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Erik Landowkski PDF
Erik Landowkski PDF
Eric Landowski
Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, Francia)
Recibido: 15/11/2011
Aceptado: 12/12/2011
Re-making Semiotics ?
Summary: In daily life, we are o en searching for signs at the surface of the
world, as if it were a text. But it also happens, in the absence of any particular
signs which would convey some previously categorized significations, that we
have the feeling of being in the presence of elements that make sense. Faces,
images, music, even objects as a car function (partly) this way: we sensitively
grasp what they mean for us, rather than we cognitively read them as signs.
Semiotics should develop tools in order to account for both these modes of
meaning. The present essay reconsiders critically, with this scope, the basic
semiotic notions of narrativity and discursivity, and proposes a model articu-
lating different regimes of meaning at play in human interaction.
Keywords: existential / sensitive / aesthesic / make sense / figurative / plastic /
narrativity / experience / interaction / programation / manipulation / adjustment /
assent.
¿
tiva” que vivimos cuando experimen-
Ha llegado el tiempo de una se- tamos de manera impresiva la presen-
miótica existencial? Esta proble- cia, a nuestro alrededor, de un mundo
mática la venimos considerando que unas veces parece hacer sentido,
desde hace algunos años, planteada otras veces, no, sin que podamos decir
como conclusión de Pasiones sin nom- con precisión por qué ni cómo. “Hacer
bre, sin haber tenido conocimiento sentido”, “presencia”, “impresivo”,
hasta entonces de trabajos empren- “experimentar”, “vivencia”…, el em-
didos en torno a esa idea, excepto los pleo de tal vocabulario es todavía hoy
avanzados, aunque desde una óptica objeto de fuertes resistencias, a pesar
diferente, por Eero Tarasti (Tarasti de los esfuerzos desplegados desde
2000, 2009; Landowski 2004: 293-305). hace largos años por algunos investi-
Aunque no haya en eso más que una gadores para integrar esos términos
coincidencia, tal orientación no haría al metalenguaje semiótico (Geninasca
otra cosa sino reanudar la ambición 1984, Greimas 1987, Landowski 1988,
que animó al comienzo la corriente Hénault 1994, Parret 2001). Eso, segu-
semiótica de la que nos reclamamos ramente, porque ese vocabulario no
seguidores. Esa es, en todo caso, nues- parece, de entrada, compatible con los
tra convicción, a riesgo de sorprender procedimientos del análisis textual. Y
tal vez a aquellos que ven la semiótica es cierto que si en un primer momen-
“greimasiana” desde el exterior y de to Propp, Greimas y algunos otros no
chocar con aquellos hábitos de pensa- hubieran decidido analizar diversos
miento preferidos por algunos de los tipos de textos –folclóricos, mitológi-
que la practican. cos o literarios– no solo independien-
A los ojos de los semióticos de es- temente de su inserción en la cultura
tricta obediencia estructural, para ela- de la que cada uno provenía, o del
borar un discurso sensato a propósito lugar que esos objetos ocupaban en la
del sentido, no existe, en efecto, más producción de sus autores, sino tam-
que una manera de proceder, que con- bién haciendo abstracción de las im-
siste en analizar las producciones ma- presiones estéticas o de las reacciones
nifiestas a través de las cuales el sen- morales que su lectura pudiera susci-
tido se deja aprehender, comenzando tar en sus lectores, no podría haberse
por esas “manifestaciones” significan- construido ninguno de los modelos
tes por excelencia que son los textos. operativos con los que hoy contamos.
Cuantas mayores garantías de cien- Eso, sin embargo, no ha dejado de
tificidad parece ofrecer esa opción, tener su contrapartida. La focaliza-
más aventurado sería, y para los más ción en el texto tuvo por efecto alejar
ortodoxos, hasta ocioso, interrogarse a los partidarios del acercamiento es-
acerca de las implicaciones existencia- tructural de otras corrientes de re-
llos que hablan y de aquellos que los antipatía que pudo inmediatamente
miran y los escuchan. Esa relación es hacer sentir el contraste entre las cuali-
a la vez tenue –se vive al instante– y dades estésicas del modo de presencia
profunda, porque procede de la rela- de cada uno de ellos frente a su adver-
ción, casi íntima, que cada cual con- sario, así como en la relación con los
trae o cree contraer con esos hombres dos periodistas presentes en la escena,
y con esas mujeres de carne y hue- y, finalmente, frente a la cámara, es de-
so, que para obtener nuestro voto se cir, frente a los electores.
