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La Revolución Cubana
1
Thomas, Hugh. Cuba: La lucha por la libertad (1762-1970), Tomo I, Barcelona-México, D.F.,
Grijalbo, 1973, p. 17.
2
El censo cubano de 1774 indica una población total de 170.370 habitantes, aunque, por las
imperfecciones de la muestra, el historiador inglés Hugh Thomas calcula que la población habría
sido un 10 por ciento mayor.
3.1. El oro blanco
El ingenio absorbía todo, hombres y tierras. Los obreros del astillero y la fundición y los
innumerables pequeños artesanos (...) se marchaban a los ingenios; los pequeños
campesinos que cultivaban tabaco en las vegas o frutas en las huertas, víctimas del bestial
arrasamiento de las tierras por los cañaverales, se incorporaban también a la producción
de azúcar. (...) la jornada de trabajo de los esclavos del azúcar se extendía a veinte horas.
3
Sobre las tierras humeantes se consolidaba el poder de la sacarocracia.
3
Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 1989, pp.
105-106.
3.2. La etapa prerrevolucionaria
La influencia del “oro blanco” fue la gran barrera que demoró, durante casi
un siglo, el triunfo en Cuba de las tendencias independentistas que se imponían
en América Latina y el Caribe. Ya desde fines del siglo XVIII, los reyes del azúcar,
liderados por el capitán general Luis de las Casas y el plantador criollo Francisco
de Arango, hicieron todo lo posible para impedir que la revolución esclava de
Santo Domingo (Haití) se trasladara a su territorio.
El conflicto haitiano y la decadencia económica de Jamaica ofrecieron, por
el contrario, un contexto propicio para expandir la industria azucarera y convertir a
Cuba en el primer productor mundial. A partir de 1792 comenzaron a entrar
nuevos capitales a la isla, se consolidó el comercio con los Estados Unidos, se
fundaron nuevos molinos y se importaron más esclavos. El incremento de mano
de obra fue tal que, según el censo de ese mismo año, la población negra y
mulata superaba por primera vez a los blancos (138.742 contra 133.559).
De esta forma, el mantenimiento de la estructura económica vigente se
convirtió en el principal punto de alianza entre los españoles, que tenían a su
mando las fuerzas represivas de Cuba, y los criollos que controlaban la producción
de azúcar. Esta combinación de poder fue fundamental para aplastar las revueltas
y conspiraciones que intentaban seguir el ejemplo haitiano. Así cayó, por ejemplo,
el movimiento liderado en 1795 por el negro libre Nicolás Morales, que
demandaba igualdad de derechos para negros y blancos, abolición de impuestos y
distribución de tierras a los esclavos.
Años más tarde, también sería derrotada una conspiración con mayor
alcance nacional y organización, encabezada por José Antonio Aponte, un tallador
negro de La Habana.
La estrategia de Aponte para lograr la liberación de los esclavos se basaba
en el sabotaje sistemático de la riqueza de la colonia (quema de cañaverales y
plantaciones de café). Aponte fue traicionado y ejecutado el 9 de abril de 1812.
Luego exhibieron su cabeza con el fin de “escarmentar a sus semejantes”, según
se desprende de la orden del capitán general Juan Ruiz de Apodaca, conocido
como el Marqués de Someruelos.
La abolición inglesa de la esclavitud, en 1807, y las acciones tendientes a
universalizar la medida, agregaron nuevos problemas para los barones del azúcar,
sobre todo cuando el gobierno español se comprometió con Gran Bretaña, en
1817, a terminar con el tráfico en un plazo de tres años. En ese período, las
importaciones de esclavos fueron disminuyendo progresivamente. De un total de
25 mil negros registrados en 1817 se pasó a 17 mil en 1820, mientras que en 1821
sólo llegaron 6 mil y un año más tarde 2.5004.
La prohibición legal del tráfico se promulgó recién en 1830, aunque esto no
significó la abolición inmediata de la esclavitud en Cuba, ni la aplicación efectiva
de las normas que impedían la importación de esclavos. En los treinta años
subsiguientes llegarían alrededor de 400 mil negros como consecuencia del
incumplimiento de las leyes por parte de sucesivas capitanías generales de la isla,
cuyos representantes percibían cuantiosos ingresos con el tráfico y los impuestos
sobre el azúcar. Pero así como siguió incrementándose el ingreso de esclavos y el
endurecimiento de la represión española, también se profundizó la inestabilidad
social.
A partir de 1840 se manifestaron nuevas revueltas en varias plantaciones y
molinos azucareros, que desembocaron en la conspiración de negros libres y
esclavos más famosa de Cuba: “La Escalera”5. Las acciones fueron descubiertas
en 1844 por el capitán general Leopoldo O’Donell, quien ordenó arrestos masivos
en toda la isla para desbaratar a los rebeldes. Sólo en Matanzas fueron
capturadas 4.000 personas, que luego pasaron por “la escalera”. En total, 300
negros fueron azotados hasta morir y, alrededor de 80, ejecutados en
fusilamientos sin juicio previo.
Luego de estos hechos se formó una comisión en La Habana para tratar la
aplicación de una nueva ley española contra el tráfico de esclavos.
Paradójicamente, todos los delegados eran propietarios de plantaciones o
4
Thomas, Hugh. Op. cit., p. 136
5
El nombre de “La Escalera” alude a una forma de tortura que consistía en atar a los sospechosos
a una escalera y azotarlos hasta que confesaran su delito.
comerciantes que lucraban con la mano de obra esclava, como el marqués
Joaquín Gómez, el Conde de Fernandina, el general Juan O’Farrill y el criollo José
de Arango.
