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Lecturas de una paz naufraga en la tormenta de la perfidia

Por Luis Carlos Pulgarín Ceballos


Catedrático Universitaria de Colombia

No puede la academia abstraerse de los principales temas de coyuntura nacional. La


academia, en este caso la universidad, es un escenario para el debate de los problemas
centrales que aquejan un país. Precisamente es de la academia desde donde debería
darse luces a los momentos más obscuros del tenebroso túnel que agobia la realidad
colombiana. Los sabios, intelectuales y pensadores, están en los centros académicos,
raramente los veremos en la política y la burocracia, donde priman cantidad de
argumentos falaces, lejos de toda ponderación y equilibrio. Si el país escuchara la voz del
pensamiento académico, tan lleno ciencia, luz y razón; tal vez otra realidad acontecería.

Hoy por hoy, uno de los temas neurálgicos de Colombia es el tema de la paz, luego de los
diálogos y la firma de acuerdos de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las
antiguas FARC-EP (Fuerzas Armadas y Revolucionarias de Colombia, ejército del pueblo);
nos hemos sumido en la desazón suprema, el laberinto interminable e indescifrable de un
país polarizado, donde quienes piden a gritos hacer trizas los acuerdos de paz, se imponen
desde la criminalidad que lleva ya, desde la firma de dichos acuerdos; casi 600 líderes
sociales y 140 desmovilizados de las FARC asesinados. Y alternamente campea la
corrupción, la injustica y la impunidad, gracias a la crisis de los aparatos de justicia
colombiana, que más parecieran estar del lado de los victimarios que de las víctimas.

Sólo un Tribunal, nacido de los acuerdos (la JEP); brasea en medio de las ataduras que se
le imponen y de las tormentosas olas de la ignominia de un nuevo gobierno enemigo de la
paz, para no naufragar y darnos la esperanza de verdad, justicia, reparación y no
repetición.

La traición a los pactos de paz son larga tradición en Colombia, desde los años 1600
cuando la sociedad criolla cartagenera traicionó acuerdos con el líder esclavo Benkos
Biojó, fundador del palenque de San Basilio en su ruta libertaria; y luego en 1781, con la
traición del virrey Flórez y el Arzobispo Caballero y Góngora a los comuneros de
Santander, se estableció en Colombia la criminal perfidia como el sello final que imponen
las oligarquías nacionales a sus contradictores y opositores tras la firma de cualquier pacto
de paz y reconciliación. Miles de Biojós, José Antonios Galán, Rafaeles Uribe Uribe,
Antonios José de Sucre, Gaitanes, Guadalupes Salcedos, Pizarros, etc; mueren por el
decreto obscuro desde quienes apoltronados en el Capitolio del odio vociferan discursos
diarios que terminan determinando asesinatos en todos los rincones del país.

Es hora de que la academia empiece a levantar la memoria de la perversa historia


colombiana, sin más espera a las órdenes de un Ministerio de Educación, que manipulado
por el poder ejecutivo, quiere negar la historia y la verdad de lo que ha ocurrido en el país
desde hace más de 200 años. Hora de que la academia cierre filas en torno a la defensa de
la JEP y la Comisión de la Verdad, para que la historia no sea tergiversada y arrastrada al
olvido. Sólo esto nos salvará de seguir repitiendo el horror y el desastre humanitario que
hemos padecido a lo largo de dichos 200 años.

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