muestran a cual mejor ante nosotros. Ese desplazamiento de lo político
Por eso queremos políticos que no se se puede condensar conceptualmen-
escondan detrás de un supuesto saber; te diciendo que si antes, para todo el
que no se mantengan a distancia, o mundo o casi, la política tenía signifi-
lo que sería peor, que no se coloquen cación, ahora, según las encuestas de
por encima de nosotros; en pocas pa- opinión, para la mayor parte de la gen-
labras, que “no nos cuenten historias”, te ya no la tiene, pero hace sentido se-
o en todo caso, que no se limiten a eso. gún otro régimen semiótico totalmen-
Lo que esperamos de ellos es que se te diferente: así como vista en cuanto
arriesguen a una relación in praesencia, narración, ha perdido, cognitivamente,
la cual se supone que nos permitirá su credibilidad, vivida en cambio esté-
sentir si nos “comprenden” o no. sicamente como una de las formas de
La política que, según se dice, es la experiencia, recupera su capacidad
el dominio del cálculo y de la razón de movilización.
fría, tiende así a convertirse en uno de
los planos sobre los cuales aflora a la La vivencia y su discurso
superficie la dimensión existencial de
nuestra relación con el otro y se tradu- Pero “la política” no es más que una
ce en forma de gestos de adhesión o de construcción semiótica entre otras, y
rechazo a flor de piel. Hemos tenido los dos regímenes de significación que
en Francia una buena prueba de eso acabamos de distinguir en su práctica
con ocasión de un debate crucial en- –la experiencia, la narración– tienen un
tre los dos candidatos de la segunda alcance mucho más general.
vuelta en la elección presidencial del Las narraciones son las que nos
2007. Esa noche, muchos electores que permiten dar un poco de significación
dudaban en decidirse por uno de los y de valor a la vida a pesar de lo que
campos –aquellos que los politólogos pueda tener de insignificante por su
llaman “volátiles” o indecisos– se han monotonía o de sinsentido por su as-
decidido por uno o por otro candida- pecto imprevisible y caótico. Pero in-
to (mejor sería decir: por uno contra el dependientemente de las significacio-
otro) en función de la simpatía o de la nes que conlleva lo que se cuenta, pasa
a veces –frente a otro, o ante una obra, funda la experiencia del sentido en su
ante un paisaje– que nos sentimos cau- emergencia en acto. A tal punto que,
tivados por la presencia de un sentido ante ese tipo de textos, los lectores te-
que, si por hipótesis no emana de nin- nemos la impresión de participar de
gún discurso constituido, de ningún manera importante en el nacimiento
relato formal, se impone, no obstante, del sentido. Y lo que es más, entre ese
inmediatamente a nuestra intuición. modo de tratamiento de la experiencia
Ese sentido segundo (o tal vez, en del sentido por la escritura “literaria”
realidad, primero), la narración no lo y su tratamiento por vías “científicas”,
cuenta, y no puede “contarlo”. Para la frontera es apenas discernible. Entre
contarlo, tendría que reducirlo a su el proceder de Proust y el de Merleau-
propio orden de significancia, que es el Ponty, ¿por dónde pasa la frontera,
de las significaciones objetivadas, tex- exactamente? ¿Y entre el Sartre de La
tualizadas, legibles –“de papel”, decía náusea y el de la parte final de El ser
Greimas. Y, por naturaleza, ese género y la nada, consagrada al análisis de la
de significaciones solo puede reflejar experiencia inmediata de lo “viscoso”,
muy imperfectamente las modulacio- de lo “resbaladizo”, etcétera, análisis
nes del sentido vivido en la experien- que desemboca en el proyecto de un
cia de nuestra relación con la gente y “psicoanálisis existencial”?
con las cosas mismas. Sin embargo, el Para construir ahora una semiótica
hecho de que la experiencia así enten- existencial que llegase por sus propios
dida –la del sentido– no sea contable, caminos a tratar de ese sentido vivido,
no implica que sea indecible. Toda una ni la gramática narrativa estándar ni
literatura se aplica, por el contrario, a sus prolongaciones relativas a las pa-
decirla. De Proust a Sarraute, de Ka a siones y a la tensividad ofrecen los ins-
a Musil, de Sterne a Woolf, de Leo- trumentos necesarios (Greimas y Fon-
pardi a Svevo, de Dostoievski a Tsve- tanille 1991, Fontanille y Zilberberg
taieva, una pléyade de autores que ha 1998). La semiótica de las pasiones no
proyectado sobre el mundo una mira- hace más que extender a la sintaxis
da en cierto modo fenomenológica al de los estados (de alma) la gramática
pie de la letra, han sabido inventar for- modal anteriormente aplicada al “ha-
mas de escritura constitutivas de eso cer” de los actantes de la narración; la
que podríamos llamar el discurso de semiótica tensiva, por su parte, pro-
la experiencia (Landowski 2007c). Ese porciona un formalismo útil para ana-
discurso es, ciertamente, distinto de lizar las variaciones de intensidad de
la vivencia de la experiencia, pero tiene cualquier fenómeno, pero no nos dice
el poder de captar su movimiento y nada acerca de los determinantes cua-
de restituir discursivamente la diná- litativos de los efectos de sentido cap-
mica de la relación con las cosas, con tados por los sujetos (Landowski 2004:
el otro, consigo mismo, en la cual se 44-49, 2005: 94-96 [2009b: 105-108]). El
cada cual, en la vida cotidiana, está entablan con los objetos, con el otro y
inclinado (en función de su cultura o consigo mismos. Dichas variantes de-
de su idiosincrasia personal) a privi- penderían únicamente de datos psico-
legiar un modus operandi determinado, lógicos y no tendríamos nada más que
un cierto estilo de acción, una “estra- hacer sino constatar si los regímenes
tegia”, de preferencia a tal o cual otra. de sentido y de interacción a los que
Muchos, no sintiéndose en confianza remiten se articulan unos con otros
más que en un entorno ordenado y en función de principios estructurales
controlado, soñarán con poder progra- que nada deben a la psicología y que
mar el comportamiento de la gente al por el contrario, revelan ser semió-
igual que el curso de las cosas, a fin de ticamente analizables. Sin embargo,
asegurar hasta en el más mínimo deta- entre esas configuraciones que, intui-
lle, el control del desarrollo de la ope- tivamente, nos son tan familiares, la
ración en la que se hallan implicados. semiótica narrativa no había recono-
Otros habrá que, no viendo en todas cido ni tematizado hasta el presente
partes más que maquinaciones y com- más que dos: la “operación” o acción
plots, creen que no podrán llegar a su programada sobre las cosas, y sobre
fin si no es manipulando, de manera tan todo, la “manipulación” entre sujetos.
forzada como fuere necesario, a aque- Retomando las definiciones clásicas
llos que tienen que tratar. Algunos de esos dos regímenes, no será difícil
preferirán fiarse de su intuición, de su poner de manifiesto las bases sobre las
olfato, de su capacidad de sentir en el cuales reposan, respectivamente. El
momento los resultados de una situa- primero se funda en un principio ge-
ción o las disposiciones de aquellos neral de regularidad, caracterizado por
con los que algo tienen que ver, listos la inmutabilidad de los “roles temáti-
para ajustarse a ellas y sacar el mejor cos” asignados a los protagonistas de
partido posible, tomando la ocasión la acción. Este principio garantiza (en
“por los cabellos”. Otros, finalmente, principio) la eficacia de nuestras inter-
descartando toda idea de plan, de cál- venciones sobre el mundo que nos ro-
culo o de sintonía con el otro, creerán dea. El segundo procede de un princi-
que es más seguro dejarse llevar por pio de intencionalidad, cuya aplicación
su buena estrella y se contentarán con supone el reconocimiento recíproco
cruzar los dedos esperando algún feliz de los participantes en la interacción
accidente que la providencia haya deci- en cuanto actantes sujetos dotados
dido preparar para ellos. de “competencias modales” (del tipo
Esas distintas maneras de ser, que creer, querer, saber, poder), que cambian
corresponden a diferentes modos de sin cesar. De ese modo, la gramática
concebir el sentido de la vida, se tra- narrativa ha colocado en un sitial de
ducen en estilos de conducta diferen- honor la figura del manipulador y, más
ciados por el tipo de interacciones que accesoriamente, la del programador.
Regímenes de interacción
Régimen de Régimen de
interacción fundado interacción fundado en
en la regularidad: la suerte:
la programación el asentimiento
(Estrategias del (Estrategias del
“programador”). “fatalista”).
Régimen de Régimen de
interacción fundado en la interacción fundado
intencionalidad: en la sensibilidad:
la manipulación el ajuste
(Estrategias del (Estrategias del
“manipulador”). “oportunista”).
que el sujeto acaba de captar ¿qué sen- puede tener lugar de texto, dicho de
tido –o qué significación– se le puede otro modo, puede ser mirado como
atribuir? El enigma del texto-objeto, o portador de significaciones; y que, in-
sea, la cuestión de su significación era, versamente, para aquel que se coloca
por naturaleza y en principio, resuelto bajo el régimen de la captación, todo
por la lectura; en cambio, la cuestión objeto, incluso un texto, puede ser mi-
del sentido –del “sentido vivido” en la rado como algo que hace sentido más
experiencia– no tiene solución de ese allá de aquello que significa en térmi-
género, puesto que el sentido que nace nos lingüísticos o narrativos. Pero en-
entonces es el que surge de la relación tonces, ¿cómo significa? Simplemente
misma que se establece hic et nunc en- (si se puede decir) a través del modo
tre el sujeto y su objeto: por esa razón, estésico, o, si este término corre el ries-
el enigma que plantea al que de él hace go de crear problema, por medio del
la experiencia no tiene fin.5 modo “figurativo”.