Mr. Colhoun (secretario de Guerra) desea ardientemente que la Isla se convierta en parte
de los Estados Unidos y dice que Mr. Jefferson lo desea también. Hay dos peligros que
6
Thomas, Hugh. Op. cit., p. 142.
deben evitarse (...) uno, que la Isla caiga en manos de Gran Bretaña; el otro, que sea
revolucionada por los negros. Colhoun afirma que Mr. Jefferson le dijo hace dos años que
deberíamos, a la primera oportunidad, tomar Cuba, aunque fuera a costa de una guerra
con Inglaterra; pero como no estamos preparados (...) piensa que deberíamos reaccionar
(respecto de los plantadores) disuadiéndolos de su actual propósito y animándolos a
7
adherirse a su conexión con España.
Es difícil resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra república federal será
indispensable para la continuación y la integridad de la Unión misma (...) Hay leyes de
gravitación política, como existen las de gravitación física; y si una manzana separada del
árbol por la tempestad, no puede hacer otra cosa que caer al suelo, Cuba, separada a la
fuerza de su artificial conexión con España, e incapaz de bastarse a sí misma, puede
únicamente gravitar hacia la Unión norteamericana, la cual, por la misma ley natural, no
8
puede arrancarla de su seno.
7
Ídem.
8
Roig de Leuchsenring, Emilio. La guerra libertadora cubana de los treinta años (1868-1898).
Razón de su victoria, La Habana, Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, 1952, pp. 233-
234
9
Chomsky, Noam. Estados canallas: el imperio de la fuerza en los asuntos mundiales, Buenos
Aires, Paidós, 2002, pp. 114.
10
Calloni, Stella y Ducrot, Víctor Ego. Recolonización o independencia, Buenos Aires, Norma,
2004, p. 116.
Así comenzó una etapa en la que Washington se convirtió en una especie
de guardián de las colonias que todavía poseía España en la región; por lo menos
mientras no pudiera, o no fuera conveniente, apoderarse directamente de esos
territorios.
Tras el fracaso momentáneo del anexionismo, un sector de la oligarquía
criolla se embarcó en un plan alternativo de reformas para obtener el control
político de Cuba. Los objetivos eran disminuir el poder de los capitanes generales
y recibir los beneficios propios de cualquier provincia española: representación en
las Cortes de Cádiz, supresión de las aduanas y abolición de la esclavitud de
forma gradual y mediante indemnización. Sobre esta base se fundó el Círculo
Reformista de La Habana, que luego se convirtió en el Partido Reformista.
España accedió a escuchar algunas de estas exigencias entre 1866 y 1867,
pero pronto se desentendió de sus propias promesas. El fracaso de las
negociaciones precipitó la caída del Partido Reformista y abrió un nuevo capítulo
en la historia Cuba, caracterizado por la lucha armada.
Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres
como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar su independencia. Los que me
quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan
11
libres como los demás.
11
Cita reproducida por el actual presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba,
Ricardo Alarcón de Quesada, en “Cuba y su democracia”, Buenos Aires, Nuestra América, 2004, p.
24.
12
No sucedió lo mismo en la región occidental de la Isla, donde se concentraban las mayores
riquezas y los hacendados más poderosos e influyentes. En general, estos hombres buscaban la
continuidad de la esclavitud o la implementación de reformas que les fueran favorables a sus
En total, los grupos revolucionarios sumaban alrededor de 20.000 hombres,
de los cuales sólo una cuarta parte combatía con rifles y el resto con machetes o
puñales de madera. Para enfrentar a las tropas españolas, dos veces superiores
en número, los conspiradores utilizaron la táctica del sabotaje, evitando el contacto
directo con las fuerzas enemigas. En la lucha se fueron destacando excelentes
combatientes con capacidades de liderazgo como el capitán Antonio Maceo, un
mulato oriundo de Santiago de Cuba, y el dominicano Máximo Gómez.
Pronto, los jefes revolucionarios de las diferentes regiones comprendieron
que sin unión no podrían vencer a los españoles y pudieron ponerse de acuerdo
para convocar a una asamblea constituyente que los agrupara bajo un gobierno
democrático.
El 10 de abril de 1869, los delegados de Oriente, Camagüey y Las Villas se
reunieron en Guáimaro con ese propósito. Allí se nombró a Céspedes como
presidente de la Asamblea Constituyente, mientras que Ignacio Agramonte
encabezó la lista de secretarios.
Los trabajos del cuerpo culminaron con la aprobación de la Constitución de
la República en Armas, que proclamaba la total libertad de los cubanos y el fin de
la esclavitud. Carlos Manuel de Céspedes fue nombrado presidente de la
República y Manuel de Quesada general en Jefe del Ejército Libertador. Se
estableció, además, la bandera nacional que rige actualmente, creada por Narciso
López en 1851.
La Asamblea se convirtió luego en Cámara de Representantes, bajo la
presidencia de Salvador Cisneros Betancourt y con miembros de todas las
regiones, incluida Occidente.
A pesar de todo, pronto resurgieron algunas diferencias en el seno del
movimiento independentista. A sólo tres meses de la Asamblea de Guaimaro, la
Cámara de Representantes aprobó el Reglamento de Libertos, una figura legal
que obligaba a los antiguos esclavos a seguir trabajando en condiciones de
servidumbre.
13
Alarcón de Quesada, Ricardo, Op. cit., p. 31.
desgaste de las fuerzas rebeldes, la falta de municiones y el fortalecimiento de las
tropas españolas.
Al no poder avanzar sobre el oeste, la Revolución no logró boicotear la
principal fuente de poder de los contrarrevolucionarios: la producción azucarera en
el triángulo formado entre Matanzas, Cárdenas y Colón. La zafra de 1873, por
ejemplo, registró una producción de 775.000 toneladas, 26.000 más que en 1868.
La llamada Guerra de los Diez Años, la primera etapa de la lucha
independentista, culmina en 1878 con el Pacto de Zanjón, un armisticio propuesto
por el general español Arsenio Martínez Campos, que contaría con el rechazo de
Antonio Maceo.
