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CIRCUITO BOGOTANO DE ROCK: UNA PLATAFORMA PARA BANDAS EMERGENTES DE LA CAPITAL

Bogotá, una ciudad llena de arte y cultura, es una ciudad en la que se gestan a diario cientos de
proyectos musicales dentro de (me atrevo a decir) gran parte de los géneros populares que se
escuchan en el mundo. Esta intensa y permanente movida artística no es ajena al rock (en todas sus
manifestaciones) por lo que se hace necesario que se abran espacios en los que las distintas
propuestas artísticas tengan una tarima en la que exponerse. Es aquí donde distintas organizaciones
abren eventos, batallas de bandas, los famosos “toques”; algunos con afán de tener una retribución
económica, otros con la buena intención de aportar al género y a la “escena” distrital, y es en estos
últimos donde podemos incluir a Circuito Bogotano de Rock, una apuesta hecha por Abril Records
(productora y reconocido ensayadero del sector de chapinero) por abrir espacios en los que las
bandas que se reconocieran dentro de cualquiera de los subgéneros del Rock pudieran mostrar su
trabajo y sus propuestas.

Todo el proceso de convocatoria inicia en enero del año 2019, con una convocatoria abierta para
cualquier banda que se enmarcara dentro del género Rock en la capital. Tras esta convocatoria, la
productora enviaba a todas las agrupaciones inscritas la información necesaria para continuar con
el proceso dentro del Circuito, para ello, se debía asistir a una reunión en las instalaciones de la
productora. Dicha reunión tuvo lugar el 2 de febrero de 2019, en ella se expresaron todas las
condiciones del evento, que fueron por demás complicadas, ya que establecían una suerte de
“puntaje” por el aforo a los eventos, una convocatoria de personas mínima, los ensayos que se
tuvieran en las instalaciones de Abril Records entre otras condiciones (puntualidad, responsabilidad,
entre otras). Más allá de dichas condiciones, el evento prometía a las bandas presentarse en 12
escenarios dentro del territorio capitalino durante el espacio de un año, significando esto para las
agrupaciones tener la seguridad de presentarse ante un público al menos 1 vez al mes, con el valor
añadido de tener la garantía de gozar de un backline de calidad (ofrecido por el organizador) con el
que poder dar lo mejor de la banda en la presentación en vivo. Puestas estas condiciones sobre la
mesa, se procedía a firmar un contrato con el cual las partes se aseguraban de que todas las
condiciones pactadas en la reunión se cumpliesen. Así, con papeleos “burocráticos” y demás, inició
mi viaje dentro del Circuito Bogotano de Rock.

La primera presentación en la que participé se llevó a cabo el día 15 de febrero, apenas un par de
semanas después de la firma del contrato, en el hoy extinto King’s Golden Bar. Para esta
presentación, se contaba con 7 bandas distritales de diversos géneros del rock (desde alternativo
hasta power metal). Este evento iniciaría con el primer revés que encontraríamos en el circuito: la
impuntualidad de las bandas y la falta de cumplimiento con el aforo mínimo. Además, en este
evento nos enfrentaríamos a una serie de problemas logísticos que no se contemplaron en la
reunión organizativa del evento: bandas que no cumplen con los tiempos establecidos, recortes de
tiempo al final y personas que quieren pasar por encima de las reglas establecidas por la
organización. A pesar de estos traspiés, se pudo hacer la presentación casi sin inconvenientes y, en
términos generales, el evento fue un éxito.

Por convención con los otros integrantes de mi agrupación, resolvimos que para sacarle el máximo
provecho al circuito debíamos aceptar sólo un evento por mes, de manera que nos garantizáramos
tarima al menos una vez al mes. Fue por esta razón que el siguiente evento que tuvimos de la mano
del circuito bogotano de rock fue hasta el 18 de mayo, esta vez en uno de los bares más reconocidos
del mundo rockero en Bogotá: The Grange Bar. Este fue un evento mucho más organizado y en el
que se respetaron mucho más los acuerdos de la reunión inicial (en este caso, la presión ejercida
por el organizador hacia las agrupaciones surtió efecto). Un evento sin mayores contratiempos del
cual no quedó mucho por hablar.

