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Resumen Continente Salvaje

Sistema Político Europeo (Universidade de Santiago de Compostela)

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Descargado por Mireia Cànovas (mcanov001@jvvgirona.eu)
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El historiador británico Keith Lowe es el autor de un libro a modo de guía sobre la Europa de posguerra:
Continente Salvaje: Europa después de la segunda guerra mundial ​(Galaxia Gutenberg, 2012). Se trata de un libro muy
asequible, didáctico y de fácil lectura estructurado en 28 capítulos, conclusión, agradecimientos, notas y bibliografía que
suman 544 páginas. En él aporta una visión radicalmente novedosa, poco vista (acostumbrados a otro tipo de relatos, más
bien centrados en el supuesto éxito casi milagroso de la reconstrucción europea) de lo ocurrido durante la segunda guerra
mundial y en especial, los años posteriores, en los que murieron millones de personas y decenas de millones sufrieron los
horrores de la posguerra. Basado en documentos originales, entrevistas y estudios académicos, el libro que pretendemos
estudiar ayuda a entender la Europa de nuestros días, heredera de aquellos conflictos.

La trayectoria profesional de Lowe avala el rigor de esta publicación, pues interviene a menudo en la radio y
televisión de Gran Bretaña o Estados Unidos, además de ser autor de muchas otras obras: ​Tunnel Vision ​(2001) o ​Inferno
(2007) son algunas de las más exitosas, hasta el punto de ser considerado una auténtica autoridad en la Segunda Guerra
Mundial.

Centrando nuestra atención ahora en el texto que nos ocupa, pasaremos a desarrollar un resumen de las 544
páginas, si acaso algo extenso pero creemos necesario dada la densidad del texto original, resaltando los aspectos más
importantes del mismo, y estructurándolo de igual forma a como aparece en el texto original, para facilitar así la
comprensión. Posteriormente, y para finalizar el presente análisis, expondremos un conjunto de conclusiones críticas:

INTRODUCCIÓN
El legado de la S.G.M. es claro: destrucción. Un mundo sin fronteras, instituciones, servicios públicos o sistemas
políticos. De tal modo que el ritmo de reconstrucción posterior hasta llegar a la Europa que conocemos y las repentinas
ansias de cooperación pueden parecer un milagro. De hecho, tenemos una versión muy positiva de lo ocurrido. Los años
posteriores a la S.G.M. (que no acabó con la derrota de Hitler) estaban dominados por el caos y la anarquía, con continuos
exterminios a modo de venganza, violencia política, guerras civiles y limpiezas étnicas. La reconstrucción era un proyecto
demasiado ambicioso en un momento en el que los intereses de una ciudadanía desconfiada después de todo lo ocurrido y de
unos líderes políticos no coincidían en manera alguna.

DESTRUCCIÓN FÍSICA
Polonia es un claro ejemplo de destrucción. Apenas ningún edificio, institución, biblioteca, o archivo quedó en pie
después del arrase que llevaron a cabo los alemanes antes de irse, ante la resistencia de los nativos, a lo que previamente se
había sumado la extinción de un gran gueto de judíos. Miles de ciudades de toda Europa fueron destruidas, de Oeste (Gran
Bretaña, gran perjudicada al ser digno y exitoso contrincante de Hitler) a Este (Yugoslavia, Ucrania y Polonia
especialmente) pasando por el epicentro de la ruina que suponía Alemania. A la destrucción arquitectónica y cultural se le
suma aquella llevada a cabo en gran parte de las poblaciones rurales, en la industria o en los transportes, a menudo por unos
u otros que en retirada tenían como máxima proveer al enemigo de lo mínimo posible, o ante cualquier atisbo de resistencia.
A pesar de ello, lo peor sería lo que se escondía detrás de los escombros: la maldad y autodestrucción del ser humano.

AUSENCIA
Si la destrucción física fue de tal tamaño y repercusión, ni que hablar de las víctimas humanas. De nuevo, con
grandes diferencias, más víctimas cuanto más al este. Así, a pesar del gran número de víctimas absolutas en Gran Bretaña o
Francia, el récord en términos porcentuales lo marcaban países como Estonia, Lituania, Grecia y sobre todo Polonia,

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llegando a perder todos estos en torno al 7 u 8% de su población. Europa se reconocía en la ausencia: todo el mundo había
perdido algo, personal o comunitariamente. Del mismo modo unos colectivos se vieron más agraviados que otros: en
especial, los Judíos, cuya población fue aniquilada de la mayor parte de las ciudades y rural, y junto a ello una cultura
forjada durante años. Pese a ello, hay quienes consiguieron sobrevivir entre ruinas, pantanos, o incluso campos de
concentración hasta que al final de la S.G.M. fueron liberados por los los aliados (muchas veces ayudados por países
-Bulgaria o Dinamarca- o personas que se arriesgaban a todo con tal de prestarles protección). También destacaron las
limpiezas étnicas locales indiscriminadas hacia otras nacionalidades, así como a cualquier pueblo que se dignara a formar
parte de la resistencia. Así, la población quedó enormemente menguada, con gran cantidad de sujetos masculinos fallecidos
(o desaparecidos), por lo que el mapa europeo demográfico estaba formado en gran parte por mujeres y niños (muchos
huérfanos, cayendo en la delincuencia o depresión).

DESPLAZAMIENTO
Otro de los elementos característicos fue el enorme número de desplazamientos: millones de personas huyeron de
situaciones adversas a lo largo y ancho de Europa. Pero no solo eso, si no que sujetos de múltiples nacionalidades fueron
reclutados como prisioneros de guerra, especialmente para Alemania (elemento que hace único a este conflicto), por lo que
al término de la S.G.M. fueron también muchos los que consecuentemente intentaron volver a sus casas a miles de km de
distancia. Del mismo modo, había desplazamientos masivos intra país (destaca Alemania). Todos estos ex-refugiados que
caminaban durante meses buscándose la vida como podían, a menudo a través de los saqueos y robos, no contaban con
ninguna ayuda de los ciudadanos alemanes, más bien con su desprecio por considerarlos causantes de la guerra. A pesar de
que la ayuda de organismos como la UNRA consiguió auténticos milagros en tiempo récord para conectar familias a un lado
y otro del continente, como de costumbre los daños fueron dobles: a nivel personal (los que se iban y los que se quedaban) y
comunitario: los desplazamientos masivos normalizaron una población europea posguerra volátil e inestable.

