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EL CONDOR QUE LLORABA SANGRE Y EL PEROL DEL ORO

Cuentan maestros antepasados que en el cerro el Paranday, situado en el


complejo de Ventanillas de Bellavista, vivía un cóndor gigante que era el fiel
y celoso guardián de un Perol de Oro. Se ocultaba en el interior de un cerro
encantado; salía de vez en cuando y se posaba en la vida del cerro y ante la
mirada de los habitantes del lugar, lloraba sangre. Cuando los españoles
llegaron a esta región, tuvieron noticias de que en las entrañas del Paranday,
existía un misterioso santuario lleno de riquezas, entre ellos un perol de oro.
La ambición condujo a los españoles hasta dicho lugar. Cuán grande
fue su sorpresa al ver al gigante y raro animal posado en la cima del cerro.
Al verlos, el Cóndor lloró, gruesas y pesadas lágrimas de sangre rodaron de
sus ojos. Los españoles hicieron uso de sus armas, pero no lograron su
objetivo; el Cóndor se lanzó violentamente contra ellos y los despedazó.
Cuentan los mayores que en el año 1829, ocurrió un cataclismo; el cerro
Paranday, se partido y las dos ventanas exteriores de abrieron, entonces de
una de ellas salió un gigantesco perol de oro cuyo resplandor iluminó el
espacio por un instante. El perol fue a caer unos 500 metros hacia abajo,
junto al río contaminado que baja de Hualgayoc, en el lugar llamado Kuñack.
La fuerte caída hizo un hoyo de 10 metros de profundidad, el cual hoy forma
parte de una catarata pero conocida por los visitantes. Desde aquel entonces,
el Perol de Oro desapareció en el fondo del hoyo y el Cóndor que lo cuidaba
luego de llorar sangre, levantó alto raudo vuelo hasta perderse en el infinito
para nunca más volver. Al desaparecer el Cóndor, los descendientes de los
españoles poseídos de una insaciable sed de riqueza igual que sus padres,
treparon el cerro, penetraron en él y arrasaron con todo lo que había dentro.
Así fue saqueado el famoso santuario del Paranday.
Autor: César Mejía Lozano

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