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El historiador británico Keith Lowe es el autor de un libro a modo de guía sobre la Europa de posguerra:
Continente Salvaje: Europa después de la segunda guerra mundial (Galaxia Gutenberg, 2012). Se trata de un libro muy
asequible, didáctico y de fácil lectura estructurado en 28 capítulos, conclusión, agradecimientos, notas y bibliografía que
suman 544 páginas. En él aporta una visión radicalmente novedosa, poco vista (acostumbrados a otro tipo de relatos, más
bien centrados en el supuesto éxito casi milagroso de la reconstrucción europea) de lo ocurrido durante la segunda guerra
mundial y en especial, los años posteriores, en los que murieron millones de personas y decenas de millones sufrieron los
horrores de la posguerra. Basado en documentos originales, entrevistas y estudios académicos, el libro que pretendemos
estudiar ayuda a entender la Europa de nuestros días, heredera de aquellos conflictos.
La trayectoria profesional de Lowe avala el rigor de esta publicación, pues interviene a menudo en la radio y
televisión de Gran Bretaña o Estados Unidos, además de ser autor de muchas otras obras: Tunnel Vision (2001) o Inferno
(2007) son algunas de las más exitosas, hasta el punto de ser considerado una auténtica autoridad en la Segunda Guerra
Mundial.
Centrando nuestra atención ahora en el texto que nos ocupa, pasaremos a desarrollar un resumen de las 544
páginas, si acaso algo extenso pero creemos necesario dada la densidad del texto original, resaltando los aspectos más
importantes del mismo, y estructurándolo de igual forma a como aparece en el texto original, para facilitar así la
comprensión. Posteriormente, y para finalizar el presente análisis, expondremos un conjunto de conclusiones críticas:
INTRODUCCIÓN
El legado de la S.G.M. es claro: destrucción. Un mundo sin fronteras, instituciones, servicios públicos o sistemas
políticos. De tal modo que el ritmo de reconstrucción posterior hasta llegar a la Europa que conocemos y las repentinas
ansias de cooperación pueden parecer un milagro. De hecho, tenemos una versión muy positiva de lo ocurrido. Los años
posteriores a la S.G.M. (que no acabó con la derrota de Hitler) estaban dominados por el caos y la anarquía, con continuos
exterminios a modo de venganza, violencia política, guerras civiles y limpiezas étnicas. La reconstrucción era un proyecto
demasiado ambicioso en un momento en el que los intereses de una ciudadanía desconfiada después de todo lo ocurrido y de
unos líderes políticos no coincidían en manera alguna.
DESTRUCCIÓN FÍSICA
Polonia es un claro ejemplo de destrucción. Apenas ningún edificio, institución, biblioteca, o archivo quedó en pie
después del arrase que llevaron a cabo los alemanes antes de irse, ante la resistencia de los nativos, a lo que previamente se
había sumado la extinción de un gran gueto de judíos. Miles de ciudades de toda Europa fueron destruidas, de Oeste (Gran
Bretaña, gran perjudicada al ser digno y exitoso contrincante de Hitler) a Este (Yugoslavia, Ucrania y Polonia
especialmente) pasando por el epicentro de la ruina que suponía Alemania. A la destrucción arquitectónica y cultural se le
suma aquella llevada a cabo en gran parte de las poblaciones rurales, en la industria o en los transportes, a menudo por unos
u otros que en retirada tenían como máxima proveer al enemigo de lo mínimo posible, o ante cualquier atisbo de resistencia.
A pesar de ello, lo peor sería lo que se escondía detrás de los escombros: la maldad y autodestrucción del ser humano.
AUSENCIA
Si la destrucción física fue de tal tamaño y repercusión, ni que hablar de las víctimas humanas. De nuevo, con
grandes diferencias, más víctimas cuanto más al este. Así, a pesar del gran número de víctimas absolutas en Gran Bretaña o
Francia, el récord en términos porcentuales lo marcaban países como Estonia, Lituania, Grecia y sobre todo Polonia,
llegando a perder todos estos en torno al 7 u 8% de su población. Europa se reconocía en la ausencia: todo el mundo había
perdido algo, personal o comunitariamente. Del mismo modo unos colectivos se vieron más agraviados que otros: en
especial, los Judíos, cuya población fue aniquilada de la mayor parte de las ciudades y rural, y junto a ello una cultura
forjada durante años. Pese a ello, hay quienes consiguieron sobrevivir entre ruinas, pantanos, o incluso campos de
concentración hasta que al final de la S.G.M. fueron liberados por los los aliados (muchas veces ayudados por países
-Bulgaria o Dinamarca- o personas que se arriesgaban a todo con tal de prestarles protección). También destacaron las
limpiezas étnicas locales indiscriminadas hacia otras nacionalidades, así como a cualquier pueblo que se dignara a formar
parte de la resistencia. Así, la población quedó enormemente menguada, con gran cantidad de sujetos masculinos fallecidos
(o desaparecidos), por lo que el mapa europeo demográfico estaba formado en gran parte por mujeres y niños (muchos
huérfanos, cayendo en la delincuencia o depresión).
DESPLAZAMIENTO
Otro de los elementos característicos fue el enorme número de desplazamientos: millones de personas huyeron de
situaciones adversas a lo largo y ancho de Europa. Pero no solo eso, si no que sujetos de múltiples nacionalidades fueron
reclutados como prisioneros de guerra, especialmente para Alemania (elemento que hace único a este conflicto), por lo que
al término de la S.G.M. fueron también muchos los que consecuentemente intentaron volver a sus casas a miles de km de
distancia. Del mismo modo, había desplazamientos masivos intra país (destaca Alemania). Todos estos ex-refugiados que
caminaban durante meses buscándose la vida como podían, a menudo a través de los saqueos y robos, no contaban con
ninguna ayuda de los ciudadanos alemanes, más bien con su desprecio por considerarlos causantes de la guerra. A pesar de
que la ayuda de organismos como la UNRA consiguió auténticos milagros en tiempo récord para conectar familias a un lado
y otro del continente, como de costumbre los daños fueron dobles: a nivel personal (los que se iban y los que se quedaban) y
comunitario: los desplazamientos masivos normalizaron una población europea posguerra volátil e inestable.
HAMBRUNA
Otro elemento central de la guerra fue el hambre, que ya se hacía presente nada más estallar el conflicto pero que
fue destructiva cuando levantaron los diferentes bloqueos militares. De nuevo, los efectos más devastadores cuanto más al
Este. Polonia, Grecia, Holanda… fueron algunos de los países que perdieron a millones de ciudadanos a causa del hambre.
Como decimos, los bloqueos fueron causantes de ese hambre al suponer una ruptura en el comercio internacional pero
también cabe destacar el papel que jugó Alemania en los países ocupados, saqueando y limitando cualquier posibilidad de
acceso al alimento por parte de los nativos (Alemania también adolecía del mismo problema, por lo tanto aquello que
sobraba era reportado al país). Las cartas de racionamiento eran pues una realidad en toda Europa. La situación llegó incluso
a empeorar en años posteriores, y sólo hubo tímidas mejoras con los envíos masivos de ayuda por parte de los aliados y
cuando los países ocupados fueron liberados. Pero incluso aquel momento no estuvo exento de problemas, pues la red de
infraestructuras estaba muy dañada y reinaba una anarquía administrativa que permitía el saqueo de gran parte de las ayudas
recibidas. Las peleas por comida eran constantes, una prueba más de la destrucción moral europea de la que venimos
hablando.
DESTRUCCIÓN MORAL
En Europa, millones de personas habrían estado dispuestas a sacrificar todos los valores morales, el orgullo y la
dignidad por un puñado de comida. Cualquier mujer o niña se acostaba con militares, las peleas entre conocidos eran
constantes, al igual que el robo y el saqueo, todo por cualquier atisbo de aprovisionamiento. El mercado negro también jugó
un papel fundamental. Se hacía por necesidad, y también porque la tentación cuando muchos locales o casas vecinas
quedaban vacías era muy grande. Además, una vez que el tabú de robar se quebrantó se hizo mucho más fácil robar una y
otra vez. Era un modo de vida, una necesidad imperial, casi una adicción que superaba los límites de lo moral o inmoral. La
brutal violencia se extendió por cualquier rincón de Europa, y la violación se convirtió en sistemática (como siempre, no se
puede dejar de lado el efecto que esto tuvo sobre la moralidad de las mujeres reducidas a trozos de carne con abortos o
enfermedades venéreas y sobre algunos hombres que se veían obligados a observar las escenas impotentes), si bien las
peores condiciones se daban en situaciones de caos (por tanto, el Este). Para terminar, recordar que el deseo de revancha y de
dominar jugaba un papel fundamental al igual que el choque cultural en el avance de unas y otras tropas. La moralidad de los
niños es un caso aparte, con enormes daños psicológicos que unidos a la falta de autoridad paterna no les condujo a otra cosa
que a la delincuencia y brutalidad, especialmente en Alemania (más tarde habría quien incluso propondría el exterminio de
todo infante nacido en régimen nazi). La delincuencia creció entonces exponencialmente en todo el mundo, incluso en los
países neutrales, dado que el clima de inestabilidad llegaba a todas partes. Después de la liberación de los aliados la cosa no
fue a mejor, dado que cuando muchas autoridades locales huyeron la inestabilidad institucional hizo su efecto.