Al oponer la lectura de las signifi-
caciones (que dependen de la narra- Formas de la figuratividad
ción) a la captación de las cualidades
sensibles (que hacen sentido en la ex- En la arquitectura de la teoría semió-
periencia), no queremos sugerir que tica, la “figuratividad” se define, como
el primero de esos regímenes no con- se sabe, en relación con la “narrativi-
cerniría más que a nuestras relaciones dad”: esos son dos conceptos genéri-
con los textos (en cuanto objetos legi- cos que remiten, el primero –la figura-
bles por naturaleza), o más general- tividad– al componente semántico del
mente, a lo verbal (concebido como lo discurso, el segundo –la narratividad–
inteligible por excelencia), por oposi- al componente sintáctico. En cambio,
ción al segundo, que tendría el rasgo cuando el término “figuratividad” se
específico de lo no-verbal (asimilado utiliza como instrumento de análisis
de frente a lo sensible). Cada uno de de un discurso particular, la noción
esos regímenes se define por la natu- de figuratividad adquiere un carác-
raleza de la mirada que echa sobre el ter más técnico. La palabra designa
mundo y no por una clase particular entonces un conjunto de formas dis-
de objetos a los cuales se aplicaría ex- cursivas con valor icónico que repre-
clusivamente. Lo cual quiere decir que sentan los objetos del mundo, o con
para un sujeto que se coloca bajo el ré- valor indicial, encargadas de señalar
gimen de la lectura, cualquier objeto inferencialmente su presencia: esa es
EL DISCURSO
COMO TOTALIDAD
Narratividad vs Figuratividad
(en sentido genérico)
(a)
“figuratividad” vs “figuratividad”
stricto sensu lato sensu
de superficie profunda
(b) (c)
6 Sobre la idea de una jerarquía entre regímenes de sentido y sobre el privilegio que se pue-
de otorgar a la captación con relación a la lectura, confróntese Cl. Lévi-Strauss (1955: 121)
y nuestro comentario en Passions sans nom (Landowski 2004: 180-182).
mismo anticipa al mismo tiempo que otro Julien Sorel– para que el régimen
niega, por así decirlo, mágicamente, “canónico” de la narración encuen-
su inminencia. tre también su lugar en la novela de
La simetría entre los dos personajes Dostoievski.
es casi perfecta. El héroe de Stendhal es Tales conexiones entre regímenes
tan refractario a los datos estésicos de de sentido y regímenes de interacción
la experiencia como el de Dostoievski implican que a cierto nivel de profun-
es ciego a los signos convencionales didad, tenemos que ver con disposi-
de la narración. Si la impermeabilidad tivos de carácter más general que los
de Julien a los reclamos de lo sensible subsumen. Dichos dispositivos, deter-
hace de él (como el narrador lo subra- minando al mismo tiempo la manera
ya en varios pasajes) un “tonto”, la preferencial como un sujeto es llevado
ceguera de Goliadkin frente a las sig- a hacer significar las realidades que
nificaciones más elementales del texto lo rodean, y la manera según la cual
social hace de él un idiota, un ridículo, tiende a interactuar con esas mismas
un marginal y muy pronto un psicó- realidades, traducen la manera, pro-
pata destinado al asilo. Mientras que piamente existencial, de estar en el
uno, como observador distante de su mundo a la cual tiende la identidad de
entorno, tanto más lúcido cuanto más los personajes en cuestión, y sin duda
desligado está de sí mismo, planifica también –con todas las variantes, ma-
fríamente sus acciones anticipando tices y complejidades imaginables– la
las reacciones del otro; el otro, como de cada uno de nosotros. En términos
en una sucesión de alucinaciones, se muy generales, mientras que algunos
encuentra bamboleado por una serie viven la vida al modo de la experiencia, es
de accidentes estésicos imprevisibles, decir, de la captación y del ajuste-asen-
cuya irrupción le impide toda estrate- timiento, otros parece que la conciben
gia eficaz. Y finalmente, así como ha- e incluso que la viven como una narra-
brá que esperar hasta los últimos ca- ción, en cuyo caso, el mundo se presen-
pítulos de la novela de Stendhal para ta a sus ojos como un universo a la vez
que Julien vislumbre lo que hubiera legible, ya que está cubierto de figuras
podido ser la experiencia del senti- nominables e inteligibles, y controla-
do, de igual manera, es preciso que ble, es decir, poblado de copartícipes o
M. Goliadkin tenga su doble –un “M. de adversarios manipulables y de obje-
Goliadkin número dos”, manipulador tos destinados por naturaleza a confor-
astuto, que podríamos tomar casi por marse a sus programas.8