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¿Habría que rehacer la semiótica?

Eric Landowski
Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, Francia)

Recibido: 15/11/2011
Aceptado: 12/12/2011

R sumen: En la vida cotidiana, usualmente buscamos signos en la superfi-


cie del mundo, como si fuera un texto. Pero también ocurre, en ausencia de
signos particulares que puedan referir a algunas significaciones previamente
categorizadas, que tenemos la sensación de estar en presencia de elementos
que hacen sentido. Rostros, imágenes, música, incluso objetos, como un auto,
funcionan (parcialmente) de esta manera: sensitivamente capturamos lo que
significan para nosotros, antes que leerlos cognitivamente como signos. La se-
miótica debe desarrollar herramientas para dar cuenta para estos dos modos
de sentido. El presente ensayo reconsidera críticamente, con vistas a estos ob-
jetivos, las nociones básicas de narratividad y discursividad, y propone un
modelo articulando diferentes regímenes de significación en juego en la interac-
ción humana.
Palabras clave: existencial / sensible / estésico / hacer sentido / figurativo /
plástico / narratividad / experiencia / interacción / programación / manipulación /
ajuste / asentir.

Re-making Semiotics ?

Summary: In daily life, we are o en searching for signs at the surface of the
world, as if it were a text. But it also happens, in the absence of any particular
signs which would convey some previously categorized significations, that we
have the feeling of being in the presence of elements that make sense. Faces,
images, music, even objects as a car function (partly) this way: we sensitively
grasp what they mean for us, rather than we cognitively read them as signs.
Semiotics should develop tools in order to account for both these modes of
meaning. The present essay reconsiders critically, with this scope, the basic
semiotic notions of narrativity and discursivity, and proposes a model articu-
lating different regimes of meaning at play in human interaction.
Keywords: existential / sensitive / aesthesic / make sense / figurative / plastic /
narrativity / experience / interaction / programation / manipulation / adjustment /
assent.

Contratexto n.o 20, 2012, ISSN 1025-9945, pp. 127-155


Eric Landowski

De la vivencia al enunciado y retorno les de la experiencia totalmente “subje-

¿
tiva” que vivimos cuando experimen-
Ha llegado el tiempo de una se- tamos de manera impresiva la presen-
miótica existencial? Esta proble- cia, a nuestro alrededor, de un mundo
mática la venimos considerando que unas veces parece hacer sentido,
desde hace algunos años, planteada otras veces, no, sin que podamos decir
como conclusión de Pasiones sin nom- con precisión por qué ni cómo. “Hacer
bre, sin haber tenido conocimiento sentido”, “presencia”, “impresivo”,
hasta entonces de trabajos empren- “experimentar”, “vivencia”…, el em-
didos en torno a esa idea, excepto los pleo de tal vocabulario es todavía hoy
avanzados, aunque desde una óptica objeto de fuertes resistencias, a pesar
diferente, por Eero Tarasti (Tarasti de los esfuerzos desplegados desde
2000, 2009; Landowski 2004: 293-305). hace largos años por algunos investi-
Aunque no haya en eso más que una gadores para integrar esos términos
coincidencia, tal orientación no haría al metalenguaje semiótico (Geninasca
otra cosa sino reanudar la ambición 1984, Greimas 1987, Landowski 1988,
que animó al comienzo la corriente Hénault 1994, Parret 2001). Eso, segu-
semiótica de la que nos reclamamos ramente, porque ese vocabulario no
seguidores. Esa es, en todo caso, nues- parece, de entrada, compatible con los
tra convicción, a riesgo de sorprender procedimientos del análisis textual. Y
tal vez a aquellos que ven la semiótica es cierto que si en un primer momen-
“greimasiana” desde el exterior y de to Propp, Greimas y algunos otros no
chocar con aquellos hábitos de pensa- hubieran decidido analizar diversos
miento preferidos por algunos de los tipos de textos –folclóricos, mitológi-
que la practican. cos o literarios– no solo independien-
A los ojos de los semióticos de es- temente de su inserción en la cultura
tricta obediencia estructural, para ela- de la que cada uno provenía, o del
borar un discurso sensato a propósito lugar que esos objetos ocupaban en la
del sentido, no existe, en efecto, más producción de sus autores, sino tam-
que una manera de proceder, que con- bién haciendo abstracción de las im-
siste en analizar las producciones ma- presiones estéticas o de las reacciones
nifiestas a través de las cuales el sen- morales que su lectura pudiera susci-
tido se deja aprehender, comenzando tar en sus lectores, no podría haberse
por esas “manifestaciones” significan- construido ninguno de los modelos
tes por excelencia que son los textos. operativos con los que hoy contamos.
Cuantas mayores garantías de cien- Eso, sin embargo, no ha dejado de
tificidad parece ofrecer esa opción, tener su contrapartida. La focaliza-
más aventurado sería, y para los más ción en el texto tuvo por efecto alejar
ortodoxos, hasta ocioso, interrogarse a los partidarios del acercamiento es-
acerca de las implicaciones existencia- tructural de otras corrientes de re-

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flexión semiótica, especialmente de la te se trataba entonces era de nuestra


de Peirce, que apunta, como se sabe, condición existencial en cuanto seres
a la construcción de una teoría de la semióticos.
significación considerada en su más Pero, al mismo tiempo, la “voca-
amplia generalidad. No obstante, en ción científica” asignada al proyecto
Greimas, también el resorte inicial semiótico desde las primeras páginas
de la reflexión fue una interrogación del mismo libro (conforme con el sub-
acerca del sentido en general. En él, al título, Investigación de método) exigía la
comienzo, no se trataba solamente de
mayor vigilancia posible contra el ries-
preguntarse sobre la significación de
go de caer en un discurso impresionis-
los textos, sino del “sentido de las ac-
ta o psicologizante, o de limitarse a
tividades humanas”, del “sentido de
una reflexión de tipo especulativo, que
la historia”, o simplemente, según una
hubiera terminado en una filosofía del
expresión que le era familiar, del “sen-
lenguaje entre otras. Para constituirse
tido de la vida” (Greimas 1971: 8, Grei-
en teoría y en método operativo, la se-
mas y Courtés 1982, entrada: <<Narra-
miótica estructural debía concebir su
tivo (esquema->>, 2).
objeto, como un objeto de ciencia. Eso
En Semántica estructural, su primer
condujo a pasar de una reflexión ge-
libro, trató de refundar la semántica
neral referida al “sentido vivido” a una
para hacer de ella una teoría capaz de
problemática del “sentido manifestado”
sobrepasar los límites de los tratamien-
–primera reducción– y de ahí, segun-
tos lexicales, lingüísticos o lógicos, en-
da reducción, a una analítica del tex-
tonces dominantes, y para eso, dejó de
to enunciado, olvidando con ello y por
lado las precauciones epistemológicas
largo tiempo “la vida”. La semiótica
corrientes en aquel momento y se fijó
se convirtió así, tal vez, en una “cien-
como marco de reflexión el horizon-
cia” –sin ninguna duda, en un mé-
te más amplio que se podía concebir:
partir de “la situación del hombre” y todo– pero desconectada de aquello
de aquello que constituye el rasgo pri- que, para una disciplina consagrada
mero y decisivo, a saber, el hecho de a la búsqueda del sentido, es, dígase
que, para cada uno de nosotros, “ha- lo que se quiera, la única cuestión que
bitar el mundo consiste, de la mañana vale la pena: comprender mejor cómo,
a la noche y de la edad prenatal has- en qué condiciones, por qué procedi-
ta la muerte, en ser asaltados por las mientos nuestra presencia en el mun-
significaciones que nos solicitan por do llega a tener sentido.
todas partes” (Greimas 1971: 12). Y a Lo que nosotros nos proponemos
contrario, podríamos añadir, ¿sería aún es una vuelta a esa interrogación pri-
“vivir” habitar un mundo reducido a mera, porque creemos que los dos tér-
la insignificancia o al sinsentido? Di- minos de la oposición implícitamente
cho de otro modo, de lo que realmen- admitida –la ciencia por un lado, la

