
16. Intentem os, pues, en nom bre del Altísim o, d ar a las
escuelas u n a organización que responda al m odelo del reloj,
ingeniosam ente construido y elegantem ente decorado.
C A P ÍT U L O X IV

E L O R D E N Q U E E S T A B L E Z C A M O S P A R A LA S E S C U E L A S D E ­
B E M O S T O M A R L O D E LA N A T U R A L E Z A ; Y HA D E S E R T A L ,
Q U E N IN G U N A C L A S E D E O B S T Á C U L O S P U E D A A L T E R A R L E .

H ay que bu s­ 1. C om encem os, en nom bre de Dios, a investigar sobre


c a r e n la N a t u ­ qué, a m odo de roca inm óvil, podem os establecer el M éto d o
ra le z a lo s f ú n ­ de enseñar y aprender. Y al p ro cu rar los rem edios p a ra los
d a m e n t o 5 d el
defectos naturales, n o debem os buscarlos en o tra p arte sino
arte.
de la m ism a N aturaleza. E s realm ente cierto que el arte nada
puede si no im ita a la Naturaleza.
L a c u al nos 2. Pondrem os algunos ejemplos. V em os a u n p ez nad ar
lo d e m u e s t r a en el agua. E s un acto n atu ral en él. Si el hom bre quiere im i­
co n lo s e je m ­ tarle, tiene necesariam ente que em plear instrum entos y ejecu­
p lo s :
1. D e n a d a r.
ta r operaciones sem ejantes; utilizar los brazos a m odo de ale­
tas y los pies en lugar de cola, moviéndolos com o el pez agita
2. D e n a v e ­ sus aletas. Las em barcaciones solam ente pueden construirse
g ar. respondiendo a la m ism a idea, en lugar de las aletas están
los rem os o la vela y en vez de la cola el tim ón o goberna­
3. D e v o lar. lle. Observa a las aves volar p o r el aire. Lo hacen p o r n atu ­
raleza. C uando D édalo quiso im itarlas tuvo que em plear y
m over unas alas capaces de sostener cuerpo tan pesado.
4. De emitir 3. E l órgano de em isión de sonidos en los animales es una
sonidos. arteria áspera, form ada de anillos cartilaginosos con la la ­
ringe encim a, a m odo de llave, y p o r la p arte inferior dotada
de un fuelle que em ite el aire, el pulm ón. A su sem ejanza se
construyen las flautas, gaitas y los dem ás instrum entos m ú­
sicos neum áticos.
5 . D e e sta ­ 4. El rayo, c}ue sale del fragor de las nubes y lanza fuego
lla r. y piedras, es n itro encendido con azufre. A im itación suya
se com pone de n itro y azufre ese polvo ígneo que, inflam ado
y lanzado p o r las escopetas, produce parecidos truenos, re­
lám pagos y rayos,
6. D e lle v a r 5. Se h a observado que el agua busca la igualdad de su­
las a g u as p o r perficie, aun en vasos de doble orificio separados p o r cual­
d o q u ie ra . quier distancia. Se h a n ideado distintos acueductos p o r m e­
dio de tubos, de m anera que el agua, desde cualquier p ro ­
fundidad, ascienda a la altura deseada, siem pre que p o r el
o tro lado descienda o tro tanto. Esto es ingenioso, pero n a ­
tural. Lo que así se hace es p o r el arte, el porqué está en la
N aturaleza.
7. D e m e d ir 6. C ontem plaron los hom bres el F irm am ento y observa­
e l tie m p o . ron que giraba continuam ente y que los diversos m ovim ien­
tos de los astros producían al m undo una grata variedad de
tiem pos. Y se ideó con arreglo a tal m odelo u n instrum ento
f o tó c n C A MAGNA ' l- :.
V
q u e represente la diaria revolución del firm am ento y m ida las
horas. E stá com puesto de ruedas, n o sólo p ara que la una (A n á lis is d el
lleve a la otra, sino p ara que el m ovim iento pueda continuar re lo j a u to m á ti­
sin fin. F ue necesario fo rm ar este instrum ento con elem entos co p a r a c o n o ­
c e r la ra z ó n d e
movibles e inmóviles, com o sucede e n el m undo. Y, en efec­
to d a su e stru c ­
to; e n lugar del prim er elem ento quieto del m undo, la tierra, tu r a .)
se colocaron aquí inm óviles las bases, colum nas y esfera; en
vez de las movibles esferas del Cielo, varias ruedas. C om o
n o fue posible o rdenar a u n a cualquiera de las ruedas que
girase y arrastrase en su m ovim iento a las dem ás (conform e
el C reador dio a los astros lum inosos el im pulso p a ra que se
m ovieran ellos e hiciesen m overse a los o tro s), hubo que
to m ar de la N aturaleza la fo rm a del m ovim iento, esto es, m o­
vim iento de gravedad o de libertad. O bien se aplicó al cilin­
d ro de la rueda primera un peso, que al caer, p o r su gravedad
hacía g irar la ru ed a y con ella las dem ás, o bien se construía
una lám ina alargada de acero que, arrollada al cilindro, h a ­
cía girar a la rueda con su propensión a extenderse y soltarse.
P a ra que el m ovim iento n o fuera rápido, sino lento y repo­
sado, a sem ejanza del del Cielo, se interponen otras ruedeci-
llas, de las cuales la últim a, que sólo tiene dos dientes, suena
con m ovim iento recíproco, acercándose y apartándose de la
luz, haciendo veces de los días y las noches. E n aquella parte,
que debe d ar exactam ente la señal de la h o ra o de los cu a r­
tos, se disponen unos ingeniosos pestillos que se ab ren cuando
es preciso y se cierran en caso necesario, de igual m odo que la
N aturaleza, m ediante el m ovim iento de las esferas celestes,
dividida en meses, trae y aleja el invierno, la prim avera, el
verano y el otoño.
7. D e todo esto se deduce que ese orden que pretende­ C o n c lu s ió n
m os que sea la idea universal del arte de aprender y enseñar a c e r c a d e ¡a
todas las cosas, no debem os m podem os tomarle de otra parte im ita c ió n d e la
n a tu ra le z a en e l
que n o sea de la enseñanza de la N aturaleza. O rganizado cui­
a r te d id ác tic o .
dadosam ente, tan suave y naturalm ente se desarrollará lo ar­
tificial com o suave y naturalm ente fluye lo natural. Sabia­
m ente dice C icerón: N u n ca errarem os si llevam os a la N a tu ­
raleza p o r guía. Y en o tra p arte: Con la N aturaleza por
m aestro n o se puede errar en m odo alguno. A sí lo esperam os
tam bién nosotros, y observando los procedim ientos que sigue
la N aturaleza en sus operaciones intentarem os proceder de
m anera semejante.
8. P udiera oponérsenos a n uestra esperanza, con tan to C in co o b j e ­
em peño defendido, el aforism o de H ipócrates; o jStos P paxps, c io n e s se p re ­
i] S e p/XKpi), o S e Karip09 r) S e V E ip a a ipaX E pi] t¡ S e se n ta n .
Kpvuis y<*Aetrt}‘, esto es: la vida es breve y el arte duradero;
las ocasiones pasan con rapidez; la experiencia es dudosa y di­
fícil el juicio acerca de las cosas. E n lo cual reseña las cinco
causas p o r virtud de las cuales son tan pocos los que llegan a
la cum bre de la ciencia, a saber: I. L a brevedad de la vida,
que hace qué a m enudo seam os arrebatados en la m ism a pre­
paración de la vida. II. La extensa y difusa m ultitud de cosas
que se som eten a la consideración de nuestro espíritu, por lo
que es sum am ente laborioso en cerrar todas en nuestro en­
tendim iento. III. La falta de ocasiones de aprender las buenas
54 JU A N AMÓS CO M EN ÍO

artes o su rá p id a desaparición, si alguna vez se nos presen­


tan. (P ues los años de la juventud, q u e son los m ás a propó­
sito p ara el cultivo de la inteligencia, transcurren la m ayor
p arte de las veces en m edio de diversiones; la ed ad siguiente,
com o todas las cosas de los mortales, presenta m ás ocasio­
nes p a ra vanidades que p a ra serias ocupaciones. Y si llega a
ofrecerse alguna ocasión, huye antes de q u e pu ed a ser apro­
vechada.) IV . E l em botam iento de nuestro entendim iento y la
obscuridad del juicio, que m otiva m uchas veces que nos de­
tengam os en la corteza sin p en e trar h asta la m édula de las
cosas. V. P or últim o, si alguno, a fuerza de larga observación
y repetidos experim entos, quisiera conocer las verdaderas
esencias de las cosas, hallará que es trabajoso en extrem o a
la vez que dudoso e incierto. (V erdaderam ente es fácil que
puedan escaparse m uchas cosas en ta n grande y sutil com ­
plicación de d ías; con u n solo erro r que se adm ita, toda la
observación adolece de incertidum bre.)
Se co n testa. 9. S i todo lo que acabam os de decir es exacto, ¿cóm o nos
atrevem os a prom eter un cam ino tan universal, verdadero,
fá cil y sólido para los estudios? Respondem os: L a experiencia
dem uestra que es exactísim o lo dicho; pero tam bién atesti­
gua la experiencia, con razones, que pueden hallarse rem e­
1. A s í lo d is­ dios eficaces p a ra los m encionados obstáculos. É stos fueron
p u s o D io s con establecidos p e r D ios, Sapientísim o árbitro de las cosas,
s a b ia p re v is ió n . p ara nuestro bien; luego con prudencia podrán convertirse
en beneficio nuestro. É l nos otorgó, verdaderam ente, un
corto espacio de existencia porque y a en nuestra corrupción
n o sabemos em plear rectam ente la vida. Pues si m uriendo al
n acer y pendiente el fin del p rin d p io nos entregam os, sin
em bargo, a las vanidades, ¿qué ocurriría si tuviéram os ante
L o p rim e ro . nosotros centenas o m illares de años? P o r eso tu v o a bien
concedem os D ios el solo espacio de tiem po que estim ó su­
ficiente p ara que pudiéram os preparam os a otra vida m ejor.
P ara este fin es lo bastante larga si sabem os utilizarla.
L o segundo. 10. D ios quiso tam bién en beneficio nuestro que las cosas
fuesen muchas, co n el fin, sin duda, de que hubiese m ucho
que nos ocupase, ejercitase e instruyese.
L o terc ero . 11. Quiso que las ocasiones pasasen raudas, con cabellos
sólo en la frente, p ara que, advertido esto, intentem os coger­
las por donde pueden cogerse.
L o c u a rto . 12. L os experim entos inciertos, p a ra que se requiera aten­
ción y tengam os necesidad de desentrañar las cosas con
m ayor esfuerzo.
L o q u in to . 13. P o r últim o, el juicio de las cosas difícil, p a ra que se
aguce la diligencia y resolución de conocerlas. E sto con d
fin de hacer, con m ayor satisfacción nuestra, m ás p atente la
Sabiduría de Dios, extendida secretam ente en todas las cosas.
Si todo se entendiese fácilm ente, dice A gustín, ni la verdad se
buscaría con em peño, ni se hallaría con placer.
C on p ru d e n ­ 14. H em os, pues, de ver cóm o podrán, D ios m ediante,
cia se p u e d e n rem overse los obstáculos que la Providencia nos opuso exte-
re m o v e r d ich o s riorm ente con el fin de estim ular nuestra industria. N o p o ­
o b stácu lo s. d rán salvarse de otro m odo que:
DIDÁCTICA MAGNA ' 55

I. Con la prolongación de la vida, p a ra que sea suficiente


al cam ino em prendido.
II. L a abreviación de las artes, p a ra que correspondan a
la d u ració n de la vida.
III. L a sujeción de las ocasiones, p ara que n o se escapen
inútilm ente.
IV . L a apertura ¿leí entendim iento, p a ra que penetren las
cosas con facilidad.
V. E n lugar de la observación incierta, la determ inación
d e u n fu n d a m en to inm utable q u e n o pueda engañar.
15. V am os, pues, a intentar inquirir, valiéndonos de la O r d e n d e los
c a p ítu lo s si­
N aturaleza,
g u ie n te s.

de prolongar la vida p a ra aprender to d o lo ne­


cesario.
de abreviar las artes p ara aprender m ás de
los fu n d a ­ de prisa.
m entos. . . de aprovechar las ocasiones p ara aprender con
certeza.
de afinar el juicio p a ra aprender con solidez.

Explicarem os cada u n a de estas cosas en capítulos dife­


rentes, dejando para el últim o lu g ar el referente al m odo de
abreviar.
C A P IT U L O XV

F U N D A M E N T O S D E L A P R O L O N G A C IÓ N D E L A V ID A

*
E l h o m b re 1. E n cuanto a la brevedad de la vida, pregunta A ristó-
recibe vida su - teles con H ipócrates, reprochando p o r ello a la N aturaleza,
ficient era en te ¿pQr qUé se h a otorgado a los ciervos, cuervos y otros brutos
ga> seres u n espacio de vida tan extenso, y en cambio se con­
tiene dentro de reducidos lím ites la vida del hom bre, nacido
p a ra m uy elevados fines? P ero sabiam ente responde Séneca:
N o recibim os breve la vida, sino que la hacemos, y n o som os
escasos de ella, sino pródigos. L a vida es larga si sabes usarla.
Y en o tro lugar: Bastante larga es la vida y n
pliam ente otorgada para el cum plim iento d e grandes cosas si
se em plea bien. (D e Brevitate vitae, C. 1 et 2.)
pero la acorta- 2. Y si esto es cierto, com o lo es, es culpa nuestra el
mos nosotros; qUe ja vida, n o nos sea suficiente para la ejecución de grandes
cosas, puesto que sin duda alguna prodigam os nosotros mis­
mos la vida destrozándola e n parte, con lo que hacem os que
se extinga antes de su térm ino natural, y gastando el resto
en cosas de ningún valor,
b ien gastando 3. M uy acertadam ente escribe u n insigne autor (H ipólito
las fu e rz a s , G u a rin o n io ), y lo p ru eb a con argum entos, que el h om bre de
tem peram ento endeble tiene en , sí vitalidad p ara llegar al
sexagésim o año, y aquéllos de com plexión m ás fuerte son
capaces de vivir ciento veinte años. Si algunos m ueren antes
de estos lím ites (¿quién ignora que m uchos m ueren en la in­
fancia, adolescencia y virilidad?) es p o r culpa de los mismos
hom bres, que con sus excesos, o la negligencia de los cuida­
dos de la vida, com prom eten su salud y aun la de sus hijos
y aceleran su m uerte,
b ien no em- 4 , E sta m ism a duración ta n lim itada de la vida (em ­
p le á n d o la toda cuenta, cuarenta, trein ta años) puede servim os p ara las ma-
, con provecho y0res cosas s¡ sabem os em plearla rectam ente. N o s lo prue-
íueiandro Mae' ^ an los ejem p l°s de aquellos que llegaron antes de la plenitud
’ de su virilidad a lo que otros n o pudieron conseguir a pesar
de su larguísim a existencia. A lejandro M agno m u rió a los
trein ta y tres años, siendo n o solam ente instruido en las letras
de u n m odo m aravilloso, sino vencedor del m undo entero,
al que subyugó n o tan to p o r la fuerza de las arm as com o
p o r sus sabios consejos y adm irable rapidez pere ejecutar las
cosas (ovSer a r a jSaXAojuevoí). Juan Pico de la M irándola
n o llegó siquiera a la edad de A lejandro, y se elevó tan to en
el estudio del conocim iento de todas las cosas que el ingenio
del hom bre puede com prender, que fue considerado com o
u n m ilagro del siglo.
ra b ic n íC A m a g n a '■ ■■■.'' ^ '■í"

5. Y p ara no tom ar el ejem plo de o tra parte, el m ism o T a m b ié n Je­


Jesucristo N uestro Señor sólo vivió sobre la tierra treinta y su c risto .
cu a tro años y llevó a cabo la m agna o b ra de nuestra Reden­
ción; sin du d a p a ra d am o s ejem plo (pues todas sus obras
son m ísticas) de que cualquiera que sea la edad que alcance
el hom bre es suficiente p a ra p re p ara r el refugio de la eter­
nidad.
6. N o puedo p o r m enos de citar aquí las herm osas frases N o h ay , p o r
de Séneca en este sentido (E pist., 9 4 ): H e encontrado m u ­ lo ta n to , q u e
chos — dice—■ propicios contra los hom bres; contra Dios, q u e ja rs e d e la
b re v e d a d d e la
ninguno. D iariam ente nos indignam os contra el hado, etc.
v id a.
¿A qué viene querer salir tan de prisa de donde hem os de
salir de todos modos? L a vida es larga, si está llena. Se llena
cuando el alm a procura su bien y se hace dueña de d m is­
ma. E n o tro lugar: Ten presente, L ucilio núo, que debem os
obrar de m anera que nuestra vida sea com o las cosas precio­
sas, que n o se m anifieste m ucho, pero que pese m ucho. M i­
dám osla p o r las acciones, n o por el tiem po, Y luego: A labe­
m os, pues, y coloquem os en el núm ero de los felices a aquél
que gastó bien él tiem po que le correspondió. V io la verda­
dera luz, no fu e uno más entre m uchos, sino que vivió y f l o ­
reció. A dem ás: D e igual m odo que en la m enor cantidad
de cuerpo m e d e haber un hom bre perfecto, a á en el m enor
espacio de tiem po puede hallarse una vida perfecta. L a edad
figura entre las cosas externas. M e preguntas, ¿cuál es la
m ayor duración de la vida? V ivir hasta la sabiduría. E l que
a ella llega consigue un fin no larguísimo, sino m áxim o.
7. Dos son los. rem edios p ara nosotros y nuestros hijos D os re m e ­
(y p o r tanto, las escuelas) que podem os aplicar a las quejas d io s.
sobre la brevedad de la vida. P ro cu rar en cuanto sea p o ­
sible que:
I. E l cuerpo se defienda de las enferm edades y la muerte.
II. Preparem os nuestro entendim iento para administrar
sabiam ente todas las cosas.
8. E stam os obligados a defender nuestro cuerpo de las en­ I
ferm edades y peligros. Prim ero, p o rq u e es la m orada del H a y q u e g u a r­
alm a y única en efecto; destruida la cual, el alm a se ve obli­ d a r e l c u erp o
gada a em igrar de este m undo; o si poco a poco se destroza, d e las e n fe r­
sufriendo ru in a ya en una, ya en o tra parte, ofrece a su hués­ m ed a d es. ¿ P o r
ped, el alm a, u n a habitación incóm oda. H em os de p ro cu rar q u é ? P o rq u e es
p a ra e l alm a:
diligentem ente conservar este tabernáculo del cuerpo si que­ ( 1 ) H a b ita ­
rem os encontrar agradable perm anecr lo m ás duradera y c ió n .
cóm odam ente posible en este palacio del m undo, en el que
hem os sido introducidos p o r la bondad de Dios. Segundo, (2 ) Ó rg a n o .
p orque el cuerpo n o es solam ente la m orada d^l alm a, sino su
organism o, sin el cual no podem os oír, ver, hablar ni hacer
nada ni siquiera pensarlo. P orque com o n ad a hay en el enten­
dim iento que antes no haya estado en el sentido, la m ente
tom a de los 'sentidos los m ateriales de sus pensam ientos, y
la operación de pensar n o se verifica sino por la sensación
interna, esto es, p o r la especulación de las imágenes abstraí­
das de las cosas. D e aquí resu lta que lesionado el cerebro se
lesione la facultad im aginativa, y atacados p o r el mal los
58 , JU A N AMÓS C O M É N IO

m iem bros del cuerpo quede afectada la m ente. C ierto es, por
lo tan to aquello de
H a y que procurar la m en te sana en el cuerpo sano.
¿Y cóm o? 9. N uestro cuerpo conserva toda su e n e rv a con una dieta
P o r la d ie ta . moderada; acerca de lo cual direm os aquí m uy poco, ya que
C o m o lo p r u e ­ este asunto com pete al m édico, valiéndonos del ejem plo de
b a e l e je m p lo
los árboles. E l árbol necesita tres cosas p a ra su p erfecta exis­
d e l á rb o l q u e
n e ce sita : tencia: 1. H um edad constante. 2. Transpiración frecuente.
1 . A lim e n to 3. D escanso alternativo. N ecesita hum edad porque si carece
m o d e ra d o de ella se m archita y seca. E sta hum edad debe ser m oderada,
pues prodigada con exceso hace que la raíz, se pudra. De
igual m an era es necesario d alim ento p ara el cuerpo: si ca­
rece de él perecerá de ham b re y sed, y tam poco debe sum i­
nistrársele con exceso p orque la potencia digestiva se recar­
g ará y fatigará. C uanto m ás m oderadam ente se tom e el ali­
m ento, con m ayor seguridad y perfección se realizará la
función digestiva. P o r no atender ordinariam ente a esto,
m ucha gente perjudica sus energías y su vida con el exceso
de alimento. L a m uerte proviene de las enferm edades y las
enferm edades d e los m alos hum ores; éstos se originan de la
m ala digestión, la cual tiene su causa en el exceso de los ali­
m entos, porque cargando el estóm ago con m ás de lo que es
capaz d e digerir, tiene necesariam ente que rep artir pea- los
m iem bros los jugos m edio crudos, y de esto no puede m enos
de originarse la enferm edad. M u ch o s han m uerto por la vo­
racidad (dice el E clesiástico); pero el que se guarda prolon­
gará su vida (Syr.3.7.34.)
y se n c illo . 10. P ara conservar el vigor de la salud n o hem os sola­
m ente de p ro c u rar que el alim ento sea m oderado, sino tam ­
bién que sea sencillo. E l hortelano n o riega sus árboles, p o r
m uy delicados que sean, con vino ni leche, sino con el lí­
quido com ún a todos los vegetales, el agua. D eben p ro cu rar
los padres n o acostum brar a los desarreglos de la gula a sus
hijos, especialm ente a los que están entregados a los estudios
o a ellos h an de dedicarse, p o rq u e n o en vano está escrito:
que D aniel y sus com pañeros, jóvenes de sangre real, se hi­
cieron con el uso de las legum bres y del agua m ás ágiles y
corpulentos; y lo que es aún m ejor, más inteligentes que todos
los dem ás adolescentes que se alim entaban con regalo en la
mesa del R ey. (D an. 1. 12. &.) P ero ya tratarem os en o tra
parte de esto con m ás m inuciosidad.
2. R e s p i r a ­ 11. E l árbol tam bién necesita transpiración y vegetación
ció n fre c u e n te . frecuentes por los vientos, las lluvias y los fríos; de lo contra­
rio, se m arch ita y seca fácilm ente. Asim ism o es de absoluta
necesidad p ara el cuerpo hum ano el m ovim iento y la agita­
ción y ejercicios serios o recreativos.
3 . D e sc an so 12. P or últim o, tiene tam bién el árbol necesidad de des­
a lte rn a tiv o . canso durante determ inados períodos. E s decir, n o debe siem­
pre estar produciendo semillas, flores y frutos, sino que a
veces debe atender a sus operaciones internas, elaborar su
savia y fortalecerse. P o r esto quiso D ios que tras el estío vi­
niese el invierno p a ra pro p o rcio n ar descanso a to d o cu an to
crece sobre la tierra y a la tierra misma, de igual m odo que
ordenó en su ley d ejar descansar la tierra cada siete años.
DIDÁCTICA MAONA 59

(3Lev. 25.) A sim ism o dispuso la noche p a ra los hom bres (y


tam bién los dem ás anim ales), a fin de q u e du ran te ella se
reparasen las fuerzas gastadas en las fatigas del día, n o sola­
m ente m ediante el sueño, cu an to p o r el reposo de los m iem ­
bros. A u n en el breve intervalo de las horas hay que dar,
tan to al entendim iento com o al cuerpo, alguna quietud para
que n ad a se haga con violencia, que es co n traría a la natura­
leza. E n m edio de los trabajos diarios hay que p ro c u rar al­
gún respiro, conversación, juegos, recreos, m úsica u otras
cosas parecidas que distraen los sentidos externos e internos.
13. T odo aquél que guarde estos tres principios (n u trir L a in m u n id a d
su cuerpo con m oderación, ejercitarle y d ar ayuda a la n atu ­ d e k v id a d e ­
raleza) conservará seguram ente p o r larg o tiem po su salud y p e n d e d e estas
tre s co n d icio n e»
vida, exceptuando los casos que p u ed an provenir de lo alto.
g u a rd a d a s c o n
Gran parte de la buena organización d e las escuelas será la rig o r.
acertada distribución del trabajó y el reposo, o sea de las la­
bores y las vacaciones y recreos.
14. H ablem os del prudente em pleo del tiem po destinado II
al trabajo . P arece corto y se dice fácilm ente: treinta años; y,
sin em bargo, se encierran en ellos m uchos meses, m uchos L a re c ta d is ­
t r i b u c i ó n del
días, m uchas horas. E n tal espacio de tiem po se puede ade­
tie m p o p a r a e l
lantar m ucho con tal de moverse, aunque sea despacio. V ea­ tra b a jo .
m os si n o el desarrollo de los árboles, a los que no se ve cre­
cer ni au n c o n la vista m ás sagaz, puesto que su crecim iento
se verifica insensiblem ente; pero despufc de algunos meses
ves que han crecido y al cabo de trein ta años adviertes su
grande y total desarrollo. Igual se puede decir d e nuestro
cuerpo en cuanto a su estatura: n o le vem os crecer, vemos
que ha crecido. Los versos que siguen dem uestran que n o es
o tro el proceso que sigue nuestra m ente p ara adquirir el
conocim iento de las cosas:
A u m e n ta un poco a lo poco y al poco añade un poquito
A sí en breve tiem po reunirás un gran m ontón.
15. F ácilm ente lo advierte el q u e conoce la fu erza del M a ra v illo s a
progreso. M ientras en el árbol sale cada año de cada u n a d e f u e rz a d e l p r o ­
sus yem as u n solo tallo, d u ra n te los trein ta años ten d rá g re so .
miles de ram as grandes y chicas e innum erables hojas, flores
y frutos. ¿Y h a de p arecer im posible que la industria del
hom bre se extienda en cualquier longitud y latitu d duran te
veinte o treinta años? Pensém oslo u n poco.
16. E l día natural tiene veinticuatro horas; de las que, L a c u id a d o r
divididas en tres partes p ara el uso de la vida, ocho corres­ sa d iv is ió n d e l
ponden al sueño, otras tantas para los actos externos (cuidado tie m p o .
de la salud, to m ar los alim entos, vestirse y desnudarse, r e ­
creos honestos, conversaciones de am igos, etc.) y quedan
otras ocho para los trabajos serios, que han de hacerse inten­
sam ente y sin desm ayo. Sem analm ente (dejando el séptim o
día íntegro p ara el descanso) se ten d rán cu aren ta y ocho
horas dcdicádas al trabajo y al cabo de u n año dos mil cua­
trocientas noventa y cinco; ¿qué cantidad n o tendrem os du­
rante diez, veinte o treinta años?
17. Y si en cad a h o ra aprendes y a u n solo teorem a de es s u f i c i e n t e
cualquier ciencia, bien u n a regla ingeniosa de operación, ya p a ra re u n ir
* JU A N AM Ó3 C O & B N IO

g ra n d e s teso ro s u n a sola historieta o sentencia (lo que es evidente que puede


d e e ru d ic ió n . hacerse sin ningún tra b a jo ), ¿cuánto aum entará, pregunto yo,
el tesoro de tu erudición?
C o n c lu s ió n . 18. V erdadero es lo que afirm a Séneca: Bastante larga
es la vida si sabem os em plearla, y sí toda se utiliza bien, es
suficiente para la ejecución de grandes cosas. E n esto estriba
todo: en que conozcam os el arte de utilizarla bien. Y esto es
lo que hem os de investigar.

É
C A P IT U L O XVI

R E Q U IS IT O S G E N E R A L E S PA R A A P R E N D E R Y E N S E Ñ A R . E S T O
e s : d e q u é m o d o d e b e m o s e n s e ñ a r y a p r e n d e r c o n

T A L S E G U R ID A D Q U E N E C E S A R IA M E N T E H A Y A N D E EXPE­
R IM E N T A R S E L O S E F E C T O S

1. El Evangelio nos refiere esta herm osa parábola: A sí El in cre m e n -


es el R ein o de D ios, dice, com o si un hom bre echa sim iente to d e las cosas
en la tierra, y duerm e y se levanta de noche y de día; y la si- " a t u / a l e s se
m iente brota y crece com o él n o sabe; porque de suyo fru c- t¿^eameiueP°n"
tífica la tierra, prim ero hierba, luego espiga; después la es­
piga llena de grano. C uando el fru to fu ese producido, envía
dos segadores, etc . (M arc. 4.26.)
2. E nseña aquí nuestro Salvador que Dios, que es quien De igual mo-
obra todo en todas las cosas, h a dejado solam ente a l hom bre d o se p ro c ed e -
que reciba en su corazón la sem illa de las doctrinas; acae- ™ e n lo artifi-
ciendo que germ inen y crezcan h asta la m adurez sin que él cíal-
lo advierta. Sólo toca, por tanto, a los que instruyen a la ju­
ventud el sem brar con destreza en tas alm as las semillas de
¡as doctrinas, regar abundantem ente las plantitas de D ios, el
éxito e increm ento vendrán de arriba.
3. ¿Q uién n o sabe que hace falta cierto arte y pericia L o p ru e b a la
p ara sem brar y plantar? C iertam ente; con u n arboricultor d e stre z a en el
im perito que llene de plantas un h u erto la m ayor p arte de arte d e plantar,
ellas perecerá, y si alguna germ ina y sale, m ás será debido
a la casualidad que a su arte. E l p ru d en te ob ra con seguri­
dad, conociendo qué, dónde, cuándo y cóm o ha de operar o
d ejar de hacer, y así n ad a le puede salir m al. E n alguna oca­
sión suelen frustrarse los éxitos de los peritos (porque n o es
posible al hom bre obrar ta n perfectam ente en todas las cosas
que n o haya lugar a e rro r); n o tratam o s aquí nosotros de la
ciencia y la casualidad, sino del arte, con el que podem os
prevenir lo fortuito.
4. Porque, en realidad, el m étodo de enseñar fue h asta El método de
ahora ta n indeterm inado que cualquiera se atrevió a decir: enseñar h a de
Y o educaré a este jovencito en tantos y tantos años, de este o el
f u n d a rs e e n
el otro m o d o le instruiré, etc. N os parece que este m étodo arte
debe ser: Si el arte de esta plantación espiritual puede estable­
cerse sobre fun d a m en to tan firm e que se em plee de un m odo
seguro sin que pueda fallar.
5. Este fundam ento n o puede ser o tro que acom odar las Paralelo en-
operaciones de este arte a la n o rm a de las operaciones de la tre lo natural y
N aturaleza (com o hem os expuesto e n el cap. X IV ). Vean\os, lo artificial.
pues, el procedim iento de la N aturaleza en el ejem plo de las
aves al sacar los pollos, y observarem os có m o lo han im itado
JU A N AMÓS CO M EN ÍO

lew arboricultores, pintores y arquitectos, deduciendo fácil­


m en te cóm o han d e aplicarlo los form adores de la juventud.
¿ P o r q u é es 6. Y si a alguno pareciere esto dem asiado hum ilde, co
a s i? nocido y trillado, le recordarem os q u e tratam os aquí de de­
ducir de lo vulgar y diariam ente conocido, que tiene feliz
éxito en la N atu raleza y el A rte (fu era d e las escuelas), todo
lo que sea desconocido que cum pla nuestro propósito. Y
cuanto m ás conocido sea lo que nos sirva p a ra deducir nues­
tro s preceptos, esperam os q u e po r lo m ism o serán m ás evi­
dentes nuestras conclusiones.

F u n d a m e n t o I
F u n d . I. 7. L a naturaleza aprovecha el tiem p o favorable.
N a d a aco n te ­ P o r ejem plo: El ave, al intentar la m ultiplicación, n o co­
ce f u e ra d e su m ienza en el invierno, cuando todo está frío y helado; ni en
tie m p o .
el estío, cuando el calor p o n e ardientes y m architas todas las
cosas; ni en el otoño, en que la vitalidad universal decae con
el sol y el vecino invierno es adverso a to d o lo nuevo; sino
en la prim avera, d u ran te la cual presta el sol vigor y vida a
todo. Y se efectúa de u n m odo gradual. H elado a ú n el am ­
biente, concibe y desarrolla los huevos dentro de su cuerpo,
donde están resguardados del frío; m ás tem plado el tiem po,
los coloca en el nido, y, p o r últim o, los incuba en la estación
m ás cálida del año p a ra que el tierno ser se acostum bre a la
luz y el calor.
Im ita c ió n en 8. D e igual m anera procede el hortelano, que n o hace
lo s h u e rto s y e n nada sino a su tiem po. N o efectúa la plantación en el iniverno
la c o n stru cc ió n . (p o rq u e entonces la savia se encuentra en la raíz sin ascender
a n u trir las ra m a s), ni en el verano (pues la savia está en
aquel m om ento extendida p o r las ra m a s), ni en el otoño
(época del descenso de la sav ia), sino en la prim avera,
cuando com ienzan los jucos a extenderse desde la raíz, as­
cendiendo a las partes m as elevadas de la planta. A ún des­
pués, debe saberse lo que h ay que h acer a su debido tiem po
co n los arboUllos, la época d e estercolarlos, podarlos, cavar­
los, etc,, y el árbol m ism o tiene tam bién su tiem po d e ger­
m inar, verdear, florecer, m ad u rar el fruto, etc. O bra de sem e­
jante m odo el arquitecto experto que tiene necesidad de
guardar u n orden p ara escoger las m aderas, a b rir las zanjas,
construir los m uros y levantar las paredes, etc.
D o b le e r ro r 9. D e dos m aneras se falta a este fu n d a m en to en las es­
e n las e sc u elas cuelas:
acerca d e esto. I. N o utilizando el tiem po adecuado para el desarrollo del
entendim iento.
II. N o disponiendo luego los ejercicios con tal cuidado
que todo se verifique infaliblem ente por sus pasos contados.
Porque, en tan to que el niño es pequeñito n o puede ser
instruido, pues aun está m uy p ro fu n d a la raíz de su inteli­
gencia. E n la vejez, es y a dem asiado tard e p ara la enseñanza,
porque el entendim iento y la m em oria van h acia su ocaso.
E n la edad m ediada se hace con dificultad, puesto que des­
p arram ad a e n m uchas direcciones la potencia intelectiva
DIDÁCTICA MAGNA 63

cuesta trabajo reconcentrarla. H a y que aprovechar, p o r tanto,


la ed ad juvenil, durante la cual adquieren vigor la vida y la
razón; entonces todo está en su desarrollo y con facilidad se
prenden pro fu n d as raíces.
10. Podem os, p o r lo tanto, d a r las siguientes conclu­ T rip le en­
siones: m ie n d a .
I. L a form ación del hom bre debe em pezarse en la prima­
vera de la vida; esto es, en la niñez. (L a niñez nos representa
la prim avera; la juventud, el estío; la virilidad, el otoño, y la
vejez, el invierno.)
11. L a s horas de la m añana son las m ás adecuadas para
los estudios (po rq u e la m añ an a sem eja la prim avera; el m edio
día, el verano; la tarde, el otoño, y la noche el invierno).
III. T o d o cuanto se ha de aprender debe escalonarse
conform e a los grados d e la edad, de tal manera que n o se
proponga nada que n o esté en condiciones de recibir.

F u n d a m e n t o II

11. L a N aturaleza prepara la m ateria antes de em pezar F u n d . II.


a adaptarle la form a. La m a te ria
P o r ejem plo: El ave, al p ro d u cir u n nuevo ser, prim era­ a n t e s q u e la
m ente concibe el germ en de u n a gota d e su sangre; después fo rm a .
hace el nido en que h a de p o n er los huevos, y p o r últim o,
incubándolos, los em polla y saca.
12. A sí el arquitecto experto, antes de em pezar la cons­ Im ita ció n .
trucción del edificio, reúne bastante cantidad de piedras, cal,
h ierro y otros elementos, p ara que luego n o se retrasen las
obras p o r falta de m aterial o p o r dicha causa peligre la soli­
dez de las m ismas.
D e igual m odo, el pintor que va a h acer u n retrato ad­
quiere el lienzo y le prep ara con la pasta, disuelve los colo­
res, dispone los pinceles p ara que estén a m an o y, p o r úl­
timo, pinta.
T am bién el agricultor, antes de com enzar la plantación,
trab aja p a ra ten er dispuesto el huerto, los patrones, los in­
jertos y todos los dem ás instrum entos de to d o género, no
sea que m ientras proporciona durante las operaciones lo que
le es necesario, pierda m ás por otra parte.
13. C ontra este fu n d a m en to pecan las escuelas: E rro r.
I. P orque no cuidan de tener dispuestos para el uso sus
instrum entos de trabajo: libros, tablas, m odelos, ideas, etc.
sino que a m edida que van necesitando u n a u o tra cosa, la
adquieren, hacen, dictan, transcriben, etc,, co n lo cual mar*
ch an desdichadam ente si tropezam os con u n P receptor im pe­
rito o negligente (q u e siem pre son la m ay o r p a rte ), com o si
un M édico cad a vez que tiene que p ro p in ar u n m edicam ento
se echase a buscar p o r selvas y jardines, hiciese acopio de
hierbas y raíces, las cociese, destilase, etc., etc., siendo así que
lo que convenía era ten er dispuestos los m edicam entos p ara
adm inistrarlos al m om ento en ca d a caso.
14. I I .— Porque en los m ism os libros que tienen las es­
cuelas n o se guarda el orden natural d e que preceda la mar
"■ - .::V ■
. ;cr- - v ^ v * ' ■ir;--? >7.v '!j
‘ .JU A N AMOS C Ó M fiN lO

tería y siga la form a. Precisam ente en to d o se h ace lo con­


trarío, la distribución de las cosas se efectúa antes de las
cosas m ismas, siendo así q u e es im posible ordenar sin poseer
antes lo que debe ponerse en orden. Pondré cuatro ejem plos:
15. ( 1 ).— L a s escuelas enseñan las palabras antes que las
cosas, porque entretienen el entendim iento duran te algunos
años con las artes del lenguaje y después, n o sé cuándo, pa­
san a los estudios reales, las m atem áticas, la física, etc., sien­
d o así que las cosas son la substancia y las palabras el acci­
dente; las cosas el cuerpo, las palabras el vestido; las cosas la
m édula y las palabras la corteza y la cáscara. D eben presen­
tarse juntam ente unas y otras al entendim iento hum ano; pero
en prim er lugar las cosas, puesto que son el objeto, tanto
del entendim iento com o de la palabra.
16. ( 2 ) .— Después, en el m ism o estudio de las lenguas
h a sido siem pre cosa corriente em pezar, no por algún buen
autor y por un diccionario sabiam ente ilustrado, sino por la
gramática; cuando los autores (y a su m odo los diccionarios)
supeditan las palabras a la m ateria de lo tratado, la gram á­
tica añade tan sólo la form a, dando leyes p ara construir, or­
denar y enlazar las palabras.
17. ( 3 ) .— E n tercer lugar, en el conjunto de disciplinas
o enciclopedias, ponen siem pre en prim er lugar las artes, y
hacen seguir m uy detrás las ciencias y la moral, cuando éstas
son el m ódulo de las prim eras.
18. ( 4 ) .— Finalm ente, exponen las reglas en abstracto y
después las aclaran con los ejemplos, sin tener en cu en ta que
la luz debe ir delante de lo que tiene que alum brar.
E n m ie n d a . 19. D e aquí se deduce que p ara corregir el m étodo con­
form e al fundam ento que acabam os de exponer, se requiere:
I. Que estén de antem ano dispuestos los libros y dem ás
instrum entos.
II. Que se fo rm e el entendim iento antes que la lengua.
III. Que ninguna lengua se aprenda por la gramática, sino
m ediante el uso de autores adecuados.
IV. Q ue las enseñanzas reales vayan antes que las orgá­
nicas.
V. Q ue tos ejem plos precedan a las reglas.

F u n d a m e n t o III

F u n d . III. 20. L a N aturaleza tom a para sus operaciones los sujetos


D e b e h a c e r­ a propósito, o tam bién para hacerlos aptos los prepara antes
se a d e c u a d a la adecuadam ente.
m a te ria p a r a r e ­ P o r ejem plo: El ave n o deposita cualquier cosa en el nido
c ib ir la fo rm a . en que está echada, sino u n objeto del que pueda salir un
pollo; esto es, un huevo. Si con ellos se m ezcla u n a piedra u
otro objeto cualquiera, p ro n to lo arro ja com o inútil. M ientras
está incubando, solam ente desarrolla la m ateria encerrada en
el huevo, que se revuelve y form a h asta que está en condi­
ciones de salir al exterior.
Imitación. 21. De igual m odo el arquitecto, después de escoger al­
gunos buenos m aderos, los deja secar, desbasta, sierra; luego
O fliÁ éTIC A MAGNA

allana la superficie, la lim pia, construye los m uros o rep ara


y consolida los antiguos p ara que sirvan de nuevo.
22. A sí tam bién el pintor, si n o tiene buen lienzo o sufi­
ciente pie p ara los colores, intenta, en cu an to le es posible,
disponerlo del m ejor m odo, alisando el uno y m oliendo bien
los otros hasta dejarlo en condiciones de aptitud.
23. Lo m ismo el agricultor: 1. Elige los patrones de es­
pecie fructífera m uy desarrollados. 2. Los transplanta al
h uerto y los cubre prudentem ente de tierra. 3. N o practica
el injerto en el nuevo tallo hasta que n o ve que h an prendido
las raíces. 4. Y antes de injertar el nuevo tallo, suprim e las
varitas anteriores y h asta llega a co rta r con la sierra el tronco
m ismo p a ra que no haya gota ninguna de savia que no esté
destinada a desarrollar el injerto.
24. Se ha pecado contra este fu n d a m en to en las escuelas, E rro r.
no tan to adm itiendo en ellas a los obtusos y necios (sabida
es nuestra opinión de que toda la juventud debe ser reci­
b id a), sino
1. N o transplantando estas plantas a los viveros; esto es,
no reuniéndolos com pletam ente en las escuelas, ya que los
que han de ser transform ados en hom bres n o deben salir del
taller antes de su total form ación.
2. P orque m uchas veces intentaron injertar los plantones
de las ciencias, costum bres y piedad antes de que el m ism o
patrón echase las raíces, es decir, antes de excitar el deseo
de aprender en aquellos a quienes la N atu raleza n o se lo
despertó.
3. P orque no podaron los arbolillos o patrones antes de
la plantación; esto es, n o lim piaron el espíritu de ocupacio­
nes superfluas, sujetándolos con prudencia p o r m edio de la
disciplina y obligándolos a adquirir el orden.
25. D espués de lo cual E n m ie n d a .
I. T odo el que en la escuela ingrese, tenga perseverancia.
II. Para cualquier estudio que haya de em prenderse hay
que preparar el espíritu de los discípulos (acerca de lo cual
hablarem os m ás extensam ente en el capítulo siguiente, F u n ­
dam ento I I ) .
III. H a y q u e despojar de im pedim entos a los discípulos.
P a ra n ad a sirve d ar preceptos si antes n o rem ueves los obs­
táculos a lo que preceptúas, dice Séneca. C ierto es y de ello
tratarem os en el siguiente capítulo.

F u n d a m e n t o IV

26. L a N aturaleza no se co n fu n d e en sus obras, procede F u n d . IV .


claram ente en cada una de ellas. T o d o se fo r­
Sigam os el ejem plo: M ientras se verifica la form ación de m a cla ram e n te
la avecilla, se form an en u n tiem po los huesos, venas, ner­ sin c o n f u s i ó n
vios; en otro, se consolida la carne; en otro, se recubre de a lg u n a .
piel; en otro, se cubre de plum as; en otro, se enseña a
volar, etc.
27. C uando el arquitecto construye los m uros no levanta Imitación.

5
66 JU A N AMÓS CO M EN IO

al m ism o tiem po las paredes, y m ucho m enos edifica el teja­


do, sino que efectúa cad a cosa en su tiem po y lugar,
28. T am poco el pintor hace al m ism o tiem po veinte o
trein ta retratos, sino que se dedica a uno exclusivamente. Y
si p o r casualidad traza algún otro o realiza cualquier otro
trabajo, tiene, sin em bargo, siem pre u n a sola o b ra com o
principal.
29. Igualm ente el agricultor no injerta al m ism o tiem po
varios tallos, sino u n o después de otro, tan to p ara n o con­
fundirse com o p ara n o interrum pir la acción de la N a tu ­
raleza.
Error. 30. E n las escuelas existió la confusión de enseñar a los
discípulos m uchas cosas a un tiempo.
P or ejem plo: la gram ática latina y la griega, quizá la re­
tórica y qué sé yo qué m ás. ¿Q uién n o sabe que en las es­
cuelas clasicas se cam biaba durante el día de ejercicios y
lecciones en cada hora? Y pregunto yo, ¿qué es confusión si
n o lo es esto? Es igual que si u n zapatero se propusiese hacer
al m ism o tiem po seis o siete zapatos, em pezando u no y de­
jándole en seguida p a ra coger otro, y asi sucesivam ente. O
com o si el panadero estuviese m etiendo y sacando continua­
m ente los panes en el horno, de m anera que fuese necesario
tener que efectuar la operación m uchas veces p ara que que­
dasen cocidos. ¿Pero quién es el que así procede? El zapatero
n o to c a seguram ente u n zapato hasta n o hab er term inado el
anterior. E l panadero n o introduce nuevos panes en el horno
h asta que no estén cocidos los que m etió antes.
Enmienda. 31. Im itém oslos y procurem os que n o se im buya la dia­
léctica a los que estudien gram ática; y cuando ésta ocupa
n uestra inteligencia no vayam os a p ertu rb arla con la retórica,
y que m ientras estudiam os lengua latina espere la griega, et­
cétera. A dem ás se dificultan las unas a las otras, porque
el que m ucho abarca poco aprieta. N o ignoraba esto aquel
insigne varón, Josó Escaligero, de quien se refiere que (tal
vez por consejo de su padre) jam ás se dedicó sino a u n
solo estudio, al que se entregaba durante aquel tiem po con
todas las energías de su entendim iento. Esta fue la causa de
que d e tal m odo llegase a conocer catorce, idiom as y cuantas
artes y ciencias puede investigar el ingenio hum ano, u n a
despues de otra, que resultase m ás versado en todas ellas
que los que a u n a sola se dedican. Quien intentó seguir estas
huellas n o lo intentó en vano,
32. C uídese tam bién en las escuelas de que los discípulos
no se ocupen en cada m o m e n to sino de una cosa sola.

F u n d a m e n t o V

Fund. V. 33. L a N aturaleza em pieza todas sus operaciones por lo


L o m ás ín te r- m ás interno.
n o e n p rim e r E jem plo: N o form a al pajarillo lo prim ero las uñas, o las
lu g ar. plum as o la piel, sino las visceras y todo lo externo después
a su tiempo.
Imitación. 34. A sí el agricultor n o aplica los tallos a la corteza p o r
DIDACTICA MAGNA 67

fuera, ni los introduce en la superficie del tronco, sino que


ab re el cuerpo de la p lan ta p o r la m ism a m édula e introduce
profundam ente el tañ o bien ajustado, tapando las hendidu­
ras cuidadosam ente de m odo que n o pueda extravasarse nin­
guna p arte de la savia, sino que riegue el interior del tallo y
le com unique energía p a ra su vegetación.
35. T am bién el árbol, alim entado p o r la lluvia celeste o
p o r la hum edad del terreno, no lo recibe p o r la p arte exte­
rio r de la corteza, sino que efectúa su nutrición p o r los poros
de las p artes interiores. P o r lo m ism o no suele el agricultor
reg ar las ram as, sino las raíces, y el anim al no tom a el ali­
m ento p o r los m iem bros exteriores, sino p o r el aparato di­
gestivo, que u n a vez que lo p rep ara lo esparce por todo el
cuerpo. Así, pues, si el form ador d e la juventud actúa inten­
sam ente sobre la raíz del conocim iento, esto es, el entendi­
m iento, con facilidad pasará el vigor a la estaquilla, la m em o­
ria, y aparecerán po r fin las flores y los frutos, el uso expe­
dito del idiom a y el conocim iento de las cosas,
36. . Pecan en esto los Preceptores que pretenden realizar E rro r.
la form ación de la juventud que tes está encom endada dictan­
d o y exigiendo m ucho a la m em oria sin una diligente inves­
tigación de las cosas. Y además, los que quieren investigar e
ignoran el m odo, desconociendo cóm o se debe abrir con
suavidad la raíz y colocar los injertos de las doctrinas. Y,
p o r lo tanto, m achacan a los discípulos com o si el que qui­
siera abrir u n a planta em please en lugar del cuchillo u n palo
o un mazo.
37. D e lo que se deduce: E n m ie n d a.
I. D eb e form arse prim ero el entedim iento de tas cosas;
después la memoria, y, por últim o, la lengua y las manos.
II. D ebe tener en cuenta el Preceptor todos los m edios
de abrir el entendim iento y utilizarlos congruentem ente. (D e
ellos tratarem os en el capítulo siguiente.)

F u n d a m e n to VI

38. L a naturaleza parte en la form ación de todas sus F u n d . V I.


cosas de lo m ás general y term ina por lo m ás particular. Lo g e n era l
E jem plo: A l producir el ave del huevo n o figura o form a en p r im e r té r ­
p rim ero la cabeza, los ojos, las plum as o las uñas, sino que m in o .
caldea to d a la m asa del huevo, y con el m ovim iento excitado
p o r el calor extiende las venas p o r ella de m anera que se de­
term inen ya los rasgos de todo el pajarillo (lo que deba ser
cabeza, lo que deban ser las alas o las patas, e tc .), y p o r úl­
tim o, se fo rm a poco a poco ca d a u n a de ellas hasta su per­
fección.
39. Im itando esto el arquitecto, prim ero concibe la idea Im ita ció n .
general d é todo el edificio, bien sólo en su m ente, bien lo
dibuja en u n plano o bien hace u n m odelo de m adera, y
después de esto pone los cim ientos, levanta las paredes y, po r
últim o, lo cubre con el techo. Solam ente después se de­
dica a todas aquellas m enudencias que h a n de com pletar la
JU A N AMÓS COMENIÓ

casa: puertas, ventanas, escaleras, etc. Finalm ente, añade los


adornos, pinturas, esculturas, tapices, etc.
40. Igualm ente, el pintor que va a reproducir la efigie de
un hom bre no dibuja ni p in ta prim ero la oreja, el ojo, la
n ariz o la boca, sino que diseña p rim ero la cara o todo el
hom bre co n carboncillo. Después, si obtiene las proporcio­
nes exactas, asegura estos trazos con u n ligero pincel, aun
de un m odo general. Luego hace resaltar los espacios de luz
y som bras y, p o r últim o, trabaja particularm ente ca d a m iem ­
b ro dándole colorido distinto.
41. T am bién el escultor, p ara hacer u n a estatua, tom a un
tronco inform e, lo desbasta p o r to d o alrededor, prim ero
groseram ente y después con más cuidado p ara que vayan
poco a poco m arcándose los rudim entos de una im agen, y,
p o r últim o, form a con escrupulosidad cada m iem bro y le '
cubre de su color.
42. E l agricultor ob ra de u n m odo semejante. T o m a la
im agen general del árbol, esto es, el injerto, que pu ed e p ro ­
ducir tantas ram as principales cuantas yem as tiene.
E rro r. 43. D e lo cual se deduce que se enseñan m u y m al las
ciencias cuando su enseñanza no va precedida de un vago y
general diseño de toda la cultura, pues no hay nadie que
pueda ser instruido de tal m anera que resulte perfecto en
cualquier ciencia p articu lar sin relación con las dem ás.
44. Igualm ente se enseñan m al las artes, las ciencias y los
idiom as sin previos rudim entos, com o recordam os que se
hacía con frecuencia cuando, estudiando D ialéctica, R etórica
y M etafísica, nos recargaban co n preceptos prolijos, com en­
tarios, crítica de los com entarios y coincidencias y contro­
versias de los autores. Igualm ente nos abrum aban con la
gram ática latina con sus anom alías y la griega, h asta con
sus dialectos, a nosotros, pobrecillos, llenos de estupor e ig­
norantes de lo que eran aquellas cosas.
E n m ie n d a , 45. E l rem edio de este m al será que:
I. Se echen los cim ientos de la erudición general desde el
prim er m om ento de su form ación en la inteligencia de los
niños que han de dedicarse a los estudios; esto es, u n a dispo­
sición tal de las cosas que los estudios que después se em ­
p ren d an no parezca que aportan nada nuevo, sino que sean
u n cierto desarrollo p articu lar de lo prim eram ente aprendi­
do. D el m ism o m odo que a] árbol que crece d u ran te cientos
de años n o le nacen nuevas ram as, sino las que en u n prin­
cipio le salieron se subdividen siem pre en nuevas ram illas.
II. Cualquier idioma, ciencia o arte se enseñe prim ero por
los m ás sencillos rudim entos p ara que tenga de ella total
idea. Luego, m ás intensam ente los preceptos y ejemplos.
E n tercer lugar, el sistem a com pleto con las excepciones. P o r
últim o, los com entarios, si hay necesidad. E l que se hace
cargo del asunto desde el principio n o tiene necesidad
de com entarios. E l mismo, tal vez, pueda com entar poco
después.
DIDACTICA MAGNA . .j : . . ■- ■1

F u n d a m e n to V II

46. L a N aturaleza no da saltos, sino que procede gra­ F und. V II.


dualm ente. A sí la form ación del ave tiene sus grados, que no T odo g ra ­
pueden suprim irse ni anteponerse hasta que el pollo salga d u a lm e n te ; na­
del roto cascarón. Cuando esto se h a efectuado n o le ordena d a d e salto s.
inm ediatam ente la m adre volar ni buscar la com ida (a ú n no
p u ed e ), sino ella m ism a le alim enta, y prestándole todavía
su propio calor, favorece la form ación de la plum a. C uando
está cubierto de ella, n o salta en seguida del nido p ara volar,
sino que se ejercita poco a poco; prim ero, e n el m ismo nido
extiende las alas; después, las agita subiéndose a lo alto del
nido; luego, intentando volar fu era del nido a sitio cercano;
más tarde, de ram a en ram a; luego, de árbol en árbol; des­
pués, atraviesa volando de m onte a m onte, y así llega, por
fin, a confiarse con seguridad en el espacio libre. ¡He aquí
cóm o se da a cada cosa su debido tiem po! ¡Y n o el tiem po
sólo, sino los grados, y tam poco los grados solam ente, sino
la serie inm utable de estos grados!
47. Igual procedim iento sigue el que edifica una casa: Im ita ció n .
no em pieza p o r el tejado ni p o r las paredes, sino p o r los ci­
mientos. T am poco, una vez term inado el cim iento, construye
el techo, sino que levanta las paredes. E n u n a palabra: co n ­
fo rm e se relacionan las cosas unas con otras así debem os en­
lazarlas, y no de m odo diferente.
48. T am bién debe el agricultor sujetarse a grados en sus
operaciones: es necesario que haga la zanja, escoja el tronco,
io transplante, practique las incisiones, haga el injerto, tape
las hendiduras, etc., n ad a de lo cual puede om itir ni ante­
poner u n a cosa a otra. Y de este m odo, guardando estricta­
m ente esta gradación, n o puede m enos de tener éxito la
obra.
49. C laram ente se ve que es u n a necedad que los pre­ E rro r.
ceptores n o hagan p ara ellos y los discípulos u n a tal distri­
bución de los estudios que no solam ente vayan unas cosas
después de otras, sino que cada u n a de ellas se desenvuelva
dentro de límites determ inados. Sin determ inar el lím ite ni
fijar los m edios p ara llegar a estos límites y el orden de estos
medios, con facilidad se pasa algo, algo se invierte y se per­
tu rb a todo.
50. A sí, pues: E n m ie n d a .
I. E l núcleo de los estudios debe distribuirse cuidadosa­
m en te en clases, a fin de que los prim eros abran el cam ino a
los posteriores y les den sus luces.
II. H ay que hacer una escrupulosa distribución del tiem ­
po para que cada año, mes, día y hora tenga su particular
ocupación.
III. D ebe observarse estrictam ente la extensión del tiem ­
p o y el trabajo para que nada se om ita ni se trastorne nada.
J U A N A M Ó S C O M É N IO

F u n d a m e n to V III

F u n d . V I II. 51. L a N aturaleza así que com ienza n o cesa hasta ter­
N o h ay q u e minar.
cesar h a s ta n o C uando el ave em pieza a incubar el huevo p o r instinto
te rm in a r la de la N aturaleza, no cesa h asta que le saca. Si cesase n o m ás
o b ra. que durante algunas horas, al enfriarse el feto m oriría. Sa­
cados ya los pollos tam poco deja de resguardarlos h asta que,
consolidados en la vida y bien vestidos de plum as, pueden
lanzarse al aire.
Im ita ció n . 52. Igualm ente el pintor al com enzar u n re tra to proce­
d erá convenientem ente si continúa la obra. A sí los colores
se m ezclan m ejor y con m ás firm eza se adhieren.
53. P o r la m ism a razó n es bueno apresurar continua­
m ente hasta su term inación la construcción de un edificio.
D e otro m odo el sol, la lluvia y los vientos estropean el tra­
bajo; los m ateriales que después se em plean no se adhieren
con tan ta firm eza, y todo se to rn a m utilado, cuarteado, sin
consistencia.
54. P rudentem ente el labrador tina vez que h a puesto
m ano sobre u n a p lan ta ya n o la levanta hasta que h a term i­
n ad o el trabajo; porque si durante el retraso deja secar el
tronco o el injerto, se p erd erá la planta.
Error. 55. D e lo cual se deduce que se procede dañosam ente
si los niños van periódicam ente con intervalos de m eses o
años a la esíu ela y du ran te otros períodos se dedican a otros
asuntos. Lo m ismo si el Preceptor com ienza con el discípulo
ah o ra una cosa luego otra, sin llevar n ad a hasta el fin seria­
m ente. Tam bién si no se propone y term ina algo en cada
h o ra de m odo que resulte u n patente adelanto en cad a vez.
D onde falte tal entusiasm o, se enfriará todo. N o se dice en
balde: H ay que forjar el hierro m ientras está caliente. P orque
si se deja enfriar, en vano golpearás con el m artillo, será ne­
cesario volverle al fuego co n segura pérdida de tiem po y de
hierro. C uantas veces se m ete al fuego otras tantas pierde
algo de su substancia.
Enmienda. 56. P or lo tanto:
I. A l que haya de ir a la escuela reténgasele en ella hasta
que se convierta en hom bre erudito, de buenas costum bres y
religioso.
II. L a escuela debe estar en lugar tranquilo, separado dé
las turbas y barullos.
III. L o que, según esté establecido, haya que hacer, há­
gase sin interrupción alguna.
TV. N o deben otorgarse a nadie salidas ni vagancias
(bajo ningún pretexto).
'T-
A.V
í Md Ac t ic a m a g n a 71

F u n d a m e n to IX

57. L a Naturaleza evita diligentem ente lo contrario y F und. IX .


nocivo. E v ita r lo c o n ­
El ave que calienta los huevos al incubarlos no tolera trario .
viento fuerte, ni lluvia o granizo. A huyenta tam bién a las
serpientes, aves de rapiña y otros daños.
58. Así el arquitecto conserva secas, en cuanto le es p o ­ Im ita c ió n .
sible, las m aderas, paredes y la cal, y no deja que se des­
tru y a o deshaga lo que ya está edificado.
59. Igualm ente el pintor no deja llegar al retrato recién
p in tad o el viento cálido, el calor intenso, el polvo o las m a-
60. T am bién el labrador rodea de palos o con una espe­
cie de cestillo las plantas nuevas a fin de que n o puedan ser
roídas o arrancadas p o r los cabritillos o las liebres.
nos ajenas.
61. Se procede, pues, con poca prudencia cuando en el E rro r.
com ienzo de los estudios se proponen controversias a la ju­
ventud; es decir, se despiertan dudas respecto del conoci­
m iento m ism o que pretendem os inculcar en su entendim ien­
to. ¿Q ué es esto sino arran car la p lan ta que va a echar raíces?
(C on m ucho acierto escribe H ugo: N u n ca llegará a poseer la
verdad el que com ienza a instruirse por la discusión.)
Y lo m ism o si no apartamos de los malos libros, erróneos
o confusos a la juventud, com o así m ism o de las nudas com ­
pañías.
62. Será, pues, conveniente:
I. Q ue los d isd p u lo s no tengan abundancia de libros, a no
ser los de su clase .
II. Q ue los libros referidos estén de tal m o d o preparados
que no pueda aprenderse en ellos sino sabiduría, piedad y
buenas costumbres.
III. N o deben tolerarse com pañías disolutas ni en las es­
cuetas ni cerca de ellas.
63. Si todo esto se observa con cuidado seguram ente las
escuelas llenarán su fin.
C A P IT U L O X V II

FU NDAM ENTOS DE LA F A C IL I D A D PA R A ENSEÑA R Y


. A PRENDER

No basta que 1. H asta aquí hem os procurado investigar los m edios de


pueda efectuar­ que ha de valerse el fo rm ad o r de la juventud p ara llegar
se algo con se­ de un m odo cierto a la consecución de su propósito; veamos
guridad; hay
que p r o c u r a r ah o ra cóm o h an de atem perarse dichos m edios a las diversas
también la fa­ inteligencias p ara que p u ed an recibirlos con facilidad y
cilidad. agrado.
Diez funda­ 2, Siguiendo las huellas de la N aturaleza hallarem os que
mentos de ello. fácilm ente puede instruirse a la juventud si
I. Se com ienza tem prano cuites de la corrupción de la in­
teligencia.
II. Se actúa con la debida preparación de los espíritus.
III. Se procede de lo general a lo particular.
IV . Y de lo m ás fácil a lo m ás difícil.
V . S i n o se carga con exceso a ninguno de los que han
d e aprender.
VI. Y se procede despacio en todo.
V II. Y n o se obliga al entendim iento a nada que no le
convenga por su edad o por razón del m étodo.
V III. Y se enseña todo por los sentidos actuales.
IX . Y para el uso presente,
X . Y siem pre por u n solo y m ism o m étodo.
D e esta m anera todo se irá consiguiendo suave y grata­
m ente. P ero estudiem os ahora las huellas de la N aturaleza.