En este contexto aparece José Martí (1853-1895) apoyando algunas
acciones conspirativas. Durante la Guerra Grande había sido condenado a seis
años de prisión por una carta pro independentista, pero gracias a las influencias
de su padre logró ser trasladado a España y luego liberado bajo el compromiso de
no volver a Cuba. Allí estudió Derecho y se nutrió de los tiempos revolucionarios
que vivía la Península. Luego se trasladaría a México, y, más tarde, a Guatemala.
Tras la amnistía general de 1878, Martí volvió a la isla, aunque es
nuevamente deportado a España por sus actividades revolucionarias. Decide
establecerse en Nueva York y allí comienza una intensa actividad periodística,
además de liderar a los exiliados cubanos. Su nombre empieza a recorrer cada
rincón de Nuestra América, no sólo como revolucionario, sino también como
escritor, periodista y hasta diplomático en Estados Unidos para varios países del
subcontinente, entre ellos Argentina.
La labor de Martí fue sumamente significativa para el proceso
independentista cubano porque logró unificar y organizar a las fuerzas
revolucionarias en un núcleo político que retomó el camino emancipador de 1868:
el Partido Revolucionario Cubano, creado a principios de enero de 1892.
En ese organismo se conjugaron nuevos y viejos combatientes al mando de
Máximo Gómez, como general en jefe del Ejército Libertador, y de Antonio Maceo
y Calixto García, como lugartenientes generales.
Luego de un plan frustrado para dirigir tres expediciones a Cuba desde
Estados Unidos, se firmó un nuevo proyecto de alzamiento que se ejecutaría el 24
de febrero de 1895. Un mes después del estallido revolucionario, Martí y Gómez
lanzaron el Manifiesto de Montecristi, por el cual se prometía una “guerra
civilizadora” para crear “un pueblo libre, en el trabajo abierto a todos”.
Las palabras de Martí en su “Testamento político” dan cuenta de que los
patriotas no sólo se enfrentaban a los españoles. También lo hacían contra al
incipiente imperialismo norteamericano, que ya se había anexado más de la mitad
del territorio mexicano: Texas, Nuevo México, California, Colorado, Arizona, Utah y
Nevada.
De esta forma lo expresaba algunas horas antes de su muerte:
Estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber -puesto que lo
entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más,
sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. (...)Viví en
14
el monstruo, y le conozco las entrañas; y mi honda es la de David.
14
El “Testamento político” es una carta inconclusa de Martí a su amigo mexicano Manuel Mercado,
fechada el 18 de mayo de 1895 en el campamento de Dos Ríos. Documento obtenido en el sitio
web http://www.cubaminrex.cu/josemarti/jmarti_introd.htm
Cuatro meses después, los patriotas se reunieron en Jimaguayú, provincia
de Camagüey, donde proclamaron la Constitución de la República en Armas.
También organizaron el Consejo de Gobierno, presidido por Slavador Cisneros
Betancourt, y ratificaron los cargos de Máximo Gómez, Antonio Maceo y Tomás
Estrada Palma (agente diplomático en Estados Unidos).
A fines de octubre, Gómez y Maceo lograron cruzar al oeste con una fuerza
de 1.500 hombres. En sólo tres meses consolidaron la guerra en todo el país,
haciendo temblar a los grandes propietarios azucareros, sobre todo a los
norteamericanos, que enviaron delegados ante Estrada Palma. La respuesta del
diplomático rebelde fue la siguiente: si Estados Unidos reconocía la beligerancia
serían respetadas la propiedades norteamericanas.
El gobierno no reconoció la guerra y los plantadores crearon milicias
contrarrevolucionarias en alianza con los españoles. Para esa época, ya había
varias compañías norteamericanas instaladas en Cuba que se dedicaban a refinar
el azcar. La mayoría había conformado un trust, Américan Sugar Refining
Company, y luego se estableció Trinidad Sugar Company. Los estadounidenses
llegaron a tener la central azucarera más grande del mundo en la isla, conocida
como “Constancia”. De esta forma, las inversiones de ese país en Cuba sumaban
unos 50 millones de dólares, incluyendo el suministro de agua y el alumbrado de
La Habana. Estados Unidos no sólo era el principal cliente para la isla, sino su
principal importador de bienes de consumo.
Lo cierto es que, “después de La Invasión (sobre el oeste), todo el mundo
tuvo conciencia que el poder de España en Cuba estaba herido de muerte”. 15 Esto
lo supo tempranamente Martínez Campo, que renunció el 16 de enero de 1896, al
no poder contener los avances de Gómez y Maceo cerca de La Habana. Su
sucesor, Valeriano Weyler, reorganizó a las tropas y reunió a la población en
fortines, tratando de aislar a Maceo. Tal fue su obsesión con el “Titán de Hierro”
que, en noviembre, Weyler salió personalmente hacia Mariel para asesinarlo.
15
Cometario del historiador cubano Benigno Souza, reproducido en Roig de Leuchsenring, Emilio.
Op. cit, p. 134.
Maceo muere en combate un mes después y en su lugar Máximo Gómez
designa a Calixto García, quien logra tomar varios fortines en la provincia de
Oriente, mientras aquél desarrollaba una campaña de desgaste en el centro de la
isla.
En septiembre de 1897, tras dos años de lucha, se producen otros cambios
en la organización rebelde. En la Asamblea de La Yaya, provincia de Camagüey,
se designa como nuevo presidente de la República en Armas a Bartolomé Masó.
Las fuerzas revolucionarias habían aumentado considerablemente, gracias
a su prestigio nacional e internacional. Contaban con unos 60 mil hombres, de los
cuales la mitad poseía algún tipo de arma. Del lado colonial el número de
combatientes también había crecido, sobre todo a partir del período de Weyler, “El
Carnicero”, como lo llamaba la prensa norteamericana. Tuvo a su mando la mayor
cantidad de soldados españoles de toda América: 260 mil hombres, sin contar a
las milicias contrarrevolucionarias.
