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UN MANTRA CABALÍSTICO de iluminación y liberación.

En Aní Yajíd YHVH


No Hay Yo Sólo YHVH

Los mantras – sílabas, palabras, frases – son símbolos fonéticos y


verbales utilizados para acceder a los niveles arquetípicos de la
mente. Su potencia radica en la estructura vibratoria de la psique y,
por ende, de toda la realidad. En Cábala se tiene el siguiente
aforismo, verdadero en los planos internos no espaciotemporales:
Dos cosas que vibran en la misma fase (o frecuencia) son la misma
cosa. Mediante el mantra, por el principio de resonancia, nos
ponemos en contacto con las fuerzas esenciales de la realidad –
contacto que vamos profundizando cada vez más con la práctica
constante – hasta que alcanzamos el nivel de unificación con las
mismas. El principio viene expresado por el siguiente versículo – un
mantra en sí mismo – relativo al poder del Nombre de Dios, el
Tetragrama, el mantra más poderoso que existe: Hu Ejad UShmó
Ejad, Él es Uno y su Nombre es Uno; Él y su Nombre son Uno; Él y
su Nombre son la misma realidad.
Tenemos, entonces, tres niveles de significación: en primer lugar el
del sonido puro (el valor intrínseco de la vibración); en segundo lugar
el imaginal – las letras se visualizan como energías de fuego blanco
emitiendo luz blanca (o del color correspondiente a la fuerza) –; y en
tercer lugar el conceptual, propio de las letras, palabras e ideas
utilizadas.
Hay también tres niveles de pronunciación del mantra: en voz alta,
interiormente y en estado de unificación (el mantra simplemente es).
Para meditar, una vez alcanzado el estado de relajación y
concentración adecuados, se repite el mantra en voz alta o
interiormente durante un periodo de tiempo suficiente. Cada vez que
surja un pensamiento o distracción lo dejamos estar y simplemente
volvemos con suavidad a concentrarnos en el mantra. Lo importante
es penetrar en el mantra, o que el mantra nos penetre a nosotros. Es
decir, que haya una unificación contemplativa.
Es necesario persistir durante largos periodos de tiempo (cuarenta
días) para que el mantra cristalice y se logren efectos permanentes.
Lo cual no quiere decir que los frutos de la meditación se
experimenten prácticamente desde el principio.

Vamos a analizar palabra a palabra el mantra propuesto:

En. AYIN. Nada. El velo puesto delante de lo Absoluto.


Nuestra mente está toda ella cincelada sobre el Ser y se halla
circunscrita al mismo, ya sea en su arco inferior de manifestación –
físico y sensorial – ya en sus aspectos más abstractos, y por ende
“reales”, accesibles sólo al pensamiento puro. Este es el plano
Briático y ya representa un logro considerable el tener acceso a sus
niveles, llamados espirituales.
Por encima de Briá está el mundo de Atsilút, el nivel propio de lo
Divino. Estando, pues, más allá del Ser, y por tanto de toda categoría
de Pensamiento, sólo puede ser referido en su esencia como Nada:
Ayin, en hebreo. Dios, por otra parte, cuando no es considerado bajo
una manifestación sefirótica específica – es decir, en relación con
algún aspecto de su Creación – es llamado En Sof, apelación que al
yuxtaponer una negación al concepto de Sof, fin o límite, es traducido
como el Infinito. Pero como hace notar Kaplan, En Sof podría tener
también la connotación de ‘el Fin de la Nada’, o la Nada Final, en el
sentido de Última.
Ayin es la verdadera realidad, la realidad total. Si analizamos la
palabra por sus letras: Alef, Yod, Nun final, podemos decir que Alef,
el número 1, representa el Infinito Inmanifestado; Yod el número 10,
el Infinito Manifestado (mejor dicho el manifestador, en la forma del
punto de infinito primordial); Nun final, el número 700, representa el
infinito de posibilidades cósmicas, actualizadas y por actualizar. La
forma alargada de la Nun final sugiere la imagen del Árbol de la Vida
extendido, o sea, representa a toda la Manifestación.

