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Diálogo entre bordes con Josefina Ludmer

En principio el texto de Ludmer genera dos inquietudes fundamentales. La primera,


es volver a revisar la noción de lo que conocemos y/o reconocemos como literatura y su
concepto; la segunda, entender específicamente a qué refiere el término autonomía. Para
dilucidar estas inquietudes es necesario destacar lo que Ludmer refiere respecto al
concepto de literatura. La autora sugiere que esta podría delimitarse como un campo del
conocimiento regido por categorías específicas, como autor, obra, estilo, escritura, texto y
sentido, que le atribuyen “especificidad, autorreferencialidad y el poder de nombrarse y
referirse a sí misma” (Ludmer, 2007).

Con base en esto, podemos inferir que la autonomía no es sino la cualidad que
tiene (o tenía) el campo de la literatura de establecer su propio sistema de denominación,
como una especie de nomenclatura o taxonomía impenetrable, mediante la cual se
relacionaba con el mundo del conocimiento, con la historia y con la realidad, sin ser
tocada o afectada por ningún otro campo.

Sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura entendemos que, en oposición


a esto, existe un carácter postautónomo de la literatura que Ludmer ubica en un mundo
posible donde coexisten “escrituras” que atraviesan en vaivén el campo formal de la
literatura, la realidad y la ficción, hasta desdibujar su propio concepto o las formas como
la concebimos. Entonces, si la literatura autónoma se funda en el rigor intrínseco de sus
categorías, su postautonomía sería la entrada en crisis (crisis como maraña de cambios
posibles) de la mismas.

De los dos postulados que, según la autora, fundan la postautonomía literaria,


consideramos el que se refiere a la relación entre la ficción y la realidad el más
importante, pues creemos que es a través de la relación ficción-literatura-realidad que se
podría trazar una de especie de línea de tiempo (nada semejante al fenómeno, pero útil
como herramienta reflexiva) útil para visualizar su devenir. La postautomía es un campo
en donde la realidad es ficción y la ficción es realidad, afirma la autora, pero ¿cómo
explicamos esto?

Es determinante entender que ficción y literatura no son la misma cosa, sin


embargo, la ficción es un componente fibral de la literatura, al punto de que atributos de
la ficción son también principios determinantes del campo de la literatura, y por ende de
su autonomía. Teniendo esto en cuenta, podríamos aseverar, como ejercicio de reflexión,
que existen unas categorías de ficción y realidad en contexto autónomo, así como otras
categorías de ficción y realidad en contexto postautónomo. Digamos que en el paradigma
autónomo de la literatura la ficción y la realidad están claramente distanciadas y
diferenciadas entre sí, e igualmente distanciadas de sus homónimos postautónomos. En
este primer contexto, la realidad es lo concreto referencial, aquello “verosímil del
pensamiento realista y de su historia política y social” (Ludmer, 2007); mientras que la
ficción es, como también menciona Ludmer, esa misma realidad histórica cruzada por “un
mito, una fábula, símbolos, una subjetividad o una densidad verbal”. Esa clara frontera
entre realidad y ficción es también un indicador del carácter autónomo y auto-regulador
de la literatura.

Pero, ¿qué sucede en el contexto postautónomo? En postautonomía, los


conceptos de ficción, realidad y literatura se transforman, debido a una nueva relación
entre la literatura y la ficción; donde además influye el nuevo papel que juega la realidad y
las nuevas formas en las que es interpretada a través de los medios. Si en un contexto
autónomo la ficción es la realidad atravesada por el mito, el símbolo y la subjetividad, en
postautonomía a ese choque se le suma el contacto con la “realidad de lo cotidiano” y su
propia carga de subjetividades presentadas y amplificadas por los medios y el internet; o
por una sustitución de la realidad histórica por una realidad ¿intrahistórica?, pero que
sigue siendo atravesada, ahora de maneras distintas y alternativas (la de la red y los
medios), por la subejtividad, el mito y el símbolo, como cualidades ficcionales
literalizantes.
Todo esto genera nuevas autonomías posibles y una extensa red de ellas que
terminarán por alterar el concepto de literatura. Podríamos decir entonces,
atreviéndonos a ecuacionalizar, que la relación ficción = realidad + mito cambia por una
relación un tanto más ficción= realidad + mito + realidad cotidiana; o bien por esta otra
ficción= realidad cotidiana + mito (aquí referimos al mito como conglomerado de
subjetivades y símbolos, metáforas, etc).

Creemos que esa entrada en ecuación de la realidad de lo cotidiano es lo que


sustituye, o iguala, a la realidad y a la ficción postautónomas en lo que Ludmer refiere
como realidadficción, en tanto el carácter múltiple de lo cotidiano y su potencialidad de
ficcionalizarse expandiendo los límites de la literatura. ¿Es a esto a lo que se refiere
Ludmer cuando dice “…En la realidadficción de alguna “gente” en alguna isla urbana
latinoamericana, muchas escrituras de hoy dramatizan cierta situación de la literatura…”?

Sea o no sea así, la postautonomía nos replantea la realidad, la ficción y a la


literatura. A la primera la expande y despoja de su carácter histórico; a la segunda le
otorga verosimilitud al punto de extinguirla; y a la tercera la desdibuja y la trasforma en
los bordes de las otras dos.

Oswaldo Flores

Caracas, 19 de septiembre de 2019

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