Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reconociendo este postulado, la ley Disciplinaria adoptó una orientación que, como ya se dijo en
otras contribuciones, renuncia en gran medida a tipos exactamente descritos en la medida en
que la concreción de los valores constitucionales en el entramado de la función pública requieren
una mayor flexibilidad para su sanción disciplinaria que aquella que predica el derecho punitivo.
La jurisprudencia constitucional más reciente reconoce dos aristas desde las cuales se puede
observar el eje de discusión teórico del Derecho Disciplinario: por una parte, la manifestación de
la potestad sancionadora estatal que se concreta en la posibilidad de desplegar un control
disciplinario sobre sus servidores, dada la especial sujeción de estos al Estado en razón de la
relación jurídica surgida por la atribución de una función pública; de manera que, el cumplimiento
de sus deberes y responsabilidades se efectúe dentro de una ética del servicio público y con
acatamiento de los principios de moralidad, eficacia y eficiencia que caracterizan la actuación
administrativa y el cabal desarrollo de la función pública.
La segunda corresponde al principio de legalidad, anotando que en la tradición colombiana la
interpretación autorizada de la Constitución ha promovido los criterios de diferenciación entre
conductas delictivas y faltas disciplinarias. Mientras que en las conductas delictivas se ha
determinado la exigencia de mayor precisión, para cumplir con el supuesto de lex certa, debido
al importante papel que ha desempeñado en la dogmática penal la categoría de tipicidad como
constitutivo esencial del principio de legalidad, en el Derecho disciplinario lo propio ha sido
establecer normas de reenvío o normas en blanco. En la doctrina peninsular también se reconoce
este aspecto al establecer que es frecuente en la normativa disciplinaria el empleo de conceptos
jurídicos indeterminados o las remisiones a otras normas o si se quiere a deberes genéricos, tal
y como lo especifica nuestro propio ordenamiento disciplinario cuando por ejemplo utiliza las
disposiciones sobre incompatibilidades e inhabilidades en la visión más amplia.
A este respecto en el trazado jurisprudencial pueden reconocerse dos fases: con la interpretación
de la antigua Constitución se estableció sin mayor diferenciación la aplicación de los principios
del Derecho Penal al Derecho Disciplinario debido a la necesidad de configurar un marco
compartido de garantías básicas para aplicación de sanciones. Con posterioridad y bajo el
imperio de la Constitución de 1991, la interpretación se amplió siguiendo una visión internacional
en la que la noción de “debido proceso” enmarca no solo los aspectos de ritualidad y formalidad
del procedimiento, sino verdaderas categorías sustanciales. Así, el ‘debido proceso” aplicado a
actuaciones judiciales y administrativas incorporó en su inventario de aplicación los principios de
tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, regla que fue reiterada en las sentencias C-195 de 1993,
C-280 de 1996, C-306 de 1996 y C-310 de 1997, proferidas por nuestra Corte Constitucional.
ASPECTOS INTERNACIONALES
Las tendencias internacionales sobre este aspecto también recalcan que cualquier actividad
seguridad jurídica para el ciudadano, aunque no se extreman los supuestos de descripción para
el caso del Derecho Disciplinario. Lo que ha resultado importante en este punto es que los
el correcto ejercicio de la función pública. Desde este punto de vista las conductas que resultan
contrarias a la Carta son aquellas en las que la descripción se vale de expresiones que carezcan
administración pública.
garantías judiciales y principios para que el Estado ejerza su potestad sancionadora, y la tercera,
las normas disciplinarias tienen por lo general el carácter de normas de reenvío. Sobre este
último punto es meritorio citar el salvamento de voto a la sentencia C713 de 2001 en la cual se
recogen los argumentos de las decisiones provenientes de 1994 y 1999 en los que se precisó el
legislador debe señalar el núcleo de la conducta prohibida, es decir, los elementos mínimos
la complemente y la defina.
A pesar de los buenos límites que ha marcado este rastro jurisprudencial, ni la doctrina, ni la
práctica han ahorrado esfuerzos para advertir que la clasificación de las faltas del Código
pero para el caso de las faltas gravísimas intenta en muchos casos cumplir con el principio de
certeza legal, en virtud de que la propia Corte Constitucional le traza límites al legislador y al
propio operador disciplinario cuando establece que el legislador efectivamente goza de un amplio
margen de discrecionalidad para decidir las conductas que merecen juicio de reprochabilidad
jurídica, pero tal autonomía está restringida por las pautas que imponen la proporcionalidad y la
El segundo nivel de análisis sobre el cual es menester reflexionar atañe al “deber funcional”.
Cuando se redactó el Código Disciplinario Único, las discusiones replantearon los antiguos
problemas teóricos referidos a la tarea del Derecho Disciplinario como apéndice del Derecho
punitivo y por ende la discusión sobre la protección de bienes jurídicos a través del Derecho
Administrativo Sancionador. En la primera aproximación a la ley 734 la doctrina afirmó que en
materia de justificación de las conductas se había partido tradicionalmente de una visión tutelar
del Derecho Administrativo Sancionador que se expresaba en varios sentidos, lo que genera una
amplia polémica, por su similitud con las causales de justificación de la conducta que son propias
del derecho penal, pero esa discusión se ha superado con clara altura hermenéutica al establecer
que el nuevo Código, antes de proyectarse a la protección de bienes jurídicos, había concentrado
sus esfuerzos en la noción de “deber funcional”. La historia del trámite del proyecto de ley permitió
una apuesta por esa postura y en tal sentido hoy es conditio si ne qua non de toda la actividad
disciplinaria referirse a los deberes funcionales vulnerados con una actuación del servidor
público.
EL PROBLEMA DE LA CULPABILIDAD.
Desde el punto de vista criminológico, no son escasos los hechos en los que un funcionario público omita
dolosamente realizar sus funciones de vigilancia y control, o deje de realizar actos tendientes a evitar la
apropiación de recursos públicos por parte de otros funcionarios o por parte de particulares, que a través
de trámites administrativos y judiciales, obtienen el reconocimiento de un derecho mediante actos
fraudulentos, que previamente son conocidos por el funcionario; e incluso, pueden darse casos en los que
se cuenta con el concierto previo del funcionario para defraudar las arcas del Estado. Así entonces, nos
podemos encontrar con varias situaciones que ameritan una reacción penal en contra de funcionarios,
que “no haciendo nada” ayudan a que otros se apropien de dineros públicos.
La primera situación, es cuando un funcionario omite sus funciones de control y vigilancia que le han sido
asignadas por la ley, en el acto de nombramiento o manual donde se establecen sus funciones. Estas
funciones pueden consistir en la revisión de un acto administrativo, la inspección de una obra, cerciorarse
que otras instancias de control hayan aprobado la legalidad y la viabilidad del acto, o que la
documentación necesaria para transferir fondos públicos se encuentre acorde con las especificaciones
requeridas para determinado acto o contrato. En muchas ocasiones, estas omisiones pueden ser culposas,
pero en otras existe un concierto previo o inclusive un pago, para que el funcionario no haga nada.
Estos son cuatro ejemplos en los que se puede advertir un acto de corrupción a través de una omisión
dolosa o culposa, que ameritaría una respuesta penal para prevenirlos y sancionarlos. Por regla general,
la mayor parte de actividades gubernativas que implican una disposición de recursos públicos, requieren
de la participación de varias personas, y por esa razón, se plantea que cuando se presenta un acto de
corrupción, donde se configura un peculado, algún control definitivamente falló en todo el proceso, y por
ello en el desarrollo de una investigación penal se pondrán encontrar diferentes tipos de conductas que
ameritarían una sanción penal, unas por acción, otras por omisión, unas dolosas y otras culposas.
http://bibliotecadigital.udea.edu.co/dspace/bitstream/10495/20/2/UribeCatalina_2006_OmisionImpro
piaContenido.pdf
SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María. El Delito de Omisión. Concepto y Sistema. Barcelona: Ed. Bosch, 1986, p.
306.
Sentencia Amparo directo 130/2003. 12 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Ponente: Manuel Rojas
Fonseca. Secretario: Jorge Arturo Porras Gutiérrez