F u n d a m e n to I

F u n d . I. 3. L a naturaleza em pieza siem pre por la privación.


H a y q u e to ­ El ave tom a p ara incubar los huevos m ás recientes que
m ar m a te ria contengan la m ateria m ás p u ra ; si estuviese el pollo ya co­
p u ra . m enzado a form ar, en vano se esperará un feliz suceso.
4. Asim ism o el arquitecto necesita p ara edificar la casa
que el terreno esté libre y desem barazado, y si h u b iera de
construirla en el lugar que ocupaban otras, debe previam ente
dem olerlas.
5. El pintor realiza bien su trabajo en u n a tabla limpia.
Si estaba ya pintada o m anchada o afeada con alguna aspe­
reza, debe lim piarla y pulirla antes.
6. El que intenta g uardar ungüentos preciosos necesita
vasos vacíos o, po r lo m enos, bien limpios del líquido que
antes contenían.
7. T am bién el labrador p lanta co n facilidad los arbolillos
nuevos, pues si son plantas ya más crecidas tiene que des­
pojarlas antes de sus ram as e im pedir to d a ocasión de que
se derram e la savia. P or esta causa A ristóteles incluía la pri­
vación entre los principios de las cosas; pareciéndole imposi­
ble que se pudiese d ar a la m ateria u n a nueva fo rm a sin abo­
lir la anterior.
8. D e lo cual se deduce: Prim ero. Q ue los entendim ien­ E rro re s.
tos tiernos, aun n o acostum brados a distraerse en otras ocu­
paciones, son m ás a propósito para recibir con facilidad las
enseñanzas de la sabiduría.
F cuanto más tardíamente se em piece la form ación m ayor
será la dificultad que se encontrará, p o r estar ya la m ente
ocupada co n otras cosas. Segundo. Los niños n o pueden ser
instruidos provechosam ente p o r m uchos P receptores a la vez,
porque n o es probable que todos tengan la m isma m anera de
enseñar, lo cual es causa de distracción p ara sus tiernos en­
tendim ientos y u n obstáculo p ara su form ación. E n tercer
lugar, o b ran con ignorancia los que al encargarse de m ucha­
chos m ayores y adolescentes p ara educarlos no em piezan
p o r la form ación de las costum bres, c o n el fin de que, do­
m adas sus pasiones, sean aptos p a ra todo lo dem as. Con
acierto los dom adores de caballos castigan prim eram ente al
caballo con el hierro y le hacen obediante antes de que le
dom en p ara una u o tra cosa. Sabiam ente dice Séneca: A p ren ­
de prim ero buenas costumbres, después sabiduría, la cual se
aprende torpem ente sin las costum bres. Y C icerón: La filo ­
sofía m oral prepara los ánim os para recibir las semillas, etc.
9. Luego E n m ie n d a .
I. L a form ación de la juven tu d em piece tem prano.
II. N o debe haber más que un solo Preceptor para el
m ism o discípulo en cada materia.
III. A n te s de nada procúrese la arm onía de las costum ­
bres al arbitrio del form ador.

F u n d a m e n to II

10. L a N aturaleza predispone la materia para hacerle F u n d . II.


apetecer la form a. L a m a te ria se
Así el pollo suficientem ente form ado den tro del huevo d i s p o n e p a ta
buscando la m ayor perfección se m ueve, quiebra el cascarón a p e te c e r la f o r ­
o le rom pe con el pico. Libre de aquella cárcel, agradece ser m a.
cuidado p o r la m adre, se alegra de com er y ávidam ente coge
en su pico y traga la com ida que se le da; m uestra placer si
le colocan a la vista del cielo; goza en ejercitarse en el vuelo
y volar después; en una p alabra: va con avidez, pero gradual­
m ente, a la perfección de su naturaleza.
11. A sí el labrador debe p ro c u rar que la planta esté Im ita ció n .
siem pre provista de cuanta h u m edad y calor necesite.
12. Proceden, pues, d e mala m anera con los niños quienes E rro r,
los obligan a los estudios contra su voluntad. ¿Qué esperarán
obtener de ello? Si el estóm ago n o siente apetito a la vista
del alim ento y, sin em bargo, se le obliga a adm itirle, n o se
f- ,
74 JU A N AMÓS C O M EN IO

producirán sino náuseas y vómitos, o seguram ente m ala di­


gestión y enferm edad. P o r el contrario, lo que se ingiera en un
estóm ago ham briento lo recibirá con avidez, lo digerirá con
fuerza y lo convertirá en jugo y sangre. P o r lo cual dice Isó-
crates: eav r¡í <£iAo¿mr#?7í £<rr¡ ttoAuju/jiJtjs. (Si eres ávido de
aprender, llegarás a ser erudito.)
Y Q uintiliano: E l deseo de aprender se apoya en la volun
tad que n o puede ser obligada.
Enmienda. 13. Luego:
I, Por todos los m edios hay que encender en los niños el
deseo de saber y aprender.
II. E l m étodo de enseñar debe dism inuir el trabajo de
aprender de tal m o d o que no haya nada que m oleste a los
discípulos n i los aparte de la continuación de los estudios.
D e q u é m o­ 14. El deseo de aprender puede encenderse en los n iñ o s 1*
d o s e h a d e ex­ y ser fom entado p o r los padres, los preceptores, la escuela,
c ita r y fo m e n ta r las cosas mismas, el m étodo y los gobernantes.
el d e s e o de
15. P o r los padres, si con frecuencia ensalzan la erudi­
a p re n d e r e n Jos
n iñ o s.
ción y alaban a los eruditos; si p a ra estim ular a sus hijos les
prom eten bellos libros, vestidos o alguna otra cosa agradable;
1) P o r ios si los encom iendan a un preceptor de tan insigne erudición
p a d res. com o hum anidad p ara los discípulos (E l am or y la adm ira­
ción son afectos vehem entísim os para im prim ir el deseo de
imitar); finalm ente, ¿7 alguna que o tra vez los envían al pre­
ceptor con algún encargo o regalillo, conseguirán con faci­
lidad que acojan con agrado, n o sólo la enseñanza, sino al
preceptor mismo.
2 ) P o r los 16. Por los preceptores, si son afables y bondadosos, sin
p rece p to re s. espantar los espíritus con su som bría seriedad; atrayéndolos,
p o r el contrario, con su p atern al afecto, m odales y palabras;
si hacen agradables los estudios que em prendan p o r su im­
portancia, am enidad y facilidad; si alaban y ensalzan a los
m ás aplicados (repartiendo a los m ás pequeños m anzanas,
nueces, dulces, e tc .); si e n reunión privada o tam bién públi­
cam ente les enseña y deja m anejar pinturas, instrum entos
ópticos o geom étricos, globos celestes y otras cosas seme­
jante'! que en alguna ocasión tendrán que aprender y que
pueden despertar en ellos gran adm iración; si valiéndose de
ellos envía algún aviso a los padres. E n una p alab ra: si
tratan a los discípulos con amor, fácilm ente ro b arán su co­
razón de tal m odo que prefieran estar en la escuela m ejor
que en su casa.
3 ) L a escu e­ 17. L a escuela m ism a d eb e ser u n lugar agradable, b rin ­
la m ism a lle n a d ando encanto a los ojos p o r d entro y p o r fuera. P or dentro
de a m e n id a d será una sala llena de luz, lim pia y adornada de pinturas por
p o r d e n tro y todas partes; y a sean retratos de varones ilu stre s;'y a m apas
p o r fu e ra . corográficos; ya representaciones de la historia; ya cualquier
o tra clase de em blem as. A l exterior debe tener la escuela, no
sólo una gran plaza donde expansionarse y jugar (n o hay que
prohibírselo a veces a la juventud, com o verem os d esp u és),
sino tam bién un jardín en el que de vez en cuando dejen
saciarse a sus ojos con la vista de los árboles, flores y h ie r­
bas. SÍ de esta m anera se dispone, es m uy posible que
vayan a la escuela co n no m enor contento que con el
W D Á C T IC A m a g n a 75

que suelen ir a las ferias, donde siem pre esperan v er y oír


algo nuevo.
18. L a s cosas m ism as anim an a la juventud si están al 4 ) P o r las
alcance de su edad y se exponen co n claridad, m ezclando, cosas.
desde luego, las jocosas o en realidad m enos serias y siem ­
p re agradables. Esto es, m ezclar lo útil con lo dulce.
19. Para que el m étodo excite el deseo de los estudios es 5 ) P o i el
necesario, en prim er lugar, que sea natural. L o que es n atu ­ m é to d o q u e se a
ral m arch a p o r su propio impulso. N o hay que obligar al natural
agua a que co rra p o r la pendiente. Si rem ueves el ribazo,
o lo que la detenga, la verás co rrer al punto. Tam poco el
avecilla necesita hacerse rogar para salir volando en el m o­
m ento de abrirle la jaula, y si ofreces a la vista 0 el oído u n a
h erm o sa p in tu ra o m elodía, n o tendrás que em plear am arras
p ara que el oído o la vista se dirijan hacia ellas. D el prece­
dente capítulo, así com o de las reglas que siguen, puede de­
ducirse lo que requiero el m étodo natural.
E n segundo lugar, p ara que el m étodo m ism o constituya y m ezcle con
u n atractivo es necesario suavizarle co n cierta prudencia, a p r u d e n c i a lo
saber: que todas las cosas, aun las m ás serias, se traten de ú til a. l o d u lce .
m odo fam iliar y ameno, en fo rm a de coloquio o disputa
enigm ática, o m ediante parábolas y apólogos. E n su lugar
tratarem os de esto con m ás extensión.
20. El M agistrado y los R ectores de las escuelas pueden 6) Por el Go­
tam bién excitar la actividad de los que estudian si intervie­ bierno.
nen p o r sí m ism os en actos públicos (b ien sean ejercicios, de­
clamaciones y controversias, o exám enes y prom ociones [gra­
dos]) y rep arten sin favor entre los m ás aplicados alabanzas
y prem ios.

F u n d a m e n t o III

21. L a N aturaleza saca todo de sus principios, pequeños F u n d . II I .


en tam año, potentes en energía. T o d o d e su s
P o r ejem plo: Lo que h a d e d ar origen al ave se contiene p ro p io s p rin c i­
en u n a gota y se rodea de cáscara p ara que sea igualm ente p io s.
fácil de gestación en el ú tero que el desarrollo en la incuba­
ción. E ncierra, sin em bargo, en potencia el ave com pleta,
pues luego sé fo rm a allí el cuerpo del ave en virtud de la
energía contenida.
22. A sí el árbol, cualquiera que sea su m agnitud, está Imitación.
com pletam ente contenido con sus frutos y la elevación de
sus ram as en el tallito; de tal m anera, que si se le introduce
en la tierra saldrá de él el árbol com pleto m ediante la acción
de la energía interna.
23. Ordinariam ente se ha pecado de un m o d o enorm e en E n o rm e ab e ­
las escuelas contra este fundam ento. L a m ay o r p arte de los rrac ió n .
P receptores intentan sem brar hierbas e n vez de semillas
y p lan tar áfboles en lugar de tallos, cuando pretenden im ­
b u ir en los discípulos el caos de las conclusiones diversas y
textos com pletos en lugar de los principios fundam entales.
Siendo así, que tan cierto es que el m undo se com pone de
cu a tro elem entos (en form as m u y variadas) com o que la
j u a n “a m ó s c o m b n io

erudición se basa en poquísim os principios, de los cuales se


deduce una infinita m ultitud de consecuencias del m ism o
m odo que pueden surgir cientos de ram as y miles de hojas,
flores y frutos de u n árbol de raíz m uy firm e. ¡Q uiera Dios
com padecerse de nuestro siglo y abrir a alguno los ojos del
entendim iento p ara que v e a con claridad las relaciones de
las cosas y las m uestre a los demás! N osotros, si D ios quiere,
darem os la m uestra de nuestro intento en la Sinopsis de la
P ansofía C ristiana, con la hum ilde esperanza de que acaso
Dios, p o r m ediación de otros, dé a conocer m uchas cosas a
su tiem po.
E n m ie n d a . 24. E ntretanto tengam os presente estas tres conclu
siones:
I. Toda arte debe ser encerrada en reglas brevísimas, pero
m u y exactas.
II. Toda regla ha de ser expresada en m u y pocas pala­
bras, pero claras en extrem o.
III. A toda regla han de acom pañarse m uchos ejem plos
para que su utilidad sea manifiesta, por m uchas aplicaciones
que la regla tenga.

F u n d a m e n to IV

F u n d , IV . 25. L a N aturaleza procede de lo m ás fácil a lo m á s di­


L o m ás fá c il, fícil.
an tes. P o r ejem plo: L a form ación del huevo no em pieza p o r la
p arte m ás dura, la cáscara, sino p o r la yem a, la cual se re­
cubre al principio de una m em brana y luego de una cubierta
m ás dura. C uando el ave va a lanzarse a volar, prim eram ente
se acostum bra a sostenerse en los pies; luego, a m over las
alas; m ás tarde, a agitarlas; después, a elevarse m ediante una
vibración m ás fuerte, y p o r últim o, se confía al aire libre.
Im ita ció n . 26. A sí el carpintero aprende prim ero a co rtar la m adera;
después, a cepillarla; luego, a tram arla, y p o r últim o, a cons­
tru ir el edificio entero, etc.
E r r o r e s va­ 27. E n contra de esto acontece que m uchas veces se en­
rio s. seña en las escuelas lo que desconocem os p o r m edio de o tra
( 1) cosa que tam bién nos es desconocida, com o: 19 C uando se
dan reglas en latín a los alum nos de lengua latina; que es
igual que explicar lengua heb rea m ediante reglas hebreas o
( 2 ) árabe p o r preceptos árabes. 29 C uando a dichos alum nos se
les da com o auxiliar un diccionario latino-com ún, debiendo
hacerse al contrario. N o tienen que aprender el idiom a co­
m ún p o r el latín, sino que quieren aprender latino m ediante
el idiom a com ún, que se supone ya conocido, (A cerca de
esta confusión direm os bastante m ás en el capítulo X X IL )
( 3 ) 39 C uando se encom ienda un niño a un Preceptor extranjero
que ignora el idioma del niño. P o rq u e se les despoja del ins­
trum ento com ún y sólo pueden em plear entre sí señas y
conjeturas; ¿qué o tra cosa h arán sino una to rre de Babel?
(4 ) 4? Se apartan tam bién de la recta razón quienes m ediante
los m ism os preceptos gramaticales, etc. (sean de M elanchton
o de R am io ), intentan instruir a la juventud de todas las na-
d o n e s (francesa, alem ana, bohem ia, polaca, húngara, etcé­
te ra ), siendo así que cada lengua guarda con el idiom a latino
u n a relación peculiar, y en cierto m odo propia, que es nece­
sario descubrir si querem os enseñar a los niños la naturaleza
de la lengua latina.
28. Se corregirán estas equivocaciones, si E n m ie n d a .
I. E l Preceptor y los discípulos hablan el m ism o idioma.
II. Todas las explicaciones de las cosas se hacen en la len­
gua conocida.
III. Toda gramática y diccionario se adaptan a la lengua
m ediante la cual ha de aprenderse la nueva. (L a latina a la
lengua com ún, la griega a la latina, etc.)
IV . E l estudio de la nueva lengua se hace gradualmente
d e manera que el discípulo se acostum bre: prim ero, a enten­
d er (es lo m ás fá cil); después, a escribir (donde hay tiem po
p a ra p e n s a r), y por últim o, a hablar (esto es m ás difícil por­
que es m ás repentino).
V. C uando se junta la latina con las lenguas com unes
preceden siem pre éstas com o más conocidas y va después la
latina.
V I. L o s objetos se disponen de tal m anera que primero se
conozcan los próxim os; después, los m ás cercanos; luego, los
lejanos, y por fin , los m ás remotos. P o r lo cual, al exponer
reglas a los niños (p o r ejemplo, en Lógica, Retórica, e tc.), no
h ay que aclararlas con ejemplos que estén lejos de su al­
cance (teológicos, políticos, poéticos, e tc .), sino tom ados del
uso diario. D e lo contrario, no entenderán ni la regla ni su
aplicación.
V II. Se ejercitan en los niños: los sentidos en prim er lu­
gar (esto es fácil); después, la m em oria; luego, el entendi­
m iento, y por últim o, el juicio. Así, gradualm ente, seguirán;
porque la ciencia em pieza p o r el sentido, y p o r la im agina­
ción pasa a la m em oria; después, p o r inducción de lo singu­
lar, se fo rm a el entendim iento de lo universal, y p o r últim o,
de las cosas suficientem ente entendidas se com pone el juicio
p ara la certeza del conocim iento.

F u n d a m e n to V

29. L a N aturaleza no se recarga con exceso; se contenta Fund. V. '


con poco. N o hay ex­
P o r ejem plo: N o exige que de u n h uevo salgan dos ave­ ceso.
cillas; se satisface con producir u n a sola. E l labrador no co­ Im ita c ió n .
loca varios injertos en u n tronco; lo m ás que suele injertar
son dos, si considera al tronco suficientem ente robusto.
30. O rigina la distracción de los espíritus el proponer a E rro r.
los discípulos diversas m aterias al m ismo tiem po. C om o
hacer estudiar en el mism o año G ram ática, Retórica, D ialéc­
tica y hasta* Poesía, lengua griega, etc, (V éase el capítulo
precedente, F undam ento IV .)
78 JU A N A M Ó S C O M ^ N IO

F u n d a m e n to VI

F u n d . V I. 31. L a N aturaleza no se precipita; procede por el con­


S in p re c ip i­ trario, con lentitud.
tac ió n . El ave n o arroja los huevos al fuego p ara sacar los pollos
con m ás rapidez, sino que los m antiene en constante y natu*
ra l tem peratura; luego, n o atosiga a las crías con la com ida
(las ahogaría fácilm ente) p a ra que crezcan de prisa, sino que
se la adm inistra poco a po co y con m esura, según es capaz
de digerir su tierno aparato digestivo.
Im ita ció n . 32. Asi tam poco el arquitecto apoya prem aturam ente las
paredes sobre los cim ientos ni el tejado en las paredes; po r­
que si los cim ientos n o están bien secos y trabados suelen
ceder co n el peso, con lo q u e se ocasiona la ru in a de los i
cdificios. P o r lo tanto, ninguna gran obra de cim entación
puede darse p o r term inada en un año; hay que darle su de­
bido tiem po.
33. Igualm ente el labrador no pretende tam poco que la
planta crezca en el prim er m es ni que de fru to en el prim er
año. P or lo cual ni trab aja en ella todos los dias, ni la riega
diariam ente, n i la apresura a tener calor, trayéndola fuego o
rociándola con cal viva, sino que se contenta con lo que el
cielo la riega y el sol la calienta.
E ffo t. 34. H a sido u n destrozo p ara la juventud: 1. D edicar
seis, siete u ocho horas cada día a lecciones y ejercicios pú­
blicos y algunas otras a los privados. 2, R ecargar, com o he­
mos visto a m enudo, hasta la saciedad o el delirio de d icta­
dos que hacer, ejercicios que com poner y m ucho q u e apren­
d er de m em oria. ¿Qué resultado obtiene el que quiere llenar
a la fuerza u n vaso de b o ca estrecha (co n e l que se puede
com parar el entendim iento de los niños) e n lugar de llenarle
gota a gota? Sin duda d erram ará la m ayor p arte del líquido
y lo g rará introducir m ucho m enos que echándolo gota a
gota.
Igualm ente obra sin fundam ento el que intenta que los
discípulos aprendan cuanto él desea y no lo que ellos pueden;
p orque las fuerzas quieren que se las ayude, no que se las
coarte; y el form ador de la juventud, lo m ism o que el M é ­
dico, es solam ente M inistro de la N aturaleza, no dueño de
ella.
Enmienda. 35. A um entará la facilidad y am enidad de los estudios
el que
I. D estine pocas cosas a las lecciones públicas, a saber:
cuatro y deje otras tantas para los estudios privados .
II. Fatigue lo m enos posible la m em oria; es decir, sólo
con lo fundam ental, dejando correr librem ente lo dem ás .
III. Enseñe todo conform e a la capacidad, que aum enta
con la edad y adelanto de los estudios.
P jÍ8 S A C T IC A ' M A Q N A 79

F u n d a m e n to V II

36. L a N aturaleza n o produce sino lo que puede salir Fund. V II.


por i'í una vez m aduro interiormente. T o d o espotv
N o obliga a la avecilla a dejar el huevo hasta que n o tiene tán e o .
todos sus m iem bros conform ados y perfectos; ni apresura su
vuelo hasta que n o está cubierta de plum a; ni la lan za fuera
del nid o h asta que n o es capaz de volar, etc.
A sí el árbol n o produce semillas h asta que la savia, as­
cendiendo de la raíz, no la vigoriza; ni hace b ro tar las yemas
sino después q u e pueden desarrollarse librem ente las hojas
y las flores en virtu d de la hum edad; ni arroja la flor hasta
que el fru to en ella encerrado está protegido p o r u n a cu­
bierta; ni deja caer el fru to hasta que h a m adurado.
37. Así, pues, se ejerce violencia en los entendim ientos: E rro r.
1. Siem pre que se les im buye lo que la edad y el discerni­
m iento n o alcanzan. 2. C uando se Ies obliga a confiar a la
m em oria o ejecutar algo sin previa y suficiente explicación,
declaración e instrucción acerca de ello.
38. Por lo tanto, C o rrecció n .
I. N o se em prenda con la juventud sino lo que la edad y
el ingenio n o solam ente alcanzan, sino piden.
II. N o se haga aprender de m em oria sino lo que haya sido
rectam ente com prendido por la inteligencia. Y no se exija a la
m em oria m ás que lo que estem os ciertos que sabe el niño.
III. N o se m ande hacer sino aquello cuya fo rm a y m odo
d e im itar haya sido suficientem ente enseñado.

F u n d a m e n to V III

39. La N aturaleza se ayuda a sí m ism a por todos los m e­ F und. V III.


dios que puede. T o d o c la ra ­
- P o r ejem plo: A l huevo n o le falta su calor vital; n o obs­ m e n te p o r Jos
tan te lo cual, Dios, P adre de la N aturaleza, provee que se le se n tid o s.
auxilie con el calo r del sol o las plum as del ave que está in­
cubando. A ú n después de sacado el p o llo tiene necesidad de
la m adre por algún tiempo, la cual le alim enta, prep ara y afir­
m a p ara las necesidades de su vida. Podem os verlo en las ci­
güeñas cóm o atienden a sus pollos, llevándolos sobre su es­
palda y alrededor del nido agitando las alas. A sí tam bién las
nodrizas auxilian de diversos m odos la im potencia de los ni­
ños pequeñitos. Los enseñan prim ero a tener erguida la ca­
beza; después, a estar sentados; luego, a apoyar los pies; m ás
tarde, a m overlos p a ra andar; luego, a d a r unos pasitos; des­
pués, a ir andando poco a poco; p o r últim o, a andar libre­
m ente y tener agilidad p ara correr. C uando los están enseñan­
d o a hablar, p ronuncian antes m uchas veces las palabras y
señalan con la m ano lo que dichas palabras significan, etc.
etc.
40. P o r lo m ism o es cruel el P receptor que al encom en­ E rro r.
dar u n trabajo a los discípulos, ni Ies m anifiesta con claridad
en qué consiste, ni les enseña cóm o debe ejecutarse ni mu-
80 JU A N AMÓS CO M BN IO

cho m enos auxilia a quienes lo intentan hacer, sino que les


obliga a sudar y angustiarse, y si h acen algo malo, los mal­
trata. ¿Q ué es esto sino u n sacrificio sangriento de la juven­
tud? E s lo m ism o que si la nodriza obligase a an d ar con
soltura al niño que aún n o sabe sentar los pies, y al v er que
n o podía, le diera de azotes. O tra cosa es lo que la N atu ra­
leza nos enseña: que solam ente debem os tolerar la im poten­
cia m ientras falta el vigor.
E n m ie n d a . 4 1 . D espués de lo cual
I. N o se castigue con azotes por causa de la enseñanza.
(P ues si n o se aprende n o es cu lp a sino del Preceptor, que
o n o sabe, o no procura h acer dócil al discípulo.)
II. L o que han de aprender los discípulos se les debe pro­
poner y explicar tan claramente que lo tengan ante sí com o
sus cinco dedos. v
III. Para aprender todo con m ayor facilidad deben utili­
zarse cuantos más sentidos se pueda.
42, P o r ejem plo: D eben ir juntos siem pre el oído con la
vista y la lengua con la m ano. N o solam ente recitando lo que
deba saberse p ara que lo recojan los oídos, sino dibujándolo
tam bién para que se im prim a en la im aginación p o r m edio
de los ojos. C uanto aprendan sepan expresarlo con la lengua
y representarlo con la m ano, de m anera que no se deje nada
sin que haya im presionado suficientem ente los oídos, ojos,
entendim iento y m em oria. Y p ara este fin, será bueno que
todo lo que se acostum bra a tratar en clase esté pintado en las
paredes del aula, ya sean teorem as y reglas, ya im ágenes o
em blem as de la asignatura que se estudia. Si así se hace, será
increíble la ayuda en la im presión. A quí estará bien que se
acostum bren a escribir en su diario o en su cuaderno lo que
oyen o leen en los libros, p orque de esta m anera la im agina­
ción se ayuda y el recuerdo se efectúa fácilmente.

F u n d a m e n t o IX

F und. IX . 43. L a N aturaleza n o produce sino lo que tiene u n uso


T o d o p a ta el claro e inmediato.
u s o in m e d ia to . P o r ejem plo: AI fo rm a r el ave se ve claram ente que las
alas se destinan p ara volar, las patas p ara correr, etc. D e
igual m odo cuanto nace en el árbol tiene su empleo, hasta
la cáscara y la vellosidad que recubren los frutos, etc. L uego,
Im ita ció n . 44. A um entarás la facilidad en el discípulo si le haces vér
la aplicación que en la vida com ún cotidiana tiene todo lo
que le enseñes. Esto debe verlo siem pre en la G ram ática,
D ialéctica, A ritm ética, G eom etría, Física, etc. D e lo co n tra­
rio, todo cuanto le relates le parecerán m onstruos del M undo
N uevo, y el m uchacho que n o sea m uy diligente creerá que
existen en la N aturaleza y cóm o existen, en lugar de saberlo
p o r sí mismo. Pero si le m uestras p ara qué vale cada cosa,
le pondrás en su m ano que sepa que lo sabe y pueda em ­
plearla. Luego,
45. N ada se enseñe sino para su uso inmediato.
F u n d a m e n t o X

46. L a N aturaleza ejecuta todas las cosas con unifor­ Fund. X .


midad. U n ifo rm id a d
Ejem plo: C om o la generación y desarrollo d e un ave, así en to d o .
es la de todas las aves y la de todos los anim ales, cam biadas
solam ente algunas circunstancias. Igualm ente acontece co n
las plantas. C om o nace y crece u n a hierba de su sem illa
com o se planta, germ ina y florece u n árbol; así lo efectúan
todos, siem pre y en todas partes. Y co m o es u n a hoja en el
árbol, lo son todas e iguales que este añ o las del que sigue
y las de siem pre.
47. A sí, pues, la diversidad de m étodos confunde a la ju­ E rro r.
ventud y hace m ás intrincados los estudios; porque n o sola­
m ente los diversos autores enseñan las artes de diferente
m odo, sino que u no m ism o las trata de m an era distinta. P o r
ejem plo: de u n m odo la G ram ática y de otro la Dialéctica,
pudiendo, sin em bargo, enseñarlas uniform em ente para la
arm onía del conjunto y p a ra la relación y enlace com unes
que tienen entre sí las palabras y las cosas.
48. P o r lo cual hay que p ro c u rar que E n m ie n d a ,
I. H aya un solo y m ism o m étodo para enseñar las cien­
cias; uno sólo y el m ism o para todas las artes; un o sólo e
idéntico para todas las lenguas.
II. E n cada escuela se siga el m ism o orden y procedi­
m iento en todos los ejercicios.
III. E n cuanto sea posible sean iguales las ediciones de
los libros en cada materia.
D e este m odo, con facilidad y sin dudas, se efectuarán
todas las cosas.

6
C A P IT U L O X V III

f u n d a m e n t o d e l a SO LID EZ pa r a a p r e n d e r

Y EN SEÑ A R

ía erudición 1. L am enta m ucha gente, y los mismos asuntos lo con­


vulgar es su­ firm an, q u e sea tan reducido el núm ero de los que sacan de i
perficial. las escuelas una erudición sólida y e n cam bio la m ayor p arte
D o b l e c a u s a . apenas pasan de la superficie y la apariencia.
2. Si investigas la causa, hallarás que es doble. O porque
1 las escuelas se dedican a lo endeble y frívolo, dejando lo
2 fundam ental, o p orque los escolares dejan olvidar lo que
aprendieron, haciendo pasar su entendim iento p o r m uchos
estudios sin provecho. Y este últim o defecto es tan vulgar,
que serán pocos los que n o le hayan lam entado. P ues si la
m em oria retuviese todo lo que en alguna ocasión hem os
leído, oído o aprendido, ¡qué eruditos seríam os! Ocasiones
n o nos han faltado de experim entarlo. P ero com o sucede
todo lo contrario, es evidente que h e n o s echado el agua en
una criba.
D ebem os p e ­ 3. ¿Habrá rem edio para este mal? C iertamente; si en­
d ir a l m é to d o trando de nuevo en la escuela de la N aturaleza investigam os
n a tu ra l e l re ­ su procedim iento en cuanto a la producción de las criaturas
m e d io d e am ­ duraderas . Se p o d rá encontrar el m odo de que cada u n o p u e ­
bas d a saber, n o solam ente lo que aprenda, sino m ás de lo que
aprenda; esto es, n o sólo reproduciendo íntegram ente lo que
los Preceptores y autores le enseñan, sino juzgando él m ism o
de las cosas p o r sus principios.
en diez grados. 4. E sto se obtendrá si
I. N o se tratan m á s que las cosas sólidam ente prove­
chosas.
II. P ero todas sin separación.
III. Todas se asientan en fu ndam entos sólidos.
IV . L o s fundam entos se colocan profundos.
V . Todas se apoyan tan sólo en los fundam entos dichos.
VI. S e distingue p o r artículos o capítulos lo que deba
distinguirse.
V II. Todo lo posterior se fu n d a en lo anterior.
V III. T odo lo coherente se enlaza siem pre.
IX . T odo se dispone en relación con el entendim iento,
la m em oria y el idioma.
X . Todo se corrobora con ejercicios constantes.
V eam os con cuidado ca d a u no de estos grados.
í,;'
)! DIDÁCTICA MAGNA 83

F u n d e m e n t o I

5. L a Naturaleza- no em prende nada inútilm ente. F u n d . I.


P o r ejem plo: cuando com ienza a fo rm a r el ave n o le co­ N o hay que
loca escam as, ni aletas, ni branquias, ni cuernos, dí cuatro in te n ta r nada
in ú til.
patas, ni o tra cosa cuyo uso no le sea propio, sino cabeza,
corazón, alas, etc. Igualm ente la naturaleza del árbol tam ­
po co requiere oídos, ojos, plum as ni pelos, etc. sino corteza,
líber, m édula, raíz, etc.
6. A sí el que desea u n cam po, viña o huerto fructíferos Im ita c ió n m e ­
n o siem bra cizañas, ortigas, espinas y zarzas, sino sem illas y cánica.
plantas excelentes.
7. D e igual m odo, el arquitecto cuando v a a construir
u n a casa n o em plea bálago, paja, lodo o m im bres, sino pie­
dras, ladrillos, m adera de encina y otras substancias sem e­
jantes, sólidas y com pactas.
8. Por lo tanto, en las escuelas E n las escu e­
I. N o deben tratarse otros asuntos sin o aquellos que tie­ las.
nen una aplicación segurísima para esta vida y la futura;
principalm ente para la futura.
(H ay que aprender en la Tierra — dice leró n im o — todo
aquello cuyo conocim iento perdura en los Cielos.)
II. Si es necesario, com o realm ente lo es, im buir en la
ju ven tu d algunos conocim ientos con miras a esta vida actual,
han de ser dichos conocim ientos de tal naturaleza que no sean
obstáculo para la vida eterna y produzcan verdadero y se­
guro fru to en la presente.
9. ¿A qué vienen las futilidades? ¿Q ué aprovecha apren­ S ó lo d e b e n
d er lo que ni es útil al sabio ni opuesto al ignorante? ¿Lo que tra ta rs e c o s a s
se olvida con la edad o se deja perder con los negocios? serias.
N uestra breve vida tiene, sin em bargo, m ucho en qué em ­
plearse, aunque n o echem os m an o de bagatelas. D ebe, pues,
ser norm a de las escuelas no entretener a la juven tu d sino en
cosas serias. (A su debido tiem po direm os cóm o pueden
to m arse en serios los entretenim ientos recreativos.)

F u n d a m e n t o II

10. L a N aturaleza no om ite nada de lo que estim a prove­ F u n d . II.


choso para el cuerpo que form a. H a c e r to d o
P or ejem plo: Al form ar el avecilla n o om ite ni olvida la lo q u e sea p e r­
form ación de cabeza, ni alas, ni los pies, ni uñas, piel ni tin e n te.
ojos, ni n ad a d e lo que corresponde a la esencia de volátil
(en su g én ero ).
11. D e igual m odo, la escuela, al intentar fo rm a r a! hom ­ Im ita c ió n en
bre, debe procurar form arlo totalm ente para hacerle igual­ la escu ela.
m ente aptq para los negocios de esta vida que para la eterni­
dad, a la que se enderezan todas las cosas que anteceden.
12. Enséñense, por tanto, en las escuelas n o solam ente las
letras, sino tam bién las buenas costum bres y la piedad. L a li­
tera tu ra perfecciona el entendim iento, la lengua y las m anos
p ara considerar racionalm ente todo cuanto es útil, hablar y
r ' .1 i ■J f -v ' >-

m JU A N AMÓS C O M E N IO

obrar. Si algo de esto se omite, h ab rá u n a interrupción que


ocasionará defecto en la instrucción y grave daño e n la so­
lidez. Ciertam ente nada pu ed e ser sólido si n o es coherente
consigo m ism o en todos sentidos.

F u n d a m e n t o III

F und. III. 13. L a N aturaleza no hace cosa alguna sin fundam ento
L o s ó lid o r e ­ o reúz.
q u ie re so lid ez . E n efecto, la planta n o germ ina en su p a rte superior
h asta que n o afianza sus raíces, y si lo hace forzosam ente ha
de m architarse y m orir. Y p o r lo m ism o el agricultor pru ­
dente n o hace el trasplante hasta que n o ve que el tronco^
tiene raíces. E n las aves y en todos los anim ales las visceras
(m iem bros vitales) hacen las veces de raíz y p o r eso son
siem pre las prim eras en form arse, com o fundam ento que son
del cuerpo entero.
I m ita c ió n . 14. A sí el arquitecto n o construye el edificio sin antes
asentar sólidos cim ientos; de lo contrario, todo se vendría
abajo. Igualm ente el pintor p rep ara u n a base p ara sus pintu­
ras, sin ella seguram ente los colores se caerían, se resque­
brajarían o perderían su tono.
E rro r. 15. D ejan de establecer este fundam ento los P receptores
que: 1? N o trab ajan p o r h acer a ios discípulos dóciles y
atentos antes de nada. 2? N o bosquejan en el entendim iento
la idea general de la enseñanza que em prenden p a ra que los
discípulos conozcan claram ente lo que se hace y queda por
hacer. Si el niño aprende sin gusto, atención ni inteligencia,
¿cóm o hem os de esperar solidez en su instrucción?
E n m ie n d a . 16. D espués de lo cual.
I. A l em pezar cualquier estudio debe excitarse en los dis­
cípulos una seria afición hacia él, con argum entos tom ados
de su excelencia, utilidad, herm osura, etc.
II. A n te s de descender a su particular estudio, debe siem ­
pre fijarse en el entendim iento del que aprende la idea ge­
neral de la lengua o arte objeto del m ism o (que no es otra
cosa sino u n com pendioso bosquejo m uy general, p ero que
abarque todas sus p arte s). D e este m odo el discípulo conoce
desde el prim er m om ento todos los límites y térm inos de su
desarrollo, así com o su interna disposición. Pues de igual
m odo que el esqueleto es el sustentáculo de todo el cuerpo,
así tam bién la delincación de u n arte es el fundam ento y
base del arte entero.

F u n d a m e n t o IV

F u n d , IV . 17. L a N aturaleza echa raíces profundas.


Los apoyos E n su virtud guarda en lo m ás interno del cuerpo los
h a n d e ser p ro ­ m iem bros vitales del animal. T a n to m ás firm e es u n árbol
fu n d o s. cu a n to m ayor profundidad es la de sus raíces, porque si se
extienden solam ente p o r debajo del césped con facilidad se
derrum ba.
1/1 ' I - ; . j y * ■;yE\;;'S. á-:
i c 't i c a Ma q n á
W ’ 7;
18. D e aquí se sigue que tan to d eb e estim arse seria­ E n m ie n d a de
m ente la docilidad del discípulo com o grabar profundam ente l o s e r r o r e s .
la idea e n su entendim iento; de tal m anera, que nadie pase al
estudio m ás intenso de ü n arte o d e u n a lengua, sin asegu­
rarse antes de que h a sido bien concebida y arraigada la id ea
general de dicha enseñanza.

F u n d a m e n t o V

19. L a N aturaleza produce todo de sus raíces propias, no Fund. V .


de ningún otro origen. T o d o d e su
Así en los árboles, lo m ismo la m adera que la corteza, p r o p ia r a íz .
hojas, flores y frutos, todo procede de la ra íz y n o de otra
parte. Pues aunque la lluvia descienda de arriba y el h o rte­
lan o riegue p o r la p arte inferior, se hace necesario que todo
se infiltre p o r la raíz y se d ifunda p o r el tallo, ram as, hojas
y frutos. P o r eso el agricultor, aunque obtenga de otra p arte
cualquiera u n a estaquilla, h a de injertarla necesariam ente en
el tronco, a fin de que, incorporado a su substancia absorba
el jugo de la m ism a raíz y nutrido p o r él pueda desarrollarse
p o r virtud de la raíz m isma. P o r ella está el árbol provisto
de todo sin que haya necesidad de adornarle con hojas y
ram as recogidas de otra parte. D e igual m odo p ara cu b rir
de plum as a u n ave no hay que utilizar despojos de o tro
cualquier volátil, sino que se producen en la p a rte interior
de su cuerpo.
20. A si el arquitecto cuidadoso construye sus edificios de Im ita c ió n m e ­
m odo que se apoyen en sus propios cim ientos y quicios sin cán ica
necesidad de externos sostenes. Si u n edificio los necesita es
prueba de im perfección y de inm inente ruina,
21. D e la m ism a m an era todo el que construye una y e n las escue-.
Piscina o pozo de agua, no se le ocu rre m an d ar llevar las las.
aguas de o tra p arte sino que las alum bra de m anantial vivo
y p o r canales o tuberías ocultas las conduce a su destino.
22. D el teorem a expuesto se deduce que ed u car recta­
m ente a la juventud n o es im buirle u n fáiTago de palabras,
frases, sentencias y opiniones tom adas de los autores sino
abrir el entendim iento de las cosas para que broten arroyos
de él com o de fu en te viva y com o de las yem as de los á r­
boles broten hojas, flores y frutos: y a cada año siguiente
germ ine de nuevo en cada yem a u n a tie rn a ra m ita con sus
hojas, flo r y frutos.
23. H a sta el m om ento presente n o h an tratad o las es­ E n o rm e e r ro r r
cuelas de h acer que las inteligencias pudiesen vivir a expen­ d e las escu elas.
sas de su p ropia raíz com o Tos arbolillos nuevos; sino que
solam ente enseñaron a colgarse ram as desgajadas de otra
p arte y a sem ejanza de la corneja de E sopo vestirse con plu­
m as ajenas; trabajando menos' en descubrir la fuente oculta
de su inteligencia que hacerla reg ar con ajenas aguas. Esto
es, dejaron de m o strar las cosas m ism as, com o en sí y po r
sí m ism as son, y se preocupan de enseñar l o que éste, y
el otro y el d e m ás allá pensaron o escribieron acerca d e
ellas: h asta el p u n to de estim ar la m ayor erudición en cono­
86 ' JU A N AM ÓS CO M EN IO

cer las opiniones discrepantes de m uchos. D e aquí el hecho


de que haya quiénes que no hagan o tra cosa que rebuscar
los autores p a ra recoger frases, sentencias y opiniones, fo r­
jándose u n a ciencia a m odo de ca p a llena de rem iendos. A
estos tales apostrofa H oracio: ¡Oh, imitadores, rebaño de es­
clavos! R ebaño, en verdad, de esclavos sólo acostum brados
a cargar con fardos ajenos.
E n g a ñ o d e la 24. ¿A qué conduce, pregunto yo, perder el tiem po con
e r u d ic ió n su­ las diversas opiniones acerca de las cosas, cuando lo que se
p e rfic ia l. busca es el conocim iento de ellas, com o realm ente son? ¿N o
tenem os, p o r ventura, o tra cosa que h acer en esta vida m ás
que seguir de aquí p a ra allá a los dem ás y averiguar en qué
discrepan, coinciden o desbarran? ¡Oh, m ortales! ¡D ém onos
prisa a llegar sin rodeos a nuestra meta! ¿Por qué n o hem os
de ir a ella rectam ente, puesto q u e nos está determ inada y
de sobra conocida? ¿Por qué hem os de utilizar los ojos ajenos
m ejor que los nuestros propios?
E l m é to d o v i­ 25. E l m étodo de todas las artes claram ente dem ues­
c ia d o es la c au ­ tra que las escuelas no enseñan m ás que a ver con ojos aje­
sa d e e llo . nos y a sentir con corazón extraño: p orque en lu g ar de des­
cubrir las fuentes y h ac er b ro ta r de ellas diversos arroyue-
los, m uestran solam ente los riachuelos provenientes de los
A utores y quieren que p o r ellos se ascienda h asta los m a­
nantiales. N ingún D iccionario de cuantos hem os visto (ex­
ceptuando el de C hapio Polonío, aunque acerca de esto y a
expondrem os nuestro parecer en el cap. X X II), enseña a
hablar sino a entender; apenas hay gramática que nos diga
cóm o se fo rm a el lenguaje sino com o se descom pone; y nin­
guna fraseología nos m uestra la razón de la com posición y
variación artificiosa de las frases; p o r el contrario sólo nos
ofrece u n confuso fárrago de ellas. N adie enseña la física
p o r m edio de dem ostraciones visibles y experim entos; se re­
ducen sim plem ente a la recitación del texto de A ristóteles o
d e o tro cualquiera. N inguno endereza nuestras costum bres
p o r la reform a interior de los afectos; en lugar de esto, des­
lu m b ran co n las definiciones y divisiones exteriores de las
virtudes. M ás claram ente resaltará todo esto, cuando con la
ayuda de D ios, lleguem os a estudiar el m étodo especial de las
artes y las lenguas, y m ucho m ás aún, si D ios quiere, en el
bosquejo de la Pansofía.
L os arte sa n o s 26. Es verdaderam ente digno de n o tar que los antiguos
tra ta n m e jo r lo n o lo conociesen m ejor o que los m odernos n o hayan hasta
q u e les afecta. ah o ra p rocurado enm endar este erro r, cuando es evidente­
m ente cierto que en él está la causa de que sea tan lento el
aprovecham iento. ¿Por qué, pues? ¿A caso el carpintero ense­
ñ a a sus aprendices el arte de edificar, destruyendo las ca­
sas? N o, en verdad; sino todo lo contrario. A l construirlas
les m uestra cóm o hay que elegir el m aterial y de qué m anera
h ay que tom ar las m edidas de ca d a cosa, serrarlo, labrarlo,
ponerlo y ensam blarlo en su propio lugar. Pues al que cono­
ce el m odo de construir n o le es necesaria enseñanza p ara
destruir; así com o sabe deshacer u n vestido el que es perito
en hacerle. Jam ás h a aprendido nadie el arte de la construc­
ción dem oliendo, n i el arte del vestido deshaciéndolo.
27. Bien claram ente se descubren las faltas del m étodo D o b le in c u ­
no rectificado sino agravado en esta parte. 1. Q ue e n reali­ ria d e lo s lite ­
dad, la erudición de m uchos, p o r no decir los más, se reduce r a t o s re sp ec to
a sim ple nom enclatura; es decir, que saben enum erar los tér­ a s u o ficio .
m inos y reglas d e las artes sin conocer su justo em pleo.
2. Q ue la erudición n o es en nadie u n a ciencia universal que
se m antenga p o r á misma, afirm ándose y extendiéndose; sino
un verdadero conglomerado, con un trozo d e aquí y otro de
cdü sin coherencia alguna y sin que produzca fruto alguno
sólido. L a ciencia así reunida de las sentencias y opiniones
varias de los A utores, es muy sem ejante a los árboles que se
suelen p oner en las fiestas religiosas aldeanas, que aunque
aparecen adornados de hojas, flores, frutos y hasta con coro­
nas y guirnaldas, com o no provienen d e raíz propia, sino que
son aditam entos externos n o pueden m ultiplicarse ni a u n te­
n er duración. Sem ejante árbol n o rinde fru to alguno y las
hojas con que se les viste se caen al m architarse. P ero el va ­
rón docto con sólido fu n d a m en to es árbol d e raíces propias
que se nutre con su propia substancia, y, por lo tanto, vivo,
verde, floreciente y perfectam ente fru ctífe ro (y en verdad
m ás robusto cada d ía ).
28, E n esta estriba todo; hay que enseñar a los hombres, E n m ie n d a .
en cuanto sea posible, a que sepan, no por los libros, sino
por el cielo y la tierra, las encinas y las hayas, esto es: co­
nocer e investigar las cosas m ism as n o las observaciones y
testim onios ajenos acerca de ellas. A sí seguiremos las huellas
de los sabios antiguos al tom ar nuestro conocim iento del m o­
delo m ism o de las cosas. Por lo tanto, la regla será:
I. T o d o debe deducirse de los principios inm utables de
las cosas.
II. N o se debe enseñar nada por la mera autoridad, sino
que todo debe exponerse m ediante la dem ostración sensual
y racional.
III. E n nada se em pleará únicam ente el m étodo analítico;
la síntesis con preferencia en todas las cosas.

F u n d a m e n t o VI

29. L a N aturaleza al disponer algo para m uchos usos, lo F und. V I.


diferencia con toda claridad. T o d o d is tin ­
P o r ejem plo: El anim al tiene sus m iem bros con m últiples tam e n te .
articulaciones y de ahí su distinto m ovim iento, com o el ca­
ballo respecto al buey y el lagarto con el caracol, etc. A sí el
árbol que se distribuye bien en sus raíces y ram as está m ás
firm e y frondoso.
30. A l educar a la juven tu d deben hacerse todas las cosas Im ita ció n .
con gran claridad de manera que no sólo el que enseña, sino
tam bién el que aprende, se dé cuenta sin confusión de nin­
gún génefo del lugar a donde llegan y lo que han de ejecutar.
Es de gran im portancia, p o r lo tanto, acom odar a esta luz
n atu ral los libros que en la escuelas h ayan de utilizarse.
A» ' ’v> * Vi

F u n d a m e n t o V II

F und, V II, 31. L a N aturaleza se halla en progreso continuo; jamás


T o d o en con­ se detiene, nunca em prende cosas nuevas dejando a un lado
tin u o p ro g re s o . las anteriores, sino que prosigue lo que em pezó, lo aum enta
y le da fin.
P o r ejem plo: E n la form ación del feto, term ina lo que
em pezó a form ar: cabeza, pies, corazón, etc., después lo per­
fecciona tan sólo. El árbol n o se despoja de las ram as que
prim eram ente echó, sino que solícitam ente les envía el jugo
vital p ara que puedan p ro d u cir cada año nuevas ram itas.
I m ita c ió n . 32. Por lo tanto en las escuelas:
I. Dispónganse los estudios de tal m anera que los poste­
riores tengan su fu n d a m en to en los que preceden y éstos se
afirm en y corroboren con los que van después.
II. Cuanto se ofrezca a la inteligencia, una vez bien per­
cibido por el entendim iento, debe ser sólidam ente fijado en
la m em oria.
D e a u m e n ta r 33. E n este m étodo n atu ra l todos los antecedentes deben
f a s e g u ra r la servir de base a los consiguientes; de o tro m odo n o p odrá
m e m o ria en la hab er solidez en lo que se haga. N o se graba con solidez en
e d a d p rim e ra . la m ente sino aquello que el entendim iento conoce recta
m ente y la m em oria fija con cuidado. C on verdad dice Quin-
tiliano: Toda la enseñanza estriba en la memoria: en vano
aprendem os si dejam os marchar lo que hem os oído (o leíd o ).
Luis Vives: E n la edad prim era debe ejercitarse la m em oria
que se desarrolla con el ejercicio: encom iéndesela m ucho con
cuidado y frecuencia. P ues dicha edad n o siente el trabajo
porque n o se da cuenta de él. A ií, fu era del trabajo y la ocu­
pación se desarrolla la m em oria y se hace en extrem o capaz■
(L ibro 3? D e tradendis disciplinis.) Y en la Introducción a la
Sabiduría dice: N e dejes descansar a la M em oria. N ada exis­
te que se recree y desarrolle de tal m o d o con el trabajo. Cada
día confíala algo: cuanto m ás la entregues, m ejor te lo guar­
dará; cuanto m enos, peor será su cuidado. V erdadero es el
dicho: los ejem plos de la N aturaleza nos enseñan. En efecto;
el árbol cuanta m ás savia absorbe con m ayor vigor crece, y a
m ás vigoroso crecim iento tiene m ayor absorción. T am bién
el anim al cuanto m ás digiere m ás crece, y el ser m ayor ne­
cesita m ás alim ento digiere m ás. D e igual m anera todos
los seres naturales tom an desarrollo en sus m ism os aum en­
tos. Por lo tanto n o hay que dejar a la m em oria en la prim era
edad (co n tal que se obre racio n alm en te); será una base
solidísim a de aprovechamiento.

F u n d a m e n t o V III

F u n d . V III. 34. L a N aturaleza enlaza todas las cosas con vínculos


T o d o co n la ­ perpetuos.
zo s p e ren n e s. P o r ejem plo: A l fo rm ar el ave enlaza u n m iem bro con
otro; u n hueso con o tro hueso, u n nervio con otro nervio,
etcétera. D e igual m anera acontece en el árbol: de la raíz sale
él tronco; de éste las ram as; de las ram as, las ram itas; de és-
f tas los esquejes, de los esquejes las yem as; de éstas las hojas,
flores y frutos, y después nuevas esquejes, etc., de m odo
> que aunque se llegasen a reu n ir miles de miles de ram as, h o ­
jas y frutos no constituirían sino u n solo y m ism o árbol. A sí
tam hién si u n edificio ha de sostenerse, deben estar los ci­
m ientos, las paredes, el techo y todas las cosas grandes y
chicas de tal m anera adaptadas unas a otras y enlazadas que
se adhieran con solidez y constituyan u n a casa.
35. D e lo dicho se deduce: Im ita ció n .
I. D eben de tal manera organizarse los estudios de toda
la vida que fo rm en com o una Enciclopedia, en la que nada
haya que no provenga de la com ún rcáz ni esté en su lugar
debido.
II. Todas cuantas cuestiones se resuelvan han de ser de
tal manera racionalm ente fundam entadas que n o dejen lugar
ni a la duda ni al olvido.
Las razones son los clavos, las cuñas, las ensam bladuras,
que sujetan con fuerza la cuestión y n o la dejan vacilar ni
caer.
36. A p o y a r todo con razones es enseñarlo por sus propias Q u é sea e n ­
causas; esto es, dem ostrar, n o solam enie cóm o es una cosa, se ñ a r p o r su )
sino por qué n o puede ser de m odo diferente. causas.
E n efecto; saber es conocer las cosas p o r sus causas.
P o r ejem plo: Se tra ta de averiguar si se dice con m ayor co ­
rrección todo el pueblo con las palabras latinas T o tu s populus
o cunctus populus. Si el P receptor responde cunctus populus
sin d a r la razón en virtud de la cual así debe decirse, el dis­
cípulo tard a rá poco en olvidarlo. P ero si dice: Cunctus es
contracción de conjunctus (c o n ju n to ), y, p o r lo tanto, Totus
se em plea al referirnos a u n a cosa sólida y cunctus de algo
que indica reunión, com o acontece e n el ejem plo; n o se m e
¿ t a n z a cóm o p o d rá olvidarlo el discípulo a n o ser en extre­
m a obtuso. O tra cosa: disputan los gram áticos p orqué se
dice M ea refert, tua refert, ejus refert; esto es, ¿por qué en
la p rim era y segunda persona se em plea u n ablativo (así lo
creen) y en la tercera u n genitivo? Si contesto que la razón
está en que refert es aq u í u n a contracción de res fe r t y, p o r
lo tanto, equivale a decir m ea res fert, tua res fert, ejus res
fert (o p o r contracción m ea refert, tua refert, ejus refert, y
p o r esto m ea y tua n o son ablativos, sino nom inativos), ¿por
ventura n o d aré luz al discípulo? Esto es lo que querem os:
que los discípulos aprendan a conocer con claridad y expe­
dición las etim ologías de todas las voces, el porqué de todas
las frases o construcciones y los fundam entos de todas las
reglas e n las artes (los teorem as de las ciencias h an de ser
probados, n o p o r razonam ientos o supuestos, sino p o r la
dem ostración prim era, que es la de las cosas m ism as). A de­
m ás de u n a ¡gratísima satisfacción tiene esto u n a utilidad ex­
traordinaria, p o rq u e abre el cam ino p a ra u n a instrucción
sólida y es digno de adm iración cóm o se ilum ina el entendi­
m iento a los discípulos p ara conocer rectam ente y p o r sí
unas cosas p o r m edio de otras.
90 JO A N AMÓS COMENZO

C o n c lu s ió n . 37. L uego en las escuelas


T o d o debe enseñarse p o r sus causas.