La superioridad de fuerzas, sin embargo, no le permitió a Weyler acabar
con la guerra irregular de los cubanos, que habían aprendido de los errores del
pasado y se habían hecho militares en la práctica.
Finalmente, España sustituyó a Wayler por el general Ramón Blanco, a
quien le tocó anunciar a fines de 1897 la autonomía de Cuba por Real Decreto.
Pero autonomía no significaba independencia.
16
Peláez, Orfilio. La manipulación mediática del hundimiento del Maine fue imprescindible para
preparar a EEUU para la guerra en 1898. ¿Antecedente del poder mediático?, Rebelión, 17 de
marzo de 2003, sitio web:http://www.rebelion.org/
Las acusaciones se cruzaron entre España y Estados Unidos, y hasta se
creó una comisión investigadora para resolver el hecho. La responsabilidad del
hundimiento del “Maine” sigue siendo aún un misterio, pero fue el pretexto que le
permitió a Estados Unidos tomar parte activa de la guerra en Cuba, cuando las
fuerzas rebeldes ya habían acabado, practicamente, con los españoles.
El 11 de abril, McKinley pide al Congreso poderes especiales para intervenir
en la isla, pero sin reconocer la independencia ni la beligerancia de los
libertadores:
17
Citado en Roig de Leuchsenring, Emilio. Op. cit, pág. 247.
Pero esas no fueron las únicas conquistas. Estados Unidos también
consiguió ocupar las Filipinas y anexarse la isla de Hawai. Uno de los grandes
beneficiados fue Theodore Roosevelt, quien gracias a su participación en la guerra
contra España se convirtió en gobernador de Nueva York. Años más tarde sería el
principal protagonista de lo que Eduardo Galeano llamó la “amputación” del
territorio colombiano de Panamá, para construir y controlar el canal interoceánico.
Desde el 1º de enero de 1899, el gobierno militar norteamericano que
ocupó Cuba se encargaría, en complicidad con Estrada Palma, de desarmar al
Ejército Libertador y de disolver su principal organización, el Partido
Revolucionario Cubano.
Inmediatamente después comenzó el despojo territorial y económico, bajo
la protección de un ejército de 50 mil marines. Así planteaba McKinley su visión
sobre el futuro de Cuba ante el Congreso, el 5 de diciembre de 1899:
La nueva Cuba que ha de surgir de las cenizas del pasado, tiene que estar necesariamente
ligada a nosotros por vínculos especiales de intimidad y fuerza (...) Nuestra misión, para
cuyo cumplimiento le declaramos la guerra a España, no se cumple soltando una
comunidad débilmente organizada (...), cuya riqueza y abundantes recursos naturales
suelen compensarse mediante la deficiencia de su organización política y las coyunturas
que se repiten para las rivalidades internas, que propenden a minar sus fuerzas y a disipar
18
sus energías.
18
Roig de Leuchsenring, Emilio. La lucha cubana por la república, contra la anexión y la Enmienda
Platt (1899-1902), La Habana, Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, 1952, pp. 101-
102
La negativa cubana duraría poco. El senador Orville Platt recogió la
sugerencia de Root y la presentó ante el Congreso, en donde obtuvo aprobación
definitiva el 1º de marzo de 1901, con el nombre de “Enmienda Platt”. Hubo
protestas en las calles de La Habana al día siguiente, pero no lograron conmover
a McKinley que sancionó la disposición parlamentaria durante esa misma jornada.
Luego, Wood le comunicó a la Asamblea Constituyente que la Enmienda
debía incluirse sin modificaciones y que, sólo de esa forma, Estados Unidos
levantaría la ocupación de la isla. El 25 de mayo, la Asamblea aprobó la
Enmienda, aunque con algunas aclaraciones que no aceptaron los
norteamericanos. Volvió a ser tratada el 12 de junio y, sin debate, se aprobó por
16 votos contra 11, según las exigencias del Norte.
A través de la Enmienda Platt, Estados Unidos se reservaba el derecho de
intervenir en los asuntos de Cuba cuando lo creyera conveniente, de prohibir la
firma de tratados y la obtención de créditos, y de establecer bases militares en la
isla.
En el terreno económico, la situación norteamericana no era menos
ventajosa. Sus inversiones en Cuba superaban los 100 millones de dólares, la
mayor parte concentradas en la industria del tabaco y el azúcar. Además, ya se
habían instalado la United Fruit Company, American Tobacco Company y la
Cuban American Company, que no paraban de acumular capital y de expandirse
sobre suelo cubano.
En mayo de 1902 asume el presidente de la república neocolonial, Tomás
Estrada Palma, mientras que el Congreso Nacional hace uso de sus facultades
limitadas.
3.4.1. El neocolonialismo
Durante la primera mitad del siglo XX, todos los asuntos internos de Cuba
estuvieron regidos, directa o indirectamente, desde Washington. “Ningún gobierno
cubano podía vivir permanentemente sin el reconocimiento diplomático
norteamericano”, afirmó el economista estadounidense John Dalton en 1937. Esta
situación era matizada con la idea de que los cubanos tenían una deuda con
Estados Unidos por su independencia.
El dominio sobre la isla no sólo estaba asegurado por las disposiciones
jurídicas de la Enmienda Platt. Durante el gobierno de Estada Palma se firmó un
tratado comercial de “reciprocidad” con el vecino del Norte que minó las bases de
la vieja economía colonial y afianzó la dependencia al monocultivo y a los
productos manufacturados made in USA.
19
Rodríguez, Carlos R. Cuba en el tránsito al socialismo, 1959-1963, México D.F., Siglo XXI, 1978,
p. 18.
instrucciones precisas para establecer negociaciones entre Machado y la
oposición.
