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EL LIBRO NEGRO DE LA NUEVA IZQUIERDA. A. LAJE / N. MÁRQUEZ.

Por Fabricio Guerra Salgado


¿Cómo reseñar un libro decididamente anti feminista y homofóbico en un blog
feminista? El dilema bien podría saldarse por la rápida vía del ataque virulento a
los postulados calificando de fachos a sus autores, sin embargo, hacerlo sería
caer en un reduccionismo lamentable que, de paso, entorpecería el proceso
interpretativo y escrutador al que debe someterse toda lectura.
La parte que más valoro del libro de marras es la que expone el desarrollo de
las tres olas del movimiento feminista: la liberal, la marxista y la culturalista.
También se identifica los nexos del feminismo con la izquierda, estableciéndose
que según Engels “el hombre es en la familia el burgués y la mujer representa
en ella al proletariado”, por lo que la lucha de clases se iguala a la lucha de
sexos. Ya vendrá luego Gramsci a proponer que la batalla contra el capitalismo
habrá de ser cultural, con las mujeres llamadas a ser protagonistas.
Pero el Libro Negro no pretende quedarse en el mero repaso histórico, sino que
se articula como un ataque frontal y avezado contra el feminismo, el mundo
queer o el aborto, echando mano de cualquier recurso para alcanzar tal
objetivo. Así por ejemplo, se denuncia la supuesta existencia de vínculos entre
la ideología de género y la pedofilia o el incesto, mencionándose que varias
feministas radicales, como Shulamith Firestone, defienden la legalidad de las
relaciones sexuales entre adultos y niños. ¿Es eso cierto? Mi amiga Daría,
mucho más conocedora del tema que yo, sostiene convencida que esa es una
interpretación tan temeraria como mal intencionada de las ideas de Firestone.
¡Quiero creerte Dari!
Sin consultar con nadie, considero homofobia de la peor calaña la afirmación de
que las prácticas frecuentes de sodomía provocan incontinencia fecal, y me
importa un pepino la tan cacareada equiparación de aborto con asesinato y
filicidio en la que tanto insisten los autores. Pese a que varios años atrás induje
de forma determinante al crimen de mi propio hijo nonato, duermo gozoso por
más de diez horas al día. ¡Cuánta impunidad!
En fin, cada lector sabrá calibrar las aseveraciones del Libro Negro ya sea para
acogerlas, desecharlas o dudar. En cuanto a mi, lo más importante que me
deja, es el haberme advertido que aún no he leído a Beauvoir, Butler o Witting,
teóricas esenciales del feminismo contemporáneo, y que lo que sé de ellas es
por oídas y por wikipedias. Tristemente acepto conocer solo a medias las
propuestas filosofales de Beatriz Preciado, Foucault o Ernesto Laclau, mismas
que resultan vitales en la vertebración del tema que nos atañe.
Entonces me surge una inquietud perturbadora, ¿cuántos y cuántas feministas
tienen la misma falencia? Habrá pues que empezar a enmendar, pues de lo
contrario se puede ser presa fácil de los Laje y Márquez de estos lares, aún
cuando convencido estoy de que los conservadores de acá no son ni la mitad
de listos que este par de argentinos. Pero igual, no basta con acudir a marchas
y contramarchas ni con portar el verde pañuelo del aborto libre; hay que
hurgar, dudar, cuestionar, saber. Y claro, no hay atajos, la fórmula está escrita
en los cientos, en las miles de páginas que nos aguardan. Honestidad
intelectual creo que se llama.

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