F u n d a m e n t o IX

F u n d . IX . 38. L a N aturaleza guarda proporción entre la raíz y las


T o d o co n u n a ramas, tanto respecto de la cantidad com o de la cualidad.
c o n sta n te y d e ­ Pues conform e m ás robusta o débilm ente se desarrolle la
b id a p ro p o rc ió n
raíz debajo de la tierra, así ni m ás ni m enos lo h arán la s ra­
e n tre lo in te r­
n o y lo e x te r­
m as en el exterior. Y es necesario que así ocurra; p orque si
no . el árbol crece con exceso hacia arriba n o p odrá tenerse, se
sostiene p o r la raíz. Si, p o r el contrario, el crecim iento exce­
sivo es hacia abajo n o aprovechará p a ra nada; las ram as son
las que dan el fruto, no la raíz. Igualm ente en el anim al los
m iem bros interiores guardan proporción con los exteriores
en su desarrollo. Si los interiores están bien, los exteriores
adquieren buen estado.
I m ita c ió n . 39. Así tam bién la erudición, la cual, aunque prim era­
m ente hay que concebirla, desarrollarla y afirm arla en la raíz
interna de la inteligencia, hay, n o obstante, que p ro cu rar al
m ism o tiem po que se extienda visiblemente al exterior en
ran.as y hojas; esto es, que lo que se aprende a entender se
aprenda tam bién a hablar y obrar, o sea ejercitarlo, y vice­
versa.
40. P o r lo tanto,
I. T odo cuanto se perciba, considérese al punto qué uso
p u ed e tener para que nada se aprenda en vano.
II. T o d o cuanto se perciba transmítase a otros para que
ellos lo com uniquen a los dem ás, a fin de n o saber nada
en vano.
E n este sentido es cierto aquello de: T u saber n o es sino
que otro sepa lo que tú sabes. N o h ay que hacer b ro ta r nin­
gún m anantial de sabiduría sin que de él hagam os salir co­
rrientes a raudales. P ero m ás direm os de esto en el fu n d a­
m ento que sigue.

F u n d a m e n t o X

Fund. X . 41. L a N aturaleza vive y se robustece con m ovim iento


E je rc ic io c o n ­ frecuente.
tin u a d o en to ­ A sí el ave no se lim ita a calentar los huevos, incubándo­
do. los, sino que, p ara caldearlos p o r igual, los vuelve de u n o a
o tro lado diariam ente. (E sto es fácil de observar en los gan­
sos, las gallinas y palom as, que sacan huevos en nuestras
casas.) U n a vez nacido el pollo, se ejercita con frecuentes
m ovim ientos en la extensión, agitación y elevación de las
patas y alas, intentando andar y volar, hasta su com pleta
robustez.
D e igual m odo el árbol cuanto m ás frecuentem ente le agi­
te el viento, con m ayor vigor crece y m ás profundas echa
las raíces. T am bién es beneficioso p ara todas las plantas pa­
decer los efectos de las nubes, granizo, trueno y rayo, y p o r
eso dicen que las regiones m ás castigadas p o r vientos y rayos
p roducen los árboles m ás robustos y fuertes.
42. P o r lo m ism o eí arquitecto sabe que sus obras se Im ita c ió n en
secan y adquieren solidez p o r el sol y los vientos. Y el he­ las cosas m e c á ­
nicas.
rrero, que tra ta de endurecer el hierro, haciéndolo apto p ara
los usos guerreros, le som ete m uchas veces al agua y el fuego,
y de este m odo le hace sufrir alternativam ente el calor y el
frío, p ara que ablandándose m uchas veces se endurezca m ás
y más.
43. D e lo dicho se deduce que no es posible esperar soli­ H ay que b u s­
d ez en la instrucción, sin repeticiones y ejercicios en extrem o c ar e n la N a t u ­
ra le z a la id ea
frecuentes y hábilm ente preparados. C uál sea la m ejor prepa­
d e los e je rc i­
ración y disposición de estos ejercicios nos lo m uestran las cios « c o la r e s . -
facultades nutritivas naturales que regulan los m ovimientos
en el cuerpo viviente; esto es, aprehensión, digestión y asimi­
lación. A sí com o en el anim al (y lo m ismo en la planta)
cada m iem bro apetece el alim ento p ara digerirlo, y lo di­
giere tan to p a ra nutrirse (tom ando p a ra sí y asim ilando p arte
d e lo digerido) com o p ara com unicarlo a los m ás cercanos
en p ro de la conservación del todo (c a d a un o de los miem ­
b ros sirve a los dem ás p ara ser servido p o r ello s), así tam ­
bién m ultiplicará su doctrina el que siem pre
I. Busque y aprehenda el alim ento del espíritu.
II. R um ie y digiera lo hallado y aprehendido.
III. Asim ile lo digerido y lo com unique a los dem ás.
44. Estos tres principios están expresados en aquel ta n E l m is te r io
vulgar verso: d e Ja e ru d ic ió n
Pedir m ucho, retener lo pedido y enseñar lo retenido, e s t á e n p e d ir
m ucho, re te ­
hacen al discípulo superar al M aestro. n e rlo y e n se ­
Pedir es consultar al M aestro, a los condiscípulos o a los ñ a rlo .
libros respecto a lo no sabido. R etenerlo es encom endar a la
m em oria lo conocido y entendido, o p a ra m ay o r seguridad
consignarlo p o r escrito (ya que son pocos los que poseen tan
feliz disposición que pueden retenerlo todo de m em oria).
E nseñar es exponer nuevam ente a los condiscípulos u otros
cualesquiera to d o lo aprendido. Los dos procedim ientos pri­
m eros fueron ya anteriorm ente conocidos en las escu d as; el
tercero aún n o lo h a sido bastante, aunque ya haya sido in­
troducido. Exactísim o es el dicho: E l que a otros enseña a jí
m ism o se instruye; n o solam ente porque a fuerza de repetirlos
asegura y afirm a sus propios conocim ientos, sino porque en­
cuentra ocasión de profundizar m ás e n las cuestiones. Así lo
atestigua de sí m ism o el sutilísim o Joaquín Fortino; que
cuanto en cualquier ocasión leía u oía solam ente, lo retenía
por espacio de un mes; pero lo que enseñaba a los dem ás lo
tenía tan presente com o sus propios dedos y pensaba que no
podría perderlo sino con la m uerte. Y p o r esto aconseja que
todo aquel que desee obtener el m ayor aprovecham iento en
los estudio» busque discípulos, aunque tenga que pagarlos,
a los q u e enseñe diariam ente lo que él aprende. T e conviene
más (dice) privarte de algunas com odidades externas con
tal de que tengas quien te quiera oír al enseñar; esto es, al
aprovechar. A sí se expresa.
■•{n ' J V m AMÓ» C C ^tE N IO

D e qué m odo 45. Esto se llevará a la práctica, con m ás facilidad y


. h a y q u e in tr o ­ provecho de m uchos, si el Preceptor de cada clase establece
d u c irlo e n las entre los suyos este maravilloso género de ejercicio de esta
escuelas. m anera. E n cualquier m om ento, u n a vez expuesta con bre­
vedad la m ateria de la lección, determ inado claram ente el
sentido de las palabras y enunciada con precisión su utilidad,
debe el P rofesor ordenar que se levante cualquiera de los
discípulos y que repita todo lo que él acaba de decir en el
.í1 \ m ism o orden, com o si hubiera de enseñar a los dem ás; ex­
p onga los preceptos sirviéndose de las m ism as palabras, y
enuncie su utilidad valiéndose de los mismos ejemplos, de­
biendo ser corregido cada vez que in cu rra en error. Después
m ande levantarse a otro y hacer igual relato, estando aten­
tos todos los dem ás, y luego a un tercero, y un cu a rto y
cuantos sean necesarios hasta que se pueda suponer que to­
dos lo h an entendido bien y son capaces de repetirlo y ense­
ñarlo. N o creo que en esto se haya de seguir un orden de­
term inado, a no ser que los m ás despiertos sean llam ados los
prim eros, con lo cual, asegurados con su ejemplo, podrán
los m ás tardos seguir con m ay o r soltura.
Uso de estos 46. Este ejercicio tendrá cinco notables aplicaciones:
ejercicios. I. E l M aestro consigue tener atentos siem pre a los discí­
1 pulos. P orque com o a lo m ejor h a de tener que levantarse y
re p etir toda la lección, cada cual ten d rá m iedo no sólo por
sí, sino p o r los dem ás, y que quiera que no aplicará el oído
p ara que nada se le escape. E sta constancia en la atención,
afirm ada con el uso de algunos años, h ará al adolescente
sum am ente vigilante p ara todas las necesidades de la vida.
2 II. E l Preceptor estará m ás seguro de que todo ha sido
bien entendido por todos los alum nos. Si no lo fuera, procu­
ra rá coíregirlo con gran beneficio suyo y de los discípulos.
3 III. Con la continuada repetición de la m ism a materia
llegarán a com prenderla los m ás tardos y podrán m arc h ar al
m ism o paso que los dem ás; y, entretanto, los m ás despiertos
se recrearán gratam ente en la seguridad de lo aprendido.
4 IV . Por esta m ism a reiterada repetición todos sacarán la
lección m ás sabida que después de un largo estudio privado;
de m odo que solam ente con u n repaso vespertino y otro
m atutino conseguirán que to d o se quede grabado en su m e­
m o ria burla burlando.
5 V. C om o de este m odo el descípulo hallará en la es­
cuela com o una especie de ocupación o em pleo, se desarro­
llará en los espíritus una extraordinaria actividad y deseo de
aprender y se adquirirá gran facilidad para tratar con intre­
pidez de cualesquiera asuntos serios delante de m ucha gente;
esto es, en la vida, de una im portancia y utilidad sum a .
El ejercicio 47. D e igual m odo p o d rá n tam bién fu era de la escuela,
de enseñar a los m ientras se está esperando o se pasea, fo rm ar discusiones y
demás fuera de explicaciones varias respecto a m aterias recientem ente apren­
la escuela. didas o estudiadas ya de atrás o algún asunto nuevo. P a ra
lo cual, si se reúnen núm ero bastante, elijan (p o r suerte o
p o r votación) uno que haga las veces del M aestro y que sea
el que dirija la discusión. Si alguno, ro g ad o p o r los condiscí­
pulos para ello, se negase, sea duram ente castigado; quere-
m as que en esto se proceda con severidad a fin de que n o
solam ente n o haya quien rehuya las ocasiones de enseñar y
aprender, sino que todos procuren aprovecharlas. D el ejer­
cicio de escritura (com o ayuda p ara el m ás sólido aprove­
cham iento) hablarem os, al hacer la descripción especial de la
escuela com ún y clásica, en los capítulos X X V II y X X V III.
C A P IT U L O X IX

FU N D A M EN TO S DE LA A B R E V IA D A R A P I D E Z EN LA
EN SEÑ A N ZA

R e s p u e s ta a 1. A lguno d irá que todo esto es sum am ente laborioso y


l a s o b jecio n es prolijo en extrem o. ¿Cuántos Preceptores , cuántas bibliotecas,
so b re la d ific u l­ cuántos trabajos serán necesarios para esta enseñanza univer­
ta d . H a y q u e
sal? R espondo. En efecto; si no hallam os el m odo de abre­
p ro c u ra r la b r e ­
v ed ad .
viarlo es asunto de gran m agnitud y de no escaso trabajo. El
arte es tan vasto, extenso y pro fu n d o com o el m ism o m undo
que som etem os a nuestro ingenio. ¿Pero quién es el que des­
conoce que lo extenso puede contraerse y lo laborioso con­
vertirse en sencillo?
¿Q uién ignora que los tejedores tejen rapidísim am ente
miles de m illares de hilos y con m aravillosa variedad repro­
ducen im ágenes distintas? ¿Q uién no sabe que los m olineros
tritu ra n fácilm ente miles de m illares de granos y separan sin
trab ajo alguno y con toda precisión la harina del salvado?
¿Q uién ignora que los m ecánicos con m áquinas n o m uy
grandes y casi sin esfuerzo m ueven y transportan m oles in­
gentes? ¿Y los estáticos con u n a onza ta n solo, separada con­
venientem ente del centro de la rom ana, equilibran m uchas
libras? N o siem pre es propio de la fu erza efectuar algo gran­
de, sino del arte. ¿H a de fa ltar a los L etrados solam ente el
arte de ejecutar con ingenio sus cosas? L a misma vergüenza
debe im pulsarnos a im itar la habilidad de los dem ás y a bus­
car rem edio p ara las dificultades con que tropezó la lab o r
escolar h asta ahora.
H a y q u e co­ 2. N o debem os buscar los rem edios hasta no conocer la
n o c er la e n fe r­ enferm edad y sus causas. ¿E n qué consistía que las labores
m e d a d a n t e s escolares y su aprovecham iento se retardasen de tal m odo
q u e lo s re m e ­ que la m ay o r parte, después de gastar to d a su juventud en
d io s. las escuelas, apenas llegaba a conocer todas las ciencias y
artes y en algunas ni siquiera pasaba de los um brales?
O d i o causas 3. H e aquí las verdaderas causas de ello:
d e la ré m o ra en P rim era, que no había objetivos determ inados ni nietas
las escuelas. fijas a las que hubiesen de llegar los discípulos en cada año,
1 m es o día y todo era indeciso.
2 4. Segunda, que no se determ inaban los cam inos que in­
faliblem ente habían de conducir a la m eta.
3 5. T ercera, que lo que naturalm ente está unido no se con­
sideraba conjuntam ente, sino por separado.
P o r ejem plo: enseñaban a leer solam ente a los prim eros
alum nos de letras y diferían la enseñanza de la escritura p ara
unos m eses después. E n la escuela de latín tenían a los jó-
¡j A c t ic a m a o n a 95

■venes algunos años en la lu ch a con palabras sin cosas, para


que los años de la adolescencia transcurriesen en los estu­
dios gram aticales, reservando los estudios de F ilosofía para
años sucesivos. Solam ente les estaba preceptuado aprender,
jam ás enseñar. Siendo así que todo lo d ich o (leer y escribir,
palabras y cosas, aprender y enseñar) debe estar ta n íntima­
m ente enlazado, com o levantar y apoyar los pies en la ca­
rre ra ; p reg u n tar y responder en la conversación, y lanzarla
y recogerla en el juego de la pelota, conform e vim os en su
lugar correspondiente.
6. C uarta, que casi nunca han sido enseñadas las artes y
las ciencias de un m odo enciclopédico, sino fragm entaria­
m ente. Con lo cual resultaba que ante los ojos de los discí­
pulos aparecían estas enseñanzas com o m ontones de m aderos
o de sarm ientos, en los que nadie advierte la razón en virtud
de la cual están unidos. P o r esta causa u no tom aba u n a cosa
y otro otra, y nadie llegaba a tener erudición general y, por
lo tanto, fundam ental.
7. Quinta, que se em pleaban m últiples y variados m éto­
dos, diferentes en cada escuela; y cada P receptor el suyo y
aun u n m ism o P rofesor practicaba u n m étodo distinto en u n a
ciencia o arte que en otra; y lo que es peor, a veces no le
tenía determ inado en la m ism a ciencia, p o r lo cual apenas se
daban cuenta los discípulos de lo que tenían que hacer. D e
to d o lo cual n acían dudas, dificultades y asco y fastidio a las
dem ás enseñanzas antes de llegar a ellas, de m an era que
m uchos n o querían p ro b a r siquiera m uchas de ellas.
8. Sexta, faltaba el m odo de instruir sim ultáneam ente a
todos los discípulos de la m ism a clase y se em pleaba el tra­
bajo separadam ente con cada uno de ellos; p o r lo cual, si
llegaban a reunirse varios discípulos, se ocasionaba a los P re­
ceptores u n trabajo abrum ador y los discípulos sufrían inútiles
períodos de holganza, som etiéndolos a u n fastidioso m acha­
queo si se les encom endaba entretanto algo que hacer,
9. Séptim a, si los M aestros eran m uchos se ocasionaba
una m ayor confusión al enseñar y practicar cosas diversas en
cada hora. L o m ism o la abundancia de libros que de Precep­
tores sólo consiguen distraer los espíritus.
10. P or últim o, podían los discípulos, con anuencia de los
Preceptores, m anejar y estudiar otros libros en la escuela o
fuera de ella, y se pensaba que cuantos m ás fuesen los auto­
res consultados m ás num erosas serían las ocasiones de apro­
vecham iento, siendo así que solam ente eran m otivos de dis­
tracción. P or lo cual no hay que m aravillarse de que fueran
tan pocos los que llegasen a dom inar todas las enseñanzas,
sino que lo verdaderam ente digno de adm iración es que hu­
biera alguno que lo g rara salir de sem ejantes laberintos, lo
que sólo acontecía a los m ás excelsos ingenios.
11. E n lo sucesivo, debem os p ro cu rar rem over estos obs­ H a y q u e to ­
táculos y rém oras, y perseguir únicam ente, sin rodeos de m a r d é la N a t u ­
ninguna d ase , aquello que conduce directam ente a nuestro r a le z a e l m o d o
fin, o com o dice la vulgar sentencia: N o deben em plearse d e re m o v e r es­
m uchos esfuerzos en lo que puede resolverse con pocos. tos o b stácu lo s.
96 JU A N AMÓS CO M EN IO

Á saber: el 12, Tom em os aquí, com o digno de im itarse, este Sol del
Sor del cielo. Cielo, insigne m odelo de la N aturaleza, Pues éste, n o obs­
tan te desem peñar una com plicada y casi infinita función (es­
p a rc ir sus rayos p o r el o rb e universo de la T ierra y pro p o r­
cionar luz, calor, vida y vigor a todos los elem entos y sus
com puestos, minerales, plantas, anim ales, cuyas especies e
individuos son infinitos) se basta p a ra todos y reco rre m a­
jestuosam ente cada año el círculo de sus oficios.
pr0Ce 13- Veamos, pues, sus m odos de o b ra r para relacionar-
so de las ope- con jos procedim ientos que en las escuelas se requieren.
ra
M cio
f i n nnpes
c sc no rl Aa - Y *-• i n i » i■ » > • . i
res.
I. E l Sol no se dedica a los objetos singulares, com o un
árbol o un anim al, sino que ilum ina, calienta y evapora la
T ierra toda.
II. Con unos solos y los m ism os rayos da luz a todas laSt
cosas; con la m ism a condensación y resolución de las nubes,
riega todo; todo lo airea y seca con el m ismo y único viento;
todo lo tem pera con el m ism o calor o frío, etc.
III. A l p ro d u cir al m ism o tiem po en todas las regiones la
prim avera, el verano, el otoño o el invierno, hace germ inar,
florecer y fructificar todas las cosas sim ultáneam ente, sin que
deje de efectuarse que unas cosas m aduren antes y otras más
tarde, según su peculiar naturaleza.
IV. Y guarda siem pre el m ism o orden, m añana el m ismo
que hoy; com o este año, igual el siguiente; siem pre inm uta­
blem ente igual form a en el m ism o género de cosas.
V. Y hace brotar cada cosa de su sem illa y n o de otra
p arte cualquiera.
V I. Y produce conjuntam ente las cosas que deben estar
unidas; la m adera con su corteza y m édula; la flor con sus
hojas; los frutos con sus cubiertas, peciolos y núcleos.
V IL T o d o lo desarrolla por sus grados debidos, de m a­
n era que el uno abra el cam ino a lo o tro y m utuam ente se
com pleten.
V III, Finalm ente, no produce cosas inútiles, y si algo se
llega a criar, lo agosta y arroja.
14. C onseguirem os u n a perfecta im itación si
I. Un solo Preceptor rige una sola escuela o, mejor, una
sola clase.
II. H ay un solo autor en cada materiat
III. S e encom ienda el m ism o y único trabajo a todos los
oyentes.
IV . Se enseñan todos los conocim ientos y lenguas con el
m ism o y único método.
V. Todo se enseña, breve y enérgicamente, desde sus
principios, com o si el entendim iento se cerrase con llave y se
le hiciesen llegar las cosas directam ente.
V I. Todas las cosas que estén unidas se tratan conjun­
tam ente.
V II. Y todo por sus indisolubles grados, de m o d o que lo
de hoy sirva para afianzar lo d e ayer y abrir el cam ino a
lo. de mañana.
V III. Y finalm ente, si se aparta por doquier todo lo
inútil.
' 15. Si todo esto que dejam os dicho llega a ser introdu-
'-Cido en las escuelas, tan fu era de duda está que con m ayor
•’ facilidad y expedición se extenderá el ám bito de las ciencias
V co m o que el Sol recorre cada año el circuito del m undo en­
tero. Vam os, pues, a trata r de ello p ara que veam os que es
facilísim o p oner en ejecución estos proyectos.

P r o b l e m a I

C ó m o u n solo Preceptor puede ser suficiente para cual­ i


quier núm ero de discípulos.
16. N o solam ente afirm o que u n solo M aestro puede re­ P o rq u é un ,
gir u n a escuela, sino que sostengo que así debe disponerse, solo M ae stro
p orque esto es lo m ás favorable p ara los que aprenden y el debe regir cada '
que enseña. Éste, sin duda alguna, b a de efectuar todos sus escuela.
trabajos con m ayor satisfacción al contem plar ante sí un ex­
tenso auditorio (lo m ism o que los m ineros se entusiasm an al
descubrir m ayores filones de m in eral), y, p o r lo tanto, cuan­
to m ayor sea su entusiasm o m ayor será la actividad que des­
p ierte en sus discípulos. D e igual m odo, la concurrencia será
p a ra los discípulos u n m otivo de agracio y d e provecho; de
agrado, ya que son m uchos los que se alegran de ten er com ­
pañeros en las ocupaciones, y de aprovecham iento, puesto que
se estim ularán y ayudarán m utuam ente, y es sum am ente
propio de esta edad el dejarse llevar por la em ulación.
A m ás d e esto, cuando son pocos 1c» oyentes es m uy
fácil que se escapen algunas cosas a la com ún atención; en
cam bio, siendo m uchos los que escuchan, to m a cada u no de
ellos cuanto le es posible; y al repetirlo en sucesivos repasos
pueden aprovecharlo en su totalidad al contrastar u n enten­
dim iento co n otro y u n a m em oria con la d e los dem ás. En
u n a p alab ra: del m ism o m odo que el panadero, con una
m ism a m asa y u n solo caldeam iento del h o m o , cuece m u­
chos panes y el alfarero m uchos ladrillos; el tipógrafo con
u n a sola com posición de los tipos im prim e algunos cientos
o m iles de libros, así tam bién el P rofesor de u n a escuela
puede, sin ninguna molestia, atender a gran n úm ero de dis­
cípulos sim ultáneam ente con los m ismos ejercicios escolares,
a la m anera que y a hem os visto que u n solo tallo es capaz
de producir y d a r alim ento a u n frondosísim o árbol y el Sol
se basta p ara h acer vegetar a toda la T ierra.
17. Pero ¿de qué m odo podrá hacerlo? V eam os el m odo i Cómo pue-:
de proceder de la N atu raleza en los ejem plos propuestos. El de hacerlo? Se
tallo no se extiende hasta las ram as m ás altas, sino que, fijo demuestra coa
en su lugar, com unica su savia a las ram as principales que ejemplos de la
salen de él; éstas a sus m ás próxim as y aquéllas a las inm e­ Naturaleza.
diatas, y así sucesivamente h asta llegar a las últim as y más
pequeñas partes del árbol. T am bién el sol n o se circunscribe
a cada u no de los árboles, hierbas o anim ales, sino que, lan ­
zando sus rayos desde la altura, ilum ina to d o el hem isferio
al m ism o tiem po, aprovechando cada u n a de las criaturas la
luz y tem p eratu ra que le son propias. N o h ay tam poco que
olvidar que la situación del lugar coadyuva a la eficacia del

7
■-' ■ : ■:• ' " j u a i^ a m ó s «apM B N K *'

Sol, to d a vez que los rayos solares reconcentrados en los


valles prestan m ás calor a las regiones circundantes.
Im ita c ió n d e 18. S i se organiza conform e a este m odelo, ha d e ser
1a N a t u r a l e z a fá cil en extrem o que un solo Profesor sea suficiente para un
en. la s « c u e la s . núcleo bastante num eroso de disápulos, pues
I . D is trib u - I. S i distribuim os la clase en grupos determ inados, com o
yeiitjo e l n ú c le o p o r ejem plo, decurias, de cada una de éstas estará encargado
e n g ru p o s . u n inspector y de éstos otros, h asta llegar a los superiores.
I I . N o ins- II. S i nunca se instruye a uno solo, ni privadam ente fuera
t r u i r a n a d ie de la escuela, n i públicam ente en ella, sino a todos al m ism o
s e p a ra d a m e n te , tiem po y de una sola vez.
s in o a to d o s en
N o debe acercarse a ninguno determ inadam ente ni con­
c o n ju n to .
sentir que nadie se diríja separadam ente a él, sino que, sen­
tad o en lo alto de su cátedra (donde puede ser visto y oído
p o r to d o s), extienda com o el Sol sus rayos sobre todos; y
poniendo todos en él sus ojos, oídos y entendim ientos, re­
cojan cuanto exponga de palabra o Ies m uestre m ediante
im ágenes o signos. A sí se obtendrán de u n a vez m uchos re­
sultados.*
I I I . E s tim u ­ 19. Solam ente es necesaria alguna habilidad p ara conse­
la n d o la a te n ­ guir la atención de todos y de cada uno, a fin de que dán­
c ió n d e todos. dose cuenta de que las palabras del P rofesor son el m anan­
tial (com o así es, en efecto) de donde llegan a ellos las co­
rrientes de todas las ciencias, cuantas veces adviertan que se
abren dichas fuentes se apresurarán a recibir sus aguas en el
vaso de su atención p ara n o dejar que se escape nada. E n
esto han de tener los Preceptores un su m o cuidado; n o habla­
rán sino cuando sean escuchados; nada enseñarán sin ser
atendidos. A quí viene m uy bien lo que dijo Séneca: N a d a
debe decirse a quien no esté escuchando. Y quizá tam bién el
consejo de Salom ón: D e prudente espíritu es el varón inteli­
gente (P rov., 17-27); esto es, el que n o se dirige a los vientos
sino al entendim iento de los hom bres.
¿ Y cóm o p u e ­ 20. L a atención de que hablam os puede excitarse y sos­
d e h a c e rlo ? P o r tenerse, n o sólo m ediante los D ecuriones y aquellos otros a
s í m ism o y p o r quienes se encarga de la inspección (haciendo que éstos
a y u d an tes m e r­ presten atención con m ayor diligencia que los d em ás), sino
ced a o c h o p r u ­
m uy especialm ente p o r el m ism o P receptor, utilizando algu­
d e n te s m ed io s.
nos de los siguientes ocho medios:
1 1. S i se da m aña para m ezclar algo que deleite y aprove­
che, así interesará los espíritus avivando su deseo y atención.
2 2. S i al com ienzo de cualquier trabajo se cautiva a los
oyentes con la exposición del asunto que va a tratarse o se les
excita con las cuestiones que se presentan; bien sean de las
ya tratadas, que p o r coherencia se relacionen con la m ateria
presente; bien sean cuestiones futuras que, al advertir su
desconocim iento, estim ulan con m ayor avidez a su estudio.
3. S i sentado en el sitio más elevado extiende sus ojos en
derredor y no perm ite que nadie haga otra cosa que tener
puesta su m irada en él.

* La tradición literal de esta últim a frase en el original es


“Así se matarán de una vez, no dos, sino muchos pájaros” (N.
del T .)
B p B ^ Á eñ cs- m a g n a

H 4. Si ayuda la atención representando todo, en cuanto sea 4


I' posible, por m edios sensibles, com o ya dijim os e n el capí-
I tu lo X V II, F u n d . V III, Reg. III. N o solam ente es útil para
I la facilidad, sino tam bién p ara la atención.
I 5. Si en m edio de los ejercicios, interrum piendo su lec- 5
v ción, dice, de p ro n to : Tú o tú, ¿qué acabo de decir? Repite
í este periodo. Tú, dinos con q u é m otivo hem os llegado a esto,
y cosas sem ejantes p ara el m ejor aprovecham iento de la clase.
Si hallare alguno que n o esté atendiendo, se le debe re ñ ir y
castigar, y así se conservará el hábito de la atención.
6. Igualm ente, si interrogado alguno, éste duda, pasa al 6
i segundo, tercero, décim o o trigésim o y p id e su contestación
sin repetir la pregunta. T odo con el fin de que atiendan to­
dos lo que a cada u n o se dice e intenten ponerlo en práctica.
7. T am bién puede em plearse el m edio de preguntar a 7
todos los dem ás al m ism o tiem po lo que ignoren algunos, y el
que prim eram ente responda o conteste m ejor declararle dig­
no de alabanza en presencia de todos los dem ás p a ra que
sirva de em ulación. Si alguno se equivoca, debe ser corre*
gido, descubriendo y com batiendo la causa del e rro r (en lo
que no hallará dificultad u n P receptor sagaz). E s increíble
lo m ucho que sirve este procedim iento p a ra el m ás rápido
aprovecham iento.
8. P o r últim o, terminada la lección debe darse licencia a 8
los alum nos para preguntar al Preceptor lo que quieran, bien
sean dudas nacidas en la lección que acaba de darse, o en
otras anteriores. N o deben perm itirse consultas privadas, sino
que cada cual, ya p o r sí o ya p o r el D ecurión (si éste no
h a podido satisfacer sus dem andas), pregunte cuanto nece­
site, pero públicam ente, p ara que tanto las preguntas com o
las respuestas sean útiles p ara todos. Si alguno provocase
cuestiones útiles con frecuencia, no debe dejarse ocasión de
alabarle, con lo que n o faltarán ejem plos de actividad y m o­
tivos de estím ulo p ara los dem ás.
22. Sem ejante ejercicio diario de la atención aprovecha C u á n ta es la
a los jóvenes, n o sólo en el m om ento actual, sino p a ra toda u tilid a d d e la
la vida. A costum brados continuam ente d u ra n te algunos años a te n c ió n d e ta l
a estar siem pre en lo que hacen, ejecutarán siem pre cuanto m a n e ra e je rc i­
deban h acer con perfecto conocim iento y sin esperar ajenos tad a.
avisos o instigaciones. Y si las escuelas se organizan así,
¿cóm o no habrá de esperarse un espléndido aprovecham iento
de tan diestros varones?
23. P ero p o d rán objetarnos: A pesar de todo es necesa­ O b je c ió n .
ria la inspección particular; pues h ay q u e revisar si se tratan ¿Lo q u e a c a ­
los libros con pulcritud, si se escriben las lecciones con co­ b a m o s d e d e c i r
rrección, si se ap renden bien las cosas de m em oria, etc. Y s ir v e l o m is m o
p ara esto si son m uchos los discípulos se requiere m ucho tiem ­ p a r a to d o s q u e
po. R espondo: N o es necesario en m odo alguno oír siempre p a r a c a d a u n o ?
a todos ni revpar siem pre los libros de todos. P uesto que el L o a firm o :
P receptor está auxiliado p o r los D ecuriones, cada u no de I. P o r lo s de»
éstos deberá vigilar a los que están a su cuidado p a ra que c u r io n c J .
cum plan sus deberes con la m ayor exactitud.
24. Solam ente el P receptor, com o inspector suprem o, H . M e d ia n te
atenderá ya a uno, y a a otro, principalm ente, p a ra sorpren­ 1.1 h á b il vigl-
JT M N A M tós G O M EN IO

landa del mis­ der a aquellos discípulos en los que tiene m enos confianza.
mo Maestro. P or ejem plo: D eben recitar las lecciones que se d an de me­
m oria uno, dos o tres discípulos, y cuantos sp m anden le­
vantar, unos después de otros, tanto de los últim os com o de
los prim eros, estando aten ta toda la reunión. D e este m odo
todos deberán estar preparados p o r el tem or de ser pregun­
tados. Tam bién, cuando el P rofesor advierta que uno h a em ­
pezado bien y esté seguro de que sabe lo demás, m an d ará
co n tin u ar a otro. Si éste tam bién está preparado, exigirá el
siguiente período o p árrafo a otro. A s í con el exam en de
unos pocos estará seguro de todos.
Modo de exa­ 25. Igual procedim iento puede seguirse p ara exam inar
minar los dicta­ los trabajes al dictado, si los hay. O rdenar a uno, dos o más,
dos y composi­ si es necesario, que lean lo que han escrito con voz clara y
ciones. distinta, señalando expresam ente las pausas, y entretanto, to­
1 dos los dem ás h arán las correcciones m irando sus cuadernos.
2 A lg u n a vez deberá exam inar por sí m ism o los cuadernos de
unos y otros, sin orden alguno, y castigará a aquél a quien
hallase negligente.
Y de corre­ 26. Parece que ha de dar m ás trabajo la correción de los
gir los ejerci­ ejercicios, pero tam bién hallaremos rem edio para ello si se­
cios de estilo. guim os norm as parecidas. P o r ejem plo: P ara los ejercicios
de traducción de u n a lengua a o tra procederem os de esta
1 m anera: D espués de efectuada la versión reúnanse p o r decu­
rias; m ande levantar a u no y re ta r al contrario que quiera.
2 Así que éste se h ay a levantado, leerá el prim ero su ejercicio
m inuciosam ente, escuchando todos con atención y con la
5 vigilancia del P receptor (o p o r lo m enos del D e cu rió n ), prin­
4 cipalm ente p o r la ortografía. Al term in ar de leer el párrafo,
5 el contrario h ará observar lo que encuentre equivocado; des­
6 pués lo harán los de la m ism a decuria; luego se in terro ­
7 gará a to d a la clase, y, p o r últim o, si es necesario, h a rá la
8 censura el Preceptor. E ntretanto, todos exam inarán sus cua­
dernos y corregirán lo que hayan equivocado, excepto el
9 contrario, que conservará su ejercicio sin tocar. T erm inado
el período, y bien enm endado, se pasará a otro, y así hasta el
10 fin. E ntonces el contrario recitará el suyo de igual m odo, con
la vigilancia del que retó p a ra que n o dé com o enm endado lo
aue no lo esté, y se h ará la censura de cada u n a de las voces,.
frases y oraciones, com o anteriorm ente. D espués se m andará
levantar a otros dos, y así cuanto lo p erm ita el tiem po,
O bligación 27. Los D ecuriones h a n de cuidar: 1. D e que todos ten ­
de ios d e c u ­ gan su ejercicio dispuesto antes de com enzar la corrección.
riones en este 2. D u ra n te ésta vigilen que cada u no enm iende sus errores
caso. por los ajenos.
U tilidad de 28. E sto h ará que
« te método. I. E l trabajo del Preceptor se dism inuya.
II. Todos se instruyan sin abandonar a ninguno.
III. Se excite la atención de todos.
IV . L o que se dice a uno solo por cualquier m otivo sirva
para los dem ás.
V . L a variedad de las frases, que n o podrán interpre­
tarse de diverso m odo por cada uno, fo rm e y corrobore tanto
el juicio de las cosas com o el em pleo del idioma.
V I. Finalm ente, después de exam inada ta labor de una,
dos o tres parejas, m u y poco o nada quedará de error. H ay
que destinar el tiem po restante para q u e aquellos que, o
tienen alguna d uda sobre él ejercicio o piensan que lo han
h echo m ejor que los demás, salgan en m edio de la clase y se
juzgue acerca de ello.
29. Lo que acabam os de exponer se refiere únicam ente
al ejercicio de versión; pero fácilm ente puede aplicarse a los
ejercicios de estilo, oratorios, lógicos, teológicos, filosóficos,
etcétera, etc., en cualquier clase.
30. A sí hem os visto cóm o puede ser suficiente un solo
P receptor p ara u n centenar de discípulos sin m ucho más
trabajo que el que em plearía p ara unos pocos.

P ro b le m a II

C óm o puede ser que con unos m ism os libros se instruyan


todos.
31. N adie ignora que la pluralidad de objetos distrae los C in co c o s a s
sentidos. N otable ahorro de trabajo tendrem os, en prim er lu­ h ay q u e te n t t
gar, si n o se consienten a los escolares otros libros que los e n c u en ta:
propios de la clase en que están; p ara que sea su norm a I. N o d e b e n
p erpetua la que se m ostraba entre los antiguos a los que h a­ to le ra rs e o t r o s
lib ro s,
cían sacrificios: ¡H az esto! Pues m ás llenarán éstos el enten­
dim iento cuanto m enos distraigan los otros la vista,
32. E n segundo lugar, si se tienen preparadas todas las I I . D e b e te ­
dem ás herram ientas escolares, tablas, programas, borradores, n e rse a b u n d a n - ,, ■
diccionarios, sistem as de artes, etc. Pues cuando los Precep­ cía d e lo s p ro - ■
tores m andan h acer a sus discípulos los carteles alfabéticos, p ío s d e la clase.
prescriben la fo rm a de la caligrafía y dictan los preceptos,
textos o traducciones de los textos, etc., ¡qué gran cantidad
de tiem po pierden! M ás cóm odo será ten er im presos en nú­
m ero abundante los cuadernos que son necesarios p a ra todas
las clases y aquéllos que h an de traducirse al idiom a co­
rriente con la traducción colocada debajo. Así, to d o el tiem po
que había de consum irse en dictar, copiar y trad u c ir podrá
em plearse con m ayor utilidad en la explicación, repeticiones
y ensayos.
33. C on este procedim iento tam poco habrá que tem er la O c u p ac ió n ,
desidia o pereza de los Preceptores. Lo m ism o que jüzgam os
que u n predicador h a cum plido su m isión al exponer un
texto de los libros sagrados y dem ostrar al auditorio su uti­
lidad (p a ra su enseñanza, exhortación, consuelo, e tc .), aun­
que no sea él m ism o quien haya hecho la versión directa
del aludido texto, sino que haya tom ado la que en otro
lugar estuviese hecha, puesto que u n a u o tra cosa p a ra nada
interesa a los oyentes; así tam bién nada im p o rta a los dis­
cípulos que s#a el m ism o P receptor u o tro cualquiera, antes
que él, quien h ay a ilustrado su lección, con tal que el M aes­
tro les enseñe cum plidam ente cuanto a la m ateria haga refe­
rencia. Conviene, pues, que todo esté preparado de ante­
m ano p a ra que sea m enor el peligro de e rra r y m ayor el ,v ■
tiem po dedicado a la enseñanza. I- v-í
102 ' JU A N AMÓS COMENTO

I I I . L os li­ 34. L o s libros o cuadernos indicados deben adaptarse


b ro s d e b e n es­ perfectam ente a nuestros principios, y a expuestos, de facili­
t a r c u id a d o sa ­ dad-, solidez y brevedad en todas las escuelas, tratándolo todo
m e n te e scrito s,
llanam ente co n fu n d a m en to y cuidado para que constituyan
p e ro a l alcan ce
una exactísim a imagen de todo el universo (que h a de gra­
d e to d o s.
barse en el alm a). Y con gran encarecim iento advierto que
to d o debe estar expuesto con llaneza y en lenguaje corriente,
a fin de que ilum ine de tal m anera a los discípulos que
pueden com prender de m odo natural, y sin necesidad de
M aestro, cuantas enseñanzas encierre.
P o rq u é d ebe 35. A qué fin deseo que los libros estén dispuestos en
e m p l e a r s e la fo rm a de diálogo. P o r estas razones: ( 1 ) P or la facilidad en
fo rm a d e d iá ­ ad a p ta r las m aterias y el estilo a los entendim ientos infanti­
lo g o . les, y así nada les parecerá imposible, arduo o difícil en ex­
trem o, puesto que nada hay m ás fam iliar y natural que la
conversación m ediante la cual puede el hom bre ser llevado
poco a poco, y sin apenas darse cuenta, al p unto que se
quiera. E ste procedim iento, a fin de ponerse al alcance de
todos, es el que em plean los cóm icos p a ra recordar al pue­
blo los hechos pasados; tam bién lo siguió P latón en to d a su
filosofía, C icerón e n m uchas de sus obras y Agustín en toda
2 su teología. (2 ) Los diálogos excitan, anim an y m antienen
la atención, tan to p o r la variedad de las preguntas y res­
puestas, m ezcladas con sus razones y form as, com o p o r la
diversidad y m utación de las personas que intervienen en
ellos, con lo cual se m antiene el espíritu sin cansancio, des­
3 pertándose, en cambio, m ayor deseo de escuchar. (3 ) H ace
la instrucción más sólida. P ues de igual m odo que tenem os
m ás vivo recuerdo de aquellas cosas que hem os visto que
de aquellas otras que solam ente hem os oído, así se adhiere
con m ayor tenacidad a nuestro entendim iento cuanto apren­
dem os o conocem os m ediante u n a com edia o conversación
(po rq u e adem ás de oírlo nos parece que lo vem os) que
todo lo q u e escucham os en la escueta recitación del P re ­
4 ceptor, según la diaria experiencia nos confirm a. (4 ) C om o
gran parte de nuestra vida transcurre en la conversación,
será el cam ino más breve en la educación de la juventud
acostumbrarla, no sólo a com prender cuanto le es útil, sino
a hablar acerca de ello con soltura, circunspección y fa ci­
5 lidad. (5 ) Por últim o, los diálogos son en extrem o útiles
para hacer los repasos con facilidad, au n los mismos discí­
pulos en tre sí.
IV . D e una 36. Sum am ente provechoso será que los libros sean de
m ism a ed ició n . una m ism a edición, coincidiendo en sus páginas, líneas y en
todo, p a ra ayudarse en las citas y en la m em oria local y no
ofrecer m otivo a dificultad de ninguna especie.
V . D e b e d i­ 37. T am bién rep o rtará gran utilidad que el contenido de
b u ja rs e e n las los libros se reproduzca en las paredes de la clase, ya los tex­
p a re d e s e l c o n ­ tos (co n enérgica concisión), ya dibujos de im ágenes o em ­
t e n i d o d e los blem as q u e continuam ente im presionen los sentidos, la m e­
m ism o s. m oria y el entendim iento de los discípulos. Los antiguos nos
refieren que en las paredes del tem plo de E sculapio se h a ­
llaron escritos los preceptos de to d a la m edicina que trans­
cribió H ipócrates al visitarle. T am bién D IO S, N uestro Señor,
p * ííí> Á C tlC A MAGNA « fió

t: h a llenado este inm enso teatro del m undo de pinturas, es-


' tatú as e im ágenes, com o señales vivas de su S abiduría, y
quiere que nos instruyam os p o r m edio de ella». (A cerca de
estas pinturas hem os de decir m ucho m ás en la descripción
. p articular de las clases.)

P ro b le m a III

C óm o puede hacerse que a un m ism o tiem po to d o s hagan


lo m ism o en la escuela.
38. Es evidente la utilidad que rep o rta el tra ta r todos en P o rq u é co n ­
ca d a clase de u n a sola m ateria al m ism o tiem po, porque es v ie n e q u e en
m enor el trabajo del P recep to r y m ayor el aprovecham iento cad a escu ela h a ­
de los discípulos. A dem ás, cada u no de ellos estim ula a los g a n to d o s u n a
restantes y a que sus pensam ientos versan sobre u n a m ism a m is m a cosa.
cosa, y con el m utuo contraste se corrigen unos a otros. A
la m anera que el tribuno m ilitar n o dispone separadam ente
los ejercicios de los bisoños, sino que, llevando a todos con­
juntam ente el cam po, les m uestra el uso de las arm as y el
m odo de servirse de ellas; y aunque especialm ente haya de
instruir a alguno, quiere que todos los dem ás tam bién lo
hagan y practiquen; así tam bién h a de com portarse el P re­
ceptor.
39. P ara esto será necesario: ¿C óm o pue­
1. N o com enzar la lab o r de la escuela sino u n a vez al de h a ce rse ?
año, de d ar igual m odo que el Sol, u n a vez al a ñ o (en la
p rim av era), em pieza a ejercer su operación e n los vegetales.
2. D isponer de tal m an era cu an to haya de hacerse que
cada año, mes, sem ana, día y h asta h o ra tenga su trabajo
determ inado; con lo cual todos serán educados al m ismo
tiem po sin dificultad y conducidos a la m eta. E n su debido
lugar tratarem os de esto m ás especialm ente.

P ro b le m a IV

C óm o puede hacerse que para todo se em plee el m ism o


m étodo.
40. E n los capítulos X X , X X I y X X II dem ostrarem os £1 m é to d o de
que sólo hay u n m étodo natural p a ra todas las ciencias, la N a t u r a l e z a
com o tam bién es u n o solo el m étodo p ara todas las artes y es só lo u n o y
e n to d as p a rte s
lenguas. L a variación o diversidad, si puede hallarse alguna, p u e d e o b se rv ar­
es insignificante p a ra poder constituir u n a nueva especie, y se.
no se desprende del fundam ento de la m ateria, sino de la
prudencia del que enseña, en lo referente a cada lengua o
arte, y de la capacidad y aprovecham iento d e los q u e apren­
den. Seguir en to d o el m étodo n atu ral será u n gran ahorro
de tiem po papa los discípulos, com o p ara los cam inantes u n
solo y único cam ino real sin separarse p o r otras sendas. Se
notan m ás fácilm ente las diferencias particulares si se pre­
sentan de u n m odo especial, dejando ya sin to car lo que es
com ún y general.
;T « ¡ r ' ' ■ ’ ' c ó m EN ío

P r o b l e m a V

C ó m o puede llenarse el entendim iento de m uchas cosas


con m u y pocas palabras.
H a y q u e p re- 41. _ Cosa es que no trae ningún provecho abrum ar el en
f e r i r lo s lib ro s tendim iento con la pesada carga de libros o de palabras.
. c o m p e n d io so s a C iertam ente proporciona m ás alim ento al cuerpo hum ano
, io s „ d ifu so s. u n bocado de pan y un trago de vino que tener lleno el es­
tóm ago de paja y lodo. M ás vale llevar en la bolsa una m o­
n ed a de o ra que ciento de plom o. Séneca, refiriéndose a los
preceptos y reglas, se expresa de esta m an era: D eben espar­
cirse com o las semillas, que n o es necesario que sean muchas,
sino eficaces. E n el capítulo V enseñam os que en el hom bre
se encuentran todas las cosas, com o m icrocosm o que es, y
para ver no tiene necesidad de nada m ás que de luz. ¿N o
sabem os que es suficiente la pequeña llam a de una vela p ara
el hom bre que trab aja de noche? D ebem os, por lo tanto,
elegir, o hacer que se escriban, libros fundam entales de las
artes y lenguas; pequeños por su tam año, pero notables por
su utilidad; que expongan las materias concisam ente; m ucho
en pocas palabras (com o dice Sirach, 3 0 .1 0 ); esto es, que
presenten a los estudiosos las cosas fundam entales com o son
en sí, con pocos teorem as y reglas, p ero exquisitos y facilí­
sim os de entender, m ediante los cuales llegue al entendi­
m iento rectam ente todo lo dem ás.

P r o b l e m a V I

C óm o deben enseñarse las cosas para obtener doble o


triple resultado con un solo trabajo.
L a N a tu r a le ­ 42. Los ejem plos de la N aturaleza nos dem uestran osten­
za n o s m u e s tra siblem ente que con u n solo esfuerzo y al m ism o tiem po
que puede ha­ pueden ejecutarse diversas operaciones. E n efecto; u n ár­
cerse. bol se desarrolla sim ultáneam ente hacia arriba, hacia abajo
y a los lados, y efectúa su crecim iento sim ultáneo en m adera,
corteza, hojas y frutos. L o m ism o puede observarse en el
anim al, cuyos m iem bros se desarrollan al m ism o tiem po.
C ada u no de estos m iem bros tiene m últiples funciones. Los
pies llevan y sostienen al hom bre, le hacen avanzar y retro ­
ceder d e m uy diversos m odos. L a boca es la p u erta del
cuerpo, su piedra de m oler y su bocina, que em ite sonidos
cuantas veces se desea. Los pulm ones, con u n a m ism a absor­
ción del aire, refrigeran el corazón, despejan el cerebro y
dan lugar a la em isión de sonidos, etc., etc.
Im ita c ió n del 43. C osa sem ejante acontece e n los inventos del arte.
a rte . E l gnom on, o varilla de hierro de los relojes de sol, puede
señalar con la m ism a som bra la h o ra (h a sta según diversos
relo jes), el signo del Zodiaco que entonces recorre el Sol, la
duración del día y de la noche, el día del m es y otras m uchas
cosas. L a lanza de u n carruaje sirve p ara dirigirle, volverle y
detenerle. D el m ism o m odo un b u en o rad o r y poeta enseña,
conm ueve y deleita al m ism o tiem po, aunque son tres cosas
distintas.
' 44. C onform e a lo que dejam os dicho, debe organizarse D e b e n , p u e s,
la form ación de la juventud de tal m an era que cada trabajo im ita rlo l i s M-
produzca m ás de un resultado. P a ra lo cual debe observarse cuelas, p a r a lo
esta regla general: Procúrese asociar cada cosa con su corre­ cu al se d a u n a
lativa. P o r ejem plo: L eer y escribir; las palabras y las cosas; re g la g e n e ra l
ejercitar el estilo y el ingenio; enseñar y aprender; reunir lo
serio con lo recreativo, y todo lo que adem ás de esto pueda
im aginarse.
45. Luego n o deben enseñarse y aprenderse las palabras y cin co particu *
sin las cosas, del m ism o m odo que se com pran, venden y lares:
transportan el vino con su recipiente, la espada con su vaina, I
la m ad era con su corteza y los frutos co n su cáscara. ¿Qué Las palabras
son las palabras sino las envolturas y vainas de las cosas? En con las cosas, y 1
viceversa.
cualquier idiom a que se estudie, aunque sea la lengua usual,
deben enseñarse las cosas a que se refieren las voces que se
aprenden, y recíprocam ente, cuanto se ve, oye, to ca y gusta
debe saberse expresar p o r el lenguaje, a fin de que la lengua
y el entendim iento se desarrollen y cultiven paralelam ente.
L a enunciación de la regla debe ser: Todos deben saber ex­
poner lo que han aprendido y recíprocam ente entender lo que
exponen. Y no se debe p erm itir a nadie que -hable sin enten­
der lo que dice ni aprender lo que no sabe expresar. Pues el
que no sabe expresar lo que su entendim iento conoce es una
estatua, y el que habla sin saber, u n a cotorra. N osotros fo r­
m am os hom bres; y deseam os form arlos brevem ente y lo
conseguirem os si en todo m archan de la m ano las palabras
con las cosas y las cosas con las palabras.
46. E n virtud de la antedicha regla han de ser desterra­ L u e g o lo s 1»L
dos de las escuelas los autores que enseñan solam ente pala­ b ro s d i f u s o s
bras sin ocuparse del conocim iento de las cosas útiles. D e lo h a n d e d e s - :;
que im porta h a de tenerse m ay o r cuidado. D ebem os procu­ ech arse.
rar (dice Séneca en su Epístola 9 ) no sujetarnos a las pala­
bras, sino a su sentido. Si agrada leer dichos autores, léanse
fuera de la escuela, ligeram ente y de prisa, sin prolija y
laboriosa atención o cuidadoso propósito de im itarlos, con
tal que puedan re p o rta r alguna utilidad.
47. L o s ejercicios de lectura y escritura deben ir unidos, II
con lo que se conseguirá un notable ahorro de tiem po. N o es, La le c tu ra
seguram ente, fácil h a llar u n estím ulo y encanto m ayor p ara u n id a a la es­
los niños que estudian el alfabeto que enseñarlos a aprender c ritu ra .
las letras escribiéndolas. C om o es natural en los niños el
deseo de pintar, h allarán sum o placer e n este ejercicio y al
m ism o tiem po se excitará su im aginación e n am bos sentidos.
Así, cuando ya vayan leyendo de corrido se irán instruyendo
en aquellas m aterias que luego deben aprender; p o r ejem plo:
en to d o lo que conduzca al conocim iento de las cosas, a la
piedad y las buenas costum bres. D e igual m odo al aprender ¡H erm o sísim o .
a leer en latín, griego o hebreo será sum am ente útil repetir c o n se jo !
m uchas veces, releyendo y transcribiendo las declinaciones y
conjugaciones hasta que quede bien segura la lectura, escri­ q u e p u e d e a p li­
tura, significado de las voces y, finalm ente, la form ación ex­ carse a to d o .
pedita de las terminaciones. ¡H e aquí cóm o podrem os obte­
n er u n cuádruple fru to de u n solo trabajo! E sta útilísim a
regla puede aplicarse a todo género de estudios, de m anera
JU A N a m ó s c o m e n io

que todo cuanto hayam os aprendido por la lectura lo repro­


duzca nuestra plum a, com o dice Séneca; o según atestigua
A g u stín de á m ism o, que aprovechando escribamos y escri­
biendo aprovechem os.
III 48. Suelen proponerse los ejercicios de escritura casi sin
L o s ejercicio s elección del asunto y sin enlace e n los tem as, lo cual da
4c e s c ritu ra , p o r resultado que sean sim ples ejercicios de escritura, que
im a g i n a c ió n y poco o nada hacen trabajar al entendim iento y que, com o
le n g u a je d eb en
'h a c e r s e c o n ju n ­
hechas sin propósito alguno, son planas inútiles, sin nin­
tam e n te .
gún valor práctico p ara la vida. L a escritura h a de practicar­
se tom ando com o m ateria la de la ciencia o arte que en
la clase se estudia; proponiendo a los discípulos o trozos
de historia (d e los inventores de aquel arte, tiem po en que
florecieron y dónde, y cosas sem ejantes) o com entarios y
m odelos que im itar, con lo que a la vez se practica la e s c ri-1
tura, se ejercita el entendim iento y se cultiva el lenguaje al
recitarlo.
IV 49. A l final del capítulo X V III quedó dem ostrado cóm o
U n i r e l en se­ puede enseñarse lo que acaba de aprenderse. Lo que allí se
ñ a r y a p re n d e r. dijo tiene aquí com pleta aplicación, ya que igualm ente es
útil p a ra la m ayor solidez de lo aprendido com o p a ra la
m ayor rapidez en el aprovecham iento.
V 50. P o r últim o, será u n notable procedim iento idear di­
M e z cla d e lo versiones de aquellas que se perm iten a la juventud para
re c re a tiv o a lo recreo de su espíritu, en las cuales se represente al vivo lo
serio .
serio de la vida p ara que a ello se habitúen. P ueden idearse
los oficios p o r sus herram ientas, las labores caseras, los asun­
tos políticos, el orden m ilitar o de la arquitectura y otras
cosas sem ejantes. T am bién puede hacerse u n a buena prepa­
ración del entendim iento p ara la M edicina si en la prim a­
vera se enseñan los géneros de hierbas producidas e n el
h uerto o en el campo, con prom esa de prem ios a quien co ­
nozca m ás. Esto n o sólo servirá p ara descubrir quiénes tienen
vocación p a ra la Botánica, sino será gran estím ulo para
todos. Y tam bién p ara despertar m ayor entusiasm o puede
llam arse D octor, L icenciado o C andidato de la M edicina a
aqu¿l que haga m ayores progresos. D e igual m odo puede
procederse en las dem ás enseñanzas, a saber: en la m ilicia
se les puede llam ar General, Tribuno, Capitán o A b a n d e­
rado; en la política, R ey, Consejero, Canciller, Mariscal, S e­
cretario, Legado, etc., o tam bién Cónsul, Senador, Síndico,
A bogado, etc., etc.; estas brom as conducen a la verdad, Y
entonces realizarem os el deseo de L u tero ; O cupar a la ju­
ventud en la escuela con estudios graves; de tal manera, que
asistan a ella con igual afición q u e si pasasen el día entero
jugando a las nueces. D e este m odo las escuelas serán ver­
daderam ente la preparación p ara la vida.

P ro b le m a V II

C óm o podrá hacerse todo gradualm ente.


T a m b ié n aq u í 51. Y a hem os investigado la eficacia de este artificio en
tie n e in clu e n cia el capítulo X V I, fundam entos V, V I, V II y V III, y en el ca-
tíulo X V III, fundam entos V, V I y V IL Y bajo estos auspi- e l m is te rio d e
' Cios deben com ponerse los libros destinados a las escuelas; la g ra d a c ió n .
llenos de observaciones dirigidas a los Preceptores acerca de
su debido y provechoso em pleo, a fin de conseguir el más
alto grado de erudición, piedad y buenas costum bres.

P ro b le m a V III

D e los obstáculos que hay que rem over y evitar.


