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Carlos Cullen
88 ESPACIOS
–que es un horizonte negro–, esa
pre-patria donde quedó enterrada
nuestra verdad, y que cierto reno-
vado afán de pulcritud nos impide
escarbar” (Kusch, IV: 25). Es desde
este descenso, verdadera hybrys
o robo prometeico del fuego del
logos hegemónico, desde donde
puede emerger la transfiguración,
es decir, un pensamiento creador.
Lo que ocurre es que este
“subsuelo”, esta pre-patria, esta tras-
tienda, este corpus real, no es otro
que el de la América Profunda, ese
cuerpo del Inkarri, desgarrado y se-
parado de su cabeza, que –enterra-
do en el fondo de América– crece
continuamente, buscando integrar
su fragmentación. En ese corpus
real confluyen “indios, porteños y volcar lo desfavorable en favorable
dioses”; se trata del pensamiento y, de una vez por todas, fundar
implícito de América, que no es una nación, que no podrá ser tal
otro que el pensamiento indígena sino equilibrando o reintegrando,
y popular, donde habita la reserva desde esta América Profunda,
de sentido, donde se da el qué, la telúrica, vegetal, demoníaca,
cosa, el asunto que hay que pensar, popular en definitiva, el equilibrio
y, entonces, sí pensaremos danzan- de lo humano, en una civilización
do, siguiendo el ritmo de conjunto que ha olvidado que el hombre es
y sin estorbarnos los pies. “mitad cosas y mitad dioses”, que
Por eso filosofar es meternos, es conjunción de opuestos, que,
de alguna manera, a danzar, como la pareja, está para el fruto y
despojándonos de los miedos (al que, desde la indigencia, espera la
ridículo, en definitiva) que nos quinta creación.
traban los pies, descendiendo al
infierno hediento y tenebroso del La condición reconocer
subsuelo patrio, de la América el miedo original
Profunda, dejándonos “meramente Meternos en la danza propia
estar” en el “codo a codo con la co- implica “cometer el ridículo” de dar
munidad, es decir, con el pueblo”, pasos inadecuados, precisamente
y entonces sí, desde ese magma porque nos animamos a reconocer
primario se puede intentar, lúdica- “ese miedo original que el hombre
mente, acertar con el fundamento, creyó dejar atrás después de crear
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para adentro?” (Kusch, II: 27). En es, muchas veces, el no ser solo
algún sentido, comienza la danza. europeos. El hedor nos molesta.
Es que este miedo supone algo “Por eso somos los libertinos de
así como suprimir, no solo la tesis la limpieza, y creamos pomposa-
“natural” del mundo, sino tam- mente la libertad, la sociedad, la
bién la ilusión de una “reducción cultura y la ciencia, para borrar el
trascendental”. Y esta epojé no es la miedo a ser hedientos. Y nuestro
angustia ante la “nada del mundo”, hedor está en creer solamente en
sino saber que estamos, meramen- nuestro mero estar aquí, que es
te estamos, no más. el ciclo del pan, la paz y el amor,
Se trata, entonces, de la como lo piensan los parias, que
supresión del miedo a pensar, es lo mismo que ese mero estar
para pensar desde el miedo que hediento indígena. Nuestros
nos constituye. En este sentido, padres de la patria quisieron hacer
es especialmente significativa la un mundo libre en que se juegan,
contraposición entre pulcritud
y hedor, con que se introduce
América Profunda, y que tan No nos animamos a danzar porque tenemos
marcadamente evoca esas otras
distinciones: las cosas físicas y las
miedo de que así perdamos nuestro “ser alguien”
cosas técnicas, la cosa pensante
y la cosa extensa. En realidad,
esta distinción de lo pulcro y lo y no seamos nada (...).
hediento hace al modo como
queremos disimular y conjurar el
miedo original que nos produce por ejemplo, las verdades inesta-
la existencia (es lo que esperamos bles de la bolsa de comercio, pero
del “ser parmenídeo” o del “cogito henos aquí que descubrimos la
cartesiano”). Kusch lo llama de di- vocación por las verdades estables
versas maneras: vivir en el patio de de los miserables. Quizás de ahí se
los objetos, de las esencias, del ser explique nuestro juego oficial, el
alguien, de la historia. En el fondo esmero mestizo por la apariencia,
nos da vergüenza tener miedo, las buenas maneras, la perfecta
es decir, ser hombres. Y por eso, constitución, el gran arte o las
lavamos el cuello de nuestras ca- pomposas bibliografías, cuando en
misas. Por eso, Kusch nos propone verdad nos estamos revolviendo
pensar “al modo antiguo”, es decir, en el banco de la plaza, cautivos
sondeando vivencias inconfesadas, en esa vivencia primitiva de estar
por ejemplo: el resentimiento, que aquí, pidiendo el sueldo para tener
si en los europeos (y aquí está la pan, o el prostíbulo para resolver el
fecundidad de su filosofía) es el no amor, o la policía para tener paz…”
ser más que europeos, en nosotros (Kusch, II: 214).
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