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Las ideas liebres
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LIBRARY UC. RIVERSIDE
JOSÉ BERGAMÍN
AFORÍSTICA Y EPIGRAMÁTICA
1935-1981
NTTHORAYIM
UCA LIBRARY
EDICION AL 'CUIDADO/DE
NIGEL DENNIS
EDICIONES DESTINO
BARCELONA 1998
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medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros méto-
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AGRADECIMIENTO
Nagel Dennis
Université d'Ottawa, septiembre de 1995
University of St. Andrews, diciembre de 1997
IED
pa
JOSÉ BERGAMÍN, AFORISTA
[9]
No sería desatinado, tal vez, comenzar por ubicar en
este contexto general el gusto de José Bergamín por la
forma aforística, recordando, sobre todo, su importante
amistad con RAMÓN (a quien llama en cierta ocasión su
«maestro aforístico»), aunque respetando la distancia
que suele separar el aforismo bergaminiano de la
greguería ramoniana.
[ 1o ]
— precisión, rigor, depuración — de Juan Ramón
Jiménez, otro «maestro aforístico» de nuestro escritor.
(Recordemos, si bien entre paréntesis, la atención que
prestó el poeta a la publicación de El cohete y la estrella,
uno de los primeros volúmenes esmerados que saca en
su muy selecta «Biblioteca de Índice».) Huelga decir
que se trata de ideales compartidos por todos los
compañeros de generación de Bergamín, que escriben,
todos ellos, como ha dicho Rafael Alberti, «a la clara
sombra» de Jiménez.
Así es que al imperativo «Ningún día sin romper un
papel» del poeta de Moguer corresponde, por ejemplo,
el diálogo aforístico siguiente, incluido entre las
«Mínimas estéticas» de 1928, de Gerardo Diego:
[11]
axiomáticas, que no pueden demostrarse científicamen-
te — o sea, discursivamente — por medio de una labo-
riosa acumulación de argumentos. Como ya decía
Pascal: «Il faut d'un coup voir la chose d'un seul regard
et non par progres de raisonnement». Es decir, que hay
ciertas cosas que son así, y toda la argumentación
habida y por haber no servirá para explicarlas o
justificarlas. Incluso el intento mismo de aclararlas
metódicamente desemboca en una tergiversación de su
esencia, alejándonos de su centro inamovible y definiti-
vo. Como dice Bergamín en un aforismo revelador en
La cabeza a pájaros. «El manantial piensa, el arroyo
discurre. Pensar no es discurrir: discurrir es huir del
pensamiento».
Para no huir de su propio pensamiento, Bergamín
opta forzosamente por la expresión contundente del
aforismo. Lo que ha sucedido antes y después del
pensar mismo tiene, en el fondo, poca importancia; lo
que cuenta es el momento mismo — la forma misma —
de su aparición de ese misterioso manantial. Cambian-
do de registro, y recurriendo de nuevo al propio
Bergamín — esta vez a su Arte de birlibirloque — podría
decirse que el pensamiento, como el toro, «concentra
toda su fuerza en la cornada».
[12]
cios, tras las huellas fugaces del pensamiento. En este
sentido, las únicas fronteras o límites que tiene el
aforismo son los que le impone la curiosidad o resisten-
cia del propio lector. En términos becquerianos, el
aforismo «adquiere las proporciones de la imaginación
que impresiona».
Ayuda poco, por consiguiente, insistir en la breve-
dad del aforismo. Sería algo así como decir que la
música no es más que la duración del sonido, cuando
sabemos que los silencios que separan las notas — como
los silencios y espacios en blanco que separan los
aforismos en la página — son a veces igualmente
expresivos. No hay más remedio que recurrir a la
analogía propuesta por Bergamín: «Hay silencios
musicales en Bach que tienen mil metros de profundi-
dad como el agua inmóvil de los frords de Noruega. Y
están rodeados también de enormes montañas resona-
doras del silencio».
[3]
la cual el sentimiento no es más (ni menos) que «el
pensamiento en moción o conmoción».
Esta idea, por muy discutible que sea, puede propor-
cionar un punto de accesoa la obra de Bergamín que,
debido a su enorme variedad, puede resultar muy difícil
de ver en su totalidad. Si pensamos en los vínculos
conceptuales e incluso en las semejanzas formales entre
ciertos aforismos y ciertas obras dramáticas como Tres
escenas en ángulo recto — por sólo citar el ejemplo más
notorio — no sorprende constatar que Bergamín califica
de «aforístico» a su propio teatro y que algún comenta-
rista clarividente ha percibido en sus piezas dramáticas
una «teatralización del aforismo».
Si corremos con esta idea un poco más, puede
resultar aplicable a la obra poética de nuestro autor.
