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Por tanto, en este trabajo se pretende plantear, en términos sucintos y claros, lo que
consideramos puede tenerse como una noción heterodoxa de lo que hasta este momento se ha
venido concibiendo como ilicitud sustancial, tomando como sustento normativo la fórmula
establecida en el artículo 9 de la Ley 1952 de 2019, la cual si bien estimamos que no se ajusta
1
Abogado de la Universidad Católica de Colombia, especialista en derecho disciplinario de la Universidad
Externado de Colombia y Candidato a Magister en Justicia y Tutela de los Derechos con énfasis en ciencias
Penales y Criminológicas de ese mismo centro de estudios. Abogado de la Personería Delegada para Asuntos
Disciplinarios I de la Personería de Bogotá. Correo electrónico: sebastianfetecua77@gmail.com.
1
a la estructura de la imputación disciplinaria y a las exigencias derivadas de un modelo de
Estado Social de Derecho como el acogido por Colombia a efectos de establecer la
antijuridicidad del comportamiento de sus agentes estatales, será el fundamento del análisis,
sin que nos adentremos en las falencias de orden constitucional de los que consideramos
padece tal preceptiva.
2
VILLARRAGA OLIVEROS Henry. De la Estructura del Ilícito Disciplinario y otras Disquisiciones
Dogmáticas. Grupo Editorial Ibáñez. Bogotá, febrero de 2014. Pág. 290.
2
Lo anterior nos permite entonces plantear la primera cuestión y es, ¿por qué razón,
el derecho disciplinario no protege bienes jurídicos, sino que se proyecta sobre un único
interés jurídico protegido, cual es, el correcto desempeño de la función? La respuesta a tal
pregunta surge desde diversos puntos que atañen a los pilares de orden constitucional que
sustentan el ejercicio de dicha expresión del ius puniendi, sin embargo, valga para los
propósitos del presente trabajo señalar, que en el derecho disciplinario no se cuestionan
heterolesiones, es decir, daños de una persona a un bien jurídico del cual es titular un tercero,
llámese otro individuo, administración pública, propiedad; sino que lo que allí viene a ser
objeto de censura, es aquel acto contrario al deber funcional, esto es, de aquellas cargas
asignadas al sujeto destinatario, derivadas de su vinculación con un ente oficial, a lo cual no
se limita por ejemplo la apreciación que de una conducta punible se realice desde la
perspectiva del ordenamiento penal, por revestir las características de un delito, aun a pesar
de que el bien jurídico protegido sea precisamente la administración pública, pues en este
ámbito, como lo menciona el profesor Carlos Arturo Gómez Pavajeau, es preciso que concurra
un doble injusto. Veamos:
3
BARBOSA CASTILLO Gerardo y GÓMEZ PAVAJEAU Carlos Arturo. Bien Jurídico y Derechos
Fundamentales. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, noviembre de 1996. Págs. 138 y 139.
3
aquella conducta que se contrapone al mandato normativo, independiente de las consecuencias
materiales que se produzcan con ocasión de esta. Tal postura, debe resaltarse, ha sido acogida
por la Procuraduría General de la Nación, desde tiempo atrás, como podrá observarse a
continuación:
4
Procuraduría General de la Nación, fallo del 11 de enero 2011. Radicación IUS 2006-277830; IUC 021-151885-
06. Procurador General de la Nación: Alejandro Ordóñez Maldonado.
4
resultado lesivo o dañino al Estado, sino que se conforma con la existencia del
quebrantamiento sustancial de los deberes funcionales encargados al servidor
público que afecten la consecución de los fines del Estado.”5
Claro está que la afirmación que precede ha sido una conquista de protuberante
importancia y que no es desconocida, sin embargo, lastimosamente la misma es utilizada
inadecuadamente, pues al comprenderse el ilícito como un elemento objetivo de la falta
disciplinaria, sustentada en la afectación de los principios antes señalados, se ha dado lugar al
entendimiento de la misma como una categoría netamente valorativa, en la que es el juzgador
quien determina, sobre la base de lo que pueda considerar violatorio de los axiomas
correspondientes, cuándo un comportamiento además de típico es sustancialmente ilícito,
pasando por alto que la falta para ser tal, debe involucrar una alteración del correcto desarrollo
de la función pública, representada en la defraudación del deber que le asiste al sujeto
disciplinable en el caso específico, lo cual fuera recogido desde hace bastante tiempo por el
profesor Carlos Arturo Gómez Pavajeau. Veamos:
5
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Segunda, Subsección A, sentencia del 17
de octubre de 2019. Radicación: 27001-23-33-000-2014-00089-01(3011-16). C.P. William Hernández Gómez.