ESPERANZA
Pero bajo toda esta destrucción aparecía un hilo de esperanza por poner término a una guerra y tener la posibilidad
de vivir en un continente más seguro y próspero, pues cualquiera de las situaciones venidera sería mejor que lo vivido. Los
años posteriores fueron los del renacer de la cultura y la actividad, también partidista, a pesar de la desconfianza lógica por
gran parte de la ciudadanía. En este sentido destaca el heroísmo, como pieza fundamental para la reconstrucción de las
identidades nacionales y para apartar la vista de la crudeza aún existente en la posguerra. Miles de historias creadas en cada
país sobre las hazañas de sus compatriotas recordaban que el presente era infinitamente mejor que la tiranía pasada.
Igualmente la unidad era una consigna muy utilizada en la época, un ideal al que todos los líderes aspiraban y recurrían en
sus discursos, y que la guerra había hecho posible: las relaciones entre unos y otros se habían fortalecido (aunque fuera
forzosamente), rompiendo cualquier barrera diferencial por la crudeza del pasado, dando lugar así en el aspecto más formal a
cantidad de entidades y organismos de cooperación. Lo cierto es que la guerra no provocó los mismos perjuicios en unos que
otros. Hay quien incluso lo consideraba un milagro, por los réditos que de ella sacó. Es el caso de los partidos comunistas
que vieron como su militancia se incrementaba brutalmente. O Gran Bretaña, que instauró un sistema de racionamiento que
eliminaba cualquier privilegio de clase y que mejoró considerablemente la salud de los suyos. Lo mismo ocurría con el
sistema militar obligatorio. En otras zonas de Europa, el racionamiento no funcionó, pero sí lo hizo el mercado negro por lo
que las oportunidades de los campesinos mejoraron enormemente, del mismo modo que con la llegada del Ejército Rojo a
Hungría, que a pesar de su violencia llevó a cabo una reforma agraria muy demandada y que liberó a las clases más pobres.
SED DE SANGRE
Cómo decidimos, la posguerra estuvo marcada por un enorme sentimiento de venganza. Así lo demostraron los
soviéticos en su avance por Alemania, cometiendo atrocidades contra mujeres, niños y hombres. Estas no tenían un objetivo
militar, de hecho era hasta contraproducente (tenían que ocuparse de las víctimas), pero estaban guiadas por un afán de
revancha muchas veces hasta personal, por lo sufrido por cada soldado y sus conocidos. Este sentimiento (y su exageración o
moderación) fue utilizado también para causas políticas, muchas veces a través de los testigos y literatura que hay que tomar
con la debida cautela.
EL COMPLEJO DE LIBERACIÓN
Tras la esperanza de sentirse liberados, pronto llegó la decepción al ver que los aliados los trataban no mucho
mejor que los predecesores nazis. Si bien el trabajo de mejorar las condiciones materiales se hacía a finales de la guerra con
extrema eficacia, el trato con el que trataban a los desplazados (a menudo militarmente) no era el propio para quien había
sido humillado humanitariamente. Así, pronto la UNRA fue quien pasó a ocuparse de labores físicas, psicológicas,
emocionales, religiosas o educativas.. con extraordinario éxito. Proliferaron las escuelas e iglesias, y se invitó al
autogobierno dentro de los campos (aunque buscando el equilibrio pues suponía oportunidad para vengarse). La generosidad
de la UNRA pronto derivó en abusos de los desplazados, que aprovechaban sus nuevos recursos para financiar el mercado
negro. Así, los aliados (en gran parte financiadores de la organización) empezaron a sembrar las dudas de incompetencia y
despilfarro. Pese a todo, y así lo relatan los testigos, los refugiados siempre recordarán con enorme agradecimiento a la
UNRA, pues al fin y al cabo fue de quien por primera vez recibieron lo que necesitaban en la situación en la que se
encontraban: amabilidad y cariño.