52. N o sin razó n se ha dicho: N o hay nada m ás necio N e g lig e n c ia
que saber y aprender m uchas cosas que para nada sirvan. Y n o p u n ib le .
tam bién: N o es sabio el que sabe m uchas cosas, sino el que
conoce las útiles. P o r lo cual pueden hacerse m u cho m ás
sencillos los trabajos de las escuelas, ahorrándose el conoci­
m iento de algunas cosas. E sto es, si se descuidan:
I. L as que n o son necesarias.
II. L as ajenas.
III. L as m u y particulares.
53. N o son necesarias aquellas que n o aprovechan para I . N o n e ce ­
ta piedad ni buenas costum bres y sin tas cuales puede, no s a rias ( c o m o
obstante, existir la erudición; com o son los nom bres e histo­ s o n m u ch a s d e
rias de los ídolos y ritos de los gentiles. T am bién los pasa­ lo s lib ro s p a g a ­
tiem pos del ingenio d e cóm icos y poetas, siem pre superfluo n o s).
y m uchas veces lascivo, y otras cosas p o r el estilo. Si en
alguna ocasión tuviera alguno gusto o interés en leer algo de
autores favoritos, léalo en buen hora; pero en m an era alguna
debe perm itirse en las escuelas, en las que hay que asentar
los fundam entos de la sabiduría. ¡Q ué locura, dice Séneca,
dedicarse a aprender cosas inútiles en m ed io d e la miseria
d e estos tiem pos! A sí, pues, n o debe aprenderse cosa alguna
solam ente para la escuela, sino todo para la vida; a fin
d e que nada tengam os que arrojar al viento al salir de la
escuela.
54. Son cosas ajenas las que n o son para el entendim iento I I . L as a je n a s
de todos. D e igual m an era que es diferente la n aturaleza de ( e s t o e s: las
las hierbas, árboles y anim ales y deben ser tratados unos ad ecu ad as so la­
m e n te a d e te r­
de u n m odo y otros de diferente, y n o consienten ser apli­
m in a d o s i n g e ­
cados p o r igual a los m ismos usos; así son los entendim ientos n io s ).
hum anos. N o faltan los entendim ientos felices que com pren­
den y desentrañan todas las cosas; p ero tam p o co deja de
haber otros que se em botan y son inaccesibles a determ inadas
m aterias. H ay quien es u n águila p a ra las ciencias especu­
lativas y en cam bio es u n com pleto asno p a ra las prácticas.
U n o es ap to p ara todas las cosas, p ero es inútil p a ra la
M úsica; lo que acontece a otros con las M atem áticas, la P oe­
sía y la Lógica. ¿Q ué h ay que h acer en este caso? Pretender
obtener aquello en q u e no ayuda la N aturaleza es querer
luchar con tila; intento inútil y necio. O n o se conseguirá
nada o el resultado n o valdrá la pena com parado con el es­
fuerzo. E l que enseña es m inistro de la N aturaleza, no su
señor ni reform ador; n o hay que fom entar el progreso de los
discípulos contra la voluntad de M inerva; con la esperanza
cierta de que h a de ocurrir, com o suele, que p o r o tra parte
aparezcan los defectos. P ues si separam os o cortam os una
ra m a del árbol, las dem ás crecen con m ayor vigor porque a
ellas acude toda su vitalidad. Y si ninguno de los discípulos
es educado e instruido contra su inclinación, n o habrá m o­
tivo alguno de contrariedad y desagrado y redundará en
m ayor vigor de la m ente; con m ayor soltura m archa cada
uno en aquello a que es inclinado p o r su natural instinto
(con la perm isión de la sum a P rovidencia) y después en su
escala sirve m ás útilm ente a D ios y a la hum ana sociedad.
III. L as su- 55. S i alguno quiere dedicarse a aquellas cosas m ás m i-
(banaente p ar- n u d o sa s (com o todas las diferencias d e las hierbas y anim a-
ticulares. ¡es; las obras de los artesanos y los nom bres de las herra­
m ientas y cosas parecidas) se em peñará en un trabajo cansar-
dísim o y lleno de prolijidad y com plejidad. E n las escuelas
basta con investigar, llana y sólidam ente, los géneros de las k
cosas y sus principales diferencias (ciertas siem pre); lo de­
m ás ya habrá m il ocasiones de que llegue al entendim iento.
D s igual m odo que aquél que pretende obtener u n a rápida
victoria sobre el enem igo n o se detiene en la conquista mi­
nuciosa de los pequeños lugares, sino que se preocupa del
total de la batalla seguro de que si obtiene la victoria y llega
a to m ar las principales defensas todo lo dem ás vendrá inde­
fectiblem ente a su m ano, así debe precederse aquí: si se
consigue im buir lo m ás im portante en el entendim iento,
todo lo particular vendrá después naturalm ente. A esta clase
de obstáculos pertenecen los vocabularios y diccionarios lla­
m ados generales; esto es, que com prenden todas las voces
de u n idiom a com pleto, y puesto que n o hem os de em plear
buena p arte de ellas, ¿por qué hem os de obligar a los m u­
chachos a aprenderlas y abrum arse con ellas? Esto es lo que
se relaciona con la brevedad p a ra enseñar y aprender.
C A P IT U L O XX

M É T O D O D E L A S C IE N C IA S E N P A R T IC U L A R

1. V am os ahora a tra ta r de reu n ir las observaciones que D i r i g i r los


hem os ido haciendo aquí y allá p a ra enseñar ingeniosam ente a rro y o s h a c ia e l
las ciencias, las artes, las lenguas, buenas costum bres y pie­ río .
dad. Decim os ingeniosam ente; esto es, con facilidad, solidez
y brevedad.
2. L a ciencia o noticia de las cosas n o es sino el conoci­ L a c ien cia e i
m iento interno de las m ism as y debe reunir iguales requi­ la v isió n d e la
sitos que la especulación o visión externa; esto es, e l o j o , m e n te y d e b e
re u n ir los m is­
e l o b je t o Y l a l u z . D ados los tres, necesariam ente ha de
m os re q u is ito s,
realizarse la visión. E l o jo en la visión interna es la m ente o q u e la v isió n ,
entendim iento; el objeto s o n t o d a s l a s c o s a s colocadas den­ o c u la r.
tro y fu e ra de n uestra m ente, y la luz l a a t e n c i ó n debida. Y
de igual m odo que en la visión externa son necesarias algunas
condiciones si los objetos han de ser vistos com o es debido,
así tam bién aquí debe seguirse u n m étodo determ inado m e­
diante el cual se presenten las cosas al entendim iento de tal
m anera que con seguridad y prontitud se apodere de ellas.
3. C uatro son, por tanto, las condiciones que se deben pro­
curar en el adolescente que desea investigar los secretos de
las ciencias:
1. Q ue tenga lim pios los ojos del entendim iento.
2. Q ue se le presenten los objetos.
3. Q ue preste atención; y
4. Q ue sepa deducir unas cosas de otras con el debido
m étodo; así conocerá todas las cosas con certeza y expe­
dición.
4. N ad ie tiene en su m ano proporcionarse el entendi­ 1 ) C ó m o &e
m iento que desea; D ios distribuye a su arb itrio estos espejos m a n t e n d r á n
d e la m ente, estos ojos interiores. P ero sí está a nuestro al­ lim p io s lo s o jo s
cance no perm itir que estos espejos nuestros se enturbien con d e la m en te .
el polvo y obscurezcan su brillo. Este polvo son las ociosas,
vanas e inútiles ocupaciones del entendim iento. N uestro es­
píritu está en constante m ovim iento, a sem ejanza de u n a
ru ed a de m olino a la cual no cesan los sentidos externos, sus
servidores ordinarios, de proporcionar m ateriales tom ados
de todo lugar, falsos la m ayor p arte de las veces (si la razón,
suprem o inspector, n o interviene cuidadosam ente); es decir,
en vez de grano y escanda, paja, bálago, arena o granzas y
otras cosas parecidas. Entonces, com o en la m uela, todas las
aristas se llenan de polvo. P reservar de em polvam iento esta
interna m uela de m olino, la m ente (q u e tam bién es com o un
espejo), es acostum brar con prudencia a la juventud a que
:\:V

110 l:V - ;i JU A N AM ÓS CÓ M EN IÓ

ir..
se aparte de las ocupaciones vanas y se entregue a las útiles
y honestas.
2 ) C óm o de­ 5. P ara que un espejo refleje con fidelidad los objetos es
b e n p re sen ta rse necesaria, en prim er lugar, la realidad y evidencia de los m is­
vi lo s o b jeto s. m os, y, después, su adecuada presentación a los sentidos. L o
nebuloso y d e escasa consistencia apenas irradia y m uy dé­
bilm ente se reproduce en el espejo; lo ausente en m anera
alguna puede reflejarse. Así, pues, to d o cuanto haya de ofre­
cerse al conocim iento de la juventud sean cosas reales, no
som bra de las cosas; cosas, repito, sólidas, verdaderas, útiles
y que im presionen enérgicam ente los sentidos y la im agina­
ción. C iertam ente los im presionarán si se colocan ta n cerca
que n o p u ed an m enos de afectarlos.
T o d o p o r m e- 6. P o r todo lo cual, debe ser regla de oro para los que
d i o d e a u to p sia . enseñan que v
todo se presente a cuantos sentidos sea posible.
Es decir, lo visible a la vista, lo sonoro al oído, lo oloroso al
olfato, al gusto lo sabroso y al tacto lo tangible; y si alguna
cosa pudiera ser percibida p o r diversos sentidos, ofrézcase a
todos ellos, com o ya dijim os en el capítulo X V II, fu n d a­
m ento V III.
T r ip l e razó n 7. L a razón de este precepto es triple.
d e e ste p re c e p ­ I. E s necesario que el conocim iento em piece siem pre po
to . los sentidos (cierto es que n ad a hay e n el entendim iento que
X. Q u e e l co ­
n o c im ie n to em ­
antes n o h ay a estado en el sentido). ¿P o r qué, pues, h a de
p i e z a e n lo s darse com ienzo a la enseñanza por la narración verbal y no
se n tid o s. m ediante la inspección de la cosa? D espués, u n a vez presen­
tad a la cosa, venga la narración p a ra explicar m ás profunda­
m ente lo expuesto.
2. E sto s le 8. E n segundo lugar, la verdad y la certeza de la ciencia
d a n certeza. n o estriban m ás que en el testim onio de los sentidos. E fectiva­
m ente; las cosas se im presionan en p rim er lugar e inm edia­
tam ente en los sentidos y después1p o r m edio de ellos e n el
entendim iento. P ru eb a de esto es que el conocim iento sen­
sual h ace fe p o r sí m ism o; pero e n el raciocinio o testim onio
ajeno debe recurrirse a los sentidos p a ra m ayor certeza. N o
dam os crédito a la razón sino en cu an to es capaz de ser
com probada p o r la inducción p articu lar de los ejem plos
(cuya certeza se afirm a p o r los sentidos). N o se presta fe al
testim onio ajeno contra la experiencia del sentido propio.
P or lo tanto, la ciencia es tanto m ás cierta cuanto m ayor
fundam ento tiene en los sentidos. E n resum en: si se quiere
engendrar en los discípulos verdadero y exacto conocim iento
de las cosas hay que procurar que la enseñanza toda sea por
m edio de la propia intuición y de la dem ostración sensual.
3. Y la fija n 9. P uesto que los sentidos son los fidelísim os proveedores
e n la m em o ria. de la m em oria, la dicha dem ostración sensual dará p o r resul­
tado la perpetuidad en el conocim iento; esto es, que lo que
cada cual sepa lo sepa con constancia. Efectivam ente; con
u n a sola vez que h ay a probado la caña de azúcar, o visto un
camello, oído cantar u n ruiseñor o estado en R o m a y la haya
recorrido (con tal que preste a todo aten ció n ), q u edarán tan
indeleblem ente grabadas estas sensaciones e n m i m em oria
que n o p o d rá n borrarse. A sí vem os q u e es posible, que es
f* d id á c tic a m a g n a )'
í;’ i ' V

m uy posible, fijar en los niños los relatos de la Biblia y otras


historias m ediante cuadros o pinturas. C on gran facilidad y
persistencia podem os, cualquiera de nosotros, im aginarnos lo
que es u n rinoceronte, si, aunque n o sea m ás que en pintura,
lo hem os visto alguna vez, y es evidente que con m ay o r cer­
tez a conoceré lo acaecido en cualquier asunto si en ello he in­
tervenido que si lo hubiese oído contar u n millón de veces.
D e aquí el dicho de Plauto: M ás vale u n testigo ocular que
diez de referencia. O el precepto de H oracio: Con m enor in­
tensidad liega al espíritu lo que percibe p o r los oídos que lo
que el espectador tiene ante sus ojos y él m ism o se propor­
ciona. Así, el que presenció con atención una sola vez la
anatom ía del cuerpo hum ano, com prenderá y re co rd ará todas
las cosas con m ayor evidencia que el que hubiera leído m u­
chos y m uy extensos com entarios sin la inspección ocular.
D e aquí el aforism o: la inspección ocular es la m ejor dem os­
tración .
10. P uede tam bién, si en alguna ocasión falta el natural, Notable utiH-
em plearse m odelos o representaciones. E sto es, m odelos o dad de las pin-
imágenes hechos p a ra la enseñanza, com o es p ráctica cons- turas en la en-
tante en los botánicos, zoógrafos, geóm etras, geodestas y geó- señ an za,
grafos, que suelen p resen tar sus descripciones o dem ostra­
ciones acom pañadas de figuras. Igual debe hacerse en Física
y otras ciencias p o r el estilo. P or ejem plo: L a constitución
física del cuerpo hum ano puede, según nuestro m étodo, en­
señarse perfectam ente si colocam os en el esqueleto de los
huesos hum anos (com o se guardan en las academ ias o hecho
de m a d era), form ados de piel fina y rellenos de lan a, todos
los m úsculos, tendones, nervios, venas, arterias, co n las vis­
ceras, pulm ón, corazón, diafragm a, hígado, estóm ago e in­
testinos; to d o en su exacto lugar y dimensión, reseñado con
el nom bre y em pleo de cada uno. Si llevam os a u n discípulo
de Física [Fisiología] a v er esto y le enseñam os detallada­
m ente cada cosa, casi p o r curiosidad se fijará en to d o y se
d ará perfecta cu en ta de la estructura del cuerpo hum ano.
C om o esto, tam bién deberían construirse en todas las ramas
del saber m odelos autópticos (esto es, reproducciones de las
cosas que n o pueden tenerse realm ente) con el fin d e que es­
tuviesen al alcance de las escuelas. Y aunque fuesen necesa­
rios m uchos gastos y bastante trabajo, el resultado h ab ría de
ser en extrem o sorprendente.
11. N o faltará quien dude que todo puede, del m odo Si p u ed en
dicho, representarse ante los sentidos, aun lo espiritual y au- presentarse a
sente (cuanto existe y acaece en el cielo o en el abism o o en los sentidos to­
las regiones del o tro lado del m a r); pero basta con reco rd a r das Jas cosas,
que por disposición divina h a y en to d o tan grande arm onía que
podem os representarnos de m anera absoluta lo superior por
m edio de lo inferior, lo ausenté p o r lo presente, lo invisible
m ediante lo visible. C laram ente se dem uestra co n el M acro-
m icrocosm o dfe R o b erto F lutto, que presenta ante nuestros
ojos con gran ingenio la generación de los vientos, lluvias y
truenos. Y n o hay d u d a ninguna de que puede hallarse m a­
y o r evidencia y facilidad con todo ello.
12. Lo que llevam os dicho se refiere a la presentación III. Qué es
" 1 ” ' ' <* ' ' f ' * t ** ,,
%'iSlE Í2 :■'/•■>:■«■>:■-■*-.. ;■■.■*'■ r ‘
. . . ■
* la lúe de la de los objetos arite los sentidos; vam os ahora a tratar d e la
atención. luz, que si nos falta, de nada nos sirve poner las cosas ante
los ojos. Esta luz del conocim iento es la atención, en virtud de
la cual percibe todas las cosas el que las busca con el entendi­
m iento lleno de codicia. Así com o nadie puede ver a obscuras
. y con los ojos cerrados, aunque tenga las cosas ju n to a su
vista, de igual m anera se escapará a sus sentidos lo que ha-
< blem os o m ostrem os a quien no nos preste atención; com o
vem os que ocurre a aquellos que tienen su im aginación pre-
; ocupada en otras cosas que no se dan cuenta de lo que acaece
en su presencia. D e igual m an era que el que quiere enseñar
a o tro alguna cosa de noche tiene necesidad de tra e r u n a
luz y la espabila con frecuencia p ara que em ita m ayor clari­
dad, el M aestro tam bién, al querer ilum inar en el conoci­
m iento de las cosas al discípulo envuelto en las tinieblas det
la ignorancia, tiene, en p rim er lugar, que excitar su atención1
' p a ra que reciba la enseñanza con inteligencia ávida y codi-
r ciosa. C óm o puede hacerse esto queda dicho en el capí­
tulo X V II, fundam ento II, y capítulo X IX , fundam ento I.
IV . Q u é re- 13. C ontinuando respecto a la luz, hem os de hablar ahora
quiere el méto- del m odo o m étodo de poner los objetos en presencia de los
do de e n se ñ ar sentidos de tal m anera que causen una impresión duradera.
las cosas con Este m étodo podem os deducirle de la visión externa, que re­
luz clara. quiere p a ra efectuarse: 1? Q ue lo que ha de verse se coloque
delante de los ojos. 2 9 A la distancia debida, ni m ás ni menos.
3*? N o de lado, sino bien rectam ente ante la vista. 4 9 N i al
revés ni torcido, sino en su natural posición. 5 9 Para que la
vista conozca en el prim er m o m en to la cosa entera. 6 9 Y luego
la exam ine separadam ente por partes. 7 9 Y ordenadam ente
del principio al fin . 8 9 D eteniéndose en cada una de ellas.
9 9 H asta distinguir rectam ente todas por sus diferencias. Ob­
servados cuidadosam ente estos requisitos se efectuará la vi­
sión con exactitud; si falta u no o varios de ellos n o se verifi­
cará o se realizará mal.
P ru é b a se co n 14. P o r ejem plo: Si alguno quiere leer u n a ca rta que
u n e je m p lo . h ay a recibido de u n am igo es necesario: 1 9 Que la ponga
ante su vista (sin verla, ¿cóm o p odrá leerla?) 2 9 A la distan­
cia debida (excesivam ente lejos n o la verá b ie n ) . 3 9 Com ple­
tam ente de fren te (lo que se m ira de costado se ve m uy con­
fusam ente). 4 9 E n su n atu ra l posición (¿quién puede leer u n a
carta o libro al revés o de lad o ?). 5 9 L o prim ero que hay
que v er es lo principa] de la carta: quién es el que escribe, a
quién, cuándo y desde dónde (el previo conocim iento de todo
esto ayuda sobrem anera a la inteligencia del te x to ). 6 9 Des­
pués se lee lo dem ás sin saltarse n ad a (de lo contrario no se
conocería todo y podría ocurrir que se dejase lo principal).
7 9 E s necesario leerlo todo ordenadam ente, conform e se
siguen los m iem bros (si alguno leyera ah o ra este período y
luego este otro, adem ás de deshacer el sentido engendraría
confusión), 8 9 H a y que detenerse en ca d a cosa hasta enten­
derla (pues si lo pasam os a la ligera, .fácilm ente dejaría el
entendim iento escapar algo útil.) 9 9 P o r últim o, u n a vez co­
nocido todo, establézcase la diferencia entre lo m ás o menos
necesario.
15. P ara observar lo que antecede, dam os n u eve reglas A p lic a c ió n a l
útilísim as a los que enseñan las ciencias: a r te d e e n se ­
I. D ebe enseñarse lo que hay que saber. ñ a r la s ciencias
en n u e v e r e ­
Sí al discípulo n o se le expone lo que h a de saber, ¿cómo
g las.
va a saberlo? C uiden, pues, los que enseñan de n o ocultar, R e g la I.
n ad a a los discípulos; ni de intento, com o suelen los envi­
diosos e infieles, ni p o r negligencia, com o quienes h ac en sus
cosas sin cuidado. A quí es indispensable buena fe y trabajo.
16. L o que se enseñe, debe enseñarse com o cosa presente II
d e uso determ inado.
A sí el discípulo verá que lo que se le enseña n o son
utopías ni ideas platónicas, sino cosas que, efectivam ente,
nos rodean y cuyo conocim iento tiene aplicación real a los
usos de la vida. C on esto el entendim iento se estim ulará m ás
y p ondrá m ayor atención.
17. L o que se enseñe, debe enseñarse directam ente, sin III
rodeo ninguno.
E sto será conocer directam ente, n o de lado, desde donde
n o sólo no se ven las cosas, sino que aparecen confusas y obs­
curas ante la vista. C ad a objeto debe ofrecerse a los ojos del
que aprende en su esencia propia, desnudam ente, sin la en­
voltura de las palabras, m etáforas, alusiones e hipérboles,
que tienen su aplicación p ara exagerar, dism inuir, ensalzar o
vituperar las cosas ya conocidas, p ero en m anera alguna las
que van a conocerse. E n éstas hay que proceder directa­
m ente.
18. L o que se enseñe, debe enseñarse tal y co m o es, a IV
saber: por sus causas.
Es excelente el conocim iento que nos hace com prender
las cosas conform e ellas m ism as son, pues si de o tro m odo
entran en nuestro entendim iento, n o h a b rá conocim iento,
sino error. T o d o objeto es de tal m anera com o está consti­
tuido, y si aparece de m odo diferente a com o está form ado,
aseguram os que está corrom pido. Este objeto se constituye
p o r sus causas. Luego, exponer las causas de un objeto es dar
el verdadero conocim iento del m ism o, conform e aquello de:
Saber es percibir un objeto p o r sus causas. Y tam bién que:
la causa es la gtáa de la inteligencia. C on m ayor facilidad y
certeza se reconocen las cosas conform e fueron hechas; com o
si das a leer u n a carta en la posición en que fue escrita, pues
lo difícil es leerla del revés o torcida. D el m ism o m odo, si ex­
pones u n suceso conform e h a ocurrido se com prenderá fácil­
m ente; pero al p reten d er explicarlo em pezando po r lo últim o
(u<TTEpop rrpcrrspoy) o alterando el orden del relato, segura­
m ente producirás confusión en quien te escuche. Luego,
E l m étodo de enseñanza debe seguir el orden de las cosas:
lo primero, antes; lo posterior, después.
19. L o que se ofrece al conocim iento, debe presentarse
prim eram ente de un m o d o general y luego por partes.
L a razón 'd e este principio está expuesta en el capí­
tulo X V I, fundam ento V I. P resentar una cosa de u n m odo
general al conocim iento es explicar la esencia y accidentes
de toda ella. L a esencia se explica por las preguntas ¿Qué?,
¿Cuál? y ¿Por qué? A ¿ q u é ? se refiere el nom bre, el género,

B
114 JU A N AMÓS COMENTO

el oficio y el fin de la cosa. A ¿ c u á l ? corresponde la fo rm a o


el m odo en virtud del que esta cosa está adecuada a su fin.
A ¿ p o r q u é ? , aquella fuerza eficiente p o r la que se hace el
objeto apto p ara su fin. P o r ejem plo: si quiero d ar a m i dis­
cípulo u n conocim iento general exacto del hom bre le diré:
E l hom bre es (1 ) la últim a criatura de D ios destinada al do­
m inio de las dem ás (2 ) , dotada de Ubre albedrío para elegir y
obrar (3 ) y, por tanto, provista de la lu z de la razón para
m oderar con prudencia sus elecciones y acciones. E sta es una
idea general del hom bre, pero tam bién fundam ental, que ex­
presa cuanto hay en él de necesario. Si a esto quieres añadir
algunos accidentes, aunque sean generales, podrás hacerlo
con exponer de quién, de dónde, cuándo, etc. D e lo general
descenderem os a sus com ponentes: el cuerpo y el alma; el
cuerpo puede explicarse p o r la anatom ía de sus m iem bros, y
el alm a p o r las facultades de que consta, etc. T odo con su
debido orden.
VI 20. D eben exam inarse todas las partes del objeto, aun las
m ás insignificantes, sin om itir ninguna; con expresión del or­
den, lugar y enlace que tienen unas con otras.
N ad a existe sin motivo, y a veces la utilidad de lo m ás
im portante estriba e n la m ás pequeña de las partes. E n un
reloj un solo clavillo, roto, encorvado o fu era de su sitio,
puede h ac er que se pare todo el m ecanism o; en el cuerpo
vivo se separa u n m iem bro y desaparece la vida, y en el con­
texto de la oración m uchas veces la m ás insignificante pala­
b ra (u n a preposición o conjunción) trasto rn a y altera todo
el sentido. Y así en todo. E l conocim iento perfecto d e u n a
cosa se obtiene p o r el conocim iento de todas sus partes,
cual y com o sea cada u n a de ellas.
V II 21. L as cosas deben enseñarse sucesivam ente, en cada
tiem po una sola.
D e igual m an era que la vista n o pu ed e atender al m ism o
tiem po a dos o tres cosas, sino con vaguedad y confusión
(pues, en efecto, el que lee u n libro n o puede ver dos pági­
nas a u n tiem po, ni dos líneas p o r m uy próxim as que estén,
ni dos palabras, ni au n tam poco dos letras, sino sucesiva­
m ente una tras o tra ), así la m ente n o puede tam poco en­
tender sino u n a sola cosa en cada m om ento. Luego con­
viene pasar claram ente de una a o tra cosa p ara que n o se
confunda el entendim iento.
VIII 22. H a y que detenerse en cada cosa hasta com prenderla.
N ad a se hace de pronto, porque todo cuanto se hace se
efectúa en virtud del m ovim iento y éste se realiza sucesiva­
m ente. P o r lo tanto, hay que detenerse co n el discípulo en
cada p arte de la ciencia hasta que la conozca bien y se dé
cuenta de que la sabe. Esto se conseguirá explicando, exa­
m inando y repitiendo hasta tener seguridad com pleta, com o
enseñam os en el capítulo X V III, fundam ento X.
IX 23. Expliqúense bien las diferencias de las cosas para
obtener un conocim iento claro y evidente de todas.
M ucho encierra en sí aquel dicho ta n conocido (troho&pv-
Xk^ror) : E l que sabe hacer distinciones, enseñará bien. L a
m u ltitu d de las cosas abrum a al que aprende y la variedad
DIDÁCTICA MAGNA 115

induce a confusión si n o se aplica el rem edio; a lo prim ero,


el orden p ara que se acom etan unas después de otras, y para
lo segundo, la atenta observación de ios diferencias a fin de
que aparezca con claridad en qué se ap artan unas cosas de
otras. Solam ente esto proporciona u n conocim iento evidente,
claro y cierto, porque la verdad y la variedad de las cosas
estriban en sus diferencias, com o hicim os n o ta r d e pasada
en el capítulo X V III, fundam ento VI.
24. Y a que no es corriente que todos p uedan cum plir U tiliz a r i
su oficio de m aestro con tan gran destreza, será necesario m é to d o e n
acom odar a este m étodo todas Tas ciencias que h an de estu­ ciencia q u e
d e d a rs e e n
diarse en las escuelas, con lo cual no será fácil apartarse de escuela».
su propósito y fin. P ues si se respetan y siguen las leyes de
este método, obtendrem os el m ism o resultado que el que
introducido en el palacio real, y con tiem po suficiente, puede
exam inar sin cansancio todas las pinturas, grabados, tapices
y dem ás ornam entos de to d o género que allí se encierren;
igualm ente el joven introducido en este teatro del U niverso
será capaz de investigar todo el gran ap arato de las cosas y
andar perfectam ente enterado entre las obras de D ios y de
los hom bres.
C A P IT U L O XX I

M É T O D O D E LAS A R TES

Debe e s tu ­ 1. F ácil y breve es la especulación o teoría de las cosas


carse más en y n o proporciona sino entretenim iento; pero su aplicación es
lfli artes que en ardua y prolija, si bien de una utilidad extraordinaria, dice
la s ciencias.
Vives. Y siendo esto así, debem os buscar con toda diligen­
cia el m otivo de que la juventud se deje guiar con facilidad
en aquellas cosas que constituyen el arte.
Tres requisi­ 2. E l arte requiere previam ente tres cosas: 1. M odelo,
tos previos del que es la fo rm a externa y determ inada m irando la cual in ­
«rte. tenta el artista p roducir o tra sem ejante. 2. Materia, que es
aquello que h a de recibir nueva form a. 3. Herram ientas con
las cuales se lleva a efecto el trabajo.
Otros tantos 3. L a enseñanza del arte (dados ya el m odelo, m ateria y
requisitos para herram ientas) exige estas otras tres condiciones: 1. U so le­
obrar.
gítim o. 2. Sabia dirección. 3. Ejercicio frecuente. Esto es,
dónde y cóm o se h a de em plear cada requisito p ara que
el discípulo aprenda; y en tan to que se em plean, se le ha de
dirigir p ara que no com eta erro r en la operación y corre­
girle si le com etiera. Y finalm ente, que no deje de e rra r y
corregir su error h asta que llegue a o b ra r con certeza y fa ­
cilidad sin erro r alguno.
Para lo cual 4. A cerca de esto hay que tener en cuenta once reglas;
se dan once re­ seis respecto del uso, tres en cuanto a la dirección y dos
glas: referentes al ejercicio,
I 5. L o que ha de hacerse, debe aprenderse haciéndolo.
Los artesanos no entretienen con teorías a los que apren­
den sus artes, sino que los dedican al trab a jo p a ra que fabri­
cando aprendan a fabricar; esculpiendo, a esculpir; pintando,
a pintar, y saltando, a saltar, etc., etc. Luego tam bién en las
escuelas deben aprender a escribir, escribiendo; a hablar,
hablando; a cantar, cantando; a razonar, razonando, etc. D e
este m o d o las escuelas no serán sino talleres destinados a los
trabajos. Así todos experim entarán en la práctica la verdad
de aquel proverbio: C onstruyendo construim os.
6. Siem pre ha de haber una fo rm a y norm a determ ina­
das para lo que debe hacerse.
E! discípulo p ro c u rará im itarla, exam inándola y com o si­
guiendo sus m ism as huellas. C ierto es que nadie puede por
sí mism o, desconocedor del asunto, idear qué y cóm o debe
hacer; es preciso que se le determ ine y enseñe. Sería u n a
verdadera crueldad obligar a alguno a h acer lo que tú deseas
sin que sepa qué es lo que quieres. Q uerer que te trace líneas
rectas, ángulos rectos y círculos sin antes ponerle a m ano el
:1 DIDÁCTICA MAGNA ■ . Ifjíjf

nivel, la regla o el com pás y sin enseñarle su em pleo. H ay ¡'


que p ro c u rar seriam ente que en la escuela haya m odelos o
ejem plares de lo que tenga que hacerse e im ágenes verdade­
ras, ciertas, sencillas y fáciles de entender e im itar, ya sean
bosquejos o dibujos de las cosas o advertencias y prelim ina­
res de los trabajos. E ntonces ya n o será absurdo exigir a
aquel a quien se h a dado la luz que vea; que ande el que ya
tiene sus pies libres; que trabaje el que tiene las herram ien- •
tas en la m ano.
7. D ebe enseñarse el em pleo de las herram ientas con m
ellas m ism as, no con palabras; esto es, con ejem plos m ejor
que con preceptos.
Y a en otro tiem po enseñó Q uintiliano que es cam ino
largo y difícil el de los preceptos; breve y eficaz el de los
ejem plos. Pero, ¡ay! ¡Qué poco se h a n acordado de esto las
escuelas actuales! E n efecto; h an abrum ado de tal m anera a
los alum nos de G ram ática co n preceptos, reglas, excepcio­
nes de las reglas y lim itaciones de las excepciones, que
m uchas veces n o saben los pobres qué h an de h acer y se
quedan em bobados antes de com prenderlo. P o r el contrario,
vemos a los artesanos que n o proceden de esta m anera, lie- ,
n ando de reglas a sus aprendices, sino que los llevan al taller
y les hacen presenciar sus trabajos, y después, haciendo que
I03 im iten (el hom bre es un anim al im itador í/u/.n)TtKvl, les
ponen las herram ientas en las m anos y les enseñan cóm o
h ay que cogerlas y em plearlas; si com eten errores, los am o­
nestan y corrigen, siem pre con el ejem plo m ás que con las '
palabras, y la práctica nos atestigua que con gran facilidad
consiguen u n a buen a im itación. C ierto es aquel elegante re­
frán de los alem anes:

E in guter Vorganger fin d et einen guter N achganger

U n buen p redecesor h a c e un b uen continuador. Y tam bién


el dicho de Terencio: M archa tú delante, y o te seguiré,
puede tener aquí su apropiado lugar. E sta es la m an era com o
vem os a los niños ap ren d er a andar, co rrer, h ab lar y jugar
a diversos juegos, solam ente p o r la im itación, sin fastidiosos
preceptos. L os preceptos son espinas p a ra la inteligencia, _
p orque requieren m u ch a atención y esfuerzo; en cam bio, los
ejem plos dan extraordinaria facilidad hasta a los m ás obtu­
sos. Además, no p o d rá nadie tener práctica de cualquier
lengua o arte con los preceptos solam ente; p ero el uso pro- -
porciona esta práctica dé u n m odo absoluto, sin necesidad
d e preceptos.
8. L o s ejercicios deben com enzar por los rudim entos, no j y
por los trabajos serios.
E l carpintero n o enseña a su aprendiz desde el prim er
m om ento a (jonstruir torres y fortalezas, sino a m anejar la
azuela, desbastar los leños, lab ra r las vigas, talad rar los pares,
clavar los clavos, h acer los enlaces, etc. T am poco el pintor
presenta a sus aprendices rostros hum anos p ara que los co- <
pien, sino que em pieza p o r enseñarlos a m ezclar los colores,
preparar los pinceles, tra z a r las líneas y entonces ensayar los
J U A N AM ÓS C O M EN IO

m ás sencillos dibujos, etc. Y el que instruye a un niño en el


arte de la lectura n o le m uestra todo el contenido del libro,
sino prim ero los elem entos singulares, que son las letras;
después el conjunto de éstas reunido en sílabas; luego las
palabras, y, p o r últim o, las oraciones, etc. Así, pues, a los
discípulos de G ram ática hay prim ero que enseñarles las p a ­
labras en sí solas; después, construirlas con otras; luego,
frases de u n m iem bro, de dos y de tres, y, p o r últim o, se
llegará a la construcción del período y de ahí a la cláusula
com pleta. Igualm ente en la D ialéctica: prim ero aprenderán
las cosas y a distinguir sus conceptos ^por los géneros y di­
ferencias; luego a coordinarlas entre sx, según su m utua re­
lación (q u e en algún sentido guardan todas unas con o tr a s );
después a definir y clasificar, y entonces a investigar el qué,
de dónde y por qué se afirm a de cada cosa y su idea, y si es
po r m odo necesario o contingente. C uando se hubiera ya
ejercitado de m anera suficiente en todo esto será ocasión de
pasar al m odo de raciocinar. D e qué m odo de unas prem isas
dadas o concedidas se deduce lo dem ás; y, p o r últim o, al
discurso o tratad o íntegro de los tem as. D e u n m odo seme­
jante puede procederse en Retórica con la m ism a facilidad:
p rim eram ente debe ejercitarse el alum no d u ran te algún tiem ­
po en la recopilación de sinónimos; aprenda después a apli­
car epítetos a los nom bres, verbos y adverbios; luego a em ­
p lear oportunas antítesis; más tard e a usar perífrasis variadas;
después a cam biar las voces propias p o r figuras de lenguaje,
separar, p a ra m ayor sonoridad y elegancia, lo que suele ir
unido y tran sfo rm ar las frases sencillas en elocución figu­
rada, y, p o r últim o, cuando ya se tenga práctica y facilidad
p ara todo esto, n o antes, debe em prenderse la tarea de com ­
p oner discursos enteros. Si de esta m anera se m archa gra­
dualm ente en cualquier arte, es im posible no lo g rar rápido
y sólido aprovecham iento.
E l fundam ento de lo dicho quedó expuesto e n el capí­
tulo X V II, fundam ento IV.
9. L o s alum nos deben hacer sus ejercicios sobre materias
conocidas.
E sta regla la encontram os deducida del fundam ento IX
del capítulo X V II y del corolario V I del fundam ento IV. E s
de sentido com ún que no se debe abrum ar al discípulo con
asuntos ajenos a su edad, inteligencia y condición actual, ni
obligarle a que luche con sombras. P o r ejem plo: A un m u­
chacho polaco q u e esté aprendiendo a leer o hacer las letras
no h ay que ponerle delante escrituras latinas, griegas o ára­
bes, sino la de su m ism o idiom a p a ra que entienda lo que va
haciendo. D e igual m odo, p ara que el niñ o p u ed a aprender
el em pleo de los preceptos dialécticos h ay que sum inistrarle
modelos, pero n o de V irgilio o C icerón n i tom ados d e teó­
logos, políticos o médicos, sino de cosas conocidas y al al­
cance del m uchacho, com o el libro, el vestido, el árbol, la
casa, la escuela, etc. D e este modo, los ejem plos que nos
hayan servido p a ra explicar la prim era regla podrán conser­
varse, com o ya conocidos, p a ra todas las dem ás. Si en D ia­
léctica tom am os com o ejem plo el árbol, expresarem os pri-
DIDÁCTICA MAGNA 119

m ero su género, diferencia, causas, efectos, sujetos, atribu­


tos, etc., definiciones, clasificaciones, etc. Luego, de cuántos
m odos puede predicarse alguna cosa respecto al árbol. D es­
pués, cóm o podrem os con razonam iento evidente deducir de
lo dicho acerca del árbol otras relaciones. D e esta m anera,
con gran facilidad, p o d rá el m uchacho exponer el uso de las
reglas, m ediante dos o tres ejem plos conocidos, e in ten tar la
im itación en lo dem ás.
10. L a im itación debe ser al principio m u y fiel; después VI
ya podrá ser m ás libre.
C uanto m ás se ajusta a su fo rm a p ro p ia la construcción
de u n a cosa nueva, tan to m ás fiel y exactam ente reproduce
la form a prim itiva. A sí las m onedas que se acu ñ an con el
m ism o troquel son todas com pletam ente iguales, tan to a su
cuño com o entre sí. L o m ism o los libros im presos co n tipos
de bronce y los trabajos en m ateria fusible com o la cera, el
yeso y los metales, etc. E n todo lo que h ay a que im itar, la
p rim era copia (p o r lo m enos) h a de hacerse ajustándose fiel­
m ente al m odelo hasta que, segura ya y ejercitada la m ano,
lengua o inteligencia, pueda im itarlo con m ay o r libertad y
se habitúe a efectuar los trabajos p o r su propio ingenio. P o r
ejem plo: Los que aprenden a escribir deben usar u n papel
fino y algo transparente y colocarle sobre u n a m uestra
(irpoypafifta) de la escritura q u e deban im itar; así, guiados
p o r las letras que se transparentan, podrán reproducirla con
facilidad. T am bién puede im prim irse en el papel la m uestra
con caracteres algo am arillentos o m orenos p ara que los dis­
cípulos n o tuvieran que hacer m ás que pasar la p lu m a m o­
jada en tin ta p o r aquellos trazos y se acostum brarían a h acer
la m ism a form a de letra. U n procedim iento sem ejante puede
em plearse en el estilo, form ando frases parecidas a la que se
proponga tom ada de u n autor. Así, al decir R ico en bienes
hágase im itar la frase, y se d irá : R ico en m onedas, R ic o en
dinero, R ic o en ganado, R ic o en viñas, etc. C icerón dice:
E udem o es, sin disputa, el prim ero en Astrología, según la
opinión de los m ás doctos varones; p a ra im itar esta frase se
dirá: Cicerón es, sin disputa, el prim ero en la Elocuencia, se­
gún la opinión d e los m ás doctos varones. P ablo es el prim ero
de los A póstoles en opinión de toda la Iglesia, etc. L o m ism o
en Lógica, aquel dilem a: o es d e día, o de noche, es así que
es de noche, luego n o es de día, puede ser im itado fácilm ente
con todas las proposiciones contrarias opuestas del m odo
dicho. P o r ejem plo: O es inculto o erudito, es así que es in­
culto, luego no es erudito; Ccán fu e piadoso o fu e im pío, es
a á que no fu e piadoso, lu eg o __ _ etc.
11. D ebe cuidarse que la fo rm a de lo que haya de ha- v i l
cerse sea la m ás perfecta posible, y así el que haga la im i­
tación con más fidelidad podrá llegar a ser considerado per-
fecto en su arte.
Así com o nadie es capaz de trazar líneas rectas con u n a
regla torcida, así tam poco h ay nadie que obtenga u n a copia
perfecta con u n m odelo defectuoso. H ay, pues, que procu­
rar que no sólo en la escuela, sino en la vida toda, los m o­
delos de lo que tengam os que hacer sean reales, exactos,
J U A N A M Ó S C O M E N IO
-/:
sencillos y fáciles de im itar, ya sean imágenes, dibujos o
bosquejos de las cosas, ya sean observaciones o reglas, que
serán breves, claras, inteligibles p o r sí y ciertas sin excepción.
VIII 12. E l intento prim ero de imitación ha de ser lo m ás cui­
dadoso posible, a fin de no apartarse en lo m ás m ín im o del
m o d elo .
Es absolutam ente indispensable. T odas las cosas p ri­
m eras son el fundam ento y base de las que han de seguir,
si son firm es, co n firm eza se p odrá construir lo dem ás; sí
indecisas, hab rá siem pre indecisión. Y así com o los médicos
h an observado que los vicios de la digestión prim era n o se
corrigen en la segunda ni en la tercera, así en cualquiera
operación los prim eros errores vician to d o lo que sigue. P o r
esto T im oteo el M úsico exigía doble retribución a aquellos
discípulos que llegaban a él con algunos conocim ientos del
arte adquiridos en otra escuela, porque decía que su trabajo
era doble tam bién: h abía de corregir lo que antes apren­
dieron m al y volver a enseñarlo bien. H ay , pues, que p ro ­
cu rar que los discípulos pongan todo su em peño en im itar
cuidadosam ente los m odelos de su arte, y vencida esta difi­
cultad todo lo dem ás será fácil, a sem ejanza de la ciudad
cuyas puertas h an sido tom adas que puede considerarse en
m anos del vencedor. D ebe, sin em bargo, evitarse la precipi­
tación a fin d e que nunca se pase a lo consiguiente sin dejar
bien sentado lo que antecede. Bastante cam ina el que nunca
se aparta del cam ino. Y el tiem po que se gasta en fu n d a m en ­
tar bien los principios, n o es tiem po perdido, sino un grandí­
sim o ahorro de él para llegar a lo que sigue con facilidad,
rapidez y seguridad.
IX 13. L o s errores deben ser corregidos p o r el M aestro
m ism o; pero haciendo notar de paso m últiples observaciones,
que llam am os reglas y excepciones de estas reglas.
H asta aquí hem os venido afirm ando que las artes deben
ser enseñadas m ás con ejemplos que co n palabras, y ahora
añadim os: que han de acom pañarse preceptos y reglas que
dirijan la operación y eviten el error, p a ra explicar con cla­
ridad lo que en el m odelo se halla contenido, dónde debe
em pezar la operación, a qué fin se encam ina y cóm o se des­
arrolla, y cóm o conviene proceder en ca d a cosa.
T odo esto d a rá p o r resultado el conocim iento sólido del
arte y la confianza y seguridad en la im itación.
Pero conviene sobre manera que tales preceptos sean m uy
breves y m u y claros p a ra que no haya necesidad de detenerse
en ellos, y u n a vez aprendidos nos presten continua utilidad,
aun ya rem otos; así al niño que em pieza a an d a r le son Uti­
lísimos los andadores y después n o le sirven p a ra nada.
X 14. L a enseñanza com pleta de un arte abarca la síntesis
y el análisis.
E n el capítulo X V III, fundam ento V, y con ejem plos to­
Los ejercicios m ados de la N aturaleza y artes m ecánicas, hem os dem os­
sintéticos deben trad o que la síntesis tiene aquí el m ás im portante papel. Y
ir antes que los lo que a continuación exponemos confirm a que en la m ayor
analíticos. p arte de los casos deben preceder los ejercicios sintéticos:
1 1. C om o en todo debe em pezarse p o r lo m ás fácil, entende-
m os con m ayor facilidad lo nuestro que lo ajeno. 2. Los 2
autores velan, de intento, sus enseñanzas con el fin de que
los discípulos puedan con m ás o menos trabajo desentrañar­
las en el m om ento, y p o d rán seguram ente hacerlo si y a están
ejercitados en trabajes propios, aunque sean m uy rudim en­
tarios. 3. Lo que se persigue en prim er lu g a r debe ser tam ­ 3
bién lo prim ero e n la ejecución. A quí pretendem os que los
aficionados a las artes estén dispuestos p a ra entender los nue­
vos inventos, n o p a ra utilizar solam ente los ya conocidos
(véase lo dicho en el capítulo X V III, fundam ento V ).
15. Sin em bargo, tam bién es indispensable utilizar el No obstante/
análisis escrupuloso de las obras e inventos ajenos. Sólo po­ también debe
d rá conocer suficientem ente u n cam ino el que lo ha recorrido em plearse ej
m uchas veces de una p arte a o tra y sabe con certeza los ra ­ análisis.
males, encrucijadas y sendas que aquí y allí tiene; además,
son diversas, y en cierto m odo infinitas, las m aneras de las
cosas p ara que puedan encerrarse todas e n preceptos o rete­
nerse en u n a sola inteligencia. Son m uchas las cosas que se
nos ofrecen y n o podem os hacerlas nuestras si no las distin­
guim os, conocem os y despiertan en nosotros el hábito de
p roducir otras sem ejantes m ediante la im itación y em ulación.
16. Así, pues, lo que nosotros querem os es que en todo Resumen de
arte se construyan m odelos o ejem plares com pletos y per­ lo dicho.
fectos de cuanto puede, suele y debe referirse a aquel arte;
fijando a su lado las observaciones y reglas que declaren el
p orqué de lo hecho y de lo que h ay que hacer, dirijan los
ensayos, eviten los errores y den rem edio p ara los com eti­
dos, Luego som étanse al estudio del discípulo otros ejem­
plos p ara que él ajuste cad a u n o a sus m odelos y h ag a otros
parecidos a im itación de los propuestos. D espués hágasele
exam inar obras ajenas (pero de insignes artistas) y apliqúen­
se las reglas y m odelos antedichos, bien para h acer m ás p a­
tente su utilidad, bien p a ra aprender el arte de ocultar lo
artificioso. C on la continuada repetición de este ejercicio será
capaz de juzgar con acierto acerca de los inventos suyos y
ajenos.
17. Estos ejercicios deben continuarse hasta adquirir el XI
hábito del arte.
Pues, Sólo el uso es quien hace artífices.
C A P IT U L O X X II

M ÉTODO DE LAS LENGUAS

Por qué de­ 1. Las lenguas se aprenden, n o com o p a rte de la erudi­


ben aprenderse ción o sabiduría, sino com o instrum ento p a ra aum entar la
las lenguas y erudición y com unicarla a otros. P o r lo tanto, deben apren­
cuáles. derse: 1. N o todas, porque es im posible; tam poco m uchas,
porque es inútil, puesto que se ro b a el tiem po debido p ara
otras cosas, sino las necesarias solam ente. So n necesarias: la
propia, respecto a la vida dom éstica; las lenguas ¿vecinas,
en cuento a la com unicación con los países lim ítrofes, com o
a los polacos, p o r u n lado la alem ana y p o r otros la húngara,
válaca y turca; y con el fin de leer los libros sabiam ente es­
critos: la latina, p a ra la erudición general; la griega y ará­
biga, respecto a los filósofos y médicos, y la griega y la he­
brea, en lo tocante a Ja Teología.
Cuáles han de 2. N o deben aprenderse todas com pletam ente a la per­
aprenderse ín­ fección, sino co n fo rm e a la necesidad. N o es ta n necesario
tegramente. hab lar el griego o el h eb reo con iguat facilidad que la lengua
usual, puesto que n o tenem os con quien conversar; basta, po r
tanto, aprenderlas lo suficiente p ara leer y entender los
libros.
No hay que 3. E l estudio de las lenguas debe ir paralelo al conoci­
aprenderlas sin m iento de las cosas, principalm ente en la juventud, a fin de
los objetos. que aprendam os a entender y expresar tantas cosas com o pa­
labras. Pretendem os form ar hom bres, n o loros, com o hem os
dicho en el capítulo X IX , fundam ento V I.
Corolario 1. 4. D e d o n d e se deduce: Prim ero, que n o deben apren­
Con unos derse los vocablos separadam ente de las cosas, ya que éstas
mismos libros ni existen n i se entienden solas, sino que, según están uni­
pueden apren­ das, unas y otros existen aquí o allí, hacen esto o lo otro.
derse las len­ E sta consideración fu e la que nos m ovió a escribir la P u e r ­
guas y las co­ t a d e l a s l e n g u a s , en la cual las palabras que form an las
sas. frases expresan tam bién la estructura de las cosas con feliz
acierto (según se afirm a ).
2. A nadie es 5. E n segundo lugar, tam poco es necesario a nadie co­
n e c e s a rio el nocer com pletam ente y p o r entero cualquier lengua, y sería
conocim iento pedante e inútil quien tal hiciera. Pues ni el m ism o Cicerón
co m p leto de llegó a saber la lengua latina por com pleto (y eso que es te­
una lengua. nido com o suprem o M aestro en ella) cuando confiesa que ig­
noraba m uchas voces referentes a las artes: nunca, segura­
m ente, conversó con los zapateros rem endones p a ra conocer
todas sus labores y aprender los nom bres de todo lo que
m anejan, y p o r lo dem ás, ¿de qué le iba a servir el apren­
derlo?
A ÍHDÁCTICA MAGNA 123

6. Esto no lo tuvieron en cuenta algunos de los que am ­ No lo tuvie­


pliaro n nuestra Puerta de las lenguas, los cuales incluyeron ron en cuenta
en ella voces m uy poco usadas de cosas com pletam ente fuera los amplificado­
del alcance de los niños. L a p u e rta n o debe ser o tra cosa sino res de la Puer­
entrada, dejando lo dem ás p a ra después, especialm ente todo ta de las len­
guas (Docemio,
aquello que casi nun ca hay ocasión de conocer, y si esta Kinnero, etc.),
ocasión se presentase podría acudirse a los libros suplem en­ y por lo mismo
tarios, (V ocabularios, léxicos, tratados de botánica, etc.) P o r el autor no ter­
igual razón, yo tam bién interrum pí el Postigo de la latinidad minó su empe­
(q u e había em pezado a fo rm ar de todas aquellas voces olvi­ zado Postigo de
dadas o poco u sad a s). la latinidad.
7. E n tercer tugar, para fo rm a r a la vez el entendim iento 3- A los ni­
y el lenguaje deberán proponerse a los niños cosas infantiles, ños deben pro­
dejando para la edad adulta lo propio de dicha edad; eviden­ ponérseles co­
sas propias de
tem ente trab ajan en balde los que proponen a los niños opi­ su edad; no Ci­
niones de C icerón o de otros grandes autores que tra ta n de cerón u o tro s
m aterias que están fu era del alcance de las inteligencias in­ insignes a u to ­
fantiles. P orque, si n o com prenden las m aterias tratadas, res.
¿cóm o v an a darse cuenta del ingenioso m odo de expresar­
las? C on m ucha m ayor utilidad se em pleará el tiem po en co­
sas m ás m odestas, a fin de que tanto la lengua co m o el en­
tendim iento se desarrollen de u n m odo gradual. L a naturaleza
no da saltos y tam poco el arte que n o es sino im itación de la
' naturaleza. A ntes hay que enseñar al niño a andar que adies­
trarle en el baile; antes cabalgará en u n a v ara de ca ñ a que
g uiará enjaezados caballos; antes balbuceará que hablará, y
antes hab lará que p ro n u n ciará elocuentes discursos; ya ne­
gaba Cicerón que se pudiese enseñar oratoria a quien n o su­
piera hablar.
8. E n cuanto a la poliglotía (■vnX.wyXoTTUtv), con este m é­ Ocho reglas
to d o se conseguirá el resultado breve, y con poco trabajo, de so b re poliglo­
aprender m uchas lenguas p o r m edio de las ocho reglas que tía.
siguen:
9. Cada lengua debe aprenderse por separado. I
E n prim er lugar, desde luego, la lengua corriente: luego
aquellas que se em plean con frecuencia en lu g ar de la usual,
com o son las de los países circundantes, (E stim o que deben
anteponerse las lenguas que sean vulgares a los doctos.) Lue­
go la latina y después de ésta la griega, hebrea, etc., u n a
después de otra, no al m ism o tiem po, de lo contrario se
confundirían unas con otras. Sin em bargo, una vez que ya
estén firm em ente sabidas p o r el uso podrán útilm ente com ­
p ararse p o r m edio de D iccionarios com unes, gram áticas, etc.
10. Cada lengua tenga su tiem po determ inado. II
N o hay tam poco que convertir en u n a gran o b ra estos
adornos y perder con los vocablos el tiem po que necesita­
m os p ara las cosas. L a lengua corriente, com o se refiere a
las cosas que poco a poco van presentándose al entendi­
m iento, requiere necesariamente varios años; pongam os ocho
o diez, esto es,' toda la infancia y p arte de la puericia. D e
ésta podem os pasar a o tra lengua vulgar, cualquiera de las
cuales puede m uy bien aprenderse en el espacio de u n año:
el estudio de la latina puede hacerse en Uos años; un o basta
p ara el griego y u n sem estre p ara el hebreo.
■ 1 1 - - _\ <

III 11. Toda lengua debe aprenderse m á s con el uso q u e por


m edio de reglas.
Esto es, oyendo, leyendo, volviendo a leer, copiando y
haciendo ejercicios de palabra y p o r escrito con la m ayor
frecuencia posible. Véase lo que se h a dicho en el capitulo
precedente, reglas I y XI.
IV 12. N o obstante, las reglas servirán para ayudar y afir­
m ar el uso.
Esto es lo m ism o que hem os dicho en el capítulo anterior,
regla segunda, etc. D esde luego, esto es de extraordinaria
aplicación a las lenguas sabias que forzosam ente hem os de
aprender en los libros; p ero tam bién puede entenderse res­
pecto de las lenguas vulgares. Pues ta n to la italiana, com o la
francesa, alem ana, bohem ia y húngara pueden estar conteni­
das en reglas y preceptos, y de hecho ya lo están. v
V 13. L o s preceptos referentes a las lenguas deben ser gra­
maticales, n o filosóficos.
Es decir, no deben investigar con sutileza las razones o
causas de las voces, frases o enlaces, p o r qué es necesario
que sea así o de otro m odo, sino que deben explicar, sin
arte alguno, cóm o y qué h a de hacerse. L a especulación su­
til de las causas y enlaces, sem ejanzas y diferencias, analo­
gías y anom alías que afectan a las palabras y a las cosas es
p ropia de la filosofía, y n o h ace sino en treten er al filólogo.
Vi 14. L a lengua m ás conocida ha de ser la norm a de los
preceptos q u e para la nueva lengua se escriban, de manera
que solam ente se haga notar la diferencia de la una a la otra.
R epetir lo que es com ún, no solam ente es inútil, sino que
ocasiona perjuicio, porque asusta a la inteligencia con la idea
de u n a prolijidad y discordancia m ayor de la que efectiva­
m ente existe. P o r ejem plo: n o hay necesidad alguna de repe­
tir en la gram ática griega las definiciones de nom bres, ver­
bos, casos, tiem pos, etc., ni las reglas de sintaxis, que no
ap o rtan n ad a nuevo, porque todo esto se supone ya sabido.
D e m anera que solam ente hay que h acer n o ta r aquello en que
la lengua griega se aparta de la latina, gue ya conocemos.
E ntonces la gram ática griega se q u ed ara reducida a unas
cuantas hojas, y todo aparecerá m ás claro, fácil y seguro.
V II 15. L o s prim eros ejercicios de la nueva lengua han de
hacerse sobre materia conocida.
D e este m odo n o ten d rá necesidad el entendim iento de
aplicarse conjuntam ente a las palabras y al asunto y po r
ello distraerse y dism inuir su intensidad, sino solam ente
atenderá a las palabras y con m ás facilidad y prontitud se
adueñará d e ellas. L a referida m ateria p o d rá ser algún capí­
tulo del Catecism o, o u n relato bíblico o cualquiera otra
cosa p o r el estilo d s antem ano conocida. [Si agrada pueden
em plearse nuestros Vestíbulo y Puerta, aunque ésta es m ás
a propósito p ara aprender de m em oria p o r su brevedad, y
el prim ero p a ra leer y releer p o r la frecuente repetición de
las m ismas voces, gracias a la cual se hacen m ás fam iliares
éstas al entendim iento y la m em oria.]
V III 16. Todas las lenguas pueden aprenderse con el m ism o y
único m étodo.
"í .i v i .■ -’j ■ V'\ V : ' ■
■■ ■■

I f e t ó C T l t í A . M AGNA ■ m
r.
, ---------con el uso; añadiendo preceptos m uy fáciles que se-
. ■ñalen tan sólo las diferencias respecto a la lengua conocida, y
| con ejercicios sobre m aterias que sean tam bién conocidas, etc.
17. Sobre el aprendizaje perfecto de las lenguas. La práctica
, Y a dijimos al com ienzo de este capítulo que n o todas no re q u ie re
i las lenguas que se aprenden h an de serlo con igual cuidado. aprender casi a
; Ú nicam ente en la lengua propia y en el laán debem os fijar la perfección
' con preferencia nuestra atención para obtener en ellas la m a- las lenguas, con
, yo r perfección posible. El estudio de estas dos lenguas debe- excepción de
; m os dividirlo en cu atro edades: dos de ellas y.
mediante cuatro
: " P rim e ra .1 r I n fa n til. b a lb u c ie n te ; I en l a c u a l <D e c u a lq u ie r
grados.
S egunda . I edad, h a I p u e ril, a d o le s c e n te : [ a p re n d e - I rriwk'-
T e rc e ra . . f de ser 1 ju v e n il, f l o r i d a ; | r á n a h a - 1 Q jJ¡ elegancia."
C u a r ta . . . i I.v iril, p o te n te : J b la r. LCon e n e r g ía .