La siguiente presentación que tendríamos de parte del Circuito sería el 22 de junio, evento que se
llevaría a cabo en el bar Terra Cruz, ubicado en el barrio Galerías. Este evento contó con la
participación de 6 agrupaciones de las cuales, puedo destacar la actuación de la banda de Hard Rock
“The Lizard”, banda proveniente del municipio de Mosquera, quienes parten de un producto muy
bien logrado desde lo musical, que combina los ritmos enérgicos y rápidos del hard rock con
muestras de “virtuosismo” en la guitarra. Además, una puesta en escena llamativa y conectada
desde el principio de la presentación, destacando el papel del cantante como frontman, quien con
una interacción medida y directa con el público lo mantenía siempre siguiendo lo que pasaba con la
música. Para redondear todo, una propuesta plástica conectada y coherente dentro de la
agrupación, acorde con el género y con lo que expresaban las líricas de sus canciones. En otros
aspectos, el evento fue bueno, aunque estuvo empañado por un par de inconvenientes técnicos con
el backline, pero esto no afectó el normal desarrollo del evento.

En este momento iniciaría una propuesta interesante por parte del circuito, pues al generar alianzas
con otros festivales, logró que bandas del circuito pudieran participar, ampliando así su visibilidad.
En el marco de estas alianzas se lograron 2 eventos importantes: el primero, el concierto de la
agrupación “Carajo”, quien solicitó una banda del circuito para su cartel. La elección de esta banda
se realizó a través de una serie de videos que subían las bandas interesadas tocando un cover de la
banda “Carajo”. A partir de estos videos se elegía la banda que haría parte del concurso. El segundo
evento que se logró por medio de alianza fue el “Latitud Fest”, evento que contaba con presencia
de bandas con reconocimiento nacional como “Don Tetto” y la banda internacional “Ojos de
Cuervo” (MEX). Para este festival se realizó una eliminatoria en vivo con las bandas interesadas, que
se tomó 6 fechas del Circuito. Esta convocatoria afectó de forma importante el desarrollo normal
del circuito pues hizo que la organización se dedicara exclusivamente a las bandas del en
competencia, y olvidara (o al menos eso parecía) a las demás agrupaciones.

Para este punto, iniciarían algunos problemas con la organización y la realización del Circuito, pues
ante el incumplimiento con los aforos mínimos y con las condiciones de calidad pactadas en el
contrato y en la primera reunión, los eventos cada vez tenían más dificultad para realizarse. Aforos
de apenas 15 personas teniendo 6 o 7 bandas en tarima obligaron a que la organización replanteara
los parámetros para la realización de eventos, proceso que tomo casi dos meses, periodo en el que
los eventos fueron casi nulos, por lo que muchas de las bandas que estaban enroladas en el circuito
cesaron su actividad dentro del mismo, entre esos, mi propio proyecto.

El circuito contó con dos ediciones de lo que se llamaría el “Circuito Nacional de Rock”, en el que las
bandas mejor punteadas dentro de los parámetros de la organización tenían eventos fuera de la
ciudad. Este proyecto se vio afectado por la estructura de puntajes que tenía la organización, pues
le daba una ventaja muy grande a las bandas que eran clientes del organizador, por lo que se
acrecentó la molestia que ya se iba notando en las bandas para con el festival.
Todos estos factores llevaron a que el circuito perdiera fuerza, y llevó a la organización a realizar
una segunda convocatoria de bandas, en la que muchas de las bandas originales del circuito
desistieron de continuar participando, y en la que se plantearon nuevas condiciones que, de nuevo,
privilegiaban a las agrupaciones que hacían parte del panel de clientes de Abril Records, de manera
que se marginó a muchas agrupaciones de participar en los eventos del Circuito.

El Circuito Bogotano de Rock fue una propuesta muy bien logrado a pesar de sus vicisitudes (que no
son ajenas a ningún proyecto) que fue víctima, en parte, de los proyectos a los que quiso brindar a
apoyo. Por otra parte, el circuito se vio viciado por algunos intereses propios de los organizadores,
por lo que, en ciertos puntos del desarrollo del evento, primo el interés del organizador, antes que
el desarrollo del evento. Pero estos fueron solo inconvenientes menores, pues el evento permitió
que las agrupaciones que bajo el circuito se agremiaban, conocieran una variedad mucho más
amplia de escenarios en los que presentarse (e incluso en los que no), permitió que los escenarios
diversificaran su oferta musical al ofrecer un amplio margen de géneros del rock en sus eventos, y
de esta manera ofrecer sus servicios a otro tipo de públicos, y finalmente, permitió que el
organizador, como sala de ensayo y productora se diera a conocer a distintos clientes potenciales
(las bandas) que podrían adquirir sus servicios. En términos generales, un negocio redondo.

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