HAMBRUNA
Otro elemento central de la guerra fue el hambre, que ya se hacía presente nada más estallar el conflicto pero que
fue destructiva cuando levantaron los diferentes bloqueos militares. De nuevo, los efectos más devastadores cuanto más al
Este. Polonia, Grecia, Holanda… fueron algunos de los países que perdieron a millones de ciudadanos a causa del hambre.
Como decimos, los bloqueos fueron causantes de ese hambre al suponer una ruptura en el comercio internacional pero
también cabe destacar el papel que jugó Alemania en los países ocupados, saqueando y limitando cualquier posibilidad de
acceso al alimento por parte de los nativos (Alemania también adolecía del mismo problema, por lo tanto aquello que
sobraba era reportado al país). Las cartas de racionamiento eran pues una realidad en toda Europa. La situación llegó incluso
a empeorar en años posteriores, y sólo hubo tímidas mejoras con los envíos masivos de ayuda por parte de los aliados y
cuando los países ocupados fueron liberados. Pero incluso aquel momento no estuvo exento de problemas, pues la red de
infraestructuras estaba muy dañada y reinaba una anarquía administrativa que permitía el saqueo de gran parte de las ayudas
recibidas. Las peleas por comida eran constantes, una prueba más de la destrucción moral europea de la que venimos
hablando.

DESTRUCCIÓN MORAL
En Europa, millones de personas habrían estado dispuestas a sacrificar todos los valores morales, el orgullo y la
dignidad por un puñado de comida. Cualquier mujer o niña se acostaba con militares, las peleas entre conocidos eran
constantes, al igual que el robo y el saqueo, todo por cualquier atisbo de aprovisionamiento. El mercado negro también jugó
un papel fundamental. Se hacía por necesidad, y también porque la tentación cuando muchos locales o casas vecinas

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quedaban vacías era muy grande. Además, una vez que el tabú de robar se quebrantó se hizo mucho más fácil robar una y
otra vez. Era un modo de vida, una necesidad imperial, casi una adicción que superaba los límites de lo moral o inmoral. La
brutal violencia se extendió por cualquier rincón de Europa, y la violación se convirtió en sistemática (como siempre, no se
puede dejar de lado el efecto que esto tuvo sobre la moralidad de las mujeres reducidas a trozos de carne con abortos o
enfermedades venéreas y sobre algunos hombres que se veían obligados a observar las escenas impotentes), si bien las
peores condiciones se daban en situaciones de caos (por tanto, el Este). Para terminar, recordar que el deseo de revancha y de
dominar jugaba un papel fundamental al igual que el choque cultural en el avance de unas y otras tropas. La moralidad de los
niños es un caso aparte, con enormes daños psicológicos que unidos a la falta de autoridad paterna no les condujo a otra cosa
que a la delincuencia y brutalidad, especialmente en Alemania (más tarde habría quien incluso propondría el exterminio de
todo infante nacido en régimen nazi). La delincuencia creció entonces exponencialmente en todo el mundo, incluso en los
países neutrales, dado que el clima de inestabilidad llegaba a todas partes. Después de la liberación de los aliados la cosa no
fue a mejor, dado que cuando muchas autoridades locales huyeron la inestabilidad institucional hizo su efecto.

ESPERANZA
Pero bajo toda esta destrucción aparecía un hilo de esperanza por poner término a una guerra y tener la posibilidad
de vivir en un continente más seguro y próspero, pues cualquiera de las situaciones venidera sería mejor que lo vivido. Los
años posteriores fueron los del renacer de la cultura y la actividad, también partidista, a pesar de la desconfianza lógica por
gran parte de la ciudadanía. En este sentido destaca el heroísmo, como pieza fundamental para la reconstrucción de las
identidades nacionales y para apartar la vista de la crudeza aún existente en la posguerra. Miles de historias creadas en cada
país sobre las hazañas de sus compatriotas recordaban que el presente era infinitamente mejor que la tiranía pasada.
Igualmente la unidad era una consigna muy utilizada en la época, un ideal al que todos los líderes aspiraban y recurrían en
sus discursos, y que la guerra había hecho posible: las relaciones entre unos y otros se habían fortalecido (aunque fuera
forzosamente), rompiendo cualquier barrera diferencial por la crudeza del pasado, dando lugar así en el aspecto más formal a
cantidad de entidades y organismos de cooperación. Lo cierto es que la guerra no provocó los mismos perjuicios en unos que
otros. Hay quien incluso lo consideraba un milagro, por los réditos que de ella sacó. Es el caso de los partidos comunistas
que vieron como su militancia se incrementaba brutalmente. O Gran Bretaña, que instauró un sistema de racionamiento que
eliminaba cualquier privilegio de clase y que mejoró considerablemente la salud de los suyos. Lo mismo ocurría con el
sistema militar obligatorio. En otras zonas de Europa, el racionamiento no funcionó, pero sí lo hizo el mercado negro por lo
que las oportunidades de los campesinos mejoraron enormemente, del mismo modo que con la llegada del Ejército Rojo a
Hungría, que a pesar de su violencia llevó a cabo una reforma agraria muy demandada y que liberó a las clases más pobres.

EL PAISAJE DEL CAOS


Muchos historiadores se empeñan en mostrar un mundo perfecto tras la S.G.M., pero nada más lejos de la realidad.
Las recomendaciones de la ONU indicaban que eran las autoridades locales quienes debían tomar el mando inmediatamente
despúes, pero durante años las únicos capaces de mantener el control eran los Aliados, teniendo un duro trabajo por delante
en la reconstrucción física, humanitaria y moral. Todo ello en un ambiente de impaciencia, violencia y odio, por lo que
pronto comprendieron que con unos recursos de todos insuficientes para reparar esas 3 dimensiones podrían estar a punto de
presenciar una nueva guerra, como advirtieron diferentes autoridades. Así, remediaron lo poco que pudieron en gran parte a
un nuevo método que dañó la moral europea -la venganza-.

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SED DE SANGRE
Cómo decidimos, la posguerra estuvo marcada por un enorme sentimiento de venganza. Así lo demostraron los
soviéticos en su avance por Alemania, cometiendo atrocidades contra mujeres, niños y hombres. Estas no tenían un objetivo
militar, de hecho era hasta contraproducente (tenían que ocuparse de las víctimas), pero estaban guiadas por un afán de
revancha muchas veces hasta personal, por lo sufrido por cada soldado y sus conocidos. Este sentimiento (y su exageración o
moderación) fue utilizado también para causas políticas, muchas veces a través de los testigos y literatura que hay que tomar
con la debida cautela.