18. Sólo se m arch a rectam ente cuando se cam ina p o r ¿ Porqué?


grados; de o tro m odo todo es confusión, dislocación y dis­
gregación, com o en nosotros mismos hem os experim entado
m uchas veces. Los aficionados a las lenguas irán adelante
con facilidad po r m edio de estos cuatro grados, si saben es­
coger con cuidado los instrum entos p a ra aprender las len­
guas; esto es, los libros, ya didácticos, que deben darse a los
que aprenden; ya inform adores, com puestos p ara el m anejo
de los que enseñan, am bos breves y m etódicos.
19. Los libros didácticos h abrán de ser cuatro, conform e Cuatro libros
a los grados de las edades: para en se ñ ar
una lengua.
I. V e s t íb u l o

II. P u e r t a de la lengua (latin a, por ejem p lo ) co n


III. P a la c io lo s lib ro s suplem entarios.
IV. T e s o r o

20. El V e s t í b u l o debe com prender lo referente al sila­ I. Vestíbulo.


beo, con algunos centenares de vocablos distribuidos en re­
franes o proverbios, llevando anejos unos cuadros de decli­
naciones y conjugaciones.
21. L a P u e r t a contendrá todos los vocablos m ás com ún­ I I . P u e rta .
m ente usados en el idiom a, unos ocho m il, contenidos en
sentencias breves, en las que se expresarán las cosas en su
sentido natural. A quí se añ ad irán algunos preceptos gram a­
ticales breves y claros que expongan con toda sencillez la
verdadera y genuina fo rm a de escribir, form ar, p ro n u n ciar y
construir las voces de aquella lengua.
22. El P a l a c i o en cerrará en sí diversos discursos acerca III. Palacio.
de todas las cosas, form ados con frases de todas clases y
adornos oratorios; con anotaciones m arginales de los autores
d e quienes se tom a cada trozo. AI pie deberán m encionarse
las reglas acerea de los m il m odos de v ariar y m atizar las
frases y oraciones.
23. E l T e s o r o se llam a a los autores clásicos que con IV. Tesoro
gravedad y energía h an escrito acerca de cualesquiera m ate­ de Autores.
rias, anteponiendo las reglas p a ra buscar y reu n ir los nervios
de la oración y sustituir los idiotism os con toda propiedad.
126 JU A N AM ÓS C O M E N IO

(A q u í se h ac e p o r vez prim era.) Se escogerán algunos de


estos autores p a ra ser leídos en la clase, y con los dem ás se
fo rm ará u n catálogo a fin d e que no se ignore quiénes son,
si alguien tuviera después ocasión o gana de consultar los
autores que trate n de éste o el o tro asunto.
L ib ro s s u p le ­ 24. L lam am os libros suplem entarios a los que nos sirven
m en ta rio s . p ara sustituir a los didácticos con expedición y m ayor fruto.
Son, a saber:
I A l Vestíbulo, el Índice de todas sus voces usual-latino y
latino-usual.
II A la Puerta, el D iccionario etim ológico, expresando las
voces prim itivas en latín y lengua usual, p o r sus derivados y
com puestos, y exponiendo el p o r qué de las significaciones.
III A l Palacio, el D iccionario fraseológico usual-corriente, la­
tín-latino (y si es necesario griego— g rieg o ), reuniendo en
una, con la expresión del lugar en que se hallan, las diversas
frases, elegantes sinonim ias y perífrasis que aparecen dise­
m inadas en dicho Palacio.
IV A l Tesoro le servirá de suplem ento y refuerzo el Prontua­
rio universal, desarrollando d e tal m an era la riqueza de am ­
bas lenguas (co rrien te y latin a y luego latino-griega), que
n o haya nada que aquí n o se encuentre, y concierten todas
entre sí p ara expresar con propiedad el sentido directo:
con m etáforas, el figurado; jocosam ente, lo jocoso, y p ro ­
verbialm ente, lo proverbial. N o es verosím il que exista algún
país cuya lengua sea tan pobre que n o tenga suficiente
riqueza de voces, frases, sentencias y refranes p ara dispo­
nerlos con inteligencia y aplicarlos a la lengua latina, y segu­
ram ente n o h ab rán de faltar, si se tiene habilidad p ara im i­
tarlos y construirlos, parecidos con los que m ás se ase­
mejen.
F a lta u n P r o n ­ 25. A ún estam os esperando el dicho Prontuario univer­
t u a r i o d e la sal. El jesuita polaco Gregorio Cnapio prestó u n gran servi­
l e n g u a , a n o cio a su país con su Tesoro, q u e llam ó Polaco-L atino-G riego;
s e r e l d e l p o la ­
pero en él son de n o tar estos tres defectos: P rim ero: Q ue no
c o G . C n a p io .
reunió todas las voces y frases d e la lengua patria. Segundo:
que no las dispuso en el orden que antes recom endábam os,
p ara que conviniesen unas con otras; las propias con las p ro ­
pias, las figuradas con las figuradas, las anticuadas con las
anticuadas (h a sta donde pudiera h acerse), con lo cual apare­
cería p o r igual la propiedad, esplendor y riqueza de cada
lengua. P o r el contrario, hace corresponder a ca d a voz y fra ­
se polaca m ayor n úm ero de voces latinas, y nosotros desea­
mos que a cada u n a corresponda otra, a fin de que todas las
elegancias latinas tengan equivalencia e n n u estro idiom a, con
lo cual será este Prontuario útilísim o p a ra trad u cir cualquier
libro del latín al idiom a corriente y viceversa. Tercero: Q ue­
rríam os en el Tesoro d e C napio m ayor cuidado al disponer
la serie de las frases: esto es, que n o se agrupen de cualquier
m anera, sino que precedan las form as sencillas e históricas
de hablar; luego las oraciones m ás notables; después las poe­
sías m ás sublimes o difíciles e insólitas y, p o r últim o, las
antiguas.
26. P ero dejarem os p a ra m ás adelante la com pleta crítica
DIDÁCTICA MAGNA

sobre la estructura de este Prontuario universal, así com o


tam bién el enseñar a m anejar el Vestíbulo, Puerta, Palacio y
Tesoro, con tan estudiada m an era y orden, que infaliblem en­
te h ay a de resultar lo que es nuestro fin: la perfección de la
lengua . El tratado especial acerca de todo esto corresponde
a la peculiar organización de las clases.
C A P IT U L O X X III

M ÉTODO DE LAS COSTUM BRES

T o d o lo q u e 1. H a sta ah o ra hem os trata d o solam ente del m odo de


p re c e d e es d e enseñar y aprender, con la posible rapidez, el conocim iento
o r d e n se c u n d a ­
de las ciencias, artes y lenguas. A cerca de lo cual se nos vie­
r io ; lo q u e v e r­
d a d e ra m e n te es
ne a la m em oria el dicho de Séneca (E pístola 8 9 ): N o debe­
i m p o r t a n t e esm o s aprenderlo, sino haberlo aprendido. Porque, efectiva­
lo q u e s ig u e : m ente, sólo constituyen la preparación p a ra m ás altas em pre­
la s b u e n a s cos- sas, com o él m ism o dice: Son nuestros rudim entos, no nues­
t u m b r e s y la tras obras. ¿Cuáles serán, pues, estas obras nuestras? E l
p ie d a d estudio de la Sabiduría, que nos tornará sublimes, fu ertes y
m agnánim os. Esto es lo que en los capítulos prim eros hem os
designado con el nom bre de C ostum bres y Piedad, m ediante
las cuales nos elevam os sobre todas las criaturas y nos acer­
cam os m ás a Dios. ^
q u e n e ce sa ria ­ 2. H ay que tener u n especial em peño en que este arte
m en te h a y q u e d e inculcar las buenas costum bres y la piedad se ponga en
c o m p re n d e r en
práctica con toda exactitud y sea introducido en todas las
u n a rte .
escuelas, p a ra que éstas sean de m odo cierto verdaderos ta ­
lleres de hom bres, com o ordinariam ente se les llam a.
X V I R eg las 3. E l arte de fo rm a r las buenas costum bres puede expre­
d e l a r te d e las sarse en 16 reglas. L a prim era de las cuales es: Todas las
c o stu m b re s. virtudes, sin exceptuar ninguna, deben ser inculcadas a la
I juventud.
N ad a puede suprim irse en la rectitud y honestidad sin
causar vacíos o desconcierto.
II 4. E n prim er lugar, las virtudes fundam entales que lla­
man cardinales: P r u d e n c i a , T e m p l a n z a , F o r t a l e z a y J u s ­
t ic ia .
N o puede construirse u n edificio sin cim ientos o sin ap o ­
yar a plom o sobre ellos las dem ás partes de la obra.
III 5. P r u d e n c ia se conseguirá en una recta enseñanza,
aprendiendo las diferencias verdaderas de las cosas y su exac­
to valor.
El adecuado juicio sobre las cosas es el verdadero funda­
m ento de toda virtud. M uy herm osas son las palabras de
Vives: L a verdadera sabiduría consiste en juzgar con rectitud
acerca de las cosas, de manera que estim em os cada una de
ellas tal y co n fo rm e es; para n o correr tras las viles, creyén­
dolas preciosas, ni rechazar las preciosas, juzgándolas viles;
no m enospreciar lo que debe alabarse, ni ensalzar lo que debe
ser vituperado. D e aquí nacen todos los errores y vicios en la
m ente de los hom bres: no hay en la vida hum ana nada tan
funesto co m o la perversión de los juicios que im pide dar a
" 'd i d á c t i c a m agna 1 ■" ',' 1 ■

cada cosa su justo valor. D ébese, por tanto, continúa, incul­


car la costum bre desde niño de procurar adquirir la verdade­
ra apreciación de las cosas, que irá creciendo al m ism o tiem ­
po que la edad. Practique lo bueno y huya de lo m alvado
para que la costum bre del bien obrar fo rm e parte de su na­
turaleza, etc,
6. T e m p l a n z a se inculcará a los niños y se acostum bra - I V
rán a guardar al tom ar la com ida y la bebida, en el sueño
y la vigilia, en los trabajos y recreos, hablando y guardando
silencio, durante todo el tiem po de su educación .
P a ra lo cual es regla de oro que siem pre deben tener p re­
sente todos los jóvenes, la de N e q u id nim is: nada con exceso,
p ara detenerse en todo ante la h artu ra y el fastidio.
7. F o r t a l e z a se adquiere al dom inarnos a nosotros m is- V
m os; conteniendo nuestro deseo de pasear o divertirnos fuera
de tiem po o con exceso; reprim iendo la impaciencia, m u rm u ­
ración o la ira.
El fundam ento de esta virtud estriba en que to d o debe
hacerse m ovido p o r la razón, n o p o r la pasión o el deseo. El
hom bre es anim al racional, luego debe acostum brarse a de­
jarse conducir por la razón, deliberando en todas sus obras,
el qué, p orqué y cóm o debe p roceder en cada una de ellas.
D e este m odo el hom bre será efectivam ente rey y señor de sus
acciones. Y com o los niños n o son todavía capaces (a lo m e­
nos no todos) de proceder, con tal deliberación y raciocinio,
debe ser nuestro más notable em peño el de inculcarles la
fortaleza y el dom inio de sí mismos, si se les acostum bra a
que ejecuten la voluntad de o tro antes que la suya: esto es,
obedeciendo a los superiores con toda prontitud en todas
las cosas. E l que dom a potros, dice Lactancio, lo prim ero que
les enseña es obedecer ai freno: el que pretende educar niños
debe procurar, en prim er lugar, que atiendan a lo qué se les
dice. ¡Oh, qué esperanza tan grande de que se traigan a m e­
jo r cam ino las confusiones hum anas que inundan el m undo
entero se aparece ante nuestros ojos, si desde la m ás tiern a
edad se acostum bran todos a ceder ante los dem ás y guiarse
en todas sus cosas p o r la luz de la razón!
8. J u s t i c i a aprenderán no dañando a nadie, dando a VI
cada uno lo que es suyo; huyen d o de la m entira y el engaño
y com portándose atenta y am ablem ente.
P ara todo lo cual, com o p a ra lo arrib a dicho, bastará ob­
servar cuanto prescriben las reglas que siguen:
9. Son especies de lá Fortaleza la honesta desenvoltura y V I I
la constancia en los trabajos, sum am ente necesarios a la ju­
ventud.
C om o hay que pasar la vida hablando y trabajando, deben
enseñarse los niños a soportar la presencia de los hom bres
y los trabajos honestos p a ra n o convertirse en h uraños o
m isántropos, holgazanes, carga inútil p ara la tierra. L a virtud
se fom enta con' hechos, n o con palabras.
10. L a honesta desenvoltura se consigue con el trato fre - v ill
cuente con personas honradas y la ejecución en su presencia
d e todo lo que nos sea ordenado.
Aristóteles educó así a Alejandro, de tal m odo que a los

9
m JU A N A M Ó S C O M EN IO

doce años de edad estaba acostum brado a tra ta r co n los


Reyes, Legados de los Reyes o del Pueblo, doctos e indoc­
tos, urbanos o campesinos, artesanos, etc., y p reg u n ta b a o
respondía en m edio de ellos sobre cualquier m ateria de que
se trataba. P ara im itar esto en nuestra educación general,
debe enseñarse a todos la m an era de conversar y practicarla
a m enudo, h ablando con los padres, condiscípulos, precep­
tores, servidum bre, etc., y deberá en ello acentuarse la aten ­
ción del p receptor p a ra que corrija con sum o cuidado lo que
note de abandono, im prudencia, rusticidad, orgullo, etc.
IX 11. L os jóvenes tendrán resistencia para los trabajos si
están siem pre haciendo alguna cosa, ya en serio, ya por
recreo.
A este propósito n o interesa el qué y cóm o se haga, sino
que se haga. P uede m uy b ien aprenderse p o r recre o una t
cosa, que sea de gran utilidad si llega la ocasión. Y (com o
ya dijimos en o tra p arte) lo que ha d e hacerse se aprende
haciéndolo, así tam bién trabajando se aprende a trabajar, a fin
de que la ocupación constante (au n q u e siem pre m o d e ra d a )'
del alm a y del cuerpo engendre la destreza y haga intolerable
la indolente ociosidad al hom bre diligente. A sí será verdad lo
que dice Séneca: E l trabajo produce ánim os generosos.
X 12. D esde el prim er m om ento hay que inculcar en los ni­
ños aquella otra virtud herm ana de la justicia: la prontitud
y buen deseo d e ser útil, a los dem ás.
M ancha nuestra corrom pida n atu raleza u n negro vicio, el
egoísm o (<pl \ o v t u x ) , p o r el cual sólo piensan todos en su p ro ­
pio provecho sin tener presente el interés de los dem ás. De
aquí se origina m ucha confusión en las cosas hum anas, p o r
cuanto cada un o tiene solam ente cuidado de sus cosas pos­
poniendo el bien público. H ay, por tanto, que inculcar con
firm eza en la ju ven tu d el conocim iento del fin de nuestra
vida; esto es, que n o hemos nacido p a ra nosotros solos, sino
p ara Dios y el prójim o, es decir, p a ra la sociedad del género
hum ano, a fin de que seriam ente persuadidos de ello, se
acostum bren desde niños a im itar a D ios, los ángeles, el sol y
otras generosas criaturas, procurando ser útiles a los más.
M ejor sería el estado de los asuntos públicos y privados si
todos aspirasen al bien com ún y ca d a u n o supiese y quisiese
ayudar a los dem ás en todo. S abrán y q uerrán si p a ra ello
son educados.
XI 13. La educación de las virtudes debe com enzar desde la
primera edad, antes que los vicios se apoderen del espíritu.
Pues si n o siem bras con buena sem illa el cam po, cierta­
m ente que pro d u cirá hierbas; ¿pero cuáles?, la cizaña y otras
m alas hierbas. Si tienes propósito d e hacerle producir, con
m ás facilidad lo cultivarás y podrás e s p e ra r con segura espe­
ranza buena cosecha si al com ienzo d e la prim avera le aras,
rastrillas y labras.
Por lo tanto es de gran im portancia habituarse desde el
principio, porque la vasija conserva durante largo tiem po
el olor del líquido que cuando n u eva contuvo.
XII 14. L as virtudes se aprenden ejec u ta n d o constantem ente
obras honestas.
r DIDÁCTICA MAGNA

Y a hem os visto en los capítulos X X y X X I que lo cog­


noscible se aprende conociendo y lo que h a de hacerse h a ­
ciéndolo. Y de igual m anera que los niños se enseñan a an­
dar, andando; a hablar, hablando; a escribir, escribiendo, etc.;
así aprenderán la obediencia, obedeciendo; la abstinencia, con
la sobriedad; la veracidad, diciendo siem pre la verdad; la
constancia, perseverando en todo, etc., con tal que haya quien
les dirija con la palabra y el ejem plo.
15. C ontinuam ente se pondrán de relieve los ejem plos de XXII
la vida de los padres, madres, preceptores y condiscípulos.
Los niños son com o los m onos; cuanto ven, ya sea bueno,
y a m alo, intentan al m om ento im itarlo, aun sin m andárselo;
y p o r eso aprenden antes a im itar que a conocer, podem os
entender igualm ente los ejem plos vivos que los tom ados de
la historia; pero, no obstante, nos im presionan antes los vi­
vos porque nos tocan m ás d e cerca y co n m ayor fuerza.
Será un m edio eficaz para estim ular a los discípulos hacia la
vida honesta el ejem plo de los padres honrados, fieles guar­
dianes de la disciplina dom éstica, o de los preceptores, los
m ás escogidos de los hom bres.
16. Deben, sin embargo, los ejem plos ir acom pañados de XIV
preceptos y reglas de vida.
D e esta m anera, la im itación se corregirá, adicionará y
asegurará. (V éase lo que se ha dicho en la regla IX del capí­
tulo X X I.) Se tom arán estos preceptos de la Sagrada Es­
critu ra y de las sentencias de los sabios. P o r ejem plo: ¿Por­
qué y có m o se debe huir de la envidia? ¿Con qué arm as ha
de defenderse el corazón d e los dolores y desgracias humanas?
¿Cóm o deben moderarse las alegrías? ¿Cóm o ha de contenerse
la ira y huirse los am ores ilícitos? y otras cosas p o r el estilo,
conform e a la edad y aprovecham iento de los alum nos.
17. H a y que guardar con toda diligencia a los m uchachos XV
de las malas com pañías para que n o se corrompan.
El m al siem pre atrae con tenacidad y m ayor facilidad a
causa de la corrupción de nuestra naturaleza. H ay p o r lo
mismo que ap artar de la juventud con decidido em peño to­
das las ocasiones de corrupción, com o son las malas com pa­
ñías, las conversaciones im prudentes y los libros necios. Los
ejemplos viciosos que en tra n en nosotros p o r los ojos o los
oídos son com o veneno p ara el alm a. Tam bién debe evitarse
el ocio p ara n o aprender a o b ra r m al, p o r n o hacer nada, o
adquirir torpeza y dificultad de espíritu p o r lo mismo. Será
lo más conveniente estar siem pre ocupado, ya en cosas se­
rias, ya en alguna distracción, p a ra no dejar ocasión alguna
a la holganza.
18. És absolutam ente necesaria la disciplina para preve - XVI
nir y contrarrestar las malas costumbres, puesto que apenas
podem os estar tan sobre aviso que no nos veam os arrastrados
por alguna maldad.
Satanás, nuestro enemigo, no solam ente nos acecha cuan­
do dorm im os, sino cuando vigilam os, y al sem brar en las al­
m as la buen a simiente, p rocura interponerse p ara m ezclar la
sem illa de su cizaña, que la m ism a naturaleza corrom pida
h ac e b ro tar aquí y allá, de m an era que es necesario valerse
>32 JU A N AMÓS COM EN K)

de la fuerza p a ra detener el m al. Este se corrige eficazm ente


p o r m edio de la disciplina, esto es, con reprim endas y cas­
tigos, con p alabras y azotes, conform e la gravedad del asun­
to lo dem anda: siem pre a continuación de la falta, p ara sofo­
car en su prim er brote al vicio que nace, o m ejor, si es posi­
ble, arrancarle de raíz. A sí, pues, debe m antenerse en las
escuelas severa disciplina, no tanto para las letras (que recta­
m ente enseñadas son goces y estím ulos p a ra el ingenio h u ­
m a n o ), cuanto para el fo m en to y guarda de las buenas cos­
tum bres.
A cerca d e la Disciplina hablarem os m ás adelante en el
capítulo X X X I.
C A P ÍT U L O X X IV

M É T O D O D E IN C U L C A R L A P IE D A D

1. A unque la P i e d a d es u n don de D ios y nos viene S i e l e s tu d io


del cielo, siendo m aestro y d octor de ella el E spíritu S anto; de k P i e d a d
p u e d e reducir*
com o éste o b ra ordinariam ente p o r medios ordinarios y elige
se a u n m é to d o
com o auxiliares suyos a los padres, preceptores y m inistros d e l arte.
d e la Iglesia p ara que planten y rieguen con sum o cuidado
las plantas del P araíso (1. Cor., 3. 6, 8 ), es necesario que
éstos conozcan el fundam ento de sus obligaciones.
2. A nteriorm ente hem os explicado lo que quiere decir Q u é se en*
el nom bre de Piedad: esto es, que (instruidos rectam ente tie n d e co n e l
n o m b re d e P i e ­
sobre las m aterias de la F e y la Religión) sepa nuestro co ra­
dad.
zón buscar a D ios (a quien la Sagrada E scritura llam a es­
condido, Isaías, 4 5 . 1 5 , y rey invisible, H ebreos, 1 1 . 2 7 , es
decir, que se oculta con el velo de sus obras, y presente
invisiblem ente en todo lo visible lo rige tam bién de m odo
invisible); donde quiera que lo halle, seguirle, y u n a vez se­
guido, gozarle. L o prim ero se hace con el entendim iento, lo T re s.
segundo von la voluntad y lo tercero con el placer de la 1. 2 . 5.

conciencia.
3. Buscam os a D io s com probando las huellas de su divi­ S e n t i d o de
c a d a u n a d e es­
nidad en todo lo creado. Seguim os a D ios entregándonos
tas tre s cosas.
p o r entero a su voluntad en todo, tanto p ara o b ra r com o
p a ra padecer lo que fuere su beneplácito. G ozam os a D ios
descansando en su am or y favor de tal m anera, que n ad a
pueda haber ni en el C ielo ni en la T ierra que nos sea m ás
deseable que D ios m ism o; n a d a m ás agradable que pensar
en Él; nada m ás dulce que su am or, de m odo que se in ñ am e
nuestro corazón en am o r suyo.
4. P ara saciar p o r com pleto este afecto tenem os u n a T r ip l e f u e n te
fuente triple y tres tam bién son los m odos o grados de be­ y tr ip le g ra d o
ber de ella. d e a g o ta ría .
5. Las fuentes son: L a S a g r a d a E s c r i t u r a , e l M u n d o y L a tr ip le fu e n ­
n o s o t r o s m i s m o s . E n lo prim ero , la palabra de D ios; en la te es l a p a la b ra
segunda, sus obras; e n nosotros, su inspiración. E stá fu e ra d e D io s : h ech a,
e sc rita e in s p i.
de duda que puede sugerim os la Sagrada E scritura el cono­ ra d a .
cim iento y el am or de D ios. E n cuanto al m undo, la p ru ­
dente observación de las adm irables obras divinas despierta
en nosotros el sentim iento de la piedad, com o lo cónfirm an
los m ism os gentiles, los cuales fu ero n arrebatados a la vene­
ración de la divina inteligencia p o r la sola contem plación
del m undo. Lo p rueba el ejem plo de Sócrates , Platón, Epic-
teto, Séneca y otros; aunque este am or fuese im perfecto y
apartado de su fin, en hom bres que n o estaban ayudados
13 4 JU A N AM'ÓS CO M EN IO

p o r la divina revelación. P ero aquéllos que buscan con em ­


peño el conocim iento de D ios en sus p alabras y obras, que­
dan abrasados de ardiente am or, com o vem os en Job, Eliu,
D avid y otros piadosos varones. L o que tam bién se revela
en su particular providencia con nosotros m ismos (q u e ad­
m irablem ente nos form a, nos conserva y nos dirige), como
D avid (salm o 139) y Job (capítulo 10) dem uestran con su
ejemplo.
T res m odos 6. E l m odo de obtener la Piedad de estas tres fuentes
d e o b te n e r la es igualm ente triple: M editación, Oración y Prueba o tenta­
p ie d a d d e estas ción, L u tero afirm ó que estas tres form aban al Teólogo, pero
tres fu e n te s .
tam bién podem os decir que solam ente estas tres form an al
Cristiano.
I 7. M editación es la frecuente, atenta y devota conside­
M e d ita c ió n . ración de las obras, palabras y beneficios de D ios: cóm o
suceden todas las cosas con el beneplácito divino (y a ope­
rante, ya perm itente) y p o r qué cam inos ta n adm irables
llegan a sus fines las decisiones de la divina voluntad.
II 8. Oración es la frecuente y en cierto m o d o perpetua ple­
O r a c ió n . garia a D ios, y la im ploración de su m isericordia p ara que
nos sostenga y nos dirija con su espíritu.
III 9. Tentación o prueba es la exploración frecuente de nos­
T e n ta c ió n . otros m ism os para m ayor aprovecham iento en la virtud, bien
se efectúe p o r nosótros o p o r otros, en lo que consisten cada
u n a en su estilo, las tentaciones hum anas, diabólicas y divi­
nas. Pues el h om bre debe tentarse a sí propio, si está en fe
(2 C orintios 13. 5 ) , y con qué cuidado ejecuta la voluntad
de Dios, y tam bién es necesario que seam os probados por
los hom bres, amigos y enemigos. Lo cual se realiza cuando
los que nos dirigen investigan con vigilante atención y p o r
m edios patentes u ocultos cuánto hem os aprovechado; y
cuando D ios coloca a nuestra diestra u n adversario que nos
obliga a refugiam os en Él y nos hace v er la firm eza de
nuestra fe. Finalm ente, Dios suele enviam os al m ism o S ata­
nás, o le perm ite levantarse contra el hom bre, p a ra que se
descubra lo que hay en su corazón. Todas estas cosas deben
ser inculcadas a la juventud cristiana, p ara que, m ediante
todo cuanto existe, se hace y h a de venir, se acostum bren
todos a elevar su espíritu a A quél que es el principio y fin
de todo y hallar descanso a sus alm as en Él sólo.
E l m é to d o d e 10. Este m étodo especial puede expresarse en las 21 re­
la P ie d a d p u e ­ glas siguientes:
d e c o m p re n d e r­ 1? E l cuidado de inculcar la piedad debe com enzar en la
se e n X X I re ­ prim era infancia.
g ia s . N o solam ente p orque diferirlo n o es práctico, sino por­
que es peligroso. L a razón m ism a nos aconseja que con­
viene h acer antes lo que es prim ero, y con m ayor em peño
lo que tiene más im portancia. Y ¿qué es lo que tiene m ayor
im portancia y es antes que la Piedad, sin la cual todo otro
ejercicio, sea el que fuere, es de escaso valor, y ella sola tiene
la prom esa de esta vida presente y de la venidera? (1. Tim -
4.8) L o ú n i c o n e c e s a r i o es buscar el R eino de D ios (Luc.
1 0.42.), que a quien p o r él se afana todo lo dem ás le será
d ado po r añadidura (M at. 6. 3 3 ). T am bién es peligroso dife-
DIDÁCTICA MAGNA

rir lO j p orque si las alm as de los párvulos n o son criadas en


el am o r de Dios, con m ayor facilidad sobrevendrá el despre­
cio tácito de la divinidad y la irreligión en el transcurso de la
vida pasada, sin cuidado de D ios, durante algún tiem po, has­
ta el punto de que, después, sólo con gran trabajo, o tal vez
nunca, p odrá lograrse la enm ienda.
Así, el Profeta, dolorido p o r el h o rrendo diluvio de im ­
piedad que inundaba su pueblo, dice que n o quedaba nadie a
quien D ios enseñase, fuera de los apartados y quitados de los
pechos, esto es, los párvulos (Isaías 28. 9 ) . D e otros, dice
o tro Profeta, que no podían ser corregidos para obrar bien,
porque estaban habituados a obrar m al (Jerem . 13. 2 3 ).
11. Desde que por vez prim era saben usar sus ojos, len- II
gua, m anos y pies, deben aprender a m irar a los cielos, a ten­
der sus m anos hacia lo alto, a nom brar a D ios y a Cristo, a
doblar la rodilla ante su invisible majestad y a rendirla toda
veneración.
N o son los niños tan incapaces de esto com o im aginan
aquellos que tratan este asunto con negligencia, sin te ­
n er en cuenta cuán necesario es libram os de Satanás, del
M undo y de nosotros mismos. A unque al principio n o en ­
tiendan lo que hacen, ya que es endeble todavía el uso de
su razón, sin em bargo es conveniente que aprendan a ejerci­
tarse con el uso p ara que sepan qué debe hacerse. D espués
que con el ejercicio hay an aprendido lo que deben hacer,
con m ayor facilidad p o d rá inculcárseles lo que inm ediata­
m ente sigue, que em piecen a com prender lo que se hace
por qué y cóm o puede hacerse rectam ente. D ios m andó en su
ley que se le dedicasen todas las prim icias, ¿por qué no,
tam bién, las prim icias de los pensam ientos, lenguaje, movi­
m ientos y acciones nuestras?
12. A m edida que los niños puedan ir siendo educados, III
debe, ante todo, hacérseles com prender que n o estam os aquí
por esta vida, sino que tendem os a la eternidad; esto sola­
m en te es un tránsito, a fin de que, convenientem ente prepa­
rados, seam os dignos de entrar en las eternas mansiones.
Lo cual es m uy fácil de enseñar m ediante los ejem plos co ­
tidianos de aquellos a quienes nos arrebata la m uerte y pasan
a la otra vida, lo m ism o niños que adolescentes, jóvenes o
ancianos. C on frecuencia se debe recordar todo esto, a fin
de inculcar la consideración de que nadie puede, en m odo
alguno, fijar aquí su m orada.
13. C o m o consecuencia d e lo anterior, se les debe hacer IV
observar que nada debe hacerse aquí sino prepararse para la
vida que sigue.
D e lo contrario, sería necio preocuparse de cosas que
hem os de dejar, y descuidar en cam bio las que han de acom ­
p añam os p o r toda u n a eternidad.
14. H a y que enseñarlos que la vida a la que van los h o n u y
bres desde ésta, es de dos m odos: bienaventurada, con Dios, y
desgraciada, en el infierno, y una y otra por toda la eternidad.
Con el ejem plo de L ázaro y del Epulón, cuyas alm as
fueron llevadas, la del prim ero, al cielo, p o r los ángeles, y la
del segundo, al infierno, p o r los demonios.
JU A N AMÓS C O M ÉN IO

15. D ichosos una y m il veces son aquellos que disponen


su vida de tal m o d o que son considerados dignos de ir a Dios.
Pues fuera de D ios, fuente de luz y de vida, sólo hay ti­
nieblas, horrores, torm entos y perpetua m uerte sin m uerte;
que m ás valdría n o h ab e r nacido a quienes se apartaron de
D io s y se precipitaron en el abism o del destierro eterno.
16. Serán, ciertamente, llevados a D ios los que aquí diri­
gen sus pasos con É l .
C om o E noch y Elias, vivos am bos y otros después de su
m uerte (G énesis 5. 24, e tc.).
17. D irigen sus pasos con D ios quienes siem pre le tienen
ante su vista, le tem en y guardan sus m andam ientos.
E sto afecta al hom bre entero (Eclesiastés 12. 15). L o que
Jesucristo áfirm ó que era la única cosa necesaria (L ucas 10.
4 2 ). T odos los cristianos deben aprender a tenerlo siem pre
en la boca y en el corazón, a fin de que n o se preocupen
dem asiado con la afanosa M arta de los cuidados d e esta vida.
18. A sí, pues , todo cuanto en este m u n d o ven, oyen, to­
can, hacen y padecen, deben acostumbrarse a dirigirlo a Dios,
ya inmediata, ya m ediatam ente.
L o aclararem os p o r m edio de ejemplos. Los que se afi­
cionan a los estudios literarios o a la vida contem plativa
deben entregarse a ello p ara adm irar p o r d oquier el poder,
sabiduría y bondad de Dios, y p o r este m edio encenderse
en su divino am or, uniéndose a El en esté am or m ás y m ás
para no separarse e n to d a la eternidad. A quellos que em ­
prenden trabajos externos, la agricultura, oficios, etc., y en
ello buscan el p an y todo lo dem ás necesario p a ra la vida, a
fin de vivir cóm odam ente, deben em plear esta vida cóm oda
en servir a D io s con tranquila y alegre conciencia, sirvién­
dole agradarle, y agradándole unirse a É l eternam ente. Los
que se conducen con las cosas con otros fines se ap artan de
la intención de D ios y de D ios mismo.
19. D esde la prim era edad hay que aprender a ocuparse
cuanto sea posible en todo aquello que conduce inm ediata­
m ente a Dios: la lectura de la S a g r a d a E s c r i t u r a , el ejerci­
cio del culto divino y las buenas obras externas.
L a lectura de la Sagrada E scritura excita y aum enta el
recuerdo de D ios; el ejercicio del culto divino revela al hom ­
bre la presencia de Dios y le une a Él; las buenas obras afir­
m an esta unión, p orque hacen ver que cam inam os p o r los
m andatos divinos. Estas tres cosas deben ser recom endadas
seriam ente a los candidatos a la Piedad (q u e es to d a la ju­
ventud cristiana, consagrada a Dios p o r el B autism o).
20. P or lo tanto, la Sagrada Escritura debe ser el prin­
cipio y el fin en las escuelas cristianas.
H yperio afirm ó que el teólogo nace en la Escritura, y
vem os tam bién que el Apóstol P ed ro lo am plía m ás al re­
petir en m uchos lugares que los hijos de D ios nacen de inco­
rruptible semilla, por la palabra de D ios vivo y perpetuo para
siem pre (1. P ed ro 1. 2 3 ). Así, pues, en las escuelas cristia­
nas debe o cu p ar este libro de D ios el p rim er lugar sobre
todos los dem ás libros, p a ra que con el ejem plo de T im oteo,
todos, todos, todos los cristianos adolescentes, instruidos desde
D m Á c fic A m a g n a

niños en las letras sagradas, se hagan sabios para su salva­


ción (2. Tim ot. 3. 1 5 ), nutridos con las palabras de la fe (1.
Tim . 4 . 6 ) . C on gran belleza disertó en su tiem po E rasm o
acerca de esto en su Paraclesis, esto es, exhortación p a ra el
estudio de la F ilosofía cristiana. La Sagrada Escritura, dice,
se aplica a todos igualm ente; se acom oda a los párvulos, atem ­
perándose a su capacidad, alim entándolos con la leche, nu­
triéndolos y sustentándolos, haciendo todo hasta que n o s ha­
gam os grandes en Cristo, Y lo m ism o que no deja a ¡os ín­
fim os, es también admirable para los m ayores. E s pequeña
con los pequeños, es sum am ente magna con los grandes. N o
desdeña ninguna edad, ningún sexo, ninguna fortuna, nin­
guna condición. N o es m ás com ún y útil a todos el so l que
la doctrina de Cristo. N o aparta de sí a ninguno, a n o ser
que él m ism o se separe en su daño, etc. A ñade: ¡Ojalá que
todo esto se difundiese en las lenguas de todas las gentes
para que pudiesen leerlo y conocerlo, no sólo los escoceses e
irlandeses, sino los turcos y sarracenos! ¡Realícese, que aun­
que m uchos se rían, otros tantos seguram ente lo aprovecha­
rán! ¡Ojalá cantase algo de esto el labrador que guía la esteva!
¡Ojalá el tejedor lo recitase entre los telares! ¡ Y el cam i­
nante distrajese con ello la pesadez del cam ino! ¡ Y todas las
conversaciones de los cristianos versasen acerca de esto! S o ­
m o s d e ordinario lo q u e revelan nuestras diarias ocupaciones.
Coja cada uno lo que pueda, y exprese lo que le sea posible.
E l que está detrás, no envidie al que va delante, y el que
está antes, anim e al que le sigue, no le desprecie. ¿Por qué
hem os de lim itar a unos pocos lo que debe ser profesado por
todos? Y al final: C uantos en el Bautism o hem os prom etido
sobre las palabras de Cristo (si lo juram os de v erdad) de­
bem os ser instruidos en los dogm as de Jesucristo entre los
brazos de nuestros padres y en el regazo de nuestras madres.
P rofundísim am ente se siem bra y con tenacidad arraiga lo
que llena por vez prim era la vasija nueva del alma. E l prim er
balbuceo sirva para nom brar a Cristo; en su Evangelio se
fo rm e la prim era infancia, que y o desearía que se explicase
para ser am ado por los niños. Sobre esto versen sus estudios
hasta que con tácitos aum entos crezcan en el varón robusto
en Cristo. ¡D ichoso aquél a quien la m uerte sorprende en
estas enseñanzas! Procurém oslas todos con ansia; abracémos­
las y besémoslas; dediquém onos a ellas con ahínco, y en ellas
m uram os y seam os transform ados, ya que las costum bres si­
guen a las enseñanzas, etc.
E] m ism o Erasm o, en el C om pendio de Teología, dice:
N o ha sido inútil a m i ciencia el aprenderm e a la letra los
libros divinos, y al no entenderlos, con el autor A gustín, etc.
Así, pues, en las escuelas cristianas no deben estar Plauto,
n i T erencio, ni Ovidio, n i Aristóteles, sino Moisés, D avid,
Jesucristo; y deben idearse los m odos en virtud de los cuales
la Biblia sea tan fam iliar com o el alfabeto a la juventud con­
sagrada a D ios (todos los hijos de los cristianos son santos, 1.
Cor. 7. 14.) A sí com o se construye toda oración con los so­
nidos y caracteres de las letras, así la estructura com pleta de
J U A N AMÓS COMENTO

la Piedad y Religión se form a con los elem entos de las letras


divinas,
X II 21. Todo lo que s e aprenda en la Sagrada Escritura de-
deberá referirse a la Fe, la Caridad y la Esperanza.
Estos son los tres suprem os órdenes a que se reduce
todo lo dem ás con que hemos visto que D io s se m anifiesta a
nosotros. L a prim era nos da la revelación para que sepamos;
la segunda m anda para que hagamos, y la últim a nos prom ete
para que esperem os en su benignidad en esta vida y en la
futura. N ad a hay en to d a la Sagrada E scritura que deje de
incluirse en alguno de estos tres capítulos. P o r lo cual, deben
todos ser enseñados a entenderlos p ara saber discurrir fu n ­
dadam ente acerca de los divinos oráculos.
X III 22. H a y que enseñar prácticamente la F e, la Caridad y
la Esperanza.
Desde el prim er m om ento es necesario fo rm ar cristianos
prácticos, no teóricos, si pretendem os que sean verdaderos
cristianos. L a religión es cosa viviente, n o fingida, y debe
revelar efectivam ente su vitalidad, de igual m anera que ger­
m ina la sim iente colocada en tierra buena. Por esto la Escri­
tura requiere una f e eficaz (G alat. 5. 6 ), sin lo cual la deno­
m ina m uerta (Sant. 2 . 2 0 ) , exigiendo tam bién esperanza viva
( 1 . Ped. 1 . 3 ) . D e aquí aquella voz tan frecuente en la ley al
com unicar desde el cielo lo que se revelaba, para que lo
hagamos. Y Jesucristo: Si sabéis estas cosas, bienaventurados
seréis si las hiciéreis. (Juan 1 3 . 1 7 . )
X IV 23. L a Fe, la C aridad y la Esperanza serán fácilm ente
enseñadas a practicar, si acostum bram os a tos niños (y a to­
dos) a creer con firm eza lo que D ios nos revela, a ejecutar lo
que nos m anda y a esperar lo que nos prom ete.
H ay qué h acer n o tar e inculcarlo diligentem ente en la
juventud, que si quieren que la palabra de D ios sea en ellos
fuerza divina p ara su salvación, deben ofrecer su corazón
hum ilde y devoto, dispuesto siem pre y en todo a som eterse
a D ios y sometiéndose ya de hecho. C om o el sol no com unica
su luz sino a quien n o quiere ab rir sus ojos, ni los m anjares
nu tren a quien se niega a com erlos, así la luz divina transm i­
tida a las inteligencias; los m andatos que subordinan nues­
tras acciones y la bienaventuranza prom etida a los que tem en
a Dios, serán en vano si no los rodeam os con fe expedita,
ardiente caridad y firm e esperanza. D e igual m anera que
A braham , padre de los creyentes, creía h asta lo increíble a
la razón hum ana, teniendo confianza en las palabras de Dios;
ejecutando lo que era penosísim o para la débil carne (com o
fue abandonar su P atria y sacrificar a su hijo, e tc .), siguien­
do los m andatos de D ios y confiando en sus prom esas, espe­
raba hasta lo que parecía no p oder esperarse. E sta fe tan viva
y eficaz le fue prem iad a en justicia. T odo lo cual hay que
dem ostrar a los que se entregan a D ios p ara que lo experi­
m enten en sí mismos y lo observen continuam ente.
XV 24. T odo aquello en que instruyam os a la ju ven tu d cris­
tiana después de las Escrituras Sagradas (Ciencias, Artes,
lenguas, etc.), debem os enseñarlo subordinándolo a dichas E s
DIDÁCTICA MAGNA

enturas, para que se pueda advertir y ver claramente que


todo es sim ple vanidad si no se encam ina a Dios.
E s alabado Sócrates, en tre los antiguos, porque aplicó a i
las costum bres las desnudas y espinosas especulaciones filo- 2
sóficas, y los A póstoles p ro c u raro n llevar a los cristianos a la
dulce caridad de Cristo, desde las intrincadas cuestiones de
la ley (1. Tim. 1 .5 . 6. 7., e tc .), del m ism o m odo que algunos 3
piadosos Teólogos m odernos to m a n al cuidado y práctica de
la conciencia desde las perplejas controversias, que m ás des­
truyen que robustecen a la Iglesia. ¡Oh, com padézcase Dios
de nosotros y nos h ag a encontrar u n procedim iento general,
m ediante el cual sepam os encam inar con eficacia a D ios todo
cuanto llena el hum ano entendim iento fu era de Él, y endere­
zar a la consecución de la vida celestial todos los negocios
de esta hum ana vida en que el m undo está engolfado! ¡Ésta
sería la verdadera escala sagrada, p o r la que subirían sin tra ­
bajo nuestras inteligencias h asta aquel suprem o y eterno G o ­
bernador de todas las cosas, inagotable m anantial de la ver­
dadera bienaventuranza!
25. Todos deben ser enseñados a practicar religiosamente XVI
el culto divino, tanto interno com o externo, para que ni el
interno se enfríe sin el externo, ni éste degenere en hipocresía
sin el prim ero. •
E l culto externo de D ios es la oración acerca de Él, la
predicación y explicación de su palabra, la adoración de rodi­
llas, el cántico de sus alabanzas en los him nos, el uso de los
sacram entos y otros ritos sagrados, tanto públicos com o priva­
dos. E l culto interno es el pensam iento perpetuo de la Presen­
cia divina, el tem or y am or de D ios, la abnegación y resigna­
ción propias en sus m anos, en una palabra, la voluntad deci­
dida de hacer y padecer cuanto agrade al Señor. U no y otro
culto debe practicarse conjuntam ente, no p o r separado; no
solam ente p o r ser de justicia glorificar a Dios con nuestro
cuerpo y nuestra alm a, que son suyos (1. Cor. 6. 2 0 .), sino
porque no pueden separarse sin gran peligro. Dios aborrece
los ritos externos, sin la veraz intención interna. ¿Quién pide
esto de vuestras manos?, etc. (Isaías 1. y en otros lugares). Y
porque D ios es espíritu y quiere ser adorado con espíritu y
verdad (Ju a n 4 .) A dem ás, com o nosotros no som os única­
m ente espirituales, sino dotados de cuerpo y sentidos, es
necesario estimular externam ente a nuestros sentidos, para
que hagan lo que internam ente ha de hacerse con espíritu y
verdad. P o r lo tanto, aunque D io s exige principalm ente la
adoración interna, nos ordena juntam ente la externa, y quie­
re que se guarde. E l m ism o Cristo, aunque liberó de cerem o­
nias el culto del N uevo T estam ento, enseñó que h ab ía de
servirse a D ios con espíritu y verdad. A doraba al Padre con
el rostro inclinado, y pasaba noches enteras en aquella ado­
ración; frecuentaba los lugares sagrados, oía e interrogaba a
los D octores ‘d e la ley; predicaba la palabra de D ios; cantaba
sus him nos, etc. A l educar a la ju ven tu d para la religión, he­
m os de hacerlo íntegram ente, externa e internam ente para no
fo rm a r o hipócritas, es decir, superficiales, fingidos, sim ula­
dos devotos de Dios, o fanáticos, aferrados a sus delirios y
JU A N A M Ó S C O M E N IO

destructores del decoro y orden de la Iglesia, con desprecio


del m inisterio externo, o, por últim o, tibios, si en ellos el culto
externo n o sirve de estím ulo al interno, n i éste d a vida al
exterior.
XVII 26. H ay que acostum brar con todo cuidado a los niños a
la práctica de las obras externas, ordenadas p o r la divinidad,
para que sepan que el verdadero cristianism o consiste en m a­
nifestar la fe p o r m ed io de las obras.
E stas obras exteriores son la tem planza, justicia, m iseri­
cordia y paciencia, cuyo ejercicio no debe jam ás ser inte­
rrum pido. Si nuestra fe n o produce tales frutos, será señal
de que está m uerta (Sant. 2 ). P ero conviene que esté viva,
si h a de salvam os.
XVIII 27. T am bién aprenderán a distinguir con precisión los lí­
m ites de los beneficios y juicios de Dios, para que sepan usar
legítim am ente de todos, sin abusar de ninguno,
Fulgencio (E p. 2. a G ala) divide en tres d ase s los benefi­
cios de Dios. U nos dice que son eternam ente duraderos; otros
sirven para alcanzar la eternidad, y otros, p o r últim o, sola­
m ente para el uso de la vida presente. L o s de la prim era clase
son: el conocim iento de Dios, el gozo en el E spíritu Santo y
la caridad divina que se derram a en nuestros corazones. D e
le segunda clase dice que son: la fe, la esperanza y la m ise­
ricordia p ara con el prójim o; y de la tercera, la salud, rique­
zas, amigos y todo lo dem ás externo, que p o r sí no hacen al
hom bre ni feliz n i desgraciado.
D e igual m anera, los juicios o castigos divinos son de tres
géneros: U nos (a los que Dios perdona en la eternidad) los
sufren en esta vida y se ejercitan con su cruz p ara purifi­
carse y lim piarse (D an. 11. 35.— A poc. 7. 1 4 .), com o ocurrió.
O tros son tolerados aquí p ara ser castigados en la eternidad,
com o el rico E pulón. L as penas de otros em piezan en esta
vida, para continuar después en la otra, por siem pre jamás,
com o acaeció a Saúl, Antioco, H erodes, Judas, etc. D eben
enseñarse los hom bres a establecer verdadera distinción en
todas las cosas, a fin de que no antepongan las que sólo a
esta vida respectan, engañados p o r los bienes sensuales; deben
tam bién tem er, n o tan to los m ales presentes, sino los del
infierno, n o sólo acuello que puede m atar el cuerpo y no
tiene poder p ara m as, sino lo que puede perder el cuerpo y
arrastrar el alm a a la eterna perdición (L uc. 12).
XIX 28. A dviértase que el cam ino m ás seguro de esta vida es
el cam ino de la cruz, por lo cual Cristo es en ella el guía de
la vida, invita a los dem ás a su cruz, y guía con ella a aque­
llos a quienes ama.
E l m isterio de nuestra salvación term inó en la cruz y tiene
su fundam ento en ella: esto es, que en ella debe m ortifi­
carse el viejo A dam p a ra que viva el nuevo conform e p o r
D ios fue creado. A sí, pues, Dios castiga y en cierto m odo
crucifica con C risto a aquellos a quienes am a para que, resu­
citados con el m ism o Cristo, puedan ser colocados a su diestra
en los cielos. Y com o la palabra de la cruz es potencia de
Dios p ara salvar a los que creen (1 C or. 1. 1 8 ), es necedad
y estorbo de la carn e que sea necesario inculcar u n a y otra
DIDÁCTICA MAGNA 14! ‘

vez en los cristianos que no pueden ser discípulos de C risto


sin h acer negación de sí m ismos y ofrecer sus hom bros para
llevar la cruz de C risto (véase Lucas, 14, vers. 26 al fin) y
estar dispuestos durante toda su vida a seguir a D ios donde­
quiera que E] los lleve.
29. H a y que cuidar de que m ientras se enseña to d o esto XX
n o se den ejem plos contrarios.
P o r lo tanto, se debe evitar que los niños oigan y vean
blasfemias, perjurios, profanaciones varias del nom bre divino
y otras im piedades, sino, p o r el contrario, deben advertir en
cualquier p arte a donde vayan, reverencia a D ios, observan­
cia de la religión y cuidado de la conciencia. Y si ocurre lo
contrario, en la escuela o en su casa, vean que no se deja
p asa r im punem ente, sino que se corrige con severidad, p ro ­
curando especialm ente que la p en a p o r la ofensa a la divini­
dad sea m as atroz que las del insulto a P risciano u o tro de-
lito externo.
30. Finalm ente, com o en la corrupción de este m u n d o y XXI
naturaleza no aprovecham os tanto com o debem os, y si apro­
vecham os algún tanto la m ism a depravada carne lo convierte
en com placencia suya y soberbia espiritual, en lo que hay un
peligro inm enso para nuestra salvación (p o rq u e Dios resiste
a los soberbios), hay que enseñar a todos los cristianos que
todas nuestras buenas obras y propósitos nada valen por su
m ism a im perfección si n o nos auxilia con su perfección Jesu­
cristo, el cordero de D ios que quita los pecados del m undo, en
el que el Padre tiene sus com placencias, etc. Sólo a É l hay
q u e invocar y únicam ente en É l hay q u e confiar.
Así pondrem os en lugar seguro la esperanza de nuestra
salvación si la prestam os con la fianza de Cristo, piedra an­
gular, que com o es la cúspide de toda perfección, en el cielo
y en la tierra, así tam bién es el solo y único iniciador y per-
fecciona'dor de la F e, C aridad, E speranza y salvación nues­
tra. Pues, efectivam ente, el P ad re le envió desde el cielo p ara
que, hecho E m m anuel (D ios y h o m b re), uniese a los hom ­
bres con D ios, y viviendo santísim am ente en la hum anidad
que h abía aceptado, ofreciese a los hom bres el m odelo de
una vida divina, y al m orir inocente expiase p o r sí m ism o
las m aldades del m undo y lavase nuestros pecados con su
sangre; finalm ente, al resucitar, m ostrase la m uerte vencida
por su m uerte, y al ascender a los cielos y enviar el E spíritu
S anto com o prenda de nuestra salvación, habitase p o r él en
nosotros com o tem plos suyos y nos gobernase y guardase
m ientras perm anecem os aquí en lucha, y después nos resu­
citase y llevase con él, p a ra que donde El esté estem os tam ­
bién nosotros y esperem os su gloria, etc.
31. P ara este único G u a rd ad o r eterno de todos, con el
P adre y el E spíritu Santo sea la alabanza, honor, bendición
y gloria p o r Jos siglos de los siglos. A m é n .
32. M ás adelante irem os prescribiendo el m odo particu­
la r de p o n er en práctica rectam ente todo lo dicho en cada
una de las clases de escuelas.
C A P IT U L O X X V

S i q u erem o s re fo rm a r las escuelas c o n fo r m e a las n o r ­


m a s verdaderas d el cristianism o, h e m o s d e p rescin d ir d e
lo s lib ro s d e to s g en tile s o , p o r lo m e n o s, usarlos c o n m á s
cautela q u e h a sta el presente.

