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Theodor Lipps fue un filósofo y psicólogo alemán.

Centrado en cuestiones de arte y estética, formuló en Estética su teoría de la empatía estética,


como un proceso de afinidad entre objeto y sujeto, donde este se reconoce a sí mismo y se
solidariza con él, en un proceso que permite al sujeto hallar un conocimiento de sí mismo que
hasta ese momento ignoraba.
El DRAE define empatía como “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de
ánimo de otro”. Fusión de visión y sentimiento que tiene lugar al proyectar el sujeto sus
sentimientos sobre el objeto intuido.

Lo esencial de ella es la proyección del propio sujeto fuera de nosotros, en lo


que comprendemos, en lo que se revela por la percepción, fenómeno que se halla en el
conocimiento de los objetos, en la representación de los otros sujetos y en la actividad estética
y social. Sin embargo, la importancia teórica o de conocimiento de la empatía está en que no
proporciona el conocimiento de los otros sujetos. He aquí cómo se expresa Lipps. «Hay tres
dominios del conocimiento: el de las cosas, el de mí mismo y el de los otros Yo. El primer
conocimiento tiene como fuente la percepción sensible; el segundo, la percepción interna, es
decir, la comprensión inmediata o en el recuerdo del Yo con sus determinaciones, experiencias
de exigencias, actividades, actos y sentimientos, y también relaciones con los objetos. La fuente
del tercer género de conocimiento es, finalmente, la empatía. Tiene además ésta una
significación que excede con mucho de los límites del conocimiento.
Esta proyección del sujeto fuera de sí mismo, en el mundo externo, tiene diferentes formas, y la
diferencia de éstas se condiciona por la manera de ser, por la naturaleza del objeto que es
percibido y en que nos proyectamos. Por dicha razón Lipps distingue varias clases de empatía
según los objetos que la suscitan. Estos géneros son: 1.º, empatía general aperceptiva; 2.º,
empatía de estado de ánimo; 3.º, empatía aperceptiva condicionada; 4.º, empatía suscitada por
la apariencia sensible de los otros sujetos; 5.º, empatía estética, y 6.º, empatía ética y práctica.
Cuando la empatía es positiva hay una coincidencia entre el objeto y nosotros, o dicho de otro
modo, nos sentimos bien, sentimos placer al proyectamos en el objeto. En la empatía negativa
sucede todo lo contrario.
Una forma de la empatía general aperceptiva es el ritmo, que hace simplemente
de la proyección de la marcha de nuestra apercepción en lo apercibido en la
estructura de un ritmo. Otro caso es la llamada unidad de las cosas, unidad que
no es más que nuestra unidad de conciencia proyectada en aquéllas. Igualmente
proyectamos en las cosas nuestraactividad. Aperceptiva es esta empatía porque se
presenta en las funciones de la apercepción.
En la empatía de estados de ánimo se proyectan éstos en una impresión de color
o de sonido. Casos conocidos los tenemos en la contemplación del paisaje o la
audición de la música.
Importante para el conocimiento de la naturaleza es la empatía condicionada
empíricamente, por las relaciones que se presentan en aquélla. Una primera
forma se nos ofrece en el enlace causal; en éste surge una tendencia en mí a pasar
de la causa al efecto, y precisamente esta tendencia constituye la necesidad lógica
de la causalidad. Otra forma, unida inmediatamente a la anterior, es la que se
presenta en el concepto de fuerza como sentimiento de esfuerzo; esta fuerza se
proyecta en la causa y da lugar a la fuerza física. «No sólo la gravedad, sino
también la solidez, la dureza, la blandura y todas las fuerzas y acciones y pasiones
en el mundo de las cosas surgen sólo en él por empatía» (19).
Pasamos ahora a considerar la empatía suscitada por la apariencia sensible de los
otros sujetos. Hemos dicho que esta forma era la que nos proporcionaba el
conocimiento de los otros sujetos. El problema de este conocimiento, a pesar de
ser interesante, no ha surgido más que en la psicología actual, y es precisamente
un mérito de Lipps el haberlo atacado y el haber presentado una solución. Es,
pues, preciso considerar con algún detenimiento, como ya se dijo, esta teoría de
Lipps. Distinguiremos al hacer esto, basándonos en la exposición misma de este
psicólogo, la crítica de la teoría usual y vulgar de la analogía, y la presentación de
la empatía como fundamento del conocimiento de los otros sujetos (20).
De los otros sujetos no conocemos inmediatamente y por la percepción más que
los gestos, ademanes, sonidos emitidos por ellos, etc., o sea, en general, aquello
que llamamos la expresión de su vida mental psíquica. Ahora bien; esta vida
mental o psíquica (con sus diferentes aspectos) de los otros sujetos, es algo que
admitimos siempre en ellos y algo que se nos revela en aquellos movimientos o
fenómenos expresivos de los cuerpos humanos. ¿En virtud de qué proceso
psíquico llegamos a esto? Corrientemente se responde que en virtud de un
razonamiento por analogía, que diría en el fondo: suponemos que los otros,
internamente, son como nosotros porque externamente se nos asemejan, o dicho
de diferente modo: como los movimientos expresivos perceptibles son análogos
en los otros sujetos y nosotros, suponemos que acompañan a ellos, en los otros
sujetos, estados psíquicos análogos a los nuestros. Ahora bien; Lipps piensa que
esta teoría de la analogía es imposible, pues no está de acuerdo con los hechos, y
esto por las siguientes razones. Primeramente: hay muchos movimientos y
fenómenos corporales expresivos que no son conocidos primero en nosotros y
después en los otros, como supone la teoría, ya que para ello es preciso que
estado expresado y expresión hayan sido observados juntos en nosotros, de
modo que después al percibir la última se supongan los primeros. Por el contrario,
dichas expresionesde estados mentales se conocen primero en los otros, y de los
otros se transportan a nosotros. Esto es lo que acontece con los gestos expresivos
de la boca y los ojos. Segunda: no hallamos en el proceso del conocimiento de los
otros sujetos un razonamiento por analogía. Efectivamente; un razonamiento por
analogía es, por ejemplo, el que sigue: El humo sigue al fuego, dado que los he
observado a ambos en esta relación; ahora bien: aquí hay humo, luego aquí hay
fuego. En el proceso del conocimiento de los otros sujetos, lo único que nos
permitiría afirmar el razonamiento por analogía sería que a un determinado gesto
percibido que en mí acompaña, por ejemplo a la cólera, sigue mi estado mental de
cólera. Sin embargo, no es esto lo que yo concluyo, sino que la cólera existe en el
otro sujeto y que se expresa en el gesto que yo percibo. Por lo tanto paso de mí a
otro sujeto, creo algo nuevo que antes no existía en mi representación, a saber: el
otro sujeto y su estado mental de cólera.
Resultado de lo anterior es que al problema del conocimiento de los otros sujetos
no puede responder satisfactoriamente la teoría de la analogía. La base de dicho
conocimiento se halla, según Lipps, en una cuarta forma de empatía, a saber: en
la empatía suscitada por «la apariencia sensible del hombre, por su apariencia
visible y audible» (21). Veamos esta forma de empatía. Notas características suyas
que la diferencian de las otras clases son que «se la designaría mejor con el
término autoobjetivación, esto porque lo proyectado es todo el Yo con sus
maneras de actividad, no su sentir» (22), y además, que no es la actividad
presente, sino un recuerdo, lo que se proyecta en la apariencia sensible del
hombre; por ejemplo: la representación de la cólera; el recuerdo de la cólera,
surge en mí y se proyecta unificándose con el hombre en cólera. Esta empatía
también es positiva (simpatía) y negativa (antipatía). Reposa, como las demás
formas, en un instinto que incluye, «por una parte, el instinto de expresión de vida