LOS CAMPOS LIBERADOS


Una de las pruebas más atroces de la S.G.M. fueron los diferentes campos de exterminio, que a pesar de que los
nazis trataron de eliminar a la llegada del Ejército Rojo, muchas de las pruebas (hornos, campos de fusilamiento, cámaras de
gas) quedaron como testigo de ello. Los efectos de estos descubrimientos fue inmediato: grandes grupos de soldados y
periodistas corrieron la voz por todo el mundo de lo que los rusos habían visto. Eso sí, los aliados se negaban a admitir que
los judíos pudieran estar en peor situación que el resto de perseguidos. Esto cambió cuando americanos o ingleses fueron
descubriendo por su cuenta muchos de los elementos de tortura utilizados por los nazis, de modo que la incredulidad dio
paso a la indignación e ira con los alemanes y miembros de las SS que aún permanecían en los campos (Dachau y Belsen
fueron buenos ejemplos para americanos y británicos respectivamente). Estos crímenes atroces revelados internacionalmente
sirvieron a los aliados para justificar lo hecho durante la guerra y todo lo que pudiera ocurrir en los próximos años. Si los
aliados se vengaron, los antiguos prisioneros contaron con el beneplácito de ellos para hacer lo propio (hasta que pensaron
que suponía demasiada alteración para la orden y la ley). Así, grupos de víctimas (como judíos) llevaron a cabo crímenes
contra guardias y militares nazis, contra secuaces que se habían vendido, y si no los encontraban simplemente contra
cualquier alemán. Era una vía de escape temporal para liberarse y restablecer el equilibrio moral perdido, hasta que muchos
acabaron por sustituir el sentimiento de venganza por el de lástima, y entendieron que otras acciones como el desprecio y la
exclusión eran mejores (de ahí el éxodo de judíos hacia Israel).

MANO DE OBRA ESCLAVA


Junto a los ya tan comentados campos de exterminio cohabitaban muchos otros: de mano de obra, de prisioneros
de guerra, penitenciarios, de huérfanos… El trato en ellos era muy distinto en función de la nacionalidad: mientras que
prisioneros americanos o británicos recibían regularmente comida y un trato aceptable, soviéticos, polacos o italianos eran
obligados a trabajar hasta la extenuación. Dentro de cada campo también existían esas diferencias: arios mejor tratados que
extranjeros o gitanos. Y de estos últimos había muchos, por lo que al final de la guerra con el clima de tensión el
enfrentamiento no se hizo esperar. Así, con la llegada de los aliados se entró en una espiral de robos (muchas veces porque
sí, sin importar el qué), saqueos, alcohol, violaciones y sexo desenfrenado por parte de los desplazados que fue imposible de
controlar por los liberadores, pese a todos sus esfuerzos. La explicación es bien sencilla: se encontraban con la libertad y
‘privilegios’ que durante años le habían negado, y podían ejecutar su propia venganza contra la población local por todo lo
sufrido. Por ello, los aliados tuvieron que tomar medidas extremas: reingreso en campos, toques de queda, y repatriación. La
complicación de esto último, más allá de en la calidad de las infraestructuras, estaba en las prioridades a seguir: soviéticos,
americanos, británicos, indisciplinados… Mientras no se terminaba el proceso los desplazados permanecían en centros en
condiciones pésimas, ya que se tenía que aprovechar cualquier edificio que se mantuviera, o incluso en campos, por lo que
los aliados empezaron a temer por la ira y la impaciencia de aquellos, los que por cierto, según varios informes no eran
culpables de los muchos de saqueos y actos delictivos que se les atribuían. Temían convertirse, tras la guerra, en nuevos
enemigos.

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EL COMPLEJO DE LIBERACIÓN
Tras la esperanza de sentirse liberados, pronto llegó la decepción al ver que los aliados los trataban no mucho
mejor que los predecesores nazis. Si bien el trabajo de mejorar las condiciones materiales se hacía a finales de la guerra con
extrema eficacia, el trato con el que trataban a los desplazados (a menudo militarmente) no era el propio para quien había
sido humillado humanitariamente. Así, pronto la UNRA fue quien pasó a ocuparse de labores físicas, psicológicas,
emocionales, religiosas o educativas.. con extraordinario éxito. Proliferaron las escuelas e iglesias, y se invitó al
autogobierno dentro de los campos (aunque buscando el equilibrio pues suponía oportunidad para vengarse). La generosidad
de la UNRA pronto derivó en abusos de los desplazados, que aprovechaban sus nuevos recursos para financiar el mercado
negro. Así, los aliados (en gran parte financiadores de la organización) empezaron a sembrar las dudas de incompetencia y
despilfarro. Pese a todo, y así lo relatan los testigos, los refugiados siempre recordarán con enorme agradecimiento a la
UNRA, pues al fin y al cabo fue de quien por primera vez recibieron lo que necesitaban en la situación en la que se
encontraban: amabilidad y cariño.

PRISIONEROS DE GUERRA
Al contrario de lo que pudiera parecer, en tiempos de guerra las mayores atrocidades se producen al término de
esta, cuando el adversario está rendido y hundido, y el fenómeno de la venganza puede aparece.. Los prisioneros de guerra al
final de la misma hacían lo posible por caer en manos de los aliados y no de los soviéticos, si bien se tiene conocimiento de
falta de comida e higiene de los militares alemanes bajo mando británico/estadounidense, por lo que se le atribuyen
indirectamente decenas de miles de muertos. De hecho, cabe hacerse la pregunta de que con más recursos en EEUU
fallecieron muchos más prisioneros de guerra que por ejemplo en Gran Bretaña.Y lo mismo sobre Francia, que
proporcionalmente había registrado un gran número de víctimas. Si la situación en el oeste no era la mejor, en el este no
tenía ni punto de comparación. Como explicábamos, los presos de los soviéticos vivían en condiciones infrahumanas, en
parte por la falta de recursos y en parte por la misma voluntad de las autoridades, a lo que ayudó el gran trabajo de
deshumanización de todo alemán llevado a cabo por escritores rusos. En años posteriores al fin del conflicto, los presos de
guerra (que habían sobrevivido) fueron siendo amnistiados progresivamente en condiciones físicas impeorables.

CAMBIO DE TORNAS
Si la venganza es una relación de poder, esta alcanza su máxima expresión cuando las relaciones de poder se
invierten. Si bien en buena parte no fue posible la dominación de los antiguos presos sobre los alemanes por la presencia de
Aliados, en países como Checoslovaquia, Polonia, Países Bálticos o Rusia fue una constante esa persecución a pueblo
alemán, no al nivel del crimen nazi, ni con el mismo objetivo de exterminación, pero sí bastante grave. Como ejemplo
Paradigmático, en Praga, donde las dos nacionalidades vivían puerta con puerta, las represalias fueron enormes, incluso por
la muchedumbre local que aprovechaba la impasividad de las autoridades para tomar la revancha. Lo mismo en
Polonia,`dado que con el avance del Ejército Rojo los grandes campos de trabajo fueron reconvertidos en ‘campos de
castigo’, donde nazis, colaboracionistas, sin-papeles y simples alemanes eran ingresados para sufrir todo tipo de penas. Las
condiciones eran tales que las autoridades obligaron la liberación de muchos al término de la guerra. Tarde para todas las
muertes provocadas nos tanto por los malos tratos casi sádicos, sino por las enfermedades y malnutrición. Como siempre, el
baile de cifras hacía presencia, dado los intereses de unos por mostrarse inocentes y la de otros, los nazis, por hacerlo de
víctimas (cuando ciertamente no era comparable ni en magnitud ni intención con lo hecho por ellos). Bajo el ambiente de
crispación política, los documentos y juicios carecían pues de cualquier tipo de validez.