5
la persona no ha obrando conforme a la función social que le compete como
servidor público.
(…)
Lo dicho entonces nos ubica en un segundo escollo y es que si bien tanto el artículo 3
de la Ley 489 de 1998 y el 9 de la Ley 1952 de 2019, señalan que la juridicidad del
comportamiento del servidor público debe ser evaluado a la luz de los principios que informan
la función pública y es esta la base de la estructuración del ilícito, tales axiomas, al no gozar
de desarrollo normativo alguno, quedan en cuanto a la determinación de su contenido y
alcance, al arbitrio del juzgador, quien como se dijo puede establecer, dado el inmenso margen
de discrecionalidad que le otorga la perspectiva asumida por la doctrina mayoritaria, cuándo
un comportamiento resulta ilícito y cuándo no.
6
GÓMEZ PAVAJEAU Carlos Arturo. “La ilicitud Sustancial” en Lecciones de Derecho Disciplinario Volumen
1. Instituto de Estudios del Ministerio Público. Bogotá, Noviembre de 2006. Pág. 22.
6
observar el régimen de inhabilidades, incompatibilidades, de impedimentos y el de conflictos
de intereses.
Tal normativa, como se observa a simple vista, guarda una relación estrecha con lo
señalado en el referido artículo 209 Constitucional que dispone que la función administrativa
se encuentra al servicio del interés general y debe desarrollarse con fundamento en los
principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad,
mediante la descentralización, la delegación y la desconcentración de funciones.
Pero entonces, surge la pregunta acerca de que ¿la ilicitud sustancial se identifica
exclusivamente con el desconocimiento de los principios que informan la función pública,
pese a tratarse de conceptos carentes de determinación legal?
Para explicar nuestra posición al respecto, es preciso resaltar que creemos firmemente
que erró el legislador al fundir en un solo concepto dos instituciones completamente distintas,
como son el deber funcional con la afectación sustancial del deber funcional. Y es que la
Corte Constitucional de tiempo atrás ha señalado que el juicio de ilicitud de un
comportamiento disciplinariamente relevante, está sometido a dos filtros, uno relacionado
con el desconocimiento del deber funcional y otro concerniente a la inobservancia de los
principios que informan la función oficial; estructura que fuera formulada por el profesor
Carlos Arturo Gómez Pavajeau de tiempo atrás7 y que supone que el comportamiento que
defrauda el deber atañe a un examen si bien con plena relación consecuencial, sí
independiente de la no cumplimiento de los principios que orientan la gestión de la
administración . Veamos, lo que sobre el particular ha señalado la alta corporación:
7
GÓMEZ PAVAJEAU Carlos Arturo. Fundamentos de Derecho Disciplinario Colombiano. La ilicitud
sustancial como un doble juicio: Deontológico Axiológico. Bogotá, enero de 2012. Ediciones Nueva Jurídica.
Págs. 127 y s.s.
7
acusada, es la infracción sustancial de dicho deber, es decir el que se atente contra el
buen funcionamiento del Estado y por ende contra sus fines, lo que se encuentra al
origen de la antijuricidad de la conducta.
(…)
“(…)
(…)
12. Bajo esta misma línea argumentativa, la sentencia en comento aclara que la
antijuridicidad del ilícito disciplinario se concentra en la mencionada infracción del
deber funcional. En otras palabras, solo podrá adscribirse responsabilidad
disciplinaria al servidor público cuando se demuestre, de manera fehaciente, que la
8
Corte Constitucional, sentencia C-948-2002. M.P. Álvaro Tafur Galvis.
8
acción u omisión afectó el ejercicio de las funciones asignadas por la Constitución y
la ley.