PRISIONEROS DE GUERRA
Al contrario de lo que pudiera parecer, en tiempos de guerra las mayores atrocidades se producen al término de
esta, cuando el adversario está rendido y hundido, y el fenómeno de la venganza puede aparece.. Los prisioneros de guerra al
final de la misma hacían lo posible por caer en manos de los aliados y no de los soviéticos, si bien se tiene conocimiento de
falta de comida e higiene de los militares alemanes bajo mando británico/estadounidense, por lo que se le atribuyen
indirectamente decenas de miles de muertos. De hecho, cabe hacerse la pregunta de que con más recursos en EEUU
fallecieron muchos más prisioneros de guerra que por ejemplo en Gran Bretaña.Y lo mismo sobre Francia, que
proporcionalmente había registrado un gran número de víctimas. Si la situación en el oeste no era la mejor, en el este no
tenía ni punto de comparación. Como explicábamos, los presos de los soviéticos vivían en condiciones infrahumanas, en
parte por la falta de recursos y en parte por la misma voluntad de las autoridades, a lo que ayudó el gran trabajo de
deshumanización de todo alemán llevado a cabo por escritores rusos. En años posteriores al fin del conflicto, los presos de
guerra (que habían sobrevivido) fueron siendo amnistiados progresivamente en condiciones físicas impeorables.
CAMBIO DE TORNAS
Si la venganza es una relación de poder, esta alcanza su máxima expresión cuando las relaciones de poder se
invierten. Si bien en buena parte no fue posible la dominación de los antiguos presos sobre los alemanes por la presencia de
Aliados, en países como Checoslovaquia, Polonia, Países Bálticos o Rusia fue una constante esa persecución a pueblo
alemán, no al nivel del crimen nazi, ni con el mismo objetivo de exterminación, pero sí bastante grave. Como ejemplo
Paradigmático, en Praga, donde las dos nacionalidades vivían puerta con puerta, las represalias fueron enormes, incluso por
la muchedumbre local que aprovechaba la impasividad de las autoridades para tomar la revancha. Lo mismo en
Polonia,`dado que con el avance del Ejército Rojo los grandes campos de trabajo fueron reconvertidos en ‘campos de
castigo’, donde nazis, colaboracionistas, sin-papeles y simples alemanes eran ingresados para sufrir todo tipo de penas. Las
condiciones eran tales que las autoridades obligaron la liberación de muchos al término de la guerra. Tarde para todas las
muertes provocadas nos tanto por los malos tratos casi sádicos, sino por las enfermedades y malnutrición. Como siempre, el
baile de cifras hacía presencia, dado los intereses de unos por mostrarse inocentes y la de otros, los nazis, por hacerlo de
víctimas (cuando ciertamente no era comparable ni en magnitud ni intención con lo hecho por ellos). Bajo el ambiente de
crispación política, los documentos y juicios carecían pues de cualquier tipo de validez.
EL ENEMIGO DENTRO
Si la venganza estaba extendida, ya no digamos contra los colaboracionistas sin los que la importancia de los nazis
no habría llegado a ser tal. La represión popular contra ellos fue tal que aliados y nuevas autoridades necesitaron tomar
medidas para no perder la autoridad y evitar cualquier atisbo de anarquía. Intentaron pues atacar las principales causas:
desconfianza en la policía, justicia o la existencia de población armada por su pasado en la resistencia. Aún con todo en
algunos países como el norte de Italia donde la liberación tardó bastante en llegar estas medidas no surtieron mucho efecto,
dada que la depuración no acababa de ser real, con lo que la justicia popular siguió vigente, si cabe con más fuerza. Junto a
Italia, Francia Austria o Bélgica son ejemplos de países donde la depuración fue a medias. En el caso contrario, en Noruega
o Bulgaria (en este también influye la llegada al gobierno de los comunistas) se rindieron cuentas. Detrás de estas diferencias
entre países, e intra (entre profesiones, edades, clases y época) se encuentran a menudo motivos culturales, étnicos o
políticos, que contribuyeron a que en la posguerra no se pudiera conseguir en modo alguno una justicia eficaz y verdadera.