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EL ENEMIGO DENTRO
Si la venganza estaba extendida, ya no digamos contra los colaboracionistas sin los que la importancia de los nazis
no habría llegado a ser tal. La represión popular contra ellos fue tal que aliados y nuevas autoridades necesitaron tomar
medidas para no perder la autoridad y evitar cualquier atisbo de anarquía. Intentaron pues atacar las principales causas:
desconfianza en la policía, justicia o la existencia de población armada por su pasado en la resistencia. Aún con todo en
algunos países como el norte de Italia donde la liberación tardó bastante en llegar estas medidas no surtieron mucho efecto,
dada que la depuración no acababa de ser real, con lo que la justicia popular siguió vigente, si cabe con más fuerza. Junto a
Italia, Francia Austria o Bélgica son ejemplos de países donde la depuración fue a medias. En el caso contrario, en Noruega
o Bulgaria (en este también influye la llegada al gobierno de los comunistas) se rindieron cuentas. Detrás de estas diferencias
entre países, e intra (entre profesiones, edades, clases y época) se encuentran a menudo motivos culturales, étnicos o
políticos, que contribuyeron a que en la posguerra no se pudiera conseguir en modo alguno una justicia eficaz y verdadera.

VENGANZA CONTRA MUJERES Y NIÑOS


Si bien la venganza contra los colaboracionistas fue llevada a cabo en pequeñas acciones y no de forma masiva,
existen dos colectivos contra los que la violencia se ejerció de forma más estructural. El primero las mujeres que se
acostaban con hombres alemanes, que a menudo se excusaban con el pretexto de no mezclar el amor con política. Esto
suponía un menoscabo de la moral y masculinidad de los franceses, que en su vuelta al país con el objetivo exitoso de la
liberación la emprendió contra ellas. Así, muchas mujeres fueron expulsadas de los cuerpos de resistencia y la humillación
pública (sexualizada) se hizo generalizada. Evidentemente, otro grupo que suponía todo una afrenta para los países eran los
niños nacidos de esas relaciones. Por ello, países como Noruega tuvieron que tomar políticas extremas que incluían hasta la
deportación para unos niños que fueron sufridores del desprecio en la escuela, familia o incluso de un Estado que los
consideraba en gran parte deficientes mentales. Destacó la política de silencio tanto a nivel personal como colectivo, de
modo que el gobierno disuadía cualquier tipo de contacto del niño con el progenitor, como también a menudo intentaba
hacer la madre, cuando no facilitaba por todos los medios el cambio de nombre. Cuanto menos se hablara del hecho mejor,
lo que ocasionó daños irreparables en muchos infantes.

LA INTENCIÓN DE LA VENGANZA
Como ya dijimos, la venganza jugó un papel fundamental en la posguerra. Más allá de lo antiético, lo cierto es que
tuvo efectos positivos para la sociedad: suponía la representación del toque definitivo al fascismo, la recuperación de la
moralidad para aquellos individuos desconfiados de la justicia, y unía a las sociedades consolidando su soberanía, junto a los
mitos y supuestas unidades a las que también se aludía. En ese sentido, cabe recordar la exageración de cifras e historias que
se ejerció especialmente por parte de los alemanes para hacerse ver como víctimas. Y lo mismo en sentido contrario, había
quien pretendía disimular la violencia existente en la postguerra. La ciénaga política afectó por igual a unos y otros durante
el conflicto, y todos vieron fueron víctimas y culpables en algún momento.

OPCIONES EN TIEMPOS DE GUERRA


La S.G.M. no solo fue un conflicto por el territorio, sino racial. Las limpiezas étnicas en los distintos puntos del
continente así lo demuestran. Por poner el ejemplo más destacado, los alemanes crearon toda una jerarquía racial de
privilegios incluso dentro de su sociedad, con categorías de pureza (a pesar de que a veces era muy difícil hacer distinciones
pues había quien no se ajustaba a la descripción clásica, o incluso se llegaba a disfrazar). Cuando la etnia aún no había sido
elegida, tocaba que el ciudadano optase por una, muchas veces en función de los réditos que podría sacar, con las
consecuencias que tendría en la posguerra. La obsesión alemana por la pureza racial tuvo gran influencia en el

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comportamiento de los europeos, tomando conciencia de ella como nunca antes lo habían hecho y construyendo un problema
que antes no lo era para nadie.

LA HUÍDA DE LOS JUDÍOS


Los judíos, tras la S.G.M., solo encontraban 3 posibles soluciones en el horizonte: ‘hacerse invisibles’, irse de
Europa creando un nuevo Estado, o reconstruir las vidas en sus países de origen. La mayoría del colectivo bien intelectual o
emocionalmente optó por la última, pero si bien el trato de gobiernos y organismos mejoró de manera notable con para con
ellos, más allá de las numerosas ayudas recibidas, esperaban una buena acogida en su regreso, pero el antisemitismo seguía
impregnado en muchos ámbitos y no todas las historias, aunque existentes, son de vuelta a una vida estable y de buena
convivencia. En Holanda, por ejemplo, no se hacían diferencias entre los retornados y ofrecían pura burocracia. Entre las
causas, el malestar que producía entre la población volver a hablar de ello o el desafío al mito de la unidad construído que
podía suponer. En este sentido, cabe destacar el expolio de la propiedad que vivieron los judíos durante la guerra. En su
retorno, muchos ciudadanos los consideraban suyos y se negaban a devolvérselos, generando una ola de antisemitismo que
causó bastantes daños en algunas poblaciones de Hungría, Polonia o Italia, donde incluso se atrevían a cobrarles una tasa por
‘cuidar’ sus bienes durante el conflicto. La situación económica en Hungría era pésima, y la culpa apuntaba a soviéticos y
especuladores por igual, y a ambos se les relacionaba con los judíos, por lo que muchos de estos no tuvieron otra opción que
huir. Respecto a Polonia la situación no era mucho mejor, y se recurría estructuralmente al mito de que judíos secuestraban y
asesinaban a niños, de modo que las turbas de violencia (de civiles, policías o militares) se sucedían. Las autoridades
comunistas más tarde procesaron y facilitaron ayudas a las víctimas, pero en el momento no se decidieron por hacer nada, de
nuevo por miedo a que los relacionaran con judíos. Por lo tanto, el éxodo de judíos fue constante desde multitud de países
europeos. Para ello se creó una organización, ‘HUÍDA’, que facilitaba pasos fronterizos, casas o medios de transporte no
oficiales. Al principio se refugiaban en campos de desplazados, irónicamente alemanes, austriacos o italianos. Esa
organización fue ganando peso y estableciendo contacto con los diferentes gobiernos, que no dificultaban en gran medida la
huída pues en verdad lo deseaban. La excepción era Reino Unido, pues junto con América era Palestina, que estaba bajo su
control, uno de los destinos preferidos para los judíos, y argumentaban que el resto de países también tenían que
solidarizarse o que se había luchado mucho como para que Europa quedara ahora sin judíos pero en el fondo era una
cuestión política: que se podría dar una mezcla explosiva entre árabes y judíos. Finalmente no lo pudieron evitar, y estos
fueron ganando peso a su costa en Palestina hasta que la ONU les otorgó parte del país para crear su propio Estado.

