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Politica Criminal
Politica Criminal
AMÉRICAS
MAESTRO:
UNIDAD II ............................................................................................................................................ 9
2.2.1.4 LA PAZ............................................................................................................................ 14
UNIDAD IV ......................................................................................................................................... 40
Es muy difícil saber quién empleó por primera vez el término de Política criminal.
Recordando la Sociología Criminal de Ferri, señala a Feuerbach como quien la habría
empleado en 1799. Sin embargo, Jiménez de Asúa establece que cinco años antes ya la
había definido su recalcitrante adversario Gallus Aloys Kleinschrod.
Franz von Liszt como el auténtico iniciador, desde el punto de vista científico, de la
disciplina Político-criminal. Para el autor alemán, la misma puede ser concebida como...
[...] el contenido sistemático de principios —garantizados por la investigación científica de
las causas del delito y de la eficacia de la pena— según los cuales el Estado ha de
emprender la lucha contra el crimen, por medio de la pena y de sus institutos penales.
Es decir, para el autor alemán, la Política criminal sería una ciencia de posibilidades,
agregando Jiménez de Asúa que la Política criminal se encuentra corriendo entre dos
formas estáticas del Derecho penal: la filosofía y la legislación vigente.
1. Política Criminal
2. Política Criminológica
Discurso que legitima el poder punitivo del Discurso que deslegitima el poder punitivo
Estado del Estado
Así mismo la política criminal tiene como finalidad especifica: la lucha contra el crimen,
valiéndose de todos los medios que aportan las ciencias penales, incluidas las medidas
tendientes a la prevención del crimen. Por lo que su cualidad propia y necesaria del
conocimiento científico servir al hombre antes que reprimiendo, previniendo las causas
que producen o pueden producir en el un daño.
La política criminal es una forma o aspecto de la política general, es una decisión que se
toma para hacer frente al problema criminal en una época y lugar determinado, por ello es
el proceso de creación de los mecanismos de control social y poder. Así la ideología,
puede indicarnos si se trata de una política criminal que corresponde a las exigencias de
un Estado Democrático de Derecho o Autoritario o Absolutista.
Existen varias políticas criminales, dependiendo del tipo de Estado, aunque la forma de
funcionar de la política criminal es la que nos va a identificar con la ideología que esta
detrás de ella. Cada Estado contempla de modo divergente la forma de tratar el problema
criminal en sus ámbitos espaciales, temporales y personales, sobresaliendo las
características de cada Estado.
ESTADOS TOTALITARIOS
NOBERTO BOBBIO comentaba que la ideología del Estado Totalitario son: el partido
único, el dictador y el terror, por tanto el Estado Totalitario será aquel en que el poder se
concentra en una sola élite o partido político y se ejerce una supervisión estatal, que
desemboca en el control social de la población, a través de mecanismos de naturaleza
punitiva y policíaca desconociendo expresa o tácitamente, las garantías individuales.
1. El Derecho Penal deja de ser último ratio para erigirse (con) en primera ratio.
2. El Derecho Penal es el instrumento idóneo para corregir todo tipo de problemas.
3. El delito es entendido como un acto subversivo, como una expresión de
desobediencia a las directrices incontestables del poder.
4.- Los derechos y libertades del hombre se diluyen en el sometimiento al aparato del
poder, pues constituirían un freno a la labor de limpieza de tejido social.
5.- La facultad de imponer penas se plantea a partir de la utilidad del derecho para
prevenir el delito.
6.- Se justifica la inflación legislativa en materia penal.
7. Se tiene la falsa creencia de que modificando los ordenamientos punitivos y
aumentando las penas se reducirán los índices delictivos.
8. Opera el Derecho Penal de Autor, entendiéndose por éste la criminalización de un
individuo por sus características físicas, interese sociales, orientación política, etc.
9. La inferioridad bio-psico-moral del autor da lugar al denominado estado de
peligrosidad.
10. Se magnifican las imágenes de la violencia, delincuencia e inseguridad, para crear
un consenso social que impulse un sentimiento de alarma social.
11. Se crean legislaciones de excepción o de emergencia, para legitimar la necesidad
y conservar el modo de producción, por lo que su objetivo no es garantizar la
convivencia social, sino neutralizar comportamientos contra la estabilidad del sistema.
12. Es mas importante la certeza de que ningún culpable resulte impune, a costa de la
incertidumbre de que algún inocente puede ser condenado.
13. La creación, por tanto, de un Derecho Penal Máximo, caracterizado por su
excesiva severidad y por la incertidumbre e imprevisibilidad de las condenas y las
penas.
ESTADOS AUTORITARIOS
Es una organización jurídica y política que reconoce a los Derechos Fundamentales como
limite de su poder.
1. Partir del principio de que el delito es común, útil y necesario en la sociedad, por lo
que no puede ser erradicados.
2. La Política Criminal tiene por objetivo disminuir hasta niveles tolerables a alas cifras
de la criminalidad.
3. Se intenta prevenir la criminalidad a partir de las políticas sociales, por lo que el
Derecho Penal es última ratio.
4. Opera el Derecho Penal de Acto, ya que la desviación es lo que formalmente
determina la ley derivado del principio nullum crime, nulla poena sine lege y no en
base a características intrínsecas u ontológicas del autor.
5. El principio de legalidad se encuentra vinculado al principio jurisdiccional
(determinen la adecuada aplicación).
7. Existen garantías penales (legalidad, lesividad del acto y materialidad de la acción).
8. Existen garantías procesales. (principio de culpabilidad, acusatorio, carga de la
prueba)
9. La lucha contra el crimen no puede entenderse a costa del sacrificio de las
libertades y garantías del ciudadano.
10. La consecuencia de esta visión de PC es, a fin de cuentas, la creación de un
modelo de DP Mínimo condicionado y limitado al máximo grado de tutela de las
libertades ciudadanos respecto del arbitrio punitivo, por lo que también es un ideal de
racionalidad y certeza.
En la ciencia jurídica y sobre la separación del bien y el mal, nos lleva a determinar que el
Derecho Penal es en sí un medio para alcanzar una serie de valores como son:
• JUSTICIA
• BIEN COMÚN
• SEGURIDAD JURIDÍCA, Y
• PAZ.
2.2.1.1 LA JUSTICIA
ULPIANO manifestaba que era la constante y perpetua voluntad de dar a cada cual lo
suyo.
Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, lo estimaban como el fin que deberían tener todas
las leyes humanas. Pero el Bien Común se ha revelado como una idea inexplicada en el
pensamiento político, pero en lo moral, tiene como finalidad la convivencia humana.
Frente intereses colectivos, debe autorizar la intervención del poder público en las
relaciones sociales para preservar los intereses de la comunidad o de los grupos
desvalidos, con tendencias a procurar una igualdad real, al menos en la esfera
económica.
Es certeza que tiene el gobernado de que sus derechos serán respetados por la
autoridad, y en caso de que ésta deba producir una afectación en ellos, deberá ajustarse
a los procedimientos previamente establecidos en la ley fundamental y leyes secundarias.
Por lo que un acto de autoridad que afecte el ámbito jurídico particular de un gobernado,
sin observar requisitos, condiciones, elementos o circunstancias previas, no será valido a
la luz del Derecho.
2.2.1.4 LA PAZ
El artículo 3º de la Ley General que Establece las Bases de Coordinación del Sistema de
Nacional de Seguridad Pública, indica que es la función primigenia del Estado es el
salvaguardar la Seguridad Pública de los gobernado, cuyos fines son el proteger la
integridad y derechos de las personas, preservar las libertades, el orden y la paz pública.
Por su parte GARCÍA MAYNEZ, dice que es un valor jurídico de naturaleza consecutiva,
ya que se logra a partir de la realización armónica de los tres primeros valores y
refiriéndose solo a la ausencia de conflictos sociales.
El discurso de la “esencia” del fenómeno jurídico penal se agota con los valores antes
mencionados. Postura no correcta desde el punto de vista que los valores, no constituyen
las raíces del árbol jurídico, ya que “históricamente el contenido del Derecho no hace sino
reflejar los intereses de la clase que domina socialmente.
Aquí en México el universo legal tiene influencia europea, los códigos elaborados por
Napoleón (Penal y de Instrucción Criminal), es de ideología de Revolución Francesa y
sirven para sancionar el triunfo de la burguesía sobre los privilegios feudales. (idea liberal
individualista) retomada por España y adoptada por México en los Códigos de época
independiente. Lográndose un capitalismo moderno y no de conceptos como justicia, bien
común, seguridad jurídica y paz. Haciendo un ideal centrado en el individuo en sus
derechos subjetivos y en su libertad, concebida ésta como la mas amplia independencia
frente al Estado.
Por su parte el Neoliberalismo, con el discurso que trae consigo la idea de Justicia. Por lo
que el fenómeno jurídico penal no son los valores sino: el discurso jurídico penal, es un
programa político elaborado con precisión pocas veces vista.
Jiménez de Asúa, indica que el nombre de Escuela clásica, fue adjudicado por Enrique
Ferri con un sentido peyorativo señalando así, no lo que de consagrado o ilustre pudiera
tener, sino haciendo referencia a lo viejo y/o caduco. Admite el citado autor que, dentro de
la llamada Escuela clásica existen variedades (respecto, por ejemplo, de la teoría de la
retribución y de la prevención) que, en su época, no eran reconducibles a una unidad.
Desde un contexto semejante, se construye una primera noción de delito, el cual pasó a
ser entendido como un ente jurídico, y no como un ente natural pues se trata claramente
de un concepto jurídico producido por la definición típica que la norma penal realizará
sobre un acontecimiento de la vida humana. Ello fue posible pues, como es sabido, la
separación entre Derecho y Moral es una separación ilustrada.
Por lo que se refiere a la concepción en tomo a la pena, la misma fue siempre entendida
como un mal y no como un medio de tutela jurídica, salvo las excepciones de autores
como Feuerbach o Bentham quienes no creyeron en el libre albedrío y asignaron a la
pena un fin de defensa; por eso se les llamó padres del positivismo.
Característica principal de estas teorías absolutas, es que la pena es entendida como fin
en sí mismo. En este sentido, ya sea como castigo o como corresponsabilidad, como
reacción o como reparación, o como simple retribución del delito, las teorías absolutas no
buscaron ninguna utilidad a la imposición de la pena. Simplemente, fue entendiéndose
que era justo pagar al mal con otro mal.
Se formula, así, el principio retributivo más conocido: el del talión, es decir, el principio de
la retribución de un mal con otro igual.
Las teorías absolutas de la pena siempre han intentado responder al interrogante de ¿por
qué castigar? La respuesta normalmente ha sido la siguiente: porque se ha cometido un
delito. Así, la pena ha de imponerse por razones de justicia o bien, por imperio del
Derecho; ambos constituyen fines o valores absolutos.
Una de las iniciales argumentaciones de este tipo fue dada por el filósofo alemán Kant
para quien el ser humano es, ante todo, libre. De acuerdo con esta concepción, cuando el
hombre hace mal uso de su libertad se hace acreedor en justicia de un mal que es
representado por la pena. Se esbozan así los fundamentos de la retribución moral: la
pena (y el derecho penal) pasa a ser un imperativo categórico, una incondicionada
exigencia de justicia dado que ésta ha de imperar a toda costa.
Como indica Roxin, Kant siempre acentúa que no se trata en primer lugar de obtener
utilidades de la pena para el autor (o sus conciudadanos) sino que, lo decisivo, ha de ser
la proporcionalidad con el anhelo de la pura y estricta justicia. Todo el pathos del
idealismo alemán está en la tan citada frase: cuando se infringe la justicia no tiene valor
que los hombres vivan sobre la tierra.
• se ha de retribuir al autor del delito con una pena equivalente al mal que ha ocasionado;
César Lombroso (médico hebreo de origen español) quiso aplicar el método experimental
al estudio de la demencia y trató de encontrar las notas diferenciales entre el delincuente
y el loco.
En efecto, indica que el delincuente nato es idéntico al loco moral, con base epiléptica,
explicable por atavismo y con un tipo físico y psicológico especia.
En 1878 se le acerca Enrique Ferri, la Sociología empezaba a brillar y dio a la Escuela
positiva la tendencia sociológica que Lombroso terminó por aceptar en el tercer volumen
de la edición definitiva de El hombre delincuente.
Poco después, se le acercó también Rafael Garófalo quien era juez y barón, o sea,
pertenecía a la clase atacada por el Positivismo criminológico pues ejercía la justicia que
Lombroso y Ferri cuestionaban. Garófalo fue quien abogó por un sistema penal
verdaderamente duro y preconizó la concepción del delito natural que deducía de su
análisis de los sentimientos.
Desde el punto de vista político penal, puede afirmarse que la Escuela positiva fue una
auténtica conmoción; nunca el delito y el delincuente habían sido estudiados más que
como entes jurídicos. El Positivismo tuvo la aspiración de ser un movimiento internacional
como propio de las ciencias no sociales, sino naturales. Ahora bien, tampoco puede ser
reconducido a una sola dirección. Como indica .Jiménez de Asúa, dentro del Positivismo
hubo claras tendencias:
Por lo que se refiere a la responsabilidad, habrá de ser social: derivada del determinismo
y temibilidad del delincuente. Ferri dedicó su Tesis Doctoral a la negación del libre
albedrío y como determinista basó la responsabilidad en el hecho objetivo de vivir en
sociedad. Garófalo intentó basar la responsabilidad en el estado peligroso del delincuente.
La concepción que se tendrá del delito, es que el mismo representa un fenómeno natural
y social que es siempre producido por el hombre. Y, en cuanto a la pena, ésta será ante
todo un medio de defensa social.
El Positivismo tuvo claras bases filosóficas y biológicas. La Escuela positiva apareció
como una reacción contra el excesivo individualismo y, con Ferri, llegó a encontrar en la
doctrina socialista su fundamento político-social.
Como parece claro, las teorías absolutas de la pena intentaron responder al citado
interrogante de: ¿por qué punir?, por el contrario las teorías relativas de la pena,
esbozadas por la Escuela positiva, pretendieron responder a otra pregunta: ¿Para qué
castigar? En esta nueva visión, la pena ya no será concebida como un fin en sí misma,
sino como un medio para alcanzar determinados fines: un medio para la prevención del
delito. En consecuencia, estas teorías se orientaron hacia el futuro. Se trata de utilizar la
pena como un instrumento que permita evitar el delito, protegiendo de este modo
determinados bienes jurídicos que se estiman necesarios para la convivencia social
Las teorías relativas, se elaboraron desde puntos de vista diversos, atendiendo quién ha
de ser el destinatario señalado por la pena: unas centrarían su atención en el sujeto
infractor (las llamadas teorías de la prevención especial); otras se desarrollarían mirando
a la sociedad en su conjunto (denominadas teorías de la prevención general).
Tras la inicial formulación utilitarista, la prevención especial fue extendiéndose a partir del
último tercio del siglo XIX como consecuencia del auge de las ideas positivistas. Como
señala Ferrajoli, es a partir de ese momento cuando sobre la personalidad criminal se
construirá un saber científico. La pretensión por clasificar y medir el comportamiento
humano, por separar los corregibles de los incorregibles, los sanos de los enfermos, etc.,
será común a las tres orientaciones preventivo especiales que se han conocido, algunas
incluso desde el pasado:
Von Liszt no sólo cambió radicalmente los frentes del discurso teorético penal, sino
también los presupuestos y los criterios para el contenido y la extensión de la pena y de
sus procesos de amenaza, sanción y ejecución. Esto significaba que el predominio de la
teoría de la pena absoluta fue definitivamente roto. Comenzó irreversiblemente la época
de la despedida de Kant y Hegel que había mantenido, durante muchos decenios, la
doctrina "majestuosa" de la pena retributiva con encantos líricos y legitimaciones
idealistas
Cabe también recordar, en este sentido, las palabras que al respecto mencionaba
Garófalo: la reacción estatal (la pena) consiste en la exclusión del miembro cuya
adaptación a las condiciones del medio ambiente se manifiesta incompleta o imposible;
esta separación debería consistir en la exclusión absoluta del criminal de toda clase de
relaciones sociales para concluir, finalmente, afirmando que el único medio absoluto y
completo de eliminación es la muerte.
Baratta, tras indicar cómo ha operado esta teoría en el contexto de regímenes autoritarios
(se refiere a las dictaduras latinoamericanas de la década de 1970), advierte que tampoco
Europa se ha visto libre, en los últimos decenios, de respuestas punitivas que recuerdan
la neutralización ya mencionada: el rápido desvanecimiento del mito del "tratamiento" ha
ido acompañado en Europa, en la mitad de los años de 1970, de una transformación
funcional de la institución carcelaria, en parte, inducida por la lógica de la respuesta penal
al terrorismo. Esta transformación en sentido custodialista de la cárcel, el aumento de la
población carcelaria en espera de juicio y, sobre todo, el surgimiento de una cárcel de
máxima seguridad con las tecnologías del aislamiento y de la aniquilación física,
constituyen signos evidentes de la importancia adquirida por la teoría de la prevención
especial negativa, también en Europa.
Sin embargo, y pese a esa revigorización del discurso punitivo de estas últimas décadas
apuntado por Baratta (revigorización que, como ha podido detectarse, es contemporánea
y paralela a la aparición de la legislación y cultura de la emergencia penal, procesal y
penitenciaria), como ha sido ya esbozado, la prevención especial negativa posee
antecedentes lejanos. Al presentar, de modo global, las orientaciones por las cuales
discurrieron las teorías de la prevención especial, se avanzó algo en tomo a las
denominadas doctrinas terapéuticas.
En efecto, presuponer que el transgresor es un sujeto enfermo y/o peligroso, puede traer
como consecuencia la creencia acerca de la necesidad no sólo de curarlo y/o tratarlo, sino
de segregarlo definitivamente, neutralizarlo o eliminarlo. Ya se ha visto que aquellas
orientaciones decimonónicas entendieron que el infractor de la norma penal podía ser
considerado como un ser antropológicamente inferior y, además, existieron tendencias
que argumentaron científicamente la herencia de determinadas tendencias criminales.
En esta línea, las penas habrían de consistir en medidas técnicamente apropiadas para
las diversas exigencias terapéuticas u ortopédicas de la defensa social: medidas
higiénico-preventivas, terapéutico-represivas, médico-quirúrgico-eliminativas.
Como se ha mencionado ya, las doctrinas que justifican la pena con funciones de
enmienda, corrección, readaptación, resocialización, etc. aunque se remontan a los
orígenes del pensamiento filosófico-penal, recibieron un vigoroso desarrollo a partir de la
cultura penal de la segunda mitad del siglo XIX y del presente siglo.
Se señala a Von Liszt como el iniciador de las nuevas teorías de la pena a finales del
pasado siglo. A partir de sus programas de reformas, la pena no debería consistir en una
reacción retributiva (ciega) frente al delito, sino en una acción racional de objetivos
conscientes de lucha anticriminal. En consecuencia, la pena habría de ser entendida a
partir de unos objetivos preventivos.
La idea antiliberal del delito como patología, y de la pena como tratamiento, se convertirán
en los pilares de las teorías preventivo-especial positivas. Así, la pena irá asumiendo una
ejecución terapéutica diferenciada, que ha de apuntar a la transformación conductual del
transgresor, para lo cual, la psicología primero, y la pedagogía después, se convertirán en
ciencias auxiliares de la misma.
Jakobs indica que uno de los principales casos en los que se aplica este tipo de
prevención especial es en el tratamiento preventivo de aquéllos en que resulta verosímil
tanto la educabilidad como un déficit de educación, concretamente: el tratamiento de
jóvenes y adolescentes (op. cit.: 30). Por ello, señala el autor alemán, el Derecho penal
juvenil es el reino de la prevención especial agregando a continuación que, su sustitución
por medidas no punitivas es una consecuencia preventiva especialmente conveniente,
pero sólo si el déficit educativo se pone de manifiesto claramente y cabe solucionarlo en
la práctica, pues de lo contrario también el Derecho penal juvenil se suma al modelo de la
prevención general positiva.
En el mismo sentido, Mir Puig recuerda cómo, desde 1950 en adelante, ha decaído la
confianza en la implementación de programas terapéutico-penitenciarios individualizados:
es cuestionable la eficacia del tratamiento en condiciones de privación de libertad, como
lo prueban los altos índices de reincidencia; pero también se advierten los peligros que
supondría para las garantías individuales una ideología del tratamiento llevada al extremo.
Paul, por su parte, destaca que la piedra de toque de estas teorías es su verificación
práctica, es decir, que su justificación ha de ser analizada a la luz de la praxis de la
ejecución penal y del sistema penitenciario.
Por ello, concluye este autor, el objeto inmediato de conocimiento, es la realidad de la
praxis, es la relación de las teorías con los datos empíricos que aquélla suministra: la
cuestión por los nuevos horizontes de los esfuerzos teóricos para futuras reformas
penales, pasa por los presupuestos de la praxis.
Baratta destaca que estas teorías, que tienen por destinatario de la pena al conjunto
social, pueden presentar dos contenidos diversos: uno, que puede denominarse como
disuasivo (prevención general negativa), el cual se dirige a crear contra-motivaciones en
los transgresores potenciales y, otro, que podría ser calificado como expresivo
(prevención general positiva), el cual estaría orientado a declarar y reafirmar valores y
reglas sociales, contribuyendo así a la integración del grupo social en tomo a aquéllos.
Indica Bustos Ramírez que estas teorías, como todas las preventivas, pretenden
legitimarse desde la utilidad, cumpliendo consecuencias externas beneficiosas para la
sociedad.
Agrega este autor que, al partirse de una irracionalidad generalizada, cualquier persona
podría quedar aprehendida por una legislación de emergencia. Lo útil es la seguridad del
Estado. La prevención general se convierte también en un planteamiento ideologizante
(encubridor de la realidad) y de carácter simbólico (ajeno a la utilidad para los hombres):
sólo manifestación el poder del Estado, a través del control formalizado que es el derecho
penal.
Señala Ferrajoli que esta teoría es la única que tiene el mérito de no confundir
programáticamente el derecho con la moral o la naturaleza,
Ello depende del hecho de que no fijan su vista en los delincuentes, ni como individuos ni
como categorías tipológicas, sino en la generalidad de los asociados, no atribuyendo sin
embargo valor de un modo apriorístico como hacen las doctrinas de la prevención positiva
a la obediencia política de estos a las leyes.
1.- se veda el tratar al autor como un objeto de los derechos reales (fundamentación
absoluta de la pena),
2.- se impiden las infracciones (coacción psicológica de la conminación penal); y
3.- se vincula estrechamente la pena a la ley (conminación precisa y descripción también
precisa del comportamiento con anterioridad al hecho).
Señala asimismo Jakobs que, desde la base, la teoría de la prevención general negativa
parte de un equívoco: mide el beneficio potencial del delincuente y compensa esta ventaja
mediante un mal, pero no atiende al daño que el hecho produce en el orden social. Si se
quiere que para otros autores deje de ser atractivo el hecho, el mal debe ser más
importante que el beneficio del hecho; pero éste es independiente del daño social que el
hecho produce.
Señala Jiménez de Asúa que mucho tuvo que ver el giro político de Ferri en la evolución
del Positivismo y su declive.
Puede afirmarse que, tras haber abominado el Derecho y de haber creído que las normas
jurídicas sólo serían un capítulo de la Sociología, los propios positivistas adoptaron un
importante sesgo jurídico.
Indica Jiménez de Asúa que, desde el punto de vista Político-criminal, el Positivismo
contribuyó tanto para bien como para mal al:
Como toda ley tiene una base fáctica (real), al descubrir nuevos hechos se ha ampliado el
contenido del derecho con nuevas experiencias. El Positivismo atacó el formalismo
excesivo de las normas del derecho llenándolas de realidad. Cierto que ha sido la Política
criminal y no la Escuela positiva quien ha adaptado esos hechos a la posibilidad jurídica;
pero su observación ha correspondido a la Criminología.
El principal mérito de Lombroso, fue crear una ciencia inédita hasta entonces. Una ciencia
causal-explicativa del fenómeno de la criminalidad, que hasta que él la captó sólo era
capaz de crear conceptos de derecho en los que el delito era un ente jurídico y el
delincuente sujeto del acto, como en Derecho civil lo es del contrato o del testamento.
Finaliza Jiménez de Asúa con una importante reflexión, sobre todo útil para pensar en lo
que vino después: Esta ciencia nueva, el día en que no hagamos valoraciones —
desvaloraciones, más bien— sobre la conducta criminal, reemplazará al derecho punitivo.
Repetimos lo que tantas veces hemos dicho, con indignación de algunos juristas: la
Criminología se tragará al Derecho penal.
Jiménez de Asúa, la más absoluta negación del ius puniendi está representada por los
anarquistas puros.
Quienes piensan que la vida debe organizarse con ausencia de toda autoridad o gobierno,
sin más vínculos normativos que la concienciad de la propia personalidad y la solidaridad
natural y espontánea, en un sistema económico colectivista o comunista libertario, no
pueden reconocer al Estado, que niegan derecho alguno para castigar.
Más, pese a ese elemento común, algunos han querido encontrar en tiempos más
remotos (como los siglos XV y XVl) expresiones anarquistas y negadoras del ius puniendi,
por ejemplo en Moro y Campanella, aunque ha quedado demostrado, con lecturas más
atentas, que tanto en la Utopía como en la Ciudad del Sol, no sólo pervivían los castigos,
sino que incluso se conocieron allí algunos severísimos. en la «Utopía» de Moro se
establecieron penas infamantes para el honor de los codiciosos, severas amonestaciones para los
padres que no cuidaron debidamente de la virginidad de sus hijas, la más dura esclavitud a los
profanadores del matrimonio y, si estos llegasen a reincidir, incluso se prevé la pena de muerte. En
el caso de la «Ciudad del Sol» de Campanella, la pervivencia de las penas se constata con la
especial previsión del destierro, azotes, deshonor, privación de la mesa común, privación de asistir
al templo, abstención del comercio camal, expresiones auténticamente talionales y muerte en
determinados casos. Eso sí, no existía la cárcel: sólo preveían una torre para la reclusión de
enemigos y rebeldes.
Entre los anarquistas puros, a Bruno Wille quien estima superfluo todo castigo porque el
hombre nace bueno y sin las coacciones de la sociedad vigente no llegaría a delinquir, e
incluso si el delito se produce no debe intervenirse con sanciones tasadas, sino permitir la
natural reacción que produzca el atentado (ley de Lynch).
También se cita el caso de Emilio Girardin quien pone en duda el derecho social a
imponer castigos aunque admitiría alguno que fuese útil, tarea absurda, concluye, porque
la reincidencia demuestra la inutilidad de todos.
Kropotkin es aquí tal vez el más célebre. Sus protestas contra las cárceles, recordando
que antes de Pinel también se miraba a los locos como endemoniados, le llevaron a
afirmar que «no hay medicina alguna que pueda competir con la libertad, el trabajo
independiente y el tratamiento fraternal.
Y es por ahí por donde, el propio Jiménez de Asúa, va a sentar su posición personal
cuando afirma que coincide con este criterio Dorado Montero, que da a estas
concepciones una nueva orientación con su Derecho protector de los criminales.
Cuando Lombroso publica Los anarquistas en 1894, perfila sus concepciones sobre tales
individuos. Creyendo que son los exponentes de la caballería ligera del socialismo,
entiende que la sociedad y el gobierno les vean como diabólicos adversarios, ingenuos e
idealistas, representantes de temperamentos epilépticos y criminales políticos por pasión.
Para Lombroso, los anarquistas eran la expresión de un intento de volver a formas
sociales de barbarie primitiva, de un regreso al hombre prehistórico, a una edad que
todavía no conocía la autoridad del pater familia. Por ello, les consideraba como
exponentes de una conjunción de criminalidad y locura y, en consecuencia,
representantes claros de un tipo criminal completo.
Por todo ello, Lombroso terminaba proponiendo, desde el punto de vista político-criminal,
una serie diversa de penas, medidas y tratamientos para los anarquistas, dependiendo
todo ello de sus características criminales. Desde reclusión en establecimientos
manicomiales, a secuestros en islas del Océano para los más peligrosos, llegando a
aceptar la pena de muerte para los irreductibles.
Cabe también recordar, en este sentido, las palabras que en relación con los anarquistas
mencionaba Garófalo en la defensa de una concepción prevención especial negativa de
las penas: la reacción estatal (la pena) consiste en la exclusión del miembro cuya
adaptación a las condiciones del medio ambiente se manifiesta incompleta o imposible;
esta separación debería consistir: en la exclusión absoluta del criminal de toda clase de
relaciones sociales. Para concluir, finalmente, afirmando que el único medio absoluto y
completo de eliminación es la muerte.
En efecto, agregaba Garófalo que esta pena (capital) constituiría el medio más adecuado
para efectuar la selección artificial que la sociedad debe realizar eliminando de su seno a
los individuos antisociales e inadaptables a la vida social, siendo el único medio para
verificar la eliminación de esos «temibles delincuentes pues, la cárcel, aun la perpetua,
siempre ofrece el riesgo de posibles evasiones y la posibilidad de que una revolución abra
las puertas de las cárceles.
Para concluir este apartado, conviene pensar en algún aspecto final para ulteriores
reflexiones. Se alude a la posible conexión entre esta tradición libertaria como posible
antecedente de algunas de las corrientes más radicales de la llamada Criminología crítica
que, muchas décadas después, perfilaría lo que se conoce como movimientos
abolicionistas que, precisamente, vinieron a negar la legitimidad del Estado para intervenir
coactivamente en las esferas más íntimas de los ciudadanos. Esta hipótesis también
podría dar lugar a ciertas investigaciones que busquen las conexiones de ciertos filones
analíticos. Si estas vinculaciones existiesen, más llamativo sería aún el silencio que
ciertas posiciones hegemónicas impusieron al conocimiento y al desarrollo de esta
corriente histórica.
En sus Principios de Derecho Penal, se destacan ilustres precursores como Platón que,
en Protágoras, Gorgias y Las Leyes, hablaba de la enfermedad del alma y de la pena
como medicina, así mismo San Juan Crisóstomo y Clemente XI, quienes pretendieron
corregir a los reos y al mismo John Howard que deseó reformar los presidios para que los
hombres no se corrompieran en ellos.
Con todo esto se prepara para que transitaran las ideas de Carlos David Augusto Roedor
quien escribió, en 1839 (en latín), su folleto sobre “la pena correccional” donde defendió la
tesis de la corrección moral. El cual empleó la filosofía de su maestro Krause para sus
desarrollos jurídico-penales que algún tiempo más tarde, semejantes ideas fueron
retomadas por Franz von Liszt para hablar, eso sí, de la corrección civil, y no moral, de los
susceptibles de enmienda.
Expresado así, entonces, dentro de este positivismo crítico pueden verse, al menos, tres
tendencias:
Dirección iniciada en Italia por Manuel Carnevale quien inicia una posición crítica de
índole intermedia entre el clasicismo y el positivismo. En un intento por calmar las luchas
de Escuelas, Carnevale indica que es inadmisible la categoría del «delincuente nato»,
debiendo aceptarse —desde el punto de vista político-críminal— la reforma social como
primer deber del Estado en la lucha contra la delincuencia Otro representante mencionado
por Jiménez de Asua es Bemardino Alimena, a quien califica como naturalista crítico.
Quien menciona que en el Derecho Penal, más que en los demás derechos, tiene
importancia la persona humana. Mientras las demás ramas del Derecho tienen sobre todo
por objeto el equilibrio y la tutela de las cosas, de las relaciones y de los hechos, ante los
cuales desaparece la persona, en el Derecho penal, en cambio, el objeto principal es la
valoración de la persona que queda más allá de la cosa, de la relación, del hecho. En el
Derecho penal es substancial la investigación filosófica y a nosotros nos corresponde la
tarea de integrar la exigencia jurídica con la exigencia psicológica y sociológica.
De este modo, se rechaza por un lado la Escuela clásica, el libre albedrío y los análisis
abstractos del delito; pero, por otro lado, de la Escuela positiva se combate la teoría de la
anormalidad morbosa del delito, la del tipo delincuente y la fusión del Derecho con la
Sociología criminal.
La terza scuola acepta el principio de defensa social, pero no entendida ésta en el sentido
naturalista, ni meramente utilitario y basa en ella el Derecho penal, que tiene como
medida la justicia y como límite el mínimo de sufrimiento individual dentro del máximo de
defensa de la sociedad. La visión del delito como fenómeno individual y social, así como
la negación del libre albedrío aproxima a sus defensores a la Escuela positivista; en
cambio, la distinción entre imputables e inimputables les emparenta con la Escuela clásica
3. 9 LA ESCUELA DE MARBURGO: FRANZ VON LISZT Y EL INTENTO
POR CONSTRUIR LA CIENCIA UNIVERSAL DEL DERECHO PENAL
Para tratar sobre la aportación político-criminal de Von Liszt, que aquí se hará
examinando con cierto detalle su obra LM idea del fin en el Derecho penal. Programa de
la Universidad de Marburgo de 1882.
supuso el primer intento serio de desarrollar una «ciencia de conjunto del Derecho penal
(con el Derecho penal en sentido estricto, la Criminología y otras disciplinas).
En lo que se refiere a la concepción del ser humano, puede señalarse que la Política
criminal de Von Liszt proclama la necesidad de considerar un nexo subjetivo en la
responsabilidad, si bien independizándolo de la libertad moral. «Los político-crimi- nalistas
reconocen la imputabilidad de los delincuentes normales y, en cambio, proclaman el
estado peligroso como base de la medida que ha de tomarse sobre los delincuentes que
se desvían de la norma.
La concepción del delito que aquí prevalece es la propia de un concepto jurídico; pero
como fenómeno natural, también se afirma que surge en la vida por impulso de factores
endógenos y exógenos.
Por cuanto hace al concepto de penas y medidas, esta dirección, si bien no abjura de la
pena, sí proclama que debe tener un «fin», pero además la misma sólo puede aplicarse a
los delincuentes imputables, en tanto que los peligrosos serán corregidos o inocuizados
por medidas de seguridad
La pena es una espada de doble filo pues busca proteger bienes jurídicos al mismo
tiempo que, para ello, debe lesionar bienes jurídicos. «Allí reside el misterio de la pena».
Semejante dilema sólo puede ser resuelto para Von Liszt a través de un método;
Únicamente existe un método por el que puede encontrarse respuesta a estas preguntas
con absoluta certeza: el método de las ciencias sociales, el estudio sistemático de las
masas. La estadística criminal, en el más amplio sentido de la palabra, puede conducimos
a la meta. Si nuestro propósito es constatar con precisión científica la eficacia de la pena
en la protección de bienes jurídicos y en la prevención de delitos, debemos analizar el
delito como fenómeno social y la pena como ficción social. Tan sólo en este terreno puede
dirimirse definitivamente la discusión
UNIDAD IV
4. LA POLITICA CRIMINAL DE LA POSMODERNIDAD,
DELINCUENCIA ORGANIZADA Y SEGURIDAD NACIONAL.
4.1 INTRODUCCION
4.2 LA PAULATINA CONSTRUCCIÓN DE LA CRIMINOLOGÍA DE LA
INTOLERANCIA. EL DEBATE NORTEAMERICANO SOBRE LAS
ESTRATEGIAS Y LEYES DEL JUSTICE MODEL Y THREE STRIKES AND YOU
ARE OUT. LAS PRIMERAS CAMPAÑAS DE LAW AND ORDER: LA
PREOCUPACIÓN POR LA INSEGURIDAD Y EL DISCURSO
REVIGORIZADOR DEL CASTIGO PENAL. BROKEN WINDOWS Y ZERO
TOLERANTE.
El Justice Model
A mediados de los años setenta las críticas al proceso penal, a la ideología y práctica
rehabilitadora y junto a ella, a la prisión en sí misma fueron consolidándose y
reagrupándose. Algunas de estas perspectivas heterogéneas, tomadas en conjunto, y en
tanto opuestas al modelo médico dominante conformaron lo que sería conocido como
Modelo de justicia o Justice Model.
El Justice Model tuvo distintos exponentes. Sin embargo, los textos especializados
destacan de manera repetida a dos obras de reflexión colectiva e iniciativa privada,
fuertemente marcadas por la explosión del conflicto penitenciario: Struggle for Justice, la
primera de las dos obras a la que nos hemos referido fue publicada en 1971. Cinco años
más tarde, en 1976, dio a luz Doing Justice. The Choice of Punishment. Pero también se
apuntaron en la senda otros ensayos individuales.
Struggle for Justice, fue el informe del Working Party de una organización (hoy ONG)
cuáquera de Filadelfia: el “American Friends Service Comité”. Fue la más voluminosa y
radical. Se publicó pocos meses después del levantamiento de Attica, y planteó en forma
directa y severa las falencias del modelo correccional y el tratamiento individualizado al
que calificó de: teóricamente errado, sistemáticamente discriminatorio en su
administración, e inconsistente con algunos de nuestros más básicos conceptos de
justicia.
El objetivo primordial del informe fue el uso discriminatorio del poder punitivo por el
sistema de justicia criminal. En particular, el uso de la prisión, entendida como una
herramienta para reprimir a los afroamericanos, los pobres, los jóvenes y las minorías
culturales. Se consideró que el modelo de tratamiento correccionalista individualizado
servía para enmascarar el uso discriminatorio del poder estatal, extendiendo y legitimando
sus abusos a través del discurso paternalista. Se expresó que una revolución apenas
visible estaba tomando lugar en las cárceles locales y las penitenciarías estatales, donde
las huelgas y las convulsiones ya habían comenzado.
Por otro lado, DoingJustice. The Choice of Punishment (1986); el reporte del Cominee for
the Study of Incarceration también se originó a principios de la década, auspiciado por la
Fiel Fundation, pero demoró en publicarse hasta 1976. Fue un estudio de mucho menor
radicalismo pero de mayor respaldo académico y elaboración teórica que ha permitido
presentarla hasta el día de hoy como la obra más clara y autorizada del Justice Model.
En los últimos años, más de veinticuatro de los cincuenta estados norteamericanos, junto
a la legislación federal, han sancionado leyes desarrolladas bajo el eslogan (con claras
reminiscencias beisbolísticas) de los three strikes and you're out (al tercer golpe estás
afuera»). Estas leyes afirman pretender asegurarse que los delincuentes habituales o
persistentes, reciban la sentencia disponible más alta posible, con independencia de la
pena de muerte; esto es, prisión de por vida, sin la posibilidad de una reducción por
libertad condicional o parole.
De hecho, hasta 1998 el Federal Bureau of Prisons informaba que (en el ámbito federal)
ninguno de los prisioneros existentes había sido condenado por esta ley la legislación no
ha tenido consecuencias en la práctica preventiva ni penitenciaria sino que sólo ha
expresado su severidad cumpliendo una función simbólica: El movimiento nacional hacia
la legislación de los three strikes and you 're out ha sido una campaña simbólica que ha
tenido poco o ningún efecto en el sistema de justicia criminal o en la seguridad pública,
así mismo, los estudios sobre sociología del castigo nos demuestran que el simbolismo
penal, lejos de ser inerte, también ayuda a crear realidad: a moldear la cultura penal de
una sociedad, tal vez, cada día más punitiva.
La crisis del sistema de justicia penal provocada entre otras cosas por la crisis de la
prisión, del ideal rehabilitador y del monopolio estatal en el control del delito dejó como
saldo un importante cuestionamiento a los expertos penales identificados con la
criminología y penología, y de esta manera, en cierta medida, liberó al discurso sobre el
castigo penal de las razones, legitimaciones y los frenos de los dentistas, reenviando la
cuestión al campo de las luchas políticas y el sentido común popular.
Bajo la presión de los índices crecientes de la criminalidad de la década del sesenta, el
aumento del temor al delito y la victimización de capas más amplias de las clases medias
norteamericanas y británicas, la explotada inseguridad ontológica del post-welfare y la
endurecida retórica y práctica neoliberal y neoconservadora de los gobiernos reaganista y
tatcheriano, resurgieron las campañas dirigidas a restaurar la «ley y orden» (law and
order)
Thatcher prometió hacer de la “ley y el orden” una prioridad del gobierno, no sólo por su
propia voluntad sino porque el pueblo se lo pedía, circunstancia que se materializó en
mejor medida en los años noventa con un considerable aumento de la población
carcelaria. Esta legitimación para actuar que busca basarse en los reclamos populares, y
que Stuart Hall llamó «populismo autoritario», muy presente en nuestros días, que
seguramente no era tan corriente en un país en el cual la justicia penal y la criminología
administrativa tenían un notable desarrollo profesional y un monopolio en la materia.
De esta manera, y toda vez que la amplitud de este concepto permite englobar muchas de
las propuestas teóricas o reformas legislativas, nos limitaremos a estudiar dos particulares
expresiones de la ley y el orden que poseen notable resonancia actual. Las tesis de
Broken Windows y Zero Tolerance.
En este periodo, se dice que redujo drásticamente los índices delictivos de la ciudad a
niveles desconocidos desde los setenta, y que habría convertido en poco tiempo (casi
mágicamente) a una ciudad violenta e insegura como New York en una de las ciudades
más seguras de los EE.UU. y un ejemplo para el resto del mundo.
El concepto de Zero Tolerance que usualmente se maneja, estaría basado en seis puntos
clave:
Más allá de que distintos estudios han cuestionado el éxito de estas políticas penales en
contraste con otras ciudades norteamericanas, como San Diego, que habría
experimentado la misma disminución de delitos bajo otros esquemas preventivos como el
de Communiy Policing (o Policía Comunitaria), muchos reconocen que estas políticas
permitieron la censura y la exclusión social de aquéllos que no aceptan someterse a
responsabilidades o persisten con el comportamiento desviado, focalizándose
particularmente en la emergente underclass norteamericana y los inmigrantes negros o
hispanos.
Como ejemplos se puede mencionar los casos como el del inmigrante guineano Amadou
Diallio que murió con 41 balazos policiales cuando se rendía a las autoridades de Nueva
York o el del inmigrante haitiano Abner Louima, que fue torturado sexualmente por las
fuerzas policiales de Manhattan, ilustraron con particular claridad al mundo entero los
esquemas que guiaron la supuesta prevención del delito en Nueva York y las implicancias
de lo que se dio en conocer como “Tolerancia Zero”
Muchos de los gobiernos de distintos países han pretendido dejar como episodios
aislados a estos casos y acudir a las experiencias de Bratton o Giuliani, reconocidos como
los nuevos gurúes de la prevención del delito y trastocados en consultores
internacionales.
a). pilar enmacipatorio, que se traduce como la rebeldía del hombre frente al mundo
constituido;
b). pilar regulativo, que establecerá las reglas a partir de las que se debe dar cauce a la
emancipación.
Se podría decir que la modernidad inicia en el siglo XVIII.- pilar enmancipatorio.- surgen
las reglas de convivencia humana y tratados como De los delitos y las penas (Beccaria)
1764 y aparece el discurso de los Derechos Humanos.
Por lo que se refiere al pilar regulativo, existe una mayor importancia del individuo, sobre
el Estado Liberal o Policía, que no tenía injerencia en la vida de los gobernados.
Del siglo XIX a mediados del XX.- surge el concepto de ciencia, basada en la posibilidad
empírica del resultado, así surge la hipótesis de la naturaleza del hombre y de los
fenómenos sociales.
En cuanto al pilar regulativo nacen los derechos humanos de segunda generación, como
consecuencia del planteamiento económico del mercado con el propio Estado.
Después de mediados del siglo XX.- aparición de los Derechos humanos de tercera y
cuarta generación (respeto de las minorías),. La racionalidad cognitiva, queda
desacreditada por la relatividad de la “verdad” al ser un producto del poder y como
consecuencia de la falta de verdad y de la paradoja de la incertumbre surge la sociedad
de “riesgo” estrechamente vinculada al tema de la prevención (industria de los seguros)
El Estado Neoliberal difiere del Liberal, ya que este favorecería al individuo, el primero es
creado en función del crecimiento del mercado, por lo que el Estado debe tener, ahora
una visón comercial y contener riesgos de inversión.
Como ejemplo se podría mencionar que dentro de la Ley anteriormente señalada se ven
los siguientes principios:
1. Privación de la Libertad por Sospecha.
2. Principio de Denuncia Anónima.
3. Principio de Intervención de Comunicaciones Privadas.
4. Principio de Legitimación de Agentes Infiltrados.
5. Principio de Negociación del Derecho con los delatores, arrepentidos y testigos
protegido.
Lo anterior puede tener una consecuencia dogmática en el mal llamado “derecho penal
del enemigo,” expresión con la que Jakobs, hace referencia a un Derecho Penal sui
generis que se diferencia del Derecho Penal de los ciudadanos, en el que el Derecho
Penal de los enemigo optimiza la protección a bienes jurídicos y el Derecho Penal de los
Ciudadanos optimiza las esferas de libertad.
Ésta optimización de la protección de bienes jurídicos se logra, según Jakobs, a través del
adelanto de la punibilidad que se opera cambiando la perspectiva del Derecho Penal de
los hechos pasados a los hechos futuros.
a) Mendicidad
b) Limpia del parabrisa sin consentimiento
c) Causar ruidos
d) Prostitución en las calles
e) Riñas
f) Obstrucción de las calles y espacios públicos
g) Venta ambulante sin licencia
h) Ebriedad y consumo de licor en la vía publica
i) Orinar y defecar en la vía pública
j) Graffiti, etc.
Con este discurso criminalizador de la pobreza las sanciones aplicables son las multas y
en caso de no pagarla, el arresto permutable que no podrá ser superior de 36 horas.
Este procedimiento se iniciara por queja (oral o escrita) de los particulares por la probable
comisión de infracciones o con la presentación del probable infractor por la policía ante los
Juzgaos Cívicos. El procedimiento será oral y público; se sustanciará en una sola
audiencia; y las actuaciones deberán constar por escrito y permanecerán en el local del
Juzgado hasta que la Consejería determine su envío al archivo general para su
resguardo.
El juez iniciará audiencia, ordenara la ubicación del probable infractor, un examen medico
en su caso, se le solicitara que se comunique para que dentro de dos horas presente un
defensor en caso de no presentarlo el Juez le proporcionar uno de oficio.
Este Registro no es más que un instrumento del poder para controlar, ubicar, diferenciar
y verificar a los ciudadanos; como estadística; pero no resuelve el problema de la
criminalidad.