Fue Ramón Gaya, creo, quien señaló por primera vez,
con su perspicacia habitual, el parentesco íntimo entre
los aforismos de Bergamín y su poesía, sugiriendo que
los textos de El cohete y la estrella se caracterizan por una
«indecisa forma de versificación» y que, en el fondo, la
colección entera puede leerse como un «disimulado
libro de versos». Recordemos que el propósito de
Ramón Gaya — algo distinto del mío — era llamar la
atención sobre el impulso lírico de origen que, a su
parecer, determina toda la escritura de Bergamín.
Ramón Gaya da a entender que ese impulso esencial,
originario, no hace más que asumir distintas formas
externas, según las circunstancias, y que no hay que
darles demasiada importancia. (Algo parecido podría
decirse, quizá, de la obra de Ramón Gaya: el óleo, la
acuarela, el pastel, el gouache, el dibujo a lápiz, y hasta
la escritura misma, no son sino manifestaciones exter-
nas, casi ... accidentales, del mismo fatal e ineludible
instinto creador.)
Es más. Incluso si adoptamos una postura literal o
mecánica frente a estas cuestiones de forma, veremos
que los vínculos que unen aforismo y poema son a
[14]
veces sorprendentes. Hay aforismos de La cabeza a
pájaros, por ejemplo, que vuelven a surgir, mínimamen-
te retocados, en Duendecitos y coplas (1963), su segundo
libro de versos. Si antes Bergamín ha dicho «Más sabe
el Diablo por viejo que por Diablo. Lo mismo da.
Porque cuando empezó a ser Diablo empezó a saber:
y empezó a envejecer», ahora dice:
[15]
creo, sobre un aspecto fundamental de su escritura
aforística.
Siempre ágil e inquieto, Bergamín es, quizá ante
todo, un escritor de ideas. Tropieza con ellas constan-
temente — incluso en los lugares más inesperados — y se
divierte un rato con ellas, no con el propósito de
cazarlas — y llevarlas a casa para exponerlas como
trofeos muertos — sino para liberarlas y dejarlas correr,
para asombro de algunos y escándalo de no pocos. En
este sentido, podría decirse que Bergamín es un libre
pensador (o pensador libre), un hombre de ideas libres
o, como diría él, de ideas liebres. De ahí, la significación
particular de uno de los primeros aforismos de este
libro: «Hay que correr las ideas como las liebres: no
para cogerlas, sino para verlas correr. Y no seguirlas —
perseguirlas — demasiado, para no acabarlas». En
general, el aforismo bergaminiano quizá no sea más
que una breve cárcel de idea: estela luminosa del
pensamiento que huye o huella del libre vuelo de las
ideas.
Si hay una buena dosis de generosidad en la postura
de Bergamín frente a las ideas que va encontrando en
su camino, hay también, como sugiere el propio
escritor, un elemento de pereza, es decir, una desgana
por seguir y perseguir las ideas sistemáticamente hasta
agotarlas, exprimiéndoles su vitalidad. «Una idea que
se tiene, que se detiene y retiene», dice al comienzo del
presente libro, «es una idea muerta: putrefacta o
embalsamada: un cadáver leporino de idea». Deseoso
de respetar la libertad intrínseca de las ideas, Bergamín
prefiere no registrar más que su paso veloz, haciendo
el papel no de cazador receloso sino de observador
desinteresado. Pero ¿cómo conciliar esta actitud con la
realidad de su vasta obra ensayística?
Es evidente para cualquier lector atento de textos
como La decadencia del analfabetismo o El pensamiento
hermético de las artes—por sólo citar un par de ejemplos
[16]
muy conocidos de la época de pre-guerra — que Berga-
mín es capaz de explorar una idea a fondo, dándole
vueltas infinitas, cultivando una prosa densa y exube-
rante, frondosa y laberíntica; pero es igualmente
evidente que la esencia o quintaesencia de los argu-
mentos de los ensayos citados se encuentra condensada
en una sola afirmación aforística: «Bienaventurados los
que no saben leer ni escribir porque ellos serán llama-
dos analfabetos» y «La poesía es hermética como el
dios griego: reciennacida inmortal». Lo mismo podría
decirse de un libro entero como Mangas y capirotes
(1933), cuyo razonamiento esencial se resume en la
elegante formulación siguiente: «El cuerpo desnudo
que ante el griego era una respuesta, ante el cristiano
era una interrogación».
Lo que ha hecho Bergamín en estos ensayos es
glosar largamente, mediante un esfuerzo consciente de
desarrollo discursivo, las ideas quintaesenciales que
expresan los aforismos. La glosa en sí se convierte ya
en otra cosa, en otro texto autónomo, cuyo valor e
interés radica más bien en su propia retórica ingeniosa,
sutilmente orquestrada. Recordemos, por otra parte,
que esos mismos aforismos citados se reproducen
independientemente, sin modificación alguna, en La
cabeza a pájaros, libro que, bajo esta óptica, puede leerse
como una especie de fuente caudalosa de ideas suscep-
tibles de desarrollarse en forma de largos ensayos
discursivos. Si Bergamín no las metamorfosea todas de
esta manera es, de hecho, por pereza: por no tener el
tiempo o la energía o las ganas de utilizarlas como
punto de partida para una meditación larga y detenida
sobre los múltiples temas que plantean. Prefiere dejar-
las intactas o trazar cariñosamente su perfil y verlas
correr libremente.
Recordemos en fin — como ya ha hecho algún lector
atento de los escritos de Bergamín — lo que decía
Nietzsche en el prólogo de La genealogía de la moral:
[17]
«Un aforismo, si está bien acuñado y fundido, no
queda ya «descifrado» por el hecho de leerlo; antes
bien, entonces es cuando debe comenzar su interpreta-
ción y para realizarla se necesita un arte de la misma».
Será el propio Nietzsche quien sienta las bases de este
nuevo proceder (auto)interpretativo, redactando todo
un tratado de La genealogía de la moral — el tercero,
titulado «¿Qué significan los ideales ascéticos?» —
sobre un escueto aforismo de Así habló Zaratustra. Ya se
ha hecho la cuenta: más de setenta páginas para
explicar diecisiete palabras.
[18]
NOTA SOBRE ESTA EDICIÓN
[19]
señala en un comentario temprano, se trata de «juicios
derivados más bien del apasionamiento sectario y de
camarilla que domina en el mundo literario madrileño,
que de la reflexión imparcial». No extraña, pues, que
en las sucesivas ediciones del libro, Bergamín cuidara
de suprimir los aforismos de índole excesivamente
circunstancial.
[20]
cambio, he decidido guardar otros — dedicados a la
pintura muralista mejicana, por ejemplo — que, a pesar
de ser fruto de un contexto histórico bien determinado,
todavía brillan con una luz actual y no plantean
problema alguno, a mi parecer, para el «curioso lector»
de hoy.
[21]
«Aforística de ideas liebres». En Guillermo de Torre, E.
Salazar Chapela y Miguel Pérez Ferrero, eds. Almana-
que literario (Madrid: Plutarco, 1935), págs. 16263.
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MIGUEL PEREZ FERRERO
E. SALAZAR Y CHAPELA
[22]
«Las horas muertas. (Aforística y epigramática)». Hoy,
núm. 225 (14 de junio de 1941), págs. 28-29.
[23]
SENS
E
AFORÍSTICA
DE IDEAS LIEBRES
PR TE
[25]
(«TENÍA muy mala idea». Todas las ideas son
malas, muy malas, cuando se tienen; porque se
detienen — y retienen — en vez de dejarlas correr.
[26]
rectamente, como un torpedo, rompe las cabezas
de los demás.
[ 27 ]
EL RABO ARDIENDO
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([«¿ARTE proletario?» .
«¿Dónde, cómo, cuándo y por qué?»
[ 29 ]
(DjjO LA BANDEROLA al espanta-pájaros: yo
tampoco sirvo para espantar a los pájaros.
Y el espanta-pájaros le contestó: pero yo siquiera
les divierto.
Una bandera vieja puede parecer un espanta-
pájaros nuevo.
[30]
caldero, el escandaloso escozor de la burla. Por eso
precipita en el tiempo oscuro la impetuosa ansie-
dad huidera de sí misma. Asirse de esa quemazón
fugitiva — del rabo y no del clavo ardiente — es
dejarse precipitar, como el patinador asido a la
cola del caballo en la abierta sima de los de los
más profundos infiernos.
31]
Y es que el jorobadito se empeñó en hacer
talentudamente lo que Cervantes, que era sólo
cargado de espaldas, supo genialmente evitar:
encontrarse con Lope en el teatro para desbaratarle
sus quimeras. Cervantes, escurriendo el gusto,
encontró su desquite, su burladero birlibirlológico,
escribiendo el Quijote.
En el arte de birlibirloque teatral de Lope, como
en el del toreo de Pepe-Illo, los intrusos no le
fueron nunca por el lugar de su nacimiento. En el
toreo, Rodolfo Gaona, de México, fue un clásico
que aportó su genio inventivo, su elegancia y
dominio propios, enriquecido con su arte y su
figura, al más tradicional señorío andaluz de las
suertes, toreras. Y, en cambio, Juan Belmonte,
alarconiano de Triana, de Sevilla, fue un intruso
que nos vino toreramente a jorobar la gracia, el
dominio, el estilo, tradiciones de las suertes toreras
y de su señorío intelectual andaluz.
Brindo a suspicaces y a tontos, más o menos
nacionalistas, este desagravio o desquite. If you
please!