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vida por otro– no son irreconciliables, reabrir el campo de la reflexión y de


sino que, por el contrario, la dimen- los análisis.
sión existencial del sentido puede ser No hay en eso ni deseo de provo-
objeto, a la vez como tema de reflexión cación ni la pretensión absurda de in-
y como materia que conceptualizar, de validar los principios de la disciplina
un acercamiento riguroso, en términos dentro de la cual nosotros mismos nos
semióticamente articulados. Aunque situamos. Se trata, por el contrario, de
tal punto de vista tiene connotacio- ampliar su alcance, de revivificar su
nes más filosóficas que aquello de lo práctica y de enriquecer sus desafíos.
que se preocupan la mayoría de los La prueba está en que la renovación
semióticos, es precisamente en cuan- que proponemos de ninguna mane-
to semióticos y no en cuanto filósofos ra conduce a desdeñar los resultados
como nosotros lo concebimos y como de las investigaciones llevadas a cabo
pretendemos justificarlo. El proceder durante los tres o cuatro últimos de-
que eso exige de nuestra parte en el cenios sobre las formas de la textuali-
plano conceptual no está impuesto dad. Lejos de desconocer su utilidad,
por ningún imperativo, ni filosófi- vemos en ellos una adquisición indis-
co ni de otra naturaleza, exterior a la pensable que debería precisamente
semiótica misma, sino que se impone permitir, con algunas ligeras modifica-
como una exigencia inseparable del ciones y con otros pocos complemen-
oficio de semiótico tal como nosotros tos, reformular hoy en día la cuestión
existencial originaria.
lo entendemos. Ante todo, ¿para qué
“hacer semiótica”? ¿–por qué interro-
garse sobre el sentido– si eso no fuera
State of the art1
a ayudar a plantear para uno mismo la
cuestión del “sentido de la vida”, de Pero volvamos al gesto inicial de
la propia vida? Y más técnicamente – Greimas,2 que consistió en darse por
segundo resorte de nuestro proceder–, punto de partida [de su reflexión se-
de la práctica misma de los modelos miótica] nuestra condición existen-
semióticos, así como del examen crí- cial misma, “la situación del hombre”
tico que esa práctica lleva inevitable- considerada como una totalidad sin
mente a realizar, deriva la necesidad y exteriores, dentro de la cual, por con-
la posibilidad, en nuestra opinión, de siguiente, el autor –sujeto enunciante

1 En inglés en el original [N. del T.].


2 Recientemente se han publicado las tesis de grado de A. J. Greimas y otros “escritos de
juventud” con el título de La mode en 1830: Langage et société (Greimas 2000).

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y, en principio, cognoscente, el semió- analizarlo “desde el interior” haciendo


tico– se encuentra también encerrado, aparecer aquello que “allí se encuentra
como todo el mundo. ¡Desde esa tota- implicado”: cierta “visión del mundo”.
lidad, Greimas pretende fundar una Hay que subrayarlo: esa «visión»
ciencia! Verdadera aporía, porque si el no consiste en una proyección de con-
universo semántico se identifica con el tenidos que darían al mundo percibido
mundo de la vida, en cuyo interior es- una coloración determinada, románti-
tamos todos “definitivamente encerra-
ca o apocalíptica, por ejemplo. Se trata
dos” (Greimas 1971: 180), y si, además,
más bien de una rejilla de lectura de
una teoría semántica no puede conce-
carácter estructural, de un principio
birse más que como una descripción
de organización de alcance general,
de orden metalingüístico, jerárquica-
en función del cual el mundo adquiere
mente distinta de su lenguaje-objeto,
forma –se deja segmentar y articular–
no se ve cómo podría tratarse semán-
y, en consecuencia, hace sentido. La
ticamente el universo englobante que
manera específica como esa rejilla es-
uno se ha dado por objeto, reconocién-
tructura nuestra visión del mundo y la
dose a sí mismo contenido en él. Si ese
universo nos incluye, no podremos hace aparecer ante nosotros en forma
aprehenderlo desde fuera o “desde de un “universo significante” consiste,
más arriba” como lo prescribe el pre- dice Greimas, en hacérnoslo ver como
fijo de meta-lenguaje. Pero entonces un “pequeño espectáculo” susceptible de
Greimas inventa una solución genial. reproducirse indefinidamente, en “mi-
llones de ejemplares” (Greimas 1971:
179). Sobre esa escena del mundo,
Avatares y promesas de una convertida así en lenguaje (es decir,
invención en significante), o mejor, en discurso
(porque el universo significante es un
“Lo mejor que podemos hacer”, escri- universo en movimiento, sin lo cual
be, ante esta “situación” insuperable no sería un espectáculo, sino a lo más
–por el hecho de que nosotros perte- un cuadro), “el contenido de las accio-
necemos al mismo universo del senti- nes cambia todo el tiempo, los actores
do que nos proponemos analizar–, “es varían, pero el enunciado-espectáculo si-
tomar conciencia de la visión del mun- gue siendo el mismo” (Greimas 1971:
do que ahí se encuentra implicada, a 265).
la vez como significación y como con-
A partir de ahí, se edificó todo lo
dición de esa significación”. En otros
términos, ya que el universo signifi- que la semiótica estructural ofrece de
cante no es objetivable en cuanto tal, más original, a saber, la proyección de
desde el exterior y a distancia, la única toda una franja de problemáticas de la
posibilidad que se nos ofrece es la de significación sobre una teoría de la na-

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rratividad. La invariante a la cual remi- “canónico”, como si hiciera falta, para


te la visión estructurante que está aquí fines pedagógicos, proclamar insupe-
en cuestión –el elemento que seguirá rable la sintaxis actancial particular
siendo “el mismo” bajo la superficie que pone en marcha, a pesar de lo que
de enunciados-espectáculos siempre su mismo autor veía en ella de contin-
diferentes–, no es otro, en efecto, que gente, de parcial y de provisional, y no
la sintaxis interactancial, cuyas uni- precisamente para cerrar la reflexión,
dades se encargarán de identificar sino más bien para abrirla y para es-
la gramática narrativa –“un proceso, timularla (Greimas y Courtés 1982,
algunos actores, una situación más entrada: <<Narrativo (esquema-)>>, 8).
o menos circunstanciada” (Greimas Sin embargo, el trabajo de investiga-
1971: 179)–, así como de explicitar las ción propiamente dicho no se detuvo
regularidades de su funcionamiento. allí; en todo caso, no para todo el mun-
A través de la observación de corpus do, y menos ciertamente para Greimas
textuales bastante variados, esa gra- mismo, quien llegó a decir en privado
mática será sistematizada durante los que había que “rehacer” la semiótica
años setenta (Greimas y Courtés 1982). (Geninasca 1997: 42).
Ella constituye el núcleo de la teo- Para creer por fin en la posibilidad
ría “greimasiana”. Difundida con el de relanzar la idea de recuperar un
nombre de “modelo estándar”, sigue poco del tono intelectual de los co-
siendo la base de aplicaciones donde mienzos y para convencernos, al mis-
se reconoce, con frecuencia al pie de mo tiempo, de que era posible enlazar
la letra, la enseñanza prodigada desde nuestros esfuerzos con la dimensión
hace más de treinta años (Bertrand et “existencial” de los inicios, nos ha bas-
al. 2007). tado con releer a Greimas y con echar
Reverso posible: aquello que había una mirada crítica a nuestra propia
sido radicalmente innovador, quedó práctica. Lo que hemos descubierto es
poco a poco fijado, tanto más porque que si la mayor parte de las objecio-
la eficacia del modelo, en el plano nes levantadas desde el exterior con-
operativo, parecía el ejercicio rutina- tra los trabajos de los “greimasianos”
rio de un “hacer descriptivo” estric- son justas, no son insuperables. Y lo
tamente programado que no dejaba que es más importante, que son su-
lugar a ninguna interrogación sobre perables desde el interior de la teoría
los fundamentos de la teoría, sobre misma (Geninasca 1997, Bucher 1997,
sus presupuestos ideológicos o sobre Landowski 1997a, Kersyté 2009). Esa
sus implicancias antropológicas. Y es la razón por la cual nosotros nos
la idea de narratividad, en sí misma venimos ocupando desde hace algu-
llena de promesas, se encerraría muy nos años en superar los bloqueos que
pronto en los límites de un esquema han contribuido a sofocar las potencia-
narrativo, pomposamente calificado de lidades de la disciplina, a impedir su

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desarrollo como proceder reflexivo y condicionan la comprensión de todo


