La Importancia de La Voz en La Comunicac

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La importancia de la voz en la comunicación oral

Qué poco se habla de la voz. Quizás porque es compleja, porque lleva tiempo. Por eso quería que
Gloria nos hablara de esto.
Recuerdo la historia que me contaba el Profesor Fajardo sobre un tuareg muy sabio que cuando
quería hablar de algo importante bajaba el volumen y el tono. Me he acordado miles de veces de
esa historia, cada vez que he hecho un estudio a un futuro cliente y le veía desgañitándose en un
estrado.
La voz es tan, tan importante que muy a menudo basta con ella para atrapar o seducir. Esta
semana un director de un curso me hablaba de un profesor. No dijo que era muy bueno dando
clases, ni que sabía mucho. Me dijo que tenía una voz muy bonita. Con eso bastaba.
Y para hablar de voz tenía que llamar a alguien que trabaja con ello todos los días. Gloria Campos
es alguien muy serio con su profesión, se le nota cuando conversas con ella. Dirige el Posgrado de
Locución Audiovisual de la Universidad Pontificia de Salamanca. Te diría que, si te interesa la voz y
quieres profundizar en ello, te apuntaras, pero ya tienen llenas las plazas para el año que viene.
Por algo será. Os dejo con su artículo:

La importancia de la voz en la comunicación oral

A menudo nuestros políticos y portavoces recurren a asesores de estrategia, a expertos en


mensaje que les ayudan a elaborar el grueso de sus discursos e incluso a entrenadores de imagen
pública que les asesoran sobre qué corbata ponerse o la pertinencia de usarla en función de la
actividad de esa jornada, pero pocas veces se acuerdan de entrenar la voz para la comunicación
pública, a pesar de que en buena medida, el resultado de esa comunicación depende de la
efectividad en la transmisión de sus mensajes.

Sin duda, en cualquier situación de comunicación en público, el uso de la voz es imprescindible


para trasladar nuestros mensajes al auditorio, y hacerlo bien es un arma indispensable para que
esa comunicación sea eficiente. Saber hablar en público es la asignatura pendiente de muchos
políticos, directivos y portavoces, sin embargo nadie duda de la importancia que tiene ser una
persona capaz de informar y comunicar nuestros mensajes con eficacia. El propio Aristóteles decía
que la habilidad de exponer una idea es tan importante como la idea misma.

Estudios como los de Albert Mehrabian han demostrado, al analizar los impactos de la conducta
comunicativa, que sólo el 7% del significado social del mensaje se debe al contenido expresado por
palabras habladas o escritas, mientras que el 55% de la totalidad de ese impacto está relacionado
con la expresión del rostro, los gestos y el uso del cuerpo y el 38% restante a la voz del
comunicante.

Olvidándonos de los porcentajes literales, que así escritos son desoladores, vemos que en reparto
de tarta de la comunicación en público, hay un buen trozo de pastel olvidado o dejado a la
improvisación, que es como hemos dicho, el uso de la voz.
Dedicamos mucho esfuerzo a escribir nuestros discursos, a estructurarlos correctamente en
función de un montón de técnicas muy útiles para captar la atención del auditorio y ensayamos
concienzudamente los gestos que haremos con las manos e incluso algunas expresiones faciales,
todos podríamos decir, casi sin pensar, cuales son los gestos característicos de cada uno de los
políticos actuales, pero al preparar una intervención pública… ¿entrenamos la voz?, es más,
¿sabemos que hay que entrenarla para mejorar nuestros discursos?. Un discurso bien construido
puede quedar arruinado si no se sabe poner en escena adecuadamente y evidentemente ocurre al
contrario, cuando un buen orador utiliza todos los recursos expresivos que tiene a su disposición,
entusiasma al auditorio con sus ideas y el resultado es evidente: convencer, para vender nuestra
idea al público al que nos dirigimos.

Nuestra voz es la materia prima de la comunicación oral y puede ser nuestra mejor herramienta o
nuestro peor enemigo, por lo tanto, con ella tenemos que trabajar para que el impacto de nuestro
mensaje sea el que queremos y para ello tendremos que empezar por conocerla, saber cómo
suena y dominarla como cualquier otra herramienta de trabajo.

Nuestro primer objetivo es simple: hacernos oír, conseguir que nuestra voz llegue a la audiencia y
que atrape su atención. Parece fácil, pero para hacer esto sin gritar hay que conocer el mecanismo
vocal: la respiración, fonación, articulación y proyección de la voz. Esta primera parte de cualquier
entrenamiento vocal básico, pasa por aprender a utilizar la respiración de forma correcta, es decir,
utilizar la respiración diafragmática, porque si decíamos que la voz era la materia prima de la
comunicación oral, el aire es la herramienta principal y para usarlo correctamente hay que
controlarlo. Este entrenamiento es sencillo y a las pocas semanas nuestro cuerpo habrá
mecanizado el proceso y podremos dar este objetivo por cumplido para poder dar un pasito más y
trabajar la articulación y por lo tanto, aportar expresividad a nuestro discurso oral mediante el
dominio de la prosodia.

Pero vayamos por partes, y seamos claros, que es justamente lo que pretendemos con una buena
articulación: pronunciar sonidos claros y precisos. Si unimos la buena colocación y proyección de la
voz que nos ofrece la respiración diafragmática y una articulación correcta tendremos ya la
oportunidad, según nuestro entrenamiento, de conseguir un mensaje oral correcto, claro, natural,
fluido y con cierta seguridad vocal.

Controlando entonces la respiración, fonación y articulación, podremos dominar lo que se conoce


como las características de la voz, que son el tono, timbre, intensidad y duración, y poder
combinarlos acertadamente construyendo un mensaje oral atractivo. Para dotar de esa belleza al
mensaje y con estos conceptos dominados, recurrimos a la prosodia.

Pero contando con que tuviéramos aprendido lo anterior y que domináramos correctamente el
mecanismo de producción de la voz, aún corremos el riesgo de aburrir al auditorio. Para solucionar
esto tenemos a nuestra disposición el ritmo, la entonación y el acento prosódico. Estos recursos
fónicos nos permiten utilizar la expresividad del sonido de nuestra voz para variar el tono
intencionalmente para enfatizar un mensaje concreto, utilizar el acento prosódico para subrayar
algo importante, provocar expectación, variar la entonación para dar emoción o incluso sembrar la
duda, etc. Sin olvidarnos, por supuesto, del uso de pausas y silencios, que le servirán al orador para
estructurar el ritmo de su mensaje dependiendo del temperamento, el carácter, el sentimiento que
queremos trasladar, el contexto en el que nos situamos, el público que tenemos en frente y el
sentido que queremos darle al mensaje.

Sin entrenar todos estos aspectos de la comunicación oral, cualquier orador, portavoz y por
supuesto político, tendrá serias dificultades para llegar de forma positiva a su público, perdiendo
eficacia y dejando parte del contenido por el camino, porque no nos habrá llegado o nos habrá
llegado sin las connotaciones y sentido que el emisor tenía previsto cuando lo escribía en casa.

Hablar en público es complicado, no vamos a discutir eso a estas alturas, pero se aprende
practicando y siendo consciente de la importancia de todos los factores que intervienen en la
comunicación, entrenando y no dejando ninguno de lado, trabajando sobre un buen contenido y
cuidando la forma, la estructura, la comunicación no verbal, pero por supuesto, también el uso de
la voz. Y es que, como ya sabemos: todo comunica y por lo tanto, todo significa.

21 septiembre, 2011 (Gloria Campos)

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