[32]
caminos en el aire la hace el juguete infantil del
viento.
[33]
trágico de lo que, en el hombre como en los
pueblos, transforma la conciencia en destino?
[34]
traque final que les haga explotar, vaciarse de
viento, estallar ruidosamente.
¡Quememos los Judas!
[35]
angustia, personificación totalizadora de su nega-
ción temporal, existencial, viva, nos ofrecería un
contraste chistosísimo. Pero no duradero. «¡Tan
corto me lo fiáis!»
[36]
LOS DEDOS HUÉSPEDES
tado
dodedes dodo dsdlsdio isis dis
[37]
(EL CORAZÓN CON SUS RAZONES se hace
también de las entrañas. ¿Como una forma o
superestructura del pensamiento?
[38]
(EL PENSAMIENTO ESENCIAL de Marx, que
certeramente señala Maritain como el gran trastor-
nador del mundo presente, ¿es el de reunir en una
sola cosa la acción y el pensamiento, superando
materialmente, dialécticamente, el idealismo hege-
liano? ¿Vacía este pensamiento a la inteligencia
reflexiva de su propio contenido aparente de
libertad? Recordemos aquella afirmación que el
propio Marx hizo de este modo: «la filosofía no
puede realizarse sin la liberación del proletariado:
pero el proletariado no puede libertarse sin la
realización de la filosofía». Ñ
[39]
farsante, esto es, todo lo contrario de un poeta. «Y
los poetas — como pensaba Shelley — son los
legisladores del mundo».
[40]
(Hay UN POSITIVISMO MARXISTA como un
positivismo católico que coinciden para combatirse
o para desentenderse mutuamente. Coinciden en el
determinismo histórico y en su consecuente aplica-
ción política: el oportunismo. Es decir, que coinci-
den precisamente en lo absolutamente anticatólico
y antimarxista.
[41]
libertad del pensamiento. La libertad del pensa-
miento es una tontería.
[42]
Mucho más que caracolillos son estas piedrecitas
astrales que llamamos los pensamientos de Pascal.
¿Como los de Lenin? ¿Fragmentos de estrellas
nunca vistas?
[43]
(PARA PASCAL el principio de la dialéctica no
radica como para San Pablo en la doble naturaleza
del hombre originada en la caída sino en la doble
naturaleza, humana y divina, de Cristo, generadora
de la redención.
[44]
(SI QUERÉIS POLARIZAR, por extremado, el
entendimiento de la dialéctica de la pasión cristia-
na con la de la razón marxista, simultanear la
lectura fragmentaria de los pensamientos cristianos
de Pascal con los ateos de Lenin.
[45]
(VIVIMOS RODEADOS de estatuas de sal que
vuelven sus ojos a lo pasado con la mirada fija en
un resplandor invisible.
[46]
LAS HORAS MUERTAS
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4
(EL INTERÉS es para los pitagóricos más hondo
y más alto que el amor: era la forma y expresión
[47]
suprema del amor, su razón única: la de estar, o
ser, siempre entre algo; en definitiva, entre el cielo
y la tierra o el infierno. Con el tiempo la palabra
interés se ha desvalorizado espiritualmente a fuerza
de no haberse valorizado más que en el comercio
de los hombres y de las cosas: monetariamente.
[48]
(EL SUICIDIO nunca es político. Pero en todo
suicidio hay una consecuencia que puede transfor-
marse en política al interpretarla de ese modo.
Porque en todo suicidio se verifica siempre una
traición. De alguien o de algo. De cosa o de
persona. ,
Ni el poeta de Los pies en el plato, ni Maya-
kowsky, se suicidaron por política, sino por poéti-
ca. Sus amigos lo saben. Y no se traicionaron más
que a sí mismos. El suicidio es siempre esa traición.
$
[49]
dos y otros para ser escuchados. De los primeros
nada tenemos que decir. Interesan a sus clientes, a
su público. De los segundos, sí. Pero este para qué,
como el otro por qué, preguntas indiscretas que se
hace el escritor a sí mismo, no eluden ni resuelven
la otra, el para quién, que, traducido en términos
nietzscheanos, dice: para todos y para nadie. Res-
puesta enigmática por verdadera, por paradójica,
pero no hace nada más, como dirían los taurófilos,
que cambiar de terreno al toro. Y ni siquiera
cambiarlo de suerte.
[50]
(«LA RELIGIÓN es poesía práctica», escribió
Novalis. El interés temporal del catolicismo, como
el de la poesía, es, naturalmente, un interés sobre-
natural; y poético. En este sentido la fe cristiana,
como la poesía, y por la poesía, vive en su propia
inspiración, y espiración: vive del aire,que respira.
Ni techo mi choza
ni techo la ajena
[51]
que techo la choza
de María Chucena.
