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A penas puede ocurrir en alimentos de origen animal, sin embargo, puede traer problemas en la
conservación de la calidad de frutas y verduras. En estos casos, las alteraciones aparecen cuando los
productos han sufrido daños en su tejido a golpe o a tratamientos tecnológicos como troceados,
pelado, etc. Puede ocurrir como ya se mencionó en alimentos de origen vegetal, como la papa, el
plátano, la manzana, los duraznos, los champiñones, las peras, entre otros. No siempre es un
fenómeno químico indeseable, existen casos en donde se busca la transformación de estos
compuestos fenólicos, compuestos fenólicos, como por ejemplo en la producción de té o café (Bello,
2000).
Según Fennema (2008), la actividad enzimática relacionada con el cambio de color se debe a la
acción de fenoloxidasas, peroxidasas y otras oxidoreductasas.
2.1.1. Fenoloxidasas:
𝑚𝑜𝑛𝑜𝑓𝑒𝑛𝑜 + 𝑂2 + 2𝐻 + → 𝑜 − 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑛𝑜𝑙 + 𝐻2 𝑂
𝑜 − 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑛𝑜𝑙 + 𝑂2 → 𝑜 − 𝑞𝑢𝑖𝑛𝑜𝑛𝑎 + 𝐻2 𝑂
2.1.2. Peroxidasas
Los fenoles (por ejemplo, el catecol), el ácido ascórbico, el NADH y las aminas aromáticas
son donadores comunes de electrones. El 2A* resultante del ciclo peroxidático pueden
tener distintos destinos. Si el AH es el ácido ascórbico, entonces 2A* sufrirá una adición de
radicales libres (polimerización) para dar lugar a un tetrámero y el color pardo concomitante
desarrollados es la base del uso de guayacol en el ensayo de peroxidasa que se usa
ampliamente como indicador de la eficiencia del escaldado.
Las peroxidasas se encuentran entre las enzimas más ubicuas y estables al calor de los
tejidosde las plantas, estas características permiten su uso como indicadores de escaldado.
La base racional de este uso es que, si la actividad de la peroxidasa endógena se destruye,
todas las otras enzimas que pueden deteriorar la calidad se tienen que destruir también.
El papel de la peroxidasa en el pardeamiento enzimático y en otros procesos de
decoloración de los alimentos sigue siendo enigmático.
La deshidratación, el procesado térmico son eficaces siempre y cuando el tiempo que se necesite
para ello no ocasione un pardeamiento intolerable o cambios texturales que afecten la calidad.
Otros medios físicos incluyen el envasado en atmósferas modificadas para los alimentos
mínimamente procesados, el recubrimiento de secciones de tejidos con jarabes de azúcar o con
películas comestibles que limiten la disponibilidad del 𝑂2 .
Las enzimas pueden desnaturalizarse, al igual que el resto de proteínas. Son muy
termolábiles y si se les calienta a temperaturas de 70 a 80°C durante dos a 50 minutos, la
actividad de la mayoría de ellas queda destruida (Braverman, 1967)
La temperatura óptima para la mayoría de las reacciones enzimáticas está con pocas
excepciones entre 30-40°C en donde su actividad es máxima. Al aumentar la temperatura
la velocidad de reacción aumenta y, para casi todas las enzimas, un incremento de 10°C
duplica e incluso triplica la velocidad de reacción. Por otro lado, este mismo aumento en la
temperatura acelera también la inactivación de la enzima por desnaturalización térmica.
Para muchas enzimas la zona de inactivación térmica extensiva está muy próxima de la
temperatura óptima. (Schmidt-Hebbel,1982).
En la industria se realiza frecuentemente la inactivación enzimática por calor, debido a
que en la mayoría de los casos la conservación de los alimentos precisa la supresión de
cualquier actividad enzimática. Si la actividad enzimática persiste puede, por ejemplo,
producirse un cambio en el color verde de la clorofila, o el pardeamiento de los alimentos,
puede alterarse el sabor de los carbohidratos o enranciarse la grasa, se pueden producir
alteraciones en el aroma o el valor de las proteínas o de las vitaminas, finalmente, la
presencia de enzimas peptolíticas puede modificar totalmente la textura de los alimentos
(Braverman, 1967)
El método más conveniente para inactivar las enzimas en la conservación de los alimentos
es el calentamiento, pasteurización o esterilización. Se puede dar el caso de la
regeneración de algunas enzimas que previamente han sido inactivadas, que recuperan al
cabo de algún tiempo su actividad. Se supone que cuanto más corto sea el periodo de
tratamiento, mayor son las probabilidades de regeneración de la actividad enzimática
(Braverman, 1967).
Los reductores pueden actuar de varias formas, entre ellas revertiendo la reacción de
quinonas a fenoles. También pueden actuar directamente sobre el centro activo del
enzima, transformando el cobre (II) en cobre (I), que se disocia más fácilmente. El sulfito y
la cisteína, además de reaccionar con las quinonas reduciéndose a difenoles, inactivan la
enzima. Los sulfitos presentan el problema de su toxicidad diferenciada para algunas
personas, un pequeño porcentaje de los asmáticos, que pueden sufrir crisis severas con
cantidades incluso inferiores a los límites legales. Consecuentemente, existe una
tendencia a reducir la utilización de sulfitos, aunque no siempre es posible. (Calvo, 2007)
BIBLIOGRAFIA: