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El laicismo según Dante Alighieri y las

críticas de Ètienne Gilson.


6 agosto 2010By adminNOTICIAS DSI

Hay un problema al cuál los cristianos no pueden escapar y al cual deben dar una
respuesta: ¿la organización de la vida en esta tierra, que al fin y al cabo encabeza la síntesis
política, es autónoma de la religión o es insuficiente para fundarse y mantenerse? De la
respuesta a esta pregunta depende la relación que se quiera establecer entre la política y la
fe religiosa, entre el mundo con sus lógicas y el cristianismo. También se puede decir con
San Agustín, que se trata de establecer la relación entre la “Ciudad de Dios” y la “Ciudad
del hombre”. A lo largo de la historia se ha tratado de encontrar diversas soluciones a este
problema; el gran filósofo e historiador Etienne Gilson escribió en 1952 un libro
propiamente para analizar las principales de estas soluciones. Este libro llega ahora
restampado, por la editorial Cantagalli de Siena, con el título original “La metamorfosis de
la ciudad de Dios”. Se sabe que la aguja de la balanza puede tender más de un lado que del
otro, a favor de la ciudad del hombre, o a favor de la ciudad de Dios. Estuvo propuesta
una solución con el pretexto de ser perfectamente equilibrada. Autor de esta propuesta fue
Dante Alighieri y, Gilson presenta esta solución en el capítulo IV de su libro. Puede ser
interesante, por lo tanto, considerar la propuesta de Dante y luego ver lo que piensa Gilson.
Es un ejercicio útil, incluso hoy, ya que muchos cristianos creen que la política y la religión
son dos realidades independientes y autónomas, cada una en su ámbito de aplicación. Pero
¿es realmente así?

Según Dante el poder político no recibe la propia existencia del poder espiritual, sino sólo
una luz que le ayuda espiritualmente en el ejercicio de su autoridad. La Iglesia está fundada
en Cristo, el poder político se basa, más bien, en el derecho. El primer poder tiene como
objetivo la salvación del alma, el segundo tiene como objetivo la salud del cuerpo. El plano
temporal es, así, plenamente autónomo. El poder espiritual puede ayudarlo a alcanzar sus
metas, pero no le da su autoridad. Hay un plano natural de la existencia universal de los
hombres que se basta a sí mismo. Es por lo tanto plenamente laico: todos los hombres
hacen parte con base a su naturaleza humana, ya sean de cualquiera religión. La naturaleza
es independiente de la gracia, aunque si es en su interés aprovechar los beneficios de la
gracia. Entonces Dante tomó, por primera vez, la noción de un plano político autónomo y
suficiente, dotado con su propia naturaleza, de un fin último suyo y de medios autónomos
para lograrlo. Incluso hoy en día, muchos afirman que somos todos hombres antes que ser
cristianos o de otras religiones. Con frases similares se quiere entender que el plano
humano y natural es eso mismo fuente de plena humanización y que la unión entre los
hombres no tiene en si necesidad de la religión. Es como una Iglesia temporal, que es el
género humano, autónomo en su orden, y que es entonces, una Iglesia religiosa guiada por
el Papa y animada por Cristo.

En apoyo de su tesis Dante llevaba dos argumentos principales. El primero es que el


imperio, a saber, la organización política sin la religión cristiana, existía antes que el
cristianismo. Se refería, por supuesto, sobre todo al Imperio Romano, que básicamente era
universal. Por lo tanto – decía – el nivel político tiene la posibilidad de estar en pie por sí
mismo. El segundo era que la razón humana mediante la filosofía de Aristóteles, en sus
tiempos plenamente asimilada en el mundo occidental, en particular a través de Santo
Tomás de Aquino, parecía gozar de plena capacidad de lograr sola todas sus propias
verdades. Esto daba la impresión que la razón era autónoma de la fe y fuera capaz de
conducir sus fuerzas al actuar político del emperador.

Sólo que ambos argumentos no se sostenían verdaderamente, como señala Gilson, del
talentoso histórico del pensamiento occidental que era él. San Agustín, por ejemplo, en la
Ciudad de Dios había criticado muchísimo las leyes y las costumbres del Imperio Romano,
con el argumento de que el colapso del imperio se debió a la inmoralidad rampante. Se
trataba de demostrar que, sin la llegada del cristianismo, el cual construyendo “buenos
cristianos”, también construía “buenos ciudadanos”, la razón y la moral natural, no sería
capaz de construir la ciudad terrena. Sobre el segundo argumento: ” ¿estamos seguros que
el triunfo de Aristóteles en la Edad Media haya sido puramente filosófico y racional?”.
Gran pregunta, ésta. Sin que la fe cristiana purificara los errores presentes también en la
filosofía de Aristóteles, ¿habría nacido la gran filosofía medieval? Como se ve, se puede
dudar lo que la razón pueda hacer sola.

¿Qué se puede decir entonces con la propuesta de Dante? ¿Es cierto que el plano político es
autónomo del religioso y que es capaz de lograr por sí solo sus fines últimos? Para aceptar
esta configuración, debemos aceptar que el hombre tiene dos fines: uno temporal y
uno sobrenatural. Dante dice exactamente eso, pero desde el punto de vista cristiano es un
error. Él, no reconociendo el hecho que el hombre tiene una única vocación, “ignoraba el
principio fundamental, que lejos de eliminar la autonomía de cualquier orden inferior, su
subordinación jerárquica tiene el efecto de fundarlo, de llevarlo a la perfección, en
definitiva, de garantizarle la integridad y mantenerlo. La natura informada por la gracia es
más perfectamente natura. La razón natural iluminada por la fe llega a ser más plenamente
razonable. Aceptando la jurisdicción espiritual y religiosa de la Iglesia, el orden social y
político se hace más feliz y más sabio sobre el plano temporal”.

Si, entonces, Dante estaba mal, no podemos dejar de ponernos, con Gilson, la pregunta
más intrigante que existe hoy en día, pero difícilmente evitable para quien quiere ir al fondo
de las cosas: ” ¿Puede haber una Iglesia sin que haya unidad política en la tierra, pero puede
haber unidad política en la tierra sin que haya reconocimiento de parte de lo temporal, de la
autoridad directa de lo espiritual, no sólo en el campo moral, sino también en el campo
político?”.

Santo Tomás de Aquino escribió: “En materia espiritual conviene obedecer al Papa, en lo
temporal es mejor obedecer al príncipe, pero aún mejor al Papa, que ocupa la cumbre de
dos órdenes”. Según Gilson, esto significa que “Lo espiritual no está sujeto a lo temporal.
El príncipe, que tiene autoridad sobre lo temporal, no tiene alguna sobre el campo
espiritual; pero lo temporal está sujeto a lo espiritual. El Papa, que tiene autoridad sobre lo
espiritual, también tiene autoridad sobre lo temporal, en la misma medida en que esto
depende de lo espiritual. La fórmula es simple y es suficiente aplicarla para ver cómo ella
lleva un significado valioso. El Papa no es el soberano político de ninguna nación de la
tierra, pero tiene autoridad soberana sobre el modo en que los pueblos llevan a cabo sus
políticas”.

http://www.vanthuanobservatory.org/esp/el-laicismo-segun-dante-alighieri-y-las-criticas-de-
etienne-gilson/

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