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Leí Ser y tiempo para escribir un capítulo al respecto en mi propio libro La historia oculta del
tiempo, pero me costó mucho entender el lenguaje farragoso de Heidegger. Para extraer las
reflexiones que siguen me sirvió de mucha ayuda el visionado de varios capítulos del programa
de televisión Filosofía aquí y ahora, de José Pablo Feinman.
Al hacerse estas preguntas trascendentales, el SER se encuentra sin respuestas. Todo lo que
sabe es que está ahí y que el tiempo no para nunca. De esta forma el SER arrojado al mundo
está siempre en un estado de proyección hacia las múltiples posibilidades futuras de su devenir.
Pero hay una certeza final que engloba a todas estas posibilidades, que es la muerte. La muerte
es la culminación de todas las posibilidades; es la certeza, aparentemente sombría, que cubre
todo el existencialismo y amenaza con reducir a la nada toda la vida del SER, que fuera del
ámbito de la fe, muere sin resolver las mismas incertidumbres trascendentales, básicamente
¿por qué estoy aquí?
El SER se proyecta hacia múltiples posibilidades futuras, pero la muerte las recoge a todas
Lo que nadie puede negar es que el SER es, por lo dicho antes, y aunque pueda ser otras cosas
que no sabemos, el SER es, decía, un ser para la muerte. Pero esta certeza única de la muerte
como posibilidad totalizadora de todas las demás intranquiliza al hombre, que tiene deseo
innato de trascender y miedo a morir por instinto de supervivencia. Por eso el hombre huye de
la pregunta existencial por el ser, que es interna, y se entrega a lo que a estos fines está ya
determinado desde afuera por el resto de los hombres, por los otros.
La existencia inauténtica
El hombre hace lo que hace el resto, ve lo que ven los otros, habla de lo que hablan los otros.
Este sumergirse en el sistema le permite diluir su SER en el anonimato de la masa de los otros.
El hombre deja de ser uno-único y auténtico, para ser uno-más de la masa e inauténtico. Así
evita la pregunta por el SER y olvida la certeza única. Cuando piensa en la muerte, el hombre la
concibe ajena, algo que solo pasa al otro y que él solo contempla como espectáculo o pompa
fúnebre.
Con esta estrategia, a la que Heidegger llama existencia inauténtica, el hombre no enfrenta la
finitud del SER y se mueve en el anonimato de la masa, de los otros, del UNO. El hombre
inauténtico se niega a aceptar la importancia de los misterios de la existencia, va detrás de lo
establecido por otros, se convierte en la NADA, pero no por ausencia de dejar de ser, sino por
disolución de su SER en el UNO. Este es el hombre sin conciencia en un mundo de cosas
distractoras que el UNO ha construido para que el SER no tome conciencia de sí mismo y de su
destino para la muerte.
A través del olvido de la muerte, del empacho de cosas, el hombre inauténtico llega a vivir como
si fuera inmortal y si el pensamiento alguna vez cruza su mente, él se responde con los
parámetros aún-no y falta-mucho, que acumulados le llegan a parecer nunca. Pero cuando la
muerte llega el falta-mucho se convierte súbitamente en ya, y el hombre inauténtico
comprende que al haber estado diluido en el UNO y al haber hablado y actuado siempre sin voz
propia, muere, a todos los efectos, sin haber vivido. Luego ni siquiera muere, pues ya era un
muerto viviente.
El hombre inauténtico distraído en el barullo de cosas del UNO concluye que la suma de aún-
nos da nunca, pero cuando llega el ¡ya! se pregunta si en realidad ha vivido.
Los otros
Ese UNO que construye el mundo inauténtico en el que se sumerge el hombre es en realidad
una pequeña parte de la masa a la que llamaré, en términos de José Pablo Feinman,
los poderosos-otros. La denominación ya marca el carácter de esta parte: poseen el poder, pero
más que el poder ejecutivo, especialmente el poder de sembrar las ideas que le dicen al hombre
lo que ha de hacer para estar al abrigo del UNO frente a la terrorífica amenaza del SER
preguntándose por sí mismo y enfrentando la certeza de su muerte. Para José Pablo Feinman
está claro que en nuestro mundo actual los poderosos-otros son, o mejor dicho se materializan
a través de los medios de masas, que son los que siembran los elementos de inautenticidad a
través de tres estrategias.
El UNO incluso aparenta hablar con voz propia cuando al pasear por una calle comercial
muy transitada el reportero le pone una alcachofa delante de los labios, pero la realidad
es que se limita a repetir las consignas que previamente le ha suministrado el poderoso-
otro a través de los canales de comunicación de masas.
Temas de conversación: A través de su control de los medios de masas, los poderosos-
otros imponen los temas de conversación al UNO. No olvidemos que hasta hace poco el
hombre occidental dedica una media de varias horas al día a ver la televisión, lo cual,
sumado a las horas de trabajo, de desplazamiento, comidas y descanso, no le deja
tiempo para casi nada más. El hombre no tiene posibilidad de hablar con voz propia,
algo que el poderoso-otro busca, pues sabe que la voz propia, acertada o errada,
siempre es auténtica, y por tanto con gran potencial subversivo puesto que puede
introducir vectores sociales incontrolados.