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LEYENDA DEL CERRO ORCCOÑI (CURAHUASI)

El cerro Orccuñi queda a 9 km. De Curahuasi, en el camino hacia


Abancay, tiene increíblemente forma de campana. Más abajo y frente
a el existe otro cerro pequeño de las mismas características, a cuyas
faldas se encuentra la ex hacienda Trancapata (antes bellavista).
Dicen que hace muchísimos años estos cerros repicaban
ruidosamente y que se escuchaban hasta en el sector de Cunyac.
Este fenómeno ocurría dos veces al año. Primero en la segunda
quincena de agosto, en días de pago a la tierra; y luego a media
noche del 24 de diciembre víspera de Navidad.
El primero en empezar el repique era el cerro más pequeño luego
empezaba el cerro Orccoñi; finalmente repicaban los dos a la vez.
Dicen también que los habitantes del valle de Curahuasi, al escuchar
estos sonidos, sentían mucho temor y por las noches encendían
grandes hogueras en señal de pago a la tierra.

EL PISHTACO
En varias zonas del Perú se narran historias acerca de seres
malvado y demonios que recorren las zonas altas de Los
Andes, y del peligro que entraña el caminar en solitario por
estos parajes. Uno de los mitos más conocidos de esta
región es el Pishtaco, palabra que deriva del quechua
“pishtay”, cuyo significado el algo así como “cortar en
tiras”, definición que le va muy bien ya que su principal
entretenimiento es mutilar a sus víctimas.
La figura del Pishtaco es relacionada con un extranjero al
que se atribuyen poderes sobrenaturales, que agrede y
aniquila de manera cruel a los habitantes de la sierra, sobre
todo a quienes se encuentren alejados de sus semejantes.
Tal es la fama que ha alcanzado, que ya se habla de él en
otras regiones tales como Cuzco, Pasco o la sierra de Lima.
En cuanto a sus orígenes, no hay ninguna fecha o pista de
cuando apareció por primera vez, dejando aun más
interrogantes acerca de su nacimiento como leyenda.

Hay quien afirma que no se alimenta de la carne de sus


víctimas, sino del dolor y sufrimiento que les provoca, y lo
que más se resalta en las narraciones que le describen es
esta crueldad que parece no tener límites. Muchos
aseguran que su aspecto, lejos de ser el de un monstruo, es
el de un hombre normal con rasgos extranjeros, con ojos y
pelo de color claro y complexión atlética.

El Pishtaco tiene por costumbre atacar por la espalda a sus


pobres víctimas, y que una vez consumado el crimen, les
extrae la grasa y las pieles, para después comerciar con
ellas, un rasgo que comparte con el “sacamantecas”
español.
Se dice que no hay forma de escapar de él, ni siquiera de
ahuyentarlo o mantenerlo a raya, así que la única manera
parece ser el no viajar en solitario por los Andes.

Virgen del Rosario Patrona de Abancay

Los abanquinos se preparan con gran entusiasmo para celebrar este 7


de octubre a la Virgen del Rosario, Patrona de la Ciudad porque, sin
temor a equivocarme, puedo asegurarles que no hay seguramente un
lugar en el mundo donde se venere con tanto fervor a la Viren del
Rosario como en Abancay.

Cada 7 de octubre las calles se alfombran de flores y su fiesta


compromete a toda la comunidad católica. Mi madre, era muy devota
de la mil veces nombrada “Nuestra Señora del Rosario”. En mi casa
había varios cuadros con su imagen, uno en especial que lo vi desde
que nací porque estaba en el dormitorio de mis padres. Se trataba de
una foto de la famosa pintura al óleo sobre lienzo realizada por el
pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo entre los años 1650 y
1655, que siempre me llamó la atención. Y cuando viajé la primera
vez a España y visité el Museo del Prado, me sorprendí ver esta bella
pintura que, según explicaba la guía del museo, anteriormente se
hallaba en el Monasterio de El Escorial.

“La Bienaventurada Virgen María del Santísimo Rosario”, como se la


conoce en España y muchos lugares del mundo, dicen que se le
apareció a Santo Domingo de Guzmán en 1208 en una capilla del
monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, que le
enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres.

