DERECHOS HUMANOS Y PAZ, Dalai Lama

DERECHOS HUMANOS Y PAZ

Dalai Lama

Es alentador comprobar que hay mucha gente preocupada por las violaciónes de
los derechos humanos. Su interés no sólo ofrece expectativas de reparación de
su sufrimiento a los Individuos que sufren, sino que también funciona como
indicador de desarrollo y el progreso de la humanidad. La preocupación por las
vulneraciones de los derechos humanos y el esfuerzo por proteger su
cumplimiento son valores inestimables para las gentes de las generaciones
presentes y futuras. Gracias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
que entró en vigor hace 50 años, las gentes de todos los lugares del mundo se
han hecho conscientes de la gran importancia y valor de los derechos humanos.

No soy ningún experto en el ámbito de los derechos humanos. Sin embargo para
un monje budista como yo, los derechos de cada ser humano son muy
importantes y valiosos, ya que si son respetados, reina la paz. Según la creencia
budista, cada ser humano posee una mente cuya naturaleza fundamental es pura
y libre de distorsiones mentales. Desde este punto de vista, consideramos que
todo ser puede llegar a alcanzar la perfección. Del mismo modo, dado que la
naturaleza de la mente es pura, creemos que todos los aspectos negativos de a
misma pueden eliminarse definitivamente. Si nuestra actitud mental es positiva, las
acciones negativas de nuestro cuerpo y de nuestras palabras cesan de forma
automática.

Puesto que este potencial lo posee todo ser humano, todos somos iguales. Todos
detentamos el mismo derecho a ser felices y a superar el sufrimiento. El mismo
Buda proclamó que en su orden no debían ser importantes ni la clase social ni la
raza. Lo verdaderamente esencial es vivir conforme a unos principios éticos.
Como practicantes del budismo, en primer lugar intentamos mejorar nuestra
conducta día a día. Sólo con este fundamento podemos empezar a practicar el
aprendizaje de la preparación mental y la sabiduría. En mi actividad diaria como
monje budista, tengo que respetar muchas reglas, pero la base que rige todas
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ellas es un profundo interés y respeto por los derechos de los demás. Entre los
compromisos a los que se entrega todo monje o monja budista que haya sido
ordenado completamente, el primero obliga a no despojar de la vida a otros seres
y no robar sus posesiones. Estas normas expresan claramente un profundo
respeto por los derechos de nuestros semejantes. Por este motivo, suelo describir
la esencia del budismo del siguiente modo: si puedes, ayuda a otros seres
humanos; si no puedes ayudarlos, no les perjudiques. Este principio revela una
honda veneración por los otros, por la vida en sí misma y por el interés en el
bienestar de los demás.

Aunque es importante respetar los derechos naturales de los otros, tendemos a

dirigir nuestro comportamiento hacia la dirección opuesta, desoyendo el deber de
amar y compadecer. Por este motivo, la clave está en practicar la compasión, el
amor y el perdón, incluso cuando nos enfrentamos a la violación de los derechos
humanos y nos preocupemos porque sean respetados. Con frecuencia, cuando la
gente oye hablar de compasión y amor, tienden a relacionar estos conceptos con
las prácticas religiosas, pero no son conceptos necesariamente ligados. No
obstante, es esencial que reconozcamos que el amor y la compasión son
fundamentales en las relaciones seres humanos.

Al comienzo de nuestras vidas y, de nuevo, al alcanzar la vejez, apreciamos la

ayuda y el afecto de los otros. Por desgracia, entre estos periodos de nuestras
vidas, mientras somos fuertes y podemos cuidarnos por nosotros mismos,
olvidamos el valor que tienen el afecto y la compasión. Puesto que nuestra vida
comienza y termina con la necesidad de afecto, ¿no sería más Iógico poner
práctica nuestra compasión y amor hacia los demás mientras somos fuertes y
capaces.

Los amigos de verdad solo se consiguen si expresamos un sentimiento humano

sincero, si mostramos respeto por los otros e interés por sus derechos. No hace
falta buscarle algún tipo de significado filosófico intrincado. En nuestras vidas
diarias, la realidad se compone de estas pequeñas cosas. Por eso, la compasión,
la sinceridad y el amor son fuentes esenciales de nuestra propia felicidad y

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satisfacción. Una vez que hayamos conseguido desarrollar esta actitud altruista,
nos preocuparemos automáticamente por los sufrimientos de los demás. Así,
desarrollaremos de forma simultánea la determinación de hacer algo para proteger
los derechos de los demás y de interesarnos por su destino.

La universalidad de los derechos humanos.

Los derechos humanos son un tema de interés universal porque en la naturaleza

inherente de todo ser humano germina la búsqueda de la libertad, la igualdad y la
dignidad, y todos tienen el mismo derecho a disfrutarlas. Tanto si es de nuestro
agrado como si no, todos hemos nacido en este mundo como parte de una gran
familia humana. Ricos y pobres, cultos e incultos, pertenecientes a una nación o a
otra, creyentes de una religión o de otra, partidarios de una u otra ideología, en
último caso no dejamos de ser seres humanos iguales a todos los demás.
Deseamos ser felices y no queremos sufrir. Si aceptamos que los demás también
tienen el mismo derechos a disfrutar de la paz y la felicidad, ¿no se desprende de
esto que tenemos la responsabilidad de ayudar a los que lo necesiten?

La aspiración por vivir en democracia y por respetar los derechos humanos

fundamentales es igualmente importante para las gentes de Africa y Asia que para
las del continente europeo o americano. Pero, con frecuencia son los despojados
de sus derechos los que tienen menos posibilidad de hacerse escuchar. La
responsabilidad corresponde a aquellos que disfrutan de estas libertades. Las
infracciones de los derechos humanos suelen tener por víctimas a los miembros
más creativos y brillantes de nuestra sociedad. Como resultado, el desarrollo
político, social, cultural y económico de la sociedad se ve obstruido por la
vulneración de los derechos humanos. Por este motivo, la protección de los
derechos y las libertades son de inmensa importancia, tanto para los individuos en
cuestión, como para el desarrollo de la sociedad en conjunto.

Algunos gobiernos han objetado que las bases de los derechos humanos
establecidas en la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos son las
defendidas por el mundo occidental y que no son aplicables en Asia y en otras

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partes del Tercer Mundo, porque no comparten el mismo nivel de desarrollo

cultural, social y económico. No soy de esta opinión y, de hecho, estoy convencido
de que la mayoría de la gente normal no está de acuerdo tampoco. En mi opinión
los principios definidos en la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos
constituyen una institución jurídica propia del derecho natural, que ha de ser
acatada por todas las personas y gobiernos en cada momento.

Además, no creo que exista incompatibilidad entre la necesidad de desarrollo

económico y la necesidad de respetar los derechos humanos. El derecho a
expresarse con libertad y el derecho de asociación son de importancia vital para
fomentar el desarrollo económico de un país. En la historia del Tíbet, por ejemplo,
han puesto en marcha políticas en innumerables ocasiones que han perdurado a
pesar de no haber producido beneficios, porque los ciudadanos y los miembros
del gobierno no podían expresar su disconformidad. En la esfera internacional,
nuestra rica diversidad de culturas y religiones debería ayudarnos a fortalecer los
derechos humanos fundamentales en todas las comunidades. Esta diversidad se
apoya en los principios humanos básicos que hacen que todos nos relacionemos
como miembros de una misma familia. Sin embargo, la perpetuación de las
tradiciones no debería ser nunca excusa para violar los derechos humanos. Por lo
tanto, aunque la discriminación de las personas de distinta raza, de las mujeres y
los sectores más débiles de la sociedad constituya un comportamiento social
tradicional en algunos lugares, no dejan por ello de ser principios contrarios a los
derechos humanos reconocidos universalmente, por lo que dichas costumbres
deberían cambiar. El principio universal de la igualdad entre todos los seres
humanos debe prevalecer.

La necesidad de una responsabilidad de carácter universal

.