LA INTENCIÓN DE LA VENGANZA
Como ya dijimos, la venganza jugó un papel fundamental en la posguerra. Más allá de lo antiético, lo cierto es que
tuvo efectos positivos para la sociedad: suponía la representación del toque definitivo al fascismo, la recuperación de la
moralidad para aquellos individuos desconfiados de la justicia, y unía a las sociedades consolidando su soberanía, junto a los
mitos y supuestas unidades a las que también se aludía. En ese sentido, cabe recordar la exageración de cifras e historias que
se ejerció especialmente por parte de los alemanes para hacerse ver como víctimas. Y lo mismo en sentido contrario, había
quien pretendía disimular la violencia existente en la postguerra. La ciénaga política afectó por igual a unos y otros durante
el conflicto, y todos vieron fueron víctimas y culpables en algún momento.
comportamiento de los europeos, tomando conciencia de ella como nunca antes lo habían hecho y construyendo un problema
que antes no lo era para nadie.
pero pronto supieron que no convenía intentar algo que ya parecía inevitable, y así se lo hicieron saber a Stalin. Durante dos
años las expulsiones de ucranianos en Polonia y de polacos en Ucrania, ambas fomentadas por la URSS, se sucedieron.
Muchos ucranianos decidieron quedarse o volver a Polonia cuando fueron conscientes de que en su país de origen la
situación era mucho peor, pero las acciones llevadas a cabo contra autoridades polacas por organizaciones como la UPA
hicieron que su día a día empeorase, y mucho. De hecho, dio comienzo una operación para la integración forzosa de los
ucranianos que aún quedaban en Polonia en otras zonas de la región, que supuso una etapa más del proceso de diversidad
cultural (primero con el holocausto, segundo con la expulsión de ucranianos, tercero con la Operación Vístula y una cuarta
que se sumaría: la expulsión de alemanes), al tener como objetivo eliminar cualquier rasgo de identidad cultural. La
deportación fue en sí traumática, pero aún más lo fueron los campos de tránsito donde recibían malos tratos y la llegada a su
destino de origen, a menudo sin estar acompañados de su familia, y recibidos por vecinos polacos repatriados de Ucrania que
lógicamente no hacían otra cosa que despreciarlos.
LA EXPULSIÓN DE ALEMANES
Roosevelt y Churchill entendieron que había que compensar a Polonia por lo perdido por el Este, por lo que
ampliaron sus fronteras por el oeste, quitando territorio a Alemania (esta no estaba en condiciones de quejarse). Stalin no se
oponía: suponía consolidar las fronteras orientales y empujar aún más la línea de demarcación entre la Moscú y las potencias
aliadas. Era impensable que tras todo lo vivido las minorías alemanas pudieran quedarse a vivir allí (a pesar de que habían
disminuído por la huída cuando llegó el Ejército rojo) por lo que se les obligó a su deportación incluso antes de que los
aliados acordaran formalmente como redistribuirlo. En el camino hacia la frontera, muchos murieron, otros fueron llevados a
campos de trabajo y otros tantos eran saqueados, maltratados o violados. Incluso al llegar al límite muchas veces se
encontraban con que no podían pasar pues el cupo había sido cubierto. El desorden existente realmente no era del interés de
las autoridades polacas, por lo que llegaron a un acuerdo con los británicos para mejorar las condiciones sanitarias,
alimentarias, de niños y ancianos, causa a la que sirvió gran ayuda la creación de un tren para hacer ese recorrido. Tras ese
acuerdo, las expulsiones se frenaron pero en ningún momento pararon, pues las normas no acababan de cumplirse (Polonia
quería expulsar cuanto antes a esas minorías). Si bien las potencias aliadas no querían intervenir demasiado para no ser
acusadas de pro-alemanas sí fue de gran ayuda sus hombres enviados para mejorar las condiciones materiales de los
refugiados así como el parón establecido por la Cruz Roja, pero la verdadera solución llegó con la mejora de los campos de
tránsito, así como de los medios de comunicación y del plan establecido por G.B, Rusia y EEUU para dispersar a los
refugiados a su llegada a destino: una paciencia demandada desde el principio pero que no llegó y causó miles de muertes.
La zona soviética alemana era de las zonas más destruidas tras la S.G.M. y una de los que más refugiados recibió. La zona
británica tuvo más tiempo para prepararse pues no limitaba con las fronteras de Polonia o Checoslovaquia. Por último, lo
perteneciente a los americanos recibía refugiados de multitud de países. Lo cierto es que las infraestructuras quedaron muy
dañadas tras la guerra, por lo que o bien se vivía en la indigencia o en campos de refugiados donde las condiciones no eran
muchos mejores. Junto a esto, los daños psicológicos por haber perdido todo en su tierra natal, hasta su identidad, razón por
la que muchos eran discriminados por sus nuevos compatriotas. Misión imposible era que todos estos alemanes volvieran a
de donde partían, ya no solo porque se lo impedían, sino porque se hizo todo lo posible por eliminar cualquier rasgo cultural
alemán (escuelas, monumentos…). Todo esto no era exclusivo de Polonia, la deportación de alemanes también fue
destacable en Checoslovaquia, Hungría o Rumanía. Y si no eran los alemanes, era cualquier otra etnia la que era expulsada
de según qué Estado. Las consecuencias de todo esto eran evidentes: la substitución de la multiculturalidad reinante antes del
conflicto por unas naciones-Estado monoculturales cuya política oficial iba contra la existencia de cualquier minoría racial.
Además, en aquellas zonas en las que eran más débiles tuvieron que atentar contra civiles, cuando no recurrir a la política del
error como sus homólogos soviético por lo que esa imagen heroica fue decayendo y con ello la actividad de los mismos. En
frente unos comunistas que entendían que la cuestión iba más allá de la técnica militar. Así, echaron manos de deportaciones,
torturas, exposición pública de ejecuciones, creación de falsas bandas de partisanos o infiltración en las mismas,
consiguiendo eliminar hasta el último partisano. Sabedores de la importancia de las comunidades locales para con los
resistentes le asestaron 3 golpes para romper ese vínculo: el primero ganarse a los campesinos con la reforma agraria, el
segundo las grandes deportaciones que cortaron los suministros a aquellos habitantes del bosque y el tercero la
colectivización casi total de tierras que hizo que los nativos ya no pudieran confiar en ningún campesino. A pesar del trágico
final y de las muertes en ambos bandos estos hechos de los partisanos fueron reivindicados como un ejemplo de orgullo en
todos los países balcánicos durante las siguientes generaciones hasta la misma liberación en 1990 tras la guerra fría. La
literatura, la política y la misma sociedad civil recuerda, a pesar de todo, a los antiguos resistentes como auténticos héroes. El
espejo a lo que ocurría en los países bálticos lo encontramos en Grecia. Allí la derecha echó mano de los mismos métodos:
deportaciones, infiltración en la policía, amaño de elecciones, control de medios… Situaciones similares se vivieron en
Francia, Italia o Bélgica. La superpotencia que influía y quería hacerse con el control de Occidente en este caso era EEUU.
La guerra fría marcaría el final del S.XX, no con tanques y armas, sino con una batalla por las mentes y corazones de los
ciudadanos. Europa sería de nuevo lugar de conflicto, pero como mero peón que cada potencia quería manejar a su antojo.
CONCLUSIÓN
El legado de la S.G.M. deja claro que tenía una dimensión global y que es mucho más compleja de lo que se nos
ofrece. No era exclusivamente un conflicto por el territorio, que terminaba con la rendición de Alemania. Sino que como
hemos visto a lo largo del presente resumen presentaba aspectos políticos, de raza, nacionales y civiles a causa de cuestiones
esencialmente locales, por lo que la tensión se mantuvo durante muchos años después y el odio contra alguien, cualquiera
que fuera, era completamente normal. Ese odio, aunque a veces natural, otras tantas era alentado por sectores ideológicos
para su propio beneficio. Así, los comunistas hacían uso de él contra capitalistas, alemanes, fascistas, aristocracia, y en la
guerra fría contra EEUU. Ellos no tenían el patrimonio exclusivo, sino que los nacionalistas también lo aprovecharon para
tras el conflicto impulsar las expulsiones étnicas: de alemanes, judíos, de ucranianos en Polonia, de eslovacos, húngaros y
rumanos respectivamente… Estas tensiones nacionalistas parecían descansar durante la guerra fría porque las prioridades
eran otras, pero volvieron al término de la misma. Yugoslavia es un ejemplo. Allí las diferentes comunidades musulmana,
croata y serbia habían convivido durante la guerra, pero con el estallido de la guerra civil en 1990 las viejas tensiones