analítico anclado en la vida. discurso. Se confundía sencillamen-
te objeto empírico y objeto de cono-
Lo que hacemos con los textos y lo que cimiento. Porque si los textos son los
los textos hacen con nosotros objetos empíricos que interesan indu-
dablemente a los semióticos, el objeto
El primer obstáculo por superar era de conocimiento no es precisamente el
la confusión que se produce a propó- texto: es el sentido. Ahora bien, el sen-
sito del objeto mismo de la semiótica. tido, a diferencia del tesoro escondido
Greimas se vio envuelto de alguna en la cueva de Alí Babá, no es algo que
manera en esa confusión, ya que, des- uno pueda encontrar completamente
de el fondo de América del Sur, al hilo constituido, colocado en el interior del
de una conferencia, lanzó un buen día “texto clausurado”, esperando que al-
la fórmula que se convirtió en fuente guien venga un día a tomar posesión
de un lamentable malentendido, que de él.
revelaría ser persistente: “Hors du tex- Desde el momento en que uno ad-
te, point de salut!” [¡Fuera del texto, no mite que, al contrario, ningún objeto
hay salvación!]. Como se dirigía a un –texto u otro– contiene de esa manera
público de especialistas de la literatu- su significación, sino que todo pue-
ra, se trataba para él, trivialmente, de de recibir una a condición de que un
invitar a sus oyentes a ser coherentes sujeto la construya. Tenemos que ad-
consigo mismos, a trabajar sobre la li- mitir también que el sentido que sería
teratura –en lugar de especular, como atribuido, en particular a un texto, de-
era entonces usual, sobre los paráme- pende constitutivamente, a la vez, del
tros de orden social, afectivo u otros intertexto que tome en cuenta el que
que hubieran podido intervenir en el efectúa dicha construcción, y del “con-
estadio de la génesis de las obras–. texto” en cuyo interior se efectúa. O
Pero no fue eso lo que se entendió. mejor, para emplear una terminología
La fórmula fue interpretada como un más adecuada, un discurso enunciado
ucase, con el que se trazaba una fron- (verbal o no-verbal) adquiere sentido
tera entre dos zonas: de una parte, los en función de la manera como los par-
textos –los discursos verbales, de pre- ticipantes de la comunicación constru-
ferencia escritos– y de otra parte, todo yan el sentido de la situación en la que
lo que los rodea, zona decretada como se produce el acto de enunciación que
prohibida, el “contexto”, es decir, nada los pone en relación. Los componen-
menos que la sociedad, la historia, lo tes de una situación semejante son se-
real, la vida, e incluso cualquier otro mióticamente analizables (Landowski
texto distinto de aquel que se ha toma- 1993, 2007a). Se trata, entre otras co-
do como objeto específico del análisis, sas, de la imagen que cada uno de los
a pesar de los lazos intertextuales que interlocutores se hace de su partenaire,

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combinación variable de competen- principal objeto semiótico por descri-


cias modales y de roles temáticos que bir (Landowski 2004).
definen el estatuto actancial y actorial Pero los elementos modales, actan-
de cada uno de los participantes en ciales y temáticos por medio de los
cuanto sujetos interactuantes. Una de cuales se construyen los simulacros
las estrategias, comunes a la mayor discursivos de los participantes en la
variedad de discursos, consiste, como interlocución, así como su estatuto,
se sabe, en instalar en el enunciado si- su competencia y sus relaciones no
mulacros para figurar a los participan- son los únicos que entran en juego en
tes en la relación enunciativa a fin de la construcción de una situación en
orientar la actividad interpretativa del cuanto configuración significante. In-
receptor conduciéndolo hacia una po- tervienen también variables que, de-
sición determinada de lectura, aque- pendiendo más de lo sensible que de
lla, por ejemplo, de un objetor o de un lo inteligible en sentido estricto, es de-
confidente, o incluso, como ocurre con cir, de lo cognitivo, movilizan nuestra
frecuencia en la publicidad, la de un aptitud casi innata para captar efectos
mirón (Greimas y Landowski 1979, de sentido que surgen de dispositivos
Landowski 2007a, 2007b). de orden plástico o rítmico más que
La tarea de un semiótico no puede nuestra competencia, mal que bien ad-
limitarse a estatuir lo que los textos quirida, para reconocer las significa-
podrían significar en razón de sus es- ciones convencionalmente investidas
tructuras “inmanentes” únicamente. en las unidades figurativas. En una
En la perspectiva de una investigación palabra, más acá de lo cognitivo, el
motivada por un mínimo de interés en sentido –la inteligibilidad del mundo–
los desafíos existenciales o, más mo- procede también de lo estésico.
destamente, psicológicos, sociales, po- Y ahí encontramos otro punto de
líticos, de las prácticas cotidianas del bloqueo.
sentido, más pertinente que la insis-
tencia en hipostasiar el texto en cuanto
forma pura nos parece el objetivo que ¿Narración o experiencia?
consiste en buscar cómo dar cuenta de
lo que los objetos de sentido, leídos Bajo el pretexto de que la dimensión
en situación, hacen de nosotros que los sensible de los objetos de sentido no
leemos. Dicho de otro modo, a partir parece reductible a un juego de opo-
del momento en que se considera que siciones categóricas, fácilmente de-
lo que importa es lo que pasa en la vi- nominables, y de que, además, no se
vencia de la lectura concebida como ve claramente cómo podría articular-
operación que da sentido a objetos se por medio de los esquematismos
cualesquiera, son las condiciones de sintácticos que propone la gramática
esa lectura las que se imponen como el narrativa “canónica”, los adeptos de

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la semiótica estándar juzgan más pru- En todo caso, lo que interviene a


dente ignorar dicha dimensión: por ese nivel influye tan fuertemente en
oposición a la positividad de las arti- el sentido que atribuimos a nuestra
culaciones sintáctico-semánticas que presencia mutua –el primer elemento
permiten dar cuenta de la acción y de del “sentido de la vida”–, que no ve-
las pasiones en el marco de análisis mos cómo podríamos, en cuanto se-
textuales en buena y debida forma, la mióticos, resignarnos a no tomarlo en
experiencia sensible correspondería a cuenta.
lo inefable. El hecho de que haya ahí, además,
Existe en eso una extraña parado- una dimensión esencial de la expe-
ja, porque nada sería más sustancial, riencia estética es algo evidente. Pero
más concreto, más encarnado (menos al margen de la relación con las obras
inefable) y al mismo tiempo menos de arte, esa dimensión interviene
difuso, más exactamente estructurado prácticamente en todas partes, inclui-
que los acomodos de las cualidades dos aquellos dominios que uno podría
plásticas y rítmicas –en una palabra, pensar que no están sometidos a las
estésicas– por medio de las cuales ha- fluctuaciones de la sensibilidad. Espe-
cen sentido manifestaciones semióti- cialmente en la política, dominio que
camente tan diversas como unos com- tomaremos de ejemplo para justificar
pases de música o un movimiento de este punto.
masas (visto o acompañado en la ca-
lle o visto en la televisión), como las
Entre historia y presencia
expresiones cambiantes de un rostro
o simplemente como la manera que Como los políticos hablan mucho, se
cada uno tiene de estar frente a otro a ha cogido la costumbre, desde hace
lo largo de una conversación. Lo que algún tiempo, de analizar sus discur-
en esos casos se deja ver, entender, sos. Se ha tendido primero a poner
sentir, no tiene ciertamente una sig- de relieve los contenidos ideológicos,
nificación del género de aquella que doctrinales, pragmáticos que en ellos
atribuimos a una palabra, a un texto. se expresan, después nos hemos de-
No por eso deja de ser una forma de dicado a describir los procedimientos
comunicación, cara a cara o cuerpo a de argumentación, de persuasión o de
cuerpo, y que nos afecta. El hecho de manipulación que actúan en ellos, y
que se instaure más acá de las palabras más recientemente, al constatar que
no implica que sus efectos de sentido no ese género de discursos se dirige tanto
ofrezcan ninguna regularidad, y por a la afectividad como al intelecto, se ha
consiguiente nada autoriza a postular tratado de dar cuenta también de los
que sus principios de funcionamiento efectos emocionales o pasionales que
escapan a toda forma de conocimiento consideramos que producen o pro-
distinta de la intuitiva. mueven. Aunque lo “pasional” no es

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lo sensible, y la política no se detiene de lo que experimentamos frente a su


allí. persona misma, tal como la “senti-
Hoy, por sus constantes aparicio- mos” de inmediato.
nes en los medios, los políticos más Sin duda, nada hay en eso de ra-
visibles se nos han hecho tan fami- dicalmente nuevo y, sin embargo, en
liares que la manera como los juzga- nuestros días, esa inflexión a favor de
mos no difiere apenas de la manera lo sensible afecta cada vez más el es-
como tratamos a nuestros seres más tatuto, las formas, el lugar mismo de
próximos. Si estimamos a algunos de lo “político” (Landowski 2008). Tiem-
ellos, si otros nos exasperan, eso no po atrás, para el ciudadano medio, la
depende únicamente de las posicio- política se situaba en un espacio algo
nes que adopten ante tal o cual cues- abstracto, construido por los discursos
tión importante a nuestro modo de de un número limitado de detentores
ver. Eso depende tanto o más de los de la palabra autorizada, periodistas y
efectos de sentido que se desprenden políticos en primer lugar, que se encar-
del porte, de la complexión, del ritmo gaban de dar un sentido a la historia,
de los movimientos y de las palabras, de explicar el presente y de trazar in-
del tono de voz de cada una de esas terpretaciones plausibles del porvenir,
personalidades, de su hexis3 propia, tal de tal modo que la vida colectiva pare-
como se manifiesta a través del más cía desenvolverse como una suerte de
mínimo gesto y que traduce una ma- gran relato inteligible. Hoy en día, una
nera específica de estar en el mundo. manera totalmente diferente de vivir
Las formas de adhesión o de rechazo la política tiende a instalarse entre no-
que inducen esos elementos dejan por sotros: hemos dejado de considerarla
definición poco espacio a los criterios únicamente como un nivel de realidad
de orden cognitivo. En el momento de objetivable en enunciados que adop-
una elección, pensamos evidentemen- tan la forma de pequeñas epopeyas o
te elegir entre los candidatos en fun- de grandes utopías que los oradores
ción de aquello que “objetivamente” políticos han creído siempre que era
nos proponen. Pero la manera como su deber contarnos o proponernos. En
los escuchamos, como comprendemos lugar de eso, la vida política tiende a
y juzgamos sus argumentos, y hasta convertirse en un espacio de relacio-
nuestro grado de disponibilidad para nes intersubjetivas vividas en el aquí-
reaccionar favorablemente a los es- ahora a través de actos de enunciación
tados pasionales de los que tratan de que, por “medios” interpósitos, impli-
hacernos participar, todo eso depende can la co-presencia sensible de aque-