[52]
([¿PUEDE DECIRSE que la mujer es menos egoís-
ta y, por consiguiente, más interesada que el hombre?
S
SS
mu. a A
LAS NUBES Y LAS SOMBRAS
[55]
serlo, exclusivamente sentimental, se ha querido
convertir en el símbolo de la incomprensión entre
intelectuales y comunistas. Error profundo. Pues su
invisible raicilla apenas si tiene relación alguna con
la inteligencia, con el intelecto. No fue André Gide
al comunismo, como no ha ido ningún intelectual,
sinceramente, por razón, sino por pasión: por amor
y por odio. Cuando él mismo lo confiesa, no
miente. En el intelectual que se decide por aceptar
o simpatizar con el comunismo — por ponerse en
su caso, por comprender su punto de vista — esta
decisión, si es verdadera (como lo era en André
Gide), responde a un sentimiento apasionado por
la verdad, por la justicia, respuesta que ofrece,
como un eco o resonancia clara, por la palabra, a
ese otro sentimiento oscuro de esa misma pasión
por la verdad, por la justicia, que se encarna en el
proletariado silenciosamente. Si el intelectual
burgués (aceptamos la nomenclatura para enten-
dernos) se hace comunista, su motivación obedece,
como la del obrero trabajador, sabiéndolo o no, a
una pasión y no a una razón; pasión enteramente
humana; y, naturalmente, por serlo, desentrañada
de su amor y su odio; o de su envidia, que de las
dos cosas se compone. El paso de ese estado
pasional y determinante de su acción misma, a ese
otro estado racional en que se expresa y verifica,
es, justamente, la irreligiosidad sustancial y sustan-
tiva del comunismo; su conversión en instrumento
humano de actuación transformadora del mundo y
de su conocimiento o reconocimiento para el
hombre.
[56]
(EL ESTAMPIDO de la dinamita despierta a los
dormidos. Los pistoletazos de pólvora sin bala del
domador, que, aparentemente, asustan a las fieras,
sólo son para asustar y despistar al público. Antes
a las fieras se las habían inyectado prudentemente
las drogas con que emborracharlas, envenenándo-
las y adormeciéndolas, para hacerlas inofensivas.
[57]
decir, silenciosamente sutiles y fugaces, las verda-
des eternas.
[58]
de tener que saltarse una sombra tan sutil de sí
mismos, la buscan a su alrededor, sin encontrarla,
pues no han conseguido siquiera verla proyectarse
en el suelo. A éstos habría que aconsejarles, amis-
tosamente, que si quieren saltarse sus sombras,
empiecen por mirar si realmente las tienen; si esas
sombras les siguen arrastrándoseles serpentinamen-
te por los suelos. Porque, a lo mejor, se les han
perdido, como al héroe del cuento de Chamisso.
[ 59 ]
LOS SENDEROS TRILLADOS
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ooo
[61]
el marcado acento de una barbarie más o menos
civilizada? El acento francés, a fuerza de no querer
tenerlo español, en la pintura de Rivera. El acento
alemán en la de Orozco.
[ 62 ]
(EL DIRECTOR DE ORQUESTA sin batuta es un
Próspero desilusionado de la música que se retira
de su magia, conformándose con la triste felicidad
doméstica de las más caseras melodías.
«Entre los pucheros anda el Señor» ... y la
Señora Música. ?
( «¿Eres cavernícula?»
«Soy catacúmbico».
[ 63]
(«ESA MÚSICA me parece tan mala» — me dijo
otro, que, a lo peor, también tenía razón — «que
resulta pintiparada para un magnífico ballet».
[ 64]
no, señor mío, es ésta la fuerza del sino?» — «No,
señor» — le respondía el otro — «esto no es el
destino, ésta no es más que una pícara casualidad».
[65]
(LA MÚSICA, como la mujer, según el verso de
Rubén Darío, «al torcer sus cabellos apagó el
Infierno». Cuando la música, como la mujer, se
soltó el pelo. Porque al cortárselo o recogérselo, lo
volvió a encender.
[66]
ese modo, silenciosamente, fugitiva y desconcerta-
da, con el mudo espanto aterrador de una cabeza
de Medusa.
[ 67 ]
(POR QUERER PINTAR con puro acento mexica-
no, renegando del español, Diego Rivera pintó con
acento francés de Gauguin, Cézanne, Manet ... o
sea, de los mejores resonadores franceses del
acento español en pintura: de Velázquez y Goya,
de Zuburán y el Greco. Huyendo de acentuar lo
español auténtico, la pintura de Rivera acentúa lo
español traducido — o traicionado.
(Ron,
¡hasta que suene el cañón!
¡Bien!
¡Y la ginebra también!
¡Que la ginebra y el ron
SOI
[68]
mor, no profético, Núñez de Arce o Ramos Ca-
rrión. (Cualquiera al paño: lo que no cabe duda es
que la música es de Gaztambide).