(…)
Este concepto opera no solo como una limitación constitucional del derecho
disciplinario, sino también como una exigencia prevista por el legislador como
presupuesto para la justificación de la falta disciplinaria. En ese sentido, lo que se exige
es que la conducta de la cual se predique ese juicio de desvalor deba estar
necesariamente vinculada con la afectación del deber funcional (…)”9 (Subrayado y
negrillas propias)
Nótese entonces, que la propia Corte Constitucional ha sido enfática en manifestar que
la ilicitud, como categoría autónoma de la falta disciplinaria, no surge ante la simple
verificación del desconocimiento del deber funcional, sino que es propio de la misma, que
dicha inobservancia traiga consigo de forma inmediata, el desconocimiento de los principios
de la función pública. Todo lo cual nos ubica en el tercer problema y es, ¿cuándo se pasa por
alto el deber funcional y si basta la mera afirmación de la inobservancia del deber funcional
para afirmar la existencia de ilicitud sustancial, pues este primer estadio reviste
automáticamente la violación de los principios y la garantía de la función pública?
Pues bien, sobre este punto creemos que si bien ilicitud sustancial puede identificarse
con la afectación de los principios de la función pública, esta es una afirmación que no es del
todo exacta, pues previo a determinar ese grado de inobservancia sustancial es preciso
establecer la contrariedad al deber funcional, el que bajo la estimación del profesor Pedro
Alfonso Hernández difiere en su concepción de la noción de deberes funcionales, por ser el
primer concepto (deber funcional) consustancial a los propósitos de la gestión de los agentes
estatales, esto es, al servicio del estado y de la comunidad 10.
9
Corte Constitucional, sentencia C-452 de 2016. M.P. Luis Ernesto Vargas Silva.
10
HERNÁNDEZ Pedro Alfonso. La ilicitud sustancial es una categoría autónoma en el régimen disciplinario:
Algo más que “conductas típicamente antijurídicas”, en Ensayos sobre Derecho Disciplinario. Tomo 1. Colegio
de Abogados en derecho disciplinario, Ediciones Nueva jurídica. Bogotá 2010. Pág.46.
9
Empero, sin seguir plenamente consecuencias la postura del citado profesor Pedro
Hernández, quien considera que el ilícito requiere la verificación del grado de afectación
material del deber funcional, es decir, un resultado objetivamente verificable 11, pues parte del
argumento acerca de que la categoría en cuestión, en los términos señalados por el legislador,
se refiere a afectación y no a infracción12, pues creemos que es el desconocimiento del deber,
es decir la defraudación de la expectativa que se desprende del mandato normativo, lo que, a
pesar de que se dé un resultado, viene a ser objeto de censura; sí estimamos que es menester
que esta afectación objetiva, que debe comprender el juicio de ilicitud, debe estar presente y
se debe corresponder con una alteración objetiva de la correcta marcha de la administración.
En tal virtud, bien en forma similar a como lo puede comprender la teoría funcional
– normativista en el derecho penal13, en los eventos en que con ocasión de la comisión de
faltas disciplinarias que impliquen por su propia naturaleza la configuración de un resultado
o afectación a un tercero (V.gr. Casos de acoso laboral), el núcleo del ilícito debe descansar
específicamente en la consecuencia jurídica de afectación del correcto discurrir de la función
pública y no simplemente en la contrariedad o rebeldía a la norma, expresada a través de la
conducta.
11
HERNÁNDEZ Pedro Alfonso. Op. Cit, p. 65. De hecho, el autor asevera que es precisamente una exigencia
legislativa, en orden a verificar la existencia de la ilicitud, contar con datos empíricos en punto de establecer la
intensidad de la afectación del deber funcional.
12
HERNÁNDEZ Pedro Alfonso. Op. Cit, pp. 66-67. Con sustento en la interpretación literal del artículo 5 de la
Ley 734 de 2002, refiere el autor que la exigencia prevista por el legislador no atañe a una mera infracción, sino
a una afectación del deber funcional. Al respecto señala que “(…) para establecer la ilicitud sustancial de las
conductas de los servidores públicos el CDU tiene prevista una exigencia de resultados, es decir, la ponderación
objetiva del grado de afectación del Deber Funcional.
13
MONTEALEGRE LYNETT Eduardo. Estudio Introductorio de la obra de Günther Jakobs, en Libro Homenaje
al Profesor Günther Jakobs. El Funcionalismo en Derecho Penal. Universidad Externado de Colombia. Bogotá,
febrero de 2003. Pág. 26. “Jakobs distingue entre un concepto de bien jurídico en sentido estricto, entendido
como una relación funcional entre el sujeto y una situación valiosa (…) y un concepto de bien jurídico propio
del derecho penal, consistente en la prohibición de matar, dañar, de agredir sexualmente, etc.”