Q u é e s lo q u e Tenem os necesidad extraordinaria e ineludible de conse­


aq u í q u erem o s guir po r todos los m edios lo que dejam os probado en el ca­
p e rs u a d ir pítulo precedente. P orque si querem os tener escuelas verda­
deram ente cristianas, es necesario alejar de ellas la tu rb a de
doctores gentiles. Sobre lo cual, expondrem os prim ero las cau­
sas m ás im portantes, y después dem ostrarem os le precau­
ción que hay que tener con esos sabios m undanos, para hacer
nuestro lo que ellos pensaron, dijeron o efectuaron recta­
mente.
y c o n q u é d iv i­ 2. E l am or p o r la gloria de Dios y la salvación del hom ­
n o c e lo . bre, nos fuerza a vigilar sobre esta m ateria, sobre todo viendo
que las principales escuelas de los cristianos sólo siguen a
Cristo en el nom bre, teniendo, por el contrario, en gran esti­
m ación a los Terencios, Plautos, Cicerones, Ovidios, C átulos
y Tibulos, M usas y Venus. D e donde se sigue que sabem os
(¡q u é dolor!) m ás del m u n d o que de Cristo, y es necesario buscar verdade­
ros cristianos en m edio de la cristiandad. C iertam ente, porque
para algunos eruditísim os varones Teólogos, peritos en la di­
vina sabiduría, C risto les proporciona solam ente la máscara,
y Aristóteles, con toda su cohorte pagana, el espíritu y la san -
gre. Lo cual es u n h o rren d o abuso y u n a torpe profanación
de la libertad cristiana, a la vez que u n a cosa en extrem o
llena de peligros.
C a u s a s p o r la s 3. E n prim er lugar, porque nuestros hijos nacidos en
m a l e s lo s lib ro s Cristo han vuelto a nacer por el Espíritu Santo; por lo tanto,
g e n tile s deben deben ser hechos ciudadanos del Cielo, y dárseles, ante todo,
se r e x c lu id o s conocim iento de las cosas celestes, D ios, Cristo, los ángeles,
d e las e s c u e la s
Abraham , Isaac, Jacob, etc. Y es conveniente hacerlo antes
c r is tia n a s e i n ­
tr o d u c id o s , en
que todo lo dem ás, que h ab rá de suspenderse entretanto, ya
e n c a m b io , lo s por la incertidum bre de la vida p a ra que nadie sea llevado
que t r a t a n de desprevenido, ya tam bién porque las prim eras im presiones
D io s . se graban profundam ente y (si son tantas) hacen m ás firm es
P rim e ra . y seguras las que vienen después.
Segunda. 4. Además, D ios, m irando por su pueblo escogido, no le
señaló la escuela, sino en sus atrios; donde se constituyó en
D octor nuestro, nos hizo sus discípulos, y la doctrina, la voz
de sus oráculos. Así habla p o r m edio de M oisés: O ye, Israel,
tu Señor D ios es uno solo. ASÍ, pues, am arás al Señor tu
D ios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
D ID A C T IC A m a c h a

fuerzas. Y pondrás en tu corazón estas palabras que y o te


ordeno hoy, y las narrarás a tu s hijos y meditarás sobre ellas
sentado en tu casa y andando por el cam ino, durm iendo y
levantándote, etcétera. (D euter. 6. 4., etc.) Y por Isaías:
Y o soy el Señor tu D ios que te enseña lo útil y te dirige por
el cam ino que andas (48. 1 7 ). Y en o tro lado: ¿Por ven­
tura el pueblo consultará a su D ios? (8. 1 9 ). Y Jesucristo:
Escudriñad las Escrituras (Ju an . 5. v. 3 9 ).
5. Q ue esta m ism a voz suya es la refulgente luz de núes- Tercera,
tro entendim iento, la regla perfectísim a de nuestras acciones
y el auxilio eficaz de nuestra im potencia e n uno y otras, lo
atestigua suficientem ente con estas palabras: ¡H e aquí que
y o os enseñé estos estatutos y leyesl L os observaréis y cu m ­
pliréis. P ues ésta es vuestra sabiduría y prudencia a los ojos
de los pueblos que una vez que lo hayan oído, dirán: ¡Qué
pueblo tan sabio y prudente es esta gente! (D eut. 4. 5. 6 ).
A sí dice tam bién a Josué: E l libro de esta ley nunca se
apartará de tu boca, sino que meditarás acerca de él días y
noches. Y entonces adelantarás en tus cam inos, y todo te
saldrá bien (Josué 1. 8 ). Y po r D avid: La doctrina de
Jehová es íntegra, y da fu erza al alma; testim onio veraz
de Jehová, que da sabiduría a los ignorantes (Salm o 19. 8 ).
P o r últim o, el Apóstol afirm a que la Escritura inspirada por
la divinidad es útil para la doctrina, etc., para hacer per­
fec to al hom bre de D ios (2. T im . 3. 16. 1 7 ). Lo que igual­
m ente conocieron y practicaron los m ás sabios de los hom ­
bres (quiero decir los cristianos verdaderam ente ilum inados).
C risóstom o dice: Todo lo que es necesario aprender o igno­
rar lo aprendem os en las Escrituras. C asiodoro: La Sagrada
Escritura es escuela celeste, erudición vital, auditorio de la
verdad, enseñanza ciertam ente singular, la cual ocupa a los
discípulos con fruto, n o con inútil gasto de palabras, etc.
6. Expresam ente prohibió D ios a su pueblo la enseñanza Cuarta,
y costum bres de los gentiles. N o aprendáis los cam inos de
los gentiles (dice Jerem ías 10. 2 ). Adem ás: ¿Acaso no está
D ios en Israel, para que vayáis a consultar a Belcebú, dios
de Akarón? (Rey. 1. 3 ). ¿Acaso el pueblo exige a su D ios
la visión? ¿Consulta a los m uertos por m edio de los vivos?
A la ley principalm ente y al testim onio; si no lo dijeren
conform e a esto, no tendrán la luz de la mañana. (Isaías, 8.
19, 2 0 ), ¿P or qué esto, sino porque toda la Sabiduría pro­
cede de D ios y perm anecerá con É l por los siglos? D e lo
contrario, ¿a quién está reservada la rmz de la Sabiduría?
(Eccl. 1. 1. 16). A u n q u e vieron la lu z y habitación sobre la
tierra, no conocieron el cam ino de la ciencia, ni com pren­
dieron sus sendas, etc. N o ha sido oída en la tierra de Ca-
naam, ni vista en Them an; los hijos de Agar, que buscan la
prudencia que viene de la tierra, historiadores y depurado­
res de la inteligencia, desconocieron la verdadera Sabiduría.
Pero el qué todo lo sabe la conoció; halló el cam ino de la
disciplina, y la entregó a Jacob, su hijo, y a Israel, su ama­
d o (Bar, 3 v. 20, 21, 22, 23, 32, 36, 3 7 ). N o hizo a ú con
gente alguna, por lo cual no conocieron sus leyes (Salm o
147. 2 0 ).
JV A H A M Ó 3 C O M B N IO

Quinta. 7. C uando su pueblo se ap artó de su ley p a ra entregarse


a las quim eras de la hum ana fantasía, acostum bró D io s a re­
prenderle, no sólo su m al proceder al d ejar la fuente de la
Sabiduría (B ar. 3. ver. 12), sino su redom ada malicia al
despreciar el m anantial de las aguas vivas y cavar cisternas
disolutas que n o contienen el agua (Jer. 2, 1 3 ). Y al que­
jarse p o r Oseas de que su pueblo tenga dem asiado trato
con los gentiles, exclam a: Tom aron co m o cosa ajena los
m últiples docum entos de m i ley, que les escribí (O seas 8.
12). ¿Y qué o tra cosa hacen los cristianos que n o dejan
caer de su m ano, día y noche, los libros de los gentiles? ¿N o
cuida nadie del código sagrado de Dios, com o si se tratase
de cosa ajena que n o le afecta? Siendo así que Dios m ism o
asegura que n o se trata de asunto insignificante que se pueda
im punem ente abandonar, sino de nuestra m ism a vida (D eut.
32. 4 7 ).
Sexta. 8. P o r eso la verdadera Iglesia y los verdaderos devotos
de D ios nó erigieron ninguna escuela, sino en la palabra de
Dios, p ara sacar de allí la verdadera y celestial Sabiduría,
que está p o r encim a de toda la del m undo. A sí exclam a D a­
vid, hablando de sí: C on tus m andam ientos m e hiciste m ás
sabio que m is enem igos y m ás inteligente que todos m is doc­
tores, porque tus tetim onios son m i m editación, etc. (Salm .
119. 98, etc.) Igualm ente Salom ón se declara el m ás sabio de
los m ortales: D ios da la sabiduría; d e s u b o c a procede la
prudencia y la ciencia (P rov. 2. 6 ),
A sí lo atestigua Sirach, en el prólogo de su libro, que su
sabiduría esclarecida fu e adquirida en la lectura de la ley y
de los profetas. D e aquí aquellas alegrías de los Santos al ver
la luz en la luz de D ios (Salm o 36. 4 9 ). Felices som os, oh
Israel, porque conocem os lo q u e agrada a D ios (B ar. 4. 4 ) .
Señor, ¿a quién iremos? T ú sólo tienes las palabras de vida
eterna (Ju a n 6. 6 8 ).
Séptima. 9. Los ejem plos de todos los siglos dem uestran que
cuantas veces la Iglesia se ha apartado de estas fuentes de
Israel, otras tantas n a incurrido en errores. Y a nos es bastan­
te conocido lo que se refiere a la Iglesia de Israel y p o r las
lam entaciones de los profetas; en cuanto a la Iglesia Cris­
tiana, claram ente se deduce de las historias que, m ientras po r
los A póstoles y varones apostólicos se exhortó con la doc­
trin a del Evangelio solam ente, se m antuvo viva la sinceridad
de la fe; pero en cuanto los gentiles em pezaron a ingresar en
la Iglesia en tropel, se en frió el ardor prim itivo y la atención
en separar lo p u ro de lo im puro, porque em pezaron a leerse
con frecuencia los libros paganos, prim ero en privado y luego
en público, originándose la m ezcla y confusion d e doctrinas
que ahora vemos. Se perdió la clave de la ciencia aun p ara
aquellos mismos que se jactaban de ser sus únicos poseedo­
res; de aquí salieron infinitas opiniones erróneas por artículos
de la fe; de aquí las discusiones y controversias cuyo fin aún
no se vislum bra; p o r esto se enfrió la piedad y se extinguió
la caridad y bajo el nom bre de Cristianism o revivió y reina
el gentilismo. C onviene tener presente la conm inación d e
Jehová de que no tendrían la luz de la mañana los que no
m p ‘ ; t ; ^ . . r . v r- ; c : r : ' v, " : = - "• ■ * :■. v 1

d id á c t ic a m a g n a , im

procurasen hablar conform e a la palabra de Jehová (Isaías,


8. 2 0 ). P o r eso el Señor les in fu n d ió espíritu de sopor y cerró
sus ojos a fin de que fuese toda visión para ellos com o pa­
labras de libro sellado, etc., porque tem ieron a D ios en
los m andatos y doctrinas de los hom bres, etc. (Isaías, 29.
vers, 10, 11, 13, 1 4 ). ¡Oh, cu án ciertam ente se cum ple en
éstos lo que el E spíritu Santo declaró acerca de los filósofos
gentiles que se desvanecieron en sus pensam ientos y se obscu­
reció su insípido corazón! (R om . 1. 2 1 ). P o r todo lo cual, si
la Iglesia ha de lim piarse felizm en te de tanta hediondez, no
tiene otro cam ino m ás seguro que, abandonando los seduc­
tores com entarios de los hom bres, volver a las únicas puras
fu en tes de Israel, y buscar en D ios y su palabra la enseñan­
za y dirección nuestra y de nuestros hijos . D e este m odo
llegará a efectuarse lo que y a fue predicho: que todos los
hijos de la Iglesia sean enseñados por el Señor. (Isaías, 54.
13).
10. T am poco perm ite n u estra m ajestad de C ristianosO c ta v a .
(hechos p o r Cristo, hijos de D ios, sacerdocio real y herederos
de la vida futura), que nos rebajem os y prostituyam os tan to
nosotros y nuestros hijos, h asta el p u n to d e trab ar ta n estre­
cho consorcio con los profanos gentiles y tenerlos e n tan ta
estim ación. C iertam ente que a los hijos de los Reyes y P rín­
cipes n o suele dárseles por p recep to r a un truhán, bufón o
vagabundo, sino a graves, sabios y piadosos varones, y nos­
otros n o hem os de tener re p aro e n escoger p o r preceptores
p ara los hijitos del R ey de los Reyes, herm anitos de Cristo,
herederos de la eternidad al jocoso Plauto, al lascivo Cátulo,
al im puro Ovidio, al im pío Luciano, escarnecedor de Dios, al
obsceno M arcial y a todos los dem ás de esa turba, sin cono­
cim iento de tem or del verdadero D ios; la que po r vivir sin
esperanza de o tra vida m ejor y revolcarse tan sólo en el lodo
de esta vida presente, no pu ed e m enos de arrastrar consigo
en sus m ism as inm undicias a quienes buscan su com pañía.
/ Basta ya, ah; basta ya de locuras, oh, Cristianos! ¡H agam os
punto aquí! ¡D ios nos llama para cosas mejores, y es conve­
niente seguir a quien nos llama! C risto, la Sabiduría eterna de Escuela de
Dios, abrió escuela en su m o rad a p a ra los hijos de Dios, en D io s .
la que es R ector y suprem o D irector el E spíritu Santo; Pro­
fesores y M aestros los Profetas y Apóstoles, santos varones,
instruidos todos en la verdadera Sabiduría, m ostrando todos
con su palabra y ejem plo el cam ino de la verdad y la salva­
ción; en donde los discípulos son únicam ente los elegidos de
Dios, prim icias com pradas para D ios de entre los hom bres,
Í >or el Cordero; los Inspectores y custodios los Angeles, y
os Arcángeles, los Principados y Potestades de los cielos
(Efes. 3. 1 0 ). C uanto en ella se enseña confiere ciencia ver­
dadera p o r encim a de todos los raciocinios del cerebro hu­
m ano, cierta^ perfecta y que se extiende a todos los usos de
esta vida y de la otra, Solam ente la boca de D ios es la
fu en te de donde flu yen todos los arroyos de la Sabiduría;
sólo el rostro de D ios es el lum inar que esparce los rayos
de la verdadera luz; sólo la palabra de D ios es la raíz de
donde proceden las sem illas de la verdadera inteligencia.

10
146 ' JIJA N AM ÓS CO M EN IO

¡Bienaventurados, pues, aquellos que pueden m irar el rostro


de D ios, atienden a su boca, y guardan sus palabras en el
corazón! P o rq u e este es el único, solo, verdadero e inefable
cam ino de la verdadera y eterna sabiduría, fu era del cual no
hay otro.
N ovena. 11. N o debem os pasar en silencio el rigor con que pro ­
hibió D ios a su nueblo los residuos de gentilidad y cóm o
am enazó a quienes n o hiciesen caso de sus advertencias. D ios
apartará a estas gentes de tu presencia, etc. T ú quem arás en
el fuego sus estatuas; no codiciarás la plata y el oro de que
están hechas, ni tom arás nada de ello para ti porque no tro­
pieces, pues es abom inación al Señor tu Dios. N o introducirás
en tu casa nada perteneciente al ídolo, para que no caigas en
anatema, com o ello m ism o es. (D eut. 7. 22. 25, 2 6 ). Y en el
capítulo 12: C uando el Señor destruya en tu presencia a esas
gentes, ¡guárdate de tropezar al seguirlas! D espués de des­
truidas, no intentes im itar sus cerem onias, diciendo: C om o
ellas hicieron, así haré yo . Sin o por el contrario, haz sola­
m ente lo que y o te ordeno, sin aum entarlo ni dism inuirlo.
(D eut. 12. 29. etc.) D espués de la victoria, Josué se lo re ­
cordó y aconsejó que se apartasen de los ídolos (Jos. 24.
2 3 ), y com o no le hicieron caso, fueron p a ra ellos estos resa­
bios gentiles el lazo q u e les hizo caer continuam ente e n la
idolatría hasta la destrucción de am bos reinos. ¿N o nos en­
m endarem os y harem os m ás precavidos con el ejem plo
ajeno?
L o s lib r o s d e 12. Pero los libros n o son los ídolos, hab rá alguno que
lo s G e n t i l e s , diga. A lo que responderé: Es cierto, p ero son residuos de
íd o lo s .
aquellas gentes, a las que Dios nuestro Señor b o rró de la
vista de su pueblo cristiano, com o en o tro tiem po, pero más
peligrosas aún. E ntonces solam ente caían en sus lazos aque­
llos cuyo corazón se em brutecía (Jer. 10. 1 4 ), hoy los m ás
sabios pueden ser engañados (C ol. 2. 8 ), A ntes eran obras
de las m anos hum anas (com o D ios dice a veces p ara probar
la necedad de la id o la tría ), hoy son producciones del enten­
dim iento. Allí deslum braban a los ojos con el resplandor del
oro y de la plata; aquí ofuscan a la inteligencia con el elogio
de la sabiduría carnal. ¿Y qué? ¿Niegas ah o ra que los li­
bros de los gentiles son ídolos? ¿Pues quién ap artó de C risto
al E m perador Juliano? ¿Quién hizo perder el juicio al Papa
León X, hasta el p u n to de tener p o r fábula la historia de
Jesucristo? ¿Qué espíritu inspiró al C ardenal Benito p ara di­
suadir a Sadolet de la lectura de los libros sagrados (porque
no cuadraban a tan elevado varón esas futilidades)? ¿Q ué es
lo que precipita hoy en el ateísm o a tantos sabios italianos
y de otros países? ¡O jalá no h ay a en la Iglesia reform ada
de C risto quienes se dejen arrastrar p o r Ovidio, Plauto,
Cicerón, etc., que ap artan de las Escrituras con su letal per­
fum e!
E f u g io o sa­ 13. Si se le ocurriese decir a alguien; N o debe im putarse
lid a . el abuso a las cosas, sino a las personas; hay cristianos pia­
dosos a quienes en nada perjudica la lectura de los paganos,
responderé con las palabras del A póstol: Sabem os que ios
ídolos no son nada; pero n o en todos existe ciencia (esto es
DIDÁCTICA MÁGNA 1,47

discernim iento). Procurad, pues, que vuestra licencia n o sea


un peligro para los débiles (1. Corint. 8. 4. 7. 9 ). A unque
D ios m isericordioso preserva a m uchos de la perdición, no
tenem os, sin em bargo, excusa alguna, si a ciencia y pacien-
cie toleram os estos atractivos (m e refiero a las diversas
invenciones del cerebro hum ano o de la falacia de S atan ás),
disfrazados con el engaño de sutileza y elegancia, cuando es
evidente que han hecho perder el juicio a m uchos, p o r no
decir a casi todos, y caer en las tram pas de Santanás. Obe­
dezcam os a Dios, y no introduzcam os a los ídolos en nuestra
m orada; no coloquem os al D ragón junto al A rca de la
A lianza, ni mezclem os la sabiduría que viene de lo alto con
esta o tra terrenal, anim a] y diabólica, ni dem os el m enor
m otivo p a ra concitar sobre nuestros hijos la ira de Dios.
14. T al vez pueda aplicarse aquí sin asom o de inoportu­ A le g o ría ,
nidad lo que Moisés nos refiere que ocurrió: N adab y Abiú,
hijos de A arón, sacerdotes novicios, no suficientem ente im ­
puestos de su obligación, pusieron en sus incensarios fuego
extraño, es decir, com ún, en vez del fuego sagrado que esta­
b a prescrito p ara insensar ante el Señor, y fueron heridos
por el fuego de Dios, y m urieron delante de Él. (Lev. 10. 1.,
etcé tera). ¿Qué otra cosa son los hijos de los cristianos sino
un sacerdocio novicio ya consagrado para ofrecer hostias a
D ios? (I. P ed. 2. 5 ) . Y si ponem os fuego extraño en sus in­
censarios, que son la inteligencia, ¿no quedarán expuestos al
fu ro r de la ira de Dios? ¿P or ventura, n o será extraño en un
cristiano, y deberá serlo todo lo que no proceda del espíritu
de D ios? Esto son la m ay o r p a rte de los delirios de los p o e­
tas y filósofos gentiles, según nos atestigua el A póstol
(R om . 1. 21. 22. Codos. 2. 8. 9 ). Jerónim o, tam bién llam a, no
sin fundam ento, a la Poesía, V in o de los dem onios, con el
que se em briagan y adorm ecen las inteligencias incautas y
fom enta en ellas los sueños de disparatados pensam ientos,
peligrosas tentaciones y horrendas concupiscencias. Es con­
veniente guardarse de estos filtros de Santanás.
15. Si n o tom ásem os todas estas precauciones que Dios I m ite m o s a
nos aconseja, quedaríam os m uy p o r abajo de aquellos efesios lo s e f e s io s .
que, tan luego com o se vieron ilum inados p o r la luz de la
sabiduría divina, arrojaron al fuego todos aquellos libros de
entretenim iento, que ya com o C ristianos no necesitaban.
(A ct, 19, 19). Y la Iglesia m oderna de los griegos, que aun­
que tiene escritos en su elegante y herm oso idiom a los libros
filosóficos y poéticos de sus antepasados, considerados la
nación m ás civilizada del m undo, ha prohibido bajo p en a de
excom unión su lectura. A esto sin duda obedece <jue, no
obstante haber caído en gran ignorancia y superstición por
la barbarie que la invadió, se h ay a visto hasta ahora preser­
vada p o r D ios del lodazal anticristiano de los errores. D ebe­
mos, pues im itarlos resueltam ente en esto, a fin de que, con
el m ayor estudio de las Sagradas Letras, ^puedan m ás fácil­
m ente desterrarse las tinieblas de confusion que aún persis­
ten com o residuos de G entilidad; sólo en la luz de D ios se ve
claridad (Salm, 36. 9 ). V enid vosotros, m orada de Jacob, y
cam inem os en la lu z de nuestro D ios (Isaías, 2. 5 ).
1 148 ' í JU A N AMÓS COMENTO

Se contestan 16. V eam os ah o ra los razonam ientos que, contra lo que


h s objeciones, dejam os expuesto, se esfuerza e n presentar la razó n hum ana,
retorciéndose a m o d o de una serpiente para no verse obli­
gada a dejarse cautivar por la obediencia de la F e y entre­
garse por com pleto a D ios, D e esta m an era argum enta.
1 17. E n los libros de los Filósofos, Oradores y Poetas se
La m u ch a contiene grandísim a sabiduría. R espondo: D ignos son de
deocia de los ja oscuridad los que ap a rtan sus ojos de la luz. C iertam en-
libios gentiles. te ja lechuza considera m ediodía el crepúsculo, p ero los ani­
males que nacieron p ara vivir en la claridad del d ía lo
estim an de m anera bien diferente. ¡Oh, vanidad hum ana, si
buscas luz clara en las tinieblas del raciocinio hum ano; le­
vanta tus ojos hacia lo altol ¡D el cielo desciende la verdadera
luz, del Padre de to d a claridad! Si hay algo que brille o
reluzca en lo hum ano, sólo son m enudas chispitas que nos
parecen resplandecer y ser algo al estar sum ergidos en la
oscuridad; pero si nos h an puesto en la m an o hachas encen­
didas (la resplandeciente palabra de D io s), ¿para qué nece­
sitam os aquellas chispas?) Pues si discurren acerca d e la
N aturaleza, ¿qué hacen sino lam er el vidrio del vaso sin
llegar a su contenido? E n cam bio, el m ism o dueño de la
N aturaleza n a rra los m agnos m isterios de sus obras en la Sa­
grada E scritura, explicando las prim eras y últim as razones
de todas las criaturas visibles e invisibles. Si hablan los
filósofos sobre las costum bres, les ocurre lo que suele acaecer
a las avecillas con las alas im pregnadas de liga que aunque
se agiten y m uevan con grandes esfuerzos n o pueden y a
volar. P ero la E scritura contiene las verdaderas descripcio­
nes de las virtudes con advertencias punzantes que penetran
hasta la m edula de los huesos y ejem plos vivos de todas
ellas. C uando los paganos pretenden inculcam os la piedad,
sólo enseñan superstición, puesto que no están instruidos en
el conocim iento de D ios y de su voluntad divina. L a s tinie­
blas inundarán la tierra y la oscuridad cubrirá los pueblos.
D ios se levanta sobre Sión, y aquí se ve su gloria (Isaías 6o.
2 ). Es cierto que en algunas ocasiones pueden los hijos de
la luz acercarse a los hijos de las tinieblas, p a ra que al expe­
rim entar la diferencia se confirm en con m ayor alegría en el
cam ino de la luz y tengan com pasión de la oscuridad de los
otros; pero preferir sus pavesas a nuestra brillante luz, es
u n a locura intolerable e injuriosa p a ra D ios y nuestras al­
m as. ¿Qué provecho se obtiene de adelantar en las doctrinas
mundanas y marchitarse en las divinas? Seguir las ficciones
deleznables y rehusar con fastidio los divinos misterios? H ay
que guardarse de tales libros y rechazarlos por am or a las
sagradas letras, ya que solam ente briñón con la elocuencia
exterior de las palabras y se hallan p o r dentro vacíos de
virtud y sabiduría, ¡H e aquí u n elogio de estos libros! Son
únicam ente cáscara sin alm endra. E l juicio que de ellos tiene
Felipe M elanchton es com o sigue: ¿Qué enseñan los filósofos
en todo el m undo, si es que algo llegan a enseñar, sino la
confianza y am or de nosotros m ism os? M arco Cicerón, en
los Bmites de los bienes y de los males, deduce toda la razón
de la virtud del am or nuestro y del prójim o. ¿Cuánta hin-
w d Xc t íc a m a o n a ' ■ ■ ': '

chazón y soberbia n o hay en Platón? Y m e parece que n o es


fácil contener algo el vicio en aquella am bición platónica si
cae en su lectura un entedim iento altivo y vehem ente por
sí m ism o. L a doctrina de A ristóteles es u n cierto prurito de
disputar en todo, para n o juzgarle en últim o lugar entre los
autores de filosofía dialéctica, etc. (E n el H ipot. de T eol.)
18. Asim ism o dicen: Si es cierto que n o sirven para el 2
conocim iento de la Teología, enseñan, sin embargo, la Filoso­ De su nece­
fía que no puede sacarse del Sagrado Código, dedicado sola­ sidad p a ra ia
Filosofía.
m ente a nuestra salvasión. R espondo: La fu en te de la Sabi­
duría es la palabra de D ios en las alturas (Ecles. 1. 5 ) . L a
v erdadera filosofía no es o tra cosa que el exacto conocim ien­
to de D ios y de sus obras, que n o puede aprenderse con
m ayor pureza que de la m ism a boca de Dios. P or esto, A gus­
tín, al ca n tar las alabanzas de la Sagrada E scritura, se expresa
com o sigue: E n ella está la Filosofía, porque todas las causas
de todos los seres naturales están en D io s su Creador. En
ella se encierra la Etica, porque la vida honesta y feliz n o se
consigue sino am ando lo que debe amarse y conform e debe
ser am ado, esto es, D io s y el prójim o. E n ella se contiene
tam bién la Lógica, porque sólo D ios es la Verdad y la luz
del alm a racional. E n ella estriba la m ás laudable salva­
ción de la República, pues n o hay m ejor custodia para una
ciudad que la que descansa en el sostén de la fe y segura
concordia, al am ar el bien com ún, el cual, en su suprem a
realidad, es D ios, Y otros m uchos tam bién en nuestros días
h a n dem ostrado que los fundam entos de todas las ciencias
y artes filosóficas n o se en cuentran en ninguna p arte con
m ayor exactitud que en la Sagrada E scritura, siendo en todo
adm irable el divino m agisterio del E spíritu Santo que, aun­
que principalm ente intenta instruim os acerca de lo invisi­
ble y eterno, nos descubre, n o obstante, poco a poco y al
m ism o tiem po las causas de lo natural y artificial y nos
prescribe reglas p ara pensar y o b rar sabiam ente en todo. í>e
lo cual apenas si podem os h allar la m enor som bra en los fi­
lósofos gentiles. Si algún teólogo escribió co n m anifiesta
verdad que la brillante sabiduría de Salom ón estuvo única­
m ente en llevar la ley de D ios a las cosas, escuelas y clases;
si nosotros procuram os inculcar a la juventud la ley de
D ios en lugar de los escritos paganos, y deducim os de ella
reglas p a ra todo género de vida, ¿qué nos vedará que espe­
rem os que renazca en nosotros la sabiduría de Salom ón,
esto es, la verdadera y celestial sabiduría? T rabajem os con
em peño p ara conseguirlo, a fin de que tengam os a nuestro
alcance lo que puede hacem os instruidos hasta en aquel co­
nocim iento externo, y com o si dijéram os civil, que llam am os
Filosofía. P asaron aquellos tiem pos desgraciados en que los
israelitas tenían necesidad de descender a los filisteos p ara
afilar su reja, su razón, su h ac h a o su sacho, porque en
toda la tierra de Israel no había h errero alguno (1. Sam. 13
v. 19, 2 0 ). Pero, ¿acaso fu e siem pre igualm ente necesario
estrechar y oprim ir de tal m an era a los israelitas? Siendo
así que esto tiene el inconveniente de que así com o enton­
ces los filisteos consentían los azadones a los israelitas, pero
150 JU A N AMÓS CO M EN IO

en m anera alguna les proporcionaban espadas contra sí,


ahora de igual m anera podrás encontrar en la filosofía pa­
gana silogismos vulgares p ara el conocim iento y adornos
p ara la oración; p ero n o busques, bajo ningún aspecto, es­
padas y lanzas p a ra com batir las im piedades y supersticio­
nes. D eseem os para nosotros los tiem pos de D avid y Salo­
m ón, en los que los filisteos estén sometidos y reine Israel
disfrutando sus bienes.
3 19. A lo m anos por la elegancia del estilo deberán l
P o r la ele- Terencio, Plauto y otros sem ejantes los que hayan de estudiar
g a n d a del
tilo .
es' latinidad. Respondo: ¿Acaso, p o r igual razón, p a ra que
R esp . 1.
aprendan a hablar hacem os frecuentar a nuestros hijos las
tabernas, posadas, figones, lupanares y otros parecidos luga­
res inm undos? Pues a fe mía, ¿por dónde sino p o r tales cam i­
nos llevan a la juventud T erencio, Plauto, C átulo, Ovidio, et­
cétera? ¿Q ué es lo que presentan a nuestros ojos sino burlas,
chocarrerías, com ilonas, borracheras, am ores lascivos, des­
honestidades, engaños de todas clases y otras cosas pareci­
das, de las que debe ap a rta r la vista to d o cristiano, cuan­
do p o r casualidad se nos pongan delante? Pensam os que
es el hom bre en sí poco depravado todavía p a ra que sea
conveniente enseñarle todo género de torpezas, proporcio­
narle estím ulos y atractivos, y con deliberado propósito
arrastrarle a su ruina? M e dirás: N o es todo m alo en esos
autores. Es cierto; pero lo m alo atrae siem pre con m ayor
facilidad, y p o r eso es sum am ente peligroso lan zar a la ju ­
ventud a donde el m al está m ezclado con el bien. Pues tam ­
poco los que in ten tan asesinar a alguno le hacen ingerir el
veneno solo, sino m ezclado con los más exquisitos m anjares
o bebidas, y a pesar de todo el veneno ejerce su perniciosa
influencia y ocasiona la m uerte a quien lo tom a. D e igual
m odo el hom icida antiguo, si quiere engañam os h a de ocul­
tar sus infernales tóxicos con la dulzura de su ingeniosa fan­
tasía y el halago de su lenguaje; y sabiéndolo nosotros, ¿no
desbaratarem os ta n infam e m aniobra? M e objetarás: N o todos
son impuros: Cicerón, Virgilio, H oracio y otros son serios y
honestos. Sin em bargo, tam bién son paganos ciegos que
apartan del verdadero Dios las inteligencias de los lectores
p ara dirigirlas a sus dioses y diosas (Júpiter, M arte, N ep tu­
no, Venus, la Fortuna, etc., falsas divinidades su y as). D ios
dijo a su pueblo: N o recordéis el nom bre de los dioses ex­
tranjeros, ni se oigan de vuestra boca (É xodo 23. 1 3 ). A de­
más, ¡qué confusión tan enorm e de supersticiones, falsas doc­
trinas, concupiscencias m undanas, luchando e n tre sí de
m odos diversos! C iertam ente llenan éllos a sus discípulos
de otro espíritu que el que inspira a C r i s t o . C r i s t o ap arta
del m undo; ellos sum ergen m ás en él. C r i s t o enseña la ne­
gación de sí m ism o; ellos el am or propio. C r i s t o nos incita
a la hum ildad; ellos ensalzan la soberbia. C r i s t o nos quiere
m ansos; ellos nos hacen fieros. C r i s t o nos aconseja la sen­
cillez de la palom a; ellos nos estim ulan a la doblez de mil
m aneras. C r i s t o nos predica la m odestia; ellos se entretie­
nen en brom as. C r i s t o am a a los crédulos; ellos a los suspi­
caces, disputadores y porfiados. Y para concluir, con pocas
DIDÁCTICA MAGNA

palabras, las mismas del A p ó sto l: ¿Qué com unión tiene la


lu z con las tinieblas? ¿Qué concordia Cristo con Belial?
¿Qué parte el fiel con el infiel? (2. Cor. 6. 14. 1 5 ). Con
acierto dice Erasm o en los Símiles: la abeja se abstiene de
libar en las flores marchitas; por lo m ism o no hay que
coger libro que tenga pestilentes doctrinas. Y en o tra parte:
L o m ism o que es com pletam ente seguro dorm ir sobre los
tréboles, porque dicen que en esta hierba n o pueden ocul­
tarse las serpientes, así debem os m anejar aquellos libros en
los que no hay tem or de veneno alguno.
20. Pero, además, ¿qué es lo que tienen los escritores R esp .
profanos que no se halle en nuestros sagrados autores? ¿Son,
por ventura, ellos solos los que nos m uestran las elegancias
del lenguaje? Perfectísim o artífice de la lengua es el que nos
la concedió, el E spíritu de D ios, cuyas palabras, según los
santos de D ios nos revelan, son m ás dulces <jue la m iel, más
penetrantes que u n a espada de dos filos, m as ardientes que
el fuego que funde los m etales y m ás fuertes que el m artillo
que desm enuza las piedras. ¿Son únicam ente los gentiles
quienes nos refieren historias mem orables? L leno está nuestro
sagrado Código de las m ás verdaderas y m aravillosas. ¿Son
ellos tan sólo los que nos ofrecen tropos, figuras, alusiones,
alegorías, enigm as y apotemas? G ran cúm ulo de to d o ello
poseem os nosotros. Viciosa es la im aginación que prefiere el
A bana y F arfar, ríos de D am asco al Jordán y las aguas de
Israel (4. Rey. 5. 12). Legañosos los ojos a los que el Olim ­
po, el H elicón y el P arnaso ofrecen m ayor herm osura que
el Sinaí, Sión, H erm ón, T ab o r y Oliveto. Sordos los oídos
p ara los que suena m ejor la lira de O rfeo, H om ero o V irgi­
lio que la cítara de D avid. C orrom pido el paladar que en­
cuentra m ejor gusto en el falso n éctar y am brosia y las fuen­
tes de C astalia que en el m an á verdadero y las fuentes de
Israel. Perverso el corazón que encuentra m ayor delicia en
los nom bres de los dioses y diosas, las m usas y las tres gra­
cias que en adorar el santo nom bre de J e h o v a , D ios de los
ejércitos, de Cristo nuestro Salvador y de los D ones del E s­
píritu Santo. Ciega la esperanza que se extiende m ejor p o r
los C am pos Elíseos que p o r los jardines del Paraíso. T o d o es
allí fábula y som bra de verdad; aquí todo es realidad y la
verdad m ism a.
21. Cierto es que ellos contienen elegancias que son a R esp .
propósito para nosotros y frases, refranes y sentencias m o­
rales y honestas; pero, ¿hemos de entregarlos a nuestros hijos
solam ente por esos adornos? ¿Acaso es lícito despojar a los
egipcios y vestirse con sus adornos? N o sólo es lícito, sino
conveniente, por m andato de D ios (É xodo 3. 2 2 ). A la
Iglesia corresponde de derecho toda la propiedad de las gen­
tes. N ecesario es, por tanto, m e dirás, conocer todo esto para
apoderarnos de ello. A lo cual te contesto: M anasés y Efraín,
p ara ir a octipar la tierra de los gentiles, p ara Israel, llevaron
a los varones arm ados solam ente, dejando en lugar seguro a
los niños y la m ultitud débil e inerm e (Jos. 1. 14). H agam os'
nosotros lo mismo. A provechem os los varones ya firm es y
robustos en la erudición, juicio y piedad cristiana todo lo
JTJA N AM ÓS C Ó M EN JO
f i " ;
que deba ser tom ado a los escritores gentiles; pero n o ex­
pongam os a sus peligros a la juventud. ¿P o r qué, si pueden
destrozarla, herirla o esclavizarla? ¡Hartos ejem plos tenem os,
por desgracia, de m uchos a quienes la filosofía de la turba
pagana apartó de Cristo y precipitó en el ateísm ot M ás se­
guro hubiera sido enviar gente bien arm ada que se hubiese
apoderado de todo el oro, plata y cuanto de precioso tengan
estos m alditos con el divino anatem a y lo distribuyesen en
la heredad del Señor, ¡Oh, quiera D ios revelar heroicos in­
genios que disem inen por los jardines de la Filosofía cristiana
todas las florecillas de las elegancias recogidas p o r aquellos
vastos desiertos, a fin de que no haya nada que desear entre
nosotrost
Resp, 4. 22. Finalm ente, si alguno de los gentiles h a de ser adm i­
tido, séalo Séneca, Epicteto, Platón y otros parecidos m aes­
tros de virtudes y honestidad e n los cuales h ay m enos su­
persticiones y errores que h a c e r notar. D e esta opinión fue
el gran Erasm o, que al p ro b ar que la juventud cristiana debe
nutrirse en los m ismos libros sagrados, añade al final; Q ue
si hubiera que detenerse en los libros profanos, preferiría
que se hiciese en aquellos que son más afines a los libros
misteriosos. (E rasm o en Com p. T eol.) P e ro aun éstos n o se
deberían entregar a la juventud, sino cuando ya tuviese su
espíritu firm e en el cristianism o, y adem ás bien corregidos
antes, p ara suprim ir los nom bres de los dioses y cuanto en
ellos huela a superstición. Con esta condición D ios perm itió
tom ar por m ujeres a las vírgenes paganas, si se rapaban los
cabellos y cortaban su s uñas (D eut. 21. 12). P a ra que cla­
ram ente se nos com prenda n o es que prohibam os a los cris­
tianos en general los escritos de los profanos, puesto que no
ignoram os el privilegio celestial que Jesucristo concedió a los
que creen en É l (n ó talo bien, los que ya creen en É l) de
m anejar im punem ente las serpientes y los venenos (M arc.
16. 18), sino que rogam os y querem os precaver que no sean
arrojados a estas serpientes los hijitos de D ios con su fe
todavía tierna ni ofrecerlos tem erariam ente ocasiones d e in­
gerir aquellos venenos. C on la leche pura de la palabra divi­
na deben ser alim entados los hijitos de D ios, ha dicho el
Espíritu de Cristo (1. Pet. 2. 2. —■2. Tim . 3. 15),
O b je c ió n 23. P ero aun dicen los que defienden incautam ente la
. « a r t a s o b re la causa de Satanás co n tra C risto que los libros de la Sagrada
1 d ific u lta d d e la Escritura son dem asiado difíciles para la juventud, por lo
S a g r a d a E scri­ cual hay que proporcionar otros libros hasta que crezca su
tu ra p a ra la p r i ­
juicio.
m e ra ed ad .
R esp . 1.
R espondo: 1? El lenguaje de los que así afirm an revela
que desconocen la Sagrada E scritura y el p oder de D ios, y
lo dem uestro de tres m aneras: Prim ero, conocida es la his­
toria de Tim oteo, célebre m úsico de la antigüedad, que siem­
p re que adm itía u n nuevo discípulo acostum braba a p re ­
guntarle si había tenido ya o tro m aestro p ara em pezar su
enseñanza. Si la contestación era negativa, le recibía po r u n
m ódico estipendio; si era afirm ativa, doblaba el precio, por­
que decía que e ra doble su trabajo, puesto que h abía que
hacerle olvidar lo m al aprendido y volvérselo a enseñar bien.
DIDÁCTICA MAGNA

T eniendo nosotros a Jesucristo, doctor y m aestro de to d o el


género hum ano, fu era del cuál nos está prohibido buscar
o tro (M at. 17. 5; 23. 8 ), y q u e dijo: D ejad que los niños se
acerquen a mí, y n o se lo im pidáis (M arc. 10. 14). ¿Intenta­
rem os guiarlos d e otro m odo contra su voluntad? A caso
hem os tem ido que C risto estuviese ocioso enseñándolos fá­
cilm ente sus costum bres, y, p o r lo tanto, los llevarem os pri­
m eram ente por las escuelas ajenas de aquí para allí, com o
antes dije, p o r las tabernas, posadas y otros estercoleros, y
u n a vez corrom pidos e infectos los llevarem os a C risto p ara
que los reform e. ¿Q ué es lo que proponem os a esta juventud
desgraciada y p o r su p arte inocente? O tener que em plear
toda su vida en la trem enda em presa de enm endarse de todo
aquello que en su prim era edad aprendían, o apartarse com­
pletam ente de C risto y entregarse a Satanás para se r edu­
cada. ¿N o será abom inable a D ios lo que está consagrado
a M oloch? T odo esto es horrible; pero n o por eso es m enos
verdadero. Y o ruego encarecidam ente, por la misericordia
de Dios, que ya por fin y con todo em peño atiendan a esto
los M agistrados cristianos y Rectores de las Iglesias, para
que la juventud cristiana, nacida para Cristo y consagrada
por el Bautism o, n o continúe por m ás tiem po siendo ofre­
cida a M oloch.
24. Es falso lo que están repitiendo siem pre, que la E s - Resp. 2.
critura es dem asiado sublim e y excede a la capacidad de la
edad infantil. ¿A caso D ios n o entendió que su palabra es
acom odada a nuestro entendim iento? (D eut. 31. 11. 12. 1 3 ).
¿P or ventura, no asegura D avid que la ley del Señor confiere
sabiduría a los párvulos? (F íjate bien, a los párvulos ) . (Sal­
m o 19. 7 ). ¿Es que n o dice P ed ro que la palabra de D ios es
leche para regenerar a los infantes del Señor, que se les da
p ara que m ediante ella crezcan y se desarrollen? (1. Pet. 2.
2 ). ¡H e aquí que el divino jugo, suavísim o, dulcísim o y salu­
dable en extrem o, alim ento p a ra los párvulos de Dios, recién
engendrados, es la palabra de D ios! ¿C óm o nos com placerá
contradecir a Dios, m ucho m ás cu an to que la doctrina de los
gentiles en vianda dura, que necesita dientes, y au n los rom ­
pe? P or eso el E spíritu Santo, p o r boca de David, invita a los
párvulos a su Escuela: V enid, hijos, oídm e; os enseñaré el
tem or de D ios (Salm o 34. 11).
25. P o r últim o, es cierto que hay profundidades en la Resp. 3,
Sagrada E scritura, lo confesam os; p ero de tal naturaleza, que
en ellas se hunden los elegantes y n ad an los corderos; com o
dice A gustín con gran elegancia, cuando quiere hacer resal­
tar la diferencia entre los sabios m undanos que, llenos de
presunción, intentan p en e trar en las E scrituras y los párvulos
de C risto que a ellas se acercan con espíritu dócil y hum ilde.
¿Pero qué necesidad hay de lanzarse desde el prim er m o­
m ento a alta mar? Puede llegarse por grados. Prim eram ente
recorrerem os' las riberas de la enseñanza catequística, cami­
n ando po r lo m ás breve, aprendiendo sagradas historias,
sentencias m orales y cosas parecidas que n o estén fu era de
su alcance, pero que sirvan p a ra llegar a lo m ás difícil que
viene después. M ás adelante ya estarán en disposición de
154 JU A N AMÓS C O M E N fO

bucear en les m isterios de la fe. D e este m odo, instruidos


desde ¡a infancia en las Sagradas letras, estarán m ás fácil­
m ente preservados de las corruptelas mundanas, y se harán
sabios para su salvación por la fe que hay en Jesucristo
(2. Tim. 3. 15). E n efecto, es imposible que deje d e influir
el Espíritu de la gracia p ara encender la lu z de la verdadera
sabiduría, y m ostrar con claridad los caminos de la salud en
todo aquél que se entrega a D ios y rendido a los pies de
Cristo, aplica sus oídos a la sabiduría que viene de arriba.
Retorsión, 26. P o r lo contrario, aquellos autores (T erencio, C icerón,
Virgilio, e tc .), ofrecidos a la juventud cristiana en vez de
la Biblia, son precisam ente, co m o dicen que es la Sagrada
Escritura, difíciles en extrem o, y m enos inteligibles para los
jóvenes. Y es que no están escritos para los m uchachos, sino
p ara los hom bres adultos que frecuentan la escena o el foro.
N i tam poco aprovechan a los dem ás, com o lo revela ello
mismo. En efecto, cualquier varón ya form ado, y que esté
habituado a negocios viriles, sacará m ás provecho de una
lección de C icerón que u n niño, aunque se lo aprenda todo
a la m ayor perfección, ¿P or qué, pues, n o h a n de diferir el
conocerlo p ara su tiem po oportuno aquellos a quienes inte­
resa, si es que de veras les interesa? M ayor im portancia tiene
la consideración que anteriorm ente hicim os de q u e en las
escuelas cristianas deben form arse ciudadanos para el cielo,
no para el m undo; y, por tanto, hay que procurarlos M aes­
tros que inculquen m á s lo celestial que lo terreno, m ás lo
santo que lo profano.
C o n c lu s ió n . 27. Concluyam os, pues, con las palabras angélicas: N o
puede sostenerse hum ano edificio en el lugar en que com ien­
za a levantarse la ciudad del A ltísim o (4. E fd. 10. 5 4 ). Y
puesto que Dios quiere que nosotros seamos Á rboles de jus­
ticia y plantaciones de Jehová, donde É l sea glorificado
(Isaías 61. 3 ), no conviene que nuestros hijos sean arbo-
lillos de la plantación aristotélica o platónica, de Planto o
de Tulio, etc. P o r lo dem ás, la sentencia ya está pro n u n ­
ciada: Toda plantación que no haya plantado m i Padre ce­
lestial, será arrancada de raíz (M at. 15. 1 3 ). H orrorízate si
no cesas de hablar y dejarte guiar contra la ciencia de D ios
(2. Cor. 10. 5 ).
C A P IT U L O XXVI

D E L A D IS C IP L IN A E S C O L A R

C ierto es aquel proverbio ta n repetido y popular entre L a D is c ip lin a


los bohem ios: Escuela sin disciplina es m o lin o sin agua. D e n e c e s a r ia e n la*
igual m anera que si ¿juitas el agua a u n m olino, se p a ra rá al e s c u e la s .
m om ento, si suprim es la disciplina en u n a escuela, forzosa­
m ente h an de retardarse todas las cosas. C om o si u n cam po
n o se escarda, nace en él la cizaña perniciosa para la mies, y
si n o se podan los árboles, ech an m ucha m adera y producen
brotes inútiles. N o hay que inferir tam poco de esto que la es­
cuela debe estar siem pre llena de gritos, golpes y cardenales,
sino por el contrario, colm ada de vigilancia y atención, tanto
por parte de los que aprenden co m o de los que enseñan.
¿Q ué es la disciplina sino un m o d o cierto, en virtud del cual
los discípulos se hacen verdaderos discípulos?
2. S erá conveniente que to d o form ador de la juventud A c e r c a d e lo
conozca bien el fin , la m ateria y la fo rm a de la disciplina, cu at son d e o b ­
p ara que n o ignore p o r qué, cuándo y de qué m anera debe s e rv a r tre s co ­
sa s.
em plear u n a beneficiosa severidad.
3. E n prim er lugar, pienso que ante todo debe hacerse 1. F in d e la
constar que la disciplina sólo ha de aplicarse a los que se d is c ip lin a .
apartan del recto cam ino. Pero n o porque alguno se haya
extralim itado (lo hecho ya n o puede anularse), sino para
que n o se vuelva a extralimitar. H ay que em plearla sin p a­
sión, ira u odio; con tal candor y sinceridad, que el m ism o
que la sufre se dé cuenta de que se aplica en su provecho y
proviene del am or paternal que p o r él sienten les que le di­
rigen; y, p o r lo tanto, debe aceptarla com o se tom a la m edi­
cina am arga que el m édico receta.
4. L a disciplina m ás rigurosa no debe em plearse con m o­ 2. M a t e r i a
tivo de los estudios o las letras, sino para corrección de las s o b r e la c u a l
costum bres. P orque si los estudios se organizan rectam ente d e b e a p lic a r s e a
(com o antes hem os p re cep tu ad o ), serán p o r sí mismos es­ lo s d is c íp u lo s .
N o p o r lo s
tím ulos p a ra los entendim ientos, y atraeran y arrebatarán a
e s tu d io s .
todos con su dulzura (exceptuando los m onstruos hum anos).
Si acontece lo contrario, n o es p o r culpa de los que apren­
den, sino de los que enseñan. P orque si desconocem os la m a­
nera de llegar a las inteligencias, en vano intentarem os
aplicar la fuerza. Los azotes y los golpes no tienen eficacia
alguna p a ra despertar en las m entes el am or a las letras;
poseen, p o r ' el contrario, la virtud de engendrar en gran
cantidad el tedio y odio del espíritu hacia ellas. P o r lo cual,
si alguna vez se advierte la enferm edad del espíritu, que
repugna los estudios, debe tratarse con régim en y remedios
dulces, m ejor que exacerbarla m ás con asperezas. De cuyo
-T ' ?• í í / '- n
JO A N AMÓS COtaBN lO

prudente proceder nos da p aten te ejem plo el m ism o Sol,


que no em plea de p ro n to toda su fuerza sobre las plantas
nuevas y tiernas en la p rim era parte de la prim avera, ni
desde el principio las quem a y adelanta con su ardor, sino
que poco a poco, insensiblem ente, las va caldeando y las ro ­
bustece, y, p o r últim o, aplica toda su intensidad sobre las
adultas, que m aduran sus frutos y semillas. P rocedim iento
parecido sigue el arboricultor al tra ta r suave y blandam ente
a las plantas nuevas y tiernas, y n o em plea la raedera, cu­
chillos ni podaderas hasta que n o son suficientem ente fuer­
tes para resistir las heridas. Igualm ente el músico, si están
destem pladas las cuerdas del laúd, cítara o lira, n o las golpea
con el puño ni con u n bastón, n i las arroja contra la pared,
sino que aplica todo su arte h asta que consigue que form en
perfecta arm onía. Así, pues, tam bién hay que condescender
p ara tra e r las inteligencias a la arm onía y am o r h a d a los
estudios si no querem os hacer forzados d e los descuidados y
brutos de los sim plem ente em bobados.
C óm o hay de 5. Si en alguna ocasión hay necesidad de aguijón y es-
e s t im u l a r h a c ia puela, pueden em plearse otros m edios m ejor que los golpes.
Ips estudios. U nas veces con ásperas palabras y públicas am onestaciones;
1 otras, alabando y ensalzando a otros: ¡A q u í tenéis a éste o
aquél, qué bien atiende, con qué seguridad aprende todo!
2 ¿Estás tú embobado? O tras veces hay que estim ular p o r m e­
dio del ridículo: ¡M ira que sim ple eres! ¿N o entiendes una
3 cosa tan sencilla? ¿Estás en tu juicio? Tam bién pueden or­
ganizarse certám enes sem anales o mensuales acerca del
prim er puesto o de algún prem io de la m an era que anterior­
m ente dijimos. P ero h ay que p ro cu rar que esto no sea un
verdadero juego y pasatiem po, y, p o r lo tanto, resulte inútil,
sino que el deseo de la alabanza y el m iedo al vituperio o a
ser expulsado sirva de poderoso estím ulo a la diligencia.
P o r lo cual es absolutam ente necesario que el P receptor esté
presente y lleve el asunto con to d a seriedad y sin engaños,
am onestando y castigando a los holgazanes y alabando pú­
blicam ente a los diligentes.
Para las eos- 6. H ay que h acer sentir la disciplina m ás severa y rigu-
tuinbies. rosa a los que com etan faltas co n tra las costum bres. A saber:
(1) 1. Por alguna m anifestación de impiedad, com o blasfem ia,
obscenidad o cualquiera o tra cosa que se estim e co n tra la
( 2) ley de Dios. 2. Por contum acia y malicia deliberada, si alguno
desprecia los m andatos del Preceptor o cualquier o tro supe­
rior, y conocedor de lo que debe hacer n o quiere de propó-
( 3) sito cum plirlo. 3, P or soberbia y altanería o envidia y pereza,
en virtud de la cual alguno rogado po r su condiscípulo rehúsa
ayudarle en su estudio.
Y por qué. 7. L as faltas de la p rim era especie van contra la m ajestad
de Dios; las segundas socavan la base de todas las virtudes
(H um ildad y O bediencia), y las de la tercera clase dificultan
y retardan el aprovecham iento rápido en los estudios. A que­
llas que co n tra D ios se dirigen son pecados y deben ser ex­
piados con durísim o castigo; las que se com eten co n tra los
dem ás hom bres y contra si m ismo, son injusticias que deben
corregirse con áspera enm ienda, y la que va contra los libros
y trabajos es m ancha que se b o rra con la esponja d e la re­
prim enda. En una palabra: la disciplina debe dirigirse a
m antener la reverencia respecto a D ios, la afabilidad para
con el prójim o y la constancia en los trabajos y ocupaciones
de la vida, y afirmarlas con el uso y práctica continuados.
8. E l sol del cielo nos enseña el m odo m ejor de ejercitar 3 . L a fo rm a
la disciplina, porque da a todo lo que nace (1 ) siem pre luz y d e l a d is c ip lin a
calor; ( 2 ) a m enudo la lluvia y el viento; (3 ) raras veces el im ita d a d e l so l.
rayo y el trueno, aunque éste es consecuencia del o tro .
9. A im itación de lo cual, el director d e u n a escuela pro­ C óm o i t n i -
cu ra rá contener a la juventod en sus deberes: ta ilo .
1. C on ejemplos continuos, m ostrándose él m ism o vivo 1
m odelo de to d o acuello en que pretende educarla. Si esto
falta, to d o lo dem as es absolutam ente inútil .
2. C on palabras educadoras, de estím ulo o de repri­ 2
m enda, teniendo especial cuidado en que, ya enseñe, ya ex­
horte, bien ordene, bien reprenda, p rocure efectuarlo os­
tensiblem ente, con afecto paternal, p a ra edificar a todos sin
perder a ninguno. Si los discípulos n o advierten este afecto
claram ente y n o se persuaden de él, la disciplina se relajará
con facilidad y los ánim os se predispondrán en co n tra
suya.
3. N o obstante, si estos procedim ientos suaves n o son 3
suficientes p ara algunos de entendim iento tan desgraciado,
habrá necesidad de recurrir a rem edios m ás violentos, debien­
do intentarse todo antes de abandonar a alguno p o r inepto
para la educación y com o caso desesperado. T al vez hoy
p odrá aplicarse a m u y pocos el fam oso dicho; E l frigio sólo
se enm ienda a fuerza de golpes. P o r lo m enos, si n o al re­
belde, será de gran provecho a los dem ás este rigor de la
P re c au c ió n .
disciplina p o r el m iedo que cause. H ay, sin em bargo, que
tener cuidado de n o utilizar este procedim iento sin justa
causa o con excesiva frecuencia, n o sea que demos fin a los
rem edios extrem os antes que los casos los requieran.
10. El resum en de lo dicho y de lo que podam os decir R esu m en d e
es el siguiente: la disciplina ha de encaminarse a tener con lo d ic h o .
aquellos que form am os p ara D ios y su Iglesia u n tem ple de
las afecciones sem ejante al que D ios requiere p a ra sus hijos,
encom endados a la escuela de C risto para que se alegren con
tem blor (Salm o 2 .1 0 ), ocupándose de su salvación con tem or
y tem blor (Filip. 2 .1 2 ), gozándose siem pre en el Señor (id.
4 .4 ); esto es, p ara que p uedan y sepan reverenciar y am ar
a sus educadores, y n o solam ente dejen de buen grado que se
les guíe adonde conviene guiarlos, sino que lo deseen con
entusiasm o. Y este tem ple en los afectos n o puede conse­
guirse p o r otros m edios que los que ya hem os indicado:
buenos ejem plos, palabras suaves y afecto sincero y franco
continuam ente; sólo d e un m o d o extraordinario, fulm inando
y tro n an d o $on acritud, y al m ismo tiem po con la intención
de que la severidad m otive siem pre el am o r en cuanto sea
posible.
11. ¿A caso (séanos perm itido ac larar lo expuesto con u n E je m p lo .
ejem plo), acaso h a visto alguno que el batid o r de oro form e
la joya deseada de u n solo golpe? N adie, seguram ente. Las
JU A N AMÓS CO M EN JO

funde en vez de golpearlas; y si les sobra algo p o r excesivo


e inútil, no lo golpea furiosam ente con el m artillo el artista
entendido, sino que lo v a reduciendo suavem ente con un
m artillo pequeño, o lo desgasta con la lim a o lo corta con la
tenaza, pero siem pre con sum o cuidado, y, p o r últim o, al
final n o deja de pulirlo y bruñirlo. ¿Y hem os de esperar
nosotros que la im agen de D ios vivo, la criatura racional,
puede ser educada con irracional procedim iento?
12. T am bién el Pescador cuando preten d e efectuar la
pesca en aguas profundas con u n a red grande n o se le ocurre
aplicar plom os a la re d p a ra q u e se sum erja hasta el fondo y
la obliguen a arrastrarse p o r él, sino que p o r u n lado sujeta
esponjas ligeras p ara que p o r aquel lado la levanten hasta la
superficie del agua. D e igual m anera el que intenta la pesca
de las virtudes con la juventud tendrá necesariam ente que
deprim ir la hum ilde obediencia p o r la severidad hasta el m ie­
do, po r un lado, y p o r el otro levantar la constancia alegre
hasta el am or, p o r m edio de la afabilidad. ¡Felices los artis­
tas que sepan utilizar este tem ple! ¡Dichosa la juventud con
educadores de esta clase!
13. A quí viene bien el juicio que el gran varón D, Eil-
hardo Lubino, D octor e n Sagrada Teología, inserta con es­
tas palabras en el prólogo al N uevo Testam ento, editado en
griego, latín y alem án, al tra ta r de la reform a de las es­
cuelas.
Otra cosa es que todo cuanto se proponga a la juven tu d
con arreglo a su capacidad se le exija con tanta m esura que
nada haga contra su voluntad, sino con entera espontaneidad
y buen ánim o. P or lo cual pienso, que tanto las varas, com o
los azotes, no deben em plearse en las escuelas, antes bien,
deben irse desterrando de ellas com o instrum entos serviles
que no convienen en m o d o alguno a los ingenuos, sino que
son propios de m ancipios y m alos siervos. H acen su apari­
ción m u y pronto en las escuelas, y cuanto antes deben des­
aparecer de ellas, n o solam ente por engendrar torpeza de
carácter, que suele ser propia del entendim iento servil, sino
por la m aldad que lleva aneja las m ás veces: y que em plean í
dolos a m enudo com o ayuda de las artes o la enseñanza, se
convierten en instrum entos de crueldad y serán espadas en
m anos de locos furiosos con las que se matarán ellos m ism os
y a los dem ás. H a y otras clases de castigos que aplicar a los
niños libres y de ánim o generoso, etc.
C A P IT U L O X X V II

DE L A D IV IS IÓ N D E LA S E S C U E L A S E N C U A T R O E S P E C IE S
C O N F O R M E A L A E D A D Y A P R O V E C H A M IE N T O

1. Los artesanos señalan a sus aprendices u n tiem po de­ L a p ru d e n c ia


term inado durante el cual debe term inarse su enseñanza (dos d e lo s h ijo s d el
años, tres y hasta siete, según la dificultad o am plitud del s ig lo d e b e ser
a rte ), y aquél que ya está instruido en todo lo que a su arte im ita d a p o r lo s
h ijo s d e la luz.
atañe, p asa de aprendiz a candidato, u oficial, y después a
m aestro en su oficio. Igualm ente conviene establecer e n la
disciplina escolar que se determ inen para las artes, ciencias
y lenguas, sus períodos respectivos, a fin de que, en el tran s­
curso de u n cierto núm ero de años, se lleve a cabo to d a la
enciclopedia de la erudición y salgan de aquellos talleres de
la hum anidad hom bres verdaderam ente eruditos, verdadera­
m ente m orales, verdaderam ente piadosos.
2. P a ra llegar a conseguir esto, em plearem os to d o el P a ra e l com ­
tiem po de la juventud p ara la educación com pleta. (N o tene­ p le to p u lim e n ­
m os aquí u n arte solam ente que aprender, sino todo e l con­ to d e l h o m b re
ju n to de las artes liberales con todas las ciencias y algunas to m a rem o s to d a
su j u v e n t u d :
lenguas), esto es, desde la infancia h asta la edad viril, vein­ veinticuatro
ticuatro años, distribuidos en períodos determ inados. E n esto a ñ o s.
procedem os de conform idad con las enseñanzas de la n atu ­
raleza. D em uestra la experiencia que el hom bre alcanza el
m áxim um de su estatura hacia los veinticinco años, y des­
pués sólo tiende a robustecerse. E ste crecim iento tan lento
(pues los cuerpos de las bestias m ás corpulentas alcanzan su
m ayor desarrollo en algunos meses, o a lo m ás en u n p a r de
años) debem os pensar que sin d uda h a sido concedido a la
naturaleza hum ana p o r la divina Providencia, a fin de que
tenga el h om bre m ayor espacio de tiem po p ara prepararse a
las obligaciones de la vida.
3. Dividim os estos años de crecim iento en cuatro distin­ H a y q u e d i­
tos períodos: Infancia, Puericia, Adolescencia y Juventud, v id irlo s en cua­
fijando en sets años la duración de cada período, y asignán­ tro escuelas.
dole una escuela peculiar p ara que

I La Infancia . . . El regazo materno, Escuela ma­


ternal (Gremium m atemum ).
II La Puericia . . , tenga La escuela de letras o Escuela
por común pública.
III La Adolescencia E s c u e la Escuela latina o Gimnasio.
IV La Juventud .. La Academia y viajes o excur­
siones.
160 ■: ' ,l 1 j u a n a m ó s c o m Í n io

•V
A sí hab rá u n a escuela m aterna en ca d a casa; u n a escuela
pública en cada población, plaza o aldea; u n G im nasio en
cada ciudad y u n a A cadem ia en cada R eino o pronvincia
m ayor.
£1 caudal de 4. En estas escuelas diferentes que indicam os, n o se en­
los trabajos es­ señarán m aterias tam bién diferentes, sino las mismas, pero
colares diferirá de distinto m odo; es decir, t o d a s las que pueden h acer a los
en la forma no
en la materia. hom bres, verdaderos hom bres; a los cristianos, verdaderos
cristianos, y a los doctos, verdaderam ente doctos; pero según
los grados de edad y an terio r preparación, profundizando
m ás cada vez. Las enseñanzas n o deben tam poco disgregarse,
sino que, conform e a las leyes de este m étodo natural, al
m ism o tiem po deben darse todas, a la m an era que el árbol
va creciendo en su totalidad p o r igual en todas sus partes, lo
m ism o este año que el próxim o, que m ientras viva, au nque 1
pasen cien años.
La diferencia 5. L a diferencia será de tres m odos. P rim ero, que en las
de las escuelas escuelas prim eras h a de enseñarse todo de un m odo general
en razón a la y rudim entario y en las siguientes tam bién se enseñará todo;
fo rm a de los pero m ás particular y m inuciosam ente, com o el árbol se ex-
ejercicios, diende cada año en nuevas ram as y raíces, se robustece m ás
y produce m ás frutos.
I 6. Q ue en la prim era escuela m aterna se atenderá princi­
de un m odo palm ente al ejercicio de los sentidos externos, p ara que se ha­
ahora y de otro bitúen a aplicarlos con exactitud a sus propios objetos y dis­
luego.
tinguir unos de otros. E n la escuela com ún se ejercitaran lop
II sentidos interiores, la im aginación y la m em oria, con sus ó r­
que una cosa ganos ejecutivos, la m ano y la lengua leyendo, escribiendo,
aquí y otra allí pintando, cantando, num erando, m idiendo, pesando y apren­
principalmente diendo de m em oria cosas diversas, etc. E n el G im nasio se
p ro cu rará form ar el sentido de la reunión de todas las cosas,
el entendim iento y el juicio, p o r m edio de la D ialéctica, G ra ­
m ática, R etórica y las dem ás ciencias y artes reales enseña­
das p o r el qué y el cóm o (ro <m et Sio-n). L as A cadem ias
atenderán principalm ente a la form ación d e cu an to procede
de la V oluntad; esto es, enseñando a conservar las facultades
en perfecta arm onía (o restablecer la arm onía si h a sido per­
tu rb a d a ), el alm a m ediante la Teología, la inteligencia p o r la
filosofía, las funciones vitales del cuerpo p o r la m edicina y
los bienes externos por la jurisprudencia.
R a z ó n d e e s­ 7. Este es el verdadero m étodo p a ra educar co n éxito;
ta g ra d a c ió n . que en prim er lugar se presenten las cosas m ism as a los sen­
tidos externos a los que inm ediatam ente afectan; entonces,
excitados los sentidos interiores, aprenden a expresar y re­
presentar las imágenes im presas p o r aquella sensación inte­
rio r; tanto dentro de sí, p o r la reminiscencia, com o fu e ra de
sí mismos p o r las m anos y la lengua. Preparados así estos
elem entos interviene la m ente, y m ediante u n a cuidadosa es­
peculación, considera y sopesa todas las cosas p a ra investi­
gar la razón de todas ellas: que dará p o r resultado el verda­
d ero conocim iento de las m ismas y el juicio acerca de ellas.
Finalm ente, la voluntad (q u e es el centro del h om bre y la
directora de todas sus acciones), se acostum brará a ejercer,
legítim amente, su im perio. Q uerer form ar la voluntad antes
i MAÜNA '*

a u e el entendim iento (com o éste antes q u e la im aginación y


l a im aginación antes que los sentidos), es trabajar en balde.
E l lo que hacen los que pretenden enseñar a los m uchachos
la Lógica, Poesía, R etórica y É tica antes q u e el conocim iento
d e las cosas reales y sensibles; procediendo de igual m anera
que el que in ten tara enseñar a bailar a u n niño de dos años,
ijue apenas logra an d ar con trém ulos pasos.
Es n u estra divisa tom ar a la N aturaleza p o r guía e n todo:
y lo m ism o que ella despierta las facultades unas después de
otras, así debem os proceder e n su desarrollo.
8. L a tercera diferencia está en que las escuelas inferio­ II I
res, la m aternal y la com ún, educarán a la juventud d e uno y q u e unos se en­
otro sexo: la latina, principalm ente, a aquellos adolescentes s e ñ e n e n u n si­
q u e aspiran a algo m ás que a los oficios; y las A cadem ias fo r­ tio y o tro s en
m a rá n a tos D octores y fu tu ro s forntadores y guías d e otros, o tro .
p a ra que n o falten nunca R ectores aptos en las Iglesias, Es­
cuelas y N egocios públicos.
9. C on razón hay quien considera estos cuatro géneros E stas cu atro
de escuelas com o sem ejantes a las cuatro partes del año. escu elas co rres­
Así, la m aternal se asem eja a la am ena prim avera, adornada p o n d e n a las
c u a tro d iv is io ­
de brotes y florecillas de v aria fragancia; la com ún repre­
n e s d e l añ o .
senta el estío, que m uestra sus espigas llenas con algunos
frutos m ás tem pranos; el gim nasio recu erd a el otoño, re c o ­
lectando los frutos com pletos de los cam pos, huertos y viñas
y guardándolos en las despensas de la m ente, y la academia,
finalm ente, es com o el invierno que p rep ara los fru to s reco­
lectados p a ra sus diversos usos, a fin d e que tengam os de
qué vivir en todo el tiem po restante de la vida.
10. E sta m an era de instruir cuidadosam ente a la juven­ Y a lo s á rb o ­
tu d puede tam bién ser co m p arad a al cultivo d e los huertos. le s q u e a lc an ­
E n ellos, los niños de seis años, adiestrados rectam ente po r z a n su d e s a rro ­
el cuidado del padre y de la m adre, son sem ejantes a los ar- llo e n c u a t r o
bolitos plantados a tiem po, bien arraigados, y que em piezan p e río d o s .
a p ro d u cir pequeñas ram as. L o s adolescentes de doce años
son com o arbolillos ya cubiertos de ram as y que em piezan a
echar nuevos brotes; en los que aú n n o se ve suficientem ente
claro lo que h a n de d ar de sí. L o s adolescentes d e diez y ocho
ya instruidos en el conocim iento de lenguas y artes, son p a ­
recidos a los árboles cubiertos d e flores p o r todas partes,
ofreciendo con ellas u n agradable espectáculo a la vista y u n
gratísim o olor al olfato y prom etiendo al p alad ar frutos segu­
ros. P o r últim o, ¡os jóvenes de veinticuatro o veinticinco años
nutridos y a plenam ente de los estudios académ icos, son com o
el árbol lleno de frutos al que h a llegado su tiem po de arran­
cárselos y aplicarlos a sus respectivos usos.
E n realidad todo esto debe exponerse con m ayor cla­
ridad.