¡Pues es claro!
[ 69 |
(TAMBIÉN LA PINTURA hace ruido y puede oler
mal. Hay lienzos o paredes pintarrajeados que nos
echan para atrás apestosamente y otras que nos
ensordecen con sus descomunales vociferaciones
vacías.
[70]
MARIPOSAS MUERTAS
RRO O
[71]
(EL GALLO, luminosamente desdeñoso de cielos,
no separa nunca del suelo su mirada: el gallo que
se hizo cristiano por la pasión. La lechuza siguió
siendo mágica prodigiosa de pagana sabiduría. La
serpiente, aun cuando parece que no lo es, que es
también índica, egipcia o gitana, sigue empeñada
en ser judía: como el cervatillo y la paloma.
[72]
(EL PODER DE LAS TINIEBLAS radica en su
propia impotencia creadora, cuando basta un rayo
de luz para atravesarlas, matándolas, como una
espada: de «luz pitonicida», que dijo Lope, «alma
del mundo y de los hombres vida». ¿Por qué mata
la serpiente tenebrosa? y
[73]
(CLA IGNORANCIA se aprende. La inocencia se
olvida.
[74]
las nubes... o, sencillamente, en las tinieblas o en
la luz.
[75]
(CLAS NUBES se arrastran por los cielos. Las
tinieblas huyen arrastrándose por los cielos, como
las nubes, o por los suelos, como las serpientes. Los
peores pensamientos, los más tenebrosos y sutiles,
no son los que se arrastran por los suelos, como las
serpientes, sino los que se arrastran por los cielos
como las nubes.
[76]
Ese serpentino afán suyo extraterrestre es, como si
dijéramos, su empeño racial: el de no querer dejar
de ser, de seguir siendo siempre judía; por nostal-
gía del Paraíso terrenal perdido.
(771
(CNO HAGAS de tus malos pensamientos, vivas
ilusiones: ni de tus ilusiones perdidas, ideas muer-
tas.
[78]
vamente su juicio entre la serpiente y el ave de
rapiña.
[79]
(GER
pe
ARABESCOS DE SOMBRAS
BR SO
[81]
comprender bien lo que queremos, por querer
tanto; y sin apenas saber lo que esperamos, por
esperar tanto; queremos por querer, esperamos por
esperar. Cuando envejecemos, comprendemos por
comprender, sin querer ni esperar ya nada. ¿Como,
entonces, el recuerdo, que es alma, nos envejece, y.
la esperanza, que diríamos que todavía no es
cuerpo, nos alienta de juventud? ¿No serán una
misma cosa los recuerdos que la memoria, la
esperanza que las esperanzas, como también
pensaba otro filósofo, experimentador de la muer-
te? ¿El tiempo dice la verdad o nos engaña, nos
miente con ella, porque nos la calla?
[ 82]
(«EL CATOLICISMO EN FRANCIA» — escribía
Anatole France — «es la forma más elegante de la
indiferencia religiosa». Esto era en los días apaci-
bles anteriores al affaire Dreyfus. Después, aquella
elegante indiferencia religiosa acabó por hacerse —
como toda indiferencia religiosa — diferenciación
irreligiosa o antirreligiosa, provocando en sectaris-
mo doble una partidista pasión fratricida, un
fanatismo ciego, inelegante y criminal.
[83]
barroco y retórico Pascal cuando considera espan-
table ese silencio de sus espacios infinitos?
[84]
(GANAR TIEMPO, ¿no es siempre perder la vida?
[85]
la que es: idea real de Dios. O cosa ideal del
Diablo. Mentira o verdad.
[86]
fueron?). En muchos casos hemos visto a la adapta-
ción enmascararse, sin saberlo, con máscara de
lealtad; máscara trasparente, pues la supuesta
lealtad no era más que facilidad de adaptación.
Hemos visto a muchos adaptarse con la misma
lealtad, sirviendo con el mismo interés, y con muy
poco espacio de separación en el tiempo, a los
medios sociales más distintos y hasta contrarios.
Este mismo a quien conocimos tan leal a su
medio revolucionario, volvemos a verle enseguida
igualmente leal para un medio conservador o
contrarrevolucionario, su lealtad era adaptación.
[87]
(NO ES LO MISMO, ni mucho menos, hablar con
Dios, que hablar como Dios, aunque las dos cosas
puedan ser hablar en cristiano.