10
aquellas sobre las que descansa el marco funcional del ente al cual se encuentra vinculado el
sujeto disciplinable.
14
Actualmente se surten profundos debates sobre qué es exactamente lo que protegen las normas de
comportamiento, si aquellas acciones previas y que conllevan a la producción de un resultado o la estructuración
del escenario en que el estado de cosas que pretende evitar la norma. Ver DE LA FUENTE HULAUD Felipe.
¿Qué Prohíben las normas de comportamiento? Universidad Externado de Colombia. Bogotá, mayo de 2019.
Pág 41.
11
a) Que la Ilicitud implica la existencia de una conducta con la entidad de haber
alterado o entorpecido la gestión pública.
Como se ha venido sosteniendo, no es acertado, por la forma misma en que han sido
planteados los tipos de la parte especial del CDU y del CGD, exigir para su configuración un
resultado objetivamente percibible, tal y como lo señalara el profesor Pedro Hernández; tesis
acogida si bien bajo premisas diversas por el doctor Henry Villarraga Oliveros, quien, sobre
el particular, en su obra sobre la estructura del ilícito disciplinario y otras disquisiciones
dogmáticas ha señalado lo siguiente:
“(…) por nuestra parte hemos manifestado que las normas contemplativas de
deberes funcionales tienen, en consecuencia, apenas una naturaleza
instrumental, en la medida en que por vía de las cuales el Estado procura
garantizar el cumplimiento adecuado de la función pública y el logro de sus
fines. Al constituir esto último el interés jurídico tutelado por el derecho
disciplinario, no queda otra alternativa que concluir que sólo será procedente
responsabilizar a un servidor público, o a un particular que cumpla funciones
públicas, por infracciones de deberes funcionales, cuando ello se proyecte sobre
el servicio como una “afectación, entendida en términos de lesión o puesta en
peligro de la función pública y el logro de los fines estatales.”15
15
VILLARRAGA OLIVEROS Henry. Op Cit. Pág. 294.
12
jurídico a distinguir las condutas o comportamientos con aptitud lesiva – sea
que se concrete en una afectación o puesta en peligro efectivo el interés jurídico
tutelado – de los que carecen de ella. Pero esta distinción normativa devendría
inocua, si no se tuviera en cuenta que la misma ha sido concebida con el fin de
aplicar diferenciadamente los correctivos disciplinarios previstos por el
ordenamiento para encauzar el comportamiento de los servidores.”16
Súmese a ello, que por su propia esencia, la gran mayorías de faltas disciplinarias no
admitirían o simplemente no requieren de una consecuencia al estilo de los tipos resultativos,
sino que su consumación tiene operancia en el momento mismo en que no se actualiza el deber
funcional, piénsese en el supervisor del contrato que no procura la realización de las acciones
de seguimiento que le corresponden o en el funcionario encargado de verificar la
disponibilidad de presupuesto una vez le ha sido solicitado en orden a la adquisición de la
entidad de equipos necesarios para sus funciones o en el policial que deja de registrar los
bienes que incautara en el marco de un operativo de su competencia.
16
Ibidem. Pág. 302. En el mismo sentido puede verse la sentencia del Consejo de Estado de fecha 8 de febrero
de 2018, radicación No. 11001-03-25-000-2013-00296-00(0644-13) C.P. William Hernández Gómez. En esta
sentencia, el Consejo de Estado señaló sobre la estructuración del ilícito disciplinario, que este requería de una
consecuencia material: “Debe señalarse además que, para que se configure una falta disciplinaria, la conducta
debe ser antijurídica lo cual supone, no solamente el incumplimiento formal del deber, sino que es menester que
la infracción de este sea «sustancial», esto quiere decir, que la actuación u omisión del servidor público debe
desembocar en una afectación material, real y efectiva del buen funcionamiento del Estado y por tanto del
servicio público.”
13
Por lo tanto, no es de la esencia de la normatividad disciplinaria, exigir un resultado o
consecuencia para estructurar la antijuridicidad. Empero, como se ha venido sosteniendo, la
ilicitud sustancial se encuentra compuesta por dos momentos o análisis completamente
distintos aunque interrelacionados, uno correspondiente a la verificación del desconocimiento
del deber, el cual debe involucrar una afectación concreta del desarrollo normal de la gestión
oficial y el segundo, atinente a la determinación de si dicho desconocimiento funcional apareja
la inobservancia de los principios y fines de la función estatal.