Pero la permanencia del dictador fue insostenible. A mediados de agosto de
ese mismo año, Machado huyó del país con “cinco revólveres, siete maletas de
oro y cinco amigos en pijamas”20.
Por esa época comenzó a gravitar en la vida política cubana un sargento
taquígrafo, Fulgencio Batista, que se ascendió a sí mismo al rango de coronel
luego de la “conspiración de los sargentos” de septiembre de 1933. Este
movimiento militar precipitó la caída del Carlos Manuel de Céspedes, el presidente
que había puesto Welles en reemplazo de Machado. De ahí a la jefatura del
Ejército sólo hubo un paso.
Batista se encargó de tejer excelentes relaciones con Estados Unidos y la
oligarquía cubana. Welles llegó a definirlo como la única persona en Cuba que
representaba la autoridad. A partir de 1934, incluso, llegó a hacerse cargo del
gobierno a través de un presidente que podía manejar a su antojo, el coronel
Carlos Mendieta.
Ese año se fijaron las nuevas relaciones comerciales entre Washington y La
Habana, que determinarían la política azucarera hasta 1959, totalmente dirigida
hacia Estados Unidos. El acuerdo también ataba a Cuba a las mercancías
norteamericanas en forma mucho más estrecha que antes, terminando así con un
breve período de sustitución de importaciones.
También fue suscripto un tratado complementario por el cual se anulaba la
Enmienda Platt, a excepción de las cláusulas correspondientes a la base naval de
Guantánamo, que seguiría siendo arrendada por Estados Unidos a cambio de un
pago anual de 2.000 dólares en oro. En realidad, se trató de una anulación
aparente porque en la Constitución cubana de 1934 se contempló el derecho
norteamericano de intervenir militarmente.
En 1940 se proclama una nueva Carta Magna que incluía importantes
reivindicaciones populares, como la lucha del Estado contra el desempleo y el
20
Thomas, Hugh. Cuba: La lucha por la libertad (1762-1970), Tomo II, Barcelona – México DF,
Grijalbo, 1973, p. 818.
establecimiento de un seguridad social obligatoria, indemnización, pensiones,
salario mínimo, jornada laboral de 8 horas y vacaciones.
Poco después se realizaron elecciones generales y Batista se convirtió en
presidente con el apoyo de la Unión Revolucionaria Comunista21. Esta coalición
generó serios roces entre comunistas y otras tendencias progresistas de Cuba,
división que duraría alrededor de 20 años.
A Batista le tocó gobernar en plena Segunda Guerra Mundial, situación
internacional que fue favorable para la economía cubana por la escasez mundial
de azúcar. Las zafras fueron en aumento desde 1941 hasta llegar a las cinco
toneladas en 1944, a un valor de 330 millones de dólares. La coyuntura
internacional también fue pretexto para afianzar los acuerdos militares con la Casa
Blanca y para ceder el territorio como base de operaciones contra los enemigos
del Eje.
El historiador Hugh Thomas retrata así el fin de ese período:
Batista dejó el cargo convertido en un hombre con una fortuna que se estimaba en 20
millones de dólares. Además, había facilitado que, con Enmienda Platt o sin ella, el
22
gobierno de Estados Unidos siguiera siendo el verdadero amo de la economía cubana.
21
Así se llamaba el Partido Comunista que, a partir de 1944, se transformó en el Partido Socialista
Popular.
22
Thomas, Hugh. Op. cit., pp. 956-957.
Aurelio Sánchez Arango, acusó al líder de la ortodoxia de “difamador” y “apóstol
de la mentira”, desafiándolo públicamente a presentar pruebas que ratificaran sus
denuncias de corrupción.
Chibás entró en el juego de Sánchez Arango, pero sólo pudo obtener
pruebas que incriminaban a un socio de aquél, Mario Artesiano. El 5 de agosto,
Chibás se dirigió a los cubanos a través de la radio CMQ:
Antes de que despertáramos –cuenta Fidel-, llegó una patrulla de soldados, penetra en el
bohío y nos despierta con los fusiles sobre el pecho (...) Ocurre entonces una casualidad
increíble. Había un teniente negro llamado Sarría (...), el teniente interviene y dice: No
disparen, no disparen”, presiona a los soldados, y mientras decía esto, en voz más baja
repetía: “No disparen, las ideas no se matan, las ideas no se matan”. (...) Cuando hemos
caminado unos pasos, yo, que he visto la actitud de aquel hombre, del teniente, lo llamo y
le digo: “He visto el comportamiento suyo y no lo quiero engañar, yo soy Fidel Castro”. Me
25
dice él: “No se lo diga a nadie, no se lo diga a nadie”.
25
Ídem, pp. 167-169.
No sería la última vez que ese teniente salvaría la vida de Fidel Castro.
Antes de llegar a Santiago de Cuba, Sarría recibe la orden de llevar a los
prisioneros al cuartel más cercano, pero aquél desobedece y los pone a
disposición de la Justicia civil.
Pronto los cubanos comenzaron a enterarse de las torturas y los asesinatos
perpetrados por Batista. Primero fue un rumor que circuló de boca en boca y,
finalmente, el 2 de agosto, la revista Bohemia publicó una gran cantidad de fotos
que probaban que los rebeldes no habían muerto en combate.
En octubre los 20 sobrevivientes del Moncada fueron juzgados y
condenados a largas penas de prisión en la Isla de Pinos26. Fidel Castro
aprovechó el proceso para pronunciar su famoso alegato de autodefensa, “La
historia me absolverá”, en el que reveló los crímenes de Batista y fundamentó el
derecho de rebelión contra cualquier forma de tiranía. El último párrafo del alegato
decía:
Sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de
ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia de tirano miserable
que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me
27
absolverá.”