[88]
omite el pensamiento al emitirlo, dejando al descu-
bierto su propio hueco o trampa, escamoteados o
de la verdad. Tan vaño empeño ético es como una
fosa o nicho, sepultura que aleja al hombre de sí
mismo, silenciosamente, y le aparta, le separa, le
aísla, al mismo tiempo, de Dios; enterrándole o
emparedándole en vida. )
[89]
(«RESPÓNDATE RETÓRICO el silencio», le dice
Rosaura a Segismundo en La vida es sueño de
Calderón. Y se lo dice después de haberle escucha-
do una piropeante catarata o rociada de palabrería
culteranista. ¿No lo dirá con picardía? Este silen-
cio, esta callada por respuesta, la califica Rosaura
de retórica.
¿Puede ser retórico el silencio?
Según lo que se calle. Un silencio retórico nos
parece la mejor definición del barroco; y hasta el
colmo del barroquismo; lo que colma ya la medida
racional de su ímpetu.
Por eso su mejor definición. El barroquismo del
barroquismo, la redundante quintaesencia caldero-
niana de este barroquismo absoluta o, absoluta-
mente puro, ¿es un barroquismo suicida? («Lo que
nos queda es lo que no nos queda»).
[90]
verdad, ¿qué es la verdad? Los fratricidas, los
cainitas de todos los tiempos, han dado siempre a
los poderes de este mundo, la misma respuesta
mentirosa que dieron a Pilatos: verdad es el César
y entregando el hombre al verdugo.
Todos los que niegan al Cristo lo reconocen
verdaderamente sin saberlo, cuando como los
judíos, le crucifican. El llamado catolicismo políti-
co, que es pura mentirosa paganía, cumple, a su
vez, este providencial designio, al modo de los
fariseos crucificando al Dios que falsamente invo-
ca, crucificando a Cristo. .
[91]
ENS
SES
IS
EL DUENDE MAL PENSANTE
OOA
[93]
de a ser el que es — como aconsejaba Píndaro — de
ese modo. Doble aprendizaje común al místico y al
pícaro.
[94]
(MÁS ACÁ DEL BIEN Y DEL MAL. — «Me gusta
vivir rodeado de duendes» — decía Nietzsche —
«porque soy valiente». A mi también, porque soy
fantasma.
[95]
[96]
LAS MALAS VERDADES
DE UN DUENDECITO
HABLADOR
ERO
[ 97 ]
(CENTRE fanático y fonético no hay más que una
letra de diferencia. Una letra que puede entrar o
salir con sangre.
[98]
[99]
DECIRES PARABOLEROS
RS
O O
[ 101]
poligamía para la mujer». «Suponiendo» — le
respondí — «que el hombre y la mujer sean de la
misma naturaleza, que pertenezcan a una misma
especie natural. Suposición bastante dudosa y
arriesgada».
[ 102]
invisible, tanto más valiosa y eficaz mientras más
invisible sea. Pirandello llamaba a su teatro «más-
cara desnuda». Pero no olvidemos que una máscara
que se desnuda, se suicida.
[ 103]
(NO PARECE PROBABLE que Nerón, contem-
plando el incendio de Roma, dijese: «después de
mí, el diluvio». Ni que lo pensase siquiera, para
apagarlo.
[ 104]
apagado pueda volverse el hoyo de un bollo muerto.
[105]
LS
DUENDECITOS
MUSARAÑEROS
e o e dee
[ 107]
(MIENTRAS LA MUJER crea que pertenece a la
misma especie que el hombre, y que es su igual, no
dejará de ser su esclava. O su animal doméstico
preferido: su perro, no su gato.
(A mí no me importa nada
lo que tú me estás diciendo.
Me importa lo que me callas.
[ 108]
(NO HA HABIDO «gran hombre» que no se haya
teatralizado a sí mismo para parecerlo, como
Napoleón. Y aun sin proponérselo. Sus simiescos
imitadores enanos los desenmascaran caricaturizán-
dolos. También sin proponérselo.
[ 109]
lo que da lo cuenta. Digo cuenta, no cuento: que
lleva la cuenta de lo que da.
[ 110 ]
VER, OÍR Y DECIR
SER RSISAO OSESesasa
[aux]
publicitario actual tiende a conseguirlo y lo logra
con creces. Más todavía, y lo que es peor, logra
una sordomudez ciega de la palabra y el pensa-
miento.
[ 112 ]
Pero lo malo, lo peor, para Galdós, como debió
serlo para Víctor Hugo, es que en ese fracaso
ruidosísimo lo que sentían (así nos lo dio a enten-
der Galdós) era «la estupidez desnuda» de sus
ruidosos éxitos. Es lo que debió presentir Ibsen
cuando, a cierta altura de su vida y de sus creacio-
nes teatrales, no quiso nunca asistir alas represen-
taciones de sus obras dramáticas teatralizadas.
[13]
darnos la esquelética representación mítica y
sacramental del teatro mismo.