11
C A P IT U L O X X V III

ID E A D E L A E S C U E L A M A T E R N A

H a y q u e b u s­ 1. E l árbol h ace brotar de su tronco en los prim eros años


car p r i m e r a ­ aquellas ram as principales que h a d e tener, y así n o tiene
m e n te la s p r i ­ después sino irlas desarrollando. D e igual m anera deberán
m ic ias d e las inculcarse al hom bre en la escuela p rim aria los rudim entos
cosas. de todo aquello en que querem os instruirle p ara el uso de su''
vida entera. Si repasam os las m aterias que deben ser cono­
cidas, verem os claram ente cóm o puede realizarse. E n pocas
palabras lo reseñarem os reduciendo todo ello a veinte
grupos.
L is ta d e lo 2. M e t a f í s i c a . L a ciencia así llam ada tiene absolutam en­
q u e d e b e c o n o ­ te su com ienzo aquí, porque se em piezan a inculcar todas las
cerse a q u í. cosas en los niños de u n m o d o general y confuso al darse
I cuenta d e que es algo todo cu a n to ven, oyen, gustan y tocan,
n o conociendo aún qué es c a d a cosa en su especie, pero dis­
tinguiéndolo después poco a poco. Em piezan, pues, a com ­
prender los térm inos generales: Algo, nada, ser, no ser, así,
de otro modo, dónde, cuándo, etc., semejante y diferente, et­
cétera, que son en absoluto los fundam entos de la ciencia
M etafísica.
II 3. F í s i c a , E n estos prim eros seis años puede m uy bien
conseguirse que el niñ o n o ignore q u é es el agua, tierra,
aire, fuego, lluvia, nieve, hielo, piedra, hierro, árbol, hierba,
ave, pez, buey, etc. T am bién puede aprender la nom enclatura
y uso de los m iem bros de su cuerpo, a lo m enos los ex ter­
nos. T odo lo cual se aprende con facilidad en esta ed ad y
constituye los rudim entos de la ciencia natural,
III 4. O p t i c a . E l n i ñ o c o m p r e n d e r á lo s p r in c ip io s d e e s t a
c ie n c ia s i e m p i e z a a d is t in g u ir y n o m b r a r la luz y las tinie­
blas, la sombra y l a d i f e r e n c i a d e l o s colores principales:
blanco, negro, rojo, e t c .
IV 5. A s t r o n o m í a . S u p r i n c i p io s e r á c o n o c e r a q u é s e ll a m a
cielo, sol, luna, estrellas y a d v e r tir s u s a li d a y p u e s t a c o t i ­
d ia n a .
V 6. G e o g r a f í a . L o s r u d im e n t o s s o n e m p e z a r a a p r e n d e r
q u é e s un monte, un valle, un campo, el río , la aldea, la for­
taleza, la ciudad, c o n f o r m e a l a o p o r t u n id a d q u e p a r a e l l o
o f r e z c a e l lu g a r e n q u e s e e d u c a n .
VI 7. C r o n o l o g í a . S e e s t a b le c e n l o s f u n d a m e n t o s d e e s t a
c i e n c i a s i e l n i ñ o l l e g a a e n t e n d e r a q u é s e ll a m a hora, día,
semana, año; q u é e s e l estío y e l invierno, e t c ., y l o q u e s e
e n t ie n d e p o r ayer, anteayer, mañana y pasado mañana, e t c .
V II 8. H i s t o r i a . S u p r in c i p i o e s p o d e r r e c o r d a r y r e f e r ir : qué
ha ocurrido hace poco; cómo se han portado éste o el otro,
S'-í.
'" íc t ic a m a g n a 163

ésta o aquélla en u n asunto; aunque no se exceda del alcance


d e los niños.
9. A r i t m é t i c a . Se irán estableciendo los fundam entos si V I I I
el n iñ o entiende lo que significa poco y m ucho; sabe los n ú ­
m eros h asta diez, p o r lo m enos, y observa que tres son más
que dos y que u n o añadido a tres son cuatro, etc.
10. G e o m e t r í a . T endrán sus elem entos si com prenden lo I X
qu e llam am os grande y pequeño, largo y corto, ancho y es­
trecho, grueso y delgado. D e igual m odo lo que es u n a línea,
cruz, circulo, etc., y vean m edir las cosas p o r palm os, codos,
varas, etc.
11. E s t á t i c a . T endrán noción de ello si ven pesar las X
cosas con la balanza y aprenden a sopesar las cosas ellos
m ism os co n su m ano p a ra conocer si son pesadas o ligeras.
12. M e c á n i c a . E fectu arán el aprendizaje de estas labores
si se les deja h acer siem pre algo, enseñándoles p ara ello: po r
ejem plo, llevar u n a cosa de u n lado a otro, ordenarlo así o
de o tra m anera, hacer y deshacer, a ta r y desatar, etc., según
la afición de los niños en esta edad. Y co m o todo esto n o es
sino ensayo de la habilidad n atu ra l p ara hacer las cosas dies­
tram ente, no sólo n o hay que prohibirlo, sino fom entarlo y
dirigirlo con prudencia.
13. D i a l é c t i c a . E ste arte de la razón tiene aquí tam bién XII
su principio, y em pieza a ech ar sus raíces cuando el niño,
advirtiendo que p o r m edio de preguntas y respuestas se
efectúan las conversaciones, se va acostum brando a in terro ­
g ar él tam bién y a contestar a lo que se le pregunta. H ay,
solam ente, que enseñarlos a preguntar adecuadam ente y con­
testar con precisión a lo interrogado a fin de que se habitúen
a fijar su pensam iento en el tem a propuesto sin perderse en
divagaciones.
14. G r a m á t i c a . L a gram ática infantil debe consistir en X I I I
hablar rectam ente la lengua m atern a; esto es, pronunciar
clara y distintam ente las letras, álabas y palabras.
15. R e t ó r i c a . S u s principios consistirán en im itar los XIV
tropos y figuras que el lenguaje dom éstico em plea. E n pri­
m er lu g ar se atenderá a que la m ím ica al h ab lar y la entona­
ción sean las adecuadas a la cualidad de la oración; que al
p reg u n tar eleven el to n o d e las últim as sílabas y al contestar
le deprim an; co n o tras cosas p o r el estilo q u e casi la m ism a
n aturaleza enseña y con algún cuidado puede corregirse cual­
quier defecto que en ello se com eta.
16. P o e s ía . Se desarrollará la afición p o r la poesía si XV
desde esta p rim era edad se Ies hacen aprender de m em oria
m uchos versillos, principalm ente de índole m oral, ya rítm i­
cos, ya m étricos, com o cada lengua tiene p o r uso corriente.
17. M ú s i c a . Sus rudim entos consistirán en aprender al- x v i
gunos trozos fáciles de los salm os e him nos sagrados, lo cual
ten d rá su adecuado lugar en los ejercicios diarios de piedad.
18. E c o n o m í a , Los principios de esta ciencia dom éstica X V I I
serán ap render a distinguir los nom bres de las personas que
constituyen la fam ilia. A quién se llam a padre, m adre, cria­
da, criado, inquilino, etc. Igualm ente los nom bres de las p a r­
tes de la casa: atrio, estufa, alcoba, establo, etc. A sim ism o
: ' v JU A N A M Ó S C O M B N IO

los de los instrum entos dom ésticos co n su respectivo uso,


com o la mesa, el plato, él cuchillo, la escoba, etc.
XVIII 19. P o l í t i c a . M uy red u cid a ha de ser la afición a esta
ciencia, toda vez que el conocim iento e n esta edad apenas si
tiene objetos a que dirigirse fu era d e la casa; n o obstante,
pueden enseñarse algunas nociones si se d an cuenta de que
en la ciudad algunas personas se reúnen en la Curia y se
llam an Senadores, y de éstos algunos tienen el nom bre pecu­
liar de Cónsul, Pretor, N otario, etc.
X IX 2 0 . É t i c a . P ero la enseñanza m oral es la que h a d e tener
aquí el fundam ento m ás sólido si querem os h acer que las
virtudes nazcan con lá juventud que vam os a form ar. P o r
ejem plo:
(1) T e m pl a n z a ; g u a r d a n d o s e v e r a r e g la c o n e l e s t ó m a ­
g o , n o p e r m it ié n d o s e m á s d e l o q u e s e a e s t r ic t a m e n t e n e c & -L
s a r io p a r a c a lm a r e l h a m b r e o la s e d .
(2 ) L i m p i e z a en las com idas, vestidos y a u n en cuidar
con esm ero sus m uñecas y juguetes.
(3) Ve n e r a c ió n h a c ia l o s s u p e r io r e s .
(4 ) a todo lo que se m anda o prohíbe, siem ­
O b e d ie n c ia
pre con alegría y prontitud.
(5 ) V e r a c i d a d re lig io s a e n to d o c u a n to s e d ig a , s in q u e
ja m á s les s e a c o n s e n tid o m e n tir o e n g a ñ a r , n i e n b r o m a n i
e n s e rio ( p u e s la s b ro m a s e n c o s a q u e n o e s b u e n a p u e d e n
d e g e n e r a r e n u n v ic io s e r io ) .
(6 ) Ju s t i c i a . L a o b s e r v a r á n n o t o c a n d o , q u i t a n d o , r e t e ­
n i e n d o n i o c u l t a n d o n a d a c o n t r a l a v o lu n t a d d e s u d u e ñ o ;
n o h a c ie n d o m a l a n a d ie n i e n v id ia n d o c o s a a l g u n a , e t c .
(7 ) Ca r id a d . D eben acostum brarse al ejercicio de esta
virtud, de tal m an era que estén siem pre dispuestos a d a r lo
suyo a quien a ellos acuda im pelido p o r la necesidad, y aun
a hacerlo p o r su pro p ia resolución. Es ésta la m ás cristiana
de todas las virtudes recom endada sobre todas p o r el Espí­
ritu Santo, y será altam ente beneficioso p a ra la Iglesia infla­
m ar en esta virtu d los corazones de los hom bres en esta he­
lada vejez del m undo.
(8 ) T r a b a j o . L os niños tam bién deben ser continuam en­
te ocupados en labores y quehaceres constantes, ya serios, ya
p o r recreo, o ara q u e n o se acostum bren al ocio.
(9 ) Si l e n c i o . H a n de habituarse a n o e star siem pre
ch arlan d o y decir todo lo que se les venga a la boca; p o r el
contrario, deben saber callar con m otivo y siem pre que el
caso lo requiera, o sea cuando otros hablan; m ientras se halla
presente persona de respeto o cuando se tra ta de cosas que
deben callarse.
(1 0 ) P a c i e n c i a . D eben, desde luego, form arse en esta
prim era edad en la paciencia que du ran te toda lá. vida han
de necesitar, a fin de q u e sepan dom ar las pasiones antes de
que irru m p an con violencia y arraiguen, y se acostum bren a
guiarse p o r la razón, n o p o r la fuerza; a en fren a r la ira m ejor
que d arla rienda suelta, etc.
(1 1 ) Co r t e s í a . E sta virtu d y la alegría en ser útil a los
dem ás es u n preciado ornam ento de la juventud y de la vida
toda. E n ella deben ejercitarse durante los prim eros seis
de m anera que no dejen de acudir prontam ente si
Óionfían que en alguna cosa pueden p restar u n beneficio a los
.dem ás.
, (1 2 ) U r b a n i d a d . Tam bién hay que atender a la urbani­
d ad d e las costum bres p ara n o hacer n ad a con ineptitud o
rudeza, sino con decorosa m odestia. A esto pertenecen las
afectuosas deferencias, los saludos y su respuesta, las corteses
dem andas, cuando algo se necesita y las acciones de gracias
después de recibido el beneficio, las genuflexiones oportunas,
besam anos y cosas semejantes.
21. R e l i g i ó n y p i e d a d . P o r últim o, los niños de seis años X X
pueden m u y bien ser instruidos en Piedad y Religión, em­
pezando a aprender de m em oria capítulos de Catecism o,
fundam entos de su cristianism o y a p racticar y entender
cuanto su edad les perm ita. E sto es: que con el pensam iento
puesto en la Divinidad, viendo a D ios presente en todas
partes y tem iéndole com o justísim o vengador de los m alos,
n o com etan ninguna m ala acción; y p o r el contrario, am án­
dole com o benignísim o rem u n e rad o r de los buenos, vene­
rándole, invocándole y alabándole y esperando m isericordia
de Él en vida y m uerte, n o dejen de hacer el bien, que saben
le es grato, y se acostum bren a vivir com o ante los ojos de
D ios y an d a r con É l (según frase de la S agrada E scritu ra ).
22. D e esta m anera p o d rá decirse d e los hijos d e los B e n e fic io d e
cristianos lo que el Evangelista afirm a refiriéndose al m ism o la in fa n c ia a s i
Jesucristo: que crecía en sabiduría, edad y gracia ante D ios y e d u c a d a .
los hom bres (L ucas 2. 5 2 ).
23. E stas serán las tareas de la Escuela m aterna, cuyo P o r qué no
desarrollo p articu lar o cuadro de distribución de lo que haya p u e d e p re s c ri­
de hacerse y cóm o, en cada año, mes y d ía (a l m odo que en b irs e a q u í n ad a
la escuela com ún y en latina lo expondrem os), no puede in­ e n p a rtic u la r.
dicarse de la m ism a m anera que e n las escuelas que siguen,
en v irtu d de dos causas. L a prim era, p orque n o es ta n hace­
dero p a ra los padres guardar, en m edio de las ocupaciones
caseras, el m ism o orden que en la escuela pública, en la que
n o hay o tro objeto que la educación de la juventud. E n se­
gundo lugar, p o rq u e el entendim iento y la capacidad se m a­
nifiestan de m odo m uy desigual en los niños, con precocidad
en unos y tardíam ente en otros. Algunos, a los dos años, son
notablem ente locuaces y despiertos p ara todo; otros, a los
cinco, apenas pueden com pararse a los anteriores; de m ane­
ra que es necesario encom endar a la prudencia de los padres
la form ación de esta prim era edad.
24. N o obstante, pueden hacerse dos cosas que presten D o s a u x ilia ­
aquí extraordinaria utilidad: Prim era, escribir un librito de re s p recio so » :
advertencias a los padres y las m adres para que n o desconoz­ J
can sus obligaciones. E n él se describirá m inuciosam ente In fo n n a to rio
todo lo que es necesario p ara ed u c ar a la infancia, las circuns­ d e la escu ela
tancias en que debe ponerse en p ráctica cada enseñanza y con m a te rn a .
qué procedim ientos y fórm ulas se h an de infundir las pala­
bras y los gestos. H em os de escribir u n libro de esta natu­
raleza co n el título de Inform atorio de la Escuela materna.
25. E n segundo lugar, h a b rá u n libro de imágenes que II
sirva p a ra los ejercicios de esta E scuela m atern a y que, desde
166 j u a n _a m ó s c o m e n io

Excitador de luego, se m aneje p o r los m ism os niños. C om o en esta es­


tos sentidos. cuela debe atenderse con preferencia al ejercicio de los sen­
tidos p ara que reciban con precisión las im presiones de sus
objetos propios, y la vista e s el principal de todos aquéllos,
conseguirem os nuestro propósito si subordinam os a la vista
todo lo elem ental de la Física, Óptica, Astronom ía, G eom e­
tría, etc., conform e al orden de las cosas cognoscibles que
indicam os anteriorm ente. P a r a ello se puede dibujar un
m onte, u n valle, un árbol, aves, peces, caballo, buey, oveja,
hom bre de diversas edades y estaturas. Igualm ente la lu z y
las tinieblas; el cielo con el sol, la luna, las estrellas, nubes;
colores fundam entales, etc. T am bién los utensilios dom ésticos
y herram ientas de los oficios: olla, plato, cántaro, martillo,
tenazas, etc. A sim ism o las im ágenes de las dignidades: com o
el rey con el cetro y corona; el soldado con las armas; el
labrador con el arado; el carretero con su carro; el cartero en
cam ino, etc., poniendo e n todos ellos la inscripción de lo que
representen: caballo, buey, perro, árbol, etc.
U tilidad de 26. L a utilidad de este libro es triple: 19 P a ra auxiliar
este libro. la im presión de las cosas sensibles, com o antes hem os dicho.
29 P a ra estim ular a los tiernos entendim ientos a que bus­
quen en los libros lo que deseen, 3? P a ra conseguir con más
facilidad el conocim iento de las letras. Y com o las estam pas
de las cosas llevan escrito su nom bre encim a, se p o d rá em ­
p ezar p o r aquí el aprendizaje de la lectura.
C A P IT U L O X X IX

ID E A D E L A E S C U E L A C O M Ú N

1. D ijim os en el capítulo IX que debería ser en v iad a a L a e sc u ela co­


las escuelas públicas la juventud de u no y o tro sexo. A hora m ú n a n te s q u e
añadim os que debe enviarse a to d a esta juventud a las escue­ Ja latin a.
las com unes prim eram ente, en lo cual sostienen otros distinto
parecer. Zepper, en el libro I de Polit. Ecles., cap. 7, Ais-
tedio, Escolast., cap. 6, aconsejan que deben enviarse a las
escuelas comunes solamente a aquellos muchachos y mucha­
chas que en alguna ocasión han de dedicarse a las artes me­
cánicas; los niños que por designio de sus padres aspiran a
más completa cultura no deben ir a esas escuelas, sino direc­
tamente a la latina. Alstedio añade: Disienta el que quiera:
yo propongo el camino y el m o tivo que desearía que siguie­
ran todos aquellos a quienes quisiera sumamente instruidos.
P ero los principios de n uestra D idáctica nos obligan a di­
sentir.
2. Efectivam ente. 19 N osotros pretendem os la educa­ P o rq u e
ción genera! de todos los que h an nacido hom bres p a ra todo I
lo que es hum ano. P o r lo tanto d eben ser dirigidos sim ultá­
neam ente h asta donde p uedan serlo p ara que todos se esti­
m ulen y anim en m utuam ente. 29 Querem os educar a -todos 2
en todas las virtudes, incluso la m odestia, concordia y cor­
tesía m utuas. Luego n o deben ser separados ta n p ro n to ni
d ar ocasión a nadie p ara estim ar a unos y m enospreciar a
otros. 3? P arece excesiva ligereza querer determ inar a los
seis años la vocación de cad a un o p a ra las letras o p a ra los
oficios, p orque todavía en esa edad n o se h a n m anifestado
la capacidad del entendim iento ni la inclinación del espíritu,
m ás tard e aparecen claram ente u n a y otra, del m ismo m odo
que n o puedes conocer las yerbas que debes arran car o de­
jar en tu jard ín m ientras están naciendo, sino después que
h an crecido algún tanto. T am poco los hijos de los ricos, los
nobles o los que dirigen el G o b iern o son los únicos que h an
nacido p a ra dichas dignidades, y, p o r tanto, p a ra ellos solos
debe reservarse la escuela latina, dejando a todos los dem ás
com o inútiles y sin esperanza. El viento sopla p o r d onde
quiere y n o com ienza a soplar siem pre en u n tiem po deter­
m inado. ;
3. El cu arto m otivo es que nuestro m étodo universal no
com prende solam ente la lengua latina, n in fa ta n vanam ente
am ada p o r el vulgo, sino que abre el cam ino p a ra el estudio
de las lenguas propias de todos los países (a fin de que todas
las alm as alaben m ás y m ás al S e ñ o r), y no es conveniente
JU A N AMÓS C O M BN IO

alterar este propósito con e l caprichoso salto de la escuela


com ún.
5 4, E n quinto lugar, querer enseñar u n a lengua extraña
antes de conocer bien la propia, es igual que si quisieras en­
señar a tu hijo la equitación antes de que sepa tenerse en
pie. Conviene tener m uy p re sen te lo que se dem ostró en
el cap. 16, fund. 4. D e igual m an era que C icerón negaba que
el pudiese enseñar a decir a quien n o sabía hablar, así tam ­
bién nuestro m étodo afirm a que n o se p u ed e enseñar latini­
dad a quien desconoce su lengua propia, porque ésta es la
que lleva de la m ano p ara llegar a aquélla.
6 5. P o r últim o, com o nosotros pretendem os la erudición
real, pueden fácilm ente desenvolverse co n el auxilio de los
libros en lengua p ropia que contengan la nom enclatura de
las cosas. D e esta m anera aprenderán la lengua latina con L
m ayor facilidad, puesto que sólo h ab rán de adaptar la nueva
nom enclatura a las cosas y a conocidas, y al conocim iento
del que (to o n ) añadirán la especulación del p o r qué (to
£¿ot¿) con suave y sencilla gradación.
’ Fines y ob- 6. Firm e, pues, nuestra hipótesis sobre la necesidad de
jetívos de la s las cuatro clases d e escuelas, diseñarem os de esta m anera la
escuelas comu- escuela com ún. E l fin y objeto de la escuela com ún es que
"#»• toda la juven tu d entre los seis y los doce años (o tre c e ), se
insrtuya en todo aquello cuya utilidad abarca la vida entera.
Esto es:
I. L eer con facilidad y expedición el idiom a propio, ya
impreso, ya manuscrito.
II. Escribir, prim ero despacio; luego m ás deprisa, y, por
últim o, con propiedad, conform e a las leyes de la gramática
propia, que deberán ser expuestas de m odo claro y con
arreglo a las cuales se dispondrán los ejercicios.
III. N um erar cifras y operaciones p a ra las necesidades
com unes.
IV . M edir , con arreglo al arte, longitudes, latitudes, dis­
tancias, etc.
V. Cantar m elodías m u y conocidas, y aquellos que tuvie­
sen m ayor aptitud com enzarán los rudim entos d e la m úsica
figurada.
VI. Saber de m em oria la m ayor parte de las salm odias e
him nos sagrados que use con m ás frecuencia la Iglesia de
cada lugar, a fin de que, nutridos con la alabanzas de Dios,
sepan (com o dice el A póstol) enseñar y estim ularse a sí p ro ­
pios con los salmos, him nos y cánticos espirituales, cantando
con fervor a D ios e n sus corazones.
V II. A dem ás del Catecism o sepan al dedillo las historias
y principales frases de toda la Sagrada Escritura de m odo
que puedan recitarlos de m em oria.
V III. Retengan, com prendan y em piecen a practicar la
doctrina m oral encerrada en reglas e ilustrada con ejem ­
plos al alcance de su inteligencia.
IX . R especto al orden económ ico y poUtico sólo deben
conocer lo suficiente p a ra d arse cuenta de lo que ven h acer
diariam ente en la casa y e n la ciudad.
X . N o deben ignorar las generalidades de la historia de
I•
la creación del m undo, su pérdida y su restitución y el sabio
! gobierno de D ios en él hasta el día.
X I. A p renderán lo principal de la Cosmografía, la redon­
d ez del Cielo, el globo de la tierra pendiente en m edio, la
extensión del Océano, la diversa situación de los m ares y ríos,
con las m ayores partes de la Tierra y los principales Reinos
de E uropa y especialmente las ciudades, m ontes, ríos, etc., de
su patria y lo que haya de notable.
X II. Por últim o, deben conocer lo m ás general de las
artes mecánicas, con el solo fin de no ignorar, aunque sea
m uy p o r encim a, lo que ocurre en las cosas hum anas, y de
esta m an era p o d rá después m anifestarse con m ayor facilidad
la inclinación n atu ral de cad a uno.
7. Si todo lo que dejam os indicado tuviese exacto cum ­ P o r q u é se
plim iento en esta escuela com ún, n o encontrarían los discí­ f i ja n a q u í lím i­
pulos, al pasar a la escuela latin a o al dedicarse a la A gricul­ tes ta n e x te n ­
tura, C om ercio, oficios, etc., nada que fuese p a ra ellos tan sos.
nuevo que no hubiesen tocado en esta escuela, y, p o r lo
tanto, to d o cuanto h a de tra ta r cad a u no e n su oficio, lo que
puede o ír en las predicaciones sagradas o en otra p arte cual­
quiera, lo <jue leerá en los diversos libros no será m ás que
la am pliación de las cosas conocidas de antem ano o la apli­
cación particular de alguna de ellas: y se sentirán aptos los
discípulos, por lo m ism o, p ara entender, ejecutar y juzgar
todo ello con m ayor seguridad.
8. P a ra llegar a conseguir este fin, podrem os em plear los M e d io s id ó ­
m edios siguientes. n e o s p a ra lle ­
I. L o s concurrentes a la escuela com ún, que deben perm a­ g a r a este f i a .
necer en ella seis años, pueden dividirse en seis clases (si es I
posible, en lugar separado p a ra n o im pedirse unas a o tras), C lases.
II. A cada clase corresponderán sus libros propios, que II
han de contener todo cuanto a dicha clase afeca (to can te a L ib ro s.
la m ateria literaria, m oral y religiosa), de m anera que no
haya necesidad de ningunos otros libros m ientras .no salgan
d e este círculo, sino que infaliblem ente lleguen al fin con su
ayuda. S erá necesario que estos libritos com prendan todo el
idiom a patrio, es decir, las denom inaciones de todas las co­
sas que p o r su edad son capaces de com prender los niños y
los principales y m ás corrientes m odos de hablar.
9. C onform e al núm ero de clases, los libritos serán tam ­ L os lib ro s d e
bién seis, y diferentes, n o tanto en las m aterias com o en la c la se t r a t a r á n
fo rm a . Todos ellos versarán acerca de todo, pero los prim eros d e ig u ale s m a ­
tratarán solam ente lo m ás general, conocido y fácil, y Jos pos­ te ria s , d ife re n ­
teriores guiarán el entendim iento a lo m ás particular, desco­ c iá n d o s e s ó l o
nocido y difícil, o señalarán un nuevo m o d o de tratar las e n la fo rm a . '
m ism as cosas para procurar nuevas satisfacciones al espíritu,
com o luego se verá,
10. D ebe ponerse cuidado en que todo ello esté adecuado Todo ello
a la índole,,de la edad pueril, que p o r su naturaleza se inclina adecuado a la
a lo alegre, divertido y propio de juego, y mira con repug­ edad.
nancia lo serio y dem asiado severo. P a ra que aprendan lo
serio, o lo que m ás tarde h a de serlo, y con facilidad y de
b uen grado puede aprenderse, h ab rá que m ezclar en todo lo
útil a lo agradable, y con estos atractivos casi continuos se
170 J U A N AMÓS C O M E N IO

dom inarán las inteligencias y se les llevará p o r d o n d e se


quiera.
A dórnense 11. Conviene designar a estos libros con unos títulos que
co n títu lo s b o ­ deleiten a la juventud p o r su atractivo y que al m ismo tiem po
n ito s p a r a m a ­ expresen claram ente su contenido. Yo creo que pueden to ­
y o r e stím u lo .
m arse de las distintas clases de jardines. Com o la escuela es
com parable a u n jardín, ¿por qué n o se podría denom inar
Plantel de Violetas al libro de la p rim era clase; Rosaleda al
de la segunda; Vergel al de la tercera, etc.?
Todos Jos 12. E n otro lu g ar hablarem os más especialm ente de la
térm in o s d e las m ateria y fo rm a de estos libros. A h o ra sólo diré; que puesto
a rte s d e b e n e x ­ que se escriben en lenguaje usual, deben tam bién designarse
presarse en
en dicho idiom a los térm inos propios de las artes, sin em plear
le n g u a c o m ú n .
¿P o r qué?
para ello el latín o el griego. R azones: 1? N os proponem os
1 que la juventud com prenda todas las cosas sin tardanza, y ‘
desde luego las cosas extrañas necesitan ser explicadas antes
que se entiendan, y a veces aun después de explicadas n o se
entienden, sino que se creen significar solam ente lo que repre­
sentan y se retienen con trabajo en la m em oria. E n las cosas
de la casa, no h ay necesidad de explicar ninguna o tra cosa
m ás que la significada; se entienden al m om ento y se gra­
b an bien en la m em oria. Q uerem os evitar tardanzas y obs­
táculos en esta enseñanza p rim era p ara que todo fluya es­
2 pontáneam ente. 2? A dem ás querem os que se estudien las
lenguas patrias, n o al estilo de los galos, que conservan tér­
m inos griegos y latinos ininteligibles p a ra la plebe (en este
sentido los critica S tevin), sino pudiendo expresarlo todo
con voces que com prenda el vulgo. Así lo aconsejó Stevin a
sus com patriotas los belgas (G eog. I. 1.) y adelantó grande­
m ente en las m atem áticas.
T r ip l e o b je ­ 13. P ueden algunos argum entar, y a ello acostum bran,
c ió n . que n o son todas las lenguas ta n ricas que p uedan trad u c ir
fielm ente el griego y el latín. A dem ás, aunque p udieran tra­
ducirse, n o hab rían los eruditos de abandonar sus térm inos,
acostum brados com o están a ellos, y por últim o, conviene
que los niños que han de irse iniciando en la lengua latin a
se vayan acostum brando a la lengua de los eruditos p ara que
no tengan luego necesidad d e ap ren d er los térm inos téc­
nicos.
R e sp . a la 1» 14. Respondo. N o es culpa de las lenguas, sino de los
o b jeció n . hom bres, si la lengua es obscura, deficiente o im perfecta
p a ra la expresión de to d o lo que haga falta. Los latinos y los
griegos tuvieron tam bién que inventar vocablos al principio,
q u e luego fueron recibidos p o r el uso; tam bién parecieron
entonces ásperos y obscuros, h asta el extrem o de d u d ar ellos
m ism os que pudiesen suavizarse; pero u n a vez que se adm i­
tieron nada hay m ás significativo. C om o aparece en las pa­
labras, ente, esencia , substancia, accidente, cualidad, etc. N o
falta rá n ad a a ninguna lengua si los hom bres n o carecen d e
inventiva.
a la 2» 15. E n cuanto a lo segundo, quédense e n b uen h o ra los
eruditos con todo lo suyo; nuestro propósito es que los que
n ad a saben puedan alcanzar el conocim iento de las artes li-
P 'Í m j Ac t ic a m a g n a 171

^ berales y las ciencias, y p ara esto n o hem os de hablarles en


térm inos extraños ni lenguas extranjeras.
16 P o r últim o, ios niños que ap rendan después otros a la i *
idiom as, apenas hallarán dificultad p ara ello porque conoz­
can los térm inos técnicos e n la lengua p atria y porque hayan
; aprendido a n o m b rar a D ios P ad re e n su idioma antes que
en el latino.
17. E l tercer requisito será un m étodo fácil para hacer HÍ
aprender a la juventud estos libros, y este m étodo podem os T e r c e r r e q u i­
expresarle en las cuatro reglas que siguen: s ito : u n b u e n
I. N o dedicar a los estudios públicos m á s que cuatro ho­m é to d o , p a ra lo
q u e se d a n cu a ­
ras, que se distribuirán: dos por la mañait y otras dos p o r la tr o re g ia s.
tarde. L as horas restantes del día q u ed arán p ara las ocupa­
ciones dom ésticas (principalm ente entre los pobres) o p ara
honestos recreos y diversiones.
H. L a s horas de la mañana se dedicarán al cultivo y de­
sarrollo del entendim iento y la m em oria, y las de por la tarde,
al ejercicio de la m ano y la palabra.
III. D urante las horas m atutinas, el P rofesor leerá y vol­
verá a leer, en m edio de la m ayor atención de todos, el tra­
bajo correspondiente a aquella hora; explicando en lenguaje
vulgar y clarísimo lo que necesite explicación, a fin de que
no dejen de entenderlo todos. L u eg o hará que tos discípulos lo
vayan leyendo ordenadamente; de m odo que m ientras uno
lee, los dem ás le sigan en silencio m irando sus libros respec­
tivos. C ontinuado este ejercicio p o r espacio de m edia h o ra o
m ás, se conseguirá que tanto los m ás vivos de ingenio com o
los tard o s podrán casi recitar lo leído sin m irar al libro. Estos
trabajos deberán ser m uy breves y proporcionados al tiem po
disponible y a la capacidad de los entendim ientos infantiles.
IV . T o d o lo cual se asegurará m ás y m ás durante las
horas de la tarde, ya que en ellas n o se tratará de nada nuevo,
sino de la repetición de las cosas aprendidas, bien m ediante
la transcripción de los m ism os libros im presos, bieq p o r m e­
dio de concursos o certám enes sobre quién es el que recuerda
antes y m ejor todo lo ya explicado, o escribe, num era o
can ta con m enos equivocación, etc.
18. N o sin m otivo preceptuam os q u e los niños copien P o r q u é a co n ­
de su p u ñ o y letra, y con la m ay o r lim pieza, sus libros im­ se jam o s q u e los
presos de clase. Pues ( I ) esto servirá p a ra grabar m ás p ro ­ d is c íp u lo s c o ­
fundam ente en la m em oria cuanto se haga p o r tener los sen­ p ie n p o r sí m is­
tidos larg o tiem po ocupados con las m ism as m aterias, (2 ) Se m o s su s lib ro s
d e clase.
adiestrarán en este d iario ejercicio de escritura, en la cali­
grafía, velocidad en la escritura y b u en a ortografía; hábito en
extrem o útilísim o p a ra los sucesivos estudios y ocupaciones
posteriores de la vida. (3 ) S erá u n a p ru eb a evidente p ara los
padres de los alum nos de que en la escuela se hace todo lo
que d eb e hacerse, y p o d rán juzgar fácilm ente de su aprove­
cham iento yiendo cóm o realizan su trabajo.
19. D ejam os p ara o tra ocasión algunas particularidades C o n se jo so ­
sobre lo dicho. P o r ahora hem os de aconsejar que si algunos b re l a in te rc a la ­
niños h an de dedicarse al estudio de las lenguas de los países ció n d e l e s tu ­
vecinos, lo efectúen en tre los diez, once o doce años d e su d io d e le n g u a s
edad; es decir, entre la escuela co m ú n y la latina. P a ra que e x tra n je ra s.
J U A N AM ÓS CO M EN K»

tengan en ello m ayor facilidad debe enviárseles donde n o se


hable el idiom a patrio, sino que se em plee ordinariam ente el
que deben aprender. Y tam bién que los libros de la esc u d a
com ún (conocidos ya anteriorm ente en cu an to a la m ateria )
se lean en la nueva lengua, y que escriban, aprendan de m e­
m oria y hagan ejercicios verbales y escritos tom ados de los
m ism os libros.
C A P IT U L O X X X

B O S Q U E J O D E L A E S C U E L A L A T IN A

I. A quí hem os dispuesto u n plan que, con los cuatro P la n :


idiom as antes indicados, nos p erm itirá ab arcar toda la enci­ c o n c u a tro le n ­
clopedia de las artes. E sto es, que si los adolescentes pasan g u a s a b a rc a r to­
d a la e n ciclo p e ­
con eficacia por todas estas clases, llegarán a ser:
d ia d e las arte».
1. Gram áticos, capaces de expresar los conceptos de to ­
das las cosas, con perfección en idiom a p atrio y en latín, y lo
suficiente p a ra las necesidades en griego y hebreo.
II. D ialécticos, peritos en definir co n exactitud, hacer
distinciones, exponer argum entos y resolverlos,
III. R etóricos u oradores, aptos p a ra h ab lar con elegancia
de cualquier m ateria que se les proponga.
IV . A ritm ético s y V. G eómetras, ya p o r las diversas n e­
cesidades de la vida, ya porque estas ciencias sirven p ara
despertar y avivar el entendim iento.
V I. M úsicos, prácticos y teóricos.
V II. A strónom os, p o r lo m enos en lo m ás fundam ental,
versados en la doctrina esférica y en el cóm puto, ya que sin
esto son ciencias ciegas, tan to la Física com o la G eografía y
la H isto ria en su m ayor parte.
2. E stas son las fam osas siete artes liberales, cu yo cono­
cim iento piensa el vulgo que basta para ser M aestro de F ilo­
sofía. P ero, com o querem os que nuestros discípulos lleguen
más arriba, pretendem os que sean adem ás:
V III. Físicos que conozcan la constitución del m undo, la
fuerza de los elem entos, las diferencias de los anim ales, las
propiedades de las plantas y m etales, la estructura del cuer­
p o hum ano, etc., tan to en general, conform e son en sí, com o
respecto a la aplicación de las criatu ras a los usos corrientes
de nuestra vida, lo que constituye gran p arte de la M edicina,
A gricultura y dem ás artes mecánicas,
IX . Geógrafos, que p u ed an reco rrer el orbe de las tie­
rras grabado en su im aginación y los m ares con sus islas,
los ríos y los reinos de todos los países, etc.
X . Cronólogos, que sepan de m em oria, en todos sus pe­
ríodos la revolución de Ice siglos desde el com ienzo de los
tiem pos.
X I. Historiadores, que sepan referir a ciencia cierta los
m ás notables cam bios del género hum ano, d e los R einos
principales y de la Iglesia y las diferentes costum bres y acon­
tecim ientos de los países y hom bres.
X II. Éticos, que conozcan los géneros y diferencias de
las virtudes y vicios y sepan h u ir d e unos y p racticar las
174 JU A N AMÓS CO M EN IO

otras, lo m ism o en su consideración general que en su p ar­


ticular aplicación respecto a la vida económ ica, política, ecle­
siástica, etc.
X III. F inalm ente, querem os form ar T e ó l o g o s , que d
solam ente com prendan los fundam entos de la fe, sino que
sepan defenderlos p o r m edio de las Sagradas E scrituras.
3. Q uerem os que, al term inar el curso de los estudios de
estos seis años, sean los adolescentes, si no perfectos en todas
estas materias (y a q u e n i la edad juvenil consiente la perfec­
ción, puesto que es necesaria larga experiencia p ara afirm ar
la teoría con la práctica, ni en seis años es posible agotar el
océano de la erudición) por lo m enos que tengan sólidos fu n ­
dam entos para una fu tu ra erudición perfecta.
E l cam ino 4. Serán necesarias para la ordenada cultura de todo este
p a ra e ste p la n período, seis clases distintas, cuyas denom inaciones p u e d e n t
es e l d e seis ser las que siguen em pezando p o r la inferior:
clases.

I .. . G r a m á t ic a .
II . . . F ís ic a .
III . . . M a t e m á t ic a .
IV . . . ÉTICA.
V .. . D ia l é c t ic a .
V I .. . Ret ó r ic a .

P o r qué no 5. Pienso que nadie ha de reprochar que pongam os en


d e b e n s e g u ir la prim er térm ino la G ramática, abriendo marcha; lo que segu­
D ia lé c tic a y la ram ente llamará la atención a los que respetan la costum bre
R e tó ric a in m e ­ com o ley es que pospongam os la Retórica y la D ialéctica a las
d ia ta m e n te a la ciencias reales. P ero es conveniente proceder de esta m ane­
c la se d e G r a ­
m ática.
ra. V enim os sosteniendo que debe tratarse antes de las co­
sas que de su m odo de ser, esto es, la m ateria antes que la
form a, y que p ara h acer progresos sólidos y rápidos es el
m étodo m ás adecuado que nos instruyam os bien en el co n o ­
cim iento de las cosas antes de que se nos obligue a juzgar
acerca de ellas con acierto o enunciarlas con florido lengua­
je. D e lo contrario, p o r m uy dispuesto que estés p a ra h ab lar
y discutir de todas las m aneras, si desconoces la m ateria que
has de exponer o defender, ¿qué será lo que expongas o dis­
cutas? C om o es im posible que dé a luz u n a virgen n o p re ñ a­
da, tam bién es im posible que pueda racionalm ente h ab lar de
u n a cosa aquél que n o tenga conocim ientos previos de ella.
Las cosas son lo que son p o r sí m ismas, aunque no se les
aplique ninguna razón o idiom a. T an to las razones com o las
lenguas versan exclusivam ente sobre las cosas y dependen de
ellas hasta el p u n to de que sin las m ism as o desaparecen o son
m eros sonidos sin sentido alguno, em peño estúpido o ridículo.
Y com o el raciocinio y la p alab ra se b asan en las cosas, es
evidentem ente necesario q u e el fundam ento de ellas debe ir
en p rim er lugar.
P o r q u é lo 6. L a ciencia de lo natural debe anteceder a la enseñanza
m o ra l v a d e trá s moral, aunque parezca a m uchos que debe ser lo contrario,
d e lo n a tu ra l. y se p rueba con razones de u n docto varón. Lpsio, en F isio­
logía, 1. I, c. I, escribe com o sigue:
N o s agrada la opinión de ilustres autores, y coincidim os y
aprobam os que la Física deba enseñarse en prim er lugar. El
agrado en esta parte (de la Filosofía) es m ayor y m ás adecua­
do para atraer hacia ella y retenerla; m a y o r es tam bién la
dignidad y esplendor para excitar la admiración, y , por úl­
tim o, es preparación y desarrollo del espíritu para estudiar
con fr u to ia ética.
7. A cerca de las m atem áticas puede existir la duda de si P o r qué no
han de ir antes o después de la física. Los antiguos partían, s e a n te p o n e la
en efecto, del conocim iento de las m atem áticas, de donde les M a te m á tic a a la
viene el nom bre a dichas enseñanzas (¿uíTíj/Mm™), y P latón F ísic a, se g ú n el
n o adm itía en su A cadem ia a quien estuviera ayuno e n estos e je m p lo d e los
a n tig u o s .
conocim ientos Cayeíi>jH£7-pj/Tov). L a causa d e ello salta pronto
a la vista, porque dichas ciencias, al tra ta r de los núm eros y
cantidades, se reciben y fijan en los sentidos y, p o r tanto,
son m ás fáciles y exactas, desarrollan y hieren m ás la im agi­
nación y, finalm ente, predisponen y estim ulan para el estudio
de otras m aterias m ás rem otas de los sentidos.
8. T odas estas alegaciones son absolutam ente ciertas; R e sp , i .
pero, sin em bargo, nosotros tenem os que hacer aquí otras
consideraciones. E n prim er lugar, hem os preceptuado nos­
otros que en la escuela com ún h an de ejercitarse los senti­
dos y el entendim iento p o r m edio de las cosas sensibles, aun
con la enseñanza, de los núm eros cuidadosam ente efectuada,
p o r lo cual nuestros discípulos ya n o estarán com pletam ente
lim pios de conocim ientos m atem áticos (ttyetofisrpr/Tot)- Se­ 2
gundo. N uestro m étodo procede siem pre gradualm ente. A n­
tes de llegar a las elevadas especulaciones de la cantidad se
intercala oportunam ente la do ctrin a de los concretos al tra ­
ta r de los cuerpos, y así se m arc h a sutilm ente por grados
a la com prensión de lo abstracto. Tercero. H em os incluido 3
en el program a de la clase m atem ática algunas m aterias n o
reales, cuyo conocim iento fácil y verdadero puede adquirirse
casi sin la enseñanza de las naturales y p o r esto las coloca­
mos al principio. A h o ra bien, si los argum entos ajenos o la
práctica m ism a dem ostrasen lo opuesto, nosotros n o tene­
m os intención de llevar la contraria, lo hem os dispuesto con­
fo rm e nos lo aconsejan los m otivos que acabam os de re­
señar.
9. D espués que se haya obtenido u n regular conoci­ L a M e ta fís i­
m iento de la lengua latina (p o r m edio del Vestíbulo y Puer­ ca d e b e i r an tes
ta, que destinam os a la prim era clase) aconsejam os que se q u e la Física,
instruya a los discípulos en la ciencia m ás general, llam ada p e ro ¿ c u á l?
prim era sabiduría y vulgarm ente M etafísica (a nuestro p are­
cer s e n a m ás exacto denom inarla ■Kpo<pv<TiMa o i'Tr&wixjtKO', doc­
trin a o enseñanza antenatural o subnatural). E sta ciencia,
en efecto, investiga los prim eros y m ás profundos funda­
m entos de la N aturaleza; o sea los requisitos necesarios, atri­
butos y diferencias de todas las cosas, co n las reglas más
generales p ara todas ellas, así com o las definiciones, axio­
mas, im ágenes y com posiciones. C onocido todo esto (y fá ­
cilm ente pu ed e conseguirse con nuestro m éto d o ), ya n o h a­
b rá dificultad ninguna p a ra acom eter el conocim iento de
todo lo particular, que en su p arte principal aparecerá com o
' - 'l J Ü A H ; A llt5 s c o m e n Í o

>
ya conocido, y, p o r lo tanto, lo que únicam ente resu ltará
nuevo será la aplicación de lo general a los casos especiales.
Inm ediatam ente que estas generalidades sean conocidas, y
bastará em plear e n ello un trim estre (se percibirán fácil­
m ente, puesto que n o serán sino m eros principios que to d o
sentido hum ano, con la sola lu z natural, p o d rá conocer y ad­
m itir), se pasará a la consideración deí m u n d o visible, p a ra
que las creaciones de la naturaleza (y a indicadas en M eta­
física) se revelen m ás y m ás m ediante los ejem plos particu­
lares de la m ism a N aturaleza, principalm ente. Estas ense­
ñanzas corresponderán a la Clase Física.
' A la d a s e F í­ 10. D e la esencia d e las cosas pasarem os al estudio de
sica s e g u irá la sus accidentes, que denom inam os Clase M atem ática.
M a tem ática y a 11. E n seguida se presentará a la consideración de los
<sta la É tica. alum nos el hom bre m ism o con los actos d e su voluntad libre,
com o señor de las cosas, p ara que ap ren d an a observar qué
es lo que cae bajo nuestra potestad y albedrío, qué es lo que a
ello n o está som etido y cóm o es conveniente adm inistrar
to d o conform e a las leyes del universo, etc. E sto se enseñará
el cuarto año en la Clase Ética ; pero n o de u n m odo histó­
rico solam ente respondiendo al cóm o (ro o tl) , según se hacía
en los rudim entos de la escuela com ún, sino atendiendo al
porgué ( r o 6 i o n ) p a ra que se vayan acostum brando los alum ­
nos a inquirir las causas y los efectos de las cosas. H a y que
tener cuidado e n estas cuatro clases prim eras de n o deslizar
nada que origine controversia, porque esto querem os reser­
varlo ú nica y exclusivam ente p a ra la quinta clase que sigue.
C lase D ia lé c ­ 12. Así, pues, en la clase Dialéctica, después de h acer
tica. que precedan unos breves preceptos acerca del raciocinio,
querem os que se repasen las m aterias anteriores físicas, m a­
tem áticas y éticas y que se resuelva aquí todo cuanto se pre­
sente de alguna im portancia, y que suele aparecer en las con­
troversias entre los eruditos. A q u í se h a de enseñar: cuál sea
el origen de la controversia; cuál su actual situación; qué es
tesis y qué antítesis; con qué argum entos verdaderos o verosí­
m iles ha de defenderse esto o aquello. L uego descúbrase el
error de la afirm ación contraria, la causa del error y la fal­
sedad de los argum entos, con la fu erza de la argum entación
en pro de la verdadera tesis, etc., o, por el contrario, la
conciliación de los argum entos, si en una y otra tesis hubiese
algo verdadero. D e esta m an era con u n m ism o trab ajo con­
seguiremos bien la provechosa y g rata repetición de lo ya
estudiado, bien la útil explicación de lo n o entendido ante­
riorm ente; y se logrará enseñar con brevedad el arte de ra­
zonar, de investigar lo desconocido, aclarar lo oscuro, dis­
tinguir lo am biguo, lim itar lo general, d efender la verdad
con sus propias armas, com batir la falsedad, y finalm ente,
poner en orden lo confuso, p o r m edio de constantes ejem ­
plos, esto es, p o r el cam ino m ás corto y eficaz.
C lase R etó­ 13. L a clase últim a será la R etórica en la q u e propone­
rica. m o s que se desarrolle el ejercicio práctico, verdadero, fá cil
y agradable de todo lo que se haya aprendido hasta este
m om ento, en donde h a d e estar la dem ostración de que se h a
aprendido algo y n o h a sido en vano. C onform e al dicho
socrático: H abla para que te vea, querem os ejercitar su len­
gua e n la elocuencia a todos aquellos a quienes hasta ahora
hem os id o form ando su entendim iento p a ra la sabiduría.
14. Previos, pues, unos breves y claros preceptos acerca
de la elocuencia, com encem os en seguida los ejercicios; a
saber, la im itación de algunos de los principales m aestros
del decir. Sin em bargo, no habrem os de im itarlos tratan d o
acerca de las m ism as m aterias, sino recorriendo nuevam ente
los cam pos de la verdad y variedad de las cosas, los vergeles
de la honestidad hum ana y los jardines de la sabiduría di­
vina: de m anera que todo cuanto los discípulos saben que
existe de verdadero, bueno, útil, agradable y honesto, sepan
tam bién expresarlo con belleza y defenderlo con e n e rv a si
hubiera necesidad. A l llegar a este m om ento se en contrarán
provistos de u n arsenal n o despreciable: el conocim iento ver*
dadero de las cosas de todo género, y de u n a dotación m ás
que suficiente de palabras, frases, adagios, sentencias, h is­
torias, etc. El conocí-',
15. P ero de esto ya se tra ta rá m ás m inuciosam ente cuan­ miento históri­
d o venga el caso, pues la práctica m ism a nos dará n atu ra l­ co distribuido
m ente lo dem ás. Solam ente conviene añadir esto: C om o el por to d a s las
conocim iento de la historia es la parte m ás herm osa de la clases.
erudición, y a m o d o de los ojos de la vida entera, es pru­
dente distribuirle p o r todas las clases de estos seis años, para
que no ignoren nuestros discípulos todo lo digno de m em o­
ria que consta que se ha hecho o dicho desde la m ás rem ota
aitigüedad. H ay, sin em bargo, que efectuar este estudio con
tal circunspección que no aum ente el trab ajo de los discí­
pulos ni tam poco le relaje, sino que sea com o el condim ento
de los estudios m ás serios.
16. N osotros hem os pensado que p o d ría com ponerse Cómo
para cada clase u n libro especial relativo a determ inado gé­
n ero de historias; esto es, que se destine

I. Un epítome de Historias bíblicas.


II. Historia de los seres naturales,
m. Historia de los seres artificiales, de invencio­
nes de las cosas.
A la clase IV. Historias morales, de los ejemplos más nota­
bles de las virtudes, etc.
V. Historia ritual, de las costumbres y ritos de
diversas naciones.
VI. Historia universal, de todo el mundo y prin­
cipales países, especialmente la patria,
todo de manera muy breve y sin omitir
nada de lo esencial.

17. A cerca del m étodo p articu lar que h a de seguirse en Advertencia,


estas escuelas, n o diré n ad a m ás que: E s nuestro pensam ien­ sobre el méto­
to que las ordinarias cuatro horas públicas se inviertan del do siempre uni-
siguiente m odo: las dos de la m añana (después del sagrado fonne.
ejercicio de piedad) se destinen a la C iencia o arte que d a
el nom bre a la clase; y la prim era de la tarde se dedique a la
historia y la segunda a ejercicios de estilo, palabra, manua­
les, etc., conform e requiere la m ateria d e cada clase.