3 Hexis: Constitución, actitud, temple de ánimo [N. del T.].

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¿Habría que rehacer la semiótica?

llos que hablan y de aquellos que los antipatía que pudo inmediatamente
miran y los escuchan. Esa relación es hacer sentir el contraste entre las cuali-
a la vez tenue –se vive al instante– y dades estésicas del modo de presencia
profunda, porque procede de la rela- de cada uno de ellos frente a su adver-
ción, casi íntima, que cada cual con- sario, así como en la relación con los
trae o cree contraer con esos hombres dos periodistas presentes en la escena,
y con esas mujeres de carne y hue- y, finalmente, frente a la cámara, es de-
so, que para obtener nuestro voto se cir, frente a los electores.
muestran a cual mejor ante nosotros. Ese desplazamiento de lo político
Por eso queremos políticos que no se se puede condensar conceptualmen-
escondan detrás de un supuesto saber; te diciendo que si antes, para todo el
que no se mantengan a distancia, o mundo o casi, la política tenía signifi-
lo que sería peor, que no se coloquen cación, ahora, según las encuestas de
por encima de nosotros; en pocas pa- opinión, para la mayor parte de la gen-
labras, que “no nos cuenten historias”, te ya no la tiene, pero hace sentido se-
o en todo caso, que no se limiten a eso. gún otro régimen semiótico totalmen-
Lo que esperamos de ellos es que se te diferente: así como vista en cuanto
arriesguen a una relación in praesencia, narración, ha perdido, cognitivamente,
la cual se supone que nos permitirá su credibilidad, vivida en cambio esté-
sentir si nos “comprenden” o no. sicamente como una de las formas de
La política que, según se dice, es la experiencia, recupera su capacidad
el dominio del cálculo y de la razón de movilización.
fría, tiende así a convertirse en uno de
los planos sobre los cuales aflora a la La vivencia y su discurso
superficie la dimensión existencial de
nuestra relación con el otro y se tradu- Pero “la política” no es más que una
ce en forma de gestos de adhesión o de construcción semiótica entre otras, y
rechazo a flor de piel. Hemos tenido los dos regímenes de significación que
en Francia una buena prueba de eso acabamos de distinguir en su práctica
con ocasión de un debate crucial en- –la experiencia, la narración– tienen un
tre los dos candidatos de la segunda alcance mucho más general.
vuelta en la elección presidencial del Las narraciones son las que nos
2007. Esa noche, muchos electores que permiten dar un poco de significación
dudaban en decidirse por uno de los y de valor a la vida a pesar de lo que
campos –aquellos que los politólogos pueda tener de insignificante por su
llaman “volátiles” o indecisos– se han monotonía o de sinsentido por su as-
decidido por uno o por otro candida- pecto imprevisible y caótico. Pero in-
to (mejor sería decir: por uno contra el dependientemente de las significacio-
otro) en función de la simpatía o de la nes que conlleva lo que se cuenta, pasa

Contratexto n.o 20, 2012 137


Eric Landowski

a veces –frente a otro, o ante una obra, funda la experiencia del sentido en su
ante un paisaje– que nos sentimos cau- emergencia en acto. A tal punto que,
tivados por la presencia de un sentido ante ese tipo de textos, los lectores te-
que, si por hipótesis no emana de nin- nemos la impresión de participar de
gún discurso constituido, de ningún manera importante en el nacimiento
relato formal, se impone, no obstante, del sentido. Y lo que es más, entre ese
inmediatamente a nuestra intuición. modo de tratamiento de la experiencia
Ese sentido segundo (o tal vez, en del sentido por la escritura “literaria”
realidad, primero), la narración no lo y su tratamiento por vías “científicas”,
cuenta, y no puede “contarlo”. Para la frontera es apenas discernible. Entre
contarlo, tendría que reducirlo a su el proceder de Proust y el de Merleau-
propio orden de significancia, que es el Ponty, ¿por dónde pasa la frontera,
de las significaciones objetivadas, tex- exactamente? ¿Y entre el Sartre de La
tualizadas, legibles –“de papel”, decía náusea y el de la parte final de El ser
Greimas. Y, por naturaleza, ese género y la nada, consagrada al análisis de la
de significaciones solo puede reflejar experiencia inmediata de lo “viscoso”,
muy imperfectamente las modulacio- de lo “resbaladizo”, etcétera, análisis
nes del sentido vivido en la experien- que desemboca en el proyecto de un
cia de nuestra relación con la gente y “psicoanálisis existencial”?
con las cosas mismas. Sin embargo, el Para construir ahora una semiótica
hecho de que la experiencia así enten- existencial que llegase por sus propios
dida –la del sentido– no sea contable, caminos a tratar de ese sentido vivido,
no implica que sea indecible. Toda una ni la gramática narrativa estándar ni
literatura se aplica, por el contrario, a sus prolongaciones relativas a las pa-
decirla. De Proust a Sarraute, de Ka a siones y a la tensividad ofrecen los ins-
a Musil, de Sterne a Woolf, de Leo- trumentos necesarios (Greimas y Fon-
pardi a Svevo, de Dostoievski a Tsve- tanille 1991, Fontanille y Zilberberg
taieva, una pléyade de autores que ha 1998). La semiótica de las pasiones no
proyectado sobre el mundo una mira- hace más que extender a la sintaxis
da en cierto modo fenomenológica al de los estados (de alma) la gramática
pie de la letra, han sabido inventar for- modal anteriormente aplicada al “ha-
mas de escritura constitutivas de eso cer” de los actantes de la narración; la
que podríamos llamar el discurso de semiótica tensiva, por su parte, pro-
la experiencia (Landowski 2007c). Ese porciona un formalismo útil para ana-
discurso es, ciertamente, distinto de lizar las variaciones de intensidad de
la vivencia de la experiencia, pero tiene cualquier fenómeno, pero no nos dice
el poder de captar su movimiento y nada acerca de los determinantes cua-
de restituir discursivamente la diná- litativos de los efectos de sentido cap-
mica de la relación con las cosas, con tados por los sujetos (Landowski 2004:
el otro, consigo mismo, en la cual se 44-49, 2005: 94-96 [2009b: 105-108]). El

138 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

hecho de que, en esas condiciones, nos medio, la situación como configura-


encontrásemos relativamente despro- ción significante construida intersub-
vistos de instrumentos para dar cuen- jetivamente por los coparticipantes en
ta de la experiencia, ¿es razón suficien- la interacción.
te para ignorar todo aquello que esca- Para efectuar ese recorrido, ha sido
pa a las rejillas de análisis construidas necesario crear un cuerpo de concep-
para describir la narración? Por nues- tos nuevos, tales como los de unión,
tra parte, lejos de sacar de la limita- contagio, ajuste, asentimiento, realiza-
ción de nuestras conquistas teóricas y ción (culminación)… Conceptos que
metodológicas la conclusión de que la han sido ya objeto de definiciones, las
cuestión existencial no es pertinente o cuales no vamos a reproducir aquí en
de que el estatuto del sentido aprehen-
detalle (Landowski 2004, 2005). Nues-
dido en la experiencia no puede ser
tro objetivo se sitúa en un plano más
sino extrasemiótico, creemos que el
global: quisiéramos mostrar cómo la
problema radica en lo incompleto de
teoría ampliada a la que hemos llegado
los modelos de que disponemos. Y en
nos acerca a la vida, sin renunciar por
ese sentido, hemos tratado y seguimos
eso al rigor que exige la “ciencia”. Esta
tratando de completarlos y de hacer-
gran palabra no sirve más que para
los cada vez más potentes.
adornar un proceder más modesto que
se podría resumir así: reordenamien-
La óptica sociosemiótica to de los dos componentes de base
–narrativo y figurativo– en los que se
Pasar de una semiótica del texto a una funda la teoría semiótica clásica del
semiótica de las situaciones, y luego, discurso, y renovación de la manera de
de la experiencia, exigía ampliar el articularlos entre sí. Vamos a precisar
campo de pertinencia con relación a ese compromiso a continuación.
la práctica dominante. En eso consis-
te principalmente la especificidad de Lógicas complementarias de la junción
la versión de la semiótica general que y de la unión
nosotros hemos elaborado con el nom-
bre de sociosemiótica. Esa extensión En la base de la gramática narrati-
corresponde al mismo tiempo a una va llamada estándar, se encuentra la
profundización, en el sentido en que hipótesis implícita de que todas las
conduce de lo que es más exterior al fluctuaciones que afectan nuestra con-
sujeto –el texto, en su objetividad de dición material y moral de sujetos de-
“enunciado enunciado”– a lo que es penden de operaciones de “junción”
más propio, más “interior” del sujeto que, unas veces, nos ponen en pose-
–la experiencia del sentido tal como él sión de los “objetos de valor” a los que
la vive–, pasando por un nivel inter- apuntamos (=conjunción); otras veces,

Contratexto n.o 20, 2012 139


Eric Landowski

nos privan de ellos (=disjunción). Un que establecen entre sí sobre lo que


modelo semejante se justifica respecto consideran que pertenece al orden del
de un espacio de interacción concebi- tener, los sujetos viven también entre
do como espacio cerrado y saturado sí y con relación a lo que los rodea,
–típicamente, el del cuento– en cuyo algunos “lazos de ser” (Sartre 1984:
interior lo que un personaje pierde, 325). O, con una terminología tomada
otro debe recibirlo como participación. de Merleau-Ponty, antes de descom-
Y tiene la ventaja de prestarse a cierta ponerse en unidades discretas para
formalización. Pero tiene el inconve- ofrecerse a nuestra captación y a nues-
niente de ser ideológicamente dema- tra codicia, el mundo se nos presen-
siado marcado. Una gramática de la ta como totalidad que hace sentido:
intersubjetividad concebida como en- nuestro estar en el mundo, en cuanto tal,
teramente mediatizada por la circula- inmediatamente (sin pasar por la me-
ción de los objetos, que desemboca en diación de objetos socialmente catego-
recorridos de vida cuyo sentido se re- rizados y valorados) hace que haya, o
duce a relaciones de posesión, traduce que pueda haber sentido en nuestras re-
una visión extremadamente estrecha, laciones con el otro y, en general, con
puramente económica, de las relaciones lo real que nos rodea (Merleau-Ponty
humanas. Desde el tener más concre- 1975).
to hasta el saber más abstracto, todo En términos semióticos, eso quie-
se mide ahí en valores tesaurizables re decir que al lado de un régimen de
o consumibles, por un lado, o en valo- significación articulado en torno a la
res modales, por otro, todos los cuales idea de junción, debemos dar cabida
tienen vocación de transitar entre po- a otro régimen de sentido, fundado
seedores a la manera de mercancías, a en la copresencia sensible de los actan-
la espera siempre de cualquier nuevo tes entre sí. En ese marco, los objetos
adquiriente (Landowski 2004: 73-76). no son reducibles a magnitudes inter-
El redescubrimiento de los años cambiables, cuyo valor se aprecia con
noventa, unido a la aparición del últi- criterios de orden funcional, fijados
mo libro de Greimas, De l’imperfection por referencia a programas de acción
(Greimas 1990), al mismo tiempo que predefinidos. Aprehendidos en cuan-
a la relectura de los fenomenólogos to realidades materiales, hacen senti-
franceses de la posguerra, consistió do gracias a cualidades sensibles que
en darnos cuenta de que existen tam- pueden descubrir en ellos sujetos do-
bién, en cuanto positividades semió- tados de algo esencial que no aparecía
ticamente analizables, interacciones en el régimen narrativo precedente:
independientes de toda transferencia de un cuerpo. Aquellos que a lo sumo
de objetos entre sujetos. Para retomar eran inteligentes, capaces de cono-
una expresión de Sartre, independien- cer, de juzgar, de decidir, de evaluar
temente de las relaciones de posesión a distancia y desde fuera, son ahora,

140 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

además, sensibles, sensorialmente re- jante no puede construirse más que


ceptivos ante las cualidades estésicas en una relación dialéctica con lo que
de los seres con los que entran en re- ella analiza: a la vez en unión (según
lación. Y desde ese momento –desde un régimen de relación sensible) y en
que un actante es capaz de sentir es- posición de exterioridad objetivante
tésicamente al otro, que está frente a (según el vocabulario juntivo u, hoy
él, de captar su manera propia de es- en día, tensivo), salvo que en la prác-
tar en el mundo– queda abierta la vía tica, las tareas correspondientes se
para una forma de relaciones que no hallen provisionalmente repartidas
dependen de la junción, sino de eso entre actores-investigadores distintos.
que nosotros denominamos la lógi- Por nuestra parte, en todo caso, asu-
ca de la unión. Esta relación no anula mimos la intención de conocer de otro
las identidades. Al contrario, tiende a modo, “uniéndonos”, en la medida de
exaltarlas al ponerlas en contacto y al lo posible, al otro. Cualesquiera que
hacerlas interactuar en función de su puedan ser la forma y el estatuto de
sensibilidad recíproca. La unión no es ese “otro” –interlocutor, texto, obra o
la fusión; tampoco es un estado. Es un elemento del mundo natural–, se trata
modo de interacción (y al mismo tiem- siempre de comprenderlo acercándo-
po, un modo de construcción de sen- nos a él como a un sujeto, que conside-
tido), en cuyo marco, las partes llegan ramos también sensible, sabiendo que
–en el mejor de los casos– a constituir, otros investigadores, preocupados por
conjuntamente, dinámicamente y por modelizar su funcionamiento en cuan-
ajuste mutuo, una entidad compleja to objeto, sabrán distanciarse metodo-
nueva, una totalidad inédita, en la cual lógicamente cuanto sea necesario.
cada una de las partes que la integran
encuentra la forma de su propia reali- Regímenes de sentido en la interacción
zación (Landowski 2004, 2009b).
La complementariedad entre esas Una vez sobrepasados los límites del
dos lógicas, la de la junción y la de la modelo juntivo, nuevas posibilidades
unión, permite integrar el conjunto se abren para una teoría general de la
de los componentes de la competen- construcción y de la aprehensión del
cia semiótica –no solamente modal, sentido en la interacción. Comencemos
sino también estésica– de los sujetos a este propósito por algunas generali-
analizados. Y lo que es más, esa dua- dades.
lidad de regímenes tiene vocación de Cualquiera que sea el proyecto por
aplicarse igualmente a los metasu- realizar, el proceder que hay que poner
jetos que somos nosotros en cuanto en marcha, el problema que tenemos
semióticos y analistas. Lo mismo su- que resolver o el asunto que gestionar
cede con la posibilidad de una semió- para llegar a buen término, es un he-
tica existencial. Una semiótica seme- cho empíricamente constatable: que

Contratexto n.o 20, 2012 141


Eric Landowski

cada cual, en la vida cotidiana, está entablan con los objetos, con el otro y
inclinado (en función de su cultura o consigo mismos. Dichas variantes de-
de su idiosincrasia personal) a privi- penderían únicamente de datos psico-
legiar un modus operandi determinado, lógicos y no tendríamos nada más que
un cierto estilo de acción, una “estra- hacer sino constatar si los regímenes
tegia”, de preferencia a tal o cual otra. de sentido y de interacción a los que
Muchos, no sintiéndose en confianza remiten se articulan unos con otros
más que en un entorno ordenado y en función de principios estructurales
controlado, soñarán con poder progra- que nada deben a la psicología y que
mar el comportamiento de la gente al por el contrario, revelan ser semió-
igual que el curso de las cosas, a fin de ticamente analizables. Sin embargo,
asegurar hasta en el más mínimo deta- entre esas configuraciones que, intui-
lle, el control del desarrollo de la ope- tivamente, nos son tan familiares, la
ración en la que se hallan implicados. semiótica narrativa no había recono-
Otros habrá que, no viendo en todas cido ni tematizado hasta el presente
partes más que maquinaciones y com- más que dos: la “operación” o acción
plots, creen que no podrán llegar a su programada sobre las cosas, y sobre
fin si no es manipulando, de manera tan todo, la “manipulación” entre sujetos.
forzada como fuere necesario, a aque- Retomando las definiciones clásicas
llos que tienen que tratar. Algunos de esos dos regímenes, no será difícil
preferirán fiarse de su intuición, de su poner de manifiesto las bases sobre las
olfato, de su capacidad de sentir en el cuales reposan, respectivamente. El
momento los resultados de una situa- primero se funda en un principio ge-
ción o las disposiciones de aquellos neral de regularidad, caracterizado por
con los que algo tienen que ver, listos la inmutabilidad de los “roles temáti-
para ajustarse a ellas y sacar el mejor cos” asignados a los protagonistas de
partido posible, tomando la ocasión la acción. Este principio garantiza (en
“por los cabellos”. Otros, finalmente, principio) la eficacia de nuestras inter-
descartando toda idea de plan, de cál- venciones sobre el mundo que nos ro-
culo o de sintonía con el otro, creerán dea. El segundo procede de un princi-
que es más seguro dejarse llevar por pio de intencionalidad, cuya aplicación
su buena estrella y se contentarán con supone el reconocimiento recíproco
cruzar los dedos esperando algún feliz de los participantes en la interacción
accidente que la providencia haya deci- en cuanto actantes sujetos dotados
dido preparar para ellos. de “competencias modales” (del tipo
Esas distintas maneras de ser, que creer, querer, saber, poder), que cambian
corresponden a diferentes modos de sin cesar. De ese modo, la gramática
concebir el sentido de la vida, se tra- narrativa ha colocado en un sitial de
ducen en estilos de conducta diferen- honor la figura del manipulador y, más
ciados por el tipo de interacciones que accesoriamente, la del programador.