LA LIMPIEZA ÉTNICA EN UCRANIA Y POLONIA


Si bien los judíos se vieron perjudicados, el foco de la violencia nacionalista se situaba especialmente en Polonia y
Ucrania. En la primera, pueblos enteros de etnia ucraniana fueron arrasados, saqueados y sus habitantes o asesinados o
forzados a huir. A diferencia de los judíos, en este caso la limpieza era alentada por el propio gobierno a través del ejército y
no se favorecía la expulsión, si no que se obligaba a ella. Las raíces explicativas proceden de la guerra: las tierras fronterizas
de Polonia se vieron invadidas hasta 3 ocasiones entre alemanes y soviéticos. Mientras la mayoría de comunidades se
oponían por igual, los ucranianos entendieron a los alemanes como libertadores y fueron autoorganizándose (OUN y luego
UPA), colaborando con los primeros primero en la erradicación de los judíos, y luego en la limpieza étnica polaca arrasando
de nuevo pueblos enteros y forzando su expulsión. Esa fue la excusa para polacos, entrando así en un círculo vicioso de
destrucción a lo largo de la región. Cuando los soviéticos llegaron, decidieron que la mejor opción era separar a ambas
comunidades. Así, los polacos en Polonia y los ucranianos en la república soviética ucraniana, si bien decidieron expandir
hacia el Oeste sus fronteras, lo que se hizo sin contar con la opinión de los ciudadanos o autoridades polacas. Estos
recurrieron a las potencias aliadas, que al principio se opusieron (sobre todo Roosvelt por su electorado polaco americano)

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pero pronto supieron que no convenía intentar algo que ya parecía inevitable, y así se lo hicieron saber a Stalin. Durante dos
años las expulsiones de ucranianos en Polonia y de polacos en Ucrania, ambas fomentadas por la URSS, se sucedieron.
Muchos ucranianos decidieron quedarse o volver a Polonia cuando fueron conscientes de que en su país de origen la
situación era mucho peor, pero las acciones llevadas a cabo contra autoridades polacas por organizaciones como la UPA
hicieron que su día a día empeorase, y mucho. De hecho, dio comienzo una operación para la integración forzosa de los
ucranianos que aún quedaban en Polonia en otras zonas de la región, que supuso una etapa más del proceso de diversidad
cultural (primero con el holocausto, segundo con la expulsión de ucranianos, tercero con la Operación Vístula y una cuarta
que se sumaría: la expulsión de alemanes), al tener como objetivo eliminar cualquier rasgo de identidad cultural. La
deportación fue en sí traumática, pero aún más lo fueron los campos de tránsito donde recibían malos tratos y la llegada a su
destino de origen, a menudo sin estar acompañados de su familia, y recibidos por vecinos polacos repatriados de Ucrania que
lógicamente no hacían otra cosa que despreciarlos.

LA EXPULSIÓN DE ALEMANES
Roosevelt y Churchill entendieron que había que compensar a Polonia por lo perdido por el Este, por lo que
ampliaron sus fronteras por el oeste, quitando territorio a Alemania (esta no estaba en condiciones de quejarse). Stalin no se
oponía: suponía consolidar las fronteras orientales y empujar aún más la línea de demarcación entre la Moscú y las potencias
aliadas. Era impensable que tras todo lo vivido las minorías alemanas pudieran quedarse a vivir allí (a pesar de que habían
disminuído por la huída cuando llegó el Ejército rojo) por lo que se les obligó a su deportación incluso antes de que los
aliados acordaran formalmente como redistribuirlo. En el camino hacia la frontera, muchos murieron, otros fueron llevados a
campos de trabajo y otros tantos eran saqueados, maltratados o violados. Incluso al llegar al límite muchas veces se
encontraban con que no podían pasar pues el cupo había sido cubierto. El desorden existente realmente no era del interés de
las autoridades polacas, por lo que llegaron a un acuerdo con los británicos para mejorar las condiciones sanitarias,
alimentarias, de niños y ancianos, causa a la que sirvió gran ayuda la creación de un tren para hacer ese recorrido. Tras ese
acuerdo, las expulsiones se frenaron pero en ningún momento pararon, pues las normas no acababan de cumplirse (Polonia
quería expulsar cuanto antes a esas minorías). Si bien las potencias aliadas no querían intervenir demasiado para no ser
acusadas de pro-alemanas sí fue de gran ayuda sus hombres enviados para mejorar las condiciones materiales de los
refugiados así como el parón establecido por la Cruz Roja, pero la verdadera solución llegó con la mejora de los campos de
tránsito, así como de los medios de comunicación y del plan establecido por G.B, Rusia y EEUU para dispersar a los
refugiados a su llegada a destino: una paciencia demandada desde el principio pero que no llegó y causó miles de muertes.
La zona soviética alemana era de las zonas más destruidas tras la S.G.M. y una de los que más refugiados recibió. La zona
británica tuvo más tiempo para prepararse pues no limitaba con las fronteras de Polonia o Checoslovaquia. Por último, lo
perteneciente a los americanos recibía refugiados de multitud de países. Lo cierto es que las infraestructuras quedaron muy
dañadas tras la guerra, por lo que o bien se vivía en la indigencia o en campos de refugiados donde las condiciones no eran
muchos mejores. Junto a esto, los daños psicológicos por haber perdido todo en su tierra natal, hasta su identidad, razón por
la que muchos eran discriminados por sus nuevos compatriotas. Misión imposible era que todos estos alemanes volvieran a
de donde partían, ya no solo porque se lo impedían, sino porque se hizo todo lo posible por eliminar cualquier rasgo cultural
alemán (escuelas, monumentos…). Todo esto no era exclusivo de Polonia, la deportación de alemanes también fue
destacable en Checoslovaquia, Hungría o Rumanía. Y si no eran los alemanes, era cualquier otra etnia la que era expulsada
de según qué Estado. Las consecuencias de todo esto eran evidentes: la substitución de la multiculturalidad reinante antes del
conflicto por unas naciones-Estado monoculturales cuya política oficial iba contra la existencia de cualquier minoría racial.