En tal virtud debe señalarse, que este primer análisis, acogiendo la formula desarrollada
por el maestro Gómez Pavajeau se denomina juicio deontológico, carácter que el citado
tratadista le otorga como concreción de la teoría de las normas y se sustenta según nuestra
visión, en pocas palabras, en la determinación en el caso concreto, de que el sujeto agente, ha
pasado por alto o ha omitido la actualización de su deber funcional17, lo que se ajusta a la
afirmación de la Corte Constitucional, respecto de toda falta disciplinaria conlleva la omisión
de un deber de dicho naturaleza 18.
Con base en ello, podríamos decir que aquel servidor público que desconoce el régimen
de inhabilidades, que se encuentran regidas por los principios de interpretación restrictiva,
taxatividad y pro homine, ya que sin encontrarse dentro de las excepciones correspondientes,
suscribe un contrato con otra entidad pública en vigencia de su vinculación reglamentaria con
otro ente de tal naturaleza, de establecerse que ha recorrido en forma plena los
condicionamientos de la causal respectiva, ha incurrido en un actuar típico y que en principio
desconocería el deber funcional.
17
GÓMEZ PAVAJEAU. Fundamentos Op. Cit. Pág 139. Si bien el autor en cuestión hace un análisis muy
profundo sobre lo que al tenor de la teoría del derecho y de la norma debe comprender el juicio deontológico,
podemos decir en pocas palabras que el mismo atiende al desconocimiento de la directiva trazada en el precepto
normativo, lo cual dicho maestro referencia en su obra así: “Nuevamente aquí se destaca la función directiva de
la norma y la función legitimante del derecho expuestas por Ferrari, puesto que toda norma porta un doble
mensaje. Aquel dirigido al destinatario primario, quien debe comportarse de conformidad con las pautas de
conducta señaladas por la norma directiva o prescriptiva (…)
18
Corte Constitucional, sentencia C-181 del 12 de marzo de 2002. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
14
entre los juicios de tipicidad y el deontológico que ocupa a la ilicitud sustancial? Para dar
respuesta a esta pregunta, es necesario disentir entonces de lo señalado en este sentido por la
citada corporación, la cual limita el juicio de tipicidad a un mero ejercicio subsuntivo,
negándole las propiedades de orden normativo y de atribuibilidad propio del análisis a realizar
en esta sede, pues circunscribe su estructura a un examen de adecuación del comportamiento
al acto descrito de forma abstracta en la norma de deber. Veamos:
19
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Segunda, Subsección A. Sentencia del 26
de marzo de 2014. Radicación No. 11001032500020130011700 (026313). C.P. Gustavo Gómez Aranguren.
15
Ciertamente, la tipicidad no radica exclusivamente en la verificación de la adecuación
del hecho a la norma, sino que resulta de un proceso de compleja estructuración, pues es
necesario que en dicha sede se verifique si las expectativas normativas en cabeza del sujeto
agente se vieron defraudadas, esto es, si el autor actuó de tal manera que con su conducta
comunicó un acto de contraposición a la norma de deber y que la misma le sea objetivamente
atribuible, ya que su comportamiento implicó la creación de un riesgo jurídicamente
desaprobado (lo cual surge por la violación de las normas que regulan el área donde tuvo
lugar la actuación del agente) que vino a concretarse en el desconocimiento del deber.
En este sentido, una vez verificado el tipo objetivo, es menester proceder al examen de
la ilicitud, en la cual, cuando se aborda el juicio deontológico ya se cuenta entonces con un
acto formalmente antijurídico, siendo entonces preciso en este estadio establecer lo que se
mencionó anteriormente y que la corte Constitucional denomina como la alteración al buen
funcionamiento del Estado, que consiste, según dicha corporación en lo siguiente:
20
Corte Constitucional, sentencia C-948 del 06 de noviembre de 2002. M.P. Álvaro Tafur Galvis.
