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Escuela, producción de conocimiento y reproducción social

La escuela, sobre la base de una igualdad de partida, afecta a todo el mundo, juzga a todos y otorga
a cada uno un lugar dentro de las jerarquías escolares, estructuradas en torno a la doble función del
sistema escolar: la socialización en los valores culturales dominantes de la sociedad y la distribución
de la mano de obra.

- La cultura escolar no sólo se basa en la igualdad de oportunidades, sino también en el


otorgamiento del valor de la excelencia como fórmula de justificación de las diferencias y de la
jerarquización; la promoción escolar y la movilidad social van indisolublemente unidas a la
implantación de la igualdad formal.

Posición y trayectoria en la estructura social e incidencias en el desempeño escolar

Algunos autores definen el rendimiento académico como el resultado alcanzado por los participantes
durante un periodo escolar.

En consecuencia, se sostiene que hay factores ocultos asociados con el rendimiento escolar

Factores intelectuales: se incluyen capacidades y aptitudes, la inteligencia, y en igualdad de


condiciones se rinde más y mejor un sujeto bien dotado intelectualmente que uno limitado mediano y
que no ha llegado a conseguir un adecuado nivel de desarrollo intelectual.

Factores psíquicos: psíquicos; tiene una decisiva incidencia en el rendimiento académico de los
jóvenes como son la personalidad, la
motivación, el auto concepto, la
adaptación.

Reproducción social no significa


"copia”, ningún sistema logró
duplicarse, pero si reproducirse
mediante diversos mecanismos ¿Qué
papel juega la Escuela en ese aspecto?

¿Se trata de un determinismo, o puede


haber resistencias? El siguiente artículo
analiza el problema.

Louis ALTHUSSER en su
trabajo «Ideología y aparatos
ideológicos del Estado (Notas para una
investigación)», publicado por vez
primera en 1969, nos presenta una
interpretación de la institución escolar claramente política y, más en concreto, marxista.

Su meritorio trabajo propone un modelo explicativo de cómo se reproducen las relaciones de


producción en las sociedades capitalistas.
Toda formación social debe, al mismo tiempo que produce y, precisamente para poder producir,
reproducir las condiciones de su producción. Necesita, por tanto, reproducir las fuerzas productivas y
las relaciones de producción existente. L. ALTHUSSER en donde se va a concentrar más es en la
última cuestión, en la reproducción de las relaciones de producción.

Como buen marxista, concibe la forma de articularse una sociedad constituida por dos instancias,
la infraestructura o base económica y la superestructura, compuesta a su vez de dos niveles: lo
jurídico-político (el derecho y el Estado) y la ideología (las diferentes ideologías, religiosa, moral,
jurídica, política, etc.). Y, para ello, no duda en recurrir a una metáfora especial, la de la sociedad
como un edificio con distintos pisos; en la base, la infraestructura, y sobre ella dos pisos, la
superestructura, con lo que pone de relieve una rigidez conceptual importante, pues, según sus
propias palabras, «los pisos superiores no podrían sostenerse (en el aire) por sí mismos, si no
descansaran, precisamente, sobre su base» (ALTHUSSER, L).

Presupone de esta manera un total determinismo, en última instancia, por la base económica; la
superestructura no tendría, por consiguiente, ninguna autonomía, no jugaría ningún papel relevante
como motor de transformación de la sociedad.

En la superestructura la diferenciación de los dos niveles antes citados va a tener también dos
misiones diferentes. Así, los Aparatos Represivos del Estado (el Gobierno, la Administración, la
policía, los tribunales, las cárceles, etc.) se ocuparán de mantener el poder de una manera más
directa y visible; «funcionan mediante la violencia —al menos en última instancia (ya que la
represión, por ejemplo administrativa, puede revestir formas no físicas)». Por otro lado, los Aparatos
Ideológicos del Estado (AIE), integrados por el conjunto de las instituciones siguientes: el AIE
religioso (el sistema de las diferentes iglesias), escolar, familiar, jurídico (éste pertenece
simultáneamente al Aparato Represivo y al Ideológico del Estado), político (el sistema político con los
diferentes Partidos políticos), sindical, de la información (prensa, radio, televisión, etc.), y cultural (las
bellas artes, deportes, literatura, etc.), funcionan de manera primordial mediante la ideología y
secundariamente también a través de la represión.

Los Aparatos Represivos del Estado no siempre funcionan únicamente mediante la violencia sino
que, asimismo, dejan algún pequeño rescoldo a la ideología, aunque ésta es más secundaria en
ellos. En realidad, la diferencia entre ambos aparatos está en el distinto peso que otorgan a la
violencia y a la represión.
Habitus y socialización
Pierre Bourdieu (1930-2002) continúa siendo una de las figuras
más relevantes e influyentes del pensamiento sociológico actual.
La distinción —un estudio sobre la sociedad francesa de los
años setenta en el cual relacionaba la división en clases con los
distintos estilos de vida, con el gusto social— ha sido quizá su
investigación más reconocida y comentada y sobre la cual se
han basado numerosas lecturas acerca de su obra.