142 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

En cambio, ni el sujeto que confía prácticas efectivas, era necesario, por


en su capacidad de sentir in vivo las consiguiente, abrir el abanico de las
potencialidades de una situación, de formas de narratividad. De ahí la in-
convertir en ventaja la “propensión de troducción, al lado de los dos regíme-
las cosas” (Jullien 1996) o de la gente, nes “estándar” mencionados hace un
a captar y a explotar el kairós4 –bauti- instante (que, si pierden su monopolio,
cémoslo, a falta de mejor término, el no pierden nada de su pertinencia), de
oportunista–, ni el fatalista decidido a dos regímenes complementarios fun-
someterse al azar, no encontraron lu- dados, respectivamente, en un princi-
gar en ese marco. La observación de pio de sensibilidad y en un principio de
la interacción, y sobre todo de la ex- suerte [aléa]: el régimen del “ajuste” (al
periencia que de ella tenemos, obliga- otro) y el régimen del “asentimiento”
rían, no obstante, a tomarlas también (a los decretos de la suerte, a los “acci-
en consideración. Para analizar, por dentes” de la vida) (Landowski 2009b:
poco exhaustivamente que fuera, las 70-81). Tenemos así:

Regímenes de interacción

Régimen de Régimen de
interacción fundado interacción fundado en
en la regularidad: la suerte:
la programación el asentimiento
(Estrategias del (Estrategias del
“programador”). “fatalista”).

Régimen de Régimen de
interacción fundado en la interacción fundado
intencionalidad: en la sensibilidad:
la manipulación el ajuste
(Estrategias del (Estrategias del
“manipulador”). “oportunista”).

4 Kairós: ocasión, oportunidad [N. del T.].

Contratexto n.o 20, 2012 143


Eric Landowski

Formando sistema y con voca- una problemática semiótica de alcance


ción de combinarse entre sí, las cua- general, una y otra deben ser tomadas
tro fórmulas a las que hemos llegado en consideración.
permiten dar cuenta de la variedad
y del carácter, casi siempre heterogé- La lectura y la captación
neo, de las prácticas interaccionales
observables en los terrenos más di- Con mucha frecuencia, miramos el
versos, incluida la construcción del mundo como si se tratase de una su-
objeto de conocimiento de nuestras perficie cubierta de signos que hemos
disciplinas con pretensión científica aprendido a leer. La comprensión de
(Landowski 2006). Sin embargo, para aquello con lo que nos enfrentamos
reformular la cuestión del “sentido pasa entonces por el desciframiento
de la vida” y para que estas reflexio- de formas manifiestas que, verbales o
nes desemboquen en la producción de no verbales, constituyen el equivalen-
instrumentos de análisis, no basta con te de otros tantos textos que supone-
repensar de esta manera las formas mos que “quieren decir algo” o, según
del “pequeño espectáculo” que inter- la fórmula adoptada más arriba, que
pretamos para constituir el universo “tienen significación”. Pero podemos
medioambiental que nos rodea en un no mirar el mundo como una red de
mundo significante, para extraer de él signos que hay que descifrar. Ante
los principios implícitos que contie- nosotros, no hay nada que descifrar,
ne y para ampliar las fronteras de la nada que leer, ningún texto. Y paradó-
narratividad. Habría que reexaminar jicamente, hay ahí ya, de todos modos,
también el estatuto, las formas y el rol sentido y valor. Y es que, a falta de
de la figuratividad y más aún la manera buscar por todas partes, un poco ob-
de concebir su articulación con el com- sesivamente, las marcas de discursos
ponente narrativo. inteligibles que nos serían dirigidas
(intencionalmente o no), nos atreve-
mos algunas veces a sentir el placer, y
Formas de estar en el mundo al mismo tiempo tal vez el riesgo, de
apartar nuestras prevenciones y de
Según las circunstancias, en función dejarnos impregnar sin reservas por
de los contextos, del tipo de objetos las cualidades sensibles inherentes a
que se presenten y de la naturaleza de los seres y a las cosas mismas, cuya
las relaciones que tratemos de estable- presencia nos rodea. El régimen de la
cer con lo que nos rodea, oscilamos, lectura del mundo queda ahora despla-
en la vida misma, entre dos maneras zado por el régimen de la captación de
muy diferentes de mirar el mundo y un mundo vivido en cuanto que “hace
de hacerlo significar. En el marco de sentido”.

144 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

Es cierto que con frecuencia pode- supuestamente ya constituidas, y que


mos tener el sentimiento de que exis- tenemos que descubrir. Por enigmáti-
te una concordancia entre esas dos co que pueda parecer a primera vista,
modalidades de la mirada o, más ge- tal texto se presume descifrable por
neralmente, entre esos regímenes de definición. Basta con encontrar la cla-
significancia. Así, en una conversa- ve. Toda lectura, en esas condiciones,
ción, mientras que el tono de nuestro equivale a una decodificación, y, en
interlocutor parece corresponder al ese sentido, depende esencialmente
contenido de lo que nos está diciendo, de una hermenéutica, o incluso de una
nosotros no tenemos ninguna razón semiología, cuando las reglas de codi-
para disociar la captación de la lectura ficación están suficientemente estabi-
–lo estésico de lo cognitivo–, puesto que lizadas y formalizadas (por ejemplo,
precisamente los efectos de sentido gracias a algún sistema semisimbóli-
que sus inflexiones de voz nos permi- co») (Floch 1986: 26-27 y ss.).
ten captar a través del modo impresivo Por oposición, un proceso inde-
se encuentran validados por su con- finidamente abierto (y propiamente
formidad con lo que nos parece ser la semiótico) preside la emergencia del
significación articulada e intencional sentido en la experiencia que constitu-
de sus palabras. La distinción no deja ye la captación. Ese efecto de apertura
de ser pertinente en principio, y útil en reside en que, aquí, el sujeto se implica
la práctica desde el momento en que directamente en su relación con el ob-
deja de haber concordancia. Pero, so- jeto: en el mismo momento en que esa
bre todo, vale más en otro plano, de relación se establece y lo pone a prue-
orden metasemiótico, donde se plan- ba por la manera como se articula con
tea la cuestión de las implicaciones él, el sujeto vive su propia presencia
“existenciales” que abre la alternativa ante el objeto en cuanto que hace sen-
entre esos dos regímenes. tido. De eso resulta que, a diferencia
Por un lado, para hacerse uno lec- de la “significación”, que no aparece
tor y para mirar el mundo a la manera más que al término de un trabajo de
de un texto, es preciso que el sujeto se desciframiento, el “sentido” constitu-
separe de lo que ve, lo objetive, lo ob- ye más bien un punto de partida: cap-
serve como una realidad en sí misma tado en el instante, es él y no el texto
significante, interpretable, potencial- el que crea enigma para el sujeto. Es
mente inteligible, incluso si no deve- él el que el sujeto tiene que esforzarse
la de entrada su significación. Visto en comprender, a no ser que, dado el
desde esa perspectiva, un texto, o todo caso, opte por recategorizarlo en los
objeto considerado como tal, es un ob- términos de algún esquema de signi-
jeto autónomo, mantenido a distancia, ficación –de alguna narración– más
que sirve de soporte a significaciones o menos convencional. A ese sentido

Contratexto n.o 20, 2012 145


Eric Landowski

que el sujeto acaba de captar ¿qué sen- puede tener lugar de texto, dicho de
tido –o qué significación– se le puede otro modo, puede ser mirado como
atribuir? El enigma del texto-objeto, o portador de significaciones; y que, in-
sea, la cuestión de su significación era, versamente, para aquel que se coloca
por naturaleza y en principio, resuelto bajo el régimen de la captación, todo
por la lectura; en cambio, la cuestión objeto, incluso un texto, puede ser mi-
del sentido –del “sentido vivido” en la rado como algo que hace sentido más
experiencia– no tiene solución de ese allá de aquello que significa en térmi-
género, puesto que el sentido que nace nos lingüísticos o narrativos. Pero en-
entonces es el que surge de la relación tonces, ¿cómo significa? Simplemente
misma que se establece hic et nunc en- (si se puede decir) a través del modo
tre el sujeto y su objeto: por esa razón, estésico, o, si este término corre el ries-
el enigma que plantea al que de él hace go de crear problema, por medio del
la experiencia no tiene fin.5 modo “figurativo”.
Al oponer la lectura de las signifi-
caciones (que dependen de la narra- Formas de la figuratividad
ción) a la captación de las cualidades
sensibles (que hacen sentido en la ex- En la arquitectura de la teoría semió-
periencia), no queremos sugerir que tica, la “figuratividad” se define, como
el primero de esos regímenes no con- se sabe, en relación con la “narrativi-
cerniría más que a nuestras relaciones dad”: esos son dos conceptos genéri-
con los textos (en cuanto objetos legi- cos que remiten, el primero –la figura-
bles por naturaleza), o más general- tividad– al componente semántico del
mente, a lo verbal (concebido como lo discurso, el segundo –la narratividad–
inteligible por excelencia), por oposi- al componente sintáctico. En cambio,
ción al segundo, que tendría el rasgo cuando el término “figuratividad” se
específico de lo no-verbal (asimilado utiliza como instrumento de análisis
de frente a lo sensible). Cada uno de de un discurso particular, la noción
esos regímenes se define por la natu- de figuratividad adquiere un carác-
raleza de la mirada que echa sobre el ter más técnico. La palabra designa
mundo y no por una clase particular entonces un conjunto de formas dis-
de objetos a los cuales se aplicaría ex- cursivas con valor icónico que repre-
clusivamente. Lo cual quiere decir que sentan los objetos del mundo, o con
para un sujeto que se coloca bajo el ré- valor indicial, encargadas de señalar
gimen de la lectura, cualquier objeto inferencialmente su presencia: esa es

5 A título de ejemplo de esas dos posturas, analizadas, respectivamente, a partir de un texto


de Lévi-Strauss y de una página de Proust (Landowski 2004: 294-303).

146 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

la figuratividad stricto sensu, también raria, el tratamiento de lo “figurativo”


reconocida como figuratividad de super- se ha reducido a la consideración de
ficie (b en el cuadro siguiente). Pero a la fórmula de tipo (b): uno se limita-
eso se añade una tercera acepción del ba a reconocer en la superficie de los
término, porque al lado de la figurati- discursos figuras actoriales, espaciales
vidad de superficie, hemos tenido que o temporales más o menos codificadas
reconocer una figuratividad profunda (c por el uso, que se consideraban como
en el cuadro siguiente), cuyos efectos las encargadas de proporcionar el “ro-
de sentido dependen de la estesis y paje discursivo” a los dispositivos más
se basan en la organización rítmica y abstractos organizados por la sintaxis
plástica (por ejemplo, cromática) de los narrativa. A ese principio obedece
elementos que componen la manifes- todo buen lector: atento al más mínimo
tación discursiva: índice susceptible de “querer decir”
Durante largo tiempo, tanto en se- algo, enlaza unos con otros los ele-
miótica visual como en semiótica lite- mentos de la manifestación discursiva

EL DISCURSO
COMO TOTALIDAD

Narratividad vs Figuratividad
(en sentido genérico)
(a)

Formas “figurativas”: vs Formas “plásticas”:

“figuratividad” vs “figuratividad”
stricto sensu lato sensu
de superficie profunda
(b) (c)

Contratexto n.o 20, 2012 147


Eric Landowski

–decorados, vestidos, fisonomías, ges- der descubrir las principales articula-


tos, etcétera– y, a partir de ellos, trata ciones del objeto” (Greimas 1984: 24).
de reconstruir la estructura actancial y Ese ruido de la narración es el que pro-
modal subyacente a las acciones y a las duce la figuratividad de superficie a la
pasiones, de donde el espectáculo del cual se atiene la lectura. Por oposición,
mundo, visto como narración, sacará las articulaciones principales –princi-
finalmente su significación. pales no en absoluto, sino porque dan
Al contrario, considerada según la acceso a lo que se puede considerar
fórmula (c), la figura impone la presen- como el sentido “profundo” del obje-
cia del sentido tal como emana de las to, como su sentido “mítico” o incluso
articulaciones plásticas inmanentes existencial– son las articulaciones que
al objeto sensorialmente percibido. organizan las formas plásticas consti-
Greimas habla a este propósito de una tutivas de la figuratividad profunda
“lengua otra”, de un “lenguaje segun- de la cual tenemos experiencia a través
do”, con cuya ayuda no solamente las de los procesos de la captación.6
obras –pictóricas, poéticas u otras– Dicho esto, nos queda aún por dar
sino también los objetos del mundo un último paso. No basta con tratar
natural nos “hablan de otra manera”: un poco formalmente de la figurativi-
de manera distinta a como lo hacen dad, en un capítulo aparte aunque eso
a través del filtro de las lenguas na- sea bastante usual. Si se quiere medir
turales y de las rejillas culturales que todo el alcance del rol que cumple en
hemos aprendido a aplicarles para la emergencia del sentido, es preci-
leerlos reconociendo en ellos “objetos so ponerla en relación con las formas
nombrables” (Greimas 1984: 12). Se que recubre el modelo presentado más
podría preguntar, sin embargo, si más arriba en lo concerniente a la narrativi-
que “segundo”, ese lenguaje plástico, dad, dado que allí se dan dos compo-
o en general, estésico, que no designa nentes indisociables de todo discurso.
nada y sin embargo nos habla por me- Por lo que respecta al componente fi-
dio del juego de las cualidades sensi- gurativo, acabamos de distinguir dos
bles que pone a trabajar, no es en reali- grandes regímenes de significancia: la
dad «primero». Eso es lo que Greimas lectura y la captación. La primera, de-
sugiere cuando observa que “la narra- finida como desciframiento de las sig-
ción no aparece, en toda su figurati- nificaciones vinculadas a lo figurativo
vidad desbordante, más que como el stricto sensu; la segunda, como proce-
‘ruido’ que hay que superar para po- dimiento que hace surgir el sentido

6 Sobre la idea de una jerarquía entre regímenes de sentido y sobre el privilegio que se pue-
de otorgar a la captación con relación a la lectura, confróntese Cl. Lévi-Strauss (1955: 121)
y nuestro comentario en Passions sans nom (Landowski 2004: 180-182).

148 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

a partir de la figuratividad profunda mismo del orden de la programación:


(dicho de otro modo, a partir de lo es- ¿toda lectura, en efecto, no tiene por
tésico). Por lo demás, hemos construi- condición de posibilidad la regulari-
do un modelo narrativo ampliado, en dad del código que pone en marcha
el que se interdefinen cuatro regímenes para reconocer las significaciones del
de interacción (la programación, la ma- texto o, más ampliamente, del mundo
nipulación, el ajuste, el asentimiento). visto como superficie textual? Y leer,
Se trata ahora de considerar las rela- ¿no es acaso, por naturaleza, entrar
ciones entre esas dos configuraciones. en el juego de la persuasión y de la
Nuestro postulado consiste en afirmar interpretación, dicho de otra manera,
que se establecen correlaciones siste- en el juego de la manipulación? En los
máticas entre regímenes de significan- términos del Diccionario de Greimas/
cia y regímenes de interacción. Courtés, eso quiere decir que toda
lectura tiene, en el fondo por “progra-
Estilos existenciales ma de uso”, una programación y por
“programa de base” una manipula-
La primera de esas correlaciones con- ción (Greimas y Courtés 1982, entra-
siste en que el desciframiento de las da: <<Programa narrativo>>, 4, 5, 6,
significaciones a través de la lectura 7.). La afinidad que ponemos de relie-
del mundo –de sus figuras de super- ve entre esos dos regímenes, entre una
ficie– corre paralelo, en el plano de la manera determinada de interpretar el
interacción, con comportamientos que mundo y una manera correspondien-
pertenecen a uno u otro de los dos te de actuar en él, es, pues, de orden
principios en los que la teoría semióti- propiamente estructural. Y podríamos
ca estándar basa el resorte gramatical mostrar que una relación del mismo
de toda narración: ya sea el principio orden asocia la captación al otro par de
de intencionalidad que funda la sin- regímenes de interacción, a saber, el
taxis de la manipulación, ya sea el prin- ajuste y el asentimiento. Pero nos limi-
cipio de regularidad que presupone taremos a dos ilustraciones.
toda programación, o, por último, una Un perfecto ejemplo de la primera
combinación de los dos. correlación se encuentra en Stendhal,
Esa correlación no la establecemos con el personaje de Julien Sorel.7 Leer-
inspirados por cualquier visión a prio- programar-manipular, o mejor, leer a
ri; ni es tampoco fruto del azar. En- fin de poder programar o manipular,
cuentra su razón de ser en el hecho de tal es la combinación de modos ope-
que el proceso de la lectura es por sí rativos que le vemos adoptar en toda