12
C A P ÍT U L O X X X I

D E L A A C A D E M IA

P o r q u é tra ­ 1. N o llega, en verdad, nuestro M étodo hasta este punto;


tam o s a q u í d e pero se nos h a de perm itir que expongam os aquí nuestra
la A cad em ia. opinión respecto a las m aterias que en él se contienen. Y a
dijjimos antes que debía reservarse a las A cadem ias el m á >
elevado conocim iento y desarrollo de todas las ciencias y to­
das las superiores enseñanzas.
T r e s funda­ 2. P o r lo cual es nuestro parecer que-,
m en to s. I. D eben hacerse tos estudios verdaderamente universales,
de m anera que n o h ay a n ad a en las letras y ciencia hum anas
que n o sea oportunam ente trata d o aquí.
II. D eben seguirse los procedim ientos m ás fáciles y segu­
ros p a ra dotar de sólida erudición a todos los que hasta aquí
llegan.
III. N o hay que conceder los honores públicos sino a los
que llegaron con éxito a la m eta de sus trabajos y son aptos
y dignos de ello, y a quienes pued e encom endarse con segu­
ridad la dirección y gobierno de las cosas humanas.
Y vam os a ver ahora, m odestam ente, qué es lo que exi
gen los tres fundam entos enunciados.
J 3. P ara que los estudios académ icos sean realm ente u n i­
Q u e se a n v e r­ versales, se necesitan, en p rim er lugar, Profesores sabios y
d a d e ra s U n iv e r­ eruditos de todas las ciencias, arte, facultades y lenguas
sid a d es e n los que se m uestren com o vivos repertorios y sepan com unicar
e stu d io s. a los dem ás toda su sabiduría, y en segundo lugar, una
Biblioteca selecta de diversos autores p ara el uso com ún.
II 4. L o s trabajos académ icos se efectuarán con facilidad y
Q u e e l m é to ­ éxito, teniendo cuidado: I?, de d ar en trad a en la A cadem ia
d o se g u id o sea solam ente a las inteligencias m ás escogidas, la flo r de los
ta m b ié n u n iv e r­ hom bres, dejando a los dem ás p ara la agricultura, los oficios
sal. o el com ercio, si p ara ello nacieron.
E n lo q u e h ay
q u e c u id a r.
5. 29 Cada uno debe dedicarse con preferencia a aquellos
I estudios a que, según todos los indicios, puede deducirse que
II le inclina la Naturaleza. P o r natural instinto, u no es m ejor
músico, poeta, orador, etc., y o tro p o r el contrario, es más
apto p ara la Teología, la M edicina o la Jurisprudencia. P o r­
que aquí se p eca con dem asiada frecuencia po r querer hacer
una estatua de M ercurio de cualquier trozo de m adera, a
nuestra voluntad, sin tener en cuenta la inclinación natural.
D e esto resulta que, por em prender u n estudio sin vocación,
no conseguim os en él m érito alguno, y m uchas veces som os
m ás hábiles en cualquier entretenim iento (™pi?pya>) que en
lo que pertenece a nuestra pro p ia profesión. Sería, pues, m uy
DIDÁCTICA MAQNA 179

conveniente que al salir de la escuela clásica hicieran los D i­


rectores de las escuelas u n exam en público p ara determ inar
quiénes, a su juicio, debían pasar a la A cadem ia y a cuáles
sería útil destinar a los otros géneros de vida; y de aquellos
que hab ían de continuar los estudios, quiénes se debían de­
dicar a la Teología, Política o M edicina, etc., conform e a la
inclinación natural que m anifestaban o exigía la necesidad
de la Iglesia o de la República.
3? C onviene estim ular a los entendim ientos m ás sobresa­ III
lientes a que se dediquen a todo p a r a q u e n o f a l t e n e r u d i t o s
e n c ic lo p é d ic o s ( - o ' A v p L a O i i s o -t t í x i í i j m O e k ) o s a b io s u n iv e rs a le s
(ir a v a o ip o i).
7. H ay, sin em bargo, que p ro c u rar que las A cadem ias no IV
instruyan m ás que a los diligentes, honestos y capaces, sin
perm itir en ellas a los falsos estudiantes que m algastan su
patrim onio y sus años en el ocio y la disipación, dando mal
ejem plo a los dem ás. Así, donde no hay ninguna peste no
h a b rá contagio alguno: atentos todos a lo que deba ha­
cerse.
8. Y a hem os dicho que en la A cadem ia deben manejarse V
toda clase de autores. P ara que no resulte dem asiado trabajo, O b s e rv a c ió n
y sin em bargo, preste utilidad, convendría que se pudiese ace rca d e los
c o m p e n d io s d e
conseguir de los m ás ilustres doctores, filólogos, filósofos, to d a d a s e d e
teólogos, médicos, etc., que accediesen a prestar a la juven­ a u to re s .
tud estudiosa el m ism o gran servicio que los geógrafos p ro ­
porcionan a los estudiantes de geografía form ando m apas de
las provincias enteras, reinos y m undos, y poniendo a la vis­
ta, en u n a sola ojeada, el am plio espacio de las tierras y los
m ares. ¿P or qué del m ism o m odo que los pintores represen­
ta n a lo vivo las tierras, casas, ciudades y hom bres, n o se ha
de p o d er rep ro d u cir de igual m an era a Cicerón, Livio, Pla­
tón, Aristóteles, Plutarco, Tácito, Gelio, Hipócrates, Galeno,
Celso, A gustín, Jerónim o, etc., no com o algunos acostum ­
bran, p o r m edio de ejem plos aislados o trozos independien­
tes, sino p o r su sistem a com pleto, aunque reducido a lo más
im portante?
9. E stos com pendios de los autores tendrían una extraor­ C u a tro u tili­
dinaria utilidad. Primero, p ara aquellos que carecen de tiem ­ d a d e s d e to d o
po p a ra leer los tratados extensos y que, sin em bargo, po­ esto.
drían ad q u irir el conocim iento general de cualquier autor. 1
Segundo, p ara los que, conform e a la opinión de Séneca, pre­
fieren dedicarse po r entero a u no cualquiera (pues todas las
cosas no agradan p o r igual a to d o s), y podrían así con m a­
yor facilidad y conocim iento hacer su elección, después que,
habiendo probado m uchos, hubieran experim entado que esto
o aquello satisfacía, desde luego, su paladar. Tercero, p ara los
mismos que hay an de m anejar los autores en toda su exten­
sión, p orque con estos com pendios se p rep ararán de u n m odo
notable p ara leerlos con aprovecham iento; de igual m anera
que al que h a de viajar es sum am ente útil conocer de ante­
m ano, por m edio de los m apas, la corografía de los países
que h a de recorrer, para observar con m ayor facilidad, cer­
teza y agrado todos los detalles que ante su vista se ofrez­
can. P or últim o, a todos serán útiles dichos epítom es para
WOT-V-1
m ' ¡ " \ . ' : , ' y JU A N AMÓS C O lrtE H lÓ

d a r de vez en cu an d o algún repaso a los autores en lo q u e


siem pre se encuentra algo n uevo que llam e la atención y se
retenga.
A d v e rte n c ia 10. P odrían hacerse de igual m anera unos sum arios de
r e s p e c t o a la los autores y editarlos p o r separado (p a ra uso de los m ás po­
e d ic ió n d e d i­ bres, o de quienes n o está e n su m ano m anejar los m ismos
ch o s e p íto m es. grandes volúm enes) y anteponerlos a sus autores, a fin de
que los que hayan de prep ararse p a ra su estudio conozcan
desde luego el conjunto de to d o su contenido.
O b s e rv a c io ­ 11. Respecto a los ejercicios académ icos: n o sé si sería
n e s acerca de m uy provechoso introducir discusiones (avCvrvítEK) públicas
Im p la n ta r en la
a la m an era del Colegio G eliano. Esto es, que así que el p ro ­
A c a d e m i a el
p ro c e d im ie n to
fesor haya tratado públicam ente alguna cosa, se distribuyan
d e lo s co leg io s a los alum nos algunos buenos autores que traten de la mis­
g e lia n o s. m a m ateria p ara leerlos privadam ente. Y la p arte de dicha
m ateria que el profesor haya explicado públicam ente p o r la
m ateria que el profesor haya explicado públicam ente por la
en la clase. Esto se efectuará proponiendo cuestiones los dis­
cípulos, bien lo que n o haya claram ente com prendido algu­
no, bien las dudas que se h ayan presentado a otro, bien la
disconform idad que haya observado u n tercero entre las opi­
niones de su autor, apoyada en sus m ismos argum entos, y
cosas sem ejantes. E ntonces se p erm itirá a u no cualquiera de
los presentes (guardando un o rd en determ inado) que le res­
ponda, y a los dem ás que lo juzguen y lo declaren h asta que
parezca suficientem ente discutido, y, p o r últim o, correspon­
de al Profesor, com o presidente, term inar la controversia. D e
esta m an era se ve claram ente, que lo que m uchos hayan leí­
do, puede reunirse en u n a sola doctrina, n o con el exclusivo
fin de que todas las cosas sean de utilidad com ún, sino p ara
que se im prim an con m ayor energía en los entendim ientos y
puedan obtenerse progresos realm ente sólidos en la teoría
y la práctica de las ciencias.
v II I 12. D e estos ejercicios colegiados se deduce que n o p u e ­
T e rc e r f u n ­ de hab er dificultad en conseguir lo que hem os establecido en
d a m e n t o , no últim o térm ino, y que es deseado desde hace tiem po p o r to ­
c o ro n a r a n a d ie dos los espíritus rectos: q u e solam ente se confieran los hono­
s in q u e o b te n ­
res públicos a quienes los m erezcan . Esto se conseguirá si n o
g a la v icto ria.
lo hacem os depender de la voluntad p articular de u n o u otro
sino de la pública conciencia y testim onio de todos. U n a vez
cada año, com o los directores en las escuelas inferiores, h a­
rá n u n a visita a las A cadem ias los delegados regios, o de la
R epública, y en ella se revelará palpablem ente el cuidado con
que se hayan seguido las enseñanzas, tanto p o r p a rte de los
que enseñan com o de los que aprenden: y aquellos cuya di­
ligencia sobresalga en grado m áxim o, conseguirán el testim o­
nio público de su virtud, la corona doctoral o magistral.
F o rm a d e c o n ­ 13. P ara que n o haya lugar a engaño, en vez de las
s e g u ir la v ic to ­ D isputas p a ra el grado, sería convenientísim o que el candi­
ria dato (o varios sim ultáneam ente) se coloque en medio, sin
quien le dirija. Entonces, algunos de los m ás doctos y ver­
sados en la práctica, le interrogarán lo que tengan p o r con­
veniente p ara explorar su aprovecham iento en la teoría y la
práctica. P o r ejem plo: C uestiones diversas del libro de texto:
B p te tÁ C T IC A ; MAGNA

P (S agrado Código, H ipócrates, D erecho, e tc.) ¿Dónde se en-


i': cuentra escrito esto, aquello o lo otro? ¿C óm o concuerda con
Sí' esto y aquello? ¿H ay algún autor que disienta? ¿Quién es;
| qué argum entos expone y cóm o deben resolverse? Y cosas
f p o r el estilo. Y en cuanto a la práctica: deben proponerse
i, casos variados de conciencia, de enferm edad, de pleitos:
¿cóm o hay que proceder en esto o aquello? ¿Por qué? A prié-
tesele con preguntas y variedad de casos hasta que aparezca
\ claram ente que puede juzgar con sabiduría y verdadero fu n -
■ dam ento acerca de las cosas, etc. ¿C óm o n o esperarem os
, que h a n de p ro c u rar toda diligencia y esfuerzo los que sa­
ben que h a n de su frir exam en tan público, serio y severo?
14. A cerca de los viajes (a los que hem os reservado su D e lo s v iaje s.
lugar en estos últim os seis años, o u n a vez term inado ya este
período) n o tenem os necesidad de advertir sino que sería de
nuestro agrado, y coincide con nuestras razones el juicio
de P latón, que se debe prohibir a la ju ven tu d que viaje,
antes de que pierda la fogosidad de la edad ardiente, y de
que posea la prudencia y capacidad que so n necesarios para
viajar.
15. D e pasada hem os de h acer n o tar ah o ra lo extrem a­ D e l a Escue» ■
dam ente necesaria que sería la Escuela de E scuelas o C o l e ­ la d e e scu elas,
g i o d i d á c t i c o , establecido entre la gente d e todos los países, C u á l es s u fin
o si n o h ab ía p a ra ello esperanza ninguna, a lo m enos entre y u tilid a d .
los eruditos, devotos de la gloria de D ios que se ensalzaría
con este m otivo, respetado con santa fe, sin m overse ningu­
no del lu g ar e n que se hallase. L o s trabajos asociados de
todos ellos habrían de tender a descubrir m ás y m ás los
fu n d a m en to s de las ciencias y purificar y esparcir la luz de
la sabiduría con éxito feliz por todo el hum ano linaje y pro­
m over el m ejoram iento de los negocios de los mortales m e­
diante nuevos útilísim os inventos. SÍ n o querem os m arc h ar
siem pre p o r las m ism as huellas y, a veces, retroceder, hem os
de pensar en el desarrollo de to d o lo bien aprendido. C om o
p ara esto n o basta u n solo hom bre y u n a so la edad, es ne­
cesario que sean m uchos los que conjunta y sucesivam ente
continúen la labor em pezada. Este Colegio universal sería
evidentem ente p ara las dem ás escuelas lo que el estómago
es p ara los restantes m iem bros del cuerpo: la oficina vital
que proporciona a todos ellos el jugo, la vida y la fuerza,
17. P ero volvam os a lo que respecto a nuestras escuelas
nos qued a aú n p o r decir.
C A P IT U L O X X X II

DEL ORDEN GENERAL DE LAS ESCUELAS RECTAM ENTE


GUARDADO

R ep etició n d e 1. H em os venido hasta ah o ra disertando con am plitud


lo d ic h o a n te ­ acerca de la necesidad de refo rm ar las escuelas. N o h a de re ­
rio rm e n te .
sultar inoportuno que concretem os sum ariam ente nuestros
deseos y advertencias. P o r lo tanto, a continuación vam os a
exponerlo. '
Q u e e l a rte 2. E s nuestro deseo que el m étodo de enseñar alcance
d i d á c t i c a se tal perfección, que entre el usual y corriente, hasta ahora, y
e le v e a la p e r ­ este nuevo procedim iento didáctico, exista igual diferencia
fe cc ió n y ex ac­ que la que adm iram os entre el arte antiguo de m ultiplicar
titu d d e l a rte
tip o g rá fic o .
tos libros, m ediante la copia, y el arte tipográfico, recien­
tem ente descubierto y ya extraordinariam ente usado. Pues
d e igual m odo que el arte de la tipografía, aunque m ás di­
fícil, costoso y trabajoso es, sin em bargo, m ás adecuado p ara
copiar los libros con m ayor rapidez, exactitud y elegancia,
así tam bién este n u ev o m étodo, aunque asuste al principio
p o r sus dificultades, u n a vez im plantado, servirá p ara ins­
tru ir a m uchísim os con aprovecham iento m ás seguro y m a­
y o r com placencia que con el actual y corriente desorden
( a / i £0oS«Kr).
V e n ta ja s de 3. Es fácil suponerse qué exigua utilidad parecían repor­
la i m p r e s i ó n ta r al principio los ensayos de los inventores del a rte tip o ­
s o b re la e sc ri­ gráfico sobre el arraigado, extendido y hábil m anejo de la
tu ra . plum a; pero, poco a poco nos fue m ostrando la práctica las
extraordinarias ventajas que d icha invención nos proporcio­
1 na. E n prim er lugar, dos m uchachos pueden producir tip o ­
gráficam ente m ás ejem plares de cualquier libro que casi dos­
cientos jóvenes p o r m edio de la plum a en el m ism o espacio
2 de tiem po. Segundo, dichos m anuscritos variarán com pleta­
m ente en cuanto al núm ero, fo rm a y lugar de los folios, p á­
ginas y renglones; los impresos, en cam bio, corresponderán
exactam ente unos con otros, de m anera que no será u n huevo
ta n sem ejante a otro com o estos ejem plares lo son entre sí;
3 y esto produce grata sensación de elegancia y prim or. Ter­
cero, p ara asegurarse de que está correctam ente escrito lo
que se copia a m ano, es necesario revisar, cotejar y corregir
con solícita atención todas y cada u n a de las copias, lo que
ocasiona u n trabajo y fastidio extraordinario. En los im pre­
sos, enm endado u n solo ejem plar, se corrigen de u n a vez to ­
dos los dem ás aunque sean miles: lo que es rigurosam ente
cierto, aunque parezca imposible, al que desconoce el arte.
Cuarto, p a ra la escritura que se hace a m ano no sirve cual-
DIDÁCTICA MAGNA

q u ier clase de papel sino el que sea fuerte y n o se corra; en


la im prenta queda im preso todo, aunque sea u n papel fino
y q u e se corra, u n lienzo, etc. P or últim o, con la im prenta 4
pueden escribir libros elegantem ente, aun aquellos que no
saben escribir con elegancia, p orque llevan a cabo su tra­
bajo, n o con su p ropia m ano, sino con caracteres dispues­
tos p a ra ello ingeniosam ente e incapaces de equivocarse.
4. N o ocurrirá, seguram ente, cosa distinta, si organiza­ V e n ta ja s d e l
m é to d o p e rfe c ­
m os con acierto cu an to se refiere a este nuevo y universal
to q u e r e c o ­
m étodo de enseñar (n o llego a afirm ar que este nuestro m é­ m endam os s o ­
todo sea así, pero alabo su general artificio (.TraiitíeOo&eta) b re e l u s a d o
de m an era que: (1 ) con m enor núm ero d e preceptores, se h a s ta a h o ra . ■
instruya m ayor n úm ero de alum nos que p o r los procedi­
m ientos e n la actualidad em pleados; (2 ) saldrán verdadera­
m ente instruidos; (3 ) con erudición p erfecta y llena de
belleza; (4 ) esta cultura puede alcanzar, incluso a quienes
están dotados de entendim iento m ás torpe y sentidos m ás
tardos. ( 5 ) P o r últim o, todos serán aptos p ara enseñar, in­
cluso aquellos que carecen de condiciones naturales, porque
n o h a de necesitar ninguno investigar p o r su propio esfuer­
zo lo que debe enseñar y el procedim iento p a ra ello, sino
que le será suficiente inculcar a la juventud la erudición que
se le ofrece preparada, m ediante procedim ientos, que asi­
m ism o dispuestos, se ponen al alcance de su m ano. E s decir,
que de igual m an era que u n organista cualquiera can ta con
soltura cualesquiera melodías, guiándose p o r el papel de m ú­
sica, que probablem ente no es capaz de com poner ni de
ca n ta r de m em oria a voz sola o en el órgano, ¿por qué no
ha de p oder el m aestro de la escuela enseñar todas las cosas
si tiene redactado com o en u n cartel todo lo que debe ense­
ñ ar y los procedim ientos p ara ello?
5. V am os a continuar el ejem plo del arte tipográfico am ­ A m pliació n
pliando la com paración que hem os hecho con el arm ónico p e c u lia r d e este
artificio de este nuevo m étodo, a fin de que se vea clara­ a su n to .
m ente que las ciencias pueden inculcarse en las inteligencias
del m ism o m odo que se im prim en exteriorm ente en las ho­
jas de papel. E sta es la razón de que n o sea u n despropósito
inventar y aplicar a esta D idáctica nueva u n nom bre pareci­
do al de Tipografía, llam ándola Didacografía (StSítyovpavia)-
P ero vam os a exponer esta m ateria p o r partes,
6. El arte tipográfico tiene sus elem entos y operaciones A n á lis is d el
propias. Los elem entos son principalm ente: papel, tipos, tin­ a rte tip o g rá fic o
ta y prensa. Las operaciones: preparación del papel; com po­ en lo s e le m e n ­
sición de los tipos conform e al original; disolución de la to s y las o p e ra ­
tinta, investigación de las erratas; impresión; desecación, ciones.
etc., p ara todo lo cual existen procedim ientos infalibles que,
rigurosam ente observados, producen resultado eficaz.
7. D e igual m anera pasan las cosas en la Didacografía C o m p a ra c ió n
(séanos lícito conservar este n o m b re). E l papel son los dis­ en e l a r te t ip o ­
cípulos c u y is inteligencias h an de ser im presas con los ca­ g rá fic o .
racteres de las ciencias. Los tipos o caracteres, son los libros
didácticos y dem ás instrum entos preparados p a ra este tra­
bajo, gracias a los cuales h a de im prim irse en los entendi­
m ientos con facilidad todo cu an to h a de aprenderse. L a
f r JU A N AM ÓS CO M EN IO

tinta es la voz viva del P ro feso r que traslada el sentido de


las cosas desde los libros a las m entes de los discípulos. L a
prensa es la disciplina escolar que dispone y sujeta a todos
p ara recibir las enseñanzas.
C óm o ba de 8. To d o papel sirve cualquiera que sea su clase; sin em ­
; * e i e l p a p e l. bargo, cuanto m ás lim pio esté, con tá n ta m ayor nitidez reci­
birá y reproducirá lo im preso. Así este m étodo se adapta
tam bién a toda clase de inteligencias, pero producirá resul­
tados m ejores en las que se hallen m ás puras.
C o m p a ra c ió n 9. L os tipos o caracteres de bronce tienen u n a gran ana­
d e lo s tip o s con logía con nuestros libros didácticos (conform e nosotros los
lo s lib ro s esco-
preceptuam os). P ues de igual m odo q u e es necesario fundir,
l ire s .
pulim entar y disponer para el uso los tipos antes de com enzar
1) la im presión de los libros, así se requiere disponer los instru­
m entos de este m étodo antes de ponerle en práctica. *■
2) 10. E s im prescindible la abundancia de tipos a fin de
que sean suficientes para los trabajos; lo m ism o ocurre con
los libros y m ateriales didácticos porque es sum am ente m o­
lesto, fastidioso y perjudicial em pezar el trabajo y n o poder
avanzar po r carencia de los elem entos necesarios.
I 3) 11. E l perfecto tipógrafo tiene toda clase de tipos para
que no le falte el que puede necesitar. A sí, es necesario que
nuestros libros contengan to d o cuanto hace relación a la
com pleta instrucción de las inteligencias, a fin de que nadie
p ued a d ejar de aprender con ellos lo que debe saberse.
12. Para que los tipos estén siem pre preparados para su
rápido uso, no han de estar tirados aquí y allí, sino distri­
buidos ordenadam ente en apartados y cajas. De igual m ane­
ra n o h an de presentar nuestros libros de u n m odo confuso
lo q u e h a d e aprenderse, sino clasificado y sep aiad o con la
m ayor claridad en tareas anuales, mensuales, diarias y hasta
p o r horas.
5) 13. Se tom an únicam ente de las cajas aquellos tipos que
se necesitan para el trabajo actual y los dem ás se dejan en
ellas. D el m ism o m odo hay que d a r a los niños aquellos li­
bros únicam ente que h a n de necesitar en su clase p a ra que
n o se distraigan con los dem ás y sufran confusión.
6) 14. Finalm ente, así co m o el tipógrafo conserva la norm a
lineal, en virtud de la cual los caracteres form an ¡as pala­
bras, éstas los renglones y los renglones las colum nas de m a­
nera que no haya desproporción alguna, tam bién hay que p o ­
ner en m anos de los form adores de la juventud norm as a las
cuales ajusten sus trabajos, esto es, deben escribirse p ara su
uso los libros inform atorios que Ies indiquen lo que h a n de
hacer, cóm o y en qué m om ento, a fin de que n o puedan
equivocarse.
D o s g é n e ro s 15. D e dos.m aneras, pues, h an de ser los libros didácti­
d e lib ro s d id á c ­ cos: Reales, p a ra los discípulos, e Inform atorios, p ara los
tico s. m aestros, a fin de que sepan enseñar el uso de los ante­
riores.
f- Q ué r e p r e ­ 16. H em os dicho que la tinta de la im prenta estaba re­
s e n t a la tin ta presentada en la enseñanza por la vo z del Preceptor. Pues
? n la e n se ñ an - de igual m anera que los tipos o caracteres tal y conform e son,
: za. secos, al im prim ir el papel m ediante la prensa n o dejan en
-f¡r
Í C T I C A MAGNA IB S

t í sino leves huellas, que al p oco tiem po desaparecen, y, po r


f d contrario, im pregnados de tin ta dejan m arcadísim a y casi
indeleble im presión; <wí todo lo que los libros, m aestros m u-
v dos, exponen a la inteligencia de los niños es realm ente con-
■' fuso, arcano e im perfecto; pero al intervenir la palabra del
'{ Preceptor (explicándolo racionalm ente conform e a la com -
V prensión infantil y haciendo de ello las aplicaciones oportu­
n a s) se convierte en real y vivo y se im prim e profundam ente
en el espíritu, de m anera que entiendan perfectam ente lo
que aprenden y se den cuenta de que entienden lo que sa­
ben. Y así com o la tinta de im prenta es diferente de la de
escribir, porque n o está form ada con agua, sino con aceite
(y los que se dedican con em peño al arte tipográfico em ­
plean aceite purísim o con carbón de nueces pulverizado),
tam bién la palabra del Preceptor, m erced a su m an era suave
y llan a de enseñar, debe infiltrarse en e l alm a de sus discí­
pulos a m odo d© aceite suavísim o, inculcando en ellos al
m ism o tiem po el conocim iento de todas las cosas.
17. Finalm ente, lo que es la prensa en el arte tipográfico L a disciplina,
debe ser la disciplina en ías escuelas, única capaz de conse­ prensa didácti­
guir que nadie deje de recibir la enseñanza debida. C om o en ca.
la im prenta cualquier papel q u e h a de convertirse en libro
n o puede escaparse a la acción de la p ren sa (aunque los p a­
peles m ás duros sean con m ás fuerza com prim idos y los m ás
blandos requieran m enor presió n ), así todo el que ingresa en
laos escuelas p a ra ser instruido debe q u ed ar som etido a la
disciplina com ún. E sta tiene grados diversos. El prim ero es
la atención constante. C om o n o h ay que co n fiar nunca lo bas­
tan te en la diligencia e inocencia infantil (son descendencia
de A d á n ) deben ser seguidos con la vista p o r donde quiera
que se dirijan. E l segundo, la reprensión, m ediante la cual
los que se extralim itan son traídos de nuevo al cam ino de
la ra zó n y el deber. Por últim o, el castigo, si se resisten a
obedecer las indicaciones o advertencias. P ero en todo ello
h a de observarse extrem ada prudencia; sin o tra finalidad
que estim ular a todos p a ra que cum plan sus deberes con
viveza y entusiasm o.
18. A firm é anteriorm ente que eran tam bién necesarias C om paración»
determ inadas o p e r a c i o n e s con arreglo a infalibles procedi­ p r o p o r c io n a d a
m ientos. P ro cu raré exponerlo, aunque con alguna brevedad. d e las opera­
19. C onform e al núm ero de ejem plares que h an de ob­ ciones,
tenerse de cada libro, se tom a igual núm ero d e hojas im pre­ 1)
sas co n el m ism o texto e iguales caracteres y se conserva di­
cho núm ero de hojas, ni m ás ni m enos, desde el principio
hasta el fin del libro; de lo contrario, algunos ejemplares
quedarían defectuosos. O bedeciendo a esta com paración,
nuestro m étodo didáctico exige necesariam ente que todos los
concurrentes a la escuela deban ser instruidos p o r el m ism o
P receptor cpn arreglo a iguales preceptos; sean enseñados al
m ismo tiem po, pasando gradualm ente desde el principio
hasta el fin. sin adm itir a nadie u n a vez com enzado el curso
escolar ni d ejar que se m arche antes de term inarle. Así con­
seguiremos que u n solo P receptor sea suficiente p ara un nu­
m eroso grupo de discípulos y que todos aprendan cuanto se
1*6 JU A N AMOS CO M EN IO

Consejo útil. Ies enseñe sin deficiencias n i interm itencias. Sería m u y con­
veniente que todas las escuelas públicas se abriesen y cerra­
sen una sola vez al año (nuestra opinión aconseja que esto
se efectúe en el o toño m ejor que en la prim avera o e n o tra
ép o c a), y de esta m anera la lab o r de cad a clase se llevaría a
cabo p o r com pleto cada año, y llegando todos los alum nos
al final a u n m ism o tiem po (salvo aquéllos cuya torpeza n o
lo perm itiera) pasarían juntos a la clase siguiente, de igual
m anera que en tipografía, im preso el pliego A p ara todos los
ejem plares, se pasa al B y luego al C, D , E, etc.
2) 20. L o s libros bien im presos tienen distintam ente sepa­
rados sus capítulos, colum nas, párrafos m ediante espacios,
ya marginales, ya interlineales (bien obedeciendo a la nece­
sidad o a la m ayor clarid ad ). D el m ismo m odo es necesario
que el m étodo didáctico contenga períodos de trabajo y de i
descanso, con algunos espacios de tiem po p ara honestas di­
versiones. E l trabajo está distribuido para cada año, cada
mes, cada día y aun cada hora; y si con rigor se observa esta
distribución, con toda seguridad p o d rá reco rrer cada clase
el curso de su trabajo anual y llegar al lugar designado ca d a
año. C on gran abundancia d e razones se puede sostener que
son suficientes cuatro horas diarias para los ejercicios públi­
cos: dos por la m añana y otras tantas p o r la tarde. Si quita­
m os las dos de la tarde del sábado y dedicam os el dom ingo
com pleto al culto divino, podrem os obtener cada sem ana
veintidós (* ) y al año (deducidas las fiestas m ás solem nes)
cerca de m il, durante las cuales ¡cuánto se puede enseñar y
aprender si se procede siem pre ordenadam ente!
3) 21. D espués que se ha com puesto con los tipos la fo rm a
de lo que ha de im prim irse, se tom an los rollos de papel y se
disponen en pilas de hojas para que estén extendidas y co­
locadas a m ano a fin de evitar retrasos en el trabajo . A sí
tam bién el P receptor debe colocar a los discípulos ante sus
ojos a fin de verlos siem pre a todos y que ellos le vean. E n
el capítulo X IX , cuestión I, indicam os cóm o debía hacerse.
4) 22. Pero para que el papel reúna m ejores condiciones
para recibir la im presión, se le suele hum edecer y ablan­
dar; asim ismo en la escuela debe excitarse la atención de
los discípulos p o r los procedim ientos que anteriorm ente re­
señamos.
5) 23. U n a vez hecho esto, se impregnan de tinta los tipos
de bronce para que dejen clara y persistente su im presión. A
sem ejanza de lo cual, el P receptor explicará con su p alab ra el
ejercicio de cada hora, leyendo, releyendo y desm enuzándolo
p ara que todo pu ed a com prenderse con claridad.
,, 24. E n seguida se som eten a la prensa ¡as hojas de papel
una tras otra, a fin de que la fo rm a real de bronce im prim a
su im agen en todas y cada una de ellas. Igualm ente el P re­
ceptor, una vez explicado suficientem ente el sentido de la
lección y conseguida facilidad de im itación con algunos
ejem plos, interrogue a algunos para que lo que u no em piece

(*) En el original dice 26, evidentemente por errata,


(N. d e l T.)
p íÍH O A C T lC A MAONA • 18?

o tro continúe y se esfuercen e n aprender p o r m edio de los


m ism os discípulos.
' 25. Cuando las hojas ya están impresas se exponen al 7)
. aire para que se sequen. L a desecación de las inteligencias se
efectúa e n las escuelas m ediante ios repasos, exám enes y
concursos, basta que se adquiera la certeza de que se halla
profundam ente im preso.
26. Finalm ente, después de salir de la prensa, se tom an 8)
todas las hojas y a im presas y se colocan por orden de m odo
que constituyan ejemplares com pletos sin faltas; en disposi­
ción de venderse, repartirse, encuadernarse y utilizarse. Esto
viene a ser lo que representan los exámenes públicos a fin del
i año, cuando los visitadores de las escuelas investigan la soli­
dez y coherencia del aprovecham iento de los discípulos con
el exclusivo propósito de poner de m anifiesto que se ha
aprendido absolutam ente todo lo que debió aprenderse.
27, C uanto hem os dicho hasta ahora h a de entender- C o n c lu s ió n ,
se de u n m odo general, reservando p ara las ocasiones p a r­
ticulares la exposición d e las especialidades que a cada una
se refieran. B asta en el m om ento presente haber dem os­
trado que de igual m anera que u n a vez descubierta la tipo­
grafía se han m ultiplicado los libros, vehículos de erudición,
inventada tam bién la didacografía (SiSoYoypaíxa) ° m étodo
universal (-mxiijtedoSta), se podrán igualm ente m ultiplicar los
eruditos con gran progreso p a ra el m ejoram iento de los
asuntos hum anos, conform e a aquello de: L a m ultitud de sa­
bios es la salud del orbe de las tierras (Sab. 6. 2 6 ), Y com o
intentam os m ultiplicar la erudición cristiana p a ra im plantar
la piedad, después de las letras y honestas costum bres, en
todas las alm as consagradas a C risto, podrem os esperar,
com o nos lo enseñan los divinos oráculos, que llegue a rea­
lizarse que la tierra sea llena del conocim iento del Señor
com o cubren la m ar las aguas (Isaías 11. 9 ).
C A P ÍT U L O X X X III

DE LOS R E Q U IS IT O S N E C E S A R IO S PA RA COM EN ZA R LA
P R Á C T IC A D E ESTE M É T O D O U N IV E R S A L

Q u eja* acer- 1. C reo que ya n o h ab rá nadie que, considerando en to­


. ca d e q u e co ­ dos sus aspectos la im portancia de esta causa, deje de reco­
sas ta n b ie n nocer lo dichosa que sería la situación de los reinos cristia­
p e n sa d as n o se
C o n v ie r ta n en
nos y de las R epúblicas si se organizasen las escuelas en la
re a lid a d s i e m ­ form a que nosotros deseam os. N o h ará falta añadir que es de
p re . todo p u n to necesario el p ro c u ra r que estas especulaciones n o
lo sean siem pre sino que alguna vez se puedan convertir en
realidad. C on sobra de razón se asom braba e indignaba Juan
Cecilio F rey de que en todo el transcurso de tantos siglos no
se hubiese nadie atrevido a corregir las costumbres tan bár­
baras de Colegios y Academ ias.
T a m b ié n p o r 2. H ace ya m ás de cien años, en efecto, que no h a n ce­
c au sa d e las e s­ sado de oírse lam entaciones sobre el desorden y falta de m é­
cuelas. to d o que reinaba en las escuelas, y especialm ente en estos
últim os trein ta años se h an buscado rem edios con em peño
decidido. ¿Pero con qué resultado? L as escuelas h an conti­
nuado com o eran. Si alguno, particularm ente, o en alguna
escuela privada, efectuó algún ensayo, obtuvo exiguo resul­
tado; ya le rodearon las risas burlonas de los indoctos o
le cerró el paso la envidia d e los m alévolos o tuvo, al fin,
que sucum bir privado de auxilios bajo la carga d e sus tra­
bajos; y de esta m an era fracasaron, hasta ahora, todos los in­
tentos.
Poner en m o­ 3. H ay, pues, que investigar y hallar el m edio en virtud
v im ie n to la m á ­ del cual se ponga en m ovim iento, con ayuda de Dios, la m á­
q u in a y a d is­ quina, ya suficientem ente dispuesta, para ponerse en marcha,
p u e sta . o que con sólido fun d a m en to pudiera prepararse, rem oviendo
con prudencia y energía todos los obstáculos que hasta el pre­
sente dificultaron su funcionam iento, y que pudieran todavía
im pedirle si no se les quita de en medio.
C inco im p e ­ 4. E ntre estos obstáculos podem os considerar algunos.
d im e n to s d e las P o r ejem plo: Prim ero, la falta de hom bres peritos en el m é­
e s c u e l a s q u e todo que, una vez abiertas las escuetas en todas partes, p u ­
h a n d e s e r u n i­ dieran regirlas con el provechoso resultado que pretendem os.
v e rsa l re fo rm a ­ (P ues ocurrió con nuestra Janua cuando fue adm itida en las
das. escuelas, que nos escribió u n v arón de gran talento lam en­
1) tándose de que le faltaba lo principal en m uchos lugares:
hom bres aptos que supieran inculcarla a la juventud).
2) 5. Si, a pesar de todo, pudiesen encontrarse o se fo rm a­
sen Preceptores de estas condiciones, que supieran fácilm en­
te desem peñar su com etido, conform e a las norm as estable-
«idas, ¿cóm o p odrían sustentarse y m antenerse si p o r todas
las ciudades y aldeas y en todas partes nacen hom bres y hay
que educarlos para Cristo?
6. A dem ás, ¿cóm o se conseguiría que los hijos de los 3)
pobres pudieran asistir a las escuelas?
7. D esde luego parece que h a b ría de tropezarse co n el 4)
ceño vulgar de los eruditos aferrados con placer al antiguo
com pás y hallando toda clase de defectos e n el nuevo, m an ­
teniendo en ello p ertin az resistencia; y otras parecidas difi­
cultades de m enos im portancia. A todo pueden fácilm ente
hallarse remedios.
8. H a y una cosa en extrem o im p o rtan te que, de faltar,
puede convertir en inútil toda la m áq u in a y, p o r el contra­ Aquí está el
rio, facilitará su m ovim iento, si se cuenta con ella: m e refiero punto principal.
a la P R O V IS IÓ N S U F IC IE N T E D E L IB R O S P A N M E T Ó D IC O S , e S tO es,
que abarquen to d o el m étodo. P u es así com o, contando con
el m aterial tipográfico, es m uy fácil en co n trar hom bres que
sepan y quieran, e n cuanto les sea posible, y que sufraguen
algún gasto p a ra editar libros buenos y útiles y que com pren
p o r algunas m onedas de estos libros de poco precio, pero de
gran utilidad: igualm ente fácil h ab ía de ser, preparados los
elem entos de la enseñanza universal, en co n trar protectores,
iniciadores, encargados.
9. Luego el eje de todo este asu n to depende únicam ente H ay necesi­
d e la preparación de los libros panm etódicos, la cual estriba dad de un co­
en la colaboración p ara tan sagrado fin, y en la asociación de legio de docto­
los trabajos de algunos varones eruditos de gran inteligencia res que coope­
y que n o rehúyan su esfuerzo. E sta labor n o es propia de un ren a realizar
este propósito.
solo hom bre, especialm ente si está ocupado en otras cosas y
no se halla instruido en todas las m aterias que deben p o r ne­
cesidad com prenderse e n el m étodo universal (™m,í¿s0oS«í) ;
ni acaso tam poco de u n a sola edad si h an de llevarse todas
las cosas a su perfecto térm ino. Luego es necesaria la aso­
ciación colegial.
10. P ara obtenerla se requiere la autoridad y liberalidad Mediante el
del Rey, de u n príncipe o de alguna R epública: u n lugar ale­ estímulo públi­
jado de bullicio, u n a buena biblioteca y lo dem ás que se pre­ co, auxilios y
cise. H ay tam bién necesidad de que en estos santos p ro ­ autoridad.
pósitos, encam inados al fom ento de la gloria de D ios y la
salvación del h um ano linaje, n o haya nadie que intente m o­
ver la voluntad e n contra; antes bien, todos anhelen ser agen­
tes de la divina bondad dispuesta a com unicarse a nosotros
liberalm ente p o r estos nuevos modos.
11. Vosotros, padres queridísim os de los hijos, cuyo te­ Ruego
soro preciosísim o, imágenes vivas suyas os entregó el Dios 1) A los pa­
d e la fe, inflam aos al ver surgir tan saludables propósitos y dres.
no ceseis de ro g ar al D ios de los dioses p o r su feliz realiza­
ción ni de in star con vuestras preces, votos, sufragios y rei­
teradas instancias a los M agnates y eruditos; educando entre­
tan to a vuestros hijos piadosam ente en el tem or de D ios
preparando de este m odo el cam ino p a ra la universal cul­
tura.
12. Igualm ente vosotros, form adores de la juventud, que
prestáis vuestro leal trabajo p a ra plantar y reg ar las plantitas 2) A los for-
’i j j t o - i , JU A N AMÓS C O M E MIO

m ad o re s d e la del P araíso, procurad con ansia y seriam ente que este alivio
ju v e n tu d . de vuestros trabajos pued a cuanto antes hallarse preparado
y aplicarse a su uso debido. Llam ados vosotros a que plan­
téis los cielos y fu n d éis la tierra (Isaías, 51-16), ¿qué m ás p o ­
déis desear que recoger el fru to abundantísim o de vuestro
trabajo? E sta es vuestra vocación celestial, que la confianza
de los padres que os entregan sus prendas queridas, sea fue­
go p a ra vuestros huesos n o dejando descanso en vosotros ni
en los dem ás, gracias a vosotros, hasta que toda la tierra se
halle encendida en el fuego de esta luz y sea dichosam ente
ilum inada.
3 ) A los e ru ­ 13. Y vosotros, eruditos, a quienes dotó el Señor de sa­
d ito s. bid u ría y buen juicio p ara que seáis capaces de juzgar acerca
de estas cosas y o rdenar m ejor con prudente parecer las re ­
soluciones bien pensadas, m irad n o dejéis de aplicar vuestras
brasas, teas y aventadores p ara encender este sagrado fuego.
Piense cada uno en aquella frase de nuestro C risto: Vine a
(L o s h ijo s de poner fu eg o a la tierra y ¿qué he de querer sino que arda?
Ja lu z e s t á n (L uc. 12. 4 9 ). SÍ É l quiere que arda su fuego, ¡ay de aquél
o b lig a d o s a a u ­ que pudiendo ap o rta r algo p a ra levantar estas llamas, n o lo
m e n ta r b rasas a trae, sino tal vez los hum os de la envidia, la dificultad y la
la lu m b re d el oposición! ¡R ecordad la rem uneración que prom ete a sus
fu e g o d e D i o s ) . siervos buenos y fieles, que saben negociar con los talentos
encom endados p ara ganar otros más, y cóm o am enaza a los
ineptos que esconden en la tierra sus talentos! (M at. 2 5 ).
Eruditos, tem ed estar Solos; procurad con todas vuestras
fuerzas que otros lleguen al m ism o grado. Sírvaos de pode­
roso estím ulo el ejem plo de Séneca, que decía: D eseo trans­
m itir a los dem ás todo lo que sé. Y en o tro lugar exclam a:
Si se m e otorgase la sabiduría a condición de tenerla guar­
dada sin poderla revelar, la despreciaría (Epíst. 2 7 ). N o
causéis tam poco envidia a la cristiana m ultitud con vues­
tras letras y sabiduría, antes bien, decid con M oisés: ¡Ojalá
que to d o el pueblo de D ios sea profeta! (N úm . 11. 2 9 ). En
efecto, puesto que educar a la juventud es p ro cu rar la fo r­
m ación y m ejoram iento de la Iglesia y la República, ¿hemos
de perm anecer ociosos nosotros p a ra quienes esto es de sobra
conocido, m ientras otros se dedican a ello?
N a d ie e s tá 14. Y o os ruego que seam os inform ados de un m ism o es­
excluido de es­ píritu para que nadie se desdeñe de ofrecer a D ios y a la pos­
ta labor. teridad el tributo con que cada uno pueda contribuir a tan
com ún y saludable propósito con sus advertencias, auxilios,
exhortaciones, correcciones y estímulos, y que nadie lo con­
sidere cosa ajena a sí propio. A unque alguno crea que n o h a
nacido p a ra la escuela, o se encuentre m uy ocupado con el
ejercicio de su vocación ecleisástica, política o m édica, pen­
sará erróneam ente si juzga que está exento del com ún p ro ­
pósito de reform ar las escuelas. Pues si tienes intención de
corresponder a tu vocación y a A quél que te llam ó y a
aquellos a quienes has sido enviado, estarás obligado cierta­
mente, no sólo a servir a Dios, a la Iglesia y a la patria por
ti m ism o sino a procurar con em peño que haya quienes
hagan lo m ism o después que tú. Siócrates m ereció m uchas
alabanzas, porque habiendo podido prestar a su p atria emi-
ÍC T IC A m a g m a 191

¿nentes servicios ejerciendo la m agistratura política, prefirió


dedicarse a la educación de la juventud repitiendo con fre­
cuencia que es m u c h o más útil a la R epública el que hace a
m uchos aptos para gobernarla que el que p o r sí la gobierna.
15. P o r el n om bre de Dios os ruego y p id o que n o haya E x e c ra c ió n
n ingún orgulloso eru d ito que desprecie lo q u e provenga de de los p re ju i­
o tro m enos docto que él: pues algunas veces el hortelano ha­ cios a los m uy
doctos.
bla con bastante oportunidad. L o que tú n o sabes, tal vez lo
sepa tu asnillo, es dicho atribuido a Crisipo. C risto nuestro
S eñor tam bién dice: E l viento sopla por donde quiere y oyes
su ruido, pero ignoras de dónde viene o a dónde va. Y o pro­
testo ante la vista de D ios que n o m e h a guiado p ara rem o­
ver todo esto ni la presunción de m i talento, ni la am bición
d e notoriedad ni la persecución de algún beneficio p articu ­
lar; sólo me m ueve el am or de D ios y el deseo de m ejorar
los asuntos públicos y particulares de los hom bres, de tal
m an era que n o p uedo resignarm e a pasar en silencio todo lo
que m e sugiere m i oculta inclinación. Si alguno prefiere opo­
nerse y contradecir nuestros deseos, advertencias y esfuer­
zos, pudiendo alentarlos, sepa que n o nos hace la guerra a
nosotros sino a Dios, a su conciencia y a la com ún naturaleza
que pide que los bienes públicos sean de derecho y utilidad
com ún.
16. T am bién m e dirijo a vosotros, teólogos, en los que 4 ) A los te ó ­
preveo que fácilm ente h a de encontrarse m uchísim o p ara lle­ logos.
v ar a cabo o reta rd ar este proyecto con vuestra autoridad.
Si preferís lo últim o, se cum plirá lo que acostum braba a de­
cir B ernardo: Cristo no tiene enem igos peores que los que
están m ás cerca de É l y aquellos que los dirigen. P ero con­
fiam os en algo m ejor y m ás ajustado a vuestra dignidad.
Debeis pensar que el Señor n o encom endó a Pedro sus o ve­
jas solam ente sino que le encargó que apacentase tam bién sus
corderos y éstos principalm ente (Ju a n 21. 1 5 ). C ierto es que
los pastores apacientan con tpás facilidad a las ovejas cuan­
do de corderas se h an acostum brado al orden del rebaño en
los prados y al báculo d e la disciplina. P orque, si alguno
prefiere oyentes incultos, ¡seguram ente fom entará la ignoran­
cia! ¿Q ué m ás desea el orfebre sino que los fundidores de
m etal le proporcionen el o ro bien puro? ¿Q ué agrada al za­
patero sino que le provean de cueros y suelas bien curtidas?
Seamos, pues, nosotros hijos de la luz, prudentes tam bién
en nuestros negocios y procurem os que las escuelas nos for­
m en oyentes lo m ás perfectos que pueda ser.
17. ¡Que la envidia n o prenda en el corazón de ninguno C o n d e n ac ió n
d e vosotros, oh siervos de D ios vivo! Sois los que han de d e la e n v id ia .
guiar a los dem ás hacia la caridad, la cual n o tiene celos, no
es ambiciosa, n o busca solam ente su provecho, n o tiene idea
mala, etc. N o sintáis envidia, os repito, si otros hacen lo que
a vosotros n o 's e os h a ocurrido; p o r el contrario tomem os
ejem plo unos de otros p a ra que (com o expresan las frases
de G regorio) todos llenos de fe pongam os nuestro em peño
en elevar algún sonido a D ios, a fin de que encontrem os los
órganos de la verdad.
61 J tM N

i 5) A los ma- 18. A hora m e d irijo a vosotros, que e n nom bre de D ios,
gisirados poli- gobernáis los negocios hum anos, D om inadores de los pueblos
ticos- y M agistrados políticos; p vosotros, principalm ente, se enca­
mina nuestro discurso. P o rq u e vosotros sois com o el nuevo
NoÉ, a quienes se h a encom endado desde el cielo la cons­
trucción del A rca p a ra la conservación de la especie santa
en m edio del h o rrendo diluvio de las hum anas confusiones
(G nénes., 6 ). V osotros sois aquellos Príncipes que deben
h acer ofrendas sobre todos los dem ás p ara la construcción
del S antuario, a fin de que n o sufran retard o e n su o b ra lo$
artífices a quienes el Señor llenó de su espíritu en ciencia
y artificio p ara proyectar inventos (E xodo, 3 5 ). V osotros
sois los D avides y Salom ones a quienes corresponde hacer
venir a los arquitectos y sum inistrarles con abudancta cuanto
hayan m enester p a ra edificar el T em plo del Señor (1 Reyes, k
6 y 1 C rón. 2 9 ). Vosotros sois aquellos Centuriones, a quie­
nes C risto am ará si amáis a sus párvulos y les edificáis Si­
nagogas (Lucas, 7 versículo 5 ).
Deprecación 19. ¡E n el nom bre de C risto os ruego; p o r la salvación
a los mismos, de n uestra posteridad os im ploro; poned en ello vuestra aten ­
ción! ¡Es asunto serio, ah, excesivam ente serio, que afecta a
la gloria de Dios y a la salud com ún de los pueblos. P ersua­
dido estoy de vuestra piedad, Padres de la patria, si alguno
se os acerca, aconsejándoos cóm o pueden fortificarse con
leve dispendio todas nuestras ciudades; cóm o toda n uestra
juventud p odrá quedar instruida en la ciencia m ilitar; cóm o
se harán navegables todos nuestros ríos y podrán colm arnos
de riquezas y m ercaderías, o, p o r últim o, en v irtud de q u é
m edios p odrá el público y p articu lar estado conseguir su
m ayor florecim iento y seguridad, sin du d a alguna que, no
solam ente habríais de inclinar vuestros oídos a tal consejero,
sino que le haríais m erced p o r su solicitud en p ro de vues­
tro beneficio y el de los vuestros, Pero aquí se trata de algo
más. Se indica el cam ino verdadero, cierto, seguro de reunir
abundancia de varones que con sus invenciones sirvan a su
patria sin cesar unos después de otros, Lutero, de insigne
m em oria, exhortando a las ciudades alem anas a erigir escue­
las, escribe acertadam ente: P or cada m oneda de oro que se
gasta en edificar ciudades, fortalezas, m onum entos y arsena-
^ les, deben gastarse cien en instruir rectam ente a un solo
adolescente, que hecho hom bre para .todo lo honrado, pueda
servir de guía a los dem ás. Un varón bueno y sabio, conti­
núa, es un preciosísim o tesoro de toda República, en el que
se encierra m ás que en ¡os palacios suntuosos; m ás que en
m ontones de oro y plata; m ás que en las puertas de bronce
y en las cerraduras de hierro. (E n lo que Salom ón concuer­
d a con la Iglesia 9. 1 3 ). Si pensam os que está sab iam en te’
dicho lo de que no hay que perdonar gasto alguno para edu­
car rectam ente a un solo adolescente, ¿qué no direm os al
ab rir de p ar en p ar la p u erta a la cultura universal y cierta
de todos los entendim ientos, si D io s nos prom ete d erram ar
sus dones sobre nosotros, n o gota a gota sino a torrentes,
cuando vem os aproxim arse tan de cerca su saludo p ara que
habite su gloria con nosotros en la tierra?
!:;/■■■■■■ ' ■■
20. ¡Levantad, Príncipes, vuestras puertas y alzad las E x h o rta c ió n .
puertas del siglo para que entre el R ey d e la gloria! (Sal-
m o 2 4 ). ¡Rendid al Señor, hijos de los fuertes, rendid al Se-
’ ñ o r gloría y honor! Sea cada u n o de vosotros u n D avid ju-
í -, rondo al Señor y prom etiendo al D ios de Jacob no entrar en
t la m orada ele su casa, ni subir al lecho de su estrado, n i dar
C sueño a sus ojos ni a sus párpados adorm ecim iento hasta en-
f contrar lugar para el Señor, para asiento de su Tabernáculo
i. (Salm o 1 3 2 ). N o reparéis en gasto alguno: dad lo al Señor y
■; E l os lo devolverá con creces. A unque exige p o r su propio
f derecho el que dice: M ío es el oro y m ía es la plata (H ag. 2.
: 8 ), sin em bargo es propio de su benignidad añadir (exhor­
tando al pueblo a la edificación de su te m p lo ): Probadm e
ahora en esto: os abriré las cataratas del cielo y derramaré
sobre vosotros bendición hasta la saciedad (M alaquías 3. 10.)
21. C oncédenos Señor D ios nuestro u n corazón alegre 6 ) In v o c ac ió n
para que sirvam os a tu gloria en la m edida que a cada uno a D io s .
nos sea posible. T u y a es la magnificencia, el poder, la gloria
y la victoria. C uanto en el cielo y en la tierra existe tuyo es:
tuyo, Señor, es el reino y Tú estás sobre todos los principes.
T uyas son las riquezas, tuya es la gloria, la fu erza y el poder;
en tu m ano está el engrandecim iento y confirm ación de
todas las cosas. ¿Q ué som os nosotros que recibim os todo de
tu m a n o únicam ente? Peregrinos y forasteros som os en tu
presencia com o todos nuestros padres: co m o som bra son
nuestros días sobre la tierra en la que n o hay espera. Señor
D ios nuestro, todo lo que hem os preparado en honor de tu
santo nom bre, de tu m ano es. D a a tus Salom ones corazón
perfecto para que hagan todas las cosas q u e se disponen para
tu gloria (1. C rón. 2 9 ). C onfirm a, oh Dios, lo que se ha
operado en nosotros. (Salm o 68. 2 9 ), A parezca en tus sier­
vos tu obra y tu gloria sobre sus hijos. P or últim o, sea la
luz d e Jehová nuestro D ios sobrg nosotros y dirija É l m ism o
la obra de nuestras m anos. E n ti esperamos, Señor, no sea­
m os confundidos para siempre. Am én.

13
PEDAGOGIUM
DIDÁCTICA
® BIBLIOTECA DIGITAL DE PEDAGOGÍA

NOTAS FINALES
Le recordamos al lector que estos archivos digitales han sido prestados de forma completamente gratuita, sin obligación
alguna de aportar de su parte ningún monto económico por el uso total de estos materiales. Tenga en cuenta que los
préstamos de la Biblioteca son exclusivamente para fines educativos, bajo esta condición, le pedimos a usted de manera
reflexiva y participativa, ayude a la comunidad a seguir con este proyecto, mostrando en su totalidad la decencia
correcta de borrar el documento una vez que este ha sido leído.

ADVERTENCIA
Si te percatas de algún usuario irracional que dentro de la comunidad manifieste acciones inexplicables como; el
ciberbullying, la publicación de contenidos inapropiados no relacionados con la educación, la comercialización de los
materiales de la Biblioteca, la falsificación cómo alteración de nuestros administradores y seguidores, la venta y compra
de objetos y sustancias ilícitas así como de toda persona que eternamente presuma de no ser humano, no dudes
inmediatamente de informar a los fundadores de la comunidad “Pedagogium Didáctica” sobre lo sucedido y
generado por el robot inconsciente, para que este sea expulsado permanentemente de nuestra comunidad de lectores.

CONTÁCTANOS TAMBIÉN EN:


 pedagogiayeducacion@hotmail.com

 http://pedagogiayeducacion.wix.com/didacticus

 Pedagogium Didáctica (LIBROS EN PDF)

 https://www.youtube.com/watch?v=6KEisOT2Ihs
IN D IC E

Pr ó l o g o ..................................................................................................................... v il

C A P IT U L O P R IM E R O

E l h om bre es la criatura postrera, la m ás absoluta, la m ás exce-


! lente de todas las criaturas ......................................................... 1

C A P IT U L O II

E l fin del hom bre está fuera de esta v i d a ........................................ 2

C A P IT U L O I I I

Esta vida es tan sólo preparación de la vida e t e r n a ....................... 5

C A P IT U L O I V

Conocerse, regirse y encam inarse hacia Dios, tanto a sí propio com o


todas las dem ás cosas con uno m ism o, son los tres grados de
la preparación para la eternidad .................................... ............ 8

C A P IT U L O V

L a N aturaleza ha puesto en nosotros la sem illa de los elem entos


antedichos (erudición, virtud y religión) .................................... 11

C A P IT U L O V I

Conviene fo rm a r al hom bre si debe ser t a l .................................... 20

C A P IT U L O V II

L a form ación del hom bre se hace m u y fácilm ente en la prim era
edad, y n o puede hacerse sino en é s t a ............................ ............ 24
:>\ C A P IT U L O V I H

E s preciso form ar a la ju ven tu d conjuntam ente en e s c u e la s ........ 27

C A P IT U L O I X

S e debe reunir en las escuelas a toda la ju v en tu d d e u no y otro


' - sexo .......................... ......................................................................... 30

s C A P IT U L O X

L a enseñanza en las escuelas debe ser u n iv e r s a l ........................... 33

C A P IT U L O X I

■ Hasta ahora hem os carecido de escuelas que respondan perfecta­


m en te a su f i n ................................................................................... 37

C A P IT U L O X I I

L a s escuelas pueden reform arse para m e jo r a r la s .............................. 41

C A P IT U L O X I I I

El fun d a m en to de la reform a de las escuelas es procurar el O R D E N


en todo ................... ........................................................ ................ 49

C A P IT U L O X I V

E l orden que establezcam os para las escuelas debem os tom arlo de


la Naturaleza; y ha de ser tal, que ninguna clase de obstáculos
pueda alterarle .............................................................. .................. 52

C A P IT U L O X V

F undam entos de la prolongación de la v i d a .................................... 56

C A P IT U L O X V I

R equisitos generales para aprender y enseñar. E sto es: de qué m odo


debem os enseñar y aprender con tal seguridad que necesaria­
m ente hayan de experim entarse los efectos .............................. 61
C A P IT U L Ó X V I I

F undam entos de la F A C IL ID A D para enseñar y a p r e n d e r ...........

C A P IT U L O X V I U

F undam ento de la S O L ID E Z para aprender y e n s e ñ a r .................

C A P ÍT U L O X I X

F undam entos de la abreviada rapidez en la e n s e ñ a n z a .............

C A P IT U L O X X

M éto d o d e las ciencias en p a r tic u la r .................................................

C A P IT U L O X X I

M éto d o d e las artes ...............................................................................

C A P IT U L O X X I I

M étodo de las le n g u a s ........................................................................ ..

C A P IT U L O X X I I I

M étodo de las costum bres ....................................................................

C A P IT U L O X X I V

M étodo de inculcar la p i e d a d ................................................. - ..........

C A P IT U L O X X V

Si querem os reform ar las escuelas conform e a las norm as verdade­


ras del cristianism o, h em o s d e prescindir d e los libros de los
gentiles o, p o r lo m enos, usarlos con m ás cautela que hasta
el presente .........................................................................................
198 í n d i c e

C A P IT U L O X X V I

D e la disciplina escotar ........................................................................ 155

C A P IT U L O X X V I I

D e la división de las escuelas en cuatro especies conform e a la edad


y aprovecham iento ........ . ............................................................... 159

C A P ÍT U L O X X V l l l

Idea de la escuela m aterna .................................................................. 162

C A P IT U L O X X I X

Idea de la escuela c o m ú n ......................................................... .. 167

C A P ÍT U L O X X X

Bosquejo de la escuela latina .............................................................. 173

C A P ÍT U L O X X X I

D e la a c a d e m ia ............... ....................................... .............................. 178

C A P ÍT U L O X X X I I

D el orden general de las escuelas rectam ente g u a r d a d o ............... 182

C A P ÍT U L O X X X I I I

D e los requisitos necesarios para com enzar la práctica de este m é ­


todo universal ................................................................................... 188
S e a c a b ó d e im p r im ir e s t e l i b r o e l d ía
1 5 D E F E B R E R O D E 1 9 7 1 , E N L O S T A L L E R E S DE

UNION GRAFICA, S. A.
A v. División del Norte, 352]-A
México 13, D. F..
L a e d ic ió n c o n s t a d e 5 ,0 0 0 e j e m p l a r e s
M Á S SO B R A N TES D E R E P O S IC IÓ N .

NS 2233

También podría gustarte