26
Actualmente es la Isla de la Juventud.
27
Castro, Fidel. La historia me absolverá, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 191.
internacional del azúcar. Ratificó su amistad con Estados Unidos en épocas de
Guerra Fría, dando muestras de convicciones y medidas anticomunistas, y se
lanzó en busca de la legalización de su régimen. Así anunció elecciones para el 1º
de noviembre de 1954 en la que participaría como principal candidato.
Batista ganó sin opositores en una elección que contó con menos del 50 por
ciento del electorado. Poco después de asumir, en febrero de 1955, recibió la
visita del entonces vicepresidente norteamericano, Richard Nixon, y luego se
reunió con el jefe de la CIA, Allen Dulles.
Con estos vínculos consolidados, Batista decidió ceder a los reclamos
sociales y declaró en abril la amnistía de los presos del Moncada. El 15 de mayo,
Fidel Castro, su hermano Raúl y el resto de los sobrevivientes quedaron en
libertad.
Unos meses después Castro decide viajar a México para organizar la
Revolución, pero antes dejaría formado el Movimiento 26 de Julio (M26J). En su
Mensaje al Congreso de Militantes Ortodoxos, del 16 de agosto de 1955, explica la
naturaleza de la organización:
(...) es la Ortodoxia sin una Dirección de terratenientes al estilo de Fico Fernández Casas,
sin latifundistas azucareros, al estilo de Gerardo Vázquez; sin especuladores de bolsa, sin
magnates de la industria y el comercio, sin abogados de grandes intereses, sin caciques
provinciales, sin politiqueros de ninguna índole; lo mejor de la Ortodoxia está librando junto
a nosotros esta hermosa lucha, y a Eduardo Chibás le brindaremos el único homenaje
digno de su vida y su holocausto: la libertad de su pueblo, que no podrán ofrecerle jamás
28
los que no han hecho otra cosa que derramar lágrimas de cocodrilo sobre su tumba.
En las filas del M26J había algunos ex moncadistas, pero la mayoría de sus
militantes eran nuevos partidarios que ocuparían puestos claves en la Revolución.
28
Castro, Fidel. (2003, julio-diciembre) El Movimiento 26 de Julio, Revista de la Biblioteca Nacional
José Martí, Año 94, No. 3-4.
En esta primera camada se ubican, entre otros, Frank País, Enrique Oltuski,
Armando Hart y Carlos Franqui, encargados de consolidar el movimiento en Cuba.
Mientras tanto, durante su exilio en México, Fidel Castro reclutó algunos
instructores con experiencia revolucionaria, como Alberto Bayo, ex republicano de
la guerra civil española, y comenzaron los entrenamientos militares en septiembre
de 1955.
Unos meses después, en ese mismo país, se produce el primer contacto
entre Fidel y Ernesto “Che” Guevara en la casa de la exiliada cubana María
Antonia González. El Che venía de un largo peregrinaje por América Latina que le
había permitido vivir las duras injusticias del continente. En Guatemala, antes del
derrocamiento de Jacobo Arbenz en manos de la CIA, conoció al moncadista
Antonio “Nico” Gómez y, a través de éste, a Fidel.
El 24 de junio de 1956, Castro, el Che y otros 22 revolucionarios fueron
descubiertos por la policía mexicana y arrestados durante un mes por conspirar
contra otro país. El tiempo se les acababa; era preciso pasar ahora a la fase final.
Los últimos entrenamientos se realizaron en la casa de otra exiliada, Teresa
Casuso. Castro, por su parte, se encargó de conseguir un medio de transporte que
los llevara a Oriente, la misma provincia donde Martí había comenzado a luchar 60
años antes. Compró un yate, el “Granma”.
Aunque a los extraños les pareciera que el concepto de la revolución era inmaduro o
absurdo, evidentemente era autóctono, no como el de ‘democracia’ o ‘constitución’: era un
concepto que enlazaba a la Cuba de 1959 con la de 1868, abarcando la lucha de los
esclavos por la libertad, de los criollos contra los españoles, de los cubanos contra Estados
31
Unidos.
31
Thomas, Hugh. Cuba: La lucha por la libertad (1762-1970), Tomo III, Barcelona – México DF,
Ediciones Grijalbo, 1973, p. 1356.
32
Camilo murió poco después en un accidente aéreo.
Unidos se comunicó rápidamente con el gobierno cubano y pidió indemnización
inmediata. La respuesta fue un rechazo a las condiciones norteamericanas:
tendrían que aceptar bonos con un 4,5% de interés.
Mientras tanto, en el campo político se produjeron algunos cambios. En
febrero había renunciado Miró Cardona y Fidel Castro se hizo cargo de su puesto.
Meses más tarde, se producirían diferencias con Urrutia y Castro sometió su
continuidad como Primer Ministro a la decisión popular. Mientras explicaba su
renuncia por televisión, una multitud se congregó frente al Palacio Presidencial y
comenzó a exigir la dimisión no de Fidel, sino de Urrutia. Este último dejó su cargo
luego de reunirse con el Consejo de Ministros y en su reemplazo asumió Osvaldo
Dorticós, un abogado de 40 años que desde el 10 de enero se había encargado
de la revisión de las leyes.
Hacia fines del ’59 comenzaron a surgir los primeros brotes
contrarrevolucionarios, organizados por latifundistas y ex miembros de las fuerzas
batistianas provenientes de Florida y la República Dominicana. También se
registraron varios sabotajes contra la economía del país y atentados terroristas
contra autoridades oficiales, en especial dirigidos a Fidel Castro. Algunos de estos
hechos estaban vinculados a los servicios secretos norteamericanos, aunque
pronto la CIA pasaría a tener el control exclusivo de las operaciones contra La
Habana.