o de notificación de procesos internos por procesos corporales y, por otra, el
instinto de imitación externa» (23). He aquí, con un ejemplo tomado de Lipps,
cómo se enlazan: «Me hallaba una vez triste. Entonces experimenté, al mismo
tiempo, la tendencia a producir los gestos de la tristeza. Pero no experimenté a
éstos como algo conjunto con la tristeza, sino como algo que se hallaba en ella, y
seguí la tendencia, produciendo por actividad instintiva los gestos. Ahora veo
estos gestos en alguna parte. Entonces surge de nuevo inmediatamente en la
percepción o mejor en la apercepción de estos gestos, la tendencia a la propia
producción de ellos. Ahora bien; ésta es la misma tendencia que, como un
componente inseparable, se halla incluida en mi tristeza. Por consiguiente incluye
su presentación la reproducción de la tristeza, que se halla fundida con ella en un
suceso único» (24). No se trata, pues, de un proceso asociativo, sino de un
proceso sui generis, a saber: la exteriorización del sujeto o de una modalidad del
sujeto; en el presente caso, de un sentimiento. Lo mismo sucede con la empatía
suscitada por los movimientos voluntarios, en que el movimiento desempeña el
papel del gesto en el ejemplo anterior. Igualmente en las formas en reposo
proyectamos el propio sentimiento vital y aun lo hacemos en las formas de un
individuo humano de otro sexo que el nuestro, en lo que fracasaría abiertamente
la analogía, según Lipps. De la misma manera sucede con los gritos, expresión de
afectos, y en la inteligencia de la palabra; hay en lo último una tendencia a
expresar por la palabra y una tendencia a imitar la palabra. Con la división del Yo
se proyecta en el otro sujeto el contenido de la palabra, que aparece así como
comunicado. Por estos mismos factores se explica, en cuanto es un hecho
psicológico, el origen del lenguaje: la tendencia a expresar ha producido sonidos,
en verdad en un principio sólo revelando las grandes diferencias afectivas de las
experiencias; más tarde, con el dominio sobre los órganos de la palabra, se afinan
las diferencias. Este lenguaje individual se uniforma por la imitación. Aparte de
esta imitación social, hay la imitación de la comprensión del objeto, es decir: la
expresión de ésta mediante sonidos o enlaces de sonidos que despiertan una
impresión análoga a aquella comprensión en quien los oye.
De la empatía, pues, surge la admisión de una pluralidad de sujetos. «El Yo propio
objetivado, o el Yo ajeno producido por autoobjetivación, aparece
inmediatamente como objetivamente real» (25). Este hecho hace de la empatía
fuente de conocimiento. Pero debe tenerse en cuenta que esto sucede en la
empatía negativa, pues sólo en ella se separa lo proyectado del sujeto que
proyecta; en la positiva no hay más que un sujeto, debido a la coincidencia de lo
proyectado y el Yo que proyecta. Lo mismo que en la percepción externa e
interna, este hecho es irreductible; reposa en un instinto. «El instinto es, pues, el
fundamento general de todo nuestro conocimiento de la realidad» (26). Lo que ha
de añadirse para depurarlo es la sumisión a las leyes de la razón o a la ley lógica.
Por una unión de la fantasía y la empatía surge el modo de pensar propio del
animismo, en los pueblos primitivos.
Unas palabras, para terminar este punto, relativas a la empatía estética y a la
empatía ética y práctica. En la empatía estética no importa que aquélla en que nos
proyectamos sea real o no, y además en ella se proyecta tan sólo el sentimiento.
Cuando la empatía es positiva, el objeto que la suscita nos parece bello; cuando es
negativa, feo.
La empatía ética y práctica exige, por el contrario, la realidad de aquello en que
nos proyectamos. Es aquélla que está a la base de todo altruismo y de toda
organización social, anterior a todo proceso artificioso que intervenga en ella.
El concepto de valor, que tiene sus precedentes en Lotze, aparece tratado con extensión por