nacionalistas y los respectivos crímenes ya mencionados volvieron a aparecer. En Eslovaquia lo hicieron las respectivas con
Hungría. En este último con los judíos. Y en otros muchos donde el comunismo había caído como R.Checa, Polonia y
Hungría la animadversión contra los gitanos se hacía fuerte de nuevo. Bajo ese pretexto, es fácil entender porque los
nacionalistas llevaban a cabo aquellos programas de creación de Estados étnicamente homogéneos. Pero evidentemente no
funcionaron, ya que el resentimiento de las comunidades expulsadas permaneció durante generaciones y plantean problemas
aún actualmente entre los que ni siquiera vivieron aquella época (Ucrania bien podría servirnos como ejemplo). La pasión
que guía a esta gente nace de las historias y mitos que se han oído durante generaciones, no solo porque se han producido,
sino porque funcionan como pegamento de las distintas sociedades. Si bien esto presenta dos problemas: unos mitos entran
en conflicto con otros que describen la misma realidad, pero que no están sujetas a una misma interpretación, y además se
entremezclan a veces con mentiras descaradas y exageraciones numéricas que hacen difícil distinguir lo correcto de lo
incorrecto (por ejemplo, Italia en 2005 realizó una conmemoración por la invasión Yugoslava al norte de Italia, sin tener en
cuenta que habían sido ellos previamente quienes habían ejercido la violencia sobre Yugoslavia o quienes habían colocado a
los ustachas en Croacia).
El periodo de posguerra es una de las épocas más importantes de nuestra historia reciente. Si la S.G.M. destruyó el
Viejo Continente, el periodo inmediatamente posterior de caos fue en el que se originó la nueva Europa. Un periodo que ha
sido descuidado, mal recordado y mal utilizado, pero que es cosa de todos no seguir haciéndolo por simples objetivos
políticos, sino recordarlo y entenderlo en su debido contexto. La historia reciente de Alemania y Polonia da muestra de que
es posible.
Realizada ya una breve síntesis del autor y de la obra, pasamos a presentar el análisis crítico y conclusiones
surgidas: resulta obvio pensar que el autor, Keith Lowe, pretende con el libro presentar una mirada alternativa al relato
mítico -casi mitológico-, cargado de alusiones a los personajes políticos históricos que favorecieron la reconstrucción
europea tras la Segunda Guerra Mundial, o a las anécdotas con mayor o menor importancia que se sucedieron a lo largo de
todos los años del conflicto. Ese relato ausente de crítica que solo resalta la importancia de pasar de un régimen a otro (que
cuentan totalmente renovado), pretendiendo ocultar lo ocurrido en los años inmediatamente posteriores, sin profundizar en
los perjudicados, en los dañados, en los que se quedaron en el camino. Sin poner el foco sobre un continente todavía
sacudido por la violencia y los conflictos civiles, cuándo la gente todavía no había asumido el fin de la guerra y el caos, la
venganza y la inmoralidad aún eran sentimientos transversales a medio mundo.
Esto es lo que hace nuestro escritor: rememorar lo que solo queda en la memoria de aquellos que lo sufrieron, en
sus carnes o en las cercanas, y que ven como tal dolor no se recuperó y si se recuerda solo es para conveniencias políticas de
según quién. Y esta lectura del pasado la hace, bajo mi punto de vista, extraordinariamente bien, resaltando los conflictos
(políticos, étnicos, nacionales, civiles...), sentimientos y motivaciones de aquella época de posguerra, lo básico para entender
la realidad en su contexto debido, desde la perspectiva del pasado, sin pesadez, lenguaje cargado, o excesivas -y extendidas-
explicaciones: didáctico, simple, corrosivo, y alternativo. Una lectura provechosa para quien lee, para aumentar el
conocimiento histórico, el sentido crítico y el planteamiento de una realidad más allá de lo oficial y normativo. Basado en
documentos, entrevistas o estudios académicos de unos y otros autores o países, que recubren de cierta objetividad el relato
para que el lector pueda entender en el tiempo presente la Europa que las nuevas generaciones nos encontramos. Si algo
negativo ha de destacarse, pudiera ser la reiteración que a lo largo del libro se ejerce de algunos elementos o episodios, así
como la cantidad de relatos personales que contiene el texto, lo que puede resultar algo pesado para según qué lector, sobre
todo desde el punto de vista académico, y a partir de los cuales suele establecer generalizaciones que no siempre han de ser
correctas, pero que a otros menos experimentados en la temática puede resultarnos especialmente positivo para entender el
contexto.