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YUGOSLAVIA: UN MICROCOSMOS EN EUROPA


Las deportaciones de las que venimos hablando suponían un mal menor, principalmente con el objetivo de evitar
conflictos. En muchos sitios esas expulsiones no se podían llevar a cabo, pues los causantes de la violencia durante la guerra
no habían sido foráneos. Es el caso de Yugoslavia, un Estado nacido de la 1GM que se situaba en las líneas divisorias de
Rusia, Austria-Hungría y el Imperio Otomano. Como era de esperar, las diferencias religiosas, étnicas y culturales eran
evidentes en esa nueva entidad política, y con la S.G.M. no hicieron más que estallar. Así, la guerra entre USTACHAS
(grupo político de extrema derecha asentado en Croacia títere de Italia) y PARTISANOS COMUNISTAS, promovida a su
vez por otros Estados, había dado comienzo. Estos últimos saldrían victoriosos, y 6 meses después del término de la S.G.M.
los alemanes (junto con colaboracionistas, y ustachas) abandonaron la zona de los balcanes en dirección a Austria (bajo
mando británico), con la esperanza de que los aliados permitieran su rendición, si bien estos habían acordado que las
rendiciones se harían ante quien se hubiera luchado. Por tanto, esos cientos de miles de militares, refugiados o simples
ciudadanos fueron entregados a los partisanos y posteriormente sistemáticamente fusilados o en el mejor de los casos
repartidos en distintos campos de trabajo, en función del grado de colaboracionismo o de la posición jerárquica que ocuparan
entre los ustachas. Detrás de todo esto había diversas razones: odio étnico, simple venganza por lucha anterior contra otros
grupos militares, motivos políticos contra un gobierno que había hecho verdaderas atrocidades… de hecho, más allá de los
números, la crueldad de estas matanzas no tenía nada que envidiar a las otras muchas que se han comentado previamente. Si
acaso, lo particular de Yugoslavia es que a diferencia de por ejemplo, los aliados (que intentaron hacer justicia mediante los
tribunales, lamentándose luego de cómo se había producido finalmente la depuración) aquí no había una intención de recurrir
a otra cosa que no fuera la fuerza. Se había recurrido a ella a propósito. El Estado estaba detrás: lo veía como la mejor
opción.

OCCIDENTE TOLERANCIA, ORIENTE INTOLERANCIA


La S.G.M. dejó un claro contraste entre Occidente y Oriente europeo. El primero, mucho más cosmopolita y
diplomático, donde las distintas culturas, a pesar de los roces, podían volver a convivir. Por el contrario, en el este, el
cosmopolitismo que reinó durante siglos se vio reducido a cenizas: colaboracionistas expulsados en días, tensiones entre
vecinos y aniquilación de etnias. Las atrocidades en el oeste se hacían fuera de la vista de la población, las tensiones
nacionalistas rara vez creaban problemas y la crueldad era más leve. Pero no solo fueron las distintas formas de plantear la
guerra, sino la posguerra. Mientras en occidente se proponía un modelo armónico multicultural, en el este se seguía atacando
cualquier atisbo de minorías, incluso por parte de los soviéticos, que veían como no atacar el problema podría resultarles
favorecedor (pero aliados y nacionalistas no se engancharon tan fácil a la causa, lo que derivó en aumento de tensiones).

GUERRAS DENTRO DE GUERRAS


La S.G.M. tiende a simplificarse conceptualmente entre la ocupación y la liberación, el bien y el mal. Si bien las
realidades concretas dan muestra de una mucho mayor complejidad. Por ejemplo, en Francia no sólo se libraba una guerra
contra los alemanes (nacional), sino contra los fascistas (civil), y contra los capitalistas (de clases). No solo eso, sino que la
mitología nacional propia del conflicto no era tal. En realidad, los países estaban muy divididos. Volviendo al ejemplo
anterior, Francia estaba ocupada, liberada por los comunistas, o liberadas por ellos mismos según la región geográfica. Más
allá del territorio, la Resistencia estaba en permanente conflicto y sólo fue capaz de unirse contra un enemigo común
(Vichy). Como aquí, en Yugoslavia, Eslovaquia, etc… Repensar el concepto de S.G.M. sería cambiar de algún modo
también la percepción de nosotros mismos, pero es necesario para comprender la nueva guerra de superpotencias que estaba
por llegar.

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LA VIOLENCIA POLÍTICA EN FRANCIA E ITALIA


El fin del conflicto dejó unas exageradas ganas de reforma social. Así, en Italia se sucedieron los pueblos que se
apropiaban de tierras de aristócratas o terratenientes y declaraban su independencia respecto al gobierno (luego los aliados se
las quitarían de nuevo). Las formaciones, los periódicos o las manifestaciones se multiplicaron, así como la militancia. Los
grandes beneficiados eran los partidos comunistas, que sabían perfectamente cómo canalizar la ilusión y eran vistos como la
verdadera oposición al nazismo, cosechando increíbles resultados en toda Europa. De algún modo se habían convertido en
partidos populares y democráticos con gran presencia en el continente. Eso sí, muchos líderes de las grandes potencias
europeas desconfiaban. Primero porque los comunistas se oponían a la soberanía nacional y priorizaban la lucha de clases
por encima de ella. Segundo porque tocaban muchos puntos sensibles (familia, propiedad privada, religión…). En cualquier
caso, la violencia política desatada en Francia e Italia particularmente no contaba con el apoyo de los dirigentes comunistas,
que incluso pretendieron frenarla. Pero los partisanos, que habían estado luchando anteriormente, decidieron tomarse la
justicia por su mano, en concreto contra colectivos como polícia, aristocracia, clero o empresarios, incluso contra adversarios
democráticos, muchos de ellos lejos del colaboracionismo, pero con pasado anticomunista. Las razones eran variadas, pero el
denominador común era la creencia de que había llegado el momento de la revolución. Lo cierto es que estos hechos
sirvieron a muchos para propagar mitos sobre sus adversarios comunistas. El miedo a la violencia de izquierdas se convirtió
en el pilar de campaña de los partidos de centro-derecha. Los aliados también temía su llegada al poder (que en verdad era
del todo imposible, y así lo mostraban los resultados), y los distintos gobiernos procesaron a antiguos militantes y partisanos
socialistas. Como veremos posteriormente, muchos comunistas entendieron que la mejor forma para alcanzar el poder era
mediante una revolución que nunca llegó a funcionar (en parte porque los fascistas aún ocupaban puestos locales y se
negaban a implantar las reformas), y que en algunos sitios condujo a sangrientos conflictos.