16
Por tanto, si el servidor público omitió contestar un derecho de petición en los términos
establecidos en la ley, no basta entonces para superar el juicio deontológico que se hayan
pretermitido los términos legales, sino que se hayan entorpecido y acumulado trámites en la
correspondiente dependencia, lo cual implica restar eficacia a la gestión. Si el servidor público
suscribió un contrato de prestación de servicios con una entidad, aun contando con una
vinculación legal y reglamentaria en otra, lo relevante para la ilicitud del comportamiento
radica no solo en la suscripción de dicho acuerdo de voluntades, sino que, bajo la perspectiva
del juicio deontológico, lo censurable vendría siendo la actuación del agente que carece de la
aptitud legal para celebrar dicha relación contractual con la administración.
17
una clara calificación legal del hecho, señalando los fundamentos de derecho
de la acusación y la concreta pretensión punitiva, y aún más, los elementos de
prueba que la fundamentaron.
El alcance de esta garantía es que toda autoridad que intervenga en los actos
iniciales de la investigación vele porque el imputado conozca inmediatamente y
de forma comprensible cuáles son sus derechos como acusado. La autoridad
debe, por tanto, comprobar que el sujeto realmente ha entendido lo que se le
dijo y sobre cuáles son sus derechos previstos en la Constitución y leyes del país
y en el Derecho Internacional vigente en el mismo.”21
Sobre esta base, estimamos que solo una vez verificada la alteración del correcto
desarrollo del servicio o la función, es procedente entonces emprender el juicio axiológico
que señala el profesor Gómez Pavajeau y al que se refiere el inciso segundo del artículo 9 de
la Ley 1952 de 2019, pues solo así se puede comprender que el desconocimiento del deber
funcional no conlleva per se la estructuración de la categoría de la ilicitud sustancial, pues se
reitera, el desconocimiento del deber funcional, no puede fundirse en un solo concepto con el
de violación de los principios de la función pública, pues es precisamente este último, el
condicionamiento legal para poder afirmar la existencia de un comportamiento
sustancialmente antijurídico.
Bajo esa óptica, nos encontraríamos entonces en el estadio en el cual debe entrar a
satisfacerse, en el evento de ser posible, la exigencia a que se refiere el precepto anteriormente
mencionado, esto es, determinar si el acto además de alterar el correcto desempeño de la
función oficial, desconoció los principios que deben orientar la función pública, pues se
reitera el desconocimiento del deber funcional no conlleva por sí mismo, la inobservancia de
los axiomas en referencia.
21
RODRÍGUEZ RESCIA Víctor Manuel. El Debido Proceso Legal Y La Convención Americana Sobre
Derechos Humanos. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/tablas/a17762.pdf.
18
b) Que solo una vez verificado que la conducta desconoció el deber respectivo,
puede adentrarse al estudio del desconocimiento de los principios de la función
oficial.
Valga resaltar, que dicho interrogante será resuelto en el acápite siguiente, sin embargo
es oportuno mencionar en este punto, que la ilicitud sustancial, tal y como en una magnifica
obra lo señalada el profesor y precursor de mayor producción científica del derecho
disciplinario, Carlos Arturo Gómez Pavajeau, debe operar como una garantía de orden
supralegal, en la cual “(…) no basta constatar la infracción sustancial al deber funcional,
pues se requiere también verificar si el mismo se encuentra en contraposición con otro deber
funcional o con un derecho funcional, que excluya el concepto completo y acumulativo de
ilícito disciplinario como lo tiene establecido la jurisprudencia administrativa.” 22
En otro aparte, el citado doctrinante señaló que “(…) habida cuenta que al exigirse,
por vía de un mandato contenido en los principios rectores, dada la valía jurídica y normativa
de los mismos que normativa de los mismos que debe precisarse los efectos sustanciales de
la infracción al deber funcional, ineludiblemente el juzgador disciplinario tiene que dar
cumplimiento al mandato constitucional según el cual el servidor público es responsable por
infringir la Constitución, la ley o los reglamentos en lo que concierne a los deberes
22 22
GÓMEZ PAVAJEAU Carlos Arturo. Jurisprudencia y Dogmática Disciplinarias. Ediciones Nueva Jurídica.
Bogotá., enero de 2014. Págs. 172 y 173.
19
funcionales que dichos instrumentos jurídicos le han impuesto.”23, lo cual quiere decir que
deviene de un mandato constitucional y legal la verificación de los efectos sustanciales que
sobre el interés protegido por el derecho disciplinario se han derivado del desconocimiento
del deber funcional.