Aunque aparecen numerosos defensores de su enfoque


sociológico, también encontramos una feroz crítica que lo tacha de excesivamente determinista y
estático, analista de la reproducción social más que del cambio, continuador de los preceptos
centrales de la corriente estructuralista desarrollada en Francia anteriormente.

Si bien es cierto que determinados puntos de su obra —y ahí hay que distinguir entre distintas
etapas dentro de la formación de su pensamiento sociológico— pueden reforzar esa idea, no es
menos cierto que en otros, en los cuales vamos a centrar el contenido de este artículo, encontramos
precisamente un intento de aclaración por parte del autor respecto a la interpretación demasiado
rígida que se puede dar a sus conceptos; en concreto, al de habitus (ver Bourdieu 1991, 1999), pieza
clave de su entramado conceptual.

Mediante el habitus (entendido como operador práctico, como disposiciones), Bourdieu trataba en
sus análisis de devolver a los agentes sociales una temporalidad propia de la práctica en la cual
desarrollaban sus vidas; temporalidad que había sido apropiada y trastornada en los estudios
sociológicos que, desarrollados en una situación de distancia frente a la urgencia de la cotidianidad,
pretendían achacar esa misma relación a los agentes sociales con sus prácticas; temporalidad
mediante la cual Bourdieu hacía hincapié en la existencia de una lógica práctica utilizada por los
agentes, con cierto grado de diversificación e incertidumbre, si bien con ciertos condicionantes.

En palabras del propio autor: Una de las funciones mayores de la noción de habitus consiste en
descartar dos errores complementarios nacidos de la visión escolástica: por un lado, el mecanicismo,
que sostiene que la acción es el efecto mecánico de la coerción por causas externas; por otro lado,
el finalismo, que, en particular con la teoría de la acción racional, sostiene que el agente actúa de
forma libre, consciente, y, como dicen algunos utilitaristas, with full understanding, ya que la acción
es el fruto de un cálculo de posibilidades y los beneficios. (1999: 183) Cabe destacar que, en nuestro
estudio, no pretendemos abordar la teoría de Bourdieu de manera global.

Por el contrario, vamos a tratar de abordar de forma concreta aquellas cuestiones referidas al
carácter dinámico de la relación de los habitus con los campos sociales.

Tampoco tratamos de abordar de forma plena todos los elementos contenidos en el habitus; tan sólo
lo haremos de una parte del habitus, en este caso, la concepción de lo corporal en relación con la
violencia en la práctica de unas actividades físico-deportivas al ir evolucionando dentro de un campo
social concreto. Esto no quiere decir que el 104 Papers 89, 2008 Raúl Sánchez García Papers 89
001-196:Papers 10/8/08 13:11 Página 104 planteamiento aquí desarrollado no pueda ser transferido
y utilizado de forma provechosa para el estudio del habitus desde otros ángulos y en otros ámbitos,
como esperamos que así sea. Nos hemos valido de parte de una investigación (Sánchez García,
20061) realizada en el ámbito deportivo, concretamente en el campo de los deportes de combate en
la Comunidad de Madrid. Se realizaron dos años de observación participante en cada una de las
actividades de aikido y boxeo, y se recogió información mediante entrevistas (diez de cada disciplina)
sobre las características de los participantes. Asimismo se registró la trayectoria de participación en
actividades deportivas.

Mediante esta información, pretendemos poner en relación la posición y las disposiciones de los
participantes en el espacio social —mediante el concepto de clase social y el de habitus primario,
respectivamente— y la variación de la posición y la disposición acaecidas dentro del campo de los
deportes de combate, mediante la trayectoria seguida por los participantes a medida que cambiaban
de práctica deportiva.

Antes de pasar a presentar la aplicación empírica, debemos aclarar algo más sobre aquellas
cuestiones del enfoque bourdieuano que nos ayudan a comprender la relación entre habitus y
campo, referida específicamente al caso deportivo, y su posible variación o dinámica.

El concepto de habitus y la elección de las prácticas físico-deportivas Desde el punto de vista de la


actividad corporal, el concepto de habitus en Bourdieu nos remite a la forma en la que cada uno tiene
una relación específica con su propio cuerpo. Esa relación con lo corporal que implica el habitus
requiere un aprendizaje específico a lo largo de los años.

Depende de cómo sea tal proceso, así entenderemos nuestro cuerpo como simple sustento, como
herramienta útil para trabajar, como arma de defensa y ataque, como fuente de entretenimiento y
disfrute mediante el movimiento, etc.; nuestra educación física, entendida en un sentido amplio —no
tan sólo como educación en el ámbito formal de la escuela—, es la que determina que nos sintamos
a gusto, como en un ambiente natural en unas actividades o en otras.

Si el habitus se entiende como una especie de relación natural (el estar a gusto) con la propia
corporeidad, partimos del hecho de que, para que alguien practique alguna actividad física (en este
caso, deporte de combate), debe existir cierta coherencia entre el habitus del participante que entra
en la actividad y lo que allí encuentra

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