GUERRA CIVIL EN GRECIA


Hacia finales de la Guerra Churchill y Stalin acordaron que G.B mantuviera el control de Grecia, pero lo cierto es
que a su llegada vieron que los partisanos (especialmente el Ejército y Frente de Liberación) tenían mucho más poder del que
se hubieran imaginado. Estas bases comunistas, logradores de la liberación, no estaban dispuestos a ceder poder a ninguna
potencia extranjera. Por tanto, llenos de desconfianzas unos y otros, la tensión estalló con la represión de la policía en una
manifestación, a partir de la cual nació una espiral de violencia entre ambos bandos que derivaría, más tarde, en una
auténtica guerra civil. Lo cierto es que los comunistas griego del ELAS tenían una doble clara. Si bien habían protegido a su
población durante la guerra, y en lo posterior mejoraron y mucho la vida de los ciudadanos (reforma agraria, infraestructuras,
escuelas, voto femenino…) también es cierto que por una parte no admitían competencia (luchando contra otros grupos de
resistentes) y ejercieron una política del terror a nivel regional o local para controlar así a la población. En respuesta, muchos
decidieron formar parte de los Batallones de Seguridad (simpatizantes de los nazis), desencadenándose una lucha fratricida
entre ambos grupos que hacía que cualquier mínima disputa en ámbitos reducidos se saldara con graves resultados. Los
grupos de derecha, con la financiación de G.B (que priorizaban el anticomunismo) fueron ocupando cada vez más puestos de
poder al tiempo que ejercían mayor represión sobre sus adversarios políticos, los cuales cometieron innumerables errores que
le condujeron a la derrota final. Lo cierto es que esto supuso una maqueta de lo que estaba por venir: una división entre
Occidente y Oriente, entre Capitalismo y Comunismo, entre EEUU y la URSS (a destacar la política anticomunista de los
americanos con el Plan Truman y Marshall, y la influencia que tuvieron al final de la guerra griega).

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EL CUCO EN EL NIDO: EL COMUNISMO EN RUMANÍA


Un ejemplo de por qué los Aliados consideraban que su estrategia anticomunista era un mal menor lo encontramos
en Rumanía. Allí, tras un golpe (que contaba con el apoyo de los Aliados) en el que la URSS no tendría en principio
excesivo protagonismo, acabó por tenerlo. Así, se hicieron con el control de los presos, de la justicia y finalmente con el del
propio país, después de una secuencia de gobiernos fracasados (que no solo no intentaban cualquier tipo de depuración, sino
que reprimían toda protesta) que los comunistas atacaban inteligentemente desde las calles. Una vez en el poder, llevaron a
cabo el desmantelamiento de la democracia: un gobierno casi copado por ellos y una depuración que por fin llegaba pero que
tenía más objetivos que el democrático. Así, se expulsaron a miles de funcionarios de la policía y de la justicia, y la prensa
fue sometida. A pesar de que ese gobierno se supone era transitorio lo cierto es que se mantuvieron en el poder todo lo
posible, aterrorizando a aquellos que estaban en su contra y socavando unas condiciones justas para sus adversarios políticos
en las fechas previas a las elecciones. Incluso el resultado de estas está demostrado que fue falsificado, pero cualquier intento
de parar esta espiral antidemocrática no tenía posibilidades de éxito sin una acción conjunta de Occidente, y tanto Gran
Bretaña como EEUU no fueron capaces de actuar allá más de unas notas de prensa criticando los hechos, incluso llegando a
firmar un tratado de paz con Rumanía. Al final, el gobierno comunista acabó por dilapidar a la oposición democrática en una
secuencia masiva de arrestos, junto al Rey que también fue neutralizado mediante una abdicación forzosa. Esto le
posibilitaba al Partido Comunista para llevar a cabo su programa de estalinización: la libertad de educación, religiosa, de
expresión y la propiedad privada fueron atacadas como nunca antes, y la reforma agraria de colectivización total de las
tierras resultó ser un total fracaso.

LA SUBYUGACIÓN DEL ESTE DE EUROPA


Tanto en el ejemplo que acabamos de ver, como en otras naciones orientales, la subyugación de sus gobiernos a la
URSS fue total. Si bien se diferenciaban en la orientación democrática (Francia, Chequia, Finlandia…) o no (Yugoslavia,
Grecia…) de los movimientos socialistas existen varios elementos en común: presencia del ejército rojo, policía política
soviética y comisiones de control de aliados, todos con el objeto de mantener la estabilidad y controlar la acción de las
nuevas administraciones locales, pero que a menudo escondían objetivos políticos. Además, una vez llegados al poder
buscaban siempre la presencia en los mismos ministerios: interior y justicia principalmente, por la capacidad para controlar
asuntos centrales de los ciudadanos y depurar a los viejos funcionarios, y otros como información o propaganda (porque
controlaban el flujo de información a las masas) y agricultura (para las facilidades para ganar votos). La economía era uno de
los retos más importantes en la posguerra, por eso los países de influencia comunista se apresuraron en infiltrar a sindicatos y
militantes en las industrias y transportes, así como en engrosar sus filas. Muchos se unieron para evitar ser acusados de
colaboracionismo, otros porque el viento soplaba a favor pero la mayoría porque eran verdaderos entusiastas. A la vez que
aumentaban su poder, debilitaban el del adversario, a través de la censura y del control de los medios de comunicación por la
presencia de sindicalistas. A pesar de todos estos métodos, no siempre se conseguían los objetivos electorales, y ahí es
cuando se recurría a la fuerza, dilapidando al adversario y haciendo de las elecciones una farsa. En todos estos procesos
particulares es obvio el protagonismo que tuvo la URSS para asegurar que esos países nunca más se volvieran en su contra.

LOS HERMANOS DE LOS BOSQUES


La resistencia anticomunista fue uno de los movimientos más importantes del S.XX. Así, en los países bálticos
(Estonia, Lituania, Letonia y también en Ucrania) fueron muchos los campesinos, obreros o militares que se unieron y
escaparon a los bosques formando cuadrillas para frenar al Ejército Rojo. Sus acciones no solo eran un acto de patriotismo,
sino también una forma de escapar a las garras de los soviéticos pues ya conocían lo que ello suponía. En cualquier caso, no
gozaron de éxito y fueron derrotadas a consecuencia de una falta de planificación a nivel estatal, de recursos y de táctica.

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Además, en aquellas zonas en las que eran más débiles tuvieron que atentar contra civiles, cuando no recurrir a la política del
error como sus homólogos soviético por lo que esa imagen heroica fue decayendo y con ello la actividad de los mismos. En
frente unos comunistas que entendían que la cuestión iba más allá de la técnica militar. Así, echaron manos de deportaciones,
torturas, exposición pública de ejecuciones, creación de falsas bandas de partisanos o infiltración en las mismas,
consiguiendo eliminar hasta el último partisano. Sabedores de la importancia de las comunidades locales para con los
resistentes le asestaron 3 golpes para romper ese vínculo: el primero ganarse a los campesinos con la reforma agraria, el
segundo las grandes deportaciones que cortaron los suministros a aquellos habitantes del bosque y el tercero la
colectivización casi total de tierras que hizo que los nativos ya no pudieran confiar en ningún campesino. A pesar del trágico
final y de las muertes en ambos bandos estos hechos de los partisanos fueron reivindicados como un ejemplo de orgullo en
todos los países balcánicos durante las siguientes generaciones hasta la misma liberación en 1990 tras la guerra fría. La
literatura, la política y la misma sociedad civil recuerda, a pesar de todo, a los antiguos resistentes como auténticos héroes. El
espejo a lo que ocurría en los países bálticos lo encontramos en Grecia. Allí la derecha echó mano de los mismos métodos:
deportaciones, infiltración en la policía, amaño de elecciones, control de medios… Situaciones similares se vivieron en
Francia, Italia o Bélgica. La superpotencia que influía y quería hacerse con el control de Occidente en este caso era EEUU.
La guerra fría marcaría el final del S.XX, no con tanques y armas, sino con una batalla por las mentes y corazones de los
ciudadanos. Europa sería de nuevo lugar de conflicto, pero como mero peón que cada potencia quería manejar a su antojo.