ANÍ, yo. Es una permutación de la palabra anterior. Indica que la raíz


de la identidad está en el vacío, en el Ayn, en la Nada. Es una
palabra para hacer bitul hanéfesh, es decir, anulación del yo. El valor
numérico de ambas expresiones (lógicamente, pues tienen las
mismas letras) es 61, el mismo que la palabra Adón, Señor. El
principio de identidad es un rayo de luz infinita irradiado del Ayin que
se dota de diferentes estructuras de identidad con las que se
identifica según desciende por el Árbol de la Vida. Esta es la llamada
descomposición espectral (como en el caso del átomo) de la
Conciencia a lo largo de la columna central del Árbol. En cierto punto
de este descenso, según el plan Divino, el Uno deviene en muchos
desarrollando la ilusión de existencia independiente e inherente. No
hay un ego con existencia real separada. ¿Quién es el Señor? En
última instancia En Sof, el Infinito, cuyo valor numérico, 207, es el
mismo que el de expresión Adón Olam, Señor del Mundo, y también
que la palabra Or, Luz.

YAJID, único, solo, solitario. Enfatiza el postulado de continuidad,


que es lo que expresa el que se represente tola la Manifestación bajo
la imagen de un Árbol, un todo orgánico cuyas raíces están en Ayin,
y recorrido por una sabia única que es la Luz Infinita. Todo lo que
existe es una configuración de esta Or En Sof, o Luz Infinita.
Precisamente el valor numérico de la palabra Yajid es 32, el número
de elementos del Árbol de la Vida, con sus diez sefirot y 22 canales.
Yajid comparte raíz con Ejad, Uno, de valor 13, igual que Ahabáh,
Amor. Nos está indicando cuál es la esencia de la Manifestación, el
Amor del Creador, con su dar absoluto. También 32 es Leb, corazón,
indicando que la creación es un brotar del Corazón de Dios.

YOD HE VAV HE. Expresamos el Nombre del Innombrable mediante


las cuatro letras que constituyen la Palabra de la Creación,
representando por un lado el Ser Activo del Universo (la raíz de
presente del verbo ser, Hovéh, con el prefijo de la tercera persona de
futuro, Yod) y por otro el despliegue de los 4 mundos en sus cuatro
letras, más el quinto mundo de En Sof en el ápice superior de la letra
Yod. El Nombre es así la Realidad Total, la vasija de manifestación
del Ayin, por así decir, para el cual todos los mundos son subjetivos a
su Pensamiento.
Tras el bitul hayesh, la anulación de la existencia, es el momento de
Devekut, de unificación en Yejidah, palabra traducida generalmente
como Chispa Divina, aunque, según hemos visto antes, el significado
es de única, unicidad.
Una manera de trabajar esta unificación es mediante lo que se
conoce como la forma del Yotser, del Creador (Formador), que se
obtiene colocando las cuatro letras en vertical, de modo que
asumimos el Nombre en nosotros de la siguiente manera:
La Yod es la cabeza; en la primera He el trazo horizontal es la línea
de los hombros y los dos trazos verticales los dos brazos; la Vav es
el tronco; en la segunda He el trazo horizontal es la línea de las
caderas y los dos trazos verticales las dos piernas.
Es la forma del Ser Humano, tal como está escrito (Gen 1:26):
Hagamos Adam a nuestra imagen y semejanza. (O como aparece
también en el versículo 26 del primer capítulo de Ezequiel. 26 es el
número del Nombre). Y según hemos visto en la introducción, en los
planos espirituales no hay separación de tiempo ni espacio: dos
cosas que vibran en la misma fase son la misma.
Actualizamos así el versículo de Job (cap. 19, versículo 26): Desde
mi carne veré a Dios.
Y citando al Baal Shem Tov:
“El Besht [Baal Shem Tov: Rabbi Israel ben Eliezer, S.XVIII]
enseñaba que el hombre debe creer con fe perfecta que sus hechos,
palabras y hasta el menor de sus movimientos, todo ello es Dios
mismo. Pues Dios gobierna al hombre y limita Su divina presencia
dentro de él. Al comprender esto, el hombre no buscará ninguna
clase de retribución por sus hechos, ya que Dios mismo, y no el
hombre, es el que actúa” .

Una buena forma de practicar este mantra podría ser la siguiente:

El ciclo es de 40 minutos. En los primeros diez la kavaná se dirige


principalmnente hacia la anulación del yo (Aní meAyin), designando
el yo sobre la nada. En los siguientes, meditar principalmente en
Yajid YHVH, sólo existe lo Divino. En la tercera parte asumimos la
forma del Yotser. En los últimos diez minutos soltamos todo y nos
dejamos ir.
Esto es sólo una sugerencia. Cada cual debe encontrar su propia vía.
Si alguien piensa que es mucho tiempo, que reduzca los periodos a
la mitad. Como decimos con frecuencia, la única meditación que no
funciona es la que no se hace.

Baruj HaShem!

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