Lipps (27). Como ya antes se dijo, el juicio es una forma de la apercepción, a saber: la forma
interrogadora, y su esencia está para Lipps, como para Brentano, en el reconocimiento o no
reconocimiento, en la aceptación o repulsa; en Lipps, en particular, de una exigencia, o sea de
una relación de los objetos. Ahora bien; esta relación puede ser; o de inteligencia (por ejemplo,
la causalidad), y entonces el juicio es de inteligencia, o de carácter práctico de adecuación a
nuestros fines. El juicio que reconoce o no reconoce exigencias del último tipo, es el
juicio afectivo o de valor. Todo juicio de valor, afirmativo, se basa en un sentimiento de placer
que reconocemos fundado en un objeto o, mejor dicho, fundado en la actitud que de nosotros
exige un objeto, ya que el sentimiento no es para Lipps más que una coloración de la actividad
psíquica. Por ejemplo: valoramos positivamente o afirmativamente lo bello porque la actividad
de su contemplación nos es grata. Consecuencia de esto es que todos los valores son valores de
actividad, o sea, en el fondo, valores éticos. Así, también el valor supremo corresponde a
la plena personalidad. El valor estético es sólo atribuido a lo que aparece sensiblemente, pues
nada le importa al sujeto aquí la realidad. Ley suprema de los valores éticos es la misma que la
ley de los conocimientos válidos: la ley de identidad que exige concordancia consigo mismo y
que equivale a la ley moral suprema de Kant.
En relación con los valores está en Lipps el concepto de religión, y se determina por él el
sentimiento religioso en la siguiente forma. El sentimiento religioso es el sentimiento de la
inclinación a creer que el mundo en su último fundamento, o que el último fundamento del
mundo, es espíritu, un Yo trascendente al Yo individual, libre de los límites de éste, y por esto
emparentado con él; y que este mundo, tal como lo conocemos mediante la inteligencia, es
revelación de aquel su fundamento; y que todas las exigencias del pensar, del valorar, del
querer son exigencias de este Yo trascendente; que el Yo individual y todo lo real son sólo un
punto en aquel Yo, determinado o llamado a desarrollar su esencia en su lugar; y es el
sentimiento de veneración ante esto trascendente; y el sentimiento de esperanza de que la
realización de aquel destino es posible y que, aunque en progreso infinito, sucederá. En toda
religión hay tanto de religión, como en ella está contenido el sentimiento de un enlace tal (28).
A este sentimiento corresponde la afirmación metafísica de que: «Lo real y lo que en ello se
manifiesta, es la conciencia trascendente en que cada conciencia individual es un punto (29).
-La aplicación de la teoría de la Einfühlung es, ante todo, un eficaz recurso para esclarecer la
naturaleza de la percepción estética; No limitarse a analizar lo que visualizamos (tema, forma,
etc.) sino lo que percibimos.

Bibliografia.
J. Vicente Viqueira - La Psicología Contemporánea Capítulo IV - PSICOLOGÍA INTROSPECTIVA
(Brentano, Lipps...)
Gonzalez Roman, C. – Teoria del Arte OCW. Universidad de Málaga.

EL TRATAMIENTO DE LA EMPATÍA EN LA PSICOLOGÍA

Parece ser que la empatía comienza a tomar más fuerza en la psicología cuando aparecen las teorías de la
personalidad y del desarrollo moral; en el campo de la psicología clínica especialmente en el de la
psicoterapia, la empatía tiene un lugar privilegiado además de ser un tema bastante controvertido. El
concepto de empatía ha estado más presente en la psicología que retoma la tradición fenomenológica,
especialmente la terapia centrada en el cliente de Carl Rogers, los postrogerianos, la terapia gestáltica,
entre otros. Actualmente el término empatía se ha convertido en un concepto muy abarcativo, que incluye
desde la imitación interior o reacciones miméticas, hasta el asunto de la proyección, la inferencia y la
intuición.

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