CONCLUSIÓN
El legado de la S.G.M. deja claro que tenía una dimensión global y que es mucho más compleja de lo que se nos
ofrece. No era exclusivamente un conflicto por el territorio, que terminaba con la rendición de Alemania. Sino que como
hemos visto a lo largo del presente resumen presentaba aspectos políticos, de raza, nacionales y civiles a causa de cuestiones
esencialmente locales, por lo que la tensión se mantuvo durante muchos años después y el odio contra alguien, cualquiera
que fuera, era completamente normal. Ese odio, aunque a veces natural, otras tantas era alentado por sectores ideológicos
para su propio beneficio. Así, los comunistas hacían uso de él contra capitalistas, alemanes, fascistas, aristocracia, y en la
guerra fría contra EEUU. Ellos no tenían el patrimonio exclusivo, sino que los nacionalistas también lo aprovecharon para
tras el conflicto impulsar las expulsiones étnicas: de alemanes, judíos, de ucranianos en Polonia, de eslovacos, húngaros y
rumanos respectivamente… Estas tensiones nacionalistas parecían descansar durante la guerra fría porque las prioridades
eran otras, pero volvieron al término de la misma. Yugoslavia es un ejemplo. Allí las diferentes comunidades musulmana,
croata y serbia habían convivido durante la guerra, pero con el estallido de la guerra civil en 1990 las viejas tensiones
nacionalistas y los respectivos crímenes ya mencionados volvieron a aparecer. En Eslovaquia lo hicieron las respectivas con
Hungría. En este último con los judíos. Y en otros muchos donde el comunismo había caído como R.Checa, Polonia y
Hungría la animadversión contra los gitanos se hacía fuerte de nuevo. Bajo ese pretexto, es fácil entender porque los
nacionalistas llevaban a cabo aquellos programas de creación de Estados étnicamente homogéneos. Pero evidentemente no
funcionaron, ya que el resentimiento de las comunidades expulsadas permaneció durante generaciones y plantean problemas
aún actualmente entre los que ni siquiera vivieron aquella época (Ucrania bien podría servirnos como ejemplo). La pasión
que guía a esta gente nace de las historias y mitos que se han oído durante generaciones, no solo porque se han producido,
sino porque funcionan como pegamento de las distintas sociedades. Si bien esto presenta dos problemas: unos mitos entran
en conflicto con otros que describen la misma realidad, pero que no están sujetas a una misma interpretación, y además se
entremezclan a veces con mentiras descaradas y exageraciones numéricas que hacen difícil distinguir lo correcto de lo
incorrecto (por ejemplo, Italia en 2005 realizó una conmemoración por la invasión Yugoslava al norte de Italia, sin tener en
cuenta que habían sido ellos previamente quienes habían ejercido la violencia sobre Yugoslavia o quienes habían colocado a
los ustachas en Croacia).

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El periodo de posguerra es una de las épocas más importantes de nuestra historia reciente. Si la S.G.M. destruyó el
Viejo Continente, el periodo inmediatamente posterior de caos fue en el que se originó la nueva Europa. Un periodo que ha
sido descuidado, mal recordado y mal utilizado, pero que es cosa de todos no seguir haciéndolo por simples objetivos
políticos, sino recordarlo y entenderlo en su debido contexto. La historia reciente de Alemania y Polonia da muestra de que
es posible.

Realizada ya una breve síntesis del autor y de la obra, pasamos a presentar el análisis crítico y conclusiones
surgidas: resulta obvio pensar que el autor, Keith Lowe, pretende con el libro presentar una mirada alternativa al relato
mítico -casi mitológico-, cargado de alusiones a los personajes políticos históricos que favorecieron la reconstrucción
europea tras la Segunda Guerra Mundial, o a las anécdotas con mayor o menor importancia que se sucedieron a lo largo de
todos los años del conflicto. Ese relato ausente de crítica que solo resalta la importancia de pasar de un régimen a otro (que
cuentan totalmente renovado), pretendiendo ocultar lo ocurrido en los años inmediatamente posteriores, sin profundizar en
los perjudicados, en los dañados, en los que se quedaron en el camino. Sin poner el foco sobre un continente todavía
sacudido por la violencia y los conflictos civiles, cuándo la gente todavía no había asumido el fin de la guerra y el caos, la
venganza y la inmoralidad aún eran sentimientos transversales a medio mundo.

Esto es lo que hace nuestro escritor: rememorar lo que solo queda en la memoria de aquellos que lo sufrieron, en
sus carnes o en las cercanas, y que ven como tal dolor no se recuperó y si se recuerda solo es para conveniencias políticas de
según quién. Y esta lectura del pasado la hace, bajo mi punto de vista, extraordinariamente bien, resaltando los conflictos
(políticos, étnicos, nacionales, civiles...), sentimientos y motivaciones de aquella época de posguerra, lo básico para entender
la realidad en su contexto debido, desde la perspectiva del pasado, sin pesadez, lenguaje cargado, o excesivas -y extendidas-
explicaciones: didáctico, simple, corrosivo, y alternativo. Una lectura provechosa para quien lee, para aumentar el
conocimiento histórico, el sentido crítico y el planteamiento de una realidad más allá de lo oficial y normativo. Basado en
documentos, entrevistas o estudios académicos de unos y otros autores o países, que recubren de cierta objetividad el relato
para que el lector pueda entender en el tiempo presente la Europa que las nuevas generaciones nos encontramos. Si algo
negativo ha de destacarse, pudiera ser la reiteración que a lo largo del libro se ejerce de algunos elementos o episodios, así
como la cantidad de relatos personales que contiene el texto, lo que puede resultar algo pesado para según qué lector, sobre
todo desde el punto de vista académico, y a partir de los cuales suele establecer generalizaciones que no siempre han de ser
correctas, pero que a otros menos experimentados en la temática puede resultarnos especialmente positivo para entender el
contexto.

Descargado por Mireia Cànovas (mcanov001@jvvgirona.eu)

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