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(Zambrano, 1934).
La idea de este texto surge de una necesidad, quizás como todo lo que
se escribe, de aclarar, para mí misma, qué entiendo por ‘feminismo
radical de la diferencia’ en el presente. Y más que proponer el
recorrido de un concepto, se trata de un breve recorrido en mi práctica
política. La idea nació una tarde de lluvia, luminosa pese a las nubes,
en la que conversábamos con Jessica Gamboa (Insu Jeka).
Justamente, fue ella quien me inspiró a escribir esto y yo me fié, una
vez más, en sus palabras; no sé en qué irá a resultar.
Por eso, mucho más que rechazar en bloque lo femenino, creo que nos
nutre políticamente, y nos ayuda a encontrar sentido para el vivir, y no
desorden simbólico, en especial en este patriarcado tardío, el poner las
energías creativas en descubrir (y continuar produciendo) los
significados u orden simbólico al que las mujeres han dado forma a lo
largo de los siglos y nos lo han heredado, prescindiendo del orden
simbólico patriarcal y su codificación de lo masculino y lo femenino.
Para lograr esto, han debido sentir, pensar y hablar como las humanas
que son, a partir de sí mismas (Rivera Garretas, 1994), desde la
irreductibilidad de su diferencia sexual, que, como dije antes, en el
patriarcado, se ha perseverado por silenciarla e instrumentalizarla.
Por lo tanto, tampoco nos sirve insistir tanto en el vacío histórico que
tenemos, porque contamos con pautas diversas y originales de
decibilidad de nuestros deseos, producidas por las mujeres en el
pasado (y en la actualidad). Nuestra tarea política es hilarlas
genealógicamente de tal manera que nos guíen en el presente (Rivera
Garretas, 1994).
Referencias bibliográficas:
2017
El feminismo radical de la diferencia
Por Andrea Franulic[1]
Al “tomar las cosas desde la raíz” [3], nos damos cuenta de que las
mujeres siempre hemos estado afuera de la cultura patriarcal. Nuestra
diferencia respecto de los varones es esta: somos extranjeras de su
civilización. Los varones con poder han construido su cultura,
excluyéndonos como seres humanas y, en un mismo movimiento,
incluyéndonos como femeninas. Los varones sin poder no son
extranjeros de esta civilización, les pertenece igualmente. No tienen un
poder contingente respecto de otros varones, pero siempre ejercen un
poder necesarior especto de una mujer. Más profundo aún, la
operación primaria[4] de negarnos como humanas e incluirnos como
femeninas está presente tanto en la esfera personal como en la esfera
pública. De ahí que lo personal sea político, puesto que el sistema
patriarcal re-actualiza su dominio en las relaciones de cada ser
humano. Margarita Pisano, teórica radical de la diferencia, proyecta, a
partir de nuestra extranjería, una propuesta político-ética y afirma que
para conocer cómo funciona el sistema vigente, analizando sus
operaciones fundacionales (en perpetua renovación), y deconstruir el
orden simbólico femenino/masculino, es necesaria la mirada del
afuera[5]. Sin esta visión, los feminismos seguirán debatiéndose
dentro de las lógicas instaladas.
2010
[6] Defino por primera vez este concepto, en Pisano, M. & Franulic, A.:
Una historia fuera de la historia. Biografía política de Margarita
Pisano. Editorial Revolucionarias. Santiago, 2009.
[29] Las cursivas aluden –si bien, no de manera literal- a frases del
libro ya citado de Carla Lonzi.
El feminismo radical de la diferencia
(II)
El feminismo olvida con facilidad su potencialidad política. Y con esto
quiero decir, su capacidad de intervenir en el mundo para
transformarlo radicalmente. Últimamente, este olvido cuenta con un
aparataje intelectual que lo respalda, me refiero a la alianza existente
entre los estudios de género y la teoría posestructuralista, lo que se ha
dado por llamar feminismo posmoderno o posfeminismo. Dicha
alianza ha ido instalando un pensamiento hegemónico que repercute
en los distintos espacios feministas y se cuela en sus discursos,
desarticulando la legitimidad de la autonomía política de las mujeres.
2010
NOTAS: