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​ OBIERNO DE ECHENIQUE

G
José Rufino Echenique Benavente, Presidente de la República. Nacido en Puno el 16 de
noviembre de 1808, fue hijo de José Martín Echenique Vásquez y de Hermenegilda
Benavente Macoaga. Durante las revueltas iniciales de la revolución de Pumacahua y con
sólo seis años de edad, fue secuestrado y dedicado al pastoreo. Reconocido casualmente
por un empleado postal fue devuelto a sus padres y estudió en el colegio del Príncipe. En
1822 se incorporó al batallón N° 3 de la Legión Peruana y con el grado de subteniente
participó en la segunda expedición a intermedios, bajo las órdenes del general Agustín
Gamarra. Derrotado en el encuentro de Alsuri, sufrió prisión en la isla de Esteves hasta
1824, una vez finalizada la batalla de Ayacucho. Reincorporado al ejército fue destinado a
Lima integrando, ya como teniente, las fuerzas destacadas en Huancayo, con las cuales le
tocó combatir a los iquichanos, quienes expresaron un extemporáneo apoyo al rey.
Secundó a Gamarra en su campaña sobre Bolivia, participó en la guerra contra Colombia
(1829) y por su comportamiento en Pórtete del Tarqui obtuvo los galones de sargento
mayor. En 1832 asumió el mando del batallón “Piquiza” con el grado de teniente coronel y
coadyuvó a debelar la conspiración del capitán Felipe Rossel. Secundó el pronunciamiento
del 4 de enero de 1834 del general Pedro Bermúdez, rechazado masivamente. Echenique
promovió entonces el excepcional “abrazo de Maquinhuayo” del 22 de abril. Estando al
mando de la guarnición del Cuzco, ya con el grado de coronel, se retiró del servicio al
producirse la intervención boliviana de 1835, dedicándose a la explotación de caña de
azúcar en la hacienda “San Pedro”, en el valle de Lurín, donde introdujo algunas mejoras
técnicas, como el uso del trapiche a vapor. Ante el pronunciamiento de Manuel Ignacio de
Vivanco en 1843, volvió a tomar las armas y en calidad de prefecto de Lima fue encargado
de detener el avance de las fuerzas constitucionales que dirigía Ramón Castilla.
Nuevamente tuvo que ceder a la presión popular y optó por la restauración de las
autoridades legales. Al año siguiente, luego de sucesivos ascensos, alcanzó el grado de
general de brigada luego de derrotar a Domingo Elias en Carmen Alto, y fue elegido
consejero de estado por el presidente Ramón Castilla. En 1845 fue nombrado
vicepresidente y más tarde ministro de Guerra y Marina.

El 20 de abril de 1851 el Congreso lo proclamó como presidente de la República, logrando


ese mismo año el derecho a la libre navegación en el Amazonas, mediante un convenio
suscrito con el gobierno de Brasil. Graves escándalos en torno a los procedimientos para la
consolidación de la deuda interna propiciaron alzamientos en su contra, liderados primero
por Domingo Elias y luego por su antecesor en el gobierno, Ramón Castilla. Éste basó su
campaña, de marcado corte liberal, en la reivindicación del esclavo y del indígena,
alzándose con el triunfo final en La Palma el 5 de enero de 1855.