La respuesta del gobierno para combatir la avanzada contrarrevolucionaria
y terrorista fue la organización del pueblo armado, para lo cual se crearon las
Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) y luego los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR). Allí se incorporaron miles de hombres y mujeres, mayores de
14 años, que estaban dispuestos a dar su vida por la Revolución.
Entre 1959 y 1965, casi 300 organizaciones anticastristas operaron en la
isla, la mayoría con apoyo logístico y financiero de Washington, ocasionando
cuantiosas pérdidas humanas y económicas
3.9. La defensa de la Revolución
POR TANTO: La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba declara ante América y
el mundo que acepta y agradece el apoyo de los cohetes de la Unión Soviética, si su
33
territorio fuere invadido por fuerzas militares de los Estados Unidos.
33
Primera y Segunda Declaración de La Habana, Buenos Aires, Nuestra América, 2003, pp. 23- 25
34
Chomsky, Noam. Op. Cit. p. 116
Eisenhower había invertido unos 13 millones de dólares iniciales en una
operación guerrillera contrarrevolucionaria que desembarcaría en la isla para
organizar fuerzas y atacar desde las montañas de Escambray. Pero luego cambió
el plan por un ataque convencional, similar al que derrocó a Jacobo Arbenz. Sería
una invasión con protección aérea, tanques y artillería, apoyada por “los
oprimidos” de Cuba. Los hombres que eran entrenados en Guatemala, con
conocimiento del gobierno de ese país, habían sido reclutados en Miami a cambio
de 400 dólares mensuales, más adicionales por mujer e hijos.
El presidente electo de Estados Unidos, John F Kennedy, conoció el
proyecto dos meses antes de asumir. El informante fue el jefe de la CIA, Allan
Dulles, quien recibió luz verde del nuevo mandatario para continuar el plan.
Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de
1961. Dos semanas más tarde asumió Kennedy y a los pocos días tuvo su primera
reunión para coordinar la invasión. El desembarco sería en la Bahía de los
Cochinos en Playa Girón. Por su parte, los anticastristas de Miami designaron al
ex primer ministro, Miró Cardona, como presidente provisional del gobierno que se
establecería tras el derrocamiento de Castro.
Los mercenarios, la CIA, Kennedy, los batistianos... todos estaban listos
para iniciar el ataque. El 14 de abril, la Brigada 2506 partió desde Nicaragua con
destino a Cuba, con la bendición de Luis Somoza, que les encargó unos cuantos
pelos de la barba de Castro como trofeo.
En Cuba, las fuerzas revolucionarias se preparaban para recibir un ataque,
aunque lo esperaban por Oriente.
El día 15, a la mañana, ocho aviones B-26 con insignias falsas de las
Fuerzas Armadas Revolucionaria (FAR) despegaron de Nicaragua y
bombardearon varios aeropuertos de la isla. El ataque creó un gran estado de
pánico y dejó un saldo de 7 muertos y 44 heridos.
Otros dos B-26, con las mismas características, aterrizaron en Florida. Los
pilotos le contaron a la prensa norteamericana que eran desertores que habían
bombardeado los puestos militares de Castro y que luego se habían dado a la
fuga. La noticia recorrió rápidamente el mundo, tal como lo había planeado la CIA.
Había, sin embargo, pequeñas contradicciones que sólo se advirtieron en Cuba y
que tardaron bastante más en ser difundidas: los B-26 atacantes estaban
cargados con balas estadounidenses y sus morros eran de diferente color a los de
los aviones cubanos.
Dos días más tarde comenzó a desembarcar la brigada mercenaria. Al
enterarse, Fidel Castro dirigió personalmente la defensa de Playa Girón. Los
cazas cubanos lograron hundir un barco que transportaba al 5º batallón de la
Brigada 2506, el “Huston”, y otro que llevaban provisiones, el “Río Escondido”. Los
mercenarios que alcanzaron la playa muy pronto se vieron rodeados, pero ya era
demasiado tarde para escapar. Los buques norteamericanos que los escoltaban
en alta mar emprendieron la retirada luego de ser acosados por los aviones de las
FAR. En las 72 horas que duró el combate, las fuerzas revolucionarias, que
tuvieron alrededor de 100 bajas, capturaron a 1.180 invasores.
Los interrogatorios y los juicios a los prisioneros fueron públicos y
totalmente televisados. Algunos de los acusados explicaron que los había movido
un “sentido de ideal” para luchar contra el comunismo y liberar a Cuba. Otros
expresaron un fuerte rencor contra Estados Unidos por abandonarlos. Uno de los
prisioneros que entrevistó el propio Fidel Castro se mostró desengañado:
En Miami hay un montón de cubanos que están deseando venir a Cuba y no saben aquí lo
que hay. De verdad creen que aquí vienen a luchar para rescatar al pueblo, que a nosotros
35
nos iban a esperar como libertadores.
A los que nos hablan de la Constitución del ’40, nosotros les decimos que ya la
Constitución del ’40 es demasiado anticuada y demasiado vieja para nosotros (...) Nosotros
35
Dos discursos para la historia, Buenos Aires, Facultad de Humanidades (UNLP), 1961, p.14.
tenemos que hablar de una nueva Constitución, pero no una constitución burguesa, no una
Constitución correspondiente a un dominio de la clase explotadora sobre otras clases, sino
correspondiente a un nuevo sistema social, sin explotación del hombre por el hombre. Ese
sistema social se llama socialismo, y esa Constitución será, por tanto, una Constitución
Socialista.
Si a Mr Kennedy no le gusta el socialismo, bueno, a nosotros no nos gusta el imperialismo,
a nosotros no nos gusta el capitalismo. Tenemos tanto derecho a protestar de la existencia
de un régimen imperialista y a capitalista a 90 millas de nuestras costas, como él se puede
considerar con derecho a protestar de la existencia de un régimen socialista a 90 millas de
36
sus costas.