7 Personaje central de Rojo y negro [N. del T.].

Contratexto n.o 20, 2012 149


Eric Landowski

circunstancia, ya sea para analizar sus lo, si no de rebajarlo, al rango de una


relaciones con otros, para rectificar sus simple vivencia de la narración.
decisiones o, de manera general, para El caso diametralmente opuesto
orientar sus comportamientos. En to- nos lo proporciona un personaje de
dos los dominios –mundano, amoro- Dostoievski, M. Goliadkin, en El do-
so, político– Julien es a la vez, en el ble. Incapaz de dominar los códigos
plano de la significancia, un lector, y del medio en el que se desenvuelve,
en el plano de la acción, un intrigante, no logra descifrar ninguna significa-
programado para manipular. Y lo que es ción de las intrigas que se traman en
más, el programa de vida que lo guía torno de él: es un lenguaje que él no
está a su vez sacado de una lectura (el sabe “leer”. En cambio, apenas entra
Memorial de Sainte-Hélène), de suerte en contacto con otro, proliferan a sus
que todo su recorrido existencial pro- ojos, en el modo de la captación, una
cede explícitamente de una narración multitud de efectos de sentido dramá-
primera que le sirve de norma: para él, ticamente enigmáticos, que proceden
la narración prefigura la vida y sustitu- o bien del principio de sensibilidad o
ye a la experiencia. Aventuramos esta bien del principio de la suerte. Es de-
pequeña impertinencia: en todo eso, cir, que en su relación con las formas
en ese empeño por dominar el mundo de la figuratividad, M. Goliadkin es
aplicándole, cueste lo que cueste, los típicamente un no-lector; sensible has-
procedimientos mismos que formali- ta el exceso a las cualidades plásticas
zan los esquemas canónicos de la dé- de las manifestaciones con las que tie-
cada de 1970 y los llamados “patémi- ne algo que ver, no percibe su entor-
cos”, derivados de ellos, ¿Julien Sorel no sino como un sueño, o más exac-
no sería una encarnación anticipada tamente como una pesadilla. Y en la
del perfecto Semiótico Estándar? Sea interacción, es decir, en términos de
lo que fuere, así como nosotros hemos narratividad, es exactamente lo con-
admitido la posibilidad de un “dis- trario de un manipulador programa-
curso de la experiencia” distinto de la do: se comporta (a su manera, o sea,
“vivencia de la experiencia”, aunque con extrema torpeza) como una suer-
con poder de elevarse a su altura y de te de danzarín, en el sentido en que
tomarlo semióticamente a su cargo, todas su mociones no son jamás sino
vemos que hace falta admitir ahora, reacciones inmediatas a los impulsos
además, que el discurso de la narración sensibles que vienen del otro, al cual
tiene, también, un poder en relación trata de ajustarse a cada instante (sin
con lo vivido: no el poder de exaltarlo lograrlo). A lo cual se añade el hecho
recreándolo, sino a la inversa, el de en- de que, como verdadero fatalista, está
marcarlo por adelantado en sus rejillas de antemano íntimamente resignado a
de clasificación, y con eso, de reducir- aceptar los golpes de la suerte que él

150 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

mismo anticipa al mismo tiempo que otro Julien Sorel– para que el régimen
niega, por así decirlo, mágicamente, “canónico” de la narración encuen-
su inminencia. tre también su lugar en la novela de
La simetría entre los dos personajes Dostoievski.
es casi perfecta. El héroe de Stendhal es Tales conexiones entre regímenes
tan refractario a los datos estésicos de de sentido y regímenes de interacción
la experiencia como el de Dostoievski implican que a cierto nivel de profun-
es ciego a los signos convencionales didad, tenemos que ver con disposi-
de la narración. Si la impermeabilidad tivos de carácter más general que los
de Julien a los reclamos de lo sensible subsumen. Dichos dispositivos, deter-
hace de él (como el narrador lo subra- minando al mismo tiempo la manera
ya en varios pasajes) un “tonto”, la preferencial como un sujeto es llevado
ceguera de Goliadkin frente a las sig- a hacer significar las realidades que
nificaciones más elementales del texto lo rodean, y la manera según la cual
social hace de él un idiota, un ridículo, tiende a interactuar con esas mismas
un marginal y muy pronto un psicó- realidades, traducen la manera, pro-
pata destinado al asilo. Mientras que piamente existencial, de estar en el
uno, como observador distante de su mundo a la cual tiende la identidad de
entorno, tanto más lúcido cuanto más los personajes en cuestión, y sin duda
desligado está de sí mismo, planifica también –con todas las variantes, ma-
fríamente sus acciones anticipando tices y complejidades imaginables– la
las reacciones del otro; el otro, como de cada uno de nosotros. En términos
en una sucesión de alucinaciones, se muy generales, mientras que algunos
encuentra bamboleado por una serie viven la vida al modo de la experiencia, es
de accidentes estésicos imprevisibles, decir, de la captación y del ajuste-asen-
cuya irrupción le impide toda estrate- timiento, otros parece que la conciben
gia eficaz. Y finalmente, así como ha- e incluso que la viven como una narra-
brá que esperar hasta los últimos ca- ción, en cuyo caso, el mundo se presen-
pítulos de la novela de Stendhal para ta a sus ojos como un universo a la vez
que Julien vislumbre lo que hubiera legible, ya que está cubierto de figuras
podido ser la experiencia del senti- nominables e inteligibles, y controla-
do, de igual manera, es preciso que ble, es decir, poblado de copartícipes o
M. Goliadkin tenga su doble –un “M. de adversarios manipulables y de obje-
Goliadkin número dos”, manipulador tos destinados por naturaleza a confor-
astuto, que podríamos tomar casi por marse a sus programas.8

8 Sobre la “filosofía” propia de cada una de esas “constelaciones” (término de G.


Simmel), una, vista como esfera de la aventura, la otra, como esfera de la prudencia;
confróntese Interacciones arriesgadas (Landowski 2009b: 88).

Contratexto n.o 20, 2012 151


Eric Landowski

Conclusión Pero esas distinciones tienen tam-


bién un alcance más general. Toman-
Cada una de las configuraciones se- do en cuenta todo lo que precede, la
mióticas de las que nos hemos ocupa- “narración” es en el fondo el conjunto
do recubre, por consiguiente, a la vez, de los discursos que fijan la identidad,
desde el punto de vista de la teoría ge- la regularidad, la necesidad y la racio-
neral del sentido, algunos modos de- nalidad de todo lo que existe. Se trata
terminados de tratamiento de la figu- de un discurso de la aserción: discurso
ratividad, y desde el punto de la teoría de lo inteligible, el cual, ante la expe-
de la acción, algunas formas precisas riencia incierta de lo real, permite fijar
de la narratividad, y el conjunto per- significaciones reconocibles, legibles,
mite dar cuenta de la diferenciación porque se supone de antemano que se
de los tipos de actitudes y de prácticas hallan instaladas en la forma manifies-
que cada individuo (y, por extensión, ta de lo que es. A la inversa, la expe-
cada cultura) tiende a privilegiar fren- riencia es interrogación sobre el sentido
te a la cuestión del sentido de la vida. de los efectos del sentido que surgen
Lo cual quiere decir que tratar de la de lo que adviene al sujeto, sea des-
experiencia no obliga de ningún modo de fuera en forma de figuras estésicas
–como tampoco lo hace descifrar la que lo impresionan, lo conmueven, lo
narración– a salir del campo concep- afectan, sea desde dentro de sí mismo
tual en el que las nociones de figurati- en forma de impulsos que provienen
vidad y de narratividad encuentran su de la dinámica del cuerpo propio y
pertinencia. Simplemente, así como la tal vez también –sobre todo si se opta
figuratividad de superficie, privilegia- por incluir el sueño en el campo de la
da por el discurso de la narración, di- experiencia-que-hace-sentido– de fi-
fiere de la figuratividad profunda que guras fantasmadas que traducen las
vemos principalmente operando en el pulsiones del “inconsciente”. El sujeto
ámbito de la experiencia, del mismo puede dejarse llevar por esas fluctua-
modo los modelos de narratividad de ciones, o al contrario, esforzarse por
tipo programático y manipulador que dominarlas, tratando de reducirlas a
dominan la narración difieren entre sí, esquemas tomados del universo de la
en forma de ajustes y de asentimien- narración. Pero puede también tratar
tos, con los que articulan fundamen- de decirlas por medio de la producción
talmente la experiencia. Una vez re- de un discurso de la experiencia, capaz
conocidas, explicitadas y conceptuali- de recuperar reflexivamente y de resti-
zadas esas diferencias, el campo exis- tuir para sí mismo y, dado el caso, para
tencial en el que intervienen se abre a otros aquello que antes ha hecho senti-
nuestros análisis. do en la vivencia de la experiencia, es

152 Contratexto n.o 20, 2012


¿Habría que rehacer la semiótica?

decir, en la captación inicial. Porque si, F ntanille, J. y Cl. Zilberberg (1998).


como hemos dicho, la experiencia no Tension et signification. Lieja:
es narrable, no por eso es, en principio, Mardaga. [En español: Tensión y
menos decible, por medio de formas de significación. Lima: Universidad de
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fenomenológicas, y hasta algún día, en Landowski, Eric et al. Lire
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de la experiencia, sea como vivencia o 58. También en La parole li éraire.
como discurso y para tratar de ponerla París: PUF, 1997. [En español: “El
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das o no, tenemos ahí configuraciones Facultad de Comunicación, 2011].
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