El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV


de Montfort, antes de la Batalla de Muret. Y, por las débiles
condiciones de su ejército, no tenían muchas esperanzas de ganar la
contienda, sin embargo se ganó. Esta victoria se atribuyó a la Virgen.
Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a esta advocación.
En el siglo XVI el Papa Pío V instauró el 7 de octubre como fecha
dedicada a la Virgen, aniversario de la victoria en la Batalla de
Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron a los turcos que
invadían Europa, triunfo atribuido a la Virgen del Rosario, por lo que
se la denominó también “Nuestra Señora de las Victorias”.
La historia de la Virgen del Rosario, se inicia en el año 1571, cuando
los turcos habían decidido acabar con la cristiandad y los musulmanes
ya habían dominado el norte de África, medio oriente y otras
regiones.

Después de ocho siglos de lucha, los turcos se preparaban para


dominar España y acabar con el cristianismo. El Papa Pio V pidió a
todos rezar el rosario para obtener la victoria porque los turcos
poseían la flota más poderosa del mundo, además de tener como
remeros a miles de cristianos esclavos.

Los cristianos estaban en gran desventaja con una flota pequeña,


pero, poseían un arma insuperable: El santo rosario. Fue así que la
victoria se dio a favor de los cristianos, y el Papa Pio V instituyo la
fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

En Abancay, desde niño escuchaba una serie de relatos de labios de


mi madre Estela, mi abuela Adelina y mis tías Aurora, Esther y Elsa.
Coincidentemente, esas mismas historias se contaban en la casa de
mis amigos y en general en casi todos los hogares de Abancay, por
eso cuando nos reuníamos hablábamos de lo mismo y claro, algunos
le añadíamos algo más de nuestra imaginación estudiantil.

La versión que más o menos alcanzó gran credibilidad, indicaba que,


cuando los primeros españoles llegaron a Abancay, se les ocurrió
migrar a un lugar más fresco, huyendo del extremo calor que hacía en
los meses que, como dice mi amigo Abraham Levy, terminan en
“Bre”: setiembre, octubre, noviembre y diciembre. Y como en esta
temporada abundaban los zancudos y los mosquitos, temían adquirir
enfermedades como el paludismo y la hepatitis.

Es así que llegan a Qorowani, un bello lugar ubicado más allá de


Tamburco. Y claro, lo primero que hicieron es levantar un altar para su
patrona, la Santísima Virgen del Rosario. Luego de su entronización,
se celebró una gran fiesta religiosa, pero al día siguiente, oh sorpresa,
la virgen había desaparecido. Fue entonces que se inició una
búsqueda por toda la zona, lamentablemente infructuosa. Hasta que
un pastor que seguía las huellas del ganado, que también se le había
perdido, llegó hasta Abancay y vio con sorpresa que encima de una
enorme roca ubicada a un costado de lo que hoy es la plaza de Armas
se hallaba la imagen.

Los moradores de Qorwani, en procesión, que duró casi dos días por
las paradas en cada casa ubicadas en la ruta, la llevaron a la virgen a
su altar original.
A los pocos días, la imagen volvió a desaparecer. Y como ya se tenía
referencia de la anterior aparición, se fueron a Abancay y, en efecto,
la hallaron en el mismo lugar, es decir sobre la misma roca ubicada a
un costado de la plaza. Estaba rodeada de flores de amancaes y
retamas. Y así se fue repitiendo varias veces esta misteriosa
migración.

El hecho fue considerado como un milagro y no quedó otra cosa que


admitir el mensaje: La virgen quería estar en Abancay. Y los
sacerdotes y pobladores cumplieron su deseo. Así se construyó la
iglesia, encima de la roca. Y desde entonces permanece en la parte
alta del principal altar, convertida en patrona de la Ciudad.

Y desde entonces, su fiesta es grande y su procesión muy solemne y


los jóvenes tienen por costumbre desde unos días antes tienen por
costumbre dirigirse al campo a recoger flores, musgo y frutos
silvestres para formar alfombras, arreglar los altares de la iglesia y
repartir pétalos a la gente para que las vayan arrojando durante la
procesión. Antiguamente la procesión estaba acompañada por la
banda del Maestro Villar. Y cuando la música paraba, se empezaba a
cantar “Salve, salve, cantaba María…”
Hoy, se sigue con esta tradición, y la fe en la Virgen no decae, sino
todo lo contrario, se acrecienta con el paso de los años. Ni el avance
de la tecnología, ni las fiestas paganas la han podido opacar.

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