OBRAS DE SU GOBIERNO
Comenzando por la política económica, a mediados de 1851 la exportación por parte de la
casa Gibbs del guano de las islas hacia Inglaterra llegó a las 112.000 toneladas y convirtió a
dicho rubro en el más importante de los ingresos del fisco. Las islas se explotaban desde
1849 bajo el sistema de la consignación, método que exigía a la firma inglesa adelantar el
pago y realizar préstamos al Estado con la garantía del disfrute exclusivo de dicho
fertilizante. El 21 de marzo de 1853 el gobierno prorrogó sin ningún tipo ventaja económica
adicional y por seis años la consignación a la casa Gibbs a partir de 1855, año en que
finalizaba el contrato firmado en 1849. Este acto fue muy criticado por la oposición
parlamentaria, arremetiendo especialmente contra el ministro de Hacienda Nicolás
Fernández de Piérola (padre del futuro caudillo homónimo).
La prosperidad económica también permitió el arreglo de la deuda externa, en especial la
deuda que se tenía con los gobiernos de Colombia y Venezuela por la ayuda dada al Perú
durante la guerra de la independencia. Este hecho es poco conocido por los
latinoamericanos: la llegada al Perú de los ejércitos libertadores desde Chile y la Gran
Colombia tuvo un monto justipreciado, hecho incomprensible si se tiene en cuenta que la
empresa libertadora fue una causa común en la que los patriotas peruanos dieron su cuota
valiosísima. Echenique alentó incluso a que se pagara en 1854 a los herederos del
Libertador Simón Bolívar la suma de un millón de pesos, según lo acordado por el Congreso
peruano de 1825.
Se finalizó la construcción del ferrocarril de Tacna a Arica, el segundo en construirse en el
país. Se proyectó el de Islay a Arequipa.
Se emprendió la construcción de carreteras de Cuzco a Arequipa y de Lima a Matucana; se
mejoró el de Lima al Callao.
Se construyeron aduanas y se mejoraron los muelles de algunos puertos importantes.
Se dotó a Lima de un nuevo mercado.
Se contrató el servicio de alumbrado a gas para Lima.
Para el embellecimiento de la capital se mandaron confeccionar en Roma las estatuas de
Colón y Bolívar, y las que embellecieron la Alameda de los Descalzos.
Se contrataron ingenieros extranjeros a fin de emprender obras de irrigación en la costa
para ampliar las zonas cultivables en los valles de Lima, Cañete, Tacna y Lambayeque.
Se continuó con el fortalecimiento de la Marina, iniciado por Castilla. Se mandó a construir
la fragata Apurímac y las goletas Tumbes y Loa. La armada peruana llegó a ser la más
importante de Sudamérica: contaba con 17 unidades. Marinos peruanos fueron enviados a
Europa para perfeccionarse profesionalmente.
Se puso en práctica una política inmigratoria europea. Llegaron así colonos alemanes para
poblar la región del Pozuzo. También se fomentó la inmigración china, iniciada por Castilla.
Se promulgó el Código Civil y el Código de Enjuiciamiento Civil, los primeros que tuvo el
Perú, en reemplazo de los viejos códigos virreinales aun vigentes (julio de 1852).
Se restablecieron las Municipalidades, importantes organismos de gobierno local, pero bajo
la dependencia del poder ejecutivo.
Se eliminó el pasaporte interior y se declaró el libre tránsito de los puentes.
El 23 de octubre de 1851 se firmó en Lima la Convención de Comercio y Navegación con
Brasil, entre el ministro interino de Relaciones Exteriores del Perú, Bartolomé Herrera y el
ministro plenipotenciario del Brasil, Duarte Da Ponte Ribeyro, convenio que incluyó un
parcial acuerdo de límites de la parte norte de la frontera de ambos países. Hay que
remarcar que este acuerdo fue en principio una Convención de carácter comercial y fluvial,
y no un Tratado Limítrofe, por lo que resulta controvertido que se decidieran límites de
territorio.[2]​ Esta Convención ha sido muy criticada porque el Perú aceptó el criterio del uti
possidetis, por el cual renunciaba a territorios amazónicos ocupados poco tiempo atrás por
población brasileña, a cambio del libre tráfico de mercaderías, productos y embarcaciones
por la frontera y los ríos de ambos países. Se fijó una línea de frontera imaginaria que partía
de la población de Tabatinga hasta la desembocadura del río Apaporis por el norte y el
Yaraví por el sur. La frontera del sur del Yaraví no fue entonces tocada, por ser territorio
desconocido. Este acuerdo se cuenta entre los actos internacionales más discutidos de la
historia diplomática peruana, porque para llegar a un acuerdo con un país vecino se entregó
territorio nacional. Otro punto de vista considera sin embargo que era necesario un
entendimiento con Brasil, ante la amenaza potencial de otros países limítrofes,
especialmente el Ecuador y Bolivia. La libre navegación por el Amazonas la obtuvo el Perú
recién el 22 de febrero de 1858, con la firma de una Convención Fluvial, ya bajo el segundo
gobierno de Castilla.
La nota negra del gobierno de Echenique fue sin duda el escándalo de corrupción en la
consolidación o cancelación de la deuda interna, según veremos enseguida.

EL ESCÁNDALO DE LA CONSOLIDACIÓN
El hecho más sonado de este gobierno fue la consolidación de la deuda interna con los
recursos fiscales provenientes del guano de las islas, operación que ya había iniciado el
anterior gobierno de Ramón Castilla. Se entiende por “consolidación de la deuda interna” al
pago de la deuda que el Estado había contraído con ciudadanos particulares, durante la
guerra de la independencia y contiendas posteriores. Durante esa contienda los jefes del
Ejército Libertador habían realizado confiscaciones, empréstitos forzados, imponiendo
cupos, embargos, y contribuciones; los jefes militares entregaban a cambio recibos, vales o
cartas de cobranza en favor de los afectados, con la promesa que una vez culminada la
lucha el nuevo Estado peruano pagaría las deudas así contraídas.

Durante el gobierno del mariscal Ramón Castilla se reconoció que la deuda del Estado
ascendía a 4 millones 879 mil 607 pesos de plata debidamente sustentados; según el propio
Castilla, en el peor de los casos el monto total de la deuda interna no podría sobrepasar los
6 o 7 millones de pesos. Pero bajo el gobierno de Echenique se reconocieron más de 19
millones de pesos adicionales a los reconocidos por Castilla, lo que generó sospecha de
malos manejos al no justificarse la aparición de una deuda tan elevada (que casi
cuadruplicaba el monto original).

Los opositores a Echenique alegaron que muchos partidarios o allegados del presidente
adulteraron documentos y expedientes para aumentar falsamente algunas deudas
verdaderas, o incluso para invocar deudas inexistentes y hacerse pasar por "acreedores del
Estado" sin serlo en realidad. Se acusó también al gobierno de Echenique de haber pagado
elevadas sumas sin preocuparse de verificar la autenticidad de los expedientes. En un
informe emitido en 1856 por la Caja de Consolidación se señaló que más de 12 de los 19
millones de pesos reconocidos por Echenique tenían origen fraudulento.[3]​ En total el
Estado peruano pagó a diversos particulares más de 23 millones de pesos en total,
originándose así muchas fortunas y surgiendo una clase emergente de “nuevos ricos”.

Este manejo controvertido de la deuda interna fue denunciado por los enemigos políticos de
Echenique como un acto de corrupción política y grave despilfarro, destinado a beneficiar
solamente a los amigos y allegados del presidente. Constituyó uno de los motivos para el
estallido de una insurrección popular, que derivaría en una sangrienta guerra civil.

REVOLUCIÓN LIBERAL
Alzando como bandera el repudio al escándalo de la consolidación se levantó en Ica el líder
civil Domingo Elías, pero fue derrotado por las fuerzas gobiernistas en la batalla de Saraja,
el 7 de enero de 1854. A este hecho siguió inmediatamente el levantamiento en Arequipa,
en cuyo manifiesto se acusó al gobierno de indolencia frente a los ultrajes infligidos por el
gobierno de Bolivia. El mariscal Castilla lideró la rebelión, desplazando a Vivanco y
contando con el apoyo de los jóvenes líderes liberales Pedro Gálvez y Manuel Toribio Ureta.
A la rebelión se sumaron también Domingo Elías, el general Miguel de San Román y el
general Fermín del Castillo.

Esta insurrección fue un gran movimiento popular que derivó en una guerra civil muy
prolongada, costosa y dañina para el país. Murieron más de 4.000 personas y causó
perjuicios económicos muy considerables para el país: se calcula que su costo llegó a los
15 millones de pesos, es decir casi equivalente al monto inflado de los pagos de la
consolidación, uno de los motivos de la contienda fratricida.[4]​

Durante la lucha, Castilla se declaró presidente provisorio; en Ayacucho decretó la abolición


definitiva del tributo indígena (5 de julio de 1854); luego derrotó a las fuerzas de Echenique
en Izcuchaca, marchando enseguida a Huancayo donde firmó el histórico decreto aboliendo
la esclavitud en el Perú (5 de diciembre del mismo año). La victoria definitiva de la
revolución se consumó en las afueras de Lima, en la batalla de La Palma, donde las tropas
de Echenique fueron sometidas (5 de enero de 1855). Al día siguiente se desató la violencia
y el pánico en Lima, donde fueron asaltadas las casas de los “consolidados”.

INCIDENTES INTERNACIONALES
Desde hacía varios años Inglaterra se había adueñado de las islas de Lobos, en la costa
norte peruana, alegando que eran "tierra de nadie", y anunció su intención de hacer
embarques libres de guano. El gobierno de Echenique procedió enérgicamente a reclamar
el dominio sobre dichas islas, demostrando su intención de usar los cañones de su
poderosa escuadra, si fuera necesario. Los ingleses no quisieron arriesgarse a un conflicto
y abandonaron sus pretensiones sobre las islas.
Por entonces solicitó la hospitalidad del Perú el general ecuatoriano Juan José Flores,
después del fracaso de su expedición monarquista de 1848. Flores se radicó en Lima y
contando con la aprobación de Echenique, procedió a armar una expedición para derribar al
gobierno del Ecuador. La “expedición Flores” fracasó al llegar a la isla Puná, provocando no
sólo las protestas del Ecuador sino de Nueva Granada, llegando a temerse una guerra, pero
felizmente se mantuvo la paz.
Las dificultades con Bolivia, que parecían haberse disipado durante el gobierno de Castilla,
persistieron por la invasión de la moneda feble boliviana que seguía entorpeciendo el
comercio en el sur peruano. El presidente de Bolivia Manuel Isidoro Belzú demostró más de
una vez su hostilidad hacia el gobierno peruano, y ante los reclamos presentados por el
representante del Perú en La Paz, respondió expulsando a dicho diplomático. Ante tal
ofensa cundió en el Perú el estado de guerra contra Bolivia. El Congreso dio al presidente
Echenique facultades extraordinarias y se movilizó el ejército a la frontera. Pero la guerra no
se produjo porque estalló entonces la revolución liberal contra el gobierno de Echenique.

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