Así entonces, en aras de dar mayor claridad sobre la postura expuesta, nos permitimos
esquematizar la propuesta de lo que consideramos, debe ocupar al juicio de ilicitud sustancial.
ILICITUD SUSTANCIAL
CONDUCTA TIPICA
Deontológico Axiológico
Sujeto activo Efectiva Contradicción
Conducta afectación del de los
deber principios que
Verbo rector funcional, orientan la
representada en función
Imputación objetiva
la alteración u pública.
Elementos subjetivos obstrucción del
correcto
Elementos normativos. desarrollo de la
función
institucional.
23
GÓMEZ PAVAJEAU Carlos Arturo. Jurisprudencia… Op. Cit. Pág. 171.
20
De igual manera debe recordarse que al tenor del artículo 23 de la Ley 1952 de 2019,
el sujeto destinatario del régimen sancionatorio allí previsto es garante de tales principios,
pues en orden a efectivizarlos y asegurarlos, debe observar los deberes, no infringir las
prohibiciones, ejercer los derechos y observar el régimen de inhabilidades,
incompatibilidades y conflictos de intereses, etc., luego entonces, tal normativa es la que
otorga el criterio claro sobre el cual debe construirse el ilícito y da razón a la postura aquí
desarrollada, pues ante una conducta que si bien se erija en contravía con la norma de deber,
pero que no haya ostentado la entidad para entrabar o entorpecer el correcto desarrollo de la
función o que de ninguna manera comprometa los axiomas en cuestión, no puede hablarse de
ilicitud sustancial, dada la no afectación del núcleo y fundamento del deber, sin que sea
necesario -cuando el legislador no disponga lo contrario 24- la verificación de un resultado
material.
Empero, al ser este segundo juicio, que denomina el maestro Gómez Pavajeau juicio
axiológico, un examen que radica en la inobservancia de los principios referidos en los
artículos 209 Constitucional y 23 del Código General Disciplinario, es menester precisar de
forma sintética, los factores que deben tenerse en cuenta en orden a determinar la existencia
de un ilícito sustancial por parte del operador disciplinario, a efectos de limitar en la mayor
medida posible, el grado de discrecionalidad con que cuenta el mismo, para establecer la
existencia y concurrencia de tal categoría.
Para tales efectos, estimamos que los aspectos a tener en cuenta son los siguientes:
a) La afectación sustancial del deber funcional, debe ser analizado según el grado
de proximidad al núcleo de competencias asignadas al servidor público
cuestionado.
Sea lo primero señalar, que no todo desconocimiento sustancial del deber funcional,
ostenta la misma intensidad de ofensa y alteración del correcto orden de la función pública.
24
PINZÓN NAVARRETE John Harvey. La ilicitud sustancial en el derecho disciplinario: concepto, evolución
y criterios teórico-prácticos para su correcto entendimiento. Grupo Editorial Ibáñez, Bogotá 2018. Pág.197
21
Ahora bien, si toda falta disciplinaria conlleva la omisión de un deber, independientemente
de la fuente comportamental en la que tiene lugar (ya sea por acción u omisión) resultaría
ilógico pensar, que todo deber ostenta la misma preponderancia, lo cual de plano traería como
consecuencia la inoperancia de la causal de justificación por colisión de deberes
funcionales25.
Bajo esa óptica, existen deberes que se atienen al núcleo funcional del sujeto agente,
o deberes funcionales nucleares y otros que si bien se predican del disciplinable, no se
corresponden en sentido estricto con las finalidades (deberes periféricos o de segundo orden)
y competencias a él asignadas por conducto de su vinculación oficial (deberes genéricos) que
se predican de la generalidad de los servidores públicos. Luego entonces, resulta evidente que
no es asimilable el desconocimiento del deber de cumplir con la jornada laboral establecida
por la entidad a la que se encuentra vinculada, con la no resolución oportuna de los asuntos
disciplinarios asignados, pues en este último caso se trata de aspectos consustanciales e
inherentes al fundamento y sustento de la labor encomendada.
25
Recuérdese que, en términos generales, en esta causal de justificación, el sujeto agente se encuentra ante la
disyuntiva de actualizar dos deberes que en el caso particular concurren y demandan la actualización por parte
de su titular. Sin embargo, por razón de las circunstancias de hecho, el sujeto disciplinable solo puede atender
uno de tales deberes, optando por aquel que representa mayor importancia.