El mundo es cada vez más interdependiente y éste es el motivo por el que creo
firmemente en la necesidad de desarrollar un sentido de la responsabilidad
universal. Es necesario que pensemos en términos globales porque los efectos de
las acciones de una nación ejercen influencia más allá de sus fronteras. La
aceptación de los derechos humanos como normas vinculantes de carácter

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universal como se dispone en la Declaración sobre los Derechos Humanos y en

las convenciones internacionales por los Derechos Humanos, tienen una
trascendencia esencial en el cambiante mundo de hoy. El respeto por los
Derechos Humanos Fundamentales no debe permanecer solo como un ideal que
se ha de conseguir, sino que ha de ser la base indispensable para la construcción
de toda la sociedad humana.

Las barreras artificiales que han dividido históricamente naciones y pueblos se han
venido abajo en los últimos tiempos. El triunfo que supone que los movimientos
civiles multitudinarios hayan conseguido desmantelar la división que polarizaba al
mundo entre el bloque del Este y el bloque del Oeste, es fuente de esperanza y fe
en el futuro. No obstante el corazón de la familia humana sigue aún dividido por el
abismo entre el Norte y el Sur. Si nos planteamos seriamente el compromiso de
poner en práctica los principios fundamentales de igualdad, que definen la esencia
del concepto de Derechos Humanos, las disparidades económicas actuales no
pueden seguir ignorándose. No basta con proclamar que todos los seres humanos
deben disfrutar de iguales condiciones de dignidad. Esta afirmación debe
trasladarse a la acción. Tenemos la responsabilidad de encontrar vías para
alcanzar una distribución mas justa de los recursos del planeta. Estamos siendo
testigos de un movimiento multitudinario que defiende el avance de los derechos
humanos y la libertad democrática en el mundo. Este movimiento debe conseguir
ejercer una influencia moral aún mayor para que incluso los gobiernos y los
ejércitos más reacios sean incapaces de frenarlo. Es natural y justo que las
naciones, los pueblos y los individuos exijan respeto por sus derechos y libertades
y que luchen para poner fin a la represión, el racismo, la explotación económica, la
ocupación militar y cualquier otra forma de colonialismo y dominación exterior. Los
gobiernos deberían fomentar de forma activa dichas demandas en lugar de
defenderlas con mera palabrería.

Soy de la opinión de que la causa principal por la que la gente inflige sufrimiento a
los demás es porque no conocen la verdadera fuente de la felicidad. Algunas
personas piensan que pueden alcanzar la felicidad perjudicando a los demás o

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que su propia felicidad es tan importante que el padecimiento de los otros no es

grave en relación. Pero sin duda, esto solo demuestra una triste estrechez de
miras. Nadie obtiene beneficio real cuando daña a los demás. Cualquier beneficio
inmediato que se obtenga a costa de otro ser humano no durará. A largo plazo la
miseria de los demás y la trasgresión de su paz y su libertad produce ansiedad y
desconfianza en uno mismo. El desarrollo de la capacidad de amar y compadecer
a los otros es esencial para crear un mundo mejor y mas pacífico. A la luz de estos
principios, es obvio que debemos preocuparnos por aquellos hermanos y
hermanas nuestros que son menos afortunados. Por lo tanto tenemos el deber
moral de apoyar a todos aquellos que se ven privados de la posibilidad de ejercer
los derechos y libertades que nosotros tenemos asegurados.

Con la llegada del fin del siglo xx, el mundo se está fundiendo en una sola
comunidad. Nos absorben problemas como la superpoblación, el agotamiento de
los recursos naturales y una crisis medioambiental que amenaza los pilares de
nuestra existencia en este planeta. Los Derechos Humanos, la protección
medioambiental una mayor igualdad que amenaza los pilares de nuestra
existencia en este. Los Derechos humanos, la protección medioambiental una
mayor igualdad social y económica y la paz son principios interrelacionados.
Considero que si el ser humano quiere hacer frente a los retos de nuestro tiempo,
tendrá que desarrollar un sentido de responsabilidad con carácter universal. Cada
uno de nosotros debe aprender a trabajar no sólo por uno mismo, sino por el
beneficio de la humanidad. La responsabilidad universal es la clave de la
supervivencia humana y es el mejor medio para garantizar los derechos humanos
y la paz en el mundo.

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RECURSOS BIBLIOGRÁFICOS

Derechos Humanos y paz, Dalai Lama en Construir la paz, editado por Fredrik S.
Heffermehl, editorial Icaria Antrazyt, 194, 2003

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