En Punta del Este el imperialismo yanqui reunió a los cancilleres para arrancarles,
mediante presión política y chantaje económico sin precedentes, con la complicidad de un
grupo de los más desprestigiados gobernantes de este continente, la renuncia a la
soberanía nacional de nuestros pueblos y la consagración del odiado derecho de
intervención yanqui en los asuntos internos de América; el sometimiento de los pueblos a
la voluntad omnímoda de Estados Unidos de Norteamérica, contra la cual lucharon todos
los próceres, desde Bolívar hasta Sandino.
(...)
La O.E.A. quedó desenmascarada como lo que es: un ministerio de colonias yanquis, una
alianza militar, un aparato de represión contra el movimiento de liberación de los pueblos
38
latinoamericanos.
38
Primera y Segunda Declaración de La Habana, Op. cit., pp. 51 y 54
cuenta que la división había causado el fracaso de la Guerra de los Diez Años. La
nueva construcción se veía ante la necesidad de alcanzar los mismos objetivos,
aunque en una coyuntura histórica caracterizada por las intenciones
norteamericanas de dividir a los cubanos, deponer su gobierno y destruir el
sistema instaurado por decisión soberana.
El primer paso para la unificación se dio a fines de 1961 con la fusión del
M26J, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo en
las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Aquel fue un proceso difícil,
lleno de contradicciones y sectarismos entre las distintas fuerzas, que luego daría
lugar a la creación del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba
(PURSC).
La etapa del PURSC se caracterizó por una mayor selectividad de cuadros,
con tendencia hacia la homogeneidad político-ideológica. El Che Guevara explicó
esta fase de formación del Partido en uno de sus textos más conocidos:
39
Guevara, Ernesto. El socialismo y el hombre en Cuba, Marcha, Montevideo, 12 de marzo de
1965.
3.11. La crisis de los misiles
40
Guevara, Ernesto. La Guerra de guerrillas, Capítulo I, Principios generales de la lucha guerrillera,
sitio web: http://chehasta.narod.ru/biblioteka.htm
alianza de La Habana con Moscú no debe interpretarse como una relación de
subordinación. Se trataba de una integración en el bloque socialista, que
respondía a cuestiones estratégicas, necesarias para alcanzar cierto grado de
desarrollo y subsistir en un marco de seguridad frente a la amenaza constante de
Washington y el exilio anticastrista de Miami.
Por otra parte, la Revolución inició un fuerte proceso de institucionalización
en el plano de su política interior. Se impulsó la discusión en las organizaciones de
masas acerca de una Constitución que reemplazara a la Ley Fundamental de
1959, cuyo texto final fue presentado en el Primer Congreso del Partido Comunista
de Cuba (PCC), en diciembre de 1975. Dos meses después se aprobaba la nueva
Carta Magna en un referéndum que contó con la participación de casi todos los
cubanos habilitados para votar.
Esta constitución estipulaba el papel de vanguardia que le cabría al PCC
como “la más alta fuerza dirigente de la sociedad, responsable de organizar y
guiar el esfuerzo común para la construcción del comunismo”. También introdujo
importantes reformas de carácter cívico al crear los órganos del Poder Popular y
establecer un sistema de democracia participativa, con elecciones regulares por
circunscripciones mediante el voto secreto, universal y voluntario. El 10 y el 17 de
octubre de ese año, el 95,2 por ciento de los cubanos mayores de 16 años
concurrieron a las urnas.
Con estas reformas se iniciaba una nueva etapa en la que las masas
deberían asumir un mayor poder de decisión en sus distintos niveles de
participación social. De esta forma, la Revolución buscaba frenar un burocratismo
incipiente, reemplazando los métodos administrativos de los primeros 15 años por
mecanismos democráticos de poder popular.
De hecho, el problema del burocratismo había sido, desde el principio,
objeto de preocupación y autocrítica en áreas clave como la agricultura. En 1964,
Fidel Castro se quejaba de los gastos desmedidos en los centros de trabajo,
comparándolo con el despilfarro capitalista:
Más tarde diría, incluso, que los Comités de Lucha Contra la Burocracia se
habían burocratizado.
41
Thomas, Hugh. Op. cit., p. 1840.
Reabrir el mercado interno -agropecuario, industrial, artesanal en moneda nacional y
mercancías importadas y de fabricación nacional en moneda extranjera-; abrir la economía
nacional al capital, al dinero mundial y a las mercancías; permitir la asociación económica
del Estado con el capital extranjero; impulsar el autofinanciamiento de las empresas en
divisas convertibles y permitir a las empresas estatales exportar e importar directamente;
42
descentralizar el sistema bancario nacional, entre otras reformas.
42
IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, La Habana, Editora Política, 1999. Sitio web:
http://www.cuba.cu/politica/webpcc/historia.htm
empresas subsidiarias de compañías norteamericanas establecidas en terceros
países. Además, estableció que los barcos que entraran a puertos cubanos, con
propósitos comerciales, no podrían arribar a ningún puerto de Estados Unidos
durante los 180 días subsiguientes.
El correlato de esta norma sería la Ley Helms-Burton de 1996, aún más
dura en términos de agresión contra la isla, ya que reforzó las restricciones del
bloqueo y la ayuda a la contrarrevolución para propiciar la “transición hacia la
democracia” en Cuba.
La hostilidad norteamericana tomó un nuevo impulso a partir de la llegada
de George Bush (hijo) a la Casa Blanca. Luego del 11 de septiembre de 2001, el
actual presidente estadounidense incluyó a Cuba en una lista de países
terroristas, es decir, objetivos que pueden ser invadidos en cualquier momento
bajo el pretexto de la “guerra preventiva contra el mal”. También dispuso para los
años 2005 y 2006 un presupuesto de 59 millones de dólares para las más diversas
acciones en contra de la Revolución Cubana.