22
Deberes
funcionales
consustanciales o
nucleares.
Deberes Periféricos
Deberes
generéricos (Que se
predican de todo
servidor público.)
En tal sentido, consideramos, debe ser analizada la infracción a los principios que
contemplan los artículos 23 de la Ley 1952 de 2019 y el artículo 2019 Superior, pues el hecho
de que no exista una determinación exhaustiva en la ley sobre el contenido de los axiomas en
referencia, no debe conllevar a que el operador a su entendimiento los dote del mismo.
Quiere decir lo anterior, que si partimos de la concepción que el profesor Robert Alexy
ha expuesto sobre los principios, acerca de que estos son “«normas que ordenan que algo sea
23
realizado en la mayor medida posible, dentro de las posibilidades jurídicas y reales
existentes». Los principios serían, pues, «mandatos de optimización», que se caracterizan
por el hecho de que pueden ser cumplidos en diferente grado y porque la medida debida de
su cumplimiento no sólo depende de las posibilidades reales, sino también de las
posibilidades jurídicas (…)”26, puede tenerse como opción para los efectos requeridos, partir
de un modelo de adecuación a los fines que se persigue obtener con la concretización del
principio, que al no ser seguido por el sujeto disciplinable sin que medie una causal de
justificación, darían lugar a la antijuridicidad sustancial.
Ahora bien, cuando se trate del desconocimiento un deber nuclear o de la esencia del
cargo, podría decirse en principio que no se siguieron los márgenes y finalidades propuestos
por el modelo de conducta que señala el principio para el caso en específico, razón por la que
habría lugar a la estructuración de la falta plenamente, desde su carácter objetivo. Sin
embargo, en cuanto hace a los deberes periféricos y los genéricos, el rango de movilidad del
agente vendría siendo mucho más amplio y por ende el modelo de comportamiento que
imponen los principios de la función pública serían mucho menos rigurosos, siendo
recomendable que tan solo cuando se infrinjan los limites que pueda otorgar el paradigma
respectivo, se predique la existencia de ilicitud sustancial.
Finalmente, una vez verificado que el servidor público cuestionado siguió los
parámetros o expectativas derivadas de los principios de la función oficial, se excluiría la
ilicitud del comportamiento, no a través de una causal de justificación, sino a través del
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ATIENZA MANUEL. Robert Alexy. Teoría de los Derechos Fundamentales. Disponible en:
http://www.cepc.gob.es/Controls/Mav/getData.ashx?MAVqs=~aWQ9MzU1MTUmaWRlPTEwMzcmdXJsPT
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decaimiento de tal categoría, por razón de su no concurrencia plena; en caso contrario, deberá
darse por sentada la ilicitud y por tanto será oportuno proceder al análisis de la culpabilidad.
Y es que no debe perderse de vista que lo anterior se armoniza por completo con la
finalidad y naturaleza del derecho disciplinario de ser un instrumento a través del cual se
busca encauzar la conducta de quienes cumplen funciones públicas, esto es, someter a los
márgenes legales el ejercicio de las atribuciones del servidor público, como lo ha reconocido
la Corte Constitucional:
4. A modo de conclusión.
2. Lo anterior nos lleva a considerar que la afectación sustancial del deber funcional,
como criterio de imputación, es un concepto amplio que no puede equipararse a la
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Corte Constitucional, sentencia C-948-2002. M.P. Álvaro Tafur Galvis.
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inobservancia del deber, sino que se refiere a una alteración o entorpecimiento de la
correcta marcha de la administración que trae consigo la afectación de los principios
que informan la función oficial.
4. Derivado de lo anterior, una vez se supere el filtro de entidad del acto, esto es, que el
mismo permita verificar la inobservancia del deber y que devino en un efectivo
entorpecimiento de la labor y/o del servicio, es preciso proceder a la determinación
del análisis del desconocimiento de los principios que deben orientar la gestión de los
agentes oficiales en la ejecución de las labores que devienen del ejercicio de sus
funciones.
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7. Finalmente, en tratándose de aquellos deberes que se relacionan en este trabajo como
periféricos y genéricos, el modelo que se extrae de los principios ostenta mayor
flexibilidad y por tanto, al no comportar un desbordamiento del paradigma, pueden
ser tratados en los términos de los artículos 51 de la Ley 734 de 2002 y 68 de la Ley
1952 de 2019.
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