[114]
(LOS ZARZUELEROS o zarzueleras parejas Mari
Pepa y su Felipe, Susana y su Julián, son míticos
como lo son Dorotea y Don Fernando o Rosaura
y Segismundo o Melibea y Calixto o Julieta y
Romeo. Tan míticos son «el pobre Valbuena» o
«Don Quintín, amargao», como Don Quijote y
Sancho Panza. Imposibles de desmitificar sin
anonadarlos o aniquilarlos, sin destruirlos. Porque
son criaturas vivas de nuestro pensamiento imagi-
nativo como Fausto o Don Juan, Hamlet o el Rey
Lear: es decir, mitos. Y no hay mitos muertos. No
hay nada vivo que no sea o no se haga mítico para
inmortalizarse.
[115]
POR TIERRA
QUE TODA ES AIRE
ER
[117]
Bernardim Ribeiro estaba escrita con lágrimas. Y
Calderón nos dice aquello de:
«... ¿A quién
suena la música bien
pudiendo escuchar el llanto?»
[ 118 ]
(«SEÑOR DE LOS TRISTES», llama Rubén Darío
a Don Quijote en su admirable letanía. El señorío,
los dominios de la tristeza son los que conquista
con «su adarga al brazo, toda fantasía» y «su lanza en
ristre, toda corazón».
[ 119]
Cervantes (suponemos que en Sevilla). Al andaluz,
bueno o malo, no le basta ser andaluz, sino pare-
cerlo, que es más — y mejor.
[ 120]
(EL ARTE MÁGICO y prodigioso de torear tiene
también su música (por dentro y por fuera) y es lo
mejor que tiene. Música para «los ojos del alma» y
para el oído del corazón; que es el «tercer oído»
del que nos habló Nietzsche; el que escucha las
armonías superiores.
[ 121]
escribía el infante Don Manuel en su Libro de los
Estados.
[ 122]
España, a su España más querida y soñada, sin
énfasis de patriotería, «su Españita». Y también el
poeta Juan Ramón Jiménez, antes de «cansarse de
su nombre», rechazaba lo grande en favor de lo
pequeño, sobre todo, cuando se trataba de lo
español: «tú, lo grande, anda y descansa / en favor de lo
pequeño / porque el mundo está en su hora / y tu hora es
el universo». Así hablaba el admirable lírico lusita-
no-andaluz-universal, en quien la perfección y la
perversión se identificaban estéticamente. No sin
un tufillo tartufo de puritanismo institucionista.
Ed
[123]
(SE HA DICHO del mundo de los insectos que es
una vía muerta de la naturaleza. ¿Será el del socia-
lismo una vía muerta de la historia?
[ 124]
Dios es inteligencia. El Diablo, voluntad.
(Entiéndase por Diablo, Satán. Y no cualquier
demonio, dios minúsculo, ángel caído o pobre
diablo cualquiera de las legiones infernales.)
[135]
[ 126 ]
JOSÉ BERGAMÍN manifestó siempre un gran interés por las
cuestiones tipográficas. Como Director de las Ediciones del
Árbol de CruzyRaya (Madrid, 1933-1936) y de la Editorial
Séneca (Méjico, 1940-1946), y con la ayuda de impresores
aquilatados como Manuel Altolaguirre y Silverio Aguirre,
Bergamín prestó una atención muy especial al aspecto visual
de los libros que editaba. Como el propósito de esta edición
de Las ideas liebres es rendir homenaje no sólo a la agilidad
y estilo aforístico del autor sino también a su esmerada labor
editorial, hemos tenido presente el ejemplo tipográfico del
primer libro que sacó en las Ediciones del Árbol: el almana-
que titulado El Acabóse del año y nuevo de 1934, en que
ornamentos, viñetas y grabados complementan y embellecen
los textos escogidos. A continuación se da una breve
relación de los recursos tipográficos que hemos utilizado en
esta edición:
Christopher Marsden
Carleton University, Ottawa
Septiembre de 1995
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P Science Library - (909) 787-3701
Tomás Rivera Library - (909) 787 -3220
- (909) 787-3235
Tomás Rivera Reserve Services/Cage
José Bergamín (Madrid, 1895-San Sebastián,
1983), fue uno de los prosistas más destaca- |
dos de la generación del 27. Entre sus obras |
están varias colecciones de aforismos, como
El cohete y la estrella (1923) y El arte de bir-
libirloque (1930). En la vasta obra de
Bergamín, el aforismo puede considerarse
como una especie de “género fuente”, que se
manifiesta directa o indirectamente tanto en
las obras de teatro (Tres escenas en ángulo
recto), como en muchos de sus ensayos (La
decadencia del analfabetismo o La importan-
cia del demonio).
Nustración: Bergamín visto por Benjamín Palencia.
“Hay que correr las ideas como las liebres: no para cogerlas, sino
para verlas correr. Y no seguirlas —-perseguirlas- demasiado, para
no acabarlas.”
163814-1
ISBN 8 4-233-2998-4
| |
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